REALISMO Y EXISTE
(GERMAN ROZENMACHER
(Naci6 en Buenos Aiesen 1936
‘yemurigen 1971.Fueescitory
peviodista y adhirs ideologicamente
_alperonismo de iauierda. Escrbis
oslibees de cventos,Cabecta negra
yLosojes del tigre ylasobras de teatro
‘Réguiem paraun viernes ala noche
_yElcabaliero dendias,entos que
‘otentaba refejar a realidad elas
cases medias ybajas de Buenos Ares.
Cabecita negra*
El sefior Lanati no podia dormir. Eran las eres y media de la mafiana y fumaba
afurecido, muerto de frfo, acodado en ese balosn del tercer piso, sobre la calle
‘vacia, temblando encogido dentro del sobretodo de solapas levantadas. Después de
dar vucltas y vueltasen la cama, de tomar pastllas y de iry venir por la casa frenético
rabioso como un len enjaulado, se habla vestido como para salir y hasta se habia
Tustrado los zapatos.
YY ahi estaba ahora, con los ojos resecos, los nervios tensos, agazapado escuchan-
do el invisible golperco de algin caballo de carro de verdulero cruzando la noche,
mientras algin taxi daba vueltas a la manzana con sus faros rompicndo la neblina
[.J, esperando tarne para entrar al amucblado” della calle Cangallo, y un tranvia 63
con las ventanillas pegajosas, opacadas de frio, pasaba vacio de tanto en tanto, arras-
twindose entre las casas de uno 0 dos a site pisos y se pendia, entre os pocos letreros
luminosos de los hoteles, que brillaban mojados, apenas visibles, calle abajo.
Ese insomnio era una desgracia. Maftana estaria resfriado y andatia abombado
‘como un sondmbulo todo el dia. Y ademés nunca habia hecho esa idiotez de levan-
tarsey vestire en plena noche deinvierno nada mis que para quedarse ahi, fumando
endl baloSn. :A quién se le ocurrfa hacer esas cosas? Se encogié de hombros, angus-
tiado. La noche se habia hecho para dormir y se sentia viviendo a contramano. Sola-
mente d se sentia despierto en medio del enorme silencio de la ciudad dormida.
Unsilencio que lo hacia moversc con cicrto sigiloso cuidado, como si pudieca
despertar a alguicn. Sc cuidaria muy bien de no contérselo a su socio de la ferreteriaporque lo cargaria un afto entero por esa ocurrencia de lustrarse los zapatos en medio
dea noche. En este pais donde uno aprovechaha cualquier oportunidad para joder a
Jos demas y pasarla bien a costillas ajenas habia que tenet mucho cuidado para con-
‘servar la dignidad. Si uno se descuidaba, lo levaban por delante, Jo aplastaban como a
‘una cucaracha. Estornudé. Si estuviera su mujer yale habria hecho tno de esos tés de
yyuyos que ella tenia y santo remedio. Pero suspiré desconsolado. Su mujer y su hijo se
|habian ido a pasar el fin de semana ala quinta de Paso del Rey levndose ala sirvienta
asi que estaba solo en la casa. Sin embargo, pensé, no Je iban tan mal las cosas. No
ppodia quejarse de la vida. Su padre habia sido un cobrador de la uz, un inmigrante que
se habia muerto de hambre sin haber llegado a nada. El sefior Lanari habia trabajado
‘como un animal y ahora tenia esa casa del tercer piso cerca del Congreso, en propiedad
horizontal y hacia pocos meses habia comprado el pequeéio Renault que ahora estaba
abajo, end garaje y habia gastado una fortuna en los hermosos apliques cromados de
las portezuelas. La ferreteria de la Avenida de Mayo iba muy bien y ahora tenia tam-
bign la quinta de fin de semana donde pasaba las vacaciones. No podia quejarse. Se
ddaba todos los gustos. Pronto su hijo se recibieia de abogado y seguramente se casaria
‘con alguna chica distinguida. Claro que habia tenido que hacer muchos sacrificios. En
‘tiempos como étos, donde los desédenes politicos eran Ia rutina, habia estado varias
veers al bord de fa quicbra. Palabra fatal que significaba dl excindalo, la ruina, a pér-
dida de todo. Habia tenido que aplastar muchas caberas para sobrevivie, porque sino,
hubieran hecho lo mismo con &. Asi cra la vida.
Lena YUTERATIRA j
atPero habia salido adelante. Ademés cuando era joven tocaba el violin y no habia
‘cosa que le gustase més en el mundo. Pero vio por delante un porvenir dudoso y
sombrio leno de humillaciones y miseria y tuvo miedo. Pensé que se debia a sus
seacjantes, su familia, que en la vida uno no podia hacer todo lo que queria, que
tenia que seguir el camino recto, el camino debido y que no debiafracaser. ¥ enton-
es todo lo que habia hecho en la vida habia sido para que lo amaran “sefor”. Y
entonces junté dinero y puso una ferrererf. Se vivia una sola vez y no le habia ido
‘an mal. No, sefior. Ahi afuera, en la calle, podian escar maténdose. Pero él tenfa esa
asa, su refugio, donde era el duetio, donde se podia ivi
Dicron las cuatro de la mafiana. La niebla era més espesa. Un silencio pesado habia
‘cdo sobre Buenos Aires. Ni un ruido. Todo en calma. Hasta cl sefior Lanari ratan-
do de no despertar a nadie, Famaba, adormeciéndose.
De pronto una mujer grité en la noche. De golpe. Una mujer aullaba a todo lo
que daba como una perra salvaje y pedia socorro sin palabras, gritaba en la neblina,
Mamaba a alguicn, a cualquicra. El sefior Lanari dio un respingo, y se estremecié,
-sustado. La mujer aullaba de dolor en la neblina y parecia golpeatlo con sus gritos
‘Como un pufitazo. El sefior Lanari quiso hacerla callar, era de noche, podta desper-
‘ar a alguien, habia que hablar més bajo. Se hizo un silencio. Y de pronto la mujer
s7ité de nuevo, reventando al silencio y la calma y el orden, haciendo escindalo y
Pidiendo socorro con su aullido visceral de came y sangre, anterior a las palabras,
‘asi un vagido* de nifia, desesperado y solo.
El viento siguié soplando. Nadie desperté. Nadie se dio por enterado. Entonces
1 sefior Lanari bajé a la calle y fue en la niebla, a tientas, hasta la esquina. ¥ alli la
vio. Nada més que una cabecita negra sentada en el umbral del hotel que tenia el
{etrero luminoso “Para Damas” cn la puerta, despatarrada y borracha, casi una nifia,
‘con las manos cafdas sobre la falda, vencida y sola y perdid, y las piernas abiertas
bajo la pollera sucia de grandes flores chillonas y rojas y la cabeza sobre el pecho y
tuna botella de cerveza bajo el brazo,
Quiero ira cas, mamd—lloraba—. Quicro cien pesos paral tren parairme.a.casa.
Era una china que podia ser su sirvienta sentada en el iltimo escalon de la estre-
‘cha escalera de madera en ua chorro de uz amarilla.
El sefior Lanari sintié una vaga ternura, una vaga piedad, se dijo que asi eran estos
‘negros, qué se iba a hacer, la vida era dura, sonri6, sacé cien pesos y se los puso arrolla-
dos en di gollere* dela borella pensando vagamente en la caridad. Se sinti satisfecho.
‘Se quedé miréndols, con las manos en los bokllos, despreciindola despacio.
—zQué estin haciendo ahi ustedes dos? —Ia vor era dura y malévola. Antes que
se dicra vuctta ya sinti6 una mano sobre su hombro.—A.ves, ustedes dos, vamos ala comisaria. Por alterar dl orden en la via piiblica.
El sefior Lanari, perplejo, asustado, le sonrié con un gesto de complicidad al
vigilance.
—Miire estos negros, agente, se pasan la vida en curda y después se embroman y
hhacen barullo y no dejan dormir ala gente.
Entonces se dio cuenta de que el vigilante también era bastante morochito pero
yacra tarde. Quiso empezar a conrar su historia.
—Vicjo baboso —dijo cl vigilante mirando con odio al hombrecito despectivo,
seguro y sobrador que tenia adelame—. Hacete el gil hora.
El vosco golpeé al sefior Lanari como un pufictazo.
—vVamos. En cana.
El seior Lanari parpadcaba sin comprender. De pronto reaccioné violentamente
y le grité al policia.
—Cuidado sefor, mucho cuidado. Esta arbitrariedad le puede costar muy cara.
{Usted sabe con quién esté hablando? —habfa dicho eso como quien pega un tiroen
cl vacio. HI sefior Lanari no tenia ningiin comisario amigo.
—Andi, viejivo verde, andi, te creés que no me di cuenta que la largaste dura
ahora te querés lavar las manos? —dijo el vigilante y lo agarré por la solapa levan-
tando a la negra que ya habia dejado de llorar y que dejaba hacer, cansade, ausente y