Sie sind auf Seite 1von 69
PRIMERA PARTE LA POLITICA COMO CIENCIA I. MESAS SEPARADAS: ESCUELAS Y CORRIENTES EN LAS CIENCIAS POLITICAS* Miss Cooper: La soledades algo terrible, znocreeusted? Anne: Ya lo creo. Es algo terrible... Miss Meacham: Ellanoes de las que disfrutan con la soledad. Miss Cooper: ¢Acaso hay quien disfrute con la sole- dad, Miss Meacham? (Fragmento de Separate Tables (“Mesas separadas”) de TerENce Ratrican, 1955, 78, 92) EN SEPARATE TABLES, el mayor éxito de la temporada teatral de Nueva York en 1955, el dramaturgo irlandés Terence Rattigan recurrié ala metafora de unos clientes solitarios sentados en el comedor de un hotel de segunda clase de Cornualles para ilustrar la soledad de la condicién humana. Tal vez sea un poco descabellado usar esta me- t4fora para describir la situacién de las ciencias polfticas durante la década de 1980. Pero en cierta forma, las diversas escuelas y corrien- tes de las ciencias politicas se encuentran actualmente sentadas ante mesas separadas, cada una con su concepcién de lo que deben ser las ciencias politicas, protegiendo un niicleo oculto de vulnerabilidad. Las cosas no siempre han sido asf. Si recordamos el estado en que se encontraban las ciencias politicas hace un cuarto de siglo, diga- mos a principios de la década de 1960, las criticas de David Easton (1953) y David Truman (1955), relativas al atraso de esta disciplina encomparacién con el resto de las disciplinas propias de las ciencias sociales, habfan sido tomadas muy en serio por un importante y productivo cuadro de jévenes politélogos. En 1961, Robert Dahl escribié su Epitaph for a Monument to a Successful Protest, que refle- jaba la confianza de un movimiento triunfante, cuyos dirigentes rapidamente estaban convirtiéndose en las figuras mas destacadas de la profesién. Ni Dahl ni Heinz Eulau, cuya Behavioral Persuasion * Gabriel A. Almond, Separate Tables, PS, vol. 21, nim. 4. Derechos reservados en 1988 por la American Political Science Association. Reproduccién-autorizada. 39 40 LA POLITICA COMO CIENCIA se publicé en 1963, hicieron demandas exageradas o exclusivas a las nuevas ciencias politicas. Expresaron su conviccién de que el enfo- que cientifico en el estudio de los fenémenos politicos habia demos- trado su eficacia, y que podia considerarse, al lado de la filosoffa politica, el derecho publico, y la historia y descripcién de las institu- ciones, como un procedimiento valido para el estudio de la politica. Como la parte “en movimiento” de la disciplina, digamos, suscit6 cierta inquietud entre las viejas subdisciplinas. Una metafora ilus- trativa del estado de las ciencias politicas en aquella época podria ser el modelo de “turco joven-turco viejo”, con los turcos jévenes que ya pintan canas. Pero todos somos turcos. Ahora prevalece una incémoda fragmentacié6n. Los especialistas en administracién publica buscan un anclaje en la realidad, una “nueva institucionalidad” en la cual apoyar sus brillantes deduccio- nes; los econometristas politicos quieren relacionar los procesos his- téricos e institucionales; los humanistas critican la evitacién de los valores politicos por el llamado “cientificismo” y se sienten incom- prendidos en un mundo dominado por las estadisticas y la tecnolo- gia; y los tedricos politicos radicales “criticos”, como los profetas de la antigiiedad, maldicen a los conductistas y positivistas, asi como alasimple nocién de un profesionalismo en las ciencias politicas ten- diente a separar el saber de la accién. Sin embargo, su antiprofesio- nalismo deja en entredicho su propia calidad de teéricos o politicos. E] malestar que prevalece entre los profesionales de las ciencias politicas no es fisico sino anfmico. En el transcurso de las tiltimas décadas, la profesién ha aumentado a més del doble en términos cuantitativos. La ciencia politica norteamericana se ha extendido a Europa, América Latina, Japén y, curiosamente, hasta China y la URSS. Las ciencias politicas adoptaron las caracteristicas metodo- légicas y de organizacién de la ciencia —institutos de investigacion, presupuestos en gran escala, el uso de métodos estadfsticos y mate- m§aticos, etc. La ciencia politica ha prosperado materialmente, pero no es una profesién feliz. Estamos divididos en dos dimensiones: una ideolégica, y otra me- todoldgica (véase el cuadro 1). En la dimensién metodoldgica estan los extremos de blandos y duros. En el extremo blando figuran estu- dios clinicos “densamente descriptivos” como los de Clifford Geertz (1972). Como ejemplo de este tipo de orientacién, Albert Hirschman (1970) cité la biograffa escrita por John Womack (1969) del guerri- MESAS SEPARADAS. 4a Cuapro 1 Dimensi6n ideoldgica Tzquierda Derecha Dimension Dura ID DD metodologica Blanda 1B DB lero mexicano Emiliano Zapata; se trata de una obra casi exenta de cualquier tipo de conceptualizacién, hipdtesis, o intentos de demos- trar proposiciones. Hirschman argumenta que no obstante esta apa- rente carencia metodolégica, dicho estudio sobre Zapata est4 repleto de implicaciones teéricas de suma importancia. Leo Strauss (1959) y los seguidores de su filosofia politica, con su enfoque interpretativo en la evocacién de las ideas de filésofos polfticos, también se aproxi- man en gran medida a este extremo blando, aunque el estilo de Womack con su cardcter narrativo y descriptivo parece dejarlo todo implicito, la exégesis straussiana conlleva la disciplina propia de la explicacién de los grandes textos, que descubre su “verdadero” sig- nificado mediante el andlisis del lenguaje empleado en ellos. Un tanto alejados del extremo blando, pero atin del lado blando del continuo, podrian estar los estudios filos6ficos mas abiertos a las pruebas empiricas y el andlisis l6gico. Obras recientes, como las de Michael Walzer acerca de la justicia (1983) y la obligacién (1970), y las de Carole Pateman sobre la participacién (1970) y la obligacién (1979), podrian ser ilustrativas. En estos casos existe algo mds que una evocaci6n sencilla y profusamente documentada de un aconte- cimiento o personalidad, o una exégesis precisa de las ideas de los fildsofos politicos. Se presenta una argumentacién légica, a menudo corroborada por el estudio de pruebas, y desarrollada en forma mas o menos rigurosa. En el otro extremo del continuo metodolégico se encuentran los estudios de cardcter cuantitativo, econométrico y aquellos que con- tienen modelos mateméaticos; y lo mds extremo podria ser la combi- nacién de modelos matematicos, andlisis estadisticos, experimentos y la simulaci6n computarizada en la bibliograffa sobre opinién pa- blica. Ejemplos extremos de este polo duro podrfan ser las teorfas relativas al sufragio, la formacién de coaliciones y la toma de deci- siones en comités y burocracias, implicadas en la comprobacién de hipétesis generadas por medio de modelos formales y matematicos. 42 LA POLITICA COMO CIENCIA Enel ladoizquierdo del continuo ideolégico, tenemos cuatro grupos de la tradicién marxista: los marxistas propiamente dichos, los te6- ricos de la “politica critica”, los lamados dependencistas, y los teéri- cos del sistema mundial, los cuales, todos ellos, rechazan la posibili- dad de separar al conocimiento de la accién y subordinan la ciencia politica a la lucha por el socialismo. En el extremo conservador del continuo figuran los neoconservadores, quienes favorecen entre otras cosas a la economia de libre mercado y a la limitacién de los poderes del Estado, asi como a una politica exterior agresivamente anticomunista. Si combinamos estas dos dimensiones, obtenemos cuatro escue- las en las ciencias polfticas, cuatro mesas separadas —la izquierda blanda, la izquierda dura, la derecha blanda y la derecha dura. La realidad, desde luego, no est4 tan claramente delimitada. Los mati- ces ideolégicos y metodolégicos son ms sutiles y complejos. Prosi- guiendo con nuestra metéfora sin salirnos del espacio del refectorio, toda vez que la inmensa mayoria de los politélogos estén en algtin punto cercano al centro —ideolégicamente “liberales” y moderados, al mismo tiempo que eclécticos y abiertos al didlogo en cuestién de metodologfa— podria hablarse de una gran cafeteria central en la que la mayoria de nosotros seleccionamos nuestro alimento intelec- tual, y en donde compartimos grandes mesas en compaiifa de diver- sos y cambiantes comensales. Las mesas exteriores de este enorme refectorio disciplinario estan muy bien iluminadas y visibles, en tanto que el gran centro perma- nece en la penumbra. Es lamentable que el humor y la reputacion de la disciplina de las ciencias politicas estén tan influidos por estas posturas extremas. Esto se debe en parte a que los extremos suelen ser sumamente audibles y visibles —la izquierda blanda emite un ruido de fondo permanente y flagelante, y la derecha dura produce los refinados modelos matematicos y estadisticos que aparecen en las paginas de nuestras revistas especializadas. LAIZQUIERDA BLANDA Supéngase que empezamos con la izquierda blanda. Todos los sub- grupos de la izquierda blanda comparten el postulado metametodo- MESAS SEPARADAS 43 légico segtin el cual el mundo empfrico no puede entenderse en funcién de esferas y dimensiones separadas, sino como una totalidad espacial-temporal. La “teoria critica” desarrollada por Horkheimer, Adorno, Marcuse y otros integrantes de la “escuela de Francfort”, rechaza la estrategia de desprendimiento y disgregacién atribuida a lacorriente principal de las ciencias polfticas. Las diversas partes del proceso social deben considerarse como “aspectos de una situacién total implicita en el proceso del cambio histérico” (Lukacs, citado en David Held, 1980, p. 164). Tanto el estudioso como su objeto de estu- nenuna lucha. Por tanto, la objetividad no es apropiada. istas no entienden que el proceso de acceso al conoci- miento es inseparable de la lucha histérica que tiene lugar entre los seres humanos y el mundo. La teorfa y el quehacer teérico estan entrelazados en los procesos de la vida social. El teérico no puede mantenerse al margen, contemplando, reflejando y describiendo la ‘sociedad’ o la ‘naturaleza’ ” (Held, p. 165). Para entender y explicar es menester estar comprometido con un resultado. No existe una cien- cia politica en el sentido positivista de la palabra, es decir, una ciencia politica ajena a un compromiso ideolégico. Intentar una separacién equivale a respaldar el orden establecido, histéricamente obsoleto. Marxistas mds ortodoxos como Perry Anderson (1976), Goran Therborn (1977), Philip Slater (1977) y otros, si bien comparten la metametodologfa de la “escuela critica”, van més lejos al argiiir que, ano ser que se acepte el materialismo histérico en su sentido mas reduccionista, consistente en explicar el acontecer polftico en térmi- nos de lucha de clases, se deja de apreciar la relacién existente entre teorfa y praxis. Alconsiderar la configuracién de la izquierda blanda, comienzaa desintegrarse nuestra metdfora cuatripartita de las mesas separa- das. Los teéricos marxistas de diversas orientaciones —los “teéricos criticos”, los escritores de la “dependencia” y los teéricos del “sistema mundial”— son compafieros de mesa con varias disputas. Todos comparten la creencia en la unidad de la teorfa y la praxis, y estan convencidos de que es imposible separar la ciencia de la politica. Como consecuencia légica, la corriente positivista, empefiada en separar la actividad cientifica de la politica, ha perdido contacto con la arrolladora unidad del proceso histérico y permanece absurda- mente atada al statu quo. La ciencia politica positivista se niega a 44 LA POLITICA COMO CIENCIA tomar en cuenta la dialéctica histérica que hace inevitable el paso del capitalismo al socialismo. Fernando Cardoso, principal teérico de la escuela de la depen- dencia, compara la metodologia de dicha teorfa con la tradicién norteamericana de las ciencias sociales: Nuestro propésito es restaurar la tradicién intelectual fundamentada en una ciencia social integral. En vez de concentrarnos tinicamente en di- mensiones especificas del proceso social, buscamos una comprensién dinamica y global de las estructuras sociales. Nos oponemos a la tradi- cién académica que consideraba la dominacién y las relaciones sociocul- turales como “dimensiones” analiticamente independientes la una de la otra y de la economia, como si cada una de esas dimensiones hubiese correspondido a distintos rasgos de la realidad [...] Nuestro estudio dela sociedad, asi como de sus estructuras y procesos de cambio, esta basado enunenfoque dialéctico[...] A final de cuentas, la opcién que se plantea no es la consolidacién del Estado o el advenimiento de un “capitalismo auténomo”, sino mas bien en qué forma sustituirlos. Por lo tanto, lo importante es cémo trazar vias conducentes al socialismo. (Cardoso y Faletto, 1979, pp. ix y xxiv) De modo que la ciencia politica no puede ser ciencia si no est4 dedicada plenamente a la consecucién del socialismo. Richard Fagen, uno de los principales exponentes del enfoque de la “dependencia”, detalla las implicaciones de la postura de Cardoso para la comunidad académica interesada en cuestiones de desarro- llo. Un avance real en el estudio sobre el desarrollo debe asociarse con una restructuraci6n de las asimétricas relaciones internaciona- les de poder y “un ataque, mucho mas diffcil e histéricamente signi- ficativo, contra las propias formas capitalistas de desarrollo [...] So- lamente cuando tan crucial toma de conciencia dirija la naciente erftica académica contra el sistema capitalista global, podremos afir- mar que el cambio de paradigmas en las ciencias sociales estadu- nidenses cobré fuerza y est4 acercando el quehacer académico a lo que realmente importa” (1978, p. 80). Dos recientes interpretaciones de la historia de la ciencia politica estadunidense, indican que esta ganando terreno esta critica de la “izquierda blanda” contra la corriente dominante de investigacién enla disciplina. David Ricci, en The Tragedy of Political Science (1984), MESAS SEPARADAS 45 describe el surgimiento, en las postrimerias de la segunda Guerra Mundial, de una escuela cientffica liberal de las ciencias politicas en los Estados Unidos de Norteamérica. Se trataba, segtin Ricci, de un movimiento empefiado en demostrar, mediante los métodos mds precisos, la superioridad de los postulados y valores pluralistas libe- rales. La validez de esta complaciente “teorfa polftica empfrica” ,crea- da por politélogos como David Truman, Robert Dahl, C. E. Lindblom, un grupo de especialistas electorales de la Universidad de Michigan y otros investigadores, quedé en duda durante los disturbios de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, junto con el despres- tigio de la politica y administracién publica estadunidenses. Ricci concluye que este episodio conductista-posconductista demuestra que laciencia politica como ciencia empfrica, sin la inclusion sistematica de valores y opciones morales y éticas, y sin un compromiso con la accién politica, esta condenada al fracaso. La ciencia politica debe inclinarse hacia algtin lado, no hacerlo propicia su repliegue a una postura de futilidad y especializacién preciosista. La izquierda blanda de Ricci es una variedad de la izquierda hu- manista moderada. La que propugna Raymond Seidelman (1985) corresponde a un tratamiento més radical de la historia de la ciencia politica estadunidense. En un libro titulado Disenchanted Realists: Political Science and the American Crisis, 1884-1984, Seidelman des- arrolla con detalle una tesis que sustenta la existencia de tres corrien- tes en la teorfa politica estadunidense: una corriente institu- cionalista, otra democratica populista y una tercera, relativamente efimera, “ciencia pol{tica liberal”, iniciada en las décadas de 1920 y 1930 en la escuela de la Universidad de Chicago, y que habria de prosperar en los Estados Unidos de Norteamérica desde la época inmediatamente posterior a la segunda Guerra Mundial hasta los afios setenta, poco mas o menos. La corriente institucionalista co- rresponde a la tradicién hamiltoniana-madisoniana incorporada al sistema constitucional y tendiente a frustrar la voluntad de las ma- yorias. La teorfa de la separacién de poderes se fundamenta en la desconfianza de las tendencias populares. Opuesta a esta tradicién en la teoria polftica estadunidense esta la tendencia democratica populista manifiesta en el temprano igualitarismo agrario, el aboli- cionismo, el populismo y otros movimientos similares. Esta segunda tradicién de Thomas Paine es antiestatista y antigubernamental, y 46 LA POL[TICA COMO CIENCIA fue desprestigiada por el auge de la sociedad industrial urbana y la necesidad de un gobierno central poderoso. La tercera tradicién se basaba en la fe en la viabilidad de una ciencia politica que ayudase a producir un poderoso Estado nacio- nal, dirigido por expertos que aplicaran politicas piblicas construc- tivas y coherentes, y respaldado por mayorfas populares virtuosas. Esta ilusién de una ciencia politica grande y constructiva se esfum6, tanto en el 4mbito de la politica como en el de la ciencia. La realidad politica se convirtié en una serie desarticulada de “redes de proble- mas” y “triangulos de hierro” dominados por la élite e incapaces de perseguir polfticas puiblicas consistentes y eficaces, y la ciencia, a su vez, se transformé en un conjunto de especialidades inconexas ca- rentes de relacién con la polftica y la administraci6n publica. Seidel- man concluye: Desde el punto de vista histrico, el profesionalismo en ciencias politicas no ha hecho otra cosa que oscurecer conflictos y opciones en la vida publica estadunidense, toda vez que consideré a los ciudadanos como meros objetos de estudio o clientes de un paternalismo politico benigno [...] Mientras no‘se percaten los politélogos de que su politica democra- tica no puede llevarse a cabo mediante un profesionalismo yermo, la vida intelectual permaneceré ajena a los auténticos aunque tal vez secretos suefios de los ciudadanos estadunidenses. La historia de las ciencias politicas ha confirmado esta laguna, aun cuando intenté colmarla. La ciencia politica moderna deberé lograrlo para poder transformar meras ilusiones en nuevas realidades democraticas. (P. 241) El principal cometido de la izquierda blanda es la impugnacién del profesionalismo en las ciencias politicas. Es un llamado a la academia para que se integre a la lucha politica y oriente sus activi- dades didacticas y de investigacién hacia compromisos ideolégicos de izquierda: concretamente, hacia un socialismo moderado o revo- lucionario. LA DERECHA DURA La derecha dura, por el contrario, es ultraprofesional en cuanto a metodologia, y cuenta con un formidable arsenal de metodologfas cientfficas: deductivas, estadfsticas y experimentales. Propende a MESAS SEPARADAS 47 considerar las formas de andlisis histérico, descriptivo y cuantitativo sencillo como productos menores de la ciencia politica, aun cuando en afios recientes se ha observado una notable rehabilitacién de las instituciones polfticas, asf como una tendencia a vincular la labor deductiva formal con la tradicién empirica inaugurada por Gosnell, Herring y V. O. Key. En una reciente revisi6n del movimiento de la eleccién publica en las ciencias polfticas, William Mitchell (1988) hace una distincién en- tre dos centros principales, alos que designacon losnombres de escue- las de Virginia y Rochester. La escuela de Virginia, que tuvo su mayor efecto entre los economistas, fue fundada por James Buchanan y Gordon Tullock, en tanto que William Ricker fund6 la escuela de Rochester, de mayor trascendencia entre los politélogos. Ambas es- cuelas tienden a desconfiar de la politica y la burocracia, y mantienen una postura conservadora desde el punto de vista fiscal. Sin embar- go, la escuela de Virginia declara abiertamente que el mercado cons- tituye la piedra de toque de una distribuci6n eficiente de la riqueza. Segtin Mitchell, los virginianos estén “plenamente convencidos de que la economfa privada es mucho ms robusta, eficiente y quiz4s més equitativa que otras economfas, y ademas, bastante mAs eficien- te que los procesos politicos en lo que toca a la distribucién de recur- sos [...] Gran parte de las aportaciones del [virginiano] Center for Study of Public Choice pueden considerarse como contribuciones a una teorfa sobre el fracaso de los procesos politicos [...] la desigual- dad, la ineficiencia y la coercién son las consecuencias més comunes de la definicién de polfticas democraticas” (pp. 106-107). Buchanan sugirié un plan de reduccién automatica del déficit afios antes de la adopcién de la propuesta Gramm-Rudman-Hollings; también fue el autor de una primera versién de la enmienda constitucional pro- puesta para equilibrar el presupuesto. En dos libros —Democracy in Deficilt: The Political Legacy of Lord Keynes (Buchanan y Wagner, 1977) y The Economics of Politics (1978)— Buchanan presenta un modelo de politica democratica en la cual el electorado actuia en funcién de sus intereses de corto plazo, o sea que se resiste a pagar impuestos y busca beneficios materiales para s{ mismo; los polfticos aprovechan naturalmente estas preferencias favoreciendo el gasto y oponiéndose a los impuestos, en tanto que los burécratas procuran acrecentar su poder y recursos sin tomar en cuenta el interés publico. 48 LA POLITICA COMO CIENCIA Estos teéricos difieren en cuanto a su grado de conviccién de que este modelo de maximizaci6n de utilidades a corto plazo refleja la realidad humana. Algunos estudiosos emplean este modelo como una simple fuente de hipotesis. Asi, Robert Axelrod, mediante mode- los deductivos, experimentaci6n y simulacién por computadora, hizo importantes aportaciones a nuestra comprensi6n de las formas en que surgen las normas cooperativas y, en particular, de c6mo pueden surgir normas de cooperaci6n internacional a partir de una perspec- tiva de maximizacién de utilidades a corto plazo (1984). Douglass North (1981), Samuel Popkin (1979), Robert Bates (1988) y otros, combinan modelos de eleccién racional con anilisis sociolégicos en sus estudios sobre el desarrollo y el proceso histérico del Tercer Mundo. La naturaleza defensiva de esta perspectiva se refleja en comenta- rios hechos en fechas recientes por estudiosos de incuestionable credibilidad cientifica. Asf, Herbert Simon cuestiona el postulado de eleccién racional de dicha bibliograffa: Para la investigacién en general, y en particular para nuestra estrategia de investigacién, existe una enorme diferencia entre estudiar el casi omnisciente homo economicus de la teoria de la eleccién racional, o el resueltamente racional homo psychologicus de la psicologia cognosciti- va. Esta diferencia atafie no solamente a la investigacién, sino también al correcto disefio de instituciones politicas. James Madison tenia plena conciencia de esto, y en las paginas de Federalist Papers opté por la siguiente perspectiva de la condicién humana: “De la misma manera que existe en la naturaleza humana cierto grado de depravacién que requiere alguna medida de circunspeccién y desconfianza, también se encuentran otras cualidades que justifican cierta cantidad de estima y confianza:” —una perspectiva que podemos considerar equilibrada y realista de la racionalidad humana con sus concomitantes flaquezas de motivo y ra- z6n. (P. 303) James March y Johan Olsen impugnan el formalismo de la biblio- grafia sobre la elecci6n publica: “El nuevo institucionalismo es un prejuicio con base empirica, el cual sustenta que lo que observamos enel mundo es incongruente con las formas en que las teorfas con- tempordneas exigen que nos expresemos [...] La agencia burocratica, el comité legislativo y el tribunal de apelaci6n son arenas en las que MESAS SEPARADAS 49 contienden fuerzas sociales, pero también son conjuntos de proce- dimientos y estructuras normativas de operacién que definen y de- fienden intereses” (1984, 738). Asimismo, cuestionan el postulado racional del interés propio de la bibliografia sobre la eleccién publi- ca, al argumentar que: Aun cuando la politica sin duda alguna obedece en gran medida a inte- reses propios, es frecuente que la accién esté encaminada a averiguar el comportamiento normativo apropiado y no propiamente a calcular los beneficios que cabe esperar de elecciones alternativas. Por consiguiente, el comportamiento politico, lo mismo que cualquier otro comportamien- to, puede describirse en términos de deberes, obligaciones, papeles y reglas. (P. 744.) LA DERECHA BLANDA En la celdilla correspondiente a la derecha blanda, se encuentran diversos tipos de conservadores de viejo y nuevo cufio, quienes tien- den a ser tradicionales en sus metodologfas y a ubicarse en el lado derecho del espectro ideolégico. Sin embargo, los adeptos de la teo- ria politica de Leo Strauss pertenecen a una categorfa distinta. Es claro su conservadurismo metodolégico. La Ilustracién y la revolu- cion cientffica son los enemigos. La ciencia politica libre de valores y éticamente neutral de Max Weber ocupa un lugar privilegiado en su escala de prioridades. Como lo expres6 Leo Strauss: “El embota- miento moral es una condicién necesaria para el andlisis cientffico. Nuestra seriedad como cientificos sociales est4 en funcién directa del grado en que logremos desarrollar dentro de nosotros mismos un sentimiento de indiferencia hacia la consecucién de cualquier obje- tivo, que nuestros procedimientos se vuelvan erraticos y carentes de propésito, en una actitud general que podria calificarse de nihilista” (1959, p. 19). Pero la ciencia politica no sdlo es amoral, tampoco es realmente generadora de conocimiento. De nuevo Leo Strauss: “En términos generales, cabe preguntarse si la nueva ciencia politica ha generado algo polfticamente importante que no conocieran ya los profesionales inteligentes de la politica, poseedores de un profundo conocimiento de la historia, o los periodistas brillantes y cultos, sin mencionar a los viejos politélogos” (en Storing, 1962, p. 312). Los straussianos rechazan cualesquiera interpretaciones de la 50 LA POLITICA COMO CIENCIA teorfa politica de caracter “historicista” o basadas en una “sociologia del saber”. El significado verdadero de los textos filoséficos esta contenido en lo que se ha escrito. El filésofo de la politica debe poseer la habilidad y la visién necesarias para explicar este sentido original. La verdad esencial puede encontrarse en los escritos de los filésofos clasicos, en particular en los de Plat6n —con su racionalismo socra- tico libre de contingencias—. Las verdades estén fuera del tiempo, del espacio y de cualquier contexto. La filosofia politica posmaquia- veliana propicié el relativismo moral y el deterioro de la virtud cfvica; la ciencia politica “conductista” es el producto degradado de este deterioro moral. Durante los recientes festejos del ducentésimo aniversario de la Constituci6n, los straussianos, como era de esperarse, estuvieron a la vanguardia de la escuela del “primer intento” de la interpretaci6n constitucional. Gordon Wood, en un reciente andlisis de la biblio- graffa straussiana sobre la Constitucién (1988), sefiala que para straussianos como Gary McDowell y Walter Berns, toda la verdad de la Constituci6n est4 contenida en el texto constitucional, y tal vezen el registro escrito de las deliberaciones y los Informes Federalistas. Wood indica que el compromiso straussiano con el “derecho natu- ral” los hace desconfiar de todos los derechos histéricamente cons- tituidos, “en particular de los recién identificados por la Suprema Corte” (1988, p. 39). Para algunos straussianos, el derecho natural a la propiedad postulado por los fundadores puede servir de base para hacer retroceder el estado de bienestar moderno. Para otros muchos straussianos, el régimen moral ideal es la aristocracia platénica 0, en segunda instancia, el “gobierno mixto” aristotélico. Su programa de accién es un llamado a la formacién de una élite intelectual que promueva la restauracién de los principios fundamentales. LAIZQUIERDA DURA Por ultimo, existe una escuela de izquierda dura que emplea una metodologia cientifica para probar proposiciones derivadas de las teorfas socialista y de la dependencia. Sin embargo, desde el momen- to en que se hacen explicitas y verificables las proposiciones y creen- cias de las ideologfas de izquierda, se empieza a rechazar el antipro- MESAS SEPARADAS 51 fesionalismo de esta corriente ideolégica. Esta realidad se refleja en el nerviosismo de los principales teéricos socialistas y de la depen- dencia a la hora de cuantificar y probar hipétesis. Asf, Christopher Chase-Dunn, uno de los principales cuantificadores del sistema mundial, aclara con sus colegas: “Mi preocupacién es que nos enfras- quemos en estériles controversias entre ‘historicistas’ y ‘cientfficos sociales’, o entre investigadores cuantitativos y cualitativos. Las fronteras ‘étnicas’ pueden proveernos mucho material para alimen- tar animados didlogos, pero para una verdadera comprensién del sistema mundial, es menester superar esta clase de sectarismo me- todolégico” (1982, p. 181). Los principales teéricos de la dependen- cia, entre ellos Cardoso y Fagen, cuestionan seriamente la validez de los estudios “cuantitativos de cardcter cientifico” sobre los postulados de la teorfa de la dependencia. Por motivos que no se han precisado con toda claridad, esta clase de investigaciones son “prematuras” o fallan en su propésito. Por esta raz6n, es probable que no reconozcan como vilidos los hallazgos del grupo de Sylvan, Snidal, Russett, Jackson y Duvall (1983), quienes, durante el periodo incluido entre 1970 y 1975, probaron un modelo formal de “dependencia” en un conjunto de pafses dependientes, y obtuvieron una serie de resulta- dos mixtos y poco concluyentes. Sin embargo, cuantificadores y econometras de la dependencia y del sistema mundial, incluidos politélogos y socidlogos como Chase-Dunn (1982), Richard Rubin- son (véase Rubinson y Chase-Dunn, 1979), Albert Bergesen (1980), Volker Bornschier y J. P. Hoby (1981) y otros, estan actualmente levando a cabo estudios encaminados a demostrar la validez de los postulados del sistema mundial y de la dependencia. UNA RESENA DE NUESTRA HISTORIA PROFESIONAL La mayoria de los politdlogos se sentirfan inc6modos sentados en las mesas lejanas al centro. Con apenas dos o tres generaciones de ha- berse convertido nuestra profesién en una importante disciplina académica, no estamos dispuestos a renunciar a nuestros galardo- nes de integridad profesional al someter nuestra actividad docente y de investigacién a controversias de orden politico. Esto se refleja en la renuncia parcial a su postura de antiprofesionalismo por parte de 52 LA POLITICA COMO CIENCIA la izquierda dura, la cual sostiene que los asertos relativos a la socie- dad y la politica pueden probarse dandoles una formulacién explici- tay precisa, y aplicAndoles, cuando sea necesario, métodos estadis- ticos. Asimismo, ala mayorfa de nosotros nos desconcierta la autoadju- dicacién, por parte de los politélogos de la eleccién ptiblica y la estadistica, de la insignia del profesionalismo, as{ como el hecho de que pretendan relegar al resto de nosotros a un status precientffico. Comparten esta preocupacién algunos de nuestros mas distinguidos y sofisticados politélogos, actualmente empefiados en rehabilitar las metodologias tradicionales de la ciencia politica: como el anélisis filosdfico, legal e histérico, y la descripcién institucional. ‘A decir verdad, pocos politélogos aceptarfan que desde el siglo xvt la ciencia politica no ha hecho mas que alejarse del recto camino, y que la tinica via hacia el profesionalismo estd en la exégesis de los textos clasicos de la teoria politica. Digno de mencién es el hecho de que cada una de estas escuelas 0 corrientes mantiene su versién de la historia de las ciencias politicas. Quien controle la interpretacién del pasado en los archivos de nues- tra historia profesional tendra grandes posibilidades de controlar su futuro. En afios recientes, la izquierda blanda ha tratado de apropiar- se de la responsabilidad de escribir la historia profesional de lacien- cia politica . Mi opinién es que tal vez logré convencer a algunos de nosotros de que nos hemos alejado del recto camino. Tanto Ricci como Seidelman, trataron de convencernos de que la ciencia politica moderna, metédica y objetiva, sdlo podfa desarrollarse en los Esta- dos Unidos de Norteamérica, en donde, durante un corto tiempo, parecieron factibles la democracia liberal, lo mismo que un profe- sionalismo objetivo. Sostienen que conforme ha decaido este opti- mismo estadunidense, al recrudecerse de manera inevitable el anta- gonismo partidista y de clases, se hace insostenible la tesis de una ciencia politica politicamente neutral. Dentro de esta I{nea de razo- namiento, la ciencia politica necesita convertirse de nueva cuenta en parte activa de un movimiento de caracter politico y, para algunos, revolucionario. La derecha dura presenta una perspectiva muy escorzada de nues- tra historia profesional: antes de la introduccién de las metodologias matematica, estadfstica y experimental, no existfan ciencia ni teorfa politicas en el sentido estricto de la palabra. MESAS SEPARADAS. 53 Sin embargo, la inmensa mayorfa de los politélogos, eclécticos en cuanto a sus enfoques metodolégicos, asf como quienes se esfuerzan por controlar la orientacién ideolégica de la actividad profesional —nuestra “cafeteria central’— no deberfan conceder a ninguna de estas dos escuelas el privilegio de escribir la historia de la disciplina. La historia de la ciencia politica no apunta hacia ninguna de esas apartadas mesas, sino més bien hacia la porcién central del come- dor, en donde sus ocupantes son partidarios de metodologfas mixtas yaspiran a la objetividad. Es un error afirmar que la ciencia politica se desvié de la filosofia politica clasica durante los siglos xvryxvm, y que ha venido torciendo el rumbo a partir de entonces. Tampoco es correcto atribuir a la ciencia politica estadunidense el mérito de haber separado la teorfa y la accién polfticas. Los straussianos no pueden pretender ser los dnicos en fundamentar sus principios en la filosoffa clasica griega. El impulso cientifico en los estudios politicos tuvo sus orfgenes entre los filésofos cldsicos griegos. En mi opinién, Robert Dahl es un se- guidor mAs ortodoxo de Aristételes que Leo Strauss. Existe toda una tradicién sociolégica y polftica que viene desde Platén y Aristételes, pasa por Polibio, Cicerén, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Montesquieu, Hume, Rousseau, Tocqueville, Comte, Marx, Pareto, Durkheim, Weber, y llega hasta Dahl, Lipset, Rokkan, Sarto- ri, Moore y Lijphart, que intent6, y contintia haciéndolo, relacionar las condiciones socioeconémicas con las constituciones politicas y las estructuras institucionales, y asociar estas caracterfsticas estructu- rales con tendencias politicas en tiempos de paz y guerra. Nuestros padres fundadores se adhirieron a dicha tradicién. Co- mo observara Alexander Hamilton en Federalist 9: “La ciencia de la polftica [...] como la mayorfa de las demas ciencias, ha evolucionado considerablemente. Se entiende actualmente con toda claridad la eficacia de varios principios que los antiguos no conocfan en abso- luto, o acaso en una forma muy parcial” (1937). En Federalist 31, Hamilton trata sobre el eterno problema de qué tan cientificos pue- den ser los estudios de caracter moral y politico. Concluye que: Aun cuando no puede considerarse que los principios del saber moral y politico poseen, en general, el mismo grado de certidumbre que los de Jas matemiaticas, no dejan de mostrar en este sentido mayores cualidades L...] de las que estariamos dispuestos a concederles. (P. 189.) 54 LA POL{TICA COMO CIENCIA Cabe sefialar que la dicotomf{a entre las ciencias “exactas” y aque- Ilas alas que no se les reconoce este atributo, la cual se nos ha hecho creer es un fenémeno reciente atribuible a la herejfa del movimiento conductista estadunidense, de hecho ha sido endémica en la disci- plina desde sus origenes. Durante el siglo xx y principios del xx, Auguste Comte, Marx y Engels y sus seguidores, Max Weber, Emile Durkheim, Vilfredo Pa- reto, y otros, trataron la politica con perspectivas mas propias de la ciencia social, con regularidades semejantes a leyes y relaciones ne- cesarias. A la vuelta del siglo xx, John Robert Seeley y Otto Hintze, Moissaye Ostrogorski, y Roberto Michels, formularon lo que consi- deraron “leyes cientificas” de la politica —Seeley y Hintze teorizaron sobre la relacién entre las presiones externas y la libertad interna en el desarrollo de las naciones-Estado de Europa occidental; Ostro- gorski, acerca de la incompatibilidad entre el partido politico buro- cratico de masas y la democracia, conclusi6n que obtuvo de un estu- dio comparativo sobre el surgimiento de los sistemas de partidos britanico y estadunidense; y Michels escribié acerca de la “ley de hierro de la oligarquia”, a saber, la propensi6n en las grandes orga- nizaciones burocraticas a que el poder gravite hacia la dirigencia suprema, un razonamiento que se desprendié de su estudio de caso “critico” del partido socialdemécrata alem4n. En fechas mds recien- tes, también provino de Europa la “ley” de Duverger acerca de la relacién existente entre los sistemas electorales y de partidos. Entre los pioneros de ciencia politica profesional moderna, desde el principio fue practica comin calificar de “ciencia” a esta rama del conocimiento. As{, sir Frederick Pollock y John Robert Seeley, el primero catedratico en Oxford y la Royal Institution, el segundo en Cambridge, titularon sus libros The History of the Science of Politics (1890) y An Introduction to Political Science (1896), respectivamen- te. Lo que estos autores entendfan por “ciencia” variaba de un caso a otro. Pollock distingue entre ciencias naturales y morales: “La comparativa inexactitud de las ciencias morales no es culpa de los hombres que les dedicaron sus talentos, sino que depende, como lo constatara Aristételes, de la naturaleza de la materia sobre la cual tratan” (p. 5). Para John Robert Seeley, la ciencia polftica era un conjunto de proposiciones derivadas del saber histérico. Como consecuencia del MESAS SEPARADAS 55 desarrollo de la historiografia en el siglo x1x, anticipaba un despegue en el desarrollo de la ciencia politica. Si los modernos habrfan de superar con mucho a Locke, Hobbes y Montesquieu, era simplemen- te porque su base de datos histéricos seria mucho mas amplia. Para Seeley, quien introdujo a la ciencia polftica en el Tripos de Cambridge, se trataba de aprender a “razonar, generalizar, definir y diferenciar [...] asi como acopiar, verificar e investigar hechos”. Es- tos dos procesos constitufan la ciencia polftica. “Si descuidamos el primer proceso, sélo acumularemos inttilmente datos, toda vez que no tendremos manera de diferenciar entre hechos importantes y triviales; y desde luego, si descuidamos el segundo proceso, nuestros razonamientos carecerdn de base, y no haremos nada sino tejer te- larafias escoldsticas” (1896, pp. 27-28). Durante el siglo xx y principios del xx, hubo en las ciencias so- ciales dos escuelas de pensamiento que ostentaban el nivel o la ca- racteristica de ciencia. Auguste Comte, Karl Marx y Vilfredo Pareto no establecen distincién alguna entre ciencias sociales y “natura- les”. Ambos tipos de ciencia buscaban uniformidades, regularida- des, leyes. Por otra parte, para Max Weber era absolutamente ociosa la nocién de una ciencia social que consistiera en “un sistema cerra- do de conceptos en los que la realidad es sintetizada en alguna forma de clasificacién permanente y universalmente valida, a partir de lo cual es posible hacer nuevas deducciones”: El torrente de los eventos incuantificables fluye sin cesar hacia la eterni- dad. Los problemas culturales que mueven a la humanidad siempre se vuelven a presentar con diferentes matices, y en este infinito flujo de eventos, cambian constantemente los limites del Area que adquiere sig- nificado e importancia para nosotros, es decir, que se convierte en un “ente histérico”. Se modifican asimismo los contextos intelectuales den- tro de los cuales éste se contempla y analiza cientificamente. (1949, p. 80.) Para Max Weber, la “sujecién a leyes” de la interacci6n humana es de otro orden. La materia de estudio de las ciencias sociales —la accién humana— implica juicios de valor, memoria y aprendizaje, los cuales s6lo pueden arrojar regularidades relativas, “posibilidades objetivas” y probabilidades. Los cambios culturales pueden atenuar o incluso destruir estas relaciones. Asimismo, Durkheim conside- raba que los fenédmenos culturales eran demasiado complejos y de- 56 LA POLITICA COMO CIENCIA pendientes de la creatividad humana para tener el mismo grado de certidumbre causal que las ciencias naturales. Durante las primeras décadas de la ciencia polftica profesional en los Estados Unidos de Norteamérica —desde 1900 hasta la década de 1930— dos estudiosos, Merriam y Catlin, el primero tan estadu- nidense como el pay de manzana y el segundo un inglés radicado temporalmente en ese pats, fueron los primeros en promover la in- troduccién de normas y métodos cientificos en el estudio de la poli- tica. La aportacién de Merriam fue sobre todo programatica y pro- mocional. Preconizé dicho movimiento, recluté personal y fundé un programa particular de investigacin en la Universidad de Chicago. También fue uno de los fundadores del Consejo de Investigacién en Ciencias Sociales. Catlin escribié sobre cuestiones metodoldgicas, hizo una clara distincién entre la historia y la ciencia politica y ubicé aesta Ultima entre las ciencias sociales. En su manifiesto de 1921, “La actual situacién del estudio de la politica”, Merriam recomendé la introduccién de conocimientos psicoldgicos en el estudio de las instituciones y procesos politicos, as{ como el empleo de métodos estadisticos para incrementar el rigor cientffico del andlisis politico. Este llamado al crecimiento y a la superacién profesional en ningtin momento planteé la necesidad de una discusién sobre la metodologfa cientffica. Merriam propuso practicar la ciencia politica en vez de hablar de ella. Y de hecho, enla Universidad de Chicago, se desarrollé en el transcurso de las siguien- tes décadas un programa de investigacién que ejemplificé el hinca- pié de Merriam en la investigacién empfrica, la cuantificaci6n y la interpretacion sociosicolégica. Los profesionales egresados de dicho programa conformaron una parte apreciable del nticleo del “movi- miento conductual” de la posguerra. George Catlin tal vez haya sido el primeroen hablar deun “tratamien- to conductista de la politica” (1927, p. xi) y, en su exposicién acerca de una ciencia politica, parece desechar todas las objeciones susceptibles de establecer una distincién entre los asuntos humanos y sociales y los objetos de estudio de las ciencias naturales. Sin embargo, no se muestra muy optimista con respecto a las perspectivas de la ciencia. Por el momento, la politica debe concretarse a la humilde tarea de regis- trar y cuando sea posible hacerlo, mensurar y clasificar el material his- MESAS SEPARADAS 87 torico pasado y contemporaneo, asi como seguir probables pautas para el descubrimiento de formas permanentes y principios generales de accién [...] Es razonable esperar que la ciencia politica a final de cuentas resulte ser algo mas que esto, que nos brinde cierta esperanza de poder algtin dia controlar la situacién social, y nos muestre, si no lo que se debe hacer, porlo menos —siendo la naturaleza humana como es—lo que no se debe ha- cer, toda vez que semejante accién ha de poner a descubierto la estructura de la sociedad, as{ como las lineas de actividad de las fuerzas mas pro- fundas que contribuyeron a definir dicha estructura. (1927, pp. 142-143.) Asi, podemos ver que no resiste un anélisis critico la afirmacién de Bernard Crick (1959) de que el movimiento conductual en la ciencia politica estadunidense, y en particular la escuela de Chicago, fueron los que condujeron a la ciencia politica por el dorado camino del cientificismo. Tanto en Europa como en América, la opinién metametodolégica al respecto esta dividida. Costarfa trabajo encon- trar estudiosos mas apegados al modelo de las ciencias exactas que Comte, Marx, Pareto y Freud. Durkheim y Weber, a pesar de su claro compromiso con la ciencia, reconocieron abiertamente que el cien- tifico social trabaja con materiales menos reductibles a las leyes y formas de explicacién propias de las ciencias exactas. Esta polémica emigré hacia los Estados Unidos de Norteamérica en el transcurso del siglo xx. La atribucién hecha por Crick de esta orientacién cientifica a los populistas de Chicago no resiste un examen de las pruebas. Hay que leer la correspondencia de Tocqueville (1962) para apreciar cudn cerca estuvo aquel brillante intérprete de la democracia norteameri- cana —un siglo antes de que naciera la escuela de Chicago— de realizar una encuesta de opinién en ocasién de sus viajes por el pats. Al conversar con el capitan de un buque de vapor del rfo Misisipf, granjeros de tierra adentro, comensales en cenas elegantes por la costa Este y funcionarios en Washington, D. C., buscaba obtener una muestra de la poblacién estadunidense. Karl Marx elaboré un cues- tionario de seis paginas a fin de estudiar las normas de vida, las condiciones de trabajo, asi como las actitudes y creencias de la clase obrera francesa a principios de la década de 1880. Un gran nimero de copias fueron repartidas a los socialistas y a las organizaciones obreras. Los datos acopiados serfan utilizados en las siguientes elec- ciones generales (1880). En los apuntes de Max Weber para su estu- 58 LA POL[TICA COMO CIENCIA. dio sobre el campesinado de la Prusia oriental, existen indicaciones de que planificé e inicié una encuesta sobre las actitudes de los campesinos polacos y alemanes. Asimismo, en su estudio sobre la religi6n comparativa empleé una tabla formal de cuatro casillas —mundanidad-desprendimiento, ascetismo-misticismo— como instrumento para generar hipétesis acerca de la relacién existente entre la ética religiosa y las actitudes econémicas. La mayorfa de los avances importantes en el desarrollo de la esta- distica fueron logrados por europeos. La Place y Condorcet eran franceses; la familia Bernoulli era suiza; Bayes, Galton, Pearson y Fisher, ingleses; Pareto, italiano; y Markov, ruso. El primer teérico dela “eleccién publica” fue un escocés llamado Duncan Black (1958). La opinién de que el enfoque analitico cuantitativo en las ciencias sociales fue una aportacién estadunidense no resiste el escrutinio hist6rico. Lo que sf fue propiamente estadunidense fue la mejoria, y la aplicacion, de métodos cuantitativos en la investigaci6n por en- cuestas, el andlisis de contenidos, el andlisis estad{stico agregado, la elaboracién de modelos mateméaticos y otros procedimientos simi- lares, asf como la comprobacién empirica de hipétesis psicolégicas y sociolégicas formuladas en su mayor parte en la bibliografia euro- pea sobre ciencias sociales. Enel momento més negro de la historia europea —durante los afios treinta— hubo una gran penetraci6n de la ciencia social europea en los Estados Unidos de Norteamérica, propiciada por refugiados co- mo Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Marie Jahoda, Wolfgang Kohler, Hans Speier, Erich Fromm, Franz Neumann, Otto Kircheimer, Leo Lowenthal, Franz Alexander, Hannah Arendt, Hans Morgenthau, Leo Strauss y otros muchos. Tan larga serie de nombres indica cla- ramente que dicha corriente migratoria trajo consigo las diversas polémicas entonces existentes en el area de las ciencias sociales, y que es un mito la contraposicién de un enfoque europeo y otro esta- dunidense en torno al problema de la orientaci6n humanista vs. cientffica. El desarrollo de las ciencias sociales y polfticas en los Estados Unidos de Norteamérica muestra una clara continuidad con sus antecedentes europeos. Esta tradici6n general en las ciencias politicas, la cual comenzé con los griegos y contintia avanzando hasta los pensadores creativos de nuestra generacion, es la versién veridica de la historia de nuestra MESAS SEPARADAS 59 disciplina, aun cuando las escuelas critica y marxista pretenden ser las principales protagonistas de esta evolucién. Ante tan simplista tentacién, necesitamos comprometernos con firmeza con la bisque- da de la objetividad. El llamado a la “pertinencia” asociado al “pos- conductismo” conlleva una mayor preocupacién por las implicacio- nes de orden prdctico en nuestro quehacer profesional, pero no pue- de implicar un compromiso con un curso particular de accién politica. Un politélogo no es forzosamente un socialista, y mucho menos un socialista de una determinada escuela. No puede tomarse en serio la versién que nos presenta la filosofia politica straussiana de la historia de nuestra disciplina. La versién de nuestra historia presentada por la corriente radical de la eleccién ptiblica confunde técnica con substancia. La ciencia politica en ge- neral esté abierta a cualquier metodologfa susceptible de hacernos mis intelegible el mundo de la politica y de la administracién publi- ca, No debemos desdefiar el saber propiciado por nuestras metodo- logias tradicionales sélo porque se dispone ahora de poderosas he- rramientas estad{sticas y matematicas. Tenemos motivos para sentirnos orgullosos del avance logrado por la ciencia politica durante estas tltimas décadas. Y como ciuda- danos estadunidenses, hemos hecho importantes aportaciones al antiqufsimo anhelo mundial de aplicar el poder del conocimiento a los tragicos dilemas del mundo de la politica. BrBuiocraFia Anderson, Perry (1976), Considerations on Western Marxism, Londres, New Left Books. Axelrod, Robert (1984), The Evolution of Cooperation, Nueva York, Basic Books. Bates, Robert (1988), Macro-Political Economy in the Field of Development, Programa de Economfa Politica Internacional en la Universidad de Duke, ponencia nim. 40, junio. Bergesen, Albert (1980), “The Class Structure of the World System”, en Contending Approaches to World System Analysis, William R. Thompson (comp.), Beverly Hills, Cal., Sage Publications. Black, Duncan (1958), The Theory of Commitees and Elections, Cambridge, Cambridge University Press. 60 LA POLITICA COMO CIENCIA Bornschier, Volker, y J. P. Hoby (1981), “Economic Policy and Multi-Natio- nal Corporations in Development: The Measurable Impacts in Cross National Perspective”, Social Problems, 28, pp. 363-377. ___. C. Chase-Dunn y R. Rubinson (1978), “Cross-national Evidence of Effects of Foreign Aid and Investment on Development”, American Jour- nal of Sociology, 84(3), pp. 207-222. Buchanan, James (1978), The Economics of Politics, Lancing, West Sussex, Institute of Economic Affairs. ___,yRichard Wagner (1977), Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes, Nueva York, Academic Press. Cardoso, Fernando Henrique, y Enzo Faletto (1979), Dependency and Development in Latin America, Berkeley, University of California Press. Catlin, George E. G. (1927), The Science and Method of Politics, Hamden, Connecticut, Anchor Books. Chase-Dunn, Christopher (1982), “Commentary”, en World System Analysis: Theory and Methodology, Terence Hopkins e Immanuel Wallerstein (comps.), Beverly Hills, Cal., Sage Publications. Crick, Bernard (1959), The American Science of Politics, Berkeley, Univer- sity of California Press. Dahl, Robert A. (1961), “The Behavioral Approach in Political Science: Epitaph for a Monument to a Successful Protest”, American Political Science Review, 55, diciembre, pp. 763-772. Easton, David (1953), The Political System, Nueva York, A. A. Knopf. Eulau, Heinz (1963), The Behavioral Persuasion in Politics, Nueva York, Random House. Fagen, Richard (1978), “A Funny Thing Happened on the Way to the Market: Thoughts on Extending Dependency Ideas”, International Organization, 32(1), pp. 287-300. Geertz, Clifford (1972), The Interpretation of Cultures, Nueva York, Basic Books. Hamilton, Alexander (1937), The Federalist, Washington, D. C., National Home Library Foundation. Held, David (1980), Introduction to Critical Theory: Horkheimer to Habermas, Berkeley, University of California Press. Hirschman, Albert (1970), “The Search for Paradigms as a Hindrance to Understanding”, World Polities, 22, 3 de marzo, pp. 329-343. March, James, y Johan Olsen (1984), “The New Institutionalism: Organizational Factors in Political Life”, Amzerican Political Science Review, 78, 3 de septiembre, pp. 734-750. Marx, Karl (1880), “Inquiéte ouvriére”, La Revue Socialiste, 20 de abril. Merriam, Charles E. (1921), “The Present State of the Study of Politics”, American Political Science Review, 15, mayo, pp. 173-185. MESAS SEPARADAS 61 Mitchell, William (1988), “Virginia, Rochester, and Bloomington: Twenty- five Years of Public Choice and Political Science”, Public Choice, 56, pp- 101-119, North, Douglass (1981), Structure and Change in Economic History, Nueva York, W. W. Norton. Pateman, Carole (1970), Participation and Democratic Theory, Cambridge, Cambridge University Press. __ (1979), The Problem of Political Obligation, Chichester, Wiley. Pollock, Frederick (1980), The History of the Science of Politics, Londres, Macmillan. Popkin, Samuel (1979), The Rational Peasant, Berkeley, University of Cali- fornia Press. Rattigan, Terence (1955), Separate Tables, Nueva York, Random House. Ricci, David (1984), The Tragedy of Political Science, New Haven, Connecti- cut, Yale University Press. Riker, William (1982), Liberalism Against Populism, San Francisco, Freeman. Rubison, Richard, y C. Chase-Dunn (1979), “Cycles, Trends and New De- partures in World System Development”, en National Development and World Systems, J. W. Meyer y M. T. Hannan (comps.). Chicago: University of Chicago Press. Seeley, John Robert (1896), An Introduction to Political Science, Londres, Macmillan. Seidelman, Raymond (1985), Disenchanted Realists: Political Science and the American Crisis, 1884-1984, Albany, State University of New York Press. Simon, Herbert (1985), “Human Nature in Politics: The Dialogue of Psycho- logy with Political Science”, American Political Science Review, 79, 2 de junio, pp. 293-304. Slater, Philip (1977), Origin and Significance of the Frankfurt School: A Marxist Perspective, Londres, Routledge and Kegan Paul. Strauss, Leo (1959), What Is Political Philosophy?, Glencoe, Illinois, Free Press. ___ (1972), “Political Philosophy and the Crisis of Our Time”, en The Post Behavioral Era, George Graham y George Carey (comps.), Nueva York, Holt, Rinehart & Winston, pp. 212-242. Sylvan, David, Duncan Snidal, Bruce M. Russett, Steven Jackson y Raymond Duvall (1983), “The Peripheral Economies: Penetration and Economic Distortioon, 1970-1975”, en Contending Approaches to World System Analysis, William Thompson (comp.), Beverly Hills, Cal., Sage Publi- cations. Therborn, Goran (1977), The Frankfurt School in Western Marxism: A Criti- cal Reader, Londres, New Left Books. 62 LA POLITICA COMO CIENCIA Tocqueville, Alexis de (1962), Journey to America, New Haven, Connecticut, Yale University Press. Truman, David (1955), “The Impact of the Revolution in Behavioral Science on Political Science”, Brookings Lectures, Washington, D. C., Brookings Institution, pp. 202-231. Walzer, Michael (1970), Obligations, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press. ___ (1983), Spheres of Justice, Nueva York, Basic Books. Weber, Max (1949), The Methodology of the Social Sciences, traducido por E. A. Shils y H. A. Finch, Glencoe, Illinois, Free Press. Womack, John (1969), Zapata and the Mexican Revolution, Nueva York, A. A. Knopf. Wood, Gordon S. (1988), “The Fundamentalists and the Constitution”, New York Review of Books, 18 de febrero. Il. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA* con STEPHEN GENCO En su afn de volverse cientffica, la ciencia politica ha propendido, en las tltimas décadas, a perder el contacto con su base ontolégica. Ha tendidoa tratarlos acontecimientos y fenémenosde orden politico como hechos naturales reductibles a los mismos esquemas de légica explicativa propios de la fisica y otras ciencias exactas. Esta tendencia puede interpretarse en parte como una fase de la revoluci6n cientf- fica, como una difusién, en dos etapas, de postulados ontolégicos y metodolégicos propios de las ciencias exactas, cuyo éxito no deja lugar a dudas: primero, hacia la psicologfa y la economfa, y luego, desde estas pioneras entre las ciencias humanas hacia la sociologfa, la antropologfa, la ciencia politica e incluso la historia. Al adoptarla agenda delasciencias exactas, lasciencias sociales yen particular lacien- cia polftica, fueron respaldadas por la escuela neopositivista de filo- sofia de la ciencia, la cual legitimaba este postulado de homogeneidad ontolégica y metametodolégica. En fechas més recientes, algunos filésofos de la ciencia, asf como ciertos psicélogos y economistas, han puesto en duda la posibilidad y conveniencia de aplicar a asuntos humanos la estrategia propia de las ciencias exactas. Tal vez sea provechoso sefialar estos argumentos a los politdlogos. ‘Las METAFORAS DE PopPpER Karl Popper, quien juntocon R. B. Braithwaite, Carl Hempel y Ernest Nagel sostuviera la tesis de la homogeneidad metametodoldgica, destacé en fechas més recientes la naturaleza heterogénea de la rea- * De Gabriel A. Almond, “Clouds, Clocks, and the Study of Politics”, World Poli- tics, vol. 29, nm. 4. Derechos reservados © 1977 por Princeton University Press. Reproduccién autorizada. 63 64 LA POLITICA COMO CIENCIA lidad y su incompatibilidad con un modelo unico de explicacién cientifica. Recurre a la metafora de las nubes y los relojes para ilus- trar las nociones con sentido comin de determinacién e indetermi- nacién en los sistemas fisicos. Nos pide que imaginemos un continuo que se extienda desde las “nubes” mas irregulares, desordenadas e impredecibles a la izquierda, hasta los “relojes” mas regulares, orde- nados y predecibles a la derecha. Como ejemplo ms cabal de un sistema determinista situado cerca del extremo de los relojes, Popper menciona al sistema solar. En este extremo del continuo, se encon- trarian objetos como péndulos, cronémetros y automéviles. Como ejemplo de un sistema cercano al otro extremo, el indeterminado, de este continuo, menciona un enjambre de mosquitos o abejas en el que cada insecto vuela en forma errdtica, excepto porque vuelve a acercarse al centro cuando se aleja demasiado de sus compatieros. Cerca de este extremo, encontrariamos nubes de gas, el clima, car- dtimenes, sociedades humanas y, tal vez un poco més cerca del cen- tro, a seres humanos y animales aislados. La revolucién newtoniana en el campo de la fisica divulgé la no- cién —que habria de perdurar por cerca de 250 afios— de que este orden légico era erréneo. El éxito de la teorfa de Newton al explicar y predecir una multitud de eventos celestes y terrenales mediante sus leyes del movimiento condujo a la mayorfa de los pensadores —aun- que no al propio Newton— a adoptar y defender la idea de que el universo y todas sus partes obedecfan a mecanismos comparables al de un reloj y que eran, en principio, enteramente predecibles. Se consideraba que eran mal entendidos todos los fenémenos aparen- temente indeterminables; con el tiempo, se descubrirfa que también eran regulares y predecibles. Asi, el modelo cient{fico predominante después de Newton postulaba que toda la naturaleza estaba regida por leyes deterministas 0, de acuerdo con la metdfora de Popper, “todas las nubes son relojes —incluida la més difusa de las nubes”.! Durante la década de 1920, el desarrollo de la teorfa cudntica puso en tela de juicio tan exacto modelo de la naturaleza y apoyé la nocién de que la indeterminacién y el azar eran parte constitutiva de todos los procesos naturales. Con este hallazgo se invirtié la metéfora de 1 Karl R. Popper, “Of Clouds and Clocks: An Approach to the Problem of Ratio- nality and the Freedom of Man”, en Popper, Objective Knowledge: An Evolutionary Approach, Oxford, Clarendon Press, 1972, p. 210; cursivas en el original. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 65 Popper; ahora, la postura predominante era que “hasta cierto punto, todos los relojes son nubes; o dicho con otras palabras, que sdlo hay nubes, as{ sean nubes con muy diferentes grados de nubosidad”. Numerosos cientificos y filésofos acogieron con alivio este cambio de modelo, toda vez que parecfa liberarlos de la pesadilla del deter- minismo que negaba sentido a las decisiones y objetivos humanos. Pero Popper prosigue exponiendo su argumento central, esto es, que “la indeterminaci6n no basta” para explicar la aparente autono- mifa de las ideas humanas en el mundo fisico. “De ser verdadera la postura del determinismo, entonces el mundo seria comparable con un reloj perfectamente sincronizado, incluidas todas las nubes, or- ganismos, animales y seres humanos. Si, por otra parte, el de Pierce o de Heisenberg o cualquier otro indeterminismo es veridico, en- tonces el azar desempefia un papel muy importante en nuestro mun- do fisico. Pero, ¢acaso el azar es mas satisfactorio que el determi- nismo”?3 La respuesta de Popper es negativa. Aun cuando los ffsicos y filé- sofos intentaron construir modelos de eleccién humana basados en la imprevisibilidad de los saltos cudnticos,‘ él los rechaza por estar demasiado circunscritos. Admite que “el modelo de los saltos cudn- ticos puede ser un modelo para [...] decisiones repentinas [...] Pero, gson tan interesantes las decisiones repentinas? ¢Acaso son caracte- risticas del comportamiento humano —de un comportamiento hu- mano racional?” Concluye: “Nolo creo |[...] Para entender el compor- tamiento humano racional —y de hecho, el comportamiento ani- mal— necesitamos algo de cardcter intermedio, entre el azar absoluto y el determinismo perfecto —algo intermedio entre nubes perfectas y relojes perfectos [...] ya que, desde luego, lo que queremos es entender cémo cosas no fisicas como los propésitos, deliberacio- nes, planes, decisiones, teortas, intenciones y valores, pueden contri- buir para provocar cambios fisicos en el mundo fisico.”5 El método de Popper para encontrar una solucién a este problema parece, al igual que el problema mismo, ser importante para la polf- ? [bid., p. 213; cursivas en el original. 3 Ibid., p. 226; cursivas en el original. 4 Arthur H. Compton, The Freedom of Man, New Haven, Yale University Press, 1935. 5 Popper. n. 1; cursivas en el original. 66 LA POL{TICA COMO CIENCIA tica y la ciencia politica. Considera que el problema es esencialmente de control; esto es, el control del comportamiento y otros aspectos del mundo ffsico mediante ideas humanas o abstracciones mentales. Afirma, por lo tanto, que “la solucién debe dar cuenta de la libertad; debe asimismo explicar cémo la libertad no es tan sélo azar, sino mas bien el resultado de una sutil interaccién entre algo casi fortuito o erratico, y algo parecido a un control restrictivo o selectivo —como un objetivo o una norma— aunque decididamente no férreo”. En con- secuencia, reduce el rango de las soluciones aceptables a aquellas que “se ajustan ala idea de combinar libertad y control, y también ala nocién de un ‘control pldstico’, en contraposicién con la de un control ‘férreo’”.6 Popper llega a una solucién evolutiva de este problema —basada en un procedimiento de eliminacién por ensayo y error, o de varia- cién y retenci6n selectiva.’ Sdlo una teorfa como ésta puede admitir un control plastico y de ahi la libertad humana. Visto esto, se hace soluble el problema de la relaci6n entre las ideas y el comportamien- to: “Porque el control sobre nosotros mismos y sobre nuestras accio- nes mediante teorfas y propésitos nuestros es un control plastico. No estamos obligados a someternos al control de nuestras teorfas toda vez que podemos examinarlas con un ojo critico, y tenemos plena libertad de desecharlas si juzgamos que no cumplen con nuestras normas regulatorias. No solamente nuestras teorias nos controlan, sino que podemos controlarlas a ellas (e inclusive a nuestras nor- mas): aqu{ existe una especie de retroalimentacién.”* Popper concluye: “Como hemos visto, resulta insatisfactorio con- templar al mundo como un sistema fisico cerrado —ya sea un siste- ma estrictamente determinista o uno en el que cualquier cosa que no esté estrictamente determinada se debe simplemente al azar; con semejante concepcién del mundo, la creatividad y la libertad huma- nas no pueden ser sino ilusiones [...] por lo tanto, yo presenté una perspectiva diferente del mundo—una en la cual el mundo fisico es un sistema abierto. Esto es congruente con la percepcién de la evo- luci6n de la vida como un proceso de eliminaci6n por ensayo y error ° Ibid., pp. 231-232; cursivas en el original. 7 Véase Donald T. Campbell, “Variation and Selective Retention in Socio-cultural Evolution”, General Systems Yearbook, xvi, 1969. 8 Popper, n. 1, pp.240-241; cursivas en el original. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 67 y nos permite concebir racional, mas no integralmente, el surgimien- to de nuevas formas de vida y el desarrollo de la libertad humana.”? Asi, Popper nos advierte que los modelos de explicacién apropia- dos para las ciencias fisicas no nos permitiran aprehender los fené- menos humanos y culturales, y aun cuando podamos incrementar nuestro entendimiento, no podremos explicarlos cabalmente en vir- tud de sus propiedades creativas y emergentes. PROPIEDADES ONTOLOGICAS DE LA POLITICA El ensayo de Popper nos brinda tres maneras de conceptualizar la realidad social —como un reloj, una nube y un sistema de controles plasticos. Desde luego, el tercer concepto es el que mejor define ala realidad politica, cuya explicacié6n es el objeto mismo de la ciencia politica. Consta de ideas —decisiones, metas y propésitos huma- nos— en constante e intensa interaccién con otras ideas, as{ como con el comportamiento humano y el mundo fisico. En el centro de este complejo sistema se encuentran las opciones y decisiones —de- cisiones de ordenar, obedecer, votar, exigir. El universo politico esta organizado; las élites toman decisiones de ordenar o abstenerse de hacerlo, qué ordenar, y cémo hacer que se cumplan sus 6rdenes. Los ciudadanos y sujetos deciden acatar estas érdenes, en qué forma hacerlo o bien no cumplirlas. Esto es el meollo de la politica, esto es el objeto de estudio de nuestra disciplina. Las relaciones entre estos eventos no son sencillamente reactivos, como lo son los encuentros entre objetos fisicos; no son facilmente reductibles a modelos de causa y efecto comparables al mecanismo de un reloj. Esto se debe principalmente a la naturaleza variable de los repertorios conductuales de las élites y de los ciudadanos comu- nes. Los protagonistas polfticos tienen recuerdos; aprenden de la experiencia. Tienen metas, aspiraciones y estrategias calculadas. La memoria, el aprendizaje, la persecucién de objetivos y la resolucién de problemas se interponen entre “causas” y “efectos”, entre las va- riables independientes y dependientes. Las decisiones politicas no se toman ni tampoco se aplican en el ° Ibid., pp. 254-255. 68 LA POLITICA COMO CIENCIA vacfo; mas bien estn sujetas a una compleja gama de restricciones y oportunidades. Estas restricciones —laé necesidades de la politica— abarcan desde la categoria relativamente rigida de las limitaciones ambientales 0 ecoldgicas hasta otra, bastante flexible, representada por modas y tendencias transitorias. Definen el “ambiente operati- vo" de los actores politicos! y muestran diversos grados de maneja- bilidad. Algunas de ellas, como la geograffa 0 el nivel tecnolégico, son de dificil alteracin incluso a largo plazo, y son practicamente impo- sibles de manipular en el corto plazo. Otras, como los valores cultu- rales yla opinién publica, son relativamente faciles de manipular en algunas circunstancias y mds inconmovibles en otras. Pero cabe decir que la manipulaci6n, en principio, rara vez es imposible. Inclu- so restricciones ambientales relativamente estrictas —como la rela- cién entre las necesidades de recursos materiales y la poblacién— pueden a veces modificarse a resultas de las capacidades creativas y adaptativas de los seres humanos. Hace alrededor de 10 000 afios, la revolucién agricola multiplicé el ntimero de individuos susceptibles de cohabitar en un determinado espacio fisico y la revolucién indus- trial de los Ultimos dos siglos repitié este fendmeno. Son evidentes para todos nosotros estas propiedades ontoldégicas de los asuntos politicos; no son cuestiones sobre las cuales puedan discrepar individuos inteligentes. Aquellos politélogos que —por cualesquier motivos filoséficos o metodolégicos— se rehtisan a to- marlas en cuenta y consideran que el comportamiento humano es de naturaleza meramente reactiva, y por lo tanto sujeto a la misma légica explicativa que los fenémenos naturales “regulares” —regidos por mecanismos precisos como los de un reloj— estan tratando de estructurar una ciencia basada en postulados empfricamente tergi- versados. Esto se hace evidente cuando sus esquemas explicativos se conciben con base en su propio comportamiento como cientfficos. En la misma medida en que reconocen la importancia de la memoria y la creatividad cientifica, de las estrategias calculadas, la persecu- cién de objetivos yla resolucién de problemas en su propio quehacer cienttfico, asimismo deben admitir estas cualidades en los fenéme- nos humanos y sociales que estudian y pretenden explicar. Estas complejidades de la realidad humana y social nos dejan ver 10 Harold Sprouty Margaret Sprout, The Ecological Perspective on Human Ajfairs, Princeton, Princeton University Press, 1965. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 69 que la estrategia explicativa propia de las ciencias exactas tiene una aplicacién limitada en las ciencias sociales. Los modelos, metodolo- gias y procedimientos creados para explorar un mundo cuyas carac- terfsticas predominantes se asemejan al mecanismo de un relojo a la dispersi6n de las nubes no podran aprehender mas que una parte reducida del mundo mucho mas complejo de la interaccién politica y social. Asi, la mera btisqueda de regularidades y relaciones fijas entre variables —una estrategia que propicié enormes avances en las ciencias fisicas— no explicaré los eventos sociales, sino sélo algunas de las condiciones que los determinaron. Toda vez que las propiedades de la realidad politica difieren de las de la realidad fisica, las propiedades de las regularidades politicas también diferirdn de las de las regularidades fisicas. Las regularida- des que descubrimos son flexibles; por ser resultado de procesos que muestran un control plastico y no férreo. Forman parte de la historia e implican reiteradas intervenciones de un gran ntimero de recuer- dos, procesos de aprendizaje y propésitos humanos, as{ como elec- ciones entre diversas opciones. Las regularidades que descubrimos parecen tener una muy corta vida. Se desvanecen rdpidamente debi- do a los procesos mneménicos, de biisqueda creativa y de aprendi- zaje que fundamentan su existencia. Cabe decir que la misma ciencia social puede contribuir a esta desintegracién, toda vez que el apren- dizaje cada vez mas tiende a incluir no solamente la informacién obtenida a partir de la experiencia, sino también la que se desprende de la investigacién cientifica. Unos cuantos ejemplos bastaran para ilustrar la flexibilidad de las. teorias politicas, asf como su vinculacién directa con factores hist6- ricos. Los politélogos con justa razén se enorgullecen de su teorfa del comportamiento electoral que, de hecho, es lo mas parecido que tenemos a una teorfa cientifica. Dicha teoria ha generado todo un conjunto de lo que parecen ser “leyes generales” —correlatos demo- graficos y de actitud de la decisién electoral, a los que se lleg6 me- diante un proceso de induccién. E] modelo deductivo postulado por Downs, concerniente a las consecuencias para los sistemas de parti- dos de diferentes distribuciones de las actitudes de los electores, parece ser una ley mas importante de la politica. Sin embargo, inclu- so un repaso superficial de los hallazgos de la investigacién acerca del comportamiento electoral en los Ultimos tres decenios muestra 70 LA POLITICA COMO CIENCIA. hasta qué punto son inestables estas regularidades y cuanto se apar- tan de los par4metros de las ciencias exactas nuestros esfuerzos por estabilizarlas. La investigaci6n moderna acerca del comportamien- to electoral logr6 su m4ximo avance en los estudios realizados sobre las elecciones en los Estados Unidos de Norteamérica durante la década de 1950 y principios de la de 1960, un periodo de acelerado crecimiento econémico y baja intensidad politica. Los estudiosos del comportamiento electoral estadunidense durante este periodo pre- tend{fan explicar y predecir el comportamiento electoral de los ci dadanos estadunidenses con base en variables de “identificaci6n partidista” e “imagen de los candidatos”, las cuales, sin embargo, no parecieron desempefiar sino un papel secundario en el proceso." El resultado de este esfuerzo por generar una explicacién causal infali- ble fue una teorfa psicolégica del comportamiento electoral basado en la identificacién partidista y la imagen de los candidatos. Sin embargo, dicha teorfa pronto serfa puesta en tela de juicio por estu- dios realizados a principios de la década de 1970, que contenfan datos de principios de la década de 1930 finales de la de 1960. Estos periodos, el primero relativamente remoto y el otro mucho més re- ciente, indican que el electorado estadunidense toma sus decisiones a partir de las posturas asumidas por los candidatos con respecto a diversos problemas en mucha mayor medida que durante la década de 1950 y principios de la de 1960. Autores recientes hablan de la “descomposicién’” del sistema de partidos, de la individualidad del comportamiento electoral y de un proceso de “ideologizacién” en la politica estadunidense.!? Y uno de los principales colaboradores del grupo de Michigan, que produjola teorfa original dela identificacion partidista, reconoce ahora que los correlatos demografico y de acti- tud del comportamiento electoral sélo mantienen una relacién laxa entre sf, y que el tinico tipo de teorfa al cual podemos aspirar es “alguna especificacién ordenada de las condiciones en las cuales éstos varfan”.!3 11 Angus Campbell y otros, The Voter Decides, Evanston, Illinois, Row, Peterson, 1954; Campbell y otros, The American Voter, Nueva York, Wiley, 1960. }2 Norman Nie, Sidney Verba y John R. Petrocik, The Changing American Voter, Cambridge, Harvard University Press, 1976, pp. 345 ss.; Walter Dean Burnham, Critical Elections and the Mainsprings of American Politics, Nueva York, Norton, 1970. 13 Philip E. Converse, “Public Opinion and Voting Behavior”, en Fred I. Greenstein NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 71 La teorfa de la socializacién politica atin realiza vanos esfuerzos por asignar valores y pesos relativamente fijos a los agentes de la socializacién —la familia, la escuela, el lugar de trabajo, los medios masivos de comunicacién, las experiencias en la vida adulta y otros factores similares.'4 La investigacién sobre la socializacién, como la que se realiza acerca de los procesos electorales, en su biisqueda de una explicacién rigurosamente cientffica, han pasado por alto el contexto histérico general y la inherente inestabilidad de las varia- bles que manejan. Jennings y Niemi, '5 en uno de los estudios més sofisticados que se hayan emprendido acerca de la socializacién politica, reportan una influencia sorprendentemente débil de los padres y educadores en las actitudes polfticas de los estudiantes a punto de concluir la ensefianza media superior. Olvidaron tomar en cuenta el hecho de que la muestra de estudiantes que habfan estu- diado estaban por terminar el mencionado periodo de su formacién académica en el afio de 1965; dicho en otras palabras, que integraban la primera cohorte de ciudadanos nacidos en el contexto de la explo- sion demografica registrada después de la segunda Guerra Mundial. Esta fue una generacién que en gran medida se socializé a sf misma y que, a finales de la década de 1960, pondrfa en tela de juicio a toda la teorfa de la socializacién al proveer los innovadores culturales de la rebelién juvenil. De la misma manera que la teorfa del comporta- miento electoral, la teorfa de la socializaci6n poco a poco reconoce la constitutiva inestabilidad de las variables objeto de su estudio. La influencia de los agentes de socializaci6n varfa con los cambios en la estructura social y demografica de la sociedad, lo mismo que con los avances de la tecnologia y los problemas y acontecimientos politicos. Alo més que podemos aspirar es a formular una serie de postulados que especifiquen en qué condiciones tiende a variar dicha influencia. Posiblemente las mas vulnerables de estas incursiones en las cien- cias exactas fueron los esfuerzos que hicieron algunos estudiosos de la politica estadunidense, a principios de la década de 1960, para y NelsonW. Polsby (comps.), Handbookof Political Science, v, Reading, Massachusetts, ‘Addison-Wesley, 1975, p. 126. 1 Para una resefia reciente de la bibliograffa al respecto, véase David O. Sears, “Political Socialization”, en Greenstein y Polsby, n. 13, pp. 93 ss. 'S M. Kent Jennings y Richard G. Niemi, The Political Character of Adolescence, Princeton, Princeton University Press, 1974. 2 LA POLITICA COMO CIENCIA descubrir las relaciones entre la politica y la administraci6n publica. Habfan planteado esta interrogante trabajos anteriores en los que se mantenfa que ciertas caracterfsticas del sistema polftico —la com- petencia entre partidos, la participacion electoral, el repartimiento y otros factores similares— tenfan importantes consecuencias en la administracién publica, segtin lo indicaban la cuanttfa del gasto pu- blico, y en particular el asociado con el bienestar ptiblico. Una serie de estudios estadisticos en los que se compararon las caracteristicas politicas, econdémicas y de administracién ptiblica de los diferentes estados de la nacién durante la década de 1950 y a principios de la de 1960 demostraron, mas adelante, que aquellas variables politicas tenfan poca influencia independiente sobre las variables de la admi- nistracién. Una vez controlada la variable correspondiente al nivel de desarrollo econémico, desaparecié el efecto de estas diferencias politicas. Este hallazgo condujoa la sorprendente conchusién de que Jas variables econémicas y otras relacionadas con el entorno, tienen mucha mayor influencia sobre la administracién publica que las variables polfticas.'* Para nuestros propésitos, tienen particular importancia dos as- pectos de esta investigacién acerca de la administracién publica. El primero es la extraordinaria constriccién de las perspectivas tempo- rales y espaciales en este esfuerzo por probar una premisa global concerniente a las relaciones entre la economia, la politica y la ad- ministraci6n publica. El hecho de que ésta fuera la situacién de los estados estadunidenses durante la década de 1950 —un periodo de estabilidad polftica— y no durante la de 1930, no se consideré que limitara los tipos de inferencias que pod{an obtenerse. Los politélo- gos que estudiaron estos problemas no supieron dar una perspectiva histérica a su labor de investigaci6n —no evocaron recuerdos de la guerra, de la revolucién, ni de la depresién, y tampoco hicieron alusién a las consabidas relaciones de éstas con la politica y la admi- nistracion publica. En segundo lugar, no reconocieron el hecho de que las variables externas no pueden determinar directamente la administraci6n ptiblica y que la decisi6n politica forzosamente in- 16 Véase Thomas R. Dye, Understanding Public Policy, Englewood Cliffs, New Jersey, Prentice-Hall, 1972, pp. 243-248, para una resefia de esta bibliograffa yuna informacién mas completa sobre los mencionados hallazgos e inferencias. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 73 terviene entre ellas. En realidad, dicha intervencién histéricamente ha sido muy importante. La teorfa de la movilizaci6n social intenté explicar y predecir ten- dencias hacia la politizacién, la democratizacién y la desideologiza- cién a partir de tendencias hacia la urbanizaci6n, industrializacién, comunicacién y educacién —solamente para descubrir que cuando estas relaciones se examinan histéricamente, la indocilidad e inven- tiva humanas, lo mismo que el mero azar, complican enormemente estas pautas.'7 E] profeta del ocaso de la ideologia'® se convirtié en el profeta de la sociedad posindustrial' y ahora, en el de las disyuncio- nes sociales y del agotamiento cultural.”° Los cientificos sociales estan descubriendo que pueden encontrar explicaciones mas satis- factorias cuando siguen el curso de la historia y emplean sofisticados procedimientos metodolégicos para aislar obligadas secuencias y restricciones, pero sin perder de vista el papel desempefiado por el azar y la inventiva humana en la produccién de los resultados que pretenden explicar. En su entusiasta busqueda de poderosas regularidades y unifor- midades en las propiedades de la necesidad causal 0 la alta probabi- lidad de ocurrencia, los cientificos sociales han pasado por alto el hecho de que gran parte del cambio social y politico no debe expli- carse en funcién de regularidades fuertes o débiles, sino mediante conjunciones accidentales —con eventos que tenfan pocas probabi- lidades de ocurrencia. La concatenacién de determinados lideres con contextos histéricos particulares esta vinculada al azar y no a una necesidad. Los estudiosos pueden explicar por qué, en 1917, Rusia estaba lista para la revolucién; también pueden dar cuenta de algunos aspectos de la personalidad y del modo de actuar de Lenin; sin embargo, no pueden explicar por qué ambos factores se conjuga- ron para producir la Revolucién bolchevique, la tinica explicaci6n posible es el azar. El problema es comparable al del bidlogo que 17 Para una resefia de la bibliografia pertinente, véase Gabriel A. Almond, Scott C. Flanagan, Robert J. Mundt (comps.), Crisis, Choice and Change, Boston, Little, Brown, 1973, pp. 8s. 18 Daniel Bell, The End of Ideology, Nueva York, Free Press, 1960. 19 Daniel Bell, The Coming of Post-Industrial Society, Nueva York, Free Press, 1960. 20 Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism, Nueva York, Basic Books, 1976. 4 LA POLITICA COMO CIENCIA intenta explicar la aparicién de una nueva especie. Puede describir un nicho ecolégico en términos de restricciones y oportunidades; sin embargo, es necesaria la ocurrencia fortuita de una mutacién o de una serie apropiada de mutaciones. Aun cuando, en cierto sentido, este problema es similar al del bidlogo, difiere en otros aspectos fundamentales. La interaccién en- tre las restricciones del nicho ecolégico y lo fortuito del proceso de mutacin corresponde, en realidad, a un mecanismo de ensayo y error. El proceso de brisqueda es fortuito y en gran parte genético. En los asuntos humanos, este proceso posee, ademés, importantes aspectos conscientes y deliberados. Implica no sdlo la asociacién fortuita de un nicho politico revolucionario con un Lenin, sino tam- bién con un Lenin inventivo, con voluntad e improvisador, quien sondea, prueba e investiga constantemente las restricciones y opor- tunidades propias del nicho que pretende ocupar. Una vez que logra ocuparlo, se dedica a transformarlo, asf como a la poblacién que lo habita en formas que habrdn de restringir (mas nodeterminar) futu- ros esfuerzos adaptativos. Si hemos de entender la realidad polftica, necesitamos contender no solamente con sus aspectos determina- dos, sino también y sobre todo, con sus rasgos creativos, adaptativos y de resolucién de problemas; porque esta ultima caracterfstica, esencialmente humana, es un mecanismo exclusivo y el reto explica- tivo de la ciencia social. ELMODELO DELRELOJ EN LA CIENCIA POLITICA La tradicién “conductual” ahora dominante en la ciencia polftica tiende a descansar en tres supuestos epistemolégicos y metodol6gi- cos tomados de las ciencias exactas: (1) que el objetivo de la ciencia es el descubrimiento de regularidades y por ende de leyes que expli- quen los procesos sociales y politicos; (2) que la explicacién cientifica implica la clasificacién de eventos particulares bajo “leyes genera- les”, y (3) que las tinicas relaciones cientfficamente pertinentes entre los acontecimientos que tienen lugar en el mundo son las que corres- ponden a una concepcién fisica de la vinculacién causal. Estos su- puestos estan fuertemente relacionados entre sf, y cada uno de ellos conlleva importantes implicaciones para el estudio de la politica. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 75 (1) El hincapié en las generalizaciones en la ciencia politica debe entenderse primero dentro de un contexto histérico. Cuando en 1953 David Easton arguyé que “el conocimiento se vuelve critico y confia- ble conforme aumenta su generalidad y la consistencia de su organi- zaci6n interna, cuando, en pocas palabras, se formula a través de asertos generales y sistemAticos aplicables a muchos casos aisla- dos”,?! se manifesté contra una tradicién de estudios de caso ideo- grdficos, descriptivos, no acumulativos y de indole institucional, que habfa prevalecido en gran parte de la disciplina (con algunas nota- bles excepciones) durante varias décadas. Una inquietud similar ani- mé6 las polémicas conductuales de Truman y otros a principios de la década de 1950.22 Sin embargo, el resultado en el largo plazo de este Joable esfuerzo por cambiar el foco de interés de la descripcién hacia la explicaci6n, ha sido la consagracién de la nocién de generalizaci6n como condicién sine qua non de las aspiraciones cientfficas de la profesién. Esto tal vez sea més claro en la bibliograffa sobre “alcan- ces y métodos” que ha proliferado en fechas recientes. As{, por ejem- plo, Scarrow, en su Comparative Political Analysis, proclama que “las. generalizaciones son la marca distintiva de cualquier empefio cien- tifico” 23 en tanto que Conway y Feigert, en Political Analysis: An Introduction, declaran que “la funcién de la ciencia se percibe gene- ralmente como el establecimiento de leyes generales 0 teorfas que ex- plican el comportamiento con el que se asocia la disciplina de que se trata”.24 Incluso un estudio sofisticado, como Logic of Comparative Social Inquiry de Przeworski y Teune, declara de forma un tanto dogmatica: “La premisa fundamental de este anilisis es que la inves- tigacién en ciencias sociales, incluida la indagacién comparativa, debe y puede generar asertos generales acerca de los fenémenos sociales. Esta premisa implica que el comportamiento humano y social puede explicarse en funcién de leyes generales establecidas 21 Baston, The Political System, Nueva York, Knopf, 1953, p. 55. 22 David B. Truman, “The Impact on Political Science of the Revolution in the Behavioral Sciences”, reimpresién en Heiz Eulau (comp.), Behaviorism in Political Science, Nueva York, Atherton, 1969. 23 Howard A. Scarrow, Comparative Political Analysis: An Introduction, Nueva York, Harper and Row, 1969, p. 33. 24 Margaret Conway y Frank B. Feigert, Political Analysis: An Introduction, Bos- ton, Allys and Bacon, 1972, p. 17. 76 LA POLITICA COMO CIENCIA mediante la observacién. Introducida aqui como una expresién de preferencia, esta premisa no tendré justificacién légica.”5 El resultado de este hincapié en las generalizaciones ha sido el de orientar la investigacién hacia la basqueda de regularidades, unifor- midades y pautas estables de asociacién en los procesos polfticos a expensas de los eventos 0 resultados politicos inicos 0 poco proba- bles. Como lo expresa Frohock en The Nature of Political Inquiry: “La ciencia busca el establecimiento de relaciones causales y leyes gene- rales. Para ello, el cientffico social necesita concentrarse en las pau- tas sistematicas del comportamiento humano. Sélo es susceptible de manejo cientifico un evento que constituya un caso reiterativo de una clase general.” No pretendemos defender el punto de vista de que no ocurren regularidades en los procesos politicos, ni pueden hacerse generali- zaciones validas en estos casos. Como se mencioné antes, las regu- laridades politicas —si bien tenues— si existen y tienen una impor- tancia crucial para la investigaci6n politica. Nuestra critica se dirige mas bien contra las posturas que sostienen que las regularidades y generalizaciones son los uinicos objetos apropiados de la investi- gaci6n politica cientifica. Esta nos parece ser una limitacién innece- saria para los alcances de la disciplina. Si la realidad polftica se considera como una conjuncién de eleccién y restriccién, lo mismo que una fuente tanto de regularidades como de innovaciones, la ciencia politica no debe limitarse a tomar en cuenta sélo una parte de dicha realidad. Un enfoque restringido a las generalizaciones, por ser éstas la “marca distintiva de cualquier empefio cientifico”, no harfa mds que someterla precisamente a este tipo de limitacién. (2) Esta preocupacién por generalizaciones y regularidades —y la concomitante disposicién a limitar los alcances de la ciencia politica a los aspectos generalizables de la realidad politica— esta estrecha- mente relacionada con una peculiar concepcién de laexplicacién en la investigaci6n politica. Esta misma posici6n se encuentra también en la bibliograffa sobre “alcances y métodos”. Alan Isaak, en The Scope and Method of Political Science, declara que los politélogos 25 Adam Przeworski y Henry Teune, The Logic of Comparative Social Inquiry, Nueva York, Wiley, 1970, p. 4. 2 Fred M. Frohock, The Nature of Political Inquiry, Homewood, Illinois, Dorsey, 1967, p. 141. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 71 deben aceptar la “realidad cientifica” de que “cualquier explicacién y prediccion sensata conllevan por lo menos una generalizacién; sin generalizaciones, no podria haber explicaciones ni predicciones”.” Conway y Feigert arguyen asimismo que: “En la ciencia, las explica- ciones requieren [...] leyes 0 teorfas firmemente establecidas [...] Hay explicacién toda vez que los hechos que se han de explicar pueden deducirse como consecuencias légicas de leyes 0 teorfas y [...] otros hechos conocidos”.?* Este modelo de explicacién es la llamada ley general o modelo deductivo-nomolégico (D-N) desarrollado por R. B. Braithwaite,?? Carl Hempel” y otros. La premisa fundamental de dicho modelo es que algo queda explicado cuando se ha demostrado que pertenece a una categoria mds general de cosas. “Explicar algo es mostrarlo como un caso especial de lo que se conoce en general.”3! Esto se logra, segtin el modelo, cuando el caso particular se deduce de una ley (0 serie de leyes) mas general que lo “abarca”, lo mismo que a todos los dems casos similares relevantes. Esta es la raz6n por la cual las generalizaciones desempefian un papel fundamental en las explica- ciones deductivas. E] poder explicativo del modelo D-N se debe a que la deduccién a partir de leyes generales ldgicamente necesita de aquello que se dedu- ce. La deduccién “explica” al decirnos que, sobre la base de aquello que ya sabemos (la generalizacién), era de esperarse que se diera el caso que estamos tratando: tenia que ocurrir en la forma en que lo hizo.3? La nocién “era de esperarse” constituye el meollo de la con- cepcién deductiva de la explicacién, y da cuenta de la intima asocia- 27 Isaak, The Scope and Method of Political Science, Homewood, Illinois, Dorsey, 1969, p. 80. 28 Conway y Feigert, n. 24, p. 27. 29 Braithwaite, Scientific Explanation, Cambridge, Cambridge University Press, 1953. 30 Hempel, Aspects of Scientific Explanation, Nueva York, Free Press, 1965; véase también Ernest Nagel, The Structure of Science, Nueva York, Harcourt, Brace y World, 1961. 3! Abraham Kaplan, The Conduct of Inquiry, San Francisco, Chandler, 1964, pa- gina 339. 3 Ibid. 33 Paul Diesing, Patterns of Discovery in the Social Sciences, Chicago, Aldine At- herton, 1971, p. 164. 78 LA POLITICA COMO CIENCIA cién que existe en el modelo entre explicacién y prediccién.» Para los partidarios del modelo D-N , una explicacién que no sea capaz de respaldar una prediccién no debe considerarse vdlida.** Por lo tanto, no es sorprendente que los sistemas deterministas cerrados —los “modelos de reloj”, segiin la terminologia de Popper— sean mds compatibles con una explicacién conforme al modelo D-N. Como lo explica Hempel: “Los mejores ejemplos de explicaciones conformes con el modelo D-N estan basadas en teorfas fisicas de indole deter- minista Las leyes especificadas por una teoria de este tipo para los cambios de estado son deterministas en el sentido de que, dado el estado de dicho sistema en cualquier momento, ellas determinan su estado en cualquier otro momento, sea anterior o posterior.”3> Es evidente que el modelo D-N pierde su utilidad en la medida en que existen excepciones a la ley o leyes que respaldan nuestra expli- cacién. Si no podemos mantener leg{timamente la postura de que “todas las A son B” y debemos conformarnos con una ley que sdélo asiente que “algunas A son B’”, entonces se pierde el vinculo deductivo ycontimtia siendo problemética nuestra explicacién de la ocurrencia de B. Sin embargo, esta situacion es precisamente la que implica la nocién del control plastico. Plasticidad significa que podemos anti- cipar, en principio, que habrd excepciones a cualesquier generaliza- ciones que podamos hacer acerca de los fenémenos que nos intere- san. Asf, cuanto mas control pldstico muestre nuestra materia de estudio, menos se prestar4 a explicaciones sencillas basadas en el modelo D-N. (3) Tanto los politélogos como los filésofos de la ciencia postulan una intima asociacién entre la nocién de causalidad y la idea de una explicacién basada en una ley general. R. Braithwaite, por ejemplo, describe a la causalidad a partir, estrictamente, de las leyes genera- les: “El planteamiento de que un evento en particular es efecto de una + Véase Hempel, n. 30, p. 367, en donde se mantiene esta postura, en tanto que la inversa —es decir, que una prediccién valida debe llenar los mismos requisitos que una explicacién—se desecha. Esta modificacién a la llamada tesis simétrica de la explicacion y de la prediccién no ha sido siempre del agrado de los politdlogos. Véase, por ejemplo, Oran Young, "The Perils of Odysseus: On Constructing Theories in International Relations’, en Raymond Tanter y Richard Ullman (comps.), Theory and Policy in International Relations, Princeton, Princeton University Press, 1972, p. 183. 35 Hempel, n. 30, p. 351; véase también Nagel, n. 30, p. 323. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 79 serie de circunstancias implica la formulacién de una ley general; el preguntar por la causa de un evento siempre equivale a preguntar por una ley general que se aplique a dicho evento.” Esta formulacién es respaldada por los politélogos. Asi, Robert Dahl arguye: “Si deseamos explicar un evento E de una forma causal, consideramos a E como un efecto y le aplicamos alguna generaliza- cién como: ‘A todo evento C sigue un evento E ’ [...] En este caso, C es la causa y E el efecto.”3” Isaak mantiene, asimismo: “Si afirmar que ‘A causa a B’ significa lo mismo que ‘B siempre sigue a A’, entonces, ambas premisas son reductibles a ‘si A, entonces B’. Dicho en otras palabras, podemos expresar lo que tradicionalmente se conoce como una relaci6n causal sin tener que emplear la palabra ‘causa’.”5 Todas estas caracterizaciones descansan en la nocién de causa- lidad como un concepto explicativo. Pero, ¢c¢6mo adquiere esta cuali- dad de explicativo? Como puede verse después de una exposicion incluso superficial a la bibliografia sobre causalidad y condiciones, los conceptos de “causa” y “efecto” son generales y ambiguos. Sin embargo, un aspecto de su significado parece destacar en cualquier explicacién: se trata del principio que establece que “a una misma causa, un mismo efecto”.“” Hempel lo explica asi: “Como lo sugiere el principio segtin el cual ‘a una misma causa, un mismo efecto’, la premisa de que [una determinada serie de] circunstancias juntas causaron cierto evento implica que siempre y cuando ocurran cir- cunstancias de este tipo, ocurre asimismo un evento del tipo que se pretende explicar.”4! O segtin la formulacién un tanto ms cautelosa 36 Braithwaite, n. 29, p. 2; véase también Hempel, n. 30, pp. 348-349. 37 Dahl, “Cause and Effect in the Study of Politics”, en Daniel Lerner (comp.), Cause and Effect, Nueva York, Free Press, 1965, p. 87. 38 Isaak, n. 27, p. 95. 2 Véase, por ejemplo, Ernest Sosa, Causations and Conditionals, Oxford, Oxford University Press, 1975; Myles Brand (comp.), The Nature of Causation, Urbana, Uni- versity of Illinois Press, 1976. 4 Hay mucha controversia en torno a la categoria filos6fica de la causalidad, la cual va mucho més allé de este elemento consensual de su significado —por ejemplo, el problema del que si el nexo causal constituye una conjuncién constante, una necesidad légica, o bien una necesidad “natural”; y el problema del ordenamiento temporal y de la contigitidad de causasy efectos. Para un anilisis de estos problemas en el marco de la investigacién en ciencia politica, véase Georg Henrik von Wright, Explanation and understanding, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1971. “1 Hempel, n. 30, pp. 348-349. 80 LA POLITICA COMO CIENCIA. de Abraham Kaplan: “Un nexo causal suele analizarse en términos de algtin vinculo de implicacién: la gramatica de esta conjuncién ‘si-en- tonces’ constituye por lo menos un punto de partida. Si la causa se presenta, entonces ocurre el efecto.”*? Este elemento de “misma cau- sa, mismo efecto” es el que confiere un poder explicativo a las rela- ciones causales. En su ausencia, la “causalidad” se convierte simple- mente en otra relacién problematica y esencialmente inexplicada entre dos o mas cosas, eventos 0 procesos. Esta caracterizacién filos6fica de la relacién causa-efecto se aso- cia intimamente con la nocién de control férreo de Popper. La causa produce el efecto, y la existencia de la causa es la explicacidn del efecto. Un mundo de puras relaciones causa-efecto, conforme a una estrecha definicién de esta identificacién de la causalidad con una ex- plicaci6n que tuviera status de ley general, serfa un mundo sin excep- ciones, un mundo que no podria ser diferente de como es. Opinamos que semejante mundo es totalmente ajeno al mundo de la politica, enel que el potencial de sorpresa e innovacién es inherente a muchas, como no sea a la mayorfa, de las situaciones. Sin embargo, no obstante la inflexibilidad y aridez del concepto explicativo de la causalidad, numerosos politélogos han intentado formular sus andlisis de fendmenos politicos segtin las nociones de causa y efecto. E] resultado a menudo es una curiosa mezcolanza de definiciones formalizadas y materia empirica inconexa. Como ejemplo de semejante mixtura, consideremos brevemente una rama del andlisis politico que ha usado de manera considerable las formu- laciones causales —la bibliograffa sobre el concepto de poder. En este caso, se recurre de manera implicita a la relaci6n causa-efecto como metdfora para establecer un nexo necesario y dependiente entre eventos. Herbert Simon, por ejemplo, afirma que “la premisa ‘C tiene poder sobre R’, puede ser sustituida por la de ‘el comporta- miento de C causa el comportamiento de R’. Si podemos definir la relacién causal, podemos definir los conceptos de influencia, poder o autoridad, y viceversa.”# Andrew McFarland plantea, asimismo, que “las definiciones del poder o de la influencia basadas en concep- tos como los de fuerza, incentivos 0 utilidades, y las mds insignifi- 2 Kaplan, “Noncausal Explanation”, en Lerner, n. 37, p. 146. 43 Simon, Models of Man, Nueva York, Wiley, 1957, p. 5. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 81 cantes coaliciones victoriosas son [...] reductibles a términos de cau- salidad”.# En fechas mas recientes, Jack Nagel definié el poder en los siguientes términos: “Una relacién de poder, real o potencial, es una relacién causal real o potencial entre las preferencias de un actor con respecto a un resultado y el resultado mismo.”4> Y Robert Dahl, en la tltima edicién de su Modern Political Analysis, parece mantener (si bien con algunas restricciones) su conocida postura de que la causalidad es fundamental para la comprensién de las relaciones de poder e influencia: “Cuando separamos a la influencia de todos los demis aspectos de la interaccién humana con el propésito de pres- tarle especial atencién, aquello que nos interesa y en lo que nos concentramos es que uno 0 varios de los participantes en dicha inte- racci6n logran su propésito, o por lo menos se acercan a lograrlo, haciendo que otras personas acttien de una forma determinada. Lo que nos interesa aqui es llamar la atencién hacia la relacién causal entre lo que A desea y lo que B hace.”4* ¢Cémo se emplea la palabra “causa” en estas definiciones? Es evidente que no se emplea como un concepto explicativo, en el sen- tido especificado por los filésofos de la ciencia. Como ya lo hemos visto, para que una explicacién sea verdaderamente causal en este sentido, la relacién de que se trata tendrfa que ser (1) inconmovible, (2) generalizable, y (3) compatible con una explicaci6n con el status de ley general. Las relaciones de poder no parecen cumplir con nin- guno de estos requisitos. No hay ninguna “necesidad” inherente al resultado de un intento por ejercer poder sobre otra persona, como la hay en un nexo de causalidad entre dos objetos fisicos. La persona sobre la cual se intenta ejercer poder puede, por las razones que sean, comportarse de manera distinta a como su contraparte quisiera. Esto se debe a que una relacién de poder no implica un control férreo; mas bien, se trata de una interacci6n entre dos individuos capaces de elegir y ejercer mutuamente restricciones el uno sobre el otro, cada uno de ellos con sus propios recursos, objetivos, metas, intere- “4 McFarland, Power and Leadership in Pluralistic Systems, Stanford, Stanford University Press, 1969, p. 29. 4 Nagel, The Descriptive Analysis of Power, New Haven, Yale University Press, 1975, p. 29. 46 Dahl, Modem Political Analysi Hall, 1976, p. 30; cursivas en el 3a.ed., Englewood Cliffs, New Jersey, Prentice- inal. 82 LA POLITICA COMO CIENCIA ses y estrategias. Si bien las intenciones y recursos del primero res- tringen las opciones y conductas del segundo, no por ello determinan en una forma rigida dichas opciones y conductas. Esta “laxitud de la correspondencia” entre el comportamiento y las intenciones de los actores involucrados en un intento de ejercicio del poder significa que su relacién no es realmente generalizable; tampoco se presta muy bien a una explicacién propia de una ley general. Como lo indicaron Hart y Honor: “La afirmacién de que alguien hizo algo porque [...] otro individuo lo amenaz6, no implica ni tampoco equivale a afirmar que, en caso de que se repitan las circunstancias, ocurrira la misma accién; semejante afirmacién tampoco requiere, para su defensa, de una generalizacién, como suele suceder con las afirmaciones causales ordinarias.”47 Estas con- sideraciones nos llevan a concluir que la relacién de poder no es causal, al menos no en el sentido explicativo del término.** Esta conclusién parece, en cierto sentido, ser compartida por Dahl y otros muchos de los politélogos que utilizan el lenguaje de la cau- salidad en sus definiciones de poder. Si, en vez de sus definiciones, examinamos sus andlisis empiricos de las relaciones de poder que ocurren en situaciones polfticas de la vida real, encontramos ex4me- nes cuidadosos y precisos de las complejas interacciones que produ- cen los resultados estudiados, los cuales no dependen de nociones simplistas de “misma causa, mismo efecto”. En estos andlisis sustan- tivos —en oposicién a la factura de definiciones— se identifica un elemento de plasticidad al tiempo que se hace un manejo sutil y penetrante de la indeterminacion. Entonces, lo que parece destacar en esta area de la investigacion politica es un empleo retérico o metaférico —mas que explicativo— del lenguaje causal en las formalizaciones y definiciones. Esto expli- ca la ausencia de un subsiguiente empefo de andlisis causal real en la investigacién sustantiva. Esta laguna en cierta forma incongruen- te posiblemente responda a un empeiio de los politélogos por crear un “efecto de halo” alrededor de sus formulaciones tedricas. Nuestro afan por lograr un pleno reconocimiento cientifico, nos condujo a 47 H.L. A. Harty A. M, Honor, Causation in the Law, Oxford, Clarendon Press, 1959, p. 52. 48 Para mayor informacién sobre el tema, véase Terence Ball, “Power, Causation and Explanations”, Polity, vin, invierno de 1975, pp. 189-214. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 83 crear burdas imitaciones de los instrumentos y productos propios de las ciencias exactas con la esperanza de que nuestros piadosos deseos los hicieran realidad. Estos tres elementos de la légica implicita que en la actualidad sustenta gran parte de la investigaci6n cientffica, parecen conllevar un modelo sustantivo del mundo politico muy semejante al “modelo del reloj” descrito por Popper. Esto no significa que haya politélogos que realmente vean el mundo politico en esta forma; sin duda alguna todos coincidimos en que éste a menudoparece ser bastante permea- ble, irregular e impredecible. Mas bien significa que el arsenal de principios y procedimientos metametodolégicos que tomamos de las ciencias fisicas —o mejor dicho, de cierta perspectiva filoséfica de las ciencias fisicas— contiene toda una serie de postulados sustanti- vos que proclaman el principio de “todas las nubes son relojes”. Si nos concretamos a buscar generalizaciones y regularidades en los procesos politicos, si formulamos nuestras explicaciones sélo en términos del modelo de la ley general, empefiamos nuestro esfuerzo —lo reconozcamos o no— en un programa disciplinario de investi- gacién encaminado a eliminar los aspectos nebulosos y propositivos de la realidad polftica con el propésito de revelar su “verdadera” estructura presuntamente comparable con el mecanismo de un re- loj. Ahora bien, en caso de no tener la politica semejante estructura, dicho programa se vuelve del todo inoperante. Nosotros asf lo cree- mos: el actual dilema de la ciencia politica puede explicarse en gran medida por el hecho de que los postulados basados en el “modelo del reloj” no son apropiados para estudiar la sustancia de los fenémenos polfticos. LA ADOPCION DEL MODELO DEL RELOJ Y SU EFECTO EN LA INVESTIGACION POLITICA ¥ LA PEDAGOGIA El movimiento hacia las ciencias exactas en el estudio de la politica constituye una fase de la revolucién cientifica de las ultimas décadas. Los espectaculares avances en la fisica y la biologfa, asf como el extraordinario aumento de los fondos destinados a la investigacién cientifica se convirtieron en una caracteristica nacional y crearon un clima de optimismo. Por ello, no debe causar sorpresa que los poli- 84 LA POLITICA COMO CIENCIA tdlogos quisieran participar en tan emocionante y remuneradora aventura. Algunos de los mds renombrados filésofos de la ciencia invitaron ala ciencia polftica a imitar a las ciencias exactas con el argumento de que la realidad politica se ajustaba a los mismos poderosos méto- dos que son tan eficaces en la fisica y la biologia. Esta es una de las posturas fundamentales de la tradici6n positivista légica en la filo- sofia de la ciencia,*” y ha sido el punto de partida de numerosos libros yarticulos en los que se intenté ensefiar a las ciencias sociales yala historia c6mo lograr un status “verdaderamente” cientifico.5° Hubo, ademas, pruebas inmediatas del éxito de la estrategia de las ciencias exactas dentro de las ciencias sociales mismas. La psicologfa y la economia fueron las primeras disciplinas pertenecientes a las cien- cias sociales que se movieron en esta direccién, y demostraron las posibilidades de los métodos experimentales, asi como las de sofis- ticados métodos de cuantificacién, de la simulacién por computado- ray los modelos matematicos. La combinacién de una legitimacién filos6fica con el probado avance de la psicologia y la economia tenfa un atractivo al que costaba resistirse. Como consecuencia de estas legitimaciones y efectos de demos- traci6n, la estructura incentiva de la ciencia politica comenz6 a apo- yar la orientacién copiada de las ciencias ffsicas. Las presiones hacia el conformismo pueden medirse en términos de prestigio, artfculos en revistas especializadas, distinciones y becas. Importantes fuentes de financiamiento para la investigacién y distinciones académicas, como la National Science Foundation, fueron dominadas por las ciencias exactas: las diversas ramas de las ciencias sociales fueron socios menores en estos organismos, y las ciencias politicas el ultimo de estos socios. Los proyectos cuya formulacién parece apegarse a los requerimientos del rigor cientifico han gozado de considerable apoyo financiero. 4° Véase Von Wright, n. 40, cap. 1. 5° Véase, por ejemplo, Nagel, n. 30; Hemel, n. 30, cap. 9; May Brodbeck, “Expla- nation, Predition, and ‘Imperfect’ Knowledge”, en Herbert Feig] y Grover Maxwell (comps.), Minnesota Studies in the Philosophy of Science, vol. 3, Minneapolis, Uni- versity of Minnesota Press, 1962; Richard S. Rudner, Philosophy of Social Science, Englewood Cliffs, New Jersey, Prentice-Hall, 1966; Rudner, “Comment: On the Evolving Standard View in Philosophy of Science”, American Political Science Re- view, vol. 66, septiembre de 1972. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POL{TICA 85 La consecuencia mas importante de esta emulaci6n de las ciencias exactas quizd haya sido el hincapié en el método como criterio prin- cipal para evaluar la calidad de la investigacién en las ciencias polt- ticas. En la actualidad, las m4s importantes tradiciones de la inves- tigacién tienden a definirse a través de sus metodologias en vez de sus enfoques sustantivos. Un resultado —aunque ciertamente no una consecuencia necesaria— de este principio de organizacién ha sido que el valor de estos trabajos parece medirse principalmente a partir de su virtuosismo técnico, y de manera secundaria en funcién de la importancia de los problemas tratados. En las dos ultimas décadas, se ha observado un poderoso movi- miento hacia la cuantificacién en la ciencia politica. Riker celebré esta tendencia en un reciente comunicado a la American Political Science Review, en el cual comenta que alrededor de las dos terceras partes de los articulos publicados en ntimeros recientes de esta re- vista estaban basados en andlisis cuantitativos que empleaban esta- distica sofisticada.5! No cabe duda de que la cuantificacién propicié importantes avances en la ciencia politica y otras ciencias sociales. Sin embargo, también originé una cantidad considerable de ejerci- cios seudocientificos que destacan la forma, mas no la sustancia de la investigacién en las ciencias fisicas. Semejantes estudios tienden a proliferar cuando el uso de la cuantificacién se considera por si misma como un fin yno como un medio para lograr la comprensién de problemas politicos concretos. En fechas recientes, este afan de cuantificacién improcedente ha sido el tema de criticas a la investi- gacion en las 4reas de relaciones internacionales,» polftica compa- rativa,53 estudios administrativos™ y otras. En la ciencia politica, el andlisis cuantitativo ha tendido hacia el uso de métodos estadisticos mas sofisticados. Sin embargo, la es- tructura de los datos manejados por la investigacién en las ciencias 51 William H. Riker, citado en “Editorial Comment”, American Political Science Review, vol. 68, junio de 1974, pp. 733-734. 8? Edward R. Tufte, “Improving Data Analysis in Political Science”, World Politics, xa1, julio de 1969. 53 Andrew Mack, “Numbers Are not Enough”, Comparative Politics, vu, julio de 1975. 54 Ralph E. Strauch, “A critical Look at Quantitative Methodology”, Policy Science, u, invierno de 1976. 86 LA POLITICA COMO CIENCIA sociales a menudo entra en conflicto con los postulados que funda- mentan la teorfa estad{stica confirmatoria. No hay que subestimar los problemas que conlleva la aplicacién de complicados métodos estadisticos a datos no aleatorios, no lineales 0 no aditivos.** Gran parte del poder de inferencia de estos métodos se pierde cuando la estructura de los datos no se ajusta a los rfgidos requerimientos de lateorfa. Estas dificultades han sido tan importantes como para conducir aalgunos expertos en estad{stica, como John Tukey, en Princeton, a disefiar otras técnicas de andlisis de datos que, a pesar de no ser tan poderosas como los métodos estad{sticos mas avanzados, son més compatibles con las caracteristicas propias de los datos sociopoliti- cos.5¢ Con esto, parece que hemos caido en una trampa similar a la de las primeras fases del desarrollo del Tercer Mundo, cuando se introdujeron “altas tecnologias” en paises agricolas pobres sin con- siderar la desorganizaci6n resultante. Estamos descubriendo que una tecnologia estad{stica intermedia, que tome en cuenta las carac- teristicas especiales de los datos sociales, es mds apropiada para las ciencias sociales que los métodos muy avanzados. Junto a este hincapié en la estadfstica dentro de la ciencia politica, existe un interés en las matematicas y la construcci6én de modelos sencillos y apegados a una rigurosa Idégica. En el area de la politica comparativa, este enfoque ha sido promovido por Holt y Richardson, quienes mantienen que “los politélogos necesitan recurrir a las ma- teméticas”, para que la disciplina avance cientfficamente. Distin- guen cuidadosamente entre esta via y la estad{stica: “Al exigir un uso mas extensivo de las matematicas, no nos referimos a la estadfstica [...] La estadfstica dota a la ciencia con una base para la induccién rigurosa. Nuestra critica apunta hacia la urgente necesidad, en poli- tica comparativa, de una deduccién mds rigurosa y en esto es donde 55 Véase, por ejemplo, Hayward R. Alker, “The LongRoad toInternational Relations Theory: Problems of Statistical Nonadditivity’, World Politics, xvu, julio de 1966; Hubert M. Blalock, “Correlated Indepenent Variables: The Problem of Multicollinarity”, en Edward R. Tufte (comp.), The Quantitative Analysis of Social Problems, Reading, Massachusetts, Addison-Wesley, 1970. 6 Tukey, Exploratory Data Analysis, Reading, Massachusetts, Addison-Wesley, 1977; David C. Hoaglin, A First Course in Data Analysis, Reading, Massachusetts, Addison-Wesley, en prensa. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POL{TICA 87 las matemAticas, y no la estadfstica, son importantes.57 A. James Gregor, Oran Young®* y otros autores, coinciden con esta postura. El problema con los modelos matematicos estriba en que no se ajustan bien a las complejidades de los fenémenos representados. Asi, por ejemplo, Oran Young, un gran defensor del uso de modelos enlas relaciones internacionales, hace la ingenua observacién de que “el peligro inherente de este procedimiento es que sus productos pueden no ser muy importantes para el mundo real de las relaciones internacionales en un futuro indeterminado”.59 Holt y Richardson arguyen, por su parte, que una ciencia politica centrada en los mo- delos matematicos forzosamente necesita adoptar una vision muy circunscrita de la realidad politica, y desentenderse de la resoluci6n de problemas: “Una ciencia consagrada al estudio de problemas de orden social y moral, no puede emplear de manera importante este tipo de paradigmas 0 este compromiso con las matematicas que se requieren. Si la ciencia politica ha de avanzar, debe hacer de lado semejante compromiso profesional con la resolucién de problemas sociales y morales” Un aspecto del enfoque matemitico en la ciencia politica merece especial atencién: se trata del uso de modelos de eleccién racional para explicar el comportamiento politico. Estos modelos son de par- ticular interés toda vez que abordan los elementos mas abstrusos de los procesos politicos —las decisiones individuales y colectivas de los actores polfticos— y pretenden manejarlos conforme un esquema determinista. Algunos analistas arguyeron que si el estudio de la politica habfa de convertirse en una ciencia verdadera, era funda- mental que hiciera de la racionalidad su concepto medular. Asi, Riker y Ordeshook postulan una analogfa explicita entre la raciona- lidad, por una parte, y la nocién de mecanismo por la otra: Es evidente que las premisas de racionalidald y de mecanismo desempe- ian papeles equiparables en la explicacién de la realidad social y politica. 57 Robert T. Holt y John M. Richardson, Jr., “Competing Paradigms in Compara- tive Politics”, en Holt y John E. Turner (comps.), The Methodology of Comparative Research, Nueva York, Free Press, 1970, p. 70. 58 Gregor, “Political Science and the Uses of Functional Analysis”, American Political Science Review, vol. 62, junio de 1968, pp. 425-439; Young, n. 34. 5° Ibid. © Holt y Richardson, n. 57, pp. 70-71. 88 LA POLITICA COMO CIENCIA Las premisas mecanicas establecen que en todos los fenémenos, existen caracteristicas que garantizan (generalmente) cierta regularidad en sus comportamientos, en tanto que segtin la nocién de racionalidad, algo hay en los individuos que les hace actuar de una forma (por lo comin) regu- lar. En cada caso, se tiende a generalizar una funcién de regularidad.*! Aqui, el tipo de regularidades que interesan a Riker y Ordeshook son de un tipo especial —por tratarse de regularidades “postuladas”, mas no “observadas”. Reconociendo que las decisiones en situacio- nes empiricas no muestran, por lo general, un grado de regularidad que garantice explicaciones y teorfas deductivas, Riker y Ordeshook fundamentan su teorfa politica en las formas en que se comportarian los individuos si fueran positivistas légicos. Desde luego, semejante teorfa no es mAs que un reflejo imperfecto de la realidad politica. Sin embargo, esta pérdida sustantiva se considera aceptable a la luz de una ganancia metodol6gica: “El método de la regularidad postulada decididamente es mAs eficiente, porque permite la facil generacién de hipétesis y ofrece una explicacién tinica y parsimoniosa del com- portamiento.”6? La popularidad de los modelos de eleccién racional en la ciencia politica desconcertaria a quien no estuviera familiarizado con la actual jerarqufa de prioridades metodolégicas y substantivas preva- leciente en la disciplina. Sin embargo, con dicha jerarquia en mente, se hacen comprensibles algunos ejercicios particularmente confu- sos. Por ejemplo, en el Handbook of Political Science, de reciente publicacién, J. Donald Moon presenta un articulo sobre “The Logic of Political Inquiry’. (La légica de la indagacién politica). Este articulo expone de manera convincente el modelo D-N de explica- *! William H. Riker y Peter C. Ordeshook, An Introduction to Positive Political Theory, Englewood Clifis, New Jersey, Prentice-Hall, 1973, p. 11. Una curiosa aun- que sobria evaluacién de la utilidad de los modelos de eleccién racional, para la explicacién y prediccién del comportamiento de coalicién, se ofrece en Abram De Swann, Coalition Theories and Cabinet Formations, San Francisco, Jossey-Bass, 1973. ® Ricker y Ordeshook, n. 61, pp. 11-12. Por “explicacién”, es de suponerse que Riker y Ordeshook entienden, en realidad, “definicién”, toda vez. que el postulado de racionalidad define un tipo (hipotético) de comportamiento, pero en modo algu- no loexplica, © Moon, “The Logic of Political Inquiry: A Synthesis of Opposed Perspectives”, en Greenstein y Polsby, n. 13, p. 1. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 89 cién, asi como su contraparte, el modelo interpretativo, que explica el comportamiento en funcién de los motivos, intenciones, reglas y normas, etc. Después de sefialar serias deficiencias en ambos, Moon se avoca a la tarea de elaborar una sintesis de los dos con el propési- to de crear un marco de referencia més amplio para la explicacion politica. Por desgracia, dicha “sintesis” no en sf una sintesis; se trata mas bien de la sustitucién de un “modelo del hombre” como actor racional por el modelo interpretativo de explicacién. Esto elimina la “laxitud” y falta de regularidad de la elecci6n empfrica, caracteristi- cas del modelo interpretativo, y las sustituye con “presuposiciones [que] expecifican las premisas de decisién de los actores, las cuales, junto con las descripciones de sus circunstancias, configuran la ex- posicién razonada de las acciones que determinan todo el esque- ma del comportamiento social [...] que [...] los tericos pretenden ex- plicar”.* Como las regularidades que interesan a Riker y Ordeshook, estas “presuposiciones” se postulan (especifican) a priori. Sustituyen los aspectos contingentes de la eleccién y acci6n empfricas por premisas causales y generalizadoras. De esta forma, las elecciones se reducen aunalgoritmo que especifica un resultado necesario derivado de un cdlculo utilitario igualmente necesario. El resultado final de esta reducci6n sustantiva es una definicién de la eleccién en funcién de las relaciones de causa y efecto; dicho en otras palabras, juna defini- cién de la eleccién que niega la existencia de la eleccién! Semejante conclusién no dejaria de sorprendernos si no conociéramos la actual prioridad del método sobre la sustancia en la ciencia politica. Asi, podemos ver claramente que Moon se esfuerza por ajustar su recal- citrante materia de estudio a la estricta exigencia de una nocién metodoldégica de necesidad bastante ajenas a las realidades de la elecci6n politica. Semejante énfasis en el modelo reduccionista de explicacién, cuantificacién y formalizacién también sobrecargé el plan de estu- dios de la disciplina. Si un politélogo necesita ser especialista en estadistica, al mismo tiempo que psicélogo y socidlogo, es preciso hacer de lado parte del plan de estudios tradicional a fin de ceder espacio a estas nuevas disciplinas y técnicas. Quien haya impartido cAtedra en un departamento de ciencias politicas en el transcurso de $4 Ibid. 90 LA POLITICA COMO CIENCIA las dos tltimas décadas, bien recordaré el inexorable proceso de estre- chamiento y tecnificacién del plan de estudios, en el que se redujeron Jos requerimientos de dominio de lenguas extranjeras, y los de inves- tigacién de campo de cinco a cuatro, luego a tres, e incluso a dos. A mediados de la década de los sesenta, alguien podfa obtener un doc- torado en ciencias polfticas con escaso o nulo conocimiento de teorfa politica, historia polftica, sistemas politicos extranjeros, relaciones internacionales e incluso politica y administracién publica estadu- nidenses. Como observé Hayward Alker en fechas recientes: “La obligacién de proporcionar a los estudiantes universitarios un entre- namiento intensivo en métodos cuantitativos multivariados, como el andlisis factorial, nos deja menos tiempo para inculcarles un co- nocimiento profundo del pensamiento y obras de los autores clasicos en materia de politica [...] Asf, la formacién moderna dificilmente permite entender la polftica moderna, en la que se plantean una y otra vez cuestiones relativas a la restructuracién de sistemas” .6 Junto con este estrechamiento y tecnificaci6n del plan de estudios para universitarios, se observa una degradacién de las viejas tradi- ciones intelectuales en las ciencias sociales y politicas. La teoria y filosofia politicas, el derecho y la administracién publica, y el andlisis descriptivo de las instituciones, se convirtieron en materias defensi- vas, periféricas y secundarias. Como resultado, gran parte de la tra- dicién de las ciencias politicas dejé de transmitirse de una forma efectiva a las nuevas generaciones. Lo que planteamos aqui es que la “ciencia” no es una serie de métodos derivados de la fisica matematica, como quisieran hacér- noslo creer los filésofos neopositivistas; se trata, finalmente, de un compromiso para explorar y tratar de entender determinado sector de la realidad empirica. Los medios que se emplean en la persecu- cion de este objetivo deberfan ser secundarios: en la “buena” ciencia, se ajustan los métodos a la materia de estudio en vez de truncar 0 distorsionar ésta con el tinico propésito de que coincida con una nocién predeterminada del “método cientifico”. Esta es la leccién que los politélogos deberfan extraer de las ciencias ffsicas. Sin embargo, optaron por pasarla por alto y, en el proceso, desvirtua- ron lo que Abraham Kaplan denominara “autonomfa de la investi- 6 Alker, "Polimetrics: Its Descriptive Fondations”, en Greenstein y Polsby, n. 13, vu, p. 157. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA an gacién”.© Para rehabilitar a su disciplina, “los cientfificos sociales necesitan construir sus propias nociones de ‘buena ciencia’, asi como un enfoque metodoldgico apropiado a su especialidad [...] Ello im- plica renunciar a la idea de que existe una {intima analogia entre las ciencias sociales y la investigacién basica en ciencias fisicas” 67 REFLEXIONES ACERCA DE LA PSICOLOGIA Y LA ECONOMIA Gran parte del conocimiento que nuestra disciplina ha adquirido sobre el “método cientifico” fue transmitido a través de las dos ramas que han “marcado el paso” en las ciencias sociales: la psicologia yla economfa. Si examinamos con detenimiento el estado actual de estas disciplinas, pioneras en el uso de métodos estad{sticos, modelos ma- tematicos y técnicas experimentales, observamos indicios de duda y desilusién. La psicologia, de manera semejante a la ciencia polftica, ha sido escenario, en el transcurso de las dos tiltimas décadas, de un “gran debate” casi constante en torno a los principios conceptuales y me- todolégicos en su campo de estudio. ¢Cémo conceptualizar al hom- bre, materia de estudio de la psicologfa? ¢Qué clase de saber debe la psicologia aspirar a adquirir, y cudl es la mejor manera de lograrlo? Mas tarde, algunos participantes en este debate se volvieron mas criticos con respecto a la ortodoxia establecida y comenzaron a po- ner en tela de juicio postulados sacrosantos. Estos criticos no cons- tituyen la inevitable minorfa inconforme de cualquier disciplina; entre ellos figuran algunos de los mas notables representantes de la profesién —quienes, de hecho, ayudaron a consagrar las mismas concepciones que ahora cuestionan. El problema de la “imagen del hombre” en psicologia ha sido abordado en numerosas ocasiones. En 1962, Isidor Chein expresé en sualocucién presidencial ante la Society for the Psychological Study of Social Issues (Sociedad para el estudio psicolégico de problemas sociales) una postura particularmente incisiva y hicida. Chein argu- y6 que “entre los psicélogos [...] la imagen predominante de Hombre “ Kaplan, n. 31, p. 3. 6 Mark J. Roberts, “On the Nature and Intention of the Social Science”, Dadalus, vol. 103, verano de 1974, pp. 61-62 92 LA POL[TICA COMO CIENCIA es la de un ser meramente reactivo, cuyas respuestas son totalmente determinadas por dos series distintas y separadas, si bien interacti- vas, de factores: (1) las fuerzas que inciden en él y (2) su constitucién (incluidos en esta ultima [...] estados psicolégicos transitorios)”.® Mantuvo que dicha imagen es a todas luces falsa, y que los psicélogos sdlo pueden aferrarse a ella “faltando a nuestro deber primordial como cientificos —mantener la fe en nuestra materia de estudio, respaldar escrupulosamente nuestras observaciones y observar evi- tando toda parcialidad deliberada”. Lo que niega esta imagen es algo que la observacién corrobora claramente, a saber: que el hombre es “un agente activo y responsable, y no un ente meramente reactivo pasivo e impotente”. Chein prosi- gue: “Afirmo que no hemos de dejarnos seducir, como les ha sucedi- do a tantos de nosotros, por aquellas pretenciosas conceptualizacio- nes psicolégicas que pretenden despojar al Hombre de una de sus cualidades inalienables, es decir, la libertad —y en el proceso, hacen al Hombre, como agente psicolégico, inaccesible.”” Este planteamiento se asemeja en muchos sentidos al de Popper. La premisa determinista del “control férreo” sobre la eleccién y la ac- cidn, se desecha a favor de una concepcién que admite la autonomia de la accién humana en la creaci6n, lo mismo que en sus respuestas ante la realidad. Curiosamente, Chein se proclama determinista —al considerar que cualquier evento posee condiciones necesarias y su- ficientes— pero arguye que los motivos y propésitos contribuyen a determinar las acciones humanas, y asf sujeta éstas al control del hombre. Por lo tanto, Chein, al igual que Popper, esta interesado en conocer de qué forma “eventos mentales”, como los propésitos, de- liberaciones y proyectos, pueden contribuir para provocar cambios en el mundo fisico. En su discurso presidencial ante la American Psychological Asso- ciation en 1975, Donald Campbell hizo un llamado a los psicélogos para que asumieran una actitud de humildad epistemolégica y reco- nocieran que “todo saber cientifico es indirecto, tentativo y, en el mejor de los casos, [est] imperfectamente comprobado”. Prosiguio ® Chein, “The Image of Man”, Journal of Social Issues, xvm, octubre de 1962, p. 3. © Ibid. Rom Harte y P. F. Secord aportan argumentos similares en The Explana- tion of Social Behavior, Totowa, New Jersey, Rowman & Littlefield, 1972. 7 Chein, n. 68, p. 2: cursivas en el original. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 93 arguyendo que el reduccionismo en la psicologia debe considerarse como la primera etapa de una estrategia de investigacién a largo plazo, mas no como un fin en sf mismo: Considerando las complejidades de nuestra especialidad y de nuestros modelos a partir de la historia de las ciencias, cabe recomendar para la psicologia una estrategia inicial de sobresimplificacién deliberada. Pero esto garantiza que en las primeras etapas de su desarrollo, la ortodoxia teorica habra de ser engafiosamente reduccionista al representar a los seres humanos como maquinas més sencillas de lo que realmente son. Si en esta etapa, los psiclogos pierden de vista el hecho de que esta postura no es mas que una etapa de una estrategia de largo plazo, si, en vez de ello, sobrestiman el grado de perfeccién de sus actuales teorias y promulgan como verdades tiltimas estos planteamientos iniciales, el re- sultado final sera en detrimento de los valores populares [...] Aqui nue- vamente, una ciencia que requiera una estrategia inicial de sobresimpli- ficacién deliberada corre el riesgo de agrupar a estudiosos empefiados en adoptar una perspectiva degradante, mecanicista y reduccionista de la naturaleza humana.”! En la actualidad, por lo menos algunos psicélogos han logrado ir més alld de esta imagen mecanicista del hombre y su labor de inves- tigacién se basa en una concepcién més realista y provechosa. Por ejemplo, entre los nuevos enfoques de la psicologfa social figura una “teoria de la atribucién” que examina las premisas e hipétesis ope- rantes que integran la “psicologia naive” del individuo comin en su interpretacién de los comportamientos propios y ajenos. Lee Ross, uno de los principales exponentes de esta teorfa, explica los alcances de este enfoque: La actual importancia de la teorfa de la atribucién en la psicologia social es la culminacién de una larga lucha por mejorar la concepcién del hombre dentro de esta disciplina. Al dejar de ser el autémata movido por los mecanismos de estimulo-respuesta (E-R) del conductismo radical, y al ser promovido mas alla del rango de procesador de informacién y perseguidor de consistencia cognoscitiva, el hombre psicolégico se ha visto otorgar una categoria por lo menos igual a la del cientifico que 7 Campbell, “On the Conflict Between Biological and Social Evolution and Be- tween Psychology and Moral Tradition”, American Psychologist, xxx, diciembre de 1975, pp. 1120-1121. 94 LA POLITICA COMO CIENCIA estudia su comportamiento. Porque el hombre, en la éptica de la teorfa de la atribuci6n, es un psicolégo intuitivo que intenta explicar la conduc- tay hacer inferencias acerca de los actores humanos y sus entornos.”2 Y ¢qué decir del segundo problema de la psicologfa: el tipo de conocimiento que puede aspirar a alcanzar acerca del ser humano? El psicdlogo educativo Lee Cronbach examiné cuidadosamente esta cuestion en fechas recientes. Al reflexionar sobre sus actividades en psicologfa social experimental en el transcurso de las tiltimas dos décadas, se pregunta si la ciencia social deberfa aspirar a reducir el comportamiento a leyes. Observa que “los cientificos sociales en general, y los psicélogos en particular, han aplicado la metodologia de la ciencia ffsica a su trabajo, esperando acumular generalizacio- nes empfricas, restructurarlas en leyes mds generales, y armar una teoria coherente con leyes dispersas. Atin falta mucho para que tan nobles aspiraciones se hagan realidad”.”> Cronbach arguye que el problema fundamental con esta metodo- logia estriba en que las leyes de las ciencias sociales, a diferencia de las leyes fisicas, parecen ser sumamente mutables. Como él mismo lo dice: “Las generalizaciones se debilitan”. Y prosigue: “En un mo- mento, una conclusién describe atinadamente la situaci6n existente, mas adelante, muestra cierta variaci6n, y a final de cuentas, su vali- dez es sélo histérica. La media vida de una proposicién empfrica puede ser larga o corta. Cuanto més abierto esté un sistema, mds probabilidades hay de que sea de corta duracién la media vida de las relaciones que lo conforman.” Compara la faena de construir teorfas de esta forma con un problema de ensamble mecdnico: “Es como si necesitéramos una gruesa de celdas secas para dar energfa a un motor, y solamente podemos construir una por mes. La energfa se escaparia de las primeras celdas antes de que terminaramos de cons- truir tnicamente la mitad de la pila. Lo mismo acontece con la po- tencia de nuestras generalizaciones.””* 72 Ross, “The Intuitive Psychologist and His Shortcomings: Distorsions in the Attribution Process”, en L. Berkowitz (comp.), Advances in Experimental Social Psychology, x, Nueva York, Academic Press, 1977, p. 174. 73 Cronbach, “Beyond the Two Disciplines of Scientific Psychology”, American Economic Review, vol. 63, marzo de 1973, p. 2. 74 bid., pp. 122-123. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 95 Al final de este articulo, en el que se resefian dos décadas de aspi- raci6n a una psicologfa nomolégica, Cronbach escrib Los cientificos sociales con razén se enorgullecen de la disciplina que configuramos a partir de quienes estaban orientados hacia las ciencias naturales de entre nuestros antecesores. La disciplina cientifica consti- tuye nuestra peculiar aportacién a las maneras clasicas de estudiar al hombre. Sin embargo, una identificacién demasiado estrecha con la ciencia ha fijado nuestra mirada en un blanco inadecuado. E] objetivo de nuestro trabajo, como expliqué antes, no es formar una montafia de ge- neralizaciones en cuya cima podamos algun dia erigir una torre teérica [...] La tarea specifica del cientffico social de cada generacion consiste en aislar e identificar los eventos contempordneos. Una vez concluida esta faena, comparte con el estudioso humanista y el artista la responsa- bilidad de desentrafiar las relaciones contempordneas y ajustar la con- cepcién cultural del hombre a las realidades actuales.’5 La economia, lo mismo que la psicologia y la psicologia social, también ha tenido sus problemas en los tltimos afios. Los temas criticos han mostrado una sorprendente consistencia; la disciplina se antoja aislada y cerrada, al mostrar sus modelos formales muy poca semejanza con la realidad empirica que debiera interesar a los economistas. Esta clase de criticas han sido desde hace mucho tiem- po el capital accionario de figuras tan prominentes de la profesién como Gunnar Myrdal y John Kenneth Galbraith. Myrdal, por ejem- plo, arguy6 que los economistas no lograron generar conocimientos significativos debido a su desmedido apego a la metodologia mas esquemitica de las ciencias naturales: En las tltimas décadas [...] mis colegas economistas han hecho un esfuerzo enorme e incluso agotador por emular aquello que consideran son los métodos de las ciencias naturales, elaborando modelos exageradamente simplificados, a menudo rematados con un barniz de matematicas [...] Sin embargo, debiera ser evidente que la adopcién de un modelo que los cientificos naturales, mediante preguntas sencillas y concretas, pue- den emplear para fines de anlisis y presentaci6n, no confiere a las cien- cias sociales un caracter mas cientifico, y que dicho modelo no refleja la realidad social y, por lo tanto, no es apto para el andlisis de la misma.76 75 [bid., p. 126. 7 Gunnar Myrdal, Against the Stream: Critical Essays on Economics, Nueva York, Vintage, 1972, p. 143. 96 LA POLITICA COMO CIENCIA Asimismo, Galbraith, en el contexto de su alocucién presidencial de 1972 ante la American Economic Association, reprendié al gre- mio por no abordar problemas econémicos practicos: “La economia neoclasica o neokeynesiana, si bien ofrece un sinntiimero de oportu- nidades para perfeccionarnos, tiene una falla decisiva. No ofrece instrumentos que nos permitan acometer contra los problemaes eco- némicos que actualmente agobian a la sociedad moderna [...] Nin- gtin esquema para la perpetuacién del saber es seguro si este saber entra en contacto con los problemas que pretende resolver”.?7 Ultimamente, éstas inquietudes y preocupaciones se han propa- gado. Marc Roberts, un joven economista, afirma que “una parte significativa del trabajo tedrico ms reciente en la econom{a ha sido de poco valor cientifico. Numerosos ensayos exploran cuestiones no planteadas por la realidad misma, sino por un modelo ajeno”.”8 Al- gunas de las figuras mas reconocidas de la comunidad de economis- tas parecen compartir esta opinién. Oskar Morgenstern, en un ensa- yo de gran trascendencia publicado en 1972, arguye que la economia esta en crisis por carecer de los conceptos, métodos y filosofia que se requieren para tratar eficazmente con la realidad social y politica. Después de un andlisis de la actual teorfa del equilibrio, Morgenstern afirma: El contraste con la realidad es impactante; la teorfa econémica necesita aprender “a bailar al compas de la historia”. Persisten, claro estd, la posibilidad y la tentaci6n de probar toda clase de teoremas carentes de cualquier tipo de importancia empfrica [...] Sin embargo, el criterio ultimo es si el planteamiento del teorema corres- ponde onoala realidad. Uno no puede menos que recordar el cuento de Hans Christian Andersen acerca del traje del emperador.”? Wassily Leontiev, ganador del Premio Nobel Conmemorativo por la invencién el andlisis de insumos-resultados, se muestra atin mAs pesimista. En su discurso como presidente ante la AEA, dos afios anterior al de Galbraith, arguy6 que “el malestar [en la economia] no se debe a la irrelevancia de los problemas practicos estudiados por 7 John K. Galbraith, “Power and the Useful Economist”, American Economic Review, vol. 63, marzo de 1973, p. 2. 78 Roberts, n. 67, p. 60. 7° Morgenstern, “Thirteen Critical Points in Contemporary Economic Theory”, Journal of Economic Literature, x, diciembre de 1972, pp. 1164-1165. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POL{TICA 97 los economistas contemporaneos, sino mas bien a la evidente inade- cuacion de los instrumentos cientificos que emplean para resolver estos problemas Un infundado entusiasmo por las formulacio- nes matemAticas a menudo tiende a enmascarar el efimero conteni- do sustantivo del argumento amparado por un formidable escudo de signos algebraicos”. Y concluye que “en ningtin campo de la investi- gacién empirica se ha empleado tan masiva y sofisticada maquinaria estadistica con tan deleznables resultados” 8° Los problemas en la economfa, como en la psicologfa, parecen ser bdsicamente de indole sustantiva. Morgenstern, casi como Popper, afirma que la economfa no ha sabido abordar los aspectos no fisicos de los procesos econdémicos: Este exagerado hincapié en los aspectos fisicos del proceso econémico [...] se antoja unilateral cuando nos percatamos de que son planes, decisiones, preferencias, niveles de informacién, expectativas, etc., los que deter- minan el movimiento y el significado de los componentes fisicos del fené- meno econémico. Tenemos nociones poco menos que generales acerca de cémo describir y medir su participacién en una situacién concreta. gDisponemos siquiera de una buena metodologia que aplicar?®! En buena parte de la teorfa y acaso de la practica econémica, solfa considerarse, y al parecer atin se hace, que esta clase de decisiones y expectativas podian desecharse toda vez que tendfan a anularse mu- tuamente en la cldsica situacién de mercado. Sin embargo, numero- sos economistas contempordneos atribuyen gran parte del dilema empirico de la disciplina a un error al apreciar el grado en que las decisiones politicas actualmente rebasan alos mecanismos del mer- cado. Galbraith destaca que “debemos ahora asumir que aproxima- damente la mitad de los resultados econémicos estan regidos por un poder o un sistema de planificacién y no por el sistema de merca- do” ®? Esta injerencia de la planificacién en el proceso econémico ha sido en menoscabo de las propiedades predictivas de la teorfa econé- mica. Robert Heilbroner, al comentar la incapacidad de laeconomia para predecir el curso de una economfa nacional, remarca que “tal 8 Leontiev, “Theoretical Assumptions and Nonobserved Facts”, American Eco- nomic Review, vol. 61, marzo de 1971, pp. 1, 2, 3; cursivas en el original. 81 Morgenstern, n. 79, pp. 1187-1188. ®2 Galbraith, n. 77, p. 4. 98 LA POLITICA COMO CIENCIA vez sea menos capaz de hacerlo que antes, ya que la economia ahora es mas el producto de la toma de decisiones, que el resultado de la interaccién de fuerzas interpersonales, por lo que est prediccién se hace mas dificil” 3 Tan grave problema de la economfa parece tener importantes repercusiones en la ciencia polftica. Los economistas afirman queen la misma medida en que se politice su disciplina, menos se prestar& a metodologias cientfficas y formales. El efecto de las decisiones, es. decir, de la posibilidad de encauzar la economia hacia nuevas direc- ciones, merma la regularidad de las fuerzas impersonales que antes permitieron exitosos ejercicios de prediccién y esquematizacién. Esta conclusién no es muy esperanzadora para quienes contemplan una posible formalizacién de la ciencia polftica. En realidad, la ten- dencia parece apuntar en Ja direccién opuesta; jla trayectoria de la economia, de hecho, parece acercarse a la de la ciencia polftica! Otro problema conexo que debieron acometer los economistas merece especial atencién: el problema del debilitamiento de las ge- neralizaciones. La economfa, al igual que la psicologfa, ha fracasado en el intento de construir modelos empfricos perdurables para su materia de estudio. Como lo indica Leontiev: En contraste con la mayorfa de las ciencias fisicas, estamos estudiando un sistema que no sdlo es extremadamente complejo, sino que también se encuentra en constante mutacién. No estoy pensando en el evidente cambioen las variables [...] que nuestras ecuaciones han de explicar, sino en las relaciones estructurales basicas descritas por la forma y los par- metros de dichas ecuaciones. Para saber cuales son, realmente, las for- mas de estas relaciones estructurales en cualquier momento dado, nece- sitamos mantenerlas bajo continua vigilancia.* Estas reflexiones en torno a la economia y la psicologfa muestran cémo estas dos disciplinas maestras reconsideran actualmente sus anteriores estrategias explicativas y compromisos metametodolégi- cos. Es evidente que sus esfuerzos por manejar las complejidades de la realidad social, bas4ndose en un modelo tomado de las ciencias fisicas, han tropezado con un mayor numero de dificultades del que 83 Citadoen Wade Greene, “Economists in Recession”, New York Times Magazine, 12 de mayo de 1974, p. 64. * Leontiev, n. 80, p. 3. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 9 esperaban. La ambivalencia de este empefio por encasillar el queha- cer humano en las categorfas yla légica propias de las ciencias fisicas no escapé a la atencién del economista y filésofo social Albert Hirs- chman, quien sefiala en una obra reciente —en una seccién titulada “Una pasién porloposible”— que “la mayorfa deloscientfficos sociales consideran tarea exclusiva de ellos la de descubrir y destacar regula- ridades, relaciones estables y secuencias uniformes” en vez de reco- nocer “la multiplicidad y el fecundo desorden de la aventura huma- na”. Mantiene que los cientificos sociales estarfan sorprendidos e incluso “desconcertados si su btisqueda de leyes generales conociere un éxito rotundo”, y concluye que: “Es muy factible [...] que todas las subsecuentes teorfas y modelos de las ciencias sociales, y los inmen- sos esfuerzos implicitos, jobedecen al noble, y acaso inconsciente, propésito de demostrar la irreductibilidad de la realidad social a leyes generales! No podrfa existir manera mds contundente de ubicar a la realidad social en el reino de la libertad y la creatividad”.* La misma filosoffa de la ciencia est4 atravesando un proceso de reevaluaci6n y reorientacién comparable al que ocurre en la psico- logfa yla economia. El articulo de Popper que empleamos como guia metaférica para nuestro pensamiento no es mas que un ejemplo de una tendencia més generalizada en el 4rea, ejemplificada por esta obra,® asf como por las de Polanyi,8” Hanson,®8 Kuhn,®? Quine,” Lakatos,” Toulmin” y otras muchas. Actualmente, la destacada po- 85 Albert O. Hirschman, A Bias for Hope, New Haven, Yale University Press, 1971, p.27. 56 Popper, n. 1; Conjectures and Refutations, Nueva York, Basic Books, 1963; The Logic of Scientific Discovery, Nueva York, Basic Books, 1959. 87 Michel Polanyi, Personal Knowledge, Chicago, University of Chicago Press, 1958. 88 Norwood R. Hanson, Patterns of Discovery, Cambridge, Cambridge University Press, 1958; Observation and Explanation: A Guide to Philosophy of Science, Nueva York, Harper and Row, 1971. 8° Thomas S. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, University of Chicago Press, 1962. %® W.V.O. Quine, Ontological Relativity, Nueva York, Columbia University Press, 1969. 9! Imre Lakatos, “Falsification and the Methodology of Scientific Research Pro- grammes”, en Lakatos y Alan Musgrave (comps.), Criticism and the Growth of Know- ledge, Cambridge, Cambridge University Press, 1970. ° Stephen Toulmin, Human Understandig, 1, Princeton, Princeton University Press, 1972; Foresight and Understanding, Nueva York, Harper and Row, 1961. 100 LA POL[TICA COMO CIENCIA sicién ocupada por el positivismo légico en la filosofia de la ciencia parece debilitarse. Los filésofos de la ciencia han dejado de conside- rar que su papel consiste en determinar las “reglas” de la ciencia, y ahora, mds bien, buscan modelos de investigacién descriptivos y ex- plicativos. La ciencia es considerada como una actividad o proceso, y no como un mero producto de la légica. En consecuencia, se co- mienza a apreciar hasta qué punto la ciencia —el més excelso lo- gro de la actividad intelectual humana— parte y depende del senti- do comin basico, asf como del saber sustantivo formal e informal.” Los filésofos estan aprendiendo mds acerca de cémo avanza y prospe- ra la ciencia. La bibliograffa més reciente en el 4rea de la filosoffa de la ciencia es rica en perspectivas e implicaciones para el avance de las ciencias sociales. IMPLICACIONES Sila realidad social como un todo posee propiedades distintivas que la hacen irreductible a simples modos deductivo-nomolégicos de explicacion, éste es especialmente el caso del estudio de la politica que, de todas las ciencias sociales, es la que se enfoca més directa- mente en la persecucién colectiva de objetivos y procesos adaptati- vos. Una ciencia politica centrada sdlo en la busqueda de regularida- des que limitan la libertad de eleccién dejaria de lado la caracteristica principal de la realidad politica, es decir, el empefio en eliminar limitaciones y descubrir soluciones éptimas a problemas inscritos en el contexto de las restricciones. El antropélogo John W. Bennet recomienda para la teorfa y la investigacién antropolégicas un enfoque centrado en el concepto de adaptacién: Mas que en abstracciones derivadas del comportamiento, como la cul- tura o las formulas reductivas de la psicologia 0 de la genética, [la adap- tacién] se centra en actores humanos que se esfuerzan por lograr objeti- vos, satisfacer necesidades y encontrar solaz al mismo tiempo que en- frentan las condiciones presentes. Al hacerlo, los seres humanos crean el futuro social generando nuevos problemas o perpetuando otros y, en este proceso, pueden incluso modificar la constitucién biolégica de la 9% Véase Campbell, n. 71. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 101 poblacién [...] Al analizar los factores que orientan la eleccién de estra- tegias, logramos un mejor conocimiento de la posibilidad y direccién del cambio, asi como de la relacién del comportamiento humano con sus entornos.%# En nuestra opinién, lo que Bennett dice acerca de la antropologia se aplica con més fuerza aun a la ciencia politica: “El fenémeno importante para una antropologjfa de la adaptaci6n son los propési- tos, necesidades y anhelos dindmicos de la naturaleza humana”. El hincapié debiera cambiar “hacia manejos estratégicos, es decir, es- fuerzos por cumplir objetivos individuales y sociales mediante la movilizaci6n de recursos sociales y materiales. Esta clase de com- portamiento humano ha llegado a ser predominante en el mundo contempordneo, con su interdependencia y crecientes restricciones alalibre accién”.% Duncan MacRae mantiene una tesis similar respecto a la evolu- cién de las ciencias sociales en el transcurso de las tiltimas décadas: Ellas [las ciencias sociales] evolucionaron de una forma anterior de ana- lisis social, menos especializada y abstrusa, al imitar a Jas ciencias natu- rales [...] numerosos cientificos sociales se convencieron de que la via mas efectiva para la aplicacién provechosa radica en la investigacién y teorizacién objetivas, libres de las complicaciones propias de la contro- versia ideolégica y filos6fica. En el proceso, desarrollaron terminologfas técnicas y métodos de investigacién distintivos, asi como revistas espe- cializadas y programas de estudios avanzados. Gracias a estos instru- mentos, diferenciaron el discurso especializado propio del publico en general, lo mismo que las comunicaciones de cada especialista. De esta manera, la evolucién de las ciencias sociales durante las ultimas décadas fue dirigida por el modelo de las ciencias naturales —por muy distinta que les pareciera ésta a los mismos especialistas en dichas ciencias.%® La soluci6n que propone MacRae para este problema de aleja- miento de las ciencias sociales con respecto a la resolucién de pro- blemas sociales, consiste en instituir en las universidades una “dis- ° Bennet, “Anticipation, Adaptation, and the Concept of Culture and Anthropo- logy”, Science, vol. 192, 28 de mayo de 1976, p. 847. %5 Ibid., pp. 850-851. % MacRae, The Social Function of Social Science, New Haven, Yale University Press, 1976, p. 3. 102 LA POLITICA COMO CIENCIA. ciplina de andlisis de polfticas” en la que se combinen teorfas y ana- lisis sociales con un discurso ético disciplinado. MacRae cree que la actual situacién de fragmentacién cognoscitiva y valorativa en las disciplinas de las ciencias sociales s6lo podré superarse mediante una solucién institucional —la introduccién de departamentos de ensefianza e investigacién especializados en el andlisis de polfticas y ciencias sociales aplicadas.”” Tenemos menos confianza en las soluciones de tipo organizativo, y estamos convencidos de que la disciplina de la ciencia social —la cual ha propendido a abandonar la tarea que MacRae pretende aho- ra asignar a una disciplina especial— atin es capaz de desempefiar un papel central en el estudio y la evaluacién de la administracién puiblica. El poderoso atractivo del paradigma de las ciencias natura- les ha comenzado a decaer conforme nuestros esfuerzos han sido insuficientes para nuestras aspiraciones. No obstante la fuerza dela citada tendencia entre nuestros metodologistas, en nuestras princi- pales revistas y algunos de los mas importantes centros de estudios avanzados, la mayorfa de los integrantes de nuestro gremio en los Estados Unidos de Norteamérica y en el extranjero se opone activa- mente aeste modelo, lo considera obsoleto por su misma prominen- cia o es indiferente hacia él. La mayor parte de los trabajos publica- dos en ciencias politicas se propone objetivos menos ambiciosos que una explicacién nomotética. Estos trabajos incluyen resefias des- criptivas o histéricas, o bien estudios de caso en los que se hace un uso moderado de marcos tedricos de referencia y generalizaciones, ytienden a la comprensién, interpretacién y exploracién de la reali- dad politica y de las opciones administrativas sefialadas por MacRae como cruciales para el andlisis de polfticas. Podria argiiirse que la btisqueda de un mayor rigor en nuestra comprension de la politica pudo haber progresado mas si sus preten- siones y expectativas hubieran sido menos extremas, menos exage- radas y menos dificiles de encajar en una realidad recalcitrante. Un enfoque mas cauteloso del avance cientffico, en el que se reconociera las peculiaridades de la realidad humana y social, podria haber ori- ginado una aceptacién més generalizada de una apropiada cuantifi- cacién, del valor heuristico de la formulacién matematica formal, de los métodos experimentales, etcétera. * Ibid., pp. 277 ss. NUBES, RELOJES Y EL ESTUDIO DE LA POLITICA 103 Es interesante que hace un cuarto de siglo, en las postrimerias de Ja segunda Guerra Mundial, cuando en las disciplinas sociales ape- nas se iniciaba el movimiento hacia la ciencia, se entendié mas cla- ramente esta relacién entre la busqueda de regularidades y los es- fuerzos del hombre por descubrir soluciones prdcticas a sus dilemas. Basta con comparar una temprana obra sobre “alcances y métodos” con las més recientes antes citadas. Hace aproximadamente 25 afios, muchos de los pioneros del movimiento conductista en las ciencias sociales participaron en la produccién de una obra titulada The Po- licy Sciences: Recent Developments in Scope and Method (Las ciencias de la administracién: avances recientes en alcances y métodos). En el capitulo principal, Harold Lasswell marcé sus prioridades: “Para nuestras necesidades administrativas, ¢cudles son los temas de in- vestigacién més apropiados? [...] ¢Cudles son los métodos més ade- cuados para acopiar datos e interpretar su significado para la admi- nistracién? ¢Cémo los hechos e interpretaciones pueden ser efecti- vos en el proceso mismo de la toma de decisiones?” En el mismo ensayo, celebr6 la introduccién de los métodos cientfficos en las ciencias sociales-estad{stica, modelos matematicos y técnicas simi- lares. Sin embargo, semejante giro cientffico en el método se inscri- bié en el contexto de la resolucién de problemas, el esclarecimiento de valores y el mejoramiento de la condicién humana. Lasswell bus- caba en el método la posibilidad de realizar actos de “imaginacién creativa” susceptibles de impulsar a la humanidad en direcciones costructivas que la apartarfan de las tiranfas y catdstrofes de los afios treinta y cuarenta.%? Este vinculo entre la biisqueda de regularidades y la creatividad politica —avizorada por la generacién recién egresada de Washing- ton y de los escenarios militares de la segunda Guerra Mundial— fue perdiéndose en el transcurso de las décadas siguientes. El llamado al “método” de Lasswell se interpreté y aplicé con los resultados mixtos que ya conocemos, sin embargo, sus alusiones a una “ciencia de la administracién” fueron en gran parte desestimadas por las razones antes mencionadas. Lo que se impugna aquf es el llamado “orden de picoteo” y la serie % D, Lerner y H. D. Lasswell (comps.), The Policy Sciences: Recent Developments in Scope and Method, Stanford, Stanford University Press, 1952, pp. 3, 12.

Das könnte Ihnen auch gefallen