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Estos lazos, cimentados por las redes parentales que se extendían a las redes comerciales, se mantuvieron
con bastante solidez, incluso para afrontar las exigencias de la guerra, las complicaciones generadas por
la interrupción de los circuitos mercantiles tradicionales y el impacto en el ciclo productivo. La
fragmentación del antiguo espacio económico virreinal obligó al reacomodamiento y una adecuación de
los sectores de la producción y el comercio a las nuevas tendencias. El vuelco hacia el litoral atlántico no
significó que los comerciantes tucumanos olvidaran los beneficios que implicaban las transacciones con
las ciudades altoperuanas. Entre 1810 y 1820 la posición estratégica de San Miguel de Tucumán fue
fundamental para la guerra. La ciudad fue el eje de apoyo para loas auxilios que debían llegar al norte.
Las exigencias del conflicto generaron una intensa actividad de artesanos, troperos, productores y una
multiplicación de la población.
Tres son básicamente los problemas más graves que debieron afrontar estos comerciantes:
1- Interrupción de las rutas tradicionales. Ante esta situación los comerciantes utilizaron rutas
alternativas, pero a riesgo de perder sus mercancías. Las fluctuaciones que se observan, tanto en
el comercio de importación como en el de exportación, marcan la tendencia ascendente de la
región del Litoral como mercado consumidor de productos locales y la creciente demanda de
productos ultramarinos provenientes del puerto de Buenos Aires.
2- Impacto de la presencia mercantil inglesa. La debilidad de las estructuras comerciales y
financieras locales posibilitó que los mercaderes ingleses y sus corredores porteños no tuvieran
casi competencia en esa materia. Con ellos aparecieron nuevas prácticas mercantiles como el
vender al contado y no admitir ningún tipo de género a cambio de las mercancías de ultramar.
Estas exigencias favorecieron la monetarización del espacio económico de la Provincias Unidas.
3- Los requerimientos del gobierno revolucionario, ya sea en empréstitos forzosos o en prestamos
voluntarios. Mientras el crédito voluntario aparecía condicionado por la necesidad de respetar a
ciertos grupos mercantiles con los cuales el proceso revolucionario se identificaba; el empréstito
forzoso era el que se aplicaba a quienes la nueva situación consideraba sus enemigos, y de hecho
fueron los más perjudicados. Relación compleja y ambigua entre comerciantes y gobierno
¿Cómo impactó la Revolución en el grupo de comerciantes locales, especialmente en aquellos que habían
estado conformados por los españoles de la oleada borbónica? Hasta 1813 no hubo demasiadas
modificaciones en el conjunto de los actores involucrados con el comercio de larga distancia ni en sus
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capitales. Es importante destacar que al producirse la Revolución, se produjo, simultáneamente, un
recambio generacional de gran parte del sector español de comerciantes locales. Aquellos que pudieron
iniciar a sus hijos en las prácticas mercantiles transitaron, no sin dificultades, la primera década
revolucionaria adaptándose a las nuevas estrategias comerciales. Hacia 1820, sin embargo, ya es evidente
que la población mercantil española instalada en Tucumán había disminuido notoriamente. Para concluir,
la coyuntura de la guerra favoreció el vuelco hacia una dependencia más estricta de la economía
tucumana con el puerto de Buenos Aires y las demandas europeas, toda vez que se cerraron aunque
temporal y parcialmente las vías tradicionales de mercantilización de las importaciones y productos
regionales. La nueva situación resultó altamente favorable para algunos comerciantes importadores
locales que lograron una rápida capitalización a través de la venta de efectos ultramarinos para el
abastecimiento de las ciudades y el ejército, a la vez que significó la ruina definitiva de otros.
[Cristina López, “Negocios familiares, redes mercantiles y redes de parentesco con el Tucumán
tardo-colonial y post-independiente” en Primer Congreso Argentino General Martín Miguel de
Güemes héroe nacional: Actas, Municipalidad de la ciudad de Salta. Secretaria de Gobierno.
Dirección General de Cultura y Deportes, 2006, pp. 73-79.]