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La vida del perrito se estaba apagando, pero an continuaba durmiendo cada noche sobre la
tumba de su amigo. Durante catorce aos, el pequeo terrier llor a Auld Jock, y con su clido
cuerpecito form un hueco sobre la tumba de su amigo. Los golfillos del lugar afirmaban que
el perrito suspiraba de tristeza y hasta vean lgrimas en sus ojos cuando levantaban el pelo
que le cubra la cara. Muchas veces al anochecer iban a verlo y le decan: Buenas noches; t
eres un buen perrito.
Pero una maana, el perrito no se despert. Su vigilia haba terminado. Se haba dormido para
siempre junto a su inolvidable amigo.
Lady Burdett-Coutts se dirigi muy emocionada a los concejales de la ciudad para que le
permitieran enterrar al pequeo terrier a los pies de su amo. Nunca se haba dado el caso de
algo semejante, que un perro fuera enterrado nada menos que en el famoso cementerio
parroquial de Greyfriars. Pero las solicitudes que se elevaron en su favor por parte de Lord
Glenmoriston, del Sr. Traill, dueo de la posada, y de otros ciudadanos destacados,
prevalecieron, y Bobby, el pequeo terrier de Greyfriars, descansa ahora entre los grandes
benefactores de Edimburgo: poetas, sabios y predicadores. Descansa a los pies de su amo, a
quien llor durante catorce aos, para no separarse de l jams.