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Amos (que significa "carga" o "cargador") recibió esta profecía en los días de Uzías, quien reinó en Judá en el tiempo que Jeroboam II reinaba en Israel, y "dos años antes del terremoto", que evidentemente dejó una gran impresión. Probablemente la profecía fue conocida antes de que sobreviniese el terremoto, de modo que cuando sucedió, esto le daría una seria importancia a la profecía.
Este libro es impresionante por su ordenada y deliberada condenación del mal, especialmente en Israel, y los resultantes juicios moderados de Dios. El mal es expuesto de manera calmada y judicial, más bien que en ardiente ira; y el castigo de Dios se ajusta perfectamente a la culpabilidad.
En primer lugar, varias naciones son convocadas, por decirlo así, para el juicio; los Sirios, los Filisteos, Tiro, Amón, Moab, y Edom. Pero si Dios debe, en justicia, juzgar a las naciones, entonces Judá e Israel también deben ser traídas ante Su trono, y juicio debe ser repartido en verdad e imparcialidad perfectas. Con todo, la profecía, en común con toda la profecía, finaliza con la victoria de Dios sobre el mal, y la eventual restauración de Judá e Israel por medio del poder y la gracia de Dios.
El libro, entonces, es excelente para mostrarnos que Dios debe juzgar tan serena y decididamente nuestros propios caminos así como el camino de otros, mientras Él, aún en gracia, se deleita en restaurar.
Amos (que significa "carga" o "cargador") recibió esta profecía en los días de Uzías, quien reinó en Judá en el tiempo que Jeroboam II reinaba en Israel, y "dos años antes del terremoto", que evidentemente dejó una gran impresión. Probablemente la profecía fue conocida antes de que sobreviniese el terremoto, de modo que cuando sucedió, esto le daría una seria importancia a la profecía.
Este libro es impresionante por su ordenada y deliberada condenación del mal, especialmente en Israel, y los resultantes juicios moderados de Dios. El mal es expuesto de manera calmada y judicial, más bien que en ardiente ira; y el castigo de Dios se ajusta perfectamente a la culpabilidad.
En primer lugar, varias naciones son convocadas, por decirlo así, para el juicio; los Sirios, los Filisteos, Tiro, Amón, Moab, y Edom. Pero si Dios debe, en justicia, juzgar a las naciones, entonces Judá e Israel también deben ser traídas ante Su trono, y juicio debe ser repartido en verdad e imparcialidad perfectas. Con todo, la profecía, en común con toda la profecía, finaliza con la victoria de Dios sobre el mal, y la eventual restauración de Judá e Israel por medio del poder y la gracia de Dios.
El libro, entonces, es excelente para mostrarnos que Dios debe juzgar tan serena y decididamente nuestros propios caminos así como el camino de otros, mientras Él, aún en gracia, se deleita en restaurar.
Amos (que significa "carga" o "cargador") recibió esta profecía en los días de Uzías, quien reinó en Judá en el tiempo que Jeroboam II reinaba en Israel, y "dos años antes del terremoto", que evidentemente dejó una gran impresión. Probablemente la profecía fue conocida antes de que sobreviniese el terremoto, de modo que cuando sucedió, esto le daría una seria importancia a la profecía.
Este libro es impresionante por su ordenada y deliberada condenación del mal, especialmente en Israel, y los resultantes juicios moderados de Dios. El mal es expuesto de manera calmada y judicial, más bien que en ardiente ira; y el castigo de Dios se ajusta perfectamente a la culpabilidad.
En primer lugar, varias naciones son convocadas, por decirlo así, para el juicio; los Sirios, los Filisteos, Tiro, Amón, Moab, y Edom. Pero si Dios debe, en justicia, juzgar a las naciones, entonces Judá e Israel también deben ser traídas ante Su trono, y juicio debe ser repartido en verdad e imparcialidad perfectas. Con todo, la profecía, en común con toda la profecía, finaliza con la victoria de Dios sobre el mal, y la eventual restauración de Judá e Israel por medio del poder y la gracia de Dios.
El libro, entonces, es excelente para mostrarnos que Dios debe juzgar tan serena y decididamente nuestros propios caminos así como el camino de otros, mientras Él, aún en gracia, se deleita en restaurar.