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Seminario:
Antropología de la Violencia Política.
Elizabeth Jelín. Mayo 2005.
Seminario: Antropología de la Violencia Política. Elizabeth Jelín. Mayo 2005. Universidad Nacional de Salta. |2
Desaparición de personas: los usos de la memoria en torno a la figura de Miguel Ragone. Intentando una
teorización práxica. Autor: Fernando Pequeño.
Aquel 11 de marzo de 1976 el ex mandatario salteño fue raptado a plena luz del día, desde la
puerta de su domicilio, ubicado en un barrio residencial de esta capital por un grupo de
individuos que Io introdujeron en un automóvil y que dispararon sobre Arredes, comerciante de
la vecindad que circunstancialmente se encontraba frente a su negocio y pudo haberlos
identificado. Desde entonces no volvió a saberse sobre el secuestrado dirigente político.
AI cabo de este casi cuarto de siglo transcurrido desde entonces, las más espesas sombras
continúan rodeando ese vandálico y cobarde episodio que conmocionó a la opinión pública de
Salta y de toda Ia nación. Se trató de una acción tipo "comando", sin duda cuidadosamente
planificada y a cargo de profesionales, cuya impunidad sacude hasta ahora a familiares y
amigos del doctor Ragone y por añadidura a toda la ciudadanía en razón de que sus
connotaciones fueron un claro anuncio de la época de ignominia que se avecinaba.
Fue aquel uno de los miles de hechos criminales que no hallaron jamás el debido
esclarecimiento porque contó, con certeza, con la complicidad de determinados estamentos
estatales vinculados con las organizaciones de ultraderecha que ya sembraban por esos días
de horror y sangre a la Argentina, y que agudizaron hasta el paroxismo su accionar represivo
pocos días más tarde, cuando tres supuestos salvadores de la Patria vestidos de uniforme,
usurparon por la fuerza un poder que nadir les había conferido.
Hoy, cuando se cumple este nuevo aniversario el clamor de justicia sigue siendo el mismo de
entonces, al menos parar saber quiénes fueron las autores e instigadores del secuestro y
sobre todo qué fue de Miguel Ragone. Sus seres queridos debieron sobrellevar la penosa
carga del dolor y la incertidumbre durante todos estos años, sin abandonar la esperanza de
que alguna vez pueda develarse el misterio; estada de ánimo que comparte la ciudadanía en
su conjunto, como legítima aspiración de quienes creen en la democracia y en el respeto
irrestricto por la persona humana.
Dice Jelín (2002: 25) que la identidad y la memoria no son cosas sobre las que
pensamos, sino cosas con las que pensamos. Si la identidad implica siempre una
permanencia temporal y espacial, ese espacio y ese tiempo pueden ser pensados en una
doble dimensionalidad: la de la dominación y la de la resistencia. El espacio vital es la
intersección del espacio mapeado por el poder y por la resistencia. Hablamos de un
mapa abstracto, en el que dominación y resistencia están solo separados
conceptualmente. Si la dominación del sistema de producción funciona abstrayendo
(Lugones, 2003); en tanto identidades subjetivas, los seres humanos nos concebimos y
somos concebidos espacial y relacionalmente en términos funcionales al poder. No
hablamos aquí de un poder político o de gobierno, sino de un poder en sentido
materialista, constitutivo de las vidas y de las relaciones humanas, de los espacios y de
las propias percepciones; un poder donde los gobernantes poderosos no están
necesariamente enfrentados al pueblo, sino producidos por la misma dinámica social
que construye Estados, gobiernos, pueblos, comunidades, familias. La dominación
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Desaparición de personas: los usos de la memoria en torno a la figura de Miguel Ragone. Intentando una
teorización práxica. Autor: Fernando Pequeño.
Empezar a entender la resistencia comienza por ver la manera en que otros viven,
habitan y construyen el espacio y las memorias, sin colaborar activamente en el sistema
de dominación, desde dentro del sistema. Hablamos de entender las tensiones que
construyen el espacio social y la memoria, aunque esas tensiones -como dice Lugones-
no lleguen a retrazar la especialidad ni a resignificar los hechos en la actividad
mnémica. Porque aunque las condiciones históricas –entonces, sociales- hagan posible
la resistencia, esta ocurre siempre dentro del espacio de la dominación. Una dominación
dóxica, al decir bourdiano. Así, las actividades intelectuales consagradas al juego
mnémico resultan muy diferentes si el objetivo perseguido consiste en entender el lugar
de cada quien en el espacio de la dominación – en caso que las preguntas guías intenten
responder si somos dominantes o dominados, ó en que momento lo somos-; o bien, se
busque entender la manera en que funciona y se gesta el aparato que genera los espacios
de dominación –en el que todos los seres humanos viven, cualquiera sean las diferencias
de poder entre unos y otros-. En otras palabras, siempre existe una doble dimensión en
la construcción individual y social del espacio, del cual las memorias y los olvidos son
herramientas: una abstracta, pública, general; y otra concreta, singular, corporal,
subjetiva. El hecho que existan transgresiones espaciales, corporales, linguísticas,
trabajos de memoria; no implica que se esté fuera del espacio de dominación. La
posibilidad de resistir y transgredir el orden normado ó la memoria hegemónica residen
necesariamente en la condición de entender el doble juego de la abstracción y de la
concretitud subjetiva.
La abstracción a la que nos referimos funciona fragmentando a los sujetos y a las ideas
–pero también a los cuerpos- en categorías, a la vez que homogenizando los grupos para
incluirlos en el sistema de producción y reproducción social. La ciudadanía, por
ejemplo, puede ser una corporización de este sistema al que aludimos. Por lo tanto, estar
siendo resistente es estar desconfiando de la homogenización identitaria, es transitar en
una dirección contraria a la seguridad y a la confianza conferidas por la seducción del
poder; plasmada en la pertenencia identitaria y en la acumulación de capital simbólico y
económico. Estar siendo resistente es negociar la abstracción homogenizante –de la cual
la memoria hegemónica es una arista- a favor de la creatividad mnémica, corporal y
subjetiva. El largo proceso temporal que insume tantas energías y requiere tanta
perseverancia a los emprendedores de la memoria descritos por Jelín (2002: 48), será
fructífero solo si es posible negociar en forma resistente la manera en que somos
imaginados, abstraídos, reducidos, desbancados, desmoralizados y silenciados. La
herramienta imprescindible de negociación a favor de la resignificación mnémica de los
hechos será entender que cada subjetividad en la matríz social, ó también cada porción
de memoria, están fragmentadas pero son al mismo tiempo múltiplemente significantes.
Se trata de entender la propia multiplicidad. Dice Lugones en este sentido, que un acto
resistente –como pueden ser los primeros esfuerzos de una memoria activa, ejemplar, al
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decir de Jelín- comienza siendo poco conocido, poco claro, aún por quien lo desarrolla.
Se trata de actos e ideas que aparecen como sinsentidos desde la lógica de la
dominación. Entender algunos sinsentidos, contradicciones, fugas de memoria, es
empezar a entender y pensar en la lógica de la resistencia, que nunca estará por fuera del
espacio de la dominación, pero que es contrapuesta.
Si estamos de acuerdo hasta aquí, podemos avanzar atreviéndonos a pensar que no toda
respuesta a la opresión es una práctica de resistencia. Hay respuestas que son pensadas
desde la opresión. Tal vez, las acusaciones de ‘gatopardismo’, ‘panzismo’, ‘venta de si’
al interior de algunos movimientos sociales, ideologías, activismos, etc... puedan
pensarse como posturas extremas en el juego del poder. Esas posturas acusadas, ¿no
serían siempre repliegues de una misma lógica de dominación? Quienes acusan, puede
que no conciban la lógica de la resistencia y vean en todo acto o memoria, dominación.
Ver el poder político como un bloque contrapuesto al pueblo es una manifestación de la
dominación. Todo poder necesita movilidad social para sostenerse y existir.
... ‘pedir a quienes tienen a mi padre que se comuniquen con nosotros. Que
nos digan cuál es su estado. Que si este diario llega por cualquier medio a
manos de mi padre, que sepa que todos nosotros tenemos la fe y la
confianza que él siempre supo infundirnos, que toda su familia esta
aguardando conocer la realidad de los hechos a pie firme, con entereza;
que siempre vamos a actuar, en todo sentido, como él nos enseñó, como él
nos hizo. Sólo pedimos que lo atiendan, que obren con él humana y
cristianamente. Que nos llamen, que se comuniquen con nosotros’...
Desde la re-democratización del estado después del ’83, año tras año el 11 de marzo en
Salta activa en la memoria familiar y social la imagen del exgobernador, invistiéndolo
cada vez de significantes nuevos que se suman a los que permanecen. En el marco del
actual gobierno nacional que ha reactivado las luchas por la memoria y por los derechos
humanos en todo el país, en Salta se reabrió el juicio -cerrado antes en tres
oportunidades- por el caso de Miguel Ragone. Es el contexto social que interpela a la
memoria familiar a sumarse en la agenda de la ‘reivindicación’ de la memoria, aunque
en un contexto cultural interpretativo que en caso de Salta se ha mantenido inamovible
por treinta años, revalorizando una y otra vez el tramposo –no consciente, tal vez, por
otra parte- recurso a la legitimidad de la sangre y del dolor familiar. Un proceso que ha
tendido a ocultar las luchas de memorias al interior de las propias familias,
contraponiendo la familia al estado como bloques homogéneos, sin fisuras,
atribuyéndoles idealmente el lugar del dolor a unas, y al otro el lugar del abuso y el
terror en los primeros años y de la voluntad de justicia en los últimos. Es imperativo
entender que ni las familias, ni los estados, son bloques homogéneos en ninguno de
estos sentidos. Regresemos al caso Ragone. Tres días después del anuncio por los
medios de la reapertura del juicio en una Cámara Federal de Justicia, los mismos
medios buscan una voz familiar que legitime el juicio y en un reportaje titulado ‘Para
la familia renace la esperanza’ (El Tribuno, 26-Oct-2004) una voz familiar es
presentada como la única voz de toda la familia. En el mismo se justifica el escaso
accionar de las instituciones legales y se deposita en ellas el trabajo de reconstitución y
restitución. Desafecta a la policía local y al grupo político local en la responsabilidad de
los hechos, curiosamente una postura contraria a la del propio fiscal que obra en la
causa, deposita toda la responsabilidad en el poder nacional del ’76, revictimiza una y
otra vez a diferentes miembros familiares a la vez que invisibiliza a otros, que
parecieran no pertenecer a la misma. Sobre todo a las mujeres. Es un ejemplo de la
manera en que el encuadre social de la memoria produce y es productor de los sentidos
atribuidos a los hechos.
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Cuatro o cinco meses después de la reapertura del juicio las potentes fuerzas en juego
desactivaron una vez más la lucha en el terreno judicial que permite la reactivación de
importantes memorias, capaces de potenciar procesos sociales difíciles de manejar para
los poderes de turno. Esta vez la estrategia fue desmembrar la Cámara de Apelaciones
de la Justicia Federal en Salta con la que se resta mucha fuerza al proceso. Los
acontecimientos que interpelan a los familiares a adoptar una posición activa en el juicio
nos han permitido entender y diferenciar distintas lógicas que operan en la escena, con
las cuales empezamos a discutir tímidamente, muy tímidamente, una postura diferente a
todas, y propia. En esa postura se cruzan dos tradiciones de pensamiento de orígenes
distintos. Básicamente, la de grupos de Derechos Humanos que se piensan por fuera del
poder –pretendidamente apolíticos-, no muy distante de las instituciones de Derechos
Humanos organizadas desde el Estado, tanto provincial como nacional, y la de las
ciencias sociales que nos han permitido en este caso concreto, empezar a pensarnos por
fuera de estas lógicas hegemonizadoras. Coincidimos por lo tanto con Jelín cuando dice
que hay importantes procesos sociales en marcha en el marco de las luchas por las
memorias en Latinoamérica2.
1
Para la elaboración del mismo y para empezar a pensar de manera resistente los hechos que interpelan a
la familia, fue de gran ayuda el seminario realizado en 2004 en Córdoba con Ludmila Da Silva, sobre
violencia política.
2
Conversaciones en el marco del seminario realizado en Salta, en 2005.
3
‘El Cuarto del Recuerdo’, de Mario Cura.
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Desaparición de personas: los usos de la memoria en torno a la figura de Miguel Ragone. Intentando una
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... ‘Yo no conozco mucho de Ragone. Tuve oportunidad de hablar con los compañeros y
decirles que estoy empezando a conocer, porque no he vivido acá en Salta. Y por lo poco que
conozco de Ragone hasta ahora, entiendo que este es un excelente homenaje a Ragone, esta
obra y el guión, alguien que pensó por nosotros y trabajó y luchó por nosotros. Eso es lo que
conozco de Ragone. Creo que es lo mejor que tiene Ragone y lo mejor que tiene esta obra de
recordar a aquellos que hicieron esto’.
... ‘Cada uno tiene un cuarto del recuerdo, y a veces el lenguaje individual a veces se torna en
algo colectivo, ¿no?... el lugar de los recuerdos es el lugar de uno. El arte nos puede permitir
llegar a ese lugar’ ... ‘ De la puerta para afuera está el olvido’...
tenemos que ver esas energía y esas memorias que están entre nosotros y seguir adelante.
Nosotros creemos que… particularmente yo creo que si nosotros podemos estar reunidos en
este momento compartiendo esto, es la mitad de la carrera, la otra mitad tiene que ver con
bucear en ese recuerdo, hay mucho por hacer, ¿no? Y creo que el cuerpo es un efecto, pero
creo que la memoria en este caso es infinitamente más fuerte. Ahora, lo que significa el cuerpo
es impresionante, yo lo acabo de ver acá. En el cuerpo de esa hija que nunca pudo nacer, en el
cuerpo de esa mujer que se murió, en el cuerpo de ese Miguel Ragone encarnado en treinta mil
desaparecidos que van y que vienen, que se buscan y que no se encuentran. Y yo cuando
miraba la obra sentía a toda esa gente que hoy no está entre nosotros, y bueno, creo que de
nosotros depende poder construir otra realidad, poder construirnos a nosotros primero, no
como victimas, sino como gente que seguimos luchando; de eso se trata, porque las víctimas
las construyeron los militares, porque en la medida que nosotros sigamos construyéndonos
como víctimas, ellos van a seguir teniendo siempre el poder y la razón’.
... ‘Justamente eso era lo que yo me quedé pensando. Que no somos víctimas desde el punto
de vista en que ya se rompió el silencio; en que podemos decir, en que podemos hablar, en
que podemos contar lo que pasó… creer; tal vez, bueno, a través de la entrada a este cuarto
del recuerdo volver a vivir el amor, y de alguna manera yo me imaginaba a Miguel
devolviéndonos ese cuerpo que nunca apareció, quizás ¿no?. Pero sí, es verdad que no
importa eso sino lo que la persona representó en sí. Pero bueno, hay que decir lo que fue y
como pasaron las cosas y fue un hecho dolorosos. Hoy a tantos años después, una obra como
esta y como tantas otras que siguen hablando de las muertes, es porque justamente hay que
decirlo; las cosas como sucedieron, como pasaron. Pero yo creo que lo bueno de esta obra es
que también nos deja mucha poesía que va a otro lugar nuestro, desde otro lugar podemos
mirarnos. Quizá desde el alma, ¿no? Y eso es lo bueno y lo maravilloso de haber dejado de ser
víctimas… justamente’.
Propuestas usurpatorias
En el plano familiar el estudio de las luchas mnémicas al interior de las mismas puede
contribuir a desnaturalizar el mito en torno a la imposibilidad del duelo, la legitimidad
de la sangre y la revictimización constante de la que los familiares han sido objeto.
Puede ser el principio de acciones conjuntas de grupos hasta ahora sistemáticamente
enfrentados bajo la misma y tradicional lógica fragmentaria de la legitimidad
hartamente trascendente del sufrimiento humano. El estudio de la construcción del
espacio familiar, o de la imposibilidad de construirlo, en los años posteriores a la
dictadura, o aún comparativamente bajo los gobiernos dictatoriales, con enfoques socio-
antropológicos por afuera de ciertos psicologismos y de ciertos psicoanálisis
normativizantes, es una tarea pendiente que puede contribuir a entender las lógicas y los
procesos de reconfiguración de las memorias. Estudios que pueden contribuir a
procesos hartamente liberadores y alivianadores del sufrimiento humano. En nuestro
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caso particular habitar la casa familiar cuyo frente presentamos en el anexo, nos coloca
en una posición privilegiada para entender estos procesos. El fantasma de Miguel
Ragone está en cada rincón, tal vez un día los familiares puedan resignificar ese espacio,
reconstruirlo, o simplemente olvidarlo.
Fernando Pequeño
Estudiante antropología,
Universidad Nacional de Salta
Agosto, 2005
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Anexo
El secuestro y la desaparición de mi abuelo en marzo del ’76, días antes del golpe militar; fue
para nuestra familia una situación límite. De la misma manera que ese golpe lo fue para el país
y para cada uno de los familiares de los treinta mil desaparecidos según las fuentes oficiales,
en la última dictadura militar.
¿Qué significó para nosotros esa situación límite y que significan tres reaperturas del juicio
político en torno a la desaparición del abuelo en los 30 años posteriores? En un tiempo en que
se reivindicaba el uso de la violencia tanto para cambiar el mundo como para impedir su
cambio; fuimos educados para no optar por la venganza. Habría otras formas de posicionarse,
tal vez no tan claras entonces como ahora. La vida entera es un continuo aprendizaje sin una
dirección trazada. Eso es lo maravilloso, porque conecta a mi abuelo con la trascendencia de
su imagen como hombre público, pero también como hombre privado.
En los ’60 y ’70 se gestó una sociedad y un aparato estatal -en Salta y en el país- que creyeron
en la violencia como arma del desarrollo. Los grupos de extrema izquierda -con los que muchos
ingenua o mal intencionadamente confundieron a mi abuelo- creyeron poder cambiar siglos de
historia de desposeciones y desposeídos sin terminar de comprender muy bien cual era el lugar
del país en ese mundo, ni siquiera el lugar de las izquierdas. La extrema derecha estuvo
tradicionalmente más habituada a las armas para conservar los lugares de poder, aunque los
militares supieron trascender todos los límites.
Como nunca tuvimos un cuerpo sobre el cual hacer un duelo, a veces nos hemos sentido
victimas, de la mano del dolor y el aturdimiento. Pero la vida nos fue mostrando que no somos
victimas, somos protagonistas; porque las víctimas solo vienen a legitimar lo que se debe
pensar, sentir, decir, callar, mostrar. Durante mucho tiempo estuvimos desarticulados como
tantos familiares de dirigentes políticos desaparecidos, asesinados. Pero hoy sentimos que
volvemos a ser parte del todo social y estamos uniendo las dos puntas del hilo que se cortó con
la desaparición del abuelo. Porque estamos aprendiendo a tomar decisiones y posturas
políticas como parte de nuestras relaciones cotidianas. No es la política con mayúsculas, es la
política de las relaciones interpersonales; la que no recurre a grandes actos ni manifestaciones
populosas, pero que tiene la ventaja de desestabilizar las grandes creencias, las enquistadas
ideologías, todos los ritos.
La violencia del Estado no negó al abuelo Ragone, lo construyó como persona. Tal vez le negó
los derechos de ser otro diferente y opuesto, pero no lo puedo negar como persona. Esa
desaparición fue un acto político y en ese cuerpo desaparecido hay un mensaje.
Ese Estado que pretendió negarlo es el mismo a través del cual hoy los familiares nos
reencontrarnos como parte de la sociedad. Con ideas nuevas, con energía nueva. Y sin
reivindicar la violencia. Es una triple victoria que estamos aprendiendo a conseguir y defender
día a día.
Como opuesto y con satisfacción, no puedo dejar de pensar en las trayectorias de señores
como los que declararon en el juicio por la justicia y la verdad a principio de año. Siguen
aferrados a sus viejas ideologías intactas, a las que ellos reverencian con pasión porque es lo
único que les queda en un mundo que los ha dejado de lado. Están viejos, enfermos y
acabados, odiados por una parte del pueblo que defendieron, olvidados por la otra porque ya
no son útiles, fuertes y productivos. Acaso el poder económico y político que supieron
deshonrosamente acumular los puede preservar hasta ahora de la sed de venganza que ellos
mismos supieron reivindicar, pero esa misma violencia los sacó del juego.
Para nosotros que no tuvimos duelo, la desaparición del abuelo es un acto político de seguir
adelante. No somos víctimas, somos protagonistas. Porque la muerte del abuelo es también un
hecho social, nos permite comprender qué pasó en nuestra sociedad y los recovecos e intrigas
en las que unos pocos deciden la suerte de las multitudes.
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Bibliografía:
Periódicos
El Tribuno. Ediciones varias.