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La maldición

de la abundancia
Alberto Acosta

La maldición
de la abundancia
LA MALDICIÓN DE LA ABUNDANCIA
Alberto Acosta

1a. edición: Comité Ecuménico de Proyectos CEP


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ISBN Abya-Yala: 978-9978-22-844-9

Edición: Nadesha Montalvo Rueda y Erika Hanekamp


Diseño y
diagramación: Ediciones Abya-Yala
Impresión: Producciones Digitales Abya-Yala
Quito, Ecuador

Impreso en Quito, septiembre 2009

Con el auspicio de SWISSAID


Í ndice

Dedicatoria ............................................................................ 7
Presentación........................................................................... 9
A modo de prólogo ............................................................... 15

Realidades, mitos y necedades de la economía extractivista 21


• De la Ilustración al determinismo neoliberal.............. 21
• Algunos entretelones de esta maldición ...................... 27
• Ecuador, un país rico en recursos naturales,
por lo tanto pobre… .................................................... 35

La actividad petrolera en Ecuador....................................... 37


• Un petróleo demasiado bueno para Ecuador.............. 37
• Primera excursión transnacional por la Amazonía..... 38
• El auge petrolero del siglo XX ...................................... 40
• El fin del sueño petrolero ............................................. 45
• Repunte pasajero de los precios del petróleo .............. 53
• Profundos desbalances energéticos .............................. 60
• El petróleo se acaba en Ecuador................................... 63
• Algunas ubicaciones y algunas cifras ........................... 67

La maldición de la abundancia 5
• Del destrozo de la Amazonía al “juicio del siglo” ....... 71
• La Amazonía se mantiene como periferia de la
periferia.......................................................................... 82

La actividad minera en el Ecuador ...................................... 89


• Minería desde antes de la Colonia ............................... 89
• Soplan vientos neoliberales sobre la minería .............. 92
• Del Mandato Minero a la nueva Ley de Minería ........ 101
• La realidad de la minería en Ecuador .......................... 107
• ¿Puede ser el Ecuador un país minero?........................ 112
• Las principales amenazas socio-ambientales
y regionales .................................................................... 114

Una maldición que amenaza la democracia........................ 135


• Cómo no permanecer atrapados por la maldición de
la abundancia ................................................................ 147
• Principales patologías de la maldición de la abundancia 152
• La necesidad de repensar el desarrollo ........................ 160
• El buen vivir, como una oportunidad a construir ...... 178
• La lucha popular no se detiene .................................... 182

La revolucionaria propuesta de dejar el crudo en tierra


en el Yasuní ............................................................................ 187
• Los entretelones de la Iniciativa ITT............................ 187
• Amplio respaldo internacional a la propuesta, pero… 191
• Elementos para consolidar la Iniciativa ITT ............... 196
• La vía del mercado no es conveniente ......................... 199
• La salida política pragmática es la única posible......... 202

Anexo
• Principales rasgos de la evolución del marco jurídico
petrolero y minero ........................................................ 205

Bibliografía ............................................................................ 225

6 Alberto Acosta
D edicatoria

Las reflexiones de este libro están dedicadas a todas las


personas que hicieron posible el cumplimiento de mi gestión en
el Ministerio de Energía y Minas, así como a todas aquellas que
nos acompañaron y apoyaron de manera franca y leal en el pro-
ceso constituyente.
Un reconocimiento especial merecen los habitantes de
Montecristi, aquel pueblo tranquilo y amable donde se llevó a
cabo la Asamblea Constituyente. Su entusiasmo, su hospitali-
dad, su respaldo e incluso su tolerancia, fueron importantes pi-
lares para completar la tarea.
Con este texto también agradezco a mi familia: hijo,
nuera, hijas, nieto, pero sobre todo a Anamaría, mi compañera,
pues sin su apoyo decidido, sus consejos permanentes, su pa-
ciencia ilimitada y su gran cariño no podría cumplir con mi
compromiso.

La maldición de la abundancia 7
P resentación

En este libro se recogen varios trabajos académicos, pe-


riodísticos y de estudios del autor. Sintetiza un largo y acumula-
tivo proceso de análisis y discusiones con diversos sectores de la
sociedad. Se nutre de varias luchas de resistencia y también de
construcción de propuestas colectivas tanto con los movimientos
sociales y sindicales, como con muchos profesionales, particular-
mente del sector energético. Incorpora propuestas y sugerencias
acumuladas en una multiplicidad de mesas redondas y foros den-
tro y fuera del país, incluso con sectores empresariales privados y
estatales. Rescata los principales aportes sobre la materia integra-
dos en el plan de gobierno de la revolución ciudadana en el año
2006, que representó un gran esfuerzo de construcción colectiva
desde la ciudadanía. Constituye una suerte de reflexión sobre
cuestiones energéticas y mineras luego del trabajo en la Corpora-
ción Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), en la Organización
Latinoamericana de la Energía (Olade), en el Ministerio de Ener-
gía y Minas y en la Asamblea Constituyente de Montecristi. In-
cluso recoge la sistematización de un curso académico dictado en
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en el
cual se discutió detenidamente sobre esta relación aparentemen-

La maldición de la abundancia 9
te perversa entre recursos naturales y subdesarrollo que desem-
bocaría en la maldición de la abundancia.
Este trabajo, en síntesis, se consolidó con el debate.
Aquí se empieza con la presentación de las realidades,
los mitos y las necedades de la economía extractivista, para po-
nerlas en el contexto de un país rico en recursos naturales. Las ac-
tividades petroleras y mineras tienen un tratamiento diferencia-
do, que reconoce su evolución, estructura y perspectivas a la luz
de las patologías propias de este tipo de economía. El previsible
fin del petróleo y sus consecuencias son abordados desde la lógi-
ca conclusión de preparar una estrategia que nos permita cami-
nar hacia una economía post-petrolera, acicateada por los pro-
fundos desbalances energéticos y la masiva destrucción de la
Amazonía, una región que continúa como periferia de la perife-
ria. El caos en el manejo minero merece un análisis detenido, a la
par que los alcances del incumplido Mandato Minero, desvirtua-
do, tanto como la misma Constitución, en la nueva Ley de Mine-
ría. Los riesgos para la democracia son dilucidados con firmeza,
tanto desde una perspectiva histórica e internacional, como del
presente. Para concluir se invita a repensar el desarrollo, presen-
tando algunas ideas-fuerza a ser desplegadas desde la institucio-
nalidad del Estado y los mercados, así como desde la base de la
sociedad. Con la audaz y estimulante propuesta de dejar el crudo
en tierra en el Yasuní se cierran estas páginas, con las que se quie-
re demostrar que sí hay salidas a la trampa que representa la mal-
dición de la abundancia, planteada en este texto como una metá-
fora para forzar la discusión antes que como una fatalidad (ade-
más, si se habla de abundancia ésta será entendida en términos
relativos, por cierto). Este libro se enriquece con otros aportes,
presentados en forma de recuadro, destinados a completar y me-
jorar la información.
El libro pretende ser una invitación para la discusión
en la sociedad. Este es su objetivo primordial. Por lo tanto no es
un punto de llegada, sino de partida para seguir debatiendo so-
bre un tema tan importante como el que aquí se analiza, la mal-
dición de la abundancia. Una cruda realidad a la que estamos

10 Alberto Acosta
confrontados: somos pobres, porque somos ricos en recursos
naturales…
El reto es repensar el desarrollo, digámoslo más clara-
mente desde el inicio, construir entre todos y todas el buen vi-
vir. La historia y la realidad presente nos dicen que es indispen-
sable dejar atrás la lógica de una economía extractivista. Ecua-
dor ha sido un país-producto, no ha sido todavía un país- inte-
ligencia. Una y otra vez han asomado productos provenientes
de la naturaleza que han permitido mantener a flote la econo-
mía. Ecuador, un país multidiverso, ha vivido de extraer esos re-
cursos. Sin embargo, a la hora de hacer un balance, vemos que
el país, por más rico que sea en recursos naturales, no se ha de-
sarrollado.
¿Cómo explicar esta curiosa contradicción entre la
abundante riqueza natural y la pobreza en nuestro país? ¿Qué im-
plicaciones tiene la extracción de petróleo u otros minerales sobre
la economía, sobre la sociedad, sobre la política? ¿Es posible so-
breponerse a los efectos negativos que ejerce la abundancia de re-
cursos naturales? ¿Será inevitable repetir los fiascos que represen-
taron las bonanzas del cacao, del banano, del mismo petróleo?
La profusión de recursos naturales de que dispone
Ecuador tiende, entre muchos otros procesos endógenos de ca-
rácter patológico que acompañan al masivo extractivismo, a dis-
torsionar la estructura y la asignación de sus recursos económi-
cos, redistribuye regresivamente su ingreso nacional y concentra
la riqueza del país en pocas manos, mientras se generaliza la po-
breza. Esta realidad ha dado paso a crisis económicas recurrentes,
al tiempo que ha consolidado mentalidades “rentistas”, ha pro-
fundizado la débil y escasa institucionalidad, alentando la co-
rrupción y deteriorando el medio ambiente. Las prácticas clien-
telares en lo social están a la orden del día.
Como es evidente, todo ello ha contribuido a debilitar
la gobernabilidad democrática, en tanto termina por establecer o
facilitar prácticas autoritarias, voraces y clientelares. En efecto,
Ecuador, como todos los países que han priorizado su economía
en base a la extracción de recursos primarios, sobre todo petro-

La maldición de la abundancia 11
leros y mineros, no se ha caracterizado como ejemplo de demo-
cracia, sino todo lo contrario.
El sumak kawsay o buen vivir, planteado en la Consti-
tución de Montecristi, nos conmina a superar el extractivismo y
a construir conscientemente una economía post-petrolera. Y si
hablamos de economía post-petrolera no estamos pensando en
que aparezca un nuevo producto primario que nos permita so-
brevivir en el mercado internacional. Debemos entender que el
hecho de ser países productores y exportadores de recursos natu-
rales, no conduce al desarrollo.
Tenemos que comenzar a pensar que el buen vivir sólo
será posible en la medida en que aprovechemos de una manera
sustentable –en términos ambientales, sociales, económicos e in-
cluso políticos– nuestras riquezas naturales. Para lograrlo hay
que reconocer que el principal factor de producción y de desa-
rrollo es el ser humano, el que, a su vez, siempre viviendo en ar-
monía con la naturaleza, es el sujeto del buen vivir. No podemos
pensar siempre en que los recursos naturales, de forma aislada,
espontánea y casi mágica, van a resolver nuestros problemas. A
partir de la utilización de estos recursos, sobre bases de equidad
y con encadenamientos productivos y sociales, tenemos que dise-
ñar la estrategia para alcanzar el buen vivir. Para lograrlo necesi-
tamos dar vuelta a la página de la economía primario-exportado-
ra. Al respecto, este libro parte de una profunda crítica a este mo-
delo explotador, destructor e injusto, que promovió la concentra-
ción de la riqueza, que imposibilitó la redistribución de la misma
y que está deteriorando de manera perversa la naturaleza; el libro
conjuga datos, análisis, propuestas para poder entender el reto
que tenemos por delante.
Así, sin ningún afán por dar cátedra en esta materia, to-
do lo contrario, se presenta a la sociedad este libro para seguir
discutiendo y aprendiendo. Sólo en base a un permanente ejerci-
cio democrático de efectiva participación ciudadana se podrá
construir el buen vivir. Esto nos conduce a continuar con el pro-
ceso constituyente, aún inconcluso.

12 Alberto Acosta
Tengamos presente que la construcción de la Constitu-
ción de 2008 fue el resultado de un proceso de larga data, fue pro-
ducto de una memoria histórica acumulada en muchas y diver-
sas luchas populares. Fue y sigue siendo un intento serio por so-
ñar colectivamente en un país más libre, igualitario, equitativo e
incluyente. A pesar de lo largo y complejo del camino recorrido,
a pesar de lo mucho que se ha acumulado en términos históricos,
la tarea recién comienza, casi todo está pendiente. Falta sobre to-
do la apropiación por parte de la ciudadanía de la Constitución,
vista como una caja de herramientas democráticas destinadas a
hacer realidad el buen vivir.
Si este proceso democrático involucra de forma pro-
funda y directa a la gran mayoría de la población, y ésta a su vez
se adueña de las transformaciones necesarias, se puede cambiar
el rumbo de una historia de pobreza, violencia, depredación y
autoritarismo. Para lograrlo es indispensable, siempre y en todo
momento, más democracia, nunca menos.
En la elaboración de este trabajo se contó con el valioso
apoyo y la crítica de las siguientes personas, citadas en orden alfa-
bético: José Cueva, Eduardo Gudynas, Esperanza Martínez, Lour-
des Montesdeoca, Amparito Pilco, Liliana Roldán, Anamaría Va-
rea, Francisco Vergara, Carlos Zorrilla. A ellos y ellas un agradeci-
miento muy sentido.

Quito, 1 de julio de 2009

La maldición de la abundancia 13
A modo de prólogo

El buen vivir más allá del extractivismo

Eduardo Gudynas1

De acuerdo con las ideas clásicas sobre el desarrollo,


siempre se sostuvo que la riqueza en recursos naturales era una
condición clave para permitir alcanzar mejores niveles de vida.
En América Latina, muchos repetían que la abundancia en mine-
rales, suelos fértiles, agua dulce y otros recursos bastaba para ase-
gurar el camino a la prosperidad y el bienestar.
Sin embargo, los países del continente, y entre ellos
Ecuador, siguen sufriendo serios problemas sociales; persiste la
pobreza y la desigualdad es evidente. Es como si esa riqueza se es-
curriera entre nuestras manos para perderse más allá de las fron-
teras, alimentando los ríos del comercio internacional, pero sin
desencadenar un salto cualitativo en el desarrollo nacional.

1 Eduardo Gudynas, secretario ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecolo-


gía Social (Claes), Montevideo.

La maldición de la abundancia 15
Ese tipo de contrastes ha sido catalogado por distintos
analistas como una “maldición de la abundancia”. Esa riqueza pa-
recería que no aseguraba el desarrollo, sino que por el contrario,
terminaba cristalizando la pobreza. Estos son los temas que se
abordan en el presente libro, redactado por el economista Alber-
to Acosta. En las páginas que siguen se describen las tensiones en-
tre la riqueza en recursos como hidrocarburos, minerales o bio-
diversidad, y los limitados resultados que tiene una economía ex-
tractivista para generar un desarrollo sustantivo.
Acosta comienza por considerar los aspectos concep-
tuales de la “maldición de la abundancia”, para enseguida pasar a
analizar con detalle un recurso clave en Ecuador: el petróleo. Re-
pasa la historia de su explotación, el papel de las empresas ex-
tranjeras y el desempeño del Estado, sus impactos sociales y am-
bientales. Esa es una historia repleta de contrastes, tales como la
opulencia de las empresas petroleras y la pobreza de las comuni-
dades locales, o los récords en exportación de crudo mientras el
país padece serios problemas en autoabastecerse de energía.
También se describe la historia de la minería en Ecua-
dor, el estado actual del sector y las implicaciones económicas,
sociales y ambientales de esa actividad. Se llama la atención sobre
la intención de repetir los caminos del petróleo, pero en el sector
minero. Acosta discute detalladamente las implicaciones de alen-
tar el extractivismo minero como respuesta a las necesidades de
desarrollo. La historia y las lecciones que ha dejado el sector pe-
trolero deberían servir para generar un debate más profundo so-
bre la minería.
Las implicaciones políticas de una economía extracti-
vista también son abordadas en detalle. En esa tarea se rescatan
algunas situaciones que muchas veces parecen ser olvidadas en
las discusiones que tienen lugar en Quito o en Guayaquil, como
por ejemplo las condiciones en la Amazonía, la “periferia de la
periferia” tal como describe Acosta. Asimismo, en diferentes pa-
sajes, el autor no duda en atacar muchos mitos profundamente
arraigados en la sociedad, como el de una riqueza que está allí,
disponible, aguardando a ser extraída para poder venderla.

16 Alberto Acosta
Ese alarmante contraste entre la riqueza en recursos na-
turales y la pobreza se viene repitiendo desde la época de la Colo-
nia. En las últimas décadas, los casos más conocidos han sido Ve-
nezuela, con su contraste entre la abundancia petrolera y la desi-
gualdad social, o Perú, donde la reciente bonanza económica em-
pujada por la minería a gran escala no ha logrado solucionar los
serios problemas de pobreza. Una observación más atenta encon-
trará esta misma maldición en otras naciones a veces presentadas
como ejemplo a seguir. Por ejemplo, la economía de Brasil sigue
dependiendo de las exportaciones de sus recursos naturales, des-
de minerales a los agroalimentos, y a pesar del sustantivo incre-
mento comercial, los serios problemas de pobreza que padecen
millones de brasileños siguen sin resolverse.
Por lo tanto, las implicaciones de estos temas no están
restringidas a Ecuador. Esta es una problemática que volvió a ser
protagonista en las discusiones actuales, ya que muchos gobier-
nos se han embarcado en defender economías extractivistas. Es-
tas estrategias dependen desproporcionadamente de la exporta-
ción de sus recursos naturales, y están envueltas en serias tensio-
nes que van desde los efectos ambientales negativos a los conflic-
tos con las comunidades locales, tal como ilustra Acosta en esta
obra para el caso ecuatoriano.
A lo largo de las páginas que siguen se torna evidente
que una genuina estrategia de desarrollo no puede basarse única-
mente en exportar hidrocarburos, minerales, cacao o bananos.
Por esta razón, el texto de Acosta se adentra en un terreno que
pocos se atreven a explorar pero que sin duda es la discusión más
importante que enfrentan nuestros países: construir economías
más allá de esa dependencia del extractivismo clásico. En esa
perspectiva, se consideran varias alternativas, sobresaliendo sus
ideas sobre una economía post-petrolera.
Ese tipo de reflexiones se encuentran en la frontera de
mayor interés e innovación a nivel mundial, debido a varios fac-
tores, tales como la evidencia de la creciente escasez de muchos
recursos. En el caso de las reservas de hidrocarburos a nivel mun-
dial, éstas parecen haber entrado en declive, y si bien es cierto que

La maldición de la abundancia 17
se hallarán nuevos depósitos, éstos se encuentran cada vez a ma-
yor profundidad o bajo situaciones de extracción ciertamente
más difíciles. El petróleo no sólo se vuelve más escaso, sino que
su extracción y procesamiento son cada vez más caros. Pero ade-
más está claro -tanto para el petróleo como para la minería- que
los costos sociales y ambientales que antes se ignoraban, ahora
deben ser tenidos en cuenta y que en muchos casos echan por tie-
rra el beneficio económico del extractivismo. El peso económico
de esos efectos negativos en la dimensión social y ambiental son
tan altos que no son pocas las situaciones en las que no vale la pe-
na embarcarse en su extracción.
Por lo tanto, la construcción de una economía post-
extractivista es de primera importancia en el debate académi-
co y político. En ese sentido, en este libro se destaca la propues-
ta de mantener sin explotar el petróleo de áreas ecológicas re-
levantes, como las que se encuentran en el Parque Yasuní. Más
allá de las posibles vías de llevarla a la práctica, el debate sobre
un desarrollo post-petrolero resulta inevitable y necesario pa-
ra un país como Ecuador. En cambio, la insistencia en el cami-
no extractivista, como puede ser la vieja minería a cielo abier-
to, se parece, tal vez demasiado, a las prácticas de la Colonia,
cuando el oro y la plata nutrían la riqueza de las metrópolis eu-
ropeas. Por cierto que una postura post-extractivista genera
nuevos desafíos; será necesario dotarla de nuevos instrumentos
y acompasarla a otras estrategias de desarrollo, pero el punto
más importante es que genera nuevas preguntas y abre nuevas
puertas hacia nuevos senderos, que antes parecían inexistentes.
Estos y otros temas aparecen en esta obra, tratados con
una calidad académica sobresaliente, pero también con la “sal y
pimienta” de las vivencias del autor. No es un texto frío ni se am-
para en la supuesta distancia de un investigador. Es, por el con-
trario, una obra comprometida, donde no está de más recordar
que el autor desempeñó un papel decisivo en los profundos cam-
bios que han tenido lugar en Ecuador, además de una experien-
cia de muchos años acompañando a organizaciones ciudadanas
y movimientos sociales tanto a nivel nacional como internacio-
nal. Acosta tuvo un rol clave en promover el recambio político re-
ciente en Ecuador; fue el primer ministro de Energía y Minas en
la administración de Rafael Correa y después ocupó la presiden-
cia de la Asamblea Constituyente, proceso en que jugó un papel
fundamental.
El autor no es un recién llegado a estas cuestiones, ya
que ha trabajado desde hace décadas en el análisis, el acompaña-
miento a las más diversas organizaciones ciudadanas y el ejercicio
de la opinión independiente desde un compromiso ético. A lo lar-
go de los años, he tenido el placer de acompañarle en algunas vi-
sitas a diferentes localidades en Ecuador, donde la temática que se
analiza en este libro era más que evidente: rodeados por la rique-
za amazónica en Puyo, ensombrecidos por los signos evidentes de
la contaminación y las repetidas demandas de las comunidades
locales para salir de la pobreza en Nueva Loja (Lago Agrio), dis-
cutiendo con las gremiales de pescadores en Esmeraldas o en una
presentación académica en Cuenca. Muchos de los pasajes que si-
guen reflejan fielmente los problemas y necesidades en esas y otras
localidades y fundamentan la importancia de este abordaje.
Estas razones también hacen especialmente interesan-
tes las secciones finales de este libro, en las que se analiza el nue-
vo contexto político ecuatoriano, en particular las potencialida-
des que ofrece la reciente Constitución para avanzar hacia una
estrategia de desarrollo que abandone la obsesión extractivista y
que vuelva a poner a la calidad de vida como su objetivo. La ac-
tual discusión sobre la apertura de la minería a gran escala a cie-
lo abierto implica muchos desafíos bajo el nuevo ordenamiento
constitucional ecuatoriano.
Este libro también ofrece una lección que va más allá de
su temática específica: su abordaje es multidisciplinario. No es un
análisis económico clásico, ensimismado en la propia disciplina,
sino que aparecen consideraciones sobre cuestiones políticas, los
problemas sociales, la mirada ambiental, y por sobre todas las co-
sas, un compromiso con Ecuador. Los lectores podrán estar más
de acuerdo con algunas tesis, y menos con otras, pero esta obra
es sin duda un ejemplo sobre cómo debe hacerse un análisis mul-

La maldición de la abundancia 19
tidisciplinario, que discurre transversalmente por varios campos.
Un camino que resulta imprescindible para que la economía re-
cupere otras miradas y la frescura de la innovación.
Siguiendo estas líneas, en este libro Alberto Acosta de-
muestra que la maldición de la abundancia se puede superar. Las
lecciones de la historia y las nuevas miradas alumbran otros ca-
minos, en los que la abundancia de los recursos naturales, una
verdadera riqueza con la que ha sido bendecido Ecuador, permi-
tirá alcanzar una sociedad más justa y con una mejor calidad de
vida. Es, en otras palabras, un camino hacia el buen vivir.

20 Alberto Acosta
R ealidades, mitos
y necedades de la
economía extractivista

“Esa es la paradoja eterna - los pobres viven en naciones


que son ricas por la generosidad de la naturaleza”.

José Cecilio del Valle, 1830

De la Ilustración al determinismo neoliberal


Cuando Alejandro von Humboldt1 llegó a lo que hoy es
Ecuador, en su histórico recorrido por tierras americanas, hace
más de doscientos años, se quedó maravillado por la geografía, la
flora y la fauna de la región. Cuentan que veía a sus habitantes co-
mo si fueran mendigos sentados sobre un saco de oro, refiriéndo-
se a sus inconmensurables riquezas naturales no aprovechadas.
Desde entonces, apegados a esta visión, tal como ya lo hicieron los
españoles cuando conquistaron estas tierras, una y otra vez los go-
biernos del Ecuador han pretendido extraer los tesoros existentes
en dicho saco…

1 Nació el 14 de septiembre de 1769 y murió el 6 de mayo de 1859 en Berlín.


Sus obras, escritas a raíz de su expedición por nuestra América (1799-1804),
tuvieron repercusiones políticas y económicas profundas. Aquellas obras atra-

La maldición de la abundancia 21
Recogiendo esta anécdota del célebre científico alemán,
de la época de la Ilustración, es válido preguntarse ¿cómo es po-
sible que en un país tan rico en recursos naturales, la mayoría de
sus habitantes no puedan satisfacer sus necesidades básicas?
Aunque resulte poco creíble a primera vista, la eviden-
cia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar
que esa pobreza está relacionada con dicha riqueza2. Esto permi-
te sostener que los países ricos en recursos naturales, cuya econo-
mía se sustenta prioritariamente en su extracción y exportación,
encuentran mayores dificultades para desarrollarse. Sobre todo
parecen estar condenados al subdesarrollo aquellos que disponen
de una sustancial dotación de uno o unos pocos productos pri-
marios. Estos países estarían atrapados en una lógica perversa co-
nocida en la literatura especializada como “la paradoja de la
abundancia”, “la maldición de la abundancia de recursos natura-
les”, o simplemente, como la define Joseph Stiglitz (2006), “la
maldición de los recursos”.
La gran disponibilidad de recursos naturales que ca-
racteriza a estos países, particularmente si se trata de minerales
o petróleo, tiende a distorsionar la estructura económica y la
asignación de los factores productivos del país; redistribuye re-
gresivamente el ingreso nacional y concentra la riqueza en po-
cas manos. Esta situación se agudiza por una serie de procesos
endógenos de carácter “patológico” que acompañan a la abun-
dancia de estos recursos naturales. En realidad esta abundancia
se ha transformado, muchas veces, en una maldición. Una mal-

jeron el interés del capitalismo colonial. El afán científico que movió a ese gran
berlinés para llegar a América, sin que esto represente una acusación en su
contra, no puede desvincularse de la expansión económica y política de las
potencias europeas. Humboldt lo sabía. “Los progresos de los conocimientos
cósmicos exigieron el precio de todas las violencias y horrores que los con-
quistadores, que se tenían a sí mismos por civilizados, extendieron por todo
el continente”, escribió en su obra magna: Cosmos.
2 En algunos puntos de este libro, el autor recurrió a varias reflexiones ya publi-
cadas en Jürgen Schuldt y Alberto Acosta, “Petróleo, rentismo y subdesarro-
llo: ¿Una maldición sin solución?”, revista Nueva Sociedad, No. 204, Buenos
Aires, julio/agosto 2006.

22 Alberto Acosta
dición que, vale decirlo desde el inicio, sí puede ser superada,
no es inevitable.
Sin embargo, hay quienes han asumido esta maldición
(casi) como un fatalismo: el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), por ejemplo. Eduardo Gudynas (2009)3 nos recuerda que:
“los más recientes reportes anuales y estudios técnicos del BID
defienden un determinismo geográfico del desarrollo: los países
más ricos en recursos naturales y más cercanos al Ecuador (a la
línea ecuatorial, NdA) están condenados a ser más atrasados y
pobres. Los problemas actuales no se deben a las reformas es-
tructurales o a las acciones de los gobiernos, sino a las condicio-
nes ambientales. (…)4”
“Sorpresivamente, el BID defiende un determinismo geográfico
y ecológico, donde la inequidad se correspondería con la latitud
y bajo una mayor riqueza ecológica, más se deterioran las opcio-
nes de desarrollo. Asoma un fatalismo tropical, donde las nacio-
nes ecuatoriales parecen destinadas a la pobreza. (…)”
“La contracara de esta vinculación, y que el banco ejemplifica
varias veces, se observa en países templados y fríos que poseen
dotaciones reducidas en recursos, pero que han ganado en ri-
queza y equidad. A juicio del BID, cuanto más rico sea un país
en recursos naturales, más lento será su desarrollo y mayores
sus desigualdades internas. (…)”

3 Eduardo Gudynas, “La ecología política del giro biocéntrico en la nueva Cons-
titución del Ecuador”, Revista de Estudios Sociales, No. 32, Bogotá, 2009.
4 Son varios los tratadistas que construyeron este “fatalismo tropical”. Entre
otros podemos mencionar a los siguientes: Michel Gabin y Ricardo Haus-
mann, Nature, development and distributions in Latin America – Evidence on
the role of geography, climate and natural resources, 1998; Michel L. Ross, The
political economy of the resource curse, 1999 y “Does oil hinder democracy?,
2001, trabajos considerados clásicos en la materia; Jeffrey Sachs, Tropical Un-
derdevelopment, 2000, clave para entender el determinismo geográfico; Ri-
cardo Hausmann y Roberto Rigobon, An alternative interpretation of the “re-
source curse”. Theory and policy implications, 2002, un aporte teórico sobre la
maldición de los recursos naturales; Ivar Kolstad, The resource matter: Which
institutions matter?, 2007: que resume las ideas más recientes en el asunto,
pero además analiza el peso de las instituciones.

La maldición de la abundancia 23
“El BID realiza una serie de análisis, en los que correlaciona los
niveles de desigualdad (medidos por el coeficiente de Gini), con
la disponibilidad de recursos. Encuentra que la mayor correla-
ción se da entre la latitud y la desigualdad, afirmando que ‘los
países cercanos al Ecuador poseen sistemáticamente mayores
inequidades en el ingreso, incluso después de tener en cuenta el
hecho que los países en los trópicos tienden a ser menos desa-
rrollados que los países en otras regiones templadas. Esto es ver-
dad a nivel global, y también en América Latina’. El análisis del
banco avanza todavía más: los ‘países tropicales, especialmente
cuando sus economías son intensivas en tierra y recursos mine-
rales, tienden a ser más desiguales’, ya que estos usan intensiva-
mente la tierra, una mayor proporción del ingreso se acumula
en ella, y tiende a convertirse en un bien con una propiedad más
concentrada. Las tierras tropicales y sus cultivos ofrecerían la
posibilidad de grandes economías de escala bajo condiciones
climáticas más adversas y con menores innovaciones tecnológi-
cas que en zonas templadas. El resultado ha sido, según el BID,
una baja productividad relativa del trabajo en los trópicos, que
ha deprimido los salarios fomentando empleos sin calificación.
A todo esto, el banco agrega que los recursos naturales son ‘su-
mideros de capital’ en tanto succionan capitales intensamente,
haciéndolo todavía más escaso para otros fines (por ejemplo, la
industrialización) y generando poco empleo.5”
Frente a estas afirmaciones, casi no queda otra opción
que la resignación. Sin embargo, el BID ofrece una salida a los
países que sufren esta “maldición de la abundancia de recursos
naturales”. Esa salida –como sintetiza el mismo Gudynas– “es el
mercado y acentuar todavía más las reformas” neoliberales. No
hay duda de que la audacia, con grandes dosis de ignorancia y de
una bien programada amnesia, va de la mano de la prepotencia.

5 “La experiencia mundial –según Mario Teijeiro (2009), funcionario del Fondo
Monetario Internacional (FMI) y consultor del Banco Mundial– es abrumadora
y muestra que los países pobres pero con rentas importantes de sus recursos
naturales, ni se desarrollan ni adhieren a democracias genuinas. La principal
razón es que esos países no incentivan la cultura del trabajo, pues resulta más
atractivo participar de la puja por, y vivir de, esa riqueza fácil”.

24 Alberto Acosta
El BID ¿ignora? la historia6. Desconoce que este tipo de
economías primario-exportadoras tienen orígenes coloniales.
Incluso el sistema concentrado de propiedad, exacerbado en la
actualidad, data de esa época. No hay espacio en sus análisis pa-
ra considerar la hecatombe demográfica que provocó la llegada
de los europeos a América. No le interesan ni las desigualdades,
ni las inequidades, que tanto aumentaron desde la creación de
esta institución en 1959. No incorpora para nada el efecto de-
moledor, presente hasta ahora, de “la colonialidad del poder”7.
Asume como que los rigores del clima sólo están presentes en los
trópicos; ¿creerán sus expertos que el clima en las regiones tem-
pladas les transforma en una suerte de paraíso que invita al tra-
bajo y a la prosperidad? Para nada incorpora en sus análisis las
aberraciones derivadas de economías atadas históricamente a
un esquema de comercio exterior injusto y desigual, inclusive en
términos ambientales. Menos aún le interesa el impacto nocivo
de las políticas del Consenso de Washington8, que con tanto

6 Estas críticas pueden hacerse extensivas a los otros organismos multilaterales


de crédito, en particular al FMI y Banco Mundial. De todas formas, el caso del
BID es más complicado en la medida en que se trata de un organismo que de-
bía atender las demandas de desarrollo de la región y de los países que confor-
man el banco.
7 ¿Será posible que sus expertos ni siquiera conozcan este concepto? Para te-
ner una mejor comprensión de los antecedentes históricos del subdesarrollo,
sobre los que se asienta el poder mundial, cabría considerar, como lo precisa
Aníbal Quijano (2001), que “el actual patrón de poder mundial consiste en la
articulación entre: 1) la colonialidad del poder, esto es la idea de ‘raza’ como
fundamento del patrón universal de clasificación social básica y de domina-
ción social; 2) el capitalismo, como patrón universal de explotación social; 3)
el Estado como forma central universal de control de la autoridad colectiva y
el moderno Estado-Nación como su variante hegemónica y 4) el eurocentris-
mo como forma central de subjetividad/intersubjetividad, en particular en el
modo de producir conocimiento”.
8 En la actualidad los organismos multilaterales de crédito -FMI, Banco Mundial y
BID- difunden las mismas recetas causantes de la crisis: contracción del gasto
público, incremento de las tasas de interés, restricción salarial, mayor apertura
comercial, liberalización financiera… véase los nuevos acuerdos que ha nego-
ciado el FMI con El Salvador o Pakistán, por ejemplo. Estos organismos, apoya-
dos ahora por el G-20, parecería que están empeñados en reinventar el mismo
sistema, al que ahora lo cobijarían el Consenso de Londres, como acertadamen-
te define Alfredo Serrano a los arreglos logrados por el G-20 en abril de 2009.

La maldición de la abundancia 25
ahínco ha difundido, consenso que consolida un proyecto polí-
tico de dominación. No se ha escuchado al BID denunciar la ile-
galidad e ilegitimidad que muchas veces acompaña a la deuda
externa, que con tanto entusiasmo ayudó a ampliar y luego a co-
brar. Apoyó con entusiasmo a las dictaduras militares de los
años setenta y ochenta, así como a los gobiernos civiles autorita-
rios de Bolivia, Argentina o Perú, que llevaron adelante las polí-
ticas del Consenso de Washington. Y por supuesto, no aceptaría
nunca que su modo de producir conocimiento es también una
de las causas del subdesarrollo, pues no es sólo un pensamiento
único o dominante; sino que en la práctica es un pensamiento
cero, en la medida en que intenta cerrar la puerta a la crítica, la
innovación y la creatividad.
Volvamos a Gudynas:
“El determinismo geográfico negativo del BID anula o reduce a
su mínima expresión, los componentes sociales, políticos y cul-
turales. Aparece como una superación de las posturas de la Teo-
ría de la Dependencia, y ni siquiera se entretiene en rebatir ideas
como las determinantes externas al desarrollo, los términos de
intercambio desventajosos, el control extranjero del capital y los
medios de producción o las intervenciones militares o políticas.
En ese sentido la historia se desvanece, los hechos que sucedie-
ron en el pasado pierden su significancia y dejan de ser relevan-
tes para explicar las situaciones actuales.”
Con la aceptación de algunas excepciones que confir-
man la regla, como los países del sur-este asiático, el BID ha con-
figurado una trampa aún más perversa que la de los recursos na-
turales abundantes; con esta trampa ideológica se quiere asegu-
rar el cumplimiento del decálogo del Consenso de Washington.
Los defensores de la fe neoliberal pretenden enraizar aquella
ideología depredadora del ser humano y de la naturaleza, que se
difunde desde los centros del poder; una ideología que ha hecho
del consumo su objetivo final, del mercado el único instrumento
regulador de las relaciones socioeconómicas, así como de la ex-
plotación y dominación su razón de ser.

26 Alberto Acosta
Algunos entretelones de esta maldición
El punto de partida de esta cuestión radica, en gran
medida, en la forma en que se extraen y se aprovechan dichos re-
cursos, así como la manera en que se distribuyen sus frutos. Esto
ha conducido a una generalización de la pobreza, ha dado paso a
crisis económicas recurrentes, al tiempo que ha consolidado
mentalidades “rentistas”. Todo esto profundiza la débil y escasa
institucionalidad, alienta la corrupción y deteriora el medio am-
biente. Lo expuesto se complica con las prácticas clientelares y
patrimonialistas desplegadas, que contribuyen a frenar la cons-
trucción de ciudadanía.
La realidad de una economía primario-exportadora de
recursos petroleros y/o minerales preferentemente, es decir ex-
portadora de naturaleza, se refleja además en un escaso interés
por invertir en el mercado interno. Esto redunda en una limita-
da integración del sector exportador con la producción nacional.
No hubo los incentivos que permitan desarrollar y diversificar la
producción interna, vinculándola a los procesos exportadores,
que a su vez deberían transformar los recursos naturales en bie-
nes de mayor valor agregado.
Esta situación es explicable por lo relativamente fácil
que resulta obtener ventaja de la generosa naturaleza y de una
mano de obra barata. Explicable quizás, pero de ninguna mane-
ra justificable, en la medida en que el beneficio de estas activida-
des va a las economías ricas, importadoras de estos recursos, que
luego sacan un provecho mayor procesándolos y comercializan-
do productos terminados. Mientras tanto los países exportadores
de bienes primarios, reciben una mínima participación de la ren-
ta minera o petrolera y son los que cargan con el peso de los pa-
sivos ambientales y sociales.
Está claro que si se contabilizan los costos económicos de
los impactos sociales, ambientales y productivos de la extracción
del petróleo o de los minerales, desaparecen muchos de los bene-
ficios económicos potenciales de estas actividades (sobre los pasi-
vos de la industria petrolera véase, por ejemplo, el aporte de Fan-
der Falconí, 2004).

La maldición de la abundancia 27
A lo anterior se suma la masiva concentración de di-
chas rentas en pocos grupos oligopólicos. Estos sectores y am-
plios segmentos empresariales, contagiados por el rentismo, no
encuentran alicientes (tampoco los crean) para sus inversiones
en la economía doméstica. Prefieren fomentar el consumo de
bienes importados, con frecuencia sacan sus ganancias fuera del
país y manejan sus negocios con empresas afincadas en lugares
conocidos como paraísos fiscales.
Así las cosas, tampoco existe estímulo o presión para
invertir los ingresos recibidos por las exportaciones de productos
primarios en las propias actividades exportadoras, pues la venta-
ja comparativa radica en la generosidad de la naturaleza, antes
que en el esfuerzo innovador del ser humano. La respuesta para
enfrentar una creciente demanda o incluso para responder a la
caída de los precios de dichos recursos en el mercado mundial, ha
sido expandir la frontera productiva provocando cada vez más y
mayores complicaciones.
Es imposible aceptar que todos los países productores
de bienes primarios similares, que son muchos, puedan crecer es-
perando que la demanda internacional sea suficiente y sostenida
para garantizar ese crecimiento. En este tipo de economía extrac-
tivista, con una elevada demanda de capital y tecnología, que
funciona con una lógica de enclave –es decir sin una propuesta
integradora de esas actividades primario-exportadoras al resto
de la economía y de la sociedad– el aparato productivo queda su-
jeto a las vicisitudes del mercado mundial. En especial, queda
vulnerable a la competencia de otros países en similares condi-
ciones, que buscan sostener sus ingresos sin preocuparse mayor-
mente por un manejo más adecuado de los precios.
Casi como complemento de lo anterior, no se dio, ni se
da un encadenamiento que pudiera haber potenciado nuevas lí-
neas productivas desde este tipo de actividades extractivistas. No
hay el desarrollo de conglomerados productivos, ni para el mer-
cado interno, ni siquiera para ampliar la oferta exportable. Tam-
poco se ha generado una mejor distribución del ingreso, ni los
necesarios ingresos fiscales. Y, no sólo eso, esta modalidad de acu-

28 Alberto Acosta
mulación orientada en extremo hacia afuera fortalece un esque-
ma cultural dependiente del exterior, que minimiza o definitiva-
mente margina las culturas locales.
La dependencia de los mercados foráneos, aunque pa-
rezca paradójico, es aún más marcada en épocas de crisis. Todos
o casi todos los países cuya economía está atada la exportación
de recursos primarios, caen en la trampa de forzar las tasas de
extracción de dichos recursos. Esta realidad termina por benefi-
ciar a los países centrales: un mayor suministro de materias pri-
mas –petróleo, minerales o alimentos– en épocas de precios de-
primidos ocasiona una reducción mayor de sus precios. Ese es el
conocido “crecimiento empobrecedor”, al que hacía referencia el
profesor Jagdish N. Baghwati ya en 19589 y que ocurre una y otra
vez cuando caen los precios internacionales10.
A modo de un breve paréntesis, cabe anotar que la
membresía del Ecuador en la Organización de Países Exportado-
res de Petróleo (OPEP) –siendo un país exportador marginal de
crudo– no representa una limitante real para su tasa de extrac-
ción, como pretenden hacer creer algunos personajes que dicen
saber de temas petroleros, pero que en realidad hacen el juego a
intereses extraños a los nacionales. La reducción de la cuota ex-
portable –decisión óptima desde una perspectiva global, si que
quiere defender los precios, los ingresos y sobre todo las reservas–
no tendría por qué complicar al país si hubiera personas conoce-
doras de la materia al frente del manejo petrolero11. Ecuador in-
gresó a la OPEP en 1973, en pleno proceso de recuperación de la

9 Jagdish N. Baghwati, “Inmiserizing Growth”, Review of Economic Studies, ju-


nio, 1958.
10 En la primera gran crisis global del siglo XXI, cuando han caído los precios del
petróleo y los minerales, por ejemplo, en Ecuador o en los países del Merco-
sur (Gudynas, 2008), se reforzaron las tendencias para aumentar el volumen
producido y para ofrecer compensaciones a las empresas por los menores in-
gresos obtenidos.
11 En 1982 y 1983 el Ecuador consiguió que la OPEP le permita tener un margen
de extracción de crudo menos rígido, sin afectar el techo establecido por el
cartel. En base a una adecuada negociación, no habría afectación alguna pa-
ra los intereses nacionales.

La maldición de la abundancia 29
soberanía petrolera; salió en el año 1992, en medio de “la larga
noche neoliberal”12, y se reincorporó al cartel en el año 2007.
Hasta ahora, el país no ha aprovechado adecuadamente todo el
potencial comercial, financiero, cultural e incluso político que
podría obtener de esa membresía.
En este escenario hay que reconocer que el real control
de las exportaciones nacionales está en manos de los países cen-
trales, aún cuando no siempre se registren importantes inversio-
nes extranjeras en las actividades extractivistas. Incluso muchas
empresas estatales de las economías primario-exportadoras (con
la anuencia de los respectivos gobiernos, por cierto) parecerían
programadas para reaccionar exclusivamente ante impulsos forá-
neos. En síntesis, la lógica de su producción, motivada por la de-
manda externa, caracteriza la evolución de estas economías pri-
mario-exportadoras.
Debido a estas condiciones y a las características tecno-
lógicas de las actividades petrolera o minera, no hay una masiva
generación directa de empleo. Esto explicaría también la contra-
dicción de países ricos en materias primas donde, en la práctica,
la masa de la población está empobrecida. Adicionalmente, las
comunidades en cuyos territorios o vecindades se realizan estas
actividades extractivistas han sufrido y sufren los efectos de una
serie de dificultades socioambientales derivadas de este tipo de
explotaciones. En Ecuador, por ejemplo, justamente en las pro-
vincias petroleras amazónicas, se registran graves problemas am-
bientales y, por consiguiente, los mayores niveles de pobreza.
La miseria de grandes masas de la población parecería
ser, por tanto, consustancial a la presencia de ingentes cantidades
de recursos naturales (con alta renta diferencial). Esta modalidad
de acumulación no requiere del mercado interno e incluso fun-
ciona con salarios decrecientes. No hay la presión social que obli-
ga a reinvertir en mejoras de la productividad. El rentismo deter-

12 En el año 1993, se publicó un libro en la editorial Icaria, con este título: La lar-
ga noche neoliberal – Políticas económicas de los 80, varios autores, en el que
se aborda el impacto del neoliberalismo en España.

30 Alberto Acosta
mina la actividad productiva y por cierto el resto de relaciones so-
ciales. Estas actividades extractivas –petrolera o minera– promue-
ven relaciones sociales clientelares, que benefician los intereses de
las propias empresas transnacionales, pero impiden el despliegue
de planes de desarrollo adecuados.
Las compañías extranjeras han tenido un marco refe-
rencial favorable y, en no pocas ocasiones, sus propias gentes han
estado incrustadas en los ámbitos gubernamentales, encargadas
no solamente de lograr que al país ingresara la inversión extran-
jera, sino, sobre todo, de velar porque las reformas legales les fue-
ran ventajosas. Esta intromisión –alentada por organismos como
el BID y sus hermanos mayores: Banco Mundial y FMI– se regis-
tró una y otra vez en los sectores petrolero y minero, en los cua-
les, los mismos directivos de las empresas o sus abogados llega-
ron a dirigir las instancias de control estatal. Luego se reproduci-
ría de manera perversa, cuando la dirección de la empresa estatal
petrolera o del ministerio del ramo fue asumida por personajes
abiertamente al servicio de las empresas transnacionales o por
gente desconocedora de la materia, con quienes su funciona-
miento se deterioró casi en forma planificada.
Como es evidente, todo ello ha contribuido a debilitar
la gobernabilidad democrática, en tanto termina por establecer o
facilitar la permanencia de gobiernos y de empresas autoritarias,
voraces y clientelares. En efecto, estos países no se han caracteri-
zado como ejemplos de democracia, sino todo lo contrario. Adi-
cionalmente, el manejo muchas veces dispendioso de los ingresos
obtenidos y la ausencia de políticas previsibles termina por debi-
litar la institucionalidad existente o impide su construcción.
América Latina tiene una amplia experiencia acumula-
da en este campo; Venezuela, por ejemplo, ha sido desde los años
treinta del siglo XX un ejemplo paradigmático. Bolivia13 o Ecua-

13 Entre los diversos trabajos sobre el caso boliviano, se recomienda el informe


coordinado por George Gray Molina (2005), en el que se aborda la experien-
cia de este país con el estaño y ahora con el gas. Aquí no sólo se analizan los
problemas existentes en este tipo de economía primario extractivista, sino que
se plantean interesantes reflexiones para superar “la economía de base estre-
cha” construyendo “una economía de base ancha”.

La maldición de la abundancia 31
dor han registrado períodos con claros rasgos de autoritarismo
derivados de esta modalidad de acumulación primario-exporta-
dora, sustentada en pocos recursos naturales de origen mineral.
Igual reflexión se podría hacer en relación con los países expor-
tadores de petróleo; considérese, a modo de ejemplo, aquellos
ubicados en los Golfos Pérsico o Arábigo. Arabia Saudita y los
Emiratos Árabes, entre otros países de dicha región, pueden ser
considerados como países muy ricos en términos de acumula-
ción de ingentes depósitos financieros y con elevados niveles de
ingreso per cápita; sin embargo, estos países no pueden incorpo-
rarse en la lista de países desarrollados: los niveles de inequidad
registrados son intolerables y sus gobiernos no sólo que no son
democráticos, sino que se caracterizan por profundas prácticas
autoritarias14.
Se podrían encontrar ejemplos contrarios, como No-
ruega; pero en este caso la extracción de petróleo empezó y se ex-
pandió cuando ya existían sólidas instituciones económicas y po-
líticas democráticas e institucionalizadas, con una sociedad sin
inequidades comparables a la de los países petroleros o mineros,
es decir cuando el país escandinavo ya era un país desarrollado.
No puede concluir la reflexión sin dejar sentado un
punto que aparece en estos países atrapados por la maldición de
la abundancia: la violencia, que parece configurar un elemento
consustancial de un modelo biocida. La violencia, desatada por
las propias empresas extractivistas, pasando por diversos grados

14 Arabia se destaca por sus prácticas misogénicas, por su intolerancia religio-


sa, por su apartheid para los inmigrantes, por su vinculación con los integris-
tas, pero al ser el segundo exportador de petróleo a los Estados Unidos, es
decir al ser aliado de los Estados Unidos, no recibe crítica alguna de los gru-
pos de poder a nivel mundial, como son los organismos multilaterales de
crédito. Otro caso escandaloso es el de Guinea Ecuatorial, país de habla
castellana, que exporta 400 mil barriles de petróleo al día, más de un millón
de metros cúbicos de maderas tropicales al año, que ocuparía el puesto 38
en lo que a renta per cápita se refiere, pero el puesto 121 en el Índice de De-
sarrollo Humano. En este país africano, también aliado de los gobiernos de
occidente, muy rico en recursos naturales, la esperanza de vida apenas su-
pera los 43 años y su gobierno se mantiene en manos de la misma familia
desde hace más de 30.

32 Alberto Acosta
de represión estatal, ha provocado acciones represivas (Dayuma
en noviembre del 2007, en Ecuador) e incluso genocidas (como
la desatada por el gobierno Alan García en el norte de la Amazo-
nía del Perú, en junio del 2009, en respuesta a la resistencia de la
población amazónica al cuerpo legal derivado del TLC suscrito
con Estados Unidos, que fomenta las actividades extractivistas
en la región15), guerras civiles, hasta guerras abiertas entre paí-
ses o agresión imperial por parte de algunas potencias empeña-
das en asegurarse por la fuerza los recursos naturales, sobre to-
do hidrocarburíferos en los últimos tiempos. Para ilustrar este
último caso bastaría con mencionar la agresión militar nortea-
mericana a Irak y Afganistán, en ambos países buscando el con-
trol de las reservas petroleras y gasíferas. Nigeria es otro país que
confirma estas aseveraciones: allí se registró una larga y doloro-
sa guerra civil por el control del crudo y posteriormente una re-
presión en contra de los ogoni. Luego del colapso de la Unión
Soviética la violencia no cesa en los países del Cáucaso, ricos en

15 “Alan García está dispuesto a arrasar la Amazonía en busca del Dorado de los
combustibles fósiles, una bonanza improbable y que bien corta sería. Eso
tampoco es nuevo. La internacionalización de la agresión contra los pueblos
indígenas de América empezó en 1492. Los llamados pueblos ‘jíbaros’ en la
Amazonia de Ecuador y de Perú, han resistido durante siglos. (…) Las conce-
siones se ofrecen a empresas extranjeras, y la empresa estatal Perupetro so-
lamente interviene en la negociación. (…) Estos son los Pizarros de hoy en día.
No respetan los derechos indígenas ni temen irrumpir en zonas de indígenas
no contactados, con las consecuencias de enfermedad y muerte que se co-
nocen desde la Conquista. Más internacionalizado no puede estar el conflic-
to. El conflicto actual viene de años atrás. La actividad petrolera en la Amazo-
nía peruana empezó a principios de los 70s. Las poblaciones indígenas han
luchado para su reconocimiento y el respeto de sus territorios ancestrales. A
pesar de los logros que llevaron a que Perú ratificara en 1993 el Convenio 169
de la OIT y en 2007 la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de
los Pueblos Indígenas (leyes peruanas que obligan al Estado a reconocer los
derechos territoriales indígenas, así como la consulta previa, libre e informada
de cualquier actividad que se quiera desarrollar en sus territorios), el gobierno
de Alan García ha querido eliminar tales derechos mediante los decretos legis-
lativos nº 994, 995, 1020, 1064, 1080, 1089 y 1090 (la conocida como la “Ley
de la Selva”) aprobados en 2008 por el poder ejecutivo gracias a las faculta-
des legislativas que el Congreso le otorgó en virtud de la ley 29157, promul-
gada para favorecer la implementación del Tratado de Libre Comercio (TLC)
con EE.UU.” (Martí Orta y Joan Martínez Alier, 2009).

La maldición de la abundancia 33
hidrocarburos: Turkmenistán, Kazajistán, Azerbaiyán, Georgia,
Osetia, Dagestán o Chechenia. Ecuador tampoco es una excep-
ción, como se ampliará más adelante.
Michael J. Watts (1999), que analiza el tema de la “vio-
lencia petrolera” y que compara el caso nigeriano con el ecuato-
riano, nos dice que
“Toda la historia del petróleo está repleta de criminalidad, co-
rrupción, el crudo ejercicio del poder y lo peor del capitalismo
de frontera”.
Por todas estas razones rápidamente descritas, estas
economías primario- exportadoras no han logrado establecer
un esquema de desarrollo que les permita superar la “trampa de
la pobreza”. Esta es la gran paradoja: hay países que son muy ri-
cos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantes
ingresos financieros, pero que no han logrado establecer las ba-
ses para su desarrollo y siguen siendo pobres. Y son pobres por-
que son ricos en recursos naturales, en tanto han apostado prio-
ritariamente por la extracción de esa riqueza natural para el
mercado mundial, marginando otras formas de creación de va-
lor, sustentadas más en el esfuerzo humano que en la generosi-
dad de la naturaleza16.
Antes de continuar con el análisis, recordemos que en
la actualidad la cuestión de los “recursos naturales no renova-
bles” debe ser enfocada a la luz de las recientes evoluciones y ten-
dencias. Dado el enorme nivel de extracción, muchos recursos
“renovables”, como por ejemplo el forestal o la fertilidad del sue-
lo, pasan a ser no renovables, ya que el recurso se pierde porque
la tasa de extracción es mucho más alta que la tasa ecológica de
renovación del recurso17. Entonces, a los ritmos actuales los pro-

16 Ver el valioso aporte de Jürgen Schuldt, ¿Somos pobres porque somos ricos?
Recursos naturales, tecnología y globalización, Fondo Editorial del Congreso
del Perú, Lima, 2005.
17 Uno de los graves problemas en Ecuador es la elevada tasa de deforestación,
que bordearía los 3.400 kilómetros cuadrado por año; es decir una superficie
equivalente a 680 mil canchas de fútbol. El 44,7% de la superficie del país ya
estaba alterado en el 2005, de una superficie total de 251.000 kilómetros cua-
drados (Albán y Alier 2009).

34 Alberto Acosta
blemas de los recursos naturales no renovables podrían afectar
por igual a todos los recursos, renovables o no. Esto podría apli-
carse ya para los manglares y poco a poco para los páramos an-
dinos, en el caso ecuatoriano. Un tema que merece una discu-
sión especial.

Ecuador, un país rico en recursos naturales, por lo tanto


pobre…
Ecuador ha sido y es un país tradicionalmente depen-
diente de la renta de la naturaleza, por lo tanto, el escenario an-
teriormente descrito le calza perfectamente. Desde los orígenes
de la república en 1830, y con creciente intensidad desde 1880, su
economía se ha caracterizado por actividades de producción pri-
mario-exportadoras, es decir ha buscado financiarse con la ex-
tracción y venta de recursos naturales.
Ecuador ha sido sucesivamente y de manera sosteni-
da un país-producto: país-cacaotero, país-bananero, país-flori-
cultor, país-camaronero, país-petrolero… ¿será algún día un
país-minero?
Una y otra vez, en la historia de la república, se ha es-
perado la solución de los problemas con la “llegada” de otro pro-
ducto disponible en la naturaleza. El diario Frankfurter Allgemei-
ne Zeitung –periódico alemán de circulación nacional– afirmaba
en 1974 en su editorial, que Ecuador es como “un país corcho”,
pues repetidamente encuentra un producto natural de exporta-
ción que le permite reflotar su economía y superar la crisis pre-
cedente, normalmente provocada por la caída de la producción
y/o precios del producto dominante en su balanza comercial has-
ta ese entonces.
La actividad extractivista en el Ecuador tiene una histo-
ria centenaria. Sin olvidar el uso de los “esquistos bituminosos” o
la explotación de recursos minerales en las épocas precolonial y
colonial, es conveniente recordar la explotación de crudo en la
Península de Santa Elena y también la extracción de oro en Por-
tovelo desde inicios del siglo XX.

La maldición de la abundancia 35
En Ecuador, el peso abrumador de este tipo de econo-
mía extractivista, atada a la renta diferencial de la naturaleza, ha
generado una serie de efectos perniciosos en las estructuras eco-
nómicas y sociales. Esto ha configurado relaciones sociales verti-
cales y una estructura política que impide el procesamiento de
los conflictos sociales. Igualmente se han consolidado las desi-
gualdades sociales y económicas.
Más tarde, con el “descubrimiento” del petróleo en la
Amazonía, en los años setenta del siglo pasado, se anticipó que
el país estaba en la puerta del desarrollo. La economía ecuato-
riana entró de lleno en el mercado internacional. Sus exporta-
ciones y, por ende, sus importaciones crecieron aceleradamen-
te; Ecuador se volvió un buen negocio. El país consiguió los cré-
ditos que no había recibido el Ecuador bananero y mucho me-
nos el cacaotero. Al concluir la primera década del siglo XXI,
como sucedió en ocasiones anteriores, se alientan nuevas ex-
pectativas por lo que podría significar la explotación de recur-
sos minerales a gran escala. La minería, desde esa lógica, servi-
ría para sustituir a las declinantes reservas petroleras… sin afec-
tar para nada la esencia primario-exportadora de la economía.
El truco para sostener la creencia en las bondades de
este esquema extractivista ha consistido en mantener a la po-
blación en la ignorancia de la dinámica de una economía pri-
mario-exportadora y del subyacente carácter rentista y autori-
tario de la misma.

36 Alberto Acosta
L a actividad petrolera
en Ecuador1

Un petróleo demasiado bueno para Ecuador


El petróleo hizo su acto de presencia en la economía
ecuatoriana desde la Península de Santa Elena, hace más de un
siglo.
La primera concesión petrolera en Ecuador fue otorgada
en 1878 a la empresa M.G. Mier and Company, a la que se le entre-
garon derechos exclusivos de explotación de petróleo, kerosene y
sustancias bituminosas en la Península de Santa Elena. Esta área no
fue explorada hasta 1909, año en que fue entregada la concesión a
la empresa Concepción Ecuador Oil de propiedad de una familia
ecuatoriana. En ese mismo año se suscribió un contrato de explo-
ración con la empresa británica Carlton Granville Dunne, en el
que la empresa impuso las condiciones, una situación que se repe-
tiría con mucha frecuencia en las relaciones empresas-Estado.
En la década de 1910 iniciaron sus actividades dos
empresas que impulsarán más tarde el desarrollo y la produc-

1 Para la elaboración de esta sección sobre la actividad petrolera se contó con


el apoyo de la economista Lourdes Montesdeoca.

La maldición de la abundancia 37
ción del área petrolera de la Península de Santa Elena: la An-
glo-Ecuadorian Oil Fields, subsidiaria de la British Petroleum,
y la Ecuador Oil Fields. La primera compañía, que inició su
producción en 1917, era propietaria de la refinería La Libertad.
Aquí cabría recordar que el crudo de la Península, de gran ca-
lidad, era exportado porque se consideraba demasiado bueno
para ser consumido en el Ecuador. Las mismas empresas que lo
extraían y exportaban, vendían al país crudos reconstituidos
importados (una mezcla de derivados de petróleo) para ser
procesados nuevamente en sus instalaciones de refinación.
En esa época, Ecuador atraía todavía un flujo poco
significativo de inversiones extranjeras. Paulatinamente llega-
ron algunos capitales, desde principios del siglo XX. Buscaban
explorar las riquezas nacionales e iniciar, algo que aconteció en
pocos casos, proyectos relativamente ambiciosos de explota-
ción petrolera y también minera.
En la década de los treinta ya se registraron varios con-
tratos. En la Península de Santa Elena aparecían los logotipos de
varios grupos internacionales: Anglo Ecuadorian Oilfields Limi-
ted, Ecuador Oilfields Limited, Carolina Oil Company, Interna-
tional Petroleum Company, Concepción Ecuadorian Oilfields Li-
mited y Petropolis Oil Company, todos dedicados a las activida-
des petroleras.

Primera excursión transnacional por la Amazonía


Las empresas transnacionales demostraron oportuna-
mente interés en las riquezas petroleras de la región amazónica.
La primera en llegar a la Amazonía, en la década de los treinta,
fue la Leonard Exploration Company, subsidiaria de la Standard
Oil de New Jersey, a la que se entregó una zona para exploración
en la parte central de la Amazonía.
A partir del contrato de agosto de 1937, la Anglo Saxon
Petroleum Company Limited, afiliada a la Royal Dutch Shell, em-
pezó con sus trabajos, pero los abandonó varios años después
porque no habría encontrado crudo, según su versión. El Estado

38 Alberto Acosta
nunca supo a ciencia cierta cuáles fueron las actividades y los ha-
llazgos de la Shell.
La actividad petrolera, si bien relativamente limitada,
afectó las relaciones sociales de la zona. Particularmente estable-
ció un sistema de control mercantil de la mano de obra de los in-
dígenas de la Amazonía. En esa región, además de las petroleras,
ya habían aparecido grupos de misioneros evangelistas y otras
empresas que buscaban caucho, balsa y oro, sobre todo durante
los años de la Segunda Guerra Mundial.
En los años sesenta del siglo XX, el potencial hidrocar-
burífero del Ecuador volvió a ser interesante para los consorcios
transnacionales que empezaron a buscar otras alternativas de su-
ministro a nivel mundial. Con miras a diversificar las zonas pro-
ductivas y aumentar la oferta, las empresas transnacionales re-
gresaron al país. Una vez más, se optaría por la explotación de los
recursos naturales, en este caso el petróleo, por las necesidades
externas y no por razones nacionales, como ha sucedido siempre
dentro de la lógica de una economía primario-exportadora.
Entonces el “festín del petróleo”, para ponerlo en pala-
bras de Jaime Galarza2, entró en su apogeo. En un proceso de des-
bocada corrupción, a lo largo y ancho del Ecuador se registró el
aparecimiento de una gran cantidad de empresas y sus fieles
prestanombres. El mapa petrolero parecía una colcha de retazos.
A la postre serían las compañías Texaco y Gulf las más importan-
tes; éstas desarrollarían los mayores campos amazónicos.
En este punto de la historia, febrero de 1972, intervino
el Estado con un gobierno militar. Con el Decreto Ejecutivo N°
420, del 6 de junio de 1972, se puso en vigencia la Ley de Hidro-
carburos expedida el año anterior, que regiría sólo para los nue-
vos contratos firmados después de octubre del año 1971. Con es-
ta disposición se mantenían los contratos anteriores, en su mayo-

2 De este valeroso defensor de los intereses nacionales también se puede men-


cionar otro libro, Los piratas en el Golfo, Quito, 1973, en el que narró todo el
complejo sistema de corrupción montado por las estructuras del poder criollo
para entregar las concesiones petroleras en el Golfo de Guayaquil, lo que se
conoció como el caso ADA.

La maldición de la abundancia 39
ría viciados legalmente y atentatorios al interés nacional. Con di-
cho cambio legal se revirtió la mayoría de concesiones. Se consi-
guió una mayor participación del Estado en la renta petrolera y
se constituyó efectivamente la empresa estatal, la Corporación
Estatal Petrolera Ecuatoriana (CEPE), cuya existencia legal había
sido aprobada en el gobierno anterior. Cuando en julio de 1974
el Estado adquirió una parte del paquete accionario, el consorcio
Texaco-Gulf se transformó en el consorcio CEPE-Texaco-Gulf.
Poco más adelante, al adquirir CEPE todas las acciones de la Gulf,
quedó como consorcio CEPE-Texaco.

El auge petrolero del siglo XX


En los años setenta, como pocas veces en su historia, el
Ecuador entró de lleno en el mercado mundial. No porque se hu-
biera producido un cambio cualitativo en su condición de país
exportador de materias primas (banano, cacao, café, etc.) sino
más bien por el creciente monto de los ingresos producidos por
las exportaciones petroleras. La explotación de crudo constituyó
el revitalizador de la economía, otorgándole a Ecuador la imagen
de “nuevo rico”. Recuérdese que las exportaciones totales crecie-
ron de casi 190 millones de dólares en 1970 a 2.500 millones de
dólares en 1981: un aumento de más de trece veces.
El petróleo empezó a fluir hacia el mercado mundial en
agosto de 1972. Poco más de un año después, a raíz de la cuarta
guerra árabe-israelí, se produjo un primer y significativo reajus-
te de los precios del crudo en el mercado internacional. El crudo
Oriente pasó de 3,83 dólares por barril3 en 1973 a 11,80 dólares
en 1974 (ver la evolución de este precio, en términos nominales,
desde 1972 a 2008, en el cuadro 1). Esto permitió un crecimien-
to acelerado de la economía ecuatoriana, como nunca se había
registrado en la historia del país.
El país se volvió más atractivo para las inversiones y es-
pecialmente para los bancos extranjeros, precisamente por esa ri-

3 En un barril de petróleo existen 159 litros.

40 Alberto Acosta
Cuadro 1. Evolución de los precios del Crudo Oriente

Evolución precio del crudo Oriente 1972-2008


90,0
85,4
80,0
70,0
60,0 61,8
US$/BBL

50,0 53,2

40,0 35,3 35,9 43,2

30,0 25,1 32,0


23,5 26,2
20,0 20,2
13,0 19,0
10,0
2,5 8,9

1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010

Años

Fuente: Banco Central del Ecuador

queza petrolera. Antes, la economía ecuatoriana había tenido una


importancia relativamente marginal para los capitales foráneos.
Las reservas disponibles habrían sido de facto despreciadas por
las compañías internacionales al inicio de los años cincuenta,
puesto que en esa época les era más fácil, seguro y rentable explo-
tar petróleo en otras regiones del mundo.
Como ya se mencionó, el Ecuador petrolero consiguió
los créditos que no había recibido el Ecuador bananero y mucho
menos el cacaotero. Pero la riqueza petrolera no fue el único de-
tonante de la carrera de endeudamiento externo, sino la existen-
cia de importantes volúmenes de recursos financieros en el mer-
cado mundial que no encontraban una colocación rentable en las
economías de los países industrializados a causa de la recesión.
La consecuencia de aceptar ese ingreso fácil de capitales
fue el masivo endeudamiento externo del país. Así, el monto de la
deuda externa ecuatoriana creció en casi 22 veces: de 260,8 millo-
nes de dólares al finalizar 1971 a 5.868,2 millones cuando concluyó
el año 1981. Esta deuda pasó del 16% del PIB en 1971, al 42% del
PIB en 1981. Es preciso anotar que, en este mismo período, el ser-
vicio de la deuda externa también experimentó un alza espectacu-
lar: en 1971 comprometía 15 de cada 100 dólares exportados, mien-
tras que diez años más tarde acaparaba 71 de cada 100 dólares.

La maldición de la abundancia 41
El auge petrolero y el masivo endeudamiento externo
influyeron en una economía bastante aletargada. Sin embargo no
se puede creer que esos dos factores fueron los únicos determi-
nantes. Aquí influyó una batería de factores sustentados en la di-
solución de relaciones no capitalistas en el agro, sobre todo en la
Sierra; la crisis de la actividad agroexportadora del banano; el
crecimiento de una industria protegida por el Estado y un masi-
vo y desordenado proceso de urbanización reprodujeron “la mal-
dición de la abundancia”. No cambiaron los patrones de produc-
ción y consumo dependientes del exterior. No se alteró el proce-
so de acumulación atado a las exportaciones de productos pri-
marios y menos aún se transformó la estructura de la propiedad,
caracterizada por niveles de elevada concentración, tanto en los
sectores agrario e industrial como en el comercial y bancario.
En síntesis, la bonanza motivada por el petróleo –la
mayor cantidad de divisas que había recibido hasta entonces el
país– que apareció en forma masiva y relativamente inesperada, se
acumuló sobre las mismas estructuras anteriores y reprodujo, a
una escala mayor, gran parte de las antiguas diferencias. El salto
cuantitativo llevó al Ecuador a otro nivel de crecimiento econó-
mico pero, al no corresponderle una transformación cualitativa
similar, en poco tiempo se cristalizó en “el mito del desarrollo”4.
Este riesgo estaría nuevamente presente con la actividad
minera a gran escala. Se pueden registrar importantes flujos de re-
cursos financieros, pero que no necesariamente conducirían al
desarrollo del país. Sobre esta cuestión se discutirá más adelante.
De la mano de los ingresos petroleros y del endeuda-
miento externo, llegaron otros problemas propios de este tipo de
bonanzas. Estos fenómenos desequilibrados y desequilibradores,
provocados por un auge primario-exportador inesperado, consti-
tuyen lo que se conoce en la literatura económica como la “enfer-
medad holandesa”, virus que infecta al país exportador de materia
prima, cuando su elevado precio o el descubrimiento de una nue-

4 Sobre esta evolución de la economía se puede consultar el libro del autor Bre-
ve Historia Económica del Ecuador, Corporación Editora Nacional, Quito, 2002.

42 Alberto Acosta
va fuente o yacimiento desata un boom de exportación primaria5.
La distorsión en la economía se materializa en la estructura relati-
va de precios. Las inversiones fluyen hacia los sectores beneficiados
por la bonanza, entre los que se cuentan los bienes no transables
(no comerciables en el mercado internacional), por ejemplo el sec-
tor de la construcción. En paralelo se produce un deterioro acele-
rado de la producción de aquellos bienes transables que no se be-
nefician del boom exportador, en tanto pueden ser importados, in-
cluso debido a la revalorización de la moneda nacional. Luego del
auge, debido a la existencia de rigidez para revisar los precios y los
salarios, los procesos de ajuste resultan muy complejos y doloro-
sos; otra manifestación de dicha enfermedad.
Esta situación de abundancia relativa de recursos fi-
nancieros que permitió en los años setenta en el siglo XX un ma-
nejo político de cierta tolerancia en medio de un ambiente polí-
tico dictatorial6, fue posible sobre todo mientras existió un con-
siderable flujo de dólares provenientes del exterior que facilitaba
la postergación y aún la superación de algunos conflictos. En
otras palabras, había suficientes ingresos externos como para te-
ner que recurrir a cambios internos en Ecuador. Años más tarde,
uno de los gobernantes militares de la época, el general Guiller-
mo Rodríguez Lara, se vanagloriaba de que en su gestión no se
cobraba impuesto a la renta…
No se puede olvidar que, mientras duró el auge petro-
lero, el Estado se constituyó, por primera vez, en el actor princi-
pal del manejo de la economía. Sin embargo, en ningún momen-
to se instauró una economía centralmente planificada con un
manejo antagónico al empresariado privado. El Estado ecuato-

5 La “enfermedad holandesa” ha sido estudiada ampliamente en varios países


y circunstancias. Recomendamos ver tres análisis, diferentes en sus enfoques:
uno para Ecuador, de Marco Naranjo Chiriboga (2005), un segundo para Co-
lombia, de Oeindrila Dube y Juan Fernando Vargas (2006), y un tercero sobre
Perú, de Jürgen Schuldt (1994).
6 Recuérdese que el país vivió una larga etapa dictatorial desde junio de 1970,
primero con José María Velasco Ibarra, que luego se prolongó hasta agosto
de 1979 con dos gobiernos militares sucesivos.

La maldición de la abundancia 43
riano, como lo reconoció el Banco Mundial, garantizó la “eficien-
cia privada” con “un sistema complejo de subsidios implícitos y
poco transparentes”. Y ese Estado “petrolero” –más allá de las in-
tenciones reformistas de los militares– fue, una vez más, expre-
sión del poder de los grupos dominantes.
A pesar de que no tenían un control directo sobre la ri-
queza petrolera, estos tradicionales grupos de poder, obtenían
importante tajada de la expansión del gasto público y la inversión
fiscal, así como créditos preferenciales para la industria, por las
barreras arancelarias que la protegían de la competencia externa.
No pocos participaron directa o indirectamente en la corrupción
y en el despilfarro de la riqueza petrolera.
No se pueden olvidar las distorsiones provocadas por
una mal entendida estrategia de industrialización, vía sustitución
de importaciones, cuya aplicación –errada e incluso incompleta–
terminó por consolidar las prácticas rentistas y poco democráti-
cas de amplios segmentos empresariales, sobre todo en el sector
industrial. A través de estos mecanismos, explícitos o implícitos,
el Estado transfirió masivamente excedentes a las burguesías ur-
bano-oligopólicas durante el boom del petróleo de los años 70 en
el siglo XX. Importantes transferencias fueron del campo a la ciu-
dad, del agro a la industria, de los exportadores a los importado-
res industriales, de los ahorristas a los acreedores industriales, de
los que pagan impuestos indirectos respecto a los que deberían
cancelar impuestos a la renta y a las ganancias, etc. (ver Acosta
2002). Más tarde, cuando menguó la bonanza petrolera y empe-
zó la larga crisis de la deuda externa, el Estado instauró varios es-
quemas de apoyo a los grupos oligopólicos, mientras la mediana
y pequeña empresa, conjuntamente con el grueso de la sociedad,
sufrían mayormente los embates del ajuste.
“Siempre los capitalistas han contado con la capaci-
dad de utilizar los aparatos del Estado en beneficio propio”, re-
conoce Immanuel Wallerstein (1988). Esta es una de las cons-
tantes del “capitalismo histórico”, cuyas “prácticas de redistri-
bución anti-igualitarias han sido el lado vergonzante del poder
del Estado (en el sentido en que los gobiernos se sentían un tan-

44 Alberto Acosta
to avergonzados por estas actividades y trataban de mantener-
las ocultas)”.

El fin del sueño petrolero


A inicios de la década de los ochenta del siglo XX, co-
mo parte de la estrategia de reordenamiento del poder mundial,
los precios del petróleo y de otras materias primas empezaron a
debilitarse en los mercados internacionales. A esto se sumaron las
tendencias neoproteccionistas en los países ricos que afectaban al
resto de exportaciones.
Adicionalmente, la Agencia Internacional de la Energía
(AIE) –creada en 1974 como una respuesta política a la OPEP–
integró a las transnacionales petroleras en un gran esfuerzo para
disminuir la dependencia energética, particularmente la petrole-
ra, que tenían los países capitalistas industrializados.
También impactó con fuerza el efecto de la nueva polí-
tica económica de los Estados Unidos –conocida como reagano-
mics– que provocó un encarecimiento y una notable disminu-
ción de los préstamos para los países latinoamericanos.
Esta estrategia, en definitiva, apuntó al fortalecimiento
del sistema capitalista a nivel mundial, imponiendo cambios en
las políticas de los países pobres para que se reajustaran a los nue-
vos requerimientos de las naciones del Norte, en especial de los
Estados Unidos. Esta concepción, al rebasar las fronteras de lo
económico, se introdujo con la fuerza de una ideología totalita-
ria, apta para garantizar la proyección del poder global de dicho
país en América Latina. En este contexto internacional muchos
países empobrecidos, Ecuador uno de ellos, se vieron forzados a
profundizar su dependencia como economías primario-exporta-
doras, marginando los tímidos esfuerzos por industrializarse y
modernizarse.
A partir de 1982, a raíz del deterioro que se produjo por
la caída de los precios del petróleo y la reversión del flujo de los
préstamos a los países subdesarrollados, se interrumpió la bonan-
za petrolera. Ya el año anterior se habían presentado los primeros

La maldición de la abundancia 45
dolores de cabeza en la economía, a raíz del estrangulamiento fis-
cal que se agudizó con el conflicto fronterizo con el Perú. Y desde
entonces, terminada la bonanza petrolera y con el arranque de la
crisis de la deuda externa, Ecuador entró de lleno en los ajustes de
inspiración neoliberal. A pesar de que hay quienes sostienen lo
contrario, la economía ecuatoriana, como la de casi todos los paí-
ses de la región, ejecutó y sufrió el recetario del ajuste inspirado
en el Consenso de Washington.
El precio del crudo Oriente que se incrementó de 2,4
dólares por barril en 1972 a 35,2 dólares por barril en 1980, llegó
a un pico superior a los 40 dólares en el mercado ocasional (mer-
cado spot), a inicios de 1981. Posteriormente caería a 32,5 en
1982, como parte de un proceso de deterioro sostenido. En mar-
zo de 1983, por primera vez la OPEP redujo oficialmente en cin-
co dólares el valor del crudo marcador. Ese fue un período espe-
cialmente crítico para la comercialización del crudo. Desde en-
tonces el precio del crudo mantuvo una tendencia descendente,
hasta precipitarse vertiginosamente a menos de nueve dólares
por barril en julio de 1986. De todas maneras, en todos estos años
–como ha sucedido en otras épocas– se mantuvo la esperanza de
que los precios del petróleo se recuperaran para poder retomar la
senda perdida…
En este escenario, no debe sorprender que los prime-
ros esfuerzos por ajustar la economía hayan sido complejos y
confusos en extremo. La sociedad no tenía conciencia del pro-
blema que se avecinaba, mientras todavía mantenía las expecta-
tivas de la época petrolera.
La economía ecuatoriana se aferró cada vez más al mer-
cado mundial. Fue justamente en esa época de finalización de la bo-
nanza petrolera, cuando se agotó el esquema de acumulación sus-
tentado en la sustitución de importaciones. En la gran mayoría de
países de la región, se retornó a un esquema liberal, rebautizado co-
mo neoliberal. Desde entonces se pretendería “modernizar” el mo-
delo primario-exportador implantado profundamente en Ecuador
desde el siglo XIX. El petróleo se transformó en una herramienta
fundamental en este proceso, a pesar de la caída de su cotización.

46 Alberto Acosta
A más de la caída del precio del petróleo, durante 1981,
el Ecuador debió enfrentar las inundaciones del invierno de los
años 1982 a 1983 –el fenómeno de El Niño– que afectaron la pro-
ducción agrícola y la economía en general. Además, en esos años
se fraguaría un cambio sustancial en el mercado financiero inter-
nacional, al que el país había logrado acceder con facilidad gra-
cias al petróleo en la década anterior.
A poco de la suspensión de pagos de la deuda externa de
México, en agosto de 1982, el gobierno ecuatoriano ingresó en la
ronda de las continuas negociaciones de la deuda externa con los
acreedores internacionales. Desde entonces incorporó cada vez
con mayor profundidad las recomendaciones y condiciones del
capital financiero internacional, formuladas y forzadas por el FMI
y el Banco Mundial (en suma, el Consenso de Washington). En-
tonces aparecieron con enorme crudeza los problemas que la eta-
pa petrolera había mantenido relativamente ocultos. Ecuador em-
pezó una tortuosa marcha de ajustes y desajustes interminables.
En agosto de 1986 se destinaron oficialmente todas las
divisas provenientes de las exportaciones de petróleo para pagar
la deuda externa. Sin embargo, en enero de 1987, esta estrategia
mostró sus límites y el servicio de la deuda tuvo que ser suspen-
dido. Los problemas se agravaron con el terremoto de marzo de
1987, que rompió el oleoducto transecuatoriano y obligó a dete-
ner la producción de petróleo por cerca de medio año. Ecuador,
una vez más, sufría los impactos de una excesiva dependencia de
un bien primario de exportación. La necedad de insistir en este
esquema nos pasaba nuevamente la factura, tal como había suce-
dido con la crisis del cacao por 1920, cuando las pestes –la moni-
lla y la escoba de bruja– liquidaron la producción cacaotera.
En esta época, como consecuencia de las presiones pri-
vatizadoras, se dio marcha atrás en la política nacionalista del
año 1972. Poco a poco el Estado cedió crecientes porciones de la
renta petrolera, para atraer inversiones extranjeras. La empresa
estatal Petroecuador (nombre que se le puso a CEPE en 1989 co-
mo parte de un proceso de reorganización) llegó a una situación
de claro debilitamiento. Este proceso fue planificadamente pro-

La maldición de la abundancia 47
Cuadro 2. Producción diaria de petróleo

Producción diaria histórica de petróleo


1972-2007
400,000

350,000

300,000

PROD. DIARIA (BPPD)


250,000

200,000

150,000

100,000

50,000

1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010

PETROECUADOR PRIVADO

Fuente: Petroecuador

movido en favor de las empresas privadas. Esto se observa tam-


bién en la caída de las tasas de extracción de la empresa estatal y
en el crecimiento de las empresas transnacionales (ver cuadro 2).
Posteriormente, con una nueva caída de los precios del
petróleo y como consecuencia de otros factores exógenos y endó-
genos, Ecuador concluyó el siglo XX con una de las mayores cri-
sis de su historia. Luego de un prolongado período de estanca-
miento económico desde 1982, cuando se empezaron a sentir los
efectos de la grave crisis de deuda externa en todo el continente, el
año 1999 se recordará por la mayor caída del PIB. Éste declinó en
30,1%; de 19.710 millones pasó a 13.769 millones de dólares. El
PIB por habitante se redujo en casi 32%, al desplomarse de 1.619
a 1.109 dólares.
Una serie de factores exógenos como la crisis asiática,
las inundaciones provocadas por un nuevo fenómeno de El Ni-
ño, la caída de los precios del petróleo y, por cierto, los resultados
de las políticas económicas inspiradas en el Consenso de Was-
hington afectaron al país, que experimentó uno de los empobre-
cimientos más acelerados en la historia de América Latina: entre
el año 1995 y el año 2000, el número de pobres se incrementó sig-
nificativamente. En términos porcentuales, el aumento fue de
39,3% a 52,18%; la pobreza extrema casi dobló su número con

48 Alberto Acosta
un salto relativo del 13,60% al 20,12%. El ingreso por habitante
en Ecuador alcanzó apenas un 43% del promedio latinoamerica-
no. Lo anterior vino acompañado de una mayor concentración
de la riqueza. Así, mientras en 1990 el 20% más pobre recibía el
4,6% de los ingresos, en el 2000 captaba menos de 2,5%; entre
tanto el 20% más rico incrementaba su participación del 52% a
más del 61%. Esta inequidad es, sin duda alguna, una de las prin-
cipales explicaciones de la pobreza.
Al entrar el país en la mayor crisis de su historia, rela-
cionada incluso con los mecanismos adoptados para enfrentarla
como la dolarización, se inició un proceso sostenido de emigra-
ción, cuya magnitud y velocidad no tienen precedentes. En efec-
to, según varias estimaciones, desde el año 2000 al año 2005, mu-
cho más de un millón de ecuatorianos habrían salido del país.
Hay cálculos que establecen que el número de ecuatorianos y
ecuatorianas en el exterior podría bordear los 2,5 millones.
En este contexto, la dolarización –asumida el 9 de ene-
ro del 2000 como la tabla de salvación a la crisis económica– no
rindió los frutos ofrecidos. Por el contrario, la ansiada reducción
de la inflación, que estaba lejos de una hiperinflación, se demoró
casi cinco años en alcanzar niveles internacionales, con el consi-
guiente deterioro del costo de vida y de la competitividad del
aparato productivo. Las tasas de interés, que se esperaba bajaran
con la dolarización, se mantuvieron en niveles elevados, superio-
res a las existentes en créditos en dólares en muchos países veci-
nos sin dolarización.
En el ámbito fiscal, las autoridades no dudaron en crear
y reformar leyes –además de cambiar metodologías de cálculo– pa-
ra asegurar los recursos necesarios y atender las demandas de los
acreedores externos, limitar el gasto fiscal, convertir ciertas asigna-
ciones en rígidas; todo para reducir artificialmente los ingresos del
presupuesto, desviando los excedentes del precio del petróleo ha-
cia fondos de estabilización, entre otros. Muchos de estos ajustes se
los hizo en contra de las normativas vigentes: a través de leyes se
atropelló la Constitución Política de la República y con reglamen-
tos se ampliaron o incluso tergiversaron las leyes.

La maldición de la abundancia 49
En este punto es conveniente recordar la creación de una
serie de fondos petroleros en la primera mitad de la primera déca-
da del siglo XXI, destinados a atender preferentemente las deman-
das de la deuda externa. De acuerdo con un análisis de Unicef so-
bre la Ley de Transparencia Fiscal, que dio a luz al Fondo de Esta-
bilización, Inversión y Reducción del Endeudamiento Público
(Feirep), de haberse mantenido la prioridad del servicio de la deu-
da y el establecimiento de límites al incremento del gasto público
(3,5% más el deflactor del PIB7), Ecuador no habría podido alcan-
zar en 47 años el nivel de inversión social per cápita de 540 dólares
anuales, promedio que el resto de América Latina tenía ya en el año
2001. El límite mencionado estuvo vigente en el país hasta 2005.
La política económica –permanentemente monitorea-
da por el FMI– logró incrementar sustantivamente la cotización
de los Bonos Global. Antes de la creación del Feirep, establecido
en el 2002, durante el gobierno de Gustavo Noboa Bejarano los
Bonos Global a 12 años se cotizaban en menos del 50%. Estos
bonos fueron emitidos por 1.250 millones de dólares. Los Bonos
Global a 30 años, emitidos por 2.700 millones se cotizaban inclu-
so por menos del 40%. Con el sólo anuncio del nombramiento
–avalado por el FMI y Wall Street– de Mauricio Pozo8 como mi-
nistro de Finanzas, los bonos comenzaron a subir. Al inicio de su
gestión, en enero del 2003, los bonos a 12 años ya se cotizaban a
67% y los bonos a 30 años, en 48%. Sólo ese año, con el auge de
la política ortodoxa, estos papeles alcanzaron valores inimagina-

7 Elemento numérico que permite convertir a precios constantes una serie que
se encuentra inicialmente en precios corrientes o en términos reales. La herra-
mienta que se utiliza es un índice de precios (determina la inflación). Entende-
mos como precios corrientes aquellos precios que incluyen el efecto de la in-
flación, es decir, los precios de los bienes y servicios según su valor nominal
(valor considerado en ese momento). Y por precios constantes entendemos
aquellos precios en los que se han eliminado los efectos de la inflación, para
comparar la variación de un año a otro tomando en cuenta un año base (nor-
malmente año 2000 en nuestra economía).
8 Pozo, ministro de Finanzas de Gutiérrez, se transformaría en el “economista
de cabecera del dictócrata” (Raúl Vallejo dixit). El coronel definió a su gobier-
no como una “dictocracia”: dictador con los grupos de poder y demócrata con
los sectores populares, una situación contraria a la realidad, por cierto.

50 Alberto Acosta
bles: los primeros llegaron a 101% y los segundos al 85%, y si-
guieron subiendo.
En realidad, con los recursos del Feirep se recompró
exclusivamente deuda pública interna para financiar el Presu-
puesto y así atender, de carambola, a los acreedores externos: la
sola existencia de dicho fondo maximizó el precio de los Bonos
Global, pues para eso fue expresamente creado el Feirep. Y esa
sola revalorización, que podría haber cobijado actos de colu-
sión y uso indebido de información privilegiada, otorgó ganan-
cias potenciales a los tenedores de bonos –muchos de ellos
ecuatorianos, entre ellos la banca privada– al menos por 1.400
millones de dólares.
Para consolidar estos “logros”, Gutiérrez y su equipo
económico, utilizando simples decretos ejecutivos, no dudaron en
alterar el espíritu de la ley para limitar el gasto y también para re-
ducir artificialmente el ingreso petrolero del presupuesto desvian-
do los excedentes del precio del petróleo hacia fondos de estabili-
zación. Así por ejemplo, el coronel presupuestó los ingresos petro-
leros del fisco fijando un precio estimado del barril de crudo a un
valor muy por debajo de lo que sería una expectativa objetiva. En
el año 2003 y en el 2004, este precio se fijó en 18 dólares por ba-
rril, cuando el barril de crudo Oriente se cotizó sobre los 30 dóla-
res en promedio. En 2005 el precio se congeló en 25 dólares, mien-
tras el precio de venta superaba los 40 por barril. Esta diferencia
no se canalizaba al presupuesto y pasaba a financiar el Fondo de
Estabilización Petrolera (creado en 1999). De éste, el 45% iba a un
segundo fondo, al mencionado Feirep. Consecuentemente, en el
2004 el Feirep cerró con un excedente del 55%.
Recordemos que la ley estipulaba que el Feirep se finan-
cie con ingresos que le correspondían al Estado provenientes del
petróleo de las compañías privadas que fuera transportado por el
Oleoducto de Crudos Pesados (OCP). Sin embargo, vía decreto y
en contra de la ley, el coronel autorizó que el Feirep se alimenta-
ra del crudo pesado que le correspondía al Estado, sin importar
el oleoducto por el que se transportara, sea el OCP o el Sistema
del Oleoducto Transecuatoriano (SOTE). Por si esto fuera poco,

La maldición de la abundancia 51
el 24 de diciembre de 2003, Gutiérrez, con su ministro Pozo, pro-
mulgaron un decreto redefiniendo la calidad del crudo pesado,
de 18 grados API9 a 23 grados API; esto amplió el volumen del
crudo pesado. Hermoso regalo de Navidad para los acreedores de
la deuda externa.
El saldo de este manejo fiscal resultó perverso: mien-
tras por un lado se registraba un superávit en el Feirep, por otro,
en el presupuesto general del Estado había un déficit que debía
ser cerrado con nuevo endeudamiento externo. Como para
completar el cuadro, los recursos del Feirep, por ley debían ser
depositados en un fideicomiso administrado por el Banco Cen-
tral. Los recursos fueron a varias entidades financieras interna-
cionales obteniendo una magra rentabilidad de 1,5 a 2%. En al-
gunos casos, como sucedió con la Corporación Andina de Fo-
mento (CAF), donde se depositó parte de los ahorros del fidei-
comiso, se contrataba al mismo tiempo créditos con tasas de in-
terés superiores al 7%10.
En el ámbito político las cosas no anduvieron mejor.
Tres presidentes –Abdalá Bucaram (1997), Jamil Mahuad (2000)
y Lucio Gutiérrez (2005)– fueron derrocados por la presión po-
pular, ante el fracaso de su gestión.
También es preciso reconocer que se forzó la incorpo-
ración de normativas internacionales en varios campos del mar-
co jurídico: laboral, propiedad intelectual, inversión, tributario,
deuda externa, petróleo, minería, entre otros. El derecho interna-

9 La gravedad API, (American Petroleum Institute, por sus siglas en inglés), es


una medida de densidad que describe cuán pesado o liviano es el petróleo
comparándolo con el agua. Si los grados API son mayores a 10, es más livia-
no que el agua, y por lo tanto flotaría en esta. La gravedad API es también usa-
da para comparar densidades de fracciones extraídas del petróleo. Así, si una
fracción de petróleo flota en otra, significa que es más liviana, y por lo tanto
su gravedad API es mayor. Estos grados API sirven, también para diferenciar
la calidad de los crudos.
10 Incluso parte de estos recursos fue depositada en el Barclays Capital Inc., en-
tidad que financió la estadía del coronel en los Estados Unidos, desde donde
él amenazó con la reconquista del poder luego que abandonara su exilio en
Río de Janeiro, a donde había llegado después de su fuga de la presidencia,
el 20 de abril del año 2005.

52 Alberto Acosta
cional público ocupó lo que es espacio reservado al derecho pri-
vado de los contratos. Este es el resultado de una acción tipo te-
naza: por un lado, las normas y prácticas globales asediaron a los
frágiles estados del mundo subdesarrollado y por otro, los mis-
mos estados abrieron la puerta para que las empresas transnacio-
nales incidieran en la vida nacional, ofreciéndoles cada vez más
beneficios. En este ámbito de acción, con diversas formas de pre-
sión externas y también internas, se adoptaron regulaciones y
normas impuestas por el FMI, Banco Mundial, Organización
Mundial de Comercio (OMC) o BID.
En este punto cabe recordar que el manejo de las reser-
vas petroleras fue manipulado sistemáticamente. Así, para justi-
ficar mayores tasas de extracción de crudo con el fin de atender
el servicio de la deuda, se inflaban las reservas, mientras que pa-
ra tomar medidas favorables al capital externo, se presentaban ci-
fras de reservas a la baja. Esto justificaba cambios en las leyes y
contratos, pues de lo contrario –como rezaba la explicación ofi-
cial– en poco tiempo el Ecuador se habría quedado sin reservas.

Repunte pasajero de los precios del petróleo


La economía dolarizada se estabilizó gracias a una serie
de factores exógenos: particularmente los precios altos del petró-
leo y las remesas de los emigrantes. Las remesas, superiores a las
inversiones sociales, han ayudado a disminuir la pobreza e inclu-
so la inequidad porque complementan el ingreso familiar.
Otro factor externo positivo en estos años de economía
dolarizada fue la recuperación de la economía de los Estados
Unidos, país donde se coloca más del 40% de las exportaciones
ecuatorianas. Las bajas tasas de interés en el mercado financiero
internacional fomentaron el endeudamiento externo privado.
Adicionalmente, si bien el Ecuador no podía devaluar “su mone-
da”, se consiguió un efecto equivalente con la depreciación del
dólar, que ayudó a recuperar marginalmente los bajos niveles de
competitividad. No se podría marginar de este rápido análisis el
ingreso de narcodólares.

La maldición de la abundancia 53
Un complemento urgente en el operativo financiero
para apuntalar la dolarización fue la construcción del Oleoducto
de Crudos Pesados (OCP), por parte de un consorcio formado
por varias empresas privadas comprometidas en la explotación
de crudo en la Amazonía. El proyecto se concibió para transpor-
tar una mayor cantidad de petróleo. Vale la pena mencionar que
anteriormente el Sistema del Oleoducto Transecuatoriano (SO-
TE) fue uno de los reiterados intentos por privatizar la industria
petrolera ecuatoriana11.
Ecuador, desesperado por ampliar la oferta de dólares,
aceleró su camino hacia una petrodolarización en la que los ries-
gos ambientales –por ejemplo las tasas de deforestación– aumen-
taron peligrosamente, al igual que las tensiones sociopolíticas. El
petróleo se consolidó como la fuente de divisas que ha permitido
paliar las tensiones que provoca un déficit comercial casi crónico
en la cuenta de exportaciones e importaciones no petroleras. Va-
le recordar que las presiones privatizadoras, aunque no pudieron
cristalizarse por la respuesta social, encontraron una gran predis-
posición en el gobierno del coronel Lucio Gutiérrez. Entonces,
René Ortíz Durán, quien había sido ministro de Energía y Minas,
envió una misiva el 12 de febrero del 2004 con copia al represen-
tante del FMI, en su calidad de presidente de la Asociación de la
Industria Hidrocarburífera del Ecuador. La misiva indicaba al co-
ronel “las compañías están listas para acudir a su invitación, si
usted retoma los principios del diálogo con los que inició su
mandato (…), allá por el 5 de enero del 2004”. Poco después,

11 Recuérdese, por ejemplo, que cuando se propuso la ampliación del SOTE, el


gobierno de Sixto Durán Ballén (1992-1996) llegó incluso a sustentar un estu-
dio de factibilidad en el cual se incluían hasta dos carreteras que no tenían na-
da que ver con el oleoducto y se presentaban cifras de transporte de crudo
superiores al monto que se pretendía producir... Sobre el tema se puede con-
sultar Alberto Acosta y Raúl Jaramillo del Castillo “Algunas reflexiones sobre
la ampliación del Sistema del Oleoducto Transecuatoriano”, revista Petróleo y
Sociedad N° 3, ASPEC, Quito, 1995. También véase el estudio de caso de Luis
Esteban Lucero Villarreal “La industria del petróleo en Ecuador, el caso del sis-
tema del oleoducto transecuatoriano” Facultad de Ciencias Físicas y Matemá-
ticas de la Universidad de Chile, Santiago 1997.

54 Alberto Acosta
cuando estaba en marcha la licitación de los principales campos
petroleros del Estado, el coronel cambió las bases del concurso.
En concreto aceptó “eliminar la regalía mínima de 3%” para que
sea “el mercado el que regule la participación según la mejor
oferta”; una de las principales pretensiones de las petroleras.
Con el derrocamiento del coronel, el 20 de abril del
2005 como resultado de una rebelión ciudadana particular-
mente intensa en la ciudad de Quito, se produjo un cambio po-
lítico sustantivo, aunque con varias limitaciones, como se verá
más adelante. Presionado por la sociedad, Alfredo Palacio (su-
cesor de Gutiérrez) tuvo que dar paso a la caducidad del con-
trato con la compañía Occidental (Oxy), que abiertamente ha-
bía violado el contrato con el Estado y las leyes ecuatorianas.
Ese gobierno consiguió, además, que el Estado participe con al
menos el 50% de las ganancias extraordinarias de las que se be-
neficiaban las empresas por los elevados precios del petróleo.
Las políticas del gobierno del presidente Rafael Correa,
cuya gestión se inició en enero del año 2007, desligadas de los
mandatos del FMI y del Banco Mundial, empezaron a revertir
paulatinamente la tendencia neoliberal anterior12. Desde octubre
de 2007, el Estado logró inicialmente una participación del 99%
en las ganancias extraordinarias; decisión que le sirvió para em-
pezar un proceso de renegociación de los contratos petroleros
buscando una mayor participación del Estado en la renta petro-
lera. Esta revisión de los contratos, al menos hasta ahora, no ha
logrado corregir todas las irregularidades existentes. Aunque este

12 Recordemos que cuando Rafael Correa fue ministro de Finanzas de Alfredo


Palacios, impulsó la eliminación del Feirep. Y luego como presidente de la
república promovió una auditoría de la deuda pública, haciendo realidad un
reclamo sostenido desde hace mucho tiempo atrás por parte de varios sec-
tores de la sociedad. Con los resultados de dicho estudio en la mano, sus-
pendió el servicio de los Bonos Blobal 2012 y 2030. Posteriormente, con una
interesante operación financiera, lograría una recompra de un 91% de di-
chos bonos, a una cotización del 35%. Sin entrar a analizar esta operación,
y sin negar sus potencialidades, queda flotando en el aire la duda de cómo
se puede justificar la recompra de bonos que fueron considerados ilegítimos
en la mencionada auditoría.

La maldición de la abundancia 55
tema es muy importante, simplemente por razones de espacio,
no se aborda en extenso en este libro13.
Con la llegada del gobierno del presidente Correa cam-
bió, al menos temporalmente, la tendencia declinante del creci-
miento económico del país. Los datos del año 2008 fueron alenta-
dores en términos de crecimiento, con un 6,5%. Igualmente mejo-
raron los índices de inserción laboral, la recuperación del poder
adquisitivo de los salarios, el control de la inflación y la reducción
de la pobreza y la pobreza extrema. La obra pública, sobre todo en
vías de comunicación, dejando de lado las ataduras impuestas al
funcionamiento del aparato estatal, comenzó a rendir frutos posi-
tivos. Sin embargo, esta tendencia duró hasta fines de 2008. La cri-
sis económica internacional, provocada en los Estados Unidos, ha-
ce sentir con creciente fuerza sus estragos, que se expanden cual
círculos concéntricos por el mundo.
La evolución creciente de la cotización del crudo, sos-
tenida desde mediados del 2007, concluyó en agosto del año si-
guiente. En el cuadro tres se puede observar cómo la senda alcis-
ta llega a su máximo en junio de 2008 con 122 dólares por barril.
A partir de ese momento, los precios del crudo Oriente sufren
una fuerte caída llegando a 25 dólares en diciembre de 2008. Des-
de junio del 2009 se registra un ligero repunte de la cotización del
crudo, que en promedio podría bordear los 50 dólares anuales.

13 Sin pretender presentar una lista completa de los problemas contractuales y


de las situaciones reñidas con la ley, cabría resaltar algunos de los casos más
significativos: el contrato con la empresa AGIP no deja beneficios al Estado;
las irregularidades en el Contrato de Participación para la Exploración y Explo-
tación de Hidrocarburos (gas) entre la Empresa Estatal Petróleos del Ecuador
(Petroecuador) y la Compañía EDC Ecuador Ltd.; la entrega del campo Palo
Azul a Petrobras, cuando este campo no configura una estructura compartida
(situación que fue demostrada por una comisión interinstitucional, cuyo infor-
me dio inicio al proceso de caducidad contractual en junio del año 2007), ade-
más este contrato tendría causales de caducidad similares a las de la compa-
ñía Occidental (Oxy); la contratación “a dedo” y en condiciones de dudoso be-
neficio para el Estado con la compañía Ivanhoe para extraer el crudo extrape-
sado de Pungarayaku; el posible tráfico de influencias en la entrega del cam-
po marginal Armadillo, cuya condición de marginalidad estaría en entredicho;
la misma renegociación REPSOL sería perjudicial para el país, entre otros.

56 Alberto Acosta
Cuadro 3. Evolución mensual del precio del petróleo a precios corrientes

Producción y precio del crudo Oriente


Variación mensual 2004-2008

7.000 140
6.245 $ 121,66
6.000 Dólares Corrientes 6.036 120

Dólares corrientes
Miles de barriles

5.000 100
4.314
4.000 3.489 80
$ 60,11
3.000 3.538 60

2.000 2.037 $ 48,56 40

1.000 $ 29,16 $ 24,56 20

0 0
Ene
Feb
Mar
Abr JulAgSeOct
MaJun NoDic
Ene
Feb
Mar
Abr JulAgSeOct
MaJun NoDic
Ene
Feb
Mar
Abr JulAgSeOct
MaJun NoDic
Ene
Feb
Mar
Abr JulAgSeOct
MaJun NoDic
Ene
Feb
Mar
Abr JulAgSeOct
MaJun NoDic
Ene

2.004 2.005 2.006 2.007 2.008 2.009

Producción Valor unitario dólares/barril

Fuente: Informe de Coyuntura, 2008, Flacso e Ildis.

Una vez más, la evolución en los precios del petróleo


demuestra su volatilidad, otra de las patologías propias de la mal-
dición de la abundancia.
Los elevados precios alcanzados en el año 2008 pue-
den provocar conclusiones apresuradas, si no se los analiza en
términos reales. Cuando se toman precios corrientes medios
anuales y se comparan con precios en términos reales (precios
constantes) se puede señalar que el precio alcanzado en 2008
no fue mucho mayor que aquél de principios de la década de
1980. Véase el cuadro 4.
Es muy probable que el impacto devastador de la crisis
se amplíe en 2009 y que se proyecte por algún tiempo más. Ade-
más de la caída de los precios del petróleo y de las remesas de sus
emigrantes, Ecuador tendrá que enfrentar los efectos de una cre-
ciente recesión mundial. A más de los problemas propios de una
economía orientada en exceso al mercado mundial, el país está,
por efecto del Consenso de Washington, acoplado a un proceso
recesivo global de pronóstico reservado. Además, la reciente (y
por lo pronto incomprensiva) apreciación del dólar ha repercu-
tido negativamente en la balanza comercial. También puede im-

La maldición de la abundancia 57
Cuadro 4. Evolución del precio anual promedio del petróleo
a precios corrientes y constantes

Precio corriente y constante crudo Oriente Ecuador


$ 90
$ 85,42
$ 80
Precio corriente y crudo Oriente
$ 70
Precio constante y crudo Oriente de 1970
$ 60
$ 50
$ 40 $ 35,26
$ 30
$ 20 $ 17,65
$ 14,85
$ 10
$0
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
Fuente: Informe de Coyuntura, 2008, Flacso e Ildis.

Cuadro 5. Ingresos petroleros como porcentaje


del presupuesto del Estado

Porcentaje ingresos petroleros / presupuesto del Estado


60.0%
50,88% 51,10%
50.0%

40.0%
34,08%
29,90%
30.0%
29,28%
27,60%
20.0%

10.0%

0,00%
0.0%
1970

1972

1974

1976

1978

1980

1982

1984

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

% Ingresos petróleo / presupuesto del Estado

Fuente: Banco Central del Ecuador

58 Alberto Acosta
pactar demoledoramente sobre la economía dolarizada una ma-
siva depreciación, que algunos investigadores anticipan. Adicio-
nalmente, Ecuador tendrá que enfrentar las restricciones de lí-
neas de crédito internacionales o el encarecimiento del financia-
miento y reducción de plazos en los créditos como consecuencia
de la crisis.
Sin adentrarse en el análisis de cuál podría ser el im-
pacto de la crisis, conviene recordar que los ingresos petroleros
en el presupuesto general del Estado tuvieron una tendencia de-
clinante desde inicios de los años 90, para experimentar un re-
punte desde el año 2006 (ver cuadro 5).
En lo que se refiere a la relación exportaciones petrolera-
s/exportaciones totales se anota una recuperación desde el año
2001 (ver cuadro 6).

Cuadro 6. Exportaciones petroleras como porcentaje


de exportaciones totales

Porcentaje de exportaciones petroleras / total exportaciones


80.0%
73.55%
59.90%
70.0%
57.09%
60.0%
50.77%
50.0%

40.0%

30.0%
26.03%
20.0%
18.77%
10.0%
2.30%
0.0%
1970

1972

1974

1976

1978

1980

1982

1984

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000

2002

2004

2006

2008

% Exportaciones petroleras / total exportaciones

Fuente: Banco Central del Ecuador

La maldición de la abundancia 59
Profundos desbalances energéticos14
A lo largo de las últimas décadas, Ecuador no ha logrado em-
prender un proceso de diversificación de sus fuentes de energía que le
permita configurar un sistema energético más robusto y por consi-
guiente, menos vulnerable a contingencias técnicas, económicas y natu-
rales. Por el contrario, la dependencia del petróleo y sus derivados en el
abastecimiento de energía primaria se ha acentuado en los últimos
años. Así, por ejemplo, mientras en 1990 alrededor del 75% de las nece-
sidades de energía fueron cubiertas por petróleo e importación de sus
productos derivados, en el año 2005 estos energéticos representaron el
81% del consumo total de energía.
Tanto la hidroenergía como el gas natural han mantenido una
participación prácticamente constante en la estructura del balance ener-
gético; no así la biomasa (leña, en particular), cuyo aporte se redujo en las
últimas décadas. La leña fue sustituida en los hogares sobre todo por el
gas doméstico (GLP, gas licuado de petróleo); un cambio que habría pro-
vocado, además, una reducción de las enfermedades respiratorias en tan-
to las familias de escasos recursos viven y cocinan en un solo ambiente.
En la evolución de la estructura de la demanda final de ener-
gía aumentó el peso de los derivados de petróleo (75% en 1990 a 79%
en el 2005). Se dio una penetración creciente de la electricidad (9% a
12%, respectivamente) así como una disminución del consumo de le-
ña. A pesar de que este último energético representa todavía alrededor
del 10% del consumo final de energía, la dinámica de su comporta-
miento y su peso en el balance de usos finales de la energía han sido ig-
norados en las políticas y decisiones sectoriales.
La falta de diversidad del sistema energético se manifiesta
también a nivel de los centros de transformación de energía. El 63%
de la capacidad de refinación corresponde a la refinería estatal de Es-
meraldas cuyo rendimiento y confiabilidad son bastante precarios.
Repetidas fallas en los procesos, insuficiente financiamiento, el in-

14 Las reflexiones de este punto son tomadas, en su mayoría, de Arturo Villavicen-


cio y Alberto Acosta, “Agenda energética 2007-2011 Hacia un sistema energé-
tico sustentable”, Ministerio de Energía y Minas, Quito, 2007. Este documento
fue elaborado cuando el autor de este libro era ministro de dicha cartera y con-
tó con la coordinación y elaboración técnica de Arturo Villavicencio (uno de los
mayores conocedores en materia energética, además Premio Nobel de la Paz
2007, en tanto forma parte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático).

60 Alberto Acosta
cumplimiento en los programas de mantenimiento, falta de un stock
de repuestos y hasta insuficiente disponibilidad de crudo se han con-
vertido casi en normas del funcionamiento de la refinería, cuya fragi-
lidad resulta en un persistente riesgo de abastecimiento de derivados
para el mercado interno. Dicho riesgo ha sido superado mediante im-
portaciones de emergencia que han podido ser solventadas por la re-
lativa ‘bonanza’ de los ingresos por exportaciones de crudo.
Cabe señalar que tampoco han existido políticas masivas y
consecuentes de ahorro y eficiencia energética.
El desbalance entre la capacidad de refinación y el consumo
interno de derivados se expresa con claridad en el cuadro 7. Esto gene-
ra una relación tortuosa; no sólo ocasiona una permanente sangría de
divisas para importar derivados, sino que es necesario exportar cada vez
más petróleo para conseguir dichas divisas. Esto aumenta la presión pa-
ra ampliar la frontera petrolera en la Amazonía, con el consiguiente im-
pacto ambiental y social. Para ponerlo en palabras más precisas: la cre-
ciente demanda de derivados de petróleo, que no es satisfecha por la li-
mitada capacidad de refinación doméstica, tiene que ser suplida con
una mayor extracción de crudo…

Cuadro 7. Balance producción-consumo de derivados

Balance producción-consumo interno de derivados


durante noviembre 2008
7.000

6.000

5.000

4.000

3.000

2.000

1.000

0
Producción nacional Consumo interno
Otros 1.126,6 710,9
Gas licuado de petróleo 195,4 934,9
Fuel oil # 4 663,9 588
Diesel 1.015,1 2.024,6
Gasolina extra 1.075,3 1.118,5
Gasolina súper 302,1 341,5

Fuente: Banco Central del Ecuador, a noviembre de 2008.

La maldición de la abundancia 61
Otro factor que ha contribuido a complicar la situa-
ción energética del país es el desequilibrio entre la estructura del
parque térmico de generación de electricidad y la oferta interna
de combustibles. Las centrales térmicas a vapor no están diseña-
das conforme a las características del combustible disponible y
el parque de centrales de gas y motores de combustión interna
ha crecido incontroladamente en los últimos años con el consi-
guiente aumento de la necesidad de importaciones de diesel. Es-
tos desajustes muestran una vez más la ausencia de políticas
energéticas consistentes, que abarquen en forma coherente los
diversos recursos energéticos. La improvisación de muy corto
plazo ha sido la norma en la gestión del sector y por consiguien-
te, las soluciones a los problemas urgentes se han limitado a ca-
pear el temporal sin considerar elementales normas y principios
de coordinación y eficiencia en la asignación de los recursos15.
La situación ha llegado a un extremo tal que la energía,
en lugar de ser una fuente para el desarrollo, se ha convertido en
un sumidero de recursos destinados a cubrir los subsidios indis-
criminados a los combustibles y a la electricidad. Para el año
2008, se estima que los subsidios a los productos derivados de pe-
tróleo alcanzaron la suma de 2.500 millones de dólares. Por otra
parte, las pérdidas ocasionadas por la comercialización interna
de derivados se suma al proceso de descapitalización que afecta a
la empresa petrolera estatal.
Semejante situación debe suscitar una reflexión seria
sobre alternativas de diversificación tanto energéticas como eco-

15 La situación, el manejo y la evolución del sector energético ecuatoriano ha sido


motivo de permanente estudio por parte del autor de estas líneas, quien mucho
antes de ser ministro del ramo planteaba, en 1992, propuestas de solución que
no han perdido su validez. Ya entonces, proponía la construcción completa del
complejo hidroeléctrico Paute e incluso del proyecto Coca-Codo-Sinclair, como
parte de una estrategia que debía diversificar las fuentes energéticas y descen-
tralizar el suministro de energía. Luego, desde su corta gestión en el ministerio,
en 2007, impulsó decididamente el proyecto Sopladora del complejo Paute y
presentó públicamente el proyecto Coca-Codo-Sinclair; proyectos que habían
sido ya estudiados por el INECEL (Instituto Ecuatoriano de Electrificación); ente
estatal que desapareció en medio de la vorágine neoliberal. Ver Alberto Acosta,
El reto de la energía en las próximas décadas, CONADE-GTZ, Quito, 1992.

62 Alberto Acosta
nómicas, más aún teniendo en cuenta las limitaciones reales de
las reservas hidrocarburíferas, cuyo horizonte en términos de
fuente energética y de divisas tiende a cerrarse en un futuro no
muy lejano. El agotamiento de esta riqueza –si no interviene al-
gún proceso de cambio para gestar alternativas que permitan co-
brar importancia a otras actividades– se presenta como un ries-
go extremadamente grave para la economía y para la sociedad en
su conjunto. Todo ello considerando que el Ecuador de hoy, no
sólo por sus mayores dimensiones poblacionales, sociales y eco-
nómicas, sino también por la creciente complejidad de su siste-
ma social y productivo, debe enfrentar nuevos retos difícilmente
abordables bajo una mentalidad rentista.

El petróleo se acaba en Ecuador


Aún antes de tomar en cuenta las presiones derivadas
de la actual crisis económica internacional, es preciso considerar
en este punto que las reservas de crudo en Ecuador, de conformi-
dad con la información disponible, comienzan a declinar. Lo que
se ha extraído podría ser ya superior a lo disponible. Así, las re-
servas del país superan en poco los 4.000 millones de barriles. Los
descubrimientos son cada vez menos frecuentes, más costosos y
los nuevos campos encontrados son más pequeños. Además, los
crudos hallados son cada vez más pesados. Hay que tener en
cuenta que el Oriente ecuatoriano ha sido explorado por déca-
das, y que la mayor cantidad del petróleo que se extrae hoy fue
encontrada hace más de 30 años.
En los últimos años, la política petrolera del Estado ha
puesto la mira en la explotación de los petróleos pesados de los
campos Ishpingo, Tambococha y Tiputini (ITT). También hay
que anotar que Petroecuador se apresta a explotar las reservas
de crudo extrapesado de Pungarayaku, en la ceja de la selva
amazónica, como una de las últimas opciones de reservas dis-
ponibles relativamente importantes. Igualmente se plantea a fu-
turo ampliar la frontera petrolera hacia la zona centro y sur de
la región amazónica, dejando de lado el aumento de la eficien-

La maldición de la abundancia 63
cia, y por consiguiente de los volúmenes de extracción de los
campos de crudo liviano actualmente bajo operación de Pe-
troecuador.
Escasa o nula ha sido la atención prestada a la instru-
mentación de procesos que permitan atenuar la declinación físi-
ca de la producción que los yacimientos experimentan a lo largo
del tiempo. Las tecnologías de recuperación mejorada que per-
mitirían incrementar las reservas, aumentar la tasa de extracción
y prolongar la vida útil de los campos no han sido aprovechadas.
Así, las tasas de extracción de los campos maduros Shushufindi,
Lago Agrio, Sacha y Auca, descubiertos al inicio de la actividad
petrolera, en donde todavía hay un interesante potencial hidro-
carburífero, han declinado sistemáticamente.
Salvo en Venezuela, las posibilidades de expansión de
las reservas de crudo en América Latina son cada vez menores.
De la discusión sobre el futuro de las reservas petroleras en el
mundo se desprende que –incluso recordando la metodología del
ya clásico estudio de King Hubbert16 para los Estados Unidos,
realizado en 1956– se estaría por llegar al cenit de la producción
mundial entre el año 2008 y el 2012; aunque bien podría ser que
ya se llegó a la cima sin que nos hayamos percatado.... Incluso las
cifras más generosas avizoran que para el año 2030 se alcanzaría
la cúpula de la campana de reservas petroleras.
Esto no significa, de ninguna manera, que se producirá
una abrupta interrupción del suministro petrolero, sino que la
cada vez más limitada oferta, sustentada en campos cada vez de
menor tamaño y de crudos pesados, no podrá satisfacer como
hasta ahora la creciente demanda de hidrocarburos y sus deriva-
dos. Obviamente, cuanto más exceda la demanda a la oferta, más
alto será su precio y en esa medida serán más rentables campos
que hoy aparecen como muy costosos e incluso se desarrollarán

16 Hubbert fue funcionario de la Shell, catedrático en el Instituto de Tecnología


de Massachussets y en la Universidad de California. Él concibió un modelo
mediante el que se anticipa la evolución decreciente de la explotación de un
yacimiento petrolero que crece rápidamente al inicio, para volverse cada vez
más problemático y caro luego de que se ha alcanzado su cima o cenit.

64 Alberto Acosta
nuevas tecnologías para extraer cada vez más petróleo de los ya-
cimientos conocidos.
En suma, los hidrocarburos no serán prontamente
sustituidos. Incluso fuentes de energía que en teoría podrían
ayudar a cerrar la brecha, como la energía nuclear, están limita-
das por una serie de restricciones ambientales, sociales e inclu-
so políticas que impiden su difusión masiva. En el ámbito de las
fuentes energéticas renovables17, existen por igual restricciones
–sobre todo tecnológicas y de mercado– incluso relacionadas
con el poder de las grandes empresas petroleras (y también las
automotrices) que aún no han permitido su uso generalizado.

Cuadro 8. Agotamiento de las reservas petroleras del Ecuador18

Ecuador
Producción anual (miles de barriles/día)
600

500

400

300

200
10 Giga barriles
100 9 Giga barriles
8 Giga barriles
Datos históricos
0
1970 1980 1990 2000 2010 2020 2030 2040

Datos: British Petroleum y Banco Central del Ecuador, tomado de Mantilla (s/f).

17 Las energías renovables son: eólica, solar, mareomotriz, geotermia, hidráulica,


fotovoltaica, biomasa. Se podrían denominar en general energías fotovoltaicas.
18 Aquí cabe hacer la distinción de los diferentes tipos de reservas (ver oil.pro-
duction.net):

La maldición de la abundancia 65
Esto, sin embargo, no significa que hay que seguir ahondando
la economía petrolera, sino todo lo contrario.
La visión de una disminución de las disponibilidades de
petróleo es muy importante para entender por qué se ha reforza-
do recientemente la presión para introducir la actividad minera a
gran escala en Ecuador. La minería, sobre todo industrial, a dife-
rencia del petróleo, hasta ahora no ha sido un pilar importante
para la economía nacional. En los últimos años, en la medida que
incrementó la demanda mundial de recursos minerales y por con-
siguiente aumentaron los precios de dichos recursos, los sucesivos
gobiernos –con el respaldo del sector minero (cámaras de mine-
ría, empresarios mineros y especialmente algunas representacio-
nes diplomáticas)– han orientado sus esfuerzos para ampliar la
actividad minera en el país19. En su mira está transformar a Ecua-
dor en un productor minero. Esta pretensión se intensificó me-
diante una serie de reformas legales.

Reservas probadas: son las cantidades de petróleo que, por análisis de da-
tos de geología e ingeniería, pueden ser estimadas con “razonable certeza”
que serán recuperables comercialmente, a partir de una fecha dada, de reser-
vorios conocidos y bajo las actuales condiciones económicas, métodos de
operación y regulaciones. Las reservas probadas pueden ser sub-divididas en
desarrolladas y no desarrolladas.
Reservas probables: son las reservas no probadas que el análisis de datos
de geología e ingeniería sugieren que son menos ciertas que las probadas. En
este contexto, cuando se usen métodos probabilísticos, debe existir al menos
una probabilidad de 50 % de que la cantidad a ser recuperada será igual o ex-
cederá a la suma del estimado de reservas probadas más las probables.
Reservas posibles: son las reservas no probadas que el análisis de los datos
de geología e ingeniería sugieren que son menos ciertas a ser recuperadas
que las reservas probables. En este contexto, cuando se utilicen métodos pro-
babilísticos, debe existir al menos una probabilidad de 10 % de que las can-
tidades a ser recuperadas serían iguales o excederían la suma de las reservas
probadas mas probables y mas posibles.
19 En vísperas de la Asamblea Constituyente las empresas mineras, aglutinadas
en la Cámara de Ecuatoriana de Minería, consideraban que “el tema minero
no debe ventilarse en la Asamblea”. Su preocupación se explicaba, entre otras
razones, porque quien escribe este texto, que fue presidente de la Asamblea,
era considerado por dichas empresas como “el principal enemigo de la mine-
ría” (revista América Economía octubre de 2007). Esto debido a que se inten-
tó –sin mucho éxito– poner orden en el sector minero cuando dirigimos el mi-
nisterio del ramo.

66 Alberto Acosta
Todavía predomina en la actualidad, incluso a nivel gu-
bernamental, la creencia de que los recursos del subsuelo, petro-
leros y ahora sobre todo minerales, son indispensables para el de-
sarrollo. No hay, todavía, una reflexión amplia y democrática so-
bre los límites que tiene la economía extractivista.

Algunas ubicaciones y algunas cifras


Como se manifestó anteriormente, las empresas pe-
troleras volvieron a poner su atención en la Amazonía desde los
años sesenta del siglo XX. Desde entonces, una y otra vez han
presionado por acceder a los recursos hidrocarburíferos exis-
tentes. Así, las concesiones petroleras en la región amazónica,
en la actualidad, alcanzan una superficie de más de cinco millo-
nes de hectáreas, de las cuales 4,3 millones de hectáreas han si-
do otorgadas a empresas extranjeras. La ubicación de las prin-
cipales áreas petroleras se encuentra en el cuadro 9.

Cuadro 9. Operación, concesiones y ubicación

Operación estatal
Áreas Ubicación
Petroecuador Provincias de Sucumbíos y Orellana. Esta área, conocida co-
(ex consorcio mo Distrito Amazónico, conforma el “eje petrolero” Lago
CEPE-Texaco-Gulf) Agrio-Shushufindi-Sacha-Coca-Auca-Cononaco que va, de
norte a sur, desde el río Aguarico hasta el río Cononaco.

Petroecuador Provincias de Sucumbíos y Orellana. Se compone de un con-


(antes CEPE) junto de campos descubiertos y operados por la empresa es-
tatal desde la época del consorcio con la Texaco-Gulf. El ma-
yor es el Libertador, al nororiente de Sucumbíos. Otros cam-
pos menores localizados en Orellana: Pucuna, Anaconda,
Huamayacu, entre otros.

Petroamazonas Provincias de Sucumbíos y Orellana. Se ubica hacia el este


Bloque 15 (Ex OXY) del “eje petrolero” estatal, entre las cuencas del Aguarico y el
Napo. Hasta 2005 fue operado por la compañía OXY. Se dio
la caducidad del contrato por varios incumplimientos lega-
les y contractuales. Su operación revirtió al Estado.

La maldición de la abundancia 67
Operación privada

Áreas Ubicación
Bloques Provincias de Orellana, Sucumbíos, Napo y Pastaza. Áreas
concesionados operadas por empresas privadas, en su mayoría extranjeras.
en operación La mayor parte de estos bloques se encuentran al este del “eje
petrolero” estatal. Dentro de este subgrupo están los bloques
7, 10, 14, 16, 17, 18, 21, 27 y Tarapoa.
Bloques Provincias de Orellana y Sucumbíos. Dentro de esta clasifi-
concesionados cación se incluye a los bloques 11 y 31. El primero se halla en
en exploración proceso de prospección sísmica, en tanto que el segundo,
luego de la suspensión del proyecto, se encuentra a punto de
iniciar la etapa de desarrollo y producción.
Bloques
concesionados Provincia de Pastaza. Con la concesión de estos bloques se
suspendidos quiere expandir la frontera extractiva hacia la Amazonía cen-
tro-sur. Los bloques 23 y 24 corresponden a este grupo. La
suspensión de la fase exploratoria se dio por la resistencia de
la comunidad kichwa de Sarayaku.
Campos marginales Provincias de Sucumbíos y Orellana. Se trata de una serie de
campos pequeños, descubiertos o manejados por Petroecua-
dor, concesionados a empresas privadas.
Áreas sin operación
Bloques sin concesión Provincias de Pastaza y Morona Santiago. Forman parte del
catastro petrolero, no han entrado en proceso de licitación.

Fuente: Ministerio de Minas y Petróleos

Para poder comprender el alcance de las operaciones


de los campos petroleros en la Amazonía y en la Península de
Santa Elena, se recomienda observar los cuadros 10 y 11. Cabe
anotar que en la Península la extracción de crudo supera apenas
los 2.000 barriles al día; lo interesante es la extracción del gas na-
tural del Golfo de Guayaquil, que se destina a la generación de
electricidad. El potencial gasífero de dicha región, de conformi-
dad con informaciones disponibles incluso a nivel gubernamen-
tal, no ha sido aún adecuadamente aprovechado.

68 Alberto Acosta
Cuadro 10. Operaciones y campos en la Amazonía

Bloque/campo Fase actual Año de Tipo de contrato


concesión
Petroecuador (estatal-Ecuador) / Barriles por día (1º semestre 2008): 170.982,47
Distrito Amazónico Extracción Estatal Estatal
Petroamazonas
bloque 15 Extracción 1983 (ex OXY) Estatal
Campo Edén Yuturi Extracción Sin datos Estatal
Campo Limoncocha Extracción Sin datos Estatal
ITT Exploración ….. …..
Perenco (privada-Francia) / Barriles por día (1º semestre 2008): 24.054,64
Bloque 7 Extracción 1995 Participación
modificatorio
Bloque 21 Extracción 1995 Participación
Agip Oil (privada-Italia) / Barriles por día (1º semestre 2008): 2.5210,76
Bloque 10 Extracción 1987 Prestación de servicios
CNPC (estatal-China)
Bloque 11 Exploración 1994 Participación
Petroriental (estatal-China) / Barriles por día (1º semestre 2008): 16.149,01
Bloque 14 Extracción 1986 Participación
Shiripuno Extracción 1994 Servicios específicos
Bloque 17 Exploración 1986 Participación
modificado
Repsol YPF (privada España-Argentina) / Barriles por día
(1º semestre 2008): 58.147,33
Bloque 16 Extracción 1986 Participación
modificatorio
Campo Tivacuno Extracción Sin datos Servicios específicos
modificatorio
Campo Bogui-Capirón Extracción Sin datos Convenio de
explotación unificada
Ecuador TLC (estatal-Brasil) / Barriles por día (1º semestre 2008): 33.764,62
Bloque 18 Extracción 1994 Participación
CGC (privada-Argentina)
Bloque 23 Sarayaku Exploración Sin datos Participación
(suspendida
por resistencia
de la comunidad
y por disposición

La maldición de la abundancia 69
Bloque/campo Fase actual Año de Tipo de contrato
concesión
de la Comisión
Interamericana
de Derechos
Humanos)
Burlington Resources, ARCO (privada-EEUU)
Bloque 24 Exploración Sin datos
suspendida
City Oriente (privada-EEUU) / Barriles por día (1º semestre 2008): 2.957
Bloque 27 Extracción 1994 Participación
modificatorio
Andes Petroleum (estatal-China) / Barriles por día (1º semestre 2008): 45.321,72
Bloque Tarapoa Extracción 1994 Participación
modificatorio
Bloque 18-B-Fanny Extracción Sin datos Convenio de
explotación unificada
Bloque Mariann 4-A Extracción Sin datos Convenio de
explotación unificada
Tripetrol (privada-Ecuador)
Bloque 28 Sin operación 1994 Participación
Petrobras (estatal-Brasil)
Bloque 31 Desarrollo 1996 Participación
y extracción
Tecpecuador (privada-Argentina) consta como parte de la producción
de Petroecuador/ Barriles por día (1º semestre 2008): 3.299,68
Bermejo Extracción Sin datos Campo marginal
Petrosud consta como parte de la producción
de Petroecuador / (Producción diaria: 3.908,35)
Pindo: 22.32,12 Extracción Sin datos Campo marginal
barriles
Primavera: 134,35 Extracción Sin datos Campo marginal
barriles
Palanda Yuca Sur: Extracción Sin datos Campo marginal
1.541,88 barriles
Petrobell (privada-Canadá) consta como parte de la producción
de Petroecuador/ Barriles por día (1º semestre 2008): 2.829,49
Tigüino Extracción Sin datos Campo marginal

70 Alberto Acosta
ENAP-Sipec (estatal-Chile) consta como parte de la producción
de Petroecuador (producción diaria: 9.532,23 )
Bloque/campo Fase actual Año de Tipo de contrato
concesión
Mauro Dávalos Extracción Sin datos Servicios específicos
Cordero (MDC): para el desarrollo y
7.704,80 producción del
petróleo
Paraíso, Biguno y Extracción Sin datos Servicios específicos
Huachito: 1.827,43 para el desarrollo y
producción del
petróleo
Producción diaria: 376.579,55
Los bloques 19,20, 22, 25, 26, 29, 30, 32 al 37 no han sido entregados.
Fuente: Ministerio de Minas y Petróleos. Dirección Nacional de Hidrocarburos (DNH).
Primer Semestre de 2008

Cuadro 11. Operaciones y campos en la Península de Santa Elena


Empresa Bloque / Fase actual Año de Tipo de Barriles
campo concesión contrato por día*
Canada 1 Extracción 1985 Participación 107,12
Grande modificatorio
Espol-CGC 2 Extracción 1985 Prestación 1.469,25
de servicios
EDC 3 Extracción sin datos Participación -
Explotación
de gas
Fuente: Ministerio de Minas y Petróleos, DNH. Primer Semestre de 2008

Del destrozo de la Amazonía al “juicio del siglo”


Desde la segunda mitad de la década de los sesenta, las
actividades petroleras han atropellado masivamente la biodi-
versidad y el bienestar de la población de la Amazonía. Las co-
munidades indígenas y los colonos han sufrido innumerables
atropellos a sus derechos más elementales, en nombre del míti-
co bienestar de toda la población. El discurso sobre la impor-
tancia de la región se derrumba ante la realidad de un sistema
que la aprecia solamente por la revalorización de sus recursos

La maldición de la abundancia 71
en función de la acumulación de capital, especialmente trans-
nacional, aún cuando estas actividades pongan en riesgo la vi-
da misma. Esta es una de las mayores necedades de la maldición
de la abundancia.
Para los pueblos indígenas de la Amazonía ecuatoria-
na, las actividades petroleras han significado un cambio radical
en su vida. No sólo dichos pueblos, también los colonos de la
Amazonía norte han sufrido un sinnúmero de atropellos a sus
derechos elementales. Vale anotar que los niveles de pobreza en
la Amazonía, sobre todo en las provincias petroleras de Sucum-
bíos y Orellana, son más elevados que en el resto del país. Las
cifras hablan por sí solas: véase el cuadro 12.

Cuadro 12. Indicadores de pobreza


Indicadores Ecuador Costa Sierra Amazonía Sucumbíos Orellana
Población 11’936.858 6’017.421 5’316.746 558.354 147.446 70.099
Población
indígena rural (%) 12,5% 3,2% 19,7% 20,3% 11,7% 25,2%
Población
negra rural (%) 2,8% 5,0% 1,1% 0.1% 0,7% -
Población con
necesidades 55,3% 57% 51,6% 75,8%
básicas
insatisfechas
Población en la
pobreza 55% 53,7% 54,5% 79,9% 84,2% 80,2%
Población en la
indigencia15,6% 13,1% 15% 54% 55,4% -
Niños en la
pobreza 63,4% 62,3% 62,5% 84,5% 89%
Niños en la
indigencia11,8% 9,6% 14% 16,7% 18%
Analfabetismo
funcional 25,1% 24,1% 25,8% 29,1% 30,9% 31,3%
Secundaria
completa hombres 21,9% 22,4% 27,5% 15,8% 13,7% 13%
Secundaria
completa mujeres 19,6% 22,7% 23,7% 12,3% 8,6% 7,7%
Fuente: Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, 2001 y Sistema Integrado de Indicadores
Sociales del Ecuador, 2003.

72 Alberto Acosta
La resistencia de las comunidades amazónicas prospe-
ró hasta constituirse en un reclamo jurídico de trascendencia in-
ternacional20. Es conocido el “juicio del siglo” que llevan las co-
munidades y los colonos afectados por las actividades petroleras
de la compañía Chevron-Texaco (Texpet, en Ecuador). Los argu-
mentos que se exponen son claros: la compañía tuvo responsabi-
lidad directa por los impactos ambientales que produjo la explo-
tación del petróleo, los cuales no sólo han afectado a la naturale-
za sino que también se evidencian consecuencias en la salud de la
población.
Con este juicio, más allá de su desenlace, se sienta un
precedente al encausar a una de las petroleras más poderosas del
planeta, que trabajó entre 1964 y 1990 en la Amazonía ecuatoria-
na. En ese lapso, esta compañía perforó 339 pozos en 430.000
hectáreas. Para extraer cerca de 1.500 millones de barriles de cru-
do, vertió miles de millones de barriles de agua de producción y
desechos, y quemó billones de pies cúbicos de gas.
El informe del perito en el juicio, Richard S. Cabrera
Vega (2008), es contundente:
“Las primeras fuentes de contaminación en el área de la conce-
sión son el petróleo crudo, lodos de perforación y otros aditivos,
y aguas de producción que fueron arrojadas en el ambiente des-
de inicios de 1967. Los contaminantes de estas fuentes están pre-
sentes en suelos, agua subterránea, sedimentos y agua superficial
en el área de la concesión y persisten en el ambiente hasta la ac-
tualidad.”
“La primera causa de la contaminación encuentra su origen en
las operaciones de exploración y explotación conducidas por
Texpet. Texpet operó en el área de la concesión con prácticas y

20 Es digna de resaltar la resistencia de la comunidad kichwa de Sarayaku, en la


provincia de Pastaza, que logró impedir la actividad petrolera de la Compañía
General de Combustibles (CGC) en el bloque 23, que contaba con el respaldo
armado del Estado. Basta tener presente los efectos que ha provocado la ac-
tividad petrolera en los territorios del norte de la Amazonía ecuatoriana, para
entender el grito de Sarayaku: ¡Si quieren nuestra selva, nos tendrán que
arrancar con ella! Ver Pablo Ortiz, “Sarayaku: resistencia amazónica a la ex-
pansión petrolera”, (mimeo), Quito, 2004.

La maldición de la abundancia 73
políticas ambientales inadecuadas para la conservación del eco-
sistema, utilizando pocos o ningún control ambiental, lo que
causó la mayor parte de la contaminación en el área (Texpet ma-
nejó incorrectamente desechos de pozos de producción, descar-
gó el cien por ciento del agua de producción en los arroyos y
ríos, quemó gases en la atmósfera, sufrió docenas de derrames
por causas diversas). (…)”
“Existe suficiente información con datos ambientales de irrefu-
table validez para determinar la contaminación ambiental en el
área de la concesión. (…)”
“El ecosistema de la concesión está contaminado con hidrocar-
buros de petróleo y otros contaminantes relacionados con ope-
raciones petroleras. Los suelos en estaciones y pozos de produc-
ción petrolera contienen hidrocarburos de petróleo y metales en
concentraciones que son muchas veces más altas que los están-
dares para limpieza ambiental en Ecuador y en otros países del
mundo. El agua subterránea bajo los pozos de desechos está con-
taminada por encima de los estándares ecuatorianos. Cuando el
agua de producción fue arrojada directamente desde las estacio-
nes durante las operaciones de Texpet, se contaminaron ríos,
arroyos, pantanos y suelos con petróleo, metales y sales en con-
centraciones que eran mucho más elevadas que los estándares
ecuatorianos. La contaminación ambiental está documentada en
los datos recolectados por todas las partes y ampliamente corro-
boradas por muestreos históricos que tuvieron lugar en años an-
teriores al inicio de la demanda. (…)”
“La contaminación ambiental ha causado daños al sistema eco-
lógico en el área de la concesión. Las concentraciones de con-
taminantes relacionadas con el petróleo en suelos y aguas son
muchas veces más altas que aquellos niveles que causan toxici-
dad a plantas, animales, aves y otros recursos bióticos. Las ob-
servaciones directas en el campo confirman que la vida de
plantas y animales fue y continúa siendo impactada por la con-
taminación. (…)”
Si bien resulta imposible poner precio a la naturaleza,
pues la vida es inconmensurable, el daño se podría cuantificar en
miles de millones de dólares por concepto de derrames, contami-

74 Alberto Acosta
nación de pantanos, quema del gas, deforestación, pérdida de
biodiversidad, por animales silvestres y domésticos muertos. A lo
anterior habría que añadir materiales utilizados sin pago por sa-
linización de los ríos, por enfermedades (los casos de cáncer lle-
gan a un 31%, cuando el promedio nacional es de 12,3%) y el tra-
bajo mal remunerado.
En el ámbito psicosocial las denuncias son múltiples:
violencia sexual por parte de los operadores de compañía en con-
tra mujeres adultas y menores de edad mestizas e indígenas, abor-
tos espontáneos, discriminación y racismo, desplazamientos forza-
dos, nocivo impacto cultural y ruptura de la cohesión social. Es
más, sobre Texaco pesa también la extinción de pueblos origina-
rios como los tetetes y sansahuaris, a más de todos los daños eco-
nómicos, sociales y culturales causados a los indígenas siona, seco-
ya, cofán, kichwa y waorani, además de perjuicio a los colonos
blanco-mestizos. Irónicamente, los nombres de los dos pueblos
desaparecidos denominan a dos campos petroleros en la misma
zona donde antes ellos habitaban.
Volviendo al informe del perito en el juicio, Richard S.
Cabrera Vega (2008):
“La población humana que habita en el área de la concesión sufre
de efectos adversos a su salud como resultado de la exposición a
contaminantes de los campos petroleros, estos efectos incluyen
cáncer, muerte por cáncer, abortos espontáneos. Además se ha
causado un daño moral, social y económico a los pobladores que
habitan cerca de los pozos y estaciones.”
Se afectó básicamente la territorialidad, alimentación
y tradiciones culturales de los pueblos indígenas, principal-
mente a las nacionalidades que habitan históricamente en el
área de la concesión. Luego, la remediación ambiental que ha-
bría realizado la compañía fue una estafa en toda la línea, con-
tando con la complicidad de las autoridades oficiales. Basta ver
las conclusiones del citado perito:
“Remediaciones previas y actuales no han limpiado la contami-
nación adecuadamente. La remediación conducida por Texaco
entre 1995 y 1998 estaba dirigida solamente a reducir la conta-

La maldición de la abundancia 75
minación en determinados sitios y se usaron métodos que deja-
ron detrás gran cantidad de contaminación. El muestreo de si-
tios remediados por Texaco confirma la presencia de hidrocar-
buros de petróleo por sobre los estándares vigentes e incluso so-
bre los establecidos en el contrato de remediación.”
Este reclamo supera el ámbito amazónico. Rebasa la
destrucción que tendrá que pagar Texaco. Afecta a toda la socie-
dad. Es más, constituye una oportunidad para sancionar y frenar
la contaminación provocada por la actividad petrolera, que se
sostiene por la combinación del poder político con el transnacio-
nal sobre el discurso que alienta la explotación del petróleo (y
ahora de la minería a gran escala) en supuesto beneficio de todos
los habitantes, discurso que sostiene una política de ocultamien-
to de la realidad, intimidación de quienes se oponen, de humilla-
ción y olvido para las víctimas... Mientras que los dólares obteni-
dos han beneficiado al conjunto de la población sólo en escasos
montos, pues en su mayoría han fluido en pocos bolsillos, sobre
todo de las poderosas transnacionales y de los acreedores de la
deuda externa.

Las Palabras de la Selva21


Anamaría Varea
El estudio “Las palabras de la selva” se enfoca en el impacto so-
cio-comunitario generado por la explotación petrolera a cargo de la Texaco
en la Amazonía ecuatoriana entre 1964 y 1990. Valorar este impacto llevó a
los investigadores a recorrer comunidades, ríos e historias. La evaluación
ambiental incluye el contexto social, y como ellos bien dicen: un impacto so-
cial no puede separar la tierra de las personas, el agua de quienes la beben
y la biodiversidad del modo de vida de la gente.
El estudio es cualitativo y cuantitativo; se realizaron 1.064 en-
cuestas en las zonas afectadas, en 23 parroquias de Orellana y Sucum-

21 Este texto recoge una síntesis de la presentación del libro Las palabras de la
selva, Carlos Martín Berinstain, Rovira Páez e Itziar Fernández, Hegoa, Bilbao,
2009. La presentación se realizó el 29 de abril de 2009.

76 Alberto Acosta
bíos, en aproximadamente 140 recintos (113 mestizos y 24 comunidades
indígenas). Se trabajó con seis grupos focales de cuatro etnias indígenas:
cofán, siona, secoya y kichwa y dos correspondientes a comunidades co-
lonas de población mestiza en 17 comunidades.
El trabajo de análisis e investigación es riguroso, metódico y ob-
jetivo. Nos permite evidenciar la magnitud del impacto que generó la mala
práctica petrolera de la Texaco. Esto se manifiesta a través de los relatos de
la gente, el procesamiento de las encuestas, la reconstrucción de la historia
en los grupos focales y la revisión bibliográfica. Los datos y las conclusiones
son contundentes.
El libro incorpora un componente novedoso, que es el impacto
psicosocial y su lectura nos lleva a conocer como vivió la gente con este im-
pacto; cómo eso afectó sus vidas. Talvez esta conjugación debe hacerse en
presente pues muchos de estos impactos aún están allí. Su lectura conmue-
ve, duele y espeluzna.
Una de las personas entrevistadas cuenta que “fue una vida lin-
da, excelente. Teníamos la selva, la fauna limpia, había muchos animales.
Vivíamos muy cómodos; sin bulla ni heridas, la selva era un paraíso. En el
año 41 no había ningún blanco, sólo había selva. Nuestro mercado diario
era la selva, había mucha pesca en los ríos. Teníamos extensos territorios
por dónde caminábamos, no teníamos límites. No conocíamos lo que eran
las enfermedades, no habían gripes. Teníamos muchos rituales y encuen-
tros con los poderes de la selva.” …
Queda poco de esa imagen de la selva, ya no existe donde es-
tuvo Texaco. Entre un 81 y 96% de la población encuestada señala una afec-
tación grave a la naturaleza, como consecuencia de la actividad petrolera de
Texaco, con la afectación de aguas, muertes de animales, rotura de piscinas
o quema de crudo.
Las “palabras de la selva” nos dicen que quienes viven ahí lloran
a menudo. Las encuestas señalan que “las mujeres que veían los peces
muertos lloraban de tristeza, lloran también porque tienen miedo, lloran por-
que su familia está enferma, lloran porque vivir en riesgo permanente gene-
ra ansiedad, inseguridad, preocupación permanente. Yo sí lloro porque soy
la madre de mis hijos y sí me duele bastante y tengo miedo que me digan
que mi hijo tiene cáncer y a lo mejor ya no tengamos el dinero suficiente pa-
ra seguir el tratamiento de toda la familia”, dice una señora.
“Todo lo que nosotros trabajamos se va en esa enfermedad y no
tenemos nada más, no va a quedar nada para nuestros hijos, ni para más
tarde, sólo los recuerdos.”

La maldición de la abundancia 77
Las “palabras de la selva” nos hablan de las condiciones en las
que la gente vivía, cerca de los pozos petroleros, al lado de la piscinas lle-
nas de tóxicos y aguas de formación, yendo y viviendo por caminos y carre-
teras en las se derramaban el crudo, donde se incendiaban las piscinas con
tóxicos, bebiendo y bañándose en esteros y ríos dónde era evidente que el
agua estaba envenenada.
¿Cómo negar este impacto severo, grave, criminal? Las evidencias
estaban allí, eran visibles, palpables, cada persona con la que se conversaba
decía estar afectada, mostraba sus ronchas en la piel, mostraba que no tenía
agua para beber, para lavar la ropa, para cocinar. Relato todo esto en pasado
cuando la situación, en muchos casos sigue siendo muy similar y es lo que las
“palabras de la selva” nos cuentan en cada una de sus páginas. Información
que causa indignación. Es la información que cada una de las inspecciones ha
puesto evidencia, dónde se ha verificado que no ha existido remediación.
Tal como lo señala un miembro de la comunidad kichwa de Ru-
mipamba.
“Remediación no ha habido, sólo han dejado taponando, han de-
jado de botar por la vía, pero remediaciones hasta aquí no han limpiado na-
da, han taponado, pero Texaco hasta aquí nada. Taponar es que abren un
hueco grande y le ponen palos encima y chatarra y tanques y después con
pala les botan la tierra, cuando el agua llega a ese punto, el crudo sigue sa-
liendo. Eso no es remediación, es taponar.”
Toda la información claramente sustentada, analizada y presen-
tada a través de las “palabras de la selva” nos muestra que hay un elevado
nivel de sufrimiento o impacto psicológico de las pérdidas, causadas por los
accidentes de la mala práctica petrolera, lo que destruyó el hábitat y empeo-
ró las condiciones de vida. El 65% de los encuestados mostró sufrimiento o
duelo a causa de los accidentes.
Este sufrimiento no fue solo en el ámbito familiar sino especialmen-
te colectivo y comunitario. Los efectos económicos de los accidentes fueron no-
tables, en un 93% ocasionando pobreza y destrucción de chacras en un 87%.
El estudio también incurre en la afectación al medio ambiente, el
condicionamiento de sus prácticas en la caza, pesca y alimentación, así co-
mo los accidentes en la naturaleza, la familia o la comunidad. A mayor per-
cepción de daño en el medio ambiente, mayor es la percepción negativa de
las condiciones de salud personal y familiar. Leyendo la información relativa
a impactos en la salud se me ponía la piel de gallina, ahora mismo me da es-
calofrío, tengo el corazón hecho puñete y un nudo en la garganta. Como mu-
jer, el impacto en la salud materno-infantil me impresionó mucho y me con-

78 Alberto Acosta
movió hasta las entrañas. La investigación da cuenta de que el número de
abortos por familia aumenta a mayor grado de exposición.
Frente a toda esta mala práctica petrolera, las “palabras de la
selva” nos cuentan cual fue la actuación de la compañía Texaco, nos hablan
de que se vivía un clima de inseguridad, que vivieron experiencias de violen-
cia, amenazas, actitudes de discriminación hacia la población y que el per-
sonal tenía una conducta hostil hacia la población. En sus palabras, la gen-
te relata que había trabajo forzado para las mujeres y resultan muy impre-
sionantes, dolorosos y desgarradores todos los testimonios que hacen refe-
rencia a la violencia sexual:
“Luego de que su esposo murió se la llevaron para que trabaje
como prostituta en el campamento de Texaco. La llevaron aproximadamen-
te 3 años por diferentes campamentos.
Su hermana fue violada cuando tenía 13 años, en 1972 aproxi-
madamente en Santa Cecilia, en un recinto más arriba de Dureno.
Cuando tenía ocho años fui testigo de la violación de la señora
Marina, en la orilla del río. Me asusté porque pensé que la iban a matar y vi
como entre algunos hombres la cogieron de las piernas y los brazos, la des-
vistieron y la violaron entre aproximadamente 10 hombres. Me asusté mu-
chísimo y salí corriendo mientras lloraba.”
¡Que historia tan dolorosa….tan traumática! Les confieso que
este viaje retrospectivo me ha resultado cuesta arriba, a más de hacerme re-
vivir momentos impresionantes, me ha hecho retomar conciencia del enorme
impacto socioambiental, psicosocial que sufre la población que vive en esa
área, que era selva, antes de que llegue Texaco.

Posteriormente, la construcción del Oleoducto de


Crudos Pesados (OCP) también expone claramente cómo el Es-
tado y las empresas petroleras fueron por encima de la biodi-
versidad y el bienestar de la población. La construcción del
OCP se realizó burlando las leyes, empleando la fuerza pública,
corrompiendo a entidades públicas e incluso a ONG, mintien-
do y engañando públicamente y, sobre todo, obligando a la po-
blación directamente afectada a que acepte las condiciones de
las empresas petroleras, constructoras del ducto22.

22 Este oleoducto, supuestamente construido con una tecnología que impedía


fugas y derrames (como rezaba la propaganda empresarial y oficial) sufrió, en

La maldición de la abundancia 79
El juicio a Chevron-Texaco o el juicio del siglo
En los veintiocho años que operó en la Amazonía ecua-
toriana (1964 a 1992), Texaco provocó lo que algunos expertos
creen que se puede catalogar como el peor desastre ecológico de
la historia relacionado con petróleo. Este daño, que amenaza la
vida de más de 30.000 habitantes de la región amazónica, conta-
minó y afectó de manera dramática las tierras de pueblos indíge-
nas y sometió a la región a condiciones críticas de salud.
El 3 de noviembre de 1993 los indígenas y colonos de la
Amazonía demandaron a Texaco en Nueva York por daños y per-
juicios causados en la Amazonía al haber utilizado tecnología ina-
ceptable y incluso prohibida por ley en los Estados Unidos. Texaco
peleó y logró que al fin en año 2002 la corte de apelaciones rechace
la jurisdicción en los Estados Unidos. Sin embargo, el juez conmi-
nó a Texaco a someterse a la jurisdicción de las cortes ecuatorianas.
Durante ese lapso Texaco firmó un contrato de remedia-
ción, denominado “Contrato para la ejecución de trabajos de repa-
ración medioambiental y liberación de obligaciones, responsabilida-
des y demandas”. Este contrato fue suscrito en Quito el 4 de mayo de
1995. Con una inversión de 40 millones Texaco logró que el Estado
acepte los trabajos de limpieza y suscriba un acta final en 1998.
El 7 de mayo del 2003 se presentó la demanda que fue
aceptada por el presidente de la Corte Superior de Nueva Loja
(Lago Agrio) dos semanas después. El juicio se inicio el 21 de oc-
tubre del mismo año con una audiencia de contestación a la de-
manda y conciliación. Desde entonces, se realizan las inspeccio-
nes judiciales. Semana a semana se han visitado las zonas pro-
puestas por cada parte. La Texaco pretende probar que limpió lo
que le correspondía, los demandantes prueban que las zonas aún
están contaminadas. Los resultados de las inspecciones están de-
mostrando que hay contaminación.

febrero del 2009, una ruptura que provocó la perdida de 14 mil barriles de cru-
do pesado en la provincia del Napo, cuyos efectos se expandieron en vastas
zonas de la Amazonía. Los impactos en la salud de la población local y en la
naturaleza no tardarán en manifestarse, pues es conocido que las sustancias
contaminantes del petróleo afectan a la vida misma.

80 Alberto Acosta
En el año 2003 la Contraloría General del Estado inició
un proceso de revisión del contrato de liberación de responsabi-
lidades. La contraloría encuentra “indicios de responsabilidad”.
El proceso de indagación continua vigente en la Fiscalía General
del Estado. Esto es muy importante porque ese convenio perjudi-
ca los intereses de la sociedad, al asumir como que ya se limpió la
zona afectada; algo que en realidad no ha sucedido.
El juicio está en su etapa final. Finalizó la etapa de ve-
rificación de la prueba y el informe pericial. Un experto nombra-
do por la Corte Superior de Justicia de Nueva Loja presentó esti-
mados de 27.000 millones de dólares por los daños ocasionados.
El 14 de junio de 2004, la Texaco demandó a Ecuador
ante la American Arbitration Association alegando que el Ecuador
tiene que pagarle a Texaco una proporción de cualquier dictamen
de la corte de Lago Agrio. Reclamó que el arbitraje es obligatorio,
pues en el contrato firmado entre Texaco y Gulf en 1965, se admi-
te este tribunal para resolver controversias. Texaco argumenta que
el Estado ecuatoriano es “sucesor” de los compromisos de Gulf.
Ecuador no sólo no admitió el arbitraje, sino que se defendió ante
una corte federal para que ésta suspenda el arbitraje. El juez paró
el arbitraje y la Corte Federal de Nueva York, en el año 2007, ne-
gó la demanda planteada por Chevron-Texaco, con la cual preten-
día obligar al gobierno ecuatoriano a someterse a un arbitraje.
En todos estos años, Chevron-Texaco ha contado con el
respaldo de altos funcionarios de diversos gobiernos ecuatorianos y
también de una parte de la prensa nacional, ha sostenido una inten-
sa y multimillonaria campaña para tratar de mostrar su inocencia,
tanto dentro de Ecuador como en los Estados Unidos. Durante la
primera fase del proceso pretendía escaparse de las leyes norteame-
ricanas, ahora se empeña en demostrar que la justicia ecuatoriana
está politizada y que los datos del perito Richard Cabrera son “una
suma de cifras delirantes sin sustento científico”23.

23 Basta ver el lujoso folleto que circuló a través de los periódicos nacionales:
“Texaco y el Ecuador-La actividad petrolera en la Amazonía” (2009) en el que,

La maldición de la abundancia 81
La Amazonía se mantiene como periferia de la periferia
Los daños causados al entorno natural y a la sociedad por
la explotación petrolera no son realmente cuantificables por sus
efectos irreversibles sobre los ecosistemas de la zona. Cada año se si-
guen derramando cientos de miles de barriles de petróleo que alte-
ran y destruyen la base de la supervivencia y la vida misma de las
comunidades. La contaminación provocada por los derrames del
agua de formación, la quema de las piscinas, el venteo del gas aso-
ciado a las reiteradas roturas de los ductos y la eliminación de los
desechos tóxicos absorbidos por las cadenas tróficas de los ecosiste-
mas han afectado el bienestar de la población de la Amazonía y de-
vastado el entorno natural de la región.
El quebrantamiento del tejido social es otra faceta de la
compleja problemática que afecta a las comunidades amazóni-
cas24. Los niveles de conflictividad interna han generado una es-
piral de violencia cuya explosión se manifiesta cada vez con ma-
yor intensidad y frecuencia, al mismo tiempo que la presencia del
Estado se diluye, cediendo terreno a las empresas petroleras pri-
vadas. Éstas han ido gradualmente copando el espacio estatal, re-
lacionándose directamente con las poblaciones locales, asumien-
do el papel de suministradores de todo tipo de servicios y el de
constructoras de obra pública25. En la medida en que se debilita
la lógica del Estado de derecho, se ha dado paso a su “desterrito-
rializacion” (Eduardo Gudynas) y se han ido consolidando res-
puestas miopes de un Estado policial que complica cada vez más
la situación mediante la represión a las víctimas del sistema.
La actividad petrolera ha sido la punta de lanza que abrió
la puerta a un masivo e incontrolable flujo de colonos provenientes

descontextualizando la información, incluso la del autor de este libro, se quie-


re ocultar evidencias indiscutibles de acuerdo con una gran cantidad de infor-
mes presentados sobre las actividades de esta empresa en la Amazonía.
24 Ya mencionamos Las palabras de la selva, (Berinstain, Páez, y Fernández,
2009) uno de los estudios más contundentes sobre la destrucción sociam-
biental y la posterior “remediación” de la TEXACO.
25 A modo de ejemplo, la compañía OCP, dueña y administradora del oleoducto
de crudos pesado, que desarrolla varias actividades sociales en el trayecto del
ducto, ha constituido un Ecofondo para desarrollar proyectos ecológicos…

82 Alberto Acosta
de otras zonas del país cuyo desplazamiento se debe a la presión de-
mográfica y sobre todo a la carencia de una respuesta a la demanda
de tierra. En este punto hay que señalar que la región amazónica es
tratada, en la práctica, como una periferia en todos los países ama-
zónicos, que son a su vez la periferia del sistema político y econó-
mico mundial.
En estas condiciones, los conflictos socioambientales
están a la orden del día. Basta ver la información disponible so-
bre conflictos petroleros recientes.

Principales conflictos petroleros recientes


(Información disponible al 2008)

Paralización del bloque 18 y el Campo Unificado Palo Azul


Provincia: Francisco de Orellana (Joya de los Sachas)
Actores: comunidad 25 de Diciembre, parroquia Tres de Noviembre
Áreas de influencia: bloque 18 y Campo Unificado Palo Azul Petrobrás.
Demandas: exigencia de pago de indemnizaciones por parte de la comuni-
dad a
Petrobrás, bloque 18.
Acuerdos: intervención de alto rango ministerial

Toma y prohibición de operación a la plataforma del pozo explorato-


rio
Suyana 01
Provincia: Francisco de Orellana
Actores: comunidad El Pindo, parroquia Dayuma
Áreas de influencia: plataforma del pozo exploratorio Suyana 01, Consorcio
Petrosud-Petroriva.
Demandas: el señor Alfonso Antún, presunto propietario de las tierras que
serán utilizadas para la construcción de la plataforma, exige indemnizacio-
nes.
Acuerdos: en trámite

Toma y prohibición de operación en el campo marginal Tigüino


Provincia: Francisco de Orellana
Actores: comunidades Tigüino, Loma del Tigre Cristalino, parroquia Inés
Arango

La maldición de la abundancia 83
Áreas de influencia: marginal Tigüino, Compañía Petrobel Inc.
Demandas: compensación y prestaciones a la comunidad por la fase de de-
sarrollo y producción del campo marginal Tigüino
Acuerdos: se está evaluando el cumplimiento de los acuerdos entre la com-
pañía y las comunidades.

Obstrucción de la vía a Pucuna (parroquia San José de Guayusa)


Provincia: Francisco de Orellana
Actores: Mesa de Empleo de Francisco de Orellana (Salton Erazo y Emma
García)
Áreas de influencia: Petroproducción y Petrobrás
Demandas: que las compañías que operan en el sector Petroproducción y
Petrobrás contraten a personas de la zona
Acuerdos: las dos compañías se inhiben de conocer la responsabilidad

Medida de hecho en contra de Petroprodución y Petroriental


Provincia: Francisco de Orellana
Actores: comunidad Los Leones, Pindo Central, parroquia Dayuma
Áreas de influencia: Petroproducción y Petroriental
Demandas: indemnización por derrame de petróleo principalmente en los
ríos Rumiyacu y Conde, por parte de las compañías Petroproducción y Pe-
troriental
Acuerdos: —

Paralización pozo Hormigonera Sur, aproximadamente 40 personas se


toman las instalaciones
Provincia: Francisco de Orellana (Loreto, Joya de los Sachas)
Actores: 21 comunidades ubicadas en el sector de Pindo
Áreas de influencia: pozo Hormigonera Sur-Petroriental
Demandas: exigen acuerdos entre los moradores y Petroriental.
Acuerdos: se definen convenios entre los moradores y las 21 comunidades
y Petroriental, Subsecretaria de gobierno como testigo de honor

Derrame de petróleo en los predios del señor Washington Abril


Provincia: Francisco de Orellana (Joya de los Sachas)
Actores: comunidad Bella Unión del Napo
Áreas de influencia: pozo Hormigonera Sur-Petroriental
Demandas: exigen compensación por el derrame en la parroquia san Carlos
jurisdicción cantonal de la Joya de los Sachas, Comunidad Bella Unión del

84 Alberto Acosta
Napo. En la finca de propiedad del señor Abril se constata el derrame de
3.000 barriles de petróleo.
Acuerdos: se informa a las subsecretarías de Calidad Ambiental y Protección
Ambiental.

Derrame en la comunidad La Andina


Provincia: Francisco de Orellana
Actores: comunidad La Andina
Áreas de influencia: Petroproducción
Demandas: remediación inmediata y por ende indemnización y compensa-
ción a la comunidad La Andina.
Acuerdos: en trámite en la Subsecretaría de Calidad Ambiental

Incursión de la compañía Perenco en la parroquia Murialdo


Provincia: Francisco de Orellana (Loreto)
Actores: comunidad de Puerto Murialdo y parroquias del cantón
Áreas de influencia: bloque 7/21 cantón Loreto
Demandas: las parroquias que forman parte de la jurisdicción de Loreto a ex-
cepción de Puerto Murialdo se encuentran en discordia por la apropiación de
la operación del bloque 7/21 y solicitan se respete la ordenanza de declara-
toria de cantón ecológico.
Acuerdos: por definir

Paralización y obstrucción de la vía Lago Agrio-Quito en las parroquias


San Sebastián del Coca y San José de Guayusa
Provincia: Francisco de Orellana
Actores: gobiernos parroquiales San José de Guayusa, Tres de Noviembre,
San Sebastián del Coca, Enokanqui, dirigentes de la Asamblea Biprovincial
de Orellana y Sucumbíos
Áreas de influencia: bloque 18, Campo Unificado Palo Azul y Estación Pucu-
na (Petroproducción), bloque 14,17,18 (influencia directa de explotación pe-
trolera) y ciudadanía en general
Demandas:
1) Asfaltado de la vía principal Pucuna-Lumbaqui desde la entrada de la
Troncal Amazónica.
2) Reconstrucción y mantenimiento de los puentes sobre el río Guayu-
sa, Coca y culminación del proyecto de telecomunicaciones de la ca-
becera parroquial del Coca.
3) Construcción de los puentes de las parroquias Tres de Noviembre y

La maldición de la abundancia 85
Enokanqui.
4) Entierro de la tubería visible en la cabecera parroquial del Coca has-
ta la vía Pucuna Lumbaqui.
5) Dar plazo al fideicomiso vial para que inicie el asfaltado en todos los
frentes de trabajo solicitados por la provincia, caso contrario inicia-
rán un paro provincial en respaldo a las parroquias Coca, Guayusa,
Tres de Noviembre, y Dayuma. Exigen que el gobierno incluya en
los contratos petroleros una cláusula donde se obligue a las petro-
leras trasnacionales asfaltar las vías entrono a las áreas que ope-
ran. Que los 14 millones que mantiene el fondo vial sean destinados
para el asfaltado de las vías de la provincia de Orellana. Las comu-
nidades asentadas en el bloque 14-17 y de los campos marginales
Pindo y Palanda, exigen el asfaltado de la vía Pindo y continuación
de los trabajo de asfaltado de la troncal amazónica
Acuerdos: Asamblea Biprovincial de Orellana y Sucumbíos

Asfaltado de la carretera desde el sector de Chiritza hasta la parroquia


Tarapoa
Provincia: Sucumbíos
Actores: comunidad de Tarapoa, alcaldía de Cuyabeno liderada por el alcal-
de Alipio Campoverde, Fuerzas Armadas.
Áreas de influencia: —
Demandas: se registraron en julio del 2007 enfrentamientos entre poblado-
res y militares. Se realizó una medida de hecho contra las compañías Andes
Petroleum, Azul y City Oriente. Hubo intento de toma de la compañía de se-
guridad DSE.
Acuerdos: no se han registrado acuerdos, existen 12 detenidos por órdenes
de la Policía Nacional; lograron despejar las vías.

Desde el 2003 la comunidad se opone al ingreso de gente de la petrole-


ra y el personal militar
Provincia: Pastaza (comunidad de Sarayaku)
Actores: comunidad de Sarayaku liderada por José Machoa Santi, Compa-
ñía CGC, Fuerzas Armadas
Demandas: salida de la petrolera por oposición a posibles daños ambientales
Acuerdos: no hay acuerdos definidos. La comunidad se opone al ingreso de
los militares y la gente de la compañía.

86 Alberto Acosta
Cuadro 13. Población y áreas protegidas en zonas petroleras
Bloque Operadora actual Grupos étnicos Áreas protegidas
1 Canada Grande Manta-huancavilca -
Blanco-mestizos
2 Espol-CGC - -
7 Perenco Kichwa -
Blanco-mestizos
10 Agip Oil (2000) Kichwa -
Shuar
Waorani
11 CNPC Internacional Kichwa Reserva Ecológica
(Amazon) Ltda. Blanco-mestizos Cayambe-Coca
14 Petroriental (2006) Kichwa Parque Nacional Yasuní
Shuar
Waorani
Blanco-mestizos
15 Petroecuador Kichwa Reserva Biológica Limoncocha
Siona Reserva Pañacocha
Secoya Parque Nacional Yasuní
Shuar Reserva Faunística Cuyabeno
Blanco-mestizos
16 Repsol-YPF Waorani Parque Nacional Yasuní
Pueblos libres en
aislamiento voluntario
17 Petroriental (2006) Pueblos libres en Zona intangible
aislamiento voluntario tagaeri-taromenani
18 Ecuador TLC Kichwa -
Blanco-mestizos
21 Perenco Kichwa -
Waorani
23 CGC Kichwa -
24 Burlington Kichwa -
Resources - ARCO
27 City Oriente Kichwa -
Blanco-mestizos
Tarapoa Andes Petroleum Blanco-mestizos -
31 Petrobras Waorani Parque Nacional Yasuní
Pueblos libres en Zona intangible
aislamiento voluntario tagaeri-taromenani
ITT Petroecuador Waorani Parque Nacional Yasuní
Pueblos libres en Zona Intangible
aislamiento voluntario Tagaeri-Taromenani
Bermejo Tecpecuador A’i Cofán Reserva Ecológica
Shuar Cofán Bermejo
Blanco-mestizos
Pindo Petrosud Waorani -
Blanco-mestizos
Primavera Petrosud Blanco-mestizos -
Palanda Petrosud Shuar -

La maldición de la abundancia 87
Bloque Operadora actual Grupos étnicos Áreas protegidas
Yuca Sur Blanco-mestizos
Tigüino Petrobell Waorani -
Mauro ENAP-Sipec Blanco-mestizos -
Dávalos
Cordero
(MDC)
Paraíso, ENAP-Sipec Blanco-mestizos -
Biguno y
Huachito
Fuente: David Chávez; Informe sobre industrias extractivas en el Ecuador, OXFAM, 2007
(mimeo)

En escalas diferentes y bajo otras connotaciones, la proble-


mática social y ambiental derivada de las actividades energéticas se re-
produce en la zona de Esmeraldas, ya sea por el paso del oleoducto tran-
secuatoriano y del oleoducto de crudos pesados, las instalaciones del
puerto petrolero de Balao, la presencia del complejo de refinación y al-
macenamiento de derivados y/o la central termoeléctrica Esmeraldas.
Hasta el presente la sociedad esmeraldeña no ha logrado absorber los
efectos “des-estructurantes” causados primero por la construcción y
luego por la operación de las obras de infraestructura mencionadas. A
esta situación se agrega la emanación constante de gases contaminantes
que no son adecuadamente filtrados, la contaminación del agua y del
suelo por el pobre tratamiento de aguas residuales y el desbordamiento
de piscinas de almacenamiento de material tóxico. Todo esto completa
un sombrío panorama, caracterizado por la desidia de funcionarios y
técnicos de la empresa estatal, la indolencia y corrupción de las autori-
dades locales y la irresponsabilidad del gobierno central.

88 Alberto Acosta
L a actividad minera
en el Ecuador1

Minería desde antes de la Colonia


Si bien la minería es anterior a la actividad hidrocarbu-
rífera en Ecuador, su aporte para la economía ha sido menor. Pa-
ra comprender la diferencia de la incidencia del petróleo y la mi-
nería en la economía, y por ende en la sociedad ecuatoriana, na-
da mejor que comparar la evolución del PIB petrolero con el PIB
minero en los últimos años (ver cuadro 14).
En las cuentas nacionales existen importantes lagunas
sobre todo en cuanto a los recursos naturales. Tanto es así, que
dentro del rubro de minas y canteras no se diferencia la explota-
ción de materiales de construcción que hacen los gobiernos loca-
les, la extracción de sal y la explotación de metales preciosos.
La actividad minera está vinculada a los pueblos y las
nacionalidades indígenas desde antes de la existencia de la repú-
blica. Posteriores emprendimientos mineros, en la época colonial
e incluso republicana, se desarrollaron en donde antes los indíge-
nas extraían minerales. Existen reportes de actividades mineras

1 Para la elaboración del texto y los cuadros de esta sección sobre la actividad
petrolera se contó con el apoyo de la economista Amparito Pilco.

La maldición de la abundancia 89
Cuadro 14. PIB petrolero y minero

PIB petrolero vs. PIB minero


0.25

0.2

0.15

0.1

0.05

0
2007
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2008 (p)
(sd)
PIB Petrolero 0.0789 0.11363 0.10993 0.12066 0.15765 0.2149 0.20888 0.19379 0.17863
PIB Minero 0.037 0.00652 0.00578 0.00512 0.00454 0.00396 0.00397 0.00395 0.00394

Fuente: Anuarios del Banco Central del Ecuador 2007 y 2008. Previsiones

industriales realizadas en el Ecuador desde fines del siglo XIX


(Zaruma) e inicios del siglo XX (Portovelo).
La más destacada compañía extranjera fue la South
American Development Company, subsidiaria de la Vanderbilt.
Esta empresa, conocida simplemente como la Sadco, se dedicaba
a la explotación aurífera en Portovelo, provincia de El Oro. La
Sadco ejecutó la prospección, la exploración, el desarrollo y la
producción de las minas de Portovelo. Operó hasta 1950. En los
años treinta, después de una centenaria explotación, las minas
producían todavía unas 450 toneladas de cuarzo al día, con un
elevado rendimiento metalúrgico.
La minería en el cantón Portovelo, sin embargo, no de-
cayó cuando se retiró la Sadco. A renglón seguido, se creó la
Compañía Industrial Minera Asociada (CIMA) con capitales lo-
cales, que tomó la posta hasta los primeros años de la década de
los setenta. Y en esta región, desde entonces, continúan concen-
tradas todavía gran parte de las actividades mineras artesanales.
Por ello, este cantón es considerado como el primer centro mine-
ro del Ecuador.
Una filial de la Sadco, la Cotopaxi Exploration Com-
pany efectuó la exploración y explotación del yacimiento de Ma-
cuchi entre 1941 y 1950.

90 Alberto Acosta
La actividad industrial desplegada por la compañía
Sadco, en la provincia de El Oro, constituye un hecho relativa-
mente aislado en la historia económica del país. A lo largo del
tiempo, más han sido los discursos sobre la importancia de los
yacimientos minerales, que las acciones para un aprovechamien-
to a mayor escala de dichos recursos. Y, lo que es preocupante, no
hubo respuestas adecuadas para los graves problemas de diversa
índole que provoca la minería existente en el país, sin que aún ha-
ya comenzado la minería metálica a gran escala.
A inicios de la década de los años ochenta en el siglo
XX, se redescubrió la mina de Nambija, también explotada en
épocas de la Colonia. Allí está el yacimiento de oro más grande
de la provincia de Zamora Chinchipe. Esta zona está atravesada
por numerosas galerías y cavernas donde miles de cateadores em-
plean métodos tradicionales de extracción. Las precarias condi-
ciones de trabajo han ocasionado graves accidentes en los que
han muerto muchas personas. Debido a la codicia y a la ausencia
del Estado, en la región se vive un clima de elevada inseguridad
en todo sentido. Además, ésta debe ser una de las zonas más con-
taminadas del Ecuador.
En esta misma época se descubrieron los sectores mine-
ros de Ponce Enríquez y Cerro Pelado-Los Ingleses, entre otros.
Esta actividad minera, que se inició como artesanal e informal, se
ha ido transformando en minería formal de pequeña escala.
En otra región del país, en Toachi, la compañía Outo-
kumpu encabezó un consorcio que operó el yacimiento de La
Plata, desde 1975 hasta 1981. Aquí se produjeron concentrados
de cobre y zinc, con valores de oro y plata. Además, el depósito
de San Bartolomé fue explotado entre 1991 y 1993, produciendo
concentrados de plomo y oro.
La minería no metálica adquirió significativa impor-
tancia en la década de los años setenta, debido al auge de la cons-
trucción que se produce en esos años. Como es fácil compren-
der, este tipo de actividad minera está estrechamente relaciona-
da a la evolución de la economía nacional, a la inversión públi-
ca en grandes obras como carreteras y particularmente a los pro-

La maldición de la abundancia 91
gramas de construcción de vivienda. Sin embargo, su manejo ha
sido caótico.
En síntesis, la minería metálica y no metálica están pre-
sentes en el Ecuador en el ámbito artesanal y de subsistencia, así
como la minería de los materiales de construcción. En lo referente
a la minería metálica, predomina la actividad a pequeña escala –ar-
tesanal y de subsistencia– especialmente en la extracción de oro.

Soplan vientos neoliberales sobre la minería


Desde los años ochenta en el siglo pasado, se inició un
proceso tendiente a atraer y asegurar la inversión privada y ex-
tranjera para el desarrollo de minería industrial a gran escala en
concordancia con la política de apertura económica del Con-
senso de Washington. Así, desde mediados de dicha década, em-
pezaron actividades de exploración en diversas regiones del
país. En esta etapa aumentaron los estudios acerca de la mine-
ría. Estos estudios apuntaron en dos direcciones; de una parte,
sirvieron para apuntalar una modificación del marco legal en
extremo favorable a la empresa privada; y de otra, aunque en
menor medida, buscaban transformar la minería informal que
predominaba en el país.
Los gobiernos neoliberales promovieron varias modifi-
caciones en las leyes y procuraron crear condiciones “atractivas”
para la inversión extranjera destinada a la minería industrial. La
cooperación de organismos como el Banco Mundial y gobiernos
extranjeros, a través del Proyecto para el Desarrollo Minero y
Control Ambiental (Prodeminca), permitió iniciar un proceso de
generación de información específica, que después sería utilizada
por las empresas privadas. Esta información despertó el interés
por la minería dentro y fuera del país. Fue, sin lugar a dudas, el
punto de partida de diversas iniciativas empresariales, así como
de varias acciones especulativas. Esta acción del Banco Mundial
incluyó la prospección dentro de varios parques nacionales y re-
servas ecológicas, además de bosques privados, en su mayoría en
las estribaciones de la cordillera occidental. En este contexto se

92 Alberto Acosta
dieron continuados ataques en contra de diversas comunidades a
las que se quiere imponer la minería.
Tal como demostró la Comisión para la Auditoría Inte-
gral del Crédito Público (2008), en la preparación y ejecución de
los proyectos Prodeminca hubo intereses vinculados entre perso-
nas provenientes o dueñas de empresas mineras privadas, que
luego se convertirían en altos funcionarios del gobierno, o vice-
versa. Varios nombres aparecen en un momento como represen-
tantes de los intereses privados y en otro momento en cargos pú-
blicos de ministros y subsecretarios del ramo o como consultores
del proyecto. Lo mismo que ha acontecido con frecuencia en el
sector petrolero2. Entre otros, Pablo Terán Ribadeneira, presiden-
te de la Cámara de Minería, más adelante ministro de Energía
(Terán fue el responsable de introducir reformas a la Ley de Mi-
nería en 1999, a través de la Ley Trole II); César Aníbal Espinosa,
asesor de la Cámara de Minería, consultor de Prodeminca, asesor
del subsecretario de Minas, presidente de la Cámara de Minería
del Ecuador; Jorge Paz Durini, ex presidente de la Cámara de Mi-
nería, luego subsecretario de Minas, representante de la compa-
ñía Gaby Panama Corporation; Santiago Cordovéz Noboa, direc-
tor de la Cámara de Minería, después subsecretario de Minas; Ar-
noldo Alencastro, presidente de la Cámara de Minería de Guaya-
quil, subsecretario de Minas; Carlos Muirragui, subsecretario de
Minas, representante de la compañía Dynasty.
El Banco Mundial, gran propulsor del Consenso de Was-
hington, trabajaba activamente para abrir los países de la región
a la inversión minera. Entre los años 1993 y 2001 financiaron 27
grandes proyectos mineros por cerca de 790 millones de dólares.
A más de estos créditos y otros de asistencia técnica, el aporte
sustancial del Banco Mundial en Ecuador y en decenas de países
en el mundo, con proyectos similares al Prodeminca, fue intro-

2 Para muestra dos nombres de conocidos expertos petroleros, públicos defen-


sores de los intereses de las empresas transnacionales, que ocuparon pues-
tos destacados en el manejo petrolero: René Ortiz Durán y Fernando Santos
Alvite, ambos fueron ministro de Energía y Minas.

La maldición de la abundancia 93
ducir reformas en los marcos legales e institucionales del sector
público, en general, y minero, en particular3.
César Aníbal Espinosa, presidente de la Cámara de Mi-
nería, reconoció expresamente el aporte del Banco Mundial
cuando fue subsecretario de Minas en el año 2000, en comunica-
ción del 26 de abril enviada al vicepresidente para América Lati-
na y el Caribe de esta institución:
“La oportunidad del continente de ofrecer su potencial minero en
términos competitivos es histórica. Ello nos permite concluir que
vuestra oportuna y necesaria intervención como articuladores de
los acuerdos internacionales aún pendientes, una vez más, será
fructífera. Los lineamientos político-financieros y antecedentes
generados en la región por esta institución, así lo corroboran”.
No hay duda que el Banco Mundial fue actor impor-
tante en el proceso de neoliberalización de la economía ecuato-
riana. Lo hizo incluso violando sus propias políticas y directri-
ces operacionales, así como los principios de su convenio cons-
titutivo. A más de su intervención en el ámbito minero, se pue-
de mencionar su accionar en el intento por privatizar el agua
potable, la educación y la salud. También impulsó una apertu-
ra comercial a ultranza, que devino en el “boboaperturismo”,
causante directo de una serie de problemas fundamentales en la
economía nacional.
Tampoco faltó la presencia del Banco Mundial en el
sector ambiental. Con el auspicio del Proyecto de Asistencia
Técnica para la Gestión Ambiental (Patra) y los lineamientos del
Banco Mundial se promulgó la Ley de Gestión Ambiental en
1999 que estableció un deficiente sistema descentralizado de
gestión ambiental. Como reconoce la Comisión para la Audito-
ría Integral del Crédito Público, en el año de 2008:

3 Uno de los componentes más importantes de Prodeminca fue el de analizar


minerales de interés para la industria minera dentro de 3,6 millones de hectá-
reas del occidente ecuatoriano, incluyendo siete áreas protegidas nacionales.
Dicho estudio no incluyó ni un solo elemento no-mineral (es decir nada sobre
el contenido orgánico, biodiversidad, especies en peligro de extinción, etc).

94 Alberto Acosta
“no establece con claridad las competencias en materia de con-
trol y regulación ambiental que le corresponde a cada entidad o
sector. Se transfieren estas competencias a ministerios, gobier-
nos seccionales y sector privado (Sistema Descentralizado de
Gestión Ambiental), creando graves conflictos de interés y sin
que se hayan garantizado estructuras institucionales sólidas que
puedan responder eficientemente con estas competencias. Se de-
jó graves vacíos en temas sensibles, como el de las áreas natura-
les protegidas y zonas ecológicamente frágiles.”
En este punto, simplemente para dejar sentada la res-
ponsabilidad de los organismos multilaterales de crédito, cabe se-
ñalar que fueron actores destacados en el proceso de ajuste es-
tructural del Ecuador y al menos cómplices de los intereses de los
acreedores privados de la deuda externa ecuatoriana. El FMI, el
Banco Mundial y el BID, como demostró la mencionada comi-
sión, promovieron endeudamiento pernicioso. Luego se asocia-
ron con los acreedores privados y los negociadores de los gobier-
nos neoliberales para salvar deudas ilegítimas mediante inescru-
pulosa distorsión del destino de los créditos. Por otra parte, pro-
mover este tipo de actividades extractivas de gran escala resulta
un contrasentido para organismos que deberían velar por el in-
terés de los países menos desarrollados y no por el de las grandes
empresas transnacionales.
Todo lo descrito en el párrafo anterior condujo a debi-
litar la capacidad de desarrollo del Estado, uno de los objetivos
neoliberales fundamentales. Como nos enseña la historia, un Es-
tado mínimo conduce a un menor gasto social, a la desintegra-
ción nacional, a la pérdida de capacidad de respuesta endógena
para intervenir en el contexto internacional y a un creciente Es-
tado policial. En suma, los mencionados organismos multilatera-
les de crédito son responsables de la inestabilidad política y de los
continuos enfrentamientos de gobiernos con sectores sociales.
Por todo eso, de acuerdo con la comisión de auditoría,
existen pruebas suficientes para repudiar e iniciar el proceso de
anulación de estos créditos multilaterales, no solamente de todos
los Bonos Global. Una conclusión que puede hacerse extensiva a
muchos créditos bilaterales.

La maldición de la abundancia 95
Recién en el año 2000 empiezan a consolidarse las ma-
yores pretensiones de las empresas mineras. Se reforma la Ley 126
y se instituye el título único para todas las actividades mineras. Se
permitió la divisibilidad del título minero; igualmente se estable-
ce la falta de pago de patentes como única causal de caducidad pa-
ra dar por terminada una concesión, sin que existan otros crite-
rios, como podían haber sido los sociales y ambientales. Se intro-
duce el concepto de minería en pequeña escala, en sustitución de
la minería artesanal; además, se establece la libre explotación de
materiales de construcción. En materia de regalías, éstas fueron
eliminadas4. Se estableció el pago de un dólar por hectárea al año
como derechos superficiarios al inicio, para llegar apenas a 16 dó-
lares por hectárea al año en la fase de explotación.
Se estableció también el concepto de minería en peque-
ña escala, en sustitución de la minería artesanal o la que en reali-
dad es pequeña minería. Según esta norma, minería en pequeña
escala constituye aquella concesión de hasta 150 hectáreas mine-
ras, extracción minera de 100 toneladas al día e inversión de has-
ta un millón de dólares. Lo que se pretende, con esta definición,
es encubrir a un número significativo de inversiones mayores que
nada tienen que ver con la verdadera minería pequeña, artesanal
o de subsistencia.
En esta época se produjo una “hemorragia” de conce-
siones mineras5. También se permitió una perniciosa acumula-
ción de concesiones en muy pocas manos; este es uno de los fac-
tores que explica la enorme especulación en la compra-venta de
títulos mineros. La especulación de títulos mineros permitió que

4 Esta política de “facilitar las cosas” para atraer empresas mineras internacio-
nales no es única. Cuando Zambia, uno de los países mineros más grandes
de África, estaba atrapado por la crisis económica, los organismos multilate-
rales de crédito presionaron para que baje las regalías del 3% al 0,6%.
5 Quien escribe estas líneas reconoce que durante su gestión como ministro de
Energía y Minas, de enero a junio del 2007, por más esfuerzos que realizó, no
logró parar esta hemorragia. No por falta de voluntad, sino por la carencia de un
equipo jurídico conocedor de la materia y dispuesto a poner orden en el sector
minero. Eso lo lograría parcialmente el sucesor, Galo Chiriboga Zambrano.

96 Alberto Acosta
algunos grupos obtengan cuantiosas ganancias. Los concesiona-
rios, mientras tanto, no tenían que presentar planes de explora-
ción, ni explotación. Los estudios de impacto ambiental, si los
había, eran menos que mediocres y se los hacía simplemente pa-
ra cumplir con el trámite burocrático. La consulta previa fue una
verdadera tomadura de pelo a las comunidades; no sólo eso, mu-
chas empresas mineras dividieron a las comunidades y en varios
casos agredieron a quienes pretendían oponérseles.
Con estas reformas se buscaba atraer una mayor in-
versión privada para proyectos de envergadura. El Estado, al ser
muy bajas las mencionadas patentes, podía esperar algún ingre-
so del pago de impuestos en la etapa de explotación. Una expec-
tativa que no siempre se cumple, puesto que las empresas mi-
neras son expertas, con una serie de prácticas fraudulentas, en
esconder sus ingresos verdaderos para minimizar el pago de tri-
buto. Esto lo ha demostrado para el caso chileno Orlando Ca-
puto, experto en temas mineros, quien fuera representante del
ex presidente Salvador Allende en el Comité Ejecutivo y Geren-
te General de Codelco (Corporación del Cobre).
Con la Ley Orgánica de la Concesión Plena en Chile se
desnacionalizó el cobre. Codelco que producía y exportaba el
100% de la gran minería del cobre, ahora controla sólo el 28%.
El 72% es controlado por las grandes empresas mineras transna-
cionales. Hay que anotar que en Chile, si bien no se privatizó la
empresa estatal Codelco, sí se dio una privatización encubierta
de la gran minería, lo que ha llevado a enormes pérdidas para el
Estado chileno6, sobre todo en la época de los altos precios del
cobre. La dependencia de cobre de este país, por lo demás, ha au-

6 Francisco Herreros, “Un crimen de sesenta mil millones de dólares”, Rebelión


www.rebelion.org, 2009 presenta cifras de pérdidas que van desde los 15 mil
millones (entre 1990 y 2000) hasta los 60 mil millones de dólares (en los últi-
mos años de elevados precios del cobre). Además, de acuerdo a datos de la
balanza de pagos del 2007, este país andino dependía en un 66,2% de las ex-
portaciones mineras, mientras que el rubro agropecuario, silvícola y pesquero
significaba el 4,85% de las exportaciones totales, con un 28,5% de productos
industriales, en su mayoría materias primas con un escaso valor agregado, al-
tamente contaminantes y poco intensivas en trabajo.

La maldición de la abundancia 97
mentado en términos absolutos y relativos, ratificando su condi-
ción de economía primario-exportadora.
En Ecuador, como complemento de esta apertura hacia
la minería a gran escala o industrial, se ampliaron las áreas de in-
fluencia minera. El área destinada para desarrollar la explotación
minera abarcó un 20% del territorio ecuatoriano, es decir
5’629.751 hectáreas de suelos para concesiones mineras. Esta área
incluía zonas protegidas, regiones de bosques protectores, terri-
torios indígenas, zonas de vestigios arqueológicos, tierras agríco-
las… En algunos casos todas estas características están reunidas
en una concesión minera.
En síntesis, se promovió el ingreso de empresas ex-
tranjeras interesadas en el desarrollo de nuevos proyectos o en la
ampliación de proyectos existentes, sin desarrollar una agenda
social y ambiental congruente con los impactos de estos proyec-
tos sobre los ecosistemas y sobre las relaciones sociales de las po-
blaciones locales. La presencia de dichas empresas fue presenta-
da, con el mismo cuento de siempre, como una condición casi
sine qua non para conseguir el desarrollo nacional. Sin inversión
extranjera no hay futuro, repiten hasta el cansancio los neolibe-
rales. Entonces, ¿para qué preocuparse de normativas ambienta-
les y sociales?… Tanto el debate social, cuanto el debate tecnoló-
gico, no se diga el ambiental, fueron dejados de lado en busca de
un rápido crecimiento del PIB y un incremento de la renta, a tra-
vés del impulso esperado por la inversión extranjera.
Antes de concluir este punto, es preciso mencionar que
el origen de la inversión en este sector se concentra en empresas
canadienses. La presencia activa de estas empresas, apoyadas
abiertamente por su embajada (Canadá es el país con la mayor
proporción de dinero público para alentar internacionalmente la
minería) ha sido uno de los rasgos característicos de las activida-
des para impulsar la minería, en los últimos años. Vale anotar,
también, que estas empresas han sido cuestionadas por las estra-
tegias que utilizan para viabilizar sus inversiones en regiones co-
mo América Latina y por el uso que hacen de dineros públicos
que reciben para esto.

98 Alberto Acosta
Canadá es presentado, con frecuencia, como un ejem-
plo de la minería responsable. Un logro explicable por el uso de
tecnología de punta, dice el discurso oficial. La realidad, una vez
más, se distancia de la propaganda. Aunque se use tecnología
avanzada, como demostró M. Winfield (2002), la minería cana-
diense produce graves impactos ambientales. La remoción de ro-
cas y tierras, incluso con vegetación, alcanza volúmenes elevados.
Por ejemplo, para producir una tonelada de cobre se requieren
aproximadamente 200 toneladas de materiales. Así, se estima que
esta actividad extractivista genera un millón de toneladas de de-
sechos rocosos y 950.000 toneladas de otros desechos diarios, con
un total de 650 millones de toneladas totales al año. Es decir, la
minería genera veinte veces más basura que todos los habitantes,
industrias, comercios e instituciones canadienses. Estas presiones
ambientales van en aumento en la medida en que se extinguen
los filones de alta concentración metálica, obligando a desarrollar
las actividades en filones de menor concentración, en los que se
producen mayores cantidades de desechos.
Esta situación explicaría también los esfuerzos que
realiza el Canadá para que sus empresas se afinquen en otros
países, no sólo ricos en minerales, sino también pobres en insti-
tucionalidades… En general, esto conduce, además, a la explota-
ción petrolera y minera en zonas cada vez menos apropiadas por
su fragilidad ambiental y social.
Como sucede con este tipo de actividades, en Canadá el
uso del agua es intensivo y los problemas que provocan los pro-
cesos de lixiviación y desagües de sustancias venenosas de diver-
so tipo son nocivos para los sistemas acuáticos.
Los problemas sociales no faltan en este país. Los gru-
pos humanos más afectados son los indígenas, que han sufrido
un permanente desplazamiento. Estas actividades mineras,
acompañadas de grandes obras de infraestructura provocan con-
taminación de diversa naturaleza en agua, suelos y aire, agudizan
la deforestación y marcan profundamente el paisaje.
Se estima que en Canadá hay más de 10.000 minas aban-
donadas, con altos riesgos de contaminación permanente. Los cos-

La maldición de la abundancia 99
tos para remediar todos estos puntos de contaminación tienen es-
timaciones que van desde el billón a los seis billones de dólares. En
los Estados Unidos se calcula que el costo de remediación de mi-
nas abandonadas podría bordear los 60 billones de dólares7.
En muchos casos no hay normas para exigir la rehabili-
tación de estas minas. Los problemas de control y regulación deri-
vados de las fallas en la institucionalidad son múltiples. En defini-
tiva, es falso que las empresas mineras canadienses operen bajo un
marco legal que promueve su responsabilidad social y ambiental.
Las empresas mineras canadienses que trabajan en Ecua-
dor, las que, por su tamaño, no superan el rango de junior, al pare-
cer son las encargadas de realizar el trabajo “sucio” para luego ven-
der sus concesiones a otras empresas mayores, las senior.
En la actualidad las empresas grandes interesadas en di-
chas concesiones son particularmente de origen chino. Este es un
asunto de mucho cuidado, considerando que las empresas de ese
país no se destacan por ser respetuosas con el ambiente y con la
gente misma. En ese país, que se encontraría en una fase de acu-
mulación originaria global, tampoco existe una sociedad civil or-
ganizada capaz de ayudar a controlar los desmanes ambientales y
sociales que puedan hacer sus empresas.
Desde otra perspectiva, parecería que la presión de una
sociedad civil más activa y consciente de los problemas ambien-
tales en los países desarrollados está obligando a sus empresas
mineras a buscar otras latitudes. Sobre todo países con una po-
bre institucionalidad y con gobiernos ansiosos por conseguir re-
cursos financieros a como de lugar.
Para concluir este punto, es bueno recordar que, a
cuenta de atraer inversiones a la minería, se dio paso a una masi-

7 Uno de los casos más sonados en dicho país es la mina de oro Summitville
(Colorado). Esta mina abarca tan sólo 647 hectáreas, pero la remediación cos-
taría aproximadamente 340 mil dólares por hectárea. Tan alto fue el monto pa-
ra la remediación, que la empresa de Robert Friedland se declaró en banca-
rrota poco después de los primeros informes sobre contaminación. La empre-
sa apenas habría pagado 130 mil dólares, el Estado tendrá que asumir el res-
to: 225 millones de dólares.

100 Alberto Acosta


va desinstitucionalización y pérdida de control estatal sobre el
sector minero. En este empeño intervino activamente el Banco
Mundial, con su proyecto Prodeminca.

Del Mandato Minero a la nueva Ley de Minería


Para tratar de poner algo de orden en esta caótica situa-
ción, la Asamblea Constituyente de plenos poderes expidió el
Mandato Minero, el 18 de abril del 2008, después de un comple-
jo proceso de deliberaciones y discusiones, sobre todo en el inte-
rior de la bancada oficilista y del gobierno del presidente Correa.
Los puntos centrales del mandato fueron:
- cesación de concesiones que no cumplan con las obliga-
ciones establecidas en la ley en materia de inversiones y
pago de patentes (Art. 1 y 2)
- no afectación del agua (Art. 3)
- restricción de la minería en áreas protegidas y en zonas de
amortiguamiento (Art. 3)
- prohibición de los monopolios y sus prácticas (Art. 4)
- extinción de las concesiones a los ex-funcionarios del Mi-
nisterio de Energía y Minas (Art. 5)
Anotemos también, que las minas en producción fue-
ron excluidas del mandato para no crear incertidumbre ni de-
sempleo. Por la misma razón, tampoco se incluyó la minería de
pequeña escala y artesanal; pero esto no significó que se descono-
ciera los graves problemas existentes en este ámbito.
Lo que se buscaba con el mandato era corregir las prin-
cipales dificultades y aberraciones que caracterizaban el poten-
cial manejo de las reservas minerales más grandes. Cuando se
aprobó el Mandato Minero, apenas un 7% de las concesiones es-
taban en fase exploración y explotación, el resto prácticamente
era para la especulación. Con este mandato se deseaba normar la
actividad minera industrial en el Ecuador, abriendo la puerta a
un amplio debate nacional.

La maldición de la abundancia 101


Como complemento del mandato, la Asamblea Consti-
tuyente otorgó la amnistía para las personas criminalizadas por
las empresas mineras, así como también para quienes fueron víc-
timas de la represión en Dayuma8 (en el ámbito petrolero) inclu-
so en contra de la voluntad del propio presidente de la república.
El Mandato Minero también estableció la creación de
una empresa minera del Estado como pieza central para regula-
rizar e intervenir en aquella actividad minera que se decida co-
lectivamente mantener. Con una empresa de ese tipo se pueden
establecer las condiciones para que el Estado invierta en tecnolo-
gía, determine otras reglas para organizar el sector sin depender
de empresas extranjeras, contribuya con tecnología y financia-
miento a los pequeños mineros artesanales y sobre todo mejore
las condiciones sociales y ambientales. Igualmente es de esperar
que esta empresa contribuya a reorganizar íntegramente el sector
de la minería de los áridos o materiales de construcción.
Este mandato, que constituía un punto de partida para la
definición del nuevo marco institucional minero, no se cumplió a
cabalidad por parte del gobierno. Varios puntos quedaron pen-
dientes. La Comisión de Legislación y Fiscalización, compuesta
por asambleístas de la Asamblea Constituyente de Montecristi que
aprobaron el mandato, no tuvo la capacidad para fiscalizar su
cumplimiento; paso que debió darse previamente a la discusión de
la nueva Ley de Minería.
Entre los principales incumplimientos del mandato
podemos anotar los siguientes:
- no se revirtieron todas las concesiones al Estado, tal como
ordenaba el mandato.
- no se dio paso a la extinción –sin compensación económi-
ca alguna– de las concesiones mineras que en número ma-
yor a tres habían sido otorgadas a una sola persona natu-
ral o jurídica y sus empresas vinculadas; se mantiene el

8 Sobre el tema se puede consultar el estudio de Milagros Aguirre, Dayuma-


¡Nunca más!, CICAME, Quito, 2008.

102 Alberto Acosta


acaparamiento y el monopolio, base de la especulación
minera9.
- no se han extinguido todas las concesiones que mantienen
ex funcionarios de los ministerios de Recursos Naturales,
Energía y Minas, y Minas y Petróleos.
Como resultado de un proceso apresurado, con una se-
rie de amenazas formuladas por parte del ejecutivo, sin un verda-
dero debate nacional, es decir sin una real participación ciudada-
na; el 12 de enero del 2009 se aprobó la nueva Ley de Minería. La
oposición de las comunidades locales afectadas por la actividad
minera, del movimiento indígena, del movimiento ambiental y
de otros sectores no logró abrir la puerta al diálogo nacional. El
gobierno del presidente Correa, apurando el paso, reprimiendo a
los opositores y cerrando los espacios democráticos, impuso la
nueva ley.
El presidente Correa, una y otra vez, arremetió en con-
tra de los críticos de la minería:
“Siempre dijimos que el mayor peligro para nuestro proyecto
político, una vez derrotada sucesivamente en las urnas la derecha
política, era el izquierdismo, ecologismo e indigenismo infantil.
¡Qué lástima que no nos equivocamos en aquello!
Ahora resulta que el buen vivir es cerrar las minas y el petróleo,
¡y seguramente volver a una sociedad de recolectores!
Ahora resulta que para vivir en armonía con la naturaleza hay
que considerar al ser humano poco menos que un estorbo, que
hay que eliminar para que vivan mejor los animales y las plantas.
Jamás hemos sido antropocéntricos en nuestra visión de desa-
rrollo, por ello apoyamos entusiastamente los derechos de la na-
turaleza en la nueva Constitución, pero de ahí a llegar al absur-
do de los fundamentalismos ecologistas que el país está sufrien-
do, hay una gran distancia. (...)

9 Esto puede ser comprobado en la página web del Ministerio de Minas y Pe-
tróleos www.mineriaecuador.com

La maldición de la abundancia 103


Invoquemos nosotros también, la gran mayoría del pueblo ecua-
toriano, el derecho a resistir. Sí, a resistir a que pequeños grupos,
absolutamente minoritarios, nos impongan sus particulares vi-
siones e intereses, robándonos hasta la verdad, cuando lo que
siembran es muerte, al querer mantenernos como mendigos vi-
viendo sobre incalculables riquezas. Por ello, en estos momentos,
procedo a enviar la nueva ley de minería del país (...).”10 (Infor-
me a la nación, Quito 19 de enero de 2000, Plaza de la Indepen-
dencia, www.presidencia.gov.ec/pdf/discurso-plaza.pdf)
Si bien la nueva ley supera muchas de las aberraciones
del marco jurídico anterior, ésta no se ciñe completamente a los
principios de la nueva Constitución, ni se inspira en los princi-
pios fundamentales del Mandato Minero. Con esta nueva ley, a la
postre, se podría consolidar un modelo primario-exportador, cu-
yas patologías las estamos desnudando en estas líneas11.

10 Es curioso constatar que este tipo de reacciones se repiten en otros países,


cuando los gobernantes se molestan por la oposición contra proyectos en-
marcados en la lógica del modelo extractivista. En Perú, el presidente Alan
García quien promueve una “revolución capitalista”, en una columna titulada
“El perro del hortelano”, “muestra una faz autoritaria al acusar indiscriminada-
mente a los críticos del gobierno de ‘arcaicos’, ‘comunistas’, ‘falsos ambien-
talistas’, entre los más suaves epítetos, a la par que aprovecha para atacar a
los organismos defensores de los derechos humanos y criminalizar las protes-
tas sociales”. Julio Cotler “La paradoja peruana: crecimiento económico y de-
saprobación política”, revista Diplomacia, estrategia, política No. 9, Fundación
Alexandre de Gusmao, Brasilia, 2009.
11 No sólo que no se cumplió a cabalidad el mandato constituyente, sino que in-
cluso la misma ley no ha sido acatada en su totalidad. En lo que tiene que ver
con el pago de patentes de conservación se emitió un Acuerdo Ministerial, que
indicaba que el pago podía hacerse hasta marzo del 2009, cubriendo el mis-
mo valor establecido en la ley anterior (la nueva ley estableció que el pago se-
ría de 5,45 dólares por hectárea, mientras anteriormente se pagaba dos), y que
luego de aprobarse el reglamento, se realizaría un reajuste de pagos. Con es-
te Acuerdo Ministerial se favoreció a los tenedores de grandes superficies de
terreno en concesión. Adicionalmente, sin que se haya emitido el nuevo regla-
mento y sin que se hayan firmado los nuevos contratos de explotación como
manda la nueva ley, se autorizó a las empresas mineras más grandes, que son
las que acaparan el mayor número de concesiones, a reiniciar sus actividades.
Tampoco se ha respetado el plazo para que el poder legislativo conozca el
proyecto de Ley de Fomento, Participación, Capacitación a la Pequeña Mine-
ría y Minería Artesanal.

104 Alberto Acosta


Orlando Caputo, el experto chileno mencionado ante-
riormente se preocupaba al estudiar la ley ecuatoriana antes de
su aprobación porque, citando al jurista Julián Alcayaga:
“En cuanto al fondo del proyecto, y al compararla con la Ley Mi-
nera Chilena, que es la que heredamos de Pinochet y su minis-
tro de Minería José Piñera, nos parece que este proyecto tuviera
los mismos mentores ocultos que la Ley Minera de Pinochet, es
decir las transnacionales mineras, y es esta la impresión que que-
da visto lo permisivo que es este proyecto con la actividad mine-
ra y la facilidad con la cual se entrega a la inversión extranjera”.
Caputo, el 19 de diciembre de 2008, concluyó sus re-
flexiones:
“Preocupa que en Ecuador, un cambio tan trascendente para el
futuro del país, esté siendo discutido en un período tan breve de
tiempo. Adicionalmente cuando estamos al inicio de una pro-
longada crisis mundial con una disminución no vista anterior-
mente por la rapidez con que se ha dado, la caída de los precios
del petróleo, del cobre, alimentos y otros recursos. Parecería que
este proyecto fue elaborado en condiciones completamente dife-
rentes a la situación actual nacional y mundial, cuando los pre-
cios estaban elevados y con una demanda creciente, es decir cua-
litativamente diferente a la situación actual.”
En síntesis, más allá de los graves problemas ambienta-
les y sociales que se derivan de esta nueva ley y del manejo dis-
crecional del gobierno, no hay una propuesta minera que aliente
el trabajo sustentable de los mineros más pequeños, ni las inver-
siones de empresas ecuatorianas. Tampoco se han sentado las ba-
ses para el establecimiento de la Empresa Estatal de Minería, que
pudo tener como patrimonio de partida todas las concesiones
que debían revertir al Estado, tal como lo dispuso el Mandato de
Montecristi12.

12 No se ha creado aún la Empresa Nacional de Minería y ya se firmó un con-


venio con Codelco, para que asesore al futuro ente estatal ecuatoriano. Es
preciso anotar que esta empresa estatal chilena ha suscrito un convenio es-
tratégico con la empresa china Minmetals para realizar actividades mineras en
Brasil, Colombia y Ecuador.

La maldición de la abundancia 105


Inconstitucionalidad de la ley minera
Mario Melo13

La ley minera violenta el marco constitucional: no busca el buen vi-


vir al promover la minería a cielo abierto y a gran escala que rompe el equili-
brio entre comunidades y entorno natural; atenta contra los derechos de la na-
turaleza al poner en peligro los ciclos naturales regenerativos de ecosistemas
frágiles y del agua; desvirtúa el carácter plurinacional del Estado ecuatoriano
pues ignora y denigra la oposición fundamentada de las nacionalidades indí-
genas a que sus territorios sean afectados irreversiblemente por la minería.
La Constitución dice que el Estado podrá delegar “excepcional-
mente” a la iniciativa privada las actividades en sectores estratégicos como
la minería, “en los casos que establezca la ley”. Esta ley no define en qué ca-
sos se podrá realizar esa delegación, dejando abierta a interpretación arbi-
traria la “excepcionalidad” de cada concesión.
Es discriminatorio que los trabajadores mineros solo reciban el
3% de las utilidades, cuando el régimen general de participación de los tra-
bajadores es del 15%. El 12% restante va en beneficio del Estado. Lo que
se quiere es que con ese rubro, más los impuestos que paga la minera y las
exiguas regalías establecidas por la ley (3%) aparezca que lo obtenido por
el Estado no sea inferior a lo de la empresa que explota los recursos como
lo exige la Constitución (Art. 408).
La Constitución reconoce dos formas de consulta previa: la que
se realiza a las comunidades afectadas por decisiones de riesgo ambiental,
en cuyo caso la oposición mayoritaria de los consultados se resuelve con la
decisión de la autoridad administrativa superior (art. 398) y en el art. 57 se
reconoce a las comunidades, comunas, pueblos y nacionalidades indígenas
el derecho a la consulta previa “de conformidad con la Constitución, los pac-
tos, convenios, declaraciones y demás instrumentos internacionales de de-
rechos humanos”. Conforme a la Declaración de la ONU sobre Derechos de
los Pueblos Indígenas, es necesario el consentimiento de los consultados
para que se realice la actividad. El art. 90 de la ley confunde ambos tipos de
consulta y dice, inconstitucionalmente, que la consulta a los pueblos y nacio-

13 Este texto de Mario Melo apareció en la publicación del Grupo Spurrier; Aná-
lisis Semanal No. 6, “Minería: ¿Victoria pírrica?” del 12 de febrero del 2009. Su
autor es doctor en jurisprudencia, máster en derecho ambiental, profesor de
la Universidad Simón Bolívar y de la Pontificia Universidad Católica del Ecua-
dor, en Quito y asesor de la Fundación Pachamama.

106 Alberto Acosta


nalidades se realizará “de conformidad con el Artículo 398 de la Constitución”
pretendiendo pasar por alto su derecho al consentimiento que tienen recono-
cido internacionalmente.
La ley establece que desde que se constituye una concesión, los
predios superficiales quedan sujetos a SERVIDUMBRES para ser ocupados
en TODA LA EXTENSIÓN REQUERIDA por instalaciones y construcciones
propias de la actividad minera; tránsito, acueducto, líneas férreas, aeródro-
mos y todo otro sistema de transporte y comunicación, etc. Los titulares de
las concesiones mineras “PUEDEN convenir” con los dueños del predio res-
pecto a las servidumbres (art. 101). No confundir la palabra “puede” que sig-
nifica opción o posibilidad con la palabra “debe” que significaría obligación o
mandato. El propietario del predio no tiene la opción de negarse u oponerse
a la servidumbre.
La disposición final segunda de la ley dice que sus disposiciones
“prevalecerán sobre otras leyes y sólo podrá ser modificada o derogada por
disposición expresa de otra ley destinada específicamente a tales fines”. Es
absurdo pretender que una ley tenga “privilegios” respecto a las otras leyes
de igual categoría jurídica. De acuerdo a la Constitución (art. 133) en el Ecua-
dor hay leyes orgánicas y ordinarias. Según la materia de que trata, la Ley de
Minería es una ley ordinaria y como tal no podría modificar ni prevalecer so-
bre leyes orgánicas. Tampoco podría hacerlo respecto a otras leyes ordina-
rias, sino de acuerdo a los principios generales del derecho, es decir en cuan-
to sea especial respecto al asunto de que se trate. En cuanto a la reforma, no
hay fundamento jurídico para que esta ley tenga un régimen sui generis y no
se reforme como todas las leyes, expresamente, por una ley que explícita-
mente reforme sus contenidos, o tácitamente, si una nueva ley de igual o su-
perior categoría jurídica incluye preceptos distintos a los previstos en ella.
Como consecuencia de estas reflexiones constitucionales, un
primer punto de conflicto surgirá en este campo. Y la demanda de inconsti-
tucionalidad abrirá la puerta a nuevas reclamaciones sociales. Con estos an-
tecedentes es fácil anticipar la creciente resistencia social en diversas regio-
nes del país, lo que devendrá en nuevos y dolorosos enfrentamientos.

La realidad de la minería en Ecuador


El desarrollo actual de la minería en Ecuador, a pesar de
sus limitaciones, incluye prácticamente todas las fases de la acti-
vidad: prospección, exploración, explotación, beneficio, fundi-

La maldición de la abundancia 107


ción, refinación y comercialización de minerales metálicos y no-
metálicos. Como hemos anotado oportunamente, la minería me-
tálica tiene una incidencia marginal en la economía nacional,
mientras que la minería no-metálica es la abastecedora de la
construcción civil y tiene un amplio impacto en todo el país.
A nivel nacional, a junio de 2008, luego del parcial
cumplimiento del Mandato Minero, el número de concesiones
otorgadas (inscritas y en trámite) fue de 3.995, lo que abarca una
superficie de 3,1 millones de hectáreas y representa el 12.20% del
total de la superficie del país.
La distribución geográfica de las concesiones mineras
se aprecia en el cuadro 15. El grueso de las concesiones corres-
ponde en términos de superficie (90,6%) a la minería metálica,
que representa el 45,6% del total de concesiones.

Cuadro 15. Distribución de concesiones mineras


por Direcciones Regionales del Ministerio de Minas y Petróleos

Fase: concesión minera


Regional del área Inscritas Manifiesto Trámite
Azuay
Azuay 360 118 7
Cañar 79 16 1
Morona 141 17 2
Chimborazo
Bolívar 25 7
Chimborazo 56 31 0
Pastaza 36 13 1
Tungurahua 39 34 0
Dinami
Direccion Nacional de Minería 5 0 74
El Oro
El Oro 455 78 36
Guayas
Guayas 258 100
Manabí 40 15 2
Los Ríos 22 5
Galápagos 3 0

108 Alberto Acosta


Regional del área Inscritas Manifiesto Trámite
Loja
Loja 492 71 157
Pichincha
Pichincha 114 77 1
Carchi 11 2
Imbabura 44 19
Cotopaxi 65 20 2
Esmerladas 34 11
Napo 35 15 32
Sucumbíos 52 17 3
Orellana 23 5 1
Zamora
Zamora 384 85 124
Fuente: Subsecretaría de Minas

Apenas el 16,6% del total de concesiones cuenta con


manifiestos de producción, es decir que legalmente se encuentra
produciendo; de éstas, 41,78% corresponden a minerales metáli-
cos, 11,84% a no metálicos, 3,50 % a metálicos y no metálicos, y
42,88 % a materiales de construcción.
La distribución geográfica de las concesiones existentes
debe ser complementada con la información de las principales
zonas en donde se encuentran los mayores proyectos mineros:
Proyecto Río Blanco (IMC); Proyecto Quimsacocha (Iamgold),
Proyecto Cóndor (Aurelian Ecuador S.A.), Proyecto Cóndor,
Proyecto Mirador (Ecuacorriente), Proyecto San Carlos, Proyec-
to Panantza. Sus reservas, según cifras de las propias empresas,
representarían un monto tan elevado de minerales (ver cuadro
16), que resulta difícil de aceptar, sobre todo ante la ausencia de
estudios que los confirmen.

La maldición de la abundancia 109


Cuadro16. Principales proyectos mineros
Empresa Provincia/ Concesiones Minerales Reservas estimadas
localización No. Extensión por las mismas
empresas
Etapa: Exploración
IMC (Canadá) Zamora Chinchipe, 4 5.799 ha Oro y plata 521.000 onzas
río Blanco de oro
Proyecto 4’039.000 onzas
Río Blanco de plata
Iamgold Azuay, Victoria del 1 12.500 ha Oro y plata 3 millones onzas
(Canadá) Portete y de oro
Quimsacocha
Proyecto 18.2 millones onzas
Quimsacocha de plata
Aurelian Ecuador Zamora Chinchipe, 38 95.000 ha Oro y plata 13.7 millones de
S.A. (Canadá) Fruta del Norte, onzas de oro y
Las Peñas y 22.4 millones de
Yanzatza onzas de plata
Proyecto Cóndor (depósito Fruta
del Norte)
Ecuacorriente Zamora Chinchipe, 6 641,4 ha Cobre 181 millones
(Canadá) parroquia de t con 0,63%
Tundayme, cantón cobre, 0,20 g/t
Proyecto Mirador El Pangui oro y 1,60 g/t plata.
Etapa: Explotación
Proyecto Morona Santiago, 1 2.000 ha Cobre 657 millones de t
San Carlos parroquia San con 0,61% de cobre
Carlos de Limón,
cantón San Juan
Bosco
Etapa: Desarrollo
Proyecto Morona Santiago, 1 1.200 ha Cobre 463 millones
Panantza parroquia de San de t con 0,66%
Miguel de Conchay, p cobre y 0,08
cantón gramos por
Limón-Indanza tonelada p oro
Fuente: Ministerio de Minas y Petróleos

Se destacan como distritos mineros las zonas de Porto-


velo-Zaruma, Nambija y Ponce Enríquez. La minería a pequeña
escala se organiza fundamentalmente en cooperativas, para dar
paso a decenas de asociaciones mineras.
El número de personas involucradas en actividades mi-
neras a pequeña escala, a inicios de la década, se estimaba en unas
92.000. El grueso de ellas realiza tareas de extracción de oro, ma-

110 Alberto Acosta


teriales de construcción y caliza. Hay que anotar que no todas es-
tas personas tienen una actividad minera a tiempo completo o
todo el año. Tampoco esta actividad es el principal medio de sub-
sistencia del hogar o de la persona. Un número importante de
personas se dedica a la actividad minera a medio tiempo u oca-
sionalmente, en tanto le proporciona un complemento para el
ingreso del hogar o satisface una necesidad especial. La actividad
artesanal y de subsistencia ha sido una salida desesperada para
grupos campesinos, expulsados de sus lugares de origen por di-
versos factores. Los fines de semana, unas 500 familias de los pue-
blos indígenas, asentadas cerca de las orillas de los ríos de la re-
gión amazónica lavarían manual o artesanalmente grava aurífe-
ra. De acuerdo a estimaciones de inicios de la década, unas 1.500
personas se dedicarían a realizar trabajos ambulantes, cateando
afloramientos y lavando grava; es decir aventureros que buscan
constituirse en pioneros de un posible descubrimiento minero
quienes no tienen una concesión minera.
Gran parte de las minas existentes en Ecuador son in-
seguras, mal ventiladas y calurosas, con el riesgo constante de de-
rrumbes. Con herramientas y equipos simples, hombres y mu-
chachos desde 12 años de edad pasan largas horas en el arduo
trabajo de separar partes del mineral con el color amarillento del
oro. A menudo trabajan con sus familias o en grupos informales
que compran materiales como dinamita y maderas para apunta-
lar las paredes y los techos, en prevención de derrumbes durante
las explosiones.
El tema de la extracción de calizas y de las empresas ce-
menteras no puede quedar marginado. También en este caso hay
mucho por corregir y reordenar.
Hasta ahora no ha sido posible contar con información
confiable sobre el empleo y las condiciones laborales de las perso-
nas que están trabajando en la minería en el Ecuador. Falta aún una
sólida política social minera, que apenas se la esbozó en el año 2007.
En el ámbito de la gran minería, cuyo futuro todavía es
incierto, el número de personas empleadas bordearía las 5.000,
tal como se aprecia en el cuadro 17.

La maldición de la abundancia 111


Cuadro 17. Empleo reportado en la actividad minera
Año No. personas empleadas
2003 4.128
2004 5.040
2005 4.955

Fuente: Dirección Nacional Minera, Gestión de Seguimiento y Control Minero

Ecuador tiene una importante fracción de sus minas en


cuencas con alta pluviosidad y en zonas pobladas, de tal forma
que los impactos identificados de mayor importancia se relacio-
nan con el manejo de efluentes líquidos y sólidos, el uso de sue-
los y la salud humana. De suerte que la situación ambiental de la
minería es un tema sumamente complejo14.
Más allá de que toda actividad minera afecta al am-
biente, hay que reconocer que la ausencia de una adecuada insti-
tucionalidad y de políticas públicas sectoriales han profundizado
estos problemas. La mayoría de empresas mineras, de mineros
artesanales o de subsistencia no tiene los recursos para invertir en
equipos y tecnologías adecuadas. Tampoco reciben ningún apo-
yo financiero o técnico del Estado. Éste no ha logrado organizar
y controlar el sector, así como tampoco los gobiernos seccionales.
Por lo tanto los niveles de destrucción ambiental y de ecosistemas
aumentan peligrosamente.

¿Puede ser el Ecuador un país minero?


A pesar de lo mínimo de su aporte a la economía, lo in-
teresante para el caso de la minería metálica en el Ecuador sería
su potencial, ampliamente promocionado en el último tiempo.
Sin embargo, los datos que se esgrimen sobre dicho potencial, pa-
ra difundir las supuestas bondades de la minería a gran escala, no

14 Sería de considerar, además, los riesgos que tiene la minería en algunas áreas
de mediano y alto riesgo sísmico.

112 Alberto Acosta


cuentan con estudios que permitan confirmarlos. Son cifras de
las empresas privadas empeñadas en promocionar sus inversio-
nes en las bolsas internacionales y en conseguir el respaldo gu-
bernamental para acelerar la entrega de concesiones. Esto se en-
tiende también por los limitados trabajos de exploración siste-
mática que han sido llevados a cabo sin control del Estado. De
esta manera, la información disponible debe ser asumida con
cautela, por decir lo menos.
Adicionalmente, cifras proporcionadas por las propias
empresas mineras –antes de la crisis económica internacional–
muestran que el potencial minero equivaldría aproximadamente
al 70% del valor corriente de las reservas de petróleo del país, es
decir 1.4 billones de dólares, en su mayoría provenientes del co-
bre. Son valores en extremo sobredimensionados, al menos
mientras no se demuestre lo contrario con estudios sólidos y
confiables.
La pregunta que nos hacemos es si realmente el Ecua-
dor podrá entrar a jugar en las ligas mayores de la minería mun-
dial. O si simplemente se trató de una suerte de cortina de humo
para acelerar la aprobación de la nueva Ley de Minería, sin cum-
plir con el Mandato Minero de Montecristi.
Con las cifras esgrimidas por las empresas mineras pa-
recería que el Ecuador podría desplazar a los grandes producto-
res de cobre, por ejemplo. Tengamos presente que Chile, siendo
el mayor exportador de cobre del mundo, tiene reservas explo-
tables de 189 millones de toneladas de cobre fino y Perú tendría
27 millones de toneladas.
Recuérdese que ese tipo de campaña propagandística
indicando la existencia de cuantiosas cantidades de petróleo ha
estado presente en varias ocasiones anteriores. Por ejemplo,
cuando se quería entregar la ampliación del Sistema del Oleo-
ducto Transecuatoriano (SOTE) a empresas privadas o para la
misma construcción del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP)
por parte de empresas privadas, se inflaron desmesuradamente
las reservas petroleras. Y se decía que si no había una mayor ca-
pacidad de transporte, tendríamos enormes cantidades de crudo

La maldición de la abundancia 113


represado, con el consiguiente perjuicio para el país. Simultánea-
mente, para justificar la entrega de estas obras a empresas priva-
das, se afirmaba que el Ecuador carecía de los recursos suficien-
tes y de la tecnología adecuada para enfrentarlas. Todo este dis-
curso privatizador se sustentaba en las cuantiosas reservas petro-
leras, algo que al parecer se repite ahora con la minería.

Las principales amenazas socio-ambientales y regionales


Los problemas ambientales y sociales de la actividad
minera son ampliamente conocidos. Sin intentar abordar todas
las cuestiones propias de esta actividad podemos hacer una sín-
tesis sobre los más significativos.
La minería implica, normalmente, perforar el suelo, ex-
traer materiales del subsuelo, trasladar y procesar cantidades ma-
sivas de roca y en muchos casos utilizar productos químicos con-
taminantes. Además, no todo lo que se moviliza se utiliza; en el
caso de la minería del cobre, más del 95% de la roca original re-
movida puede convertirse en residuo. En el caso del oro, por ca-
da onza obtenida con tecnología de punta, se producen 28.000
kilogramos de residuo.
En el caso ecuatoriano esta relación, de acuerdo al Foro
de Recursos Hídricos (2008), podría provocar un enorme movi-
miento de tierras. Si la empresa canadiense Aurelian llegara a
explotar el depósito de Fruta del Norte que, según la misma
empresa, contendría reservas por 13,7 millones de onzas de oro,
el volumen de los residuos llegaría a cerca de 384.mil millones de
kilogramos de material de desecho (se estiman 28 mil kilogramos
de residuo por cada onza de oro, suponiendo una concentración
de un gramo de oro por tonelada). Una cifra comparable a la
producción de residuos de la ciudad de Cuenca durante 5260
años. Actualmente Cuenca genera 73 mil toneladas al año de
basura, es decir 200 toneladas diarias.
Además, muchos de los impactos producidos por este
tipo de actividad serán aún más graves en áreas geográficas ca-
racterizadas por altas precipitaciones y normalmente ricas en

114 Alberto Acosta


biodiversidad, que en regiones desérticas. Para ponerlo en buen
romance, no es lo mismo extraer minerales en el desierto chile-
no, que en las selvas de la Cordillera del Cóndor, en Íntag o en
las fuentes de agua de Quimsacocha15. El cuerpo mineralizado se
encuentra en zonas con bosques primarios y con abundante
agua, con pendientes muy fuertes. En estas condiciones no po-
dría pasar desapercibido el impacto que provocarían las lluvias
torrenciales que se registran en dichas regiones, y más aún en
tiempos del fenómeno de El Niño (cada vez más frecuente y
agravado por los crecientes cambios climáticos globales), que
podrían desbordar todas las instalaciones destinadas a tratar de
minimizar la contaminación ambiental. (Una situación que
podría reproducirse con desastrosas consecuencias en zonas de
páramo)16.
Si bien la minería a gran escala puede ocasionar severos
daños en dichas regiones, también áreas desérticas –como suce-
de en Chile– pueden verse afectadas por estos procesos extracti-
vos, pues la contaminación que puede producirse se mantiene
hasta muchos años más tarde, en tanto sus impactos afectan a la
escasa biodiversidad existente, al suelo e incluso al aire, no se di-
ga al agua, que es muy escasa en aquellas zonas.
Veamos, por ejemplo, los problemas que provoca la mi-
nería con el uso del agua. La minería utiliza grandes cantidades
de agua para obtener los metales. El agua contaminada normal-
mente se vierte de nuevo en sus cursos originales. Para producir
una tonelada de cobre se requieren y contaminan entre 10.000 y
30.000 litros de agua (otras fuentes hablan de hasta 70.000 litros
de agua); una onza de oro requiere 8.000 litros de agua. Las mi-

15 Las amenazas no sólo vienen de parte de la gran minería: también son moti-
vo de preocupación la extracción de madera con fines comerciales, la amplia-
ción de la frontera agrícola y la cacería indiscriminada. Para el caso de la Cor-
dillera del Cóndor se puede consultar, por ejemplo, el informe del proyecto Paz
y Conservación Binacional en la Cordillera del Cóndor, Ecuador-Perú (2005).
16 El tema del agua reviste una creciente importancia a nivel mundial. Es amplia-
mente aceptado que su control estratégico será, cada vez más, uno de los
puntos de mayor conflictividad en el mundo.

La maldición de la abundancia 115


nas a cielo abierto comúnmente secan las vertientes alrededor de
la mina; mientras más profunda la mina, mayor secamiento y
mayores impactos sobre la agricultura, ganadería y el clima local.
Se han registrado casos en que las minas han bajado el nivel de
las aguas freáticas 300 metros, pues tienen que bombear alrede-
dor de 100 millones de galones de agua diariamente para acceder
al material mineralizado.
Por otro lado, los desechos de las fundiciones (escoria y
polvo), pueden contaminar las aguas superficiales y subterráneas.
Estos desechos frecuentemente emiten contaminantes, especial-
mente donde las aguas que reaccionan tienen un pH inusual-
mente alto o bajo y/o son saladas o contienen cal. Más que el pol-
vo, la contaminación se produce por los gases, que en el caso del
cobre normalmente contienen arsénico, entre otros metales pesa-
dos. Así, la planta de Oroya (Perú) ha ocasionado que el 99% de
los niños presenten niveles de plomo por encima de normas de la
Organización Mundial de la Salud (OMS)17. La planta de fundi-
ción de Norlisk, en Rusia, ha destruido 350.000 hectáreas de bos-
ques por acidificación del suelo. Esta lista es interminable…
Cuando los minerales existentes en la mina (especial-
mente aquellos relacionados con azufre) se exponen a los ele-
mentos –aire y agua– se generan ácidos que posteriormente se fil-
tran hacia el subsuelo. Estas filtraciones no sólo impactan el sub-
suelo, sino que pueden ir directamente a ríos y quebradas, como
el caso del río Sacramento, en California, para mencionar apenas
un ejemplo. Esto se conoce como drenaje ácido de mina. Es un
fenómeno imposible de contener, contamina el agua tanto subte-
rránea como superficial acidificándola y con metales pesados; es-
tos impactos pueden ser por largo tiempo o incluso permanentes
(existen minas de la época del Imperio Romano que todavía cau-
san serios problemas de contaminación; en España, el río Tinto

17 En la cordillera de Toisán, Íntag, el cobre viene acompañado de plomo, arsé-


nico y cadmio. El estudio de impacto ambiental disponible indica que el nivel
de los dos pirmeros metales pesados aumentaría en un 10.000 % y el del cad-
mio en un 4.000%. también se incrementrán los niveles de cromo (1.600%) y
nitratos (800%).

116 Alberto Acosta


registra un drenaje ácido de residuos provenientes de minas ex-
plotadas hace ya dos mil años).
La abundancia de aguas subterráneas y alta pluviosidad
existentes en Ecuador aumentaría peligrosamente los riesgos de
generación del drenaje ácido de mina. Es más, no existen eviden-
cias científicas de minas de gran escala que hayan evitado este fe-
nómeno contaminante en zonas tropicales.
Hay una serie de productos muy nocivos para la natu-
raleza que se emplean en las actividades mineras. Por ejemplo, a
nivel industrial, el cianuro es utilizado para extraer el oro de la
mena (es decir, donde está todo el cuerpo mineralizado: la tierra
y roca que contienen los metales buscados). Una dosis del tama-
ño de un grano de arroz sería más que suficiente para matar a un
adulto. En cuanto al arsénico, la industria minera en Estados
Unidos es responsable del 96% de la contaminación con arséni-
co en ese país. Concentraciones tan bajas como 0,1 miligramos
por litro de arsénico son letales para especies acuáticas sensibles.
En Estados Unidos la minería representa menos del 1% del PIB,
pero genera el 43% de los desechos tóxicos.
Existen estudios que demuestran que la contamina-
ción que provoca la minería existente se extiende peligrosamen-
te por la Costa ecuatoriana. Parte de las plantaciones de bana-
no en Ecuador estarían contaminadas por mercurio y otros ele-
mentos. La fruta podría ser rechazada en el mercado interna-
cional. Esta contaminación también afectaría a plantaciones de
cacao y a la acuacultura. Incluso estaría en riesgo parte de las
fuentes de agua que se utilizan para el suministro del líquido vi-
tal potabilizado en la ciudad de Guayaquil. La causa sería la ele-
vada contaminación con minerales pesados en los ríos Tenguel,
Gala, Chico y Siete.
Ya durante la vigencia del proyecto Prodeminca se detec-
tó en dichos ríos altos márgenes de contaminación y de inseguri-
dad ciudadana. Esa zona se convirtió en un infierno y en un peli-
gro para los defensores de los derechos de las comunidades a un
ambiente sano. Amenazas, persecución, incluso asesinato han aso-
lado esas tierras.

La maldición de la abundancia 117


Pruebas recientes sobre la contaminación arrojaron co-
mo resultado que en la planta procesadora Paz-Borja el agua de
las piscinas de sedimentación registra contaminación con níquel
hasta 0,1161 miligramos por litro (mg/l), lo que supera el límite
permisible establecido por el Texto Unificado de la Legislación
Ambiental que es de 0,025. Asimismo, la concentración de mer-
curio alcanza los 0,0076 mg/l cuando lo permitido es 0,0002
mg/l. El Municipio de Guayaquil, en un estudio sobre la calidad
del agua realizado a finales del año 2007 y publicado en abril del
2008, confirmó estos elevados niveles de contaminación. Por esa
razón, el Ministerio de Minas y Petróleos clausuró temporalmen-
te las actividades mineras en la zona de Tenguel en abril del 2009.
Siendo positiva esta decisión, la duda subsiste. Incluso
podría enmarcarse dentro de la política pro gran minería. Se
afecta a los pequeños, por ser contaminantes, lo cual está bien,
pero simultáneamente se promociona a la minería industrial pre-
sentándola como ambientalmente responsable. Recordemos que
anteriormente ya se negó la existencia de los pequeños mineros
artesanales (incluso se los ignoró en la ley), cuando no se definie-
ron normas especiales de atención y respaldo a sus necesidades.
El procesamiento del mineral generalmente requiere
de tratamientos químicos para remover los metales pesados. Es-
tos metales a menudo son filtrados directamente del mineral
usando ácidos fuertes. Los minerales sufren un proceso de mo-
lienda que implica compresión, adición de diversos químicos,
combinado con procesos de separación física que producen re-
siduos llamados relaves. Ambos tipos de procedimientos gene-
ran desechos que contienen numerosos residuos metálicos y no-
metálicos del mineral, pero que también contienen altas concen-
traciones de químicos.
La minería moderna extrae minerales en grandes ex-
tensiones de territorio en donde éstos se encuentran en muy ba-
jas concentraciones (ley mineral). El promedio en la actualidad
para cobre es del 0,7%, es decir, de cada 100 toneladas de mate-
rial removido, sólo 700 kilos equivalen al mineral. El resto,
(99,3%) son desechos con concentraciones de otros minerales y

118 Alberto Acosta


metales pesados como arsénico, plomo, cromo, cadmio, azufre,
etc. Estos desechos deben ser almacenados de por vida; para lo
que se utiliza represas, quebradas o diques que deben ser aislados
para evitar que sean arrastrados por crecidas, lluvias, etc. En zo-
nas de alto riesgo de desastres, con elevada biodiversidad y gran
pluviosidad, como lo son la Amazonía y la Costa ecuatoriana, es-
to puede ser fatal.
Las zonas mineras se caracterizan por los altos índices
de enfermedades crónicas, de la piel o respiratorias. Ya mencio-
namos el caso de los “niños de plomo” en la Oroya, Perú.
Mientras la minería en pequeña escala es riesgosa en
general, la producción de oro puede ser tóxica. Si los mineros
procesan el oro ellos mismos o a través de un intermediario,
siempre usan un método antiguo, barato y eficaz, pero tan peli-
groso para la salud y el medio ambiente que ha sido prohibido
en varios países del mundo: la amalgación y fusión con mercu-
rio. Se calcula que, a nivel mundial, se vierten entre dos y tres ki-
los de mercurio en los ríos por cada kilogramo de oro extraído.
Por otra parte, el mercurio evaporado es tan tóxico que el méto-
do de fusión es peligroso no sólo para los que procesan el oro,
sino para cualquiera en los alrededores. Es sabido que la exposi-
ción crónica al mercurio produce desórdenes neurológicos tales
como visión borrosa, temblores, malestar, pérdida de la memo-
ria y hasta la muerte.
Muchos de los procesos mineros exigen infraestructura
–plantas y equipos– que requiere de mantenimiento a largo pla-
zo para prevenir el deterioro y la seria contaminación, lo que
puede ser una de las actividades ambientales más costosas rela-
cionadas con la minería. Se anticipa que el impacto ambiental se
mantendrá por décadas después del cierre, o incluso para siem-
pre. Y lo peor es que los cálculos económicos que hacen las em-
presas no incluyen los costos de remediación o externalidades.
Las empresas operadoras, en ocasiones, no necesitan remediar
los impactos ambientales ocasionados en los recursos naturales.
Los costos ambientales se asumen como costo cero. Y son mu-
chos los casos de empresas que, una vez concluida la explotación

La maldición de la abundancia 119


del mineral, quiebran antes de asumir los pasivos ambientales.
Como resultado, en muchos países los costos efectivos han sido
con frecuencia subsidiados por los contribuyentes y los ciudada-
nos afectados.
Incluso en los Estados Unidos, que se supone es el país
con instituciones más sólidas, los problemas provocados por la
minería están a la orden del día. The New York Times (24 de oc-
tubre del 2005), anticipaba los riesgos de la actividad minera:
“Las grandes corporaciones mineras se aprovechan de agujeros
legales, crean subsidiarias que protegen sus activos, están desli-
gadas penalmente de la verdadera empresa madre y se aprove-
chan de un débil control federal para pasar a los contribuyentes
el costo de limpiar la contaminación resultante. Según diversas
fuentes, dicho costo en Estados Unidos, incluyendo las que ce-
rraron y siguen contaminando y las que están en operación,
fluctúa entre los 12.000 y 54.000 millones de dólares.”
Los costos calculados para remediar una mina de cinc
y cobre en el estado de Wisconsin (Estados Unidos) son de cinco
dólares por tonelada de mena procesada. Según dicha informa-
ción, en otras minas el costo de remediación ha ascendido a 67,60
dólares por tonelada. Si se aplicara esta misma fórmula con el va-
lor más bajo (cinco dólares por tonelada) sólo para el caso de EC-
SA en la Cordillera del Cóndor, el costo de remediación sería de
aproximadamente 1.500 millones de dólares, la mitad del valor
total del mineral supuestamente existente.
Otro dato que vale considerar es que la minería a gran
escala no genera muchos empleos. Y el empleo ofrecido local-
mente es generalmente de mala calidad. Los cargos de especialis-
tas y trabajadores calificados se llenan con personas que provie-
nen de fuera de las zonas mineras, incluso de fuera del país. En el
Perú, la gran minería emplea alrededor del 0,9% de la población
económicamente activa (PEA). En Chile emplea el 1,4% de la
PEA. En Brasil alrededor de 0,1% de la PEA.
Pero eso sí, la minería destruye el empleo local y gene-
ra migración: la contaminación de suelos y aguas desplaza agri-
cultura y ganadería; impide el turismo; destruye los salarios; au-

120 Alberto Acosta


menta la delincuencia (similar en muchos temas al caso petrole-
ro en la Amazonía ecuatoriana).
Recordemos que históricamente, la minería tiene ciclos
económicos. Cuando los minerales empiezan a escasear, la depre-
sión en la zona es insostenible. Una vez que comienza la caída
económica, el área local inevitablemente es incapaz de proveer
los fondos necesarios para pagar por los impactos, lo que ocasio-
na mayores presiones ambientales.
También hay que considerar los accidentes derivados
del transporte de desechos mineros y químicos que afectan a la
población local y los impactos ambientales producto del uso de
millones de libras de explosivos indispensables para abrir los gi-
gantescos huecos de la minería a cielo abierto.
La iniciación de proyectos mineros, aún en fase de ex-
ploración, viene acompañada de nuevos asentamientos poblacio-
nales de los mineros, ubicados generalmente en territorios de to-
pografía irregular, distantes de la red de servicios básicos, algunos
de ellos pensados como asentamientos de carácter temporal y
con población predominantemente masculina (al estilo de cam-
pamentos) que constituyen áreas con mínimas condiciones de
salubridad básica y enfrentan altos niveles de riesgo natural. En
relación a esto y como una lectura premonitoria de lo que podría
suceder con la minería metálica a gran escala, sería bueno revisar
los resultados de los estudios realizados sobre los impactos am-
bientales y psicosociales que provocó la explotación petrolera a
cargo de la Texaco, documentados detalladamente en el libro Las
palabras de la selva (Berinstain y otros 2009).
El desarrollo de la actividad minera provoca un flujo de
trabajadores y sus familias hacia áreas que, a menudo, estaban de-
dicadas a actividades agrícolas y turísticas, muchas veces no com-
patibles con la minería18. Esto causa un gran aumento en la activi-

18 En la zona de Íntag, por ejemplo, de acuerdo al estudio de los japoneses, el


incremento de la población podría ser de un 120%. Ahora, si fueran ciertas las
cifras de las reservas disponibles, el impacto poblacional sería mayor. Esto
provocaría nuevos problemas sociales, afectaría la vocación agrícola y artesa-
nal de sus pobladores, a más del destrozo ambiental que ocasionaría. Esta

La maldición de la abundancia 121


dad económica y demanda muchos recursos; lo que con frecuen-
cia es considerado como algo positivo. Sin embargo estos procesos
vienen acompañados de impactos potencialmente negativos: infla-
ción, especulación, concentración de tierras, presión sobre los go-
biernos locales¸ aumento de delitos y de tránsito por caminos lo-
cales, congestión, accidentes, aumento en costos de mantención de
caminos, gran aumento en los costos del agua, impactos potencial-
mente negativos sobre el turismo, impactos en áreas o actividades
que son importantes o sagradas para grupos indígenas.
Finalmente, sin pretender haber agotado el tema de los
riesgos ambientales y sociales, hay que considerar las violaciones
a los derechos humanos muy comunes en zonas mineras. Por
ejemplo, cerca del 70% de los desplazamientos forzados ocurri-
dos en Colombia entre 1995 y 2002 se produjeron en áreas mine-
ras. En las zonas mineras del Perú, país al que se pretende poner
como ejemplo de apertura minera, las violaciones a los derechos
humanos se han multiplicado en forma exponencial; lo que
aconteció en Bagua, en junio del 2009, es apenas uno de los epi-
sodios más difundidos de una larga cadena de represión y viola-
ción sistemática de los derechos humanos. En Ecuador los más
graves casos de violaciones de los derechos humanos ocurridos
en los últimos años están relacionados con empresas mineras
transnacionales y por supuesto con las actividades petroleras. Es-
ta realidad fue reconocida en 2008 por la Asamblea Constituyen-
te al expedir el Mandato Minero y al otorgar la amnistía para per-
sonas criminalizadas por empresas mineras.
Es interesante ver que en Ecuador, aún cuando ninguno
de los proyectos que podrían alcanzar escala mundial se encuen-
tra en producción, los conflictos socio ambientales alrededor de la
minería industrial han proliferado en los últimos años19.

realidad, sin duda alguna, demandará la reubicación de varias comunidades,


como sucede en el Perú, por ejemplo.
19 En Perú los conflictos mineros y petroleros, sobre todo los primeros, superan
más del 80% de todos los conflictos sociales registrados. Sobre la situación
de la minería en el Perú existe una amplia bibliografía: se recomienda los re-
cientes trabajos de José de Echave C. (2008 y 2009).

122 Alberto Acosta


Considerando los potenciales efectos negativos, habría
que realizar una evaluación prospectiva en las regiones en donde
están los principales depósitos de minerales. Los yacimientos mi-
neros metálicos que se encuentran en fase de exploración o ex-
plotación se ubican principalmente en las estribaciones oriental
y occidental de la cordillera de los Andes y en la cordillera del
Cóndor, en la Amazonía. En estas zonas, caracterizadas por su al-
ta biodiversidad y fragilidad, nacen importantes cursos de agua
que forman las principales cuencas hidrográficas del país y son
utilizados en las zonas bajas para riego o para consumo humano
por las poblaciones locales, especialmente en la Costa. Por su re-
lativo aislamiento, estas zonas conservan importantes áreas de
bosque primario y son poco pobladas; son con frecuencia áreas
boscosas de las altas cuencas hidrográficas que previenen inun-
daciones aguas abajo al controlar la sedimentación20.
En la actualidad, aún antes de que hayan empezado los
proyectos más grandes, la minería ecuatoriana sigue registrando
graves desastres que provocan la muerte de decenas de poblado-
res y que han afectado los sistemas fluviales que los rodean. Las
condiciones sociales se caracterizan por la presencia de proble-
mas ligados al incremento del desorden social y la prostitución.
En síntesis, los problemas socioambientales ligados a la
minería son crecientes en Ecuador. Véase la tradicional región
minera de Portovelo. Esta zona se encuentra hidrográficamente
en la cuenca de los ríos Puyango-Túmbez, con ríos tributarios
como el Amarillo, Calera, Luis y Ambocas, que forman el río Pin-
do-Puyango-Túmbez, que luego de pasar la frontera con Perú
desemboca en el Pacífico. La contaminación en la cuenca del río

20 El único caso reportado de interferencia entre minería y un área nacional pro-


tegida se ubica en el Parque Nacional Podocarpus, zona de difícil acceso cer-
cana a la frontera entre Ecuador y Perú, donde mineros informales extraen oro
en las peores condiciones ambientales. El gobierno no reporta presiones pa-
ra ingresar a otras áreas protegidas. En la actualidad se desarrollan activida-
des de seguimiento de la actividad minera en áreas protegidas de la cordille-
ra occidental. También se está construyendo un sistema de seguimiento a los
problemas ambientales que pudieran presentarse en bosques protectores.

La maldición de la abundancia 123


Puyango aguas abajo de las áreas mineras, excede con mucho el
principio de tres veces el valor de fondo21, usado en Suecia para
indicar una contaminación ambiental. En algunos tramos del río,
la contaminación supera también los criterios internacionales,
así como los ecuatorianos, para el agua potable y el agua de irri-
gación. La contaminación ambiental en ésta región preocupa in-
ternacionalmente, pues de no instrumentarse medidas correcti-
vas, podría afectar cada vez más a las regiones costaneras ecuato-
rianas y peruanas.
En estas condiciones, no sorprende el descontento de
las comunidades en donde se desarrollan o se pretenden desarro-
llar actividades mineras. Son cada vez mayores y más radicales las
movilizaciones, sobre todo desde 2006, en contra de lo que po-
dría ser la minería metálica a gran escala y a cielo abierto. Estas
diversas respuestas desde la sociedad, muchas veces acompaña-
das de violencia, sobre todo por la represión estatal o de las mis-
mas empresas mineras, así como por la intolerancia oficial para
discutir franca y abiertamente sobre el futuro de la minería, son
sólo una de las caras visibles de la relación tormentosa entre las
poblaciones locales y la minería.
Por lo pronto, estas protestas en contra de la minería
a gran escala están focalizadas en zonas claramente determina-
das. Todas ellas en contra de empresas cuyas actividades están
sobre todo en la fase de exploración. Igualmente es de anotar el
hecho de que en dichas zonas también hay grupos de las comu-
nidades condicionados a favor de las empresas mineras. Este es
otro motivo para el descontento social. Las empresas mineras,
aprendiendo de las malas prácticas sociales de las empresas pe-
troleras, despliegan acciones para ganar adeptos entre las co-
munidades, provocando su división e incluso enfrentamientos
fratricidas.

21 Valores de fondo de un elemento o especies químicas son aquellas concen-


traciones de sustancias nocivas que ocurren naturalmente en el ambiente.
Aquellas concentraciones con valores por encima del valor de fondo son con-
sideradas como contaminantes.

124 Alberto Acosta


En estas condiciones es difícil, sino imposible, discutir
el futuro minero de una comunidad, de una zona o del país mis-
mo, cuando la posición pública del gobierno, formulada en reite-
radas ocasiones, es abiertamente favorable a la minería a gran es-
cala. Declarar a priori que la minería “va porque va”, desactiva las
posibilidades para diálogos francos y abiertos. Cuando de ante-
mano ya se ha asumido una posición, sin considerar los argu-
mentos de los potenciales afectados por las actividades extracti-
vistas, se están programando los conflictos sociales.
Como muestra de lo afirmado recordemos algunos de
los casos de enfrentamientos más connotados:
Provincia del Azuay
Es constante la resistencia en contra de la empresa Iam-
gold, concesionaria del proyecto Quimsacocha localizado
en los cantones Cuenca, Girón y San Fernando. En la zona
se han producido reacciones de las comunidades locales
que cuestionan el proyecto, señalando problemas de con-
taminación de fuentes de agua para el consumo humano y
el uso agropecuario por efecto de las actividades de la em-
presa. Por otro lado, la Junta Parroquial de San Gerardo
propone un “apoyo condicionado” al proyecto, siempre y
cuando genere beneficios económicos a la comunidad.
Las compañías San Luis Minerales y Chorrera Corpora-
tion, concesionarias del proyecto Río Blanco, en el cantón
Cuenca enfrentan cuestionamientos de las comunidades
de Molleturo y del Municipio de Cuenca a causa de los
impactos ambientales que pueden afectar al Parque Na-
cional Cajas.
Provincias de Zamora Chinchipe y Morona Santiago
La compañía Ecuacorriente-Midasmine tiene el proyecto
Mirador, en el cantón El Pangui. Aquí se ha registrado un
gran rechazo de parte de los habitantes. La oposición de la
población local, sumada a la de algunos gobiernos locales, ha
adquirido niveles importantes. En diciembre del año 2006

La maldición de la abundancia 125


pobladores de los cantones Gualaquiza, Morona, El Pangui y
Yantzatza marcharon hacia el campamento de la compañía
en Tundayme. Ante este hecho intervino el Ejército. Varias
personas resultaron heridas por el uso de armas de fuego.
Provincia de Imbabura
El proyecto Junín que era manejado por la empresa cana-
diense Ascendant Copper (hoy en manos de Copper Mesa
Mining Corporation, también canadiense) en el cantón Co-
tacachi, también registró una significativa conflictividad. La
empresa minera Ascendant Copper desarrolló una estrate-
gia de división social, amedrentamiento, criminalización y
finalmente ataques armados contra las comunidades por
guardias de seguridad contratados para entrar por la fuerza
al área; las comunidades han resistido y afrontado cerca de
17 procesos judiciales. En este caso, los enfrentamientos fue-
ron violentos entre la población y los guardias privados de
la empresa y los pobladores llegaron a tomar por la fuerza
algunos terrenos que eran de propiedad de Ascendant Cop-
per. Luego, con apoyo del Ministerio de Energía y Minas y
particularmente de la Subsecretaria del Ambiente, en el año
2007 la comunidad logró desarmar a grupos paramilitares
que asumían las tareas de guardianía de los intereses de la
empresa canadiense y aterrorizaban a la comunidad. Más
tarde, el ministerio del ramo no aceptó el estudio de impac-
to ambiental presentado, puesto que no se cumplió adecua-
damente con el proceso de consulta previa. A fines del 2008,
el ministerio suspendió la concesión.
Esta es una de las zonas de más antiguo conflicto con la mi-
nería. Dos multinacionales han tenido que abandonar la zo-
na de Íntag, Mitsubishi en 1997 y Ascendant Copper en
2008. Cuando en 1997 se estaba investigando la zona para
determinar la prefactibilidad del proyecto y las reservas exis-
tentes, se produjeron ataques al campamento de los técnicos
japoneses. En estas condiciones, la empresa japonesa aban-
donó el país.

126 Alberto Acosta


Entre los opositores al proyecto se encuentra gran parte
de la comunidad, una organización ambiental local (De-
coin)22 y el alcalde de Cotacachi, a más de la asamblea
cantonal, las juntas parroquiales y varios gobiernos loca-
les de la zona.
La oposición al proyecto se basa en el estudio de impacto
ambiental realizado por la Cooperación Japonesa y la Ja-
pan Metal Mining en convenio con el Estado ecuatoriano
en 1996 que señala los graves impactos ambientales y so-
ciales que causaría la actividad minera en la región. Los
impactos identificados en el estudio incluyen la reubica-
ción de cuatro comunidades, deforestación masiva, incre-
mento de la delincuencia, secamiento del clima local y
contaminación del agua con metales pesados.
Los numerosos casos de violación a los derechos humanos
de la población opuesta a la minería, han llevado a los po-
bladores a interponer una demanda en Canadá contra As-
cendant Cooper y la Bolsa de Valores de Toronto.
Ascendant Copper no sólo incursionó en la zona de Íntag,
sino que, en repetidas ocasiones, movilizó “sus simpati-
zantes” a distintos lugares del país, sea para protestar en
contra de las acciones oficiales que consideraba nocivas a
sus intereses, como para promocionar la gran minería.
A diferencia de lo que ha sucedido en los casos anterio-
res, rápidamente descritos, en áreas tradicionalmente mineras,
como Zaruma y Portovelo, en la provincia de El Oro en donde
confluyen actividades de subsistencia, artesanales y de pequeña
minería, la incidencia social de la minería ha sido asimilada por-
que la comunidad está incorporada al proceso de desarrollo mi-
nero desde hace muchas décadas.

22 Esta pequeña ONG ha sido una de las más activas y exitosas en términos de la
resistencia pacífica a las actividades mineras. Sus aportes han servido para am-
pliar la conciencia sobre los riesgos de la minería en el país y su presencia, in-
cluso, ha trascendido con una serie de acciones la frontera cantonal y nacional.

La maldición de la abundancia 127


De lo anterior se pueden extraer varias lecciones. Las
empresas mineras pretenden controlar a las comunidades en
donde se realizan sus actividades. No buscan un diálogo fluido.
Su afán es conseguir adeptos. Y para lograrlo no escatiman es-
fuerzos, incluyendo recurrir a la violencia. Otro camino es asegu-
rarse el respaldo de los gobiernos seccionales ofreciéndoles obras
públicas: escuelas, casas comunales, vías de acceso, centros de sa-
lud, ambulancias…
Esta es otra herramienta para asegurar el apoyo necesa-
rio por parte de las empresas mineras: ganarse la simpatía de las
comunidades y de los gobiernos locales a través de obras públi-
cas, tal como sucede en la actividad petrolera. Ahora, los gobier-
nos seccionales se verían tentados a apoyar las actividades mine-
ras por la posibilidad de acceder a una parte de la renta minera,
tal como establece la nueva Ley de Minería.
Estas acciones sociales o de construcción de obras de
interés público, lejos de ser cuestionadas porque corresponden
al gobierno nacional o a los gobiernos seccionales, son asumi-
das por ciertos segmentos de la sociedad –aupados por los
grandes medios de comunicación– como puntos a favor de las
empresas transnacionales. Este es, a no dudarlo, uno de los ma-
yores problemas que produce este tipo de economía primario-
exportadora, en tanto debilita la gestión estatal, que muchas ve-
ces se circunscribe a tareas represivas. Las empresas extractivis-
tas no sólo que muchas veces hacen lo que quieren, sino que se
arrogan funciones del Estado en muchos aspectos, incluyendo
el represivo. Esto explica la “desterritorialización” del Estado
(Gudynas 2007) en tanto factor de desarrollo, que a la postre
termina por ser el campo de cultivo de diversas formas de vio-
lencia y autoritarismo.
Guillaume Fontaine, refiriéndose al Parque Nacional
Yasuní, precisa esta situación cuando afirma que
“así como en otras épocas la administración de la región amazóni-
ca estuvo en manos de las misiones religiosas, hoy lo está en las del
sector industrial extractivo. Al dogma civilizatorio (de la evangeli-
zación, NdA) ha sucedido el dogma desarrollista, sin que nadie –ni

128 Alberto Acosta


la clase política, ni la sociedad civil– midiera las consecuencias de
semejante abdicación”23.

En la siguiente página, una síntesis de los principales


conflictos mineros recientes.

23 El Decreto 1780, expedido el 12 de junio de 2009, por el presidente Rafael


Correa y su ministro de Educación, Raúl Vallejo, consolidaría esta peligrosa ten-
dencia. Con este decreto, el gobierno –contraviniendo los principios de la
Constitución en lo que se refiere a un Estado plurinacional y laico– faculta a las
misiones católicas “a trabajar con todo afán en pro del desarrollo, evangeliza-
ción e incorporación a la vida socio-económica del país, de todos los grupos
humanos que habitan o habitaren dentro de la jurisdicción territorial encomen-
dada a su cuidado, exaltando los valores de la nacionalidad ecuatoriana”; en las
provincias amazónicas, Esmeraldas e Islas Galápagos. El decreto faculta a las
misiones a crear, con el apoyo económico del Estado, centros de educación
fisco-misionales desde el nivel inicial hasta colegios técnicos, agropecuarios,
profesionales e institutos pedagógicos en los sistemas hispánico (sic) o bilingüe
intercultural que se sujetarán a los programas oficiales del Estado. El contrato
les compromete, también, a seguir manteniendo con el apoyo del Estado los
centros de educación que ya funcionan en esas jurisdicciones. El decreto les
autoriza a gestionar apoyos nacionales o extranjeros para programas culturales
y de desarrollo económico-social, así como a organizar y poner en funciona-
miento, con apoyo económico del Gobierno, emisoras de radio y televisión para
difusión de la cultura y los valores morales. En cuanto a infraestructura de salud,
el Estado apoyará a las misiones, las que estarán obligadas “a suministrar al
Gobierno Nacional un informe sobre la marcha de las actividades materia de
este decreto”. Sin minimizar el potencial aporte que brindan estas misiones, este
decreto implicaría un reconocimiento tácito de la incapacidad del Estado para
convertirse en actor de desarrollo en todo el país. En síntesis, se volvería a con-
fiar a determinadas organizaciones religiosas algunas regiones del país ricas en
recursos naturales para sostener el dogma neo desarrollista…

La maldición de la abundancia 129


Conflictos reportados por el Ministerio de Minas y Petróleos
(con observaciones)

Imbabura (Cotacachi, García Moreno)

Detección del problema: grupos antimineros aducen inconstitucionalidad del


otorgamiento de derechos mineros e inobservancia de aspectos legales. La
compañía presentó un estudio de impacto que fue declarado no procesable.
Actores: comunidad, ONG, Copper Mesa Mining Corporation
Demandas: postura radical de rechazo a la explotación minera. Proponen al-
ternativas económicas sustentables.
Nivel de conflictividad: alto
Acción, acuerdos: empresa, Estado, comunidad, Estado
Observaciones: existe división en la población. Las nuevas generaciones
son las más afectadas por la división de los mayores. Finalmente la em-
presa canadiense Ascendant Copper perdió la concesión.

Azuay (Cuenca, Victoria del Portete)

Detección del problema: la comunidad ha presentado reclamos por las acti-


vidades que la compañía ha ejecutado, argumentando que existen posibili-
dades de que se contamine el agua y se afecte a sectores ganaderos.
Actores: comunidad, ONG, gobiernos locales, organizaciones productivas,
Estado, empresa Ecuador Gold
Demandas: no a la minería, es necesario que se consideren intereses de los
pobladores.
Nivel de conflictividad: medio
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado; tal vez entre empresa y co-
munidad.

Azuay (Cuenca, Octavio Cordero)

Detección del problema: el 21de marzo del 2006, la compañía, luego de ob-
tener la titularidad por cesión de derechos, inició labores de explotación. Es-

130 Alberto Acosta


tas fueron impedidas por la comunidad que demanda obras de compensa-
ción. Condicionamientos posteriores imposibilitan un acuerdo.
Actores: comunidad, ONG, Estado, empresa Cementos Guapán (Instituto
Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS)
Demandas: no a la minería, es necesario que se consideren intereses de los
pobladores.
Nivel de conflictividad: medio
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado; tal vez entre empresa y
comunidad.
Observaciones: las comunidades Sincay y Octavio Cordero señalan que, en
2004, se firmó un acta de entendimiento con el concesionario anterior para
que las labores se prolonguen sólo hasta el 2006. La compañía pide la inter-
vención de la gobernación para buscar solución. El cambio de autoridad ha
impedido avanzar en la gestión.

Zamora Chinchipe (Tundayme y El Pangui)

Detección del problema: las fuerzas vivas de los cantones Gualaquiza, Mo-
rona, El Pangui y Yanzatza, respaldándose en el acta suscrita en Macas el
12 de noviembre de 2006 con la presencia del ex ministro de trabajo, in-
tentaron tomar el campamento de la compañía el 21 de diciembre. Las
Fuerzas Armadas controlaron esta situación (el campamento minero está
dentro del recinto militar). La compañía presentó una denuncia en la fisca-
lía de Yantzatza, en razón de que los actos violentos produjeron varios he-
ridos con armas de fuego. Actores: comunidad, ONG, Estado, empresa
Ecuacorriente
Demandas: no a la minería, es necesario que se consideren intereses de los
pobladores.
Nivel de conflictividad: medio
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado; tal vez entre empresa y co-
munidad.
Observaciones: existe división entre los pobladores, un 60% se encuentra a
favor de la minería. Este proyecto está en fase de explotación, a diferencia
de los otros, que se hallan en fase de exploración.

La maldición de la abundancia 131


Morona Santiago (San Miguel de Conchay y San Carlos de Limón)

Detección del problema: el 1 y 2 de noviembre de 2006, el campamento del


sector Piuntz fue objeto de varios delitos, conocidos por el Ministerio Público
por denuncia presentada ante el fiscal de Méndez.
Actores: comunidad, ONG, Estado, empresa Lowell Mineral Exploration
Demandas: no a la minería, es necesario que se consideren intereses de los
pobladores.
Nivel de conflictividad: medio
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado; tal vez entre empresa y co-
munidad.
Observaciones: la empresa solicita, en base en el Artículo 63 de la Ley de
Minería, la aplicación de autos cautelares. La Dirección Nacional de Minería
está solicitando información sobre los acontecimientos a los ministerios de
Gobierno, Defensa y a la Gobernación de Morona Santiago.

Bolívar (Echandía y Las Naves)


Detección del problema: el proyecto se encuentra dividido en dos cuencas hi-
drográficas principales, la una donde la población de Echandía se encuentra a
favor de la minería y Las Naves donde existe cierta oposición, al parecer por
posiciones políticas de sus dirigentes.
Actores: comunidad, ONG, Estado, empresa Lowell Mineral Exploration.
Demandas: —
Nivel de conflictividad: bajo
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado directamente; tal vez entre
empresa y comunidad.
Observaciones: la empresa aparentemente ha decidido realizar únicamen-
te actividades en la zona donde cuentan con apoyo de la comunidad

Azuay (Cuenca, San Felipe de Molleturo)

Detección del problema: existe preocupación del municipio de Cuenca por


los impactos del Proyecto en la zona del Cajas. Se han realizado reuniones
con la empresa que han culminado en entendimiento con posibilidad de de-

132 Alberto Acosta


mandas similares a los presentados en el proyecto Quimsacocha.
Actores: municipio de Cuenca, ONG, Estado, empresa San Luis Minerales y
Chorrera Corporation.
Demandas: no a la minería, es necesario que se consideren intereses de los
pobladores.
Nivel de conflictividad: bajo
Acuerdos: ninguno en el que participe el Estado directamente; tal vez entre
empresa y comunidad.
Observaciones: hasta la fecha, este proyecto posee la mayor aceptación de
todas las partes en el área de influencia. Es posiblemente el de menor im-
pacto de todos los proyectos mineros.

La maldición de la abundancia 133


U na maldición que amenaza
la democracia

La existencia de elevadas rentas hidrocarburíferas o mi-


neras es uno de los mayores alicientes para mantener y apoyar es-
te tipo de actividades primario-exportadoras. Los gobiernos, pre-
sionados por las urgencias cotidianas, más aún en época de crisis,
buscan nuevos ingresos y, de ser posible, impulsar ambiciosos
proyectos de desarrollo. A través de este esfuerzo esperan poder
atender muchas de las largamente postergadas demandas sociales.
En situaciones de bonanza, varios gobiernos de econo-
mías ricas en recursos naturales han llegado inclusive a pronosti-
car la pronta superación del subdesarrollo. El caso que más recor-
dará la historia será el del Irán del Sha Reza Pahlevi, uno de los me-
jores socios de los Estados Unidos en el Medio Oriente, quien,
alentado por los elevados ingresos petroleros que recibía su país en
los años setenta, aseguraba que antes del año 2000 su país se en-
contraría entre las cinco naciones más ricas y poderosas del plane-
ta… el sueño no duró mucho, su gobierno fue derrocado por una
amplia movilización popular impulsada por los ayatolas.
Como afirma Fernando Coronil para el caso venezola-
no (situación extrapolable aunque en menor proporción al Ecua-
dor) en este tipo de economías aflora un “Estado mágico”, con ca-

La maldición de la abundancia 135


pacidad de desplegar la “cultura del milagro”1. Gracias al petró-
leo o a la minería, es decir a los cuantiosos ingresos que produ-
cen las exportaciones de estos recursos, muchas veces los gober-
nantes de este tipo de Estados se asumen como los portadores de
la voluntad colectiva y tratan de acelerar el salto hacia la ansiada
modernidad occidental.
La explotación de los recursos naturales no renovables
permite el surgimiento de Estados paternalistas, cuya capacidad
de incidencia está atada a la capacidad política de gestionar una
mayor o menor participación de la renta minera o petrolera. Son
Estados que al monopolio de la violencia política han añadido el
monopolio de la riqueza natural (Coronil). Aunque parezca pa-
radójico, este tipo de Estado, que muchas veces delega parte sus-
tantiva de las tareas sociales a las empresas petroleras o mineras,
abandona –desde la perspectiva del desarrollo– amplias regiones
(tal como se ha visto en la Amazonía ecuatoriana). Y en estas
condiciones de “desterritorialización” del Estado, como ya lo
mencionamos, se consolidan respuestas propias de un Estado po-
licial que reprime a las víctimas del sistema al tiempo que decli-
na el cumplimiento de sus obligaciones sociales y económicas.
En estas economías petroleras de enclave –Ecuador no es
una excepción– se han configurado una estructura y dinámica po-
líticas que se caracterizan por la voracidad y el autoritarismo. Esta
voracidad, particularmente en los años de bonanza, se plasma en
un aumento muchas veces más que proporcional del gasto públi-
co y sobre todo una discrecional distribución de los recursos fisca-
les, tal como aconteció en Ecuador en los años setenta. Este tipo de
ejercicio político –especialmente en el marco de un boom exporta-
dor– se explica también por el afán de los gobiernos de mantener-
se en el poder y/o por su intención de acelerar una serie de refor-
mas estructurales que asoman como indispensables para poder

1 Este autor aborda la realidad venezolana desde el gobierno del general Juan
Vicente Gómez (1908-1935) hasta antes del coronel Hugo Chávez Frías. Fer-
nando Coronil, El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Vene-
zuela, Consejo de desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Cen-
tral de Venezuela-Nueva Sociedad, Caracas, 2002.

136 Alberto Acosta


transformar sociedades atávicas. Este incremento del gasto y las in-
versiones públicas es también el producto del creciente conflicto
distributivo que se desata entre los más disímiles grupos de poder.
Como reconoce Jürgen Schuldt,
“se trata, por tanto, de un juego dinámico de horizonte infini-
to derivado endógenamente del auge. Y el gasto público –que
es discrecional– aumenta más que la recaudación atribuible al
auge económico (política fiscal pro-cíclica)”.
Este “efecto voracidad” provoca la desesperada búsque-
da y la apropiación abusiva de parte importante de los exceden-
tes generados en el sector primario - exportador. Ante la ausen-
cia de un gran acuerdo nacional para manejar estos recursos na-
turales, sin instituciones democráticas sólidas (que sólo pueden
ser construidas con una amplia y sostenida participación ciuda-
dana) aparecen en escena los diversos grupos de poder no-coo-
perativos, desesperados por obtener una tajada de la renta mine-
ra o petrolera. Hay que anotar que, muchas veces, como conse-
cuencia de la apertura de amplias zonas boscosas provocada por
las actividades mineras o petroleras, se dan otras actividades ex-
tractivistas que provocan, a su vez, graves problemas ambientales
y sociales, como son las madereras.
Así, en esta disputa por la renta de los recursos naturales
intervienen, sobre todo, las empresas transnacionales involucradas
directa o indirectamente en dichas actividades y sus aliados crio-
llos, la banca internacional, amplios sectores empresariales y finan-
cieros, inclusive las Fuerzas Armadas, así como algunos segmentos
sociales con capacidad de incidir políticamente; igualmente obtie-
ne importantes beneficios el grupo conocido como “aristocracia
obrera”2 vinculada a este tipo de actividades extractivistas. Y, como
es fácil comprender, esta pugna distributiva, que puede ser más o
menos conflictiva, provoca nuevas tensiones políticas.
Esta realidad conlleva costos económicos por diversos
motivos: la subvaluación de las ventas o la sobrevaluación de los

2 En los términos que lo planteó Eric J. Hobsbawm (1981).

La maldición de la abundancia 137


costos para reducir el pago de impuestos o aranceles; eventuales e
incluso sorpresivas reducciones de la producción para forzar ma-
yores beneficios (como lo hizo la Texaco en Ecuador en los años
setenta); creciente presencia de intermediarios de todo tipo que
dificultan las actividades productivas y encarecen las transaccio-
nes; incluso la reducción de las inversiones sectoriales, al menos
de las empresas más serias… Por otro lado, depender tanto de la
generosidad de la naturaleza margina los esfuerzos de innovación
productiva e incluso de mercadeo, consolida prácticas oligopóli-
cas, patrimonialistas y rentistas.
Otro efecto pernicioso, atado a esta maldición de la
abundancia, viene de la mano de los créditos externos. Así por
ejemplo Ecuador, como nuevo rico petrolero, pudo conseguir
créditos más fácilmente que cuando era apenas un pobretón ba-
nanero. En pleno auge económico de los años setenta en el siglo
XX, la deuda pública, particularmente externa creció más que
proporcionalmente en relación al boom propiamente dicho (es
cierto que también creció por condiciones externas derivadas de
las demandas de acumulación del capital). En este punto, enton-
ces, asoma nuevamente el efecto voracidad, manifestado por el
deseo de participar en el festín de los cuantiosos ingresos prove-
nientes de la banca internacional (privada y multilateral), corres-
ponsable de los procesos de endeudamiento externo3.
Ya lo señalamos brevemente, como consecuencia de la
alta recaudación derivada de la explotación de los recursos natu-
rales, los gobiernos tienden a dejar de cobrar otros impuestos,
como el impuesto a la renta; en realidad despliegan una mínima
presión tributaria4. Esto, como reconoce Schuldt, “malacostum-

3 Ver, por ejemplo, Osmel Manzano y Roberto Rigobon, Resource curse or debt
overhang?, National Bureau of Economic Research, Cambridge, 2001 o Acos-
ta 1994.
4 Esta tendencia ha cambiado en el Ecuador durante la reciente alza de los pre-
cios del petróleo. El incremento de la presión fiscal ha sido uno de los puntos
positivos en el año 2008, en especial evitando la evasión y elusión tributaria.
De diciembre de 2007 a diciembre de 2008, ésta ha crecido 0,73 puntos por-
centuales alcanzando el 12,9% del PIB en el año 2008, la más alta registrada
desde el año 2001. Ver Análisis de Coyuntura Económica - Una lectura de los
principales componentes de la economía 2008, ILDIS y Flacso, febrero 2009.

138 Alberto Acosta


bra” a la ciudadanía. Y lo que es peor, “con ello se logra que la po-
blación no le demande al gobierno transparencia, justicia, repre-
sentatividad y eficiencia en el gasto”5.
La lógica del rentismo y del clientelismo difiere de la ló-
gica ciudadana, en la medida que inclusive frena e impide la cons-
trucción de ciudadanía. Y estas prácticas clientelares, si alientan el
individualismo, pueden llegar a desactivar las propuestas y las ac-
ciones colectivas, lo que termina por afectar a las organizaciones
sociales y lo que es más grave, al sentido de comunidad6.
Este tipo de economías extractivistas normalmente de-
terioran grave e irreversiblemente el medio ambiente natural y
social en el que se desempeñan, a pesar de algunos esfuerzos de
las empresas por minimizar la contaminación. De poco sirven
sociólogos y antropólogos contratados por las empresas, para es-
tablecer relaciones “amistosas” con las comunidades aledañas.
Para no olvidarnos nunca, recordemos nuevamente
que dos pueblos enteros desaparecieron por la acción de la Texa-
co: los tetetes y los sansahuaris y que, para la Amazonía ecuato-
riana y sus habitantes, las actividades petroleras han significado
un sostenido deterioro de la ecología. Por más de 40 años, las co-
munidades indígenas y los colonos de la Amazonía norte han
sufrido un sinnúmero de atropellos a sus derechos elementales a
nombre del desarrollo y bienestar de toda la población. Allí, la
destrucción ambiental ha sido la norma.
En estas economías se mantiene una inhibidora “mo-
no-mentalidad exportadora” que termina por ahogar la creativi-
dad y los incentivos de los empresarios nacionales que habrían
estado dispuestos –potencialmente– a invertir en ramas econó-
micas con altos valores agregado y de retorno. También en el se-
no del gobierno, e incluso entre los ciudadanos, se difunde esta

5 La demanda por representación democrática en el Estado, nos recuerda


Schuldt (2005), surgió generalmente como consecuencia de los aumentos de
impuestos; por ejemplo, en Gran Bretaña hace más de cuatro siglos y en Fran-
cia a principios del siglo XIX.
6 Los diversos proyectos “socio-país” del gobierno de la revolución ciudadana
estarían provocando, consciente o inconscientemente, estos efectos.

La maldición de la abundancia 139


“mentalidad pro-exportadora” casi patológica. Todo esto lleva a
despreciar las enormes capacidades y potencialidades humanas,
colectivas y culturales disponibles en el país.
Los gobiernos de estas economías primario-exportado-
ras no sólo que cuentan con importantes recursos –sobre todo en
las fases de auge de los precios– para asumir la necesaria obra pú-
blica, sino que están en capacidad de desplegar medidas y acciones
dirigidas a cooptar a la población, con el fin de asegurar una base
de gobernabilidad que posibilite introducir las reformas y cambios
que se consideran pertinentes. Estas buenas intenciones desembo-
can, con frecuencia, en ejercicios gubernamentales autoritarios y
mesiánicos, que, en el mejor de los casos, pueden ocultarse detrás
de “democracias delegativas”.
Además, la mayor erogación pública en actividades
clientelares reduce las presiones latentes por una mayor demo-
cratización. Se da una suerte de “pacificación fiscal” (Schuldt),
dirigida a reducir la protesta social. Los altos ingresos del gobier-
no le permiten prevenir la configuración de grupos y fracciones
de poder contestatarias o independientes, que estarían en condi-
ciones de demandar derechos políticos y otros (derechos huma-
nos, justicia, cogobierno, etc.) y de desplazarlos del poder. El go-
bierno puede asignar cuantiosas sumas de dinero para reforzar
sus controles internos; incluyendo la represión de los opositores.
Hay que resaltar como positivo el proceso democrático
impulsado en Ecuador desde el año 2007 para introducir reformas
estructurales indispensables en el país. Sin embargo, estos ejerci-
cios electorales reiterados perderán fuerza, serán meros actos ple-
biscitarios, si no se asegura la real participación de la ciudadanía en
la definición y gestión de los destinos del país, empezando por la
aprobación participativa de las leyes que son indispensables para
enraizar la nueva Constitución. Sin efectiva participación ciudada-
na se da paso a un vaciamiento de la democracia, por más que se
consulte repetidamente al pueblo en las urnas.
La dependencia de recursos naturales no renovables, en
muchas ocasiones, lleva a la constitución de gobiernos caudillis-
tas, incluso autoritarios, debido a los siguientes factores:

140 Alberto Acosta


- débiles instituciones del Estado para hacer respetar las
normas y capaces de fiscalizar las acciones gubernamen-
tales
- ausencia de reglas y de transparencia que alienta la dis-
crecionalidad en el manejo de los recursos públicos y los
bienes comunes7
- conflicto distributivo por las rentas entre grupos de po-
der, lo que –a la larga, al consolidar el rentismo y patri-
monialismo– disminuye la inversión y las tasas de creci-
miento económico
- políticas cortoplacistas y poco planificadas de los go-
biernos

Por otro lado, este tipo de gobiernos hiperpresidencia-


listas, que atienden en forma clientelar las demandas sociales,
constituyen el caldo de cultivo para nuevas formas de conflictivi-
dad sociopolítica. Esto se debe a que no se aborda estructural-
mente las causas de la pobreza y marginalidad. Igualmente, los
significativos impactos ambientales y sociales, propios de estas
actividades extractivistas a gran escala, aumentan la ingobernabi-
lidad, lo que a su vez exige nuevas respuestas autoritarias…8
Ecuador cumple con varias de las patologías propias
de una economía extractivista. Es decir, es una economía que

7 Entiéndase como bienes comunes aquellas “redes de la vida que nos sus-
tenta. Son el aire, las semillas, el espacio sideral, la diversidad de culturas y
el genoma humano”. Es decir, “los bienes comunes, entonces, son los espa-
cios, lo tejido por la sociedad, los artefactos, los eventos y las técnicas cul-
turales que –en sus respectivos límites– son de uso y goce común, como el
pozo de un pueblo, el manejo de un espacio como una plaza pública urba-
na, una receta, un idioma o el saber colectivo compartido en Internet” (Silke
Helfrich, Gene, bytes y emisiones: bienes comunes y ciudadanía, Fundación
Heinrich Böll, México, 2008). ¿Llegaremos a ver al ITT como un bien común
de toda la humanidad?
8 Al analizar este tipo de situaciones, Michael Ross concluye “he encontrado
que un incremento de un punto porcentual en la dependencia de recursos
–medida por el cociente de exportaciones primarias respecto al PIB– lleva
aproximadamente a un incremento del 8% en la probabilidad que se geste un
gobierno autoritario”. Ver Ross (2003).

La maldición de la abundancia 141


apuesta prioritariamente por la extracción y exportación de re-
cursos naturales. Y, además, es todavía una sociedad en la que
mayoritariamente se confía en el potencial económico de la
renta de la naturaleza.
Sin profundizar más en esta cuestión sustentada en ex-
periencias históricas e incluso recientes, se puede aseverar que
Ecuador está al borde de la navaja. Recogiendo las propuestas ini-
ciales de la revolución ciudadana, el gobierno del presidente Co-
rrea podría corregir el rumbo, radicalizar la revolución ciudadana
y apurar el paso para no continuar atrapado en las redes de la
maldición de la abundancia. Incluso hay acciones gubernamen-
tales que indican que esto podría ser posible. A modo de ejemplo,
rescatemos el apoyo brindado por el presidente Correa a la ini-
ciativa para dejar el crudo en el subsuelo del Yasuní, a pesar de las
diversas señales ambiguas de su mismo gobierno. Esta decisión,
que coincide con la propuesta de moratoria petrolera9 de su pri-
mera campaña electoral, demuestra conciencia sobre el reto –hu-
mano, ambiental e incluso económico– que implica la utilización
responsable de los recursos naturales, sobre todo no renovables.
Esta iniciativa podría ser realmente revolucionaria, no sólo en
Ecuador, sino en el planeta.
Lamentablemente hay otras acciones gubernamentales
que apuntan en dirección opuesta. Incluso las declaraciones del
presidente Correa demuestran que se mantiene la ilusión del ex-
tractivismo, plasmado hace dos siglos por Alejandro von Hum-
boldt. Correa, en su informe a la nación, el 15 de enero del 2009,
para defender la Ley de Minería usó la misma metáfora que el
connotado naturalista y geógrafo alemán:
“No daremos marcha atrás en la Ley de Minería, porque el desa-
rrollo responsable de la minería es fundamental para el progreso
del país. No podemos sentarnos como mendigos en el saco de oro”.

9 Esta propuesta de moratoria es de larga data. Como resultado de la resistencia


de las comunidades indígenas y de colonos afectados por la actividad petrole-
ra, se fueron consolidando propuestas alternativas. Así, por ejemplo, la propues-
ta de una moratoria ya la presentó Esperanza Martínez en el libro de varios au-
tores El Ecuador post-petrolero, Acción Ecológica, Ildis y Oilwatch, Quito, 2000.

142 Alberto Acosta


Esto demostraría que el gobierno, en realidad, no ten-
dría una clara estrategia post-extractivista. El presidente Correa
parece aferrado a la vieja idea de que la dotación de recursos na-
turales determina la especialización productiva del país. Espera
que las ventajas comparativas (estáticas) influyan en dicha espe-
cialización, es decir, según esta concepción, deberíamos aprove-
char prioritariamente el petróleo y la minería, así como otros re-
cursos naturales vinculados al agro. Es cierto que allí se pueden
alcanzar elevadas tasas de ganancia pero, como se ha reiterado en
este texto, esa sobre-especialización sólo nos mantendrá atados a
la maldición de la abundancia, que conlleva una serie de rasgos
autoritarios en su seno.
Por otra parte, hay que anotar la creciente militarización
de amplias zonas de la Amazonía. Esta presencia militar no sólo es
explicable por la regionalización de la guerra interna de Colombia.
Las Fuerzas Armadas ecuatorianas han asumido, en determinadas
épocas, la función de guardianía de las instalaciones y de los fun-
cionarios de las empresas petroleras; véase el convenio marco fir-
mado el 30 de julio del 2001 entre el Comando Conjunto de las
Fuerzas Armadas y 27 empresas petroleras incluida Petroecuador.
Este convenio subordinaba las Fuerzas Armadas a las instancias de
seguridad de las empresas transnacionales. A pesar de que en sep-
tiembre del 2005 se suspendió dicho convenio y de que en el 2007
se acordó apoyar militarmente la seguridad de las instalaciones pe-
troleras estratégicas, la estrecha relación y la práctica de trabajo
conjunto no han cambiado sustancialmente. Los mecanismos de
intervención directa en la zona pasan por las sucesivas declarato-
rias de estados de emergencia y la criminalización de quienes se
oponen a estas actividades extractivistas o de quienes simplemen-
te protestan por los reiterados atropellos.
Por otro lado, la represión en contra de la gente de
Dayuma, Yamanunka y Playas de Cuyabeno no fueron simples
actos de falta de democracia, propios de la heredada “desterri-
torialización” del Estado. Fueron señales de un autoritarismo
inaceptable para con las comunidades que han sido las eternas
víctimas de este modelo.

La maldición de la abundancia 143


Esta participación de la fuerza pública como actor re-
presivo en el marco de las actividades petroleras, se repite también
en la minería. Recuérdese solamente la dura represión militar en
el 2006, cuando la población de Morona Santiago y Zamora Chin-
chipe fue impedida de llegar hasta la zona de Tundayme donde es-
tá la minera canadiense Ecuacorriente. ¿Se repetirá en la minería,
lo que sucede en el petróleo, aquello de que las empresas extran-
jeras consolidan amplios territorios bajo su control, a los que no
pueden entrar los ciudadanos y las ciudadanas del Ecuador? ¿Vi-
viremos una paramilitarización de las zonas mineras?
En la medida en que se carezca de una adecuada insti-
tucionalidad para enfrentar el costo ambiental, social y político
que implicarán los enfrentamientos que la minería a gran escala
provoque, incluso el costo económico relacionado a controlar
esos posibles disturbios utilizando la fuerza pública, no será na-
da despreciable. A más de lo dicho, habrá que anticipar el efecto
de esta inestabilidad social casi programada sobre otras activida-
des productivas en las zonas de influencia minera.
Los efectos de estos conflictos y de esta violencia tam-
bién afectarán a los gobiernos seccionales. Estos pueden ser
atraídos por los cantos de sirena de las empresas dedicadas al
extractivismo masivo, que les ofrecerán algunos aportes finan-
cieros. No obstante, a la postre tendrán que asumir los costos de
esta compleja y conflictiva relación entre las comunidades, las
empresas y el Estado. Los planes de desarrollo locales estarán en
riesgo, pues la minería tiene supremacía sobre cualquier otra
actividad y derecho; esto terminará por hacer pedazos aquellos
planes elaborados participativamente y con conocimiento de
causa por las poblaciones locales. Esta es una cuestión que no
puede pasar desapercibida.
Con la aprobación de la Ley de Minería el gobierno de-
muestra una excesiva confianza en relación a los potenciales re-
sultados de la explotación de dichos recursos. El presidente Co-
rrea, en los días en que se discutía la ley en la Comisión de Legis-
lación y Fiscalización, fue categórico al respecto:

144 Alberto Acosta


“No daremos marcha atrás en la ley de minería porque el de-
sarrollo responsable de la minería es fundamental para el pro-
greso del país”. (EFE, 15 de enero del 2009)
Por eso para aprobarla, el gobierno no ha dudado en
irrespetar la Constitución de Montecristi que tanto apoyó… La
Ley de Minería, aprobada en enero del 2009 casi sin debate y
atropelladamente es una muestra de intolerancia. Desde ya, las
respuestas contrarias a esta ley, a su vez, permiten anticipar la
creciente resistencia social en contra de la minería en diversas re-
giones del país.
Las amenazas que se ciernen –básicamente desde el pro-
pio gobierno– sobre los puntos medulares de la Constitución de
Montecristi no cesan. A más de la mencionada Ley de Minería, se
aprobó una Ley de Soberanía Alimentaria que apenas traza la can-
cha a grandes rasgos, pero que no se compromete con los princi-
pios constitucionales, sobre todo para que el Estado garantice di-
cha soberanía. Es más, dicha ley fue vetada afectando gravemente
algunos de los pocos puntos rescatables de la misma. Con el veto
se dejaron insubistentes algunos puntos con los que se quería dar
cuenta de la necesidad de impulsar una redistribución equitativa
de la tenencia de la tierra; exceptuar la reversión de los manglares
ilegalmente ocupados por empresas camaroneras alegando razo-
nes socioeconómicas, levantar la prohibición de utilizar cultivos
agroalimentarios en la producción de biocombustibles, al tiempo
que se permite entregar subsidios a los grandes terratenientes. Se
prepara, en paralelo, una Ley del Agua que al parecer no cristali-
zará todo lo que significa la declaratoria constituyente de asumir
al agua como un derecho humano fundamental y que prohibió su
privatización, al tiempo que estableció una Autoridad Única del
Agua, que tenga la capacidad para asegurar la participación ciu-
dadana en este ámbito de interés público.
Al respecto, no esperamos cualquier participación ciu-
dadana. Sabemos que la participación ciudadana podría ser me-
diatizada e institucionalizada por intereses específicos. Esto le
podría hacer perder efectividad e incluso su esencia misma. Uno
de los focos de atención gubernamental más desarrollado en los

La maldición de la abundancia 145


últimos tiempos ha sido el de “encauzar” la participación ciuda-
dana en los procedimientos permitidos y regulados por la insti-
tucionalidad. Esta visión se proyecta en tres escenarios principa-
les. El primero, la creación de un ente gubernamental encargado
de coordinar, regular y vigilar el quehacer de las organizaciones
no gubernamentales y movimientos, la Secretaría de Pueblos,
Movimientos Sociales y Participación Ciudadana. El segundo, la
adopción, mediante decreto ejecutivo, de un reglamento “de apli-
cación de los mecanismos de Participación Social establecidos en
la Ley de Gestión Ambiental”, en el que se aclara que la participa-
ción social en la gestión ambiental sólo procede frente a observa-
ciones “técnica y económicamente” viables. El tercero, a través
de ejercicios de debilitamiento de las estructuras sociales que re-
sienten a los proyectos extractivos, mediante discursos oficiales
que deslegitiman, desmonte de sus estructuras de apoyo o inclu-
so, la derogación de su existencia jurídica.
Estos esfuerzos gubernamentales resultan también lesi-
vos al derecho de resistencia reconocido en la Constitución del
2008 (Artículo 98). Aquí reconocemos que lamentablemente en
la Constitución de Montecristi no se incorporó el derecho a la
consulta previa conjuntamente con el consentimiento previo10;
este último derecho se garantiza indirectamente en la Constitu-
ción para los pueblos y nacionalidades indígenas a través de la in-
corporación de los pactos, convenios, declaraciones y demás ins-
trumentos internacionales que protegen a dichas colectivida-

10 Este tema fue debatido intensamente en el seno del bloque de Acuerdo País
y también en la Asamblea Constituyente. Se logararon algunos avances. Por
ejemplo, que el consultante sea el Estado (Artículo 398) y no las empresas pri-
vadas, como sucedía anteriormente. Pero a la postre se impuso democrática-
mente la tesis de no incluir el consentimiento previo, libre e informado para to-
da la sociedad. Lo que, a juicio del autor de estas líneas, constituye una equi-
vocación al dejar la consulta previa sin su complemento inseparable: el con-
sentimiento. ¿Para qué se consulta a una colectividad, si a la postre se impon-
drá el criterio “por resolución debidamente motivada de la instancia adminis-
trativa superior correspondiente de acuerdo con la ley” (Artículo 398). Ade-
más, si bien es aceptable que las ciudadanas y los ciudadanos indígenas y
afroecuatorianos, marginados históricamente, tengan un trato preferente, pa-
ra el resto de la ciudadanía esto implica una discriminación.

146 Alberto Acosta


des11. De acuerdo a la Declaración de las Naciones Unidas sobre
Derechos de los Pueblos Indígenas, es necesario el consentimien-
to previo de los consultados para que se realice alguna actividad
que pueda afectar la vigencia de sus derechos.
En otra esquina, con ninguna transparencia, desple-
gando intenciones reduccionistas, se prepararía un código del
ambiente para, de una u otra manera, dejar sin piso constitu-
cional a los derechos de la naturaleza establecidos en la propia
Constitución. Parecería que la Constitución, aprobada por el
pueblo ecuatoriano en una campaña que contó con el apoyo
entusiasta del gobierno y del propio presidente Correa, comien-
za a ser vista como una camisa de fuerza por parte del mismo
gobierno…
Debe quedar claro que no simplemente está en juego la
Constitución de Montecristi. El irrespeto a la misma, en el mar-
co de una economía y una sociedad atrapadas por un modelo ex-
tractivista, dominadas por poderes oligárquicos, puede terminar
por afectar, una vez más, la democracia.

Cómo no permanecer atrapados por la maldición de


la abundancia
El desarrollismo senil, un camino sin salida
A alguien –por mala fe o por ignorancia– se le podría
ocurrir una peregrina idea: si la economía primario-exportadora
genera y perenniza el subdesarrollo, la solución consistiría en de-
jar de explotar los recursos naturales. Obviamente, esa es una fa-
lacia. Pongámoslo en palabras de Joseph Stiglitz:
“la maldición de los recursos naturales no es una fatalidad del
destino, sino una elección” (2006).

11 Artículo 57 para los indígenas y Artículo 58 para los afroecuatorianos; para es-
tos grupos se estableció también el derecho a “ser consultados antes de la
adopción de una medida legislativa que pueda afectar cualquiera de sus de-
rechos colectivos”, Artículo 57, numeral 17. Este derecho fue violentado con
la nueva Ley de Minería.

La maldición de la abundancia 147


Una elección que debe ser asumida en forma democráti-
ca, sea, por ejemplo, para aceptar o no la minería metálica a gran
escala y a cielo abierto; y, en caso de que esta definición comunita-
ria sea afirmativa, a través de una amplia participación ciudadana,
la comunidad debería ser la que establezca las bases para su crista-
lización sin poner en riesgo la vida, en ninguna circunstancia.
Lo que sí debe quedar claramente establecido es que
una economía extractivista, es decir prioritariamente primario-
exportadora, no tiene posibilidades de conducirnos al desarrollo,
menos aún al buen vivir. Se puede vivir épocas de bonanza eco-
nómica, pero si no se resuelven las patologías más importantes
propias de este tipo de economías, no se conseguirá establecer las
bases para el buen vivir. Una primera conclusión, entonces, radi-
ca en la necesidad imperiosa de superar esta dependencia. Y pa-
ra lograrlo, habrá que elaborar y poner en marcha una estrategia
precisa y suficientemente flexible para enfrentar los retos que im-
plica esta transición.
Una de las tareas más complejas es la construcción y
ejecución de una estrategia que conduzca al país hacia una eco-
nomía post-extractivista. No se hará realidad de la noche a la ma-
ñana. No se avizora la posibilidad de cerrar abruptamente los ac-
tuales campos petroleros en explotación, por ejemplo. Pero no
será una realidad nunca si se siguen ampliando las actividades
extractivistas y si no hay alternativas específicas, cuya evolución
debe ser adecuadamente planificada al tiempo que se reducen las
prácticas depredadoras en todo sentido. Un camino de salida de
una economía extractivista, que tendrá que arrastrar por un
tiempo algunas actividades de este tipo, debe partir de un punto
clave: el decrecimiento planificado del extractivismo no puede
afectar de manera alguna actividades sustentables, que podrían
darse en el ámbito de las manufactureras, la agricultura, el turis-
mo… en definitiva no se debe deteriorar más la naturaleza. Esto
indica que este tipo de estrategias, a ser desplegadas mientras se
siguen extrayendo los recursos naturales de alguna manera por-
tadores de la maldición de la abundancia, mantiene latentes los
riesgos de depender de dichas actividades, sosteniendo la carac-

148 Alberto Acosta


terística colonial de exportador de materias primas. El éxito de la
salida dependerá de la coherencia de la estrategia alternativa y,
sobre todo, del grado de respaldo social que tenga.
En este punto cobran fuerza las propuestas en el ámbi-
to petrolero del plan de gobierno que presentó Alianza País en el
año 2006, para llevar a la presidencia a Rafael Correa:
“La tarea (…) no es simplemente ampliar la producción de pe-
tróleo, sino optimizar su extracción sin ocasionar más destrozos
ambientales y sociales (…) Nuestro gobierno no será un socio de
las empresas transnacionales en contra del pueblo ecuatoriano,
como ha sucedido una y otra vez en la actividad petrolera. Hay
que procurar obtener el mayor beneficio posible para el país en
cada barril extraído, refinado, transportado y comercializado,
antes que maximizar el volumen de extracción, pero hay que ha-
cerlo respetando a la naturaleza y a las comunidades. (…)”
“Desde la perspectiva de lo anteriormente expuesto, dentro del
justo reclamo por asegurar la soberanía energética y financiera
del Ecuador, es necesario combinar el estricto cumplimiento de
los contratos con la revisión de aquellos contratos que a todas
luces no están sirviendo al interés nacional (…). Entonces, no
nos contentaremos con una simple repartición de las ganancias
extraordinarias, sino que, coincidiendo incluso con el espíritu de
cambio de las relaciones entre el Estado y las empresas petrole-
ras a nivel latinoamericano, creemos imprescindible replantear-
se la distribución de toda la renta petrolera teniendo como un
punto de referencia los márgenes de participación de la empre-
sa Texaco en los años setenta y ochenta, que le dejaban al Estado
un ingreso superior al 87%. (…)”
“En este empeño por repensar la política petrolera, aparece con
creciente fuerza la necesidad de analizar con seriedad la posibi-
lidad de una moratoria de la actividad petrolera en el sur de la
Amazonía ecuatoriana, atada a una suspensión del servicio de la
deuda externa. Sería imperdonable que se reedite la destrucción
ambiental y social experimentada en el norte de la Amazonía.
Además, es preciso manejar el petróleo existente como una re-
serva energética para el futuro, a ser extraída posteriormente,
siempre que existan suficientes garantías para no poner en ries-
go la principal riqueza de la Amazonía: su biodiversidad.”

La maldición de la abundancia 149


El aprovechamiento adecuado de los recursos minera-
les, con el control y reorganización de actividades que confor-
man la minería que realmente existe en el país, es otro de los
grandes retos. Ecuador requiere una institucionalidad y una
normatividad adecuadas para replantearse el funcionamiento
de la extracción de materiales de construcción, así como de la
pequeña minería, la minería artesanal y la minería de subsisten-
cia. Es muy preocupante la incapacidad institucional del país
para afrontar adecuadamente los retos de regulación y control
de la minería; prueba de ello es la gravísima contaminación de-
rivada de los pequeños mineros, la violencia reinante, las enfer-
medades. Esto ha sido reconocido públicamente por los funcio-
narios del gobierno. Por lo tanto, es imperiosa una nueva y vi-
gorosa institucionalidad estatal. Se requieren esquemas y orga-
nizaciones reguladoras e independientes, así como mecanismos
debidamente establecidos y adecuadamente financiados desti-
nados a asumir las tareas de restauración integral12, tal como
manda la Constitución de Montecristi. Sólo así se podrá asumir
responsablemente lo que significa la fragilidad socio-ambiental
de las zonas mineras y enfrentar la voracidad de las empresas
que participan en la minería a gran escala.
De igual manera, se precisa una amplia y verdadera
participación social para enfrentar el reto de la minería metálica
a gran escala, sobre todo a cielo abierto, derivada de la Ley de Mi-
nería aprobada en enero del 2009. La ley, tal cual está concebida,
y peor aún sin una adecuada institucionalidad, pondrá en riesgo

12 No se puede confundir restauración integral con una simple remediación. Esta re-
mediación consiste apenas en limpiar y recuperar sitios contaminados o en pa-
liar los efectos de accidentes ambientales. La restauración, en sentido estricto,
implica volver al estado inicial silvestre o natural, sin que esté motivada exclusi-
vamente por demandas formuladas por grupos humanos que puedan haber si-
do afectados. Por lo tanto, como reconoce Eduardo Gudynas (2009), refiriéndo-
se a este tema de la Constitución de Montecristi, “la presentación de la restaura-
ción, y su carácter integral, como un derecho bajo rango constitucional es una
novedad impactante –no conozco ningún antecedente mundial de este tipo.” Es-
peremos que la sociedad y el gobierno, en particular, estén a la altura de esta dis-
posición cuya aplicación podría ser histórica y de impacto inclusive mundial.

150 Alberto Acosta


la biodiversidad: este es un tema de mucho cuidado tratándose
de uno de los 17 países megadiversos en el mundo. Además, la
misma convivencia social estaría seriamente amenazada.
Cuestionar esta actividad minera a gran escala, no pue-
de confundirse con quedarse cruzado de brazos frente a las otras
actividades mineras de menor volumen, que son tremendamen-
te perjudiciales para el ambiente y en donde las condiciones de
vida son deplorables. Como afirma Lucy Ruiz, subsecretaria del
Ambiente en el Ministerio de Energía y Minas, luego Ministerio
de Minas y Petróleos, profunda conocedora de los impactos am-
bientales y sociales provocados por las actividades mineras, en la
minería ecuatoriana “se vive el infierno en la tierra”.
El tema de fondo radica en no seguir extendiendo y
profundizando un modelo económico extractivista, es decir pri-
mario-exportador. El tratar de desarrollarse priorizando esa mo-
dalidad de acumulación primario-exportadora, que sobrevalora
la renta de la naturaleza y no el esfuerzo del ser humano, que pre-
fiere el mercado externo y descuida el mercado interno, que fo-
menta la concentración de la riqueza y margina la equidad, no ha
sido la senda para el desarrollo de ningún país.
El mismo Adam Smith, considerado como el padre del
neoliberalismo (a quien sus seguidores le citan con frecuencia,
aunque le hayan leído poco y entendido mucho menos) hace más
de 200 años, tenía algunos reparos con la minería. En su libro clá-
sico13, se pronunció de la siguiente manera:
“Entre todos los proyectos costosos e inciertos, que llevan la rui-
na de la mayor parte de quienes en ellos se aventuran, quizás no
se encuentre ninguno en que la amenaza sea tan grande como la
busca de nuevas minas de oro y plata. (…) Por esta razón un le-
gislador no debe otorgar ninguna preferencia a esta clase de pro-
yectos desplazando hacia ellos otro capital distinto del que es-
pontáneamente se hubiera dedicado a ello.”

13 Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de las riquezas de las


naciones, 1776.

La maldición de la abundancia 151


Por la vía del “desarrollismo senil” (Joan Martínez Alier
2008) no se encontrará la salida a este complejo dilema. El reto
radica en encontrar una estrategia que permita construir el buen
vivir aprovechando los recursos naturales no renovables, trans-
formándolos en “una bendición” (Stiglitz 2006), sin depender
exageradamente de ellos. Sólo así saldremos de la trampa de la
pobreza y del subdesarrollo.
Téngase presente, por último, la conclusión a la que lle-
ga un estudio financiado por intereses mineros14:
“la minería solo conviene a aquellos países que no cuentan con
otras alternativas”.
En Ecuador, como es ampliamente conocido, se cuenta
con muchas alternativas a las actividades extractivistas, que po-
drían ser la base de un desarrollo endógeno y sostenible; base que
puede ser afectada definitivamente si se continúa ampliando el ré-
gimen primario-exportador, sobre todo en aquellas regiones ricas
en biodiversidad.
En la actualidad, el reto mayor es consolidar en el deba-
te nacional las limitaciones del modelo extractivista, particular-
mente la minería metálica a gran escala y a cielo abierto. En am-
plios segmentos de la ciudadanía, no sólo en el gobierno, se ha
asumido como indiscutible el camino del extractivismo. Por lo
tanto, es preciso abrir la discusión y, a partir de ella, diseñar las
políticas económicas estructurales e incluso las leyes y las refor-
mas legales requeridas para, desde la efectiva aplicación de la
Constitución de Montecristi, encontrar otra senda de desarrollo,
mejor digámoslo de una manera definitiva: el buen vivir.

Principales patologías de la maldición de la abundancia


Para construir una alternativa, es preciso conocer a
cabalidad los problemas que hay que resolver y, por cierto, las
capacidades disponibles para poder enfrentarlos. Empecemos

14 Abriendo Brecha Minería, Minerales y Desarrollo Sustentable (2002)

152 Alberto Acosta


con las patologías propias de una economía como la ecuatoria-
na en la que sus gobernantes y élites dominantes han apostado
y apuestan prioritariamente por la extracción y exportación de
recursos naturales.
Aquí se mencionan, a modo de puntos críticos medu-
lares apegados a la realidad ecuatoriana, varias de dichas patolo-
gías que generan este esquema de acumulación, el que se retroa-
limenta y potencia sobre sí mismo en círculos viciosos cada vez
más perniciosos.
Ecuador, no hay duda, ha experimentado en más de
una ocasión la “enfermedad holandesa”, el virus ya mencionado
relacionado con el boom de exportación de materia prima15. El
ingreso abrupto y masivo de divisas lleva a una sobrevaluación
del tipo de cambio y a una pérdida de competitividad, perjudi-
cando al sector manufacturero y agropecuario exportador. Ya que
el tipo de cambio real se aprecia, los recursos migran del sector
secundario a los segmentos no transables y a aquellos donde es-
tá o influye la actividad primario-exportadora en auge. Esto dis-
torsiona la estructura de la economía, al recortar los fondos que
pudieran ir precisamente a los sectores que propician mayor va-
lor agregado, niveles de empleo, progreso técnico y efectos de en-
cadenamiento.
La especialización en la exportación de bienes prima-
rios –en el largo plazo– ha resultado negativa, como consecuen-
cia del deterioro tendencial de los términos de intercambio. Es-
te proceso actúa a favor de los bienes industriales que se impor-
tan y en contra de los bienes primarios que se exportan. Entre
otros factores, porque estos últimos se caracterizan por su baja
elasticidad ingreso, porque se van sustituyendo por sintéticos,
porque no poseen poder monopólico (son commodities, es decir
en la fijación de sus precios funciona mayormente la lógica del
mercado), por su bajo aporte tecnológico y de desarrollo inno-

15 Hay otros ingresos que pueden provocar efectos similares, por ejemplo, reme-
sas, inversión extranjera, ayuda al desarrollo, incluso ingreso masivo de capi-
tales privados, entre otros (Schuldt 1994).

La maldición de la abundancia 153


vador, porque el contenido de materias primas de los productos
manufacturados es cada vez menor, etc. Esto impide participar
plenamente en las ganancias que proveen el crecimiento econó-
mico y el progreso técnico a escala mundial a los países especia-
lizados en la exportación de mercancías altamente homogéneas.
La elevada tasa de ganancia, por las sustanciales rentas
ricardianas que contiene lleva a la sobreproducción, la que a la
larga puede desembocar en un “crecimiento empobrecedor”. (Re-
cordemos que las rentas ricardianas son aquellas que se derivan
de la riqueza de la naturaleza, más que del esfuerzo empresarial.)
El exceso de oferta hace descender el precio del producto en el
mercado mundial. En el caso ecuatoriano, las limitadas reservas
petroleras, declinantes ya, nos invitan a una reflexión oportuna:
hay que preparar las condiciones para una transición no traumá-
tica hacia una economía post-petrolera.
La volatilidad, que caracteriza a los precios de las ma-
terias primas en el mercado mundial, ha hecho que la economía
primario-exportadora ecuatoriana sufra problemas recurrentes
de la balanza pagos y de las cuentas fiscales, lo que genera de-
pendencia financiera externa y somete a las actividades econó-
mica y sociopolítica nacionales a erráticas fluctuaciones. Todo
esto se agrava cuando se desata la caída de esos precios interna-
cionales y la consecuente crisis de balanza de pagos (situación
aún más compleja en una economía dolarizada) se profundiza
por la fuga masiva de los capitales golondrinos que aterrizaron
en el país por la repentina bonanza. En este contexto les acom-
pañan prestos los también huidizos capitales locales, agudizan-
do la restricción externa.
El auge de la exportación primaria también atrae a la
siempre bien alerta banca internacional, que en esas circunstan-
cias desembolsa préstamos a manos llenas, como si se tratara de
un proceso sostenible; financiamiento que, por lo demás, ha sido
recibido con los brazos abiertos por el gobierno y los empresarios
del país, quienes también creen en esplendores permanentes. En
estas circunstancias se acicatea aún más la sobreproducción de
los recursos primarios y, a la postre, las distorsiones económicas

154 Alberto Acosta


sectoriales. Pero, sobre todo, como demuestra la experiencia his-
tórica, se hipoteca el futuro de la economía cuando llega el inevi-
table momento de servir la pesada deuda externa contraída en
montos sobredimensionados durante la generalmente breve eu-
foria exportadora.
La abundancia de recursos externos, alimentada por
los flujos que generan las exportaciones de petróleo y, en los úl-
timos años, las remesas de los trabajadores ecuatorianos en el
exterior, lleva a un auge consumista16. Esto generalmente signi-
fica un desperdicio de recursos, en tanto se procesa una sustitu-
ción de productos nacionales por productos externos, atizada
por la sobrevaluación cambiaria (en este punto influye también
la dolarización). Incluso una mayor inversión y un creciente
gasto del sector público, si no se toman las debidas providen-
cias, conduce a incentivar las importaciones y no necesaria-
mente la producción nacional. No hay un uso adecuado de los
cuantiosos recursos disponibles.
La experiencia ecuatoriana nos ilustra y el presente nos
confirma que la actividad petrolera no genera encadenamientos
dinámicos, tan necesarios para lograr un desarrollo coherente de
la economía. No se aseguran los tan esenciales enlaces integra-
dores y sinérgicos hacia delante, hacia atrás y de la demanda fi-
nal (en el consumo y fiscales). Mucho menos se facilita y garan-
tiza la transferencia tecnológica y la generación de externalida-
des a favor de otras ramas económicas del país. De la anterior
constatación se deriva una clásica característica adicional de
nuestras economías primario-exportadoras, incluso desde la
Colonia, que es su carácter de enclave: el sector petrolero, nor-
malmente está aislado del resto de la economía; esto se repite
con la minería en los países en donde esta actividad predomina.

16 Este auge consumista, que puede durar mientras dure la bonanza, es una
cuestión psicológica nada menor en términos políticos. Este incremento del
consumo material, de DVD chinos, de pantallas de TV planas o de automóvi-
les, por ejemplo, se confunde con una mejoría de la calidad de vida. En estas
circunstancias, el gobierno puede ganar legitimidad desde la lógica del con-
sumismo, que es no es ambiental y socialmente sustentable.

La maldición de la abundancia 155


En estrecha relación con lo anterior, las empresas que
controlan la explotación de los recursos naturales no renovables
en forma de enclaves, por su ubicación y forma de explotación,
se convierten en poderosos entes empresariales (para-estatales)
dentro de relativamente débiles Estados nacionales. En la medi-
da en que se debilita la lógica del Estado-Nación, se da paso a la
“desterritorialización” del Estado (tal como se ha visto en la
Amazonía ecuatoriana). El Estado se desentiende de los enclaves
petroleros o mineros, dejando, por ejemplo, la atención de las de-
mandas sociales en manos de las empresas. Esto conduce a un
manejo desorganizado y no planificado de esas regiones que, in-
clusive, están muchas veces al margen de las leyes nacionales. To-
do eso consolida un ambiente de violencia generalizada y margi-
nalidad creciente que desemboca en respuestas miopes y torpes
de un Estado policial, que no cumple sus obligaciones sociales y
económicas.
También cabe recordar que la actividad exportadora
genera enormes rentas diferenciales o ricardianas lo que –cuan-
do no se cobran regalías o los impuestos correspondientes– con-
duce a sobreganancias que distorsionan la asignación de recursos
en el país. De ahí la importancia de la “nacionalización del petró-
leo”, entendida al menos como una redistribución de las ganan-
cias extraordinarias y de la renta petrolera que obtienen las em-
presas. Recordemos que, en la actualidad, a pesar de algunas re-
negociaciones relativamente positivas, son muchos los contratos
petroleros en donde el Estado no obtiene una participación ade-
cuada o donde las situaciones de ilegalidad se mantienen17.

17 Urge introducir algunos cambios en el régimen contractual petrolero, se deben


revisar varios contratos. El autor de estas líneas, sin embargo, cree que la pro-
puesta de migrar los contratos petroleros de la forma de participación para
volver a los de prestación de servicios no sería la más adecuada. Hay otras al-
ternativas. En el marco de una estrategia global para una revisión de todos los
contratos petroleros, que se preparaba desde inicios del 2007, se planteó en
junio del mismo año, un tipo de contrato denominado de participación varia-
ble (concepto desarrollado por el ingeniero Julio Cárdenas y otros expertos del
Ministerio de Energía y Minas). Con este tipo de contrato se habría asegurado
un participación neta en crudo dos veces superior que con los contratos de

156 Alberto Acosta


La poca capacidad de absorción de la fuerza de trabajo
y la desigualdad en la distribución del ingreso y los activos condu-
cen a un callejón aparentemente sin salida por los dos lados: los
sectores marginales, que tienen una mayor productividad del ca-
pital que los modernos, no pueden acumular porque no tienen los
recursos para invertir; y los sectores modernos, en los que la pro-
ductividad de la mano de obra es más alta, no invierten porque no
tienen mercados internos que les aseguren rentabilidades atracti-
vas. Ello a su vez agrava la disponibilidad de recursos técnicos, de
fuerza laboral calificada, de infraestructura y de divisas, lo que de-
sincentiva la acción del inversionista; y así sucesivamente.
A lo anterior se suma el hecho, bastante obvio (y des-
graciadamente necesario y no sólo por razones tecnológicas) de
que, a diferencia de las demás ramas económicas, la actividad mi-
nera y petrolera absorbe poco –aunque bien remunerado– traba-
jo directo e indirecto es intensiva en capital y en importaciones,
contrata fuerza directiva y altamente calificada (muchas veces ex-
tranjera), utiliza casi exclusivamente insumos y tecnología forá-
neos, etc., con lo que el “valor interno de retorno” (equivalente al
valor agregado que se mantiene en el país) de la actividad prima-
rio-exportadora resulta irrisorio. Esto genera, a su vez, nuevas
tensiones sociales en las regiones en donde se realiza la extracción
de dichos recursos naturales, en la medida en que son muy pocas
las personas de la región las que normalmente pueden integrarse
a las plantillas laborales de las empresas mineras y petroleras.
Derivadas de la actividad de exportación de bienes pri-
marios, se consolida y profundiza la concentración y centraliza-
ción del ingreso y de la riqueza en pocas manos, así como el po-
der político. Grandes beneficiarias de estas actividades son las
empresas transnacionales, a las que se les reconoce el ‘mérito’ de
haberse arriesgado a explorar y explotar los recursos en mención.
Nada se dice de cómo conducen a una mayor “desnacionaliza-

participación vigentes a la fecha. Con esta nueva modalidad contractual, adi-


cionalmente, serían menores y más controlables los costos indirectos, con lo
que se habría reducido la evasión o elusión de impuestos.

La maldición de la abundancia 157


ción” de la economía, en parte por el volumen de financiamien-
to necesario para llegar a la explotación de los recursos, en parte
por la falta de empresariado nacional consolidado y, en no me-
nor medida, por la poca voluntad gubernamental por formar
alianzas estratégicas con empresarios locales. Por lo demás, desa-
fortunadamente, algunas de esas corporaciones transnacionales
han aprovechado su contribución al equilibrio de la balanza co-
mercial, para influir sobre el balance de poder en el país, amena-
zando permanentemente a los gobiernos que se atreven a ir a
contracorriente.
En estas economías petroleras de enclave –como es el
caso de Ecuador– la estructura y dinámica políticas se caracteri-
zan por prácticas “rentistas”, la voracidad y el autoritarismo con
el que se manejan las decisiones en el campo petrolero. Como se
anotó anteriormente, esta voracidad dispara el gasto público más
allá de toda proporción y acarrea distribución fiscal discrecional.
Pero uno de los procesos más graves es el que se co-
noce como “efecto voracidad”, que consiste en la desesperada
búsqueda y en la apropiación abusiva de parte importante de
los excedentes generados por el sector exportador. Los política-
mente poderosos exprimen el botín de los ingresos que gene-
ran las exportaciones de bienes primarios, incluso recurriendo
a mecanismos corruptos18.
Este tipo de economías extractivistas deteriora grave e
irreversiblemente el medio ambiente natural y social en el que se
desempeña, a pesar de algunos esfuerzos de las empresas para
minimizar la contaminación y las de los sociólogos y antropólo-
gos contratados por ellas, para establecer relaciones “amistosas”
con las comunidades. Estas son palabras mayores en un país co-
mo Ecuador, que se caracteriza por su megadiversidad.
En la economía ecuatoriana, a lo largo de décadas de
una modalidad de acumulación primario-exportadora, se han

18 Aquí cabría mencionar al diferencial de calidad para fijar el precio del crudo
ecuatoriano. Una cuestión no resuelta hasta el momento y que, según varios co-
nocedores de la materia, podría ser una importante y rica veta de corrupción.

158 Alberto Acosta


generado niveles elevados de subempleo y desempleo, de pobre-
za y de una distribución del ingreso y de los activos que se vuel-
ve aún más desigual. Con ello se van cerrando las puertas para
ampliar el mercado interno porque no se generan empleos e in-
gresos suficientes (no hay, ni habrá “chorreo”). Sin embargo, se
mantienen las presiones para orientar la economía cada vez más
hacia el exterior porque “no hay a quién vender domésticamen-
te”, como afirman cansinamente los defensores de este modelo.
Esta “mono-mentalidad exportadora”, de la que habla-
mos, inhibe la creatividad y los incentivos de los empresarios na-
cionales. También en el seno del gobierno, e incluso entre am-
plios segmentos de la sociedad, se reproduce la “mentalidad pro-
exportadora” casi patológica, basada en el famoso eslogan: “ex-
portar o morir”. Lo que lleva a despreciar las enormes capacida-
des y potencialidades disponibles en el interior del país.
Las posibilidades de que los potenciales ingresos mi-
neros provenientes de actividades a gran escala puedan provo-
car una superación de las patologías descritas es altamente im-
probable. Lo más probable es que, bajo las condiciones actua-
les, no cambiará la distribución interna del ingreso y la estruc-
tura actual de acumulación.
A esta conclusión se llega viendo que el grueso de las
nuevas inversiones serán realizadas por empresas transnacionales
y que el gobierno, al aceptar casi sin beneficio de inventario la
minería metálica a gran escala, no ha diseñado una clara estrate-
gia post-extractivista. Por otro lado, la actual crisis económica in-
ternacional provocará una disminución, al menos temporal, de
las inversiones en minería. Los bajos precios de los minerales y las
deprimidas acciones de las empresas mineras en las bolsas inter-
nacionales no configuran un escenario propicio para alentar
grandes expectativas sobre masivas inversiones y nuevas exporta-
ciones de recursos primarios, al menos en el corto plazo.
En este contexto resultan muy interesantes proyectos
como el destinado a dejar el crudo en tierra en el ITT. Incluso
la propuesta de moratoria petrolera en la Amazonía centro-sur,
resultan sugerentes. Con estas iniciativas se posiciona el tema

La maldición de la abundancia 159


del modelo extractivista en medio de la discusión nacional e in-
ternacional.
Desde estas reflexiones surge con fuerza la necesidad de
socializar el conocimiento de los conflictos ambientales y socia-
les ligados a las actividades petroleras y mineras. Es importante
comprender que no se trata de acciones aisladas y que sus conse-
cuencias afectarán la vida de toda la colectividad ecuatoriana.

La necesidad de repensar el desarrollo


A pesar del panorama pesimista que se deriva de la ex-
periencia acumulada con las economías primario-exportadoras,
incluyendo la ecuatoriana, definitivamente sí hay alternativas pa-
ra superar la maldición de la abundancia. No hay, eso sí, un rece-
tario indiscutible. Eso sucedía en los años de predominio del Con-
senso de Washington, cuando dominaba el pensamiento cero. Por
lo tanto hay que rechazar de plano el camino planteado por el
BID y los otros organismos multilaterales de crédito.
Partamos de la siguiente constatación: todas las eviden-
cias históricas señalan en la misma dirección; a la larga o a la cor-
ta la exportación de materias primas no renovables tiende a “de-
sarrollar el subdesarrollo”. Y esto no es culpa exclusivamente del
imperialismo, ni del FMI y sus colegas, ni del Consenso de Was-
hington, menos aún del hecho que se posean ingentes riquezas
naturales, ni de las empresas mineras o petroleras. El problema
radica mucho más en los gobiernos, en los empresarios e inclusi-
ve en amplios sectores de la ciudadanía de nuestros países.
No hemos sido capaces de idear las políticas económi-
cas y las reformas legales y estructurales requeridas, ni de confor-
mar las alianzas y consensos necesarios19, para aprovechar las

19 Francisco Durand en La mano invisible del Estado-efectos del neoliberalismo


en el empresariado y la política Desco, FES, Lima 2006, recuerda que “las fuer-
zas que toman la iniciativa en la crítica y la oposición por sí misma no garan-
tizan una capacidad de gobierno bajo nuevas orientaciones. Las principales li-
mitaciones son que: a) no existe aún un paradigma alternativo que sea y pa-
rezca viable b) ocurre una fuerte atomización de fuerzas políticas y de organi-

160 Alberto Acosta


enormes potencialidades –incluso durante los auges de la activi-
dad primario-exportadora– que nos permitirían asegurar la
transición de una economía dependiente hacia una economía
autodepediente, hacia la integración nacional y regional, hacia la
ampliación del mercado interno, en suma, hacia sociedades au-
tosustentables.
Ecuador requiere “combinar lo mejor de lo propio con
lo más valioso de fuera” (Schuldt). Es decir, se precisa una con-
cepción estratégica de país para poder participar con inteligencia
en el contexto internacional optimizando sus potencialidades
domésticas.
¿Cuáles fueron esas alternativas históricas? ¿Qué se
puede aprender de esas experiencias exitosas? ¿Cómo lograron
algunos países remontar la presión de la periferización y el
“maldesarrollo” (Tortosa 2001), a pesar de poseer tantos recur-
sos naturales?
Conviene estudiar la historia económica y sociopolítica
de países ricos en recursos naturales, que lo lograron a fines del
siglo XIX y en el siglo XX, tales como Australia, Finlandia, Holan-
da, Noruega, Nueva Zelanda y Suecia. También hay otras expe-
riencias recientes que merecerían ser estudiadas: Malasia, por
ejemplo, y otras por su mayor respeto al medio ambiente: Costa
Rica y Uruguay.
Evidentemente, hay que estar conscientes de los pode-
rosos intereses que quieren obligarnos a seguir por el sendero sin
salida. Hoy, en medio de la crisis, grupos también poderosos (las
empresas chinas, por ejemplo20), aprovechándose de la ingenui-
dad de gobernantes y élites dominantes, quieren lanzarnos una
“boya de salvataje”, entregándonos algunos recursos financieros a
cambio de que sigamos en esta senda primario-exportadora.

zaciones populares que no logran converger por un mismo cauce (unos ac-
túan en el congreso, otros en la calle, sin mayor coordinación) y c) se nota la
ausencia de partidos y líderes políticos que representen orgánicamente esas
aspiraciones”.
20 Esta creciente presencia de las empresas chinas se registra en diversas par-
tes de la región y el mundo. Véase, por ejemplo, Gudynas (2008).

La maldición de la abundancia 161


En muchos países donde predomina una economía
primario-exportadora, los gobiernos y las élites dominantes21, la
“nueva clase corporativa”, han capturado no sólo el Estado, sin
mayores contrapesos, sino que también han cooptado a impor-
tantes medios de comunicación, encuestadoras, consultoras em-
presariales, universidades, fundaciones y estudios de abogados.
Con lo que se han convertido en el “actor político privilegiado”
por poseer “niveles de acceso e influencia de los cuales no goza
ningún otro grupo de interés, estrato o clase social” y, aún más,
que les permite “empujar la reconfiguración del resto de la pirá-
mide social (…) se trata de una mano invisible en el Estado que
otorga favores y privilegios y que luego, una vez obtenidos, tien-
de a mantenerlos a toda costa”, asumiéndolos como “derechos
adquiridos” (Durand, 2006).
El desafiante reto radica precisamente en promover el
cambio hacia nuevas direcciones, a partir de soluciones concre-
tas que ciertamente no pueden ser “ni calco, ni copia” de expe-
riencias exitosas. Esto será viable sobre la base de alianzas y con-
sensos que conduzcan a un desarrollo en libertad, desde dentro
hacia fuera, sustentado en el aprovechamiento creciente de las ca-
pacidades existentes a escala humana, local y nacional, poten-
ciando las capacidades que ofrece la integración regional.
Sin pretender agotar los puntos que deben ser conside-
rados, a continuación se plantean algunos aspectos relevantes,
con el afán de alentar la discusión para la construcción democrá-
tica de respuestas que permitan transformar la existencia de im-
portantes recursos naturales en una palanca para el desarrollo,
superando esta maldición de la abundancia que reproduce una y
otra vez el subdesarrollo.

21 Ese es uno de los grandes retos políticos de los gobiernos progresistas de la re-
gión. No reeditar nuevas estructuras elitarias y privilegiadas, facilitando, cons-
ciente o inconscientemente posibilidades de acumulación de poder político o de
enriquecimiento a grupos reducidos del partido o movimiento en el poder, así
como de las familias de los gobernantes. Esto no sólo atenta contra la esencia
de un proceso revolucionario, sino que puede conducirlo a su desestabilización
e interrupción.

162 Alberto Acosta


A partir de todo lo expuesto podemos concluir que es
hora de repensar el desarrollo. Y eso pasa por poner, desde el
principio, en su sitio al crecimiento económico, diferenciar el
crecimiento “bueno” del crecimiento “malo”. Manfred Max-
Neef, economista chileno de gran renombre, Premio Nobel al-
ternativo, es categórico al respecto:
“Si me dedico, por ejemplo, a depredar totalmente un recurso
natural, mi economía crece mientras lo hago, pero a costa de ter-
minar más pobres. En realidad la gente no se percata de la abe-
rración de la macroeconomía convencional que contabiliza la
pérdida de patrimonio como aumento de ingreso. Detrás de to-
da cifra de crecimiento hay una historia humana y una historia
natural. Si esas historias son positivas, bien venido sea el creci-
miento, porque es preferible crecer poco pero crecer bien, que
crecer mucho pero mal”22.
Estas reflexiones plantean un tema todavía tabú: el de-
crecimiento sustentable, como una necesidad imperiosa, sobre
todo en los países industrializados. Allí, como se ha demostrado,
se ha llegado a un crecimiento depredador de la naturaleza e in-
clusive antieconómico, es decir al “maldesarrollo”.
Se debe discutir sobre las perspectivas de un decreci-
miento, considerando los límites ambientales e incluso sociales,
lo que no significa mantener a las masas empobrecidas en la ac-
tual situación de postración. La respuesta a este aparente dile-
ma es obvia, aunque quizás incómoda para ciertos grupos pri-
vilegiados: mediante la redistribución de la riqueza y del ingre-
so, así como mejorando el uso de los recursos naturales, se eli-
minará la pobreza.
Una de las grandes tareas para mejorar el uso de los re-
cursos naturales disponibles incluso en un país como Ecuador
tan rico en recursos naturales, es disminuir la demanda de ener-
gía y materiales por unidad de producto. Igualmente habrá que

22 Ver la carta abierta de Max-Neef al ministro de Economía de Chile, 4 de di-


ciembre del 2001.

La maldición de la abundancia 163


rebajar la cantidad de CO2 por unidad del PIB; disminución que
debería darse sobre todo en términos absolutos. También habrá
que restringir lo más posible la cantidad de residuos que se bo-
tan y pueden ser reutilizados. Además, no hay que seguir sobre-
cargando los ecosistemas, limitando su capacidad de asumir los
cambios sin llegar a su destrucción (resilencia).
En lo que se refiere al aprovechamiento de los recur-
sos naturales, no sólo petróleo y minerales, hay que mejorar las
tecnologías utilizadas en todas las fases; por ejemplo, en el pe-
tróleo habrá que mejorar las tecnologías desde la exploración
hasta la refinación, sin descuidar la comercialización y el uso de
sus derivados. Hay que reducir los pasivos ambientales acumu-
lados hasta ahora e impedir su reproducción. La restauración
ambiental integral debe ser la regla, no la excepción. Evitar las
prácticas depredadoras. Sustituir el uso de químicos por pro-
ductos naturales, un tema imperioso y urgente en la agricultu-
ra sobre todo. Hay que considerar por igual los límites deriva-
dos de la escasez de cada recurso y de los sumideros que le son
necesarios. Los análisis intertemporales, tanto como el princi-
pio de precaución deberán ser incorporados en el diseño y apli-
cación de las políticas públicas. La transformación de los patro-
nes de consumo es otro de los mandatos de cambio sustantivo
que busque el buen vivir. La economía debe enmarcarse en los
límites naturales y sociales. La construcción de una economía
más autosuficiente es un objetivo básico, a ser alcanzado pro-
moviendo las soberanías alimentaria, energética y económica.
Y, por cierto, habrá que evitar los conflictos socio-ambientales
limitando o suspendiendo, de ser posible, todo tipo de acciones
que los produzcan y exacerben.
Es importante aceptar que no va más la identificación
del bienestar y la riqueza como acumulación ilimitada de bie-
nes materiales, con las consecuentes expectativas de crecimien-
to y consumo ilimitados. En este sentido es necesario recono-
cer que los instrumentos disponibles para analizar estos asun-
tos ya no sirven. Son instrumentos que naturalizan y convier-

164 Alberto Acosta


ten en inevitable lo existente. Son conocimientos de matriz co-
lonial y eurocéntrica, que pretenden convencer de que este pa-
trón civilizatorio es natural e inevitable, como asegura Edgar-
do Lander (2009)23.
En este punto hay que rescatar las verdaderas dimen-
siones de la sustentabilidad. Esto exige, desde la perspectiva de
Roberto Guimaraes24, tener “como norte una nueva ética del de-
sarrollo, una ética en la cual los objetivos económicos de progre-
so estén subordinados a las leyes de funcionamiento de los siste-
mas naturales y a los criterios de respeto a la dignidad humana y
de mejoría de la calidad de vida de las personas”. Para él, “el cre-
cimiento, definido como incremento monetario del producto y
tal como lo hemos experimentado, constituye un componente
intrínseco de la insustentabilidad actual”. Esto, siguiendo al mis-
mo autor, nos conduce al “desplazamiento del crecimiento como
un fin último hacia el desarrollo como un proceso de cambio
cualitativo”. Y eso –pensando desde ya en lo que podría ser una
economía postcrecimiento, como lo entiende Enrique Leff– se lo-
grará, para volver a Guimaraes, “en la medida en que se logre pre-
servar la integridad de los procesos naturales que garantizan los
flujos de energía y de materiales en la biosfera y, a la vez, se pre-
serve la biodiversidad del planeta”. Para lo que habrá de “transi-
tar del actual antropocentrismo al biopluralismo, otorgando a las
especies el mismo derecho ‘ontológico’ a la vida”.
Estos planteamientos de Guimaraes ubican con claridad
por donde debería marchar el desarrollo sustentable, si realmente
pretende ser una opción de vida, en tanto respeta la naturaleza y
permite un uso de los recursos naturales adaptado a la generación
(regeneración) natural de los mismos. La naturaleza, en definiti-
va, debe tener la necesaria capacidad de carga y recomposición

23 Edgardo Lander, “Hacia otra noción de riqueza”, en Alberto Acosta y Esperan-


za Martínez, El Buen Vivir-Una vía para el desarrollo, Abya-Yala, Quito, 2009.
24 Roberto Guimaraés, “Tierra de sombras: Desafíos de la sustentabilidad y del
desarrollo territorial y local ante la globalización corporativa”, en varios auto-
res, Globalización-La euforia llegó a su fin, CEP-Flacso-Ildis-GTZ-Abya-Yala,
Quito, Santiago de Chile, 2004.

La maldición de la abundancia 165


para no deteriorarse irreversiblemente por efecto de la acción del
ser humano.
Un reto inicial mayor es posicionar en el debate nacio-
nal el tema del modelo extractivista. Sólo así se lo podrá superar.
El problema radica en la falta de apertura al debate de los gobier-
nos, incluyendo el actual, e inclusive de la ciudadanía, que han
asumido como indiscutible el camino del extractivismo. Todavía
ronda en la cabeza de muchas personas la idea de que somos un
país mendigo sentado en un saco de oro y que la solución radica
simplemente en la extracción de dicha riqueza mineral.
Por lo tanto hay que consolidar los procesos democrá-
ticos para superar los viejos esquemas sociales y políticos: siem-
pre más democracia, nunca menos. Y también hay que combatir
la ignorancia y la desinformación, que son claves para mantener
el orden injusto. Pueblos distraídos por la magia del poder, igno-
rantes por la sobresaturación de información sin contenido libe-
rador y desesperanzados por el irrespeto de sus derechos funda-
mentales garantizan los privilegios de las élites.
Por lo tanto se precisa idear, en un ejercicio de amplia
participación democrática, las políticas económicas y las refor-
mas legal-estructurales requeridas para encontrar otra senda de
desarrollo. Esto obliga a conformar las alianzas y consensos nece-
sarios para aprovechar las enormes potencialidades existentes,
sin caer en la trampa provocada por la búsqueda de un nuevo
producto primario de exportación que reemplace al petróleo.
La tarea no pasa simplemente por dejar de explotar el
petróleo de la noche a la mañana. Como se rescató del plan de go-
bierno de la revolución ciudadana, hay que optimizar su extracción
sin ocasionar más destrozos ambientales y sociales. Hay que pro-
curar obtener el mayor beneficio posible para el país, es decir para
el Estado, de cada barril extraído, antes que maximizar el volumen
de extracción. Es necesario combinar el estricto cumplimiento de
los contratos con la revisión de aquellos contratos que en la actua-
lidad, a todas luces, no están sirviendo al interés nacional.
Maximizar los ingresos estatales y garantizar la estabi-
lidad de los contratos debería estar en la base de las relaciones

166 Alberto Acosta


con posibles inversionistas privados nacionales o internacionales.
Igualmente se debería asegurar la participación del Estado en
todos los emprendimientos petroleros y mineros, sólo así se
podrá minimizar los riesgos de manipulación u ocultamiento de
la información, así como la evasión o elusión fiscal.
Igualmente habrá que asegurar el uso eficiente de los
recursos que se obtengan de la extracción de los recursos natura-
les. Hay que propiciar una economía no petrolera bien desarro-
llada y eficiente, clave para asegurar el buen vivir sostenido de la
población. Esto implica una adecuada disciplina fiscal y medidas
tributarias que aseguren el gasto y la inversión estatales, inversio-
nes sustentables, políticas estructurales de largo aliento y mucha
democracia, definiciones trascendentales para una adecuada uti-
lización de los recursos no renovables. Inclusive se debería refle-
xionar sobre cómo establecer un fondo de ahorro y estabilización
que permita transformar los ingresos temporales en ingresos más
duraderos, estableciendo mecanismos que permitan eliminar o al
menos reducir la volatilidad de los precios; esta propuesta de nin-
guna manera puede ser vista como una aceptación de los ante-
riores fondos, como el Feirep25.
En este empeño por repensar la política petrolera, apa-
rece con creciente fuerza la necesidad de incorporar activamente
las demandas ambientales, pensando, por ejemplo, en que una
moratoria de la actividad petrolera en el sur de la Amazonía, in-
cluyendo el ITT, puede ser una decisión conveniente para los in-
tereses de la sociedad en el mediano y largo plazos.
El aprovechamiento adecuado de los recursos mine-
rales, actividades que conforman la economía existente, es
otro de los grandes retos. Cuestionar la actividad minera a
gran escala, no puede confundirse con no hacer nada frente a
las otras actividades mineras de menor volumen, pero que
son, como se ha dicho anteriormente, tremendamente perju-
diciales para el ambiente y la comunidad. Es necesario un or-

25 A modo de ejemplo se podría estudiar la experiencia noruega en la gestión de


los recursos petroleros (From, 2009).

La maldición de la abundancia 167


denamiento territorial que permita aprovechar de manera
sustentable aquellos recursos minerales indispensables, como
son los materiales de construcción. En paralelo habría que
procesar esquemas de reconversión productiva que permitan
transformar a aquellas unidades mineras artesanales y de
subsistencia, en unidades más eficientes en todos los órdenes,
especialmente en lo ambiental y social; esto exigirá la partici-
pación del ente estatal minero, que tendría que intervenir con
capacitación, tecnología y asesoría.
De igual manera, aunque el autor de estas líneas se de-
clara contrario a la minería metálica a gran escala y a cielo abier-
to, se precisa definir una adecuada estrategia para enfrentar este
reto si la sociedad insiste en esta necedad. En este caso habría que
diseñar una estrategia nacional, que empiece con un ordena-
miento territorial para proteger las zonas social y ambientalmen-
te más sensibles, establecer normas ambientales sumamente exi-
gentes y verdaderos procesos de consulta previa. El aprovecha-
miento de los recursos que se puedan obtener de estas activida-
des debería garantizar el cumplimiento de la disposición consti-
tucional (Artículo 408) que establece que “el Estado participará
en los beneficios de estos recursos en un monto que no será infe-
rior al de la empresa que los explota”. Como complemento a lo
anterior, habría que establecer en los contratos con las empresas
mineras un plazo perentorio para que los minerales extraídos
sean procesados totalmente en Ecuador, con el fin de garantizar
mayores encadenamientos productivos y una creciente genera-
ción de valor interno de retorno dentro del país.
Para este tipo de proyectos a gran escala, el punto me-
dular debe ser el respeto irrestricto a la vida misma. Recordemos
que en Estados Unidos, sobre todo en algunos de sus estados,
existen severas limitaciones a la explotación minera a gran esca-
la. En Wisconsin, por ejemplo, rige la llamada Ley de Moratoria
Minera, que obliga a cualquier interesado en explotar recursos
minerales a que, en forma previa, demuestre que han manejado
explotaciones similares sin contaminación del agua durante la
explotación y hasta 10 años después del cierre de las minas. Esta

168 Alberto Acosta


pudo haber sido una de las innovaciones mayores de la nueva Ley
de Minería ecuatoriana.
Hay que trabajar el tema energético en el subsector pe-
trolero por igual, garantizando la demanda nacional en función
de la producción de los derivados internos. No es posible que un
país productor y exportador de petróleo como Ecuador no satis-
faga internamente su demanda de derivados y tenga que impor-
tarlos. Esto invita a mejorar el sistema de refinación, sin menos-
preciar las potencialidades de una verdadera integración energéti-
ca con los países vecinos.
Un replanteamiento de este tema, desde la perspectiva
de la soberanía energética, exige respuestas claras a las preguntas
clave: ¿energía para qué? ¿Energía para quién? Por cierto, ¿qué ti-
po de energía? y ¿de dónde y cómo se obtiene la energía?26.
En consonancia con el punto anterior es urgente tener
una visión energética integral. Hay que englobar la producción de
las distintas fuentes energéticas existentes procurando vincularlas
de manera activa a las demandas del aparato productivo y de la
sociedad en su conjunto, sin priorizar la atención en pocos grupos
monopólicos y oligopólicos, o en los mayores conglomerados ur-
banos. El suministro energético mejorado debe reflejarse en me-
jores niveles de empleo, de bienes manufacturados, de calidad de
vida. Este esfuerzo, a su vez, debe orientarse por la disponibilidad
de los recursos energéticos domésticos, crecientemente de los re-
novables: energía eólica, energía solar y fotovoltaica, energía geo-
térmica, energía mareomotriz, para recordar las más importantes
fuentes de energía alternativa y renovable. Pero, ojo, no se trata
simplemente de que una oferta creciente satisfaga cualquier tipo

26 En este punto hay que abrir una discusión muy responsable sobre el supues-
to potencial que tendrían los biocombustibles. Una opción que podría con-
ducir a una verdadera aberración: alimentar autos, antes que seres huma-
nos. Y que, además, provocaría un proceso de reconcentración de la tierra,
un mayor uso de agroquímicos, una creciente demanda de agua y por cier-
to los perniciosos monocultivos, en algunos casos utilizando más energía de
la que a la postre se obtiene. Francois Houtart plantea un dilema incluso más
amplio: ¿Solución para el clima o salida para la crisis del capital?, Coueur li-
bres, Charleroi, 2009.

La maldición de la abundancia 169


de consumo; éste también debe ser revisado y reajustado a las dis-
ponibilidades de energías renovables y limpias.
Si bien la integración energética regional se ha acele-
rado en los últimos años, los procesos de integración han ocu-
rrido principalmente a nivel del suministro de electricidad y gas
en el sur del continente, de electricidad en Centroamérica, con
algunos esfuerzos relativamente aislados de interconexión eléc-
trica en la región andina. El empeño integracionista se ha cen-
trado mayormente en relaciones comerciales sin que se hayan
impulsado procesos de complementación y menos aún pro-
puestas que aseguren la soberanía energética regional; quizás
estas limitaciones se explican por las mismas prácticas rentistas
que alientan, en varios países de la región, las tareas de extrac-
ción de los recursos energéticos: otra posible patología.
La tarea consiste en transformar la integración energé-
tica en motor para la integración entre los pueblos de la región,
lo que implica mucho más que unir tubos y cables. Un reto com-
plejo si se consideran las limitaciones internas y las presiones
contrarias de los poderes transnacionales.
Las relaciones energéticas, téngase presente, son un
factor cada vez más relevante de las relaciones internacionales,
inciden en la distribución del poder y, en consecuencia, sobre las
posibilidades de desarrollo de los países. La explotación, distri-
bución y el consumo de energía son elementos activos de la geo-
política y por cierto de la organización de las sociedades. Por lo
tanto dichas relaciones pueden funcionar como motor para el
desarrollo o como mecanismo para consolidar y recrear las tra-
dicionales relaciones asimétricas y de dependencia que han ca-
racterizado la vida de los países de América Latina y el Caribe.
Lamentablemente hasta ahora, salvo algunos esfuerzos de coo-
peración energética desplegados sobre todo por Venezuela, la in-
tegración no ha avanzado al mismo ritmo que los repetitivos
discursos integracionistas de los gobernantes latinoamericanos.
También es necesario que se organicen y modernicen
los mercados energéticos atravesados por una serie de deforma-
ciones estructurales, subsidios inequitativos y una falta generali-

170 Alberto Acosta


zada de conceptualización. De esta última aseveración, se des-
prende la necesidad de desarrollar una visión diferente en cuan-
to al tema de los mercados energéticos. El punto de partida es
entender cuáles son los mercados relevantes para cada uno de
los recursos energéticos disponibles. Estos no pueden ser objeto
de similar tratamiento como que todos accedieran de igual ma-
nera a un mercado energético homogéneo. El mercado del calor
difiere del mercado de iluminación y del mercado de fuerza, lo
que implica una aproximación diferenciada a cada uno de los
componentes de la oferta energética, considerando los avances
tecnológicos.
En todo momento habrá que tener en cuenta el entor-
no internacional, cargado de incertidumbre e inestabilidad y que
es, con frecuencia, contrario a los intereses de los países produc-
tores de recursos naturales. En estas condiciones, las estrategias
simplemente aperturistas pierden viabilidad y corren el riesgo de
crear y consolidar sólo islotes de modernidad, esto es, enclaves
desligados de la economía. Tampoco se pueden generar exporta-
ciones a costa del desabastecimiento del mercado interno. De ahí
está, de un lado, la necesidad de superar “modas” y plantear es-
trategias pragmáticas que comprendan la conveniencia de pro-
ducir prioritariamente para el mercado interno y no al revés, con
visiones exclusivamente exportadoras. Y, de otro, la necesidad de
aprovechar y desarrollar las potencialidades internas humanas,
materiales y financieras.
Es intolerable que se mantengan inamovibles costosos
subsidios a los combustibles, que no benefician a la sociedad en su
conjunto. La respuesta a este reto no pasa por la simplona salida
de elevar los precios de manera generalizada. Hay que considerar
todas las variables implicadas para diseñar una adecuada política
de precios de la energía, vinculada a otras formas de organizar la
economía.
A pesar de que las reservas petroleras se acaban en
Ecuador y en el mundo, sabemos que los hidrocarburos no se-
rán prontamente sustituidos. El país requiere usar con eficiencia
los recursos petroleros disponibles. Y, en el ámbito de las fuentes

La maldición de la abundancia 171


renovables, gracias al enorme potencial disponible, debe hacer
redoblados esfuerzos para aprovecharlas. Es hora de preparar
una transformación energética profunda en términos de econo-
mía y de sociedad, es decir como parte de una propuesta nacio-
nal. Por igual, faltan muchos esfuerzos para fomentar el uso ra-
cional de la energía. No hay una visión que aborde activamente
el tema del consumo.
Por lo tanto, no se trata de reemplazar la actual matriz
energética por otra menos contaminante, más disponible, más
eficiente… hay que cambiar también la forma de producir y
utilizar la energía, transitando hacia una nueva civilización
energética, sobre nuevas bases tecnológicas, orientándola hacia
el buen vivir.
Ecuador requiere una nueva forma de inserción inter-
nacional: un nuevo perfil de especialización productiva con sosteni-
miento interno. La idea es definir –en términos dinámicos– las lí-
neas de producción en las que debe concentrar sus esfuerzos para
lograr las ansiadas competitividad y productividad, pero conside-
radas desde una perspectiva sistémica y sustentable. Hay que au-
mentar los niveles de empleo de calidad y los ingresos, propician-
do la flexibilidad del capital y no la del trabajo, en tanto esta últi-
ma vía conduce a su depredación. Para ello, además de la apertu-
ra, es necesario aplicar políticas estructurales de redistribución de
la riqueza y los ingresos. Se trata, como es fácil anticipar, de un
proceso deliberado, planificado, de reorganización productiva en
base a la concertación de intereses entre el Estado, los sectores so-
ciales y los representantes de las diversas formas de hacer econo-
mía –empresa privada y pública, cooperativas, asociaciones, co-
munidades– en el marco de un proyecto de largo plazo.
Hay que robustecer el mercado interno y el aparato
productivo doméstico por igual. Este sería una especie de prerre-
quisito para conformar un sistema productivo competitivo y
abierto a la competencia con el exterior. Aquí es necesario adop-
tar, entre otras, medidas que propicien la transformación y el di-
namismo de la agricultura a partir de la soberanía alimentaria,
modificar los patrones de consumo, mejorar la distribución del

172 Alberto Acosta


ingreso, revisar la estructura de tenencia de la tierra (una real y
profunda reforma agraria), calificar masivamente la mano de
obra, emprender una reforma educativa integral y comprometi-
da con el cambio, así como fomentar la absorción y generación
del progreso técnico en el aparato productivo y en la sociedad en
su conjunto.
Uno de los requisitos es superar la baja productividad
de los segmentos productores de bienes orientados a atender la
demanda de la mayoría de la población, en donde se concentra la
mayoría de la mano de obra. Para lograrlo se requieren inversio-
nes masivas. Pero su financiamiento no puede provenir de ellos
mismos, porque prácticamente no generan excedentes (ni se
apropian de rentas diferenciales o ricardianas, ni producen ga-
nancias suficientes). Ello obliga a transferir excedentes de otros
segmentos productivos, básicamente de los que explotan recur-
sos naturales (fundamentalmente para el mercado externo, pe-
tróleo, por ejemplo) y también de aquellos segmentos producti-
vos modernos urbanos27 que producen bienes para los grupos
más acomodados de la población.
Mientras los segmentos tradicionales28 no generen ga-
nancias sustanciales, los productores de bienes primarios (pri-
mordialmente los exportadores de recursos naturales, petroleros
en este caso) deben cumplir una función central: otorgar recur-
sos financieros para asegurar la reproducción y sobre todo la
transformación del sistema. Es decir se debe transferir parte de
los excedentes de los productores de bienes primarios hacia los
segmentos tradicionales, de elevada productividad del capital,
menos intensivos en importaciones, más intensivos en empleo,
encargados de satisfacer la demanda de alimentos y servicios del

27 Segmento moderno petrolero (o minero), segmento moderno urbano (indus-


tria, banca, gran comercio) y segmento moderno rural (agroexportación, par-
ticularmente).
28 Segmento urbano tradicional y segmento rural tradicional, compuestos espe-
cialmente por pequeñas y medianas empresas del campo y la ciudad, campe-
sinos, artesanos, comerciantes informales, cooperativas, empresas de auto-
gestión, etc.

La maldición de la abundancia 173


mercado interno y, las más de las veces, menos depredadores del
ambiente. Estos son puntos determinantes para una concepción
alternativa. El reto es grande, no hay duda, pero una sociedad
comprometida potencia todas sus capacidades y encuentra res-
puestas con mayor fortaleza para enfrentar las adversidades.
Esa transferencia intersegmental de recursos debe dar-
se en un nuevo marco de organización sociopolítica y cultural de
los grupos populares, a efectos de asegurar su constitución en su-
jetos sociales. Esto permitirá, a su vez, el desarrollo de sus propias
fuerzas productivas y su constitución en dinamizadores del pro-
ceso sociopolítico. En juego no sólo está la disputa por una nue-
va modalidad de acumulación, sino el poder mismo.
Un manejo diferente y diferenciador en lo económi-
co exige también cambios en lo social, que no se agotan en el
campo de la simple racionalidad económica de las políticas so-
ciales. Su reformulación y orientación deben basarse en prin-
cipios de eficiencia, suficiencia y solidaridad, fortaleciendo las
identidades culturales de las poblaciones locales, promoviendo
la interacción e integración entre movimientos populares y la
incorporación económica y social de las masas diferenciadas.
Estos segmentos de la población, tradicionalmente margina-
dos, pasarían de su papel pasivo en el uso de bienes y servicios
colectivos a propulsores autónomos de los servicios de salud,
educación, transporte, etc., impulsados desde la escala local-te-
rritorial. En lo político, este proceso contribuiría a la confor-
mación y fortalecimiento de instituciones representativas de
las mayorías desde los espacios locales y municipales, amplián-
dose en círculos concéntricos hasta cubrir el nivel nacional.
Sólo así se puede hacer frente a la dominación del capital fi-
nanciero y de las burocracias estatales, que se han ido constitu-
yendo en los principales grupos reacios al cambio. Si en este
empeño se cuenta con el concurso consciente y activo del go-
bierno central, cuánto mejor.
Esto implica ir gestando, desde lo local, espacios de po-
der real, verdaderos contrapoderes de acción democrática en lo
político, en lo económico y en lo cultural. A partir de ellos se po-

174 Alberto Acosta


drán forjar los embriones de una nueva institucionalidad estatal,
de una renovada lógica de mercado y de una nueva convivencia
social. Contrapoderes que servirán de base para la estrategia co-
lectiva que debe construir un imaginario de desarrollo nacional:
el buen vivir, que no podrá ser una visión abstracta que descuide
a los actores y a las relaciones presentes, reconociéndolos tal co-
mo son hoy y no como queremos que sean mañana.
Adicionalmente y desde la óptica nacional, en la medi-
da en que se reduzca la dependencia externa de políticas econó-
micas “recomendadas” por el FMI o el Banco Mundial, orientadas
a conseguir en forma acelerada e ingenua una apertura radical de
nuestras economías, se profundizará la descentralización de las
decisiones políticas, con lo que se potenciarán las capacidades lo-
cales. En este campo hay que denunciar la persistencia de la estra-
tegia de inserción sumisa de las economías latinoamericanas al
mercado mundial, como aquellas desarrollada por el BID en el
marco de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Re-
gional Suramericana (Iirsa). El eje Manta-Manaos, apoyado por
los gobiernos considerados como progresistas de Lula da Silva en
Brasil y Rafael Correa en Ecuador forma parte de esta iniciativa.
Mientras se mantengan vivos este tipo de proyectos, que están al
menos subliminalmente vinculados al espíritu del librecambismo,
el ALCA y los TLC no estarán definitivamente derrotados. Tam-
poco hay salidas regionales equitativas y respetuosas mientras
subsistan mecanismos de dominación regionales, como los que
utiliza, con frecuencia, el “subimperialismo brasileño” a través de
los créditos que otorga su banco de desarrollo, el Bndes.
Esta estrategia de carácter alternativo sólo podrá llevarse
a cabo con una profunda reforma del Estado y de los mercados.
La versión simplista respecto del papel del Estado gira
fundamentalmente en torno su intervención directa y la direc-
ción de la política macroeconómica. Pero la dinámica del desa-
rrollo nacional no es sólo una cuestión económica sino también
política, tanto como social y cultural. Lo que debe transformarse
no es solamente la calidad y dimensión del Estado, sino también
el sistema político en su conjunto. Para ello se cuenta ahora con

La maldición de la abundancia 175


claros planteamientos y principios desarrollados en la Constitu-
ción de Montecristi.
A partir de dicha Constitución, la reforma del Estado
significa modernizar instituciones, cambiar las formas y conteni-
dos de la asignación de recursos y diseñar otra política económi-
ca, estrechamente vinculada a una estrategia que permita superar
la maldición de la abundancia.
La institucionalidad del sector energético, no sólo pe-
trolero, y del sector minero merecen una especial atención. La
división del Ministerio de Energía y Minas en dos ministerios,
decidida en julio del 2007, no parece haber sido la mejor solu-
ción, sobre todo habiendo fragmentado el manejo del sector
energético: por un lado el subsector petrolero, por otro el sub-
sector eléctrico. La fragmentación del manejo del sector energé-
tico (petróleo, electricidad y fuentes alternativas) no era la me-
jor opción para poder abordar íntegramente los grandes y com-
plejos retos sectoriales, por un lado, y dar respuestas urgentes a
los graves problemas acumulados en el sector minero, por otro.
El 9 de abril del 2007, en Cuenca, el autor de estas líneas
se pronunció a favor de una visión integral y no fragmentada del
sector energético. Esto ocurrió en el discurso de firma del conve-
nio de concesión para la largamente esperada construcción del
Proyecto Hidroeléctrico Paute Sopladora, acto que contó con la
presencia del presidente de la república:
“es necesario construir una estrategia energética alternativa, ar-
ticulada alrededor de nuevas relaciones entre los subsectores
energéticos y sobre todo bajo la perspectiva de preparar las con-
diciones para una transición no traumática hacia una economía
post-petrolera, así como para contribuir en la lucha de la huma-
nidad contra el calentamiento global (…) afrontar los desafíos
referidos de ninguna manera significa idear respuestas fragmen-
tadas para los problemas aislados. El enfoque reduccionista de
descomponer una compleja realidad en sus partes constitutivas
para luego reordenarlas bajo cierta lógica marco exógena al sec-
tor no sólo que no es aplicable, sino que sería irresponsable. El
problema que se presenta es de naturaleza sistémica, es decir,
aquel donde una serie de problemas interconectados en una

176 Alberto Acosta


compleja red de interacciones e interdependencias actúan al
mismo tiempo como causa y efecto. Por eso, todo intento por
construir una alternativa energética –como parte de una estrate-
gia de desarrollo a largo plazo– obliga a una visión global de la
estructura y de la dinámica de la sociedad, y de la economía y de
sus interdependencias con el sector energético.”
Indudablemente que una reingeniería de Petroecua-
dor es cada vez más urgente. La empresa estatal debe ser repen-
sada en función de su tarea fundamental: la explotación y el
aprovechamiento del crudo en todas sus fases. Mientras esto no
se ejecute, los discursos nacionalistas que exigen que el Estado
asuma el control mayoritario de las actividades en el subsector
petrolero, no dejan de ser huecos29.
En el sector minero, es importante que la constitución
de la empresa estatal responda a los requerimientos de todo el
sector, sobre todo con el fin de ayudar a resolver los graves pro-
blemas acumulados en las actividades artesanales y de subsisten-
cia. Este ente podría ser el eje de una política de apoyo a este ti-
po de actividades, con acciones en el ámbito de la asesoría tecno-
lógica, la oferta de créditos e incluso la conformación de empre-
sas mixtas en las diversas fases de la minería, considerando la po-
sibilidad de crear un sistema de compras públicas de los recursos
minerales metálicos explotados, como lo hacía anteriormente el
Banco Central con el oro.
Si el Estado por sí solo no es la solución, mucho menos
lo será el mercado. El subordinar el Estado al mercado, conduce a
subordinar la sociedad a las relaciones mercantiles y a la egolatría
individualista. Lejos de una economía sobredeterminada por las
relaciones mercantiles, hay que promover, como lo hace la Consti-
tución, una relación dinámica y constructiva entre mercado, Esta-
do y sociedad. Se busca construir una sociedad con mercado, para

29 En febrero del año 2007, el autor de estas líneas, en su calidad de ministro y pre-
sidente del directorio de Petroecuador, planteó formalmente unos lineamientos
para las políticas empresariales de la empresa. Lamentablemente esta propues-
ta no prosperó por la resistencia de las propias autoridades de Petroecuador…

La maldición de la abundancia 177


no tener una sociedad de mercado, es decir mercantilizada. No se
quiere una economía controlada por monopolistas y especulado-
res, como en la época neoliberal. Tampoco se promueve una visión
estatista a ultranza de la economía.
El mercado, tanto como el Estado, requieren una re-
conceptualización política que conduzca a regulaciones adecua-
das. El mercado es una relación social sujeta a las necesidades de
los individuos y las colectividades, entendida como un espacio de
intercambio de bienes y servicios en función de la sociedad y no
sólo del capital. “Los mercados pueden ser totalmente inmorales,
ineficientes, injustos y generadores del caos social”, nos recuerda
Luis de Sebastián (1999). Siguiendo el pensamiento de Karl Pol-
nayi (1992) “el mercado es un buen sirviente, pero un pésimo
amo”. Al mercado hay que organizarlo y controlarlo como a un
sirviente, pero no asumirlo como un amo. El Estado deberá, en
definitiva, ser ciudadanizado, mientras que el mercado habrá de
ser civilizado, lo que, en ambos casos, implica una creciente par-
ticipación de la sociedad.

El buen vivir, como una oportunidad a construir


Lo que se quiere con este esfuerzo es elevar el nivel de
vida de todos los habitantes al impregnar de equidad social, de
género, étnica, intergeneracional y regional a todas las acciones
de la política económica. Este esfuerzo debe atender principal-
mente a los más pobres (sin criterios clientelares, por cierto). Pe-
ro lo que se busca es que la política económica sea parte consus-
tancial de una estrategia alternativa y no solo un elemento más,
aislado del contexto de transformaciones que son indispensables.
Es claro que, como estamos hablando del largo plazo, es impera-
tivo el aumento sostenido de la productividad y, desde luego, del
empleo y de la distribución del ingreso. En el fondo lo que se per-
sigue es crear oportunidades para el desarrollo integral humano
de la mayoría de la población. En juego está la construcción co-
lectiva del buen vivir aprobado en la Constitución de Montecris-
ti. Esta estrategia es contraria a la de modernización con pobreza,

178 Alberto Acosta


propia de las propuestas de los organismos internacionales inspi-
radores del Consenso de Washington.
El buen vivir, más que una declaración constitucional, se
presenta como una oportunidad para construir colectivamente un
nuevo régimen de desarrollo. Constituye un paso cualitativo im-
portante al pasar del “desarrollo sustentable” y sus múltiples sinó-
nimos, a una visión diferente, mucho más rica en contenidos y por
cierto más compleja. Su contenido no se refleja simplemente en una
sumatoria de artículos constitucionales en los que se mencionan las
palabras buen vivir. Es mucho más que la posibilidad de introducir
cambios estructurales a partir del cumplimiento de los diferentes
artículos constitucionales en donde se aborda expresamente o no el
buen vivir. Esta oportunidad, siempre que sea asumida activamen-
te por la sociedad, en tanto recepta las propuestas de los pueblos y
nacionalidades indígenas, así como de amplios segmentos de la po-
blación, puede proyectarse con fuerza en los debates de transforma-
ción que se desarrollan en el mundo.
El buen vivir, en definitiva, tiene que ver con otra for-
ma de vida, con una serie de derechos y garantías sociales, eco-
nómicas y ambientales. También está plasmado en los princi-
pios orientadores del régimen económico, que se caracterizan
por promover una relación armoniosa entre los seres humanos
individual y colectivamente, así como con la naturaleza. En
esencia busca construir una economía solidaria, al tiempo que
se recuperan varias soberanías como concepto central de la vi-
da política del país.
Desde esa perspectiva, el buen vivir, en tanto régimen
de desarrollo en construcción y como parte inherente de un Es-
tado plurinacional, tal como se aprobó en Montecristi, busca una
vida armónica. Es decir, equilibrada entre todos los individuos y
las colectividades, con la sociedad y con la naturaleza. No se pue-
de olvidar que lo humano se realiza (o debe realizarse) en comu-
nidad; con y en función de otros seres humanos, sin pretender
dominar a la naturaleza. Los miembros de una comunidad son
los que desarrollan las bases para la confianza social, que les per-
mite plantear soluciones y resolver problemas.

La maldición de la abundancia 179


Para lograrlo se necesita dar vuelta a la página definiti-
vamente y modificar la correlación de fuerzas en lo político, eco-
nómico y social. Las políticas de ajuste estructural y la liberaliza-
ción a ultranza, que han tenido como objetivo principal la “repri-
marización” de nuestras economías, la venta de las empresas es-
tatales (o su desnacionalización), el puntual servicio de la deuda
externa y la reorganización de la economía a través de mercados
oligopólicos o abiertamente monopólicos, han fracasado. Para
superar esas políticas hay que hacer esfuerzos serios en otra di-
rección. No se puede sólo hablar de superar el neoliberalismo, si-
no que hay que superarlo en los hechos. Esto, sin embargo, no
convoca a reeditar aquellas prácticas estatizantes y autoritarias,
fracasadas estrepitosamente.
El valor básico de la economía, en un régimen de buen
vivir, es la solidaridad, tanto como la reciprocidad. Se busca una
economía distinta, una economía social y solidaria, diferente de
aquella caracterizada por una supuesta libre competencia, que
anima al canibalismo económico entre seres humanos y que ali-
menta la especulación financiera.
A partir de esa definición se aspira a construir relacio-
nes de producción, de intercambio y de cooperación que propi-
cien la eficiencia y la calidad, sustentadas en la solidaridad entre
seres humanos y la relación armónica con la naturaleza. La mis-
ma transferencia intersegmental de recurso propuesta anterior-
mente encuentra en el principio de solidaridad un sustento im-
portante. A partir de esos principios básicos se pretende cons-
truir un esquema de productividad y competitividad sistémicas,
es decir medibles no sólo en indicadores del comercio exterior,
por ejemplo, sino en avances en calidad de vida de la colectividad
y no sólo de mejoras individuales.
Lo anterior sería más fácil realizarlo con un gobierno
central coherente y comprometido, con capacidad de entender
que la primera piedra del buen vivir está en el ámbito local. Es de-
cir aceptar que lo local debe ser siempre participativo y consulta-
do, y que el beneficio de las políticas nacionales debe orientarse a
lo local, a mejorar la calidad de vida local.

180 Alberto Acosta


De igual manera, una nueva economía debe procesar
adecuadamente las externalidades, normalmente absorbidas por
los bienes comunes. Entonces,
“una economía basada en los bienes comunes llevaría apropia-
damente la contabilidad de los costos totales de la actividad de
los mercados al reconocer sus subsidios ocultos y sus externali-
dades sociales, ambientales, morales. Hablar de los bienes comu-
nes nos ayuda a empezar a ver la actividad económica de una
manera más integral” (Bollier 2008)30.
Finalmente el buen vivir, una verdadera filosofía de vida,
abre la puerta para construir un proyecto liberador y tolerante, sin
prejuicios ni dogmas. Un proyecto que, al haber sumado muchas
historias de luchas de resistencia y de propuestas de cambio, se po-
siciona como punto de partida para construir una sociedad sus-
tentable en todos los ámbitos. Por cierto, el derecho constitucional
a la resistencia, en tanto cláusula que fundamenta el espíritu del
nuevo Estado Constitucional de Derechos y Justicia, legitima la de-
fensa de los derechos individuales y colectivos de la ciudadanía a
través de la resistencia. Se trata, en realidad, de un derecho conce-
bido no para oponerse, sino para favorecer la cristalización de los
principios transformadores de la nueva Constitución.
Vistas así las cosas, para enfrentar la gravedad de los pro-
blemas existentes en el Ecuador hay que desarmar las visiones sim-
plificadoras y “compartimentadas”. El éxito o el fracaso no es sólo
una cuestión de recursos físicos sino que depende decisivamente de
las capacidades de organización, participación e innovación de los
habitantes del país. Existen sobradas razones para afirmar que el
principal estrangulamiento para asegurar una vida mejor, en un
mundo mejor para todos y todas, a más de las grandes inequidades
existentes, es la ausencia de políticas e instituciones31 que permitan
fortalecer e impulsar las capacidades humanas de cada una de las
culturas existentes.

30 David Bollier; “Los bienes comunes: un sector soslayado de la creación de ri-


queza”, en Silke Helfrich (compiladora) Genes, bytes y emisiones: bienes co-
munes y ciudadanía, Fundación Heinrich Böll, México, 2008.
31 Entendidas como el conjunto de normas y reglas emanadas de la propia so-
ciedad que configuran el marco referencial de las relaciones humanas.

La maldición de la abundancia 181


La lucha popular no se detiene
La lista de opciones de acción desplegadas anterior-
mente, a guisa de ideas incompletas e incluso preliminares para
construir sobre la marcha una estrategia alternativa desde el Es-
tado, requiere ser analizada por la sociedad. Más que eso, debe
haber una suerte de estrategia popular que alimente la discusión
y que se despliegue incluso como medida de presión para que los
gobiernos asuman los cambios que se vayan proponiendo desde
las bases. Eso implica, para empezar, tener claridad en la visión
estratégica del país que se quiere construir democráticamente.
Conscientes de la dificultad que entraña cristalizar las
conclusiones y recomendaciones generales expuestas, aquí se
propone un abanico de alternativas, que constituirían una pri-
mera lista de recomendaciones pensadas más desde los espacios
locales e incluso nacionales alternativos:
El manejo de la política petrolera y también minera,
con escaso margen de participación ciudadana, nos lleva a la ne-
cesidad de recomendar la gestación, desde lo local, de espacios de
poder real, verdaderos contrapoderes de control y acción demo-
crática. A partir de ellos se podrán forjar incluso los embriones
de una nueva institucionalidad estatal, de una renovada lógica de
mercado y de una nueva convivencia social. Contrapoderes que
servirán de base para la estrategia colectiva que debe construir un
imaginario de desarrollo nacional que supere el extractivismo.
Un primer punto fundamental, atado a lo expuesto en
términos generales, tiene que ver con la necesidad de apoyar la
constitución de estructuras orgánicas que permitan abordar la
discusión sobre el modelo extractivista, así como las acciones que
se desprendan de dicho debate. Para empezar se requiere infor-
mación suficiente y oportuna. Aquí cabría recomendar la consti-
tución de un Observatorio de las Actividades Extractivistas (pe-
tróleo y minería especialmente, pero no exclusivamente). Desde
este espacio, como centro de pensamiento y reflexión, se podrían
tender puentes con centros de educación superior para ir am-
pliando y mejorando la calidad del debate. Este observatorio de-
berá estar vinculado con los diversos procesos sociales existentes

182 Alberto Acosta


en el país, pues no se trata de construir otra torre de pensamien-
to académico sin compromiso social. Una tarea clave de este ob-
servatorio sería garantizar la transparencia en la información dis-
ponible: recopilándola o difundiéndola; la experiencia nos dice
que con adecuados niveles de transparencia se pueden evitar mu-
chos de los abusos de las empresas mineras y petroleras.
En seguimiento de lo anterior es urgente hacer un estu-
dio pormenorizado de la nueva estructura jurídica vigente en
Ecuador. Es preciso identificar las potencialidades, limitaciones e
incluso contradicciones existentes entre la Constitución y el mar-
co legal petrolero y minero. Las organizaciones sociales naciona-
les y locales requieren un respaldo para poder presentar, cuando
sea requerido, demandas de inconstitucionalidad o cristalizar
impugnaciones al cuerpo de leyes y reglamentos existentes32.
Aquí también es importante apoyar a la colectividad para que
pueda hacer un seguimiento riguroso del reglamento minero,
por ejemplo, o de posibles normas adicionales que puedan ser
propuestas en el ámbito de la economía extractivista.
Esta tarea jurídica, que tendrá que incorporar otros as-
pectos, como el ambiental, debe continuar a nivel local. Es preci-
so que las comunidades a lo largo y ancho del país dispongan de
herramientas para enfrentar las amenazas que se derivan o pue-
dan derivarse del petróleo o la minería.
Para poder consolidar una respuesta política se preci-
san redes sociales amplias. Las posibilidades de enfrentar de me-
jor manera los conflictos socioambientales relacionados con las
actividades extractivas sólo se harán realidad desde la organiza-
ción social. Las capacidades en la organización social están dispo-
nibles. Habrá que alentar su coordinación, así como el estableci-
miento de múltiples alianzas sobre la base de una creciente soli-
daridad (local, nacional e internacional), orientándolas a ampliar
y a sumar la mayor cantidad posible de esfuerzos que se desplie-

32 A la Ley de Minería ya se le han interpuesto dos demandas de inconstitucio-


nalidad: una formulada por las organizaciones indígenas y otra por parte de las
comunidades afectadas por la minería en la provincia del Azuay.

La maldición de la abundancia 183


gan en otras luchas sociales. En concreto, el reto es transformar
las luchas por el buen vivir, es decir por la vida, en procesos de re-
sistencia y de construcción desde todos los sectores comprometi-
dos con este gran objetivo, estén o no directamente afectados por
las actividades extractivistas.
Para que los esfuerzos propuestos se cristalicen será in-
dispensable dar paso a un proceso de formación y capacitación
que se nutra de experiencias propias e internacionales. La nece-
sidad de generar una ruptura masiva con una concepción “feti-
chizada” respecto de las actividades extractivas resulta determi-
nante. En este empeño hay que vincular al sector extractivista
con otras áreas del quehacer nacional, por ejemplo con el sector
energético. En este ámbito podría ser interesante plantear, desde
las mismas organizaciones sociales, respuestas para eliminar o
reducir aquellos subsidios a los combustibles claramente atenta-
torios a los intereses de los sectores populares; este tipo de ini-
ciativas le daría a dichas organizaciones un mayor poder de ne-
gociación con el gobierno y les posicionaría como actores pro-
positivos en la sociedad.
Apoyar la difusión de proyectos alternativos exitosos
asoma también como indispensable. Ante la avalancha de las em-
presas transnacionales, muchas veces las comunidades no en-
cuentran respuestas productivas (existentes, por lo demás) que
atiendan sus demandas de empleo, de ingresos, de bienes y servi-
cios indispensables para mejorar sus condiciones de vida. Son
debilitadas desde la base.
Consolidar posiciones desde de la sociedad civil nacio-
nal e internacional para impulsar proyectos como la Iniciativa
ITT para dejar el crudo en tierra en el Yasuní, es también otra ta-
rea para la sociedad civil organizada. El éxito de proyectos de es-
ta naturaleza requiere el concurso de las organizaciones sociales,
con capacidad de desplegar acciones de presión sobre el gobier-
no y conseguir simultáneamente respaldos a nivel internacional.
Sólo así se puede develar e incluso intentar corregir posiciones
contrarias al interés nacional o inclusive abiertamente ambiguas,
como ha sucedido a momentos con la Iniciativa ITT.

184 Alberto Acosta


De todo lo anterior se desprende que además hay que
hacer un esfuerzo enorme y sostenido para maximizar los efectos
positivos que todavía se puedan obtener de la extracción petrole-
ra, sin perder de vista que el petróleo se acaba. También hay que
ser muy cuidadosos con generar falsas expectativas sobre el po-
tencial minero cuya explotación, sobre todo a gran escala, puede
provocar severos problemas ambientales y crecientes conflictos
sociales. El desarrollo no se hace priorizando la extracción de los
recursos naturales. Es preciso generar riqueza, no podemos vivir
de la renta de los recursos naturales sino del esfuerzo de los seres
humanos. Esa es la gran tarea. Si esto no se logra, hay que tener
presente que se mantendrá la maldición de la abundancia.

La maldición de la abundancia 185


L a revolucionaria propuesta
de dejar el crudo en tierra
en el Yasuní

Los entretelones de la Iniciativa ITT


Para concluir este libro nada mejor que plantear algunos
elementos de una propuesta audaz y estimulante. Una propuesta
que rebasa las visiones sectoriales y que incluso supera la visión na-
cional. Nos referimos a la iniciativa de mantener el petróleo en tie-
rra en el Parque Nacional Yasuní, en la Amazonía a cambio de re-
cursos financieros de la comunidad mundial, propuesta con la que
el año 2007, el Ministerio de Energía y Minas de Ecuador sorpren-
dió al mundo1.
Esta iniciativa Yasuní, que recoge las propuestas de varias
personas y organizaciones de la sociedad civil acumuladas en el

1 El autor de estas líneas, desde antes de ser ministro de Energía y Minas, co-
mo parte de un proceso colectivo de construcción de estrategias para cons-
truir una economía post-petrolera, en varias oportunidades ya planteó la ne-
cesidad de “repensar la política petrolera, (en la que) aparece con creciente
fuerza la necesidad de incorporar activamente las demandas ambientales,
pensando, por ejemplo, que una moratoria de la actividad petrolera en aque-
llas zonas con una elevada biodiversidad puede ser una decisión conveniente
para los intereses de la sociedad en el mediano y largo plazos” (Acosta y
Schuldt 2006).

La maldición de la abundancia 187


tiempo, no tiene gerente-propietario alguno. Nadie en forma indi-
vidual puede asumir la paternidad de esta idea. Es el producto de
un largo proceso de resistencias y luchas de los pueblos indígenas
y los colonos de la Amazonía, así como de muchas personas que,
desde otras regiones del país, fueron acompañantes consecuentes
de este proceso.
La propuesta de no explotar el crudo del Yasuní se ex-
puso originalmente en junio del 2005 en “Un llamado eco-lógico
para la conservación, el clima y los derechos”2 y después en el li-
bro Asalto al paraíso: empresas petroleras en áreas protegidas3.
La Iniciativa ITT (en referencia a las reservas petroleras
del corredor Ishpingo-Tambococha-Tiputini, ubicado en el Par-
que Yasuní de la Amazonía ecuatoriana y que representa apenas
una fracción de este parque) fue asumida oficialmente por el pre-
sidente de la república, Rafael Correa, en la sesión del directorio
de Petroecuador del 30 de marzo del año 2007. Su posición sir-
vió para dilucidar la pugna entre el ministerio, que proponía de-
jar el crudo en el ITT a cambio de una compensación internacio-
nal, y el presidente de Petroecuador, que aceleraba (subrepticia-
mente) la firma de acuerdos de intención para llegar a la extrac-
ción del crudo. De esta manera, el presidente congeló las preten-
siones de la empresa estatal petrolera de empezar inmediatamen-
te el proceso de licitación para la extracción del crudo en el cam-
po Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT).
Como nos recuerda Esperanza Martínez (2009), el bo-
letín de prensa del Ministerio de Energía fue muy claro:
“se aceptó como primera opción la de dejar el crudo represado
en tierra, a fin de no afectar un área de extraordinaria biodiver-
sidad y no poner en riesgo la existencia de varios pueblos en ais-
lamiento voluntario o pueblos no contactados. Esta medida se-
rá considerada siempre y cuando la comunidad internacional
entregue al menos la mitad de los recursos que se generarían si

2 Presentado como documento de posición de Oilwatch en la primera reunión del


grupo de expertos sobre áreas protegidas, Montecatini, Italia, junio de 2005.
3 Oilwatch, 2006

188 Alberto Acosta


se opta por la explotación del petróleo; recursos que requiere la
economía ecuatoriana para su desarrollo”.
De esta declaración, según Martínez, se deduce que,
“desde la perspectiva presidencial, siempre había una segunda
opción: extraer el petróleo. Los objetivos de conservación de la
biodiversidad de Yasuní y de respeto al territorio de los pueblos
en aislamiento voluntario deberían garantizarse en la medida
en que se obtenga una compensación internacional estimada en
ese entonces en 350 millones de dólares. Adicionalmente, la pri-
mera opción, la de dejar el crudo en el subsuelo, suponía con-
centrar en ella los esfuerzos prioritarios y, sobre todo, ser cohe-
rente con ella.”
Esta es una decisión sin duda sorprendente. Contradice
la lógica dominante. Lo normal ha sido, sin considerar adecuada-
mente los efectos y las externalidades provocados por la extrac-
ción de petróleo, tratar de extraer hasta la última gota de crudo de
los yacimientos descubiertos. Por eso no faltaron voces escépticas
e incluso críticas4.
Esta Iniciativa ITT constituye un punto de ruptura en
la historia ambiental y también es, aunque no exclusivamente,
una propuesta emblemática para enfrentar en la práctica el ca-
lentamiento global. Supera la etapa de los discursos sin propues-
tas efectivas. Es un paso vigoroso para cuestionar la lógica del de-
sarrollo extractivista (primario-exportador) y simultáneamente,
es una opción para construir globalmente el buen vivir; entendi-
do como la vida en armonía de los seres humanos consigo mis-
mos y con la naturaleza. El proyecto, en concreto, se sustenta en
una visión respetuosa de la naturaleza y de las opciones cultura-
les de los pueblos libres en aislamiento voluntario que todavía
habitan en ese territorio amazónico.

4 Guillaume Fontaine, estudioso de los conflictos socio-ambientales en la Ama-


zonía (ver sus recientes aportes en la bibliografía) llegó incluso a decir que
“evitar la explotación del Yasuní es demagogia”. Ver diario Hoy, Quito, 15 de
octubre de 2007.

La maldición de la abundancia 189


En ese sentido, la Iniciativa ITT se perfila como ejem-
plar para evitar la explotación de combustibles fósiles en áreas in-
tangibles, de alta sensibilidad biológica y también cultural. Po-
dría ser una opción replicable en otras regiones del planeta. En
concreto, protege la biodiversidad de la Amazonía, donde además
se genera una gran cantidad de agua dulce.
Las reservas del ITT alcanzan, de acuerdo a las últimas
estimaciones, 846 millones de barriles recuperables de crudos
pesados (14,7° API) que se explotarían por cerca de 13 años, a
razón de 107.000 barriles diarios, a partir del quinto año. Esta
cifra, que representa casi la cuarta parte de las reservas probadas
en Ecuador, significaría apenas unos ocho días de consumo de
petróleo en el mundo.
Mantener bajo tierra el crudo del campo ITT tiene im-
portantes implicaciones éticas, sociales e incluso económicas, no
todas cuantificables en términos monetarios. En primer lugar,
evitaría la extinción de la cultura waorani, cuya subsistencia se ha
basado en la caza, recolección y agricultura itinerante. Algunos
waorani han sobrevivido el asedio de otras culturas y de la civili-
zación occidental internándose en planicies interfluviales como
las del Parque Yasuní. Sin embargo, la misma actividad petrolera
y la permanente y expansiva explotación de los bosques han afec-
tado irreversiblemente a la mayor parte de la población waorani
y a otros grupos indígenas. Quedan pocos grupos a salvo del ase-
dio occidental: los tagaeri, los taromenane y los oñamenane, per-
tenecientes a la cultura waorani.
Otra ventaja de la propuesta es que evitaría la emisión
de unas 410 millones de toneladas métricas de CO2; es decir,
ahorraría al mundo el costo de su abatimiento. Más todavía, evi-
taría los efectos de la deforestación causada por la explotación
petrolera. Las reservas petroleras del ITT se encuentran bajo una
de las áreas de mayor biodiversidad del planeta, que alberga no
menos de 165 especies de mamíferos, 110 de anfibios, 72 de rep-
tiles, 630 de aves, 1.130 de árboles y 280 de lianas, sin contar con
innumerables especies de invertebrados todavía no estudiados.

190 Alberto Acosta


Amplio respaldo internacional a la propuesta, pero…
Con los antecedentes señalados, es fácil comprender la
acogida que recibió esta iniciativa. Desde su primera formula-
ción pública, ha recibido mensajes de aliento, aunque no han fal-
tado comentarios caracterizados por la duda y la incomprensión.
Al mediar 2008, la iniciativa consiguió uno de los ma-
yores espaldarazos con el apoyo formal del parlamento alemán
(Bundestag), que recomendó a otros parlamentos europeos asu-
mir una posición similar5. El gobierno alemán, en consecuencia,
concretó ya un aporte financiero para definir la propuesta. El go-
bierno noruego, que financia el mayor fondo europeo para re-
ducción de emisiones por deforestación y degradación, está tam-
bién interesado en participar, mediante apoyo financiero com-
plementario. El parlamento inglés ha recibido también con inte-
rés esta propuesta. La Unión Europea, en marzo del 2009, a tra-
vés de la comisaria de Relaciones Exteriores Benita Ferrero Wald-
ner, expresó su respaldo a la Iniciativa ITT. La Iniciativa ITT tam-
bién ha sido recibida con entusiasmo por parte de miembros del
parlamento europeo, al igual que por instituciones norteameri-
canas, algunos organismos multilaterales y varias organizaciones
de la sociedad civil a nivel internacional.
La presentación de esta iniciativa por parte del presiden-
te de la república, Rafael Correa, en el seno de las Naciones Unidas,
en septiembre del año 2007, despertó un enorme entusiasmo in-
ternacional, que contrasta con la todavía relativamente tibia acogi-
da en el Ecuador (debido sobre todo a la forma relativamente re-
servada con que ha llevado el tema el gobierno ecuatoriano). De
todas maneras hay que anotar que esta iniciativa recibió indirecta-
mente un espaldarazo el 28 de septiembre del 2008, cuando la so-

5 El autor de estas líneas, en su calidad de presidente de la Asamblea Constitu-


yente y posteriormente como simple ciudadano, ha tenido la oportunidad de
discutir varias veces con parlamentarios alemanes sobre este tema en Monte-
cristi, Quito e incluso en Berlín, a donde fue invitado por el Bundestag para
una reunión celebrada el día 27 de mayo del 2009, en la Comisión de Coope-
ración Internacional del Parlamento Federal de Alemania.

La maldición de la abundancia 191


ciedad ecuatoriana aprobó mayoritariamente la Constitución de la
República redactada en Ciudad Alfaro, en Montecristi, cuyo eje es
el concepto del buen vivir o sumak kawsay, a partir del cual se cons-
titucionalizaron los derechos de la naturaleza.
La Iniciativa ITT, como parte de esta nueva visión de
desarrollo en Ecuador, está acompañada de otras iniciativas del
mismo presidente Correa, como la planteada en la OPEP en no-
viembre del 2008, cuando propuso la instauración de un im-
puesto sobre las exportaciones de petróleo para financiar la lu-
cha contra la pobreza y la promoción de energías alternativas
para contrarrestar el cambio climático. Este impuesto ha sido
denominado como Impuesto Daly-Correa, reconociendo a sus
promotores: Herman Daly, uno de los economistas ecológicos
más destacados, por su aporte intelectual, y Rafael Correa por su
iniciativa política.
Lamentablemente, el gobierno no manejó al inicio una
estrategia clara y definida, a pesar de las varias y cada vez más en-
tusiastas presentaciones de la Iniciativa ITT por parte del presi-
dente Rafael Correa en el exterior. Atentan en contra de ella repe-
tidas posiciones inconsistentes y contradictorias del mismo go-
bierno. Esta ambigüedad es la que realmente pone en riesgo la
Iniciativa ITT. Y es de esperar que luego de la presentación que
realizó el canciller Fander Falconí en el parlamento alemán (Bun-
destag), el 18 de junio del 2009, la posición del gobierno ecuato-
riano (ojalá se pueda hablar de una posición del Estado) se man-
tenga firme en el tiempo.
En efecto, transcurrieron más de dos años desde la for-
mulación pública de la propuesta, para definir las líneas gruesas
de los instrumentos que deberían cristalizarla6.
El punto de partida, que se basa en la justicia ambien-
tal, es decir en los derechos de la naturaleza, se fundamenta en la

6 La comisión del gobierno encargada de llevar adelante este proyecto está


conformada por Roque Sevilla, Yolanda Kakabadse, Francisco Carrión y Car-
los Larrea. Sobre la propuesta oficial se puede consultar “Iniciativa Yasuní-ITT
– La gran propuesta de un país pequeño” (junio 2009) y una propuesta alter-
nativa está disponible en Acosta, Gudynas, Martínez y Vogel (mayo 2009).

192 Alberto Acosta


idea de una estrategia de desarrollo post-material, con un com-
ponente post-extractivo, desde la realidad de un país dependien-
te de las exportaciones petroleras, como lo es Ecuador. Forma
parte de una nueva concepción energética. Estos son puntos me-
dulares del debate en Ecuador y deberían serlo también en la ma-
yoría de países latinoamericanos.
La propuesta de dejar el crudo en tierra, a más de
abrir la puerta para posibilitar la protección de la Amazonía,
presenta la pluralidad de valores como un nuevo paradigma de-
mocrático para el diseño y discusión colectiva de políticas pú-
blicas en correspondencia con los principios recogidos en el
nuevo marco constitucional ecuatoriano.

Una de cal y una de arena en la Iniciativa ITT


Esperanza Martínez (2009)

Luego del posicionamiento del presidente Correa en el directorio


de Petroecuador, hay dos hitos importantes a favor de la propuesta ambien-
talista: la presentación por parte del presidente de la Política de Protección a
los Pueblos en Aislamiento Voluntario, en abril del 2007, y la presentación ofi-
cial de la Iniciativa ITT en el Palacio Presidencial, por parte del mismo presi-
dente, en junio del mismo año. La opción de no explotar el crudo ha sido ade-
más parte destacada del discurso del presidente Correa en el exterior, tanto
cuando se conformó la UNASUR, como en las Naciones Unidas, en la Cum-
bre de Presidentes en Caracas, en la OPEP y en el reciente Foro Social Mun-
dial. Esta iniciativa le ha traído múltiples reconocimientos a nivel internacional
y sonoras ovaciones al presidente Correa.
Sin embargo, en un ejercicio que raya con la esquizofrenia, ca-
da uno de los pasos dados en dirección a salvar el Yasuní, han estado
acompañados de otras señales de igual fuerza, en apoyo a la opción pe-
trolera… Aquí podemos destacar la firma del memorando de entendimien-
to para explotar el ITT con las empresas estatales Petrobras (Brasil), Si-
nopec (China) y Enap (Chile), el mismo mes de marzo del 2007, así como
la licencia ambiental entregada a Petrobrás para entrar al bloque 31 (ve-
cino del ITT); las propuestas presidenciales en China e Irán para negociar
los campos petroleros ligados al ITT; los reiterados anuncios de que ya se
iniciarían las actividades de exploración y, por cierto, la permanente des-

La maldición de la abundancia 193


calificación a los grupos ecologistas que son los más entusiastas con es-
ta propuesta.
La opción de no explotación del crudo, por decir lo menos, ha te-
nido un deambular errático. Del Ministerio de Energía y Minas, en donde se fra-
guó esta iniciativa, pasó a la Vicepresidencia de la República. En poco tiempo
migró a la Cancillería. A momentos parecía una papa caliente que nadie que-
ría recibir. Sin embargo, aunque en el Ministerio de Relaciones Exteriores pa-
recería haber adquirido una mayor institucionalidad, desde la perspectiva con-
ceptual la propuesta sufrió una profunda metamorfosis. Esto aumentó la con-
fusión entre quienes tenían interés por defender la vida en el ITT.
Allí se ligó esta iniciativa a un sistema de canje de deuda que era
al mismo tiempo endeudamiento, luego a la emisión de bonos de carbono y
después a la emisión de unos bonos que deberían ser aceptados como bonos
de carbono a pesar de no serlo. Su consistencia estaba, por decir lo menos,
enredada en las contradicciones conceptuales de una propuesta confusa: por
una parte crítica con los mecanismos de mercado de Kyoto y por otra enmar-
cada dentro de ellos… Esta falta de definición no ha permitido hasta ahora dis-
poner de un mecanismo claro para captar los recursos financieros ofrecidos
desde hace rato. A eso se suma la ambigüedad del accionar presidencial.
La viabilidad de la opción de no explotación del crudo depende
de las garantías que se ofrezcan a quienes quieran hacer donaciones, de
asegurar el uso eficiente y correcto del dinero que se recaude, y de garanti-
zar la intangibilidad de las reservas petroleras una vez cristalizado el proyec-
to. Hasta ahora no hay un certificado que respalde las donaciones. Por igual
pesa en el proyecto la falta de dialogo con la sociedad civil ecuatoriana e in-
ternacional, que deberían ser los pilares más sólidos de esta iniciativa ver-
daderamente revolucionaria.
La opción de explotar el petróleo, mientras tanto, ha avanzado.
Primero se pensó entregar el campo a Petrobrás, recordemos que el bloque
31 era un proyecto clave para el ITT, por eso insistieron tanto en la licencia
ambiental del bloque 31. (Los brasileros, con su mira en el crudo del ITT,
consolidaron el bloque 117 en Perú7 y establecieron un convenio para la eva-
luación técnica con Pluspetro en seis bloques a lo largo del río Marañón tam-
bién en ese país8). Incluso recordemos la firma del memorando de entendi-
miento, mencionado anteriormente. Sin embargo Petrobrás cambió de prio-

7 El bloque 117 fue suscrito el 2006, afecta la reserva natural Guepi y limita con
la frontera ecuatoriana.
8 Petrobras y Pluspletro suscribieron la participación cada una del 50% en seis
áreas, de la 26 al 31 en 5,7 millones de hectáreas.

194 Alberto Acosta


ridades, tanto por la crisis económica, como por el descubrimiento del Pre-
sal, un inmenso yacimiento en aguas profundas brasileñas.
En respuesta Petroecuador centró sus esfuerzos en generar el in-
terés de otras empresas. Se consolidó la posibilidad de una producción tem-
prana, evitando que se maneje al ITT como un bloque aislado, y buscando “si-
nergias” que aprovechen la infraestructura existente en el bloque 15 de Petroa-
mazonas. Para poder mover el crudo pesado del ITT se encontró una fuente
de crudo liviano en el campo Pañacocha9. Eso explicaría la decisión oficial de
entrar –a cualquier costo– en Pañacocha a pesar del rechazo de la población.
Nuevamente en el directorio de Petroecuador, del 20 de noviem-
bre del 2008, el mismo presidente Correa, acogiendo una propuesta técnica,
señaló que se podría quitarle una T al proyecto ITT, para arrancar, al menos en
una parte del campo, con la explotación temprana. La propuesta de no explo-
tar el crudo quedaría reducida a Ishpingo y Tambococha. Se crearon las con-
diciones para empezar la explotación petrolera en cualquier momento.
Pero la historia continúa, a la nueva ley minera que consagra la
continuidad del modelo extractivista correspondía alguna medida fuerte, ba-
jo la lógica de una cal y otra de arena, y esta llegó con la prorroga por un pla-
zo indefinido de la iniciativa ITT. (…)
A pesar de las señales oficiales contradictorias, de las sorpresas
y las decepciones, la propuesta de mantener el crudo en el subsuelo tiene
una fuerza gigantesca. El qué, quién, y porqué se ha mantenido viva la op-
ción de no sacar el petróleo del Yasuní se explica por varias razones:
1) Diversas voces que dieron y dan credibilidad a la propuesta, como la
del propio Alberto Acosta, quien tanto en su calidad de ministro como
de presidente de Asamblea Constituyente se mantuvo como un voce-
ro calificado, así como la de varios funcionarios gubernamentales que
se han empeñado en mantener vigente las expectativas a pesar de
las señales contradictorias.
2) La nueva Constitución que establece una serie de restricciones a la op-
ción petrolera. Ya no es posible hacer operaciones sin antes contar con
una aceptación de la Asamblea Nacional y eventualmente del conjunto
de la ciudadanía, a través de una consulta popular (Artículo 407). En la
Constitución de Montecristi, además, queda explícitamente establecido

9 Para sacar 44 millones de barriles de petróleo (MBP) del Tiputini que tiene 14,7
grados API se requerían 35 MBD del Edén Yuturi, de 19,8 API y 17 MBP de
Pañacocha de 24 grados API, de acuerdo al “Estudio de visualización para el
desarrollo del bloque ITT” preparado por la ESPE y NCT de julio del 2008

La maldición de la abundancia 195


que afectar el territorio de los pueblos en aislamiento voluntario puede
configurar un delito de genocidio (Artículo 57). Estos pueblos cuentan
ya con medidas cautelares otorgadas el 10 de mayo del 2006, por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
3) La sociedad civil, bajo la Campaña Amazonía por la Vida y con el le-
ma El Yasuní depende de ti…con un trabajo permanente, ha ido po-
sicionando un sentido de pertenencia, de fascinación y de responsa-
bilidad frente al Yasuní.
4) Y, no hay que olvidar, la caída de los precios del petróleo provocada por
la crisis financiera internacional. El valor presente neto de la renta es-
perada para el Estado por la explotación del ITT ha declinado de 11.000
millones de dólares (unos 847 millones anuales)10 a 1.290 millones de
dólares (unos 99 millones anuales), para un precio del barril de crudo
WTI (mucho menos pesado que el del ITT) de 40,9 dólares11.

Un creciente cuestionamiento al modelo extractivista, y a lo


que hoy se denomina “el desarrollismo senil” crece en el país. Las pasa-
das movilizaciones indígenas, más que una simple protesta en contra de
la Ley de Minería, fueron expresiones en ese sentido. Los habitantes del
Ecuador conocemos los daños provocados por las operaciones petrole-
ras. Estos daños, llamados por los economistas “pasivos ambientales”
desmontan el discurso de “gran oportunidad”. Del juicio contra la Chevron-
Texaco no solo tenemos las imágenes y testimonios de lo desastroso de
estas operaciones, sino que hoy sabemos el alto costo de la reparación,
hoy calculada en 27.000 millones de dólares (es decir nueve veces más
de lo demandado por el presidente Correa como compensación para no
explotar el Yasuní).12

Elementos para consolidar la Iniciativa ITT


La propuesta no se queda exclusivamente en el ámbito
ecuatoriano. Convoca a las responsabilidades comunes de toda la
humanidad, diferenciadas en relación a las responsabilidades

10 En abril del 2007 se hablaba de una ganancia neta de 700 millones al año.
11 Las cifras son al 22 de diciembre de 2008.
12 El costo es el presentado por el perito de la Corte en el 2008, como un esti-
mado de lo que Texaco debería pagar.

196 Alberto Acosta


frente a los cambios climáticos, a la conservación de la biodiver-
sidad y a la crisis global ambiental. Es decir, plantea de manera
concreta, la vigencia del principio de corresponsabilidad interna-
cional, por el que los países más ricos del mundo, causantes de las
mayores complicaciones ambientales globales, están convocados
a sostener económicamente este tipo de iniciativas. De hecho po-
dría ser considerada como una forma de pago de la deuda ecoló-
gica que tienen estos países con las naciones empobrecidas por
sus acciones imperialistas o neocolonialistas, como las que se
desplegaron bajo el imperio del Consenso de Washington13.
Con esta iniciativa también se promueve un ejercicio de
reflexión sobre la gestión de los recursos naturales y el clima mis-
mo; es decir, cómo llevar a la práctica ideas revolucionarias, que re-
quieren mecanismos imaginativos de financiamiento, por ejemplo.
Entonces, más allá de los justificativos ambientales, re-
feridos a la conservación del área, es preciso desarrollar los justi-
ficativos sociales, en atención a los derechos de los pueblos indí-
genas del área (los que también están reconocidos y protegidos
en la nueva Constitución del Ecuador). Desde la lógica de justifi-
cativos en el campo de la pluralidad de valores, tales como los es-
téticos, religiosos, culturales, ambientales; éstos nos ofrecen una
visión alternativa de valuación que no queda restringida a la eco-
nómica, expresada únicamente en el valor monetario. Esta pers-
pectiva de valoración múltiple, no está en contra de ponerle –pa-
ra efectos del análisis– un precio a la naturaleza, sino que alerta
que ese valor económico no refleja la esencia de su valor, y que
esa estimación es incompleta.

13 La deuda ecológica se conoce como aquella generada desde la era colonial


por los países industrializados con los países subdesarrollados, como Ecua-
dor, a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales, los im-
pactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental glo-
bal para depositar los residuos, así como por efecto del comercio ecológica-
mente desigual: los precios de los mercados no incorporan los daños ambien-
tales. Este reclamo de la deuda ecológica va cobrando fuerza en los últimos
años. Anamaría Varea y Fernando Larrea, ya en 1992, plantearon la necesidad
de considerar “la deuda ambiental de las empresas petroleras”. Esperanza
Martínez, en el mismo año, también discutía sobre “la deuda ecológica”.

La maldición de la abundancia 197


Una propuesta innovadora como ésta requiere de he-
rramientas también innovadoras. Son indispensables esfuerzos
que nos obliguen a repensar las cosas imaginativamente, sin
desconocer posibles logros de la economía y la política en el
campo ambiental, pero reconociendo que estos avances deben
enriquecerse permanentemente para poder enfrentar una reali-
dad atravesada por múltiples factores que impiden superar las
sombras del pasado.
En el debate se puso el acento en una compensación
por mantener el petróleo en tierra. Esa compensación ha invo-
lucrado de manera distinta los componentes ambientales (loca-
les, nacionales y globales). Al enfatizar en la rentabilidad previs-
ta para una explotación convencional del petróleo, es por lo tan-
to una medida de “compensación económica”. Esta compensa-
ción, solicitada sobre todo a la comunidad internacional desa-
rrollada, constituye un reclamo justo, en tanto dicha comunidad
es la gran responsable del calentamiento global.
La “compensación económica” tal cual está presentada,
tiene aspectos motivadores en tanto podría asegurar ingresos a
las arcas del Estado, que pueden ser muy útiles en mantener po-
líticas sociales o ambientales. Igualmente podría contribuir para
cambiar los términos de la cooperación internacional y también
para asegurar recursos que viabilicen una transición hacia otro
mundo sustentable. Pero también tiene elementos preocupantes
en tanto el potencial uso de esa “compensación” no está todavía
directamente vinculado con las comunidades locales y con una
protección/restauración ambiental integral, tal como se plantea
en la Constitución de Montecristi. En otras palabras, se pueden
sumar enormes cantidades de dinero sin que eso resulte en un
mejor manejo ambiental en los pozos petroleros existentes en la
misma Amazonía ecuatoriana o sin que se de paso a una restau-
ración integral de las zonas depredadas por la actividad petrole-
ra. (Esto, sin embargo, no puede ser pretexto para que la Chev-
ron-Texaco no cumpla con su obligación de remediar íntegra-
mente la zona que devastó en la Amazonía.) La invocación de los
beneficios y beneficiarios es todavía muy incierta. Tampoco se di-

198 Alberto Acosta


ce nada en la propuesta oficial sobre las amenazas que se deriva-
rían para la región del ITT con la construcción del eje intermo-
dal Manta-Manos, proyecto previsto en el Iirsa. Esta propuesta
debería tener también un compromiso en primer lugar con los
ambientes amazónicos de Ecuador y con el bienestar de las co-
munidades locales.
Dejar todo reducido a la posible compensación eco-
nómica internacional es olvidar los otros justificativos. En otras
palabras, la conservación del ITT es importante en sí misma,
independientemente de los humores y la disponibilidad de pa-
go de la comunidad internacional. La demanda de compensa-
ción económica internacional no puede ser usada como excusa
para la inacción.
Siguiendo con este razonamiento, si la compensación
económica internacional es algo así como un coadyuvante im-
portante, pero no un ingrediente indispensable, la responsabili-
dad última de la gestión política está en manos del gobierno
ecuatoriano y no exclusivamente en manos de la comunidad
mundial, particularmente de los gobiernos de los países ricos y
de la cooperación internacional. Esto conduce a llevar el tema a
los respectivos escenarios políticos para abordar los retos princi-
pales de las desigualdades y las inequidades reinantes en el mun-
do, incluyendo la cuestión del cambio climático. Es una opción
de propuesta, no simplemente de crítica.
En este ámbito, las sociedades civiles ecuatoriana e in-
ternacional tienen una gran responsabilidad no sólo como vee-
dores del proceso, sino como actores directos encargados de pre-
sionar a sus respectivos gobiernos, particularmente al ecuatoria-
no para que demuestre en la práctica la suficiente coherencia pa-
ra cristalizar esta iniciativa.

La vía del mercado no es conveniente


Sabemos que la naturaleza tiene límites que la econo-
mía no debe sobrepasar. El cambio climático, resultado del sobre-
consumo energético, es una evidencia incontrastable. Conoce-

La maldición de la abundancia 199


mos también que el pensamiento funcional se limita a hacer de
los bienes y servicios elementos transables a través de la dotación
de derechos de propiedad sobre estas funciones. Y por igual esta-
mos convencidos de que el mercado de carbono, construido co-
mo espacio para procesar una salida a los conflictos del cambio
climático, es realmente un nuevo negocio del desastre climático.
Por lo pronto las empresas contaminantes y los inter-
mediarios están haciendo millonarias ganancias sin que se co-
nozca de avances sustantivos en esta materia. Hasta ahora no se
sabe cuánto CO2 se estará reduciendo –en relación a los com-
promisos internacionales– si es que esto sucede. Es más, hay po-
sibilidades de que se produzcan efectos perversos. Por ejemplo,
rozar y quemar un bosque para luego sembrar eucalipto no fue
contemplado originalmente en Kyoto.
El mercado de carbono voluntario es aún más peligro-
so que el del Protocolo de Kyoto, que está de cierta manera regu-
lado en tanto fija una cuota a un país y éste a sus empresas. Mien-
tras tanto, el mercado voluntario está creciendo sin ningún tipo
de regulación, lo que disminuye el capital político de establecer
límites vinculantes que las partes deben acatar. Es decir anula el
desarrollo de adecuadas políticas ambientales, cada vez más in-
dispensables para enfrentar los crecientes problemas ecológicos.
El problema del deterioro ambiental en una economía
de mercado es que no considera plenamente en sus cálculos los
efectos externos; por lo tanto tiende a socavar los intereses de las
futuras generaciones y los derechos de las otras especies. Existe
aún una gran ignorancia sobre la pluralidad de valores y las com-
plejas funciones de los ecosistemas y especies. En este contexto, el
análisis costo-beneficio no es aplicable, pues tiende a valorar en
cero lo que se desconoce, o valora utilitariamente los recursos
que pueden ser aprovechados y enfrenta problemas en determi-
nar una tasa de descuento, o en decidir cuál es la escala de tiem-
po a considerar. Irónicamente, dicho análisis aplicado a un hots-
pot de biodiversidad es una de las amenazas más grandes contra
tal sitio. Esta advertencia se ha hecho en Ecuador repetidas veces;
por ejemplo, Fander Falconí sostenía en 2004 que algunos daños

200 Alberto Acosta


desencadenados por la actividad petrolera pueden ser mensura-
dos económicamente, y por lo tanto son compensables, pero
otros son simplemente inconmensurables.
Finalmente es cada vez más aceptada la noción de que
introducir en el mercado dichos servicios ambientales significa-
ría transferir al mercado asimétrico la responsabilidad de definir
los aspectos distributivos asociados con los usos de los recursos
naturales, cuya valoración monetaria, como lo hemos explicado,
resulta muy compleja, sino imposible. Además, la misma lógica
de mercado puede generar un proceso de concentración en el ac-
ceso a los recursos naturales y la consiguiente pérdida de sobera-
nía para las poblaciones usuarias de estos ecosistemas.
Atar la compensación a las fluctuantes cotizaciones del
crudo en el mercado internacional se presenta como una tarea
inconveniente y extremadamente compleja, que podría devenir
en un ejercicio propio de actividades especulativas… El objetivo
de esta Iniciativa ITT, por el contrario, sería alcanzar, en términos
constantes, la meta económica planteada en una compensación
de 3.500 millones de dólares de acuerdo a la propuesta inicial. Pa-
ra lograrlo la mejor y más segura opción será un acuerdo políti-
co internacional.
Si bien la vía del mercado no es la más convincente, ni
adecuada, los resultados económicos de esta propuesta pueden
ser múltiples. Uno, directo, la compensación económica. Pero
hay más. El mismo Joan Martínez Alier (2008) reconoce que,
por efecto de “la buena imagen”, aceptando los riesgos ambien-
tales que ello tiene “podría favorecer el turismo o el ecoturismo”
hacia el Ecuador. Esa buena imagen también podría representar
mayores posibilidades para obtener cooperación internacional e
incluso, en la medida en que el gobierno lidere un manejo am-
biental coherente, Ecuador podría transformarse en un líder
mundial en el campo ambiental, con indudables y no fácilmen-
te estimables repercusiones positivas en otros ámbitos.
Un fracaso de esta iniciativa, sobre todo si se debe a las
incoherencias del gobierno, repercutiría negativamente sobre
Ecuador. Sus costos sólo serían asumidos y entendidos en el

La maldición de la abundancia 201


tiempo, en tanto dicho fracaso deberá ser comprendido como
una oportunidad desperdiciada para transformar estructural-
mente el país.

La salida política pragmática es la única posible


El objetivo del acuerdo político internacional propuesto
será constituir un fondo que permita financiar la compensación
solicitada por Ecuador, al tiempo que se establecen las condiciones
que permiten su funcionamiento. El Fondo ITT puede constituir-
se de diversas maneras: donaciones de gobiernos o de empresas,
contribuciones ciudadanas o de organizaciones privadas, de actua-
les o nuevos fondos de cooperación internacional o de diversas
modalidades de condonación o conversión de deuda externa. Otra
alternativa, de ninguna manera excluyente de otras opciones, sería
un acuerdo para suspender los pagos de la deuda externa. El Ecua-
dor no pagaría su deuda externa bilateral con los países del Club
de París y con esos recursos se financiaría el fondo del ITT. Y si al-
guna vez algún gobierno ecuatoriano extrae el petróleo, volvería a
entrar en vigencia la deuda que quedó suspensa. Esa podría ser
otra garantía para quienes financien el proyecto ITT.
En esta línea de reflexión se podrían desarrollar opcio-
nes más complejas e interesantes; por ejemplo, los ciudadanos y
las ciudadanas de los países más ricos, que aporten a la confor-
mación de este Fondo ITT, podrían obtener de sus gobiernos un
descuento porcentual del monto total de sus impuestos a pagar
en su país de origen como aliciente al aporte voluntario que es-
tán realizando con miras de reducir los problemas derivados del
calentamiento global. Las posibilidades existentes son múltiples,
y algunas podrían incluso recién aparecer como resultado del de-
bate planteado.
Esta compensación no representa un pago por servicios
ambientales. El Estado ecuatoriano emitiría certificados no ne-
gociables –Certificados de Garantía– por renunciar al crudo en el
subsuelo de la Reserva Yasuní. El titular del certificado tendría la
posibilidad de ejecutar un reclamo sobre ese crudo si el Estado

202 Alberto Acosta


no cumple con dicho compromiso; es decir si el crudo es extraí-
do14. No se trata sólo de conseguir el compromiso del actual go-
bierno para dejar intocado ese pedazo de la selva amazónica. Es
necesario garantizar que la decisión se mantenga en futuros go-
biernos, por lo que es imprescindible la transparencia y partici-
pación ciudadana, tanto como la existencia de mecanismos de
presión e incluso sanción en caso de incumplimientos…
Uno de los mecanismos más eficientes es la existencia de
un sistema de pago, que podría ser reversible en caso de incumpli-
mientos. Por eso el Estado negociará y administrará la propuesta
de pago por conservación de crudo en subsuelo. No se traspasarán
las responsabilidades de la conservación a entidades privadas na-
cionales o extranjeras, ni la formulación de políticas sobre conser-
vación, ni tampoco la administración de las áreas protegidas.
En este punto hay que dejar sentada la necesidad de
asegurar a todas las personas naturales o jurídicas que aporten
para la constitución de este Fondo ITT, el adecuado uso de los re-
cursos acumulados. Por un lado, todas estas personas deben te-
ner la certeza de recuperar su dinero si el Estado ecuatoriano in-
cumple su compromiso o incluso si se comprueba que no ha ha-
bido el suficiente dinero para financiar la propuesta. Por ejemplo,
en el caso de que en el futuro algún gobierno ecuatoriano extrai-
ga el crudo, éste, en primera instancia, deberá ser comercializado
para financiar los aportes recibidos; en concreto, los aportantes
serían, de una u otra manera, propietarios del crudo del ITT
cuando éste salga a la superficie.

14 Este punto requiere una adecuda construcción jurídica, en la medida que


“son de propiedad inalienable, imprescriptible e inembargable del Estado los
recursos naturales no renovables y, en general, los productos del subsuelo,
yacimientos minerales y de hidrocarburos, substancias cuya naturaleza sea
distinta de la del suelo, incluso los que se encuentren en las áreas cubiertas
por las aguas del mar territorial y las zonas marítimas” (Artículo 408 de la
Constitución de 2008). La propuesta oficial considera la conformación de un
fideicomiso, a ser financiado por el CO2 que no se emite; fideicomiso que se-
ría administrado por algún organismo internacional como la Corporación An-
dina de Fomento (CAF). Este fideicomiso serviría de garantía frente a los
aportantes a dicho fondo.

La maldición de la abundancia 203


Lo anterior no es lo único que debe quedar suficiente-
mente aclarado. El uso de los fondos debería ser discutido con
participación del gobierno ecuatoriano, portador y responsable
último de la iniciativa ITT, con los aportantes del fondo. Aunque
aquí podría pensarse desde ya un esquema que involucre a repre-
sentantes de las zonas amazónicas afectadas por la actividad pe-
trolera, así como de la sociedad civil del Ecuador e internacional.
Una instancia institucional de vigilancia y monitoreo, a más de
las organizaciones de la sociedad civil, podría establecerse con la
intervención de Naciones Unidas, por ejemplo el PNUD.
En este campo es mucho lo que aún hay que discutir.
Nos parece prioritario atender las demandas de cuidado y mane-
jo de la zona, tanto como las de reparación ambiental. Igualmen-
te habría que atender con urgencia las necesidades de la pobla-
ción amazónica, considerando la posibilidad de canalizar recur-
sos para mejorar sustantivamente la educación y el desarrollo de
energía sustentable en el país. Esta es una tarea que debería ser
asumida por el gobierno y la sociedad ecuatoriana. La Iniciativa
ITT, en definitiva, debe ser enmarcada en una verdadera pro-
puesta nacional que englobe diversos aspectos, como son una es-
trategia energética post-petrolera, la protección y restauración
ambiental efectiva y, por cierto, en todo momento, el respeto a los
derechos humanos y a los derechos de la naturaleza.
A nivel internacional, por ejemplo en la Cumbre de
Cambio Climático en Copenhague, será necesario un acuerdo
amplio que dé un tratamiento preferencial a países como Ecua-
dor, que contribuyan efectivamente a resolver los problemas de
calentamiento global. Adicionalmente será necesario establecer
colectivamente acuerdos vinculantes de coerción mutua para
cumplir con las obligaciones internacionales.
Ecuador, un pequeño país, ha hecho una propuesta re-
volucionaria; el mundo tiene la palabra.

204 Alberto Acosta


A nexo

Principales rasgos de la evolución del marco jurídico


petrolero y minero
Sin pretender agotar el tema, en este punto se presenta
una síntesis de la evolución de los principales cuerpos jurídicos
que tienen que ver con actividades petroleras y mineras. Esta expo-
sición ayuda a comprender los aspectos descritos en puntos ante-
riores. Detrás de cada una de estas reformas legales hay decisiones
políticas, cambios o afirmaciones de posiciones, y por cierto inte-
reses en los que en ocasiones prima el beneficio nacional, en otras,
lamentablemente, en muchas de ellas, el interés privado y sobre to-
do el transnacional1.
Recuérdese que desde el 24 de octubre de 1829, con el
Reglamento sobre Minas, expedido en Quito, el Libertador Si-
món Bolívar, estableció “que las minas de cualquier clase corres-
ponden a la República”. Esta decisión republicana, cuando toda-
vía Ecuador formaba parte de la República de Colombia, recoge

1 Para la elaboración de esta sección se partió de la síntesis elaborada por Da-


vid Chávez (2008), y se contó, además, con la asesoría de los juristas Liliana
Roldán y Francisco Vergara.

La maldición de la abundancia 205


el espíritu de las disposiciones coloniales, constantes en las Rea-
les Ordenanzas para la Minería de la Nueva España, año de
1783. Desde entonces, los recursos naturales del subsuelo han
pertenecido al Estado. Y alrededor de este principio básico se
han producido, una y otra vez, tensiones de diversas índoles, so-
bre todo el afán de los particulares en ampliar su participación
en la renta minera o petrolera, o del Estado por recuperarla.

1. Evolución del marco jurídico petrolero

- Ley sobre Yacimientos o Depósitos de Hidrocarburos (1921)


Esta ley sustituyó al Código Minero de 1886. Es el pri-
mer marco normativo referente a la actividad hidrocarburífera.
La necesidad de promulgar esta ley surgió a raíz de que el señor
M. G. Mier y Compañía solicitó una concesión para “la explota-
ción de las minas de petróleo y otras sustancias bituminosas” en
la Península de Santa Elena, en 1878.
La propiedad sobre los recursos hidrocarburíferos co-
rrespondía al Estado, en consonancia con la disposición de Quito.
Se estableció el sistema de arrendamiento para la ex-
plotación del recurso. El tiempo máximo de arrendamiento fue
de 40 años contados desde el inicio de la explotación, con una
posibilidad de extenderlo por 10 años más. Se fijó un impuesto
de mínimo el 5% y máximo el 12% sobre la explotación bruta del
recurso. Este impuesto podía pagarse en dinero o en especie.
Los derechos anuales a pagarse por arrendamiento eran
de un sucre por hectárea. Se liberó de impuestos y tasas aduane-
ras a los arrendatarios.
La autoridad de control era el Ministerio de Obras Pú-
blicas. Esta ley fue reformada en 1922 y codificada en 1931.

- Ley de Petróleo (1937)


En términos generales se mantuvieron las condiciones
de la Ley 1921.

206 Alberto Acosta


Se cambió la figura de arrendamiento por la de conce-
sión. Se modificaron los derechos anuales por concesión fijándo-
se entre 20 centavos y un sucre por hectárea. Se incluye el pago de
impuesto a la renta y por ventas. Se estableció un impuesto sobre
la explotación neta de entre 5 y 11%.

- Ley de hidrocarburos (1971)


Esta ley sustituyó a la de 1937. Introdujo reformas sus-
tanciales.
Estableció como autoridad sobre el sector al Ministerio
de Recursos Naturales, obligando a las empresas a informar pe-
riódica y técnicamente sobre el desarrollo de sus actividades a es-
te ministerio. Antes las empresas prácticamente no eran sujeto de
control alguno. La Dirección General de Hidrocarburos estaba en
manos de representantes de intereses petroleros.
Eliminó la figura de la concesión e introdujo nuevas
formas contractuales:
a) contratos de asociación
b) contratos de operaciones hidrocarburíferas
c) contratos de prestación de servicios
d) contratos de economía mixta
Creó la Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana
(CEPE), encargada de las actividades en el sector por el Estado y
del manejo de las nuevas formas de contratos petroleros.
Se establecieron varias normas para garantizar ingresos
al Estado. Entre ellas se determinan pagos por primas de entrada,
derechos superficiarios, regalías (entre 12 y 16%) dependiendo
del volumen de producción.
El plazo máximo de duración de los contratos sería de
35 años.
Esta ley, que no fue realmente aplicada en el gobierno
en que fue emitida, sirvió de base jurídica para un profundo
cambio a favor de los intereses nacionales desde febrero de 1972,
cuando la dictadura militar inauguró una política petrolera de
corte nacionalista.

La maldición de la abundancia 207


- Reforma a la Ley de Hidrocarburos (1982)
Desde inicios de los ochenta aumentaron las presiones
de las empresas petroleras. Cuando empezaba la “crisis de la deu-
da externa”, se introdujo una nueva forma contractual: “presta-
ción de servicios para exploración y explotación de hidrocarbu-
ros”. Esta sustituyó al contrato de operaciones.
Poco a poco comenzó el proceso para desmantelar la
posición del Estado y para disminuir la participación de éste en
la renta petrolera.

- Reforma a la Ley de Hidrocarburos (Ley 44) (1994)


Se incorporó el “contrato de participación” a las formas
contractuales contenidas en la Ley.

- Reformas a la Ley de Hidrocarburos por Ley Trole I (2000)


Para dar paso a la construcción del Oleoducto de Cru-
dos Pesados (OCP), se autorizó la construcción de ductos priva-
dos eliminando la exclusiva competencia estatal sobre este cam-
po. Esta ley fue aprobada para introducir una serie de reformas
estructurales inspiradas en el Consenso de Washington y para
apuntalar la dolarización, impuesta en ese mismo año.
Igualmente se aprobó la posibilidad de suscribir con-
tratos de gestión compartida o joint ventures para el desarrollo de
actividades hidrocarburíferas.
En esa época, los representantes de las empresas petro-
leras privadas influían abierta y directamente en la elaboración
de la política petrolera. Su posición había sido recuperada paula-
tinamente gracias a la gestión de algunos ministros, que abierta o
encubiertamente habían defendido los intereses transnacionales.

- Reformas a la Ley de Hidrocarburos por Ley Trole II (2000)


Modifica la participación fija del Estado (40%) en los
contratos de gestión compartida.

208 Alberto Acosta


- Reforma a la Ley de Hidrocarburos (2006)
Redistribuye los “excedentes petroleros” generados por
los contratos de participación sin cláusula de ajuste de precios, dis-
tribuyendo en partes iguales (50%) la participación del Estado y
las empresas.

- Ley de Recuperación de Recursos Petroleros (2008)


La Asamblea Constituyente, en Montecristi, suprimió
las leyes que permitieron la creación de fondos especiales con los
excedentes petroleros. Estableció que estos fondos pasarán a for-
mar parte de la Cuenta Única del Presupuesto General del Esta-
do. Recordemos que existían varios fondos, con un sistema muy
complejo de manejo, orientados sobre todo a mantener el servi-
cio de la deuda pública al tiempo que limitaban el gasto público.
Con esta disposición y el Mandato Minero empezó el
proceso para recuperar el papel del Estado en el manejo de los re-
cursos naturales.

- Constitución Política (2008)


Esta Constitución, la número 20 de la historia republi-
cana, restableció las consideraciones acerca de los recursos natu-
rales no renovables como sector estratégico, cuyo manejo co-
rresponde al Estado.
Determinó la posibilidad de constitución de empresas
mixtas, con mayoría accionaria para el Estado, para la gestión de
los sectores estratégicos. Sólo en casos excepcionales se podrá
delegar el manejo de sectores estratégicos a empresas privadas.
Estableció, también, que los beneficios para el Estado, como re-
sultado de la explotación de los recursos considerados estratégi-
cos, no será menores a las empresas que los exploten.
Aquí cabe destacar el buen vivir, en tanto régimen de de-
sarrollo, tal como se aprobó en Montecristi. El buen vivir busca
una vida equilibrada entre todos los individuos y las colectivida-
des, con la sociedad y con la naturaleza. Por eso, en forma pionera
a nivel mundial, en la nueva Constitución se estableció que la na-

La maldición de la abundancia 209


turaleza es sujeto de derechos. Esta disposición tiene que ver con el
derecho que tienen las siguientes generaciones de gozar de un am-
biente sano. Bajo esta perspectiva, los derechos de la naturaleza
acogen nuevos criterios de justicia que superan la visión tradicio-
nal mantenida hasta ese momento. Y de allí se derivan decisiones
trascendentales: el agua es asumida como un derecho humano
fundamental, lo que cierra la puerta a su privatización; la sobera-
nía alimentaria se transforma en eje conductor de las políticas
agrarias e incluso de recuperación del verdadero patrimonio na-
cional: su biodiversidad, para mencionar apenas un par de puntos.

2. Evolución del marco jurídico minero


El punto de partida de la legislación en este campo
coincide con el petrolero. Pero hay que diferenciar la importan-
cia que han tenido las discusiones jurídicas en este tema, debido
a la diferencia del potencial minero en relación al petrolero. Este
último fue “descubierto” hace muchas décadas por parte del ca-
pital transnacional. No así el minero, cuya explotación recién es-
tá en la mira de las empresas internacionales.

- Ley General de Minería (1937)


En esta ley se estableció una escasa participación del
Estado en los beneficios mineros. Fueron claras las condiciones
favorables para el capital privado nacional y extranjero. Se esta-
blecieron como mecanismos legales para la explotación privada
de recursos las figuras de concesión y arrendamiento.

- Ley de Fomento Minero (1974)


Esta ley se inspiró en el espíritu nacionalista de esos
años, declaró el dominio inalienable e imprescriptible sobre las
minas por parte del Estado. Estableció como autoridad responsa-
ble del sector al Ministerio de Recursos Naturales y Energéticos
(actual Ministerio de Minas y Petróleos). Determinó los siguien-
tes tipos de contratos:

210 Alberto Acosta


a) prospección
b) exploración
c) asociación
d) prestación de servicios
Sobre la participación del Estado en los beneficios de la
actividad se estableció un pago por derechos superficiarios en fa-
se de explotación (10 sucres anuales por hectárea para no metá-
licos y 50 sucres anuales por hectárea para metálicos), pago de re-
galías calculadas como un porcentaje de utilidades brutas con un
máximo de 16%, pago de impuestos legalmente establecidos.

- Ley de Minería (1985)


Los tiempos habían cambiado, sin embargo mantiene
las condiciones de propiedad sobre el recurso y control sobre el
desarrollo de actividades mineras por parte del Estado.
Se constituyó el Instituto Ecuatoriano de Minería
(INEMIN), como la instancia encargada de entregar permisos,
suscribir contratos y recibir la información legalmente exigible
por Ley.
El estatuto de la pequeña minería fue eliminado por es-
ta ley.

- Ley de Minería (1991)


Reconoció el dominio inalienable e imprescriptible del
Estado sobre los recursos mineros y definió como responsable de
la formulación de la política de minería a la función ejecutiva, en
tanto que la ejecución y supervisión de la misma estará a cargo
del Ministerio de Energía y Minas.
Definió Zonas Mineras Especiales, Áreas de Reserva
Minera y Zonas Restringidas que se encontrarán bajo control del
Estado y no podrán concesionarse. Igualmente estableció la posi-
bilidad de constituir nuevas Zonas Mineras Especiales, Áreas de
Reserva Minera y Zonas Restringidas bajo control del Estado.
Introdujo la figura de derechos mineros relacionados con
cuatro tipos de situaciones legales también incorporadas por la ley:

La maldición de la abundancia 211


a) concesiones de exploración
b) concesiones de explotación
c) autorización para infraestructura de procesamiento
d) licencia de comercialización
Estableció también tres tipos de contratación minera:
a) contratos de habilitación
b) contratos de unión transitoria
c) contratos de operación
En todos los casos se trata de contratos entre privados,
sean personas naturales o jurídicas y sin participación del Estado.
Fijó el pago de patentes anuales por concesiones de ex-
ploración y explotación, un régimen especial de tributación y
exoneraciones arancelarias y el pago de regalías al Estado equiva-
lentes al 3% de la producción bruta.
Dentro de los “Regímenes Especiales” se incorporó a la
minería artesanal. Aceptó las figuras legales de “condominio” y
“cooperativa” para la realización de actividades mineras destina-
das en particular a la formalización de la pequeña minería.

- Reforma a la Ley de Minería (2000)


Estas reformas se derivan de la promulgación de la Ley
de la Inversión y la Participación Ciudadana (Ley Trole II). Dero-
ga todo lo relacionado a Zonas Mineras Especiales, Áreas de Re-
serva Minera y Zonas Restringidas. Modifica el plazo de duración
de las concesiones incrementándolo a treinta años con la posibi-
lidad de renovación automática –previa presentación de peti-
ción– por un número de períodos indefinido. Adicionalmente,
en caso de suspensión de labores por fuerza mayor o caso fortui-
to debidamente comprobados, el concesionario podrá solicitar
ante la Dirección Nacional de Minería la suspensión del plazo de
concesión mientras dure el impedimento y la repetición de la
parte proporcional de las patentes pagadas durante ese lapso.
Introduce el concepto de patente de conservación que
debía pagarse de acuerdo a la siguiente escala:

212 Alberto Acosta


Vigencia de la concesión Monto anual por hectárea minera
Desde Hasta
Año cero Año tres US$ 1
Año cuatro Año seis US$ 2
Año siete Año nueve US$ 4
Año diez Año doce US$ 8
Año trece en adelante US$ 16

Determinó como requerimiento previo a la explota-


ción la emisión de un manifiesto de inicio de producción por
parte de los concesionarios. Se eliminó la diferencia entre conce-
sión de exploración y de explotación. Se fijó como patente de
producción el pago anual de 16 dólares por cada hectárea mine-
ra manifestada en producción, empezando con un dólar por hec-
tárea al año. Eliminó el pago de regalías al Estado.
Eliminó todas las condiciones previstas en la Ley 126
respecto a los plazos establecidos para la iniciación de trabajos en
las concesiones y las sanciones respectivas. Derogó el artículo
acerca de las causales de extinción de derechos mineros.
Excluyó todo lo referido al reconocimiento de la mine-
ría artesanal, sustituyéndola por el concepto de minería en pe-
queña escala. En este contexto se determinó que el Ministerio de
Energía y Minas promoverá la evolución de la minería en peque-
ña escala hacia una mediana y gran minería.
Eliminó prácticamente toda regulación ambiental.
Dio paso para que se realice minería en áreas protegi-
das (eliminación del Art. 87 que prohibía al Estado promover ac-
tividades mineras dentro de áreas protegidas).
Suspendió las consideraciones especiales sobre el libre
aprovechamiento sin título de concesión para la explotación de
materiales de construcción.
Incluso derogó el requerimiento de autorización estatal
para realizar transferencias entre inversionistas privados.

La maldición de la abundancia 213


- Mandato Minero (2008)
En la Asamblea Constituyente, como un esfuerzo para
corregir tantas disposiciones atentatorias al interés nacional, acu-
muladas en el marco jurídico anterior, se extinguieron varias
concesiones en casos específicos como: por ausencia de inversio-
nes, por falta de pago de los derechos superficiarios, por conflic-
tos de interés de funcionarios públicos, por acumulación de can-
tidades importantes de concesiones, por afectación de zonas pro-
tegidas o de fuentes de agua, entre otros aspectos.
Igualmente suspendió las actividades en las concesio-
nes no extinguidas hasta la promulgación de una nueva ley.
Este Mandato Constituyente no fue cumplido en su to-
talidad…

- Constitución de la República (2008)


Aquí habría que recuperar todo lo dicho en el punto
anterior para el tema petrolero.

- Ley de Minería (2009)


- Institucionalidad

En el Artículo 8 se crea la Agencia de Regulación como


organismo técnico administrativo de control encargado de la po-
testad estatal de vigilancia, control, auditoría, intervención de las
actividades mineras en el país. Sin embargo, de acuerdo al Artí-
culo 213 de la Constitución de la República, son las Superinten-
dencias los organismos técnicos de vigilancia, auditoría, inter-
vención y control de las actividades, económicas, sociales, y am-
bientales, siendo la minería una de las actividades económicas,
sociales y ambientales de trascendencia para el país.
El Artículo 11 de la Ley, dice que esta agencia de con-
trol estará conformada por tres miembros, dos nombrados direc-
tamente por el Presidente de la República y otro que será el mi-
nistro sectorial o su delegado quien ejercerá la presidencia del di-
rectorio (es decir juez y parte).

214 Alberto Acosta


Regalías
Etapas Monto anual por hectárea minera
Exploración inicial 2,5% de una remuneración básica
unificada

Exploración avanzada y 5% remuneración básica unificada


período de evaluación
económica

Explotación 10% remuneración básica unificada

Patente de conservación para pequeña minería


Etapas Monto anual por hectárea minera
Exploración inicial 2 dólares

Exploración avanzada y 4 dólares


el período de evaluación
económica

Explotación (área declarada 10 dólares


en producción comercial)

Los interesados en la obtención de concesiones mineras


pagarán en concepto de derechos por cada trámite de solicitud de
concesión minera y por una sola vez, cinco remuneraciones bási-
cas unificadas (Art. 33).
Subsiste el concepto de pago por “patente de conserva-
ción” de la concesión según los siguientes valores:

Etapa Monto anual por ha minera


Exploración inicial US$ 10
Exploración avanzada US$ 15
y evaluación económica
del yacimiento
Explotación US$ 20

La maldición de la abundancia 215


Los titulares de derechos mineros están obligados a
emplear personal ecuatoriano en una proporción no menor del
80% para el desarrollo de sus operaciones mineras (Art. 75).
El Estado participará en los beneficios del aprovecha-
miento de los recursos mineros, en un porcentaje no menor a los
del concesionario que los explota. Así, el concesionario minero
deberá pagar una regalía equivalente a un porcentaje sobre la
venta del mineral principal y los minerales secundarios, no me-
nor al 5% sobre las ventas, adicional al pago correspondiente del
25% del impuesto a la renta, del 12% de las utilidades determi-
nadas en la Ley de Minería, del 70% de los ingresos extraordina-
rios y del 12% del impuesto al valor agregado determinado en la
normativa tributaria vigente (Art. 93).
El 60% de la regalía será destinado para proyectos pro-
ductivos y de desarrollo local sustentable a través de los gobier-
nos municipales juntas parroquiales y cuando el caso amerite, el
50% de este porcentaje a las instancias de gobierno de las comu-
nidades indígenas y/o circunscripciones territoriales.
Los titulares de derechos mineros de pequeña minería,
pagarán por concepto de regalías el 3% de las ventas del mineral
principal y los minerales secundarios, tomando como referencia
los estándares del mercado internacional.
Los mineros artesanales no están sujetos a pago de re-
galías.
Se incluyen regulaciones sobre minerías artesanal y pe-
queña minería, planteando además, la necesidad de un régimen
especial para estas actividades y el compromiso estatal de generar
incentivos y asistencia técnica.

Concesiones
La concesión minera es transferible previa la califica-
ción obligatoria de la idoneidad del concesionario de los dere-
chos mineros por parte del ministerio sectorial.
La concesión tiene el plazo de veinte y cinco años y po-
drá ser renovada previa la autorización de la Agencia de Regula-
ción y Control Minero.

216 Alberto Acosta


La inscripción de la transferencia del título minero se-
rá autorizada por la Agencia de Regulación y Control Minero una
vez que reciba la comunicación por parte del concesionario in-
formando la concesión de sus derechos mineros (Art. 30)
Los denominados títulos que trasladan derechos perso-
nales respecto de las concesiones mineras, y sobre los cuales se
pueden transferir, gravar, y hasta prendar; a pesar de ser llamados
derechos personales, al momento en que la ley permite su trans-
ferencia, el someterlos a prendas o gravámenes, estos derechos
dejan de ser personales y pasan a ser reales, en términos prácti-
cos; en este tema parece que no dimos un paso adelante sino, por
el contrario, un paso atrás. (Esto estaría en contra del Artículo
408 de la Constitución, dispone que son de propiedad inaliena-
ble, imprescriptible e inembargable del Estado los recursos na-
turales no renovables y, en general, los productos del subsuelo,
yacimientos minerales y de hidrocarburos, substancias cuya na-
turaleza sea distinta de la del suelo, incluso los que se encuentren
en las áreas cubiertas por las aguas del mar territorial y las zonas
marítimas). (Art. 30)
Los concesionarios por su parte tienen la obligación de
presentar informes semestrales de su actividad en la minas.

Contratos de prestación de servicios


Otra forma en la que el Estado puede explotar los re-
cursos mineros es a través del contrato de prestación de servicios,
previsto en el Artículo 40 de la ley, en estos contratos se deberán
establecer las remuneraciones así como las obligaciones de las
partes, otra modalidad es la explotación directa.
De hecho, el 12 de enero de 2009, la Comisión Legisla-
tiva aprobó la nueva Ley de Minería, pese a la oposición de las co-
munidades locales afectadas por la actividad minera, del movi-
miento indígena, del movimiento ambiental y de otros sectores,
que solicitaban abrir un espacio para un gran debate nacional.

La maldición de la abundancia 217


3. La participación ciudadana en la jurisprudencia
Son varios los cuerpos jurídicos que norman la partici-
pación ciudadana y las relaciones sociales en relación al tema am-
biental e incluso de toma de decisiones que pueden afectar a la
comunidad. El punto de partida es la Constitución del 2008, así
como también otros cuerpos legales nacionales e internacionales,
que serán brevemente descritos a continuación.
La Constitución del 2008 reconoce tanto temas de par-
ticipación como de consulta.
En el Artículo 57, se reconoce y garantiza sus derechos
colectivos a las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades
indígenas, de conformidad con Constitución, y con los pactos,
convenios, declaraciones y demás instrumentos internacionales
de derechos humanos.
El Artículo 61 declara que las ecuatorianas y los ecua-
torianos gozan de los siguientes derechos: participar en los asun-
tos de interés público, presentar proyectos de iniciativa popular
normativa, ser consultados, fiscalizar los actos del poder público,
revocar el mandato que hayan conferido a las autoridades de
elección popular.
De conformidad con el Artículo 98, los individuos y los
colectivos podrán ejercer el derecho a la resistencia frente a accio-
nes u omisiones del poder público o de las personas naturales o
jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar sus dere-
chos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos
derechos.
En el Artículo 99 se establece que la acción ciudada-
na se ejercerá en forma individual o en representación de la
colectividad, cuando se produzca la violación de un derecho o
la amenaza de su afectación; será presentada ante autoridad
competente de acuerdo con la ley. El ejercicio de esta acción
no impedirá las demás acciones garantizadas en la Constitu-
ción y la ley.
Con el fin de garantizar la participación en los diferen-
tes niveles de gobierno, el Artículo 100 plantea que se organiza-
rán audiencias públicas, veedurías, asambleas, cabildos popula-

218 Alberto Acosta


res, consejos consultivos, observatorios y las demás instancias
que promueva la ciudadanía.
Las Declaraciones de Naciones Unidas usualmente no
son vinculantes. Sin embargo en la Constitución se las reconoce
expresamente. Así la Declaración Universal de los Pueblos Indí-
genas de las Naciones Unidas tiene vigencia plena en Ecuador.
Allí se reconoce el derecho al “consentimiento expresado con li-
bertad y pleno conocimiento” frente a actividades que pueden
poner en riesgo la integridad de su territorio o forma de vida.
Por otro lado el Convenio 169 de la OIT, suscrito por
el Ecuador, que en su Artículo 6 señala algunas de las obligacio-
nes de los Estados en materia de consulta a pueblos indígenas.
En dicho artículo se establece que los gobiernos deberán:
a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedi-
mientos apropiados y en particular a través de sus insti-
tuciones representativas, cada vez que se prevean medi-
das legislativas o administrativas susceptibles de afec-
tarles directamente;
b) establecer los medios a través de los cuales los pueblos
interesados puedan participar libremente, por lo menos
en la misma medida que otros sectores de la población,
y a todos los niveles en la adopción de decisiones en ins-
tituciones electivas y organismos administrativos y de
otra índole, responsables de políticas y programas que
les conciernan.
Adicionalmente la Ley Orgánica de Transparencia y
Acceso a la Información Publica reconoce el derecho a la infor-
mación pública, garantizando el manejo transparente de la infor-
mación pública, permitiendo la participación ciudadana en la to-
ma de decisiones de interés general y la rendición de cuentas de
las diferentes autoridades que ejerzan el poder público.
La Ley de Gestión Ambiental establece el Sistema Des-
centralizado de Gestión Ambiental. En el Artículo 28 de dicha ley
se señala el derecho de toda persona natural o jurídica a partici-
par en la gestión ambiental a través de los diversos mecanismos

La maldición de la abundancia 219


de participación social que se establezcan para el efecto. En su
Artículo 29 se establece el derecho que tiene toda persona natu-
ral o jurídica a ser informada oportuna y suficientemente sobre
cualquier actividad que pueda producir impactos ambientales.
Por último podemos mencionar el Reglamento de apli-
cación de los mecanismos de Participación Social establecidos
en la Ley de Gestión Ambiental. Con este reglamento, expedido
mediante Decreto Ejecutivo No. 1040, por el gobierno del presi-
dente Rafael Correa, se convierte a la consulta en un mecanismo
de participación no vinculante. Además, este es un asunto muy
preocupante, ya que establece que en caso de no poder realizarse
la consulta, se considerará que se cumplió el procedimiento…

4. La reparación y restauración ambientales en la


jurisprudencia
Uno de los graves problemas ambientales que enfrenta
el Ecuador es que hay muchos ecosistemas que han sido degrada-
dos o impactados negativamente por parte de distintas activida-
des productivas. Estas afectaciones provocaron y siguen provo-
cando efectos nocivos en la salud, en el bienestar y en la capaci-
dad de producción de las comunidades.
La restauración debe ser un proceso que permita resta-
blecer el entretejido social y ecológico de la zona. Este es un paso
necesario para que el Ecuador alcance la sustentabilidad ambien-
tal, pues los daños al ambiente afectan directamente la capacidad
de sustentación.
La responsabilidad de la reparación debe incluir, a más
de restaurar el daño directo, respuestas al deterioro o pérdida
causada directa o indirectamente al bienestar económico. En es-
ta línea de reflexión se debe incorporar el cambio de aquellas
prácticas productivas atentatorias, teniendo especial atención a
los impactos de largo plazo; recuérdese que muchos de ellos pue-
den ser acumulativos y creadores de nuevos y más graves efectos
nocivos para el ambiente y la salud humana.
Habitualmente se habla de reparación como el conjun-

220 Alberto Acosta


to de políticas y medidas orientadas a restituir los derechos y pro-
mover un tipo de garantías que impidan la repetición de los da-
ños. El derecho a la reparación está desarrollado en una crecien-
te legislación y en tratados internacionales que la apoyan. En
ellos se formulan cinco dimensiones de reparaciones plasmada
en un documento de las Naciones Unidas sobre los derechos de
las víctimas y la responsabilidad del Estado2:
- la restitución, que busca restablecer la situación previa al
daño
- la indemnización, se refiere a la compensación moneta-
ria por daños y perjuicios
- la rehabilitación, que incluye medidas tales como la
atención médica y psicológica, monitoreo a los ecosiste-
mas
- las medidas de satisfacción, como la verificación de los
hechos y sanciones
- garantías de no-repetición.
Estas acciones son el ámbito que debe resolverse cuan-
do se habla de reparación.
Además del ámbito de la reparación es necesario dejar
claras las obligaciones y responsabilidades. Existe una responsabi-
lidad diferenciada entre el operador de una actividad y quien cum-
ple o no el control de la misma. Las obligaciones de reparación re-
caen en quién ha provocado el daño, por lo menos en lo que a cos-
tos se refiere. Es importante poner atención que una medida de sa-
tisfacción para las víctimas es la sanción y que no puede ser el vic-
timario quien tenga en sus manos nuevas formas de intervención
pues hay riesgos de reacciones negativas por las partes.
En caso de no haber respuesta inmediata a un acciden-
te o a un daño ambiental declarado, el Estado debe tener la facul-
tad y obligación de intervenir inmediatamente para proteger los

2 Informe final del relator especial, M. Cherif Bassiouni, sobre el derecho de res-
titución, indemnización y rehabilitación de las víctimas de violaciones graves
de los derechos humanos y las libertades fundamentales. E/CN.4/2000/62, de
18 de enero de 2000.

La maldición de la abundancia 221


derechos de los ciudadanos. Esto implica que deben considerar
los procedimientos que permiten al Estado cobrar lo gastado.
En los Estados Unidos la EPA (Environmental Protec-
tion Agency) tiene el llamado Super Fund, que es un fondo que le
permite reaccionar inmediatamente frente a un incidente. Este
fondo está complementado con mecanismos para forzar a las em-
presas u operadores de las actividades al pago, con multa si es pre-
ciso. Esto ha generado una acción de mayor responsabilidad en la
prevención, y en la reacción inmediata frente a los incidentes de
carácter ambiental.
En la Constitución del 2008 se dispone lo siguiente so-
bre este tema:
Art. 53.- Las empresas, instituciones y organismos que
presten servicios públicos deberán incorporar sistemas de medi-
ción de satisfacción de las personas usuarias y consumidoras, y
poner en práctica sistemas de atención y reparación.
Art. 72.- La Naturaleza tiene derecho a la restauración.
Esta restauración será independiente de la obligación que tienen el
Estado y las personas naturales o jurídicas de indemnizar a los in-
dividuos y colectivos que dependan de los sistemas naturales afec-
tados. En los casos de impacto ambiental grave o permanente, in-
cluidos los ocasionados por la explotación de los recursos natura-
les no renovables, el Estado establecerá los mecanismos más efica-
ces para alcanzar la restauración, y adoptará las medidas adecua-
das para eliminar o mitigar las consecuencias ambientales nocivas.
Art. 397.- En caso de daños ambientales el Estado ac-
tuará de manera inmediata y subsidiaria para garantizar la salud
y la restauración de los ecosistemas. Además de la sanción corres-
pondiente, el Estado repetirá contra el operador de la actividad
que produjera el daño, las obligaciones que conlleve la repara-
ción integral, en las condiciones y con los procedimientos que la
ley establezca. La responsabilidad también recaerá sobre las ser-
vidora o servidores responsables de realizar el control ambiental.
Para garantizar el derecho individual y colectivo a vivir en un
ambiente sano y ecológicamente equilibrado, el Estado se com-
promete a:

222 Alberto Acosta


Permitir a cualquier persona natural o jurídica, colectividad o
grupo humano, ejercer las acciones legales y acudir a los órganos
judiciales y administrativos, sin perjuicio de su interés directo,
para obtener de ellos la tutela efectiva en materia ambiental, in-
cluyendo la posibilidad de solicitar medidas cautelares que per-
mitan cesar la amenaza o el daño ambiental materia de litigio. La
carga de la prueba sobre la inexistencia de daño potencial o real
recaerá sobre el gestor de la actividad o el demandado.
Establecer mecanismos efectivos de prevención y control de la
contaminación ambiental, de recuperación de espacios naturales
degradados y de manejo sustentable de los recursos naturales.
Regular la producción, importación, distribución, uso y disposi-
ción final de materiales tóxicos y peligrosos para las personas o el
ambiente.
Asegurar la intangibilidad de las áreas naturales protegidas, de
tal forma que se garantice la conservación de la biodiversidad y
el mantenimiento de las funciones ecológicas de los ecosistemas.
El manejo y administración de las áreas naturales protegidas es-
tará a cargo del Estado.
Establecer un sistema nacional de prevención, gestión de riesgos
y desastres naturales, basado en los principios de inmediatez, efi-
ciencia, precaución, responsabilidad y solidaridad.

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