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La teología en la Biblia
Mayo de 2010
Cuando no meditamos y no nos tomamos un tiempo objetivo y responsable en la
Palabra de Dios (Pr 4.5-13; 8.10-16) y cuando descartamos el amor y la guía de Dios
para enseñarnos, es muy probable que:
Hacer todas esas cosas tiene implicaciones muy serias y devastadoras. En lugar de
estar en esa Roca fuerte y eterna que es Jesucristo, el creyente pasa a estar parado
sobre un grano de arena. Espiritualmente es desastroso y el enemigo anda como león
rugiente (1 P 5.8).
Si queremos amar a Dios con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y toda nuestra
MENTE (Mt 22.37), tenemos que poner en práctica esas tremendas habilidades y la
gran infraestructura cerebral que el Señor nos regaló para discernir y palpar la realidad
de la verdad de Dios en un entendimiento conciso que nos permita disfrutar de la
libertad que Jesús compró con su Sangre. Aquí subrayo que es vital hacerlo bajo la
supervisión absoluta del Espíritu Santo y emplear el conocimiento y los misterios de
Dios para sus propósitos y para llevar la luz de un Evangelio completo (1 Co 4.1).
Una vez escuché en TV a un líder cristiano que dijo: “aquí no le damos recalentado,
nosotros somos una iglesia apostólica, aquí le damos pura nueva revelación,
revelación fresca”. Este tipo de iglesias que presumen de ser apostólicas por lo
general quieren ser llamativas, imponer sus conceptos, metodologías y le ponen un
nombre “novedoso” a todo. Desde el punto de vista de la verdad bíblica nosotros
podemos contestar lo siguiente: “si usted quiere nuevo y fresco, vaya al súper
mercado, nosotros preferimos la verdad, la misma que Dios ya reveló a sus santos en
la Escritura” (Jud 3).
La teología nos sirve para darnos cuenta de todas estas cosas. Es voluntad y
mandato de Dios estar atentos al mensaje que realmente Él nos ha dado. Como
seres humanos podremos equivocarnos, tenemos toda la capacidad y el potencial
para hacerlo, sin embargo, la teología basada en la Biblia puede ser usada para
regresar al camino, defender la fe, guardar la fe y cumplir en el amor de Cristo con la
gran comisión (2 Ti 3.16).
Mayo de 2010