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Con la tarde
no domina su espacio.
El patio es el declive
Serena,
de la pena.
He atravesado el mar.
hombres.
inmortalidad de ponientes.
IX
A Margarita Bunga
Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melin Lafinur se lo
dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna
vez en la mano.
Quienes lo ven tienen que jugar un rato con l; se advierte que hace
mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuadura
que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisin en la
vaina.
DREAMTIGERS de El hacedor
Un hombre que saba todas las palabras mir con minucioso amor las
plantas y los pjaros de esta tierra y los defini, tal vez para siempre, y
escribi con metforas de metales la vasta crnica de los tumultuosos
ponientes y de las formas de la luna. Esta cosas, ahora, son como si no
hubieran sido.
BORGES Y YO de El Hacedor
LA LLUVIA de El Hacedor
De lo perdido y lo recuperado.
A un compadrito le canto
Atildado en el vestir,
Le firmaba un garabato
En la cara al ms garifo,
Bailarn y jugador,
No s si chino o mulato,
Lo mimaba el conventillo,
Un balazo lo tumb
En Thames y Triunvirato;
ELOGIO DE LA SOMBRA
Buenos Aires,
y se parece a la eternidad.
leyendo y transformando.
a mi secreto centro.
das y noches,
entresueos y sueos,
a mi lgebra y mi clave,
a mi espejo.
Me he documentado le contest.
No s cuanto dur esa zozobra. Una vez, tu finado padre nos dijo que no
se puede medir el tiempo por das, como el dinero por centavos o pesos,
porqu los pesos son iguales y cada da es distinto y tal vez cada hora.
No comprend muy bien lo que deca, pero me qued grabada la frase.
Los del velorio nos convidaron con caf y yo tom una taza.
Ya les dije que Juan no iba a sufrir que el gringo nos dejara sin techo.
Fue slo entonces que entend. Esa pobre mujer desatinada haba
asesinado a Luchessi. Mandada por el odio, por la locura, y tal vez, quin
sabe, por el amor, se haba escurrido por la puerta que mira al sur, haba
atravesado en la alta noche las calles y las calles, haba dado al fin con
la casa y, con esas grandes manos huesudas, haba hundido la daga. La
daga era Muraa, era el muerto que ella segua adorando.