Sie sind auf Seite 1von 18
Estado, guerras internacionales e idearios politicos en Iberoamérica Carlos Alberto Patifio Villa Editor nversinan NACIONAL pe couomsia VICERRECTORIA ACADEMIC be. Contenido tuo 2 Guerra y formacién del Estad de releer y Centeno de ‘ludadaniaeifereniada ‘mansion del gobiemo indirect a directo ida acinallzacion de a vida ‘stmt Internacional de Estados Nltataaciin de los Estados del Tercer Mundo Laevidencia conrafactual de Espa y Portiga n: una genealogia histérica el pensamiento conservador iberoamericano “ 38 a ot o a a ® 92 38 108 106 Estam, Capitulo 6 La paradoja de la independencia de Brasi Angel Rivero Rod Biliogatia Estado sin Estado de derecho: la reconstruccién autoritaria del Estado mexicano en el siglo XX La fragua del Estado (o de como Espaita ha sido, pese a todo, siempre Europa) Guerras y conflictos civiles en ta Primera Republica neogranadina 1810-1815 Ana Catalina Reyes Estado y guerras ci 1839-1902 onclusiones m2 2s 1s aI br Ma 18 iy 6 19 191 ma 197 a7 198 19 201 a a 26 Bicentenario de Ia excepcionalidad yoamericana: la paraddjica formacién de los Estados modernos Carlos Alberto Pa ino Villa a 250 269 co Economia, sociedad y pltca bajo el Bogot Procultura acion del siglo XIX. Eng 1a degada corteza de muestra Petry, LB, (1978). Judree and Diaz Phelan, (1980). El Pueblo y el Rey. La Reo Editors Reyes, AC. (2006) La ey “Anuario de Historia Regional y de ls Frontera, mim. 12. Buca Reyes, AC i vat, el esta sta en Colombia. En: oti: Universidad Nac de ua region, En: Aristides Ramos, Oscar de Granada y sus provncias. Crisis de republics y guere en la Nueva cena (ds)-Las armas de Madrid her making as organized crime. En ng te State back in. Cambridge: University Press. 990, Madd red, regimes and contention in Europe since 1650. En: Diane Davis their rle in polities ond Stae formation 10.que no es Capitulo 2 Las guerras de Independencia como guerras civiles: un replanteamiento del nacimiento de la modernidad politica en Hispanoamérica' Toms Pérez Velo! Un problema histérico-politico: guerra y configuracién de los Estados en Hispanoamérica ichos sentidos seminal, de 1975: 73); también sobre que el triun~ como forma de organizacién politica hegeménica de la n iltima instancia de la modernidad jo en gran itado de su mayor capacidad para gestionar la guerra. El Estado- -mporaneo habria desplazado a otras formas de organizacién po- eas, bisicamente imperios dinasticos y ciudades-Estado, no por 1a forma de organizacién del poder mejor 0 mis progresista izacion de hombres y recursos para la ice para que después esta bi asada maquinaria izacidn de recursos se u lerechos politicos y el ya dsarolados co eras de indepen EI caso de Hispanoa ar. A pesar de que su sgada a la modemidad px ia_y de que su historia posterior haya sido, en gran ible sucesién de contictas bélicos, los Estados hispa- sicanos, quizis con la excepcidn de Chile, se han caracterizado por una lad extrema, Incapaces no solo de hacer la guerra de manera eficiente, bién de ejercer funciones como el control del tertitorio, el monopol ia o la garamtia de los derechos basicos de sus ciudadanos. Con- ada por algunos autores, en particular Center por lo demas incuesti de que la prol -05 en Hispanoamérica es solo cierta por lo que se refiere a las guetras civiles, pero no a las intemacionales. Es la paradoja de tun continente con muchas y largas guerras civiles y pocas y cortas guerras id estatal hispanoamericana, segtin esta hipétesis, de Estados incapaces de hacer la guerra. El actor conflictos bélicos desarrollados en el continente ino otro tipo de poderes al margen o, en muchos El objetivo de este trabajo no es debati teriores sino, partiendo de e belico que marca el nacimiento de la modernidad politica en los territorios de la Monarquia Catélica no conflicto internacional, espafoles contra nericanos, menos por supuesto de espafoles contra argentinos, peruanos, lo q ‘onal no solo no fortaleciese el ni polemizar con las propuestas Estado sino que mis bien lo debilitase En el conflicto de legitimidad producido por la disgregacién de un anti- guo orden imperial fracasado fueron muy pocos, si es que hubo alguno, los Brandes centros de poder que lograr mbres y recursos a favor de sus objetivos ¢ intereses. Ocurrid més bien lo contrario, que solo los grupos de poder locales fueron capaces hacerlo, lo que llevé a una disgregacién terri- torial generalizada. E: ‘0s en que el molde de to, caso de la Nueva idad fue la unidad administrativa del virr € incluso, yendo todavia més lejos, es hora de preguntarse izada que ensangrenté el continente a partir de 1810 luna guerra entre poderes locales, en la que el rea de fluencia, y de control politico, de cada uno de ellos estuvo condicionada por su capacidad para movilizar recursos, materiales y simbdlicos, y por la mayor (© menor cercania de otros poderes rivales. 62 2Cémo convertir una guerra civil en guerra de independencia? los cuadros que guarda el Palacio Nacional de la Ciudad de México se Bravo perdona la vida a los prisioneros realistas, pintado 1892 y convertido en lo mis cercano igen arque- de la guerra de la Independencia que la pintura mexicana logré crear a de todo el siglo XIX. Representa el momento en que el general Bravo ida a trescientos prisioneros realistas, un dia después de sido ejecutado por insurgent ina guerra no det gen oficial de Ia guerra tiene que ie el Estado y la sociedad tuvie- eras décadas de vida del México indepen- la revolucidn del Bajio marcaba el inicio de gloriosa guerra de independer legitimidad nitidad politica soberana; para las memorias familiares de muchas de s clases medias y altas mexicanas, el de una guerra sangrienta y brutal c« ssastrosas consecuencias personales y colectivas. Esta divergencia explica las imagenes de memoria no cristalizaron en torno a grandes victorias e heroes de la 1e, Para el Estado mexica jacidn, como este perdén de Bravo o el abrazo de Acatempan entre Guerrero e Iturbide, objeto también de varios cuadros de historia. La ausencia igenes sobre los grandes episod a guerra de Independencia a pintura o! X, casi absoluta, aspectos mas conflictivos de la guerra urante mucho tiempo. No sigi ue aparece el Acta de la un retrato de Ieurbid idependencia o El Plan de \grientos episodios prota- ba con toda crudeza en lebrar el 16 noviembre 24) La representacién de actos de concordia y perdén, por su parte, convert isodio de fraternidad nacional. Por no solo perdona a los cuadro de Natal Pesado, en el que Bray no que estos, conmovides por la nobleza d 63 se encargaron de recordat cuadro. Una forma de diluir el caracter porineos sin duda tuvo, y no solo para itico y periodista liberal, José Maria Tor- idad que “la revolucién de 1810 siguid ras civiles, la adoptaron unos y la contrariaron otros” nbre 20) YY es que para las sociedades contempordneas, no solo la mexicana, la ia de la guerra civil y su inclusién en una memoria nacional resulta ‘ada y traumética. Mas todavia si consideramos que la guerra civil fue de partida de la mayoria, sino de todos los Estados-nacién contem= porineos. La transicién del Antiguo Régimen a las nuevas sociedades liberales estuvo marcada, en el conjunto de Occidente, por sangrientos conflictos ci- idarios del mantenimiento del antiguo orden fueron numerosos un enfrentamiento de los partidarios del progreso y la mn de la humanidad arrojando al basurero de la historia a una minoria sus caducos privilegios es solo propaganda politica, convertida por sedores en relato histérico, Lo que hubo en las décadas finales del siglo XVII y primeras del XIX fue {Snico enfrentamiento entre visiones del mundo contrapuestas, en cuyos faron personas provenientes de muy distintos estratos sociales y 5: una les entre diferentes ivas de organizacién sox ica y no la lucha de los partidarios del progreso y la civilizacién contra los defensores de la barbarie y la reaceién, los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas de la retorica cristiana, La denominacién “guerra civil” es, sin embargo, un tabii en la mayor te de las historiografias nacionales que tienden a ennoblecer el pasado ido cualquier alusién al fratricidio, visto siempre como algo negativo 1994). Lograr la victoria sobre la sangre derramada de los hermanos resulta ~en sociedades como las nacionales, atravesadas por una metafora de fraternidad—, innoble y dificil de justificar. La solucién es la reescritura de la historia, Los vencedores imponen un relato sobre el pasado cuyo objetivo, en «general no explicito, es lograr que la guerra pierda su caricter de conflicto Epoca se ocuparon que para los ci leg leva no solo la pérdida de la guerra sino también, que es mas importante, la de su condicién de miembros del grupo. La apropiacién de la capacidad de nombrar permite borrar el estigma de haber logrado la victoria gracias a la muerte y exterminio de los pr nprensién es de tipo familiar, una comunidad lazos de sangre. igo en extranjero y a manera perfecta esta memoria colectiva, ¢l en guerra de inde- macién] legitimacis 64 re, incluso exterminarlos, se No es necesario precisar que todo lo que aqui se viene lades cuyo universo de valores morales esta det nal. En sociedades basaclas en otros valores, por ejemplo la clase {guerra contra los “hermanos” de clase, y lo legitim n_de la clase enemiga. La retérica del exterminio del enemigo de a istas, menos virul igos de la nacién en los nacior imetria entre los campos de exterminio nazi y los a. La diferencia seria we eS una circunstancia, por lo que cabe la reeducaci forma parte del ser, por n el caso de las guerras de Independencia am a guerra civil como guerra de ind is. en la presencia de un ejército realista, extranjero, al serv ijero, Aunque para ello haya que ocultar que ese rey extranjero jerado tal por los combatientes de uno y otro bando, la mayor uestas proclamas de independencia americanas incluyen vivas a Femnando los ejércitos de realistas ¢ insurgentes estaban formados en st i entre los soldados sino también tardia y decisiva batalla de Ayacucho, 1824, el Ejercito Re por unos 10,000 hombres, apenas contaba con 500 espafioles europeos, in- Cluidos soldados y oficiales; que tras las derrotas en Trafalgar a manos de los Dritanicos en 1805 y en toda la Peninsula a manos de los franceses en 1809, e! fasor extranjero” vio enormemente reducidas las posibilidades de traslado, lado del Atlantico, por lo q externa, Recuérdese ‘ejército espaiiol” en América, ni antes ni durante las guerras de Indepen~ ino unidades militares con objetivos y estrategias puramente locales nadas en su inmensa mayoria por soldados americanos: y que muchos ‘espatioles” realistas se incorporaron a la vida politica de las nuevas lecir sin ser con: La tinicas abjeciones significativas que cabria poner a los argumentos anteriores son la presencia de un cuerpo expedicionario en la Nueva Espaita 000 hombres, llegado de la Peninsula en 1812 para apoyar a jay al Ejército del Centro en el sitio de Cuautlas y la expedicion de ‘a Venezuela y Nueva Granada de 1814, también de os. Estos si, aparentemente, ejércitos” invasores” En una visin global, fueron la gran excepetén. L 65 Hisraxoasin de Moril trativas de América, Es el caso, por ejem sa la Nueva Espaiia n es0s 20,000 soldados invasores, los ¢jércitos insurgentes, as siguen siendo basicamente americanos. Nada extraiio si conside- jue tanto los ejércitos del rey en América como las milicias creadas a la base sobre la que se formaron los ejér- ia, también [o eran. Un ‘as no parece estar determinado por el origen europeo o americano de sus oficiales y soldados, sino por otro tipo de . variables en cada caso. Por poner algunos ejemplos, en Cartagena espatiol europeo, el teniente-gobemador Blas de Soria, apoy a la ciudad, formadas mayoritariamente por espaiioles americanos, al derrocamiento de! gobernad n espaitol europeo, Francisco de ‘Montes, En Buenos Aires, las milicias, compuestas casi exclusivamente por americanos, en 1809 ayudaron al virrey a aplastar la rebelidn de Chuquisaca, para después, en 1810, apoyar a la junta de la ciudad en contra del virrey. En México, las milicias provinciales del Bajio, compuestas en su inmensa mayo~ del Centro que, a las érden 1 durante diez altos. En Perl, las jas, ambas también mayoritariamente americanas, jad al virrey casi hasta el final, tanto en la costa como cn la sierra, En resumen, los ejércitos y mil nales combatieron unas vveces a los real {que esto tuviera nada mn el mayor 0 jos o peninsulares que tuviesen ‘opas regulares y las mantuvieron su fidel amiento entre identidades nacionales parece haber sido bastan- idad” no impidié tomar partido por los insurgentes o por tampoco cambiar de uno a otro bando, durante y después de las sguerras de Independencia. Posiblemente, entre otras cosas, porque la expresion ‘espafioles de ambos hemisferios"no fue solo una ocurrencia de los diputados Adiz, La existencia de una gran comunidad panhispanica, formada por el 3s stibditos del rey catélico, estaba ampliamente difundida entre s de la Monarquia en esos primeros afos del siglo xtx. Sien la Penin= sula la Constitucion de Cédiz (art. 18) considera ciudadanos espafioles a todos Jos que "por ambas lineastraen su orien de los dom hnemisferis y estan avecindados en cual en Argentina el "Proyecto de Constitucién de la Sociedad Patriotica para las sce Ia Plata en Ja América del Sud” de 1813 afirma que “Los (0s de la Constitucion y los que hayan hecho servicios Revolucin, gozarin de todos los derechos de diferencia de los hijos del pais"; en Venezuela en 1813, y en el contexto especialmente dramatico de la “guerra a muerte” contra los realists jer pueblo de los mismos dominios", 66 rvaran en sus empleos y destinos a los les que proclamen el Gobierno de Venezuela, sotros; en una palabra, jos al Estado, serdn reputados y tratados como americanos”; y en Méxi- de Iguala de 1821 se dirige a los espaioles europeos proclamando stra patria es la América, porque en ella teneis a vues- de vosotros no forma parte de la nacién espanola, al jo en Europa o América, mente revelador de este cardcter de guerra civil es el de inapolednico espaiiol Fran- frente de una expedicién “luchando por la fe aparecen en el o a la Independencia inaugurado en la Ciudad de México en 1910. -mente esto sea el resultado de un gigantesco malent ia la Monarquia. Parece, esperaba contar con el apoyo de los espaitoles eur eso fue lo que le comunicd a Teresa de Mier, ante el absoluto descon- “A mi reconvenci6n {sobre la falta de apoyo en las provincias st6 que contaba con sus paisanos, como si los espaoles fue- 3s que en Espafta” (Mier, 2006: 232). Al margen de los errores de | navarro, no parece que el suyo fuese precisamente un proyecto a, tivos que empujaron al joven Mina a la aventura mexicana, que ago con su vida, no debieron de Ser muy diferentes de los que Hevaron a Iuchos de los primeros liberales espaftoles a celebrar Ayacucho como una al absolutismo borbénico, 0 de los que hicieron que no se acu ma Rafael del Riego cuando en 1820 sublevé las tropas reunidas en para pasar a América a co! dirigié a imponer a Fernando VII la Constitucién del 12. Un hecho que ra definitiva cualquier posibilidad de la Monarquia de recuperar migfos, acus6 a Riego de traicién a la patria, probablemente porque eran chos los que estaban convencidos de que el conflicto americano era solo la dando en la Peninsula entre los partidarios del la Constitucién Esto es arenga intes de trasladarse a Arcos de la de enero en Cabezas de S Pa jara deponer al organizador del ejército expedic que no era otro que Félix Maria Calleja del Rey general realista 1s pocos aiios antes habia pricticamente acabado con Ia insurgencia cen la Nueva Espaa. ¥ es que, en efecto, parecia como si todo conspirara para ver la guerra como un enfrentamiento entre liberales y absolutistas, en Espa- que wi yen América, hasta con los mismos protagonistas a uno y otro lado del Autantico, Una la de las guerras de Independencia como un enfrentamiento les y conservadores, que estaba ya claramente equivocada a la altura de 1820, tal como percibieron algunos liberales espafoles mas perspi- caces 0 con mejor informacién sobre la evolucién de los sucesos americanos. Ese mismo afio, Valentin Llanos publica en Londres, donde estaba viviendo, un folleto con una dura critica tanto a la posibilidad de una conquista mili yerales de “ambos hemisferios” ” debia de provenir d tar como a la de ( 1820), y en est hermano, uno de los muchos espatoles de independencia de Iturbide. Una nueva edicién de su libro, en 1828, esta dedicada “a los patriotas de Mexico” 2Cémo convertir una guerra civil en revolucién? Cuando el uso del término “guerra de independencia” resulta excesiva- ‘mente dificil de imponer, la alternativa es recurrir al de “revolucién’: La guerra civil se convierte asi en el enfrentamiento entre unas minorias retrégradas, aferradas a la defensa de sus privilegios y deslegitimadas por la historia, y unas clases populares que, cansadas de La iniquidad del sistema, se levantan en. 's y deriban el caduco y obsoleto orden anterior. Aunque siempre queda jblema de cémo explicar Ia capacidad de resistencia de estructuras tan fasadas y con tan escaso apoyo 0, como se ha demostrado para el caso de las independencias americanas, el que la contrarrevolucién, la contrainsur- ia en este caso, haya contado con Ia colaboracién activa de individuos: provenientes de las clases populares y, sobre todo, con la indiferencia de la tuna perspectiva esta mn de la independer te se podria decir de ay determinante, tanto como del lado de los insurgentes. ue ocurre, de manera muy notoria, con las tropas de negros, zambos 10s con las que Tomas Rodriguez Boves puso en jaque a los ejércitos que en las guerras: 1as cuando los grupos populares, indigenas y no it fade uno w otto lado, fue més mo- ¥y conflictos anteriores de tipo indigenas, vidos por la xenol 68 tistas, se mataban entre si sin pensar te no significaba nada” (Pi algo pensarian y, pos jos precisos y concretos para querer la muerte y el del ws de saqueo, mejora de su condicid ida, sin embargo, de que jgnificaba nada”, ni Argentina, n México, Pero no solo para los soldados sino también iodo el continente sino solo uw forma bastante tajante de eliminar Ia idea de estas guerras como una revolucién algunas ventajas. Al margen de que ya algunos contem- rece bastante evidente que en. 1810 se abrié politicas de la ia Catdlica hasta volverlas completamente irrecono ico cataclismo que cambié radicalmente la faz de la América espaiola. Pocos sucesos historicos suman tantos méritos para ser ci y todo ello ademas en un plazo de tiempo extremadament diez altos si nos atenemos a la cronologia tradi as de la Independencia como una revol los sucesos ocurridos en la América espafiola a del siglo XIX en uno de los modelos interpretativo: vos de todos los propuestos hasta ahora para su explicaci a que las independencias fueron bisicamente una revol revolucién hispanica ne una de sus expresiones ms precisas en la obra de Francois-Xavier Guerra, a fa que remito al lector interesado (véase en particular Guerra, 1992). Repensar las guertas de la Independencia como una revolucién resuelve nas pero hace aflorar otros. Entre otras cosas, porque no hubo wyoria que barrié con los privilegios de unos ida y arrojada al basurero de . sino una ‘ha entre multiples proyectos politicos alternativos que se prolongs 69 durante varios afios y cuya continuidad entre unos y otros resulta mis que tno son pocos los autores que conside~ de las independencias habria que buscario. ‘menos a partir de las reformas borbénicas, aunque aqui considerar que las reformas no son por definicién una revolu tuvieron lugar de manera pacifica. Muchos on también los que -varse hasta bastantes aitos ms tarde, a algin m paises a otros, ¥ a ‘0 menos intermitente. Es decir una “revolucién” que tendria lugar en un lapso ide tiempo relativamente prolongado y cuyo calendario no se podria en ningtin caso limitar al de las guerras de Independencia. tica alin resulta la continuidad entre los diferentes proyee= ‘os cambios de bando de algunos de los participantes son noto~ 1s y hacen pensar en una dificultad real de articulacién de proyectos mas que: diecisiones fortuitas fruto de veleidades personales. Un reflexivo tedlogo ‘can6nigo novohispano Manuel de la Barcena puede pasar de defender solutismo monarquico a militar por la Independencia (es de hecho uno s firmantes del Acta de Independencia de México), pasando antes por icionalismo liberal, todo ello posiblemente sin cambiar demasiado su forma de pensar. Pero no es solo un tedlogo dubitativo el que oscila entre tuna postura y otra, Carlos Maria de Bustamante, el exaltado libelista, defen~ n sagrada de la Vieja y Nueva Espafia para luchar contra jrtid después en uno de los mayores propagandistas de con la misma pasién y fogosidad. ‘a pesar de todo, un asunto menor. Mas pro- ea coherente entre los diferentes proyectos de organizacién social y politica. La historiografia liberal, de la que seguimos siendo en gran parte herederos, establecié una continuidad historica entre los istrados del XVill, los insurgentes y el liberalismo de la primera mitad del IX: la senda del progreso que llevaria a la liberacion de a humanidad arran- ccindola de las manos del atraso y de la reaccién. Una bella historia piadosa. Los “reaccionarios” se muestran a veces muy “modemos” tanto en sus ‘métodos como en sus objetivos. Habria que plantearse muy seriamente la po lad de la existencia de dos proyectos modernizadores contrapuestos en los: i Ilustracion y liberalismo no sean dos estadios de un mismo proceso sino nos altemativos. En todo caso, terminadas las guerras de Indepen= pero no las guerras civiles de las que forman parte como se intentaré adelante, la continuidad lustracién-liberalismo es Jara de lo que tendemos a pensar. Por poner un ejemy que el conservador mexicano Lucas Alaman es mucho mas Alaman 0 sus progresistas enemigos liberales? Nada demasiado diferente a lo 70 10 Régimen, Sin embargo, como ya observ6 Godechot ia revolucién por antonomasia, la francesa de 1789, di s burguesas, nfrentam construccién de ralismo. Menos todavia si cargamos este enfrentamiento con un etafisica entre el bien y el mal, entre el progreso y la reaccién. Este el relato construido por el ismo triunfante y hecho suyo por las ies historias nacionales, Pero esta es solo —y parece innecesario tener jinada por los vencedores, que hace de la con- I de sus caducos privilegios. is mas atento del enfrentamiento revol uestra, por el contrario, que la contrarrevolucién contaba con propia, con proyectos alternatives de organizacién social y politica y 10s casos, es mas heredera de la tradicién ilustrada que la propia que resulta espe jcanos, uno de cuyos més conspicu te el mexicano Lucas Alaman que acabo de citar, ct puede reducirse a querer la vuelta al Antiguo Regimen, menos io espaol, entre otras cosas porque en algunos casos fueron les de la ruptura definitiva con Espana. Las raices ideo! general, a una ero no por el Un j6n/contrarrevolucién ‘ctica mas compleja de lo que una si levar a pensar. Los temas de debate, y de combate, en la América espai origen de la soberania, etc, ete. En otros casos ni siquiera fueron ' grandes temas la causa de la disension y de la guerra, sino otros, no por :nos menos importantes, como la liberacién del comercio, un tema I para los comerciantes vinculados al monopolio gaditano; la relacién ccuropeas. ala guerra vari6 en funcién n Hiseavonsin icin absolutismo versus establecer bloques homogéneos con una conti- nuidad en el tiempo. Hasta el punto de que afirmar, por ejemplo en el caso de ue la consumacién de la Independencia fue obra més de la contrarres volucién que de la revolucién, de los defensores de los derechos dinasticos y ie de los de los derechos de la nacion y la rey, €5 lad hasta casi el iltimo cuarto de ese siglo en la, ayoria de los paises americanos, cuando finalmente parecié lograrse una cierta estabilidad politica y soci No solo no se resolvieron de las guerras generd mundo que du brios de un males y sin ja endémica violencia que caracteriza la vida de todos los Estados nacidos a partir del colapso de la Monarquia, incluida la propia. Espana, durante sus primeras décadas de vida independiente idad politica del mundo hispanico a lo largo de la mayor parte del siglo x1X no fue el resultado de no se sabe qué atavicos impulsos ‘existenciales, del caudillismo congénito de la raza o de la incapacidad para el autogoobiero, tal como todavia a algunos autores les gusta repetir, sino de la incluso) y del establecimiento de nuevas formas es- iguo Estado monarquico, Si algo caracteriz6 ia de la Monarquia Catdlica fue precisamente ida istencia y hasta un cambio de dinastia se sucedie= jeas y sociales se vieran afectadas y sin que los lismo 0 la incapacidad para el auto- de caracteres naciona~ argo, dejando sentir su larga sombra afirmaciones que apenas sirven para disfrazar prejuicias, no por mas arraigados mas reales. ‘Al margen de estas consideraciones, aun aceptando la existencia de dos bloques perfectamente definidos, resulta extremadamente dificil determina cen la crisis de la Monarquia Catdlica, cual fue el partido de la revolucién y cual cl de la contrarrevolucion. En la ps alineamiento de muchos de juos ilustrados a favor de Jos ellos eran ichaban contra los franceses serian la contrarrevolucién. Una interpretacién a la composicién de las Juntas de Defensa, heterogénea pero con absoluto de notables del Antiguo Régimen, y el programa de or patria y el rey, un posteriormente por ta en la Espatia del siglo XIX. elaboracién de la Co} de Cadiz de 1812, con rales y revolucionarios, con todas las precisiones que se 1a esta afirmacién, y la suerte seguida por muchos de los que habian contra los franceses bajo la restauracién absolutista de Fernando VI lela afirmacién de que los que se opusieron al hermano de Na- icesaddos y de revolucionarios a los autores de un texto como el gadi- jad en el respeto a la constitucién historica de la ia. Es lo que se afirma de manera literal en el Dis icamente de Agustin de Argtielles: “proyecto de Cons leres de! grupo liberal, autor del libro Las angélicas so el fomista en las Cortes, en el que trata de demostrar que la abolicion vs. No parece que el de ruptura con la tradi de Cédiz como los afrancesados par- mayoria, de una comiin tradicion ilustrada ‘campos dl asiado divergentes. Dis a necesidad de reformas, ni siquiera posiblemente re el sentida que estas debian de tener. Si algo supuso Ia crisis de la Monarqufa fue el absol n la practica como en la teoria. En el caso de los que aceptaron la abdicacién a favor de José I, porque, aun siendo en muchos casos los representantes de 73 Lo mismo ocurre en el lado americano de la Monarquia, donde las viejas erpretaciones de una insurgencia liberal enfrentada al absolutismo realista do paso poco a poco a una visién mucho més matizada cuando te a la contraria, Entre otras cosas porque en el desarrollo del 10 hispanico jug6 un papel determinante la Constitucién de Cédia, ayor 0 menor entusiasmo, los jefes realistas se adhirieron en efectos que tenga para las pobl concernidas. Si estoy comple 'e de acuerdo, por el contrario, con la afirmacién de que "muchas veces le vista” que el primer liberalismo hispanico es tan europeo como 10, con complejas relaciones de ida y vuelta. Frecuentemente se olvida \do del mismo espaci en el que las ideas ue exista una jerarquia clara entre los rmismos panfletos y periddicos circularon y se reimprimieron a ro lado del Atkintico, desde Cadiz a Buenos Aires y desde Buenos Ai- «de sorprenderse por ese extratio hallazgo semantico de por los es- los que estuvo vigente y se optsieron en los que no lo estuvo, jon liberal y otras el realistas representaron unas veces la revol por supuesto al margen de sus No m s claros fueron los posi historiografia lo XIX puso todo su interés en mostrar una linea: lad historica entre el pensamiento insurgente, el enciclopedismo las revoluciones francesa y americana. Los sucesivos “revisionis= mos jostrado, de forma bastante co e, tanto el tradicion de muchos de los lideres insurgentes como, sobre todo, su dependencia de Ja Ilustracién hispanica. Poco queda yaa estas alturas de la imagen de un Las cursaas luencia o solo el reflejo de un mismo marco ju segundo que lo primero. 1a ciudad andaluza, en ese momento la mas americana de las ciudades de la Monarquia o. si se prefiere, la mas europea de las americanas, catalizador donde confluyeron y se mezclaron todas esas corrientes que el mundo hispanico en un sentido y otro. La Consti ‘A partir de la, en muchos aspectos, obra seminal de Luis Villoro, El proce- 0 ideoldgico de tare idea de que una buena parte de las ideas americana provien Su vez seria menos liberal y mas heredera de la tradicin ilustrada hispénica de lo que se ha tendido a pensar. Y aqui seria necesario precisar que esto no. esen rincones de fs exactamente lo mismo que decir que provienen de Espaia. Cz Fue el ile ela abrié a polémicas y discusiones Seguro, no Geo dean bors pane Maier Chaiies ove] ais Se cn unas Cortes tnicamente peninsulares. Es la Consttucion de la Monarg ¥ peninsulares, los espaftoles de ambos hemisferio, debatieron y aprendieron nada como naciin espanol no Ia de Espa. Sobre una nueva forma de ejercer y organizar el poder. Como recuerda todavia en 1820, con una clerta nostalgia, uno de los liberate exiiados en Londres en el raro contexto de tna obra cuyo objetivo declarado es convencer a sus de que la opcién gaditana ya habia Fracasado y que a fra reconiocimiento de las independencias americanas—, Cadi habia sido escenario de un suceso tan extrafio y extraordinario como aque gentes lleadas de todos los rincones del planeta intentaran ponerse dé acuerdo sobre cémo darse un sistema de gobierno coniin: “Confieso que el tspecticulo de los delegados de tantas naciones, tan extensas y distant, r- unidos baxo un mismo techo, tratando, como si uesen negocios de una misma Tantos y tan diversos imtereses ¢s un especticulos verdaderamente 2). Imente se hubieran fear en ese momento: y porque en los debates para su elaboracién tucién también solo para Espafia. Y esto es absolutamente falso, en los ‘anos participaron representantes de la nacidn espafola, elegidos espafioles, todos aquellos “que por ambas lineas traen su ‘espaioles de ambos hemisferios y estan avecindados en +r pueblo de los mismos dominios” (art. 18). Las Cortes de Cadiz fueron "no espatiolas, y la participacién de los “espafoles americanos uuchos aspectos determinante. Lo fue, sin duda, desde un punto de ivo. El texto hubiese sido otro sin los diputados de América, por por Io que se refiere al problema de la representacién. Pero tambié fo: entre los diputados firmantes de la Constitucién el gnu netoso fue el de los novohispanos (18), seguido de los valencianos { sta, "y muchas veces se pierde”, son palabras. ue el Congreso doceatista significd el primer to modderno de las Espanas ly el | De la peninsular y de la era el primero y ilti= iad nacional soberana es un hecho { solo puede medirse, en todo caso, es re jos en los que se subdividia ” 75 (Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Leén, Molina, Sevilla, Extremadura, Jaén, Asturias, Provincias Vascongadas, ete.) pero que no dejan de ser significa vos. Por cierto, que si hubo americanos entre los firmantes de la Const también los hubo entre los que rubricaron el Ma a Fernando Vi de 59, cuatro novohispanos, cinco peruanos y un rioplatense. En la guerra civil de cardcter transcontinental que se libro en el interior de la Monarquia Catélica, a eleccién de bando no estuvo determinado por el origen geogrifico, sino por los posicionamientos mio de confundir Monarquia Cat nacién de la ie se habla en Cadiz, con Espafia parece contar con muchos adeptos @ uno y otro lado del Atlantico. La ingenieria constitucional puesta en marcha en Cadiz buscé transfor 1 una monarquia de Antiguo Régimen en una nacién moderna, todo ello en. el marco de un espacio geografico que se extendia desde Baleares a Filipinas y desde el extremo sur de América hasta el centro de los a Hablar, como han hecho algunos autores, por ejemplo Timothy Ann de la actitud hipécrita de las Cortes de Cadiz y de su fracaso resulta, como poco, discutible. No se puede pasar por alto que en la representacidn estable= cida por la Constitucién se establece una igualdad absoluta, un diputado por cada 70,000 ciudadanos, lo mismo en Europa que en América; también una no desdefiable capacidad de autogobierno local, a través de las diputaciones provinciales. Todo ello en medio de un debate extremadamente complejo en el ‘que hubo que compaginar las demandas de igualdad territorial con la visién de uchos diputados americanos que, como supo ver muy bien Francois-Xavier Guerra, tendian, en muchos casos, a entender la unidad de la Monarquia no a partir de la igualdad sino de una suma de particularismos (Guerra, 1992: 117). Se reclamaban, ala vez, la igualdad y el derecho a la diferencia, El resultado final, a pesar de todo lo anterior, consiguié un relative con- senso. Resulta revelador a este respecto que hasta un decid partidario de la Tuptura politica con la Monarquia, el mexicano Carlos Maria de Bustamante, pueda argumentar todavia en 1820, en La Constitu cafecto a la Constituci ico apropiado para una nacién extendida a ambos lados del Atlantico 1971}. La existencia de unas Cortes generales, con una propor cionatda representacién de los americanos, y el reconocimiento del derecho al autogobiemno local med les, permit los mas activos wdependencia plantearse que la soltt= cidn ideada en Cadiz podria, a pesar de todo, haber sido apropiada, Opinién no muy diferente a la mantenida por el oidor de Cuzco, Manuel Lorenzo Vidaue rre, quien también aplaude el grado de autonomia local que la Constituetém permi La ingenieria constitucfonal puesta en marcha en Cadiz buscé transfor ‘mar una monarquia de Antiguo Régimen en una nacién moderna, todo ello en. el marco de un espacio geogrifico que se extendia desde Baleares a Filipinas ¥ desde el extremo sur de América hasta el centro de los actuales Estados Unidos. Hablar, como han hecho algunos autores, por ejemplo Timothy Anna (1983), 16 ‘dad de ‘en medio de un deb 10 a la Constitucién que la Con: co apropiado para una nacién extendida a ambos lados del At- ico (Bustamante, 1971). La existencia de unas Cortes generales, con una rcionada representacién de los americanos, y el reconocimiento del de- jos més activos solucidn ideada en Cédiz podria, a pesar de todo, haber sido apropia- Opinién no muy diferente a la mantenida por el oidor de Cuzco, Manuel le el grado de autonomia local que la que medirlo en fi Itades del proyecto. Inventar una nacién a partir de las mimbres de la Monarquia Catdlica no parece una tarea precisamente fa rado y disperso, unas poblaciones con rasgos fenotipicos diferentes y iados, una sociedad inmersa todavia en valores de Antiguo Régimen, no, Finalmente, la homoge- ad nacional no era un punto de partida sino de Ilegada: la heterogeneidad y émica de muchas de las nuevas naciones, a uno y otro lado del ico, era también elevada, lo que no impidié construir naciones relativa- lente esta jcado experiment, sin paran- ir un sistema de legitimidad 7 Hisraxnasene po nacional que incluyese también los territorios. Es lo que afirma de manera explicita la sus posesiones @ Vieja, Castilla la Nueva, ia, Granada, Jaén, Ledn, Molina, cares y las Ci rica septentrional: Nueva Espafia con la Nueva Gal provineias intemas de Oriente, provincias inter= ia de Cuba con las dos Florias, ‘ura de una Monarquia aos que el articulo I en el futuro ("se hard una division més conveniente del {erritorio espaiiol por una ley constitucional’), 0 por la audacia politica de considerar parte de una n La perplejidad entre la opinién publica europea fue en todo caso absolut. Tal como refleja un muy temprano texto del fl6sofo Bentham en el que advierte a los liberales espafoles de la impos ‘encajar en el mismo disefio constitucional territorios con estructu tan diversas, instindolos a que prescindan de los territorios ultramiarinos pues la existencia de un régimen constitucional comiin para Europa y América es imposible (Bentham, 1820-18. Estamos ante una propuesta no intentada por ninguna de las grandes jas de la época en su transicién de monarquia a nacién. Ni siquiera ido briténico que, al menos hasta el inicio de su aventura impe lia, considerd su expansién ultramari arquias en gene leales del protest fruto de la tirania, el despotismo y la autocrat pidi6 que ni siquiera se llegase a considerar la posibilidad de ofrecer a los habitantes de las trece colonias tener representacidn en e] Parlamento de Londres. Algo que en Cadiz: se dijo, en realidad antes y de forma enfitica: el Manifiesto de la Junta Central ma, y se hizo, astante menos enfitica, fa porque la representacion americana en las | problem: resuelto. Un interminable de- Se Cortes se va a convertir 78 ia que ver con la premura con la que de guerra y que se fue res ida que pasar presencia americana se vio tam! por contar solo con representantes elegidos por las provincias. En el por el contrario, alos representantes de las provincias se Régimen, y los de las Juntas teri las por ausen rea. Y esto ya no era un problema de causas externas. Ambos tipos de bién haberse nombrado en América, México y Cuz {que estas tenian la condicion de ciudades cabeceras de Cortes, y Juntas las peninsulares se constituyeron, o intentaron constituitse, al otro lado ico desde el mismo momento que se tuvo noticia de lo ocurrido en No se hizo asi, y se cred un resentimiento que, con mayor 0 menor ya en muchos de los escritos americanos de la €poca. El problema de la subrepresentacién americana en las Cortes de Cadiz va mes con América de manera pricticamente ieto que la Constitucion establece que en las futuras Cortes la representacién se haria a partir de una igualdad absoluta entre todos los terti- leva nacion espafiola. Es decir un diputado por cada 70.000 ciu- : una situacién normal, sin diputados suplentes. No es menos ibargo, que las Cortes de Cidiz tenian un caracter constituyente notivas obvios, carecerian ya las siguientes, por lo que la falta Tepresentacién justa y proporcionada de los americanos en Cadiz era pésimo precedente para una c a entre lo que del otro del ‘compuesta por dos pilares, 1e0. No era lo mismo estar subrepresentados, aunque mporal y transitoria, en unas Cortes ordinarias que en unas se prometié la igualdad para las Cortes futuras, esto es, para obedecer un marcado caricter propagandistico de destegi |. Estamos ante la afirmaci ‘anera esplendida 79 Hisraxoaenes Estw0, 1¢ ambos procesos no dos como parte del mismo fendmeno sino como dos real embargo, que era una sensacidn bastante generalizada entre l en América. Aparece también en la Carta de Jam que posibl ic jente también por influencia de En esta tesitura, una parte de las élites americanas percibieron, quizas manera no demasiado errdnea, en la nacién espafola, el nuevo sujeto poli surgido de la crisis de 1808, habia, por parte de la Peninsula, una clara te dencia a asum Ni guerra de independencia ni revolucién: guerra civil «as interpretaciones de guerra ce independenia,reval independencias, mi propuesta es que lo que ocurié en ta Monat- uid la propia Espana, no fue una guerra de independencia, mayoria de los pases 1810, yterminada, con variaciones de unos fries otros, en agin momento de esta dca y comienzos de a siguiente: in, un enffentamlento entre revolucion y contrarrevo- ‘en torno a 1810 y conclude con la proclamacion de has alo largo del continent; sino una Tmomento de mediados desde la instauracién de la nueva dinast a partir de la experiencia de la guerra de los Siete Anos. Percepcién qu dde manera casi inmediata, a la no identificacién con la nacién imaginada Cadiz. En algunos casos, de todas formas, esta necesidad de ruptura con la pa te europea de la nacidn es previa a la aprobacién de la Constitucién de 181: La evolucién de la crisis politica de 1808, en particular la manera en que ;maron las nuevas autoridades politicas (Junta Central, la Junta de Regen con una absoluta ignorancia de las Juntas americans la_y bajo los mismos fundament levé a que desde muy pronto hubiese grupe festa nueva nacién espafola. Es el cas icin de Ia guerra por otros medios, en Ia que se debatieron m no solo, ¥ posi ono de la n de mayo en Buenos Aires, quien ya a finales de 1810 afirmaba que dada la evolucidn de la situacion en la Peninsula, solo cabia esperar que li 5 siguiesen siendo “colonias de la Espatia’. Motivo por el cual proponi a de lo que estaban hi is Juntas a uno y otro lado del Atléntico, no ut Fernando Vil y la defensa de st politica sino la ruptura con la Monar Inds la excepcién que la norma. Lo que predomind en lineas gene Teconocimiento del marco juridico de la Monar de la definicién nacional proclamada en Cid Otro de los inconvenientes, y no el menor, Independencia americanas una revolucién es biticaciones de Bayona generaron una situacién de inesta ada y las élites de la Monarquia se vieron obl io en el que, por primera vez, faltaba la funci real. Los complejos equilibrios entre los funcionarios de la Corona, jonarios de la Iglesia y los de las elites locales se volvieron cada vez stables. Conforme la crisis se fue agravando, entre 1809 y 1810, la autoridades reales se hizo cada vez mis di n de forma cada vez mas clara y, finalmente, el enfren- iento entre los diferentes grupos llegé a una guerra civil generalizada en njunto de los territorios de la Monarquia. Una guerra civil en la que el nto de los ejércitos y las milicias tuvo, en un primer momento, pel determinante, pero en la que Ia importancia de la mo ‘como en toda guerra civil, acabé siendo decisiva. los inicios del conflicto, aproximadamente hasta 1810, fueron el ejér- ias quienes, por accién o por omisién, condicionaron el éxito 0 fracaso de uno u otro grupo, Alli donde apoyaron a as antiguas autridades de considerar las guerras anticas” Una opciém Cajas para su mejor comprensiOn, pero también algunos inconvenientes. Las ventajas son obvias: estariamos ante el mismo gran ciclo revolucionario que cambié las estructuras del Antiguo Régimen en todo Occi= fe, Los inconvenientes también: entre la “revolucién all puertas a la independencia de la América anglosajona y la revolucion las abrié a Ia espariola hay diferencias demasiado significativas is de manera conjunta. Quizas 1a mas determinante trece colonias no supuso el fin de ‘a revolucién que puso fin al Antiguo Régimen en inglesa, la independencia de la América espanola si. La nacién Catélica y que a que hoy conocemos es el resultado, lo mismo que las americanas, 's nacionales que substituyeron a n. Una diferencia su= fen América como en la Peninsula, 8 80 -oncluyd en la década de los veinte. pecto al primero, de manera obvia, no se desmantela todo un sistema soci ico de un dia para otro y por decreto, maxime si, como parece probabl os tanto frente al fin de una forma de organizacion social y poli ‘como ante la desaparicién de una forma de civilizacién. La afrmacién podria resultar mas discutible para el segundo caso, el ias de tipo nacional. Para comienzos de Centroamérica, habian proclamado ya su independé sin embargo, que ser extremadamente cuidadosos ¢¢ eS como esta. Lo que ocurrid en la segunda década del siglo fue solo que antiguas divisiones administrativas rompieron su relacién de larga tarea pendiente, de esta misma guerra c sangrienta que entre 1810 y 1824, y de Estado. ste conflicto civil largo, la ubicacién de los contendientes fue to los partidarios de la independencia fueron li nservadores defensores a ultranza de la unidad de la Monarqy 10S ejemplos al respecto, un connotado conservador como ispano Jose Mai Espafa conve Espaia, afrancesada y perdida para la fe; mientras que un no menos connot do insurgente como José Maria Morelos y Pavén muestra en sus decretos. samiento ya no de Antiguo Regimen sino directame iterpretacion de las guerras de n descul tes décadas serin escenario de nuevas fas que se enfrentaron, de manera no me lferentes proyectos alternativos de nac no fueron pocos los politicos y escritores americanos que se refirieron a ell ‘como guerras civiles. Por poner un ejemplo, en 1849, con algunos de los q ian participado en el conflicto todavia vivos, el ya citado José Maria Torn escribe, con absoluta naturalidad y dandolo como un hecho incuestionabl conflicto bélico que habia tenido lugar en Mex que si “el gobierno virreinal no hubiera contado con el apoyo de los naturalesy hhubiera caido [en 1810)" (Tornel, 1849} El proceso de afirmacién de los Estados nacionales en la segunda mitad lel siglo XIX tuvo como consecuencia la construccién de una historiografia 82 iglos como una especie de tribu errant naci a protagonista del devenir €l sujeto de la historia, no los hombres que la forman, |e extralar que en este contexto {deol6gico la celebracién del pri- jo de las independencias se convirtiese en icién de las independencia como guerras de EI hecho his- recuperar la ,a sombra del primer centenario de las independencias p durante varias décadas. Hay que esperar a comienzos di ta para encontrarnos otra vez con la afirmacién de que la guerra de . Fue obra del historiador argentino lencia, sino un conflicto por Ia soberania, a partir de la crisis dindst por los sucesos de Madrid, que desembocaria en una guerra s en una guerra de independencia. bargo, como ya se ha dicho, a partir de la década de los ochen- je de historiadores comenzaran de forma sistematica a agen de las llamadas guerras de Indey lunas guerras de liberacién nacional. Son estos nuevos plante: lun nuevo marco tedrico global que nos permita entender mejor el plejo proceso del fin del Antiguo Régimen en los territorios de lo que fue icién, ni guerra de independencia, guerra civi 1a, desde 1810 hasta algiin momento de la segunda Una guerra civ ar del rey en el imaginario politico, y con Régimen territorios americanos y europeos de la Monarquia. Una guerra civil ida en el momento en que uno de los bandos pudo imponer una nueva de legitimidad del poder de 1 y una organizacion social individuo y los derech 1 a las corporaciones jos colectivos que hi to la sociedad ante Dos logicas de imaginacidn de lo social intrinsecamente incompatible, abitacién confitiva, y cuyo enfrentamiento solo podia conclu con el de una sobre la otra La idea de entender las guerras de Independencia como parte de un pro- ‘eso de transformaciones que se prolongaria hasta bien entrado el 83 Hiseasoauine ispanicas, 10 como una 08 alternativos ¢ incompati rpretar y ver el mundo. El origen de esta guerra ci istema imperial fracasado, el de la Monarquia Cat por casi dos decenas de naciones nuevas que intentaron con mayor o met éxito ocupar el espacio politico dejado libre por aquella, mientras construl les que encerraban en si formas diferen cestaria en la desaparicién por implosion. estado vigentes durante tres siglos. Tal 1a gran comunidad hispanica, u ne dificil expresar lo ocurrido de una manera més precisa y elegante, aunq atizar que no se trata de un problema de creer sino. iedida en que no lograron resist la feroz competencia de otros sistem; ‘0s frente a los que representaban una forma alternativa de organizacié ica o cultural. El Imperio turco no fue un Estado mas en el concierto de las monat curopeas sino una altemativa de civilizacion, no solo por diferencias r Porque representaba una forma diferente de concebir las relaciones del poder politico con la sociedad hasta iento de las relaciones econémicas. nperio austrohingaro represents la iltima estructura politica contem= pordnea fundada en la fidelidad al monarca y no en la identidad nacional. Una forma alterativa global de legitimacién del poder y de organizacién pol i Ix. Fue desmembrado en nombre de un principio, et de naciom jeno a los que habian sido sus fundamentos ideal6= tro mas, de imposicién de formas de organizacion uerza de las armas. No hay, sin embargo, nada que permita’ afirmar la inferioridad de la estructura politica austrohingara frente a alterna= tivas de tipo nacional. El crecimiento econdmico de las itimas décadas de su existencia es comparable, sino superior, al de los principales Estados-naciém de la época los derechos de las minorias étnicas fue, de manera nuevos Estados ‘cultural y cientifico te bien la comparacién con no importa politica por la n sus ruinas; y sobre el desartol de entresiglos soporta las grandes 84 sobre cuya voluntad de ofrecerse como alternativa civilizatoria, el hom- .evo de la propaganda estalinista, no creo que quepan demasiadas dudas. jeresa aqui el analisis de las caracteristicas de cada uno de estos srnativos, tampoco explicar las causas de su fracaso, sino jén que el de un poder ‘oncreto y c6mo su logica de desintegracion es fa misma que la que se ia Catdlica, La consecuencia més visible es la disgregacion ero el colapso civilizatorio resulta generalizado. Es toda una socie- ue tiene que reestructurarse a partir de nuevos valores que, en m ‘ontrapuestos a los anteriormente vigentes. aspecto que mas mos interesa ai idependencia de “naciones” 1" sobre las “periferias”, Una organizacién politica, en parte tambien una forma de civilizaci te res siglos habia representado una alternativa global barroco-co1 ita al mundo de la Reforma sobre el que se estaba construyendo la dad en Occidente, que colapsa y se desintegra. Y aqui, quizis, habria earse la existencia de dos modernidades alternativas, una reformista- ne y otra contrarreformista-catélica. Las independencias no fueron isantes del colapso de la Monarquia Catélica, fue el derrumbe de esta el |do que por cierto no habia ocurrido munca en los trescientos aftos de st cexistencia, pierde desde esta perspectiva su cardcter anecdético. No se trata de Ja desintegracién de 1a Monarquia se desencadene por un hecho fortuito, especie de historia érénemer nueva forma de legi Sracia de Dios sino en nombre de la nacidn, que marca el inicio de un c huevo en la historia de Occidente. Esta lucha tuvo dos fases. En la primera se dirimieron lo: 'va comunidad nacional sujeto de soberania. El problema politico basico fe la soberania tucién de una comunidad de ciudadanos. La al- jon extendida que se correspondiese ara principios de la 85 ivo menor, porque la vuelta de Fernando VII y la restauracté bsolutista la hizo practicamente inviable. En su lugar ciones definidas a partir del propio conflicto bélico. use, en esta primera fase, sino era inevitable al mi racasados que aqui se esta proponiendo como modelo es, cor nadie logra hacerse reconocer como heredero de la anti Un problema que aparece una y otra vez como trasfondo en el caso marquia Catdlica, Ninguna de las instituciones nacidas con el objetivo lugar del monarca ausente logré recuperar integra la antigua sok s locales, porque solo aspiraron a ejercerla sobre una pat |, porque tuvo que hacer frent alos recelos de las Juntas locales y a la oposicién del todavia poderoso Const Jo de Cas ‘onsejo de Regencla, porque su funcién se vio practicament reducida a la convocatoria de las Cortes, con las que, por otra parte, mantu tunas relaciones conflictivas; y la Constitucidn de Cédiz, porque ni logré te en el conjunto de todos los territorios de la Monarquia ni tuvo ung ‘en realidad solo de 1812 a 1814, puesto que cuando se restablecié en 1820 la mayor parte de los territories americanc habian declarado ya su independencia. ‘La segunda fase fue todavia més complicada. Las nuevas naciones ne= cesitaron definir aquello que las hacia diferentes de las demas o, si se quiere, construirse como naciones, a la vez que echaban las bases de una nueva sO iberal. Un conflicto identitario, de una virulencia extrema, que se va identidad colectiva se convierte en lo que nunca antes habia sido: una forma. del poder. No una guerra de independencia corta sino una’ larga de la que la primera seria solo un capitulo, ni seguro de que el mas importante, No creo que sea arriesgado afirmar que la América espaiola, o quizis seria mejor decir que el conjunto de la antigua Monarquia Catdlica, incluida Espafta, inicia su vida independiente sit resuelto la mayoria de las preguntas basicas que habian estado en el origen conflicto bélico iniciado en 1810. Daries respuesta demorara todavia cast medio siglo cuando, y no creo que casualmente, llegan al poder generaciones: que ya nada tenian que ver con un imaginario politico de tipo tradicional. Esta visin de las guerras de Independencia como guertas ci vventaja, ademas de permitir explicar mucho mejor la 20, la de ofrec ‘2 Instaurada en todos los territorios de lo que habia ica durante las décadas posteriores a las sucesivas i= hisps ni de la negra herencia colonial, sino de los cambios en las relaciones de poder jenerados por las guerras en el interior de las sociedades para las que, como sido la Monarquia Cat dependencias. Este fue e! resultado, no de una supuesta “anom - la articulacién en esult6 enormemente di n nuevo sistema como insistentemente ha repel la indepe fa cambiado na Espafia’, sino, por el contrario, que las ‘cambiado tantas cosas que result6 fo, sobre todo, el fundamento de le ar como el convencimi fe que quien ejerce el poder tiene derecho a hacerlo, Tal como Antonio Annino, jcacion bastante mas plausible que los trescientos aftos de des- atavicas necesidades de un poder fuerte. El colapso de lev @ una guerra civil generalizada cuya consecuencia mas desmantelamiento de una vieja forma de legitimidad y su icidn por otra. Un proceso complejo e imposible de resolver solo a tra- administrativos. igen de la _modernidad hispénica no esta la guerra entre Es- sino la guerra civil y este es un problema que no podemos dejar de si queremos entender las caracteristicas y debilidades del Estado en ranoamérica, Bibliografia nd the Loss of Americ. ion: Universi af Nebr fucion¥ verad en I Anica Hip pp. 179-228 ins of the Brith Empire. Cambrigde: Cambria Press. En: Historia de las ciencias morales, ordenados ‘espaiola por D. Taibo a7 Las cuunaas Ieresnescis Hiseaxoninen Capitulo 3 La voluntad de orden: una genealogia historica del pensamiento conservador iberoamericano Francisco len (ed), Guertefraticide. Le guerre ci pp. XLV. J 0. (207). Interpretaiones generales de las independenctas. En: Alfiedo Avila Virginia Guedea (coords) La independencia de México: 1emas einerpretaciones reien México: UNAM, pp. 201-218. Tilly, Ch. (1975). War Mi Siates in Western Europe, Tilly, Ch, (1985) War Making and ues University Pres, pp. 169-192 la religion y las iglesias, relegadas a la esfera privada, quedarian provistas de su antigua y privilegiada relacion con el poder terrenal. La a, entendida como sustitucion de los valores religiosos por zacién social sancioné la interpretacién candnica de la modemnidad com irreversible proceso de secularizacion, un diagnéstico que encontré sus epigo- hos durante el siglo XX en la teoria socioldgica de la modernizacién (Esteban, 2008: 299-315). Frente a todo ello, los sectores conservadores rei jamente la vieja alianza entre el trono y el altar, si al menos el jor de a monarquia y la restauracién de un orden social cris- francesa, uaz, J (1963). La teria del Estado los orgenes del constitucio ucionales, uependenca, México: Conacul ismo hsp jones subsumibles bajo el tér- 10 del conservadurismo muestran al menos dos peculiaridades frente a otras latitudes. La primera de ellas atafle al componente catélico como principal 88 89

Das könnte Ihnen auch gefallen