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Editoras
Luz Rodriguez-Carranza y Marilene NagleEl entredicho. Borges y la monstruosidad textual
Raul Antelo
El rostro, dice Agamben, postula el ser irreparablemente
expuesto del hombre y, al mismo tiempo, la duracién de su
ocultamiento visible en su misma apertura: “il volto é il luogo della
comunita, l’unica citté possibile” (74). Lo que el rostro revela
entonces no es a/go material sino justamente Ja nada, la pasién por el
lenguaje mismo. El rostro es exposicién, se expone y, al hacerlo, se
asume como el lugar de Ia politica.
A partir de esa idea, valdria la pena releer un pasaje de Las
letras de Borges. Dice Molloy, en referencia a los pioneros textos
ficcionales de Borges, que las “mascaras de los infames” - y es
significativo que se inicie Borges en la ficcién con un material no ya
empobrecido (Evaristo Carriego) sino convencionalmente deleznable
— “marcan un palier de reflexién en la obra borgeana. Las
indagaciones previas y teéricas se cumplen y se desdicen, inaugurando
en el plano narrativo una posibilidad de diélogo que exploraran mas
tarde las ficciones y los ensayos. La mascara y el rostro” — concluye
Molloy - “comienzan a enfrentarse, en irritante y fértil contrapunto”
(39). Se podria afirmar entonces que, en las piezas que integran la
Historia universal de la infamia, sus propios textos, firmados en el
diario sensacionalista y ajeno de Botana, se plasma el rostro mismo de
Borges: la pasion por el lenguaje pero también el lugar de la
comunidad, la unica ciudad posible. Y ese rostro, lejos de ser apoli-
neo, nos remite a una “irritante y fértil” heterogeneidad. Ese rostro no
es otra cosa sino un portentum, el rostro de un monstruo. Pero, al
mismo tiempo, lo monstruoso de ese rostro se define como un
ostentum, o un aspecto, el rostro de la ficcién — de una ficcién co-
munitaria que no pertenece slo a Borges o a la literatura que lo
reivindica como propio.
Historiemos la cuestion. De hecho, el mayor escritor latino-
americano del siglo XIX, el brasilefio Machado de Assis, también en-
tendia, en consonancia con Borges, que la ficcién que entregaba coti-
dianamente a los diarios configuraba “uma fusdo admiravel do util e
do fatil; o parto curioso e singular do sério, consorciado com o frivolo,
elementos que, arredados como polos, heterogéneos como agua e fo-
go, casam-se perfeitamente na organizagio do novo animal” (969).168 RAUL ANTELO
Asi como el nacionalismo vitalista herderiano optaba por metéforas
botdnicas (raices, transplantes, ramas) para dar cuenta de la metamor-
fosis simbdlica de la modernizacién, Machado nos habla de la ficcién
como de un hibrido animal y monstruoso. Inserto en esa misma defini-
cién bioldgico-juridica de lo ficcional, otro precursor brasilefio, Eucli-
des da Cunha, suerte de alter-ego de Sarmiento, escribié en el transito
del 900 una obra abstracta, Os Sert6es, en que, al decir de Murena, su
actitud transubjetiva perseguia una restitucién del mundo como poten-
cialidad. En una pagina de esa “novela escrita de un modo tan descar-
nado y teérico como un ensayo” (Murena 203), Euclides da Cunha
narra “Cémo se hace un monstruo”. Relata alli la emergencia, en ple-
no sertdo de Bahia de un anacoreta sombrio, pobremente vestido en su
habito azul de brin americano, un monstruo que desafia, simultanea-
mente, las leyes naturales y sociales:
En el seno de una sociedad primitiva que por las cualidades étnicas y la influen-
cia de las santas misiones malévolas entendia mejor la vida por lo incomprendido
de los milagros, su vivir misterioso lo rodeé bien pronto de un no vulgar presti-
gio, agravandole tal vez el temperamento delirante. Poco a poco, todo el dominio
que, sin calculo, se difundia a su alrededor, parece haber refluido sobre si mismo.
Todas las conjeturas o leyendas que bien pronto le rodearon hicieron el ambiente
Propicio a la germinacién del propio desvario, Su insania estaba alli, exterioriza-
da. Se reflejaba en la admiracién intensa y el absoluto respeto que lo tomaron
tras breve tiempo en Arbitro incondicional de todas las divergencias o rifias, en
Consejero obligado de todas las decisiones. La multitud ahorrébale indagacién
torturante acerca de su propio estado emotivo, el esfuerzo de aquellas interroga-
ciones angustiosas y de aquella introspeccion delirante, entre las cuales evolu.
ciona la locura en los cerebros agitados. Volvia a modelarlo a su imagen.
Creabalo. Ampliabalo, desmesuradamente, la vida, lanzdndolo dentro de los erro-
res de dos mil afios (Cunha 7).
Parece, hasta cierto punto, un retrato de Borges, al menos del ultimo e
inapelable Borges. Pero, en verdad, disefia el rostro de Antonio Ma-
ciel, un misionario anti-republicano que se atrinchera en Canudos y
alli resiste varias embestidas de los ejércitos estatales y profesionales.
Maciel contradice e infringe la ley positiva en grado sumo pero sin
provocar de ella ningun discurso, a no ser el aniquilamiento o la anu-
lacion. La deja muda y sin respuesta. El poder de la causa mistica que
defiende es el poder de la inconstancia, cuando no de la inconsisten-
cia, el efecto de la disimilitud participativa. En el ambito del orden,
esa infraccién genera como réplica un deseo primitivo de supresion,
que lo confirma al rebelde mistico como un sujeto més alla de toda
ley. Podriamos decir, retomando la frase que Borges aplica a Ernst
Jiinger, que su lucha excluye el odio pero no la crueldad (E/ Hogar
71).EL ENTREDICHO. BORGES Y LA MONSTRUOSIDAD TEXTUAL 169
Del mismo modo, Os sertées, el conjunto de textos que Eucli-
des da Cunha escribe para el diario liberal O Estado de Sao Paulo (al-
gunos de los cuales Borges recupera y edita en las paginas de Critica),
retratan no ya la aventura individual de Maciel sino el transito de una
geopolitica especifica, la trasmutacién del duelo individual por el ase-
sinato anénimo y de masas. No es sdlo la vida la que esta cambiando.
Otro modo de muerte también se impone. Euclides da Cunha, narrador
de ese pasaje, le da rostro, en suma, no ya a lo empobrecido de la
emancipacién sino a lo inconsistente o deleznable de 1a potencialidad
americana: su deformacién proliferante, sus metamorfosis, la coexis-
tencia indistinta y no contradictoria de eventos polimorfos, es decir, la
inesencialidad de la forma misma.
Borges, como dije, publicé ese texto en Critica. Me confesd
ademas que, aunque admiraba el relato de Euclides da Cunha, preferia
A Brazilian mystic de Cunninghame Graham. El rechazo sélo confir-
maba su apertura al texto. Nada mas monstruoso, en efecto, que el
relato colonialista de una saga nacional-localista 0, en otras palabras,
una biografia de infamia mistica en un momento de autonomizacién
literaria que le confisca, precisamente, a la religion toda legitimidad
en el debate cultural del nuevo siglo.
Os sertées es un texto hibrido. Su monstruoso protagonista,
Antonio Conselheiro, reune, en efecto, lo imposible y la interdiccién.
Propone un principio de explicacién tautolégico en que, como mons-
truo civil, su inteligibilidad esta situada ms alla de la ley aunque re-
pose, paradojal y exclusivamente, en él mismo. Es el rostro visible de
una republica eclesidstica-civil, que funciona como el Estado, aunque
en vacancia de éste. Por tanto su rostro coincide con el de Leviatan, un
dios mortal oculto por un dios inmortal, el soberano que concentra
todo el poder politico. Recuerda, en cierto sentido, a la licorne, que
significa al Cristo refugiado en el vientre materno, teratologia religio-
sa o fabula de identidad de una myjer intelectual, Susana Soca, uru-
guaya, quien, como leemos en El hacedor, “sin atreverse a hollar este
perplejo/Laberinto, atisbaba desde afuera/las formas, el tumulto y la
carrera” (OC 817).
En el Conselheiro, en cambio, lo que vale la pena subrayar es
una mirada desde dentro y con ella constatamos que el monstruo
muestra. Ostenta un intercambio a todas luces excesivo en relacién a
las normas naturales animales pero también a las convenciones del
género humano. Y aquello que el monstruo muestra es, sin duda, algo
mas que una efigie teratolégica, el consorcio abismal entre una vida
especifica, la bios, y un tipo genérico, la zoé. Nos propone entonces un
proceso ascético de formacién sumado a la metamorfosis mas infor-
me. El monstruo milenarista exhibe, ademés, la densidad y heteroge-170 RAUL ANTELO
neidad irreductibles de las formas simbélicas en transito de lo popular
a lo masivo. Hay entonces en él un registro hibrido, serio-cémico o
sublime-abyecto, vinculado a la problematica de las identidades cultu-
rales modernas que vale la pena considerar con mas detalle.
El primer rasgo que salta a la vista es que esa heterogeneidad
discursiva es asimismo heterogeneidad axiolégica. Dumézil llega a
hablar de un principio de mutua reversibilidad entre dos de esas figu-
ras, los centauros y los satiros, monstruos ambos que encarnan la hete-
rogeneidad escindida. Mientras el centauro permanece inscripto en el
gran mito de la construccién épica, el satiro activa la amenidad farses-
ca vinculada al desencantamiento del mundo. Sin embargo, no hay
ilustracién satirica que no dependa, hasta cierto punto, de la narracién
magica. Si vemos entonces las formas, el tumulto y la carrera simboli-
cas desde dentro del laberinto, podemos decir que Borges esté pen-
sando exactamente esas mismas categorias narrativas al publicar la
serie de fragmentos de Os sertdes, entre octubre de 1933, “El centauro
de los desiertos” y “La fiebre pavorosa de la tierra”, y febrero de 1934,
“Cémo se hace un monstruo”.
En efecto, recordemos que poco antes de los monstruos eucli-
dianos, es decir, en el verano de 1932, Borges publica en Sur un ensa-
yo significativo, “El arte narrativo y la magia”, donde nitidamente
distingue dos procesos causales, el natural, que aqui podriamos llamar
animal, resultado incesante de incontrolables e infinitas operaciones, y
el magico, “donde profetizan los pormenores”. Ese proceso causal,
que se puede asociar a lo humano, es “hicido y limitado” porque, co-
mo toda ficcién, sostiene un régimen de verdad, dependiente de la es-
pontanea suspension de la duda, que actualiza en el simulacro y en la
dramatizacién todo deseo de potencia y todo evento mistico.
Borges lo ejemplifica con la ardua verosimilitud de un Quirén
extraido de “The Life and Death of Jason”, un poema de William Mo-
tris cuya efectividad descansa en la fe poética que suscita la imagen
del centauro, registrandose otro tanto con las sirenas y esfinges del
libro catorce de esa misma obra. Es decir que cuando copia en el dia-
tio de masas el centauro y el monstruo de Os sertées, Borges se esta
cuestionando asimismo sobre la fisionomia de ese rostro que requiere
de una cierta magia para ser narrado. En otras palabras, la pregunta
por la identidad, que es una pregunta enigmatica y monstruosa, exige
fe poética para su validez politica.' Lo ficcional se define entonces
' La interpretacién es monstruosa porque no agota al simbolo sino que lo potencia al
infinito: “Nadie ignora que a Edipo lo interrogé la Esfinge tebana ‘Cudl es el animal
que tiene cuatro pies en el alba, dos al mediodia y tres en la tarde?” Nadie tampoco
ignora que Edipo respondié que era el hombre. Quién de nosotros no percibe
inmediatamente que el desnudo concepto de hombre es inferior al magico animal queEL ENTREDICHO. BORGES Y LA MONSTRUOSIDAD TEXTUAL 171
como el punto medio entre la atraccién de lo desconocido y la apa-
riencia del ser.
Varios tedricos de la politica moderna parecen coincidir con
Machado de Assis 0 con Borges en ese punto, Para Maquiavelo, el
relato de identidad politica sélo se efectia a partir de una textura hibri-
da. Es necesario, argumenta, que el Principe retina al hombre y a la
bestia ya que el ejemplo de Quirén, precisamente, nos persuade de que
una condicién que prescinde de la otra, la humana de la animal, el
desencantamiento de la magia, no puede durar (143). Parece ser tam-
bién la opinién de Hegel, que identifica a Quirén con un relativo equi-
librio entre lo sensual y lo espiritual que justificaria la estabilidad y
duracién de lo sublime en arte (Chopard 216). De ser validas tales
propuestas, podriamos avanzar la hipotesis de que un texto como His-
toria universal de la infamia realiza ejemplarmente la monstruosidad
textual y nos devuelve, como el revés del guante, la politica acriollada
y monstruosa de una alianza de clases impulsada por Critica, el diario
que acoge esos fragmentos.
Como sefiala Beatriz Sarlo, en Borges y en Critica palpita la
Tuptura: se la reconoce en la sensibilidad de Borges hacia géneros me-
nores — la aventura y el policial — y asimismo en la sensibilidad del
diario frente a las renovaciones estéticas. Tanto los vanguardistas co-
mo el diario de masas exhibian entonces el desparpajo de quien llega
para dar vuelta las relaciones convencionales de poder: “Borges le
cambia el tono y el contenido a la literatura. Critica altera por comple-
to las formas del discurso periodistico y sus modalidades de insercién
en la esfera publica” (117). Pero mas alla de la ruptura irreversible
(utépica), Borges y Critica ejemplifican la ciclica reinterpretacién
(posutépica). Ambos, diriamos, realizan la paradoja de Quirén: pasar
del entredicho disciplinario a lo entre-dicho en diseminacién. Como la
politica del monstruo es, estructuralmente, ambivalente, el diario (la
bestia) educa a una masa vilmente seducida mientras el vanguardista
(el hombre) divide, cuando no destruye, una masa que, en todo caso,
al mismo tiempo, ayuda a desencantar.
Es interesante, entonces, subrayar la paraddjica duplicidad éti-
co-estética de lo monstruoso. Asociando en si mismo la imposibilidad
y la prohibicidn, el monstruo sefiala, de un lado, un limite infran-
quable de la ley, un no mas alla, pero, por otra parte, se muestra abier-
tamente como una excepcidn palpable a esa ley, que él mismo
transgrede y vacia recurrentemente. Al arriesgarse como un fuera de la
deja entrever la pregunta y a la asimilacién del hombre comin a ese monstruo
variable y de setenta afios a un dia y del bastén de los ancianos a un tercer pie? Esa
naturaleza plural es propia de todos los simbolos” (Borges, “H.G. Wells” 275).172 RAUL ANTELO
ley, el monstruo ensefia que siempre que se va mas alla de lo dado, se
abre una posibilidad que, aunque no pueda cambiar las practicas so-
ciales, pone en juego y variacion constante a la naturaleza, activando
asi su potencialidad. Alcanza de ese modo, por asi decirlo, su nada
fundante.
En el caso de Historia universal de la infamia, su monstruoso
hibridismo revela que la ficcién que no logra vislumbrar su impoten-
cia se diluye, como vacio de la misma ficcion, en el murmullo munda-
no. Toda potencia, nos ensefia Aristételes en la Metafisica (1046a,
32), no pasa de impotencia de si mismo y con respecto a si mismo (tou
autou kai kata to auto pasa dynamis adynamia) (Agamben, “Potentia-
lity” 182). Por lo tanto, sdlo puede, en rigor, llamarse ficcién aquel
enunciado que se identifica, paraddjicamente, con la interdiccion, es
decir, con los materiales empobrecidos, las biografias populares al
estilo del Evaristo Carriego, y asimismo con lo imposible, o sea, la
convencién deleznable de las biografias infames que ofrecen potencia-
lidad al relato. En ese sentido, pues, las ficciones que Borges lee y
escribe, son ese irresponsable juego de un timido que no se animé a
escribir cuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar ajenas histo-
rias.
Al inscribir a la literatura en la orbita de una teoria biolégico-
juridica del desvio, esas ficciones postulan tres figuras que determinan
el dominio de la anomalia: en principio, el monstruo (0 texto) ficcio-
nal, de origen letrado pero de recepcién semi-letrada; en segundo lu-
gar, los lectores, que Borges ve como cisnes atin mds tenebrosos y
singulares que los autores, que a través del juego simbélico se corri-
gen a si mismos, y, en ultima instancia, el mismo autor, monstrorum
artifex, tejedor de pesadillas (Chesterton 695) o transgresor onanista
que no acumula sino que gasta instituciones.
Detengamonos en la monstruosidad textual. Podriamos decir
que la ficcién moderna disefia, a su modo, dos canones de monstruos.
Uno se situa por encima de la ley. Es el soberano. El segundo esta so-
metido a la ley: es el pueblo rebelde. El soberano, que lo es en funcién
de alianzas de linajes, escenifica la monstruosidad incestuosa. El pue-
blo en rebelion, en cambio, personifica al monstruo antropofagico. De
estos bordes de la sociedad moderna derivan las grandes ficciones te6-
ricas del siglo. La etnografia del totemismo, Lévy-Bruhl, por ejemplo,
nos disocia de nosotros mismos reenvidndonos a la monstruosidad del
repasto primitivo. La antropologia estuctural, en cambio, con Lévi-
Strauss, se distancia de lo antropofagico para indagar las reglas de las
alianzas y la circulacién simbélicas. Lo fuera de la ley o lo monstruo-
so queda asi delimitado, de un lado, por el canibalismo y, del otro, por
el incesto.Se
EL ENTREDICHO, BORGES Y LA MONSTRUOSIDAD TEXTUAL 173
Algo semejante se podria predicar del psicoanilisis, oscilando
entre la matriz totémica freudiana y la instancia de la letra y su inter-
pretacion diseminante, o aun de la sociologia sagrada, con su reivindi-
cacion de un sacer de transgresién (la soberania y la fiesta de Bataille)
0 un sacer de veneracién (el simulacro asimétrico de Caillois). En to-
das estas ficciones, diriamos, apoyandonos en los analisis de Foucault,
vigilan los dos grandes monstruos de la anomalia, el rey incestuoso y
el pueblo canibal (51-109).
Seria largo enumerar los indicios de esta ultima figura en la
obra de Borges. Hilemos tan sdlo uno que tomo de Literaturas germd-
nicas medievales:
La ballena en cambio, es simbolo del Demonio y del Mal. Los marineros la to-
man por una isla, desembarcan en ella y hacen fuego; de pronto, el Huésped del
Océano, el Horror del Agua se sumerge y los confiados marineros se ahogan, Es-
{a fébula se encuentra asimismo en Las Mil y Una Noches, en las leyendas célti-
cas de San Brandén y en la obra de Milton, Para Hermann Melville, en Moby
Dick, la ballena es emblematica del Mal, como lo fue para los anénimos autores
del Physiologus. En éste, el nombre de la ballena es Fastitocalon (OCC 421;
Borges profesor 107-8).
La ballena Fastitocalon (literalmente, Aspidochelone, Escudo de la
Tortuga, animal que para Borges representa doblemente el infinito,
Por los avatares aquileos de la tortuga y por la duracion del infierno)
es materia del bestiario de San Brandan, fabula fundante de la misma
identidad americana. En efecto, el Santo Navegante habria arribado a
islas afortunadas del otro lado del Atlantico, aquellas que Joyce, en el
Finnegans Wake, denomina el “High Brazil”, bafiado por el “Kerribra-
zilian Sea”, pero que ya en la cartografia portuguesa (Lazaro Luis
1563; Fernéo Vaz Dourado 1570) se marca como “Obrasil”, portu-
gués, frente al “rio da prata”, castellano No olvidemos, ademas, que
los mitos de paraiso perdido de San Brandan han de retornar, con
fuerza guerrera, en el discurso de Antonio Conselheiro, quien también
persigue una tierra sin mal, y por lo tanto no seria abusivo, en funcién
de la genealogia de Fastitocalon, verlo al monstruo Maciel reincorpo-
tado en el Don Porfirio de Invasién ( 1968-9), el film de Hugo Santia-
go con guién de Borges. Su argumento no es sino una parafrasis de Os
sert6es y su alegoria, que acabé siendo tristemente profética en la so-
ciedad argentina, era asimismo una reinterpretacién de los monstruos
sertaneros del High Brazil:
* Para una genealogia del mito de San Brandén y el Brasil como tierra sin mal ver
Holanda 144-178.174 RAUL ANTELO
Invasién es 1a leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes ene-
migos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Luchan
hasta ei fin, sin sospechar que su batalla es infinita (Cozarinsky 83).
Dije antes que la ficcién de Borges, su teoria de la ficcin como mons-
truo, supone una identificacién ambivalente con la interdiccién y asi-
mismo con lo imposible que revela, al mismo tiempo, una potencia de
ser o hacer que no pasa de impotencia de si mismo y con respecto a si
mismo. Es decir, fusion heterogénea de la potencia (dynamis) y el acto
(energheia). Seria bueno, entonces, recordar que el eterno retorno del
Ultimo Nietzsche configura asimismo imposibilidad de distinguir entre
potencia y acto; que su amor fati no discierne contingencia de necesi-
dad; que en “Ante la ley” de Kafka, traducido por Borges en 1938, el
soberano guardian es asimismo “el mas subalterno de los guardianes”
(El Hogar, 108), un monstruo, porque la ley, como dice Derrida, se
guarda sin ser guardada, resguardada tan sdlo por un guardian inutil,
que vigila una puerta constantemente abierta hacia la nada (Derrida),
que Bartleby de Melville, mas que un monstruo, “un artificio o un
ocio de la imaginacién onirica”, es “un libro triste y verdadero” que
nos enseiia la “inutilidad esencial” (Borges, Prélogo 13) de la vida, es
decir, que la aporia metafisica demuestra recurrentemente su naturale-
za politica (Agamben, Homo sacer 46-56; Bartleby 47-92).
Diriamos entonces, a modo conclusivo, que la potencia narra-
tiva adviene en el punto en que la ficcién depone su potencia de no ser
o no hacer, su adynamia, lo que no configura destruccién de la poten-
cia en el acto sino conservacién o salvacién (soteria) de la potencia en
si. Lo propio de la literatura es desbordar a la literatura. Se trata de la
misma aporia que concieme a los sentidos y a la multiplicacién sensi-
ble. No hay sensacién en los sentidos porque la sensibilidad no es fac-
tual sino potencial de donde la aisthesis coincide con la anaisthesis.
Es el argumento con el cual Duchamp dice adids a la pintura y Ben-
jamin al aura. Es el argumento con el cual Borges abandona las ajenas
historias y, como monstrorum artifex, adviene a la potencia de lo falso
y conquista, en fin, su propio rostro.
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A Footnote to Borges Studies: A Study of the Footnotes..............
Postfacio
Iris Zavala
Memoria, olvido, y el carnaval del mundo ....
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