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Periodismo sin coartadas

Por Andrés Martínez Crespo (*)


(Artículo publicado en el semanario boliviano Pulso, el 31 de mayo de 2009)

Mediocre. Así calificó al trabajo informativo durante el proceso constituyente la mayor parte
de un grupo de 94 periodistas entrevistados el año pasado. Como cada vez sorprende
menos esa opinión y menos aún los argumentos con que propios y extraños la
fundamentan, valdría la pena en este año de nuevos retos informativos, incluido un
semestre electoral, buscar enfoques distintos para ampliar el debate a otros factores que
afectan más de lo pensado la tarea de los medios de comunicación.

La calificación mencionada fue obtenida de un cuestionario repartido a periodistas de


Oruro, La Paz, El Alto, Santa Cruz, Montero, Cochabamba y Quillacollo que participaron de
una serie de seminarios taller, llevados a cabo entre septiembre y noviembre del año
pasado por la Organización para el Periodismo y la Democracia, Pondera—una asociación
sin fines de lucro con sede en La Paz. Cabe mencionar que la mayor parte de los colegas
entrevistados fueron de ciudades intermedias.

Las preguntas se organizaron en tres partes: a) Calificación de la información publicada en


medios de comunicación de su ciudad sobre el proceso constituyente en términos de
pluralidad, equilibrio, rigurosidad, profundidad, contenido, enfoque propositivo y
responsabilidad. Identificación de los factores que incidieron en cada uno de los elementos
indicados; b) Identificación del tipo de medio que hizo la mejor cobertura; c) Sugerencias
para mejorar el trabajo informativo sobre el tópico.

Sobre la primera parte, 87 de 94 entrevistados calificaron entre regular y menos que


regular al trabajo informativo sobre el proceso constituyente. Atribuyeron ese resultado a
tres factores, principalmente: el nivel de formación de los periodistas, la línea editorial de
jefes y propietarios, y las rutinas de trabajo profesional.

Hay notorias diferencias entre regiones. La mayoría de los periodistas del oriente se inclinó
por el primer factor (formación), mientras que los occidentales asociaron las falencias al
segundo (propietarios y jefes). En el valle, hubo paridad entre ambos elementos. El tercer
punto (las rutinas) tiene que ver con los procedimientos de trabajo que de un modo más o
menos estandarizado siguen los periodistas para producir información.

Respecto del segundo segmento del cuestionario, los periodistas calificaron a la radio
como el medio que mejor había hecho su trabajo. A la consulta sobre las
recomendaciones para una mejor cobertura, tuvo más respaldo la sugerencia de “más
participación de la ciudadanía en debates organizados por medios sobre el tema
(constitucional)”, muy por delante de otras opciones que había proporcionado el
cuestionario, como ampliar la agenda informativa a otros actores; más información sobre el
contenido del proyecto de Constitución; o más información sobre los efectos que puede
tener dicho proyecto en la sociedad boliviana.

1
Dejo al lector el comentario sobre los resultados de la segunda y tercera parte del
cuestionario, así como las llamativas diferencias regionales a la hora de identificar los
factores que incidieron en el regular desempeño informativo durante el proceso
constituyente. A lo sumo me interesa, a continuación, aportar algunas ideas generales para
comprender mejor el peso de dichos factores.

Que los periodistas admitan que el trabajo informativo es deficiente debido a falencias de
formación o por culpa de los dueños o jefes ya es un lugar común. Ello ha derivado,
también en la generalizada idea de que esa relación causa-efecto es inmodificable, salvo
por la acción de una ley estricta, la desaparición de las redes mediáticas o, incluso, la
nacionalización de éstas. Quienes plantean esas salidas, usualmente tienen la mente
puesta en los propietarios en un sentido particular: el de criticar la censura o imposición de
una perversa línea informativa. Sin embargo, soslayan un pecado tan o más grave: las
cada vez más precarias condiciones de trabajo que los dueños ofrecen a sus empleados o
a las que los propios periodistas se someten cuando trabajan por su cuenta.

El hecho de que los propios periodistas tiendan a denunciar a sus jefes más por el
tratamiento informativo que impulsan que por el maltrato laboral que les propinan —así se
vio en las respuestas obtenidas por el cuestionario aludido—, exhibe el rasgo de una
compleja cultura profesional: que somos defensores de la libertad de información antes
que valedores de nuestros derechos laborales. Esa opción resume la esencia de la
realización profesional para muchos colegas, pero también abre las puertas a la frustración
y quizás a otros males ¿Acaso un periodista mal pagado, con sobrecarga de trabajo y sin
beneficios laborales no está más expuesto a la mediocridad o a la corrupción, es decir, a
atentar contra el derecho del público a recibir una información de calidad?

Esta concepción del periodista como ‘apóstol’ de la información también se expresa con
otra ocurrencia deshumanizante: de que aquél no lleva en su corazón odios y amores por
las ideas y los personajes que protagonizan sus noticias. La negación de esta realidad —
por inconsciencia o mala fe— induce a muchos periodistas a cometer, alegremente,
errores muy serios, por mediocridad o en nombre del bien, aunque no de la veracidad.
Luego, cuando aparece una información sesgada o incorrecta el expediente más fácil es
levantar el dedo hacia el patrón.

En otras palabras, no por ser cierta la imposición perniciosa de algunos jefes deja de serlo
también la distorsión de quienes se encargan de recolectar la información y editarla de
acuerdo con la infalible verdad de su ideología, y no la paradójica existencia de los hechos
de la realidad. ¿No es posible concebir que varios de los casos más flagrantes de
manipulación informativa tienen la entusiasta complicidad de trabajadores y patrones?
Sectores de un público desconfiado y descreído así lo intuyen y, lamentablemente,
muchos informadores no desean admitirlo abiertamente. Sin embargo, algo deberían hacer
al respecto los propios periodistas para recuperar la responsabilidad sobre su oficio.
Encarar el debate sobre qué podemos hacer, sin apelar a coartadas y con una sincera
introspección, puede ser un primer paso.

(*) Andrés Martínez Crespo es periodista y miembro de la Organización Para el Periodismo y la


Democracia, Pondera.
andres6324@yahoo.es

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