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LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LA PERSONA JURIDICA COLECTIVA (Principales corrientes) 1, El problema de ta capacidad procesal penal de las personas juridicas colectivas Al contemplar el problema de la naturaleza juridica de los entes colectivos, se ha considerado como definitiva la apreciacién de que se trata de personas ideales,+ que s6lo pueden tener tma realidad juridica, por ello es que siempre las personas juridicas colectivas se ven preeisadas a actuar a través de sus érganos representativos, o sea, que en todo caso es por medio de conducta humana como se expresa la actuacién de los entes de existencia ideal. Dentro del sistema mexicano, d articulo 25 del Codigo civil reconoce Ia personalidad de las personas juridicas colectivas. Ademis, en diversas leyes reglamentarias se especifica el cardcter de personas de los diferentes organismos estatales 0 descentralizados que funcionan en el pais; asimis- mo, la Ley General de Sociedades Mercantiles en su articulo 29, sefiala los agregados societarios a los que concede el cardcter de personas juri- dicas. Resulta interesante determinar dentro del proceso, cmo se mani- fiesta I actividad de estas personas ideales. Sobre este particular Pa- 1 Fernando Fioxes Garcia, Algunas consideraciones sobre ta personalidad iwridica. “Revista de la Facultad de Derecho de México", afio xxi, nos. 25-26, enero-junio, 1957, pp. 239-300. 30 BOLETIN DEL INSTITUTO LLARES® se pregunta ,a quién corersponde la representacién de una so- ciedad mercantil? La respuesta Ia dan la Exposicién de Motivos de la Ley General de Sociedades Mercantiles y el articulo 11 de-ta misma que prevén el esta- blecimiento por Ia ley, para todas las sociedades, del principio de que la representacién corresponderd a su administrador © administradores, quie- nes podran realizar todas las operaciones inherentes al objeto de Ja socie- dad, salvo lo que expresamente establezcan la ley y el “contrat” social. # Como puede desprenderse, entre los actos que los administradores, verdaderos representantes de los entes colectivos, estan facultados para realizar, est4 el comparecer en los juicios donde se ventilen intereses de Jos organismos sociales y no sélo de las sociedades de comercio, sino que es de pensarse que siempre que exista una persona juridica colectiva serd por intermedio de sus administradores como actualice sus funciones. Las disposiciones Generales del Cédigo Federal Mexicano de Pro- cedimientos Civiles, Titulo Primero, refigrense a las partes y el articu- Jo 19, del Capitulo T — (Personas que pueden intervenir en un procedi- miento judicial) ordena: “Actuardn, en el juicio, los mismos interesados © sus representantes 0 apoderados, en los términos de la ley. En cualqttier caso, los efectos procesales serin los mismos, salvo prevencién en con- trario.” Por su parte el Cédigo de Procedimientos Civiles para el Distrito y Tertitorios, en el Capitulo I, relativo a la Capacidad y Personalidad, des- pués de determinar quiénes pueden comparecer en juicio (articulo 44) : “Todo el que conforme a la ley esté en pleno ejercicio de sus derechos iviles puede comparecer en juicio”), prescribe: “Por los que no se hallen en ef caso del articulo anterior comparecerin sus representantes legitimos 0 los que deban suplir su incapacidad conforme a derecho” (ast. 45). Otro articulo del Cédigo Federal de Procedimientos Civiles, relative a las personas juridicas colectivas y su participacién en los juicios, es el 49, que a Ja letra dice: “Las instituciones, servicios y dependencias de ta Administracin Piiblica de la Federacién y de las entidades federativas 2 Eduardo Patanes, Prontuario Critico de la Ley de Sociedades Mercantiles, México, D. F, 194, p. 16, 3 Personalmente diferimos del criterio sobre Ia naturaleza contractual de los organismos sociales, como afirmamos en Historia y Elementos da la Sociedad Mer- cantil, “Anales de Jurisprudencia", tomo xxiv, afio xIx, oct. nov. die 1952, pp. 249-495, . DE DERECHO COMPARADO 31 tendrin, dentro del procedimiento judicial, en cualquier forma en que in- tervengan, la misma situacién que otra parte cualquiera; pero nunca po dr dictarse, en su contra, mandamiento de ejecucién, ni providencia de embargo, y estaran exentos de prestar las garantias que este Cédigo exija de las partes.” Es innecesario recordar que en los procesos en que ¢l Estado tenga intereses, estard representado en nuestro pais por el Procurador General de la Repiiblica, 0, en otros casos, por la Procuraduria Fiscal. En otros paises, por los Abogados del Estado, ete. Entonces, toda persona juridica colectiva, no sélo por imposibilidad legal, sino natural, no puede comparecer en jticio por si misma, sino, como han sostenido varios autores, deben considerarse como un caso de representacién necesaria, y ast lo estiman los Cédigos de procedimientos civiles’ mexicanos ordenando Ja comparecencia de los representantes le- gales de estos organismos de existencia ideal; de los administradores de las personas juridicas colectivas ALSINA, # dice que tratindose de las personas juridicas colectivas, no hay mayor dificultad para admitir su calidad de partes en un juticio, pues- to que la legislacién positiva argentina las considera entes juridicos distintos de sus miembros y en tal cardcter sujetos actives y pasivos de derechos, M4s adelante afirma que admitida la personalidad juridica de los entes colectivos, lo que les permite ser partes en un proceso, no cabe decir lo mismo en cuanto a su capacidad procesal. Su incapacidad de hecho, que es una consecuencia necesaria de su existencia ideal, esta pre- vista por el articulo 35 del Cédigo Civil Argentino y, en consecuencia, podran actuar en juicio por medio de los representantes que sus esta- tutos 0, en su defecto, las leyes hubiesen establecido. ALCALA-ZaMoRa en una adicién a la obra de Gotpscxt mit * escribe “Segin el Art. 2 de la Ley de Enjuiciamiento civil, sélo pueden ‘compa- aecer en juicio’ (idea que cn nuestro Derecho equivale a la de ‘capacidad procesal”) los que estin en el pleno ejercicio de sus derechos civiles, Pero como en un proceso pueden ser parte personas carentes de esa ca- pacidad procesal, hace falta saber cémo y por quienes se suple su ausencia. 4 Hugo Ausina, Tratado Tedrico-Prictico de Derecho Procesal Civil y Co- mercial, Buenos Aires, 1941, tomo 1, pp. 284 y 285, 5 Niceto Atcats-Zamora y Casmito, en las adiciones a la obra de James Goldschmidt, Derecho Procsal Civil, trad, de Leonardo Prieto Castro, Barcelona, 1936, p. 232. a BOLETIN DEL INSTITUTO Marca a este respecto el propio Art, 2° que por Jos que no tengan plena capacidad de obrar compareceran sus representantes legitimos, 0 los que deban suplir su incapacidad con arreglo a derecho, y otro tanto dispone acerca de las corporaciones, sociedades y demis entidades juridicas.” Kiscw ® refiriéndose al punto que nos ocupa, argumenta en estos términos; como no todos Jos seres pueden ser titalares de derechos pri- vados y obligaciones, tampoco Ia totalidad poseen la capacidad de ser sujetos de un proceso, la “capacidad para ser parte”. :Quiénes tienen es- ta propiedad? La respuesta esti siempre concebida asi: tiene capacidad para ser parte el que posee Ia capacidad juridica; asi pucs, también aque- Has figuras juridicas a las cuales la ley concede derechos y deberes inde- pendientes: es decir, las personas juridicas, a las que pertenecen el Esta- do, las provincias y los municipios y otros muchos establecimientos de derecho piblico y la mayor parte de las compafifas mercantiles. Todas ellas pueden ser parte en un proceso. Pareto Castro? aludiendo ya a la capacidad procesal, afirma que: “Por las corporaciones, sociedades y demas entidades juridicas comparacerin las personas que legalmente fas representen (es decir, presidentes o administradores, abogado del Estado 0 fiscal de lo contencioso, presidente de la Diputacin alcalde, etc.” En igual sentido, opina Caravantrs. * 6 W, Kisce, Elementos de Derecho Procesal Civil, trad. y adi Leonardo Prieto Castro, Madrid, 1940, pp. 101 y 102. 7 Leonardo Pais Castro, en Ias notas a la obra de Kisc#, cit, p. 106. 8 José de Vicente y Caravantes, Tratado Histirico-Critice Filoséfico de los Procedimientos Judiciales en Materia Civil, Madrid 1856, tomo 1, p. 376. El prestigiado jurista italiano José Crovenpa, en los Princitios de Derecho Procesal Civil, trad. y notas de José Casais Santalé, Madrid 1941, tomo tt, p. 17, sostiene que “las personas jurfdieas comparecen en juicio por medio de las personas «ue obran juridicamente por ellas (va deban considerarse como representantes de inca paces © como drganos de su voluntad natural”. Ignacio Mepiwa Jr, en la obra Primer curso de Derecho Procesal Cévil, México, 1944, p. 136, expresa que “las personas imorales estén reconocidas por la ley, se constituyen conforme a los preceptos que la misma establece, adquieren por ello capacidad procesal y tienen drganos especialmente adecuados para deducir las acciones que les competen”. U, Roceo, en si Derecho Procesal Civil, trad. de Felipe de J. Tena, México, 3944, pp. 216 y 217, sefiala que la capacidad de ser parte en el juicio coincide con ta capacidad normat de obrar y por ello, todo sujeto de derechos puede ser parte en fl juticio, tanto las personas fisicas como las juridicas; pero sobre éstas iiltimas surgen cuestiones bastante graves, pues si bien no tienen capacidad juridies, tienen nes por DE DERECHO COMPARADO 33 Resumiendo, las personas juridicas colectivas, sf tienen capacidad para ser partes en el proceso civil, pero debido a la imposibilidad natu- sin embargo, cierta capacidad procesal (Comités de Boneficencia, patrimonios auto- nomos). En esos casas, segiin afitma U, Roteo, ocurre que la capacidad juridica normalmente no corresponde a Ia capacidad procesal réconocidda a dichas entidades auténomas o a tales uniones, pero Ia regla general es que In capseidad juridica co- responds normalmente @ la capacidad procesal Atcata-Zamora, en Ia obra Derecho Procesal Penal, con la colaboracién de Ricardo Levene hijo, Buenos Aires, 1945, tomo m, pp. 14 y 1, consigna que, si a capacidad para ser parte se corresponde, en lineas generales, con Ia capacidad juridica, la capacidad procesal equivale a ta capacidad de ebrar y por ello, fa ten- Grin tanto las personas naturales eomo las juridicas. El propio AucatA-Zaora, en los ammtes que se le han tomado de sus chtedras, Derecho Procesal Civil, ler. curso (wersién taguigrafica no autorizada), pp. 190 y 196, dice que el Cédigo de Procedimientos civiles para el Distrito y Te- rritorios Federales no contiene ttn capitulo sobre eapacidad procesal, pues esta idea esté reemplazada en muestra legislacidin por Ja de capacidad para comparecer en juicio, terminologia é&ta de los cédigos espafioles, y prefiere el tratadista aludido a denominacién “capacidad procesal” porque no se circunscribe a la sola compare. cencia en juicio, sino que se extiende a todo lo largo del proceso. Refiriéndose a la ley espafiola de enjuiciamiento civil, el mismo autor apunta que las personas juridicas, corporaciones, sociedades y dems entidades juridieas necesitan ux drgano de gestiin que actie ea el proceso por ellas, ya que se trata de entidades con simple existencia juridica, A tales drganos fos Tama Ta ley de Eajuiciamiento Ci- vil, y se dice, en general, “personas que legalmente Jas representan”... Ia capaci- dad procesal es un requisite para la actuacién procesal y ha de existir en todo momento, Respecto a la manera de suplit In falta de capacidad procesal de las personas juridicas y asociaciones, sefiata Atcaté-Zamoza que el articulo fundamental de este problema es el 27 del Cédigo Civil mexicano de 1928, que preceptia que “las personas morales obran y se obligan por medio de los érganos que las represeri- tan, sea por disposicién de la ley 0 conforme a las disposiciones relativas de sus escrituras constitutivas y de sus estatutos’. Sin embargo, no nos dice el Cédigo al hablar de drganos de representacién quiénes son en eada caso, pero el proble- ma de representacién de Jas entidades juridicas no surge en México para Ins socie- dades mercantiles, por previsiGn del articalo 25 del mismo Cédigo civil y del articu- Jo 10 de ta Ley General de Sociedades Mercantiles. Leonardo Pareto Castro en las pp. 35, 37 y 38 de su obra Cuestiones de Derecho Procesal, Madrid, 1947, considera que Ia capacidad procesal es la cuslidad de realizar actos procesales con eficacia juridica. De igual mancra que la capaci dad para ser parte y Ia legitimacién son un reflejo de una cualidad general otorga- da por el ordenamiento juridico y por el derecho material, respectivamente; la que ahora nos ocupa es un requisito de orden estrictamente juridico-procesal, puesto que con ella se trata de garantizar la eficacia de todos los actos que, reunidos, constituyen el proceso”. 3 BOLE IN DEL INSTITUTO ral, de su existencia ideal, no tienen capacidad procesal y entonces el medio para suplir su falta de capacidad para comparecer en juicio es a través de sus representantes legitimos, que en todo caso recae en personas fisicas. Pero si el examen de las entidades juridicas colectivas dentro del im- dito del proceso civil, se ha solucionado con relativa simplicidad, no ocu- rre el mismo fen6émeno en cuanto nos internamos en el proceso criminal. Se dice que en el ramo penal, los personajes que desenyuelven el drama procedimental son el juez, el Ministerio Publico, el acusado y Jas personas lesionadas en sus intereses por la comisién del hecho de- lictuoso ; ellas se pueden considerar como sujetos del proceso penal. Fran- co Sop1® formula la siguiente pregunta alrededor de los que intervienen en el proceso penal: 3 Pero quiénes desarrollan esa actividad? Il Ministerio Publico'es quien actiia sobre el érgano jurisdiccional, sobre el juez; pero Ja intervencién del Ministerio Piiblico se debe a que esta obligado a cjer- citar la accién penal, porque se ha cometido un hecho delictuoso. Resulta €atonces que existen, cuando menos, tres personas ligadas por la necesidad social de establecer la relacién juridica nacida del delito y objeto del pro- ceso, a saber: Ministerio Publico, Juez y Acusado. Mas como el delito ocasiona un dafio privado, resentido por el particular ofendido, éste puede exigir su reparacién. Haciendo un examen ligero de la situacién que guardan las personas que en el proceso intervienen, es posible decir que el Ministerio Publico, en tanto ¢s el titular de la accion penal y el acusado, en tanto es la per- sona contra quien dicha accién se ejercita, tienen el caracter indiscutible de “partes”. Pero para el propio autor, el érgano jurisdiccional ante quien se desarrolla el proceso penal no puede ser apreciado como parte “El juez, ante quien la accién se ejercita y ante quien Ia defensa se desarrolla y pro- pone, nunca es “parte” puesto que ni deduce derecho alguno, ni tampoco derecho alguno es deducido en. su contra. De aqui se sigue que el juez linicamente puede considerarse como sujeto procesal.” + Otra penalista, Prita ¥ PALActos, 1 sostiene qute en el proceso penal 9 Carlos Franco Soot, El Procedimiento Penal Mexicano, México, D. F., 1946, pp. 86 y 87. 10 Franco Soot, Ob. cit, p. 87. 11 Javier Pisa v Patactos, Derecho Procesal Penal, México, D. F., 1948, pp. 105 y 106. DE DERECHO COMPARADO 5 tanto el acusado como el Ministerio Publico, * pueden ser considerados co- mo “partes”, en efecto, al hablar de la constitucién del proceso, manifiesta que “al ejercicio de ka accién penal por Agente del Ministerio Pablico, en cuanto estin Henados Ios requisitos que a dicho ejercicio son necesatios, 12 Se ha discutido doctrinalmente en forma acalorada ef significado procesal del Ministerio Péblico. Para algunos autores dicka institucién no puede ser con- siderada como parte en el proceso penal. José Guarwext en el libro Las partes ex el proceso penal, traduecién y notas de Constancio Bernaldo de Quirés, Puebia, 1952, pp. 24 y ss, anota que “en el terreno del proceso penial ha ocurride que se haya negado la existencia de partes, porque, segiin se dice, el Ministerio Péblico xo tiene un interés de parte que haya de representar, sino ef interés del Estado, Ade- mis de esto, faltaria un verdadero conflicto de intereses en el proceso penal. Ta calidad de Srgano piblico del. Ministerio Péblico imposibilitaria sm consideracién como parte, mientras que, por otro lado, el imputado seria medio cle procha y no parte”, Por esto, continiia en su exposicién Guaenerr, buen mimero de escritores evitan cuidadosamente la expresin de parte referida a las dramatic personae del proceso penal, prefiriendo la de sujetos procesales, mucho menos compzometid (Lowe). Otros, en cambio. afirman resueltamente: “el imputado no es parte, por que € mismo es un medio de prucha, y el Procurador del Estado tampoco to es, porque, segiin ta ley, conviene que intrrvenga incluso en favor del imputado 0 acu- sado”, Vor Srexctetn lo ignora, cuando sefiala al juez y al Ministerio Piblico como. “oficiales participes en el proceso”; y en otro lugar entre “las personas y cosas que participan en la’administracién del derecho penal”. En contra estén Brexiinc, Wack, Von Lrienriat, GERLAND, etc. Otros, afirma Guarwert, se oponen al concepto de parte sélo respecto al Es- tado y su drgano: el Procurador del Estado. En este sentido se encuentran Maver y Mawzint. A estos autores, Gavarnrrt replica diciendo, que el punto esencial esti en no confundir Ia parte con el que ejercita un papel de parte y, sobre el Ministerio Pablico, que aun desarrollando una funcién andloga a la del juez, figura procesal- mente como el contradictor natural del impotado, al efecto de obtener que del arti- ficial y contigente contraste brote para el juez Ja uz de Ia verdad, siendo el juez el tercero imparcial que esta por encima de Ia pelea, AtcaL(-Zamona y Luvene en el tomo 1, p. 379 de su Derecho Procesal Penal, sostienen que “el Ministerio, Paiblico puede ser considerado como una magistratura Jat sensu, siempre que no se idemtifique este término con Srgano jurisdiccional, Si dentro del proceso contraponemos Ja actividad del juez y la de las partes, es ¢ dente que la del Ministerio Fiscal se encuentra, como regla, mas cerca de la de éstas que de ja de aquél, En otros términos, si orgénicamente tl Ministerio Piblico se aproximé a la judicatura, frocesalmente sus afinidades son con las partes. Claro gue entre Ia actuaciin procesal del Fiscal y la de los particulares existen dife- rencias de dos érdenes: unas, relacionadas con el rango posicién piblica, o mas exactamente, oficial, del primero, y otras, de mayor significado procesal, debidas 36 BOLETIN DEL INSTITUTO debe corresponder el de la facultad jurisdiccional. Y en cuanto se verifica la conjuncién entre el ejercicio de la accién y el ejericio de la facultad de decir el derecho se resuelve y determina la situacién juridica que el Minis- terio Publico ha de tener durante el curso de los actos que con posteriori- dad a esa conjuncién tiene lugar. Es decir, en cuanto el juez acepta el acto de consignacién del Ministerio Puiblico, y se lo hace saber a éste, ya el Ministerio Paiblico deja de ser, deja de tener, el carieter de autoridad y se convierte en parte. En parecidas circunstancias se encuentra el agente del delito. En cuanto Ja jurisdiccién entra en actividad y responde al llamado que le hace el Ministerio P&blico por medio de la consignacién y al resolver el Juez, se determina la situacién juridica del indiciado y nace el derecho de defensa que como parte tiene”. Semejantes son las consideraciones de GonzSunz Bustasaste, Es indiscutible que respecto al presunto autor del delito, el acusado, en tratindose de una persona fisica, no existiré ningun conflicto doctrinario para considerarlo como sujeto juridico en el proceso delictivo; pero tratén- dose de las personas juridicas colectivas, ztendrin capacidad procesal den- tro de un juicio criminal? ;Podran ser sujetos de un delito? :Serén cémo en el proceso civil, sus representantes legitimos, los administradores Jos que se sujetan al proceso penal?, o bien, ¢ Se podra inculpar a un ente colectivo de una accion u omisién tipificada como delito? Estas interrogantes con- ducen necesariamente a uno de los problemas mis apasionantes y discuti- dos, que es el de la responsabilidad criminal de las personas juridicas co- lectivas. Una de las consecuencias mas importantes de considerar a Ins personas colectivas como sujetos de derecho y partes en el proceso. Porque si se considera que una persona de existencia ideal, es res- ponsable de un hecho delictuoso: ; Puede también ser sujeto de proceso pe- al hecho de que al Ministerio Fiscal, como ajeno al conflict o titigio que tn el proceso se substancia, ¢s una parte sui generis: imparcial o desinteresaa” En el tomo 11 de Ia misma obra, los autores citados sostienen que la posicién de parte del Ministerio Publico no presenta ninguna duda en el plenario, “'y el imico rasgo especial digno de destacarse es el de que como parte legitima ope legis, hha de actuar con imparcialidad, y como es ajena al conflicto determinante del pro- eso, se Je suele considerar como parte en sentido formal o externo, en contraste con el acusado, que lo es ademas en sentido material o interno”. 13. Juan José Gowzdte2 Bustamante, Principios de Derecho Procesal Penal Mexicano, México, D. F., 1945, pp. 210 y 211 DE DERECHO COMPARADO 37 nal? :Es posible, de aceptarse que los entes colectivos tienen responsabili- dad penal, que se les procese, que sean “partes” en el enjuiciamiento penal? Para resolver estas dudas, se han elaborado numerosas doctrinas, que se pueden agrupar en dos grandes corrientes que se oponen abiertamente. Son dos posiciones contradictorias. La primera niega rotundamente la res ponsabilidad penal de la persona juridica colectiva y, por tanto, que pueda 1 “parte” © tener “capacidad procesal” dentro del pracedimiento penal La segunda acepta el principio responsabilista y todas las derivaciones procedimentales, que por ello resultan. 2. Doctrinas que niegan la responsabilidad penal de la persona juridica colectiva Dentro de esta tendencia, encontraremos autores que no coneiben Je responsabilidad penal de los entes colectivos; que niegan en forma sistema- tica que una entidad moral pueda ser sujeto active de un delito; que se le pueda someter a proceso, etc. Algunos se limitan a discutir teéricamente el problema ; otros han sostenido una posicidn incierta, pues afirmando en una etapa de su vida una posicién definida, mas tarde han cambiado de postura ingresando a la faccién opuesta. Savieny ™ cita como autores que sostiene la negativa a ZacHartan, Havno.p, Feversacn, he aqui st argumentacién: la persona juridica debe su existencia a un privilegio concedido por la autoridad suprema; este privilegio no se le ha coneedido sino para un fin justo; si, pues, co- mete un delito, deja de ser persona juridica, y desde entonces no puede ser castigada como tal Ademas cl fundador de la Escuela Histérica del Derecho apunta a Srieser como sostenedor de la afirmativa, partiendo del principio de que la persona juridica tiene la capacidad absoluta de derecho y de accién, sin que esta libertad de sts actos esté encadenada por ninguna restric- cién, Ciertamente, se reconoce que determinados delitos y penas no en- cuentran aqui su aplicacién; por esto nadie intentaré acusar a una so- ciedad de adulterio, ni de bigamia a un hospital; del mismo modo que no se podria castigar con el destierro a una comunidad, 0 con la prisién 14 Federico Carlos pe Savieny, Sistema de Derecho Romano Actual, trad. de} aleman de Ch. Guenoux. Vertida al castellano por Jacinto Mesia y Manuel Po- es, Madrid, 1879, tomo m, pp. 105 y ss. 38 BOLETIN DEL INSTITUTO a una iglesia o a un hospicio; en cuanto a Ja pena de muerte, se la podria asimilar a la disolucién de la persona juridica colectiva. Por lo demas, se observa con razén que estos casos de imposibilidad excepcional no destruyen el principio mismo de la aplicacién de los delitos y de las penas. A los partidarios de la negativa, sigue exponiendo Savicny, se les puede contestar que su argumentacién prueba poco, porque cuando a un extranjero, por ejemplo, se le autoriza para establecerse en un Es- tado, prestando juramento de obediencia a las leyes, todo delito que él comete es contrario a la ley de su admisin y, sin embargo, no pierde su personalidad ni menos deja de ser responsable. En presencia de este argumento, podria aun deducirse que una persona juridica nunca puede conducirse como reo, porque toda acusacién supone siempre en la per- sona del acusado una violacién del derecho, que en Ia hipétesis presente, seria contraria al privilegio constitutivo de la persona juridica. No obs- tante, esta opinidn es Ja sola fundada —comenta el ilustre jurista ger- mano— y aun la argumentacién que combato no tiene mis tampoco que un elemento de error; pues que Ia verdad de esta opinién descansa en la naturaleza del derecho criminal, combinada con tos caracteres esenciales de la persona juridica. El derecho criminal considera al hombre natural, es decir, un ser libre, inteligente y sensible: la persona juridica por el contrario se en= cuentra despojada de estos caracteres, siendo sélo un ser abstracto capaz de poseer, y que el derecho criminal no podria mezclarse en st esfera de accién; la realidad de su existencia se funda sobre las determinaciones de un cierto nimero de representantes que, en virtud de una ficcién, son consideradas como sus propias determinaciones y una representacién pa- recida, que excluya la voluntad propiamente dicha, puede tener efecto en cuanto al derecho civil, nunca en cuanto al penal. ?* “La capacidad de la persona juridica para ser perseguida en juicio, bien que toda accién suponga una violacién de derecho, no implica aqut ninguna contradiceidn: esta especie de violacién del derecho tiene una naturaleza puramente material, que en la mayor parte de los casos y aun en los mas importantes, no atafie a Ia conciencia, Las acciones del derecho civil estén destinadas a conservar o restablecer los verdaderos limites de las relaciones individuales juridicas; y para las personas juri- dicas que tienen capacidad para la propiedad esta necesidad existe, pues, 15. Savieny, ob. cif., tomo 1, p. 106, 16 Saviony, ob, y loc. cits DE DERECHO COMPARADO 0 igual que para Jas personas naturales. No hay inconsecuencia, por tanto, como se pretende, es decir, que la persona juridica puede sufrir en razén de un delito, yi no puede cometerlo por si. Los delitos que hay Ja costumbre de imputar a las personas juridi- cas, se cometen siempre por stis miembros © por sus jefes, es decir, por las personas naturales, e importa poco que el interés de la corpora~ cién haya servido de motivo o de fin al delito... y castigar a la persona juridica como culpable de un delito, seria violar el principio fundamental del derecho criminal que exige la identidad del delincuente y del con- denado”. 7 “El error de los que creen los delitos imputables a las personas juri- dicas —afiade Savicny—, procede de dos causas;. primeramente atribu- yen a las personas juridicas una capacidad absoluta de poder que no tie- nen realmente; y esta capacidad ficticia no excede del objeto de st ins- titucién, que es hacerle participar del derecho de bienes. Para conseguirlo, es indispensable fa capacidad de los contratos, de la tradicién, etc., pero no la perpetracién de un delito; porque seria, por el contrario, mucho mas itil el goce de dichos bienes, si su marcha general no fuera interrum- pida por los delitos. La falsedad de esta opinién se muestra también bajo un segundo aspecto:: si las personas juridicas tenfan la capacidad abso- uta del derecho y de Ja voluntad, serian igualmente capaces de las relacio- nes de familia; y una corporacién podria, por ejemplo, adoptando un hos- piciano, ejercer sobre él los derechos correspondientes a la patria potestad. Si el hecho es imposible, depende todo tnicamente de que las relaciones de familia estin colocadas fuera de la esfera para ja cual ha sido creada la ficcién de la persona juridica, que es donde se encuentra el clemento, de verdad de que me hacia cargo el combatir la argumentacién antes citada. La persona juridica, se dice, no puede cometer delitos, porque cuan- do esto acontece no obra como tal persona; y esta afirmacién es verda- dera, no porque dicho modo de actividad sea ilicito, sino en tanto que €s extrafio a la esencia y al destino especial de Ja persona juridica.” 1 AL proseguir st argumentacién, Savicny sefiala que “la segunda causa de error procede de confundir la persona juridica con sus miem- bros, confusién contra la cual el derecho romano nos pone en guardia por miultitud de aplicaciones particulares. La influencia de este olvido 17 Savicxy, ob. city tomo a, p. 107. 18 Savicny, ob, cit, tomo m, pp. 107 y 108, 0 BOLETIN DEL INSTITUTO se muestra principalmente en que no se admite Ia capacidad de los deli- tos para todas las personas juridicas; asi se admite para las corporacio- nes y no pata las fundaciones, bien que esta distincién ordinariamente no se expresa. Sin embargo, si las personas juridicas pueden cometer de- litos, la capacidad absoluta de la voluntad de las iglesias y de los hospita les representados por sus jefes las tienen igualmente, Esta contradiccién se explica en el sentido de que los actos dé la mayoria de los individuos de una ciudad 0 de los miembros de una corporacién, pasan mas facil- mente como actos de la ciudad o de Ja corporacién; o, en otros términos, esta inconsecuencia procede de la confusién ya sefialada de la corpora- cién y de sus miembros. Una comparacién hard resaltar mejor aun Ia verdad de los princi- pios que exponemos —contintia diciendo Savigny—, los enajenados y los imptiberes tienen, como las personas juridicas, Ia capacidad de derecho in la capacidad natural de obrar, y he aqui por qué se les niega una yoluntad artificial y no delegada en la persona de sus representantes. En unos y otros existen los mismos motivos para dar a esta voluntad ficticia una extensién ilimitada, y castigar desde entonces en la persona del pupi- Io los delitos de si: tutor, si los comete en calidad de tal; si, por ejemplo, verifica un robo 0 un fraude en interés de su pupilo, En este caso nadie, que yo sepa, ha sostenido la posibilidad de un delito por representante, y, sin embargo, establecer a este respecto una distincién entre la persona juridica y el pupilo, es una inconsectencia evidente”. % ‘Anotamos las frases que dedica a fa obra de Savigny (sobre la res ponsabilidad penal de Ia persona juridica colectiva), Mestre, 2 quien asi se expresa. Atin tedricamente, el dualismo de las personas morales, segdn Savigny, nos parece muy aventurado y, en resumen muy obscuro. Cree- mos desacertado dividir en dos grupos opuestos el conjunto de las per- sonas morales, segan sea la voluntad corporativa o el fin que se trata de aleanzar Io que constituye el substratum de Ia personalidad. Estos dos ele- mentos se mezclan y se compenetran, por el contrario, en toda persona moral. Sin duda fue para un fin determinado para lo que tal agrupacion se constituyé, porque no puede suponerse una organizacién, cualquiera ane ella sea, que no tenga un fin o un ideal que perseguir, pero, por otra parte, zcomo suponer un establecimiento cualquiera sin un grupo de indi- 19 Saviery, ob. cif, tomo W, pp. 108 ¥ 109, 20 Aquikes Mrsvar, Las personas morales y su resfonsabitidad penal, trad, de Camargo y Marin, Madrid, 1930, pp. 181 y 158, DE DERECHO COMPARADO a vidttos que aseguren st’ funcionamiento normal?... Voluntad corporati- va y persecucién de un fin son elementos que se encuentran en todas las personas morales por las siguientes razones, bien sencillas; en primer té- mino, porque solo se constituye Ia agrupacion para perseguir un fin y, por otra parte, porque este fin no puede ser perseguido con alguna pro- babilidad de éxito mas que cuando suscita la agrupacién de voluntades. La distincién de las personas morales en dos grupos opuestos, que habia Nevado a Savigny y a sus sucesores a afirmar la naturaleza ficticia de las personas morales, y por via de deduccién, su irresponsabilidad penal, carece —opina Mestre—, de verdadera base juridica Jrwénez pe Astia,?! expone que “una de las mas altas mentalidades que ha tenido Alemania, y que sirvié y brill como astro propio en Ba- viera, fue ANSELMO Von FrvrRpacs, autor del Cédigo Penal Bavaro. Era tn enemigo resuelto de ta responsabilidad de las personas juridicas, imbuido como estaba siempre de las ideas liberales, Por ello buscé un cierto subterfugio, realmente impropio de su sabiduria, para eliminar Ja responsabilidad de las personas colectivas, como afirmar que Ja sociedad sélo existe en tanto en cuanto persigue el fin para que fue creada, Y si a sociedad se extravia de ese “Telos” que Ia propia ley le ha impuesto, ya no es tal sociedad; habria desaparecido como tal ente juridico.” Lineas arriba, dejamos anotada Ia critica que el mismo Savigny se tna encargado de realizar sobre la elaboracién de FEurRnactt, que a todas uces es falsa. Otros prosélitos de la faccién doctrinal que niega la responsabilidad criminal de las entidades juridicas colectivas estimen como contrario al derecho, a la equidad y al principio de personalidad de Ia pena, admitir que la persona moral pueda ser sujcto responsable de una infraccién (Prrxs); 0 piensan que s6lo los seres humanos pueden ser suijetos de infracciones penales, porque s6lo ellos pueden comprender Ja idea de la pena. La persona moral no es susceptible de intencién y de falta delictiva (Roux); © sefialan que la voluntad puede considerarse como potencia volitiva 0 como acto volitivo; como causa y como efecto. En el primer sentido, es decir, como capacidad o facultad de querer s6lo se dan en la persona fisica, nenca en la juridica en la cual solo se da como acto voli- tivo.” El Derecho penal presupone en el sujeto activo del delito no solo ja capacidad de cumplir determinado acto voluntario, sino también la de 21 Luis Jiménez og Asta, Et Criminaliste, Buenos Aires, 1948, tomo vit, a2 BOLETIN DEL INSTITUTO querer, o sea, la potencialidad volitiva, la cual no se da en la persona ju- ridica. La relacién de Derecho privado y administrative se funda princi- palmente sobre la materialidad exterior, sobre el acto volitive. Al contra- tio, la relacién de Derecho penal implica siempre una indagacién psicolé- gica que no es posible en la persona moral; en ésta, no se encuentra Ia compleja potencialidad volitiva e inhibitoria, ni la conciencia unitaria que la imputabilidad y la responsabilidad penal presume; por tanto los delitos slo se cometen por personas fisicas (MaNzinr). 2 Frorian ® expone sobre el particular que “Por la influencia ejer- citada por el derecho aleman, fueron admitidos con gran amplitud hasta la revolucién francesa, el delito de las personas colectivas y la represién corporativa. Existen ejemplos de ciudades que, por castigo, fueron pri- vadas de privilegios y de derechos de que con anterioridad gozaban. Ade- mas, en caso de dafio ocasionado a la persona o a la propiedad cuando el autor del mismo fuese desconocido era costumbre que todos los habitan- tes del Iugar debiesen responder, por Jo menos del resarcimiento. Es tipi- ca la Ordenanza francesa de 1670 la cual, entre otras cosas, regula el pro- cedimiento criminal contra las corporaciones y las comunidades, Estos recuerdos histéricos muestran que admitiendo la teoria de la responsabi- Fidad penal de las asociaciones como tales, quedaria completamente vio- lado el principio de la personalidad de la responsabilidad y de la pena. El derecho canénico admitié la imputabilidad penal de Jas corporaciones (conventos, capitulos, ete.). Pero Ia revolucion francesa, al suprimir las corporaciones, hizo desaparecer los delitos y las penas de las mismas. El principio del individualismo fue admitido también en el campo penal, por Jo que en nuestra ciencia se fue formando el concepto personal de la responsabilidad. EI concepto del delito colectivo (corporativo), como nocién de de- recho positivo, no es aceptado actualmente, por regla general, en Fran- cia, Espaiia, Italia y Alemania; se encuentra acogido en el derecho anglo- americano y en el musulman,” El propio Frorran™ sostiene que: Es principio comin el ordena- miento juridico moderno, que solamente puede ser sujeto del hecho pu- 22 Autores citados en Ia tesis profesional de Carlos Acuriar Suvas, Las personas morales y ef Derecho Penal, México, 1983, pp. 41 y 42 23 Eugenio Frorran, Parte General del Derecho Penal, trad. de E. Dihigo y Félix Martinez G., La Habana, 1928, tomo 1, pp. 350 y 351 24 Frortan, ob, cit, tomo 1, p. 345. DE DERECHO COMPARADO eB nible el hombre y, por consiguiente, que sélo él puede ser sujeto penal- mente imputable y punible. “Y ciertamente, zc6mo hablar de un ser colectivo que piense y obre y cometa delitos cual persona distinta de las personas fisicas que lo for- man? 3Cémo imaginar que alguno puede ser responsable 0, al menos, sufrir las consccuencias de delitos que no ha cometido, como acaeceria a Jos socios que no parti ron © votaron en contra de la deliberacién delic- tuosa? ze6mo castigar a estas personas morales, cuando ellas por ejem- plo, no tienen, debido a su naturaleza, ni derechos que ejercitar ni patri- monio? Ademés, admitir Ia imputabilidad de las personas colectivas, leva a prescindir del aspecto personal, del criterio individual, que para nosotros es como también lo es para Ja mejor doctrina contempordnea, el criterio soberano en que debe inspirarse el derecho penal. La pena, aun cuando formalmente esti destinada a castigar a la corporacién, repercute y se refleja sobre los socios, Io mismo sobre los inocentes que sobre los. cut- pables, sobre los jefes y sobre los subalternos, sobre los picaros y sobre los ingenuos, sobre los engafiadores y sobre los engafiados; todos estos su- fren, indistintamente, las consecuencias de la pena. Ahora bien, basta Ja simple enunciacién de todo esto para rechazarlo inmediatamente, Esta especie de justicia sumaria repugna no s6lo al sentido juridico sino a la equidad natural y al sentido comtin. Resulta por ello evidente que, en todo caso, se trataria de una responsabilidad por completo aparente y ficticia, ya que castigindose al ente colectivo, en realidad silo se castigaria a Jas personas que Jo forman, Afiidase a lo dicho que esa corresponsabilidad resulta un verdadero absurdo juridico, porque estando estos entes colecti- vos regularmente constituidos, los socios se encontrarfan en el caso de tener que responder penalmente por los actos ilfcitos de sus representan- tes, cometidos en contra del mandato conferido y de las normas de la ley, puesto que si los mandantes y los mandatarios procedieren de acuerdo para cometer el delito, todos quedarian comprendidos en el delito expreso de asociacién para delinguir, 0 por lo menos, en la figura del concurso en el delito particular cometido.” 2 Al negar que las personas juridicas y Jas asociaciones puedan ser sitjetos capaces de imputabilidad penal, no es de temer en absoluto que quede debilitada la defensa de la sociedad contra esos entes colectivos, ya sean consolidaciones industriales, ya profesionales 0 proletarias, en las cuales va recogiéndose con mAs intensidad la actividad de los grupos ho- 25 Fronran, ob. cit, tomo 1, pp. 347 y 348. “4 ROLETIN DEL INSTITUTO mogéneos, y que representan la tendencia mas marcada y al mismo tiem- po una exigencia indeclinable de nuestros tiempos. Y no es de temer que tal peligro se verifique, ya que siempre sera licito amenazar con pe- nas a los directéres y a los administradores de estos entes colectivos, Jo que serd absolutamente justo, puesto que se castiga de ese modo, y siem- pre que haya una responsabilidad las fuentes vivas y reales de la misma. ** Pessnva ® considera que no obstante que las personas juridicas co- lectivas tengan al igual que la persona juridica individual una personalidad propia, no debe olvidarse que la unidad de conciencia y volitiva de las primeras silo aparece cuando todos sus miembros integrantes manifiestan undnimemente un propésito determinado en cuyo caso hay ya una res- ponsabilidad individual por parte de cada uno porque en lo particular quiere exactamente lo que los demas en general y obra para que Jo que- sido Ilegue a ser un hecho real y exterior, Por el contrario, cuando no existe esa unanimidad, falta la unidad de voluntad y hay una opinién pre- ponderante, sostenida por la mayoria, diversa y en ocasiones opuesta a la minoria; en este caso, la responsabilidad juridiea no puede extenderse a todos los socios. Es cierto que muchas veces se reprueban esos errores societarios, pero no conviene confundir este juicio moral con la censura juridica y penal que Ia sociedad humana debe ejercer sobre las activi- dades de la persona juridica colectiva. El Estado puede a lo sumo des- conocer la existencia juridica del ente social que se aparte de los limites permitidos para su desarrollo y funcionamiento, ptiede disolver una aso- ciacién que se encuentre en flagrante contradiccién con sus deberes ju- ridicos; pero fuera de ese desconocimiento, es imposible que se ejerza otra influencia sobre las personas juridicas colectivas. La responsabilidad de éstas puede set, todo lo mis, de naturaleza meramente civil, nunca de cardcter penal, porque la pena, si no obra sobre los individuos, no puede sentirse por toda la comunidad de los mismos, y si obrara sobre cllos, involuctaria injustamente a los inocentes con los culpables. Por esto, Ja individuatidad humana es precisa para que exista el sujeto de un deli to, y las universitates nunca pueden ser consideradas como seres crimina- les, como personas punibles ante la ley. El mismo autor italiano estudia ¢l caso de las sociedades de malhe- chores, creadas con fines antisociales y sobre el particular expresa que 26 Fuonian, ob, cit., tomo 1, p. 349. 27 Enrique Pessina, Flementos de Derecho Penal, Madrid, 1936, pp. 314 y 315. DE DERECHO COMPARADO 6 con frecuencia los criminales se unen como un medio “para conseguir un mejor éxito en su propésito de la negacion del Derecho y de Ja pertur- bacién del orden social; esto ocurre siempre que dos o mas individuos estin conformes en un comtin propésito criminoso. Pero cuando este vineulo Mega a ser algo permanente para constituir un consoreio de eri- minales, como las asociaciones de malhechores, las cuadrillas, las comi tivas armadas, las sectas antisociales, etc. el hecho mismo de la reunion con el fin de delinquir viene ya penado y castigado sin que por eso se Iesione el gran principio de la libre sociabilidad, en el que radican el derecho de reunion y el de asociacién, pues la libertad es sagrada e invio- lable mientras no se violan Jos principios superiores del Derecho. Sin embargo, en estos casos es indudable que hay una responsabilidad indi- vidual para cada uno de Jos que se han coaligado a los dems para el comtin delito, y si hay responsabilidad solidaria de Ja unién permanente, €s consecuencia de la misma responsabilidad individual, porque la unién es un hecho de Jos individuos que entre si forman la comunidad delin- cuente”, °* ‘Mezcer *sostiene que cualquiera de las acciones u omisiones cons- titutivas del delito siempre se traducen en conducta humane, “Solo el hom- bre y s6lo ef hacer y omitir del hombre es punible. En tiempos existieron penas y procesos contra fos animales ;® hoy han desaparecido. Por otra parte, s6lo es punible, en principio, el hombre como ser indi- vidual: Societas delinquere non potest. Con ello se muestra el Derecho pe- nal en notable contraste con el Derecho civil; al delito de Ia corporacién del Derecho civil no corresponde otro andilogo en el campo penal.” Es imposible considerar como responsable de un delito al miembro de una corporacién que no ha podido impedir el acuerdo tomado 0 que ni six quiera lo ha conocido (Brxprsc) ; el delito de Ja persona juridica, no s, en stima, mas qe el de las individualidades que Ia componen (BERNER) y sélo por analogia o por wna peligrosa metéfora puede hablarse de 28 Pessiva, Ob. cit, p. 17. 29 Edmundo Mrzcra, Tratado de Derecho Penal, Madrid, 1946, tomo 1, pp. 171 y 172, 30 Acerca de algunos procesos seguidos a animales puede verse, Frores Gancta, Algunas consideraciones sobre la personalidad juridica. “Revista de la Pacultad de Dereciio de México”. Afio x11, mims. 25-26, enero-junio, 1937, 46 BOLETIN DEL INSTITUTO una voluntad © de una conciencia corporativa capaz de delinguir (ALI- MENA). 3 Betixe * entiende que el castigo de la persona juridica colectiva no s6lo es una injusticia, sino también una medida inutil y combate, de lege ferenda, el dclito corporativo, La opinién de FeRRaxa es también por la negativa, cuando después de confrontar las ideas que sobre el tema a discusién han vertido Savigny, Gierke, Kohler, ete., estima que la solucién no debe resolverse siguiendo un ctiterio dogmatico. sino basandose en el derecho positivo y “‘no puede po- nerse en duda, —dice el ilustre jurista italo— teniendo presente el sistema del Cédigo penal italiano, su historia y su espiritu, que éste no conoce mas que delitos y penas individuales, y que consiguientemente en principio no puede hablarse de una responsabilidad penal de las personas juridicas Sin embargo, como apuntaremos mas adelante, la posicién de FERRARA parece no ser tan definitiva en otros pasajes de su renombrada obra sobre las personas juridicas colectivas Juscivez pe Asta presenta un panorama sobre Jas diversas opiniones de ciertos autores y de las soluciones adoptadas por algunos sistemas legislativos, que agregado a la breve resefia que apuntamos Iineas arriba de Florian, esperamos permita tener una visién general de las varias posturas adoptadas sobre la responsabliidad penal de los entes de exis- tencia ideal. Juwénez ve Asta * principia por citar la posicién que mantenia Grer- KE sobre el particular quien “afirma que la corporacién, tiene en vez de ese sentido fingido 0 ficticio, con que Ja habian bautizado los viejos aut- tores medievales y que luego hacen vivir los revolucionarios franceses, tina voluntad real. Y' si el sujeto no delinque, como individuo, sino inmerso en Ja corporacién, es a ella y no a la persona natural a quien debe casti- garse,” No ha obrado él como hombre, afirma varias veces Greeks, sino que ha acttiado como miembro de la sociedad, y zno seria injusto —se pre- 31 Autores México, 1941, p. 203. 32 Citado por Mezger, Ob. cit, tomo 5, p. 173. 33. Francisco Ferrara, Teoria de las personas juridicas. Traduecion de Eduar- do Ovejero y Maury, Madrid, 1929, p. 852. 34° Luis Jiménez pe Astta, La cuestion de la responsabilidad penal de las per- sonas juridicas. “La Ley”, Revista Juridiea Argentina, tomo 48, 28 octubre, 1947, Buenos Aires, p. 1042, dos por Rail Caxancd y Tauyu.o, Derecho Penal Mexicano, DE DERECHO COMPARADO a7 gunta— que, puesto que quien ha delinquido es la propia sociedad, no Jos miembros que la representan, castigéramos a éstos como persona natural, cuando han delinquido en ese complejo que la persona social forma? De ahi surge la firme idea de GuerKe, de que la personalidad social debe ser castigada también como la individual. Pero todavia los escrtipulos que GrerKe mismo experimenta, le hacen tratar de una objecién que, ademas, ha sido expuesta por autores tan fax mosos como ALIMENA. No se nos diga —afiade aquél— que se va a cas- tigar, también, a personas que formaron parte de la sociedad, y que no tienen responsabilidad en ef acuerdo delictivo. De todas maneras —aflade— deben estar a las resueltas punitivas, puesto que también participan de los honores y beneficios que la corporacion les otorga y proporciona”. Prosigue Jrwiwez pp Asta® en su exposicién sumaria, citando como partidarios de la afirmativa, a Von Laser y a Harrer. Jevtinek la limita a Ja esfera de Ja contravencién, GorpscuMinT trata de fijar esa responsabilidad corporativa, en el ambito convencional y en el etadro de su Derecho penal administrativo. Binpinc y Von Bar, dudan. Mezcer, sin derrocar la mAxica societas delinquere non potest, acepta la excepcion impuesta por necesidades prdcticas, en orden a las multas fiscales sobre todo, En Francia Microup y Rovx titubean y finalmente la aceptan. En Italia, Attaewa no sélo por la injusticia que acarrea el castigar a Jos in- dividuos inocentes que la forman, sino por motivos de ms enjundia en su teoria de la imputabilidad, basada en Ja capacidad del sujeto de sentir la coaccién psicoldgica de la amenaza penal, hace inadmisible Ja responsabi- lidad. del ente ficticio 9 moral. A su juicio, las “medidas administrativas contra tna asociacién”, ng tienen caracter de penas. Proniincianse por Ja responsabilidad societaria Ancrotonr, Lonaut, pz Marsico, ete. En Espafia Sivvera en el articulo 25 de su proyecto, legisla sobre un complemento de pena como consecuencia del delito perpetrado por un hombre con los medios que Ja persona juridica le proporciona. SaLDa&a y Masaveu sc adhieren a la posicién afirmativa; en cambio, Viva, Apant- wort, Jiménez Huerta combaten la responsabilidad penal social. En Cuba también pugnan por la afirmativa Martinez y GonzAtez Lawuza. En Chile, Sriva, la inserta en el Proyecto de Cédigo penal chi- Jetto que compuso con Lanaror y logra hacerla triunfar en dos Congresos Interamericanos, Siva desenvolvié su criterio partiendo del supuesto de 35 La cuestién de la responsabilidad, cit., pp. 1042 a 1046. ae BOLETIN DEL INSTITUTO auc las corporaciones tienen aptitud para realizar actos voluntarios y ha- ciendo atrevido uso de su sistema de “‘presunciones” reconoce que esa res~ ponsabilidad ha de ser excepcional. Admitamos —dice— que las corpora- ciones carecen de voluntad propia, pero es innegable que realizan actos yoluntarios, por acuerdo de sus érganos © por medio de sus represen- tantes, En otro de sus trabajos, el penalista ibero Jrmtiwez pz Asta * se re- fiere a ciertos catélogos penales que han previsto el problema que nos ocu- pa. “:Qué es Io que ha hecho el Cédigo penal mexicano?, ~-se pregunta el autor—. En primer témino asentar en el articulo 10, la personalidad de la pena, que no se vulnera por el articulo 11, en el que x0 esté procla- mada la responsabilidad criminal de las personas juridicas, sino tan sélo a facultad de decretar, en los casos exclusives que la ley sefiala, una me- dida de prevencién. Es en el articulo 31 del Codigo de la Zona de Protectorado espafiol en Marruecos de 1911, donde surge la formula que después adoptard el ar- ticulo 44 del Cédigo de la Dictadura de Primo de Rivera en 1928 y que se copia, transforma y extiende en el Cédigo de Defensa Social del Estado de Veracruz-Llave. EI proyecto de Cédigo penal para Chile, compuesto en 1938 por Silva y Labatut, instaura la responsabilidad criminal de la persona juidica en el titulo vir, que comprende los articulos 93 a 100. En Inglaterra Ia “Interpretation Act” de 1889 (52, 53, Victoria ¢. 63), declara que “en los Estatutos relativos a delitos, la palabra persona comprenderé asimismo a las corporaciones”. El Cédigo penal de Nueva York, reformado en 1889, y el Cédigo penal del Canadi de 1892, consa- gran un idéntico principio interpretativo. La jurisprudencia francesa ha abandonado iiltimamente la posicién tra- Gicional y acepta la responsabilidad de las sociedades incluso hablando en fa sentencia de Casacién de 3 de diciembre de 1943 de “intencién dolosa y vejatoria” de una entidad colectiva. Eran los tiempos del gobierno de Vichy. Tambien en ellos se dictaron en Francia leyes favorables a esta clase de responsabilidad penal corporativa con fines politicos.” Jiméxez pe Asta™ expone que se ha pretendido construir la res- ponsabilidad criminal de los Estados, sobre todo por guerras de agresién. 36 Jiménez pe Asta, La euestién de la responsabilidad, cit. 1046. 37 Luis Jiménez pe Asta, La responsabilidad de las personas juridicas en las legislaciones positivas. “La Ley", Revista Juridica Argentina, tomo 48, 15 noviem- bre, 1947, Buenos Aires, pp. 1106 a 1108. 38 La responsabilidad de las personas, cit. p. 14108. DE DERECHO COMPARADO 49 El tratado de Versalles y cl Protocolo de Ginebra de 1924, son prueba clara, y mas todavia el actual movimiento a raiz de acabada la guerra de 1939-1945. En el Ambito del pensamiento cientifico sostiene la posible cri- minalidad de los Estados, Vespasiano V. Pella... mas bueno es advertir que no parece tan {cil invocar el famoso enjuiciamiento de los jerarcas nazis y de grupos tales como el partido nacional socialista, S, S., Gestapo, cte., para probar que estd de moda la responsabilidad de las personas juridicas, Juwtnez pe Aséa% en el capitulo referente a la accién y sti ausen cia, sostiene que el acto sdlo proviene del hombre. Para él: “Harto sa- bido es que en Ia actualidad existen crecido niimero de autores, con Von Liszt a la cabeza, partidarios de la responsabilidad de las personas socia~ les, Se fundan los que tal creen en la teoria de la ‘voluntad real’ de Gier- ke. Reconozeamos que cierta fuerza han recibido quienes asi piensan de la ‘mputacién’ de Kelsen con la que este famoso autor ha querido resolver el debate sobre la personalidad de las sociedades.” Nosotros creemos que, sin perjuicio de hacerlas objeto de medidas usegurativas, de sanciones disciplinarias y de responsabilidad civil, es imposible castigarlas con penas, porque la Iamada persona moral no puede cometer delitos... Las personas morales no son capaces del cono- cimiento de los hechos y de su significacién injusta, y en consectencia no pueden ser culpables. Si la culpabilidad es una de las caracteristicas basicas de Ja infraccién penal es obvio que Jas sociedades no pueden per- petrar delitos. #° Por Jo demas, si Ja pena finalista pretende intimidar 0 corregir, tam- poco [a persona social es susceptible de ser corregida o intimidada. Por eso decimos —concluye ef citado autor— resueltamente, que slo el hom- bre es capaz de delito, porque sdlo é1 puede realizar acciones voluntarias.” Pero esta resuelta opinién actual de Asta difiere de su posicién original la que “ha cambiado; mejor dicho, evolucionéd sin demasiada brusquedad, —segiin € mismo reconace—. Por mi parte, he de confesar que en el aiio de 1922, cuando escribi las Adiciones al famosisimo Pro- grama de Carrara, imbuido atin por las ensefianzas fulgurantes de un Maestro como Von Lisz7, sin decidirme demasiado a fondo, parecia sim- patizar con la responsabilidad de la persona social.” 4 39 Luis Jiménez pe Astia, La ley y ef delito. Caracas, 1945, p. 261. 40 Adviértase que Jiménez ve Asta también acepta la adopcién de ese tipo de medidas como ocurne con otros autores oposicionistas, ver infra, notas 96 a 99, 41 Jintivez pe Astta, El Criminalista, tomo vin, p, 163, 50 ROLETIN DI INSTITUTO “El delito —dice Jimérz pe Asta—, cualquiera que sea la defi- nicién que aceptemos es un acto antijuridico y culpable... No sdlo es imposible que edifiquemos la nocién del delito sin que éste se oponga a la norma de cultura, sino que no podemos hablar de él sin que el hecho injusto tenga un nexo animico con el sujeto; es decir, que Je sea impu- table... No puede construirse la culpabilidad. El caso es que nos en- contramos con que en la definicién se exige lo antijuridico y lo culpable. Como lo antijuridico es eminentemente objetivo, no cabe duda que po- demos pensar, con BrnpING, que las sociedades pueden realizar actos anti- uridicos, pero cuando Hegamos a la culpabilidad, cuando tratamos de Gefinir Io que es el dolo, vemos que la nocién de éste no puede resumirse en una formula demasiado sencilla y entonces tenemos que buscar sus elementos. No es posible afirmar, continia Jiménez pe Asta, que una persona ha realizado un acto con dolo, si en él no concurren dos grupos de elementos esenciales; el intelectual y el afectivo. El intelectual consiste en que el sujeto capte dentro de su conciencia el hecho, tal cual es, con todas las cireunstancias de tipo que el Cédigo Penal ha definido, y que, ademis, conozca la significacién de su acto, Es decir, que para que el sujeto que aetiia, perpetre una aceién dolosa, es preciso que conozca las circunstan- cias del hecho, y al mismo tiempo Ia significacién antijuridica de su con- ducta... no puede existir el dolo si el sujeto no conoce Ja verdade- ra naturaleza de los actos que esti realizando, 0 no comprende la re- percusién juridica de lo que hace... Para mi tambén el error de derecho destruye igualmente el dolo... Ya se que una de esas objeciones, mis aparatosas que perfectas, que se podria alegar contra los que ast opi- names, es que si fuéramos a exigir tales conocimientos, sélo podrian de- linquir los juristas; pero el gran error consiste en no ver que hay tam- bién, como afirma Mezcer, apreciaciones paralelas, valoraciones seme- jantes, aunque en planos distintos... Es que hay dos clases de conoci mientos: el profano y el técnico . .. Por consiguiente, ese conocimiento pro- fano y no el técnico, es el que también debe exigirse, cuando hablamos del elemento intelectual del dolo... el dolo exige voluntad y previsién 1Qué quiere decir la previsiOn? Algo necesario, esencial, para Ia volun- tad: que nos representemos el resultado. Sin esa previsién, representa- tiva del efecto, no existe el dolo... Ese es el elemento afectivo que fi- gura junto al intelectual. En suma; sin el dolo, con sus elementos intelectuales y afectivos, no hay delito intencional, porque el delito es un acto antijuridico y culpa- DE DERECHO COMPARADO sl ble. Pues bien, yo invito a que se defina el dolo en la persona social, con la seguridad de que fracasara, de Ja manera mas ruidosa quien in- tente tan imposible empefio... He aqui por qué yo he afirmado que, no siendo posible hablar de dolo —que es el elemento caracteristico de 1a culpabilidad— en la persona social, ésta no puede ser penalmente respon- sable. La persona juridica mo es capaz de delinquir... no puede ser culpable. Para terminar la posicién de Jiménez pe Asta sobre el tema que se estudia, ofrecemos Ja réplica que el sefialado autor hace a Ia “nove- ead” egolégica: “Ahora se ha vuelto a agitar el tema con pretensiones infundadas de novedad, Se mueve en Ja Argentina en el Ambito de la teorfa kelseniana, Fl punto de partida esta en la afirmacién hecha por Ketsen, de que las personas juridicas son ‘centro de imputacion de normas’. Con esta solucién verbal quieren los seguidores de la ‘escue- la vienesa’, especialmente los argentinos —que la reforman hasta el punto de constituir una tendencia sui géneris, a la que han bautizado como ‘Escuela argentina de Filosofia juridica’— confirmar validamente fo que habian defendido, juristas de muy distinta procedencia filoséfica y de muy variada nacionalidad”. # Segiin Jiménez De Asta, la pena tinicamente ha de decretarse con- tra el que delinque y sélo alcanza a Ja persona que comete Ja infraccién. En aquella famosa frase de Savicny, de que no es posible la responsa~ bilidad penal sin que exista una identidad del delincuente y del conde- nado, hallamos quizd una razén filosdfica para no admitir Ja responsa- bilidad de las personas juridicas. Pero es en el campo dogmatico, es- trictamente técnico del Derecho penal, donde veremos que ¢s imposi ble hacerlo. Repitiendo los argumentos de falta de culpabilidad en las personas juridicas, que ya hemos apuntado, Jrénez pe Asta,“ concluye: “He aqui por qué yo he afirmado que, no siendo posible hablar de dolo que es el elemento carneteristico de la culpabilidad— en fa persona social, ésta_no puede ser penalmente responsable. La persona juridica no es capaz de delinquir, Por otro camino legaremos también a parejas consecuencias. Nos- otros imponemos sanciones con un objetivo trascendental. Esté superada 42, Jiménez pe Asta, EI Criminalista, tomo vin, pp. 173 y 8s. 43. Jiménez ve Avsa, La cuestiin de la responsabilidad, cit., pp. 1047 y 1048. 44 La cuestion de la responsabilidad, city p. 1050. 52 BOLETIN DEL INSTITUTO la poca en que se conminaba con fin meramente restrictivo... Pues bien: si la intimidacién y la correccién son los fines de Ja pena, gcémo vamos a obtener lo uno y lo otro, coaccién psiquica y enmienda, en la Persona juridica? En puridad lo que es posible hacer ¢s someterlas a ciertas medidas de prevencién y seguridad. Suspenderlas 0 disolverlas, como se secues- tra el arma homicida, sin hacer responsables a los cuckillos y a las pistolas. En México, Carranch* expresa que del Cédigo Penal espafiol de 1928, tomé el mexicano de 1929 su articulo 33, que substancialmente fue reproducido por el de 1931. Dice asi éste: cuando algin miembro o re- presentante de una persona juridica o sociedad, corporacién 0 empresa de cualquier clase, con excepcién de las instituciones del Estado, cometa ‘an delito con los medios que para tal objeto las mismas entidades Ie proporcionen, de modo que resulte cometido a nombre o bajo el amparo de la representacién social o en beneficio de ella, el juez podré en los casos exclusivamente especificados por la ley, decretar en In sentencia la suspensién de la agrupacién o st disolucién, cuando Io estime necesario para la seguridad (articulo 11 del Cédigo Penal), y este autor, estima como poco feliz la heredada redaccién de este precepto de la codifica- cién penal mexicana. Gonzitez be La Veca‘ comenta el mismo articulo en esta forma: el articulo 11 no contrarfa la tesis de que s6lo las personas fisicas pueden ser en nuestro derecho posibles sujetos activos del delito, pues la redac- cién establece claramente que es algin miembro o representante de la prsona juridica el que comete el delito y no la entidad moral; ello sin perjuicio de que se apliquen las reglas de participacian y que se decrete la suspensién o Ia disolucién de la agrupacién. El mismo penalista asegura que de la cxégesis de las disposiciones contenidas en el catlogo penal mexicano se puede concluir categérica- mente que no acepta el principio de la responsabilidad penal de Jas per- sonas morales, pues de la redaccién de los articulos 13 y 14 del Cédigo Penal de 1931 se desprende que sdlo las personas fisicas pueden ser suijetos activos del delito, pues en los mismos preceptos se liga la respon- 45 Ob. cit, p. 205. Teualmente Mariano Juméez Murata, Le conducta hu- mana. “Criminalia”, afio xm, N° 4, abril, 1947, México, pp. 161 a 165. 4 Francisco GonzAtez be La Vica, Derecho penal mexicano, Los delitos. Mé- xico, 1939, t. 11, pp. 19 y 20. DE DERECHO COMPARADO 53 sabilidad a la actividad humana; y aunque esto no exige que tal accion u omisién sea necesariamente singular, sino que admite la participacién plural, o sea, varios responsables en el mismo delito, determina que en ese caso todos ellos seran responsables, debiéndose aplicar las penas segin la participacién del defincuente, De esta manera queda sin efecto toda ulterior posibilidad de considerar a las entidades morales como pesibles sujetos activos. Carranca 4 dice que se puede conchiir que “en nuestro derecho si se considera en casos coneretos como posibles stijetos activos a las personas juridicas, y al hacerlo, en preceptos modelo de timidez, como por lo demas cumple a un primer ensayo legislative en México sobre tan debatida cues- tidn, reprodiicese parcialmente la responsabilidad de la persona moral y de sus iniembros, adoptindose como tnicas sanciones para Ja primera las de suspensién y disolucién, y desechandose sin justificacién bastante a nuestro entender, las pectniarias y las contra la reputacién, quizd por entenderse que éstas repercutirin sobre miembros inocentes de la corpora- cién, siendo lo cierto que también las otras repercuten igualmente, en me- nos o mas.” “Sentado lo anterior, afirma CarrancA: no hemos de desconocer que el procedimiento para Ja exigencia de responsabilidades a Jas personas morales no ha sido previsto en el Cédigo respectivo, lo que la hace impo- sible, estando por tanto resuelta practicamente la cuestién a debate en el sentido de que responsabilidad hey por hoy no puede ser exigida a las per sonas morales, atin aceptando que el Cédigo Penal de 1931 del Distrito Federal si las prevé en casos concretos.” “Para suplir esta omisidn en su propio territoric, un solo cédigo pro- cesal en la Reptiblica, el de Yucatan, *® ha establecide que “cuando se trate de sujetar a proceso a una socielad o persona moral, ef auto de for- 47 Francisco Gonzduzz pz ua Vees, EP Cédigo Penal comentade. México, 1939, p. 80. 48 Ob. cit, pp. 208 y 209, Del mismo parecer es Ricardo Apanca, Ei Derecho Penal en México, p. 154. 49 Con posterioridad a la fecha de ta edicién consultada de la obra de Ca- rrane’, se han promulgado tmevos Cédigos locales que incluyen medidas procesa- Jes contra Jas personas juridicas colectivas, sobre ese particular pued:n consultarse: Jorge Rees Tavaras, La responsabilidad penal de las personas morales en el Dero- cho positive mexicano. “Criminalia", aio xix, N* 4, abril, 1953, pp. 186 y ss, y especialmenys Rafael Matos Escorspo, Le responsabilidad penal de las personas mo- sales. (Leui ana y doctrinas). México, 1956, pp. 43, 44, 51, 58 y 59. M BOLETIN DEL INSTITUTO mal prisién se dictara solo para el efecto de sefialar el delito o delitos por los que se seguira el proceso... Se notificara el auto de sujecion a proceso al representante legitimo de la sociedad 0 persona moral” (articu- lo 208 del Cédigo de Procedimientos en materia de Defensa Social del Estado de Yucatan, del 28 de abril de 1938). La solucién procesal adop- tada por el legislador yucateco tiene el valor de Ja ejemplaridad.” “Sélo nos falta afiadir —conclnye Carranci— que Ja jurisprudencia mexicana no registra ahora ningtin caso de responsabilidad penal de per- sonas morales”. Ata Muioz® también se declara contra la responsabilidad penal de la persona juridica colectiva; en efecto, este penalista mexicano asi se expresa: Cuando se habla del problema de “Responsabilidad de la Per- sona Moral’, se toca uno de los aspectos fundamentales del delito, cual es la posibilidad de que un ente no humano, pueda cometer delitos, La ciencia penal Jo resuelve sin mayor dificultad; en ella todo es simple y sencillo, porque actia a base de principios inconmovibles. La solucién técnica es innegable si se considera que el Derecho Penal es Derecho de conductas humanas; en la Persona Moral no hay conductas. No hay vo- luntariedad propia de eso que se llama Persona Moral. La solucién téc- nica sigue siendo impecable; es cientifica... la sociedad no delinque, delingue el hombre, No hay para qué ocuparse de las dificultades de orden procesal; cuales serian: auto de formal prisién, careos, identifica- cién, etc.; la ciencia penal como tal puede desentenderse de esas minu- cias, cuando proporciona la base para una afirmacién incontrovertible. Bueno es procurar que el hombre no use “miscaras” para cometer deli- ‘0s, pero hasta donde yo sé, a quién debe sancionarse es al hombre y no a la méscara. Que se destruya la mascara es otro problema, como se destruye la maquina que sirvié para “fabricar” dinero. 3. Corriente que ofirma la responsabilidad criminal de los entes colectivos. Cortesponde analizar en seguida las opiniones que sostienen que sé se puede responsabilizar penalmente a Ja persona juridica colectiva; como con antelacién dejamos anotado, la mayoria de estos tratadistas toman 50 Javier Arba Musoz, en el prdlogo de la tesis recepcional de Aguilar Silvas, obra lineas arriba citada, DE DERECHO COMPARADO 55, como punto de apoyo las teorias realists sobre In naturaleza juridica de los entes colectivos. Ya en la resefia de Jiminnz De Asta, que dejamos transcrita, quedé apuntada Ja opinién en sentido afirmativo de Grrrke sobre Ja responsa~ bilidad de Ja persona juridica social. Otro renombrado autor que sostiene Ja posicién afirmativa de la responsabilidad punible de las personas colectivas es von Lisrz%* quien cree que, de la misma manera que esa sociedad contrata y dentro de los contratos puede realizar acciones fraudulentas y dolosas, también puede realizar acciones criminales. A su entender, la responsabilidad criminal de las entidades colectivas no sélo es posible, sino “conveniente”, porque “

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