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LAS AVENTURAS DE ULISES
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D espués de diez afios de asedio y com
f ante los muros de Troya, los griegos por
habian logrado entrar en la ciudad: Ulises,
mas astuto de sus jefes, concibié una trampa geni.
Imaginense que en un inmenso caballo de madera
esconden mas de cincuenta soldados. Los troyat
encontraron el caballo aban
nado en la playa y, creyel
que era una ofrenda
los dioses, lo introdujer
en la ciudad. Al caer la
che, los soldados salieron
los flancos del animal y abri
las puertas de la ciudad al ri
del ejército: los griegos ma:
craron a los troyanos y saqui
ton sus riquezas.
154 LAS AVENTURAS DE ULISESEntonces Ulises, triunfante, al mando de una flota de
doce navios cargados con un botin fabuloso, tomé el
camino de regreso a Itaca, la isla de la que era rey. Por
fin volveria a ver a Penélope, su mujer, y a su hijo Telé-
maco, que era un recién nacido cuando, diez afios
antes, él parti a la guerra...
Desde su partida, los navios iban viento en popa. fra-
ca ya no quedaba muy lejos. De repente, se desaté una
tormenta: Terribles vientos desgarraron las velas. Los
marinos remaron hasta el agotamiento para tratar de lle-
gar a la orilla, pero fue en vano... Los dioses habian deci-
dido castigar a los griegos por sus crimenes: durante
nueve dias, Zeus desencadené su rayo y sus relampagos,
Iluvia, truenos y huracanes. El décimo dia el mar por fin
se calm6. La bruma se disipé y aparecié la tierra firm
156. LAS AVENTURAS DE ULISESEl aterrador Ciclope
Habiendo desembarcado, los marinos mataron algu-
nas cabras salvajes para comer. Luego se recostaron en”
la playa. Ulises no podia dormir: en la cima de la isla
habia visto gesticular a una silueta gigantesca, mas
alta que una montaiia... Cuando surgio la aurora, no
pudo resistir la curiosidad: “Permanezcan cerca de los
navios”, ordend. “Yo escalaré esas rocas de all4 con
doce de los mas valientes de ustedes. Quiero averiguar
si los habitantes de esta isla son
hombres como nosotros o sal-
vajes sin fe ni ley que des-
4
precian a los dioses”.Llevando un odre de vino, el pequefio destacamento
subié hasta una inmensa caverna que habia en lo alto.
Ulises entr6 primero y luego salié. “Vengan a ver
estos quesos, estas jarras de leche y estos cor-
deros. Sin duda aqui vive un pastor”.
Sus companeros lo siguieron a la
gruta y empezaron a probar los quesos... Ulises
se disponia a comer un pedazo cuando, de repente,
un estruendo terrible hizo temblar el suelo.
En la entrada de la caverna aparecié un
gigante mas alto que una montafa. Su cara era
espantosa, su boca, enorme y tenia un solo ojo |
en medio de la frente, el cual brillaba bajo su
ceja hirsuta. jEra el ciclope Polifemo! Aterroriza-
dos, los hombres se refugiaron en el fondo de
caverna. El ciclope arreé su manada de ovejas
interior y luego empujé una enorme roca para cerrar
ry
entrada. “;Qué desgracia! {Estamos atrapados!”, excl
m6 Ulises asustado.
158. LAS AVENTURAS DE ULISESEl ciclope ordefié a sus ovejas. De pronto, vio a los
hombres agazapados en un rincén. “jAh!”, rugié miran-
dolos con su ojo aterrador. “;Quiénes son ustedes?” Su
voz ensordecedora los paralizé de miedo. “Somos unos
griegos que regresan de Troya”, respondié Ulises. “Pero
los dioses nos han puesto a errar. Te suplico que no nos
hagas dafio. En nombre de Zeus, recibenos
segtin las leyes de hospitalidad”. El
ciclope lanzé una carcajada
cruel. “jPobre tonto! Los ci-
clopes se burlan de los dio-
ses. El miedo a Zeus no me
impedira matarlos si quiero.”
Dichas esas palabras, el ci-
clope extendié la mano y apri-
siondé a dos hombres de un solo
golpe. jCrac! Aplast6 sus craneos en
el suelo y luego los devoré. Después,
bebié un balde Ileno de leche y, una vez
satisfecho, se recosté y se durmié.
160. LAS AVENTURAS DE ULISESUlises sac6 su espada. Cuando iba a dar el golpe, un
pensamiento lo detuvo: ‘Si lo mato ahora, estaremos
atrapados. Veinte caballos no serfan suficientes para
mover la roca que tapa la caverna.
A la mafiana siguiente, para desayunar, el ciclope se
comi6 a otros dos griegos y luego salié con sus ovejas.
iLastima! Puso de inmediato la roca en su lugar y Uli-
ses y sus compafieros no
tuvieron tiempo de
escabullirse, Los pri-
sioneros estaban de-
sesperados. Ulises, por
su parte, ingeniaba
una trampa...
Luego de descu-
brir una enorme
estaca, tall6 su
punta y la escondié
en la basura.
LAS AVENTURAS DE ULISES 161Cuando Ileg6 la noche, y el monstruoso ciclope s¢
aprestaba a devorar a otros dos hombres, Ulises se acer>
c6 a ély le ofrecié una copa del vino que llevaba: “Ten,
ciclope, prueba este vino delicioso que te traje
como regalo”. A Polifemo le gusté tanto el
vino que pidié mas. “Amo este brebaje,
hombrecito, dime tu nom:
bre para que también te
haga un regalo”.
“Me llamo Nadie”, repuso Ulises, el astuto, sirvién
dole vino. “Curioso nombre”, dijo el ciclope. “Damy
mas...” :
Después de varios tragos, el ciclope, ebrio, declar6
- “Para agradecerte esta... esta bebida, jhic!, me comer)
a Nadie al ultimo: ése es... es el regalo que te hago”
Luego cayé de espaldas y se durmio.
162 LAS AVENTURAS DE ULISES“Vamonos”, grité Ulises. Haciendo acopio
de todo su valor, dos de sus compaiieros lo
ayudaron a cargar la enorme estaca. Calen-
taron la punta en las brasas, luego esca-
laron por el gigantesco durmiente
y hundieron la estaca ardiente en
el tinico ojo del ciclope. Polife-
mo se levanté de un salto, ru-
giendo de dolor. Alertados por
sus gritos, los demas ciclopes de
la isla acudieron: “:Qué te pasa,
Polifemo? ¢Quién te hizo dafio?”
“Nadie”, aullé Polifemo desde el
fondo de la caverna. “Fue Nadie”.
*Si nadie te hizo dafio, no nos
despiertes por nada”, grufie-
ton los ciclopes alejandose.
LAS AVENTURAS DE ULISES «> 163Torturado por el dolor, y ademas ciego, el gigante
trato a tientas de mover la roca que bloqueaba la sali-
da. Luego se senté frente a la puerta con los brazos
extendidos para atrapar a los griegos cuando trataran
de huir, Ulises se preguntaba cémo escapar, pero en-
seguida ideé una nueva trampa. Até a las ovejas de
tres en tres y cada uno de los hombres se colocé deba-
jo de la de en medio. El mismo se sujeté del vientre de
la mas grande. A medida que las ovejas atravesaban la
puerta, Polifemo les palpaba el lomo con cuidado para
evitar que los malditos hombres escaparan con ellas,
pero el ciclope no adivind que se habian escondido
bajo su vientre.
164. LAS AVENTURAS DE ULISESiUf! {A salvo! Los riegos corrieron cuesta-abajo
para llegar a su barco. Apenas se habian alejado de la
orilla, Ulises no resistié las ganas de gritar su victoria.
“Si quieres saber quién te ha dejado ciego, ciclope,
entérate que fue Ulises, rey de fraca y vencedor de
Troya”. Enloquecido de furia, el gigante tomé una
enorme roca y la lanzé hacia Ulises. Por suerte, el
Proyectil cayé al lado del navio y sélo provocé violen-
tos remolinos, Entonces, el ciclope se dirigié a su
Padre, que no era otro que Poseidén, el poderoso rey
del mar: “jPadre, véngame de Ulises!” Poseid6n, que
oy6 su plegaria, emplearfa todos los medios para
impedir que Ulises regresara a Itaca...Circe la hechicera
La flota de Ulises Ilegé a la isla de Lestrigones: esos
gigantes canibales hicieron una terrible carniceria.
Ulises s6lo pudo salvar a uno de sus navios. Por ello,
en la siguiente escala, Ulises desconfiaba. Asi que envid
una partida de reconocimiento a la isla mientras los
demas cuidaban el barco.
Los exploradores caminaron largo rato antes de ver
un palacio al fondo de un valle. Al ver las fieras que lo
custodiaban, se asustaron y sacaron sus espadas. Sin
embargo, curiosamente, en lugar de atacar a los hom-
bres, los leones y los lobos se restregaron contra ellos
para que los acariciaran. Luego aparecio una mujer
divina en la puerta del palacio: “Soy Circe”, dijo.
“Entren. Deben tener sed”. Su voz era encantadora; su
belleza, cautivante. Los hombres la siguieron. Los invi-
ta sentarse y luego les sirvié vino mezclado con miel
+ que contenfa un filtro de olvido. Lo bebieron con pla-
cer, y se pusieron a cantar y a reir. De repente, con un
movimiento de varita, los transformé en cerdos.
166 «et LAS AVENTURAS DE ULISESIntranquilo ante la tardanza de sus explo-
radores, Ulises se interné en la isla. Se acer-
caba al palacio cuando delante de él aparecié un
joven con una varita de oro. Era Hermes, el dios
astuto. “zAdénde vas, infeliz?”, dijo. “ZNo sabes
que aqui reina Circe, la hechicera? Para que los
hombres se queden con ella, los transforma en bes-
tias. Convirtié a tus compaiieros en cerdos y tam-
bién lo hard contigo. Sdlo yo puedo salvarte. Toma
esta hierba de vida que te protegerd contra los sor-
tilegios de Circe”.
Ulises tragé el contraveneno y fue al palacio de la
hechicera. Como si no pasara nada, bebis el bre-
baje que Circe le sirvié en una copa de oro, pero
cuando ella agité su varita, en lugar de transformarse
en cerdo, Ulises sacé su espada y la blandio sobre la
diosa como para matarla, Entonces ella comprendié:
“Tui eres Ulises, aquel cuya llegada Hermes me anun-
cid, td, el que resistiria mis encantamientos... Quédate
en mi palacio y viviremos de amor”.
168. LAS AVENTURAS DE ULISES“Circe, gcémo osas hablarme de amor cuando trans-
formaste a mis hombres en cerdos? Primero libéralos y
jura que no volverds a usar tus maleficios.”
Circe hizo el juramento de los dioses. Luego Ievé a
Ulises a la Porqueriza donde descubrié con estupor
a sus compafieros que, transformados en cerdos, co-
mian bellotas. Circe unto el cuerpo de cada uno con un
ungiiento magico: de inmediato los cerdos volvieron a
ser hombres, Pero mas jévenes Y apuestos que antes,
Una vez terminado el malefi-
cio, todos los compafieros
de Ulises fueron a disfru-
tar las delicias del palacio
de Circe mientras la hechicera
seducia al bello Ulises. Un aiio
transcurrié en ese lugar idflico. Sin
embargo, un buen dia Ulises decidis irse. Circe le
indicé el camino que debia seguir y la manera de evi-
tar los peligros,
LAS AVENTURAS Dé UIEn el pais de los muertos
Siguiendo los consejos de Circe, Ulises fue primero
a los confines del pais de los muertos para preguntar
a Tiresias, el adivino, sobre su destino. Para convo-
car a los muertos, sacrificé un cordero.
El héroe sintié que se helaba de miedo cuando
vio las sombras que llegaron a abrevar en la san-
gre del animal sacrificado para
tomar un poco de vida.
También vio a sus compa-
5 fieros de la guerra de Troya y a su madre,
muerta de pena después de su partida. Por ultimo
lleg6 el adivino Tiresias: “Ulises”, dijo, “zquieres saber
170. LAS AVENTURAS DE ULISESla verdad? Poseidén te odia porque cegaste
a su hijo Polifemo. Te perseguira todo el
tiempo pero si superas las pruebas, final-
mente regresards a ftaca”.
La sombra de la madre de Ulises hablé
después: “Hijo mio”, le dijo con voz
dulce, “Penélope, tu mujer, presiente que
estas vivo y cada noche llora tu ausen-
cia... Pero no tardes mucho: cada vez
le cuesta mas alejar a los pretendien-
tes que desean casarse con ella y
ocupar tu lugar”. Tiresias le dio un
ultimo consejo a Ulises: “Si deseas
que tus hombres regresen vivos, impi-
deles que toquen las vacas sagradas de
Helios... ya no puedo decirte mas, las fuer-
zas me abandonan”. Entonces todas las
sombras se desvanecieron, devoradas por el
mundo de los muertos.
LAS AVENTURAS DE ULISES 171El canto de las sirenas
“Desconfia de las sirenas”, le habia
dicho Circe. “Esas criaturas mitad mujer,
mitad pajaro son temibles: sus cantos
melodiosos hechizan a los marineros y
los atraen hacia las rocas, donde los navios
se estrellan”. Por ello, cuando su navio avis-
t6 a las sirenas, el ingenioso Ulises tapo las
orejas de todos sus compafieros con un pedazo
de cera de abeja, asi no oirian nada. Pero él no se
tapo los ofdos: queria conocer esos cantos embe-
lesadores y pidié a sus marineros que lo ataran al
méstil. “Mientras no hayamos pasado ese cabo
peligroso, no me desaten, aun cuando se los ordene.
‘Al contrario, aprieten mas mis cuerdas”. Entonces
Ulises, con los pies y las manos atadas, permanecié
-amarrado al mastil. De repente, oy6 como se elevaba
un canto ligero, extraordinariamente armo-
nioso... Alcanz6 a ver a las sirenas encaramadas
172. 9 LAS AVENTURAS DE ULISESen un islote rodeado de osa-
mentas humanas. Su voz efa
seductora: “Ven, ven, Ulises”, can-
taban. “Ulises, el victorioso, escucha
el canto de tu gloria y descubre nuestros
secretos...” Invadido por un placer desco-
nocido, Ulises se moria por acercarse a
ellas. “;Desdtenme! ;RApido! jDebo ir con
ellas!”, aullé a sus marineros que no po-
dian oirlo. Se debatid, fruncié las cejas
para darse a entender. Los marinos, que
adivinaron qué queria, apretaron mas
las cuerdas.
Cuando por fin se alejaron de las si-
renas, los marineros desataron a Ulises,
que temblaba de emoci6n. “Gracias”,
les dijo cuando recobro el sentido.
“De no ser por ustedes habria muerto”.
LAS AVENTURAS DE ULISES «173Caribdis y Escila
EI navio tuvo que pasar entre dos rocas donde fue
succionado por un espantoso torbellino. Sacudidos en
todas direcciones, los marinos se aferraron a sus
remos y lucharon con todas sus fuerzas para evitar ser
aspirados al fondo del abismo llamado Caribdis. Sin
que se dieran cuenta, se acercaron asi a otro promon-
torio del que salian seis cabezas horribles: la mons-
truosa Escila atrapé a seis hombres y
los devor6 vivos... Circe le habia
anunciado este horror a Ulises:
“Estas rocas son dos mons-
truos: no podras escapar
de Caribdis sin ser vic-
tima de Escila”.
176 = LAS AVENTURAS DE ULISESLas vacas sagradas de Helios
Agotada, la tripulacion Ilegé a la isla de Helios, el
dios del Sol. “Coman las provisiones de a bordo 0 pes-
cado”, aconsej6 Ulises a sus hombres. “Y por ningin
motivo toquen las vacas de la isla. Es el rebafio sagrado
del dios del Sol”. Sin embargo, un dfa Ulises se quedé
dormido y lo desperté un olor a carne asada: sus com-
paiieros, hambrientos, lo habian desobedecido.Materral de distribucién gratuita
Ulises se desplomé: “jInfelices de nosotros! La ven-
ganza de los dioses sera terrible. Ahi estan los primeros
signos: los despojos de las bestias estan caminando, los
pedazos de carne mugen como si las vacas estuvieran
atin vivas”.
Apenas la tripulacion se hizo a la mar, se desencade-
né la mas espantosa de las tempestades, El cielo se puso
negro, una rafaga de viento arranco el mastil, un rayo
de fuego partid el buque, olas de inaudita violencia se
levaron a todos los marineros. Sélo Ulises logré afe-
trarse a los restos del naufragio. Quemado por la sal y
el sol, helado por el frio del agua y de la noche, estuvo a
la deriva durante nueve horas... luego se desmay6.
LAS AVENTURAS DE ULISES 179El amor de Calipso
Cuando Ulises abrié los ojos, un rostro de diosa se
inclinaba hacia él: Era la ninfa Calipso que lo habia
recogido y lo cuidaba. Se habia enamorado de él y
estaba decidida a no dejarlo partir. Durante siete
afios, lo retuvo en su isla paradisiaca. Sin embargo,
Ulises no podfa olvidar Itaca y a su querida Pené-
lope. A menudo iba a sentarse en un extremo de la
isla para llorar. Un dia Calipso fue a buscarlo: “Deja
de llorar, Ulises. Los dioses me han ordenado que te
deje partir... Pero, gc6mo puedes preferir una mujer a
una diosa? Si te quedas conmigo”, agreg6 ella con
la voz més tierna, “te daré... jla inmortalidad!,
jla eterna juventud!” Ulises la mir6 a los ojos.
“Bs verdad, diosa, que eres la,mas bella, pero
Penélope es mi esposa, la madre de mi hijo...
no tengo més que un deseo, y es regresar a mi
casa”. “En ese caso”, dijo Calipso, “te ayu-
daré a partii
180 .» LAS AVENTURAS DE ULISESEl retorno a ftaca
Después de muchas pruebas mas, Ulises desembarcd
en una playa sumida en la niebla. ‘;Dénde estoy’, se
pregunté inquieto. De repente aparecié una mujer con
ojos color de mar. Era Atenea, la diosa de la sabiduria.
“Ulises, jpor fin llegaste a ftaca!”, le dijo. “Pero toda-
via no ganas la partida. Hace veinte afios que estas
ausente y los nobles sélo tienen una idea: casarse con
tu mujer y convertirse en reyes en tu lugar. En espera
de que ella se decidiera a escoger a uno de ellos, estos
pretendientes se instalaron en tu casa: pasan todo el
tiempo en festines y roban tu riqueza”. Ulises
sintié que la célera lo invadia. “Penélope, que
siempre espera tu retorno, ha ideado
muchas trampas para rechazarlos, Du-
rante mucho tiempo fingié que no podia
casarse antes de terminar de tejer una
ieeela verdad. Los pretendientes, exasperados, exigen que
ella tome una decision hoy mismo”. “jCorro a salvar-
la!”, exclamé Ulises. “No tan rapido”, lo detuvo Ate-
nea. “Si los pretendientes te reconocen, te mataran.
Pero tengo un plan: disfrazado de mendigo, iras a la
cabaiia de Eumeno, el porquerizo. Alli te mandaré a
tu hijo Telémaco”.
LAS AVENTURAS DE ULISES 183Telémaco encuentra a su padre
Un poco mas tarde, Ulises, disfrazado de
mendigo, estaba sentado al lado del por-
querizo, cuando leg6 un hermoso joven.
“Querido principe Telémaco, al fin
has regresado?” “Si, Eumeno, ya te con-
taré mi viaje, pero voy a avisarle a mi
madre para que ya no se preocupe”.
Cuando Eumeno se fue, Ulises se levanto.
De pronto el viejo mendigo se convit-
tid en un hombre soberbio. Atenea, in-
visible, le habia devuelto su aspecto ante-
rior. “;Acaso eres un dios para cambiar
asi de apariencia?”, exclam6 Telémaco,
estupefacto. “No, hijo mio, soy yo,
Ulises, tu padre. Atenea me disfraz6. He
yenido a solicitar tu ayuda para vencer
a los pretendientes. Pero te suplico que,
por ahora, no le digas nada a nadie”.
184.» LAS AVENTURAS DE ULISESConmovidos hasta las lagrimas, padre ¢ hijo se abra-
zaron. Luego los dos prepararon su plan de venganza.
Telémaco iba a regresar al palacio como si nada
hubiera pasado.
La Ilegada al palacio
Conducido por Eumeno, Ulises
lleg6 un poco més tarde al palacio
disfrazado de un viejo mendigo. Al
Pasar, un perro lo olfateé y ladré
de alegria, antes de desplomarse,
muerto de la emocién. Ulises
enjug6 una l4grima: jArgos,
su perro fiel, lo habia reconocido!
Cuando el mendigo entré en el gran salén, los pre-
tendientes disfrutaban de un festin. Telémaco le mandé
pan y carne, y luego lo invité a pedir limosna alrededor
de la mesa. Algunos le dieron migajas al pobre hombre,
otros lo insultaron, uno de ellos incluso le tiré un tabu-
rete en la cabeza...
LAS AVENTURAS DE ULISES > 185Al saber que habian golpeado a un mendigo bajo su
techo, Penélope quedo horrorizada y mando llamar al
anciano. Muy emocionado, Ulises reconocié a su mu-
jer, siempre bella, pero se cuidé de permanecer en la
penumbra y disfraz6 su voz para que no lo reconociera
todavia. Cuando ella le pregunté de dénde venia,
Ulises invent6 toda una historia en la que le conté que
se habia cruzado con el glorioso Ulises y que éste lle-
garia pronto a ftaca. “jMe gustaria tanto que dijeras
la verdad!”, murmuré Penélope con el rostro bafiado
en lagrimas. “jLo espero desde hace tanto tiempo!”
A solicitud de Penélope, una vieja sirvienta llevé
al mendigo a los bafios para ayudarlo a lavarse. Al
ver una cicatriz en la pierna del anciano, dio un grito:
“(Eres tu, Ulises, te reconozco! No puedes engafiar a tu
vieja nodriza. Esta herida... te la hizo un jabalf cuando
eras nifio. jMe acuerdo como si fuera ayer!” Ulises la
> abraz6 tiernamente y le hizo jurar silencio.
186. LAS AVENTURAS DE ULISESLa masacre de los pretendientes
Al otro dia, Penélope, inspirada por Atenea, decidié
organlizar una competencia. En el gran salén, con un
arco inmenso en la mano, se dirigié a los pretendientes:
“Escichenme, he decidido casarme con aquel de entre
ustedes que logre tensar el arco de Ulises y atravesar
con una sola flecha doce hachas alineadas”.
Uno después de otro, cada uno de los pre-
tendientes probé suerte. Ninguno pu-
do distender el arco de Ulises. El viejo
mendigo encorvado avanz6 para
intentarlo, Los pretendientes aulla-
ban de risa:
“iJa, ja, ja!
Miren a ese
viejo loco, apenas
se sostiene en sus pier-
nas, y quiere desposar
auna reina”.
LAS AVENTURAS DE ULISES «187”|No ofendan a nuestro huésped!”, grit6 Penélope.
“Mejor digan que temen la vergiienza de ser vencidos.
jDejen que este hombre lo intente!”
Luego se retiré a sus aposentos, mientras Telémaco si-
gilosamente cerraba con candado las puertas del salon.
Entonces el falso mendigo tomé el arco, tensé la
cuerda sin el menor esfuerzo y tiré la flecha a través
de las doce hachas. La asamblea quedé muda de estu-
por. Pero sin perder tiempo, Ulises tiré otra flecha y
maté a uno de los pretendientes. Enseguida, recuperé
su habitual apariencia y exclamé: “jSi, Ulises ha regre-
sado! Para ustedes, traidores, que han saqueado mi
tesoro y hostigado a mi mujer, es tiempo de pagar” y,
ayudado por Telémaco y la fuerza de los dioses, masa-
cré a todos.
188 LAS AVENTURAS DE ULISESEl secreto de los esposos
Después de purificar el lugar, Ulises mands a su vieja
nodriza a buscar a Penélope. “jBaja, Ulises ha vuelto!”,
grité mostrando su alegria.
Penélope no le crey6. “Confia en mi”, insistio
la nodriza, “reconoci su cicatriz. Es él, el men-
digo, y acaba de matar a todos los preten-
dientes”.
Con el corazon dandole un vuelco, Pené-
lope bajé y se senté cerca del fuego, frente
a Ulises. Bajé la mirada y esper6 a que su
mujer hablara, pero estaba petrificada.
“Madre, ¢tienes el corazén de piedra?”,
dijo Telémaco impaciente. “;Cémo
puedes permanecer indiferente ante mi
padre después de aiios de sufrimiento?”
“Hijo mio”, explicéd Penélope, “estoy
trastornada, y todavia temo una juga-
rreta de los dioses. Pero no te inquietes, entre
Ulises y yo hay algunos secretos que me permi-
190. LAS AVENTURAS DE ULISESMaterial de distribuci6n gratuita
tiran reconocerlo sin lugar a dudas. Mientras, pide
a una criada que saque mi lecho del dormitorio para
que nuestro huésped descanse...” “;Mover nuestra
cama?”, exclamé Ulises. “jEso es imposible!” “zY por
qué?”, pregunté Penélope cuyo coraz6n empezé a latir
mas aprisa. “Porque una de las patas de esa cama es
un olivo enraizado en la tierra”, explic6 Ulises. “Con-
servé ese Arbol que crecia en el patio cuando construi
nuestro cuarto con mis propias manos. jSdlo ti y yo
lo sabemos!
LAS AVENTURAS DE ULISES <= 191Era el secreto que Penélope esperaba. Llorando de
alegria, corrié para arrojarse a los brazos de Ulises,
que la bes6 con pasion. “No me guardes rencor, Ulises,
por haber buscado una ultima prueba, tenia miedo de
equivocarme...” Atenea prolong6 la noche y retraso el
alba. Por fin reunidos, Ulises y Penélope se amaron esa
y todas las noches que siguieron hasta su muerte.