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Privilegios de los injustos

ADAN RIOS PARRA

La seguridad es una falacia, lo mismo que la justicia, hay legalidad y hay policías
pero también tráfico de influencias, “fuero constitucional” y lo peor derecho
canónico y justicia militar.

Existen instituciones, pero más que impartir justica se dedican a “ver” como
justifican mayores ingresos para el Estado, asimismo los litigantes o abogados,
sirven meramente como artífices del poder.

Las leyes que emiten los diputados, ya sea federales o locales sirven para
acrecentar aún más las barreras entre los que más tienen y los que poco o nada
de oportunidades de bienestar colectivo tienen.

Y en tiempos electorales es cuando más funcionan los instrumentos de dádivas y


coerción creados por el Estado.

A los potenciales electores se les intimida a que van a perder lo poco que les
regalan, las miserias a las que los han hecho dependientes porque así se han ido
acostumbrando algunas familias sobretodo las del medio rural, como el caso del
programa de fertilizante, de la tercera edad y de becas, paliativos que no han
resuelto el problema de raíz.

En términos de justicia, la seguridad es lejana y la podemos observar con policías


que se enfrentan a tiros, con judiciales que son ejecutados por presuntos nexos
con la delincuencia organizada o por la poca impartición de justica eso si contra
que la terna para nombrar al procurador es mero discurso del Congreso local.

La tramitología ha hecho la justicia por las propias manos, así nadie investiga y lo
mismo muere una político que un mecánico o un diputado local. Como nunca
antes dos muertos diarios es la estadística que en nada ayuda al Guerrero
turístico por más promoción que se le haga, las naciones advierten a sus
ciudadanos que si quieren viajar al puerto es bajo su cuenta y riesgo.

La justicia a secas no sólo es la equidad, el respeto a las leyes a partir del contrato
social. También es la mirada externa de hacer el bien, es decir, cada acto del ser
humano debe ser medido en razón de cómo lo observaría alguien ajeno a
nosotros mismos, o lo que es mejor que es lo que quisieras que hicieran los
demás con tu vida.

A partir de ahí la justicia y la ética pueden unirse, es decir, ser justos no sólo
porque se es bueno y se logra la perfección y belleza del alma, sino como un
comportamiento socialmente aceptable, la justica punitiva, el biopoder, o al revés,
la prevención del delito deberían existir, pero sólo como ideales, pero se tiene que
llegar al castigo, desafortunadamente la sociedad observa que la justicia no es
para todos, algunos gozan de privilegios, “fuero” militar, eclesiástico o legislativo.

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