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Jorge G. Arocha
En la primera, explora las condiciones humanas que hacen posible no solo la aceptación
de la dominación sino también el reconocimiento de la misma por parte del ser humano.
Las condiciones bajo las que se reproducen la dominación y la represión se encuentran
en las mismas estructuras psicológicas y cognitivas del individuo. Y de ahí, el hombre
ordena y configura su universo de una manera determinada; en otro sentido el mundo
que lo rodea también establece una represión a través de instituciones civiles y políticas,
a través de la historia, de las ciencias y las disciplinas. En fin, que la dominación y la
represión lejos de ser una característica propia de una persona o grupo Marcuse la
entiende como una relación en la que el individuo y la sociedad le otorgan sentido al
mismo tiempo, independientemente de que el principio de dominación se encuentre en
una clase social o un grupo de poder determinado: “¿Constituye realmente el principio
de la civilización la interrelación entre la libertad y la represión, la productividad y la
destrucción, la dominación y el progreso?¿O esta interrelación es sólo el producto de
una organización histórica específica de la existencia humana?”1
Las interrogantes planteadas por Marcuse en sus obras difícilmente han encontrado
solución en nuestro mundo. A cada instante aparecen elementos que tienden a demostrar
lo contrario, un gran desarrollo tecnológico equiparado a un gran desarrollo de nuestra
estupidez. Lo complejo es precisamente este doble desarrollo de posibilidades, ya que el
desarrollo tecnológico implica un salto en el conocimiento humano, pero un
conocimiento que reproduce un sentido común más desconectado y ajeno a un proyecto
social o moral a largo plazo.
La percepción de lo real, ya sea desde casos tan específicos como una conversación
hasta una conferencia, son comprendidas por nosotros gracias al universo ideológico y
teórico que componen nuestra subjetividad, ese espacio ideal similar al espacio
arquetípico de Platón, es una medicación crítica, la cual, organizada y sistematizada
puede llegar a ser revolucionaria. Es esto un proyecto, o en el caso de Marcuse la
utopía.
Sin embargo Marcuse no deja de reconocer que este sentido represivo va más allá del
capitalismo, incluye también a la dictadura burocrática que gobierna y define a las
sociedades comunistas y socialistas, y por último a los regímenes fascistas. Es la
condición política e ideológica de los regímenes modernos. La instauración de sistemas
legales que tienden a asfixiar la libertad humana, que tienden a obviar la historia, a
ahogar las utopías: “La supresión de esta dimensión en el universo social de la
racionalidad operacional es una supresión de la historia, y éste no es un asunto
académico, sino político. Es una supresión del propio pasado de la sociedad; y de su
futuro, en tanto que este futuro invoca el cambio cualitativo, la negación del presente.”4
En este texto no se trata tanto del sentido social, sino personal e íntimo del hombre, ya
que de la misma manera que la represión se extiende sobre el cuerpo social, también
alcanza el cuerpo humano. La pegunta entonces se dirige a saber cómo este internaliza y
se apropia del contenido represivo de la sociedad que lo rodea. Por eso lo fundamental
del cambio revolucionario de la sociedad no está tanto en las transformaciones globales
que pueda hacer una vanguardia, sino en el cambio que pueda hacerse en las actitudes
más intimas del ser humano.
La propuesta de una sublimación erótica, tiene que ver más con una devalorización de
este instinto avasallador del sexo, y por el contrario con una extensión del mismo más
allá del objeto inmediato, la satisfacción no es genitalmente localizada sino que se
universaliza a la propia sociedad. Pero el principal enemigo de este proceso de cambio,
como ya se ha dicho, es el propio hombre que al internalizar la represión social en
forma de tabúes, de normas morales y leyes, se impide satisfacer el principio del placer
erótico. El placer pasa a ser algo limitado y especifico, sin embargo, también es visto
como el objetivo fundamental del hombre después del esfuerzo y el trabajo. Así se
configura un ciclo inagotable entre trabajo como gasto de energía y placer sexual a
satisfacer. Entonces el placer se ubica como algo opuesto al trabajo. El universo
humano se divide en dos lados que cosifican y enajenan nuestra humanidad. Placer y
dolor, Eros y Tánatos, realidad y fantasía, libertad y necesidad, cuerpo y alma, yo y los
otros.
Según Marcuse la validación teórica de una sociedad no represiva debe ser posible
demostrando el desarrollo no represivo de la libido. Rescatando la utopía a nivel social,
y restituyendo la fantasía a nivel individual. El ámbito estético debe ser también una
premisa imprescindible ya que constituye el reino de la libertad, donde el individuo
reordena su realidad, la subvierte y la transforma en función de un ideal. De esta manera
realzando la subjetividad humana, de una forma erótica a toda la sociedad,
constituyendo relaciones humanas verdaderas y duraderas, buscando la gratificación
sexual no en zonas especificas sino en la humanidad, jugando con las normas y las
reglas, armonizándolas con los sentimientos, llevando el cuerpo a lo social, el hombre a
la naturaleza, se dan las condiciones para un cambio efectivo de la sociedad.
Claro está, no es tan simple, las condiciones de desarrollo tecnológico de hace 50 años
no son las mismas de hoy en día, se aprecian cambios cuantitativos pero sobretodo
cualitativos. Si Marcuse también veía en la tecnología la posibilidad de la liberación, era
gracias a que esta en el mismo momento en que intensificaba los mecanismos de
represión, le daba al hombre herramientas para su liberación, sobretodo en cuanto a la
ganancia de tiempo libre para el disfrute y el esparcimiento en lo que la máquina asumía
poco a poco las labores propias de la producción. No obstante, el desarrollo tecnológico
no solo ha llegado a sustituir al hombre en el plano productivo, sino también en el
momento del consumo, o sea, que el hombre poco a poco se ha tecnificado en su
consumo, con lo cual ese tiempo que ganaba como posibilidad para su liberación es
justamente ahora invadido por la misma segmentación, fragmentación y rapidez
enajenante. Hoy, de hecho, la producción no es la condición de la enajenación, sino el
consumo.
Correo: jaroch6666@gmail.com
Blog: http://jaroch6666.wordpress.com
1
Marcuse, Herbert. Eros y Civilización. Instituto del Libro. La Habana. 1968. Pág 19.
2
Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Instituto del Libro. La Habana. 1968. Pág. 11.
3
Ídem. Pág. 75.
4
Ídem. Pág. 97.
5
Eros y civilización. Ed. Cit. Pág. 13.
6
Ídem. Pág. 109.
7
Ídem. Pág. 111.
Fuente: http://www.uneac.org.cu/index.php?module=columna_autor&act=columna_autor&id=105