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COMENTARIO BIBLICO

DEL CONTINENTE NUEVO


Hechos I
por
Raúl Caballero Yoccou
Editor General de la obra:
Dr. Jaime Mirón
Asesor Teológico
Rvdo. Raúl Caballero Yoccou
2

[p 2]
Junta de Referencia
Presidente: Luis Palau
Raúl Caballero Yoccou (Argentina), H. O. Espinoza (Mexico), Olga R. de Fernández (Cuba), Pablo Finkenbinder
(EE.UU.), Sheila de Hussey (Argentina), Elizabeth de Isáis (Mexico), Guillermo Milován (Argentina), Carlos Morris
(España), Emilio Núñez (Guatemala), Dory Luz de Orozco (Guatemala), Patricia S. de Palau (EE.UU.), Héctor Pardo
(Colombia), Aristómeno Porras (México), Asdrúbal Ríos (Venezuela), Randall Wittig (Costa Rica).
Publicado por
Editorial Unilit
Miami, Fl. EE.UU.
Todos los derechos reservados
© 1992 Asociación Evangelística Luis Palau
Este volumen ha sido escrito con la colaboración del
Dr. Jaime Mirón y Letica Calçada.
Versión utilizada de la Escritura: Reina Valera (RV) 1960.
© Sociedads Biblicas Unidas
Otras citas marcadas BLA, Biblia de las Américas
© 1986 The Lockman Foundation
Usado con permiso.
Producto 498642, Tomo I rústica
ISBN 0-56063-989-X

EX LIBRIS ELTROPICAL
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[p 3]
PREFACIO DEL EDITOR GENERAL
Cuando por primera vez pensamos en la necesidad de una obra como ésta, una de las necesidades que
advertimos—al margen de que el material fuera original en castellano—fue que sirviera para llenar una
gran necesidad del liderazgo iberoamericano. La mayoría de los obreros del Señor en Latinoamérica no cuen-
tan con los privilegios educacionales ideales ni con las posibilidades para lograrlos. Es por eso que, recu-
rriendo a hombres de Dios y excelentes maestors bíblicos del continente americano y de España, acordamos
realizar esta obra.
Este Comentario Bíblico está especialmente dirigido al obrero, líder o pastor que recién se inicia o bien
que presiente no contar con preparación académica adecuada por falta de tiempo o de medios. Esta obra no
está dirigida a los expertos o eruditos puesto que estos hermanos ya cuentan con suficiente material.
Este Comentario Bíblico expositivo no analiza la Escritura versículo por versículo ni menos palabra por
palabra. Por lo general se toman las ideas por párrafos y se extrae el contenido esencial. No intentamos, en
esta obra, aclarar toda duda o contestar toda pregunta que pueda tener el maestro, predicador o estudioso de
la Biblia. Lo que sí deseamos hacer es estimular al predicador y ayudarle a aplicar y predicar el pasaje bíblico.
A pesar de que hay menciones ocasionales al original griego, como parte de la filosofía editorial la Junta
de Referencia pidió a los autores no ser exhaustivos en las explicaciones técnicas ni eruditos en la presenta-
ción.
Quiera el Señor añadir su bendición a este Comentario del Epístola a los Filipenses a fin de que los líderes
del pueblo de Dios sean edificados y, a su vez, el cuerpo de Cristo crezca en conocimiento y sabiduría para
gloria de Dios.
Dr. Jaime Mirón
Editor General
[p 4]
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[p 5]
ÍNDICE DE HECHOS
Prefacio del editor general
Prólogo
Introducción
1. El mundo del Nuevo Testamento
2. El autor y sus escritos
3. El objetivo de Hechos
I. El comienzo de una nueva comunidad
1. Las enseñanzas del Señor Jesucristo
2. Los primeros síntomas de la comunión
3. La primera evidencia de la comunión
4. El día de Pentecostés
5. Los fundamentos espirituales de la nueva comunidad
6. El surgimiento de la oposición
7. El diablo pone en funcionamiento otras estrategias
II. Los primeros pasos hacia la extensión
8. El ministerio de Esteban
9. La defensa de Esteban
10. El martirio de Esteban
11. Felipe predica fuera de Jerusalén
12. Felipe y el eunuco etíope
13. Saulo se convierte al evangelio
14. Cornelio recibe al Señor Jesús
15. Los esparcidos predican en Antioquía
16. La iglesia de Antioquía envía socorro a otras iglesias
17. Herodes encara una oposición sangrienta: Dios lo juzga
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[p 9]
PRÓLOGO
El libro que nos proponemos estudiar cubre un breve espacio de tiempo en la historia de la iglesia, sólo
alrededor de treinta años. Sin embargo, dudamos que en toda la historia del mundo hayan existido tres déca-
das con tanto contenido social, cambios religiosos y culturales, sin guerra y sin derramamiento de sangre.
El Señor Jesús, que es su figura central, es también la fuente de la vida en todos los acontecimientos del si-
glo I. Por medio de él se rehabilitaron los genuinos sentimientos de patriotismo vinculados con la vigencia de
la ley de Moisés. Por medio de él se volvieron a refrescar las Escrituras con respecto a Israel y el mundo que
habían profetizado los hombres más destacados del AT.
Cuando ascendió al cielo no dejó mandamiento alguno sobre el método o sistema para formar la iglesia.
Tampoco dio instrucciones directas de cómo reunir a los creyentes de todas las naciones y razas en una co-
munidad fraternal. Con su partida al cielo dejó un gran suspenso en sus discípulos que convertidos en após-
toles tenían que esperar instrucciones más precisas por parte del Espíritu Santo para operar la voluntad de
Dios.
El libro casi naturalmente se divide en una serie de círculos concéntricos que marcan las distintas etapas
de la expansión de la iglesia. Cada nueva circunferencia incluye lo ya sucedido y marca las etapas sucesivas
del desarrollo de la iglesia en todos los sentidos: territorial, étnico, moral y espiritual, con creciente número
de adherentes.
Tal como lo hemos de estudiar más adelante, Lucas es el autor de la narración que va desde el nacimiento
del Señor Jesús hasta la llegada del evangelio a Roma. Trabajó en dos documentos que inicialmente no estu-
vieron relacionados con ninguna iglesia en [p 10] particular, sino que circularon entre el público lector gen-
til para quienes habían sido escritos. La amplia circulación entre las iglesias tuvo como virtud la consolida-
ción de las labores apostólicas al final del siglo I. Al comienzo del siglo II cuando ya se habían reunido los
cuatro evangelios y circulaban como cuatro libros separados, la historia de Lucas también se dividió en dos
partes, con el objetivo de seguir sus respectivos propósitos. El libro de Hechos tomó entonces una importancia
tal que algunos escritores lo consideran un libro clave para la comprensión de la historia y la doctrina del
NT. Muestra el nacimiento y progreso del evangelio a lo largo de la ruta desde Jerusalén hasta Roma. Nos
explica cómo un movimiento que nació en el seno del judaísmo, en pocas décadas pasó a ser una religión
esencialmente gentil. Nos explica cómo una creencia que surgió en Asia, se convirtió con los siglos en el de-
sarrollo de la civilización europea. Fue en esta región del mundo donde se produjeron los debates teológicos
más encarnizados sobre el contenido del NT y desde donde también se promocionaron los viajes misioneros
similares—o no—a los encarados por Pablo.
Para nosotros, el estudio de Hechos plantea un desafío actual que se renueva constantemente. Clarifica el
valor histórico y doctrinal de la ascensión del Señor Jesús y la venida del Espíritu Santo. Son los aconteci-
mientos centrales de toda la historia. Nosotros que tenemos a disposición el poder de lo alto, necesitamos
ejercitar nuestro ser interior para obedecer las indicaciones de extender el evangelio tal como Lucas lo narra.
Para encarar mejor nuestro estudio del libro, lo hemos dividido en dos partes. En la primera, hemos de
tener en cuenta los acontecimientos en Jerusalén desde la resurrección del Señor Jesús hasta la muerte de
Herodes (1:1–12:24). En este período los hechos o actividades están principalmente relacionados con la igle-
sia en Jerusalén. Pedro es el personaje central con Juan, su amigo y acompañante leal.
En la segunda parte, hemos de estudiar las actividades misioneras que tienen a Pablo como motor princi-
pal y a la iglesia de Antioquía como su centro espiritual. Ponemos especial atención en no descuidar detalles
que a simple vista parecen secundarios pero que en muchas oportunidades son vitales para comprender lo
que el Espíritu Santo desea enseñarnos. Esta característica dilata el [p 11] comentario y hace necesario que
debamos dividirlo en dos tomos, teniendo en cuenta, precisamente, las partes que mencionamos. Así que, el
tomo I abarca los primeros doce capítulos y el tomo II los restantes.
Hemos también procurado agregar notas adicionales y un buen número de cuadros explicativos para
ayudar a la comprensión de algunos temas, y proveer al lector—especialmente a pastores y líderes—de bos-
quejos que les permitan utilizar las enseñanzas para su labor ministerial.
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Finalmente, anhelamos honrar a Dios y glorificarlo por la bendición que significa comentar, aunque sea
superficialmente, su palabra. El autor disfruta de momentos muy cálidos en su presencia escribiendo estas
páginas. Gracias a Dios por su ayuda, y a tantos hermanos que por medio de sus libros o sus consejos han
enriquecido estas páginas.
RAÚL CABALLERO YOCCOU
[p 12]
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[p 13]
INTRODUCCIÓN
1. EL MUNDO DEL NUEVO TESTAMENTO
A. Los poderes civiles
a. Judíos
Después de las conquistas de Pompeyo (año 63 AC), el Imperio Romano afrontó tres serias disputas dinás-
ticas para ocupar Jerusalén y anexar Palestina a la provincia de Siria. Pompeyo designó al sacerdote Hircano
II para gobernar Galilea, Samaria, Judea y Perea. Este a su vez, trajo a Antipáter, un descendiente de Esaú
(idumeo) muy astuto que logró que sus hijos Herodes y Fascal ocuparan puestos claves en la corte.
Herodes no pudo dominar las luchas internas y huyó a Roma para obtener más respaldo del emperador
Octavio (posteriormente Augusto César). Volvió entre los años 38 a 36 AC, con más autoridad pero menos
independencia. Durante 34 años hizo una administración pro–romana. Construyó el puerto de Cesarea y un
templo a Augusto en Samaria. Ganó el favor de los judíos (que lo odiaban por ser descendiente de Esaú) edifi-
cándoles un lujosísimo templo (Jn. 2:20) que congregó por muchas décadas a miles de hebreos de todo el
mundo.
b. Romanos
Roma trató de gobernar Palestina por medio de reyes títeres con gobernadores obedientes alternativos,
poco capaces e indiferentes a las necesidades del pueblo. Comenzando con Coponio (6 a 9 DC) [p 14] hasta
Flaro (64 DC), alrededor de 15 procuradores (gobernadores) ocuparon el sitial. Para nuestro estudio tres son
los que más interesan:
(1) Poncio Pilato (26–36 DC). Caracterizado por arrogancia mezclada con cobardía. Esto provocó que en su
carrera cometiera errores inexplicables. Pilato no supo manejar su influencia y permitió que la aristocracia
por una parte y los saduceos por otra provocaran al pueblo con temas como la pobreza o la religión.
El ajusticiamiento de Jesús, pese a que aparentemente fue una victoria religiosa, produjo muchas friccio-
nes entre los poderes civiles y religiosos, sobre todo después de la resurrección de Jesús. El sanedrín (el más
alto tribunal de los religiosos judíos) se sintió muy incómodo y presentó sus quejas al imperio.
Por otra parte, ciertos sectores influyentes de la sociedad también hicieron lo mismo, llegando a ser una
seria advertencia para Roma. Pilato fue llamado por el emperador, pero antes de llegar el monarca murió y
no se supo más de él.
(2) Antonio Félix (52–60 DC). Se caracterizó por el desgobierno, la corrupción y la violencia. En Palestina
crecía el deterioro de las instituciones y se preparaba el camino para la sublevación, cosa que sucedió en el
año 66 DC. El caos reinante se demuestra en el simple hecho de la formidable custodia que el comandante
local se vio precisado a prepararle a Pablo para salvarlo de la turba (Hch. 23:23–35).
(3) Porcio Festo (60–62 DC). Se hizo cargo de la situación e hizo lo mejor que pudo para lograr la reconcilia-
ción. De ahí, el exagerado respeto por Agripa (Hch. 24:27; 25:13–24) y su vacilación en tomar cartas defini-
tivas en el tema de Pablo. El apóstol viendo tan comprometida la situación y la manera en que se manejaba la
justicia, pese a la decisión de los magistrados locales decidió apelar a César. Tenía mucho más confianza a la
corte romana.
B. Las sectas religiosas
Al iniciar la historia de los evangelios hacía ya cuatrocientos años que los israelitas no oían la voz de los
profetas. La religión que profesaban estaba seca, fría y sin respuestas para el pueblo.
a. [p 15] El templo
El humilde templete construido por Zorobabel, después que el pueblo volvió de Babilonia, fue reemplaza-
do por el que construyó Herodes (el Grande). Se comenzó en el año 19 AC y la estructura principal se termi-
nó en el 9 DC, aunque las labores continuaron hasta el 64 DC (poco antes de ser destruido por Tito).
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Era hermoso y tan lujoso que despertó la admiración de todos. Abarcaba un área extensa con un complejo
de edificios que aun los discípulos de Jesús no cesaban de admirar al verlo construir. Se practicaban sacrifi-
cios y se celebraban fiestas. Era un lugar tumultuoso de reunión donde nunca cesaba de subir el humo de los
sacrificios. El imperio vigilaba todos los movimientos desde la torre Antonia (Hch. 21:31).
En el atrio de los gentiles (el cual ningún gentil podía traspasar sin sufrir la pena de muerte—Hch.
21:28–29) estaba el mercado de animales y las mesas de dinero donde se realizaban los cambios de monedas.
El templo era el lugar donde se podían reunir para oír la enseñanza de cualquier maestro.
b. La sinagoga
Se creó cuando Israel estaba en el exilio, y era independiente del templo. Tenía funciones complementa-
rias especialmente para fortalecimiento mutuo. La tradición judía insiste en afirmar que la sinagoga nació en
los días de Esdras, pero de ello no hay información. Posiblemente lo hagan para destacar su trascendencia
fuera del territorio palestino. El templo era uno solo, pero cada comunidad tenía su sinagoga dentro y fuera
del territorio de Israel. Solían tener tres cultos religiosos semanales: sábado, lunes y jueves, y a menudo tam-
bién tres en un mismo día. Al principio se leía la ley en hebreo con una breve explicación en arameo.
Con el propósito de finalizar las disputas con otros grupos sobre el modo de celebrar las fiestas, la lectura
incluía también otros textos. Fue en la sinagoga donde se comenzó a leer los targumes (que son una paráfra-
sis en aramaico del texto hebreo de la ley). Al principio la traducción fue muy engorrosa, pero posteriormen-
te mejoró.
El Señor Jesús estaba familiarizado con el servicio religioso de la sinagoga y fue allí donde comenzó su la-
bor en Nazaret [p 16] (Lc. 4:14–30). Asimismo Pablo tenía relación con este centro de reunión donde concu-
rría para predicar a Cristo.
El término “sinagoga” aparece unas 54 veces en los evangelios (ver Mt. 4:23; 9:35; 12:9; etc.) y significa
“reunión de personas”. Hasta el presente la sinagoga es un lugar muy querido por el pueblo judío y un factor
importante en la educación de la familia.
c. La ley y sus efectos
Fue al pueblo hebreo al cual Dios encargó que representara la santidad a Jehová. Con frecuencia trataban
de conservar las formas pero no vivían la santidad misma. Después que volvieron de Babilonia renovaron su
interés hasta niveles no alcanzados desde los días de Moisés. El verbo qiddesh que usaron por siglos, pasó a
ser yiddish, que para nosotros es el idioma de los judíos aislados en Europa y que se habla hasta el presente.
Significa “los separados o puestos aparte”.
Con el propósito de diferenciarse de los gentiles, los judíos en los días del Señor Jesús adoptaron ritos muy
severos—especialmente relacionados con el día sábado. Querían demostrar el amor a Dios y a su ley (Jn.
5:10; 9:16). Así que escribieron y reglamentaron sus ritos, compilando todo el material para formar la pri-
mera parte del Talmud que se denomina Mishnah (siglo II DC). La otra parte denominada Gémara son co-
mentarios de la Mishnah producidos por los rabíes.
A esta reglamentación se la denomina “tradición de los ancianos” (Mt. 15:3, 6), algunas de las cuales es-
taban referidas a la entrada al reino de los cielos que ellos aseguraban era privativa de los que observaban la
ley tal como ellos la interpretaban. Una de las restricciones que habían impuesto era no caminar en sábado
más que nueve o diez cuadras (Hch. 1:12).
d. Sectas judías
Había varias; algunas dependían de la influencia de los gobiernos de turno.
(1) Fariseos. Grupo religioso que apareció a principios del siglo II AC y se lo conocía como hasidim (fieles a
Dios). El nombre fariseo comenzó a relacionarse con los asmoneos (descendientes de [p 17] los macabeos)
buscando el prestigio que tenían para llevar las prácticas religiosas a extremos ridículos. Fariseo puede ser
una preservación del aramaico perishaya o del hebreo perushim, que significa “los separados”. Esta secta
quería estar al margen del pueblo, pero por otro lado luchaba por ganar adeptos (Mt. 23:15). Eran celosos de
la ley, pero en su afán por preservarla se fijaban más en la letra que en el espíritu de su contenido. Estaban
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espiritualmente vacíos y a causa de ello recibieron severas condenas por parte del Señor Jesús (Mt. 12:1, 8;
23:1–33; Lc. 6:7).
Al caer Jerusalén en manos romanas, quisieron conservar el espíritu religioso en el pueblo, fijando estric-
tas normas de ética. Escribas era el nombre del grupo más destacado—entre los fariseos—por su estudio de la
ley. Trataban de enseñar e interpretar el texto y eran de gran estima. El Señor Jesús los denunció públicamen-
te por quitarle valor a la Palabra de Dios al mezclarla burdamente con las tradiciones (Mt. 15:1–9).
(2) Saduceos. Se cree que el nombre deriva de Sadok, el sumo sacerdote en tiempo de Salomón (1 R. 2:35).
Pertenecían a la clase aristocrática y se distanciaban mucho de la doctrina de los fariseos. Les ofendía que
éstos creyeran ser los defensores de la ley, y trataban de ponerlos en ridículo, pero cada vez perdían más in-
fluencia.
Sólo aceptaban la ley de Moisés, pero no creían en los profetas ni tampoco aceptaban la tradición oral de
los ancianos. Negaban la existencia de espíritus, la resurrección del cuerpo y la inmortalidad del alma. No les
interesaban las promesas mesiánicas, de modo que cuando perdieron la ciudad prácticamente se quedaron
sin auditorio.
Sumaron su oposición a los demás tanto contra el Señor Jesús como también cuando se inició la iglesia. En
los días en que Pablo fue juzgado ocupaban un lugar importante en el Sanedrín (Hch. 23:6–10).
(3) Zelotes. Fue una secta fundada por un tal Judas, el Galileo, quien produjo una subversión contra Roma
precisamente en el tiempo en que Augusto decretó el censo. Tuvo un buen número de seguidores—
especialmente entre los que se oponían a pagar tributo porque lo consideraban una traición al verdadero Rey
[p 18] de Israel. Se los denominó zelotes porque siguiendo el ejemplo de Matatías (padre de los macabeos) y
sus hijos, manifestaron mucho celo por la ley de Dios (comp. Nm. 25:11) Eran los revolucionarios del pueblo
hebreo (comp. Hch. 5:36–37). Uno de los apóstoles del Señor Jesús había sido zelote o cananita (Hch. 1:13).
(4) Esenios. Este partido religioso se conoció a raíz del descubrimiento de los rollos del mar Muerto (1947
DC). Estos rollos pertenecieron a la comunidad Qumran, una secta que vivía junto a las costas del Mar Muer-
to. Eran similares a los zelotes y posiblemente continuadores de su cultura. Surgieron en el siglo II (AC) y
aunque separados, compartían con los fariseos el horror de tener que honrar al emperador. Los esenios tení-
an votos de celibato, pero adoptaban niños y los educaban en sus creencias. Tenían todas las cosas en común.
No compraban ni vendían entre ellos y tenían un fondo común administrado por mayordomos elegidos.
También escogían al sacerdote que debía cocinar y ofrecían sus propios sacrificios. Eran muy estrictos en la
recepción de gente nueva.
(5) Herodianos. Era una secta de carácter político porque seguían a Herodes y en consecuencia gozaban el
beneplácito del Imperio. Se oponían a cualquier cambio político, en consecuencia, veían a Cristo como un
revolucionario (Mr. 3:6; 12:13; etc.) Apoyaban a los fariseos en el tema de dar tributo a César porque impli-
caba una forma de nacionalismo.
(6) Galileos. Era un partido político con formas religiosas que habían seguido a Judas de Galilea, pero no
concordaban con los zelotes. Eran políticos muy fanáticos y luchaban por sus derechos territoriales. Choca-
ron con Pilato (Lc. 13:1–3), y los enemigos trataron de identificar a Jesús y los doce con esta secta (Mt. 26:69;
Mr. 14:70).
(7) Samaritanos. Era una raza mezclada de judíos con otras étnicas que vivían en la provincia de Samaria.
Cuando Sargon II (722 AC) la tomó cautiva para Asiria juntamente con otras tribus de Israel, la dejó pobre y
débil. Posteriormente con la invasión de los caldeos se profundizó la mezcla. Se convirtieron en hombres muy
idólatras y alejados de Dios. Al construirse el segundo templo—pequeño edificio levantado por los que retor-
naron del exilio en [p 19] el 535 AC—los samaritanos ofrecieron su ayuda (Esd. 4:1–3) pero fueron rechaza-
dos. Esta circunstancia ahondó la enemistad ya existente. Notamos el antagonismo muy especialmente en los
evangelios (Mt. 10:5; Jn. 4:9), aunque también en Hechos. Algunas experiencias tienen gran resonancia a
causa de la actitud del Señor Jesús con ellos (Lc. 17:16) y también de Felipe (Hch. 8:1–10).
(8) La diáspora. Esta expresión aparece tres veces en el NT (Jn. 7:35; Stg. 1:1; 1 P. 1:1) y se forma con dos
términos griegos: speir, esparcir, y el prefijo dia, a través. De modo que en realidad quiere decir los esparci-
dos. Moisés había dicho a Israel que si dejaban la ley serían desparramados por las naciones (Lv. 26:33–37;
Dt. 4:27–28; 28:64–68). Así ocurrió desde la invasión asiria (722 AC) y posteriormente con la transmigra-
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ción de Babilonia. La gran masa del pueblo no retornó a Palestina y se asentó en otros lugares. En el siglo VI
AC se notó cómo crecía el pueblo, a tal punto que alrededor de diez años después solamente en Egipto había
alrededor de un millón de judíos.
C. La preparación del mundo para el evangelio
Leemos en los evangelios que el Señor Jesús es el Salvador del mundo (Jn. 3:15). También leemos que el
mandato que recibieron los apóstoles fue ir “al mundo y predicar el evangelio” o “hacer discípulos a las na-
ciones” (Mr. 16:15; Mt. 28:19–20). Ninguno de ellos comprendió la magnitud de la propuesta, en parte qui-
zás por lo grande que les pareció. Pero fue un hecho muy impactante y una evidencia de que Dios no se con-
dicionaba a forma alguna de religión existente ni a las dificultades que pudieran surgir.
Nada de lo que habría de ocurrir fue el resultado de la improvisación sino parte del desarrollo progresivo
del propósito de Dios. Por esta causa creemos conveniente hacer un breve repaso de la manera en que las
cosas se consumaban para culminar con el cumplimiento de la palabra dicha.
a. La dispersión del pueblo hebreo
En el prólogo ya hemos mencionado algo acerca de este fenómeno. En los alrededores del siglo VIII AC
comenzó la emigración de grandes multitudes de hebreos. Parte del pueblo se [p 20] movió hacia el oriente,
cautivos de los asirios, y parte a otros lugares. Durante siglos anduvieron de acá para allá, a veces por la
fuerza y otras voluntariamente.
En los días del profeta Jeremías, se levantó una parte del pueblo contra el gobernador instalado por el rey
de Babilonia. Fueron amenazados si no deponían su actitud, pero ante la negativa fueron aplastados. Mu-
chos—temiendo lo que habría de ocurrir—emigraron a Egipto (ver Jer. 41–44). Siglos después, al comenzar
la dominación griega, el movimiento de gente se incrementó especialmente por la fundación de nuevas ciu-
dades y el aumento de los privilegios en ciertos lugares. Muchos hebreos se hicieron a la aventura de coloni-
zar zonas de Siria y posteriormente Asia Menor, ingresando en Europa (comp. Jn. 7:35; Stg. 1:1; 1 P. 1:1).
Para el tiempo en que comenzó la iglesia, la diáspora hebrea había cubierto el mundo conocido, espe-
cialmente trabajando en centros comerciales. Un dato ilustrativo lo proporciona la cantidad de países men-
cionados en Hechos 2 en ocasión de la fiesta de Pentecostés (vv. 9–11). El historiador Josefo asegura que los
judíos habían invadido cada ciudad y era difícil hallar un lugar donde no estuvieran ubicados en un puesto
clave. Menciona que Agripa, escribiendo al emperador Calígula, hace referencia a las colonias judías en
Egipto, Fenicia, Siria, Panfilia y casi toda Asia Menor, llegando a Bitinia y Ponto. También había colonias
hebreas en Europa, al norte y sur de Grecia, el Peloponeso, Chipre y Creta (Josefo: Ant. XI, V:2).
Las piezas arqueológicas como monumentos o pirámides llevan inscripciones que son credenciales para
detectar la importancia de la comunidad hebrea que rodeó el Mediterráneo. Muchos creyeron que podrían
afianzarse fuera de su territorio natural y trataron de fortalecerse. Alejandría—capital de Egipto en ese mo-
mento—estaba dividida en cinco partes que se distinguían por letras del alfabeto. Dos de éstas eran conside-
radas hebreas, aunque las restantes estaban mezcladas. Roma por su parte era una importante colonia judía,
acrecentada por los cautivos de Pompeyo, colonia que fue creciendo hasta convertirse en baluarte de la fe
ancestral (o de los padres); pujó por ser reconocida como autónoma pero fracasó (Hch. 18:1–2).
[p 21] A los judíos de la dispersión se los conocía como helenistas, que a mediados del siglo I sumaban
cerca de tres millones. Estos realizaban constantes peregrinaciones a Jerusalén especialmente para las gran-
des fiestas y para pagar el tributo anual por el templo. Reconocían a la santa ciudad como su verdadero lugar
de adoración aunque guardaban gran respeto para los países donde habían nacido siguiendo el mandato del
profeta: “Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su
paz tendréis vosotros paz” (Jer. 29:7). Por esta causa crecieron en influencia en los países donde habían na-
cido y ganaron a muchos paganos para su fe. Naturalmente que tanto los gobernantes como otros vieron esta
influencia como perjudicial. En parte, porque no trabajaban los días sábados, pero mayormente porque cada
siete años realizaban un paro por un año completo. También consideraban ridículos y absurdos los ritos que
celebraban (Josefo: Contra Apión 2:7). No obstante, el pueblo ganó estima por la trascendencia de su fe, y
hombres en posición encumbrada como el eunuco de Candace, reina de los etíopes, Arizo rey de Emesa, Po-
lemo rey de Cilicia y muchos otros que abrazaron la creencia de los hebreos (Josefo: Ant. XX–VII:1, 3).
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Esta dispersión tan importante, que para Israel podría parecer una desgracia, fue utilizada para la difu-
sión del evangelio. Los predicadores eran judíos y la misión (tal como había ocurrido con el Señor Jesús) no
fue descartar la antigua fe sino proclamar su cumplimiento. Fue una ventaja indiscutida que dondequiera
que fueran había auditorio interesado en escuchar el mensaje, aunque posteriormente reaccionara en contra.
En cada ciudad que visitaban inmediatamente podían dirigirse a la sinagoga y comenzar a predicar segu-
ros de que serían escuchados (Hch. 9:20; 13:5; 13:14; 14:1; 17:1–3, 17; 18:4, 19; 19:8; 28:27, 23; Ro. 1:16).
Por lo general el auditorio se dividía en tres sectores: a) los que discutían acaloradamente y mantenían viva la
atención; b) los que se retiraban sonrientes, mostrando una indiferencia presuntuosa y c) los que realmente
aceptaban a Cristo y se unían a los mensajeros. Así se salvaron miles y miles de almas.
b. [p 22] Las conquistas realizadas por los griegos
Los primeros misioneros tuvieron a su disposición un mismo idioma para todos los lugares donde predi-
caban. Les fue ventajoso hablar griego y saber que nunca se verían aislados por una mala comunicación a ese
nivel.
La ambición de Alejandro el Grande y sus sucesores fue vincular a todo el mundo con la obligatoriedad de
hablar griego y adoptar sus costumbres. Querían ser supremos sobre todos los demás y no perdieron tiempo
en manifestarlo. El idioma griego era común en todos los pueblos que rodeaban el Mediterráneo, salvo en
regiones remotas donde la nueva civilización helénica no pudo penetrar. Ningún pueblo abandonó su lengua
madre, sino que también adoptó la de los conquistadores para entonces convertirse en bilingües. Los predica-
dores podían proclamar en griego tal como Pablo en Listra (Hch. 14:7–11), pero cuando el auditorio quería
expresarse lo hacía en el idioma propio de ellos. En Jerusalén se hablaba el griego popular (Hch. 21:37), pero
cuando Pablo quiso tranquilizar a la turba lo hizo en aramaico (que era un dialecto hebreo), aunque el tri-
buno le pidió que lo hiciera en griego, que también era el idioma aceptado en Egipto. Los epigramas contra la
persecución de Nerón hallados en las cuevas estaban escritos en griego.
Cabe aquí una oportuna acotación. Como latinoamericanos, no hemos quizás agradecido a Dios, ni to-
mado en cuenta la gran ventaja que significa que Él haya querido que desde México hasta Argentina hable-
mos una misma lengua. Tampoco hemos advertido que Brasil—con su enorme población y potencial—hable
un idioma similar al nuestro. Son provisiones de Dios para la extensión de la palabra.
c. La dominación del Imperio Romano
La instalación del Imperio Romano fue un vehículo magnífico para el progreso del evangelio. Mucho del
aparato instalado se debió a la mente de estadista de Augusto César. Sus seguidores se enorgullecían diciendo
que halló a Roma como una ciudad de adobes y ladrillos, y la elevó a una metrópolis de mármol. No obstante,
lo mayúsculo de este emperador fue su capacidad para trascender al mundo. El triunfo de los romanos esta-
bleció la “Pax [p 23] Romana” que fue la joya sin precio aun para las razas o pueblos donde llegaba el ejérci-
to imperial. Es verdad que lamentaban la pérdida de la independencia, pero también es verdad que festejaban
la desaparición del pillaje, pirataje y todo otro tipo de forma guerrillera de lucha.
Avanzó la civilización y el derecho, floreció el comercio y se conocieron los principios sobre la justicia de
los acusados, jamás practicados antes en los foros de los pueblos. Comenzaron a construirse caminos, de mo-
do que todo el imperio estuviera interconectado. Estas rutas que partían desde la capital llegaban hasta cual-
quier frontera avanzando en pocos años sobre la declinación que habían padecido por siglos. Es verdad que
los trazados de rutas fueron inicialmente preparados para el transporte de tropas, pero también es cierto que
sirvieron para desarrollo de los pueblos así conectados. Favorecieron el tránsito de personas, uniendo y re-
conciliando pueblos que jamás se habían visto.
El Asia Menor gozaba de una situación muy singular debido a su estrategia militar y ciudadana de una si-
tuación muy singular. Los caminos la atravesaban de este a oeste por varias rutas, siendo la principal la que
unía Éfeso con el Éufrates. Esta interconectaba distintos caminos transversales que la vinculaban con el Mar
Adriático a través de Ilírico, Macedonia y la Tracia. También tenía conexiones con varios puntos del Medite-
rráneo. El mar limpio de atentados pudo ser surcado por barcos cargados de mercadería que—salvo en in-
vierno cuando la navegación estaba suspendida—podían navegar con toda tranquilidad. Los caminos que se
constituían en acceso alternativo, donde era factible fueron transitados y custodiados por fuerzas imperiales.
En consecuencia, los predicadores disponían en consecuencia de los medios para viajar con seguridad (para
aquellos días) y no tenían dificultad alguna para llevar el mensaje a todos los rincones del imperio. Lo hacían
12

protegidos por la ley, y en el caso de Pablo la ciudadanía era de incalculable valor. (Comp. Hch. 18:12–16;
19:35–41; 21:27–29).
La imparcialidad de la ley imperial se interpuso más de una vez para salvar a Pablo de la furia del popu-
lacho, tanto de origen pagano como hebreo. No nos resulta extraño que Pablo enseñara entonces que las au-
toridades puestas por Dios son para beneficio de los hombres, y encomendara a los creyentes que la obede-
cieran [p 24] (Ro. 13:1–7; 1 Ti. 2:1–4). Reconocía en las leyes romanas una fuerte valla en contra de las fuer-
zas de iniquidad, y una advertencia a la posibilidad de vivir en cualquier momento una crisis catastrófica.
La inquietud de los pueblos y la falta de sabiduría de los religiosos hebreos eran para Pablo serios indicios
de que el imperio en cualquier momento haría valer su fuerza y sus leyes. Todo el tiempo que Pablo ministró
tuvo a los romanos como sus protectores, aun contradiciendo las mentes estrechas de los de su propia nación
hebrea.
d. La intrascendencia de la religión
Al comparar las religiones del AT (2 R. 17; Dn. 3:1–7) con lo que vemos en los evangelios y Hechos, di-
ríamos que el paganismo estaba en franca decadencia. La mitología griega que había dado origen a la reli-
gión griega no tenía ya vigencia y el pueblo no se guiaba por los poemas de Homero u otros.
El aumento de la filosofía por una parte, y la valorización de la persona por otra, crearon escuelas de
pensamiento distintas a la de los ancestros (Hch. 17:15–19) produciendo así situaciones insostenibles para
los antiguos mitólogos. Empezaron a crear sistemas de teología que sólo algunos podían captar y admitir. La
de los poetas era una mezcla de dioses con fábulas inmorales. Los dioses recibían todo lo que el hombre es,
acompañado de ritos y placeres de los más aberrantes.
Por su parte, la teología de los filósofos se basaba en “principios” que variaban de acuerdo al pensador.
Así, para uno era el fuego (Heráclito), para otro eran los números (Pitágoras), para otros los átomos (epicú-
reos), etc.
Debemos tratar de imaginar el sentir popular frente a todas estas maneras de pensar mezcladas y en pug-
na unas con otras. A esto deberíamos añadir la teología del pueblo, es decir la religión que ellos fabricaban,
haciendo también sus mezclas entre lo que sentían y las ceremonias que partían de los religiosos.
No obstante, podríamos pensar que los religiosos judíos basados en la ley de Moisés enseñaban los méto-
dos bíblicos para la adoración. Pero no fue así, sino que ellos mismos disentían entre sí sobre temas claves del
AT, y la gente desorientada e ignorante no [p 25] encontraba la religión que pudiera satisfacer sus inquietu-
des y necesidades espirituales.
Era un verdadero caos porque los filósofos no creían en la religión y los magistrados tampoco, pero echa-
ban mano de ella para su beneficio. Mientras tanto el pueblo esperaba.
e. La búsqueda de Dios
Como seres humanos nacemos con ansia por lo trascendente. Aunque los paganos del Imperio Romano
vieron morir su antigua fe, no declinó el anhelo que tenían por hallar la verdad. Ya sabemos lo que le sucedió
a Pablo en Atenas y cómo su “espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hch. 17:16). El
mundo clamaba por lo real; y la religión cargando a la gente con más altares, hacía derretir aun más los co-
razones y disipar toda esperanza de paz.
Los “guías espirituales” vivían en la imaginación, mojando sus ropas con las lágrimas del pueblo cargado
de culpas. Pero también ellos se sentían culpables y plantaban altares a dioses “no conocidos” (Hch. 17:23).
Esto también tenía su origen en la mitología de la pestilencia que había azotado a Atenas en el siglo VI AC.
Según esa versión, el mal se detuvo cuando los habitantes ofrecieron sacrificios propiciatorios a todos los dio-
ses que conocían.
En su desesperación convocaron al poeta cretense Epiménides para que les ayudase (comp. Tit. 1:12). Éste
arreó un rebaño de ovejas al Areópago para sacrificarlas a los dioses conocidos y a los otros. La tradición dice
que fue todo un éxito porque apaciguó la ira de deidades que ellos habían descuidado. De ahí en más, y por
todo el mundo griego se erigieron altares sin nombre fijo o deidad conocida para ellos. Lo que creyeron una
solución engendró en los habitantes una zozobra aun mayor, dejándolos a expensas del miedo, la ignorancia
13

y el desamparo. Era una confesión abierta a la incapacidad de las religiones y la necesidad de una revelación
más amplia que involucrara sus voluntades y solucionara la angustia de sus corazones.
Paulatinamente, las mentes desorientadas se volvían más y más a las creencias orientales cuya mística les
afectaba en su interior. Comenzaron a proliferar formas de adoración que combinaban [p 26] cultos a Cibe-
les (la madre frigia de los dioses) con los mithras de los persas. De todas las creencias orientales, únicamente
el judaísmo no ingresó en el sincretismo que asolaba a occidente.1
Pero esta separación no fue agradable a los emperadores romanos—algunos de los cuales intentaron re-
primir la religión judía y también la egipcia por considerarlas cultos extraños a su pueblo.
Fue la confusión por una parte, y la ética espiritual monoteísta hebrea por otra, lo que atrajo la atención
de la gente culta de la sociedad con trasfondo griego. Esta gente no compartía la deificación del hombre en
medio de un ambiente desorientado como el que vivían, ni tampoco aceptaban la adoración de los animales
que propiciaban los egipcios. Estaban preparados para apropiarse de un Dios que, sobrepasando las limita-
ciones de sus intelectos, produjera la satisfacción interior que no podían hallar ni en los “principios” griegos
ni en las otras formas de creencias. Aunque creían que era mejor, tampoco el judaísmo les convencía total-
mente porque el mismo pueblo hebreo vivía en el desencanto. Las leyes ceremoniales les resultaban desagra-
dables y no querían someterse a ellas. Sólo el pensamiento de la circuncisión ya los mantenía lejos. Sin em-
bargo, la gente admiraba la presencia definida de un Dios viviente. Tanto judíos como gentiles observaban
que el Señor Jesús ofrecía y daba ayuda, benevolencia y constante protección.
El centurión de Capernaum (Lc. 7:4–5) o el de Cesarea (Hch. 10:1–4) se habían inclinado a la devoción
verdadera, aunque no habían aceptado ser prosélitos hebreos. Lo importante está en que representaban una
tendencia difundida. Buscaban respuestas para sus inquietudes y algo veían en el judaísmo que les parecía
muy bueno, aunque esperaban más. Veían que el Dios de los hebreos podía presentarse de otra manera y
darles satisfacciones plenas. Esta expectativa generó un ambiente propicio para la llegada del evangelio. Pa-
recería que todo desembocaba en lo mismo, en la necesidad de creer en algo trascendente y transformador.
Toda la gente esperaba otro mensaje.
[p 27] Aunque los apóstoles no comprendieron al principio el alcance del propósito de Dios (Mt. 15:16–
17) y se entretuvieron en disputas domésticas (Mt. 20:20–28), los planes estaban firmes. Aun el hecho de
que los mismos discípulos no entendieron lo que estaba en juego, indicaba la necesidad de la llegada del Espí-
ritu Santo con su luz y su poder.
Cuando el Señor les mostró el mundo, también les dijo que debían comenzar en Jerusalén, formando cír-
culos de testimonio que incluyeran Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra (Lc. 24:47; Hch. 1:8). Pero
todo esto, después que recibieran el poder de lo alto que los convertiría en testigos.
Al principio los apóstoles recibieron con gozo el mandato, pero no repararon en la magnitud del testimo-
nio. No estaban dispuestos a desprenderse del templo y sus visitas diarias a las “tres de la tarde”. ¿Cómo salir
al mundo si todos los días tenían una cita en el templo? Imposible.
Sobrevino una persecución y Felipe realizó la primera salida fuera de Jerusalén, que continuó con otras
por parte de Pedro (Hch. 9:32–11:18). Ninguno de los doce apóstoles sobrepasó los límites de Palestina. Las
regiones más lejanas fueron Lida, Jope y Cesarea, en las cuales solamente los hebreos oyeron la palabra. Pe-
dro nunca hubiera intentado salirse de esos límites si no hubiese recibido un llamado especial, y con un en-
trenamiento también singular que le quitó de la mente la acepción de personas.
Cornelio, quien clamaba a Dios por el mensaje de la vida (Hch. 10), no era tampoco un gentil común sino
una persona temerosa de Dios. No obstante, su ingreso y el de toda su familia a la comunidad de los santos
fue gradualmente resistido por la iglesia en Jerusalén (Hch. 11:2; Gá. 2:12), especialmente por la importan-
cia que algunos atribuían a la circuncisión como rito de iniciación. Los que bregaban por la circuncisión
sostenían que ésta era complementaria de la fe en Cristo.
No obstante, la expectativa del mundo no radicaba en mezclar el evangelio con el pasado, sino más bien
emanciparse de aquello para vivir plenamente la provisión de la gracia de Dios. Esta fue la experiencia de los
predicadores que ocuparán nuestra atención en el estudio que iniciamos.

1 Sincretismo es el sistema que trata de conciliar doctrinas diferentes u opuestas.


14

[p 28] 2. EL AUTOR Y SUS ESCRITOS


Lucas escribió dos libros. El primero es el evangelio que lleva su nombre y que él denomina “el primer
tratado” (Hch. 1:1), y el otro es el que estamos estudiando. Ninguna crítica contra la autoría de Hechos por
medio de Lucas ha prevalecido porque los argumentos se fueron desvaneciendo con el tiempo.
Ambos escritos fueron dedicados a una persona desconocida llamada Teófilo (significa “amante de
Dios”). Tanto el lenguaje como el estilo de los dos escritos nos guían en un mismo sentido, es decir, a explicar
la veracidad de la vida del Señor Jesús, su amor por todas las almas, su interés por los gentiles y la seguridad
de que el autor está convencido de estar diciendo la verdad. Además, de la lectura del texto surge que no está
pensando en dos libros o escritos separados sino en uno solo. En verdad, este segundo es la continuación del
primero.
A. El escritor es un compañero de Pablo
Pese al escepticismo de los críticos sobre la veracidad de lo que Lucas escribe, tenemos buenas razones
para creer en su honestidad. En principio él mismo lo dice: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en
orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas … me ha parecido también a mí, des-
pués de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden …” (Lc. 1:1–
4).
“Escribir en orden” significa tomarse tiempo para ubicar hechos y personas de un modo tal que Dios
pueda utilizar todo el trabajo para beneficio de muchos por medio del Espíritu Santo. Es el estilo que emplea
para preparar Hechos, pasando de la tercera persona singular (cuando él no está presente) a la primera per-
sona plural (cuando forma parte de la comitiva). Es un detalle que especialmente se ve en los viajes con Pa-
blo. La primera ocasión está en el capítulo 16:10–17, referida al llamado que recibieron para visitar Mace-
donia. Dice el texto: “Cuando [Pablo] vio la visión en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por
cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio”, etc. Las otras son 20:5–21:18; 27:1–
28:16.
No sabemos cuándo ni dónde Lucas se añadió a la expedición, pero está claro que fue durante el segundo
viaje misionero. Acompañó a [p 29] Pablo, Silas y Timoteo para visitar Filipos, y fue de gran ayuda para Ti-
moteo, mientras Pablo y Silas sufrían los horrores de la cárcel. Por lo que leemos después de 16:18, no los
acompañó cuando abandonaron Filipos.
Lucas se incluye en el cap. 20 donde precisamente dice: “Y nosotros, pasados los días … nos reunimos
con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días” (v. 6). En esa oportunidad, finalizando ya su tercera gira
misionera, Pablo decidió navegar a Jerusalén para llevar la ofrenda de las iglesias gentiles levantada espe-
cialmente para ayudar a los pobres de la iglesia madre (20:16; Ro. 15:25–27).
No sabemos si Lucas se quedó todo el tiempo en Filipos o si realizó algunas giras por los lugares aledaños.
Sabemos que acompañó a Pablo y sus compañeros hasta la ciudad de Jerusalén (21:17), pero no se ven sus
huellas hasta que Pablo después de dos años en Cesarea fue remitido a Jerusalén. El modo en que Lucas des-
cribe la navegación a Italia (27:1) y los detalles con que matiza la travesía muestran su talento de escritor
preciso y cuidadoso.
Aunque él solamente se incluye en tres porciones de su escrito, esto no significa que no haya compartido
otras experiencias. Sobre todo porque demuestra ser un profundo conocedor de todo lo que escribe.
Por ejemplo, cuando menciona el llamado y ministerio de Felipe, no dice que él estuvo presente, pero
cuando escribe nuevamente sobre el tema dice: “Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fui-
mos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él”. Dis-
tinguió a Felipe como alguien bien conocido; incluso al enfatizar “que era uno de los siete” quiso distanciarlo
del otro Felipe apóstol de Jesús (1:13). Estos detalles no habrían hecho falta si no hubiera habido otras perso-
nas con el mismo nombre cuando escribía los primeros capítulos de libro.
Además, Lucas disponía de testigos que podían confirmar sus conclusiones. Al estar cerca de Pablo tenía a
mano todo el material atesorado necesario para que el Espíritu pudiera trabajar por medio de él.
[p 30] B. El autor es una persona culta
15

El nombre Lucas es de origen latino (comp. Col. 4:9–11) y podría ser una derivación de Lucio (13:1; Ro.
16:21). La tradición afirma que era de Antioquía de Siria, y poseía un buen conocimiento de idiomas, espe-
cialmente arameo, griego, latín y otros de carácter vernáculo.
Por su parte, Pablo dice que era el “médico amado” (Col. 4:14). De por sí esa profesión es exigente, aun
para aquellos días. No era fácil llegar a la medicina y eran escasos los centros que la cultivaban. Algunos
hermanos se han ocupado en preparar listas de términos para demostrar la vasta cultura médica del autor.
Pero esto no convence a la vasta mayoría que afirma que se trata simplemente de la forma “instintiva” en que
Lucas se expresa.2 Lo mejor es pensar que aunque observamos muchos términos médicos en sus escritos, ello
no prueba de por sí que Lucas sea el autor.
Sí muestra, en cambio, que el autor está bien compenetrado de lo que escribe. En los primeros tiempos de
la iglesia era más perceptible porque ambos libros (Lucas y Hechos) formaban una misma obra. Al separarlos
para agrupar la parte de la vida del Señor Jesús con los evangelios recibió el agregado de “según San Lucas”.
No solamente es importante lo que escribe sino lo que ignora. No es que sus relatos se interrumpan casi
abruptamente a veces porque no conozca lo que sucedió, sino que no estaba en el propósito de Dios que Lu-
cas dijera todo lo que sabía.
Por el modo en que está seleccionado el material y por lo incompleto de algunas narraciones, parecería
que además de lo que dice tenía presente otro motivo que posiblemente no surge a primera vista. Entendemos
que la historia de Hechos tiene un propósito filosófico general que no podemos desconocer. Inicia una histo-
ria y la interrumpe. Al principio parece que quiere describir el testimonio de los doce (Matías incluido) pero
luego sólo se ocupa de tres de ellos (Pedro, Jacobo y Juan), posiblemente por ser los coordinadores de todo el
grupo.
[p 31] Cuando nos interesamos por ver cómo salió el evangelio desde Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo
último de la tierra, nos tropezamos con lo breve de algunas descripciones y lo irregular del avance del men-
saje. Se ve cómo la palabra avanza hacia el norte y el oeste, entrando en Europa, pero poco o nada dice de
otras partes. Parecería que el mundo termina en Roma.
Pedro y sus compañeros desaparecen fugazmente de la escena, y Pablo se levanta como una estrella bri-
llante iluminando los territorios gentiles. La iglesia en Jerusalén ocupa una atención especial; en cambio, la
fundación de Antioquía (11:20–26), Tesalónica (17:1–4) y Corinto (18:5–11) tienen poco espacio en las des-
cripciones, aunque trasunta mucha labor. Estos y otros detalles nos hacen pensar que Dios estaba usando a su
siervo para escribir con un propósito especial. A nuestro entender la filosofía del escritor es hacer que escri-
biendo a un personaje desconocido a quien muy diplomáticamente trata de “excelentísimo” (Lc. 1:3), todos
supieran al menos algo sobre tres importantes temas:
a. La reacción del Imperio Romano ante la extensión del evangelio
Tal como ya lo mencionamos los romanos no entendían de religión. Los procuradores querían ver a un
pueblo sumiso. Para ellos, Pentecostés era una fiesta hebrea que congregaba gran cantidad de fieles y lo que
Pedro dijo era parte de la celebración. Lucas no menciona a los romanos en todos los movimientos produci-
dos en Jerusalén, pero señala que los oficiales fueron amigos de los cristianos. El impacto que hizo en ellos la
conducta de los creyentes, insidió en Cornelio (10:1–2) y Sergio Paulo, el gobernador de Chipre (13:7).
Los mismos que no habían hallado falta en Jesús, tampoco la vieron en los creyentes. Los romanos veían
que la gente que creía en el Señor Jesús, tenía un estilo de vida diferente a la de los religiosos y era amable
con el pueblo. Por todas partes corrían los buenos informes y los magistrados amparaban a los predicadores.
En Filipos castigaron a Pablo y Silas, pero informados de que eran ciudadanos romanos les pidieron disculpas
(16:35–39). En Corinto, el procónsul Galión expulsó a los judíos acusadores no queriendo [p 32] ser juez en
temas de religión (18:12–16). Una actitud similar asumió el escribano de Éfeso (19:35–41).
Lucas destina buen espacio de su narración a lo sucedido en Cesarea y la comparecencia de Pablo ante Fé-
lix, Festo y Agripa. Éstos, después de escuchar a distintos tiempos la defensa del apóstol, llegaron a la conclu-
sión de que era inocente: “Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre” (26:31)
(comp. Lc. 23:4, 14, 22). Los romanos estaban convencidos de que el evangelio predicado por Pablo era más

2 William Barclay: Los Hechos de los Apóstoles.


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puro que la religión que practicaban los judíos. No tuvieron ninguna duda, sobre todo después de la defensa
que presentó ante el rey Agripa (26:1–29) que concluyó con la pregunta clave: “¿Crees, oh rey Agripa, a los
profetas? Yo sé que crees” (v. 27). El rey, turbado, contestó con una evasiva para él, pero al mismo tiempo
una confirmación para todos: que el cristianismo tiene su base en el AT, y Jesucristo es el cumplimiento de las
promesas hechas a los profetas.
b. Los efectos del evangelio en los pueblos paganos
Aunque el cristianismo comenzó en Jerusalén, Lucas destina bastante espacio para mostrar los efectos en
tierras religiosamente incultas. Los detalles sobre las predicaciones en Chipre, Iconio, Listra y Derbe (13:6–
12; 14:1–23) nos muestran el interés del autor para que se conociera el poder transformador del evangelio
entre gente sin cultura religiosa alguna.
Desde el capítulo 16 ingresamos en otras culturas con resultados similares. La conversión de Lidia y el
carcelero (Filipos); las mujeres de Tesalónica (17:4) y los filósofos de Atenas oyeron mensajes conmovedores
con resultados diferentes. Pero en todos los lugares quedaron almas salvadas.
La única manera en que los seguidores podían animarse a tomar la delantera para plantar la semilla del
evangelio en el mundo, era viendo los efectos alcanzados por los primeros predicadores.
c. La declinación del judaísmo
Lucas puntualiza en varias oportunidades el triste espectáculo que produjeron los judíos instando a la
gente a castigar a los predicadores. El discurso de Pablo en Antioquía de Pisidia está envuelto en un manto de
cariño para el pueblo de Israel. Cuando [p 33] quiso advertirles el peligro que corrían les citó a los profetas
(Hab. 1:5) como lo había hecho para respaldar todos sus argumentos. Pero ¿cuál fue el resultado? Que “mu-
chos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persua-
dían a que perseverasen en la gracia de Dios … pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos,
y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando” (13:43–45).
Delicadamente Lucas se ocupó en mostrar cómo fue en aumento la oposición (13:50) y cómo en cada lu-
gar que Pablo visitaba nacían crueles focos de oposición (14:19) que estaban decididos a terminar con el
evangelio (17:13) y su predicador. La expulsión de los judíos de Roma (18:1, 2) debió haber sido una adver-
tencia sobre las persecuciones que el Imperio Romano estaba dispuesto a tomar, pero los hebreos no hicieron
caso. Al contrario, aumentaron la forma y cantidad de los motines (19:13–15), sin lograr ser oídos.
Lucas dedica también bastante espacio al alboroto que protagonizaron frente al templo y el complot para
eliminar a Pablo aun cuando estaba bajo protección romana (21:30–31; 23:12–30). Lo hace para que obser-
vemos cuán difícil es luchar contra los propósitos de Dios y cuán dañino resulta para el testimonio del evan-
gelio la lucha entre facciones delante del mundo que no conoce la verdad.
C. El escritor es historiador y teólogo
Lucas inicia su trabajo diciendo: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las
cosas que entre nosotros han sido ciertísimas … me ha parecido también a mí, después de haber investigado
con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que co-
nozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lc. 1:1–4).
Pone en orden datos genealógicos conocidos o fáciles de conocer, con detalles del nacimiento de Juan el
Bautista que no están en los otros evangelios. Algo similar hace con la descripción del nacimiento del Señor
Jesús, pero en este caso mostrando cómo Dios movilizó al imperio para llevar a cabo su propósito (Lc. 2:1).
[p 34] Aunque está generalizada la opinión de que este escritor escribió para el pueblo de origen gentil,
Lucas es cuidadoso en mostrar la sensibilidad de los piadosos cuando aparecieron los síntomas de la llegada
del Mesías (comp. Lc. 1:39–80). Además de Augusto César, menciona a otros gobernantes romanos (Lc. 3:1)
para puntualizar el momento histórico y el estado del mundo político cuando irrumpió el mensaje del evan-
gelio.
A pesar de que la nación tenía sus sumos sacerdotes (Anás y Caifás), “la palabra de Dios” vino a Juan (Lc.
3:2). Fue el origen de la proclama que tuvo a Juan por heraldo. El krygma (mensaje) que Juan proclamó te-
nía—según dice Lucas—el objetivo de que la gente se arrepintiera y confesara sus pecados. Utilizó el texto
17

bíblico de Isaías para respaldar su ministerio (Lc. 3:4–6) y la convicción de que tenía el mensaje de Dios ade-
cuado para movilizar a los oyentes. Después de describir la genealogía de Jesús y su triunfo contra Satanás en
el desierto, menciona el krygma del Señor Jesús, que es fundamental para lo que posteriormente informaría a
Teófilo en su segundo libro (Hechos).
Estos relatos han dado a Lucas el apodo de “teólogo de la salvación”.3 El énfasis del historiador es mostrar
que: (1) Dios es el origen de la salvación; (2) Cristo es el único Salvador; (3) el Espíritu Santo es quien aplica
el mensaje; (4) los creyentes son los testigos y (5) todas las personas son destinatarias del evangelio.
Tanto lo que incluye como lo que omite es muchas veces extraño, pero la cronología (especialmente en la
segunda parte de Hechos) tranquiliza a cualquier lector. Los primeros capítulos del libro contienen momen-
tos del desarrollo de la iglesia que parecen haber sido seleccionados cuidadosamente para mostrar las tentati-
vas del enemigo en derribar el edificio que comenzaba a edificarse. Todo está bajo el amparo de la inspira-
ción, incluso las historias truncas o los episodios narrados con minuciosidad como la navegación del capítulo
27.
[p 35] Lucas menciona Filipos, Tesalónica y Berea pero no para narrar la fundación de las iglesias sino
más vale para destacar el costo de la predicación del evangelio. Lucas no escatima espacio para repetir tres
veces la conversión de Pablo (9:1; 22:3; 26:4–5), dos veces la de Cornelio, y tres veces lo decidido en Jerusa-
lén (15:20, 29; 21:25). Nos muestra el énfasis que desea poner a la conversión de los gentiles, y que en Cristo
Jesús todos los salvados tienen el mismo derecho sobre la base de que “Dios no hace acepción de personas”
(10:34).
Los discursos que no pueden considerarse aisladamente del resto del libro tienen distintas características.
Los que pronuncia Pedro ante una audiencia judía (cap. 2:3; 4 y 5) son esencialmente de reproche. Contie-
nen el mensaje del evangelio fundamentado en la resurrección de Cristo anunciada por los profetas. Vale
para mostrar la supremacía del propósito de Dios sobre los restos incoherentes de la tradición hebrea.
También hay discursos evangelísticos, especialmente el de Pedro en la casa de Cornelio (cap. 10) y el de
Pablo a los judíos piadosos en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (cap. 13), con las diferencias que pueden
existir entre un auditorio totalmente gentil y otro totalmente hebreo. También son evangelísticos—aunque a
auditorios distintos—los discursos que Pablo pronuncia en Listra (14:15) y en Atenas (17:22).
Pero además hay otros también dignos de destacar: mensajes explicativos (1:16), como el pronunciado
por Pedro antes de elegir a Matías o en el llamado concilio de Jerusalén (15). También tienen carácter similar
el de Esteban (cap. 7) ante el sanedrín, o el de Pedro comentando lo sucedido en casa de Cornelio (11:4). Son
esencialmente defensivos o apologéticos los de Pablo ante las autoridades en los distintos lugares donde debió
dar razón de sus trabajos (22:1; 23:1; 24:10; 25:8; 26:1; 28:17). En cambio, el de Troas (20:18) es más vale
persuasivo porque procura demostrar—y esto por única vez en su ministerio—la metodología que podría
librar a la iglesia en Éfeso de la herejía que se cernía sobre ella (20:17–38).
En los discursos se destaca la cantidad de referencias al AT, la confirmación del Espíritu Santo a las predi-
caciones apostólicas, y la seguridad de que Dios estaba visitando las naciones.
[p 36] 3. EL OBJETIVO DE HECHOS
Si en el “primer tratado” (el evangelio) Lucas se abocó a mostrarle a Teófilo lo que Jesús comenzó “a
hacer y a enseñar”, en este segundo se propone describirle lo que hizo después de su ascensión.
Se destacan tres temas principales:
(1) El cumplimiento de la promesa (Lc. 24:49; Hch. 1:5), que ocurrió en Pentecostés (2:1) y les permitió
explicar las maravillas de Dios “en otras lenguas”. Desde ese momento el Espíritu Santo estuvo por todas par-
tes guiando, fortaleciendo, impidiendo o respaldando con señales y prodigios el testimonio valiente de los
predicadores. El Espíritu formó el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13) y ubicó a los miembros en su lugar para que
pudieran recibir constantemente el suministro de Dios (Ef. 4:16). Lucas muestra con pruebas abundantes la
significación de la presencia de Dios por medio del Espíritu Santo.

3 M. Green, págs. 125–127.


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(2) El modo de defender el evangelio implantado. Especialmente desde el capítulo 3 en adelante, los religiosos
quisieron intimidar a los líderes (Pedro y Juan) pensando que pronto todo ese proceso religioso quedaría des-
baratado. Pero como esa estrategia no dio resultado en Jerusalén, ensayaron otras antes de proceder drásti-
camente como en el caso de Esteban. Podemos mencionar como ejemplos el fraude de Ananías y Safira (cap.
5) y la murmuración étnica entre las hermanas (cap. 6).
Quedaba aún una traba grande para la expansión. Era la reverencia y visita diaria que debían hacer al
templo (5:42). Los apóstoles mismos trataron de unir la extensión del evangelio con “la hora de la oración”
(3:1), limitando, en principio, el propósito de Dios al pueblo israelita de Jerusalén. Si esto hubiera seguido así,
el mensaje nunca hubiera salido de la capital de Israel. Pero esta costumbre también cesó después del valiente
discurso de Esteban. Tal como lo hemos de ver más adelante, este mártir se propuso demostrar la omnipre-
sencia de Dios, el valor de los documentos históricos para mostrarlo operando en todo el mundo conocido, y
la traba que un edificio significaba para la expansión del conocimiento suyo por medio del evangelio (7:47–
48).
[p 37] Ya hemos señalado cómo el Imperio Romano defendió a Pablo en sus muchas peripecias, porque
Dios preparó las cosas así. El mensaje salió por todas partes y llegó a la corte de Nerón (Fil. 4:22).
(3) Mostrar cómo se produce la extensión del evangelio. Las palabras “que se predicase en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:47),
señalan cuál era el propósito de Dios, pero no indican cómo iniciar el trabajo y menos aun cómo se desarro-
llaría.
A causa de la persecución en los días de Esteban el evangelio salió por todas partes, pero por la manera en
que Lucas retoma la explicación de la extensión en 11:19, advertimos que su interés está en el mundo gentil
y en dirección a la capital del Imperio.
La elección de Saulo y Bernabé por el Espíritu, la predicación en Galacia, el llamado macedónico y la pre-
dicación en Europa, son todos episodios ligados uno al otro para que el evangelio se anunciara en el corazón
del imperio. Pablo alcanza ese objetivo cuando estando preso puede testificar en Cesarea y posteriormente en
la cárcel. Trata de que todos sepan el valor de sus cadenas, y cómo por ese medio tan extraño el evangelio
resuena ante las autoridades judiciales (Fil. 1:13) de lo cual el escritor sabe bien porque es testigo ocular.
Es quizás una de las causas por las que Lucas termina su escrito con Pablo en la cárcel. Habiendo llegado
el evangelio a Roma, su carta a Teófilo está también llegando a su fin. No sabemos el alcance del ministerio
del apóstol en esa ciudad donde “permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los
que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin im-
pedimentos” (28:30–31). Pablo logró instalar un centro evangelístico en Roma y operar con la custodia del
Imperio. Lucas, repetimos entonces, da por cumplido su propósito.
[p 38]
19

[p 39]

PARTE I
EL COMIENZO DE LA NUEVA COMUNIDAD
(1:1–6:7)
[p 40]
20

[p 41]
CAPÍTULO 1
(1:1–8)
Ya hemos mencionado que Lucas habla de dos libros, haciendo del segundo la continuación del primero.
Tuvo a su disposición mucha información para certificar la veracidad de sus afirmaciones. Además, por lo
menos tres personas—según nosotros podemos observar—podían serle de mucha ayuda: Marcos, Pedro y
Pablo. Éstas son claves, sobre todo en los trayectos de los viajes de Pablo. Además, había muchas otras fuentes
de información que estaban disponibles, algunas conocidas y otras ni siquiera insinuadas en el libro, pero
que conocían la historia desde sus comienzos (21:16).
Las enseñanzas del Señor Jesucristo (1:1–8)
1En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
2hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los
apóstoles que había escogido; 3a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. 4Y es-
tando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les
dijo, oísteis de mí. 5Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo dentro de no muchos días. 6Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿res-
taurarás el reino a Israel en este tiempo? 7Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que
el Padre puso en su sola potestad; 8pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
[p 42] Al leer cuidadosamente lo que Lucas quiere explicar a Teófilo nos encontramos de inmediato con
las dos etapas del ministerio de Cristo. En el primer tratado habló acerca de lo que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar. Ahora, le seguirá mostrando lo que realizó como Cristo ascendido y glorificado. Miremos el cuadro
que sigue.

ESCRITOS DE LUCAS

EVANGELIO A HECHOS
“las cosas que Jesús S “hasta el día que fue recibido arriba …”
comenzó a hacer y a en- E EN EL CIELO
señar …”
N EN RELACIÓN CON EL E.S.
EN LA TIERRA
S (TRABAJA POR MEDIO DE LOS TESTIGOS)
EN RELACIÓN CON
EL PADRE I
(TRABAJÓ EL Ó
MISMO) N

El cuadro señala la continuidad del ministerio del Señor Jesucristo tal como lo muestran los dos libros,
dándole a la ascensión una posición trascendente. En el Evangelio está el principio y fin de su trabajo en Pa-
lestina. En Hechos describe el comienzo y desarrollo de la obra mundial.
Desde el siglo II, y a causa de esto, el título tradicional del libro ha sido “Hechos de los apóstoles”, y en al-
gunos casos “Los hechos de los apóstoles”. Sin embargo, preferimos decirle simplemente “Hechos”, como
parece que fue la tendencia en algunos manuscritos antiguos. Debido a la relación que tiene con el Espíritu
Santo, tal como lo señalamos en el cuadro, muchos otros preferirían denominarlo “Los hechos del Espíritu
Santo”. La base para esto último radica en las muchas maneras en que el Espíritu opera a lo largo de todo el
escrito que abarca aproximadamente unos treinta años de historia.
21

[p 43] Si somos equilibrados en nuestro juicio veremos que todas estas alternativas son ciertas. Si nos de-
tenemos a ver los trabajos de Pedro y Juan (cap. 1–8), las giras de Pedro (cap. 10–12), Santiago—o Jacobo—
en Jerusalén (cap. 15) y las extensas actividades de Pablo (cap. 9, 13–28), probablemente optemos por “Los
hechos de los apóstoles”; pero si pensamos en los muchos otros que sin serlo (en el sentido de los doce o Pa-
blo) fueron y vinieron llevando el evangelio, nos quedaremos sorprendidos. De modo que en un sentido sus-
tancial es el Espíritu Santo quien opera, pero en otro, lo hace por medio de testigos y enviados que obedecen
aun a riesgo de sus vidas.
Es por esta razón, reiteramos, que hemos preferido referirnos a este libro simplemente con el nombre de
Hechos.
Los primeros dos versículos tratan de explicar los hechos del Señor Jesús “por medio del Espíritu Santo”, y
muestran la vitalidad del evangelio a diferencia de lo que enseña cualquier religión. Para dichas creencias,
los hechos de sus iniciadores son pasados. Todas las prácticas se relacionan con los años en que ellos vivie-
ron.
En nuestro caso, tal como Lucas lo desea expresar, la vida del Señor fue solamente un comienzo. La pre-
posición “hasta” con que comienza el v. 2 abre un capítulo inmenso para la historia del cristianismo que el
mismo Lucas no pudo ver, ni aun millones y millones después de él.
Lo que se inició con la resurrección del Señor Jesús y su ascensión, sobrepasó la vida de todos los historia-
dores, porque constantemente el Espíritu ha revitalizado el ministerio de los hombres que levanta. Las leccio-
nes que aprendemos del Jesús histórico se ensanchan con las del Jesús “kerygmático” (el Cristo proclamado),
y se convierten en la fuerza transformadora del evangelio.
A. Los mandamientos
El texto dice que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo. Es decir
que los apóstoles recibieron instrucciones muy expresas sobre el futuro que comenzarían a vivir. Al leer nue-
vamente sobre la relación entre Jesús y ellos, nos damos cuenta de la importancia de ser apóstol.
a. [p 44] Los apóstoles habían sido escogidos por él
Al relatar la elección de los doce, Lucas dice que Jesús había pasado “la noche” orando a Dios. A la ma-
ñana “llamó a sus discípulos [seguidores], y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lc.
6:12–13). La multitud estaba animada por tener un profeta hacedor de milagros, pero él tenía los ojos pues-
tos en ese puñado de hombres a quienes enviaría a discipular las naciones.
Necesitaba sacarlos y prepararlos para que miraran a las gentes y aprendieran a identificarse con sus ne-
cesidades. Lucas dice que después de nominados, Jesús descendió con ellos del monte y “se detuvo en un lu-
gar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente”. Al escribir Hechos, Lucas utiliza
por segunda vez el verbo eklego̅ (separar, seleccionar, elegir) cuando los hermanos eligen a dos personas
para ocupar el espacio dejado por Judas. Oraron diciendo: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos,
muestra cuál de estos dos has escogido” (1:24). La tercera vez que utiliza esta palabra es en el incidente de la
conversión de Saulo y la resistencia de Ananías a asistirlo. El Señor le dijo a Ananías: “Ve, porque instrumen-
to escogido me es éste, para llevar mi nombre” (9:15) (comp. 22:14–15).
De modo singular, Lucas describe una característica básica del propósito del Señor, que sus apóstoles fue-
ran todos llamados al ministerio por él o por su expreso deseo, evitando interferencia extraña en el mensaje.
b. Los doce habían recibido una revelación especial
Marcos dice que el Señor “llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce para que estu-
viesen con él, y para enviarlos a predicar” (Mr. 3:13). La doble intención que señala el escritor fue que tuvie-
ran un mensaje basado en una relación con Jesús y no simplemente con datos pasajeros o una información
tradicional.
Desde un comienzo Jesús quiso preparar testigos y no solamente comunicadores. Lucas dice que su escri-
to es para documentar cosas que eran “ciertísimas” entre ellos. Los predicadores del evangelio son embajado-
res y no sólo informantes. Los discípulos [p 45] no componían la masa de seguidores desvinculados de la rea-
22

lidad, sino que eran un grupo selecto a quienes él les daría la oportunidad de conocerlo íntimamente para
que posteriormente fueran sus testigos.
Los doce eran el fundamento de la nueva comunidad. Sabían cosas del Señor que nadie había oído (Mt.
13:11) y conocían secretos sobre su muerte y resurrección que nadie sabía. El candidato a ocupar el lugar de
Judas debía saber tanto como lo que el traidor sabía, es decir, haber estado con Jesús “comenzando desde el
bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba” (1:22).
Era necesario que todos por igual tuvieran evidencias de que la persona resucitada era la misma que
habían visto crucificar. Tanto los evangelistas (Ej. Pablo—1 Co. 15:2–7) como los demás tenían que conocer
el poder de la resurrección. Tenían que saber con claridad que había tenido entrevistas con varias personas y
tanto su amor como su ética era la del Jesús que los había llamado.1
Ya vemos cuán importante era que tuvieran más que una simple información sobre lo sucedido. Es la pre-
sencia de Cristo lo que destruye las dudas y pone las cosas en su lugar. Durante sus apariciones (en distintas
circunstancias y a diferentes personas) por cuarenta días, les fue dando muestras de su poder y comunicando
nuevas dimensiones de sus propósitos.
Lucas dice que les habló acerca del “reino de Dios”. Como este asunto ya lo había abordado durante los
tres años anteriores, es justo pensar que ahora con “las pruebas indubitables” en sus manos podía enseñarles
algo más sobre el tema, especialmente en lo relacionado con la predicación del evangelio (8:12; 28:23, 31).2
[p 46] Lo trascendente de todo lo que oyeron de él es que pudieron aprender y aplicar algunas lecciones
que no habían entendido antes. Lucas mismo dice que cuando les predijo su muerte y de su resurrección
“ellos nada comprendieron de estas cosas” (Lc. 18:34). Pero también dice que el día que resucitó les abrió el
entendimiento a los dos que iban a Emaús “para que comprendiesen las Escrituras” (Lc. 24:45). Posiblemente
ésta sea la prueba más indubitable para los once (Jn. 2:22; 12:16), porque pudieron asociar lo que les repetía
ahora con algunas enseñanzas que habían olvidado.
c. Les dio un mandato distinto (v. 4)
Antes de morir les había dicho: “que os améis unos a otros” (Jn. 13:34; 15:12). Ahora los mandamientos
o instrucciones se extienden a otros campos. El v. 4 dice que “estando juntos” (posiblemente en una de las
habituales comidas) les mandó que no se ausentaran de Jerusalén, es decir que no pusieran en actividad su
propio programa de extensión del reino de Dios, sino el que estaba establecido (comp. Lc. 24:17).
La primera fase del programa era esperar el cumplimiento de la promesa. Ésta era la venida del Espíritu
Santo (Lc. 24:49), del cual muchas cosas les había explicado la noche en que fue entregado (Jn. 14:26;
15:26; 16:7–13). Como es el Espíritu de verdad, necesitaban ser guiados por él para caminar el camino de la
verdad.
Para ellos esperar era quedarse “dando vueltas” por Jerusalén. Este verbo (en gr. perimeno̅) que se utiliza
aquí por única vez, les daba a entender el valor que tenía para el Señor la observación de las circunstancias,
mucho más que simplemente “dar vueltas”. El Señor los invita a mirar alrededor, observar los detalles y ver
la [p 47] manera de actuar de Dios. Todo lo que se mueve a nuestro alrededor es una demostración de que
Dios está en actividad.
B. La promesa (vv. 4–5)
La “promesa del Padre” tenía siglos de vida (Is. 32:15; Jl. 2:28). Los grandes profetas creían que algún día
Dios visitaría a su pueblo. Los que vivieron en el exilio (como Ezequiel por ejemplo) esperaban que Dios les

1 Podríamos señalar algunas entrevistas del Señor resucitado con: a) María Magdalena (Mr. 16:9; Jn. 20:11–18); b) las demás mu-
jeres (Mt. 28:8–10); c) Pedro (Lc. 24:34; 1 Co. 15:5); d) dos en el camino a Emaús (Lc. 24:13–35); e) los diez (Lc. 24:36–43); f) los
once (Jn. 20:24–29); g) siete en el mar de Tiberias (Jn. 21:1–23); h) quinientos hermanos (1 Co. 15:6); i) Jacobo (1 Co. 15:7); j) los
once en su ascensión (Hch. 1:3–12).
2 Los evangelios nos enseñan que con la venida del Señor Jesús se acercó el “reino de Dios” (Mr. 1:15). Al anunciar los hechos

relacionados con su vida, muerte y resurrección, los predicadores proclamaban la gracia de Dios que ponía al alcance de todos las
bendiciones del reino (Hch. 20:24–25). Con la resurrección de Cristo y el descenso del Espíritu, esas bendiciones forman la esencia
del nuevo estilo de vida (Ro. 14:17; 1 Co. 4:20; Col. 1:13). Esperamos aún la plena manifestación del reino cuando el Señor Jesús
vuelva (2 Ti. 4:1; He. 1:8; Ap. 12:10).
23

mostrase cuándo ocurrirían los grandes cambios en los corazones de la nación (comp. Ez. 36:27) porque
observaban que el pueblo no entendía la voz del Señor (Zac. 12:10). El Señor Jesús les había anticipado que
el cumplimiento de la promesa estaba cerca (Lc. 24:49). Él mismo sería el medio para que se cumpliese: “He
aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros …” El “derramamiento” de Joel 2:28 es como un
“vestido” en los labios del Señor Jesús. La promesa los investiría con poder (Ro. 13:14. Comp. 1 P. 3:3–4) y
los uniría en un grupo.
Lucas volvió a repetir lo que ya había escrito en su primer tratado con el fin de enfatizar los puntos bási-
cos. Dos temas sobresalientes ocuparon la atención de los cuarenta días: el reino de Dios y el cumplimiento
de la promesa. No tenemos ningún síntoma de cómo relacionó a los dos, pero en el curso de nuestro estudio
observaremos que el poder del Espíritu actuando de varias maneras era fundamental para la extensión del
reino. Por esta razón sigue explicando “la promesa”.
Lo que en principio parecía ser un vestido es ahora similar a un bautismo. Juan había confirmado que su
mensaje no admitía personas neutrales. Los que lo aceptaban tenían que bautizarse en señal de arrepenti-
miento y confesión. Los que no lo hacían, aunque demostraron estar de acuerdo, de hecho no aplicaban lo
que oían. El bautismo de Juan dividió a su audiencia en dos: los que aceptaban y los que rechazaban.
Con el cumplimiento de la “promesa”, y el recibimiento del “don”, también tendría lugar el “bautismo en
el Espíritu Santo”. Los que sabían cómo había sido con Juan, no podían evitar reconocer el “antes y el des-
pués” del bautismo en el Espíritu Santo que ocurriría “dentro de no muchos días” (1:5). Era el momento en
que serían vestidos “con poder de lo alto”.
[p 48] “Los que se habían reunido” (v. 6) interrumpieron la enseñanza con la misma duda que los había
acompañado durante todo el tiempo que estuvieron con él. Lucas inicia el nuevo párrafo con una modalidad
que utiliza a lo largo de todo su escrito. Nuestra versión la traduce como “entonces”, “así que” o “pero los
que”, etc. (1:8; 2:41; 5:41; 8:4, 25; 9:31; 11:19; 12:5; 13:4; 15:3, 30; 16:5; etc.)
La duda era profunda y no se había disipado con las explicaciones que les había dado. Ellos querían saber
si lo que habían oído era el mecanismo para la restitución del reino a Israel. De modo que la pregunta podría
formularse así: La restitución del reino a Israel ¿viene juntamente con el Espíritu Santo o es un hecho aislado?
El término “restituir” significa volver a poner en su lugar (He. 13:19). De modo que lo que querían saber
en realidad era: “Señor ¿volverás a reponer el rey sobre Israel? ¿lo hará el Espíritu Santo?” El Señor no con-
testó la pregunta formulada en estos términos porque se hubiera apartado de los objetivos presentes del reino
de Dios (comp. 1 Ts. 5:1; Tit. 1:2).
Les respondió algo así como: “no es competencia de ustedes saber lo que Dios ha reservado para sí”
(comp. Dt. 29:29). Les habló de “los tiempos” como el espacio que mediaba entre ellos y el día que espera-
ban;3 y las “sazones” como a los sucesos que habían de acaecer durante ese tiempo. Si pusiéramos esa res-
puesta en el idioma de hoy diríamos: “no les corresponde a ustedes saber cuánto tiempo hay entre este mo-
mento y la venida del rey, ni tampoco cuáles serán los hechos que lo caracterizarán (comp. Mt. 24:36). La
instauración del reino de Israel es algo futuro por lo cual no deben luchar ahora”. Es un tema que el Padre
“ha determinado por su propia autoridad” (comp. 17:26).
Sin embargo, los apóstoles estaban aún equivocados porque confundían el reino de Israel con el reino de
Dios. Lo que el Señor les respondió está relacionado con el reino de Dios para la promoción del cual les había
preparado.
[p 49] Convendría dejar aclarados algunos detalles:
a. El reino de Dios es actualmente espiritual
Lucas señala cómo el pueblo anhelaba ardientemente la venida del Mesías libertador (Lc. 2:25, 38;
23:51). Durante su ministerio, el Señor Jesús proclamó la “entrada” al reino por medio del arrepentimiento y
la fe. El término aramaico malkuth es más propiamente “soberanía”, es decir un estilo de gobierno más que
un espacio territorial. “Buscar primeramente el reino y su justicia” es preparar el camino para el gobierno de
Dios y esperar que por su medio venga todo lo demás (comp. Mt. 6:33). En Marcos 10:23–24 leemos de la
reacción del Señor Jesús al rechazo del joven rico. Dijo que era muy difícil que entraran al reino los que con-

3 Gr. cronos.
24

fían en sus riquezas. Mas adelante al leer el v. 30, advertimos que para él (Cristo), entrar en el reino de Dios
es igual a entrar en la vida eterna.
Según Lucas mismo lo explicó, en Jesucristo el reino se presentó como un mensaje de poder, respaldado
por milagros y prodigios. Al narrar la gira de los setenta, dice que el Señor les dio instrucciones precisas so-
bre las labores: “Sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de
Dios”. Si eran rechazados cometían el grave pecado de despreciar el reino: “Sabed, que el reino de Dios se ha
acercado a vosotros” (Lc. 10:9–11). Al volver, los setenta dieron un informe triunfalista de la gira, señalando
que hasta los demonios se les sujetaban en el nombre de Cristo. Fue una buena ocasión para que Jesús les
recordara que no debían regocijarse sólo por esto sino más bien porque podían agradecer la procedencia de
la autoridad con que se manejaban y administraban (Lc. 10:20).
Ahora nuevamente estamos en vísperas de una labor misionera y otra vez se plantea el tema del poder y
autoridad. Pero es diferente. El poder (gr. dynamis) que recibirían cuando viniera el Espíritu Santo es resis-
tente y no temporal, como en el caso de la gira. Habría de operar en ellos una inmediata transformación por-
que los convertiría en testigos habilitados para dar sus vidas por el nombre de Cristo.
El reino no necesitaba espadas o armaduras humanas para la conquista; necesitaba testigos con poder in-
terior que demostraran [p 50] con sus vidas la potencia transformadora del Cristo resucitado (comp. 2:32;
3:15; 5:32; 10:39; 13:31; 22:15).
b. El reino de Dios no está vinculado a un solo pueblo
La explicación del propósito de Dios que habían recibido era distinta a lo que imaginaban. No debían
confundir el reino de Israel con el reino de Dios, porque este último hacía que cada súbdito fuera testigo
“hasta lo último de la tierra”. El Señor les trazó los círculos de actividad comenzando desde Jerusalén donde
“el reino” había sido rechazado, y desde allí seguirían avanzando (13:47). Algunos creen que para aquellos
días “lo último de la tierra” era llegar a Roma. Si así fuera, Lucas cumple su propósito trabajando hasta que
Pablo llegó a la capital del imperio.
El libro se puede dividir en: (1) Jerusalén (caps. 1–7); (2) Judea y Samaria (8:1–25); (3) “hasta lo último
de la tierra” (8:26–28:31).
Cada lugar es un nuevo descubrimiento, cada persona un desafío distinto. Judíos, samaritanos, griegos,
religiosos, paganos, siervos, libres, varón o mujer, etc., todos ingresan al reino cumpliendo los mismos requi-
sitos. Para evitar la separación que podrían provocar los nacionalismos o los intentos étnicos de superioridad,
Dios estableció que “nuestra ciudadanía está en los cielos” (Fil. 3:20) y no en el Imperio Romano o en algún
otro lugar de la tierra.
Componemos una comunidad de salvados. Estamos dentro del reino de Dios y el reino está dentro de no-
sotros. Esto nos lleva a otro tema que el Señor Jesús también explicó.
c. El reino de Dios está delante de nosotros como una misión
La pregunta de “los que se habían reunido” no tenía relación alguna con la expansión del mensaje del
evangelio. En cambio, la respuesta concordaba con lo que habían oído en Cesarea de Filipo acerca de las “lla-
ves del reino” (Mt. 16:19). Se trataba de que la nueva comunidad fuera testigo de Dios abriendo puertas para
muchos corazones sedientos.
Por siglos ya, desde aquellos días el reino ha vivido la expansión, algunas veces visible y otras veces invi-
sible. Pero la manera en que se extendió fue extraordinaria. Si pensamos en que [p 51] eran sólo ciento veinte
los reunidos cuando vino el Espíritu (1:5) y en Pentecostés se agregaron como tres mil más (2:41), nos damos
cuenta del rigor con que Dios comenzó a operar. Pero a esto le sumamos cinco mil más algunos días después
(4:4) y la sorpresa de las autoridades religiosas por la conmoción. Las cosas siguieron adelante (4:32–6:1, 7)
y después de la persecución en los días de Esteban, Samaria recibió el mensaje (8:14) y los que habitaban en
Lida y Sarón se convirtieron al Señor (9:35). También muchos en Jope (9:42) oyendo el mensaje eran salvos,
y los esparcidos por la persecución en los días de Esteban salieron por todas partes, algunos de los cuales lle-
garon a Siria. En Antioquía una multitud recibió al Señor (11:21). No sabemos qué ocurrió con los que fue-
ron en otras direcciones.
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Posteriormente, Saulo y Bernabé salieron a predicar por Galacia y esparcieron el mensaje por toda la re-
gión (13:48–49). Desde Antioquía de Pisidia y por toda el Asia Menor se extendía el evangelio en numerosas
iglesias que aumentaban constantemente en número (16:5). Pero el mensaje ingresó también en Europa, y los
puntos más duros de Grecia se conmovieron por la predicación (Filipos, Tesalónica, Berea y Corinto—16:10;
17:4, 12; 18:10) y desde allí a muchos otros lugares hasta llegar a Roma (Ro. 15:19; Hch. 19:2; 28:24).
Miles y miles de personas de diversas lenguas, culturas y dialectos entraron en el reino de Dios alabando
por la gracia de la vida eterna.
Hemos podido constatar que en el propósito de Dios “hasta lo último de la tierra” no es Roma sino el
mundo entero. La historia sigue mostrando que todo el mundo está bajo el ojo de Dios. Él se encarga de pre-
parar y enviar a sus siervos a los lugares más remotos para que se cumpla el mandato: “Id y haced discípulos
a las naciones”. A medida que los embajadores caminan, aprenden nuevas verdades sobre el poder de Dios.
Así llegamos hasta nuestro día. Como aquellos discípulos nosotros también solemos abandonar nuestra
responsabilidad de ser testigos. Nos acostumbramos a ser ciudadanos de nuestras patrias terrenales y nada
más. Pero es posible que al estudiar estos versículos, también aprendamos a recrearnos en lo que debemos
hacer, [p 52] y no a tratar de seguir buscando argumentos para permanecer paralíticos.
C. La misión (v. 8)
Para confirmar la misión el Señor les anunció que recibirían poder del cielo cuando viniera sobre ellos el
Espíritu Santo.
Para nosotros, como seres humanos, nada es más estimulante que poseer fuerza. No la podemos crear, pe-
ro nos encanta reunirla de todos modos y dominar. Son los elementos que hacen posible que seamos grandes
y los demás nos sirvan. No obstante, aquí el Señor Jesús no les está prometiendo poder físico como el de San-
són o el del ejército romano, posible de ser controlado por los hombres. No, les anuncia la venida del poder
de Dios que los controlaría a ellos. Es el poder proveniente de la unión vital con el Dios eterno. En ese mo-
mento quedaría totalmente cumplida la promesa que tendría siempre evidencias frescas y renovadas.
El Espíritu los capacitaría de tal modo que podrían vivir y explicar a otros las maravillas de Dios. Los seres
humanos que no conocían la verdad serían impactados por el modo de reprochar del Espíritu y se convertirí-
an al Señor.
Para los apóstoles en aquella hora como para nosotros ahora, la presencia del Consolador cambia todas
las cosas. La enseñanza y la guía a toda la verdad (Jn. 16:13) son una garantía para el ministerio en terreno
desconocido y lleno de adversidad. Su sabiduría y su poder son también una evidencia de la presencia de
Dios. El es el Morador permanente que abre el sentido y santifica las conciencias para hacer la voluntad de
Dios.
a. Todos serían ordenados como testigos
La venida del Espíritu no sólo sería una prueba de la fidelidad de Dios en cumplir su promesa. Sería ade-
más una preparación para esparcir el evangelio al mundo. El soplo (gr. pneuma) de Dios que podía unirlos
en un cuerpo, también los constituía en testigos competentes (2:32; 3:15, etc.) Una de las características de
estas personas es la valentía para decir lo que han visto y oído. Exponer ante el juez en presencia de los acu-
sadores la verdad de lo que está en curso y demostrar que no solamente hablan sino que también viven lo que
dicen.
b. [p 53] Todos deberían operar bajo el poder del Espíritu
El poder les había sido necesario para subsistir hasta ese presente. Pero el que habrían de recibir era la
credencial del evangelio (4:33; 6:8) para vivir la victoria. El Señor Jesús dejó bien claro los principios de au-
toridad con que se manejaba el reino de Dios. Operamos bajo esos principios y cumplimos los estatutos que
agradan a sus planes.
c. Todos tenían que transmitir el conocimiento de Cristo
“Me seréis testigos” significa mucho más que simplemente ser “testigos míos”. Significa más vale que
“ustedes son los testigos que yo pongo para que me representen”. No se limitarían únicamente a una cere-
monia forense o judicial sino a hablar en todas partes lo que Jesucristo era y había hecho. Así como un buen
26

cuadro es el mejor testimonio para un artista, o un buen libro para un autor; los santos son los mejores testi-
gos del Señor. Tales testigos saben y hablan de Cristo y para Cristo, con experiencias personales de su amor y
poder.
d. Todos tenían que moverse en un campo amplio de labor
Era muy difícil el servicio que el Señor Jesús les proponía. Ser testigos en Jerusalén era casi imposible bajo
las condiciones imperantes después de lo acontecido con el Señor Jesús.
Sin embargo, las condiciones cambiarían muy pronto. El testimonio sería difícil pero no imposible, y mu-
chos opositores se convertirían al evangelio: Jerusalén sería el lugar para la recepción del Espíritu y también
el sitio donde los testigos comenzarían a actuar. La promesa se cumplió en la tierra prometida y allí también
se vivió por primera vez la plenitud del gozo. Posteriormente, otros lugares blancos para la siega (Jn. 4:35)
tuvieron la experiencia de los hebreos, y así se expandió la obra misionera tal como lo veremos más adelante.
27

[p 54]
CAPÍTULO 2
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS DE LA COMUNIÓN (1:9–14)
9Yhabiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.
10Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos
dos varones con vestiduras blancas, 11los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis miran-
do al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo. 12Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén,
camino de un día de reposo. 13Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan,
Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.
14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y
con sus hermanos.

PRIMEROS EFECTOS DE LA PARTIDA DEL SEÑOR


1. El robustecimiento de la fe al ver cumplida su palabra: (a)
había venido del cielo (Jn. 6:38, 51, 61, 62); (b) volvería al
cielo (Jn. 14:1–3, 19; 16:5, 16) y cumplió.
2. La confirmación de la esperanza al ver la manifestación
de su señorío todopoderoso. Verlo ir, es también ver cómo pue-
de volver. Su ida es la primera fase del retorno. Donde él está
nosotros también iremos. El es “las primicias”, después noso-
tros los que somos de él en su venida.
3. La inflamación del amor. Necesitaron una visión personal
del Señor glorificado para que salieran juntos, y fuertemente
unidos en el amor mutuo (Lc. 24:52–53). La lección no ha
cambiado.

[p 55] Esa visión fue la base para formar y consolidar la comunión. Hasta ese presente los que no sabían
el significado de la unidad podían “estar juntos” pero no eran uno. Fue necesario que vieran a Cristo ascen-
dido para que todos comenzaran a tener la misma visión, y en consecuencia la misma motivación. Para ser
testigos tenían que hablar lo mismo, y vivir lo mismo.
Aunque el término koino̅nia no es frecuente en el libro,1 la actividad de la comunión es esencial para el
desarrollo de la iglesia. Tal como lo estudiaremos más adelante, tiene la función de establecer una unidad
vital entre Dios y nosotros (1 Jn. 1:1–3) que no comienza con actividades o labores por nobles que fueren
sino con la presencia del Señor resucitado.
Entonces, aparte de haberle oído por cuarenta días, ahora tenían que comprobar algo más.
A. Una misma visión
El cielo es el granero de Dios. Allí está la meta de sus planes tal como se los había mostrado el Señor Jesús
(Jn. 14:25). A ese lugar apuntan todos los propósitos de los siglos (Jn. 17:24). ¿Por qué tiene tanta importan-
cia que lo hayan visto ir?
En primer lugar, por el cumplimiento de sus palabras. Durante el ministerio público Jesús lo había insi-
nuado varias veces (Jn. 6:62; 20:17). Había hablado y trabajado en función de su regreso al cielo. Al princi-
pio, los doce no lo entendieron, pero ahora lo ven con claridad. Se dan cuenta de la importancia de las pro-
mesas cumplidas. Se dan cuenta de que así como Cristo prometió, debían hacerlo ellos. Lo que desde ese mo-
mento en adelante dijeran, representaba las palabras de Cristo. Como él había cumplido, ellos también tenían
que hacerlo (2 Co. 1:20).

1 Mencionado una sola vez en 2:42.


28

En segundo lugar, porque una misma visión tenía que producirles un mismo sentir; ésta es la estructura
de la comunión (1 Co. 1:10). La visión de la victoria de [p 56] Cristo es fundamental para el servicio (Ef. 1:9–
23). Sin visión no hay victoria y es imposible subsistir frente a las fuerzas del mal (7:55–57). La iglesia que
estaba en gestación, tuvo este principio en su estructura: once hombres instruidos y comisionados mirando la
ascensión del Señor Jesús.
En tercer lugar, porque tenían que saber que la vida que iniciaban era distinta a la anterior. Hasta ese
momento, de una u otra manera habían trabajado en función de los dichos de los fariseos o del resto de la
gente. Ahora no sólo tenían la versión correcta de lo que había sucedido con Jesús, sino que además poseían
el método para hacerlo saber a los demás.
La ascensión es un milagro y la predicación de ese milagro genera otros milagros en transformación y
consolación. Lo que hace no es momentáneo ni ficticio, es real (Col. 3:1) y duradero.
B. Una misma explicación
Después de haberles hablado con claridad, Jesucristo dio por concluida su misión en la tierra, indicando
con esto que la vida cristiana también tiene sus etapas. El ministerio no finaliza, pero no siempre es el mismo.
El había concluido su labor en la tierra; ahora iniciaba otra en el cielo (Jn. 17:4).
La bendición impartida (Lc. 24:50–51) es el sello de un trabajo bien terminado a su tiempo. No fue apu-
rado ni incentivado por las circunstancias. Simplemente había sido planeado, prometido y ahora cumplido
(comp. Lv. 9:22). Todos por igual entienden lo mismo, viven lo mismo y se disponen a hacer lo mismo. Habí-
an visto y pasado por aflicciones, y ahora comprenden su valor. Se dan cuenta de que en las manos de Dios el
dolor termina en gloria.

[p 57] LA ASCENSIÓN DE CRISTO

1. Las circunstancias: “viéndolo ellos”

a. dirigido al cielo – el poder de la resurrección (Mr. 16:19) (Fil. 2:9–10)

b. recibido por una nube – la aprobación de Dios (Lc. 9:34, 35) (Ex. 13:21; 16:10;
40:38)

2. Los beneficios:

a. formación de la comunión (2:1)

b. seguridad de la venida del Espíritu (Jn. 16:7)

c. confirmación de la intercesión (Jn. 14:16)

3. La conclusión:

a. estímulo para el futuro (v. 11)

b. preparación para las tareas (v. 12)

“FUE ALZADO, Y LE RECIBIÓ UNA NUBE”


1. Como la conclusión de la primera etapa de su ministerio
(3:21; Ef. 4:10)
a. Entró al mundo en humildad (Gá. 4:4)
29

b. Salió de él gloriosamente (1 Ti. 3:16)


2. Como anticipo de la venida del Espíritu (Jn. 16:17)
a. Tenían que quedar solos para aprender a confiar
b. Tenían que vivir juntos para practicar la comunión
c. Tenían que decidir responsablemente para saber actuar
3. Como la manera de cambiar la visión de los apóstoles
a. De mirar para atrás a ver el futuro
b. De mirar para abajo a esperar en el Señor
c. De mirar hacia lo terrenal a sentir el poder de Dios

[p 58] C. Una misma expectativa


Una escena muy extraña se produjo sobre el monte de los Olivos adonde con seguridad Jesucristo los
había llevado después de vivir en Betania (Lc. 24:50). Era el lugar indicado para la despedida. El texto dice
que “estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba” dos personas con vestiduras
blancas se pusieron junto a ellos.
Había miles que esperaban en aquellos días la “redención de Israel”, pero solamente unos pocos (v.
10)pudieron contemplar o confirmar al Redentor.
Unos años atrás, mientras los judíos miraban los movimientos de Herodes, y otros contemplaban las cam-
pañas conquistadoras de César, los ángeles contemplaban, anunciaban y alababan el nacimiento de Jesús; le
ministraron en el desierto; lo asistieron en Getsemaní; montaron discreta guardia sobre la tumba en el huer-
to. Pero ahora todo había cambiado. La labor de los “seres celestiales” era confirmar la fe de los fieles y ayu-
darles a mirar el futuro que se avecinaba. Pero sigamos lo que dice el texto:
a. Los mensajeros: “se pusieron junto a ellos dos varones”.
¿Serían los mismos que habían quitado la piedra del sepulcro? (Lc. 24:4). No lo sabemos. Quienesquiera
que fueran, vinieron para dar testimonio de lo que estaba a punto de ocurrir. Lo hicieron para honrar la des-
pedida y animar a los apóstoles. Se pusieron “junto a ellos” como verdaderos paracletos a fin de realizar una
doble actividad. Primero, de cariños o reproche, “¿por qué estáis mirando al cielo?” Que es como decir: “No
es necesario que lamenten lo que ya es una bendición. Todo lo necesario para el bienestar de ustedes está
cumplido y ahora se va para que ustedes sean de bendición a muchos”.
Si tuviéramos que aplicar estas palabras a nuestra vida diríamos que en toda partida de seres queridos
hay desconsuelo y desasosiego. Hay preguntas sin responder y miradas que muestran incomprensión o asom-
bro. El vacío es, al parecer, imposible de llenar. Pero aunque esa situación sea difícil, hallamos sentido des-
pués que podemos oír la voz del Paracleto (comp. Sal. 126:5–6).
Segundo, un anuncio reconfortante. Ni ellos (los dos varones) se quedarían en ese lugar, ni los once. La
comisión que tenían [p 59] y las promesas recibidas necesitaban otras condiciones para desarrollarse. Co-
menzarían a pensar en todas estas cosas a partir de la ascensión del Señor Jesucristo. Ahora el retorno es una
realidad. Más que seguirle con los ojos mientras se iba, tendrían que comenzar a esperarle cumpliendo sus
palabras.
b. El mensaje: “Este mismo Jesús …”
Fue poco lo que les dijeron, o posiblemente Lucas haga un resumen del mensaje. Lo que sacamos en esen-
cia es lo siguiente: En primer lugar, la persona que volverá es la misma que se fue. Ningún acontecimiento de
la historia ni otro incidente podría ser el complemento de esa promesa. Vuelve él mismo. Vuelve el Amigo, el
Consejero, el Señor poderoso. En segundo lugar, “así vendrá”. Así como vino a Belén irrumpiendo en un
mundo confuso y totalmente desorientado, así regresaría, pero a diferencia de aquella primera venida, ven-
drá inesperadamente para muchos, pero con gloria para los que lo esperan (He. 9:28). Era necesario que se
comprometieran con la segunda venida del Señor para que sus ministerios fueran humildes, santos y desinte-
30

resados en ellos mismos. Tenían que saber que en cualquier momento habría de volver. Esa vuelta por mu-
chas razones es el incentivo para ellos y para nosotros.

PROPÓSITOS DE LA SEGUNDA VENIDA


1. Ser glorificado en los santos (2 Ts. 1:10)
2. Aclarar lo oculto de los corazones (1 Co. 4:5)
3. Reunir a su iglesia (1 Ts. 4:15–17)
4. Juzgar a los santos y también al mundo (2 Co. 5:10; Mt.
25:31)
5. Recompensar a cada uno por su labor y fidelidad (Ap.
22:12)
6. Establecer su reino de justicia y paz (Is. 24:23)
7. Mostrar su identidad, “Este mismo Jesús” (Ef. 4:9–10)

[p 60] NUESTRA REACCIÓN HACIA LA SEGUNDA VENIDA


1. Vivir su inminencia (Ro. 13:12; Fil. 4:5)
2. Santificar nuestro estilo de vida (Mt. 24:44, 46)
a. Más santidad (1 Ts. 3:12, 13)
b. Más sinceridad (Fil. 1:10)
c. Más vitalidad (1 Co. 1:8)
d. Más hermandad (1 Co. 4:5)
e. Más paciencia (Stg. 5:7–8)
3. Amar ese acontecimiento como único (2 Ti. 4:8)
4. Esperar que ocurra mientras servimos a otros (Fil. 3:20; 1
Ts. 1:10)
5. Tener valor para que no nos distraiga el enemigo (Mt.
24:42; Lc. 21:36)
6. Tener paciencia hasta verla (2. Ts. 3:5)

Además, las palabras “como le habéis visto ir al cielo” no pueden referirse a la venida del Espíritu Santo
ni a la comunión espiritual entre Cristo y los suyos (Mt. 28:20), sino a un acontecimiento futuro y singular
mucho más significativo que los dos anteriores, sin quitarle a ninguno su gloria. La iglesia del siglo I esperaba
ardientemente que el retorno se produjera en esos días (1 Ts. 4:17). Al pasar el tiempo y observar que las
cosas no se daban como lo habían diagramado, la expectativa se enfrió. Sin embargo, Dios no posterga su
venida; más vale quiere que todos conozcan sus propósitos (2 P. 3:9). Volver a reiterar la necesidad de re-
crear en nosotros el estilo de vida que tiene la “presencia” (gr. parousia) como expectativa: “Así vendrá como
le habéis visto ir al cielo”.
[p 61] D. Una misma reacción
Para aquellos apóstoles la partida del Señor en la manera en que había sucedido y la explicación que los
dos varones habían dado tenían valor permanente. No necesitaban quedarse por más tiempo en ese lugar.
Todo estaba claro. En su interior ya tenían presente cuáles eran las primeras etapas en el propósito de Dios.
31

FUNCIONAMIENTO DEL PLAN

1. Unidad en el retorno de – Visión de la ascensión


Cristo

2. Unidad en el mensaje de los – Confirmación de la fe


ángeles

3. Unidad en el testimonio de – Retorno juntos a la ciudad


victoria

4. Unidad en la espera del Es- – Todos esperan Pentecostés


píritu Santo

5. Unidad en el testimonio que – Todos reunidos para alabar al Señor


tenían que dar

Ni el Señor Jesús les dijo ni los dos varones les explicaron cuánto tiempo habría entre su partida y el re-
torno anunciado. Pero lo que vivieron fue suficiente para volver gozosos. Caminaron el kilómetro que los
separaba desde Jerusalén, no tan ansiosos de que el Señor volviera en ese momento, como sí de poder cumplir
con las normas trazadas. Intencionalmente el Señor los había dejado cerca de la ciudad para que pudieran
volver a los suyos sin quebrantar las disposiciones de los fariseos. La norma de andar “camino de un sábado”
(1, 2 km.) era para evitar que la gente abandonara los contornos de la ciudad en un día de reposo.
a. [p 62] Separados del mundo: “se volvieron a Jerusalén”
Lo hicieron no para iniciar las luchas de los últimos tiempos, sino para comenzar en el reino de Dios la
nueva etapa a la que habían sido llamados. Iniciaron una nueva manera de pensar porque habían cambiado
de mente, habían dejado de pensar en el reino de Israel (cosa temporal) para volcarse al reino de Dios (vida
espiritual en un territorio nacional). ¿Qué hicieron?
(1) Se fueron al aposento alto (comp. Jn. 20:19) La separación solamente y por sí misma no tiene sentido.
Necesita también orientación. Es dejar algo para ir a un lugar, a un destino. Así lo hicieron ellos. Estaban uni-
dos a Cristo pero necesitaban mostrar esa unión entre sí. Salieron apresuradamente del monte de los Olivos y
se dirigieron al lugar de la comunión. La visión del Señor resucitado era fundamental para concretar la co-
munión práctica o efectiva entre ellos. Y anduvieron gozosos el kilómetro de distancia tratando de reunirse
en un lugar tranquilo para meditar (comp. 10:9; 20:7–9).
(2) Se reunieron todos. Todos están presentes porque reconocen que una misma cabeza solamente puede
formar un solo cuerpo (comp. 1 Co. 12:12). En forma deliberada Lucas menciona a los once y a las mujeres,
pero con seguridad había muchos más. La lista recuerda, además, cómo el evangelio es capaz de congregar a
personas de distintos trasfondos. Si la unión fuera humana, alcanzaría sólo a los que “piensan como noso-
tros”. Pero aquí hay un objetivo superior. Es la labor de Dios que crea en los corazones el triunfo de la gracia
y que los hace crecer en la fe. Tomás no es más incrédulo, ni Pedro el avasallador del conjunto. Todos han
alcanzado una evidente maduración al comprobar la importancia del Cristo resucitado.
b. Unidos en oración
A este espíritu de paz y unidad se agregó el sentimiento de limitación personal. La suficiencia es contraria
a la dependencia. No hay maestros judíos, ni filósofos griegos; hay únicamente hermanos esperanzados en
que Dios les dé la salida a los temas pendientes y ponga a cada uno en su lugar para poder cumplimentar el
propósito de ser testigos.
[p 63] La inauguración de la iglesia precedida por una reunión de oración durante diez días (aunque
quizás no todo el tiempo), nos demuestra el modo agradable a Dios para esperar el cumplimiento de su pala-
32

bra. Los grandes momentos de avivamiento están precedidos de celosos espacios vividos en gozosa oración
(4:23–31; 12:12; 16:13) (comp. Is. 6:8; Mt. 18:19; Jn. 16:23, 24).
Es el modo de preparar el corazón para lo inesperado que vendría de Dios. Estaban seguros de que no se-
ría igual a lo que ya conocían sino de acuerdo a lo prometido.
Lucas vuelve a repetir la lista de los que “moraban” en el lugar donde probablemente se había celebrado
la última pascua. Aparte de confirmar a los “doce” (que son once) con Pedro en primer lugar, dos detalles
encantan al leerla.
(1) La mención de Simón el Zelote, que había pertenecido a una secta fanática guerrillera que luchaba por la
independencia política del pueblo hebreo. Josefo asegura que fue un partido fundado por Judas que se levan-
tó contra los romanos en el año 6 DC, pero no sabemos más. Tampoco es de interés hablar de los zelotes, sino
de la conquista que el Señor había logrado. Es a este discípulo a quien Mateo y Marcos denominan el canani-
ta (es decir, alguien que sigue un cierto canon o patrón de vida) (Mt. 10:4; Mr. 3:19). El celo de Simón con-
vertido al evangelio, es necesario para la verdadera transformación de la nación.
(2) La presencia de las mujeres incluyendo las que acompañaron a Jesús desde Galilea (Lc. 8:2) y las que
presenciaron la crucifixión y sepultura (Mt. 27:55–56; Lc. 24:10; Jn. 19:25). Estaban también María la ma-
dre de Jesús, mencionada por última vez, y asimismo los hermanos del Señor Jesús (1 Co. 9:5). La presencia
femenina en un encuentro tan selecto demuestra la honra que el Señor había conquistado para la mujer en
general y para la oriental en particular. La igualdad ante Dios que más tarde observábamos en las enseñanzas
apostólicas es vital para el desarrollo del cuerpo de Cristo. Cabe agregar que los hermanos de Jesús (hijos de
José y María) (Mt. 13:55; Mr. 6:3) no creían en el Señor Jesús antes de su muerte (Jn. 7:5), pero ahora están
todos juntos. Jacobo tuvo una entrevista personal con el Señor después de la resurrección (1 Co. 15:7) y Judas
probablemente es [p 64] el escritor de una epístola. Ambos con una actuación destacada (12:17; 15:13;
21:18; Jud. 1).
Esta diversidad de personas se habían unido para perseverar en la oración unánime (2:42; 2:46; 6:4;
etc.). La prioridad de esperar la respuesta del Señor los desvinculó de los posibles desencuentros entre los
distintos pareceres que pudieran tener. Habían aprendido a ordenar las prioridades.

LOS APÓSTOLES EN JERUSALÉN


1. Es un período de transición—de seguidores a testigos.
– Entre la obra completada de Cristo y la no iniciada del Es-
píritu.
2. Es un período de expectativa—de discípulos a predicado-
res.
– No tenían claro cómo iniciar sus labores
– No sabían cuál era el mensaje que debían dar
– No conocían cuándo ni cómo llegaría “la promesa”
3. Es una oportunidad para orar—de soluciones diarias a
dependencia constante.
– Muchas incógnitas por develar
– Muchas respuestas por confirmar
4. Es una oportunidad para confraternizar
– Aprender a respetar el liderazgo de Pedro
– Saber decidir sobre los temas más necesarios
– Comprender que para predicar a otros tenían que ser “do-
ce”
33

[p 65]
CAPÍTULO 3
LA PRIMERA EVIDENCIA DE LA COMUNIÓN (1:15–26)
15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en
número), y dijo: 16Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo
habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y era contado
con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 18Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo,
y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue notorio a todos los
habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere
decir, Campo de sangre. 20Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no
haya quien more en ella; y: Tome otro su oficio. 21Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado
juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el
bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con noso-
tros, de su resurrección. 23Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a
Matías. 24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has
escogido, 25para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para
irse a su propio lugar. 26Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once após-
toles.
Aunque Pedro lidera el grupo no toma una actitud de dominio. Más vale, asume la posición de liderazgo
pensando en el pastoreo [p 66] de las ovejas frente a una decisión difícil. El texto dice que “se levantó en me-
dio de sus hermanos” y no sobre ellos. Habían vivido tiempos de intensa oración, lo suficiente como para que
Dios creara en él una inquietud particular por solucionar un problema grave. Todos sabían que Jesús tenía
doce apóstoles, pero con lo sucedido a Judas quedaron solamente once.
A. Pedro utiliza la Escritura
Son muchos los que creen que el apóstol se adelantó cuando debió haber esperado. Pero nosotros no nos
atrevemos a juzgar. Es más provechoso observar el modo en que propuso al grupo de hermanos la solución
del problema.
Comienza explicando cómo se había cumplido la profecía. Notemos el modo en que explica la inspiración
del texto, señalando: “La Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David”. Es el Espíritu
quien anuncia la apostasía de Judas. Recordemos que después de su resurrección, el Señor Jesús abrió el en-
tendimiento de los once para que comprendiesen las Escrituras (Lc. 24:25, 27, 32, 45, 49). Desde ese mo-
mento pudieron entender cómo había sido compuesto el AT y el valor que tenía para poder aplicarlo con pre-
cisión en la vida de la iglesia.
Pedro se basó en dos salmos que sorpresivamente combinó para obtener la conclusión. El primero es el
69, del cual no extrajo las varias referencias al Señor Jesús que cita el evangelio de Juan (2:17; 15:25), sino
otras.
El apóstol aplica a Judas el trozo de una oración en la que David pide el juicio para los inicuos. “Sea su
palacio asolado; en sus tiendas no haya morador” (v. 25). A esta frase le agrega parte del v. 8 del Salmo 109:
“Tome otro su oficio”. Aunque parecería que el texto autoriza a que “otro” ocupe el lugar vacante, no hay
aprobación para elegir al reemplazante. Como tampoco la hay para llenar posteriormente la vacante de Jaco-
bo (12:1–2).
B. Pedro explica el caso Judas
Lucas inserta una explicación sobre la ética de Judas y los últimos momentos de su vida tal como la narró
el apóstol Pedro. La aparente discrepancia entre Mateo 27:3–5 donde dice que “se ahorcó” y nuestro texto:
“cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y [p 67] todas sus entrañas se derramaron” (1:18), armoniza si
pensamos que Mateo únicamente dice lo que Judas hizo, pero en nuestro caso cuenta lo que sucedió después.
34

Como en otras ocasiones (comp. 2 Cr. 25:12) pensamos que el hecho pudo haber sucedido a mucha altu-
ra y la cuerda utilizada no resistir el peso y se romperse. Hay quienes creen que para terminar con el espec-
táculo alguien cortó la cuerda, y Pedro narró a los reunidos el final del ex apóstol.
La segunda nota que necesita explicación es la compra del campo. Mateo dice que Judas cargado de culpa
devolvió el dinero, y al no ser aceptado por los sacerdotes, el mismo Judas lo arrojó dentro del templo. Poste-
riormente los fariseos con ese importe compraron el campo. Pero nuestro texto dice: que “con el salario [di-
nero] de su iniquidad [Judas] adquirió un campo”. ¿Quién fue finalmente el comprador? Lo más correcto es
decir que con el dinero de Judas (que los sacerdotes nunca aceptaron para sí) los religiosos compraron el
campo que naturalmente era de Judas. A ese campo del alfarero en aramaico se lo llamaba Acéldama porque
fue comprado con dinero de sangre, incluyendo la misma de Judas (Mt. 27:6).

EL PECADO DE JUDAS

1. Le gustó convivir con la avaricia (Jn. 12:6)

2. Se ocupó de la murmuración (Jn. 12:4–5)

3. Permitió que Satanás dirigiera su (Lc. 22:3)


mente

4. Reveló sus planes a los enemigos (Lc. 22:4–5)

5. Rehusó oír la amonestación del Señor (Jn. 13:26–27)

6. Pervirtió la manifestación de afecto en (Mt. 26:47)


traición

7. Cayó en la desesperación y se dirigió a (Mt. 27:3–4)


la religión

8. Se suicidó (Mt. 27:5)

[p 68] C. Pedro propone una solución para la vacante


El escritor continúa dando espacio al discurso de Pedro, ahora para cubrir la vacante dejada.
a. Tenía que ser una persona del grupo
La persona a elegir tenía que poseer una relación familiar con todos y con el Señor Jesús. Estar juntos “to-
do el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía” indica que se necesitaba alguien que hubiera gustado la vida
de hogar junto con ellos. “Salir y entrar” (comp. Sal. 121:8) es una manera de expresar libertad, sujeción y
comunión (Jn. 10:9). El ministro del Señor no es un improvisado solitario surgido de la noche a la mañana,
sino que debe conocer y haber practicado la convivencia (comp. Dt. 31:2).
b. Tenía que poseer una experiencia completa
El candidato para cubrir la vacante debía poseer un “desde” y un “hasta”. Es lo que denominamos un
“hombre completo”. Tenía que haber palpado el comienzo del ministerio del Señor (10:37), bautizándose
para sujetarse al propósito de Dios y “cumplir toda justicia” (Mt. 3:15). Tenía que ser alguien entrenado en
estar bajo dependencia del Padre, en santidad y amor para los perdidos. El apóstol necesitaba encarnar la
ética de Cristo y hablarle a otros con experiencia de su comunión. Haber sido testigo presencial de la resu-
rrección era un ingrediente fundamental (2:32; 3:15; 5:32; 10:39; 1 Co. 9:1; 15:8) pero no suficiente; ade-
más debía haber vivido la experiencia de la ascensión.
35

También tenía que conocer sus responsabilidades. Pedro las denominó diakonia (ministerio) y apostole̅
(apostolado), que unidos a martyr (testigo) componen lo que el Señor había determinado. Durante nuestro
estudio observaremos el modo en que estas características se concretaron.
c. Tenía que tener la aprobación de Dios
Con sumo cuidado en un ambiente de oración y unanimidad (1:14) repasaron los nombres de los ciento
veinte, y sólo hallaron a dos que reunían todos los requisitos. Se enfrentaron con la primera prueba de sus
limitaciones a fin de reconocer a una persona para el [p 69] ministerio. Pudieron avanzar hasta lo que sabían
pero no quisieron avanzar dentro del terreno de Dios que es quien “conoce los corazones” (15:8). Si también
hubieran podido hacer este análisis, habrían actuado como Dios. La sabiduría espiritual está en saber hasta
dónde llega la responsabilidad humana y allí parar.
Detenidos en su limitación se remitieron al Señor1 (2:36; 7:59) pidiendo específicamente en una oración
especial que mostrase su elección (comp. 1 S. 16:7). De inmediato “echaron suertes” basándose seguramente
en el método legislado en el AT (comp. Lv. 16:8; Nm. 26:55; Jos. 7:14; Pr. 16:33, etc.), utilizado aquí por úl-
tima vez. Notemos que fue antes de Pentecostés. El Señor mostró su voluntad y Matías fue “contado con los
once apóstoles”. Hay muchos que discrepan con el método utilizado y aun con la persona elegida. El autor de
este libro cree que habiéndose cumplido con tanta prolijidad la sujeción al Señor, es peligroso emitir juicios.
Están ya preparados para esperar la promesa del Señor. Tres experiencias básicas confirman esta presun-
ción: (1) Estuvieron con Cristo y recibieron sus instrucciones; (2) recibieron la bendición y lo vieron ir; (3)
completaron el número de los doce, necesario para el testimonio en Pentecostés (2:14). Pudieron cubrir la
vacante de Judas, pero no pueden hacer lo mismo con la del Señor Jesús. Tienen que esperar.

[p 70] TIEMPO DE ESPERA

1. Tiempo de transición

* Entre la obra completada por Cristo en la tierra y la apertura de la labor del Espíritu.

* Se había terminado el capítulo de la encarnación que concluyó en la cruz. Ahora estaba por
iniciarse otro.

2. Tiempo de necesidad

* Los apóstoles convertidos en testigos, sin comprender lo que significaba.

* Necesitaban aclarar sus pensamientos y recibir entendimiento.

3. Tiempo de expectativa

* Tenían que esperar la “promesa del Padre” aunque no entendían el significado.

4. Tiempo de oración

* Para incentivar la unidad

* Para acrecentar la perseverancia

* Para vivir la dependencia

5. Tiempo de tomar decisiones

1 Gr. Kyrios.
36

* Observar al verdadero líder – Pedro

* Tener fundamento para de- – la Escritura


cidir

* Emplear un sistema sano – sabiduría


para persuadir

* Buscar un candidato a pastor – oración y condiciones espirituales


37

[p 71]
CAPÍTULO 4
EL DÍA DE PENTECOSTÉS (2:1–41)
Lucas inicia esta sección del material volviendo al tema del Espíritu Santo que ya había mencionado en su
primer escrito (Lc. 3:21–22; 4:1, 14, 18). Ahora muestra su actividad en muchos, y no sólo en algunos. Lucas
observa que la venida del Espíritu es la promesa (2:33), el don (2:38), el bautismo (1:5), el poder (1:8) y la
plenitud (4:31) en muchas personas.
A. La elección del día
Un poco de historia nos puede ayudar a conocer las causas por las cuales Dios eligió ese día. El había or-
denado al pueblo de Israel que celebrara ciertos acontecimientos con mucha prolijidad, especialmente cuan-
do se trataba de dar valor a la libertad conseguida y los medios para conseguirla.
Pentecostés marcaba la finalización de la cosecha que comenzaba con el primer corte del grano (Dt.
16:9–10) y el ofrecimiento de la gavilla mecida (Lv. 23:11). Por esta razón recibió también otros nombres
como “fiesta de la cosecha” (Ex. 23:16) o “de las primicias” (Nm. 28:26), que en sí muestran el gozo del
pueblo por ver el resultado de la bendición de Dios y que los estimulaba a ofrendar jubilosamente. Dios la
denominó “santa convocación”, porque todos venían a presentarse a él, libres del dominio de otro dios (Lv.
23:21). Era tiempo de gran gozo (Dt. 16:15) por lo recibido y la oportunidad de disfrutar la presencia de
Dios (Jer. 5:24).
[p 72] El pueblo del pacto podía evaluar los propósitos divinos y recibir ánimo para el futuro (Dt. 16:12).
Podríamos resumir la fiesta, entonces, de la siguiente manera:
a. Se celebraba cincuenta días después que la hoz hubiera cortado el grano. El recuerdo de la obra de
Cristo.
b. Recordaba que el israelita había sido esclavo en Egipto. Cristo había dado la verdadera libertad (Jn.
8:32).
c. Anunciaba el comienzo de la cosecha. Los anuncios de lo que sucedería con la venida del Espíritu (Ex.
23:16).
d. No debían sujetarse a otro señor (Lv. 23:11). Donde está el Espíritu allí hay libertad (comp. 2 Co. 3:12).
En la pascua se mecía la primera gavilla (Lv. 23:10), trigo que únicamente puede fructificar. En Pentecos-
tés están ya los panes. Cristo es el grano de trigo que fue cortado, nosotros somos los “panes” (uno hebreo y
otro griego) que al final nos transformamos en un “solo pan” (1 Co. 10:17), el cuerpo de Cristo.
La historia cuenta que debido a los problemas para viajar (comp. 27:9) y al momento del año en que su-
cedió, Pentecostés se convirtió en la fiesta que atraía mayor número de personas. Fue para Pentecostés que
Pablo visitó Jerusalén más de una vez (18:21; 20:16) durante sus labores en Grecia y Asia.
B. La narración del suceso
Después de la elección de Matías la expectativa se acrecentó. Pero no de cualquier modo sino en sólida
comunión: “todos unánimes juntos”. Se cumplió el tiempo desde la Pascua y tal como ya lo señalamos los
festejos que la ley indicaba estaban a punto de iniciarse.
a. El modo en que ocurrió (2:1–4)
1Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2Y de repente vino del cielo un es-
truendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3y se les apa-
recieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose [p 73] sobre cada uno de ellos. 4Y fueron todos lle-
nos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
La presencia tiene cumplimiento. El verbo “llegar” es symplêroô que significa en el vocabulario de Lucas
“un tiempo de conclusión o maduración”. Así como Cristo había venido en el cumplimiento del tiempo (Gá.
4:4), ahora con el Espíritu también ocurría lo mismo.
38

Pero notemos que el momento sorprendió a todos unánimes juntos. Habían aprendido las bases de la co-
munión por medio de una preparación lenta y eficaz. Todos rodeando al Señor, oyéndole y viéndole ir. Habí-
an encontrado un buen fundamento para estar juntos y esperar unánimemente. La preparación había sido
lenta, pero necesaria para esperar el avivamiento. Como humanos que somos, nos cuesta creer que la comu-
nión con Cristo y unos con otros es previa a la manifestación de Dios.
Aunque no sabemos con seguridad si la experiencia ocurrió en el “aposento alto” (1:13) o en algunos de
los recintos del templo (Lc. 24:53), el énfasis está en que ocurrió el día de Pentecostés. Por lo que explicamos
más arriba, la fiesta celebraba la terminación de las cosechas y se realizaba cincuenta días después de la Pas-
cua.
Por otro lado, está la versión de que los rabinos enseñaban que cincuenta días después de la salida de
Egipto los israelitas recibieron la ley en el monte Sinaí. De modo que para aquellos hermanos tenía por lo
menos dos recuerdos importantes: (1) la dádiva de la ley; (2) la verificación de las cosechas.
Al tratar de buscar un significado para nosotros, podríamos decir que con la dádiva de la “promesa” es-
taba a punto de iniciarse una nueva cosecha de pueblo para Dios. “De repente” vino el Espíritu produciendo
un fenómeno triple que pudieron ver, oír y hablar.
Todos se vieron incluidos en la nueva experiencia:
1. Vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, que nos recuerda la petición de
Ezequiel sobre los huesos secos (Ez. 37:9). El estruendo “como viento” muestra la soberanía y magnificencia
de Dios (comp. Jn. 3:8).
[p 74] 2. Se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.
Nuevamente nos hallamos frente a una experiencia muy particular. Los que estaban sentados sintieron algo
como fuego pero que no era tal, y poseía efectos purificadores, penetrantes, iluminadores y santificantes. El
fuego del calor despertaba en ellos una nueva relación con el Señor.
3. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas [idiomas de algún
origen], según el Espíritu les daba que hablasen. Como símbolo de la universalidad del evangelio, las lenguas
muestran que Dios previó alcanzar el mundo con su mensaje de poder. Necesitaban la plenitud de Dios para
ser testigos de Jesucristo.
Para concluir esta introducción diremos que el Espíritu como viento recio simboliza el poder prometido
(1:8); la apariencia de fuego, la santidad purificadora; y la manifestación de otras lenguas, la universalidad
del evangelio.

PRIMERAS OBSERVACIONES DE PENTECOSTÉS


1. Se inicia una nueva comunidad: 120 hebreos (1:15)
2. Comienza una verdadera nueva era: la dispensación del
Espíritu (11:15)
3. Se confirma la iniciación de los “últimos días” (2:17)
(comp. He. 1:2)

b. La diversidad de observadores (2:5–13)


5Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. 6Y hecho es-
te estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. 7Y
estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? 8¿Cómo pues, les
oímos [p 75] nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? 9Partos, medos, elamitas, y
los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, 10en Frigia y Panfilia, en
Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,
11cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. 12Y estaban todos atónitos y
perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? 13Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de
mosto.
39

Lucas no explica más detalles del suceso estruendoso. Con lo que escribe anhela que ante todo Teófilo se
entere y luego todos los demás, es decir la cantidad variada de lectores. Lo que realmente sucede en Pentecos-
tés no es fácil de explicar, pero en Jerusalén hay una gran cantidad de residentes (v. 5) que de distintas re-
giones del mundo se habían radicado en la capital de Palestina. Es posible que el dicho: “bajo el cielo” sea
una hipérbole, aunque es muy extensa la región que Lucas abarca. Menciona unos quince lugares, lo que
muestra la extensión de la dispersión hebrea. Como si fuera a vuelo de pájaro, Lucas da una mirada al Impe-
rio Romano. Comienza por los partos, que pertenecían a un imperio enemigo situado al sudeste del Mar Cas-
pio; después los medos, quienes como los persas habían tenido mucho que ver con los judíos exiliados por
Nabucodonosor, rey de Babilonia. Siempre dentro de territorio vecino menciona a los elamitas, antigua civili-
zación ubicada al norte del Golfo Pérsico (Gn. 10:22). (Algunos siguiendo la Septuaginta la mencionan como
Persia.)
Como si le llamara la atención también menciona a residentes procedentes de la Mesopotamia (hoy Irak),
donde muchos residentes de la cautividad aún estaban bajo regímenes extranjeros muy severos. Pasando por
el sur (Judea puede ser el nombre genérico para un vasto territorio ocupado por judíos) ingresa en Capado-
cia, el corazón del Asia Menor (hoy Turquía), y desde allí recuerda algunas provincias claves para lo que
ocurriría con la extensión del evangelio.
Desde Ponto en la costa norte va a la provincia proconsular de Asia de la cual Éfeso era la capital. Desde
allí un poco hacia el [p 76] oeste—siempre dentro del Asia Menor—a la provincia vecina de Frigia y desde
allí al sur a Panfilia.
Cruzando el Mediterráneo pasó por Egipto a Cirene, que por haber sido parte del imperio de los Ptolo-
meos tenía muchos residentes hebreos (Mr. 15:21; Hch. 11:20), algunos judíos y otros prosélitos1 (comp.
Hch. 6:9).
Lucas cruza nuevamente el mar para ingresar en la capital del imperio: Roma. Como si fuera un apéndice
que estaba a punto de olvidar, menciona a Creta y Arabia omitidas previamente. Arabia posiblemente no sea
el territorio que hoy conocemos como Arabia Saudita sino una franja al norte de ese territorio cuya capital
Petra había sido el centro de una cultura que habitó entre Damasco y Gaza, donde vivía mucho pueblo judío.
No sabemos las razones por las cuales no están representadas Siria, Cilicia, Chipre, Bitinia, Macedonia,
Acaya, España, etc., pero es posible que Lucas mencione solamente las zonas principales, o las únicas que en
ese momento están presentes.
Los observadores del fenómeno se sorprendieron al oír sus idiomas y dialectos de los lugares donde ellos
habían nacido, hablados por personas de la provincia norteña de Galilea—caracterizada por la mezcla de
razas y por la ignorancia del pueblo despreciado por los hebreos (Jn. 7:52).
El Espíritu Santo tuvo una bienvenida dispar. Algunos querían saber y otros directamente juzgaron que
los ciento veinte estaban borrachos. De modo que no fue sólo burla lo que recibieron, sino también una dura
sentencia de reproche. En todos los tiempos los procederes misteriosos de Dios han tenido la misma suerte, y
con frecuencia los juicios apresurados de lo que no se comprende bien ha menoscabado la bendición (comp.
Sal. 73:11; 78:20; 1 S. 1:13–14; Mr. 3:21).
c. [p 77] La pregunta clave: ¿Qué quiere decir esto?
La pregunta era natural porque toda mente se rebela contra lo inexplicable. Queremos hallar sentido a
todo lo que ocurre, y sobre todo ver la aplicación que pudiera tener para la vida. Aprendemos y nos desarro-
llamos cuando en lugar de dar prontas respuestas a temas desconocidos esperamos que Dios nos explique lo
que acontece. Parte de aquel auditorio dio una respuesta al fenómeno y se apartó.
Antes de considerar el discurso de Pedro es bueno que tratemos de ver cuál es la enseñanza que brinda
esta primera reacción. Lo primero que Pedro hizo fue refutar a los burladores. No pudo tolerar que la opera-
ción del Espíritu fuera comparada con el descontrol avergonzante del alcohol. Una de las operaciones carac-

1 El prosélito era un extranjero que había aceptado las obligaciones y los derechos otorgados por la ley de Moisés. Para ser prosélito

eran necesarios tres requisitos: (1) circuncisión; (2) bautismo para la purificación y (3) sacrificio expiatorio. Debido a la traba que
significaba la circuncisión, era más fácil que las mujeres tomaran la decisión de unirse al judaísmo (comp. 10:2; 13:16; 17:17).
40

terísticas del Espíritu es la sobriedad, el equilibrio y el dominio propio (Gá. 5:22–23; 2 Ti. 1:7). Es una ma-
niobra diabólica comparar la obra de Dios con la actividad disoluta de las tinieblas (Ef. 5:18).
Otro dato interesante es que se trataba de “idiomas hablados” (2:4, 6, 8, 11) con su contenido específico.
“Otras lenguas” significa idiomas diferentes al hablado en Jerusalén. Además del aramaico, griego y latín,
algunos hablaban los dialectos de otras regiones, que fue precisamente el fundamento del asombro (2:8).
Lucas utiliza el mismo vocabulario para explicar otras experiencias similares (10:46; 19:6) según veremos
más adelante.
Pudiera suceder que el lector se formulara la pregunta sobre la diferencia entre estas lenguas y las de 1
Co. 12 y 14. Al respecto aconsejamos leer detenidamente el pasaje bíblico y luego cotejar la explicación que
damos sobre el tema en nuestro comentario de 1 Corintios correspondiente a esta serie. Hasta el presente los
criterios no son uniformes. Quienes piensan que son distintos, tienen en cuenta al menos dos cosas: 1. Ámbito
diferente. En Hechos fueron habladas en público para demostrar la venida del Espíritu y anunciar las maravi-
llas de Dios. En 1 Corintios, en cambio, fueron en privado (14:2) y para edificación. 2. Origen diferente. En
Hechos eran idiomas que al menos un sector de los presentes entendía cada uno el suyo. En cambio, en 1 Co-
rintios se [p 78] habla de interpretación. Quien hable en otro idioma tiene que ser interpretado, para benefi-
cio de todos.2

EL SIGNIFICADO DE LAS LENGUAS


1. Que Cristo había ascendido y cumplido su palabra.
2. Que ninguna labor se podía realizar sin la instrumenta-
ción del Espíritu.
3. Que el poder de Dios rompe todas las barreras.
4. Que la operación de Dios no siempre es entendida por
todos.

C. El discurso de Pedro (2:14–36)


Lucas incluye en su tratado no menos de diecinueve discursos en especial pronunciados por Pedro y Pa-
blo, que forman aproximadamente el 25% de todo el libro. Por cierto no podemos pensar que todos están
completos, sino más vale nos inclinamos por la idea de que son una síntesis de discursos o conferencias mu-
cho más largas (2:40). Sin embargo, lo que contienen es suficientemente preciso como para que conozcamos
las bases doctrinales sobre las que los primeros cristianos fundamentaron su fe.
Nos permiten conocer cómo realizar una defensa ante los opositores y cómo hacer que la iglesia conozca
el modelo de pastor que Dios busca (20:18ss; ver introducción). Los contemporáneos de Lucas en cambio,
escribían componiendo dramas o imaginando posibles episodios que, aunque interesantes como literatura, [p
79] estaban carentes de la inspiración de Dios. Esta razón nos hace dedicar especial atención al contenido de
lo que Lucas escribe.
a. La referencia a Joel (2:14–21)
14Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos
los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. 15Porque éstos no están ebrios, como
vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. 16Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: 17Y en los
postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profeti-
zarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; 18y de cierto sobre mis siervos y
sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. 19Y daré prodigios arriba en el
cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; 20el sol se convertirá en tinieblas, y la luna

2 Eldebate sobre las lenguas como “señal” o como “don” está fuera de nuestro tema, teniendo especialmente en cuenta la abundan-
cia de material existente que explica el asunto desde todo punto de vista. Debemos mantenernos libres de prejuicios a fin de estar
preparados para oír la voz del Espíritu Santo (2 Co. 3:17–18).
41

en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; 21Y todo aquel que invocare el nombre del
Señor, será salvo.
(1) Pedro asume el liderazgo
Es la primera vez que estos hombres de Galilea enfrentan un auditorio tan variado y además dividido.
Desde un punto de vista, Pedro tenía que explicar el origen de esta nueva Babel, que era totalmente distinta
incluso en sus propósitos. Se puso en pie con los once como si una pequeña columna se levantara en medio
de los escombros de la confusión de la gente. Tiene una palabra precisa que en primer lugar sirve para unir a
los doce, y mostrarlos ante la gente como un baluarte del poder de Dios.
Al verlos, todos comprendían que eran los apóstoles de Jesús. Viven lo mismo, sienten lo mismo y ahora
también testifican lo mismo. Pedro habló en hebreo o quizás en arameo. No se dedicó a explicar la escena
tratando de mostrar algún poder especial sino la gracia de conocer la Escritura con exactitud como si una
revelación especial de Dios se la hubiese mostrado.
Vive el poder y la libertad del Espíritu, interpretando lo que en los versículos anteriores hemos denomi-
nado la descripción [p 80] de Lucas. Comenzó dando una explicación a la crítica, sin darle mucha importan-
cia porque eso no era lo esencial. Más importante era ver a Pedro presidiendo el grupo.
(2) La confirmación de “los postreros días”
En su explicación, Pedro tomó la profecía de Joel, que posiblemente citó de memoria, diciendo que lo que
ocurría en ese momento ya estaba profetizado. Con la primera venida de Cristo se iniciaron los “postreros
días” (He. 1:2; 1 P. 1:20; 1 Jn. 2:18). En Belén se vieron los prodigios no solamente con la encarnación sino
también con la refulgencia del cielo. Los días del Mesías son los finales. No habrá otra dispensación de la gra-
cia, y aunque no sabemos el tiempo que durará, estamos seguros de que es para la salvación de los que crean
al evangelio entre las dos venidas de Cristo.
El texto dice que con el derramamiento ocurrirían cambios en las personas y como consecuencia tendrían
ministerios muy específicos para cumplir. Los vv. 17–18 han generado varias escuelas de pensamiento acer-
ca del modo en que se desarrollan los fenómenos descritos. Es decir, si el derramamiento del Espíritu, las pro-
fecías, las visiones y los sueños tienen carácter de experiencias constantes durante los “últimos tiempos”, si
sólo ocurren algunas veces, o si sucedió una única vez.
Algunos creen que Pedro, al poner tanto énfasis en la universalidad del “derramamiento” sobre “toda
carne”, sin mirar a quién, y sin distinción de sexo, estado civil o edad, parece indicar que el hecho ocurrió
por única vez en Pentecostés y no debemos esperar repetición alguna. A este respecto, J.R.W. Stott dice: “De-
bemos ser cuidadosos de no volver a citar la profecía de Joel como si aún estuviéramos esperando su cum-
plimiento o que su cumplimiento haya sido parcial … Porque no es ésta la manera en que Pedro entendió y
aplicó el texto”.3 Otros creen que en aquel Pentecostés [p 81] no se cumplió todo el contenido de la profecía,
y que en consecuencia debemos esperar otro.
Joel menciona “prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra”, también habla de las cosas que
ocurrían “antes que venga el día del Señor grande y manifiesto”. Los que observan estos detalles como anun-
ciando “otro Pentecostés”, también destacan que este párrafo tiene como contexto una segunda mención del
derramamiento del Espíritu.
Campbell Morgan señala: “¿Dónde, entonces, estamos ubicados ahora? La aurora ha pasado. El día está
en progreso. Las tinieblas están aún por venir. La aurora es: ’derramaré mi Espíritu sobre toda carne’; el día:
’y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, y vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán
sueños … sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos día derramaré de mi Espíritu y profetizarán’. Fi-
nalmente, la oscuridad en ’… el día del Señor grande y manifiesto … el sol se convertirá en tinieblas y la luna
en sangre’. Esto no ha ocurrido aún. La enseñanza profética nos debería hacer cesar de hablar del día de Pen-
tecostés. Pasó la aurora, pero ¿quién lamenta la aurora cuando el sol está en el meridiano …? No creemos
que esta dispensación es la última actividad de Dios para este mundo. Nuestra esperanza está también en los
movimientos que están detrás de ella. En el hecho que reunirá Judá a Jerusalén, e Israel a sí mismo …”4

3 The Message of Acts, pág. 73.


4 The Acts of the Apostles, pág. 46.
42

Aparte de este argumento que “Pentecostés no ha terminado” usado por Morgan (y del que participan
otros muchos teólogos), también están las promesas del derramamiento del Espíritu sobre Israel para trans-
formar sus corazones, reconocer al Mesías y vivir la ética de pueblo santo (Is. 32:15; 44:3; Zac. 12:10; Ez.
36:27; 37:14).
Hay quienes afirman que si en Pentecostés comenzó la era del Espíritu, es él quien regula los tiempos y
también “las [p 82] lluvias”. Así que, Dios puede manifestarse según su soberanía en cualquier momento y
época de la historia del mundo.5
Aunque lo que estudiamos no es fácil de explicar, podríamos dar a los lectores algunas pautas sin ence-
rrar la operación del Espíritu dentro de nuestro pensamiento limitado y pasajero:
1. En Pentecostés vino el derramamiento del Espíritu que dio origen a la iglesia. En este sentido esta
experiencia es singular. Pero el libro de Hechos además registra otros derramamientos con la intención visi-
ble de producir la unidad del cuerpo de Cristo entre otras cosas (10:44; 11:15; 19:6). En consecuencia, el
mismo NT demuestra la existencia de más de un derramamiento.
2. Por otro lado, ni en Pentecostés ni en el curso de la historia de la iglesia se produjeron los fenóme-
nos en el sol, la luna y la tierra que menciona el profeta Joel. Tampoco hubo cambios en el sentir de Israel, ni
arrepentimiento alguno por el enfrentamiento a Dios. Esta circunstancia favorece el pensamiento de que aún
hay un “derramamiento” de carácter universal que está por venir. Reiteramos que Dios puede obrar manifes-
taciones cuando él lo quiere hacer (comp. Jn. 3:8; 1 Co. 2:9–12).
[p 83] 3. Con frecuencia tratamos de interpretar “vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” como la
actividad incentivada de predicar. Pero dado el alcance del verbo profetizar, tenemos que admitir que no está
solamente circunscripto a la función de predicar sino también a la de publicar. Es una labor que observamos
profundizada en este tiempo (1 Co. 14:3).
4. Quizás, contrariamente a lo que hubiéramos esperado, Pedro no da explicaciones largas sobre el
tema del Espíritu. Se dedica más vale a exponer el alcance de: “todo aquel que invocare el nombre del Señor
será salvo”. Desarrolla este asunto en su discurso para que los oyentes comprendieran los objetivos del pro-
pósito de Dios. La cláusula del profeta incluye por lo menos tres ingredientes:
(i) El reconocimiento de la necesidad: “Todo aquel”.
(ii) La espontaneidad de la entrega: “Invocar el nombre del Señor”.
(iii) El efecto concreto: “Será salvo”.

TODO AQUEL QUE INVOCARE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERÁ


SALVO
1. La naturaleza del nombre: “el Señor”
Conquistador
Libertador
2. La condición para sentirlo: “invocar”

Hay variadas tendencias acerca del derramamiento del Espíritu, tanto para el presente como para el futuro, que no son nuestra
responsabilidad investigar ahora. Aparte de aconsejar la lectura de otros autores, también incluimos un pensamiento del escritor
pentecostal J. T. Nicol que nos parece importante tener en cuenta. El dice que después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron
grupos pentecostales “independientes”. Después de mencionar cinco de los más representativos agrega: “Muchas de estas nuevas
divisiones surgieron porque el liderazgo creyó que las iglesias más grandes y antiguas habían modificado o abandonado muchas de
las prácticas pentecostales que habían sido prominentes durante el principio del avivamiento … Para remediar esta falta, una or-
ganización llamada New Order of the Latter Rain (nuevo orden de la lluvia tardía) se creó en 1947. Las reuniones se publicitaron
como un nuevo derramamiento (es decir la lluvia tardía) del Espíritu Santo sobre un movimiento que se había convertido en seco y
estéril”. (Pentecostalism, pág. 237–238).
Además aconsejamos leer: (a) Los dones del Espíritu, Harold Horton, (Vida); (b) El libro de los Hechos, Stanley Horton, (Vida);
(c) El Espíritu Santo, Charles Ryrie (Portavoz).
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Sentirse necesitado
Saber que él tiene poder
Confiar que anhela hacerlo
3. El alcance: “cualquiera”
Pobres y ricos
Ignorantes e instruidos
Malos y buenos
Varón y mujer
Blancos y negros

b. [p 84] La explicación de la vida y obra del Señor Jesús (2:22–24)


22Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las
maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis;
23a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por
mano de inicuos, crucificándole; 24al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era im-
posible que fuese retenido por ella.
Pedro no se preocupa por sacar a la gente de la confusión procurando explicar el pasaje de Joel 2. Sim-
plemente lo cita. Su deseo es hacer comprender al auditorio el alcance del pasaje “todo aquel que invocare el
nombre del Señor será salvo”.
Tomando esto como fundamento inicia la explicación. En tres versículos menciona la vida, la muerte y la
resurrección del Señor Jesús. Lo hace en forma resumida porque su propósito está más allá de la vida históri-
ca del Señor Jesús. Con todo, notemos lo que dice:
(1) Jesús fue un hombre diferente: “Jesús nazareno, varón aprobado por Dios”
Se dirigió a la multitud como “varones israelitas” (comp. 1:15) convencido de que todos estaban intere-
sados en el cumplimiento de las promesas de Dios para la nación. El título “Jesús nazareno”6 utilizado en
6:14; 22:8; 26:9 (comp. 3:6; 4:10) está inspirado en la inscripción que Pilato puso sobre la cruz que había
causado mucha polémica entre los religiosos (Jn. 19:19; comp. Mt. 26:71).
[p 85] Hablar abiertamente de Jesús nazareno, protagonista del escándalo de la cruz, podría haber provo-
cado una confusión aun mayor entre la multitud. Pero Pedro no teme consecuencia alguna, sino que utiliza la
oportunidad para dar la versión exacta de lo ocurrido. Todos escuchan con atención cómo Dios “designó” o
“destinó” a Jesús (10:42) para realizar la redención. Lo acreditó hablando con él (Mt. 3:17; 12:18; 17:5)
(comp. Lc. 20:13) y mostrando a través de él una santa compasión por la gente.
(2) Jesús poseía credenciales diferentes “Dios hizo … prodigios … por medio de él”.
Los tres modos de los fenómenos naturales son “maravillas” o poderes7 que denuncian la potencia de
Dios; “prodigios” que son capaces de provocar asombro, y “señales” que muestran el origen del poder. Los
judíos dijeron que ese origen era Satanás (Mt. 12:24); Jesús en cambio afirmó que hacía las obras del Padre
(Jn. 5:36). Así quedó confirmado que sus milagros eran de Dios (Jn. 3:2; 7:31; 14:10; 15:24) para confirmar
la presencia “de los postreros días” (comp. He. 6:5).
Pedro no desaprovechó la oportunidad para recordarles que ellos sabían que los milagros eran de Dios,
aunque lo negaran.
(3) Jesús murió una muerte diferente: “entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios”.

6 Aunque algunos teólogos dicen que “nazareno” viene de la raíz hebrea nazir (que da origen al vocablo “nazareo” (Jue. 13:5), no
creemos que es lo que Pedro dice. Nazareno significa “de Nazaret” (Mr. 1:24; 10:47; 14:67, etc.) el lugar donde Jesús se crió. Utili-
za este epíteto despreciativo para indicar el cumplimiento de la profecía (Mt. 2:23; 21:11).
7 Gr. dynameis.
44

Aunque fue entregado por Judas, e indignos representantes del Imperio Romano lo ajusticiaron, lo que
ocurrió fue de acuerdo al propósito de Dios. Las expresiones “determinado consejo” y “anticipado conoci-
miento” aclaran el carácter preestablecido que tiene la muerte de Cristo. Dichas expresiones sirvieron para
que los creyentes confirmaran su fe (4:28) y los predicadores pudieran mostrar la diferencia entre la muerte
de cualquier persona y la de Cristo (3:18; 17:3; 26:23).
Las profecías cumplidas en él y por él son las credenciales objetivas de nuestra fe (Sal. 22:16–17; Zac.
12:10) y el testimonio del [p 86] Espíritu la subjetiva (5:32). Por una parte saber que murió y resucitó para
cumplir el propósito de Dios, confirma nuestra fe en la palabra profética; y por otra, el que haya ocurrido
desafiando la amenaza de los hombres nos estimula al desafío y denuncia del pecado.
Cristo tuvo una muerte violenta para que fuera un sacrificio a Dios (Dn. 9:26; Is. 53:8); si hubiera sido de
otra manera ya no sería una ofrenda.
(4) Jesús volvió a vivir de un modo diferente: “al cual Dios levantó…”
Fue una acción que solamente Dios puede realizar (comp. 3:15; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30). Se puede lle-
gar a la muerte por enfermedad; y a la tumba, por medios humanos, pero restaurar la vida venciendo la
muerte y rompiendo toda forma de ligadura es privativo de Dios, que es el autor de la vida. Lo que ocurrió
con Cristo es singular porque la muerte dependía de él y nunca se sometió a ella (Jn. 10:17–18).

ALGUNAS RAZONES PARA LA RESURRECCIÓN DE CRISTO


1. Mostrar el poder de Dios (He. 13:20; Jn. 2:19; Ro. 1:4; 1.
P. 3:18).
2. Cumplir las Escrituras (Lc. 24:44; Jn. 20:9; 1 Co. 15:4).
3. Comprobar su carácter: “él lo había dicho” (Jn. 2:19; Mt.
12:40; 16:21; 17:12; 20:18).
– Él era la vida (Jn. 14:6; 5:26; 1:4).
– debía cumplir sus funciones (He. 6:20; 13:20; Sal. 45:6;
Ro. 4:25).
4. Formar la iglesia (Jn. 16:7; Ro. 8:11).
5. Derrotar al enemigo (1 Co. 15:17).
6. Confirmar la resurrección de los creyentes (1 Co. 15:23; 1
P. 1:3–5).
7. Restaurar todas las cosas (Hch. 3:19; Ro. 8:21).

c. [p 87] La importancia de su resurrección (2:25–32)


25Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmo-
vido. 26Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza;
27porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. 28Me hiciste conocer los
caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia. 29Varones hermanos, se os puede decir libremente
del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 30Pero
siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la
carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31viéndolo antes, habló de la resurrección de Cris-
to, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. 32A este Jesús resucitó Dios, de lo cual
todos nosotros somos testigos.
Por lo que veremos a continuación, resulta claro que lo predicado por Pedro hasta el v. 23 es una intro-
ducción a lo que sería su materia central: la resurrección y ascensión del Señor Jesús. No obstante, el apóstol
está muy interesado en que aquellos judíos supieran que el plan desprolijo e improvisado de los fariseos para
ejecutar a Jesús formaba parte del propósito eterno de Dios. Esos “dolores de la muerte” que sufrió (Sal. 18:4;
116:3) eran más como dolores de parto porque estaba haciendo nacer a la iglesia que es la familia de Dios.
45

Es evidente que David no se refiere a sí mismo. El trozo del Salmo que Pedro cita (16:8–11), describe en
forma profética detalles de la vida del Señor Jesús. Se trata de una persona singular que “vivía” constante-
mente agradando a Dios. Es alguien a quien se deleita en mostrar que está mucho más allá de sus capacida-
des. Su lenguaje trasunta gran felicidad y entusiasmo por el futuro. David vio de antemano (2:31) al Señor en
una posición de aprobación, confirmación y victoria. El argumento sobrepasa en mucho lo que le podría su-
ceder a él, aunque cambió su conducta en regocijo, corazón satisfecho y alabanza. Se abrió ante él “el camino
de la vida” y sintió plenitud de gozo, porque Dios le hizo conocer una nueva dimensión en sus planes.
[p 88] Es evidente, entonces, que David no se refiere a sí mismo sino a Cristo (ver también 13:36). Co-
mienza mostrando que el alma no sería dejada en el lugar de los espíritus (Hades), porque tampoco su cuer-
po se sujetaría a los poderes de la muerte (comp. Jn. 2:19, 21).
Cristo no participó del pecado porque era la vida misma (Jn. 1:4; 14:6). Tampoco Pedro le hace hablar a
David estas cosas primero de sí mismo y después en sentido secundario del Mesías sino que las cita refirién-
dose directamente a Cristo. El v. 28 habla en sentido triunfal de un pasaje fugaz por la muerte: “me mostra-
rás la senda de la vida” (cita de Sal. 16:11), hasta entrar en el gozo perfecto de la presencia de Dios. Para el
predicador se había cumplido el anhelo más resonante de la Escritura (comp. Lc. 4:21; Jn. 5:39). Era el paso
triunfal de Cristo por la muerte para vencerla y quitarle su cetro.
d. La singularidad de la ascensión (2:33–35)
33Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha
derramado esto que vosotros veis y oís. 34Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor
a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 35hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
Además, Pedro certifica que las palabras no se refieren a David sino a otra persona que vendría por un
pacto hecho con él (comp. 2 S. 7:12, 16; Sal. 132:11). David vio la muerte y el sepulcro, pero el Señor Jesús
resucitó y no volvió al ministerio anterior sino que fue a cumplir otro más sublime en la casa de Dios.
Así como aplicó el Salmo 16 para mostrar la muerte y resurrección de Cristo, ahora recurre al Salmo 110
para explicar su ascensión. David—dice Pedro—preso de la muerte no pudo ascender (v. 34), pero anunció
que otra persona de su descendencia a quien llama “mi Señor”, sí lo haría (Mr. 12:35–37), y Dios por su
victoria lo declararía “Señor y Cristo”, es decir, demostraría lo que realmente era (comp. 1 Co. 15:25; Fil.
2:9–11; He. 1:13).
El discurso denuncia la felicidad del predicador por la victoria del Señor presentada en cuatro puntos so-
bresalientes:
(1) [p 89] Cristo cumplió la profecía. Todo lo escrito de él y especialmente Mt. 22:42–46 que Jesús había
aplicado a él mismo en su argumentación con los fariseos, se ha verificado ahora (comp. Sal. 20:6; 89:13).
(2) Dios intervino y lo resucitó (Mt. 26:64; Ro. 8:34; He. 1:3; 8:1). Es por esta causa que los hombres pudieron
saber del dominio del Señor. Ahora “está sentado” (Col. 3:1; He. 1:3; 10:12) gozando perfecta felicidad y
dándonos la oportunidad de que también la vivamos. Además, la resurrección y ascensión anuncian la victo-
ria sobre los enemigos.
(3) El Espíritu Santo es el certificado de la aprobación de Dios. Pedro repite que “el derramamiento” del
Espíritu es el cumplimiento de su ascensión. De modo que no quedaba ya duda alguna sobre quién es la per-
sona que había subido al cielo.
(4) Con todo este respaldo Pedro tiene la certeza de que puede declarar delante de su auditorio que Jesús es el
Señor y Cristo.
e. La aplicación del sermón (2:36)
36Sepa,pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le
ha hecho Señor y Cristo.
Pedro enfrenta a la “casa de Israel” (Ex. 37:11) con el rechazo al Señor Jesús. Se lo hace ver como un
hecho equivocado. Lo hace asegurándoles que por no haber querido entender las profecías procedieron con
ceguera (comp. 1 Co. 2:8). Pero ese fue el medio para poner el fundamento de Dios en forma visible para
ellos, expresado en el señorío de Cristo para todos los tiempos (Ro. 10:9). Ahora el nombre de Dios (Ro. 14:9)
46

es el único gobierno del universo. No porque no lo fuera antes, sino porque ahora las circunstancias permi-
ten demostrarlo.
Las expectativas mesiánicas estaban satisfechas y ellos no lo habían comprendido. Decirles que habían re-
chazado la provisión de Dios “crucificándole en un madero,” era aumentar al máximo el sentido de culpa y
provocarles la reacción que efectivamente experimentaron (4:10)
[p 90] D. Los resultados de la predicación (2:37–40)
37Al oir esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,
¿qué haremos? 38Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39Porque para vosotros es la promesa, y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 40Y con otras mu-
chas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Los oyentes sienten las palabras como flechas que perforan sus corazones (comp. Jl. 2:13). Es el remordi-
miento por el pecado cometido. Ven con claridad lo ocurrido y lo que les corresponde por la afrenta a Dios y
no saber qué camino tomar (comp. Zac. 12:10) para escapar de las consecuencias. Por primera vez la predi-
cación es una saeta afilada por el Espíritu que produce en los oyentes lo mismo que la lanza romana en el
costado del Señor Jesús (Jn. 19:34) (comp. He. 4:12; Lc. 2:35).
Los presentes aceptan el desafío y deciden acudir a los predicadores (Lc. 3:10; Hch. 9:6; 16:30). Están
desorientados y buscan directivas definidas. La respuesta es también similar a la de Juan el Bautista (Mt. 3:2)
y la del Señor Jesús. Pero los resultados fueron diferentes. En los casos anteriores continuaron siendo israeli-
tas, pero ahora pasan a ser el cuerpo de Cristo, la iglesia. ¿Por qué? Porque anduvieron un camino distinto,
comenzaron igual, pero después de la resurrección y ascensión de Cristo el propósito de Dios era otro.
El arrepentimiento es el punto inicial en el proceso de la regeneración. Dios no pone parches o remiendos
sobre las vidas viejas sino que cambia la persona. Arrepentirse es cambiar la mente como paso previo para
vivir de otra manera (8:22; 17:30; 20:21). Es reaccionar contra el pasado y renunciar a todas sus exigencias,
rechazando definitivamente las demandas de Satanás. El arrepentimiento verdadero trae paz y abre la puerta
para seguir adelante con otras decisiones. En el caso que estudiamos los apóstoles les indicaron: “bautícese
cada uno en el nombre de Jesucristo”. Para los judíos esta señal externa del arrepentimiento les resultaba
fácil [p 91] de entender y daba continuidad a la proclama de Juan el Bautista, relacionada específicamente
con el nombre del Señor Jesús y el don del Espíritu Santo (18:25; 19:3).
Bautizarse en el “nombre de Jesús” no es una fórmula como pasó a ser después para algunas sectas. Es
como decirles: “Sométanse bajo el Cristo que rechazaron”. Es someterse a su autoridad, reconocer sus de-
mandas y enrolarse en su servicio. Es decir, utilizando el mismo método con que los hebreos aceptaban a los
prosélitos, Pedro les enseña que deben someterse al Señor Jesús (comp. He. 6:1–2).
Bautizan en “su nombre” porque están bajo la autoridad del Señor Jesús que los ha comisionado (Mt.
28:19; Hch. 15:17). Indica que el tema de “toda potestad” (autoridad) afecta a todos los creyentes sin discri-
minación (v. 44).

RESULTADO DEL MENSAJE


1. Lo que la gente oyó: “Este Jesús … es Señor y Cristo”
(comp. 5:31).
2. Lo que sintieron: “compungidos de corazón”.
3. Lo que decidieron: “¿Qué haremos?”
4. Lo que hicieron: “recibieron la palabra”

Habiendo ellos obedecido y demostrado que realmente habían cambiado, Dios tiene dos regalos: el perdón
de pecados y el don del Espíritu Santo.
a. El perdón de los pecados
47

Este perdón es amplio e incluye todo su pasado, incluido el rechazo al Señor Jesús. Perdonar en calidad de
“remitir” o “enviar lejos” es la forma más utilizada en el NT para indicar el propósito divino de eliminar la
culpa del culpable y enviarla “a lo invisible” (Lc. 5:20; 7:47; 1 Jn. 1:9) (comp. Lv. 4:20, 26; 5:10, 13; Nm.
15:25).
El perdón no es una acción de parte de Dios que merecemos o nos corresponde tener, sino que es una
gracia suya hacia nosotros. En consecuencia, debemos recibirlo con gratitud y aceptarlo con [p 92] gozo por-
que es el mejor beneficio que podamos recibir de manos suyas.
También tenemos la obligación de administrarlo (Mt. 6:12; Lc. 6:37). La disposición de perdonar a otros
es el indicio de que nos hemos arrepentido y perdonado a nosotros mismos. Nace como una vertiente de gra-
cia que surge de corazones que conocieron la integridad.
Aquellos hermanos sintieron que algo había ocurrido en sus corazones y que la enseñanza tantas veces
repetida por el Señor (Mt. 18:23–35) se había transformado en una realidad para ellos (5:31; 13:38). Esta-
ban perdonados.
b. El don del Espíritu Santo
Aquí está la gran diferencia entre el perdón hasta ese momento y a partir de Pentecostés. Ahora la “pro-
mesa” está inmediatamente detrás. Recibir el Espíritu Santo es recibir a Dios mismo en el interior. El los bau-
tiza, los habita, los regenera y los transforma en familia (Ef. 2:19). El don expresa esencialmente algo obse-
quiado con libertad, buena voluntad y generosidad. Así es la salvación (2 Co. 9:15) y también el Espíritu San-
to (10:45; 11:17). Son regalos que no tienen precio, no se los puede pagar ni revender porque son obsequios
particulares de Dios para nosotros.
La Escritura confirma que “todo don perfecto” (Stg. 1:17) viene de Dios como un acto espontáneo de su
gracia. Como veremos más adelante charisma (que también significa don) se utiliza más especialmente para
los dones espirituales que debemos administrar a otros (1 P. 4:10–11).
c. El alcance de la promesa
La multitud se enteró de que la “promesa” (el don del Espíritu) no era sólo para los apóstoles o los ciento
veinte inicialmente reunidos, sino para todos. En ese todos estaban incluidas más personas que las que Pedro
mismo imaginaba. Dios había decidido bendecir al mundo con el mensaje del evangelio. El v. 39 es muy ex-
plícito porque dice que la “promesa” (que es también el don, o el bautismo en el Espíritu Santo) (1:4–5; 2:33)
es para todos los presentes y “para todos los que están lejos”, refiriéndose en principio a los judíos en la dis-
persión (1 P. 1:1–2) y en segundo lugar [p 93] —según el propósito de Dios—a los gentiles. Cada persona
llamada por medio del evangelio (Ro. 8:28–29) recibe ambos dones, vinculados con los propósitos de la sal-
vación.
De modo que la promesa no es únicamente para los distantes en tiempo sino también en lugar. Pedro tie-
ne en cuenta dos pasajes del AT (Is. 57:19; Jl. 2:32).
d. La conclusión del discurso
Pedro continuó confirmando su argumento con “muchas otras palabras”. Lucas no explica cuáles fueron
los temas abordados en estas muchas palabras. Es su metodología en este escrito (8:25; 10:42; 18:5; 20:21,
23, 24) pero es muy probable que Pedro haya tenido que insistir sobre el modo de librarse del pasado que
estaba entrañablemente unido a ellos.
Dice que “testificaba”, es decir ponía razones para acreditar lo que afirmaba mostrando posiblemente
ejemplos o destacando lo sucedido con ellos mismos. Además los “exhortaba” llamándolos a un compromiso
formal con la vida espiritual que propone el reino de Dios (11:23; 14:22; 15:32). La frase “sed salvos de esta
perversa generación” (v. 40; ver Fil. 2:15) (comp. Dt. 32:5), demuestra en pocas palabras todo el contenido
de lo que Pedro enseñaba. El quiso resumir en pocas palabras la posición cristiana con respecto al mundo que
había rechazado a Cristo (Mt. 16:4; 17:7) por cuya causa estaban bajo el juicio de Dios (comp. Mt. 23:36).
Les presenta una sola puerta de escape: la recepción del evangelio. Pedro es uno de los predicadores que
acentúa la liberación de los salvos del juicio venidero—que los apóstoles creían que estaba muy próximo
(3:19).
48

[p 94] EL MENSAJE DEL EVANGELIO


1. En su naturaleza es
a. claro
b. sencillo
c. conciso
d. valiente
2. En su contenido es
a. salvador
b. mirando al oyente
c. centrado en Cristo
3. En su resultado es
a. transformador (3:19; 8:36)
b. comprometedor (4:20; 4:33)
c. inspirador (5:31, 32)
49

[p 95]
CAPÍTULO 5
LOS FUNDAMENTOS ESPIRITUALES DE LA NUEVA COMUNIDAD (2:41–47)
41Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil perso-
nas. 42Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del
pan y en las oraciones. 43Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por
los apóstoles. 44Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; 45y vendían
sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. 46Y perseverando uná-
nimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
47alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían
de ser salvos.
Por lo que vemos, Pedro no reclama únicamente de este pueblo una reacción privada, sino más vale una
expresión pública que pusiera en evidencia los efectos del evangelio. El apóstol abrevió en cinco o seis títulos
principales lo que más tarde se denominó el kêrygma apostólico, es decir el contenido del mensaje evangéli-
co. Con el ministerio, muerte, resurrección y ascensión de Cristo se había cerrado la época de la ley y abierto
por medio del Espíritu—en cumplimiento de las Escrituras—el período de la gracia (20:21). Por ella el per-
dón de los pecados queda a disposición de todo aquel que cree. Todos los predicadores del NT, aunque con
sus énfasis personales, mantuvieron estos fundamentos en sus exposiciones hasta [p 96] que otras corrientes
teológicas cambiaron el contenido del mensaje y el método para recibirlo.
Nuestro desafío es mantener la sustancia de lo que Cristo enseñó y que con tanta claridad Pedro expuso
en Pentecostés. Jesucristo es el centro de lo que tenemos que decir (v. 22), y no es su vida o su ejemplo lo que
nos salva, sino su muerte, sepultura, resurrección y ascensión (vv. 23–24).
Tan bueno como todo esto es, no se completan aún los objetivos de Dios. Es menester que cada uno crea
que es aplicable a su vida en particular para que sea totalmente transformada. La insistencia del predicador
para que cada uno sea salvo, compromete a todos los que anuncian el evangelio.

LA NUEVA COMUNIDAD
1. El principio incorporador: arrepentimiento
2. El poder transformador: “recibiréis el don”
3. El nuevo estilo de vida: “perseveraban en la doctrina de
los apóstoles …”
4. La conducta diferente: “tenían … vendían … repartían”.
5. La aprobación de Dios: “Dios añadía cada día …”

A. Es una comunidad valiente


El nuevo párrafo se inicia con la obediencia de gran cantidad de personas a la exhortación de Pedro. Es-
tán decididos a abandonar los impedimentos, sean religiosos, políticos o sociales. En un momento cambiaron
sus prioridades, y pensaban lo mismo y hacían lo mismo: “recibieron su palabra”. Recibir es aceptar gusto-
samente, hacerla suya o ponerla por obra. Es mucho más que simplemente estar de acuerdo o aceptarla. Es
más vale someterse a sus normas, practicando el arrepentimiento y el bautismo que acababan de oír.
El evangelio no es un llamado a indecisos o desconformes que quieren “cambiar de religión”. El evangelio
es un paso adelante buscando la voluntad de Dios y haciendo a un lado las opiniones [p 97] de los hombres.
Es una vuelta en la vida que nos pone frente a los riesgos de caminar de la mano de Dios contra la corriente
de este mundo.
Entre la multitud de aquel día se generó un clamor que sorprendió a centenares de observadores. Nada
menos que “alrededor de tres mil” personas obedecieron la palabra dada. No hubo secretos; todos ven los
cambios y asisten a los bautismos a la usanza hebrea (Mt. 3:11, 16). Aunque la ceremonia no tenía el mismo
50

significado que en el sacerdocio levítico, para todos era como “dar vuelta la hoja” en sus vidas a fin de iniciar
una etapa totalmente diferente.
B. Es una comunidad comprometida
Los nuevos convertidos cambiaron sus intenciones y sus afanes. “Perseverar” significa afirmarse fuerte-
mente para no resbalar (He. 11:27), o persistir en aferrarse a algo por su valor o importancia (Ef. 6:18). Se
aferraban a fin de avanzar hacia el objetivo. Para ellos “ser salvos” no era “aceptar a Cristo” sino más bien
transformar toda su existencia al estilo de vida del reino de Dios.
Se dedicaban a cumplir con la enseñanza que recibían de los apóstoles. Estaban llenos del Espíritu, y en
consecuencia anhelaban oír su voz y vivir como él demandaba. No habían visto al Señor Jesús (por lo menos
muchos de ellos) y no sabían cómo era vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero ahora constantemente
podían ver cómo las Escrituras del AT suplían todas sus falencias. Veían con más claridad cada día el signifi-
cado del reino de Dios al que tanta atención había destinado el Señor Jesús. En esas mentes hebreas se abrían
nuevas dimensiones para resplandecer mejor en el reino de las tinieblas (Col. 1:13). No experimentaban una
mística risueña que los distanciaba superficialmente del judaísmo fastidiado de esos días. No estaban juntos
simplemente porque se alegraban de hacer una causa común con “algo nuevo”, sino más vale para conocer
cómo se habrían de mover en el futuro. Aprendían más y más a confiar en las verdades que tenían que salir a
desparramar por la ciudad.
Para cumplir el propósito se dedicaron a estimular la comunión. Podríamos decir que es el primer objeti-
vo de la perseverancia en la doctrina de los apóstoles. Se abocaron a incentivar la “comunión unos con
otros”. Habían descubierto que no estaban aislados ni [p 98] tampoco divididos por lenguas, clanes o condi-
ción social. Eran una comunidad de distintos caracteres pero unidos por un vínculo común: el Espíritu Santo
(Fil. 2:1).
Habían dejado de ser seguidores aislados para transformarse en responsables unidos en el Señor, que da-
ban una imagen coherente totalmente desconocida hasta ese presente. Eran un cuerpo viviente unido a Cristo
(1 Co. 1:9) y entre sí por lazos indestructibles (comp. Ro. 15:26; He. 13:16). Trabajaban arduamente por la
“comunión unos con otros” en todas las esferas y con ansias de solucionar todos los problemas.
Los privilegios y las obligaciones de la hermandad hizo de la iglesia una entidad sin individualismos o es-
píritu de facción. Sabían que todos eran uno, tal como el Señor Jesús lo había enseñado (Jn. 17:21, 23) y los
apóstoles lo reiteraban constantemente.
Con esta perspectiva, koinônia (cuya raíz koinos significa común) es más que lo que entendemos hoy. Los
creyentes se distribuían entre sí lo que Dios les había dado (He. 13:16) porque era parte de la comunión con
el Padre y con su Hijo Jesucristo (2 Co. 13:14). Habían abandonado el sistema de “limosnas” practicado por
los fariseos, para compartir la sustancia de sus bienes.
Podían tener presente algunos modelos de vida en comunidad porque no lejos del lugar, a las márgenes
del Mar Muerto, vivían los esenios, una comunidad religiosa hebrea formada no hacía mucho. Además de
conservar hábitos ceremoniales puros, estos esenios compartían todas las cosas bregando por mantener sus
costumbres acordes con la ley de Moisés. Eran sencillos, austeros y hospitalarios entre ellos.
La nueva comunidad cristiana iniciada poseía algunos detalles similares pero se distanciaba de ellos por el
gozo que manifestaban en vivir “entre” la gente transmitiendo el mensaje de la vida eterna que procedía de
Cristo glorificado. Como observaremos más adelante, los creyentes no continuaron por mucho tiempo en esas
condiciones. Pero fue un ejemplo permanente de los principios esenciales de la iglesia del Señor para todos
los tiempos, sobre todo en lugares de persecución o soledad. Antes de poner algún ejemplo, recalquemos que
los principios dados aquí son permanentes, sobre todo los esbozados en los vv. 42 y 47.
[p 99] Como resultado del movimiento pietista que se desarrolló en Alemania en el siglo XVII, se revitali-
zaron los hermanos moravos cuyo líder—el conde Nicolás L.G.Von Zinzendorf (1700–1760)—utilizó su
austeridad para dar refugio a muchos hermanos que huían de sus hogares durante la persecución. Los mora-
vos reunidos en lo que denominaron Herrnhut (la casa del Señor) trataron de asemejarse tanto como les fue-
ra posible a la iglesia de Jerusalén, mostrando un creciente celo misionero. No fue tan estable, ni tuvieron las
cosas en común como en el caso que estudiamos en Hechos, pero acentuaron la comunión y se prepararon
para extenderla a otras regiones como el Señor lo permitía. Fueron muy bendecidos, como tantos otros que
51

trataron de hacer ensayos similares. Un problema que muestra la historia contrariamente a lo sucedido en
Jerusalén es que estas comunidades se transforman en colectividades que se aíslan del resto del mundo y con-
vierten sus prácticas o creencias en doctrina de fe.
Este no fue el objetivo de los hermanos en Jerusalén, al contrario; ellos donaban voluntariamente sus pro-
piedades para beneficio del evangelio y “en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”
(comp. Ef. 6:5; Col. 3:22), “perseverando unánimes cada día en el templo”. Se movían entre la gente desde el
templo a las casas y viceversa. ¿Podemos imaginar el impacto popular y la efervescencia de estar constante-
mente testificando de Jesucristo?
Ya el Señor Jesús había utilizado las casas para la bendición de los que asistían para oírle (Mr. 2:1, 15; Lc.
19:5, 9). Él mismo había demostrado que las casas eran más eficaces que cualquier otro lugar. Ahora el com-
promiso de bendecir a tantos miles hace que los hogares se transformen en centros claves para el cumpli-
miento del propósito de Dios (9:11; 10:22; 12:12; 16:15, etc.).
Es en las casas donde todos se conocen entre sí y se ayudan generosamente. Un hogar abierto es mucho
más que una puerta abierta y un asiento preparado. Es también corazones que lentamente aprenden a vivifi-
carse “unos a otros” (Ro. 12:5, 10; 13:8) y a unir intereses espirituales para la gloria de Dios. Esto nos explica
la bendición experimentada en los primeros tiempos de la iglesia y lo que sucedió posteriormente.
Ya sabemos que la puerta de la casa es, en cierto modo, también la del corazón. Marta y María recibieron
al Señor en su casa [p 100] (Lc. 10:38), y estamos al tanto de cómo era la vida espiritual de ese hogar. Lidia,
que abrió el corazón a la palabra (según operación de Dios), es también la primera que abre su casa en Fili-
pos para recibir a los siervos de Dios (Hch. 16:15) (comp. 16:31; 18:8). El hogar es el símbolo de abrir y de
dar. El cuidado de los menos pudientes, carentes o necesitados que Dios había indicado en la ley (Dt. 15:4, 7,
9, 11) evitando la discriminación o rechazo, tiene ahora un lugar destacado en la responsabilidad de la nue-
va comunidad. Los que aprenden a dar como Dios da, también ven con los ojos que Dios mismo mira: “Bus-
cad a Dios y vivirá vuestro corazón, porque Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisione-
ros” (Sal. 69:32–33).
Parte del dolor posterior y que vivimos en el presente es ver a la iglesia girando en torno a su templo ya
levantado o en vías de edificación, con la atención completamente cautivada por sucesos que ocurren en su
interior, sean buenos o no. El lugar del culto es todo, y los semejantes pobres e injustamente olvidados, tam-
bién suelen quedar sin atención como el hombre del evangelio que “cayó en manos de ladrones”.
Ha llegado la hora de despertar, fijando la atención que Dios dedica a las buenas obras, nacidas en el po-
der de una koinônia fuerte (Ro. 15:26; 1 Ti. 5:10; 1 P. 2:12).
C. Es una comunidad adoradora
La afinidad depende de la convicción que tienen sobre el carácter de Dios y cómo la viven. La vida espiri-
tual que nace en Dios se desarrolla en el interior de sus almas. La “doctrina de los apóstoles” tiene la impor-
tancia de formar en los nuevos convertidos un carácter semejante al de Cristo. La primera actividad que des-
arrollan es la adoración que los estimula a conocer mejor a quien los ha llamado. La religión los había con-
ducido por las calles áridas de la tradición, haciéndoles mirar para atrás a las formas hebreas de una religión
de sombras terminadas definitivamente con la resurrección del Señor Jesucristo.
Ya vemos que la unidad espiritual no se basa únicamente en lo que saben sino en el modo en que aplican
ese conocimiento: hay unidad en la fe y unidad en la vida porque también la hay en la adoración. Todos mi-
ran a Dios como los once observaron la ascensión de [p 101] Cristo. Poseen una atracción común motivada
por el Espíritu. Podríamos observar algunas características de la adoración:
a. Lo hacían en el temor de Dios: “sobrevino temor a toda persona”.
La consecuencia inmediata de la obediencia a la enseñanza de los apóstoles y la primera manifestación de
la comunión es el temor a Dios, primeramente en la congregación. Temor como la expresión de reverencia
producida por la presencia de Dios. Al estudiarlo en la Biblia nos encontramos con—por lo menos—tres tér-
minos principales (dos hebreos y uno griego) que se utilizan para describir cuatro formas de temor: temor a
Dios, miedo a quebrar lo recto, miedo a los hombres y miedo al “miedo”.
52

Nos interesa observar ahora el primero de ellos, es decir el temor a Dios. Notemos que no puede experi-
mentarlo el hombre natural porque es una dádiva de Dios. Por medio del Espíritu permite que los cristianos
tengan una idea de la autoridad suya y lo obedezcan con gozo. Como consecuencia, imprime la percepción
para desechar el mal y rechazar toda forma de iniquidad. Por ejemplo, leemos en Jeremías 32:40: “Y haré
con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos,
para que no se aparten de mí”.
Dios promete hacer una obra con Israel en particular, y con seguridad con cada uno de los que se rela-
cionan con el pacto. Esta obra consiste en poner temor en el corazón. ¿Para qué? “Para que no se aparten de
mí” (comp. Sal. 147:11). En el NT se dice lo mismo pero con otras palabras (2 Co. 7:1). Si esta breve intro-
ducción sobre el temor la aplicamos al texto de estudio, advertimos por lo menos dos cosas interesantes: (1)
los componentes de la nueva comunidad experimentan una nueva relación con Dios porque están llenos de
su temor reverente, y (2) las personas ajenas a la iglesia sienten espanto similar al de Félix al oír a Pablo
(Hch. 24:25). De modo que la adoración es para la iglesia, la reacción natural hacia la persona a quien reve-
rencian.
Lo enseñado por la ley (Dt. 5:28–29) y más tarde practicado por el Señor Jesús (Lc. 4:16) es ahora la ex-
periencia diaria de los cristianos. Van constantemente al templo. Y no lo hacen para ofrecer los sacrificios de
la tradición hebrea sino porque están [p 102] entusiasmados con glorificar a Dios en el “lugar de la morada
de tu gloria” (Sal. 26:8) (comp. Sal. 87:2). El evangelio se propaga más por el fervor que causa la reverencia,
que por la multitud de la actividad desarrollada. El nombre del Salvador excede ya los límites estrechos de las
calles o plazas, porque el templo—que es el lugar donde toda la nación se reúne—se sacude constantemente
con la alabanza inextinguible de centenares de hombres y mujeres. Estos van y vienen llenando los atrios con
canciones de adoración, tal como posteriormente Pablo aconseja a los creyentes que lo sigan haciendo (Ef.
5:19) como un modo corriente de conducta.
b. Lo vivían en todas partes: “en el templo y por las casas”.
Pero además, trasladan esta atmósfera del templo a las casas y viceversa. En los hogares comen juntos y
celebran diariamente la cena del Señor. A la reverencia, le unen amor, gozo y una santa disposición de verse
todos iguales, disfrutando de una satisfacción integral que Dios percibe como olor fragante.
No nos es fácil a nosotros unir adoración y comida con “alegría y sencillez de corazón”, porque tenemos
en mente que la reverencia es seria, mustia, con señales de melancolía, pero descuidamos la exteriorización
del temor de Dios. Podemos tener todos los síntomas humanos de reverencia, y sin embargo estar lejos de la
reverencia y temor de Dios. Pero si partimos de que el fruto del Espíritu es “amor, gozo, paz … etc.” (Gá.
5:22), nos parece que el equilibrio sano de todas estas expresiones juntas formaban la base de la adoración
en aquella primera comunidad cristiana. El gozo es el ingrediente esencial en el testimonio cristiano bajo
cualquier condición. Bajo una atmósfera muy agradable se asisten mutuamente (8:8; 13:52; 15:3) sin preten-
siones de aparecer como mejores o de ser más que otros. Así, el estilo de vida del templo es igual al de las ca-
sas, porque el lugar es lo de menor importancia.

[p 103] COMPONENTES DE LA ADORACIÓN

1. Oración: “mi casa, casa de oración será llamada” (Mt. 21:13).

2. Alabanza: “alabando a Dios” (Sal. 104:33; 135:1). Cantando con el


gozo natural de la vida cristiana (Col. 3:16).

3. Admiración reverente: “Adorad a Dios en la hermosura de la santidad” (Sal. 29:2)


(comp. Sal. 45:11; Jn. 4:23).

4. Atención a la Escritura: “la doctrina de los apóstoles” en práctica. Bajo la ley el sa-
cerdote debía juicio (Mal. 2:7) (comp. 2 Ti. 4:1–2).

5. Comunión hermanable: “hablando entre vosotros” (Ef. 5:19–20).


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D. Es una comunidad modelo


A la piedad y la popularidad, agregamos ahora el aumento. El dicho acuñado por la frustración “pocos
pero buenos”, no se puede avalar con la Biblia. Al contrario, la Escritura avala otra actitud: “Si son buenos,
son muchos” porque los “buenos” según Dios tienen sus bendiciones en actividad.
Aquellos hermanos eran de estos últimos. El Señor añadía pero ellos también lo hacían porque esa mane-
ra de ser y vivir atrae al pueblo. El buen Pastor forma su rebaño, pero ellos dan testimonio a la eficacia de
pertenecer a ese redil. Notemos entonces, cómo crece la comunidad.
a. [p 104] Divina en su origen: “el Señor”
El Señor que vela sobre su heredad sabe quiénes son alcanzados y cómo. El ensanchamiento en número
no depende directamente de los métodos empleados para alcanzar a las almas, sino de lo que hace el Señor.
Esto nos explica hasta cierto punto el origen de las deserciones, esa extraña desaparición de los “miembros de
la iglesia” o la frialdad de muchos “creyentes”. En verdad, se debe a la ausencia de la intervención divina en
la decisión de seguir a Cristo (comp. 5:14; 13:48). Ser miembros de la iglesia no es sinónimo de ser miembros
de Cristo.
b. Visibles en su estilo: “a la iglesia”
La controversia sobre “iglesia visible” contra “iglesia invisible” no tiene sentido en la vida diaria. Aunque
hablemos de una iglesia visible, no todos los creyentes ven a todos los miembros de esa iglesia visible, pero en
otro sentido el mundo tiene que observar la diferencia. De modo que podemos hablar de aspectos visibles. Los
nuevos se “separan del mundo” y se “unen” a la iglesia (11:24) para testimonio a la verdad. En principio hay
una separación visible y una unión indisoluble y comprometida.
Los convertidos no quedan “en el aire”, sino que deben comprometerse con la comunidad y lo hacen con
gozo. Aprenden a vivir en el mundo la vida de separados (Jn. 17:15–16), pero no son ovejas errantes. Son
miembros los unos de los otros (Ro. 12:5), componentes del cuerpo de Cristo. Hay quienes dicen ser ovejas
solitarias, y eso mismo nos hace pensar en dos cosas: no son ovejas, o son rebeldes porque la Escritura no
concibe ovejas sin redil.
c. Constante en su experiencia: “todos los días”
Viven un progreso repetido, gradual y constante que no depende de un solo factor, sino de la manera de
vivir. Hay una suma de cosas. Muestran amor, comunión, adoración e interés mutuo que forman la expe-
riencia de todos los días, y Dios ayuda para que su nombre se extienda (6:7). Viven el evangelio (v. 46) y se
transforman en evangelistas. La iglesia observaba diariamente el incremento en su número de miembros
(16:5; 17:11–12) (comp. 5:42).
d. [p 105] Redentora en sus efectos: “habían de ser salvos”
No reciben únicamente a “personas”, sino a personas determinadas a quienes el Señor ya ha salvado. La
salvación es una experiencia interior producida por el Espíritu, y no está relacionada con una apariencia de
religión sino con un cambio en el estado espiritual. El cristianismo ritual al que nos acostumbramos poste-
riormente no conoce de los riesgos que estos hermanos asumían. En la actualidad vemos “modos de creer” y
formas de manifestar esa creencia que no concuerda con el crecimiento que ese cristianismo vive (4:12; 1 Ts.
2:16).
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LA VIDA ESPIRITUAL DE LA IGLESIA

1. Basada en una nueva doctrina: “la doctrina de los apóstoles”

a. Mostrando el cumplimiento del AT

b. Centrada en la obra de Cristo y los propósitos del reino de Dios

c. Nutriendo el testimonio nuevo de los santos

2. Inspirada en un nuevo estilo de vida: “comunión … partimiento del pan … oraciones”

a. Arrepentimiento y fe en Cristo

b. Gozosa expresión por el poder del Espíritu Santo

c. Práctica de la comunión completa: adoración, oración y vida comunitaria

3. Alimentada por manifestaciones de la presencia de Dios: “Dios añadía cada día …”

a. Alegría y sencillez de corazón – testimonio

b. Favor, con todo el pueblo – atracción

c. Atención a la comunidad – servicio


55

[p 106]
CAPÍTULO 6
EL SURGIMIENTO DE LA OPOSICIÓN (3:1–4:31)
Acabamos de estudiar a la primera comunidad cristiana desde el punto de vista de Dios. Es la iglesia que
Dios quiere para sí, y a la cual le suministra todo el poder que necesita. Lucas describe a un cuerpo sano, sin
las interferencias del enemigo. Tenemos dos capítulos gloriosos sobre el reino de Dios y sus primeras activi-
dades. En lo que sigue veremos otras facetas con una mayor incidencia del mal y la actividad del reino de las
tinieblas para dañar el patrimonio de Dios.
A. El origen del primer incidente (3:1–10)
1Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2Y era traído un hombre cojo de
nacimiento, a quien ponían cada día a la [p 107] puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidie-
se limosna de los que entraban en el templo. 3Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el tem-
plo, les rogaba que le diesen limosna. 4Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5Entonces él les
estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te
doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. 7Y tomándole por la mano derecha le levantó; y
al momento se le afirmaron los pies y tobillos; 8y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el
templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. 10Y le recono-
cían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y
espanto por lo que le había sucedido.
Aunque en los evangelios pocas veces podemos ver a Pedro y Juan juntos, cuando lo hacen generalmente
es para mostrar o dar testimonio de algo. La tradición ha tratado de hacer a Juan menor, pero es probable
que tuvieran aproximadamente la misma edad. Lo importante, no obstante, no está en la edad sino en la ca-
pacidad de unir dos caracteres tan distintos y dos vidas dispares para hacer algo similar para el Señor. Supie-
ron trabajar juntos como pescadores (Lc. 5:10), oyeron el mismo llamado y recibieron el mismo bautismo (Jn.
1:41). Los dos prepararon la pascua (Lc. 22:8). Juan llevó a Pedro al palacio del sumo sacerdote (Jn. 18:16) y
presenció las negociaciones. Pedro negó al Señor y se distanció, pero la amistad no se enfrió porque con Juan
fueron al sepulcro en la mañana de la resurrección (Jn. 20:6).
Después de la resurrección creció aún más el afecto entre los dos, después que Pedro ajusta sus relaciones
con el Señor Jesús. Fue Pedro quien preguntó “Señor ¿y qué de éste?” (Jn. 21:21), señalando a Juan, pensando
que una decisión de Cristo los separaría del ministerio.
Ahora están definitivamente unidos, porque las rivalidades de la inmadurez pasaron al olvido (Mt. 20:20;
Mr. 10:35). Juntos van a Samaria (8:14) y también respaldan la labor de Pablo y Bernabé entre los gentiles
(Gá. 2:9).
a. La visita al templo
Los dos apóstoles están a punto de entrar al templo a las tres de la tarde, la hora del sacrificio. La tradi-
ción hebrea había establecido la hora tercia (9 de la mañana), la hora sexta (12 del mediodía) y la hora no-
vena (3 de la tarde) para la oración privada. Daniel tenía esa misma costumbre (Dn. 6:10, 13) y también
otros siervos de Dios (Sal. 55:17), aunque las frecuencias variaban (Sal. 119:164). Prácticas similares pare-
cen haber prevalecido hasta principios del siglo II, aunque las circunstancias cambiaron a causa de la poste-
rior desaparición del templo en el año 70 DC, y también por la extensión del evangelio en territorio gentil.
Además, la enseñanza de la Biblia es orar en todo lugar (10:4; 12:5; 16:13; Ro. 12:12; Col. 4:2) y en todo
tiempo, que es una [p 108] manera de dejar el judaísmo atrás y para siempre. Al margen de esta enseñanza
nos conviene observar la lección para nosotros: (1) “subían juntos”—unidad de propósito; (2) “a la hora de
la oración”—prolijidad en el horario fijado.
b. La presencia del paralítico
No sabemos si este era el único paralítico; pensamos que no. Seguramente había otros, pero a Lucas le in-
teresa destacar este caso porque tiene presente por lo menos dos cosas: (1) ilustrarle a Teófilo cómo eran los
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milagros que Jesús realizaba después “que fue recibido arriba” (1:2); (2) mostrar cómo la oposición no po-
dría destruir la comunidad de los santos.
Aunque hemos de estudiar el caso como algo real y práctico, no podemos dejar de decir que este hombre
es una figura de la triste situación de la humanidad: espiritualmente paralítica, cerca de la religión pero lejos
de Dios. Una humanidad en busca de favores de los hombres que no pueden dar las soluciones de fondo por-
que no tienen poder para enfrentar la situación.
Aunque en 2:43 vimos que “muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles”, este caso es el
primero que disponemos al detalle. Por esta causa es importante dedicarle atención.
Miremos en primer lugar al paralítico, desahuciado por la sociedad, con más de cuarenta años de dolor
en todos los sentidos: físico, moral, espiritual, etc. Era pobre y dependiente de la sociedad aun para el escaso
movimiento que podía realizar.
En segundo lugar, y lo que a nuestro juicio es lo más importante, está la actitud de Pedro y Juan como re-
presentantes de un cristianismo activo. Si bien lo que piensan encarar es un desafío, se interesan por el pró-
jimo, muestran interés por hacer el bien, y lo concretan.
Ambos “pusieron en él los ojos”, buscando penetrar en el secreto de lo que pasaba en el interior de esta
persona. Actuaron de un modo muy particular: (1) “Míranos”, es decir, pon en nosotros tu atención. No so-
mos igual que los demás, porque representamos al Dios viviente. (2) “Él estuvo atento”, es decir, logran que
preste atención. Están seguros de que tienen algo para él, pero el hombre ignora qué es. Los apóstoles quieren
que deje todo para descubrir en detalle todo lo que sucederá y posteriormente esté en condiciones [p 109] de
saber a quién atribuir lo acontecido. (3) Le hablan y se identifican con él. Pedro le dice: “no tengo plata ni
oro, etc.”, frase con la que el apóstol se hizo famoso hasta hoy. Parte de esa fama surge de que siendo los
apóstoles depositarios de las donaciones de la iglesia, no disponían de dinero para sí; y parte podría ser por-
que la iglesia que reclama ser sucesora de los apóstoles hoy tiene una fortuna incalculable.
La cláusula central de su dicho es: “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (v. 6), que
como veremos es el epicentro del terremoto producido en los religiosos del sanedrín. (4) Transforman al cojo
en un testigo, tomándole de la mano para ayudarle a concretar públicamente lo que acaba de oír.
Antes de analizar el método de la sanidad, es bueno que notemos cómo estos hombres vincularon la vida
devocional con la vida social. Ven a las personas en su necesidad y no se limitan únicamente a la “oración de
las tres de la tarde”. La lección es de actualidad. Tenemos la tendencia a desligar lo espiritual de lo social, y
para algunos hermanos nada tiene en común una cosa con la otra. Pero no es así porque en un sentido somos
luz, pero en otro sal metidos en la sociedad.
c. El “nombre de Jesucristo de Nazaret”
El paralítico instalado en la puerta la Hermosa, que algunos identifican como la de Nicanor de tiempos
posteriores, era la entrada principal oriental a los recintos del templo, desde el patio de los gentiles. Era boni-
ta y elegante. Por las constantes visitas que los creyentes hacían al templo, se conocen las experiencias de la
nueva comunidad.
Pero ahora se produce un verdadero incendio, al resonar “el nombre de Jesucristo de Nazaret” para dar
sanidad a uno de los más antiguos paralíticos. Para Pedro, hacer uso de su don de sanidad es normal. Tiene
una potencia que Jesucristo le otorgó y que puede dar simplemente impartiendo órdenes. Le dijo: “lo que
tengo te doy”. Opera en el mismo nombre que había exaltado en Pentecostés y por cuya autoridad miles co-
nocieron la verdad y fueron bautizados (2:38). Es la causa que encoleriza a los sacerdotes y produce la pri-
mera reacción virulenta contra la iglesia, reacción que estudiaremos más adelante.
d. [p 110] La reacción de la multitud
“Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios” (v. 9). El paralítico—ahora sanado—de inmediato pone en
funcionamiento sus nuevas capacidades mostrando a la gente al menos cuatro maneras para activar sus fa-
cultades restauradas: (1) “se levantó” y se afirmaron sus pies, cobró fuerzas; (2) inicia su camino de progre-
so: “anduvo”; (3) se compromete con sus benefactores: “entró con ellos al templo”; (4) agradece a Dios: “sal-
tando y alabando a Dios.”
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El testimonio es singular; la gente nunca había visto nada semejante y “se llenaron de asombro y espan-
to”. Esto último, posiblemente al observar que el Jesús despreciado por los hombres y crucificado como blas-
femo, era más poderoso que toda la religión y su aparato tradicional que no les había proporcionado nada.
B. Pedro explica el milagro (3:11–16)
11Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a
ellos al pórtico que se llama de Salomón. 12Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas ¿por
qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubié-
semos hecho andar a éste? 13El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorifi-
cado a su Hijo Jesús a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto
ponerle en libertad. 14Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15y
matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
16Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es
por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Mientras el paralítico sanado se aferraba a los apóstoles—quizás por temor o inseguridad—, la concu-
rrencia se agolpaba más y más para investigar el suceso. El pórtico (que quizás para completar el pensamien-
to deberíamos decir que consistía de una doble fila de columnas de mármol con techo de cedro) era muy co-
nocido por [p 111] Pedro, especialmente por la asistencia a las fiestas (comp. Jn. 10:23).
No podemos desconocer que la memoria de Pedro se incentivó al ver reunida en ese lugar semejante can-
tidad de gente. Es una multitud preparada para oír la explicación, no tanto de la sanidad, sino de la persona
en cuyo nombre Pedro la realizó.
La primera parte del discurso tiene tres objetivos principales.
(1) Procura ubicar a sus oyentes. Aunque muchos habían oído que el milagro se había producido en el
“nombre de Jesús de Nazaret”, estaban confundidos. Pedro les pregunta a qué se debe el asombro y por qué
se muestran confundidos sobre el origen del suceso. El apóstol siente que antes de ofrecer su explicación el
auditorio tiene que estar preparado para oír.
(2) Corrige la suposición generalizada sobre el origen del milagro. Algunos suponen que se trata de un poder
mágico nacido como recompensa a la piedad de aquellos hombres de oración. Pero la hipótesis es una des-
honra para Dios. Pedro quiere corregirla dejando a la concurrencia aun más desconcertada.
(3) Se asegura de que el camino para oír la verdad está libre de prejuicios. Si las suposiciones no hubieran sido
eliminadas, no hubieran comprendido bien el sentido del verdadero milagro, y la verdad se hubiera mezclado
con el error. Pedro obliga a su auditorio a creer una sola versión de lo ocurrido y no dos o más.

LA FE EN OPERACIONES
1. Por la fe los apóstoles viven la vida de oración (3:1)
2. Por la fe ven la necesidad del paralítico (3:4)
3. Por la fe Pedro puso en evidencia el valor del cristianismo:
– llama al paralítico a confiar: “míranos”
– le hace oír el nombre de poder: “Jesús de Nazaret”
– recibe lo que necesita: “se le afirmaron los tobillos”

a. [p 112] Anuncia al verdadero autor del milagro


Dios es la fuente de los milagros. La creación visible e invisible es la evidencia.
Cuando Pedro menciona al Dios de Abraham, de Isaac y Jacob, además de hacerles recordar las promesas
recibidas (Gn. 26:24; 28:13) también les señala que la redención o éxodo de Egipto fue a causa de ellos (Ex.
3:6, 15, 16; 6:3; 32:13), y que la restauración del cautiverio de Babilonia se debía a la misma causa. Dios
había demostrado su fidelidad con la nación a pesar de la idolatría en la que habían caído (2 R. 13:23; 1 Cr.
29:18; 2 Cr. 30:6). Tal como solían cantar, “Dios es misericordioso” (Sal. 136). El es quien en cumplimiento
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a su palabra (Is. 7:14; Mi. 5:2) envió a su Hijo Jesús, cuya encarnación es el más grande de los milagros de
todos los tiempos (Gá. 4:4).
b. Aclara el propósito de Dios
La dificultad existente en el pueblo hebreo no radicaba en la fidelidad de Dios o en el cumplimiento de
sus promesas, sino en la relación—para ellos extraña—entre él y Jesús de Nazaret. Así que Pedro da un giro a
su explicación diciendo que el mismo Dios (7:32) relacionado con Abraham es quien “ha glorificado a su
Hijo Jesús” (ver Is. 52:13).
Al ser así, lo que el judaísmo trataba de prolongar no tenía razón alguna. Los hebreos sabían que Dios
había glorificado a Moisés (Ex. 24:16; 2 Co. 3:7, 8) y había dado por terminada la era patriarcal. Pero no
podían (o no querían) comprender cómo la ley también había llegado a la culminación. Sin embargo, al
haber glorificado a Jesús (7:55; Lc. 24:26; Jn. 17:22, 24) Dios mismo trajo la dispensación de la ley a su legí-
tima finalización. Al rechazar a Jesucristo habían descartado la profecía más importante dicha por Moisés:
“Vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que
os hable” (v. 22).
La convicción de que Jesús es el Mesías le permite a Pedro abrir la puerta para puntualizar la fatalidad de
lo que habían protagonizado en el pasado inmediato. Utiliza cuatro verbos claves y muy duros contra la acti-
tud de ellos. Además, describe al Señor con los títulos mesiánicos que ellos bien conocían.
(i) [p 113] “Vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato”. Como ya lo había dicho en Pentecostés, Pedro
atribuyó al pueblo hebreo en general la culpa por la muerte de Jesús (v. 13). “Negar”, tal como él mismo lo
había hecho delante de los sirvientes del sumo sacerdote, es afirmar lo contrario o “rechazar” lo que Cristo
había afirmado y probado ser (Mt. 20:19; 26:2; 27:22–23). Lo hicieron por cuenta propia porque Pilato
había decidido soltarle.
(ii) “Vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida” (v. 14). La negación y
entrega se ve agravada por la persona a quien rechazaron. El “Santo” es uno de los títulos más venerados en
la expectativa mesiánica hebrea (comp. Sal. 16:10; 71:22; Is. 10:20; 47:4; 48:17; Mr. 1:24) que juntamente
con el “Justo” vitalizaron las esperanzas de la nación (Lv. 19:36). Ellos conocían las Escrituras de los profetas
que hablaban del que había de venir, pero cuando vino prefirieron un homicida y a Jesús lo hicieron ejecutar
(4:27, 30; Lc. 23:18, 19).
(iii) “Matasteis al Autor de la vida” (v. 15). En el momento de elegir, no advirtieron la diferencia entre un
supresor de la vida y el autor de ella. Por tener una conciencia desviada y sin libertad de análisis, se unieron a
la masa de fastidiados con los conflictos planteados por los sacerdotes. No comprendiendo la obstinación reli-
giosa prefirieron dar un corte, sin advertir que cortaban con el Autor de la vida, para escoger su propia
muerte, para ellos y sus descendientes (comp. Jn. 1:4; 5:26).
Dios revirtió el rechazo y lo utilizó para mostrar su soberanía. Resucitó al Señor Jesús en la manera en
que lo hemos estudiado, y constituyó a los apóstoles en testigos (v. 15) (comp. 1:8).
c. Atribuye el milagro al Señor Jesús
El v. 16 es la clave para comprender este y otros milagros. Los apóstoles que vieron la resurrección del
Señor Jesús conocen también el efecto del Espíritu. Tienen que creer en lo que poseían y en las palabras del
Señor. Necesitan fe para utilizar tanto poder y no atribuirse para sí los resultados. Es por la fe en el nombre
de Jesús (comp. Hch. 14:9–10) que este hombre está sano. Pedro se esfuerza en ponerlos a ellos por testigos
de todo lo ocurrido tal como lo vieron y oyeron, agregando: “en presencia de todos vosotros”.
[p 114] C. El pueblo judío tiene una nueva oportunidad (3:17–21)
17Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes.
18Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había
de padecer. 19Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de
la presencia del Señor tiempos de refrigerio, 20y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; 21a quien de
cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló
Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
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Lo interesante en la predicación de Pedro es el modo en que utiliza las circunstancias inexplicables para
los presentes a fin de presentar a Cristo. Así ocurrió en Pentecostés y vuelve a suceder ahora. Una vez que
explica el incidente, aleja la atención puesta en el paralítico y en ellos mismos, para insistir en los propósitos
de Dios.
Pedro comienza su explicación dirigiéndose al auditorio como a sus “hermanos” (de sangre) para eviden-
ciar su identificación con el pueblo hebreo. Trata de mostrarles que Dios retiene la solución. Sigue siendo
perdonador (Sal. 103:3; Jer. 31:34) aun del asesinato cometido contra Cristo. No disimula el pecado, pero
Cristo pagó el precio de la remisión (Mt. 12:31–32). Pese a estar relacionados con las Escrituras, Pedro les
recuerda la ignorancia que tenían de ellas (1 Co. 2:8), por cuya razón perdieron la noción de los propósitos
de Dios (Ro. 10:3). La ignorancia como sistema propio de conducta aísla de la realidad porque crea miedos y
falsos celos (Hch. 17:23–30) que pueden finalizar destruyendo la verdad en todas sus formas (comp. 1 Ti.
1:13).
Pedro no sólo denuncia sino que además barre la ignorancia y les confirma que Dios “ha cumplido” es
decir completado su designio. Lucas utiliza especialmente este verbo en cuanto al cumplimiento de la palabra
de Dios (ej. Lc. 1:20; 4:24; 21:22, 24; 24:44). En este caso está consumado lo que había anunciado antes (Sal.
22:1–8; Is. 50:6; 53:1–12).
Al decirles “sé que por ignorancia lo habéis hecho”, Pedro les recuerda la provisión que había en la ley
para expiar los pecados de [p 115] ignorancia que ahora habían sido cargados sobre Cristo (Nm. 15:27). No
estaban exentos de culpabilidad, pero tenían abierta la puerta de la salvación.
Habiendo probado que se hallaban mal con Dios, Pedro comienza el desafío con sus correspondientes re-
sultados.
a. Arrepentimiento y perdón
El arrepentimiento comienza por “cambiar la mente”, y esto conduce a un cambio de proceder. El poder
para el cambio viene de la obra del Espíritu (Jn. 16:9), y la ocasión para hacerlo es una gracia divina. El pri-
mer paso en el arrepentimiento es abrir nuestros ojos para ver las cosas tal como Dios nos las muestra (comp.
Ez. 22:2; 43:10).
El pueblo que acaba de oír a Pedro y sus indicaciones, ahora tiene que obedecer tal como había ocurrido
en Pentecostés (2:38). El arrepentimiento es el paso previo a “volverse a Dios”. Para renunciar al error tenían
que saber el camino hacia la verdad y Pedro se encarga de hacérselos saber (2 R. 23:25; 2 Cr. 7:14). Dice
Nehemías 1:9: “si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, … os recogeré
y os traeré al lugar que escogí…”
El arrepentimiento no es únicamente llanto por el error, sino convicción para volver a Dios. De modo que
prácticamente está unido a la conversión (Os. 12:6; 14:2) como si fuera parte de ella. Pedro les dijo: “arre-
pentíos y convertíos” como un paso previo a ser perdonados (9:35; 11:21; 14:15).
Los pecados son una cuenta que no podemos pagar, y en el caso de ellos agravada por la persistencia co-
ntra el Señor Jesús. Es entonces muy adecuada la expresión “borrados vuestros pecados”, en la que “borrar”
es exaleipho̅ que significa “obliterar” (Col. 2:14; Ap. 3:5). Es el único pasaje en el cual este verbo está rela-
cionado directamente con los pecados. Subyace detrás la figura de una lista con los requisitos legales que
cataloga los pecados y que abruma por su cantidad y magnitud. Borrar es el único verbo que cabe. Tal como
lo imploraba David: “… borra mis rebeliones” (Sal. 51:1) (comp. Is. 43:25).
60

[p 116] CONVERSIÓN
1. No es un cambio externo ni una reforma del andar; es
volver a Dios (1 Ts. 1:9).
2. No es un cambio de doctrina o de religión; es un retorno
a la palabra de Dios (Hch. 2:37–42).
3. No es optar por un camino mejor en circunstancias de
apremio; es obedecer el llamado divino (Jer. 3:12, 14, 22; Os.
14:1–4).
4. No es superficial o liviana, sino que es el camino al nuevo
nacimiento (Hch. 11:21).

b. Alivio y refrigerio
Es el primer resultado del perdón. La vida espiritual depende de la intervención de Dios y de su suminis-
tro constante. Es como una lluvia que alivia el calor y enfría la temperatura (Is. 35:1; 44:3; Ez. 34:26), o co-
mo la peña en cuya sombra se pueden pasar las horas de mayor calor del día. Es además tiempo de reposo
porque el alma renovada tiene ansias de vivir cerca de Dios y en paz (comp. Is. 25:6). Es tiempo cuando se
ponen en claro las culpas y se comienza a vivir la satisfacción. El término anapsyxis utilizado para describir
el “refrigerio” se halla únicamente en este lugar en el NT. Un verbo similar hallamos en 2 Timoteo 1:16: “…
Onesíforo, porque muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas” (comp. Ex. 8:15).
c. La venida de Cristo y la restauración
Pedro vuelve a utilizar el verbo apostellô para enseñar sobre la segunda venida de Cristo. Los evangelios
asientan su doctrina sobre el principio de que Cristo había sido enviado (Jn. 3:17, 34; 6:57; 20:21). Era bási-
co que fuera así, de otro modo no podía ser el Mesías (Jn. 10:36). Al terminar esa labor dijo: “Yo te he glorifi-
cado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Jn. 17:4). Ahora Dios lo vuelve a enviar. La
primera venida fue para dar a conocer el nombre de Dios (Jn. 17:6), la segunda más vale su justicia y juicio.
El predicador no les da detalles del programa, solamente lo anuncia.
(i) [p 117] La persona: Jesucristo.
Es el punto clave del programa. ¡Jesucristo otra vez! Repite lo que los dos seres celestiales dijeron: “este
mismo Jesús … así vendrá…” (1:11). Aunque su nombre sugiere salvación, simpatía y condescendencia (Mt.
1:21), las condiciones y objetivos cambiaron, y su venida tiene otro cariz (Lc. 20:16–18).
(ii) Quien envía: Dios.
Nos explicamos así la misión actual del Señor Jesús, que vive siempre para interceder. Pero el propósito
no está terminado, es necesario que vuelva. Como en el primer caso esta labor también es operación de Dios
(comp. Jn. 16:16–22).
(iii) El momento: Tiempos de refrigerio.
Cristo está siempre presente por medio del Espíritu (Mt. 28:20), pero no siempre en persona como dice el
texto porque las mismas palabras sugieren que hay un período de ausencia. “Tiempos” tal como lo vimos
anteriormente habla de formas especiales de la acción de Dios. El Señor les había dicho que a ellos no les co-
rrespondía saber el funcionamiento de los tiempos o de las “sazones”. Pero ahora Pedro demuestra saber algo
más del tema de lo que nosotros creemos que sabía (comp. Mt. 19:28). El sabe que Dios tiene el propósito de
“restaurar”, es decir, devolver al universo la fisonomía perdida por el pecado. Pedro encuentra un paralelo
interesante con este pasaje cuando habla de los “cielos nuevos y tierra nueva” de los que escribe a los espar-
cidos (2 P. 3:10–14).
En verdad son varias las esferas a restaurar: (1) La naturaleza, que ahora gime en su descomposición. Sa-
bemos que a causa del pecado aparecieron los espinos y los cardos que terminaron con la vista placentera de
la primera civilización (Ro. 8:20–22). (2) La sociedad: muchos problemas se nos presentan para aclarar el
61

modo en que Dios hará la sociedad del futuro. Tampoco en este caso ingresaremos en las varias interpreta-
ciones existentes porque no aportan luz al texto que estudiamos. Nos atrevemos a asegurar que, siendo el
alma de las personas el elemento esencial de perturbación, Dios anuncia ahora a todos los hombres que se
arrepientan (17:30–31). Partiendo de este principio, la nueva comunidad crece obedeciendo los propósitos
de Dios para todos los tiempos.
[p 118] El término apokatastasis utilizado aquí por única vez en el NT crea en los oyentes una orientación
escatológica. Está relacionado con lo que el Señor Jesucristo denominó “la regeneración” (Mt. 19:28) que
ocurrirá cuando él mismo vuelva.
D. Jesucristo es el profeta prometido (3:22–26)
22Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos,
como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; 23y toda alma que no oiga a aquel profeta, será des-
arraigada del pueblo. 24Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han
anunciado estos días. 25Vosotros sois los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros padres,
diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. 26A vosotros primeramente,
Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su
maldad.
Ahora Pedro echa mano al pasaje de Deuteronomio 18 que inicialmente fue pronunciado para prevenir a
los israelitas de su tendencia a la idolatría. Moisés quiso advertirles que Dios tenía su método propio para
hacerles saber su voluntad, y no les era necesario—ni legítimo—consultar a los ídolos como hacían los demás
pueblos.
Además, estaba en su propósito completar la revelación por medio de un profeta levantado por su mano y
su voluntad. Los judíos estaban confundidos sobre quién era “el profeta” (Jn. 1:21; 6:14; 7:40), pero no los
cristianos, como podemos comprobarlo en este caso.
a. El dicho de Moisés
El oficio del profeta es revelar la voluntad de Dios. Moisés proclamó la venida de un profeta excepcional
(comp. He. 3:2–7). Una persona que por una parte completaría la revelación, y por otra era la revelación de
Dios (Jn. 1:18). Los profetas fueron los instrumentos para unir las declaraciones de Dios, preparando el ca-
mino para la llegada de la Palabra (Logos) o Verbo de Dios (Jn. 1:1; He. 1:1) (comp. Jn. 8:26). De modo que
entre Moisés y Cristo, todos los profetas fueron en realidad precursores y mensajeros del único [p 119] profe-
ta. Los judíos que se habían acostumbrado a desobedecer a los enviados de Dios (7:52) hicieron lo mismo con
Jesucristo, sin advertir que ahora las cosas eran diferentes: “toda alma que no oiga a aquel profeta, será des-
arraigada del pueblo” (v. 23) (comp. Lc. 10:10, 12, 16; Mt. 21:37–38).
b. La voz de los profetas
Samuel es considerado como el primero de los hombres de la línea profética. Fue además quien ungió al
primer rey y estableció la soberanía en Israel. Samuel conoció el propósito en el establecimiento del trono en
Israel (2 S. 7:12).
Pedro resaltó la unidad de la profecía, a pesar de las diferencias en los caracteres, tiempos y trasfondos de
las personas involucradas. Les dijo claramente que “cuantos han hablado, también han anunciado estos días”
(los días de la venida del Mesías, v. 24) sin detallar a qué personas aludía.
El Señor Jesús mismo se había encargado de mostrarles “en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lc.
24:27), tema que con seguridad continuó abordando durante los cuarenta días que pasó con ellos después de
la resurrección.
El apóstol denominó a su auditorio “los hijos de los profetas” (v. 25; comp. 2:39; Ro. 9:4) para destacar
sus privilegios y resaltar la responsabilidad que les cabía por haber rechazado al Señor Jesús, ignorando que
Dios había cumplido sus promesas.
c. La bendición de Abraham
Además Pedro los relaciona con “el pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu
simiente serán benditas todas las familias de la tierra” (v. 25) (Gn. 12:3; 22:18; 26:4). Para los hebreos el
62

pacto era sagrado y consistía en cortar por el medio uno o varios animales escogidos. En el momento estable-
cido los pactantes pasaban por entre las partes divididas (Gn. 15:8–18),1 dejando establecido un juramento
por sangre que solían ratificar [p 120] comiendo juntos algo de los animales o simplemente untando con
sangre alguna parte de la mano.
La separación en mitades tenía el objetivo de graficar lo que ocurría y señalar la responsabilidad de los
involucrados bajo el lema: “así me hagan si no cumplo lo que pacto”. Israel no cumplió las condiciones del
pacto, aunque prometió hacerlo (2 Cr. 29:6) y ya sabemos lo que sucedió. Dios, a pesar de castigarlos, con-
serva su fidelidad en todos los términos (Dt. 7:9; Is. 49:7) y les reitera su benevolencia.
d. La presencia de Jesucristo
Pedro resume en pocas palabras la bendición a Abraham. Cristo nació entre su pueblo como si fuera uno
de ellos (comp. Ro. 15:8; He. 2:14). Lo hizo para concretar el pacto de la redención pero ellos no lo acepta-
ron. Notemos algunos detalles:
(1) Dios levantó a su Hijo (comp. v. 22). Lo hizo para que instruya al pueblo en la voluntad de Dios (Is. 61:1),
tal como lo llevó a cabo durante tres años y medio (Jn. 7:16, 18, 28). Sus predicciones proféticas tenían todos
los ingredientes de los profundos mensajes de los hombres del AT, con el agregado de que él hablaba lo que
había oído cerca de Dios (Jn. 8:38). Puso delante de la nación sus credenciales de Mesías (Jn. 5:33–47) pero
ellos no las aceptaron.
(2) Dios lo envió para ser una bendición (comp. 1 P. 3:19). Vino para salvar, redimir y libertar (Ef. 1:7; Tit.
3:5). La nación estaba bajo el yugo romano, que era solamente una figura de la verdadera esclavitud que
soportaban (Jn. 8:44). El perdón de los pecados es la bendición esencial (Mt. 9:2) porque abre la puerta a una
nueva relación con Dios (Ro. 5:1). Cristo quitó el obstáculo entre Dios y nosotros (Is. 59:2), pero Israel no lo
advirtió y siguió viviendo el obstáculo.
(3) Dios anhela que cada uno se convierta de su maldad (comp. Sal. 132:1–2). Al utilizar nuevamente el verbo
“convertir”, Pedro trata de inculcarles qué es lo que Dios espera de ellos. Dios los sigue esperando, de ahí la
necesidad de la conversión (Ex. 18:20). Tenían que sentir la culpa para volverse a él (Lc. 13:3).

[p 121] INTERPRETACIÓN SUGERIDA DE LA ESCATOLOGÍA DE PEDRO

Resurrección “el cielo recibe a Cristo hasta “que envía a Jesucristo”


de Cristo …” (3:20)
(3:15)

“tiempos de refrigerio …”
(3:19)

“vengan de su “restauración de todas las cosas”


presencia” (3:21)

SEGÚN DIOS HABLÓ POR BOCA DE SUS SANTOS PROFETAS

E. El concilio encara el contraataque (4:1–4)


1Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los sa-
duceos, 2resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.
3Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. 4Pero muchos de
los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil.

1 Eneste caso por tratarse del pacto de redención que solamente Dios puede hacer, no se menciona a la otra persona (comp. Ex.
2:24; 34:27; Dt. 5:2).
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Como la conversación y aconsejamiento de Pedro—que Lucas denomina hablar al pueblo—gira en torno


a la resurrección de Cristo, es lógico que los saduceos2 que no creían en este milagro (23:8), fueran los ini-
ciadores de la persecución (5:17). Pertenecían a una clase social de categoría y por tener aspiraciones políti-
cas mantenían buenas relaciones con los romanos.
Aunque no resulta claro cuál fue el origen de la secta saducea, los historiadores se inclinan por la versión
de que el grupo floreció en un movimiento fundado por un sacerdote llamado Sadoc del cual [p 122] leemos
en el libro de Ezequiel (44:15; 48:11). Los saduceos decían representar el punto verdadero de la religión. Se
unieron a los “sacerdotes” que oficiaban en el momento y buscaron al “jefe de la guardia” del templo para
completar un juzgado unido. Los sacerdotes, para objetar la distorsión del oficio religioso; la guardia, para
probar “desorden”; los saduceos por “la doctrina o enseñanza impartida” (comp. Lc. 22:52).3
a. La enseñanza de los apóstoles
Si hacemos un breve repaso de este y otros discursos de Pedro, veremos que se polarizaban alrededor del
cumplimiento de las Escrituras especialmente con la muerte y resurrección de Cristo. En este caso, Pedro
educa al pueblo a mirar la realidad de lo que Dios está haciendo. Los instruye a reaccionar para bien de sus
almas. El método también compartido por Juan consiste en “hablar.” Lo hacen utilizando dos canales. Prime-
ro, “enseñan” que no se detengan en la tradición. Segundo, “anuncian”4 es decir insisten con vehemencia en
que la resurrección de Cristo es una prueba de la existencia de la resurrección (23:6–8; 24:15; 26:6–8; 1 Co.
15:12–17).
b. La reacción de los religiosos
Una de las últimas invitaciones que Pedro había recibido era: “Sígueme” (Jn. 21:19). No lo había hecho
antes pero ahora está preparado para seguir el camino del Maestro, sobre todo frente a la presión que hacen
los religiosos para detener el avance del nombre de Jesucristo (comp. 1 P. 3:17; 4:16). El diablo tiene muy
buenos soldados dentro de la religión. Son personas resentidas que, incentivadas por el rencor, hacen cual-
quier cosa. El término resentido, traducido “enojo” [p 123] en otras versiones, significa “estar profundamen-
te contrariado (16:18) o dolorido”. Los religiosos retenían la autoridad para detener (Mr. 14:43) y arrestar
por delitos contra la ley judía pero no podían aplicar la pena de muerte.5
c. Los resultados: cinco mil almas más
Cristo fue glorificado, los dirigentes confundidos, y muchas almas salvadas. “Muchos de los que habían
oído la palabra, creyeron”. Se dieron cuenta de que Pedro hablaba con poder la Palabra de Dios, y la indigna-
ción de los religiosos no tenía base.
F. Pedro y Juan ante el Sanedrín (4:5–12)
5Aconteció
al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, 6y
el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdo-
tes; 7y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros
esto? 8Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: 9puesto
que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido
sanado, 10sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret,
a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra pre-
sencia sano. 11Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza
del ángulo. 12Y en ningún otros hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres,
en que podamos ser salvos.

2 Secta de los judíos: ver introducción.


3 Eljefe de la guardia era un cargo que Lucas menciona en plural (Lc. 22:4) y que también aparece en el AT (Jer. 20:1). Estaba a
cargo de los levitas, especialmente de los que mantenían la vigilancia nocturna del templo. Quizás el Sal. 134:1–2 dé una idea de
sus funciones.
4 Notar el uso de los distintos verbos: hablar (gr. laleô), enseñar (gr. didaskô, de donde proviene “didáctico”), anunciar (gr. katan-

gell, de angell, anunciar un mensaje).


5 Lo sucedido con Esteban y Jacobo (7:59; 12:1) es un abuso de autoridad porque no poseían la autorización del procónsul. Los

romanos cuidaban la seguridad personal de sus ciudadanos, pero no ponían la misma atención por los demás.
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De todas las instituciones antiguas, pocas despiertan más interés que el sanedrín. Según la tradición tuvo
su origen en los días de Moisés (Ex. 18:24–26; Nm. 11:16–24) y continuó durante el tiempo [p 124] de los
reyes (Jer. 26:8; Ez. 8:11). Leemos del funcionamiento de este foro religioso en los Evangelios, y se lo deno-
mina concilio (ej. Mt. 5:22; 26:59). Había dos clases de concilios. El superior o supremo compuesto por se-
tenta miembros y un presidente; y el menor o pequeño, compuesto por veintitrés miembros nombrados por el
anterior. Por razones religiosas, por mucho tiempo tuvo capacidad de mantener leyes severas (Dt. 17:12–13),
pero durante el Imperio Romano la sentencia de muerte tenía que ser ratificada por el procurador.
En el caso del incidente que estudiamos, se reunió el tribunal supremo presidido por el sumo sacerdote. El
origen de los otros miembros mencionados es incierto. Aunque según Josefo, Alejandro era hermano del his-
toriador Filón (Ant. XVIII, VIII:1) y Juan era un rabino de la escuela de pensamiento de Hillel que posterior-
mente llegó a ser presidente del concilio.
Aunque los apóstoles estaban presos, la reunión de todas esas figuras con posibles asesores técnicos nos
muestra la profundidad del peligro que avizoraban y el miedo que tenían. Veían venir una gran tormenta y
no sabían cómo manejar el tema por la presión popular y la capacidad espiritual de los hombres de Dios.
a. La pregunta obligada: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?”
El sanedrín se reunía en semicírculo, de modo que los pusieron “en medio”. Seguramente todos miraban
a los apóstoles buscando asustarlos, porque siendo la autoridad religiosa máxima en Israel, no habían sido
consultados. La palabra “potestad” es aquí dynamis, traducida en otras partes como poder, y el “nombre” es
el equivalente a autoridad.
Demandaban ser informados sobre el origen del poder y de la autoridad para ponerlo en acción. Aunque
saben cómo ha ocurrido el milagro, en lugar de admitirlo buscan hallar algo “válido” para declararlo un
fraude (comp. Mt. 12:24, 31, 32).
b. La respuesta de poder: “en el nombre de Jesucristo de Nazaret”.
Lucas señala que Pedro recibió una unción fresca del Espíritu para llenarlo de poder e inspiración (4:8;
comp. 13:9). Aunque [p 125] el Espíritu permanece en el cristiano desde su conversión (Ef. 1:13; Ro. 8:9–
11), en ciertos momentos especiales de decisión o prueba Dios provee el suministro necesario para esa cir-
cunstancia (Gá. 3:5; Fil. 1:19). Así ocurrió en el caso que estudiamos. La desazón de los gobernantes se acre-
cienta al recibir una respuesta que podríamos considerar así:
(1) La actividad del Señor Jesucristo. Aunque había muerto por el anticipado consejo de Dios como ya lo
hemos estudiado, los instrumentos del rechazo fueron los responsables de la ejecución (2:36). Observemos
que es la tercera vez que Pedro repite la frase “vosotros crucificasteis” (2:23–24; 3:15). Ellos habían sido los
canales para que Dios mostrase su voluntad, su gracia y su poder al resucitarlo de los muertos. Por ese hecho
tan trascendente el “nombre” de Jesús pasó a estar sobre toda autoridad (4:7, 10, 12, 17, 18, 30; 5:28, 40,
41; 8:12; 9:27, 29) con legítimas credenciales que nadie puede discutir, y es el nombre ante quien toda rodi-
lla se habrá de doblar (Fil. 2:7–9).
(2) La posición del Señor Jesucristo. Pedro cita a continuación un texto clave del Salmo 118 ya referido con
anterioridad por el mismo Señor Jesús (Mr. 12:10). Lo hace para certificar que lo sucedido está de acuerdo a
la Escritura (Mt. 21:42; 1 P. 2:4–8).
La “piedra angular” colocada en la cúspide del edificio que sirve para unirlo, es una expresión proverbial
en la Escritura que tiene probablemente varias aplicaciones. Por haber sido cuidadosamente elegido para dar
forma al propósito de Dios (comp. Zac. 4:7) formaba el edificio pero no era una piedra más de él, porque
venía de Dios. Los judíos lo habían desechado (comp. 1 S. 8:7) porque no compaginaba la “construcción”
que ellos levantaban. Para ellos Jesús es un apóstata que va en contra de los intereses del pueblo, pero para
Dios es el Mesías.
(3) La singularidad de Jesucristo. Pedro ingresa en el tema central. Con el paralítico sanado delante y sin
ninguna acusación del concilio, comienza a explicar por qué Jesucristo es una figura excepcional. Unos tres
meses atrás en ese mismo lugar y prácticamente delante de las mismas personas Pedro había protagonizado
su negación. Había dicho que no conocía al Señor, jurando delante del pontífice estar desvinculado de él.
Pero ahora Dios le permite [p 126] borrar esa triste imagen del pasado. Comienza la predicación y los miem-
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bros del sanedrín (incluidos los teólogos) están espantados escuchando uno de los discursos más penetrantes
del NT.
c. La fuente de la salvación completa
Si lo que dijo nos sorprende a nosotros, podemos imaginar las caras de los religiosos y el silencio de la es-
cena cuando Pedro comienza a:
(1) Destruir la objeción. Los judíos habían obrado con odio. El estado de ánimo no les permite pensar en lo
ocurrido, pero Pedro los desafía, enjuiciándolos por haber crucificado a la persona aprobada por Dios. La
resurrección es una prueba que no admite más discusión.
(2) Explicar la verdad. Podemos decir que somos salvos por alguien conocido y viviente. Es una persona que
los hebreos del AT conocían por figuras o metáforas. Leemos de la “simiente de la mujer”, de Silo, de la raíz
de Isaí, de Renuevo y decenas de nombres, pero ahora sabemos que es Jesús. En consecuencia, “en ningún
otro hay salvación” (v. 12; Ro. 10:13; 1 Jn. 2:2). Es una salvación profetizada (Is. 45:22), única y completa
(Is. 1:18; 55:1). Solamente en Cristo Dios encontró satisfacción.
(3) Reiterar definitivamente el principio salvador. El término griego stria (salvación)—que los judíos aplicaban
principalmente a las condiciones de vida, salud física o persecución de los enemigos, pensando en la calidad
de vida como nación—cobró una nueva dimensión. Pedro les muestra que el mayor peligro está en tener una
mala relación con Dios. Lo que simboliza el día de la expiación, ya estaba consumado. Ellos conocían la ce-
remonia, pero Pedro había experimentado la explicación en él mismo. Conocían los sacrificios y la calidad de
los animales para el holocausto, pero él había visto al Cordero de Dios y sabía qué otras dimensiones Dios
tenía previstas para la salvación.
El énfasis profético sobre la transformación interior demostraba la necesidad de cambio (Lc. 4:18; 7:50;
9:56), que ahora era posible en Cristo (Is. 65:17; Jer. 31:33, 34). El sanedrín sabe todo esto pero no quieren a
Jesucristo y lo rechaza de corazón, [p 127] pero la afirmación quedó como una lápida sobre los corazones:
“En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que poda-
mos ser salvos” (v. 12).
G. La reacción del Concilio (4:13–18)
13Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se
maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. 14Y viendo al hombre que había sido sanado, que
estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. 15Entonces les ordenaron que saliesen del concilio; y
conferenciaban entre sí, 16diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha
sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. 17Sin embargo, para
que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre
alguno en este nombre. 18Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el
nombre de Jesús.
El relato de Lucas es suficientemente claro como para que podamos ver en los religiosos una mezcla de
sorpresa con impotencia e incapacidad de reacción. Es como si estos dos hombres los hubieran encerrado en
la jaula que habían preparado ellos mismos para atrapar a los siervos de Dios. No tuvieron palabra alguna en
contra de la apología y aceptaron los gravísimos cargos formulados, con tal de no producir más efervescen-
cia. En cambio, reconocieron en los apóstoles ciertas características que por su importancia pasamos a estu-
diar:
a. La valentía divina
La persecución puede intimidar a los inseguros, pero ennoblece a los espirituales. Pedro y Juan demostra-
ron algo más que capacidad humana para la defensa. En los días de la oposición, hay una diferencia sustan-
cial entre el cristiano y el incrédulo. La valentía del cristiano nace de su comunión con Dios; el incrédulo
confía en las armas.
Denuedo significa sin nudo, traducida del griego parrhe̅sia, libertad o franqueza para hablar (2 Co. 7:4;
1 Ti. 3:13); libertad que en el caso de ellos nace en la plenitud del Espíritu. Demuestran su denuedo con tres
actitudes: (1) La manera respetuosa de asumir [p 128] la defensa. Hablan con aplomo y valentía acerca del
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Señor Jesús. (2) El modo preciso de los cargos. Les muestran su ignorancia en temas claves, pero no descien-
den al lenguaje de agravio personal. Sin embargo, destacaron el pecado de haber rechazado al Ungido. (3) Al
decir: “en ningún otro hay salvación …” barren con las religiones incluida la judía.
b. La sabiduría espiritual
Los enemigos percibieron (10:33–34; 25:25) algo excepcional en dos hombres sin escuela rabínica (Jn.
7:15). Los apóstoles actúan tal como el Señor Jesús les había enseñado (Mt. 10:20) y el Espíritu proveyó para
la emergencia. A nosotros nos incumbe acumular conocimiento, y el Señor ordena cómo y cuándo utilizarlo.
También podemos advertir cómo opera el Espíritu pues pudieron producir una afirmación sobre el poder
de Cristo. La pregunta fue “en qué nombre o autoridad” y la respuesta, “en el nombre de Jesucristo de Naza-
ret”. Además les informaron dónde se hallaba la salvación y cómo se había manifestado. Ellos estaban facul-
tados para hacer una declaración sobre la ilimitada soberanía del Señor: “no hay otro nombre bajo el cielo
…”
c. La influencia santa
El término “reconocer” significa mucho más que simplemente darse cuenta, más vale es advertir en pro-
fundidad. Jesucristo había hecho en ellos una labor singular y transformadora; podían hablar en su nombre
porque realmente eran cristianos.
La pregunta “¿qué haremos con estos hombres?” era un serio dilema. ¿Cómo disminuir su influencia? La
“señal manifiesta” y “notoria” (10:38) es ya imposible de anular (Jn. 7:10).
H. La primera respuesta de los apóstoles (4:19–22)
19Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes
que a Dios; 20porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21Ellos entonces les amenazaron y
les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios
por lo que se había hecho, 22ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de
cuarenta años.
a. [p 129] La conducta que observaban era coherente
El principio a seguir no era qué cosas debían evitar, sino cuál era la senda que inteligentemente deben se-
guir. Lo que hacen bien puede soportar el juicio humano. “Juzgad si es justo” (comp. Pr. 28:1), es el desafío.
Es decir, “pongamos las conductas en la balanza; nosotros sabemos que obedecemos a Dios, pero ustedes no
nos dicen a quién obedecen”. Lo que les solicitan va contra la conciencia de los apóstoles (comp. Mt. 23:28;
Lc. 12:1).
b. Tenían presente al Juez supremo
El sanedrín era una cosa, pero “delante de Dios” era otra. El desafío no es qué dice el pueblo, o cuál es el
criterio del tribunal, sino si es correcto delante de Dios que es el Juez justo (2 Co. 12:19; Gá. 1:4; Ef. 1:4). Es a
causa de esta ubicación que los siervos de Dios arriesgan todo, y mucho más sabiendo que ese tribunal con
testigos falsos condenó a Cristo.
c. Se inclinaron por la obediencia a Dios
Los apóstoles querían oír y obedecer las indicaciones de Dios. Tenían bien en claro los costos del nuevo
estilo de vida al cual habían sido introducidos por el Espíritu. Tenían un solo mandato y un solo juez. Eran
testigos y no podían dejar de “decir lo que habían visto y oído”. Sin hallar falta en ellos, y sobre todo temien-
do al pueblo, pensaron que las amenazas serían suficientes y los soltaron.
I. La iglesia pone el tema delante de Dios (4:23–31)
23Y puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancia-
nos les habían dicho. 24Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor,
tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; 25que por boca de David tu
siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? 26Se reunieron los reyes de
la tierra, y los príncipes se juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. 27Porque verdaderamente se
unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
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el pueblo de Israel, 28para hacer cuanto tu mano y tu consejo [p 130] habían antes determinado que sucedie-
ra. 29Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra,
30mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu
santo Hijo Jesús. 31Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron lle-
nos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.

LECCIONES SOBRE LA COMUNIÓN

1. Es atractiva: Puestos en libertad vinieron a “los suyos”

2. Es espiritual: “Alzaron unánimes la voz a Dios”

Reconocen: a. Su autoridad “Soberano Señor”

b. Su poder “Hiciste el cielo y la tierra”

c. Su revelación “Por boca de David tu siervo dijiste …”

d. Su predestinación “Tu consejo había antes determinado …”

3. Es dependiente: “Mira … concede … extiende”

4. Es revitalizante: “Todos fueron llenos del Espíritu …”

a. Hablaban con denuedo

b. Eran de un corazón (v. 32)

c. Ninguno decía ser propio lo que tenía

d. Gran poder para el testimonio

a. La actitud de los apóstoles


Al salir los apóstoles “vinieron a los suyos” (comp. 24:23) en busca de abrigo, consolación y consejo
(comp. 1:15; 4:41–42). Lucas vuelve a mostrar el valor de la koino̅nia para la extensión del evangelio. Toda
la iglesia está involucrada en la labor de ser testigos, no solamente sus líderes. Además, el relato que Pedro y
Juan producen no está centrado en el milagro, ni en el regocijo del [p 131] pueblo o la respuesta de las cir-
cunstancias. Aunque seguramente refirieron todo esto a la iglesia, el tema central es: “lo que los principales
sacerdotes y los ancianos les habían dicho” (v. 23). No se gozan tanto en las victorias como para perder de
vista los peligros. Hay un sano equilibrio que les ayuda a buscar el rostro del Señor.
b. La oración de la iglesia
El informe unánimemente recibido tuvo también una respuesta unánime. La oración no es el origen de un
movimiento sino el resultado. La oración comienza con la observación de nuestra limitación y mira a la inex-
tinguible riqueza de Dios (Is. 40:26).
(1) Adoración. Lo que leemos en el v. 24 es otro milagro. La multitud levantó unánime la voz a Dios. No es un
vocerío donde todos oran juntos y cada uno tiene su versión propia, en cuyo caso la unanimidad se restringe
únicamente a que todos hablan al mismo tiempo y no a la oración. La iglesia ahora está unánime en el sentir.
Es un concierto de corazones y no de voces (notar la diferencia en 19:32).
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Lo primero que pronuncian es: “Soberano Señor”,6 que es la manera en que el esclavo reconocía la auto-
ridad de su señor y dueño. Estos hermanos, conociendo algo de la eternidad de Dios, querían honrarle en su
corazón poniéndolo en un sitio más alto que las amenazas del sanedrín. Saben que la iglesia no es una comu-
nidad dependiente de la religión sino del Señor. Cabe notar que el término que aparece pocas veces en el NT
no sólo se lo emplea para Dios como en este caso (Lc. 2:39; Ap. 6:10), sino también para el Señor Jesús (2 Ti.
2:21; 2 P. 1:2; Jud. 4). Nosotros no podemos utilizar con la misma libertad la palabra “déspota” porque la
mente humana la ha pervertido y transformado en una expresión de arbitrariedad y venganza anidada en
corazones resentidos por el pecado.
(2) [p 132] Poder. Antes de iniciar la petición comienzan la oración con un repaso sobre la actividad que los
ayuda a confirmar la soberanía divina.
En primer lugar, creen en su poder creador. La oración es la manifestación visible que más rápidamente
nos permite captar la grandeza infinita de Dios. No vemos toda la creación, pero lo que vemos nos ayuda a
entender lo pequeños que somos frente a su inmensidad (Ro. 1:19–20). Si así es lo creado, ¿cómo será el
Creador? Por la creación aun los paganos pueden ver la grandeza de Dios (14:15; 17:24). Pueden contem-
plar el sol y las estrellas y percibir algo acerca del formador de los mundos y creador del hombre. Nos parece
fácil hablar del Creador así por separado, pero es difícil hacerlo en el contexto de la ley tal como lo enseñó
Moisés (Ex. 20:11) (comp. Neh. 9:6). ¿Por qué? Porque aprendemos lo profundo de la Majestad, cuando la
enfrentamos con nuestra pequeñez. Por otra parte, la iglesia en Jerusalén tiene el mismo sentir que vemos en
el NT (Sal. 146:6). Comprende que la autoridad de Dios no puede ser controlada por la religión y que el con-
cilio está equivocado en sus restricciones.
En segundo lugar, creen que es revelador porque habló por boca de David (Sal. 2:1–2) mostrando la con-
vulsión de naciones en contra del Ungido, cosa que ocurrió en parte en aquellos días y en parte aún es futura
(Ap. 19:15).
En tercer lugar, creen que la historia está en sus propósitos (Is. 46:10). El es el Señor de todo lo que suce-
de (Is. 43:12; 45:21), y cada acontecimiento tiene su razón aunque nosotros la desconozcamos. Aquellos
hermanos comprendían que lo que Herodes Antipas había protagonizado (Lc. 23:7–10) junto a Pilato, era
parte de lo que Dios había determinado de antemano (comp. 2:23; 3:18). El convencimiento de que los hom-
bres actuaban de acuerdo al propósito de Dios, infunde tal confianza en ellos que lo que se disponen a pedir
es ayuda para no ser obstáculo en el cumplimiento de esos planes.
(3) Petición. En primer lugar, “mira sus amenazas” (vv. 17, 21, 23); no que los juzgue sino que los tenga en
cuenta. No muestran ni ansiedad ni temor. No imprimen vehemencia sino cuidadosa compasión, y tienen
cuidado de separar “las amenazas” [p 133] de las personas, aunque en la práctica vayan juntas. No ruegan
por ellos sino por la causa de Dios.
En segundo lugar, “concede a tus siervos …” El valor, la intrepidez o la osadía para testificar son provi-
sión de Dios. Nosotros ponemos nuestro mejor saber y entender a disposición de Dios, y él da lo que nosotros
no poseemos: “hablar con denuedo” (comp. 4:13; 13:46; 14:3; 19:8). Habían utilizado lo que Dios les había
dado, en consecuencia podían solicitar más. Si no hubieran utilizado lo recibido, ¿para qué solicitar más? La
iglesia pide para los “siervos”,7 probablemente los apóstoles.
En tercer lugar, “mientras extiendes tu mano que se hagan sanidades”. La mano es un emblema de poder,
y el evangelio es “la mano” o el poder de Dios para salvar, para crear, para proveer. Las maravillas, los pro-
digios y sanidades que en el AT servían para solemnizar la atención de los presentes, tienen ahora además la
función de corroborar el origen y la veracidad del evangelio como mensaje sobrenatural del cristianismo.
Conviene que notemos la cantidad de nombres aplicados al Señor Jesús, y el modo en que cada uno marca
su relación con Dios, con su obra, y con las personas.
c. La respuesta de Dios

6 Gr. despots.
7 Gr. doulos.
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“Cuando hubieron orado el lugar … tembló” como si hubiese sido un terremoto, señal de la respuesta
inmediata de Dios (2:2; Ex. 19:18; Is. 6:4). La oración había sido genuina, unida, creyente, sincera y específi-
ca. En consecuencia, cuenta con la asistencia de Dios.
A la señal visible, se le suma la invisible. Reciben una provisión fresca del Espíritu Santo. Ya tenían el Es-
píritu, pero reciben una provisión extra. Ahora bien, las cosas no quedaron simplemente en experiencias
intramuros ni solamente en los doce, sino que todos hablaron la palabra con denuedo. No sólo la plenitud del
Espíritu sino además la plenitud de los miembros y la plenitud del mensaje (v. 32).

[p 134] CONFIRMACIÓN DE LA COMUNIÓN


1. La unidad interior: “La multitud … era de un corazón y
un alma …”
2. Las evidencias externas: “Ninguno decía ser suyo propio
nada …”
– Muestra que la hermandad es en Cristo (Ro. 12:10; He.
13:1; 1 P. 2:17).
– Muestra que la responsabilidad hacia el prójimo nace en la
iglesia (Ro. 13:8; 14:19; 1 Co. 16:20).
– Muestra que la extensión es una consecuencia de la comu-
nión.
3. Las causas visibles: “Con gran poder los apóstoles daban
testimonio …”
– Ministros fieles al compromiso (2:14; 3:12; 4:3–8; 13:49).
– Creyentes entusiasmados con el evangelio (v. 31).
– Sujeción a la providencia de Dios (v. 28).
– Animados en la oración (vv. 24–30).
– Suministro fresco del Espíritu (v. 31) (comp. 2:4).
4. Los resultados permanentes: “No había ningún necesita-
do”
– Testimonio animado
– Convicción de prioridades
– Alarma del enemigo
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[p 135]
CAPÍTULO 7
EL DIABLO PONE EN FUNCIONAMIENTO OTRAS ESTRATEGIAS (4:32–6:7)
32Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio
nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 33Y con gran poder los apóstoles daban tes-
timonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. 34Así que no había entre
ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo
vendido, 35y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. 36Entonces
José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita,
natural de Chipre, 37como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles
Notemos que después de finalizada la oración y vistos los primeros efectos también se verifican otras for-
mas de la bendición de Dios: (1) Nuevos convertidos: El sanedrín prohibió que dos hombres predicaran, pero
ahora Dios prepara miles. Como consecuencia Lucas habla de “la multitud de los que habían creído” (2:6;
4:32; 5:14, 16; 6:2, 5). Ya hemos destacado que el plan de la salvación se vigoriza cuando todos testifican; así
llegamos a la “multitud”. El término griego (plee̅ thos) tiene varias acepciones teniendo en cuenta la raíz ple̅
que significa terminar, completar, llenar, etc. No nos [p 136] equivocamos si decimos que la multitud es “lo
que llena o completa”. En un sentido puede llenar lugares, pero en otro completa la propuesta de Dios. (2)
Más personas unidas: También de este modo se completa. La iglesia no es un círculo social donde las cosas
unen: comida, deporte, pobreza, riqueza, vicios o trabajo, etc. La iglesia es una comunidad diversa unida por
el Espíritu Santo, con la característica singular de “un corazón y un alma”—una misma manera de experi-
mentar a Dios y un mismo deseo de vivirlo. (3) Profundas evidencias de la comunión: “Ninguno decía ser
suyo propio nada de lo que poseía …” (v. 32). Esta manifestación de la comunión es la evidencia más acaba-
da de que la obra de Dios se continuaba profundizando (Fil. 2:1). (4) Renovado poder apostólico: “Con gran
poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección”. Ya vemos el resultado de la oración (v. 29). Tam-
bién vemos que Dios desaprueba la posición de los religiosos y el evangelio recibe un impulso extraordinario.
Para concluir, diremos que es instructivo ver estos dos cuadros de la misma iglesia (2:42–47 y 4:32–37)
porque son el resultado de la oración unida y del compromiso individual en un contexto de sujeción a Dios
por medio de sus apóstoles. Se da cumplimiento al principio que donde hay autoridad (no autoritarismo) que
nace de Dios, también hay comunión no de palabra sino de calidad. Si estas dos condiciones están dadas,
también está aprobado el testimonio y los resultados. La iglesia nació con autoridad, comunión y misión, y no
podremos invertir esta secuencia de atrás para adelante.
“Y abundante gracia era sobre todos ellos”; en un sentido era la provisión de Dios para relacionarlos con
el mundo (18:27; 20:24) y en otros momentos para oponerse a los adversarios (12:5; 14:3).
Para demostrar la importancia de su enseñanza, Pedro puso dos ejemplos. Uno responde al modelo de
Dios (Bernabé), y el otro al de Satanás (Ananías y Safira). Bernabé (hijo de consolación) de quien hablaremos
más adelante, se llamaba José. Vendió su heredad—posiblemente un campo—y regaló todo lo producido. La
posesión de la iglesia es la provisión de los hermanos.
A. La simulación de Ananías y Safira (5:1–11)
1Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, 2y sustrajo del precio, sa-
biéndolo también su mujer; [p 137] y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. 3Y dijo Pe-
dro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio
de la heredad? 4Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto
en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. 5Al oir Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y
vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. 6Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo
sepultaron. 7Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acon-
tecido. 8Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendiste en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. 9Y Pedro le dijo:
¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a
tu marido, y te sacarán a ti. 10Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la
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hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. 11Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y
sobre todos los que oyeron estas cosas.
Aunque Ananías significa “a quien Dios le ha dado por gracia” y Safira “hermosa o brillante”, lo que va-
mos a estudiar no refleja ninguna de las dos cosas. Este matrimonio protagonizó la primera página oscura en
la iglesia. Lucas ha narrado con gozo hasta el presente los sucesos de avance, y presentó el ejemplo de Berna-
bé como “hijo de consolación” como modelo de la unidad del pueblo de Dios. Ahora tiene adelante otro mo-
delo, esta vez preparado por Satanás.
¿Cuál es la razón por la cual Teófilo tiene que conocer estos detalles? La misma por la que debemos sa-
berlos nosotros. (1) Para mostrar la fragilidad humana ante las demandas de Dios; (2) para aprender del lla-
mado de la iglesia a la santidad; (3) para ver cómo actúa el diablo y cuáles son sus estrategias; (4) para pro-
fundizar la reacción de Dios a la deshonestidad.

[p 138] EL PECADO DE ANANÍAS Y SAFIRA


1. El engaño
A. Dedicaron una posesión: “vendieron una heredad” (2:45;
4:34) (comp. Lv. 27:28)
B. Defraudaron el monto prometido: “sustrajo del precio” de
la venta (Jos. 7:11; Mal. 3:8)
C. Simularon honestidad e integridad: “trayendo sólo una
parte, la puso a los pies de los apóstoles”
a. buscan la aprobación humana
b. gran impresión de filantropía en la iglesia
c. muchos los pondrían como modelo
d. quieren acumular favores
2. La detección inmediata: “Ananías ¿Por qué…?”
A. El germen del pecado (v. 3; Jn. 13:27; Ef. 4:27)
B. Es indisculpable (v. 4; Lv. 1:3)
C. Es una mentira a Dios (Gn. 39:9; Sal. 51:4)
a. no se puede ocultar
b. el diablo no se hace responsable
c. el engaño es inocultable
3. El castigo ejemplar: “cayó y expiró”
A. Ananías (comp. 13:11; Nm. 16:32; 2 R. 1:12)
“gran temor” (Lv. 10:3; Dt. 13:11)
“sepultura” (comprobación de la realidad) (2 S. 18:17)
B. Safira (comp. Ap. 2:21)
Pecado—“tentar a Dios” (Ex. 17:7)
Muerte (Sal. 55:23; Lm. 3:29; 1 P. 2:14)
(Comp. 1 Co. 6:9; 15:33; Gá. 6:7; Ap. 12:9)

a. [p 139] El carácter del pecado


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No se trata solamente de falsedad—con lo grave que esto es—sino también de hacer creer que lo falso es
verdadero (Pr. 6:16–19). Ananías y Safira quisieron aparecer ante todos como discípulos similares o mejores
que Bernabé, pero pagando un precio menor y retorciendo su conciencia. Estaban seguros de que con toda
facilidad podrían disimular la afrenta delante de Pedro (comp. Mt. 23:28). Sin embargo, Pedro supo todo.
Quizás Dios mismo se lo había revelado o él por el don de discernimiento de espíritus lo había conocido.
Consumado el doble pecado (deshonestidad y engaño) tenemos que esperar las consecuencias (Hab. 2:9).
b. El descubrimiento del engaño
Posiblemente la propiedad fue vendida fuera de la comunidad y nadie supo cómo fue la transacción. Esto
explica, en parte, por qué Pedro le muestra a Ananías que no tenían necesidad de hacer lo que hicieron (v.
4). Pero también le reprocha el quebrantamiento del voto, porque llegado el momento trajeron una parte y
ambos mintieron diciendo ése era el precio completo. Aunque los dos pecados son detestables, Pedro destacó
el engaño (comp. Jer. 23:13; Mal. 1:14; 1 Ti. 6:9).
c. El castigo aplicado
Pedro puntualiza que mentir al Espíritu es mentir a Dios (v. 3–4) (comp. 8:18–22). Es el pecado de haber
permitido voluntariamente que Satanás maneje su mente para ir contra Dios (2 R. 5:26–27). El castigo es
extremo e instantáneo, y no hay oportunidad para reaccionar.
Se acabó todo para un matrimonio que había podido meditar el tema y decidió ir contra Dios. Los donan-
tes filantrópicos quedan al descubierto delante de todos como delincuentes (Job. 27:8).

[p 140] LECCIONES SOBRE EL CASO DE ANANÍAS Y SAFIRA


1. La gravedad del pecado
– La mala acción se originó aparentemente en un deseo de
ser alabado.
– Cuidado con el origen de los actos.
– Los corazones no están preparados para la adoración.
– Cuidado con la necesidad de confesar a Dios nuestros de-
seos.
– El pecado no se puede ocultar: tarde o temprano saldrá a la
luz.
2. La libertad de la voluntad
– Podían haber evitado la entrada de Satanás (vv. 3–4).
– Dios nos responsabiliza a nosotros y no al diablo.
– La mentira no eleva sino que envilece; el hombre más
grande se puede volver un niño (Ex. 32:1–5; 23–24).
– La pérdida de la libertad para decidir es también dar in-
greso al pecado con todo lo que desea traer (amor falso, codi-
cia, amor al dinero, etc.).
3. La enseñanza para la iglesia
– La iglesia es la casa de Dios; debe estar limpia.
– La iglesia es la morada del Espíritu; debe ser honrada.
– La iglesia es la esposa de Cristo; debe vivir en castidad.
– La iglesia es un modelo de pureza; debe eliminar la false-
dad.
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LABOR PASTORAL
1. Detectar la hipocresía: falsedad en medio de la rectitud.
2. Exponer su origen y gravedad: el pecado en sus distintas
formas.
3. Juzgamiento de la maldad: con equidad, como adminis-
trando la justicia de Dios.

d. [p 141] La repercusión sobre la iglesia


El resultado del incidente produjo varios efectos: (1) Un testimonio a la necesidad de la verdad. El “gran
temor” (v. 11) significa que muchos se replantearon su forma de vivir. El castigo a la hipocresía siempre
conmueve, pero en esta ocasión mucho más. La muerte de Ananías y Safira puso el brazo de Dios extendido
sobre el pecado y lo dejó ahí para siempre en la iglesia. El temor no solamente es asombro sino también mie-
do a ser usado por el enemigo. (2) El temor se convirtió en testimonio a la presencia de Dios. Como había
ocurrido con la mujer de Lot (Gn. 19); Nadab y Abihú (Lv. 10); Coré (Nm. 16); Acán (Jos. 7); etc., ahora Dios
se muestra a la iglesia como el mismo Dios de la santidad (Dt. 8:2). La iglesia debe aprender que la casa don-
de vive el Altísimo es santa y él se encarga de demostrarlo. Esta lección está presente para nosotros en la ac-
tualidad.
B. Dios intensifica su actividad (5:12–16)
12Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos uná-
nimes en el pórtico de Salomón. 13De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los
alababa grandemente. 14Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de
mujeres; 15tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pe-
dro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. 16Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a
Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados.
La ira de Dios por la boca de Pedro consumió a dos hipócritas, pero la bendición por la mano de los após-
toles trajo liberación a muchos. Al contrastar estos dos hechos aprendemos que en la actividad de Dios lo
normal no es el juicio sino la misericordia. El muestra su celo contra los engañosos, pero su corazón a los
caídos.
Habían orado para que el Señor les diera valentía a fin de exponer la palabra y de que fueran hechas mu-
chas maravillas. Y lejos de detenerse esta obra por la actividad enemiga, Lucas relata cómo se produce el
avance. Hemos de destinar espacio al análisis [p 142] de estas experiencias, que son un paréntesis entre el
primer ataque directo de Satanás y la segunda persecución de los sacerdotes.
a. Dios confirma el ministerio apostólico
Que Pedro haya podido—juntamente con los demás—continuar el ministerio de la manera en que lo lee-
mos, nos muestra que el incidente anterior cuenta con la completa aprobación de Dios. Ambas muertes se
produjeron por la intervención divina. Los apóstoles continúan siendo una bendición en el lugar de reunión
donde se había producido la sanidad del paralítico. Estaban todos unánimes (2:44, 46) porque sentían el
mismo poder y tenían el mismo objetivo.
b. La iglesia viviente se diferencia de los demás
“De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos” por temor de ser descubiertos como Ananías y Sa-
fira. Los apóstoles han implantado un estilo de vida santo (comp. Jn. 15:19) que “los demás”, posiblemente
los religiosos, no se animaban a arriesgar. La iglesia tiene la función de ser el santuario de Dios (1 P. 2:9) y
no una mezcla de luz con tinieblas (2 Co. 6:14–16). Los religiosos están contentos con su religión y no de-
sean ser molestados.
c. La sombra de Pedro
Tan grande es el nombre de este siervo de Dios que la gente cree que aun su sombra es eficaz. El apóstol
ni aprueba ni condena la admiración de la gente, simplemente no la fomenta. Pero está la lección para noso-
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tros. Todos echamos sombra, porque ejercemos una influencia inconsciente. Nuestra presencia, nuestra voz y
nuestro mensaje producen efectos. La Escritura es pródiga en ejemplos sobre esta metáfora (Sal. 17:8; 80:10;
91:1; 102:11) muchas veces aplicada a la presencia de Dios, o de otras cosas. Es sano aplicarla a nuestra in-
fluencia como cristianos (Gn. 39:5).
Es oportuno notar en el v. 16 las dos clases de patologías: (1) enfermos (físicos) y (2) atormentados de es-
píritus inmundos (psíquicos). Pedro distingue una de la otra.
C. El sumo sacerdote encabeza la segunda persecución
Lucas ocupa ahora bastante espacio para detallar lo que fue este segundo ataque del sanedrín con sus dis-
tintas alternativas, según [p 143] hemos de ver. El sumo sacerdote se fastidió hasta el extremo al ver que no
había podido silenciar a los apóstoles, y sumamente disgustado se alió a los saduceos (4:1; 23:6), y metió en
la cárcel a los apóstoles (o quizás a algunos de ellos).
a. La cárcel para los siervos de Dios (5:17–21)
17Entonces levantándose el sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos,
se llenaron de celos; 18y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en la cárcel pública. 19Mas un ángel del
Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: 20Id, y puestos en pie en el templo, anun-
ciad al pueblo todas las palabras de esta vida. 21Habiendo oído esto, entraron de mañana en el templo, y en-
señaban. Entre tanto, vinieron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al concilio y a todos
los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron a la cárcel para que fuesen traídos.

ASÍ SE PREDICA EL EVANGELIO


1. Los costos: “echaron mano … y los pusieron en la cárcel”
a. cárcel por celo (4:1–2; 13:45; 17:5)
b. libertad por milagro (12:7; 16:26)
2. La tenacidad: “predicaban en el templo”
a. por mandato (Mt. 10:27; Jn. 6:68; Hch. 20:20)
b. por satisfacción (5:41)
3. El cuidado: “un ángel del Señor, abriendo …” (Sal. 124:7;
Ez. 34:22)
4. La misión: “anunciad al pueblo todas las palabras de esta
vida”
a. El celo religioso no modifica el mensaje
b. La liberación milagrosa no enorgullece a los mensajeros
c. El retorno al templo no disminuye el riesgo (comp. 4:19;
Dn. 3:18).
d. El mensaje tiene el valor de resistir la oposición

[p 144] El sumo sacerdote buscó al mayor y más influyente sector del sanedrín. Lucas los denomina “sec-
ta”, como en 15:5 a los fariseos y en 24:5 a los nazarenos (comp. 24:14; 28:22). En apariencia no es una ex-
presión despectiva sino más vale sinónimo de sector o partido. El escritor destaca que el enojo es por causa
del celo. Los apóstoles habían logrado más popularidad que ellos, y además tenían a disposición el poder de
Dios. El crecimiento vertiginoso y fuerte de la iglesia se había convertido en una amenaza seria para los judí-
os y sus tradiciones (4:33).
Pero estuvieron presos muy poco tiempo porque Dios tenía preparada la liberación. Notemos algunos de-
talles: (1) El modo de intervenir: un ángel. Es un mensajero que entra a la cárcel pública y los rescata mila-
grosamente (ver también 12:1–11). No explica el método para abrir las puertas, pero comparándolo con
otros casos nos damos cuenta del prodigio. Dios vigila el andar de sus siervos y los protege, anima y encami-
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na (comp. 1 R. 19:5–7; 2 R. 6:16–17; Sal. 14:7). (2) La orden que imparten: liberados pero no para huir sino
para continuar en el riesgo de hablar las palabras de la salvación (13:26). Los apóstoles vuelven al templo, y
con la experiencia que acumulan vuelven a predicar la verdad del evangelio.
b. Conflicto para los religiosos opositores (5:22–26)
22Pero cuando llegaron los alguaciles, no los hallaron en la cárcel; entonces volvieron y dieron aviso,
23diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas afuera de pie ante
las puertas; mas cuando abrimos, a nadie hallamos dentro. 24Cuando oyeron estas palabras el sumo sacerdote
y el jefe de la guardia del templo y los principales sacerdotes, dudaban en qué vendría a parar aquello. 25Pero
viniendo uno, les dio esta noticia: He aquí, los varones que pusisteis en la cárcel están en el templo, y enseñan
al pueblo. 26Entonces fue el jefe de la guardia con los alguaciles, y los trajo sin violencia, porque temían ser
apedreados por el pueblo.
Mientras los apóstoles cumplen con la orden del ángel, dando al cristianismo el carácter de “palabras de
esta vida”, la religión se dispone a iniciar el juicio que Dios ya ha resuelto para confusión de ellos. Notemos
estos pasos:
1. [p 145] Se confiaron en la cárcel (v. 21)
2. Se desilusionaron con el orden de la prisión (vv. 22–23)
3. Se vieron desbordados por la realidad (v. 24)
4. Se llenaron de miedo frente al pueblo (v. 26)
D. Los apóstoles nuevamente ante el sanedrín (5:27–39)
27Cuando los trajeron, los presentaron en el concilio, y el sumo sacerdote les preguntó, 28diciendo: ¿No os
mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? Y ahora habéis llenado a Jerusalén de vuestra
doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de ese hombre. 29Respondiendo Pedro y los apóstoles, dije-
ron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. 30El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a
quien vosotros matasteis colgándole en un madero. 31A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y
Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. 32Y nosotros somos testigos suyos de estas
cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen. 33Ellos, oyendo esto, se enfure-
cían y querían matarlos. 34Entonces levantándose en el concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley,
venerado de todo el pueblo, mandó que sacasen fuera por un momento a los apóstoles, 35y luego dijo: Varo-
nes israelitas, mirad por vosotros lo que vais a hacer respecto a estos hombres. 36Porque antes de estos días se
levantó Teudas, diciendo que era alguien. A éste se unió un número como de cuatrocientos hombres; pero él
fue muerto, y todos los que le obedecían fueron dispersados y reducidos a nada. 37Después de éste, se levantó
Judas el galileo, en los días del censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que
le obedecían fueron dispersados. 38Y ahora os digo: Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este con-
sejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; 39mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez
hallados luchando contra Dios.
Lucas siente satisfacción al relatar la confusión producida en el concilio cuando “uno les dio la noticia”
del lugar donde estaban los apóstoles y lo que hacían. El jefe de la guardia y los oficiales volvieron a detener
sin violencia a los predicadores porque temían ser apedreados por el pueblo (v. 26). Por una parte el sane-
drín [p 146] comprende el desprestigio que posee delante del pueblo, y por otra se da cuenta de que Dios
tampoco está con ellos.
a. La requisitoria del concilio
Pese al odio que tenía el sumo sacerdote no lo descargó en su pregunta sino que más vale mostró tranqui-
lidad, aunque dureza. ¿No os mandamos estrictamente que no enseñaseis en ese nombre? La pregunta elude
la incógnita que todos tenían: ¿cómo habían salido de la cárcel? Y también evita pronunciar el nombre de
Jesús (4:17). El sumo sacerdote quiere mostrar autoridad usando la forma reforzada de “mandar” (estricta-
mente) (comp. 4:18; 5:40), pero también testifica que han “llenado a Jerusalén” con la doctrina, la resurrec-
ción triunfal del Cristo que ellos habían crucificado y de cuya sangre se habían responsabilizado (Mt. 27:25).
En verdad, con lo que dice se condena y demuestra que la religión perdió su valor.
76

b. La respuesta de los apóstoles


Pedro les confirma que su deber es obedecer a Dios. En verdad, debemos estar sujetos a nuestros magis-
trados (1 P. 2:13), pero si lo que nos ordenan atenta contra la voluntad de Dios, la opción es muy clara: obe-
decer primero a Dios. El significado de peitharqueo̅ es precisamente “obedecer a una autoridad” (5:32; Tit.
3:1) (comp. Hch. 27:21). La verdadera autoridad sobre ellos era Dios (comp. Ex. 23:22; Dt. 11:27).
A continuación, Pedro vuelve a repasar las razones por las cuales Dios ocupa ese lugar tan destacado.
Una de ellas es la primera vez que la menciona. Veamos:
(1) “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús” (no solamente de los muertos, sino como Príncipe) (3:26) a
quien ellos tomaron la iniciativa de crucificar (Dt. 21:22) usando el sistema romano que era similar al que
ellos tenían para los blasfemos (comp. 10:39; Gá. 3:13; 1 P. 2:24).
(2) “Dios ha exaltado con su diestra …” (ver 3:15). El Salvador que ellos conocían del tiempo anárquico de los
jueces (Jue. 3:9; 11:6) es el que ahora puso para la restauración espiritual del pueblo, pero con la ilimitada
autoridad de Dios. Así que desde [p 147] esta posición está en condiciones de dar arrepentimiento y perdón
de pecados.
(3) Dios ha dado “el Espíritu a los que le obedecen”. Se convirtieron en testigos, pero Pedro destaca ahora la
presencia de otro Testigo (Jn. 15:26) que Dios dio a los que le obedecen (4:33). Ese Espíritu produce los cam-
bios en la vida y crea la ética de vida de Cristo. Ese Espíritu otorga dones para alumbrar la majestad de Cristo
resucitado.

CUATRO CARACTERES

1. El sumo sacerdote – perseguidor

2. Gamaliel – apaciguador

3. La gente – admiradora

4. Los cristianos – obedientes

LA OBEDIENCIA A DIOS
1. El principio: Sujeción a Dios (4:19, 20; 5:29)
a. Mandato de Dios (Dt. 10:12; 13:4)
b. La condición para ser aceptado (Ex. 19:5; Jer. 7:23)
c. Es prioritaria (1 S. 15:22)
d. Es evidencia de amistad (Jn. 15:14)
2. La ejecución: Ética de fe (Jer. 26:13; 38:20)
a. Oír la voz de Dios (Ex. 19:5)
b. Seguir sus mandamientos (Jos. 1:7)
c. Sujeción del pensamiento (2 Co. 10:5)
3. La disposición
a. De corazón (Dt. 11:13)
b. Voluntariamente (Is. 1:19)
c. Con fidelidad (Jos. 22:2–3)
77

d. Con dedicación (Fil. 2:12)

c. [p 148] La reacción de Gamaliel


El concilio oía el testimonio de los apóstoles con profunda ira. El término diapriô traducido en nuestra
versión “se enfurecían”, significa literalmente “totalmente aserrados” o “cortados profundamente”. Algunas
versiones lo traducen “se sintieron heridos hasta el corazón” (7:54) (comp. He. 11:37).
Ya estaban dispuestos a actuar cuando surgió la voz de Gamaliel. Este era un fariseo maduro en su pen-
samiento y más tolerante que la mayoría saducea. A este doctor de la ley, nieto del famoso Rabí Hillel, se lo
conocía como el “Rabban” (nuestro maestro), título honorífico que compartía solamente con otros seis docto-
res hebreos.
Tal como Saulo (22:3) muchos otros habían sido adoctrinados por él. Gozaba de gran prestigio, aun per-
teneciendo al ala liberal dentro de los fariseos. Sostenía que todas las personas comprometidas en labores de
misericordia o necesidad deberían estar exentas de algunas restricciones impuestas por la tradición.
Gamaliel puso dos ejemplos para probar si un movimiento era sostenido por Dios o no. Su criterio es que
si no persiste después de la muerte del iniciador, no es aprobado; y si en cambio sigue adelante, sí lo es. Para
aquella circunstancia, el criterio fue eficaz. Pero la historia nos ha mostrado que es inaplicable como regla
general, porque las grandes sectas heréticas iniciadas hace milenios aún continúan—en algunos casos con
sorprendente actividad (hinduismo, mahometanismo, catolicismo, budismo, etc.). Quizás la fórmula es más
aceptable si hablamos de: “al fin solamente lo que es de Dios prevalecerá”.

[p 149] REACCIONES FRENTE AL EVANGELIO


1. El Espíritu del testigo: “enseñaban al pueblo”.
a. trabajan
b. testifican
c. obedecen
d. se gozan (v. 41)
2. El espíritu de los adversarios
a. se oponen
b. tienen miedo (v. 26)
c. odian la verdad (vv. 28, 33)
d. persiguen (v. 40)
3. El espíritu del indeciso (Gamaliel)
a. tolerancia y rechazo
b. descontento y complacencia
c. ética sin compromiso

d. La resolución final (5:40–42)


40Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en
el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad. 41Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber
sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. 42Y todos los días, en el templo y por las
casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.
Aceptaron el consejo de Gamaliel, en el sentido de no ejecutarlos. Pero quisieron dejar bien en claro su
oposición al evangelio. (1) Aplicándoles el castigo de delincuentes, con un látigo preparado para producir
heridas cortantes (2 Co. 11:24; Dt. 25:3). (2) Los “intimaron”, les ordenaron no mencionar el nombre de
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Jesús. Los jueces pensaban que esta segunda medida sería más eficaz que la primera, y que las serias lastima-
duras del látigo los acallaría por largo tiempo.
[p 150] Para desazón del concilio y admiración nuestra, estos hombres salen cruelmente lastimados, pero
profundamente gozosos de “sufrir por el Nombre” (comp. 21:13; 1 P. 4:16). Se cumplieron las palabras del
Señor Jesús (Mt. 5:10–12; Lc. 6:22–23); los hombres de Dios exhibían cada vez con más entusiasmo el valor
del denuedo que aprendieron en los primeros tiempos. La persecución nunca se detuvo. Bajo Nerón (54–68
DC) muchos cristianos fueron ajusticiados y Domiciano arremetió contra los creyentes en Asia Menor en-
viando a Juan a Patmos (80–96 DC). Posiblemente lo más horroroso sucedió bajo Diocleciano (284–304 DC)
que con sus famosos decretos de exterminio, bañó en sangre y fuego a gran parte del territorio romano. La-
mentamos lo sucedido, pero todos ellos están en la condenación y el evangelio continúa su marcha triunfal.
Aún hoy observamos la oposición en numerosos países y pensamos que los propósitos de Dios no siempre
están claros a nuestro entendimiento.
El v. 42 es la conclusión de los primeros dos años de intensa actividad en la ciudad de Jerusalén. Lucas
describe el carácter del oficio ministerial, mostrando en qué modo se ajusta al plan para el cual había sido
creado. También destaca que la persecución no pudo contra la constancia y dedicación de los hombres de
Dios. Los apóstoles exhibían una conducta ejemplar que servía para la formación ética de los nuevos cristia-
nos, y para determinar el ritmo de crecimiento de la iglesia.

MÉTODO APOSTÓLICO PARA EL AVANCE DE LA IGLESIA


(5:42)
1. Frecuencia: todos los días
a. Celo por dar gloria a Dios
b. Amor por las almas en tinieblas
c. Perseverancia en una labor difícil
2. Esfera de acción: el templo y las casas
a. En público
b. En privado (comp. 2:46)
3. [p 151] Constancia: no cesaban
a. Cristo ocupa las mentes
b. Cristo modela la conducta, la santidad y el estilo de vida.
4. Método: enseñar y predicar
a. Predicaban y hablaban
b. Testificaban y proclamaban
5. Tema: Jesucristo
a. Declaraban la justicia de Cristo
b. Mostraban su poder transformador
c. Ayudaban a que todos lo aceptaran

E. Otra amenaza interna: la murmuración (6:1–7)


1En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los
hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. 2Entonces los doce convo-
caron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para
servir a las mesas. 3Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete varones de buen testimonio, llenos del
Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. 4Y nosotros persistiremos en la oración
y en el ministerio de la palabra. 5Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de
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fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía;
6a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. 7Y crecía la palabra
del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los
sacerdotes obedecían a la fe.
El ataque que ahora prepara Satanás amenaza con ser el más eficaz. Ha fracasado tanto con la persecu-
ción como con la contaminación. Ahora intenta el descuido. Quiere que los apóstoles [p 152] abandonen el
estudio de la palabra y dejen de predicar para dedicar ese tiempo a otras tareas. Si logra que estos hombres
dejen de ser espirituales para transformarse en administrativos y activistas, está seguro de que declinará el
fervor y la dependencia de Dios.
a. La ocasión y el carácter del disenso
La iglesia de Jerusalén comenzó a integrar cristianos de varios trasfondos culturales. Dos eran los grupos
que sobresalían: los hebreos de origen griego nacidos en la dispersión (territorios conquistados por Alejandro
del imperio griego) y los hebreos nacidos en Palestina que hablaban el aramaico.
Las diferencias mayores no radicaban en el idioma sino en las costumbres. Los judíos nacidos en Palestina
tenían poco alcance, escasa cultura y una manera restringida de ver las cosas. Los judíos o prosélitos nacidos
en otras tierras habían tenido refinamiento, arte, y habían visto y disfrutado los beneficios de la cultura grie-
ga. De modo que estos judíos no solamente hablaban el griego, sino que se conducían como tales. Los judíos
de Palestina se preciaban de más ortodoxos.
No obstante, la influencia predominante era judía, y los griegos elevaron su protesta por el trato que reci-
bían las viudas helenistas en la distribución diaria. El problema que—en apariencia—era pequeño fue mag-
nificado por el trasfondo cultural en contra del propósito de Dios (Gá. 3:28; Ef. 2:14–18; Col. 3:11). Pero lo
más grave no está en la superficie. El intento satánico era producir una situación interna de tal magnitud que
los apóstoles abandonaran el ministerio recibido de Dios y se dedicaran al activismo administrativo (comp.
Ro. 1:9; Col. 1:9–10).
b. La manera de vivirlo
El diablo había tenido éxito con la murmuración. Muchos del pueblo de Israel que habían salido de Egip-
to no ingresaron a la tierra prometida a causa de la queja y la rebelión (Ex. 15:24; 16:2–7; Nm. 14:27, 36; 1
Co. 10:10). No es extraño que ensaye ahora lo mismo, pensando que los apóstoles asustados por lo ocurrido
en el pasado abandonarían la predicación para tranquilizar a la multitud. Le fue fácil comenzar porque el
espíritu de descontento y censura está inserto en el corazón humano. Así que [p 153] el fuego comenzó a
arder como tristemente ha ocurrido hasta el presente (Fil. 2:14; Jud. 16).
Los apóstoles se hicieron eco de lo que sucedía y comenzaron a trabajar:
(1) Convocar a la iglesia y distinguir claramente cuál era el ministerio de ellos. Se dan cuenta del problema y
lo definen: ¿hay dificultades en la iglesia? Entonces es necesario mejorar el liderazgo. Esto no quiere decir
que deben abandonar lo que hacen (v. 2), sino establecer ciertos principios de sujeción al cual ellos mismos
se han de sujetar. Lo urgente nunca debe desplazar a lo principal.
(2) Distinguir el grado de penetración que tiene el mal y la capacidad de observación que poseen los discípu-
los. Comienzan a diferenciarse los ministerios, “servir” a las mesas es diakonia (v. 2), pero también lo es
“ministrar” la palabra (v. 4). La separación no es en calidad, no en que uno sea más que el otro; la separación
está en la responsabilidad, en que cada uno haga lo que debe hacer.
“Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones”. Al realizar esta labor los doce pueden cono-
cer cómo se encuentran espiritualmente los creyentes y si la percepción espiritual de los creyentes se ha da-
ñado. En medio de miles tenían que distinguir a tan solamente siete varones.
(3) Mostrar la profundidad espiritual de todas las labores. Posiblemente aquí “servir a las mesas” no es poner
pan delante de alguien, sino ordenar toda la labor financiera involucrada en este servicio (comp. Mt. 21:12;
Jn. 2:15) ¿Quiénes son los candidatos para estas labores? Los mejores, los más espirituales, los más destaca-
dos.
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Debemos anotar los detalles: (i) de “entre vosotros” (v. 3), es decir miembros de la comunidad; (ii) de
“buen testimonio” es decir, que todos hablen bien de ellos, que no haya sombra de duda sobre su conducta;
(iii) “llenos del Espíritu” es decir, de una piedad confirmada por el Espíritu para el manejo de las finanzas.

[p 154] CALIFICACIONES PARA EL MINISTERIO


1. Integridad—“buen testimonio” (16:2; 1 Ti. 3:7)
2. Piedad—“llenos del Espíritu” (el manejo del dinero re-
quiere el auxilio del Espíritu Santo).
3. Capacidad—“sabiduría”. Las cosas deben ser hechas con:
a) conocimiento; b) tacto; c) buenas intenciones.

c. El retorno a la armonía
No es más importante el ministerio de los doce que el de los siete. Es distinto. Distintas esferas con distin-
tos dones, pero las capacidades espirituales son exactamente las mismas. Así lo comprende la multitud y se
prepara para buscar a estos hombres tan calificados. Aunque los siete llenaban los requisitos, de Esteban se
dice expresamente que era “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”. Los siete son de origen griego, posible-
mente mostrando que la murmuración de los griegos no es muy profunda, y que los hermanos de origen
hebreo están dispuestos a reconocer el calibre de los hombres que había entre los helenistas. Estos siete son
presentados (traídos delante) a los apóstoles. Los doce seguramente recuerdan cómo fue reconocido Josué al
ocupar el lugar que dejó Moisés (Nm. 27:18–23; comp. Dt. 34:9).
d. Los resultados de la paz
Con la obra del Espíritu Santo ya podemos imaginar los resultados. Los apóstoles ubicados, la asistencia
social delegada y la iglesia en paz. ¿Qué podemos esperar? “Y crecía la palabra del Señor” (9:31; 12:24;
16:5; 19:20). Es posible que también el número de predicadores haya comenzado a crecer tal como veremos
inmediatamente.
Aun el sacerdocio de los judíos—que se había mantenido expectante—siente la conmoción y muchos
abandonan sus [p 155] tradiciones hereditarias para unirse a la multitud de los discípulos de Jesús. Podemos
entender algunas razones. Las autoridades religiosas se habían opuesto amargamente contra Jesús y ellos sa-
bían que había sido por celos y que habían usado testigos falsos para crucificarlo. La condición política del
país era mala y dominada por la rapiña. El trono de David lo ocupaba un “rey” idumeo adicto a Roma, y los
tributos que pagaban eran enormes incluso por la conducta de los publicanos. No hacía mucho tiempo los
fariseos, preocupados por la popularidad de Jesús, habían insistido en colocar un cordón de seguridad sobre
el pueblo, amenazando con expulsar de la sinagoga a los que confesaran su fe en Cristo (Jn. 7:13; 9:22;
12:42; 19:38). Así que vivían vigilando y amenazando.
Pero ahora las evidencias de la honestidad religiosa de los doce y el poder manifestado en la predicación y
sanidad de muchos, comenzaron a derribar las vallas. No les dejaba duda alguna de que Dios había visitado a
Israel y entonces “muchos sacerdotes obedecían a la fe” (v. 7), es decir, se unían a la comunidad.
Reflexión: La lucha de la comunidad de los santos no es carnal, sino espiritual. Estamos enfrentados
con el diablo y sus poderes. Nos confundimos si creemos que siempre nos encontraremos con una figura fiera
como las bestias de Apocalipsis. Por el contrario, ya hemos visto en lo que va de nuestro estudio que las estra-
tegias son variadas.
Primero, Satanás trató de ensayar el antagonismo fariseo; segundo, la hipocresía de Ananías y Safira; y fi-
nalmente, la murmuración de las viudas, que tenía toda la apariencia de una causa noble, pero cuyos efectos
hubieran sido desastrosos si se abandonaba la Escritura y la oración. También ahora necesitamos discerni-
miento para saber cuál es el verdadero enemigo y qué procura hacer.
[p 156]
81

[p 157]

PARTE II
LOS PRIMEROS PASOS HACIA LA EXTENSIÓN MUNDIAL
(6:8–9:31)
Para comenzar las labores agresivas que reclamaba la extensión del mensaje del evangelio se debían dar
varias condiciones: (1) La venida del Espíritu Santo; (2) la victoria sobre las estrategias del enemigo; (3) la
percepción espiritual para conocer la voluntad de Dios en el avance.
Las tres condiciones estaban dadas, y lo que ahora estudiaremos nos muestra la manera en que empeza-
ron a colocarse los fundamentos de la misión mundial.
[p 158]
82

[p 159]
CAPITULO 8
EL MINISTERIO DE ESTEBAN
(6:8–15)
A. Los milagros y la oposición (6:8–12)
8Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. 9Entonces se le-
vantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia,
disputando con Esteban. 10Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11Entonces
sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra
Dios. 12Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron
al concilio.
[p 160] Lucas ya nos presentó a Esteban como uno de los siete escogidos para servir a las mesas. Sabemos
los rasgos espirituales que debían distinguirlos, pero este hermano aun tenía otras particularidades. Dice ex-
presamente que era un “varón lleno de fe y del Espíritu Santo” (6:5). Además, agrega ahora que su estilo era
estar “lleno de gracia y de poder” (6:8). Es conveniente destacar aquí que Lucas procura resaltar más las cua-
lidades espirituales de Esteban que mencionar su función o desempeño como diácono. Si bien era importante
cumplir con la ocupación para lo que había sido ordenado, más sustancial era conservar la probidad espiri-
tual que Dios pedía. Por tal razón, Lucas no cesa de puntualizar que Esteban era especial. Estar “lleno del
Espíritu” es, según el escritor, estar lleno de sabiduría, de fe, de gracia y de poder, que son las características
que evidencian la plenitud de Dios.
Tal como en 4:33, gracia tiene la idea de encanto o atractivo para los que lo rodeaban (ver Lc. 4:22); y
poder se refiere a la manera en que se desempeñaba enfrentando las circunstancias, ejecutando maravillas y
prodigios tal como lo vemos en otros pasajes (2:22; 4:30; 5:12; 7:36; 8:13; 14:3; etc.).
No podemos imaginar todo lo que sucedió a consecuencia de los milagros que Esteban realizaba, que jun-
tamente con los que ya hemos visto de manos de los apóstoles, habían conmocionado a toda la nación y a
otras comarcas del Imperio Romano.
Estalló el celo en todas las esferas de la religión. Judíos pertenecientes a las más de cuatrocientas sinago-
gas de Jerusalén se levantaron enfurecidos contra Esteban. Les parecía que había comenzado a seguir los pa-
sos de Pedro, con la diferencia de que no era un testigo constituido como los apóstoles, sino un estudioso apo-
logético de origen griego, conocedor del mundo filosófico exterior a Palestina.
El texto dice: “entonces se levantaron … de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Ale-
jandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban”. Lucas no nos explica si todos estos estaban juntos.
Aunque usa el singular “la sinagoga”, sabemos que años después los judíos venidos de España (sefardíes) y
los otros del centro de Europa (askenazimes) tuvieron sinagogas separadas.
Lucas destaca las divisiones étnicas que había entre ellos. Los libertos eran hombres libertados de Roma.
Habían transcurrido [p 161] unos noventa años desde que Pompeyo había llevado cautiva una multitud de
judíos. Descendientes de ellos, emancipados de sus amos se habían asentado en Trastavere. Eran judíos “li-
bertos” que poblaban varias partes del imperio. Otro grupo provenía del norte del África: de Alejandría—en
Egipto—y de Cirene—ciudad principal de Libia—, ambas muy pobladas de hebreos. El tercer grupo provenía
del Asia, entre los cuales probablemente incluía a Saulo de Tarso.
Si estos pertenecían a una sola sinagoga o a varias, no es de relevancia. Lo importante es que se unieron a
los judíos de Palestina para atacar a Esteban. Es la primera vez que el judaísmo helénico alza la voz contra la
extensión del evangelio. Esteban se encontró con un público enorme. Las labores iniciadas en relación con las
viudas lo habían aproximado a mucha gente. Hacía más que repartir pan; era un paladín de la voluntad de
Dios.
Al leer el texto podríamos notar tres etapas iniciales en el enfrentamiento:
83

1. La disputa doctrinal. Los judíos comenzaron a disentir con Esteban. Le pedían razón para sus actividades y
enseñanzas contradiciendo sus tradiciones (comp. 9:29; 13:45). En verdad, ignoraban todo, incluso con
quién se enfrentaban. Esteban contaba con dos elementos que lo hacían singular:
(a) Su poder. Poder de Dios (v. 8), poder de persuasión (v. 7), y poder de defensa (v. 9). Podía verificar las
Escrituras, podía investigar sus corazones y hacerlos enfrentar con la verdad (7:54). Pero descubrimos que
no siempre la victoria es fácil; al contrario, frecuentemente tiene el alto precio que el mismo Esteban estaba
comenzando a pagar.
(b) Su eficacia. Tiene dos grandes ingredientes: el primero es la sabiduría. Esteban no es una persona con
conocimiento solamente. Es un instrumento de la sabiduría. Se puede ver una relación similar a lo que dice
Miqueas: “Mas yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob
su rebelión, y a Israel su pecado” (3:8). El poder está unido a la sabiduría. También hallamos lo mismo profe-
tizado con respecto al Señor Jesús en Isaías 11. Las palabras solas no valen, tampoco la fuerza aislada, pero
ambas cosas juntas son de mucha bendición. [p 162] Esteban no podía moverse de cualquier modo. Había
sido apartado por Dios para el servicio, y actuaba como un mayordomo sabio en la casa de Dios. Se dio en él
lo que dice el salmista: “Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi medita-
ción” (119:99). El segundo ingrediente es la fe. La relación entre la fe y el poder, o entre la fe y la sabiduría
son recurrentes. En el Salmo 111:10 leemos que “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. En 1 Jn.
5:4 vemos al poder unido a la fe: “Y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”. Abraham era
fuerte en fe, pero Esteban vivía “lleno de fe”.
Estas características hacen de Esteban un hombre imbatible.
2. La persecución desleal. Viendo que habían fracasado en el debate público, comenzó el hostigamiento
disimulado siguiendo parte de los procedimientos ya usados con el Señor Jesucristo. Se oponían a la verdad
creando una controversia ficticia para disimular la incapacidad que los caracterizaba. Pero se sintieron heri-
dos en su orgullo. Nada crea más furia que el agravio a la soberbia. Vieron tambalear su tradición y sus pre-
juicios. Todo comenzaba a demolerse. Tenían que detener la verdad, aun poniéndole delante la misma menti-
ra.
Buscaron el cargo que el sanedrín consideraría como más digno de juicio: blasfemia contra Moisés y co-
ntra Dios (v. 11) (comp. Nm. 15:30). Pusieron dos testigos falsos pagos y trataron de excitar al pueblo para
que apoyara estos cargos. También quisieron que la controversia fuera un tema de “dignidad religiosa”, aun-
que no necesariamente de ética escritural.
3. El juicio ilícito. “Arremetiendo, le arrebataron y le trajeron al concilio” (v. 12). La oposición cambió de
carátula, pues de la doctrina pasó a la violencia. De la ley de Moisés, a la ley de la selva. Las mentes estrechas
de los judíos helenistas—ansiosos de vindicarse ante los religiosos de Jerusalén—distorsionaron el concepto
que Esteban realmente sostenía sobre la extensión del evangelio, para limitar ese pensamiento a una “blasfe-
mia” localizada.
Esteban, en cambio, es un testigo terminado del pensamiento misionero de Jesucristo. Tenía bien en claro
el carácter universal [p 163] del evangelio, y el obstáculo que significaba la tradición para encarar la misión
mundial.
Por la gracia de Dios a nosotros nos alcanzó el evangelio fuera de los muros de Jerusalén y lejos de las ce-
lebraciones tradicionales de los judíos. La tendencia que apareció en los días de Esteban, según veremos, con-
tinuó hasta que el evangelio cubriera el mundo.
B. La violencia y la ética (6:13–15)
13Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lu-
gar santo y contra la ley; 14pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá ese lugar, y cambiará
las costumbres que nos dio Moisés. 15Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos
en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
Aproximadamente en el 35 DC cuando ocurre esta escena, Pilato, el procurador romano a cargo de Ju-
dea, había salido llamado a Roma para rendir cuentas por las graves acusaciones que pesaban sobre él. De
paso diremos que nunca más se oyó de él y los rumores sobre su fin son varios y todos trágicos.
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Al quedar el distrito sin representación romana, el poder sobre las personas y la propiedad, especialmente
referidos al plano religioso, habían quedado totalmente a cargo del concilio hebreo. Las condiciones se pre-
sentaban muy desfavorables para Esteban que lleno de vigor espiritual y fe en la verdad, anhelaba ver la ex-
tensión del mensaje de la vida.
Tres grupos de gente—según nuestro texto—se reunieron en torno al juicio: los judíos que aglomeraban
la turba acusadora, muchos de los cuales no sabían lo que sucedía pero apoyaban lo que parecía ser la digni-
dad nacional hebrea. Los jueces que incluía a lo más selecto de la jerarquía judía, algunos viejos y otros jóve-
nes, pero todos versados igualmente en la ley y las tradiciones. Por último estaba Esteban, en un sentido solo y
dispuesto a dar su vida por el mensaje y sus convicciones, pero en otro sentido, sabiendo que todo el cielo
tenía los ojos puestos en él.
Los acusadores tomaron los rumores (v. 11) y elaboraron cargos formales. Luego de formulados, los ojos
de todos se clavaron sobre [p 164] Esteban. Al oír la calumnia, es difícil pensar que el siervo del Señor no
tuviera una reacción de indignación, pero su ser interior se motivó y pudo evaluar que la magnitud de lo
dicho exigía más que un simple rechazo. Dios acudió a socorrerlo para que la respuesta fuera certera y libe-
rada de toda reacción humana. Los poderes divinos estaban sobre él y la luz de la gloria de Dios comenzó a
manifestarse en su alma. Todos sus observadores pudieron ver en su rostro la respuesta de Dios: “vieron su
rostro como el rostro de un ángel” (v. 15) (comp. Ex. 34:29–33; Mt. 17:2).

ESTEBAN

1. Hombre – “varón de buen testimonio” (v. 3)

2. Cristiano – “lleno de fe y del Espíritu Santo” (v. 5)

3. Servidor – “lleno de gracia, hacía señales entre el pueblo”


(v. 8)

4. Defensor – “unos de la sinagoga … disputando con Esteban


…” (v. 9)

a. con lógica por su cultura

b. con la verdad por conocer el Antiguo Testamento

c. con poder porque “no podían resistir …”

5. Prisionero – “le arrebataron y le trajeron al concilio” (v. 12)

6. Acusado – “le hemos oído decir …” (v. 14)

7. Ángel – “su rostro como el rostro de un ángel” (v. 15)

Su rostro era: brillante, tranquilo, benigno, confiado.


85

[p 165]
CAPÍTULO 9
LA DEFENSA DE ESTEBAN (7:1–50)
A fin de comprender la exposición de Esteban—en parte difícil de entender—tendríamos que tener pre-
sente lo siguiente:
(1) Se trata de una defensa a las acusaciones presentadas por los enemigos y una primera parte de respuesta al
sumo sacerdote que le dio la palabra al preguntarle: “¿Es esto así?”. Esteban demuestra que, lejos de deshon-
rar a Dios o a Moisés, él cree en el trato de Dios con Abraham y sobre ello fundamenta su discurso. Contra-
riamente a una deshonra para el templo, su pensamiento lo exalta recordando la historia y el objetivo de la
construcción, mostrando por los dichos de los profetas que Dios es grande y trascendente, que está en todas
partes y actúa en todos los rincones del planeta. (2) Es una enseñanza acerca del profeta futuro que habría de
venir, que Moisés había profetizado, y que sería el verdadero cumplimiento de la ley. Además, el Altísimo
anunciado por los profetas no habita en templos hechos de manos humanas, sino en el cielo y en el corazón
de su pueblo. (3) Es además una polémica sobre quiénes eran los verdaderos opositores de Dios. Notemos que
desde el v. 9: “los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José…”, pasando por los vv. 25–44 con dis-
tintos rechazos a Moisés (por lo menos de tres maneras), la oposición de Israel a los enviados de Dios va en
aumento hasta culminar con una resistencia generalizada. Esteban vio este antagonismo como resistencia al
Espíritu Santo (vv. 51–53). De modo claro, Esteban les enseña que los que se oponen al Dios vivo son ellos,
así como lo habían hecho sus ancestros en tiempos pasados. Muy tristemente, invocando ser obediente a Dios
el pueblo se había especializado en desconocerlo. Esa es la base del estudio que estamos a punto de encarar.
[p 166] A. “Abraham: llamado y propósito” (7:1–8)
1El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así? 2Y él dijo: Varones hermanos y padres, oíd: El Dios de la
gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, 3y le dijo:
Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré. 4Entonces salió de la tierra de los cal-
deos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis
ahora. 5Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión,
y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. 6Y le dijo Dios así: Que su descendencia sería
extranjera en tierra ajena, y que los reducirían a servidumbre y los maltratarían, por cuatrocientos años.
7Mas yo juzgaré, dijo Dios, a la nación de la cual serán siervos; y después de esto saldrán y me servirán en
este lugar. 8Y le dio el pacto de la circuncisión; y así Abraham engendró a Isaac, y le circuncidó al octavo día;
e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas.
Esteban basó su argumento tomando cuatro épocas principales en la historia de la nación. Muestra la re-
lación de una con otra por medio de la presencia de Dios en todas partes. El Dios viviente, contrariamente a
lo sucedido con otros pueblos, no se limitaba a una ciudad o región sino a llamar a su pueblo a experiencias
nuevas, diferentes y en distintos lugares. Primero tomó la vida de Abraham haciendo notar que lo llamó
cuando vivía en territorio pagano, y según hemos de ver a continuación acompañó a su descendencia por
siglos aun dentro de Egipto. Segundo, se ocupa de José y el exilio egipcio con detalles que sorprenden tanto al
estudioso de la Biblia como al ignorante (7:9–19). Tercero, su atención está en Moisés, con su preparación
para ser libertador y lo que hizo por su pueblo (7:20–44), y por último David y Salomón con la implantación
de la monarquía y la erección del templo (7:45–50).
Esteban tenía buen fundamento para iniciar su discurso de este modo. Es la mejor manera de refutar el
cargo de “hablar blasfemias contra … Dios” (6:11). Destruyó así la calumnia y le tributa a Dios la gloria de-
bida a su nombre. La “gloria” de Dios es su capacidad de automanifestación (Sal. 29:3). En Génesis no tene-
mos el registro de cuando Dios se le apareció a Abraham para que saliese de Ur. [p 167] Cuando el patriarca
se asentó en Harán (Gn. 11:31), ya había sido llamado a salir para ir a la tierra de Canaán (Gn. 12:1). Sobre
este llamado, no obstante, hay cierto indicio en Génesis 15:7 “Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los cal-
deos, para darte a heredar esta tierra” (comp. Jos. 24:2, 3; Neh. 9:7). Bien pudiera suceder que hubiera aun
un doble llamado “de tu tierra” (Ur) y “de tu parentela” (Harán).
Ur está ubicada en lo que se denomina la Mesopotamia entre los ríos Tigris y Éufrates. Harán, por su par-
te, está situada en la parte nordeste de la Mesopotamia en lo que fue el dominio de Siria.
86

Esteban comienza haciendo historia del llamamiento de Abraham, dejando de lado ciertos detalles para
enfatizar la iniciativa de Dios en todos los movimientos. Los verbos “aparecer”, “hablar”, “mandar”, “prome-
ter”, “dar”, “castigar”, etc., se podrían conjugar en distintos tiempos para mostrar su admiración por la pro-
visión de Dios en la historia.
Llaman la atención tres indicaciones sobre la fidelidad de Dios: (i) A sus promesas (v. 5). Abraham, aun-
que sin tierra y sin familia, como nómade recibió la promesa de que a su descendencia pertenecería todo el
territorio que pisaban sus pies. Similares promesas recibieron Jacob (Gn. 48:4) y Moisés (Dt. 32:49). Para
ellos, la fidelidad de Dios estaba garantizada por pacto.1 (ii) A sus profecías (v. 6). Tenemos la predicción a
un hombre viejo y sin hijos sobre el modo en que su descendencia habitaría ese lugar. Una raza que no exis-
tía y que tendría que pasar una buena cantidad de vicisitudes [p 168] por varios siglos, sería la depositaria de
la bendición. (iii) A sus amenazas (v. 7). Esteban da la cifra redonda de cuatrocientos años de esclavitud,
aunque seguramente fueron cuatrocientos treinta (Ex. 12:40). Pero al fin dejarían esa nación en la que serían
extranjeros, y Dios implacablemente ajusticiaría a Egipto por el duro trato que le prodigó a Israel durante al
menos doscientos años.

LA DEFENSA DE ESTEBAN
1. La fuente de su argumentación—La historia hebrea del
AT, que tanto acusados como acusadores creían, demostró
que:
a. Su fe en la historia era la misma que la de ellos.
b. Su conocimiento de la historia era minucioso.
2. El punto fuerte en la polémica—Que todos los tratos de
Dios con su pueblo señalaban los cambios de que ellos le
acusaban. Dios tiene una meta universal:
a. Mostró que Dios está en todas partes y realiza cambios.
b. Hubo cambios con Abraham (vv. 2–8); José (vv. 9–16);
Moisés (vv. 17–44); David (vv. 45–46).
3. El modo de aplicar lo que dice—Ellos eran la cumbre del
rechazo:
a. Por el carácter que mostraron: contumaces, rebeldes.
b. Por la relación con lo divino: imperios, contaminados.

B. José y las experiencias de la esclavitud (7:9–16)


9Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él, 10y le libró de
todas sus tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría delante de Faraón rey de Egipto, el cual lo puso por gober-
nador sobre Egipto y sobre toda su casa. 11Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y
grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos. 12Cuando oyó Jacob que había trigo en Egipto,
envió a nuestros padres la primera vez. 13Y en la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y fue mani-
festado a Faraón el linaje de José. 14Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su parentela, [p
169] en número de setenta y cinco personas. 15Así descendió Jacob a Egipto, donde murió él, y también nues-

Al comparar Gn. 11:26, 32 y 12:4 surge una dificultad con las fechas. Si Taré tenía 70 años cuando engendró a Abram y Abram
tenía 75 años cuando salió de Harán, entonces cuando Taré murió tenía 145 y no 205. Esto sería así si tomamos como seguro que
Abram es el hijo mayor, pero lo más probable es que no lo sea y que esté mencionado en primer lugar por su preponderancia en los
planes de Dios—como ocurre en otras ocasiones cuando el hijo menor se menciona primero de acuerdo a los propósitos de Dios
con él (Gn. 10:1–2; 1 Cr. 1:28; 3:1–10; 5:1–2).
F. F. Bruce presenta una solución que nos parece correcta: “Los cronólogos de la Biblia tratan esta dificultad tomando Gn.
11:26 como asegurando que Taré tenía 70 años cuando nació Harán su hijo mayor, mientras que Abraham pudo haber nacido 60
años después” (The Acts of the Apostles).
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tros padres; 16los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en el sepulcro que a precio de dinero compró
Abraham de los hijos de Hamor en Siquem.
Por una extraña actitud de los hijos de Israel, Dios nuevamente tiene que actuar en una nación extraña
así como lo había hecho antes con Abraham en Ur (7:2). Es de admirar las veces que en nuestro relato Este-
ban menciona la nación del exilio, como para que comprendieran el cumplimiento de la profecía, la atención
de Dios a sus promesas aun por medio de los malos procederes de los patriarcas.
Es en Egipto donde habrían de morar como extraños por alrededor de cuatrocientos años, y no por volun-
tad de ellos sino a causa del celo que mostraron por el trato desigual que Jacob daba a su undécimo hijo José.
El cuadro de la vida patriarcal no es halagador, y lo que ocurrió es invalorable para nuestras enseñanzas.
Jacob no fue un hijo modelo, ni tampoco un padre ejemplar. Habiendo aprendido el favoritismo en la casa
paterna, lo practicó descuidadamente en la suya. Mostró preferencias irritantes por José, el hijo mayor de
Raquel—la mujer de su corazón. Esta fue la raíz de la “envidia” de los otros hijos, que se acrecentó a causa de
los sueños de José que causaron molestias al mismo Jacob (Gn. 37:10–11).
El dato de que “Dios estaba con él” (v. 9) revela la razón del triunfo en todas sus experiencias y el desa-
rrollo de los propósitos divinos a través de las injusticias. Por haber sido fiel, Dios le otorgó una sabiduría
singular especialmente para adivinar o interpretar sueños y ganar el favor del monarca egipcio (comp. Gn.
37:11; 45:4; 39:2, 3, 21).
Además de proveer para José, Dios también quería vincular a su familia con sus planes, salvándolos del
hambre durante los años de improducción (v. 11). De modo obligatorio se abrió el camino a Egipto. Esteban
menciona las tres visitas que los hermanos de José realizaron, la primera para negociar el grano (v. 12), la
segunda cuando José se hizo conocer a sus hermanos (v. 13) y la tercera cuando llevaron a su padre Jacob
con ellos, juntamente con el resto de la parentela, “setenta y cinco personas” (v. 14). Este es el número que
aparece en la Septuaginta (la traducción griega del AT que usaba Esteban) de Gn. 46:27; Ex. 1:5 y Dt. 10:22,
donde posiblemente [p 170] está incluida parte de la familia de José nacida en Egipto. La muerte de Jacob (v.
15) está mencionada en Gn. 49:33 y la de sus hijos en Ex. 1:6. Jacob y sus hijos no volvieron más a su tierra,
pero sus huesos fueron sepultados en la tierra prometida. Jacob fue sepultado en Hebrón en la cueva de Mac-
pela que Abraham compró a los hijos de Het (Gn. 23:16; 49:29–30). José en cambio fue sepultado en Siquem
en la tierra que Jacob compró a los hijos de Hamor (Gn. 33:18–20) (Jos. 24:32). Seguramente, la compra de
la tierra en Siquem por Jacob había sido hecha en nombre de Abraham que aún vivía cuando llegó a ese lu-
gar.

TIEMPOS EN LA VIDA DE JOSÉ


1. Aflicciones
causadas por:
a. La envidia de sus hermanos (patriarcas)
b. Los deseos de la mujer de Potifar
c. El olvido del copero (al salir de la cárcel)
consistentes en:
a. Actos de violencia de sus hermanos
b. Pérdida de la libertad (vendido)
c. Exilio de su hogar (siervo en Egipto)
d. Acusaciones calumniosas (en la cárcel)
2. Experiencias
a. Dios estaba con él
b. Dios lo libró de sus aflicciones
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c. Faraón lo hizo gobernador


3. Lección importante
Cuando Dios está presente no hay obstáculo que lo ahuyente

C. El nacimiento y ministerio de Moisés (7:17–44)


17Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que Dios había jurado a Abraham, el pueblo creció y
se multiplicó en Egipto, 18hasta que se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José. [p 171] 19Este rey,
usando de astucia con nuestro pueblo, maltrató a nuestros padres, a fin de que expusiesen a la muerte a sus
niños, para que no se propagasen. 20En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue cria-
do tres meses en casa de su padre. 21Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crió
como a hijo suyo. 22Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus pala-
bras y obras. 23Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos,
los hijos de Israel. 24Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido.
25Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo
habían entendido así. 26Y al día siguiente, se presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo:
Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro? 27Entonces el que maltrataba a su prójimo le
rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? 28¿Quieres tú matarme, como
mataste ayer al egipcio? 29Al oir esta palabra, Moisés huyó, y vivió como extranjero en tierra de Madián,
donde engendró dos hijos. 30Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en
la llama de fuego de una zarza. 31Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para
observar, vino a él la voz del Señor: 32Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el
Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. 33Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies,
porque el lugar en que estás es tierra santa. 34Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egip-
to, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto. 35A este Moisés,
a quien habían rechazado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez?, a éste lo envió Dios como
gobernante y libertador por mano del ángel que se le apareció en la zarza. 36Este los sacó, habiendo hecho
prodigios y señales en tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta años. 37Este Moisés es el
que dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a
mí; a él oiréis. 38Este es aquel Moisés que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba
en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida [p 172] que darnos; 39al cual nues-
tros padres no quisieron obedecer, sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto, 40cuando
dijeron a Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, que nos sacó de la tierra
de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido. 41Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo,
y en las obras de sus manos se regocijaron. 42Y Dios se apartó, y los entregó a que rindiesen culto al ejército
del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desier-
to por cuarenta años, casa de Israel? 43Antes bien llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro
dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia. 44Tuvieron
nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés
que lo hiciese conforme al modelo que había visto.
En medio del olvido del pueblo, la fidelidad de Dios sigue siendo la misma (Dt. 7:9). No se olvida de sus
promesas y de sus pactos (Sal. 119:89–90). Aunque duros, ni el exilio ni la esclavitud habían de sobrepasar
sus propósitos, sino iluminarlos (Gn. 15:13). Esteban tiene claro el proceso y anhela que sus acusadores se-
pan que las adversidades sufridas por Israel tuvieron a Dios por gestor y a ellos como medios para cumplir
sus planes.
“Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa” (v. 17), cuyos dos componentes (crecimiento del pue-
blo y Canaán como residencia) Dios había anticipado a Abraham, algo singular debía acontecer. El pueblo
tendría que salir y peregrinar a la tierra prometida. Para generar un desarraigo de tal proporción, Dios hizo
cambiar la dinastía en Egipto y provocar la asunción de un monarca que no conocía a José. Y leemos: “El
pueblo creció… y se multiplicó… hasta que se levantó en Egipto ’otro’ rey que no conocía a José” (v. 18).
El cambio de dinastía también consumó una transformación de la política que según se la mire era un ac-
to de “sabiduría” para Faraón o una “astucia” para Esteban (Ex. 1:9–10; Hch. 7:19). Lo esencial fue que Dios
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estaba dirigiendo todo y ocurrió que la orden de matar a los niños hebreos fue la puerta por la que Moisés
llegó a entrar al palacio real.

[p 173] MOISÉS

1. Un hombre del pueblo —por nacimiento—

2. Un abogado sobre el pueblo —por su carácter—

3. Un libertador para el pueblo —por orden de Dios—

En el momento en que el sufrimiento del pueblo había alcanzado el colmo, “nació Moisés” (v. 20). Nin-
gún tirano puede torcer el propósito de Dios, y sólo sirve para darle forma. Faraón, que había dado la orden
cruel de destruir a los niños hebreos, fue utilizado para que Moisés entrara en su palacio y recibiera su mis-
ma cultura. Dios sabe proteger a los suyos y valerse de sus enemigos. Las condiciones en que vivía el pueblo
hizo necesaria la intervención de Dios para que la hija del monarca tomara a Moisés y lo criara “como a hijo
suyo” (v. 21). Así, los egipcios costearon la educación y Moisés recibió el entrenamiento que Dios demandaba
para las tareas que le esperaban. El alumno resultó ser más prominente que sus maestros, con sangre hebrea,
trasfondo familiar, educación científica y todo el entorno de la visión que las circunstancias le creaban. Moi-
sés fue disciplinado por las circunstancias. Algo hizo la hija de Faraón y algo su madre Jocabed (Ex. 6:20;
Nm. 26:59), pero lo principal lo hizo Dios. Moisés estuvo cuarenta años en Egipto (v. 23).

DIOS OPERA EN LA FORMACIÓN DE MOISÉS

1. Pertenece a un pueblo estimula su patriotismo (v. 23).


oprimido:

2. Conoce la vida de soledad: fomenta sus decisiones.

3. Experimenta el desdén: profundiza sus simpatías por los desposeídos (v. 24).

4. Sufre el desprecio: conoce lo que es vivir como despreciado (vv. 25–27).

5. Vive como exiliado: activa sus ansias de libertad (vv. 28–29).

[p 174] Al llegar a esa edad (dato que no aparece en Éxodo) decidió en su corazón “visitar a sus herma-
nos, los hijos de Israel” (v. 23). Se encontró con que la injusticia era un mal general. No solamente los egip-
cios maltrataban a los hebreos, sino que los hebreos querellaban entre sí. Primero Moisés trató de liberar a un
hebreo del castigo egipcio, matando al opresor como si con eso comenzara la buscada emancipación, pero
equivocó el sistema. Segundo, trató de poner paz entre dos hebreos, pero fue rechazado el argumento por el
antecedente (comp. Ex. 2:13). El cuestionamiento a la autoridad de Moisés es interesante para nosotros, por-
que nos enseña la imposibilidad de hacer sin el mandato para actuar.
El concilio que oía a Esteban también tenía que ubicarse. Podía ser como los judíos rechazantes de la bon-
dad pacificadora de Moisés, o pertenecer al grupo que deseaba mandar sin tener la autoridad delegada de
Dios. Esteban procuró que notaran que cuando Moisés comenzó a innovar también fue excluido por su pue-
blo, así como Jesucristo lo había sido por ellos. Ahora, él mismo estaba viviendo una experiencia parecida.
Pero sigamos con el relato. Alarmado por sus experiencias y frustración Moisés también tomó el camino
del exilio: “huyó y vivió como extranjero en Madián” (vv. 28–29), comenzando su segundo período de cua-
renta años. Formó su hogar, conoció la vida de familia, y fue pastor de ovejas. Realizando este trabajo pasto-
ral llegó hasta el Monte Sinaí (llamado Horeb en Ex. 3:1) (comp. Ex. 3:12; Dt. 1:6 y Ex. 19:11–13), donde
Dios se encontró con él (vv. 30–32). Allí Moisés enfrentó una escena nueva: (1) Un monte imponente, mudo;
(2) una zarza insignificante que ardía (pero no se quemaba) y (3) una voz definida que ordenaba. Le llamó la
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atención la zarza ardiendo. “¿Qué significa esto?” En un sentido Dios le muestra la diferencia entre su majes-
tad permanente (Sinaí) y la pequeñez de Israel sujeto al fuego de la prueba en Egipto. Ese pueblo nunca sería
consumido. Pero además ese arbusto era un emblema de Moisés mismo usado por Dios para mostrar el fuego
de su poder delante de los paganos.
Sobre esta escena Esteban hace un gran énfasis. La lectura del texto demuestra que él desea que su audito-
rio preste toda la atención al lugar que en su corazón ocupa este incidente. El v. 31 dice que: “Moisés, mi-
rando, se maravilló de la visión y acercándose para [p 175] observar vino a él la voz del Señor.” El pastor de
Jetro está temblando frente a una lección que necesita explicación. El cuadro presenta una barrera para pre-
venirlo de sus acciones futuras. Es el marco solitario propicio para que aprenda su lección final: escuchar a
Dios. Hasta ese presente, otros habían sido sus maestros, ahora Dios toma esa función y establece sus nuevas
reglas. Estas son:
1) Revelación: “Yo soy el Dios de tus padres …” (v. 32).
2) Sujeción: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa” (v. 33). Había tierra
santa aun cuando Israel no hubiera sido establecido. La tierra santa no es obra de los hombres sino de la pre-
sencia de Dios (Ex. 3:5; Jos. 5:15). Moisés inicia el sendero de la fe. Tiene que obedecer a un nuevo amo que
no ve, pero oye y siente.
3) Comisión “… he visto la aflicción … he oído su gemido, y he descendido para librarlos … Ven, te enviaré a
Egipto” (v. 34).

LABOR DE MOISÉS
1. El instinto natural del líder: presidir la paz.
2. La equivocación propia del líder: creer que el pueblo lo
entendería.
3. El objetivo verdadero del líder: buscar la unidad del pue-
blo.
4. El fracaso del líder: creer que es la persona esperada para
el cambio.

El mismo Dios que observa el tiempo y prepara a Moisés, es el que determinó el cambio de dinastía en
Egipto y observa la condición miserable de Israel. Dios está en todas partes y ve todas las cosas. Moisés fue a
devolver las ovejas (Ex. 4:18) e inició su tercera etapa tal como lo mostramos a continuación:

[p 176] CRONOLOGÍA DE LA VIDA DE MOISÉS

Cuarenta años en EGIPTO Cuarenta años en MADIÁN Cuarenta años en el DESIERTO

(v. 23) (v. 30) (v. 36)


(Dt. 2:7; 8:2; 29:5)

Educado como un Entrenado como un PASTOR Sirviendo como un MINISTRO


PROFESIONAL

(He. 11:24–26) (Ex. 3:1) (He. 11:27–29)

Bajo la autoridad de FARAÓN Bajo la autoridad de JETRO Bajo la autoridad de DIOS

JUSTICIA AMOR AUTORIDAD

PROPIA COMPARTIDO DELEGADA


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El mismo que cuarenta años atrás habían rechazado, es ahora el libertador enviado por Dios para arran-
carlos de la opresión egipcia. Con abundantes muestras de admiración por Moisés, Esteban pulveriza la críti-
ca de sus adversarios de que él había emitido “blasfemias contra Moisés” (6:11). Más vale, se preocupa por
hacerles ver que fue Israel quien despreció a “este Moisés” (vv. 35, 37, 38) preparado por Dios. Esteban es-
pecifica a grandes rasgos el ministerio apostólico de Moisés bajo las órdenes divinas:
a. Libertador (v. 36): Moisés los sacó con señales, los dirigió de una forma singular a través del Mar Rojo
y también en el desierto: “Con mano fuerte y brazo extendido”.
b. Profeta: “profeta … como a mí” (v. 37). Esteban continuó destacando el mensaje que Moisés recibió
(Dt. 18:15) (ver Hch. 3:22), a fin de agigantar la figura de la persona que era tema de la apología. Les mostró
que fue precisamente él quien mencionó la venida de otro mensajero al que debían oír.
c. Mediador: “estuvo … con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí” (v. 38). Después de la rebelión del
Sinaí, Dios dijo que enviaría un ángel con ellos (Dt. 33:2), pero Moisés clamó para que fuera El quien los
acompañara. Posiblemente Dt. 33:2 arroje luz sobre el cuadro del monte (ver Is. 63:9).
[p 177] d. Legislador: “palabras de vida para darnos”. Los israelitas reunidos alrededor del monte, espe-
raban recibir los mandamientos de Dios (oráculo o palabras vivientes). Pero Esteban continúa mostrando
cómo concluirá su discurso: “nuestros padres no quisieron obedecer”, es decir no estuvieron dispuestos a
someterse a la voluntad de Dios. No solamente rechazaron a Moisés, sino que “en sus corazones se volvieron
a Egipto” (comp. Nm. 14:3–6), revirtiendo así el propósito de Dios. Ordenaron a Aarón que les hiciera dioses
sustitutos para que los presidieran a la tierra prometida. Es como caminar para adelante mirando para atrás.
Sabiendo cómo habría de concluir, Esteban dedica gran espacio a la tragedia de la rebelión en el Sinaí.

LA PREPARACIÓN DE MOISÉS
Dios formó a su siervo para:
1. grandes peligros y poderosas manifestaciones (v. 21)
2. darle instrucción secular (v. 22)
3. dotarlo de capacidad especial (v. 30)
4. hacerle ver sus experiencias y errores diarios (vv. 22–24)
5. humillarlo profundamente (vv. 24, 28)
6. crearle sentimiento de culpa (v. 29)
7. mostrarle el favor divino (vv. 32–34)

Aunque Esteban se refiere a los primeros tiempos del peregrinaje, alude a todo el trayecto al mencionar
que en su vida los israelitas conservaron la fascinación de Egipto. La productividad del país, demostrada en el
clamor en Tabera (Nm. 11:5–6), les impedía ver el camino hacia la tierra que fluye leche y miel. No tenían fe
para el futuro de Dios, más vale querían mirar la gloria del pasado, olvidando el lloro y la sangre de la escla-
vitud a la cual fueron sometidos. Lo que ocurrió en el Sinaí es, según Esteban, un indicio preciso de lo que
ocurría en toda su vida, tal como lo [p 178] demuestra con la cita de Amós 5:25–27 sacada del “libro de los
profetas”.2 Ofrecieron en verdad sacrificios con corazones contrarios a la voluntad de Dios y continuaron
con lo mismo en la tierra prometida (Jer. 7:22–24; Os. 6:6).

Moloc o mejor aun Molec, era un dios adorado por los amonitas descendientes de Lot. En Fenicia era lo mismo que Baal. En Tiro,
Melkar significaba “dios de la ciudad”. Algunos estudiosos afirman que las consonantes de Melek (rey)—que son MLK—se combi-
naron más tarde con las vocales de Boshet (vergüenza) para formar Molok. El sacrificio a este dios estaba estrechamente vinculado
a Baal (Jer. 19:5 y 32:35) y era más abominable aun, porque se le ofrecían niños en sacrificio (Lv. 18:21; 20:2–5; 2 R. 23:10)
(comp. Ez. 16:20–23; 20:26, 31; 23:37).
Pero el texto también menciona a Renfán. Este nombre está relacionado con el planeta Saturno (Quium). Tiene origen desco-
nocido y en 1 R. 11:5–7 se lo menciona con otro nombre. Pero uniendo ambos podemos saber que la idolatría, el adulterio y la
hechicería astrológica van juntos.
92

EL PECADO DE ISRAEL

1. Las exteriorizaciones

a. Desobediencia (v. 39) – murmuraciones, transgresiones a la ley y rechazo a los


profetas

b. Ingratitud (v. 40) – rechazaron el propósito de Dios (v. 34)

c. Idolatría (v. 40) – cambiaron al Dios invisible por una figura de becerro y
adoraron las obras de sus manos (v. 41)

2. Los agravantes

a. Reemplazaron a Moisés (v. 40)

b. Desconocieron la “palabra de vida” (v. 38)

c. Desplazaron el centro visible de la presencia de Dios (v. 44)

3. El castigo

a. Dios se apartó de ellos (v. 42)

b. Dios los entregó al culto pagano (v. 42)

c. Dios los hizo peregrinar sin rumbo por cuarenta años

[p 179] Esteban involucró la vida y ministerio de Moisés a través de su período tanto en Egipto como en
Madián y en el desierto. Pero el énfasis está en su labor en el desierto, levantando el tabernáculo verdadero
“como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto” (v. 44;
Ex. 25:9). Era un lugar de reunión que se movía. Era tal como su nombre lo insinúa “una casa de pieles”,
pero dentro de ella palpitaba el esplendor inefable de la presencia de Dios.
Josué fue, sin embargo, quien los introdujo en la tierra prometida, que era territorio gentil, y además diri-
gió las grandes conquistas que los padres no supieron retener y la tierra fue compartida con los enemigos
(Jos. 15:63 17:12; 24:19; Jue. 1:21–36).

MOISÉS: UN MODELO PARA IMITAR

1. Tiene un largo entrenamiento: “cuarenta años”

a. Educado por su madre — Jocabed fue la institutriz de la princesa egipcia.

b. Vinculado a la ciencia — La princesa quería lo mejor para su hijo. Futuro promisorio.

2. Manifiesta una exhibición prematura: “le vino al corazón”

a. Su llamado de Dios

b. Sin la menor posibilidad de éxito


93

3. Siente su convicción de error: “él pensaba” (v. 25)

a. Comprendió que la fuerza no era la solución

b. Trató de usar la persuasión pero fracasó, fue malentendido.

4. Se ve ingratamente re- “entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó” (v. 27)


chazado:

a. Cuando hirió al egipcio, ningún hebreo lo aprobó

b. Cuando procuró sembrar un ambiente de armonía fraternal, no lo aceptaron.

5. Sale solitariamente exiliado: “huyó a Madián” (v. 29)

a. Teme enfrentar a Faraón

b. Sabe que sería vilmente ejecutado

c. Se disgusta por la conducta de sus hermanos

d. Acepta su error, y toma otro rumbo: es el camino de Dios para su restauración.

6. [p 180] Vuelve divinamente restaurado: “un ángel se le apareció” (v. 30).

a. Deja atrás el patriotismo

b. Está dispuesto a cambiar para su misión futura

c. Abandona todo por las ovejas

d. Dispuesto a dejar las ovejas por el llamado de Dios

e. Rechaza todo impulso humano; Dios debe forzarlo a ir

f. Se familiariza con la visión del futuro

D. David y Salomón con la confirmación de la monarquía (7:46–50)


45El cual, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar posesión de la tierra
de los gentiles, a los cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David. 46Este halló
gracia delante de Dios, y pidió proveer tabernáculo para el Dios de Jacob. 47Mas Salomón le edificó casa; 48si
bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: 49El cielo es mi trono, y la tierra
el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? 50¿No hizo
mi mano todas estas cosas?
La cuarta parte del discurso de Esteban tiene como introducción el ingreso a la tierra prometida, y como
médula un argumento básico para su apología. Se trata del gran lugar que ocupaban los “tabernáculos” (vv.
44, 46) en la vida de Israel y la imposibilidad “de construir una casa” capaz de contener a Dios. Quizás po-
dríamos distinguir los detalles importantes que el predicador trata de enfatizar:
a. La omnipresencia de Dios
Se trata de una persona singular cuyo trono está en el cielo y “sus pies” en la tierra. Para quien todos los
lugares son iguales, porque lo llena todo con su presencia. Está en todas partes como Persona libre, conscien-
94

te y activa. Todo lo demás está limitado por las leyes del espacio; y aun lo más grande es un puntito insignifi-
cante [p 181] en este espacio inmenso donde Dios habita. Moviéndose en los tiempos, se apareció a Abraham
en Ur, a José en Egipto y a Moisés en el desierto. Donde él está es tierra santa, y todo los que andan en humil-
dad de corazón gozan de su presencia y su poder. Esteban se esfuerza en demostrar que el error no está en
construir tabernáculos o templos, sino en creer que éstos fueron literalmente la habitación de Dios, como los
templos paganos lo eran para sus dioses. No nos extraña que Pablo tuviera que explicarlo posteriormente a
los filósofos atenienses (17:24); lo que resulta incomprensible es que Israel no lo hubiera entendido, aunque
Salomón lo dijo con claridad (1 R. 8:27).
En lugar de señalar este pasaje, Esteban citó el de Isaías 66 porque se acomoda mejor a su argumento so-
bre la habitación peregrina de Dios en la tierra.
b. La creación de Dios
Si Dios mismo es el Creador, ¿cómo puede confinarse a estructuras hechas por sus mismas criaturas? (vv.
49–50). La respuesta es: de ningún modo. Pero Esteban, que tomó la cita de Isaías 66:1 no da ni siquiera la
respuesta que muestra el profeta, sino que abruptamente interrumpe su discurso, viendo los rostros de sus
acusadores y convencido de que había concluido el tiempo de historia para comenzar con el reproche del
cual nos ocupamos a continuación.
95

[p 182]
CAPÍTULO 10
EL MARTIRIO DE ESTEBAN (7:51–60)
51¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; co-
mo vuestros padres, así también vosotros. 52¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mata-
ron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y
matadores; 53vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis. 54Oyendo estas
cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él. 55Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo,
puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, 56y dijo: He aquí,
veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. 57Entonces ellos, dando grandes
voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. 58Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y
los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. 59Y apedreaban a Esteban, mien-
tras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. 60Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les
tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
A. La aplicación del discurso
El cambio de tono de Esteban no era la modalidad común de los cristianos a los cuales los fariseos estaban
acostumbrados. Pero debido a que los acusadores también habían modificado su injuria—al nombre del Se-
ñor Jesús que Pedro y Juan predicaban, agregaron el de Dios, el templo y la ley a la cual, según ellos, Esteban
ofendía—, la defensa fue más virulenta (6:13). Podríamos, entonces, decir: (1) Se justifica el cambio de tono
porque él se dirige a las autoridades religiosas y no al pueblo (comp. 7:1–2) Además, se [p 183] había agota-
do la instancia de conversación amable que Pedro y Juan habían mantenido (3:17; 4:11). (2) Los mismos
argumentos provocaron la necesidad de ubicarlos dentro de los más falaces directivos que Israel había teni-
do, porque habían crucificado al Señor Jesús. (3) Definitivamente tenían que descubrir que el evangelio tenía
en sí mismo un elemento antifarisaico visible. El mensaje de Cristo da por concluida la etapa de la hipocresía
religiosa.
Esteban les enrostra el carácter que ellos manifiestan en su resistencia a Dios. Duros de cerviz es una des-
cripción utilizada por Dios (Ex. 32:9; 33:3, 5), por Moisés (34:9; Dt. 9:6, 13; 31:27) y los profetas o reyes (2
Cr. 30:8; Jer. 17:23) en cuanto al carácter rebelde de la nación en todos los tiempos. Llevaban la circuncisión
como señal del pacto de Dios con ellos (Gn. 17:11–12), pero sus corazones violaron ese pacto durante siglos.
En verdad, eran “incircuncisos de corazón y de oídos”. También aquí Esteban echa mano de un dicho repeti-
do en la ley y por los profetas (Lv. 26:41; Dt. 10; 16; 30:6; Jer. 6:10; 9:26; Ez. 44:7). Por el contexto de estos
pasajes aprendemos qué significa: “son paganos de corazón y no entienden los propósitos de Dios”.
Es siguiendo este pensamiento que declaró a Israel un opositor crónico al Espíritu de Dios. Según el texto,
lo eran por rechazar los mensajes enviados incluido el de Esteban. También eran opositores por perseguir a
los profetas pensando que los privaban de la amistad con los demás pueblos y provocaban enfrentamientos
ficticios con los vecinos. El odio llegó hasta el extremo de matar a los que “anunciaron de antemano la venida
del Justo”. Y además, eran opositores crónicos al Espíritu de Dios por desatender los dictados de la ley que
sabían que no provenía de la mente humana, sino que los ángeles fueron los intermediarios (Gá. 3:19). Dios
quiso que la ley tuviera una vía distinta que la profecía para llegar al pueblo (v. 53) precisamente para evitar
el desprecio al agente humano del mensaje (comp. He. 2:2).
En consecuencia, el mensaje de Esteban no es tanto una apología a su posición y doctrina, sino una des-
cripción objetiva de la presencia universal de Dios, su preocupación para que su pueblo conociera la ley y el
objetivo singular de la venida y resurrección de Cristo.
96

[p 184] LA RESISTENCIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO


1. El carácter de los impíos
a. Son duros de corazón
– Desatienden su voz (Jue. 2:17; 1 S. 2:25; Neh. 9:16)
– Postergan sus advertencias (1 R. 20:36)
– Contradicen sus mandatos (Lv. 26:40)
Pero en cambio:
– Siguen su propio capricho
– Se obstinan y rebelan contra sus mandamientos
– Tratan de anular los propósitos de Dios
b. Están carentes de vida
Viven sin renovación espiritual (Dt. 10:16–18)
– Son sensuales (Dt. 21:18–20)
– Orgullosos (Jer. 6:10–13)
– Negligentes (Is. 66:3) (comp. Is. 29:9–13)
2. El modo de resistir
a. Desacata las evidencias de Dios (Mal. 2:8–10)
b. Rechaza la comunicación divina por su Espíritu (1 S.
19:20).
– El Espíritu de verdad (Jn. 14:17; 15:26) revela el propósito
de Dios y muestra con claridad las verdades del evangelio (Is.
30:8–13)
– El Espíritu de gracia (Is. 42:1). El favor de Dios se observa
a través del Espíritu Santo.
3. Las consecuencias a soportar
a. Los que resisten se entregan a una mente confundida (Sal.
109:29; Dn. 9:7)
b. La luz se retira para dejar lugar a las tinieblas (1 S. 2:9;
Nah. 1:8)
c. Dios tiene preparado su destino (He. 6:8; 10:26–27)

[p 185] B. La reacción de los opositores


Esteban se destacó entre los demás porque, lleno de poder, realizó grandes prodigios delante del pueblo.
Pero sus adversarios no pusieron los ojos en estos beneficios que no cuestionaron sino en la controversia teo-
lógica que planteaba.
Están furiosos pero derrotados (comp. 5:33). La manera de actuar tiene ahora milenios de práctica. Se
han levantado imperios llenos de odio contra creyentes en Cristo cuyo único pecado fue confesar a Cristo.
Pero también hay hermanos que fustigan a hermanos y los aborrecen en el corazón invocando la doctrina,
que no es más que una débil cortina para ocultar pasiones, celos y envidias.
97

En esta circunstancia específica, es muy útil observar la actitud de Esteban. Lucas apunta este dato del si-
guiente modo:
1) La mirada de Esteban: Está dispuesto a morir como mártir y la tierra no le interesa. No tiene simpatía
por nada, y nadie parece interesarse por él. Arriba, está la bienvenida. Como en la frase “está a la diestra de
Dios”, en griego se utiliza hestôta, “de pie”, algunos creen que el Señor Jesús “se puso de pie” para recibir al
primer mártir de la iglesia. Sin embargo, es sólo una interpretación emocionante que merece tomarse con
cuidado (comp. Dn. 7:13). Esteban está lleno del Espíritu y su mente tiene una percepción más allá de las
circunstancias. El Señor Jesús había dicho: “Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder
de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mr. 14:62). Los judíos lo verían “sentado” como Juez; Esteban, en
cambio, lo ve “de pie”, preparado para asistirlo y recibirlo. Es la última vez que se usa este título de Cristo (la
frase en Ap. 1:13 y 14:14 es diferente).
2) La barbarie de la religión. No queriendo oírlo más, gritando “se taparon los oídos, y arremetieron a
una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon …” (vv. 57, 58a). Querían demostrar que tení-
an celo por la tradición y buscaban un lugar prominente en la ejecución. Necesitaban el crédito político de-
lante de los fariseos de Jerusalén, demostrando celo por la ley (Lv. 24:14). Las ropas del ejecutado se ponían a
corta distancia de la ejecución, a fin de conservar las normas de la tradición. Saulo por su parte se ocupó de
custodiar las ropas de los verdugos (22:20). ¿Habrá [p 186] comprendido Esteban que dos años después
aproximadamente Saulo vería en el cielo una escena similar? (9:3–5).
C. La finalización de una carrera
Varios religiosos tomaron parte en la contienda. Piedra tras piedra fue abriendo el cuerpo del prestigioso
diácono. Las piedras de la “justicia” se convirtieron en el monumento a la vergüenza de los enemigos de
Dios. Son las diademas en la frente del santo varón, modelo de humildad, conocimiento y poder. Esteban con-
cluyó su servicio declarando que Jesucristo es Dios, que el alma de los santos está en las manos de Dios (Ec.
12:7; Job. 20:2, 3; 32:8; Jn. 4:24; 2 Co. 5:1–8) y que solamente él puede perdonar los pecados. Esteban muere
sujeto a la voluntad del Señor: “puesto de rodillas” (ver 9:40; 20:36; 21:5), pronunció una oración similar a
la del Señor Jesús (Lc. 23:34), convencido de que obraban por ignorancia (3:17). Con esta oración final mos-
tró la comunión con el Señor Jesús: a) Comunión en su desprecio (Jn. 15:18); b) comunión en su visión (Mr.
14:62); c) comunión en su piedad (Lc. 23:34); d) comunión en su victoria: “clamó a gran voz” (Lc. 23:46); e)
comunión en su sepultura: “hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban” (8:2; ver Jn. 19:39–42).
D. Conclusión
Esteban está muerto. Para muchos, con esa desaparición también había muerto la gloria del cristianismo.
Para los judíos (incluido Saulo, tal como lo observaremos a continuación) había llegado el momento de arre-
meter asolando hogares y familias. Veían en la muerte de Esteban una posibilidad más propicia para la liqui-
dación del cristianismo que la que se había dado con la muerte de Cristo.
Para el mundo cristiano, por otra parte, el tema comienza y termina con Esteban. Es el primer mártir cris-
tiano; es el modelo de hombre comprometido; es el seguidor más cercano al Señor Jesús. Aunque todas estas
cosas son verdad, no debemos apropiarnos de esto último para ir contra lo anterior, es decir, lo que pensaban
los judíos. El objetivo principal de Lucas radica en otra cuestión. Quiere hacer un formal hincapié sobre el
papel desarrollado por Esteban en la extensión del evangelio. Sus oyentes no debían desconocer la función
del templo como lugar de reunión (Lucas [p 187] hace un énfasis minucioso sobre esto) ni el fin de las labo-
res ceremoniales de la ley en Jerusalén. El AT muestra a Dios unido a su pueblo dondequiera que estuviera, y
no simplemente en el tabernáculo del desierto o en el templo de Jerusalén.
Lo que pretendían los judíos era retener a Dios para Israel en su propia tierra, lo cual estaba aun en co-
ntra de la palabra profética que ellos creían (Is. 42:6; 49:6; 60:3). Pero si todos los días a las tres de la tarde
tenían que ir al templo a orar, ¿cómo podían cumplir el mandato de ser luz a las naciones? Y si debían apli-
car la ley a un Mesías que aún no había venido, ¿qué función cumplía la ley en territorio gentil? Estas pre-
guntas y otras no tienen respuesta.
Cuando Pablo y sus compañeros salieron para cumplir con la extensión del evangelio, notamos la aplica-
ción que hicieron del AT mostrando que Dios siempre acompañó a los patriarcas y a Moisés dondequiera que
estaban (14:27; 15:4). Aunque penoso, había comenzado un gran cambio. El reloj de Dios no funciona para
98

atrás. Doloroso como les resultaba, la tradición había sufrido un cambio y los edificios con sus ceremonias y
encantos nacionales habían caducado. El martirio bochornoso de Esteban no eliminaba el mensaje, sino que
abría nuevos canales. La iglesia sacudida en extremo, hizo gran llanto sobre Esteban, y empezó a ver la cade-
na de martirios similares que la convencieron de que había llegado la hora de abandonar la ciudad. Se acabó
con el templo ceremonial y la ley que Cristo había cumplido. Amén.
99

[p 188]
CAPÍTULO 11
FELIPE PREDICA FUERA DE JERUSALÉN (8:1–25)
1Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en
Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2Y hombres
piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando
casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. 4Pero los que fueron esparcidos
iban por todas partes anunciando el evangelio. 5Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les
predicaba a Cristo. 6Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo
las señales que hacía. 7Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y
muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8así que había gran gozo en aquella ciudad. 9Pero había un hombre
llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria,
haciéndose pasar por algún grande. 10A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más
grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había
engañado mucho tiempo. 12Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el
nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13También creyó Simón mismo, y habiéndose bauti-
zado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.
14Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén [p 189] oyeron que Samaria había recibido la palabra de
Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el
Espíritu Santo; 16porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido
bautizados en el nombre de Jesús. 17Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18Cuando
vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
19diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el
Espíritu Santo. 20Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se
obtiene con dinero. 21No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de
Dios. 22Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón; 23porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24Respondiendo entonces Si-
món, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. 25Y ellos,
habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los
samaritanos anunciaron el evangelio.
Es importante detenernos con el trasfondo que Lucas aspira dar a conocer a sus lectores a propósito de la
ejecución de Esteban.
A. Saulo encabeza una feroz persecución
En este momento de su descripción Lucas menciona a Saulo tres veces. Es un joven fanático (7:58) que
aspira a ver terminada la “herejía” iniciada con Jesús. Está tranquilo en su interior con la muerte de Esteban
(8:1) y cree que ha llegado la hora de vindicar la tradición, el templo, la ley y la conciencia hebrea (8:3).
Saulo decididamente violenta cada casa de creyentes en Cristo. Le parece que con su educación hebrea debe
dar otra perspectiva al futuro del judaísmo. Con valentía quiere animar a todos los judíos a armarse de valen-
tía para ir en contra de la religión que a su entender pretende reformar el rito de Moisés. Sin embargo, no
hay dudas de que la muerte injusta de Esteban con la que colaboró (7:58) le tocó al corazón. Su testimonio
posterior lo prueba (22:20).
100

[p 190] LA PERSECUCIÓN DE SAULO


1. Complaciente: “Saulo consentía en su muerte” (v. 1).
2. Atrevida: “a la iglesia” (v. 3) (comp. 9:1) (Fil. 3:6; 1 Ti.
1:13).
3. Extensa: “asolaba” (v. 3) (comp. 22:4)
4. Vergonzosa: “entrando casa por casa” (v. 3)
5. Inhumana: “arrastraba hombres y mujeres”
6. Injusta: “a la cárcel” (1 Co. 15:9; Gá. 1:13, 22)
El heridor sufre heridas (14:19; 16:23; 23:12; 26:10)

La persecución no se limita solamente a Jerusalén; también las ciudades de Hebrón, Gaza, Lida y Jope sin-
tieron los efectos porque se convirtieron en centros de refugio. Posiblemente esta es la razón por la cual en-
contramos creyentes en esos centros, y muchos recibieron la palabra con la visita de Pedro y otros.
B. Los creyentes asumen nuevas responsabilidades
No todos los habitantes de Jerusalén estuvieron de acuerdo con la ejecución de Esteban. La expresión
“hombres piadosos” puede referirse a hermanos de la iglesia o simplemente a judíos santos que disentían con
lo ocurrido (5:13) y se identificaron con Esteban acudiendo al lugar para rescatar su cadáver, repudiando así
la injusticia cometida. Lo hicieron a riesgo de sus propias vidas, convencidos de que el martirio provocaría
reacciones imprevisibles. Hicieron “gran llanto” por la pérdida personal y de la iglesia, por la ferocidad de-
mostrada en los religiosos y sus consecuencias. Pero sobre todo por el futuro incierto de la confesión hebrea y
por cómo Dios vindicaría la muerte de su valiente siervo.
Por otro lado, la iglesia comenzó su propia diáspora (v. 4) (comp. 11:19; 1 P. 1:1). Lucas vuelve a recor-
dar cómo el Señor había dicho a los discípulos que serían testigos en Jerusalén primeramente y también “en
toda Judea y Samaria” (1:8). Ahora muestra cómo la comisión comenzó a desarrollarse: “los que fueron es-
parcidos iban [p 191] por todas partes anunciando el evangelio”. El discurso de Esteban, reiteramos, había
sido el punto de partida a fin de que los cristianos cortaran los vínculos tradicionales para iniciar la misión.
Aun los apóstoles que se quedaron (v. 1) no sentían lo mismo que antes, y el peso que caía sobre ellos prove-
niente de la iglesia local se disipó en vista de menos responsabilidades por menor cantidad de miembros. Te-
nían que iniciar otras labores, como lo veremos más adelante.
El diablo que instigaba la muerte de los creyentes para eliminar a la iglesia, recibió un revés cuando vio
que los “esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (es decir evangelizando). Posiblemente
las distracciones domésticas los habían detenido por mucho tiempo, y Dios tuvo que provocar la situación
que observamos para extender sus propósitos. Notemos algunos detalles:
1) La revitalización del carácter agresivo del evangelio. Esteban creía que el evangelio era la verdad. La
exposición basada en la Escritura es una credencial del carácter cristiano. Los que lo vieron morir por lo que
creía, se dieron cuenta de algo nuevo: el costo de la verdad. El evangelio como poder de Dios se parece a una
piedra que rompe y a un árbol que crece. Al romper, esa piedra termina con el pasado y prepara la construc-
ción del futuro. Al crecer, el árbol extiende sus ramas a todo el mundo dando cabida a todos los pueblos. Los
esparcidos comenzaron a verlo y salieron persuadidos de ser portadores del mensaje de vida eterna.
2) La puesta en marcha del celo por los demás. Estos esparcidos son carbones encendidos con el fuego de
Dios. Salen animados por el fuego del Espíritu para encender a otros pueblos. “Iban por todas partes”, como
si en su ansia por dejar el mensaje no les alcanzaran las piernas para andar por aldeas, pueblos y ciudades
hablando del evangelio salvador.
101

3) La concentración de todas las fuerzas en un mensaje. No predican odio contra la religión ni contra los
fariseos. No se preparan para contraatacar a los judíos fanáticos. Más vale se dedican a la verdadera predica-
ción. Sin detenerse y sin vacilar anunciaban el evangelio.1
[p 192] En casi todos los casos, lo hacen como resultado de las explicaciones por la huida, o indicando lo
sucedido con Esteban. No todos son capaces, pero todos pueden hablar de sus experiencias rectificadoras de
la vida. Pueden mostrar la santidad de vida y la calidad del perdón que Dios da en Cristo. No todos son técni-
cos evangelistas, pero todos son testigos de la verdad.
C. Felipe en Samaria
Los primeros cristianos no estaban dispuestos a dejar Jerusalén. El Señor Jesús les había aconsejado per-
manecer en la ciudad hasta que recibieran poder de lo alto. Pentecostés había venido y también había pasado,
pero ellos se quedaron. En buena medida lo hacían para no mezclarse con los gentiles de alrededor. Dios le-
vantó a helenistas (judíos de origen griego) para iniciar la salida. Esteban con su discurso y muerte cortó los
lazos religiosos con la tradición. Los judíos infatuados y estimulados por la “victoria” de la ejecución, inician
una persecución a fondo. Pero Dios, que controla todo, hace que el espíritu agresivo creado en la iglesia, se
canalice en amor a las almas. Llama a otro de los siete elegidos para servir a las mesas (6:5) para que vaya
Samaria, un lugar despreciado por los hebreos (8:15). Un predicador de origen griego y sin prejuicios sería
bien recibido por la gente.2
a. [p 193] El mensaje que proclama
Es notable la frecuencia con que encontramos expresiones como “anunciar el evangelio (8:4) “predicar a
Jesucristo” (5:42) o simplemente “predicar a Cristo” (9:20), porque nos aclara cuál es el tema diario para
anunciar. Felipe es uno de esos pregoneros que tiene claro cuál es la necesidad de la gente. Es un heraldo de
las buenas nuevas. Proclama mientras muchas cosas suceden. Su mensaje es Cristo, el mismo que había ben-
decido a Samaria con su presencia y su palabra (Jn. 4:39). La gente que sabía de la bondad de Jesús, estuvo
encantada con el mensaje. Con seguridad Felipe les habrá recordado el lugar que Cristo había dejado, les
habrá enseñado cómo se había identificado con los hombres, y les habrá reiterado su amor manifestado por
los pecadores al morir en la cruz rechazado por los judíos. Seguramente les describió la resurrección triun-
fante y la ascensión victoriosa, y les dijo de su sacerdocio presente y su retorno en juicio.
La gente estaba “unánime”, poniendo toda atención y dando una respuesta favorable a lo que oían
(16:14), se mostraba impactada por las señales que hacía y el modo de expulsar demonios.
b. El avivamiento que genera
Hay una necesidad espiritual de tal magnitud que el mensaje engendra un oído unánime. La ausencia de
la tradición judía que tanto había hostigado a los apóstoles y ejecutado a Esteban, es tan evidente que la pala-
bra puede penetrar hasta conmover los corazones. La gente está atenta a su enseñanza y dispuesta a ver el
origen del poder que puede mover las fuerzas de la enfermedad y de los espíritus inmundos. Lucas resalta
que la combinación del mensaje de Cristo y la sanidad de tantas personas produjo “gran gozo” en la ciudad
(v. 8).
Es oportuna aquí una reflexión sobre lo que sucede en Samaria. Tanto el relato de Juan en su evangelio
(cap. 4) como éste de Lucas, demuestran que los samaritanos eran un pueblo sencillo de mente; con un sen-
timiento crédulo esperaban al Mesías pero ignoraban los tiempos. Tenían el corazón preparado para el men-

1 Gr. Euangelizomenoi.
2

La hostilidad entre judíos y samaritanos tiene su antecedente en la división de Israel en los días de Jeroboam (cerca del 930 AC)
cuando se estableció para las diez tribus que comenzara a gobernar un nuevo tipo de sacerdocio (1 R. 12:25–33). Se concretó
cuando estas tribus fueron invadidas por Asiria y anexadas a su territorio en el año 722 AC. Miles de paganos fueron asentados en
el territorio, reemplazando a los que salían deportados a otras partes (2 R. 17:4ss). Cuando los judíos retornaron de la cautividad
babilónica, enfrentaron en Jerusalén una fuerte oposición por parte de los samaritanos. Querían impedirles la edificación tanto del
templo como de los muros (Neh. 2:19; Ez. 4:1) y hubo situaciones de fuerte enfrentamiento.
Posteriormente, unos cuatro siglos antes de Cristo, viendo el desarrollo de los acontecimientos, los samaritanos levantaron un
templo al pie del monte Gerizim, donde declararon su ritual de la pascua, cabañas, y pentecostés al estilo samaritano. Este pueblo
sólo aceptaba el Pentateuco. El monte Gerizim es sagrado para ellos hasta hoy (Jn. 4:9, 20).
102

saje espiritual, movilizados por su condición religiosa confusa y el rechazo unánime de los hebreos. Algo si-
milar ocurre en el presente.

[p 194] LAS EVIDENCIAS DEL CRISTIANISMO

1. Crece: “y crecía la palabra del Señor” (6:7)

2. Vence: rompe los prejuicios de la raza (8:4)

3. Destruye: el mal se quebranta y libra a los oprimidos (8:7)

4. Alegra: hay gozo por la victoria de la verdad (8:8) (comp. 2


Cr. 24:10; Neh. 12:43; Lc. 2:10–14; 24:52).

5. Disciplina: enseña la sujeción a Cristo (8:14–16)

6. Discierne: conoce quiénes son verdaderos y quiénes son falsos


(8:20–23).

c. La oposición que se levanta


Los samaritanos tenían, además, necesidad de ver el poder en actividad. El paganismo al que estaban
acostumbrados y la religión judía que veían practicar, no tenían ya atractivo. Eran ceremonias sin contenido.
La puerta se abrió de par en par, para que tiempo antes que Felipe llegara “un hombre llamado Simón” (v. 9)
que practicaba hechicería, y tuvo gran aceptación. Este mago había “engañado a la gente … haciéndose pa-
sar por algún grande”. Sus discursos y sus artes mágicas hacían que todos le oyeran y creyeran que era
“Dios” (comp. Mr. 14:62), o alguna de las emanaciones de Dios como más tarde predicó el gnosticismo.
El evangelio que Felipe predica está directamente enfrentado con el reino de las tinieblas porque es el
mensaje del reino de Dios (comp. 28:31). No es diferente al que el mismo Señor anunció pero el énfasis sobre
la resurrección de Cristo pone un acento sobre el arrepentimiento, la fe, el perdón de los pecados, el bautismo
y el don del Espíritu Santo que antes no tenía (comp. Mt. 24:14; 28:19–20). Más tarde, Pablo confirmó que
predicar el “evangelio del reino” es igual a anunciar el “evangelio de la gracia de Dios” (20:24–25).
La gente se sintió enfrentada a los dos poderes, a los dos reinos y a los dos soberanos. Pone atención a lo
que dice Felipe y [p 195] lo cree. Creer “a Felipe” es apropiarse del mensaje aplicándolo a sus vidas y sus ne-
cesidades. Es decir, sacaron los ojos de Simón y se convirtieron a Dios. El bautismo es una confesión de fe
personal que muestra identificación con la persona de Cristo (2:41; Ro. 6:3). Es también un sello de haber
aceptado el nuevo pacto en la sangre de Cristo (Col. 2:11–13).
Simón también creyó. Esto nos explica que el término “creer” por sí solo, no tiene gran valor (Jn. 8:30–
37). Muchos de los que creyeron en los días del Señor Jesús se contaron entre sus adversarios. La fe de Simón
es superficial y no transformadora. No es el vehículo para llegar al Señor, sino más vale la manera de amol-
darse convenientemente a las circunstancias. Vimos que Saulo fue un instrumento del diablo para enfrentar;
Simón, en cambio, para hacer uso de la deslealtad. Simón quiere hacer ver a los samaritanos que la predica-
ción de Felipe es una “mejora” o “reactualización” de lo que él predica (comp. 16:16–17). El mismo está sor-
prendido de los milagros de Felipe porque son superiores a los de él, pero su corazón “no es recto delante de
Dios” (v. 21). Esto nos demuestra que los milagros no prueban que un hombre sea de Dios, ni que tampoco
haya que iniciar la actividad tratando de ver milagros. Felipe comienza predicando de Cristo (v. 5), y poste-
riormente Dios le otorga credenciales. La gente no se confunde porque no creyó en los milagros sino en el
nombre de Jesucristo.
d. La unidad que se impone
103

Lucas detiene el relato de los sucesos para referirse a la resonancia que la predicación y sus efectos tuvo
en Jerusalén. Hoy nosotros leemos lo sucedido en apenas unas veinte palabras del v. 14, pero en su día debió
de haber sido una historia conmovedora. Es la aurora de un nuevo día para el evangelio; el momento cuando
los enemigos samaritanos entran también en el reino de Dios. Es preciso que consideremos las circunstancias
que rodean lo que Lucas desea enseñar. Juan mismo tiene que cambiar su modo de pensar, porque fue él uno
de los que pidió autorización para orar por fuego del cielo sobre los samaritanos mientras caminaba con el
Señor Jesús (Lc. 9:54).
¿Qué significa que los apóstoles “enviaron a Pedro y a Juan”? Significa que los doce están unánimes en lo
que hacen y [p 196] unos sumisos a otros. Habla también del respeto de Pedro y Juan por la opinión del con-
junto. Estos dos hombres ya han trabajado juntos y saben cómo manejar los asuntos exteriores de la iglesia
(comp. 3:1ss). Además es la última aparición pública de Juan. La última vez que se lo menciona en relación
con Jerusalén es en Gá. 2:9. Finalmente también significa que la prohibición de predicar en tierra samaritana
dada en los primeros tiempos del ministerio del Señor Jesús, había caducado (Mt. 10:5), y que el evangelio
era un mensaje universal (Hch. 1:8) que los judíos necesitan saber. Al comenzar sus labores, los apóstoles
descubren que estos creyentes no han recibido el Espíritu Santo. Así que, “oraron por ellos para que recibie-
sen el Espíritu Santo,” identificándose con ellos y haciendo que ellos se sujeten a la comunión de la iglesia ya
formada en Jerusalén. Los samaritanos entraron a la iglesia en pie de igualdad con los judíos. Es el modo que
Dios aprueba para lograr la unidad del rebaño y no la formación de dos rediles.3
B.B.Warfield siguiendo la línea de Calvino sostiene que la imposición de manos no fue para iniciarlos
(porque el Espíritu había venido en el momento de la conversión) sino para que recibieran algunos dones
espirituales.4
[p 197] Estos hermanos bautizados “en el nombre del Señor Jesús”,5 es decir bajo la autoridad impartida
por el Señor Jesús (Mt. 28:19), también entran a formar parte de su pertenencia. En aquellos días era común
hacer una transacción “en el nombre” de alguien y eso significaba “meterlo dentro de su patrimonio”. Estos
bautizados “en”,6 son ahora vistos por todos como pertenecientes al Señor Jesús.
e. El juicio que lo libera
Una razón adicional para que los apóstoles actuaran como lo hicieron es liberar a Felipe y a los nuevos
cristianos de la influencia satánica de Simón el mago. La imposición de las manos (v. 17) como señal para
impartir algo poseído por el dador (6:6; 9:17) simplemente como evidencia de comunión o identificación
(13:3), desubicó totalmente al hechicero que seguramente pensaba continuar con sus prácticas junto a Felipe
y detrás de su mensaje. El v. 18 muestra la sorpresa de Simón al contemplar la autoridad apostólica: “Cuando
vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero”. Si
hubiera podido avanzar, quizás el mismo ministerio de Felipe se hubiera desacreditado por “el tráfico de los
dones” movilizado por el dinero. Pero Dios liberó a su siervo Felipe cuidando su integridad espiritual. Pedro
reprendió severamente a Simón por creer en la posibilidad de comprar el don de Dios. “No tienes tú parte ni
suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios” (v. 21), presupone un corazón que aún
continúa bajo el ambiente de la corrupción. Simón siente envidia por la verdad, por Felipe, y principalmente
por los apóstoles.

3 Para muchos creyentes éste es el modelo de las “dos etapas” de la salvación. Quienes utilizan el bautismo de los niños como “ini-
ciación”, ven a la segunda etapa como “confirmación” (Dean Goulburn). Quienes creen que la primera es “conversión”, aseguran
que la segunda es “poder”. Hay otros que creen que las dos etapas podrían ser “dos actos” de una sola etapa siguiendo el modelo de
los 3000 en Pentecostés (2:38–41) o de la “multitud” en Antioquía (11:20–26). William Sanford la Sor dice al respecto: “Si la im-
posición de las manos precede al don del Espíritu Santo en Samaria ¡no fue ciertamente así en Cesarea! Alguien ha sugerido que la
única regla que podemos establecer fundada en el libro de Hechos es que Dios no acata nuestras reglas. Yo sugeriría, en cambio,
que él se opone a que se fijen disposiciones, pues él mismo está encargado de disponer el orden en la iglesia (ver 1 Co. 14:40)
“(Una iglesia viva, pág. 138). La enseñanza del NT es variada y debemos tener cuidado con los moldes.
4 Miracles Yesterday and Today, pág. 22.
5 Ni en 2:38 ni en los otros casos mencionados (10:48; 19:5) aparece la fórmula mencionada por el Señor Jesús. F. F. Bruce citando

a G. F. Moore dice que “mientras la fórmula trinitaria era apropiada para los gentiles que se volvían de los ídolos a Dios, el bautis-
mo en el nombre del Señor Jesús como Mesías era suficiente en el caso de los judíos o samaritanos que no necesitaban profesar el
monoteísmo. La misma consideración es buena para los ’discípulos’ de Hch. 19, los que ya se habían sometido al bautismo de Juan”
(pág. 187).
6 Gr. eis (dentro).
104

[p 198] Samaria está conmovida por el Espíritu Santo y el operador de las tinieblas queda descubierto.
Pensó que sería fácil convencer a un siervo de Dios con dinero, pero la instigación satánica no le dio resulta-
do. La envidia y el celo son estratagemas terrenales que aún en el presente marcan a los seguidores de Simón.

EL CASO SIMÓN
1. El deber de la iglesia en los días de avivamiento (v. 14)
– Ayudar a consolidar la palabra, no ajustar detalles (v. 25).
2. La actitud ante la existencia de infiltración (v. 18)
– Saber que el diablo trabaja así: falsos profetas (Mt. 7:15);
falsos enseñadores en Corinto (1 Co. 15:12), malos predicado-
res en Filipos (Fil. 3:18), herejías en Asia (1 Ti. 1:20), supersti-
ción en la Edad Media, y lo mismo en la actualidad.
3. La necesidad de conocer la raíz del mal (v. 20).
La actitud de Pedro es un ejemplo para la iglesia y demues-
tra el celo necesario por la santidad.
4. El apóstata amonestado no vuelve sino que sigue su ca-
mino
Pedro le dijo que se arrepintiera y orara, pero Simón quería
inmunidad y amnistía sin necesidad de arrepentimiento. Dios
ahora ofrece el perdón, pero los hombres rechazan las condi-
ciones para recibirlo.

Una vez que la misión de Pedro y Juan queda terminada, permanecen en Samaria por cierto tiempo y des-
pués emprenden el retorno predicando la palabra “por muchas poblaciones de los samaritanos” (comp. vv. 4,
35).
105

[p 199]
CAPÍTULO 12
FELIPE Y EL EUNUCO ETÍOPE (8:26–40)
26Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y vé hacia el sur, por el camino que desciende de
Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. 27Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcio-
nario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para
adorar, 28volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. 29Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júnta-
te a ese carro. 30Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? 31El
dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. 32El pasaje de
la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo
trasquila, así no abrió su boca. 33En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la conta-
rá? Porque fue quitada de la tierra su vida. 34Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas:
¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo o de algún otro? 35Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzan-
do desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y
dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien
puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38Y mandó parar el carro; y descendie-
ron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. 39Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arreba-
tó a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso [p 200] su camino. 40Pero Felipe se encontró en Azoto; y
pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.
Al poco tiempo de partir Pedro y Juan de Samaria, Felipe también tuvo que dejarla. El Señor tenía para él
otra labor porque la iglesia establecida ya discipulada, debía continuar por sí misma. Quien le ordenó la sali-
da fue “un ángel del Señor” (v. 26) (ver 5:19; 7:30) que en este relato es difícil distinguir del Espíritu del
Señor (comp. v. 39). La orden fue para ir “hacia el sur”. Tuvo que ir al “camino que desciende de Jerusalén a
Gaza, el cual es desierto”.1
Cualquiera podría decir que no era sabio sacar a Felipe de la gran tarea iniciada en Samaria para ir a un
paraje extraño a fin de esperar a una sola persona, que además era extranjera. Pero Dios tiene propósitos
misioneros no siempre al alcance de nuestra mente. Era la conversión de un dignatario, segundo en rango a
la reina de Etiopía. Es una persona deseosa de saber y para quien la atmósfera de la ciudad santa había sido
desfavorable para la meditación en la verdad de Dios. Su conversión es la base para la extensión del evange-
lio a vastos territorios lejos de Jerusalén.
A. Dios envía a Felipe
Etiopía era lo que conocemos como el Nilo superior, una región más extensa que lo que fue después. La
persona que volvía de [p 201] Jerusalén era un “etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etío-
pes”.2 Candace no es el nombre de una persona sino el título de la dinastía de las reinas (posiblemente reina–
madre), que era quien oficiaba de jefe del gobierno o en lugar del rey. Felipe tuvo que interceptar al tesorero
de esta mujer, posiblemente un negro del África.

1 Gaza (cuyo nombre significa “fuerte”) es una de las cinco ciudades de los filisteos, habitada primitivamente por caftores (o filis-
teos primitivos, Dt. 2:23; Jer. 47:4). A los caftores se los identifica también con los antiguos habitantes de Creta (comp. Gn. 10:14)
de donde posiblemente vinieron los filisteos a Gaza. Esta ciudad era la frontera más sureña de los cananitas (Gn. 10:19). Josué no la
pudo conquistar y quedó como habitación permanente de los filisteos (Jos. 10:41; 11:22). Por un tiempo corto estuvo en manos de
Judá (Jue. 1:18), pero pronto cayó en poder de los filisteos (Jue. 3:3; 13:1). Sansón la atacó, pero fue filistea aun en los tiempos de
Samuel, de Saúl y de David (1 S. 6:17; 14:52; 2 S. 21:15), de Salomón (1 R. 4:24) y más tarde de Ezequías (2 R. 18:8). Resistió a
Alejandro el Grande durante el sitio de cinco meses y fue una importante base militar clave para el país durante las luchas entre
Ptolomeos y Seléucidas, y en la guerra de los macabeos. Es una ciudad altamente pagana.
2 Eunuco significa en griego “cuidador de ama” o mucamo. El original hebreo claramente implica la incapacidad sexual que resulta

de la mutilación o castración. En tiempos primitivos fueron excluidos de los privilegios de Israel (Dt. 23:1) (comp. Lv. 22:24). La
práctica de castración comenzó en el despotismo de los paganos y así entró a Israel (2 R. 9:32; 23:11; Is. 56:3). En años posteriores
y en algunas ocasiones el término se aplica a personas que cubren puestos delicados, de mucha responsabilidad y no tiene relación
con la mutilación física.
106

Felipe tiene que obedecer órdenes, por una parte sencillas y simples, y por otra vagas e indefinidas. Ir a
una ruta, sin saber lugar preciso u hora exacta exige fe. Para él era suficiente saber que Dios le había orde-
nado ir. Hay tres antecedentes por los cuales está seguro del llamado:
1. Dios busca un ganador del almas. Felipe ya había caminado por fe hasta Samaria convencido del lla-
mado de Dios, y había hecho una hermosa labor. Dios se ocupó de liberarlo de sus dificultades.
2. Dios mira a uno listo para trabajar. Los haraganes que no quieren trabajar sino aparentar, son como
Simón; tienen vida corta. El trabajador sujeto a Dios tiene mucho que esperar. Además, está dispuesto a cual-
quier labor aunque no lo diga.
3. Dios busca predicadores del evangelio. Felipe lo era. Si había predicado el evangelio en Samaria, ¿por
qué no ahora? Si lo había hecho a multitudes, ¿por qué no solamente a uno?
B. Felipe se encuentra con un viajero lector de la Biblia
Poco leemos de viajeros lectores. Hay ciertamente lectores y también lectores anhelantes como Simeón
(Lc. 2:25–28) o Natanael (Jn. 1:47–51). Pero aquí nos encontramos con alguien que busca [p 202] explica-
ción a lo que acaba de oír en Jerusalén. Había ido a la ciudad para asistir a una de las grandes fiestas de los
judíos en calidad de prosélito o de hombre “temeroso de Dios” (comp. 2:10; 10:2).
Leía en voz alta el rollo del profeta Isaías (v. 28), sin poder comprender a quién aludía su lectura. La ciu-
dad de Jerusalén, que aún no se había terminado de reponer de la muerte de Jesucristo, está ahora nueva-
mente conmovida por la ejecución de Esteban. Tal vez el eunuco haya estado en la ciudad durante el marti-
rio, o quizás haya llegado poco después. Los apóstoles predican y el pueblo habla. Jamás alma alguna siente
más sed espiritual en la misma ciudad central del judaísmo. Ha estado en el templo con sacerdotes que leen
Is. 53 pero no tienen aplicación para el texto. Es como sacar un hilo de la Biblia para atarlo con el viento. Los
religiosos adoran silenciando el medio por el cual la adoración llega a Dios. Y ahora, ¿qué decir de Esteban?
“Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca
…” (v. 32) ¿Quién es? ¿Isaías, Jesucristo o Esteban? Los judíos hubieran dicho que se refería a Israel como
nación que sufría como “cordero en el matadero”, pero el eunuco, que está buscando la verdad, no ve esa
interpretación como válida.

EL ETÍOPE
1. Un buscador sincero (v. 28)
2. Un oyente atento (vv. 30–35)
– preparado por Dios
– persuadido por la Escritura y por la explicación
3. Un convertido comprometido (vv. 36–40)
– convencido
– iluminado
– gozoso

[p 203] C. El eunuco conoce a Cristo


Detenido muy cerca del carruaje (v. 29) y comenzando a caminar ligero junto a él, el evangelista inicia
su labor: (1) es agresivo (v. 30); (2) es estratégico—pregunta exactamente lo importante—(v. 30); (3) es bí-
blico (vv. 31–35); (4) es práctico (vv. 35–37). No trata de congraciarse con detalles. Pregunta directamente:
“¿Entiendes lo que lees?” (v. 30). El lector respondió con dos manifestaciones: que no podía entender sin ex-
plicación, y que lo invitaba a sentarse junto a él.
Antes de ingresar en el texto que fue la base de la explicación, sería interesante volver sobre el significado
de dos palabras importantes para nuestro estudio: La primera es “entender”, en griego gino̅sko̅, que equivale
a conocer o venir al conocimiento. Es decir, asimilar el contenido de alguna cosa, en este caso de lo que está
107

leyendo (Jn. 8:27). Y la segunda es “explicar”, en griego hodêdêo, que literalmente es mostrar el camino,
guiar o tomar la delantera (Jn. 16:13; Ro. 2:19). Con estas dos explicaciones la conclusión es que leer la Es-
critura es necesario, pero aun más importante es saber el contenido para aplicarlo a nuestra vida.
El eunuco leía Isaías 53:7–8 en un rollo de la versión Septuaginta.3 Los versículos citados por Lucas des-
criben a una persona sufriente semejante a una oveja llevada a la muerte o a “un cordero mudo delante del
que lo trasquila” (comp. Mr. 14:61; 15:5; Jn. 19:9), que lo matan después de humillarlo y obrar injustamen-
te. Parece que el eunuco interrumpe la lectura para preguntar: “¿De quién dice el profeta esto, de sí mismo o
de algún otro?”
Felipe comienza a sentir el privilegio de ser la persona anhelada por aquel hombre frustrado con la reli-
gión. Ninguno de los judíos [p 204] le hubiera hablado de un Mesías de estas características porque ellos
esperaban otra persona. Pero el Señor lo había dicho (Mr. 10:45; 14:24–27) y Esteban lo explicó claramente
(7:52). Aunque hay evidencias del Siervo sufriente en textos anteriores, la predicación de Felipe es la primera
que aplica el texto de Isaías 53 a Jesús (comp. 3:13, 26; 4:27, 30).
Como resultado del sermón de Felipe, la iglesia primitiva comenzó a utilizar Isaías 53 en este sentido. Tan
decisiva es la predicación que aun pudo mostrarle el costo de la identificación con Cristo. Posiblemente utili-
za la señal judía de la circuncisión porque es la más adecuada (comp. Col. 2:11–12). El bautismo es para el
cristiano la señal permanente de que ha elegido el camino de la separación de lo terrenal (muerte) a fin de
identificarse con Cristo.
D. El bautismo del etíope
EL v. 37 no está en los manuscritos más antiguos. Puede ser original de Lucas o la inserción de algún es-
criba muy primitivo seguro de que Felipe no bautizaría a una persona sin asegurarse de su completa rendi-
ción a Cristo. Lo sucedido con Simón el mago, es suficiente para verificar el estado del corazón antes de pen-
sar en la señal del pacto con Dios. Dice el texto que Pedro le dijo a Simón: “Tu corazón no es recto delante de
Dios” (v. 21). En nuestro caso Felipe señala al eunuco: “Si crees de todo corazón, bien puedes” (v. 37).
En aquellos días los bautismos se realizaban en ríos o arroyos de agua corriente. Por esta causa muchos
piensan que ese lugar es la vertiente Wadi el Ghezzah, cerca de la ciudad de Gaza.
E. La desaparición de Felipe
No bien salieron del agua, “el Espíritu del Señor arrebató a Felipe” (v. 39) y sin que tengamos explicación
alguna de cómo, “se encontró en Azoto” (hoy Asdod). El “arrebatamiento” puede deberse simplemente a des-
aparecer de la escena por un impedimento que lo aparta (comp. 16:6, 7) sin que sea nada milagroso que
hubiera llamado más la atención del escritor. Sin embargo, sin querer forzar un milagro, tampoco deseamos
sacarlo, y bien puede deberse a una “salida” como ya otros siervos de Dios habían experimentado (comp. 1 R.
18:12; 2 R. 2:11; Ez. 3:12, 14; 2 Co. 12:2, 4).
[p 205] Mientras tanto el eunuco que “no le vio más” a Felipe, siguió gozoso su camino (comp. Mt.
19:22). El evangelista, finalizada su labor con el eunuco, siguió haciendo lo mismo en el mismo corazón de
terreno pagano de la costa del Mediterráneo. Lo hizo predicando el evangelio,4 es decir volviendo a repetir la
experiencia de Samaria y con el eunuco (trabajo masivo y también personal) hasta Cesarea,5 donde lo halla-
mos la próxima vez que veamos algo de él (21:8).

3 La Septuaginta (abreviada LXX) es la traducción griega del AT. Se la llama “de los setenta” porque de acuerdo a la tradición fue
ese número de eruditos (o quizás 72) que la tradujo del hebreo unos dos siglos antes de Cristo. En el proceso de la traducción agre-
garon algún material que no fue aceptado por los hebreos. A este material se lo conoce como apócrifo. No obstante, por el idioma y
difusión entre el mundo griego es la versión que a menudo se cita en el NT.
4 Gr. Euangelizō.
5 La ciudad de Cesarea fue edificada por Herodes el Grande en el lugar donde estuvo la torre Estratón, a unos 38 km. al sur del

Monte Carmelo sobre el Mediterráneo entre Jope y Dova. Fue terminada alrededor del año 13 AC. Se quiso hacer el principal puer-
to palestino del Mediterráneo, y desde el principio fue de composición gentil. Era el asiento oficial de la residencia de los procura-
dores de Judea. Después de la caída de Jerusalén (70 DC) se la consideró la capital de Palestina.
108

REGLAS HACIA EL CONOCIMIENTO FRUCTÍFERO


1. Leer la Escritura con avidez
2. Interpretar el texto literalmente. Pensar en la Biblia como:
a. un libro entendible
b. un mensaje transformador
c. el mensaje de Dios
3. Entender cabalmente lo que dice
4. Aplicar personalmente las lecciones
5. Transmitir lealmente sus experiencias
109

[p 206]
CAPÍTULO 13
SAULO SE CONVIERTE AL EVANGELIO (9:1–31)
Lucas narra con detalles las labores de los primeros dos misioneros. Tanto Esteban con su discurso sobre
la presencia universal de Dios como también Felipe con la predicación transformadora de esa presencia, han
contribuido a la preparación para la extensión mundial del evangelio.
Si siguiéramos con cuidado los pasos de Felipe veríamos que saliendo de Samaria caminó al sudoeste para
seguir después junto a la costa del Mediterráneo hasta llegar nuevamente a la provincia de Samaria, a la ciu-
dad de Cesarea. El Espíritu Santo lo hace practicar la comunicación de la palabra en varias regiones transcul-
turales.
Aunque el territorio que acaba de recorrer no es demasiado grande, es no obstante lo suficientemente ex-
tenso como para experimentar con variedad la recepción de la gente y los aportes que el evangelio ofrece en
salvación y transformación de vidas. Un ejemplo que conviene traer a luz es el de la ciudad de Azoto. Esta
metrópolis pertenecía a la confederación filistea, y por siglos había sido habitada por paganos. Estuvo en rui-
nas desde el tiempo de los macabeos (doscientos años antes de Cristo) hasta el año 55 AC, cuando fue recons-
truida por los romanos. Era totalmente pagana y estaba habitada por pueblos antagónicos al Dios de los
hebreos. Felipe fue a predicar allí. Aunque nosotros no conocemos los resultados, los fariseos sí. También sa-
ben los cambios imperantes por causa de la palabra.
De modo que el terreno está preparado para producir una segunda etapa, que es lo que Lucas desea ex-
plicar ahora. Principalmente le interesa destacar la conversión de Saulo de Tarso a causa de su trasfondo fari-
seo y la manera milagrosa en que fue sacudido su orgullo religioso. En cierto sentido, todas las conversiones
son [p 207] milagrosas y transformadoras. Pero hasta cierto punto lo que ocurrió con él es excepcional
(comp. 9:17, 27 con 1 Co. 15:8).
A. El carácter de Saulo (9:1–2)
1Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2y le
pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Cami-
no, los trajese presos a Jerusalén.
Saulo es una persona culta y educada. Nos sorprende mucho que los fariseos hayan podido “lavarle el ce-
rebro” de un modo tal que él mismo haya querido involucrarse en una persecución feroz contra los creyen-
tes. Es evidente que el sanedrín había distorsionado su mente a tal extremo que se convierte en una fiera soli-
taria violando domicilios (8:3) y arrastrando personas a la cárcel (22:4; 26:9–11) (comp. 1 Co. 15:9; Gá.
1:13; 1 Ti. 1:13). “Respirar” amenazas (Sal. 18:15 “soplo de aliento”) significa que todo su ser está en estado
de beligerancia, y que vive para la amenaza y la muerte. No piensa en otra cosa. Su plan es concentrar a los
cristianos en Jerusalén para eliminarlos allí, evitando la propagación de la “secta”.
Resuelto a consumar el plan, visita al sumo sacerdote (probablemente Caifás—4:6) a fin de conseguir do-
cumentación para traer a los que se hallaban en Damasco y que habían escapado cuando comenzó la perse-
cución. Damasco está en este momento bajo el rey Aretas,1 que no mantiene relaciones cordiales con el impe-
rio.
De modo que le es fácil a Pablo conseguir el salvoconducto para extraditar a los creyentes, pero la acción
no llegó a consumarse. Además, los decretos del sanedrín eran tenidos como válidos por todos los judíos. El
camino es un nombre aplicado a la iglesia (19:23; 22:4; 24:14, 22) y probablemente significa: “norma de [p
208] vida”. Es también la manera de encerrar a todos (comprometidos y simpatizantes) en un mismo “pa-
quete”, procurando asestar un golpe definitivo a todos los que tuvieran una aparente semejanza al evangelio.
Lucas trata de dejar bien claro que Saulo es un feroz oponente, por lo cual utiliza un lenguaje que deje en las

1 Aretas es un nombre común para muchos de los reyes de Arabia. Conocemos el que menciona Pablo (2 Co. 11:32–33), que era
suegro de Herodes Antipas. No sabemos con claridad cómo Damasco llegó a estar subordinada a este rey. Pero es posible que un
conflicto de familia a raíz del divorcio de Antipas para casarse con Herodías mujer de su hermano haya sido la causa (Mt. 14:3; Lc.
3:19). Aretas hizo todo lo posible para congraciarse con el sanedrín judío.
110

mentes de sus lectores la confirmación del carácter feroz de Saulo. (Por ejemplo, el verbo lymainomai, tradu-
cido “asolar” en 8:3, es la base de nuestro vocablo castellano “eliminar”.)
B. La conversión en el camino a Damasco (9:3–9)
3Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un res-
plandor de luz del cielo; 4y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el
aguijón. 6El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y en-
tra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyen-
do a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. 8Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a
nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9donde estuvo tres días sin ver, y no comió
ni bebió.
Damasco2 es una ciudad bella e importante con una buena cantidad de hebreos y varias sinagogas que
Saulo quería liberar de la “secta cristiana”.

[p 209] EL PERSEGUIDOR
1. Tiene espíritu de adversidad:
Ej. Caín frente a Abel (Gn. 4:9)
Ismael frente a Isaac (Gn. 21:10; Gá. 4:21–31)
El justo frente al injusto (Stg. 5:6)
(comp. Sal. 55:21; Hch. 22:4)
2. Tiene la desaprobación de Cristo
Dios denomina persecución a lo que Saulo llamaba servicio a
Dios.
3. Ofende directamente a Cristo El es la vid y nosotros las
ramas. Si daña a una rama, ataca a la vid.
4. Llamado a rendirse
Dios no razona con el enemigo: le ordena

Saulo dispone de todo lo que necesita para encarar su persecución fuera del territorio de Jerusalén. Lo
hace convencido de que está trabajando para Dios. Pero no es así; tiene conciencia religiosa (24:16) pero no
está practicando la voluntad de Dios. A pesar de su celo por la religión se ha convertido en un destructor de
la verdad (26:4–5). Después de andar con su escolta unos 200 kilómetros, Dios tiene algo que decirle:
a. [p 210] El emblema de la presencia de Dios: “una luz”
Es una luz singular de origen divino y le demuestra que el Señor está más cerca de él que lo que él pensa-
ba. Se verifica lo que Esteban había dicho sobre la omnipresencia de Dios. Ahora yendo por el camino le apa-
rece a Saulo, a quien está vigilando muy de cerca (1 P. 3:12). Los hebreos conocían la luz que había alum-
brado el peregrinaje de Israel (Ex. 13:2–22) y también la gloria que había llenado el tabernáculo (Ex. 40:34–

Damasco es una de las ciudades más antiguas del mundo. Algunos historiadores insisten en que fue escena de la muerte de Abel,
algo que no podemos confirmar. Pero sí sabemos que aparece en la historia de Abraham (Gn. 14:15; 15:2) como un centro impor-
tante. Posteriormente, David puso en ella sus guarniciones (2 S. 8:6; 1 Cr. 18:6). Al mando de Rezón de Siria resistió a los ejércitos
de Salomón (1 R. 11:23–24).
Naamán destacó en su momento que las corrientes de los ríos Abana y Farfar en Damasco eran mucho mejores que las aguas
de Israel (2 R. 5:12). Como centro bélico, Damasco reunió a muchos aliados para ir contra Israel y Judá (2 R. 14:28; 16:9–10; Am.
1:3, 5) y para comerciar con diversos pueblos cercanos y lejanos (Ez. 27:17–18). Fue tomada por los ejércitos de Alejandro el
Grande y posteriormente por Pompeyo. El consejero de Herodes el Grande, Nicolás, nació en Damasco (Josefo: Ant. XII, 382, XVI, 2
X 2). Los descendientes de Mahoma (califas) la convirtieron en uno de los centros islámicos.
111

35), pero ignoraban que pudiera aparecer de manera semejante a una persona solitaria.3 Pero es así. No es
una guía para el camino de Saulo sino una iluminación para su corazón. Aparece para detenerlo en su loca
carrera, cobijado bajo la violencia de una tradición de orgullo (Fil. 3:3–6). Saulo está convencido de que po-
drá convertir a todos los cristianos en una réplica de Esteban; pero Dios dijo “no”.
b. La manifestación de la gloria: “cayendo … oyó una voz”.
Dios le habla en el idioma del pueblo. Es enfático delante del gigante de papel ahora caído en el suelo. Lo
llama dos veces por su nombre, como antes lo había hecho con Marta y con Simón. Es incisivo: ¿por qué me
persigues? o ¿qué mal he hecho en tu contra? Tiene efecto inmediato pues lo lleva a contacto consciente con
Cristo, sometiéndolo a la voluntad de quien llama. La primera pregunta de Saulo es clave: “¿Quién eres, Se-
ñor?” Es ignorante del poder invisible. No conoce la manifestación dinámica de la gracia de Dios ni espera
que el poder que lo arrojó en tierra provenga de Jesús, el nazareno despreciado. Ha entrado en una crisis
espiritual profunda. Tiene que conocer al Señor de la gloria que es Jesús resucitado.
Lucas conserva el aramaico (26:14) para que no tenga dudas de que quien le habla demuestra haber to-
mado la iniciativa en el rescate de su alma y el resguardo de los santos perseguidos. Además de identificarse,
el Señor reprueba su actitud como dando “coces [p 211] contra el aguijón (o aguijones)” (frase ausente en
algunos originales más antiguos). Es una figura tomada de la picana utilizada para dirigir o detener los bue-
yes.
c. El mandamiento que lo conduce: “levántate”
La luz que lo rodeó, más brillante que el sol a medio día (26:13), es la refulgencia del Señor Jesús. Es una
revelación conmovedora que lo atonta y lo enceguece. A esa primera pregunta de: “¿Quién eres, Señor?”, él
agrega una segunda: “¿Qué quieres que yo haga?” Una sola cosa puede hacer: obedecer. Pero la pregunta
manifiesta un completo cambio de mente. Los antecedentes como la muerte de Esteban y la extensión del
mensaje comenzaron su obra. La luz, la voz y la ceguera la completan. A Saulo se le caen las cartas y las au-
torizaciones humanas después de tener un encuentro con el Señor. Ahora necesita ser conducido y comenzar
una vida de relación con Dios en meditación y oración. Dios quiere que cambie de visión y lo deja ciego.
Quiere que tenga tres días de privacidad y lo pone solo para pensar. Más tarde tendrá más soledad en Arabia.
Necesita tranquilidad y soledad.
La entrada de Saulo a Damasco es humillante, y está ciego como cautivo de Jesucristo. Nadie puede dudar
lo que ha sucedido; ha tenido un encuentro cara a cara con Jesucristo resucitado (vv. 17, 27). El Señor mismo
lo toma y lo detiene como si él lo tuviera a su cuidado desde ese momento. Lo hace llevar de la mano (comp.
13:11; 22:11) al lugar de disciplina.

SAULO EN PIE DE GUERRA


1. La batalla
– El evangelio surge—Saulo ataca (8:40; 9:1)
– Los creyentes crecen—Saulo persigue (8:3)
– Cristo aparece—Saulo cae (9:4)
2. La victoria
– Saulo se rinde—Cristo triunfa
– Saulo se humilla—Cristo muestra gracia
– Saulo se entrega—Cristo le revela su voluntad

[p 212] C. El discipulado de Ananías (9:10–19)

término griego periastraptō significa “resplandecer alrededor” y se usa para describir al relámpago. Pero además es notable lo
3 El

que aprendemos de otras acepciones (Lc. 11:36; Hch. 22:6) para entender lo que estudiamos, especialmente hablando del cuerpo
luminoso (2 Co. 3:18; 4:4).
112

10Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él
respondió: Heme aquí, Señor. 11Y el Señor le dijo: Levántate, y vé a la calle que se llama Derecha, y busca en
casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, 12y ha visto en visión a un varón llamado
Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. 13Entonces Ananías respondió: Se-
ñor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; 14y aun
aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. 15El Señor
le dijo: Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de
reyes, y de los hijos de Israel; 16porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. 17Fue
entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que
se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu
Santo. 18Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue
bautizado. 19Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos
que estaban en Damasco.
Comenzamos ahora a estudiar algunas de las consecuencias de la conversión de Saulo de Tarso.4 Aunque
sus actitudes se transformaron, necesita un discipulado muy especial para caminar la parte importante que
debe andar en el camino del Señor. Comienza ahora a formarse nuevas relaciones, con Dios y con los herma-
nos. Tiene [p 213] que aprender el “a b c” de la comunión y las exigencias de la autoridad espiritual. Para
todo esto, necesita un adiestramiento especial. Dios también tiene preparada la persona que forma parte de
los discípulos en Damasco:
a. La persona: un discípulo
Se describe el carácter de este hermano en 22:12. No es una persona destacada; es simplemente un canal
limpio que Dios puede llamar a su ministerio. Dios no tiene en la mira a otro apóstol ni incita a la iglesia en
Jerusalén para que haga como con Felipe. Tiene a Ananías, un hombre espiritual (12:12) sujeto a la voluntad
de Dios, aunque en principio le cuesta aceptarla. Tiene muchos informes pero Dios tiene las últimas noticias.
b. La disposición: “Heme aquí”
Ananías está preparado para salir de su anonimato si Dios lo llama. Naturalmente, tiene que oír con cla-
ridad la voz de Dios, e interpretar los objetivos del llamado. Está familiarizado con el AT y sabe cómo Dios
habló a Abraham, a Samuel e Isaías (Gn. 22:1; 1 S. 3:5; Is. 6:8). Está ejercitado con la respuesta de los siervos
obedientes. Ananías no tiene reservas; está consagrado a Dios.
c. Las directivas: “levántate, y vé…”
Dios le revela a Ananías las razones inmediatas y mediatas por las cuales lo envía a Saulo. Entre las pri-
meras se hallan las personales o circunstanciales; es decir, que en casa de Judas donde se hospeda, Saulo ora
y ve la llegada de Ananías para asistirlo. Entre las segundas, que Saulo es el instrumento en las manos de Dios
para llevar el evangelio a todo el mundo (romano).
Lucas está interesado en destacar a los hospedadores (10:6; 21:16) que se preocupan por los siervos de
Dios. También destaca la simplicidad de los hombres que utiliza. En este caso, Ananías recibe el informe de lo
que Saulo ve como una misión para él. Las instrucciones son precisas: (1) Dónde debe ir. El Señor le muestra
la calle y la casa donde está Saulo para evitar que vaya a la persona equivocada. (2) A quién debe ir. Había
una población de alrededor de 135.000 personas en Damasco, pero el Señor está interesado en [p 214] una y
quiere que Ananías lo advierta para cumplir su misión. En tanta cantidad de almas, una persona no es nada,
pero es todo lo que el Señor quiere. (3) Cuándo debe ir. Posiblemente Ananías está en la casa porque la esce-
na se desarrolla de noche. “Levántate y vé”. La importancia de la misión es parte de lo que Ananías tiene que
aprender. No es importante por la cantidad de personas involucradas, sino porque el Señor está presente y
lidera. (4) Qué debe hacer al encontrarse con Saulo y cuáles son los resultados de su gestión (v. 12).

Tarso era la capital de Cilicia, donde Saulo había nacido (9:11). Estaba ubicada en una ancha y fértil llanura a orillas del río Cydno
que la cruzaba, razón por la cual el nombre aparece a veces en plural. No se conoce el tiempo de su fundación. Los asirios la ocu-
paron cerca del año 830 AC.
Después de las conquistas de Alejandro y de que el reino seléucido fuera establecido en Antioquía, Tarso pasó a ser parte de ese
reino, aunque por corto tiempo fue dominada por los ptolomeos. Era una ciudad antigua muy famosa por su belleza y abundante
comercio.
113

d. Los problemas: “he oído mucho acerca de este hombre …”


Son muy lógicas las dificultades de Ananías, quizás él mismo fue uno de los fugitivos de Jerusalén a quie-
nes denomina “santos” (término favorito de Pablo) (comp. 9:32; 9:41; 26:10). Pero como el Señor sabía todo,
Ananías siente libertad en abrirle su corazón, mostrando sus reparos a la labor que está recibiendo. Y por
haber sido sincero, Ananías también recibe una revelación especial del Señor acerca de Saulo y su ministerio.
e. La confirmación: “Vé, porque instrumento escogido me es éste …”
El Señor confirmó el ministerio a su siervo recordándole: (1) Su soberanía: “instrumento escogido me es
éste”. Es alguien elegido (Gn. 1:15) para ser bendecido y para bendecir, aunque Ananías no lo supiera. (2) Su
propósito: “para llevar mi nombre en presencia de los gentiles”. Un gran pecador convertido en un gran san-
to; un gran opresor convertido en un gran libertador. (3) Su condescendencia: “Yo le mostraré cuánto le es
necesario padecer por mi nombre”. En verdad, el verdadero instructor de Saulo no es Ananías sino el Señor
mismo. Ananías es un vehículo circunstancial; el Señor es el Maestro permanente.
f. La obediencia: “fue entonces Ananías …”
Rápidamente, convencido por el Señor, Ananías fue a la puerta que se llama Derecha, la cual todavía es la
entrada principal este–oeste de Damasco, y se dirigió a la casa de Judas. Preciso en su movimiento, se dirigió
a donde estaba Saulo y le halló, tal como el Señor le había dicho. Amoroso en su trato, poniéndole las manos
[p 215] encima le dijo: “Hermano Saulo …” (v. 17), posiblemente comenzando a orar por su ceguera y para
que la plenitud del Espíritu fortaleciera su ministerio. Estas palabras posiblemente fueron las primeras que
oyó de los labios de un cristiano. Estimulante en sus palabras, Ananías vuelca todo su afecto sobre Saulo y lo
anima a seguir adelante con su bautismo, que seguramente el mismo Ananías practicó.

HERMANDAD CRISTIANA
1. El movimiento fraternal: “Fue entonces Ananías”. No bien
se disiparon las dificultades, Ananías siguió su camino sin
formular más preguntas. Fue con rapidez, con valentía, con
amor y sin protocolo.
2. El toque fraternal: “Poniendo sobre él las manos” (13:3; 1
Ti. 4:14).
3. La palabra fraternal: “hermano Saulo”.
– tenían relaciones comunes con un Padre común
– tenían derechos comunes a los mismos privilegios
– tenían obligaciones comunes
– tenían esperanzas comunes
4. El servicio fraternal: “Para que recibas la vista y seas lleno
del Espíritu Santo”.

D. Saulo predica en Damasco (9:20–25)


20En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. 21Y todos los que le
oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a
eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? 22Pero Saulo mucho más se esforzaba, y
confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo. 23Pasados muchos
días, los judíos resolvieron en consejo matarle; 24pero sus asechanzas llegaron a conocimiento de Saulo. Y
ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle. 25Entonces los discípulos, tomándole de noche, le
bajaron por el muro, descolgándole en una canasta.
[p 216] Por una parte el amor de Cristo actúa como un imán en la vida de Saulo, uniéndolo a los demás
hermanos para demostrarles su sincero afecto en el Señor. Pudo confortarles y reconstruir las relaciones des-
truidas por la ferocidad religiosa. Pero por otra parte quiso predicar a Cristo (proclamar el mensaje trans-
114

formador del poder de Cristo) que lo había cambiado a él. Es sorprendente que tanto él como su mensaje son
aceptados por el pueblo, aunque con gran sorpresa: “¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invo-
caban este nombre?”—decían. Lucas no nos dice cómo fueron respondidas estas incógnitas que el pueblo no
podía descifrar. Sucede como con el Señor Jesús: los fariseos están furiosos, pero el pueblo le escucha con
admiración, sin hallar respuesta a sus sorpresas.
Saulo se queda en Damasco por un período largo, aunque Lucas sólo habla de “pasados muchos días”. Es
una referencia incierta a un período que posteriormente Pablo dice que son tres años (Gá. 1:17–18), en los
cuales también estuvo en Arabia.
En ese momento la frontera noroeste de Arabia casi llegaba hasta Damasco. Es allí en la soledad de ese re-
tiro que Cristo le revela algunas verdades singulares sobre la cena del Señor (1 Co. 11:23), el misterio del
evangelio (1 Co. 15:3), la segunda venida de Cristo (1 Ts. 4:15) y sobretodo la composición del cuerpo de
Cristo (Ef. 3:5–6). Esos tres años en soledad con el Señor parecen ser una réplica de los tres años que Jesús
pasó con sus discípulos. Después de este tiempo en Arabia, Saulo retorna a Damasco (Gá. 1:17) por poco
tiempo.
Pero los judíos no soportan su retorno y se preparan para matarlo, guardando “las puertas de día y de no-
che para matarle” (v. 24). Sin embargo, en conocimiento del plan, Saulo que ya había ganado un lugar dilec-
to en el corazón de los discípulos, concierta con ellos ser descolgado por el muro en una canasta y así huyó a
Jerusalén (comp. 2 Co. 11:32–33).
E. Saulo presentando a los apóstoles en Jerusalén (9:26–31)
26Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyen-
do que fuese discípulo. 27Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había
visto en el camino al Señor, el cual le había [p 217] hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosa-
mente en el nombre de Jesús. 28Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, 29y hablaba denodadamente
en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle. 30Cuando supieron esto
los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso. 31Entonces las iglesias tenían paz por toda Ju-
dea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el
Espíritu Santo.
Vuelve muy emocionado a Jerusalén. Había estado en un exilio espiritual, así como Esdras lo había pasado
en lo físico. Todo cambió para él. ¡Qué emoción ver el templo, con sus sacrificios y sus enseñanzas ya cum-
plidas en Jesucristo! Puede repasar algunas profecías cumplidas. Pero llegando a la puerta lo asaltan los re-
cuerdos tristes de su tozudez; la sangre de Esteban, las ropas de los ejecutores, etc. y ¡qué sentimiento de
hermandad con el mártir siente ahora! Pero toda la culpabilidad es mayor que él, y podemos verle confesan-
do sus muchos pecados y poniéndolos sobre la cruz para terminar con ese triste período de ignorancia.
a. Intenta ingresar a la iglesia
Busca ingresar a la comunión con los discípulos. Entre ellos está Pedro, un hermano de atracción especial
(Gá. 1:18). Saulo había oído de su hermoso sermón en Pentecostés y también sabía de sus luchas a causa del
nombre de Jesucristo. También estaba Jacobo—el hermano del Señor Jesús—y otros. Es una oportunidad
magnífica para participar en la vida espiritual. Pero tres años atrás, él había sido el eje sobre el cual giraba la
persecución a la iglesia, así que: “todos le tenían miedo” (v. 26). No traía carta de encomendación, y la en-
trada se le hacía difícil. Es triste para él después de tres años de testimonio riesgoso en Damasco, pero reco-
noce que es el precio de la desconfianza.
b. La labor de Bernabé
Ya hemos visto algo de este hermano al estudiar el final del cap. 4. Es bueno recordar que se trata de un
levita, natural de la isla Chipre (4:36) a quien los apóstoles (teniendo en cuenta su carácter) denominaron
Bernabé (hijo de consolación). No sabemos cómo se produjo su vinculación con Saulo, pero consecuente con
su carácter, [p 218] asumió la obligación de encomendarle ante los apóstoles (Gá. 1:18–20). Al presentarlo,
narra su testimonio de conversión tomando tres características fundamentales: (1) “había visto en el camino
al Señor”, su encuentro personal con Cristo; (2) “el cual le había hablado”, la revelación que había recibido;
(3) “cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús”, el testimonio que había dado.
Para Bernabé no es suficiente decir lo que Cristo hace por él; también tiene que verse la parte humana, es
115

decir la respuesta a la obra de Cristo o lo que él hace por Cristo. No es necesario ir en busca de una “carta”,
la presentación de Bernabé es más que suficiente.
c. La vida de Saulo en la iglesia
Como resultado, Saulo fue recibido a la comunión de la iglesia, y durante el corto tiempo que permanece
en Jerusalén goza de absoluta libertad: “estaba con ellos” (comunión), y “entraba y salía” (libertad). Puede
“entrar” a ellos con inquietudes, pensamientos y nuevas impresiones. Les podía comentar los hechos de Cris-
to y las revelaciones recibidas para alegrar sus corazones en medio de la adversidad. Pero también puede
“salir” aprovechando los consejos, amor y experiencias para estimular su trabajo heroico. Saulo demuestra
sujeción a la iglesia, constituida en su hogar espiritual.
d. El ministerio de Saulo
Con el respaldo de un vínculo sano con los hermanos, Saulo tiene la cobertura que necesita el ministerio
de evangelista. Presentado por Ananías fue predicador para la comunidad de Damasco, y presentado por
Bernabé ocurre lo mismo en Jerusalén. Nuevamente aparece el modo de hablar: “denodadamente”, es decir
con valentía, con libertad y convicción (4:31; 5:40–42).
El tema de su predicación es “el nombre del Señor” (v. 29). El mismo que una vez odiara y por cuya cau-
sa persiguiera a los cristianos.
Saulo tiene una esfera definida de personas a quienes predicar: “los griegos”. Se trata de judíos helenistas,
es decir hebreos de origen griego, como Esteban, “las viudas” convertidas (6:1) y posiblemente casi todos en
la sinagoga (6:8–10).
[p 219] Es bueno que notemos que la valentía no solamente se ve en su forma de hablar, sino también en
su vigor para “disputar”. Saulo sabe argumentar su tesis de modo irrefutable. Conoce la Escritura y al Señor
de ella. Lee la Biblia y habla con su autor. El Espíritu que inspiró el texto también robustece su conducta. Los
resultados están a la vista: “los griegos procuraban matarle”, pero la iglesia le expresó su simpatía llevándole
a Cesarea y enviándole a Tarso.

SAULO PREDICA EL EVANGELIO


Características centrales de su predicación:
1. El tema: “en el nombre del Señor” (vv. 20, 22)
2. El poder: “lleno del Espíritu Santo” (v. 17, 22)
3. El estilo: “denodadamente” (v. 29) (comp. 4:13; 13:46;
14:3)
– primero en Damasco (v. 27)
– segundo en Jerusalén (v. 28)
4. El precio: “sufrir por mi nombre” (v. 16) (comp. vv. 23–
24)
5. Los depositarios: “los griegos” (judíos de origen griego)
6. Los resultados: “procuraban matarle” (v. 29)

F. Entonces las iglesias tenían paz


“Entonces … tenían” muestra el comienzo y no la continuación de un estado de paz. “Entonces”—cuando
la persecución había concluido (comp. 8:1–4). “Entonces”—cuando el perseguidor convertido a Cristo había
dado pruebas de un compromiso real con él. “Entonces”—cuando todos habían comprendido que Dios tenía
un propósito con ellos en favor del mundo.
Es “entonces” cuando la primera parte de nuestro capítulo llega a su fin. Cuando el perseguidor, por una
parte, y el emperador Calígula por otra, son utilizados por Dios para un cambio en la situación. Calígula tra-
ta de colocar su efigie en el templo, hecho que de por sí es más blasfemo para los israelitas que la extensión
116

del cristianismo. [p 220] Toda la atención de los judíos ahora está concentrada en programar la frustración
del propósito del emperador. No tienen tiempo para perseguir, de modo que las iglesias tienen paz, no sola-
mente por la desaparición de Saulo sino además por la actitud del sanedrín. ¿De qué modo utilizan las igle-
sias la oportunidad?
a. Tenían paz
En primer lugar están libres de toda interferencia extraña, y después también de necias disputas internas.
La extensión que indica el texto es importante porque se están cumpliendo las pautas dadas por el Señor
(1:8). La paz interior es el ingrediente fundamental para el progreso, aunque el diablo trate de producir ma-
lestar exterior (comp. Lc. 11:21; Jn. 16:33).
b. Eran edificadas
Toda la iglesia es como un edificio (Ef. 2:20–22), y cada una un edificio en sí misma (1 Co. 3:10–11).
Cada una consolida su posición (1 Co. 14:4, 17) avanzando en conocimiento y percepción (1 Ti. 1:4). La co-
munión, el uso de los dones, la actividad espiritual que glorifica a Dios, son ingredientes vitales de la edifica-
ción. Cada alma componente del edificio es a su vez un edificio, y necesita ser edificada para vivir como dig-
na habitación de Dios.
c. Andando en el temor del Señor
Significa por lo menos: (1) tener un carácter formado en profunda reverencia a la persona del Señor; (2)
mostrar en la conducta la ética natural del reino de Dios. “Andar” es un término familiar en las cartas de
Pablo. Lo utiliza para describir la conducta (Ef. 4:1; 5:2) tanto para con los hermanos como para con los de
afuera (Fil. 3:17; Col. 1:10; 2:6; 1 Ts. 2:12). Aquí notamos que la conducta es específicamente en “el temor
del Señor” (Ro. 3:18; 1 P. 2:18). Muestra no solamente cuidado circunstancial sino también una modalidad
permanente de vida transformada.
d. Se acrecentaban
Al mantener la conducta espiritual como un sistema espiritual de comunión, algo visible ocurría. Las igle-
sias crecían. Las cifras son resultado de la fe y la comunión. La multiplicación numérica es la [p 221] conse-
cuencia de la actividad de la piedad, como ya lo vimos en el cap. 2. No son sólo números. Es más vale la con-
ducta que trae a muchos. Las iglesias crecen primeramente en fe y después se acrecientan en números que
permanecen porque se suman al testimonio.
e. Fortalecidas por el Espíritu Santo
Libres de interferencia exterior y consolidadas por el sostén o animación del Espíritu, estas iglesias tienen
lo que necesitan para crecer. No se apoyan en sus proyectos, ni confían en sus estrategias; simplemente ad-
ministran la aprobación de Dios.

IGLESIAS EN PROSPERIDAD
1. Las circunstancias externas: “tenían paz”
a. Tiempo oportuno para prosperar
b. Tiempo adecuado para sembrar y cultivar
2. Las relaciones mutuas
a. Orgánicamente autónomas: “las iglesias”
b. Espiritualmente unidas: “fortalecidas por el Espíritu San-
to”
3. La condición interior: “andando en el temor del Señor”
4. Las señales visibles: “se acrecentaban”
a. En fortaleza interior
b. En números evidentes
117

[p 222]
CAPÍTULO 14
CORNELIO RECIBE AL SEÑOR JESÚS
Lucas suspende momentáneamente su descripción de los pasos de Saulo y de la iglesia relacionada con el
ambiente judío, para iniciar el camino hacia la evangelización de los gentiles. Produce un cambio inesperado
de Saulo a Pedro (9:32), mostrando paso a paso la preparación de este ministro de la circuncisión para que
lleve el mensaje a los gentiles. Posteriormente, veremos también la discipulación de Saulo para la tarea famo-
sa que comenzará en el cap. 13. Mientras tanto, Lucas se ocupa de algunos temas importantes relacionados
con Pedro: (1) un doble milagro (sanidad de Eneas y resurrección de Tabita); (2) la conversión del centurión
romano; (3) el encarcelamiento y la liberación de Pedro; (4) el enjuiciamiento y la muerte de Herodes.
Lucas describe a Pedro como un siervo eficiente, fuertemente respaldado por el Señor, sin mostrar supe-
rioridad sobre sus hermanos sino más vale preparado para salir pronto de escena. En verdad, después de es-
tos cuadros de él no volvemos a leer más sobre sus actividades.
A. La sanidad de Eneas y la resurrección de Tabita (9:32–42)
32Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. 33Y halló allí a
uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. 34Y le dijo Pedro:
Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. 35Y le vieron todos los que habita-
ban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. 36Había entonces en Jope una discípula llamada
Tabita, que traducido [p 223] quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía.
37Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. 38Y como
Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No
tardes en venir a nosotros. 39Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala,
donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando
estaba con ellas. 40Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo:
Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. 41Y él, dándole la mano, la levantó; en-
tonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creye-
ron en el Señor. 43Y aconteció que se quedó muchos días en Jope en casa de un cierto Simón, curtidor.
Pedro parece tener un ministerio itinerante iniciado después que cesó la persecución. Desde los días de la
muerte de Esteban hasta que las “iglesias tenían paz” (v. 31), los apóstoles permanecieron en Jerusalén (8:1).
Ahora que vivían una paz temporaria comienzan las salidas. Lucas se concentra en las labores de Pedro por
ser clave para lo que viene más adelante. Tanto los lugares que menciona como los casos de milagros que
presenta son característicos de la actividad del evangelio.
En una gira hacia el sudoeste visita la ciudad de Lida conocida en el AT como Lod (1 Cr. 8:12; Esd. 2:33;
Neh. 7:37; 11:35). Era una ciudad en la rica planicie de Sarón, distante de Jerusalén “como camino de un
día” (aproximadamente 35 kilómetros) y unos 20 kilómetros al sudoeste de Jope. No sabemos a ciencia cierta
cómo llegó el evangelio hasta allí pero conociendo las giras que el evangelista Felipe realizó por sus contor-
nos, no es difícil suponerlo, máxime que existía una carretera que unía estas ciudades con Cesarea (comp.
8:40).
a. La sanidad de Eneas
Esta persona representa el estado enfermo de la humanidad. No se puede valer por sí misma, necesita el
toque poderoso del evangelio. Algunos ven en esta enfermedad el estado del creyente [p 224] carnal; vive
pero necesita sanidad espiritual. No queremos ser dogmáticos, de modo que simplemente veamos:
1) El carácter del cristianismo
Pedro restauró la salud de Eneas mostrando los beneficios del evangelio que había aceptado. Es una ex-
presión misericordiosa de la fuente perpetua del amor de Dios. Claramente muestra de dónde procede el po-
der: Jesucristo.
2) La misión del mensaje
118

Producir restauración. Cristo vino para buscar y para salvar. El evangelio no crea nuevas facultades, pero
restaura el alma al conocimiento de Dios, a la comunión con Dios y a su imagen.
3) El poder del evangelio
“Jesucristo te sana”. El poder viene de Jesús. Eneas está verdaderamente enfermo. Durante ocho años el
mal le ha dañado y no puede recuperarse. Pero Jesucristo tiene todo el poder (Ef. 1:19–21).
4) La influencia de la verdad
Pedro visita terreno pagano. No está seguro de los efectos fuera del terreno judío y samaritano. Pero aho-
ra, lejos de esos lugares, ve cómo “todos los que habitaban en Lida y en Sarón … se convirtieron al Señor”
(9:35).
b. La resurrección de Tabita
Jope (actualmente Jaifa) significa belleza.1 Pese a su trayectoria fue dos veces destruida por los romanos y
muchas veces [p 225] cambió de manos. En esta ciudad había una fiel cristiana cuya muerte Dios usó para
producir un avance importante en la extensión del mensaje de la vida eterna.
1) Dorcas es una discípula
Dorcas muestra cómo una persona puede ser bella naturalmente. Pero, además, es discípula que muestra
la belleza espiritual. Es la única vez que este término se utiliza en femenino. Los griegos no hubieran acepta-
do discípulos de sexo femenino, y los judíos tenían el “atrio de las mujeres” pero para segregarlas y no para
unirlas a la comunión. Con el evangelio es diferente (Ro. 16:1–2) porque hay igualdad en Cristo Jesús (1 Co.
12:12–13). Todos somos uno en Cristo (Gá. 3:28).
2) Dorcas está llena de “buenas obras”
Salimos ahora de la esfera del discipulado para ingresar en la región del carácter. En ella se ha desarro-
llado la vida cristiana. Sus dotes naturales están santificados por el Espíritu, y su discipulado se perfecciona
en la beneficencia. Ser discípulo no es simplemente seguir de palabra y con palabras; es hacer de la vida un
servicio santificado (1 Ti. 5:10; 2 Ti. 2:21; Tit. 3:1) (comp. Col. 1:25; 4:17). El conocimiento no se perfeccio-
na con más conocimiento, sino con buenas obras. Dorcas abunda en buenas obras y limosnas porque su co-
razón no vive para otra cosa que no sea servir.
3) Dorcas se enferma y muere
La religión no exime de las calamidades de la vida. Esta consideración vale para entender la muerte de los
santos y nos muestra cómo nosotros también tenemos que pasar por dolor. Las diferencias están en que los
santos dejan un testimonio para Dios que los asiste en la hora de la muerte. Por esta razón fueron en busca de
Pedro (v. 38). Pedro al venir puede hacer más que “llorar con los que lloran” y se dedica decididamente a su
trabajo. Notemos su humildad, su decisión para servir y su seguridad de ser de bendición.
4) [p 226] Dorcas es resucitada y se levanta
Pedro hizo salir a todos para evitar ruidos, interferencias y aplausos humanos, y se dedicó a la oración
buscando la voluntad de Dios. No necesitaba la “fuerza” de los humanos, sino la autoridad y poder de Dios.
Habiendo hecho esta actividad previa, se volvió al cuerpo sin vida, impartiendo una orden: “Tabita, levánta-
te”, algo similar a lo ocurrido con Eliseo (2 R. 4:33) (comp. Mr. 5:40, 41). Dorcas abrió los ojos y vio a una
persona desconocida que la asistía. Lucas da el mismo espacio a la resurrección de la muchacha que a sus
buenas obras y su testimonio. El cuadro puede ayudarnos para ver lo que ocurre con un inconverso que llega
al conocimiento de la verdad. Él también necesita que lo tomemos de la mano para aprender a caminar la
vida de resurrección delante de los demás creyentes y también ante el mundo.

1 Jope (heb. yapho) es una ciudad muy antigua sobre el Mediterráneo, a unos 48 km. al noroeste de Jerusalén. Aparece en la lista de

ciudades del conquistador Phutmose III (siglo XV AC). Es el puerto de Jerusalén. Hasta aquí llegó la madera cortada del Líbano y
despachada desde Tiro, para la construcción del templo (2 Cr. 2:16). Posteriormente Zorobabel, cumpliendo el edicto de Ciro, trajo
los cedros desde el Líbano (Esd. 3:7). Desde este puerto se embarcó Jonás huyendo a Tarsis (Jon. 1:3). Pedro se hospedó en la casa
de Simón y tuvo la gran visión que lo preparaba para Cornelio (Hch. 10:5). Ungers Bible Dictionary, pág. 604.
119

Ambos milagros fueron para la gloria de Dios, porque todos fueron conmovidos y muchos llegaron al co-
nocimiento de la verdad.
B. Cornelio manda buscar a Pedro (10:1–8)
1Habíaen Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, 2piadoso y
temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. 3Este vio
claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le
decía: Cornelio. 4El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus
limosnas han subido para memoria delante de Dios. 5Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón,
el que tiene por sobrenombre Pedro. 6Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al
mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. 7Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus
criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; 8a los cuales envió a Jope, después de haberles contado
todo.
La historia del desarrollo de la iglesia en territorio fuera de Jerusalén nos muestra una sucesión de tres
conversiones características: (1) el eunuco, un extranjero y prosélito de la fe judía; [p 227] (2) Saulo, nacido
y criado como israelita; (3) Cornelio, el buscador gentil de Dios que vive en Cesarea.2
Cornelio es un centurión3 ejemplar porque tanto él como su familia son “piadosos y temerosos de Dios”.
Los judíos consideran como “temerosos de Dios” a gentiles que aunque no están dispuestos a asumir los com-
promisos de los prosélitos con las obligaciones propias de la ley de Moisés, viven cerca de Dios leyendo la
Escritura, orando y ofrendando. Para muchos gentiles la circuncisión es una traba.
a. La posición histórica
Cornelio marca el comienzo de una nueva época. Como una primera flor en primavera, es la señal y el
heraldo de la nueva fuerza que está por unirse al trabajo de la misión. Su historia plantea la batalla final en-
tre las estrechas fuerzas del judaísmo discriminatorio y la energía espiritual del cristianismo mundial. Está a
la cabeza del cristianismo gentil, y en cierto modo se convierte para Saulo de Tarso en lo que Juan el Bautista
era para Jesucristo. Irrumpiendo de las oscuridades del paganismo, se pone primero en [p 228] el cristianis-
mo gentil como para preparar el desfile triunfal de la iglesia que debe iluminar con la luz de Jesucristo. Nadie
anuncia su aparición, ni precursor alguno le prepara el camino. En medio de la indescriptible separación que
hay en el momento entre judíos y gentiles (aun con los más devotos), se comienza a cumplir la Escritura que
dice: “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones
adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones” (Sal. 22:27–28).
Está profetizado que en un día futuro las naciones participarían del propósito espiritual de Dios porque el
Espíritu habría de venir sobre toda carne (Jl. 2:28–32).
La bendición a “todas las familias de la tierra” (Gn. 12:3) profetizada a Abraham quedó anulada por el
orgullo racial hebreo que los hacía sentir superiores y con el cual prepararon una tradición que garantizara
la separación física de los demás. Dios está a punto de revertir la situación creando en el corazón de un gentil
extranjero las ansias de la comunión con Dios.
b. El carácter religioso

Cesarea era una suntuosa ciudad romana a unos 37 km. al sur del Monte Carmelo y 100 km. al noroeste de Jerusalén, construida
en el centro de la torre Estratón por Herodes el Grande y llamada así en honor de Augusto César. Una ingeniería bien diseñada
había transformado a este puerto en la virtual capital de Palestina.
Doce años de construcción levantaron un muelle sostenido por columnas para darle al puerto la forma de media luna. Había
también un enorme anfiteatro (cuyas ruinas aún se ven bajo los médanos de arena en el extremo sur), palacios y otras estructuras.
Los arqueólogos judíos aún siguen explorando el lugar. Poncio Pilato tenía en ella su residencia. Felipe el evangelista llevó el evan-
gelio a Cesarea, su residencia (8:40). En su hogar hospedó a Pablo y sus compañeros (9:30; 21:8). Pablo estuvo en ella varias veces
(18:22). Fue enviado a la ciudad para comparecer delante de Félix (23:23–33). Estuvo prisionero por dos años. Hizo su defensa
delante de Festo y Agripa (25:26) y de allí fue enviado como prisionero a Roma (27:1). Harper’s Bible Dictionary, pág 85.
3

Lucas presenta a Cornelio como un centurión de la compañía (regimiento) llamada la Italiana. El regimiento normalmente “cohor-
te” consistía de seis centurias (100 hombres), cada una bajo el mando de un centurión. Diez cohortes formaban una legión.
120

Lucas señala (v. 2) cuatro características de la devoción de Cornelio a Dios, pero nos insta a que lo vea-
mos como un soldado romano. Tal como ya lo señalamos, no es un prosélito. Para los judíos todavía él forma
parte de otro círculo totalmente extraño, pero le falta un paso para ser cristiano y entrar en comunión vi-
viente con el Jesús resucitado que lo había impactado. Y esto, sin detenerse a cumplimentar ceremonias lega-
les. Aquí reside la revolución, no solamente para su alma, sino para toda la confesión de fe plantada hasta ese
presente.
La piedad demostrada por Cornelio es muy singular. Primero, es personal porque es “devoto y temeroso
de Dios”, es decir, se dedica al servicio y la adoración a Dios. Es uno de los muchos que está desengañado con
la invertebración religiosa del paganismo y la segregación orgullosa del judaísmo. Está reverentemente incli-
nado por la devoción al Dios eterno de los hebreos, sin entrar en sus tradiciones. Busca y busca en verdad.
Segundo, es familiar, “con toda su casa”. Cornelio no sólo había renunciado privadamente a la idolatría;
también había enseñado a sus seres queridos a hacerlo. Les había conducido con sinceridad por los mismos
pasos [p 229] que había dado. Sabía que lo mejor para él, era también lo mejor para ellos. Tercero, es popu-
lar; “hacía muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios siempre”. Cornelio no practicaba una religión de claus-
tro donde “yo recibo lo que necesito” o “donde voy a pedir lo que me hace falta”. Su devoción a Dios lo con-
duce a mirar y a ayudar a su prójimo. La religión brillaba, pero no hacía pasar trompeta. Es la “religión pura
y sin mancha” que más tarde menciona Santiago (1:26–27) (comp. Pr. 19:17).
c. Las órdenes misteriosas
Por una parte, Cornelio está siendo instruido por la fe en el camino de la salvación, y por otra es utilizado
en la preparación de Pedro para andar el camino de la obediencia que concluirá con la apertura de las puer-
tas del reino para los gentiles (Mt. 16:19). Cornelio “vio claramente en una visión como a la hora novena”
(alrededor de las tres de la tarde), que Lucas ya había mostrado como la hora de la oración (3:1). Vio a un
ángel que lo llama por nombre y le dice en medio de su profundo temor que sus “oraciones y … limosnas
han subido para memoria delante de Dios” (v. 4) (comp. 1 S. 1:19; Neh. 5:19). Además le indica que debía
enviar hombres a Jope para “hacer venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro”. En ese momento el
apóstol se hospedaba en casa de Simón el curtidor. El ángel no le predica el evangelio al militar romano; so-
lamente los creyentes cristianos, que disfrutan de los beneficios del evangelio, lo deben proclamar. Pero tam-
bién Pedro tenía que desarraigar su judaísmo intolerante para visitar el hogar de un gentil.

DIOS OYE LA ORACIÓN


—aunque creamos que no
1. Cuando cambia los medios y contesta en forma distinta (2
Co. 12:7–9).
2. Cuando difiere el momento de la respuesta para más ade-
lante (Dn. 9:21; 2 Cr. 36:22).
3. Cuando responde de otra manera que en su sabiduría es
lo mejor (Sal. 22:2; Lm. 3:8).

[p 230] C. Pedro recibe una visión previa (10:9–16)


9Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea pa-
ra orar, cerca de la hora sexta. 10Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le
sobrevino un éxtasis; 11y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de
las cuatro puntas era bajado a la tierra; 12en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves
del cielo. 13Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ningu-
na cosa común o inmunda he comido jamás. 15Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo
llames tú común. 16Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.
Al día siguiente de la visión de Cornelio, y cuando los enviados del centurión estaban cerca de Jope, Pedro
se retira a la azotea de la casa de Simón para tener un tiempo quieto en oración. Allí, teniendo hambre y bajo
la acción de un éxtasis, tiene una visión extraña que Lucas narra brevemente, con algunos detalles importan-
tes. En verdad, lo sobresaliente es el contenido del lienzo, es decir “cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves
del cielo” (v. 12), una mezcla variada de animales limpios e impuros, capaz de irritar a cualquier judío de
121

Jerusalén. Pero lo más extraño es la voz que le ordena comer indiscriminadamente de cualquiera de esos
animales. Pedro reconoce que la voz es del Señor, así que al dicho de: “Levántate, Pedro, mata y come” (v.
13), responde inmediatamente “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (v.
14). La voz volvió a él la segunda vez: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Y esto ocurrió por tres
ocasiones y el lienzo volvió al cielo.
a. La nueva revelación
“No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo” (Jn. 3:27) (comp. Stg. 1:17). ¿Cómo po-
dríamos venir a Dios si él no descendiera a nosotros? Así la historia del evangelio se presenta de modo muy
singular ante Pedro. El lienzo que podría representar la obra unificadora del Espíritu Santo (Ef. 4:4–6; comp.
1 Co. 12:12–13) encierra por propósito de Dios a judíos y a gentiles [p 231] —animales limpios e inmun-
dos—en el cuerpo de Cristo (Ef. 2:13–16). Nosotros sabemos que la iglesia nació en el propósito de Dios
(desciende del cielo—v. 11) y concluye de la misma manera (v. 16). La lección que en un principio Pedro no
puede comprender es: (1) que la ley ceremonial judía había quedado atrás después de la muerte de Cristo;
(2) que la separación que por siglos había experimentado la religión hebrea estaba superada por la acción
del Espíritu. La estrechez del viejo judaísmo es contraria al espíritu de la gracia; (3) que Dios creaba una
nueva fraternidad sin restricciones humanas, y poniendo a todos los creyentes en igualdad de condiciones
(Col. 3:10–11) (comp. Ro. 15:16).
b. La resistencia a la voz del Señor
Es fácil imaginar la cara de Pedro al ver en un mismo recinto a corderos, cerdos y yacarés. O también
bueyes, caballos, mulos, conejos, etc. (Lv. 11:1–23; Dt. 14:3–21). No puede creer que Dios sea el autor de
semejante mezcla y responde: “No”. Su viejo hombre se resiste a obedecer contra su conciencia. En otras oca-
siones Pedro ha dicho lo mismo (Jn. 13:8), pero la paciencia del Señor lo hizo cambiar. Ahora sucede lo mis-
mo, aunque la misericordia de Dios no lo violenta y la escena pasa.
c. La reprensión: clave de la visión
“Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Sin duda Pedro recordó la parábola del Señor en su dura
disputa contra los fariseos. En esa ocasión les dijo qué cosas contaminaban al hombre y cuáles no (Mr. 7:1–
23). El y sus compañeros también habían requerido explicación de estos temas (Mr. 7:17) y la habían recibi-
do, pero por lo que vemos, no habían comprendido. Ahora no se encuentra frente a una discusión dialéctica,
sino a una realidad clave para la obra misionera mundial, de la cual debía ser el iniciador. Conocer el princi-
pio contaminante tanto de la doctrina como de la persona es primordial. Sin resolver este punto clave, lo que
vendría de inmediato se convertiría en un fracaso. El tema mantiene una actualidad sorprendente, porque
hoy también hay hermanos que aseguran contaminarse si tienen comunión con hermanos que no piensan
como ellos.
[p 232] D. Pedro va a Cesarea con los enviados de Cornelio (10:17–22)
17Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí
los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a
la puerta. 18Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. 19Y mientras
Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. 20Levántate, pues, y desciende,
y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. 21Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los
hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la
que habéis venido? 22Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen
testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones, de un santo ángel, de hacerte venir a su
casa para oir tus palabras.
La visión no tuvo inmediata explicación para Pedro. Seguramente en su corazón pensaba que Dios tenía
un mensaje para él relacionado con la extensión del evangelio, pero en su corazón ya le parecía suficiente
con haber extendido las alas hasta tomar a los samaritanos (8:5–8). Estaba confundido y necesitaba explica-
ciones adicionales.
Estando “perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto” (v. 17), llegaron los
“hombres que habían sido enviados por Cornelio … preguntando por la casa de Simón” en busca de Pedro.
Fue en ese momento que en forma directa el Espíritu habló con Pedro, así como tiempo atrás lo había hecho
122

con Felipe. La clave a la interpretación de la visión la da el mismo Espíritu Santo. “No dudes de ir con ellos”
(v. 20) o no vaciles en ir con varones gentiles (comp. 11:12). Aunque el cuadro presentado por Dios mostra-
ba específicamente la comida o la ingestión de ciertos alimentos, el tema iba mucho más allá. Se trata además
de las personas que rodean la escena. En verdad, lo que Dios le muestra es la destrucción de toda distinción
entre personas. Esto es lo que Pedro al fin comprendió claramente: “Me ha mostrado Dios que a ningún
hombre llame común o inmundo” (v. 28), destrozando así su arrogante judaísmo (comp. Ez. 4:14).
[p 233] El mismo Espíritu que lo había llamado a la contemplación, oración y meditación, ahora lo llama
a la acción. La contemplación es preparación para la acción y viceversa, la acción se fortalece en la soledad y
la dependencia. Pedro tiene que trabajar “sin dudar”; ése es el secreto de la libertad en el ministerio, la efi-
ciencia en la obra y el éxito en lo emprendido. Para esto es necesario:
1) Saber que la labor es parte del plan de Dios (v. 20)
2) Hacer lo que debemos aunque haya esfuerzo y autonegación (v. 21)
3) Ponerse a disposición de la necesidad espiritual de otros (v. 22).
23Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acom-
pañaron algunos de los hermanos de Jope. 24Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando,
habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. 25Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y
postrándose a sus pies, adoró. 26Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hom-
bre. 27Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido. 28Y les dijo: Vosotros sabéis cuán
abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que
a ningún hombre llame común o inmundo; 29por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto:
¿Por qué causa me habéis hecho venir? 30Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba
en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido
resplandeciente, 31y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de
Dios. 32Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de
Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. 33Así que luego envié por ti; y tú has hecho
bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oir todo lo que Dios te
ha mandado. (10:23–33)

[p 234] CONVICCIONES EVANGELÍSTICAS


1. Para que se extienda el cristianismo deben desaparecer
hábitos y tradiciones que hacen de barrera (1 Co. 9:18–25)
Pedro no ha entendido cabalmente la visión conquistadora
del evangelio. Cuando los mensajeros de Cornelio llegaron,
Dios estaba operando en él los cambios necesarios para dar-
les la bienvenida.
2. El mensaje de salvación está a disposición de los hombres
por medio de los hombres
El ángel oficia de intermediario para Cornelio pero no pue-
de hacer las veces de predicador. En tanto el Espíritu prepa-
ra a Pedro para perfeccionar su eficacia, el ángel es el men-
sajero.
3. El evangelio de Cristo es la solución a las necesidades espi-
rituales de las gentes
Cornelio está en ayunas (v. 30)
Cornelio practica la oración (v. 31)
Cornelio distribuye limosnas (v. 31)
Pero solamente Cristo entronizado sacia el alma (v. 43)
123

Convencido de que Dios estaba operando un misterioso cambio en todas las cosas, Pedro comienza a ca-
minar un sendero de fe. El primer paso es recibir a la delegación de Cornelio y prepararse para salir con
ellos. Quizás se pregunta por qué Dios no llamó a Felipe que residía en Cesarea y ordenó que él fuera el ins-
trumento para anunciar las buenas nuevas al centurión y su familia. La fe no tiene respuestas, sino camino
hacia ellas.
Así que comenzó el peregrinaje espiritual yendo con los enviados de Cornelio. Eran en total diez hombres:
Pedro y seis más (v. 23; 11:12), y tres gentiles. Caminando les debe de haber llevado de nueve a diez horas,
que con sus correspondientes paradas les hizo arribar al otro día.
Ya en la casa, se encontraron con una asistencia sorprendente. Muchos allegados a Cornelio los espera-
ban, anhelantes de oír el [p 235] mensaje de Dios (v. 24). Por una parte, al ver a Pedro, Cornelio está con-
vencido de que es el embajador que el Espíritu le indicó y desea darle la misma bienvenida que a Dios, por lo
tanto se postró a sus pies. Pedro, admirado de su humildad, lo tomó del brazo impidiéndole hacerlo bajo el
principio de: “yo mismo también soy hombre” (v. 26). Estaba convencido de que las cosas no podían cambiar
tanto, hasta el límite de que un hombre reciba la honra reservada al Creador y Salvador.
En su saludo, el apóstol no puede disimular que de acuerdo a sus antiguas costumbres, es abominable que
un judío se acerque o junte a un extranjero. Pero él cambia de actitud por directa manifestación de Dios,
quien ha quebrado la barrera limpio–inmundo con la obra de Cristo y el derramamiento del Espíritu sobre
toda carne. El equilibrio espiritual de Pedro es digno de señalar. Por un lado no cree que como hombre deba
recibir la honra reservada para Dios, y por otro, tampoco le parece justo que haya hombres más importantes
que otros. Pedro rechaza ser tratado por Cornelio como si fuera Dios, y se obliga a sí mismo a no considerar
abominable a Cornelio. Ni uno es Dios, ni el otro es perro. “Por lo cual—dice Pedro—vine sin replicar” (o sin
presentar objeción). El apóstol aún no conoce el motivo de su venida pero comprende que algo grande está
por acontecer. Cornelio le narra su experiencia, que es similar a la narrada por Lucas, salvo que describe al
ángel como “un varón con vestido resplandeciente” (v. 30) y le da la bienvenida. Para terminar añade una
frase que se hizo famosa en el mundo evangélico: “Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia
de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado” (v. 33). Pese al respeto que tiene por Pedro, cree que se
halla “en la presencia de Dios” y que el apóstol tiene un mensaje de El para ellos. Es sincero, solemne y aten-
to.

[p 236] LA CONGREGACIÓN MODELO


1. Están todos presentes: “estamos aquí” (comp. 19:32)
2. Lo hicieron a un tiempo: “todos” (Sal. 89:7)
3. Con un propósito definido: “para oír” (Mt. 18:20)
4. Con corazones atentos: “todo lo que Dios …” (Is. 57:15;
Sal. 51:6; 84:2)
5. Con espíritus reverentes: “delante de Dios” (comp. Ex.
3:6; 1 S. 6:5, 7; Is. 6:5)
6. Dispuestos a obedecer en orden: “te he mandado” (comp.
Ro. 10:14; He. 10:15; Sal. 86:2).

E. Pedro les predica a Cristo (10:34–43)


34Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas,
35sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. 36Dios envió mensaje a los hijos de Israel,
anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. 37Vosotros sabéis lo que se
divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: 38cómo Dios un-
gió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a
todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. 39Y nosotros somos testigos de todas las cosas
que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. 40A éste levan-
tó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; 41no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había orde-
nado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. 42Y nos
124

mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muer-
tos. 43De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados
por su nombre.
[p 237] Pedro inicia su discurso con una introducción (vv. 34–35) que por su importancia clave habre-
mos de dedicarle atención especial. Para comenzar, hace un reconocimiento público de su error anterior. (1)
El prefacio: “abriendo la boca” (v. 34) es una manera hebraica de indicar que está por decir algo de mucha
importancia (Mt. 5:2; Sal. 8:2; 78:2). (2) La fuente de la convicción: “En verdad comprendo”, una frase utili-
zada por los que han cambiado su persuasión natural por lo que Dios está mostrando. (3) El error de creer
que la acepción de personas es de Dios: “que Dios no hace acepción de personas”. Él pensaba que Dios úni-
camente se revelaba a los judíos. Esto nos muestra que aun los apóstoles necesitan crecer en Dios. El apóstol
conocía las profecías, había oído al Señor explicando el reino de Dios y había recibido la comisión de disci-
pular las naciones, pero no había avanzado. También nos señala que cuando los hombres piadosos están con-
vencidos de su error, lo confiesan abiertamente. Aprovechamos para agregar que un inmenso número de
controversias finalizarían si pudiéramos mostrar la modestia de Pedro. Además, él utiliza la expresión: “acep-
ción de personas” como si todos supieran su significado. El término griego prospolmpsia significa “discrimi-
nación de rostros” o “parcialidad”. En la ley estaba prohibida la discriminación entre ricos y pobres (Lv.
19:15), pero en la gracia, entre personas y razas. Posiblemente Teófilo, a quien va dirigida esta carta, sí sabía
lo que significaba hacer acepción de personas, de modo que con la breve explicación del v. 35 ya bastaba.
Pero nosotros debemos ir un poco más lejos.
a. Acepción de personas
Es tener reparo en hacer relación una persona con otra por diferencias sociales, raciales o religiosas. Pero
no es al fuerte o hermoso a quien Dios acepta, sino al bueno y santo. Es a esa persona robusta en lo espiritual,
que no vence a otro por la fuerza o lo rechaza por orgullo, sino que domina su propia carne (Pr. 16:32) y
vence la tentación (1 Jn. 2:14). Las distinciones sociales no tienen peso para Dios, son vanas (1 Co. 1:26; Hch.
17:26) en sus razonamientos. Dios profundiza la relación y no la distrae en argumentos banales de esclavos o
libres (1 Co. 7:22; Ef. 6:9). Hacer acepción de personas es separar a causa del estado o nacionalidad (Gá.
3:28); pero recibirlas, es hacer a todos igualmente responsables ante la [p 238] justicia (Col. 3:25). Hacer
acepción de personas es creer que los privilegios espirituales de unos son distintos a los de los demás (Ro.
2:9–11), pero la gloria, la honra y la paz son para todos por igual según el propósito de Dios. Hacer acepción
de personas es vulnerar la ley (Lv. 19:15) porque delante de ella todos somos iguales (1 P. 1:17). Hacer acep-
ción es creer que Dios puede hacer misericordia para unos y no para otros (Mt. 20:15) (comp. Mt. 11:27).
Pero no es así.
b. Se agrada del que le teme y obra justicia
El temor es el principio de la obediencia (Jn. 15:5). La Biblia enseña que temer a Dios también es tener fe
en él y confiar en sus promesas (He. 11:6). El temor tiene dos modos de expresarse: (1) cuidando de no ofen-
der a Dios (Jer. 10:7); (2) teniendo precaución de mantener vigilancia contra las tentaciones (2 Co. 10:12; 1
P. 5:8).
Pero no es solamente temer a Dios; es también demostrarlo. ¿Cómo? En primer lugar, obrando justicia.
Suprimir todo lo que le desagrada (Gn. 39:9; Fil. 2:12) y obrar todo cuanto él aprueba. Obrar justicia es el
fruto de ese sentido de Dios en nuestros corazones que se pone en actividad viviendo en santidad y devoción.
Cuando le obedecemos queda en nuestro ser una evidencia de agrado o aprobación (2 Co. 1:12; 1 Jn. 3:19).
Pedro había comprendido antes de llegar a la casa de Cornelio, que otras personas podían estar en los
propósitos de Dios aunque no fueran judíos. Esta convicción lo hace útil como apóstol para llevar el mensaje
a los gentiles. Lo prepara para esperar a que Dios lo utilice, aunque los demás judíos no lo comprendan. Sa-
ber que Dios “se agrada” (comp. Pr. 10:29) es suficiente para tomar decisiones sobre sus propios prejuicios
porque ve la recompensa (Sal. 15:2; 106:2–3).
c. Dios envió mensaje … por medio de Jesucristo
Con esta introducción afirmando la misión universal del evangelio y la desaparición de todo tipo de ba-
rreras raciales, Lucas hace un resumen del discurso de Pedro (vv. 36–43) procurando destacar los puntos
sobresalientes de su contenido. Aunque el auditorio es esencialmente gentil las explicaciones son similares a
las que dio al público hebreo. Habla del “mensaje que Dios envió [p 239] a los hijos de Israel” y también lo
125

llama “el evangelio de la paz por medio de Jesucristo”, que incluye a todos y no únicamente a los judíos. En
consecuencia, “es Señor de todos” (comp. Ef. 1:21; Ap. 1:17, 18; 19:16).
Pedro dedicó espacio para mostrar algunos aspectos de la obra del Jesús histórico, quizás tratando de se-
ñalar a su auditorio aspectos del ministerio de Cristo que hasta ese presente no conocían bien. Sabían a gran-
des rasgos “lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que Juan pre-
dicó” (v. 37), pero Pedro quiere insistir en la importancia doctrinal de la historia de Jesús, por lo que debe-
mos ceñirnos a algunos temas sobresalientes:
1) El ungimiento especial del Señor Jesús, similar al de los sacerdotes y profetas de Israel, pero distinto en
carácter porque es con “Espíritu Santo y poder” (Is. 61:1–3). También era distinto su ministerio de servicio
pues era:
(a) Incesante: “Anduvo” de un lugar a otro. Aunque Jesús nunca había visitado Cesarea, sus habitantes no
están desinformados de la vida de servicio que había cumplido. Pedro destruye cualquier idea sobre el carác-
ter de agitador social con el que los judíos lo habían descrito y acusado.
(b) Práctico: “Haciendo bienes”, no solamente enseñando o hablando sino “haciendo”, es decir, asistiendo con
simpatía las necesidades del pueblo. Las cosas dichas al centurión romano y sus familiares, podrían aparecer
como inadecuadas para aquellos a quienes deseaba alcanzar. Estas personas estaban acostumbradas al mun-
do grande de la conquista y podrían no interesarse por las circunstancias de las gentes de las aldeas (Mt.
22:37). Pero en este mundo del aparato gubernamental calculado para despertar asombro y admiración, hay
un defecto sobresaliente: no hay amor ni interés por las personas. Es un mundo cargado de ansiedad, insatis-
facción, necesidad y sufrimiento. Ni el imperio con su poderío, ni la religión con sus ordenanzas habían po-
dido llenar ese espacio central. La compasión y la humanidad es peculiar de Cristo. El “anduvo haciendo bie-
nes” sin discriminación de edad o raza.
(c) [p 240] Victorioso: “Sanando a todos los oprimidos por el diablo” que no podían ser libertados por ningún
ejército humano. Antes que el reino de Dios pudiera establecerse en los corazones, tenía que ser demolido el
reino de las tinieblas (Mt. 8:16; Lc. 4:35, 41; 8:30). De esta manera, Pedro pone a Jesús ante los ojos de su
auditorio como el general triunfante sobre el ejército más poderoso jamás conocido. Es el ejército invisible de
los principados y potestades de las tinieblas que en número ignorado batalla contra las almas y mantiene
cautivo a los imperios de la tierra. El argumento central de la victoria casi pasa desapercibido: “porque Dios
estaba con él”. Es decir, la autoridad suprema eterna e invisible estaba en Cristo haciendo estos prodigios.
Además, Pedro continúa mostrando el rol que los discípulos cumplieron. Le acompañaron por todas partes en
carácter de “testigos”, una figura jurídica muy importante tanto para las autoridades romanas como para la
judía, de lo cual ya nos hemos ocupado en el cap. 3 (ver Hch. 1:22).
2) La muerte misteriosa del Señor Jesús
Pedro tiene cuidado de no mencionar, como lo hizo en otras ocasiones, quiénes son los culpables por la
ejecución. En 2:23 leemos: “prendisteis y matasteis por manos de inicuos”, en alusión directa a los romanos.
Para Pedro los invasores que habían sido los ejecutores materiales de las ejecuciones eran inicuos porque re-
frescaban las violaciones de Antíoco Epífanes y negaban la ley que hacían alarde en establecer. Pero nada de
esto insinúa delante del centurión. Ahora dice simplemente: “a quien [las autoridades] mataron colgándole
en un madero” (v. 39), sin deslindar o discriminar responsabilidades. Lo que le interesa es declarar que de-
trás de la acción de los hombres está el propósito de Dios (comp. 2:23; 3:15–16; 5:30). “Colgándole en un
madero” es una expresión que contiene más que decir “poniéndole en una cruz”, que hubiera satisfecho úni-
camente la ley romana. Esta es además, la sentencia para quien carga con la maldición de Dios (comp. Dt.
21:22–23; Gá. 3:13; 1 P. 2:23–24) por los pecados.
3) La resurrección secreta
Dios utilizó un método incompatible con los procedimientos humanos para los victoriosos. Los mismos
romanos mostraban [p 241] con desfiles triunfales los trofeos ganados al enemigo. Querían que todos supie-
ran la importancia del triunfador. Pero el Señor no necesitaba ni la negación persistente de los fariseos, ni el
aplauso sin compromiso del populacho. En cambio, buscaba “testigos” que fueran portadores del mensaje de
vida. No de cualquier modo sino de la manera establecida en su plan (ver 1:8). Sólo unos pocos se constituye-
ron íntimamente en portadores de la vida nueva. Todos los grandes cambios posteriores vendrían por la ins-
trumentalidad de los pocos convencidos y comprometidos con Cristo. Ahora sucede lo mismo. La resurrec-
126

ción del Señor es una experiencia íntima de los santos (Ro. 6:1–6; Col. 2:9–15) y no un tema popular para
filósofos. Con doce hombres, el Señor quebró el poder de las tinieblas y estableció el reino de la justicia. Aho-
ra ocurre lo mismo. Con una minoría de salvados triunfantes está extendiendo el mensaje de salvación al
mundo y componiendo el cuerpo de Cristo. Las nuevas características del cuerpo de resurrección que Cristo
poseía no fueron obstáculo para que los testigos comieran y bebieran con él “después que resucitó de los
muertos” (v. 41).
4) El mandato evangélico
Los testigos tienen un mensaje específico que proclamar. Deben dejar establecido el señorío de Cristo (v.
36) y su función sobre los hombres. Esta función cubre dos esferas: (i) Juez. “El es el que Dios ha puesto por
Juez de vivos y muertos” (v. 42). Todos tienen que saber dónde reside la autoridad máxima del gobierno uni-
versal. El mundo no es una creación espontánea de funcionamiento anárquico. Tiene leyes físicas y leyes mo-
rales. Hay un juicio para los hombres (comp. Dn. 7:13; Jn. 5:22–27); tribunal para los salvos (2 Co. 5:10; Ro.
14:10–12) y trono blanco para los perdidos (Mt. 12:36; Ap. 20:11–15). Dios estableció que los hombres de-
ben rendir cuenta (Ec. 12:14; Jn. 5:22, 27; Hch. 17:31) en un profundo y prolijo examen (Ro. 2:16) llevado a
cabo por el mismo Señor Jesús. (ii) Salvador. “Todos los que en él creyeren recibirán perdón de pecados”.
La presentación de Cristo en primer término como Juez crea en nosotros una ineludible sensación de res-
ponsabilidad. También señala la tesis de que él es el Juez de todos, pero sólo Salvador de los que creen. La
salvación es también para todos, pero la [p 242] disfrutan únicamente los que la aceptan (9:42; 11:17;
16:31). Mucho antes que los apóstoles recibieran el mensaje y fueran constituidos testigos, “todos los profe-
tas” del AT en forma oral o escrita testificaron acerca de Jesús y su función salvadora (v. 43). Mencionaron el
“perdón de los pecados” como básico para una relación con Dios (Lc. 24:45) (comp. Is. 53:11; 62:1–2; Zac.
9:9), y establecieron las normas para la vida espiritual tal como lo hemos estudiado.
Pedro nuevamente destruye las barreras discriminatorias poniendo el mensaje al alcance de “todos los
que creyeren” (comp. 5:14; 8:12; 11:21; 16:34; 18:8) y dejando para los oyentes la oportunidad de ser in-
cluidos entre los que creen.
Un párrafo aparte queremos dedicar a la importancia del mensaje según la óptica de Pedro:
(a) Es un mandato: “nos mandó”4 mostrando que los predicadores no tienen la opción de desobedecer porque
predicar es una ley divina.
(b) Es una proclama, por la modalidad de extender el mensaje en calidad de “heraldos” o proclamando a viva
voz, es decir, asumiendo los riesgos y gustando de las bendiciones de un anuncio hecho a los cuatro vientos.
(c) Es un testimonio poniendo en evidencia, por lo que vieron, las certificaciones de la resurrección de Cristo
(comp. 2:32; 3:15; 5:32; 13:31; 22:15; etc.).

[p 243] EL PERDÓN DE PECADOS


1. La bendición: “el perdón de los pecados”
– Sacar la culpa
– Evitar el castigo
2. El alcance ilimitado: “todos los que en él creyeren”
– Demanda fe
– Crea confianza
– Muestra amplitud
3. El medio provisto: “por su nombre”
– Es por la expiación que hizo

4 Gr. hōrismenos (2:23; 3:20), que significa determinar o indicar con un propósito (17:31).
127

– Es por el triunfo que logró


4. El cumplimiento profético: “todos los profetas dan testi-
monio”

La predicación fue sencilla y altamente comprensiva para quienes estaban familiarizados, por lo menos
en parte, con los sucesos contemporáneos. Pedro tiene cuidado de relacionar al Cristo resucitado que los tes-
tigos habían visto con el Jesús histórico que Dios había usado para hacer bien a todos. Es también agradable
ver que—como en otros casos—atribuye la resurrección de Jesús a la obra de Dios (v. 40), lo mismo que el
mandato de anunciar las buenas nuevas a todos, o como lo dice Marcos a “todo el mundo” (Mr. 16:15–16).
Mientras Cornelio, sus familiares, amigos y sirvientes oían estas palabras, Dios permitió que penetraran en
corazones preparados, los cuales se abrieron plenamente a las buenas nuevas, arrepintiéndose y creyendo en
el Señor Jesús.
F. Los resultados de la predicación (10:44–48)
44Mientrasaún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.
45Ylos fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los
gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. [p 244] 46Porque los oían que hablaban en lenguas, y que
magnificaban a Dios. 47Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean
bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? 48Y mandó bautizarles en el
nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
F.F.Bruce dice que “[el comentarista] Chase atinadamente denomina este día como ’el Pentecostés del
mundo gentil’. Así como en el día de Pentecostés, Pedro había utilizado las llaves del reino de los cielos (Mt.
16:18–20) para abrir la puerta de entrada a creyentes de origen hebreo, ahora lo hace para que ingresen los
de origen gentil. La venida del Espíritu sobre ellos se manifestó por medio de señales externas como en Pente-
costés”.5
Dice Lucas que “mientras aun hablaba Pedro estas palabras” y antes de que concluyera (11:15) “el Espí-
ritu Santo cayó sobre todos” los gentiles “que oían el discurso” y habían creído (v. 44). El pequeño grupo de
creyentes judíos que habían venido con Pedro, denominados aquí “los fieles de la circuncisión” estaban pro-
fundamente sorprendidos “de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo” (v. 45).
Ellos creían que si la gracia de Dios era para los gentiles, los creyentes tendrían que andar el camino de la
judaización, esto es, hacerse primero a las prácticas hebreas y posteriormente aceptar el cristianismo. Pero
Dios había procedido de otro modo y los judíos no lo podían negar, “porque los oían que hablaban en len-
guas y magnificaban a Dios” (v. 46), tal como había ocurrido con los ciento veinte en el día de Pentecostés.
Dios utiliza el mejor modo de unir a los pueblos después que Cristo destruyó en la cruz la pared de separa-
ción (Ef. 2:15): derrama sobre ambos pueblos el mismo Espíritu y les otorga el mismo idioma y el mismo po-
der.
Pero inmediatamente Pedro descubrió la similitud y procedió con rapidez. Ya que Dios ha aceptado a es-
tos creyentes gentiles (15:8), también la iglesia debe hacerlo, y como él los ha bautizado con el Espíritu
(11:16) la deducción lógica es: ¿“Puede acaso alguno [p 245] impedir el agua, para que no sean bautizados
estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (v. 47). Habiendo Dios unido a estos genti-
les a su pueblo, la comunión no era externa sino interna. Ya no eran más judíos y gentiles, sino un pueblo
que ha recibido el “mismo don” (11:17). Si la posesión interior es la misma, ¿por qué no la evidencia exter-
na? Dios dio a Pedro el aval más grande imaginable para bautizar en agua a quienes ya habían sido ingresa-
dos al cuerpo de Cristo y dotados del poder del Espíritu.
Así que fueron bautizados “en el nombre del Señor Jesús”6 (v. 48; 2:38; 8:16) y recibidos como iglesia de
Cristo en las mismas condiciones que los hebreos. De inmediato le piden que se quede con ellos por algunos
días (v. 48) a fin de enseñarles las bases doctrinales de la iglesia.
G. Pedro defiende su ministerio (11:1–18)

5 Obra citada, pág. 228.


6 Ver el caso de Felipe en Samaria.
128

1Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles había recibido la pa-
labra de Dios. 2Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión,
3diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? 4Entonces comen-
zó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo: 5Estaba yo en la ciudad e Jope orando, y vi en éxtasis
una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y
venía hasta mí. 6Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del
cielo. 7Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro mata y come. 8Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa
común o inmunda entró jamás en mi boca. 9Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que
Dios limpió, no lo llames tú común. 10Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. 11Y
he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. 12Y el Espíritu
me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de
un varón, 13quien nos contó cómo había visto en su casa un [p 246] ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía
hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; 14él te hablará palabras por las
cuales serás salvo tú, y toda tu casa. 15Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también,
como sobre nosotros al principio. 16Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan cierta-
mente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. 17Si Dios, pues, les concedió
también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese
estorbar a Dios? 18Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que tam-
bién a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
En principio, es comprensible que los apóstoles se hubieran sentido preocupados por no haber tenido
participación alguna en la evangelización de los gentiles como había sido el caso de los samaritanos (8:14).
Pero ahora es distinto, no solamente porque Pedro es apóstol, sino porque Dios mismo lo envía.
a. El error en el juicio de la iglesia
Cuando los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que “los gentiles habían recibido la pa-
labra de Dios” se disgustaron. Al volver Pedro discrepaban con él, argumentando fuertemente en contra de
su conducta. En lugar de regocijarse y animarlo, lo tratan como a un delincuente. Algunas lecciones que
aprendemos de este proceder: (1) Por ser antigua, una costumbre no es de por sí infalible. Algunos toman a la
“iglesia primitiva” como referencia óptima en procedimiento. Sin embargo, debemos estudiar cada actitud
con sumo cuidado. (2) La tradición es buena para mostrar la fidelidad de Dios, y la relación de él con sus
siervos en un determinado momento. Luego requiere revisión para ser aplicada. El nos manda “crecer en
gracia” y no en tradición.
b. La base de la censura
Por una parte, la iglesia no cree que Pedro fuera el fundamento infalible de la iglesia, como ocurrió poste-
riormente en el sentir de la iglesia romana. Por otra, ¿cuál es el fundamento para que creyentes desinforma-
dos juzguen a un siervo de Dios? y ¿cuál es el argumento? A todas estas preguntas y otras más, podemos [p
247] responder que están preocupados porque Pedro ha entrado a una casa gentil (10:28) y ha comido allí.
El favor que los apóstoles tenían con el pueblo por su constancia en la ley, está ahora en peligro. Los apóstoles
no desean perder esta posición ya comprometida por el mensaje de Esteban. Por esta causa la pregunta “¿por
qué has entrado a casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (v. 3). El temor a los hombres les
está privando de conocer la voluntad de Dios. Antes de censurar, tendrían que haber averiguado cómo se
sucedieron los hechos.
c. La palabra conciliadora de Pedro
Con la experiencia que Pedro tiene, bien puede denunciar la ingratitud de estos cristianos, y su falta de
cortesía y respeto. Se puede retirar sin darles explicación. Pero de haber ocurrido, hubiese demostrado falta
de madurez y hubiera creado un cisma inútil. De manera que escucha atentamente, trata de comprender la
base de la discrepancia e inicia una respuesta digna, tranquila y generosa.
En esta segunda descripción, los hechos aparecen en forma más breve y con algunos cambios en el énfa-
sis. A medida que leemos los vv. 4–17 notamos que mientras Dios le muestra a Pedro la visión, también le
imparte órdenes, algunas de las cuales le son difíciles de cumplir.
Pedro inicia el relato narrando su propia experiencia y no la de Cornelio, como Lucas lo hace en la pri-
mera oportunidad (10:1–6).
129

1. La visión celestial (5–10). Se trata del gran lienzo que desciende del cielo atado por las cuatro puntas, en el
cual hay diversos tipos de animales (v. 6). Pedro agrega “y fieras”, juntamente con los cuadrúpedos terres-
tres, reptiles y aves del cielo. El apóstol añade que “fijó” en él los ojos mirando y considerando el contenido,
cuando recibió una orden terminante: “Levántate, Pedro, mata y come” (v. 7). Bien se encarga Pedro de seña-
lar su rechazo a la orden y la reprensión que recibió: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”. Tanto la
visión como la orden y la reprensión ocurrieron tres veces. Como resultado comprendió que los animales
limpios e impuros—ya una distinción abolida por el [p 248] Señor Jesús (Mr. 7:19)—eran un símbolo de
judíos y gentiles, o de personas circuncidadas e incircuncisas.
2. La orden del Espíritu (vv. 11–12) para que acompañase a los tres hombres que había enviado Cornelio. La
evidencia es tan rotunda que fue llevando consigo a los seis hermanos que ahora subieron con él a Jerusalén
(10:23). No solamente Dios ha cambiado su óptica sino que el Espíritu también ha modificado su itinerario.
3. La intervención directa de Dios (vv. 13–14). Pedro no llega a una casa cualquiera, sino a un lugar donde
Dios ha estado operando por mucho tiempo y ha dado expresas instrucciones de traer. Un ángel había apare-
cido a Cornelio para indicarle quién había de ser la persona que le predicaría el mensaje que anhelaba
(10:5–6, 22, 32–33). Así que la intervención divina es evidente tanto en el caso de Pedro como de Cornelio.
4. La aprobación completa (vv. 15–17). Pedro destaca la similitud de los acontecimientos al decir “cayó el
Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio” (v. 15). Pedro une la experiencia con
Pentecostés y enfatiza la unidad por el bautismo en el Espíritu Santo (v. 16). Los hechos demuestran que Dios
da la bienvenida a los creyentes gentiles en los mismos términos que a los creyentes judíos. La conclusión
surge de la evidencia: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en
el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?” (v. 17).
Esta segunda parte vale de respuesta para la primera: “¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no
sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?” (10:47). Ambas preguntas
tienen la misma contestación: Nadie, porque Dios lo había hecho todo. Así, los gentiles ingresaron a la iglesia
de la misma manera que los judíos, con la hermosa experiencia del bautismo del Espíritu en el momento de la
conversión.
La iglesia en Jerusalén, sin objeciones ya a la labor de Pedro, comienza a glorificar a Dios, convencida de
que “también a los gentiles Dios ha dado arrepentimiento para vida” (v. 18).

[p 249] EL OBJECTIVO DE LA PREDICACIÓN


1. La bendición que Dios otorga: “arrepentimiento” (11:18)
2. Las personas a las que se lo concede: “los gentiles”
– No es para judíos solamente
– Ni para el territorio de Israel
– También en Cesarea y hasta lo último de la tierra
3. El destino al que apunta: “para vida”
130

[p 250]
CAPÍTULO 15
LOS ESPARCIDOS PREDICAN EN ANTIOQUÍA (11:19–26)
Iniciamos ahora un tema que ocupará el resto del libro. Se trata de la conversión de los gentiles. Lucas
tiene un propósito especial al describir las distintas misiones encaradas para alcanzar a los paganos.
Hace una extensa descripción de la conversión de Cornelio para mostrar la importancia del panorama
que habremos de estudiar. A Lucas le resulta emocionante explicar cómo se produce la extensión del evange-
lio en lugares que habían sido olvidados por la religión judía. La primera historia muestra la extensión hacia
el norte de Palestina, realizada por la actividad de creyentes anónimos que huían de la persecución desatada
en Jerusalén. Es la tercera etapa resultante de la dispersión. La primera había sido la misión en Samaria (Feli-
pe); la segunda, la predicación en la casa de Cornelio (Pedro); y esta tercera, la labor en Antioquía (predica-
dores anónimos).
19Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban,
pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino sólo a los judíos. 20Pero había
entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en Antioquía, hablaron también a
los griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús. 21Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número
creyó y se convirtió al Señor. 22Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y
enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía. 23Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y ex-
hortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. [p 251] 24Porque era varón bue-
no, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor. 25Después fue Bernabé a
Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. 26Y se congregaron allí todo un año con la igle-
sia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.

LA MISIÓN EN ANTIOQUÍA
1. Evangelización: “anunciando el evangelio del Señor Jesús”
(los esparcidos)
a. Vencieron los prejuicios
b. Anunciaron a Jesucristo
c. Sintieron la aprobación de Dios
d. Vieron muchas almas salvadas
2. Exhortación: “permanecer fieles al Señor” (Bernabé)
a. Decisión para seguir adelante
b. Retener las verdades del evangelio
c. Aprender a amar aun en otra cultura
d. Seguir con fidelidad al Señor
3. Enseñanza: “se congregaron allí todo un año … y enseña-
ron a mucha gente …” (Bernabé y Saulo)
a. Bernabé bendijo a Saulo
b. Ambos se integran a la iglesia
c. Forman un equipo de enseñadores sistemáticos
d. Trabajan incansablemente con “mucha gente”
4. Testimonio: “a los discípulos se les llamó cristianos” (dis-
cípulos)
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a. La iglesia atrae atención


b. Los miembros testifican
c. La gente descubre el secreto
d. Los santos tienen su identidad: cristianos

[p 252] A. El impulso espontáneo que obedecieron


Al leer el “también” del v. 18 y ahora el “también” del v. 20 descubrimos que Dios está impulsando una
apertura del evangelio hacia campos totalmente desconocidos. Primero a los gentiles en general, y ahora a los
griegos en particular. No es que los judíos hayan sido dejados de lado sino que los gentiles también son parte
de los pecadores a alcanzar (comp. Ro. 1:16; 2:9–10).
Aunque los “esparcidos” huyen a causa de la persecución (8:1), no reniegan del evangelio; por el contra-
rio, echan mano de las circunstancias para propagarlo. Lucas dice que “los que habían sido esparcidos …
pasaron [o viajaron] hasta Fenicia, Chipre y Antioquía …” (v. 19a). Esta es la segunda vez que menciona a los
cristianos en la dispersión (comp. 8:4) y en ambos casos destaca que predicaban el mensaje.
Además, Lucas puntualiza que la expansión toma dos sentidos: el cultural y el geográfico. Con respecto a
este último, menciona los lugares dentro del territorio (Fenicia, hoy Líbano), y fuera de él, la isla de Chipre,
para detenerse en Antioquía (hoy Siria) que posteriormente se convertiría en un lugar clave para las misio-
nes, tal como lo veremos más adelante. Lo importante de esta labor no radica tanto en el territorio que abar-
caron, sino en la gente que alcanzaron. Es por esta causa que resaltamos el modo en que se quiebra la barre-
ra cultural. Casi todos los que predicaban, lo hacían “sólo a judíos”. Sin embargo, “había entre ellos unos
varones de Chipre”—lugar de origen de Bernabé (4:36)—“y de Cirene”—costa norte del África—“los cuales,
cuando entraron en Antioquía,1 hablaron también a los [p 253] griegos,2 anunciando el evangelio del Señor
Jesús” (v. 20). Esta última frase es una sola palabra en el texto griego: “anunciando el evangelio” que po-
dríamos traducir “evangelizando”, inculcando la enseñanza con respecto al Señor Jesús. La proclamación
espontánea nos demuestra hasta dónde están comprometidos con Jesús, al que ahora anuncian como: “el Se-
ñor Jesús”. La innovación en el mensaje fue ricamente bendecida por Dios, quien de inmediato salva muchas
almas.
B. La simpleza del mensaje que proclamaron
Hasta el presente hemos seguido con cuidado a todos los predicadores que desde Pentecostés han anun-
ciado el reino de Dios. Lucas no dedica el mismo espacio para todos los mensajes, pero en todos los casos se
encarga de hacernos notar el contenido (los citamos para ilustración: 2:22–36; 3:13–15; 4:2; 4:10–12; 5:29–
32; 5:42; 7:52; 8:5; 8:35; 9:17, 20, 29, 35, 42; 10:36–43).
En el caso que estudiamos dice que “anunciaron el evangelio del Señor Jesús”. Si leemos con cuidado las
Escrituras que acabamos de citar sabremos claramente cuál es el contenido de ese evangelio. Estos predicado-
res anónimos proclaman lo mismo que Pedro, Felipe y Esteban. No dedican tiempo a los detalles, sino que
predican a la persona que puede salvar.
C. La poderosa prosperidad de Dios
El texto dice que “la mano del Señor estaba con ellos” (v. 21), que es lo mismo que decir: “la aprobación y
el poder de Dios los acompañó” (ver también 4:28, 30). En la Biblia hay muchísimas referencias a la mano de
Dios en este sentido, así como en el de protección y defensa (1 Cr. 29:12; Sal. 104:28). En algunas ocasiones

1 Antioquía (en Siria) fue edificada en el año 301 AC por Seleuco Nicanor, en honor de su padre Antíoco. Seleuco fue el fundador
del imperio seléucida. La ciudad estaba situada a unos 24 km. del Mar Mediterráneo en la margen izquierda del río Orontes. Utili-
zaba el puerto de Seleucia como salida al mar. Como el río Orontes era navegable hasta la ciudad, ésta se convirtió en importante
centro comercial. De ella partía y llegaba important tráfico desde todas partes del mundo, especialmente desde el oriente. En el
primer siglo de la era cristiana contaba con una población aproximada a los 500.000 habitantes. (Merrill C. Tenney: Pictorial Bible
Dictionary—Diccionario Bíblico Ilustrado—pág. 47.)
2 Hay quienes creen que se refiere a judíos de origen griego (comp. 6:1; 9:29); no obstante no nos parece que sea así. Nos inclina-

mos a la opinión de F.F. Bruce: “no debemos tomar el término ’griegos’ como técnico en el sentido de significar ’judíos de habla
griega’ … sino simplemente ’griegos parlantes’” (F.F. Bruce, obra citada, pág. 235).
132

parece ser una metáfora para indicar al Espíritu Santo (Ez. 1:2–3; 3:14; Hch. 13:11). Cualquiera sea el signi-
ficado, indica la [p 254] milagrosa intervención del Señor aplicando el mensaje de salvación. Es la única ma-
nera en que los hombres pueden llegar al conocimiento de la verdad. Si Dios no abre los entendimientos, no
podemos esperar resultados. El es quien otorga, y nosotros quienes recibimos la vida. El texto dice: “gran
número creyó y se convirtió al Señor”. Lucas distingue bien los dos pasos: (1) Creer, es decir, responder a la
gracia de Dios y sus demandas, poner fe en la obra redentora de Cristo. (2) Convertirse (3:19), es decir, cam-
biar la mente y en consecuencia el proceder y el objetivo (1 Ts. 1:9). Esos detalles son importantes para nues-
tro ministerio del evangelio.
D. La misión encomendada a Bernabé
Las noticias de lo que ocurre en Antioquía llegaron a “oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén” (v. 22)
que ya conocía que Samaria había recibido el evangelio (8:14), y que también los gentiles (Cornelio y su fa-
milia) habían creído en Cristo.
Parece que Lucas construye este párrafo mostrando que en Jerusalén había inquietud por estos desarrollos
“fuera de control” en terrenos no previstos inicialmente por la iglesia madre. Podemos intuir que un peligro
de cisma se cernía sobre la iglesia que pasa ahora a ser una congregación de carácter local bajo el rótulo: “la
iglesia que estaba en Jerusalén”, cuya influencia es grande pero no única.
Los hermanos en Jerusalén piensan en un hermano que podía consolidar este brazo de extensión gentil en
Antioquía con la iglesia en Jerusalén, y envían a Bernabé. No lo hicieron con ninguno de los apóstoles, sino
con una persona que pudiendo ocupar el lugar de ellos, fuera adecuada para tratar la delicada situación.
Bernabé era levita, nacido en Chipre, conocido entre los hermanos como el “hijo de consolación” (4:36).
Bernabé se convirtió así en el primer apóstol de la iglesia, un “enviado” por la iglesia de Jerusalén para cum-
plir una misión bajo la autoridad de los encomendantes (comp. 2 Co. 8:23; Fil. 2:25; Hch. 22:21).
Es importante que distingamos entre “apóstol de Jesucristo” como es el caso de los doce o de Pablo (Mt.
10:1; 1 Co. 1:1) y apóstol de la iglesia, es decir, alguien enviado por la iglesia para cumplir una misión como
en el caso que estudiamos.
[p 255] Cuando Bernabé llegó vio claramente lo que la gracia de Dios había producido, cambiando la vi-
da de tantos paganos idólatras y transformando familias enteras en una comunidad de cristianos cultural-
mente distintos, pero espiritualmente pertenecientes al cuerpo de Cristo. El texto dice que Bernabé se regoci-
jó, porque observó de cerca que la gracia de Dios no tiene fronteras, y sus brazos de amor reciben en la igle-
sia a todos los que se acercan a Cristo. Lucas no da detalles del importante ministerio de discipulado encarado
por Bernabé, y sólo se limita a decir que “exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen
fieles al Señor”.
No trató de inculcarles la liturgia de la iglesia madre, ni de hacer que estos creyentes gentiles se asimila-
ran a la cultura hebrea. No, simplemente deben comprometerse con el Señor y sus demandas de santidad:
“seguir fieles” al Salvador y no a las costumbres culturales hebreas. Bernabé, que conoce las estratagemas de
Satanás, y sabiendo que su furor por la penetración del evangelio se habría de desatar sobre la comunidad
naciente, les da una amonestación: permanecer fieles al Señor “con propósito de corazón” porque él es su
guía (Sal. 48:14) y su fortaleza (Sal. 46:1).
Lucas no disimula su emoción por el carácter de Bernabé y atribuye el éxito de la misión a que era “varón
bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe”. No es de extrañar entonces que “una gran multitud fue agregada al
Señor”.
El verbo “agregar” es ya familiar para Lucas. En Pentecostés se “añadieron como tres mil” (2:41) y todos
los días “el Señor añadía … los que habían de ser salvos” (2:47). Más adelante, viendo el desarrollo agresivo
de la iglesia, dice que “los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de
mujeres” (5:14) (comp. 6:1). En cada caso, Lucas se encarga de mostrar que las adiciones son al Señor y no a
la iglesia. Podríamos asegurar que en la verdadera misión “es el Señor que añade al Señor” porque es la fuen-
te y el objetivo de la evangelización.
133

[p 256] LA GRACIA DE DIOS


1. La fuente
a. Dios es el origen (1 P. 5:10)
b. Dios es el dador (Sal. 84:11)
c. Su trono es el administrador (He. 4:16)
d. Cristo es la manifestación (Jn. 1:17; Ro. 5:15)
e. El Espíritu Santo la imparte (Zac. 12:10; He. 10:29)
2. La provisión
a. Abundante (Hch. 4:33)
b. Sobreabundante (Ro. 5:20)
c. Rica (Ef. 1:7)
d. Excedente—sobreabundante—(2 Co. 9:14)
e. Verdadera (1 P. 5:12)
3. La utilidad
a. Necesaria para el servicio de Dios (He. 12:28)
b. Necesaria para que Cristo sea glorificado (2 Ts. 3:11–12)
c. Necesaria para evitar el orgullo (Ef. 2:7–9)
d. Necesaria para formar a los creyentes (1 Co. 15:10)

E. El ingreso de Saulo en la escena


El crecimiento vertiginoso de la iglesia y la necesidad de fundamentar a tantas almas en los principios del
evangelio, motivaron a Bernabé a buscar ayuda inmediata. Este siervo de Dios advierte que el campo de labor
que se inicia es muy vasto y que si se queda solo puede frustrar el futuro. Por una parte, Antioquía como ca-
pital de Siria es una gran ciudad con mucha población para alcanzar; y por otra, teniendo tantas vías de co-
municación prácticamente todo el imperio podía ser evangelizado.
Lucas no nos explica las razones por las cuales Bernabé piensa en Saulo. Posiblemente tenía instrucciones
de la iglesia de Jerusalén. O quizás, sabiendo cómo Dios lo había preparado para el [p 257] evangelio, es fácil
comprender que el Espíritu intervino para tomar la decisión. El texto dice: “Después fue Bernabé a Tarso para
buscar a Saulo” (v. 25). Es decir, fue a la ciudad natal de Saulo. Para salvar su vida, los hermanos de Jerusa-
lén lo habían enviado allí unos ocho o nueve años antes (9:28–30).
Aunque no tenemos detalles de los trabajos de Saulo durante este tiempo, sabemos que realizó algunas gi-
ras por la región (Gá. 1:21–24). Es posible, además, que gran parte de los sufrimientos que narra en algunas
de sus cartas (2 Co. 11:23–28) tuvieran lugar durante este período.
Debemos destacar la humildad de Bernabé que desechó el primado en la iglesia en formación, en favor de
un equipo que reuniera mejor las condiciones de extensión para el futuro de la iglesia. Bernabé no tiene ape-
tencias personales, sino que desea el avance del evangelio. Con él o sin él, las cosas tienen que hacerse de la
mejor manera.
Bernabé y Saulo se vincularon íntimamente con la iglesia de Antioquía. El texto dice que se “congrega-
ron”, palabra que en el original griego –synercomai– significa literalmente venir juntos o estar juntos (1 Co.
11:17, 18, 20, 33, 34; 14:23, 26), que por la aplicación que vemos en todos estos pasajes, significa reunirse
con un fin determinado (Hch. 16:13). Esta finalidad está explicada claramente en el texto: “enseñaron a mu-
134

cha gente”. Esta es, además, la primera vez que se utiliza la palabra “iglesia” en Hechos con el propósito de
definir a un grupo de creyentes no vinculados a la comunidad de Jerusalén (5:11; 9:31).
Es importante el énfasis que Lucas pone a la enseñanza. Un año de estudio intensivo sobre la persona y
obra del Señor Jesús, sobre la importancia y fundamento del testimonio de la iglesia, así como la ética de ser-
vicio en buenas obras que tendrían que poner en ejercicio. Estos fueron los pilares sobre los que se apoyó el
testimonio a desarrollarse en territorio gentil.
Finalmente, Lucas explica el resultado exterior de la enseñanza congregacional. “A los discípulos se les
llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (v. 26). La gente de la ciudad que oía constantemente el
nombre de Cristo en labios de los discípulos, comienza a llamarlos de algún modo distintivo. Así acuñaron
una palabra pocas veces usada en el NT: cristianos (26:28; 1 P. 4:16). [p 258] De esta manera se agrega otro
nombre a los componentes del pueblo de Dios además de los que Lucas ya ha utilizado: “hermanos” (1:16;
9:30); “los que habían de ser salvos” (2:47); “discípulos” (6:1); “santos” (9:13); “fieles” (o creyentes)
(10:45) y quizás “hombres y mujeres de este Camino” (9:2). Estos nombres confirman el carácter de la co-
munidad cristiana, como así también las distintas relaciones a las que están comprometidos. También ayudan
a sepultar cualquier principio denominacional que pudiera surgir, y al que lamentablemente estuvieron tan
proclives los creyentes (comp. Col. 3:11; Gá. 3:28).
135

[p 259]
CAPÍTULO 16
LA IGLESIA DE ANTIOQUÍA ENVÍA SOCORRO A LAS OTRAS IGLESIAS (11:27–
30)
27En
aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. 28Y levantándose uno de ellos,
llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la
cual sucedió en tiempo de Claudio. 29Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determina-
ron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; 30lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los an-
cianos por mano de Bernabé y de Saulo.
“En aquellos días” (1:15; 6:1) es decir, mientras Bernabé y Saulo están en Antioquía, llegan algunas visi-
tas desde Jerusalén. Vienen a cumplir una extraña misión. Nada menos que a explicarles cómo el Espíritu
Santo “daba a entender … que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada”, es decir, todo el territo-
rio ocupado por el Imperio Romano. Esta catástrofe afectaría a las iglesias de Judea incluida la de Jerusalén.
Nos parece casi increíble que esto fuera a acontecer a la generosa congregación que estudiamos en el cap.
2. Pero notemos, por otra parte, el modo misterioso en que el Señor provee para los suyos en tiempos de ad-
versidad.
Como estudiaremos más adelante, la misión de los profetas es dar a conocer el futuro, aunque no sea ésta
la única función (15:32; 19:9, 10) porque aparte de predicar, tenían la misión de animar y edificar. Para
confirmar la profecía, Lucas añade que el hambre vino [p 260] en los días del emperador Claudio (41–54
DC) (v. 28). En este período hubo sequías y muchas pérdidas de cosechas, según lo confirma la historia.1
El énfasis de Lucas no está, sin embargo, en el cumplimiento de la profecía, sino en la reacción de la igle-
sia a la palabra profética. Unánimemente decidieron enviar ayuda “cada uno conforme a lo que tenía”
(comp. 1 Co. 16:1–3). Creyeron a la palabra de Dios y se sintieron deudores por el bien recibido de parte de
aquellos hermanos. Se movilizaron para la ayuda comunitaria. De modo que enviaron el “socorro” a los an-
cianos de la iglesia,2 quienes presidían el rebaño, porque los apóstoles habían decidido dedicarse enteramente
al “ministerio de la palabra” (6:2–5).
Los delegados son Bernabé y Saulo, quienes no solamente pueden enseñar la palabra, sino también cola-
borar para que se cumpla. Aquellos que predican son los mismos que se dedican a estimular la responsabili-
dad social dentro de la iglesia. De acuerdo a sus posibilidades, “cada uno” se compromete a ayudar a la igle-
sia hermana en dificultades.
Esta es la segunda vez que Saulo visita Jerusalén—aunque hay quien disiente con esta afirmación—de la
cual Pablo mismo da detalles en Gá. 2:1–10.
Es importante que destaquemos que a los hermanos de Antioquía la emergencia no los toma de sorpresa;
todos saben cómo proceder y lo hacen. Por otra parte, la enseñanza que no contiene una cuota responsable
de interés por las necesidades de los demás, es teóricamente vacía, y no armoniza con lo dicho por el Señor y
[p 261] los apóstoles. No era este el tipo de enseñanza que reciben estos hermanos. Tal vez por eso actuaron
en forma inmediata. Lo que ocurrió con esta ofrenda y la movilización que produjo, impresiona tanto a Pablo
que posteriormente trata de poner el método en acción durante su ministerio por las iglesias (2 Co. 8 y 9)
(comp. Ro. 15:27; Gá. 6:10).
Destaquemos también que Lucas vuelve a utilizar para los creyentes un nombre que ya utilizó al comien-
zo de su escrito; los llama “hermanos” (v. 29).

1 Josefo:
Antiquities XX.2.5.
2 Losancianos de la iglesia son los que inicialmente tomaron a su cargo el gobierno de la congregación teniendo como modelo la
autoridad civil del AT (Dt. 19:12; 21:2; 22:18) y la religiosa que posteriormente ejercieron en relación con la sinagoga. Continua-
ron siendo denominados ancianos aun con el cambio de oficio y de la edad. Los ancianos visitan (Stg. 5:14), detalle totalmente
nuevo, y trabajan entre el rebaño dedicando mucho tiempo al pastoreo, la enseñanza y corrección de las ovejas (1 Ti. 5:17; He.
13:7, 17). Es su responsabilidad velar con cuidado sobre la iglesia y en su obispado (o supervisión Hch. 20:28) tienen que identifi-
carse con la situación de cada miembro.
136

[p 262]
CAPÍTULO 17
HERODES ENCARA UNA OPOSICIÓN SANGRIENTA, PERO DIOS LO JUZGA
(12:1–25)
Lucas ya ha narrado las primeras persecuciones llevadas a cabo por los judíos, tal como lo estudiamos en
los caps. 3 a 5. Lo que ahora veremos es una actividad más oficial porque viene directamente del rey. Es
prácticamente el último episodio relacionado con la iglesia en Jerusalén antes de pasar a estudiar las labores
entre los gentiles con los viajes misioneros de Pablo.
A. La muerte para Jacobo y la cárcel para Pedro (12:1–4)
1En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. 2Y mató a
espada a Jacobo, hermano de Juan. 3Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender tam-
bién a Pedro. Eran entonces los días de los panes sin levadura. 4Y habiéndole tomado preso, le puso en la cár-
cel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle
al pueblo después de la pascua.
En lo que hemos de estudiar, Lucas contrasta el poder tiránico de Herodes Agripa I con el poder absoluto
de Dios. Este rey era nieto de Herodes el Grande. Poseía algunas de las características crueles de su abuelo.
Por su amistad con los emperadores Calígula y Claudio, había incrementado el territorio de su reino llegando
casi a tener los mismos límites que en tiempos de su abuelo.
[p 263] Lucas inicia el relato con una frase vaga, “en aquel tiempo”, mostrando no estar tan preocupado
por el orden cronológico de los acontecimientos, como por los hechos en sí (comp. 10:23). El rey (título que
había recibido del emperador) procuraba aumentar su prestigio con Roma y crecer en gracia con los judíos.
En consecuencia, se lanzó contra la iglesia. Le pareció conveniente seguir la política de su tío Herodes Antipas
que había condenado a Jesús mismo (Lc. 23:7) para evitar que los fariseos siguieran rechazando el reinado
de los monarcas descendientes de Esaú (idumeos). Así que tomó a Jacobo, uno de los apóstoles hermano de
Juan y lo decapitó. Con la ejecución se cumplió el deseo que estos hermanos tenían de ser bautizados con el
bautismo de Cristo (Mr. 10:38–39). Juan no murió de la misma forma que Jacobo, pero fue maltradado y
enviado al exilio en Patmos (Ap. 1:9).
Herodes alcanzó su objetivo inmediato al comprobar que “esto había agradado a los judíos” (v. 3), y se
atrevió a atrapar también a Pedro para proceder de igual manera. Si lograba eliminar al líder de los doce, la
iglesia habría de sufrir un gran desbande. Esto ocurría durante la “fiesta de los panes sin levadura” (14 del
mes Nisan) que duraba una semana (Ex. 12:18). Durante estos días la ley no permitía hacer enjuiciamientos
o sentencias. Pedro (posiblemente encerrado en la torre Antonia) está tranquilo custodiado por cuatro solda-
dos en turnos de seis horas cada uno. Quieren evitar asaltos populares o la difusión de alguna noticia sobre
liberación milagrosa. Herodes tiene planeado un juicio similar al del Señor Jesús, público y burlesco con una
“justa” ejecución posterior (v. 4). Todo hace pensar que con el apoyo que le ha dado el Imperio Romano, el
plan de Herodes será un éxito.
B. La liberación de Pedro (12:5–19)
5Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. 6Y
cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con
dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. 7Y he aquí que se presentó un ángel del
Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate
pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. 8Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo [p 264]
hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. 9Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo
que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. 10Habiendo pasado la primera y la segunda guar-
dia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron
una calle, y luego el ángel se apartó de él. 11Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdadera-
mente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo
de los judíos esperaba. 12Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía
por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. 13Cuando llamó Pedro a la puerta del
137

patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, 14la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no
abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. 15Y ellos le dijeron:
Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! 16Mas Pedro persistía en lla-
mar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos. 17Pero él, haciédoles con la mano señal de que ca-
llasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los herma-
nos. Y salió, y se fue a otro lugar. 18Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué
había sido de Pedro. 19Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas,
ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Pedro podía recordar que en dos oportunidades anteriores había sido puesto en la cárcel por orden del
sanedrín (4:3; 5:18) y que Dios lo había liberado. Y tanto él como su compañero Juan—después de liberta-
dos—se habían unido a la iglesia para orar, seguros de que las experiencias formaban parte del plan de Dios.
En la segunda ocasión un ángel había abierto las puertas de la prisión y producido la libertad. Estos ante-
cedentes, unidos a la profunda paz de su alma, hacen que Pedro, aunque con fuerte custodia en la cárcel,
durmiera profundamente. En tanto “la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” (v. 5). Sabían que por
algún medio Dios podía desbaratar las fuerzas del mal y darle libertad (comp. Fil. 1:19). Los dos reinos están
nuevamente enfrentados: [p 265] Herodes dirigiendo el reino de las tinieblas, y la iglesia usando el poder de
Dios.
Lucas enfatiza el cuidado que tomaron las autoridades (v. 6) para evitar cualquier tipo de fuga. Pero a pe-
sar de la situación tan difícil para escapar, la iglesia continuaba orando por él sin desanimarse por lo ocurri-
do con Jacobo y anteriormente con Esteban. Pedro, por su parte, puso todo su temor en el Señor y espera la
sentencia de él.
De improviso “se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en la cárcel”. Lucas ya ha mencio-
nado la actividad de seres celestiales. Lo hizo muchas veces en el evangelio (alrededor de 15) y también en la
primera parte de Hechos. La intervención divina no solamente molesta los planes del enemigo sino que los
desbarata.
La cárcel se iluminó como de día, pero la luz no despertó a la guardia que debía estar velando. Con difi-
cultad Pedro pudo ser protagonista porque se le mezcló el sueño con la creencia que veía una visión. Pero el
ángel le habló claramente lo que debía hacer, y le dio una orden conocida para él: “Sígueme”. El texto narra
lo que sucedió y cómo en pocos segundos Pedro se encontró en la calle, restaurado a su sentido cabal y com-
prendiendo lo acontecido. Se dirigió, entonces, a la “casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobre-
nombre Marcos” (v. 12). Este joven es el sobrino de Bernabé (Col. 4:10) mencionado aquí por primera vez
por Lucas, y de quien nos hemos de ocupar más adelante. Para muchos comentaristas, esta casa de María es
el aposento alto (Mr. 14:15) donde Jesús celebró la pascua y donde juntos los discípulos se reunieron por
varios días esperando la venida del Espíritu Santo.
Cuando Pedro “llamó a la puerta del patio”, el grupo pensó que había llegado una delegación de los de la
guardia. Todos se asustaron y no sabían qué hacer, mientras tanto salió a “escuchar una muchacha llamada
Rode” (v. 13). Evidentemente, Pedro hablaba además de llamar, y la muchacha reconoció la voz. En lugar de
abrir, corrió para dar la noticia dejando a Pedro afuera. Por otra parte, es una ironía que el grupo se dedique
fervientemente a la oración en favor de la libertad del apóstol, y crea que Rode está loca cuando lo anuncia a
la puerta. Así se entabla una disensión entre la simple fe de Rode y la incredulidad de la iglesia en oración.
[p 266] “Cuando le abrieron y le vieron, se quedaron atónitos” (v. 16). Estaban confundidos por la mara-
villa que veían e hicieron un gran alboroto de alegría privando a Pedro de narrar lo acontecido. Pero pudo
apaciguarlos “haciéndoles con la mano señal” (v. 17). Después de contarles lo sucedido, les pidió que hicie-
ran saber todo a Jacobo (el hermano del Señor Jesús, que era el líder reconocido de la iglesia en Jerusalén—
comp. 15:13; 21:18; Gá. 1:19; 2:9) y a los hermanos. Pedro salió inmediatamente “y se fue a otro lugar” (v.
17) que seguramente no era Roma, como lo insinúa la Iglesia Católica. Debía ser otro lugar cercano en la
región. Alrededor de dos años después de estas cosas estuvo en Antioquía (Gá. 2:11) y posteriormente en Je-
rusalén (15:7).
Cuando llegó la mañana del día cuando Pedro debía ser enjuiciado, “hubo no poco alboroto entre los sol-
dados” porque el preso había desaparecido. Cuando Herodes se enteró, hizo todas las averiguaciones perti-
138

nentes, y como dieron resultado negativo, de acuerdo con la ley romana mandó ejecutar a los soldados
(comp. 16:27; 27:42).
C. La muerte de Herodes (12:20–25)
20YHerodes estaba enojado contra los de Tiro y de Sidón; pero ellos vinieron de acuerdo ante él, y sobor-
nado Blasto, que era camarero mayor del rey, pedían paz, porque su territorio era abastecido por el del rey.
21Y un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. 22Y el pueblo acla-
maba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre! 23Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la
gloria a Dios; y expiró comido de gusanos. 24Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba. 25Y Bernabé y
Saulo, cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén, llevando también consigo a Juan, el que tenía por sobre-
nombre Marcos.
El historiador Josefo dice que Herodes se fue de Judea disgustado porque Pedro se le había escapado de las
manos. De modo que los vecinos de Tiro y Sidón con quienes estaba disgustado no se encontraban en las me-
jores condiciones de negociación. Estas zonas necesitaban de la agricultura y la ganadería de Judea. Según lo
relata el texto, el enojo del rey significaba guerra para Tiro y [p 267] Sidón. Vinieron, pues, a verlo a Herodes
del modo más humilde posible, por medio de un intermediario a quien sobornaron para la entrevista de paz.
En “un día señalado” cuando de acuerdo con Josefo1 se hacía un festival en honor del emperador, Hero-
des—vestido con fastuosidad en sus “ropas reales”—se sentó en el tribunal para hablar al pueblo de Cesarea.
Al parecer, el discurso que Lucas no relata fue en tono soberbio. Pero la respuesta del pueblo, sintetizada por
Lucas en una frase, fue sumisa en extremo. Josefo dice que también dijeron: “Sé propicio a nosotros. Si hasta
aquí te hemos reverenciado como a un ser humano, en lo sucesivo no te reconoceremos más como de natura-
leza mortal”. Herodes aceptó la adoración y usurpó el lugar de Dios, por lo que Dios le castigó y murió.
Este último capítulo de la primera parte de nuestro estudio, está lleno de paradojas. Un rey impío comien-
za orgulloso una carrera sobre la iglesia. Dios permite la muerte de Jacobo, pero libra misteriosamente a Pe-
dro. Las puertas de la cárcel se abren de por sí, pero las de la casa de María donde está la iglesia orando per-
manecen cerradas para Pedro. Los soldados que no pueden “arreglar” su situación son ejecutados, pero los de
Tiro y de Sidón que sobornan a Blasto son oídos. Finalmente, el rey “inmortal” termina sus días comido por
gusanos.
Sobre este cuadro humano se levanta la palabra de Dios: “Pero la palabra del Señor crecía y se multipli-
caba” (v. 24) (6:7; 9:31). Así es el poder incomprensible de Dios. Los opositores pueden enorgullecerse por
un tiempo tratando de detener el avance del evangelio, pero no prevalecerán. Sólo el Señor permanece para
siempre, y su evangelio es el mensaje para el mundo como lo veremos desde el próximo capítulo.

1 Josefo: Antiquities XIX. 8. 2.


COMENTARIO BIBLICO
DEL CONTINENTE NUEVO
Hechos II
por
Raúl Caballero Yoccou
Editor General de la obra:
Dr. Jaime Mirón
Asesor Teológico
Rvdo. Raúl Caballero Yoccou
140

[Page 2]
Junta de Referencia
Presidente: Luis Palau
Raúl Caballero Yoccou (Argentina), H. O. Espinoza (Mexico), Olga R. de Fernández (Cuba), Pablo Finkenbinder
(EE.UU.), Sheila de Hussey (Argentina), Elizabeth de Isáis (Mexico), Guillermo Milován (Argentina), Carlos Morris
(España), Emilio Núñez (Guatemala), Dory Luz de Orozco (Guatemala), Patricia S. de Palau (EE.UU.), Héctor Pardo
(Colombia), Aristómeno Porras (México), Asdrúbal Ríos (Venezuela), Randall Wittig (Costa Rica).
Publicado por
Editorial Unilit
Miami, Fl. EE.UU.
Todos los derechos reservados
© 1992 Asociación Evangelística Luis Palau
Este volumen ha sido escrito con la colaboración del
Dr. Jaime Mirón y Letica Calçada.
Versión utilizada de la Escritura: Reina Valera (RV) 1960.
© Sociedads Biblicas Unidas
Otras citas marcadas BLA, Biblia de las Américas
© 1986 The Lockman Foundation
Usado con permiso.
Producto 498644, Tomo II rústica
ISBN 0-56063-991-X

EX LIBRIS ELTROPICAL
141

[Page 3]
PREFACIO DEL EDITOR GENERAL
Cuando por primera vez pensamos en la necesidad de una obra como ésta, una de las necesidades que
advertimos—al margen de que el material fuera original en castellano—fue que sirviera para llenar una
gran necesidad del liderazgo iberoamericano. La mayoría de los obreros del Señor en Latinoamérica no cuen-
tan con los privilegios educacionales ideales ni con las posibilidades para lograrlos. Es por eso que, recu-
rriendo a hombres de Dios y excelentes maestors bíblicos del continente americano y de España, acordamos
realizar esta obra.
Este Comentario Bíblico está especialmente dirigido al obrero, líder o pastor que recién se inicia o bien
que presiente no contar con preparación académica adecuada por falta de tiempo o de medios. Esta obra no
está dirigida a los expertos o eruditos puesto que estos hermanos ya cuentan con suficiente material.
Este Comentario Bíblico expositivo no analiza la Escritura versículo por versículo ni menos palabra por
palabra. Por lo general se toman las ideas por párrafos y se extrae el contenido esencial. No intentamos, en
esta obra, aclarar toda duda o contestar toda pregunta que pueda tener el maestro, predicador o estudioso de
la Biblia. Lo que sí deseamos hacer es estimular al predicador y ayudarle a aplicar y predicar el pasaje bíblico.
A pesar de que hay menciones ocasionales al original griego, como parte de la filosofía editorial la Junta
de Referencia pidió a los autores no ser exhaustivos en las explicaciones técnicas ni eruditos en la presenta-
ción.
Quiera el Señor añadir su bendición a este Comentario del Epístola a los Filipenses a fin de que los líderes
del pueblo de Dios sean edificados y, a su vez, el cuerpo de Cristo crezca en conocimiento y sabiduría para
gloria de Dios.
Dr. Jaime Mirón
Editor General
[Page 4]
142

[Page 5]
ÍNDICE DE HECHOS
Prefacio del editor general
Prólogo
III. [Page 6] El ministerio entre los gentiles
1. La encomendación de Bernabé y Saulo
A. La diversidad de culturas en la iglesia
B. La orden del Espíritu Santo
2. La salida de Bernabé y Saulo
A. La autoridad del Espíritu y de la iglesia
B. La entrada a Chipre
C. La experiencia en Pafos
3. La evangelización del sur de Galacia
A. Antioquía de Pisidia
B. Iconio, Listra y Derbe
C. El viaje de retorno de Antioquía de Siria
4. El concilio de Jerusalén
A. Los temas a discutir
B. El curso del debate
C. La comunicación a las iglesias gentiles
D. La carta llega a los destinatarios
5. El segundo viaje misionero
A. La visita a las iglesias de la Galacia
B. El evangelio entra en Europa
C. La misión en Filipos
D. La predicación en Tesalónica
E. La presencia en Berea
F. La llegada a Atenas
G. La predicación en Atenas
6. El tercer viaje misionero
A. Apolos en Éfeso
B. Pablo llega a Éfeso
C. Pablo visita Macedonia y Grecia
D. Una semana en Troas
E. Desde Troas a Mileto
F. El discurso a los ancianos de Éfeso
7. Experiencias finales del tercer viaje
A. La escala en Tiro
B. La visita a Cesarea
143

C. Pablo en Jerusalén
8. Pablo preso en Cesarea
A. La acusación de Tértulo
B. La defensa de Pablo[Page 7]
C. El aplazamiento de Félix
D. Pablo testifica delante de Félix y su mujer Drusila
9. Pablo ante Festo
10. Festo presenta el caso a Agripa
11. Pablo delante del rey Agripa
A. Festo introduce la sesión
B. Pablo pronuncia su defensa
12. En viaje a Roma
A. Primera etapa: desde Cesarea a Creta
B. Segunda etapa: la tempestad y el naufragio
C. Tercera etapa: la estadía en Malta
D. La llegada a Roma
13. Ministerio de Pablo en Roma
A. La conversación con los judíos
B. La bienvenida a todos
[Page 8]
144

[Page 9]
PRÓLOGO
El libro que nos proponemos estudiar cubre un breve espacio de tiempo en la historia de la iglesia, sólo
alrededor de treinta años. Sin embargo, dudamos que en toda la historia del mundo hayan existido tres déca-
das con tanto contenido social, cambios religiosos y culturales, sin guerra y sin derramamiento de sangre.
El Señor Jesús, que es su figura central, es también la fuente de la vida en todos los acontecimientos del si-
glo I. Por medio de él se rehabilitaron los genuinos sentimientos de patriotismo vinculados con la vigencia de
la ley de Moisés. Por medio de él se volvieron a refrescar las Escrituras con respecto a Israel y el mundo que
habían profetizado los hombres más destacados del AT.
Cuando ascendió al cielo no dejó mandamiento alguno sobre el método o sistema para formar la iglesia.
Tampoco dio instrucciones directas de cómo reunir a los creyentes de todas las naciones y razas en una co-
munidad fraternal. Con su partida al cielo dejó un gran suspenso en sus discípulos que convertidos en após-
toles tenían que esperar instrucciones más precisas por parte del Espíritu Santo para operar la voluntad de
Dios.
El libro casi naturalmente se divide en una serie de círculos concéntricos que marcan las distintas etapas
de la expansión de la iglesia. Cada nueva circunferencia incluye lo ya sucedido y marca las etapas sucesivas
del desarrollo de la iglesia en todos los sentidos: territorial, étnico, moral y espiritual, con creciente número
de adherentes.
Tal como lo hemos de estudiar más adelante, Lucas es el autor de la narración que va desde el nacimiento
del Señor Jesús hasta la llegada del evangelio a Roma. Trabajó en dos documentos que inicialmente no estu-
vieron relacionados con ninguna iglesia en [Page 10] particular, sino que circularon entre el público lector
gentil para quienes habían sido escritos. La amplia circulación entre las iglesias tuvo como virtud la consoli-
dación de las labores apostólicas al final del siglo I. Al comienzo del siglo II cuando ya se habían reunido los
cuatro evangelios y circulaban como cuatro libros separados, la historia de Lucas también se dividió en dos
partes, con el objetivo de seguir sus respectivos propósitos. El libro de Hechos tomó entonces una importancia
tal que algunos escritores lo consideran un libro clave para la comprensión de la historia y la doctrina del
NT. Muestra el nacimiento y progreso del evangelio a lo largo de la ruta desde Jerusalén hasta Roma. Nos
explica cómo un movimiento que nació en el seno del judaísmo, en pocas décadas pasó a ser una religión
esencialmente gentil. Nos explica cómo una creencia que surgió en Asia, se convirtió con los siglos en el de-
sarrollo de la civilización europea. Fue en esta región del mundo donde se produjeron los debates teológicos
más encarnizados sobre el contenido del NT y desde donde también se promocionaron los viajes misioneros
similares—o no—a los encarados por Pablo.
Para nosotros, el estudio de Hechos plantea un desafío actual que se renueva constantemente. Clarifica el
valor histórico y doctrinal de la ascensión del Señor Jesús y la venida del Espíritu Santo. Son los aconteci-
mientos centrales de toda la historia. Nosotros que tenemos a disposición el poder de lo alto, necesitamos
ejercitar nuestro ser interior para obedecer las indicaciones de extender el evangelio tal como Lucas lo narra.
Para encarar mejor nuestro estudio del libro, lo hemos dividido en dos partes. En la primera, hemos de
tener en cuenta los acontecimientos en Jerusalén desde la resurrección del Señor Jesús hasta la muerte de
Herodes (1:1–12:24). En este período los hechos o actividades están principalmente relacionados con la igle-
sia en Jerusalén. Pedro es el personaje central con Juan, su amigo y acompañante leal.
En la segunda parte, hemos de estudiar las actividades misioneras que tienen a Pablo como motor princi-
pal y a la iglesia de Antioquía como su centro espiritual. Ponemos especial atención en no descuidar detalles
que a simple vista parecen secundarios pero que en muchas oportunidades son vitales para comprender lo
que el Espíritu Santo desea enseñarnos. Esta característica dilata el [Page 11] comentario y hace necesario que
debamos dividirlo en dos tomos, teniendo en cuenta, precisamente, las partes que mencionamos. Así que, el
tomo I abarca los primeros doce capítulos y el tomo II los restantes.
Hemos también procurado agregar notas adicionales y un buen número de cuadros explicativos para
ayudar a la comprensión de algunos temas, y proveer al lector—especialmente a pastores y líderes—de bos-
quejos que les permitan utilizar las enseñanzas para su labor ministerial.
Finalmente, anhelamos honrar a Dios y glorificarlo por la bendición que significa comentar, aunque sea
superficialmente, su palabra. El autor disfruta de momentos muy cálidos en su presencia escribiendo estas
145

páginas. Gracias a Dios por su ayuda, y a tantos hermanos que por medio de sus libros o sus consejos han
enriquecido estas páginas.
RAÚL CABALLERO YOCCOU
146

[Page 13]

PARTE III
EL MINISTERIO ENTRE LOS GENTILES
(13:1–21:17)
[Page 14] [Page 15]
CAPÍTULO 18
Llegamos a un punto decisivo en la narración. Perdemos de vista a Jerusalén desde donde se extendió el
evangelio por “toda Judea y Samaria” como el Señor Jesús lo había mandado (1:8). Comenzamos ahora la
última fase de la misión: “hasta lo último de la tierra”, teniendo como centro Antioquía y finalmente Roma.
Los dos diáconos que predicaron en el ínterin prepararon el camino para lo que hemos de estudiar ahora.
Esteban enseña la omnipresencia de Dios. Muestra claramente que no habita en templos hechos por los hom-
bres y que Dios tenía en su propósito levantar un templo viviente construido con piedras vivas que son los
salvados de todas partes y en todos los tiempos. Con su valiente exposición, Esteban demuestra que la asisten-
cia al templo todos los días es un estorbo para salir a otras tierras.
Por su parte, Felipe valientemente lleva a muchos samaritanos al conocimiento de la verdad y también al
etíope.
Pedro predica al centurión romano en Cesarea y el Señor derriba a Saulo en plena ciudad de Damasco.
Algunos evangelistas desconocidos predican el evangelio en Antioquía, destruyendo prejuicios para permitir
que otras tierras entren en la óptica de los predicadores.
De esta manera está preparado el camino para iniciar la etapa que estudiaremos ahora.
1. LA ENCOMENDACIÓN DE BERNABÉ Y SAULO (13:1–3)
La iglesia de Antioquía había enviado a estos dos hermanos claves a Jerusalén, para llevar socorro después
de oír la profecía de Agabo (11:27–30). Habiendo “cumplido su servicio, volvieron de Jerusalén” (12:25). Lo
hacen trayendo “también consigo a Juan, el [Page 16] que tenía por sobrenombre Marcos” quien es poste-
riormente el compañero para la primera parte del primer viaje misionero.1
A. La diversidad de culturas en la iglesia (13:1–3)
1Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se lla-
maba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a
que los he llamado. 3Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Los enseñadores de Antioquía se habían ocupado de preparar al liderazgo, tratando de dar espacio y ex-
periencia a los dones que el Espíritu Santo daba. El pasaje menciona cinco hermanos con dones de “profetas y
maestros”2 (11:26; 15:35; 18:11; 20:20; [Page 17] 28:31). Lucas no explica cuál es la diferencia entre uno y
otro don, o si los profetas (como Agabo) se ocupaban en predecir y los maestros en explicar la predicción.
Tampoco podemos deducir del texto si todos ejercían ambos dones o algunos uno y otros otro.
Lucas menciona los nombres. El primero es Bernabé, de quien ya nos hemos ocupado. Es levita y oriundo
de Chipre (4:36; 11:22–26). El segundo es “Simón el que se llamaba Niger”. Simón es un nombre hebreo,
1 Marcos es hijo de una mujer llamada María que moraba en Jerusalén, por lo cual posiblemente él había nacido allí (Hch. 12:12).
Es sobrino de Bernabé (Col. 4:10; anepsios se traduce algunas veces como primo). Por lo que dice Pedro (“Marcos mi hijo” 1 P.
5:13) aprendemos que el apóstol lo había llevado al conocimiento de la verdad. Hay una teoría que asegura que Marcos es el joven
que en la noche en que Jesús fue entregado huye envuelto en una sábana (Mr. 14:51–52). Deseoso de trabajar para Cristo, va con
Pablo y Bernabé como “ayudante” en el primer viaje pero los abandona en Perge de Panfilia y se vuelve (12:25; 13:13). Para el
segundo viaje Bernabé quiere darle una segunda oportunidad, pero Pablo se opone tenazmente, por lo que hay entre ellos una
calurosa discusión (15:36–40). Cualquiera haya sido la vacilación de Marcos, no lo separa para siempre de Pablo. Lo hallamos
nuevamente junto al apóstol en su primer encarcelamiento (Col. 4:10; Flm. 24). Posiblemente viaja a Asia. Tiempo después está
junto a Pedro en Babilonia (1 P. 5:13). A su regreso del Asia parece haber estado con Timoteo en Éfeso, cuando Pablo escribe a
Timoteo en su segundo encarcelamiento (2 Ti. 4:11).
2 Para estudiar las labores de estos dones, aconsejamos leer el comentario sobre Efesios de ese autor (serie de Comentario Bíblico del

Continente Nuevo, Unilit 1992, págs. 168–169).


147

pero apodado “Negro”, presumiblemente por ser natural del África. Esta persona es seguramente la que llevó
la cruz de Jesús (Lc. 23:26), padre de Alejandro y Rufo (Mr. 15:21; Ro. 16:13). Tercero, “Lucio de Cirene”
que algunos identifican como pariente de Pablo (Ro. 16:21) pero de lo cual no hay seguridad. Este hermano
es del norte del África y posee trasfondo gentil. Cuarto, “Manaén el que se había criado junto con Herodes el
tetrarca”. Manaén se había criado en la corte juntamente con Herodes Antipas, quien decapitó a Juan el Bau-
tista y participó en el enjuiciamiento de Jesucristo. El quinto es Saulo nacido en Tarso de Cilicia, hebreo de
hebreo, de quien nos hemos de ocupar abundantemente más adelante.
B. La orden del Espíritu Santo
Mientras estos cinco hermanos ministran (adoran) al Señor ayunando, el Espíritu Santo hace conocer su
voluntad. El término “ministrar” es en el griego leitourgia de donde nace nuestra palabra liturgia. En el NT
significa “ministración sagrada” o adoración (Lc. 1:23; He. 8:6; 9:21) (comp. Fil. 2:30). En el AT griego (Sep-
tuaginta) se la emplea para los servicios realizados por sacerdotes y levitas (Ex. 29:30; 31:10; 39:13; Nm.
4:12; 16:9). Del estudio de estas palabras deducimos que ni la utilización de “liturgia”, ni la misma expre-
sión “adoración” tal como la empleamos actualmente, responden a lo que la Escritura enseña y espera de
nosotros.
Además ayunan3 para evitar que aun una necesidad tan importante como comer les quite la prioridad de
ministrar al Señor. Pero [Page 18] además, están convencidos de que es el medio para recibir respuestas de
Dios para las necesidades que ponen delante del Señor.
Mientras están en esta solemne actitud de expectativa “dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado” (v. 2). ¿Cómo hace el Espíritu para demostrar su voluntad? No lo
dice, pero lo más probable es que algunos de los profetas reciben la revelación. Teniendo la precisión de Dios,
vuelven a continuar su ayuno y oración sin apresurar sus pasos. Quieren verificar el llamado de Dios para
confirmar sus corazones en su voluntad, y también anhelan interceder por las dos personas que deben apar-
tar y enviar.
Lucas no nos dice la naturaleza del ministerio al cual el Espíritu Santo los llama, ni tampoco el lugar de
trabajo. Lo que claramente desea impartir es la confirmación completa de la manera en que los ministros del
Señor deben ser apartados. El texto griego dice: “Apartadme verdaderamente o totalmente”, mostrando un
acto soberano de Dios al sacar de la iglesia a las dos personas más dotadas y [Page 19] sobresalientes de cuya
experiencia ya nos hemos ocupado (Ro. 1:1; Gá. 1:15). Por la dirección que posteriormente toman los envia-
dos, nos damos cuenta de que el trabajo encomendado es la evangelización y formación de iglesias en las
rutas del oeste del Imperio (comp. 14:26; 15:38). La iglesia aparta, pero el llamado es de Dios. La iglesia reci-
be la orden, pero ellos la misión. Hay una conjunción de voluntades, aunque con diversidad de labores. Cada
uno hace lo suyo y todos obedecen a Dios. Bernabé y Saulo comprueban que Dios está en todo. Saben que la
iglesia de Antioquía los encomienda porque cuando regresan de la extensa y riesgosa gira reúnen a la iglesia
y “refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los
gentiles” (14:27).

Ayunar significa privarse de alimento por un período de tiempo (Est. 4:16). En el AT se lo practicaba tanto en la fiesta anual de
Israel (el día de la expiación Lv. 16:29, 31; 23:27–32; Nm. 29:7) como en forma individual. Después del exilio en Babilonia, la
nación celebró algunas fiestas en recuerdo de liberaciones milagrosas o de algunos desastres acaecidos (Zac. 8:19; Est. 9:31); sobre
esto no tenemos más que referencias vagas. El ayuno se practicaba mayormente en forma individual (2 S. 12:22) y también en
grupos (Jue. 20:26; Joel. 1:14). Podía significar: 1) Tristeza (1 S. 31:13; 2 S. 1:12; Sal. 35:13) y penitencia (1 S. 7:6; Neh. 9:1–2;
Dn. 9:3–4; etc.). 2) Humillación (Sal. 69:10). 3) Búsqueda de la guía de Dios (Ex. 34:28; Dt. 9:9). Por estas razones en el pueblo de
Israel había quienes creían que con el ayuno se ganaba el favor de Dios (Is. 58:3), pero los profetas se ocuparon de clarificarlo (Is.
58:5–12; Jer. 14:11–12).
Igualmente en el NT ayunar significa “sin comida” (Hch. 27:21). Siguiendo la costumbre del AT se ayunaba en el día de la ex-
piación (Hch. 27:9), único día de ayuno prescrito en la ley. Sin embargo, algunos fariseos lo hacían dos veces por semana (Lc.
18:12) y otros con cierta frecuencia (Lc. 2:37). Una vez lo hizo el Señor Jesús (Mt. 4:1–4; comp. Ex. 34:28) aunque parecería que
no en forma voluntaria. El Señor corrigió algunos desvíos de los fariseos (Mt. 6:16–18) y también explicó por qué los discípulos no
debían ayunar (Mt. 9:14–17). Es una práctica de la iglesia primitiva al tener que elegir o apartar personas para el ministerio (Hch.
13:2, 3) o ancianos en la iglesia (Hch. 14:23). Se lo menciona dos veces en las cartas de Pablo (2 Co. 6:5; 11:27; comp. Mt. 17:21;
Mr. 9:29).
148

[Page 20]
2. LA SALIDA DE BERNABÉ Y SAULO (13:4–12)
CAPITULO 19
Cuando todo está confirmado después de haber “ayunado y orado, les impusieron1 las manos”. Algunos
manuscritos agregan “todos” después de orado, para mostrar el compromiso asumido por la iglesia. Esto ex-
plica la actitud de Bernabé y Saulo al retornar. La [Page 21] imposición de manos es una confirmación de que
Dios los había llamado y de que la iglesia se solidariza como esa salida en todo el sentido de la palabra. Es
como decir: “Vayan como Dios los manda que nosotros los acompañamos siempre”.
4Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. 5Y
llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan de
ayudante. 6Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío, llama-
do Barjesús, 7que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo,
deseaba oír la palabra de Dios. 8Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando
apartar de la fe al procónsul, 9Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los
ojos, 10dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás
de trastornar los caminos rectos del Señor? 11Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás
ciego, y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando
alrededor, buscaba quien le condujese de la mano. 12Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido,
creyó, maravillado de la doctrina del Señor.

[Page 22] A. La autoridad del Espíritu y de la iglesia

En términos generales las manos se utilizaban en la Escritura para diversos rituales. Para orar (1 R. 8:54) o para invocar la bendi-
ción de Dios (Lv. 9:22). Jacob bendijo a sus hijos poniendo las manos sobre ellos (Gn. 48:2–20), y también el Señor Jesús lo hizo
(Mr. 10:16) sobre niños y enfermos (Mr. 6:5). En el AT los levitas fueron ordenados al ministerio por la imposición de las manos
(Nm. 8:10). Josué también fue apartado de la misma manera e investido con autoridad por parte de Moisés (Nm. 27:18–23). Dt. 34
explica la función que cumplió la imposición de manos. El sumo sacerdote ponía las manos sobre un animal en el día de la expia-
ción confesando los pecados del pueblo (Lv. 16:4). Una ceremonia similar se realizaba para ofrecer las ofrendas voluntarias (Lv.
1:4; 3:2; 4:4; Nm. 8:12), mostrando la identificación de las personas con ellos. En el NT también tiene aplicación variada: Pedro y
Juan impusieron las manos para que los creyentes samaritanos recibieran el Espíritu (Hch. 8:14–19) (comp. Hch. 19:6); pero no
ocurrió lo mismo en el caso de Saulo (Hch. 9:12, 17). Otras veces el don del Espíritu no requirió la imposición de las manos (Hch.
10:44–48). Siguiendo el modelo del AT, se la utiliza en el servicio cristiano. Así son ubicados los “siete” en Hechos 6:5 y en el caso
que estudiamos, Bernabé y Saulo (Hch. 13:3). Pablo le recomienda a Timoteo no imponer apresuradamente las manos a nadie (1 Ti.
5:22), tal vez teniendo en cuenta el modo cuidadoso en el cual él mismo había sido apartado (1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6).
Esta ordenación llevada a cabo bajo la guía de Dios (1 Ti. 1:18) es una señal externa de que Dios ha dado a la persona aparta-
da los dones para la labor del ministerio, y por medio de la imposición de manos la iglesia reconoce la comisión divina asignada a
la persona o personas para que realice maduramente una labor.
149

Aunque la iglesia los despide (comp. 4:26; 15:33), es el Espíritu Santo quien los envía a las labores. Con
todos los detalles en regla, Bernabé y Saulo con Marcos como “ayudante”2 salen a su primer viaje misionero
(ver nota adicional: los viajes misioneros).
¿Quién encomienda a estos predicadores? El v. 4 dice: “ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo”,
que es quien había dado la orden de “separar” a dos de ellos, salen despedidos por la iglesia. En un sentido es
la iglesia que por orden del Espíritu los desvincula de las responsabilidades locales para que asuman las nue-
vas que Dios les da. El verbo “despedir” significa “soltar” (comp. 4:23; 15:30–33; 19:40). En un sentido, es la
labor del Espíritu instruyendo a la iglesia y en otro, la disposición de la iglesia asumiendo la responsabilidad
de concretar el propósito del Espíritu. Se dirigen al puerto que sirve a la ciudad de Antioquía, distante unos
veinticinco kilómetros de la ciudad. Seleucia, que así se llamaba, había sido construido por Seleuco Nicanor
al norte de la desembocadura del río Orontes. Era muy importante por ser el paso obligado de entrada y sali-
da al mar de una amplia extensión del territorio romano. De paso, queremos destacar que Lucas frecuente-
mente anota los puertos de salida y entrada de los misioneros (14:25; 16:11; 18:18) como para destacar las
labores cumplidas en alguna región.

NOTA ADICIONAL: LOS VIAJES MISIONEROS


Pablo realiza cuatro giras, tres de las cuales conocemos como
“viajes misioneros” y la cuarta es la navegación desde Cesarea
a Roma (ver mapas). La primera de estas misiones abarca desde
el capítulo 13:4 hasta el 14:28. Parece tener un carácter explo-
ratorio para conocer la reacción del mundo gentil al evangelio.
La segunda, que estuvo precedida por el Concilio de Jerusalén
donde se había debatido parte de la experiencia entre los genti-
les, comienza con la revisitación a los hermanos de las distintas
iglesias plantadas en el primer viaje (15:36).
[Page 23] En la práctica resulta un viaje mucho más largo que
el primero porque lleva el evangelio a Europa. La tercera mi-
sión está dirigida esencialmente a Éfeso (18:21). Durante su
estadía en Éfeso, Pablo realiza una profunda labor de consoli-
dación planeando ir a Roma, previo paso por Jerusalén (19:21–
22). Desde Corinto escribe una carta a los hermanos de Roma,
expresando su esperanza de visitarlos (Ro. 1:15; 15:24). La
cuarta es una misión totalmente distinta, por lo cual muchos
no la consideran como tal. Pablo no parte desde Antioquía, ni
se mueve de acuerdo a su albedrío. Tampoco traza planes para
visitar iglesias. Sale desde Cesarea preso bajo custodia con des-
tino a Roma para comparecer ante el tribunal de César, a quien
ha apelado. Tanto la evangelización como también el encuen-
tro con hermanos durante este viaje es accidental (27:3). En
Roma, aunque predica “abiertamente y sin impedimento”
(28:31), está limitado por su calidad de detenido (Flm. 1; Ef.
6:20).

B. La entrada a Chipre
Desde este puerto los misioneros se dirigen a Chipre3 que está distante unos 110 kilómetros de Seleucia.
Es el lugar de origen de [Page 24] Bernabé (4:36). Aparte de las labores que pueden realizar con personas

2 Gr. hyperete̅s, como los profetas solían tenerlos.


3

Gr. Kypros significa cobre. Es una isla del Mediterráneo frente a las costas de Siria. Tiene unos 240 km. de largo por unos 70 km.
de ancho en su parte más extendida. Entre las dos cadenas principales de montañas que recorren su territorio, se extiende una gran
llanura fértil cubierta de viñedos, olivos y campos de granos. Chipre se caracterizaba por sus reservas de cobre, peculiaridad que
dio origen a su nombre. Además algunos historiadores famosos como Aristón y filósofos como Zenón nacieron en esta isla. El Impe-
rio Romano la invadió aproximadamente en el 59 AC, y el emperador Augusto la convirtió en Provincia Senatorial en el 22 DC bajo
el gobierno de un procónsul. Este magistrado tenía su asiento en Pafos, un puerto de mar y capital imperial de la isla situado en el
extremo oeste.
150

relacionadas con Bernabé, también pueden valerse de los resultados dejados por los esparcidos en la primera
persecución (11:19). Los creyentes que habían huido de Jerusalén se diseminaron por todas partes y algunos
pasaron por Chipre antes de encaminarse para Antioquía, tal como lo hemos estudiado.
“Y llegados a Salamina”4 se encontraron con una gran población judía, tan extensa que había varias si-
nagogas en la ciudad. Parecería extraño que teniendo la misión de predicar a los gentiles, se detengan para
predicar a los judíos, pero éste es el método de Pablo en todas sus giras. En cada ciudad que visita inmediata-
mente busca la sinagoga para hacer el primer llamado, a fin de que el evangelio sea primeramente anuncia-
do a los judíos (v. 46; Ro. 1:6) (comp. 2:9–10). El texto dice que “anunciaban la palabra de Dios en las sina-
gogas de los judíos”. El verbo “anunciar”5 es más propiamente declarar, mostrar o proclamar, y significa
poner claramente en evidencia la obra del Señor Jesús (4:2; 13:38; 15:36; 16:17; 17:3, 13; 26:23). De esta
primera actividad evangelística se desprende que la ley había sido una preparación providencial para el in-
greso del evangelio. Es por medio del culto judío que Pablo esparce el mensaje de vida a los pueblos. La sina-
goga es el hogar para la predicación, y únicamente cuando los judíos rechazan el mensaje, los misioneros
buscan otro auditorio.
Lucas agrega lacónicamente que “tenían también a Juan de ayudante” (v. 5), sin especificar la clase de
asistencia que brinda. El significado de “ayudante” no explica de por sí la clase de ministerio que realiza,
pero sí distingue que mientras Bernabé y Saulo fueron elegidos y separados por el Espíritu, Juan Marcos no.
Su salida se debe a su relación con ellos y no a un específico llamado [Page 25] y encomendación de la igle-
sia. Esta información es necesaria para comprender lo que acontece después.
C. La experiencia en Pafos
Dejando Salamina, viajan hacia el oeste “atravesando toda la isla hasta Pafos” (v. 6a). Esta es una travesía
de unos 140 kilómetros en la cual seguramente predican a mucha gente. En este lugar “hallaron a cierto ma-
go”, a quien Lucas describe como “falso profeta, judío, llamado Barjesús”. Su tarea es estar con el procónsul
haciendo las veces de asesor. Este funcionario romano según Lucas es un “varón prudente”, o mejor dicho
inteligente, sagaz, entendido (Mt. 11:25; 1 Co. 1:19). Pese a su vinculación con el ocultismo tiene vivo deseo
de conocer el evangelio. Así que “llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oir la Palabra de Dios” (v. 7).6
El procónsul, que había oído los hechos de Bernabé y Saulo en el territorio de Chipre, necesita cotejarlos
con el mago. Así que los convoca procurando oirlos. Ellos, aprovechando la oportunidad que se les presenta,
predican a Cristo delante de Barjesús (significa: “hijo de Jesús”) a quien Lucas denomina ahora Elimas (es su
nombre oficial, “el mago”).
Este hombre viendo el interés del procónsul se alarma pensando que será despedido. Comienza, entonces,
a contradecir y a negar las afirmaciones de Bernabé y Saulo, convencido de que puede apartar el oído de Ser-
gio Paulo. Lucas dice que éste “les resistía” (comp. Ef. 6:13; 2 Ti. 3:8) pero como veremos le fue muy mal.
Pablo ve en esta actitud hostil un serio intento del enemigo para destruir [Page 26] todo el trabajo iniciado, de
modo que lo enfrenta, así como Pedro lo había hecho con Simón en Samaria (8:20).
Sin dar explicación alguna, Lucas menciona el nuevo nombre de Saulo con el que llevaría, en el poder de
Dios, el evangelio a los gentiles. Saulo es un nombre hebreo y Pablo, griego. Ignoramos cómo surge este nom-
bre, pero es posible que fuera su sobrenombre desde la niñez. Era común la utilización de dos nombres, sobre
todo pensando que muchos de los judíos esparcidos hablaban el griego, y que en ese momento estaban domi-
nados por el Imperio Romano. Por ejemplo: José se llamaba Barsabás y Justo (1:23), otro José se llamaba Ber-
nabé (4:36), Juan se llamaba Marcos (12:12, 25).

Una corriente de inmigrantes judíos entró en Chipre durante el hospitalario gobierno de los Ptolomeos—una dinastía de alre-
dedor de 15 emperadores que dominaron Egipto y otros territorios después de la muerte de Alejandro el Grande—y promovida en
los primeros tiempos del imperio de Augusto César para trabajar en las minas de cobre (Josefo: Antigüedades. XVI. IV. 5).
4 Ciudad griega en la costa este de Chipre, fundada en el siglo VI AC (F. F. Bruce, pág. 255). Esta ciudad fue visitada por Pablo una

sola vez, pero la historia dice que Bernabé la volvió a evangelizar junto con Marcos (15:39) y posteriormente murió allí ejecutado
por Nerón.
5 Gr. katangello̅.
6 En ese tiempo existía el criterio universal de que las vidas de las personas estaban relacionadas directamente con las estrellas, y

que los destinos podían leerse en la faz del firmamento. El astrólogo que pudiera descifrarlo era tenido en gran estima. Muchos
judíos eran astrólogos y también algunos hombres de estado (Pompeyo, Crasso, César Augusto, Tiberio). Los astrólogos creían en
sus artes y traficaban con la credulidad de sus clientes. Debido a su influencia, el Senado Imperial repetidamente los expulsó de
Roma. Sabiendo la posición de la ley de Dios (Ex. 22:18; Lv. 19:26; 20:27; Dt. 18:10) y de los predicadores del evangelio, los magos
fueron opositores acérrimos.
151

Pero notamos que a Pablo no se lo llama más Saulo, y en lugar de ser Bernabé y Saulo, desde este momen-
to es Pablo y Bernabé, según veremos más adelante. Pablo, con un suministro fresco del Espíritu, o “lleno del
Espíritu Santo” como señala el texto, habla duramente al opositor. Es interesante notar el modo en que Dios
da voluntariamente del Espíritu a los siervos que lo necesitan. Pablo había sido apartado por el Espíritu, guia-
do por el Espíritu y ahora, lleno del Espíritu. Dios quiere que su siervo actúe con denuedo, libertad y gran
poder al reprender al enemigo. La reprensión es muy severa: “¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad,
hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” (v. 10).
Hay una profunda indignación en el corazón del apóstol, pero también vergüenza, porque en la oposición del
impostor judío puede reconocer el mismo espíritu que actuó un día en él mismo. Y pronuncia sobre Elimas, el
mismo juicio que como Saulo de Tarso había caído sobre él: “!Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está
contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por algún tiempo” (v. 11a). Este hombre, lejos de ser “hijo de Jesús”,
era “hijo del diablo” (Jn. 8:44; 1 Jn. 3:10) (comp. Ef. 4:27; 6:11) y como tal, en lugar de “convertir”7 las al-
mas al Señor, (9:35; 11:21; 14:15) las “pervertía”8 alejándolas irremediablemente de él.
[Page 27] Después de la dura sentencia, “inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas” (v. 11b)
como años antes había ocurrido con Pablo en el camino a Damasco (9:8). Es una disciplina temporaria y mi-
sericordiosa. Pablo espera que como había sucedido con él, Barjesús fuera inducido al arrepentimiento. Es
decir, con el método con que él había sido ganado, anhela ganarlo también a él.
“Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor” (v.
12). La combinación del mensaje con señales, asombra al magistrado romano. Si creer es, además, convertir-
se al Señor, ha sido motivo de mucho debate. Nosotros creemos que realmente recibió la doctrina del Señor
en su corazón y fue salvo, porque la enseñanza autoritativa que oye fue acompañada con poder del cielo.

7 Gr. epistrepho̅.
8 Gr. diastrepho̅.
152

[Page 28]
3. LA EVANGELIZACIÓN DEL SUR DE GALACIA (13:13–14:28)
CAPÍTULO 20
Los misioneros abandonaron la isla de la cual Bernabé era oriundo para pasar al territorio continental
donde Pablo había nacido. Posiblemente al llegar desembarcan en Atalia (14:25), que era el puerto que servía
a Perge adonde se dirigían. Con seguridad caminan la distancia que separa los dos puntos, unos 20 kilóme-
tros. En este lugar el ayudante los abandona, según informa Lucas muy escuetamente en el v. 13. Por lo que
leemos en 15:38 parece que lo hace en discrepancia con los misioneros. Aunque el texto no lo dice, podría-
mos pensar en algunas causas separadas o juntas que provocaron el desenlace. La nostalgia del hogar, el
cambio de liderazgo en la misión que se inicia como “Bernabé y Saulo” y ahora es “Pablo y sus compañeros”
(13:13). Quizás también favorece la decisión el carácter duro de Pablo, o que siendo de extracción totalmen-
te hebrea, Marcos no comparte la misión a los gentiles, con todos los riesgos que significa (comp. 2 Co.
11:26).
[Page 29] Algunos estudiosos del tema creen que la verdadera razón fue la enfermedad de Pablo. Según
William Ramsay1 Pablo padecía una “especie de fiebre malaria crónica” contagiosa, muy molesta y difícil
soportar en climas cálidos. Por esta causa se dirigió rápidamente a Antioquía de Pisidia2 situada en una plani-
cie fresca con clima más agradable. Marcos habría visto en la dolencia crónica de Pablo una barrera frus-
trante para el ministerio y se desanimó completamente.3

[Page 30] LA PREDICACIÓN DE PABLO

1. Tiene un método

a. Quién En Cristo se cumplieron las promesas dadas a los padres en el


– AT. No es el fundador de una religión (Sal. 118:22–23).

b. Cómo La maldad y la ignorancia de los religiosos operaron el cum-


– plimiento de las promesas (Lc. 23:13; Hch. 3:17).

c. Para Por la resurrección de Cristo, Dios revirtió completamente la


qué – situación de condenación (Mt. 28:6; Lc. 24:48).

2. Tiene un contenido

a. Procura honrar a Dios por su propósito cumplido (v. 33) (Sal. 2:7).

b. Mantiene un tema central todo el tiempo: Cristo (vv. 33–35) (Sal.

1 The Church in the Roman Empire, págs. 62–64.


2 Ciudad del Asia Menor fundada por Seleuco Nicanor I (312–280 AC) en honor de su padre Antíoco. Estaba situada a unos 3600
pies de altura (aproximadamente 1.000 metros) sobre el nivel del mar; era el centro de la influencia helénica y controlaba la ruta
principal del comercio entre Éfeso y los puertos cilicios. Los romanos la convirtieron en ciudad libre. El éxito notable de Pablo en la
región de la Galacia (Hch. 13:49) se debe en parte a que estaba colonizada por judíos conformes con las condiciones que los seléu-
cidas, que los habían radicado en todo el Asia Menor, habían impuesto para el comercio, la cultura y la política. (Diccionario Bíbli-
co de Harper, pág. 21).
3

Aunque parezca irrelevante conjeturar sobre las posibles causas del abandono de Marcos, debido a la deserción que observamos en
el campo misionero actual es imprescindible tener en cuenta ciertos principios. En el caso de Marcos:
a) ¿Cómo se produjo el llamamiento de Dios a la misión?
b) ¿Cuál o cuáles fueron los factores determinantes?
c) ¿Qué significado tenía la fe para él?
d) ¿Sabía todos los riesgos de la misión en calidad de ayudante?
e) ¿Había practicado la sujeción a la iglesia en la misión o era solamente un compañero de su pariente y amigo?
Cada candidato a la misión necesita responder a estas y otras preguntas antes de pensar en una aventura que pueda frustrar
muchos años de su vida—o todos.
153

16:10; Hch. 2:27–29).

c. Presenta con claridad los detalles prominentes (vv. 36–38) (Hch.


10:43; Ro. 3:28).

d. Habla sin prejuicios a su auditorio (vv. 40–41) (Jn. 6:45; Hab. 1:5).

e. Destaca las consecuencias de rechazar (v. 41).

3. Tiene un efecto

a. Porque está persuadido de lo que predica (v. 42).

b. Conoce los detalles que enfatiza (vv. 44–45).

c. Es capaz de formar decisiones (v. 43).

La ruta entre Perge y Antioquía era difícil y escarpada. Atravesaba la cadena del Taurus, conocida por su
peligrosidad física y la peligrosidad de malhechores que abundaban en las montañas. El viaje es mucho más
largo que lo que surge del texto. Finalmente llegan a la importante ciudad de Antioquía de Pisidia, denomi-
nada así para distinguirla de las otras. Estando en el límite, había pertenecido a otra provincia (Frigia) pero el
Imperio Romano la había [Page 31] anexado a Galacia,4 provincia muy extensa que cruzaba diagonalmente
el territorio del Asia Menor.
A. Antioquía de Pisidia (13:13–52)
13Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartán-
dose de ellos, volvió a Jerusalén. 14Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la
sinagoga un día de reposo y se sentaron. 15Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales
de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pue-
blo, hablad. 16Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano dijo: Varones israelitas, y los
que teméis a Dios, oíd: 17El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo,
siendo ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella. 18Y por un tiempo como de
cuarenta años los soportó en el desierto; 19y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio
en herencia su territorio. 20Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta
Samuel. 21Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta
años. 22Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a Da-
vid hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
[Page 32] Pablo llega enfermo y en estado deplorable debido al largo y penoso viaje, pero todo le es favo-
rable. Tanto el clima como la recepción son ventajosos para su curación (Gá. 4:13–15). Con seguridad, Ber-
nabé tiene que asumir la mayor responsabilidad, por lo menos en los primeros tiempos.
“Un día de reposo” Pablo y Bernabé entran en la sinagoga, que se convierte en el lugar estratégico de
predicación durante el ministerio de Pablo. Es decir, predicar primeramente a los judíos. Así que, “entraron
en la sinagoga y se sentaron” (v. 14; ver 16:13). La congregación está compuesta por judíos y por los temero-
sos de Dios, que incluía a los prosélitos y otro tipo de personas (10:2), en general una parte muy influyente
en la comunidad. Algunos creen que habiendo estado un tiempo en la ciudad, los misioneros ya conocidos
son invitados y ocupan los asientos reservados a los maestros (Lightfoot).
El servicio se lleva a cabo según el orden establecido. Comienza con el Shema: “oye Israel: Jehová nuestro
Dios, Jehová uno es” (Dt. 6:4–9) (comp. 11:13–21). De inmediato la oración, la lectura de la ley y los profe-
tas, y en cuarto lugar el sermón adecuado al tema. Era costumbre que cuando una visita calificada aparecía

4 Territorioal norte y centro del Asia Menor y también una provincia romana. El nombre deriva de un pueblo llamado Gálatos, una
modificación del nombre original griego KELTOI que eran tribus celtas de la antigua Galia. Después de invadir Macedonia y Grecia
cerca del año 280 AC, fueron a Asia Menor invitados por Nikómedes I rey de Bitinia para ayudarlo en una guerra civil. Los gálatas
fueron dominados por el Imperio Romano (25 AC) y su territorio se convirtió en una provincia romana. La provincia incluía no
solamente el área habitada por los gálatas, sino también partes de Frigia, Pisidia, Licaonia e Isauria. Por lo tanto el término Galacia
o Gálatas tenía desde este momento una doble connotación: geográficamente, para designar el territorio habitado por gálatas, y
políticamente para describir la provincia romana completa (Diccionario bíblico ilustrado, pág. 294).
154

en la sinagoga, fuera invitada para dar este discurso. Por esta razón los principales de la sinagoga piden a las
visitas que pasen y hablen. Pablo acepta la responsabilidad (comp. He. 13:22). Lucas registra lo ocurrido no
solamente al reproducir el sermón, sino también al mostrar el modo en que Pablo lo hace. Se pone de pie y
con un gesto característico, pide la atención de los asistentes (v. 16) (12:17; 21:40). Pablo se dirige a los pre-
sentes como a “varones israelitas y los que teméis a Dios” (comp. v. 26). Entre estos últimos están además de
los prosélitos, simples gentiles que buscan a Dios y asisten al culto hebreo (10:2) (ver 15:21).
Pablo procura vincular el Pentateuco y los profetas con el Señor Jesús, elaborando uno de los discursos
más importantes del NT. Lucas lo transcribe—aunque resumido—para que Teófilo en primera instancia y
luego todos sus lectores, detecten la similitud del mensaje de Pablo a los judíos con los de Pedro que ya hemos
estudiado. Pablo, según lo observamos, quiere predicar el evangelio primeramente a los judíos, y después a
los otros seguidores de esa fe.
1) [Page 33] El sermón tiene un propósito
Pablo diagrama un mensaje con el mismo argumento que Esteban, conservando la característica de Pedro
en Pentecostés sobre la importancia central de la muerte y resurrección del Señor Jesús. Él, que había oído la
defensa del aquel mártir, no se puede sustraer al poder de su discurso. Nunca había oído a una persona que
con tanta autoridad reprochara a Israel su pecado en calidad de resistencia al Espíritu Santo y asesinato.
Si leemos el pasaje bíblico con cuidado, descubrimos que Pablo, como Esteban, no se identifica con el
pueblo y solamente en una o quizás dos veces se involucra. Durante toda la exposición conserva una evidente
separación. Desea mantenerse distante del judaísmo—y del helenismo—para demostrar el alcance universal
del evangelio.
Tres temas le preocupan en modo especial. Primero: la omnipresencia de Dios. Aunque predica en una
sinagoga de Galacia, el Dios de su mensaje está en todas partes y tiene acceso a todos los lugares. Segundo: la
soberanía de Dios. Todos los verbos que hallamos en el sermón, por ejemplo escoger, enaltecer, sacar, sopor-
tar, dar, levantar, son descriptivos de un propósito concretado por la soberanía de Dios. La misma visita de
Pablo a ese lugar está enmarcada dentro de ese plan. Pablo muestra al Dios de “este pueblo de Israel” edu-
cando a la nación (Is. 1:2) desde la esclavitud de Egipto (Hch. 7:6, 29) para cumplir la promesa dada a Abra-
ham (Gn. 15:13–16). Les recuerda la salida violenta de Egipto (Dt. 5:15) y los cuarenta años de desierto en
los cuales los “soportó”—o alimentó, como dicen otros manuscritos—(Dt. 1:31), hasta llegar a la tierra pro-
metida. Por el poder de Dios ingresaron en ella y habiendo “destruido siete naciones” (Dt. 7:1), “les dio en
herencia su territorio” (Jos. 14:1) (comp. Nm. 34:18; Dt. 1:38; 3:28).
Durante alrededor de cuatrocientos cincuenta años5 los libertó por medio de jueces hasta llegar a Samuel.
Saúl fue el primer [Page 34] rey que según este dato reinó cuarenta años y finalmente “quitado éste, les le-
vantó por rey a David”, una persona a quien denomina “varón conforme a mi corazón (1 S. 13:14; Sal.
89:20). Aunque la soberanía de Dios continuó ejerciéndose durante los siglos que separan a David del Señor
Jesús, para los propósitos de su argumento, Pablo saltea esos centenares de años para puntualizar que la vo-
luntad de Dios era que Cristo descendiera de esa línea real (Lc. 1:32; 2:4) (comp. Ro. 1:3). Esto sucedió y fue
precedido por Juan el Bautista (v. 24).
Tercero: La gracia de Dios. Tal como Esteban lo había hecho, Pablo también se ocupa de mostrar el carác-
ter bondadoso de Dios para con su pueblo, especialmente ayudándolos y sosteniéndolos a pesar de sus recha-
zos frontales. En cada consideración muestra algo de lo que Dios les dio sin obtener respuesta duradera algu-
na. Aunque Pablo no destaca los continuados enfrentamientos, como lo hizo Esteban, deja entrever la resis-
tencia a la conducción cuando dice: “Luego pidieron rey”, que según leemos en 1 S. 8:6–7; 10:19 fue un re-
chazo a Dios. Casi los mismos verbos que sirven para describir la soberanía divina son también válidos para
destacar su gracia incluso en dar arrepentimiento “a todo el pueblo de Israel” (v. 24).
2) El sermón tiene un clímax (vv. 23–41)
23De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel. 24Antes
de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. 25Mas cuando Juan
terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas he aquí viene tras mí uno de quien no

5 Algunos escriben esta frase junto con el v. 19 “… en herencia su territorio, como por cuatrocientos cincuenta años. Después de

esto les dio jueces …”, así los cuatrocientos cincuenta años abarcan todo el tiempo entre los vv. 17 a 19 (Versión castellana de
Harper’s Study Bible, pág. 1170). “Si esta alternativa que presentan algunos manuscritos es la real para este pasaje oscuro, enton-
ces, los cuatrocientos cincuenta años estarían compuestos así: ’Cuatrocientos años de opresión (Gn. 15:13; Hch. 7:6), cuarenta en
el desierto y el período de conquista alrededor de diez años’” (David Smith, Vida y cartas de Pablo, pág. 92).
155

soy digno de desatar el calzado de los pies. 26Varones hermanos, hijos [Page 35] del linaje de Abraham, y los
que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación. 27Porque los habitantes de
Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días
de reposo, las cumplieron al condenarle. 28Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se
le matase. 29Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusie-
ron en el sepulcro. 30Mas Dios le levantó de los muertos. 31Y él se apareció durante muchos días a los que
habían subido juntamente con él de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo. 32Y
nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, 33la cual Dios ha
cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo:
Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. 34Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más vol-
ver a corrupción, lo dijo así: Os daré las misericordias fieles de David. 35Por eso dice también en otro salmo:
No permitirás que tu Santo vea corrupción. 36Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia gene-
ración según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción. 37Mas aquel a
quien Dios levantó no vio corrupción. 38Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os
anuncia perdón de pecados, 39y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados,
en él es justificado todo aquel que cree. 40Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los
profetas: 41Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y pereced; porque yo hago una obra en vuestros días,
obra que no creeréis, si alguien os la contare.
Pablo continúa el mismo estilo que Pedro en su predicación, pero concentrando su atención en la venida
del Señor Jesús. Dice que Dios “levantó a Jesús por Salvador a Israel” “conforme a la promesa” (2:30; 2 S.
22:51; Sal. 132:11). Sigue un estilo similar al de Pedro en casa de Cornelio (10:36–43), donde se dedica un
hermoso espacio al trabajo de Juan el bautista (comp. Mal. 3:1) quien predicó “el bautismo de arrepenti-
miento a todo el pueblo de Israel” (19:4) y anunció a quien venía tras él.
A esta altura de su mensaje, Pablo hace un paréntesis. Quiere involucrar nuevamente a su auditorio tra-
tando de aplicar a [Page 36] los asistentes todo lo que resta de su exposición: “Varones hermanos, hijos del
linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios”. Quiere que reconozcan que Dios se fue moviendo
no de acuerdo a los sentimientos vacilantes de Israel, sino de acuerdo a sus propósitos. Por esta causa le es
“enviada la palabra de esta salvación” (3:26), que los “habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no cono-
ciendo a Jesús ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenar-
le” (v. 27).
Los judíos conservaron una ignorancia voluntaria. No quisieron entrar en los secretos de la vida de Jesús.
Aunque por lo que veían y sabían de él no lo podían condenar, lo hicieron contra toda razón (3:13; Lc. 23:4)
por medio de los romanos (v. 28). Al hacerlo, sin querer cumplieron “todas las cosas que de él estaban escri-
tas” (Lc. 22:37; Jn. 19:28), incluso lo de quitarlo del madero, para ponerlo en el sepulcro, cosa que según los
evangelios hicieron dos miembros del sanedrín (Nicodemo y José de Arimatea) (Lc. 23:50; Jn. 19:38).
“Mas Dios le levantó de los muertos”, contradiciendo la voluntad de los gobernantes y moradores de Je-
rusalén (2:24), y aprobando la obra del Señor Jesús. Él, ya suelto de las ataduras de la muerte “apareció du-
rante muchos días” (cuarenta días—1:2, 3) a aquellos que habían subido con él de Galilea a Jerusalén (ver
1:21–22). Son esas personas las que tienen autoridad para hablar porque “son sus testigos ante el pueblo” (v.
31; comp. 2:32).
Dios no delega la labor de predicar el mensaje salvador a la tradición, sino a los que tienen la experiencia
de la vida nueva.6 En consecuencia, Pablo agrega el párrafo sobre el cual quiere argumentar su conclusión.
“Nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres”. Es decir “lo que
nosotros proclamamos tiene su fundamento en las Escrituras de los profetas”. Dios cumplió lo prometido
(2:26) (Gn. 3:15) “a los hijos [Page 37] de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús”7 (comp. 3:22, 24; 3:26;
5:30).
Para respaldar su argumento, Pablo utiliza tres pasajes del AT muy conocidos para el pueblo hebreo. El
primero es Sal. 2:7: “Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy”, que recuerda primeramente la promesa dada
a David de que un descendiente suyo ocuparía su trono (2 S. 7:13–14), pero que en el NT se aplica al Señor
Jesús (He. 1:5; 5:5) (comp. Lc. 3:22). Por otra parte el mismo contexto del sermón “y en cuanto a que le le-

6 Pablo habla en tercera persona: “son” y no en primera “somos” porque él no pertenecía al grupo de discípulos que podían dar
testimonio de haber visto y oído al Señor resucitado como fueron los doce. En 1 Co. 15:8 menciona la aparición posterior que él
experimentó y de la cual leemos en Hechos 9.
7 Posiblemente la traducción más correcta sea: “levantando a Jesús” para enviarlo como Mesías (13:22; 7:37).
156

vantó de los muertos para nunca más volver a corrupción”, muestra que el Salmo 2 tiene un sentido de in-
troducción al estado de poder y de gloria. Para probarlo, Pablo cita Isaías 55:3 acerca de las “misericordias
fieles” dadas a David. Esas promesas podían ser firmes o permanentes para David, únicamente si su descen-
diente (v. 23) resucitaba para cumplirlas (comp. 2 S. 7:16; Ap. 11:15).
Finalmente, avala el valor de la resurrección de Cristo con el Salmo 16 ya favorito en los discursos de Pe-
dro (2:27), mostrando que David murió, fue sepultado y vio corrupción, pero en contraste Cristo “a quien
Dios levantó, no vio corrupción” (v. 37).
Israel esperaba el reino mesiánico (1:6; Mt. 24:3). En Cristo, el reino de Dios impera en nuestro ser por
haber aceptado el evangelio (8:12). Es a esto a lo que Pablo anhela llegar después de haber mostrado la con-
vergencia entre las Escrituras y la vida del Señor Jesús.
Para aplicar el sermón a sus oyentes, vuelve a utilizar palabras de intimidad: “Sabed, pues, esto, varones
hermanos” (2:14; 4:10; 28:28), tratando de mostrarles la limitación de la ley de Moisés. Por una parte por
medio de Jesucristo hay “perdón de pecados” (2:38; 10:43, y por otra, debido a su labor mediadora “en él es
justificado todo aquel que cree”8 (comp. Gá. 3:11; 5:4). Pablo [Page 38] desea que comprendan el alcance de
lo que Cristo realizó para que no sigan insistiendo en una religión equivocada. De ahí la advertencia tomada
de Hab. 1:5: “Mirad … menospreciadores … yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis …”,
porque ese profeta que anunció la justificación que vivifica al justo (Hab. 2:4), también profetizó la invasión
de los caldeos como instrumento de juicio sobre los incrédulos, cosa que nadie creía.
3) El sermón produce un efecto (vv. 42–43)
42Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo
les hablasen de estas cosas. 43Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos
siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios.
Al leer el modo en que concluye, nos parece que el discurso está interrumpido, como lo había sido el de
Esteban. Mientras Pablo plantea la trayectoria histórica de Israel, el sentimiento patriótico de todos se siente
fortalecido. Máxime cuando de tiempo en tiempo los estimula con frases cariñosas que los anima a sentirse
temerosos de Dios. Pero cuando se extiende sobre la aparición de Jesús como descendiente de David y la re-
acción de los gobernantes en su contra, se ponen serios. Mucho más aun, cuando limita la capacidad de la
ley, les aplica la dura advertencia del profeta Habacuc. Lucas no relata lo sucedido, pero dice que cuando
Pablo y Bernabé “salieron de la sinagoga”, evitando un enfrentamiento con los sacerdotes, la gente entusias-
mada quería oír más y les rogaron que el próximo sábado (o como creen algunos, “entre sábados”) continua-
ran con el tema.
Al finalizar el culto y despedida la congregación “muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguie-
ron a Pablo y Bernabé” deseosos de ver aplicada a su necesidad presente, las enseñanzas que Dios había afir-
mado a los padres en el AT. Muchos de los que aceptaron el mensaje necesitan ayuda para perseverar en la
gracia de Dios (v. 43).
Algunos manuscritos agregan a continuación del v. 43 “y sucedió que la Palabra de Dios se extendió por
toda la ciudad”, lo cual de ser verdadero, demuestra que el evangelio había producido un interés general.
Durante la semana todos conversan sobre el tema y aun el populacho gentil está entusiasmado.
[Page 39] 44El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oir la palabra de Dios. 45Pero vien-
do los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfe-
mando. 46Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que
se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eter-
na, he aquí, nos volvemos a los gentiles. 47Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para
luz de los gentiles, a fin de que seáis para salvación hasta lo último de la tierra. 48Los gentiles, oyendo esto, se
regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
(vv. 44–48)

“NOS VOLVEMOS A LOS GENTILES” (13:46)

8A la predicación conocida de Hechos, Pablo añade un detalle característico de su ministerio: la justificación por la fe. Tiempo
después, escribiendo su epístola a los Romanos, Pablo explica en detalle lo que ahora plantea en este discurso. Es decir: a) La muerte
de la cruz (v. 29); b) la tragedia del pecado (v. 38); c) la justificación por la fe (v. 39); d) los efectos profundos de la gracia de Dios
(vv. 41–43).
157

Esta decisión nos recuerda:


1. La estrechez de la ortodoxia (v. 45). Es importante que
nuestras opiniones sean correctas. Pero la historia de-
muestra que la ortodoxia está siempre dispuesta a dete-
ner el progreso del evangelio. Los judíos en lugar de re-
gocijarse por el triunfo de la fe en los corazones paga-
nos, se ponen en contra de los cristianos.
2. La posibilidad de que personas honradas sean usadas
por los interesados en ser inflexibles (v. 50). Los judíos
persuaden con sus argumentos a mujeres piadosas y
distinguidas.
3. El destino de los verdaderos benefactores (v. 50). Los
benefactores no siempre son recompensados con grati-
tud. Con frecuencia tienen el mismo destino que Berna-
bé y Pablo.
4. El método adecuado para tratar con los obstinados (v.
46). Después de predicarles las consideraciones que de-
ben convencerlos, los dejan y se van a anunciar el men-
saje a los que tienen mejor disposición de oír.
5. El gozo cristiano es independiente de las circunstan-
cias (vv. 51–52)

[Page 40] Al leer que “casi toda la ciudad” se junta para oír la Palabra de Dios pareciera que Lucas exage-
ra. Pero no es así, porque describe lo que realmente sucede por el impulso que los gentiles dan al mensaje de
la gracia de Dios. El celo de los judíos es más fuerte que la tolerancia para oír la voz profética. No pueden
admitir que los visitantes tengan mayor capacidad de convocación que ellos. Además les es intolerable que
los gentiles sean puestos en igualdad de condiciones con ellos. Descuidando toda formalidad o ética, los inte-
rrumpen “contradiciéndolos y blasfemando” (v. 45), objetando las afirmaciones y resistiendo en duros tér-
minos lo que dicen del Señor Jesús (comp. 8:1). Posiblemente los apóstoles tienen que abandonar la sinagoga
para hablar al pueblo (v. 46) (comp. 18:6; 19:9).
Pablo y Bernabé hablan “con denuedo”, vale decir, sin ataduras, prejuicios o temores, sólo movidos por el
Espíritu Santo (comp. 2:29; 4:31, 32; 9:27, 29; 14:3; 18:26; 19:8; 26:26; 28:31). Ninguno de los dos predi-
cadores se hubiera sentido feliz si no hubiera mantenido el principio de anunciar el evangelio primeramente
a los judíos como fue la consigna de la misión (3:26) (comp. Ro. 1:16; 2:9–10).
Lucas mantiene en todo su escrito la filosofía de la misión que da a los judíos la primera oportunidad
(14:1; 16:13; 17:2, 10, 17; 18:4, 19; 19:8; 28:17, 23), y cuando la rechazan, entonces los apóstoles se diri-
gen a los gentiles. Posiblemente por esta causa, también resalta el modo en que Israel como nación despreció
la obra de Cristo (18:6; 28:28).
Es esta resistencia hebrea, por una parte, y la apertura de los gentiles por otra, la que estimula a los após-
toles a buscar el respaldo bíblico para la decisión que están por tomar. El texto de Isaías 49:6 empleado por
Pablo es, en principio, la Palabra de Dios a su Siervo, que Simeón aplica al Señor Jesús (Lc. 2:32). Y ahora,
Pablo citando la Septuaginta la utiliza con respecto “a los siervos de Cristo” (comp. 26:17–18). El Señor Jesús
como el Siervo sufriente de Dios (Is. 52:14), está reuniendo una comunidad de siervos de él que también car-
guen con su desprecio (Fil. 1:29, 30; He. 11:26; 13:13).
Al oír la decisión de los predicadores “los gentiles … se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor”,
y “creyeron los que estaban ordenados para vida eterna” (v. 48). Es decir, todos los [Page 41] inscriptos en
los cielos, o para utilizar otra expresión común en el NT, en el libro de la vida (Lc. 10:20; Fil. 4:3; Ap. 13:8;
20:12–13). Notemos la manera en que Dios opera. Por voluntad propia los judíos llenos de celos, rebatieron a
Pablo y blasfemaron contra Cristo, no juzgándose “dignos de la vida eterna” (v. 46). Por esa misma voluntad,
los gentiles creyeron y vemos el resultado.
La obra no se reduce a la ciudad de Antioquía, porque visitas de lugares aledaños oyen también el mensa-
je y lo llevan a sus respectivos distritos y hogares en toda la región de modo que “la palabra del Señor se di-
fundía por toda aquella provincia” (v. 49). Semejante evidencia de triunfo exaspera a los judíos, que recu-
158

rren a la violencia. Entre los temerosos de Dios hay “mujeres distinguidas”, quizás esposas de los magistrados
que se prestan al designio malévolo de los religiosos. Se produce un levantamiento religioso contra Pablo y
Bernabé: “Y los expulsaron de sus límites” (v. 50).
49Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia. 50Pero los judíos instigaron a mujeres
piadosas y distinguidas, y a los principales de la ciudad y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y
los expulsaron de sus límites. 51Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio.
52Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. (vv. 49–52)

Los apóstoles sacuden “contra ellos el polvo de sus pies” demostrando con este gesto que públicamente
han interrumpido el trato. Los consideran tal como el Señor Jesús lo había enseñado (Lc. 10:11), como si fue-
ran paganos (Lc. 9:5).

[Page 42] ANTIOQUÍA DE PISIDIA


1. La palabra aceptada
a. Pablo habla de lo que Dios hizo por su pueblo terminando
su obra con Cristo (vv. 17–23).
b. Pablo muestra la importancia de sus afirmaciones:
1. Jesucristo fue preanunciado por Juan (vv. 24–25).
2. Jesucristo murió y resucitó de entre los muertos (vv. 29–
37).
3. Por Jesucristo proclama el perdón de los pecados (v. 38).
c. Pablo advierte la fatalidad del rechazo de la salvación.
1. El discurso despierta interés general (v. 42).
2. Se convierte mucha gente (v. 43).
3. Son obedientes: tienen que permanecer (v. 43).
2. La palabra rechazada
a. Demanda denuedo (v. 46).
b. Necesita que tomen un compromiso (v. 46).
c. Produce definiciones.
3. La palabra perseguida
a. Los incrédulos la resisten y se juzgan a sí mismos indignos
(v. 46).
b. Los apóstoles la predican y se transforman en luminares
(v. 47).
c. Los creyentes la creen y la difunden (v. 49).
159

[Page 43]
CAPÍTULO 21
B. Iconio, Listra y Derbe (14:1–20)
1Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó
una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos. 2Mas los judíos que no creían excitaron y corrompieron
los ánimos de los gentiles contra los hermanos. 3Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con
denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hicie-
sen por las manos de ellos señales y prodigios. 4Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los
judíos, y otros con los apóstoles. 5Pero cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes se
lanzaron a afrentarlos y apedrearlos, 6habiéndolo sabido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a
toda la región circunvecina, 7y allí predicaban el evangelio.

LA PREDICACIÓN EN ICONIO
Cuatro detalles importantes:
1. Conversión masiva (v. 1). Ocurre así porque la predi-
cación ilumina los corazones de los oyentes para que
sepan poner la fe en Cristo.
2. Oposición violenta (v. 2). El enemigo ataca a los predi-
cadores pero realmente lo que desea es anular el men-
saje.
3. Manifestación del Señor (v. 3)
a. En el tema: “la palabra de su gracia”
b. En el espíritu: “hablando con denuedo”
c. En los milagros: “señales y prodigios”
4. Visible separación (v. 4)
a. El ministerio de la palabra siempre produce decisiones.
b. Están los que aceptan y están los que rechazan.

[Page 44] Iconio1 al igual que Damasco, siendo una ciudad antiquísima,2 tenía buenas conexiones cami-
neras. Existía una ruta real—construida por Augusto—que unía Antioquía con Listra. Parte de ella transitan
Pablo y Bernabé por lo menos hasta Mistia. Después toman un camino secundario más abrupto y menos có-
modo hasta Iconio.
Al llegar, proceden como lo habían hecho en Antioquía. “Entraron juntos en la sinagoga de los judíos”.
Aunque los misioneros tienen a los judíos en sus corazones esta misión no es exclusivamente para ellos. Así
que, “hablaron de tal manera [o con tanta efectividad] que creyó gran multitud de judíos y asimismo de grie-
gos” (v. 1).
Tan contundente es el resultado, que disgustó a los líderes judíos y se preparan para el contraataque. Co-
mo sus pares de Antioquía lo habían hecho, es natural que intenten actuar dentro de la sinagoga, pero no
pueden a raíz del número de hebreos convertidos. Parece que en principio “los judíos que no creían” co-
mienzan una campaña por cuenta propia,3 pero que posteriormente tuvo lugar [Page 45] una alianza entre
las autoridades religiosas y civiles de la comunidad israelita (v. 5) para lograr resultados efectivos.4

1 Situada al sudeste de Antioquía (ver mapa) a una distancia aproximada de 130 km. Ubicada en el borde de una planicie, estaba
bien irrigada y era una región productiva y rica. Fue originalmente Frigia con el nombre de Kaivania, con religión frigia aun en los
tiempos romanos. Adoraban a una diosa madre acompañada de sacerdotes eunucos. Después de ser por un tiempo la ciudad prin-
cipal de Licaonia y después de pasar por varias aventuras políticas, fue finalmente incluida en el reino de la Galacia y un poco
después a la provincia romana de Galacia. Su fama y prestigio crecieron grandemente bajo el régimen romano. Claudio la honró
con el título Claudiconium. (J. D. Douglas, The New Bible Dictionary, IVF, pág. 551.)
2 Algunos historiadores la vinculan con la civilización prediluviana.
3 “La secuencia de estos dos versículos (2, 5) presenta al parecer dificultades. El v. 2 parece anticiparse al v. 5. Después que los

judíos incitaron a los gentiles contra los apóstoles, ¿por qué estos últimos ’se detuvieron allí mucho tiempo’ (v. 3) en lugar de irse
160

A pesar de todo, desoyendo la difamación, Pablo y Bernabé “se detuvieron allí mucho tiempo”, enseñando
a los creyentes y corrigiendo a los equivocados, sobre todo “hablando con denuedo”, seguros de que el pro-
pósito del Señor sería cumplido (3:16; 5:29, 32) o como dice nuestro texto: “confiados en el Señor, el cual
daba testimonio a la palabra de su gracia” (20:32)—o bien, el cual “confirmaba el mensaje de su gracia”,
que es una manera de definir el evangelio del Señor. El ministerio llevado adelante con tanto valor está fuer-
temente asistido por Dios: “concediendo que se hiciesen por las manos de ellos [los misioneros] señales y pro-
digios” (v. 3) (2:22, 43).
“La gente de la ciudad estaba dividida” (v. 4). El pueblo se ha alborotado y los judíos no pueden manejar
el problema. “Unos estaban con los judíos y otros con los apóstoles.”5 Tanto de un lado como del otro hay
judíos y gentiles que han creído y otros que se oponen.
Pero la alianza, que mencionamos más arriba, comienza a actuar. “Los judíos y los gentiles juntamente
con sus gobernantes se lanzaron a afrentarlos [con insultos, injuria e insolencia Ro. 1:30; 1 Ti. 1:13] y ape-
drearlos”. Iconio, sin las leyes romanas en amplia vigencia y con una magistratura nativa gobernando las
circunstancias, carece de seguridad. Las cosas empeoran, de modo que “habiéndolo sabido, huyeron a Listra
y Derbe, ciudades de Licaonia y a toda la región circunvecina”. Licaonia, donde Lucas ubica estas dos ciuda-
des, es una de las regiones que juntamente con Frigia y Pisidia componen la provincia de la Galacia. Ninguna
de las dos [Page 46] ciudades es importante ni están unidas por ruta comercial. Tienen un alto porcentaje de
analfabetismo. Posiblemente son escogidas como refugio circunstancial y lugar adecuado para predicar el
evangelio (v. 7).
8Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había
andado. 9Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, 10dijo a
gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo. 11Entonces la gente, visto lo que Pablo había
hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombre han descendido a noso-
tros. 12Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. 13Y el
sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y
juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios. 14Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pa-
blo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces 15y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis
esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os
convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. 16En las edades pasadas
él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; 17si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio,
haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros
corazones. 18Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio. (vv.
8–18)

LA TEOLOGÍA NATURAL
Dios es:
1. Creador poderoso (v. 15).
2. Gobernador santo (v. 16).
3. Sustentador providencial (v. 17).

[Page 47] Cuando Pablo y Bernabé salieron de Antioquía, lo hicieron porque los “principales de la ciu-
dad” los persiguieron. Ahora las cosas son diferentes. Es una revuelta popular instigada por los judíos “que
no creían” la que provoca la huida. Pablo y Bernabé tienen que escapar hasta un lugar donde puedan utilizar

como lo habían hecho en Antioquía de Pisidia?… No se necesita un exceso de imaginación para suponer que los judíos de Antio-
quía de Pisidia se comunicaron con los de Iconio, quienes procedieron de inmediato a enjuiciar a las autoridades contra Pablo y
Bernabé. El v. 2 indica, entonces, la oposición judía inmediata y el v. 5 el éxito en la intención de incitar a los magistrados y al
populacho. Hasta que se desatara la oposición gentil, los apóstoles ignoraron la hostilidad judía y llevaron adelante la obra de
evangelización por un espacio considerable de tiempo” (F.F. Bruce, pág. 277).
4 El curso de los acontecimientos parece ser el siguiente: a) Un intento por parte de las autoridades civiles y religiosas judías de

incitar a los gentiles, contra los apóstoles (v. 2); b) continuación del ministerio fructífero por parte de Pablo y Bernabé a pesar de la
persistente animosidad de los judíos (v. 3); c) la formación de dos bandos en la ciudad a raíz de las maquinaciones de los judíos (v.
4); d) el enfrentamiento que logra el propósito que las autoridades judías habían procurado.
5 Pablo y Bernabé fueron enviados (gr. apostell) por la iglesia de Antioquía (comp. 15:27; Ro. 10:15); Pablo además era “apóstol de

Jesucristo” (1 Co. 1:1; Gá. 1:1; Ef. 1:1).


161

el idioma griego, es decir otra ciudad. Es la razón por la que deben correr hasta Listra distante unos 40 kiló-
metros al sur de Iconio.
Esta ciudad es de escasa importancia, pero a causa del régimen imperial había logrado cierta notoriedad.
Además de ser la terminal del camino real desde Antioquía, también es una colonia militar y una ciudad for-
tificada. Listra, no obstante, tiene poco comercio y en consecuencia no hay comunidad judía ni sinagoga.
La población se compone de ciudadanos romanos pertenecientes a las fuerzas armadas y de aborígenes li-
caónicos, quienes conservan el idioma nativo y su estilo de adoración. La gente habla el griego y por lo tanto
puede comprender a los misioneros. Es oportuno recordar que aunque no hay una comunidad judía, hay por
lo menos una familia hebrea piadosa, como veremos luego al estudiar Hechos 16.
La predicación del evangelio se realiza en la calle. Le es muy difícil a Pablo inculcar la fe en un Dios invi-
sible a los corazones paganos e ignorantes de las esperanzas y promesas cumplidas o a cumplirse. Parece que
las dificultades con el idioma—aunque lo entendían—y lo difícil del contenido del mensaje, son un tropiezo
duro desde el comienzo. Sin embargo, un día se presenta una oportunidad única. Mientras Pablo predica—
posiblemente en la plaza pública—observa a un oyente ansioso en medio de tantos indiferentes. Es un paralí-
tico, imposibilitado y sediento de la predicación. Pablo lo mira y ve que ha llegado la oportunidad para sacu-
dir a la multitud ayudando a este hombre. Lo mira fijamente y viceversa, y “dijo a gran voz” para que todos
oigan: “Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo” (v. 10). Aunque la dramática sanidad de este
hombre es similar a la del cojo de nacimiento en Jerusalén (3:1–8), la reacción de la multitud es diferente. El
populacho despierta de su apatía y saca sus conclusiones.
1) La preparación para la adoración a Pablo y Bernabé
En ese lugar se creía que los dioses a quienes se complacía descendían y caminaban en la tierra junto a los
humanos, hablando [Page 48] con ellos. Existía una leyenda local atribuida al poeta latino Ovidio, que el dios
supremo Júpiter (Zeus para los griegos) y su hijo Mercurio (Hermes para los griegos) en una oportunidad
visitaron, simulando ser seres mortales. De incógnito buscaron hospitalidad pero fueron rechazados. Final-
mente, les dieron alojamiento en una pequeña choza. Aquí vivía una pareja de ancianos campesinos llamados
Filemón y Balleis que los recibieron con gusto a pesar de su pobreza. Posteriormente los dioses los recompen-
saron pero destruyeron con un diluvio los hogares de los que no los recibieron.6
Es razonable suponer que todos los ciudadanos conocen esta historia y que no quieren sufrir el mismo
castigo de los antepasados. Como el pueblo grita a los dioses que los visitan nuevamente “en lengua licaóni-
ca”, los misioneros no comprenden al principio lo que sucede (vv. 11–12). Aplican al bueno de Bernabé el
nombre de Júpiter (el rey de los dioses y de los hombres) y a Pablo el de Mercurio (el intérprete y profeta de
los dioses). Además, queriendo revertir la actitud de los ancestros dan a los “visitantes celestiales” una digna
bienvenida.
Como Pablo y Bernabé no conocen el idioma del pueblo, tampoco comprenden el vocerío. En tanto, el
pueblo va hasta el templo de Júpiter que estaba enfrente de la ciudad (v. 13) para informar al sacerdote lo
que acontece. Rápidamente éste quiere celebrar la ocasión. Los misioneros advierten la situación cuando ven
que toman “toros y guirnaldas” para ofrecer sacrificios. Seguramente quedan aun más perplejos al observar
que preparan un altar delante de ellos. Cuando entendieron lo que estaba sucediendo, Bernabé y Pablo “ras-
garon sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces” (comp. Gn. 37:29, 34; Mt. 26:63).
2) El discurso aclaratorio
Aunque Lucas sintetiza el discurso, es importante captar la esencia de una exposición hecha a los paga-
nos. Pablo y Bernabé les aseguran tanto al sacerdote como a la multitud, que ellos no son dioses sino simples
mortales cuyo propósito es precisamente [Page 49] librarlos de esas falsas creencias. Tratan de describir “al
Dios vivo” (1 Ts. 1:9) por la creación (revelación natural) (17:22–27; Ro. 1:19–22; 2:14), la inteligencia, el
poder y el amor. Ese Dios “no se dejó a sí mismo sin testimonio”, sino que demostró su bondad “haciendo
bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos (Ro. 1:20) y “llenando de sustento y de alegría nuestros
corazones” (v. 17).
La multitud detiene todos los preparativos y se retira cabizbaja. Pablo y Bernabé “lograron impedir” que
ofrecieran sacrificios y dejan en los corazones ignorantes de Dios la primera imagen de la Majestad de la cual
posteriormente tendrán más amplia información.

6 J. R. Stott, págs. 230–231.


162

3) Apedrean a Pablo (14:19–20)


Aunque la multitud cesa en sus planes, el incidente termina de otra manera. El apedreamiento que se ha
gestado en Iconio (v. 5) se lleva a cabo en Listra. La protesta contra la idolatría que Pablo ha formulado, dis-
gustó al sacerdote de Júpiter y sus seguidores. Se hallan ahora preparados para escuchar cualquier propuesta
contra lo que han oído. Una chispa puede encender una conflagración. Así ocurre cuando llegan “unos judí-
os de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud.” Algunos manuscritos tienen amplificado el v.
19: “Y mientras se quedan enseñando en el lugar, algunos judíos arriban de Iconio y de Antioquía, quienes
discutiendo denodadamente persuaden a la multitud a abandonarlos, afirmando no ser la verdad lo que en-
señan sino engaño”.7 Si esta versión fuera verdadera, nos explica el por qué del cambio de la multitud. Los
judíos por una parte trabajaron con su propio resentimiento, y por otra capitalizan la perplejidad del pueblo
disgustado.
Identifican a Pablo predicando en la plaza pública y comienzan a rebatirlo, predisponiendo a todos para
el asalto. Pablo no puede huir y sufre una dura pedreada hasta que creen “que estaba muerto” (2 Co. 11:25).
Mientras lo castigan, ¿se habrá acordado de Esteban y su oración?
[Page 50] Es un acto inicuo que los ejecutores temen. Por lo tanto, lo arrastran fuera de la ciudad tratando
de evadir las consecuencias judiciales. Aunque Lucas no lo dice, la actitud de los discípulos (seguramente
nuevos convertidos de la ciudad) de rodearlo (v. 20) como había ocurrido con Dorcas (9:39), podría dar lu-
gar (como sostienen algunos comentaristas) a que Pablo realmente hubiera muerto y los hermanos oran para
que Dios intervenga (comp. 2 Co. 4:9). Aunque no sabemos si esto es realmente así, podemos decir que ocu-
rre un verdadero milagro. El herido de muerte, con severas contusiones a causa de la pedreada (Gá. 6:17), se
levanta y entra “en la ciudad”.
Durante la noche recupera sus fuerzas y al otro día juntamente con Bernabé se ausenta de la ciudad hos-
til. Se dirigen hacia el sudeste—un trayecto de aproximadamente 100 kilómetros—a la ciudad de Derbe (v.
20). El lugar exacto de esta ciudad es desconocido, aunque el escritor Ballance la ubica a unos 20 kilómetros
al norte de Karaman.8 Es la ciudad fronteriza de la provincia de Galacia y lugar de ingreso de mercadería del
exterior. Posee aduana y una posada para viajeros. Poco dice Lucas de la estadía de los misioneros en esta
ciudad, ni tampoco señala si es agradable o áspera la recepción, pero todo parece indicar que hubo calma (2
Ti. 3:11). Pueden “anunciar el evangelio” y hacer “muchos discípulos” (v. 21), uno de los cuales es Gayo
(20:4), compañero leal y útil en años posteriores.

[Page 51] CARACTERÍSTICAS DE LA PREDICACIÓN


APOSTOLICA (cap. 14)
1. Pablo comienza predicando las Escrituras
Hace de la predicación el fundamento de su labor. Incluye
en la enseñanza la responsabilidad cristiana.
2. Pablo demuestra denuedo
Sin temor, con convicción, con firmeza y con poder está
dispuesto a pagar el costo de su ministerio.
3. Pablo obra con discernimiento
Vigila los efectos (v. 9). Cambia las tácticas. Está listo para
modificar el sermón.
4. Pablo continúa la labor iniciada
Se queda en los lugares (si puede) (v. 3). Muestra capacidad
para integrar los resultados. Discipula para evitar inmadu-
ros en el liderazgo.

C. El viaje de retorno a Antioquía de Siria (14:21–28)

7 Citada por David Smith en The life and letters of Saint Paul, pág. 103.
8 M. Ballance, Anatolian Studies, págs. 147–151.
163

21Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a
Iconio y a Antioquía, 22confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la
fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios. 23Y consti-
tuyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían
creído. 24Pasando luego por Pisidia, vinieron a Panfilia. 25Y habiendo predicado la palabra en Perge, descen-
dieron a Atalia. 26De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios
para la obra que habían cumplido. 27Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas
había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. 28Y se quedaron allí mucho
tiempo con los discípulos.
Pablo y Bernabé pueden volver a Antioquía de Siria por un camino mucho más rápido y seguro, pero no
lo hacen. Por esta causa [Page 52] después de “hacer muchos discípulos” en Derbe vuelven a las ciudades
donde han sido rechazados y ha sido interrumpida la labor. Debido al trato recibido y a la represión desata-
da, los nuevos convertidos corren el serio peligro de desanimarse. De modo que Pablo y Bernabé no ven con-
cluida la obra hasta comprobar que el grupo evangelizado puede seguir adelante por cuenta propia. Fue así
que inician el peligroso camino de retorno visitando nuevamente las tres ciudades de la Galacia que han
evangelizado—Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia (v. 21).
La visita de retorno tiene, sin embargo, otra característica. No es para realizar una labor pública, sino pa-
ra confirmar (corroborar, asegurar) “los ánimos de los discípulos”. Sienten una responsabilidad especial en
afirmar a los hermanos, probándoles la singularidad del mensaje y el poder del evangelio. Pablo y Bernabé—
como evangelistas—no solamente predican, sino que siguiendo el modelo de Antioquía (11:20–26) también
discipulan para que los nuevos convertidos sepan evangelizar, testificar, y encaminar a otros. Los dos verbos
“confirmar” y “exhortar” del v. 22—varias veces repetidos en Hechos (9:31; 15:32, 41; 18:23) (comp.
18:23; 1 Ts. 3:2; 3:13; Stg. 5:8; 1 Ti. 1:3)—, persiguen el implante de una técnica constante en el NT. La la-
bor del evangelista es tan importante de “ida” como de “vuelta”. De ida, Pablo y Bernabé predican y se
arriesgan hasta la muerte para ganar almas. De vuelta, la visión no es la multitud sino los discípulos a quie-
nes instruyen, alientan, corrigen, amonestan y encomiendan al Señor (comp. Fil. 4:2; He. 13:19). Juntamente
con el estímulo vino la advertencia: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino
de Dios” (v. 22; ver 2 Ts. 1:5). Pablo y Bernabé, que les enseñan la base y la meta de la esperanza cristiana,
les muestran también el costo para ingresar en la gloria (2 Ti. 4:18).
Además de animarlos los instruyen en la disciplina, la autoridad y la comunión. Designan como ancianos
a quienes tienen el reconocimiento general como hombres que llenan los requisitos establecidos por el Espíri-
tu Santo (v. 23). Hacen este ordenamiento teniendo en cuenta el modelo de la iglesia en Jerusalén (11:30)9
con oración y ayunos (Ro. 12:8; 1 Ts. 5:12).
Acto seguido oraron y “los encomendaron al Señor en quien había creído” (v. 23). El verbo paratithe̅mi
traducido aquí “encomendar”, [Page 53] significa literalmente “poner cerca”, de modo que lo que Pablo y
Bernabé hacen es entregar a estos cristianos al cuidado del Señor, así como ellos mismos lo habían sido (13:3;
20:28).
Después de realizar esta visita “de vuelta” Pablo y Bernabé se encaminan decididamente a Antioquía de
Siria. Cruzan los montes Taurus y descienden a Panfilia. Deben sortear algunas serias dificultades de terreno
hasta llegar a Perge (comp. 2 Co. 11:25), donde predican la palabra para dirigirse posteriormente al puerto
de Atalia. Aquí se embarcan hacia Antioquía, de donde habían “sido encomendados a la gracia de Dios para
la obra que habían cumplido” (v. 26).
Al llegar reúnen a toda la iglesia para informar detalladamente “cuán grandes cosas había hecho Dios
con ellos” (como colaboradores de Dios, 2 Co. 6:1) y cómo Dios “había abierto la puerta de la fe a los genti-
les” (v. 27) (1 Co. 16:9; 2 Co. 2:12; Col. 4:3).
Después de casi dos años de ausencia “se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos” (v. 28). Es en
este tiempo cuando suceden las experiencias descritas en Gá. 2:11–21 (F.F. Bruce).

9 Ver punto IV sobre el tema.


164

APRECIACIONES DEL PRIMER VIAJE


1. Demuestran conocer el significado de la fe
Salieron encomendados “a la gracia de Dios” (13:2–3).
2. Visitan dispuestos a sufrir por la fe (13:50; 14:5)
– Los riesgos de la navegación.
– La oposición del enemigo.
– El rechazo de la gente.
3. Conocen el valor de la fe (13:52; 14:1)
– Íntimamente felices.
– Ministerialmente satisfechos.
– Muchas almas confirmadas (14:21, 22).
– Iglesias bíblicamente establecidas (14:23).
4. [Page 54] Pueden informar del progreso de la fe (14:27)
– Vuelta triunfal a la iglesia encomendante.
– Muestran que “de ida” eran desconocidos y “de vuelta”
ganan multitudes.
– Narran lo que Dios hizo; lo que Dios abre.

DETALLES DE ESTE PRIMER VIAJE


1. Pablo y Bernabé salen con el compromiso confirmado de
la iglesia, llamados por el Espíritu Santo.
2. Predican con libertad a riesgo de sus vidas.
3. Visitan centros importantes (salvo Listra), tratando de
poner el fundamento del cristianismo. No pierden tiempo
denunciando en la sinagoga.
4. Anuncian las buenas nuevas de acuerdo con el auditorio
que tienen adelante. Enfrentan el problema de predicar a
Cristo en la sinagoga.
5. Establecen iglesias autónomas dependientes de Dios y no
de ellos.
6. Vuelven a su iglesia de origen a rendir cuentas de lo ac-
tuado.
7. Se quedan mucho tiempo con la iglesia que los había en-
comendado.
165

[Page 55]
4. EL CONCILIO DE JERUSALÉN (15:1–35)
CAPÍTULO 22

LA CONTROVERSIA EN JERUSALÉN
1. El motivo de la disputa: el uso de la libertad.
La iglesia de Antioquía está compuesta por judíos y gentiles
(11:19–23) que viven en armonía. La iglesia crece.
a. La labor de los intrusos: “si no os circuncidáis no podéis
ser salvos” (v. 1)
– Son falsos hermanos (Gá. 2:4).
– No tienen autoridad y son rechazados (v. 24).
b. Pablo y Bernabé enseñan otra cosa (Gá. 2:5). Se oponen a
la herejía (comp. Gá. 5:2; 6:12).
c. Es enviada a Jerusalén una delegación con autoridad
2. La conversación aclaratoria: la búsqueda de la verdad.
a. La delegación recibida con amor (v. 4).
b. Escuchan atentamente los testimonios (comp. Gá. 2:2).
c. El rechazo por parte de algunos (v. 5).
3. La necesidad de armonía: la batalla por la unidad.
a. La armonía en el liderazgo (vv. 6, 22).
b. La atención a los argumentos de:
– Pedro. La operación de Dios: escogiendo, dando testimonio,
purificando corazones (vv. 7–10).
– Pablo y Bernabé. Los milagros de Dios (v. 12).
– Jacobo. Las Escrituras de Dios. La aceptación de los gentiles
no era nueva (Am. 9:11–12).

[Page 56] Pablo y Bernabé llegan de retorno a Antioquía aproximadamente a mediados del año 49 DC.
Durante el tiempo que se quedan con los hermanos (14:28) se ven involucrados en una grave y amarga con-
troversia.
Jerusalén sabe de la misión de Pablo y Bernabé en las ciudades al sur de la provincia de Galacia. Los in-
formes pueden haber llegado por diversas fuentes, una de las cuales es la fiesta de la pascua en el año 48 DC.
Muchos hermanos conocen que lo ocurrido en Galacia es resultado de lo convenido entre los apóstoles
aproximadamente tres años antes (Gá. 2:7–9) y que la obra entre los gentiles es simple consecuencia de las
labores ya iniciadas con los samaritanos y sobre todo con Cornelio (8:14; 11:2).
Además Pedro, posiblemente comisionado por la iglesia en Jerusalén, llega a Antioquía después del viaje
para hablar con Pablo y Bernabé. Éste aprueba sin reservas todo lo ocurrido. Los creyentes en Antioquía son
en su mayoría gentiles y por lo tanto incircuncisos. No mantienen el rito judío del lavamiento de las manos
antes de comer, ni los otros en vigencia. No obstante Pedro se sienta con ellos a la mesa sabiendo que la acti-
tud es intolerable para los judíos.
Mientras tanto el ala farisea de la iglesia de Jerusalén (la que cree que el evangelio es una reforma de la
parte litúrgica del judaísmo) está profundamente disgustada. Creen que los gentiles pueden ser admitidos de
la misma manera que los prosélitos, en consecuencia están espantados con lo ocurrido en la Galacia. Están
dispuestos a condenar todo, incluyendo a Pedro, que no les ofrece garantía alguna como delegado de la igle-
sia. Quieren analizar los detalles del primer viaje misionero para juzgar lo que sucede.
166

De modo que desconociendo la labor de Pedro, van a Antioquía para defender su posición basada en que
el Señor Jesús no había abrogado la ley, sino más vale la había confirmado (Mt. 3:15; 5:17, 18), incluso en su
conversación con el maestro de la ley (Mt. 19:17).
Pedro que ya en los días del Señor Jesús había sido dominado por su temor a caer en el ridículo, se atemo-
riza por la envestida judía y se aleja de comer con los hermanos para reunirse con los sediciosos. Su ejemplo
es seguido por otros, incluyendo Bernabé (Gá. 2:11–14). Fue a causa de esta desavenencia que se “dispuso
que [Page 57] subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén y algunos otros de ellos … para tratar esta cuestión”
(15:2).
A. Los temas a discutir (15:1–5)
1Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito
de Moisés, no podéis ser salvos. 2Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con
ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los an-
cianos, para tratar esta cuestión. 3Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y
Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4Y llegados a
Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios
había hecho con ellos. 5Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es
necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
Habían transcurrido alrededor de veinte años desde Pentecostés, y durante este tiempo el Señor había
permitido que ocurrieran importantes cambios en la iglesia. Por lo general sucede que no todos los integran-
tes del cuerpo descubren los movimientos de la Cabeza, y de ahí los afanes—a veces descontrolados—por
manejar los movimientos del Espíritu. Estamos ahora frente al caso en que la feliz comunión de la iglesia de
Antioquía se ve seriamente amenazada por “algunos que venían de Judea” (v. 1) para intranquilizar a los
hermanos. Posiblemente estos creyentes han sido autorizados (Gá. 5:11–12) para conversar el tema, pero
ellos excediendo sus límites “enseñaban a los hermanos”. Por una parte estos “enseñadores” enfrentan a Ja-
cobo contra Pedro (que estaba en Antioquía) y por otra, a la iglesia de Jerusalén contra la de Antioquía. Son
“de la secta de los fariseos, que habían creído” (v. 5), pero que se conservaban celosos de la ley (21:20). De-
bido a esto, insisten en que “si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (v. 1). La
facción se había consolidado como grupo de choque que reconocemos como “judaizantes”. Se oponen a las
misiones tal como Pablo las entiende, y afirman que todos deben depender de la iglesia en Jerusalén obede-
ciendo a los rituales que [Page 58] de allí emanan. La legislación por lo menos significa que además del bau-
tismo cristiano, los creyentes de todas partes tienen que someterse a la circuncisión y a la observancia de la
ley. Fue esta enseñanza extraña a la voluntad del Espíritu la que provoca “una discusión y contienda no pe-
queña” entre Pablo y Bernabé contra estos enseñadores de la mala doctrina, que ponen en tela de juicio la
salvación de todos los gentiles (v. 1). Los “judaizantes” confirman la circuncisión como señal del pacto; en
cambio, para la iglesia esa señal está en el bautismo (Col. 2:10–12). Lo que se plantea es grave porque pone
en juego la obra de Cristo para la salvación. La discusión gira en torno a los alcances del evangelio en la re-
dención.
De modo que “se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apósto-
les y los ancianos para tratar esta cuestión” (v. 2). Estos van, y a pesar de la delicada situación no pierden la
oportunidad. Dan al mensaje un lugar prioritario con el respaldo tan sorprendente de la iglesia. El texto dice:
“Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conver-
sión de los gentiles” (v. 3) (comp. 8:25; 11:19).
Llegan a Jerusalén no para aprender qué mensaje deben dar a los gentiles, sino para solucionar el pro-
blema entre el cristianismo judío y el gentil y dar por concluida la controversia. Cuando entran a la iglesia las
cosas están bastante calmadas y los delegados reciben una bienvenida calurosa. Sin embargo, se inicia la po-
lémica porque “algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario
circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés”. Estos no pudieron aceptar la conversión de los
gentiles, aunque, como los delegados lo mencionan, eran “cosas que Dios había hecho con ellos” (v. 4).
B. El curso del debate (15:6–21)
6Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 7Y después de mucha discusión,
Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió
que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. 8Y Dios, que conoce los corazones,
les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9y ninguna diferencia hizo entre noso-
tros y ellos, purificando por la [Page 59] fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo
167

sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11Antes
creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos. 12Entonces toda la multi-
tud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios
por medio de ellos entre los gentiles. 13Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones herma-
nos, oídme. 14Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos pueblo
para su nombre. 15Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: 16Después de esto
volveré y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas. Y lo volveré a levantar,
17para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nom-
bre, 18dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos. 19Por lo cual yo juzgo que no se in-
quiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones
de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. 21Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada
ciudad quien lo predique en las sinagogas donde es leído cada día de reposo.
1) La defensa de Pedro
Aunque hay otros presentes, “se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (v.
6). Lucas no da detalles con respecto a la “mucha discusión” que hubo, pero parece que Jacobo (hermano del
Señor Jesús) dirige el debate de modo inteligente y espiritual. Después de oír las objeciones intervino el após-
tol Pedro. Trae a la agitada asamblea un hecho decisivo. Les recuerda cómo unos diez años antes, cuando él
estaba dominado por presuposiciones judías, estando en Jope había sido llamado por Cornelio y conducido
por la operación del Espíritu Santo a admitir que Dios lo enviaba a predicar el evangelio a una familia gentil.
Delante de la asamblea Pedro hace una vigorosa defensa de la admisión de los pueblos, argumentando su
tesis sobre tres hechos sobresalientes: 1) “Dios escogió que los gentiles oyesen … la palabra del evangelio y
creyesen” (v. 7); 2) “Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo
que a nosotros” (v. 8). Es [Page 60] decir, es Dios quien aprobó el ingreso de los gentiles a la iglesia (10:44,
47); 3) “Ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos” (v. 9), mostrando que Él acepta a personas de cual-
quier nacionalidad u origen con tal que le teman y obren justicia (10:35), y por medio del Espíritu Santo las
incorpora a la familia de Dios. Lo que cuenta para Dios es la pureza del alma (comp. 10:15; 11:9) y no las
liturgias externas que pueden cumplirse sin ningún cambio externo. Como el tema principal en la defensa de
Pedro es que Dios “ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos” (vv. 9; 10:20, 28; 11:12, 17), la conclu-
sión que saca de la obra de Dios que hemos anotado, es que si Él elige a su pueblo, le da el Espíritu Santo y
purifica sus corazones: “¿Por qué tentáis a Dios poniendo … un yugo que ni nuestros padres ni nosotros
hemos podido llevar?” O dicho en otros términos: Si Dios muestra su satisfacción permitiendo la conversión
de los gentiles igual que la de los judíos, ¿por qué hemos nosotros de poner condiciones que Dios mismo ha
descartado? (comp. Mt. 23:4; Lc. 11:46; Gá. 5:1).
2) La experiencia de Bernabé y Pablo
Pedro culmina su alegato con una frase concluyente sobre la salvación por la fe: “creemos que por la gra-
cia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (comp. 1 Co. 15:11; Gá. 2:16). Esta afirmación
tan terminante abre la puerta para que Pablo pueda entrar con sus experiencias sobre el ingreso de los genti-
les a la iglesia. El v. 12 dice: “Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo”.
Lucas no hace un repaso de la gira porque ya todos conocían lo que había sucedido, sino simplemente
cuenta “cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles” (v. 12)
(comp. v. 4; 14:27). Los misioneros no utilizan los argumentos de Pedro, sino que narran cómo Dios había
asistido el trabajo iniciado con la intervención del Espíritu. Lucas menciona a Bernabé en primer lugar dado
que era más conocido en Jerusalén.
3) La conclusión de Jacobo

[Page 61] EL DISCURSO DE JACOBO


1. Pedro produce silencio (v. 12) (comp. Ec. 3:7).
2. Pablo (y Bernabé) produce convicción (v. 13).
3. Jacobo produce decisión (vv. 19–22) porque:
a. Dios está restaurando a Israel y
b. permite que los gentiles busquen al Señor. Entonces:
168

c. debemos aceptarlo con ciertas previsiones:


* no comer comida ofrecida a ídolos—confusión de autori-
dad.
* evitar fornicación—confusión de amores.
* ahogado y sangre (Gn. 9:4; Lv. 10:14; Dt. 12:23; 1 S.
14:34)—confusión de pertenencia (porque la vida es de
Dios)

Cuando todos terminan solamente falta dar la conclusión por parte de la asamblea. Esa fue la labor de Ja-
cobo.1 Se dirige a la iglesia como: “Varones hermanos, oídme”. Después de sintetizar lo dicho por Pedro,
mostrando que es Dios quien opera el ingreso de los gentiles a la iglesia, tomando “pueblo (gr. laos) para su
nombre”, posiblemente Jacobo les quiere decir que la iglesia compuesta de judíos y gentiles es el verdadero
Israel de Dios. La palabra “pueblo” es típica de Israel en el AT, y después también de la iglesia (18:10; Tit.
2:14).
Lo más contundente está en las palabras proféticas que usa. Cita Am. 9:11–12 con la introducción: “Y
con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito” (v. 15). El texto contiene [Page 62] dos
profecías sobresalientes: 1) La promesa de Dios de restaurar el tabernáculo de David, que nosotros vemos
más claro con la resurrección de Cristo (la descendencia de David) y la aceptación del evangelio por parte de
los judíos. 2) Que “el resto de los hombres” (los demás no judíos) busque al Señor; es decir, que una vez que
los israelitas tengan su lugar también los gentiles tendrán la oportunidad de tener el suyo.2
Una vez comprobado por la Escritura el ingreso de los gentiles, Jacobo coincidiendo con Pedro, Pablo y
Bernabé, está convencido de lo ocurrido y sugiere: “Yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convier-
ten a Dios” (v. 19), “sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornica-
ción, de ahogado y de sangre” (v. 20). La primera recomendación, explicada en el v. 29 “que os abstengáis
de lo sacrificado a ídolos” (21:25) se refiere a tener cuidado de comer alimento ofrecido a los ídolos porque
es idolatría (1 Co. 8:7–13; 10:7, 8, 14–28, Ap. 2:14). Por lo que leemos en otras partes del NT, algunas igle-
sias no repararon en la importancia de santificar el nombre del Señor y gustaban de alimentos previamente
agradecidos a un ídolo.
La segunda recomendación es una ley moral relacionada con los alimentos. En el ambiente griego la co-
mida está muy relacionada con la moralidad (idolatría y fornicación). Los cristianos deben no solamente eli-
minar todo tipo de orgía sexual, sino además descartar matrimonios que estuvieran prohibidos en Lv. 18:6–
18.3 La tercera y la cuarta recomendación son muy similares porque “ahogar” a un animal para alimento, es
comer con sangre. La ley de Moisés no autorizaba ni sangre ni animal estrangulado (Lv. 17:10–13) por el
principio de que la vida está en la sangre, y la vida pertenece a Dios. J.R.W. Stott citando a Alexander dice:
“La abstinencia aquí recomendada debe ser entendida … no como un deber cristiano esencial, sino como una
concesión a la conciencia [Page 63] de otros, es decir, de los judíos creyentes, que aún consideran tal alimen-
to como ilegal y abominable en los ojos de Dios”.4
C. La comunicación a las iglesias gentiles (15:22–29)
22Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y
enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones
principales entre los hermanos; 23y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los herma-
nos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud. 24Por cuanto
hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con pala-
bras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, 25nos ha parecido bien, habien-
do llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
26hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27Así que enviamos a Judas y
a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. 28Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y
1 Jacobo en Gálatas 1:19 es “el hermano del Señor” (comp. Hch. 12:17; 21:18; 1 Co. 15:7; Stg. 1:1). Al leer estas Escrituras notamos
la prominencia que este hermano tiene en la iglesia en Jerusalén. Parece que todos esperan su palabra que es sencilla, bíblica y con
autoritativa. Muchos comentaristas lo consideran también un apóstol, aunque no tenemos ese dato en el NT. El sentir de la iglesia
no es circunstancial sino inducido por la presencia del Espíritu y la dirección espiritual de Jacobo.
2 Al leer el texto de Amós notamos cierta diferencia. Santiago (Jacobo) posiblemente cita de la Septuaginta.
3 Algunos creen que sólo se refería a lo primero (1 Co. 6:9–11) y no al texto de Levítico.
4 The Acts of the Apostles, pág. 250.
169

a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado
a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo
bien.
Las recomendaciones preparadas no son de carácter doctrinal, sino moral y ceremonial. Desde un co-
mienzo ponen celo para evitar el entorpecimiento en las relaciones entre iglesias de distinto origen, junta-
mente con un respeto por la diversidad de prácticas de acuerdo a la enseñanza recibida por los misioneros.
La propuesta del concilio es agresiva y revolucionaria. Desautoriza a los que fueron a inquietar a los
hermanos sin la debida autorización de la iglesia, y libera a los creyentes gentiles de la ley ceremonial hebrea.
La propuesta de Jacobo tiene una aprobación completa, sin la tediosa diferencia que significa operar con el
sistema mayoría–minoría al que la iglesia parece haberse acostumbrado [Page 64] posteriormente. La sabia
política de los líderes es crear y estimular la tolerancia. La controversia tan irresponsablemente iniciada,
había perturbado a las iglesias de los gentiles, en especial la de Antioquía. Aunque la iglesia de Jerusalén,
como tal, no había tenido ingerencia en lo ocurrido, asume la responsabilidad de restaurar la paz a las otras
iglesias afectadas.
“Entonces pareció bien a los apóstoles, y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos [de la igle-
sia de Jerusalén] varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé”. Para la elección tienen en cuenta: 1)
La calidad de los hermanos que presiden; 2) los argumentos esgrimidos con la experiencia del Espíritu Santo
y las Escrituras; y 3) la estatura espiritual de los hermanos en quienes ponen la mirada.
Entre “la multitud” (v. 12) eligen a dos, que es otra prueba de la calidad y sobriedad del liderazgo. Saben
quiénes son los adecuados y tienen autoridad para apartarlos. Escogen “a Judas que tenía por sobrenombre
Barsabás”, de quien nada más sabemos, salvo que podía tener un parentesco con José Barsabás (1:23), “y a
Silas”, ambos de habla hebrea. Este último conocido posteriormente por el sobrenombre latino de Silvano (2
Co. 1:19; 1 Ts. 1:1; 2 Ts. 1:1; 1 P. 5:12) por ser ciudadano romano (16:37).
Además de enviar a estos dos emisarios “varones principales entre los hermanos”, también deciden pre-
parar una carta. El término “principales” es he̅goumenous, que es la raíz de nuestra palabra hegemonía. Sig-
nifica hombres que van adelante, que presiden (14:12; He. 13:7, 17, 24). Son los que pastorean el rebaño y
contribuyen a la solución de problemas delicados como el que comentamos.
La carta es impersonal, está desprovista de protocolo y es llevada a mano por estos hermanos, y muestra
gran tacto y delicadeza. Además, va cargada con un sentido de afecto y disculpa por lo acontecido (comp.
11:30). Notemos lo siguiente sobre la carta:
1) Los antecedentes. Después de encabezarla y poner los destinatarios en modo cariñoso y cálido (23:26;
Stg. 1:1), los responsables de la nota tal como lo hemos señalado dedican espacio para desautorizar a las visi-
tas que irrumpieron sin autorización en las iglesias de hermanos gentiles. Posiblemente habían sido comisio-
nados para otra labor (Gá. 2:12) pero sin instrucciones para lo que han hecho. Las personas que vierten
mensajes no estando bajo [Page 65] autoridad, producen inquietud con sus palabras, y confunden a quienes
están bajo autoridad obedeciendo un mandato pastoral. Estos intrusos “ordenan” pero sin autoridad, y son
desconocidos por la iglesia.
2) El procedimiento. Ponen bien en claro el criterio del movimiento y la autoridad de la iglesia. Dicen:
“nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos …” (v. 25). Notemos que el
“acuerdo”, precede a la “elección”, de manera que no hubo disparidad en lo que convenía haber. Además de
los varones enviados, también dan un cariñoso respaldo a los misioneros con las expresiones: “nuestros ama-
dos Bernabé y Pablo, hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (v. 26)
(comp. 5:41). Con este proceder la iglesia recibe una nueva visión de las prioridades. Se da cuenta de qué
características son esenciales y cuáles secundarias, en qué ingredientes los líderes espirituales ponen énfasis y
sobre qué detalles son flexibles. Notamos que la santidad, la integridad espiritual y el amor fraternal están en
primera línea. Envían a Judas y Silas “los cuales también de palabra” tienen que explicar el contenido de la
carta y convencer a los que esperan una reacción distinta.
3) El contenido. Por el modo en el que todo se ha desarrollado, es evidente la presencia y autoridad del
Espíritu Santo. “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros …” es un encabezamiento de autoridad pero
de respeto a la independencia de la iglesia de Antioquía. El procedimiento que notamos en el párrafo anterior
demuestra cómo surgen las soluciones cuando opera el Espíritu (comp. 5:3, 9; 13:2; 16:5–6). En consecuen-
cia deciden: “no imponer ninguna carga” (como hubiera sido la circuncisión) sino “estas cosas necesarias”.
170

Muy escuetamente escriben las cuatro abstenciones que ya hemos considerado, que mencionan en calidad de
“convivencia” o quizás de recomendación, pero no de imposición (v. 29).
D. La carta llega a los destinatarios (15:30–35)
30Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron
la carta; 31habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación. 32Y Judas y Silas, [Page 66] como ellos
también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras. 33Y pasando
algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado.
34Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí. 35Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la
palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
Provistos con la amable comunicación, Pablo y Bernabé y demás delegados parten desde Jerusalén para
Antioquía. Lucas se encarga—como veremos—de mostrar que la carta llega a los lugares afectados. Primero
a Antioquía de Siria (vv. 30–35), después a Siria y a Cilicia (v. 41), y finalmente a la provincia de Galacia
(16:4). Aunque creemos que en todos los lugares hay una recepción muy favorable—y posiblemente simi-
lar—de la carta, Lucas únicamente describe algo de lo ocurrido en la iglesia de Antioquía.
Así como lo habían hecho al volver del primer viaje misionero, Pablo y Bernabé reunieron a toda la con-
gregación y “entregaron la carta”. Las buenas noticias de que los gentiles no deben “judaizarse” para ser
cristianos, sino que habiendo aceptado a Cristo son salvos sin ninguna ceremonia agregada, produce enorme
satisfacción.
No nos extraña que al oír el contenido de la carta, “se regocijaron por la consolación” (o la animación
que les produce) (v. 31) (4:35). Por su parte, “Judas y Silas” identificados ahora como profetas (13:1), utili-
zan su don para animar (1 Co. 14:3; Ro. 15:4, 5) y confirmar a los hermanos (v. 32). Acabada la misión, Ju-
das y Silas son despedidos cariñosamente, o como dice nuestro texto, “en paz por los hermanos, para volver a
aquellos que los habían enviado” (v. 33). Los manuscritos más antiguos omiten el v. 34 porque contradice al
anterior (F.F. Bruce).
“Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía” (v. 35). La doble misión que realizan, según lo indica Lucas,
es crucial para saber cómo actuar cuando la iglesia atraviesa tiempos de controversia. ¿Qué ministerio desa-
rrollaron? “Enseñando la palabra del Señor” y “anunciando el evangelio con otros muchos”. Distinguimos
rápidamente tres actividades: 1) enseñar; 2) predicar; 3)discipular. “Los otros muchos” del v. 35 aprenden a
trabajar consolidando a los hermanos (11:23; 13; 43; 14:22), a quienes posteriormente tienen que comisio-
nar para extender el reino de Dios.
171

[Page 67]
CAPITULO 23
5. EL SEGUNDO VIAJE MISIONERO (15:36–18:22)
36Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades
en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. 37Y Bernabé quería que llevasen consigo
a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; 38pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había
apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. 39Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se
separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, 40y Pablo, escogiendo a Silas, salió
encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, 41y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.

RESUMEN DE LA OBRA
1. La decisión de una nueva gira
A. La razón para la decisión—El celo de Pablo.
1) No había sido llamado a quedarse en Antioquía sino a
salir (22:21).
2) El pastor no puede abandonar el rebaño a los peligros (1
Ts. 2:17–18; 3:10).
B. La decisión de salir
1) ¿Quiénes deben formar el equipo? Tienen diferencias:
(a) distinta visión;
(b) distintas personas;
(c) distinta dirección.
2. [Page 68] El plan para el viaje
A. Revisitar antiguos campos. Necesitan:
1) Simpatía—por las pruebas que sufren
2) Inspección—para “ver cómo están”
3) Instrucción—por las muchas incógnitas y las nuevas
normas de ética (15:29).
B. Prepararse para la extensión (16:1–5)
C. Esperar nuevas indicaciones del Señor Llevados a una
encrucijada para confiar en Dios:
1) al norte Bitinia—buen campo para labrar. ¡No!
2) a la izquierda—grandes ciudades: Colosas, Éfeso, Sardis.
¡No!
3) al noroeste—Misia de lado, llegaron a Troas, el mar ¡Sin
destino! Esperar.

Como el concilio de Jerusalén había dirigido la carta a las iglesias de Antioquía, Siria y Cilicia (15:23), es
justo pensar que los delegados quisieran realizar una gira también por estas últimas. Así que, “después de
algunos días” (quizás cuando hubo pasado el invierno) Pablo le sugiere a Bernabé iniciar la gira volviendo a
visitar los lugares conocidos, llevando ahora la misión de tranquilizarlos con la carta del Concilio.
Bernabé está de acuerdo en salir. El tema se vuelve áspero cuando Bernabé quiere imponer como condi-
ción llevarlo a Marcos (v. 37). “Pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado [gr.
apostante, v. 38] desde Panfilia”. La dura expresión claramente refleja la indignación de Pablo. Apostanta
significa “actuar de apóstata” como si la defección de Marcos hubiera sido algo más que simplemente un
172

abandono por las circunstancias (comp. 21:21; 2 Ts. 2:3) y hubiera estado relacionada con la enseñanza de
Pablo, o el mismo ingreso de los gentiles (13:13).
[Page 69] Bernabé insiste, tal vez conociendo mejor las nuevas actitudes de Juan Marcos después de su vi-
sita a Jerusalén. Pero la disputa se profundiza sin que Lucas nos aclare cómo fueron las respectivas posicio-
nes. Observamos por una parte, el entusiasmo apasionado que sacrifica todo por una causa sagrada, y consi-
dera traición a Dios toda defección; y por la otra, una dulce razonabilidad que siempre confía, siempre espe-
ra y siempre tolera (Lc. 6:35; 1 Co. 13:7). Pablo mira la “obra del Señor” como la misión de llevar a Cristo a
las naciones, plantando iglesias y discipulando mucha gente (11:23; 13:41; 14:22). Bernabé, en cambio, co-
mo lo había hecho con Pablo (9:26, 27) pone la atención en cada persona individualmente. Las posiciones se
tornan irreconciliables y “hubo tal desacuerdo entre ellos que se separaron”. El término “desacuerdo” en
griego es paroxismos y significa realmente irritación o provocación (17:16; 1 Co. 13:5). Muestra la vehe-
mencia de estos dos hombres al sostener sus respectivas posiciones. La separación es completa. Sin embargo,
en verdad parece que los viejos camaradas se apartaron en paz, porque dividieron los campos de labor evi-
tando interferir uno en los trabajos del otro (v. 39). “Bernabé,1 tomando a Marcos, navegó a Chipre”, que era
su país natal (4:36) y “Pablo escogiendo a Silas”—entre otros candidatos que con seguridad se postulaban—
satisfecho por el ministerio que éste había cumplido en Jerusalén y Antioquía, “salió encomendado por los
hermanos a la gracia del Señor” (v. 40). Encomendar (gr. paradidom ̅ i) significa entregar o poner en las ma-
nos de Dios a personas que son siervos (14:26).
[Page 70] A. La visita a las iglesias de la Galacia

Debido a la separación entre Bernabé y Saulo, los planes tal como lo muestran los vv. 40 y 41, sufren una
modificación. Este cambio presenta una ventaja. Ya que la ruta por tierra pasaba por la provincia de Siria–
Cilicia, les permite a los misioneros visitar a las iglesias intranquilas para leerles “la carta” y ayudarles. Así
que “Pablo, escogiendo a Silas … pasó por Siria y Cilicia confirmando [o fortaleciendo] a las iglesias” (14:22;
15:32; 18:23).
El plan consiste en que después de atravesar el sur de la Galacia (de este a oeste) avancen desde Antioquía
de Pisidia a la provincia de Asia para evangelizar las ciudades de Apamedia, Colosas, Laodicea, Hierápolis,
etc. que estaban por la misma ruta, para finalizar en Éfeso, la brillante capital de la provincia.

1 Esposible que cuando Bernabé visitó Jerusalén con motivo del concilio, haya mantenido una conversación con Marcos. Cono-
ciendo el vínculo de sangre nos damos cuenta del esfuerzo de Bernabé por reivindicarlo. Sabemos que Marcos se rehabilita y poste-
riormente Pablo lo desea tener como colaborador (Col. 4:10; Flm. 24; 2 Ti. 4:11). También acompaña a Pedro (1 P. 5:13). Marcos
es el autor del evangelio que lleva su nombre.
173

1Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mu-
jer judía creyente, pero [Page 71] de padre griego; 2y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban
en Listra y en Iconio. 3Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos
que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego. 4Y al pasar por las ciudades, les
entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para
que las guardasen. 5Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día

EL PASTOR MODELO
1. Fortalece a los nuevos convertidos
A. El método (v. 4), mostrando un estilo de vida (15:23–29).
B. El resultado (v. 5)
1) profundización espiritual: “las iglesias eran confirmadas” (Ro.
6:17; 1 Ti. 6:3; 2 Ti. 1:13).
2) aumento numérico: “aumentaban en número”.
2. Enrola nuevos ministros
A. Silas—hombre de experiencia (15:32).
B. Timoteo—hombre de buen testimonio (16:1–2).
3. Flexibiliza sus actitudes
Circuncida a Timoteo porque en los ojos judíos era un gen-
til. Para los gentiles ya era un judío. Regularizó su status.
4. Espera las directivas del Espíritu (16:6–7).

Pablo y Silas visitan las iglesias que habían sido fundadas por el mismo apóstol unos diez años antes (Gá.
1:21). Les explican los fundamentos de “las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos”,
tranquilizando a los hermanos y compartiendo experiencias de afecto y gozo.
Al observar la zona montañosa que debieron cruzar podemos imaginar los peligros y las inmensas difi-
cultades, especialmente al tener que valerse de los precarios pasos montañosos existentes. Suponemos funda-
damente que visitan Tarso, y cruzando la cadena [Page 72] montañosa del Tauro, tocan algunas ciudades
importantes hasta llegar a Derbe.
Aquí Pablo inicia su revisitación. El problema principal que había tenido en su primer contacto, fue la
hostilidad de los judíos. Así que con el propósito de evitar más inconvenientes a los hermanos, les lee la carta
que el concilio había preparado.2
Aunque Pablo insiste en la libertad de los gentiles, no quiere dañar innecesariamente los sentimientos
hebreos. Una oportunidad se le presenta cuando llegan a Listra. Allí se encuentra con Timoteo, su madre y su
abuela Loida (2 Ti. 1:2, 5). Éstos habían demostrado ser fieles al Señor. Timoteo, joven como es, ha probado
devoción para el evangelio no solamente en Listra sino también en la ciudad vecina de Iconio. “Daban buen
testimonio de él”, es decir, destacaban sus cualidades espirituales.
Pablo advierte que este joven puede ser increíblemente útil para el futuro y decide comprometerlo en el
servicio del evangelio dándole el espacio que había dejado vacante Juan Marcos. Su madre Eunice (2 Ti.
3:15) es “una mujer judía creyente” que tal vez se había convertido juntamente con Timoteo en la visita an-
terior (comp. 1 Co. 4:17). El padre de Timoteo era griego (v. 1), de modo que la doble nacionalidad puede
darle la bienvenida entre gentiles y judíos sin dificultad.
Timoteo nunca había sido circuncidado, de modo que aunque no lo exigían los principios doctrinales,
Pablo lo circuncida a “causa de los judíos que había en aquellos lugares” (v. 3), porque todos sabían que su
padre era griego.3 La circuncisión no era necesaria para la salvación como insistían los judaizantes (15:1),
2 Recordemos que la carta había sido expresamente preparada para las iglesias en Antioquía, Siria y Cilicia (15:23). Estos hermanos
la reciben: 1) Porque habían sido evangelizados desde Antioquía por las mismas personas que intervienen en la solución de la con-
troversia; 2) porque estas iglesias son centros para la extensión del evangelio en toda la zona; 3) porque es necesario que el pro-
blema no se produjera en otras partes en el futuro.
3 Algunos creen que como el verbo hyperquen (v. 3) está en tiempo imperfecto, el padre había muerto (Stott).
174

pero sí útil [Page 73] para alcanzar al pueblo hebreo.4 Timoteo es ordenado al ministerio con “la imposición
de las manos del presbiterio” (1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6). Su salida, a diferencia de la de Juan Marcos, lleva todo el
respaldo de la iglesia.
Pablo, Silas y Timoteo viajan hacia el oeste de ciudad en ciudad y de iglesia en iglesia hasta llegar a Antio-
quía de Pisidia. A continuación Lucas predice una pausa para proporcionar el tercer breve informe sobre el
progreso alcanzado (comp. 6:7; 9:31). El informe consta de dos partes: 1) “las iglesias eran confirmadas en la
fe” (18:23; Ro. 1:11; 1 Ts. 3:2; 3:13); 2) “y aumentaban en número cada día” (v. 5). Es bueno que observe-
mos el orden en que ocurren las experiencias. La primera preocupación es consolidar y la segunda aumentar.
Reflexión
Es interesante notar que la presión de los judaizantes para lograr que la circuncisión fuera parte de la
confesión de fe se basa en la seguridad de que Jacobo mantenía esa postura. Estaban seguros de que la pala-
bra de este prominente siervo de Dios sería un freno para el avance de la enseñanza de Pablo. Así, tres hom-
bres importantes aparecen totalmente enfrentados ante los hermanos. Pablo contra Jacobo, y Pedro—según el
caso—contra uno o contra el otro.
Sin embargo, en el concilio de Jerusalén las cosas cambiaron porque los tres hermanos están de acuerdo
produciendo una saludable unanimidad (15:22, 28) que la iglesia observa con un alivio singular. Los her-
manos ven cómo se conducen hombres maduros en el Señor, hombres puestos para guiar el rebaño y no para
confundirlo. Solucionan problemas muy graves manteniendo la unidad doctrinal pero flexibilizando la con-
ducta. Todos tienen que ceder bastante. Este proceder es un modelo para el liderazgo de la iglesia del Señor
en todos los tiempos.
[Page 74] B. El evangelio entra en Europa (16:6–10)
6Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra
en Asia; 7y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. 8Y pasando jun-
to a Misia, descendieron a Troas. 9Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en
pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. 10Cuando vio la visión, en seguida procuramos par-
tir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
Después de viajar por Antioquía de Pisidia y regocijarse con el adelanto de la iglesia, Pablo y sus compa-
ñeros visitan la Frigia Galática (donde estaban las ciudades de Neápolis, Mistia, etc.). Posiblemente visiten
también otras partes de la provincia de Galacia con la intención de seguir al oeste, a la provincia de Asia—
muy próxima a la frontera—y andar por la ruta real a Colosas. Por un medio no identificado en el texto, Lu-
cas dice que “les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (v. 6). No parece que se trate
de una revelación sino más vale de un hecho providencial (comp. 20:3) por el cual Dios muestra su des-
acuerdo con el plan.
Con esta probabilidad interrumpida, van hacia el norte quizás retrocediendo hasta Antioquía de Pisidia
para tomar la ruta que los llevará por Nikolía hasta Nicea, cruzando la cordillera Sultan Dagh. Deben transi-
tar una parte difícil y riesgosa de esta ruta hasta llegar a Misia. Intentan seguir hacia el norte para alcanzar
la provincia de Bitinia, pero nuevamente, de un modo que no conocemos, “el Espíritu no se lo permitió”
(comp. 20:23; 21:4, 11).
Habiendo venido del sureste y teniendo los caminos del suroeste y norte prohibidos, la única dirección
posible es el noroeste. De modo que, “pasando junto a Misia, descendieron a Troas” (v. 8) (comp. 20:5).
1) Preparativos para cruzar a Macedonia
Troas era una ciudad ilustre. Había sido fundada por Antígono (320 AC), razón por la que originaria-
mente se denominó Antigonia. Posteriormente fue Alejandría. Para distinguirla de la [Page 75] Alejandría
egipcia, le pusieron el aditamento de Alejandría de Troas. Augusto César la convirtió en colonia romana y
Julio César intentó en un momento hacerla el asiento de su gobierno imperial. Era el puerto común para las
navegaciones desde y hacia Macedonia (comp. 20:5).
Mientras la intención de Pablo es visitar lugares de menos importancia, Dios tiene otro propósito, y sin
quererlo ellos, los lleva a un centro de vital importancia. La ciudad en sí misma presenta un desafío fenome-
nal para el evangelio. Pero mientras esperan la dirección del Señor “se le mostró a Pablo una visión de noche:

4 Pablo se niega a circuncidar a Tito (Gá. 2:3) porque era gentil y porque los que exigen el rito lo hacen para “completar la salva-
ción”, lo cual es inadmisible.
175

un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos”.5 William Ramsay6
supone que este varón era Lucas mismo. Pero sobre esta hipótesis no hay nada firme. Lo cierto es que Lucas se
une al contingente en Troas y los acompaña por primera vez hasta Filipos (v. 17).
Pablo comenta la experiencia a sus compañeros. Conversan juntos hasta tener la seguridad de que Dios
los llamaba a un campo nuevo. Sin quedarse en Troas lo suficiente como para plantar una iglesia (se estable-
ció una después, 2 Co. 2:12), Pablo y sus compañeros se embarcan “dando por cierto [gr. symbibazontes,
9:22, “seguros en unanimidad”] que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio” (v. 10).
C. La misión en Filipos (16:11–12)
11Zarpando, pues de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis; 12y de
allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella
ciudad algunos días.
Pablo, Silas, Timoteo y Lucas se embarcan para “Samotracia”, una isla rocosa del mar Egeo, donde posi-
blemente pasan la noche [Page 76] para seguir al día siguiente rumbo a Neápolis (puerto moderno de Kava-
lla) (v. 11). El viento es favorable en esa época del año y pueden completar los aproximadamente 250 kiló-
metros de distancia en sólo dos días (en el viaje de vuelta la navegación fue diferente porque emplean cinco
días—20:6). Desde allí se internan unos 16 kilómetros hasta Filipos.7 Lucas, además de destacar la importan-
cia de Filipos, dice también que era “una colonia”. Es “como un pedazo de Roma o de Italia trasplantada en el
extranjero” (F.F. Bruce), porque los ciudadanos disfrutan los mismos derechos que si estuvieran en Italia. Sus
autoridades políticas asumen la alta designación de “pretores” (para nosotros alguaciles).
La población está compuesta de tres elementos principales: 1) los colonos romanos que es la casta domi-
nante; 2) los macedonios que son numéricamente los más importantes; 3) una mezcla considerable de inmi-
grantes orientales incluyendo unos pocos judíos.
Pablo y su comitiva se detienen en Filipos “algunos días”, que seguramente fueron varias semanas. Aun-
que la labor debe de haber sido intensa, Lucas sólo escoge los episodios centrales para ilustrar la actividad
evangelística en la ciudad.
1) Lidia—una comerciante convertida (16:13–15)
13Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándo-
nos, hablamos a las mujeres que se habían reunido. 14Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púr-
pura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que
estuviese atenta a lo que Pablo decía. 15Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juz-
gado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.

[Page 77] LA CONVERSIÓN DE LIDIA


1. Es una labor de corazón
A. Motiva el asiento del sentimiento.
1) Adora a Dios.
2) Está oyendo.
3) El Señor “abrió su corazón” (Pr. 4:23; 23:7).
B. Ejercita su fe.
1) Cree.
2) Es bautizada (Sal 27:8).

5 “Troas era sin duda muy frecuentada por los macedonios que se distinguían por el gorro de alas anchas denominado causia y el
clamys (capa pequeña generalmente de lana que se sujetaba al hombro derecho con un broche). El apóstol pudo identificar de
inmediato la nacionalidad de la figura que veía en el sueño”. (G.W. Wade, New Testament History, pág. 543)
6 St. Paul the Traveller, pág. 195.
7 Filiposderiva de Felipe, el macedonio que la conquistó de los Tasianos (300 AC). Felipe la fortificó para defenderla de sus enemi-
gos, mientras desarrollaba la explotación de las minas de oro. Con el resto de la Macedonia pasó a manos romanas en el año 168
AC. Cuando Macedonia fue dividida en cuatro partes con propósitos administrativos, Filipos fue incluida en el primero de los cua-
tro distritos. Por esta causa dice que era “la primera ciudad” (o la ciudad principal), aceptado en sentido general (J.D. Douglas,
pág. 985).
176

C. Demuestra un cambio.
Abre su casa en hospedaje (v. 15).
2. Los resultados permanentes de la conversión
A. Sujeción a la autoridad apostólica: “Si habéis juzgado que
yo sea fiel al Señor”.
B. Disposición de testificar para el Señor: “Entrad en mi casa
y posad” (Ro. 16:23).
C. Confirmación de su anhelo de servir: “Y nos obligó a que-
darnos”.

Manteniendo el sistema seguido hasta ese momento, Pablo trata de hablar primeramente a los judíos.
Aunque esa colectividad es escasa en Filipos (no había sinagoga), no obstante conservan sus costumbres reli-
giosas y tienen un lugar para hacer “la oración” situado como a un kilómetro y medio “fuera de la puerta”
de la ciudad, a orillas del río Gangites. El río era útil para las ceremonias hebreas en las que se necesitaba
mucha agua.
La presencia femenina por lo menos explica dos cosas interesantes: 1) confirma que no hay sinagoga
porque se requerían por lo menos diez hombres para formarla; 2) que la vida social de Macedonia ha avan-
zado hasta otorgarle a la mujer una libertad [Page 78] singular. Lucas dice: “sentándonos, hablamos a las
mujeres que se habían reunido” (v. 13).
Entre ellas hay “una mujer llamada Lidia” proveniente de Tiatira8 ciudad que juntamente con Smirna,
Sardis y Filadelfia está situada en la región de Asia Menor denominada Lidia. Esto hace posible que su nom-
bre haya sido otro, pero se la conocía como la ’mujer de Lidia’ o simplemente Lidia. Tiatira, por su parte, era
el asiento de una famosa industria de telas de altísima calidad, y de una colonia judía donde posiblemente
Lidia se relaciona con la religión hebrea. No es judía sino una mujer “temerosa de Dios” (10:2), y de posición
económica holgada según surge del relato bíblico.
Al oír el mensaje de Pablo “el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta” (v. 14; Lc. 24:45).
Notemos que aunque el mensaje es de Pablo, la iniciativa para la salvación vino de Dios (comp. 11:18). Es
Dios quien salva a quienes él quiere (2:47; 13:48), utilizando a los siervos que envía como instrumentos para
llamar a los que quieran oír.
Seguramente Lidia necesita más de una explicación para comprender plenamente el propósito de Dios y
tomar una decisión. Después de su conversión, “fue bautizada ella y su familia”, mostrando que todo su
hogar ha recibido a Cristo (10:33; 16:33; 18:8). La primera evidencia de su cambio de experiencia está en
que invita a Pablo y a los demás a hospedarse en su casa. La generosidad es característica de la iglesia en Fili-
pos (Fil. 4:15), como Pablo lo destaca en su epístola unos diez años después. Este dato enseña que la iglesia
refleja el carácter y proceder de sus líderes.
Lidia invita a los hermanos en un tono delicado, diciéndoles: “Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor”,
o dicho en otros términos: “Si ustedes creen que yo soy una creyente en el Señor”. “Entrad en mi casa y po-
sad”. No solamente los invita sino que además los “obliga” (v. 15) a quedarse (comp. Lc. 24:29). Desde [Page
79] ese momento en adelante la casa de Lidia se convierte en la morada de los misioneros (v. 40), y con segu-
ridad en el lugar de inicio de la primera iglesia en Europa.
2) La esclava con espíritu de adivinación (16:16–18)
16Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de
adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. 17Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba
voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. 18Y
esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el
nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
Las mentes paganas eran tolerantes con cualquier idea nueva y le daban gustosa bienvenida a cualquier
religión. Los apóstoles, por lo tanto, no encuentran en esas comunidades el resentimiento por sus innovacio-
8 Fundada por Seleuco Nicanor a principios del siglo III AC como una guarnición para la defensa contra Lysimaco. Los colonizado-
res originales eran macedonios. Pasó al control romano en el 190 AC y formó parte de la provincia de Asia después del 133 AC.
(F.F. Bruce, pág. 314).
177

nes doctrinales que hallan en las mentes judías. No obstante, el evangelio es una ofensa tanto para los judíos
como para los gentiles, como lo demuestra el episodio que estudiamos.
Un día sábado cuando Pablo y sus compañeros van “a la oración”, les “salió al encuentro una muchacha
que tenía espíritu de adivinación”, o como dice el texto griego: “tenía un espíritu pitón”. La mitología afir-
maba que Apolo se había encarnado en la serpiente pitón inspirando a sus devotas, dándoles distintas capaci-
dades extrasensoriales como clarividencia y hechicería. A estas mujeres se las denominaba pitonisas.
El reino de las tinieblas está en actividad desde la caída de Lucifer, y por su actividad constante procura
atacar a los que obedecen a Dios tratando de oponerse a la justicia divina (Dt. 18:11). La muchacha motivada
por Satanás para confundir a los creyentes, toma la iniciativa de hacer de heraldo para Pablo y sus compañe-
ros, tal vez estimulada además por sus amos a quienes “daba gran ganancia” adivinando. Quiere demostrar
que lo que Pablo enseña es parecido a lo que ella hace. Así podría aumentar su actividad atendiendo poste-
riormente a los seguidores del evangelio.
[Page 80] Pero el contratiempo de tener semejante heraldo colma la paciencia de Pablo quien no tolera
más el anuncio: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de la salvación”
(v. 17) y decide detenerla. Debemos agregar que en una boca pagana “el Dios Altísimo” puede ser Zeus, Apo-
lo o cualquier otro, y el camino de la salvación puede ser el que ella practica, el que Pablo anuncia o cual-
quier otro. De modo que la confusión es total.
El texto dice que “esto lo hacía por muchos días”, y se produjo la crisis. Pablo entonces expulsa al espíritu
en el nombre de Jesucristo. El proceder nos guía a la siguiente reflexión: 1) Pablo no dedica su ministerio a
arrojar espíritus, porque su función es predicar el evangelio. 2) Pablo no actúa intempestiva sino cuidadosa-
mente. Actúa contra el espíritu cuando descubre la intención del diablo. 3) Utiliza la autoridad del Señor
Jesucristo (3:6; comp. 19:13).
Pese a que es un acto misericordioso, es mal recibido especialmente por sus amos porque ha quedado des-
truido el negocio.
3) El encarcelamiento de Pablo y Silas (16:19–34)
19Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los
trajeron al foro, ante las autoridades; 20y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo
judíos, alborotan nuestra ciudad, 21y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos
romanos. 22Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles
con varas. 23Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los
guardase con seguridad. 24El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les ase-
guró los pies en el cepo. 25Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los
oían. 26Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sa-
cudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. 27Despertando el carce-
lero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habí-
an huido. 28Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. 29El
entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, [Page 81] se postró a los pies de Pablo y de Silas;
30y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y
serás salvo, tú y tu casa. 32Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33Y él,
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los
suyos. 34Y llevándolos a su casa, les puso a la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.

LA CÁRCEL DE FILIPOS
1. Los hombres apresados: “Pablo y Silas”
2. El lugar al cual fueron confinados: “la cárcel”
A. Este es el sitio que los hombres tienen para Dios.
B. El mundo prefiere la ignorancia y mata la verdad.
C. El mal está libre y la verdad en prisión.
3. La forma en que son tratados: “castigados”, “calabozo
de más adentro”, “cepo” (1 Ts. 2:2; comp. Job. 13:27;
33:11; Jer. 29:26)
178

4. La hora en que Dios interviene: “a medianoche”


No es la hora habitual para la devoción, pero el oído de
Dios no se guía por los horarios.
A. Hora especial—el mundo duerme.
B. Hora decisiva—el mal “ha triunfado”.
C. Hora de alabanza—momento de testimonio para los
presos (comp. Mt. 28:20).
5. El resultado inesperado: “un terremoto”
A. Se sacude la cárcel, las puertas se abren.
B. Se moviliza el carcelero, corre, tiene temor, busca, de-
cide equivocadamente, pone fe, se convierte.
C. Se transforma una familia: salvación, testimonio, fru-
tos, gozo.
Concluye la persecución.

Ahora la mujer es inútil porque ha cesado la adivinación y el tráfico de dinero. Los amos de la muchacha
prenden a Pablo y [Page 82] Silas por ser responsables, y los llevan a la agora (plaza del mercado o espacio
abierto donde había una o más cortes judiciales llamadas foro—17:17) (comp. Mr. 7:4; Mt. 11:16; Lc. 7:32)
̅ oi) que son los dos pretores que gobiernan la ciudad.
y los presentan “a los magistrados” (gr. strateg
Lo increíble en la actitud de los amos es que si los misioneros alborotan la ciudad enseñando “costumbres
que no les era lícito recibir ni hacer”, ¿por qué permitieron que la esclava los anunciara “por muchos días”?
Ellos quieren disimular la verdadera razón, disfrazándola con un manto de color político–religioso que pueda
valer ante los mandatarios romanos.
Las autoridades se informan de las “actividades ilegales” de los misioneros judíos y proceden. Los acusa-
dores logran encender la llama del orgullo racial romano (v. 21, en contra de la religión hebrea en declina-
ción—comp. 18:2). Cuando son traídos delante de los magistrados, los opresores no pierden demasiado
tiempo en juzgar a Pablo y Silas, máxime que se “agolpó el pueblo contra ellos” (v. 22). Inmediatamente,
“rasgándoles las ropas”, “ordenaron azotarles con varas” sin hacer investigación alguna. Por una parte, el
castigo es en sí cruel y despiadado, y por otra una violación a la ley romana que establecía la defensa en jui-
cio. Pablo y Silas son ciudadanos romanos, de modo que los acusadores violan la verdad, y los jueces la ley
suprema del imperio. Es extraño que Pablo se haya sometido a ese castigo terrible en más de una oportunidad
(2 Co. 11:25) sin invocar su calidad de ciudadano romano como lo hace posteriormente en Jerusalén (Hch.
22:24–29).
Dice el texto que “después de haberle azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero
que los guardase con seguridad” (v. 23). Parece que tienen miedo que les suceda como a Pedro (12:7–8).
Además el carcelero “recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en
el cepo” (v. 24).9
[Page 83] Al llegar la media noche y no poder dormir por los intensos dolores y abatimiento físico, Pablo
y Silas ven la oportunidad para una vigilia de alabanza y adoración. Están cantando un himno que todos los
presos oyen cuando “sobrevino … un gran terremoto” tan violento que “los cimientos de la cárcel se sacudí-
an” y al instante se abren todas las puertas y las cadenas de todos se sueltan (v. 26). El carcelero, que vive
junto a la cárcel, al oír el ruido fenomenal sale para ver lo sucedido y encuentra “abiertas las puertas de la
cárcel”. En profunda desesperación “pensando que los presos habían huido”, y sabiendo que es responsable
por la seguridad de esos hombres (comp. 12:19), “sacó la espada y se iba a matar” antes que por indigno sea
sentenciado a muerte por el tribunal romano. Pablo, oyendo el horror del hombre y advirtiendo su intención
“clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí” (v. 28).

9 Cepo (gr. xylon) era un marco de madera con cinco aberturas para los pies, las manos y el cuello. Sin embargo, solamente los pies
eran asegurados” (D. Smith, pág 132).
179

La noticia es tan alentadora que pide luz para verificarla. Mientras llegan las antorchas, tiene una pausa
para tranquilizarse y reflexionar sobre lo acontecido y lo que ha oído de los misioneros. Está impresionado
por el mensaje de salvación y su poder, y está listo para tomar una decisión. “Y sacándolos les dijo:10 Señores
¿qué debo hacer para ser salvo?” Esta pregunta responde en parte a los anuncios de la esclava pitonisa y en
parte a la conducta que ellos han observado. Para él, la salvación es distinta a todo lo que había oído, es una
posesión personal.
Allí mismo, en la penumbra de la cárcel, “le hablaron la palabra del Señor” a él y a toda su casa (v. 32).
Todos son ganados por el evangelio y los frutos están a la vista. Como resultado del cambio operado, “tomán-
dolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos”.
El lavado y el bautismo se llevaron a cabo en el mismo lugar, probablemente en el tanque o fuente de la mis-
ma cárcel.
La familia bautizada da la bienvenida a Pablo y Silas a su hogar. Aún eran prisioneros, y el carcelero debe
mantenerlos sujetos a los magistrados, pero no los confina nuevamente a la celda sino [Page 84] que “lleván-
dolos a su casa, los puso a la mesa”, para alimentarlos y para celebrar exteriormente la fiesta que vive en el
alma. El texto dice que “se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (v. 34; 18:8).
35Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres. 36Y el carce-
lero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora
salid, y marchaos en paz. 37Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial,
siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto,
sino vengan ellos mismos a sacarnos. 38Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los
cuales tuvieron miedo al oir que eran romanos. 39Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que sa-
lieran de la ciudad. 40Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los herma-
nos, los consolaron, y se fueron.
Venida la mañana (el tribunal romano abría a las 8 de la mañana) los magistrados envían a los alguaciles
para ordenar al carcelero la libertad de Pablo y Silas (v. 35). Sin duda estas autoridades creen que el castigo
aplicado más una noche de prisión basta para intimidarlos y silenciarlos. Pero además, enterados del terre-
moto, se ven heridos sentimentalmente con alarma supersticiosa, pensando que con lo acontecido han ofen-
dido al Dios (para ellos dios) que Pablo y Silas proclaman. El carcelero transmite la orden gustosamente y
ordena que se vayan en paz. Pablo decididamente rechaza la orden. Quieren enseñar una lección a los ma-
gistrados y asegurar a los creyentes de Filipos que no serán molestados cuando ellos se fueran.
“Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos nos echaron en la
cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos” (v. 37).
Cuando los magistrados saben lo que sucede se atemorizan más aún. Es la primera reacción del pueblo a sus
excesos, y esta vez contra ciudadanos romanos. Advierten la gravedad de la situación y se apresuran a humi-
llarse delante de los misioneros, “les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad” (v. 39).
Seguramente lo hicieron para evitar que todos se [Page 85] enteren de la actitud que tuvieron que asumir y
prevenir la formación de nuevos tumultos.
Satisfechos con la actitud, salen y van a casa de Lidia para reunirse con la iglesia y despedirse (v. 40). Así
Pablo, Silas y Timoteo siguen viaje, pero Lucas se queda en Filipos hasta reunirse con ellos nuevamente más
adelante (20:4).

“CREE EN EL SEÑOR JESUCRISTO Y SERÁS SALVO”


1. ¿Qué es creer en Cristo?
A. Conocerlo íntimamente (1 Co. 2:2; Jn. 17:3).
B. Confiar totalmente (Jn. 11:27).
C. Esperar reposadamente (Ef. 1:12).
2. ¿De qué nos salva? De:
A. La culpa del pecado (Gá. 3:13).
B. La fortaleza del mal (Gá. 1:4).

10 Algunas versiones agregan en el v. 30: “después de asegurar a los demás y les dijo”.
180

C. El poder del enemigo (He. 2:14).


D. La ira de Dios (Ro. 5:9; Ef. 2:3).
3. ¿Para qué salva?
A. Para justificar (1 Co. 6:11).
B. Para regenerar (2 Co. 5:17).
C. Para consolar (2 Co. 1:5).
D. Para guardar (He. 7:25).
4. ¿Cómo disfrutamos la salvación?
A. Estando seguros de ser salvos (Ef. 2:5; 2 Ti. 2:10).
B. Viviendo sus frutos
– cambio de carácter (v. 32).
– cambio de actitudes (v. 33).
– cambio de estilo de vida (v. 34).

[Page 86] Reflexión


1. El llamado a Macedonia es claro y majestuoso (v. 10).
2. La recepción en cambio es indiferente (v. 12).
3. Los misioneros demuestran seguridad en el llamado, pero no buscan al varón macedonio, sino la oca-
sión para testificar (v. 13).
4. Pablo utiliza los medios que conoce para lograr su propósito. No espera a nadie para buscar las almas
(v. 13).
5. Comienza en forma modesta. No se desanima. No hay paganos. No hay hombres. Se convierte una mu-
jer.
6. Establece la comunión. Lidia trajo su hogar al Señor. Cuando formaron la comunión, aseguraron la mi-
sión.
7. El enemigo puede resistir con oposición (13:8–10) o con propaganda (16:16). A veces le conviene dife-
renciarse y otras parecerse, pero siempre es el mismo.
8. Las mejores leyes del mundo pueden ser utilizadas en contra del evangelio (16:37). El sufrimiento de
los misioneros es humillación para los soberbios (16:38–39).
9. El mensaje que abre el corazón y la casa de Lidia, es el mismo que abre el corazón y la casa del carcele-
ro. Ellos son totalmente distintos, pero el Dios que opera es el mismo y los resultados son iguales.
181

[Page 87]
CAPÍTULO 24
D. La predicación en Tesalónica (17:1–9)
1Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2Y Pa-
blo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, 3declarando y exponiendo
por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Je-
sús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. 4Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con
Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas. 5Entonces los judíos que no creían,
teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciu-
dad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a
algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan el mundo entero también
han venido acá; 7a los cuales Jasón ha recibido; y todos éstos contravienen los decretos de César, diciendo que
hay otro rey, Jesús. 8Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. 9Pero obte-
nida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.
Habiendo recibido ánimo y posiblemente consejo sobre el camino a seguir, Pablo, Silas y Timoteo dejan
Filipos y se dirigen por la Vía Ignacia en dirección a Anfípolis y Apolonia, ciudades por las que pasan, quizás
por no existir en ninguna de las dos una población judía importante y por lo tanto ser ciudades sin sinagoga.
Posiblemente, dada la distancia, pasan una noche en cada una. Al [Page 88] tercer día llegan a Tesalónica
(actualmente Salónica),1 a unos 55 o 60 kilómetros de Apolonia; es el puerto principal en el golfo Térmico,
donde “había una sinagoga de los judíos” (v. 1). Pablo y sus compañeros se hospedan en la casa de Jasón,
probablemente un judío cuyo nombre verdadero era Jesús o Josué.
Aunque Pablo ha dedicado su ministerio a los gentiles (13:46), mantiene el principio de predicar prime-
ramente a los judíos. Así que, “como acostumbraba” va a la sinagoga y por “tres días de reposo discute con
ellos” (v. 2). Por lo que leemos en el v. 3, dos son sus temas centrales:
1) La necesidad de que el Cristo padeciese
Pablo discute “con ellos declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el
Cristo padeciese” (v. 3). Para los hebreos el Mesías era el libertador, y no el siervo sufriente y transformado
en vergüenza. La discusión (gr. dialegomai) muestra la lucha de ideas encontradas en busca de la verdad
(17:17; 18:4, 19; 19:8, 9; 24:25). El verbo castellano dialogar no traduce el significado de oír opiniones para
hacer prevalecer la verdad que sí trasunta el texto bíblico. Más vale, nosotros dialogamos para traer varias
opiniones y sacar una conclusión. Pero no es así con las Escrituras, se dialoga hasta hacer prevalecer el dicho
de Dios.
La discusión tiene su fundamento en las Escrituras y no en las tradiciones. Pablo vuelve sobre los pasajes
que ya el Señor Jesús mismo había mencionado a los dos discípulos camino a Emaús (Lc. 24:44–46).
2) Jesús es el Cristo
Si es difícil para los judíos creer que el Mesías tenía que morir, más difícil les resulta creer que ese Mesías
fuera Jesús [Page 89] (2:16–33). Pero tal como ya lo hemos visto al estudiar la predicación de Pedro en Pen-
tecostés, esta cláusula es básica en el ke̅rygma apostólico (Lc. 24:26; Hch. 2:31–32; 3:18; 23:6–8; 26:23; 1
Co. 15:3–6). Sin duda las Escrituras a las que Pablo se refiere son bien conocidas por asistentes a la sinagoga
(Sal. 2:1–7; 16:8–11; 110:1; 118:22; Is. 50:6; 52–53; Os. 6:2), pero no con la interpretación que él les da
ahora. Lucas sintetiza en pocas palabras la argumentación de tres sábados. Por lo que dice (katangello̅—que
significa declarar con vehemencia—16:17; 26:23) moviliza a los presentes, sacudiéndolos y dividiéndolos
(comp. 1 Ts. 1:5). La identificación de la historia con la Escritura, puesta en claro en los oídos de los asisten-
tes, produce la inescapable confrontación.
Por una parte, debido al poder con que el mensaje es anunciado, muchos creyeron. “Y se juntaron con
Pablo y con Silas” (v. 4). Entre éstos está Aristarco, que resulta ser un compañero fiel y sumamente útil, y tal

1 Originalmente Tesalónica se denominó Terme. Fue fundada nuevamente por Casando cerca del año 315 AC y llamada Tesalónica
como su esposa, la hermanastra de Alejandro el Grande. Después del 145 AC se transformó en capital de la provincia de Macedo-
nia. Fue convertida en ciudad libre en el 42 AC. (F.F. Bruce).
182

vez también haya estado Jasón (Col. 4:10, 11; Ro. 16:21). También se convierten “de los griegos piadosos
gran número, y mujeres nobles [destacadas] no pocas”.2
Por otra parte, los judíos incrédulos “teniendo celos, tomaron consigo algunos ociosos, hombres malos, y
juntando una turba alborotaron la ciudad” (ver 13:45). Cierran las puertas de la sinagoga para los apóstoles
al ver la conversión de los gentiles y la deserción de personas próximas a aceptar la tradición hebrea. Prefie-
ren esta forma de confrontación a la que Pablo propone. Esto continúa por cierto tiempo, produciendo una
conmoción en la ciudad. La turba finalmente asalta “la casa de Jasón” procurando “sacarlos al pueblo” para
ser juzgados por un concilio popular. Los misioneros no son hallados en la casa, quizás porque tal como lee-
mos en las cartas de Pablo a la iglesia, están trabajando para ganarse el sostén (1 Ts. 2:9; 2 Ts. 3:8).
[Page 90] No obstante, los asaltantes “trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la
ciudad3 acusándolos concretamente: 1) “estos que trastornan el mundo entero también han venido acá”; 2)
“todos estos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús”.
Lo primero quiere decir que debido al contenido de la predicación están provocando una sedición. El ver-
bo anastatoo̅ significa excitar, inestabilizar, de modo que el trastorno se interpreta en términos de subversión
(comp. 21:38). Es un cargo de alta traición, hecho sobre la misma base con la que el Señor Jesús había sido
acusado de sedición delante de Pilato. Sus vidas corren serio riesgo.
Lo segundo explica que ya sea por celo, por ignorancia o malentendido, la predicación de Pablo sobre la
segunda venida de Cristo había causado falsas expectativas para unos y alarma para otros. Los acusadores
tienen su propia interpretación del tema y denuncian al evangelio como una propaganda a la subversión.
Según ellos, la inminente venida de Cristo es para expulsar al Imperio Romano y entronizar a Jesús como
soberano. El término parousia utilizado por Pablo, es el que empleaban en el imperio para anunciar la visita
del emperador. Según Pablo mismo aclara posteriormente en sus cartas, lo que él enseñó había sido mal en-
tendido (2 Ts. 2:1–2), y había traído confusión.
Los acusadores “alborotaron al pueblo” y a las autoridades de la ciudad, pero no pueden lograr lo que de-
sean porque los politarcos tienen buena disposición para con los misioneros y evalúan los cargos. Estos ma-
gistrados no pueden descartar lo que oyen porque es muy grave; pero utilizando una dosis de sabiduría si-
guen el curso más aconsejable. Consiguen que Jasón y los demás juramenten que harán salir de la ciudad a
Pablo y sus compañeros y evitarán que retornen. Esta política estará vigente por el tiempo pactado. Pablo de-
nomina a este arreglo como un estorbo de Satanás [Page 91] (1 Ts. 2:18). En tanto, los judíos continúan fo-
mentando la persecución contra la iglesia recientemente constituida, a fin de desanimar a los creyentes (1 Ts.
2:13; 3:3). Es posible que algunos vacilen (1 Ts. 2:14), pero el grueso se convierte en fuertes y constantes
propulsores del mensaje, y transforman a Tesalónica en uno de los centros más importantes de su día (1 Ts.
1:7–8).

2 Otras versiones dicen: “muchas de las mujeres de hombres principales”, que está de acuerdo con la independencia que disfruta-
ban las mujeres en la sociedad macedónica. No pocas de estas mujeres son esposas de hombres prominentes (David Smith).
3 “Las autoridades de la ciudad” eran denominadas “politarcos”. Este título se usaba en la mayoría de los casos para magistrados en

las ciudades de Macedonia (F.F. Bruce). Tesalónica es una ciudad “libre” y los ciudadanos pueden elegir sus propios politarcos.
183

LA PREDICACIÓN EN TESALÓNICA
1. Es evangelística (v. 3)—Cristo es el tema central (comp.
Dt. 18:15).
A. Basada en las Escrituras—Pablo no utiliza argumentos
humanos sino la Biblia (comp. Gn. 49:10; Is. 40:1–10; Mi.
5:2–6, etc.)
B. Utiliza la vehemencia: El gr. dialegomai significa explica-
ción y alegato mostrando pruebas (Is. 28:16) (ver Hch.
17:17; 19:8, 9).
2. Gana personas (v. 4) “devotos griegos”
A. Son muchos—“gran número”
B. Son gente de influencia—“mujeres nobles”
C. Se comprometen—“se juntaron a Pablo y Silas”
3. Genera oposición (v. 5)
A. La fuerza de la envidia—Mr. 15:10; Ro. 1:29 desata el
mal.
B. El servilismo de las masas—Mt. 26:47; Hch. 16:22 modi-
fica rápidamente de actitud.
C. El poder revolucionario del evangelio (v. 6)—Los enemi-
gos dicen la verdad sin saberlo: el evangelio trastorna el
mundo.
D. La falsedad de la iniquidad (v. 10)—cargos falsos de sedi-
ción contra el imperio.
E. En verdad se oponen porque es una doctrina nueva y no
quieren pensar (comp. 1 R. 18:17; 22:7, 8).

E. La presencia en Berea (17:10–15)


El arreglo logrado por los magistrados de Tesalónica no es del agrado de los judíos; sin embargo, se ven
gratificados con la [Page 92] desaparición de escena de los misioneros. Fue imposible que se quedaran en
Tesalónica porque exponían a muerte a Jasón y “los demás”. De modo que salen a toda prisa, procurando la
noche para evitar la venganza de los adversarios.
10Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado,
entraron en la sinagoga de los judíos. 11Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues reci-
bieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así.
12Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres. 13Cuando los judíos
de Tesalónica supieron que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y tam-
bién alborotaron a las multitudes. 14Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el
mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí. 15Y los que se habían encargado de conducir a Pablo le llevaron a
Atenas; y habiendo recibido orden para Silas y Timoteo, de que viniesen a él lo más pronto que pudiesen, sa-
lieron.
Abandonando la Vía Ignacia, Pablo y Silas viajan unos 60 kilómetros hacia el oeste hasta llegar a Berea. Al
sábado siguiente van a la sinagoga para recibir una agradable sorpresa. Aunque Lucas no dice la causa, estos
judíos son más generosos y amplios que los de Tesalónica. Oyen atentamente a Pablo y reciben “la palabra
con toda solicitud”, es decir que escuchan con profunda atención, y gratamente impresionados por el mensa-
je, examinan “cada día las Escrituras” para cotejar juntamente con Pablo la confirmación de lo que predica, o
como dice nuestro texto, “para ver si estas cosas eran así” (v. 11).
184

El estudio trae convicción a sus corazones, “así que creyeron muchos de ellos”. El examen de las Escritu-
ras en busca de la verdad tiene sus resultados, porque lo hacen con integridad y sin prejuicios. Muchas “mu-
jeres griegas de distinción y no pocos hombres” se suman a los cristianos, transformando las jornadas de la-
bor en una experiencia grata y totalmente singular en la vida de los misioneros. Aun los que no comparten la
enseñanza se mantienen cautelosos sin provocar hostilidad alguna. Así se crea una buena relación con [Page
93] la sinagoga. Entre los convertidos figura Sópater (20:4), que se une a la caravana que acompaña a Pablo
hasta Asia.
Seguramente las cosas andan por el camino de la prosperidad durante dos o tres meses, pero de repente
se encuentran con la oposición porque “cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea era
anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes” (v. 13). Los ju-
díos de Tesalónica repiten la experiencia de los de Antioquía de Pisidia e Iconio en Listra (14:19), usando las
tácticas que han sido exitosas en su ciudad. Acusan a los misioneros de traición y enfurecen a los contrarios,
sobre todo a la turba.
Pablo es en especial el blanco del ataque, y la hubiera pasado mal si no hubiese sido arrestado por la se-
gunda turba con la misma acusación. Estrechamente vigilado, no conviene que siga por tierra, de modo que
los hermanos le proveen escolta y “enviaron a Pablo que fuese hacia el mar”, como si tuviera la intención de
navegar desde el puerto de Pidna. No sabemos si embarcó, o si una vez que abandona la ciudad, sus guías
toman hacia el sur y lo conducen por tierra hasta llegar a Atenas—un viaje de más de 400 kilómetros—, de-
jando órdenes para que “Silas y Timoteo viniesen a él lo más pronto que pudiesen” (v. 15).4
F. La llegada a Atenas (17:16–34)
Antes de ingresar en la importante tarea que Pablo desarrolla en esta ciudad, es bueno repasar las cir-
cunstancias para descubrir [Page 94] algunas decisiones que tanto él como sus compañeros debieron tomar.
Aunque Pablo tiene bastante labor por delante en Atenas, es su esperanza que con los informes favorables
que trajeran Silas y Timoteo pudiera volver para continuar los trabajos interrumpidos. Pero cuando estos dos
colaboradores llegan le dan noticias desalentadoras. La animosidad de los judíos de Tesalónica que lo habían
perseguido hasta Berea seguía firme, más vale en aumento (1 Ts. 2:14–16). De modo que es imposible que
vuelva. Pero está preocupado por los hermanos porque teme que el terrorismo los haga vacilar de su confian-
za en Cristo. Tampoco puede abandonarlos a su suerte, sin hacer un esfuerzo.
Decide, entonces, que Timoteo vaya a Tesalónica para animar y consolar a los creyentes perseguidos. Es
una carga pesada para el joven evangelista, que tal vez Silas hubiera cumplido mejor, pero no es prudente
enviar a éste, dadas las circunstancias. De modo que envía a Timoteo, no sabemos si por tierra o por mar con
algún buque costero. Como el problema es serio en toda la región, también Silas deja a Pablo y se va proba-
blemente a Filipos. Pablo se queda solo en Atenas.5
16Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idola-
tría. 17Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían.
[Page 95] Pablo no tiene la intención de predicar en Atenas, porque anhela retornar a Macedonia a donde
había sido llamado. Sin embargo, la circunstancia de encontrarse providencialmente en un campo tan nece-

Para tener información de los movimientos de Pablo y sus compañeros desde este punto en adelante, debemos comparar la infor-
mación de 1 Ts. 3:1–6. A continuación agregamos una secuencia de los acontecimientos tal como la ofrece F.F. Bruce:
a) Pablo deja a Silas y Timoteo en Berea y va a Atenas, desde donde envía un mensaje para que se unan nuevamente con él a la
brevedad (17:15).
b) Se encuentran con Pablo en Atenas (1 Ts. 3:1).
c) Pablo envía a Timoteo a Tesalónica (1 Ts. 3:1–5) y a Silas a otra parte de Macedonia (comp. 18:5), probablemente Filipos.
d) Pablo va a Corinto (18:1).
e) Silas y Timoteo vuelven de Macedonia a Corinto (18:5; 1 Ts. 3:6).
f) Desde Corinto, Pablo escribe las dos epístolas a los Tesalonicenses.
5 Atenas era en tiempos antiguos la famosa capital de Ática, uno de los estados griegos. Hoy es la capital de Grecia. La ciudad lleva

el nombre de su diosa patrona Atene. Está edificada en torno a una colina rocosa llamada Acrópolis donde estaba el castillo de la
municipalidad y a una distancia de 6 o 7 km. del mar. De acuerdo a la tradición había sido fundada por Cecrops de Egipto en los
alrededores del año 1556 AC. En el 594 AC Solón dictó su constitución. El período de mayor gloria para los atenienses fue durante
el gobierno de Pericles (459–431 AC) quien levantó hermosos edificios públicos e hizo florecer la literatura y el arte. Aunque fue-
ron desafortunadas varias guerras que mantuvo posteriormente, los conquistadores la trataron con generosidad, permitiendo que
retuviera su antigua libertad. Aun los romanos que entraron en el 146 AC y la constituyeron parte de la provincia de Acaya, permi-
tieron la libertad de las instituciones.
185

sitado, le hace ver que la mano de Dios le ha conducido a un ministerio mucho más extenso. Atenas, que es
preeminente en arte, literatura y filosofía, tiene una extraña aptitud hacia la religión.
1) La observación de Pablo
La ciudad de Atenas se parece a Roma por la disposición de dar la bienvenida a todo tipo de sectas y cul-
tos extraños. Está atestada de templos, figuras y altares que impactan la mirada de Pablo.
El hermoso templo (Partenón) dedicado a la diosa Atena edificado en el siglo V AC, deslumbra por su ar-
quitectura, riqueza y arte colosales. La diosa de marfil hermosamente adornada con oro y piedras preciosas
despierta la admiración de todos. Además de esculturas conocidas (Júpiter, Venus, Apolo, Baco, Diana, etc.)
hay una infinidad de altares a otros dioses menos conocidos que dan vida al dicho que en Atenas es más fácil
hallar a un dios que a un hombre.
Mientras Pablo espera a Silas y Timoteo (v. 16) “su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la
idolatría”. Aunque parece admirar la belleza de las esculturas, en su corazón hay un profundo rechazo a
todo aquello. La ciudad con su idolatría y la plaza con sus debates huecos le producen un extraño impacto. El
verbo “enardecía” (gr. paroxyno̅) es muy fuerte e incluye provocación, irritación, violencia interior (comp.
15:39; 1 Co. 13:5; He. 10:24), y muestra el estado de ánimo de Pablo por lo que ve. Contento con las apa-
riencias, el pueblo está sumergido en el miedo, la culpa y la confusión espiritual. Para Pablo el arte, la belleza
natural, la tradición, así como la filosofía y las letras, han perdido valor y se han convertido en un obstáculo
para que esas personas lleguen a solucionar el problema espiritual de sus almas. El adjetivo kateidol̅ os que
Lucas utiliza, significa más que simplemente vivir en la idolatría. Significa estar “bajo la idolatría”. No sola-
mente hay ídolos, sino que éstos dominan la vida ciudadana. Pablo se encuentra en una fortaleza de Satanás.
[Page 96] Dios había advertido a Israel contra toda relación con la idolatría porque muy pronto caerían
en la misma situación y provocarían la irritación divina (Ex. 34:7; Dt. 5:8; 9:7). El programa del diablo para
desplazar a Dios ha sido humanamente exitoso en muchas áreas. El siervo de Dios siente indignación por la
vigencia de la idolatría; su ardor contra lo que contempla demuestra su reverencia por Dios. Siente un celo
santo y aborrece toda la provocación del paganismo contra su nombre. La idolatría denigra a los hombres y
los aparta del verdadero culto.
2) La reacción de Pablo (v. 18)
18Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá de-
cir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de
Jesús, y de la resurrección.
No le falta oportunidad para iniciar su predicación, pero primero estudia bien la situación. El v. 17 mues-
tra los tres tipos de personas a los cuales presenta la verdad. Primero, como es su costumbre (v. 2) va a la
sinagoga aunque en verdad el impacto lo tiene con el pueblo que concurría a la plaza. Con los judíos y pia-
dosos inicia la discusión que ya se ha planteado en Tesalónica. Trata de confirmar que Jesús es el Mesías de
las Escrituras. Tal como en el v. 2, Lucas utiliza el verbo “discutir”, demostrando la firmeza de la posición de
Pablo frente a los argumentos de los religiosos. En segundo lugar, también lo hace “en la plaza cada día con
los que concurrían”, echando mano a una ventaja natural para alcanzar al pueblo. Es la modalidad de los
filósofos conferenciar y hablar públicamente en la plaza. Pablo aprovecha la costumbre y dialoga con los
ciudadanos interesados “en oír algo nuevo” (v. 21). Así se establecen intercambios de preguntas y respuestas
que para algunos es el modo de pasar el tiempo, y para otros de conocer algo nuevo. Sin embargo, con Pablo
sucede otra cosa, porque su mensaje provoca un interés genuino en el pueblo. Su popularidad muy rápida-
mente lo involucra en un problema de celos con los filósofos.
Nos encontramos con el tercer tipo de personas que muestra el v. 17 y con las cuales Pablo se enfrenta
ásperamente: los filósofos. [Page 97] Éstos, que pertenecían a dos escuelas distintas de pensamiento,6 se ponen

Epicúreo (341–270 AC). Filósofo que creía que el universo es eterno e infinito y está compuesto por la unión casual de átomos
indivisibles e inmutables. El mejor bien es el placer, definido por él como la paz de la mente. Los placeres intelectuales eran los más
grandes. Los seguidores de Epicúreo sostenían que los dioses estaban desinteresados en la vida humana y que por lo tanto debemos
disfrutar el presente en lugar de preocuparnos por el futuro.
Los estoicos, por su parte, eran una escuela filosófica fundada por Zenón (340–265 AC) basada en la vigencia de la naturaleza
y la necesidad de vivir en armonía con la ley natural. Según el estoicismo, el mundo es material pero permeado de energía divina
(fuego, espíritu y razón o designio) (Logos). El hombre debe sujetar sus pasiones a la razón y a las leyes de la naturaleza. De ahí
186

de acuerdo para investigar al apóstol. Los epicúreos insistían en que el placer de la vida presente es lo mejor
que podemos ansiar, y los estoicos—que derivan su nombre del griego stoa o pórtico (lugar donde solían en-
señar)—, la sujeción al fatalismo. Ninguna de las dos escuelas cree en la vida después de la muerte y mucho
menos en el juicio ante un Dios personal, porque son panteístas (Dios puede ser todo lo que nos rodea).
Ambos tipos de pensadores ven a Pablo como a un intruso sin autoridad que enseña en su propio terreno.
Se olvidan por un momento de sus rivalidades y arremeten juntos contra él. Algunos, para menospreciarle, le
tildan de “palabrero” (gr. spermologos), un término del lunfardo ateniense compuesto por dos palabras:
sperma (semilla) y lego̅ (juntar), dicho del pájaro que pica por aquí y por allí (Mt. 13:4). Posteriormente la
palabra parece haberse utilizado para una persona acostumbrada a vivir a costa de los demás, mendigando
en calles y mercados, levantando todo lo que caía de las cargas. De ahí que signifique parásito, o alguien que
vive a expensas de otro. En el caso que nos ocupa quiere decir que el enseñador no tiene ideas propias ni ori-
ginales sino que une conceptos que ha “juntado” por aquí y por allí.
Otros, en cambio, son más serios. La predicación del apóstol no contiene restos filosóficos juntados, sino
un tema definido muy diferente y concreto de carácter histórico y teológico. Se trata de la [Page 98] pasión
del Señor Jesús, su resurrección y retorno. Como ponen poca disposición para oír, reconstruyen el mensaje
como les parece mejor: “Parece que es predicador de nuevos dioses”, que era uno de los temores de los filóso-
fos, y por cuya razón habían condenado a alguno de sus más prestigiosos predecesores (Sócrates entre otros).
Los “nuevos dioses” para ellos eran dos: Jesús y la resurrección, tomando a esta última como una diosa unida
a Jesús. Tenemos entonces a: Jesús y su consorte Anastasis (resurrección). Crisóstomo es el primero que sacó
esta conclusión.
Las mentes paganas no parecen preparadas para oír de un solo Dios verdadero y su manifestación encar-
nada en Jesucristo. Tanto en Listra con la gente del pueblo, como ahora entre los más educados, la confusión
es grande y difícil. Las reacciones—aunque distintas—dan lugar a conclusiones diferentes en cuanto a la
verdad.
19Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que
hablas? 20Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. 21(Porque
todos los atenienses y los extranjeros residentes allí en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oir
algo nuevo.)
La corte que debe juzgar estos casos es el Concilio del Areópago. La palabra Areópago (en griego son dos
palabras) significa Colina de Ares, siendo Ares el equivalente griego de Marte. Estaba ubicada al noroeste de
la Acrópolis y había sido el lugar donde se reunía el augusto tribunal creado por el sabio Solón. En los tiem-
pos del NT el nombre se refería al concilio y no al lugar en sí. La principal función de esta corte—cuyos po-
deres habían disminuido sensiblemente—era la investigación de casos de homicidio, sacrilegio, conspiración
o traición. Supervisaba la vida cívica, castigando la inmoralidad e impulsando la educación. Se reunía por lo
general en el pórtico real de la plaza. En esta oportunidad debe investigar el cargo contra Pablo de ser predi-
cador de “nuevos dioses” y de introducir formas nuevas de adoración.
Está en juego el prestigio de los filósofos y en su resentimiento olvidan ciertas normas de cortesía. El texto
dice: “Y tomándole, le trajeron al Areópago” (v. 19) mostrando que lo arrestaron, y le preguntaron: “¿Po-
dremos saber qué es esta nueva enseñanza [Page 99] de que hablas?” Las sesiones del concilio eran abiertas,
de modo que cuando Pablo se pone en pie para responder a la pregunta, no se halla frente a los jueces sola-
mente, sino a una cantidad de otras personas, algunos espectadores curiosos y otros asistentes inquietos.
Aprovecha la oportunidad no sólo para responder, sino además para producir una defensa del evangelio que
pueda satisfacer el hambre espiritual de muchos presentes.
3) El discurso de Pablo (vv. 22–34)
22Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois
muy religiosos; 23porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta
inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio.
24El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en
templos hechos por manos humanas, 25ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues
él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hom-

que el estoico en el pensamiento popular vive sobre el dolor y el placer. (Donald Kauffman, The Dictionary of Religious Terms,
págs. 171, 402).
187

bres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de
su habitación; 27para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque cierta-
mente no está lejos de cada uno de nosotros. 28Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos
de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. 29Siendo, pues, linaje de Dios, no
debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de
hombres. 30Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los
hombres en todo lugar, que se arrepientan; 31por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo
con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. 32Pero
cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de
esto otra vez. 33Y así Pablo salió de en medio de ellos. 34Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los
cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
[Page 100] Pablo logra su deseo y se dispone a pronunciar un discurso sintetizado por Lucas en estos ver-
sículos. Lo que ha dicho hasta el presente son tentativas preparando el terreno para decir todo lo que siente.
El discurso es exactamente lo que un predicador debe presentar ante un auditorio de filósofos. Tiene que res-
ponder en el lenguaje de ellos al cargo de estar introduciendo “nuevos dioses”. Debe mostrarles que son ellos
los que han dado la bienvenida a esas deidades y les han levantado un altar. Pero además, tiene que utilizar
bien la oportunidad, sumando a su agudeza, tacto y honestidad.
Como si hubiera utilizado las reglas modernas de la homilética, Pablo divide su discurso en tres partes:
(a) Introducción: “Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos”. Pablo toma como introduc-
ción el miedo griego a los dioses y así inicia su exposición. El término “religioso” puede traducirse “temeroso
de dioses paganos”—aunque aparentemente decir “religioso” o “reverente” parece ser un cumplido, y puede
también interpretarse como una ironía. Aunque son religiosos, son ignorantes. Los epicúreos adoraban a dio-
ses simbólicos porque su maestro les había enseñado que el bien más alto en la vida era la felicidad, y que la
infelicidad en general partía de los dioses que premiaban o castigaban. Para tener tranquilidad, entonces,
había que quitar el miedo a los dioses. Los estoicos, en cambio, creían en muchos dioses (panteístas). El “Dios
no conocido” es uno entre miles de deidades mitológicas. Para ellos, es un dios todo ser viviente que puede
gobernar la vida humana. Cada dios está sometido a otros dioses, siendo Zeus el más grande. Nos imagina-
mos ahora el apremio de Pablo por sacar a Dios de ese altar (para unos simbólico y para otros panteísta) a fin
de ponerlo en el lugar que le corresponde.
(b) Desarrollo—Dios es el Creador: “El Dios que hizo el mundo …” (Sal. 19:1, 6). Esta manera de creer en un
mundo diseñado y creado es totalmente opuesta a la filosofía epicúrea de la combinación casual de átomos y
la aparición desconocida del universo. Es también totalmente distinta a la actividad vengativa de los muchos
dioses estoicos. Dios puede revelarse por la creación (Ro. 1:19). Las obras que componen el vasto universo
hablan de la [Page 101] infinitud de su Creador (Is. 42:5; Hch. 14:15) (comp. Is. 37:17; Jer. 23:24).
Dios es el Señor de la creación: “Siendo el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por
manos humanas”. El conflicto sobre la jurisdicción de los dioses había sido el principal factor para las mu-
chas deidades en distintas esferas. Dios es “el Señor del cielo y de la tierra”, no forma parte de la creación, en
consecuencia es vigorosamente trascendente (7:48–50; 1 R. 8:27; Is. 66:1–2). Por esta razón “no habita en
templos hechos por manos humanas” (comp. Jn. 4:20, 21). Cualquier intento para localizarlo sea por la reli-
gión o por la filosofía es una acción fallida y ridícula (2 Co. 6:18; Dn. 2:28).
Dios es el Sustentador de lo creado: “El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (v. 25). Posi-
blemente aquí Pablo usa dos conceptos que ellos predican: Por ser Dios la fuente de vida (v. 28)—estoicos—,
no necesita auxilio de los hombres—epicúreos—para que estén atentos al principio bíblico de providencia
(Sal. 50:9–12; Mi. 6:6–8). Si él es el sustento de todo, es impensable que algo o alguien tenga que sostenerlo a
él (14:17; He. 1:3).
Dios es el Legislador de la vida: “De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres”. Adán es el pro-
genitor de nuestra raza. Los atenienses aseguraban ser superiores, nacidos de una casta especial de inmigran-
tes milenarios que poblaron esa parte de su territorio. Pero aquí Pablo destruye cualquier principio de supe-
rioridad o de creación especial. Al estudiar Ro. 5:12–20 podemos ver lo esencial que es para la doctrina de la
redención que la vida haya tenido comienzo en una persona. Además, les dijo que Dios fijó los límites geo-
gráficos y las épocas de la historia mientras los hombres vivan “sobre toda la faz de la tierra” (Gn. 2:6; 11:8;
Lc. 21:35), mostrando su control sobre la marcha de las naciones (Is. 45:21; 46:10). El propósito principal
suyo es que los humanos “busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle” (v. 27). Dios
suministra la vida, el sostén y todas las cosas para que los hombres lo busquen. El suministro divino es para
188

que las personas como seres racionales se den cuenta de que alguien se interesa personalmente y procuren
como ciegos “si en alguna manera, palpando, puedan hallarle”. Pablo quiere que adviertan que las provisio-
nes no son el resultado de la casualidad sino de la [Page 102] presencia viva de Alguien “que ciertamente no
está lejos de cada uno de nosotros”.
Con estas declaraciones, Pablo veladamente les demuestra la ignorancia en que vivían, y les señala que a
pesar de todas las deducciones de su conocimiento, no han advertido la cercanía del Dios que necesitan. Dios
no es un Padre universal como algunos de ellos sostenían, sino personal. Y no es por un problema de revela-
ción que no lo hallan, pues “no está lejos de cada uno de nosotros”, sino un problema de visión, porque ni
“palpando” como no videntes son capaces de encontrarlo. De modo que no es Dios que está lejos de nosotros,
sino nosotros que estamos apartados de él.
Dios es el Padre de la raza humana: “Linaje suyo somos”. Para arribar a esta difícil conclusión, Pablo echa
mano a dichos de dos poetas muy respetados por ellos. El primero es: “porque en él vivimos, nos movemos y
somos” del poeta Epiménides del siglo VI AC. En sí misma esta cita no parece tener mucha importancia, si no
fuera por la segunda de la cual fue el prefacio: “como algunos de vuestros propios poetas también han dicho:
Porque linaje suyo somos” (v. 28). Esta cita es de Arato, un poeta estoico del siglo III AC. En el dios Zeus de
estos poetas estoicos está el Logos o principio universal que anima todas las cosas. Su lenguaje, sin embargo,
es altamente adaptable al Dios de la revelación. “Al presentar a Dios como Creador y Juez, Pablo hace énfasis
en su personalidad en contraste con el panteísmo materialista de los estoicos”.7
¿Por qué citó Pablo a autores profanos? Lo hizo para tomar los vestigios de verdad que abrigaban los
griegos utilizando la revelación general de Dios, y así ampliarlos y aplicarlos a su auditorio. En verdad, tal
como lo señalamos más arriba, Arato se refería a Zeus (y éste de ninguna manera es Dios), pero como ellos
identificaban a Zeus con el Logos, Pablo utiliza el argumento para su explicación. Nosotros como cristianos
sabemos que solamente son “familia” o descendencia (gr. genos) de Dios (1 P. 2:9) todos los que han sido
salvos por Cristo Jesús (Jn. 1:12). Al hablar de la [Page 103] creación, Dios es el origen de la humanidad, y no
otro. Todos los seres humanos llevan la imagen y semejanza del Creador (Gn. 1:26).
Pensando aun en un dios griego, si esa deidad tiene linaje, entonces no puede ser una piedra. Pablo, al
desarrollar su tesis les dice que ese Dios que ha descrito no puede ser “semejante a oro, o plata, o piedra, es-
cultura de arte y de imaginación de hombres” (v. 29) porque dejaría de ser Creador para ser un objeto de los
creados (comp. Sal. 135:15–18; Is. 40:18). La idolatría, sea cual fuere el pueblo que la practique o los modos
en que la desarrolle, no tiene razón de ser y fue introducida para contrariar la voluntad de Dios y para dar
espacio al diablo (Lv. 19:4; 26:1; 1 R. 16:26; 1 Co. 5:11; 10:14; Col. 3:5). La idolatría trata de someter a Dios
a nuestros pareceres, procurando mostrarle la conveniencia de lo que pensamos o hacemos. La idolatría es
rebelión contra Dios.
(c) Conclusión—El argumento histórico–filosófico de Pablo que los filósofos reciben expectantes, tiene una
aplicación inesperada. El apóstol clarifica la presencia activa de Dios para ingresar posteriormente en el te-
rreno espiritual de la redención. Lo hace mostrando sus acciones presentes y futuras. En primer lugar: Lo que
Dios manda. Pablo puntualiza que la ignorancia no tiene justificativo. Los atenienses han verificado por la
inscripción en el altar que no conocen a Dios. Pero ahora, habiendo tenido una explicación personal, esa
ignorancia se les vuelve aguda responsabilidad.
El rechazo voluntario de la revelación los convierte en transgresores (Ro. 1:21) (comp. 1 Co. 1:21; Ef.
4:18). En consecuencia, aunque Dios en su misericordia ha pasado “por alto los tiempos de esta ignorancia”
(comp. 14:16), no interviniendo en juicio como lo merecían, las cosas han cambiado. Ahora, “manda a todos
los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (v. 30). Ahora que la revelación en su persona está completa,
ahora que Cristo ha venido y realizado su obra, ahora que quedó en evidencia el fracaso de otros sistemas
para la salvación, ahora Dios “manda”, es decir “da la orden” (5:28; 16:24) para cumplir de inmediato.
¿Cuál es esa orden? “Que se arrepientan”. Imaginamos la incomodidad que sienten al oír el término meta-
noeo̅ que significa “cambio de percepción”. La mente es el asiento de la reflexión o propósito, que esta [Page
104] gente tiene que cambiar (3:19; 5:31; 11:18; 20:21; 26:20). Arrepentirse para ellos (como para los de-
más 2:38) es dejar una manera de ser para abrazar lo que Dios les demanda (Mt. 21:29) con confesión y
abandono del pecado (Lc. 15:18; Is. 55:7). Como ellos pensaban ser una raza superior y tenerlo todo, esta
primera conclusión del discurso resulta inquietante.

7 F.F. Bruce.
189

Pero Pablo en segundo lugar continúa diciendo lo que Dios hará. Es bueno notar que Dios dicta leyes so-
bre todos los hombres y no solamente como una deidad jurisdiccional. Así como “ha prefijado el orden de los
tiempos y los límites de su habitación” (v. 26), también “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo
con justicia” (v. 31). Aun nosotros, que sabemos que será así, nos sorprendemos de lo mucho que dice Pablo
en tan pocas palabras. Primero, que el juicio está decretado (Ro. 2:5, 16; 1 Ts. 5:2, 4); segundo que el juicio
será universal: Dios “juzgará al mundo”, que es una cita tomada de los Salmos donde se aclara cuál es el pen-
samiento de Dios (Sal. 9:8; 96:13; 98:9). Lo que Pablo quiere decir es que nadie escapará al juicio divino—
sean vivos o muertos, ricos o pobres, educados o ignorantes. Tercero, el juicio será imparcial, “con justicia”,
porque sacará a luz los secretos para que cada uno conozca lo que ocurre y compruebe la actividad pura de
Dios.
Finalmente, Pablo termina diciendo cómo hará Dios el juicio. El ha indicado que el Juez es una persona
determinada. Confirma la enseñanza de Dn. 7:13 y de la cual el Señor Jesús dio algunas precisiones (Jn.
5:27). Pablo les dice que el juicio se realizará por medio de “aquel varón a quien designó”, sin dar su nombre
porque no les hubiera interesado, pero sí su credencial: “dando fe a todos con haberle levantado de los muer-
tos” (v. 31; comp. 10:42).
Con esa encendida conclusión, Pablo les muestra que se refería a “Jesús y la resurrección”. Por eso cuan-
do lo oyeron “unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez”. Para ellos, la resurrec-
ción del cuerpo era totalmente inaceptable.
En un ambiente general de rechazo (o indiferencia) “Pablo salió de en medio de ellos”, lo cual es en sí
ventajoso para su ministerio. Seguramente se fue animado porque “algunos creyeron, juntándose con él”.
Entre estos “estaba Dionisio”, un miembro del [Page 105] areópago, “una mujer llamada Dámaris y otros con
ellos” (v. 34). Posiblemente entre estos últimos se encuentre Estéfanas, a quien Pablo menciona cuatro años
más tarde en su primera carta a los corintios, como las “primicias de Acaya” (1 Co. 16:15).
Reflexión
Aunque algunos comentaristas critican este discurso de Pablo porque se aparta—según ellos—de la pro-
puesta evangélica del apóstol, a nosotros nos parece justo observar algunos detalles importantes. Primero,
tiene que exaltar la personalidad de un Dios que para los griegos es totalmente secundario. Segundo, quienes
trajeron al apóstol al foro quieren oír más de “Jesús y Anastasis” como dos deidades complementarias. Para
llegar a explicar ese tema tiene que comenzar desde el principio. Tercero, Pablo tiene que limpiar el camino
de los prejuicios filosóficos centenarios antes de llegar a su objetivo para con los interlocutores.
La tarea es grande y difícil, pero la encara con sabiduría. Proclama a Dios como Supremo: es el Creador,
el Sustentador, el Legislador, el Padre y el Juez. Siendo lo que Dios es, muestra su relación con los hombres no
sólo revelándose por la naturaleza, sino muy especialmente por la redención. Aunque Lucas no lo indica en el
texto, Pablo también menciona la muerte de Cristo para poder explicar el enigma de la resurrección (anasta-
sis) y su importancia en el juicio venidero.
Pablo deja en claro la unicidad de Dios entre los dioses y su acción trascendente en favor de los seres
humanos a quienes ordena sujeción a él en vista de lo que acontecerá en el futuro. No espera una respuesta,
aunque la tiene, sino que quiere dejar en claro el evangelio del Dios viviente.
190

[Page 106]
CAPÍTULO 25
G. La predicación en Corinto (18:1–22)
1Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. 2Y halló a un judío llamado Aquila, natural
de Ponto, recién venido de Italia con Priscila su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judí-
os saliesen de Roma. Fue a ellos, 3y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el
oficio de ellos era hacer tiendas. 4Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a
griegos. 5Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predica-
ción de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. 6Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les
dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me
iré a los gentiles. 7Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba
junto a la sinagoga. 8Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los
corintios, oyendo, creían y eran bautizados. 9Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas,
sino habla, y no calles; 10porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, por-
que yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. 11Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de
Dios. (18:1–11)
Pablo abandona Atenas, el centro intelectual del mundo antiguo para dirigirse a Corinto, una ciudad to-
talmente diferente. Es un gran centro comercial, capital de la provincia romana de Acaya. Su prosperidad se
debe, en parte, a su posición geográfica privilegiada [Page 107] en el estrecho istmo que une el Peloponeso
con el continente. Esta es una franja de tierra de unos 6 o 7 kilómetros de ancho que permite la formación de
dos importantes golfos, uno a cada lado. Así los buques de oriente descargan en Cencreas y los de occidente
en Lecaem (Lejaion). El istmo sirve para transportar la mercadería de un puerto a otro tomando la carretera
para llevarla hacia el interior. Si a este tráfico le agregamos los juegos atléticos ístmico (casi como los olímpi-
cos), nos damos cuenta de la importancia que Corinto había adquirido desde que Julio la convirtió en colonia
romana en el año 27 AC.
Corinto era una ciudad rica y próspera. Lamentablemente no era ésta la distinción más sobresaliente,
porque en la cima del Acrocorinto había un templo dedicado a Afrodita1 con un millar de prostitutas libres
para todos los “adoradores”, especialmente los hombres del mar. Aunque no tanto como Atenas, Corinto
también era conocida por su renombre intelectual, su arte, pinturas, estatuas y esculpidos en bronce.

PABLO EN CORINTO
1. El trabajo de siervo
A. Fabricando carpas durante la semana.
B. Discutiendo en la sinagoga cada sábado.
2. Las amistades de obrero—Aquila y Priscila
A. Tenían la misma nacionalidad.
B. Habían sido todos despreciados.
C. Tenían el mismo oficio (1 Co. 4:12; 9:9 y sig.; 1 Ts. 2:9).
D. Experimentaron la misma convicción (Aquila y Priscila
aprendieron a ayudar a otros—Ro. 16:3–5).
3. [Page 108] El mensaje del misionero
Cuando Silas y Timoteo vinieron lo ayudaron en la labor
manual (2 Co. 11:9). Entonces tuvo tiempo para la palabra
(1 Co. 9:16).
A. Pablo habla primeramente a los judíos—el testimonio fue
rechazado (18:6) (comp. Ez. 33:8, 9).
B. Después habló a los gentiles:

1 Diosa griega del amor y belleza, correspondiente a la romana Venus y a la semita Astarte.
191

a) trabajó primero (18:11);


b) vio resultados después (comp. 1 Co. 1:14; 16:5).
4. Los riesgos del hombre de Dios
A. La promesa de protección (vv. 9–10) (1 Co. 2:3).
B. La promesa se cumple (vv. 12–13).
C. Los acusadores derrotados (vv. 15–17).

“Después de estas cosas”, es decir de la actividad que había desarrollado y sus consecuencias, “Pablo salió
de Atenas y fue a Corinto”, un viaje de aproximadamente 65 a 70 kilómetros. El orgullo y la inmoralidad que
observa en el viaje y sus primeras impresiones de la gran ciudad lo hacen reflexionar mucho. Probablemente,
es ésta la experiencia que posteriormente describe diciendo: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho
temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino
con demostración del Espíritu y de poder” (1 Co. 2:3–4). Los corintios se sientes fuertes con una bella ciudad
que disfruta de un status político muy especial, y Pablo está humillado ante la tarea de tener que enfrentarlos
con la cruz de Cristo.
1) Pablo se relaciona con Aquila y Priscila
Al llegar a Corinto, Pablo posiblemente es recibido por Estéfanas, pero no quiere abusar de su nuevo con-
vertido y se hospeda definitivamente con Aquila y Priscila, un matrimonio con quienes traba una profunda
amistad. Éstos son un modelo para las iglesias de aquellos días, y con su conducta fortalecen las enseñanzas
[Page 109] de Pablo. Aquila había nacido en el Ponto, en la costa sur del Mar Negro (Euxino) y posteriormen-
te había emigrado a Italia.
En tiempos del emperador Claudio, se producen en Roma constantes enfrentamientos religiosos a causa
del evangelio, por lo que el monarca opta por expulsar a los judíos de sus contornos. Entre estas expulsiones,
hay algunas de judíos cristianos; tal es el caso del matrimonio de Priscila y Aquila (v. 2). Sabemos que com-
prometidos con el evangelio viajan posteriormente a Éfeso y tal vez a otros lugares (18:18, 19, 26; Ro. 16:3; 2
Ti. 4:19). Aquila y Priscila se ubican en Corinto, porque como capital de la provincia y centro de la adminis-
tración militar, tienen allí abundante oportunidad para comerciar con el trabajo que realizan.
La raza, la fe y el trabajo los une a Pablo y tal como lo dice el texto, “Pablo fue a ellos, y como era del
mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos” (v. 3), “pues el oficio de ellos era hacer tiendas”.2
Aunque Pablo tiene la convicción de que los creyentes deben sostener a sus enseñadores (1 Co. 9:11; Gá.
6:6), usa otra filosofía para su caso particular (comp. 20:24; 1 Co. 9:12; 2 Co. 12:13; 1 Ts. 2:9; 2 Ts. 3:8)
quizás por tres razones: a) visitando las sinagogas quiere mantener el principio de los rabinos sobre el sostén
de los enseñadores; b) quiere prevenir que la crítica de los judíos se una a la de los hermanos carnales (1 Co.
9:15; 2 Co. 11:7); y c) desea evitar ser una carga pesada para iglesias incipientes.
Hoy se denomina “ministerio de fabricante de carpas” a los que manteniendo el principio de autosostén
predican el evangelio, especialmente en aquellos países donde es difícil obtener visa para alguien en calidad
de misionero.
Aunque no le quedan muchas fuerzas durante la semana después de un trabajo tan pesado, “discutía en
la sinagoga todos los [Page 110] días de reposo y persuadía a judíos y a griegos” (v. 4). Otro manuscrito dice:
“Yendo a la sinagoga cada día de reposo, discutía introduciendo el nombre del Señor Jesús, persuadiendo no
solamente a judíos, sino también a griegos”.
Este posiblemente es un cambio en el método de Pablo, especialmente mientras espera a Silas y Timoteo.
Cuando leen y estudian las Escrituras, Pablo inserta una reflexión oportuna sobre el nombre del Señor Jesús,
con lo que obtiene resultados positivos porque muchos se persuadían (13:43; 19:8).

2 “Elllamado de Pablo está relacionado con la principal manufactura de su provincia natal: el cilicio, que era un tejido preparado
con cuero de liebre, usado para hacer carpas, cortinas, etc. Aunque el sentido etimológico de ske̅nopoios es fabricante de de tiendas
(o carpas), su significado real en ese momento era talabartero. Como la enseñanza de los escribas y rabinos tenía que ser gratuita
(por lo menos en teoría), tenían que ganar su sustento de otro modo y muchos sumaban el comercio al estudio y enseñanza de la
ley, método recomendado por el Rabban Gamaliel III” (F.F. Bruce, pág 343).
192

Esto continúa así por varias semanas hasta que “Silas y Timoteo vinieron de Macedonia” (v. 5). Silas vino
de Filipos con otros hermanos (2 Co. 11:9), trayendo además de los saludos, una generosa ofrenda. La contri-
bución no puede ser más oportuna porque libera a Pablo de la labor diaria, permitiéndole proseguir más de
lleno en el ministerio de la palabra. Además, llega también Timoteo desde Tesalónica. Le trae información
acerca de los sucesos en el seno de la iglesia (1 Ts. 2:14–16) y el consejo que necesita. La persecución ha con-
tinuado y se ha tornado más feroz aun (1 Ts. 3:6–7), pero la fe de los hermanos crece. Por otro lado, tal como
ya lo hemos estudiado, la interpretación errónea sobre la venida del Señor dañó las relaciones políticas con
las autoridades del imperio (17:7; 2 Ts. 2:2–3).
Así que Pablo, habiendo abandonado la fabricación de carpas, “estaba entregado por entero a la predica-
ción de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo” (v. 5). Durante un tiempo no encuentra
dificultades, pero los judíos vigilan con preocupación el progreso del evangelio, hasta que el celo pudo más
que la prudencia y se lanzan a una oposición abierta y despiadada (comp. 13:51; 22:22). Pablo les dice “sa-
cudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los genti-
les”. El dicho tomado del libro de Ezequiel muestra la responsabilidad completa de ellos asumida por la deci-
sión de oponerse (Ez. 18:13; 33:4) (comp. Mt. 23:35; 27:25; Hch. 20:26).
2) Pablo se dedica a los gentiles
El v. 7 dice que Pablo “saliendo de allí [la sinagoga], se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de
Dios, la cual estaba junto a la sinagoga”. En esta corta frase, Lucas dice más de lo que [Page 111] leemos a
simple vista. Dice que Pablo abandona la jurisdicción judía para entrar en casa de un gentil donde pueden
ser alcanzados los que realmente están interesados. Justo es un ciudadano romano perteneciente a la colonia
radicada en el lugar. Es “temeroso de Dios” (comp. 10:2) y gustoso de que su hogar sirva para la extensión
del mensaje.
Es notable que el primer creyente sea “Crispo, el principal de la sinagoga”, quien está a cargo de los ser-
vicios (13:15). Este “creyó en el Señor con toda su casa”, y siguiendo su ejemplo “muchos de los corintios,
oyendo, creían y eran bautizados” (v. 8). Crispo juntamente con otros se cuentan entre los primeros corintios
admitidos en la iglesia (1 Co. 1:14). La misión entre los gentiles comienza a tener fuerte arraigo. Dios aprue-
ba la decisión de Pablo de dejar la sinagoga, dándole una visión en la cual el Señor Jesús le dice: “No temas,
sino habla, y no calles” (comp. 9:10, 12; 10:3; 12:9; 16:9). Según el testimonio de Pablo (1 Co. 2:3), él llega a
la ciudad “con debilidad y mucho temor y temblor”, pero ahora recibe una palabra de ánimo diciéndole: “Yo
estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal” (v. 10).
Además, con la confirmación “yo tengo mucho pueblo en esta ciudad”, Pablo debe pensar que su ansiado
retorno a Macedonia tiene que postergarse para concentrarse en las labores en Corinto. Pablo y sus compa-
ñeros dedican tanto tiempo discipulando, que esta iglesia se transforma en una de las más importantes plan-
tadas por él. Sin embargo, no puede erradicar de su seno las consecuencias del orgullo, el disenso y la tole-
rancia a la inmoralidad que tan malos resultados le trae. Durante el año y medio que “se detuvo allí” (v. 11),
Pablo extiende el mensaje al puerto de Cencreas y a otras partes de la provincia de Acaya (Ro. 16:1; 2 Co.
1:1). Además durante su estadía escribe las dos primeras cartas dirigidas a la iglesia en Tesalónica.
3) Pablo se enfrenta con la oposición
12Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le
llevaron al tribunal, 13diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley. 14Y al comenzar
Pablo a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a
derecho yo [Page 112] os toleraría. 15Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo
vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas. 16Y los echó del tribunal. 17Entonces todos los griegos,
apoderándose de Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a Galión nada se
le daba de ello. (18:12–17)

LA SITUACIÓN EN EL CAMPO DE LABOR


1. La intolerancia religiosa (v. 12)
A. La razón de la oposición a Pablo: simplemente “persuade”
a la gente a adorar a Dios. Lo hace de modo distinto.
B. El espíritu de antagonismo: Hablar y trabajar hasta provo-
car un espíritu de insurrección.
193

C. Los medios utilizados para la rivalidad: La envidia que


sustituye al argumento. El abuso cambia las condiciones le-
gales.
2. La sobriedad del magistrado romano (vv. 14, 15)
A. No escucha argumentos falaces.
B. Juzga que los temas religiosos no están bajo su jurisdic-
ción.
3. La represalia opositora (v. 17)
A. Toma la justicia en sus manos: golpean a Sóstenes.
B. La recompensa para el hombre conflictivo: Sóstenes había
actuado primero contra Pablo y ahora el castigo es para él.
C. El poder del evangelio: Sóstenes llega al conocimiento de
la verdad y cambia su vida (1 Co. 1:2).

Acaya era una provincia senatorial gobernada por un procónsul que mantenía su mandato durante un
año. Cuando se inició una nueva administración, los judíos creyeron que había llegado la oportunidad para
ellos. El nuevo procónsul, hermano del filósofo Séneca, se llamaba Junio Anneo Galión y había iniciado su
labor [Page 113] en julio del año 51 DC. Tenía cualidades de persona honrada y amable.
Equivocando amabilidad por debilidad, los judíos piensan que pueden fácilmente ganar el favor del ma-
gistrado. Se levantan “de común acuerdo contra Pablo”, mostrando la feroz animosidad que por tanto tiempo
los ha caracterizado. Mientras predica—posiblemente esta vez en la plaza pública—lo llevan “al tribunal”,
ejerciendo la libertad que el imperio les concede. El tribunal era una plataforma en medio de la agora (plaza)
frente a la residencia del procónsul y servía de foro para juzgar distintos casos.3 El término tribunal indica
que puede haber acusadores y defensores en presencia de un nutrido auditorio. Los judíos, lejos de mostrar la
astucia de los tesalonicenses (17:6–7), proponen un cargo ambiguo que no tiene ningún sentido político.
¿Cuál era la ofensa? “Este”, dijeron, “persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley”. Pero ¿a cuál ley
se referían? ¿a la de Moisés o a la romana?
En principio, el procónsul entiende que se refiere a la ley romana y por lo tanto le da a Pablo la oportuni-
dad de defenderse, pero al “comenzar Pablo a hablar” descubre rápidamente que es un tema doméstico de la
religión y suspende la audiencia. Galión no quiere ingresar en “cuestiones de palabras y de nombres, y de
vuestra ley”, porque no debe ser “juez de estas cosas” (v. 15).
Naturalmente la corte está llena de espectadores, que ven cómo arrestan a Pablo y lo siguen. La decisión
de Galión les agrada y les da la oportunidad para manifestar la antipatía popular contra los judíos. De modo
que cuando son expulsados del tribunal (v. 16), la multitud de curiosos gentiles “apoderándose de Sóstenes,
principal de la sinagoga” (que evidentemente había reemplazado a Crispo) que [Page 114] es (comp. 1 Co.
1:1) quien encara la acusación, “le golpeaban delante del tribunal”. Galión no interviene porque está disgus-
tado a causa del modo en que los judíos creen que se puede manipular la justicia romana. Los judíos invocan
la ley romana, pero esa ley falla en contra de ellos. En consecuencia, Pablo no sólo está libre de posteriores
acusaciones, sino que además gana la simpatía popular. De modo que el tiempo que se queda en el lugar,
goza del amparo de la religio licita que conquista para el evangelio.4 Pablo “habiéndose detenido aun muchos
días allí” (v. 18) recibe por intermedio del Imperio Romano la protección que el Señor le prometió.
4) Pablo emprende el viaje de vuelta
18Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a
Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto. 19Y llegó a

3 El vocablo griego be̅ma, traducido aquí tribunal, significa en primera instancia un lugar donde asentar el pie (Hch. 7:5) y se lo

utilizaba para indicar un lugar alto o plataforma a la cual se accedía por medio de escalones. La palabra llegó a ser utilizada con
respecto a una tribuna. Dos de ellas se proveían en la corte de justicia (tribunales) de Grecia, una para el acusador y una para el
defensor. Se la utiliza para el tribunal de un magistrado o gobernador romano (Mt. 27:19; Jn. 19:13; Hch. 12:21). En dos oportu-
nidades la palabra se usa con respecto al tribunal divino ante el cual los creyentes han de comparecer (Ro. 14:10; 2 Co. 5:10) (W.
E. Vine).
4 Religio licita: Cuando una religión adquiría el carácter de ser legalmente reconocida.
194

Éfeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, 20los cuales le rogaban que se quedase
con ellos por más tiempo; mas no accedió, 21sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo
caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de
Éfeso. 22Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía.
Durante aproximadamente tres años Pablo había evangelizado Macedonia y Acaya. Por razones particu-
lares considera que su misión (al menos por esta oportunidad) está concluida. Lucas, que aún permanece en
Filipos, sigue muy de cerca los movimientos de Pablo, cuya figura crece en admiración. A pesar de todo que
el equipo (Pablo, Silas y Timoteo) abandona Corinto para ir a Siria, Lucas solamente menciona a Pablo, quien
en el futuro ocupa el centro de la escena. Silas, que no se menciona más después de su relación con la segun-
da carta a los tesalonicenses, aparece de nuevo vinculado con Pedro (1 P. 5:12).
[Page 115] Aquila y Priscila, que han sido los anfitriones de Pablo los dieciocho meses que estuvo en Co-
rinto, también salen con él y lo acompañan hasta Éfeso. Este matrimonio se quedó allí unos dos años (1 Co.
16:19). Alrededor del año 56 DC vuelven a Roma (Ro. 16:3). Como ya lo había hecho en otras oportunidades
(14:26; 15:35), después de tanto tiempo Pablo anhela informar a la iglesia en Antioquía las experiencias vi-
vidas y las decisiones tomadas, buscando consejo para el futuro.
Lucas agrega un dato interesante pero sin ningún detalle explicativo: “habiéndose rapado la cabeza en
Cencrea, porque tenía hecho voto” (v. 18). Cencrea es el puerto oriental que sirve a Corinto. Nos unimos a
los muchos sorprendidos por este dato. Aunque la construcción del texto puede admitir que fuera Aquila
quien ha hecho voto, el sentido de la frase y su contexto hacen que sea Pablo el aludido. Además, tratándose
del cabello, el voto tiene que ser nazareo (Nm. 6:2), en el cual también entran otros ingredientes. De todas las
posibles causas del voto, la que nos parece más aceptable es la adoptada por J.R.W. Stott: “Tales votos se hací-
an ya sea por gratitud por bendiciones recibidas (tal como el cuidado de Pablo en Corinto) o como parte de
una petición para bendiciones en el futuro (como el cuidado sobre Pablo para el viaje a realizar). Una vez
que Pablo fue liberado de los intentos para ser justificado por la ley, su conciencia está libre para tomar parte
en prácticas que, siendo ceremoniales o culturales, pertenecen a ’temas indiferentes’; tal vez en esta ocasión a
fin de conciliarse con los líderes judeo–cristianos que entrevistaría en Jerusalén” (The Message of Acts, pág.
301).
Aunque su destino es Antioquía de Siria, para el cumplimiento del voto debe visitar Jerusalén. El buque
que aborda no hace el viaje directo a Cesarea, sino que fondea en Éfeso, donde se detiene por algún tiempo.
Pablo aprovecha la oportunidad para vincularse con la capital de la provincia de Asia a la cual fue impedido
de ir al comienzo de su viaje (16:6). Allí “entrando en la sinagoga discutía con los judíos” (v. 19). Aparente-
mente se forma un debate mucho más atractivo que en otras partes (comp. v. 4), tanto que “le rogaban que
se quedase con ellos por más tiempo” (v. 20). Pablo no acepta porque tiene que estar en Jerusalén para la
fiesta próxima (Pascua o Pentecostés) y para [Page 116] dar por finalizado su voto. Con todo, les promete
volver si “Dios quiere” (ver 21:14; comp. Stg. 4:15) en otra oportunidad, y zarpa de Éfeso (v. 21).
“Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia”. La iglesia a que se refiere es seguramente
Jerusalén, que estaba a unos 90 o 95 kilómetros del lugar. Los términos “subió” y “descendió” generalmente
se utilizan para mostrar un viaje desde o hacia Jerusalén (8:26) (comp. Lc. 2:42; Jn. 12:20).
Esta es la cuarta visita que Pablo efectúa a la ciudad después de su conversión. Pasa cierto tiempo con los
hermanos, finaliza el período de su voto, y después “descendió a Antioquía”, dando por concluido su segundo
viaje misionero.
195

[Page 117]
CAPÍTULO 26
6. EL TERCER VIAJE MISIONERO (18:23–20:38)
Antioquía de Siria se convierte en el centro de la evangelización gentil. Pablo vuelve a esa iglesia vez tras
vez para informar a los hermanos y para alimentarse con la comunión ferviente. En este caso, pasa un tiempo
fructífero en la iglesia que lo había encomendado y se prepara para salir nuevamente, en especial teniendo
en cuenta su deseo de volver a Éfeso. Además, hay otra razón para volver a visitar las iglesias de Galacia. Para
esos momentos ya Pablo tiene [Page 118] información acerca de la situación desconsoladora de algunas igle-
sias a causa del conflicto interno sobre la judaización. Algunos de la iglesia de Jerusalén no acatan la resolu-
ción del concilio (Hch. 15) y continúan su prédica en contra de la salvación de los gentiles únicamente por la
fe.
23Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, con-
firmando a todos los discípulos. 24Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, va-
rón elocuente, poderoso en las Escrituras. 25Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espí-
ritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el
bautismo de Juan. 26Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aqui-
la, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. 27Y queriendo él pasar a Acaya, los
hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho
a los que por la gracia habían creído; 28porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, de-
mostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo. (18:23–28)
Fue probablemente para mediados del año 53 DC que Pablo sale con sus compañeros para la tercera mi-
sión. Galacia es su primera escala. Pasa por Siria y Cilicia recorriendo el camino de los Puertos Cilicias hacia
“la región de Galacia y de Frigia”. Significa que vuelve a visitar las iglesias de Antioquía de Pisidia, Iconio,
Listra y Derbe que ha fundado en el primer viaje (cap. 13 y 14) y ha discipulado durante su segunda gira
(16:6). El trabajo principal fue “confirmando a todos los discípulos”. El significado de confirmar es “colocar
un sostén” (14:22; 15:32, 41; Ro. 1:11; 1 Ts. 3:2). La idea principal es volver a traer evidencia bíblica para
consolidar a los creyentes en la fe del evangelio (1 Ts. 3:13; 1 P. 5:10).

[Page 119] APOLOS


1. Tiene un conocimiento profundo
Es poderoso en las Escrituras:
A. Sabe los hechos históricos.
B. Discierne las bases doctrinales.
C. Conoce los objetivos divinos.
2. Tiene un poder efectivo de expresión
A. Elocuente al hablar.
B. Valiente en sostener su argumento.
C. Dotado de medios de comunicación (voz, idioma, gestos).
3. Tiene hermosas actitudes espirituales
A. Auténtico.
B. Dispuesto.
C. Dócil.
4. Tiene buena disposición para aprender
A. Le llaman aparte—ética cristiana.
B. Le señalan su falencia—la redención de Cristo.
196

C. Acepta su equivocación—“demuestra que Jesús es el Cris-


to” (28).
5. Tiene nuevas razones para seguir viaje
Habiendo oído de los triunfos de Pablo, quiere ahora
discipular a los nuevos (1 Co. 1:12; 3:6).

A. Apolos en Éfeso
Previo al arribo de Pablo a Éfeso, había estado un varón judío de Alejandría (v. 24). Lucas se detiene para
destacar algunas características relevantes sobre él: Primero dice que es “poderoso en las Escrituras”. Alejan-
dría tiene mucha población hebrea y ha sido un centro de estudio y producción de las Sagradas Escrituras.
No olvidemos que dos siglos antes de Cristo, en esta ciudad se había preparado la Septuaginta (versión griega
del AT). Segundo, dice que es “varón elocuente”, hombre entendido y sabio expositor, posiblemente educado
en el sistema alegórico de interpretar las Escrituras, [Page 120] según había “sido instruido en el camino del
Señor”. Tercero, dice que es “fervoroso” (lleno de entusiasmo) y que enseña “diligentemente lo concerniente
al Señor”, quizás la profecía con respecto a la venida del Señor, y su vida en tierra de Palestina. Cuarto, con
claridad Lucas señala que “solamente conocía el bautismo de Juan”.
Este dato muestra que Apolos había sido educado en una escuela de pensamiento distinta a la de Lucas,
pues aunque conocía la historia de Jesús, ignoraba el epílogo que había dado por terminado el bautismo de
Juan (1:5). Cuando “comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga”, Priscila (que se menciona antes que su
marido) y Aquila (Ro. 16:3; 2 Ti. 4:19) descubren rápidamente que su enseñanza es defectuosa.
Le invitan a estar a solas en un lugar “aparte”, posiblemente su casa, y allí “le expusieron más exacta-
mente el camino de Dios”. Estos hermanos no le interrumpen en forma pública ni lo condenan como enseña-
dor de “mala doctrina”; simplemente usan de sana ética cristiana y en privado le explican las cosas que nece-
sitan ajuste. Usando prudencia, Lucas tampoco nos explica cuáles son las doctrinas que necesitan ser corre-
gidas.
“Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron” porque ahora está preparado para un ministe-
rio profundo; “y escribieron a los discípulos que le recibiesen”. Apolos es de gran bendición a la iglesia en
Corinto (vv. 27, 28; 1 Co. 3:6) porque utilizando su conocimiento del AT y su capacidad retórica, estimula “a
los que por la gracia” han creído. Además, “con gran vehemencia” refuta “públicamente a los judíos”, es
decir destruye sus argumentos opositores haciéndolos polvo, “demostrando por las Escrituras que Jesús era el
Cristo”. Este ministerio hace una impresión tal sobre los cristianos de Corinto que muchos se encolumnan
detrás de él proclamándolo su maestro (1 Co. 1:12). Los primeros cuatro capítulos de 1 Corintios demuestran
el aprecio que el apóstol tenía por el generoso ministerio de Apolos “regando” lo que Pablo había “plantado”
(3:6).
B. Pablo llega a Éfeso (19:1–7)
1Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superio-
res, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, 2les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo [Page 121] cuando
creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. 3Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuis-
teis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. 4Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepenti-
miento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.
5Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6Y habiéndoles impuesto Pablo las ma-
nos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. 7Eran por todos unos doce
hombres.

PABLO EN ÉFESO
1. Las dificultades que enfrenta. Dos obstáculos clásicos:
A. El judaísmo—constante, fijo, tradicional.
B. El paganismo—inconstante, variado, circunstancial.
El pueblo tiene sus principios
a. practica la magia
197

b. tiene su orgullo nacional (Diana)


c. los intereses gobiernan la ley
2. Las preparaciones para la introducción del evangelio
La ciudad ha oído ya el mensaje por los discípulos de Juan.
Éstos hacen para Pablo lo que el bautista hizo para Jesús. El
apóstol predica a Cristo (vv. 4–5).
3. Los tipos de labores apostólicas
A. Predica y discute con los judíos (v. 8).
B. Enseña cada día en lo de Tiranno (v. 9).
C. Extiende el mensaje por toda la provincia (v. 10).
D. Enfrenta vigorosamente al demonio (vv. 11–18).
E. Pastorea a los hermanos de las iglesias (cap. 20).
4. Los resultados que siguieron
Se establece una iglesia poderosa; es una de las más vigoro-
sas del NT:
A. Es grande—muchos pastores.
B. Es presbiteriana—gobernada por ancianos.
C. Es doctrinal—cristocéntrica.

[Page 122] Pablo había prometido visitar Éfeso. De modo que una vez finalizada la actividad en las igle-
sias de Galacia, se dirige a la capital de la provincia. En lugar de viajar por la ruta principal que pasaba por
Laodicea bordeando los valles de los ríos Lyco y Meandro, lo hace por otro lado en la parte superior de la
provincia, una ruta que desde la ciudad de Apameia lo lleva directo a Éfeso.1
Éfeso no solamente es la capital de la provincia de Asia, sino que además es la ciudad más importante del
Asia Menor. Su situación geográfica y la actividad portuaria le proporciona un enorme comercio. Éfeso es el
punto terminal de la ruta comercial desde y hacia el Éufrates. Además, es famosa por su literatura y su arte,
habiendo dado hombres prominentes en cultura y filosofía. Quizás su principal gloria para el momento his-
tórico que estudiamos lo constituya el templo de Artemis con su diosa Diana, de lo cual nos ocuparemos más
adelante.
Cuando Pablo llega se hospeda en casa de Aquila y Priscila, quienes habían quedado en Éfeso cuando Pa-
blo volvió para Jerusalén (18:19). Estos posiblemente continúan con sus labores seculares de fabricar carpas
sin descuidar el ministerio espiritual (comp. 20:34; 1 Co. 4:12). En verdad el matrimonio no ha estado ocioso
según se desprende de la experiencia con Apolos (18:26). Por el modo en que Pablo inicia sus trabajos, dedu-
cimos que sabe lo sucedido con Apolos. Le parece que es mejor eliminar cualquier foco de disensión antes de
comenzar a predicar. Hay una pequeña secta con doctrina similar a la de Apolos—aunque no igual—que
[Page 123] no conoce la obra del Señor Jesús, y es a ellos a quienes se dedica en primer lugar.
1) El encuentro con los discípulos de Juan
Lucas dice que Pablo “vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos” (v. 1) quiere catequizarlos haciéndo-
les algunas preguntas que el escritor añade en forma de diálogo. “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creís-
teis?” Estos hombres habían sido bautizados en el bautismo de Juan para arrepentimiento, pero ignoran acer-
ca del bautismo de Espíritu que viene al creer en el Señor Jesús, por tanto no conocen la abundante gracia
que proviene de esa fuente. La respuesta a la pregunta es: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Evi-

1A esta ciudad se la llamaba “Luz del Asia”. Era asiento del procónsul imperial y centro de la confederación denominada el Asiar-
cado. Hasta donde le fuera posible, Roma quiso siempre mantener la autonomía religiosa de los pueblos para compatibilizar las
expectativas imperiales. Un ejemplo lo constituía la organización de las ciudades de cada provincia en una confederación o comu-
nidad. Éstas eran principalmente de carácter religioso y propugnaban establecer la adoración al emperador, erigiendo templos en
su honor. Cada ciudad tenía su templo, su sacerdocio y el sumo sacerdote provincial, es decir “las autoridades” (19:31), cuya fun-
ción principal era la supervisión del culto al emperador en toda la provincia. Presidía los festivales y los juegos. Éfeso era asiento de
un colegio de Asiarcas.
198

dentemente, el maestro de estos doce discípulos tampoco había profundizado en el incidente del bautismo del
Señor Jesús donde el Espíritu Santo había tenido un lugar tan prominente (Mt. 3:11, 16). Pablo les formula,
entonces, la segunda pregunta: “¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan” (v.
3) (comp. 1:5; 11:16; 13:24). Pablo conoce la relación entre la recepción del Espíritu y el bautismo (2:38), de
modo que es pertinente la pregunta. Si conocen la doctrina del bautismo de Juan, es lógico que la sepan com-
pleta, incluyendo la venida de quien bautizaría con Espíritu Santo y fuego. Vista la ignorancia que tienen
sobre el tema y sobre la salvación en el Señor Jesús, Pablo inicia su explicación mostrando el carácter prepa-
ratorio del bautismo de Juan “diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en
Jesús el Cristo” (v. 4). Juan indicó a sus seguidores que creyeran en Cristo (Jn. 1:26; 3:28). Pero los hombres
que vemos ahora son muy pobres conocedores de su maestro e ignorantes del Señor Jesús. Viven aún las ex-
pectativas del AT que culminaron con la venida de Juan (Mal. 3:1–2), pero no saben cuál es el verdadero
epílogo de esa historia. Una vez que debido a las explicaciones de Pablo comprenden la obra de Jesús y la
aceptan en sus corazones, tienen la confirmación de todo lo que Juan ha enseñado. Se sujetan bajo la autori-
dad del Señor Jesús, bautizándose en su nombre (comp. 2:38–39). “Habiéndoles [Pablo] impuesto las manos”
para aprobar lo que sucedía y para sujetar al grupo a la iglesia ya constituida [Page 124] (ver 8:15), “vino
sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban” (v. 6).2
Aunque las formas con respecto a las experiencias de la conversión que hemos visto hasta el presente, va-
rían de acuerdo a las circunstancias y el lugar, hay algunos principios básicos que son comunes. Primero, el
arrepentimiento de la vida pasada (2:38; 3:19; 5:31; 17:30; 22:16). Hay casos en que Lucas lo menciona y
hay otros que son evidentes del texto como el de Antioquía de Siria (11:20–23). Segundo, “recibir al Señor” o
“venir al Señor” (8:12; 11:17; 16:30, 31), algunas veces unido a lo anterior. Tercero, ser bautizado y el don
del Espíritu Santo, algunas veces mencionado en este orden y otras no.
Con respecto a la imposición de manos, la glosolalia (hablar en lenguas) y la profetización solamente se
mencionan en algunos casos. En Samaria está la primera, pero no la segunda (8:17); en casa de Cornelio la
segunda (hablar en lenguas) pero no la primera (10:44; 11:19); en Éfeso, las dos. En estos casos, a nuestro
entender, la imposición de manos apostólicas significa la necesidad de que el grupo se sujete a la autoridad
de la iglesia para mantener la cohesión del cuerpo de Cristo.
2) El ministerio en la sinagoga (19:8–10)
8Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persua-
diendo acerca del reino de Dios. 9Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delan-
te de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno
llamado Tiranno. 10Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia,
judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.

[Page 125] LA PREDICACIÓN DE PABLO


Acompañada de:
1. Proclamación valiente (v. 8)
A. El modo de su predicación
a) con denuedo (4:31; comp. 2 Co. 7:4; Fil. 1:14).
b) con lógica (18:19; 28:23; Jud. 3).
B. El rechazo al mensaje
a) por ser duros de corazón (Ex. 8:15; comp. 2 Ti. 1:15).
b) por ser blasfemos (v. 9; 28:22; 2 P. 2:2)
C. La extensión de la predicación (v. 10)
a) es paciente
b) es efectiva

2 Aquí,como en 8:15, el Espíritu es dado después del bautismo y con la imposición de las manos apostólicas. La venida del Espíritu
está acompañada como en 2:4; 10:44 por glosolalia y profecía (profetización aquí y magnificar a Dios en 2:11; 10:46). En la ense-
ñanza de Pablo, el Espíritu es el dador de los dones sobrenaturales (1 Co. 12:8; Gá. 5:22) (F.F. Bruce - pág. 355).
199

c) tiene objetivos
2. Sanidad extraordinaria (v. 11)
A. Quita enfermedades (5:16).
B. Expulsa demonios (16:18).
C. Enfrenta al enemigo (vv. 19–20; comp. Dt. 18:20).
D. Se salvan muchas almas (v. 20).
3. Enfrentamiento gigantesco (vv. 23–41)
¿Por qué?
A. Por la conmoción que produce el cambio del estilo de vida
(v. 26).
B. Por la reacción dispar algunos creyeron y otros no se inte-
resaron.
C. Por los intereses materiales que rodean a la religión (v.
25).
D. Por la ceguera del corazón y falta de compromiso de Ga-
lión (vv. 40–41).

Pablo inicia su ministerio en Éfeso siguiendo su método acostumbrado. Se dirige primeramente a los judí-
os hablando “con denuedo por espacio de tres meses”. Trata de persuadirlos de que las Escrituras del AT so-
bre el reino de Dios habían comenzado a [Page 126] tener cumplimiento con la venida del Señor Jesús (1:3;
8:12; 20:25). Aunque conocen a Pablo porque ya los había visitado (18:19), algunos se endurecen (se obsti-
nan) y contradicen “no creyendo”, tal como ya ha sucedido en Corinto (18:6).
Además al quebrarse la tolerancia ridiculizan a los cristianos “maldiciendo el Camino” (ver 9:2), como
denominaban a los seguidores de Cristo (19:23; 22:4; 24:14, 22) por ser el cristianismo un estilo de vida
muy singular (Mt. 7:13–14). En vista de eso, “se apartó Pablo de ellos” con sus discípulos y transfirió su pre-
dicación a un lugar de conferencias perteneciente a un tal Tiranno (quizás un enseñador de filosofía o retóri-
ca). Según algunos manuscritos este lugar estaba disponible desde aproximadamente el mediodía hasta la
noche. “Así continuó por espacio de dos años”, manteniendo un evangelismo de diálogo con los gentiles “de
manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús” (v. 10). Pa-
blo siente vivo deseo por alcanzar al Asia con el evangelio (16:6) y finalmente el Señor se lo concede. Pero
debe sufrir severas oposiciones (1 Co. 15:32) y como consecuencia, fuerte tribulación (2 Co. 1:8–10). Pero
no podemos ignorar los resultados porque aparecen iglesias en Colosas, Hierápolis, Laodicea (Col. 4:13) y en
muchos lugares más no mencionados en los Hechos o las epístolas (Ro. 16:4; 1 Co. 16:19; 2 Co. 8:1). Fueron
la consecuencia de utilizar los centros para predicar y el sistema de diálogo (discusión) para arraigar el men-
saje.
3) El enfrentamiento con los poderes diabólicos (19:11–20).
11Y hacía Dios milagros extraordinarios por mano de Pablo, 12de tal manera que aun se llevaban a los en-
fermos los paños o delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían.
13Pero algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los
que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo. 14Había siete hijos de un tal
Esceva, judío, jefe de los sacerdotes, que hacían esto. 15Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús co-
nozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? 16Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, sal-
tando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y
heridos. 17Y esto [Page 127] fue notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; y tuvie-
ron temor todos ellos, y era magnificado el nombre del Señor Jesús. 18Y muchos de los que habían creído ve-
nían, confesando y dando cuenta de sus hechos. 19Asimismo muchos de los que habían practicado la magia
trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuen-
ta mil piezas de plata. 20Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor.
El extraordinario progreso del evangelio anima mucho al pueblo y acrecienta la credibilidad de Pablo,
máxime cuando Dios comienza a hacer “milagros extraordinarios” (gr. tycon, que significa no comunes u
200

ordinarios) “por mano de Pablo” (comp. 28:8–10). Este dato demuestra que lo que viene a continuación es
una excepción en la vida de la iglesia. En efecto, dado que Éfeso es la cuna de la magia oriental, es extrema-
damente supersticiosa. Está atestada de predicadores que dicen expulsar enfermedades por medio de la ma-
gia. La teoría que prevalece es que todos los males se deben a una posesión demoníaca y la cura depende de
la expulsión del espíritu malo.
Dios utiliza un modo singular para vencer con el evangelio la situación sombría que por primera vez se le
presenta a Pablo. El ministerio utiliza sus capacidades de apóstol de Jesucristo (2 Co. 12:12), así como ante-
riormente lo había hecho Pedro (5:15). Lo hace de un modo prudente, pero la gente lo cree un personaje tal
“que aun se llevaban a los enfermos los paños o delantales”, es decir sudarios y delantales que el apóstol uti-
lizaba en su trabajo secular (20:34). Lucas dice que “las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos
salían”.
La superstición tiene su correctivo respectivo. Pablo, verdadero discípulo de Cristo, tiene resultados ge-
nuinos. No así los que practicaban la superstición. La diferencia entre Pablo y los adeptos paganos queda cla-
ra con lo que sucede a continuación. Los magos, reconociendo la potencia del nombre de Jesús, la utilizan
para sus encantamientos y exorcismos como frase mágica (onomasticon sacrum). En ese momento hay en
Éfeso “algunos de los judíos, exorcistas ambulantes”, hermanos entre sí, que practican la magia negra. Son
hijos de un “jefe de los sacerdotes” o quizás de una persona perteneciente a la familia de sacerdotes. Éstos
procuran [Page 128] hacer uso del poder de Dios para sus artes, invocando el nombre del Señor Jesús sobre
los que tienen espíritus malos. Para provecho propio quieren—como Simón en Samaria (8:18–19)—hacer
una combinación de los poderes diabólicos con el nombre de Jesucristo, pero les va muy mal. Una persona,
que se conduce como un loco, es interceptada por los hijos de Esceva (quizás dos de los siete, como dicen al-
gunas versiones), quienes abandonando los prejuicios judíos sobre el nombre de Jesús lo invocan para “sa-
nar” al poseído. “Respondiendo el espíritu malo dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros
¿quiénes sois?” La irritación del enemigo es de una magnitud tal que se entabla una lucha encarnizada que
concluye con la victoria del endemoniado, que salta sobre ellos y los domina, hasta que “huyeron de aquella
casa desnudos y heridos” (v. 16).
Este caso demuestra que a pesar de que hay todo poder en el nombre de Jesús (3:6, 16; 4:10–12), no to-
dos están autorizados a invocarlo sino aquellos sobre quienes él tiene señorío. El incidente es saludable por-
que al ser “notorio a todos los que habitaban en Éfeso, así judíos como griegos; tuvieron temor todos ellos y
era magnificado el nombre del Señor Jesús” (v. 17).
La deducción de la gente no es que los magos han fracasado sino que la magia ha perdido valor y es in-
operante frente al poder que Pablo predica. Los escritos de la magia denominados “libros efesios” (o gram-
mata) entran en descrédito y “muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus
hechos”. Al parecer, son creyentes que aún están ocupados en prácticas ocultas condenadas por el Señor. Se
sienten culpables de no haber entronizado a Cristo el Señor y de haberse entretenido con la superstición.
Los libros donde se explicaban las prácticas secretas son quemados “delante de todos”, produciendo una
impresionante conmoción al ver valiosos papiros y pergaminos devorados por las llamas. Lucas agrega el
precio estimado que algunos hicieron de lo incinerado y “hallaron que era cincuenta mil piezas de plata”
(dracmas).3 Esto es una evidencia del arraigo que el evangelio tiene [Page 129] en la ciudad cuya conquista
es más importante que lo que nosotros podemos imaginar. En la metrópolis de Asia las buenas nuevas de la
visitación divina rápidamente se extienden por toda la provincia: “así crecía y prevalecía poderosamente la
palabra del Señor” (19:10, 26; 1 Co. 16:19) (comp. 6:7; 12:24; 16:5; 28:31).
Reflexión
Hace pocos años era casi incomprensible para nosotros—con mentalidad occidental—la operación de los
demonios y de los poderes satánicos. Parecía ser del siglo I. Hoy el satanismo avanza de muchas formas y al-
canza a todas la capas sociales. Desde la aparición de la “iglesia de Satanás” hasta el presente, son miles las
sectas que combinando prácticas afroasiáticas con dogmas de otras religiones, se implantan en América Lati-
na. Las pocas que conocemos, como vudú, macumba o umbanda, mezclan sus hechicerías con la pobreza
creciente del pueblo, produciendo un caos espiritual profundo. El reino de las tinieblas desafía a los cristianos
a una revisión de los principios sobre santidad y a una entrega incondicional a Cristo, tomando como base la
enseñanza que surge de las experiencias de Éfeso (comp. Ef. 1:19–23; 3:20; 5:11; 6:11, 12).
4) Pablo tiene nuevos planes (19:21–22)

3 La dracma era aproximadamente igual al denario, y éste representaba por lo general el salario diario de un jornalero.
201

21Pasadas estas cosas, Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén, después de recorrer Macedonia y Acaya,
diciendo: Después que haya estado allí, me será necesario ver también a Roma. 22Y enviando a Macedonia a
dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, él se quedó por algún tiempo en Asia.
“Pasadas estas cosas”, las que acabamos de comentar, “Pablo se propuso en espíritu ir a Jerusalén” y pos-
teriormente “ver también a Roma”. Es la primera vez que el apóstol menciona un itinerario futuro en el cual
incluye Roma. Parece que todo lo hecho no le satisface totalmente. Sabe con claridad que Roma es el centro
estratégico en el mundo del imperio, y que desde las carreteras de la capital pueden salir delegaciones evan-
gelísticas, así como lo hacen de otra naturaleza, hasta alcanzar los lugares más remotos. Está seguro de que si
el evangelio ingresa en ese lugar (Ro. 1:11–15; 15:23), muy pronto todo el imperio conocerá a Jesucristo.
[Page 130] Pese a que lo siente íntimamente quizás “en espíritu” debe ser “en el Espíritu” (comp. 20:22),
el plan se dilata. En principio no pudo ir a Jerusalén y debe “quedarse por algún tiempo en Asia” (v. 22).
Durante el tiempo que permanece en Éfeso, está bastante ocupado y tiene varios ayudantes. Timoteo a
quien vemos por última vez en Corinto (18:5), había llegado a Éfeso y lo vuelve a enviar a Corinto (1 Co.
4:17; 16:10) con la misión de preparar su camino. Es posible que dadas las condiciones internas de la iglesia
y las noticias que recibe, Timoteo (de quien no hemos tenido noticias desde 18:5) y Erasto (un creyente de
Corinto) hayan llevado una carta (1 Co. 5:9), perdida en la actualidad, con algunas advertencias.4 Además
estos hermanos deben preparar el ambiente para levantar la ofrenda que Pablo se propone recoger para los
hermanos pobres de Judea (24:17; 1 Co. 16:1–8; 2 Co. 8 y 9).
Entre tanto, “se quedó por algún tiempo en Asia”, en Éfeso mismo, porque Dios había “abierto puerta
grande y eficaz” (1 Co. 16:9), a pesar de los muchos adversarios. Tanto la oportunidad para predicar como la
oposición hacen necesaria la decisión de quedarse.
e. El alboroto en Éfeso (19:23–35)
23Hubo por aquel tiempo un disturbio no pequeño acerca del Camino. 24Porque un platero llamado De-
metrio, que hacía de plata templecillos de Diana, daba no poca ganancia a los artífices; 25a los cuales, reuni-
dos con los obreros del mismo oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza;
26pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a muchas gentes
con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. 27Y no solamente hay peligro de
que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea esti-
mado en nada, y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia, y el mundo ente-
ro. 28Cuando oyeron estas cosas, se llenaron de ira y gritaron, diciendo: ¡Grande es Diana de los [Page 131]
efesios! 29Y la ciudad se llenó de confusión, y a una se lanzaron al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco,
macedonios, compañeros de Pablo. 30Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.
31También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, le enviaron recado, rogándole que no se
presentase en el teatro. 32Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa,
y los más no sabían por qué se habían reunido. 33Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los
judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería hablar en su defensa ante el pueblo. 34Pero
cuando le conocieron que era judío, todos a una voz gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los efe-
sios! 35Entonces el escribano, cuando había apaciguado a la multitud, dijo: Varones efesios, ¿y quién es el
hombre que no sabe que la ciudad de los efesios es guardiana del templo de la gran diosa Diana, y de la ima-
gen venida de Júpiter?
De la lectura del incidente, observamos tres etapas importantes. La primera referida al origen de la con-
vulsión. La disputa no tiene su génesis en temas éticos o doctrinales, sino económicos. Demetrio, principal
entre los plateros, ve el derrumbe financiero que se avecina si la gente cree el dicho de Pablo “que no son
dioses los que se hacen con las manos” (comp. Is. 42:9–19). Pero para que el argumento tenga fuerza popu-
lar debe estar vestido con un ropaje de sentimiento religioso. Demetrio, entonces, argumenta que de seguir
así las cosas, puede ser estimado en nada “el templo de la gran diosa Diana” (v. 27).5
De manera sutil, el argumento principal (que es el económico) llega a ser secundario al ponerle delante
otros dos: a) que [Page 132] el templo pierda su prestigio y b) que “comience a ser destruida la majestad de

4 Según algunos eruditos, 2 Co. 6:14–7:1 es un fragmento de esa carta.


5 “Diana de los efesios” es Artemis en griego. Los templos de plata (19:24) eran pequeños santuarios que contenían una imagen de
Artemis tal como la imaginaban los asiáticos. Ésta era una combinación de la virgen diosa griega con muchos pechos y la diosa
luna semítica llamada Astoret. Para los efesios, Artemis era la gran madre nodriza de los dioses, hombres, animales y plantas. Era la
patrona de los instintos sexuales. Su imagen, en lugar de ser artísticamente hermosa como las de los griegos, era fea. La adoración
especial se centraba en la gran imagen en Éfeso”. (Merrill C. Tenney, Pictorial Bible Dictionary, pág. 216.)
202

aquella a quien venera toda Asia, y el mundo entero”. Con estos argumentos Demetrio logra incentivar al
pueblo para levantarse en defensa del patrimonio religioso, aunque lo principal fuera su fuente de enrique-
cimiento.
Se inicia entonces la segunda etapa. La gente que se reúne para oír al platero, furiosa del anuncio, corre
posiblemente a la calle principal de Éfeso produciendo una concentración numerosa en defensa de la diosa.
Otros también lo hacen con otros propósitos. Por la manera en que ocurren los hechos la gente está comple-
tamente confundida. Los más exaltados corriendo hacia el teatro arriban con Gayo y Aristarco, posiblemente
culpándolos de complicidad con Pablo. Por expresa advertencia de los discípulos y aun de las autoridades de
Asia (asiarcas) que eran sus amigos, Pablo no fue al teatro (vv. 30, 31). Estos ciudadanos ilustres eran miem-
bros destacados del consejo provincial de Asia. Es muy difícil describir cómo habría de terminar todo si to-
mamos en cuenta que “unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia estaba confusa”
(v. 32), y la mayoría no sabe para qué se han reunido.
Los judíos—posiblemente deseosos de diferenciarse de los cristianos—tratan de que un tal Alejandro les
haga de vocero (v. 33), pero la multitud—que no tiene capacidad para distinguirlos cuando descubren que
es judío—lo descarta y todos “a una voz casi por dos horas gritan: ¡Grande es Diana de los efesios!” (v. 34).
36Puesto que esto no puede contradecirse, es necesario que os apacigüéis, y que nada hagáis precipitada-
mente. 37Porque habéis traído a estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa. 38Que si
Demetrio y los artífices que están con él tienen pleito contra alguno, audiencias se conceden, y procónsules
hay; acúsense los unos a los otros. 39Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se puede decidir.
40Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la
cual podamos dar razón de este concurso. 41Y habiendo dicho esto, despidió la asamblea.
[Page 133] Llegamos así a la tercera etapa de la situación. El escribano—un magistrado relacionado con
el orden jurídico de la ciudad, que es oriundo de ella—les habla procurando restablecer el orden del cual es
responsable. Primero apacigua a la multitud y después les dirige un discurso en el que clarifica cosas. Co-
mienza asegurándoles que todo el mundo sabe que Éfeso es la guardiana del templo “de la gran diosa Diana,
y de la imagen venida de Júpiter”. En consecuencia, el culto a ella no estaba en peligro (vv. 35–36). Después,
les censura el apresuramiento en atrapar a Gayo y Aristarco, “sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra
diosa” (v. 37). Es decir, no pueden probar que hayan robado del templo ni hablado contra la diosa. Otro te-
ma que aborda es la posición de los plateros, mostrándoles que son conocedores de las leyes vigentes. Procu-
rando separar la causa particular de un asunto popular, les señala el camino legal para dirimir el pleito, sea
en audiencia privada o en audiencia pública. Esta última referida posiblemente al concilio de la ciudad que se
reunía tres veces al mes. Finalmente, el escribano les muestra lo grave del suceso. Por lo que han hecho pue-
den ser “acusados de sedición” (comp. Lc. 23:4) sin que tengan cómo explicarse o justificarse. Estas palabras
son decisivas y todos vuelven a sus casas.
Reflexión
Por varias razones nos hemos detenido en el relato de Lucas. La primera es el cuidado del escritor en des-
tacar que el Imperio Romano no tenía aversión contra el evangelio, sino que trata de ayudarlo mostrando
neutralidad. Tanto el procónsul Galión (18:12–17) en Corinto, como ahora el escribano en Éfeso tratan de
mantener el orden. La segunda razón es la importancia de que hombres equilibrados intervengan en los mo-
mentos de crisis, como consejeros de los siervos de Dios (vv. 30–31) y como apaciguadores de personas des-
controladas (v. 36). Una tercera razón nace del sistema utilizado por Pablo para implantar el evangelio. Ya
vimos que discutía en la sinagoga y “persuadía” a griegos y a judíos (18:4). También notamos que los adver-
sarios observan que aparta “a muchas gentes con persuasión” (19:26) porque presenta el evangelio con cla-
ridad, afectando en cada caso la situación o condición de su auditorio. [Page 134] Trata de comprometer a
sus oyentes con el evangelio, poniendo argumentos persuasivos y decisivos. Esto lo hace por tiempos prolon-
gados (18:11, 18; 19:8, 10, 22) para ayudar a los primeros convertidos y afianzarlos frente a la oposición.
Además dedica muchas horas al ministerio.
203

[Page 135]
CAPÍTULO 27
C. Pablo visita Macedonia y Grecia (20:1–6)
1Después que cesó el alboroto, llamó Pablo a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se despi-
dió y salió para ir a Macedonia. 2Y después de recorrer aquellas regiones, y de exhortarles con abundancia de
palabras, llegó a Grecia. 3Después de haber estado allí tres meses, y siéndole puestas asechanzas por los judí-
os para cuando se embarcase por Siria, tomó la decisión de volver por Macedonia. 4Y le acompañaron hasta
Asia, Sópater de Berea, Aristarco y Segundo de Tesalónica, Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tíquico y
Trófimo. 5Estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas. 6Y nosotros, pasados los días de los panes sin
levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete
días.
Al finalizar el alboroto, la gente se tranquiliza pero la hostilidad contra Pablo prevalece. Las condiciones
para continuar se vuelven insostenibles, de modo que el apóstol decide marcharse. Por la misericordia de
Dios y la ayuda de sus amigos, escapa de la ciudad y se lanza al mar. Antes de hacerlo tiene una reunión pri-
vada con los discípulos a quienes anima y de quienes se despide.
El estímulo toma la forma de exhortación similar a la que acostumbra a dar en los lugares visitados y que
veremos más adelante (20:17). El propósito de su visita a Macedonia es estimular la recolección de una
ofrenda para ayudar a los miembros necesitados de la iglesia en Jerusalén (comp. 1 Co. 16:1–3; 2 Co. 8:1–
9:15; Ro. 15:25–27). No tenemos conocimiento de la ruta exacta que navega. Algunos creen que aborda un
barco costero hasta Troas y allí sube a otro. Esta escala hubiera permitido contactarse con Tito [Page 136] en
Troas pero no lo halla (2 Co. 2:12–13). De modo que, no teniendo tranquilidad para quedarse, decide seguir
hasta Macedonia para reunirse con Timoteo y Erasto que lo han precedido (19:22). De Troas navega con
seguridad a Neápolis y desde allí a Filipos. El v. 2 indica que recorrió “aquellas regiones”, lo cual muestra que
pasó varios meses volviendo a animar a los hermanos de las iglesias que había fundado en su viaje anterior.
Entre ellas sobresalen Filipos, Berea y Tesalónica. Nos imaginamos lo agradable de estos encuentros y lo se-
dientos que están los creyentes de recibir la “abundancia de palabra” de exhortación. Durante esta gira se
encuentra con Tito (2 Co. 7:5–16) y con la controversia interna que generaba “temores”.
Nada anima más que la misma Palabra de Dios leída, explicada y experimentada. Palabra transmitida en
calidad de mensaje ético que forma las mentes y muestra la aprobación de Dios en lo que hacemos o experi-
mentamos (15:41; 18:23).
Hay probabilidades de que durante este período Pablo haya viajado hasta Ilírico en el mar Adriático
(comp. Ro. 15:19) procurando extender el evangelio. Por último, llega a “Grecia”, nombre utilizado popu-
larmente como sinónimo de Acaya, la principal provincia romana (18:12; 1 Co. 16:15; 2 Co. 9:2). Aquí, se-
guramente en Corinto, se queda por “tres meses” (v. 3). Aunque Lucas no lo dice, la actividad de Pablo es
muy intensa. Desde su primera visita, muchas cosas han sucedido en la relación con los corintios. Les había
escrito varias cartas y había realizado una posible visita privada (2 Co. 2:1) para tratar temas de preocupa-
ción para Pablo. De modo que ahora tienen bastantes asuntos que debatir, incluyendo la manera de recoger
una ofrenda generosa para las iglesias de Judea (1 Co. 16:1–4).
Desde Corinto, Pablo pudo ver con claridad el panorama que se presenta para las iglesias establecidas y el
futuro misionero. Es desde este lugar que escribe la epístola a los Romanos, mostrando sus postulados teológi-
cos y su inquietud por llevar el evangelio hasta el fin del mundo.
Habiendo pasado el invierno y concluido su propósito, Pablo se prepara a fin de embarcar “para Siria” (v.
3), en su deseo de estar en Jerusalén para la Pascua. Un barco a punto de partir pudo haberlo llevado en for-
ma directa como en su primera visita (18:18), pero cuando está listo para embarcar oye que los judíos han
armado un [Page 137] complot contra su vida “para cuando se embarcase”. Seguramente el buque estaba
cargado de peregrinos judíos que se disponen a asistir a la fiesta. Son ferozmente hostiles a Pablo y les sería
fácil hallar la oportunidad para matarlo y arrojar su cuerpo al mar. Entonces decide “volver por Macedonia”
(v. 3).
A Pablo le agrada trabajar en equipo y ama la compañía de hombres valientes que preparados por Dios
hicieron con él el ministerio. En consecuencia, aunque todos siguen el mismo plan, las circunstancias los se-
paran momentáneamente. Por lo que señala el texto, sus compañeros macedónicos (Sosípater—Ro. 16:21—,
Aristarco y Segundo), los dos de Galacia (Gayo de Derbe—19:29—y Timoteo) y los dos de Asia (Tíquico y
Trófimo—este último de Éfeso según v. 4; 21:29; 2 Ti. 4:20), se embarcaron, pero él no. Con seguridad Lucas
204

agrega estos nombres y sus distintas procedencias, no sólo para identificarlos, sino especialmente para mos-
trar cómo Pablo prepara discípulos de las distintas regiones que evangeliza. Además, se ejercitó para que su
equipo sea numeroso y adiestrado para la convivencia transcultural. Notemos también que los hermanos de
Galacia habían sido ganados en su primer viaje, los de Berea y Tesalónica en el segundo viaje y los de Éfeso
durante el tercero que está realizando, mostrando objetivos idénticos.
El grupo se divide aquí en dos: “estos, habiéndose adelantado, nos esperaron en Troas” (v. 5). Aquí se ini-
cia otra de las secciones en las que se incluye el escritor: “Y nosotros [Pablo y Lucas]… navegamos de Fili-
pos”.
Sin ser advertidos abandonan Corinto y comienzan a caminar el fatigoso trayecto a Macedonia. Basta mi-
rar un mapa sobre el terreno para confirmar las enormes dificultades que encararon en la ruta. Lucas que
había quedado en Filipos reaparece ahora, quizás como representante de esa generosa iglesia. “Pasados los
días de los panes sin levadura” con los que comenzaba la pascua (12:3) y que duraban una semana, navegan
“de Filipos” (seguramente desde Neápolis, 16:11) y en cinco días se reúnen “con ellos en Troas” donde se
quedaron “siete días” (v. 6). Cabe destacar que todos estos viajes son muy agotadores. Como ejemplo, diga-
mos que el cruce desde Neápolis a Troas llevaba aproximadamente cuatro días completos.
[Page 138] D. Una semana en Troas (20:7–11)
7El primer día de la semana reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de
salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche. 8Y había muchas lámparas en el aposento alto
donde estaban reunidos; 9y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño
profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levanta-
do muerto. 10Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo.
11Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. 12Y llevaron
al joven vivo, y fueron grandemente consolados.

MISIÓN Y COMUNIÓN
1. La misión abrazada por varios (v. 4)
A. Pablo planta iglesias, las ordena, prepara obreros y los
desafía.
B. Pablo genera centros de influencia evangélica.
2. El primer día de la semana (v. 7)
A. Día de reunión.
B. Día de adoración.
C. Día de enseñanza.
3. El modo de generar comunión (v. 11)
A. Gran gozo espiritual.
B. Creciente estímulo entre personas.
C. Mantener una reunión informal.
D. Explicar el propósito de Dios.
4. Los inconvenientes a tener en cuenta
A. El oyente distraído—“sentado en la ventana”.
B. El ambiente intoxicado—“muchas lámparas”.
C. El recinto pequeño—“aposento alto”.
D. El predicador demasiado extenso—“Pablo disertaba lar-
gamente”.
205

[Page 139] Pablo no es un extraño en Troas. La había visitado ya dos veces y una considerable cantidad de
creyentes está gustosa en oírle. Se queda con ellos una semana. El último día, antes de marcharse es “el pri-
mer día después del sábado” (gr. sabbaton), convertido “en el primer día de la semana”. Ésta es la primera
referencia definida que poseemos del día en que los cristianos se reúnen para la adoración (1 Co. 16:2) que
Lucas denomina “para partir el pan” (2:42). Por lo que el pasaje describe, la frase incluye la comida comuni-
taria juntamente con la celebración del recuerdo de la muerte y resurrección del Señor Jesús.
Pablo emplea la reunión de la iglesia para enseñar a los hermanos. Más que un monólogo de púlpito, esta
disertación es una conversación animada entre todos. El verbo dialegomai que Lucas emplea en los vv. 7 y 9
describe más vale un cambio de ideas o quizás, disipación de dudas en forma de diálogo por medio de pre-
guntas y respuestas.
Como Pablo había “de salir al día siguiente; alargó el discurso hasta la medianoche” (v. 7). Lucas que está
presente pudo notar algunos detalles funcionales. Primero, que el encuentro es el domingo de tarde, y segun-
do que se realiza en el tercer piso de una casa particular (vv. 8, 9). Otro detalle es que “había muchas lámpa-
ras en el aposento alto donde estaban reunidos”, que por una parte eran imprescindibles para darles luz y
por otra, intoxicantes para la atmósfera con tantas personas presentes. Lucas también observa a Eutico (un
jovencito), que quizás eludiendo la multitud y la observación de sus padres, prefiere ubicarse en el marco de
la ventana para disfrutar de un aire más puro. Desde ese lugar tan peligroso, queda profundamente dormido,
cae y se mata. El texto dice: “cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto” (v. 9).
Podemos imaginar la confusión en el auditorio, unos tratando de reanimarlo y otros procurando echar
culpas. “Entonces Pablo”, interrumpiendo el sermón desciende y “se echó sobre él”, como Elías lo había
hecho con el hijo de la viuda, y Eliseo con el de la sunamita (1 R. 17:21–22; 2 R. 4:32–33), posiblemente
practicando respiración boca a boca. La figura de un anciano dejando todo para restaurar a un joven que ha
caído, sacude la fibra de cualquiera que observa la demanda de esas mismas actitudes en el terreno espiritual.
El texto dice que “abrazándole, dijo: No os [Page 140] alarméis [dejad de producir una convulsión] pues está
vivo” (v. 10), vale decir “pues ha resucitado”.
Finalizado este incidente, Pablo sube nuevamente y “después de partido el pan y comido”, retoma su ser-
món y habla “largamente hasta el alba; y así salió” (v. 11). Los asistentes, a su vez, posiblemente familiares y
amigos, “se llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados” (v. 12).
E. Desde Troas a Mileto (20:13–16)
13Nosotros, adelantándonos a embarcarnos, navegamos a Asón para recoger allí a Pablo, ya que así lo
había determinado, queriendo él ir por tierra. 14Cuando se reunió con nosotros en Asón, tomándole a bordo,
vinimos a Mitilene. 15Navegando de allí, al día siguiente llegamos delante de Quío, y al otro día tomamos
puerto en Samos; y habiendo hecho escala en Trogilio, al día siguiente llegamos a Mileto. 16Porque Pablo se
había propuesto pasar de largo a Éfeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pen-
tecostés, si le fuese posible, en Jerusalén.
Mientras Pablo se queda solo en Troas, quizás para observar cómo evolucionaba Eutico, sus colaborado-
res—incluyendo a Lucas—abordan un buque costero que los acerca a destino. Para alcanzar el puerto de
Asón, el buque debe girar en torno al cabo Lectum y demorar más tiempo que si hubiera tomado otra ruta
directa. Pablo, habiendo salido “por tierra” después que ellos, llega a tiempo para embarcar en esta primera
escala. Podríamos preguntarnos por qué Pablo quiso quedarse solo. ¿No sería que necesitaba tiempo a solas
con Dios para enfrentarse a la situación en Jerusalén? ¿Estaría preocupado por los acontecimientos en Asia y
la conversación con los ancianos de Éfeso? No lo sabemos.
De la narración surge que navegan de día, comenzando temprano a la mañana para aprovechar la brisa
matutina y finalizando con la calma del anochecer. Cuando Pablo “se reunió” con la comitiva en Asón, la
navegación continúa normalmente “a Mitilene” en la costa este de la isla de Lesbos. Al tercer día, anclan “de-
lante de Quío”, es decir, en un puerto del territorio continental que da frente a la isla de Quío. Al cuarto día,
ingresando en el Golfo Castrio pasan frente a Éfeso, tocan la isla de Samos y anclan en Trogilio.
[Page 141] Finalmente, en el quinto día hacen la travesía hasta Mileto (v. 15), que es puerto importante
para la provincia de Asia en la desembocadura del río Meandro, “porque Pablo se había propuesto pasar de
largo a Éfeso, para no detenerse en Asia”. Los acontecimientos en la región hubieran demandado mucho
tiempo y Pablo “se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén” (v. 16). Esta
decisión había sido tomada en Troas.
F. El discurso a los ancianos de Éfeso (20:17–38)
206

17Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. 18Cuando vinieron a él, les
dijo: Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que entré en
Asia, 19sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos; 20y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y
por las casas, 21testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nues-
tro Señor Jesucristo. 22Ahora, he aquí, llegado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de
acontecer; 23salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan
prisiones y tribulaciones. 24Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con
tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evange-
lio de la gracia de Dios. 25Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado
predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. 26Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio
de la sangre de todos; 27porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios. 28Por tanto, mirad por vo-
sotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del
Señor, la cual él ganó por su propia sangre. 29Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de
vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30Y de vosotros mismos se levantarán hombres que
hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. 31Por tanto, velad, acordándoos que por tres
años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. 32Y ahora, hermanos, os enco-
miendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder [Page 142] para sobreedificaros y daros herencia
con todos los santificados. 33Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado. 34Antes vosotros sabéis que para
lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. 35En todo os he en-
señado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar que recibir. 36Cuando hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos
ellos. 37Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, 38doliéndose en gran
manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco.

DISCURSO DE PABLO EN MILETO


1. Las características de su testimonio
A. Servicio con fidelidad (v. 19)—lealtad –
a) con humildad (1 Co. 15:9; Ef. 3:8; Fil. 4:12)
b) con sentimiento (v. 19)
– lágrimas de tristeza (2 Co. 2:4)
– lágrimas de amor (v. 31)
– lágrimas de despedida (vv. 37, 38)
c) con oposición (v. 19) (9:23; 23:31)
B. Enseñanza con experiencia (v. 21)—veracidad –
a) a todos (18:4; Ro. 1:15)
b) con toda la verdad (v. 20) (comp. Ef. 3:17)
C. Evidencia con testimonio—convicción –
“vosotros sabéis”—vida visiblemente consagrada –
“desde el primer día”—vida reconocidamente constante –
“con humildad”—vida entregada al Señor
2. La valentía de su proceder
A. Sin temor a pesar de los peligros (v. 22; 14:22; 19:21).
B. Con persuasión (v. 24; 21:13; Fil. 1:20).
C. Sin mirar para atrás (v. 25; 20:38).
3. [Page 143] La confirmación de su irreprensibilidad
207

A. Libre de culpa contra los hermanos (v. 26; 18:6).


B. Seguro de haber obrado con toda honestidad (vv. 20, 27,
31)
C. Tranquilo en su ser interior (v. 33).
4. El valor de su advertencia
A. Respaldada en la enseñanza impartida (v. 27)
a) en temas doctrinales: la persona de Dios, su existencia,
gobierno, etc.
b) en temas de redención: el hombre, la caída, la redención,
el Salvador, el Espíritu Santo, etc.
c) en temas de ética: la piedad, el amor, el prójimo.
B. Basada en la responsabilidad de pastores (v. 28)
a) tenían que vigilarse a sí mismos
b) vigilar las ovejas
c) vigilar los “lobos rapaces”

Antes de estudiar las características de este sermón, nos parece oportuno observar algunos detalles im-
portantes. En primer lugar, se trata del único discurso registrado por Lucas dirigido expresamente a la iglesia
(posiblemente a excepción del de Pedro 1:16). Todos los demás que vemos en Hechos son predicados a los
judíos (2:14; 3:12; 13:16) o a los gentiles (10:34; 14:15; 17:22). Hay también algunos pronunciados en de-
fensa propia, sea delante de las autoridades religiosas en los primeros tiempos de la persecución de la iglesia
(4:8; 5:29; 7:1–2) cuando Pedro y Juan son llamados ante el sanedrín, o en los días finales de Pablo antes de
ser remitido a Roma (cap. 22–26).
En segundo lugar, en la iglesia de Éfeso en ese momento hay un gobierno colegiado (equipo de personas)
que ejercen el ancianato consistente en varias funciones espirituales de acuerdo a sus dones. El trabajo en los
hogares, la discipulación de los convertidos del paganismo (18:11) y la extensión del evangelio justifican (o
requieren) que sean varios los hermanos que trabajen en la visión [Page 144] que Dios les da para el desarro-
llo armónico plural o consejo de ancianos en las iglesias de Galacia (14:23), y autoriza a Tito a que haga lo
mismo en Creta (Tit. 1:5). Estos hombres de experiencia (gr. presbyteros) han ganado el reconocimiento de la
iglesia por el desarrollo del ministerio del Espíritu en ellos y ejercen un pastorado de gran cuidado espiritual
como veremos de inmediato (comp. Fil 1:1; 1 Ti. 5:17).
Veamos ahora el contenido de la conversación:
1) Pablo repasa su ministerio en Éfeso
Una vez que el apóstol llega a Mileto decide enviar emisarios para “llamar a los ancianos de la iglesia” de
Éfeso (v. 17). Por la distancia entre un punto y otro, el encuentro debe de haber tenido lugar al tercer día.
Lucas, que es un testigo (comp. 21:1), reproduce las partes esenciales de la conversación que trataremos de
observar.
Primer tema: Su conducta en la iglesia. “Vosotros sabéis cómo me he comportado”. Inferimos por este
comienzo que los opositores a Pablo le habían atacado duramente durante su ausencia. La defensa a su com-
portamiento no se basa en críticas a otros o en palabras de autocompasión. Se basa en su convicción de que
los demás lo conocen y saben cuál es su estilo de vida (vv. 31, 34). Un modo similar de respaldar su trabajo
lo hallamos en sus cartas a los tesalonicenses (1 Ts. 2:1, 5, 9, 10, 11; 2 Ts. 3:7–9) y otras (2 Ti. 3:10). El verbo
que el escritor utiliza significa “conocer bien” o “entender cabalmente” y ya lo ha usado varias veces en lo
que va de su trabajo para puntualizar hechos o episodios que son de profundo conocimiento para las perso-
nas involucradas (10:28; 15:7; 18:25; 19:15, 25), y lo continuará utilizando varias veces más (22:19; 24:10;
26:26).
Una gran lección para nosotros es que es imposible destruir con palabras una buena impresión dejada
por los hechos. En el caso de Pablo, el testimonio “todo el tiempo desde el primer día” que había entrado en
208

Asia, es uniforme y edificante, caracterizado por una modalidad pastoral singular que él mismo describe con
cuatro verbos.
El segundo tema es: Su ministerio en la ciudad. El primer detalle es “sirviendo (gr. douleo̅) al Señor”,
donde él utiliza el verbo que muestra el trabajo de un esclavo (Ro. 1:1; 12:11; Ef. 6:7) cumpliendo las órde-
nes de su amo. Además lo ha hecho “con toda [Page 145] humildad” (Ef. 4:2; 1 Ts. 2:6) y “con muchas lá-
grimas” (v. 31; 2 Co. 1:8), estas últimas posiblemente por las experiencias duras que tuvo que sufrir (1 Co.
15:30–34; 15:9), en parte por la rebeldía de algunos miembros de la iglesia (Ef. 4:25–32). Estas palabras
también confirman el profundo dolor que Pablo siente por el endurecimiento de Israel tal como lo ha acaba-
do de expresar en la carta que desde Corinto escribe a los romanos (Ro. 9–11). El segundo detalle es el apre-
mio en la predicación: “no he vacilado en predicar todo lo que les fuera útil a ustedes, sino que les he ense-
ñado públicamente y también casa por casa” (v. 27, NVI). Si no les hubiera anunciado la verdad acerca de
todas las cosas, se habría quedado para sí con mucho que era ventajoso para ellos. Pablo está persuadido de
que el servicio al Señor tiene un costo irrenunciable (2 Co. 2:17; 4:2; Gá. 4:16; 1 Ts. 2:5) que él paga, no pa-
ra destacar las formas de la profesión cristiana, sino para sostener la sustancia doctrinal del evangelio. Con
valentía lo hace “públicamente”—como en la sinagoga y en la escuela de Tiranno (19:9) (comp. 16:37;
18:28) y “por las casas” (2:46). El tercer detalle es también el cuarto verbo. Muestra el contenido de su servi-
cio. Dice: “testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo” (v. 21). El testimonio algunas veces va acompañado de protesta (v. 26) y pone en los cora-
zones de los oyentes la responsabilidad de obedecer el mensaje (Gá. 5:3; Ef. 4:17) o de hacerse responsable
ante Dios de las consecuencias (1 Ti. 5:21; 2 Ti. 2:14; 4:1). Esta misma forma intensiva de testificar, favorita
de Lucas, aparece nueve veces en este libro (2:40; 8:25; 10:42; 18:5; 23:11; 28:23) tres de las cuales están en
este discurso (vv. 21, 23, 24), donde podemos comprobar que el testimonio está centrado en la persona de
Cristo.
Pablo se había esforzado para que tanto “judíos como gentiles” (1 Co. 1:22; 12:13) oyeran el evangelio
(Ro. 1:14–16) cuyo contenido muy escuetamente está en las palabras “arrepentimiento para con Dios”
(26:20; 2 Co. 5:19–21) y “fe en nuestro Señor Jesucristo” (ver Ro. 10:9) que son fundamentales para el nue-
vo nacimiento de los que creen.
El tercer tema es: Sus sufrimientos futuros. Desde los vv. 22–27, Pablo aborda su futuro con la paradoja
“sin saber lo que allá me ha de acontecer”, pero sabiendo “que el Espíritu me da testimonio … que me espe-
ran prisiones y tribulaciones” (v. 23). Lucas [Page 146] cambia el “vosotros sabéis” por el “yo sé” (vv. 25,
29). El pasado todos lo conocen, pero el futuro es la obra del Espíritu Santo en él (Jn. 16:13). El Espíritu que
lo conduce a Jerusalén es el mismo que le advierte sobre lo que le acontecerá. “Por todas las ciudades”—
quizás por medio de profetas (21:4, 11) u otras personas (20:3; 23:16)—Pablo se entera de su futuro. ¿Con
qué objetivo? Por lo menos, probar la fidelidad de su siervo, y también mostrarle que el propósito de Dios se
cumple en él. El v. 24 es una declaración sobre la ética de su ministerio. Es una síntesis de lo que creían ser
su llamado, trabajo y conclusión del servicio. Pablo se había entregado al Señor con integridad, de modo que
las informaciones que recibe no hacen más que fortalecer su convicción (2 Co. 4:11; 6:4; 12:9). Sabe que
nada puede impedir la finalización de su ministerio con gozo (Fil. 1:25; 2:17) si presta atención a las cir-
cunstancias duras que se le presentan (Fil. 3:10). Dos cosas había afirmado en su corazón. Una era concluir
su “carrera con gozo” (2 Ti. 4:7). La “carrera” es una de las figuras clásicas con las que el apóstol suele des-
cribir la vida cristiana (13:25; 1 Co. 9:24). Se trata de mantener ciertas leyes atléticas (2 Ti. 2:5) dentro de un
estadio en el cual, después de la largada (He. 12:1–2), la meta es lo más importante. La segunda es concluir el
ministerio dando “testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (v. 24). Pablo había recibido la encomenda-
ción de Dios como un “diaconado” (2 Co. 3:6; 4:1), es decir un servicio en favor de los demás (Col. 1:25; 2
Ti. 4:5). Amaba y defendía lo que el Señor Jesús había puesto en su custodia para administrar a los pueblos
(Gá. 1:1, 11–12; 1 Ti. 1:12), que aquí denomina “el evangelio de la gracia de Dios” (v. 24). El contenido del
mensaje consiste en cómo Dios se había revelado en Cristo para brindar salvación a los hombres (14:3; Ef.
1:7–9; 3:2; Col. 1:5–6).
La visión de Pablo, sin embargo, va más allá de las circunstancias adversas en Jerusalén. Quiere visitar
Roma y aun España (19:21; Ro. 15:23–29).
Pablo está dispuesto para lo peor (21:13), su ejecución. También está anhelando cumplir su sueño de ir al
corazón del Imperio. Por una u otra circunstancia, les dice a los ancianos de Éfeso que “ninguno de todos
[ellos] … verá más mi rostro” (v. 25). Extraño como nos pudiera parecer, cinco años más tarde y después de
su liberación de la prisión en Roma, Pablo visitó Éfeso (1 Ti. 1:3) (comp. [Page 147] 2 Ti. 1:15), pero que se-
pamos nunca llegó a España. De paso, debemos puntualizar que al comparar este versículo con el anterior,
209

aprendemos que para Pablo predicar el reino de Dios equivale a “dar testimonio del evangelio de la gracia de
Dios” (1:3; 8:12; 19:8; 28:23, 31).

LA IGLESIA DE DIOS
1. De valor inapreciable: “ganó con su propia sangre”
A. Sangre que redime (Ef. 1:7).
B. Sangre que justifica (Ro. 5:9).
C. Sangre que pacifica (Col. 1:20).
D. Sangre que perdona (Col. 1:14).
2. Puesta bajo cuidado: “el rebaño en que el Espíritu Santo os
ha puesto por obispos”
A. La iglesia es el rebaño (1 P. 5:1–4).
B. Dios es el dueño (Jn. 21:15–17).
C. Los ancianos puestos por el Espíritu son los responsables
(1 Ts. 5:12–13).
D. Apacentar es instruir, guiar, guardar, promover el bienes-
tar espiritual de todos y vigilar (Ef. 4:11–13).
3. Asechada por los enemigos: “entrarán lobos rapaces”
A. Enseñadores de herejías (Jn. 10:12).
B. Negadores de la comunión (1 Jn. 2:19).
C. Destructores de la verdad (He. 10:29).
4. Necesita constante cuidado: “por tanto, velad”
A. No vigilancia de formas.
B. No castigo por costumbres.
C. Sí atención al crecimiento, sanidad y objetivos del rebaño
(1 Ts. 5:6, 10; Col. 4:2).

2) Pablo exhorta a los ancianos de la iglesia


Después de explicar con cierto detalle las labores realizadas, como descargando toda responsabilidad por
el futuro de la iglesia sobre esos hermanos, Pablo les dice: “Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que es-
toy limpio de la sangre de todos” o como dice [Page 148] otra versión: “Por esto, quiero decirles hoy que no
me siento culpable respecto de ninguno”. ¿Por qué? “Porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de
Dios” o “porque les he anunciado todo el plan de Dios sin ocultarles nada” (V.P.). El verbo protestar es más
propiamente testificar (gr. martyromai), que ya Lucas ha utilizado durante su escrito (13:22; 14:3; 22:18,
etc.), mostrando por las actividades espirituales llevadas a cabo, su decisión de dar a conocer a la iglesia todo
el propósito de Dios con ellos y también su costo. A este propósito de Dios Lucas lo describe como “todo el
consejo de Dios” o sea “toda la voluntad de Dios” (ver Ef. 1:11), como ya vimos al repasar el v. 20. Significa
que Pablo había estudiado con estos hermanos la doctrina de Dios, el contenido del mensaje del evangelio, la
ética establecida por el Señor Jesús en el trato con los hermanos, la responsabilidad de los creyentes de glori-
ficar a Dios por medio del Espíritu, el destino de la iglesia y la urgencia en la extensión del mensaje completo
del evangelio, etc. La “voluntad de Dios” para ellos no tiene nada que ver con formas de vestir o modalidades
en la liturgia o comida, sino en la fundamentación bíblica de los santos. Así se desprende de los vv. 29–30
que hemos de estudiar de inmediato.
La severa advertencia: “mirad por vosotros” (v. 28; 1 Ti. 4:16) nos muestra la fuente principal para cual-
quier desvío. Si son permisivos, dejan que las malas enseñanzas ya en boga ingresen. Si son descuidados, no
enseñan toda la voluntad de Dios que ellos mismos han aprendido. Si son miedosos y están desconectados de
la realidad, se encerrarán en una “cápsula de cristal” desde la cual podrán criticar todo, analizar todo, pero
no oír nada ni hacer nada.
210

Para evitar estas ridículas posiciones extremas, Pablo les explica cuál es la función de los ancianos. Por su
importancia las analizamos así:
(a) El examen a que deben someterse. Para analizar cuidadosamente la situación de cada oveja del rebaño (v.
31), los ancianos no deben conformarse con lo que son o hacen. La expresión “mirad por vosotros” es escu-
driñadora (Mt. 6:1; Lc. 17:3; 21:34). Gamaliel la utilizó para advertir al sanedrín, cuando estaba decidiendo
ajusticiar a los apóstoles (5:34) (comp. Mt. 7:15; 10:17; 16:6). Convoca a detener la rutina a fin de evaluar la
importancia de la sinceridad de procedimientos y la honestidad de los objetivos. [Page 149] Una vez efectua-
do este examen, entonces, lo segundo: “y por todo el rebaño”. El autoexamen previo es imprescindible. Por
medio de él se perciben pecados, errores o desaciertos que posteriormente se detectarán en las ovejas. Sin él,
en cambio, pueden llegarse a ver como pecados o desvíos cosas secundarias o inexistentes, y las verdaderas
raíces del mal pasarán sin ser detectadas. Además, el examen es sobre “todo el rebaño” sin distinción de raza,
sexo o parentesco. Todos, comenzando por los ancianos, tienen que ser profundamente escudriñados (Mt.
26:21–25).
(b) El servicio que el Espíritu Santo les ha ordenado. No cualquiera puesto delante del rebaño es pastor de las
ovejas. No. Aquellos hermanos habían recibido y ejercitado los dones que el Espíritu les había dado para el
ejercicio del obispado.1
Después de haber servido largamente en la iglesia, confirmaban en sus corazones que el “Espíritu Santo
los había puesto” para servir, tal como significa según el verbo utilizado por Lucas (1:7; 13:47) (comp. 1 Ti.
1:12; 2:7; ; 2 Ti. 1:11). Pablo les estaba mostrando una dimensión del ancianato que ellos no tenían bien cla-
ra. Los “ancianos de la iglesia” (v. 17) lejos de ser hombres duros y listos para juzgar como en el AT (Dt.
27:1) o en los días del Señor Jesús (Mt. 16:21; 26:47), son servidores maduros que transmiten confianza y
amor por su vasta experiencia bajo el liderazgo del Espíritu Santo. De ahí, que a la percepción (gr. episkopos)
en busca del bienestar del rebaño, Pablo agrega la función que deben desempeñar: “para apacentar la iglesia
del Señor”. Así que, el Espíritu que prepara (madura, concede dones, corrige y recibe frutos) ancianos (gr.
presbyteros) es el mismo que los ubica para que ejerzan su percepción (gr. episkopos) sobre sí mismos y so-
bre el rebaño. El Espíritu muestra la cordura para detectar posibles deficiencias o desvíos, así como también
progresos, tendencias, necesidades y [Page 150] orientación. Los hombres preparados y ubicados tienen aho-
ra una función de honra: “apacentar la iglesia del Señor”.2 “Apacentar” muy bien significa pastorear. Esto
incluye un número importante de servicios o ministerios, tales como alimentar, cuidar, corregir, orientar,
restaurar, asistir, etc. (1 P. 5:2). Son pastores–guías (Jn. 21:16; Ef. 4:11) puestos para administrar la palabra
y la voluntad de Dios a un rebaño que no les pertenece porque es “la iglesia del Señor” (1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1;
Gá. 1:13; 1 Ts. 2:14). Él es el Dueño legítimo que la ganó (o compró) con su sangre (1 Co. 6:20; 7:23). Pue-
blo santo adquirido por Dios (Tit. 2:14; 1 P. 2:9) para ofrecer sacrificios espirituales y para anunciar las glo-
rias del Señor.
(c) La constante vigilancia para detener la infiltración apóstata. Pero la labor vigilante tiene un tercer círculo,
que son los enemigos. Pablo les dice: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos
rapaces, que no perdonarán al rebaño” (v. 29). Se refiere a los falsos enseñadores (Mt. 7:15) producto del
ambiente hostil en el cual se mueven (Mt. 10:16; Jn. 10:12). Éstos, si entran en el rebaño dejarán el tendal de
ovejas lastimadas y moribundas. Pero además, está latente el peligro que adentro también proliferen fuertes
distorsiones de la verdad capaces de crear facciones. Éstas pueden liderar discípulos (Ro. 16:17; Gá. 4:17),
como efectivamente ocurrió (1 Jn. 2:19) (comp. Col. 2:8; 2 Ti. 3:6).
Por esta causa, es oportuna la advertencia de Pablo: “por tanto, velad” (v. 31). El verbo naturalmente
agrega una dimensión a la percepción que ya hemos mencionado. Ser obispos, en el criterio de Pablo es vigi-
larse a sí mismos, vigilar el rebaño, vigilar a los lobos (falsos enseñadores) y sobretodo velar, estando espiri-
tualmente alertas (1 Co. 16:13; Col. 4:2). Es estar conscientemente despiertos (1 Ts. 5:6, 10; He. 13:17), aten-
tos a los acontecimientos (1 P. 5:8; Ap. 3:2, 3) y listos a poner todo lo que suceda delante de [Page 151] Dios
(Ef. 6:18) a fin de operar con sabiduría, rapidez y acierto del Espíritu Santo.
El pasado debe tener gran importancia en ese ministerio. El recordar la estadía de Pablo por alrededor de
dos años (19:10), no es para legalizar su enseñanza sino para imitar el carácter. Claramente lo dice el texto:
1 Algunos han traducido el término episkopos literalmente como “sobreveedor”, creando una figura gramatical difícil de compren-

der en castellano. En verdad, el anciano (por su experiencia) vigila y cuida (por su percepción), así como también alimenta, preside
y encamina (por su carácter de pastor).
2 Algunos manuscritos antiguos dicen: “la iglesia de Dios, la cual él compró con su propia sangre”, que ha engendrado teorías

diversas sobre la “sangre de Dios”. Aunque la expresión “la iglesia de Dios” es correcta, el resto del texto debería ser: “la cual com-
pró con la sangre del suyo propio” (F. F. Bruce), lo cual demuestra que la sangre no puede ser otra que la del Señor Jesús.
211

“Acordándoos … que de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (v. 31). El
apóstol realiza su máximo esfuerzo para mentalizar la conciencia de estos “sobreveedores” a la calidad del
ministerio al que Dios los había llamado. En este sentido, “acordarse” (gr. mnem ̅ oneuo̅, traer a la memoria)
(Gá. 2:10; 2 Ti. 2:8) significa captar el significado de los acontecimientos del pasado (Ef. 2:11; 2 Ts. 2:5) para
aplicarlo al presente con vistas al futuro. Siendo así, ¿qué deben recordar estos hermanos? ¿el legalismo de la
“autoridad” o el carácter paciente del pastor? Pues lo segundo. “Amonestar con lágrimas”, significa ante todo
encarnar la enseñanza, ponerse en el lugar de la otra persona para que la “formación de la mente” (2 Co.
2:4) (gr. noutheteo̅) sea efectiva. El método de los fariseos de reprender duramente a las personas pero
haciéndolo de lejos, había sido cambiado por el método del Señor Jesús, “amonestar” (Ro. 15:14; 1 Co. 4:14;
Col. 1:28). En éste, el componente esencial es el razonamiento, la advertencia y finalmente la corrección con
otros métodos (Tit. 3:9–10).
3) Pablo se despide de Asia
Tal como Samuel lo había hecho en su día (1 S. 12:1–5), Pablo se dispone a alejarse de estos hermanos,
mostrándoles la integridad de su conducta y la seguridad de no dejar nada pendiente que pudiera dañar los
recuerdos. Veamos algunos detalles:
(a) La encomendación: “Ahora, hermanos, os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia” (v. 32a). Es
decir: “los pongo en las manos de Dios para que los guarde” (comp. 1 Ti. 1:18). Es lo que encontramos en
otras expresiones de Pablo, tales como: “nuestro Señor Jesucristo; el cual os confirmará hasta el fin” (1 Co.
1:8) (Ro. 16:25); “el Señor os haga crecer … para que sean afirmados vuestros corazones” (1 Ts. 3:12–13)
(comp. 2 Ts. 3:3). Pablo ve la soledad humana en la que queda esa iglesia. Sabe también del interés de Dios
en afirmarla y proveerle todo lo [Page 152] necesario. De modo que por sobre cualquier ayuda de personas
que pudieran esperar, los pone en las manos de Dios.
Esta actitud no los deja a ellos sin responsabilidad. Por el contrario, Pablo los “remite a la palabra de su
gracia [de Dios]” (v. 24) (comp. 14:3) para que presten atención al mensaje que tanto en forma oral como
escrita estaba en conocimiento de ellos. El poder (gr. dynamis) para quebrantar corazones y edificar la iglesia
(Ro. 14:4; Ef. 4:12–16) reside en la palabra a cuya autoridad deben someterse (10:36) (comp. 8:25; 13:49) si
quieren ver resultados permanentes en sus vidas. Pablo—recordando quizás Dt. 33:4—les asegura que el
futuro glorioso que espera a los escogidos del Señor está escrito y garantizado al creer en el mensaje de la
palabra (“herencia entre los santificados”) (26:18) (Ef. 1:14; Col. 3:24).
(b) La aclaración: Pablo suspende bruscamente lo que está diciendo para aclararles algo más de lo que ya les
dijo sobre su ministerio, “ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado” (v. 33; comp. vv. 18, 26). Es posi-
ble que el apóstol no estuviera totalmente convencido de que estos hermanos no se han influenciado por los
rumores que han corrido, y vuelve sobre el tema para clarificarlo (comp. 1 Ts. 2:3–6). Pero avanza un paso
más y mostrando sus manos encallecidas dice: “para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están con-
migo, estas manos me han servido” (v. 34). Esta había sido la norma de su vida, siguiendo el estilo de la en-
señanza del Señor Jesús: “más bienaventurado es dar que recibir”, frase que no hallamos en los evangelios,
pero cuyo espíritu reflejan varios dichos (comp. Lc. 6:38). Los informes que el apóstol posee sobre las reac-
ciones en varios lugares en el sentido de que el Señor Jesús está a punto de volver, han generado malestar que
les quiere evitar a ellos (2 Ts. 3:7–12).
(c) Las palabras finales: Después de pronunciadas estas palabras se pone de rodillas (comp. 7:60) y ora con
todos ellos. Todos están muy emocionados por las palabras “que no verían más su rostro” (comp. Lc. 15:20).
Lo abrazan y lo besan antes de acompañarlo definitivamente al barco.
212

[Page 153]
CAPÍTULO 28
7. EXPERIENCIAS FINALES DEL TERCER VIAJE (21:1–23:35)
1Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y
de allí a Pátara. 2Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. 3Al avistar Chipre,
dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.
4Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a
Jerusalén. 5Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de
la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. 6Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco, y
ellos se volvieron a sus casas. (21:1–6).
Los ancianos de Éfeso acompañan a Pablo y su comitiva hasta el puerto y no quieren verlo partir. El verbo
“separarnos” con el que comienza nuestra narración es prácticamente una rotura que significa mucho más
que sólo “despedirnos”. Hay como un desgarro en los sentimientos (comp. Lc. 22:41) por el contenido de lo
que les dijo y por la despedida definitiva. Posiblemente, recién ahora entienden el valor de la presencia y en-
señanza de Pablo. Lucas dice que salen “con rumbo directo a Cos”, que es el puerto oriental de una isla en el
Dodecaneso perteneciente a la provincia de Asia. Debido a lo favorable del viento, llegan al lugar ese mismo
día. “Al día siguiente a Rodas [nombre de la isla y también del puerto], y de [Page 154] allí a Pátara”. Ésta era
una ciudad importante con un puerto muy activo.
En este lugar trasbordan a una nave que los lleva a Fenicia, posiblemente tocando el puerto de Mira, y de
allí dejando Chipre “a mano izquierda” navegan a Siria y arriban al puerto de Tiro. Tal vez sea bueno recor-
dar que entre Mira y Tiro hay más de 600 kilómetros de distancia. Allí concluye la primera etapa porque el
buque se detiene para descargar (v. 3).
A. La escala en Tiro
Los siete días que dura la descarga son valiosos para buscar discípulos y robustecerse mutuamente (v. 4).
Es posible que ninguno conociera Tiro, de modo que es una experiencia totalmente nueva. Pero la iglesia
muestra el fervor propio de una congregación viva que sigue los pasos de los implantadores (11:19).
Estos hermanos están informados de las amenazas de los judíos y le ruegan a “Pablo por el Espíritu” que
no vaya a Jerusalén (ver 20:23). Están seguros de que el Espíritu les ha indicado los peligros que corre, y de-
sean salvar su vida. El viaje del apóstol en realidad no está contra la voluntad de Dios, sino bajo la dirección
del Espíritu como ya lo explicó él mismo. En consecuencia, Pablo decide seguir adelante y al hacerlo, la igle-
sia lo acompaña “hasta fuera de la ciudad”. Se arrodillan “en la playa” y oran a Dios (v. 5), repitiendo la
despedida ocurrida en Mileto (20:36–38). Los misioneros se embarcan nuevamente y los hermanos con sus
familias vuelven a sus hogares (v. 6) (comp. Jn. 19:27).
B. La visita a Cesarea (21:7–14)
7Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a
los hermanos nos quedamos con ellos un día. 8Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a
Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. 9Este tenía cua-
tro hijas doncellas que profetizaban. 10Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un
profeta llamado Agabo, 11quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos,
dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le [Page
155] entregarán en manos de los gentiles. 12Al oir esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no sub-
iese a Jerusalén. 13Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo
estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. 14Y como no
le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
Enfilando hacia el sur, continúa el viaje hasta completarlo en el puerto de Tolemaida (llamado Acca pos-
teriormente) que dista unos 35 kilómetros (v. 7). El evangelio había llegado a esta importante fortaleza ro-
mana por medio de los esparcidos en el tiempo de Esteban (11:19). Pablo y sus compañeros tienen que espe-
213

rar un día para embarcar nuevamente hacia Cesarea,1 y lo aprovechan para saludar y departir con los her-
manos.
Por la importancia que tiene la visita a Cesarea nos detendremos en algunas consideraciones:
(1) El hogar de Felipe: En Cesarea el equipo recibe una calurosa bienvenida en la casa de Felipe “el evan-
gelista, que era uno de los siete” (para distinguirlo del apóstol Felipe). La última vez que vimos a este herma-
no fue al estudiar el encuentro con el eunuco ya cerca de 20 años atrás (8:40). Durante este tiempo se con-
firma su carácter de “evangelista”, que como hemos estudiado no es únicamente una persona que predica el
evangelio, sino un instrumento en las manos de Dios para discipular a los nuevos y formarles la mente con
amor a las almas y enseñar el modo de alcanzarlas (comp. 8:12, 35).
En Cesarea, la familia de Felipe creció en el temor de Dios. Su hogar es un modelo de evangelismo porque
las propias hijas siguen fielmente al Señor, al punto que son utilizadas como intérpretes de la voluntad de
Dios. En este hogar Lucas recibe mucha de [Page 156] la información que necesita para escribir la primera
parte de este libro, máxime sabiendo que los misioneros pasaron mucho tiempo en esta ciudad.
(2) La experiencia de Pablo. Las “cuatro hijas doncellas” de Felipe poseían el don de profecía y con segu-
ridad sabían el futuro inmediato de Pablo. Algunos piensan que estas hermanas no hablan el tema pues man-
tienen el lugar que Pablo acaba de indicar para la mujer en su carta a Corinto escrita desde Éfeso (comp. 1
Co. 14:34). Otros creen, en cambio, que en el hogar se comentó el tema ampliamente y que la venida de otro
profeta no hace más que corroborar todo. El autor de este libro se inclina por esta segunda posición.2
El venerable profeta Agabo de Jerusalén, que había anunciado la hambruna unos catorce años atrás
(11:28), llega en esos días a ellos quizás llamado por Felipe y su familia. Este varón de Dios, a la modalidad
profética del AT (1 R. 11:29–34; Ez. 4:1–5), toma el cinto de Pablo y anuncia una impresionante profecía.
Entra donde están todos, toma “el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos” (v. 11), afirma que así sería
atado “el varón de quien es este cinto”. Lo más sorprendente está en la frase: “Esto dice el Espíritu Santo”
(comp. Jn. 21:18). Al leer Mr. 10:33 nos damos cuenta de cuán similar es esta experiencia a la del mismo
Señor Jesús (vv. 31–32).
No podemos evitar el volver al tema de la guía del Espíritu Santo que ya hemos comentado. ¿Qué pasa?
¿Tiene Pablo una convicción más fuerte que todas estas advertencias del Espíritu? ¿Acaso son las advertencias
la mejor manera de probar su convicción?
Al leer cuidadosamente 19:21; 20:22, 23; 21:4, 11, 13–14 podemos ver que Lucas está seguro de que Pa-
blo debe ir a Jerusalén, porque el Espíritu así lo ha determinado. Lo que también hace el Espíritu es predecirle
lo que le sucederá, pero los amigos, impresionados por los anticipos, le urgen que no vaya. Lo hacen con la
[Page 157] mejor intención. No debemos olvidar que en este caso el mismo Espíritu que lo impulsa a ir es
quien le advierte sobre las consecuencias. Lucas quiere con este énfasis resaltar el carácter de Pablo, y su
convicción imperturbable por cumplir el mandato recibido del Señor.
C. Pablo en Jerusalén (21:15–26)
15Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. 16Y vinieron también con noso-
tros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo anti-
guo, con quien nos hospedaríamos. 17Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo.
18Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos; 19a los
cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles
por su ministerio. 20Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos milla-
res de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. 21Pero se les ha informado en cuanto a ti, que
enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar a Moisés, diciéndoles que no circunciden a
sus hijos, ni observen las costumbres. 22¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que
has venido. 23Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de
cumplir voto. 24Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos
comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenada-
mente, guardando la ley. 25Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determi-

1 Cesarea es una ciudad edificada por Herodes el Grande entre los años 25–13 AC, en honor del emperador Augusto César. Se utili-
zaron grandes piedras para completar el murallón y los distintos compartimientos que completaban el puerto. Es el cuartel militar
de las fuerzas romanas y la residencia de los procuradores; es el hogar de Cornelio en cuya casa Pedro había predicado.
2 Quizás profetizar “quiere decir probablemente que proclamaban la Palabra de Dios. Éstas no fueron las que predijeron a Pablo lo

que le iba a suceder en Jerusalén” (W. Sanford Lasor, Una iglesia viva, pág. 331).
214

nando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de
ahogado y de fornicación. 26Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose
purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando
había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos.
El equipo de obreros hace los preparativos incluyendo la obtención de caballos o mulas para partir, y así
salen desde Cesarea para Jerusalén, una distancia de aproximadamente 95 a 100 kilómetros. [Page 158] La
cubren en dos días con una escala intermedia. En la caravana hay varios hermanos de Cesarea, incluido
Mnasón, “con quien nos hospedaríamos” (v. 16).3 Es posible que hubieran hecho arreglos de antemano para
el alojamiento, dado que son muchas personas. Como este hermano mencionado es un “discípulo antiguo”
(comp. 4:36; 11:20), está en condiciones de suministrar a Lucas abundantes datos sobre los primeros tiempos
de la misión.
1) El encuentro con Jacobo
Al llegar a Jerusalén, Pablo y sus compañeros recibieron una calurosa bienvenida. En estos versículos Lu-
cas explica la inquietud que existe en la iglesia. “Al día siguiente” Pablo se entrevista con el presbiterio presi-
dido por Jacobo (v. 18). Este hermano es el líder indiscutido de la iglesia judeocristiana, especialmente des-
pués que Pedro y Juan abandonaron la ciudad. Lucas trata de destacar que están reunidos los dos líderes más
representativos de la iglesia en ese momento. Aunque ésta no es la primera entrevista sino quizás la cuarta—
dos registradas en Gálatas (1:18–19; 2:1, 9) y una en ocasión del concilio (15:2–27)—muchas cosas son
nuevas porque ha habido cambios tanto en Jerusalén (vv. 20–22), como también entre las iglesias de los gen-
tiles con evidente crecimiento y bendición de Dios.4
Aunque la entrevista pudo haber sido áspera, ambos siervos de Dios tienen una mente humilde y conci-
liatoria. Lucas observa [Page 159] primero a Jacobo. Dice que después que Pablo los saluda y les cuenta “una
por una las cosas que Dios había hecho” entre los gentiles por su ministerio (notemos el énfasis “Dios había
hecho”), este hermano y los ancianos no solamente “lo oyeron” sino que además “glorificaron a Dios” (v.
20). Como había ocurrido en ocasiones anteriores (11:18, 22–26; 14:27; 15:12) la reacción de la iglesia de
Jerusalén a la conversión de los gentiles es positiva y respondida únicamente con adoración. Además, están
conmovidos por la generosa ofrenda (24:17) que por años había preocupado a Pablo hasta hacerlo posponer
su visita a Roma (19:21; comp. Ro. 15:23). La contribución tiene el gran valor de expresar el amor cristiano
hacia los hermanos hebreos que pasan por dificultades. Los hermanos gentiles muestran de modo práctico su
solidaridad para con los que les habían predicado el evangelio (Ro. 15:27).
Todo parece andar bien, pero Lucas sabe que el presbiterio conoce la latente animosidad que existe contra
el apóstol. Así que, a continuación surge el tema: “Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han
creído; y todos son celosos por la ley” (v. 20), porque posiblemente pertenecían a la secta de los fariseos
(comp. 15:5). Por las informaciones recibidas, creían que Pablo había renegado de su trasfondo enseñando “a
todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos,
ni observen las costumbres” (v. 21).
¿Cuál es la preocupación de Jacobo? No es el modo de ser salvo, porque ambos sabían que era por fe en
Cristo. El problema, más vale, es cómo vivir la vida cristiana. Tampoco se refiere a la enseñanza para los cris-
tianos gentiles—porque en efecto Pablo insistía diciendo que la circuncisión no era necesaria (1 Co. 7:19; Gá.
6:15). La falsa acusación se basa en que “tú enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar
de Moisés”. En verdad, ni en Hechos ni en las epístolas hay sugerencia alguna sobre tal enseñanza de Pablo.
Lo que sí hay son razones por las que los gentiles no deben cumplir con los requisitos de la ley. No eran nece-
sarias para ser salvos ni para vivir la vida cristiana (comp. Ro. 14:5–8). Lo más probable es que sus adversa-
rios utilizaran el pretexto de la enseñanza de Pablo a los cristianos gentiles, generalizándola, para crearle un
ambiente desfavorable.

3 Uno de los manuscritos más antiguos (Codice Beza) dice así: “Y también vinieron con nosotros algunos de los discípulos de Cesa-

rea; y estos nos condujeron hasta nuestros hospedadores. Al llegar a cierta villa fuimos alojados con un cierto Mnasón, un chiprio-
ta, discípulo antiguo. Y saliendo de allí vinimos a Jerusalén y los hermanos nos recibieron con gozo” (David Smith, The Life and
Letters of Paul, pág. 467).
4 Son interesantes los tiempos que Lucas proporciona hasta que Pablo llega a Roma. Desde 21:17 a 24:23 hay doce días. Desde

24:24 a 24:27 tenemos dos años. Después desde el 25:1 hasta 28:7 hay alrededor de cinco meses. Lucas dedica bastante espacio al
arresto de Pablo y su comparecencia delante de las autoridades, como queriendo indicar la actitud benévola del Imperio Romano
frente a la injusta y desordenada acusación de los judíos.
215

[Page 160] La expresión “ni observan las costumbres” (v. 21) es muy vaga y se refiere posiblemente a los
ritos ordenados por la ley de Moisés (comp. 6:14). Concluyendo, el tema es éste: ¿Deben los creyentes de ori-
gen judío cumplir con las costumbres en boga? El rumor afirmaba que Pablo decía que no, pero nada hay de
ello.
Tanto Jacobo como los ancianos juzgan que la situación es peligrosa. Planean, entonces, un remedio que
proponen a Pablo como solución para definir su actitud hacia la ley. Lo plantean así: “La multitud [judíos
cristianos celosos de la ley] se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te decimos:
Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con
ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les
informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley” (vv. 23, 24). Estos cuatro
hermanos habían hecho el voto nazareo (Nm. 6:1–18; Hch. 18:18) que era temporario, generalmente por un
mes.
La proposición de Jacobo tiene al parecer dos objetivos, aunque no son sencillos de explicar. Primero, le
sugiere a Pablo que se una a los cuatro hermanos con voto. “Tómalos contigo, purifícate con ellos”—le di-
ce—, lo que en primer término significa identificación. Estos hombres pudieron haberse contaminado, pero
Pablo no. Sin embargo, Jacobo le ruega que asuma esa posición de humildad. Segundo, Jacobo le propone a
Pablo que pague los gastos “para que se rasuren la cabeza”. Según Josefo,5 era meritorio en aquellos días que
un judío se uniera con un pobre que hacía voto y costeara los gastos del templo por su purificación. Este pago
por parte de Pablo les demostraría a todos su reverencia por la ley. Pablo acepta hacer todo esto manteniendo
su principio de hacerse “a los judíos como judío, para ganar a los judíos” (1 Co. 9:20). También Jacobo hace
una alusión interesante respecto de los gentiles. Le dice que la dificultad para el ingreso de los “que han creí-
do”, está ya solucionada a partir del concilio de Jerusalén celebrado unos siete años atrás. Como bien lo sabía
Pablo, los hermanos de Jerusalén [Page 161] habían “escrito determinando que no guarden nada de esto;
solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (v. 25; ver
15:20, 29).
Hasta aquí todo marcha bien y Pablo se dispone a cumplir la propuesta a la brevedad. El v. 26 detalla lo
que hace: “al día siguiente, habiéndose purificado con ellos,6 entró en el templo, para anunciar el cumpli-
miento de los días de la purificación”. El proceder no involucra compromiso alguno para los principios, por-
que Pablo ya había practicado el voto nazareo en ocasión de su última visita a Jerusalén. En cambio, eviden-
cia un espíritu tierno y amable para con sus hermanos que no practican las cosas como él. Tanto Jacobo co-
mo Pablo tienen claro que la salvación del alma es únicamente por gracia por medio de la fe. También cono-
cen las exigencias de la vida cristiana, la labor del Espíritu Santo y el retorno del Señor Jesús. El problema se
relaciona con la cultura, la etnia y la ceremonia legal. Pablo no sacrifica principios doctrinales, pero flexibili-
za la práctica en beneficio de la unidad. Estos procedimientos hacen bien al pueblo de Dios.
2) El arresto en el templo (21:27–32)
27Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborota-
ron a toda la multitud y le echaron mano, 28dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que
por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto ha metido a griegos en
el templo, y ha profanado este santo lugar. 29Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfe-
so, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo. 30Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó
el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas.
31Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba
alborotada. 32Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a
los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
[Page 162] Pablo ya estaba finalizando su voto de una semana, cuando una circunstancia imprevista mo-
difica la escena. Sucede que entre los peregrinos que acudieron a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés se
hallan algunos judíos de la provincia de Asia que conocen a Pablo (comp. 20:19). Parece que éstos también
individualizaron a Trófimo de Éfeso (v. 29). Entonces “alborotaron a toda la multitud y le echaron mano” (v.
27) (comp. 19:32) elevando las acusaciones. La primera, que Pablo “por todas partes enseña a todos contra el
pueblo, la ley y este lugar” (v. 28). Por lo ocurrido con Esteban (6:13) y lo que confirma el v. 29 que hemos
estudiado más arriba, ésta es la modalidad con la cual los fariseos quisieron eliminar el cristianismo desde los
días del Señor Jesús (Mr. 14:57–58). La segunda acusación es que Pablo “ha metido a griegos en el templo, y

5 Ant. XX. VIII. 6.


6 La ofrenda para esta purificación está detallada en Nm. 6:14–20.
216

ha profanado este santo lugar” (v. 28). Esta es más falsa aun que la anterior. Lucas, no obstante, trata de ex-
plicarlo de modo amable diciendo que ellos “pensaban que Pablo había metido en el templo” a Trófimo (v.
29). En verdad, los judíos habían visto a estos dos juntos en la ciudad y ahora sacan la conclusión de que
también el compañero gentil de Pablo estaba en el recinto interior del templo con él.7 Pero no es así. Trófimo
no había ingresado en el templo. No obstante, juntando ambas acusaciones lograron “que toda la ciudad” se
conmoviera y el pueblo se agolpara contra Pablo. Se apoderaron de él y “le arrastraron fuera del templo”
para eliminarlo.
Felizmente, la guardia militar romana observa lo que acontece e interviene aceleradamente. La compañía
tiene su asiento en la fortaleza Antonia edificada por Herodes el Grande en el límite noroeste del área del
templo.8
3) [Page 163] La protección de los romanos (21:33–40)
33Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, preguntó quién era y qué
había hecho. 34Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada
de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza. 35Al llegar a las gradas, aconteció que era lleva-
do en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; 36porque la muchedumbre del pueblo ve-
nía detrás, gritando: ¡Muera! 37Cuando comenzaron a meter a Pablo en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿Se me
permite decirte algo? Y él dijo: ¿Sabes griego? 38¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de
estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios? 39Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de
Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo.
40Y cuando él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho
gran silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
El tribuno que se hace presente quiere ante todo restablecer el orden; no conoce a Pablo ni cuál es su ver-
dadera función. Tal como la multitud había hecho, también el militar se apodera del apóstol pero con el pro-
pósito de protegerlo. Debido al espantoso ruido de la multitud y la gritería desorientada, el tribuno no puede
identificar al preso (ver 19:34) porque dice el texto que “no podía entender nada de cierto”.
La honestidad de Lisias a pesar de no poder identificar al acusado se manifiesta en la manera en que res-
cata a Pablo. Es llevado a la fortaleza en andas a “causa de la violencia de la multitud” (v. 35). Es la manera
de aumentar la seguridad. Los judíos lo acusan de profanar el templo, en cambio el tribuno cree que es un
terrorista egipcio (comp. 22:22; Lc. 23:18). El sedicioso al que alude Lisias es un “falso profeta egipcio” que
unos años antes había reunido una multitud en el Monte de los Olivos para prometerles un milagro similar al
de Jericó, es decir, que a su voz los muros caerían y ellos podrían entonces librar a la ciudad de los romanos
(Josefo: Ant. XX.8.6). Pero el procurador Félix desbarató el plan y [Page 164] mató a los sicarios.9 Lamenta-
blemente el egipcio huyó y no se oyó más de él. El tribuno sospecha que ha reaparecido y está enfrentando
una sublevación similar pero más elaborada.
Pablo inmediatamente se ocupa de proporcionar su identidad. Es “hombre judío de Tarso”, y ciudadano
“de una ciudad no insignificante de Cilicia” (v. 39), la primera ciudad de esta provincia, no sólo por su ri-
queza sino por su reconocida fuente de erudición, porque allí se edificó una de las universidades romanas. A
Lisias no le impresionan las declaraciones de Pablo ni su origen, porque simplemente se tranquiliza con saber
que no es el egipcio.
Pablo solicita autorización para hablar, y le es dada. Con el gesto de levantar la mano (comp. 13:16;
12:17; 19:33) y subido a las gradas de la torre Antonia, Pablo dirigió su discurso en “lengua hebrea” (posi-
blemente arameo)10 a la multitud que lo acusaba ardientemente.

7A los gentiles se les permitía entrar únicamente al atrio exterior conocido como “de los gentiles”, que no podían trasponer. Según
el historiador Josefo había “una piedra intermedia de separación con una inscripción que prohibía a todo extraño pasar so pena de
ser condenado a muerte” (XV.II.5) (comp. Ef. 2:14).
8 El atrio del templo estaba bajo constante vigilancia, especialmente en celebraciones donde se reunía mucho público. La guarnición

estaba compuesta de unos mil hombres bajo las órdenes de un “jefe de mil” (gr. Quiliarcos) denominado tribuno militar. En ese
momento esa persona era Claudio Lisias (23:26).
9 Sicarios (del latín sicarius y ésta de sica, que significa daga). Los sicarios son asesinos pagados que comenzaron en el tiempo de

Félix y cometieron muchas atrocidades por ser enemigos acérrimos de los romanos.
10 Idioma similar al hebreo que produjo varios dialectos (Gn. 31:47). Como idioma incluido en las lenguas de los conquistadores, se

extendió en muchas partes y en cada una tenía su característica. Fue usado por los asirios (2 R. 18:26; Is. 36:11) y por otros pue-
blos. Parte de Daniel (2:4–7:28) está escrito en aramaico y también parte de Esdras (4:8–6, 18; 7:12–26). Era el idioma del pueblo
en Palestina desde el retorno del exilio de Babilonia. Hay historiadores que insisten en que el Señor Jesús habló normalmente en
arameo, pero también lo hizo en hebreo y alguna vez en griego.
217

4) El discurso desde la torre Antonia (22:1–22)


1Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. 2Y al oir que les hablaba en lengua
hebrea, guardaron más silencio. Y él les dijo: 3Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado
en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de
Dios, como hoy lo sois todos vosotros. 4Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando
en cárceles a hombres y mujeres; 5como el sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de
[Page 165] quienes también recibí cartas para los hermanos, y fui a Damasco para traer presos a Jerusalén
también a los que estuviesen allí, para que fuesen castigados. 6Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de
Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo; 7y caí al suelo, y oí una voz que me
decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 8Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy
Jesús de Nazaret, a quien tú persigues. 9Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron;
pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. 10Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Leván-
tate, y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas. 11Y como yo no veía a causa de la
gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. 12Entonces uno llamado
Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, 13vino a
mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo
miré. 14Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y
oigas la voz de su boca. 15Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. 16Ahora,
pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre. 17Y me aconteció,
vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. 18Y le vi que me decía: Date prisa, y sal
prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí. 19Yo dije: Señor, ellos saben que
yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; 20y cuando se derramaba la sangre de
Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los
que le mataban. 21Pero me dijo: Vé, porque yo te enviaré lejos a los gentiles. 22Y le oyeron hasta esta palabra;
entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva.
Pablo inicia su defensa (gr. apologia) cuando aún el auditorio tumultuoso no había cesado la protesta. Pe-
ro al oír su idioma vernacular y el comienzo tan cariñoso, “guardaron más silencio” (comp. 7:2). Por segun-
da vez Lucas relata la conversión de Saulo. En el primer caso (cap. 9) utilizó sus propias palabras, pero ahora,
[Page 166] así como delante del rey Agripa (cap. 26), lo hace usando las palabras de Pablo. En el primer caso,
el énfasis estuvo en lo milagroso de la intervención de Dios y la actividad soberana del Señor Jesús. En éste,
aunque ese ingrediente está presente, es un discurso a una multitud hostil que trae severos cargos contra él,
acusándole de profanar el templo y despreciar la ley (21:28). El polo del mensaje es su lealtad a la tradición
hebrea, incluyendo desde luego la ley y el templo. Notemos los detalles destacados del discurso:
(a) Su origen hebreo (v. 39). Pablo describe su principio y trayectoria hebrea, utilizando frases cortas pero
llenas de contenido. “Nacido en Tarso de Cilicia”, que es una ciudad importante para los romanos, aunque
quizás no tanto para los judíos. Pero Pablo se interesa en que ellos sepan que no era un gentil infiltrado sino
un hebreo de nacimiento (Fil. 3:5–6; 2 Co. 11:22).
(b) Su educación ortodoxa. “Criado en esta ciudad”, queriendo apuntar a su familiaridad con la vida de la
nación al conocer desde niño la capital del país. Pero además, “instruido a los pies de Gamaliel” (ver 5:34), el
reconocido enseñador de su día, a cuyos pies se sentaban los más destacados fariseos para asimilar la instruc-
ción del maestro sentado en un lugar elevado (comp. Lc. 2:46; 8:35; 10:39). En verdad, la tolerancia y equi-
librio de Gamaliel hubieran sido necesarios en esos momentos de ofuscación, como lo son siempre que nos
encontramos en dificultades. Pero con frecuencia, ocurre que los alumnos son más severos o extremistas que
los mismos maestros.
(c) Su conducta en el judaísmo. “Estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios …” (v. 3).
Al comparar esta declaración con 24:14, nos damos cuenta de que “la ley de nuestros padres” se refiere a las
cosas escritas en la ley y los profetas (comp. Mr. 7:3). Pablo se esfuerza por mostrarles que el celo que él de-
mostró es tan robusto como el de ellos (21:20; Ro. 10:2; Gá. 1:14). Estaba convencido de que la interpreta-
ción de la ley que había recibido era la verdadera, y que todos los medios justificaban su defensa (Fil. 3:6).
Es exhibiendo este celo que persiguió “este Camino hasta la muerte” (ver 9:2) y justificó la despiadada
ejecución de [Page 167] Esteban (v. 20; 8:3; 26:9–11) y de otros muchos hermanos a quienes arrastró des-
carnadamente al patíbulo. El sanedrín sabe muy bien y el “sumo sacerdote también [me] es testigo” junta-
mente con “todos los ancianos” (ver 4:5, 15), que él cargó sobre sí la responsabilidad de aniquilar a los cris-
tianos. No es únicamente un profesante sino un “perseguidor de la iglesia” (8:1; 1 Co. 15:9; 1 Ti. 1:13).
218

(d) Su conversión a Cristo. “Pero aconteció que yendo yo …” Pablo pone gran énfasis en lo milagroso de su
cambio y a la forma inusual de la intervención de Dios. “De repente”—dice—“me rodeó mucha luz del cielo;
y caí al suelo” (v. 6). El resultado es una ceguera que lo inhabilita para seguir por sus propios medios y nece-
sariamente tiene que sujetarse a otro. Quien lo llama es nada menos que “Jesús de Nazaret” a quien él perse-
guía. Las palabras “de Nazaret” no están en 9:5 y 26:15. Como ya lo hemos señalado cuando comentamos la
historia de este episodio en el capítulo 9, Saulo, que entiende el idioma (v. 9), no comprende lo que acontece
aunque discierne que algo sustancial ocurrirá en su vida.
(e) Su primera relación con la iglesia. “Entonces uno llamado Ananías …” (v. 12). Aunque Pablo presenta a
Ananías como “varón piadoso según la ley” para que los judíos entiendan de quién se trata, relata con deta-
lles la labor de este enviado del Señor y la manera en que le explica el significado de la conversión. El v. 13 es
una narración resumida de lo que encontramos en 9:17. En cambio, el v. 14 es una declaración que no
hallamos en la primera narración. Dice que Ananías le comunica a Pablo que “el Dios de nuestros padres te
ha escogido” para su labor apostólica. Lucas utiliza el verbo “escoger”, una palabra que vemos de un modo y
otro solamente tres veces en el NT. Significa “ordenar de antemano” o “poner en funciones anticipadamente”
(ver 10:41) (comp. 3:20; 26:16). Es por este medio providencial que Pablo recibe su carácter de apóstol. El
ordenamiento no es caprichoso ni fortuito. Necesita previamente tener tres experiencias claras que son: (a)
“que conozcas su voluntad” (Ro. 2:18; Col. 1:9), vale decir que sepas con precisión el propósito de Dios para
ti. (b) “veas al Justo” (22:14; ver 3:14). Esta experiencia de haber visto al Justo que es Jesucristo, es impres-
cindible para que una persona pueda invocar el carácter de “apóstol de Jesucristo” (1 Co. 9:1). (c) “Y oigas la
voz [Page 168] de su boca”. Para ser apóstol (enviado) de Jesucristo, él mismo tiene que haber intervenido en
su envío a las labores (1 Co. 1:17). El “apóstol de Jesucristo” (1 Co. 1:1; Ef. 1:1) debe ser comisionado por
Jesucristo a quien ve y oye, precisamente para poder cumplimentar lo que Pablo señala en este testimonio:
“porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído” (v. 15) (comp. 26:16). Según el
cap. 26 el apóstol considera la visita de Ananías como parte de la revelación de Dios (vv. 16–18).
Aunque para la multitud enardecida estos detalles pasaran desapercibidos, para nosotros son de una im-
portancia rectora. Nos ilustran la calidad del llamado apostólico y el alcance del ministerio, en distinción con
los muchos que posteriormente también se anunciaron como apóstoles.
Por último, Ananías no se limita únicamente a mostrarle el propósito de Dios, sino a que Pablo se inicie en
la nueva senda. Imperativamente le ordena bautizarse para transformar su experiencia interior en una ac-
ción visible. Según la enseñanza de Pablo mismo, el bautismo no lava pecados (1 Co. 6:11) sino identifica con
Cristo (Ro. 6:3–6). Nos parece, entonces, que el texto está más claro si lo leemos así: “y lava tus pecados, in-
vocando su nombre”.
(f) Su visión en el templo: “… vuelto a Jerusalén orando en el templo me sobrevino un éxtasis …” Volunta-
riamente Pablo menciona su experiencia espiritual en el lugar que ellos alegan que menospreciaba y profa-
naba. Posiblemente se refiera a la visita registrada al comienzo de su ministerio (9:26; Gá. 1:17, 18), como
bien puede avalarlo el v. 18: “sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”
(ver 9:29). Desde el primer momento Pablo sabe que tendrá otro campo de labor que no es Jerusalén. Mien-
tras el Señor le enseña sus propósitos de enviarle a otros lugares, Pablo no comprende por qué alguien que es
el adecuado para predicar a su nación deba ser descartado, e inicia su argumentación: “Yo dije: Señor, ellos
saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti …” (v. 19), incluyendo la
escena de Esteban a quien denomina “tu testigo” (comp. Ap. 2:13) y la forma en que él se hace cómplice del
martirio (v. 20) (comp. 7:58; 8:1).
Pese a su cercanía al templo y su vinculación con la eliminación de Esteban, siguió los planes indicados
por Dios, y así [Page 169] cuando los hermanos de Jerusalén lo “llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tar-
so” (9:30), comienza a cumplirse la primera fase de la predicación a los gentiles (comp. Gá. 1:21; 2:7), que
en ese momento está en pleno desarrollo.
La mención de los gentiles es la gota que rebalsa el vaso del fastidio, porque es precisamente esa actividad
de Pablo la que ha enfurecido a los judíos, hasta solicitar la pena de muerte para el apóstol (v. 22). Están de
acuerdo en que los gentiles sean judaizados (prosélitos), pero discrepan en que se conviertan en cristianos,
porque es lo mismo que afirmar que los gentiles son ante Dios iguales que los judíos, y que los judíos necesi-
tan de Cristo para ir a Dios.
La brusca interrupción del discurso y el motín que provocan con gritos, tierra y ropas (v. 23) es tal mag-
nitud que casi eclipsa los interesantes temas que el predicador explica. Pero no nos dejemos confundir, lo
primero que se destaca es la ferviente fidelidad de Pablo para con Dios y el propósito divino con los hombres.
219

Lo segundo que vemos es que con la venida del Señor en la revelación que recibe Pablo, la revelación se com-
pleta al tener un mensaje fresco de “la voz de su boca” (v. 14). Dios ha hablado por su Hijo (He. 1:1).
5) El valor de la ciudadanía romana (vv. 23–30)
23Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, 24mandó el tribuno que le metie-
sen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra
él. 25Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un
ciudadano romano sin haber sido condenado? 26Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, di-
ciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano. 27Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres
tú ciudadano romano? El dijo: Sí. 28Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía.
Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. 29Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar
tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado. 30Al
día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas y
mandó venir a los principales [Page 170] sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante
ellos.
El furioso tumulto desconcertó al tribuno Lisias, responsable por el mantenimiento del orden en la ciudad.
Con la esperanza de calmar los ánimos tomó medidas de emergencia sin contar con los recaudos legales.
Manda meter a Pablo en la fortaleza para azotarlo (gr. mastizo̅, castigar con látigo) con el fin de obtener la
verdad del episodio porque no comprendía el arameo. Es el examen que solían aplicar a un esclavo o extran-
jero sospechado de mentir. Tampoco el tribuno entiende el contenido ni la vehemencia de la gritería (comp.
12:22; 21:34). Está cometiendo una doble ilegalidad. En primer lugar, solamente puede aplicarse la tortura
cuando un prisionero se niega a decir la verdad o la falsea, que no es el caso de Pablo. En segundo lugar,
aunque el tribuno lo ignora, está frente a un ciudadano romano que no puede ser ajusticiado sin causa justi-
ficada y defensa en juicio.
Están los soldados atándolo al poste para castigarlo, cuando Pablo le pregunta al centurión sobre la legi-
timidad de la pena, teniendo en cuenta su ciudadanía romana (ver 16:37). El tribuno que acaba de salvar al
predicador de la turba enfurecida, no puede disimular su asombro porque el castigo que está a punto de
acontecer es un salvaje flagelo, del cual, si saliera con vida con seguridad quedaría paralítico.
El tribuno toma a cargo la indagatoria por la cual, en su propio idioma ahora, descubre que Pablo es ro-
mano. Parece que esa ciudadanía podía adquirirse por derecho (en el caso de personas de alto rango) o por
recompensa para quienes siendo leales al Imperio hubieran hecho evidentes manifestaciones de fidelidad.
Pero por lo que dice nuestro texto, ninguno de los dos es el caso de Lisias que la adquirió en los días del em-
perador Claudio, sin reunir ningún requisito ciudadano sino sólo el financiero. El caso de Pablo es totalmente
distinto a los anteriores; él es romano porque nació dentro del territorio del Imperio. Aparentemente, su pa-
dre también lo era. De modo que al comprobar “que era ciudadano romano” el tribuno tuvo temor por
“haberle atado” (v. 29) y lo suelta, aunque por lo que leemos en el v. 30 esto no es un acto simultáneo.
6) [Page 171] Pablo ante el sanedrín (23:1–11)
1Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he
vivido delante de Dios hasta el día de hoy. 2El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban jun-
to a él, que le golpeasen en la boca. 3Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú
sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? 4Los que estaban pre-
sentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? 5Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacer-
dote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo. 6Entonces Pablo, notando que era una parte
de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo;
acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se juzga. 7Cuando dijo esto, se produjo disensión
entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. 8Porque los saduceos dicen que no hay resurrec-
ción, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. 9Y hubo un gran vocerío; y levantándose los
escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un
espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios. 10Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo
temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de
ellos, y le llevasen a la fortaleza. 11A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo,
pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.
220

[Page 172] PABLO ENFRENTA SU PRIMER JUICIO


1. La buena conciencia (v. 1) (comp. 24:16)
– vivir en santidad delante de Dios.
– vivir en integridad.
– vivir en dependencia.
(comp. 2 Co. 1:12; 2 Ti. 1:3; He. 13:18; 1 P. 3:15).
2. La santa reacción (v. 3)
– porque en lugar de ver justicia siente venganza.
– la función del sumo sacerdote es ajusticiar a los condena-
dos y no a un inocente.
(comp. Lv. 19:35; Dt. 25:1).
3. La actitud sabia (v. 6)
– produjo una declaración de fe que sinceró a su tribunal
(Hch. 26:5; 28:20).
– los errores doctrinales entre ellos son más graves que los
de Pablo (v. 8).
4. La intervención de Dios (v. 11)
– habiendo sido fiel en lo que Dios le confió, se extiende
ahora su ministerio (Hch. 18:9; 27:23).

Por una parte el tribuno tiene que brindarle a Pablo el derecho a la defensa, y por otra él mismo necesita
saber la causa de semejante alboroto. De las preguntas formuladas a la gente no obtiene resultado alguno por
la disparidad de contestaciones (21:33–34), así que opta por lo más sabio: confrontarlo con el sanedrín (v.
30).
Posiblemente el magistrado hubiera estado más satisfecho si hubiese podido actuar como los de Filipos
ante una situación similar: pedir disculpas al prisionero y rogarle que desaparezca (16:35–39). Pero Jerusa-
lén no es Filipos, y debe enfrentar el momento del mejor modo posible haciendo que el sanedrín (cuerpo de
hebreos con autoridad sobre el tema) (4:5, 15) tome cartas en la cuestión. Al leer el episodio podemos tener
en cuenta tres cosas:
(a) [Page 173] Pablo y el sumo sacerdote
La corte judía se reunió en su lugar de audiencia simplemente para condenar a Pablo, esperando que con
posterioridad el procurador romano ratifique la sentencia de muerte. Pero las cosas siguen un giro diferente.
Lisias, previendo una actitud de violencia, “mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio”, y
llevó personalmente a Pablo y “lo presentó ante ellos” (v. 30). Pablo, que ya abandonó cualquier tipo de justi-
cia por parte de los judíos, comienza a expresar su fe sin temor alguno y “mirando fijamente el concilio” di-
ce: “Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy” (23:1).
No les reconoce jerarquía y se les acerca en calidad de “hermanos” (4:8). Dos actitudes colman la tranquili-
dad de Ananías:11 (1) ser considerado simplemente “hermano” (hebreo) y (2) oír que la conducta judía del
preso—Pablo—es intachable (2 Ti. 1:3) (comp. 24:16; Gá. 2:10). Esta afirmación es inaceptable para Ananí-
as, porque como sumo sacerdote tiene el deber de velar por una lealtad absoluta a la tradición de los ancia-
nos. Sumamente ofendido, ordena a uno de sus asistentes que lo silenciara hiriéndolo en la boca. El gesto
arrogante de Ananías también es un craso insulto perpetrado por quien debió ser un ministro de justicia. La
respuesta de Pablo es lapidaria: “¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada!” La frase, que parece ser un pro-
verbio en boga (comp. Mt. 23:27), sirve para contrastar el exterior de apariencia pura con el interior de ma-

11 Ananías es un conocido sumo sacerdote que maneja la tradición de modo inconsciente e inescrupuloso desde el día de su ascen-
ción en el año 47 DC. Es de origen saduceo, pero ignorante de la voluntad de Dios. Unos cinco años después de este episodio es
remitido a Roma acusado de sedición. Es absuelto y vuelve a su país. Es asesinado en el 66 DC.
221

las intenciones, o quizás el muro elegante a la vista que como lo menciona el profeta (Ez. 13:10–13) pronto
sería derrumbado y solo quedarían las ruinas.
Pablo continúa recriminando al heridor indicándole desfavorablemente que aplica el juicio antes de tener
la sentencia. Quienes le oyen le dicen: “¿Al sumo sacerdote de Dios injurias?” (v. 4). El acusado tiene ahora
que presentar sus excusas, y dice: “no [Page 174] sabía hermanos, que era el sumo sacerdote”.12 Normal-
mente, las reuniones del sanedrín estaban presididas por el sumo sacerdote sentado en su asiento presidencial
en medio del semicírculo de los sanedristas. Pero en esta ocasión no sabemos que haya sucedido eso porque el
concilio había sido convocado por el tribuno. Así que bien puede ser que Pablo no haya reconocido a Ananí-
as, sea por su supuesta afección a la vista o por el cambio de sacerdote desde su última visita.
En verdad, el momento es dramático y con la disculpa que Pablo presenta (citando el texto de Ex. 22:28
“no maldecirás al príncipe de tu pueblo”) el asunto queda superado.
(b) Pablo y la división del concilio. Está claro para Pablo que la justicia en última instancia no provendrá de los
judíos, de modo que le parece sabio demostrar a los romanos la inconsistencia de sus acusadores. ¿Cómo?
Haciendo evidente la fractura que existe entre sus opositores en temas doctrinales esenciales para los
hebreos, pero intrascendentes para los romanos. Pablo se alinea con los que responden a sus convicciones, los
fariseos, y dice: “Varones, hermanos, yo soy fariseo hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrec-
ción de los muertos se me juzga” (v. 6). La frase desencadena una división en la asamblea, y es lo suficiente-
mente tumultuosa como para que los romanos no emitieran juicio alguno (comp. 4:32). Lucas se encarga de
explicar lo que acontece señalando que los “saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu,
pero los fariseos afirman estas cosas” (v. 8) (comp. Mt. 22:23; Hch. 4:2; 17:18). Pablo es un fariseo no sola-
mente por su linaje (v. 6) sino porque abriga y predica la esperanza de la resurrección, razón por la cual está
en dificultades. Los saduceos, en cambio, al negar la inmortalidad, descartan el valor de la esperanza mesiá-
nica que los judíos abrigaban desde después del exilio babilónico (Dn. 12:2–3). Refuerzan su posición secta-
ria negando a los ángeles y a los espíritus.
[Page 175] La estrategia de Pablo surte un efecto casi inmediato: “hubo un gran vocerío” (v. 9) y los es-
cribas (4:5) (comp. Lc. 5:30) inclinándose a favor del apóstol justifican sus experiencias espirituales dicien-
do: “no resistamos a Dios” (comp. 22:6–9; 22:17–19). A causa del tumulto, la verdadera razón de la acusa-
ción (haber metido a un gentil en el templo) queda totalmente de lado. Los ánimos no están ya para oír y dis-
cernir la situación a causa de la “grande disensión” producida en presencia del tribuno. Éste, “teniendo te-
mor de que Pablo fuese despedazado, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos y le
llevasen a la fortaleza” (v. 10).
(c) Pablo y la presencia del Señor
Pablo pasa una noche difícil. Tiene poca satisfacción con lo ocurrido durante el día y está preocupado por
su ministerio desde que llega a Jerusalén. Pero por otra parte, después del enfrentamiento con Ananías y el
tumulto fariseo–saduceo que acaba de protagonizar, es un verdadero alivio estar a solas bajo fuerte custodia
en la torre Antonia. Pablo siente mucha soledad y desazón acerca de su futuro. Ve pocas esperanzas de salir
con vida de esa ciudad, y mucho menos continuar su deseado viaje a Roma. Sin embargo, la misteriosa pre-
sencia del Señor Jesús pone muy rápidamente todas las cosas en orden: “Ten ánimo, Pablo”—le dice—“pues
como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma” (v. 11) (comp. 9:4;
16:9; 18:9; 22:17; 27:23). Lucas no es más explícito, y no sabemos si hay un diálogo o explicación sobre los
medios que Dios usaría. Estamos seguros, no obstante, de que Pablo siente una paz profunda y una valentía
reavivada que vigorizan lo mucho que le espera antes de arribar a Roma.
7) La protección del complot judío (23:12–35)
12Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo
que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. 13Eran más de cuarenta los que habían
hecho esta conjuración, 14los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros
nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que [Page 176] hayamos dado muerte a Pa-
blo. 15Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que
queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que lle-
gue. 16Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso
a Pablo. 17Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cier-

12 Muchos creen que no es una disculpa sino más vale un sarcasmo: Es como si Pablo hubiera dicho: “Ciertamente el sumo sacerdo-
te debe ser reverenciado, pero ¿quién podía suponer que este impostor es el sumo sacerdote?”
222

to aviso que darle. 18Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que
trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. 19El tribuno, tomándole de la mano y retirándose
aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? 20Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que
mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. 21Pero tú
no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldi-
ción, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa.
22Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto. 23Y
llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados,
setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; 24y que preparasen cabalgaduras en que
poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. 25Y escribió una carta en estos términos:
26Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 27A este hombre, aprehendido por los judíos, y que
iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. 28Y que-
riendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; 29y hallé que le acusaban por cuestio-
nes de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. 30Pero al ser avisado de ase-
chanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a
los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien. 31Y los soldados, tomando a Pablo
como se les ordenó, le llevaron de noche a Antipatris. 32Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen
con él, volvieron a la fortaleza. 33Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, pre-
sentaron también a Pablo delante de él. 34Y el gobernador, leída la carta, preguntó de [Page 177] qué provin-
cia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, 35le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó
que le custodiasen en el pretorio de Herodes.
El modo en que Pablo se libra de las manos del sanedrín es frustrante para ellos. Sin embargo, algunos
piensan que mientras esté cerca, algo deben hacer contra él. Toman otro camino: traman un complot y lo
juramentan “bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pa-
blo”. Lo básico es hallar una excusa para tener a Pablo en la calle. El complot está en contra de la voluntad de
Dios y él utiliza medios muy sencillos para frustrar todo. Aunque el juramento tiene la fórmula hebrea “Así
me haga Dios y aun me añada” sin echar mano a algunos incisos de excepción que posteriormente añadie-
ron, los cuarenta hombres bajo pacto deben morir porque lo pactado no se cumple.
La abrupta aparición del sobrino de Pablo sorprende, por lo poco que conocemos acerca de la familia del
apóstol. Lo que podemos ver es que las informaciones sobre el complot se filtran y llegan a oídos del joven
(quizás un adolescente) interesado en el destino de su tío. Pablo, que se encuentra en una posición de honra,
recibe visitas y da ciertas indicaciones sobre lo que el muchacho le informa. No obstante sigue siendo “el pre-
so” (Ef. 3:1; 4:1).
Con toda rapidez el tribuno decide enviarlo a Cesarea. La escolta que prepara parece exagerada, con in-
fantería, caballería y tropa armada con lanzas. Pero pensando en que pasarían la noche en el trayecto y la
situación era peligrosa, el tribuno cree que deben ir bien pertrechados. Cesarea era la capital de la provincia
de Judea y lugar de residencia del gobernador.13 Félix es en ese momento [Page 178] el gobernador, y ofició
como procurador de Judea a partir del año 52 DC.
Nos sorprende que Lucas haya conseguido tantos datos. Aun más, que haya podido disponer de la carta
que el tribuno envió al gobernador, máxime que estos temas estaban rodeados del secreto de estado. Lo que
posiblemente obtuvo Lucas fue el contenido en forma verbal y entonces redacta algo “en estos términos” (v.
25). Sea cual fuere la verdad, la nota reproduce los hechos con precisión destacando especialmente la exage-
rada participación que Lisias se da a sí mismo (v. 27), tergiversando la verdad en cuanto a que él sabía “que
era ciudadano romano” (v. 27) ya que la información la había obtenido cuando ya Pablo estaba atado al pos-
te del castigo (vv. 25–30). Si leemos nuevamente la carta y la comparamos con lo sucedido, nos damos cuen-
ta de que habiendo hallado “que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos; pero que ningún delito tenía
digno de muerte o prisión” (v. 29), entonces ¿para qué lo envía al gobernador? Él mismo tiene autoridad
para decidir favorablemente la situación. Sin embargo, Lisias—a nuestro entender—necesita afianzar las
relaciones con Roma por una parte, mostrando su efectividad en caso de tumulto (nótese que los verbos de la
carta están en primera persona del singular), y por otra parte quiere finalizar con el tumulto fenomenal que

13 Eltérmino gobernador es genérico (1 P. 2:14). En este caso se refiere al procurador (gr. epitropos) (Mt. 27:2). Esta persona “era
un oficial de finanzas bajo un procónsul o pretor que reunía los ingresos para el Imperio, pero además revestido de poderes magis-
teriales para realizar decisiones en cuestiones relativas a los impuestos. En algunas provincias como Judea, el procurador—que
dependía del delegado de Siria—era el administrador general y juez supremo con atribuciones expulsivas sobre la vida y la muer-
te” (W. E. Vine).
223

parece escapar a su control. Así que Pablo sale de noche para Cesarea haciendo una parada en Antipatris
para descansar. Habiendo cesado el peligro, los soldados volvieron a la fortaleza, y los jinetes llevan al prisio-
nero cruzando terreno habitado principalmente por gentiles hasta llegar a destino, y entregan a Pablo en
manos de Félix.
Este funcionario lee la carta y le pregunta a Pablo por la provincia de su nacimiento para confirmar que
está bajo su competencia. Añade que le indagará cuando “vengan tus acusadores” (v. 35). Mientras tanto el
acusado queda bajo custodia en el palacio que Herodes el Grande había levantado, y que servía de residencia
para el gobernador (pretorio) (comp. Fil. 1:13).
Reflexión
Al concluir una parte tan importante de nuestro estudio podemos resaltar algunas cosas. Si consideramos
los pensamientos de Pablo observamos algunos detalles:
[Page 179] 1. La convicción del apóstol sobre su vocación (22:14).
2. La seguridad sobre los alcances de su ministerio (9:15; 22:15).
3. La confirmación de que para cumplirlo tenía que ir a Jerusalén y a Roma (19:21)—razón por la cual
nada lo detiene (21:13; Ro. 1:15).
4. Aunque en cada emboscada está en juego el futuro del evangelio, la provisión de Dios es consecuente
con su promesa. Los romanos rescatan cuatro veces a Pablo de la muerte a manos de los judíos (21:32–33;
22:23–24; 23:10; 23:23), y en por lo menos tres de ellas lo declaran inocente.
5. La soledad de Pablo interrumpida pocas veces por la presencia del Señor (23:11) es digna de toda ad-
miración. En verdad, la promesa de Dios nunca falla, y en su ser interior hay algo más que convicción: está la
fortaleza del Espíritu Santo. Es un modelo de misionero, de obrero, y de ciudadano. En todo, la convicción
supera las dificultades.
224

[Page 180]
CAPÍTULO 29
8. PABLO PRESO EN CESAREA (24:1–27)
1Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador
llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. 2Y cuando éste fue llamado, Tértulo co-
menzó a acusarle, diciendo: Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en
el pueblo por tu prudencia, 3oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda
gratitud. 4Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad.
5Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por
todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. 6Intentó también profanar el templo; y prendiéndole,
quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. 7Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de
nuestras manos, 8mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás infor-
marte de todas estas cosas de que le acusamos. 9Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo..
Para apreciar mejor la falsedad del discurso de Tértulo tenemos que apuntar a la calidad de persona que
es Félix. Se caracteriza por su crueldad y vida licenciosa. Lleva una vida amorosa muy tormentosa, con tres
matrimonios concretados con princesas y quebrados por infidelidad. El gobierno de Félix es además inestable
y sangriento, con sublevaciones, torturas y constantes intentos de revolución. Tanto Josefo (XX.8.5–6) como
Tácito hablan de él muy [Page 181] negativamente. Es este último quien dice: “Ejerció el poder de rey con la
mente de un esclavo” (Historias 5.9). Es realmente un régimen de terror que termina cuando Nerón lo llama
a Roma en el año 59 DC. Aunque los antecedentes son malos, es la persona provista por Dios para vigilar el
destino de Pablo. Como magistrado romano, Félix se cuida muy bien de proteger a Pablo bajo la ley romana.
Sin embargo, Tértulo dice lo contrario a todo este antecedente.
A. La acusación de Tértulo
El gobernador Félix hace venir a los acusadores a Cesarea. Durante el tiempo transcurrido los judíos no
habían estado ociosos. Al contrario, trabajaron implacablemente para armar sus acusaciones para la audien-
cia. El sanedrín nombra a una delegación compuesta por el sumo sacerdote Ananías en representación de los
fariseos. Para evitar fricciones mutuas asocian a un letrado judío o quizás helenista llamado Tértulo, a fin de
que hable en la audiencia exponiendo el punto de vista de ellos (comp. 23:15).
Cuando la delegación llega a Cesarea y todo está preparado, Félix hace venir al acusado Pablo para que
esté frente a sus acusadores. Tértulo comienza su exposición con una florida adulación a Félix para ganar su
favor: “Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu pru-
dencia”, etc (v. 2). El orador sabe, no obstante, que está mintiendo porque todos los presentes pueden presen-
tar pruebas en contrario. Pero el alegato sigue: “Oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en
todo lugar con toda gratitud” (v. 3).
A continuación, Tértulo cambia el tono de su alocución porque comienza a detallar los cargos contra Pa-
blo. Habla en términos duros que mezclan traición con herejía y sacrilegio. Dice que es “una plaga”, “un
promotor de sediciones”, “cabecilla de la secta de los nazarenos” (comp. 5:17; 15:5)1 que “intentó también
profanar el templo” (v. 6). A estas exageraciones, Tértulo justifica la acción desplegada por los judíos como
“prendiéndole, quisimos juzgarle [Page 182] conforme a nuestra ley” (v. 6), pero esto tampoco es cierto,
porque lo que en realidad deseaban era matarlo (22:22; 23:12).
Tal como Lisias lo había hecho antes, ahora los judíos quieren manipular el incidente buscando el interés
propio. Quieren demostrar que la violencia tiene a Pablo como generador y a Lisias como ejecutor. Y según
Tértulo fue a causa de la inadecuada intervención del tribuno (v. 7) que se produjo el tumulto ¡porque ellos
querían la paz! Para completar su argumento el abogado de los judíos dice: “Tú mismo, pues, al juzgarle,
podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos” (v. 8) (comp. 22:14).
B. La defensa de Pablo (24:10–23)
10Habiéndole hecho señal el gobernador a Pablo para que hablase, éste respondió: Porque sé que desde
hace muchos años eres juez de esta nación, con buen ánimo haré mi defensa. 11Como tú puedes cerciorarte,
no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén; 12y no me hallaron disputando con ninguno, ni amo-
tinando a la multitud; ni en las sinagogas ni en la ciudad; 13ni te pueden probar las cosas de que ahora me

1 Para el sanedrín los cristianos eran todavía una secta judía herética.
225

acusan. 14Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres,
creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; 15teniendo esperanza en Dios, la cual
ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. 16Y por
esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres. 17Pero pasados algunos
años, vine a hacer limosnas a mi nación y presentar ofrendas. 18Estaba en ello, cuando unos judíos de Asia me
hallaron purificado en el templo, no con multitud ni con alboroto. 19Ellos debieran comparecer ante ti y acu-
sarme, si contra mí tienen algo. 20O digan éstos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando
comparecí ante el concilio, 21a no ser que estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrec-
ción de los muertos soy juzgado hoy por vosotros. 22Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado
de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro
asunto. 23Y mandó al centurión que se custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no
impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.
[Page 183] Sin responder palabra a los acusadores Félix hace “señal … a Pablo para que hablase”. Él
también comienza con palabras de buena voluntad, aunque con una mayor modestia: “Sé que desde muchos
años eres juez de esta nación”, sin calificar la forma de su desempeño. En verdad, Félix había sido procurador
por cierto tiempo ya, y había servido anteriormente en Samaria (Tácito: Annals 12.54). Estas experiencias le
sirven para entender un poco mejor la idiosincrasia hebrea.
Pablo comienza su defensa enfrentando la acusación de “promotor de sediciones” (v. 5) diciendo: “tú
puedes cerciorarte” que “no hace más de doce días que subí a adorar a Jerusalén”. El argumento pretende
fundamentar no solamente que en tan poco tiempo es imposible gestar una sublevación, sino que tampoco
fue esa su intención, porque no le “hallaron disputando con ninguno, ni amotinando a la multitud” (comp.
17:5)—como hubiese sido necesario si la acusación de Tértulo era cierta. Además, dice Pablo “ni te pueden
probar las cosas de que ahora me acusan” (v. 13), como era imprescindible para la ley romana. Todo esto lo
afirma, enfrentando los cargos acerca de su conducta en Jerusalén. Lo que Tértulo dice que ocurrió “entre
todos los judíos por todo el mundo” (v. 5), por no estar dentro de la provincia de Félix, no es de pertinencia
en ese momento y Pablo no lo menciona.
Lo que sí refuta en segundo lugar es la acusación de ser “cabecilla de la secta de los nazarenos”. No lo
hace negando, ni tampoco describiendo sus labores realizadas, que poco podían interesar al gobernador ro-
mano. Más vale, elabora una corta y precisa confesión de fe que pone en claro su modo de pensar.2
(1) Sirvo al Dios de mis padres. A esta actividad la denomina aquí el “Camino” (9:2; 19:9, 23; 22:4)
(comp. 16:17; 18:25) y la encuadra dentro de lo que se conocía como religio lícita. El verbo [Page 184] “ser-
vir” (gr. latreu), que significaba en principio trabajar por contrato, toma después casi exclusivamente el ca-
rácter de servicio sagrado (oficio del culto—He. 9:1, 6). De modo que cuando Pablo habla en esos términos
pone a disposición del gobernador una cantidad de labores hechas para honrar al “Dios de sus padres”
(comp. 7:7; 26:7; 27:23; Ro. 1:9) en beneficio de todo el pueblo de Israel.
(2) Creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas. Esta afirmación no pudo caer
bien al sector saduceo que no creía en los profetas (Josefo: Antigüedades 10:6), pero es necesaria no sólo para
mantener la diferencia entre ellos, sino ante todo para confirmar la venida del Señor Jesús y del Espíritu San-
to.
(3) Teniendo esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber resurrección de los
muertos, así de justos como de injustos (v. 15). La esperanza es un enigma para ambos grupos israelitas pre-
sentes. Aunque los fariseos efectivamente creían en ella (23:6) (comp. 26:6; 28:20), vivían descorazonados
porque no se verificaba en la “redención de Israel” (Lc. 24:21) (comp. Lc. 1:68–69). Los saduceos, en cam-
bio, la niegan rotundamente y con ello hacen a un lado el juicio sobre los injustos que tan rotundamente
afirma Pablo.3 Pero al involucrar a sus acusadores en la misma expectativa (“la cual ellos también abrigan”),
crea muchos interrogantes en los oídos del gobernador que simplemente está más confundido que al princi-
pio. Notemos que los cargos sobre sedición no tienen modo de probarse y los de doctrina puestos de esta ma-
nera no existen. Entonces ¿qué?

2 El término “secta” no tiene para ellos en ese momento el sentido que adquirió posteriormente (5:17; 15:5). Significa más vale
“denominación” o “grupo”. Aunque el término no lo usan los cristianos (28:22), para los demás son una secta, en algunos casos
simplemente para distinguirlos de los fariseos o saduceos. Lo que sí es despectivo es hablar de la “secta de los nazarenos” (v. 5),
según Pablo mismo lo reconoce (v. 14).
3 Es el único lugar donde Pablo específicamente menciona la resurrección de condenación (comp. Dn. 12:2; Jn. 5:28–29; Ap.

20:12).
226

(4) Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres (v. 16). A
causa de la resurrección y seguridad de tener que comparecer ante el trono de Dios (2 Co. 5:10) para dar
cuenta, es que Pablo se esfuerza para vivir con buena conciencia (23:1) (comp. 1 Co. 10:32; Fil. 1:10), es
decir sin mancha, sin herida, sin culpa.
[Page 185] Finalizada la confesión de fe, Pablo continúa explicando su actividad en Jerusalén. Primero
señaló lo que no hizo (vv. 12–13); ahora, en cambio, se ocupa de lo que sí hizo. Lejos de intentar “profanar el
templo” como dice Tértulo (v. 6), Pablo afirma haber tenido propósitos netamente religiosos y similares a los
que ellos tienen—o deben tener. Después de un intervalo de “algunos años” (quizás cuatro o cinco desde la
última visita, señalada en 18:22, o tal vez refiriéndose al Concilio descrito en el cap. 15), vuelve a ingresar a
esa casa trayendo las contribuciones para los creyentes pobres de Jerusalén (v. 17), posiblemente las ofrendas
mencionadas en 1 Co. 16:1–4; 2 Co. 8–9; Ro. 15:25–27.4 Entra al templo bajo pureza ceremonial rigurosa (v.
18), precisamente para evitar malos entendidos. No hay multitud ni sedición ni violencia de ningún orden.
Fueron “unos judíos de Asia” (21:27) que no están allí para presentar pruebas testimoniales, quienes de-
dujeron lo que ahora otros presentan como cargo. Esa ausencia es clave para la defensa que presenta Pablo,
protegido bajo ley romana. Los romanos odiaban a los acusadores que no se presentaban en las audiencias.
Pablo, queriendo desenmascarar aun más a sus acusadores, dice: “O digan éstos mismos si hallaron en mí
alguna cosa mal hecha, cuando comparecí ante el concilio” (v. 20) (comp. 20:16).
Ante el silencio, Pablo da la versión sobre el origen del alboroto: “a no ser que estando entre ellos pro-
rrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy juzgado hoy por vosotros” (v. 21). No es
una autoacusación sino una manera de dejar en claro la base de su enseñanza y el punto clave que la asam-
blea de los judíos en su momento no supo tolerar ni quiso manejar (23:6–7). Al volver al terreno teológico,
Félix da por terminada la audiencia.
[Page 186] C. El aplazamiento de Félix
El gobernador romano, que está “bien informado de este Camino” posiblemente por intermedio de Drusi-
la su mujer, pospone los procedimientos. Por una parte no puede condenar a Pablo ya que ni Lisias, el tribuno
(23:29), ni él mismo, pueden hallar falta luego de una audiencia sin cargos valederos y sin testigos como
exigía la ley. Las acusaciones de Tértulo no convalidan la decisión anterior del sanedrín (23:9), de modo que
todo resulta confuso. Por otra parte, el gobernador no quiere liberar a Pablo por no destrozar el favor que
estaba ganando entre los judíos y que necesitaba. Al leer el v. 26 nos enteramos de que Lucas está al tanto de
una poderosa razón privada: “esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase”. El
gobernador sale del paso de modo elegante: “Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de
vuestro asunto” (v. 22).
Los romanos utilizaban distintos grados de prisión. Pablo, que es ciudadano romano, acusado pero sin
cargos en su contra, obtiene una reclusión parcial. No es llevado a la cárcel sino simplemente detenido bajo
las condiciones de la libera custodia que concede alguna libertad y que no impide a ninguno de los suyos
servirle o venir a él. Lucas no dice si Lisias bajó alguna vez a Cesarea para aportar más información o per-
cepción sobre este asunto, aunque no dudamos que visitó al procurador en más de una ocasión. Al parecer,
Félix deja el tema en punto muerto, pero no lo da por terminado.
D. Pablo testifica delante de Félix y su mujer Drusila (24:24–27)
24Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca
de la fe en Jesucristo. 25Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero,
Félix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré. 26Esperaba también con esto,
que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él. 27Pero
al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos,
dejó preso a Pablo.
[Page 187] Una nueva persona aparece en escena. Se trata de Drusila, la hija menor de Herodes Agripa I
(12:1). Esta había estado casada durante 15 años con un rey sirio, pero su reconocida belleza la hizo codicia-

4 Aquí hallamos la única referencia clara de los Hechos al propósito de Pablo en su visita a Jerusalén, que tanto espacio ocupa en las
epístolas. El evangelista era portador de una ofrenda de las iglesias gentiles para los empobrecidos cristianos de Jerusalén (Everett F.
Harrison, El Comentario Bíblico Moody. Ed. Moody, pág. 232.
227

ble a otros magistrados. Así que Félix se enamoró de ella y se casó. Según dice Josefo, con la ayuda de un ju-
dío de Chipre Félix persuadió a Drusila para que abandonara a Aziru y se casara con él.5
Algunas versiones del NT añaden que fue por iniciativa de ella que Pablo aparece en la escena, porque
ella quería oírle. Según estos manuscritos Drusila “pidió ver a Pablo y oír la palabra. Deseando satisfacerla,
Félix llamó a Pablo”.
La moral de este matrimonio y la clase de persona que es Félix nos explica, en parte, qué cosas quería Pa-
blo poner delante de ellos. Lucas no señala lo que dijo Pablo. No tenemos siquiera una versión resumida del
mensaje. Pero el escritor nos muestra los cuatro temas centrales. Primero les habló de “la fe en Jesucristo” (v.
24). Como Drusila es judía, muy bien Pablo pudo repasar la historia sobre la vida, muerte, sepultura y resu-
rrección de Jesús como lo vino haciendo en todas sus predicaciones, poniendo un énfasis especial en que Je-
sús es el Cristo (17:3) y que “en él es justificado todo aquel que cree” (13:39). Pablo espera que la ocasión
sea propicia para que Dios obre un milagro en esas vidas alejadas de Dios. Como lo hace constantemente, el
predicador espera que el mensaje aplicado por el Espíritu produzca el reproche íntimo que los haga cambiar.
Les explica, entonces, las tres esferas de sus vidas en las que el evangelio tiene que actuar.
Pablo está en lo meduloso de su disertación (gr. dialegomai)6 cuando Félix espantado (mejor dicho ate-
rrado) (10:4; comp. 1 R. 3:14; Ro. 13:3; 2 Co. 5:11) interrumpió la entrevista. ¿Cuál puede ser la causa del
espanto? Pues nada menos que la aplicación del [Page 188] evangelio a las tres áreas de la vida que Lucas
menciona: “justicia, dominio propio, y juicio venidero” (v. 25).
La reconocida crueldad del mandatario romano y la opresión deshumanizada con que trataba al pueblo,
sirven de fundamento para denunciar la injusticia y llamar la atención a lo que Pablo explica como la autori-
dad delegada de los gobernantes (Ro. 13:1). Por lo que escribió a los romanos sobre la justicia, Pablo se debe
de haber extendido más en el tema para que su auditorio comprenda la diferencia entre lo humano y lo divi-
no (Ro. 3:5, 25, 26), y pueda optar por lo segundo por el poder del Espíritu (Ro. 6:19; Ef. 6:14).
Pablo también conoce la agitada vida matrimonial de Félix y las razones por las que se casó con Drusila
para hacerla su tercera esposa. En consecuencia, aborda el “dominio propio”, el autocontrol que no está rela-
cionado con el esfuerzo humano por “ser mejor” sino con la actividad del poder de Dios operando en el in-
terior de la persona. Bien lo dice el texto griego enkrateia, que significa literalmente “fortaleza interior”. Es la
tarea que el Espíritu realiza en nuestro espíritu para balancear los poderes, inclinaciones e intenciones que
tenemos a disposición. Nosotros podemos elegir y contristar al Espíritu o autorizarlo a actuar y engrandecer
su propósito (Gá. 5:25; 2 P. 1:6).
Félix al oír—quizás por primera vez—una explicación semejante, se sintió afectado y temió seguir oyen-
do a Pablo. Pero las cosas empeoraron cuando ingresa el tema del juicio venidero. Ya sabemos cómo suele
Pablo tratar el tema (17:31; comp. Ro. 2:2–3), sobre todo cuando puntualiza el resultado de la acción de Dios
(Jn. 9:39; Ap. 20:11–15). Claramente describe un estrado más justo que el de César y más definitivo que el de
la ley romana. Ante ese trono todos los magistrados habrán de comparecer para rendir cuenta ante el Juez
Supremo.
El gobernador cree que ha oído suficiente y manda sacar a Pablo. Durante los meses subsiguientes Félix
“muchas veces lo hacía venir y hablaba con él” (v. 26). Lucas indica expresamente para qué lo hacía: “espe-
raba … que le diera dinero”, quizás sabiendo que Pablo lo tenía, o que lo podía conseguir. El soborno estaba
expresamente prohibido por ley, pero el corazón humano no mejora la ley humana (Josefo: Antigüedades
XX.9.5). Lo importante es que durante mucho tiempo Félix oyó el mensaje de la vida eterna.
[Page 189] Lucas no nos da más datos salvo que “al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio
Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo” (v. 27; 25:9).7

5 Josefo: Antigüedades. XX.7.2.


6 La utilización de este verbo demuestra que hubo diálogo o razonamiento entre las partes. Pablo presenta los pensamientos tal
como lo hizo hasta ese momento (17:17; 18:4, 19; 19:8, 9), y permite que la otra parte reaccione hasta comprender lo que Dios
propone.
7 A Félix se le había creado una situación muy desagradable por la manera de terminar con las sublevaciones entre judíos y gentiles

en la ciudad de Cesarea. Tenía oposición creciente con los judíos. Así que convenía poner el caso de Pablo a congelar, aun más allá
de los dos años máximos de detención que era el período legal.
228

[Page 190]
CAPÍTULO 30
9. PABLO ANTE FESTO (25:1–12)
1Llegado, pues, Festo, a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después. 2Y los principales sa-
cerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron, 3pidiendo contra
él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.
4Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve. 5Los que de
vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle. 6Y deteniéndose
entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en tribunal, y mandó que
fuese traído Pablo. 7Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando
contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; 8alegando Pablo en su defensa: Ni contra
la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada. 9Pero Festo, queriendo congra-
ciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas
delante de mí? 10Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he
hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. 11Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he
hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a
ellos. A César apelo. 12Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a
César irás.
De acuerdo con lo que leemos en la historia de Josefo “cuando Festo llega a Judea, el país estaba siendo
devastado por bandidos que incendiaban las aldeas y las saqueaban” (Antigüedades. [Page 191] XX.8.10).
Festo aparentemente actúa con celeridad para eliminar las bandas y devolver la paz a la provincia. También
decide finalizar con el caso de Pablo que su antecesor había dejado sin solución. Fueron estos temas pendien-
tes y la creciente disputa con los judíos que motivaron a César a relevar a Félix y ordenar un castigo severo
para él, que fue conmutado por la intervención de un hermano suyo (Josefo: Guerras de los judíos II.13.7).
Lucas demuestra el carácter activo del nuevo procurador, al decir que “subió de Cesarea a Jerusalén tres
días después” de llegar (v. 1). A pesar del tiempo transcurrido (24:17) y de las otras importantes necesidades
que tenían los judíos, el único afán de ellos es terminar con Pablo. De modo que los principales sacerdotes y
los más influyentes de los judíos (seguramente los más respetados del sanedrín), le piden en calidad de rigu-
roso favor (gr. caris) (vv. 11, 16)—es decir una decitio placitum—que “hiciese traer a Jerusalén” a Pablo.
Exteriormente para juzgarlo, aunque interiormente prepararían “una celada para matarle en el camino” (v.
3; 23:14–15). Aunque Festo desconoce el complot, se niega a complacerlos, aduciendo que “Pablo estaba
custodiado en Cesarea”. En otras palabras: “Pablo está amparado y será juzgado por la ley romana”. Es como
si les hubiera dicho: (1) Necesitamos tener los cargos bien formulados; (2) celebraremos una reunión donde
se puedan oír esas demandas y el acusado pueda ofrecer sus descargos; y (3) el juez pueda decidir (en este
caso el procurador) la sentencia a aplicar.
Para preparar la audiencia, Festo invita a “los que de vosotros puedan” (v. 5) que le acompañen a Cesa-
rea. Está seguro que solamente pueden mencionar “algún crimen” a entender de ellos que naturalmente ne-
cesita ser probado. Ya en Cesarea, Festo se constituyó y “se sentó en el tribunal”—formalidad legal para ejer-
cer justicia (comp. Mt. 27:19; Jn. 19:13).
Por su parte, Pablo está convencido de que si su causa ha de ser considerada con justicia, no debe mover-
se de la protección romana. Cuando llega a la audiencia “lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusa-
lén” (v. 7) (comp. 21:17; 28:17). Lo hacen quizás para amenazarlo o infundirle miedo, mostrándole que
nuevamente está en manos de ellos. Los judíos no terminan de comprender que a cada cargo formulado tie-
nen que producir la correspondiente prueba. Ellos creen que pueden hablar y hacer “graves acusaciones,
[Page 192] las cuales no podían probar” (v. 7). Cuanto más graves son los cargos, tanto más difícil les resulta
hallar la prueba, y tanto más se les complica el caso (comp. 24:5, 13; 1 P. 4:12, 16).
Pablo repite sus antiguos descargos al defenderse, y agrega “ni contra César he pecado en nada” (v. 8),
posiblemente destruyendo algún cargo similar al levantado en Tesalónica (17:6–8; comp. Lc. 18:2; Jn.
19:12). Aunque Festo sabe muy bien las intenciones de los acusadores y sus incapacidades ante la ley para
presentar pruebas, quiere “congraciarse con los judíos” (v. 9; 24:27) y entonces le ofrece a Pablo la opción
de ser juzgado por él, pero en Jerusalén, ya que los llamados “crímenes” habían sido cometidos en esa ciu-
dad. Pablo descubre que éste es un camino intermedio para pasar definitivamente a la jurisdicción de sus
enemigos, y entonces el caso estaría perdido. La respuesta a la opción es terminante: “Estoy ante el tribunal
del emperador romano, que es donde debo ser juzgado. Como bien sabe usted, no he hecho nada malo contra
229

los judíos … pido que el emperador mismo me juzgue” (vv. 10, 11 VP.).1 Por la manera en que Lucas narra
el suceso, parece que lo toma a Festo de sorpresa, como si nunca hubiese pensado que las cosas tomarían ese
giro. ¿Qué hacer entonces ahora? No puede pronunciar sentencia porque es violentar la ley romana. Tampo-
co puede soltar al acusado porque ha recusado al tribunal. Si lo hace obtendrá la censura unánime que los
judíos aprovecharían para criticarlo despiadadamente. Así que “habiendo hablado con el consejo”, es decir
los asesores que tenían los gobernadores o procuradores de provincia (comp. Mt. 12:14; 22:15) para estudiar
estos casos, comprende que no tiene otra alternativa que atender a la apelación.2
[Page 193] Aunque, dicho sea de paso, es posible que Pablo no se haya referido a César en carácter de
persona sino como status jurídico.3 Lo que sí nos parece importante es que con la actitud, Pablo está gestio-
nando una solicitud de religio lícita también para el evangelio, con el propósito de separarlo del judaísmo y
que no sea más tratado como una secta. La actitud de Festo es muy favorable para alcanzar los objetivos de
Pablo.
10. FESTO PRESENTA EL CASO A AGRIPA (25:13–22)
13Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo. 14Y como estu-
vieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por
Félix, 15respecto al cual, cuando fui a Jerusalén se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de
los judíos, pidiendo condenación contra él. 16A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar
alguno a muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.
17Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal,
mandé traer al hombre. 18Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospe-
chaba, 19sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el
que Pablo afirmaba estar vivo. 20Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá
ser juzgado de estas cosas. 21Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento de Augusto,
mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César. 22Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera
oir a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.
[Page 194] Al gobernador no le queda otro trámite que enviar al prisionero a la capital imperial, ero tiene
que tomar algunos recaudos preliminares, principalmente con la preparación del informe oficial para ser
sometido al emperador. En verdad, ésta es una tarea difícil para el procurador, ignorante además de los pro-
cedimientos previos sobre el caso. Repentinamente se le abre una puerta. En su visita a Jerusalén—que ya
hemos mencionado (v. 1)—concertó un encuentro con el rey Agripa que en forma inesperada parece concre-
tarse a los pocos días (v. 13). Este monarca era el hijo del Herodes de figura en los primeros tiempos de
Hechos (12:1, 6, 19, 23), y bisnieto de Herodes el Grande, tirano de Judea en los días del Señor Jesús. Además
era hermano de Drusila, la tercera mujer de Félix.
Los datos que suministra la historia es que era un títere del emperador, que había demostrado un carácter
sumiso y pusilánime. Además, vivía con su hermana viuda Berenice, con la cual mantenía una relación mari-
tal incestuosa (Josefo. Antigüedades XX.7.3).
Agripa y Berenice vienen a Cesarea en visita oficial y son atendidos por el magistrado con toda deferen-
cia. Festo aprovecha la oportunidad para presentarle el caso Pablo. Es interesante notar el modo en que lo
narra. Repasemos el texto: (1) Dice que el caso había quedado pendiente del gobernador anterior y que
cuando fue a “Jerusalén … los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos” pidieron que fuera conde-
nado. Él, por su parte, había respondido que de acuerdo a los romanos era necesario que antes el acusado
enfrente a sus acusadores y se defienda (vv. 15–16). (2) Cuando los líderes religiosos vinieron a Cesarea, sin
dilación se reunió la corte y los acusadores “ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba”, sino que
los temas contra él eran religiosos basados “en un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo”

1 “A César apelo” (RV).


2 Bajo la constitución republicana, la palabra apellatio y su correspondiente appelare se usan para expresar la solicitud de un indi-
viduo a un magistrado y particularmente a un tribuno del pueblo, tribunicium auxilium, para intervenir a fin de prevenir una
equivocación que podría introducirse en un juicio a un solicitante por orden de algún otro magistrado. El magistrado o tribuno a
quien se le hacía la solicitud tenía autoridad para anular la orden del magistrado contra quien se apelaba. (Warren Cornish, Greek
and Roman Antiquities. London. John Murray, pág 709).
3 De ser así, esta apellatio no estaba relacionada con una corte superior, sino con el derecho antiguo que tenía un ciudadano roma-

no a la provocatio que lo protegía del “juicio sumarísimo” que podía significar tortura o ejecución sin pasar por las instancias de
un juicio ordinario. Estaba limitado a temas criminales y consistía en volver a escuchar el caso previamente enjuiciado y dictar una
nueva sentencia sobre él. (Ibid. pág. 709).
230

(v. 19). (3) Como Festo era ignorante “en cuestión semejante”, preguntó a Pablo “si quería ir a Jerusalén y
allá ser juzgado”, pero Pablo apeló a César, y él le concedió lo solicitado (vv. 20–21).
Al oír los detalles de un tema tan insólito, Agripa se mostró interesado en ver a Pablo y escucharlo. Festo
de inmediato estuvo de acuerdo y concertó una entrevista para el día siguiente (v. 22), porque necesitaba
reunir datos a fin de escribir a César.
231

[Page 195]
CAPÍTULO 31
11. PABLO DELANTE DEL REY AGRIPA (25:23–26:32)
De los juicios que soportó Pablo, el que ahora nos disponemos a estudiar es el más largo y meduloso. Lu-
cas procura profundizar cada escena extrayendo jugosas conclusiones. El discurso de Pablo tiene más conte-
nido y está más estructurado que cualquiera de los anteriores. En verdad, también todos ponen cuidadosa
atención a las palabras que pronuncia. Pero veamos los preparativos. Lucas dice que “al otro día” se realiza la
audiencia real con un despliegue militar impresionante. Agripa y Berenice aparecen vestidos “con mucha
pompa”, según algunas fuentes con ropajes reales de color púrpura, con la corona de oro y collares reales
resplandecientes que impactan al público reunido. También Festo, representando a la corona imperial se viste
de rojo y todo parece ser un despliegue de autoridad, que en nada hace sospechar a Pablo lo que sucede.
Detrás también entran “los tribunos y principales hombres de la ciudad” y por “mandato de Festo fue
traído Pablo” (v. 23), sin corona ni ropa reluciente, sino con la túnica de prisionero. Este insignificante per-
sonaje es el polo de atracción general y la dínamo que mueve a los gobernantes.
A. Festo introduce la sesión (25:23–27)
23Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos
y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo. 24Entonces Festo dijo: Rey Agripa,
y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la
[Page 196] multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más.
25Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he de-
terminado enviarle a él. 26Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y
mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir. 27Porque me pa-
rece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.
Al ver el impresionante desfile y todo el protocolo, ¿qué piensa Pablo? ¿mira la pompa, la guardia, la ce-
remonia? No lo sabemos. Posiblemente en su interior compare la diferencia entre ser siervo de los hombres y
embajador de Cristo (Ef. 6:19–20), y se sienta gratificado por el auditorio dado por Dios.
Festo se dirige primordialmente al rey, y después “a todos los varones que estáis aquí juntos con noso-
tros”. Presenta una situación distinta a la real porque trata de mostrar la capacidad de decisión del procura-
dor frente a quien “toda la multitud de los judíos me ha demandado … dando voces que no debe vivir más”
(v. 24). Es verdad, primero, que no ha hallado “ninguna cosa digna de muerte” y segundo, que “él mismo
[Pablo] apeló a Augusto”. Pero también es verdad que su posición como procurador hubiera sido ridícula si lo
enviaba a César sin cosa cierta que escribirle (v. 26) acerca de un preso que hacía más de dos años que esta-
ba privado de la libertad sin sentencia.21 En verdad cargos tenía según los acusadores, pero faltaban las prue-
bas para sustanciarlos. Pudo haberlo declarado inocente, pero le hubiera generado gran problema. Así que,
ahora lo trae “ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle [investi-
garle] tenga yo qué escribir” (v. 26).
[Page 197] B. Pablo pronuncia su defensa (26:1–32)
1Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano,
comenzó así su defensa: 2Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti
de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. 3Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y
cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia. 4Mi vida, pues, desde mi
juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; 5los cuales
también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra
religión, viví fariseo. 6Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a
juicio; 7promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constante-
mente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. 8¡Qué! ¿Se juz-
ga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? 9Yo ciertamente había creído mi deber hacer
muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárce-
les a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo

21 ParaFesto, el emperador es aquí “mi señor” (gr. kyrios), nominación que ya usaban emperadores anteriores a los romanos, pero
que comenzó a utilizarse desde aquí en adelante y muy especialmente durante el reinado de Nerón, quien también llegó a deman-
dar otro título aún más absoluto (despote̅s) (G.A. Deissmann según F.F. Bruce).
232

di mi voto. 11Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobre-
manera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. 12Ocupado en esto, iba yo a Damasco con
poderes y en comisión de los principales sacerdotes, 13cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi
una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. 14Y
habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 15Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y
el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he
aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apare-
ceré a ti, 17librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18para que abras sus ojos, para
que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de [Page 198] Satanás a Dios; para que reciban,
por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. 19Por lo cual, oh rey Agripa, no
fui rebelde a la visión celestial, 20sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y
por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dig-
nas de arrepentimiento. 21Por causa de esto los judíos prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
22Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a
grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23Que
el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a
los gentiles. 24Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras
te vuelven loco. 25Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cor-
dura. 26Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso
que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón. 27¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo
sé que crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. 29Y Pablo dijo: ¡Quisiera
Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos
tales cual yo soy, excepto estas cadenas! 30Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador,
y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; 31y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo:
Ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. 32Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre
ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.
Siendo el rey quien le da la palabra, es a él a quien se dirige Pablo produciendo un meduloso discurso,
cuyo contenido va mucho más allá de lo que podemos descubrir con la simple lectura del texto que tenemos
delante, especialmente cuando describe la misión recibida del Señor. Pero vayamos por partes:
1) Es un fariseo de sangre y convicción
Fue un momento difícil para el apóstol solo y acusado de traidor, comenzar su defensa, pero siente paz de
Dios. Una de las [Page 199] razones es porque el rey “conoce todas las costumbres y cuestiones que hay entre
los judíos” (v. 3; comp. 25:19). Pablo no ingresa en los detalles de las luchas internas (23:7), ni de los arre-
glos entre grupos para ganar el favor de los romanos, simplemente lo deja flotando. El rey entiende bien lo
que Pablo dice, aunque posiblemente los demás no.
Es debido a esa circunstancia que Pablo se siente “dichoso” (afortunado) de hablarle a Herodes Agripa II
pese a los horribles antecedentes dejados por esa dinastía. Tenemos que recordar que el fundador del clan fue
Herodes el Grande. Éste mandó ejecutar a los niños en los días del Señor Jesús (Mt. 2:16). Herodes Antipas, su
hijo, había hecho degollar a Juan el Bautista (Mt. 14:2–8), y su nieto Herodes Agripa I, ejecutó a Jacobo,
hermano de Juan (Hch. 12:1). Pablo está ahora frente al bisnieto de aquella fiera de los días del Señor Jesús.
Sin embargo, los antecedentes no lo perturban ni cambian el tono del discurso que se dispone a pronun-
ciar. Es la apología más larga de su vida ministerial. Comienza recordando que es una persona conocida en
Jerusalén por la educación recibida (22:3), que como ya lo estudiamos había sido instruido a los pies de Ga-
maliel. Ahí profundizó su celo “conforme a la más rigurosa secta” de los judíos. Utiliza el término secta no
con el sentido que le damos nosotros sino más bien con el de “rama del judaísmo” (5:17; 15:5; 24:5, 14;
28:22). Aunque el rey no profesaba pertenecer a la misma denominación, Pablo habla de “nuestra religión”,
procurando unir a ambos bajo un común denominador. Él, no obstante, se declara “fariseo” (22:3; 23:6; Gá.
1:14; Fil. 3:5) porque quiere destacar su celo por las Escrituras del AT entre otras cosas.
Lo que sigue es más difícil de entender, porque no todos los presentes advierten dónde está el vértice del
ángulo en el cual se inicia la discrepancia con los fariseos. Pablo aborda el tema con mucha sabiduría y un
lenguaje tan académico como para que Festo no entienda y Herodes capte el tema en parte. Dice así: “Y aho-
ra, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cum-
plimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de
noche” (v. 7). ¿Qué dice? o mejor dicho ¿qué quiere decir? Para comprender, tenemos que descubrir la in-
233

terpretación que hace [Page 200] del sustantivo “promesa”. Si la promesa “que Dios hizo a nuestros padres”
no se había cumplido, entonces, es correcto que las “doce tribus” esperen su cumplimiento “sirviendo cons-
tantemente a Dios”. Pero si se había cumplido (comp. Lc. 1:55, 72; Ro. 9:4) como lo predicaba Pablo (13:32,
33), las cosas habían cambiado sustancialmente. Para Pablo “la esperanza de la promesa” (la venida del Me-
sías), se había cumplido en Cristo (comp. 28:20) y los judíos lo habían acusado porque no creían nada de lo
que se atribuía a Jesús.
2) Es un perseguidor convencido
Pablo comienza a explicar su teología de la promesa cumplida, asegurando que aún había judíos que du-
daban de la resurrección: “¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?” (v.
8). Si esa duda aún prevalece, la esperanza está muerta (Mt. 22:31–32) (Hch. 17:3, 31; 23:6; 24:15, 21;
26:23), lo que ya se observa en los saduceos. Si en cambio está viva, necesita recobrar vitalidad.
A continuación, Pablo pasa revista a los sucesos que vitalizan su esperanza y los explica. Como fariseo
había creído su deber “hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret”, pensando que era un im-
postor. El propósito de explicar la resurrección de esta manera lo introduce a la historia de su conversión,
que habrá de narrar por segunda vez en poco tiempo (22:3–21) y que aparece en Hechos por tercera vez
(9:3). Comienza mostrando un coraje despiadado al mantener sus convicciones en una persecución ciega
dentro de la ciudad de Jerusalén. Parece que esta narración expande lo poco que dice 8:3 y nos muestra la
ferocidad de la guerra santa—pero sin Dios y sin santidad (comp. 22:4, 19; 2 Co. 11:23). Encarcela, tortura,
mata o da su aprobación a los que lo hacen (9:2, 14). Invade sinagogas y hogares castigando con látigo, y
forzando a todos a abjurar blasfemando contra el nombre de Jesús (aunque no dice que lo haya conseguido),
y “enfurecido sobremanera contra ellos”, los persigue “en las ciudades extranjeras”. Saulo cree que el siste-
ma más propicio para terminar con el evangelio es eliminar a los cristianos, sin advertir que el poder de este
Camino provenía del cumplimiento de la promesa, según lo explica a continuación.
3) [Page 201] Recibe una visión celestial
Ocupado en estas funciones asesinas se dirigía a Damasco, una de las “ciudades extranjeras” (v. 11). Lle-
vaba “poderes y comisión de los principales sacerdotes” para extraditar a los que pudiera (ver 9:2; 22:5).
Pero antes de llegar a destino “yendo por el camino” al mediodía, vio una luz del cielo que sobrepasaba el
resplandor del sol, la cual lo rodeó a él y a sus compañeros (v. 13). “Y habiendo caído todos nosotros en tie-
rra” (en los otros casos dice que sólo Saulo cayó, pero probablemente los demás se levantaron de inmediato y
Pablo quedó en tierra). Estando en esa condición de humillación oye una voz que le habla “en lengua
hebrea” (posiblemente arameo) preguntándole por qué lo perseguía. Lo hace citando un proverbio en boga
sobre lo doloroso que es dar coces contra el aguijón. Es evidente que Pablo está preocupado en su mente por
la persecución de los cristianos, especialmente después de la muerte de Esteban, y no puede librarse de la
trascendencia de esa pregunta (1 Co. 15:9). A la pregunta que le formula la voz, él responde con otra pre-
gunta: “¿Quién eres, Señor?” es decir ¿quién es esa persona a quién yo persigo? Pablo le cuenta al rey que la
respuesta no se hace esperar: “Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quién tu persigues” (v. 15). En un modo muy
delicado, pero claro, Lucas nos muestra cómo Pablo identifica a Jesús con el Señor (gr. kyrios), que había sido
el tema de Pedro (2:36; 10:36) y es también el suyo.
Este principio es básico en el cumplimiento de la promesa que venimos estudiando (vv. 6, 7). También
queda claro que perseguir a los cristianos es ir contra Cristo, que es tanto el Señor de la iglesia como su cabe-
za.
Para el propósito que persigue Pablo, los detalles que siguieron al episodio en Damasco no son relevantes.
Pero lo que dice es importante para destacar quién lo comisionó y por qué está seguro de que es un apóstol
de Jesucristo.2 La primera orden que el Señor le dio es: “levántate y ponte sobre tus pies” (v. 16). Es un man-
dato necesario como un día lo recibió Ezequiel (2:1, 3, 7). Es como [Page 202] decirle: “prepárate para salir”.
La misión de Saulo, tal como la describe en este incidente, se asemeja a la que tenían aquellos grandes profe-
tas de Israel que también en su día el pueblo despreció (7:52).
Lo que Pablo narra es realmente sorprendente:
(1) para esto he aparecido a ti; para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas
en que me apareceré a ti (v. 16). Muchos podían ser empleados o dependientes de alguien en un trabajo,
como el término que Pablo utiliza lo expresa (Jn. 18:36; Hch. 13:36). Sin embargo, eran pocos los que ade-

2 Hay ciertas diferencias entre las tres narraciones de la conversión de Pablo, que comentaremos al final de este capítulo.
234

más de “ministros” (gr. hyperetes) (Lc. 1:2) podían ser “puestos” (ordenamiento especial) (comp. 3:20;
22:14) para operar en calidad de “testigos”. La habilitación de Pablo para ocupar ese lugar no es tanto su
educación como el que es un testigo ocular “de las cosas que has visto”, y de las que “me apareceré a ti” (v.
16) (comp. 18:9; 22:17; 23:11; 27:23). De esto último hay mucho ya para comentar.
(2) librándote de tu pueblo, y de los gentiles. Al leer Jer. 1:8 “no temas delante de ellos, porque contigo
estoy para librarte”, comprendemos algunas cosas que esta frase significa: (a) puede decir “eligiéndote de
entre tu pueblo para que les confieses el ’santo nombre’”; (b) otro concepto sería: “defendiéndote de sus ata-
ques”, como ocurrió en toda la carrera de Pablo y especialmente en los momentos que ahora le toca vivir
(comp. 21:32); (c) lo más probable es que además de lo anterior—que el rey Agripa puede comprender
bien—el Señor le dice que lo librará de las trabas religiosas y sus limitaciones tradicionales. Le asegura que
con la iluminación de su mente caerían todas las barreras culturales para dejarlo libre al servicio del evange-
lio.
Es posible que estos tres significados juntos ingresen dentro de la frase “librándote de tu pueblo y de los
gentiles”, garantizándole su compañía para los momentos difíciles que le tocarán atravesar (2 Co. 4:8–11).
(3) A quienes ahora te envío. El griego eg apostello̅ se de algunas versiones es muy contundente: “Yo te
envío” (22:21; comp. Ez. 2:3). Esta es la base de la función apostólica, que es similar a la que recibieran los
otros apóstoles: “Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Jn. 20:21). Estas palabras dan al [Page
203] apóstol la singularidad de una persona que ha oído el llamado del Señor y sale para cumplir una misión
específica, tal como lo veremos más adelante.
A continuación Pablo resume su misión a los gentiles en tres títulos importantes: (a) Para que abras sus
ojos, o para que sanes la ceguera de sus ojos (comp. Is. 42:7). Éste es el drama del mundo que nos rodea (2
Co. 4:4–6). Además de la bendición de oír el evangelio, necesitan la apertura de los ojos a fin de ver su con-
dición y arrepentirse (comp. Is. 35:5). (b) Para que se conviertan de las tinieblas a la luz—las tinieblas del
error, de la idolatría y de la superstición (comp. Jn. 8:12). La conversión significa para el predicador un
cambio completo y de raíz. Es un giro de ciento ochenta grados cortando toda vinculación con las tinieblas y
su entorno, para ir a Dios (9:35; 11:21; 14:15; 15:19) (comp. 1 Ts. 1:9). Los que oyen la demanda del evan-
gelio no pueden pisar con un pie el reino de Satanás y con otro el reino de Dios, porque el propósito es que
cada persona convertida cambie de soberano: “de la potestad de las tinieblas a Dios” (Col. 1:13), que salga
del reino de las tinieblas para ingresar en el reino de Dios y gozar de sus prerrogativas, tal como Pablo lo re-
sume a continuación. (c) Para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los
santificados (v. 18). La promesa del perdón es esencial en el mensaje del evangelio (3:19; 5:31; 13:38; Ef.
1:7; Col. 1:14), sin cuya cláusula el contenido adolece de un ingrediente primordial. El perdón es la desapa-
rición de la culpa del culpable. Esto es lo primero que debe ocurrir para que Dios pueda seguir adelante con
su propósito. La herencia mencionada es el lugar privilegiado de los santos (Col. 1:12), elegidos para formar
parte del cuerpo de Cristo (20:32; Ef. 1:4; 1 P. 1:4) (comp. He. 10:14). No sabemos cuánto de toda la explica-
ción entiende el rey. Pero sea cual fuere su experiencia, Pablo deja claro que su conducta concuerda con el
mandato recibido, que el Espíritu Santo ha estado con él desde su salida de Jerusalén. Pablo lo muestra en la
manera en que Dios trató con él, primero en disciplina y después en instrucción, para que sea quien es aho-
ra, un mensajero en cadenas.
Lejos de oír una queja contra los judíos, Agripa se encuentra con el brazo de Dios que quiere que los judí-
os y gentiles concluyan sus pleitos y vivan perdonados bajo las normas [Page 204] edificantes del reino de
Dios. A esta altura de su discurso, Pablo siente que ha llegado el momento de sacudir al rey, y lo hace con
una extraña afirmación: “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” (v. 19).
4) Es un predicador obediente
Lo sucedido no fue solamente una experiencia placentera, sino que incluye una visión, un sonido y un
mandato. Su sentimiento fariseo fanático queda de inmediato desarmado y resueltas sus dudas sobre la “secta
de los cristianos”. Cristo mismo que le aparece, lo envía y en obediencia a esa misión Pablo inicia su labor
itinerante. El término enviado no es únicamente alguien que sale para ver o contemplar el campo de labor o
quizás realizar alguna tarea errática por aquí y por allí. No, ésas fueron las distorsiones posteriores. Pablo
tiene claro el ámbito de su predicación: “anuncié primeramente a los que están en Damasco (ver 9:19, 20), y
Jerusalén (9:28–29) y por toda la tierra de Judea y a los gentiles” (13:46). También sabe cuál es el contenido
de su mensaje: “que se arrepintiesen y convirtiesen a Dios haciendo obras dignas de arrepentimiento” (v. 20)
(comp. 20:21). El arrepentimiento y la conversión son pilares básicos en la proclamación del evangelio (9:35;
235

14:15) y jamás debieran desaparecer de nuestro mensaje evangelístico. Con ellos están “las obras dignas de
arrepentimiento” que muestran el cambio de vida (Mt. 3:8; Ef. 2:10; Tit. 2:14).
Como estas últimas se mezclaron con la salvación, gran parte del pueblo evangélico eliminó la actividad
permanente de las buenas obras como mandato de Dios en favor del prójimo (Gá. 6:10), a fin de no ser con-
fundidos con la iglesia romana. Grave error.
Es precisamente este modo de proclamar el mensaje a todos por igual que genera las primeras voces de
protesta. Los judíos afirmaban que para recibir las promesas de Dios, los gentiles tenían que judaizarse pre-
viamente y aceptar los ritos de Moisés. Como no lo hicieron porque el Señor dio otro mandato, “los judíos
prendiéndome en el templo, intentaron matarme” (v. 21). Tal como ya lo hemos estudiado Pablo es librado y
conforme a la promesa del Señor (v. 17) y con su asistencia puede decir: “persevero hasta el día de hoy” o
“estoy de pie hasta hoy” (Ro. 14:4; 1 Co. 16:13). Como la alusión a la acción de los judíos fue tan general y el
rey no reaccionó pidiendo que explicara más, Pablo continúa con su [Page 205] defensa en juicio, agregando
una frase sustancial sobre el origen y contenido de su predicación que como veremos parece haber molestado
a Festo: “no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder”. Esto lo
menciona para confirmar que él no es un innovador sino un expositor del texto bíblico (Lc. 24:27, 44; Ro.
1:2; 1 Co. 15:3). Y añade, primero que “el Cristo había de padecer”; segundo, “ser el primero de la resurrec-
ción de los muertos”; y tercero “para anunciar luz al pueblo y a los gentiles” (3:18; 17:3, 32; 1 Co. 15:20).
En este momento se colmó la paciencia de Festo y clamando “a gran voz” dijo a Pablo: “Estás loco, Pablo;
las muchas letras te vuelven loco” (v. 24). ¿Se enfureció porque dijo que “el Cristo había de padecer” y cree
que alude al Imperio Romano? ¿o se siente involucrado en una responsabilidad común con los judíos porque
dice: “anunciar luz al pueblo y a los gentiles”? ¿o acaso no cree en la resurrección? No lo sabemos.
Lo que sí podemos notar es que desde este punto hasta el final del texto hay un llamativo movimiento en-
tre Pablo y las autoridades. Pablo por su parte, asumiendo su lugar de ofendido, dice: “No estoy loco, excelen-
tísimo Festo, sino que hablo palabra de verdad y de cordura”. Se dirige al gobernador con la formalidad ro-
mana (23:26; 24:3), y persuadido de su mensaje (gr. rem ̅ a) de verdad y de su mente sana (comp. 2 Co. 5:13),
rechaza plenamente el comentario de Festo. Afirma que no solamente el rey sabe lo que dice, sino también
todos, porque “no se ha hecho esto en algún rincón” (v. 26).
Ahora que ha logrado un espacio entre los magistrados, Pablo, no satisfecho con mostrarle a Festo que
Agripa conoce lo que habla, se dirige valientemente al rey y le pregunta: “¿Crees, oh rey Agripa, a los profe-
tas? Yo sé que crees” (v. 27). Si el soberano cree la voz de los profetas, concuerda con Pablo y su mensaje
encuadrado dentro “de las cosas que los profetas y Moisés dijeron” (v. 22). Agripa, a quien nunca le pregun-
taron semejante cosa, se turba y no sabe qué responder. De manera que la respuesta es difícil de compren-
der—máxime que algunos manuscritos presentan diferencia. Siguiendo una versión, le dijo: “Por poco me
persuades a que me haga cristiano”. Otra versión, en cambio, favorece: “En poco [tiempo] tratas de persua-
dirme a que sea cristiano”. El problema [Page 206] está en que “por poco” puede significar varias cosas. Con
todo, por lo que Pablo responde en el v. 29, esta última nos parece ser la más aceptable. Si hubiera habido
algún sarcasmo por parte del monarca, Pablo lo desecha y sigue con su pensamiento sin entrar a aclarar qué
significa ser o no cristiano.
Más vale, aprovecha la oportunidad para hablar de la libertad. Así que, levantando las manos dice: “¡Qui-
siera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales
cual yo soy, excepto estas cadenas!”3
Las electrizantes palabras del apóstol produjeron un efecto de desconcierto en el auditorio y Agripa siente
que si Pablo continúa con su defensa, muy pronto se encontrará comprometido con ella—tendría que aceptar
a los profetas y ser cristiano, o rechazar el compromiso y quedar en ridículo. De modo que sin responder
opta por la actitud de abandonar su sitial. Los demás hacen lo mismo. Los jueces son juzgados, y aunque Pa-
blo queda preso, gana confianza al pronunciar el mensaje de la libertad y siente paz. Ellos son los verdaderos
atados, y el apóstol queda libre de responsabilidad.
“Cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí” sobre la inocencia de Pablo. Parece repetirse el episodio
cuando Herodes, uno de los antecesores de Agripa, y Pilato unos treinta años atrás hicieron lo mismo con
Cristo (Lc. 23:14). Festo quizás cree que Pablo está loco y Agripa piensa que es fanático, pero ambos con-

3 Esimprobable que un ciudadano romano estuviera encadenado antes de ser condenado. La forma plural “estas cadenas” más vale
significan esta condena, esta esclavitud, o simplemente esta prisión.
236

cuerdan en que “ninguna cosa digna de muerte ni de prisión ha hecho este hombre” (v. 31). En consecuen-
cia, Agripa cree que “podía … ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César” (v. 32).
Reflexión
Es notable que Lucas haya descrito tres veces la conversión de Pablo. La primera de modo histórico (9:1–
19) y las otras dos como discursos que el acusado realizó en su defensa (22:5–16; 26:12–18). Al hacerlo,
naturalmente muestra la importancia del suceso y despierta la curiosidad a la comparación.
[Page 207] En verdad, notamos ciertas diferencias en los relatos. Algunas son de poca significación, pero
otras merecen un comentario. Lo primero que llama la atención es lo que sucede con los compañeros de Pa-
blo.
En 9:7 dice que los hombres que iban con Saulo “se pararon atónitos” (es decir mudos o sin hablar); en
22:9 que “vieron la luz” y en 26:14 que “todos cayeron en tierra”. Por otra parte, en 9:7 señala que éstos
oyeron la voz, y en 22:9 que no la entendieron.
Al comparar todos estos textos advertimos que en ningún caso tenemos el relato completo de lo que ocu-
rrió, debido posiblemente (en el caso del cap. 22 y 26) a los distintos tipos de oyentes. Lo más probable con
respecto a los compañeros de Pablo es que todos cayeron, pero los hombres se levantan primero y Pablo que-
da en el suelo. Es con él con quien el Señor tiene el encuentro (v. 8). Además todos los hombres ven la luz
pero no a la persona que habla. Oyen la voz pero no comprenden el mensaje. Por otra parte, casi con seguri-
dad la voz que oyen es sólo la de Saulo, como bien lo dice F. F. Bruce: “Los compañeros oyeron que hablaba,
pero no vieron a quien dirigía la conversación”.
Otro tema que también despierta comentarios es la visión de Ananías. Aunque en el cap. 9 es donde lee-
mos la historia narrada con detalles, algunos datos que Pablo da en los otros dos comentarios parecen discre-
par. Lo más probable es que el cap. 9 da la participación de Ananías y el cap. 26 presenta la comisión com-
pleta que recibió Pablo. Esta última está compuesta de tres partes: Primero, una conversación del Señor antes
que Pablo entrara en Damasco (26:16); segundo, las palabras de Ananías; y tercero, la posterior revelación
que recibe en el templo cuando le sobrevino un éxtasis (22:17). Por otra parte, delante de la multitud enfure-
cida (cap. 22) algunos detalles son innecesarios porque no hacen al meollo de la apología, aunque conviene
decir que Ananías es “varón piadoso según la ley”, que tiene “buen testimonio de todos los judíos que allí
moraban” (v. 12). Delante de las autoridades sí es preciso abundar en los detalles (26:3–18), cosa que en
efecto hace según lo vimos más arriba. Pablo reúne la mayor cantidad de datos posibles, tanto de lo que Jesús
le dijo en el camino como de lo que recibió en Jerusalén juntamente con las palabras de Ananías.
237

[Page 208]
CAPÍTULO 32
12. EN VIAJE A ROMA
Roma había sido fundada alrededor del año 753 AC sobre siete colinas, y se convirtió en el centro de
atracción de muchos pueblos tanto por su hermosura como por su cercanía al Mediterráneo. En los tiempos
del NT el crecimiento estaba en su apogeo con edificios de varios pisos. Los césares atraían los beneficios de
todo el mundo conocido. Edificaron en el corazón de la ciudad una serie de construcciones nunca igualadas
en ninguna otra capital. La misma concentración de riqueza trajo bienestar económico y corrupción de todo
tipo, generando un polo de degeneración. Roma [Page 209] aventajaba a todo el mundo por su magisterio
jurídico, y por algunas características de su legislación pudo integrar pueblos de distintos trasfondos, tanto
griegos como judíos y bárbaros. Todo esto era con cierta precariedad y solamente en el orden social. Los ro-
manos trataron de promover la cultura e idioma griegos. Respetaron las religiones de los pueblos mientras
preservaron o estimularon los beneficios de la pax romana.
Estos antecedentes, y muchos otros imposibles de enumerar, engendran en Pablo un ferviente deseo de vi-
sitar Roma. Como sabe bien el grado de decadencia moral a que Roma ha llegado (Ro. 1:21–32), cree que el
evangelio es la única solución para sus males. Además, está seguro de que si Antioquía es un buen centro
para extender el mensaje (también Éfeso o Tesalónica), ¡cuánto más puede serlo el corazón del Imperio!
Ignoramos cuándo se comienza a conocer el evangelio en Roma, pero hemos estudiado que judíos roma-
nos residentes en Jerusalén (2:10) están presentes en Pentecostés. Posiblemente ellos mismos lo llevan, o qui-
zás otros. Lo importante es que durante una visita que Pablo hace a Corinto—según hemos visto—envía una
carta a la iglesia allí y algunos miembros de la iglesia lo acompañan en el último tramo de su travesía a la
ciudad (28:14–15) donde debe ser juzgado.
Va con muchas ansias y tal como lo ha deseado por mucho tiempo (Ro. 1:10), aunque posiblemente no de
la manera que él hubiese querido. Por lo que leemos en la epístola que envía a estos hermanos, su anhelo es
llegar a los confines del Imperio (España) (15:23–24) cumpliendo lo que sentía como el objetivo de su lla-
mamiento.
A. Primera etapa: Desde Cesarea a Creta (27:1–12)
1Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un
centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. 2Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar
los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3Al otros día llega-
mos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido
por ellos. 4Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los [Page 210] vientos
eran contrarios. 5Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6Y
hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella. 7Navegando
muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a
sotavento de Creta, frente a Salmón. 8Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos
Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea. 9Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la
navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, 10diciéndoles: Varones, veo que la navega-
ción va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras
personas. 11Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía. 12Y
siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a
Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
Estamos en los alrededores de julio del año 59 o 60 DC, y todo está preparado para enviar a Pablo a Roma
juntamente con algunos otros presos. Posiblemente a varios de estos los aguarda la sentencia de jugar el papel
de bestiaarii, es decir, personas que deben pelear con las fieras en el circo. Ellos para ser ajusticiados, y el
pueblo para diversión (comp. 1 Co. 4:9).
En Cesarea los presos quedan a cargo “de un centurión llamado Julio”, militar que pertenece a la guardia
imperial. La “compañía Augusta” era un batallón asignado a cada legión provincial con el propósito de hacer
de enlace entre el emperador y sus fuerzas en el exterior. Oficiaban de correo y de tareas delicadas como la
de inteligencia.
En este momento está anclado en Cesarea un buque de cabotaje matriculado en Adramitina (hoy Edre-
mit), puerto de la provincia de Misia situado a unos kilómetros al sur de Troas. Esta nave realiza una travesía
238

comercial a lo largo de la costa de la provincia de Asia. Las autoridades con seguridad pensaban que podían
mover a los prisioneros y sus escoltas hasta el importante puerto de Éfeso, y desde allí embarcar directamente
a Roma.
Pablo, por gozar de ciertas franquicias, embarca acompañado por Lucas y Aristarco que son considerados
sus ayudantes. Zarpan de Cesarea y “al otro día” llegan a Sidón (v. 3), puerto en el que [Page 211] deben
completar la carga. Durante esta estadía, Julio “tratando humanamente a Pablo” le permite “que fuese a los
amigos, para ser atendido por ellos”. Puede ser que “atendido” signifique más que simplemente hospedado y
se refiera a asistencia médica (comp. Lc. 10:34–36). Los “amigos” (comp. 3 Jn. 15) se refiere a los hermanos
establecidos en la gran ciudad fenicia.
Desde este puerto el barco continúa navegando hacia el noroeste “protegido del viento por la isla de Chi-
pre” (v. 4, VP) porque “los vientos eran contrarios”. Tratan de acercarse a la costa para aprovechar otras
brisas. “Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia”, se acercan lentamente al puerto de Mira fa-
vorecidos por los vientos de la costa. Los historiadores especializados en las navegaciones de los romanos di-
fieren en el tiempo empleado en esta travesía, pero asignan no menos de veinte días. En este puerto desem-
barcan porque el buque al parecer sigue otro rumbo, posiblemente hacia el puerto de Adramitina en Misia.
En este puerto de Mira, el centurión halla “una nave alejandrina que zarpaba para Italia” (v. 6). Es un
carguero de gran porte que había salido de Alejandría, puerto desde el cual el Imperio se surtía de granos (v.
38). Debido al cargamento y lo adverso del clima, a pesar de que navegan cerca de la costa tienen que hacer-
lo “despacio” (v. 7) durante “muchos días”. A “duras penas” llegan frente a Gnido. Este puerto casi descono-
cido para nosotros, era muy frecuentado por barcos mercantes que venían de Egipto, pero a causa del viento
no pudieron fondear.
Con todo, las condiciones empeoran cuando dejan la costa para intentar el cruce del Mar Egeo (como lo
podemos observar en el mapa), cosa que les es imposible porque lo “impedía el viento”. Empujado hacia el
sur, el buque pierde su rumbo y se interna en el Mediterráneo hasta llegar frente a cabo Salmón en la isla de
Creta. “Costeándola con dificultad” llegaron a un lugar que llaman Buenos Puertos. Esta es una pequeña ba-
hía al este del cabo Matala, protegida por pequeñas islas. Aunque no muy saludable para pasar el invierno, es
mejor que seguir la aventura. Todos están de acuerdo en que no es posible seguir después de haber “pasado
mucho tiempo” y de haber llegado a ese puerto cuando ya es “peligrosa la navegación” por ser invierno. En
algún lugar tienen que pasar el tiempo adverso. Lo único por resolver es dónde. Habiendo ya [Page 212] pa-
sado el ayuno (es decir el día de la expiación), alrededor del cinco de octubre (W. Ramsay), para esa fecha las
condiciones hacían aconsejable no moverse del lugar. Pablo, que tiene mucha experiencia en navegación
interviene en la conversación proponiendo (comp. 2 Co. 11:25–28) no salir a navegar. “Veo”, dice Pablo,
“que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida” (v. 10). Pero el piloto (timonel) y el patrón de la
nave pensaban de otra manera y el centurión apoyó la idea de navegar unos 60 kilómetros más hasta Fenice
(Fénix) “puerto de Creta que mira al noreste y sudeste, e invernar allí”.
B. Segunda etapa: La tempestad y el naufragio (27:13–44)
13Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban cos-
teando Creta. 14Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15Y
siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.
16Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el
esquife. 17Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la
Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al si-
guiente día empezaron a alijar, 19y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la na-
ve. 20Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya
habíamos perdido toda esperanza de salvarnos. 21Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos,
puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zar-
par de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. 22Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues
no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. 23Porque esta noche ha estado
conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24diciendo: Pablo, no temas; es necesario que compa-
rezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. 25Por tanto, oh varones,
tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. 26Con todo, es necesario que
demos en alguna isla. [Page 213] 27Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriáti-
co, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra; 28y echando la sonda, hallaron
veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29Y te-
miendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. 30Entonces los
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marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las
anclas de proa. 31Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no
podéis salvaros. 32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse. 33Cuando
comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis
y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un
cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a
Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. 36Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, co-
mieron también. 37Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. 38Y ya satisfechos, alige-
raron la nave, echando el trigo al mar. 39Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ense-
nada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. 40Cortando, pues, las anclas, las deja-
ron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la
playa. 41Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y
la popa se abría con la violencia del mar. 42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que nin-
guno se fugase nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que
los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; 44y los demás, parte en tablas, parte en
cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.
1) El consejo de Pablo no tiene valor
Al soplar “una brisa del sur” todos creen que “ya tenían lo que deseaban” y que les sería fácil navegar los
aproximadamente 60 [Page 214] kilómetros que los separan del puerto de Fenice (v. 13). Pero las condicio-
nes climáticas cambiaron rápidamente y se levantó un tifón (viento huracanado de rotación violenta) “lla-
mado Euroclidón”1 que los separa cada vez más de la protección de la isla de Creta y obliga al buque a seguir
sus peligrosos impulsos caprichosos, sin posibilidad alguna de “poner proa al viento” (v. 15) para escapar.
Ya separados de la influencia de la brisa favorable de la costa puede suceder lo imprevisible, aunque lo más
acertado es pensar en el naufragio. La tripulación atina a realizar varias maniobras de precaución. Primero,
aprovechando la protección que les ofrece la pequeña isla Clauda, tratan de poner a bordo el pequeño bar-
quito salvavidas que arrastran (“el esquife”). Segundo, utilizan los “refuerzos”, que son los cabos o sogas que
disponen para “ceñir la nave” (v. 17) es decir, atarla todo alrededor para evitar que se rompa la quilla o co-
mience a desarmarse. Por el rumbo que toma la navegación piensan que finalmente darán contra los bancos
de arena del norte de África (Sirte), así que deciden tomar la tercera precaución, arriar las velas y quedar a la
deriva (v. 17). Prefieren permanecer flotando lentamente que ser impulsados hacia el desastre. Al día si-
guiente “siendo combatidos por una furiosa tempestad” (v. 18) deciden en cuarto lugar, alivianar el buque
previendo un naufragio inminente. Y aun, en quinto lugar, “al tercer día” de tempestad continuaron arro-
jando al agua pesadísimos enseres de la nave para lo cual fue necesario la colaboración de todos (v. 19).
El barco ya ha comenzado a hacer agua, por lo que la única esperanza es entrar a puerto, pero desde que
comenzó la tormenta hasta este presente no aparece “ni el sol ni las estrellas”, sino solamente nubes densas y
oscuras. Sin elementos de guía y sin posibilidad de puerto han “perdido toda esperanza” de salvación (v. 20).
2) La intervención de Pablo trae sosiego
Una mañana cuando las cosas habían llegado al extremo, aparece Pablo para ayudar con su mensaje.
Tiene sobre sus espaldas la experiencia de treinta años de servicio bien cumplidos con [Page 215] naufragios
y persecuciones injustas. A bordo, no obstante es un prisionero sujeto a la ley bajo la supervisión de un cen-
turión. Solamente Lucas y Aristarco conocen la calidad de ese pasajero que no sobresale entre los otros 270
(v. 37). Con todo, hay algo diferente en él que se puede descubrir en la adversidad.
(a) La exhortación a mantener buen ánimo. La abstinencia de todos a bordo puede deberse a varias razones.
Lucas no da ninguna, solamente dice que “como hacía ya mucho que no comíamos” Pablo “puesto en pie en
medio de ellos dijo” que hubiese “sido por cierto conveniente oh varones, haberme oído”. Después de la pér-
dida que ya han sufrido, sus palabras tienen mayor peso, especialmente porque aún están en medio del mar
embravecido. Pero ¿qué base tiene para la exhortación al “buen ánimo” y a confirmar que “no habrá pérdida
de vidas … sino solamente de la nave”? (v. 22). Que la noche anterior el ángel de Dios “de quien soy y a
quien sirvo” (comp. 23:11) lo había visitado y hablado (v. 23). La esencia del mensaje entregado es: “que es
necesario que comparezcas ante Cesar” y “Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. Si Pablo
tiene que estar ante César entonces no se ahogará en el mar, y si le ha dado a todos los que navegan con él,
entonces ellos tampoco. Estas dos promesas fundamentan su consejo de “tener buen ánimo”, porque está se-

1 Posiblemente Euroquilón. Palabra formada por euro que significa este, y aquilon que es el viento norte.
240

guro de que “será así como se me ha dicho” (v. 25). Pablo conoce la voz de Dios, así como su poder y fideli-
dad, algo que ni la tripulación ni los soldados ni los presos han conocido jamás.
Lucas no explica la reacción a las palabras de Pablo, pero al parecer los marineros captan solamente una
de las frases: “con todo, es necesario que demos en alguna isla” (v. 26) y se disponen a trabajar sobre ella.
Hace ya quince días que el barco se distanció de Creta y está a la deriva en el Adriático.2 Carecen de direc-
ción al no haber visto sol ni estrellas, pero esta palabra de Pablo les hace creer a los marineros que están cer-
ca de tierra (v. 27) y a medianoche echan la sonda. Posiblemente también creen que oyen [Page 216] olas
que dan contra las rocas, y tratan de conocer la profundidad. La primera medida es de “treinta y seis metros”
(VP) y un poco más adelante de “veintisiete metros” (VP). “Como tenían miedo de chocar contra las rocas
echaron cuatro anclas por la parte de atrás del barco, mientras pedían a Dios que amaneciera” (v. 29, VP). Es
evidente que el viento debió de cesar para que los marineros intentaran la maniobra de arrojar al agua el
bote salvavidas (esquife) con el cual huir simulando una maniobra en la proa.
(b) La exhortación a quedarse juntos. Por tercera vez (vv. 11, 21) Pablo interviene en el curso de la navega-
ción. Si los marineros hubieran podido escapar, hubieran faltado brazos para maniobrar la nave o acompa-
ñar a los pasajeros. La advertencia de Pablo “si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”
(v. 31) es oportuna. Lo que no sabemos si fue correcta, es la reacción de los soldados al cortar las amarras del
bote salvavidas para que se pierda y los marineros no escapen (v. 32). Quizás, siguiendo la exhortación del
apóstol habría que haberlo impedido sin perder una valiosa herramienta de salvataje.
Por otra parte, es importante que los marineros estén con los demás para que se cumpla la promesa: te he
concedido “todos los que navegan contigo” (v. 24).
(c) La exhortación a que todos coman. Lo que nos proponemos comentar es un incidente en la navegación de
tantos días que solamente ocupa unas pocas horas. El v. 33 dice: “cuando comenzó a amanecer” y el v. 39:
“cuando se hizo de día”. Lucas le dedica tanto espacio porque es realmente importante. Pablo teme que al
problema que están pasando se agregue el de la enfermedad o epidemia a bordo. Por otra parte, los movi-
mientos de las últimas horas parecen anunciar el pronto arribo a una isla. La fuerza de las palabras de Pablo
está en lo que le había dicho el ángel, y que aquí reitera como si repitiera palabras del Señor Jesús: “ni un
cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá” (comp. 1 S. 14:45; Mt. 10:30; Lc. 21:18). Dicho esto,
procedió decididamente, porque comida hay pero nadie tiene ganas de comer. “Tomó el pan y dio gracias a
Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer” (v. 35). Dar gracias es un acto normal para
todo cristiano, costumbre heredada de la tradición hebrea (Mr. 6:41; 8:6). Viéndolo, “todos, [Page 217] te-
niendo ya mejor ánimo, comieron también” (v. 36). Recién en esta circunstancia Lucas menciona el número
de las personas a bordo, como 276, porque posiblemente está relacionado con el alimento a preparar y la
decisión de arrojar “el trigo al mar” (v. 38).
3) La conducta de Pablo modifica los planes
El dato más llamativo en los vv. 39–44 es la actitud del centurión frente a Pablo. Dice el texto que la tri-
pulación no ve que están próximos a tierra pero lo sospecha por la “ensenada” que tenían delante en la cual
acordaron varar la nave si les era posible. Por ser un lugar fangoso donde había dos corrientes de aguas, las
condiciones para el desembarco son difíciles. Los marineros cortan “las anclas” y largan las amarras del ti-
món. Además, izan la vela de proa para dirigirse suavemente hacia la playa (v. 40). Pero la nave da fuerte-
mente contra el suelo fangoso y queda inmóvil semisumergida. A causa de la furia del mar, el buque comien-
za a deshacerse en pedazos. En este momento dramático, los soldados inconsultamente acuerdan matar a
todos los presos temiendo que, en cumplimiento de la ley romana, si alguno escapa ellos deben morir. El cen-
turión detiene la orden “queriendo salvar a Pablo”, seguro de que Dios intervendría. El testimonio dado por
el apóstol es de tal penetración que utilizando distintos medios todos se salvan llegando a tierra (v. 44). De-
trás de la escena están las palabras del ángel: “Dios te ha concedido todos los que navegan contigo” (v. 24).
C. Tercera etapa: La estadía en Malta (28:1–6)
1Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. 2Y los naturales nos trataron con no poca
humanidad; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía, y del frío.
3Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor,
se le prendió en la mano. 4Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a
otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapando del mar, la justicia no deja vivir. 5Pero él,
sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció. 6Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese

2 Palabra que en aquel entonces cubría toda la corriente central del Mediterráneo.
241

muerto de [Page 218] repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron
de parecer y dijeron que era un dios.
No podemos imaginar los horrores del naufragio que acabamos de describir en muy pocas palabras, pero
la desesperación para algunos, los temores a la furia del mar para otros y para todos la posibilidad de llegar a
tierra con todas sus consecuencias, hace de la experiencia una de las más dramáticas del NT.
Ahora están ya a salvo, pero los habitantes de la isla no son griegos. Originalmente Malta (denominada en
aquel entonces Melita) era un asentamiento fenicio que posteriormente pasó a dominio griego. Desde el año
218 AC pertenecía al Imperio y pasó a ser parte de la provincia de Sicilia. Los habitantes eran muy civiliza-
dos. Con seguridad hablaban griego, la lengua más hablada en el Imperio. Lucas dice que los naturales los
tratan con mucha filantropía. Están cerca del mes de noviembre y las condiciones climáticas son desagrada-
bles. Desde el lugar del naufragio hasta la ciudad hay mucha distancia, pero los naturales preparan un fuego
para que los náufragos se calienten y sequen sus ropas, mientras que con seguridad preparan algo para co-
mer. Lucas dedica espacio a la intervención de Pablo, primero mostrándolo como a uno de tantos que colabo-
ra en el bienestar común. De inmediato, muestra que al trabajar sufre un accidente: una víbora, escapando
del fuego “se le prendió en la mano” (v. 3). Ciertos isleños dieron por cierto que había sido mordido y espe-
ran las consecuencias. Arriban a la conclusión de que es un delincuente a quien la justicia—en este caso per-
sonificada por la diosa Dike—no lo deja escapar. Pero en la lucha por la vida, Pablo pudo contra la diosa y ni
se hincha ni le ocurre ningún mal, por lo que creen que están en presencia de un poderoso dios. Este inci-
dente nos recuerda la experiencia de Pablo en Listra (14:11–19). Nosotros sabemos que Dios protege a su
siervo cumpliendo puntualmente su promesa (27:24).
1) El ministerio de Pablo en la isla (28:7–10)
7En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla llamado Publio, quien nos recibió
y hospedó solícitamente tres días. 8Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo [Page 219] de
fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. 9Hecho
esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían y eran sanados; 10los cuales también nos
honraron con muchas atenciones; y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias.
Las tierras alrededor de donde sucede el naufragio pertenecen al hombre más prominente en la isla, qui-
zás el gobernador, quien Lucas dice que se llama Publio. Éste—dice el escritor—“nos recibió y hospedó solí-
citamente tres días” (v. 7). No sabemos si el “nos” se refiere únicamente a Pablo, Lucas y Aristarco, o a los
276. Pensamos que a los primeros, posiblemente con las autoridades de la nave. En el hogar se enteran de
que el padre de Publio también está en la casa pero en cama. Está enfermo de “fiebre y disentería” una en-
fermedad común en el Mediterráneo. Pablo entra en su aposento a verlo y después de haber orado “le impuso
las manos” (ver 9:17; Lc. 4:40) y lo sanó instantáneamente (v. 8).
Rápidamente toda la isla se entera de la bendición traída por Pablo, y “otros que en la isla tenían enfer-
medades, venían y eran sanados” (v. 9). Como Lucas utiliza el verbo therapeuo̅ (del cual surge nuestro voca-
blo terapia), muchos creen que estos pacientes son tratados médicamente, pero no debemos llevarnos por esta
especulación. Estas circunstancias hacen feliz la oportunidad para asentar en la isla los principios salvadores
del evangelio que acompañaron al ministerio apostólico. Los isleños están tan felices que los cargaron de ob-
sequios y abundantes provisiones (v. 10).
D. La llegada a Roma (28:11–16)
11Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual
tenía por enseña a Cástor y Pólux. 12Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. 13De allí, costeando alre-
dedor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, 14donde
habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma,
15de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas;
y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. 16Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los pre-
sos al [Page 220] prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase.
Tres meses han transcurrido desde el naufragio y han comenzado de nuevo los preparativos para zarpar.
Hacen los arreglos para abordar la tercera nave, que es como la anterior, un buque proveniente de Alejandría
que había pasado el invierno en la isla de Malta. Tiene grabada y pintada la enseña de Dioskouri (esto es, “los
mellizos”—hijos de Zeus) Cástor y Pólux, llamados en algunas versiones “los mellizos celestiales” porque de
acuerdo con la mitología griega habían descendido del cielo para constituirse en los dioses de los navegantes.
242

Lucas no abunda en detalles en esta última parte de la navegación, destacando únicamente algunos pun-
tos importantes. Primero navegan desde Malta, posiblemente el puerto de Valeta, hasta Siracusa. Esta es la
capital de Sicilia y había sido fundada en el año 734 AC, de modo que es muy antigua ya para esos días. An-
clan en este puerto durante tres días (v. 12). Durante ese tiempo de carga y descarga desconocemos la activi-
dad de Pablo y sus compañeros. Segundo, zarpan de allí “costeando alrededor” para seguir los vientos y cru-
zando el estrecho entran en Regio (Calabria), un importante puerto por su ubicación estratégica. Tercero, al
día siguiente navegan con viento a favor y adelantan mucho porque ya al otro día están por ingresar al puer-
to de Puteoli (Golfo de Nápoles) que dista unos 360 kilómetros del anterior (v. 13). En este lugar hallan her-
manos con quienes se quedan (v. 14) mientras Julio recibe órdenes acerca del resto del viaje porque la nave-
gación termina allí.
El cuarto comentario que extraemos de lo poco que Lucas nos dice es acerca del encuentro con los her-
manos de Roma. Habiendo andado unos pocos kilómetros de Puteoli comenzaron a transitar la Vía Apia, una
famosa ruta en el Imperio Romano. Este camino que lleva directamente a Roma pasa por los lugares mencio-
nados por Lucas. Los creyentes de Roma que oyen del arribo salen a recibir a Pablo y sus compañeros. Algu-
nos hacen un trayecto de unos 50 kilómetros y se detienen a esperarlos en Tres Tabernas; otros en cambio
prefieren seguir hasta la ciudad del mercado conocida como Foro (mercado) de Apio.
Con una emoción incontenible estos hermanos abrazan a quien tanto bien les había hecho y tanto amor
les había demostrado [Page 221] enviándoles esa carta teológica que es una de las más famosas de la Biblia.
Pablo, por su parte, se halla frente a frente con los residentes de la ciudad anhelada. Muchas cosas pasan por
su mente mientras da gracias a Dios y recobra su ánimo (v. 15).
Se forma una caravana hasta Roma, feliz por una parte, y llena de incógnitas por otra. Al llegar, muchas
cosas deben de haber ocurrido de las que nada nos dice Lucas, solamente dos datos. Primero: “el centurión
entregó los presos al prefecto militar”. Este militar es con seguridad el princeps castrorum, el jefe de adminis-
tración del oficio de la guardia pretoriana. Era el encargado de controlar a los prisioneros que esperaban ser
juzgados. Segundo: “a Pablo se le permitió vivir aparte”, indudablemente favorecido por los informes de Festo
y del centurión Julio que ha observado su conducta durante la terrible navegación desde Cesarea. El apóstol
se aloja solo, posiblemente en la casa de algún cristiano. Día y noche está sujeto por la muñeca a una guardia
militar. Lucas y Aristarco quedan en libertad. Pablo puede ser visitado irrestrictamente.
243

[Page 222]
CAPÍTULO 33
13. MINISTERIO DE PABLO EN ROMA (28:17–31)
A. La conversación con los judíos (28:17–24)
17Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que es-
tuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las
costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; 18los cua-
les, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. 19Pero opo-
niéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. 20Así que
por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta
cadena. 21Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido al-
guno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. 22Pero querríamos oir de ti lo que
piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. 23Y habiéndole señalado
un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la
mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24Y
algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían.
Durante todo su ministerio Pablo mantiene la norma de anunciar el mensaje primeramente a los judíos y
después a los griegos [Page 223] (Ro. 1:16). De modo que habiendo descansado tan solamente tres días y en
vista de no poder visitar la sinagoga, invita a los representantes de la comunidad hebrea—posiblemente a los
principales de la sinagoga—a que lo visitaran. Nuevamente Lucas sintetiza el contenido de la conversación.
Lo hace en tres puntos: Primero, su inocencia tocante a las acusaciones de los judíos; literalmente afirma: “no
habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres”. Habla identificándose
con Israel y las aspiraciones ancestrales de la nación. Segundo, aunque no menciona lo que hemos estudiado
sobre la forma en que es hecho prisionero, dice que puesto “preso desde Jerusalén en manos de los romanos”
(v. 17) había sido examinado y estos desearon dejarlo en libertad por no hallar en él nada digno de muerte
(v. 18). Tercero, porque los judíos objetaron esa libertad, él apeló a César, aunque esa decisión no fue para
acusar “a mi nación” de algo en especial.
Pablo quiere que ellos se enteren de su propia boca que no tiene nada contra los judíos, ni tampoco co-
ntra los romanos. Quiere que en resumen sepan que su prisión está relacionada con “la esperanza de Israel”
(ver 23:6; 26:6–7). En respuesta, los líderes de la sinagoga dicen que no tienen información alguna de estas
cosas, pero están interesados en profundizar el tema “porque de esta secta” (de los nazarenos) (24:5) por
“todas partes se habla contra ella” (v. 21).
Fijaron un día para conversar en el cual “vinieron a él muchos a la posada” (comp. Flm. 22). Lucas no
explica en este caso el desarrollo de los temas, posiblemente porque fueron muchos y se trataron en forma de
diálogo. Lo que hace es señalar los dos tópicos sobresalientes “dando testimonio del reino de Dios” y “persua-
dirlos acerca de Jesús” (vv. 23, 31; 1:3; 8:12; 20:24–25). Estos temas son precisamente los que le causaron
tantas dificultades; ya sabemos lo que le sucedió en Tesalónica cuando quiso identificar a Jesús con el Cristo
de las Escrituras (17:3) (comp. 26:2). Como ya había sucedido, la predicación divide al auditorio porque “al-
gunos asentían”, pero otros de plano rechazan la enseñanza (comp. 14:1–3).
B. La bienvenida a todos (28:25–31)
25Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu
Santo por medio del [Page 224] profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: 26Vé a este pueblo, y diles: De oído
oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; 27porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los
oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. 28Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta
salvación de Dios; y ellos oirán. 29Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión
entre sí. 30Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
31predicando el reino de Dios, y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.

Las discrepancias entre los visitantes de Pablo son profundas, seguramente como habían sido en el sane-
drín en Jerusalén (23:6–7). Además de los temas teológicos ahora tienen que discernir las declaraciones de
Pablo. Declarar en este caso significa “exponer” o “explicar” (7:21; 11:4; 18:26). Pablo le da una aplicación
al reino de Dios que algunos creen ver en la ley y los profetas y otros no. Los que más avanzan llegan hasta
estar de acuerdo o asentir con lo que Pablo dice, pero ninguno cree al estilo bíblico.
244

Resumiendo el suceso, el apóstol aplica las palabras que el Espíritu Santo habló por medio de Isaías a
“nuestros padres” (6:9–10). La cita traza la distinción entre oír y entender, así como entre ver y percibir (v.
26) (comp. Is. 29:13).
El v. 27 es un proceso funesto de descomposición y muerte que el pueblo desea vivir. Al hacerlo, cumple
sin querer el propósito de Dios. Si nos preguntáramos por qué no se convierten a Dios, una respuesta eviden-
te es: porque el Espíritu dijo por boca del profeta que sería así; pero también diríamos que es por rebeldía e
incapacidad para comprender (Mr. 13:14–15). Aun podría haber una tercera razón: por juicio de Dios (Jn.
12:37–41). Debido a esta situación asumida por los judíos, que “a los gentiles es enviada esta salvación de
Dios; y ellos oirán” (v. 28) (comp. 4:10; 13:38), el tema queda terminado.
Por una parte, Hechos se ocupa de mostrar la extensión del evangelio en terreno gentil, y por otra de pro-
bar el rechazo del pueblo hebreo al mensaje de salvación. La puerta que se había [Page 225] abierto en las
provincias del Imperio (13:46; 18:6; 19:8–9), se abre también en la misma capital, dejando inaugurado ofi-
cialmente el camino para que el mensaje corra por todo el mundo.
“Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predi-
cando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” (vv. 30–
31). Durante dos años Pablo recibió “a todos” en su propia casa alquilada. Quizás trabajó para pagar el al-
quiler o lo hizo con las ofrendas que recibía. Lo importante en el énfasis que Lucas pone sobre el ministerio—
“predicando el reino de Dios (comp. v. 23) y enseñando acerca del Señor Jesucristo”—está en demostrar que
es esencialmente lo mismo. La predicación inicial no había cesado sino que en Cristo la esperanza es ya una
realidad presente.
Aunque el v. 31 parece dar una terminación muy abrupta al relato, Lucas alcanza su objetivo al dejar a
Pablo en Roma donde el evangelio puede ser extendido. Es extraño, no obstante, que Lucas no diga absoluta-
mente nada acerca del juicio en Roma, ni de su resultado por haber apelado a César. Posiblemente no forme
parte del propósito inicial del escritor.
Reflexión
En los últimos dos capítulos de Hechos se ve la actividad providencial de Dios preparando a Pablo para su
testimonio especial en Roma.
(1) Modifica y sosiega el apuro del apóstol por ir a la capital del Imperio. El habla de “ver a Roma”, pero
Dios necesita que “testifique” (23:11). Por esta causa el viaje se demora a fin de preparar a su siervo para la
misión.
(2) Pablo sabe que debe seguir adelante (20:22), aunque no sabe en verdad cuáles son las circunstancias
del trayecto. Tampoco piensa que llevar adelante la misión que Dios le tiene preparada necesita un entrena-
miento especial. Pero ya vemos lo que sucedió; fue arrestado en Jerusalén y acusado de la manera en que lo
hemos estudiado. Fue encarcelado en Cesarea por dos años para que conociera el valor de la justicia romana
(22:27) y el peligro de los hombres que la administraban (24:26–27; 25:9).
[Page 226] (3) Pablo tiene que conocer la presencia de Dios en la soledad (23:11; 27:23) para poder
asumir su responsabilidad. Es así que la oscuridad del naufragio, la tentativa de pena de muerte por parte de
los soldados y la mordedura de una víbora no lo acobardan porque aún resuena en su oído el mensaje: “Pa-
blo, no temas; es necesario que comparezcas ante César” (27:24). El diablo podría poner todos los obstáculos
posibles, pero la promesa de Dios no fallaría.
(4) Confirmada la voluntad soberana de Dios, Pablo está ya en Roma. Llega con una experiencia más pro-
funda y más completa. Llega con un conocimiento mayor del Señor y de sus propósitos. Por una parte sigue
siendo “apóstol de Jesucristo”, y por otra es un prisionero de Roma (24:23; 26:29; 28:16).
El Señor que le había anunciado su testimonio en Roma (23:11), no le dijo de qué modo ingresaría a esa
ciudad ni por qué. Pablo es un testigo que puede decir muchas cosas precisamente por su condición de “pre-
so con cierta libertad” (27:31).
(5) El modo de predicar en Roma es completamente distinto al practicado durante esos últimos treinta
años. La predicación se realiza en dos sentidos: Uno, por medio de la constante afluencia de personas a su
casa (28:30) y otro, por la prosecución del juicio y la necesidad de visitar al emperador. Al escribir a los fili-
penses, Pablo envía un saludo totalmente inusual. Dice: “todos los santos os saludan y especialmente los de la
casa de César” (4:22). Es una manera de informarles cómo Dios había bendecido sus prisiones. Es la mejor
noticia de la carta, dejada para el final y que complementa lo que ya les comunicó (1:12–13).
245

No hay duda de que a pesar de la posición hostil del emperador Nerón, la influencia de Pablo es tan pode-
rosa que aun miembros de la familia real llegan a conocer a Cristo. Además, muchos soldados oyen y creen
en el Señor mientras cumplen labores como custodios pretorianos. Lo más extraordinario de todo es que se-
gún lo anticipado por el Señor, y a pesar de todos los riesgos que esto presupone, Pablo comparece ante el
feroz emperador para dar testimonio de Cristo, y él también oye el mensaje poderoso de la salvación.
[Page 227] (6) Dios le provee de un lugar adecuado desde el cual ensanchar su visión y vigilar el futuro.
Con todos los datos que tiene sobre las iglesias, las constantes visitas de todas partes, y por sobre todo la reve-
lación del Espíritu, Pablo escribe cuatro cartas que forman una de las partes medulares del NT. Nos referimos
a Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Las tres primeras son un legado invalorable para la iglesia pere-
grina, por la fortaleza que trasmiten a la doctrina. Se destaca en ellas la supremacía y soberanía de Cristo
como cabeza de la iglesia y sustentador de cada creyente. Cristo es el modelo, es el objetivo, es la meta, es el
poder y el todo para los creyentes como cuerpo y para cada cristiano individualmente. La perspectiva de Pa-
blo adquiere un gran ángulo en la visión, una sensible intensidad en la penetración y un discernimiento ma-
yor en el fortalecimiento de los santos, que deben ya enfrentar distintas estrategias de las fuerzas de oscuri-
dad.
(7) Cuando a los dos años, tal como él lo esperaba, Pablo es liberado de su prisión (Flm. 22), escribe tres
cartas más, denominadas cartas pastorales (Timoteo y Tito). Lo hace desde distintos lugares. Uno de los temas
que más sorprende es el referido a los últimos tiempos (1 Ti. 4:1; 2 Ti. 3:1) porque parecería estar viviendo
en nuestros días.
Nosotros, en posesión de todo este hermoso caudal de experiencia y releyendo el v. 30, que acabamos de
estudiar, damos gracias a Dios por la amplia puerta que nos ha dado para predicar “abiertamente y sin im-
pedimento”. Amén.
[Page 228]
246

[Page 229]
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