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FUENTE: Leciones de ética | Ernst Tugendhat | Editorial Gedisa | Barcelona. 1997, Pags. 97-153 Sexta Leccién La Fundamentacién de la metafisica de las costumbres de Kant: la seccién primera En la Leccién anterior he tratado de establecer que el con- tenido de la concepcién de Kant —el imperativo categérico, tal como se entiende en cuanto a su contenido— representa la interpretacin plausible del bien. Por el contrario, defini mi rechazo de la nocién kantiana de fundamentacién —una fundamentacién absoluta a partir de una raz6n altamente estilizada— hasta ahora s6lo mediante consideraciones abs- tractas, sin recurrir ain al texto de Kant. Parece por tanto razonable, en esta y en la prxima Leccién, evar a cabo una interpretaci6n integra de la Fundamentacion de la metafisica de las costumbres, la obra principal de Kant sobre la ética. Este librito es quiz lo més grandioso que se ha escrito en la historia de la ética y es, al menos en sus dos primeras seccio- nes, una de las pocas obras filos6ficas realmente importantes que poseemos. Liberado de las coerciones formalistas Ilama- das “arquitecténicas” y de las extravagancias a las que se ha- bia sometido no slo en la Critica de la razén pura, sino tam- bién en la Critica de la razén préctica, escrita dos afios des- pués de la Fundamentacin, Kant se deja guiar aqui libre- mente por la riqueza de su genio, argumentando de modo tan pleno de fantasfa como riguroso. En una obra de ese nivel se aprende también de sus errores. El Prologo de este pequeiio libro se propone ante todo dos tareas. En primer lugar, elucida el titulo del escrito; en segun- 97 do lugar, dice lo necesario acerca del método. Por lo que anun- cia su titulo, debe tratarse “tinicamente” de una “fundamen- tacién”, y ello s6lo quiere decir que Kant ha emprendido aqui nada mds que “la averiguacién y el establecimiento del princi- pio supremo de la moralidad” (Werke IV, 392). Ya aqui queria yeservar a una Metafisica de las costumbres, que escribiria con posterioridad, la exposicién en detalle (391). Kant no acla- ra la palabra “costumbres”, puesto que, como lo muestra esta cita, simplemente la emplea como sinénimo de “moral” (véase Leccién 2, pp. 34-5). Pero, {qué significa una metafisica de las costumbres? Kant dedica la mayor parte del Prélogo a esta pregunta. Hay que entender por “metafisica”, dice, la eluci- dacién de un Ambito a partir de principios a priori (388). La tesis principal del Prélogo es que ello es posible y necesario para la moral. Ahora bien, aqui se produce la primera decisién sobre el contenido, Kant cree poder extraerla simplemente de la “idea comtin del deber y de las leyes morales [sittliche)” (389). “Todo el mundo —explica— ha de admitir que una ley, para ser moralmente valida, esto es, como fundamento de una obli- gatoriedad, tiene que llevar consigo une necesidad absoluta”, y tal necesidad puede encontrarse “a priori tinicamente en con- ceptos de la raz6n pura.” Kant se refiere aqui al mismo estado de cosas del que par- tiamos en la Leccién 2, a saber, que en los juicios morales y, por lo tanto, también en los “mandatos” correspondientes, se expresa un “tiene que”, que parece absoluto. He intentado, por cierto, mostrar que este empleo gramaticalmente absoluto del “tiene que” no puede ocupar el lugar de una necesidad practi- ca absoluta de hecho, puesto que una necesidad préctica abso- luta, si se reflexiona mejor, no tiene sentido. Kant se aferra a esta aparente “necesidad absoluta” sin intentar clarificarla mejor. {Qué sentido podria tener una necesidad practica absoluta, si efectivamente existicra? Para Kant la respuesta es obvia: debe tener validez a priori. Pero esto de ninguna manera es tan claro como él lo presenta, incluso desde la propia perspec- tiva kantiana. Pues en la Critica de la razén pura ha probado tinicamente que una proposicién tedrica (es decir aquella que expresa un juicio), si es absolutamente necesaria, y esto quie- re decir siempre, si su verdad es absolutamente necesaria, tiene 98. que ser verdadera a priori, pero Kant no dice nada acerca de qué puede significar la transposicién del concepto del a priori, definido exclusivamente pare la necesidad tedrica, a la nece- sidad practica de un mandato (donde no se habla en absoluto de verdad), ni tampoco dice nada acerca de si dicho concepto tiene en general sentido; una situacin muy extraiia a partir de su propio planteo, También hay que considerar como extraiio el hecho de que Kant, tras haber explicado en su primera Critica de manera tan inequivoca que los juicios o bien s6lo pueden ser juicios a priori a causa de su analiticidad, 0 bien, en los demas casos, deben valer sintéticamente a priori, aqui no tome en cuenta para nada dicha diferenciacién. Tenemos entonces que pre- guntarnos si este supuesto cardcter a priori de los mandatos practicos es analitico o sintético, o si la distineién no vale aqui en absoluto. Veremos mas tarde que Kant sostenfa que gran parte de lo que se puede decir en la ética es, en realidad, ana- Iiticamente a priori, pero que estaba convencido de que un Juicio sintético a priori esté en la base del mandato moral mis- mo; sin embargo, para 1 esto resulta de una problematica tan peculiar, que nos obliga a poner un signo de interrogacién so- bre el cardcter obvio con el que considera, ya en el Prélogo, el a priori de los mandatos morales. La razén probable por la que Kant supuso que era obvio que los juicios morales debe- rian valer a priori es la que, por otra parte, él mismo aduce: que no pueden ser empiricos, como ya mencioné antes; pero he mostrado también que es un error aceptar que ésta sea la tini- ca alternativa (p. 91). Una peculiaridad adicional a la que debemos atender, y que resulta asimismo del propio punto de vista de Kant, es que él, en el texto que citamos, supone como obvio que los mandatos, si valen a priori, deben fundarse en la “razén pura”. La tesis de la Critica de la razén pura sostenia, por el contrario, que Jos juicios sintéticos a priori no pueden fundarse, por su senti- do, en algo asi como una razén pura, sino en nuestra concien- cia humana féetica: los juicios de la geometria pura, por ejem- plo, tienen validez a priori no porque, como ellos mismos lo dicen, no pueden ser de otra manera en raz6n de los concep- tos, sino porque los seres humanos no podemos representarlos de otra manera, Sélo porque hay juicios que, en la concepeién 99 de Kant, son de hecho independientes de la experiencia, es decir, que valen a priori, y que sin embargo no lo hacen a par- tir de la razén pura, pudo llegar a postular esta extrafia exis- tencia de los juicios sintéticos a priori y, en consecuencia, a sostener que los mandatos a priori de la moral deben resultar precisamente de los “conceptos de la razén pura”. Fijémonos, empero, también en el aspecto positivo: el hecho de que Kant haya Ilegado tan répidamente a conclusiones que Je parecian cuasievidentes, y que ciertamente no lo son, tiene su fundamento en la circunstancia de que partié del hecho fenoménico indudable del “tiene que” gramaticalmente abso- Juto de los mandatos morales, el cual, sin embargo, no intenté aclarar mds ampliamente. El concepto de raz6n, introducido sin aclaraciones en el Pr6- logo, queda al principio reservado en el curso del texto. Kant regresa a él ocasionalmente en la primera secci6n, pero se es- fuerza por no cargar la argumentacién con su uso. Sélo en la segunda seccién el concepto de razén constituye la base pro- piamente dicha, pero Kant lo introduce alli de nuevo de una manera que resulta legitima también desde el punto de vista formal. Al final del Prélogo, Kant ofrece una explicacién importan- te sobre el método que quiere emplear tanto.en la primera como en la segunda seccién. A la tercera seccién corresponde una posicién particular, a la que me voy a referir més adelan- te. Kant recurre aqui a una diferenciacién, frecuente en su época y derivada de la matematica, entre método analitico y sintético. Esta distincién no tiene nada que ver con la diferen- cia entre juicios analiticos y sintéticos. Por método analitico se entiende que se est tratando un asunto complejo, del cual se indagan los fundamentos o principios; a ellos se pretende remontarse y, en ese sentido, se “analiza”. En cambio, un pro- cedimiento es sintético cuando, partiendo de determinados principios, se explica un hecho dado complejo, construyéndolo (= sintéticamente) a partir de sus elementos. En los Prole- gémenos' Kant ha diferenciado de manera andloga,el método analitico usado alli frente al método sintético de la Critica de la raz6n pura. El método usado en la primera seccién de la Fundamentacion pretende ser analitico en el sentido de que la conciencia moral 100 habitual constituye aquel hecho dado a partir del cual Kant, como dice al final de dicha seccién, quiere remontarse mediante el andlisis “hasta su principio” (403). Este principio se revela como el imperativo categérico. Ahora bien, si el método sinté- tico consistiera en el reverso exacto del procedimiento analiti- co, en la segunda seccién Kant deberfa partir del imperativo categérico y mostrar cémo se obtiene a partir de él la concien- cia moral habitual. Pero Kant no piensa de modo tan esque- matico. Una mera reversién de ese género seria ademas im- productiva. En realidad, Kant toma en la segunda seccién un nuevo punto de partida, el de la “facultad prctica de la raz6n” en cuanto tal (412), y trata de mostrar cémo se puede arribar al imperativo categérico también a partir de ella. Resulta ra- zonable caracterizar esta via como sintética porque él parte efectivamente de un principio que no es patente para la con- ciencia moral habitual sino que requiere de una clarificacién y diferenciacién filoséficas, mientras que la primera seccién es caracterizada, con razén, como analitica: Kant no parte aqui ciertamente de una fenomenologia general de la conciencia moral natural, sino de un aspecto de ella, que cree poder supo- ner que seria admitido por cualquiera. Con respecto al desarrollo de la reflexién tanto de la prime- ra como de la segunda seccién, es importante tener muy claro qué es lo que pretende la argumentacién en cada caso. Los textos filoséficos nunéa deben leerse como si consistieran en una mera sucesi6n de ideas o tesis, no son libros de estampas, sino que poseen pretensiones argumentativas. Podria ocurrir, por ejemplo, que el imperativo categérico fuera fundamentable por el método de la primera seccién —pero entonces solamen- teen relacién con la “comprensién comtn de la moral” y que no lo fuera por el método de la segunda, o a la inversa. Vere- mos, por cierto, que la fundamentacién no funciona por ningu- na de las dos vias, lo cual deja abierto, como traté sefialar en Ja Leccién anterior, que a pesar de todo el imperativo categéri- co mantiene su sentido. Si no se tiene un “receptor” sensible para tales diferencias, lo mejor es dejar de ocuparse de los textos filoséficos. La primera seccién es una pieza magistral de construccién de pensamiento y de argumentacién filoséfica y, en cuanto tal, ocupa un lugar tinico en Kant. Este texto esta construido de 101 modo tal que, a partir de una tinica proposicién, que abre el primer pérrafo como con un solemne toque de trompeta y que ser modificada ligeramente en el parrafo 8 (897), Kant desa- rrolla analiticamente tres proposiciones —en los parrafos 9 a 16—, a partir de las cuales, en el parrafo 17 (402), obtiene, de modo igualmente analitico, de acuerdo con su pretension, el imperativo categérico. (Doy por sentado que ustedes me si- guen a partir de aqui con el texto de Kant numerado por pé- rrafos.) El primer parrafo dice: “Ni en el mundo, ni, en general, tam- poco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda con- siderarse como bueno sin restrieciones, a no ser tan sdlo una buena voluntad” (393). La manera como Kant comienza con esta frase podria hacer pensar que ella tiene la cualidad logi- ca de una tesis. Pero en el parrafo 8 (397) dice que este concep- to “ya se encuentra en el sano entendimiento natural, sin que necesite ser ensefiado, sino, més bien, explicado” y, después de lo que hemos ofdo acerca del método a seguir en esta sec- cién, sabemos también que la proposicidn sélo puede tener este sentido. ¥ ahora sostengo que la pretensién kantiana de ha- ber dado en esta proposicién con un rasgo esencial de la com- prensién habitual de la moral es perfectamente legitima. La proposicién corresponde asimismo exactamente a la indica cién que hice al comienzo de mis reflexiones sobre el sentido del juicio moral. La precision que hace Kant en el Prélogo acerca de la peculiar “necesidad” a la que se refiere un mandato mo- ral, es idéntica en su planteo a mi indicacién acerca del senti- do gramaticalmente absoluto del “tiene que” moral, y también Ja explicacién, que encontramos ahora, de que en los juicios morales se trata del bien tinico, que es un bien “sin restriccio- nes”, es en su planteo idéntica al de mi precisién acerca del sentido gramaticalmente absoluto con el que hablamos de “bue- no” y “malo” en los juicios morales. Se podria querer objetar aqui que he referido este “bien” s6lo a las acciones y a las personas, mientras que Kant dice que tinicamente “una buena voluntad” es buena sin restriccio- nes. Pero ambas cosas apuntan a lo mismo, y la formulacién kantiana es la més precisa. Cuando juzgamos moralmente una aceién, lo que juzgamos moralmente es la voluntad que deter- mina la accién. Cuando estamos forzados a realizar una ac- 102 cién o cuando ésta conduce a consecuencias imprevisibles, so- bre las que nuestra voluntad no ha tenido influencia, no so- mos moralmente responsables de ella. Cuando enjuiciamos a una persona en cuanto persona y no con respecto a tales 0 cuales méritos (en cuanto cocinero, violinista, ete.), lo que en- juiciamos es siempre su querer. Platén y Aristételes expresa- ron ya esto con la siguiente observacién: cuando un hombre es bueno con respecto a una capacidad determinada, tiene siem- pre la capacidad para ser lo opuesto. Lo que capacita, por ejem- plo, a un médico para curar, lo capacita igualmente para ma- tar. Puede hacer lo uno o lo otro segtin lo quiera. No es aqui la voluntad aquello que se enjuicia. Por el contrario, decimos que un buen hombre es incapaz de ser lo opuesto precisamente porque entonces querria ser lo opuesto. Por supuesto que pue- de ser lo opuesto a partir de su capacidad, pero él —su volun- tad— es incapaz de ello? Si pudiera querer ser lo opuesto, no tendria ninguna dispo- sicion firme de la voluntad con respecto a la moral; lo que ha- bia aparecido como voluntad seria més bien un aniojo, un ca- pricho. Una disposicién firme para querer de determinada manera es aquello que se denomina cardcter. El carécter se- ria, en consecuencia, lo tinico que podria disputar a la volun- tad la pretensién de afirmar que sélo ella es buena “sin res- tricciones”. Pero para Kant no existe tal alternativa. Inmedia- tamente en la siguiente proposicién del parrafo 1 emplea él mismo la palabra “cardcter” y quiere decir, desde Inego: si la voluntad es lo unico que, en este sentido especial, puede ser designado como bueno, entonces:se trata de la firme disposi- cién de la voluntad, es decir, el caracter, Esto esta presente también detrds de mi indicacién anterior, segin la cual no enjuiciamos moralmente la accién individual sino a la perso- na (p. 54). Ahora bien, un buen cardcter es justamente aquello que tradicionalmente se designaba como virtud. Seria por lo tanto un malentendido querer afirmar que la virtud no repre- senta para Kant un concepto fundamental. El hecho de que las virtudes, en plural, no tengan importancia para él es algo que tiene otra razén. Se debe a que Kant propone un tinico principio moral y que, por consiguiente, slo existe una unica disposicion correspondiente de la voluntad, es decir, sélo la virtud, no las virtudes. El hecho de que le resultara innecesa- 103 rio hablar de virtudes tiene ademas otra raz6n, a la que me referiré mas adelante. Sélo una cosa se podria criticar en el enunciado kantiano: la formulaci6n, un tanto equivoca, que dice que la buena volun- tad es lo tinico que puede ser considerado sin restricciones como bueno, pues dicha formulacién sugiere el malentendido de que hay que entender esta calificacién en el sentido de “puro”, “sin aguar”, Incluso las elucidaciones que brinda Kant a continua- cién podrian alimentar este malentendido. Podria sonar como si todas las demas cosas que pueden ser buenas, ocasional- mente pudieran ser también malas. Kant se habria expresado de modo menos equivoco si hubiese dicho que se trata de ma- neras distintas de ser bueno, como yo lo hice cuando dije que hay un sentido gramaticalmente absoluto y una variedad de sentidos relativos de “bueno”. Desde luego, no hubiera sido propio de Kant usar este lenguaje, pero a partir de lo que dice se desprende, sin embargo, que los demas modos de “bueno” no sélo son gradualmente inferiores, sino que son esencialmente distintos, puesto que se refieren a Jo “bueno para”. Pero estos serian sélo posibles malentendidos. La tinica ob- jecién de peso que podria hacerse aqui a Kant es que, al igual ‘que en el caso de la necesidad absoluta, él sélo constata el ser bueno, caracterizéndolo como “sin restricciones” aunque ha- bria que designarlo de manera menos equivoca como “no rela- tivo”, “incondicionado”, pero no intenta aclararlo més amplia- mente, Sin duda no es preciso exigirle algo asi en este lugar del texto, donde solamente quiere articular lo sobreentendido en el “entendimiento comin”. El Gnico error que se le desliza ocurre en el parrafo 7 (396), cuando dice que la voluntad es ciertamente “el mas alto” pero “no el tinico ni todo el ‘bien”. Ya esta forma sustantivada es extrafia. Hablamos de los “bienes” de hecho sélo a propésito de lo relativamente bueno. Lo que quiere decir aqui y lo que incorpora luego en la “Dialéctica” de la Critica de la razén préc- tica (TIT apartado), es que, ademés de la buena voluntad (la virtud), existe todavia algo mas que pertenece a la “totalidad del bien”; no por cierto los bienes de la felicidad enumerados antes, que sélo son buenos relativamente y que también pue- den ser malos, sino “la felicidad”. Aqui explica Kant, sin em- bargo, que el bien moral es una parte, aunque privilegiada, de 104

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