PRIMER
GRAN PREMIO
EL HUECO
MANUEL COROMINOLAEL HUECO
Ew no es cuento. JURO QUE TODO LO
QUE AQUI DIGO ES VERDAD. Esta es la primera y
ultima vez que me refiero al tema porque, en horas
mas, a la madrugada, saldré para El Hueco y no
regresaré jamas. Habré desaparecido para siempre y -
estoy seguro - pronto se olvidardn de mf o se contaran
historias y suposiciones en nada ajustadas a la realidad.
Si dejo este escrito es porque no quiero que de
mi se cuenten hechos inventados por la imaginacién
popular o se acepte, sin mas, la pobre versién de algun
parte policial, como ocurrié con el caso del ingeniero
Paulo Rinsthal, cuya misteriosa desaparicién ocurrid
hace ya muchos afios, tiempo después de que el gran
aluvion arrasara con el puente de las vias férreas que
cruzan el Desaguadero.Quiero aclarar que quienes viven 0 han vivido
algun tiempo en San Luis alguna vez escucharon esta
historia o - mejor dicho - conocen en forma parcial y
fraccionada sélo la primera parte de la historia que
voy a relatar.
Cuando llegué aca, a este puesto de la Estancia
del Venado con la intencién de alquilar un caballo y
una mula para salir a cazar jabalies me advirtieron:
"Es peligroso. Detras de los cerrillos hay una pampa
que termina en los salitrales, Ahi hay chanchos salvajes
asi de grandes, como de doscientos kilos... Pero no
vaya. Hay gente que no ha vuelto y que nunca mas se
ha sabido de ellos..." Fue suficiente. Como a veces le
ocurre a los nifios, s6lo necesitaba que me aconsejaran
no dirigirme a esa zona para sentir la irrefrenable
tentacién de ir a desafiar esos supuestos peligros y no
podia evitar imaginarme de regreso, con la mula
cargada con doscientos kilos de jabali.
A la noche y mientras preparaba las cosas que
llevaria en mi solitaria excursion de caceria, se acercé
uno de los puesteros tomo con ganas de conversar.
Era un hombre viejo, de edad indefinida, encorvado
por la artritis que ya le estaba deformando las
extremidades. Primero elogiéd mi Winchester calibre
44, arma que prefiero para este tipo de caza por la
fuerza de impacto a cien 0 ciento cincuenta metros de
distancia, capaz de sentar a un buey con un buen tiro
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entre los cachos. Nada he dicho a ese hombre de mi
ballesta que, por suerte, estaba tapada por unos
pellones en ese momento. Es que los cazadores
tenemos secretos que jamas revelamos.
En realidad yo prefiero cazar venados o tapires
con ballesta por ser un arma sumamente precisa y
silenciosa y al disparar no se espanta la manada. El
Winchester lo Llevo por si el bicho queda vivo o trata
de escapar herido. Entonces si le pongo una bala o le
hundo mi cuchillo en el corazén. Jamas dejo un ani-
mal herido. Me dan pena.
Quiero aclarar que soy médico por error y
cientifico investigador por vocacion. Localizar un vi-
tus, perseguirlo, aislarlo, observar detenidamente su
evolucién y esperar pacientemente hasta encontrar los
medios para destruirlo se parece mucho a este instinto
de cazador solitario que me domina. Destaco eso de
"solitario" porque desprecio a esos cazadores que se
van en grupo a masacrar a los choiques... Esos hombres
son manadas de depredadores.
El viejo (nunca supe su nombre) me recomendd
que tuviera mucho cuidado después de pasar el rio
seco, porque habia muchisimas viboras que mordian
los garrones de los caballos y al sentirse heridos huian
despavoridos 0 se desbocaban: Eso ya lo sabia y hasta
habia previsto envolver con arpilleras las patas de los
equinos para evitar las mordeduras, pero no dije nada.
1sSolo me limité a escucharlo: "Si se va nomas para las
salinas lleve mas agua. En esta época del afio
encontrara secas las aguadas y si encuentra agua estaré
podrida..." Le pregunté si conocia la zona y hasta pensé
en contratarlo como guia, pero hubiera sido un grave
error.
Dijo que cuando muchacho habia ido
acompafiando una partida que buscaba al ingeniero
desaparecido. Me parecié entender que se traté de un
ingeniero civil, encargado de realizar los estudios para
la construccién del nuevo puente del ferrocarril y
estudiar un nuevo trazado de las vias en el tramo entre
El Chorrillo y Villa Mercedes y que una mafiana salié
a cazar jabalies y jamas regresd. Lo curioso es que
cinco o seis dias después volvié el caballo solo,
ensillado.
Al amanecer parti rumbo a las salinas. Tras
cruzar los cerrillos aparecié ante m{ una planicie in-
terminable y semidesértica. Ese paisaje no cambié en
dos dias de marcha al trote 0 al paso, de acuerdo al
terreno y las cuevas de las vizcachas que se abrian
como trampas traicioneras. Es indescriptible lo que
siente un hombre en medio de esa inmensidad, el
sentimiento de absoluta libertad que se experimenta
en esas soledades.
Seguin mis calculos, tras varios kilémetros de
monte achaparrado estaba el rio seco, luego las sali-
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nas y después el paraiso de los jabalies.
Mi estrategia de caza era simple. Primero
levantaria mi carpa y descansaria todo un dia. Después
llevaria a la mula, dando un gran rodeo, atras de donde
se esconden los chanchos. Luego soltaria al animal
con un cencerro atado a la manea y yo volveria a mi
escondite, un lugar camuflado y con el viento de frente.
El ruido del cencerro asustaria a los chanchos que,
organizados en dos 0 tres piaras, correrian hacia mi,
imposibilitados de olfatearme por el viento o verme
porque estaria bien escondido y camuflado. Yo
dispararia solo a los machos, y de ellos, a los mas
grandes.
Pensado asi todo parecia facil y solo me faltaba
una o dos jornadas andando al paso, sin cansar a los
animales. Estaba en esos pensamientos esperando que
se calentara el agua para tomar unos mates antes de
dormir. Faltaba poco para que llegara la noche y se
apagara ese rojo vivo que tefiia todo el horizonte hacia
el oeste. Solo faltaban unos minutos para iniciar la
mas extrafia de las aventuras que pudiera imaginar y
que cambiaria definitivamente mi vida.
(Debi suspender el relato de mis experiencias
porque volvid el peon artritico ese. El viejo desconfia.
No me gusta como me mira ni las preguntas que hace.
17No me gusta su cara de chivato ni sus manos
deformadas y llenas de nudos. No me gusta que se
entrometa en mis cosas y no le creo eso de que nunca
habia visto escribir a maquina y que por eso entrd.
Estoy seguro que este viejo de mierda desconfia o sabe
algo. Me parece que no cree la version que di a mi
regreso de la excursion de caza, cuando volvi sin un
solo chancho y que tampoco se tragé los argumentos
que inventé para justificar mi regreso alld. Espero
que la artritis lo reviente antes de que salga a vociferar
la verdad. Sospecho que este viejo ladino sabe toda
la verdad. Creo que conoce el Hueco y su secreto.)
Ahora continuo el relato de los hechos tal cual
ocurrieron.
Al anochecer del tercer dia de mi excursién de
caceria estaba tomando mate cuando me parecié que
alguien cantaba. O no. No era un canto. Eran como
interminables letanias sin ritmo ni matices. Una voz
grave, adulta, pastosa, como de alcohdlico
somnoliento que decia: "hacenrinhacenranlosmaderos
desanjuanhacenrinhacenranlosmaderosdesanjuan..."
Por un momento pensé que era el viento (el
Chorrillero no dejaba de soplar) o que estaba
padeciendo algun tipo de alucinaci6n. En por lo menos
80 kilometros a la redonda no habia un alma y yo
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estaba ahi, escuchando esa voz, esa cancién monétona.
A los pocos minutos la voz ces6 y yo decidi
que el fuerte sol y calor del dia, el intenso frio de la
noche y las largas jornadas cabalgando por esas
soledades habian afectado mi sentido auditivo, pero
no podia distraerme mas. Las Ultimas claridades de la
tarde se estaban extinguiendo rdpidamente y debia
preparar el lugar para pasar la noche, limpiar el sitio
para extender la bolsacama. Corté varios espinillos y
arrojé lejos algunas piedras. Instantes después escuché
nuevamente la voz, pero esta vez gritaba con
indignacién:
- Hey... Ahi arriba... gSe volvieron locos?
Instintivamente busqué con la mirada el
Whinchester. Estaba a sdlo tres metros de mi mano y
eso me tranquiliz6. Instintivamente también, me
arrastré hacia él - los cazadores sabemos que ofrecer
un blanco facil y quieto cuesta la vida - y esperé.
Cualquier cosa que se moviera hasta donde alcanzaba
a ver se llevaria un balazo. Arrojé dos o tres piedras
en la misma direccién que las anteriores y nada. Una
o dos mas y otra vez la voz, pero con furia:
- No sé quiénes son ni qué hacen, pero dejen de
joder, carajo...!
Contuve la respiracion y me arrastré lentamente.
Luego corri en zig-zag y nuevamente me arrastré.
Hstaba seguro del lugar de donde venfa la voz. Ese
19ladrén (no sé por qué se me puso que era un ladrén)
estaba escondido tras unas matas espesas y espinudas.
Me acerqué dispuesto a ponerle un tiro en la frente y,
de pronto, encontré un hueco de unos 90 centimetros
de diametro, facilmente confundible con una cueva
de vizcachas, pero no habia restos de huesos ni palos
mordidos en redor, que indican cuando una cueva esta
scupada por esos bichos. Lancé algunas piedras mas.
- Escuchen, imbéciles... jEstén ensuciando mi
mesa...!
No lo podia creer. En ese hueco en medio de la
pampa seca y 4rida, habia un hombre escondido.
Amartillé el Winchester y grité. Le dije que saliera
con las manos en alto y me parecié escuchar algo
parecido a una risa 0 tos ronca. Esperé unos minutos
mas y cambié el tono de mi voz para parecer mas
amigable. Le dije que era un cazador de chanchos y
que estaba solo y le pregunté si necesitaba ayuda.
- jLo tnico que necesito es que me deje en paz
y siga su camino...!
Accedi, pero inmediatamente comencé a
desarrollar mi estrategia. Llevé el caballo y la mula a
unos 50 metros del lugar y preparé la trampa.
Tn poeos minutos el hueco quedé rodeado por
_ tia faa Gnva disimulada con ramas. En el extremo
* ‘dal hl e] eeneerro de bronce. Con la montura y
los pellones simuleé un cuerpo en la bolsacama. Avivé
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muy oscura, podria verlo a contraluz de la hoguera y
ponerle una bala cuando saliera el cuatrero. No sé por
qué se me ocurrié que era un cuatrero que esperaria la
noche para atacarme y robarme el caballo y la mula.
Por otro lado, habia dicho "siga su camino", como si
no supiera que era de noche y que.es imposible andar
a caballo en esa oscuridad. El cuatrero bien podia ser
un asesino profugo y yo, que habia salido a cazar
jabalies, bien podia cazar un bandido. La idea me
excitaba.
Lamenté no tener una piedra de carburo y una
mandarina. Aqui debo revelar otro de mis secretos.
Para cazar vizcachas nose necesitan rifles, ni linternas
para encandilarlas, ni perros, ni pasar la noche tras
ellas. Solo se necesita una mandarina y una piedrita de
carburo.
Con el dedo se perfora la fruta y se introduce el
carburo. Inmediatamente se arroja la mandarina a la
cueva que, como siempre es en bajada, va rodando
hasta las profundidades de los laberintos subterraneos
y, en dos o tres minutos, el carburo en contacto con el
jugo de la mandarina reacciona y produce un gas
insoportable. Los animales salen de la cueva
desesperados y uno solo tiene el trabajo de esperarlos
con un palo y empezar a darles cuando salen en tropel.
Yo he llegado a matar a mas de 30 vizcachas con mi
sistema.
21Yo he llegado a matar a mas de 30 vizcachas con mi
sistema.
Es por eso que lamenté no tener una piedrita de
carburo y una mandarina. El bandido ya hubiera salido
de ese hueco gritando como loco mientras el gas
carburo le quema los pulmones.
Desperté cuando el sol ya estaba alto. Todo
estaba en su lugar y el caballo y la mula comiendo
unos brotes tiernos de las matas. Llamé, grité y arrojé
piedras al hueco, pero no obtuve respuesta. Por el
tiempo que demoraban las piedras en llegar al fondo
calculé que el pozo tenia una profundidad de 20 a 25
metros. Con mi pafiuelo de cuello envolvi una piedra,
lo empapé con kerosene del calentador, encendi y
arrojé al interior del hueco, pero se apagé antes de
llegar al fondo. De todos modos pude observar que
era una garganta que se ensanchaba hacia el final,
como un embudo invertido.
Decidi quedarme a esperar que el cuatrero
saliera de su escondite porque en algin momento
tendria que salir y yo disponia de toda la paciencia y
el tiempo del mundo. Ya habia decidido cazarlo. Me
preguntaba cuanto tiempo podia estar un hombre
enterrado asi, sin agua ni alimentos. El bandido tenia
que salir.de su escondrijo y yo estaria alli, (la paciencia
es una de las principales virtudes del cazador), Sdlo
me preocupaban el caballo y la mula. No podian pasar
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mucho tiempo sin agua, asi que les reparti la mitad de
mi provision.
Al anochecer escuché nuevamente algunos
rezongos y gritos.
- jjjEscuche, necio... Sé que esta alla arriba...
Ha ensuciado otra vez mi mesa...!!!
Le dije que podia ayudarlo a subir, pero
respondio que estaba muy bien alla abajo. Traté de
tentarlo y le grité que tenia comida y agua, pero
respondidé que é] también tenia.
- Oiga -grité-, quiero conversar con usted...,por
qué no sube?
- Si tanto quiere conversar, baje usted - dijo.
Tal respuesta me desconcerté y por el tono de
la voz me son a desafio. Aunque desconfiaba, decidi
seguirle el juego hasta el final y le respondi que sdélo
tenia un lazo de 16 metros.
- Entonces le van a faltar unos siete metros y un
poco de agallas.
No necesitaba mas. Con las riendas de los
animales y las cinchas completé los metros que me
faltaban. Planté una fuerte estaca en la boca del hueco,
até el lazo y bajé hasta que mis pies tocaron una
superficie de roca plana.
- Esta parado justo sobre mi mesa, pero quédese
donde esta. A su derecha hay una pared de roca caliza
y a su izquierda una grieta muy profunda.
23Aunque la voz sonaba amigable me sentia
indefenso en medio de esa total oscuridad, a merced
de ese tipo. Al sentarme palpé la empufiadura de mi
cuchillo de monte que llevaba en la bota. Sime atacaba
0 se acercaba demasiado le cortaria el cuello de un
solo tajo.
- No veo nada - dije como para iniciar una
conversacion.
- Es natural, amigo. Aca reina la oscuridad
absoluta...
- Y usted, gcomo hace para ver? ;Se mueve
como los ciegos?
- No, yo veo perfectamente. Después de tanto
tiempo uno se acostumbra a la oscuridad... Es increible
la cantidad de cosas a las que uno se puede
acostumbrar.
La voz venia del frente y de abajo. Yo tenia
que mantenerlo hablando permanentemente. Asf podia
saber sus movimientos y, si se acercaba demasiado
como para atacarme, le hundiria el cuchillo en mitad
del pecho de un solo golpe. Tenia la impresién de que
se movia 0 balanceaba permanentemente, ya que su
voz cambiaba de angulo.
- Yo era el ingeniero Rinsthal. Hace mucho
tiempo seli a cazar, cai accidentalmente en este hueco
y desde entonces estoy aca.
No lo podia creer. Tantas décadas viviendo alli
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y yo lo habia encontrado. Todos lo dieron por muerto
hace ya muchisimo tiempo. Me podia considerar un
hombre afortunado, pero lo que mas me intrigaba era
su negativa a ser rescatado.
Me explicé que todo el primer tiempo fue muy
dificil mantenerse con vida pero después, poco a poco,
se fue adaptando a ese medio.
Me comenté que de ‘tanto en tanto cae algtin
cuye, armadillo 0 lagartija, lo que le permite variar su
dieta consistente, principalmente, en raices tiernas,
sales minerales y ciertos hongos que crecen en las
profundidades y que al principio, durante los primeros
afios, creyé que eran alucinégenos pero luego
comprobé que esos frutos con sabor a almendras (debo
confesar que comi algunos. Que los estoy comiendo
en este momento como una golosina...) eran los
artifices de su transformacién. Comenté ademas que
dispone de abundante agua fresca proveniente de un
manantial subterraneo y que esas aguas son muy
generosas en hierro, potasio y magnesio.
Explicé como ingeniero lo que yo entendi como
médico e investigador, sobre la forma en que ese
régimen alimenticio y las condiciones extremas en esas
profundidades fueron cambiando su metabolismo y
hasta su aspecto fisico, en coincidencia con mi teoria
de que el ADN no sdlo tiene la memoria genética del
individuo, sino que también tiene una suerte de
asinteligencia; que cada una de las células animales tiene
esta inteligencia que le permite al individuo adaptarse
a nuevas y diversas condiciones de vida, con lo que se
explicarian varios puntos oscuros de la evolucién.
Recordé eso de que "6rgano que no se usa se atrofia"
por lo que perdié totalmente la vista, el cabello, las
ufias y el sexo, pero en cambio ha desarrollado
notablemente el oido, al extremo de escuchar a un
gusano deslizarse a 20 6 30 metros de distancia, el
olfato y el sentido del tacto que se le ha extendido a
todo el cuerpo. Explicé que, con el tiempo, le han
aparecido otros sentidos totalmente desconocidos para
el hombre y la ciencia. Afirmo que, "como la funcion
hace al 6rgano", ha percibido que se le han anulado
algunas glandulas y las atrofiadas han generado otras
sumamente importantes para la supervivencia en las
profundidades de la tierra. Comenté, ademas, que no
ha perdido el habla porque durante las décadas de
soledad, se entretiene entonando canciones que aun
guarda en su memoria y hablando consigo mismo.
Record6é que hace muchisimo tiempo conversé con
un joven, un muchachén de unos 17 afios que pudo
bajar hasta esas profundidades y que, cuando le
confesé que habia decidido quedarse en el hueco para
completey su experiencia de vivir bajo tierra, el
adolescente se fue despavorido; pero record6 un gesto.
El joven, antes de partir, le regalo una naranja.
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El viejo cara de chivo me esté mirando. El glau-
coma y sus cataratas no le impiden fijar en mi esos
ojitos de culebra ponzofiosa. No creo eso de que le
gusta ver como escribo en mi Olivetti portatil. Creo
que este viejo de mierda me esta vigilando. Esta
sentado ahi, en mi catre, envuelto en su poncho
hediondo y si no fuera por el parkinson que lo sacude,
pareceria una de esas momias andinas, negras y
arrugadas, con el pellejo pegado a los huesos.
Yo quedé fascinado. Me parecia increible haber
encontrado a un hombre que ha vivido mas de 50 afios
bajo la tierra y que espera vivir otros doscientos 0
trescientos afios mas porque, me confid, sus células
se renuevan constantemente al no sufrir la brutal
agresion de la luz y de los rayos ultravioletas, gamma
e infrarrojos del sol, o los cambios constantes de
temperatura. Alla abajo no hay dia ni noche, invierno
o verano. No hay dias, meses 0 afios, esa absurda e
imprecisa manera que tenemos los humanos de medir
el tiempo, que parece arcaica cuando estamos
explorando el universo. Alla es un constante transcurrir
del presente perenne, donde no existe la angustia del
27futuro ni las culpas del pasado; donde uno puede
concentrarse en si mismo, en las maravillas que se
van obrando en nuestro cuerpo.
Dijo que esas cavernas son interminables y que
habia rios de aguas cantarinas, diamantes del tamafio
de una manzana pero inttiles, solo aptos para ser
admirados, sonidos como musica celestial y,
felizmente, poco oxigeno, ese gas venenoso que oxida
nuestro organismo desde que nacemos y desarrolla
los radicales libres, privandonos de vivir centurias.
Pueden imaginar que yo, como médico e
investigador, le pedi a quien habia sido el ingeniero
Paulo Rinsthal que me permitiera hacer esa
experiencia, y me dio su aprobacién y un pufiado de
esos hongos con sabor a almendras, pero me pidid
que lo pensara bien porque, una vez en el hueco, no
podria regresar a la superficie jamas. /
Qué estard pensando el jovato este. Ahora tiene
la mirada perdida y hasta creo que esa mueca es una
sonrisa imperceptible. Debe estar acorddndose de
alguna maldad 0 gozando anticipadamente de cuando
Hie fade lo que sabe. Porque algo sabe o sospecha.
unto a mi regreso: "Se olvido el lazo
don,,.?".
Regresé inmediatamente a Mendoza. Transferi
todos mis bienes a mi mujer. Compré chocolates a
mis tres hijos y se los di con un beso, que ellos después
sabran que fue de despedida. Hablé con mi amigo,
quien juré cumplir lo pactado y regresé aca, a la
Estancia del Venado para partir, en cuanto salga el
sol, rumbo a El Hueco.
Por suerte el viejo escudlido ha salido. Le pedi
que me ensillara el caballo porque esta por amanecer.
Aqui termino esta declaracién voluntaria. Todo
lo que aqui digo es la mas absoluta verdad. Mi
determinacién ha sido tomada en uso de todas mis
facultades y en total libertad.
Estas hojas seran puestas en un sobre que sellaré
en este mismo acto y sera enviado a mi amigo que - lo
juré - dejara pasar muchos afios antes de dar a conocer
su contenido. Le pedi que diera a conocer este escrito
recién en la década del 90, cuando ya se hayan
olvidado de mi.
Firma: Gustavo Viteri
P.D: DEBO CONFESAR ALGO MAS. Estaba a punto
de cerrar y lacrar el sobre cuando entré el viejo de
mierda. El hijo de puta cometié dos errores a Ultimo
momento y quedé desenmascarado. Primero: Dijo que
en lugar del caballo me ha ensillado un mulo tordillo,
29porque era buen caminador y sabia volver solo.
Segundo: El muy ladino, haciéndose el inocente dijo:
"Tome, Don... Llévese estas dos naranjas..."
Rapido como un rayo, en un acto reflejo ¢
instintivo, le clavé mi cuchillo de monte en el vientre.
El viejo traidor se doblé y qued6 a mis pies,
retorciéndose, tratando de detener con sus manos el
jugo que se le iba junto con la vida. Creo que gemia.
Por compasién 0 porque jamas dejo una presa herida,
como para hacerle el ultimo favor de acortarle la
agonia, de un solo tajo le corté el cuello después de
que trabajosamente pronunciara sdlo dos palabras:
"Por qué..." Los animales saben morir mas
dignamente, sin preguntas obvias.
Quiero reiterar que no puedo permitir que nadie,
absolutamente nadie se entere de la verdad antes de
tiempo. Antes de la década del 90, cuando el proceso
sea irreversible.
No puedo permitir que alguien intente
encontrarme y rescatarme y privarme del privilegio de
vivir la suprema experiencia de convertirme en lombriz.
Adiés.