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De todo lo que se escribe, s6lo ime gusta lo que ‘un hombre eseri- be con su propia sangre Oropeza Los rios profundos Laliteratura latinoameriea- na en busqueda de su pro- pio lenguaje: la narrativa indigenista A finales del siglo pasado la litera tura latinoamericana—en una ge- neralizacién que por ser tal deja de considerar algunas xeepeiones” de manifestaciones aisladas, califica- da de"‘Visionarias"—empieza una “recuperacién” narrativade lo ver- niculo, cuyos antecedentes mas preclaros fueron Facundo (1846) y Martin Fierro (1872). Esta “re- ‘cuperacién” se halla todavia pro- ducida de una manera estrecha y Uo as Ro Universidad Veracruzana Nietesche La necesidad y la exigencia de una "recuperacis mecanicamente ligada al modelo europeo del romanticismo y de su aguafuerte, el naturalismo, pues en la mayor parte de sus manifesta- ciones discursivas parece uncalco o“traduccién” de sus fuentes. El producto de este afin es lanovela ‘costumbrista, de un pintoriquismo innegable, dentro de la cual, como elemento de los amplios y multi- colores marcos naturales y de la variedad y tipica manifestacion de su folclor y habitos “locales”, esta también el hombre: el gaucho, el indigena; sobre el cual lamirada del narrador,en la mayor parte de los. casos, suele pasar un poco apre- suradamente, pues una vez ofreci- " narrativa de lo vernaculo Heva al autor a un andlisis de como la literatura latinoamericana va en biisqueda de su propio lenguaje: la narrativa indigenista Precisar el estatuto de la narr va indigenista dentro de los marcos culturales que la conforma y destacar el nivel de "compromiso” que adquiere con su entorno socio- politico, son algunas de las problematizaciones que se abordan en el presente ensayo. Para ello, las propuestas de José Carlos Mariitegui: ladi (colonial, cosmopolita, nacional); incidn de 3 periodos en el proceso de literatura de un pueblo, de una nacion la literatura indigenista se enmarca dentro de una nueva concepcién nacional; la intencionalidad estética de la literatura indigenista se dirige a la reivindicacion de lo propio y netamente autéctono; constituyen el elemento medular que da sentido al abordaje de la novela de José Maria Arguedas 66 SEMTOSTS nucvadpocal Los rios profundos horizonte y cosmovision prizonte y cosmovision dala descripcién “caracteristica” o algiin comporta- miento “tipico”, no hay mayor problematizacién ni affin de penetracién narrativa; su comportamiento estético es el mismo con respecto al exuberante o, enel caso de los Andes y cl altiplano, magno espec- téculo del paisaje americano, Aunque también se da ‘una especie de variante, como veremos mas abajo. ‘Sin embargo, ya en nuestro siglo, no terminan de pasar tres lustros y nos encontramos con manifesta- ciones literarias que parecen haber emergido con una voluntad inusitada hasta entonces (aunque el hecho estético se comprende como un antisistema frente al costumbrismo, en el fondo): abordar al personaje — en el caso que nos interesa en este trabajo, al in- dio—como elemento central, sin detenerse en la des- cripcién pintorriquista, y sin anegarlo en el estanque fangoso de las descripciones de sus costumbres; ade- mis, olvidarse del modelo europeo reproducido por lanarrativa reinante hasta entonces. Esta “nuevaola” de propuestas narrativas, emergen, ademas, de una ‘manera no concertada en diferentes latitudes de nues- tro vasto sub-continente, y dan de esta forma aquien las estudia la idea de una diversidad rica, no homo- génea, y que no siempre coinciden con los limites geogrificos o, mejor, politico-geogrificos de las “re- piblicas” que nacieron y se fueron gestando, libres deladominacién del imperio espafiol. Enlactapa anterior de la literatura latinoamericana, como dijimos, nuestro mapa pierde los contornos de una cierta uniformidad que correspondiaal interés de ‘seguir cénones narrativos curopeos primordialmente, yde“reproducir”, verbalmente, lo caracteristico de lo vemndculo (en cuya descripcién tipica, pudieraalosumo, descansar la “diferencia” y manifestar una cierta “sim- patia” por el personaje). No obstante, lo realmente significativo ya habia sido dado por la narrativa de Chateaubriand, Balzac, Sthendal, Flaubert, Zola y el realismo ruso, principalmente, Ahora, en las"nuevas” manifestaciones no es que haya un descuido o una desinformacién literaria al respecto, Todo lo contrario: el narrador —que Iee la literatura curopea de sus dias tanto como la norteamencana y la latinoamencana con sumo interés — quiere ofrecer algo que literariamente tenga su lenguaje propio, entendiendo, por tal, tanto sunivel decontenido como de expresin: en los cules el personaje, susacciones y los lugares forman un teji- do que se integra verdaderamente en un texto indivisi- ble, cuyos elementos pueden ser separados slo por fines analiticos; lenguaje propio que les permita inte- grarse al movimiento cultural mis ampliode sus patses ‘como unelemento conformador y no como algo exd- tico, extrafio. Si damos la amplitud y la profundidad que laexpresién tiene en Sartre, esta literatura se quie- re “comprometida” con su entomo socio-politico. Como lo dijimos, la heterogencidad de las nue- ‘vas fundaciones narrativas nos permite proponer siempre provisoriamente—cinco “polos” 0 “focos” de emergencia de la nueva literatura en la amplitud yy Variada geografia hispanoamericana: México,con Ja literatura de la Revolucién; los Hlanos centrales (La vordgine, Doha Barbara), la amplia zona andina (Bolivia, Perit, Ecuador) con la novela indigenista, lacaribefta y la ioplatense. Sobre el estatuto de la narrativa indigenista (pues no sdloabarca la manifestacion novelistica, sino tam- bién, aunque con menor proliferacién, la cuentistica) seguramente hay mucho que debatir para establecer, con mayor precisiOn, tanto su importancia como su SEMIOS1S nuevacpocal 67 Renato Prada Or significancia dentro de la literatura latinoamericana, ya sea de su época como de la posterior. Al respecto, queremos solamente bosquejar algunos aspectos: i, El papel fundador En 1928, José Carlos Mariategui, en su imprescin- dible libro Siere ensayos de interpretacién de la realidad peruana, dedica precisamente el séptimo de sus ejemplares trabajos a la literatura, titulado referencialmente “El proceso de la literatura”. Con respecto a nuestro interés presente queremos to- mar en cuenta tres de sus propuestas: La primera, distinguir tres periodos en el proce- so de la literatura de un pueblo, de una nacion: el colonial, el cosmopolita y, hasta sus dias, el nacio- nal, Pongamos atencién a sus propias palabras (pues ellas fijan su valor semantico, un tanto diferente a planteamientos criticos posteriores): Durante el primer periodo un pueblo, literariamente, no es sino una colonia, una de otro. Durante el segundo periodo. asimila simultaneamente elemen- tos de diversas literaturas extranjeras. En el tercero, alcanzan una expresiin bien mo- dulada su propia expresidn y su propio sen- timiento. (1979: 213) ‘Aunque el panorama que contempla Marisitegui es,en cuanto al objeto de su estudio, un tanto diferente al nuestro: mits amplio, porque le interesa tanto la poesia yelensayo(si bien aéste tiltimo no leda unaatencién special, salvoen cl caso dealgunos escritores, como Gonzalez Prada, no puede dejar a un lado de consi- derarlo); y,al mismo tiempo, mas estrecho porque se limitaa lo que es el Peri como estado republicano,en primer lugar; y, en segundo, abarea priicticamente s6lo las primeras manifestaciones de la narrativa indigenista, enlas cuales deplora la inexistenciade obras maestras: cosa aceptable parael Peni de entonces, aunque no parael mbito andino, pues Alcides Anguedas ya pu- blicden 1919 lanovela fundadora del indigenismo his- panoamericano en La Paz, Bolivia. Aunque podemos y debemos reconocer esas diferencias, pues para nosotros las manifestaciones pottica y ensayistica tie- nensus“tiempos”e“ismos” que no siempre coinciden con la narrativa; y, en nuestros dias, ya no tenemos 68 SEMLO STS nuevaépocal opeza necesidad de laclarividencia del Mariategui peruano para abordar la narrativa indigenista, pues ésta perte- nece a nuestro pasado y ofrece al anailisis obras de mayor perfeccion estética que la novela de Arguedas, como Huasipungo(1934)del ecuatoriano Jorge leaza y El mundo es ancho y ajeno (1941) del peruano Ciro Alegria, para nombrar las mds significativas. Pero lo que nos interes es la ubicaciOn que Mariitegui daa lanarrativa indigenista, pues comresponderia al tercer periodo, al nacional Y ésta es la segunda propuesta de Maridtegui que nos parece digna de consideraci6n: la literatura indigenista se enmarca dentro de una nueva con- cepeién nacional La corriente “indigenista”, que caracteri- za la nueva literatura peruana, no debe su propagacién presente ni su exageracion posible a las causas eventuales 0 contin- gentes que determinan cominmente una moda literaria. Y tiene una significacion mucho mas profunda. Basta observar su coincidencia visible y su consanguinidad intima con una corriente ideolégica y so- cial que recluta cada dia mas adhesiones en la juventud, para comprender que el indigenismo literario traduce un estado de nimo, un estado de conciencia del Peri nuevo. (: 299) Latereera propuesta est mas bien enlazada conla caracterizacién propia ala intencionalidad estética de la literatura indigenista: la reivindicacién deo propio y netamente autéctono (: 304). En este sen- tido: Los “indigenistas” auténticos —que no de- ben ser confundidos con los que explotan temas indigenas por mero “exotismo”— colaboran, conscientemente 0 no, en una obra politica y econémica de reivindica- ion —no de restauracién ni resurreccion. El indio no representa Gnicamente un tipo, Un tema, un motivo, un personaje. Repre- senta un pueblo, una raza, una tradicién, un espiritu[..] Lo que da derechoal indio a pre- valecer en la visién del peruano de hoy es, sobre todo, el conflicto y el contraste entre su predominio demogrifico y su servidum- rios profundos Los ‘bre —no sélo inferioridad—social y econd- mica. (: 304) A pesar de todos los posibles “defectos” 0, mejor, limitantes estéticose ideolégicos que se pudieran en- contraren lanarrativa indigenista —y los tiene,como todo “ismo”—éstaes la literatura fuundadorade lanueva narratva paraalgunos paises latinoamericanosen cuya raigambre nacional nos encontramos con la fuente de culturas étnicas tan fuertes, profundas y amplias que constituyeron verdaderas civilizaciones y lograron so- brevivir, si bien quebrantadas ya en cuanto tales, pri- ‘mero al tremendo affin aniquilador de la conquista es- paftolay, luego, al marginamiento, igualmente criminal, de las reptiblicas independientes que nacen sin un pro- yecto nacional globalizador; es decir, un proyecto que ensu liberaciéncontemple también la integracién ala vida republicana de los pueblos aborigenes, loscuales vienena constituirla masa explotada en un modo de produccién que tiene los visos de un feudalismo racis- ta. Tanimportante es la presencia y vigencia —algu- nas veces subterrinea—de las culturas indigenas que logran establecer un sincretismo particular con ciertos elementos de la cultura dominante colonizadora, en algunos pueblos, que no tener en cuenta esta presen- cia puede levara interpretaciones err6neas y hasta disparatadas de ciertas series culturales y sus corres- pondientes manifestaciones discursivas, como vere- mosa propésito de la novela de José Maria Arguedas, Noolvidemos que las ciencias sociales y humanisticas, en general, se enfrentan a“objetos” —dentro de sus parimetros epistemol6gicos respectivos—ya dotados de sentido y significacién, que son los que precisa- mente deben ser develados por el analisis y su inter- pretaciin respectiva: se debe “dejar hablar al objeto”, obviamente con el metalenguaje que ladisciplina cien- tificaimpone. ii, La distincién con otros tipos de narrativa que toman como personaje central al \dianista y la etnolégica 0 Una aclaracién previa: cuando hacemos uso de las metaforas| de “polos” 0, mejor, “focos” de desarrollo literario, y entre los posibles, hablamos del foco andino, debemos tener cuidado de aclarar nuestra propuesta: horizonte y cosmovision ésta se reduce a lo que Mariategui llamariael surgi- miento de una conciencia nacional yaextendida a ma- nifestaciones mas amplias de series culturales como las artisticas en ese periodo, no a todo el panorama, diacrinicoy sinerénico quella literatura latinoamerica na presenta ennuestto siglo, Raimundo Lazo, precisa- mente en su libro La novela andina, se apresura a esclarecer la complejidad del término™andino” Realisticamente, en historia literaria hispa- noamericana, lo andino tiene que tomarse como la sintesis de varios integrantes deun tipo de Vida social, lo que implica, como fac- tores inevitables, geogratfia, economia, so: ciedad, antropologia, técnica y cultura, el proceso de historia literaria enmarcado en cl de lahhistoria general, (1991 : 11) Ademas, si bien el entorno geogrifico llega a jugar un papel importante en el establecimiento y desa- mrollo de la cultura; debemos al menos considerar que la “respuesta” del hombre ante ese marco no ¢s unitaria ni establecida de manera determinista: en los paises situados en los Andes, se dan diferentes y hasta opuestas manifestaciones culturales, desde Jos inicios de sociedades humanas, Lo mismo ocu- mre con las series estéticas: pintura, musica, literatu- ra (hablada y escrita), Si bien a partir de Alcides Arguedas la narracién literaria “incorpora” la toponimizaciin (el paisaje con su valor significativo en su relacién estructural con el personaje y las ac- ciones) no como simple elemento decorative como lo fue para el costumbrismo, no creemos que se pueda caracterizara‘“lo andino” como lo hace Lazo: [..] Después to andino, con sus sobresa- lientes figuras representativas, Vallejo, Ale- gria, José Maria Arguedas, leaz parte relativa al tema, Vargas Llosa la narracién de lo andino en el campo de lo reivindicativamente social. Humana- mente generosos y de alta valia son sus creaciones. (: 16) Pues, la narrativa mexicana de la Revolucién, con- tempordnea a la indigenista, goza en alto grado de las mismas virtudes humanisticas y estéticas. Ade- mas, no toda Ia literatura “andina” tiene de ese ca- racter de intencionalidad social, ni por la tematizacion SEM10O S15 nucvaépocal 69 JOSEMTIOSTIS m Renato Prada ni porel tratamiento dado al personaje 0 al entomo: la metaliteratura de Pablo Palacio, antecede casi con un decenio en algunos relatos, a la de su contempo- ranco Icaza, Huasipungo, y es contemporanea de algunas narraciones indigenistas. Por otra parte, esa caracterizacion, al menos en su Ultimo enunciado (“Humanamente generosos y de alta valia [estética]”)es tan subjetiva y, parad6jicamente, detal amplitud seméntica que, apoyadaen ella, Lazo notiene inconveniente en meter enel “mismo costal” a José Maria Anguedas y a Vargas Llosa.! Cuando abor- demos la novelade Arguedas veremos su valor distin- tivo frente al indigenismo, y en cuantoa Vargas Llosa, es demasiado temerario querer introducir su produc- cidn dentro de una corriente que él no contintia ni si- quicratematicamente, pues desde sunovela inicial La ciudad y los perros, ¢ borizonte mismo es distinto: la gran urbe capitalina, ubicada en la costa del Pacifico y no en los Andes. (Tengamos en cuenta que las tres repiblicas" andinas’’no se hallan ni siquieraenmarcadas totalmente por los Andes: por lo menos las dos terce- ras partes del territorio boliviano, porejemplo, comes- ponde a la “cuenca amazinica”, al trépico, donde el indio y el feudalismo racista nunca existieron, por lo que goza de caracteristicas, tanto geogrificas como culturales, bastante distintas. En esto puede ser ilustrativa la comparacién de las dos primeras novelas de Vargas Llosa, en cuanto al mundo socio-cultural queconfiguran.) Finalmente, tampoco estamos de acuerdo en postular, como una categoria distintiva, “el tema de lo andino”, pues en el “foco andino” surgen, contemporineamente, varias tematizaciones, inclu- 0 en lanarrativa: ¢l novelista boliviano Porfirio Diaz. Machicao, tematiza, en su novela Katari? “la he- toica resistencia” del ciudadano contra el asedio indigena de las huestes rebeldes de Tupac Katari, una novela francamente anti-indigenista. En la poc- sia, Oscar Cerruto, escritor andino, tematiza ma- gistralmente el altiplano, pero también la limitacién y la finitud humana, como digno lector de Quevedo. En.un ensayo que se dedicaen sumayor partea Presentar y criticar, en el buen sentido de este tér- mino, las ideas de Concha Meléndez con respecto alanovela indianista y neo-indianista (la indigenista, Oropeza para nosotros), titulado “Indianismo, indigenismo, recreacién antropol6gica”, publicado en La nove. 1a indigenisia mexicana, César Rodriguez Chicha- mo, se apoya en la rectificacién de Aida Cometta Manzoni, para rechazar la denominacién de neo- indianista y aceptar la de indigenista para las nove- Jas que centran su atencién, no en los aspectos ex- ternos del indio —para las cuales si valdria la denominacién de“indianistas”-, sino en la valora- cién de los elementos sociales de! mismo; ademas propone, como un sub-género al lado de las dos anteriores, al parecer secundando a Gustavo Co- rrea, las novelas de “recreacién antropolégica” (1988 : 12), producto de las investigaciones cienti- ficas de campo. De este modo, la novela indianista, para Concha Meléndez.como para Rodriguez Chi- charro, es una sub-clase de la novela romantica del siglo pasado, movida sobre todo por la simpatia hacia el indigena. Actitud que seria aracteristicay, ademés, encubridora de una concepcién ideoldgi- ca mas significativa: Creemos que esa caracteristica comin a las novelas indianistas (simpatia del autor por el indio qué en cierto modo lo lleva a embellecerloo a estilizarlo) desaparece en la novela indigenista y en la de recreacién antropolégica. “Simpatia equivale para los novelistas decimonénicos a “conmisera- cién”. Esa necesidad que sienten de em- bellecerlo, de estilizarlo, prueba que no le aman tal cual es, con sus pros y sus con- tras, méritos y deméritos. De ahi que lo presenten unilateralmente en sus relatos. De ahi que sus novelas nos resulten, las mas de las veces, sentimentaloides, itreales, pueriles. Es la suya una literatura evasionista, pues no atreviéndose a pro- testar por la situacién econémica de los indios en el siglo XIX, prefieren criticar dcremente a los espaiioles que conquista- ron ycolonizaron América, lo cual no ofre- ceningiin riesgo. (: 17-18) ‘Como antecedentes remotos de este sub-género na- Trativo estarian los autores que ya en la época de la Colonia elevaron tanto su queja social en favor del indio como esbozaron las primeras idealizaciones: Las Los ties profundos: Casas, ¢! Inca Garcilazo, Ervilla. A esta recuperacién babria que afiadir la influencia del romanticismo fran- és, Rodriguez Chicharro, si bien parece seguir las ideas de Concha Meléndez; se aparta ostensiblemente de ellas, en suvaloracién sobre el influjo del romanticis- mo francés, pues ve en el hecho de recurrira ese mo- delo, una reaccién demasiado anti-espaiiola (recor- ‘demos entre paréntesis que para Maridtegui éste seria el periodo“cosmopolita” de nuestra literatura, tesis mas acorde con la situaci6n cultural tanto de los paises li- berados de Espaita, como de la literatura espaitola mismaubicadamuy por debajo de la narrativa france- say, luego, rusa e inglesa del siglo pasado); ademis, lamentaque el influjo de Chateaubriand sea cn la lite- ratura indianista “desgraciadamente definitive” (25), pues, para Rodriguez Chicharro “el advenimiento de lanovela indigenista, esto es, de la novela de reivindi- cacidn social del indio, se retarda gracias al influjo que ejerciera Chateaubriand sobre los escritores catolicos de nuestro continente” (:26). De esta detallada y critica reseia, podemos sa- caren claro la distincién de una novela que toma al indio como objeto exdtico y que deja traslucir una cierta “simpatia” por el mismo que seria una sub- clase de la novela costumbrista de clara tendencia romantica, por una parte; y, por otra, la novela indigenista, posterior cuyas caracteristicas yadimos anteriormente. A esto se debe afiadir otra sub-ck se, que es en realidad una variante de la narracién ‘etnol6gica: la que ofrece la vida de una comunidad ode un sujeto indigena como fruto de investigacio- nes antropoldgicas, es decir, cientificas. Decimos sub-clase porque la narracién antropologica es mas amplia en cuanto a su “campo” y problematica, re- cordemos las ejemplares narraciones de Oscar Lewis: Los hijos de Sanchez, Una muerte en la Jamilia Sanchez, Antropologia de la pobreza: cin- ¢0 familias; de Jean Monod, Un rico canibal, las cuales no tratan del “indio” en el sentido de las na- rraciones. Dentro de este género de narraciones etnologicas se ubican aquéllas cuyo objeto central sel indio o su comunidad; algunas de ellas, dignas de todo elogio y cuya lectura es obligatoria si uno quiere tener una concepcién mas apegada a la si- tuacién real del indigena, como los “trabajos” de horizonte y cosmovision Ricardo Pozas (Juan Pérez Jolote), de Ramon Rubin (EI callado dolor de los tzotziles) y de Carlo Antonio Castro (Los hombres verdaderos). ii. Limitacién narrativa del indigenismo En sus grandes manifestaciones narrativas, el indigenismo reproducira los cédigos iniciados por Raza de bronce, aunque tratard de mayor o menor fortuna, uno de sus limitantes debido ‘alo que podriamos llamar su“produccién narativa misma’: a vision extema del personaje central, el in- dio. El Arguedas boliviano implanta una temutica, un personaje y un marco social y geognifico muy bien definidos como ejes estructurales intemos de lamis- ma narrativa, no como meras “curiosidades” o ele mentos decorativos; pero, lo implanta como autor “desde fuera”; enel fondo “ignora” lacosmovision y Jacultura indigena, aunque reconozca su perfil social de sumisién y enajenacién producida por la explot cidn del mestizo, “propietario" de la tierra, det do”, Si bien el indigena y su problematica se hallan impulsando, por decirlo asi, la dindmica misma de la narracidn; éstos todavia carecen de la “visidn inter na” (y en esto apenas se diferencia de la novela ro- mantica Aves sin nido, que en 1889 publicara la peruana Clorinda Matto de Tumer, como indiscuti- ble aporte que ya anuncia la desazén de la novela costumbrista y la necesidad de romper con su exce- sivo pintorriquismo); el trabajo de Ieaza tratara de romper esa“*valla” aunque, a nuestro parecer, sin lo- grarlo; enesto Ciro Alegria dard el paso definitivo y definitorioal ofrecer la amplitud de un mundo. No obstante, la intencionalidad de“denuncia” prevale- ceri en sunotable novela yacitada. Y, precisamente, esta intencionalidad obliga, al ser de cardeter polé- mica, al claroscuro, al maniqueismo tan caracteristi- code latematizacién de las novelas indigenistas: pre- sentar el mundo (“ancho y ajeno”) dividido en dos partes nitidas que, como dos polos generadores, ofre- cern la configuracién de dos situaciones de vida, actitudes éticas y sistemas sociales, cortadasen clara oposicién: buenos/malos, suftimiento/gozo, miseria/ riqueza, honradez/codicia, etc.,etc, Maniqueismo que se reproduce hasta muy entrados los 50 en novelis- SE MIO STS nuevaépocal 7] Renato Prada tas que siguen el canon indigenista, como en Jess Lara, novelista boliviano. Ahora bien, este maniqueismo obligaa ciertos, cédigos descriptivos que redundan en la presenta- cién o configuracién de los personajes, los cuales resultan demasiado “planos”, recortados bajo un mismo molde, sin las honduras y las ambigiiedades que el realismo ruso y francés ya habian logrado narrativizar en obras maestras. Asimismo —y aqui nos parece detectar un eco del naturalismo—el re- lato de los eventos se halla guiado por un fatalismo, extremo y sérdido, debido a la inercia de los valo- res maniqueos puestos como motores de las accio- nes de los personajes, Dentro de la tematizacion de indio, en la narrati- va mexicanase presentan dos novelas altamente sig- nificativas: El resplandor de Mauricio Magdaleno y Baliin-Candn de Rosario Castellanos. La primera novela mencionada fue abordada por nosotros en un ensayo, “El espiral del opro- bio: El resplandor” (V. Bibliografia), al que remi- timos para mayores detalles. Ahora solo quere- ‘mos decir que, tanto por el contexto como por la corriente literaria que, de algun modo prolonga, esta novela, aparecida en 1937, corresponde mis bien a lo que algunos criticos han llamado, con acierto, la segunda promocién de la novela de la Revolucion Mexicana, Tematiza ya no la explota- cidn y lasumisién enajenante del indio por el pa- rn, sino el engafto de un “cacique” surgido de su propia etnia que, abusa del poder otorgado por la Revolucién misma; en otras palabras es la confi- guracién del “tercer periodo” de este gran movi- miento social: el de la traicién a los ideales libertarios y de conquista social de sus lideres, es- pecialmente de Zapata, que siguid al de la lucha encarnizada por el poder arrebatado a la dictadu- rade Porfirio y la clase feudal que lo sostenia. El indio otomi de San Andrés de la Cal,es vietima ya no del hacendado, sino del falso y corrupto lider, salido de su seno y elevado por ellos mismos al poder. Forma parte de la narrativa que configura lainstitucionalizacién dela Revolucion traiciona- da, o, mejor, cdmo la Revolucién es desviada de sus nobles fines de justicia, 72 SEMTOSTS nuevadpocal Oropeza Bahin-Caniin, de Rosario Castellanos, ¢s editada por primera vezen 1957; por tanto, cronolégicamente se halla yaa bastante distancia de la comente indigenista americana. Ademés, como la novela anterior su hori- zonle socio-cultural, asi como los cédigos factuales (los que “refieren” hechos contextuales al discursono- velesco) corresponde a configuraciones semanticas distintas. En cierto sentido, podemos incluir estanove- Jaentrelas que “cierra” las manifestaciones literarias (que constituyeron, al configurar algunas de sus facetas, lanarrativade la Revolucion Mexicana: el esfuerzo fi- nal de! Presidente Lazaro Cardenas por rectificarel proceso social que, en algunos aspectos y en algunos, Estados de la Republica Mexicana, habia sido total- mente traicionado: por voluntad directa de intereses ‘egoistas 0 por omisién cémplice del partido encarga- dode“institucionalizar" el proceso de conquistas so- ciales, de hacer justicia para todos los desposeidos, en especial los campesinos, que en nuestros pueblos de raigambre indigena, coinciden con los de las etnias autéctonas que todavia viven sumidos en un sistema de explotacion inmisericorde, En la novelade Rosario Castellanos, el Estado reconoce los derechos de los indios y trata de hacerlos valer pese a la sorda y astuta resistencia de los“hacendados”. Algunos indigenas, como el dirigente Felipe Carranza Pech, incluso saben Ieer. Fsta novela tan actual, como el dia en que apare- cid, pues discursiviza el relato ubicindolo en Chiapas ycon respecte a la etnia (zelfal, comienza focalizando el punto de vista —y desde este, por tanto doble focalizacion—el “mundo” de un miembro“inocente” del clan de los poderosos: la hija de César Argiiello,a ‘cuya representaci6n, entre mitica e idilica, dedica la Primera parte (unas 70 paginas) Graciasa la “nana”, la nifta descubre y convivecon el mundo mitico indige- na, algunos incluso sincréticos, pues articulan tanto las crvencias cristianas como las indigenas* Este mundo tranquilo c inocente, como una limpidac imperturba- ble frente de agua, ¢s alterado poco a poco: en el pue- blo de Comitan, apenas con leves indicios, especies de murmullos y la clausura de la escuela clandestina mantenida por los hacendados para sus hijos. En la ‘Segunda parte, la mas extensa de la novela, el contra- punto de focalizaciones intemas y perspectivas de Er- nesto, un hijo bastardo del hermano de César, de Los trios profundos: Zoraida esposa de éste tiltimo y de Matilde, primade (César, y sobreviviente de un mundo que se autocondena porque no quiere cambiar como la vida sirven para configurar el mundo de los “*blancos” de origen humil~ de (Emesto y Zoraida) pero cuya, ideologia se identi- fica con los hacendados frentea la presencia, sentida ya franca y tajantemente a partir de la irrupeion de Felipe Carranza Pech, el indio que conoce sus dere- chos y los de su pueblo), y el de la clase decadente, aunque también sometida —por tanto, alienada—a creencias atavicas sobre la condicién de la mujer, por cjemplo (Matilde, victima trigica) discursiviza el con- flicto inminente, Esto partir de la pagina 100. Elautor inmanente hasta entonces se ha cuidado de no ofre- cemos ni siquiera una secuencia que refiera “el otro, lado” de la sociedad chiapaneca. Tampoco abunda en el conflicto un discurso denotativo, mas bien, se halla connotado. Tan esasi, que la wltima parte, la tercera de lanovela, regresa a la focalizacion de la nifiay su mundo ante la muerte de su hermano mayor, Mario. Esto hace que se entrelace con la tematizacién ante- rior, otra, quizits la mis extensa: la condicién de lamu- jer, reducida a una constante y martillante humillacién: silo lees permitido encontrar su “identidad’, aunque seadolorosa y lacerante, frente al hombre, de ahi el simbolo irénicamente trigico de laaccién final dela nifia (cuya muerte hubiera sido preferida por sus pa- dres) al escribir el nombre de su hermano muerto en todos los lugares posibles de su casa y en su cuader- no, y sudeseo de pedirle perdén por haberse instala- do ena vida y nohaber sido victima del ineluctable fin de losmortales. Por todas estas cualidades estéticas y semanticas, creemos que esta novela, no slo esel gran epigo- ho narrativo de la Revolucion Mexicana, sino que, ademas, abre ella misma, junto a otras de sus épo- a, por cierto, otra etapa en nuestras letras, etapa ‘que empieza a ceder su puesto en México, dos dé- cadas después, a una narrativa todavia no bautiza- da de autores como Federico Campbell, Ignacio Solares, Juan Villoro, Hemdn Lara Zavala y otros. 2. Los dos Arguedas Dentro del desarrollo de la narrativa, cuyo perso- naje central es el indio, se presentan dos escritores horizonte y cosmovisién «andinos» quetienen el mismo apellido, aunque son de distinto origen y formacidn: Alcides Arguedas —boliviano, y de formacion liberal, abogado de los intereses del capitalismo naciente: el imperio del minero Sim6n Isidoro Patiftlo—fundador de la no- ela llamada indigenista, como ya lo dijimos, y José Maria Arguedas escritor, entre otras, de una de las mejores novelas latinoamericanas, Las rios profin- dos, que supera, enel sentido dialéctico-hegeliano, los cdinones de la novela indigenista esto lo funda- mentaremos luego), hombre de un conocimiento amplio y profundo del mundo quechua (vivié gran parte de su nifiez acogido por una comunidad indi- gena llamada avllu, y se puede decir que su lengi «matema» fue el quechua), antropdlogo de forma- cién, ademas de gran folclorista. Seguramente Los rios profundos junto a Redoble por Rancas de su compatriota Manuel Scorza, son las dos novelas que, sin dejar de asimilar lo mejor de la narrativa indigenista dan un salto cualitativo que las ubica en otro Ambito literario con sendos y vitales aportesa la narrativa andina en particular y latinoamericana engeneral Si con el primer Arguedas nace la novela indigenista, con el segundo entramos definitivamente en un tratamiento literario distinto del mismo sujeto (lindio), tan distinto que yano se puede incluira su obra dentro de la misma corriente literaria. 3. Analisis e interpretacién del discurso 3.1. Lacritica de Vargas Llosa A modo de introduccién al andlisis e interpretacién que haremos de la novela de José Maria Arguedas, queremos referimosa la presentacién que de la mis- ma hace Vargas Llosaen la edicién que utilizamos, Desde el primer parrafo de su ensayo, Vargas Llosa, nos ofrece el punto de vista que guiard su interpretacion: la concepcién maniquea racista de nuestras naciones de raigambre indigena; concep cién ideolégica abrigada por un estamento de la pequefia burguesfa citadina, movida por una per- petua nostalgia de un “abolengo gachupin”: los que en los inicios de la vida republicana se llamaban SEMIOS1S nucvatpocal 73 Prada “eriollos”, y que, como tales, pretendian gozar de ciertos privilegios y, que, lamentablemete, gozaron. Estamento que cercena la poblacién en“blancos” “indios”: civilizados y barbaros: Ethilo conductor entre los ios de este libro traspasado de nostalgia y, a ratos, de pasién, es un nifio desgarrado por una do- ble filiacién que simulténeamente lo enraiza en dos mundos hostiles, Hijode blancos, cria- doentre indios, vuelto al mundo de los blan- os, Ernesto, el narrador de Los rios pro- fundos ¢s un desadaptado, un solitario y también un testigo que goza de una situa- cién de privilegio para evocar la tragica oposicién de dos mundos que se descono- cen, rechazan y ni siquicra en su propia persona coexisten sin dolor. (1967 :9) Lo que el autor inmanente de esta novela configura ¢s algo mas complejo: con lo que ratifica, una vez mas, nuestra tesis de que la literatura, el discurso lite- rario, forma parte de la realidad socio-cultural, no 8610 en cuanto estd presente como una serie innega- ble, sino en cuanto juega un papel decisivo.en lacons- telacién seminticade una socio-cultura tan compleja ‘como laandina, o cualquier otra; y no en cuanto sim plemente la “refleja” o“representa”.' Si fuera asi, esta novela estaria muy por debajo de algunos tra- bajos antropoldgicos del mismo Arguedas. Si bien es cierto que el relato narrativiza el itinerario animi- ‘co-geogritfico (veremos en 3.2.2, la importancia de lasimbolizacién toponimica, de los “lugares” en la novela) de un niflo desde la mitica capital del Imperio uechua (el Cuzco) hasta un lugar desconocido, pa- sando por el pueblo de Abancay; si bien esto es cier- to, enesta odisea se le manifiesta la complejidad de un mundo en conflicto, el mestizo; no los dos su- puestos por Vargas Llosa —que aunque se hallan presentes, de algtin modo-, sino de un tercero, pro- ducto del sincretismo dela civilizacién ‘espaitola y las diferentes civilizaciones autéctonas, hecho histérico que hace trizas al maniqueismo racista. Asimismo, gnicias a algunas analepsis, la remembranza idilica del mundo mitico vivido con los indios de unayllu, enconfrontacién con los “colonos”, los indigenas Sometidos a la tirania del hacendado (enel fondo tan 74. SEM1LOSTS nuevadpocal Oropeza mestizo’ como Vargas Llosa o como el que escribe estas palabras), le ensefia que hay al menos dos ca- tegoriasde indios, y que, por tanto, el mundo social no es tan claro y distinto, como quisieran los maniqueos cartesianos de “raza blanca”, por lo me- nosen repiblicas como Peri, Bolivia, Ecuador, Gua- temala y México.” ‘Tampoco podemos estar de acuerdo en que esta novela nos presenta slo las vivencias nostallgicas del autor-persona, del Arguedas de came y hueso que bien pudo —y fue el caso—echar mano de elemen- tos autobiograficos, que, por otra parte, él mismo hizo pablicos en otras ocasiones, Sin duda, muchas novelas, del propio Vargas Llosa (La tia Julia yel escribidor) toman como material (sustancia del con- tenido) elementos de sus experiencias o vivencias personales, pero si se redujeran a eso, estuvieran arrebatando el derecho laboral de géneros factuales: la autobiografia, las memorias, cuyo valores emi- nentemente documental. Por ello, nos parece abso- lutamente desacertada la siguiente afirmacién: En una novela tan visiblemente autobiogrifica, se puede decir que Arguedas ha trasplantado de manera sim- bélica a la narracién su propia tentativa, Ese niflo que el autor evoca y extrae de! pasado, en funcion de una experiencia an- terior de su vida, esta representado en una actitud idéntica. Viviendo también del pa- sado. Como en esas cajas chinas que en- cierran, cada una, una caja mas pequefa, en Los rios profundos, la materia que da origen al libro es la memoria del autor: de ella surge esa ficcién, en la que el prota- gonista, a su vez, vive alimentado por una realidad caduca, viva sdlo en su propia memoria. (; | 1) ‘Como veremos, la vida del pequefio Ernesto (un muchacho de 14 afios, es decir ya entrando a la adolescencia, periodo de grandes conflictos inte- Tiores) no se reduce a una cavilacién rememorativa, niesel tinico que responde alosactos y elementos de lo circundante de la manera como él lo hace — sobre todo en Abancay y el internado ubicado en el mismo pueblo-, con creencias de la “realidad ca- Los trios profundos duca” que identificaremos y analizaremos luego: muchos de sus compaiieros del intemado comul- gancon él, asi mismo las“*cholas”’¢ incluso algunos soldados enviados para reprimirlas, La interpreta- cidn de Vargas Llosa haria o, al menos, llevaria peligrosamente a la tentacion de hacerlo, de esta novela vital, sumamente vividay compleja, unana- rracion “intimista” de un individuo que se limita a ensofiar su pasado, aunque. la nostalgia de su in- fancia, pasadaen el ayilu, donde fuera protegido por dos sabios indigenas, “alcaldes” de la comuni- dad, Pablo Maywa y Victor Pusa, se presenta va- rias veces en el discurso narrativo. La radical in- comprensién del mundo configurado por Las rios profundos, le lleva al autor de Conversacién en La Catedral ani siquicra hacer el esfuerzo elemen- tal de penetraren el valor metaférico del titulo, y por tanto quedar fuera de la constelacién semantica que la narracién novelesca de Arguedas postula: No es sintomético que el titulo, Los rios profundos, aluda exclusivamente al orden se halla humani- zado hasta un limite que va mas alla de la simple metifora e invade el dominio de la magia. De una manera instintiva, oscura, Emesto tiende a sustituir un orden por otro, a desplazar hacia esa zona del mundo que no rechaza, los valores privativos de lo hu- mano [...] Este entusiasmo desmedido por Janaturaleza, de raiz compensatoria, colin- da con el embelezo mistico. El especti- culo de la aparicién del sol en medio de Ilu- vias dispares, deja al nifio“indeciso” y anula en él la facultad de razonar. Ese arrobo contiene en si una verdadera alienacién, entrafa en germen una concepcién animista del mundo. Su sensibilidad exacerbada hasta elensimismamiento por la realidad natural, levard a Emesto a idealizar paganamente plantas, objetos y animales y a atribuirles Propiedades no slo humanas, también di- vinas: a sacralizarlas. Muchas de las su- Persticiones de Emesto proceden de su infancia, son como un legado de su mitad spiritual india, y el nifto se aferra aellasen horizonte y cosmovision ‘una subconsciente manifestacién de solida- ridad con esa cultura, pero, ademas su pro- pia situacién explicay favorece esa inclina- cin a renegar de la razin como vinculo con la realidad y a preferirle osewras intui- ciones y devociones migicas, (: 13-14, Los subrayados nos pertenecen.) ‘Todavia aferrado allas ideas positivistas, matizadas con algunas pinceladas, superficiales de uncatolicismo im- portado pore conquistador espaitol, Vangas Llosa atri- buyc el origen de esa concepcidn, que nocomprende yrechaza en nombre de la razin, al temordel hombre indefenso: temor a la muerte, a Jo que surge como amenaza incontrolable: la peste:""Frente a tales ame- nazas, el hombre slo puede recurrir a deleznables exorcismos migicos-religiosos que Inumillan todavia mis sucondicidn” (: 14, El subrayado es nuestro). Vargas Llosa no se detiene en estos conceptos interpretati vos que bien pudieran simplemente atri- “punto de vista”, a su opinion, daxacomo griegos, y no ser tomada como una her- menéutica o critica literaria controlada poruna me- todologia y un fundamento tedrico, y que, por n= to, pudieran ser tomados, como partes de una “charla” de café, aunque, esta vez estén estrictos en tuna prosa digna; ¢! gran novelista peruano, Ile cluso a “descubrir” defectos y carencias en la ma de la expresién”, fuera del control del autor- inmanente, abstraido o subyugado por seguir los pasos de la “doliente soledad’ del nifto: Arguedas no parece muy preocupado por cl aspecto técnico de la novela ¢ incurre, a veces, en defecto de construccién, como ene capitulo "Cal y Canto” donde el pun- to de vista del relato se traslada sin razon, de la primera a la tercera persona. (: 16. El subrayado es nuestro), El capitulo aludido, el 1X de lanovela, viene des- pués del que relata la accién servil y manipuladora del padre superior con los “colonos” para atacar la rebelién de las chicheras del pueblo contra el aca- paramiento de la sal por parte de los hacendados: estos prefieren suministrar este vital elementoa sus vacas que al pucblo, de la reaccién del poder institucional para reprimir el motin» de una parte del SEM1IOS1S nuevatpocal 75 Renato Prada pueblo, enviando el ejército, siempre en nuestros paises tan experto en la represién al pueblo como torpe en la lucha con un adversario igualmente or- ganizado (no olvidemos el vergonzoso caso de las, Malvinas), y de la tensa expectativa en el colegio frente aesos acontecimientos. Ahora bien, este ca- pitulo empieza en la. persona plural: el narrador- actor, Emesto, hace uso de esta forma gramatical porque “habla” como parte de la pequefia comuni- dad, formada por los internos del colegio: Hasta las seis no escuchamos tiros de fusil ni tropel de caballos. Nos reunimos en el patio de honor para estar cerca de la calle. No oimos pasar al ejército. Cuando ano- checia escuchamos aplausos a lo lejos -Han bajado despacio. Estin Hegando — dijo Romero, No pudimos ver la marcha de la tropa; pero los aplausos se escuchaban cada vex mas fuerte. (Arguedas, 1967 156) Este uso (forma de la expresidn) esti en perfecto acorde con lo que quiere significar forma (del conte- nido) : la expectativa de todos los muchachos del intemado, y no s6lo la del narrador-protagonista, fren- tea los sucesos extemos, ocurridos en el pueblo. El sujeto es plural, en comespondencia inobjetable con lorelatado. Mecanismo expresivo, que, por otra par- te, ya se presenté en el discurso, desde el momento en que Emesto forma parte de un grupo social (los alumnos o internos del colegio en el que su padre lo dej6)y el sujeto de los eventoses, precisamente eso, grupo social y no simplemente Emesto. Por ello, y tambien con toda la justificacion discursiva que arti- culael sentido, una pagina mas adelante (en la 157), cambia del sujeto de la enunciacién, de la 1a. perso- na plural a la 1a, persona singular, es decir a Emesto mismo, pues ef pequeno muchacho: relata el en frentamiento con el servil y reaccionario padre superior, enel cual intercede el nino por la cabe- cilla del movimiento rebelde-. la chola Felipa. Cambio de focalizacién y de punto de vista total- ‘mente justificado: Emesto esl tinico intemo, apesar de sucorta edad, que esti decidido y claramente en favor de la rebelde, a quien el sacerdote condena, 76 SEMLOSTS nuevadpocal Oropeza Hasta aqui no hay un “paso en falso” del narra- dorimplicito: todos los cambios estan plenamente justificados pues tienen una resonancia semantica distinta... Como el clima de expectaci6n tensa ene! colegiocontinia, el narrador vuelve a utilizar la la. persona plural en la pagina 164:“[...] mirébamos arder el empedrado”—Este breve parrafo es se- guido de otro que representa la imaginacion de Er- nesto: Dofia Felipa lucha contra los gendarmes represores y muere, aunque sus enemigos no pue- den aferrar su cuerpo que se cae desde un precipi- cio al rio Pachachaca, cuyo significado veremos en 3.2. Y el siguiente parrafo —le rogamos al lector sea indulgente con nuestro obsesivo apego al texto, pero creemos que es un acto de justicia frente a uno de nuestros mejores narradores hispanoameri- canos—vuelve al “nosotros”: los internos se ente- ran dela huida dela valiente y aguerrida chola, quien no para mientes en hacer uso incluso de la “bruje- ria frente asus perseguidores. Por ello, el parrafo que sigue esta en 3a. persona: es el relato de lo que Jos internos se informaron sobre los eventos, histo- ria contada por “muchos de Abancay” (: 166). El narrador utilizando la 3a. persona y un punto de vista neutro —correspondiente al “se dice” 0 “se cuenta”—nos ofrece en menos de dos paginas in- cluso una manifestacién folclorica tipica del pueblo andino de raigambre quechua, el jarahui improvi- sado; de ahi que termina esta “ruptura” del punto de vista (y de la perspectiva), con una de las pocas, sino excepcionales, prolepsis de la narracién: “Du- rante mucho tiempo, por las noches, en Abancay y en los caserios proximos, coros de mujeres canta- ronel mismo jarahui: “No dispares huayruro... [1 167) 3.2. Los rios subterrineos de nuestra patria profunda Sabemos, la semistica literaria lo ha demostrado cientificamente e insistido casi hasta el aburrimien- to, que todo discurso estético (el literario —narra- tivo, postico-, el filmico, el pictorico, etc.,etc.), es polisémico: es decir nos presenta, en convivencia no silo, pacifica sino integradora del mismo texto, Los trios profundos varias isotopias (unidades de sentido y significacién) posibles de lectura. Estaes la: mas clara c inmediata distincién con el texto cientifico y con factual referencial (la crénica periodistica, porejemplo). La actualizacién de una isotopia depende de la com- petencia del lector quien actualiza precisamente una isotopiaen su interpretacién (algunos lectores pue- den actualizar mas de una isotopia). Pero, esto no quiere decir que el discurso estético, en esa actua- lizacién, haya “dicho”. ya todo lo que tenia que de- cir, al contrario; si se quiere, precisamente en ese instante empieza, por asi decirlo, su vida social; de ahi la importancia capital, vital, par nosotros de la critica y de la hermeneéutica literaria, aun la que nos parezca no acertada, o francamente “tendenciosa”, reductiva, pues permite el didlogo y da oportunidad de volcar nuestra atencién al “texto mismo”, hacer hablar al texto, mediante nuestra “lectura”, Y el discurso de Los rios profundos nos parece que presenta al menos dos isotopias: la primera, parcialmente sefialada por Vargas Llosa: el doloro- 0 aprendizaje del nifio Emesto de que el mundo es confrontaci6n: y de que el pasado —por idilico que haya sido: en esto una afioranza del Paraiso perdi- do que, de una manera u otra todos los humanos llevamos dentro—es “pasado”; la segunda isotopia es la de laaccién social, pues queramos 0 no, so- mosactores —pasivos o activos—de esa confron- tacién y en medio de ella debemos actuar con nues- tros medios y recursos: buscar el didlogo, el verdadero y profundo como lo hace Emesto, con Jos que conviven con nosotros (como acabamos de decirlo, Emesto no se cansa de hacerlo, claro que a su manera, como veremos), de tomar partido fren- tea lo queel “mundo” nos presenta como “lo que es larealidad” 0 “lo que es la justa relacién entre los hombres”, sustentado por nuestras convicciones 0 creencias (Emesto también lo hace, motivado por el mundo mitico del cual est embebido hasta lo mis profundo de sus entrafias, de su corazén). Va- mos por partes: 3.2.0. El mundo mitico: actitud y discurso Como en las dos isotopias la sustancia del conteni- do que se ofrece al discurso para suarticulacién de horizonte y cosmovision Ja forma de contenido, del valor conceptual, si se quiere, que en su interaccién con la formade la ex presion (la disposicidn y la organizacién del discur- ‘soensu“manifestacién”’), como en las dos isotopias, decimos, anivel del contenido juega un papel im- portante el mito quechua, ya sean la “mentalidad” de algunos de sus personajes, sobre todo de! na- rrador-personaje, como en las acciones que estos realizan entre si (como individuos 0 como grupos sociales) 0 con los elementos “naturales”: los ritos miticos (cl baile, ¢l canto, el canto del trompo miti- co, zumbayilu); subyaloraro rechazar —desde una supuesta situacion de civilizacién superior —este ele- mento articulador de la significacién del discurso, es sencillamente, mutilar la novela, no permitirle decir lo que nos .. Por todo ello, creemos indispen- sable bosquejar al menos ese mundo:? En primer lugar, el mundo mitico se presenta como una organizacién humana que responde ala ruptura inevitable, que la hominizacién trac consi- go, con el mundo circundante, Gracias al mito el mundo adquiere un sentido, en este aspecto e! mito es un “medio de accidn eficaz; le permite [al hom- bre] la previsién, suscita la técnica, El mundo, que hasta ahora no tenfa ningin sentido, adquiere un sentido. Laconciencia mitica es la estructura de esta distancia adquirida [...)” (Gusforf, 1960: 14). Esto no significa actualizar la concepcién romén- tica del “buen salvaje”, que vive paradisiacamente en total armonia con una naturaleza armOnica ella misma, pues [...] desde los origenes humanos esta ar- ‘monia ya esta rota: El acto de nacimiento de la humanidad corresponde a una ruptu- ra con el horizonte inmediato. Jamas ha conocido el hombre la inocencia de una vida sin turbaciones. Hay un pecado origi- nal en la existencia. El mito conservaré siempre el sentido de apuntar hacia la integridad perdida, de una intencién restitutiva. (: 14) Porello,el mundo mitico, ofrece a sus sociedades, clasificaciones tanto del “reino” animal, como vege- tal y mineral; ritos de relaciones con los ¢jemplares de cs0s “reinos” (positivas como la alianza y protec- SEMIOS1S nucvaépocal 77 Renato Prada ci6n; negativas, como laneutralizaci6n, y el aniquila- miento de los elementos “daftinos”), como con los propios hombres: de iniciacién sexual, de amistad, etc., cuyas funciones son las que deben interesamnos, yno su diferencia con los “programas accionales” nuestros que corresponden a otra socio-cultura. Tam- bién ofrece al pensamicnto la organizacion discursiva: Jos relatos miticos que explican, los origenes tanto de las sociedades humanas, como de ciertos factores que le concieme: las enfermedades, plagas, la muer- te, el trato con lo “sagrado”, etc. Segiin Leenhardt sostiene en su bello y profun- do libro Do Kamo, el mito en su surgimiento es sentido y vivido, es la palabra (ctimologicamente mito quiere decir “palabra”); la narracién corres- ponde a una etapa posterior del mundo mitico. Esto es muy posible, pues la narracion involucra yaa una relacion reflexiva de cuestionamiento-repuesta; ade- mas, en cierto modo, corresponde a un pensamien- to argumentativo, y entrafia el uso de un valor semistico, el simbolo, en el cual la “palabra” es lo que nombra, pero ademas, paraddjicamente, su sig- nificado no es denotativo, sino precisa de una inter- pretacin: del auxilio del chamdn, del “sacerdote” si tomamos este término en sentido amplio. Si nos fijamos en algunas caracteristicas exter- nas que constituyen a este mundo: totemismo (aso- ciacién del grupo humanoa un elemento de! “reino” vegetal o animal e, incluso, mineral: el valor de los certos y rios para ¢! quechua), el animismo (la vida —casi con el valor de la humana o, incluso, mayor, mas poderosa que ella—que mueve y motiva las acciones de los elementos de la “naturaleza”) y, so- bre todo, la participacién: el hombre puede (me- diante la palabray el rito, o la magia) entraren con- tacto con todos los elementos del mundo, solicitar su proteccién, sualianza contra un mal o un enemi- 20, Porello, frente a la ruptura que siente el hombre entre su mundo y la “naturaleza», extrafia y amena- zante, la conciencia mitica quiere reintegrarloa su contomo e, incluso, al universo: Ex-sistencia significa secesién, Pero la conciencia mitica efectiia la reunién dan- do a la realidad un sentido humano. Los mitos dibujan una imagen del mundo de 78 SEMIOSTS nuevaépocal Oropeza conformidad con una medida primera del hombre. Medida , y no desmedida. De alli el error de algunos sabios, como Frazer o Loisy, que critican los mitos y los reprue- ban en nombre de un positivismo tradicio- nal en el siglo XIX. En efecto, el mito tie- ne por funcién hacer posible la vida Ofrecer un lugar a las sociedades huma- nas y les permite durar. Un conjunto miti- co que sea incompatible con el manteni- miento de la vida se condenaria a si mismo. (Gusdorf, 1960 : 21) Nota importante: Cuando hablamos, sobre todo a partir del siguiente punto, de “mundo mitico” quechua en oposicién al mundo mestizo, no queremos que se piense que estamos proponiendo la pervivencia quimicamente pura de la cultura mitica, por una parte ni, por otra, la cultura mestiza como una combinacién en probe- ta de dos porciones iguales: unas la de la cultura mitica quechua y otra la de la cultura hispénica: aqui tenemos que aceptar la concepcidn, tan cara a Jakobson, de dominante: el las comunidades quechuas (ayllus) predomina la cultura ancestral, si bien también se hallan presentes elementos, sobre todo en la serie religiosa, de la hispanica, donde cl fendmeno del sincretismo es bastante notorio; algo similar ocurre en la cultura mestiza de los pueblos, enel sentido de agrupaciones mas grandes que los villorrios, y las ciudades, sobre todo las grandes ciu- dades: alli la dominante es la hispénica con algunos elementos de la cultura curopea en general y norte- americana, sobre todo en las series culturales artis- ticas y de costumbres, tales como la moda en el vestuario; incluso, muchas veces, la presencia ma- nifiesta de la cultura quechua parece ya no presen- tarse. En los procesos de aculturacién no podemos mantener tesis cartesianas, de claridad y distincién. 3.2.1. Laisotopia de confrontacién individual con elentomo distinto al original “Se dan en la vida del hombre hechos y actitudes del corazin, cuyo misterio creemos poser en ra- z6n de que todos hablan de ello: creemos saberlo, porque a primera vista ofrece una faz simple. Pero, Los trios profundos: en verdad, los mas patentes y simples hechos del corazin son los mas impenetrables, y solo ala larga. puede de veras sondearlos el hombre”, nos dice casi kierkegaardeanamente, Kar] Rahner, en un tex- totan breve como profundo, Angustiay salvacion (1962: 14). Y la meditacion de estas acertadas y profundas palabras, quizas nos puede ayudar un poco para abordar la inquietud animica del nifio Emesto (en el discurso en trance de salir de la eta- pallamada “edad del pavo") en su recorrido “espi- ritual”, y radicalmente confrontativo desde el Cuz co (el centro del mundo) a Abaneay y su posterior abandono, cruzando “el puente sobre el mundo”, el mitico rio Pachachaca, hacia un horizonte incierto, enbusca de su erratico padre. Entonces, la diégesis corresponde en parte al iti- nerario de un viaje, si bien largo geogrificamente, ‘con tres etapas-topos configurados discursivamente con mayor precision y riqueza semantica. Este iti- nerario tiene como primera etapa el Cuzco, pueblo altamente simbdlico en el relato, pues era la capital del Imperio quechua y la ciudad natal del padre de Emesto. Alli llegan padre e hijo “denoche" en busca deel Viejo, pariente rico y avaro con cuya parti- cular descripcién se inicia el discurso: Infundia respeto, a pesar de su anticuada y sucia apariencia, Las personas principa- les del Cuzco lo saludaban seriamente. Llevaba siempre un bastén con pufto de oro; su sombrero de angosta ala, le daba un poco de sombra sobre la frente. Era incémodo acompafiarlo, porque se arrodi- aba frente a todas las iglesias y capillas y ‘se quitaba el sombrero en forma llamativa cuando saludaba a los frailes. (: 19) El padre del niffo, una especie de leguleyo vagabun- do de los Andes peruanos, pobre y orgulloso, habia concebido “un extrafio proyecto [...] pensando en ese hombre”. Llegan de noche y el animo del nifio se halla sumamente exaltado; “Yo vine anhelante, por llegar a la gran ciudad”; el de su padre, al menos lo que connota su actitud, es de vergtlenza y resque- mor: “Mi padre iba escondiéndose junto a las pare- des, en la sombra. El Cuzco era su ciudad nativa y horizonte y cosmovisién ‘no queria que lo reconocieran. Debiamos de tener apariencia de fugitivos, pero no veniamos derrota- dos sinoa realizar un gran proyecto" (: 19). El Viejo humilla al pobre pariente: no se presenta personal- mente a recibirlo y, por intermedio de un empleado, leofrece como alojamiento una mugrientacocina, en el tercer patio de su inmensa casa. Sin embargo, la malicia del taimado Viejo se manifiesta en haber he- cho colocar, en medio de esa habitacién sucia, y sor- dida “un catre de madera tallada, con una especie de, techo, de tela roja {que} perturbabaa la humildad de la cocina. La manta de seda verde, sin mancha, que cubria la cama, exaltaba el contraste"(: 22), El mensajes recibido claramente pore! nif. El padre decide abandonar el Cuzco al dia siguiente. FE! nifto sufre menos este rechazo, pues su espiritu es luego arrebatado hasta la exaltacién por la contemplacion del resto de un muro Inca, al cual sale apresurada- mente, en plenanoche, a contemplar; [..] Caminé frente al muro, piedra tras pie dra, Me alejaba unos pasos, lo contempla- ba y volvia a acercarme. Toqué las pie- dras con mis manos; segui la linea ‘ondulante, imprevisible, como la de los rios, ‘en que se juntan los bloques de roca, En la oscura calle, en el silencio, el muro pare- cia vivo; sobre la palma de mis manos Ila- meaba la juntura de las piedras que habia tocado|...}, Eraestatico el muro, pero her- via por todas sus lineas y la superficie era cambiante, como la de los rios en el vera- no, que tienen una hacia el cen- tro del caudal, que es Ia zona temible, la mas poderosa. (: 22-23) El nifio no s6lo confiere al muro un dinamismo, ‘como acabamos de ver idéntico al de un rio turbu- lento, '' sino frente a su padre, afirma: "Cada piedra habla”. Esta actitud no slo es propia de una mente infantil, sino que manifiesta la profunda concepeién mitica de Emesto, quien luego, guiado por su pa- dre, visita la Catedral, y la plaza —tambien resto del Imperio, pues, segiin le informa su padre, “la hizo Pachakutek, e! Inca renovador de la tierra” (: 27). ¥ frente al entusiasmo del niffo,el padre, que SEMIO SIS nuevaépocal 79 Renato Prada antes habia declarado sucristianismo, afirma: “Puede que Dios viva mejor en esta plaza [queen la Cate- dral], porque es el centro de! mundo, elegida por el Inca. No es cierto que la tierra sea redonda. Es larga; acuérdate, hijo, que hemos andado siempre ‘alo anchoy alo largo del mundo” (:27).. Dado que el padre es descrito como un “blanco” somaticamente y es abogado, ésta es una clara manifestacién de una cultura sincrética, que el nifilo ird enfrentando poco a poco, pues su nostélgica vida con los indios comuneros, estd demasiado arraiga- da como para que la reemplace a la menor con- frontacién. El didlogo entre padre ¢ hijo manifiesta uno de los motivos recurrentes de la novela: la con- frontacién de la cultura del ay/lu, centrada en el mundo mitico,'? y lade los “de fuera”, la cultura, mestiza, En el Cuzco también encuentra Emesto al indio alienado,el llamado “pongo” al servicio temporal y gratuito del duefio de la hacienda; “A nadie habia visto mas humillado que a ese pongo del Viejo” ( 31), Esta confrontacién le es ultrajante pues la con- trapone al indio comunero, Al dia siguiente, padre hijo, emprenden otro largo peregrinaje por pueblos miserables, encalla- dosen la cordillera inmensa. Hasta llegar a Abancay (“un pueblo cautivo, levantado en tierra ajena de tuna hacienda”), donde su padre lo deja internado enuncolegio dereligiosos. En Abancay se desarrollan las confrontaciones. mas intensas del muchacho, puesto que el discurso configura al pueblo “dividido” en topos opuestos: la principal, polar, esti representada por Huanupata:! ? lo que podriamos lamar el “barrio bajo”, lugar de las chicherias (especie de cantinas y restaurantes populares), a las cuales frecuenta el muchacho en busca del contacto, con los arpistas folcliricos, para escuchar piezas tipicas y también intervenir cantan- do, siempre sones del folclore quechua; y donde tiene contacto con la “chola” —miujertipica que usa uuna vestimenta diferente a la indigena y citadina, es dominante y coqueta, habla preferentemente en quechua, conoce el folklore indio, aunque tiene sus propias expresiones musicales folcléricas, entreellas lacueca. Las cholas dan una acogida benevolente 80 SEMTOSTS nuevadpoca! Oropeza al muchacho, y una deellas, le dara el ejemplo deta rebeldia mas tenaz contra ¢l abuso de los hacenda- dos y comerciantes a su servicio, dofia Felipa cora- juda y decidida mujer que, ademas, como para no ‘dejar duda alguna, tiene dos maridos.'* Frente a Huanupata esta el barrio de la “gente bien”, para llamarlo como les gusta que se lo llame a los mestizos de la clase media, que pretenden o pueden tener «sangre» espafiola en sus venas 0 su status econdmico le da pie aciertas ambiciones so- ciales. Este barrio es frecuentado menos por Er- nesto; donde no va por iniciativa propia sino es mas bien conducido por sus amigos del intermado para contemplar o hacer amistad con las muchachasad- miradas; especialmente por su amigo mas intimo, de apellido Antero, pero llamado carihosamente por Emesto“Markask'a”, quien le guia incluso por pri- mera vez: [..] =Té no conoves Abancay. Caminas entre los caiiaverales de Patibamba, " Es- tis atontado, hermano. Pero yo te abriré los ojos. Te voy a guiar un poco en este pueblo. De lejos y de cerca he mirado a todas las chicas, Y ellaes la reina. Se llama Salvinia, Esti en el Colegio de las Merce des. Vive en la Avenida de Condebamba, cerca del Hospital. Tiene ojos Chiquitos y negros, El cerquillo le tapa la frente. Es bien morena, casi negra. (: 91) El muchacho hace excursiones esporadicas a esta Parte, llevado por un débil entusiasmo amoroso hacia Salvinia, al comienzo, o conducido por su amigo. ‘También en este topos rompe después con su ami- 80, al enterarse que, merced a las influencias de un muchacho, hijo del comandante del ejército que ‘ocupa e! pueblo por el levantamiento rebelde de las cholas, el Markask'a”, se inclina por el goce sexual ynocl amor platénico que mueve a Emesto. Entre ambos «polos», se enclava el colegio reli- gioso, donde se halla intermado Emesto junto con otros muchachos, casi todos de su misma condi- Cidn econdmica y socio-cultural (salvo Palacitos, més indigena que mestizo, y Valle con aires de citadino “blanco”). En el colegio perviven las pricticas vio- lentas de los muchachos: peleas, insultos, violacién rios profundos Los en grupo, en varias oportunidades, a una harapien- tay mugrosa retrasada mental, la “opa”, junto a las oraciones “Teligiosas” en las capillas, asistencia ala misa, y los ritos y creencias miticas. Precisamente, elrito del zumbayllu (un trompo hecho totalmente demadera, incluso la pia es de espino) iniciara la amistad entre Emesto y el “Markask'a”, pues su canto transmitir su pasion amorosa a Salvinia. Este rito entusiasma tremendamente alos muchachos, en especial a Emesto y lo saca del sentimiento de so- ledad y aislamiento. Enel colegio también tiene relacion conel padre superior, a quien compara con e/ Viejo y con quien tiene una confrontacién al interceder por la rebelde chola, dof Felipa, perseguida por las tropas del gjército represor: [..] Lo alcancé al pie de las gradas, prote- giéndome en la oscuridad del corredor, tras de una columna. -iPadrecito! —le dije-, zY doita Felipa? -La prenderan esta noche —me contest con violencia, -Tiene fusiles, Padre. -Por eso mismo. Si se defiende, la mata- ran. —Se defendera, Padre! -Dios no lo quiera. La acribillarian. Es cul- pable. (: 158) Luego, al enterarse de que el muchacho secund6 0 las rebeldes, lo conduce, sumamente molesto a su oficina, en el camino le amenazacon la expulsion, aunque declara estar impedido a ello porque el pa- dre de Emesto volvid a cambiar de pueblo: “;Sa- bes? si tu padre estuviera todavia en Chalhuanca, yo tedespacharia majiana; pero ya llegé a Coracora, acien leguas de aqui” (: 158). Alo que el mucha- cho declara que puede marcharse: “;Yo puedo irme, Padrecito! {Cien leguas! Yo sé andar por las cordi- lleras. Despacheme, Padre. ;Despacheme! {Qué son cien leguas para mi? jLa gloria!” (: 158). En laoficina del Padre Superior, el muchacho se ‘Stente como su padre en |a mansién de el Viejo: horizonte y cosmovisién [...]Se pareciaa la del Viejo, Una alfombra roja cubria casi todo e! piso. Habia un piano; muebles altos, tapizados. Me senti repenti~ ‘namente humillado, ahi dentro. Dos grandes espejos con marcos dorados brillaban en la pared. La luz profirnda de esos espejos me ha arrebatado siempre, como si por ellos pudiera verse mas alld del mundo. (: 158) ‘Sin embargo, el Padre Superior parece endulzar su actitud con el muchacho y le dice que su padre en- vid dinero, que tiene que permanecer en el interna- do y hasta le ofrece comprarle “un vestido nuevo”", claro con el dinero enviado por su padre y le da permiso para que salga el sabado por la tarde. Fuera del pueblo habitan los colonos, a los cu- les nos referiremosen el punto siguiente Y esti el mitico rio Pachacha, con el cual entra en “contac- to” y, siempre dentro de un comportamiento tipica- mente mitico, invocdndolo varias veces, Ademis, adl, al rio y/o puente, lanza sutriste despedida cuan- do abandona el pueblo de Abancay: Durante muchos dias despues [de recor: dar su vida en el ayilu) me sentia solo, firmemente aislado. Debia ser como el gran rio: cruzar la tierra, cortar las rocas, pasar, indetenible y tranquilo, entre los bos- ques y montafias; y entrar al mar, acom- pafado por un gran pueblo de aves que cantarian desde la altura. Durante esos dias los amigos pequetios no me eran necesarios. La decisién de mar- char invenciblemente, me exaltaba. --{Como ti, rio Pachachaca! —decia a solas. (: 82) Antes de irse cumple dos actos rituales: lleva un ramo de lirios para prenderlo cn las rejas de la casa de Salvinia: Hice el ramo de lirios en Ia plaza [...] Me dirigi ala alameda. E1 ramo sélo tenia tres, flores, y lo Hlevé con cuidado, como si fue- ra la suavidad de las manos de Salvinia Fue facil dejar el ramo prendido en la reja, al compas de la hermosa diana que atin me acompafiaba. La noche era estrella- da, densa de manchas. Me alejé TEMTO STS nuevaépocal 81 Renato Prada 0 «jEs para ti, Salvinia, para tus ojos!», dije en la sombra de las moreras. «;Color del zumbayllu! jAdiés, Abancay!» (:261) Y rinde homenaje al rio Pachachaca, pues con su poder, arrastraria en sus turbulentas aguas a la pes- te que asolaba Abancay: {...] desde lo alto del puente, la veria pasar {a la peste}, arrastrada por la corriente, a la sombra de los arboles. Iria prendida en una rama de chachacomo o de retama, 0 flotando sobre el manto de flores de pisonay que estos rios profundos cargan siempre EI rio fa Hevaria a la Gran Selva, pais de los muertos. (: 261) Enestos dltimos actos individuales el muchacho re- frenda su actitud fundamental: ¢l paso por Abancay verdadero simbolo de nuestras republicas par- celadas en estamentos y grupos sociales de cultu- ras sino antagénicas, extraflas unas a otras, algunos producto de'un sincretismo ya establecido, otros todavia en proceso o de afianzamiento 0 de desin- tegracién—Ie ha obligado a entrar dolorosamente a csos lugares recénditos de nuestro corazén de que hablaba Rahner, a confrontarse con los “otros”; pero, parafraseando sus palabras mientras entraba enel Cuzco: No sale derrotado sino a realizar un gran proyecto. 3.2.2. La isotopia de las relaciones sociales El siempre elegante y claro en su discurso, Ortega Gaset, hace una neta y precisa distineidn, en uno de sus ensayos nucleares, entre ideas y creencias: las tilti- mas nos serian inculcadas, como nuestra sangre y médula, por lacultura y movilizarian nuestras acciones: y convicciones mas intimas, las primeras serfan el pro- ducto de la investigacién cientificao filosdfica, por tan- to su sostén les vendria de mecanismos no ligados a nuestros rios profundos, a nuestro corazin secretoe intimo. El problema surge cuando conceptual 0 vivencialmente estas dos se presentan en situaciones encontradas: casi siempre, en este caso, nuestro pri- ‘mer impulso sent seguira lacreencia y no ala idea. El problema se agudiza cuando, como es el casoen nues- tros pueblos, se presentan dos creencias en conflicto 82 SEMLO STS nuevaépocal ropeza frente auna situacion humana, individual o social. En este caso el hombre optaré por la que le “llega mas al corazon”, tendré que escudrifiar su corazin, en una accién no exenta de desgarramiento y dolor animico. Y esto leocurre a Emesto, primero enel Cuzco, fren- teael Viejo, —al“pongo” yen su significativa conver- saci6n con su padre, actsa —sobre todo frente alos dos tilimos—Ileno de inquietud or ofrecerles sumun- do, sus creencias, En Abancay su inquieto espiritule leva.a buscar la relacién con loscolonos que viven en el caserio junto la casa de hacienda y la fbrica de aziicar, pero es rechazado por ellos: ‘Tenian la misma apariencia que el pongo del Viejo. Un sudor negro chorreaba de sus cabezas al cuello; pero eran atin mas sucios, apenas levantados sobre el suelo polvoriento del caserio y la fabrica, entre las nubes de mosquitos y avispas que vo- laban entre los restos de cafia. Todos Ile- vaban sombreros de lana, apelmazados de grasa, por el largo uso. -iSeoray, rimakusk‘auki! (jDéjame ha- blarte, seflora!)—insisti, muchas veces, pretendiendo entrar en alguna casa. Pero las mujeres me miraban atemorizadas con desconfianza. Yano escuchaban ni el len- guaje de los ayllus; les habian hecho per- der la memoria; porque yo les hablé con las palabras y el tono de los comuneros, y me desconocieron, (: 58) Estaaccién tiene profiunda repercusion en él animo del muchacho; pero esta siempre presente el espi- ritu del ayllu para consolarlos: recuerda el rito de despedida que las mujeres le ofrecieron cantando un jarahui tipico. Sobre la relacién con sus compafieros de inter- nado ya hablamos en el anterior punto; aunque, quizis sea preciso insistir en el afin, casi obsesivo, que tiene Ernesto tanto de comunicarse como de resolver sus problemas, siempre ofreciendo el rito © laconcepcién mitica como mediadora. La inge- nhuidad conque responde ante la malicia y agresién de los mayores. La ternura ante Palacitos, el més indigena y lento de entendederas del colegio; el ra- dical desprecio ante e! ufano, Valle, y la brutalidad rios profundos Los geLleras, el maton de! colegio, como ante la lujuria del“*Peluca”. Luego del rechazo de los colonos y sudolorosa verificacién de que no son iguales a los indios del apilu,el muchacho se involucra, conel fervor y entu- siasmo que caracterizan sus acciones, en “el motin” (el capitulo VII que relata la accién rebelde Hlevaese titulo) de las chicheras, todas ellas cholas, que, como justa reaccién de protesta, toman la Salinera, el al~ ‘macén de sal, pues los hacendados ("“patrones”), con ia complicidad de comerciantes acaparadores, la destinaban exclusivamente al ganado. Las rebeldes, alas que se unen otras mujeres y hombres pobres, se reparten el alimento y deciden, ademiés, llevarlo, como regalo, alos indios colonos, quienes lo reciben con sumo temor y reticencia, casi huyendo de sus bienhechoras. Ernesto es participe, de este modo, deuna rebelion muy sui generis, pues mientras sa- Jen, camino a Patibamba, pasa algo inusitado en un ‘movimiento de rebeldia popular, al menosen el mo- mento dlgido de su realizacion: Elreparto continuaba aiin en el patio, pero yo no dude; sali tras las mujeres que iban a Patibamba, Como ells, tenia impacien- cia de llegar. Una inmensa alegria y el de- seode luchar, aunque fuera contra el mun- do entero, nos hizo correr las calles. Arrearon las mulas al trote. En el barrio de la Salinera, todas las calles ¢staban Ile- nas de gente. Hombres del pueblo forma- ban una especie de barrera pasiva. No dejaban avanzar a los caballeros de cor- bata. [..] Desde algunos balcones, en las calles del centro, insultaron a las cholas. -jLadronas! jDescomulgadas! No sélo las seftoras, sino los pocos caba- eros que vivian en esas casas insultaban desde los balcones. -iProstitutas, cholas asquerosas! Entonces, una de las mestizas empez6 a cantar una danza de carnaval; el grupo la coreé con la voz mas alta, horizonte y cosmovisiéa Asi, la tropa se convirtié en una comparsa que cruzaba a la carrera las calles. La voz del coro apagé todos los insultos y dio un ritmo especial, casi de ataque, a los que marchabamos a Patibamba, Las mulas tomaronel ritmo de la danza y trotaron con mas alegria. (117-118) Luego, cuando el poder constituido contraatacame- diante el ejército (los gendarmes habian sido fitcil y alegre mente desalmados por lasaguerridas mujeres), el muchacho, se aisla encl colegio, aunque inquieto por laexpectativa angustiosa; sobre todo le preocu- pa la suerte de la lider del “motin”, la fugitiva dona Felipa,a quien admira sinceramente. En esta situa- cidn también vimos su enfrentamiento conel Padre ‘Superior, aquien parece temer mais que respetar, pues five testigo de su complicidad en larepresién y enel sentimiento al temeroso y enajenado colono, cuando escuch6 su sermon manipulador y astuto.'” Y, finalmente, en el pucblo, irrumpe la peste, el tifus, cuya primera victimaes la mancillada “opa” Ante la muerta, Emesto cumple con el rito de cru- zarle los brazos sobre el pecho y de pedirle perdén en nombre de los internos, Luego de resistir a las acusaciones del Padre Superior de haber tenido relaciones sexuales con la demente,'*y sufrir un encierro, se apresura a purificar el lugar donde sus compaiieros abusaban de la mujer con un ramode plantas florecidas que crecieron en un rincén Yan pleno reinado de la peste Emesto pattici- pa del miedo, aunque su primer impulso es ir a Patibamba, el poblado indigena. En su imaginacién mitica-infantil personificaa la peste: Quizé en el camino encontraria a la fiebre, subiendo la cuesta, Vendria disfrazada de Vieja, a pie o a caballo. Ya yo lo sabia, Es- taba en disposicidn de acabar con ella. La bajaria del caballo lanzdndole una piedra ten la que hubiera escupido en cruz; y si veniaa pie, la agarraria por la manta larga que lleva flotante al viento. Rezando el Yayayku [el Padrenuestro], apretaria su garganta de gusano y la tumbaria, sin sok- tarla, Rezando siempre, la arrastraria has- tael puente; la lanzaria después, desde la ‘cruz, ala cerriente del Pachachaca (:251) TEMTO STS nuevaépocal 83 Haciendo un recorrido a través de los caftaverales, puesen el camino los retenes de soldados le impi- denel paso, y mientras los colonos se dirigen en bandadas gimientes al pueblo para ir alaiglesia y pedir ayuda divina, Emesto llega Patibamba. En las chozas han sido abandonados los nifios, pues los indios los tienen por invulnerables al ser “inocentitos”, y alli, dentro de una choza contempla una escena espeluznante Juntoal fogon de la choza, una chica como de doce afios, hurgaba con una aguja lar- ‘ga en el cuerpo de otra nifla mas pequefta te hurgaba en la nalga. La nifia pataleaba sin Hlorar; tenia el cuerpo desnudo. Ambas estaban muy cerca del fogon. La mayor levanté la aguja hacia la luz. Miré fuerte y pude ver en la punta de la aguja un nido de piques, un nido grande, quiza un cimulo. Ella se hizo a un lado para arrojar el ci- muto de nidos. Vi entonces el ano de la nifla, y su sexo pequedito, cubierto de bol- sas blancas, de granos enormes de piques; las bolsas blancas colgaban como en el tra- sero de los chanchos, de los mis asquero- sos y abandonados de ese valle meloso. Apoyé mi cabeza en el suelo; senti el mal olor que salia de la choza, y esperé alli que mi corazin se detuviera, que ta luz del sol s€ apagara, que cayeran torrentes de Ilu- via y arrasaran la tierra, La hermana ma- yor empezé aafilar un cuchillo. Me levanté y corti. (: 255) Mientras los habitantes de! pueblo huyen, éste es invadido por rios inmensos y turbulentos de indios que, movides por el panico, imprecan a la peste, mientras sus mujeres improvisan una letrade una cancién finebre que también de amenaza a la fie- bre, pero recurriendo a la Virgen Maria, al “padre Jesiis” y al “Nifito”, como sus destructores, los que terminanin con el mal que siembra la muerte. Emesto también dejar el pueblo sumido en la muerte; sin embargo, ante los gritos desesperados, las canciones que invocan, conjuran a los poderes desco- nocidos, no siente ningun desprecio, ni burla; simple- ‘mente se dice: “Quizé el grito alcanzariaa lamadrede lafiebre y la penetraria, haciendola estallar, convirtien- 84 SEMLOSTS auevacpocal dolaen polvo inofensivo que se esfumara tras los ér- boles. Quiza” (:260). El futuro adolescente ha sufrido una serie de confrontaciones dolorosas, pero sumun- do, sibiense ha conmovido, no ha sido destruido. El “quizA” no equivale al “nunca”, al “jamas”. 4, Horizonte y cosmovision Horizonte es un concepto que, introducido por Husserl ala filosofia contemporanea, !lega a cobrar ‘una importancia fundamental en lahermenéutica yen Iafilosofia heideggeriana. En el sentido hermenéutico que lo usamos aqui alude a la totalidad de sentido comprensivo de nuestra existencia en el mundo. Mundo y horizonte son dos conceptos relativos: el mundo seme presenta en un horizonte de expectati- ‘vas, de latencias. Cuando el horizonte se «estrecha» preferimos llamarlo marco. La cosmovisiGn es la concretizacién en una serie de valores semanticos explicitos maso menos coherentes con respectoasu horizonte. Rios profundos configura la cosmovisién mitica, en confrontaci6n con la religiosa cristiana 0 en sincretismo con la misma. Emesto «vive» dolorosa, profunda y dramaticamente esta confrontaci6n. El marco estd simbolizado, como ya lo vimos, por la pérdida del centro, vital para una cosmovisién: el Cuzco deja de ser la meta para los «grandes proyec- tos» de su padre que involucran a su hijo; éste es abandonado en un pueblo, «encallado» en la tierra de la hacienda, donde el indio deja de ser el «hom- bre verdadero» del ayilu para convertirse en un ser- vily humillado «pongo»; de Abancay, azotado por la peste —el mal incontrolable-, el nifio sale atravesan- do «el puente hacia el mundo», el mundo cuyo hori- zonte mismo ¢s incierto. Es verdad que Emesto es movido todavia por la seguridad de sus creencias; pero tendra que recorrer mas de cuatrocientos kild- metros paraenfrentarse con un nuevo horizonte, con un nuevo mundo, El discurso mismo se sittiacomo unaafirmacién dela cosmovision mitica, pero lo hace ‘encastellano—en una lengua que modeliza otro mun- do que el indigena-, y nos devela la contradiccién de lo que para la novela indigenista parecia monolitico: cl mundo indigena. La rebelién, si bien otra vez sofo- cada, corresponde ahora a la mujer mestiza, mas cerca del, indio, es cierto, pero diferente. Los rios profundos Notas + «Ese fondo psicolégico de revuelta ingenuidad de Los rias \dos relaciona la obra de cierto modo con La ciudad y os perros (Barcelona, 1963), de Mario Vargas |osa (1936). La comparacion de las dos obras es ilustrativamente itil para comprenderlas mejor, en sus caracteres profundas, en su significacién trascendental. Seria naturalmente superfi- cial discurrir sobre la coincidencia tematica. Mas que de lo temético, el parentesco entre las dos obras se encuentra en el caricter profundo de novelacién en vivencias; pero de alli precisamente parten las divergencias de tratamiento, de puntos de vista. La vida de los escolares, el anudado com- plejo de psicologia juvenil, ¢s episddico en Arguedas, que lo aista del contexto de lo social circundante, atado por te~ ues hilos a lo que pasa entre las paredes del colegio de religiosos, mientras que en la obra de Vargas Llosa el proce so de lo juvenil Ilena el relato ubicado en un colegio de disciplina militar, y la interrelaciones implicitas o explicitas en loexterior, con la vida nacional peruana hace de la novela més que la denuncia de las corrupeiones de un sistema es- colar de formacién de hombres, un trasunto de la totalidad de la vida circundante en patolégico proceso de decaden- cia y descomposicion encubierta bajo velos bastante trans- parentes de hipdcritas convencionalismoso (- 89) Esta com- paracién la creemos impulsada mas por el entusiasmo que, entre los escritores comprometidos con la Revolucién cu- bana, despertaron las primeras narraciones del cholito pe- ruano, ahora naturalizado espaitol, pues entonces. con la habilidad y el instinto arribista que mueve sus acciones desde siempre, se mostraba ante los medios publicitarios ‘como partidario de las conquistas revolucionarias, hasta el rompimiento con Casa de las Américas con motivo de un Aspero debate con A idé Santamaria sobre laética revolucio- ‘aria, pues Santamaria exigia coherencia ética al novel escri- ‘or entre lo que pregonaba politicamente y su afan lucrati- vo... En fin, cosas de chisme vergonzoso. De todos modos, creemos give Lazo, como lo demostraremos en su oportuni- dad, pasa por alto las relaciones de los muchachos del inter- nado de Abancay con e! pueblo, sobre todo del narrador- personaje, pues éste se ““introduce» incluso en los niveles ‘marginales y «bajos» de! mismo: los tambos y chicherias: y sien alguna novela se presenta una cosmovision compleja ica de significaciones de una cultura sincrética es, preci- ‘samente, en Los rias proflundas. Ademis, la novela de Vargas |Losa, de gran relieve estético que no debemos disminuir or ningiin motivo extemo, menos con las actitudes politi ‘as y los desplantes infatuados del autor-persona que goza de sus regalias, pertenece a otro wambito» de la cultura hispanoamericana; el de las grandes y violentas ciudades {que surgen incontroladamente en Latinoamérica a partir de 4s 40, crecimiento incrementado gracias a la migracién in- ‘ema del campesino, que, condenado a una vida de miseria Por la falta de planificacion en la produccion agricola y la horizonte y vision explotacién de los hacendados todavia vigente, se ve obli- _gado a refugiarse en la gran urbe, donde ofrecera sus humile des servicios, como un desesperado «mil usos» 2» Titulo que alude al personaje historico, como ala signit ccacidn del término en quechua, que quiere decir «vibora, y. con ello, connota: Araicién’. /animal ponzonose’. ete... valores propios de la cultura mestiza, influida por el mitico pasaje del Genesis. * Asi, por ejemplo el bello mito sinerético que le narra la buena mujer a partir de la pagina 28. cuyo principio mani- fiesta tanto su valor mitico como su estructura sincrética Alprincipio, antes que viniera, Santo Domingo de Guzman y San Caralampio y la Virgen det Perpetuo Socorro, eran Cuatro tinicamente los seftores det cielo... La winterpre~ tacién» misma, dada al final del mito descubre no solo su sincretismo, sino su valor ideoldgico de justificacidn de la divisidn de los hombres en ricos y pobres, atribuyendo la funcidn paternal alos primeros: «Y dispusieron que el rico cuidara y amparara al pobre por cuanto que de ¢! habia recibido beneficios. Y ordenaron que el pobre responderia por el rico ante la cara de la verdad. Por eso dice nuestra ley que ningun rico puede entrar al ciclo si un pobre no lo Heva de la mano» (: 30). * El interesado en el asunto puede consultar mi libro, de proxima aparicidn: Literatura y realidad, en especial los Capitulos segundo y tercero, * El mestizaje es para nosotros no exclusivamente genético © bioldgico cosa que también se presenta aunque como parte de uno mayor: el cultural. Las naciones que surgen de Ia conquista espanolaacivilizaciones indigenas ampliamente extendidas y con instituciones fuertemente enraizadas en ‘sus pueblos: mito, ritos, habitos culinarios, expresiones ar- tisticas y artesanales, etc ete., estas naciones, decimos, no reproducen pasivamente la cultura del conquistador, sino que a asimilan en muchos aspectos a tas formas de los ‘conquistados, de tal manera que ambas culturas entran en una interaccién que se resuelve en un sincretismo, creador de nuevos valores culturales, precisamente los que confi- guran el nuevo mundo, Hamado por nosotros, sin rubor. mestizo. La situacién de Ia ucolonizacién» realizada por éemigrantes europeos en otras naciones en las cuales el indl- gena es exterminado o si existe no IHega a integrar un inter- cambio de valores, por ser escaso en niimero 0 vivir en tribus némadas, es bastante diferente. © A propésito, un amigo uruguayo, cuyos dos apellidos (el paterno y el materno) casi por excepeién no eran de origen italiano me dijo en una noche de agradable tertulia en las calles del Paris tan ensonado por nuestros escrito- res de la generacion que me precede: «De nuestra real ascendencia genealogica s6lo pueden estar seguros los hijos directos de los espafioles o italianos que tienen cons- tancia que “descendicron’ de los barcos de refugiados. huyendo de sus paises de origen ya sea acuciados por el SEM1O S18 nuevaépocal 85 enato Prada Orop hambre ola criminalidad fascista...» Todos los términos subrayados por nosotros denotan o connotan una actitud negativa frente a las creencias y ritos miticos que Ernesto abraza y practica —aunque en el relato, como ya lo dijimos—se nos presentan también den- tro de esta actitud algunos de sus compafteros de interna~ do, pricticamente todos, excepto el engreido y petulante ‘Valle, llamado «if» (muchacho preocupado por la moda, sobre todo en la manera de vestir) despectivamente por los muchachos, Este menosprecio de Vargas Llosa hace {que califique de supersticiones las creencias miticas. Aun- ‘que en una novela posterior, E/ hablador, recoge los be- los y ricos mitos amnazénicos producto de la investigacién paciente y, sin duda, respetuosa, de algunos misioneros de la Orden de Predicadores, en, hasta ahora, su Gltima novela, Lituma en los Andes, narrativiza el lado sombrio del mundo mitico andino: el ritual sangriento y ubarbaron, * Uno de los discursos maestros, que inicia precisamente la renovacién de la novela europea, En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, asienta una de sus fuentes de riqueza polisémica en la ruptura de la perspectiva del na- rrador-actor, pues nos relata eventos en los cuales estric~ tamente no podia estar presente, pues los mismos se ha- Han fuera de su perspectiva 0 alcance. mundo mitico (como actitud, como discurso y cosmovisidn), gracias a a atencién y el estudio respetuo- 0, guiado con sumo rigor conceptual, de filésofos como Maria Zambrano, Georges Gusdorf, Paul Ricoeur y René Girard, entre otros; al examen cientifico desprejuiciado de antropdlogos verdaderos mitdlogos) como Dumezil, Leenhardt, Lévi-Strauss, Dundes... y a la consideracion valorativa de especialistas en el estudio de las religiones, tales como Eliade, Van der Leew, ete; gracias a la labor hhonesta y ponderada de esta pléyade de investigadores, laconcepeidn actual sobre el mito en general ha cambiado en forma drastica de manera positiva. Yano se considera al mundo mitico, al pensamiento mitico, nia las socio-cultu- fas cuyo centro se organiza por esa concepeidn, como alicnantes, «negativos», «supersticiosos», abrazados so- lamente por algunos grupos étnicos «primitivos» en me- dio de la vordgine amazénica, la inmensidad andina, y las «selvas» y sietras guatemaltecas y mexicanas; pero que ya no tiene nada que decir a la civilizacién a ta cual los, sublancos» (es decir occidentales), habitantes de las ciu- dades, sobre todo de las inmensas ciudades como Méxi- £0, pertenecemos, Nosotros, aunque no podemos decir gracias a Dios» pues esto seria tener una concepcién positivista de El, vivimos en etapas «superiores» del espi- ritu humano: la del pensamiento critico filosdfico y cienti- fico; y, si abrigamos una religion, ésta no tiene nada que ver con los ritos paganos y birbaros, ni mantiene en su concepcidn ningun elemento mitico: es una religion «civi- Vizada», Lamentablemente, las cosas no son tan 86 SEM TO STS nuevagpocal eza maniqueamente distintas, como quiere esta concepcién —ella si retrograda y alienada; el mito, en su forma discursiva y en sus ritos, tiene todavia mucho qué decir- nos, no sélo sobre el sentido y significado de las socieda- des que viven en su mundo, sino sobre los pueblos que conservan restos miticos vivientes; ‘anto en partes del discurso religioso, como en sus habitos y ciertas «cos- tumbres», que no son otra cosa que pervivencia de ritos ancestrales y que, de alguna manera eorganiza», «creas ‘nuestro mundo socio-cultural contempordneo sincrético, mestizo, Maria Zambrano nos ofrece un angulo un tanto diferen- te, pero que, en el fondo, es una faceta significativa de este mundo, complejo rico, ya desde sus origenes: [V. El hombre y los dioses] "El rio jugara un papel importante, como topos ‘configurativo de la concepcién mitica en Abancay: el sim. olico rio Pachachaca, “el puente sobre el mundo’ * Aunque, como aclaramos en la nota anterior a este pun- to, no totalmente, de ahi la complejidad y ambigedad de ‘esia novela, pues conmovido por el “canto” de una cam- ppana, la Maria Angola, el nifio recuerda a sus protectores, “os alealdes indios: don Vaywa y don Victor Pusa, rezan- do arroditlados delante de la fachada de la iglesia de ado- bes, blanqueada, de mi aldea, mientras la luz del crepiscu- Jono resplandecia sino cantaba” (: 29), "El narrador-personaje describe asi este topos: “Sélo un barrio alegre habia en la ciudad: Huanupata. Debié ser en a antigedad el basural de los ayilus, porque su nombre significa “morro de basural». En ese barrio vivian las ven- dedoras de la plaza del mercado, los peones y cargadores ue trabajaban en menesteres ciudadanos, los gendarmes [hombres pobres, diferentes de los soldados de la tropa que invadira el pueblo para castigar a las rebeldes chicheras}, los empleados de las pocas tiendas de comer- io; alli estaban los tambos [alojamientos sumamente po- pulares y pobres] donde se alojaban los litigantes de los distritos, los arrieros y viajeros mestizos. Era el Unico ba- trio donde habia chicherias. Los sibados y domingos to- ccaban arpa y violin en las de mayor clientela, y bailaban ‘uaynos y marineras. Declan que en esas jaranas podian ‘encontrarse mujeres faciles y aun mestizas que vivian de laprostitucion” (: 62). El cholo es un estamento importante de los pueblos y de algunas ciudades andinas: coresponde al mestizo més préximo al indio quechua y dentro de la constelacién cul- tural andina juega un papel importante tanto por sus cos- tumbres, especialmente culinarias, por su dedicacién la- boral preferentemente artesanal y su folklore musical. Algo similar al charro mexicano. En las ciudades ¢! término s¢ usa despectivamente. La tematizacién narrativa del cholo © la chola es amplia en los paises andines: La Chaskafiahui, novela boliviana de Carlos Medinaceli; E/ Chula Romero Los trios profundos: horizonte Flores, novela del ecuatoriano Jorge leaza nos parecen “usexpresiones mas dignas, aunque pudieran haber otras, desde luego. »» Alude a sus andanzas por la zona, fuera de! pueblo, donde habitan los colonos, indios al servicio de lahacien- da de un mestizo, como veremos en el préximo punto, Actitud parecida a la de su padre en el Cuzco, cuando va alencuentro de e/ Viefo, ya citada por nosotros. "Con su vor delgada, altisima, hablé el Padre, en quechua: ‘Yosoy tu hermano, humilde como tu; como ti, tierno y digno de amor, peén de Patibamba, hermanito. Los pode- 1050s no ven las flores pequefias que bailan a la orilla de Jos acueductos que riegan la tierra. No las ven pero ellos Jes dan el sustento. ;Quién es més fuerte, quién necesita mas miamor? Ti, hermanito de Patibamba, hermanito; ti

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