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ie SUS CURACIONES ee 5) c Co 710 Ss Harold J. Reilly Ruth Hagy Brod Edgar Cayce Sus curaciones naturales Prélogo de Hugh Lynn Cayce FONTANA PRACTICA Ediciones Martinez Roca, S. A. Traduccién de Javier Calzada Disefio cubierta: Geest/Hgverstad Advertencia a los lectores: Es imprescindible que consulten a un médico antes de probar cual- quiera de los remedios y ejercicios contenidos en este libro. En ningiin caso deberian aplicar at- guno de ellos sin la plena y previa aquiescencia de su médico. Es muy importante asimismo que no interrumpan el tratamiento 0 régimen que les haya prescrito su médico. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autori- zaciGn escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la re- produccién total o parcial de esta obra por cual- quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la dis- tribucién de ejemplares de ella mediante alqui- lero préstamo pablicos. Titulo original: The Edgar Cayce Handbook for Health Through Drugless Therapy © 1975 by Harold J. Reilly © 1995, Ediciones Martinez Roca, S. A. Enric Granados, 84, 08008 Barcelona ISBN 84-270-2047-3 Depésito legal B. 38.197-1995 Fotocomposicin de Pacmer, S. A., Miquel Angel, 70-72, 08028 Barcelona Impreso por Libergraf, S. L., Constitucié, 19, 08014 Barcelona Impreso en Espaha ~ Printed in Spain A Betty, quien tengo la sensacién que me fue enviada por Cayce para ayudarme a llevar adelante la tarea de realizar este libro. HJR. A Albert, querido esposo, amigo y compatiero que hace que todo sea posible. R.H.B. «Porque ocurre, pues... que el espiritu, el alma, los elementos de las fuerzas activas, usan esas partes del cuerpo fisico como su templo durante una experien- cia terrena,» (311-4) «Pues toda salud procede de una Unica Fuente. Y si se da una aplicacién de alimentos, ejercicio, medicina, e incluso del bisturt.... es para despertar la con- ciencia de las fuerzas que hay dentro del cuerpo y que contribuyen a reproducir- sea simismas... [lo que es] la conciencia de las Fuerzas Creadoras o Fuerzas de Dios.» (2696-1) «{...] una semana de cada mes, como minimo, deberia emplearse en embelle- cer, preservar, corregir el cuerpo..., si el cuerpo quiere conservarse joven, en mente, en cuerpo, en voluntad. Esto no significa que la entidad deba pasar esa se- mana entera sin hacer otra cosa,» (3420-1) Edgar Cayce Agradecimientos La realizacién de este libro ha sido el fruto de un proyecto que ha exigido tres afios de trabajo y que hubiera sido imposible sin la tenaz ayuda de muchas perso- nas que creen en el saber espiritual, mental, emocional y fisico contenido en las lecturas de Cayce, y las que este saber las ha inspirado. Los autores deseamos aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a quie- nes compartieron sus experiencias personales con nosotros y a los muchos amigos y colegas que nos han ayudado en nuestro trabajo. En particular queremos expresar nuestra gratitud y reconocimiento por su es- pecialisima ayuda a las siguientes personas: A Hugh Lynn Cayce por su perspicaz Prélogo y sus recuerdos. A Gladys Davis Turner, Lucille Kahn, Hugh Lynn, al doctor Pat Reilly y a Do- rothy Reilly por ayadarnos a reconstruir la historia de Edgar Cayce y de nuestra familia. AJ. Everett Irion, Violet Shelley y al personal editorial, bibliotecario y admi- nistrativo de la ARE en Virginia Beach, Virginia. A Rhoda Boyko, que durante dos afios ayudé desinteresadamente a la sefiora Brod a recopilar y mecanografiar los extractos de los Cayce Medical Circulating Files; a Rudolph Boyko, que colaboré en esta tarea con su esposa; a Albert T. Brod, que se encarg6 voluntariamente de la interminable tarea de copiar, comprobar, co- rregir e interpretar esos extractos; y a Andrew Grossman, que le presté, también desinteresadamente, su ayuda en muchas de esas tareas. A la artista Jacqueline Mott, que a ultima hora afiadi6 unas ilustraciones para completar las encargadas a Ray Cullis y realizadas por él en su momento. Y a los doctores William A. McGarey, John Joseph Lalli y Edith Wallace por revisar el manuscrito y ayudarnos con sus criticas y sugerencias. Por su significativo liderazgo y tenacidad en la lucha en defensa del derecho de los consumidores a la salud y a una atmésfera, un agua y unos alimentos libres de contaminacién, queremos rendir asimismo especial reconocimiento a los siguien- tes presidentes de comités y subcomités del Congreso, y expresarles nuestra gra- titud por habernos facilitado las transcripciones de sus audiencias: Senadores Richard S. Schweiker, Gaylord Nelson, William Proxmire, Philip A. Hart, y congresista James J. Delaney. Al doctor Roger J. Williams, director del Clayton Foundation Biochemical Ins- titute of The University of Texas, le expresamos nuestra profunda consideracién y nuestro respeto por su gran libro Nutrition Against Disease (Pitman Publishing Co., Nueva York, 1971), que hemos citado ampliamente. Y deseamos hacerlos extensivos también a los siguientes autores y obras: 12 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES E. M. Abrahamson y A. W. Pezet. Body, Mind and Sugar. Pyramid Books. Nueva York, 1951. Ted Burke. «Recipes for Rejuvenation». Harper's Bazaar, marzo 1973. Cathryn Elwood. Feel Like a Million. Pocket Books. Nueva York, 1965. Frank Glenn y Arthur J. Okenaka. «Study of a 167-Year-Old-Man». Journal of the American Geriatrics Society, julio 1964. Sefiora de Edward Henderson, directora de la American Geriatrics Society y editora del Journal. Josef P. Hrachovec. Keeping Young and Living Longer. Sherbourne Press. Los Angeles, 1972. William A. McGarey. Edgar Cayce and the Palma Christi. Edgar Cayce Foun- dation y Medical Research Bulletins of the Edgar Cayce Foundation. The Metropolitan Life Insurance Co., por sus tablas de peso y longevidad. Debates de la Conferencia sobre el Envejecimiento, patrocinada por el Huxley Institute. Nueva York, 6 marzo 1972. Corinne H. Robinson. Normal and Therapeutic Nutrition. Macmillan Publis- hing Co., Inc. Nueva York, 1972. Neil Solomon, The Truth about Weight Control. Stein & Day. Nueva York, 1972. Jess Stearn. Edgar Cayce, the Sleeping Prophet. Doubleday & Co. Garden City; Bantam Books. Nueva York, 1968. C.M. Taylor y O. F. Pye. Foundations of Nutrition. Macmillan Publishing Co., Ine. Nueva York, 1966. Renee Taylor. Hunza Health Secrets. Award Books. Nueva York, 1969. Carlson Wade. Magic Minerals: A Key to Better Health. Parker Publishing Co. Nueva York, 1967. Maurice Zolotow. Marilyn Monroe: A Biography. Harcourt, Brace & Co. Nue- va York, 1960. Proélogo Nadie ha hecho tanto como Harold Reilly, uno de los mds prestigiosos fisiote- rapeutas norteamericanos, para que el mayor nimero de personas saquen prove- cho préctico de los tratamientos que Edgar Cayce descubrié mediante su clarivi- dencia. Entre otras razones, por su propia personalidad, porque el doctor Reilly es uno de los hombres més positives, estimulantes y prdcticos con que me haya tro- pezado en la vida. Inspira confianza; es patente que practica lo que predica. Es amable, entusiasta, y posee un maravilloso sentido del humor. Una conversacion con el doctor Reilly te persuade, y un tratamiento suyo te convence, de que tu cuerpo puede hacer mds de lo que jamds has esperado de él. Inspira amor propio. Otra raz6n de que el doctor Reilly haya tenido tanto éxito ayudando a los de- mds a emplear las lecturas de Edgar Cayce es que su filosofia de la salud estaba ‘ya en consonancia con la filosofia de la salud expresada en dichas lecturas cuan- do su nombre aparecié mencionado por primera vez en elas. Lo cual, por sor- prendente que parezca, ocurrié varios afios antes de que los dos hombres se co- nocieran personalmente. Este lazo al nivel de la mente, e inclusive al nivel del es- piritu, determiné que cientos de personas acudieran a Harold Reilly, tanto a su instituto del Rockefeller Center como a su granja de Nueva Jersey. Personas que lo encontraron también en sus libros, The Secret of Better Health! y Easy Does It,” y después en los libros de muchos otros que han escrito sobre él y su trabajo con las lecturas de Edgar Cayce, como, por ejemplo, There Is a River,’ de Thomas Su- grue, y Edgar Cayce, the Sleeping Prophet,’ de Jess Stearn. Tanto Edgar Cayce como Harold Reilly estaban mds interesados en mantener alas personas en buena salud y en buscar las causas de la enfermedad que en re- mediar sus sintomas. Las muchas sugerencias de las lecturas que se refieren al ejercicio, la dieta, los fomentos y la hidroterapia son, con frecuencia, tratamien- tos que se confian a la responsabilidad del individuo, mds que a la de una terce- ra persona. E incluso los tratamientos que habian de ser administrados por otro -tales como manipulaciones, tratamientos colénicos, determinados fomentos, etc.— eran terapias concebidas para ayudar al cuerpo a sanarse a si mismo. En el pre- sente libro, Edgar Cayce: Sus curaciones naturales, encontrard usted estimulo y, lo que es mds importante atin, medios especificos para ayudarle a recuperar el equi- librio fisico, mental y emocional, y a asumir una nueva actitud frente a la vida. 1, Harold J. Reilly, The Secret of Better Health. Carlyle House. Nueva York, 1941. 2, Harold J. Reilly, Easy Does it. Thomas Nelson & Sons, Nueva York, 1957. 3, Thomas Sugrue, There /s a River, Holt, Rinehart & Winston. Nueva York, 1942. 4, Jess Steam, Edgar Cayce, the Sleeping Prophet, Doubleday & Co. Garden City, 1967; Bantam Books. Nueva York, 1968. 14 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. Edgar Cayce sefials la importancia de la dieta de manzana, los fomentos de aceite de ricino, los baiios de vapor con aceites especiales para determinadas do- lencias, tipos especificos de masaje y una gran variedad de dietas titiles. Pero fue Harold Reilly el primero que empeé a ensefar a las personas a combinar los tra- tamientos. Fue quien las animé y, por supuesto, las orient6 a seguirlos hasta que empezaran a descubrir que podian lograr a veces resultados fantasticos. Este libro es un manual practico. Hay explicaciones de los tratamientos y ma- terial complementario procedente del mundo cientifico, que hasta ahora ha con- (firmado muchas de las ideas bdsicas contenidas en las lecturas de Edgar Cayce. Harold Reilly empez6 a trabajar con estas ideas hace ya mas de cuarenta y cinco ajios. Probablemente no leerd usted este libro comenzando por el principio y siguien- do sus pasos hasta el final. Tal vez deseard buscar antes que nada lo relativo a su particular necesidad. Si ast es, advertiré en seguida que el doctor Reilly y la se- jiora Brod han dispuesto el contenido en capitulos perfectamente especificados y que sus referencias cruzadas son valiosisimas guias para abordar los problemas y los tratamientos Cayce-Reilly. Una vez que haya iniciado la tarea de poner a su cuerpo a resolver su necesi- dad especifica, deseard sin duda volver atrds y leer todo el libro. Encontrard en- tonces en él multitud de ideas capaces de ayudarle y que querrd compartir con sus amigos. Y no le pasaré inadvertido que las tres personas que han compuesto esta obra -el doctor Harold Reilly, su ayudante Betty Billings y Ruth Hagy Brod, que recopilé el material y ayudé al doctor Reilly a escribirla— disfrutaron haciéndo- lo. Porque estd muy claro que estas personas creen sinceramente en lo que escri- ben, y que sus experiencias tanto personales como con cientos de otras personas confirman sus conclusiones, La famosa frase «Si, tenemos el cuerpo», con la que Edgar Cayce, en estado de trance, inicié miles de lecturas psiquicas, comienza a adquirir verdadero sen- tido en este libro. El hombre debe empezar por él mismo. Porque, si no es capaz de sanarse a st mismo, gcémo podrd ser un canal de salud para su préjimo? Aqui, en perfecta combinacién, estan los ingredientes para la consecucién del equilibrio fisico, mental, emocional y espiritual que todo hombre persigue. Hugh Lynn Cayce Introduccién {Quién fue Edgar Cayce? Aunque acerca de Edgar Cayce se han escrito treinta y seis libros, que totalizan millones de ejemplares, ¢ incontables articulos en periddicos y revistas, para algu- nos de ustedes ésta puede ser la primera presentacién del hombre que fue llamado «el profeta durmiente de Virginia Beach», «el hombre més misterioso de Améri- ca», «adivino religioso» y telépata o vidente médico. ;Quién fue en realidad? Depende de quienes elijamos para mirarlo a través de sus ojos. Un ntimero con- siderable de contempordneos suyos vieron en el «despierto» Edgar Cayce un ex- perto fotégrafo profesional. Otro grupo, nifios en su mayoria, lo admiraron como cordial y bondadoso profesor de la escuela dominical. Los miembros de su fami- lia lo conocieron como un maravilloso marido y padre. El «durmiente» Edgar Cayce fue un personaje totalmente distinto: un psiquico conocido por miles de personas de toda clase y condicién, que tenfan motivos para estarle agradecidas por su ayuda. Porque, ciertamente, muchas de ellas estaban convencidas de que él, y sdlo él, habia salvado o cambiado sus vidas cuando todo parecfa perdido. El «durmiente» Edgar Cayce fue un hombre excepcionalmente certero en el diagnéstico médico, un profeta y un devoto defensor de la tradicién biblica. Ya de nifio, en una granja proxima a Hopkinsville, Kentucky, donde habia na- cido el 18 de marzo de 1877, Edgar Cayce manifest6 unos poderes perceptivos que parecian superar el campo normal de los cinco sentidos. A la edad de seis 0 siete afios les dijo a sus padres que era capaz de ver y conversar con «visiones», a veces de familiares recientemente fallecidos. Sus padres lo atribuyeron a la imaginaci6n superactiva de un chiquillo solitario que haba sido influido por el lenguaje dra mitico de las reuniones de afirmacién del fervor religioso, que eran muy popula- res en esa parte del pais. Posteriormente, a través del simple hecho de dormirse con la cabeza apoyada en sus libros escolares, desarrollé alguna forma de memo- ria fotografica que lo ayud6 a progresar répidamente en sus estudios en la escue- la rural. Este don, sin embargo, se esfum6, y Edgar slo pudo completar el sépti- mo grado escolar antes de tener que ponerse a trabajar. A la edad de veintitin afios se habfa convertido en representante de una empre- sa mayorista de objetos y materiales de escritorio. Por esta época le sobrevino una pardlisis gradual de los misculos de la garganta, que amenazé con causarle la pér- dida de la voz. Cuando los médicos se mostraron incapaces de encontrar una cau- sa fisica de su dolencia, se probé con la hipnosis, sin que tampoco con ésta obtu- viera efectos permanentes. Como tiltimo recurso, Edgar le pidié a un amigo que 16 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Jo ayudara a retornar al mismo tipo de suefio hipnético que le habia permitido me- morizar de nifio sus libros de texto. Su amigo le dio el impulso de sugestién nece- sario y, una vez en aquel estado de trance autoinducido, Edgar se enfrent6 a su propio problema. Hablando desde un estado de inconsciencia, recomend6 deter- minadas medicacién y fisioterapia que se mostraron eficaces para devolverle la voz y reparar los dafios de su sistema. Un grupo de médicos de Hopkinsville y Bowling Green, Kentucky, aprove- charon el singular talento de Cayce para diagnosticar a sus propios pacientes. Pronto descubrieron que Cayce s6lo necesitaba que le facilitaran el nombre y la direccién de un paciente, dondequiera estuviese, para sintonizar telepdticamente con la mente y el cuerpo de éste, con la misma facilidad que si se hallaran los dos en la misma habitacion. Jamis le hizo falta mas informacién relativa a ningun pa- ciente. Un médico joven de entre aquéllos, el doctor Wesley Ketchum, presenté un in- forme sobre este nada ortodoxo procedimiento a una sociedad de investigacién clinica de Boston. El 9 de octubre de 1910, The New York Times aparecié con dos paginas sobre el tema, con los correspondientes titulares y fotografias. Y desde aquel dia, personas atormentadas de todo el pais han buscado la ayuda del «hom- bre prodigioso». Cuando Edgar Cayce muri6, el 3 de enero de 1945 en Virginia Beach, Virgi- nia, dejé registros estenogrdficos documentados de los dictamenes dados, por cla- rividencia telepatica, a mas de seis mil personas distintas a lo largo de un periodo de cuarenta y tres aiios. La Association for Research and Enlightenment, Inc., una institucién dedicada a la investigacién psiquica, se formé en 1932 para conservar ¢ investigar esos datos. Su biblioteca de Virginia Beach guarda copias de 14.246 lecturas psiquicas de Edgar Cayce, registradas en estenografia. De ellas, 8.976 —es decir, un 64 % aproximadamente- describen las discapacidades fisicas de varios miles de personas y sugieren tratamientos para sus dolencias. Son muy numerosos los médicos a quienes los estudios cientificos de pautas te- rapéuticas para determinadas dolencias fisicas importantes parecen haberles suge- tido la conveniencia de poner a prueba las teorias de Edgar Cayce. Con este pro- pésito, las citadas lecturas fisicas han sido puestas a disposicién del equipo médi- co de una clinica de Phoenix, Arizona, integrado por cinco doctores. A través de informes escritos y conferencias anuales, estos doctores facilitan informacién so- bre los resultados de los tratamientos a mas de 250 médicos y ostedpatas. Las lecturas de Edgar Cayce constituyen uno de los mayores y mas impresio- nantes registros de percepcién psiquica debidos a un solo individuo. Unidas a sus registros, correspondencia e informes, han sido indexadas, cotejadas, agrupadas en millares de epigrafes y puestas a disposicién de psicdlogos, médicos, estudiantes, escritores e investigadores que atin hoy siguen acudiendo, en némero creciente, a la mencionada institucién para examinarlas. Dicha instituci6n contintia hoy su tarea indexando y catalogando la informacién, fomentando la investigaci6n y los experimentos, y promoviendo reuniones, semi- narios y conferencias. INTRODUCCION iy) Los trabajos del doctor Harold J. Reilly, cuarenta y cinco afios de experiencia clinica con esas lecturas, constituyen una aportacién valiosisima a ese cimulo de datos. Hable de ello con el doctor Reilly. Ha tenido experiencias con miles de casos. Y, seguin mis informes, es el tinico, que consigue resultados reales, se muestre 0 no de acuerdo con lo que les han dicho otras personas. (5162-1, informes) Edgar Cayce {Quién es Harold J. Reilly? Durante més de treinta aiios, el Reilly Health Institute, del Rockefeller Center, fue la meca de la salud para celebridades: politicos como el difunto secretario de Estado Edward Stettinius, el que fue fiscal general Herbert Brownell, el congre- sista James Delaney y el ex gobernador Nelson A. Rockefeller; magnates de los negocios como el difunto David Sarnoff, el capitén Eddie Rickenbacker, L. Vic- tor Weil y Jack Kriendler, propietario del Club 21; y Ifderes sindicales como Geor- ge Meany, David Dubinsky, Alex Rose y el difunto John L. Lewis. Todos éstos son s6lo unos pocos de los muchos personajes notables que encontraron reme- dio para los estragos sufridos por la responsabilidad y el estrés bajo la direccién y las manos sanadoras del doctor Harold J. Reilly, el fundador y director del ins- tituto. En el Reilly Institute modelaron su silueta, realzaron su belleza y mantuvieron en forma su salud famosas actrices. Dan Topping Ilevé all a su esposa, la difunta Sonja Henie, para preparar su figura con vistas a una carrera cinematogréfica; Gloria Swanson, Mae West, Gypsy Rose Lee, Shirley Booth, Glynis Johns, Do- rothy Sarnoff, Leslie Caron y Joan Fontaine acudieron al instituto para conservar- se en excelente estado fisico. Figuras internacionalmente destacadas, como el du- que y la duquesa de Windsor, la emperatriz viuda de Egipto y Cobina Wright e hija encontraron alli las mismas técnicas, especializacién y terapias practicadas en los grandes balnearios de Europa. Las paredes del instituto estan cubiertas de fotos y testimonios de personalida- des del mundo del espectaculo, entre quienes se cuentan Bob Hope, Eddie Albert, Phil Baker, Burgess Meredith, Bert Lahr, George Jessel, Paul Whiteman, Vincent Lopez, Harry Salter, Fred MacMurray, Walter Huston, Boris Karloff, Hume Cronyn y su esposa la actriz Jessica Tandy, Mickey Rooney y Paul Douglas. Asi como de los grandes divos del Metropolitan Beniamino Gigli, Helen Jepson, Rose Bamp- ton, John Charles Thomas, Charles Kuhlman y Greta Stuckgold, y el de su empre- sario Gatti-Casazza. La dedicatoria manuscrita de Bob Hope en su fotografia dice: «Después de lo bien que me ha conservado Harold J. durante dieciocho aiios, pienso que todo el mundo deberfa vivir la vida de Reilly». «Oh, no hay nada en tal mal estado que Reilly no pueda repararlo», afirma en su foto Burgess Meredith. 18 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Y, en frase de Eddie Albert: «El doctor Reilly tavo mucho que ver con que yo disfrutara de la vida en fecha tan lejana como 1935. Y sigue teniéndolo». Muchos escritores y poetas —Robert Frost, John Erskine, Bob y Millie Consi- dine, Morey Bernstein y Fannie Hurst, entre otros~ han expresado elocuentemen- te su aprecio y admiracién en fotos dedicadas 0 en sus libros. Maurice Zolotow, por ejemplo, autor de Marilyn Monroe: A Biography,’ esc «A Harold J. Reilly, que me habria hecho tan sensual como Marilyn Monroe si yo hubiera sido mujer». Jess Stearn, en la primera edicién de su libro Edgar Cayce, the Sleeping Prophet,” dijo: «A mi querido amigo y mentor Harold J. Reilly, sin el cual este li- bro hubiera sido mucho menos de lo que es». Y Thomas Sugrue firmaba su The- re Is a River’ con estas palabras: «A Harold J. Reilly, el mejor doctor de la faz de la tierra... aunque algunos Angeles artriticos suspiren por recibir sus tratamientos. Pero, por encima de todo, me siento orgulloso de que fuera amigo de Edgar Cay- ce y lo sea mio». «Forjador de felicidad y de gente mas eficaz», describié al doctor Reilly el re- verendo Norman Vincent Peale; y Hugh Lynn Cayce incluyé la siguiente dedica- toria en su libro Venture Inward:* «A Harold, que ha ayudado a mucha gente a ini- ciar su aventura intima tal como Ja concebia Edgar Cayce». Todos estos elogios fueron muy merecidos, porque el doctor Harold J. Reilly era entonces —como lo sigue siendo hoy- uno de los principales defensores de la fisioterapia natural sin férmacos. Esta reconocido como uno de los mas notables fi- sioterapeutas del mundo, y médicos de todos los pafses acuden a estudiar con él. Pero no todos sus clientes eran celebridades: muchos eran, sencillamente, seres humanos enviados a él por alguno o algunos de los tres mil médicos, ostedpatas y odontélogos que le han dirigido a sus pacientes. La impresionante formacién académica y profesional del doctor Reilly incluye ocho titulos, entre ellos el doctorado en Ciencias por la Eastern Reserve Univer- sity, el master en Fisioterapia por el Ithaca College y el doctorado en Fisioterapia por la Van Norman University de California. Es, ademas, miembro del Colegio de Medicina Deportiva, miembro del Emerson University Research Council, diplo- mado del Consejo Nacional de Fisioterapia y director de Fisioterapia y Rehabili- tacién de la Edgar Cayce Foundation. Ha ejercido a lo largo de catorce mandatos la presidencia de la New York Sta- te Society of Physiotherapists, preside el Colegio Oficial de Fisioterapeutas del estado de Nueva York, y fue presidente legislativo del comité encargado de dicta- minar las reclamaciones por tratamientos fisioterapéuticos nombrado por el con- sejo de regentes de la universidad del estado de Nueva York. Esté colegiado para la practica en cuatro estados de Estados Unidos y en Canada. 1. Maurice Zolotow, Marilyn Monroe: A Biography. Harcourt, Brace & Co. Nueva York, 1960. 2. Stearn, op. cit. 3, Sugrue, op. cit. 4, Hugh Lynn Cayce, Venture Inward. Harper & Row. Nueva York, 1964. INTRODUCCION 19 El doctor Reilly nacié en el Lower East Side de Nueva York en 1895 y crecié en el distrito Van Ness del Bronx. Fue el mayor de siete hermanos, todos los cua- les, con excepcién de una de las chicas, se dedicaron a la practica de la fisiotera- pia. A los doce afios organizé en el sétano del hogar familiar un club atlético y gimndstico. En 1916, tras graduarse en el National Eclectic Institute, se alist6 en elejército de Estados Unidos y sirvié con el 102.° de Ingenieros en la frontera me- xicana, ensefiando jiujitsu y lucha libre. Fue después de dejar el ejército cuando obtuvo sus titulos académicos del Ithaca College y la Eastern Reserve University. Se gradué asimismo por la American School of Naturopathy y la American School of Chiropractise, y completé dos afios de especializacién en osteopatfa. Durante varios afios, el doctor Reilly estudié en Battle Creek, Michigan, con el doctor John Harvey Kellogg, el inventor de los copos de cereales para el desa- yuno y la cabina eléctrica, y pionero de la medicina preventiva. En el curso de su diversificada carrera, el doctor Reilly dirigié también una granja de salud para la rehabilitacién de alcohélicos y drogadictos en el condado de Sullivan, Nueva York. En 1924 cre en la ciudad de Nueva York el Physicians Physiotherapy Ser- vice en el ntimero 1908 de Broadway, y en 1935 abrié su afamado Reilly Health Institute en el Rockefeller Center. A pesar de sus formidables credenciales y curriculum, al doctor Reilly se le conoce sobre todo por su inusual y estrecha colaboracién con Edgar Cayce, el «profeta durmiente» de Virginia Beach, quien empez6 a enviarle casos en 1930, casi dos afios antes de que los dos hombres se conocieran personalmente. En aque] entonces, Reilly no habja ofdo hablar de Edgar Cayce, ni sospecha por asomo que aquellas personas venfan a él recomendadas por un psiquico. Para cuando Cayce fallecié, en 1945, éste habia encaminado al doctor Reilly més de un millar de pacientes y habia mencionado expresamente su nombre cen- tenares de veces en el curso de las lecturas-trances en que diagnosticaba y pres- cribia un tratamiento para problemas médicos de lo mis diversos. Jess Stearn, en su biografia de Edgar Cayce —inspirada por el doctor Reilly y es- crita en gran parte en su granja de Nueva Jersey- se refiere al doctor Reilly como un «acervo portatil de la terapia practica de Cayce». E indiscutiblemente es hoy la maxima autoridad acerca de los secretos de salud contenidos en las “lecturas” de Cayce. En la inmensa mayorfa de las docenas de libros que se han escrito acerca de Cayce, cuyas ventas han totalizado millones de délares, se ensalzan las extra- ordinarias comprensién y destreza del doctor Reilly en la aplicacién de los trata- mientos de Cayce y los éxitos que ha logrado con ellos. El doctor Reilly no es s6lo un «maestro» en las teorias de Cayce, sino que las ha puesto a prueba clinicamen- te y las ha tamizado en sus cuarenta y cinco aiios de préctica activa. La perfecta combinacién de los poderes psiquicos de Cayce, bebidos de alguna fuente de «co- nocimiento universal», y la experiencia empirica y cientifica de Reilly ha pro- ducido un valiosisimo tesoro de orientaciones terapéuticas que parecen funcionar cuando son adecuadamente administradas. Estas orientaciones pueden ser puestas hoy a disposicién de miles de lectores deseosos de encontrar una salida sensata en el contaminado laberinto de la vida moderna. 20 EDGAR CAYCE, SUS CURACIONES NATURALES A pesar de los tintes de misterio que comparecen cuando entra en escena un vi- dente de la reputacién de Cayce, no hay nada misterioso en la gran afinidad que existié entre los dos hombres, el uno un psiquico y el otro un cientifico. Ambos compartfan una idéntica filosofia de la salud: la expresada en las siguientes pala- bras del doctor Reilly: «La medicina y la mayorfa de los médicos buscan curar una dolencia especifica. Las “lecturas” Cayce y la terapia Reilly tratan de produ- cir un cuerpo sano que se curaré a sf mismo de la dolencia que lo aqueja. Trata- mos de comprender la naturaleza y trabajar con la naturaleza. Luego es el propio cuerpo quien se cura». Cuando el doctor Reilly cerré el Reilly Health Institute en 1965 y se «retiré» a su granja de Nueva Jersey, don6 su equipo de fisioterapia a la Association for Re- search and Enlightenment (la ARE) de Virginia Beach, Virginia; monté alli una clinica de fisioterapia, adiestr6 a su equipo de profesionales y acepté ser su su- pervisor. Organiz6 asimismo el Departamento de Fisioterapia de la clinica de la ARE en Phoenix, Arizona, y form a su personal. No le result6 facil, con todo, per- manecer en este relativo retiro. Por eso, cuando algunos de los pacientes que ve- nfa tratando ~David Dubinsky, por ejemplo, que habfa sido un «asiduo de Reilly» durante més de cuarenta afios— insistieron en continuar sus tratamientos semana- les, el doctor Reilly accedié a viajar a Nueva York un dia por semana y gestioné compartir un consultorio con otro médico en el Capitol Theatre Building. Pero la jornada de trabajo en el consultorio de Nueva York se amplié primero a dos y Iue- go a tres dfas por semana, y pronto el doctor Reilly estaba trabajando alli casi con la misma dedicacién con que habfa estado llevando su instituto. El derribo del Capitol Theatre Building fue la ocasi6n para que el doctor Reilly iniciara el que confiaba fuera su segundo y definitivo retiro. No duré mucho mas que el primero porque, con la publicacién del libro Edgar Cayce, the Sleeping Prophet, y otros comenzé una continua afluencia de hombres y mujeres de todo el pais que peregrinaban a la granja de Nueva Jersey. En la granja cont6 con la ayuda de su incansable colaboradora, la sefiorita Betty Billings, graduada por la University of North Carolina, donde recibié su li- cenciatura en nutricién. Como tal, Ia sefiorita Billings, fue residente en el Dayton Miami Valley Hospital de Ohio, y trabaj6 como dietista clinica en el Duke Uni- versity Hospital y en el New York Hospital-Cornell Medical Center. Est gradua- da también en fisioterapia. Betty Billings tuvo su primer contacto con el doctor Reilly hace unos dieciséis afios, cuando fue a visitarle en solicitud de ayuda para su madre paralitica, después de haber agotado todos los recursos de la medicina ortodoxa. Qued6 tan impre- sionada por el tratamiento aplicado a su madre, que dejé el New York Hospital- Cornell Medical Center, donde a la saz6n trabajaba como especialista en nutricién y dietista, y entré a formar parte del equipo de Reilly en el Rockefeller Center. Ha trabajado con el doctor Reilly desde entonces, y tanto ella como el doctor estan sumamente solicitados como conferenciantes y consultores. El doctor Reilly escribié acerca de ella: «Siempre he tenido la sensaci6n de que Betty Billings me fue enviada por Edgar Cayce... La nutricién es muy impor- INTRODUCCION 21 tante en la terapia Cayce, pero yo era muy torpe en las técnicas de contar los gra- mos de todo, calcular las cantidades diarias recomendadas y mantenerme al dia respecto a las nuevas investigaciones realizadas en este complicado terreno. Ba- rrunto que Cayce querfa que trabajéramos juntos». Al igual que Edgar Cayce, el doctor Reilly se especializ6 en los «casos deses- perados»: aquellos que han abandonado toda esperanza de obtener ayuda median- te las terapias convencionales a base de farmacos. Sus éxitos en el tratamiento de estos pacientes «desesperados» extendieron atin més su fama, hasta el extremo de que la presiOn de los pacientes que acudian a la granja desbordé su capacidad material, y la de la sefiorita Billings, de atenderlos a todos. Ello le obligé a hacer publica su decision de limitar su practica a los miembros de la ARE. «Deseaba desanimar a los pacientes, especialmente a los que tal vez no segui- rian con seriedad la terapia -explic-. Porque, ademés, si no entienden la filoso- fia de Cayce de la unidad de cuerpo, espiritu y mente, y si no sintonizan con ella sus conciencias en el grado necesario, se tarda demasiado en conseguir resultados; y, en ocasiones, ni siquiera se dan.» Hoy, todavia activo a sus setenta y nueve afios, el doctor Reilly expresa asf el concepto que tiene de su obra: «La filosofia basica de toda mi obra es que me con- sidero un maestro y un intérprete de las lecturas Cayce; porque esas lecturas fue- ron comunicadas a unos individuos concretos, y mi tarea ha sido aplicar mi pro- pia formacién, saber y experiencia para interpretar lo que Cayce querfa y ensefiar luego a la gente a ponerlo en practica». 'Y su éxito en ello ha sido admirable. Por eso parece muy oportuno concluir esta Introduccién con palabras de Nelson A. Rockefeller: «Es un gran profesional y un maravilloso ser humano». PRIMERA PARTE «El cuerpo fisico es el Templo» CAPITULO 1 Prevencion: La clave de una salud duradera «[...] todo fortalecimiento, cualquier tipo de curacién, consiste en el cambio de las vibraciones que vienen de dentro... la sintonta de lo divino existente en el interior del tejido vivo de un cuerpo con las Energias Creativas. Sélo esto es sa- nar. Tanto si se logra mediante el uso de medicamentos, el bisturt o lo que sea, consiste en sintonizar la estructura atémica de la fuerza celular viviente con su patrimonio espiritual.» (1967-1) «Porque como la Mente es el Constructor -esto es, que “como un hombre pien- sa, asi es”=, de ahi se sigue que la mente, que el cuerpo, que el alma se expanden para remediar sus propias necesidades.» (564-1) «[..] estd al aleance del hombre todo aquello que en la naturaleza correspon- de a lo existente en los reinos mentales y espirituales, y un antidoto para cada ve- neno, para todo mal en la experiencia del individuo, con aplicar simplemente la naturaleza, las fuentes naturales.» (2396-2) Edgar Cayce «[..] es en la Salud, no en la mala salud, en lo que deberiamos fijar nuestra mirada.» Dr. Roger J. Williams Un hombre de cuarenta y dos aijos pregunt6 a Edgar Cayce: Cudnto deberia vivir en esta encarnacién? (866-1). —jHasta los ciento cincuenta! -fue la respuesta del profeta durmiente de Virgi- nia Beach. A otros que le planteaban la misma o parecida pregunta Cayce les contest6 que si una persona vivia como es debido, comfa sabiamente, no se preocupaba dema- siado y mantenia una visién optimista de la vida, podia vivir hasta alcanzar los 120 0 121 aiios de edad. Alguien le pregunté en cierta ocasion: -Entonces..., ,también es cierto que uno puede conservar la juventud? Y Cayce respondié: ~Es factible conservar la juventud en la medida en que se desee, si se esta dis- puesto a pagar el precio que sea necesario. —Es decir —prosigui6 su interlocutor solicitando més detalles, ;que hay que considerar también la dieta como aplicacién del conocimiento obtenido de dentro de uno mismo? ~iPor supuesto! -replicé Cayce. (900-465) Esta idea de Cayce sobre la potencial longevidad del hombre y la juventud se compagina con las leyes naturales del universo, tal como las encontramos en el reino animal. Segiin los bidlogos, la duracién de la vida de una especie viene a ser de ocho a diez veces el tiempo transcurrido hasta que alcanza su capacidad reproductora. Teéricamente, pues, el hombre deberia vivir como minimo de 120 a 150 afios. Cientificos que han estudiado la geriatrfa y la longevidad en paises de todo el mundo afirman que la duracién media de la vida humana deberia estar en torno a los 140 afios. Y los investigadores de la célula creen que, puesto que cabe conser- var vivas ciertas células indefinidamente, seria posible para el hombre, en teoria, vivir eternamente. El doctor Augustus B. Kinzel, que fue presidente de Salk Institute for Biolo- gical Sciences, predice que «el suefio humano de no envejecer nunca se hard rea- lidad, y conoceremos notables progresos en esta materia no mucho més all de 1980». E incluso el difunto doctor Edward L. Bortz, del Philadelphia’s Lankenau Hos- pital, presidente de la conservadora American Medical Association, aventuraba que no existe raz6n ninguna para que, hacia el afio 2000, los seres humanos no de- biéramos llegar todos como minimo a centenarios. De hecho existen lugares en el mundo donde los hombres y las mujeres viven, PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA_ 27 estén sanos y son capaces de reproducirse hasta bien pasado el limite de los cien afios: lugares como, sobre todo, la repiiblica georgiana de Abjazia, en las monta- fias del Cducaso; Vilcabamba, en Ecuador; y el territorio de los Hunzas, un estado federado de Pakistén. Mas adelante, en el capitulo 16, estudiaremos con algtin detalle los estilos de vida de estas gentes notables, asf como muchos aspectos de la investigacién en este fascinante tema y algunas de las orientaciones Cayce-Reilly para que las apli- quen en sus propios hogares. Por ahora baste observar que el estilo de vida de esas personas tan longevas concuerda con la recomendacién de Cayce para conseguir la longevidad y prolongar la juventud. Paraddjicamente, mientras la ciencia se esfuerza en conseguirnos el regalo de unos afios de mas, son cada dia mas las personas que padecen enfermedades créni- cas y degenerativas. El doctor Max Bircher-Benner, uno de los grandes pioneros médicos y adalides de la medicina preventiva, decfa hace muchos afios: «El reino de los incurables se ha extendido alarmantemente. Asi lo ha hecho también Ja ca- pacidad de la profesién médica para prolongar la vida artificialmente. Pero la in- tencién del Creador no fue que el hombre tuviera que vivir con ayuda de muletas, ni convertir el planeta en un inmenso hospital para los enfermos».' Yo me carteé con el doctor Bircher-Benner hasta su muerte en 1939 y los dos compartiamos una misma filosofia de la salud..., en particular la conviccién de la importancia que tiene la prevencién en medicina. Después de todo, pocos de noso- tros querrfamos seguir vivos unos afios mas siendo invdlidos, una carga para no- sotros y para nuestros familiares. No basta afiadir afios de vida. Lo que cuenta, sobre todo, es cuanta vida tendrds en esos afios. Y habré que decir al respecto que la moderna ciencia médica, a pesar de sus muchos ¢ impresionantes logros en reducir las infecciones y tratar las enfermeda- des, no lo est4 haciendo tan bien en el campo de la prevencién de la enferme- dad y el mantenimiento de nuestra salud. Es salud lo que todos nosotros desea- mos..., no precisamente una mejor asistencia médica. Dado que hemos reanudado Jos lazos de amistad con China, podriamos también emular una de sus antiguas cos- tumbres y pagar a los médicos cuando estamos bien, en vez de hacerlo cuando en- fermamos. Hoy, el hombre y la mujer modemnos (y sus hijos) son una especie en peligro. La salud del pueblo norteamericano est4 sufriendo un gradual deterioro. Se nece- sitan més y mayores hospitales, mas facultades de medicina que formen més y mas médicos, nuevos farmacos, y mayores fondos para dedicarlos a la investigacién. En 1971, el entonces presidente Richard M. Nixon pidié a los altos funcionarios de la administraci6n federal que trazaran un programa destinado a hacer de los norteamericanos el pueblo més sano de la Tierra. El informe de aquéllos revelé que, aunque los norteamericanos gastamos més dinero en atenci6n sanitaria que cualquier otra nacién, nuestra salud es, en conjunto, peor que en la mayorfa de los. demas paises industrializados. Tenemos més cancer, enfermedades cardiovascu- 1, Dr. Max Bircher-Benner, The Prevention of Incurable Disease. Attic Press. Greenwood, 1969. 28 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES lares, diabetes, enfermedades mentales, artritis y anomalias congénitas que los ha- bitantes de cualquier otra nacién industrializada del mundo. Ocupamos el quinto lugar en el indice de esperanza de vida. Los norteamericanos estan menos sanos ahora que hace veinte afios y nuestra esperanza de vida decrece. El presidente en- cargé a Elliot L. Richardson, su secretario de Salud, Educacién y Bienestar (y an- tiguo fiscal general), que estudiara «qué se necesita para hacer que este pais sea més sano que cualquier otro del mundo». Solo tenia, para ello, que echar un vistazo al pais y ala vida diaria de sus ciu- dadanos. Estamos rodeados por todas partes de enemigos solapados, todos ellos tanto mas malignos y peligrosos cuanto que se presentan sigilosamente y bajo dis- fraces sumamente atractivos. Los siete mas mortales de ellos para nuestra moder- na forma de vida se esconden en el aire que respiramos; en el agua que bebemos; en Jos métodos que utilizamos para producir, transportar, transformar y comercia- lizar los alimentos; en la cocina familiar, donde se planea y realiza la gran dieta norteamericana (sin el menor plan); en la dependencia del automévil familiar, que nos tiene inmovilizados en el auge de las enfermedades cardiovasculares y en otras dolencias mortales, cuando no nos mata o mutila por si mismo en Ia carretera..., ¥ en la de su compaiiero de crimenes, el televisor; en Ia servicial farmacia-licoreria del barrio, ahi mismo, en la esquina, que nos ha convertido en una nacién de con- sumidores de pfldoras y ha colaborado para que nuestros hijos cayeran en la dro- gadiccién; y en el trabajo, con el mortal estrés que producen su inseguridad, su competitividad, sus criminales pausas para un «cafelito» y sus almuerzos de ne- gocios. No tenemos que sucumbir ante estos enemigos. Si nos decidimos a poner el es- fuerzo y la disciplina que se requieren para utilizarlas, estén a nuestra disposicién eficaces medidas protectoras. A la salud, como a todos los demas aspectos de la vida, se aplica el dicho de que «més vale prevenir que curar». Y asi resulta que un profesional de la medicina, el doctor Bircher-Benner, nos dice: «Hermanos mios, su vida marcha por caminos equivocados. Traten de iden- tificar los peligros que amenazan su salud y aprendan a evitarlos antes de que sea demasiado tarde. La prevencién es posible con tal de tomérsela en serio; sera efi- caz si se muestran firmes y decididos a la hora de aplicarla»? Después de cincuenta y cinco afios de tratar a los enfermos, de restaurar y for- talecer la salud, el bienestar y la vitalidad de miles de personas, he aprendido que la gente se preocupa mas de su coche y de su cortadora de césped que de su cuer- po y de su salud. Una y otra vez he escuchado la misma mala excusa: «Es que no tengo tiempo para hacer ejercicio, para vigilar mi dieta, para hacer todas las cosas. que usted dice que deberfa hacen». Y mi respuesta ha sido invariablemente: «No tiene tiempo para conservarse bien, pero lo encontrard para estar enfermo, gverdad?». Menos cera en el coche y mds aceite de cacahuete en el cuerpo deberia ser la regla que imperara en los hogares para conseguir una poblaci6n més sana y més fuerte. 2. Ibid. p. x. PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA. 29 Aunque soy fisioterapeuta, me he especializado durante més de cincuenta y cinco afios en tratar y restaurar al hombre completo: el hombre que refleja en su cuerpo y su mente el impacto del mundo que lo rodea externamente. He dicho muchas veces que la misma sangre que circula por nuestras entrafias lo hace tam- bién por nuestro cerebro; pero puedo invertir la frase y decir que la sangre que circu- la por nuestro cerebro, donde nos sentimos inquietos, preocupados y temerosos, fluye por las entrafias, donde padecemos tensién. Muchos hombres han acudido al Reilly Health Service del Rockefeller Center con la misma queja: «Cuando estaba haciendo el servicio militar, me encontraba en una forma espléndida. Me sentfa siempre bien. Ahora estoy fatal y me siento tor- pon y mareado constantemente. ;Puede usted ponerme otra vez en la misma bue- na forma de antes?» Podria haberles respondido simplemente: «Si. Haga ejercicios en el gimnasio, tome de vez en cuando un bafio de vapor y apliquese después fricciones t6nicas 0 quizé un masaje, y podré recuperar la misma buena forma que la vida ordenada y el ejercicio regular le proporcionaban cuando estaba en el ejército». Pero debemos recordar que, de soldado, no tenia que preocuparse por un au- mento de salario, ni por el humor con que lo recibirfa su mujer al regresar a casa después del trabajo, ni por la posibilidad de ser despedido, ni por el inminente pago de un plazo de la hipoteca. No tenfa que tomar decisiones: otros decidian por él. Por consiguiente, era capaz de relajarse; y la relajaci6n, junto con la liberacin de la responsabilidad y la tension, era responsable en gran parte del excelente estado ffsico en que se encontraba. E| problema de devolver a esos hombres a la misma condicién de bienestar no es simplemente cuestién de ejercicio fisico y nutricién equilibrada. Requiere tam- bién un ajuste psicoldgico en todos los campos de la vida..., un ajuste que todas las personas estén obligadas a hacer si quieren participar en la sociedad como ciu- dadanos responsables, deseosos de mantenerse a si mismos y no depender de la ayuda de terceros 0 del Estado. Hoy todo el mundo, hombre y mujer, ha de combatir como soldado en un fren- te econdmico de competencia, en el que tiene que estar constantemente alerta para mantener la seguridad, conservar el hogar y la familia, y ahorrar algo para el fu- turo. Y lo curioso es que, si no fuera por su cuerpo, no queria usted hacer ese ajus- te; que, sino fuera por su cuerpo, no mantendria ese combate que dura toda la vida. Si usted tuviera slo mente, y no también un cuerpo, el mundo de lo econémico desaparecerfa: no necesitarfa una casa, ni alimentos que procurar a su cuerpo, ro- pas para cubrirlo ni cosméticos para maquillarlo..., ni un automévil para despla- zarlo de aqui para allé. El matrimonio serfa innecesario, porque no existirfa una sexualidad en sentido fisico y no darfa como fruto hijos. Es, pues, el cuerpo el que hace que surjan la econom(a, el matrimonio, la politica y la guerra. Pero un hecho que me ha asombrado durante toda la vida es que a ese cuerpo que provoca tales elementos de conflicto, presiones y trabajo, no sélo lo descuida- ‘mos, sino que hacemos un mal uso y abuso de él. Se dirfa que los antiguos griegos, 30 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. que respetaban e incluso llegaron a rendir culto al cuerpo, se mostraban mas pré- ximos que nosotros a una actitud razonable frente a la vida diaria. Por lo menos reconocfan que el cuerpo es el punto focal de la vida en el mundo. Debemos al cuerpo el estar aqui, en este mundo tridimensional. Y es, por con- siguiente, el cuerpo el que ha de mantenerse en armonia y en equilibrio ~sano, en otras palabras— para que, a través de él, las partes de nosotros que no son fisicas, que nos dan los mayores placeres y nos hacen seres humanos —es decir, la mente y el espiritu- puedan funcionar suficientemente bien para alcanzar su potencial mis alto. Pero resulta que en la vida moderna nos ocupamos mas en desequilibrar el cuer- po que en mantenerlo sano. Lo sobrecargamos hasta el extremo de agotarnos en nuestros esfuerzos para ganar dinero y conseguir el éxito. Cuando deberiamos te- ner en cuenta que cada parte del cuerpo mal usada, sometida a excesos 0 descui- dada es importante a la hora de mantener la totalidad en buena forma. Si hay algo que demuestren las lecturas de Edgar Cayce, es que el hombre no puede ser fragmentado en partes..., cada una con su sistema propio y susceptible de ser considerada y tratada sin atender a las demés partes. Porque Edgar Cayce afirmé una y otra vez que todo lo que hacemos y pensa- mos esté directamente relacionado con lo que somos como seres humanos com- pletos: que lo que comemos influye sobre lo que pensamos; que lo que pensamos influye sobre lo que comemos; y que lo que comemos y pensamos, juntos, influ- yen sobre lo que hacemos, lo que sentimos y lo que parecemos. Citaré un ejemplo del caso 288-38, en el que dice: «{...] Lo que pensamos y lo que comemos ~com- binados— determinan lo que somos, fisica y mentalmente». Y en otra lectura (2528-2) Cayce observa: «Pero cuando la norma esta coordi- nada, en espiritu, mente y cuerpo, el ser es capaz de realizar el objetivo por el que acepta una experiencia material o fisica». He tenido el excepcional privilegio de haber conocido a Edgar Cayce y haber trabajado con él. A través de él tenemos acceso a la sabidurfa intemporal que este gran ser humano y psiquico bebié de sus «fuentes universales» de conocimiento. Pienso que esta sabiduria suya jams fue tan urgentemente necesaria como lo es hoy, en el presente caos ecolégico interno y externo que han montado el hombre, laciencia y la tecnologia. EI objetivo de este libro es ensefiarles a ustedes a mantener su buena condi- cién, compartiendo con ustedes las terapias naturales sin farmacos, las actitudes mentales y la sintonia espiritual que Edgar Cayce prescribié en sus casi quince mil lecturas destinadas a unos seis mil individuos. Deben tener presente que la mayo- ria de las personas que buscaron la ayuda de Cayce o la mia eran casos médicos desesperados..., personas desanimadas, descorazonadas, que ya habjan probado todo cuanto podia ofrecerles la medicina ortodoxa... y aun las alternativas. El re- curso a Cayce era para muchos la tiltima apelacién posible a un tribunal supremo. Y Cayce era capaz de diagnosticar sus dolencias entrando en un estado de trance, a pesar de que jamés vefa a la persona, que podia hallarse a miles de kilémetros de distancia. Les prescribfa entonces terapias capaces de prestarles ayuda. Muchos ex- PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA 31 perimentaron lo que parecian curaciones milagrosas. Otros no. Aunque el método era extrafio y basado en una videncia psiquica, las terapias en sf no tenfan ningin misterio: incluian tratamientos osteopaticos, regimenes de nutricién, ejercicio, masaje, hidroterapia y electroterapia, aplicacién externa de fomentos, remedios y férmulas magistrales basados en alimentos naturales, hierbas y, en ocasiones, me- dicamentos ¢ intervenciones quirtirgicas. Para conseguir resultados, se requeria constancia y una sintonia mental y espiritual, como Cayce explicaba a menudo: Conserve dentro sf esa actitud mental de fuerzas constructivas, creativas. Porque toda curaci6n, cualquiera que sea su naturaleza, debe brotar del interior de uno mismo. Porque en el cuerpo fisico esté la capacidad de re-crearse o reproducirse, asf como las actividades necesarias para asimilar lo que se obtendra de esa re-creacién, (1663-1) Porque toda curacién, mental o material, consiste en sintonizar cada tomo del cuer- po, cada reflejo de las fuerzas cerebrales, con la conciencia de lo divino que late den- tro de todos los étomos y de todas las células del cuerpo. (3384-2) En la siguiente lectura (528-9), Cayce subraya la importancia de la constancia y la tenacidad: L..Jel cuerpo no debe, no deberia, desanimarse en el intento, sino trabajar con pa- ciencia, sabiendo que toda curacién, toda ayuda, han de brotar de un pensamiento cons- tructivo, de una aplicacién constructiva, y ante todo y sobre todo de una inspiracién spiritual constructiva. Emplee las molestias [del cuerpolf...] como piedras en que apo- yarse para alcanzar un conocimiento més alto, més perfecto, mayor. A Io largo de los tiltimos quince afios de la vida de Edgar Cayce (de 1930 a 1945) tuve ocasién de trabajar con casi un millar de casos que él me envid, Pare- cfa existir una asombrosa diferencia entre las lecturas dadas a un individuo y otro aun en los casos en que sus dolencias eran clasificables bajo un mismo epigrafe médico. (En este aspecto, como en tantos otros, Cayce se adelanté a la medicina de su época descubriendo la individualidad bioquimica de cada persona, un tema que abordaremos con mayor detalle en préximos capitulos). Debo reconocer que, en aquel entonces, habia algunas facetas de la terapia que escapaban a mi compren- si6n. Pero a medida que, a lo largo de mis cuarenta y cinco afios de experiencia cli- nica, fui aplicando a miles de mis pacientes esos tratamientos en la secuencia sugerida por Cayce, empecé a captar la filosofia subyacente y los principios im- Plicados en ellos. Principios que se fundamentan en la estructura basica y en los procesos del cuerpo, la mente y el espiritu humanos. Pronto tuve claro que, con independencia de los tratamientos 0 combinacién de terapias que prescribiera, perseguia cuatro objetivos bsicos: mejora y normaliza- cidn de las funciones de asimilacién, eliminaci6n, circulacién y relajacién. Con la reinstauraci6n del equilibrio normal de estas cuatro funciones basicas, el cuerpo procede a sanarse a s{ mismo de los desarreglos que manifiesta como sfntomas de enfermedad. De hecho, tanto Cayce como yo hemos tratado siempre con las cau- 32 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES sas, no con los sintomas, y por esta raz6n sus lecturas rara vez recurren a la ter- minologfa médica. En mi calidad de fisioterapeuta, yo no hago diagndsticos, pero en mi préctica clinica he comprobado que un gran porcentaje de los diagnésticos médicos que me trafan mis pacientes tenfan que ver con los sintomas de un desa- juste de las funciones corporales. Y en todos 108 casos, sin importar el nombre con que se designara la enfermedad, cuando Ia actitud del paciente era la correcta y los tratamientos se aplicaban con constancia y tenacidad, una vez que la asimilacién, la eliminaci6n, la circulacién y la relajacién alcanzaron niveles mds normales, se obtuvieron recuperaciones plenas o parciales y muchas curaciones Cayce notables. Me gusta proponer a mis pacientes que traten de hacer un acréstico con las ini- ciales de los cuatro objetivos vitales mencionados antes. En efecto, combinando las iniciales de esas funciones resulta la palabra CARE, es decir, atenci6n, asis- tencia médica. En este libro voy a tratar de comunicarles a ustedes los principios, métodos ¢ instrucciones detalladas para emplearlo como un manual doméstico de recursos Cayce para mejorar la salud. Porque he podido comprobar que ésta es la clave no sélo para curar al enfermo, sino para crear y mantener un estado vibran- te de salud, optimista, enérgico y productivo, capaz de prolongar una juvenil joie de vivre hasta la madurez y la ancianidad, exentas de enfermedades. No importan as pruebas y tribulaciones que la vida nos traiga: uno est4 mejor preparado para afrontarlas si tiene buena salud que si esté enfermo. Para mi, las lecturas de Cayce estén hoy tan vigentes como cuando Cayce vi- via. En los afios transcurridos desde su muerte (1945), he seguido aplicando mu- chas de las mismas terapias y sus remedios con repetido éxito. La principal dife- rencia es que, cuando Cayce vivia, uno podfa obtener de él indicaciones definidas para individuos concretos. E incluso era posible averiguar, a través de una serie de preguntas, las razones por las que, a personas distintas que parecian tener la mis- ma enfermedad, se les daban diferentes indicaciones terapéuticas. A menudo in- cluso la frmula de una pomada para masaje era especifica, detallando la dosis y el tiempo entre aplicacién y aplicacin; y en muchos casos Cayce Hlegaba a pre- decir hasta los resultados que cabia esperar. Un rasgo distintivo del trabajo de Cay- ce era que cada ser humano recibfa una composicién de terapias individualmente orquestadas, con el fin de restaurar la armonia de cuerpo, mente y espiritu. En otras ocasiones, en cambio, se limité a enviarme pacientes, dejando a mi criterio decidir Ja terapia que necesitaban. No tenemos ya a Cayce en persona como fuente de informacién. Ahora nos toca a todos cuantos hemos tenido Ia experiencia, la educacién, la preparacién cientifica 0 el saber de una correcta interpretacién, emplear las lecturas de la mejor manera posible para sanar a los enfermos y poner sus conocimientos a disposicin de los que estén sanos para que puedan preservar su salud durante toda su vida. Las terapias y remedios de Cayce no estan constreftidos a una época: legan de un pasado secular y a menudo se proyectan al futuro, anticipando en muchos afios descubrimientos que la ciencia y la investigacién han de corroborar. Cayce estaba explotando «fuentes universales de conocimiento» y recibiendo de ellas las leyes naturales del universo. El saber que Cayce recibia era un reconocimiento de la ca- PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA 33 pacidad dada por Dios al cuerpo humano, a su mente y a su espfritu para sanarse a si mismos. Por eso sigue funcionando hoy con la misma eficacia que cuando Cayce vivia, a condicién de interpretarlo correctamente. Esa infinita sabiduria contenida en las lecturas de Cayce tiene que ser investi- gada sin cesar, aplicada y explorada para descubrir los posibles remedios que en- cierra. Queda atin mucho por aprender de esas lecturas, mucho que atin no com- prendemos perfectamente, que atin no hemos usado. Pero con cuarenta y cinco afios de estudio, de experiencia y de investigacién clinica he podido deducir de los consejos que daba a los individuos ciertos principios generales que, como he com- probado experimentalmente, pueden sanar a los enfermos y servir de orientacién a todos para mejorar su salud. He seleccionado en este libro aquellos procedimientos, terapias y remedios que resultan adecuados para uso doméstico, sin mas requisitos que observar los pa- rémetros que se describen para cada uno y haber consultado previamente al pro- pio médico 0 a un médico que aplique las ideas de Cayce, para contar con su diag- néstico. Como decia el propio Cayce, su obra servird primero para educar a los in- dividuos, luego a grupos de individuos y, finalmente, a las masas. Albergamos la esperanza de que el presente libro les hard comprender los principios fundamen- tales para gozar de una radiante salud, de la juventud, del control de su peso, de la prevencién de la enfermedad, fertilidad y satisfaccién sexual, y de una vida larga, dichosa y productiva. CAPITULO 2 Trabajando con Cayce «El hombre que es (o era) presidente de los fisioterapeutas de Norteamérica,' y que lleva afios familiarizado con las lecturas|...}, que esté usando también aho- ra la luz verde es el doctor H. J. Reilly, R.C.A. Bldg., 1250 Sixth Avenue, N.Y.C. »Espero que tenga la oportunidad de ir a su consultorio y conocerlo. Le daria una idea del tipo de sitio que tiene que buscar usted en su vecindad..., en caso de que no le recomiende alguno que sea miembro de su asociacién, quiero decir.» Gladys Davis Turner (en una carta acompajiando a la lectura 3008-1) 1. El doctor Reilly fue presidente de los fisioterapeutas de Nueva York, no de los Estados Unidos. Edgar Cayce entré en mi vida un crudo dia invernal de enero de 1930. En el Reilly Physician’s Service estébamos viviendo la habitual afluencia de consultas posterior a las fiestas. Los clientes se apresuraban a acudir para trabajar enérgica- mente en librarse de sus kilos de mas y su sensacion de culpabilidad, reparando as{ los estragos de los excesos cometidos en las comidas de Navidad y de Afio Nuevo. Mi hermana Dorothy, uno de mis cinco hermanos que trabajaban conmigo, me Ilamé por el interfono. Yo estaba muy ocupado y le pregunté con brusquedad si el doctor Pat, otro hermano nuestro, no podia encargarse del asunto que fuera. Pero ella insisti6 en que acudiera a la sala de recepcién —Tengo aqui a una tal sefiora L. S. que trae unos papeles para que los veas. Dice que la envia Edgar Cayce, de Virginia Beach. Yo no habia ofdo hablar antes de Edgar Cayce, pero supuse que seria unos de los centenares de médicos, osteépatas, dentistas, quiropracticos o naturépatas que nos enviaban regularmente pacientes para que recibieran tratamientos fisioterd- picos. En aquel entonces estdbamos ubicados en el 1908 de Broadway, en Nueva York, en el segundo piso de un viejo edificio de madera que se alzaba en la esqui- na noreste de la calle 63. No era un lugar elegante..., sin comparaci6n con el lujo- so Reilly Health Service del Rockefeller Center que se harfa famoso afios después. Pero tenia un gimnasio y unas salas de bafios medicinales bien equipados, con am- plio espacio en el interior y en la azotea para los ejercicios, e incluso una pista de squash. El nuestro era uno de los departamentos de hidroterapia més completos de la ciudad: bafios termales de estilo europeo, duchas escocesas, baiios de asien- to, una amplia diversidad de bafios de vapor, salas de masajes, cabinas eléctricas y equipo de electroterapia..., todo lo necesario, en suma, para prestar un servicio completo de fisioterapia. Cuando entré en la sala de recepcién me encontré a una mujer atractiva, pelirro- ja, examinando las fotografias de hombres de negocios, lideres sindicales, politicos y estrellas de la Gpera, el teatro y la radio que cubrian nuestras paredes, todas con dedicatorias en las que me expresaban su aprecio o algiin sentimiento similar. La sefiora [5439] tenfa un rostro y un porte que me sugirieron la idea de una estrella del teatro. Le pregunté si era actriz, y ella sonrié complacida. Me dijo que su gran aficién era escribir, especialmente para la escena, y que confiaba en llegar a estrenar algtin dia alguna obra importante. Parecfa mucho més joven de la edad que tenfa en realidad: cuarenta y dos afios, como supe luego. —Edgar Cayce, de Virginia Beach, me ha enviado aqui —dijo tendiéndome un fajo de papeles-. Dijo que tenia que recibir masajes y electroterapia. TRABAJANDO CON CAYCE 37 =No le conozco -repliqué. Con la arrogancia de la juventud, acepté como lo més normal el hecho de que él si me conociera, quienquiera que fuese-. Permita- me ver lo que me trae. Los folios de papel que me tendié Hevaban el siguiente encabezamiento: Lectura psiquica dada por Edgar Cayce en su despacho, 115 West 35th Street, Vir- ginia Beach, Va. el 11 de enero de 1930, a peticién de la interesada: sefiora (5439} (aqui segufa el nombre completo de la mujer). Y, a continuacién: PRESENTES: Edgar Cayce; sefiora de Edgar Cayce, directora; Gladys Davis, ta- quigrafa, Hora de la lectura: 4:00 PM. Hora Oriental Estindar, Sefiora [5439], de Cen- tral Park West, Nueva York. Venian luego las siguientes instrucciones dadas a Edgar Cayce por su esposa: Dards una lectura fisica y mental para este cuerpo, con sugerencias para mejorar ambas condiciones, y responderds a las preguntas que te haré al respecto. Pensé al principio que se trataba de una especie de broma, 0 que la sefiora [5439] y el tal Cayce estaban locos. Pero fui lo bastante curioso como para seguir leyendo. No era, en principio, totalmente hostil a la idea de que un psfquico me enviara a alguien, porque en el transcurso de los afios habfamos tenido como clien- tes a bastantes astrélogos, psiquicos, quiromantes, numerélogos y otros practi- cantes del ocultismo, y frecuentemente habfamos recibido personas recomenda- das por ellos. Pero en toda mi experiencia jamds habfa visto un diagnéstico o una prescripcién terapéutica como la que empecé a leer. Cuando la sefiora [5439] me explicé que Cayce daba lo que ella Hamaba la «lectura» durante un estado de trance mientras se hallaban él en Virginia Beach y ella en Nueva York, me sentf realmente intrigado. Incluso ahora, con cuarenta y cinco afios de introspeccién, me resulta dificilfsimo explicar qué fue lo que me indujo a hacer un hueco, en uno de nuestros dias de mayor ajetreo, para leer lo que seguia. Pero lo cierto es que lo hice. Cayce decfa: Si, tenemos aquf el cuerpo, la seftora [5439]. Ahora bien: vemos ese cuerpo en ex- celente estado en muchos aspectos, fisica y mentalmente. Pero hay ciertas condiciones de las que el cuerpo fisico deberfa tener cuidado y, corrigiendo lo que tiene hoy peque- fia importancia en el funcionamiento fisico, mejorar el estado fisico y abrir un canal por el que puedan manifestarse lo mental y lo espiritual: porque el cuerpo-fisico es real- ‘menie el templo a través del que debe manifestarse el desarrollo mental, espiritual y del alma, y en cuya manifestacién se da el crecimiento. [La cursiva es mia.| Relef la frase: «porque el cuerpo-fisico es realmente el templo a través del que debe manifestarse el desarrollo mental, espiritual y del alma», encontrando en ella 38 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES un eco de una profunda conviccién mfa, a la que habia consagrado mi vida como fisioterapeuta, Con frecuencia les recordaba a mis pacientes que «la misma san- gre que circula por sus entrafias y sus pies lo hace por su cerebro». Mis palabras no eran tan poéticas y espirituales como el lenguaje empleado por Cayce, pero querian expresar exactamente lo mismo. El diagnéstico empezaba con un anélisis del riego sanguineo. Cayce encontré que la emocién del miedo estaba creando una condicién que «debia ser elimina- da» del sistema: [...] hay muchos canales por los que se efectéan las eliminaciones. Primero, en el sistema respiratorio. Esto no es meramente la expulsién del aire respirado, ni la clarifi- cacién del torrente sanguineo al pasar por los pulmones en busca del oxigeno necesa- rio para desarrollar determinadas condicionesf...] sino también la de la totalidad de lo exterior[...] a través de los diversos poros del sistema [y del de la circulacién linfatica]. Y lo mismo en el higado, o a través del canal alimentario. Estos, ahora, son los que sufren més[...] porque, como se ha visto, el flujo sanguineo a través del higado es el do- ble que por cualquier otra porcién del sistema, y en el I6bulo izquierdo o Iébulo menor del mismo encontramos aquellas condiciones con el cardcter de des6rdenes, afectadas por el esplénico y este l6bulo, o porcién del Iébulo del higadof...] Porque, dado que el higado es a la vez excretorio y secretorio en su funcionamiento, acta consiguiente- mente sobre el sistema de manera doble, o més atin. La lectura de Cayce prosegufa explicando como el desajuste en la eliminacién por el sistema respiratorio, el higado y los rifiones de la mujer habfa afectado a sus sistemas nerviosos, creando unos «desarreglos..., que no enfermedades»... que le producfan un exceso de acidez. Estas[...] dan origen a manifestaciones de pesadez de cabeza, hinchaz6n en la gar- ganta, desvio en Jos tejidos mucosos de los bronquios, las cavidades nasales y el seno maxilar, y en aquellas partes donde hay implicados tejidos blandos. Estos son mera- mente sefiales, no causas..., y ni siquiera reacciones. Mas bien advertencias de desa- rreglos, o de enfermedades, que se le hacen a lo fisico [al cuerpo). Después de este preciso diagnéstico de los sintomas de la sefiora [5439] y su causa, el psiquico en trance pasaba a referirse a la fuerzas mentales que actuaban enella. El miedo [es} la peor pesadilla para los elementos humanos, porque en el miedo se dan las condiciones que destruyen aquella vitalidad o lo asimilado, Y el consejo que le oftecfa acertaba con sorprendente precisién en sus deseos més intimos: Los desarrollos mentales deberfan orientarse hacia la direccién dramatica, escribir teatro, escribir libros, canciones..., porque éstas [cosas] pueden brindar una salida del TRABAJANDO CON CAYCE 39 yo para manifestar aquello que el cuerpo, el ser mental puede tener como ideal. Encuen- ire un ideal. No se picrda en lo individual ni en lo egocéntrico, sino més bien en lo que el cuerpo, el cuerpo mental, el cuerpo espiritual, pueden tener como ideal. Estoy listo para responder a las preguntas: P-1. {Qué libros puede leer el cuerpo que lo ayuden a mejorar su talento para escribir? R-1. Ticito, 0 Platén, 0 alguno semejante..., porque el ser estuvo asociado con Platén y su desarrollo o retroceso significarfan mucho. P-2, ;Tendré que escribir con algin otro, o hacerlo por mi misma? R-2. Aqui entra en juego el miedo, cuando el ser intenta escribir por sf solo... Pero es- criba sola y, cuando lo haga, conserve ese yo cerca como el ideal. No tema ex- presar realmente esos hijos del cuerpo mental como le salgan, en la meditacion, porque éstos ~empledndolos~ crecerdn y no destruirén su yo, sino que se enter- necerdn por amor de! Creador, o del mismo cuerpo. P-3. {Es el cuerpo necesario para los negocios de su marido? {Es aconsejable para ella volver a esos negocios? R-3. Seria aconsejable que, como minimo en su capacidad de aconsejar, el cuerpo viera mucho mds de lo mismo que tiene al presente; pero volver a lo mismo sig- nificaria sofocar sus propias tareas, y su personalidad ¢ individualidad suftirtan también. ¢Volveran a tener éxito esos negocios sin el cuerpo? iCon su consejo volverfan a tenerlo! Con su asesoramiento lo tendrén! {Qué actitud deberfa adoptar con respecto a su esposo? . No la mera tolerancia debida, sino una disposici6n a ayudar; porque lo uno es tan necesario para lo otro como lo son cualesquiera de las condiciones que consti- tuyen dos polos. (5439-1) Coincidi con su interpretacion de que el conjunto de los sintomas venian de un estado de intoxicacién provocado, por lo menos en parte, por causas emocionales, y de una eliminacién inadecuada. La sefiora [5439] no presentaba ningun problema de salud excepcional o difi- cil de resolver, y ciertamente el tratamiento recomendado de masaje y electrotera- pia encajaba perfectamente con nuestra habitual forma de hacer. Supe inmediatamente que conseguirfa mejorar su circulacién cuando le apli- céramos manipulaciones. La terapia de drenaje aliviaria la presién en su cabeza. En el masaje prestarfamos especial atencién al abdomen para estimular el higado y el bazo, y trabajariamos las piernas para normalizar y estimular la circulacién por ellas, con lo que conseguiriamos estimular la circulacién por todo el cuerpo. En cuanto a las mucosidades excesivas, suelen aparecer cuando la dieta es in- correcta o cuando existe alguna irritacién, Es la forma que tiene la naturaleza para tratar de curar o proteger los tejidos para que no se inflamen en exceso. Algunos alimentos generan mas mucosidades que otros (véase el capitulo 5, sobre la dieta y la nutricién). El tratamiento recomendado por Cayce pedia electroterapia con rayos ultra- violeta, infrarrojos, luz verde azulada y luego luz naranja. No iniciamos una cro- moterapia, 0 terapia mediante el color, pero usamos rayos infrarrojos y dos tipos 40 EDGAR CAYCE, SUS CURACIONES NATURALES. de ultravioleta (uno ultravioleta puro y el otro con el espectro solar completo ob- tenido mediante lémparas de arco voltaico). Yo me interesé sobre todo en el uso de las luces que, segtin Cayce, «equilibrarian 1a circulacién, aliviando este pro- blema en el sistema nervioso central». En la lectura me intrigaron cierto ntimero de conceptos que no sélo suscitaron resonancias en mis propias ideas, sino que representaban un enfoque que en aquel entonces no era aceptado por la generalidad de la profesién médica. Hoy, sin em- bargo, esas ideas se han convertido en tépicos. Por ejemplo: buena parte de la lectura se referia a los temores y la ansiedad de la seftora [5439] a propésito de los negocios de su marido. Habia estado tra- bajando con él en lo que, como averigiié luego, era un negocio muy prdspero, pero después se habia retirado a medias y se sentia culpable porque el negocio pasaba ahora por momentos dificiles. Otra parte de la lectura versaba sobre sus frustrados deseos de dedicarse a la creacién literaria, y en especial al teatro. Todas estas ten- siones, miedos y emociones eran responsables en gran parte, segiin Cayce, de sus trastornos fisicos. Por alld en 1930, lo psicosomatico era un concepto novedoso. S6lo unos cuantos médicos pioneros conectaban las condiciones emocionales, mentales y espirituales de los pacientes con su estado de salud o enfermedad. Yo también habia Ilegado a la misma conclusi6n. De joven ensefié jiujitsu y boxeo en el ejército durante mi servicio militar en la frontera mexicana con el 22." regimiento y después durante la primera guerra mundial. Entrenaba a los soldados y los preparaba fisicamente para convertirlos en comandos. Yo mismo fui un atle- ta, practiqué un poco el boxeo y aprendi pronto lo que significaba «estar a punto» y el efecto que tienen las emociones y temores de un hombre sobre su condicién fisica y sus prestaciones. Recuerdo un divertido incidente que me proporcions una excelente leccién so- bre la enfermedad psicosomatica. Durante bastantes afios habfa estado tratando a Beniamino Gigli, el gran tenor italiano del Metropolitan Opera. Cuando el chéfer de Gigli lo trajo a verme, tenia un peso excesivo y sufria tan severos ataques de artritis que se vefa forzado a cancelar representaciones. Lo ayudé a recuperar su figura —rebajdndola desde los 110 kilos a 88, mas en consonancia con la ideal de sus personajes romanticos- y al cabo de pocos meses no volvié a suspender nin- guna funci6n. Nos hicimos muy amigos -solia ir a Italia con él cada dos afios~ y estaba empefiado en que renunciara al ejercicio de mi profesién y me dedicara simplemente a viajar y trabajar con él, ocupandome de que hiciera ejercicio, reci- biera masajes, siguiera una dieta y fuera mas disciplinado. En éstas me enteré cierto dia de que Gigli iba a dar un concierto en el Carne- gie Hall y contraté un espacio de publicidad en el programa de mano, que ocupa- ba Ja totalidad de Ia Ultima pigina. El texto del anuncio comenzaba con una frase destacada: «Por qué Gigli no cancela nunca una representacién?», y proseguia luego explicando sumariamente lo que hacfa yo para mantenerlo en forma. Cuan- do Gigli vio el programa, se enfurecié como no le habia visto en la vida. Aunque sus arrebatos eran notorios, ni sus enfados ni sus malhumores duraban mucho. Esta vez, sin embargo, se lo tom6 por la tremenda y estall6 como nunca; peor atin..., pi- TRABAJANDO CON CAYCE 41 116 un tremendo resfriado. La ira habia originado un desajuste quimico que segre- gaba los dcidos que lo hacfan vulnerable..., y ahora estaba enfermo de veras. Todo esto ocurria dos dfas antes del concierto, y amenazé con suspenderlo. ~jMenudo ridiculo vais a hacer delante de todo el mundo..., ti y tu anuncio! se burls, Jamas en mi vida he trabajado tan intensamente como lo hice en los dias si- guientes, pero lo puse bien a tiempo para salvar las dos reputaciones. Me vinieron a la memoria Gigli y su resfriado cuando lef la lectura de Cayce para la sefiora S. [5439]. En los meses posteriores a la aplicacién con éxito del tratamiento a la citada dama, recibi nuevos pacientes enviados por Edgar Cayce, pero tuvieron que pasar dos afios antes de que nos conociéramos personalmente él y yo. En ocasiones los pacientes me trafan las lecturas, a veces con una simple tira de papel en la que se indicaba el tipo de tratamiento a seguir. Estas indicaciones podfan ser muy preci- sas, Ilegando incluso a especificar el tipo de aceite o la combinacién de aceites que deberian emplearse en el masaje, con las proporciones exactas, 0 no darse si- quiera, dejando a mi criterio el tipo de tratamiento a aplicar o la eleccién del agen- te terapéutico. He repetido a través de los afios, en los muchos discursos que he pronunciado ante profesionales de la medicina 0 publico no especializado, que cualquier tipo de terapia ha curado a alguien, pero que no existe ninguna terapia que haya cu- rado a todos. Mi formacién y experiencia han sido eclécticas y tengo un espiritu abierto. Pero jamas he encontrado en ninguna otra parte, ni la he visto repetida, la amplisima gama de terapias que Cayce recomendaba. Inclufa la osteopatia, la qui- roprictica, el ejercicio, la medicina convencial, las més sofisticadas dietas y regi- menes de nutricién, todas las formas conocidas de hidroterapia y electroterapia, la cirugia incluso; y usaba una asombrosa variedad de hierbas, aceites, luces, colo- res y originales aparatos inventados por él. {De donde sacé su conocimiento del valor de tantas terapias diferentes para di- ferentes individuos? Porque jamés eran idénticas. Algo sorprendente, sin duda, porque con todo mi conocimiento y experiencia, me parecia practicamente impo- sible mejorar sus sugerencias. Y me resultaba dificil comprender que un hombre dormido pudiera dar consejos tan buenos 0 mejores que los que yo era capaz de dar estando despierto. ‘A medida que fueron llegndome hombres y mujeres con lecturas 0 indicacio- nes Cayce, crecié mi interés por su fuente. De dénde habia sacado mi nombre? (Cémo sabia el tipo de tratamientos que aplicébamos y las instalaciones que tenia- mos para hacerlo? Mi curiosidad aumentaba mientras, sin que ninguno de los dos lo planedramos conscientemente, iba estableciéndose un creciente trafico de do- ble sentido entre el Reilly Physicians’ Service y Edgar Cayce de Virginia Beach. Una de mis pacientes predilectas era Clara Belle Walsh. Rubia, de casi metro ochenta de estatura y proporciones wagnerianas, Clara Belle era la heredera de una antigua y notable familia de Kentucky y tenfa fama internacional como anfitriona, mecenas del teatro y la msica, e intima amiga de la reina Marfa de Inglaterra. 42 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Patrocinaba a muchos grandes intérpretes y artistas, y recuerdo concretamen- te que fue ella quien me presenté a Vincent Lopez, un desconocido entonces, en sus habitaciones del hotel Plaza, donde daba sus recepciones cuando se hallaba en Nue- va York. Cierto dia nos informé de pasada, y hablando totalmente en serio, que Lopez era la reencarnacién de Leonardo da Vinci (segtin una lectura vital Cayce). Que Leonardo habia sido zurdo, y que ésta era la raz6n de que Vincent Lopez di- rigiera siempre la orquesta con su mano izquierd: La sefiora Walsh tenfa un doloroso problema . Sus piernas eran elegantes y esbeltas, pero padecfa artritis en la rodilla izquierda, en la que se le habfa for- mado una especie de espolén o engrosamiento. De cuando en cuando, 1a rodilla enganchaba en ese engrosamiento, provocando hinchazén y un dolor terrible. Cuan- do esto ocurrfa, enviaba a buscarme y yo acudia rapidamente al hotel Plaza, le aplicaba fomentos para reducir la hinchaz6n y manipulaba la rodilla hasta liberar- la. Con esto conseguia un alivio inmediato. En cierta ocasién que yo estaba fuera de la ciudad le ocurrié el mismo percance, tuvo la rodilla encajada por espacio de cuatro 0 cinco dfas y se le desarrollé una inflamacién espectacular. Habia llama- do al médico del hotel, que le recet6 una medicaci6n..., pero ni siquiera los mas potentes narcéticos le producfan efecto. Sus dolores eran insufribles. Y cuando el médico del hotel Plaza llamé a consulta a un especialista, éste sugiri6 abrir la ro- dilla o, en caso de extrema necesidad, amputar la pierna a esa altura. Cuando regresé a Nueva York me encontré sobre mi mesa un montén de men- sajes urgentes de Clara Belle. Me apresuré a ir al Plaza y la enfermera que la asi tia me dijo que la enferma estaba inconsciente, bajo los efectos de la anestesia que Je habfan administrado para aplicarle unas manipulaciones. No querfa dejarme en- trar en la habitacién. Le expliqué que estaba perfectamente familiarizado con la dolencia de la sefiora Walsh, y que la habfa tratado repetidas veces con anteriori- dad. Entre tanto, la anestesia dejé de hacerle efecto y empez6 a gritar de dolor. En cuanto oyé mi voz, pidi6 que entrara a verla. Le apliqué fomentos, puesto que en aquellas condiciones era imposible cualquier manipulacién, y en cuanto consegui reducir la inflamacién, pude proporcionarle alivio. Estuve visiténdola tres veces al dia durante los tres dias siguientes. Después de este ataque, Clara Belle estaba inquieta y un poco asustada, y es- cribié a Edgar Cayce con la esperanza de encontrar una curacién permanente: «Al- gunos de los médicos que he visitado querian operarme, y otros sugirieron la sero- terapia. Hasta e] momento H. J. Reilly, del Reilly Physicians’ Service, me ha ayuda- do més que ningtin otro médico. Creo que usted lo conoce, puesto que ha dirigido a algunas personas a su consultorio». Pero yo no lo conocfa... Edgar Cayce y yo no nos habfamos visto ain. La se- fiora Walsh me trajo su lectura de Cayce, y el tratamiento que él recomendaba coincidié con el que ya estaba recibiendo. Esta prueba mis de nuestra coinciden- cia en los principios y en la terapéutica aumenté mi deseo y determinacién de co- nocer a aquel genial psiquico de Virginia Beach. Pero las ocupaciones eran mu- chas y el tiempo escaso, y atin tuve que aguardar bastante hasta llegar al esperado momento. TRABAJANDO CON CAYCE, 43 Mi curiosidad acerca de Cayce hubiera podido verse satisfecha mucho antes, si hubiera yo sabido que dos asiduos del Reilly Health Service, el sefior David Kahn y su esposa, habjan sido durante muchos afios intimos amigos y mecenas de Edgar Cayce, De hecho, David Kahn era un nifio y vivia en Lexington, Kentucky, cuando conocié al psiquico. Cierto dia, mientras estaba echado en la camilla de masaje, David me conté su primer encuentro con Cayce, que habia ido a Lexington para prestar ayuda a una vecina de la poblacién, paralitica. David fue elegido para darle a Cayce las ins- trucciones que necesitaba recibir mientras estaba en trance y para sacarlo de dicho estado, Era un muchacho de s6lo quince afios entonces, pero decia que aquel epi- sodio cambié su vida y lo indujo a dedicar buena parte de sus esfuerzos al trabajo de Cayce. La vecina en cuestién, la sefiora de William De Laney, mejoré notablemente después de que Cayce diagnosticara la causa de su mal, que no era sino una anti- gua lesidn en la columna debida a un accidente olvidado hacia ya muchisimo tiempo. Recomend6 y le fueron administrados un tratamiento osteopatico y una medicacién especifica, y la sefiora De Laney se recuperé a ojos vistas. Aquel «mi- lagro» causé una profunda impresién en el joven e impresionable David. El entusiasmo, el carifio y la dedicacién de David y Lucille Kahn por Edgar Cayce y su trabajo sanador se convirtieron en una constante en la vida de esta ma- ravillosa pareja, que empezé en los primeros afios del siglo, cuando David cono- cié a Cayce, y prosiguié, ya entre dos, tras la boda de David y Lucille en 1927. En reciprocidad, Cayce los consideraba a los dos miembros de su familia. En una carta que escribi6 a su caso 1294, Cayce decia: «Recibimos la gratfsima visi- ta de Lucille y David [Kahn]. Sélo espero no haberlos agotado con nuestro reci- bimiento, pero es que los veo -y los quiero— como si fueran algo mio, y sé que no podrfa quererlos més ni aunque nos unieran lazos de sangre». Puesto que centenares, y tal vez miles, de las lecturas fueron dadas en casa de los Kahn, David tuvo un conocimiento de primera mano de las muchas curaciones logradas con la nada ortodoxa técnica de diagnéstico empleada por Cayce y los tratamientos subsiguientes. Debe recordarse que en aquel entonces (1931-1932), cuando se estaba suscitando en mf aquel vivo interés por Cayce, atin no se habia escrito ninguno de los libros sobre el psiquico y «profeta durmiente de Virginia Beach» que después se venderian como rosquillas, y que las lecturas no habian sido recopiladas ¢ indexadas para constituir un rico acervo de materiales que pudie- ran examinar escritores, estudiantes, cientificos e incondicionales de Cayce. Sal- vo algiin articulo periodistico ocasional, la principal fuente de informacién era el boca a boca. Y, en David Kahn, Cayce tuvo siempre un poderoso heraldo que pre- gonaba las maravillas del personaje y de sus curaciones a quienquiera se parase a escucharle cinco minutos. En la época en que yo tenia a David Kahn en una camilla de masaje, tratando de relajarlo, era ya un ajetreado y venturoso hombre de negocios, cuya fe en los diag- ndsticos, terapias, profecias, filosoffa y espiritualidad de Cayce era una de las pie- dras angulares de su vida. 44 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES No tuve que tirar de la lengua a David Kahn para que me relatara la vida de Cayce..., un relato tan bien y tantas veces contado que no voy a repetirlo aqui. Pero, si todavia hay algunos entre ustedes que no conocen la biografia de Cayce, los remito a la escrita por David, My Life with Edgar Cayce,” a la de Mary Ellen Carter, My Years with Edgar Cayce. y a las que publicaron otros dos amigos y pa- cientes suyos: Tom Sugrue’ y Jess Stearn. Supe entonces que Cayce habia curado de tuberculosis a su esposa Gertrude haciéndola inhalar vapores de brandy de un viejo bartil de roble chamuscado y ad- ministrandole determinado narcético en una dosificacién que no tenia nada que ver con la prescrita habitualmente; cémo habia salvado los ojos de su hijo Hugh Lynn, quemados por la explosi6n del flash de magnesio de un fotdgrafo, con ca- taplasmas de fcido ténico. Que Cayce trataba con éxito la psoriasis incurable me- diante manipulaciones osteopaticas y una simple mezcla de azufre, crémor tarta- ro y sal de Rochela (tartrato s6dico potdsico), mas generosas dosis de tés de gor- dolobo y azafrdn y agua de olmo. Que una misteriosa enfermedad que se extendia por el Sur —identificada después como pelagra— la curaba con una dieta de «hojas de nabo»; que diagnosticaba como toxemias algunas enfermedades cardiacas y que éstas desaparecian milagrosamente cuando al paciente se le administraban irriga- ciones de colon, bafios de vapor, masaje e hidroterapia; que los tumores desapare- cfan con una dieta de uva y aplicaciones diarias de cataplasmas de uva; que los fo- mentos de aceite de ricino sanaban huesos rotos, curaban dolencias del higado y de la vesicula y calmaban a los epilépticos; que el aceite de cacahuete aliviaba la artritis; que aconsejaba tomar tres almendras al dia para prevenir tumores y can- cer; que una dieta de manzana durante tres dias era un remedio purgante sugerido normalmente por Cayce diciendo que limpiaba més pecados del cuerpo que los susurrados al ofdo de Eva por la serpiente del Jardin del Edén. Y, finalmente, que la esclerodermia pétrea se ablandaba y sanaba con un tratamiento aplicado por Cay- ce. Los relatos acerca de curaciones parecfan realmente milagrosos. Cuanto més ofa, més ansioso estaba por conocer a aquel hombre que -sin estu- dios ni preparacién— habia ayudado a miles de personas desde que empezara a dar sus lecturas fisicas en 1901. Me lo imaginaba como una persona de autoritaria presencia, con ojos taladrantes, gestos mayestaticos y cabeza envuelta en un tur- bante. Pero el Edgar Cayce que conoci por fin en 1932 era un hombre alto, lige- ramente cargado de espaldas, con ojos grandes, rostro despejado y una forma de hablar extremadamente suave. Parecfa un ministro de alguna apacible iglesia ru- ral, o el maestro de escuela dominical que fue toda su vida. Nos citamos para almorzar y en cuanto nos sentamos a la mesa sacé un paque- te de cigarrillos, encendié uno y dio una profunda chupada, obviamente tragéndo- 2. David Kahn y Will Oursler, My Life with Edgar Cayce. Doubleday & Co. Garden City, 1970. 3. Mary Ellen Carter, My Years with Edgar Cayce: The Personal Story of Gladys Davis Turner. Harper & Row. Nueva York, 1972. 4, Thomas Sugrue, There Is a River. Holt, Rinehart & Winston. Nueva York, 1942. 5. Jess Stearn, Edgar Cayce, the Sleeping Prophet. Doubleday & Co. Garden City, 1967; Bantam Books. Nueva York, 1968. TRABAJANDO CON CAYCE. 45 se el humo. Debié de captar mi mirada de desaprobacién y sorpresa porque me dijo, en tono de disculpa: ~Es de hoja natural. -(Las lecturas dicen que la hoja natural es menos daitina que las combinaciones que habitualmente se encuentran en el mercado de tabaco manufacturado.) Y aftadié-: Ademas, no consigo dejar de fumar. Fue el tinico desacuerdo real entre nosotros dos, porque yo desapruebo el fumar. : Encargamos la comida. Me Ilamé la atencién que no hiciera gran caso de las reglas de dieta que prescribfa en sus lecturas. Cayce me confes6 que no era un es- pecialista en nutricién. -En realidad —me dijo-, no poseo ningtin conocimiento médico. Soy sélo un canal para la informacién que fluye en las lecturas. Pero se estaba mostrando demasiado modesto. Aunque no habfa recibido una formacién académica, habia estudiado sus propias lecturas durante treinta y tan- tos afios, y por la época en que le conocf no era ya el muchacho campesino con es- casos estudios que habia sido en su juventud, cuando empezé6 a emplear su nota- ble don de clarividencia. Habia aprendido y habja llegado a saber muchisimo. Y asf fue como empez6 una colaboracién profesional que dura ya cuarenta y cinco afios: quince maravillosos afios mientras Edgar Cayce vivié en este mundo y otros treinta afios mas péstumamente en mi practica diaria de su terapia natural y sin farmacos, de las que dicen haberse beneficiado miles de personas. En noviembre de 1933, Edgar Cayce, su hijo Hugh Lynn y su secretaria Gladys Davis (luego sefiora Turner) vinieron a visitarme en mi Sun Air Farm, una granja de salud que dirigfa en Oak Ridge, en el norte de Nueva Jersey. Fue la pri- mera de otras muchas visitas semejantes que, segtin Hugh Lynn, su padre espera- ba con ilusién y disfrutaba dando largos paseos por el bosque. Hugh Lynn Cayce rememoraba asf aquellos dias para la sefiora Brod: «Después de las muchas sesiones que papa tenfa, dando lecturas a mucha gen- te de Nueva York mientras se alojaba en casa de David y Lucille Kahn -o de al- gtin otro miembro de la ARE, ocasionalmente- fbamos a visitar al doctor Reilly en su Sun Air Farm. Fuimos muchas veces alli..., algunas los cuatro, papé y mama, Gladys Davis y yo, y otras acompafiados de cualquiera que estuviera entonces con él en Nueva York. »Las lecturas no fatigaban tanto a papa como el conversar con la gente después de las lecturas, Le insistfan, naturalmente, en que les describiera con detalle sus sintomas, cosa que a papa no le hacfa ninguna gracia... Se cansaba mucho y dis- frutaba con cualquier oportunidad de escapar... Y asf fue estrechéndose la relacién entre mi padre y el doctor Reilly... »Le encantaban particularmente las comidas que preparaba la sefiora Reilly... Era una cocinera estupenda, y también su madre, a la que todos llamébamos Ama. Habian tenido que ver con el negocio de hosteleria... A mi padre le gustaban mu- chfsimo sus bollos..., atin me acuerdo de lo grandes que eran... y de las alturas pro- digiosas que alcanzaba la masa. Papa gozaba tomandolos untados con salsa, lo que iba contra toda clase de consejos dietéticos..., incluyendo los que papa daba en 46 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES sus lecturas, la dieta de Reilly y hasta la de la propia sefiora Reilly... ;Cémo dis- frutabamos todos, sin embargo, con aquellas deliciosas comidas! Papa elogiaba a Ja sefiora Reilly y a Ama, sabiendo que se superarfan a si mismas para lograr un nuevo triunfo culinario, y yo le segufa la corriente sin dudarlo y me deshacia con él en exageradas alabanzas a las cocineras de la casa. »A papé le gustaba también charlar con las personas que estaban en trata~ miento en la granja de Reilly... No sabfan que era un psiquico, y él preferia que asf fuera..., porque, claro, en aquellos dias no era tan famoso como Hegaria a serlo més adelante..., y se limitaban a hablarle de sus problemas y asuntos, y él lo pasa- ba muy bien sentado alli, escuchandolos... Daba largos paseos por el bosque con todo tipo de personas, y le encantaban los abedules y hayas que rodeaban el lago... Lo recuerdo con la gran variedad de gente que Reilly tenfa alli..., algunos con pro- blemas de bebida... y otros famosos, que en ocasiones se Ievaban una gran sor- presa al enterarse de que habian estado charlando con un psiquico. »Papé era una persona de lo mas modesta, y pienso que ésta era una de las fa- cetas interesantes de su relacidn con el doctor Reilly: el hecho de que conociera y tratara con las personalidades que Reilly recibia en el Reilly Health Service del Rockefeller Center de Nueva York y, con frecuencia, en la granja. Eran gente fa- mosa... Volvia a casa después de haber pasado todo el dia alli viendo todo lo que ofrecfan en punto a fisioterapia, bafios, bafios de vapor, masaje...., lamparas sola- res..., y entusiasmado por haber conocido alli a un famoso presentador o a alguna estrella del cine. jHabia siempre por alli tanta gente de Broadway...! Papé era un gran amante del teatro y disfrutaba viendo de vez en cuando a algunas de aquellas personas.» Tal como recordaba Hugh Lynn, su padre se sentfa agotado después de pasar dos o tres semanas en la ciudad dando lecturas y entonces se iban todos a la Sun Air Farm para tomarse un descanso. En ocasiones sufria algiin resfriado 0 con- gestion pulmonar. «Como muchos psiquicos, papé tenfa una sorprendente capacidad de recupe- racién -decfa-. Podia estar muy enfermo un momento y completamente bien al s guiente. Tenia la capacidad de autosugestionarse en estado inconsciente o de aceptar la sugestidn, en ese estado, de alguno que se hallara junto a él, a quien le encargaba que lo hiciera para, por ejemplo, aumentar la circulacién sanguinea ha- cia determinada parte del cuerpo. Yo se Io he visto hacer. »En las lecturas que daba en la Sun Air Farm solia incluir, bien al principio, bien al final, una indicacidn acerca de que deberia incrementarse la circulacion corporal para eliminar la congesti6n o el resfriado. Y yo entonces me fijaba en el color de aquella parte concreta del cuerpo y lo vefa cambiar al fluir la sangre. Era un excelente sujeto para hacer que su inconsciente aceptara las sugestiones. Podia cambiar la totalidad de su flujo energético nervioso.» Pero lo que Cayce nunca hizo fue cambiar su modo de vida para adecuarlo a sus propias sugerencias sobre la salud. Hugh Lynn decia que a su padre le agra- daba comer ciertos alimentos que é! mismo habia producido en su Kentucky na- tal. «Le encantaban algunas cosas que mi madre preparaba para él, por ejemplo el TRABAJANDO CON CAYCE 47 cerdo. Les decfa a todos que no comieran carne de cerdo, a papé le gustaba mu- cho y disfrutaba sobre todo comiendo pies de cerdo. También la caza, aunque ésa si que la recomendaba. Bebja café y aconsejaba tomarlo con moderacién, como también fumar. Muchas personas se han extrafiado de que fumara, pero sospecho que en aquellos primeros afios, cuando pap4 lo recomendaba moderadamente, las labores de tabaco no eran lo que son hoy. Debe tener en cuenta usted que papa cre- cié en una granja dedicada al cultivo del tabaco. Encendfa un cigarrillo con otro. »Sf..., pap comfa lo que le gustaba y, en ocasiones, le hacfa dafio. Tendrfa ar- dores y dolores de estémago, asi como pesadez. Pero entonces entraba en estado de trance y consegu‘a librarse por completo de cualquier problema que le hubiera sobrevenido. »Papé decia siempre que si no podia estimular su apetito viendo un buen file- te, era que algo iba mal dentro de él.» Fue en la Sun Air Farm donde Gladys Davis tuvo una notable experiencia psi- quica: vio hacerse realidad un suefio. Gladys habfa ido anotando mas o menos sis- temdticamente sus suefios desde 1924, un afio antes de convertirse en secretaria privada de Cayce. Asf lo cuenta ella: «A finales de enero de 1934, Edgar Cayce, Hugh Lynn Cayce y yo fuimos a pasar un fin de semana en casa de los Ladd, en Long Island. Los dos eran muy amigos de Cayce, y fieles seguidores de sus ideas. Aquel domingo por la noche la sefiora Ladd me estuvo hablando de los apuros econémicos de su marido; temia quedarse sin trabajo y estaban a punto de perder su casa. Al acostarme recordé la conversacién diciéndome que ojald pudiera hacer algo para ayudar al matrimo- nio Ladd. Hizo un frio espantoso aquella noche y me sentia incémoda. A la ma- fiana siguiente, muy temprano, me desperté este suefio: »Of llamar a la puerta. Dije: “Adelante”. El sefior Ladd estaba alli con un cubo de carbén en la mano y Ilevaba puesto un chaquet6n de lefiador. (Yo jamés le ha- bia visto con otra ropa distinta del traje de vestir.) Entré y encendié un fuego en la pequefia estufa de carbén que habia en el dormitorio, diciendo: “Asi se calentar4 en seguida para que pueda levantarse” » La sefiorita Davis contd su suefio al sefior Cayce y a Hugh Lynn en el tren que los llevé de regreso a Nueva York aquella mafiana, y estuvo de acuerdo con ellos cuando lo atribuyeron a su incomodidad. «A pesar de todo, recuerdo haber obser- vado lo extrafio que me parecié que la habitacion fuera distinta de la que ocupa- ba, que tenfa dos radiadores frente por frente en dos de las paredes.» A primeros de abril de 1935, la sefiorita Davis estaba pasando unos dias en la Sun Air Farm. «El domingo por la mafiana -recuerda-, cuando respond{ “Ade- Jante” a una Hamada a la puerta, me vi frente al sefior Ladd con su chaquetén de lefiador y un cubo de carbén en la mano, que me decfa: “He pensado que le gus- taria que encendiera fuego en su estufa para que la habitacién no esté tan fria cuando se vista”. Me di cuenta entonces de que el pequefio dormitorio era exacta- mente igual al que habja visto en suefios més de un afio antes.» En enero de aquel afio, en efecto, Ladd habia sido contratado como director de la Sun Air Farm. 48 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES En su primera visita a la Sun Air Farm, Cayce me dio mi primera lectura vi- tal, que empezé6 a las 11:50 a.m. del 12 de noviembre de 1933 y concluyé a las 12:40 p.m., un periodo muy largo. Mi mujer y mi hija estuvieron presentes, asi como también mi hermano Pat y su mujer. La lectura es demasiado larga para re- producirla aqui, pero algunas observaciones tuvieron que ver con mi trabajo fu- turo. Cayce observé que «hay una serie de cosas provenientes de Jupiter que se congregan alrededor del cuerpo; ¢ individuos acaudalados, de posicidn, poder e influencia en los negocios de todo tipo»..., excelente descripcién de la clientela de Reilly, especialmente de la que frecuentaria el Reilly Health Service en el Roc- kefeller Center (que en aquel entonces era s6lo una mera ilusi6n). La lectura seguia asf: «De ahi que aquellos que estén en posicién de ser influi- dos por la ira, la c6lera, o actividades dentro de ellos mismos que han dado lugar a influencias daiiinas en su experiencia, se verén atraidos a una asociacién con el cuerpo. No los que sufran trastornos mentales, sino los que, por la debilidad de su cuerpo fisico, sufran una debilidad mental en su interior. Estos, segtin vemos, se- ran los mayormente atrafdos hacia la entidad, a causa de su habilidad para prestar ayuda a tales relaciones, a tales asociados...». (438-1) Cayce afirmaba que, entre mis encarnaciones, yo habfa sido un gladiador ro- mano del circo y habja servido como soldado de Ner6n —«la entidad tiene el don de destacar en los juegos en la arena», lo cual explica posiblemente mi interés desde que era muchacho por el atletismo y la preparaci6n fisica. Siempre me ha- bia extrafiado esta inclinacién mia, puesto que no habia habido nadie en mi familia particularmente dado al deporte o a la terapéutica: «De ahi que los juegos de los ro- manos, los bafios de los romanos, sus vestidos..., tengan para la entidad en el pre- sente especial interés; y mucho bien puede derivarse para la entidad en el presente siguiendo aquellas Iineas de pensamiento que corresponden a la particular activi- dad de la entidad en el pasado», en lo cual podria verse una explicacién de mi tem- prano interés por la hidroterapia. Segiin Cayce, en Egipto me dediqué a recopilar el saber de entonces sobre las artes de sanar y las de la miisica: «La entidad, entonces, a través de estas activida- des aporté mucho a un pueblo afligido; y ayud6 a los que serfan Hamados médi- cos en la época a crear lugares retirados y aptos para ayudar a los individuos y grupos a limpiar sus cuerpos y purificar sus mentes mediante actividades del cuer- po, asf como clasificando los alimentos durante este periodo». (438-1) Tal vez eso explique mi excepcional éxito con los misicos hasta el dia de la fecha. La lectura trataba de otras dos encarnaciones mias: una como miembro de la partida de Eric el Rojo, «cuando la entidad estuvo entre los de aquella partida que protagonizaron las primeras tentativas de crear asentamientos permanentes en la tierra conocida como Vinlandia, en las costas préximas a Rhode Island y en par- tes del territorio septentrional de Massachusetts. Entonces la entidad era fuerte en cuerpo, en mente y en las actividades propias de la tierra y del mar, y su nombre era Osolo Din». Otra encarna mn tenfa que ver con mi vida en la Atlantida. Y habia muchas TRABAJANDO CON CAYCE, 49 més cosas relativas a mi cardcter, mis emociones, mi vida espiritual..., todas de una notable precisién e intucion a la hora de describirme tal como soy ahora y se- fialar las rafces de mis actuales rasgos en anteriores encarnaciones. En todo caso, Jo que la lectura dejaba muy claro es que yo estaba predestinado para la misién de curar a través de la fisioterapia y los tratamientos sin farmacos, asi como que se- guiria realizando este mismo trabajo en muchas vidas futuras, como lo habia he- cho en las pasadas. Llegado cl momento de las preguntas, pude plantear una que me tenia desve- lado muchas noches. Habia estado haciendo gestiones para conseguir un local en el Rockefeller Center, entonces en construccién, y montar alli, ampliado, el Reilly Health Service Institute. Contaba para ello con la ayuda de David Kahn y la de un adinerado cliente que habja trabajado en estrecha relacién con los directivos del RCA: mi cliente me habja abierto una linea de crédito, porque yo no tenia bastan- te dinero para invertir los 125.000 délares que hacfan falta para montar el instituto. Aun asi, no hacfamos més que encontrar pega tras pega en el trato con los promo- tores y administradores del edificio. Por los dias en que Cayce me dio mi lectura vital, yo llevaba ya mas de dos afios negociando el asunto, y me sentfa muy desanimado. De hecho, estaba a pun- to de renunciar al asunto. Y le planteé el tema a Cayce: «;Es aconsejable que con- tinge esforzindome en conseguir un local en Radio City?». «Es aconsejable continuar —fue la respuesta-. Segtin vemos, esto podria resol- verse en la segunda mitad del afio que viene, cuando las influencias del esfuerzo de otras personas de fuera se ven atrafdas a las actividades de la entidad y procu- ren mejores relaciones.> Segufan otras frases de orientacién y tranquilizadoras. Animado por la lectura, persisti. Y catorce meses después, en diciembre de 1934, recibf el contrato de arren- damiento para firmarlo, Constaban en él todas aquellas cléusulas por las que habia estado luchando. Sin embargo, durante las negociaciones y planes para el montaje del instituto, me di cuenta después de que mis necesidades de espacio eran mayo- res de lo que habfa pensado inicialmente: me hacian falta otros cien metros cuadra- dos mas. {Qué hacer? ;Intentar cambiar lo ya pactado en el contrato de arrenda- miento, 0 conformarme con lo conseguido? Con la confianza que me daba la lectura de Cayce, elegi el camino més compli- cado y solicité la ampliacion del espacio. Los Rockefeller accedieron a mi solici- tud, haciéndome sentir muy afortunado y confirmando de nuevo e] extraordinario don profético de Edgar Cayce. Siempre le estuve profundamente agradecido y traté de expresarle mi gratitud con hechos concretos. Si en alguna ocasién una persona recfbfa una lectura de Cayce sugiriéndole un tratamiento en mi instituto que no estaba al alcance de las posibilidades econdmicas del paciente, siempre me sentf feliz de poder aplicarle gratuitamente Jo que necesitara. Una norma que he mantenido durante toda la exis- tencia del instituto. En los afios transcurridos desde la muerte de mi amigo, he procurado honrar su memoria haciendo amplio uso de las muchas sugerencias que él dio para la salud 50 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES del cuerpo y la mente. Y he insistido en que cualquiera que deseara ser tratado por mi se hiciera miembro de la ARE (Association for Research and Enlightenment). No s6lo porque me interese prestar apoyo a esa asociacién, sino por la importancia que tiene la actitud del paciente. En efecto, a menos de que el paciente muestre una sintonia mental y espiritual, los resultados pueden ser muy decepcionantes. La actitud tiene capital importancia a la hora de obtener éxito con los tratamientos Cayce. Y Ia palabra clave es ésta: sintonia. Cayce y yo compartiamos el mismo enfoque: no tratamos enfermedades, sino que tratamos, cuidamos y ensefiamos a las personas. Pienso que esta cita tomada de una de sus lecturas compendia bien esta filosofia de la curaci6n: «{...] todo fortalecimiento, cualquier tipo de curacién, consiste en el cambio de las vibraciones que vienen de dentrof...] la sintonta de lo divino existente en el interior del tejido vivo de un cuerpo con las Energfas Creativas, Solo esto es sanar. Tanto si se lo- gra mediante el uso de medicamentos, el bisturi o lo que sea, consiste en sintonizar la estructura at6mica de la fuerza celular viviente con su patrimonio espiritual.» (1967-1) CAPITULO 3 La filosofia de la curacién en Edgar Cayce «Por supuesto que las actitudes influyen a menundo en las condiciones fisicas del cuerpo. Ninguno puede odiar a su vecino sin que eso no le provoque proble- mas de estémago o de higado. Ninguno puede ser celoso 0 dejarse llevar por la ira y no tener digestiones pesadas 0 problemas cardiacos.» (4021-1) «[...] deberiamos administrar aquellas actividades susceptibles de provocar una reaccién normal a través de estas partes, estimuldndolas a una actividad sur- gida del propio cuerpo, mds que dejar que el cuerpo dependa de factores que es- tan despojando unas partes del sistema para producir actividad en otras partes, 0 que el sistema esté recibiendo elementos o reacciones quimicas que le suministra- ‘mos sin poner a punto las actividades del sistema para que funcione a un nivel mas normal.» (1968-3) «El silencio, la meditacién, durante medio minuto 0 un minuto, aportardn fuer- za: hardn que el cuerpo vea fisicamente este flujo que sale del yo inmévil, ya esté uno caminando, de pie o en reposo. ¥ ello con mayor frecuencia cuando uno, a so- las, medita en el silencio..., como el cuerpo ha hecho.» (311-4) Edgar Cayce La actitud del paciente tiene capital importancia para lograr resultados con la terapia Cayce. Mucho antes de que la generalidad de la profesién médica hubie- ra aceptado el concepto de enfermedad psicosomatica, Cayce habia comprendido la unidad de cuerpo, mente y espititu. Algunos de ustedes recordaran tal vez la famosa cancién de Adelaide del mu- sical Ellos y ellas, en la que atribuye su resfriado a a frustraci6n que la ha hecho sentir su novio. Pues bien, muchos afios antes de este éxito de Broadway, Cayce le decfa aun hombre de treinta y seis afios: «(...] cuando el enojo se apodera de us- ted, cuando hay ira, eso prepara al sistema de forma que bloquee el flujo sanguine por los canales de eliminacién. De esta forma puede usted pillar un mal resfriado a consecuencia de una rabieta, Puede pillar un tremendo resfriado por el simple hecho de maldecir a alguno, aunque ese alguno sea su esposa». (849-75) Y a otros les dijo lo siguiente: Porque la ira puede destruir el cerebro tan bien como cualquier enfermedad. jEn si misma es una enfermedad de la mente! (3510-1) P-4, ;Algdn otro consejo 0 recomendacién’? R-4, Sélo respecto a la actitud. Como esta indicado para la mayoria de la gente y vie- ne muy a propésito aqui: no se enfurezca y no maldiga a nadie, ni mentalmente ni de viva voz, Esto segrega mas venenos que los que pueden provenir incluso de tomar alimentos en malas condiciones. (470-37) P-7. {Me estoy esforzando demasiado con daiio para mi salud? R-7. Si la persona se imagina que est trabajando demasiado, jtrabaja en exceso, y mucho! Pero si logra tomédrselo menos en serio, [viéndolo] como una oportuni- dad, entonces no es tan duro. (1968-6) P-5, {Cémo puedo dejar de preocuparme tanto por la salud de mi mujer? R-5. {Por qué preocupamos, si podemos rezar? Dése cuenta de que su poder es muy limitado. El poder de la Fuerza Creadora es, en cambio, ilimitado. (2981-1) He aqui unos cuantos ejemplos més de la idea de Cayce acerca del efecto de las emociones y de las actitudes sobre el cuerpo: Naturalmente, las actitudes influyen a menudo en las condiciones fisicas del cuer- po. Ninguno puede odiar a su vecino sin que eso no le provoque problemas de est6- mago o de higado. Ninguno puede ser celoso o dejarse llevar por la ira y no tener di- gestiones pesadas 0 problemas cardiacos. (4021-1) LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 53 Porque 1os poderes interiores deben ser espiritualizados. No es que el cuerpo no esté dotado ya de un cardcter espiritual-mental, pero es necesario, ademas, tener ese ca- récter y ser capaz de obtener el control suficiente sobre el poder de la mente en el cuer- po para provocar las vibraciones de las estructuras at6micas que producen fuerzas sa- nadoras, mas que ceder a la stigesti6n constante del «Estoy enfermo y seguiré estan- dolo». Estas reacciones deberian ser puestas en juego mediante sugestiGn, tanto como mediante aplicacién. Porque, ya saben, como fue dicho en los orfgenes, eso es necesa- rio para dominar la tierra. El hombre esta hecho, fisicamente, de todos los elementos que hay en la tierra. Y asi, a menos que haya una coordinacién de aquellos elementos con los del medio en que el animal-hombre acttia, careceré de sintonfa..., y algunas pat- tes suftirén, Tiene que contener y gobernar esos elementos. Son para someterlos, em- plearlos, controlarlos; y no debe ser controlado por las influencias de tales medios so- bre si, sino controlarlos. (3455-1) [...] manteniendo la mente en aquella condicién, por los medios que se han indi- cado, para conseguir el desarrollo de las fuerzas fisicas, mentales y espirituales; con- servando esos contactos de forma que produzcan el despertar de lo fisico en su capa- cidad de re-crear en si mismo lo que es preciso para el desarrollo del alma y de las fuerzas del espiritu a través del hombre mental; recordando siempre que lo fisico debe ser mantenido siempre en una disposicién tal que pueda manifestarse lo mental... (294-10) L...] el Espiritu es el del Creador, y tu cuerpo es el templo de ese Espiritu manifes- tado en la tierra para defender o usar en tu propio ego, o tu propia autoindulgencia, bien para tu propia gloria, o para gloria de Aquel que te dio la vida y la inmortalidad..., si pre- servas esa vida, ese Espiritu de El. (2448-2) [..Jles tan necesario mantener el cuerpo coordinado y limpio, como conservar la ac- titud mental correcta y a la vez [mantener] los objetivos y deseos y, por encima de todo, mantener las tres cosas consistentemente; esto es, no ser una cosa en un sentido y otra en otto... Coordinese bien a sf mismo, fisica, mental y espiritualmente, y Ie sobreven- drd lo mejor. (5203-1) El doctor John A. Schindler, de Monroe, Winconsin, autor de un libro de gran éxito, How to Live 365 Days a Year,' afirma que entre el 35-50 % de los enfermos lo estén porque no se sienten felices. Sus estimaciones deberian tal vez ser revisa- das al alza a la luz del importante trabajo sobre el estrés realizado por el doctor Hans Selye, director del Institute of Experimental Medicine and Surgery de la universidad de Montreal. El doctor Selye sometié ratas de laboratorio a una se- rie de factores de estrés: frfo, fatiga, frustraci6n, ruido, venenos, odio, ansiedad y miedo, en experimentos que han revolucionado las ideas de la medicina: de aque- los experimentos «resultaba el mismo tipo de daiios internos, cualquiera que fue- se la naturaleza del estrés, La presién sanguinea aumentaba vertiginosamente. En la autopsia, las ratas mostraban un desarrollo desmesurado de todas las gléndulas 1. John A. Schindler, How to Live 365 Days a Year. Prentice-Hall. Nueva York, 1954. 54 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. adrenales importantes, reducci6n del timo y de las gléndulas linféticas, y tilceras pépticas».” La Oficina de Estadisticas Vitales del Departamento de Salud, Educacién y Bienestar de Estados Unidos clasifica como psicosomiticas las siguientes enfer- medades: colitis ulcerosa, hipertensién, estrefiimiento cr6nico, jaqueca, fatiga, ar- tritis, insomnio, dolor de espalda, y una larguisima serie de dolencias que incluye el asma y las alergias. Técnicas modernas y mas esotéricas de investigaci6n con la c4mara Kirlian, un sistema desarrollado inicialmente por cientificos rusos para fotografiar los campos bioenergéticos en y alrededor de un organismo vivo (que eran visibles para Edgar Cayce y a los que él Ilamaba el «aura»), defienden ahora cientificamente que la en- fermedad se muestra en el propio campo energético antes de que los sintomas se manifiesten en el cuerpo. Hoy son muchos los cientificos estadounidenses notables y respetados que tra- bajan en este campo de investigacién; entre ellos, el doctor William Tiller, fisico de la Stanford University; la doctora Thelma Moss, de la U.C.L.A.; los doctores Stanley Krippner y Montague Ullman, del Laboratorio del Suefio del Maimonides Hospital, en Nueva York; y los doctores Gerald Jampolsky, de Tiburon, Califor- nia, y Gary Poock, que han puesto a punto la primera cémara cinematogrdfica Kir- lian en Estados Unidos. Examinemos ahora los medios empleados por Cayce para alcanzar los objeti- vos de normalizar la asimilacién, la eliminaci6n, la circulacin y la relajacién. A pesar de no haber tenido una formacién académica, la terminologia de Cayce cuan- do estaba en trance, y su terminologia y comprensién de los procesos corporales, eran médicamente correctas. Sus lecturas fisicas solian contener un anilisis del sis- tema circulatorio, el sistema nervioso, el estado de los 6rganos y su funcionamien- to, asf como las causas de los sintomas y prescripciones para aliviarlos. En los casos en que existfan problemas mentales, emocionales y espirituales, los analiza- ba y referia a enfermedades fisicas. Cuando se le preguntaba cémo podfa diagnosticar a una persona que no habia visto, y que tal vez se hallaba a miles de kilémetros de distancia, Cayce daba la si- guiente explicacién: La informacién dada u obtenida de este cuerpo se acopia tomandola de las fuentes en que la sugestién (que fue expresada verbalmente al sefior Cayce por la persona que dirigfa la lectura) puede tomar su informacién. En este estado [de trance], la mente consciente queda sometida al subconsciente, superconsciente 0 alma; que puede comunicarse, y se comunica de hecho, con otros como lo hacen las mentes..., de manera que el subconsciente o fuerza del alma se tor- na universal. De cualquier mente subconsciente puede obtenerse informacién, ya sea de este plano o de las impresiones que en él han dejado los individuos que han vivido en él anteriormente... A través de las fuerzas del alma, a través de las mentes de otros, presentes 0 que 2. Dr. Hans Selye, «How to Avoid Harmful Stress», en Today's Health (julio 1970). LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 5S han vivido antes, y a través del sometimiento de las fuerzas fisicas por esta via, obtie- ne la informacién el cuerpo [Edgar Cayce}. (3744-2) La explicacién de Cayce de que el diagnéstico correcto y el conocimiento te- rapéutico estén en el subconsciente del enfermo no es muy distante de la técnica empleada por quienes recurren al psicoandlisis y la psiquiatria de Freud y de Jung para tratar a sus pacientes. Cayce lo expres6 asi: ‘Toda curacién viene de lo Divino interior... Asf, si uno quiere corregir trastornos ff- sicos o mentales, es preciso cambiar la actitud y hacer que las fuerzas vitales se hagan constructivas y no destructoras. El odio, la malicia y los celos slo crean venenos en el interior de las mentes, las almas y los cuerpos de la gente. (3312-1) Y, sobre el tema de la capacidad del cuerpo para sanarse a si mismo, dijo: [...] dentro de cada ser fisico (existen] los elementos por los que los érganos... se toman capaces en s{ mismos de proporcionar lo necesario para reabastecerse rees- tructurarse, (3124-1) Nuestros cuerpos deben producir cada dia millones de nuevas células, Nuestra salud y juventud dependen de nuestra habilidad para ello. Cuando no podemos ha- cerlo, envejecemos y morimos. Podemos ver que también en esto Cayce se ade- antaba al saber médico de su época y estaba totalmente al dia con lo que nos en- sefian las investigaciones més recientes sobre la célula. El doctor Roger Williams dice, por ejemplo: «Sabemos hoy que las células de nuestros cuerpos obtienen su abastecimiento de materiales brutos principalmen- te de la circulacién sanguinea, Pero lo que ya no es tan conocido es que cada uno de nosotros tiene un esquema circulatorio propio y que el suministro de cantidades adecuadas de oxigeno y de cerca de cuarenta nutrientes distintos a los miles de millones de células del cuerpo es una colosal empresa logistica».? Puesto que debemos depender de los alimentos, del agua y del aire para nutrir esas células, asi como de la habilidad de nuestro cuerpo para metabolizar esos ele- mentos y hacerlos llegar a las células mediante la sangre, hasta el més lego en la materia entenderd por qué importa tanto la eficiencia de los procesos de asimila- cign, eliminacién, circulaci6n y relajacién, y su estrecha interdependencia con la salud. ASIMILACION Veamos en primer lugar la asimilacién. Cayce se adelanté mucho a la medici- na de su época en cuanto a comprender la importancia de la nutricidn en el origen, curacién y prevencién de la enfermedad: 3. Roger J. Williams, Nutrition Against Disease, p. 32. Pitman Pub. Co. Nueva York, 1971; Ban- tam Books. Nueva York, 1973. 56 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Deberia hacerse una advertencia a todos los cuerpos [con respecto a las asimila- ciones y eliminaciones]... porque si, en la familia humana, las asimilaciones y elimi- naciones se mantuvieran a un nivel més proximo al normal, sus dfas podrian ampliar- se tanto cuanto se deseara; porque el sistema se construye mediante las asimilaciones de lo que entra en él, y es capaz. de reconstruirse a condicién de que las eliminaciones no Jo impidan. [Las cursivas son mias.| (311-4) Enel campo de la dieta y la nutricién, Cayce ha demostrado ser tan buen pro- feta como lo fue en otros campos més Iamativos y mas conocidos del publico. Las actuales investigaciones cientificas en biologfa y bioquimica han confirmado los principios basicos de muchas de sus teorias. Por desgracia, la practica médica no est atin a la altura de esas investigaciones. Cayce se interesaba por los alimentos y bebidas, por las combinaciones inge- ridas de unos y otros y por su interaccién quimica en los procesos digestivos; por d6nde y cémo se producfan los alimentos hasta llegar a la mesa; por métodos de preparacién que preservaran los nutrientes; y por el estado de las emociones, la mente y el espiritu a las horas de las comidas. Comprendié perfectamente las di- ferencias entre dieta, nutricién y asimilacién. Una dieta es una descripcién de lo que comemos; la nutricidn es el estudio de lo que le sucede al alimento en el cuer- po una vez ingerido; y la asimilacién, en el sentido que é! daba a esta palabra, es la capacidad del individuo para utilizar el alimento y el nivel de eficiencia del cuer- po en los complicados procesos metabélicos de digestién y de eliminacién del material no digerible. Debido a los muchos factores implicados en ella, la nutricién de una persona ejerce un gran efecto sobre su personalidad..., cualquiera que ésta sea: timido ofi- cinista, Superman o exuberante vampiresa. Lo que le sucede al alimento una vez ingerido (asimilacién) depende en gran medida de los otros tres factores que componen el CARE (0 asistencia) Cayce: la circulaci6n, la relajaci6n y la eliminacién. En el transcurso de los afios he tratado a muchas mujeres y algunos hombres aquejados de osteoporosis en edad avanzada. La osteoporosis es una enfermedad que se caracteriza por el adelgazamiento de los huesos, que se tornan porosos y se descalcifican. Muchos de estos pacientes habfan tomado leche siempre y, por lo dems, segufan una dieta correcta; pero en algtin momento de su vida ~en el caso de las mujeres, habitualmente tras la menopausia—habian perdido su capacidad de absorber el calcio contenido en la leche y en otros alimentos. Y, siendo asi, po- drian haber evitado la enfermedad con Ja ayuda de un dieta rica en calcio acom- pafiada de ejercicio y masaje diarios. Porque el aumento de la circulacién favore- ce la absorcién de calcio. El ejercicio, y técnicas equivalentes como masajes y manipulaciones, al estimular la circulacién, juega un papel de vital importancia en nuestra asimilacién de los alimentos, como veremos con mis detalle en futuros capitulos cuando volvamos sobre el tema. Cayce especificaba incluso la reali- zacién de determinados ejercicios con los que estimular dicha asimilacién (véase el capitulo 7). LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE, s7 Todos reconocemos hoy la importancia que tiene la relajacién para la diges- tin, Si comemos cuando estamos cansados, furiosos, excitados 0 bajo los efectos del estrés u otra emoci6n, los alimentos més nutritivos nos provocaran una indi- gestién; y si hacemos de esto un hébito, acabardn produciéndonos una ilcera. El excesivo alimento, ingerido con demasiado apresuramiento, ha matado a mucha gente. A mis clientas del instituto solfa decirles: «Un excelente método para en- viudar es servir al marido comidas sanas, equilibradas, bien cocinadas y servidas con una presentacién atractiva..., y luego discutir con él 0 regafiarle mientras esta comiendo». Y de la misma forma les dirfa a muchos de mis clientes varones: «No salgan a almorzar con sus negocios. Son una compafifa muy mala y les dardn una tilcera. Y nunca s¢ los eve a cenas..., porque podrian provocar dicera a toda su familia..., € incluso un divorcion. P-4. (Por qué habria de tener dificultades con la digestién? R-4. Muchisimas cosas que se digieren facilmente resultardn de digestién dificil si se toman cuando el cuerpo esté airado. Es igual que se trate de un bebé o de un an- ciano de ciento cinco afios. A cualquier edad, comer bajo los efectos de la ira pro- duce un veneno, como ocurre con casi cualquier otra cosa que trate de hacerse en semejantes circunstancias, (3172-2). ELIMINACION Cayce dio esta informaciéi {...] Despeje el cuerpo, al igual que su mente, de las cosas que le sirven de estorbo. Eliminar las cosas que lo embarazan fisicamente sirve de poco. Disponga eliminacio- nes mds eficaces en el cuerpo. Esta es la raz6n de que la osteopatfa y la hidroterapia se acerquen més a la rafz de todos los tratamientos necesarios para las discapacidades ff- sicas. (La cursiva es mia.] (2524-5) La palabra eliminacién es un término muy amplio. Eliminamos a través de los intestinos, los rifiones, la piel y los pulmones. Pero si usted repasa bastantes de las lecturas fisicas de Edgar Cayce, verd que sus referencias a todos estos canales de eliminacién son numerosfsimas. En la siguiente lectura explica, con sorpren- dentes precisién y amplitud de miras, cémo se acumulan en el cuerpo las sustan- cias de desecho: [...] Cada actividad, tanto si se trata del latido del corazén o de un movimiento de Ja mano, del uso de la vista, del habla, de pasear, o de cualquier otra actividad que sea, esta empleando energia en el cuerpo, y esta energia deja lo que podriamos denominar cenizas... 0, como preferimos llamarlas nosotros, escorias. Como la circulacién atra- viesa el sistema, la actividad natural implica que, con la actividad de los corpéscu- los, estas [escorias] sean lanzadas a los canales, al igual que las escorias de los ali- mentos que el cuerpo toma son lanzadas al canal alimentario... La teaccién nerviosa 58 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES y muscular obrada mediante la aportaci6n del flujo sanguineo tiene que ser evacuada por uno w otro de esos canales, por la accién del higado, de los pulmones... Se elimina en Ia respiracién, mediante la actividad del higado como funcién excretora y secretora es decir, las secreciones son actividades del sistema y, como éstas, se lanzan al torrente circulatorio, con la actividad del péncreas, del conducto de la vesicula, del bazo..., todos los cuales eliminan escorias, como el resto del sistema. Si los canales de eliminacién estén coordinados unos con otros, tales escorias son eliminadas de forma y manera re- gulares. [Las cursivas son mias.] (480-8) Mucha gente va por la vida tomandose a la ligera el estrefiimiento cronico, sin apenas darse cuenta de lo serio que es y de las enfermedades que puede provocar. Al doctor Max Bircher-Benner, el famoso pionero mundial de la medicina preven- tiva (probablemente conocido por los norteamericanos sobre todo por su desayuno suizo orgdnico), le gustaba citar al profesor Elie Metchnikoff, del Instituto Pasteur, que Ilamaba al intestino grueso «asesino de hombres». «No sélo se vierten a menudo sustancias venenosas en la sangre ~sefiala el doc- tor Bircher-Benner- sino que las membranas mucosas, que son una especie de ba- rracada, permiten el paso de los gérmenes. Este es el comienzo de la acumulacién de Bacillus coli en el rifién y en los conductos biliares... Y se hacen necesarias in- tervenciones serias, como extirpar la vesicula biliar; es un problema que no tie- ne fin.»* En cuanto a los remedios, el doctor Bircher-Benner critica (y yo con él) el uso de laxantes, que ha experimentado un constante aumento desde su muerte en 1939. «Las cantidades de laxantes tan ampliamente usados por millones de personas con estrefiimiento no son en absoluto inocuas. Jamés eliminardn los peligros inheren- tes a todo estrefiimiento: la autointoxicacién y sus incurables secuelas. La como- didad de su uso hace que los médicos y los pacientes no apliquen otras medidas drdsticas susceptibles de curar realmente. Aqui podemos citar una vez més las pa- labras de Nietzsche: “jLos supuestos atajos siempre son un peligro para el género humano! jEn cuanto escucha la alegre noticia de la existencia de un atajo, el hom- bre abandona su sendero y pierde el camino!”.»* Antes de describir los remedios que empleaba Cayce para tratar la eliminacién -ninguno de ellos un «atajo», sino una correccién real del problema~ me gustaria sefialar el paralelismo existente en la filosofia y el saber del gran doctor Bircher- Benner y Cayce, un hombre sencillo que lo aprendié todo a través de su habilidad psiquica. Los dos han muerto ya, pero su obra no sélo sigue viva sino que a cada dfa que pasa adquiere mayor vitalidad e importancia. EI gran balneario terapéutico que el doctor Bircher-Benner fund6 en Suiza para poner en prdctica sus teorfas es hoy més popular que nunca y a él acuden en mana- da las principales celebridades del mundo para rejuvenecerse.° De forma semejan- te, las lecturas de Cayce y sus ideas sobre la medicina y la salud atraen cada vez a 4, Bircher-Benner, The Prevention of Incurable Disease, p. 23. 5. Ibid., p. 25. 6, Véase Ted Burke, «Recipes for Rejuvenation», en Harper's Bazaar (marzo 1973), p. 154. LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE, 59 mayor nimero de médicos, ostedpatas y terapeutas de todo tipo, asf como pacien- tes a la clinica de Phoenix y a Virginia Beach. Y yo estoy convencido de que atin tenemos enterrado en esas lecturas un gran fildn de oro de informaciones sobre la salud, del que hasta la fecha no hemos hecho més que extraer algunas pepitas. {C6émo abordaba Cayce el problema de la eliminacién? En casos de extrema toxemia, recomendaba un ayuno controlado para una completa limpieza corporal: o bien tres dfas a dieta de manzana, una dieta de uva durante cuatro dfas, u otra a base de naranja durante cinco dias: describiremos es- tas tres dietas en el Capitulo 11, donde daremos asimismo instrucciones para se- guirlas. A menos que esté contraindicado, nosotros administramos siempre una irrigaci6n colénica con estas dietas, seguida de fomentos de aceite de ricino para mejorar la eliminacién y estimular Ja vesicula biliar, el bazo y los érganos digestivos. Cayce era un gran partidario de los colénicos: Tome una irrigacién colénica de cuando en cuando, o haga que se la administren, cientificamente. Una irrigacién coldnica serd tan beneficiosa como cuatro o seis ene- mas. (3570-1) Este tema de las irrigaciones colénicas y los enemas se ampliard, con instruc- ciones, en el Capitulo 11. Cayce era también un entusiasta de todas las formas de hidroterapia y de ma- saje para mejorar la eliminacién, asf como la circulacién, Porque la hidroterapia y el masaje son medidas preventivas, a la vez que curativas. Porque la limpieza de todo el sistema permite que las fuerzas corporales funcionen con normalidad, y asf eliminan venenos, congestiones y condiciones que provocarfan tras- tomos agudos en cualquier parte del cuerpo. (257-254) Para favorecer la eliminacién a través de los rifiones, Cayce aconsejaba beber mucha agua: de seis a ocho vasos diarios. [...] deberfa proporciondrsele al sistema mas agua y de forma mds regular, de ma- nera que el sistema, especialmente en las glindulas hepaticas y en los rifiones, pueda funcionar mds nominalmente (error por «normalmente»?] y procediendo asf a ta for- ma correcta de eliminar las escorias del sistema; porque, como vemos, hay muchos ca- nales de eliminaci6n del sistema, Por esta raz6n, cada canal deberfa ser mantenido en una situacién de equilibrio o compensacién tales que su condicién no determine una acen- tuacion de ninguna de \as condiciones de eliminacién funcionales: no sobrecargando los riftones, no sobrecargando el higado, no sobrecargando el sistema respiratorio..., sino manteniéndolos todos en ese perfecto equilibrio... La falta del agua en el sistema origina, pues, un exceso de aquellas sustancias de- sechables que deberfan ser expulsadas nominalmente [normalmente] por el canal ali- mentario y por los riffones y devueltas a la circulacién capilar... [Esto origina, a veces,} congestién y debilitamiento. (257-11). 60 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. Muchos pacientes me llegaban de Cayce con indicaciones ¢ instrucciones para bafios de «sudor» (sauna) y de «aromas». El bafio de aromas es un suave bafio de vapor en el que se emplean ciertas sustancias quimicas, aceites o farmacos que se vaporizan con mucha facilidad, Solemos administrarlo en una cabina eléctrica, pero en el Capitulo 10 le daremos algunas indicaciones para uso doméstico. Cay- ce recomendaba con frecuencia que para hacer el vapor se empleara atomidina («yodo atémico»), con avellano 0 eucaliptus, y bilsamo o aceites de pino. La eliminacién por la piel es muy importante, porque la piel realiza normal- mente alrededor de una vigésima parte del trabajo de los rifiones. Cuando esta eli- minacién por la piel se acelera, puede encargarse practicamente de una décima parte de la tarea que los rifiones desempefian normalmente en el cuerpo. En con- secuencia, estimular esa accién eliminadora de la piel es de sumo interés para el hombre, puesto que puede ayudar a los rifiones y evitar que éstos se sobrecarguen. Los bafios con aromas son iitiles para la piel, pero también se emplean en inhala- ciones, coadyuvando asi a Ja eliminacién por vfa pulmonar. Una gran parte de la eliminaci6n se efecttia mediante los pulmones, con la res- piracién profunda. Cuando usted respira profundamente, y en especial si exhala luego el aire por completo, forzando la salida del aire residual que siempre queda dentro de los pulmones, logra una renovacién completa del aire. Y con ello no sdlo hace legar oxigeno a la parte inferior de los pulmones, sino que acelera tam- bién la eliminacién del di6xido de carbono, que es el producto final de la fatiga. Los desechos de las proteinas se eliminan también por los pulmones en forma de diéxido de carbono. El torrente sanguineo recoge parte de los desechos dcidos y los transforma en gas, que es intercambiado por oxigeno en tos pulmones. Cayce ponfa mucho énfasis en la respiracién profunda ¢ incluso establecié cierto parale- lismo entre ella y algunas de las técnicas respiratorias utilizadas en el yoga, que incorpors y combiné con ejercicios de extensién y flexién en la tradicién yoga (véase Capitulos 6 y 7). Antes de abandonar este tema de la eliminaci6n, afladamos que Cayce emplea- ba también los alimentos y la dieta como terapia para favorecerla: Encontramos que los mejores valores de alimentos son Jos que ayudan a las fuerzas eliminadoras del cuerpo a través del canal alimentario; es decir, Jas verduras de hoja fa- vorecerdn [as eliminaciones, Tome también de cuando en cuando, como parte de la die~ ta (por las mafianas o por las noches), peras, uvas, albaricoques o higos cocidos. Porque todos ellos serdn muy ttiles al cuerpo en este sentido. (480-24) CIRCULACION La importancia de una buena circulacién es obvia incluso para la persona me- nos entendida en estas materias, con sélo pensar que si la sangre no llega al cere bro durante sélo unos pocos minutos el individuo entra en estado de coma; si esa situacién se prolonga unos cuantos minutos més (de seis a ocho, para ser exactos) el cerebro sufre lesiones permanentes. La terrible incidencia de la aterosclerosis y LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 61 sus sombrios acompaiiantes ~apoplejia, infarto, senilidad y otras enfermedades mortales— deberfa servirnos de aviso para hacer cuanto podamos por mantener una buena circulaci6n. La circulacién y las propiedades de la sangre como trans- portadora de glucosa pueden ser aumentadas en grado sorprendente por el ejerci cio, y ésta es la raz6n de que Cayce lo prescribiera con tanta frecuencia: lo hizo, de hecho, en més de mil trescientas de sus lecturas. Cuando habia algiin problema patolégico concomitante (y hay que tener presente que muchos de los que acu- dian a Edgar Cayce eran individuos enfermos que habfan pasado por el aro de la medicina y se habfan visto dejados por la ciencia convencional como casos sin re- medio), les prescribia sustitutivos equivalentes del ejercicio fisico: masajes, hi- droterapia, osteopatia, quiropractica y otras terapias manipulativas que requerfan ser administradas por un profesional experto. Véase lo que decia a propésito del correcto abastecimiento de sangre, un estado que depende en gran medida de una buena circulacién: [...] no hay ninguna condicién en un cuerpo cuyo reflejo no pueda ser hallado en el abastecimiento de la sangre, porque el torrente circulatorio no slo aporta al cuerpo las fuerzas que lo reconstruyen, sino que toma también [Jo que queda de] las fuerzas gas- tadas y lo elimina a través de sus canales propios en las diversas partes del sistema. (283-2) Debo sefialar aqui, entre paréntesis, que al estudiar el abastecimiento de san- gre Cayce aportaba otra intuicién anticipadora : «Llegard un dia en el que podre- mos tomar una gota de sangre y diagnosticar (a través de su examen] el estado de cualquier cuerpo fisico». (283-2) Hoy, ciertamente, introducimos una muestra de sangre en méquinas goberna- das por ordenadores que la analizan, diagnostican y nos ofrecen una completisima serie de pruebas, como Cayce predijo. En otra lectura, Gladys Davis Turner pone en boca de Cayce la siguiente fra- se: «... [la sangre es] el criterio por el que mejor podemos descubrir cualquier con- dicién existente en el sistema».’ (108-2) Explicando su preferencia por la osteopatia, Cayce volvia a destacar la impor- tancia de la circulacién: Como sistema para tratar las enfermedades humanas, la osteopatfa... es mas bene- ficiosa que la mayorfa de las medidas que pueden administrarse. Por qué? En cual- quier medida preventiva o curativa, el objetivo a conseguir es ayudar al sistema a que recupere su equilibrio normal. Es sabido que cada érgano recibe impulsos de otras por- ciones del sistema por las fuerzas sugestivas [sistema nervioso simpatico} y por las fuerzas circulatorias [el sistema cerebroespinal y el propio abastecimiento de sangre]. Unas y otras recorren el sistema en una estrecha actividad paralela y en todas y en cada una de las partes del cuerpo De ahi que la estimulacién de los ganglios de los que surgen los impulsos -simpa- 7, Gladys Davis Turner, «The Body Is The Temple». en Searchlight (julio 1957), 62 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES tética 0 funcionalmente~ tiene que ser beneficiosa para que el cuerpo logre el equili- brio. (902-1) Es interesante comentar que, cuando yo estudié terapia manipulativa, allé en 1916 y 1917, pude haberme graduado en osteopatia antes de obtener mi master y mi doctorado en fisioterapia. Sin embargo, a la osteopatfa, que habia sido creada como especialidad por un médico de Kansas, el doctor Andrew Taylor Still, en 1878 0 1879, se le prestaba entonces tan escasa atencién, que desdeié ese titulo y me examiné y doctoré en masoterapia, que entonces tenia mucho predicamento en la profesién médica. Aqui se ponen de relieve otra vez los poderes anticipatorios de Cayce, porque hoy la medicina osteopatica no sélo est reconocida en la ma- yoria de los estados, sino que es un hecho que el exgobernador del estado de Nue- va York Nelson A. Rockefeller y el expresidente Richard M. Nixon recibieron tegularmente tratamiento a cargo del doctor Kenneth W. Riland, un notable oste6- pata. Y que el doctor Riland ha viajado por todo el mundo con sus famosos clien- tes e incluso acompafio al entonces presidente en sus viajes a China y a la Unién Soviética. RELAJACION «{...] la fuerza de los nervios para el cuerpo... es el atributo del hombre men- tal, de la misma manera que la circulacion [Io es] del [hombre] fisico.» (34-5) Millones de personas en el Hlamado mundo civilizado padecen el «shock del futuro». La tltima mitad de este siglo ha incrementado tremendamente la veloci- dad, la cantidad y la gama de los estimulos sensoriales que machacan el cerebro. Nuestros sentidos de la vista, el ofdo, el olfato, el gusto y el tacto se ven asaltados en todo momento de vigilia o de suefio por la polucién que ha creado el hombre. E] aumento de tensién en la vida moderna —con el acicate de la competencia en el trabajo, y con la inquietud y la inseguridad aumentando el estrés, incluso en los momentos que se dicen de diversin y de ocio- es un tema que se comenta hasta la saciedad y con la debida alarma en todos los medios de comunicacién y que Ile- na de pacientes los consultorios de los psiquiatras. Sus consecuencias pueden ob- servarse en el aumento de las enfermedades mentales, la drogadicci6n y el alco- holismo, y en una creciente poblacién de consumidores de pildoras que viven a base de tranquilizantes, estimulantes 0 pastillas para dormir, y las devoran como caramelos en su biisqueda de la paz de la mente y del alma. El doctor Hans Selye (a quien me referi al comienzo de este capitulo), cuyos estudios sobre el estrés han tenido resonancia y aceptacién mundiales, atribuye a él un gran ntimero de enfermedades fisicas y psiquicas: «Las glindulas endocri- nas del cuerpo -principalmente la pituitaria y las adrenales— se esfuerzan por man- tener un medio invariable en el interior del cuerpo. Apliquemos cualquier factor de amenaza, cualquier estrés, y estas gléndulas reaccionan al instante. La respues- ta es exactamente la misma, tanto si se trata de una rata de laboratorio sometida a una fatiga extrema, como si de una secretaria victima de los gritos de su jefe. Su- LA FILOSOF{A DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 63 ben la presi6n y el azticar en sangre, aumenta la acidez del estomago, se estrechan las arterias». El doctor Selye llama a esto la «reaccién de alarma»: «En los animales some- tidos a un estrés emocional, se observa la descarga de grasa de los depésitos cor- porales, que se vierte en la sangre y se deposita a lo largo de las paredes de las ar- terias. Presumiblemente sucede lo mismo en el hombre, dando lugar asi a esos grandes asesinos que son la aterosclerosis y la enfermedad coronaria».* Otras enfermedades causadas por el estrés son trastornos cuténeos, incluyendo la psoriasis y el eczema; trastornos del sistema respiratorio; esterilidad; diabetes, colitis, tilceras y otros problemas gastrointestinales; desarreglos glandulares; do- lor de espalda y otros dolores y molestias musculares; y artritis, por citar sola- mente unos cuantos. Aunque los comienzos del siglo xx, cuando Cayce vivid y empez6 a trabajar, nos parecen tiempos més tranquilos y serenos, su generaci6n afronté dos guerras mundiales y la peor depresién de la historia de Estados Unidos. El fue muy sensi- ble a los efectos del estrés sobre las personas y, segtin el testimonio de Gladys Da- vis Turner, jams despaché nada consideréndolo «meros nervios». Cada lectura contenfa un detallado andlisis de los dos sistemas nerviosos, y atribufa mucha im- portancia a su delicado mecanismo: La tensién entre lo fisico y lo mental, con los atributos espirituales del individuo, no s6lo encuentra su expresidn en el cerebro mismo, sino que la tiene también en la tensién del sistema {nervioso} simpatico por traducir en el cerebro las fuerzas del alma en el cuerpo. (4566-1) La actividad de la fuerza mental o animica del cuerpo puede controlar completa- mente la totalidad del [cuerpo] fisico a través de la acciGn equilibradora en el sistema simpético, porque el sistema nervioso simpatico es a las fuerzas animicas y espiritua- les lo que el cerebroespinal es a las fuerzas fisicas de una entidad... (5717-3) Cayce recomendaba a menudo, en estados de desarreglos nerviosos, que las ac- ciones reconstructoras se introdujeran en el sistema mediante vibraciones, con pre- ferencia a cualquier otro medio; y para esto inventé (en estado de trance) dos apa- ratos, la pila hiimeda y el dispositivo de impedancia, dando instrucciones detalla- das para construirlos: Las vibraciones [externas] ayudan a producir la vibracién [interna] que se precisa no s6lo para la coordinacién del sistema glandular, sino también para que el propio ner- vio tenga la capacidad de rejuvenecerse... Esta acta directamente sobre el sistema glan- dular: el tiroides, las gléndulas adrenales y el timo, y todas las demés glandulas del cuer- po, capacitdndolas para reaccionar como fuerzas asimiladoras. Porque ése es el proceso, o la actividad, de las glindulas: secretar aquellas sustan- cias que hacen que el cuerpo, en su totalidad fisica, pueda regenerarse. (1475-1) 8. Hans Selye, The Stress of Life. McGraw Hill. Nueva York, 1956. 64 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. Cayce prescribié la pila hiimeda en 609 casos, para dolencias como artritis, es- clerosis miltiple, pardlisis, enfermedad de Parkinson, sordera nerviosa y descoor- dinacién de los sistemas nerviosos, en las que era necesaria para que el cuerpo re- generara sus tejidos y restaurara las funciones corporales perdidas. Recomends el dispositivo de impedancia predominantemente como un instrumento de relajacién en casos de tensién nerviosa, insomnio, neurastenia, debilitacién, etc. Seria demasiado complicado y requerirfa demasiado espacio explicar la estruc- tura y el funcionamiento de ambos dispositivos; baste decir que la pila htimeda producfa una corriente eléctrica de muy baja intensidad, que no podia notarse, pero si ser medida con un amperimetro. Dicha corriente pasaba a través de disolucio- nes que podian ser de cloruro de oro, nitrato de plata, atomidina o alcanfor, segiin fueran las necesidades especificas del individuo y la prescripcién concreta de Cay- ce. Esta corriente se administraba mediante placas aplicadas al cuerpo, cuya coloca- cidn dependia asimismo de las necesidades y molestia del individuo. En ocasiones Cayce daba instrucciones especificas acerca de la colocacién de esas placas, mien- tras que otras veces me enviaba a los pacientes para que yo les ensefiara a emplear el aparato. El dispositivo de impedancia era un pequefio artilugio consistente en dos polos de acero dentro de una cajita también de acero revestida de vidrio y carbén vege- tal, que debfa ser metida en hielo por espacio de treinta minutos y, a continuaci6n, conectada a una de las muiiecas del paciente y al tobillo opuesto, con Io cual se con- seguia estimular la circulacién y relajar a la persona... a la que, de hecho, inducfa al suefio inmediatamente. Era especialmente eficaz para casos de insomnio. Durante algun tiempo, de 1933 a 1935, ambos dispositivos fueron construidos en mi granja de Nueva Jersey, bajo la supervision, primero, de un pariente de Cay- ce y luego bajo la de Robert Ladd. Mi colega Betty Billings emple6 con gran éxito el dispositivo de impedancia en su madre, que estaba paralitica y sufria una degeneracion de los nervios de la médula espinal. La sefiora Billings habia pasado muchos afios en una silla de ruedas y tenfa siempre las manos y los pies extremadamente frios, lo que le pro- ducfa agudas molestias. El dispositivo dio la impresién de mejorar su circula- cién espectacularmente. «A los dos dfas de emplearlo a mamé le habia vuelto el calor de tal forma, que la familia pens6 que tenia fiebre», recuerda la sefiorita Billings. En realidad ha sido muy dificil establecer una valoracién cientifica de la efi- cacia de ambos aparatos, porque no disponemos de suficientes datos clinicos ni se ha hecho el necesario seguimiento de sus resultados. En mi opini6n, si se trata, y cuando se trate, de probarlos con fines de investigacién, tendria que hacerse bajo supervisién médica en un centro especializado, al que el paciente acuda para reci- bir el tratamiento y donde éste le sea administrado por profesionales expertos. La liltima palabra sobre esta terapia de Cayce no se ha dicho atin, aunque espero que la investigacién permitiré llegar a conclusiones definitivas algtin dia El hecho cierto es que, si cuando Cayce invents estos aparatos apenas se com- prendian los fundamentos te6ricos en que se apoyaban, modemnamente, desde su LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 65 muerte hasta el dia de hoy, se han realizado grandes avances en el uso terapéutico de Ja electricidad y que los cientificos han descubierto el poder curativo de las vi- braciones de baja frecuencia. Deberia profundizarse en este campo de investiga- cin, pero es evidente que Cayce anticips ia electromedicina, como tantos otros avances médicos. La revista Newsweek (8 noviembre 1971) daba a conocer que los investigado- res de la universidad de Pennsylvania habjan conseguido acelerar el ritmo de cura- cién de los pacientes aquejados de fractura sea mediante la aplicacién de corrien- tes eléctricas. El Wall Street Journal (27 marzo 1972) publicaba en su primera pdgina un con- cienzudo informe acerca de «una plétora de actuales proyectos de investigacién», muchos de ellos sobre pacientes humanos, consistentes en la aplicacién de sefiales eléctricas al sistema nervioso con la finalidad de anular el dolor, inducir el suefio en los insomnes y remediar problemas de asma, tilceras ¢ hipertensién. Segtin este informe, la electromedicina podrfa emerger pronto como una nueva e importante via terapéutica para muchas enfermedades. En la Temple University de Filadelfia, un neurocirujano ha implantado un «es- timulador de columna» dorsal, esto es, un «eliminador eléctrico del dolor», en la espalda de un viajante incapacitado por desplazamiento de un disco intervertebral. El doctor C. Norman Shealy, del Pain Rehabilitation Center de La Crosse, Wis- consin, y el doctor William Sweet, de Massachusetts General Hospital, creadores de dicho artilugio, estan llevando a cabo una serie de pruebas de investigacién en quince centros médicos, con pacientes convenientemente elegidos; y, segtin sus datos, en el 85 % de los casos estén consiguiendo ayudarles a «controlar y reducir el dolor». (Digamos que este sistema requiere, naturalmente, una intervencién de cirugia mayor.) Aparatos eléctricos para insomnes se han usado y comercializado desde hace ya tiempo en la antigua Unién Soviética, en Japén, India y Europa Occidental. Lo que quiere decir que probablemente existen razones que respaldan la afirmacién de muchos usuarios del dispositivo de impedancia de Cayce, cuando afirman que «nos provoca suefio». Hugh Lynn Cayce cuenta esta divertida anécdota a propésito del dispositivo de impedancia y el suefio. En la época en que ocurrié, de la fabricacién del aparato se encargaba Marsden Godfrey, que era un fntimo amigo de los Cayce de Norfolk, Virginia. «Cierto dfa a papé le lleg6 una carta de cierta mujer a quien se le habia enviado uno de los aparatos. “Sefior Cayce —le decfa-, antes de recibir el disposi- tivo recomendado por usted yo dormia parte de la noche, pero ahora no puedo dormir nada en absoluto. jEstoy tan nerviosa...! Qué deberia hacer?” »Bueno..., papa tampoco sabia qué hacer, asf que le sugirié que le devolviera el dispositivo; y cuando lo tuvieron en la tienda de Marsden, decidieron que lo més oportuno era que Cayce hicicra una lectura del aparato, Asf lo hicieron, y Cayce, en trance, sugirié que Godfrey empleara un imén para retirar la ira que ha- bia acumulado en el dispositivo. »Result6 ser que Godfrey habia tenido una violenta discusién con su esposa 66 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES mientras estaba construyendo el dispositivo, y que la vibracién de su ira habia que- dado registrada en éste. Asf que pasaron un iman por el dispositivo y se lo envia ron de nuevo a la mujer. Pasado algtin tiempo recibieron noticias suyas diciéndo- les que funcionaba perfectamente. »La anécdota parece increible, pero est4 completamente documentada. Ni que decir tiene que jamés pudimos explicarle a aquella mujer el fallo que tenia su apa- rato, porque la explicacién hubiera resultado més diffcil de aceptar que el mal fun- cionamiento que dio origen a la reclamacién.» El doctor McGarey escribe en el Medical Research Bulletin’ a propésito de los trabajos de los doctores Wheeler y Wolcott en Ja universidad de Missouri, ex- puestos en Neuroelectric Research: Estos hombres han logrado una notable regeneraci6n del tejido en la curacién de ulceraciones crénicas, presentes desde hace muchos afios. En la exposicién de sus ide- as y en las conclusiones a que parece orientarles su trabajo, hacen una serie de obser- vaciones muy interesantes. Mencionan, por ejemplo, que: Contrariamente a las tesis imperantes, la corriente eléctrica constante no limita sus efectos fisiolégicos sélo a los puntos de conexién-desconexién, sino que es ca- paz de producir cambios sutiles y no bien definidos durante un periodo de aplica- cién prolongado. Cayce recomendaba que fueran aplicadas al cuerpo corrientes eléctricas débi- les, en intervalos recurrentes, a cada hora, y la intensidad que proponfa no era muy diferente de la sugerida en el mencionado trabajo de los profesores de la universi- dad de Missouri. Su interpretacién de los «cambios sutiles y no bien definidos» a que aludia Wheeler aparece, con una terminologia distinta, en la lectura siguien- te, dada a una mujer de sesenta y siete afios de edad que padecia senilidad y con- suncién, y a la que le habfa aconsejado emplear una pila hiimeda, Y cuando reciba las vibraciones eléctricas, piense que la Vida misma -en efec- to- es la Fuerza Creativa de Dios, aunque sus manifestaciones en el hombre son eléctricas..., 0 vibratorias. Piense entonces que esa fuerza que en la naturaleza lamamos eléctrica o elec- tricidad es 1a misma a la que usted venera como Creadora, como Dios en accién! Viendo esto, sintiendo esto, sabiendo esto, descubrira que no sdlo se revivifica el cuerpo, sino que, mediante la creacién en cada tomo de su ser de esta conciencia de la actividad de semejante Fuerza Creativa 0 Principio como vinculada al espiri- tu, a la mente y al cuerpo, los tres se renuevan. Porque éstos son como una trinidad en el cuerpo, son como una trinidad en los principios de la mismfsima fuerza vital, y que el Cuerpo, la Mente y el Espiritu son uno, como lo son el Padre, el Hijo y el Espiritu. Un Espiritu, un Dios, una Actividad. Vea entonces a Dios, conézcalo en esas influencias. (1299-1) 9. Vol. II, mim. 9 (mayo 1972). LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE 67 Mas adelante, al extenderse més en sus ideas, Wheeler y Wolcott observan que el papel de los efectos biomagnéticos en una accién de este género es inseparable de los fenémenos bioeléctricos. Y afiaden: Se sabe, por ejemplo, que la mayorfa de los procesos biolégicos estén basados en reacciones quimicas. Las propiedades quimicas implicadas en estas reacciones resultan de la disposicién y movimiento de los electrones y micleos atémicos, que estdn a su vez determinados por las interacciones de los campos eléctricos y mag- néticos de las particulas elementales. Consiguientemente, los principios quimicos son consecuencia de las ciencias de la electrodinémica y de la fisica cudintica. En los organismos vivos estos efectos resultan aparentemente amplificados por las pro- piedades de semiconductividad que se atribuyen a las estructuras bioldgicas. Tales efectos ejercen hoy una profunda influencia en las actuales investigaciones clinicas y te6ricas. Creemos que una de las cualidades mds propias del hombre es su preocupacién por los misterios de la concepcisn, del desarrollo, de la enfermedad, de la vejez y de la muerte. La moderna tecnologfa revela que algunas antiguas hipétesis intuitivas eran notablemente precisas, en especial en]...] temas concernientes a la electricidad y a otros fenémenos fisicos. Por consiguiente, parte de nuestra investigacién se orienta ahora a integrar teorfas selectas de la ciencia pasada y presente, asf como a desarrollar con mayor amplitud una gufa tedrica que ofrezca una comprensién més profunda de las plantas y de los animales vivientes. El poder terapéutico de la relajaci6n se ha puesto espectacularmente de relie- ve en recientes experimentos realizados por el doctor Elmer Green, jefe del labo- ratorio de psicofisiologia del departamento de investigacién de la Menninger Foundation, que ha empleado técnicas de «retroalimentaci6n biolégica» aprendida 0 autogénica para adiestrar a individuos a producir ondas cerebrales alfa en estado meditativo o de silenciosa relajacién, Mientras se hallan en ese estado, sus sujetos han demostrado capacidad para curar jaquecas, controlar su presién sanguinea, aumentar o disminuir la temperatura de un dedo y controlar mediante la relajacién procesos corporales de cardcter involuntario. Cayce recomendaba con frecuencia la meditaci6n, tanto por su eficacia tera- péutica como por su valor espiritual. En el siguiente caso aconsejaba de esta forma a un viajante de veintiocho afios de edad, cuya vida desordenada le hacia sufrir trastornos digestivos, dolor de es- palda, zumbidos en la cabeza y otros sintomas diversos: P-1. ,Cémo puedo superar la tensién nerviosa a que me veo sometido en ocasiones? R-1. Cerrando los ojos y meditando interiormente, de forma que surja dentro —a través de la {relajacién] del sistema nervioso ese elemento necesario que acompafia al [producido por la glindula] pineal (jno olvide que éste circula de los dedos de los pies hacia la coronilla!) y que aquietaré todas las fuerzas nerviosas, obrando —pues para tal sirve— como el verdadero pan, la verdadera fuerza de la vida mis- ma. El silencio, medio o un minuto de meditacién, aportarén fuerza..., hardin que el cuerpo vea fisicamente este flujo emanando del yo sereno, con independencia 68 EDGAR CAYCE, SUS CURACIONES NATURALES de que esté paseando, de pie o en posicién de descansar. Y [hdgalo] también a me- nudo cuando esté solo; medite en el silencio... como el cuerpo ha hecho. (311-4) Existe un excelente libro a propésito de la visién que tenia Cayce de la medi- tacién: Meditation: A Step Beyond with Edgar Cayce." Y hay otras obras valiosas sobre el tema, como son las escritas por el propio Cayce y por Elsie Sechrist. Los de Cayce, publicados por la ARE Press bajo el titulo general de «Buscando a Dios», son de obligada lectura para quien desee seguir el camino indicado por su autor para alcanzar la iluminaci6n espiritual mediante la oracién y la meditaci6n, a la vez. La diferencia entre una y otra, segtin se me ha dicho, estriba en que con Ja oracién la persona «habla a Dios», mientras que en la meditacién la persona «oye a Dios» que le habla interiormente. Los doctores Herbert Benson y Robert K. Wallace, de la facultad de medicina de Harvard, han sometido a sujetos en meditacion a diferentes pruebas, en condicio- nes de laboratorio estrictamente controladas; y asi han podido verificar determina- das afirmraciones de los entusiastas de la meditacién, tales como que ésta reduce efectivamente el consumo de oxigeno, baja el ritmo cardiaco, aumenta la resisten- cia de la piel y provoca otros cambios fisioldgicos que proporcionan un descanso completo. El consenso que hoy se da entre los médicos acerca de los beneficios que aporta la meditacién es una nueva confirmacién de que Cayce se adelanté no- tablemente a su tiempo, puesto que abog6 por ella mucho antes de que los norte- americanos oyeran hablar del yoga y de otros ejercicios para conseguir el control del cuerpo y la mente. Cayce y yo coincidimos en la importancia del ejercicio, especialmente el rea- lizado al aire libre, para ayudar a la relajaci6n. La mejor tnanera de librarse de las emociones destructivas es dar un largo paseo 0 sacudirse de encima toda hostili dad mediante algunos ejercicios vigorosos, tales como la practica del tenis, la gim- nasia, el lanzamiento del balén medicinal o el entrenamiento pugilistico con el saco de arena. Los bafios pueden ser muy relajantes, o estimulantes, dependiendo de la temperatura (véase el Capitulo 10). Y otro tanto puede decirse del masaje y las manipulaciones, que estimulan o relajan segtin como se administren. Cayce re- comendaba a menudo la participaci6n en algtin deporte relajante ~que no provo- que frustracién ni afan de vencer-, asf como la musica, el arte, el teatro o la dedi- cacién a un hobby que proporcione sensaciones de paz y de autorrealizacién. El doctor Selye subraya la importancia del cambio de actividad para aliviar el estrés. Pero, por encima de todo, Cayce era un acérrimo partidario del equilibrio en todas las cosas, como expresaba en esta carta que me escribi6 el 3 de junio de 1933: No aceptaré un «no» por respuesta con respecto a su visita aquf [Virginia Beach] el 15,el 16, el 17 oel 18. Sé muy bien que, en este momento concreto, su granja y su tra- bajo reclaman hasta la diltima gota de sus energias, pero también estoy seguro de que 10. M. E. Penny Baker, Meditation: A Step Beyond with Edgar Cayce. Prélogo de Hugh Lynn Cayce, Doubleday. Garden City, 1973. LA FILOSOFIA DE LA CURACION EN EDGAR CAYCE, 69 usted predica y ensefia a cuantos van a verle en busca de ayuda que no hay nada peor para la persona que trabajar constantemente sin distraerse de cuando en cuando... Asi que espero verlo en el Congreso... Y en sus lecturas aconsejaba: [..] planifique su tiempo de manera que quepan en él, con regularidad, momentos para mantener el cuerpo fisico en forma y momentos para mantener en forma el ser mental y espiritual, Porque del mismo modo que el [cuerpo] fisico necesita descanso y recreo, también el mental requiere ambas cosas. (3691-1) No se exceda a expensas de su ser fisico ni del mental... ;Tenemos tendencia a ha- cerlo todo o no hacer nada! {Sea por una vez un hombre de términos medios, y veré cuanto mejor es! ;Trabaje con la misma intensidad que pone en divertirse..., diviértase con la misma intensidad con que se entrega al trabajo! (279-2) CAPITULO 4 Caso a caso con Cayce «Sepa que dentro de uno mismo esté todo el poder de curar que puede conse- guirse en bien del cuerpo. Toda curacién debe venir de lo Divino, porqu cquién, si no, sana tus enfermedades? La fuente de Todo Ser» (4021-1) «La MENTE es siempre la que construye. jAquello de lo que se nutre el cuer- po-mente es en lo que uno se convierte gradualmente!» (3102-1) «Mantenga la actitud mental de una vision constructiva de las cosas. Ni ani- mosidad ni sentimiento de tristeza por si mismo 0 porque otros son diferentes y mejores que usted en algiin aspecto y disfrutan de cosas que debertan ser suyas. Porque, en cualquier situacién que usted se encuentre, empléela para gloria de la Fuerza Creadora.» (578-13) «El cuerpo no debe perder el valor de seguir adelante: ha de trabajar pacien- temente sabiendo que toda curacién, que toda ayuda deben salir de un pensa- miento constructivo, de una aplicacién constructiva y, sobre todo y ante todo, de una inspiraci6n espiritual constructiva... Use los trastornos [del cuerpo] como escalones para acceder a una comprensién cada vez mds alta, mayor y mejor.» (528-9) Edgar Cayce A lasefiora W., mujer de unos cuarenta afios de edad residente en Hastings-on- Hudson, Nueva York, le habian dicho tres especialistas que era preciso extirparle Ia vesicula, porque la tenia llena de célculos. Acudi6 a Cayce, desesperada, y él me la remitié con instrucciones muy claras: nada de intervencién quirtirgica..., sino, en vez de ello, irrigaciones de colon, masoterapia de drenaje y fomentos de aceite de ricino. Poco a poco, al cabo de media docena de visitas, el dolor fue cal- mandose. Quince afios después me encontré a la sefiora W., quien me dijo, feliz, que atin seguia conservando su vesicula..., pero ya sin cdlculos. La sefiora W. fue sélo una de los cientos de hombres y mujeres, aquejados de una gran diversidad de dolencias, que acudieron a mf enviados por Cayce para que Jes aplicara un tratamiento sin férmacos. Como ya he dicho antes, Cayce no rea- lizaba un diagnéstico médico, no ponia etiquetas a los pacientes: le llegaban de médicos que ya habian catalogado sus enfermedades, entre las que encontré casos de: acidosis, anemia, artritis, astenia, blefaritis, bronquitis, calculos biliares, catarros, cidtica, célicos, colitis, congestiones (de todo tipo), corazén (problemas), dermatitis, diabetes, eczema, edema, edema angioneurético, embarazo (trastornos), epilepsia, es- coliosis, espalda (problemas), estenosis, fibromas, fiebre del heno, flebitis, glandulas endocrinas (des6rdenes), hemorroides, herpes, higado, hiperacidez, lupus eritema- toso, migrafias o jaquecas, neurastenia, obesidad, pardlisis, Parkinson (enfermedad de), pelvis (trastornos), polimiositis, poliomielitis, presién cerebroespinal, presién sanguinea (alta y baja), prostatitis, psoriasis, parpura, resfriados, reumatismo, rini- tis, rifiones (trastornos: cdlculos, desarreglos, insuficiencia), secuelas (de accidentes, intervenciones quinirgicas, resfriados y shock), sinusitis, sicosis de la barba, tem- blores, tics faciales, tuberculosis, tilceras, vesicula (problemas), zumbidos en la cabeza... y muchas otras mas. Caso 274 El siguiente es un ejemplo clasico de sobrevaloracién de un diagnéstico..., y también una de mis anécdotas reales favoritas. Un hombre de treinta y cuatro afios (274), cientifico empleado en un laboratorio, escribié al sefior Cayce en marzo de 1933 una carta en la que le detallaba todos los sintomas y dolencias que habia ve- nido sufriendo desde la infancia: «{...] De nifio, ictericia; después, erisipela; y, luego, intermitentemente, pro- blemas que han ido afectando al higado, est6mago, intestino, prostata, piel, gar- ganta, cavidades, encias..., rapida caida del pelo, dolores de cabeza diarios, dolo- tes de ofdo, reumatismo o dolores reumiticos... Todo lo cual me ha conducido a CASO A CASO CON CAYCE, 73 un estado critico de nerviosismo, impotencia sexual, tristeza o depresién que da- fian mi eficiencia mental (fallos de memoria, desasosiego mental y espiritual, es- casa capacidad de concentracién)... »A todo esto he ido perdiendo peso progresivamente, He seguido dietas, trata- mientos de quiroterapia, curas, regimenes recomendables y no recomendables con escasa 0 nula fortuna.» E] diagnéstico de Cayce consistié en una sola palabra, escrita encima de la lar- ga lista de dolencias expuestas en la carta: «/TOXEMIA!». El paciente fue remitido al Reilly Health Service para recibir el siguiente tra- tamiento, que limpié por completo su sistema e hizo desaparecer muchos de sus males. La prescripcién de Cayce decfa: Comience, pues (en las condiciones presentes), preparando esto: Ponga en 5 litros de agua destilada, afiadiéndolos en el orden indicado, los productos siguientes: 24 24 Conteza de cerezo silvestre . . Raiz de zarzaparrilla Raiz de romaza amarilla . Raiz de bardana . Nabo indio Malagata .. Corteza de comejo Corteza de fresno picante . 8 g 2g 2 2 05g 6 8 6 8 68 Reducir por ebullicién lenta hasta que quede para colar una cuarta parte del liquido. Cortar 3 g de balsamo de Told, disolverlo en 72 g de alcohol etilico de destilacién y affadirlo al liquido filtrado como conservante y para estimular la actividad. La dosis a tomar debe ser media cucharadita de té cuatro veces al dfa, antes de cada comida y a la hora de acostarse. Después de haberlo tomado durante 3-5 dfas, encontraremos necesario aplicar ene- mas altos (enteroclisis) para aliviar las molestias a través del canal alimentario. Estos enemas altos (que deberian ser aplicados como ittigaciones colénicas) deberfan apli- carse inicialmente (con un intervalo de 5 dfas) 2 veces la primera semana ime expli- co?-, por ejemplo uno el lunes y el siguiente el sdbado. Dejar pasar luego 2 semanas antes de aplicar 1 0 més, pero tomando siempre la do- sis del remedio medicinal preparado..., :me explico? A continuacién empezarfamos con manipulaciones completas, 0 masajes consecu- tivos a bafios de vapor que, preferiblemente, deberfan hacerse del modo siguiente: Antes de que la persona entre en la cabina para el bafio de vapor, prepararla con una aplicacién de las propiedades del aceite de oliva, tintura de mirra y aceite de sasafrés.., mezclados a partes iguales (calentar el aceite de oliva y afiadirle los otros ingredientes). Extenderlo bien dando masaje por todo el cuerpo, y especialmente a lo largo del sistema cerebroespinal, por los hombros y por la cabeza, y por las demés partes del cuerpo. No elevar la temperatura de la cabina por encima de la que sea necesaria para pro- vocar una sudoracién general, ,comprende? 14 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES El bafio deberia completarse con una friccién general, estimulando las propiedades de aquellos aceites y combinéndolas con: Aceite de acebuche blanco .. Alcohol de friegas ... .. Extracto de hamamelis Friccionar a conciencia en cada una de las partes del cuerpo..., brazos, cuello, tor- so, pies, manos..., una por una, ,comprende? Luego dar una friccién general y completa. Estos bafios de vapor deberfan tomarse una vez por semana de la manera dicha; continuando, por supuesto, con las tomas diarias del preparado en las dosis y veces in- dicadas, Higalo asf durante cinco semanas, de momento, y después le daremos nuevas ins- trucciones sobre cémo seguir. Durante este periodo debera tomar, naturalmente ~y en especial después de los ba- fios de vapor y la sudoracién-, jabundante agua a todas horas! Beba, como minimo, de seis a diez vasos de agua diarios. Esto no significa cerveza u otros Ifquidos..., sino jAGUA! Si le apetecen otras bebidas, no le hardin dafio tomadas con las comidas, pero no las tome entre horas! En cuanto a la dieta..., voy a darle un bosquejo. Puede cambiarlo o variarlo segin sus gustos, pero que le sirva como orientacién general Por las mafianas, puede tomar primero un poco de té o de café; una cantidad pe- quefia, una tacita. Al cabo de unos veinte o treinta minutos, podria tomar algo de fruta -citricos, com- potas... 0 cereales; pero, si toma compotas y cereales, no tome juntamente zumos de citricos, y prefiera éstos a las compotas y los cereales. Podria desayunar, ademas, alguna pasta pequeiia (pastelillos de arroz, de alforfén, © semejantes) o tostadas con un poco de miel, gde acuerdo? También, de cuando en cuando, un huevo con alguna lonchita de panceta, pero muy crujiente. Varie, por supuesto. Este desayuno deberia hacerlo temprano: a las siete y media u ocho de la mafiana, ¢ incluso antes, Hacia las nueve y media o las diez tome un vaso de leche malteada, con una yema de huevo dentro. Puede ponerle unas pocas gotas de ron o de aguardiente de grano, pero no mucho: lo justo para quitar el sabor del huevo. No ponga la clara: solamente la yema, estamos? Para el almuerzo tome preferiblemente jugos de came o de verduras. Y acompaiie- Jos, variando, con pan integral, de centeno, y palitos o galletas, etc. de lo mismo. Eso sf: nada de pan blanco, ni elaboraciones de trigo candeal, en esta comida especialmente. Para cenar, toda clase de verduras como acompaiiamiento de carnes. Y, al menos tres veces por semana, incluya en esas carnes higado de ternera, 0 despojos, y jarrete de cerdo, Puede ir variando entre todo ello. Lo que quiero decir es que, como mfnimo tres veces por semana, deberfa incluir en el ment de sus cenas alguna de esas cares. (274-2) CASO A CASO CON CAYCE 75 La persona que hemos denominado caso 274 escribié al sefior Cayce el 18 de julio de 1933 para decirle que estaba encantado y muy satisfecho de su lectura: «Estoy siguiendo todas sus sugerencias, y afiadiendo a ellas algunos ejercicios li- geros bajo la direccién del doctor Reilly. ¥ me alegra poder decirle que estoy me- jorando». En la misma lectura habia preguntado: «;Se precisan algunos laxantes? Y, en caso afirmativo, cuales, en concreto, me convendrian mas?». La respuesta de Cayce fue: «Estamos preparando su sistema para que no le ha- gan falta laxantes. Su efecto ird incluido en aquellas medidas que actuarén como tonificantes generales, como tonificantes de todo el sistema: con las propiedades de los alimentos y con los enemas, de momento... Hagamos primero esto, y luego podremos plantearnos més cosas». (274-2) Quisiera comentar dos aspectos de esta lectura. Obsérvese que, en la dieta, Cayce especificaba que se afiadiera a la leche malteada solamente la yema del huevo, no la clara. Esto es muy notable porque, en la época en que se dio esta lec- tura, en 1933, la investigacién no habja determinado atin que la clara del huevo cruda destruye la biotina, un importante componente de la vitamina B, lo cual, a su vez, afecta negativamente a toda la cadena B de la nutricién. En la respuesta a la pregunta sobre los laxantes existe un claro paralelismo en- tre lo que afirma Cayce y las opiniones del doctor Bircher-Benner, a quien cité en el cap/tulo anterior, y de la generalidad de los médicos actuales, que desaconsejan el uso de los laxantes por ser sélo paliativos y no obrar ningiin efecto real en or- den a la curaci6n. ‘Tuvimos nuestros fracasos también. Como ya he dicho, la mayorfa de los pa- cientes habian probado con anterioridad los métodos de la medicina ortodoxa sin encontrar alivio con ellos; no podfamos, pues, esperar un 100 % de éxitos. Aparte de que, en algunos casos, los pacientes no seguian los consejos dados en las lec turas o abandonaban prematuramente la terapia. Caso 1684 Recuerdo un caso en particular. El sefior Cayce me habfa enviado al presiden- te de una importante agencia de publicidad: un hombre de gran fortuna, poseedor de grandes fincas en Florida que con el tiempo lo harfan atin més rico; la clase de persona, en suma, acostumbrada a dar érdenes, no a recibirlas. Tenfa una tensién arterial peligrosamente alta, y la lectura advirtié que «a me- nos que tomen algunas medidas para corregir el problema, esta condicién puede provocar un repentino cese funcional..., 0 la presién, que es una parte del desajus- te que afecta a las arterias, puede llegar a ser tan alta que las paredes cedan o per- mitan filtraciones». Y éste era el remedio propuesto por Cayce: L...] No tomar farmacos, sino més bien realizar actividades... al aire libre..., pasear, jugar al golf, montar a caballo: todo esto deberia figurar como parte de la actividad; 0, 76 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES combindndolo con la hidroterapia... y el masaje, también el squash, el caballo eléctrico, la bicicleta, como parte del ejercicio. En la dieta, evitar los alimentos fritos o grandes cantidades de grasas que no sean asimiladas facilmente. (1684-1) Pienso que la mayoria de los cardiélogos actuales estaran de acuerdo en la bon- dad de este consejo. Nosotros le administramos también bafios de oxigeno y ma- sajes ligeros, siguiendo las instrucctones que nos habia dado Cayce. Durante afios a esta persona le habjan venido administrando manipulaciones y masajes muy intensos. Vino a verme cuatro o cinco veces y le apliqué un masaje suave relajante. Protest6: —Estoy acostumbrado a recibir un masaje fuerte, vigoroso. Y lo echo de me- nos. Si aqui no me lo dan, tendré que dejar de venir. Mi respuesta fue: Aqui no se lo daremos porque no quiero tener que ser uno de los que lo Ile- ven luego a cuestas en su atatid. De hecho, al principio no le administraria nada mas que hidroterapia y un masaje suave. Usted acudié a mi con una lectura de Cayce que le indica cémo hay que proceder en su caso. Para qué vamos a perder el tiempo si va usted a pedir consejo y luego no lo sigue?... Pienso que harfa me- jor en volver a su rutina habitual, aunque no sé si con ella duraré mucho. Volvié a recibir masajes intensos en alguna otra parte, y cayé fulminado por una apoplejia tres o cuatro meses después. En ocasiones, ni las personas més allegadas y queridas de Cayce pudieron be- neficiarse de sus orientaciones y remedios. Tal fue el caso de su intimo amigo Da- vid Kahn, que probablemente le proporcioné més clientes a Cayce que cualquier otra persona individual. A pesar de su gran fe en los tratamientos de Cayce, y no obstante el hecho de que los familiares y amigos de Kahn acudieron a consultar al psiquico religiosamente, cuando David recibié una lectura sobre lo que, en defi- nitiva, resulté ser una obstruccién intestinal, Cayce recomend6 que fuera interve- nido quirdrgicamente. ~(No hay otro remedio? ~pregunté Kahn. —Si, pero tii no harias lo que es necesario —respondié Cayce en estado de trance. Otro ejemplo fue el caso de Tom Sugrue, un famoso escritor y periodista, au- tor de la primera biograffa oficialmente autorizada de Edgar Cayce, There Is a Ri- ver, que fue un gran éxito editorial. Tom habia sido compajiero de universidad del hijo mayor de Cayce, Hugh Lynn, y lo consideraban como uno més de la familia. Sin embargo, cuando se vio aquejado de una artritis paralizante, la magia de Cay- ce nada pudo contra la impaciencia irlandesa del joven y brillante periodista. Los. tratamientos que Cayce le recomend6 eran largos y arduos: ademas de manipula- ciones, hidroterapia y ejercicios diarios, inclufan la aplicacién de la pila himeda, para enviar al sistema impulsos eléctricos de bajo voltaje. Cayce le advirtié ya de que el dispositivo podria requerir unos siete afios de aplicacién para cambiar to- talmente el sistema. En su lugar, Sugrue se empefié en probar la nueva terapia de la fiebre alta (pi- CASO A CASO CON CAYCE qe roterapia), atin experimental, que dafié, quemAndolas, todas sus terminaciones nerviosas, dejéndolo paralitico e inmovilizado para el resto de su vida. Posterior- mente probé con tratamientos a base de cortisona, y el uso prolongado de este far- maco result gravemente perjudicial para sus rifiones. Yo traté a Tom durante varios aifios, incluido el tiempo que pasé escribiendo su biografia de Cayce. Y a menudo le repeti, bromeando acerca de su continuo desa- sosiego: Mira, Tom... Dudo mucho que hubieras llegado a convertirte en un escritor, de no haberte visto forzado a permanecer sentado. Cuando recibié tratamiento regularmente, mostré alguna mejoria; y al cabo de afio y medio de acudir al instituto tres veces por semana, consegui que recuperara suficiente movimiento en sus brazos para poder afeitarse y comer sin ayuda de otros. No me hacia ninguna gracia que interrumpiera sus sesiones; asi que, cuando re- cibié del editor Harper el encargo de viajar a Israel, le dije que prepararia a al- guien para que pudiera proseguir el tratamiento durante el tiempo que estuviera ausente. El editor pensaba enviar con Tom a uno de sus jévenes colaboradores, y yo ensefié al que iba a ser su compaiiero a aplicarle el masaje, las manipulaciones y los ejercicios pasivos que podrian impedir una recaida. Por desgracia, el joven de la editorial era diabético y en el viaje de ida sufrié un shock en el barco y tuvie- ron que traerlo de vuelta a Nueva York. Tom siguié el viaje solo. En una increible aventura, se vio forzado a desplazarse en su silla de ruedas entre las tropas israe- lies y arabes para entrevistar a unos y a otros. En cierta ocasi6n los arabes pensa- ron que aquel hombre invdlido pudiera ser una trampa explosiva, y de milagro no dispararon contra él al verlo. A pesar de su discapacidad, aquel viaje fue un gran éxito y de él salié su libro Watch for the Morning, la historia de la lucha de Isra- el para alcanzar su independencia. Tom ya habfa escrito anteriormente Starling of the Whitehouse? y Stranger in the Earth. Cayce le habfa aconsejado que se fuera a vivir a Clearwater Beach, en Florida, donde la suavidad del clima y los bafios de mar parecfan ejercer sobre él un efec- to beneficioso. Tom probé entonces, sin ningtin resultado, un tratamiento de lo mas novedoso, a base de veneno de cobra; se consumia de impaciencia. Aunque la silla de ruedas no le impedfa trabajar, deseaba més que nada en el mundo verse libre de ella. Oy6 hablar de una nueva operacién, experimental por entonces, con- sistente en un implante de cadera. Yo temfa que no pudiera resistirla, porque tenia los rifiones enfermos a consecuencia del tratamiento con cortisona. Aun asi no quise decir nada, para no inspirarle pensamientos negativos. Fue una gran trage- dia que sus rifiones no funcionaran bien tras la intervencién y que muriera de un envenenamiento urémico. Tenfa sélo cuarenta y seis afios. 1. Thomas Sugnue, Watch for the Morning. Harper. Nueva York, 1950. 2. Thomas Sugrue, Starling of the Whitehouse. Simon and Schuster. Nueva York, 1942. 3. Thomas Sugrue, Stranger in the Earth. Holt, Rinehart & Winston. Nueva York, 1948

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