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DIVISIÓN LICENCIATURA

LOS SIETE SABERES


NECESARIOS PARA
LA EDUCACIÓN DEL
FUTURO
José de Jesús González Silva
Maestría en Docencia para la Educación Media Superior

Alumna
Profra. Patricia Nora Macip de Zúñiga

Agosto 2009
Los siete saberes necesarios para la educación del futuro

Edgar Morín, intelectual francés –de origen español- nacido en 1921, presentó (en
coautoría con la UNESCO), en 1999 su libro titulado, en español, “Los siete saberes
necesarios para la educación del futuro”1, obra que ocupará el presente ensayo.
En dicho documento Morín postula una serie de ideas dirigidas a revalorar la mutua
influencia entre la educación y la cultura occidental a lo largo del devenir de la humanidad,
aunque con énfasis en la herencia de ambas para el siglo XXI: un conocimiento y una
cultura fragmentados, parcializados debido a la extrema especialización de los campos de
conocimiento, lo que ha contribuido a que las nuevas generaciones perciban el mundo en
forma parcial, limitada e incluso incapaz de comprender la profunda relación entre el
hombre y su medio2, de allí que muchos avances científicos y tecnológicos, a pesar de que
contribuyen a mejorar la calidad de vida de la humanidad, también han ejercido un impacto
negativo en el medio ambiente3.
Sin embargo, los efectos de tales innovaciones no han sido negativos únicamente
para el medio ambiente sino para la propia humanidad, ya que, como señala el mismo autor,
los beneficios de la Ciencia y la Tecnología a fines de siglo XX están principalmente al
alcance de los habitantes de las naciones europeas, pero aún están lejos del alcance de otras
comunidades, principalmente las naciones históricamente marginadas y/o explotadas por
otras. Incluso señala que las ciencias económicas se han aislado del mundo real, por lo que
han dejado de ver los estragos que sufren los habitantes de naciones menos favorecidas bajo
la actual dinámica económica internacional4.
Morín señala que en la educación actual, considerada el medio más importante para
la difusión de los conocimientos, se ha olvidado enseñar que el conocimiento humano no es
perfecto, presenta dificultades y tendencias tanto al error como a la ilusión, por lo cual se
olvida de enseñar reflexionar acerca de la naturaleza del conocimiento así como el hecho de
que el conocimiento no puede considerarse como una herramienta exenta de defectos y lista
para ser usada sin consecuencia alguna, por lo cual es indispensable enseñar a las nuevas

1
MORÍN, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Traducción de
Mercedes Vallejo-Gómez, París: UNESCO, 1999, 60 p.
2
Ídem., p 18.
3
Íd., pp 17-18.
4
Íbidem.
generaciones a no caer en el error de creer que el conocimiento alcanzado (y se les enseña)
es infalible y mucho menos, a caer en la ilusión de que el uso objetivo de la razón nos
permitirá evitar cometer errores5, ya que el mundo y la vida humana no se rigen solamente
por el uso de la razón y la ciencia: es fruto de una interacción sumamente activa entre
hombre y medio ambiente, innegablemente mediada por la razón pero complicada por la
naturaleza emocional, lúdica, lírica y delirante del hombre6.
Es decir, no es posible confiar solamente en el uso “objetivo” y benéfico de un
conjunto de conocimientos que, por lo común, son puestos al servicio de ciertos intereses,
de grupo, de clase o de raza7, y tampoco es posible seguir creyendo que la “razón” nos
permite observar la realidad en su forma “más pura”, ya que nuestra condición humana nos
hace susceptibles de cometer errores, sin importar el nivel de estudios o la actividad
profesional. En consecuencia, reconoce que ningún intelectual, científico o institución
(pública o privada) actúa en forma desinteresada sino que siempre existen intenciones no
siempre explícitas -habría que señalar que incluso muchas veces los individuos y las
sociedades no están conscientes de dichas intenciones- y sesgos en su interpretación de la
realidad material así como en su actuación en el mundo8, lo que ha contribuido a generar la
irresponsabilidad de los seres humanos en cuanto a los efectos de sus propios actos.
Con intención de superar las limitantes del pensamiento y el conocimiento humanos
a principios de siglo XXI, Edgar Morín propone lo que denomina los siete saberes
necesarios para la educación del futuro. Entre las principales propuestas del autor destaca,
en primer lugar, introducir y desarrollar en la educación el estudio de las características
cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de sus procesos y modalidades,
de las disposiciones tanto psíquicas como culturales que permiten arriesgar el error o la
ilusión9.
A lo anterior, Morín añade la necesidad de promover un conocimiento capaz de
abordar problemas globales y fundamentales para inscribir allí conocimientos parciales y
locales, ya que, como señala el autor, el razonamiento y el conocimiento actuales se
caracterizan por una visión parcial de la realidad, provocada principalmente por la

5
MORÍN, Edgar. Op. Cit., pp 5-17.
6
Ídem., p 23-28.
7
Íd., pp. 10-11.
8
Íd. 18-20 y 23-28.
9
MORÍN, Edgar. Op. Cit., pp 21-23.
especialización de la ciencia y la tecnología, lo que impide comprender y manejar la
relación entre el todo y sus partes, por lo cual es necesario enseñar a las nuevas
generaciones a razonar de tal forma que puedan “… aprehender los objetos en sus
contextos, sus complejidades y sus conjuntos”10, con métodos que permitan aprehender las
relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo
complejo, del cual forma parte el ser humano, que también es un ser complejo debido a su
naturaleza física, biológica, psíquica, cultural, social e histórica, que no puede ser
subestimada o ignorada11.
La escuela (pública y privada) desempeñaría un papel importante entre las nuevas
generaciones al promover la toma de conciencia acerca de dicha complejidad y de la
estrecha relación entre lo emocional y lo intelectual, lo psíquico y lo social, lo cultural y lo
histórico, que hacen del ser humano un individuo capaz de moverse de extremo a extremo
entre la lucidez y la locura, la creatividad y la destrucción, la sensibilidad y la racionalidad,
por lo cual sería fundamental enseñar la condición humana, más que conocimientos
fragmentados y frecuentemente aislados de la realidad12.
Sin embargo, Edgar Morín no desestima ni minimiza los logros de la ciencia y la
tecnología, pues señala que mediante las aportaciones de las disciplinas actuales es posible
reconocer la unidad y la complejidad del ser humano, mediante la organización y reunión
de los conocimientos dispersos, con intención de mostrar la unión indisoluble entre la
unidad y la diversidad de todo lo que es humano pero que trasciende en lo que Morín
denomina “la realidad planetaria”, es decir, la estrecha e inseparable unidad entre todas las
culturas y todas las sociedades humanas (que para el autor comenzó en el siglo XVI e
implicó no sólo el establecimiento de vínculos de intercambio y solidaridad sino de
dominación y opresión), y que presenta su máxima expresión en el destino común de la
humanidad, con todas sus implicaciones13.
Por otra parte, el autor señala que a pesar de que las ciencias han permitido alcanzar
muchas certezas también nos han revelado otras áreas de incertidumbre, de hecho, y a partir
del reconocimiento de la complejidad del individuo y las sociedades humanas así como de
la manifiesta parcialidad en las ciencias, Morín propone que es necesario promover (a
10
Ídem., p 10, 14, 20-26.
11
Íd., pp 27-29.
12
Íd., pp 21-28.
13
MORÍN, Edgar. Op. Cit., pp 29-38.
través de la educación), la integración de los conocimientos y logros de la humanidad así
como “… las incertidumbres que han aparecido en las ciencias físicas (microfísica,
termodinámica, cosmología), en las ciencias de la evolución biológica y en las ciencias
históricas”14.
Lo anterior presenta el reto de enseñar principios de estrategia que permitan a las
nuevas generaciones afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto y modificar su
desarrollo conforme a la información adquirida en el camino15 y mediante cualquier
modalidad de enseñanza-aprendizaje, todo ello con intención de generar actitudes y
habilidades que les permitan enfrentar los retos y cambios del futuro con actitud de
apertura, tolerancia, flexibilidad y creatividad, aunque en este caso –y en lo personal- me
parece que también sería necesario desarrollar una actitud crítica en el entendido de que no
todo cambio o propuesta, por el simple hecho de ser nueva u original, resulta mejor.
Cabe destacar que para Edgar Morín la comprensión “… es al mismo tiempo medio
y fin de la comunicación humana”16, por lo cual resulta elemento indispensable en la
enseñanza, pues contribuiría a superar las diferencias sociales, culturales, político-
ideológicas, en pro del establecimiento de vínculos de equidad, tolerancia, aceptación y
solidaridad entre individuos, sociedades y naciones. En consecuencia, el pensador francés
propone estudiar la incomprensión desde sus raíces así como sus modalidades y sus efectos,
concentrándose no sólo en los síntomas (la intolerancia), sino en las causas de los racismos,
las xenofobias y los desprecios con intención de sentar las bases para una educación por la
paz17.
El autor añade que la educación debe conducir a una “antropo-ética”, tomando en
cuenta la estrecha relación individuo-sociedad-especie. En este sentido, indica: “la ética
individuo/especie necesita un control mutuo de la sociedad por el individuo y del individuo
por la sociedad, es decir la democracia; la ética individuo-especie convoca a la ciudadanía
terrestre en el siglo XXI”18, pues el propio Morín argumenta que todo desarrollo
verdaderamente humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías

14
Ídem., pp. 10.
15
Íd., pp. 39-46
16
Íd., p 11.
17
MORÍN, Edgar. Op. Cit., p 10.
18
Ídem., p 11.
individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencia de pertenecer a la especie
humana19.
No obstante, Edgar Morín reconoce que la ética no se podría enseñar con lecciones
de moral, que debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al
mismo tiempo individuo, parte de una sociedad y una especie, además de que la ética no es
una disciplina dedicada a proporcionar normas de conducta y mucho menos a promover el
control individual o social. La ética -al menos la ética occidental moderna-, reflexiona
acerca del bien supremo y de la mejor manera de vivir en sociedad, pero en ningún modo
establece conclusiones acerca de lo que es bueno o malo para el hombre y mucho menos
acerca de lo que debe o no debe hacer. Sólo a través de la educación moral se promovería la
asimilación y práctica de normas y hábitos de conducta considerados fundamentales para la
convivencia en una sociedad determinada20.
A partir de lo anterior se proyectan, para el autor, las dos grandes finalidades ético-
políticas del nuevo milenio: establecer una relación de control mutuo entre la sociedad y los
individuos por medio de la democracia y concebir la Humanidad como comunidad
planetaria21, aunque la idea de control resulta discutible, en tanto que implicaría, en mi
opinión, la limitación de las libertades individuales.
A modo de conclusión, en el caso de México sería necesario trascender del
desarrollo de planes, contenidos, estrategias y recursos de enseñanza para enseñar los siete
saberes (propuestos por Morín), a las nuevas generaciones. En mi opinión hace falta un
proyecto de re-educación de los propios docentes, ya que me parece fundamental que éstos
comprendan, vivan y apliquen aquello que pretenden que los estudiantes aprendan, de lo
contrario no sólo se cometería la incoherencia de enseñar lo que los propios docentes no
hacen sino que, al no hacerlo y mucho menos al des-conocer (en el sentido epistemológico
de la palabra) aquello de lo que hablan, estarían imposibilitados para comprender, y en
consecuencia enseñar para la tolerancia, la comprensión, la solidaridad, la incertidumbre, y,
en fin, para la humanidad.

19
Íd., pp 62-68.
20
Íbidem.
21
MORÍN, Edgar. Op. Cit., pp 58-59.
FUENTE:

MORÍN, Edgar. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Traducción
de Mercedes Vallejo-Gómez, París: UNESCO, 1999, 60 p.

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