Sie sind auf Seite 1von 15
vi. : LEY, ETICA, POLITICA Crimen freudiano y derecho Si durante mucho tiempo se lo acusé a Freud de pesimista, hoy reina cierta inclinacién a celebrar su terrible lucidez después de las monstruosidades del “terrible siglo xx”. La- can no ha sido menos clarividente, al haber establecido un lazo l6gico entre discurso de la ciencia en tiempos del ca- pitalismo_y segregacién generalizada de las diferencias. Uno y otro han tenido la valentia de la verdad manteniéndo- se a la altura de una practica que se confronta necesaria- mente con lo peor del hombre, rehusdndose a elegir en su palabra la tendencia reconfortante al bien. En efecto, la regla fundamental de la cura, que invita a “decir todo lo que se le pasa a uno por la cabeza”, expone al analista a escuchar aquello ante lo cual comuinmente se permanece sordo. Ineluctablemente aparece, bajo la mascara civilizada, esta figura que Freud ha sefialado como el corazén del hombre, y hacia lo cual se deslizaria ineluctablemente si siguiera su propia pendiente, que es “[...] satisfacer en él [el projimo] su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para hu- millarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y ma- tarlo”. En algunas circunstancias, la mascara se cae y ®§. Freud, Malestar en la cultura, op. cit., v. 3, pag. 3046. 87 21 libera entonces a “la bestia salvaje” (id.) que cada cual alberga en si mismo. La cultura no es mas que la restriccién organizada por los hombres para contener, en cada unoy en todos, el imperio de la pulsién, a fin de poder simplemente | convivir. De allf el malestar en la cultura, inextirpable como ‘tal y sin cesar alimentado por la emergencia del deseo, F] hombre freudiano es, para su semejante, un depredador de goce, y sélo al precio de una renuncia puede tratar de vivir con los demas. En este sentido, el_crimen no es solo una inclinacién natural: es constitutivo de lo humano, ya que resulta del hecho de que siempre el otro viene a hacer objecién a su goce. El otro por excelencia es, por supuesto, el padre, en tanto viene a interponerse ante el soberano bien del cuerpo mater- no, lo que explica, para Freud, que su _asesinato se haya impuesto como un anhelo primordial. Es para intentar dar cuenta del caracter universal de ese asesinato que Freud ha construido su gran ‘tabi, por medio del cual se proponia dar cuenta a la vez del deseo y de la ley. El relato es conocido: antes, los hombres vivian en una horda donde reinaba uno de ellos, feroz, monstruoso en el sentido de que su goce no conocia limites. Ante el espectaculo de esta apropiacién por parte de uno solo, los hermanos se unieron y lo mataron. Pero entonces se dieron cuenta de que “era mas grande muerto que vivo”, y proclamaron en su nombre, convertido en totem, leyes que prohibian para siempre a quienquiera que fuera ocupar ese lugar de excepcién. Asi pues, el primer mandamiento de la ley —no mataras— era interpretado por to real del padre se planteaba al principio de la ley: es porque el hombre esta ineluctablemente inclinado al crimen que hace falta una ley para prohibirlo, y esa prohibicién prueba la permanencia de la amenaza. El lazo social freudiano, el nudo del pacto de los hermanos, es la prohibicién mediante la cual se privan mutuamente de un goce envidiable. De modo que el derecho, para Freud, se esfuerza por li- mitar la tendencia humana al goce por la intermediacién de 88 un pacto_de resién. La ley impone a los hermano: restricciones que los obligan a renunciar al goce feroz del padre primitivo y que, por eso mismo, estructura su deseo. El proceso, que tendra lugar cada vez que haya franqueado esta prohibicién, sera concebido como una escena repetida del pacto: los hermanos se retnen nuevamente, juzgan y condenan ese acto que recuerda el acto primero. Como en el teatro, como en la epopeya, en la tragedia o en la novela, la participacién del publico en el espectdculo del proceso se opera por identificacién: todos estan emocionados por una escena que les recuerda que en su corazon de su ser de sujeto es culpable de crimen. La belleza feroz del criminal es See perturbadora, como es fascinante el relato de su acto, del que el médico forense se ha vuelto el escriba moderno. E] goce del crimen, que se desencadena fuera de lenguaje en el acto, debe ser infinitamente relatado para que cada uno pueda acercarse a esa cosa en el fondo de si mismo y al mismo tiempo alejarse de ella, aliviado por la catarsis. El espacio escénico del proceso procura un placer tranquilizador en tanto conduce a cada cual hasta el borde de un goce entrevis- to pero haciendo pagar su precio al criminal, es decir a todos y cada uno... pero por procuracién. Deseo y ley, imposible y prohibicién La construccién de Freud en Tétem y tabu recibié una aco- gida circunspecta de parte de muchos de sus discipulos, y se atrajo criticas acerbas de algunos antropélogos. La reaccién de Lacan fue coherente con la que siempre adopt6: consideré con la mayor seriedad la apuesta tedrica y practica afronta- © Ast pues, lo que carece de palabras se ordena segtin un trabajo de Ja figgién, que fabrica_al criminal como persona je. Cf. F. Chaumon: “Le pédophile, notre frére”, en Marcella Palacios (dir.), Enfants, sexe inno- cent? - Soupgon et tabous, Autrement, enero de 2005. 89 da por Freud, tratando de superar los atolladeros mediante una contribucion propia. Por lo tanto, Ja relectura del mito freudiano le permitié despejar el concepto de “padre simbo- jlico” para resolver, en la estructura, el enigma del origen. E] padre muerto, convertido en totem y, como tal, padre dela ley (ese “en nombre de” lo cual esta fundada) adquiere un lugar particular, el de un significante nombrado en referen- cia_ala religion: el Nombre del padre. “Es en el nombre del padre donde debemos reconocer el soporte de la funcién | simbélica que, desde los albores de los tiempos histéricos, identifica su persona con la de la ley.”* La posicién de excepcién del padre-del-goce de la horda, es decir de un | padre que no esta limitado en su goce, que escapa en otros términos a la castracién que conoce cada sujeto, ya no se refiere al origen: de ser histdrica se vuelve estructural, como la posicién de in que permite pensar la universali- dad de la func a2 Si el Nombre del padre se identifica con este significante de excepcién que esta implicado por lo simbélico,® las rela- ciones entre el deseo y la ley se hallan renovadas por ello. El |_| goce absoluto —el que se le supone al padre mitico— se vuel- inalcanzable, no porque la ley de los hombres lo prohiba, sino porque el lenguaje implica la pérdida del goce. Pues las leyes del lenguaje, que se imponen a todos en el momento mismo en que cada uno llega al mundo, implican que se filtre la realidad, que se limite, que se circunscriba. Hacer uno con el mundo, gozar, supondria residir fuera del lenguaje, pues i 1omento en que se habla, algo (lo real) se escapa. El imperativo de la palabra, la exigencia de decir(se) (por) los significantes, engendra la busqueda del objeto siempre za el deseo al infinito. Es en este sentido al del hombre es estar sometido al lengua- Ah que, sila ley radic % J. Lacan, “Funcién y campo de la palabra y del lenguaje” en Escritos, op. cit., pag. 227. ® Cf. G. Le Gauffrey, L’éviction de lV’origine, EPEL, 1994. “ La relacién entre Nombre del padre —simbélico— y ley sufrié una evolucién compleja hasta en sus tiltimos desarrollos légicos y topologi- cos. Cf. E. Porge, op. cit., pag. 125 sq. 90 je, sudesco se deduce de él. De alli la formula: el deseo es la ley. Deseo_y_ley estan_estrictamente elacionados, a| condicidn, no obstante, de sefialar que la ley en cuestién ha | cambiado de sentido entre Freud y Lacan. La ley de los hombres, que prohibe el asesinato y el incesto y regula los | intercambios, es una fiecién (fictio legis) encargada de dar | una forma aceptable aTas reglas de la civilidad. La ley dela | que habla Lacan esta més acd: se trata de la Ley como estructura,” y para distinguirla de la anterior hay que ponerle una maytiscula. Freud se habia acercado a esta dimension estructural con el complejo de Edipo, que confiere a la interdiccién del incesto un valor universal. Lacan, via Lévi-Strauss, inscribe este interdicto como hecho de estruc- | tura, ley de lo simbélico que organiza los intercambios. Una parte del mundo se encuentra afectada por la impo- sibilidad de ser captada en el lenguaje. Lo real, se ha dicho, esloimposible, en el sentido de que la captura del significan- te en el mundo produce una parte que escapa, y es eso precisamente lo que pone en movimiento al sujeto en su busqueda del objeto. Asi pues, loimposible es estructural: he aqui el secreto de la paradoja del incesto. Si el incesto con- siste en hacer uno con la Cosa, el deseo que empuja para (re)encontrar a ese objeto absoluto debe comprenderse como lo que pone en movimiento al sujeto al mismo tiempo que a su negaci6n. Alcanzar esa finalidad ultima seria morir como tal. De alli la inversién lacaniana de la légica freudiana: no es para prohibir el goce de uno solo que todos se someten a la ley, es, por el contrario, porque este goce es imposible que hay que prohibirlo. 3, @ que no existe la relacién sexual que hay reglas social & B] problema de la escritura de la Ley con mayuscula es que induce la idea de una preeminencia, de una jerarquia respecto de las leyes y particularmente del derecho, como si la Ley de la estructura tuviera la clave del derecho. Algo trascendente que se impondria como ley natural m: A : tales la Ley que constituiria la Referencia ultima como fundamento de la ley de los hombres. Seguin esta ideologia, el psico- anilisis se hace garante ultimo de los fundamentos antropolégicos, y no duda en proferir toda suerte de prescripciones normativas. 91 La Ley, las leyes i ey de la estructura se identifica con el hecho del fente tes leyes son enunciados (textos) por medio de los cuales e] inter-dicto circunscribe lo imposible. Las leyes se organizan en un discurso (el derecho) que articula las obli- gaciones para aquellos que, en su condicién de sujetos de derecho, estan puestos en funcién, como lo hemos senalado. En este sentido, unen a aquellos que estan alli representa- dos, los obligan. Al respecto se plantean dos preguntas decisivas: 1) {Qué lazo puede establecerse entre la Ley ylas leyes? 2) ,Qué lugar ocupa en él el sujeto del inconsciente? 1) Dado que la Ley no se enuncia por si misma, salvo en los mandamientos de Dios, es necesario que los hombres escri- ban las leyes. En consecuencia, {cémo hacer para que la leyes sean homogéneas con la Ley? Es un interrogante tan viejo como el derecho, y que opone a los partidarios del derecho natural —es decir de un derecho fundado en un orden de naturaleza— a los del derecho positivo, el cual se identifica con los enunciados juridicos tal como han sido “planteados”. Seguin la doctrina del derecho natural, el derecho debe ser conforme a las leyes eternas de la natura- leza, y la preocupacién del legislador sera intentar confor- marse rigurosamente a ello. A partir de una teoria de la naturaleza, y en particular de la naturaleza humana, se deduciré un orden juridico homogéneo con el orden del mundo. En este debate, cierto nimero de psicoanalistas ha tomado posici6n a favor del derecho natural, arguyendo su conocimiento de una Ley fundadora de lo humano para inferir de ello lo que deberian ser las leyes y las practicas Juridicas. Su saber de la Ley (la prohibicién del incesto, la funcién paterna, el lenguaje, etc.) les permitiria decir las leyes, sostener enunciados juridicos. Es en nombre de lo que seria exigible en la estructura que les seria posible optar por tal 0 cual disposicién juridica. Asi, se ha visto en el periodo reciente a muchos analistas sostener su opinién en lo que 92 atafie a la reescritura de las leyes que rigen la famili lazos de parentesco, en nombre de intangibles pri estructurales. Es legitimo y acaso deseable cipen con otros en los debate derecho. Pero cuando lo hacen cualquiera, en lucha con la 16; caso la del derecho natural, donde nunca se esta muy lejos de la trascendencia: {acaso un gran investigador no preten- did recientemente que el fundamento de la ética “natural” residiria en las conexiones neuronales?® Por lo tanto deben contar con que en el debate habra psicoanalistas, quienes, aunque tienen una idea semejante de la Ley, se oponen estrictamente a la idea de deducir de ella enunciados juridi- cos. ay los ncipios que los psicoanalistas parti- S contemporaneos sobre el Se encuentran, al igual que gica de los discursos, en este 2) Sea lo que fuere de la articulacién dela Leyy delaleyes, es un hecho que las leyes se articulan en un discurso, es decir que estructuran lazos sociales con cardcter de obligacién. Hemos manifestado nuestra oposicién a identificar el sujeto de derecho y el sujeto del inconsciente. Queda en pie el siguiente problema: {cémo es tomado el sujeto del incons- ciente en el derecho? Pues hemos subrayado muchas veces que para Lacan no hay sujeto mas que inscripto en el campo del Otro, y por lo tanto no hay sujeto sino tomado en el lazo social. {Hay diversas modalidades de inscripcién del sujeto en ese “lazo social”?, {hay diferentes tipos de lazos que producen efectos distintos en aquellos que estan tomados en ellos? El discurso del derecho como lazo social, gse apoyaen el sujeto del inconsciente de una manera particular? Es una cuesti6n tedrica que tiene implicaciones practicas mayores: recuérdese que en el nombre de un “efecto simbélico” del derecho en los sujetos se pretende legitimar una gran canti- dad de practicas en el marco del proceso. Esta cuestién precisa esta tratada por Lacan muy explicitamente con su teoria de los discursos. °° J.-P. Changeux (dir.), Fondements naturels de l’éthique, Odile Jacob, 1993. 93 Los cuatro discursos ag) El concepto de discurso designa para Lacan la estructura del lazo social, es decir una légica de los lugares que va a de- terminar la posicién que el sujeto podra ocupar en ella. Sj Lacan no cesé ntirse obsesionado por esta cuestién, es primero para intentar caracterizar ese “lazo social nuevo” inventado por Freud, la cura analitica, cuyo vector es la transferencia. ,Cémo formular lo que pasa en el anilisis, cual es el agente determinante, y qué produce? Para caracterizar este lazo, nombrado “discurso del ana- lista”, hay que escribir al mismo tiempo los otros tipos de discurso de los que se distingue. La lectura de la dialéctica del amo y el esclavo segtin Hegel conduce a caracterizar el] discurso del amo, para determinar en qué e] discurso anali- i mta su “reverso”. Asimismo, si se puede disociar la invencién del psicoandlisis de las que lo han iniciado, a saber las histéricas, el “discurso de la histérica” se convierte en una referencia esencial para caracterizar el discurso analitico. Sila histérica alega tan espectacularmente el mal subjetivo del que sufre, es porque encuentra frente a ella otras posiciones que la dejan violentamente insatisfecha. Esencialmente dos: la del amo, que manda, y la del univer- sitario, que comenta. Uno prescribe, el otro describe. De alli la pregunta: {qué lugar ocupara el psicoanalista para no hacerla callar, como suele hacerlo el médico? Asi, Lacan establece cuatro discursos:® el discurso de la histérica, el del amo, el del universitario y el del analista. A través de la lectura de Hegel, de la historia de las ciencias 0 del andlisis de la plusvalia efectuado por Marx, esta tipologia adquiere una dimensién universal en su preocupacién por determinar la cantidad finita de tipos de lazos sociales posibles. ® Lo hace en el seminario El reverso del psicoandlisis, op. cit. La hipstesis de un quinto discurso llamado “discurso capitalista”, que Lacan escribié una sola vez, intenta dar cuenta de las consecuencias conjugadas de la légica del mercado y del “discurso de la ciencia”. Es objeto de debates actuales entre los lacanianos. 94 Su intento tiene una pretensi6n légica, que consiste en escribir una formula con ayuda de letras, que por medio de una transformacién simple permite escribir los cuatro dis- cursos. El lazo social no une a dos “sujetos”, no es una re- Jacion intersubjetiva; es cierto tipo d iplicaci6n entre elementos de uno al otro. | Hay cuatro lugares determinados, que se dispondran siempre en el mismo orden: rey “ agente > otro tT L verdad //producto L Estos lugares estan unidos entre si, lo que queda indicado por el trazado de las flechas. Asi pues, el agente (el que desencadena_el discurso) pone al otro a trabajar, y de ello resulta un producto. En estos lugares, vienen a inscribirse las cuatro letras necesarias para la estructura. $1, S2, $, a: el par légico de dos significantes, el sujeto, y el objetoa. Por ultimo, cada discurso se enuncia en nombre de una verdad. Esta escritura permite caracteri: le manera simple y rigurosa diferentes modalidades del lazo social, que se pueden situar en particular segun la letra que ocupa el lugar del agente. Tomemos por ejemplo el discurso de Ia histérica: g S1 = a S2 La falla del sujeto ($) est puesta en posicién de agente que interroga al significante amo (S1). En este sentido, el discurso de la histérica excede en mucho la simple neurosis del mismo nombre. Esel discurso dela protestasubjetiva, de la provocacién del amo, pues es la division del sujeto, su falla, To que se dirige al amo como pregunta, nes como desafio, El discurso del amo pretende hacer marchar la pro- 95 ién_evacuando la pregunta subjetiva, la verdad del . ET discurso histérico es el testimonio de algunos sujetos que denuncian esta pretension. No creamos ingenuamente que basta con plantear un dis- | curso para que funcione de manera estable. Todo analista | sabe que una cura no se desarrolla naturalmente segin la | légica del discurso analitico. Lo habitual, por el contrario, es que en el curso de un andlisis haya momentos en que el paciente esté en el discurso histérico, incluso en el discurso | obsesivo universitario. La rotacién yla tension permanente de los discursos requieren del analista una vigilancia para conservar el timén del discurso analitico. Lo mismo ocurre con el discurso del derecho. Como tal, es del orden del discurso del amo; es el significante amo el que gobierna. E] significante juridico, en efecto, por estar plan- teado en el derecho, gobierna, obliga: S1 esta en posicién de agente. Pero es erréneo deducir de ello que el sujeto del inconsciente encontraria por ello su lugar predefinido, el de sujetado al discurso. El desarrollo del mas minimo proceso muestra, por el contrario, hasta qué punto es frecuente que el sujeto se ubique en el discurso de la histérica. En este sentido, hay cierta convocatoria contempordnea al sufri- miento de las victimas y a la expresi6n de los sentimientos, Andlogamente, también resulta banal comprobar que el juez puede llegar a ocupar un lugar —a veces para su gran sorpresa— en el discurso analitico, precipitando una trans- ferencia a menudo espectacular. Sera cuestién de momentos y de temporalidades, y bien puede decirse que el arte del proceso consiste probablemente en hacer discursos con cier- ta movilidad, en la perspectiva del discurso del derecho. Como para la cura analitica, el proceso dependera de la posicién ética del juez. 96 Jatica del psicoanilisis La primera responsabilidad de los psicoanalistas, acaso la tinica, es mantenerse a la altura de su acto, para que opere el discurso analitico. No hay garantias para ello, como tampoco, por cierto, diplomas que sancionen un saber uni- versitario que no permite en absoluto discernir la capacidad de compromiso del analista para sostener una transferen- cia. Esto se vuelve a poner en juego cada vez, y si tal analista puede pasar por excelente practicante, nada asegura que para cada caso por venir esté a la altura de la apuesta. A Freud le gustaba recordar que cada cura debia abordarse como si fuera la primera, dejando de lado el saber acumulado con todas las otras. Si el método es invariable, si el discurso puede escribirse, en cambio el psicoandlisis como aventura singular siempre ha de ser reinventado. Es por ello que ninguna evaluacién puede dar cuenta de esto, en el sentido de un juicio que se emite sobre un “producto”. Decretar por adelantado que la finalidad de la cura es la supresién del sintoma, la cura de la enfermedad o la promocién de un “estado de bienestar”, es pretender saber antes que el sujeto lo que sera su bien. Este alcance del bien, inherente a toda politica del Estado moderno, ha sido vigorosamente recusada por Freud, y Lacan demostré ma- gistralmente su vanidad desde su primer seminario del afio 1959-1960.” Pues la paradoja de la légica del bien, cuando ambiciona anticipar la finalidad hacia la cual debe dirigirse el sujeto, es llevar a lo peor, terminando por imponer por la fuerza aquello a lo cual el sujeto no quiere resolverse, por “mala voluntad”. La historia abunda en ejemplos de esta légica de asistencia o de esas politicas higienistas servidas por expertos, médicos o no, que enunciaban reglas de salud para seguir, y que no vacilaban en imponerlas, en nombre del bien garantizado por su saber, a los “usuarios” despreo- cupados o recalcitrantes. * J. Lacan, La ética del psicoandilisis, op. cit. 97 Freud se habia encontrado frente a esta cuestion, lo cual le impuso una revision dolorosa de su teoria y desu propia posicién de dominio. Pese a los primeros éxitos desu método, tuvo la valentia de mirar de frente esa realidad extrafia, a saber que algunos pacientes se comportan como si no se quisieran curar. Recuérdese la conclusién que extrajo —mas alla del principio del placer, al que Lacan nombré goce—. De suerte que la ética de] psicoanalisis, en la medida en que pretende conducir al sujeto en la via dela verdad desu deseo, debe recusar la ética del bien, conforme a los enunciados de la sociedad, para situarse del lado de la singularidad de un real. En esto, el psicoanalisis es necesariamente a-social. Es lo que se opone al mundo aséptico y controlado de la novian- gue del mundo de Orwell, 1984, que resulta imposible de yivir en su pretension de controlarlo todo, de verlo todo hasta lo mas intimo del amor y del sexo. La pasién regocijan- te [jouissive] de los agentes del ministerio del Amor es la verdad de esta voluntad de dominio, que se pretende puro control por el bien de todos y por elasentimiento de cada uno. El acto analitico tiene una dimension politica, no como participe en la elaboracién de los enunciados colectivos que se enfrentan, sino porque conduce a la raiz misma de lo politico, que es lo real. Si Lacan tiene razon en situar el discurso del psicoandlisis como uno de los cuatro posibles, una politica moderna, es decir una reflexién sobre el arte de “convivir”” hoy, debe preocuparse por preservarle un lugar. Esto ya no va de suyo. Pues el lugar de la psicologia en los modos de subjetivacion (M. Foucault) responde a la demanda social de una fabrica normalizada de ideales, que van desde los modos de consu- mo a las mas minimas relaciones humanas, pasando por los modos intimos de acceso al goce. Esta demanda social extensiva no cesa de pedir prestadas a las ciencias humanas, a la psicologia y al psicoandlisis las contrasefias de la felicidad prescripta. En lo sucesivo el bien es un saber “psi”, edictado para el nifio, para la sexualidad, la salud, la justi- " H. Arendt, Condition de U’homme moderne, Pocket, 1961. 98 ciajla felicidad se ha convertido en una prioridad publica decir en una exigencia para todos, Responsabilidad y “psicojuridismo” En la actualidad, Gtica analitica y politica estan asf imbrica- das, lo cual vuelve la responsabilidad de los analistas simul- taneamente singular y colectiva. Singular, pues en cada cura hay un compromiso que puede ser peligroso de sostener (desde la perspectiva de las exigencias sociales), y colectiva, en el sentido de que el espacio del acto analitico debe ser politicamente preservado. Lo ilustraremos, para terminar, considerando el campo mas especificamente juridico de la responsabilidad. No se trata de una simple cuestién técnica, pues entrafialaidea de que una sociedad da lugar a cada uno en relacién con todos. A través de ella lo que esta como telén de fondo es nada menos que la concepcién compartida de la civilidad, es decir no sélo la cuestién de Jo justo sino la del bien. La ficci6n juridica de la responsabilidad consiste en impu- tar un acto cometido a un individuo, quien por ello mismo se convierte en sujeto de derecho, es decir sujetado al impera- tivo de responder de lo que ha hecho. Desde el cddigo Napoleén, figuran casos en que el estado mental del inculpa- do no permite establecer esta imputacién. E] saber de los peritos psiquiatricos permite decidir casos litigiosos, y cuan- do un individuo es declarado irresponsable por insania mental, se pronuncia un sobreseimiento. Esta configura- cién, que ha definido el estatuto juridico de la locura durante todo el siglo xx, a partir de ahora ha estallado. Hoy en dia el saber de los peritos —muchas veces argumentado en térmi- nos psicoanaliticos— ya no exime a los sujetos de tener que responder por sus actos. Al punto que se ha vuelto un problema principal para la administracion penitenciaria, 99 que nocesa de alertar a la opinién publica sobre la cantidad creciente de “enfermos mentales” detenidos en las prisione francesas, porque han sido declarados responsables. s Esta tendencia, prefiada de consecuencias, acaso merezcg varias interpretaciones. Aqui nos limitaremos a explicitar la posicién del psicoandlisis en esta evoluci6n. Si se escucha con atencion a muchos peritos, se puede temer un verdadero desvio del discurso analitico. Pues es a partir del método y de la ética de la cura analitica como se han forjado enuncia- dos que, extraidos de ese campo, constituyen los nuevos instrumentos de una politica penitenciaria. En lacura, se sabe, la regla fundamental estipula que todo lo que dice el paciente debe ser escuchado con igual impor- tancia; ello implica que el sujeto esta virtualmente en todo lugar de su discurso en el momento mismo en que dice “todo lo que se le cruza por la mente”. Cuando llegue la ocasién, el analista podra dejar constancia de lo que el analizante acaba de proferir, subrayando con un “jtt lo has dicho!” tal lapsus, fragmento de sueno, 0 equivoco significante. Considerara al sujeto como “responsable” de lo que ha dicho en aquel momento. Es en este sentido —y sélo en este sentido— que se puede considerar al sujeto en andlisis como responsable de todo lo que ha dicho: es la condicién misma del andlisis, la cual impone considerarlo en primerisimo lugar como el artifice de su mal. Podra calibrarse hasta qué punto los deslizamientos pue- den ser peligrosos si se deduce de este dispositivo preciso de la cura una suerte de imputacién generalizada que permita concluir la responsabilidad del sujeto en todas sus palabras y sus actos.” Todo lo que dice podra retenerse en su contra. Si el sujeto en Ja cura esta “presente” en lo que dice 0 en lo que hace, incluyendo el mas minimo de sus actos fallidos, {qué decir entonces del acto criminal? No sdlo que esta alli, jsino que debe estar! Asf se llega a aberraciones —y & monstruosidades— en nombre de la mejor conciencia analf- % Para el detalle de esta demostracién, cf. F. Chaumon, “Folie et responsabilité”, en C. Louzoun y D. Salas, Justice et psychiatrie, Eres, 1997. 100 a del mundo. Se dira por ejemplo que el detenido “debe” ser “oido como sujeto”, por lo tanto que “debe” ser considera- do capaz de responder de sus actos, ya que es un sujeto cabal (sic). Mas aun, no solo se sostendra que esj usto (en virtud de Jos derechos humanos) que se lo considere como sujeto aunque enfermo mental, sino que se dird que ello es terapéu- tico dado que la cura es la asunci6n del sujeto. Algunos llegan a sostener que para comprometerse en la cura una condicién es el ser previamente reconocido responsable juridico de sus actos. ~ Que pueda haber casos en que ello se verifica no implica en absoluto que se generalice una propuesta normativa... a ser aplicada por la ley. A partir de la posicién segtin la cual en la cura el sujeto deberia considerarse responsable de todas las palabras que se le ocurren, se llegé a deducir que el sujeto deberia serlo en el recinto judicial, jincluso que debia serlo en éste para que su palabra pudiera valer como tal en la cura misma! La ficcién juridica de la responsabilidad, estimable como toda ficcién, entrafia condiciones légicas de aplicacidn, al igual que la ficcién analitica. Los practicantes del derecho estan tan concernidos como los analistas por aquello que designamos con el término de “psicojuridismo”, y que nos parece caracterizar un sistema en el cual el acto del juicio y el acto analftico pierden toda especificidad. Psico porque la l6gica de los actos humanos juzgados queda asi referida a una causalidad psicolégica por definicién exterior al corpus juridico, juridismo porque en este modelo se pone en funcio- namiento una extensién potencial del imperio jurfdico al conjunto de las practicas humanas. Si son cada vez mas no los actos sino los “sujetos” los que resultan juzgados, y luego castigados, y luego tratados, el campo juridico tradicional del conflicto entre los hombres puede extenderse al conjunto de los comportamientos humanos. La confusién tiene un precio; el tiempo de la pena no es el de la sanci6n pronuncia- da sino el de una terapéutica reevaluable y virtualmente indefinida; el espacio del tratamiento se vuelve permeable a los imperativos de seguridad. tic 101

Das könnte Ihnen auch gefallen