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Poder

Tradicionalmente, desde el punto de vista del derecho, el poder es enseñado desde la


perspectiva de George Burdeau, como la fuerza al servicio de una idea, cuyo titular
permanente y abstracto es una institución, una persona jurídica denominada Estado, y
tambien desde la perspectiva de la sociología clásica, centrada en el pensamiento de
Max Weber, quien entiende al poder como la facultad que tienen los actores sociales
para imponer su voluntad sobre otros; el sistema de dominación que un individuo o un
grupo puede ejercer sobre otros, con efectos sobre el conjunto de la sociedad. Tan
comúnmente aceptada es esta perspectiva, que tambien desde las categorías de la
sociología clásica el poder es estudiado como uno de los elementos intrínsecos del
Estado, y es ese el marco conceptual en el que se entiende, íntimamente ligado a las
concepciones de soberanía de Rosseau y de Sieyes, sea que su orígen se vea en el fin de
la guerra ganada por el Leviatán de Hobbes o en el pacífico pacto de los hombres en el
pensamiento de Locke o de Rosseau.

Sin embargo, el pensamiento contemporáneo no comparte totalmente dichas nociones, y


es en ese sentido que quizás Michael Foucault es la guía al respecto; en este pensador
“poder no quiere decir el aparato estatal que asegura la obediencia de los ciudadanos al
interior de una sociedad políticamente organizada. Ni tampoco, al modo de Weber (…).
A Foucault le interesa la multiplicidad de relaciones de poder que obran en un área
específica de la sociedad. Multiplicidad que denomina "red infinitamente compleja de
micropoderes". Ahora bien, la clave de acceso a esa red es el análisis del poder en su
operatividad cotidiana, en el nivel de las prácticas más elementales, las
microprácticas.”1

Las nociones de poder de Weber y Burdeau, representantivas de los grandes lugares


comunes de la época contemporánea, nos hacen desembocar en último término, en el
poder del gobernante, o mejor dicho, del Estado, lo que no es otra cosa que hacernos
llegar al clásico concepto de soberanía, y la posibilidad de imposición de conductas que
a partir de ella se puede lograr.

En el pensamiento marxista en cambio, el poder está ligado íntimamente al dominio de


los bienes de producción y el manejo del capital y las estructuras productivas, que
determinan las relaciones sociales y por esa vía las estructuras de poder, dejando en
claro quien manda y quien obedece, proyectando eso a las relaciones sociales y
políticas.

Salvo en el concepto aludido de Foucault (propio de la microfísica del poder), el poder


es entendido como una magnitud de fuerza, y como un fenómeno de sometimiento a la
misma. Foucault, sin compartir del todo este paradigma, tambien ve el poder como un
producto de un conflicto, y a raíz de ello invierte el clásico concepto de guerra de von
Clausewitz, y nos dice que el poder es la continuación de la guerra por otros medios,
aludiendo a la “guerra” o conflicto entre los hombres por mandar y someter a sus
semejantes, en lo que Maurice Duverger entendería como la “faz agonal” de la política.
1
Oscar Godoy, “La analítica del poder en Michael Foucault”, Revista del Centro de Estudios Públicos,
no. 40, pag 113

1
En una sociedad supuestamente basada en la “libertad” política y económica como lo es
la sociedad neoliberal actual, los paradigmas clásicos del poder quedan fuera de lugar,
pues la libertad de la persona es entendida dialécticamente respecto del poder del
Estado, por lo cual si las libertades son las que triunfan en dicha dialéctica, no es el
poder del Estado el verdadero poder en dicha sociedad.

En este sentido, la noción de “sociedad disciplinaria” o de “controles disciplinarios” en


la microfísica del poder de Foucault aparece de manifiesto como uno de los elementos a
considerar en las estructuras de poder en la sociedad que vivimos. Por disciplina
entenderemos, según el concepto que Foucault expresa en vigilar y castigar, un
“procedimiento técnico unitario por el cual la fuerza del cuerpo es reducida con el
mínimo gasto, como fuerza política, y maximizada como fuerza útil.”, en ello están las
agendas, cronogramas, horarios de trabajo, el encierro, la distribución del trabajo, etc.,
todo ello ligado íntimamente a la noción de control de los mismos.

Así, los "datos iniciales a la soberanía del Estado, la forma de ley o la unidad global de
una dominación"2 dejan de ser los elementos y manifestaciones del poder y la
dominación.

¿Qué entenderemos por poder entonces? El mismo Foucault nos señala en la misma
obra que entenderemos por poder “la multiplicidad de las relaciones de fuerza que son
inmanentes al dominio donde ellas se ejercen, y que son constitutivas de su
organización; el juego que por la vía de las luchas y enfrentamientos incesantes las
transforma, las refuerza, las invierte; los apoyos que estas relaciones de fuerza
encuentran unas en otras, y que las lleva a formar cadenas y sistemas, o, al contrario, los
desencuentros, las contradicciones que las aislan entre sí; las estrategias, en fin, en las
cuales cobran efecto, y cuyo diseño institucional toma cuerpo en los aparatos estáticos,
en la formulación de la ley, en las hegemonías sociales".

De esta forma, la noción de poder supera el concepto de lo público y lo estatal, aparece


en todas partes, en toda relación humana, y más aún, se basta a si mismo, se
retroalimenta a sí mismo y se muta a sí mismo según sus necesidades.

Esta noción de poder, según el citado Oscar Godoy3, “conduce a Foucault a establecer
analíticamente sus caracteres fundamentales, que son cinco:

a) el primero nos señala que el poder se ejerce a partir de una constelación de


puntos innumerables, desiguales y móviles;
b) en segundo lugar, las relaciones de poder son inmanentes al resto de las
relaciones interindividuales y a su interior juegan una función productora, actúan
directamente como condiciones de la diversificación de las mismas (del proceso
económico, las relaciones de conocimiento, las relaciones sexuales, etc.);
c) en tercer término, el poder es ascendente, viene de abajo como el efecto de una
correlación de fuerzas que se da, extiende y sube desde la base societal;

2
Estas nociones corresponden a la “Historia de la sexualidad”, obra clave para entender el poder en
Foucault
3
Op. cit, pag. 116

2
d) enseguida, las relaciones de poder son intencionales pero no subjetivas, es
decir: descansan sobre un cálculo, que no proviene de una inteligencia central
(un individuo, un grupo, el Estado) sino de la racionalidad de tácticas locales
que se encadenan unas a otras y en cuyo despliegue y articulación configuran
"dispositivos de conjunto";
e) finalmente, allí donde hay poder hay resistencia, y los puntos de resistencia
siguen la ley de dispersión del mismo poder; por eso no hay "un lugar del gran
Rechazo —alma de la revuelta, hogar de todas las rebeliones, ley pura del
revolucionario"—.

Muy acertadamente, ya a fines de los años 30, Walter Lippmann, en su obra Public
Opinión, sin quererlo, y a propósito de los medios de comunicación masivos (mass
media), describió otro de los elementos claves en las relaciones de poder en la sociedad
que vivimos: el manejo de la información y la forma en que se hace llegar a los actores
sociales, sabido es que el manejo de la información es lo que permite la toma de
decisiones “adecuadas” o “eficientes” y respecto del poder entenderemos ello en
términos de asegurar, consolidar y extender las relaciones de poder (o bien crear nuevas
estructuras de poder), y es eso lo que hacen las empresas líderes en el mercado al
consolidar su posición en el mismo, que es la base y el núcleo del poder en una sociedad
de mercado.

Las concepciones del poder de Foucault tienen la virtud de ser versátiles a tal punto, que
permiten el estudio desde el poder de todo fenómeno en el que existan dos o más seres
humanos involucrados, al punto que él mismo ha llegado a construir la noción de
“biopoder”, relacionando dichos conceptos con la biología y el actuar humano.

Otra visión que es del todo actual, puede construirse a partir del pensamiento del
socialista italiano Antonio Gramsci, quien a partir de su concepto de “hegemonía” como
vía de acceder al socialismo, dejando de lado la dictadura del proletariado, plantea el
poder y el acceso al mismo como un tema cultural, que será viable en la medida en que
exista conciencia, comunidad de la misma y un pensamiento común en torno al poder y
su ejercicio, noción que, si bien construida para el socialismo, aparece de manifiesto
como medio de acción del movimiento globalizador neoliberal, que centra su expansión
en el pensamiento único y su difusión como lo diría Pierre Bordieau4

4
Ver “La esencia del neoliberalismo”, publicado en Le Monde Diplomatique.

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