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Scecién: Clisicos Leibniz: Discurso de metafisica y notes de Jolin: Maries EI Libro de Bolsillo Alianza Editorial Madrid ‘Titulo original: Discours de métaphysrque Traductor: Jolién M Primera edicion en «Revista de Occidenten: 1942 Primera edicion en «El Libro de Bolsillo»: 1982 © de Ia introduccion, traduccion y notas: Julian Marias © Revista de Occidente, S. A., Madrid, 1942, 1981, © Alianza Editorial, 8. A., Madrid, 1981 Calle Milan, 38: 200 00 45 ISBN: 84-206-1911-6 Depésito legal: M. 25.629-1982 Impreso en GREFOL, S. A., Pol. I~ La Fuensanta ‘Mostoles (Madrid) Printed in Spain Introducciéa a la metafisica en el siglo xvi Todo libro clésico, y mas atin si es de filosofia, tiene supuestos que es menester conocer para comprenderlo de un modo suficiente. La frase escrita en un momento del tiempo » en una determinade circunstancie quiere decir algo may concreto en virtud de su agut y su abora, 9 se inteleccién plena requiere que se tenga presente su con texto bist6rico. Interese, por tanto, que los libros clésicos vayan acompanados de algunas consideraciones actuales que los sitiien en una perspectiva y ayuden a orientar su interpretaci6n, Esta necesidad es reconocida de ontiguo, y el modo usual de satisfacerla es el comentario. Pero ‘ahora, al presentar al lector espafiol el Discurso de me- tafisica de Leibniz, prefiero prescindir, por el momento, de la referencia directa a esta obra y hablar escasemen- te de ella dejando para las notas las aclaraciones concr=- tas de su contenido. La raxén de esto es clara. Hay libros cuyas dificultades son primariamente intrinsecas: el texto es proBlematico, la autenticidad de algunos pasajes es du- dosa, estén Henos de alusiones poco evidentes 0 tienen 10 Jilin Marias Puntos de penosa comprensién; en estas casos, el comen- tario es un simple ausilio necesario para el lector, Pero otras veces la lectura de los libros resulta disfana y trans. Parente; cada pagina, cada frase de ellos, es clara y obvias ¢ pueden leer de ws tirdx, sin tropezar en el recodo de cada pérrafo, como en aquéllos en que la oscuridad nos acecba a la vuelta de cada hoja, en una perpetua embos. cada que arrostra la mente en sobresalto; y, no obstante, fo que resulta més problemético es su sentido total, su Fignificacién y su alcance. Esto suele ocurri, sobre todo, en esos escritos esenciales en que se resume apreteda. mente la vida intelectual de una época entera; los libros en que la flosofia inicia una etapa, como el Discurso del método, de Descartes, o la cierra en plena madurez, como el Discurso de metafisca, de Leibnis, Estos dos breves escritos, de titulo paralelo, ban te do sna suerte muy desigual en Ia bistoria de la filotofia. EL discurso cartesiano, compuesto al alborear el racio. nalismo, ba sido largamente leido y estudiado; a be apelado siempre en primer término para conocer el pen tanmtiento de su autor y aun el cardcter general de la Hilosofia de su sigh, y es tal vez el libro més notorio de la filosofia moderna entera. El discurso de Leibniz, en cambio, inédito basta mediados del siglo XIX, ba sido Poco ¥ tardiamente conocido; su ausencia de las colec. Giones impresas de escritos leibnizianos ba becho que Daye contribuido en escasa medida a formar la imagen usual del pensamiento de Leibniz; y aun después de be. berse publicado no ba reobrado excesivamente sobre le ‘dea tradicional, y todavia hoy se suele exponer la meta. fisica leibniziana tomando como punto de partida la Teo. dicea, los Nuevos ensayos y, sobre todo, la Menadologts, Ahora bien, todas estas obras son parciales y dejan en sombra aspectos decisivos de su sistema; no et fécil ver en ellas la arguitectura de la totalided y el engarce de les problemas. En el Discurso, en cambio, todo esté en ‘a conexién mas perfecte, y apenas babré motivo impor. i Introdvecion ante de la filosofia leibniziona que esté tratado o al menos puesto en su lugar. Es imposible acumalr on ten brete espacio mis cantidad de susanca metaiee: por cso le corresponde el maximo de eficacia para mover pensamiento filosdfico. Pero no es esto sélo, sino que como Leibniz recoge todas las tradiciones que encuentra fn su tiempo y las incorpora de un modo vivo a 2 stoma, of Disurso de mettsica resulta ol resumen ‘nds denso y sistemético del pensamiento del siglo XVI ¥ no slo en las euestiones estitemente osies, sino en aque ores que ban estado en exreca cone sib con ells 9 resulta indispensable para comprende le evolucin dee metas moderne: I toloie» le ciencia fisico-matemética, En las excasas paginas del Dis curso eae slanteados por la ment genial de Leibis, los mas graves problemas que babi io acucondo a Bomires del siglo XVI: ta acitud ente el pasado fie ssfico, desde Grecia bate te Escléstie, ol probleme étodo, el del origen de las ideas, el de la conuni- rope gh td laos al pensaminto y entre la extension le fuerza, a cue tin del yo, la imterpetcin del Bombre come sion la beta, ta racia a erin sentido de le more Fidad, el problema del mal el del infinito 3, sobre todo, como clave de los dems, el gran problema que se vent lobe entonce, veces enmarcarado bajo aparenie: c= tratias, pero siempre vivo y punzente: el problema de Por ext, cade line det Discurso de mesa viene cores de Boas reser, gu econ a xt ico y pleno sentido. En las notas que siguen paso a peso rmiltiples y restablecer sus conexiones; pero es menester isponer para ello de un previo sistema de referencias. Cuando 4 eel Disco con dare consent puesto en la bistoria del pensamiento, se tiene ante los ojos, como en wt mapa, el panorama espiritual de Euro- 2 Jolida, Maries 2a oo de los momentos capitals en que ésta a i deciiendo su destino. one momento en ee, defintiog. ent, puto su vida de castes sglos ala carte dl ro ‘analismo. En la obra de Leibniz, a Edad. Moder que abora esté acabando, se poseys intelectualmente a Si mivma, Pero pare pentrar eabalmente en ele, sobre ‘edo om mis canociday cerer expretion es meneser {feta lat ines gers del ambit espinal de ‘ropa en aquelle centuria: eto es fo que voy a intent en las paginas que siguen ae 1. La mente europea en el siglo xvn La Edad Moderna no comienza de una vex ent Europa Desde que se rompe la unidad del mundo medieval, alld en el siglo XV, hasta que la modernidad lege a ser efec tivamente dueia de si misma, transcarren doscientos aos. Es un plazo bastante largo para que la expresion «Eded Moderna» resulte un tanto ambigua: los elementos que la ban constituido ban ido apareciendo lentamente so- bre la jez de la bistoria europes, y en cada instante ban coexistido estratos de claro linaje medievel con otras ca- pas posteriores, de indudable filicién moderna; basta tal punto, que en algunos paises, como Expafta, ba pare- cido problemética la existencia del Renacimiento se ba pensado que la Edad Media perduraba alli casi basta eb siglo XVIII; lo cual no es verdad sino en medida muy escaca 9 en algunas dimensiones parciales de Ia vida La transicin del mundo medieval al moderso se ree liza primero en tres esferas vitales: el arte, la politica la religién. El arte renacentista —sobre todo en Italia y Flandes—, la formacién de las nacionalidades de Occi dente —con la subsiguiente expansién colonial 9 ultrama- “ Juli Mais rina— y la Reforma protestante, seguida de la Contrarre- Jorma catélica, gue culmina en el Concilio de Trento son los grandes hechos bistéricos que determinan el paso de una época a otra. Y todos ellos se encuentran agrupa- dos entre los iltimos afos del siglo XV y la primera mi. tad del XVI, aproximadamente. Sehalenos algunas fe- chas: 1474, unién espaiola; 1483, muerte de Luis XI de Francia; 1485, Enrique VI de Inglaterra inicia la dinastia de los Tudor; 1536, abdicacién de Carlos V; 1538, comienzo del reinado de Isabel de Inglaterra, 1317, las noventa y cinco tesis de Lusero; 1531, separa. cién de la Iglesia amglicana; 1540, fundacién de la Com. Pata de Jestis; 1545-63, Concilio de Trento, En ta ciencia y en la filosofia, la cuestién es més larga 3 més compleja: se sale muy pronto, ciertamente, del dmbito escoléstico; pero una cosa es la salida y otra la Negada; desde los fisicos nominalistas hasta Galileo Newton, y desde Guillermo de Ockam basta Descartes 9 Leibniz, la mente europea necesita més de dos centurias ara alcanzar um nuevo saber acerca de las cosas. Ockam, el tiltimo gran flésojo medieval, muere hacia 1350; hasta 1543 no eparece el tratado De revolutionibus orbium caclestium, de Copérnico —gue es sdlo el primer intento de fisica moderna—, y slo en 1609 publica Kepler su Physica caclestis, segundo paso aiin inmaturo; la nuova Scienza 10 se logra hasta algo después, cuando se van publicando las grandes obras de Galileo: en 1623, TL Saggiatore; en 1630, ef Dislogo dei massimi sistemi; en 1638, los Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze, de titulo tan revelador; 5 la plenitud de Ja ciencia natural moderna no se aleanza antes de 1687, com la publicacién de los Naturalis philosophise Principia mathematica, de Newton. Respecto a la filoso. fia, el Discours de la méthode cartesiano es de 1637, {as Meditationes, de 1641; el Discours de métaphysique, que significa la madurez de Leibniz, probablemente de 1686. Son pues, doscientos aftos para comenzer realmente ‘e s Irveodosién \ aca, que se convierten en trescientos si que- 1a maett cn ator momentos de modute tot. Y 3 bien U pensamtiento de los aios intermedios no es ya medieval, serenade decse todavia ue eso set la floioia moder vs porque no es en verdad moderna, sino més bien uw lento le renovar fo menos sustancal de le expecalaciin intigua, 7 sobre todo porgne, slo algunos momentos rslados 3 excepcionales, no merece en iltimo término el Ntombre de filosofie, si por este término se entiende, en ecto, wn auténtico saber metafsico acerca de lo gue Mn cuanto mis se inssta en le indudable disconti i és agude- nuidad de las etapas de plenitud filosdfca, més ag r,s prcenta ed mucvoprotema En fob ls Spocas, al menos en nuestro mundo occidental posterior @ Grecia, es decir, on la Antigledad mediterrinea y en Europe, la vida se apoya en una filosofia que, en cierto sentido muy conereto, es ingrediente de ella y, por tar- to, un elemento neceserio. pare su comprensién 9 para le inteleccién de la realidad bistériea. Las Spocas que consideramos como «intermedias» o «de transicién» son, desde el punto se vista istveo, tan sustantioas como las dems; por tanto, la Hlosofia que on ellas se bace de lo que viven regniere explicacion, 9 sin un conoci tmiento sfiiente de ella no. podemos conprender fnte- ipomente la redidad hse, Sobre este punto bin sistido extroordinariamente Ortega en su prélogo a 1 traducci espafola de la Historia de la Filosofia, de Brébier. Pero, por otra parte, no en todo momento vive el Bombre de igual manera fundando su existir en una filosofta —pignsese en que ésta es una realidad que ape- m correo momento bisdrica 9 enn ener determina bs 'VIT antes de determinado: las costat jénicas del siglo Jerr,» questo ba exitido despa. eros crs tos culturales y no en otros—i adems, cabe que la filo- rigor suyat 3 por fia de que vive una époce see en rigor sure: 9 Por ittimo, aparte de esto, es posible que see deiciente 16 Jolidn Maries cuanto filorofia, es decir, como intento de aprebeni serdaderamente la redded. Eso estblece eateries ay istintas entre los sistemas jdosdficos —y no sdlo, nati, ralmente, por lo que se refere a su evaloracionn- y, 4 1 vex, afecta de modo decisivo a las épocas bistbricas respectivas, porque no es lo mismo poseer un sistema de Gonuciones ploclicas propia, pensadas on jucion de la circunstancia en que se vive, » ademds con sentide rnetajsco —expreson a todas luces naga inuficone, pero que designa una concretisina realidad—, que usar 11 repertorio de ideas ajenas, toscas en cuanto tales adaptadas de wi modo extrinseco a la situacién, gue queda automiticamente determinada : suede eutomicamentedeterinadey calfcada por ete Esta diferencia es la a ‘que encontramos si comparamos al periodo que ve del siglo XIV al XVI con le situs i6n intelectual del XVII. En el pramero se carece de un Siena de eas congactes 3 Pemades de un modo original: se vive de los restos de la tradicién pretérit mecldos com intents de resturaciones caligia 9 con algunos atsos nuevos, que no pasan deer es, ati: in el segundo, la ciencia y la filosofia se mucoen con una seguridad incomparable y poteen un cuerpo wnt. tario y eficaz de doctrina acerca de la realidad. Pero re. ria un grave error interpretar el pensamiento posterior « Qckan y anterior a Galileo y Descartes como preparacin de éste; esta idea progresista nos impediria comprenderlo y quiteria a exe pemomiento ode ta ran tantvided que pose, y que es independiente de su cal dades estitamente ntelectules; otra cosa es decir que clgunes teat de ea époc bayonreatado enecedetes necearios de la nova sciensa 0 dela fosofa racona list: se las poded interpreter ait vistas desde el pene wiento posterior, y esta visién es perectamentelegtia Y necesaria; pero a condicién de que no sea exclusiva, m siquiera primaria, sino que le preceda una comprension Iuficiente de erat idees en si riomas 4 on la eonecten Inodoecion " ide su tiempo. Sélo algunos pensedores de carkcter espe- tialmente innovador y fragmenterio —gue son, tal vez, Tes que hoy mds nos interesan— se pueden entender como primera intuicién y vislumbre de las grandes ideas (que dontinarén en acto la flosofia del XVII, y requie. fen, por tanto, ser estudiados desde ellas. Tal es el caso, entre otros, de Copérnico o Nicolis de Cusa. ‘Ahora podemos preguntarnos: équé elementos filos6 ficos encuentran en su circunstancia y en su inmediato bpretérito los grandes metafisicos del siglo XVII? Y, en segundo lugar: cen qué medida y en qué sentido inter- tienen en la formacién de su propia filosofia? Para ter- miner con una tercera interrogante: ceudles son las ete pas y los problemas de esta metafisica de la época ba- rroca? El volumen mayor de la ensefianza y 1a produccién filoséfica al comienzo del siglo XVII esté constituldo ‘ain por la Escolistica; conviene que la falta de vigenci« de ésta para los espiritus renacentistas le hostilidad ‘con que la miran no mos bage olvidar ese becho. La filo- sofia que habitualmente se escribe 9 se ensefia en las Universidades es el escolasticismo tomista, escotiste u cockamiste, primero, y luego més bien en la forme que recibe de los maestros hispénicos, Juan de Sento To- ‘més, Fonseca o Suérez, por ejemplo. Descartes estudia 1a Escoléstica en La Fleche; Malebranche recibe andloga formacién en el College de la Marche; aun en los me- dios protestantes, la juventud de Leibniz exté consagrade al estudio de los escolésticos, antes de abordar el de los autores moderns. Este es el gran supuesto sobre el que se mucve toda la especulacién racionalista, y la referencia a él es cons- tante; Descartes, con suma frecuencia, se sirve de los terminos de Pécole cuando quiere bacer comprensible su pensariento a ta genevalidad de los lectores; en Leibniz. 18 Julif. Matias en cambio, las alusiones a la Excoléstica son més explic cites y coneretas, sin duda porgue ya esté mds lejos de {as mentes contemporineas: en efecto, en los aos que ‘median entre wn pensador y otro —medio siglo justo, a sido custiuida en gran parte, si bien no totalmente, Por el cartesanismo; véase, para no bablar sino del pen. Samiento catblico ortodoxo, la obra de Bossuet, 9 guiad mas ain el Traité de Vexistence de Dieu, de Pérclon de tan claras raices cartesianas, Pero conviene distinguir, dentro de esta Escoléstca, dos fases distintas, incluso cronolégicamente: una, la que Podemos llamar propiamente medieval, es decir, el no. minalismo posterior a Ockam, contra ‘el cual reaccione ‘Asperamente el bumanismo del Renacimiento; su altima epresentante de alguna importancia es Gabriel Biel (1425-1495, aproximadamente), pero antes y después de 4 la significacién de estos escolasticos es muy secunda ria. La segunda fase es ya renacentista, y en cierto ren. ido moderna: ta Escoléstica espaiiola, con sus reperce. siones en Portugal y en Italia; esta Escoléstiea, que en. vuelve ya una reaccién frente al bumanismo y se enfren. 4a con los problemas del Renacimiento (cuestion de los indios, del derecho de gentes, del Estado moderno, Re. forma protestante, etc.) es de una fecundidad muy sn. perior y ba influido de modo més positivo en la filorofia racionalista. Este grupo, principalmente dominicano » je. suita, comienza con Francisco de Vitoria (1480-1546), 42 continta con los teélogos tridentinos (Soto, Melcbor Cano, Carranza, Baez, Léinez, Salmerén, Molina, ete) ¥ fermina con los tres filésofos antes nombrados, Pedro Fonseca (1548-1597), el comentador portugués de Avis. s6teles, Francisco Suérez (1548-1617), el metafisico més original de la Escoléstica moderna, y Juan de Santo To. ‘més (1589-1644), contemportnea de Descartes; estos son los tres pensadores que realmente influyen en la filosofia racionalista del XVIL, y s6lo por ellos se ouelve la aten. cién —ast en Leibniz — a los escolisticos del siglo XITT, s Inarodocién reaccién manifiesta a segundo lugar, encontramos la we a Bscoléstica: ef bumanismeo. Su punto de arran- Gee encore Iii om nea represent Oana Jo XIV y una madurez en las mt pleno siglo XIV y Fei otte Batdeea de Forencia (1440) coon cadernias, como < 440) — que slo te podrén lantear de un modo suficiente en lor i Plantar de um modo suiiente en ls times decenios Devito de este grupo de pensadores bay que distin. fir ms gue tes grupos, porgue los limites ton pre tis, tres tendencies, La primera es la especuacin on orno al mundo, desde supuestos com frecuencia iraio. rales y aun mégicos: Agrippa vom Nettesbeim, Pose celso, tal vez Leonardo de Vinci. Frente a esta’ ci natural, que pudiéramor llamar sin métoda, osind Introduccion a de la nuova scienta, que se caracteriza por el empleo cons- ante y formal del método matemético: sobre todo, Co- pérnico y Kepler, que preparan el camino a Galileo. Por iltino, la filosofia sensu stricto, representada de ‘modo eminente por Nicolds de Cusa (1401-1464) 9 Giordano Bruno (1548-1600). En éstos se encuentran ger- minalmente varios temas centrales de la filosofia poste- rior, que aparecerén en Spinoza 0 en Leibniz, y aun en 2 idealismo aleman, Sobre todo, el problerta de lax rela- ciones de Dios con el mundo, la idea del infinito y el nue- ‘p0 concepto monddico del individuo, que envuelve una onda transformacién de la nocién de sustancias. Ms ade- ante intentaremos descubrir estes resonancias en el Dis- curso leibniziano, y entonces seré ocasién de precisarlas Finalmente, y ya préximo el florecimiento de la fisica de Galileo y de ia filosofia cartesian, se inicia la reno- vacién empirista inglesa, con Bacon, cuyo Novum orge- num se publica en 1620; Hobbes (1588-1679), tan in- fluyente en los estudios politicos, y todos sus continua- dores secundarios, hasta Negar @ Locke (1632-1704), que significa la madurez de la filosofia empirista de las Islas, del mismo modo que Leibniz, que tendra que enfrenter- se con sus doctrinas, representa la plenitud del raciona- lismo continental. : Estos son los elementos que los grandes jildsofos del XVII encuentran en su circunstancia mental. En este complejisimo mundo de ideas van a moverse, recibiendo de elles influencias de alcance y fecundidad muy dispa res, que urgiria ordenar en una perspectiva. Descartes, al iniciar verdaderamente la filosofia moderna, va a rea- lizar una magica simplificacién, en virtud de la cual pa- rece surgir, como un nuevo Adén filoséfico, de wn mur- do sin pasado; pero no nos engefiemos; por debajo de la aparente ausencia de supuestos de la filosofia cartesiane late la multitud de pensamientos que acabanios de enume- rar sumariamente; los mismos que asomard, ya rds plictos, a las péginas de Letbniz. IL, La génesis de Ja filosoffa moderna Como bemos visto, ls dos tendencies generales de la filosotia renacentista eran, o bien continuar simplemente 4 Escoléstica, con arreglo a las formas medicvales » una {fen propension a caer en la mera exégesis de sus ram des textos, o bien romper com el pasado medieval con Aristételes, coniderado como june capital del pense Imenio ecoléstice, Estas dos onientaciones.peeaben de inouicintes 9 ou desing rata eterlidad, texas cismo espatol, a pesar de la genalidad de algunos de J48 representantes, se agota ripidamente, despuds de le muere de Suirez, 0, 4 10 sumo, de Juan de Santo ‘omés, pierde toda vida filoséfica auténtica; se vineula de un modo extensivo a las formas tradicionales, al re. pertorio de los problemas tratados en la Edad Media, « Heakltcones propuitas pare elo enol siglo XII, 3 rde el contacto con Ia realidad misma. Pero, sobre ‘odo, propende a considerar que las euestiones estan sueltas, y con ello renuncia a todo verdadero probleme: Hismo y al espiritu de la investigacion losSfica, pore Introdocin ° preferir el comentario y la defensa polémica de un euerpo de doctrina transmitido de generacion en generaci6n y ique acaba por no ser siquiera real y actualmente poseido de un modo eficax por sus propios depositarios. Por otra parte, los bumanistas que se vuelven contra ls Escoléstica en nombre de 1a filosofia antigue olviden (que aquélla se ba nutrido de ésta a lo largo de toda su Bistoria, y no sdlo de Aristételes, que al fin y al cabo sélo ba ejercido una influencia tardia, sino de sus pen sadores predilectos: Platdn, los neoplatdnicos, los esto (cas. La continuacién eficaz, por tanto, de la flosofia grie- ita esta en el pensamiento de los Padres de la Iglesia } de los escolésticos, mucho més que en los platonizan- tes del Renacimiento. Ademés, ni siguiera ouelven real- mente a intentar na comprension directa y profunda del pensamiento antiguo, sino que se contentan con su jaz mas superficial y literaria. Por diltimo, frente @ la Escoléstica misma, su posicién es muy insuficiente: en primer lugar, al hablar de ella se refieren por lo general a su decadencia del siglo XIV, y no la conocen en sus grandes representantes; en segundo lugar, la toman en Bogue, reduciéndola arbitrariamente a Santo Tomés 9 sus comentadores —error en que también suelen incurrir los adversarios del bumanismo—, sin conocer toda le amplia variedad de la filosofia de la Edad Media; final- mente, tomando como justificado punto de partida et abuso del formalismo Idgico y el apego erréneo a un modo de plantear las cuestiones de fisica, los enemigos de Aristételes y de la Escoléstica, sin tomarse el tro- bajo de conocerlos, los condenan sin apelacién, como una ‘masa interpuesta entre las dos claridades del mundo anti- uo y su renovaci6n renacentista. Este doble modo de considerar la cuestiu no termina en el sigh XVII; podemos encontrar en el rrundo com temporéneo miltiples ejemplos de ambas posiciones, en tre ellos tomemos dos, uno de BordasDemoulin (Le Cartésianisme ou la véritable rénovation des sciecnes, * Jolin Marias Péginas 1-4), y el otro de Jacques Maritain (Antimoder. Re, pags. 99-106). El primero dice ast: «Les modernes, as plus que les anciens, n’ont pbilosophé des instant quils ont essayé de le faire; il leur a méme falta an temps quatre fois avssi long. Les tentatives des uns di erent deux sigcles depuis. Thalés jusqu’d Socrate; celles des autres en ont duré huit, depuis Alcuin jusqu’® Des. cartes: sept, il est orai, sont absorbés par la scolastique, ct a peine en reste-til un pour les spéculations de Télé, sio, Bruno, Campanella, Ramus, Bacon, qui cherchent 4 innover, Or, la scolastique, loin d'ouvrir la voie & la Philosophie, nest propre qu’d la lui fermer, puisgu’elle felte la pensée bors de soi, et Venchaine dans les mots, tandis que Vobjet de la philosopbie est de la rappeler a clleméme, C'est malgré Ia scolastique gue saint Tho. mas, saint Bonaventure, saint Anselme, Henri de Gand, Albert le Grand, ont compris quelque chose, et surtout que Roger Bacon donne le signal de la véforme, deus sitcles avant Télésio, Tis étaient secrttement exciés par ke christianisme, dont Vesprit les vivifiait, quoique la théocratie, qu'il avait alors revétue, tendit, avec la seo. lastique, @ les étouffer.» Y un poco més adelante: «Sane doute elle est une tentative de philosopher, mais une tentative & rebours, gui tourne le dos a la raison et 4 la verité. Aussi plus elle avance, plus elle s'enfonce dan les ténbbres, et tombe enfin, avec Scot, dans Pabime des subtilités. Cependant Vesprit humain qu’a ranimé le christianisme, acguiert le sentiment de sa force, ef atague |a ‘scolastique comme la Hodaliten’. Es decin, pura les unos duraron dos tgls, desde Tales hasta SScrateer Gene tos otras han durado ocho, desde Alcuin hasta Descoreey Siees & eto, estén absorbides por la escoléeh jen0 para’ las especulaciones de Teleso, Ben fans: Bacon. ue tratan de acer innovacions” Y" le srelge "eios de abrir'el camino a ta florea, slo tive pan eee Introdscién 2% rdasDeroulin la Escoléstica es una tentative infruce not 9 « contrpelo de flosofe, se so puede cbtre ilosofta; y tinicamente a pesar de ella ban aleanzado ne Verda ln idsofos medevdes ero, sobre todo, lejos de oponerse a la Escoléstica por espiritu antcri. tigno, Bordas la considera como contraria al propio cris. tianismo, vivificador del pensartiento medieval; significa, es, su posicin la inversa de la tan usual como abusive Jue identifica el esclastiismo con la flosotia crstiana Nritain, en cambio, escriber «Et aaintenant, quelle peut éire Vattitude de la pensée thomiste a légard de la pensée dite moderne? Il faudrait distinguer, pour répon- dre a cette question, la science moderne ¢¢ 1a philoso- phic spécifiquement moderne, et, dans cette dernitre, Tesprt qui Vanome on propre et les matériaus de vérité i el cei ea eternal Le la philosophie modeme, ses principes spécifiques, 207 tunition denenble 1 eae fad tore ole ad De tout cla il n'y a sien & garder, que d'utiles lecons» Saint Thomas seul appara aujourd but comme ‘e re présentant par excellence de la philosophie ebrévenne, er parce que seul il en content dans ses principe toute Puniversalité, et toute la largewr, la hauteur et le pre Jondeur, seul il peut la défendre efficacement contre det erreurs auxguelles nul palliatif ne saurait plus remécier Pips eradirereni bee ees cae SLE in tle ae prendieron algo, y sobre todo Rogerio Bacon da la scial le tados por el cristianismo, cuyo espirita los vivificabs, ue la el ge, ant Fa cad 2 Seo et 26 Joliés. Marias La scolastique moderne ne peut mettre sa fierté qu’s Vimiter humblement, et non pas d repenser sa doctrine & la mode de notre temps, mais & repenser, selon le mode de sa doctrine, tous les problémes de notre temps.» «La Philosophie moderne apris cela est trés utile & la pensée ar ses erreurs mémes, dont la réfutation force sans cesse 4 approfondir la vérité, & preciser les principes, & mettre en lumibre des aspects nouveaux.» all convient & la phi- losophie scolastique de tout assimiler, de tout rectifier, de tout équilibrer, et de transporter dans la vraie lumisre ces intentions intellectuelles que la philosophie moderne viciait. Cest la seule manibre acceptable de sympathi- ser avec let philoropbes moderner»*, (Los subrasados son mios en ambos textos, que se podrian multiplicar dentro de tos dos aguios pensadores « indefdgnene fuera de ellos.) Maritain, como vemos, se sitda en una actitud estrictamente inversa a la de Bordas: la filosofia cull puede ser Ia acttud del pensamiento to- sie tc al enanicr lma mademo? Hy ave de Ungui, pate responder e esa pregunta, la cena modems 9 ta IWosolie espectcamente moderns, y, ch esa ting, cape auc la anima propiamente y los’ rtteriles de serded” got ome lene en potencinn alecbezanos et espriw de le Mossls oo derma, ut principio; expects, sx orenacign. de eoakena” \emin final a que vende De to esto mate bey gue gard, salvo "Ges ecclones» wSlo Santo Toms apareee ey Sone ‘i Tepieentante por excl den, Alone sélo coniene en nos princiios ean 4 amplitud so shure y-s0 profundiad, slg al paste de dla eicsmene contra Crores sue ya no podria tease enh Palate, La excolésice moderns silo puede iar ta orpaiaees ‘miter bumildemente, y no en repentar su doctinn ¢ anode le uestro tiempo, sino en repenat, sain el rn de a doe iin, todos los problemas de nuestro tempo aks Hosa oe den, ‘después de esto, es tilsime al pentamienie gern Imray ‘rrores, cova relation obliga sn Seata orotate i verdad, preci Tos" pinpon, 2 pone en cro mies a econ "sConviene a. fa fleet’ Ceci Serer ‘ef culty doy Sadar inorder gues denciénerintelecoaes que in fontia modern sabe Exes ol tio mod sepa de input Cone hats nwroduecién 2 moderna, en masa y en lo que tiene de propio, es un error destinado a ser refutado, del cual se pueden extraer par- celas de verdad que se ban deslizado en ella. La tinica filosofia verdadera es la escolastica, y dentro de ella sélo ‘Santo Tomas es su auténtico representante, a quien bay ‘que imitar bumildemente. ¥ —lo que es mas grave— no para pensarlo desde la situaci6n actual, sino para Nevar esté a sus supuestos, a sus principios, a su modo de filo- sofer. No cabe encontrar expresiOn més aguda y tajante de las dos posiciones que luchan en Europa hasta el ad- venimiento de la filosofia del sigh XVII y que, como vemos, no estan ni mucho menos liguidadas en el terre- no de la disputa Pero entre 1600 y nosotros se interpone de becho la realidad de la filosofia moderna, cuya primera gran eta- pa, desde Descartes hasta Leibniz, consiste en la sux peracién de esa doble posici6n que ve en la Escoléstica el puro error o la verdad entera y conclusa. Es cierto qre Descartes, «gran borrador de sus propias buellas», se presenta casi sin alusiones a su tradici6n filosd}ica, en cierto sentido enmascarado (Iarvatus prodeo), » esto ba echo posible una interpretacién erenacentista» de su pensamiento, es decir, como una radical innovacién ruptura; ast, Bordas-Demoulin, como hemos visto, 0 Ha rmelin, en su libro clésico (Le systtme de Descarses, pé kine 15), que alirma taxativamente: «Descartes vient aprés les anciens, presque comme s'il n'y avait rien entre eux et Ini, a Pexception des physiciens.» (Descartes viene después de los antiguos, casi como si nada bubiera entre éstos 9 él, excepto los fisios.) Pero hace 2 noven- 1a afios que el P. Gratry sefalaba la filicién agustinia- sa y excoléstica de Descartes, y con él de toda la filo- sofia del XVII, y los més recientes estudios (cf. A. Koy ré: Liidée de Dieu chez Descartes) Ban probado hasta la evidencia esa misma tesis. Descartes se mueve en une tradicién que va de los antiguos a Escoto, pasando por San Agustin, San Anselmo, San Buenaventura 9 Santo 2 Julifn Marias Tomés, para citer s6lo a los mayores; sus problemas tienen su raiz en los de la Escoléstica, 9 al mismo tiempo en los suscitados por la fisica naciente; y son estos uiltimos los que lo Wevan mas a acentuar su posicion innovadore y antiescoldstica, a la vez que rechaza para toda la filosofia el método y hasta los géneros literarios de la especulacién medieval. Descartes tiene un método nuevo; quiere «conducir bien su razén y buscar la ver- dad en las cienciasy; una verdad que no posee, porque esté sumido en la ignorancia y en la duda; no puede, pues, escribir una Suma, ri siguiera unas Quaestiones disputatae; no se va a valer de todo el aparato de la I6- 4ica silogistica, porque lo que quiere es saber, 9 «pour la logique, ses syllogismes et la plupart de ses autres instructions servent plutot & expliquer @ autrui les choses qu'on sait, ou méme, comme Vart de Lulle, & parler sans jugement de celles qu'on ignore, qu’a les apprendres* (iscours de la méthode, 2 parte). Descartes sélo. va 4 escribir, por lo pronto, un pequefio discurso autobio- srifico, donde da algunas reglas de su nuevo métedo 9 ‘algunas muestras de sus ballazgos con él; y cuando se decida a componer una exposicin més madura de su filosofte, escribird unas Meditaciones, un breve libro in- tino y sencillo, que no recuerda tampoco las Sumas esco- lésticas, ni menos sus Comentarios, pero st otros libros de idéntico titulo, que tienen por autores a San Agustin, San Anselmo 0 San Bernardo. Por otra parte, » siguiendo en cierto sentido esta mis- rma linea, que se contintia en los franciscanos después del siglo XIII, Descartes entronca con la concepeién religioss, préctica y moral de la teologta, tal como apa- rece entre los nominalistas, 9, por tanto, con las corrien- tes misticas antes sefaladas. En la primera parte del 3 cRespecto a la légica, sus silogismos y la mayoria de sus demas reglas sirven mds para explicer a los demés las cosas que se saben, o incluso, como el arte de Lulio, para hablar sin julcio dle Tas que se ignotan, ave pare aprendetlesor Introduecidn = Discurso del método expone claramente Descartes st ac- ritud frente a la teologta: Ia reverencia, y pretende «como cualquier otro» ganar el cielo; pero esto lo consiguen {gual los ignorantes que los doctos —aqui resuena toda a devotio moderna, basta Tomés de Kempis—; por tanto, 1a teologta es innecesaria; 9 como, de otra parte, excede de las fuerzas naturales del hombre, renuncia a fila. Y por esta misma via, de raices misticas y agusti- hrianas, se vuelve Descartes a la intimidad del yo, hasta jundar su filosofia entera en el principio del cogito, la inmediata verdad de la existencia del yo pensante. Las filosofias postaristotélicas acusan también wna cla 1a influencia en el pensamiento cartesiano; frente al cepticismo intenta fundar un conocimiento evidente + indubitable, tomando como punto de partida la propie duda; entre las razones que lo conducen a la dude tnt versal sefiala Ia pluralided de opiniones contradictorias sustentadas por los filésofos de todos los tiempos: el pi- rronismo bistérico; pero no se queda en él, sino que a! tomarlo en serio lo supera de un solo golpe, descubriendo la existencia de verdades no sélo no dudosas, sino indte bitables. Respecto al estoicismo, la influencia ¢s ain maz profunda y, sobre todo, més positiva: toda Ia preocuna. cién moral de Descartes, tanto en la corresponden con la princesa Isabel como en el Traité des passions Pame, estd impregnada de estoicismo, que se manitie: en las alusiones al De vita beata, de Séneca; en tode le ética de influjo cartesiano —concretamente en Spino- za— reaparecerd claramente la buella estoica. Por otra parte, seria menester investigar con algdin cuidado el l- cance de las resonancias de la Stoa en la idea de nate raleza de todo el movimiento cartesiano. Por iiltimo, la tradicién mas visible en la filosotia de Descartes, la que a veces —y 4 vemos com cuénta in- exactitud— ba parecido inica, es la del pensamiento na- turalista y matemitico, desde Copérnico basta Galileo Huvghens o Snellius, que tiene races lejoncs, pero m0 * Jolin. Maras por es0 menos operantes, en los italianos —Telesio 0 Bruno—, en Nicolés de Cusa e incluso en los fisicos nominalistas. Esta presencia es tan manifiesta y notoria, ‘que no vale la pena insistir més en ella. Descartes, por tanto, pone en marcha efectioamente la filosofia moderna, sobre los supuestos generales de la medieval, restableciendo ast la continuidad que el Rena- cimiento crey6 quiso rompers y al mismo tiempo recoge todos los elementos creados 0 puestos en circulacién por la época renacentista, que en este sentido —si bien sélo en dl, 9 con el aleance que antes le hemos dado— puede considerarse como una etapa de transicién entre dos mo- mentos de plenitud filosofica Pero Descartes sélo es el comienzo de la metaftsica raciondlista; Descartes inaugura de un modo efectivo la modernidad, 9 en su figura se subrayan preferentemente los rasgos innovadores; desde 8 se va a ir acentuando Ja comprension de las raices intelectuales de la nueva filosofia. La primera generacién postcartesiana, la de los cireulos de influencia jansenista —Arnauld, Pascal, Ni- cole—, fuertemente dominada por la preocupacién teolé- ica, une teméticamente el pensamiento tradicional con el cartesianismo, que aparece basta en la inclusién de algunas de las Regulae en la Logica de Port-Royal. En Bousset 0 Malebranche se realiza ya la fusién de la filo- sofia y la teologia agustiniana y medieval con el pensé- miento de Descartes; basta el punto de que de ellos ‘arranca una corriente de la mentalidad francesa, repre- sentada de modo especial por el Oratorio, que ha culti- nado la filosofia moderna sin romper amarras con todo el pasado medieval; San Agustin y Descartes, con la presencia intermedia de Santo Tomés, aparecen conju- sedos en este movimiento. Por tiltimo, en Leibniz resur- gen todas las tradiciones, pero no de un modo implicito y meramente fictico, sino en forma totalmente nueva explicita e histéricamente. Leibniz es el primero que re- coge, afirméndolas y situéndolas en una perspectiva, todas Intodvceisn ry sus influencias. Hay en él un claro intento de pesar y Salorar el pasado filosdfico, pero no renunciar « él, sino Jncluirlo. en un punto de vista superior. Por eso rompe i absoluto con el desdén hacia 1a Escoléstica, vigente Gesde el siglo XV, 9 se atreve a elogiarla desde fuera y a referirse a ella como a un bien comin del que participa; por eso significa el resumen maduro de todos los inten- fos renacentistas, desde el Cusano basta los espaioles, 4 de todas las etapas del cartesianismro; y por eso ba sido 2 quien acuié el fecundo e inquietante concepto de la epbilosophia perennis». IIL. Los problemas de a metafisiea racionalista Si intentamos reducir a su expresién més condensada todo el problematismo de 1a filosofia del siglo XVII, tendremos que interpretarla como un esfuerzo por poner ‘en claro tres cuestiones, de las cuales las dos primeras penden de la tercera, de la que reciben su illtimo sentido. el problema del método, el de la sustancia y, finalmen- te, el de Dias. 1) EI método.—E! punto de partida de Descartes es la duda, y, por tanto, el miedo al error; se trata, ante todo, de descubrir alguna verdad indubitable, en la cual se pueda bacer pie firme para buscar luego, fundéndose en ella, las dems, de modo gue no quede resquicio al {uno para el error; se inicia con el cartesianismo la ftor0- fia de la precaucién, més dominada por el temor a errar que por el afén de conocer la verdad. Pero Descartes, con todo, quiere saber, y saber con certexa; la filosofia es para él ala busca de la verdad por la luz naturaln; en otros términos, es ella misma método, via, camino hacia Ineroduccion B la verdad. Pero este método no puede ser uno simple corientacién para enderezar las investigaciones; tiene que dar una regla infalible para distinguar lo verdadero de lo also. sina demostracién de las verdades supremas. El imétodo tiene gue ser, pues, lo que siempre ba sido para la fitosofia, desde los tiempos de Parménides: sna via para llegar a la realidad misma. Esto se encuentra princa riamente en lo que lama Descartes intuicrén, intuitus. ‘Per intuivum itelligo... —eseribe Descarter en le Regula I1]— mentis purae et attentae tam facilem dis- finctunque conceptum, ut de eo, guod intelligins, 1 la prorsus dubitatio relinguatur; seu, quod idem est, mentis purae et attentee non dubium conceptum, gui @ sola rations luce nascitur. et ipsament deductione certior est, quia simplicior... Ita unusquisque animo potest intue. ri, s€ existere, se cogitare, trangulum terminari tribus Iineis tantum, globum unica superficie, et sumlie...>* Este intuitus es lo que concibe la mente pura y atenta, por su sola raxdn, por su luz natural; el objero de la intuiesdn son las naturse simplices, que son simplemente vistas— en lo gue no bay error alguno, pues éste céto puede venir del juicio, de ta precipitacién o la prevencién con que se afirme o niegue—: en la Regula XII dice Descartes: «Dicimus tertio, naturas ills simplices esse ‘ones per se notas, et munquant ullam falsitatem con: nere. Quod facile ostendetur, si distinguansus ‘lar cultatem intellectus, per guara res intuetur et cognoscit, ah ea quae judicat affirmendo vel negando». Tn pooe 4 «Por miyicidn entiendo.... un concept de una mente pura x atenta, tan fell y distinto, que no quede absolutaznente ninguna dude acerca’ de Jo que entendemes; 0 lo que es lo mismo, un foneepto no Gudoso de la mente pura y atenia, que nave de la tole lur de la tazén, y que os més cierto gue la misma dedvorién porque es mis simple... Asi cada eval puede intuir con el expirina que existe, y que piensa, que el triéngulo eset determinado por tres Hinges aélo, ja esfera por tina sole superficie, ¥ ocrts casos “De 4 Jolin Maris antes ha escrito: «Solus intellectus equidem percipiendae veritatis capax est’. Y como las cosas se componen en siltima instancia de naturee simplices, todo conocimiento, asi el gue se obtiene por deduccién, se funda en la intui- cién primera. Esta visién, que, es, por decirlo ast, un contacto com la realidad, es infalible; toda visin, toda idea es verdadera: V'idée est la chose méme congue —dice Descartes. Dicho em otros términos, la ratén Bumana es el Srgano de la trascendencia, que aprebende la realidad misma; pero lo grave del caso es que no se trata en Descartes de una cosa que sea conocida mediante una idea, sino que esta idea es la realidad misma vista, 1a cosa concebida; por esto —pero, a su ves, sélo en este sentido— el racio- nalismo cartesiano es, a la vez, idealismo, La primera na- turaleza simple conocide, fundamento de todas las de- mas, es el yO; 3, por otra parte, je ne suis qu'une chose qui pense; por tonto, mi ser consiste em pensar, en tener cogitationes, 3 lar cosas son, por lo pronto, mis ideas. Més adelante veremos cémo no sélo la trascendencia de las ideas, sino la misma realidad de éstas, dependen de 1a Divinidad. Este punto de vista domina de becho toda la filosofia racionalista; en Malebranche, la avisién en Dios» pone al espiritu, euyo lugar natural es la Divinidad, en la pre sencia inmediata de les ideas divinas, y por tanto de las cosas. Los cuerpos, los espiritus y sus propiedades, es decir, todas las cosas de este mundo, se conocen por sus ideas; 9 fa idea da el conocimiento de la cosa misma, tal como es, con todas sus propiedades, hasta el punto de que sus deficiencies posibles no proceden de la idea, sino de nuestra mente. «Comme les idées des choses qui sont son todas conocidas por sf. y qunca contienen falsedad, alguna, Lp cual se veri ficilmente. si distinguimes aquella facultad dei tntendimiente. por i coal intaye y conoce Tes coses, de aquella {he juage afltmando 0 negando.> 28H Gt onrendinnienta ex canes de vercibir dad» Iniroduccisn 3 en Dieu renferment toutes leurs propriétés, qui en voit les idées en peut voir successivement toutes les proprié- és; car lorsgu’on voit le choses comme elles sont en Dieu, ov les voit toujours d'une manidre trés parfaite, si Vesprit qui les y voit était infini. Ce qui manque a la connaissance que nous avons de Vétendue, des figures ef des mouvements, nest point un défaut de Vidée qui le représente, mais de notre esprit qui la considére> (Melebrancke: Recherche de la vérité, lib. IIT, 2° pare te, cap. VII). El hombre viene definide por su partici ppacién de la razén: animal rationis particeps; y esto no (guiere decir poseer ciertefaculted cognascitiva, sina estar inserto en wn orden superior universal, el de la trascen. dencia: «La différence essentielle de Vbomme consiste dons Puvion nécessaire qu'il @ avec la raison sniverse Jen’ Y sun poco més adelante muestra con mayor cle ridad atin cémo la razén significa et orden de lo realidad ‘absolute misma: «Mais s'il est orai que la raison @ laquelle tous les hommes participent est universelle, s'il est 0 quelle est infinite, s'il est vrai qu'elle est immuabl nécessaire, il est certain gu’alle n'est point différente de celle de Diew mémen" (bid., aclaracién X). Bossuet (De la connaissance de Dieu et meme. capitulo IV) eseribe: ell x a donc nécessairement gut que chose gui est avant tous les temps, et de toute nite; ot cest dans cet éternel gue ces vévité étern Como las ideas de las cosas ove estén en, Dios enciern todas Sus. propiedades. el que ve sas ideas puede ver sucerve Frente tedes ss propiedades: ples coando seven les cosas com son en Dios, se las ve siempre de\un modo perfecisimo, si él spine que’Tas ve lf fuera infinito. Lo que falta el como! ‘miento que tenemos de Ia extensin, de las figuras y\ de loe r- imientos, ng es un defecto de la ides que fo Teptesenca, sin He ngestra espirieu que lo considera» * cLa ciferencia esencial del hombre consiste en Ja uniéa rocesatia que tiene con ly razén universal» ‘shes cierto. que es infinize; #1 es cer m Spypmnable acest ee lo geno ferent 36 Juda. Marias subsistent. Crest a aussi que je les vois... Ainsi nous les voyons dans une lumiére supérieure @ nousmémes... Ces vérités éternelles, que tout entendement apercoit toujours les mémes, par lesquelles tout entendement est réglé, sont quelque chose de Dieu, ou plutdt sont Diew mémer®, En Spinoza, donde los temas de la jilosofia del XVIT Hegan a su jorma extremada, ta idea aparece identifica: da con la realidad. «Ordo et connexio idearum —dice Spinoza— idem est ac ordo et connexio rerum» ™ (Ethi- ces, pars II, prop. VID). ¥ por esta razén excluye la jal- sedad de las ideas, por lo que a ellas se refiere, y las considera como necesariamente verdaderas. «Ones ideae, ‘quatenus ad Deum referuntur verae sunt—Nibil in ideis positiowm est, propter quod jalsae dicuntur— Omnis idea, quae in nobis est absolute, sive adaequata et perfecta, vera est» (Prop. XXXILXXXIV), Las ideas, por tanto, coinciden con la realidad, en estricto paralelismo; basta el punto de que Spinoxa podré decir que el alma es la idea del cuerpo. | Por siltimo, en Leibniz, como veremos més adelante, las ideas emergen del propio fondo de las ménadas 0 unidades bumanas y son, por tanto, en un sentido radi- cal, innatas; nada puede venir de fuera; la idea no es tuna impresién pasiva de una cosa exterior, sino que tie- ine su origen activo en la mente; pero no es esto sdlo, lay, pues, mesg lau eve aes de odn tos. tem Toda la eters yen. este algo eterno Shbsisten las vcrdades temas, Ahi et también donde yo ls Seo. Ast las vemos en una lor superior 4 nosowres mismos ESts verdades cicrmas, gue todo entendimiento ve siempre ido ties, por las cuales se fegula todo entendimiento, son algo de Die’ &) mejor dicho, son Dios mismo» MF Sitorden y conesiin de las ideas es el misma que el orden y conexign elas ovat» . Ted inn Hen Go canna ge refine Dio, son verde siras Nida, hay poscvo en Tas ides, porto cual se eigan fale GioeTods ides, que es en nosotros abelona, 0 feq-adennade 9 orlcta cg vendadera» Introdecién| a sino algo ain mds importante. En primer lugar, la rea- lidad misma de la ménada consiste en fuerca de repre. sentacidn, en vis repraesentativa; la actividad mediante a cual la ménoda refleja y representa el universo no es simplemente consecutive a su esencia, una mera posi- Bilidad suya entre otras, sino que constituye su esencia ‘misma; por tanto, la idea envuelve la realidad. Por otra parte, el tinico objeto externo al alma que le sea presente es Dios, y sélo por El —no en El, como Malebranche crela— vemos las cosas; dicho en otras términos, la mé: nada, con todas sus ideas innatas. es creada por Dios, xy esto es lo que asegura la verdad de esas ideas, es decir, la realidad del universo reflejado conscientemente por Ia mbnada pensante. La accién continua de Dios sobre ella os causa de sus ideas, » por eso éstas se insertan necese- riamente en el orden de la trascendencia. (V'éonse los apartados 28 y 29 del Discurso.) Estas breves anotaciones servirén para poner de ma nifiesto el sentido del método racionalista No se trate en al de una técnica mental, de un simple proceso cov roscitivo para aleanzar la verdad; es més bien la con viecién de que la raz6n —la raxén tal como se entiende en el siglo XVIT, esto es, las ideas claras + distintas— ex el Grgano que aprebende sin més la realidad: Ia Je cosa misma vista; por eso, al menos quoad 08, consiste en ser idea; y esto es lo que hace que el racion nalismo, repito una vez més, sea idealismo. Pero esto, a su vez, s6lo es posible porque Dios asegura le trascenden cia de las ideas, esto es, su verdad y su propia realidad ideal. Asi vers cémo todos los sistenrat del racionalis- mo se fundan en Dios, y si consideran insposible si cono- cimiento natural, al menos necesitan probar su existen- cia, como garantia de toda verdad. Recuérdese e! argue mento cartesiano del genio maligno, el ocasionalismo de Malebranche, Ia identiticacién de la realidad con Dios (natura sive Deus) en Spinoza, la armonta preestableci- da por Dios entre las ménades de Leibuiz. Esse ex Io 38 Julién Maries més importante del método raciondlista; pero a su vex encierra graves problemas; cuando, en la filosofia ingle sa, sobre todo en Hume, se pongan en tela de juicio las prucbas de la existencia de Dios, concretamente el. ar- gumento ontoldgico, que esté ala base de toda esta filo- Sofia continental, este idealismo que salvabe, sin embar- 40, la trascendencia, quedaré reducido a wn sistema de impresiones, que permitirin tener una opinién o apariew- cia, pero no un auténtico saber acerca de la realidad; por es0 ese idealismo del siglo XVII parecerd, en tér- ‘mino kantiano, «dogréticon, 9 se caeré en el escepti- cismo de Hune 0 seré menester replantear sobre nuevas bases el problema del ser 3 el del conocimiento: ésta es Ia labor de la filosofia trascendental, que acometeré Kant en [a Critica de la razén pura. Pero el verdadero pro- blema del racionalismo se encuentra en esa tesis de que Ta idea es Ia realidad misma, vista (Vidée est la chose méme congue, como dice Descartes, con claridad extre- mada), y por abi tendria que comenzar toda discusién suficiente con 8. 2) La sustancia El pensamiento cartesiano es sus- tancialista; la alteraciOn que su idealismo determina en ¢l problema del ser no afecta para nada al punto capital ide que este ser es entendido como ser sustancial. Desde fl comienzo, en la IV parte del Discurso del método, ‘apenas ha encontrado Descartes ef principio fundamental je pense, done je suis, pienso, luego soy, interpreta de im modo sustancialista 1a realidad de ese yo sobre el cual va a fundar su filosofta: 9 desde Iuego entiende por Sustancia aguello que es independiente y no necesita de otra cosa para existir: «Je connus... que jétois une substante dont toute essence ou la nature nest que de penser et qui, pour étre, n'a besoin d’aucun Tiew ni ne dépend daucune chose matériellen”®. De un modo mas Tntroduecisn 3 claro y temético define la sustancia en las respuestas tas charts objeciones 4 les Meditscones: «Hla. ipsa est notio substantiae, quod per se, boc est absque ope ullius alterius substantiae, possit existeres™. Y a esta independencia se afade, como cardcter sustancial, la inberencia de las propiedades o atributos, segin explica Descartes en las definiciones que incluye en sus respiies- tas a las segundas objeciones: (esis 11.) «On pourrait donner le nom d’Ensélécbies @ toutes les substances simples ou monades créées, car elles ‘ont en elles une certaine perfection (Eye 78 Syszhi<), 1 y a une suffisance (2iraexe) gui les rend sources ide leurs actions internes et pour ainsi dire des Automa- tes incorporels» *, (Tesis 18.) ‘Lg independencia, pues, se funda para Lerbniz en la utarquia; la no indigencia s6lo se justifica por ws haber. ‘Asi como el ebombre libren de que habla Aristételes (Metafisica, A, 2) existe por si mismo y no por otro, es decir, tiene un baber en el que junda su autarquia, del ‘mismo modo 1a sustancia leibniziana no necesita de nin- ‘guna otra criatura por tener en st misma el principio interno de toda su realidad, que le es conferida de una tbez para siempre en el acto de su creaciOn. Por esta mis- ma raxén devuelve Leibniz @ la sustancia el cardcter Individual que tiene en Anstdteles (1 Tree tx, Ta propia de cada cosa) y afirma un absoluto pluralismo iveductible, frente @ 1a unificacién spinoziana de todo fn Dios, preparada 2 por la doctrine cartesiana de le tes cogitans y la res extensa, com una unidad fundada en su ser creadas por Dios. Adora tenemos los elementos necesarios para compren- sarin cos on a fem, yao 8 0 yy uygames cet Si ac a Se ls ews al segs 1 eues s fee Ae a ty cl hens Ha, es pelt 2 ete ada Pa ssi ns ve ei iro 2 A Ea Sima isn ns Sl, aren pce wanes al 0 nis a einen perfec Ca rete Aeiones interes 5, Por Gas Introdvecisn ra der el gran problema de la comunicacién de las sustar- tias, que domina toda Iz metafisica del XVII. Vimos ‘témo el idealismo consistia, por lo pronto, en la afir macién de la prioridad de la sustancia pensante respecto de la extensa, y al mismo tiempo en la definicign de una y otra mediante atributos ajenos € inconciliables (cogi- tatio y extensio). La cuestién que este dualismo carte siono plantea es la de la interaccién de las sustancias, de la cual depende la posibilided del conocimiento —v, por tanto, la verdad de las ideas—, la relacién del cuerpo 3 fl alma, etc. Descartes, no siempre de un modo claro ni explicito, recurre a Dios, que, por ser ereador de las dos sustancias finitas, establece entre ellos un vinculo fontoldgico, el de constituir ambas un solo ens creatum: dste es el sentido metatisico del argumento del genio maligno, que obliga a demostrar la existencia de Dior para asequrarse de su averacidady, es decir, para que ge- rantice la correspondencia de las sustancias, v, por tanto, la verdad de las ideas claras » distintas. Melebranche Heva esta posicién a sus sitimas conte. cuencias, + afirrra ef ocasionalismo, la intervencién cons. tante de Dios para hacer coincidir mis ideas con los mo- timientos de la sustancia extensa. «Con ocasiin» de cada alteracién en wna de las ves, Dios produce otra corres. pondiente en la segunda; ast queda excluida toda com nricacién real de las sustancias, » Malebranche Wega @ su errénea teorta de la vision en Dios, sendin la cual ve- mos en él, en las mismas ideas divinas, todes las cosas: en diversos pasajes de la Recherche de la vézité *temta explicar esta visién de un modo satisfactorio, eludiendo la visidn directa de la Divinidad, pero ouelve siempre a recaer en expresiones erréneas. Spinoza zanja la cuestion del modo més radicol, primiendo toda pluralidad de sustancias, con 10 cual te presunta comunicacién gueda reducida a un nrero oats Ielismo. La custancia es rinica, natura sive Deus, Ia ex tensidn 9 el nensaniontn son «lo axributos cle fa Jaliga Marias cia, las cosas individuales, siniples modos de ella, modi- Ficaciones que la alectan segiin un atributo determinado. Esta supresion radical de la cuestion —negando sus su- puestos— revela hasta qué punto es central en el pensa- ‘miento racionalista del siglo XVIL Leibniz, a la inverse, que extrema la distincién de las sustancias las bace mailtiples, no puede contentarse con una solucién que niegue el problema, como Spinoza, ni con una intervencién constante de Dios, que seria un rmilagro permanente; por eso apela a su extrafa teoria de la armonia preestablecida, segdn la cual Dios ba creado las sustancias de tal suerte que sus desarrolios sean arménicos 9 todo econterce como si bubiera tna ‘comunicacién real entre ellas. Cada ménade, por tanto, permanece en si misma, pero su cer consiste en reflejar el universo entero, comme un miroir vivant, como wn espejo viviente, en virtud de la fuerza representativa in- serta en ella desde su creacién, y concorde con todas las dems. Como vemos, en todos los casos la solucién del pro- blema pende de la Divinidad, pues es ella quien asequra 1a correspondencia de las dos res en el cartesianismo y en la filosofia acasionalista, o quien se identifica con la sustancia tinica de Spinoza, 0, por tiltimo, quien funda la armonia previa de las ménadas creadas. Una vex més, 1a filosofia del racionalismo dice su tltima palabra vol- viendo al problema de Dios, cuya existencia tiene que demostrar. Si abora volvemos fos ojos de nuevo al pro- lema del conocimiento, lo vemos como un caso particu- Tar de esta cuestién de la comunicacién de las sustan cias; la posibilidad de ésta es la que permite que el yo conozca las cosas; por tanto, también desde este punto de vista la verdad de las ideas depende de Dios, porque sélo & puede hacer —de un modo o de otro— que sea vista por el sujeto esa realidad que, cuando es concebida, Hamanos idea. Introduccién a 3) Dios—EI problema de Dios lena toda la meta fisica del siglo XVIL, y s6lo intentar abordarlo de modo suficiente nos Wevaria demasiado lejos. Es la cuestién central del siglo, la que se debate por debaio de todos los demés problemas, como ya hemos tenido ocasién de comprobar, aqui sélo puedo dar algunos precisiones que sirvan para hacer comprensible el texto leibnisia. no y sitien dentro de la perspectiva filosijica del ra. ionalismo la gran cuestién de la Divinidad. En otro lugar ® he tratado largamente este tema, 9 a € remito al lector deseoso de un estudio més detenido de él EL siglo XVII insiste em la demostracién de la exis teria de Dios mucho mis que en ou cnocinento; na turalmente, un minimo de dste es necesario, porque sin no se podria intentar ta prucha; pero, une vee probade Ja existencia de Dios, el racionalismo evita le teologia, sobre todo en los pensadores ms estrictamente filos6 cos y mds representativos: Descartes, Melebra sox, Leibniz. nia Descartes, dispuesto a poner en duda todas lat co- saz y a construir su filosofia sdlo sobre evidencias, parte del yo como principio de todo el filosofer; no £3 su pro. pésito primerio abordar el tema de Dios; frente ¢ le teologta, participa de la posicién general del final de Ie Excoléstca, segtin la cual es una discipline préctica, de- pendiente de la revelacin y gue, por tanto, exced> de las posibilidades naturales del bombre, «Je révérois to. te théologie —escribe Descartes en Ia 1° parte del Discurso—, et prétendois autant qu'aucun autre 8 gegner le ciel: mais axant appris, comme chose trbcassurée, que fe chemin n'en est pas moins ouvert aux plus ignorant gtauce plas doctes, et que les vérités révilées gui» conduisent sont auvdessus de notre intelligence, e n'euste os les soumettre & la foiblesre de mes raisonnements, Julién Matias: La flosotia del Padre Gratry. La 1 tele metatiica en el problema de Dias 9 de ves Escorial, 1941, Exhecislmmnna, ndoe “120 “8 Juliéa Maras ct je pensois que pour entreprendre de las examiner #f tie ar il éroit besoin d'avoir quelque extraordinarre 2 eronce du ciel et d’dtre plus gi’bommen ™. Descartes, for tanta, renuncia desde el comienzo & Te sanvestigaci6n oe Dios; pero apenas iniciada su Filosofia; apenas hallada cea primera verdad —yo existo— yt cvteio de cer aon eron verdaderas las ideas evidentes—, s¢ encuentid 1024 jruacion de no poder seguir adelante, Si wn genio Dios (argumento ontoldgico) o de la existencia de algo (prueba 2 contingentia mundi). Leibniz recoge una y otra, pero las modifica esencialmente e intenta completarlas. En al texto del Discurso de metatisica encontraremos unc osicién del problema de Dios, 9 en las notas correspon- dientes indicaré los momentos capitales de su caciones que puedan darse acerca del punto central de toda la metatisica leibniziana, , ° He intentado en estas paginas indicar, con lz mayor sencllez posible, los supuestos del Discurso de metas a, de Leibnic, imprescindibles para aleanzer une com rensiGn suficiente de él. Y en cuanto me ba sido posible, be dead babler a los mismos flésofes, pore intenter Nevar al lector, siguiera en minima medida, lar. misma de la flosofia con que Leibniz tuve 4 Julia Masias selas, Ademés, a la bora de tomar contacto con e! pen- samiento de un clasico de la jilosofia, nada puede suplir la visidn directa, si bien parcial, de los problemas meta. fisicos en toda su autenticidad originaria. Journ Mantas, Madrid, julio de 1942. Leibniz’ Discurso de metafisica*® 1. De la perfeccién divine, gue Dios lo kace todo del modo més deseable—La nocién de Dios més admiti- rida y més significativa que tenemos se exprese bastante bien en estos términos: que Dios es un ente adsoluramen- -te perfecto"; pero no se consideran bastante sus conse- ‘cuencias; y para penetrar en ellas conviene observar que hay en la naturaleza diversas perfecciones muy diferentes, ‘que Dios las posce todas juntas, y que cada tna le perte- nece en el més soberano grado‘, Es menester conocer también qué es perfeccién, de le cual es ésta una nota bas- tante segura, a saber: que las formas o naturalezas que no son susceptibles del siltimo grado, no_son como, por ejemplo, la naturaleza del mimero o de la f- gura. Pues el mimero mayor de todos (o bien el niimero de todos Jos mimeros), de igual modo que la mayor de todas las figuras, implican contradiccién *, pero la ciencia maxima y la omnipotencia no encierran imposibilidad al ‘guna. Por consiguiente, el poder y la ciencia son perfec ciones, y en tanto que pertenecen a Dios, carecen de limi- tes. De donde se sigue que Dios, que posee la sabiduria ‘suprema e infinita, obra del modo més perfecto, no solo, en sentido metafisico, sino también morelmente hablando, y que puede decirse, desde nuestro punto de vista, que cuanto més informado y en claro se esté acerca de las obras de Dios, més dispuesto se estard a encontratlas exce- lentes y enteramente conformes a cuanto se hubiera po- dido desear *. 2. Contra los que sostienen que no bay bondad en las obras de Dios; 0 bien que las reglas de la bondad y de la belleza son arbitrarias —Asi, estoy muy lejos de la opi- rnidn de los que sostienen que no hay reglas de bondad y de perfeccién en la naturaleza de las cosas 0 en las ideas que Dios tiene de ellas, y que las obtas de Dios sélo son buenas por la razén formal de que las ha hecho Dios. Pues si fuera asi, Dios, que sabe que es autor, no tenfa por qué mirarlas después y encontrarlas buenas, como atestigua Ja Sagrada Escritura, que no parece haberse servido de esta antropologla més que para hacernos conocer que su excelencia se conoce miréndolas en s{ mismas, aun cuando no se reflexione en esa nuda denominacién externa que Jas refiere a su causa. Lo cual es tanto més verdad, cuanto que es por la consideracién de las obras como puede des- cubrirse al artifice. Es necesario, pues, que estas obras, leven en s{ mismas su carécter. Confieso que el parecer contrario me parece extremadamente peligroso y muy prd= ximo al de los sltimos innovadores, cuya opinién es que Ta belleza del universo v la bondad que atribuimos a las obras de Dios no son mas que quimeras de los hombres, que conciben a Dios a su manera*, Ademés, al decir que las cosas no son buenas por ninguna regla de bonded, sino sélo pot la voluntad de Dios, se destraye, a mi juicio, sin pensarlo, todo el amor de Dios v toda su gloria Pues épor qué alabatlo de Jo que ha hecho, si serfa igualmente loa- ble haciendo Io contrario? (eEl foncepto. es siempre posible, si no. se contradice, Este es Indico lgico dele posbilita, y por se ditingue we objeto del riba negttour. Peto puede se, sin embargo, un concepto viclo So se prucba espectalmente Js realidad objetioa de la sintsis por la que es producido.e1conctpto, pero esto se fonda sempre Eno 30 mosti® mds arriba. en princpion de expetienca posible, Notas as 4. no en el principio del anne (cl principio de contradic). Eats es una tdvercnca para no concur anmdiataments dela os fiuidad dels conceplos (ogien) Is postndad. de las conas itelis) (Krai der veinen Wermint, So" eh pap, 638, sot) oa Raut doce Lesbnie i cetGn del idesiimo, susatida pot scares. Pero mien para ete lo imporane eta seperate ‘inno exitente epee la dos res, ls penante yi extent ¥ ‘epurr Ta exten fuer de nomiror dels objets de nuctat ‘Sess, Lelie, en vrtod de su doctrine de las monadas concl “as, gue no. sdmiten interaccidn yproducen sus ideas desde so propio fondo, se decntende un’ tanto de este punto de. visa Ssucaye le idea de verdad como adecactn (gan ln Esolse dice, adocquttointeliecus ef re, pot ls tea te coneyon © ‘obererea ‘La ordenacion de. low fenamenos basta pare que le {eogamoe por vsrdadern, puss se enables creche un ates Gvrclacopes Que nos pefnien incluso jugar con acieto ate Gel futro, Hota epi lebniana eh amtecdente med dhavtoncenio de Zatanmentong, central en! bans ‘s Teibie subrave sempre ebégicamente Ia dntinron de Dios 4 las criaarts, ba Divinided ced por enc dl perspective 4 Ta tnnadan conden e& a fatdanenie 9,4 i vee el dela Conexin de las diferentes perspectives de Iss sutaies di ‘hikes, es decir, de Te armenia proesablcia, “Esta et a forma concteia del ieaismo lebnisiano. Le rea lad misma es ideal, porque Ia fuera 0 ns en que conssten Tas fstancias et Una vif repratenttioa V com, por otra pac, 0 hay ninguna rlacin sirecta de ona sustancia on las Goma lo Soto. ge pam mi existe veabmene son mis pemsamienton 9p. cepciones. Vemos ls pronimidad y la tistanca w la ver Tapecto SP cernn careeana de ls coptattones “Labia listingue entre natualesn ten stro y esehc Lo que es sereible't nesta limitacin te puede Hara con rigor naturals peo lo que excede exo, sbrenatra, tambien tla tf stance ince! en cuanto cate cxprae oe silamisemos maureen tues fee te brie gue fuese en reaidad sobrenaual, Letons Hncilign de ente humano en el orden obrenatore! suralera como limiacon, Nuest eerie 0 idea, que expres la realidad Integra, incluso 2 Dios, een cero senido aa sguelin preon de seat et che nin ce ses nse ane en el convninty se pocknos lamar turd 0. potenci, ¥ que ty por topasrsy Lisi. Est dlstnedn egablece una domaracin precisa oni ls esisot dio natural» io sbrenatora 6° Una inweniacn detallda acere de la cestion de mec sien gue aqul ae suscha nos levatia demasiado ios, Bert con Sefalar ol sentido general de ls disconln, Devers considera ae la cenedad de ‘trormient, er dese, el prodscca me de le mia dem movil por se velocidad, se mantieneconstante eae Irons cx des agin esta tora a sna eo hi

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