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46 Mickel Foucoutt politico rechazamos esas politicas de la doct eran aguellas, pienso, conocidas con el nombre de cor miso. — Es el lenguaje o el vocabulario lo que separa actualmente allos fil6sofos y a los cientificos del gran piiblico, de los hom- bres con los que viven, de sus contemporaneos? M.F. Creo, por el contrario. que hoy mas que nunca las ins- tancias de difusién del saber son numerosas y eficaces. El sa- ber en los siglos XIV y XV, por ejemplo, se definia en un esp: cio social que era circular y forzoso. Fl saber era lo secreto. y la autenticidad del saber estaba a la vez gatantizada y protegida or el hecho de que ese saber no circulase 0 vamente entre un reducide mimero de individuos; desdi Momento en que el saber era divulgado cesaba de ser saber y, por consiguiente, dejaba de ser verdadero. Nos encontramos actuiaimente en un nivel muy av: tuna mutacién que comenz6 en los siglos er de forma evidente Io que to situado en las mismas condiciones, podria ver En este sentido la estructura del saber se ha convertido en pui- blica, Todo el mundo posee el saber. Simplemente no siempre se trata del mismo saber, ni del mismo grado de formacién, ni del mismo grado de precisién, etc. Pero no estan por un lado tos ignorantes y por otro los sabios. Lo que acontece en una 20- na del saber repercute actualmente de modo muy répido en otra zona del mismo. Y en esta medida pienso que nunca el sa- ber ha sido tan especializado como ahora y sin embargo tam- poco nunca se ha comunicado tan répidamente consigo mismo. LA FUNCION POLITICA DEL INTELECTUAL. RESPUESTA A UNA CUESTION.* Agradezco a los lectores de Esprit su amabilidad al plantear- me una serie de cuestiones, y a J.M. Domenach el haberme ofrecido la oportunidad de responder. Las preguntas eran tan numerosas —y cada una de ellas tan interesante— que no me ha sido posible examinarlas todas, He escogido la iltima (aun- que no sin lamentar no poder contestar a las otras): “Un analisis que introduce la opresién del sistema y la dis- continuidad en la historia de! pensamiento gno priva de funda- mento a una intervencién politica progresista?, ;no conduce al siguiente dilema: a la aceptacién del sistema o a recurtir al su- ceso incontrolado, a la irrupcién de una violencia exterior tini- ca capaz de trastocarlo?”" Los motives que me han inducido a elegir esta cuestién son los siguientes: 1). Porque me ha sorprendido aunque pronto me convenci de que concernfa al micleo mismo de mi trabajo. (Revista ESPRIT. nim. 371, mayo 1968, ps, 850-874 4" a8 Micke! Foucault 2). Porque me permitia proporcionar algunas respuestas ‘que indirectamente respondian a otras cuestiones planteadas. 3). Y, por ditimo, porque fomulaba un tipo de interrogacién ue ningiin trabajo teérico hoy puede soslayar. Lo que intento hacer, tengo que admitirlo, ha sido caracteri- zado en vuestra pregunta con una gran precisién, al mismo tiempo que habeis seftalado al centro del debate: “‘introducir la opresiGn del sistema y la discontinuidad en Ia historia del pensamiento". Si, me reconozco casi por entero en esa frase. Reconozco que se trata de una afirmacién casi injustificable. Con diabélica oportunidad habeis conseguido dar una defini ccién de mi trabajo que no puedo sino suscribir, pero que nadie desearia razonablemente asumir. De repente me doy cuenta de mi extravagancia, de mi singularidad tan poco legitima. Y respecto a este trabajo, (realizado un tanto en solitario, mas siempre pacientemente, sin otra ley que él mismo, bastante ‘minucioso como para defenderse por si sdlo, 0 al menos eso pensaba yo), se me hace ahora presente lo mucho que se des- via de las normas mejor establecidas y lo chirriante que resul- ta. No obstante me molestan dos o tres detalles de la ajustada definicién que me proponeis que me impiden (posiblemente me evitan) adherirme a ctla por completo. En primer lugar empleais el término sistema en singular. Sin embargo, yo soy pluralista; me explico. (Espero que me permitais referirme no sélo a mi tltimo fibro sino también a aquellos que lo han precedido, puesto que en conjunto forman un haz de investigaciones con temas y referencias cronolégicas bastante préximas; y también porque cada obra constituye una experiencia descriptiva que se opone y, en consecuencia, se refiere a las otras a través de un determinado ntimero de ras- £205). Soy pluralista: el problema que me he planteado es el de {a individualizacién de tos discursos, Para individualizar los discursos existen criterios que son conocidos y seguros (mas 0 menos): el sistema lingiifstico al que pertenecen, la identidad del sujeto que los ha articulado. Sin embargo, otros criterios, ‘no menos familiares, resultan mucho mas enigmiticos. Cuan- La fines polvcu del invelectual Respuesta un cuestis ” do se habla de /a psiquiatria, de la medicina, de la gramatica, de la biologia o de lu economia, de qué se habla? ;Cuales son esas curiosas unidades que creemos reconocer a primera vista pero que nos resultan embarazosas al definir sus limites? Uni- dades algunas de las cuales parecen provenir del fondo de nuestra historia (la medicina no menos que las mateméticas). mientras que otras han aparecido recientemente (la economia, la psiquiatria), v otras posiblemente han desaparecido (la ca- suistica). Unidades en las que indefinidamente se inscriben enunciados nuevos y que se ven modificadas asi sin cesar (ex- trafia unidad Ia de la sociologia o de Ia psicologia que desde su nacimicnto no han cesado de recomenzar). Unidades que se mantienen obstinadamente después de tantos errores, tantos olvides, tantas novedades, tantas metamorfosis, pero que su- fren a veces mutaciones tan radivales que es dificil conside- rarlas idénticas a si mismas (;cémo sostener que es la misma economia la que va ininterrumpidamente de los fisiécratas a Keynes?), Quizd existen discursos que pueden redefinir continuamen- te su propia individualidad (por ejemplo las matenidticas pue- den reinterpretar en cada momento la total sin embargo, en ninguno de los casos anteriormente citados e! discurso puede restituir la totalidad de su historia en la unidad de una arquitectura formal. Perviven dos recursos tradiciona- les. El recurso histérico-transcendental: intentar encontrar. més alld de toda manifestacién y de todo nacimiento historico, una fundacién originaria, el panorama de un horizonte inago- table, un proyecto distante de cualquier suceso que manten- dria a través de la historia el esbozo persistente de una unidad que no tiene fin. El recurso empirico-psicolégico: buscar al fundador, interpretar lo que quiso decir, detectar las significa- ciones, contar las tradiciones y las influencias, fijar el momen. to de las innovaciones, de los olvidos, de las tomas de concien- cia, de las crisis, de los cambios en el pensamiento, la sensi lidad 0 el interés de los hombres. Ahora bien, me parece que cl primero de estos recursos es tautol6gico, y el segundo extr seco inesencial. Me gustaria intentar individualizar !as gran- des unidades que jalonan en la simultaneidad o en la sucesi6n, 50 Michel Foucault el universo de nuestros discursos detectando y sistematizando sus caracteres propios. Para ello he utilizado tres grupos de ctiterios: 1). Los criterios de formacién. Aquello que petmite indivi- dualizar un discurso de! tipo de la economia politica o 1a gra- matica general, noes la unidad de un objeto, ni una estructura formal; no es tampoco una arquitectura conceptual coherente, ni una eleccién filoséfica fundamental, sino més bien las regias de formacién de todos estos objetos (por muy dispersas que sean), de todas sus operaciones (que con frecuencia no pueden superponerse ni encadenarse), de todos sus conceptos (que pueden muy bien ser incompatibles), de todas sus opciones tedricas (que muchas veces se excluyen unas a otras). Existe una formacién discursiva individuatizada cuando se puede de- finir un juego de reglas de este tipo. 2). Los criterios de transformacién 0 de umbral. Se puede decir que la historia natural (0 la psicopatologia) son unidades de discurso si se pueden definir las condiciones que se han dado en un determinado momento para que sus objetos, sus operaciones, sus conceptos y sus opciones tedricas hayan podi- do formarse; si se pueden definir las modificaciones internas de que han sido susceptibles; en fin, si se puede definir a par- tir de qué umbral de transformacién han sido puestas en mar- cha nuevas reglas. 3). Los criterios de correlacién. Se puede decir que la medi- cina clinica es una formacién discursiva auténoma si se puede difinir el conjunto de las relaciones que la definen y la si entre otros tipos de discurso (tales como Ia biologfa, la clinica, Ia teoria politica 0 el andlisis de la sociedad) y en el contexto no discursivo en el que funciona (instituciones, relaciones socia- les, coyuntura econémica y politica). Estos criterios permiten sustituir los temas de la totalizante (ya se trate del “‘progreso de fa razén"’ o del ‘“espi- ritu de una época"”) por andlisis diferenciados. Permiten des- cribir como la épistéme de una época no es la suma de sus co- nocimientos, o el estilo general de sus investigaciones, sino la desviacidn, las distancias, las oposiciones, fas diferencias, las relaciones de sus miiltiples discursos cientificos: la épistéme y La funcin politica del intelectual. Respuestaauna cuesti¢n $1 no es una especie de gran teoris subyacente, es un espacio de dispersién, un campo abierto y sin duda indefinidamente des- criptible de relaciones. Permiten ademés describir, no la gran historia que abarcaria todas las ciencias en una sola y tinica pa- nordmica, sino los tipos de historia —es decir, de permanencia y de transformacién— que caracterizan los diferentes discur- ‘50s (la historia de las matemiticas no obedece al mismo mode- loque la de la biologia, ni ésta al mismo que la de la psicopato- logia): la épistéme no es una rama de la historia comtin a todas las ciencias, es un juego simulténeo de permanencias especifi- cas. Por Gitimo, estos criterios permiten situar en su lugar co- rrespondiente los diferentes umbrales: porque nade prueba con antelacién (ni demuestra después del andlisis) que su cro- nologia es la misma para todos los tipos de discursos; el um- bral que se puede describir para analizar el lenguaje a comien- 20s del siglo XIX no tiene, sin duda, un episodio simétrico en la historia de las mateméticas; y todavia mas paradéjico, el um- bral de formacién de la economia politica (marcado por Ricar- do} no coincide con la constitucién —por Marx— de un andlisis de la sociedad y de la historia(1). La épistéme no es un estadio general de la razén, es una relacién compleja de desniveles su- cesivos. Ya ven que nada me resulta més distante que la biisqueda de una forma opresora, soberana y tinica. No pretendo detec- tar, a partir de signos diversos, el espiritu unitario de una €po- ca, la forma general de su conciencia: algo as{ como una Wel- tanschaung, Tampoco he descrito la emergencia y el eclipse de tuna estructura formal que reinaria, por un tiempo, sobre todas as manifestaciones del pensamiento: no he hecho la historia de un transcendental sincopado. En fin, tampoco he descrito (1) Este hecho, sefialado ya por Oscar LANGE, explica a la ver Ia plaza limi- ada, y perfectamente circunserita, que ocupan los conceptos de Marx e ct ‘campo epistemoldgico que va de Penty a tz economettia contemporinea, asi ‘conto ef cardctet fundador de esos mismas conceptos para una teora de la his- toria. Espero tener tiempo para analizar los problemas del discurso histrico ‘en una préxima obra que se titularé més o menos: El pasado el presente: otra arqueologla de las ciencias humanas, Michel Foucault pensamientos 0 sensibilidades seculares que nacen, balbu- cean, luchan, se extinguen como si se tratara de grandes espi- ritus fantasmagéricos que representan su teatro de sombras chinescas entre las bambalinas de la historia. He estudiado, Paso a paso, conjuntos de discursos; los he caracterizado; he definido combinatorias, reglas, transformaciones, umbrales, permanencias; los he combinado, he descrito haces de relacio- nes. Y siempre que lo he considerado necesario he hecho proli- ferar los sistemas. Un pensamiento, dicen, que “‘subraya la discontinuidad”. Nocién cuya importancia hoy —tanto para los historiadores co- ‘mo para los lingiistas— no deberia ser subestimada. Y, sin embargo, su utilizacién en singular no me parece la mas pert nente. En esto, una vez més, soy pluralista. Mi problema con- siste en sustituir la forma abstracta, general y mondtona del “‘cambio™ a través de la cual se tematiza ingenuamente la su- cesién, por el anilisis de los tipos diferentes de transforma- cidn. Esto implica dos cosas: poner entre paréntesis todas las viejas formas de blanda continuidad mediante las cuales con frecuencia se amortigua la irrupcisn stibita del cambio (tradi cidn, influencia, habitos de pensamiento, grandes formas mentales, orientaciones del espiritu) y hacer surgir, por el con- trario, con tesén, toda la viveza de la diferencia: establecer meticulosamente la dispersién. Una vez hecho esto poner asi- mismo entre paréntesis todas las explicaciones psicolégicas del cambio (genio de los grandes inventores, crisis de la con- ciencia, aparicién de una nueva forma de pensamiento) para definir con el mayor cuidado las transformaciones que no han provocado pero si constituido el cambio. En suma, reemplazar el tema del devenir (forma general, elemento abstracto, causa primera y efecto universal, mezcolanza confusa de lo idéntico y lo nuevo) por el analisis de las transformaciones en su especifi cidad. 1). En el interior de una determinada formacién discursiva detectar los cambios que afectan a los objetos, las operaciones, La uncon polition del intelectual, Respuesta a una cucstion 53 los conceptos, las opciones teéricas, Se pueden de este modo distinguir (me limito al ejemplo de la gramdtica generul): los ‘cambios por deduccién o implicacién (la teoria del verbo-cépu- la implicaba la distincién entre una raiz sustantiva y una fle- xin verbal); los cambios por generalizacién (se hace extensiva al verbo la teoria del término-designacién, desaparece por con- siguiente la teorfa del verbo-cépula); los cambios por delimita- ci6n (el concepto de atributo es especificado mediante Ia no- cién de complemento); los cambios por el paso al complemen- tario (del proyecto de construir una lengua universal y transpa- rente se deriva hacia la busqueda de los secretos ocultos en la més primitiva de las lenguas); ios cambios por el paso de un término a otto de una alternativa (primado de las vocales 0 pri mado de las consonantes en la formacién de las raices); los ‘cambios pot permutacién de las dependencias (se puede fun- dar la teoria del verbo sobre la del nombre o a la inversa); los ‘cambios por exclusién o inclusién (el anélisis de las lenguas co- mo sistemas de signos representativos hace caer en desuso la biisqueda del parentesco que existe entre ellas que, en contra- Partida, es reintroducido a través de Ia busqueda de una len- ‘gua primitiva). Estos diferentes tipos de cambio constituyen por si mismos el conjunto de las derivuciones caracteristicas de una forma- cién discursiva. 2). Detectar los cambios que afectan a las formaciones dis- cursivas misma: — desplazamiento de las lineas que definen el campo de los objetos posibles (el objeto médico a comienzos del glo XIX cesa de ser percibido en una superficie de clas cacién para ser contemplado en el espacio tridimensional ién y nueva funcién det sujeto hablante en e! discurso (el sujeto en el discurso de los naturalistas del iglo XVIII se convierte exclusivamente en un sujeto que mira siguiendo una cuadricula y anota siguiendo un c6- digo: deja de ser el que escucha, interpreta, — nuevo funcionamiento del lenguaje en relacién a los obje- tos (a partir de Tournefort el discurso de los naturalistas s4 Michel Fouceult La funcion politica del intelectual. Respuesta a una cuestin SS no tiene por funcién penetrar en as cosas para extraer de cllas el lenguaje que secretamente encierran y datlo a co- nocer, sino desplegar una superficie de transcripcién en la que la forma, el nimero, el tamaifo y la disposicién de los elementos podran ser traducidos de manera univoca); — nueva forma de localizacién y circulacién de los discursos en Ia sociedad (eI discurso clinico no se formula en los mismos lugares, ni con los mismos procedimientos de re- gistro, ni se difunde, ni se acumula, ni se conserva, ni se critica de la misma forma que el discurso médico del si- glo XVID. Todos estos cambios, de un tipo superior a los precedentes, definen las transformaciones que afectan a los espacios discur- sivos mismos: las de las mutaciones. 3). Por tiltimo, el tercer tipo de cambios esté constituido por los que afectan simulténeamente a varias formaciones discur- sivas: — alteracién det orden en el diagrama jerarquico (el andlisis, del lenguaje ha tenido, durante la época clasica, un papel rector que ha perdido en los primeros afios del siglo XIX en beneficio de la biologia); —alteracién en la naturaleza de la relacién (la gramética clasica, en tanto que teoria general de los signos, garan- tizaba en otros terrenos la transposicién de un instru- mento de analisis; en el siglo XIX a biologia aseguraré la importacién “‘metaférica"” de un determinado ntimero de conceptos: organismos————> organizacién; fun- cién———> funcién social; vida~———> vida de las palabras 0 de las lenguas); — desplazamientos funcionales: la teoria de la continuidad de los seres que, en el siglo XVIII pertenecia ai tecinto del discurso filos6fico, ser retomada en el siglo XIX por el discurso cientifico. Todas estas transformaciones de un tipo superior a las otras dos caracterizan los cambios propios de la épistéme misma, las redistribuciones. He aqui un conjunto (una quincena quiz4) de diversas mo- dificaciones que pueden asignarse a los discursos. Preferiria pues que Se dijese que he subrayado no /a discontinuidad, sino las discontinuidades (es decir, las diferentes transformaciones que pueden describirse en relacién a estos dos tipos de discur- sos). Pero lo importante para mi no es ahora constituir una ti- pologia exhaustiva de estas transformaciones. 1), Lo importante es dotar de contenido el concepto monéto- no y vacio de “*cambio"": un juego de modificaciones especifi- cadas. La historia de las “ideas” o de las “‘ciencias"" no debe de ser ya el registro de las innovaciones, sino el anélisis de las diferentes transformaciones efectuadas(2). 2). Lo importante es no mezclar un andlisis de este tipo con un diagndstico psicol6gico. Una cosa (legitima) es preguntarse siel autor es un genio o cuales han sido las experiencias de su primera infancia, y otra describir el campo de posibilidades, la forma de las operaciones, los tipos de transformacién que ca- racterizan su practica discursiva. 3). Lo que importa es mostrar que no existen, por una parte discursos inertes, ya medio muertos, y, por otra, un sujeto to- do-poderoso que los manipula, los invierte, los renueva; sino més bien que los sujetos parlantes forman parte del campo dis- cursivo -tienen en él una posicién (y sus plazamiento), y una funcién (y sus posi funcional)-. El discurso no es el lugar de irrupcién de la subje- tividad pura, es un espacio de posiciones y de funcionamientos diferenciados para los sujetos. 4). Lo importante es, sobre todo, definir entre todas estas transformaciones el juego de dependencias: — dependencias intradiscursivas (las existentes entre los objetos, las operaciones, los conceptos de una misma for- macién).. — dependencias interdiscursivas (las existentes entre for maciones discursivas diferentes: por ejemplo las correla- ciones que he estudiadoen Las palabras y las cosas entre 1a historia natural, 1a economia, la gramética y la teoria de la representacién). (2) En lo que a esto respecta sigo las ejemplificaciones metodoligicas pro- porcionadas en numerosas ocasiones por M. Canguilhem, Sb Michel Foucault — dependencias extradiscursivas (las existentes entre ias transformaciones discursivas y otras que se han produ do fuera del discurso: por ejemplo las correlaciones estt- diadas en la Historia de la locura y en El nacimiento de la clinica, entre el discurso médico y todo un juego de cam- bios econdmicos, politicos y sociales). Pretendo sustituir la simplicidad uniforme de las asignacio- nes de causalidad por este juego de dependencias, 0 en otros términos, hacer emerger el haz polimorfo de las correlaciones suprimiendo el privilegio indefinidamente retomado de la cau- salidad. Como veis no se trata de sustituir con una categoria, “lo dis- continuo", otra no menos abstracta y general, “‘lo continuo". Me esfuerzo, por el contrario, en mostrar que la discontinui- dad noes el vacio mondtono e impensable que existe entre los, sucesos, vacio que urge rellenar empleando dos soluciones perfectamente simétricas: la plenitud sombria de la causa o el ‘gil desplegarse del espiritu. La discontinuidad es un juego de transformaciones especificadas. diferentes unas de otras (cada una con sus condiciones, sus reglas, su nivel) y ligadas entre si segiin esquemas de dependencia. La historia es el anal criptivo y la teorfa de estas transformaciones. Un tiltimo punto sobre el que espero ser mas breve. Voso- ‘ros utilizais la expresién “historia del pensamiento’” pero yo considero que més bien hago historia del discurso. ;Cudl es ta diferencia, me preguntareis? "Los textos que usted utiliza co- ‘mo material, no los estudia en su estructura gramatical, no describe el campo semédntico que abarcan, la lengua no es su objeto, ;qué intenta si no es descubrir el pensamiento que los anima y reconstruir las representaciones de las que los textos dan quizé una versién duradera pero sin duda infiel?. ;Qué busca sino encontrar mas alld de ellos la intencién de los hom- bres que los han formulado, las significaciones que, volunta- riamente 0 a su pesar, han depositado en ellos, ese impercepti- ble suplemento del sistema lingiiistico que es algo como la bre- cha de la libertad en la historia del pensamiento?”. ' / { : La junetin politica del intetectual, Respuesta a u En esto radica quizds lo esencial. Teneis razén: lo que anali- zo en el discurso, noes el sistema de su lengua, ni en general las reglas formales de su construccidn, ya que no me preocupo de saber lo que Io hace legitimo, o le confiere inteligibilidad permitiéndole servir en la comunicacién. La cuestin que me Planteo es no la de los cédigos sino la de los sucesos: la ley de existencia de los enunciados, lo que los ha hecho posibles —a ellos y no a otros—., las condiciones de su singular emergen- cia, su correlacién con otros sucesos anteriores o simulténeos discursivoso no. A esta cuestin, no obstante, intento respon der sin hacer referencia a la conciencia, oscura o explicita, de Jos sujetos hablantes; sin relacionar los hechos discursivos con la voluntad —quizés involuntaria— de sus autores: sin invocar esta intencién de decit que se muestra siempre superabundan- te respecto a lo que se dice; sin intentar captat la ligereza inau- dita de una palabra que no tendria texto. Mi trabajo no es ni una formalizacién ni una cxégesis sino una arqueologia, es decit, como su nombre indica de una ma- nera demasiado evidente, la descripcién del archivo. Este tér- mino no significa la masa de textos que han podido ser recogi- dos en una época dada 0 conservados desde esta época a tra- vés de los avatares del desdibujamiento progresivo, sino el conjunto de reglas que, en una época dada, y para una socie- dad determinada, definen: 1), Los limites y las formas dela decibilidad: ;de qué se pu de hablar?, ;cudl es ef émbito constituide del discurso?, ;qué tipo de discursividad ha sido asignada a tal 0 cual area?, ;de ‘qué se compone el texto?. gde qué se ha querido hacer una ciencia descriptiva?, ,a qué se ha conferido una formulacién li- teraria?, ete. 2. Los limites y las formas de la conservacién: jcudles son los enunciados destinados a pasar sin dejar huella? ;Cules son, por ef contrario, los destinados a formar parte de la me- moria de los hombres (por medio de ta recitacién ritual, la pe- dagogia y la enseianza, a distraccidn 0 ta fiesta, la publici dad)? {Cudles son registrados para poder ser reutilizados y con qué fines? ;Cuiiles son puestos en circulacién y en qué grupos? {Cuiles reprimidos y censurados? s Michel Foucault 3). Los limites y las formas de la memoria tal como aparece cn las diferentes formaciones discursivas: ;Cudles son los emunciados que cada formacién discursiva reconoce como vi dos. discutibles, 0 definitivamente inscrvibles? {Cudles los que han sido abandonados por inconsistentes o excluidos como extraiios? ,Qué tipo de relaciones se han establecido entre el sistema de enunciados presentes y el corpus de enunciados pa- sados? 4). Los limites y las formas de reactivacién: entre los discur- sos de épocas anicriores o de culturas extraiias ,cudles son los que se reticnen, se valorizan, importan, se intentan recons- truir? ;Qué se hace con ellos, a qué transformaciones se los so- mete (comentarios, exégesis, andlisis), qué sistema de apre- ciacisn se les aplica, qué papel se les otorga? 5). Los limites y las formas de ta apropiucién: ;Qué indivi- duos, grupos. clases tienen acceso a un tipo determinado de discursos? ,Cémo esta institucionalizada la relacién del dis- curso con quien lo pronuncia, con quien lo recibe? ,Cémo se sefiala y se define la relacién del discurso con su autor? ,Cé- mo se desenvuelve entre clases, naciones, colect gilistieas, culturales o étnicas, la lucha por la apropiacién de los discursos? Tal es el transfondo en el que se inscriben fos andlisis que he comenzado y hacia el que se dirigen. No escri- bbo pues una historia del pensamiento siguiendo la sucesién de sus formas 0 el espesor de sus significaciones sedimentadas. No cuestiono los discursos sobre aquello que, silenciosamente, manifiestan. sino sobre el hecho y las condiciones de su mani- fiesta aparicién. No los cuestiono acerca de los contenidos que pueden encerrar sino sobre fas transformaciones que han rea- lizado. No los interrogo sobre ef sentido que permanece en ellos a modo de origen perpetuo, sino sobre el terreno en el ‘que coexisten, permanecen y desaparecen. Se trata de un and- fisis de los discursos en la dimensién de su exterioridad. De aqui se derivan tres consecuencias: 1). Tratar el discurso pasado no como un tema para un co- Le fimetsin politica del intelectuul. Respuesta wna cuestion $9 ‘mentario que lo teanimaria, sino como un monumento(3) que €s preciso describir en su disposicién propia. 2). Buscar en los discursos no tanto, como pretenden los mé- todos estructurales, sus leyes de construccidn, cuanto sus con- diciones de existencia(4). 3). Referir el discurso no tanto al pensamiento, al espiritu 0 al sujeto que to ha prohijado. cuanto al campo practico en el cual se despliega. Pido disculpas: he sido demasiado largo y pesado, y ello pa- Fa poca cosa: proponer tres ligeros cambios en vuestra defini- cin y pediros que considereis mi trabajo como una tentativa para introducir “la diversidad de los sistemas y el juego de las discontinuidades en la historia de los discursos’’. No penseis Que intento hacer trampa o que pretendo soslayar vuestra pre- gunta discutiendo sus términos hasta el infinito. Pero era ne- cesario Hegar a un acuerdo previo. Aqui estoy ahora al pie del cafion. Sdlo me falta responder. El tema no es si yo soy 0 no reaccionsrio, ni tampoco si mis textos Io son (intrinsecamente, en sf mismos, a través de una serie de signos bien codifica- dos). Lo que me planteais es una cuestién mucho més seria, la finica, pienso, que puede ser legitimamente planteada, Me Preguntais acerca de las relaciones entre lo que digo y una de- terminada practica politica. Me parece que a esta cuestién se le pueden dar dos respues- tas. Una concierne a las operaciones criticas que mi discurso desencadena en el terreno que es el suyo (la historia de las ideas. de la ciencia, del pensamiento, del saber...): glo que de- ja fuera de juego es indispensable para una politica progresis- ta? La otra respuesta concierne al campo de andlisis y al ambi- to de objetos que mi discurso intenta mostrar: zeémo pueden (0) Retomo este término de M. Canguilhem. El describe mejor que yo to que Ihe pretendido hacer. (4) GBs necesario todavia que advierts que no soy lo que se conoce por “es- tructuralista”? 20 Micke! Foucault articularse con el ejercicio efectivo de una politica progresista? Respecto a las operaciones criticas que he emprendido po- dria resumitlas asi: 1), Establecer los limites precisamente alli donde la historia del pensamiento bajo su forma tradicional, se procuraba un espacio indefinido. Concretando mas a). Poner en duda el gran postulado interpretativo segiin el cual el reino del discurso no tendria fronteras delimitables; las cosas mudas y el mismo silencio estarian abarrotados de pala- bras. y alli donde ninguna palabra puede ser escuchada se po- dria atin escuchar el murmullo profundamente lejano de una significacién. En lo que los hombres no dicen seguirian ha- blando; un mundo de textos somnolientos nos esperaria en las paginas en blanco de nuestra historia. A este tema me gustaria ‘poner que los discursos son dominios practicos limitados por ‘sus fronteras, sus reglas de formacién, sus condiciones de existencia: el cimiento histérico del discurso no es un discurso ain mas profundo —a la vez identico y diferente—, ). Poner en cuestidn el tema de un sujeto soberano que des- de el exterior vendria a animar la inercia de los cddigos lin- guisticos y depositaria en los discursos la traza inefable de su libertad; poner en cuestidn el tema de una subjetividad que constituiria las significaciones para transcribirlas después en el discurso. A estos temas me gustarfa oponer la determina- cin de los papeles y de las operaciones ejercidas por los di- ferentes sujetos que “discursean™ ©) Cuestionar el tema del origen indetinidamente retrotrai do en el tiempo y la idea de que en el Ambito del pensamiento Ja funcién de la historia es la de despertar los olvidos, suprimir Jos encubrimientos, retirar —o poner de nuevo— los obstécu- los. A esto me gustaria oponer el andlisis de los sistemas dis- cursivos histéricamente definidos a los que se pueden fijar um- brales y asignar condiciones de aparicin y desaparici6n. En resumen, establecer estos limites. poner en duda esos tres temas del origen, el sujeto y la significacién implicita equivaldria —y se trata de una tarea dificil como lo prueban bien las fuertes resistencias—a liberar el campo discursivo de Lu funeicn pul del mtelectual. Respuesta a mur enestion 6b la estructura histérico-trascendental en la que lo ha encerrado la filosofia det siglo XIX. 2). Borrar las oposiciones poco pensadus. Sefalo algunas por orden de importancia decreciente: la oposicién entre la vi- vera de las innovaciones y la gravedad de la tradici6n, la iner- cia de los conocimientos adquiridos 0 los viejos senderos det pensamiento; la oposicién entre las formas medianas del sa- ber (que representaria la medioeridad cotidiana) y sus formas desviantes (que manifestarian la singularidad ola soledad pro- pia del genio); la oposicién entre les periodos de estabilidad 0 de convergencia universal y los momentos de ebullicidn en los que las conciencias entran en crisis, cuando las sensibilidades se metamorfosean, cuando todas las nociones se ven revisa- das, trastocadas, reviviticadas o caen en desuso por un tiempo indefinido, Frente a todas estas dicotomias me gustaria reali- zar el analisis del campo de las diferencias simultaneas (que definen en una época determinada la dispersi6n posible del sa- ber) y el de las diferencias sucesivas (que definen el conjunto de las transformaciones, su jerarquia, su dependencia, su ni- vel). En lugar de contar la historia de la tradicién y de la inven- cidn, de lo antiguo y de lo nuevo, de lo muerto y de lo vivo, de locerrado y lo abierto, de lo estatico y lo dindmico, intento con- tar la historia de la perpetua diferencia; mas concretamente, contar la historia de las ideas en tanto que conjunto de las for- mas especificadas y descriptivas de la no identidad. Quisiera asiliberar a esta historia de la triple metafora que la embaraza desde hace mas de un siglo (la evolucionista que le impone la reparticin entre lo regresivo y lo adaptivo; la biolgica que se- para lo inerte de lo viviente; la dindmiea que opone el movi- miento y la inmovilidad). 3). Suprimir la negacién que ha afectado al discurso en su propia existencia (y es esta, ereo, la mas importante de las operaciones criticas que he emprendido). Esta negacién impli- a varios aspectos: a). Tratar el discurso sélo a titulo de elemento diferente, sin consistencia ni ley autéctona (pura superficie de traduccién para las cosas mudas; simple lugar de expresin de los pensa- o Michel Foucault mientos, las imaginaciones, los conocimientos, los temas in- conscientes). b). Reconocer tinicamente en el discurso los segmentos de tipo psicolégico e individualizante (la obra de un autor y.

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