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RAFAEL REYES
Rafael Reyes
La intrincada selva del gobierno.
reconozco la difícil situación que le tocó dominar, haciendo frente a la más larga y desastrosa
guerra civil de las que registran nuestros anales, ni a qué podrían conducir hoy estériles
recomendaciones sobre irreparables desgracias e infortunios, que solamente debemos recordar en lo
futuro para corregirnos y aprender a gobernarnos. Rodeados por todas partes de dificultades, con la
perspectiva de inmensos obstáculos que debemos vencer si aspiramos a vivir la vida de la
civilización, las desgracias que en este inmediato pasado nos han abrumado con su peso, sólo deben
vivir en nuestra memoria como estímulo al cumplimiento del deber que a vosotros, como
representantes de la nación encargados de dictar las leyes que han de regirla y a mí, como Jefe de la
Administración Pública, nos impone el carácter de que estamos investidos.
Yo confío en que vosotros, honorables Senadores y Representantes, que comprendéis la
misión que el pueblo colombiano ha encomendado a vuestro patriotismo y a vuestra sabiduría en el
más difícil momento de nuestra vida nacional, cumpliréis leal y acertadamente tan sagrado deber.
La santidad del juramento que he prestado ante vosotros, y la conciencia de la responsabilidad que
contraigo para con la patria, me imponen la obligación de declarar que la administración que hoy
entro a presidir se esmerará en cooperar al fácil y expedito cumplimiento de vuestra misión, y
obedecerá y ejecutará lealmente las leyes que tengáis a bien expedir en beneficio de la Nación.
El lamentable estado de atraso, postración y ruina en que nos encontramos, no debe
desalentarnos hasta el extremo de hacernos desesperar del porvenir. Refiriéndose a la condición de
ruina y anarquía en que todos los ramos de la actividad humana que antes de las cruzadas ofrecían
la Europa Feudal, un sabio historiador ha observado que hay un punto extremo, tanto de depresión
como de elevación, del cual vuelven, naturalmente, en sentido inverso los negocios y más allá del
cual jamás pasan en su adelanto ni en su ruina. Tengamos fe en que hemos llegado ya a ese punto
extremo de nuestras desgracias y en que para nosotros empieza la época de la ascensión en la vía de
la prosperidad y el engrandecimiento. En condiciones de iguales a lo nuestro, si no peores, se han
visto varias naciones del hemisferio, que nacieron al mismo tiempo que nosotros a la vida
independiente; ya esas naciones se exhiben hoy felices y florecientes. Si hemos tenido tanta energía
para las luchas sangrientas que son borrón de nuestra pasada historia, ¿no conservaremos por
ventura el vigor que en lucha de distinto género ha producido dondequiera dignidad, bienestar y
riqueza? Pródiga de sus dones fue la Providencia con nosotros y deber nuestro es hacerlos fecundos
para la industria y el trabajo. Las inmensas riquezas, inexplotadas aunque nuestro suelo encierra,
nos convidan a buscar en ellas la independencia y el solaz que son el premio al trabajo perseverante
y sostenido; y los obstáculos que a la circulación de la riqueza, al transporte de los productos de la
industria y a la comunicación directa con el puerto civilizado ofrece la estructura física de nuestro
suelo, reclaman con insistencia el esfuerzo y la perseverancia que en todas partes han anulado las
distancias, estableciendo los sistemas de locomoción y transporte que son distintivo de nuestra
época.
Considero como el más esencial elemento para nuestro desarrollo económico e industrial las
vías de comunicación y transportes. Si aspiramos a que Colombia sea factor en el comercio
internacional y en continuar suministrando siquiera el actual limitado contingente de nuestra
incipiente producción a los mercados del mundo, necesariamente tenemos que mejorar nuestros
procedimientos industriales y reducir los gastos de transporte de nuestros productos, y esto no
podremos conseguirlo sino mediante la apertura de vías de comunicación que nos ponga en fácil y
cómoda relación con el exterior. La producción de los países intertropicales de América,
GRANDES ORADORES COLOMBIANOS ANTONIO CRUZ CARDENAS
RAFAEL REYES
religiosa debe ser ahora, como siempre, la sabia bienhechora que dé fe, vigor y energía al carácter
de la juventud que en nuestras escuelas y colegios se educa y forma para la lucha de la vida; y
debemos confiar en que el clero católico continuará empleando su acostumbrado celo en beneficio
de las nuevas generaciones. País joven y lleno de elementos naturales que invitan a las labores
industriales, Colombia necesita que en sus establecimientos de educación se preste mayor atención
que hasta ahora a la educación física, técnica e industrial, que ponga a la juventud que a ellos
concurre en capacidad de ayudar al desarrollo industrial y económico de la patria. Nuestra
educación profesional ha sido siempre considerada como defectuosa, porque en ella nos hemos
preocupado casi exclusivamente de las profesiones como la jurisprudencia y la medicina, que tanto
contribuyen en los países civilizados a aumentar el llamado Proletario Intelectual, y no hemos
dado a los estudios de las profesiones útiles y productivas como el comercio, la minería, la
agronomía y la ingeniería civil la importancia que necesariamente deben tener en un país nuevo
como el nuestro. Para el desempeño de las funciones del elevado cargo a cuyo ejercicio he sido
llamado por el voto de mis conciudadanos, confío en que vosotros, animados por los mismos sanos
propósitos de servir lealmente a la patria que a mí me anima, me otorgaréis el contingente de
vuestras luces y las facultades legales que la situación demanda. Elevado a la Primera Magistratura
nacional sin más compromisos que los que me impone el honrado y fiel cumplimiento de los
deberes que la Constitución y las leyes nos señalan, aspiro a establecer un gobierno verdaderamente
nacional, por la amplitud de sus miras, por la honradez de sus prácticas, por la estricta aplicación y
acatamiento a la voluntad nacional consignada en sus instituciones y leyes. Para esto necesito del
concurso de todos los hombres de buena voluntad y lo solicito francamente. Necesario es que haga
obra de reconstrucción del país, que debe ser obra de toda la nación, concurran todos los
ciudadanos en la seguridad de que la dirección que en semejante labor corresponde al Gobierno, no
tiene como objetivo el beneficio o la ventaja de parcialidad política ninguna; sino la prosperidad, el
engrandecimiento y el bienestar de la Nación entera. Jamás he aspirado, ni ahora aspiro tampoco a
ser Jefe de ningún partido y en desempeño de los deberes del alto cargo de que acabo de ser
investido me impone, tal como yo los comprendo, el más ferviente anhelo de mi alma es ser
simplemente Jefe de la Administración Pública y servidor leal; no amo del pueblo colombiano.
Atenta y cuidadosa administración de los asuntos públicos, no combinaciones políticas será mi
preocupación única como primer Magistrado de la República, pues considero que mucha
administración en poca política es en síntesis el programa de gobierno que en su actual condición el
país reclama de sus mandatarios.
A realizarlo tenderán todos mis desvelos y esfuerzos, seguro de que, si logro cumplirlo, el día
en que descienda del puesto que entro a ocupar, obtendré de mis conciudadanos el veredicto de que
he sabido cumplir mi deber. Invocando a Dios por testigo de las sanas intenciones que me animan,
exento de odios y rencores y con propósito inquebrantable de cumplir el juramento que ante
vosotros he prestado, llamo a todos los colombianos a la unión y a la concordia y de todos solicito
el apoyo al Gobierno que hoy inicia sus labores.
¡Quiera el Cielo concederme para el bien de la Patria y satisfacción de mi conciencia, ver
realizado y cumplido el programa que acabo de presentar a la Nación y hacerme así acreedor a los
laureles que V. E. Me desea en su discurso!».