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Cuentan los ancianos mapuches que dese el comienzo de los tiempos, sus
antepasados, cuando sentan extinguirse su fuerza vital, deban regresar a
los Malales (corral donde encierran a los animales para la cazar, lugar donde
se encuentran los m uertos y los espritus sagrados).Los malales se
encuentran en el camino de los volcanes, en la cordillera de los Andes.
Don Carlos naci en Italia con el siglo XX; sus padres lo trajeron de muy nio
a stas tierras, atrados como tantos otros inmigrantes, por una nacin
joven, recin centenaria. As desembarc en Buenos Aires y se hizo porteo.
Al morir su madre, lo llev su padre a trabajar el campo, all en Malarge.
Y estuvo all por el treinta y dos, cuando las cenizas del Quizapu, taparon su
casa siempre tan pobre, y todo el pasto en las vegas y mat a casi todos los
animales. Debi lidiar con ello, y se qued. Tambin vi no llover por mucho
tiempo hasta que la tierra se parta de agrietada.
Mi mundo hasta los ocho aos era las historias que el abuelo contaba en las
largas siestas de verano y las fogatas nocturnas en el patio trasero.
Historias de seres mgicos y fabulosos que vivan en las altas cumbres de la
cordillera; era los cabritos que criaba como mascotas, y que terminaban en
los ricos estofados de la abuela Mara de los ngeles.
Mir Carlitos, mir al oeste, en las blancas cumbres, all estn los malales,
donde los amigos mapuches cazan su comida, entierran a sus muertos y
adoran a sus dioses. Es un lugar donde rugen los volcanes y te atrapan!. Es
un lugar para valientes!, me deca el abuelo, ante mi cara de asombro, de
una infancia llena de fantasas y de magia. Y yo con mis pocos aos,
agarraba un machete y un palo y le deca: Yo soy Charly, el cazador de
volcanes!. Yo te voy a rescatar de los volcanes!. Un da voy a ir a
buscarlos!. Y todos se moran de risa.
Al recorrer los peones y subir por las laderas, pude ver algunas veces las
pisadas de un puma persiguiendo mi camino, cruc varios zorros, y otras
veces los vi husmeando mi refugio, y sent miedo!.
Me mezcl con los arrieros y reviv ese mundo fantstico de los relatos del
abuelo. Conviv mucho tiempo con los descendientes de los mapuches y
aprend a respetar la montaa sagrada donde an adoran a sus dioses y
entierran a sus muertos. Vi volar los cndores sobre mi cabeza tantas veces,
el sol que en las alturas casi no calienta pero quema y el viento que golpea
y tumba me lastim tantas veces la cara.