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Efectos secundarios por vacuna contra gripe porcina.

Como muchos de los ciudadanos, que estamos atravesando este invierno, pertenezco
a ese grupo de riesgo, para los que se recomienda la vacunación contra la gripe A. Este
grupo incluye a mujeres embarazadas, personas que conviven o cuidan a niños menores,
docentes, personal de los servicios médicos de emergencia y atención, individuos con
enfermedades pulmonares o cardíacas, pacientes con HIV, los niños y los mayores 65
años Toda un amplia gama de personas, entre las que por mi tarea educativa me hallaba
incluido. Es por ello; que tomé la prudente decisión de aplicarme el consiguiente
pinchazo en mi brazo izquierdo.
Con cierta ingenuidad y algo de alegría, cedí mi brazo a la punzante aguja. Supuse
que cualquier vacuna es capaz de generar una mejoría en la salud y el bienestar de la
población. Pero nadie me avisó acerca de sus posibles efectos secundarios. La campaña
de vacunación parecía alentadora y sus efectos altamente beneficiosos.
Una leve duda, me motivó a preguntar sobre la conveniencia de esta aplicación. Por
ello me comuniqué con el Ministerio de Salud, pidiendo algo de información. Los
encargados de solucionar todas las cuestiones sobre gripe, me alentaron a corroborar mi
decisión. Con un optimismo inusitado, me demostraron que mi decisión había sido la
correcta. Sostuvieron que en sólo veinte días la inmunidad sería completa. La vacuna
está constituida con virus muertos y no hay posibilidad alguna de contraer la gripe con
esta vacuna. A lo sumo podría padecer un día de fiebre inferior a treintaiocho grados
centígrados y algún leve dolor en el brazo. Sólo a esos míseros síntomas, se reducían
sus efectos adversos. La inmunidad contra este flagelo, sólo tendría en el peor de los
casos, un mínimo. Por ello, espere con cierta incredulidad y algo de temor, que llegue el
día esperado. Pero cuando ese momento arribó; los primeros síntomas llegaron. Al
principio sentí un dolor de hígado que persistió por unas horas. Supuse que había sido la
comida o algún mínimo problemas digestivo. Pero con el tiempo sentí una serie de
escalofríos persistentes que me condujeron a la cama. Luego de dormir una corta siesta,
que no duró más de media hora, pero me pareció prolongada, me levanté con algo de
dolor. Entonces, sentí una fuerte presión sobre el hombro izquierdo, que se extendía
hacia la mano. Al parecer los ganglios estaban alterados, ante una extraña infección.
Comencé sintiendo una serie de hormigueos en las articulaciones, que luego se
alternaron con cierto dolor. Ese daño persistente se extendió a todas las articulaciones,
que parecían inflamarse sin sentido. Algo mareado y desconcertado, sentí que la fiebre
me embestía con todo su furor. Entonces me decidí a tomar el termómetro en mis manos
y medir mi temperatura corporal. Supuse que se trataba de una gripe común y que en
poco tiempo cedería. Pero la temperatura superior a treintainueve grados centígrados
duró por tres días. Entonces decidí llamar al médico.
Cuando el joven boliviano llegó a mi hogar, le comenté mis padecimientos. Mientras
me iba revisando, le pregunté sobre los posibles efectos colaterales de la vacuna. Ante
lo cual me contestó que tenía todos los síntomas de gripe A. Continuó expresando que
ya estaba acostumbrado a ver ese cuadro, en personas que se habían vacunado.
Entonces, mi espíritu se alivió por comprender lo que me sucedía. Este virus híbrido
que ataca tanto a aves, como cerdos y humanos, era el causante de mis padecimientos.
Pero había sido yo mismo, quien en mi terrible ignorancia, me lo había inoculado.
Cuando el doctor tocó los ganglios debajo de mi garganta, descubrí que estaban
notablemente inflamados. “Tiene ganglios positivos”, me dijo el galeno. Entonces
recordé que cierto olor ácido emanaba de mi boca, mientras un extenso dolor se
apoderaba de ella. Su respuesta fue ágil y contundente: “Es que tiene estomatitis”, me
dijo. Esta inflamación de la mucosa bucal se extendía por la lengua, el paladar y las

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encías. Presentaba una serie de astas o úlceras muy dolorosas, que me impedían comer.
No sentía el saber de ningún alimento y la anorexia parecía invadirme. Los bordes de la
lengua se hallaban repletos de esas ampollas y surcos que parecían partirla en pedazos.
Me dijo que esta afección es frecuente en pacientes inumnodeprimidos o con defensas
muy bajas. Por ello, me sugirió tomar antibióticos para aumentar mi resistencia, junto
con un enjuague bucal. Agregó que debía tener una dieta líquida y liviana y se retiró.
Así me pasé todo el día con puré y otros alimentos fáciles de ingerir. Y mientras tanto,
mi cabeza parecía estallar a causa de la fiebre.
Permanecí acostado durante una semana, atravesado por esta desagradable
enfermedad. Aunque el tiempo todo lo cura y no hay mal que dure mil años. Tenía una
sensación de debilidad inusitada y mi ánimo permanecía por el piso. Mi sudoración
intensa era tan intensa, que me obligaba a cambiarme dos veces por día. Nunca me sentí
obligado a bañarme como en esta semana en la que la fiebre se resistía a disminuir.
Cuando todo terminó tuve una rara sensación. Sentía como una especie de renacimiento,
en un mundo al que me debía reacostumbrar.. Incluso creo que he perdido algo de mi
capacidad de memorizar. Es como si estuviera más desatento y me olvidara de cosas
rutinarias. Una especie de padecimiento de mínimas lagunas mentales, que me hacen
perder el foco de lo que estaba haciendo
Al parecer la pandemia de gripe de este año, parece ser causada más por nosotros
mismos que por la naturaleza. Entiendo que me he colocado una vacuna que no ha sido
suficientemente ensayada. He sabido de personas a las que le ha pasado lo mismo que a
mí. Incluso he escuchado de enfermos que han estado alrededor de dos semanas para
recuperarse. También me han dicho que la vacuna posee un adyuvante inmunitario, que
hace que la respuesta del organismo sea superior a la normal. Este añadido estimula el
sistema inmunológico, para que produzca una respuesta inmunitaria excesiva. Al
parecer se trata del escualeno, que es extraído del hígado de tiburón. Su fin que busca
darle más efectividad a la vacuna, casi logra hacer explotar mi termómetro. Pero no
quiero entrar en el terreno de las teorías conspirativas, las manipulaciones genéticas, la
maldad humana, el síndrome Guilliain-Barré o las ansias desmesuradas de lucro de las
empresas farmacéuticas. Sólo quiero limitarme a relatar mi experiencia de persona sana,
que jamás en su vida, había tenido una gripe tan persistente. Me parece una opinión
importante para un país como la Argentina que ocupó el tercer lugar en número de
fallecidos como consecuencia de la pandemia. Si alguien me hubiera avisado de ese
calvario que debí atravesar a causa de la vacuna; estoy seguro que no la hubiera
recibido. Creo que ha sido mayor el daño que me ha hecho, que el bien que me ha
procurado. Sin darme cuenta, me he expuesto a un riesgo innecesario. Con estas
palabras solo quiero evitarle semejantes padecimientos, a quienes estén pesando en
vacunarse. Ha sido la misma vacuna el vector de trasmisión de mi enfermedad. Pueda
ser que mi error sirva de aviso para otros. ¿Que sentido tiene vacunarse si este virus
pronto mutará? ¿Para qué padecer semejante tribulación? ¿Hay alguna necesidad que
nos obligue a recibirla? Si usted no lo ha hecho aún, lo más grave que le puede suceder
es contraer esta enfermedad, en la que no la pasará mucho peor que yo. Aunque si tiene
algún delirio masoquista, pase por esta experiencia, en donde la tortura, el suplicio y el
tormento serán una serie de sensaciones que nunca olvidará.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com/

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