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Somos poco conscientes, pero en la vida resucitamos muchas más veces de las
que creemos. Todas esas etapas que pasamos malas, por las cuestiones que sean,
y que nos permiten saborear posteriormente de manera profunda los buenos
momentos de la vida, son pequeñas pasiones que evidentemente conllevan
resurrecciones.
En estas situaciones, Cristo siempre está con nosotros, pero su presencia, tan
peculiar y real, muchas veces se da en la ausencia más total. Y no es que Él se
vaya, es que cuánto más cerca lo tenemos, menos lo vemos y si no que se lo
pregunten a los apóstoles, que lo acompañaron durante toda su vida pública sin
entender nada y cuando resucita y no le ven, empiezan a encajar las piezas. Lo
mismo que los discípulos de Emaús, que lo sintieron de verdad en la ausencia,
tras haber caminado juntos.
Inexplicable pero es así. Tampoco sabemos nada de cómo será esa resurrección
nuestra. Todas las imágenes que podemos utilizar pueden ser válidas como meras
y lejanas aproximaciones a esa realidad que viviremos algún día y que otros
disfrutan ya.
respeto con la tarea de hacer del mundo un lugar justo y de la Iglesia un signo de
la cercanía de Dios.
Es decir que los cuerpos de los seres que amamos (y los de todos, pero siempre
nos afecta más lo más cercano) están destinados a la vida, a la alegría y que todos
brillaron (y brillamos), un poquito ya, en aquel amanecer de la Resurrección de
Cristo.
Es decir que Jesús está, que sigue, que nunca se fue y que anima a todos aquellos
que, en cualquier parcela de la vida, hacen lo posible por mostrar los efectos de la
Resurrección. Estos efectos tienen de hecho muchas facetas y todas positivas.
Para manifestar algo hay que sentirlo y sentirlo desde lo hondo de nuestro ser
Todas las pequeñas resurrecciones que hemos experimentado, nos han causado
una gran alegría, incomparable por otra parte, con la alegría de la Resurrección,
pero podemos decir que hemos experimentado el gozo y el placer y encontramos
la manera de manifestarlo a los demás. Pero con el centro nuclear de nuestra fe,
con la Resurrección de Cristo, que es también la nuestra, encontramos cierta
dificultad para manifestar la alegría.
Hablamos en voz baja, decimos, muy bajito: ¡Cristo ha resucitado, aleluya! ¿Es
así como buscamos y anunciamos al Dios vivo?
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Decía Joseph de Maestre que la razón solo puede hablar, que es el amor el que
canta, y yo añadiría, y le cuerpo el que expresa. dejar que nuestra vida exprese lo
que sentimos, porque sentimos la Resurrección, ¿verdad?
Puestos a mirar a lo que otros nos dijeron, miremos a los artesanos de la Edad
Media. Ellos representaban la Resurrección de Cristo en sus relieves con un
huevo que se rompía, simbolizando el sepulcro que quedaba vacío y la vida que
de él salía.