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N T ING TOMO XX II y | V ( ] AKAL EDITOR Version de Editorial Cartago. Cubierta de César Bobis. AKAL EDITOR, 1976 Lorenza Correa, 13 - Madrid-20 Teléfs. 450 02 17 - 450 02 87 ‘ 1S.B.N. Obras Completas. 84-336-0071-0 LS.B.N, Tomo XXVII: 84-7339.387-2 Depésito legal: M-39884-1974 Impreso en Espaiia - Printed in Spain. Imprime: Grdficas Elica. Boyer, 5 - Madrid-32 PROLOGO El tomo XXVII abarca los trabajos escritos por Lenin entre setiembre y diciembre de 1917, buena parte de los cuales estan dedicados a la preparacién del Partido Bolchevique para la insu- rreccién armada de Octubre. Entre ellos figuran los articulos titu- lados Los bolcheviques deben tomar el poder, El marxismo y la insurreccién, La crisis ha madurado, gPodrdén los bolcheviques retener el poder? y Consejos de un espectador, cartas dirigidas al Comité Central y a los comités del partido de Petrogrado y Moscu. En estos trabajos, escritos en la clandestinidad, Lenin desarrolla Jas ideas de Marx sobre la insurrecci6n como un arte y elabora un plan concreto para la insurreccién. Ocupan una parte considerable del volumen, informes, dis- cursos e intervenciones de Lenin en reuniones del Comité Central, congresos de los soviets, reuniones de obreros del partido y de los soviets, llamamientos a la poblacién, que evidencian la actividad de Lenin como el lider del partido y de las masas trabajadoras, el organizador y dirigente del Estado soviético en sus primeros meses de existencia. Estan incluidos en este tomo los primeros proyectos de decre- tos y los decretos del poder soviético, que fueron escritos por Lenin y firmados por él en su condicién de Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, es decir, el Decreto sobre la paz, el Decreto sobre la tierra, el Proyecto de reglamento sobre el control obrero, el Proyecto de decreto sobre el derecho de revocacién y otros. Una parte importante del tomo corresponde a la célebre obra El Estado y la revolucién, en la que Lenin desarrolla la doctrina marxista del Estado y la defiende de las tergiversaciones y vulga- rizaciones de los oportunistas, 8 Vv. I. LENIN Aparecen por primera vez en este tomo, escritos como: Sobre las normas de remuneracién a los altos empleados y funcionarios, Tesis de la ley sobre confiscacién de casas con departamentos en alquiler, Guién de programa de medidas econémicas, Sobre la responsabilidad por acusaciones infundadas, Sobre la trasferencia de las fdbricas de material bélico a las labores econémicamente titiles, y otros, EL ESTADO Y LA REVOLUCION La teoria marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolucién* Escrito entre agosto y setiem- bre de 1917; el pardgrafo 3 del cap. II, antes del 17 de diciembre de 1918. Publicado en 1918 en Petrogra- do como libro por Ia Ed. Zhizn i Znanie. Se publica de acuerdo con el manuscrito, cotejado con el libro editado en 1919 en Mosca y Pe- trogrado por Ia Ed. Kommunist. a Seg pacar LG doula, i =~ Keyra? Klehy, A (treat Fema orb ny = 2.2. Yspayasla;Tgoreol uw teow OPeeiags lai “ty Sasit iagea gt Re Pen Pree Primera pagina del manuscrito de V. I. Lenin, El Estado y la revolucién. Agosto-setiembre de 1917. Tamafio reducido } ‘ PROLOGO A LA PRIMERA EDICION El problema del Estado adquiere, en la actualidad, particular importancia, tanto en lo referente a la teoria como a la politica practica. La guerra imperialista ha acelerado e intensificado enor- memente el proceso de trasformacién del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado. La monstruosa opresién de las masas trabajadoras por el Estado, que se funde cada vez mAs con las todopoderosas asociaciones de capitalistas, adquiere pro- porciones cada vez mds monstruosas. Los pafses adelantados —nos referimos a su “retaguardia”— se convierten en carceles militares para los obreros. Los inealificables horrores y calamidades de la larga guerra hacen insoportable la situacién de las masas y aumentan su célera. Claramente madura la revolucién proletaria internacional. El pro- blema de su actitud hacia el Estado adquiere importancia prActica. Los elementos de oportunismo que se fueron acumulando du- rante décadas de desarrollo relativamente pacifico, dieron origen a la tendencia de socialchovinismo que predomina en los partidos socialistas oficiales del mundo entero. Esta tendencia —(Plejanov, Potrésov, Breshkévskaia, Rubanévich y, en una forma apenas vela- da, los sefiores Tsereteli, Chernov y Cia. en Rusia; Scheidemann, Legien, David y otros, en Alemania; Renaudel, Guesde y Vander- velde, en Francia y Bélgica; Hyndman y los fabianos* en Ingla- terra, etc., etc.)— socialismo de palabra y chovinismo en los he- chos se distingue por la adaptacién ruin y servil de los “dirigentes ® Durante la primera guerra mundial los fabianos adoptaron una po- sicién socialchovinista.. Lenin caracteriza a los fabianos en su articulo “El pacifismo inglés y la aversién inglesa por la teoria” (véase V. I. Lenin, Obras completas, 2* ed., Buenos Aires, Ed. Cartago, 1970, t. XXII) ,(véase més datos en ob. cit., t. V, nota 55). (Ed.) 14 Vv. I. LENIN del socialismo” a los intereses, no sdlo de “su” burguesia nacional, sino de “su” Estado, pues la mayoria de las Hamadas grandes po- tencias hace ya largo tiempo que explotan y esclavizan a gran nitmero de nacionalidades pequefias y débiles. Y la guerra impe- rialista es una guerra para la distribucién y redistribucién de esta clase de botin. La lucha por liberar a las masas trabajadoras de la influencia de la burguesfa en general y de la burguesia impe- rialista en particular es imposible sin una Iucha contra los prejui- cios oportunistas referentes al “Estado”. Comenzamos por examinar la teoria del Estado de Marx y Engels, deteniéndonos con particular detalle en aquellos aspectos de esta teorfa que los oportunistas han olvidado 0 tergiversado. Luego, nos ocuparemos especialmente del principal responsable de estas tergiversaciones, K. Kautsky, el dirigente mds conocido de Ja If Internacional (1889-1914), que sufrié un fracaso tan Ja- mentable en Ja guerra actual. Finalmente, resumiremos los resul- tados fundamentales de la experiencia de las revoluciones rusas de 1905 y, sobre todo, de 1917. Esta ultima, evidentemente, com- pleta ahora (comienzos de agosto de 1917), la primera etapa de su desarrollo; pero esta revolucién en su conjunto sédlo puede com- prenderse como un eslabén de Ia cadena de revoluciones socia- listas proletarias originadas por la guerra imperialista. El] pro- blema de la actitud: de la revolucién socialista del proletariado hacia el Estado adquiere, por lo tanto, no sdlo importancia polf- tica practica, sino la importancia de un problema del momento en extremo urgente, el problema de explicar a las masas qué de- bern hacer, en breve, para liberarse del yugo del capital. El autor Agosto de 1917. PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION Esta edicién, la segunda, se publica casi sin modificaciones. se ha hecho mas que afiadir el apartado 3 al capitulo II. El autor Mosc, 17 de diciembre de 1918. Capiroro I LA SOCIEDAD DE CLASES Y EL ESTADO 1. =L ESTADO, PRODUCTO DEL CARACTER INCONCILIABLE DE LAS CONTRADICCIONES DE CLASE Lo que ocurre ahora con la teoria de Marx ocurrié repetidas veces, en el curso de la historia, con las teorias de pensadores re- volucionarios y dirigentes de las clases oprimidas que luchaban por su emancipacién. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras los acosan constantemente, reciben sus doctrinas con la perversidad mis salvaje, el odio mas furioso, con la cam- pafia mds inescrupulosa de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por asi decirlo, y santificar hasta cierto punto sus nombres para “consuelo” de las clases oprimidas y con el fin de engafiarlas, des- pojando al mismo tiempo, a la teoria revolucionaria de su esencia, mellando su filo revolucionario y vulgarizAndola. Concuerdan hoy, en tal “correccién” del marxismo, la burguesia y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, ocultan © tergiversan el aspecto revolucionario de esta teoria, su espiritu revolucionario. Colocan en primer plano y exaltan lo que es, © parece ser, acep- table para la burguesia. Todos los socialchovinistas son ahora “marxistas”, jno se rfan! Y cada vez con mayor frecuencia los teéricos burgueses alemanes, hasta ayer especialistas en la ani- quilacién del marxismo, hablan jdel Marx nacional-aleman’ que, segtin ellos, educé los sindicatos obreros tan magnificamente or- ganizados para llevar a cabo una guerra de rapifia! En tal circunstancia, en vista de la increfblemente extensa ter- giversacién del marxismo, nuestra tarea principal es restablecer las verdaderas ensefianzas de Marx a propésito del Eptado. Para ello seré necesario citar una serie de largos pasajes de las obras dé 16 Vv. I, LENIN los mismos Marx y Engels. Las largas citas, por supuesto, har4n pesada la exposicién y en nada contribuirdn a facilitar su lectura. Pero es imposible prescindir de ellas. Hay que citar en la forma mas completa posible todos los pasajes o, por lo menos, todos los pasajes decisivos de las obras de Marx y Engels sobre el problema del Estado, para que el lector pueda formarse una opinién propia del conjunto de las ideas de los fundadores del socialismo cien- tifico y del desarrollo de esas ideas, de modo que su tergiversa- cién por el “kautskismo” hoy imperante quede probada en forma documentada y claramente demostrada. Comencemos por la obra mas conocida de F. Engels: El ori- gen de la familia, la propiedad privada y el Estado, cuya sexta edicién se publicé en Stuttgart ya en 1894. Tendremos que tra- ducir las citas de los originales alemanes, pues las traducciones Tusas, aunque muy numerosas, son en gran parte incompletas o muy deficientes. “El Estado —dice Engels, resumiendo su anilisis hist6- rico— no es de ningtin modo un poder impuesto desde fuera a la sociedad; tampoco es ‘la realidad de la idea moral’, a imagen y la realidad de la razén’, como afirma Hegel?. Es més bien un producto de Ja sociedad en una etapa determi- nada de desarrollo; es la admisién de que esa sociedad se ha enredado en una contradiccién insoluble consigo misma, que se ha dividido en antagonismos inconciliables, que es incapaz de eliminar, Pero para que esos antagonismos, esas clases con intereses econdmicos contradictotios no se devoren entre sf ni devoren a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario la existencia de una fuerza situada, aparentemente, por enci- ma de la sociedad, que mitigue el conflicto y lo mantenga dentro de los limites del ‘orden’. Y esa fuerza, surgida de la sociedad, pero que se coloca por éncima de ella y se divorcia mas y més de ella, es el Estado” (pags. 177 y 178 de la sexta edicién alemana) *. Esto expresa con perfecta claridad la idea fundamental del marxismo respecto del papel. histérico y el significado del Estado. EI Estado es producto y manifestacién del cardcter inconciliable ° Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Buenos Aires, Ed. Car- tago, 1957. F. Engels “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, pag. 656. (Ed.) EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 17 contradicciones de clase. El Estado surge alli, cuando y haste dodo las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y, a la inversa, la existoneis vel Estado prueba que adicciones de clase son inconciliables. | ss Ben este punto, importantisimo y cardinal, donde comienza la tergiversacién del marxismo, siguiendo dos direcciones fun‘ les. ; mee una parte, los idedlogos burgueses y especialmente fa pequefioburgueses obligados, Por Ie resin de dechos 708 indiscutibles, a reconocer que el Estado s alli donde pani contradicciones de clase y la lucha de clases, “comrigen a Marx de tal manera que el Estado resulta ser un organe & conciliacién de las clases. Seguin Marx, el Estado no pot te hal pe surgido ni mantenerse si hubiese sido posible conciliar as clases : De lo que dicen los profesores y publicistas mezquinos y a vis "os —jcon frecuentes y benevolentes referencias a Marx!— rest le ase el Estado, efectivamente concilia las clases. Segiin Marx, el Estado es un organo de dominacién de clase, un 6rgano de opresi in de una clase por otra, es la creacién del orden’ que lega tas y oon solida esa opresién, apaciguando los conflictos entre las c ne ze opinién de los politicos pequefioburgueses, sin embargo, él onden significa la conciliacién de clases y no Ta opresion fe une ee por otra, Mitigar los conflictos significa conciliar as cl ses, y po privar a las clases oprimidas de determinados medios y méto ara derrocar a los opresores. . e ie ejemplo, cuando, durante la revolucién de it. el Bro: blema. del significado y ed papel del Entade ae i a sy ee nitud, como un problema practico qi i mo inmedia’ mas, accion de masas, todos los eseristas (sociali: Peon y mencheviques despeidisron broseamente ala tee. ria pequefioburguesa de que el “Estado” “concilis class . de ones y articulos de los politicos Je estos di rele SN ieumente saturados de esta teoria pequefio- burguesa y filistea de la “conciliacién”. Que el Estado es un organo de dominacién de una determinada clase que no puede eon llanse con su antipoda (con su clase antagénica), es algo ave J los com cratas pequefioburgueses jamds podran comprender. Su acti * Véase V. I. Lenin, ob. cit. t. XXIV, nota 38, (Ed.) ' 18 Vv. I LENIN hacia el Estado es una de las manifestaciones mds evidentes de que nuestros eseristas y mencheviques de ningin modo son socialistas (cosa que nosotros, los bolcheviques, hemos sostenido siempre), sino demécratas Pequefioburgueses que emplean una fraseologia seudosocialista. Por otra parte, la tergiversacion “kautskista” del marxismo es mucho més sutil. “Teéricamente”, no se niega que el Estado sea un 6rgano de dominacién de clase, ni que las contradicciones de clase sean inconciliables. Pero se pasa por alto o se oculta lo si- guiente: si el Estado es el producto del cardcter inconciliable de las contradicciones de clase, si es una fuerza colocada por encima de la sociedad y que “se divorcia mds y mds de ella”, resulta evi- dente que la liberacién de la clase oprimida es imposible, no sélo sin una revolucién violenta, sino también sin la destruccién del aparato del poder del Estado creado por la clase dominante y encarnacion de ese “divorcio”. Como veremos mas adelante, Marx, con la precision mas absoluta, extrajo esta conclusién, tedricamen- te evidente por si misma, basdndose en un anilisis histérico con- creto de las tareas de la revolucién. Y es esta conclusién —como lo demostraremos detalladamente mas adelante— la que Kauts- ky... ha “olvidado” y tergiversado. 2. CUERPOS ARMADOS ESPECIALES, CARCELES, ETC. “...A diferencia de la antigua organizacién gentilicia® (tribal o de clan) —Prosigue Engels—, el Estado, en primer lugar, separa a sus stbditos segtin divisiones territoriales, ..” A nosotros, esta separacién nos parece “natural”, pero exigié una larga lucha contra Ta antigua organizacién confor- me a gens o tribus. . “...EI segundo rasgo distintivo es ci establecimiento de un poder publico que ya no coincide directamente con la po- blacién que se organiza a si misma como fuerza armada. Este poder ptblico especial es necesario porque desde la division en clases se hace imposible una organizacién armada espon- tanea de la poblacién... Ese poder publico existe en cada Estado: consiste no sélo de hombres armados, sino también j EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 19 i instituci citivas de d egados materiales, cArceles ¢ instituciones coerciti de todo género, que la sociedad gentilicia (clan) no conocia. . Z Engels explica el concepto de la ine aioe asad do, { ue surge de la sociedad, pero que se si a 6 allay que se divoreia cada vez mas de ella. gEn qué consiste, fun: damentalmente, esa fuerzaP Consiste en cuerpos armados espe ciales que disponen de c4rceles y otros elementos. ‘d Tenemos derecho a hablar de cuerpos armados especiales porque la fuerza publica, caracter{stica de todo Estado, * ‘no cola cide directamente” con la poblacién armada, con su “organi: eién armada espontdnea”. poe . "Como todos los grandes pensadores Fevolicionsrios, | Engels procura atraer la atencién de los obreros con conciencia de ‘< oe hacia lo que el filisteismo reinante considera como lo menos gno de atencién, como lo més habitual, santificado por Prejuiclos, | ne sdlo profundamente arraigados, sino, podria deci, Patrica: El ejército regular y la policia son los instrum de ore elated, Pero gpuede acaso ser de otro mode < Desde el punto de vista de la inmensa mayoria de los euro- peos de fines del siglo xxx, a quienes se Girigia Engels y que. pe habfan vivido u observado de cetea minguna gran evel nei, fan comp! no podfa ser de otro modo. No podian ender Gn absoluto “organizacién armada espontdnea de la p ; Ti rcmonder oor qué fue necesario fener cuerpos srmadoe Re i i ia ciales situados por encima de la socie y divorci: dos ee i jérci los filisteos de Europa occidental y (policia y ejército regular), Snake i incli: woferir algunas frases toma la r Millon pare reforirse a la creciente complejidad de la vida ’ diferenciacién de funciones, ete. k wool has cfertontas parecen “cientificas” y adormecen magnifi camente al hombre comin, disimulando el hecho principal y a damental: la divisién de la sociedad en clases inconciliablement mere ivisi “ izacién armada espon- i no fuera por esa divisién, la “organizacién arma pom: tines de la poblacion” se diferenciaria de la organizacion prim: i manada de monos que esgrimian palos, eee avon de los hombres agrupados en clanes, por su comple- 4 ' ® Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pags. 656 y 657. (Ed.) 20 Vv. I. LENIN jidad, por su elevada técnica, etc. Pero semejante organizacién atin serfa posible. No es posible porque la sociedad civilizada est4 dividida en clases hostiles y, ademds, inconciliablemente hostiles, “que si se armaran de modo “esponténeo terminarfan en una lucha armada entre si. Surge un Estado, se crea una fuerza especial, cuerpos armados especiales, y cada revolucién, al destruir el} aparato del Estado, nos muestra muy a las claras cémo la clase dominante se esfuerza por restablecer los Ccuerpos armados especiales que est4n a su servicio, y cémo la clase oprimida se esfuerza Por crear una nueva organizacién de este tipo, capaz de estar al servicio no de los explotadores, sino de los explotados, En el anilisis sefialado, Engels plantea tedricamente el mismo problema que toda gran revolucié6n nos plantea en la prdctica, pal- pablemente, y, ademés, sobre un plano de accién de masas, es decir, el problema de la relacién entre los cuerpos armados “espe- ilustran especificamente este problema. Pero volvamos a la exposicién de Engels. de Norteamérica en su época Preimperialista, cuando imperaba el colono libre), pero que, en términos generales, se fortalece: la lucha de clases y la rivalidad en las conquistas han hecho crecer tanto el poder publico, que éste amenaza con devorar a la sociedad entera e incluso ‘al Estado. ..”* Esto fue escrito a comienzos de la década del 90 del siglo pasado a mis tardar; el Ultimo prélogo de Engels est fechado el 16 de junio de 1891. El viraje hacia el imperialismo, enténdién- dose por ello la total dominacién de los trusts, la omnipotencia de los grandes bancos, una politica colonial en gran escala, etc., sdlo * Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pig. 657, (Ed.) SHAHIES MSAaTOALCTBO ~ARNSH a ; ern Tlosapecol nepy Hm 2 KB. 9 10, Tenehoum 227-42, Fubaiomeka OGmecmbotedronin. Yu. 40-n. B. MBH’ (H. Jenun). rOCY APCTBO — PEBOJIOWIA Wwenie mapcuama. 0 rocynapeTa A Sanayi nponerapiara 8b pesonouin. BRINYGK®D |. ==OG—= NETPOIPARS. 1918 Tapa del libro de V. I, Lenin El Estado y la revolucién. 1918. Tamafo reducido t EL ESTADO Y LA REVOLUCION 23 $é iniciaba en Francia, y mas débilmente atin en Norteamérica y Alemania. Desde entonces, la “rivalidad en las conquistas” ha dado un paso gigantesco, tanto mds por cuanto a comienzos de la segunda década del siglo xx el mundo quedé definitivamente re- partido entre estos “rivales en las conquistas”, es decir, entre las grandes potencias rapaces. Desde entonces, el armamento militar y naval ha crecido en proporciones increfbles, y la guerra de rapifia de 1914 a 1917 por la dominacién del mundo, por Inglaterra o Alemania, por el reparto del botin, ha Ievado la “absorcién” de todas las fuerzas de la sociedad por el rapaz poder politico hasta el borde de una catdstrofe completa. Ya en 1891, Engels sefialé la “rivalidad en las conquistas” como uno de los mds importantes rasgos distintivos de la politica exterior de las grandes potencias. ,Y los canallas socialchovinistas desde 1914, cuando esta rivalidad, muy agudizada, dio origen a una guerra imperialista, encubren la defensa de los intereses rapa- ces de “su” burguesia con frases sobre “la defensa de la patria”, “la defensa de la reptblica y de la revolucién”, etc.! 3. EL ESTADO, INSTRUMENTO DE EXPLOTACION DE LA CLASE OPRIMIDA El mantenimiento del poder publico especial situado por en- cima de la sociedad, requiere impuestos y empréstitos publicos. “Duefios de la fuerza publica y del derecho a recaudar los impuestos —dice Engels—, los funcionarios publicos estén ahora situados, como érganos de la sociedad, por encima de la sociedad. El respeto libre y voluntario que se tributaba a los érganos de la sociedad gentilicia (de clan) ya no les basta, incluso si pudieran lograrlo. ..” Se promulgan leyes especiales proclamando la santidad y la inmunidad de los funcionarios publicos. “El agente de policia mds ruin” tiene mds “autoridad” que los representan- tes del clan; pero incluso el jefe del poder militar de un Es- tado civilizado puede envidiar al jefe de un clan “el respeto espontdneo” de la sociedad *. Se plantea aqui el problema de la situacién privilegiada de los funcionarios pablicos como érganos de poder. Lo fundamental © Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., pag. 657. (Ed.) 24 Vv. I. LENIN es saber: yqué es k i gque es lo que los coloca por encima de la soci F i loc sociedad? Verenos como este problema tedrico fue resuelto, en la prdctica, por la Comuna de Paris en 1871 y cémo fue confundido, desde un punto de vista reaccionario, por Kautsky en 1912. , ire “fst como el Estado surgié de la necesidad de poner Po. newly Antagonismos de clase; asi como, al mismo tiem- , en medio del conflicto de esas clases , es, por regi. general, el Estado de la clase mas poderosa, econdmicamente Hominante, que, mediante el Estado, se convierte también en i ° jase, politicamente dominante, adquiriendo con ello nue- 10s para someter y explotar a la clase imi » n c oprimida... ho Solo el Estado antiguo y el feudal eran érganes de explo- ion e los esclavos y los siervos; también “el moderno Es- i 0 representativo es un instrumento de explotacién del tra- wale eeeiado por el apital. Sin embargo, por excepci6n, jodos en que el equilibrio de las clases: e: ; n lucha tal, que el poder del Estado, como mediador aparente, ad. quiere cierta independencia momenténea respecto de una ptra “ei Tal fue el caso de las monarquias absolutas de $ sigios xvi y xv, del bonapartismo del primero y del se- gundo imperio en F; i i: . Klemania rancia, y del régimen de Bismarck en Y tal es el caso vi r —podriamos agregar— del gobierno de Ké eo 5 le Ke welts Ja jusia republicana, después que comenz6 a perseguir revolucionario, en un moment t diridos por deme » en ento en que, por estar ¢ cratas pequefioburgueses, los Sovi impotentes, mientras que la bur; i codavia bastante face 8, guesia no es todavi te para disolverlos pura y simplemente. oie Pestante foes: En una repiblica democratica i | ‘ocratica, prosigue Engels, “la ri- queza ejerce su poder indirectamente, pero en cambic, de ma. era ms segura”, en primer lugar, mediante “la corrupcién : iret le foncionatios publicos” (Norteamérica) y, en se lugar, mediante una “alianza entre el ier 1 Boles (Francia y Norteamérica)**, eobiem. y.Je cos frat Seeynalidad, el imperialismo y la dominacién de los ban- ‘0 en un arte excepcional estos dos ; métod de defender y poner en prdctica la omnipotencia de la riqueza cn ® Véase C. Marx y F. sit, °° Id, ibid, pie B58. vee ob. cit., pag. 657. (Ed,) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 25 repiiblicas democraticas de toda clase. Cuando, por ejemplo, en los primeros meses de la reptiblica democratica en Rusia, podria decirse durante la luna de miel de los “socialistas” (eseristas y mencheviques) con la burguesia en el gobierno de coalicién, el sefior Palchinski saboteé todas las medidas destinadas a poner freno a los capitalistas y a sus practicas dolosas, a su saqueo del fisco mediante los suministros bélicos; y cuando, més tarde, el sefior Palchinski al abandonar el ministerio (y ser remplazado, naturalmente, por otro Palchinski, exactamente igual) fue “re- compensado” por los capitalistas con un cargo lucrativo con un sueldo de 120.000 rublos al afio, gcémo puede ser calificado? ¢De soborno directo o indirecto? ¢De alianza del gobierno con los con- sorcios de capitalistas o “simplemente” de relaciones amistosas? 4Qué papel desempefian los Chernov, Tsereteli, Avxéntiev y Ské- believ? ¢Son los aliados “directos” 0 sdlo indirectos de los millo- narios saqueadores del erario publico? La raz6n por la cual la omnipotencia de la “riqueza” es mds segura en una reptblica democratica es que no depende de la defectuosa envoltura politica del capitalismo. La repiblica de- mocratica es Ia mejor envoltura politica posible pata el capitalis- mo; y, por lo tanto, una vez que el capital logra dominar (a través de los Palchinski, Chernov, Tsereteli y Cia.) esta envoltura épti- ma, instaura su poder con tanta seguridad, con tanta firmeza, que ningtin cambio de personas, de instituciones o partidos en la rept- blica democratica burguesa puede conmoverlo. Debemos sefialar, ademas, que Engels, en forma inequivoca lama al sufragio universal instrifmento de dominacién de la bur- guesta. El sufragio universal, dice Engels, teniendo en cuenta, evidentemente, la larga experiencia de la socialdemocracia ale- mana, es “el indice de la madurez de la clase obrera. No puede dar més ni lo dard jam4s en el Estado actual” * Los demécratas pequefioburgueses, como nuestros eseristas y mencheviques, y sus hermanos gemelos, todos los socialchovi- nistas y oportunistas de la Europa occidental, esperan precisa- mente esa “otra cosa” del sufragio universal. Ellos mismos com- parten e infunden en la conciencia del pueblo la falsa idea de que © Véase C, Marx y F. Engels, ob, cit., pag. 658. (Ed,) 26 Vv. I. LENIN el sufragio universal, “en el Estado actual”, puede revelar real- mente la voluntad de Ja mayorfa de los trabajadores y garantizar su realizacion, No cabe aqui mds que sefialar esa idea falsa, poner de ma- nifiesto que Ja afirmacién de Engels, perfectamente clara, precisa ¥ Concreta, es tervigersada a cada paso en la propaganda y la agi- tacién de los partidos socialistas “oficiales” (es decir, oportunis- tas). Méds adelante, en nuestra exposicién de los puntos de vista de Marx y Engels sobre el Estado “actual”, daremos una explica- cién minuciosa de toda la falsedad de esta idea, rechazada aqui por Engels. En la mds popular de sus obras, Engels hace un resumen ge- neral de sus puntos de vista en los siguientes términos: “El Estado, entonces, no ha existido desde la eternidad. Hubo sociedades que se las arreglaron sin él, que no tenfan la menor idea del Estado ni del poder. En una cierta etapa del desarrollo econémico, necesariamente ligada con la divi- sién de la sociedad en clases, el Estado se convierte en una necesidad debido a esa division. Ahora nos aproximamos con rapidez a una etapa en el desarrollo de la produccién en la cual la existencia de esas clases no sélo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un verdadero obstdculo para la produccién. Las clases desaparecerdn tan inevitable- mente como surgieron en una etapa anterior. Con ellas, el Estado desaparecer4 inevitablemente. La sociedad, que reor- anizaré la produccién sobre la base de una asociacién libre e igual de productores, pondrd todo el aparato del Estado donde entonces le corresponda: en un museo de antigiieda- des, junto a la rueca y al hacha de bronce.”* No es frecuente encontrar este pasaje en las publicaciones de propaganda y agitacién de los socialdemécratas contempordaneos. Incluso cuando tropezamos con él,'se'lo cita por lo general, como si se reverenciara un icono, o sea, para mostrar un respeto oficial por Engels, y no se hace el menor intento por medir la amplitud y profundidad de la revolucién que implica este relegar “todo el aparato del Estado a un museo de antigtiedades”. En Ja mayoria de los casos, ni siquiera encontramos la comprensién de lo que Engels llama el aparato del Estado. * Véase C. Marx y F, Engels, ob. ett, pags, 658-659, (Ed.) EL ESTADO Y LA REVOLUCION QT 4, La “exrINGION” DEL ESTADO ¥ LA REVOLUCION VIOLENTA Las palabras de Engels respecto de la “extincién” del Estado son tan conocidas, se las cita con tanta frecuencia y muestran con tanta claridad la esencia de la adaptacién usual del marxismo al oportunismo, que se hace necesario examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje donde figuran estas palabras: “El proletariado toma el poder y, en primer término, con- vierte los medios de produccién en propiedad del Estado. Pero con ello se elimina a si mismo como proletariado, elimi- na todas las diferencias de clase y todos los antagonismos de clase, y elimina asimismo, el Estado como tal. La sociedad, que hasta entonces actuaba entre antagonismos de clase, ne- cesitaba un Estado, o sea una organizacién de la clase explo- tadora, para el mantenimiento de sus condiciones exteriores de produccién, y por lo tanto, particularmente, para mante- ner por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresién determinadas por el modo de produccién existente (esclavitud, servidumbre, trabajo asalariado). El Estado era el representante oficial de la sociedad en su conjunto, su sin- tesis en una corporacién visible; pero lo era sélo en tanto fuera el Estado de la clase que representaba, en su época, a la sociedad en su conjunto: en la antigiieddd, el Estado de los ciudadanos propietarios de esclavos; en la Edad Media, de la nobleza feudal; en nuestros tiempos, de la burguesia. Cuando, por ultimo, el Estado se convierte en el verdadero representante de toda Ja sociedad, éste se hace innecesario. No bien no exista ya ninguna clase social a la cual someter, no bien se suprima la dominacién de clase y la lucha indivi- dual por la existencia, basada en la actual anarquia de la produccién, con los conflictos y los excesos resultantes de esa lucha, no quedar4 nada por mantener sometido, nada que precise una fuerza coercitiva especial, un Estado. El primer acto mediante el cual el Estado se manifiesta efectivamente como representante de toda la sociedad —la toma de pose- sién de los medios de produccién en nombre de la sociedad— es también su ultimo acto independiente como Estado. La interferencia del Estado en las relaciones sociales se hace, en todos los 4mbitos, superflua, y entonces, expira por si mismo. 28 Vy. I. LENIN El gobierno sobre las personas se remplaza por la adminis- tracién de las cosas y por la direccién de los procesos de produccién. El Estado no es ‘abolido’: se extingue. Esto da Ja medida del valor de la frase ‘un Estado popular libre’, tanto en cuanto a su empleo justificable, durante cierto tiempo, des- de un punto de vista de agitacién, como en cuanto a su esen- cial insuficiencia cientffica; y también de la exigencia de los Tlamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la noche a la mafiana.” (Anti-Diihring 0 La subversién de la ciencia por el sefior Eugenio Diihring, pags. 301-303 de la 3# ed. alemana.) No hace falta decir que de este pasaje de Engels, tan rico en ideas, sdlo un punto se ha convertido en parte integrante del pensamiento socialista entre los partidos socialistas actuales, 0 sea, que, segtin Marx, el Estado “se extingue”, a diferencia de la doc- trina anarquista de la “abolicién” del Estado. Podar el marxismo hasta tal punto, significa rebajarlo a oportunismo, pues esa “in- terpretacién” sdlo deja en pie una vaga nocién de un cambio lento, apacible, gradual, de ausencia de saltos y tormentas, de ausencia de revoluciones. La concepcién corriente, general, popular, si cabe asi decirlo, de Ia “extincién” del Estado, significa ocultar Ja revolucién, si no negarla. Tal “interpretacién”, sin embargo, es la mds burda tergiver- sacién del marxismo, favorable sélo a la burguesia; tedricamente, se basa en el desconocimiento de Jas muy importantes circuns- tancias y consideraciones sefialadas, por ejemplo, en el “resumen” contenido en el pasaje de Engels que acabamos de citar inte- gramente. En primer lugar, Engels dice, en el comienzo mismo de este pasaje que, al tomar el poder del Estado, el proletariado “elimina el Estado como tal”. “No es usual” detenerse a reflexionar sobre el-significado de esto. Por lo-general se lo ignora totalmente, 0 se lo considera algo asi como una “debilidad hegeliana” de Engels. Sin embargo, estas palabras, en realidad, expresan brevemente la experiencia de una de las mas grandes revoluciones proletarias, la Comuna de Paris de 1871, de la que hablaremos més detalla- damente en el lugar adecuado. En realidad, Engels habla aqui de la “eliminacién” del Estado de la burguesta por la revolucién pro- letaria, mientras que las palabras sobre la extincién del Estado se refieren al remanente del Estado proletario después de la revolu- ‘ EI, ESTADO Y LA REVOLUCION 29 cién socialista. Segim Engels, el Estado burgués no se “extin- ue”, sino que “es eliminado” por el proletariado en el curso de Ia revolucion. Lo que se extingue después de esta revolucién, es el Estado o semiestado proletario. En segundo lugar, el Estado es una “fuerza especial de repre- sion”. Engels da esta magnifica y profundisima definicién con la mas completa claridad. Y de ella se deduce que la “fuerza espe- cial de represién” del proletariado por la burguesia, de millones de trabajadores por un pufiado de ricos, debe ser remplazada por una “fuerza especial de represién” de Ja _burguesia por el prole- tariado (Ja dictadura del proletariado). Esto precisamente, es lo que significa la “eliminacién del Estado como tal”. En esto con- siste precisamente el “acto” de tomar posesién de los medios de produccién en nombre de la sociedad. Y es evidente que seme- jante remplazo de una “fuerza especial” (burguesa) por otra “fuer- za especial” (proletaria) es imposible que pueda realizarse en forma de “extincién”. En tercer lugar, al hablar de que el Estado se “extingue”, y en forma aun més grafica y expresiva, de que “expira por si mis- mo”, Engels se refiere muy clara y definidamente al periodo pos- terior a la “toma de posesi6n de los medios de produccién por el Estado en nombre de toda la sociedad”, es decir, posterior a la revolucién socialista. Todos sabemos que la forma politica del “Estado”, en esa época, es la democracia mas completa. Pero, a ninguno de los oportunistas, que tergiversan desvergonzadamente el marxismo, jams se le pasa por la cabeza que Engels habla aqui, por consiguiente, de que la democracia “expira por si misma”, 0 se “extingue”. A primera vista, esto parece muy extrafio. Pero es “incomprensible” sélo para quienes no consideran que la democra- cia es también un Estado y que, en consecuencia, desaparecera también cuando desaparezca el Estado. Sélo la revolucién puede “climinar” el Estado burgués. El Estado en general, es decir, la mas completa democracia, sélo puede “extinguirse”. En cuarto lugar, después de formular su tesis famosa de que “Fl Estado se extingue”, Engels explica en seguida, en forma con- creta, que esta tesis estd dirigida tanto contra los oportunistas, como contra los anarquistas. Al hacerlo, Engels pone en primer plano esa conclusién, extraida de su tesis sobre Ja “extincién del Estado”, que va dirigida contra los oportunistas. Se puede apostar que de diez mil hombres ‘que han leido u 30 Vv. I, LENIN oido hablar sobre la “extincién” del Estado, nueve mil novecien- tos noventa no saben en absoluto, ono se acuerdan que Engels dirigié sus conclusiones, derivadas de esta tesis, no sdlo contra los anarquistas. Y de las diez personas restantes, probablemente nueve no saben qué significa un “Estado popular libre” y por qué atacar esta consigna significa atacar a los oportunistas. jAsi se escribe Ja historia! Asi se falsifica imperceptiblemente una gran teoria revo- lucionaria y se la adapta al filistelsmo reinante. La conclusién dirigida contra los anarquistas ha sido repetida miles de veces, ha sido vulgarizada y metida en la cabeza de la gente del modo mas superficial, y ha adquirido la fuerza de un prejuicio. jMientras que la conclusién dirigida contra los oportunistas ha sido ocultada y “olvidada”! El “Estado popular libre” era una reivindicacién programé- tica y una consigna de los socialdemécratas alemanes en boga en la década del 70. Esta consigna esta desprovista de todo conte- nido politico, fuera de describir en un pomposo estilo filisteo el concepto de democracia. Engels estaba dispuesto a “justificar” su empleo “por cierto tiempo” desde un punto de vista de agitacién, en la medida en que insinuaba de un modo legalmente permitido la reptiblica democratica. Pero era una consigna oportunista, por- que importaba algo mds que embellecer la democracia burguesa, y significaba también la incomprensién de la critica socialista del Estado en general. Nosotros somos partidarios de la reptblica democratica, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo, incluso en la repi- blica burguesa mds democritica. Ademés, todo Estado es una “fuerza especial para la represién” de la clase oprimida. Por con- siguiente todo Estado es no libre y no popular. Marx y Engels explicaron esto reiteradamente a ‘sus camaradas de partido en la década del 70*. , En quinto lugar, la misma obra de Engels, cuyo concepto sobre la extincién del Estado todos recuerdan, contiene también conceptos sobre la importancia de la revolucién violenta. E] ana- lisis hist6rico que Engels hace de su papel, tiene el alcance de seestse ©. Marx y F. Engels, ob. cit, C. Marx “Critica del programa de Gotha”, IV, pags. 464-467, y F. Engels “Carta ‘a Bebel, 18.28 de ones de 1875”, pags. 469-473 y F. Engels “Anti-Dihring”. (Ed) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 31 un verdadero panegirico de la revolucién violenta. Esto “nadie lo recuerda”. En los partidos socialistas contempordneos no se acostumbra a hablar de la importancia de esta idea y ni siquiera a pensar en ello, y no desempefia papel alguno en su propagan- da y agitacién diarios entre las masas. Y, sin embargo, est indi- solublemente ligada a la “extincién” del Estado, formando un todo arménico. Estos son los conceptos de Engels: we “Que la violencia, también desempefia en la historia otro papel [ademas del de fuerza diabélica], un papel revolucio- nario; que, segim palabras de Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus entrafias otra nueva; que es al ins- trumento con el cual el movimiento social se abre camino y destroza las formas politicas muertas y fosilizadas, de todo esto no dice una palabra el sefior Diihring. Sélo entre suspi- ros y gemidos admite la posibilidad de que la fuerza sea quizé necesaria para derrocar un sistema econédmico basado en la explotacién —desgraciadamente— porque todo empleo de la fuerza, dice él, corrompe a quien la emplea. jY dice esto a pesar del gras impulso moral y espiritual dado por cada revo- lucién victoriosal Y dice esto en Alemania, donde una colisi6n violenta, que podria, después de todo, ser impuesta al pueblo, tendyia al menos, la ventaja de extirpar el servilismo que ha penetrado en la conciencia nacional como consecuencia de la humillacién de la Guerra de los Treinta Afios*. ;Y estas refle- xiones de clérigo, opacas, insipidas e impotentes, se atreven a imponersr en el partido m4s revolucionario que haya cono- cido la listorial” (PAg. 193, 3? ed. alemana, final del IV ca- pituly, II parte.) : : ¢Cémo puede combinarse este panegirico de la revolucién vrelenta, expuesto insistentemente por Engels a los socialdemé- cratas alemanes desde 1878 hasta 1894, es decir, hasta los ultimos dias de su vida, con la teoria de la “extincién” del Estado y con- formar utwe..teoria tnica? vt Generalmente se los combina echando mano del eclecticismo, mediante una seleccién sin principios o sofistica realizada en forma arbitraria (0 para complacer a las autoridades) primero de un 4 ° Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. X, nota 22. (Ed.) 32 v. I. LENIN concepto y luego de otro, y, en el noventa y nueve por ciento de los casos, si no mas, es la idea de la “extincién” lo que se coloca en primer plano. La dialéctica es remplazada por el eclecticis- mo; es la prdctica mds usual, mas difundida con que tropezamos en las publicaciones socialdemécratas oficiales actuales con relacién al marxismo, Este tipo de sustituciones no €s, por cierto, nada nuevo; pueden observarse incluso en la historia de la filosofia cl4- Sica griega. En la falsificacién del marxismo en forma oportunista, cias del desarrollo, todas las influencias contradictorias, etcétera, cuando en realidad no Proporciona ninguna concepcién integral y revolucionaria del proceso del desarrollo social. Ya hemos dicho mds arriba, y demostraremos con mayor de- talle mas adelante, que la teorfa de Marx y Engels sobre la inevi- Este ultimo no puede ser remplazado por el Estado proletario (la dictadura del proletariado) mediante el Proceso de “extincién”, idea de la revolucién violenta, constituye la base de toda la teorfa de Marx y Engels. La traicién a su teorfa, por las tendencias s0- cialchovinista y kautskista hoy imperantes, se manifiesta con sin- gular relieve en ambas tendencias en el olvido de tal propaganda y agitacién, * Véase V. I. Lenin, ob. cit., t, V, nota 68, (Ed.) EL ESTADO Y LA KEVOLUCION 33 ible a una tevolucén violets, a eliminacton Sel Estado fiesta ‘decir, del Estado en general, sdlo es posible me- ant osetia oo eon revolucionaria particalar, al aralt. isc Bngels dessrollaren estas tlege de modo detallado y cone cre to. Yaa ee a esta parte de su teoria, indudablemente ln mds importante. Cariruto II EL ESTADO Y LA REVOLUCION. LA EXPERIENCIA DE 1848-1851 J. LA visPERA DE LA REVOLUCION , Las primeras obras del marxismo maduro, Miseria de la Filo- sofia y el Manifiesto Comunista, aparecieron precisamente at vispera de la tevolucién de 1848. Por tal motivo, ademds de ex- poner los principios generales del marxismo, reflejan, hasta cierto punto, la situacion revolucionaria concreta de aquella época; por ello sera, quiz4, m4s conveniente examinar qué decian los autores de estas obras sobre el Estado, inmediatamente antes de extraer sus conclusiones de la experiencia de los afios de 1848 a 1851. ‘La clase obrera, en el curso del desarrollo —escribe Marx en Miseria de la Filosofia— remplazaré la vieja socie- dad burguesa por una asociacién que excluiré las clases y su antagonismo; no habré ya poder politico propiamente dicho, puesto que el poder politico es precisamente la expresién ofi- cial del antagonismo de clases en la sociedad burguesa” (p4- gina 182 de la edicién alemana de 1885). 's instructivo comparar esta exposicién general de la id la desaparicién del Estado después de la clininacion de las See con la exposicién contenida en el Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels algunos meses después, en noviembre de 1847, para ser exactos: , al esbozar las fases mds generales del desarrollo del prole- tariado, hemos seguido el curso de la guerra civil m4s o menos oculta que se desarrolla dentro de la sociedad existente, hasta el momento en que se trasforma en una revolucién abierta yel proletariado, derrocando por la violencia a la burguesfa, im- planta su dominacién”, , EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 35 “Como ya hemos visto mas arriba, el primer paso de la revolucién obrera es la trasformacién [literalmente: eleva- cién] del proletariado en clase dominante, la conquista de la democracia.” “El proletariado se valdré de su dominacién politica para ir arrancando gradualmente a la burguesia todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de produccién en ma- nos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posi- ble la suma de las fuerzas productivas” (p4gs. 31 y 57 de la 7? ed. alemana, de 1906)*. Tenemos aqui la formulacién de una de las ideas mds admi- rables e importantes del marxismo respecto del Estado, o sea, la idea de la “dictadura del proletariado” (como comenzaron a Ila- marla Marx y Engels después de la Comuna de Paris)* y asimismo, una definicién del Estado en extremo interesante, que es también una de las “palabras olvidadas” del marxismo: “El Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dominante”. Esta definicién del Estado jamds ha sido explicada en las publicaciones de propaganda y agitacién en boga de los partidos socialdemécratas oficiales. Mas aun, ha sido deliberadamente igno- vada, pues es por completo inconciliable con el reformismo y es una bofetada a los prejuicios oportunistas corrientes y a las ilusio- nes filisteas respecto del “desarrollo pacifico de la democracia”. El proletariado necesita del Estado; esto lo repiten todos los oportunistas, socialchovinistas y kautskistas, quienes nos aseguran que asi lo ensefié Marx. Pero “olvidan” afiadir que, en primer lugar, segiin Marx, el proletariado necesita sdlo un Estado que se extingue, es decir, un Estado organizado de modo tal, que comien- ce a extinguirse inmediatamente y no pueda dejar de extinguirse; y, en segundo lugar, que los trabajadores necesitan un “Estado, o sea, el proletariado organizado como clase dominante” El Estado es una organizacién especial de la fuerza, una or- ganizacién de la violencia para reprimir a una clase. gA qué clase tiene que reprimir el proletariado? Naturalmente, sdlo a Ia clase ex- plotadora, es decir, la burguesfa. Los trabajadores necesitan el ° Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., “Manifiesto Yel Partido ‘Comu- nista”, pags. 21 y 27. (Ed.) . 36 Vv. I. LENIN Estado sélo para aplastar la resistencia de los explotadores, y sélo el proletariado puede dirigir esa represién, levarla a cabo. Pues el proletariado es, como unica clase consecuentemente revolucio- naria, la dnica clase capaz de unir a todos los trabajadores y ex- plotados en la lucha contra la burguesfa, por la completa supre- sién de ésta. Las clases explotadoras necesitan la dominacién politica para mantener la explotacién, es decir, en el interés egoista de una minoria insignificante contra la inmensa mayoria del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominacién politica para suprimir completamente toda explotacién, es decir, en interés de la inmensa mayoria del pueblo y contra una minoria insignificante compuesta por modernos propietarios de esclavos, es decir, por los terrate- nientes y capitalistas. Los demécratas pequefioburgueses, esos falsos socialistas que han remplazado la lucha de clases Por suefios de conciliacién de clases, también describen la trasformacién socialista de manera sofiadora, no como el derrocamiento de la dominacién de la clase explotadora, sino como la sumisién pacifica de la minorfa a la mayoria, que habré adquirido conciencia de sus objetivos. Esta utopia pequefioburguesa, inseparable de la idea de que el Estado estA situado por encima de las clases, ha conducido en la practica a la traicién de los intereses de las clases trabajadoras, como lo demostré, por ejemplo, la historia de las revoluciones francesas de 1848 y 1871, y la experiencia de la participacién “socialista” en gabinetes burgueses en Inglaterra, Francia, Italia y otros paises a fines del siglo xx y comienzos del xx°. Marx luché durante toda su vida contra este socialismo peque- fioburgués, hoy resucitado en Rusia por los partidos eserista y men- chevique. Marx desarrollé consecuentemente su teorfa de la lucha de clases, hasta Iegar a la teoria' del poder politico, del Estado. EI derrocamiento de la dominacién burguesa sdlo puede Ile- varlo a cabo el proletariado, la clase particular cuyas condiciones econémicas de existencia la preparan para esta tarea y Je dan posibilidades y fuerzas para realizarla. Mientras la burguesia di- vide y disgrega al campesinado y a todos los grupos pequefiobur- Sueses, cohesiona, une y organiza al proletariado. Sélo el prole- tariado —en virtud del papel econémico que desempefia en la gran produccién— es capaz de ser el dirigente de todos los trabajado- res y explotados, a quienes la burguesfa explota, oprime y aplasta, EL ESTADO Y LA REVOLUCION 37 a menudo no menos, sino mas que a los proletarios, pero que no son capaces de librar una lucha independiente por su emancipacién. La teorfa de Ja lucha de clases, aplicada por Marx al proble- ma del Estado y de la revolucién socialista, conduce necesaria- mente a reconocer la dominacién politica del proletariado, de su dictadura, es decir, de un poder {ntegro y directamente respalda- do por la fuerza armada del pueblo. El derrocamiento de la bur- guesia s6lo puede realizarse mediante la trasformacién del prole- tariado en clase inante, capaz de aplastar la resistencia inevi- table y desesperada de la burguesfa y de organizar para el nuevo sistema econémico a todos los trabajadores y explotados. EI proletariado necesita del poder, una organizacién centra- lizada de Ja fuerza, una organizacién de Ja violencia, ‘tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la poblacién —el campesinado, la pequefia bur- guesia, los semiproletarios— en Ja tarea de “organizar” una eco- nomfa_socialista. Al educar al partido obrero, el marxismo educa a la vanguar- dia del proletariado, capaz de asumir el poder y de condugir a todo el pueblo hacia el socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el guia, el dirigente de todos los tra- bajadores y explotados, en la tarea de organizar su propia vida social sin Ia burguesia y contra la burguesia. Por el contrario, el oportunismo hoy reinante educa a los miembros del partido obrero para ser representantes de los obreros mejor pagados, que pierden contacto con las masas y se “arreglan” pasablemente en el capi- talismo y venden por ‘un plato de lentejas su derecho de primo- genitura, es decir, renunciando a su papel de dirigentes revolu- cionarios del pueblo contra la burguesia. La teorfa de Marx sobre “el Estado, es decir, el proletariado organizado como clase dirigente”, est4 inseparablemente vinculada a toda su teoria sobre el papel revolucionario del proletariado en la historia. La culminacién de este papel es la dictadura prole- taria, Ia dominacién politica del proletariado. Pero puesto que el proletariado necesita del Estado como for- ma de organizacién especial de la violencia contra la burguesia, se desprende por si misma la siguiente conclusién: ges concebible que pueda crearse una organizacién semejante sin eliminar pre- viamente, sin destruir el aparato del Estado creado por la burgue- sfa para st? A esta conclusién leva directamente el Manifiesto 38 Vv. I, LENIN Comunista, y de esta conclusién habla Marx al hacer el balance de la experiencia de la revolucién de 1848 a 1851. 2. BALANCE DE LA REVOLUCION En el siguiente pasaje de El dieciocho Brumario de Luis Bo- naparte, Marx resume sus conclusiones sobre la revolucién de 1848 a 1851, respecto del problema del Estado, que es lo que nos interesa: “Pero la revolucién es radical. Atin est4 pasando por el purgatorio. Realiza su obra en forma metddica. Hasta el 2 de diciembre de 1851 [dia del golpe de Estado de Luis Bo- naparte] habia completado la mitad de su labor preparatoria; ahora est4 completando la otra mitad. Perfeccioné primero el poder parlamentario, para tener la posibilidad de derrocar- lo. Ahora, logrado ya esto, estd perfeccionando el poder eje- cutivo, reduciéndolo a su més Pura expresién, aislindolo, en- frentandose con él, con el unico objeto de concentrar contra él todas sus fuerzas de destruccién [la cursiva es nuestra]. Y cuando la revolucién haya levado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantars, y gritara jubilosa: jbuen trabajo viejo topo! “Este poder ejecutivo, con su inmensa organizacién bu- rocratica y militar, con su vasto y artificioso aparato estatal, una multitud de funcionarios ptiblicos que suma medio millén de hombres, junto a un ejército de otro medio millén de hom- bres, este aterrador organismo parasitario que encierra en sus redes a la sociedad francesa y obstruye todos sus poros, surgié en la época de la monarquia absoluta, con la descomposicién del sistema feudal, que dicho organismo contribuyo a ace- lerar.” La primera revolucién francesa promovié 1a centra- lizacién, “pero al mismo tiempo amplié el alcance, las atribu- ciones y el ntimero de servidores, del poder gubernativo. Na- poledn perfeccioné este aparato estatal”. La monarquia legi- tima y la monarquia de julio “no afiadieron nada mas que una mayor divisién del trabajo...” “Finalmente, en su lucha contra la revolucién, la repu- blica se vio obligada a fortalecer, junto con las medidas repre- sivas, los recursos y la centralizacién del poder gubernativo. EL ESTADO Y LA REVOLUCION 39 Te las revoluciones perfeccionaron este aparato en vez de dete [la cursiva es nuestra]. Los partidos que se disputaban por turno la dominacién, consideraban la pose- sién de este inmenso edificio del Estado como el botin prin- cipal del vencedor.” (El dieciocho Brumario de Luis Bona- parte, pags. 98-99, 4# ed., Hamburgo, 1907*.) a En este notable pasaje, el marxismo da un enorme paso ade- i i En este ulti- lunte en comparacién con el Manifiesto Comunista. no, el problema del Estado todavia esta tratado de modo muy al safe més arriba citado, se trata el problema de manera concreta, racto, en los términos y expresiones mAs generales. En el pa- y lac ién a que se llega es en extremo precisa, definida, prac- t ian oe todas las revoluciones anteriores Dotfeocionaren el aparato del Estado, siendo que hay que romperlo, dlestra Hn . Esta conclusién es el aspecto principal, fundamental, de la teoria marxista sobre el Estado. Y es precisamente este pspecto fundamental, lo que ha sido olvidado completamente por los par tidos socialdemécratas oficiales imperantes, y, por cierto tere m sado (como veremos més adelante) por el teérico mas relevante de Ja II Internacional, K. Kautsky. d's le be Manifiesto Comunista hace un resumen gene 7 tor ia gee et a considerar el Estado como un, Srgano de dominacién de clase y nos lleva a la inevitable conclusi m de ave ol proletariado no puede derrocar a la burguesia sin conqu ar primero el poder politico, sin lograr la supremacia pol fea. sit trasformar el Estado en “el proletariado organizado come dl ue dominante”; y de que ese Estado proletario comenzaré a exti . stuirse inmediatamente después de su triunfo, porque on tina sooie dad en Ia que no existen contradicciones de clase, at ado s innecesario e imposible. Pero aqui no se plantea cémo del , re ca lizarse —desde el punto de vista del desarrollo histérico— el re plazo del Estado burgués por el Estado proletario. si Ese es el problema que Marx plantea y resuelve en 1852. 7 ‘ie! a su filosofia del materialismo dialéctico, Marx tome: come pus la experiencia histérica de los grandes afios de la revo! nel int S a 1851. Aqui, como siempre, su teorfa es un resumen de la expe: * Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., C. Marx “El dieciocho Brumarig de Luis Bonaparte”, pag. 215. (Ed.) 40 Vv. I, LENIN tiencia, iluminado por una profunda concepcién filosdfica del mundo y por un rico conocimiento de la historia. El problema del Estado se plantea de manera concreta: qcdmo surgié histéricamente el Estado burgués, el aparato estatal nece- sario para la dominacién de la burguesia? Qué modificaciones sufrié, cémo evoluciond en el trascurso de las revoluciones bur- Suesas y ante las acciones independiente de las clases oprimidas? ¢Cudles son las tareas del proletariado con relacién a ese apa- rato estatalP El poder estatal centralizado, caracterfstico de la sociedad burguesa, surgié en Ja &poca de la caida del absolutismo. Dos son las instituciones més caracteristicas de este aparato estatal: la burocracia y el ejército regular. En sus obras, Marx y Engels, demuestran reiteradas veces que la burguesia est4 vinculada a estas instituciones por miles de hilos. La experiencia de todo obre- Yo revela estos vinculos de modo en extremo grafico e impresio- nante. La clase obrera aprende, con su amarga experiencia, a re- conocer estos vinculos; por eso capta tan facilmente y asimila tan bien la teoria que demuestra la inevitabilidad de estos vinculos, teoria que los demécratas pequefioburgueses niegan tanto por igno- rancia como por petulancia, o, de un modo aun més petulante, reconocen “en términos generales”, olviddndose de sacar conclu- siones prdcticas apropiadas. ~~ La burocracia y el ejército regular son un “pardsito” adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un pardsito creado por las con- tradicciones internas que desgarran a esa sociedad, pero un par4- sito que “obstruye” todos sus Poros vitales. El oportunismo kauts- Kista, hoy imperante en la socialdemocracia oficial, considera atri- buto especial y exclusivo del anarquismo la idea de que el Estado es un organismo parasitario. No hace falta decir que esta tergi- versacién del marxismo es muy-ventajosa para aquellos filisteos que han reducido el socialismo a'la ignominia inaudita de justifi- car y embellecer Ja guerra imperialista, aplicdndole el concepto de “defensa de la patria”, pero, a pesar de todo, es, indiscutible- mente, una tergiversacién. A través de todas las numerosas revoluciones burguesas de que Europa fue testigo desde la caida del feudalismo, el aparato burocrético y militar fue desarrolldndose, perfecciondndose y afian- z4ndose. En particular, es la pequefia burguesfa, la que es atraida al lado de la gran burguesia y ampliamente subordinada a ella a EL ESTADO Y LA REVOLUCION Al través de dicho aparato, que proporciona a las capas altas del oampesinado, a los pequefios artesanos, a los comerciantes, os cargos relativamente cémodos, tranquilos y respetables, que col o- can a quienes los ocupan por encima del pueblo. Pi pees on je ocurrido en Rusia durante el medio afio trascurrido des le 4 L do febrero de 1917*: los cargos piiblicos, que antes se adjuc ica ban preferentemente a los centurionegristas, se han convertido én hotfin de kadetes, mencheviques, y eseristas. Nadie pensé en rea- lidad implantar ninguna reforma seria; todos Jos esfuerzos é orien turon a aplazarlas “hasta que se reuniera la Asamblea fons te yente”, y a aplazar constantemente su constitucién hasta ome do la guerra! |Pero para repartir el botin, para ocupar cargos erativos de ministros, subsecretarios, gobernadores, generales, etc., etc., no hubo demora, no se esperé a ninguna Asamblea Const tuyentel El juego de las combinaciones que se hizo Para onmat nobierno, fue, en esencia, sdlo la expresion de esa distri uci my redistribucién del “botin”, que se hacia de arriba abajo, en todo ol pais, en cada oficina de gobierno, central y local. Los seis meses que van del 27 de febrero al 27 de agosto de 1917 pueden resu- mirse, resumirse objetivamente sin la menor discusién, como sigue: las reformas encarpetadas, la distribucién de cargos pablicos ter- minada y los “errores” cometidos en la distribucién corregidos me- diante algunas redistribuciones. ; Povo euanke mas se “redistribuye” el aparato burocratico ene los distintos partidos burgueses y pequefioburgueses (entre os kadetes®*, eseristas y mencheviques, en el caso de Rusia), tan! =o resultado de la segunda revolucién democraticoburguesa, que estallé en “Rusia el 27 de febrero (12 de marzo) de 1917, Be derrocada la autocracia y se constituyé el gobierno, provisional burgués. oni fuactering el gobiermo provisional burgués en el “Proyecto de Tesis del 4 ( i ye de 1917”, “Cartas desde lejos” (véase V. I. Lenin, ob. cit., t. y 08 ae F?? Lenin, ob. cit., t. XXII, nota 10; durante la primita guerra mundial los kadetes apoyaron activamente la politica exterior | ae conquista del gobierno zarista. En el periodo de ja revolucién jemncration: burguesa de febrero trataron de salvar la mmonarquia; ocupaban pne sims iin iri ‘ovision: urgt que permitié e allies actineceecl conten re lucien: ai, favorable a los imperialistas anglo- ‘anco- americ 3. Después del triunfo la Gran , oc: & Octubre fueron enemigos irreconciliables del poder soviético, Participaron en todas las sublevaciones armadas contrarrevolucionarias y campafias de los 42, Vv. I. LENIN més profundamente per cibi ms » perciben, las clases oprimidas, ii cabeza, su inconciliable hostilidad hacia ae etn ses, incluyendo a icos” de ellos, ten- Signa la revolucién “a concentrar todas las fuerzas de destruc. ain oe < Poder, y_a plantearse el objetivo, no de perfecci - ui para ‘0 del Estado, sino de destrozarlo y destruitlo mee un razonamiento légi, i i ’ i un x Zico, sino lo: i Ee i Experioncia Teal de 1848-1851, lo que ‘Tev6 «vient de oe modo fh cusstion. Hasta qué punto se atuvo Mare vi suo - hee jae t ase de la experiencia histérica, se des nd del bone que, en 1852, no planteaba todavia cone! Freel aoe on gus = remplazaria el aparato del Estado que habf. teal oon lo. experiencia atin no habfa sumini tt id a ie u ra abordar este problema que la histori ra la orden ole Ha mas tarde, en 1871. En 1859, todo lo see > pene con la precisién de la observacién cientifica, m proletaria habia enfocado la tarea de “conc cae a fuerzas de destr uccion” contra el poder, para “di = p > Pi estrozar” el apa: ocuparnos de este problema gels y examinemos luego los tee Ae Goeervectin de es rancia —decia Engels en el prefacj -. a ici de El dleclocho Brumario— es el pals fond e ae air pguna ot va parte, las luchas histéricas de clase se leva on lempre a cabo hasta el fin, y donde, por consiguiente, las , s ntro de las que estas luchas se resumen sus mareadas por los contornos mas agudos. Cane aor la intervencionistas. No cesar . ivi rarrevolucionari: vidtios ma nistas. No ‘On en su actividad contr: olucionaria antiso- dolor patina ance eae de Ia derrota de los intervencionistas 9 EL ESTADO Y¥ LA REVOLUCION 43 lismo en Ja Edad Media, pais modelo de una monarquia wni- ficada, basada en estratos sociales desde el Renacimiento, Francia demolié el feudalismo en la gran revolucién e ins- tauré la dominacién de la burguesia con una pureza clasica, como ningun otro pais de Europa. Y la lucha del proletariado revolucionario contra la burguesia dominante revistié aqui una forma aguda, desconocida en otras partes” (pag. 4, ed. de 1907) °. La Ultima observaci6n ha quedado anticuada, por cuanto, a partir de 1871, se ha producido una cahna en la lucha revolucio- naria del proletariado francés, aunque, por mucho que dure esta calma, de ningtin modo excluye la posibilidad de que, en Ja préxi- ma revolucién proletaria, Francia demuestre ser el pais clasico de la lucha de clases hasta el fin. Echemos sin embargo, una mirada general a la historia de los paises adelantados a fines del siglo x1x y comienzos del xx. Veremos que, de un modo mas lento, mas variado, en un terreno mucho mis amplio, se desarrollé el mismo proceso: por una parte, la formacién de “poder parlamentario”, tanto en'los pafses repu- blicanos (Francia, Norteamérica, Suiza), como en las monarquias (Inglaterra, Alemania hasta cierto punto, Italia, los pafses escan- dinavos, etc.): por otra parte, una lucha por el poder entre los distintos partidos burgueses y pequefioburgueses, que se distribu- yeron y redistribuyeron el “botfn” de los cargos publicos, dejando intactas las bases de la sociedad burguesa; y finalmente, el per- feccionamiento y consolidacién del “poder ejecutivo”, de su apa- rato burocratico y militar. No cabe la menor duda de que estas son las caracteristicas comunes de toda la evolucién moderna de todos los Estados capi- talistas en general. En los tres afios que van de 1848 a 1851, en Francia se llevé a cabo en forma rapida. tajante, concentrada, el mismo proceso de desarrollo peculiar de todo el mundo capi- talista. El imperialismo —la época del capital bancario, la época de los gigantescos monopolios capitalistas, de la trasformacién del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado—, * -Véase C. Marx y F. Engels, ob. cit., C. Marx “El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, pass. 158-159. (Ed.) ' ‘ 44 Vv. I. LENIN revela cl inari paral revela ieraments ‘un extraordinario fortalecimiento del “a malltar, 2 reloatoniento inaudito de su aparato burocrdtico + r n la intensificaci i Sivas contra el proletariado, tanto en raion 20, ns medidas one en los paises republicanos més libres Balses mondrquicos como La historia del mund ; lo conduce ah i au ‘de tea plement mayores ue en 1855 en PrORO t ‘Odas las fuerzas” in pi 2 descent ae rai cd zt revolucién proletaria en la éCon qué lo remplazar4 el proletari matefat ad n é Proletariado? Esto lo insini: pate mente instructivo que Proporciona la Comuna’ de 3. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA POR MARK EN 1852° En 1907, en la revista Neue Zeit** diaron la anatomia econémica de las cla axes ue tu Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) cid: todas Con eas palate a Y iogd express co ace ee . : c sy TO ex] ridad, primero, la diferencia fundamental y radieel one ne ria * Agregado a la segunda edici 8° Véase V. I. Lenin obs aaicion. wn Bl ate oy ‘ago, 1957, pigs. 45-46. (Fd) ~ EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 5 y las de los pensadores avanzados y mAs profundos de la burgue- wa, y segundo, la esencia de su teoria del Estado. A menudo se dice y se escribe que lo fundamental en Ja teo- via de Marx es la lucha de clases. Pero no es exacto. De esta idea equivocada se deriva con gran frecuencia una tergiversacién oportunista del marxismo y su falsificacién en un sentido acep- table para la burguesfa. En efecto, la teorfa de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesia, antes que Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesia. Quien reconoce solamente la lucha de clases no es ain marxista, puede mantenerse todavia dentro del marco del pensamiento burgués y de Ja politica burguesa. Limitar el marxismo a la teorfa de Ja lucha de clases significa cercenar el marxismo, tergiversarlo, re- ducirlo a algo aceptable para la burguesfa. Marxista sélo es quien hace extensivo el reconocimiento de Ja lucha de clases al recono- cimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la mAs profunda diferencia entre un marxista v un pequefio (o un gran) hurgués ordinario. Esta es la piedra de toque con Ja que debe comprobarse la comprensién y el reconocimiento reales del mar- xismo. Y nada tiene de extrafio que cuando Ia historia de Europa colocé a la clase obrera frente a frente con este problema, como una cuestién préctica, no sélo todos los oportunistas y reformistas, sino también todos los “kautskistas” (personas aue vacilan entre el reformismo y el marxismo) demostraron ser miserables filisteos y demécratas venuefioburgueses, que niegan Ja dictadura del prole- tariado. El folleto de Kautsky La dictadura del proletariado, publi- cado en agosto de 1918, es decir, mucho desoués de anarecer la primera edicién del presente libro. es un perfecto modelo de. ter- giversacién peauefiobureuesa del marxismo y de ruin negacién de éste en los hechos. mientras se lo reconoce hinécritamente de palabra (véase mi folleto La revolucién proletaria y el renegado Kautsky*, Petrogrado y Mosct, 1918). El oportunismo de nuestros dias, representado por su princi- pal portavoz el ex marxista K. Kautsky, se ajusta plenamente a la caracteristica que Marx hace de la posicién burguesa mas arriba citada, pues este oportunismo limita el reconocimiento de la lucha de clases a la esfera de las relaciones burguesas. (;Y dentro de los © Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XXX. (Ed.) , 46 Vv. § LENIN Limi Heutes de esa esfera, dentro de ese marco, Be eet reconocer, “en principio”, la luck no extiende el reconocimiento de ningan liberal culto s ha de clases!) El oper: pine ua Estado democratico de nuevo ti oseido: i Ih bose Ps a s en general) y dictatorial al capitalismo de la “soci ‘a “sociedad si, - Estad < sin clases’ . "stados burgueses tienen las formas mds nae peo Los » Pero su esen- cli is cia es la misma: todos esos Estados, cualqui tamente, una enorme abundancia y variedad de formas pol > Uni P 0! pero la esencia inevj: proletariadoe seré inevitablemente la misma: la dictadura del Cariroro IL EL ESTADO Y LA REVOLUCION. LA EXPERIENCIA DE LA COMUNA DE PARIS DE 1871. EL ANALISIS DE MARX 1. gPOR QUE FUE HEROICA LA TENTATIVA DE LOS COMUNEROSP Sabemos que algunos meses antes de la Comuna, en el otofio de 1870, Marx advirtié a los obreros de Paris, que cualquier ten- tativa de derrocar el gobierno seria una locura fruto de la deses- peracién*. Pero cuando, en marzo de 1871, les fue impuesta a los obreros una batalla decisiva y ellos la aceptaron, cuando la insurreccion fue un hecho, Marx saludé la revolucién proletaria con el mayor entusiasmo, a pesar de los prondsticos desfavorables. Marx no persistié en la actitud pedante de condenar un movi- miento “prematuro”, como lo hizo el tristemente famoso renegado ruso del marxismo, Plejanov, quien, en noviembre de 1905 escri- bié estimulando la lucha de los obreros y campesinos, pero, des- pués de diciembre de 1905 exclamé, al estilo liberal: “|No debie- ron empufiar las armas!” *° Marx, sin embargo, no se limité a entusiasmarse ante el he- rofsmo de los comuneros, quienes, segin sus palabras, “tomaron el cielo por asalto”***. Aunque el movimiento revolucionario de * Lenin se refiere al “Segundo manifiesto del Consejo General de la Asociacién Internacional de los trabajadores sobre la guerra franco-prusiana. ‘A todos los miembros de Ia Asociacién Internacional de los trabajadores en Europa y los Estados Unidos”, escrito por Marx entre el 6 y.9 de setiembre de 1870 en Londres. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., pag. 337.) (Ed.) 9 Se hace referencia a lo dicho por Plejanov en los articulos: “Nuestra situacién” y “Algo mas acerca de nuestra situacién (Carta al camarada X)”, publicados en noviembre y diciembre de 1905 en el Dnieonik Sotsial-Deme- ‘rata, nims. 3 y 4. (Ed.) #2 Véase C. Marx y F. Engels, Correspondencia, ed. cit., pag. 200. (Ed.) 48 v. I. LENIN oie his i Jogr6 sus objetivos, él lo consideré como una experi de la revolucién proletaria meio” ome we ee indudable it ? al, Co} . foro por ack, cientos de programas y argu am entos ee oe on « lizar esa experienci, 5. se es- tacticas, por Tevisar Su teorfa a a te (acer de ella ensefianzas ducir en el Manificcte i n” que Marx consideré necesario intr lucionaria di 0 Comunista se la sugirié la e: ienci: ~ lane le los comuneros de Parts ‘periencia revo- Communist bree? a Ia nueva edicién alemana del Manifie: junio de 1879. = © por sus dos autores, est4 fechado el 24 ‘de rico Engels, di n ese prefacio, los autores, Carlos M: dle Team ese? Cicen que el programa del Mani nae oe algunos detalles ha quedado anticuado”, ‘fiesto Comunista “en “« wie a {mana ha demostrado, sobre todo —conting age ty ne or rere 7 puede simplemente tomar pose’ 0 esi fi porn ees eats face a omistente ¥ ponerlo en marcha Los autores tomaro 1 u n las palabra, i Gomailag simples, del libro de Mane La! guerra ole) Pra ‘aes, a esis Bu = a} y Engels atribuian tan enorme importancig aoe introduce Somental y Principal de la Comuna de Paris, pe Correccién importante en el Manifiesto Es muy caracteristico sido tergivers, que esta importante co; ién I bablem vorsada por los Oportunistas y que su se tid ién haya lente, desconocido por las nueve décii nudo sea, arriba citada es que, s del desarrollo le » Supuestamente Marx subraya aqui la j sivamente. nto, en oposicin a la toma del poder, y ast se * Véase C. Marx y F, nite, wird) Engels, Obras escogidas, ‘Manifiesto del Parti¢ » (Old., pags. 325-374, (Ed,) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 49 En realidad, es precisamente lo contrario. La idea de Marx ey que la clase obrera debe destruir, romper, el “aparato estatal existente” y no limitarse simplemente a apoderarse de él. EL 12 de abril de 1871, es decir, en plena época de la Comuna, Marx escribia a Kugelmann: “Si te fijas en el Ultimo capitulo de mi Dieciocho Bruma- rio, hallards que afirmo que la préxima tentativa de la revolu- cién francesa no ser& ya, como lo fue hasta ahora, trasferir de una mano a otra el aparato burocratico-militar, sino demo- lerlo [la cursiva es de Marx; en el original: zerbrechen], y ésta es la condicién previa para toda verdadera revolucién popular en el continente. Y esto es lo que intentan hacer nuestros heroicos camaradas de Paris”* (p4g. 709 de la re- vista Neue Zeit, t. XX, 1, afio 1901-1902). (Las cartas de Marx a Kugelmann fueron publicadas en ruso en dos edicio- nes, por lo menos, una de las cuales dirigt yo y le afiadi un prélogo **.) Las palabras: “destruir el aparato burocratico-militar”, expre- san concisamente la ensefianza fundamental del marxismo res- pecto de las tareas del proletariado durante la revolucién con relacién al Estado. j;Y esta ensefianza es la que no sélo ha sido olvidada por completo, sino también totalmente tergiversada por la “interpretacién” kautskista imperante del marxismol En cuanto a la referencia de Marx a El dieciocho Brumario, més arriba hemos citado integro e! pasaje pertinente. Es interesante sefialar, en particular, dos puntos del pasaje de Marx arriba citado. Primero, Marx limita su conclusién al con- tinente. Esto era comprensible en 1871, cuando Inglaterra era todavia el modelo de pais netamente capitalista, pero sin casta militar y, en grado considerable, sin burocracia. Marx, por lo tanto, excluy6 a Inglaterra, donde una revolucién, incluso una revolucién popular, parecia entonces posible y ciertamente era posible, sin la condicién previa de destruir el “aparato estatal existente”. Hoy, en 1917, en la época de la primera gran guerra impe- rialista, esta limitaci6n hecha por Marx no tiene ya validez. Tanto * Véase C. Marx y F, Engels; Correspondencia, ed. cit., pig. 208. (Ed.) *° Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XII, pags. 93-102. (Ed.) 50 Vv. I. LENIN Inglaterra como Norteamérica, los mayores y dltimos represen- tantes —en el mundo entero— de la “libertad” anglosajona, en el sentido de que carecen de militarismo y burocracia, se han hun- dido completamente en la ciénaga inmunda, sangrienta, comin a toda Europa, de las instituciones burocr4tico-militares, que todo lo someten y lo aplastan. Hoy, también en Inglaterra y Norteamé- rica la “condicién previa para toda verdadera revolucién popu- lar” es demoler, destruir el “aparato estatal existente” (creado y desarrollado, en esos paises, con una perfeccién “europea”, impe- rialista en general, en los afios 1914-17). En segundo lugar, debe prestarse especial atencién a la ob- servacién, en extremo profunda, de Marx de que la destruccién del aparato burocratico-militar del Estado es “la condicién previa de toda verdadera revolucién popular”. Esta idea de una revo- lucién “popular” parece extrafia viniendo de Marx; de modo que los partidarios rusos de Plejanov y los mencheviques, esos disci- pulos de Struve que quieren hacerse pasar por marxistas, podrian tal vez calificar esta expresién de “lapsus” por parte de Marx. Han reducido el marxismo a una tergiversacién tan ruinmente liberal, que para ellos nada existe fuera de la antitesis entre revolucién burguesa y revolucién proletaria, e incluso esta antitesis la inter- pretan con rigidez escolastica. Si tomamos como ejemplos las revoluciones del siglo xx, ten- dremos que reconocer, naturalmente, que las revoluciones portu- guesa y turca son burguesas. Ninguna de ellas, sin embargo, es una revolucién “popular”, pues en ninguna de ellas la masa del pueblo, su inmensa mayoria, se manifiesta en forma activa, inde- pendiente, en ningiin grado notable, con sus propias reivindica- ciones econémicas y politicas. En cambio, aunque la revolucién burguesa rusa de 1905 a 1907, no registré éxitos tan “brillantes” como los que alcanzaron en ciertos momentos las revoluciones portuguesa y turca, fue, sin duda, una “verdadera” revolucién “popular”, pues la masa del pueblo, la mayoria de éste, las “mAs bajas capas” sociales, aplastadas por la opresién y la explotacién, se alzaron en forma independiente y estamparon en todo el curso de la revolucién el sello de sus reivindicaciones, de sus intentos de construir a su modo una nueva sociedad en lugar de la antigua sociedad que estaba siendo destruida. En Ja Europa de 1871, el proletariado no constituia la mayo- EL ESTADO Y LA REVOLUCION 51 ria del pueblo en ningun pais del continente. Una revolucién “po- pular” que realmente arrastrase en su torrente a la mayoria, s6lo podfa darse si abarcaba tanto al proletariado como sal campesi- nado. Ambas clases constituian entonces el “pueblo”. A ambas ses las une el hecho de que el “aparato burocr&tico-militar del Estado” las oprime, las aplasta, las explota. Destruir este aparato, demolerlo: tal es el auténtico interés del “pueblo”, de su mayorfa, de los obreros y de la mayoria de los campesinos, tal es Ja “con- dicién previa” para una alianza libre de los campesinos pobres con los proletarios, en tanto que sin esa alianza, Ja democracia es precaria y la trasformacién socialista, imposible. Hacia esta alianza, como se sabe, se abria camino la Comuna de Paris, si bien no alcanzé su objetivo debido a una serie de cireunstancias de car4cter interno y externo. En consecuencia, al hablar de una “verdadera revolucién po- pular”, Marx sin desestimar para nada los rasgos especificos de la pefjuefia burguesia (de los cuales habl6 mucho y con frecuen- ), tuvo en cuenta, estrictamente, el verdadero equilibrio de las fuerzas de clases en la mayoria de los paises continentales de Europa en 1871. Y, por otra parte, consignéd que la “destruccién’ del aparato estatal responde a los intereses de los obreros y cam- pesinos, que los une, que les plantea la tarea comin de suprimir al “pardsito” y de remplazarlo por algo nuevo. ¢Con qué remplazarlo concretamente? 2. gOON QUE REMPLAZAR EL APARATO DEL ESTADO, UNA VEZ DESTRUIDO? La respuesta que daba Marx a esta pregunta en 1847, en el Manifiesto Comunista, era todavia completamente abstracta, 0, para ser exactos, era una respuesta que sefialaba las tareas, pero no la forma de realizarlas. La respuesta que daba el Manifiesto Comunista era que ese aparato debia ser remplazado por “el pro- letariado organizado como clase dominante”, mediante “la con- uista de la democracia”*. a Marx no se perdié en utopias; esperaba que la experiencia del movimiento de masas le proporcionara la respuesta a la pre- ® Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, “Manifiesto del Partido Comunista”, pag. 27. (Ed.) 52 Vv. I. LENIN unta referente a las formas especificas que asumiria esa organi- zacién del proletariado como clase dominante yal modo exacto, en que esta organizacién se combinaria con la mds completa, mas consecuente “conquista de la democracia”. En La guerra civil en Francia, Marx somete la experiencia de la Comuna, limitada como era, al andlisis més minucioso. Citemos los pasajes mds importantes de esta obra: Originado en la Edad Media, en el siglo xix se desarrollé “el poder del Estado centralizado con sus érganos omnipre- sentes: el ejército regular, la policia, la burocracia, el clero y la magistratura”. Con el desarrollo de los antagonismos de clase entre el capital y el trabajo, “el poder del Estado fue adquiriendo cada vez més el cardcter de fuerza publica para la represién de la clase trabajadora, el cardcter de un aparato de dominacién de clase. Después de cada revolucién, que marca un paso adelante en la lucha de clases, el carécter pu- ramente coercitivo del poder del Estado se destaca cada vez con mayor relieve”. Después de la revolucién de 1848-1849, el poder del Estado se convirtis en el “arma nacional de uerra del capital contra el trabajo”. El Segundo Imperio consolidé esto. “La antttesis directa del Imperio fue la Comuna.” Fue “la forma especifica” de “una reptblica que no sélo habria de abolir la forma mon4rquica de la dominacién de clase, sino la dominacién de clase misma...” gEn qué consistié esa forma “especifica” de la republica pro- letaria, socialista? ¢Cual fue el Estado que ella comenzé a crear? “...EI primer decreto de la Comuna fue... la supre- aon del ejército regular y su remplazo por el pueblo ar- mado...” Esta reivindicacién figura hoy. en los programas de todos los partidos que se Iaman a si mismos' socialistas. jPero el real valor de sus programas queda demostrado por la conducta de nuestros eseristas y mencheviques, quienes, inmediatamente después de la revolucién del 27 de febrero, en realidad se negaron a llevar a la prdctica dicha reivindicacién! z “...La Comuna estaba formada por los concejales mu- nicipales, elegidos por sufragio universal en los diversos dis- tritos de Paris; eran responsables y podian ser revocados en _cualquier momento. La mayorfa de sus miembros eran, natu- ae EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 53 ralmente, obreros o representantes reconocidos de la clase obrera...” a. “...La policia, que hasta entonces habia sido instrumen- to del gobierno, fue despojada inmediatamente de sus atribu- ciones polfticas y convertida en instrumento autorizado , = cualquier momento revocable [...] de la Comuna. Igual medida se tomé con los funcionarios de todas Jas demas ra- mas de Ja administracién [...] Desde los miembros de la Comuna para abajo, todos los cargos puiblicos debian desem- pefiarse con salarios de obreros. Los privilegios y los gastos de representacién de los altos dignatarios del Estado desa- parecieron junto con los propios altos dignatarios [...] Una vez suprimidos el ejército regular y la policia, instrumentos de la fuerza fisica del antiguo gobierno, la Comuna procedié de inmediato a destruir el instrumento de represién espiritual, el poder del clero [...] Los funcionarios judiciales perdie- ron esa fingida independencia [...] de ahora en adelante serfan electivos, responsables y revocables... Por lo tanto, la Comuna de Paris aparentemente remplazé el aparato estatal destruido “sélo” por una democracia mds com: : abolicién del ejército regular; todos los funcionarios pb i s sujetos a eleccién y revocacién. Pero, en realidad, este “sdlo representa el remplazo gigantesco de determinadas instituciones por otras instituciones de tipo radicalmente diferentes. Este precisamente un caso de “trasformacién de cantidad en calidad”; ln democracia, implantada del modo mas completo y consecuente ue puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria; de Estado (= fuerza especial para la re presién de una clase determinada) en algo que ya no es el Estado yropiamente dicho. : ' "Todavia es necesario contener a la burguesia y aplastar su resistencia. Esto era especialmente necesario para la Comuna, y una de Jas causas de su derrota fue que no hizo esto con suficientes decision. Pero aqui el érgano de represién es la mayoria “ la poblacién y no una minoria, como siempre fue el caso bajo la es- olavitud, la servidumbre y la esclavitud asalariada. iY, desde que es la mayoria del pueblo mismo la que reprime a sus opresores, * C, Marx, La guerra civil en Francta. (Ed.) ' 54 Vv. I. LENIN ya no es necesario una “fuerza especial” de represién! En ese sentido, el Estado comienza @ extinguirse. En vez de las institu- ciones especiales de una minoria privilegiada (la burocracia pri- vilegiada, los jefes del ejército regular), la propia mayoria puede desempefiar directamente todas estas funciones, y cuanto mas desempefie el pueblo en su conjunto las funciones del poder, me- nos necesaria es la existencia de dicho poder. A este respecto, las siguientes medidas de la Comuna, subra- yadas por Marx, son dignas de particular atencién: la abolicién de todos los gastos de representacién, de todos los _privilegios pecuniarios de los funcionarios publicos, la reduccién de los suel- dos de todos los servidores del Estado hasta el nivel del “salario del obrero”. Esto muestra con mayor claridad que ninguna otra cosa, el viraje de la democracia burguesa a la democracia proleta- tia, de la democracia de los opresores a la democracia de las clases oprimidas, del Estado como “fuerza especial” para la represién de una determinada clase a la represién de los opresores por la fuerza general de la mayoria del pueblo, obreros y campesinos. jY es en este punto particularmente notable —tal vez el mas importante, en lo que al problema del Estado se refiere— en el que las ideas de Marx han sido mds relegadas al olvido! En los comentarios popu- lares —cuyo mimero es incalculable— esto no se menciona. Lo “habitual” sobre esto es guardar silencio, como si se tratara de una “ingenuidad” pasada de moda, lo mismo que los cristianos, cyando su religién se convirtié en religién oficial, “olvidaron” las “ingenuidades” del cristianismo primitivo con su espfritu revolu- cionario democratico. La reduccién de los sueldos de los altos funcionarios del Es- tado parece ser “simplemente” la reivindicacién de una democra- cia ingenua, primitiva. Uno de los “fundadores” del oportunismo moderno, el ex socialdemécrata E: Bernstein, ha repetido mds de una vez las triviales burlas burguesas sobre la democracia “pri- mitiva”. Como todos los oportunigtas y como los actuales kauts- kistas, no comprendia en absoluto, en primer lugar, que la tran- sicién del capitalismo al socialismo es imposible sin un cierto “re- torno” a la democracia “primitiva” (pues gde qué otro modo pue- de la mayorfa, y después toda la poblacién sin excepcién, proce- der a desempefiar las funciones del Estado?); y, en segundo lu- Bar, que esa “democracia primitiva’, basada en el capitalismo y en la cultura capitalista, no es la misma democracia primitiva, EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 55 de los tiempos prehistéricos o de la época precapitalista. La cul- tura capitalista ha creado la gran produccién, fabricas, ferroca- triles, el correo, el teléfono, etc., y sobre esta base, la gran mayoria de las funciones del antiguo “poder estatal” se han simplificado tanto y pueden reducirse a operaciones tan sencillas de registro, asiento y verificacién, que pueden ser facilmente desempefiadas por cualquiera que sepa leer y escribir, pueden muy fAcilmente ser desempefiadas por un “salario obreru corriente”, y esas funciones pueden (y deben) ser despojadas de toda sombra de privilegio, de toda semejanza a “fausto oficial”. Todos los funcionarios piblicos sin excepcién, sujetos a elec- cién y revocacién en cualquier momento, sus sueldos reducidos al nivel de un “salario obrero corriente”, estas sencillas y “evidentes” medidas democriticas, al mismo tiempo que unifican totalmente los intereses de los obreros y de la mayorla de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo. Estas medidas conciernen a la reorganizacién del Estado, la reorgani- zacién exclusivamente politica de la sociedad; pero, desde luego, adquieren su pleno sentido e importancia sélo en conexién con la “expropiacién de los expropiadores” ya en realizacién o en pre- paracién, es decir, con la trasformacién de la propiedad privada capitalista de los medios de produccién en propiedad social. “La Comuna —escribié Marx— convirtié la consigna de todas las revoluciones burguesas, gobierno barato, en una realidad, al abolir las dos mayores fuentes de gastos: el ejér- cito y la burocracia*.” En el campesinado, al igual que en otros sectores de la peque- fia burguesia, sdlo una minoria insignificante “llega arriba”, “se abre paso” en el sentido burgués, es decir, se convierte en per- sonas acomodadas, en burgueses o en funcionarios publicos con una situacién segura y privilegiada. En todo pais capitalista. donde hay campesinado (como sucede en la mayor parte de los paises capitalistas) la inmensa mayorfa del campesinado se halla opri- mido por el gobierno y ansfa su derrocamiento, ansia un gobierno “parato”. Esto puede realizarlo sdélo el proletariado, y, al reali- zarlo, el proletariado da, al mismo tiempo, un paso hacia la orga- nizaci6n socialista del Estado. a & + ° C. Marx, La guerra civil en Francia, (Ed.) 56 Vv. I. LENIN 3. LA ABOLICION DEL PARLAMENTARISMO “La Comuna —escribié Marx—, debia ser no un c parlamentario, sino i ti jecuti isle. oie peters oa organismo activo, ejecutivo y legisla- _ “...En vez de decidir una vez cada tres o sei miembros de la clase dominante habrian de vephesotiar ae el parlamento y teprimir (ver-und zertreten) al pueblo, el sufragio universal habria de servir al pueblo, organizado en aes de igual modo que el sufragio individual sirve a er patrono para buscar i men on ba obreros, inspectores y contables racias al predominio del socialchovinismo portunis| esta notable critica del parlamentarismo, hecha vote tambign pertenece ahora a las “palabras olvidadas” del marxismo. Los mi- nistros y parlamentarios profesionales, los que traicionaron al pro- letariado y los socialistas “utilitarios” de nuestros dias han dejado a los anarquistas toda la critica del parlamentarismo, y sobre esta base maravillosamente razonable, denuncian que toda critica del parlamentarismo es |j“anarquismo”!! No es de extrafiar que el pro letariado de los. paises parlamentarios “adelantados”, asquea- dos con “socialistas” como los Scheidemann, David, Legien, Sem- a Renaudel, Henderson, Vandervelde, Stauning, Branting Bis- soa y Cia., vuelque cada vez mas sus simpatias al anarcosindi- melo de sporti. este ultimo es simplemente hermano ge- ara Marx, sin embargo, la dialéctica x i ii nunca la frase vacia de moda, el sonajero en 0 Poe Sean ky y otros la han convertido. Marx sabia eémo romper implaca- blemente con el anarquismo por st. incapacidad para utilizar in- cluso_ el “chiquero” del parlamentarismo burgués —en ecial cuando la situacién evidentemente no es revolucionaria—, "pero, al mismo tiempo, sabia cémo someter el parlamentarismo a una orifice proletaria auténticamente revolucionaria. Decidir una vez cada tantos aiios qué miembros de la cl flominante han de reprimir y aplastar al pueblo a través del par. lamento: tal es la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, ° C. Marx, La guerra civil en Francia. (Ed.) EL ESTADO ¥ LA REVOLUGION 57 no sélo en las monarquias constitucionales parlamentarias, sino también en las repiiblicas mas democraticas. Pero si abordamos el problema del Estado, si consideramos el parlamentarismo como una de las instituciones del Estado; desde el punto de vista de las tareas del proletariado en este terreno, gcémo salir del parlamentarismo? gCémo prescindir de él? Debemos decirlo una y otra vez: las ensefianzas de Marx, "ba- sadas en el andlisis de la Comuna, est4n tan olvidadas, que el “socialdemécrata” de hoy (léase: el actual traidor al socialismo) sencillamente no puede comprender otra critica del parlamenta- rismo que no sea la critica anarquista o Ja reaccionaria. Salir del parlamentarismo no consiste, ciertamente, en abolir las instituciones representativas y el principio de eleccién, sino en trasformar las instituciones representativas de recintos de char- lataneria en organismos “activos”. “La Comuna debfa ser, no un cuerpo parlamentario, sino un organismo activo, ejecutivo y legis- Jativo al mismo tiempo.” “No un cuerpo parlamentario, sino un organismo activo”; jeste es un golpe directo a los actuales parlamentarios y a los “perrillos falderos” parlamentarios de Ja socialdemocracia! Ob- sérvese cualquier pais parlamentario, de Norteamérica a Suiza, de Francia a Inglaterra, Noruega, etc.: en estos paises los verdade- ros asuntos de “Estado” se tratan entre bastidores y se ocupan de ellos los ministerios, cancillerias y Estados mayores. Al parla- meuto se lo deja hablar con el fin especifico de engafiar a la “plebe”. Tan cierto es esto que incluso en Ja republica rusa, una reptblica democraticoburguesa, todas estas lacras del parlamen- tarismo surgieron en seguida, aun antes de haber conseguido crear un verdadero parlamento. Los héroes del filisteismo podrido, los Skébeliev y Tsereteli, los Chernov y Avxéntiev, lograron incluso mancillar a Jos soviets, segin el modelo del m4s repugnante par- lamentarismo burgués, y convertirlos en recintos de simple charla- tanerfa. En los soviets, los sefiores ministros “socialistas” engafian a.los ingenuos aldeanos con frases y resoluciones. En el gobierno se baila un constante rigod6n para que, por una parte, el mayor numero posible de socialistas revolucionarios y mencheviques pue- dan acercarse, por turno, a la “torta”, a los lucrativos y honorfficos cargos, y, por otra parte, para “distraer la atencién” del pueblo. jMientras tanto las cancillerfas y los Estados mayores “se ocupan” de los asuntos de “Estado”! 58 Vv. I. LENIN Dielo Naroda*, érgano del partido gol “socii listas_revolucionarios”, reconocid, dil Stniernged 6 ine toc —con esa franqueza sin igual de la gente de la “buena sociedad” en la que ‘todos” practican la prostitucién politica— que hasta en los ministerios encabezados por “socialistas” (jcon perdén de la palabral), itodo el aparato burocratico sigue siendo, en realidad el mismo, funciona como antes y se sabotea con absoluta “libertad” las medidas revolucionarias! Y aun sin este reconocimiento, gaca- so no lo prueba la historia verdadera de la participacién e los eseristas y los mencheviques en el gobierno? Es digno de desta- car, sin embargo, que, en la compafifa ministerial de los kadetes, los sefiores Chernov, Rusdnov, Zenzinov y demés redactores de Dielo Naroda, han perdido hasta tal punto la vergiienza que de- claran descaradamente, como si se tratase de una bagatela, ;;que en ‘sus’ ministerios todo est& como antes!! Frases revolucionuio- democraticas para estafar a los campesinos ingenuos, y_burocra- cia y expedienteo para “satisfacer” a los capitalistas: he ahi I, esencia de la “honrada” coalicién. . . La Comuna remplaza el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de opinién y de discusién no degenera en engafio, pues los propios parlamentarios tienen que trabajar, tienen que poner en ejecucién Sus propias leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados logrados en realidad, y responder directamente ante sus electores. Las instituciones representativas no desaparecen, pera no existe el parlamentarismo como sistema especial, como divisién del trabajo entre el poder legislativo y el ejecutivo, como posicién privilegiada para los diputados. No se puede concebir la democracia, ni aun la democracia proletaria sin instituciones representativas, pero st se puede y se debe concebir la democracia sin parlamentarismo, si la critica de la sociedad burguesa tio es sélo palabras para noso- tros, si el deseo de derrocar la dominacién de la burguesia es en nosotros un deseo serio y sincero, y no una simple frase “electo- at para Resear. votde obreros, como sucede con los menchevi- ques y los eseristas, y tambi i oe Socriamns, vt n con los Scheidemann y Legien, los Es muy instructivo observar que al hablar de las funciones de ° Véase V. I. Lenin, ob. cit, t. XXV, nota 3. (Ed.) i i i ; EL ESTADO Y LA REVOLUCION 59 aquellos empleados que necesitan la Comuna y la democracia proletaria, Marx los compara con los trabajadores de “cualquier otro patrono”, es decir, una empresa capitalista corriente, con sus “obreros, inspectores y contables”. En Marx no hay el menor rastro de utopia, pues no inventé ni imagin6é una “nueva” sociedad. No, Marx estudiéd cémo surge la nueva sociedad de Ja antigua y las formas de transicién de la segunda a la primera como un proceso histérico natural. Analizo la experiencia real de un movimiento proletario de masas y pro- curé extraer de ella ensefianzas practicas. “Aprendié” de la Co- muna, como todos los grandes pensadores revolucionarios apren- dieron, sin vacilar, de la experiencia de los grandes movimientos de las clases oprimidas, y nunca les dirigieron “sermones” pedan- tescos (por el estilo del: “No debieron empufiar las armas”, de PlejAnov, 0: “Una clase debe saber moderarse”, de Tsereteli). No se puede pensar en abolir la burocracia de golpe, en todas partes, y por completo. Es una utopia. Pero destruir de golpe el viejo aparato burocratico y comenzar inmediatamente a construir otro nuevo, que haga posible la abolicién gradual de toda buro- cracia, eso no es una utopia; es la experiencia de la Comuna, es la tarea directa, inmediata del proletariado revolucionario. El capitalismo simplifica las funciones de la administracién “del Estado”, permite desterrar el “fausto oficial” y convertirlo en una organizacién de proletarios (como clase dominante) que con- tratara en nombre de toda la sociedad, a “obreros, inspectores y contables”. No somos utépicos. No “sofiamos” con prescindir de golpe de todo gobierno, de toda subordinacién; estos suefios anarquistas, basados en la incomprensién de las tareas de la dictadura del pro- letariado, son totalmente ajenos al marxismo y, en realidad, sélo sirven para postergar la revolucién socialista hasta que la gente sea diferente. No, nosotros queremos la revolucién socialista con gente como la de hoy, con gente que no puede prescindir de la subordi- nacién, del control, de “inspectores y contables”. Pero la subordinacién debe ser a la vanguardia armada de todos los explotados y trabajadores: al proletariado. Se puede y se debe comenzar en seguida, de la noche a la mafiana, a rempla- zar el especifico “fausto oficial” de los funcionarios del Estado, por las simples funciones de “inspectores y contables”, funciones que ya hoy son plenamente accesibles a la capacidad media de 60 Vv. I. LENIN los habitantes de las ciudades y que pueden ser perfectamente desempefiadas por un “salario obrero”. Nosotros, los obreros, organizaremos la gran produccién sobre la base de lo que ha sido creado ya por el capitalismo, apoyén- donos en nuestra experiencia de trabajadores, estableciendo una disciplina estricta, de hierro, respaldada por el poder politico de los obreros armados; reduciremos el papel de los funcionarios publicos al de simples ejecutores de nuestras instrucciones, como ese modo podemos y debemos empezar a llevar a cabo la revolu- cién proletaria. Ese comienzo, sobre la base de la gran produc- cién, conducird por si mismo a la “extincién” gradual de toda bu- rocracia, a la creacién gradual de un orden —un orden sin comi- las, un orden que no se parecer4 en nada a la esclavitud asala- riada—, un orden en que las funciones de control y contabilidad, cada vez mas simplificadas, ser4n desempefiadas, por turno, por todos, se convertir4n luego en costumbre y, por ultimo, expira- ran como funciones especiales de un sector especial de la po- blacién. Un ingenioso socialdemécrata alemén de la década del 70 del siglo pasado, llamé al correo modelo de sistema econémico so- cialista. Esto es muy exacto. Hoy, el correo es una empresa orga- nizada conforme a un monopolio capitalista de Estado. E] impe- rialismo trasforma gradualmente todos los trusts en organizacio- nes parecidas, en las que, por encima de “la plebe”, agobiada por el trabajo y hambrienta, encontramos la misma burocracia bur- Suesa. Pero el mecanismo de la administracién social ya estd listo aqui. Una vez derrocados los capitalistas, aplastada la resistencia de estos explotadores con Ja mano, férrea de los obreros armados, destruido el aparato burocratico del Estado moderno, tendremos un mecanismo de alta perfeccién técnica, libre del “pardsito”, per- fectamente susceptible de ser Puesto en marcha por los mismos obreros unidos, que contratardn técnicos, inspectores y contables, y retribuiran el trabajo de todos ellos, como el de todos los fun- cionarios “del Estado” en general, con un salario obrero. He aqui una tarea concreta, practica, inmediatamente realizable con res- pecto a todos los trusts, una tarea cuya realizacién liberarA a los; trabajadores de la explotacién, que tiene en cuenta lo que la Co- soi EL ESTADO Y LA REVOLUCION 6L muna comenzo a poner en practica (sobre todo en el terreno de izacién del Estado). s * Organizar toda la simia conforme al correo, de modo ue los técnicos, inspectores y contables, lo mismo que todos los fun- cionarios publicos, perciban sueldos que no sean superiores a un “salario obrero”, todo bajo el control y la direccién del proleta- riado armado: ese es nuestro objetivo inmediato. Tal es el Estado, tal es la base econémica que necesitamos. Eso es lo que xesultars de la abolicién del parlamentarismo y de la conservacién de. las instituciones representativas; eso es lo que | libraré a las elses trabajadoras de la prostitucién de estas instituciones por la bur- guesfa. 4. ORGANIZACION DE LA UNIDAD NACIONAL “...En un breve bosquejo de organizacién nacional que la Comuna no tuvo tiempo de desarrollar, se dice claramente que Ja Comuna seria [...] la forma politica incluso para ie aldea mds pequefia...” Las comunas elegirian también la “delegacién nacional” de Parts. ; , “...Las pocas, pero importantes funciones que atin que- darian para un gobierno central no serfan suprimidas —como en forma deliberada se ha dicho falsamente—, sino que serian trasferidas a funcionarios comunales, o sea, a funcionarios es- i ente responsables. . .” ‘mel "La unidad nacional no serfa destruida, sino por el con- trario, organizada mediante un régimen comunal; se conver- tirfa en una realidad al destruir el poder estatal, que preten- dia ser la encarnaci6n de esa unidad, independiente y situado por encima de la nacién. En realidad ese poder estatal era slo una excrecencia parasitaria de la nacién [...] EL pro- blema era amputar los é6rganos puramente represivos del vie- jo poder estatal, quitar las funciones legitimas a ese poder, que pretend{a situarse por encima de la Sociedad y restituir- las a los servidores responsables de la sociedad . : Hasta qué punto los oportunistas de la socialdemocracia ac- tual no han comprendido —tal vez sea mds exacto decir que no ’ © C. Marx, La guerra civil en Francia. (Ed.) 62 Vv. I. LENIN han querido comprender— estas observaciones de Marx, lo revela mejor que nada el libro, célebre a la manera de Eréstrato, del renegado Bernstein, Premisas del socialismo y objetivos de la so- cialdemocracia. Refiriéndose a las citadas palabras de Marx, dice Bernstein que, “por lo que a su contenido politico se refiere”, este programa presenta, en todos sus rasgos esenciales, la mayor semejanza con el federalismo de Proudhon... Pese a todos los demés puntos de diferencia que separan a Marx del pequefioburgués Proudhon [Bernstein pone la palabra “pequefioburgués” entre comillas para darle un sentido irénico] en esos puntos, el hilo de :sus razona- mientos no puede ser més parecido”. Naturalmente, prosigue Bernstein, la importancia de las municipalidades va en aumento, pero “a mi me parece dudoso que Ja primera tarea de la democra. cia deba ser esa abolicién [Auflésung - literalmente: disolucién] de los Estados modernos y esa trasformacién completa [Umwand- Tung: trasformacién radical] de su organizacién, tal como la con- ciben Marx y Proudhon —Ia formacién de una Asamblea Nacional con delegados de las asambleas provinciales o regionales, inte- gradas a su vez por delegados de las comunas—, de modo que, en consecuencia, desaparecerian las formas anteriores de represen- tacién nacional” [Bernstein, Premisas, pags. 134 y 136, edicién alemana de 1899]. , iConfundir las concepciones de Marx sobre la “destruccién del poder estatal, una excrecencia parasitaria”, con el’ federalismo de Proudhon, es sencillamente monstruoso! Pero no es casual, pues al oportunista nunca se le pasa por la imaginacién que Marx no habla aqui de ninguna manera del federalismo por oposicién al centralismo, sino de la destruccién del viejo aparato burgués del Estado, existente en todos los paises burgueses. Al oportunista sélo le viene a,la ‘imaginacién lo que ve en torno suyo, en un medio de filistefsmo pequefioburgués y de es- tancamiento “reformista”, a saber: isélo las “municipalidades”! El oportunista ha perdido hasta la costumbre de pensar en la revo- lucién proletaria. Esto es ridiculo. Pero lo curioso es que nadie haya discutido con Bernstein a propésito de este punto. Bernstein ha sido refu- tado por muchos, especialmente por Plejénov en las publicaciones Tusas, y por Kautsky en las europeas, pero ninguno de los dos ha dicho nada sobre esta tergiversacién de Marx por Bernstein. EL ESTADO ¥ LA REVOLUGION 63 Hasta tal punto se ha olvidado el oportunista de pensar en forma revolucionaria y de discurrir sobre la revolucién, que atri- buye a Marx el “federalismo”, confundiéndolo con el fundador del anarquismo, Proudhon, En cuanto a Kautsky y Plejdnov, que sostienen ser marxistas ortodoxos y defender la teoria del marxis- mo revolucionario jguardan silencio sobre esto! Esta es una de las rafces de esa extremada vulgarizacién de las ideas sobre la diferencia entre marxismo y anarquismo, caracterfstico tanto de los kautskistas como de los oportunistas y de la que hablaremos més adelante. En las observaciones de Marx sobre la experiencia de la Co- muna arriba citadas, no hay ni rastro de federalismo. Marx coin- cide con Proudhon en el punto preciso que no ve el oportunista Bernstein. Marx discrepa de Proudhon en el punto preciso en que Bernstein halla una semejanza entre ellos. Marx coincide con Proudhon en que ambos estdn por la “des- truccién” del aparato moderno del Estado. Ni los oportunistas ni los kautskistas desean ver la semejanza de ideas sobre este punto entre el marxismo y el anarquismo (tanto Proudhon como Baku- nin) pues es en esto en lo que se han apartado del marxismo. Marx discrepa tanto de Proudhon como de Bakunin precisa- mente en la cuestién del federalismo (sin hablar de la dictadura del proletariado). El federalismo como principio, se deriva légi- camente de las concepciones pequefioburguesas del anarquismo. Marx es centralista. En sus observaciones que acabamos de citar, no hay la menor desviacién del centralismo. jSélo quienes estén imbuidos de la “confianza supersticiosa” filistea en el Estado, pueden confundir la destruccién del aparato estatal burgués con la destruccién del centralismo! Y bien, si el proletariado y el campesinado pobre toman el poder, se organizan de modo absolutamente libre en comunas y unifican la accién de todas las comunas para golpear al capital, para aplastar la resistencia de los capitalistas, para entregar a toda Ja nacién, a toda la sociedad, los ferrocarriles, las fAbricas, la tierra, etc. de propiedad privada, zno ser4 esto centralismo? no serd esto el m4s consecuente centralismo democr&tico, y ademés centralis- mo proletario? Bernstein, sencillamente, no puede concebir la idea de un centralismo voluntario, de la unién voluntaria de las comunas en una nacién, de la fusién voluntaria de las comunas proletarias con 64 Vv. I, LENIN el fin de aplastar la dominacién burguesa y_el aparato estatal bur- gués. Como todos los filisteos, Bernstein describe el centralismo, como algo que sélo puede ser impuesto y mantenido desde arriba, y slo por la burocracia y la camarilla militar. Como si previera que sus ideas podrian ser tergiversadas, Marx subraya en forma expresa que la acusacién de que la Co- muna queria destruir la unidad nacional, abolir el gobierno cen- tral, es una falsedad deliberada. Marx usa intencionadamente la expresién “La unidad nacional seria [...] organizada”, para con- traponer el centralismo politicamente conciente, democratico, pro- letario, al centralismo burgués, militar, burocratico. Pero... no hay peor sordo que el que no quiere ofr. Y de lo que no quieren hablar precisamente, los oportunistas de la social- democracia actual, es de la destruccién del poder estatal, de la amputacién de la excrecencia parasitaria. 5. DESTRUCCIGN DEL ESTADO PARASITO Acabamos de citar palabras de Marx relativas a este punto, y ahora debemos completarlas. “, ..Es destino general de las nuevas creaciones histéricas —escribia Marx— ser confundidas con la equivalencia de formas de vida social mds antiguas y aun caducas, con las que pueden tener un cierto parecido. Por lo tanto, esta nueva Comuna, que destruye (bricht: rompe) el poder estatal mo- derno, ha sido considerada como una resurreccién de las co- munas medievales... como una federacién de pequefios Es- tados (como Io imaginaban Montesquieu y los girondinos*)..., como una forma exagerada de la vieja lucha contra el super- centralismo...” “...El régimen comunal -habria devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta entonces absorbia esa excre- cencia parasitaria ‘Estado’, alimentdndose de la sociedad y entorpeciendo su libre movimiento. Con ese solo hecho, ha- bria iniciado la regeneracién de Francia...” * Girondinos: agrupacién politica de la revolucién burguesa del si- glo xvnr en Francia; representaba los intereses de la burguesia moderada; oscilaba entre la revolucién y la contrarrevolucién y en ocasiones aceptaba componendas con la monarquia. (Ed.) 4 EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 65 “.,.EL régimen comunal habria colocado a los produc- tores rurales bajo la direccién intelectual de las principales ciudades de sus distritos, garantizAndoles alli, en la persona de Ios obreros de la ciudad, los representantes naturales de sus intereses. La propia existencia de la Comuna implicaba, en realidad, un gobierno local auténomo, pero ya no como contrapeso del poder estatal, ahora superfluo®.” “Destruir el pecer estatal”, que era una “excrecencia parasi- taria”; “amputarlo”, romperlo”; “el poder estatal se hace ahora superfluo”: estas son las expresiones que emplea Marx refiriéndose al Estado cuando valora y analiza la experiencia de la Comuna. Todo esto fue escrito hace casi medio siglo, y ahora tene- mos que hacer excavaciones, por asi decirlo, a fin de evar al conocimiento de las masas populares un marxismo no tergiversado. Las conclusiones extraidas de la observacién de la ultima gran revolucién vivida por Marx, fueron olvidadas precisamente cuan- do legé el momento de las siguientes grandes revoluciones prole- tarias. “...La multiplicidad de interpretaciones a que ha sido sometida Ja Comuna y la multiplicidad de intereses que se manifestaron en ella, demuestran que era una forma politica enteramentte flexible, mientras que todas las formas anteriores de gobierno fueron esencialmente represivas. Su verdadero secreto es este: fue esencialmente, un gobierno de la clase obrera resultado de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma politica, al fin descubierta, bajo Ja cual podia realizarse la emancipacién econémica del tra- bajo...” “Sin esta Ultima condicién, el régimen comunal habria sido upta imposibilidad y un engajio...**” Los utopistas se preocuparon por “descubrir” las formas polf- ticas bajo las“suales habria de realizarse la trasformacién socia- lista de la socy:dad. Los anarquistas descartaron totalmente el problema ,.e¢ las formas politicas. Los oportunistas de la social- democravia a’./ual han aceptado las formas politicas burguesas del Estado democratico parlamentario como un limite del que no pue- “ C, Marx, La guerra civil en Francia. (Ed.) Y °° Id., ibid. (Ed.) 66 Vv. I. LENIN ge cee, se tan toto la frente de tanto Prosternarse ante este enodelo”, ¥ 4an como anarquismo todo deseo de romper Marx dedujo de toda la histori: 2 ria del sociali pouldes. que el Estado estaba destinado ae done oc A ok ‘Orma transitoria de su desaparicién (la transicién de Estede a llevé el aiio 1851, 0 sea, que |, " i del aparato estatal burgués, P Soesentaabon Tac ty a fran es estallé el movimiento revolucionario de masas del p pales aco an ‘een del coves 5 sufrido Por ese movimiento, car as formas que Mpc aa evidente debilidad, comenzé a muna es la forma “al fin desc ibierta” poke a escubierta” por la revolucién Bra nari jo Ia cual puede lograrse la emancipacién econémica La Comuna es el primer int ento de w i de ee sParato estatal burgués, y a. te Poem a eeaat , con eels ee cee que puede y debe ser remplazado el des- Més adelante veremos que las revoluciones rusas de 1905 y Capiruto IV CONTINUACION. ACLARACIONES COMPLEMENTARIAS DE ENGELS Marx fundamenté el significado de la experiencia de la Co- muna. Engels volvié una y otra vez al mismo tema, aclarando el andlisis y las conclusiones de Marx e iluminando a veces otros aspectos del problema con tal fuerza y brillo, que es necesario de- tenerse especialmente en sus aclaraciones. 1, EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA En su obra El problema de la vivienda (1872)*, Engels ya tuvo en cuenta la experiencia de la Comuna, y se ocupé repetidas veces de las tareas de la revolucién con relacién al Estado. Es interesante observar que el tratamiento de este tema especifico revela claramente, por una parte, puntos de coincidencia entre el Estado proletario y el Estado actual —puntos que autorizan a hablar del Estado en ambos casos— y, por otra parte, puntos de divergencia entre ellos, o la transicién hacia la destruccién del Estado. “3Cémo resolver el problema de la vivienda? En la so- ciedad actual se resuelve exactamente lo mismo que cualquier otro problema social; por la nivelacién econémica gradual de Ja oferta y 12 demanda, solucién que reproduce constante- mente el problema y que, por lo tanto, no es una solucién. La forma en que una revolucién social resolverd este proble- © Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., F. Engels “Contribucién al problema de la vivienda”, pAgs. 375-435. (Ed.) 68 Vv. I. LENIN ma no depende solamente de las circunstancias de tiem lugar, sino que, ademas, esté vinculado con problemas. de mucho mayor alcance, entre los cuales figura uno de los mas importantes, que es la eliminacién de la contradiccién entre la ‘ iad ta y el campo. Como no es nuestro propésito crear sis- nas utOpicos para la organizacién de la sociedad del futuro, seria mas que ocioso detenerse ahora en esto. Pero una cosa €s cierta: existe ya hoy una cantidad suficiente de casas en I; . grandes ciudades para remediar en seguida toda real encased le vivienda, siempre que se las emplee con cordura. Esto sélo puede ocurrir, naturalmente, mediante Ia expropiacién de lo: actuales propietarios y alojando en sus casas a los obreros si techo o a los obreros que viven hacinados en sus actuales casas. Y tan pronto como el proletariado conquiste el oder politico, esta medida, dictada por el interés del bien péblice, EL ESTADO Y LA REVOLUCION 69 sacion por los gastos. Del mismo modo que la abolicién de la propiedad agraria no significa la abolicién de la renta del suelo, sino su trasferencia, aunque en forma modificada, a la sociedad. La apropiacién real de todos Jos instrumentos de trabajo por los trabajadores no excluye, por lo tanto, en modo alguno, el mantenimiento de las relaciones de arren- damiento” (p4g. 68)°. En el capitulo préximo examinaremos el problema que se toca en este pasaje, es decir, la base econémica para la extincién del ‘stado. Engels se expresa con gran prudencia, al decir que el do proletario “dificilmente” permitira el uso de las casas sin pago, “al menos durante un perfodo de transicién”. El arrenda- miento de viviendas, propiedad de todo el pueblo, a distintas fa- milias, presupone el cobro de alquiler, un cierto control y ciertas normas en la adjudicacién de las viviendas. Todo ello requiere una cierta forma de Estado, pero de ningtn modo requiere un uparato militar y burocratico especial, con funcionarios que ocu- pen cargos especialmente privilegiados. La transicién a una situa- cién en la que sera posible proveer de viviendas gratuitamente, depende de la “extincién” completa del Estado. requisa de viviendas se realizan tambié i ién por orden del Estad fetual, nesde el punto de vista formal, también el Estado role. ‘0 “ordenara” Ia ocupacién de viviendas y la expropiacién de _. “++.Hay que sefialar que la apropiacién real de todos instramentos de trabajo, la toma de posesién de toda la ime ria por los trabajadores, es exactamente lo opuesto al “res- cate’ . proudhoniano. En el ultimo caso, el obrero en forma individual, pasa a ser propietario de la vivienda ‘de la par- cela campesina, de los instrumentos de trabajo; en el primer caso, la ‘poblacién trabajadora’ es la propietaria colectiva de las casas, de Jas fAbricas y de los instrumentos de trabajo. dificilmente Ppermita su utilizacién, al menos durante un p y riodo de transicién, Por individuos 0 asociaciones sin compen. * Véase C. Marx y F, Engels, Obras escogidas, ed. cit,, pag. 392. (Ed.) Hablando de Ja forma en que los blanquistas**, después de la Comuna y bajo la influencia de la experiencia de ésta, adop- taron la posicién de principios del marxismo, Engels, al pasar, enuncia esa posicién en los siguientes términos: “_..necesidad de la accién politica por parte del prole- tariado y de su dictadura, como transicién hacia la elimina- cién de las clases y, con ellas, del Estado...” (pag. 55)***. Algunos aficionados a la critica puntillosa o ciertos “extermi- nadores” burgueses “del marxismo” verdn quizd4, una contradic- cién entre este reconocimiento de la “eliminacién del Estado” y Ja negacién de esta formula, por anarquista, en el pasaje del Anti- Diihring citado mas arriba. Nada tendria de extrafio que los opor- tunistas calificaran también a Engels de “anarquista”, ya que cada vez es mas corriente que los socialchovinistas acusen a Jos interna- cionalistas de anarquismo. * Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., pag. 431. (Ed.) °° Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. Il, nota 49. (Ed.) : *e° Véase C. Marx y F, Engels, Obras escogidas, ed. cit, F. Engels “Contribucién al problema de la vivienda”, pig. 420, (Ed.) 70 v. I. LENIN El marxismo ha ensefiado siempre j imii we que junto con la elimina- cién de las clases se eliminar4 el Estado. Ei conocido pasaje ‘del Anti-Diihring sobre la “extincién del Estado” acusa a los anar- uietes no de Propiciar simplemente la eliminacién del Estado, fino dep edear que el Estado puede ser eliminado “de la noche Como la teorfa “socialdemécrata” ho: imperante tergi completamente la actitud del marxismo hacia al anarquisteo tee pecto del problema de Ja eliminacién del Estado, serA util recor- dar aqui una polémica de Marx y Engels con los anarquistas. 2. PoLEMICA con Los ANARQUISTAS Esta polémica tuvo lugar en 1873, Marx y Engel: ibi para un almanaque socialista italiano articulos conte Ios a mianos*, “autonomistas” o “antiautoritarios”, articulos que sélo en 1913 fueron publicados en alemén, en la revista Neue Zeit. ++ Si la lucha politica de la clase obrera —escribia Marx, ridiculizando a los anarquistas por su negacién de la politica— asume formas revolucionarias, si los obreros ins- tauran su dictadura revolucionaria en lugar de la dictadura de la burguesia, cometen el terrible delito de violacién de Ptincipios, porque, para satisfacer sus mezquinas y vulgares necesidades cotidianas y aplastar la resistencia, de la burguesfa, dan al Eatodlo una forma reveluctonaris y transitoria en vez leponer las armas y abolii ” 1913-1914, aéo 32, t. 1, pg 40.) no (Neue Zot, 1S6lo esta forma de “abolicién” del Estado combatié Marx al tar a los anarquistas! No combatié de ningtin modo la idea de que el Estado desaparecer4 cuando desaparezcan las clases, 0 de que seré eliminado cuando sé eliminen las clases. Lo que él combatié fue la idea de que los obreros debfan renunciar al em- pleo de-las armas, a la violencia organizada, es decir, al Estado. que ha de servir para “aplastar la resistencia de la burguesia”, : « Para impedir que el verdadero sentido de su lucha contra el anarquismo sea tergiversado, Marx subraya expresamente la “for- ma revolucionaria y transitoria” del Estado que el proletariado ° Véase V. I. Lenin, ob. cit, t. TX, nota 57. (Ed,) EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 71 fevowita, El proletariado necesita el Estado sélo en forma tempo- ful, No discrepamos en modo alguno de Jos anarquistas en lo (jue se refiere al problema de la abolicién del Estado como ob- jetivo. Sostenemos que, para lograr ese objetivo, debemos hacer ‘no, en forma temporal de los instrumentos, los recursos y los métodos del poder estatal contra los explotadores, del mismo modo {11 para eliminar las clases es necesario la dictadura temporal de |i clase oprimida. Marx elige la forma mas tajante y clara para plantear su argumento contra los anarquistas: después de derrocar el yugo de Jos capitalistas, glos obreros deben “deponer sus armas” 0 emplearlas contra los capitalistas para aplastar su resistencia? JY qué es el empleo sistematico de las armas por una clase contra vlra sino una “forma transitoria” de Estado? Que cada socialdemécrata se pregunte: ges asi como se ha planteado el problema del Estado al polemizar con los anarquis- tus? gEs ast como ha sido planteado por la inmensa mayorfa de los partidos socialistas oficiales de la Segunda Internacional? Engels expone las mismas ideas con mucho mayor detalle y en forma aun mds popular. Ridiculiza primero la confusién de ideas de los. proudhonianos, quienes se Hamaban a si mismos “anti- uutoritarios”, es decir, negaban toda autoridad, toda subordina- olén, todo poder. Témese una fabrica, un ferrocarril, un barco en alta mar. dice Engels: gno es acaso evidente, que ninguna de estas compleias empresas técnicas, basadas en el empleo de m4- auinas y en la cooperacién sistematica de muchas personas. po- dria funcionar sin una_cierta subordinacién y, por consiguiente, sin una cierta autoridad o poder? “Cuando enfrento a los m4s furiosos antiautoritarios con estos argumentos —escribe Engels—, lo timico que pueden responderme es esto: ‘iSi! esto es verdad, sélo que aqui no se trata de la autoridad con que investimos a nuestros dele- gados sino de una misién’. Estos sefiores creen que podemos cambiar una cosa si le cambiamos el nombre...”* Después de demostrar asf que autoridad y autonomfa son concentos relativos, que su esfera de aplicacién cambia con las distintas fases del desarrollo social, que es absurdo aceptarlos como absolutos, y afiadiendo que el campo de aplicacién de las ° Véase C, Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit. F. Engels “De la autoridad”, pag. 438. (Ed.) 72 Vv. I. LENIN maquinas y de la gran industria se extiende constantemente, En- gels pasa de las consideraciones enerales sobre la autoridad al problema del Estado. “Si los autonomistas —prosigue— se hubieran limitado a decir que la organizacién social del futuro permitirfa la autoridad sélo hasta el Iimite en que la hacen inevitable las condiciones de la produccién, podriamos haber llegado a en- tendernos; pero son ciegos frente a todos los hechos que hacen necesaria la autoridad y combaten con furor la palabra. “Por qué los antiautoritarios no se limitan a clamar con- tra la autoridad politica, contra el Estado? Todos los socia- listas estan de acuerdo en que el Estado, y con él la autoridad politica, desaparecer4 como consecuencia de la préxima re- volucién social, es decir, que las funciones publicas perderdn su cardcter politico y se convertiran en simples funciones ad- ministrativas de velar por los intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado politico sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las relaciones sociales que le dieron origen. Exigen que el primer acto de la revolucién social sea la abolicién de la autoridad. “gHan visto estos sefiores alguna vez una revolucién? Una revolucién es, por cierto, la cosa més autoritaria que exis- te; es un acto mediante el cual una parte de la poblacién im- pone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayo- netas y cafiones, medios, todos ellos, altamente autoritarios; y el partido victorioso debe mantener su dominacién median- te el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios, dLa Co- muna de Paris habria durado acaso un solo dia, de no haber empleado la autoridad del pueblo armado contra la burgue- siaP «No podemos, por el contrario, reprocharle el haberse servido muy poco de la autoridad? Asi, pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, en cuyo caso no hacen mds que sembrar confusién, o lo saben, y en ese caso traicionan la causa del proletariado. En ambos casos, sdlo sirven a la reaccién” (pdg. 39) °, Estos conceptos tocan problemas que deben ser examinados en vinculacién con la relacién que existe entre la politica y la * Véase C. Marx y F. Engels, Obre , ed. cit., . 438- 499. (ed y gel ras” escogidas, pags. EL ESTADO Y LA REVOLUCION 73 as + ftulo economia durante la extincién del Estado (el préximo capitu esté. consagrado a ello). Estos problemas son: la teasformnelon de las funciones publicas, de funciones politicas en simples fun: ciones administrativas, y el “Estado politico”. Esta ‘ltima expre, sién, especialmente expuesta a provocar confusiones, se re! iere be proceso de extincién del Estado: en una etapa determinad a este proceso, el Estado que se extingue, puede ser calificado de si olitico. . " stage ao Politi lo mas notable en este pasaje de Engels, ol forma en que expone sus argumentos contra los anarquistas. Los socialdemécratas, que pretenden ser disefpulos de Engels, han discutido millones de veces con los anarquistas desde 1873, pero han discutido precisamente no como pueden y deben haeerlo los marxistas, El concepto anarquista de la abolicién del Estas lo 2 confuso y no revolucionario: es asi como Jo plantea Engels. Es precisamente la revolucién en su nacimiento y desarrollo, con ms tareas especificas respecto de la violencia, Ja autorided, el poder lo, lo. que se niegan a ver los anarquistas. _ : vel ie Srabitual ue hacen los actuales socialdemécratas del anarquismo se ha reducido a la mas pura trivialidad equefie, burguesa: “jNosotros reconocemos el Estado; los anarquistas, nol . Naturalmente, semejante trivialidad no puede sino repugnay a ot obreros, por poco reflexivos y revolucionarios que sean. ngels dice otra cosa: subraya que todos los socialistas reconocen que i Estado desaparecer4 como consecuencia de la revolucién soele ist f Luego se ocupa concretamente del problema de la revoluci ms del problema preciso que, por lo general los socialdemécratas ae den por oportunismo, dejandolo, por asi decirlo, al “estudio sxelusiv de los anarquistas. Y al tratar este problema Engels agarra toto por las astas; pregunta: gno habria debido la Comuna servis nis del poder revolucionario del Estado, es decir, del proletariado mado, organizado como clase dominante? i So La socialdemocracia oficial imperante eludié siempre, per gla general, el problema de las tareas concretas del proletaria lo = la revolucién, bien con un desdén filisteo, ° bien, nel mejor e los casos, con la evasiva sofisteria: “}E] tiempo lo dira! los anar quistas tenian derecho a decir que esa socialdemocracia no comp i con su tarea de brindar una educacién revolucionaria a los obreros. Engels se vale, precisamente, de la experiencia de, la filme revo: luci6n proletaria para realizar el estudio mds concreto sobre cu: v. i LENIN EL ESTADO Y¥ LA REVOLUCION 75 debe ser la actitud del proletariado y cémo debe actuar tanto con relacién a los bancos como al Estado. palabra ‘comunidad’ (Gemeinwesen), una buena y antigua pa- Jabra alemana equivalente a la palabra francesa Commune” pags. 321-322 del texto alem4n)*. Hay que tener en cuenta que esta carta se refiere al programa del partido que Marx criticé en una carta escrita sélo unas pocas semanas después de aquélla (carta de Marx del 5 de mayo de 1875), y que Engels, en ese momento, vivia en Londres con Marx. Por lo tanto, cuando dice “nosotros”, en la ultima frase, Engels, indudablemente, en su propio nombre y en el de Marx, sugiere al dirigente del partido obrero alemdn borrar del programa la palabra “Estado” y remplazarla por la palabra “comunidad”. iQué alaridos sobre “anarquismo” lanzarfan los jefes del “mar- xismo” de hoy, que ha sido falsificado a gusto de los oportunistas, si se les sugiriera una enmienda semejante en su programa! Que lancen alaridos. Con ello, lograr4n el elogio. de la bur- guesta. Y nosotros seguiremos adelante. Al revisar el programa de nuestro partido, debemos, sin falta, tener en cuenta el conseio de Engels y Marx, para acercarnos mds a la verdad, para restablecer cl marxismo limpidndolo de tergiversaciones, para orientar mis correctamente Ia lucha de Ja clase obrera por su emancipacién. Entre Jos bolcheviaues no habrA, por cierto, nadie que se oponga al conseio de Engels y Marx. La tnica dificultad que quizA pueda surgir, ser& resnecto del término. En alemin hay dos palabras cue significan “comunidad”, de las cuales Engels emnlea la que no designa una comunidad aislada, sino Ja totalidad de ellas, un sistema de comunidades. En ruso, no existe un vocablo semeiante, v auizd tengamos que escoger la palabra francesa “commune”, aunaue también ésta tiene sus desventaias. “La Comuna no era ya un Estado en el sentido vrovio de la palabra”; esta es la afirmacién mds importante de Engels, desde el punto de vista teérico. Después de lo exnuesto més arriba, esta firmacién resulta absolutamente clara. La Comuna iba dejando de ser un Estado, puesto que su papel consistia en reprimir, no ‘+ mavoria de la poblacién, sino a la minoria (los exvlotadores): habia destruido el aparato del Estado burgués; en lugar de una fuerza especial para la représién, entré en escena la poblacién 3. UNA CARTA A BEBEL Una de las observaciones mds notabl E les sobre el E: i e mas potable, en las obras de Marx y Engels est4 Cooma cn el pailente pasale ee uma curt : de Engels a Bebel fechada 18-28 de + Esta ca: icho entre paréntesis— f i cada por vez primera, segtin creemos, olen el sogunlone 5 1 , Segtin , por Bebel en el gs sus memorias (De mi vida), que aparecieron ca IIL oe ffios después de escrita y enviada aquella carta, ; “ gels escribié a Bebel criticando ese mismo Proyecto del pr grams, e Gotha que Marx criticé en su conocida carta a Bracke’ o, ndose especialmente al problema del Estado, decia Engels: ise El Estado popular libre se ha convertido en el Estado mn Z pean A el sentido eramatical, Estado libre es un Estado vacion a sus ciudadanos, por igui pitado. oon un Bobiemo despético, Habria vue ‘acaber con toda Sobre el Estado, sobre todo después de |: que no | era ya un Estado en el sentido propio de bee ane Speke. a pe eehado en ore baste el fastidio el ‘ e que ya el libro de M: en ys mis jarde el Manifiesto Comunista dicen ‘lara at n la implantacién del régimen socialista 1 E: fe hare noha sheamo {eich aufldst) y desaparece. Sinead : clon transitoria, que se utiliza - cha, en 28 zevoluctin, Pera jemeter Por la violencia 2 To a s, ; lo lar de un ‘Estado popular libre’; proletariado, mientras necesita todavia el Estado, no 10 neeaine como tal dejar4 de existir. Nosotros, or igui , . » POF co: driamos remplazar en todas partes B palabra Estade oe ty ° Véase C. Marx 297, (Ed) y F. Engels, Correspondencia, ed. cit., pigs. 293- *° Véase C. C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., “Critica del programa de Gotha. Caita a W. Bracken > Rags. 453-454, (Ed.) © Véase C. Marx y F. Engels, Correspondencia, ed. cit., pag. 226. (Ed.) 76 Vv. I. LENIN habrian ido “extinguiéndose” en ella, por si mi huellas del Estado, no habria tenido necesidad de “abelice ne je tituciones del Estado: éstas habrian dejado de funcionar a medida que no tuviesen nada que hacer. . “Los anarquistas nos han echado en cara el ‘Es mm Al decir esto, Engels se refiere, sobre todo, a ere , re ques contra los socialdemécratas alemanes, Engels reconoce que estos ataques se justificaban en tanto el “Estado popular” arn absurdo tal y una desviacién tal del socialismo como el “Estado popular libre”. Engels traté de poner en sus justos términos la lucha de los socialdemécratas alemanes contra los anarquistas, de hacer que ésta fuera una correcta lucha de principios, de des, }0- jarla de prejuicios oportunistas relativos al “Estado”. "Desgracia. damente la carta de Engels estuvo archivada durante 36 afios. pits adelante veremos que, aun después de publicada esta carta, y persistié virtualm is do Eek hae weruagmente en los mismos errores contra los Bebel contesté a Engels el 21 de setiembre de 1875 con una carta en la que le decia, entre otras cosas, que estaba “completa- mente de acuerdo” con la opinién de Engels sobre el proyecto de programa y que habia reprochado a Liebknecht su disposicién a hacer concesiones (p4g. 334 de la edicién alemana“de las memo- iss fle Bebel, ae w. Pero si tomamos el folleto de Bebel ti- tos objetit Estado absolutamente enrbneos es on Gt conceptos sobre el “El Estado debe convertirse de un Estado basado en la dominaciér et) en un Estado popular.” (Unsere Ziele, ed. alemane, 1886, iAsi se publicé en la 94 ( jnovenal) edicién del folleto d Be- bel! No es de extrafiar que las concepciones oportunistas sobre por los socialdemécratas alemanes especialmente. por cuanto las interpretaciones revolucionarias de Engels estaban a salvo en el archivo, y todas las circunstancias de la vida eran como para ‘desacostumbrarlos” de la revolucién por mucho tiempo. » EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 7 4, criTICA DEL PROYECTO DE PROGRAMA DE ERFURT Al analizar la teoria marxista sobre el Estado, no es posible wnorar la erftica del proyecto de programa de Erfurt®, enviada por Engels a Kautsky el 29 de junio de 1891 y publicada sélo diez \los mas tarde en Neue Zeit, pues esta critica esta dedicada, fun- dumentalmente, a las concepciones oportunistas de los socialdemé- cratas respecto de la organizacién del Estado. Sefialaremos de paso que Engels hace también, con respecto 1 problemas econémicos, una indicacién de importancia extraor- dinaria que demuestra con cudnta atencién y penetracién obser- viba los cambios que se iban produciendo en el capitalismo mo- derno y cémo ello le permitia prever, hasta cierto punto, las ta- reas de nuestra época, de la época imperialista. He aqui esa indi- cacién: refiriéndose a la expresién “ausencia de planificacién” (Planlosigkeit) empleada en el proyecto de programa, como alge curacterfstico del capitalismo. Engels decfa: “...Cuando pasamos de las sociedades andénimas a los trusts, que controlan ramas industriales enteras y las monopo- lizan, no sélo desaparece la produccién privada, sino que también hay ausencia de planificacién” (Neue Zeit, afio 20, t. 1, 1901-1902, pag. 8). Esto es lo fundamental en la apreciacién tedrica de la ultima ctapa del capitalismo, es decir, del imperialismo, a saber: que el capitalismo se convierte en un capitalismo monopolista. Esto debe subrayarse, debido a que se ha hecho muy corriente la errénea afirmacién reformista burguesa de que el capitalismo monopolista 0 capitalismo monopolista de Estado no es ya capitalismo, sino que ahora puede ser llamado “socialismo de Estado”, etc. Los trusts, naturalmente, nunca facilitaron, no facilitan y no pueden facilitar una planificacién completa. Pero, por mucho que éstos planifiquen, por mucho que los magnates del capital calculen de antemano el volumen de la produccién en escala nacional e in- cluso internacional, por mucho que la regulen sistemAticamente, atin seguimos bajo el capitalismo, en su nueva etapa, es verdad, pero aun capitalismo, sin Ja menor duda. La “proximidad” de tal capitalismo con el socialismo debe servir a los verdaderos repre- ’ *° Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. IV, nota 37. (Ed.) cos que Peruran hacer todos los reformistas. ero volvamos al problema del FE: : volvamc stado. E: Paco tres indicaciones particularmente valiosas: primers a naciousl » nea aed, respecto de la relacién entre el ‘problewdl p 10} 5s ¥ bey! ee n del Estado; y tercero, respecto del go- Respecto de la reptbli ¢ publica, Engels centré en est i proyecto de Programa de Erfurt. Y cuando recordamos Ta toy a fapcia ane, a suis el programa de Erfurt para todos los socialde. p Tpternectonst oe y ‘© federal en conjunto), ie independiente respecto del distrito (; Bowie) Fb come 5. EL PREFACIO DE 1891 A “LA GUERRA CIVIL”, DE MARX Landrat y Regierun, i at | erungsrat prusianos” (los comisari je de policia de distrito, los gobernadores y, en gone los emcionarios designados desde arriba), En consonancia on to, mgels propone la siguiente formulacién para el pu iO 7 Programa sobre la. autonomia: “Completa auto : ma pe as provincias, distritos y comunas, mediante la elec. Gen de, os. ‘unelonstios per sufragio universal. Eliminacién Se toda as fades locales y provinciales designadas por En Pravda®, (mim. 68, del 28 d : A . 68, le Por el gobierno de Kérenski y de otros mniatree “roekeeummeds , tuve ° ‘ Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. XVIII, nota 12 y t, XXIV, nota 47, (Ed.) ee En su prefacio a la.3# edicién de La guerra civil en Francia —este prefacio est4 fechado el 18 de marzo de 1891 y fue publi- cado por primera vez en la revista Neue Zeit—, Engels, ademas de hacer algunas interesantes observaciones incidentales sobre pro- blemas relativos a la actitud hacia el Estado, hace un resumen extraordinariamente grafico de las ensefianzas de la Comuna. Este resumen, enriquecido por toda la experiencia de los veinte afios que separaban a su autor de la Comuna y dirigido expresamente contra la “confianza supersticiosa en el Estado”, tan difundida en Alemania, puede ser llamado con justicia la tltima palabra del marxismo respecto de la cuestién que examinamos. “En Francia —observa Engels—, los obreros aparecieron armados después de cada revolucién; por ello, el desarme de ’ ° fd., tbéd.. t. XXVI, “Una cuestién de principios”. (Ed.) 84 Vv. I, LENIN lo: i i et Sel ada, De th que, depute des ase ce ee ne 22 sas es cones oe ono significativo, El fondo del ans, baroe mas la clase oprimida?)— eek aoe enfocade de ce (Gtiene ar- reteli confesé que la burguesi: ‘guesia estaba decidida a de: obrerea de Petersburgo, ipresentando, naturalmente. eae ecko me ma ¥ como necesidad “del Estado” en general! °* é vane i istorico discurso de Tsereteli del 11 de junio serd natu- ralmen ©. pare todo J historiador de la revolucién de 1917, una ilus. ca de cémo el bloque de los eserist: cheviques, encaberato por) ne e eristas y mencheviques, polar ene rsereteli, se pasé a la burguesfa contra el tra de las observaciones incide: Ot ntales de Engels, relaci fambién con el problema del Estado, se refiere e a "religion Se s que los socialdemécratas alemanes, a medida que. fue Segenerando y haciéndose cada vez mis oportunistas se desk. ron con més y més frecuencia, a una falsa ij aci tea de la célebre férmula: “La reli ib; ye ser declan gl le ct : debe ser declarad: to privado”. O sea que se torcié esta 16 do a enterde: 0”. 1 flue a on Bion era asunto privado iyineluso para peta macio revolucionario!! Fue contra esta traicié 1 programa revolucionario del proletariado que se alzé Eawelnél gicamente. En 1891 sélo podia observar los gérmenes mds debiles sie oni Ios miembros de la Comuna eran todos, casi sin exon, obreros o representantes reconocidos de los obre. * Véase C, Marx y F. Engels , ** Véase V. I. Lenin, ae eee, (ej PB: 926. (Ea) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 85 ros, sus acuerdos se distinguian por un cardcter decididamente proletario. Decretaron reformas que la burguesia republicana hab{a impedido que se aprobaran sélo por cobardia, pero que echaban las bases indispensables para la libre actividad de la clase obrera, como, por ejemplo, la implantacién del prin- cipio de que, con respecto al Estado, la religién es asunto exclusivamente privado; o la Comuna promulgaba decretos en interés directo de la clase obrera y que abrian profundas brechas en el viejo orden social. ..”*° Engels subrayé deliberadamente las palabras “con respecto al stado”, como una estocada directa al -oportunismo aleman, que habfa declarado que la religién era asunto privado con respecto ul partido, rebajando con ello al partido del proletariado revolu- vionario al nivel del mds vulgar filisteismo “librepensador”, dis- puesto a admitir la posicién no confesional, pero renunciando a la lucha del partido contra el opio de Ja religién que embrutece il pueblo. Cuando el futuro historiador investigue las raices del vergon- soso descalabro en 1914 de los socialdemécratas alemanes, encon- r4 una buena cantidad de materiales interesantes sobre esta cnestién, comenzando por las evasivas declaraciones en los articu- los del dirigente ideolégico del partido, Kautskv, que abrieron de par en par las puertas al oportunismo, y acabando por la actitud del partido hacia el “Los-von-Kirche-Bewegung” (movimiento por ln separaci6n de Ja Iglesia), en 19137. Pero veamos cémo Engels, veinte afios después de la Comuna, resumié sus ensefianzas para el proletariado militante. Estas son las ensefianzas a las que Engels atribuye mayor im- portancia: “...Era precisamente el poder opresor del anterior go- bierno centralizado, el ejército, la policia politica, la burocra- cia, creado por Napoleén en 1798 y que, desde entonces, fue heredado por todos los nuevos gobiernos como un bienvenido instrumento, y utilizado contra sus enemigos; era este poder el que debia derrumbarse en todas partes, en Francia, como se hab{a derrumbado en Paris. “La Comuna tuvo que reconocer, desde el primer momen- ® Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit, pag. 329. (Ed.) 86 Vv. I. LENIN to, que la clase obrera, una vez én el poder, no podia segui gobernando con el viejo aparato del Estado; cue: pera od volver a perder Su supremacia recién conquistada, esa clase obrera tenia que, por una parte, barrer todo el viejo aparato de opresién utilizado hasta entonces contra ella, y, por otra parte, precaverse contra sus Propios diputados y funcionarios, declardndolos a todos, sin excepcién, sujetos a ser revocados on cuelquier momento... .”* ; nge's subraya una y otra vez que no sélo bajo la m jufa, sino también bajo la repiblica democritica, el Estado sigue siendo gm Estedo, es decir, sunterva, su zasgo distintivo fundamental de a sus funcionarios, los “servi i ”, Organos, en amos de la sociedad. Beret ota: sociedad = “...Contra esta trasformacién del Estado y de - nos del Estado, de servidores de la sociedad en oat ee sociedad, trasformacién inevitable en todos los Estados ante- riores, la Comuna utilizé dos recursos infalibles. En primer lugar, cubrié todos los cargos —administrativos, judiciales y docentes— por eleccién, sobre Ia base del sufragio universal de todos los interesados, cargos que quedaban sujetos a ser revocados, en cualquier momento, por los electores. En se- gundo lugar, retribuyé a todos los funcionarios, altos y bajos, igual que a los demés trabajadores. El sueldo mds alto pagado por la Comuna era de 6.000 francos**. De ese modo se po- nia una barrera segura al arribismo y a la caza de cargos, y esto sin contar el aiiadido de los mandatos imperativos ‘de diputados a los cuerpos representativos...”*** Engels se acerca aqui a la interesante linea divisoria en que la democracia consecuente, por una parte, se trasforma en socia- lismo y, Por otra, exige el socialismo. Pues, para abolir el Estado, €s necesario convertir las funciones de la administracién publica en las sencillas operaciones de control y registro que estdn dentro ° ‘ats. (eas C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., pags. 331- ** Lo que equivale nominalmente a unos 2.400 tublos, 0, segin el pague un sueldo de 9,000 rubl por m0 de 6,000 rublos (canted suliclente) ch faded Sas mm mello nit *°* Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit, phy. 332, (Ea.) SIE at 8 EL ESTADO Y LA REVOLUCION 87 le las posibilidades de la inmensa mayoria de la poblacién, y, pos- toriormente, de todos. Y si hay que eliminar completamente el arribismo, hay que hacer que sea imposible utilizar los cargos honorfficos”, aunque no lucrativos, en la administracién publica como trampolin para los muy lucrativos cargos en bancos y so- oledades anénimas, como ocurre constantemente en los paises oupitalistas mas libres. Engels, sin embargo, no incurrié en el error en que incurren ulgunos marxistas al tratar, por ejemplo, el problema del derecho «de las naciones a la autodeterminacién, cuando dicen que es im- posible bajo el capitalismo y ser4 superfluo bajo el socialismo. \sta afirmacién, aparentemente ingeniosa, pero en realidad inco- rrecta, podria aplicarse a cualquier institucién democratica, inclu- yendo los sueldos modestos para los funcionarios, porque una de- mocracia Hevada hasta sus ultimas consecuencias es imposible bajo cl capitalismo, y bajo el socialismo toda democracia se extinguird. Esto es un sofisma, como aquel viejo chiste sobre un hombre que se queda calvo cuando se le cae un pelo mas. Desarrollar la democracia hasta sus tiltimas consecuencias, en- contrar las formas para este desarrollo, comprobarlas en Ia prdc- tica, ete.: todo esto constituye una de las tareasique forman parte de la lucha por la revolucién social. Tomada por separado, nin- guna clase de democracia produciré el socialismo; pero, en la vida real, la democracia nunca ser4 tomada “por separado”; se “tomard en conjunto” con otras cosas, ejerceré su influencia también sobre la vida econémica, acelerarA su trasformacidn, y a su vez, recibira la influencia del desarrollo econémico, etc. Esa es la dialéctica de la historia viva. Engels prosigue: “...En el capitulo tercero de La guerra civil se describe en detalle la labor encaminada a provocar el estallido (Spren- gung) del viejo poder estatal y a remplazarlo por otro nuevo y realmente democratico. Sin embargo, era necesario exami- nar aqui brevemente algunos de sus rasgos, porque precisa- mente en Alemania la confianza supersticiosa en el Estado, ha pasado de filosofia, a la conciencia general de la burgue- sia e incluso de muchos obreros. Seguin Ia concepcién filo- sofica, el Estado es la ‘realizacién de la idea’, 0 traducido al lenguaje filoséfico, el reino de Dios en la tierra, la esfera donde se realizan o deben realizarse la lad y la justicia 88 Vv. I. LENIN eternas. De aqui se desprende un res; i speto superstici el Estado y todo lo que con él se relaciona, respeto snpenth funcionarios, Y la . gente cree haber dado un ’ aso di enorme audacia Por haberse librado de la confianza ‘en la En redlided cra y confiar en la republica democratica. E , el ‘ado no es més que wu : sin de una clase por otra, t: 4 niblica demecen, r » tanto en la repdblica democrAti pa en por artis y gn el mejor de los casos, es a imal do pc ‘etariado luego de su lucha victori oe deaminecién de clase, mal cuyos peores aspectos el prele © triunfante, como Io hizo la Co ‘ cenar lo més rApido posible, h e una gomeac de er | » hasta que una id cada en condiciones sociales nue il pueda deren todo el trasto viejo del Estado"? Y libres, pueda deseartar Engels advertia a los al j ad emanes que no olvidasen | inci- pios del socialismo respecto del Estado en general, a propéstto del re ; x emplazo de la monarquia por una republica. Hoy, sus adverten- oes pa peer, aie Toeelén directa a los sefiores Tsereteli y Chernov, ieacion de la “coalicién” jrevelaro ianza a m una Supersticiosa en el Estado y un respeto supersticiose hace Dos observaciones mas, 1) La afirmacién de Engels de que en une , fae fern” n una reptblica Gemocratica, “lo mismo’ que en una monarquia, gunta se relaciona con la superaci6n de Ja democracia, problema ° Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., pig. 332. (Ed.) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 89 6. ENGELS Y LA SUPERACION DE LA DEMOGRACIA Engels opiné sobre este tema cuando demostré que el término socialdemécrata” era cientificamente erréneo. En un prefacio a una edicién de sus articulos de la década del 70 sobre diversos temas, en su mayoria de cardcter “interna- clonal” (Internationales aus dem Volksstaat), fechado el 3 de ené- ro de 1894, es decir, escrito un afio y medio antes de su muerte, Engels decfa que en todos los articulos hab{a empleado la palabra ‘comunista” y no “socialdemécrata”, porque en esa época, los prou- dhonistas en Francia y los lassalleanos* en Alemania, se Ilamaban a si mismos socialdemécratas. “Para Marx y para mi —prosigue Engels— era, por lo tanto, absolutamente imposible emplear un término tan vago para caracterizar nuestro punto de vista especial, Las cosas son hoy diferentes, y la palabra (“socialdemécrata”) puede, quiz4, Ienar los requisitos (mag passieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa econémico no es un simple programa socialista en general, sino directamente comunista, y cuyo objetivo politico final es superar todo el Estado y, por consiguiente, también la demo- cracia. Los nombres de los verdaderos (la cursiva es de En- gels) partidos politicos, sin embargo, nunca son totalmente adecuados; el partido se desarrolla y el nombre queda.” El dialéctico Engels permanecié fiel a la dialéctica hasta el fin de sus dias. Marx y yo, decia, teniamos un nombre espléndido, cientificamente exacto para el partido, pero no existia un verda- dero partido, es decir, un partido proletario de masas. Hoy (a fines del siglo xrx) existe un verdadero partido, pero su nombre es cientificamente erréneo. No importa, puede “llenar los requi- sitos”, jsiempre que el partido se desarrolle, siempre que no se oculte Ja inexactitud cient{ifica de su nombre:y que ello no impida que se desarrolle en la direccién justa! Tal vez haya algun ingenioso que quiera consolarnos a noso- tros, los bolcheviques, a la manera de Engels: tenemos un verda- dero partido, se desarrolla espléndidamente; incluso un término tan sin sentido y tan feo como “bolchevique” puede “Ienar los requi- ’ * Véase V. I. Lenin, ob. cit., t. V, nota 53. (Ed.) EL ESTADO Y LA REVOLUCION 91 Heino, es decir, de toda violencia organizada y sistematica, de ilo empleo de Ja violencia contra la gente en general. No espe- Minos el advenimiento de un sistema social en el que no se ob- serve el principio de la subordinacién de la minoria a la mayoria. Al aspirar al socialismo, sin embargo, estamos convencidos de que vite se trasformarad en comunismo, y que, por lo tanto, desapa- yecerA del todo la necesidad de violencia contra la gente en gene- yal, de subordinacién de un hombre a otro y de un sector de Ja poblacién a otro, pues la gente se acostumbrard a observar las roylas elementales de la convivencia social sin violencia y sin su- hordinacién. Para subrayar este elemento del habito, Engels habla de una nueva generactén “educada en condiciones sociales nuevas y li- bres, que pueda descartar todo el trasto viejo del Estado”*, de n los argumentos habi 3 cualquier Estado, incluso del Estado democratico republicano. tantemente el error ce ‘abituales sobre e] Estado, se Para poder explicar esto, es necesario analizar la base econé- falado de paso mds Prarie @ que alertaba Engels y que hee cons: mica de la extincién del Estado. la abolicién © sea, que se olvid. OS se- cracia; que a 1 eatade significa también Ja abolichea emnente que lemocracia, cion del Estado significa la cmrinctie an ‘ e la ie gdiputados obreras’y-soldadig de toda’ Res en afonence abl”, “infor. , . (Ed) usia" y “Las tareas del prolota: i : . * Véase C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, ed. cit., pag. 332. (Ed.) CarituLo V LA BASE ECONOMICA DE LA EXTINCION DEL ESTADO En su Critica del Programa de Gotha carta a Bracke, del 5 de mayo de 1875, que no fue publicada asks 1891, cuando ‘apa- recié en la revista Neue Zeit, IX, 1, y de la que se publicé en ruso una edicién aparte) es donde Marx explica con mayor detencién este problema. La parte polémica de esta notable obra, que con- tiene una critica del lassalleanismo, ha dejado en la sombra, por asi decirlo, su parte positiva, es decir, el andlisis de la relacién entre el desarrollo del comunismo y la extincién del Estado. 1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA POR MARX Si_se compara superficialmente la carta de Marx a Br. del 5 de mayo de 1875, con la carta de Engels a Bebel del Sade marzo de 1875, que hemos examinado més arriba, podria parecer que Marx era mucho mis “partidario del Estado”, que Engels, y que la diferencia de opinién entre ambos escritores sobre este problema ae muy considerable. ngels sugiere a Bebel abandonar por completo toda - lataneria sobre el Estado, eliminar. del prograna la valabre ee tado y remplazarla por la palabra, “comunidad”. Engels llega in- cluso a manifestar que la Comuna no era ya un Estado, en el sen- tido propio de la palabra. En cambio, Marx habla incluso del Estado futuro de la sociedad comunista”, es decir, parecerfa re- conocer la necesidad del Estado aun bajo el comunismo. Pero semejante parecer seria profundamente erréneo. Un examen mds atento demuestra que las concepciones de Marx y En- gels sobre el Estado y su extincién eran idénticas, y que Ia ex- previa de Marx antes citada, se refiere-al Estado en proceso de ‘ EL ESTADO Y LA REVOLUCION 93 Esta claro que no puede hablarse de determinar el momento de la “extincién” futura, tanto mds por cuanto sera, evidentemente, un proceso largo. La aparente diferencia entre Marx y Engels se debe al hecho de que tratan temas diferentes y persiguen obje- tivos diferentes. Engels se propuso demostrar a Bebel en forma grafica, tajante y resumida, el completo absurdo de los prejuicios corrientes (compartidos en no pequefio grado por Lassalle) res- pecto del Estado. Marx sdélo toca este problema al pasar, y se interesa por otro tema: el desarrollo de la sociedad comunista. Toda la teoria de Marx es la aplicacién de la teorfa del desa- rrollo —en su forma mas consecuente, completa, meditada y me- dulosa— al capitalismo moderno. Naturalmente, Marx enfrentaba el problema de aplicar esta teoria tanto al préximo derrumbe del capitalismo como al futuro desarrollo del futuro comunismo. Ahora bien, gsobre la base de qué hechos se puede plantear el problema del futuro desarrollo del futuro comunismo? Sobre la base del hecho de que éste se origina en el capita- lismo, de que se desarrolla histéricamente del capitalismo, de que es el resultado de la accién de una fuerza social engendrada por el capitalismo. En Marx no encontramos el mas leve intento de inventar utop{as, de entregarse a conjeturas sobre lo que no es posible conocer. Marx trata el problema del comunismo del mismo modo que un naturalista trataria el problema del desarrollo, di- gamos, de una nueva especie biolégica, luego de saber que se ha originado de tal y tal modo y se modifica en tal y tal direccién de- erminada. Marx comienza descartando la confusién que el programa de Gotha siembra en el problema de las relaciones entre el Estado y la sociedad. “...La sociedad actual —dice Marx— es la sociedad ca- pitalista, que existe en todos los paises civilizados, mds o me- nos libre de ingredientes medievales, mds o menos modificada por el desarrollo histérico particular de cada pais, mas o me- nos desarrollada. Por otra parte, el ‘Estado actual’ cambia con las fronteras de cada pais. Es diferente en el imperio prusiano-alemdn de lo que es en Suiza, y diferente en Ingla- terra, de lo que es en Estados Unidos. ‘El Estado actual’ es, por lo tanto, una ficcién. “Sin embargo, los distintos Estados de los, distintos pa{- ses civilizados, pese a su heterogénea diversidad de formas, Vv. LENIN EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 95 tienen de comin que todos ellos estan basados en una sociedad | burguesa moderna mds 0 menos desarrollada desde o, — conciliable de Jos intereses antagénicos del proletariado y la bur- sjuesia. Anteriormente la cuestién se planteaba as{: para lograr su liberacién, el proletariado debe derrocar a la burgues{a, conquistar cl poder politico y establecer su dictadura revolucionaria. Ahora la cuestién se plantea en forma algo diferente: la tran- vicién de Ia sociedad capitalista —que marcha hacia el comunis- mo— a la sociedad comunista es imposible sin un “perfodo polj- tico de transicién”, y el Estado en ese perfodo sélo puede ser la dictadura revolucionaria del proletariado. gCual es, entonces, la relacién de esta dictadura con la de- mocraciaP Hemos visto que el Manifiesto Comunista simplemente coloca juntos los dos conceptos: “erigir al proletariado en clase dominan- te” y “ganar Ja batalla de la democracia”. Sobre la base de todo lo dicho més arriba, se puede determinar con mds precision cémo se trasforma la democracia durante la transicién del capitalismo al comunismo. En la sociedad capitalista, siempre que se desarrolle en las condiciones m&s favorables, tenemos una democracia més o me- nos completa en la republica democratica. Pero esta democracia se halla siempre encerrada dentro de los estrechos limites de la explotacién capitalista y por consiguiente es siempre, en reali- dad, una democracia para Ja minoria, s6lo para las clases posee- doras, sélo para los ricos. La libertad de la sociedad capitalista es siempre, poco m4s o menos, lo que era en las antiguas republi- cas griegas: libertad para los propietarios de esclavos. En virtud de las condiciones de la explotacién capitalista, los esclavos asa- lariados modernos estén tan agobiados por las necesidades y la miseria, que “no puede preocuparles la democracia”, “no puede preocuparles la politica”; en el curso corriente y pacifico de los acontecimientos, a la mayoria de la poblacién se la excluye de la participacién en la vida politica y social. Alemania es tal vez el pafs que confirma con mayor evidencia la exactitud de esta afirmacién, porque alli la legalidad constitu- cional perduré durante un tiempo asombrosamente largo, casi me- dio siglo (1871-1914), y durante ese periodo los socialdemécratas pudieron lograr muchfsimo mds que en otros paises en la esfera de la “utilizacién de la legalidad” y organizaron en partido polf- teristicas esenciales comunes. En este i i 5. sentido, se puede ha- blar del ‘Estado actual’, por oposicién al futuro, en el que su Taiz actual, la sociedad burguesa, se habré extinguido, LE Surge entonces la_ pregunta: ¢Qué trasformacién sufrir et Estado en la sociedad comunista? En otras Palabras: :Qué _ mciones del Eis- ubsist 0 puede contes- tarse cientificamente, y por mds que combinemos de mil ma. neras la palabra ‘pueblo’ y_la palabra ‘Estado’, no nos acer- pamios al problema ni a Ia distancia de un pelo...”* espués de ridiculizar de este modo toda charlataneri a li rlataneria sobre cage. del pueblo”, Marx plantea el problema y, en cierto He 0, advierte que quienes deseen darle una respuesta cientifica, el Dee sdlo datos cientificos sdlidamente establecidos. Do echo primero que ha sido establecido con absoluta pre- cision por toda la teoria del desarrollo, por la ciencia en general 2. LA TRANSICION DEL CAPITALISMO AI, COMUNISMO “...Entre la sociedad capitalista i : y la sociedad comunista —Pprosigue Marx— trascurre el periodo de la trasformacién revolucionaria de Ja Primera en la segunda. A este periodo soeaponde fambién un periodo politico de transicién, en el ‘Stado no puede ser mA: ie oluci naria del ea ane \ Sey s que la dictadura revolucio- Marx basa esta conclusién Alisi: r ce en un anilisis del papel proletariado desempefia en la sociedad capitalista Tnodenia = los datos sobre el desarrollo de esta sociedad y en el cardcter in- * Véase C. Marx y F. Engels, Ob; i tica del programa de Gotha”, § IV, pig 4a egy Oo city C. Mars “Crt. °° Id, ibid., pag. 464. (Eq) ® 464 (Ed) 96 Vv. I LENIN tico a un numero de obreros mayor que en ningtin otro pais del mundo. ¢Cual es este mayor nimero de esclavos asalariados, politi- | camente concientes y activos, hasta ahora registrado en la socie- _ dad capitalista? {Un millén de afiliados al partido socialdemé- crata, sobre 15 millones de obreros! iTres millones organizados en q sindicatos, sobre 15 millones! Democracia para una minoria insignificante, democracia para los ricos: esa es la democracia de la sociedad capitalista. Si ob- servamos mas de cerca el aparato de la democracia capitalista, vemos en todas partes, en los detalles “pequefios” —supuestamente pequefios— del sufragio (requisito de residencia, exclusién de la mujer, etc.), en la técnica de las instituciones representativas, en los obstaculos reales al derecho de reunion (jlos edificios publicos no son para “indigentes”!), en la organizacién puramente capi- talista de los diarios, etc., etc., vemos restricciones y més restric- ciones de la democracia. Estas restricciones, excepciones, exclu- siones y trabas a los pobres parecen insignificantes, sobre todo a quien jamds ha pasado necesidad, ni ha estado jamés en estrecho contacto con las clases oprimidas en su vida de masas (que es lo que ocurre con las nueve décimas partes, si no con el noventa y nueve por ciento de los publicistas y politicos burgueses) pero, en conjunto, estas restricciones excluyen, eliminan a los pobres de la politica, de la participacién activa en la democracia. Marx capté magnificamente esta esencia de, la democracia capitalista cuando, al analizar Ja experiencia de la Comuna, dijo que a los oprimidos se les permite decidir, una vez cada tantos afios, jqué representantes de la clase opresora han de represen- tarlos y reprimirlos en el parlamento! * Pero, partiendo de esta democracia capitalista —que es ine- vitablemente estrecha y que aparta bajo cuerda a los pobres y que es, por lo tanto, enteramente hipéerita y mentirosa, el desarrollo progresivo no trascurre de modo sencillo, directo y tranquilo “ha- cia una democracia cada vez mayor”, como quieren hacernos creer los profesores liberales y los oportunistas Pequefioburgueses. No, el desarrollo progresivo, es decir, el desarrollo hacia el comunismo, pasa a través de Ia dictadura del proletariado, y no puede ser de * C. Marx, La guerra civil en Francia. (Ed,) EL ESTADO ¥ LA REVOLUCION 97 otro modo, porque nadie més, y de ningin otro modo, puede rom- per la resistoncla de los explotadores capitalistas. ; Y la dictadura del proletariado, es decir, la organizacién de Ia vauguardia de los oprimidos como clase dominante con el fin de aylastar a los opresores, no puede dar por resultado sélo la am- plincién de la democracia. Simulténeamente con la enorme am- pliaci6n de la democracia, que por primera vez se convierte en demycracia para los pobres, en democracia para el pueblo, y no en emocracia para los ricos, la dictadura del proletariado impone una serie de restricciones a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimirlos para libe- rar a la humanidad de Ja esclavitud asalariada; hay que vencer por la fuerza su resistencia; es evidente que no hay libertad ni democracia alli donde hay represi6n, allf donde hay violencia. Engels expresaba magnificamente esto en su carta a Rebel, cuando \e decia, como recordar el lector, que el proletaria lo mientras necesita todavia el Estado, no lo necesita en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto a ae sea posible hablar de libertad, el Estado como tal dejar4 de existir”. ; Déaiocracia para la inmensa mayoria del pueblo y represién por la fuerza, es decir, exclusién de la democracia, de los explo- tadores y opresores del pueblo: esta es la modificacién que sufriré la democracia durante la transicién del capitalismo al comunismo. Sélo en la sociedad comunista, cuando se haya aplastado com- pletamente ja resistencia de los capitalistas, cuando hayan desa- parecido \¢s capitalistas, cuando no existan clases (es decir, onan do no existan diferencias entre los miembros de la sociedad en lo que respecta a su relacién con los medios sociales de produccién), sélo entonces “el Estado... deja de existir”, y “se puede habl ir de libertad”. Sélo entonces se hard posible y se realizar4 una de- mocracia, v mente completa, una democracia sin ningin tipo de excepciones. Y sélo entonces comenzaré a oxtinguiree I democracia, por la sencilla raz6n de que, liberados de la e a vitud capitalista, de los incontables horrores, bestialidades, al surdos e infamias de la explotacién capitalista, la gente se habi- tuarA gradualmente a observar las reglas elementales de convi- vencia social, conocidas desde hace siglos y repetidas durantes miles de afios en todos los preceptos. Se acostumbrar4 a obser-

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