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Luis Alvarenga
[...]de hecho, cara a cara y sin otras armas que las de su prodigiosa sensibilidad (...)
al horror del mundo capitalista que en su país no había podido conocer sino en
forma muy incipiente. Porque el hambre de París en invierno, la soledad de los
hombres en medio de las multitudes hoscas y enemigas, el desprecio, el abandono,
las sombrías perspectivas que bien pronto iba a conocer Vallejo en toda su
implacabilidad, son eso: el capitalismo. Por eso es que Vallejo podrá interpretar
con voz propia al pobre y maravilloso hombre de la primera mitad del siglo veinte:
el hombre roto por el capitalismo.
Esto significa que el poeta peruano experimenta en carne propia el drama de la
deshumanización producida por la modernidad.
Y todo ello dicho en un tono de intimidad, con la sinceridad del fraterno amigo que
escribe pidiendo amor para todos, aunque a él solamente le den una piedra en qué
sentarse —la más mala— y un pedazo de pan. Poesía de gran comunicación,
además, escrita en español para todos los que necesiten entender el drama del
hombre moderno. Solamente si ‘el lector le ofrece resistencia, el lector se opone a
ella’ podrá hablarse de Poemas humanos como poesía difícil. Mientras se vaya a
ella con el corazón, con los ojos bien abiertos, con pasión pro-humana, sus palabras
ofrecerán su desnudez calificada, su mensaje imperecedero.
Para Dalton, que le confesó a Mario Benedetti que“quisiera ser uno de los nietos de
Vallejo”, las grandes enseñanzas del poeta peruano son: “su sinceridad. En la obra de
Vallejo no hay una palabra que no sea sentida, una sola frase que huela remotamente a
falsedad o a demagogia”; “Su honestidad creadora. Vallejo aún sumergido en el mare
mágnum diario de la Revolución, no hizo concesiones en nombre del ‘facilismo’
negativo, no se dedicó a la fácil literatura populista, tan efímera y tan inútil” y “su
seriedad ante la obra literaria. El atormentado poeta peruano no hizo nunca ‘juego
literario’, ‘virtuosismo’ en ningún momento. Al extraordinario dominio de su oficio,
unió la comprensión de que la poesía es la expresión humana más profunda, digna
únicamente de plantear los grandes temas —cotidianos o épicos— del hombre”. En
otras palabras, la grandeza de Vallejo reside en haber comprendido que la poesía,
siendo una forma de vida, debe guardar su propia especificidad como cualquier otra
actividad humana. Y así, como cualquier otra actividad humana, la poesía exige
también su “conducta moral”.
En Vallejo identifica Dalton una búsqueda de las raíces identitarias peruanas, que no
significan un estrecho nacionalismo: “En Vallejo la raíz nacional es punto de partida
hacia lo universal, no nacionalismo limitativo. Lo auténtico peruano, tanto más
universal cuanto más peruano, es la vía de Vallejo hacia el ‘timbre humano”. De la
misma manera, el compromiso con la realidad de su país no implicaba una cerrazón a
las innovaciones estéticas. Muy por el contrario, “Vallejo no se encasilló en los moldes
rígidos de ninguna escuela literaria: captó el espíritu de su época con un método
racionalista y revolucionario, en el verdadero sentido de las palabras, es decir, un
método basado en su actitud humanista. Esto lo alejó del dañino dogmatismo que hasta
ahora siempre ha desembocado en el academicismo vacuo e hizo posible que su obra
alcanzara la trascendencia en el tiempo de la que el futuro será mejor testigo que
nosotros”. El compromiso político del artista no es una ciega adhesión al realismo
socialista o el populismo en la literatura. Podríamos concluir recordando lo que afirma
en su artículo “Poesía y militancia en América Latina”, escrito algunos años antes:
Hay que desterrar esa concepción falsa, mecánica y dañina según la cual el poeta
comprometido con su pueblo y con su tiempo es un individuo iracundo o
excesivamente dolido que se pasa la vida diciendo, sin más ni más, que la
burguesía es asquerosa, que lo más bello es una asamblea sindical y que el
socialismo es un jardín de rosas bajo un sol especialmente tierno. La vida no es tan
simple y la sensibilidad que necesita un marxista para ser verdaderamente tal, lo
debe captar perfectamente. Es deber del poeta luchar contra el esquematismo
mecanicista. Este método impide el desarrollo de la poesía —que como la
conquista del Cosmos debe conservar siempre fresca su sed aventurera— y lesiona
el posible contenido conceptual positivo.