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Las causas de esta gran diferencia son varias, pero los científicos
ya nos adelantan una que sirve como argumento para los fines de este
libro. Esa causa es el cerebro humano, la gran plasticidad del cerebro
humano, que incluye no solo la posibilidad de introducir alteraciones en
sus estructuras cognitivas y motoras, sino producir una multiplicación
de sus neuronas hasta llegar a un volumen cerebral impensable para
cualquiera de los monos; se trata del volumen, las disposición y el
número de las circunvoluciones de la corteza cerebral.
Todos los seres vivos, uno por uno, proceden de una sola célula
que comienza a dividirse o multiplicarse por los procedimientos que
sean según las leyes de la biología, hasta llegar a los limites que ahora
conocemos. Eso es lo que le acontece al cerebro desde que aparece en
el embrión; también en el caso del embrión humano. Crece en volumen
y crece y en complejidad. Pero ese crecimiento es, por una parte
regulado o sometido a leyes y, por otra, limitado para cada uno según
su especie. Esta limitación no es la misma para todos los seres que
tienen cerebro. Los científicos ya saben que hay una diferencia genética
importante entre el cerebro del hombre y el cerebro del animal más
evolucionado, el chimpancé con el compartimos el 98% de los genes.
Esta es la opinión de Sapolski y muchos otros a quienes he hecho
referencia a propósito de otros puntos concretos sobre el origen de los
rasgos psíquicos. Esa diferencia es un gen regulador cuya presencia
establece el límite de la división celular para cada especie. La presencia
de ese gen en el caso concreto del chimpancé le impone una limitación
según la cual su cerebro se queda en un tercio respecto del volumen de
cerebro del hombre. El tamaño del cerebro, su complejidad y el número
de circunvoluciones, pues, constituyen la primera explicación que nos
permite entender las posibilidades del hombre y del animal en relación
con la creación, la producción y la utilización de la cultura. El origen de
la cultura, pues, es un origen biológico, toda vez que las capacidades
productoras de cultura son capacidades que se encuentran en relación
directa con la perfección y la complejidad del cerebro, como hemos
afirmado reiteradamente. Una faculta como la inteligencia, sin un
cerebro adecuado, no puede hacer absolutamente nada. Ya hemos visto
que en el córtex cerebral del hombre hay 30.000 millones de neuronas,
las cuales pueden establecer entre sí más allá de 50 billones de
conexiones sinápticas (N. Doidge, en el libro citado y G. M. Edelman en
“A univers of consciusnes. How matter becomes imagination” 291). La
distancia respecto del mono es una distancia sideral.
Para aclarar nuestra posición en torno a este tema creo que debo
hacer una distinción entre: a) los procesos psíquicos de la percepción y
los procesos psíquicos de la intelección, cada uno con sus propias leyes;
b) las estructuras cerebrales y las estructuras cognitivas y motoras
consecuentes con las estructuras cerebrales que son construidas en
estos procesos y utilizadas por ellos, cada una de las cuales, con sus
leyes respectivas; c) las cosas o realidades sobre las cuales giran estos
procesos y estas estructuras como objeto o contenido de las mimas.
Pero etoe s asi no en todd los csos. Eso csso son las conductas
dervadas del sistema nerviso autónomo, pro ejemplo los mvoimeitnso
del roazon rpa lelvr la sambgre toda slas celular de organismos, lso
movmeitno dleos plmone spra extraer el odogenco del ire y si enrieucer
la sangre eu impuala le corazon, o lso movimeitnsoperita´ticos prpios d
elos intestinso. En tos esto movimientos oc mnducta interviene el
cerbro. Puede ar correctos o incorrectos, Son corrnormales o anormales
patolñogicops., son nosrmales si procede ne u cerbro nroal saano y be
contruido. Son patolígicos ysis el cerbo o la srdes cueronales eferenetss
padecena ltuntipo de lesión o desseulibrios.