Sie sind auf Seite 1von 4

Reinhard Bonnke

L a cena divina parte 2

Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,


entraré a él y cenaré con él y él conmigo.
Apocalipsis 3,20

El Señor nos sirve a nosotros


Contemplemos otro escenario donde el Señor nos sirve a nosotros. Es la más grandiosa
marca por la que le identificamos: Él es el dador. Lucas 12:35-37 ha sido descrito como
la más grandiosa promesa en la Biblia: “Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras
lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su
señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida … de
cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles.”

Como el Señor muestra en Lucas 17:7-10, ¡esto es muy inusual! “¿Quién de vosotros,
teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice:
Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme
hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú?”. Claro que es
normal que un siervo espera a su amo, pero en Lucas 12 el amo espera al siervo. ¡Sola-
mente Jesús tiene la gracia para hacer esto! Y ésta es la promesa precisa y maravillosa:
Él hace lo que jamás se haría normalmente. El amo nos atiende, sirviéndonos personal-
mente en la mesa. ¡Qué manera tan increíble para tratar a siervos!

Tal vez, en nuestro mundo del siglo XXI, no podemos apreciar el privilegio que supone
esto. Hoy en día, tanto siervos como amos están en un mismo nivel, pero hace un siglo
existía un abismo que separaba a ambos y hasta existían sirvientes de diferente rango.
En las grandes casas señoriales, los sirvientes de rango inferior no podían ser vistos
por los señores en sus salones y aposentos. Solamente los sirvientes de alto rango
podían moverse donde estaban los nobles. Un aristócrata jamás permitiría a nadie que
le trajera algo excepto a un sirviente de alto rango. Y una noble tocaría una campana
para llamar a un sirviente que tendría que subir tres escaleras para recoger su
pañuelo o libro del suelo. Cuando Cristo dijo que el supremo Señor esperaría en
la mesa a sus siervos, fue suficiente como para desconcertar a todo el mundo.
¿Porqué? ¡Porque ni siquiera era apropiado! Pero es lo que Cristo ha prometido,
¡que seamos sus invitados!

Grandeza encarnada
A veces creo que hemos tomado la actitud amable y bondadosa del Señor hacia
nosotros por algo demasiado natural. Si lo comparamos con otras religiones,
¿qué dios fue descrito así jamás? Para nosotros es totalmente normal y no
pensamos en eso cuando leemos o cantamos el salmo 23:5: “Aderezas mesa
delante de mí en presencia de mis angustiadores.” En terminos bíblicos esto es
normal, pero en ninguna parte del mundo lo es. ¡Solamente traten de imaginarse
el cocinero sentado en la mesa del señor del palacio, quien cocina para y hasta
espera por él! Bueno, lo que es desconocido para el mundo, es normal con Dios.

Así que los versículos en Lucas reflejan dos situaciones presentadas en


Apocalipsis 3:20: nosotros somos el anfitrión y él el invitado, y después, él es el
anfitrión y nosotros somos los invitados.

Esta fue la verdad detrás del máximo sacrificio divino. Fue revelada a los
discípulos, pero no en alguna visión cósmica llenando los cielos de gloria.
Todo tuvo lugar en una humilde habitación. Allí, como judíos, los discípulos
celebraban la tradición de la Pascua judía. Y pasó algo que sobrepasa cualquier
invención humana. Alguien que hubiera pasado por este lugar no habría
entendido que lo que estaba pasando era un acto de grandeza encarnada. Una
habitación tranquila de noche, iluminada por una lámpara de aceite pequeña
plasmando las sombreas de trece hombres en las paredes encaladas. Leemos
que el Señor, aquella misma noche que fue traicionado, tomó el pan, lo partió
y dijo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado.” Entonces, después de la
cena, el Señor Jesús tomó la copa diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre.” (Lucas 22:19-20, 1 Corintios 11:23-25). Algo mayor que una enseñanza
religiosa había entrado en el mundo. Dios había venido al mundo, para cenar
con nosotros. Él y nosotros haciendo algo fundamentalmente humano:
comer y beber.
Jesús dijo dos cosas más acerca de la comida y bebida en esta cena de Pascua.
Primero dijo: “Porque os digo que no la (la pascua) comeré más, hasta que se
cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22:16). Vean la palabra “cumplir”. En este
momento, Jesús estaba empezando a cumplir la Pascua como cordero de Dios sin
mancha. Tradicionalmente, la Pascua recordaba el éxodo, pero Jesús miró hacia
adelante, hacia el Reino de Dios.

El cordero de Pascua se comía para recordar un hecho poderoso de Dios, pero


ahora, Jesús lo reemplazaba por instrucciones sobre sí mismo: “Haced esto en
memoria de mí” (Lucas 22:19). El drama histórico de Israel que deja a Egipto era
la historia más grandiosa que conocía Israel, pero Cristo mostró que era una mera
sombra de lo que venía: su propio acto de redención. Moisés alcanzó salvación para
doce tribus, pero Cristo compró la salvación para todas las naciones de la Tierra.

Un gran poder, el del mismo Dios, estaba detrás del éxodo. Pero todo el poder
e infinitamente más estaba detrás de la obra de Dios en Cristo en el Calvario.
Comparándo ambos, el cordero de Pascua y el triunfo de Moisés sobre Egipto
fueron reducidos al estatus de una alegoría, una sombra del triunfo de Cristo
sobre el pecado y la muerte. No fue el cordero dado de un hombre a su familia,
sino el Cordero de Dios dado a toda la familia humana.

El máximo cumplimiento
Segundo, Jesús dijo: “No beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios
venga” (Lucas 22:18). Tenemos que darnos cuenta de que hay más que una venida
del Reino. Aunque Jesús nos enseñó a orar “Venga tu reino” (Lucas 11:2), dijo que
el Reino de Dios ya había venido (Lucas 11:20). Él venció a la muerte dejando su
vida en el Calvario, y luego la retomó en la resurrección, tal y como lo había dicho
(Juan 10:18). Este acto extraordinario de Dios trajo una nueva manifestación del
Reino. Cuando Jesús dijo que no bebería vino hasta que el Reino de Dios viniera,
estaba hablando del Reino cuando resucitaría de los muertos.

Como todas las verdades del Reino, ésta tenía un cumplimiento en el presente y el
futuro. El máximo cumplimiento será cuando Jesús vendrá otra vez en el poder y
la gloria de su reinado eterno. Pero tiene un cumplimiento en el presente. Nuestro
Señor Jesús está con nosotros cuando celebramos la Santa Cena. Es una ocasión
como la que prometió en Apocalipsis 3:20: “si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él y cenaré con él y él conmigo.”
ruemmlerfotografie@istockphoto.com
George Peters
Riquezas inagotables
La mesa de la Santa Cena preparada con pan y vino no es un mero sacramento o
momento espiritual religioso, es un símbolo de nosotros comiendo con Él, recuerda
nuestras oraciones “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11). Las
riquezas de Cristo, toda su bondad, bendiciones, alegría y realidad vienen a nosotros
solamente en Él. Comer un pedacito de pan y beber un sorbito de vino en la Santa
Cena no dura más que un momento, en el que podemos sentir su presencia, pero que
no es una experiencia pasajera, porque nos recuerda todo lo que Él es. Le abrimos la
puerta y cenamos con Él. No tenemos que ir a la puerta del cielo mendigando pan.
Él viene a nuestra puerta, llama y trae consigo comida y la promesa y el privilegio de
comer con Él.

Volviendo a nuestro versículo de Apocalipsis, tenemos que acordanos de que fue para
la iglesia de Laodicea. El fervor de su amor por Dios se había enfriado, se había vuelto
tibio. Aunque Jesús no podia aguantar personas tibias y amenazó con vomitarlas de su
boca, no les negaba amor verdadero, los frutos del Espíritu. Su reprimenda, les dijo, fue
un signo de su amor (Apocalipsis 3:19). Para ayudarles a poner las cosas en orden, les
daría oro refinado, vestiduras blancas y colirio para ungir sus ojos (Apocalipsis 3:18),
y la oportunidad de sentarse en su mesa y cenar con Él. Las riquezas inagotables de Su
gracia están allí para cada uno de nosotros cuando nos abrimos para Él.

marzo 2010

Español
CRISTO para todas las NAcionEs
Postfach 60 05 74 Tel: +49 (69) 4 78 78 0 cfan@bonnke.net
60335 Frankfurt am Main Fax: +49 (69) 4 78 78 10 20 www.bonnke.net

Das könnte Ihnen auch gefallen