Sie sind auf Seite 1von 55
José D’Assungao Barros Premunidos de esta alerta, buscaremos comprender, en lo que sigue, varios de los compartimentos en los que la historiografia parece hoy dividirse. Es conveniente, eso si, que indiquemos que no importa a qué enfoque el historiador se dedique o esté més habituado; lo esencial, en cambio, es que sepa que dificil- mente él podra aleanzar un éxito adecuado en su labor si no conoce los otros enfoques posibles que mejoren su trabajo: sea para conectarlos en determinadas oportunidades; tal vez para componer con algunos de ellos su propio campo complejo de especialidades 0, por ultimo, simplemente para percibir que la historia es siempre multiple, no obstante se la trate desde perspectivas especificas. 2. Los tipos de Historia Existen basicamente dos grandes Grdenes de dificultades que acostumbran a confundir los esfuerzos de clasificar y orga- nizar internamente a la Historia en sub-dreas especializadas. Uno corresponde a una intrincada confusion de criterios que suelen presidir esos esfuerzos clasificatorios, cuestién que de- jaremos para discutir mas adelante. Otro orden de dificultades, y del que hablaremos en primer lugar, corresponde al hecho de que un abordaje o una practica historiografica no puede ser rigurosamente encuadrada dentro de un unico campo. A pesar de que hablemos frecuentemente de una “Historia Econémica”, de una “Historia Politica”, o de una “Historia Cul-- tural”, entre otras, la verdad es que no existen acontecimientos que sean exclusivamente econdmicos, politicos o culturales. Todas las dimensiones de la realidad social interacttian y, ri- gurosamente, ni siquiera existen como dimensiones separadas. Sin embargo, el ser humano, en su afan por comprender el mundo, se ve obligado a proceder mediante recortes y ope- raciones simplificadoras, y es en este sentido que deben ser considerados los compartimentos que fueron creados por los propios historiadores para encuadrar los varios tipos de estu- dios histéricos. El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes Preocupados por una “religacién de los saberes” -después de un intranquilo siglo XX que, en buena proporcién, fue el “si- glo de las especializaciones”- no faltan los autores que aler- tan sobre los peligros y empobrecimientos del aislamiento y la compartimentaci6n: “Se sabe que el historiador tiene la costumbre de or- denar los hechos en envoltorios que se han convertido en entidades transhistéricas, en categorias temporales y universales: lo social, lo econdémico, lo politico, lo religioso, lo cultural (...) Después de proceder a esta distribucién y a este etiquetaje, por razones de compe- tencia personal o por opcién disciplinar, el historiador se atiene cominmente a un tinico ordenamiento o cla- sificacién de los acontecimientos.”? La salida no es utilizar las clasificaciones como limites 0 pre- textos para encerrarse en el aislamiento. No se justifica el re- troceso delante de una curva demografica cuando el objeto de estudio lo exige, pretextando que la suya es sdlo una Historia Cultural. De igual modo, un historiador econdémico no puede retraerse frente a los acontecimientos de la cultura (0 de los aspectos culturales de un “evento econdémico”). Peter Burke registra en su libro sobre la Escuela de los Annales un ejemplo proveniente del gran historiador econémico Witold Kula: “[...] Kula hace un andlisis econdmico de los latifundios polacos de los siglos XVII y XVIII. Ha mostrado que el comportamiento econdmico de los propietarios de tie- rras polacos era el opuesto del que preveia la economia clasica. Cuando el precio del centeno, su producto prin- cipal, aumentaba, producian menos, y cuando el precio bajaba, producian mas. La explicacién de esa paradoja deberia ser encontrada, dice Kula [...] en el reino de la cultura o de las mentalidades. Tales aristécratas no es- 2 Serge GRUZINSKI, “Acontecimento, biurcagao, acidente e acaso: obser- vagées sobre a hist6ria a partir das periferias do Ocidente” En: E. MO- RIN (org.). A religagao dos saberes. Rio de Janeiro: Bertrand Brasil, 2001, p.391. José D’Assungao Barros taban interesados en lucros, sino en mantener un estilo de vida, de la manera a que estaban acostumbrados. Las variaciones en la produccién eran intentos de man- tener una renta patron, Seria interesante imaginar las reacciones de Karl Marx a esas ideas.”* Podemos decir que el fundador del Materialismo Histérico ha~ bria, posiblemente, reaccionado bien a la flexibilidad de Kula. En su analisis politico y econémico del 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), Marx no retrocede delante de los aconteci- mientos del imaginario (palabra que atin estaba lejos de ser acufiada). Su explicacién para el ascenso de Luis Bonaparte al gobierno francés de ]a segunda mitad del siglo XIX -con base en los votos de los campesinos- esta anclada, precisamente, en un andlisis del imaginario, del peso que la imagen de Napo- le6n Bonaparte (tfo de Luis Bonaparte) atin ejercia sobre la po- blacion. Este es un libro que todos los historiadores, marxistas ono marxistas, deberian leer atentamente.* En vista de este y de otros varios ejemplos que podrian ser ex- traidos de obras historiograficas magistrales, queda la leccién de que los esclarecimientos del campo 0 de la combinacién de campos en que se inserta un estudio no deberia tener efecto paralizante ni servir cdmo pretexto para justificar omisiones. Definir el ambiente intradisciplinar en que se desarrollara la investigacién o en el que se consolidara una actuacién his- toriografica, debe ser encarado como un esfuerzo de autoco- nocimiento y de definicién de los puntos de partida mas sig- nificativos, y no como una profesién de fe para el aislamiento disciplinar. Un segundo tipo de dificultades que suele confundir los inten- tos de subdividir internamente el Campo Historico se refiere, > Witold KULA, Economic Theory of the Feudal System. Apud Peter BURKE, A escola dos Annales- 929 -1989. Sao Paulo: UNESP, 1991, p. 110-III. [Edici6n polaca original de la obra de Witold Kula: 1962]. * Karl MARX, O 18 Brumdrio de Luis Bonaparte. In: Os pensadores, vol. XXXV, Sao Paulo: Abril Cultural, 1974, p. 329-410 [original aleman:1852]. El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes ee como dejaramos anunciado anteriormente, a una inadvertida mixtura de criterios que son utilizados para la clasificacién de las varias “historias”. Se habla, por ejemplo, de una Historia Demografica o de una Historia Politica, nociones que se refieren a dimensiones 0 a factores que ayudan a definir la realidad social (la poblacién, el poder); se habla de una Historia Oral o de una Historia Serial, que son clasificaciones de la Historia que remiten al tipo de fuentes con las cuales ellas trabajan 0 a los abordajes que los historiadores utilizan para tratar esas fuentes (la entrevista, la ordenacién de datos); se habla de la Micro-Historia 0 de la Historia Cuantitativa, que son clasifica- ciones relativas a los campos de observacién abordados por el historiador (la micro-realidad, el ntimero); se habla de una Historia de las Mujeres 0 en una Historia de los Marginales, que son clasificaciones relacionadas a los sujetos que hacen la His- toria (la Mujer, el Marginal); se habla de una Historia Rural 0 de una Historia Urbana, que son subdivisiones relativas a los ambientes sociales examinados por el historiador (el Campo, la Ciudad),/se habla de una Historia del Arte o de una Historia de la Sexualidad, que son ambitos asociados a los objetos con- siderados en la investigacién historica (la Creacion Artistica, el Sexo). Se podria hablar atin de una Historia Vista desde Abajo, para simbolizar una mutacién de perspectiva con relacién a la historiografia tradicional, que parte del poder dominante, y hasta de una Historia Inmediata, modalidad historiografica en que el autor es al mismo tiempo historiador y personaje de los acontecimientos que describe 0 analiza / Todos estos ejemplos constituyen legitimas especialidades de la Historia. Sin embargo, las dificultades empiezan a mostrarse cuando esas clasificaciones, originadas en criterios diferentes y “desconocidos” entre si son mezclados indiscriminadamente para organizar los varios “tipos” de Historia. [td Historia Econémica Historia Demografica Con relacién al tipo 0 tratamiento de Historia Cultural Peg F Historia de la Sexualidadp Historla del Imaginarlo storia de las "| Representaciones entornos sociales u objetos Con relacién 4 los agentes hist6ricos Historia de las Mujeres istoria de los Marginales Historia de las Masas soueg opSunssy,q 9sof EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes El Cuadro | fue elaborado con la intencién de organizar estos criterios -distribuyéndolos en “dimensiones”, “abordajes” y “dominios” de la Historia~ buscando clarificar las varias divi- siones que estos criterios pueden generar. De cierto modo, los tres ordenes de criterios corresponden a divisiones de la Historia respectivamente relacionadas a “en- foques”, “métodos” y “temas”. Una dimension implica un tipo de enfoque o un “modo de ver” (0 algo que se pretende ver en el primer plano de la observacién de una sociedad histérica- mente localizada); un abordaje implica un “modo de hacer la historia” a partir de los materiales con los cuales debe trabajar el historiador (determinadas fuentes, determinados métodos y determinados campos de observacién); un dominio correspon- de a una eleccién mas especifica, orientada en relacién con de- terminados sujetos u objetos a los cuales sera dirigida la aten- cién del historiador (campos tematicos como los de la “historia de las mujeres” o de “la historia del derecho”). No estara demas decir que los historiadores pueden unir, en una Unica perspectiva historiografica, una dimensién (por ejemplo, la Historia Econémica), un determinado abordaje (la Historia Serial) y un cierto dominio (la Historia de los Campe- sinos). En realidad, muchos otros tipos e combinaciones son posibles aun al interior de un mismo grupo de criterios (volve- remos sobre esto mas adelante, cuando sea mas apropiado). En el Cuadro 1, vemos que el primer rango de clasificaciones a que nos vamos a referir, es el generado por las diversas dimen- siones de la vida humana que pueden conformar enfoques his- toriograficos a pesar de que la realidad social efectiva de esas dimensiones, nunca aparezcan desligadas entre si. Tendremos, entonces, una Historia Demografica, una Historia de la Cultura Material, una Historia Econémica, una Historia Politica, una Historia Cultural, y otras mas. Es necesario tener en cuenta, antes de todo, que esas dimen- siones, al ser definidas como “instancias de la realidad social” José D'Assungao Barros son, en todos los casos, construcciones del historiador, conte- niendo una parte de arbitrariedad y la posibilidad de fluctua- ciones a lo largo del desarrollo de la historia del pensamiento historiografico. A cada nuevo periodo de la historiografia, una dimensién puede desprenderse de otra, asi como dos dimen- siones que antes estaban separadas, pueden juntarse o fun- dirse. La Historia de las Mentalidades, la Historia del Imaginario y la Historia Antropolégica, por ejemplo, son enfoques que, en cierto modo, se han desprendido, desde hace algunas décadas, de la Historia de la Cultura; y la Historia de la Cultura Material se ha organizado a partir de un sector de la Historia Econdmica @ se preocupaba del consumo y que pasé luego a vincularse ‘con aspectos enfatizados por la Historia Cultural y las preacu- ‘jones por la vida cotidiana que surgieron en el transcurso siglo XX. Tenemos también las dimensiones constituidas por el contacto de la Historia con otras disciplinas, como es la e0-Historia, que surgié de la interface del trabajo historiogra- o con la Geografia. ss también importante apuntar al hecho de que algunas di- wensiones pueden comenzar su construccién por contraste on otras; de esta forma, propiciandose ciertas interfaces pue- ser establecidas o retomadas. De algtin modo, la Historia ial y la Historia Econémica del siglo XX, empezaron a ser dificadas a partir de un contraste con la vieja Historia Poli- a que se hacfa en el siglo XIX. Esto, a su vez, redundé en provisorio abandono de algunos objetos politicos por estas uevas especialidades. Asi, por largo tiempo, desaparecieron e la practica historiografica profesional del siglo XX, la bio- grafia de personalidades politicas importantes y la historia de las grandes batallas, temas que han retornado con las dltimas das del siglo XX, En resumen, el calidoscopio historiogra- co experimenta reordenamientos que son a su vez productos istGricos derivados de las tendencias de pensamiento de cada ca, de sus motivaciones politicas y sociales. Los paradig- mas acaban siendo sustituidos unos por otros, por mas que 23 El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes Pa hayan perdurado, y traen a su revocacién, nuevas tablas de clasificacién. Por todo esto, es posible dividir la Historia, conforme ella es hoy comprendida por los historiadores profesionales, en di- mensiones relativas a ciertos enfoques que son priorizados para la aprehension de la vida y de la organizacién de una sociedad. Veamos algunas de estas divisiones posibles. 3. Demografia, Cultura Material y Geo-Historia La mayor parte de las dimensiones que indicamos en el Jado izquierdo del Cuadro 1, seran por si solas evidentes para los lectores bien informados. Corresponden a categorfas comtin- mente divulgadas aun por la literatura menos especializada (de cierta forma son categorias de nuestro tiempo; por eso mismo, sujetas a rectificaciones por las generaciones posteriores). Lo que podemos decir de antemano es que cada una de las di- mensiones que buscaremos delimitar en seguida estan atrave- sadas por connotaciones muy elocuentes, aunque no siempre muy exactas 0 precisas y, muchas veces, polisémicas. La Historia Politica y la Historia Cultural, por ejemplo, estan cruzadas, respectivamente, por las nociones de “poder” y de “cultura”, de las se sabe son, al extremo, polisémicas (basta recordar que el concepto “cultura” posee decenas de sentidos que estan hoy en uso en las ciencias humanas). La Historia de las Mentalidades esta imbuida de la ambigua nocién de “men- talidad” la que, en la realidad, abarca dos aspectos importan- tes de la vida humana como son los “modos de pensar” y los “modos de sentir” (es posible, tal vez, que un dia ella se divida en una “historia de las mentalidades” propiamente dicha, y en una “historia de las sensibilidades”). La Historia del Imagi- nario, esta atenazada por el concepto de imagen visual, pero abarca también el ambito de las imagenes verbales y de las imagenes mentales. Para dar la partida a esta biisqueda de mayor transparencia —— EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes hayan perdurado, y traen a su revocacién, nuevas tablas de clasificacién. Por todo esto, es posible dividir la Historia, conforme ella es hoy comprendida por los historiadores profesionales, en di- mensiones relativas a ciertos enfoques que son priorizados para la aprehensi6n de la vida y de la organizacién de una sociedad. Veamos algunas de estas divisiones posibles. 3. Demografia, Cultura Material y Geo-Historia La mayor parte de las dimensiones que indicamos en el lado izquierdo del Cuadro 1, serdn por si solas evidentes para los lectores bien informados. Corresponden a categorias comtin- mente divulgadas aun por la literatura menos especializada (de cierta forma son categorias de nuestro tiempo; por eso mismo, sujetas a rectificaciones por las generaciones posteriores). Lo que podemos decir de antemano es que cada una de las di- mensiones que buscaremos delimitar en seguida estan atrave- sadas por connotaciones muy elocuentes, aunque no siempre muy exactas 0 precisas y, muchas veces, polisémicas. La Historia Politica y la Historia Cultural, por ejemplo, estén cruzadas, respectivamente, por las nociones de “poder” y de “cultura”, de las se sabe son, al extremo, polisémicas (basta recordar que el concepto “cultura” posee decenas de sentidos que estan hoy en uso en las ciencias humanas). La Historia de las Mentalidades esta imbuida de la ambigua nocién de “men- talidad” la que, en la realidad, abarca dos aspectos importan- tes de la vida humana como son los “modos de pensar” y los “modos de sentir” (es posible, tal vez, que un dia ella se divida en una “historia de las mentalidades” propiamente dicha, y en una “historia de las sensibilidades”). La Historia del Imagi- nario, esta atenazada por el concepto de imagen visual, pero abarca también ec] dmbito de las imagenes verbales y de las imagenes mentales. Para dar la partida a esta busqueda de mayor transparencia clasificatoria, podemos empezar discutiendo la Historia Demo- grafica, que enfatiza el estudio de todo aquello que se refiere mas 0 menos directamente a la “Poblacién”: sus variaciones cuantitativas y cualitativas, el crecimiento y la disminucién de la tasa poblacional, los movimientos migratorios, y asi sucesi- vamente. De esa forma, es la nocién de “poblacién”, con todo lo que ella implica, lo que articula la constitucién de esta sub- especialidad de la Historia. A medida que ella va conectando las categorfas poblacionales, como la mortalidad o la natalidad -con frecuencia obtenidas a través de métodos estadisticos y de abordajes cuantitati- wos~ para después relacionar esos aspectos para mostrar la social de una determinada comunidad, la Historia Demo- fica establece interfaces con la Historia Social. Para utili- una imagen mas elocuente, la Historia Demografica se va convirtiendo” muy claramente en un tipo de Historia Social a proporcidn directa en que la “historia de la mortalidad” va ivando a una “historia de la muerte”. En este derrotero, in- so cabe la posibilidad cierta de nuevas interfaces, atin mas pecificas, por ejemplo, con la Historia de las Mentalidades. si, un historiador que esté preocupado en reunir informacio- sistematicas respecto de una determinada poblacién his- mente localizada -o, atin mAs especificamente, sobre los eles y tipos de mortalidad de esa poblacién- estara rea~ do una Historia Demogrdafica (supongamos, de cardcter riptivo) que seguramente tendrd relevancia para estudios Steriores. En este sentido, luego podra dar cuenta -a tra- s de graficos construidos con informaciones cuidadosamente aidas de fuentes seriadas- de aspectos relativos a cémo, ejemplo, en la Edad Media, solian morir los individuos de © o de aquel grupo social, los tipos de muerte que frecuen- mente sufrian (originadas de enfermedades, de vejez o de iolencia social), los bienes que solian destinar a sus herede- s, los valores monetarios que eran habitualmente dedicados sus entierros, los destinos que tenian sus cuerpos (cremados, ados, encajonados), la calidad de la madera empleada José D’Assungao Barros EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 26 en los atatides, la presencia o no de epitafios, la ocurrencia de extrema-uncion, y una infinidad de otros aspectos que podrian componer un panorama informativo sobre la muerte en la so- ciedad examinada. Este seria, obviamente, un gran panorama descriptivo, objeto posible de una Historia de la Mortalidad, en el sentido en que esta puede ser definida precisamente por la recoleccién de este tipo de informaciones. No obstante, la “Muerte” propiamen- te dicha es, de todos modos, un fenédmeno social. Ella genera representaciones, conmociones, expectativas espirituales para los que van a partir, y expectativas materiales para los que se quedan. Las muertes como resultado de la Peste Negra, acae- cidas en la Europa del siglo XIV, pudieron haber producido en la época un cierto imaginario, transformaciones en la religio- sidad, cambios en las formas de sociabilidad. Pudo, también, haber generado nuevos objetos de la cultura material (como las velas de séptimo dia 0 los atatides de madera menos noble, para atender a la demanda de un ntimero creciente de muer- tos). De esta forma, un entierro puede hoy ser examinado a la luz de determinados usos 0 practicas sociales que en algun momento pudieron darse y aun mantenerse, como serfan: la presencia de publico falsa o verdaderamente conmovido; la ex- presion de determinados tipos de discursos de despedida; las formas del luto y del resguardo oficialmente aceptados y que la viuda debera observar para no correr el riesgo de transgredir las normas aceptadas por el grupo, etc. Los ritos, costumbres, tabties, sentimientos, carencias yore: presentaciones originados por el fendmeno de la muerte son, obviamente, objetos de una Historia Social, conforme la defi- niremos mds adelante, 0 pueden ser también objetos de una Historia Politica (dependiendo de Ja importancia simbélica del muerto). El historiador de la demografia que pretenda hacer una historia que no sea sdlo informativa o descriptiva, sino que también “problematice”, ciertamente encontrara caminos para establecer conexiones entre las informaciones numéricas 0 patronizadas y las interferencias sociales y culturales. En otras palabras, él se empefiard en realizar no sdlo una Historia de la Mortalidad, sino que también, una auténtica Historia de la Muerte. La Demografia Histérica pasa hoy por estos desafios. Ya no se acepta aquella novedad de la estadistica histérica que en la década de 1950 justificaba la confeccién de tesis mayormen- te descriptivas: meras recolectoras de informaciones sobre la mortalidad, la natalidad o la nupeialidad. Hoy se espera que el historiador “problematice” la muerte, el nacimiento o el matri- monio; que no sdlo contabilice los movimientos migratorios, 0 que también hable sobre las expectativas culturales y so- les de los emigrantes, que recupere un poco de su vida a partir de la aparente aridez de la documentacién, esto es, que estos datos que se utilizan con finalidades puramente esta- disticas, nos traiga -a los lectores de historia- informaciones ue sean algo mds que nimeros: verdaderos, pero abstractos, ecisos, pero patéticos, matematicamente desencarnados. os riesgos de un estilo “cuantitativo no problematizado”, muy junes en las obras de Historia Demogrdfica, no son ajenos a iros campos que utilizan eventualmente técnicas estadisticas de cuantificacién, como ocurre con la Historia Econdmica. n realidad, estos son riesgos comunes a todos los campos storiograficos que sintonizan con la llamada Historia Cuan- lativa (expresién que se relaciona a un “abordaje”, confor- e puede ser visto en el segundo campo de criterios del Cua- ro 1). De la misma forma que puede ser un acto meramente sscriptivo el hecho de registrar variaciones seculares en los ecios de un cierto producto, compilar aspectos referentes a a poblacion sin la problematizacién correspondiente, es un 9 historiografico vacio de un contenido mayor. Volveremos esta cuestin al momento de discutir los limites de la Historia antitativa. estos estos cuidados, la Historia Demogrdafica es una di- ensidn importante a ser tenida en cuenta. Numerosos tra- de historiadores demograficos han prestado contribu- José D’Assungao Barros 27. E| Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes ciones inestimables a la comprensién de la vida rural, de la vida urbana, de las oscilaciones en los niveles poblacionales generales y locales, con sus debidas implicaciones sociales. No obstante ello, los problemas comunes a este campo de estudio estan asociados a la comprensién de la relatividad del numero, Histéricamente, nunca se puede decir, por ejemplo, que una ciudad es populosa o poco habitada, salvo que sea evaluado el contexto de la informacién numérica a que ha Ilegado el his- toriador demografico. Asi, en la Antigiiedad Griega, Aristdteles ya idealizaba para una ciudad un efectivo poblacional de cinco mil ciudadanos como maximo (excluyendo las mujeres y los esclavos que también la habitarian). De cierto modo, su indi- caci6n se trata de una critica a aquello que le parecia ser una excesiva poblacién urbana para la ciudad de Atenas que, en los tiempos de Pericles, habia llegado a poseer 40.000 ciuda- danos. Roma, algunos siglos después, alcanzaria un millén de habitantes, lo que haria de Atenas Clasica una ciudad compa- rativamente pequefia (eso es, si los parametros de una época pudiesen modelar la lectura de otra). Por otro lado, la antigua capital del Imperio Romano tuvo su poblacién reducida a me- nos de cien mil habitantes en el periodo medieval. Este periodo conoce, por Io tanto, una disminucién en el umbral poblacio- nal urbano: lugares con dos o tres mil habitantes adquirieron el status de una “ciudad” con dimensiones considerables, de acuerdo a esos nuevos parametros. Hoy en dia, cuando vivimos el drastico problema de Ja super- poblacién mundial y cuando consideramos que la mayor parte de la poblacién de casi todos los paises mas importantes vive en ciudades (fenémeno especifico del siglo XX), esos liminares (umbrales) de poblacién urbana de otras épocas se tornan irri- sorios para el hombre comtin, pero no para el historiador. Todo esto nos viene a mostrar, simultaneamente, la importancia y la relatividad del aspecto poblacional para una caracterizacién de la Ciudad como tal. O sea, el ntimero tomado aisladamente no debe tener gran importancia para el historiador, y sdlo la tendra cuando pueda contextualizarlo produciendo, a partir de José D’Assuncao Barros 9, inferencias socioculturales, conectarlo a otras informacio- ss y establecer hipdtesis para la comprensién mas amplia de a sociedad. ro problema que mencionaremos, ademés de la “relativi- i del ntimero”, se refiere a la “problematica del ntimero”. ‘campo fértil de aplicaciones para la demografia histérica ece cuando comenzamos a relacionar patrones de com- jiento poblacional con las necesidades politicas y socia- e esta poblacién. Malthus, ya en el siglo XIX, hacia notar diversas sociedades controlaban sus limites poblacionales fe a los recursos alimenticios y materiales, a través de la én de un patrén de “matrimonio tardio” (en la edad de afios para las mujeres y 30 afios para los hombres), en 2 €poca en que habia muy austeros medios de control de d. El “matrimonio tardio” adicionado a la “precariedad S recursos anticonceptivos”, podia exigir el desarrollo de inadas reglas de abstinencia entre los jévenes. Recorde- que en estas sociedades los hijos ilegitimos eran rechaza- y. por tanto, no deseados, mas cuando podian comprome- as posibilidades de sobrevivencia del colectivo, al implicar, =ncialmente, una demanda extra de alimentos. mexiones como estas conforman un campo significativo para los historiadores asocien datos demograficos con aspec- ideoldgicos. En efecto, la valorizacién de la vida ascética, _asociaciones entre amor y sexo a partir de prohibiciones, surgimiento de movimientos artisticos que valoraban el i casto” (como ocurre con el Amor Cortés entre los tro- es de la Edad Media), etc., todo esto puede tener otra de comprensién al colocarnos en el lado de considerar necesidades vitales de controlar nacimientos por parte de ciedades que tenfan pocas alternativas anticonceptivas o de mentacién. Dado ello, se tornaba necesario en estas socie- ades, la creacién de ocupaciones dignas para el joven que a que retardar la constitucién de la familia: de ahi, en la Media, el enganche en aventuras como las de “caballero ite” o cruzado, la valorizacién del santo, la alternativa ae Eee El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 30, del eremitismo. Surgen también las necesidades de crear un sistema para la distribucién del patrimonio familiar entre los herederos de un jefe de familia fallecido. Algunas sociedades adoptardn el sistema de la primogenitura masculina para evi- tar que la propiedad se fragmente entre los herederos. En este caso, de ello resultaban nuevos marginados en el nticleo fami- liar, nuevas necesidades de practicas conductuales especificas y nuevas necesidades de ideologias que obligasen a todos a estas practicas. Como se ve, el dato demografico esta siempre atado a una tra- ma compleja: una variacién en un aspecto poblacional puede producir la necesidad de un gran reordenamiento en la organi- zaci6n politica, en los trazos ideoldgicos y en los bienes cultu- rales que van a ser producidos por la sociedad. Estos son sdlo algunos ejemplos, entre varios, que muestran que la dimen- sion cultural o politica, y la dimensién demografica, deben ser puestas en didlogo por el historiador. Con los ejemplos mencionados, queda claro que la Historia Demografica -la buena Historia Demografica- se obliga a dia- logar con aspectos que la ultrapasan. El historiador no se debe transformar en un mero contador retroactivo, como estamos intentando demostrar. Es necesario que, partiendo de los datos demograficos, esté atento a los acontecimientos culturales, a los acontecimientos econdmicos, a los acontecimientos politi- cos, a las ideologias, a los aspectos antropoldgicos. La Historia Demografica reafirma hoy su lugar en el campo histérico esta- bleciendo interfaces con otros campos historiograficos: con la Historia Econdémica, con la Historia Social, con la Historia Po- litica, con la Historia Cultural, 0 con otra dimensién cualquiera a ser examinada por el historiador. Hay, en esto, el imperativo relevante de que hoy, mas que nunca, el historiador evite de- jarse trabar por el eventual aislamiento de su compartimiento historiografico. La tendencia del historiador del siglo XXI, se puede prever, sera la de trabajar cada vez mas habitualmente en un campo de interconexiones, aunque él conserve su espe- cialidad. Asi como el otorrinolaringdlogo no deberia dejar de José D'Assuncdo Barros un permanente clinico general, un historiador demografico puede dejar de prepararse para dominar, satisfactoriamen- “la materia” del historiador de la cultura, del historiador ‘ial, del historiador politico. relacién a obras historiograficas vinculadas a temas demo- aficos, diremos que ellas comenzaron a aparecer en la década 1950, bajo el impulso de! método de la “reconstitucién fa- liar” desarrollado por el demégrafo Louis Henry, que aplicé ‘sociedades del pasado. El método proponia relacionar las in- jaciones relativas a nacimientos, matrimonios y muertes en determinada region, de acuerdo a lo expuesto por Henry en Manual Técnicas de Andlisis en Demografia Histérica.? A partir esto, comenzaron a producirse innumerables tesis, algunas las cuales comunicaron la Historia Demografica a un campo 0, ala Historia Regional (divisién que en nuestra grafica he- encuadrado en el criterio “abordajes”, mas especificamente el sub-jtem “campo de observacién”). El historiador regional, 0 veremos oportunamente, es aquél que trabaja con una de- inada region, y en este trabajo, dependiendo del problema riografico especifico, él puede realizar Historia Demografi- , como también Historia Econémica, Historia Cultural, etc. a el caso del entrelazamiento entre Historia Demografica e ‘toria Regional, los pioneros fueron los historiadores france- de las décadas de 1950 y 1960, sobretodo Coubert, con su uvais et le Beauvaisis (1960), donde focaliza una region fran- del siglo XVII. Esta, tal vez si la primera obra de “demo- fia social”, ademas de ser una Historia Regional, constituye verdadero anilisis social, muy atento, también, a los aspec- econémicos. En la misma linea, tenemos los estudios de e Vilar sobre la Catalufia (1962), pero dejaremos para des- és la mencién de sub-especialidades de la Historia Regional, ies ellas se refieren mas propiamente al criterio “abordajes” ‘no al criterio “dimensién”, que aqui tratamos. Louis HENRY, Técnicas de Andlise em Demografia Hist6rica, Lisboa, Gradiva, 1988. 31 El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes * La historia de la Cultura Material estudia los objetos mate- riales en su interaccién con los aspectos mas concretos de la vida humana, desdoblandose por dominios histéricos que van del estudio de los utensilios domésticos al estudio de la ali- mentacién, del vestuario, de la vivienda y de las condiciones materiales del trabajo humano. La nocién que rige a este cam- po es la de “materia” o del “objeto material”, que puede ser tanto del tipo durable, como en el caso de los monumentos y de los utensilios, como de tipo perecible, como en el caso de los alimentos. Sin embargo, este campo examina no el objeto material tomado en si mismo, sino sus usos, sus apropiacio- nes sociales, las técnicas involucradas en su manipulacion, su importancia econdmica y su necesidad social y cultural. La no- cién de cultura no deja, también, de gravitar en este campo. De esta forma, el historiador de la cultura material no sdlo estara atento a los tejidos y objetos de la indumentaria, sino, también, a los modos de vestir, a las oscilaciones de la moda, a sus variaciones conforme a los grupos sociales, a las conno- taciones politicas que, con cierta frecuencia, se allegan a for- mas de vestir 0 que, a componentes de ciertas minorias, se les obliga llevar (en especial, en sociedades en que la “diferencia” equivale a “desigualdad” entre los individuos). Con relacién a los alimentos, el historiador no se preocupara tanto de hacer exhaustivos inventarios de géneros alimenticios, sino que de comprender los modos de consumo existentes, de los regimenes alimentarios que predominan en los diferentes grupos sociales y profesionales, de las expectativas simbdlicas de cada alimento; de las formas de conservar (0 guardar) e intercambiar los géneros alimenticios. Por su parte, de la va- riedad de habitaciones, buscara extraer una comprensién de la vida familiar, de las relaciones entre puiblico y privado, de la segregaci6n social que puede ser establecida a partir de deter- minadas configuraciones del espacio, de los regimenes imagi- narios que pueden estar asociados a ciertos patrones habita- 32 José D’Assun¢ao Barros onales, de la correlacién entre los varios tipos de bienes y los pos sociales a que pertenecen sus poseedores. abordar la materialidad de una ciudad -sus monumentos, s espacios de circulacién, sus espacios de prohibicién, sus partimientos licitos ¢ ilicitos- el historiador estara buscan- io fijar los modos de vida de la sociedad que la habita y las tativas de sus habitantes. Al examinar una ciudad entre ‘os, como aquellas que eran tan tipicas de la Edad Media del principio de la Modernidad, intentara comprender lo que lifica este tipo de “vivir amurallado”, qué miedos surgen de ia especie de claustro urbano o, en contrapartida, qué sensa- ones de seguridad contribuiran al alivio del habitante amu- ado frente a los riesgos de invasiones externas. La ciudad , con otros tipos de problemas, inspirara reflexiones dis- atas y dara a conocer otros tipos de sociedades. El historiador Ja cultura material que trabaja con la Historia Urbana (que “dominio” histérico, segtin hemos indicado en el Cuadro tiene mucho que percibir de los objetos citadinos. les, objetos decorativos, herramientas, maquinas, mate- primas que daran a luz objetos manufacturados destina- a grupos de consumidores que por estos bienes tendran de gar en moneda vigente... todo esto y mucho mas puede ser eto de una Historia de la Cultura Material. Se puede concor- | uw que, ademas de la nocidén de materialidad, otra igualmente ficativa y que frecuentemente cruza ese campo histérico, a de “cotidiano”. El historiador de la cultura material estara astantemente estudiando los dominios de la vida cotidiana y la vida privada, dominios que también son compartidos por storiadores orientados a otras dimensiones 0 enfoques, como caso de los cultores de la Historia de las Mentalidades. dio de los objetos de la cultura material, hace que a especialidad de la historia esté intimamente asociada a queologia, no obstante debemos aclarar que esta ultima signacion se refiere, preferentemente, a un “abordaje” re- ado con el levantamiento y la decodificacién de fuentes E] Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes eae ee de la cultura material, y no tanto a la “dimensién” de vida social que es trafda por esas fuentes.* De este modo, al estar relacionada a un “modo” de revelar vestigios materiales y de conectarlos para reconstruir la Historia, la Arqueologia se vin- cula, de modo més coherente, al segundo orden de criterios indicado en el Cuadro | (“abordajes”). En este sentido, para un historiador, la Arqueologia remite, fundamentalmente, a los “métodos arqueolégicos” que eventualmente seran empleados para levantar fuentes y datos empiricos en el transcurso de una investigacion. Fuentes y datos sobre los que el historiador hard incidir después un determinado enfoque, que puede ser el de la Historia de Ja Cultura Material u otro. De todas formas, la Historia de la Cultura Material y la Arqueologia, frecuente- mente caminan juntas’. También Ia Historia de la Cultura Material puede actuar en conexién con campos historiograficos definidos por otras di- mensiones 0 enfoques. Asi, la “materia” y la “imagen” pueden ser examinadas en sus interrelaciones y un historiador puede asociar los campos de la Historia de la Cultura Material y de la Historia del Imaginario. Segtin Gaston Bachelard (1943), “la imaginacién de un movimiento reclama la imaginacién de una materia”*. A partir de un enfoque que no deja de ser similar, los objetos y artefactos son tenidos como complejos de tendencias 0 “redes de gestos” por Leroi-Gourhan que, de algtin modo, fue, simultaneamente, antropdlogo de Ia cultura material y del imaginario, dedicandose al estudio de las culturas paleoliticas. Una jarra, por ejemplo, seria una materializacién de la tenden- * Tradicionalmente, la Arqueologia era tratada como ciencia distinta de la Historia, generando una dimensién corporativa propia (la de los arqueé~- logos). Pero fue, precisamente, la entrada en escena de una Historia de fa Cultura Material, la que actué en el sentido de incorporar la comu- nidad arqueol6gica a la comunidad de historiadores. Es innegable que todo buen arquedlogo es también un historiador de la Cultura Material, no limitandose a recolectar residuos de civilizaciones. 7 Jean-Marie PESEZ, “Historia da Cultura Material”, In: Jacques LE GOFF (org.). A Histéria Nova. Sao Paulo: Martins Fontes, 1990, p. 202 [original 1978] ® Gaston BACHELARD. L*Air et les Songues. Paris: Corti, 1943 @ general a contener fluidos.? Relacionando gestos, image- 2s y objetos materiales, Leroi-Gourhan analiza determinados etos como la “cascara” (envoltorio), procurando establecer osas interconexiones. “Las tendencias a “contener”, “fluc- e jarro (su “cdscara”) es cocido, implica inmediatamen- otra divisién (clivaje) posible de las tendencias: cocer para tener, da como resultado jarros o vasos, coser para vestir @ a la vestimenta de pieles, coser para abrigar redunda en asa con planchas cocidas (tejado).”"" s divagaciones pueden parecer, a primera vista, demasiado tractas, pero debemos aprender de ellas. Las relaciones en- objetos de la cultura material y el imaginario pueden ser oradas creativamente por los historiadores de un campo u Independiente de ser un simbolo bélico, la “espada” tam- se abre imaginariamente para los actos del “ordenamiento ”. Ella se extiende para el gesto de cortar, que discrimina, separa, que compartimenta y que, en fin, ordena lo social. fe Ultimo sentido, la imagen incorpora, con el simbolismo ordenamiento social”, otra funcién representativa (mas de la lucha): Ja espada se torna un simbolo polisémico, entacion de la fuerza y de la justicia". aterrelaciones mas inmediatas de la Historia de la Cultura terial se establecen probablemente con la Historia Econd- 2 que, como veremos, tendra, como uno de sus tres 4m- gs basicos de preocupaciones, el estudio de la esfera de la in. En esto caso, los objetos materiales privilegiados a el estudio seran las herramientas, las maquinas, la ma- LEROI-GOURHAN, Evolution et Technique: L’‘Homme et la matiére. Paris: ichel, 1943, p.18. LEROI-GOURHAN, op. cit, p. 340s, apud Gilbert DURAND, As estrutu- antropoldgicas do imaginario. Lisboa: Presenga, 1989, p.38. sé D’Assuncao BARROS. As trés imagens do Rei - 0 imagindrio régio nos ss de linhagens e nas cantigas trovadorescas (Portugal e Castela, século ). Niterdi: 1999, p.40. José D’Assungao Barros 35, el ™ El Campo de Ia Historia: Especialidades y Abordajes teria prima o, para utilizar la terminologia marxista, los “me- dios” e “instrumentos de Produccién”, Sin contar las “técnicas” que también se tornan objetos de interés de la Cultura Material (en tanto usos que se incorporan a determinados objetos y que, por lo mismo, hasta los definen). En la esfera econdmica de la Circulacién, tendremos como importantes objetos de la cultura material a las “monedas”, que son puntos focales para los estudios de cultura material, de historia econémica y del imaginario (si el historiador se ocupa también de la simbologia de sus efigies). En cuanto a los objetos ligados al Consumo, estos son infinitos. Un ejemplo de Historia de la Cultura Medieval fue el concreti- zado por Braudel en uno de los voltimenes de Civilizacién Mate- rial, Economia y Capitalismo (1967).? Por otro lado, Mare Bloch Puede ser considerado un precursor, al tenerse en cuenta que emprendié una modalidad de Historia de la Cultura Material al analizar el “paisaje rural” en el medioevo francés'3, El tratamiento historiografico de la Cultura Material ha cubier- to buena parte del siglo XX, sea mediante algunas de la obras Pioneras ya citadas, hasta una de las més recientes y notables, como es Historia de las cosas banales, de Daniel Roche", trabajo que examina, para el Ambito de la sociedad europea de los siglos XVII al XIX, diversos aspectos como la alimentacién, la Topa y la apariencia, el abastecimiento de agua, luz y calefac- cién, los muebles y utensilios y, de una manera general, la pro- duccién de objetos y su consumo. Por lo tanto, tenemos aqui una historia del Occidente moderno a través de los objetos y de sus usos claramente inscritos en una trama de relaciones "Fernando BRAUDEL. Civilizacao Material, Economia e Capitalismo. 3 vol S40 Paulo: Martins Fontes, 1997 [edicao francesa original: 1967]. '° Mare BLOCH. Les caractéres originaux de histoire rurale francaise. Paris: A. Colin, 1952 (original de 1931). Existen también articulos de Mare Bloch que examinan los intrumentos y las técnicas utilizadas por los campesi- nos medievales (“Avénement et conquéte du molin a l'eau” y “Les inven- tions médievales”, Annales T histoire économique et sociale, t. VII, 1935), ‘Daniel ROCHE. Histéria das coisas banais ~ nascimento do consumo (séc. XVII XIX), Rio de Janeiro: Rocco, 2000, José D’Assungao Barros anas que debe ser apropiadamente captada para que la storia de la Cultura Material no se transforme en un simple entario descriptivo de bienes diversos y de sus formas de umo. Brasil registramos estudios pioneros de Historia de la Cul- fa Material con la obra Caminos y Fronteras (1956), de Sérgio arque de Holanda. Si en Visiones del Paraiso,'> este socidlo- istoriador aborda el Imaginario (campo que discutiremos adelante), en Caminos y Fronteras'® su enfoque es la vida aterial de la regidn de Sao Paulo en el periodo colonial. En lad, Sérgio Buarque focaliza la vida material como medio ra captar la interaccion entre colonizadores de origen euro- 9 y amerindios (la confrontaci6n cultural es su preocupacién sica desde 1936, con Raizes do Brasil). Se trata, por lo tanto, una Historia de la Cultura Material motivada por una pre- pacién tipica de la Historia Social de la Cultura, compren- da aqui en su sentido mas especifico. Las técnicas rurales, la ‘oduccion de alimentos, el paisaje rural sefialado por los tri- es, la industria casera y la artesania urbana, los utensilios io la hamaca de dormir) 0 los instrumentos (como el arado do en el trabajo rural) forman parte de los materiales una auténtica Historia de la Cultura Material que bus- reconstituir, a partir de una problematizacién sociocultural amplia, una red compleja que involucra objetos, técnicas sumo. Estamos, asi, frente a un horizonte abierto para la historiograffa brasilefia siga elaborando trabajos ligados modalidad histérica. Historia de la Cultura Material no es el tinico campo histo- grafico que examina las relaciones mas directas de la vida ana con la materialidad que la circunda. Si existe una ma- alidad creada culturalmente por el hombre y que se concre- Za en sus diversificados ambientes, objetos y utensilios, existe ‘Sérgio Buarque de HOLANDA. Visdes do Paraiso. Sao Paulo: Brasiliense, 1994 [original: 1959]. Sérgio Buarque de HOLANDA. Caminhos e Fronteiras.. Sao Paulo: Com- panhia das Letras, 200). [original: 1957]. 37 El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 38 también una “materialidad natural” que debe ser considera- da. Una sociedad debe necesariamente establecer contacto y formas de apropiacién relativas a un mundo material que ya estaba ahi antes de su invencién. E] hombre, ya se ha dicho alguna vez, esta destinado a relacionarse directamente con la Naturaleza que lo rodea, con la materia que encuentra a su disposicién, con los espacios donde edificaré sus ambientes sociales, con las condiciones climaticas con las cuales tendra que enfrentarse. Todo eso también formara parte de su reali- dad concreta, de su materialidad inmediata, y también aqui existira una historia que debe ser contada. La Geo-Historia estudia precisamente la vida humana en su relacién con el ambiente natural y con el espacio concebido geograficamente. Es con Fernando Braudel (1949) cuando este campo empieza a destacarse, pasando a definirse y a formar parte de los estudios histéricos de larga duracién'’. Por otro lado, la Geo-Historia puede dedicarse mas al estudio de un aspecto transversal en el decurso de una duracién mas lar- ga, como lo ha hecho Le Roy Ladurie al realizar una Historia del Clima (1967)'*. En estos casos, ocurre muy frecuentemente que el geo-historiador tome como sus fuentes, ademds de la documentacién mas tradicional, los propios vestigios de la Na- turaleza (Ladurie estuvo atento a los anillos que se forman en los troncos de los Arboles de larga vida, considerando que, de acuerdo a las conclusiones ya establecidas por los botanicos, un anillo estrecho significa un afio de seca, un anillo ancho un afio beneficiado por Iluvias abundantes). Conforme se ve, la Geo-Historia debe dialogar necesariamente con otras ciencias de la naturaleza (como los ejemplos de la Botanica o de la Ecologia). Historia Demogrdfica, Historia de la Cultura Material y Geo- Historia constituyen un fondo historico primordial. Respecti- '7 La obra prima de BRAUDEL en este campo es O mediterraneo e 0 mundo mediterrdnico na época de Felipe II. S40 Paulo: Martins Fontes, 1984, 2 vol. '8 E.LE ROY LADURIE. Times of Feast Times Famine. New York: 1971. José D’Assun¢ao Barros nte, la “materialidad humana’, la “materialidad cultural” “materialidad natural”, es sobre esos temas que hemos tado en estas dimensiones primordiales del conocimiento iografico. Existen, por otro lado, dimensiones mas eté- o de modo aparente, mas abstractas. Trataremos sobre S a continuacion. entalidades polémica, desde sus inicios, la Historia de las Mentalidades la dimension social relacionada con el mundo mental y modos de sentir, dejando bajo su rubrica una designacién ha producido grandes debates los que, por su extensién, podran ser totalmente detallados aqui.'? ertamente, ha contribuido a esta polémica el hecho de que historiadores de las mentalidades fueron los primeros que | iteresaron por determinados temas no convencionales, | netiendo ciertos dominios disciplinarios que, hasta enton- s, el grueso de los historiadores no habjan siquiera pensado tnvestigar. Asi, Robert Mandrou estudié la persistencia de tos modos de sentir que motivaron la practica de la he- ceria y su represién, en el libro Magistrados y hechiceros en cia del siglo XVIF?; Jean Delumeau estudié un conjunto de edos de larga duracién que estructuraron el modo de sentir /hombre europeo durante mucho tiempo y cuya lenta supe- cidn permitié la entrada al mundo moderno”; Phillippe Ariés nos articulos panoramicos y esclarecedores respecto de este campo ico son: Jacques LE GOFF. As mentalidades: uma histéria ambigua. = Jacques LE GOFF e Pierre NORA (orgs.). Historia: Novos Objetos. Rio Janeiro: Francisco Alves, 1988, p.68-83; Philippe ARIES, “A histo- das Mentalidades”, en: Jacques LE GOFF (org.). A Histéria Nova. S40 lo: Martins Fontes, 1990, p. 154-176; Robert DARNTON. A Historia das Mentalidades - 0 caso do olho errante, In: O heijo de Lamourette. S40 iulo: Companhia das Letras, 1990, p. 225-255. abert MANDROU. Magistrados e Feiticeiros na Franca do século XVII. Sao Paulo: Perspectiva, 1979. original: 1968] ean DELUMEAU. Historia do medo no Ocidente. Sao Paulo: Companhia das Letras, 1989. [original:1978] El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes Para citar un ultimo conjunto de historiadores que han invertido en la conformacion de una atin incipiente Psico-Historia, regis- tremos que entre los historiadores relacionados a la herencia de los Annales empezaron a surgir, a fines del siglo XX, algunas contribuciones importantes. De estos, tal vez el mas entusiasta con las posibilidades de didlogo con el Psicoandlisis sea Alain Besancon, que ha escrito un texto sobre el Inconsciente para la obra colectiva de la Nueva Historia, coordinado por Pierre Nora y Jacques Le Goff (1974)**. Fuera del circulo francés, el gran marco en los intentos de repensar las relaciones entre Historia y Psicologia, esta en la obra Freud para Historiadores (1985)*°, de Peter Gay. Su serie de obras sobre los patrones de afectividad y sexualidad en la época vitoriana, dan una idea de los caminos posibles a partir de este didlogo (1984-1995)*. 5. Historia Cultural e Historia Antropoldgica La Historia Cultural, campo historiografico que adquiere ma- yor visibilidad y consistencia a partir de las uiltimas décadas del siglo XX, no obstante contar con antecedentes a partir de comienzos de ese mismo siglo, es particularmente rica al contener en su seno diferentes posibilidades de tratamiento no siempre coincidentes. Sdlo para anticipar algunas de estas posibilidades de objetos, diremos que ella se abre a estudios sobre “la cultura popular”, “la cultura letrada”, las “represen- taciones”, las practicas discursivas compartidas por diversos grupos sociales, los sistemas educativos, la mediaci6n cultural a través de intelectuales, y otros campos tematicos cruzados por la polisémica nocién de “cultura”. Esta Historia Cultural -entendida como una Historia de la Cultu- ra que no se limita a analizar sdlo la produccién cultural literaria y artistica oficialmente reconocida- ha atrafdo el interés de his- * Alain BESANCON. “O Inconsciente”, In: Jacques LE GOFF e Pierre NORA (orgs). Histéria: Novos Objetos. Rio de Janeiro: Francisco Alves, 1988 Peter GAY. Freud para Historiadores. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1989 Peter GAY. A experiéncia burguesa a rainha Vitéria a Freud. A educacéo dos sentidos. S40 Paulo: Companhia das Letras, 1988 [original:1984] dores de diversos matices tedricos, incluyendo a especia- vinculados a la historiografia marxista. En nuestro caso, ilizaremos la expresién “Historia Cultural” para referirnos © a aquella corriente historiografica (la “Nueva Historia I” francesa, por ejemplo), sino para aludir a toda histo- que se halla volcada al estudio de la dimensi6n cultural aa determinada sociedad histéricamente localizada. parte, también en el terreno de las definiciones de esta ografia, habitualmente se hace una distincién entre una "a Social de la Cultura (0 una Historia Cultural propiamente 'una Historia de la Cultura, que se limita a examinar estilisti- ente ciertos objetos culturales, en general pertenecientes al eo a la gran Literatura, como si estos objetos pudiesen pordados de manera individual, mas 0 menos desvincu- de la sociedad que los produjo. El campo de este tipo de a de la Cultura que, repetimos, enfrenta de modo descon- alizado los productos de la historia de la literatura, del arte esofia, es el que se denomina de Historia Intelectual”®?, ealidad, la Historia Intelectual es solamente una pequefia de la Historia Cultural, no obstante fuese este tipo de his- intelectual -unido a una Historia del Arte en version igual- @ restrictiva- la que consumi6 la atencién de los historia- = culturales del siglo XIX. Se estudiaba, en aquel momento, itura renacentista (en el bien entendido de que ella era mocida como “alta cultura”), las obras de arte de varios pe- 9s, los grandes textos literarios, los tratadas filosdficos (que tiempo darian paso a la Historia de las Ideas). Ciertamente, ender a este tipo de temas, pasaban de largo por las mani- aciones culturales amplias y variadas de la cultura popular, as de no reconocer que cualquier objeto material produ- por el hombre forma parte, igualmente, de la cultura (de la material, como ya hemos visto). Ademds, omitieron el 2 de que toda la vida cotidiana esta incuestionablemente aen el mundo de la cultura: al existir, cualquier individuo er nota niimero 119 José D’Assuncdo Barros 57, E| Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 58 ya esta automaticamente produciendo cultura, sin que para ello sea necesario ser un artista, un intelectual o un artesano. El propio lenguaje y las practicas discursivas que constituyen la sustancia de la vida social, fundamentan esta nocién mas am- plia de Cultura. “Comunicar” es producir Cultura, y de entrada esto ya implica la reconocida duplicidad entre Cultura Oral y Cultura Escrita (sin mencionar que el ser humano también se comunica a través de los gestos, del cuerpo, y de su manera de estar en el mundo social, esto es, de su “modo de vida”). Para ejemplificar con un dato significativo, tomemos un libro, objeto cultural tenido como relevante por todos los preocupa- dos por los problemas culturales. Cuando se escribe un libro, su autor esta desempefiando el papel de un productor cultural. Esto todos lo reconocen. Sin embargo, lo que fue agregado por las mas recientes teorias de la comunicacién es que, al leer este libro, un lector comuin también esta produciendo cultura. La lectura es una practica creadora tan importante como el gesto de escritura del libro. Aun mas, se puede decir que cada lector recrea el texto original de una nueva manera, esto de acuerdo a sus ambitos de “competencia textual”, con sus especificidades y con su capacidad de comparar el texto con otros que ha leido y que pueden no haber sido previstos 0 siquiera conocidos por el autor del texto original que se esta prestando a la lectura. De esta forma, una pr4ctica cultural no es constituida sdlo en el momento de la produccién de un texto o de cualquier otro objeto cultural, ella también se constituye en el momento de la recepcion. Recurrimos aqui a este ejemplo a fin de destacar la complejidad que involucra cualquier practica cultural y que son, como sabemos, infinitas*. 5 La tendencia en las ciencias humanas de hoy es a hablar en una “plura- lidad de culturas” mas que de una Unica Cultura tomada de forma gene- ralizada. En nuestro caso, como estamos empleando la expresién Histo- ria Cultural como uno de los enfoques posibles del historiador ante una realidad social a ser descifrada, utilizaremos, en algunos momentos, la expresién empleada en el singular como ordenadora de esta dimensién compleja de la vida humana. Sin embargo, se trata de una dimensién miiltiple y plural y, en consecuencia, puede generar diversas aproxima- ciones diferenciadas. José D'Assun¢ao Barros Para aprovechar el ejemplo presentado, podemos evocar, des- de ahora, una delimitacién (definicién) de la Historia Cultu- ral elaborada por Georges Duby. Para este historiador francés, este campo historiografico estudiaria, dentro de un contexto social, los “mecanismos de produccién de los objetos cultura- les” (aqui entendidos como cualquier objeto cultural, y no sdlo los opus oficialmente reconocidos). El ejemplo propuesto nos autoriza a enfatizar que la Historia Cultural se centra no sdlo en los mecanismos de produccidn de los objetos culturales, ino, también, en los mecanismos de recepcidn de los mismos fy ya hemos visto que, de un modo u otro, la recepcién es tam- ién una forma de producci6n). Establecido esto, retomemos comparacién entre los actuales tratamientos historiograficos la Cultura y aquellos que eran tan tipicos del siglo XIX. | ignorar la inevitable complejidad de la nocién basica que fundamentaba, la Historia de la Cultura, tal como era prac- ada hasta hace algunas décadas, era una historia elitista, to de los sujetos como de los objetos estudiados. La nocién “cultura” que la regia, era una nocién demasiado restrin- la y fue prontamente desautorizada por los avances de la flexion antropoldgica. Esto no significa que las producciones nsideradas de “alta cultura” o que la produccién artistica nonizada por la museologia hayan perdido interés para los toriadores. Al contrario, estas altas manifestaciones del Arte Literatura se estudian hoy historiograficamente mucho mas e en los siglos anteriores. Sdlo que, a estas nociones e inte- es mas restringidos, se sumaron otras variadas modalida- de valoracion cultural. Esta perspectiva ha sido la principal mtribucién que el siglo XX trajo a la Historia de la Cultura. ‘0, ademas de esto, muy importante también ha sido el he- de connotar y auscultar a la Cultura también como un eso comunicativo y no tan solo como la totalidad de los nes (culturales) producidos por el hombre. A este aspecto, mtribuyeron de modo notable las originales elaboraciones de teorias semidticas de la cultura. iS nociones que mas habitualmente se acoplan a la de “cul- a EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes tura” para constituir el dominio de la Historia Cultural, son las de “lenguaje” (0 comunicacién), “representacién”, y de “prac- ticas”. Sobre esta Ultima, aclaremos que se trata de practicas culturales desarrolladas entre los individuos y entre estos y su mundo 0 entorno. De modo mas estricto, se habla de “practi- cas discursivas” y “practicas no discursivas”. Por su parte, los objetos de la Historia Cultural, a la luz de la compleja nocién de cultura que hoy predomina en la historiografia profesional, son innumerables (ver Cuadro 2). Para empezar por los objetos, que ya formaban parte de los antiguos estudios historiograficos de la Cultura, reiteraremos los concernidos al dmbito de las Artes, de la Literatura y de la Ciencia, campo de por si amplio y muy variado y en el cual tienen cabida desde las imdgenes que el hombre produce de sf mismo, de la sociedad en la que vive y del mundo que lo rodea, hasta las condiciones sociales de produccién y de circulacion de los objetos de arte y literatura. Amén de estos objetos, que sintonizan claramente con la tradicional “cultura letrada”, se deben incluir todos los objetos de la “cultura material” y los “artefactos” (concretos 0 no) oriundos de la “cultura popular” producida a nivel de la vida cotidiana por actores sociales mul- tiples. — Organizaciones sociculturalesy relgiosas Poeeedintanr™ [pet] Educacn ystemas educates Inletuaes pros Heep ff Pe roduciores y , # rr : On conects ade is ‘Camavalizacin de la fe ry = Industria Cultural Fetichizacion dela Cultura Pueblos alos HISTORIA. CULTURAL Historia del Imaginario pensar y de sentir istria de las Mentalldades 19 soueg opSunssy,q asof El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes De igual modo y como ya se ha dicho, la reciente Historia Cul- tural se interesara por los sujetos productores y receptores de cultura, lo que abarca tanto la funcién social de los “intelec- tuales” (en el sentido amplio, como veremos adelante), hasta el ptiblico receptor, el lector comtin o las masas capturadas modernamente por la llamada “industria cultural”, topos que también puede ser relacionado como una agencia productora y difusora de cultura, al igual que otras de caracter mas insti- tucionalizado, como son los sistemas educativos, la prensa y medios de comunicacién, las organizaciones socioculturales y religiosas, etc. También, mas alla de los sujetos y agencias que producen la cultura, son posibles de estudiar los medios a través de los cuales ésta se produce y se transmite: las prdcticas y los proce- sos. En fin, la “materia-prima” cultural propiamente dicha (los patrones que estan detras de los objetos culturales producidos), a saber: las “visiones de mundo”, los sistemas de valores, los sistemas normativos que constrifien a los individuos, los “mo- dos de vida” relacionados con los varios grupos sociales, las concepciones que estos grupos sustentan y promueven, las ideas diseminadas a través de corrientes y movimientos de di- versos tipos. Y, con una aproximacién mas cercana a la Histo- tia de las Mentalidades, pueden ser estudiados los modos de pensar y de sentir tomados colectivamente. Estos muchos objetos de la Historia Cultural, distribuidos o compartidos entre los cinco ejes fundamentales presentados en el Cuadro 2 (objetos culturales, sujetos, practicas, procesos y patrones), han conformado un muy especial foco de intereses para una gama de historiadores del siglo XX. En los parrafos que siguen, buscaremos discutir algunas de las mas impor- tantes contribuciones que han actuado en favor de la consti- tucién de este campo de estudios. Muchos autores no estaran, no porque no merezcan figurar en un balance como éste, sino porque debemos hacer una seleccién en funcién de la breve- dad requerida por un texto que pretende ser sintético. José D’Assungdo Barros En el seno del Materialismo Histérico, la preocupaci6n por la Historia Social de la Cultura ha tenido muchos desdoblamien- tos. La Escuela Inglesa del Marxismo -con autores como Thomp- son, Eric Hobsbawm y Christopher Hill- se especializ6, por ‘ejemplo, en una triple articulacién entre la Historia Cultural, la Historia Social y la Historia Politica. Sus trabajos remontan a la década de 1960. La renovaci6n de los estudios culturales roducida por la Escuela Inglesa ha sido fundamental para re- nsar el Materialismo Histérico, particularmente para flexi- ilizar el desgastado esquema que asume a la sociedad desde bipolaridad entre infraestructura y superestructura. Con los rxistas de la Escuela Inglesa, el mundo de la Cultura pasa ser examinado como parte integrante del “modo de produc- 6n” y no como un mero reflejo de la infraestructura econémi- de la sociedad. Existiria, de acuerdo a esta perspectiva, una teracciOn y una retroalimentacién continua entre Ja Cultura las estructuras econémico-sociales de una Sociedad. Des- arecen aquellos esquemas simplificados que preconizaban determinismo lineal -defendidos por la historiografia es- inista-, y que ya habian sido criticados en su momento por tonio Gramsci, otro marxista especialmente preocupado por campo cultural. Citemos un decidor fragmento de Edward fnompson: “Una division teérica arbitraria como ésta, de una base econémica y una superestructura cultural, puede ser hecha en la cabeza y bien puede asentarse en el papel durante algunos momentos. Pero no pasa de ser una idea en la cabeza. Cuando procedemos al examen de una sociedad real, cualquiera que sea, rapidamente descubrimos (0 por lo menos deberiamos descubrir) la inutilidad de proceder considerando este tipo de divi- sién.”* Edward P. THOMPSON. “Folcklore, anthropology and social history”, The Indian Historical Review, n. 2, 1977. lincluido en E.P. THOMPSON. Folclore, Antropologia e Histéria Social. In: As peculiaridades dos ingleses e _ outros artigos. Sdo Paulo: UNICAMP, 2001, p. 254-255] 63 64 i El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes La dimensién cultural que Edward Thompson agregé a con- ceptos fundamentales del Materialismo Hist6rico (Ia que, como a él le gustaba decir, ya estaba implicita en el verdadero Marx olvidado por marxistas posterlores) fue fundamental para una historiografia marxista que necesitaba extender su reflexién a nuevos dominios, como la contribucién teérico-practica que Braudel hiclera a la historiografia francesa asociada a los An- nales, Basta leer el corto prefacio de Thompson a La Formacién de la Clase Obrera inglesa (1960) para percibir el cardcter de su propuesta, simulténeamente teérica y empirica.* Cuando reflexiona sobre los usos del concepto “clase social”, de inmediato el historiador inglés toma distancia, sea de los pensadores marxisias que vefan a la clase social como una estructura 0 como una “categoria” abstracta, sea de quienes la veian como una “cosa”®*, Clase social, para Trompson, es algo que ocurre efectivamente y cuya ocurrencia puede ser demostrada empiricamente por el andlisis histérice, pero como una relacién. No se trata de “retratar” a la clase social como si ésta fuera un cuerpo inerte extendido en una mesa de cirugfa (para utilizar una imagen del propio Thompson). La clase social tiene que ser percibl- da como “relacién" y “proceso” en medio al devenir histéri- co y, de preferenciz, en puntos privilegiados del desarrollo de una “conclencia de clase’, Sélo asf el historiador, al examinar determinados grupos de hombres en un periodo concreto de cambios sociales, seré capaz de observar, precisamente, cier- BR Paz e Terra, 1987, 3 vol. % “Gxiste actualmente una tentacién generalizada en suponer que la clase es una cosa No era este el significado en Marx en sus escritos hist6rl~ cos, pero el error deforma muchos textos “marxistas” contempordneos. “lla”, la clase obrera, es tomada como tenlendo una existencia real, capaz de ser definida casi mateméticamente: una cantidad de hombres {que se encuentra en cierta proporcién con los medios de produccién {..J Pero un error semejante es cometido diariamente del otto lado de la linea divisoria ideolégica. De cierta forma, es una negactén pura y simple" (La Formacién de la Clase Obrera Inglesa, vol. 1, p.10) fosé D'Assunsao Barros tas constantes en sus relaciones, sus ideas e instituciones.*” La clase, ademas de su componente econdmico, debe ser vista como una formacién social y cultural. Este tiltimo aspecto es tan importante que Thompson dedica la primera parte de La Formacién de la Clase Obrera inglesa al estudio de las tradiciones populares que, vigentes en el siglo XVIIL, influyeron en las agitaciones jacobinas entre los trabaja- dores ingleses de los afios 1780 a 1832 (su abjeto de estudio). En este sentido, estudié -sin utilizar este término- el imagi- nario sobrenatural y apocaliptico de las sectas radicales, las Ideas que citculaban en los pequefios niicleos intelectuales, las précticas culturales que forjaron los sectores populares para resistir a los poderes instituidos. Examiné suefios extraidos de diarios, las canciones, los diarios populares, los panfletos, los trataclos, los sermones de pastores radicales, las peticiones de trabajadores, los aforismos de William Blake, el eddigo popular no escrito, en contraste con el cédigo legal, en fin, nada de lo que era cultural lo dejé sin considerar. La lectura de los tres volimenes de Formacién de la Clase Obre- ra Inglesa ofrece una verdadera clase de Historia Cultural tra~ bajada en conexién con una Historia Politica de nuevo tipo. Pero el trabajo angular que sintetiza las ideas fundamentales de Thompson respecto a la Cultura y donde da a conocer un cimulo de diversificadas investigaciones realizadas por él en- tre 1960 y 1977, es el que aparecié con el titulo de Folclore, Antropologia e Historia Socia*. En éste, junto con defender la necesidad de un didlogo con la antropologia, Thompson revela una conciencia muy clara de su posicién dentro de la Historia de la Cultura, aiadiendo al viejo dicho de “sin produccién no “La conciencia de clase es la forma en que esas experlenelas son tra~ tadas en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales" (op. et, p.10) ‘Thompson prefiere hablar de una “imagistica millenarista” (op.cit., vol.1, p.49) Edward P. THOMPSON. “Folcklore, anthropology and social history", The tndtan Historical Review, n. 2, 197 EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordujes hay historia", el de “sin cultura no hay produccin™®, Adems, llama atencién hacia nuevas cuestiones que Juego serian ex- ploradas por los historiadores del imaginarlo y de las repre~ sentaciones, como la cuestidn del “teatro del poder”: “Los duefios del poder representan su teatro de ma- jestad, supersticién, poder, riqueza y justicia sublime. Los pobres actan en su contra-teatro, ocupando el es- cenatio de las calles, de los mercados y empleando el simbolismo de la protesta y del ridiculo”* + Aspectos relacionados con la violencia simbilica ~sea la vio- Jencia simbélica del Estado, sea la violencia simbélica de la protesta popular~ son articulados a la nocién utilizada por ‘Thompson de “teatro del control”. Con relacién al primer t6- pico, el del “teatro del control” ejercido a través de las ejecu- ciones ptiblicas en la Inglaterra del siglo XVIII, Thompson va al encuentro de reflexiones andlogas que estaban siendo desa- rrolladas por Foucault en Vigilar y Castigar (1975)*. Se desta- ca, aqui, la importancia que se daba en aquella época, tanto a la ceremonia de ejecucién delante de la multitud que habia asistido a la teatral procesién de los condenados, como a la consecuente publicidad del escarmiento por medio de la distri- bucién de feletos con las tltimas palabras de la victima. Son © *Folelore, Antropologla e Histérla Social”. En: As pecularidates dos ingle- ‘ses € outros artigos. p. 258-259. 5 Ibid. p.239-240. © Michel FOUCAULT. Surveller et Punir ~ Naissance de la Prsion. Paris: Ga~ Wimard, 1975 (igiar e Punir, histria da violencia nas prisdes, Petrépolis: Vozes, 1977). En realidad, ef objeto de Foucault en Vigllar y Castigar ‘es mas amplio y abarca la permanente reconfiguracién histética de las, “recnologias de poder”, desde aquellas tecnologias que se sustentaban en el siglo XVII en sistemas puritivos basados en e! “teatro de elecu- ciones” hasta las teenologias de poder que se establecen con relacién al cuerpo, como algo analizable y manipulable por el poder. Para el clercicio de este poder, como bien fo destacé Foucault, son constituldos varios mecanismos que van desde los sistemas de punicién historica- mente localizables hasta el ‘mirar panéptico”: teatro del poder invisible, vigllancla que dispensa la presercia consolidando una forma de poder que hace que el individuo lo acate a veces sin advertt, 0 a veces por sentirse vigilado por un ojo oculto que esté en todas partes. 66 sé D”Assungao Barros cuestiones muy actuales en el campo de una Historia Cultural atenta a las imagenes del poder, a las que Thompson se anti- cipa como pionero abservando, al unfsono, lo que se refiere al teatro de las autoridades como al contrateatro popular, El trabajo registra, ademds, una serie de investigaciones reali- zadas por Thompson respecto a rituales de tradicién popular (la “venta de esposas”), de las formas culturales de resistencia © de los charivari (“misica ruidosa” utilizada por las clases populares para censurar piiblicamente a los infractores de las normas de la comunidad). De esta forma, es relevante su pre~ ocupacién por examinar la Cultura y la Sociedad no desde del punto de vista del poder instituido, de las instituciones oficiales 0 de la literatura reconocida, sino, desde la perspectiva popu- lar, marginal, rara, no-oficial, de las clases oprimidas, lo que, por otra parte, lo coloca como uno de los pioneros de la llama~ da Historia Vista desde Abajo®., La perspectiva de Thompson culmina con Sefiores y Cazadores (1975), obra que es una espe- cle de punto de partida en el rescate del pasado de los campe- sinos de Inglaterra, de sus luchas por conquistar el derecho a utilizar las praderas para la caza y sus modos de resistencia al poder constituido". Pocos autores como Edward Thompson han influido en la his- torlografia cultural en Brasil, Joao José Reis, evocando al histo- riador inglés, se propone indagar en una “economia moral del sentimiento religiosa” con La muerte es una fiesta, definida por él como una “Historia Social de la Cultura”, aunque admitien- El rétulo “Historia Vista desde Abajo" aparece por primera vez en un articulo de Edward Thompson (‘History fram Relow", The Times tite= racy Supplement, 7 de abril de 1966, p. 278-280). Posteriormente, fue Publicado un libro titulado History from Below que consagré el término ilstory from Below: Studies in Popular Protests and Popular Ideology. Oxford: ced. Frederick Krantz, 1988). En Brasil, ef articulo le Thompson sobre la “tilstorla vista desde Abajo” fue incluido en la coleecién de articulos As pecullaridades des ingleses, op.cit., p. 185-201. Se debe anotar, en todo caso, que la “Historia vista desde Abajo" no es una especialidad de la Historla, sino una forma de examinarla. “Edward P. THOMPSON. Senhores e Cacadores a orlgem da le negra. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1987 61 iCampo de fa Historia: Especialidades y Abordajes 68 do algunas influencias de obras de Historia de las Mentalida- des destinadas al estudio de las actitudes del hombre ante la Muerte. En otras obras, Reis, junto con KAtla Mattoso, habfa sido uno de los primers en llamar la atencién al hecho de que los esclavos brasilefios no fueron victimas pasivas: a su modo, utilizaron la esclavitud para negociar y su inteligencia para claborar estratagemas y planes que pueden ser vistos como formas de resistencia frente al poder que los dominaba. La cuestin de las formas sutiles de resistencia emprendidas por Jos esclavos fue y ha sido una cuestién polémica entre los histo- riadores brasilefios relacionados con la esclavitud en el siglo XIX. nos observan, en los estudios de las estrategias desarrolladas por los esclavos en su vida cotidiana, la presencia de un discur- so historiogréfico que tiende a diluir la crueldad de la institucién esclavista. Asocian a esta linea de pensamlento los trabajos ta- les como Casa Grande e Senzala (1933) de Gilberto Freyre®, que habia sido el primero en insistir en el modelo del paternalismo. Otros, como Jodo José Refs, sefialan que ver el problema desde los nuevos angulos de las estrategias cotidianas es iluminar las imiiltiples formas de resistencia que los esclavos podian desarro- llar. Esta opinién los ha llevado a autodenominarse hijos de la linea historiografica propuesta por Thompson, Pero volvamos a los aspectos relacionados con la Historia Cultural. La Escuela Inglesa del Marxismo tiene otros autores igualmente importantes. Considerando un uso diversificado de fuentes, tal como Jo realizara Thompson, los empefios de Christopher Hill, ‘© Gilberto FREYRE, Case Grande e Senzala: Formacto da Fama Brasileira sob © Regime da Economia Patriarcal. Rio de Janeiro: José Olympio, 1962. Se argumenta que Gilberto Freyre, con esta obra pionera, es el fundador de una vision de la identidad brasilenia que se basa en una historia donde los confictos se armonizan. Sus adversarios se refieren a esta linea de ppensamiento como el *mito de la demacracia racial”. La obra de Freyre tendié a ser endiosada en las décadas de 30 y 40, criticada severamente por la izquierda a partir de 1950 (sobre todo desde 1963, cuando Freyre se acerca a la derecha y llega a apoyar a la Dictadura Militar). Final- mente, indiquemos que su obra es retomada por los historladores de lo cotidiano en la década de 1980 José D'Assungao Barros por una Historia Cultural abordada en su dimensién social, pue~ den ser claramente captados en la lectura de su libro Ef Mundo de Cabeza (1971)*, donde examina los diversos estratos cultu- rales que sustentaban las ideas radicales durante la Revoluctén Inglesa de 1640, De igual manera, su propuesta también se revela en la obra sobre Oliver Crowmell (El Elegido de Dios), don- de Hill da comienzo al proyecto de realizar una Historia Cultural a través de una biografia problematizada"*. Con esto, Hill, junto a otros dentro y fuera del marxismo, retomaba un género que habia sido rechazado durante la mayor parte del siglo XX. Los estudios marxistas sobre la Cultura, en su dimensién his térica y social, adquirieron un elevado nivel de madurez a par- tir de la década de 1970. Sin embargo, su ratz debe ser buscada antes, en autores como G. Lukdcs (1885-1971) y A. Gramsci (1891-1937). Antes de que la historiografia marxista se abriera a los nuevos objetos explorados por la Escuela Inglesa -que asume un concepto amplio de Cultura, al abarcar la cultura popular y también la cultura en su sentido mas antropolégico- fueron estos autores los que abrieron caminos a una Historia Cultural fundamentada en el Materialismo Historico. Lukées comenz6 a dirigir su atencidn hacia los problemas de la Cultura -particularmente en el campo estético- tras el pe- Christopher HILL.O mundo de Ponta Cabeca, Sao Paulo: Companhia das Letras, 1991 En esta obra, Ia idea de Hill es examinar todo un universo cultural que habla sido omitido por los historiadores de la Revoluctén inglesa, més preocupados con los estratos culturales asociados a la Reforma y a la filosofia mecanicista, o con la divisién politica entre monarquistas y par- lamentaristas. Hill estudla un Smbito cultural y politico poco conocido: “la revuelta en el interior de la Revolucién", poblada por una mirlada de grupos, como los quacres, levellers, diggers y ranters. Este mundo comienza a aparecer cuando Hill hace ciertas preguntas a las fuentes y cuando asume una nueva perspectiva historiogréfica que anticipa, de modo sorprendente, tendencias posteriores. Criticando a otto historia- dor que examiné el mismo perfodo, Hill anuncia: “su punto de vista es desde lo alto, desde el palacio de Whitehall, mientras el mio es el punto de vista del gusano. El indice, al fin, de su libro y del mfo, contiene lstas de nombres completamente diferentes” (op.cit.,p.30) Christopher HILL, O Elkito de Deus. So Paulo: Cla. das Letras, 2001 1970] 69, El Campo de la Historia: Especialidades y Abordaes riodo que culminé con la produceién de Historia y Conciencia de Clase (1922), su obra mas conocida. En efecto, hacia 1930 y a base de una fuerte autocritica de varios de los contenidos de la mencionada obra, inicia un vasto plan de consideraciones es- tétieas. Empezando por analizar criticamente una serie de tex- tos especificos en que Marx y Engels habfan reflexionado sobre cuestiones relacionadas con el Arte y la Literatura, el pensador hiingaro pasé a priorizar, en consecuencia, un enfoque de or- den cultural®. Un punto algido en este camino de reflexién, fue la célebre polémica de 1937 con el dramaturgo Bertolt Brecht. Ambos fueron tedricos de una “estética comprometida” que preconizaba el involucramiento del artista con los cambios so- ciopoliticos de su realidad a través de la adhesin a un arte “realista”, No obstante, discrepan en lo que consideraban un “auténtico realismo": para Lukacs, se trataba de un realismo formal que tenia su modelo en los romanticos del siglo XIX; para Brecht, de un realismo que podia asumir nuevas formas y tendencias mas modernas, inclusive el expresionismo”. En lo que se reflere a la relaciGn entre Arte y realidad social, Lukacs atin se basa en la *tcorfa del reflejo", pero ya admite (reto- mando algunos textos de Lenin) que el reflejo de lo real en la conciencia, no es un acta simple y directo”. Georg LUKACS. Histria e Consciéncia de Classe. Porto: Elfos, 1974. ® El trabajo destinado a la recuperacién y critica de los textos estéticos de Marx y Engels fue realizado en colaboractén con Mikhall Lifschitz, historiador soviético también interesado por los aspectos culturales. * *Realismo™ para Brecht era “poner desnuda” a verdadera vida social y desenmascarar el punto de vista de la clase dominante, sin que esto implicara utilizar las formas del realismo antiguo. Precisamente, para acompafar los cambios de su tiempo, el artista comprometido debia estar abierto a las nuevas formas, sin que eso implicara identificar el ccompromiso y su actitud realista, con un estilo cualquiera en particular (BRECHT, On Theatre. London: Methuen, 1955). ® gn Plekhanov (1875-1918): uno de los primeros criticos marxistas del arte, En él, esta dependencia de la creacién estética de las ircunstancias socio-econémicas era mas estrleta y lineal, lo que le merect severas criticas de Gramsci. Ya Mehring (1846-1919) y Trotski (1877-1940) re- conocerian una relativa autonomia del arte. La teoria del reflejo se torné ‘aun mas lineal con el estalinistno. Jsé D’Assungdo Barros Con Gramsci, tendremos nuevos elementos de interés para una Historia Cultural. En primer lugar, el filésofo italiano afirma que todos los hombres, sin excepcién, son intelectuales, aun- que no desempeften en la sociedad la funcién estricta de inte- lectuales”. Eso abrirfa, en el futuro, la posibilidad de estudios sobre la multidiversificacién de sujetos productores de cultura Ademés, Gramsci también fue uno de los primeros en résaltar lo que llamé el “cardcter activo de las superestructuras”, lo que lo llevé a adoptar el concepto de “bloque hist6rico” como una totalidad constituida por la interaccién entre la infra y la superestructura. Claramente vemos aqui los antecedentes de la ampliaci6n del concepto de modo de produccién para la inclusién del émbito cultural, tal como seria propuesto por ‘Thompson. Con relacién a sus principales objetos de interés, Gramsci se cocupé primordialmente de los mediadores culturales identifi- cados con los “intelectuales", proviniendo de ahi su célebre tipificacién entre “intelectuales tradicionales” ¢ “intelectuales organicos”, y la proyeccién de ellos en los ambientes rural y urbano. En estrecha relacién con esto, su preocupacién fun- damental se dirigié al estudio de los mecanismos de construc cién de hegemonia, por medio de los cuales un grupo (clase) podia ejercer un poder social de manera més eficiente que el producido por el mero ejercicio del poder estatal. En concreto, esta mayor eficiencia radicaba, segiin él, en las formas politi- cas compenetradas en el Ambito lo cultural. . ‘tra vertiente de renovacién que incide sobre las perspectivas de una nueva Historia Cultural fue la aportada por la Escuela de Frankfurt, tencencia de! Materialismo Histérico que propu- 50 una radical renovacién del marxismo a base de un didlogo con el Psicoandlisis y las teorfas de la Comunteacién, propi- ciéndose, a partir de ahi, estudios que privilegiaron diversos factores culturales de la vida social. Antonio GRAMSCI, Os Intelectualse a Formagio da Cultura. Rio de Janetto: Clullzagao Brasileira, 1982 [original péstumo: 1949] [ El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes R El grupo surgi6 en la Alemania de 1925 y tuvo, entre sus prin- cipales representantes, a Theodor Adorno, Erich Fromm, Her- bert Marcuse, Walter Benjamin, Max Horkheimer y, mas tarde, a Jiirgen Habermas. No se trata de un grupo de historiadores proplamente tal, estando constituldo por filésofos, socislogos y psicélogos. Sus preocupaciones centrales se asocian al desa- rrollo del Capitalismo en la modernidad, temas que han contri- buido a un tratamiento mas complejo de la Cultura, sin lo cual no serfa posible hoy una Historia Cultural en sentido pleno. ‘demas de sus renovadoras criticas a la facionalidad moderna, al autoritarismo y al totalitarismo politico (incluso a la vertien- te estalinista de la época), los problemas privilegiados por la Escuela de Frankfurt ~y que interesan mas a una Historia Cul- tural~ miran hacia la cultura de masas, al papel de la ciencia y de la tecnologia en la sociedad moderna, a la familia, a la sexualidad. Aparece, ademas, un especial interés por los pro- blemas vinculados a la alienacién, a la pérdida de autonomia del sujeto en la sociedad industrializada. Intentando compren- der todos estos objetos a partir de una perspectiva abierta, los frankfurtianos expanden con audacia los limites del Materia~ jismo Histérico: fieles a los textos primordiales de Marx -con especial interés en aquellos que abordan la alienacién, la ideo- logia, la fetichizacién de las mercancias y la dimensién cultural y filoséfica tratadas en los Manuscritos de 1844~ también se vuelven lectores’ atentos de Nietzsche, de Heidegger, de Freud. ‘Adorno, interesado en la Estética Musical, se hace alumno de composicién de Schoenberg, miisico que ha introducido el ato- nalismo en la Musica moderna. Walter Benjamin profundiza en el estudio de Ja estética del Cine, el arte de masas por excelen- cia (en una época que atin no conocia la explosién televisiva). Jarrgen Habermas transita por los caminos de semiotizacién de Ja cultura, elaborando una teoria de la “accién comunicativa”. Las contribuciones de Habermas a una teoria social de la Cul- tura tienen su piedra angular en el hecho fundamental de que la sociedad y la cultura estan estructuradas alrededor o a tra- vés de “simbolos” que exigen interpretacion. Mas proplamen- José D'Assuncao Barros te, con relacién a su “teoria de la accién comunicativa”, desa~ rrolla el presupuesto inicial de que todo proceso comunicativo parte de la utilizacion de reglas semédnticas inteligibles para los otros, lo que, en otras palabras, corresponde a la comprensién de la acclén comunicativa como inserta en un sistema y una red semiética. El uso de un idioma, por ejemplo, traeria en sf -més alla de las visiones de mundo- determinadas riormas sociales y derechos que serian evocados automaticamente por el emisor de un discurso, con o sin una auto-reflexién cons- ciente de este proceso. En realidad, el conocimiento social se- ria gobernado por normas consensuadas capaces de definir expectativas reciprocas sobre el comportamiento de los indi- viduos. Finalmente, el proceso comunicativo idealmente com- pleto estaria aun mas fortalecido por la intencidn 0 conviccién de transmitir un contenido verdadero y seria, precisamente, la trasgresién de esta norma (su contrariedad) lo que generaria la Hamada “comunicacién distorsionada’. De ahi los estudios de Habermas sobre los procesos median- te los cuales una ideologia distorsiona la realidad y sobre los factores que influirian en la “falsa conciencia", destinada a representar los poderes de dominacién.'Como veremos més adelante, la reflexién acerca del concepto de “ideologia”, aqui presentado, es fundamental para una Historia de la Cultura puesta en contacto con una Historia Social, en particular si in vestigamos el modo cémo la red de dependencias de los indivi- duos que coexisten en sociedad est anudada por un conjunto de factores sexuales, politicos, tecnolégicas y culturales. La preocupacién por las relaciones entre Cultura y Lenguaje esid a la base de una serle de otros significativos desarrollos cen pos de la propia teorizacién de 1a Cultura. Como el lenguaje es esencialmente manifestacién “dialégica” (involucra necesa- riamente la confrontacién entre una pluralidad de voces), los contactos entre la Sociologia de la Cultura y la lingiistica han abierto espacio a una concepcién mas milltiple y dialégica de la propia Cultura. Es en este sentido que encontraremos la ins piracién para una Historia Cultural que caracterizaremos como I Campo dela Histor a specialidades y Abordajes “polifénica”, Pensar la Cultura en términos de polifonia es bus- car sus miiltiples voces, sea para identificar la interaccién y el contraste entre 4mbitos culturales diferentes al interior de una misma sociedad, sea para examinar el didlogo o el “choque cultural” entre dos culturas o civilizactones distintas. Dentro de esta interseccién que dialoga habilmente con la lin- giiistica y con la semistica, encontramos autores como Mikhail Bakhtin y Tzvetan Todorov. La obra inicial de este grupo es la eélebre obra de Bakhtin Cultura Popular en la Edad Media y en el Renacimiento (1946)", libro que inaugura el estudio del “didlogo” entre las varias voces que pueden ser percibidas en una misma préctica cultural o en un mismo texto, 0 hasta en una unica palabra o concepto. La sistematizacién tedrica de Bakhtin encuentra su punto de partida en Marxismo y Filosofia del Lenguaje (1929)", encaminndose luego al andlisis de la “polifonia de voces” que el historiador y el lingitista pueden descifrar en obras artisticas y literarias, tal como fue en el caso de los estudios del mismo Bakhtin sobre las novelas de Dos- tolevski (1929). De Bakhtin, Carlo Ginzburg extrajo las orlentaciones principa- les para la elaboracién de la nocién operativa de “circularidad cultural”, Mientras Bakhtin examina la cultura popular filtra- da por un intelectual renacentista (Rabelais), Ginzburg realiza la operacién invérsa: en El Queso y las Gusanos, su molinero Menocchio se reapropia de las obras de la literatura acepta- da para constituir una visién de mundo original. Asf, en este caso, aparece la cultura oficial filtrada desde el punto de vista popular. La contribucién de las dos obras a la Historia Cultural estriba, por lo tanto, en la posibilidad de emprender la com- prensién de una cultura a partir de otra. Con ellas, la Historia 7 Mikhail BAKHTIN. Cultura Popular na Idade Média € no Renascimento ~ 0 contexta de Francois Rabelais. S40 Paulo: HUCITEC, 1983 % Mikhail BAKHTIN. Marxismo ¢ Filosofia da Linguagem. Sdo Paulo: HUCI~ TEC, 1981 % Las influencias de Ginzburg deben ser situadas en un triéngulo formado por Gramsci, Bakhtin y la Antropologia, de un modo general. José D’Assungao Barros | Cultural pasa a beneficiarse de las posibilidades de una lectura efectivamente polifénica de sus fuentes. tro autor bastante influido por Bakhtin es Tzvetan Todorov, quien ha escrito un libro que actualmente es todo un clasico: La Conquista de América’. En esta obra se busca examinar el “cho- que de culturas” producido entre dos civilizaciones distintas, como lo eran la europea y la de los nativos mesoamericanos. La Historia Cultural consolida aqui algunos de sus conceptos fundamentales como es el de “alteridad cultural”. Mas atin, Todorov también es responsable por la propuesta de nuevos métodos destinados al andlisis de narrativas* El abordaje dialégico y polifénico de la Cultura, desencadena- do por Mikhail Bakhtin, se extiende por diversos sectores his- toriogréficos, incluso fuera del horizante teérico del Materialis- mo Hist6rico. Es asi que, usando una nocién bastante similar alla de “circularidad cultural”, Paul Zumthor aporta al dominio de la Historia de la Literatura un avance conceptual tendiente a la comprensién de los “cambios culturales”, En efecto, con La letra y la Voz (1985) introduce el concepto de “intervocalidad" pata referirse al predominio de la oralidad en el medioevo. “In- tervocalidad” es la intertextualidad propuesta por Bakhtin y aplicada a una cultura esencialmente oral en sus principales modos de comunicacién. Es también en Zumthor que encontraremos muy bien claritica~ da la idea de que las oposiciones de modos culturales “litera- tus ¢ illiteratus”, por ejemplo, se refieren “menos a individuos tomados en la totalidad que a niveles de cultura que pueden existir (coexisten frecuentemente) al interior de un mismo gru- po, hasta en el comportamiento y en la mentalidad de! mismo individu”. Esta nocién de “niveles culturales” coexistentes en un mismo campo (ambiente social, grupo o individuo) es * Tavetan TODOROV. A Conquista da América ~ a questo do outro, S40 Pau Jo: Martins Fontes, 1993 [original:1982] 1 Tavetan TODOROV. Estrutralismo e Padtica. S40 Paulo: Culex, 1994 ™ Paul ZUMTHOR, A Letra e a Voz. S30 Paulo: Cla, das Letras, 1993. p.124 75 El Campo de la Historla: Especialldades y Abordajes obviamente imprescindible para el estudio de realidades cultu- rales que se conciben miiltiples. Se trata de rechazar las dico- tomias ya esclerosadas que asociaban, en la antigua Historia Intelectual, ciertos “niveles culturales” (alta y baja cultura) a estratificaciones especificas. ‘Aun fuera de la historiografia marxista 0 de inspiracién mar- xista, otro campo destacado en los estudios de historia cultu- ral estuvo a cargo de un grupo de especialistas franceses que han tenido a dos de sus principales representantes en Roger Chartier y Michel de Certeau. Ambos actuaron en consonan- cia con el fallecido socidlogo Pierre Bourdieu, autor de gran importancia para la conexién entre Historia Cultural e Histo- ria Politica. Chartier y Certeau avanzan atin mas en la critica a las concepciones monoliticas de la Cultura, condenando ta pretensién de establecer como definitivas relaciones culturales que serian exclusivas de formas culturales especificas y de gru- pos particulares (Lectures ef lecteurs dans I’ancien regime, 1987). Asi, Michel de Certeau, en un registro proximo a aquello que mas adelante definiremos como una “historia antropolégica”, se orienta en la posibilidad de descifrar normas culturales a través de lo cotidiano™. A su vez, Roger Chartier se interesa, por ejemplo, por las transferencias entre la cultura oral y la cultura escrita, mostrando cémo individuos iletrados pueden participar de la cultura letrada a través de practicas culturales diversas (lectura'colectiva, literatura de cordel) 0 cémo, al con trario, contenidos vehiculados a través de la oralidad pueden pasar al registro escrito, Sin embargo, la contribucién decisiva de Chartier a la Historia Cultural est en la elaboracién de las nociones complementa- rias de “practicas” y “representaciones”. De acuerdo con este horizonte teérico, Ja Cultura (0 las diversas formaciones cul- turales) podrian ser examinadas en el Ambito producido por la relacién interactiva entre estos dos polos: tanto los objetos cul- © Michel de CERTEAU. L'invention duu quotidien. Paris: Union Générales Editions, 1980 1086 D’Assungdo Barros turales serfan producidos “entre practicas y representaciones”, como los sujetos productores y receptores de la cultura circu- larian entre estos dos polos que, de cierto modo, corresponde- rian respectivamente a los “modos de hacer” y a los “modos de ver". Es imprescindible aclarar estas dos nociones que hoy son de importancia primordial para el historiador de la Cultura 2Qué son Jas “practicas culturales”? Antes de todo, conviene tener en vista que esta nocién debe ser pensada no sélo con relacién a las instancias oficiales de produccién cultural, a las variadas instituciones, a las técnicas y a las realizaciones (por ejemplo, los objetos culturales producidos por una sociedad) sino también, con relacién a los usos y costumbres que ca- racterizaron a la sociedad examinada por el historiador. Son practicas culturales tanto la hechura de un libro, una téeni- ca artistica o una modalidad de ensefiarza, como también los modos de los hombres de hablar y callarse, de comer y de be- ber, de sentarse y andar, de conversar y discutir, solidarizarse u hostilizarse, morir o enfermarse, tratar a los locos o recibir a los extranjeros. Es posible comprender esto a partir de un ejemplo concreto. Para este fin, acompafaremos las “practicas culturales” (en este caso, las “practicas sociales") que se entretejieron en el Occidente Europeo durante un perfodo situado entre la Edad Media y el perfodo Moderno con relacién a a aceptacién o rechazo de la figura del “mendigo". Entre fines del siglo X1e inicios del XI, e' pobre, y entre los va~ ros tipos de pobres, el mendigo, desemsefaba un papel vital y organico en las sociedades cristianas del Occidente Europeo. Su existencia social era justificada como siendo primordial para la “salvaci6n del rico”. Consecuentemente, el mendigo -por lo menos el mendigo conocido- e-a bien acogido en la sociedad medieval. Toda la comunidad, ciudad 0 monasterio, * Michel MOLLAT. O pobre na Idade Média, Rlo de janelro: Campus, 1989, 73 loriginal: 1978} | EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes queria tener a sus mendigos pues ellos eran vistos como lazos entre el cielo y la tierra, instrumentos a través de los cuales los ricos podian ejercer la caridad para expiar sus pecados. Esta vision del pobre como “instrumento de salvaci6n para el rico”, anticipemos desde ya, es una “representacién cultural” La postura medieval con relacién a los mendigos generaba “practicas” 0, mas especificamente, costumbres y modos de convivencia. Tal como lo hemos mencionado, también forman parte del conjunto de las “practicas culturales” de una sociedad los “mods de vida”, las “actitudes” (acogimiento, hostilidad, desconfianza), o las normas de convivencia (caridad, discrit nacién, repudio). Todo eso, conforme veremos, son pricticas culturales que, ademas de gencrar eventualmente productos culturales en el sentido literario o artistica, producen a su vez formas de vida cotidiana (“cultura", en el moderno sentido an~ tropolégico). En el siglo XIil, con las érdenes mendicantes inauguradas por San Francisco de Asfs, la valoracién del pobre pordiosero re- cibe un nuevo impulso. Antes predominaba la visién -amplia~ mente difundida- de que, aunque el pobre fuera instrumen- to de salvacién necesario para el rico, el mendigo estaria en aquella condicién de pobreza como resultado de un pecado. Su suftimiento personal no era gratuito, sino el resultado de una determinacién originada en el plan espiritual. Los franciscanos ‘se apresuran en deshacer esta “representacisn”. Sus esfuerzos fueron en el sentido de producir un discurso de rehabilitacion de la imagen del pobre y, mas especificamente, del mendigo. El pobre debia ser estimado por su valor humano y no sélo por desempefiar este importante papel en la economia de sal- vacién de las almas, El mendigo no deberia ser més visto en asociacién a un estado pecaminoso, aunque util, Estas “representaciones” medievales del pobre, con sus sutiles desplazamientos, son complementarias de numerosas “prac- ticas” emeigentes. Se desarrollan las instituciones hospitala- rias, los proyectos de educacién para los pobres, las carida~ 78, José D’Assunga0 Barros des parroquiales, las limosnas de principes. Las novelas, los dramas litiirgicos, las iconografias de las iglesias y el arte de los trovadores difunden, con relacién a estas nuevas practicas, reptesentaciones del pobre que le dan a este un lugar relativa- mente mas c6modo en la sociedad. Estaban los pobres locales, que eran practicamente adoptados por la sociedad de la que formaban parte, y los “pobres de paso”: mendigos forasteros que, si bien no eran acogidos de mado definitive, por lo menos recibfan alimentacién y cuidados por un cierto perfodo antes de que se les Invitase a proseguir su viaje. Daremos ahora un salto en el tiempo para verificar cémo se transformaran estas practicas y representaciones con la Edad Moderna. En el siglo XVI, el mendigo forastero sera recibido con desconfianza. EI pasa a ser visto de modo cada vez mas excluyente. Sus “representaciones”, en general, tienden a in- sertarse en el Ambito de la marginalidad. Se pregunta por las enfermedades que podria transmitir, si seré 0 no un bandi- do, por qué razones no permanecié en sui lugar de origen, por qué no tiene una ocupacién cualquiera. Asimismo, cuando un mendigo forastero aparecia en una ciudad de los siglos VI 0 X, él podia ser cuidado y alimentado antes de ser expulsado. En el siglo XVII, sin embargo, tendra su cabeza rapada, como sefial de exclusién y, algunas décadas después, incluso ya sera azotado: la mendicidad, a partir del siglo XVII, implicara con- dena”. El mendigo que en la Edad Media se habia beneficiado de una representacién que lo definfa como “instrumento necesario pata la salvacién de los ricos", era ahora penalizado por mos- trarse a los poderes dominantes como una amenaza contra el sistema de trabajo asalariado (mercantil) que no podia despre- Estos cambios de prdcticas fueron examinados por Michel Foucault en ‘obras como 6] racimlento de la Clinca y vigilar y Castigar, y Fernando Braudel las sintetiza en un pasaje de Civiltzacién Material, Economia y Ca~ pitas. En €1 Capital, Marx también examina las rigurosas leyes contra la pobreza “no inserta” en el nuevo sistema de trabajo asalariado pro- ducido por el Capitalismo. EI Campo de la Historla: Especialidades y Abordajes 80, ciar brazos humanos a bajo costo para poner en movimiento sus maquinas y telares, ni permitir que se difundiesen ejemplos y modelos inspiradores del callejear y la “mala entretencién”. El mendigo pasaba a ser representado como un desocupado, un estorbo que amenazaba a la sociedad y no mas como un set merecedor de caridad. Pasaba a ser entonces asimilado a los marginales, a los criminales y su representacién mas co- miin fue la del vagabundo, Algunas canciones y obras litera- rias comenzaran a representarlo de esta nueva manera en al- gunas ocasiones; los discursos juridicos,y polictales lo harén siempre. Las nuevas tecnologias del poder se dispondrian para conducirlo a su reeducacién, y cuando eso no fuese posible, lo volverian hacia el castigo ejemplarizador. Nuevas practicas sustituirén a las antiguas, consolidando nuevas costumbres. El ejemplo discutido, aunque haya tomado algunos parra- fos, pretende contribuir a una mejor asimilacién de estos dos conceptos recurrentemente aludidos pero generalmente mal comprendidos. Se trata de llamar la atencién respecto de la complementariedad de las “practicas y representaciones”, asi como del lugar y extensién que cada una de estas nociones posee. En sintesis, pademos resumir lo dicho de Ja siguiente manera: las practicas relativas a los mendigos forasteros gene- raron representaclones y estas generaron otras practicas en un entresijo de actitudes y gestos donde no es posible distinguir los comienzos de ambas (si en determinadas précticas o en determinadas representaciones). Podemos dar otros ejemplos mas breves. Un libro es un objeto cultural bien conocido en nuestros tipos de sociedad. Para su produccién, son puestas en movimiento determinadas précti- cas culturales y también representaciones, sin olvidar que el propio libro, después de producido, difundiré nuevas represen- taciones, contribuyendo asi a la produccién de nuevas practi- cas, Las practicas culturales que aparecen en la construccién del libro son tanto de orden autoral (modos de escribir, de pensar sé D’Assungao Barros © exponer lo que ser escrito), de edicién (reunir lo que fue es~ crito para constituirlo en libro), y de artesanfa (la construccién del libro en su materialidad, dependiendo de la época en la que estemos, de los manuscritos o de la impresién). De la misma forma, cuando un autor empieza a escribir un libro, él lo hace desde determinadas representaciones de lo que debe ser un libro, de lo que son clertas representaciones concernieiites al género literario en el que inscribiré su obra, a partir de repre- sentaciones sobre los temas que la obra desarrollard, El autor también podré convertirse en creador de nuevas representa- clones, las que eventualmente encontrarén mayor 0 menor re- sonancia en el circuito lector o en la sociecad mas amplia. Con relacién a este diltimo aspecto, ya herros visto que la lec- tura de un libro también genera practicas creadoras, pudiendo producir, al mismo tiempo, practicas sociales: zserd el texto lefdo en Iectura silenciosa, en recinto privado, en una bibl teca, en alguna plaza piiblica? Sabemos que su lectura podrd ser individual 0 colectiva (un letrado, por ejemplo, puede leer el libro para una multitud no letrada), y que su contenido po- drd ser impuesto o rediscutido. En fin, a partir de la lectura y difusién del contenido del libro, podran producirse innumera- bles nuevas representaciones sobre los temas que lo compo- nen que, en algunos casos, podran pasar a formar parte de las representaciones colectivas. La produceién de un bien cultural, como un libro o cualquier otro, esté necesariamente inscrito en un tniverso regido por estos dos polos: el de las practicas y el de las representacio- nes. Los ejemplos son abundantes. Cantar en recitales era una practica cultural de la que participaban trovadores medievales gue, de esta forma, contribuian a la elaboracién de una serie de representaciones que podian reforzar clertos valores 0 aspl- raciones (el Aiur curtés, la vida de los caballeros). Lin sistema educativo se inscribe en una practica cultural y, al mismo tiem= po, inculca en los que a él se acometen, determinadas repre- sentaciones destinadas a moldear pautas de cardcter, as{ como a viabilizar un determinado repertorio lingdistico y comu El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes cativo que serd vital para la vida social, por lo menos, para la vida social tal como la conciben los poderes dominantes. En todos estos casos, como también en el ejemplo anterior del mendigo, las practicas y motivaciones son siempre resultado de determinadas motivaciones y necesidades sociales. Las nociones complementarias de “practicas y representacio- nes” son muy titiles porque, a través de ellas, podemos exami- nar los objetos culturales producidos, los sujetos productores y teceptores de cultura, los procesos que involueran la produc cidn y difusién cultural, los sistemas que dan soporte a estos procesos y sujetos y, también, las normas a que se atienen las sociedades cuando producen cultura. De algiin modo, la nocién de “representacién” pretende suplir determinadas lagunas que aparecen en nociones mas ambi- ‘guas, como por ejemplo la de “mentalidades". Hemos visto a través de los ejemplos, que las representaciones pueden in- cluir los modos de pensar y de sentir, inclusive los colectivos, pero no se restringen a ellos. Cuando un pintor produce su representacién de una catedral con tela y tintas, o cuando un escritor describe o inventa una catedral a través de un poema 0 de una novela, tenemos en ambos casos representaciones no obstante no sean celectivas. Tal como asevera Jacques Le Gof (1985), el campo de las representaciones “abarca todas y cua lesquiera de las traducciones mentales de una realidad exterior percibida”, y esté relacionado con el proceso de abstraccién*® El Ambito de las representaciones, conforme a Le Goff, también puede abarear elementos asociados al Imaginario, nocién que sera mejor comprendida cuando hablemos de [listoria del ima- ginarlo. Las representaciones del poder como, por ejemplo, la asociacién del poder absoluto al Rey-Sol o la visualizacién de este poder en términos de centro a ser ocupado 0 de cumbre a ser alcanzada, se asocian a un determinado imaginario po- Iitico. © Jacques LE GOFF. 0 inagindrto Medieval, Lisboa: ampa, 1994, p.1I José D’Assuneao Barros Se debe haber notado que cuando nos hemos referido a “re- presentaciones”, “prdcticas”, “mentalidades” o “imaginario”, en todos estos casos hemos preferido utilizar la expresién “no- cién” en vez de “concepto”. Las nociones son “casi conceptos* que funcionan mejor en los preliminares de la elaboracién del conocimiento clentifico, actuando como imagenes de aproxi- maci6n respecto de un determinado objeto de conacimiento (imagenes que, en estricto rigor, atin no se encuentran sufi- cientemente delimitadas). Muchas veces, las nociones son el resultado de desvelamientos progresivos aportados por la ex- periencia, de esfuerzos creatives de uno 0 més autores que podran 0 no, en lo sucesivo, ser incorporados de manera re- gular por la comunidad cientifica. Mentalidades, Imaginario y Representaciones son nociones que atin estan siendo experi- mentadas en el campo de las ciencias humanas y, en la His- toria, estas expresiones hicieron su entrada hace sdlo pocas décadas: “mentalidades” es una expresién forjada a partir de la historiografia francesa de la década de 1960; “imaginario” es una palabra que sdlo recientemente ha migrado al campo hist6rico, importada de campos como Ia sicologia y la feno- menologia. Con el tiempo una “nocidn® puede devenir “concepto”, en la medida en que adquiera mayor delimitacién y en tanto una comunidad cientifica desarrolla una mayor conciencia acerca de sus limites o la extensién de objetos alos que se aplica. Los “conceptos”, se puede decir, son instrumentos de conocimien- to mas elaborados, largamente madurados, lo que no impi- de que existan conceptos con gran rango de polisemia, como el concepto de “ideologia” 0, como ya hemos visto, el propio concepto de “cultura”. “Practicas” y “representaciones” son ain nociones que es- tan siendo elaboradas en el campo de la Historia Cultural. Sin embargo, como hemos resaltado, ellas han posibilitado nue- vas perspectivas para el estudio historiogrfico de la Cultura, Porque juntas permiten abarcar un espectro mayor de fené- menos culturales, llamando acertadamente la atencién sobre El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 84 el dinamismo de estos fendmenos. Por otro lado, cuando una representacién se vincula a un circulo de significados externos y muy entronizados en una determinada “comunidad discursi- va", esta representacin empieza a acercarse a otra categoria importante para la Historia Cultural como es la de “simbolo” “s{mbolo” es una categorfa tedrica madura desde hace tiempo en el seno de las ciencias humanas, sea en la Historia, en la Antropologia, en la Sociologfa o en la Psicologia. No es, por tanto, una mera nocién, sino un “concepto” que puede ser em- pleado “cuando el objeto considerado es remitido a un sistema de valores subyacente, hist6rico o ideal”. Algunos simbolos pueden ser polivalentes. La serplente, por ejemplo, puede ser empleada como bolo del ciclo de la renovacién (sentido inspirado por el cambio de piel que ocurre ciclicamente en el animal serpiente), pero también puede ser usada como simbo- lo de la astucia, de la maldad (sentidos que remiten al universo biblico). Aquello que los historladores de la cultura han llamado campo de las representaclones simbéllcas puede abarcar tanto las producidas a nivel individual (las representaciones artisticas, por ejemplo) como las colectivas, los modos de pensar y de sentir (a que se referia la antigua nocién de “mentalidades"), es decir, ciertos elementos que ya forman parte del ambito del Imaginario y, con especial importancia, de los “simbolos” que, de esta forma, constituyen uno de los recursos mas importan- tes de la comunicacién humana. Las representaciones pueden ser apropladas 0 connatadas por motivaciones 0 intereses sociales especificos, situacién que nos remite a otro concepto fundamental para la Historia Cul- tural y que es el de “ideologia”. La Ideologia, de hecho, es pro- ducida a partir de la interaccién de subconjuntos ccherentes de representaciones y de comportamientos que pasan a regi las actitudes y las tomas de posicién de los hombres en sus © Esto es, una comunidad de hablantes, como los practicantes de una determinada disciplina, como los integrantes de una soctedad 0, més es- pecificamente, los integrartes de determinados grupos secioculturales. © Jacques LE GOFF. O Imagindrio Medieval, p.12. José D'Assuncao Barros interrelaciones sociales y politicas. En el ejemplo del mendigo, hemos visto como las representaciones sociales y desplaza- mientos en el universo mental de los hombres del medioevo atendian a determinados intereses o motivaciones colectivas. Podemos decir que aquellas representaciones estaban siendo apropiadas ideolégicamente. La difusién de una franca hosti lidad al mendigo de la Epoca Moderna y la impregnacién de nuevas tecnologias de exclusién en los discursos que lo toman como objeto (su clasificacién como vagabundo, el acto de ra- par a su cabeza), hace que, sin quererlo, la sociedad industrial empiece a presionar a sus miembros para que encuentren una ocupacién en el sistema capitalista de trabajo. Y esto fue, pre- cisamente, un proceso ideold 0. En ocasiones, la ideologia prefigura un proyecto de actuacién @ Influencia sobre ciertos circuitos de representaciones con el propésito de producir determinados resultados. Georges Duby, por ejemplo, examina en una de sus obras cémo una antigua representacién del mundo social en tres érdenes ~ oratores, bellatores, laboratores - es reapropiada ideolégicamente en un momento especifico de la sociedad feudal, siendo posible iden- tificar las primeras producciones culturales de la Edad Medi en que aparece este nuevo sentido ideol6gico acoplado al cir- cuito de representaciones de la sociedad tripartida**, La ideologia aparece, de esta forma, como un proyecto de inci- dencia sobre la sociedad. Otros ejemplos similares al estudia- do por Georges Duby, son los propuestos por Jacques Le Goff para el mismo periado, conforme podremos examinar en el fragmento reproducido a continuacién™: “Cuando los clérigos de la Edad Media expresan la es- tructura de la sociedad terrena a través de la imagen de los dos gladios (érdenes) -el temporal y el espiritual, el del poder real y el del pader pontifical~ no describen © Georges DUBY. As THs Ordens ow 0 Imaginirio do Feulalismo. Lisboa: EdlgBes 70, 1971 loriginak:1 978) © Jacques LE GOFF, © tmagindro Medteval,p.12, #1 Campode la Historia: Espectalidades y Abordajes la sociedad: le imponen una imagen destinada a sepa- rar nitidamente los clérigos de los laicos y a establecer entre ellos una jerarquia, pues el gladio espiritual es superior al gladio material. Cuando estos mismos cléri- gos distinguen en los comportamientos humanos siete pecados capitales, lo que hacen no es la descripcién de Jos malos comportamientos, sino la construccién de un instrumento adecuado al combate contra los vicios en nombre de la ideologia cristiana.” La ideologia, podriamos decirlo, correspénde a una determina- da forma de construir representaciones o de organizar repre- sentaciones ya existentes para alcanzar determinados objeti- vos 0 reforzar determinados intereses. El nivel de consclencla 0 de automatismo de cémo eso es hecho es un problema abierto y; dificilmente, podra un dia ser cerrado. También se discute sila ideologia es una dimensién que se refiere a la totalidad social o si existen ideologias asociadas a determinados grupos oclases sociales (ideologia burguesa, ideologia proletaria). En realidad, ideologia es un concepto que ha sido empleado por autores distintos con innumerables sentidos en el campo de las cienci::s humanas y, por eso, un historiador que pretenda uti- Jizar » 2 concepto debe preocuparse por definir con bastante claridad el sentido con el cual lo esta utilizando. En la acepcién mds restricta que hemos empleado, la ideologia esta siempre asociada a un determinado sistema de valores. La ideologia, de acuerdo a este uso, tiene que ver con el “poder”, con “control social” ejercido sobre los miembros de una sociedad, general- mente sin que estos tengan conciencla de eso y muchas veces sin que los propios agentes implicados en la produecién y di- fusién de imagenes que alimentan el ambito ideolégico, tengan también una conciencia mas clara de los modos cémo el poder esté siendo ejercido. Cabe, precisamente a los historiadores de la cultura, examinar estas relaciones ideol6gicas para que no realicen una Historia de la Cultura meramente descriptiva, como aquella que propo- nia Huizinga en un famoso ensayo de inicios del siglo XX, al José D'Assungao Barros afirmar que el objetivo fundamental de la Historia Cultural era meramente morfoldgico “es decir, la descripcién de modelos de cultura 0, en otras palabras, de pensamientos y sentimientos y su expresin en obras de arte y de literatura", Fue también este mismo tipo de Historia de la Cultura la que realiz6 Jacob Burckhardt en el siglo XIX, al buscar recuperar aquello que llamé “espfritu de la época” en la sociedad renacentista®. Aclarados los conceptos fundamentales que acaban permeando cualquier reffexién guiada por la Historla Cultural -ideologia, simbolo, representaci6n, préctica~ pademos volver al horizon te te6rico inaugurado por Chartier (1980) dentro del enfoque histérico-cultural y que tiene en la nocién de “representacion", una de sus bases fundamentales. De hecho, la historia cul- tural, tal como la entiende el historiador franeés, “tiene por principal objeto identificar el modo cémo, en diferentes lugares. y momentos, una determinacia realidad cultural es construida, pensada, dada a leer” Las representaciones, afiade Chartier, se insertan “en un campo de concurrencias y de competencias (confrontaciones) cuyos desatios se enuneian en términos de poder y de dominacién”; en otras palabras, se producen aqui verdaderas “luchas de re- presentaciones™. Estas luchas generan diversas “apropiacio- nes" posibles de las representaciones, de acuerdo con los in- tereses sociales, con las imposiciones y resistencias politicas, con las motivactones y necesidades que se confrontan en el mundo humano. Estamos aqui muy lejos del modelo de Histo- tla de la Cultura propuesto per Huizinga. El modelo cultural de Chartier esté claramente cruzado por la nocién de “poder”, lo Conforme Peter BURKE. “Historia Cultural: passado, presente e futuro” En: O Mundo como Teatro S80 Paulo: DIFEL, 1992, p.15 [original da cole. 1911 Jacob BURCKHARDT. A civilizagio do Renascimento na ttlia.LIsboa: Pre- senga, 1992 [original: 1860] Roger CHARTIER, "Por uma sociologia histérica das préticas culturais", En: A Histéria Cultural ~ etre préticas ¢ representagdes, Lisboa: DIFEL, 1990. Roget CHARTIER. op.ct, p17. 87 EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes que, en cierta forma, lo convierte también en un modelo para Ja Historia Politica. Para dar curso a esta interaccién entre cultura y pader, hace su ingreso otra nocién primordial: “Apropiacién”, la que, con- juntamente con las nociones de “representacién” y de “practi- ca”, constituye la tercera nocién fundamental que conforma la perspectiva de Historia Cultural desarrollada por Roger Char- tier, perspectiva que, en palabras de! propio historiador, busca comprender las précticas que construyen el mundo como te- presentacién™, La perspectiva cultural desarrollada por autores como Roger Chartier y Michel de Certeau constituye uno de los tres ejes ms influyentes para el actual desarrollo de una Historia Cul- tural, al lado de las ya citadas perspectivas de la Escuela Ingle- sa (Thompson) y del abordaje polifénico de la cultura (Bakhtin y Ginzburg). Amén de lo dicho, es imprescindible hacer notar la presencia en la Historia Cultural y otros campos afines, de todo un grupo de historiadores que toman como objeto de su trabajo el anali- sis del discurso cientifico (¢ historiogréfico en particular), con- solidandose una linea de reflexiones que tuvo entre sus textos pioneros a La Arqueologia del Saber (1969) de M. Foucault Herederos de esta perspectiva que desplaza la mirada de la realidad social al campo de los discursos, aparecen los ana- lisis de Hayden White (1973) y Dominick LaCapra (1985) que ven en la Historia una forma narrativa como cualquier otra, al Incluir componentes de retérica, estilo e imaginacién literarias gue deben ser descifrados por los analistas del discurso histo- riogréfico™. Ocurre aqui una conexién entre la Historia Cultural Roger CHARTIER. op.ct, p.27-28. Michel FOUCAULT. A Argueologia do Saher. Pete6polis: Vazes, 1972. Hayden WHITE, A Meta-tistoria, S80 Paulo: EDUSP, 1992. Dominick La- CAPRA. Rethinking History: Texts, Contexts, Language. Nova York: ithaca, 1983. Sobre el lugar del discurso historlogréfico, su practica y recepcién, debe ser mencionada la importante contribucién de Miche) de CERTEAU con “A operagao historlogratica” (A Escrita da Histéria, Rio de Janetto: Forense, 1982, p.65-119) loriginal: 1975]. Jos D’Assuncao Barros (“dimension” examinada por el historiador) y una Historia del Discurso (“abordaje”, aqui entendido como el campo histérico ‘que examina el discurso a partir de técnicas diversas como la semiética y el analisis del discurso propiamente dicho). Volve- remos a este aspecto cuando discutamos los abordajes histo riograficos relativos al tratamiento de! discurso. Por su parte, hay aquellos historiadores de la cultura que se especializan en ciertos “dominios” de la Historia, como por ejemplo, Gombrich y Giulio Carlo Argan, para el caso de la Historia del Arte; este tltimo un historiador asociado a la pers- pectiva marxista (perspectiva a la que debemos aqui agregar los trabajos de Arnold Hauser, particularmente preocupado en constituir una Historia Social del Arte y une Historia Social de Ja Cultura). Para la Historia de las Ciencias, podria ser citado Thomas Kuhn, pensador que consagré la nocién de “paradig- ma clentifico”, punto de partida para que la historia del cono- cimiento cientifico comenzara a ser tratada a través de matri- ces disciplinares predominanies, las que son sustituidas por otras con el paso del tiempo”. En dominios atin mas especitfi- cos de la Historia de la Cultura, se han constituido otras tantas especialidades como es la de! citado historiador francés Paul Zumthor, que se ha dedicado incisivamente a la literatura me- dieval, y aun més espectficamente a la poesia trovadoresca. A la par con las variedades de Historia Cultural, la Historia Antropolégica también enfoca la “Cultura”, pero mas particu- larmente en sus sentidos antropoldgicos. Privilegia problemas relativos a la “alteridad” y se interesa por los pueblos Agrafos, por las minorias, por los modos de comportamiento no con vencionales, por la organizacién familiar, por las estructuras de parentesco, En algunas de sus inquletudes, se hermana con la Etno-Historia, asimilando a veces a esta categoria a sus dreas de interés. © Thomas KUHN. A Estruura das Revolugdes Clentfca. Sao Paulo: Perspec- tiva, 1990 original: 1962]. EL Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes De cierto modo, lo que funda la Historia Antropolégica como un nuevo campo de estudios aun mas especifico que la Historia Cultural, es la utilizacién de el o los modelos de la disciplina antropolégica, antes que de los objetos antropolégicos pro piamente dichos. Los historiadores han descubierto en las Gl- timas décadas del siglo XX la posibilidad de uso de conceptos y procedimientos originales tanto de la vertiente antropolégica representada por autores como Clifford Geertz (1973) ~con su técnica de la “descripeién densa” que, como veremos, resulta de vital importancia para algunos nugvos abordajes historio- gréficos- como de la que trata a las culturas como sistemas de signos, haciéndose conocida como Antropologia Estructural, teniendo en Lévi-Strauss y Marshall Sahlins a sus principales representantes. Un bocado de Historia Antropolégica fue la hecha por Le Roy Ladurie, en Montaillou, una villa occitinica®*, En esta obra, el historiador francés intenta recuperar la vida comunitaria de una aldea entre el fin de! siglo Xill y el inicio del siglo XIV. Los intereses del autor se concentran en objetos muy apreciados por la antropologia: la vida familiar, la sexualidad, las précti- cas matrimoniales, la red de micro poderes que afectan a la comunidad, e! Ambito de las creencias religiosas y de las prac- ticas de magia natural. En realidad, tenemos aqui una historia antropoldgica que tam- bién entra por los caminos de una Historia de la Cultura Mate- rial, aunque esta cultura material sea percibida esencialmente a partir de una documentacién escrita formada por los registros inquisitoriales (la aldea de la obra citada dejé vestigios preci- samente por haber acogido en su seno la herejia cétara con el consecuente proceso de Inquisicién instalado por la Iglesia). A partir de estas fuentes,’ Ladurie logra obtener rasgos de la vida cotidiana. En este sentido, en Montailou se encuentra una rica conexién entre Historia Antropoldgica, Historia de la Cultura % Emmanuel Le Roy LADURIE, Montallou, village ocitan. Paris: Gallinard, 1975, [Sio Paulo: Companhia das Letras, 2000] [original: 1975) José D'Assuncao Barros Material, Historia de lo Cotidiano e Historia Local (ya que, en este tiltimo caso, se atiene a limites espaciales bien precisos). 6. Historia del Imaginario Siguiendo en nuestra exploracién de los caminos de la cultura y del universo mental de las sociedades, podemos también de- limitar el campo de una Historia del imaginario, propuesta his- toriografica que abrié més de una alternativa a la investigaci6n de aquellos objetos historiograficos que hasta entonces habian sido terreno exclusivo de la Historia de las Mentalidades. La Historia del (maginario estudia esencialmente las imagenes producidas por una sociedad, pero no sdlo las imagenes visua- les, sino también las imagenes verbales y, en éltima instancia, Jas imagenes mentales. El Imaginario sera aqui visto como una realidad tan presente como aquello que podriamos llamar “vida concreta’, Esta perspectiva se sustenta en la idea de que el ima- ginario se estructura (y reestructura) con relacién a la sociedad que lo produce. Asi, un ejemplo, entre otros, es que en la Edad Media muchos se enrolaron en las Cruzadas menos por razones. econémicas o politicas (aunque estas sean siempre evidentes) que en virtud de un imaginario cristiano y caballeresco, De esta forma, el imaginario se constituye en una dimensién significa- tiva de las sociedades humanas, tanto o mas como aquello que es comiinmente tenido como la realidad efectiva. La elaboracién de un concepto (0 de una nocién) de imaginario para las clencias humanas, debe mucho a Cornelius Casto- riadis -cuya obra de referencia es La Invencién Imaginaria de la Sociedad (1975)""- y a historiadores como Jacques Le Goff y Georges Duby”. No deben ser despreciadas las contribuciones Cornelius CASTORIADIS, A tasitulo Inaginnia da Soctedade, Rio de Ja- nelro: Paz ¢ Terra, 1982. * Un marco para el delineamiento de una historia del Imaginario es el prefacio de Le Goff para su coleccl6n de textos relativos a esta especia~ lidad historiogréfica (0 Imagindrio Medieval, Lisboa: Edis6es 70, 1980) original: 1985), El Campo de la Historia: Especialidades y Abordales La dimensién Cultural, como hemos visto en los tres iiltimos puntos, es suficientemente rica como para generar un gran nti- mero de modalidades historiograficas: de la Historia Cultural propiamente dicha, a la Historia Antropoldgica o a la Historia del Imaginario. Basta con recordar que el concepto de “cultu- ra” que Jas cruza, es polisémico y, en consecuencia, cada uno de sus sentidos puede abrirse a un enfoque distinto, 7. Historia Politica e Historia Social Otta de las dimensiones complejas es la Historla Politica, que abre eventualmente campos antagénicos dentro de si misma. Ser suficiente marcar en este punto el contraste radical entre la Vieja Historia Politica y la Nueva Historia Politica. Lo que autoriza clasificar un trabajo historlografico dentro de la His- toria Politica es el enfoque centrado en el “Poder”. Pero, zqué tipo de poder? Se puede privilegiar desde el estudio del poder esiatal hasta el estudio de los micropoderes que aparecen en la vida cotidiana, De esta forma, mientras la Historia Politica del siglo XIX pre- sentaba una preocupacién practicamente exclusiva con la po- litica de los grandes Estados (conducida o intervenida por los “grandes hombres”), la Nueva Historia Politica, que empieza a consolidarse a partir de los aos 1980, pasa a interesarse por el “poder” en sus otras modalidades, que incluyen los micro- pederes presentes en la vida cotidiana o el uso politico de los sistemas de representaciones. Con ello, amén de lo dicho, la Nueva Historia Politica abrié espacio para una “Historia vis- ta desde abajo”,.a veces preocupada por las grandes masas anénimas, 0 preocupada por el “individuo comin” que, de acuerdo a esta perspectiva, puede tenerse como portador de Indicios que perfectamente pueden aludir a lo social, en su sentido mas amplio. Asi, cuando la Nueva Historia Politica toma como su preocupacién a un individuo, no lo hace ob- jetivando la excepcionalidad de Jas grandes figuras politicas, tal como lo hicieran los historladores positivistas del XIX, que José D'Assunga0 Barros vieron en ellas a los grandes y tinicos conductores de la His- toria"®, Objetos de la Nueva Historia Politica son todos aquellos cru- zados por la nocién de “poder” (Cuadro 3). En este sentido, tendremos, de un lado, a aquellos antiguos enfoques de la His- toria Politica tradicional que, habiendo sido rechazados por la historiografia més moderna (1930 en adelante), han vuelto a cobrar vigor, con nuevos brios y sentidos, a partir de las til- timas décadas del siglo XX. De esta forma, temas como las Guerras, la Diplomacia, las instituciones, o la trayectoria po- Iitica de individuos que ocuparon lugares privilegiados en la organizacién del poder, son aspectos que retornaron con vivo interés a finales del XX. De otro lado, ademas de estos objetos que se refleren a [as relaciones entre las grandes unidades politicas (Estados, Ins- tituctones) y a sus modos de organizacién- ganan igualmen- te un enorme espacio de interés las relaciones politicas entre grupos sociales de diverso tipo. Si bien las ideologias y los mo- vimientos sociales y politicos (por ejemplo, las Revoluciones) han constituido puntos de gran interés para la nueva historio- gratia (que se inicia con el siglo XX), hoy también concitan una atencién andloga las relaciones interindividuales (micropode- res, relaciones de poder en el interior de la familia, relaciones intergrupales), en su calidad de campo de las representaciones politicas, de los simbolos, de los mitos politicos, del teatro del poder, 0 del discurso. En muchos de estos Ambitos, son eviden- tes las interconexiones de la Historia Politica con atros campos historiograficos, como la Historia Cultural, la Historia Econ6: mica y, sobre todo, la Historia Social. "5 Un balance del pasaje de la antigua Historia Politica a la Nueva Historia Politica de los afios setenta puede encontrarse en Jacques LE GOFF, “A politica: serd ainda 2 ossatura da Histéria?” In: O maraviloso eo Cotidia- to 10 Ocidente Medieval {1972}, Lisboa: Ediciones 70, 1975. Para un and- lists de la *Historia vista desde abajo", ver texto de Jim SHARPE [1991] gue lleva este nombre, en Peter BURKE, A Eserita da Historla - nuevas perspectivas. Sao Paulo: UNESP, 1992, 107 La dimensién historiografica més afecta a oscilaciones de sig- nificado es, precisamente, la Historia Social, categoria que con s ocasién de la escuela de los Annales, fue construida, al igual | e que la Historta Econémica, en oposicién a la Historta Politica tra- dicional. De esta forma, hubo los que ditigieron la expresin “Historia Social” hacia una historia de las grandes masas o grupos sociales diversos, en contraste con a biografia'de los grandes hombres y con la Historia de las instituciones. La gran pregunta que cabe hacerse es sila Historia Soctal puede | ie ser considerada una especialidad, con objetos propios y defini des, 0 si lo “social” acaba, de uno modo u otf0, coincidtendo : con la sociedad, lo que haria de la Historia Social una especie de categoria trascendente que acaba traspasado o hasta inclu- yendo todas las demas especialidades de la Historla, ones ndhuales ‘oneciagas con el Universo police newaciones TERNOMDUALES Si coincidimos en a idea de que la Historia Soctal es una sub- especialidad entre las demas (lo que parece haber sido la pro- puesta de los Annales en sus inicios al introduclr esta categoria en el titulo de su revista), veremos que comienzan a destacar lertos objetos de forma mas evidente: los medos y mecanis- mos de organizacién social, las clases sociales y otros tipos de agrupamientos, las relaciones sociales (entre estos grupos y de los individuos en su interior), y los procesos de transformactén de la sociedad. HISTORIA POLITICA Intereses y objets dela (lugares donde puede ser fstudiago el Poder) REACON ETRE LAS UEADES POUTiCAS ecanismos de contr) Seamos atin mas especificos. El Cuadro 4 intenta reunlr algu- nos de los objetos que podrian ser pretendidos por la subespe- ‘ialidad Historia Social. Nosotros lo hemos construido a base los objetos especiticos que han sido trabajados por los buenos f historiadores que se autodefinen inscritos en esta categoria. Se Ee puede percibir que la mayoria de los campos de interés que ahi son sefialados corresponden a “recortes humanos” (las clases y grupos sociales, las células familiares), 0 a “recortes de rela- : clones humanas” (los modos de organizacién de la soctedad, ‘i los sistemas que estructuran las diferencias y desigualdades, las formas de sociabilidad). En un caso, se estudian trozos de Ja sociedad (o los subconjuntos internos a la sociedad); en otto, ‘Cuadro 3. Intereses y objetos de la Historia Politica E i038 109. El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes Soci Cuadro 4. Histor HSTORIA SOCAL (cosieerada como ura ‘au de sori gue ‘carinaia “dimer Sar deus seeds ‘nares y con de a | i {a 34 |E8 ef 3 353 ge B 3 i | erupaconee Carat José D'Assuncao Barros se estudian elementos especificos y transversales que parecen atravesar la sociedad por entero (los mecanismos de organiza~ cién social y los sistemas de exclusién, por ejemplo)'®. Pero aun més, indicamos una categoria que es obviamente una de las mas importantes: la de los “procesos” (industrializacién, modernizacién, colonizacién, o cualesquiera otros, inclusive Jas revoluciones, que aparecen contenidas en la rdbrica “movi mientos sociales”). Es importante indicar que la Historia Social también estudia estos “procesos” y no sélo mados de organi- zacién o estructuras pues, caso contratio, la Historia Social podria ser vista como una Historia estatica, y no dindmica. Volvamos a los objetos de la Historia Social que coineiden con subconjuntos de la sociedad (grupos y clases sociales, cate- gorias de excluidos, células familiares). Cuando el historiador se vuelve al examen de estos grupos humanos especificos al Interior de una sociedad o hacia las relaciones conflictivas ¢ interactivas entre estos grupos, su interés podra volcarse tanto a la elaboracién de un retrato sintetizado de estos grupos s0- clales y de sus relaciones, como a la incidencia que cuestiones transversales pueden estar afectando a estos grupos: .Cémo una clase o grupo se comporta frente a una determinada si- tuacién politica 0 econémica? yCémo reacciona a una deter- minada crisis politica, o a una determinada crisis econémi- ca? ,Cémo reacciona un grupo a las fluctuactones de precios? 2Cémo repercuten clertos cambios politicos en la vida social de un grupo? Aunque las cuestiones presentadas se refieran alternadamente a los Ambitos politico o econémico, ellas pueden ser trabaja- das socialmente por los historiadores. Dicho de otra manera, 5 Por ejemplo, la ideologia de las Tres Ordenes eruzaba a las soctedades mmedievales, y el mundo humano que era organizado por ella, los tres ‘grupos tipleos (campesinos, guerreros y clérlgos) encontraban cada cual su Fol social, De la misma forma, el sistema de exclusién del Nazismo Incldfa sobre la sociedad alemana de las décadas de 1930 y 1940, po- niendo de un lado los ciudadanos y de otro los excluidos (Judios, esla- vos, extranferos, gtanos, etc). u I Campo de la Historla: Espectalidades y Abordlajes 2 existe un modo especifico sobre céma la Historta Social encara los hechos politicos o econdmicos. Las repercusiones sociales de los acontecimientos politicos y econémicos, sea en grupos particulares o en un conjunto més amplio, deben ser tam- bién objetos privilegiados para los historladores sociales. Esto nos leva a aquella cuestién inicial y sobre la que volveremos otras veces: no existen acontecimientos politicos, econémicos 19 sociales aislados. Na es el tipa de acontecimiento -politi- co, econémico, social o cultural por definicién- lo que define una subespeciatidad de la Historia, sing que es el enfoque que el historiador da a cada uno de estos tipos de acontecimien- tos. Un historlador econémico puede dar una explicacién a determinados acontecimientos econémicos (al elaborar, por ejemplo, un estudio de los ciclos econémicos en el decurso de algunas décadas), y un historiador social otra, pues, este liltimo, estaré mas preocupado en percibir cmo estas varia~ ciones contextuales afectan a los grupos sociales diversos 0, qué alteraciones ellas provocan en las relaciones entre estos grupos, ete. Con relacién a la posibilidad de examinar en el interior de una sociedad ciertos recortes humanos, es pertinente hacer otra observacidn, Hemos visto que la Historia Social puede di su atencién a una clase social, a una minorfa, a un grupo pro- fesional, a una o varias familias, es decir, a un subconjunto es- pecifico de la sociedad. En este tipo de enfoque, existen dos de las divisiones 0 subconjuntos posibles que pierden su cardcter mas especifico al conformarse, en cierto modo, en totalidades: el estudio de las “comunidades” (rurales y urbanas) y el estu- dio de las ‘poblaciones’, como un todo. 0 sea, en un caso, dos subconjuntos que se complementan y que dividen la sociedad en la dicotomia “rural / urbano” y, en el otro, un subconjunto que coincide con el conjunto universo de la sociedad, y que llamamos “poblacién”, Estos dos campos son los tinicos que estan especificamente ligados a otra acepcién de la Historia Social que discutiremos luego. Retomemos la historia de esta compleja nocién. José D'assunga0 Barros Si, de una parte, la Historia Social fue constituyéndose desde el principio como una subespecialidad encaminada a objetos es- pecificos que se diferenciaban de los abjetos de otras historias, por otra, la nocién de “Historia Social” también fue vinculada por algunos pensadores e historiadores, a una “historia total encargada de realizar una gran sintesis ante la diversidad de dimensiones y enfoques concernidos al estudio de una deter- minada comunidad o formacién social. Por lo tanto, a cargo de la Historia Social estaria la responsabilidad de crear las debi- das conexiones entre los campos politico, econémico, mental y otros, lo que implica que, en esta acepcién, Ja Historia So- cial deja de ser una modalidad especifica, como cualquier otra, para volverse como el campo histérico mas amplio, abriéndose a la posibilidad de la mediaci6n o de la sintesis... Historia So- cial como Historia de la Sociedad. Esta tiltima acepcién fue adoptada por la Escuela de los An- nales a partir de la década de 1940, lo que signiticé contrapo- nerla a aquella primera acepcidn que buscaba fijar la Historia Social como especialidad. En una conferencia de 1941, mas tarde publicada en Combates por la Historia (1953)"*, Lucien Fe- byre llega a afirmar que “no hay historia econémica y social; hay s6lo historia, en su unidad”. Se trata, en consecuencia, de tun programa que asume la perspectiva de la Historia Total o de la “Historia Sintesis", que tan bien caracteriza la segunda fase de los Annales, sobre todo con las monumentales otras de Fernando Braudel sobre El Mediterrdineo y sobre la Civilzacién Material del Capitalismo. Muchos historiadores pasaron a en- tender, a partir de entonces, la Historia Social con este sentido més amplio: si existieran hechos econémicos o hechos poli- ticos propiamente dichos, no existirian, en rigor, los hechos sociales, o mejor, todos los hechos no serfan sino sociales en tanto estarian ocurtiendo al interior de la sociedad a partir de las relaciones de los hombres y de los grupos de hombres, unos con otros. " FEBVRE, Lucien. Combates pela Histéria, S40 Paulo: Ed. UNESP, 1992, ELCampo de fa Historia: Especialidades y Abordales La idea de una Historia Social que tiene a su cargo la tarea de promover una sintesis de aspectos ~relacionados con varias dimensiones 0 dominios historiogréficos~ es también expresa- da por Georges Duby en un texto de 1971: Que ella [la Historia Social] deje de considerarse, mien- tras tanto, la continuadora de una historia de Ja civili- zacién material, de una historia del poder, o de una his- toria de las mentalidades. Su vocacién propia es la de la sintesis. A ella compete recoger todos los resultados de las investigaciones efectuadas, sfmultaneamente, en todos estos dominios y reunirlos en la unidad de una visién global." Aqui, una nueva nocién de la Historia Social hacia su entrada en la historia de! pensamiento historlografico. Esta nueva no- cién de Historia Social, enfocada en Ja idea de una totalidad de aspectos, podria ser aplicada tanto al estudio de una sociedad entera como al estudio de comunidades tomadas como centros de referencia, como las comunidades rurales y urbanas, que comenzaron a ser examinadas por los historiadores vincula- dos a la Historia Regional. En un caso u otro, la Historia Social ya no presentaba objetos especificos dentro de la Historia: su interés era la sociedad como un todo, esté ella estudiando un pais, una extensa regién como el Mediterraneo, una ciudad 0 una aldea. Sin embargo, la verdad es que la designacién inicial conti- nué existiendo paralelamente de modo que la Historia Social asumi6 un lugar especifico como subespecialidad al lado de la Historia Econémica, de la Historia Politica, de la Historia Cultural y de todas las otras. En rigor, después de la crisis de la Historia Total (esperanza de abarcar todos los aspectos de una sociedad en una gran sintesis coherente) esta designacién mas especifica gané fuerza, sobre todo a partir de la década de "Georges DUBY. “Les socléteés medievales, Line approche d’ensemble”. En: Annes, .$.C., enero-febrero de 1971, p, 1-13. José D’Assuncdo Barros 1960. De todos modos, la nocién de Historia Social continué abierta a muchas posibilidades de sentido. Los medios académicos brasilefios, a partir de la década de 1970, también se hicieron parie en la amplificacién de los usos. de la expresién “Historia Social”, al punto de diluirse su conte- nido. Los programas de post grado, obligados a explicitar bu- rocraticamente a los organismos gubernamentales un “érea de concentracion” con sus respectivas “lineas de investigacién”, acabaron por adoptar esta designacién en su sentido més am- plio consiguiendo, de esta forma, encuadrar en un mismo plan de coherencia una cantidad amplisima de investigaciones. En cierto sentido, se argumenta, toda la Historia que hoy se es- cribe es, de algiin modo, Historia Soclal, no obstante ella esté enfocada a temas politicos, econémicos o culturales, De hecho, es posible incorporar una preocupacién por lo so- cial en cada una de las dimensiones antes citadas como sub- especialidades de la Historia y, también, en los abordajes y dominios que veremos a continuacién, esto es, asi como la Demografia Historica puede reducirse a un mero censo rettos- pectivo (por parte de historiadores descriptivos y no proble- matizadores), también puede convertirse en una verdadera Demografia Social cuando superamos la mera enunciacién del niimero a favor del tratamiento problematizado de los indi- ces poblacionales. En este mismo sentido, hemos visto que la Historia de la Cultura Material puede ser reducida a la pura descripclén de objetos, !o que seria cuestionable, pero también puede encaminarse hacia una interpretacién de los usos socia- les de tales objetos en el contexto de la época y la sociedad en que fueron producidos (es decir, una especie de Historia Social de la Cultura Material), La expresién que sefiala que cualquier informacién historizada puede ser tratada socialmente es correcta. No obstante, tam- bién es verdad que no toda Historia es necesariamente social Slendo posible elaborar una Historia Social de las Ideas 0 una Historia Social del Arte, es posible también elaborar una Histo- £1 Campode la Historia: Especialidades y Abordajes 6 ria de las Ideas 0 una Historia del Arte que se restrinjan sdlo a discutir obras del pensamiento o de la creacién artistica sin referirlas a su ambiente social mas amplio. Basta con pasar Jos ojos por una repisa con libros de Historia del Arte o de la Literatura para que encontremos en la mayor parte de ellos, vastas resefias de los estilos artisticos o una sucesién crono- légica de las vidas de los principales artistas y literatos, de modo que estas historias se convierten en una sumatoria de pequefias biografias de artistas mas 0 menos importantes & hiladas segiin criterios cronolégicos o agrupadas conforme a sus componentes estilisticos. Como ya lo mencionamos, estas historias obedecen a un tipo tradicional de Historia de la Cul- tura que diverge de la Historia Cultural por la incorporacién, por parte de esta iltima, de la dimensién social que le permite dialogar contextualmente con los objetos (en este caso, una Historia Social de la Cultura)**. ‘A base de varios ejemplos conocidos de obras producidas con pretendidas preocupaciones historiogréficas, puede ser cues- tionada aquella idea de que “toda historia es social” Es social, podremos corregir, si el historlador tiene efectivamente pre- ccupaciones sociales en su modo de examinar e! pasado. on relacién a fos ya mencionados objetos de la Historia Social (cea como especialidad particular, sea en el sentido totaliza- dor) conviene recordar que hoy estamos frente a una tendencia que favorece crecientemente el examen de la sociedad en toda su complejidad, superando el manejo de categorias sociales estereotipadas y de dicotomias generalizadoras. Un ejemplo © Robert DARNTON diferencia una “historia de las ideas” preocupada por el estudio del pensamiento sistemético, generalmente en tratados filo- s6ficos; una ‘historia intelectual” que se ocuparia del estudio del pen- samiento Informal, de los climas de opinién y de los movimientos lte- rarios; una “historia social de las Ideas" que tratarfa del estudio de las ideologias y de la difusion de las ideas: y una ‘historia cultural” que se ‘ocuparia del estudio de la cultura en el sentido antropolégico (Robert DARNTON. “Historia intelectual y Cultural’. In: © beljo de Lamourett. S80 Paulo: Companhia das Letras, 1990, p. 175-197 € 188). J86 D'Assungio Barros perteneciente a la historiografia brasilena, y que se produjo a la par con este esfuerzo de extender la reflexién social a un campo mas complejo, esta en el clasico Homens Livres na Ordem Eseravocrata de Maria Silvia de Carvalho Franco. ,Cusl fue la novedad de esta obra cuando apareci6? Hasta entonces, la Historla Social dedicada al sistema escla- vista estudiaba una dicotomia simplificada: la oposicién entre “sefores” y “esclavos", Por primera vez, alguien se preguntd por las camadas pobres intermedias que no formaban parte nt del grupo de los sefiores ni de los esclavos. Eso fue una nove- dad, una apertura de horizontes que estimulé a otros historia~ dores brasilefios a explorar la diversidad social que excede los marcos de las dicotomias simplistas. En adelante, comenza- rian a surgir muchos estudios que tomaron como objeto a los excluidos, los marginales, los grupos étnicos, sélo para citar algunas posibilidades. La Historia Social brasilefia empezaba a respirar mas allé de las dicotomias simplificadoras. Se abria una interconexidn con la antropolagia y con los estudios de historia antropolégica, volviéndose las miradas a los circuitos familiares, a las relaciones sociales en el Ambito de la vecin- dad, al interior del matrimonio, ete. Con esto, la Historia Social brasilefia se expandia efectivamente y no burocraticamente Ya nos hemos referido a las criticas de Thompson -autor que trabaja en el cruce de una Historia Social con una Historia Cul- tural- tendientes a denunciar aquellas abstracciones desmate- rializadas de toda referencia social. Su propuesta, en cambio, se afirma en direccién a la complejidad y al tratamiento de las sociedades como realidades dindmicas y vivas: como procesos, y no s6lo como descripciones de estructuras perfectas como relojes, pero abstraidas de toda realidad humana. De lo dicho, establecemos entonces que se fortalece una Histo- ria Social que establece vinculos con otros campos de la propia historia y con otros circuitos disciplinarios. Si volvemos al Cua~ dro 4, que pretende ser apenas un esbozo de posibilidades, no mas que eso, veremos que los diversos abjetos posibles para £1 Campode la Historia: Especialidades y Abordajes 6 ria de las Ideas 0 una Historia del Arte que se restrinjan sdlo a discutir obras del pensamiento o de la creacién artistica sin referirlas a su ambiente social mas amplio. Basta con pasar Jos ojos por una repisa con libros de Historia del Arte o de la Literatura para que encontremos en la mayor parte de ellos, vastas resefias de los estilos artisticos o una sucesién crono- légica de las vidas de los principales artistas y literatos, de modo que estas historias se convierten en una sumatoria de pequefias biografias de artistas mas 0 menos importantes & hiladas segiin criterios cronolégicos o agrupadas conforme a sus componentes estilisticos. Como ya lo mencionamos, estas historias obedecen a un tipo tradicional de Historia de la Cul- tura que diverge de la Historia Cultural por la incorporacién, por parte de esta iltima, de la dimensién social que le permite dialogar contextualmente con los objetos (en este caso, una Historia Social de la Cultura)**. ‘A base de varios ejemplos conocidos de obras producidas con pretendidas preocupaciones historiogréficas, puede ser cues- tionada aquella idea de que “toda historia es social” Es social, podremos corregir, si el historlador tiene efectivamente pre- ccupaciones sociales en su modo de examinar e! pasado. on relacién a fos ya mencionados objetos de la Historia Social (cea como especialidad particular, sea en el sentido totaliza- dor) conviene recordar que hoy estamos frente a una tendencia que favorece crecientemente el examen de la sociedad en toda su complejidad, superando el manejo de categorias sociales estereotipadas y de dicotomias generalizadoras. Un ejemplo © Robert DARNTON diferencia una “historia de las ideas” preocupada por el estudio del pensamiento sistemético, generalmente en tratados filo- s6ficos; una ‘historia intelectual” que se ocuparia del estudio del pen- samiento Informal, de los climas de opinién y de los movimientos lte- rarios; una “historia social de las Ideas" que tratarfa del estudio de las ideologias y de la difusion de las ideas: y una ‘historia cultural” que se ‘ocuparia del estudio de la cultura en el sentido antropolégico (Robert DARNTON. “Historia intelectual y Cultural’. In: © beljo de Lamourett. S80 Paulo: Companhia das Letras, 1990, p. 175-197 € 188). J86 D'Assungio Barros perteneciente a la historiografia brasilena, y que se produjo a la par con este esfuerzo de extender la reflexién social a un campo mas complejo, esta en el clasico Homens Livres na Ordem Eseravocrata de Maria Silvia de Carvalho Franco. ,Cusl fue la novedad de esta obra cuando apareci6? Hasta entonces, la Historla Social dedicada al sistema escla- vista estudiaba una dicotomia simplificada: la oposicién entre “sefores” y “esclavos", Por primera vez, alguien se preguntd por las camadas pobres intermedias que no formaban parte nt del grupo de los sefiores ni de los esclavos. Eso fue una nove- dad, una apertura de horizontes que estimulé a otros historia~ dores brasilefios a explorar la diversidad social que excede los marcos de las dicotomias simplistas. En adelante, comenza- rian a surgir muchos estudios que tomaron como objeto a los excluidos, los marginales, los grupos étnicos, sélo para citar algunas posibilidades. La Historia Social brasilefia empezaba a respirar mas allé de las dicotomias simplificadoras. Se abria una interconexidn con la antropolagia y con los estudios de historia antropolégica, volviéndose las miradas a los circuitos familiares, a las relaciones sociales en el Ambito de la vecin- dad, al interior del matrimonio, ete. Con esto, la Historia Social brasilefia se expandia efectivamente y no burocraticamente Ya nos hemos referido a las criticas de Thompson -autor que trabaja en el cruce de una Historia Social con una Historia Cul- tural- tendientes a denunciar aquellas abstracciones desmate- rializadas de toda referencia social. Su propuesta, en cambio, se afirma en direccién a la complejidad y al tratamiento de las sociedades como realidades dindmicas y vivas: como procesos, y no s6lo como descripciones de estructuras perfectas como relojes, pero abstraidas de toda realidad humana. De lo dicho, establecemos entonces que se fortalece una Histo- ria Social que establece vinculos con otros campos de la propia historia y con otros circuitos disciplinarios. Si volvemos al Cua~ dro 4, que pretende ser apenas un esbozo de posibilidades, no mas que eso, veremos que los diversos abjetos posibles para El Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes 120 Los individuos pertenecientes a las clases sociales privilegia- das se dan a conocer a través de los mas diversos tipos de fuentes a disposicién de los historiadores -en la documenta- cién politica, hablan a través de los diputados y gobernantes que los representan; en las noticias de diarios; se puede inclu- so percibirlos en las demostraciones de su vida privada en las columnas sociales; en el arte letrado, donde los encontraremos como sujetos productores de discurso 0 como referentes de los discursos ahf producidos. Al pobre, en cambio, y mas ain al excluido, sélo le es dada una voz cuandg comete un crimen (0 cuando es acusado de uno). Y aungue sea paradojal, en los re- gistros represivos, siendo los espacios documentales més bu- rocraticos, es donde los historiadores pueden encontrar voces de todas las clases, sobre todo de los individuos pertenecientes a los grupos sociales menos privilegiados desde el punto de vista social y econémico. jEs sélo cuando comete un crimen que el hombre adquiere una identidad para !a Historia! Existen, también, y es necesario reconocerlo, las fuentes de la cultura popular, no obstante este tipo de fuentes est mas pro- plamente relacionado con la Historia Cultural, como ya hemos visto anterlormente. Tampoco debe ser despreciada la gran literatura. El historiador inglés Eric Hobsbawm, por ejemplo, recomienda que se preste atencién a la Comedia Humana de Balzac para comprender la transicién al Capitalismo moder- no, y la misma recomendacién puede ser hecha con relacién alas obras de Victor Hugo. Por su parte, a partir del momento en que la perspectiva realista se abrié para los productores de obras asociadas a la cultura letrada (literatura y artes visua- les), el hombre comtin tamblén empezé a llegar a los historia- dores a través de estas fuentes, aunque ellas siempre requieran el cuidado de ser trabajadas con la conciencia de que, en estos casos, el hombre perteneciente a los estratos sociales menos privilegiados sélo recibe su voz o su transparencia a través de un filtro: el de la sensibilidad del escritor o del pintor pertene- lente, por lo comtin, a otro grupo social. "Honoré de BALZAC. A Coméitia Humana. Porto Alegre: J686 D'Assungao Barros Volvamos a las fuentes de la Historia Social que legan a los, historiadores a través de la violencia. Ademés de la violencia del crimen individual, existe ain la violencia colectiva, don- de la masa anénima deja sus marcas y conquista también su voz a través de explosiones de rebeldia que pueden quedar registradas en las noticias de diarios o en las descripciones de los cronistas, para los periodos mas antiguos. Las revolu- ciones y los procesos de transformacién social, conforme ya habia observado Thompson, son momentos privilegiados para la percepeidn de las identidades de clase, inclusive las relati- vas a los grupos sociales mds pobres. Son estos los momentos en que las masas se tornan visibles, expresandose por medio de los gestos de la “protesta” (sean protestas espontaneas 0 movimientos organizados, como las huelgas) o de la violencia colectiva, que pueden producir desde confusiones y motines hasta revoluciones con repercusiones sociales definitivas. Son también en estos momentos cuando, eventualmente, surgen los Iideres populares dejando sus voces registradas en panfle- tos 0 en discursos que fueron recogidos por la prensa o por los, cronistas de una época. En Ja vida diaria, las masas populares son informes: ejecutan enmudecidas las tareas que les permitiran asegurar su super- vivencia diaria. La Historia conoce a campesinos del final de la Edad Media, a obreros urbanos de las sociedades indusitiales, a los esclavos del Brasil Colonial, etc., siempre a través de los registros masivos que consignarén las fechas de sus nacimien- tos, el mimero de hijos, la muerte, la ocupacién, y las moda- lidades de pertenencia (a un sefor en la Edad Media 0 a una industria en el mundo capitalista). En estos momentos, las ma~ sas hablan a la Historia a través de niimeros que registran su laboriosa y sufrida pasividad. sin embrago, cuando ocurre un motin, una insurrecel6n, una protesta pablica, por primera vez la masa de desposefdos ser ofda, no a través de la pasividad de los ntimeros silenciosos, sino que de los gestos violentos y ruldosos. Los Sin Tierra, por ejemplo, son habitualmente encontrados por 2 EI Campo de la Historia: Especialidades y Abordajes Jos historiadores en los documentos censales, que los registran como campesinos desposefdos y desempleados. Cuando ocu- pan una hacienda 0 cuando en protesta entran en un espacio no previsto para ellos ~como un centro comercial (Mall)~ en este momento ellos se convierten en actores sociales definidos y ganan espacio en las noticias de diarlos y otros medios. Cuan- do la masa excitada derrumba una bastilla, entra stibitamente en la Historia no como una estadistica, sino que como sujeto colectivo que realiza un acto, que produce o se incorpora a un movimiento social. Los campesinos medigvales, de modo simi- lar, legan a los historiadores como un niimero incorporado a la tierra a través de los contratos celebrados entre un noble y un vasallo, 0 a través de un testamento que los entrega a los herederos de un feudo. Sin embargo, cuando estos campesinos produzcan una Jacquerie, seran registrados por primera vez por algo que hicieron y no por algo que les hicieron a ellos. Son los grandes movimientos de protesta o de violencia co- lectiva los que tornan visibles a las masas y son los pequefios momentos de crfmenes individuales los que dan visibilidad al hombre comin. Por eso, e! historiador acaba Hlegando a las, masas y a los individuos menos favorecidos a través de la vio lencia. Son las fuentes que expresan los varios tipos de vio~ lencia (0 que registran la expresién de esta violencia) las que permitiran a este historiador examinar las relaciones de cla- ‘se, Sus expectativas, su cotidianidad. Es curioso observar que, cuando el eriminal escapa de la represién, él se pierde para la Historia. En realidad, las fuentes de naturaleza judicial-represiva -como os procesos criminales o los registros inquisitoriales- consti- tuyen registros multiples, polif6nicos por excelencia. La propia diversidad social puede estar presente en un proceso judicial © inquisidor, pues el modo como deben ser organizados los procesos, entrecruzando individuos de los mas diversos tipos, acaba confiriendo a este tipo de fuentes una posicién muy rica en el repertorio de documentos a disposicién de un historia- dor social. Son fuentes que suelen dar cuenta de una postura 088 D’Assunedo Barros representada por el sistema represivo (no pacas veces expre- sando contradicciones internas que pueden aparecer bajo la forma de conflictos de autoridades) y un universo multifocal que involucra un vasto ntimero de declarantes y de testigos, hasta llegar al criminal o al requerido. Es raro que la Historia Social encuentre fuentes relativas.a los grupos menos favorecidos en la documentacién privada de los propios sectores pobres (diarios de vida, libros de memoria, relatos de viajes, correspondencia). Estos tipos de textos no siempre son conservados después de que sus autores desapa- recen, Ciertamente que, a medida que su mirada discurra por los sectores mas pudientes, es mas probable que disponga de este tipo de documentos. En fin, las fuentes de la Historia So- cial son de numerosas modalidades. Su eleccién, naturalmente, sera orientada por el problema histérico que debe ser definido ¢ investigado por el historiador. 8. Historia Econémica Una diltima divisién historiogréfica relacionada al tipo de en- foque o dimensién que canaliza las atenciones del historiador ¢s la Historia Econémica (Cuadro 5). En este caso, dificilmente puede haber dudas relativas a los objetos de esta especiali- dad. Se estudia cualquiera de los tres aspectos involuctados por las actividades econémicas: 1a Produccién, la Circulacién o el Consumo, El campo de la Produccién fue objeto de interés primordial de la historiografia marxista. En este sentido, aqui encuentra su espacio el concepto de “modo de produccién”, que busca abar- car toda la produccidn de la vida material de una sociedad a partir de la apropiacién del trabajo humano y de la utilizacién de los medios de produccién (materias primas, instrumentos). Fuera de la teoria marxista, se puede hablar de “sistemas de produccién”, que es sdlo otra manera de referirse a este Am- bito productivo que constituye el punto de partida de la vida econémica de una sociedad,

Das könnte Ihnen auch gefallen