Cuando llegamos a trabajar a una nueva empresa es muy común
que sigamos los pasos básicos que hemos aprendido: Primero, conocer las funciones, metas y objetivos de la empresa; segundo, identificar nuestras responsabilidades, derechos y obligaciones, para poder realizar nuestras tareas; tercero, conocer a nuestros colaboradores, clientes y proveedores; y ponernos a trabajar para que, en la práctica, aprendamos a ser expertos en nuestro quehacer.
Muchos de los que llegan a una empresa observan
escrupulosamente las actividades que realizaba la persona que han sustituido pero es muy común que se critique de inmediato: Lo mal que trataba a sus colaboradores, la inexperiencia en su desempeño, lo descuidado con tal o cual actividad, lo absurdo de ciertos programas que realizaba...
Y también dentro de los compañeros de trabajo hay siempre
aquel oportunista que llega a hacer “leña del árbol caído” y comienza a criticar al que se fue, tal vez con más saña si aquél era su jefe. Y, “como por arte de magia” te conviertes en el “jefe ideal”; el que llegó a hacer lo que “nadie había hecho”; al que todos admiran y quieren... y así... hasta que dejas esa empresa.
También es común que empieces a hacer los “cambios que se
requieren” a los programas y proyectos sin evaluarlos. Pero más grave aún es cuando, sin cambiar la esencia ni medir consecuencias, solamente se le cambia el nombre a lo que ya existía solamente... ¡para dejar tu huella y llevarte indebidamente el “crédito”!
Esto es grave en una empresa, pero lo es más aún en el Sector
Público pues cada tres o seis años, o cada cambio de jefe equivale a !volver a empezar! Con el consiguiente costo para la ciudad, el Estado, el país y ¡los contribuyentes! Recuerdo cuando llegué a la Secretaría de Desarrollo Económico del Estado de Veracruz en 1992 y, sin la experiencia en el sector público tomamos, junto con los miembros de mi equipo de trabajo más cercano, algo que considero una buena decisión y que valoro más al pasar de los años: Realizar una sesión de PLANEACIÓN ESTRATÉGICA hacia el interior.
Fueron días intensos de trabajar “hacia dentro” de la
organización para plantearnos un proyecto claro, utilizando la experiencia de los que ya tenían conocimiento de la actividad. Luego, a los quince días, invitamos a 125 empresarios destacados de todas las actividades de INDUSTRIA, COMERCIO Y TURISMO y, con el apoyo del TECNOLÓGICO DE MONTERREY, realizamos un DIAGNÓSTICO, EVALUACIÓN Y PROPUESTAS PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO DEL ESTADO. ¿Quiénes sino los propios empresarios –nuestros “clientes”- para definirnos el rumbo, los programas y las actividades prioritarias para el desarrollo económico?
Con ese ejercicio de dos días logramos un programa bien
estructurado y definido, validado por los actores protagonistas del desarrollo económico.
Ahí se decidió la creación de una dirección de comercio que no
existía; ahí se estableció un proyecto de desregulación; ahí se planteó la necesidad de una “ventanilla única” de atención al empresario del estado o inversionista foráneo, ya que los empresarios nos solicitaron ser los interlocutores con las autoridades estatales; ahí se propusieron mecanismos para impulsar la capacitación de exportar; asimismo se creó una LEY DE FOMENTO ECONÓMICO (vigente aún); se determinó el apoyo al Microempresario con espacios en eventos y con recursos económicos a través de fondos especiales ; se impulsó la CALIDAD realizando “OCTUBRE, MES DE LA CALIDAD”; se dio prioridad para que se CONSUMA LO QUE VERACRUZ PRODUCE, y muchas cosas más.
De ninguna manera consideramos que el programa de
DESARROLLO ECONÓMICO era un “invento” o creación de nuestro equipo. Sentíamos y respetábamos este valioso documento como el resultado de las demandas y necesidades de nuestras contrapartes. ¡Se asumió como un proyecto colectivo evitando las tan manoseadas prepotencias y los falsos protagonismos!
También cuidamos de no cancelar programas o proyectos que
funcionaban, a criterio de los empresarios, y de comprometer –al menos a los que habían asistido- a apoyar la realización de este plan de acción.
Yo invito a los diferentes órdenes de Gobierno a escuchar a la
Sociedad Civil. ¿Qué “varita mágica” tendrán los funcionarios que pueden destruir a su antojo programas y actividades que tienen éxito? ¿Cómo deciden qué es lo que la gente quiere, si no la consultan y, si lo hacen, ni la toman en cuenta?
No podemos permitir que cada trienio o sexenio se repita la
misma historia: Destruir lo construido; retroceder en lo avanzado; cambiar simplemente de nombre a las cosas para “dejar huella”, pero confundiendo al ciudadano; caer el los chocantes “yoísmos” que nada más son síntomas de incapacidad e impotencia y de politiquerías engañosas.
Pero tú, ciudadano, si sientes que algo sirve, que un programa es
exitoso y te beneficia o beneficia a la sociedad ¡hazlo valer! Si no lo haces será válida la sentencia: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”... y esto ¡es la mera verdad!