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 RELIGIÓN Y CULTURA
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VI- Iniciación al conocimiento de la Biblia
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VI/
 
I
NICIACIÓN AL CONOCIMIENTO DE LA
B
IBLIA
 
VI.A/  
 
ONCEPTOS GENERALES EN TORNO A LA
S
 AGRADA
 E
SCRITURA
 .............................67 
 
VI. A. 1.- La inspiración de la Escritura....................................................................................67
 
VI.A.1.a. Dios es el autor de la Sagrada Escritura 67
 
VI.A.1.b. Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados. 67
 
VI. A. 2.- La verdad de la Escritura...........................................................................................68
 
VI. A. 3.- Canonicidad y canon de la Biblia..............................................................................69
 
VI.A.3.a. Conceptos 69
 
VI.A.3.b. El canon judío 70
 
VI.A.3.c. El canon católico del AT 70
 
VI.A.3.d. El canon del AT en el Protestantismo 70
 
VI.A.3.e. El canon del AT en las Iglesias Orientales 71
 
VI.A.3.f. El canon del Nuevo Testamento 71
 
VI.B/  
 
 E
 L
 A
 NTIGUO
 ESTAMENTO
 .....................................................................................72
 
VI. B. 1.- El Pentateuco.............................................................................................................73
 
VI.B.1.a. Los cinco rollos de la Ley 73
 
VI.B.1.b. El autor del Pentateuco 74
 
VI. B. 2.- Los Profetas Anteriores..............................................................................................76
 
VI.B.2.a. El libro de Josué 76
 
VI.B.2.b. El libro de los Jueces 77
 
VI.B.2.c. El libro de Samuel 78
 
VI.B.2.d. El libro de los Reyes 78
 
VI. B. 3.- Los Profetas Posteriores.............................................................................................79
 
VI.B.3.a. El libro del Profeta Isaías 80
 
VI.B.3.b. El libro del Profeta Jeremías 80
 
VI.B.3.c. El libro del Profeta Ezequiel 80
 
VI.B.3.d. Los Doce Profetas 81
 
VI. B. 4.- Los Escritos................................................................................................................81
 
VI. B. 5.- Los libros Deuterocanónicos......................................................................................82
 
VI.C/  
 
 L
 A LITERATURA
 A
 PÓCRIFA
 .....................................................................................83
 
VI.D/  
 
 E
 L
 N 
UEVO
 ESTAMENTO
 ........................................................................................85
 
VI. D. 1.- San Pablo...................................................................................................................86
 
VI. D. 2.- Los Evangelios sinópticos.........................................................................................87
 
VI.D.2.a. El Evangelio según Marcos 88
 
VI.D.2.b. El Evangelio según Mateo 89
 
VI.D.2.c. El Corpus lucano 90
 
VI. D. 3.- Las Cartas Católicas...................................................................................................91
 
VI.D.3.a. La Carta de Santiago 91
 
VI.D.3.b. La Primera carta de Pedro 92
 
VI.D.3.c. La Carta de Judas 92
 
VI.D.3.d. La Segunda Carta de Pedro 93
 
VI. D. 4.- La Epístola de San Pablo a los Hebreos.....................................................................93
 
VI. D. 5.- El Corpus joaneo........................................................................................................94
 
VI.D.5.a. El evangelio según Juan 94
 
VI.D.5.b. La tres cartas de San Juan 94
 
VI.D.5.c. El Apocalipsis 95
 
 
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VI- Iniciación al conocimiento de la Biblia
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 VI.A/
 
C
ONCEPTOS GENERALES EN TORNO A LA
S
AGRADA
E
SCRITURA
 
VI. A. 1.-
 
La inspiración de la Escritura
La expresión «inspiración divina de la Escritura» alude a la especial influencia de Dios sobre los autores humanos de la Biblia, una influencia de tal naturaleza que sirve de base a la afirmación de que Dios es el autor de los libros bíblicos. De forma que las Escrituras, en virtud de la inspiración y referidas inmediatamente a Dios, son
sagradas
. El Concilio Vaticano II lo expresa así:
La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo (Jn 20,31; 2Tim 3,16; 2Pe 1,19-21; 3,15-16), tienen a Dios como autor; y como tales han sido confiados a la Igle-sia. En la composición de los libros sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería (DV 11a).
VI.A.1.a.
 
Dios es el autor de la Sagrada Escritura
Al parecer, la expresión
«Dios, autor de la Escritura»
 arranca de Clemente de Ale- jandría, que llama a Dios
causa inmediata y primaria del AT y el NT 
. La idea de Clemente, sin embargo, considera ambos Testamentos como dos historias de sal-vación más que como dos colecciones de libros. La primera referencia clara a Dios como autor literario de la Escritura se debe a Gregorio Magno, que habla de Dios como autor de la Sagrada Escritura, mientras que al elemento humano que intervie-ne en la producción de los libros sagrados le da el nombre de
scriptor 
. Por parte de Dios, la inspiración divina no es otra cosa que Dios mismo operan-do para producir un efecto concreto: la Biblia. Puesto que el efecto a que tiende la inspiración es una realidad distinta de Dios mismo, la inspiración habrá de clasifi-carse entre las operaciones divinas hacia el exterior y, en cuanto tal, es común a las tres divinas personas de la Trinidad, si bien frecuentemente se atribuye por apropiación al Espíritu Santo (cf. 2Pe 1,21).
VI.A.1.b.
 
Dios ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados.
Si bien Dios es autor de la Sagrada Escritura, también es cierto que los seres humanos hicieron una auténtica aportación propia en la formación de los libros sa-grados. Ha de admitirse, sin embargo, que la atención a los autores humanos de la Escritura es un hecho moderno; la antigua reflexión teológica se limitaba práctica-mente al dato primario y más importante del origen divino de la Escritura. Ahora bien: ¿se considera este agente humano como un simple canal o transmisor, o se le tiene por elemento activo que hace una aportación personal a los libros inspirados? En la Antigüedad, tal vez la teoría de Filón de Alejandría fue la más común. Fi-lón aplicó la noción platónica de inspiración a los libros sagrados. Propuso lo que podríamos llamar una teoría ‘mántica’ de la inspiración: el factor humano (el
profe- ta 
, en su terminología) es poseído por Dios, pierde la conciencia de sí mismo y se somete al espíritu divino, que de esta manera actúa sirviéndose de las facultades comunicativas de la persona. Entre las corrientes cristianas primitivas, sin embargo, se rechazó siempre la idea de una inspiración mántica en relación con los libros de la Escritura. Es cierto que prestan escasa atención al papel exacto que corresponde a los autores humanos en la producción de los libros sagrados, pero niegan la su-presión de la conciencia y el conocimiento en los autores como secuela de la inspi-ración.
 
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VI- Iniciación al conocimiento de la Biblia
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No obstante, esta visión no sería desarrollada hasta el siglo XX. Es en este si-glo cuando se desarrollan los estudios lingüísticos de la Biblia y de las literaturas e idiomas con ella emparentados, un conocimiento cada vez mayor del trasfondo cul-tural en que se desarrolló la Biblia, la determinación de evidentes préstamos litera-rios en diferentes partes de la Biblia y el descubrimiento de sucesivas redacciones de muchos de sus libros. Partiendo de todo ello, en el pensamiento católico con-temporáneo se subraya con toda energía que la Biblia es verdadera Palabra de Dios expresada en palabras que son auténtico producto de unas mentes humanas, como si dos
artistas 
 se unieran para componer los libros de la Escritura: Dios y el hombre. Como la Palabra de Dios se ha encarnado en palabras y expresiones de unos seres humanos pertenecientes a culturas y civilizaciones diversas, el estudio de la Biblia llevará siempre consigo, necesariamente, la investigación de las circunstan-cias humanas que dieron forma a los esquemas mentales y lingüísticos de los auto-res que compusieron los diferentes libros de la Escritura.
VI. A. 2.-
 
La verdad de la Escritura
Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra. Por tanto,
toda la Escritura, ins- pirada por Dios, es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios esté en forma, equipado para toda obra buena
 (2Tim 3,16-17).
 
En los estudios clásicos, la
inerrancia 
 (= no error) de la Biblia –como consecuencia de la verdad de Dios, que es su autor– requería ser afirmada sin limitaciones de nin-guna clase; en particular, sin limitaciones de competencia. Los problemas se susci-taban, ya en el siglo XIX, partiendo de la confrontación del texto bíblico con las conclusiones de diversas disciplinas (Física, Paleontología, Arqueología, Historia...). Merece, entonces, tener en cuenta el principio propuesto incansablemente por el magisterio de la Iglesia sobre el aspecto de la
verdad 
 de la Escritura:
 
Por un lado, lo que afirma la Biblia como escrito humano, por estar afirmado por Dios (autor principal de la Escritura), no puede menos de ser absolutamente cierto.
 
Por otra parte, es necesario preguntarse cuidadosamente qué es lo que afirma la Biblia, sien-do criterio de ello la intención de los hagiógrafos, valorada también en relación con las diver-sas formas de decir.
De ahí la imposibilidad de hablar de la inerrancia de la Biblia prescindiendo de la consideración de los
géneros literarios
 y, además, de la
intención comunicativa
del hagiógrafo. De ahí también el impulso a hablar no tanto de inerrancia cuanto de verdad de la Escritura, orientando la atención a la rica variedad de lo verdadero y de sus formas, de sus significados y de su alcance existencial y salvífico.
Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el in-térprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice o intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los gé-neros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar que se usaban en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces más se solían emplear en la conversación ordinaria (DV 12).

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