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para aprenderlo.
Junto a estos criterios generales hay otros más específicos derivados de las tres
condiciones básicas del aprendizaje significativo: la significatividad lógica, la
significatividad psicológica y la motivación y actividad del alumno.
La significatividad lógica: el papel de los organizadores previos. La
significatividad (de la materia) está estrechamente relacionada con la
significatividad psicológica que plantea como requisito la existencia de
conocimientos previos en los alumnos que sirvan de base a los que se
pretenden aprender. Los organizadores previos “son esas ideas unificadoras e
inclusoras que deben introducir la exposición de nuevos temas de estudio de
mayor nivel de abstracción, generalidad e inclusividad que proporcionen un
puente entre lo que ya conocer y lo que necesitan conocer para asimilar
significativamente nuevos conocimientos”.
La significatividad psicológica: el sentido. Significado de la actividad del que
aprende respondiendo a una necesidad e interés siendo así funcional,
necesita disponer de autonomía para organizar y estructurar sus acciones y
aprende en actividad compartida o interactividad pero necesita una
planificación sistemática de las situaciones de enseñanza-aprendizaje. Se
trata de poner las condiciones para que los aprendizajes que realicen en cada
momento sean tan significativos como sea posible.
El papel de la motivación y la reformulación personal. Sin una adecuada
motivación resulta imposible el aprendizaje significativo: es la primera
condición indispensable para que las situaciones de enseñanza-aprendizaje
tengan sentido.
La aventura de aprender…, la aventura de enseñar: acompañar educativamente los procesos cognitivos básicos
© Juan Ramón Alegre Villarroya, 2005 nucleo 4 de 5
¿Enseñar macroestrategias o
microestrategias de aprendizaje?
Las cosas no están claras respecto a centrarse en uno u otro tipo de estrategias
porque hay datos tanto a favor como en contra de las diversas opciones y poca
experiencia en el tema.
“Las estrategias que vamos a enseñar deben permitir al alumno la planificación
de la tarea general de lectura y su propia ubicación –motivación, disponibilidad-,
ante ella; facilitarán la comprobación, la revisión y el control de lo que se lee, y la
toma de decisiones adecuada en función de los objetivos que se persiguen (...)
Los listados pueden ayudarnos a caer en la tentación de enseñar las estrategias
no como tales, sino como técnicas o procedimientos de nivel inferior –como he
hecho ocurre en determinadas propuestas-, es decir, como procedimientos que
detallan y prescriben lo que debe ocurrir el curso de una acción, en este caso la
lectura. Ya hemos establecido que las estrategias son otra cosa, y como tal
tendremos que enseñarlas, si no queremos que su potencial se diluya” (SOLÉ, I,
1992)
Este punto de vista ha encontrado numerosos apoyos en las investigaciones
que han evaluado los programas sistemáticos y prolongados de
entrenamiento en procesos y estrategias cognitivas (“enseñar a pensar”).
Tienden a poner de relieve cómo inducen ganancias en el nivel intelectual
y en la ejecución de tareas, pero hay enormes dificultades para su
aplicación y generalización de lo aprendido en otros contextos.
“La estratagia del experto está basada en una gran cantidad de experiencia que
le ha servido para aprender cuáles son las jugadas (ajedrez) apropiadas para
cada momento. En cierto sentido, la conducta del experto no es en absoluto
estratégica. Más bien, lo que hace es reconocer automáticamente patrones
conocidos y aplicar las secuencias asociadas a esos patrones” (GAGNÉ)
Apoyando la preferencia por la enseñanza de microestrategias se sitúan los
datos aportados por los estudios que se han interesado en las diferencias
existentes entre la ejecución de expertos y noveles en diversos campos. El
sorprendente resultado sería que, para desarrollar procedimientos eficaces,
al menos en la resolución de problemas, nada sería tan eficaz como
adquirir conocimientos específicos sobre un área determinada.
Las estrategias generales resultan un instrumento imprescindible cuando nos
enfrentamos a la resolución de situaciones mal definidas o cuando no somos
expertos en un ámbito de conocimiento determinado. Las estrategias específicas
son la garantía de un desempeño eficiente ante problemas bien definidos o en
terrenos que (al menos parcialmente) dominamos.
La conclusión es clara: hasta donde sabemos, una intervención educativa
eficaz debe integrar tanto el desarrollo de macroestrategias como el de
microestrategias, poniendo especial cuidado en no enseñar las
La aventura de aprender…, la aventura de enseñar: acompañar educativamente los procesos cognitivos básicos
© Juan Ramón Alegre Villarroya, 2005 nucleo 5 de 5
Enseñar a aprender:
el desarrollo de estrategias de aprendizaje