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I N T R O D U C C I Ó N H I S T Ó R I C A A L E S T U D I O D E

L O S V I R U S

a) UN ANTIGUO PROBLEMA EN LA PATOLOGÍA DE LOS SERES VIVOS

El términó virología ha sido incorporado al vocabulario durante las últimas décadas. La


primera revista científica dedicada exclusivamente al campo de la virología: Archiv für
die Gesamte Virusforschung, hoy conocida como Archives of Virology, empezó su
publicación en 1939. El primer texto dedicado sólo a la virología: General Virology, de
Salvatore Luria, fue publicado en 1953. Sin embargo, los virus han estado
acompañando al hombre durante toda su historia y el término virus tiene muchos
siglos de existencia, aunque su uso y connotaciones han variado notablemente a lo
largo del tiempo. Se puede decir, en forma un tanto arbitraria, que los orígenes de la
disciplina científica hoy día conocida como virología apenas se remontan a las décadas
finales del siglo XIX. Pero considerando aspectos epidemiológicos* y semiológicos**
dentro del registro histórico, encontramos que enfermedades como la rabia han
sido descritas y registradas meticulosamente por más de dos mil años. En el caso
particular de la rabia, su misterioso origen, su capacidad para transformar a un perro
domesticado en bestia feroz, su largo e impreciso periodo de incubación y los
dramáticos síntomas que preceden al final fatal de esta enfermedad en los humanos,
constituyen un cuadro pavoroso y a la vez irresistible, que ha merecido la atención de
los escritores y pensadores de la Antigüedad.

Si se comparan las antiguas descripciones hechas por cronistas griegos y romanos con
los casos más recientes de rabia tanto en animales como en humanos, encontramos
que desde el punto de vista clínico el virus de la rabia no ha cambiado a lo largo de los
siglos. Esta característica lo distingue de otros virus patógenos (capaces de producir
enfermedad), confiriéndole una posición única en la historia de la medicina. Diferentes
ideas acerca de la causa y el origen de la rabia han sido concebidas en diferentes
épocas. Una de las primeras descripciones de la rabia que han sobrevivido hasta
nuestros días es la de Aristóteles. "la rabia vuelve loco al animal, y cualquier especie
de animal, con excepción del hombre, será contaminado con esta enfermedad si es
mordido por un perro rabioso. La enfermedad es fatal para el propio perro y cualquier
otro animal mordido por éste, con excepción del hombre". Autores posteriores muchos
de los cuales dudaron en cuestionar la credibilidad del gran filósofo griego, se
mostraron sorprendidos por la referencia de Aristóteles a la supuesta insusceptibilidad
del ser humano para ser contaminado por la rabia. Así, algunos autores propusieron
que originalmente el agente causal de la rabia no podía contagiar al hombre y
solamente al cabo de los siglos el misterioso agente causal de esta enfermedad había
adquirido la capacidad de afectar al ser humano. Sin embargo, el médico renacentista
Girolamo Fracastoro hizo notar que Aristóteles solamente quería recalcar el hecho de
que no todos aquellos humanos mordidos por un perro rabioso desarrollarían la
enfermedad en forma obligatoria.
Una descripción de la rabia más precisa y detallada fue proporcionada en el libro De
medicina, escrito por Celso, un médico que vivió en el siglo I, en el apogeo del Imperio
romano. En particular, hay una frase en el texto de Celso que ha llamado
poderosamente la atención de los historiadores de la medicina: "...especialmente en
los casos en que el perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una ventosa de
vidrio..." Por supuesto nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente de la
rabia como un virus en el sentido moderno del término. Sin embargo, es importante
hacer notar que Celso utilizó el término virus para denotar al agente causal de la rabia,
mientras que en el mismo texto utilizó la palabra venenum para describir la ponzoña
de las serpientes. Es probable que tal distinción no haya sido accidental, sobre todo si
consideramos que el término latino virus puede significar veneno o también líquido
viscoso. Por lo tanto, quizá Celso estaba advertido de que el agente de la rabia era
transmitido por medio de la saliva viscosa del perro rabioso.

Después de Celso, el término virus se utilizó durante siglos en forma casual como
sinónimo de ponzoña o veneno, hasta que a finales del siglo XVIII adquirió claramente
el significado de un agente infeccioso, debido a la creciente advertencia general de que
existen muchas enfermedades contagiosas y transmisibles. La gradual aceptación del
término virus en la literatura médica corrió paralela con el desarrollo de los conceptos
de infección y contagio, los cuales deben su origen al estudio de una enfermedad
también de naturaleza viral, pero que, a diferencia de la rabia, ha tenido enorme
influencia sobre el curso de la historia social y política de la humanidad: la viruela.

En términos de la devastación causada en las sociedades medievales, la viruela es


solamente comparable con la peste bubónica. Sin embargo, la historia temprana de la
viruela presenta grandes dificultades para el historiador de la medicina, ya que, a
diferencia de la rabia, es muy difícil establecer un diagnóstico diferencial entre la
viruela y otras enfermedades eruptivas de tipo febril, como el sarampión, la varicela o
la escarlatina, a partir de las descripciones proporcionadas por los cronistas de la
Antigüedad. Pero no cabe duda de que los conquistadores españoles contaron con un
inesperado, silencioso y mortal aliado que contribuyó notablemente al éxito de Cortés
y a la pronta caída de Tenochtitlán. Un soldado de la expedición de Pánfilo de Narváez
arribó a México enfermo de viruela, enfermedad hasta entonces desconocida en
Mesoamérica. La falta de inmunidad natural a la viruela permitió que ésta se
extendiera rápidamente entre la población indígena con desastrosas consecuencias
para la misma. En pocas semanas miles de indígenas sucumbieron a la viruela;
recordemos que el propio Cuitláhuac, penúltimo emperador azteca, falleció por causa
de esta enfermedad. Recientes estimaciones epidemiológicas han llevado a postular
que durante los primeros veinticinco años posteriores a la Conquista más de un tercio
de la población indígena sucumbió a la viruela. Es probable que tal devastación natural
haya contribuido en forma radical al establecimiento del régimen colonial, explicando
también en parte por qué imperios tan poderosos y organizados como el azteca y el
inca fueron borrados del mapa, sin mayor oposición, en unos cuantos años.

Durante los siglos XVII y XVIII ocurrieron en Europa severas epidemias de viruela,
posiblemente debidas a la aparición de nuevas cepas del virus. Médicos y sabios que
testimoniaron estas epidemias pudieron darse cuenta de que algún factor esencial era
transmitido de persona a persona y de casa en casa. En la antigua China, mucho antes
de nuestra era, ocurrieron los primeros intentos para proteger a los individuos contra
la viruela. Así, los chinos desarrollaron la práctica conocida como variolación, la cual
consiste en la inoculación de individuos sanos con fluidos obtenidos de las vesículas
eruptivas de las personas afectadas por casos leves de viruela. En 1721, Mary Worfley
Montagu, esposa del embajador británico en Turquía, introdujo la variolación en Gran
Bretaña. Dicho procedimiento resultaba muy peligroso, ya que con frecuencia los
individuos inoculados desarrollaban la enfermedad y morían a consecuencia de ella, en
lugar de ser protegidos contra la viruela. Los problemas causados por las severas
epidemias de viruela y la controversia en relación con la variolación fueron la base de
mucha bibliografía médica producida en el siglo XVIII. Algunos autores se permitieron
especular sobre la naturaleza del agente transmisible causa del contagio, al cual se
denominó virus cada vez con mayor frecuencia.

En 1730, Thomas Fuller publicó un pequeño libro sobre las fiebres eruptivas (que
incluyen la viruela). Ahí escribió: "La forma principal y más común de contraer las
fiebres contagiosas, como la viruela y el sarampión, es por medio de infección, o sea,
recibiendo a través del aliento o de los poros de la piel los corpúsculos virosos
peculiares a la crianza de dichas enfermedades."

Por su parte, Angelo Gatti, el gran precursor de Jenner, publicó sus reflexiones sobre la
variolación en 1764. Sus observaciones en relación con la naturaleza de la infección y
con la necesidad de encontrar un método para atenuar "el virus varioloso", fueron de
carácter profético. Sin embargo, Gatti murió en enero de 1798, antes de haber podido
conocer el modesto panfleto publicado en el mismo año por el médico británico Edward
Jenner, en el cual comunicaba su descubrimiento de que la inoculación con el virus de
la vacuna (o sea, con los fluidos obtenidos de las lesiones de la viruela bovina), era
capaz de prevenir la infección de la viruela en seres humanos. El descubrimiento de la
vacuna es uno de los sucesos más importantes no sólo en la historia de la medicina,
sino también en la historia de las sociedades humanas. A pesar de este
descubrimiento, se requirieron casi doscientos años para lograr la erradicación de la
viruela.

A principios del siglo XIX, el término virus se encontraba bien establecido en la


bibliografía médica, aunque era utilizado para describir una gran variedad de agentes
infecciosos. Este uso persistió durante toda la época del surgimiento de la bacteriología
médica, o sea, los primeros dos tercios del siglo XIX. Claude Bernard erigió una
infraestructura para la medicina experimental, apoyada en la tradición filosófica de
Descartes y Pascal. Por ejemplo, Bernard citó los resultados obtenidos a través de la
simple observación en el caso de la garrapata y su relación con enfermedades de la
piel. Según Bernard, la misma metodología aplicada en la observación directa de las
garrapatas podía ser aplicada para explorar la validez de las teorías que presumían la
existencia de ...el virus, una criatura de la razón. Así, Claude Davaine empezó en 1860
a utilizar una combinación de experimentación y observación para rastrear aquello a lo
cual se refirió sucesivamente como el virus, el agente tóxico y finalmente, el
bacteridium del ántrax. A falta de filtros artificiales adecuados, Davaine demostró la
diferencia entre sangre infectada y no infectada por el ántrax, utilizando como filtro la
placenta del cerdo. Sin embargo, en algunos experimentos de Davaine el agente del
ántrax era capaz de atravesar el filtro placentario. Robert Koch descubrió en 1876 que
el bacilo del ántrax a veces forma pequeñas esporas capaces de atravesar la
membrana placentaria.
Mientras tanto, Chauveau empezó a trabajar en la identificación del agente de la
viruela, utilizando métodos de filtración. Pero no pudo obtener resultados definitivos,
por lo cual fue el primero en hacer una distinción entre enfermedades virulentas,
causadas por virus, y enfermedades contagiosas, en las cuales era transmitido un
microbio o parásito bien conocido. Por lo tanto, el término virus fue restringido a
denotar una misteriosa entidad infecciosa capaz de ejercer su efecto patogénico
solamente por medio de la asociación en solución de ciertos elementos o partículas de
naturaleza desconocida. Chauveau identificó estos cuerpos elementales (granulations
élémentaires) como el origen de la actividad patogénica, introduciendo así un término
que sobreviviría durante décadas.

En los años 1865-1866, ocurrió en la Gran Bretaña un desastroso brote de una


enfermedad llamada ictericia hemática bovina o peste del ganado, la cual exterminó
una gran cantidad de animales. El médico John Gamgee había urgido, sin éxito, a las
autoridades para que impusieran una cuarentena y programas de matanza controlada
para evitar la diseminación de la enfermedad. A raíz de su fracaso, Gamgee abandonó
el país no sin antes publicar un libro con sus observaciones sobre esta enfermedad; ahí
escríbió:

Al igual que la mayoría de las ponzoñas animales, el virus de la peste del ganado se
reproduce con maravillosa rapidez en los cuerpos de los animales enfermos, de los
cuales es también liberado. Tanto el aliento de la res enferma aspirado por un animal
sano, como lo productos sólidos de la enfermedad, parecen tener la capacidad de
inducir el padecimiento y los antídotos son aplicados demasiado tarde cuando se
intenta alcanzar la ponzoña presente en el sistema animal. No conozco ningún antídoto
capaz de ser usado internamente en los animales enfermos... Me temo que nunca
lograremos alcanzar el virus una vez que éste se encuentra en el animal vivo.

Tales palabras desalentadas merecen ser recordadas considerando los escasos avances
logrados hasta la fecha en el tratamiento de las enfermedades virales.

La etiología u origen del ántrax fue cabalmente entendida gracias al advenimiento de


una herramienta que se volvió invaluable en los estudios bacteriológicos, misma que
dio lugar al surgimiento a fines del siglo XIX del concepto de virus como entidad
filtrable. Al parecer, placas de cerámica blanca no esmaltada y conectadas a una
bomba de vacío capaz de ejercer succión fueron utilizadas en trabajos bacteriológicos
por primera vez en 1870, por Edwin Klebs. Seis años después, Louis Pasteur utilizó
para el mismo propósito filtros hechos con la llamada goma de París. Así, Pasteur, en
colaboración con Joubet, aisló el bacilo del ántrax y adoptó la palabra microbio
inventada por Séedillot en 1878, de manera que Pasteur declaró: todo virus es un
microbio, haciendo caso omiso de la distinción hecha por Chauveau entre
enfermedades virulentas y enfermedades contagiosas. A partir de entonces y a través
del trabajo pionero sobre las vacunas contra el ántrax, el cólera aviario y la rabia,
Pasteur y todos aquellos involucrados en estudios patológicos utilizaron el termino
virus para denotar cualquier agente infeccioso (ya fuera o no fuera éste de naturaleza
bacteriana) capaz de producir inmunidad después de la convalecencia del organismo
afectado por el propio agente infeccioso.
Pasteur buscó afanosamente y en vano el agente causal de la rabia. Sin embargo, no
existe evidencia de que haya sospechado que dicho agente era esencialmente diferente
de los otros microbios patógenos que había logrado caracterizar a lo largo de su vida.
En 1897, dos discípulos de Robert Koch encabezaron un estudio sobre el origen de la
fiebre aftosa del ganado vacuno. Dichos investigadores demostraron que el agente
causal de esta enfermedad era de naturaleza filtrable, o sea, capaz de atravesar los
filtros bacteriológicos más finos disponibles en aquel entonces. Loeffler y Frosch
observaron que este agente filtrable podía ser pasado de un animal a otro a pesar de
que cada pasaje implicaba una gran dilución en la concentración del propio agente
filtrable. Por lo tanto, Loeffler y Frosch llegaron a la conclusión de que el agente
infeccioso podía reproducirse en los animales infectados, descartándose de esta
manera la posibilidad de que se tratara de una toxina, y concluyeron que se trataba de
un microbio muy pequeño. No es de sorprender que los bacteriólogos médicos se
negaran a buscar una explicación que estaba por fuera del concepto de microbio
patógeno. Por otra parte, es notable que un microbiólogo botánico fuera capaz de
sugerir, unos cuantos meses después de haberse publicado los resultados de Loeffler y
Frosch, una explicación que finalmente resultó correcta en relación con estudios y
observaciones similares realizados respecto al agente causal de una enfermedad
vegetal conocida como mosaico del tabaco.

I I . L A E S T R U C T U R A D E L O S V I R U S

a) ÁCIDOS NUCLEICOS

EL ÁCIDO nucleico de un virus contiene la información específica y el potencial


operacional para modificar la maquinaria de la célula infectada y para dirigirla hacia la
producción específica de los componentes de las nuevas partículas virales.

Los ácidos nucleicos son macromoléculas constituidas por cadenas de nucleótidos, los
cuales a su vez están constituidos por una base nitrogenada asociada a un azúcar del
grupo de las pentosas y a uno o más grupos de fosfatos. La base nitrogenada puede
derivarse de la purina o de la pirimidina. Las dos bases púricas más importantes son la
adenina y la guanina. Las tres bases pirimídicas más importantes son la citosina, el
uracilo y la timina (figura 1.6). En un ribonucleótido el azúcar presente es la ribosa,
mientras que en un desoxirribonucleótido el azúcar presente es la desoxirribosa. Los
nucleósidos son análogos a los nucleótidos, pero carecen de grupos fosfato (figura I.7)
Figura II.1a. Segmentos de una cadena de desoxirribonucleótidos o ADN (a la izquierda) y de
una cadena de ribonucleótidos o ARN (a la derecha). Las notaciones condensadas son
ilustradas junto a cada polinucleótido.
Figura II.1b. Formas de representación esquemática del ADN. (a) Esquema que muestra la
polaridad de las cadenas de desoxirribonucleótidos y el apareamiento de bases. (b) Esquema
que muestra la estructura en doble hélice y los parámetros helicoidales de la molécula.

Los ácidos nucleicos pueden existir en forma de cadena sencilla o de cadena doble. Las
bases nitrogenadas presentes en una cadena pueden aparearse con las bases de la
cadena opuesta por medio de un tipo de enlace químico conocido como puente de
hidrógeno. Las características químicas y estructurales de las bases nitrogenadas
hacen que el apareamiento ocurra entre la guanina y la citosina, y entre la adenina y la
timina o el uracilo. Generalmente, el ácido ribonucleico (ARN) es de cadena sencilla,
aunque también puede existir en forma de cadena doble. Las bases normalmente
presentes en el ARN son la adenina, la citosina, la guanina y el uracilo. El ácido
desoxirribonucleico por lo general existe en forma de cadena doble formando la famosa
estructura en doble hélice. Normalmente el ADN contiene las bases adenina, guanina,
citosina y timina (figuras II. (a) y (b)).

Los ácidos nucleicos de cadena doble, como el ADN, pueden ser desnaturalizados, o
sea, sus cadenas pueden ser separadas por medio de un tratamiento con álcali o por
medio de elevar la temperatura, pues los puentes de hidrógeno son rotos por calor y el
pH elevado (alcalino). Si una molécula de ADN es sometida a desnaturalización
térmica, las cadenas complementarias tienden a separarse conforme se eleva la
temperatura. Sin embargo, estas cadenas tenderán a aparearse de nuevo tan pronto la
temperatura desciende a 25°C o menos. Cuando se añade a esta mezcla de reacción
una molécula de ARN, cuya secuencia es complementaria a cualquiera de las cadenas
del ADN desnaturalizado, es posible obtener híbridos ADN-ARN.

Cuando las macromoléculas del tipo del ARN y el ADN son sometidas a centrifugación
en presencia de una solución concentrada de sales pesadas como el cloruro de cesio
(CsCl), las fuerzas opuestas de sedimentación y difusión producen un gradiente de
concentración de la sal, generando un aumento continuo de la densidad en dirección
de la fuerza centrífuga. Las macromoléculas presentes en semejante gradiente son
impulsadas por la fuerza centrífuga hasta la región donde la densidad de la solución
salina es igual a la densidad de flotación característica de cada tipo de
macromolécula.Cuando existen varias especies de macromoléculas dentro del
gradiente, cada especie formará una estrecha banda en la posición donde la densidad
del CsCl es igual a la densidad de flotación de la especie molecular en cuestión. Las
cinco posibles clases de ácido nucleico: ADN de cadena doble, ADN de cadena sencilla,
ARN de cadena sencilla, ARN de cadena doble, híbridos ADN-ARN, pueden ser separadas
por medio de centrifugación en gradientes de CsCI. Por otra parte, es posible introducir
marcadores de densidad en los ácidos nucleicos, haciendo crecer la fuente del ácido
nucleico (virus, bacteria, célula, etc.) en un medio que contenga isótopos pesados de
algún elemento que puede ser incorporado en la estructura de los ácidos nucleicos
( N, O, H), o análogos de las bases nitrogenadas como el 5.bromouracilo, cuyo peso
15 18 2

molecular es mayor que el de la timina normalmente presente en el ADN. De esta


manera, el nuevo ácido nucleico tiene una densidad de flotación mayor que la del ácido
nucleico normal equivalente, y esta característica puede ser de gran utilidad cuando se
desea establecer el destino final de una macromécula en particular.

Existen cuatro posibles tipos de ácido nucleico viral: ADN de cadena sencilla, ADN de
cadena doble, ARN de cadena sencilla y ARN de cadena doble. Virus que contienen
cualquiera de estos tipos de ácido nucleico pueden ser encontrados tanto entre los
fagos como entre los virus que infectan a plantas o animales. El ADN de algunos
bacteriófagos se caracteriza por contener bases raras que substituyen alguna o
algunas de las bases normalmente presentes en el ADN. Por ejemplo, el fago PBSl tiene
uracilo (normalmente presente en el ARN) en lugar de timina mientras que los fagos
T2, T4 y T6 tienen en su ADN hidroximetilcitosina en lugar de citosina. La presencia de
estas bases raras permite distinguir con relativa facilidad entre el ácido nucleico viral y
aquel correspondiente a la célula hospedera.
Figura II.2. Formación de dímeros y círculos de ADN del fago después de una incubación bajo
condiciones que favorecen la circulación del ADN. En la figura se muestran las secuencias de
bases que constituyen los extremos o términos pegajosos.

El ADN de cadena doble presente en algunos virus (como el fago λ ), se caractenza


por tener segmentos de cadena sencilla en ambos extremos de la molécula. Debido a
que son complementarias las secuencias de nucleótidos presentes en ambos extremos,
resulta posible que entren en contacto para formar puentes de hidrógeno dando origen
a moléculas circulares de ADN o a dímeros formados por dos moléculas longitudinales
de ADN unidas por sus extremos (figura II.2.). Estos extremos de cadena sencilla
presentes en una molécula de ácido nucleico que por lo demás es de cadena doble, son
denominados como extremos pegajosos o cohesivos.

Cuando es desnaturalizado el ADN de algunos virus, como los adenovirus, se observa


que cada una de las cadenas de ADN es capaz de formar un círculo por separado. Esto
implica que son complementarias las secuencias de nucleótidos presentes en ambos
extremos de cada cadena y por lo tanto deben tener la misma secuencia, pero repetida
en sentido inverso (figura 11.3.). A este tipo de secuencias se les conoce como
repeticiones invertidas. Algunos virus contienen ácido nucleico que está circularizado
en forma natural. Este tipo de ácido nucleico es insensible a la acción degradante de
enzimas como la exonucleasa III, que tienen la capacidad de digerir moléculas de
ácido nucleico que poseen un extremo libre, lo cual no ocurre en las moléculas
circulares.

El ADN naturalmente circular puede ser de cadena sencilla como en el fago ØXI74, o
de cadena doble, como en el virus SV4O. Existe evidencia de que algunos virus ARN
que producen infecciones en vegetales como el limonero y la papa contienen moléculas
circulares de ARN.

La secuencia de los nucleótidos presentes en las cadenas o bandas de los ácidos


nucleicos constituye la base del código genético. Cada codón (o letra del código) es
definido por una tripleta de nucleótidos que, a través del proceso conocido como
traducción es interpretada como una letra que corresponde a uno de los veinte
aminoácidos diferentes que constituyen las proteínas. En términos generales, la
secuencia de codones que constituyen un gene codifican la secuencia de aminoácidos
que constituyen una proteína en particular.

FIGURA II.3. Las secuencias de nucleótidos que corresponden a repeticiones invertidas


permiten que se formen regiones de cadena doble debidas a reasociación intramolecular.
Cuando las repeticiones se encuentran muy próximas entre sí, se forma una horquilla doble con
extremo de cadena sencilla. La última columna en el diagrama muestra la apariencia de estas
estructuras producidas por la reasocación de las repeticiones invertidas, cuando son
observadas al microscopio electrónico: las regiones de cadena doble se distinguen por su
mayor grosor

En los últimos diez años se han desarrollado una variedad de técnicas y métodos que
permiten determinar la secuencia de nucleótidos en cualquier tipo de ácido nucleico. La
primera secuencia completa de un ARN viral fue determinada en el fago MS2 por el
grupo de Walter Fiers en 1976. En 1977, Fred Sanger y colaboradores publicaron la
secuencia completa del genoma del fagoØXl74, constituido por ADN de cadena
sencilla. Posteriormente, muchos otros genomas virales de mayor tamaño y
complejidad han sido secuenciados en parte o en su totalidad. Una vez que se conoce
la secuencia del genoma viral es posible establecer la forma como están organizados
los genes presentes en el ácido nucleico. Los avances de la biología molecular han
permitido determinar la naturaleza de las secuencias de nucleótidos que actúan como
signos de puntuación en la lectura de la información genética. Normalmente en los
genomas de bacterias, plantas y animales cada gene abarca uno o varios segmentos
del ácido nucleico, estos segmentos están separados de los segmentos
correspondientes a los genes adyacentes. En el caso de los virus, los genomas virales
resultan ser muy pequeños cuando se les compara con los genomas de las bacterias
más simples; esto implica que los virus tienen una capacidad muy limitada para
contener información genética. Sin embargo, algunos virus han desarrollado
estrategias para obtener una máxima capacidad de almacenamiento de la información
genética. Una de estas estrategias consiste en la traslapación de genes, de manera
que un segmento del ácido nucleico puede contener la secuencia de nucleótidos
correspondiente a la totalidad del gene A y a la vez contener la secuencia inicial
correspondiente al gene B, mismo que se continúa en otra región del ácido nucleico
posterior al término del gene A. La otra estrategia consiste en la superposición de
genes, de manera que el segmento del ácido nucleico que corresponde al gene C
incluye también al gene D que codifica una proteína más pequeña que la codificada por
el gene C. Esta multiplicidad de marcos de lectura característica de algunos genomas
virales implica la necesidad de una compleja regulación y coordinación de la expresión
genética en esos virus (figura II.4.).

Figura II.4. Mapa genético del ADN del virus SV40 que contiene 5 243 pares de bases. La
región temprana (transcrita en el sentido opuesto de las manecillas del reloj) es ilustrada en
gris, y la región tardía (transcrita en el sentido de las manecillas del reloj) es ilustrada en
negro. El origen de replicación es marcado Ori.

b) LA FUNCIÓN PROTECTORA Y MORFOLÓGICA DE LAS PROTEÍNAS VIRALES

El análisis de partículas virales purificadas muestra que con tienen entre 50 y 90% de
proteína. Si consideramos que los ácidos nucleicos en solución son susceptibles de ser
fácilmente fragmentados o degradados, podemos asumir que el componente proteico
de los virus tiene fundamentalmente un papel protector.

Una tripleta de nucleótidos (codón) tiene un peso molecular promedio de alrededor de


1000 daltones y sólo codifica un aminoácido cuyo peso molecular promedio es de
aproximadamente 100 daltones. Por lo tanto, un ácido nucleico puede especificar
cuando mucho una décima parte de su peso molecular en proteína. Con mucha
frecuencia los virus contienen más de un 50% de su peso en forma de proteína; esto
sugiere que deben estar presentes varias copias de una misma proteína de bajo peso
molecular, ya que se requiere de menos material genético para especificar un solo tipo
de molécula de proteína la cual puede ser usada como subunidad para construir la
cubierta del virus. Sin embargo, no es esencial que la cubierta del virus esté formada
por subunidades idénticas, siempre y cuando los pesos moleculares combinados de los
diferentes tipos de subunidades sean suficientemente pequeños en relación con el peso
molecular de la molécula del ácido nucleico viral. La construcción de las partículas
virales a partir de subunidades estructurales incrementa la estabilidad genética del
propio virus, ya que al reducirse el tamaño de las subunidades estructurales se reduce
la posibilidad de que ocurran mutaciones nocivas en el gene que codifica dicha
subunidad.

El fenómeno de autoensamble es particularmente relevante para los virus y otros


sistemas biológicos debido a sus atributos de economía y eficiencia. Por ejemplo, en la
industria de la construcción ha sido posible abatir los costos e incrementar la eficiencia
utilizando unidades prefabricadas que a su vez son ensambladas en forma rápida y
barata en el sitio de construcción. Esto involucra dos procesos: la fabricación de
unidades básicas y el ensamble de las mismas para formar edificaciones complejas. En
el caso de los sistemas biológicos, la fabricación de unidades es análoga a la síntesis
de moléculas de proteína a partir de aminoácidos. Esta síntesis depende de las
instrucciones contenidas en la secuencia de nucleótidos presentes en los ácidos
nucleicos. El proceso de ensamble es independiente de instrucciones externas ya que
la información necesaria para construir los complejos moleculares está incluida dentro
de los propios componentes individuales. El mecanismo de autoensamble tiene la
ventaja de que puede ser controlado en cada nivel de organización. Por ejemplo, las
subunidades defectuosas son eliminadas automáticamente durante el proceso de
ensamble, de manera que estructuras complejas son construidas con exactitud y
eficiencia. En el caso particular de los virus, las moléculas de proteína que constituyen
las subunidades de la cápside interaccionan con la cadena o cadenas del ácido nucleico
viral para formar una partícula viral. El proceso depende de la formación de enlaces
entre las subunidades y al igual que en el proceso de cristalización, la regularidad de la
estructura final es consecuencia de factores termodinámicos que obligan a formar un
máximo número de uniones no covalentes entre las subunidades. Sin embargo, en un
cristal todas las moléculas se encuentran en ambientes similares, mientras que tal
situación rara vez ocurre en el caso de estructuras hechas a partir de subunidades de
proteína. Una proteína es una macromolécula compuesta por una variedad de
moléculas individuales denominadas aminoácidos. Los aminoácidos se encuentran
unidos por enlaces químicos conocidos como uniones o enlaces peptídicos; por lo
tanto, toda proteína puede ser considerada como una cadena polipeptídica, la cual
tendrá una conformación espacial o estructura terciaria que depende directamente de
la composición de los aminoácidos presentes en dicha proteína. Debido a su
composición química; los aminoácidos se dividen en neutros, hidrofóbicos e
hidrofílicos. Así, cuando una proteína se encuentra rodeada completamente por un
medio acuoso, los grupos hidrofóbicos tienden a juntarse en el interior de la molécula
de proteína, mientras que los grupos hidrofílicos tienden a permanecer en la superficie
de la molécula, haciendo contacto con el medio. Estas interacciones determinan la
conformación espacial de la proteína.

En el caso del virus del mosaico del tabaco (VMT), una proteína compuesta por 158
aminoácidos constituye la subunidad básica a partir de la cual se construye la cápside
del virus. En dicha proteína cuando menos la mitad de los aminoácidos presentes en el
interior de la macromolécula son de tipo hidrofóbico, mientras que en la superficie de
la misma hay tan sólo cuatro grupos hidrofóbicos en un segmento constituido por 24
residuos de aminoácidos. Por lo tanto, se puede decir que los mismos principios
fisicoquímicos que rigen el desarrollo de la estructura terciaria y cuaternaria de las
proteínas son causa de la organización de las cápsides virales. Las múltiples uniones
formadas durante la agregación de las subunidades de proteína contribuyen al
enmascaramiento de sitios potencialmente susceptibles a la acción de enzimas capaces
de degradar proteínas; de esta manera las proteínas de la cápside viral adquieren
también mayor resistencia al calor y otros agentes físicos.

Es bien sabido que las suspensiones de partículas virales pueden ser mantenidas por
largos periodos en el laboratorio esto implica que dichas partículas constituyen
estructuras estables. Una condición necesaria para lograr la estabilidad de cualquier
estructura consiste en que la estructura se encuentre en su estado de mínima energía
libre; esto se logra estableciendo un máximo número de uniones entre las subunidades
que constituyen dicha estructura. Debido a que las subunidades de la cubierta viral son
relativamente asimétricas, se requiere que estén dispuestas o ensambladas en forma
simétrica para que pueda formarse el mayor número de uniones entre dichas
subunidades. Existe un número limitado de formas que permiten el ensamble simétrico
de subunidades asimétricas.

c) VIRUS FILAMENTOSOS

Una posible forma de generar una estructura simétrica tridimensional a partir de


componentes asimétricos como las proteínas consiste en distribuir las proteínas
alrededor de una circunferencia de manera que formen un disco. Apilando un gran
número de discos se obtiene una estructura tridimensional con una cavidad interna
apropiada para albergar la molécula del ácido nucleico (figura II.5.). Un ejemplo de
virus filamentosos está dado por el virus del mosaico del tabaco. El examen detallado
del VMT muestra que las subunidades de proteína no están dispuestas en forma de
anillos sino en forma helicoidal. Esto resulta lógico considerando que el ARN del VMT
tiene una forma helicoidal y, por lo tanto, al disponer las subunidades de proteína en
forma helicoidal es posible formar el mayor número de uniones entre las subunidades
de proteína y el ácido nucleico. Todos los virus filamentosos estudiados hasta la fecha
muestran una estructura helicoidal indicando que el ácido nucleico es el factor esencial
que rige este tipo de arreglo estructural.
Figura II.5.(a) Disposición de componentes asimétricos idénticos alrededor de una
circunferencia para lograr una estructura simétrica. (b) Segmentos de una partícula de virus de
mosaico del tabaco que muestra las subunidades de proteína formando una estructura
helicoidal. El ARN se localiza en un surco helicoidal formado por las subunidades de proteína.

d) VIRUS ESFÉRICOS

También se puede obtener una partícula simétrica disponiendo las subunidades de


proteína alrededor de los vértices o caras de un cuerpo con simetría cúbica como el
icosaedro, constituido a partir de 20 triángulos equiláteros. Multiplicando el número de
subunidades presentes en cada cara por el número de caras, obtenemos el número
mínimo de subunidades que pueden ser acomodadas alrededor de tal cuerpo
geométrico. En el caso del icosaedro, el número es de 60 subunidades. Este tipo de
arreglo representa una de las pocas formas en que objetos asimétricos pueden ser
acomodados en forma simétrica sobre la superficie de una esfera. Las micrografías
electrónicas de un gran número de virus diferentes muestran que éstos tienen una
silueta esférica que al ser examinada más detalladamente corresponde a una
estructura con simetría icosaédrica. Varios de los virus esféricos con simetría
icosaédrica contienen más de 60 subunidades de proteína. Por ejemplo los adenovirus
contienen aproximadamente 1 500 subunidades en su cubierta (figura II.6.). Sin
embargo, Donald Caspar y Aaron Klug han descrito las reglas que gobiernan la
estructura de los virus esféricos. Tales reglas fueron inspiradas por el estudio de las
estructuras geodésicas diseñadas por el arquitecto norteamericano Buckminster Fuller.
En dichas estructuras la superficie de una esfera es subdividida en facetas triangulares,
las cuales son arregladas con una simetría icosaédrica. Este método de triangulación
de la esfera representa el diseño óptimo para una cubierta cerrada construida a partir
de subunidades idénticas unidas en forma regular. Ninguna otra forma de subdividir
una superficie cerrada puede proporcionar un grado similar de equivalencia. Este tipo
de estructuras tienen un mínimo de energía libre, lo cual explica en parte la
abundancia de los virus con simetría icosaédrica.
Figura II.6. Organización de las subunidades de proteína en la cápside del adenovirus.

e) VIRUS CON MÁS DE UN TIPO DE SUBUNIDAD

Las micrografías electrónicas de los adenovirus muestran que las 1 500 subunidades
de proteína están arregladas en 240 hexámeros y 12 pentámeros, y en cada vértice
del virus se proyecta una fibra de proteína. Está bien establecido que las fibras, los
pentámeros y hexámeros están constituidos por diferentes tipos de proteínas. Los
adenovirus representan el ensamble regular de tres diferentes tipos de proteína. Esto
puede lograrse arreglando los pentámeros y las fibras en los vértices del icosaedro, y
los hexámeros en las caras del icosaedro. Una forma diferente de arreglo estructural
ocurre en los reovirus en los cuales la cápside está constituida a partir de 8 diferentes
proteínas dispuestas en dos capas o cubiertas que poseen simetría icosaédrica. Tres de
las proteínas están dispuestas en la cubierta externa, y las cinco proteínas restantes
en la cubierta interna.

f) VIRUS CON ENVOLTURA

Muchos de los virus animales más grandes y unos cuantos virus de plantas y bacterias
están envueltos por una cubierta membranosa de proximadamente 75Å de grosor.
Esta envoltura se deriva en gran parte de las membranas de la célula hospedera y
puede ser degradada por medio del tratamiento con detergentes o solventes orgánicos
como el éter, ocasionando así la pérdida de la inefectividad del virus. A este tipo de
virus también se les conoce como virus sensibles al éter. Los virus de la influenza son
representativos de los virus animales con envoltura. Estos virus han sido descritos
como pleomórficos (multiformes), aunque las partículas virales en células de animales
vivos tienen una forma filamentosa. La apariencia pleomórfica se hace evidente cuando
estos virus son cultivados en embriones de pollo. Estos virus poseen debajo de la
envoltura una capa o cubierta de proteína llamada proteína M (proteína de la
membrana o proteína de la matriz). Dentro de la cubierta formada por la proteína M,
pero separado de la misma, se encuentra el componente nucleoproteico constituido por
un cilindro flexible de ARN y proteína dispuesta en forma similar a un pasador para el
pelo que ha sido doblado. La estructura de la nucleocápside del virus de la influenza es
de tipo helicoidal. Cada uno de los diferentes virus de la influenza codifica cuando
menos 4 diferentes proteínas que son ensambladas en el virión, dando origen a
diferentes estructuras virales.

Algunos virus con envoltura tienen nucleocápsides icosaédricas. Particularmente los


virus ARN productores de tumores también conocidos como retrovirus, tienen una
nucleoproteína que está superenrollada en forma de una esfera hueca rodeada por la
envoltura, la cual se deriva de la membrana celular y es modificada por la inserción de
glicoproteínas específicas del virus.

g) VIRUS CON MORFOLOGÍA DE CABEZA Y COLA

Este tipo de morfología sólo ha sido encontrada en cierto tipo de bacteriófagos y está
directamente relacionada con la forma en que tales virus infectan a sus bacterias
hospederas. El número de fagos con arquitectura de tipo cabeza-cola es considerable;
estos fagos pueden ser subdivididos en fagos de cola corta, fagos de cola larga no
contráctil, y fagos con colas contráctiles y complejas que también pueden poseer otro
tipo de estructuras como collares, placas basales y fibras (figura II.7.). A pesar de su
complejidad estructural, los principios que gobiernan el ensamble de estos fagos son
similares a los descritos en relación con otros virus cuya arquitectura es más sencilla.
Las cabezas de los fagos tienen usualmente una simetría osaédrica mientras que las
colas tienen una simetría helicoidal.

Figura II.7. Representación esquemática de las estructuras de algunos bacteriófagos con cola.

Todas las estructuras presentes, como las placas basales poseen alguna forma de
simetría.

h) EL PRINCIPIO DE AUTOENSAMBLE
Los virus son construidos de acuerdo con principios de diseño eficientes y, por lo tanto,
son capaces de autoensamblarse sin la participación de ningún factor organizador
externo. Esto es posible debido a la formación de un gran número de uniones débiles
cuando los componentes del virus son colocados en la configuración adecuada por
medio de movimientos al azar propiciados por factores termodinámicos. Por ejemplo,
si se trata al VMT con una solución concentrada de urea, ocurre una descomposición
del virus en subunidades de proteína y ARN. Si se elimina la urea y son incubadas de
nuevo las subunidades de proteína en presencia del ARN viral, las macromoléculas se
agregan en forma espontánea dando origen a partículas virales infecciosas. Sin
embargo, cuando se omite el ARN viral durante el proceso de repolimerización, se
obtienen cilindros de proteína, pero en este caso las subunidades están apiladas en
forma de discos en lugar de tener una disposición helicoidal. Además, estos cilindros
son menos estables que la particula viral completa, lo que señala la importancia del
ácido nucleico en la estabilización de la estructura viral.

En el caso de algunos virus icosaédricos, ha sido posible realizar también experimentos


de reconstrucción o reconstitución in vitro (o sea, en el tubo de ensayo). Sin embargo,
modificando las condiciones de estos experimentos, ha sido posible obtener estructuras
tubulares y otras variables morfológicas. Esto indica que las propiedades de
empacamiento de las proteínas son las que en última instancia determinan la
estructura de la partícula viral.

El autoensamble resulta económico para los virus, pues no requieren de información


genética específica para lograrlo, y además proporciona un método sencillo y eficiente
para eliminar subunidades defectuosas producidas durante la replicación de los
componentes virales. Sin embargo, algunos bacteriófagos complejos del tipo cabeza-
cola, como el fago T4, muestran cierto grado de control genético en el proceso de
ensamblaje; este fenómeno será discutido más adelante.

I I I . E L P R O C E S O D E I N F E C C I Ó N V I R A L

LA INFECCIÓN se inicia cuando entran en contacto una partícula viral y una célula
susceptible. En el caso de fagos y bacterias en un cultivo en suspensión, la interacción
entre ambos ocurre por simple difusión, ya que partículas con el tamaño de bacterias y
virus se encuentran en permanente movimiento browniano cuando están en
suspensión. En el caso de los virus animales, la difusión es también el factor más
importante que afecta la unión con células animales en cultivo, ya que esta asociación
es independiente de la temperatura mientras ésta no afecte el movimiento browniano.
Probablemente en el caso de la infección en el animal entero existen otros factores que
afectan la asociación entre el virus y las células; sin embargo, es muy difícil diseñar
experimentos para estudiar la interacción entre virus y células animales in vivo. En el
caso de las plantas, la infección viral generalmente es consecuencia de daño mecánico
previo, hecho a la planta por factores externos. En otras ocasiones, la infección viral en
plantas es el resultado de la acción de insectos portadores del virus que actúan como
vectores del mismo, introduciéndolos en plantas susceptibles.

a) ADSORCIÓN

La mayoría de los fagos se adsorben (pegan) a la pared celular de las bacterias


susceptibles, pero algunos fagos también son capaces de adsorberse a los flagelos,
vellosidades (pili) o cápsulas presentes en la superficie de la bacteria hospedera. El
caso mejor documentado de adsorción viral está representado por los fagos T2 y T4,
los cuales son virus con morfología compleja que incluye una cabeza, cola, placa basal,
clavijas y fibras de la cola. La pegada inicial de estos fagos a los receptores presentes
en la superficie de la bacteria ocurre por medio de los extremos distales de las fibras
de la cola. Estas fibras largas que hacen la primera unión se doblan por en medio, de
manera que sus extremos distales hacen contacto con la pared celular a muy corta
distancia del punto medio de la partícula viral. Después de ocurrida la adhesión, la
partícula viral se aproxima a la superficie de la célula. Cuando la placa basal del fago
se encuentra a unos 100Å (angstrom= 10-10m) de la pared celular, se establece
contacto entre las pequeñas clavijas de la placa basal y la pared celular, pero no existe
evidencia de que la propia placa basal se adhiera a la pared celular (figura III.1.).

Figura III.1. Esquema de los principales eventos en la adsorción del bacteriófago T4 a la pared
celular de la bacteria E. coli.(a) el fago libre muestra las fibras y clavijas de la cola.
(b)Adhesión de las fibras de la cola. (c) El fago se acerca a la pared celular y las clavijas entran
en contacto con la pared celular.

Algunos fagos con cola, como el fago PBSl, se adsorben a los flagelos bacterianos en
lugar de a la pared celular. La punta de la cola de este fago tiene una fibra flexible que
se adhiere alrededor del filamento del flagelo y entonces el fago se desliza por el
filamento hasta alcanzar la base del flagelo. Otros fagos con cola se adsorben a la
cápsula de la bacteria. Finalmente, algunos fagos se adhieren a los llamados pili o
vellosidades sexuales de las bacterias que contienen el factor sexual "F" o ciertas
colicinas (factores de resistencia contra agentes antimicrobianos). Los fagos
filamentosos que contienen ADN de cadena sencilla se adsorben a las puntas de estos
pili mientras que los fagos esféricos de ARN se adsorben a los costados de estos pili.

En el caso de los virus animales, ha sido posible estudiar cómo se adhieren a las
células en cultivo y de esta manera determinar el efecto que tienen la temperatura y la
concentración de iones en el medio sobre la adsorción viral. Al igual que en el caso de
los fagos, la adhesión parece ser de tipo electrostático y es afectada en forma
importante por la presencia de iones en medio de cultivo. Sin embargo, todavía se
sabe poco en relación con la naturaleza de los receptores celulares para los virus
animales, con excepción de aquellos receptores involucrados en la adsorción de los
virus de la poliomielitis, la influenza y el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia
adquirida). Cuando las células susceptibles al virus de la polio son disociadas al
someterlas a congelamiento y subsecuente descongelamiento, liberan una substancia
que constituye el receptor celular para el virus. Aparentemente, este receptor es de
naturaleza proteica y sus moléculas pueden ser saturadas en presencia de un exceso
de partículas virales. Se ha estimado que existen aproximadamente 3 x 10 3
receptores para el poliovirus en la superficie de cada célula susceptible; esto
representa un área equivalente al 0.3% de la superficie total de la célula. Las células
que carecen de tal receptor específico son inmunes a la infección por poliovirus. Sin
embargo, tales células no susceptibles pueden permitir la replicación normal del virus
cuando éste es introducido en ellas por métodos artificiales.

Cuando se incuban virus de la influenza en presencia de eritrocitos (glóbulos rojos), las


células se aglutinan (hemaglutinación) y este fenómeno puede ser utilizado para titular
la concentración del virus, simplemente determinando a qué dilución el virus se vuelve
incapaz de producir hemaglutinación. Células aglutinadas a 4°C pueden ser calentadas
a 37°C, lo cual produce separación de las células y el virus eluido de estas células
puede ser utilizado para aglutinar un nuevo lote de células. Sin embargo, las células
que previamente estuvieron en contacto con el virus son incapaces de ser
reaglutinadas cuando entran en contacto con virus frescos. Esto se debe a la
producción y activación de una enzima conocida como enzima destructora del receptor
(EDR). Si se aplica una solución de esta enzima al tracto respiratorio de animales
experimentales, es posible evitar la infección por el virus de la influenza, ya que el
virus no puede adsorberse a las células cuyo receptor específico para el virus ha sido
degradado por la acción de la enzima. El receptor para el virus de la influenza se
caracteriza por tener una molécula de ácido neuramínico en su extremo distal, el cual
forma parte de un pequeño polímero de moléculas de carbohidrato (oligosacárido);
este polímero está unido en forma covalente a una proteína insertada en la membrana
celular.

b) PENETRACIÓN DEL VIRUS

El caso mejor estudiado de la penetración de un virus en la célula hospedera está


representado por el caso del fago T2. La cola de este fago es contráctil y en su forma
extendida consiste de 24 anillos de subunidades que forman una funda que rodea a un
elemento central. Cada anillo consta de 6 subunidades pequeñas y 6 subunidades
mayores. Después de la adsorción del fago a la pared celular, ocurre una contracción
de la cola que resulta en una fusión de las subunidades pequeñas y grandes para dar
12 anillos de 12 subunidades. El núcleo de la cola no es contráctil y por lo tanto es
expulsado e impulsado a través de las capas externas de la bacteria; a continuación, la
cabeza del fago se contrae y esto resulta en la inyección del ADN viral en la célula
bacteriana. Este proceso posiblemente es facilitado por la presencia de la enzima
lisozima en la cola del fago; esta enzima es capaz de digerir las proteínas de las
cubiertas bacterianas; además, hay 144 moléculas de adenosina trifosfato (ATP) en la
funda de la cola del fago; la energía para la contracción de esta funda proviene de la
conversión de la ATP en adenosina difosfato (ADP) por medio de una reacción hidrolítica
que libera un grupo fosfato de la ATP (figura 111.2.).

FIGURA III.2. Esquema del mecanismo de penetración del material genético del fago T4 o T2 a
través de la pared celular de la bacteria. (a) Las clavijas del fago entran en contacto con la
pared celular y la funda se encuentra extendida. (b) La funda de la cola se contrae y el material
genético del fago penetra la pared celular; la lisozima presente en el fago digiere la porción de
pared celular localizada directamente bajo la partícula viral.

Muchos bacteriófagos carecen de fundas contráctiles y todavía se desconoce el


mecanismo detallado por medio del cual penetran en las bacterias. Sin embargo, existe
evidencia de que algunos de estos fagos introducen en la célula material proteico
además del ácido nucleico.

Las células animales carecen de pared celular y sólo están rodeadas por la membrana
plasmática que es muy flexible y cambiante en sus componentes estructurales. Las
células animales continuamente introducen elementos del medio externo por medio del
proceso de pinocitosis y a través de un procedimiento similar, pero inverso, exportan
al medio diversas substancias como enzimas, hormonas y neurotransmisores. Los virus
animales solamente pueden infectar células que poseen receptores específicos para el
virus en particular. Por lo tanto, se requieren diferentes receptores para diferentes
tipos de virus. Se conoce con poco detalle el mecanismo preciso por medio del cual los
virus penetran en las células animales. Buena parte del problema radica en que la
mayoría de las partículas virales que infectan a una célula son incapaces de iniciar con
éxito la multiplicación del virus.

Usualmente, estas partículas no infecciosas superan a las partículas infecciosas en


proporción de 1000:1, y no existen métodos bioquímicos o microscópicos que puedan
distinguir entre ambos tipos de partículas virales antes de que haya ocurrido la
infección propiamente dicha. Todos los virus ARN y ADN producen estas partículas
defectuosas conocidas como interferentes-defectuosas (ID), las cuales son el resultado
de errores en la síntesis de ácido nucleico viral. Estas partículas ID son mutantes que
carecen de segmentos de ácido nucleico y por lo tanto son incapaces de reproducirse
sin la ayuda de partículas virales normales capaces de suplir la información genética
ausente en el genoma de las partículas ID. Por esta razón, la propagación de las
partículas ID es óptima cuando las células son infectadas en altas multiplicidades de
infección. Las partículas ID deprimen el rendimiento de la progenie viral infecciosa
debido a que compiten por ciertos productos sintetizados en cantidades limitadas por
las partículas virales infecciosas.

Los virus con envoltura pueden penetrar a la célula hospedera por medio de la fusión
entre las envolturas virales y la membrana de la célula. Tanto los virus con envoltura
como los virus que carecen de ésta pueden ser introducidos a la célula por medio del
proceso de pinocitosis (figura III.3.). La fusión de membranas ocasiona la liberación
del genoma viral en el citoplasma de la célula, pero en el caso de la pinocitosis el virus
entero es contenido en una vesícula formada a partir de la membrana plasmática. Es
probable que esta vesícula se fusione a su vez con alguna de las membranas internas
de la célula y la cubierta viral es modificada a consecuencia de esta fusión, lo que da
lugar a la liberación del ácido nucleico viral. Es importante hacer notar que la
penetración del virus y la subsecuente eliminación de las envolturas virales no implican
forzosamente la presencia intracelular de ácido nucleico viral desnudo. El ácido
nucleico viral puede permanecer unido a las proteínas internas del virus, las cuales
pueden incluir enzimas necesarias para la replicación del virus. En el caso de cierto tipo
de virus ARN en los cuales el genoma viral sirve directamente como ARN mensajero (el
ácido nucleico a partir del cual se sintetizan las proteínas), el ARN viral se asocia con
los ribosomas de la célula. Esto ejemplifica el hecho de que el ácido nucleico viral
nunca permanece extendido como un verdadero filamento dentro de la célúla, sino que
se enrolla y asocia con proteínas de manera que alcanza un estado favorable de
mínima energía libre.
FIGURA III.3. Esquema de la penetración y desnudamiento de los virus en células animales. (a)
Penetración y desnudamiento por medio de la fusión de las membranas viral y plasmática. (b)
Penetración y desnudamiento por pinocitosis seguida por fusión con la membrana
citoplasmática interna.

La gran mayoría de los virus animales son muy ineficientes en lograr la penetración de
las células susceptibles. Por ejemplo, en infecciones por poliovirus, la mayor parte del
ARN viral es degradado como resultado de la interacción entre virus y las células. Esto
sugiere que solamente unos cuantos receptores celulares para el virus tienen la
capacidad de favorecer la total penetración del genoma viral al interior de las células.

En teoría, resulta posible evitar las infecciones virales interfiriendo con los mecanismos
de adsorción y penetración del virus. Sin embargo, la mayoría de los receptores están
constituidos por proteínas y glicoproteínas que tienen funciones importantes en el
funcionamiento normal de la membrana celular y sólo en forma incidental resultan ser
de importancia tal para las necesidades del virus. Por lo tanto, estas proteínas no
pueden ser eliminadas o modificadas sin afectar a la célula misma. Todavía se sabe
muy poco en relación con la química de las proteínas que forman parte de las cubiertas
virales y hasta la fecha solamente se conoce una sustancia bien caracterizada capaz de
inhibir la adsorción y penetración de un virus sin que, por otra parte, induzca efectos
secundarios indeseables. Esta sustancia es la amantadina, que puede evitar ciertos
eventos en la penetración del virus de la influenza, pero todavía no se conoce con
exactitud su mecanismo de acción.
c) CLASIFICACIÓN FUNCIONAL DE LOS VIRUS

Los virus muestran una gran diversidad en su morfología: la estructura de sus ácidos
nucleicos, el modo de infección, regulación y desarrollo. Por lo tanto, resulta difícil
establecer un concepto clasificador que simplifique el análisis del proceso de replicación
(reproducción) viral. Sin embargo, David Baltimore ha propuesto un sistema de
clasificación de los virus basado en el modo como éstos expresan sus genes y llevan a
cabo la replicación de su material genético. En esta clasificación los virus están
divididos en grupos de acuerdo con el modo como llevan a cabo la síntesis del ARN
mensajero (ARNm) que dará origen a las proteínas virales. De acuerdo con esta
clasificación, todo ARNm es designado como positivo (+) ARN y las cadenas de ADN o
de ARN o de ambos que son complementarias en secuencia de nucleótidos a la del
ARNm, son denominadas como negativas (-). Aquellas cadenas de nucleótidos cuya
secuencia no es complementaria a la del ARNm son denominadas también como
positivas (+). Con base en esta terminología, es posible distinguir seis clases de virus:

Clase 1: está constituida por todos los virus que tienen un genoma formado por ADN
de cadena doble. En esta clase no se aplica la designación +/-, pues diferentes
especies de ARN>m se originan a partir de diferentes segmentos de ambas cadenas del
ADN viral.

Clase II: consta de virus cuyo genoma está constituido por ADN de cadena sencilla,
cuya secuencia es exactamente la misma presente en el ARNm. En esta clase de virus,
el ADN del genoma debe ser temporalmente convertido a la forma de cadena doble
antes de que ocurra la transcripción del ADN en ARNm.

Clase III: está compuesta por virus cuyo genoma es ARN de cadena doble. Todos los
virus conocidos que forman parte de este grupo tienen genomas segmentados, pero el
ARNm es sintetizado solamente a partir de una de las cadenas de ARN presentes en
cada fragmento.

Clase IV: está representada por los virus con ARN de cadena sencilla cuya secuencia es
la misma del ARNm. En estos virus la síntesis de una cadena complementaria al ARN
original precede la síntesis del ARN viral.

Clase V: está formada por los virus que poseen un genoma de ARN de cadena sencilla,
el cual es complementario en su secuencia de bases al ARNm.

Clase VI: consta de virus que poseen un genoma de ARN de cadena sencilla y que
producen un ADN intermediario durante el proceso de replicación. En algunos
miembros de esta clase el ARN del genoma y el ARNm tienen la misma secuencia.

d) LA REPLICACIÓN DEL ADN VIRIL

El mecanismo por medio del cual una molécula de ADN es duplicada (replicada) in vivo
es el mismo, independientemente del origen viral o celular del ADN. A primera vista, la
replicación del ADN parece un proceso sencillo: una enzima polimerasa se mueve a lo
largo de la molécula de ADN produce dos cadenas hijas a partir del templado
constituido por las cadenas de la molécula madre. Este modelo de replicación implica
que en cada una de las moléculas hijas existe una cadena derivada de la molécula
original y otra cadena formada por ADN recién sintetizado, o sea, la replicación del ADN
es de tipo semiconservativo. Este hecho fue demostrado por Meselson y Stahl a través
de un famoso y ahora ya clásico experimento.

Debido a su tamaño relativamente pequeño y a la facilidad con que pueden ser


manipuladas in vitro, las moléculas del ADN viral han sido frecuentemente utilizadas
para estudiar el mecanismo de la síntesis de ADN en general. Toda cadena, lineal de
ADN tiene un grupo hidroxilo (OH-) libre en el extremo denominado 3', y un grupo
fosfato (PO3=) en el extremo opuesto, denominado 5'. Las dos cadenas de una doble
hélice de ADN son antiparalelas, o sea, tienen secuencias complementarias pero que
corren e direcciones opuestas. Por lo tanto, una consecuencia del modelo
semiconservativo para la replicación del ADN consiste en que una de las cadenas hijas
es sintetizada en dirección 3' → 5', mientras que la otra cadenas, hija es sintetizada en
dirección 5'→ 3'. Sin embargo, todas las ADN polimerasas, tanto virales como
celulares, purificadas hasta la fecha, sintetizan ADN solamente en la dirección 5'→ 3'.
Una solución a este problema consiste en que la síntesis de una de las cadenas hijas se
realiza en forma continua en dirección 5'→ 3' a lo largo de la cadena madre que sirve
como templado, la llamada cadena líder.

Mientras que la síntesis de la otra cadena hija ocurre en forma discontinua pero
también en dirección 5'→ 3' a lo largo de la otra cadena madre denominada la cadena
rezagada. Los fragmentos de ADN producidos por la síntesis discontinua (fragmentos
de Okazaki) pueden ser unidos por la acción de una enzima conocida como ADN ligasa.
Sin embargo, otro problema en la replicación del ADN consiste en que las ADN
polimerasas necesitan la presencia de un fragmento de ácido nucleico que sirva como
punto de iniciación para la síntesis de ADN, o sea, no pueden iniciar la síntesis de novo.
Por su parte, la ARN polimerasa que sintetiza el ARN no requiere de la presencia de un
fragmento iniciador para llevar a cabo la síntesis del polinucleótido. Por lo tanto, la ARN
polimerasa puede sintetizar pequeños fragmentos de ARN complementarios a la cadena
madre de ADN; dichos fragmentos servirán como puntos de iniciación para la síntesis
del ADN que formará parte de la nueva cadena hija. Posteriormente, son degradados
los fragmentos de ARN que actuaron como iniciadores, y los fragmentos de ADN
resultantes son unidos por acción de la enzima ADN ligasa.
Figura III.4. Esquema de la síntesis discontinua del ADN ambas cadenas son sintetizadas en la
dirección 5---3, pero solamente una de las cadenas es sintetizada en forma continua.

Figura III.5 Participación de un primer de ARN o fragmento iniciador en la síntesis de los


fragmentos de Okazaki.

El proceso de replicación del ADN tiene un alto grado de fidelidad; esto es esencial para
mantener la estabilidad de la información genética contenida en el ADN. Se ha
calculado que el índice de error en la fidelidad de copiado equivale a la introducción de
un nucleótido erróneo por cada 10 -10 9 10
nucleótidos copiados en forma
complementaria. Esta alta fidelidad de copiado se debe a que las ADN polimerasas
(cuando menos en bacterias) tienen la capacidad de "editar" el ADN recién sintetizado
y corregir los errores en la copia de la secuencia de nucleótidos por medio de una
actividad enzimática asociada con la polimerasa; esta actividad conocida como
exonucleasa 3' 5' permite romper la unión establecida entre el OH- presente en el
extremo 3' de la cadena de ADN y el grupo fosfato presente en la posición 5' del último
nucleótido polimerizado (añadido) a la cadena que está siendo sintetizada este último
nucleótido es rápidamente eliminado en caso de haber sido introducido por error en la
nueva cadena de ADN (figuras III.4 y III.S.).

Los bacteriófagos T contienen moléculas lineales de ADN de cadena doble, las cuales
son replicadas ya sea por la acción de polimerasas específicas a estos fagos o por las
polimerasas de la célula hospedera que han sido modificadas en su especificidad a
consecuencia de la infección viral. Los productos inmediatos de la replicación del ADN
de los fagos T están representados por moléculas concatenadas, las cuales tienen una
longitud equivalente hasta cuatro veces el tamaño del ADN original. Estas grandes
moléculas pueden ser formadas por la unión de los extremos de moléculas lineales de
ADN o por medio de un proceso cíclico llamado círculo rodante que permite la
replicación continua de un templado circular para producir estructuras compuestas de
múltiples unidades moleculares (figuras III.6 y III.7.). La formación de grandes
moléculas concatenadas explica por qué las propiedades estructurales y genéticas de
los fagos T sugieren que su mapa genético es circular. En estos fagos el precursor
inmediato del ADN viral es una gran molécula; esta molécula es fragmentada por la
acción de enzimas nucleasas que dividen la macromolécula en subunidades cuya
longitud corresponde a la del ADN original. Esta fragmentación ocurre antes o durante
el proceso de encapsidación. Durante la replicación del fago T4 se generan moléculas
que poseen secuencias redundantes en sus extremos terminales (ej.: ABC... YZABC).
De hecho, en una población de fagos T4 no todas las moléculas de ADN viral empiezan
con la misma secuencia, y a pesar de que estas moléculas son lineales, el análisis
genético muestra que su mapa genético es circular. Esto es consecuencia de la
fragmentación de múltiples cadenas concatenadas, las cuales son reducidas al tamaño
correcto para poder ser empacadas en las cabezas de los fagos. El mecanismo de
círculo rodante ha sido particularmente estudiado en el caso de algunos fagos, como el
fago λ el fago ØXI74.
Figura III.6. Posible mecanismo para la producción de cadenas de ADN compuestas por
múltiples unidades
Figura III.7. El mecanismo del círculo rodante.(a) ADN circular. (b) Una endonucleasa hace un
corte en la cadena positiva (+). (c) La ADN polimerasa añade nucleótidos en el extremo 3 de la
cadena abierta, de manera que produce desplazamiento del extremo 5 . (d) El desplazamiento
del extremo 5 se hace más extenso en la medida que la enzima polimerasa recorre el templado
de ADN circular (cadena negativa). El resultado es la formación de un ADN con longitud mayor
a la normal.

En general, la replicación de los virus ADN utiliza enzimas similares a las involucradas
en la replicación del ADN celular y una característica común es la presencia de
estructuras circulares temporales cuando menos en algunas de las etapas del proceso
de replicación. La abundancia del ADN circular en diferentes tipos de virus sugiere que
el círculo representa el formato más importante en la replicación del ADN viral, y la
forma lineal de la molécula es una adaptación (particularmente en el caso de los fagos
T) que permite efectuar la inyección del ácido nucleico viral a través de la cola del
virus. Solamente los fagos con cola tienen genomas lineales, los otros tipos de fago
poseen genomas circulares.

En los últimos quince años se han logrado importantes avances en el conocimiento de


los mecanismos de replicación del ADN en varios tipos de virus animales. La gran
variedad en el tamaño y organización de los genomas virales implica una gran
diversidad en los detalles asociados con la replicación del ADN en cada tipo de virus en
particular. La descripción de tales mecanismos está fuera del enfoque del presente
libro y el lector interesado hará bien en consultar la bibliografía proporcionada al final
de este libro.

Sin embargo, es importante hacer notar que todavía existen múltiples incógnitas
respecto a la replicación del ADN tanto en los virus como en las células en general. La
autonomía de los virus en cuanto a su capacidad para replicar el ADN viral está en
función del tamaño del genoma viral. Algunos virus, como los fagos T los poxvirus (que
incluyen al virus de la viruela), Cuentan con genomas suficientemente grandes para
codificar entre 100 y 200 genes diferentes. Por lo tanto, estos virus requieren poca
participación de la célula hospedera, con excepción de la facilitación de un espacio
cerrado, la disponibilidad de la maquinaria celular para la síntesis de proteínas y el
abastecimiento de aminoácidos y nucleótidos que sirven como precursores para la
síntesis de proteínas y ácidos nucleicos tanto celulares como virales. Algunos virus,
como el Herpes simplex y el virus de la vacuna, son capaces de especificar enzimas
como la timidina cinasa que participa en la síntesis de precursores de los ácidos
nucleicos y quizá estos virus son capaces también de codificar nuevos tipos de ARN de
transferencia que aparecen en las células infectadas. Sin embargo, otros virus, como el
fago ØXI74, poseen genomas muy pequeños que no pueden codificar más de diez
genes diferentes. Para poder replicar su ADN, estos virus dependen de las moléculas
precursoras y la batería de enzimas polimerasas, ligasas, nucleasas, etc., presentes en
la célula hospedera.

Se conocen varios casos en los cuales un tipo de virus animal no puede replicarse en el
interior de algún tipo de células en particular a pesar de haber sido capaz de iniciar la
infección en las mismas. Por ejemplo, los adenovirus humanos pueden infectar cultivos
de células renales de mono, pero no pueden crecer en estas células. Sin embargo, la
coinfección de dichas células con virus SV40 permite la replicación del adenovirus por
medio de la formación de una progenie de híbridos SV4Oadenovirus, los cuales
contienen diferentes cantidades de sus respectivos genomas unidos en forma
covalente. Esto implica que el virus SV4O actúa como auxiliar para la replicación del
adenovirus, proporcionando factores que están ausentes en ese tipo de célula
hospedera en particular, factores que son necesarios para la replicación del
adenovirus.

Frecuentemente se observa que la coinfección de una misma célula con dos diferentes
mutantes o variedades de un mismo tipo de virus, cada uno de los cuales es
defectuoso en alguna función esencial para la replicación del genoma viral, resulta en
la producción de progenie viral con capacidad infectiva normal debida a la formación
de híbridos entre los dos tipos de mutante, los cuales se complementan cancelando así
sus respectivas deficiencias genéticas y funcionales, de manera que estos híbridos
pueden desencadenar una infección productiva. Este fenómeno de complementación ha
sido usado ampliamente para mapear y caracterizar los genes que codifican proteínas
virales ya sean éstas de tipo funcional o estructural.

e) SíNTESIS DEL ARN GENÓMICO VIRAL EN LOS VIRUS ARN

La síntesis del ARN por parte de los virus ARN involucra la replicación, que puede ser
definida como la producción de una progenie de genomas virales (ARN en este caso), y
la transcripción que consiste en la producción de ARN cuya secuencia de nucleótidos es
complementaria a la del genoma. Debido a que los genomas de los virus ARN pueden
ser de sentido positivo (+) o sentido negativo (-) [véase la clasificación de Baltimore],
la transcripción en estos virus, a diferencia de lo que ocurre en el caso de los virus
ADN, no es siempre sinónimo de la síntesis de ARN mensajero.

La mayoría de los virus ARN poseen moléculas de cadena sencilla y por lo tanto la
replicación consiste en que una secuencia de ribonucleótidos deerminada debe ser
copiada para producir exactamente la misma secuencia, por ejemplo: ACGU
ACGU. La información actualmente disponible indica que el apareamiento entre las
bases A-U y C-G es la clave para la replicación del ARN viral; por lo tanto, en estos
virus se aplican también los principios fundamentales relacionados con la replicación
del ADN, molécula en la cual normalmente existen los apareamientos A-T y C-G.

A principios de los años sesenta fueron descubiertos los primeros fagos ARN y casi al
mismo tiempo se demostró que los picornavirus, que se caracterizan por tener ARN de
cadena sencilla, son capaces de replicarse en células animales en las cuales la síntesis
del ADN y su subsecuente transcripción en moléculas de ARN mensajero celular había
sido inhibida por la droga actinomicina D, la cual se intercala en la molécula de ADN y
de esta manera impide que se separen ambas cadenas de ADN, de manera que las
enzimas como la ADN polimerasa y la ARN polimerasa no pueden cumplir con la función
de llevar a cabo la replicación o la transcripción de este ADN. En presencia de
actinomicina D se detiene la síntesis de ARN celular; por lo tanto, se pueden infectar
las células con virus ARN en presencia de precursores radiactivos del ARN (como H- 3

uridina) y colectar muestras de estas células a intervalos apropiados después de la


infección; estas muestras pueden ser fraccionadas por medio de detergentes y
solventes orgánicos de manera que se pueden aislar y analizar las nuevas moléculas
de ARN, cuya síntesis ha sido inducida por la infección viral.

La mayoría de los virus ARN (con excepción de los retrovirus) se pueden replicar en
presencia de inhibidores de la síntesis de ADN; este hecho descarta la participación de
ADN intermediario en la replicación de estos virus. En 1963, Montagnier y Sanders
demostraron la presencia de ARN de cadena doble en células infectadas por el virus de
la encefalomiocarditis (EMCV), el cual posee solamente ARN de cadena sencilla. Así,
pronto fue establecido que el ARN de cadena doble es una forma intermediaria en la
replicación de los virus ARN (con excepción de los retrovirus). Este ARN de cadena
doble se denomina forma replicativa (FR) y se caracteriza por ser insensible a la acción
de la enzima ribonucleasa (ARNasa), la cual sólo digiere el ARN de cadena sencilla.
Posteriormente, ha sido posible aislar otro tipo de ARN intermediario constituido por
moléculas de cadena doble cuyos extremos están desapareados originando "colas" de
ARN de cadena sencilla. Este ARN constituye el intermediario de replicación (IR). Sin
embargo, el FR y el IR parecen tener papeles diferentes en la replicación de diferentes
tipos de virus ARN.

El fago Qβ representa el modelo mejor estudiado de la síntesis del ARN viral. En este
sistema ha sido posible purificar la enzima ARN polimerasa dependiente de ARN,
también conocida como la replicasa. Esta enzima tiene gran especificidad por el
templado representado por el ARN del fago Q/β . La síntesis de la cadena (-) de ARN
complementaria al genoma viral es detectada por la aparición de un nuevo ARN no
infeccioso que es resistente a ser digerido por la enzima ARNasa. La aparición de este
ARN, que representa a la forma replicativa (FR), coincide con la pérdida de infectividad
de las moléculas de ARN viral que sirvieron como templado. La síntesis de esta cadena
(-) de ARN es llevada a cabo por la replicasa del fago, la cual está constituida por
varias subunidades de proteína, algunas de las cuales son proteínas codificadas por la
célula hospedera (como los factores de elongación EF; Tu y Ts, normalmente
involucrados en el proceso de síntesis de proteínas) las cuales son incorporadas para
formar la llamada holoenzima de la Qβ replicasa. Posteriormente, la síntesis de la
nueva cadena (+) de ARN que constituye el nuevo genoma viral es realizada por un
complejo formado por 4 moléculas (tetrámero) de la propia Qβ replicasa. Es
importante mencionar que ha sido posible sintetizar in vitro el ARN del fago Qβ a
partir del propio ARN viral y trifosfatos de ribonudeótidos incubados en presencia de
Qβ la replicasa. El nuevo ARN viral sintetizado in vitro resulta ser tan infectivo y
biológicamente competente como el ARN viral sintetizado in vivo dentro de las
bacterias infectadas por el fago Qβ .

El ARN del fago Qβ es capaz y suficiente para dirigir su propia replicación in vitro; esta
propiedad ha sido utilizada para estudiar la evolución de moléculas con capacidad para
autorreplicarse. En el tubo de ensayo las moléculas de ARN se encuentran libres de
muchas restricciones asociadas con el ciclo de vida del virus. Esta situación es similar a
un estado de evolución precelular, cuando los factores ambientales de la selección
natural actuaban directamente sobre el material genético en lugar de hacerlo sobre el
producto (proteína) codificado por el gene. Sol Spiegelman y colaboradores diseñaron
un experimento para determinar qué es lo que ocurre con las moléculas de ARN cuando
la única necesidad consiste en que estas moléculas se repliquen tan rápidamente como
les sea posible. El producto de la reacción entre la Qβ replicasa y el ARN viral
purificado puede actuar como templado para la síntesis de más ARN. Por otra parte,
cuanto más larga es una molécula de ARN más tiempo tardará en replicarse.
Considerando estos factores, resulta lógico pensar que las nuevas moléculas de ARN
podrán replicarse más rápidamente si eliminan información genética que no tiene una
importancia esencial para el proceso de replicación, de esta manera las moléculas de
ARN pueden disminuir su tamaño y el tiempo necesario para la replicación de las
propias moléculas. Por ejemplo, si se añade la enzima Qβ replicasa a una mezcla de
reacción constituida por moléculas enteras y medias moléculas de ARN Qβ purificado,
la replicación de las medias moléculas se realizará en la mitad del tiempo necesario
para replicar las moléculas enteras. Esto resulta en un exceso de medias moléculas
que continúan sirviendo como templado para la síntesis de nuevas medias moléculas,
generando así un exceso absoluto de moléculas más pequeñas. Spiegelman preparó
una mezcla de reacción consistente en ARN Qβ purificado, trifosfatos de los
ribonucleótidos apropiados y la enzima Qβ replicasa. Después de una corta
incubación, la mezcla de reacción fue diluida 121/2 veces en otro tubo de ensayo que
contenía la misma concentración de la enzima replicasa y los ribonucleótidos
precursores, pero en ausencia de ARNQβ . Esta secuencia de incubaciones y
diluciones fue repetida 75 veces y la duración de las incubaciones fue siendo reducida
paulatinamente aunque el factor de dilución fue mantenido constante. Después de la
transferencia número 75 fue posible aislar una población de moléculas derivadas del
ARN Qβ original, las cuales solamente contenían 17% de la secuencia de nucleótidos
presente en el ARN original. Por lo tanto, así se demostró que el tamaño de la molécula
de ARN disminuye progresivamente cuando es sometida a este proceso de selección en
función de la velocidad de replicación. El único factor que tiene un efecto limitante en
el acortamiento de las moléculas de ARN consiste en que las nuevas moléculas deben
conservar cuando menos la secuencia de nucleótidos necesaria para que la Q replicasa
los reconozca como correspondientes a una molécula de ARNQβ .

La replicación del fago Qβ es sólo un ejemplo de las múltiples estrategias de


replicación exhibidas por los virus ARN. Una vez más, el lector interesado deberá
consultar la bibliografía para conocer detalles sobre la replicación de otros virus ARN.
Una pregunta importante es por qué el ácido nucleico purificado a partir de ciertos
tipos de virus tiene capacidad infectiva, mientras que el ácido nucleico purificado a
partir de otros virus carece de esta capacidad. La respuesta consiste en que los virus
pertenecientes a las clases II, V y VI (de acuerdo con la clasificación de Baltimore),
requieren que su información genética sea transcrita en otro tipo de ácido nucleico
diferente al presente en el virus original. En la mayoría de los casos, esta transcripción
es mediada por enzimas específicas del virus, las cuales están almacenadas en la
partícula viral. Ejemplo de estas enzimas son la ARN polimerasa dependiente de ADN,
característica del virus de la vacuna; la ARN polimerasa dependiente de ARN, producida
por el virus de la estomatitis vesicular y los reovirus; la ADN polimerasa dependiente
de ARN característica de los retrovirus. El ácido nucleico purificado a partir de estos
virus carecerá de estas enzimas necesarias para la transcripción y subsecuente
replicación de dicho ácido nucleico, y las células infectadas no cuentan con enzimas
capaces de utilizar estos tipos de ácido nucleico viral como templado.

f) LA REGULACIÓN DE LA EXPRESIÓN DE LOS GENES VIRALES

Cuando una célula es infectada por un virus, no todos los genes virales son expresados
a un mismo tiempo y, por lo tanto, no todas las proteínas virales son sintetizadas al
mismo tiempo. La mayoría de estas proteínas virales no son sintetizadas en forma
continua. Algunas proteínas virales son sintetizadas durante unos cuantos minutos al
principio de la infección, otras son sintetizadas en las etapas tardías de la infección y
otras más son sintetizadas durante periodos que equivalen a la mitad del ciclo
infeccioso.

Cuando se expresa un gene, la información genética presente en la secuencia de


nucleótidos del ácido nucleico original es transcrita en una secuencia complementaria
constituida por ARN mensajero, la información contenida en este ARN mensajero es
traducida en el interior de las estructuras conocidas como ribosomas; en esta
traducción interviene otro tipo de ARN conocido como ARN de transferencia (ARNt), del
cual existen cuando menos veinte tipos diferentes, cada tipo de ARNt sirve para
transportar específicamente uno de los veinte tipos diferentes de aminoácidos que
forman parte de las proteínas. La traducción consiste en interpretar los codones
constituidos por tripletas de nucleótidos presentes en la secuencia del ARN mensajero
(ARNm). Existen 61 codones diferentes que codifican a los 20 aminoácidos diferentes, o
sea, que un mismo tipo de aminoácido puede ser designado por más de un codón.
Además, existen otros tres codones cuya función es actuar como signos determinación
en la síntesis de proteínas. Cada codón (con excepción de aquellos que actúan como
signos de terminación) es reconocido por su respectivo anticodón, constituido por una
tripleta de nucleótidos con secuencia complementaria a la del codón; este anticodón se
encuentra en un extremo de la molécula del ARNt correspondiente. Así, el producto de
la traducción está constituido por una cadena de aminoácidos, o sea, una proteína
cuya secuencia de aminoácidos es correspondiente a la secuencia de codones presente
en el ARNm, secuencia interpretada por los anticodones presentes en los ARNt que
actúan como transportadores de los aminoácidos.

i) Regulación en los bacteriófagos ADN


El control de la expresión genética puede ocurrir en el nivel de la transcripción, en el
nivel de la traduccion o en ambos niveles. En el caso de las bacterias infectadas por
fagos ADN, el control de la expresión de los genes virales ocurre fundamentalmente en
el nivel de la transcripción. La transcripción del ADN en ARNm es realizada por la
enzima ARN polimerasa, la cual en bacterias como la E. coli está formada por cien
diferentes cadenas polipeptídicas (proteínas): α, β , β ω σ ; estas proteínas están
unidas entre sí por puentes de hidrógeno en la siguiente proporción: α, β , β ω σ La
proteína o factor σ puede ser fácilmente separada del resto de la ARN polimerasa que
retiene la actividad catalítica encargada de la síntesis del ARNm. El factor s tiene como
función el reconocimiento de las señales para la iniciación de la transcripción; estas
señales están presentes en las llamadas secuencias promotoras incluidas en el ADN.

Durante la infección de una bacteria por fago T7 se forma una serie de moléculas
discretas de ARNm, las cuales pueden ser aisladas y caracterizadas. Estas moléculas de
ARNm han sido divididas en dos clases: ARNm temprano, el cual consta de 4 especies;
y ARNm tardío, que consta de 8 o 9 especies diferentes. En el fago T7 solamente una
de las cadenas del ADN viral sirve como templado para la síntesis de ARNm esto indica
que los genes de este fago están codificados en la misma cadena de ADN. El gene 1
codifica una ARN polimerasa que es específica para el fago T7; esta polimerasa
solamente, consta de una cadena polipeptídica, siendo mucho más sencilla que la ARN
polimerasa de la bacteria hospedera. La ARN polimerasa específica del fago T7 es
resistente al antibiótico rifampicina, el cual inhibe la actividad de la ARN polimerasa
bacteriana. Al iniciarse la infección por el fago T7, la ARN polimerasa bacteriana se
encarga de transcribir los llamados genes tempranos del genoma viral. Este primer
tipo de ARNm producido es de tipo policistrónico, o sea, incluye en una sola molécula
de ARNm el mensaje contenido en varios genes. Sin embargo, una enzima ribonucleasa
propia de la célula bacteriana (ARNasa III) corta e saje correspondiente a un solo gene
en particular. Como ya fue mencionado, la transcripción del gene 1, y su posterior
traducción, resulta en la síntesis de una ARN polimerasa viral que se encarga de
transcribir los llamados genes virales tardíos. La transcripción de cada clase o tipo de
ARNm viral tardío se inicia en secuencias promotoras localizadas en diferentes puntos
del genoma viral. Sin embargo, todas estas clases de mensajes virales terminan en la
misma región cercana al extremo 3' del genoma del fago T7.

El fago T7 inhibe las funciones sintéticas propias de la célula bacteriana. Una proteína
codificada por uno de los genes tardíos del fago T7 es capaz de pegarse a la ARN
polimerasa bacteriana y de esta manera inhibe la actividad de esta enzima impidiendo
así la síntesis de ARNm bacteriano y eliminando de paso la síntesis de nuevas
moléculas de ARNm viral de tipo temprano. El genoma del fago T7 tiene un peso
molecular de 25 x 106 daltones y una capacidad de codificación equivalente a 30
genes de tamaño promedio. Hasta la fecha han sido identificados 25 genes de este tipo
de virus; estos genes han sido ordenados en un mapa genético lineal en el cual los
genes que se expresan en forma temprana están concentrados en el extremo del
genoma (ADN) viral. Por lo tanto, considerando que la síntesis de ARNm ocurre en la
dirección 5' ® 3', resulta que los transcritos correspondientes a los genes tempranos
están concentrados en el extremo 3' del ARNm viral.

En el caso de la infección por fago T4, es posible identificar tres clases de ARNm virales
en el interior de la bacteria hospedera: ARNm tempranos inmediatos, ARNm tempranos
tardíos y ARNm tardíos. Los ARNm tempranos inmediatos son sintetizados durante el
primer minuto de infección. Los ARNm tempranos tardíos son sintetizados a partir de 2
o 3 minutos después de iniciada la infección. Los ARNm tardíos son sintetizados a partir
de los 10 minutos de infección. A diferencia de lo que ocurre en el caso del fago T7, la
síntesis del ARNm dd fago T4 es sensible al antibiótico rifampicina. Es sabido que este
antibiótico afecta a la subunidad β , de la ARN polimerasa, bacteriana; por lo tanto,
esta subunidad debe participar en la síntesis del ARNm del fago T4. Experimentos en
los cuales la ARN polimerasa bacteriana ha sido marcada radiactivamente antes de la
infección por fago T4, indican que las subunidades α y β , de la ARN polimerasa son
conservadas durante el ciclo de infección; sin embargo estas subunidades son
modificadas. Dos minutos después de iniciada la infección ocurre una modificación de
las subunidades de la ARN polimerasa bacteriana por medio de un proceso conocido
como adenilación; esto modifica la especificidad de la enzima que suspende la síntesis
de ARNm viral de tipo temprano inmediato y empieza a sintetizar ARNm viral de tipo
temprano tardío. Existe evidencia de que a los 10 minutos de infección la estructura de
la subunidad β ,' es modificada; esto resulta en un nuevo cambio en la especificidad
de la ARN polimerasa, la cual empieza a sintetizar ARNm virales tardíos. Existen otros
factores que también participan en la regulación de la transcripción del fago T4; entre
éstos podemos mencionar: la síntesis de un factor de naturaleza proteica capaz de
hacer antagónica la normal terminación de las cadenas de ARNm (factor de
antiterminación), este factor permite que la ARN polimerasa bacteriana continúe
transcribiendo el ADN viral hasta llegar a los genes distales. También ocurre la síntesis
de factores similares al factor s, capaces de reconocer señales de iniciación de la
transcripción que no son reconocidas normalmente por el factor o propio de la bacteria
hospedera.

Figura III.8. Esquema de una célula bacteriana (procariote).

ii) Regulación en los virus animales


La regulación de la expresión genética de los virus animales puede ocurrir en el nivel
de la transcripción, traducción o de ambos procesos, y en un grado que varía entre los
diferentes tipos de virus y también durante el ciclo de multiplicación de cada virus en
particular. La investigación de los virus animales ha permitido elucidar mecanismos de
regulación genética, totalmente diferentes a los presentes en los sistemas bacterianos.
En muchos casos todavía se ignora la mayoría de los eventos involucrados en la
regulación de los genes virales. Sin embargo, el estudio de los virus animales ha
servido como poderosa herramienta para conocer detalles de la biología molecular de
las células eucarióticas, o sea, células que se caracterizan por tener núcleo y otros
organelos intracelulares a diferencia de las células procarióticas (como las bacterias)
que carecen de organelos intracelulares (figuras III.8 y III.9).

Figura III.9. Esquema de una célula animal (eucariote).

iii) Virus ARN

El genoma completo del virus de la polio, un tipo de virus ARN, es traducido en una
enorme poliproteína con peso molecular de 250 000 daltones. Esta poliproteína es
fragmentada por medio de una serie de pasos enzimáticos para dar origen a proteínas
funcionales más pequeñas. Este fenómeno de fragmentación postraducción parece ser
común en el caso de las células eucarióticas. La fragmentación se inicia cuando la
poliproteína todavía está siendo sintetizada y solamente mediante la adición de
inhibidores de las proteasas (enzimas que degradan a las proteínas) es posible aislar a
la poliproteína íntegra. En teoría, todas las proteínas del poliovirus deberían estar
presentes en cantidades equimolares, pero esto no ocurre en la realidad porque al
parecer algunas proteínas virales son degradadas en forma selectiva (figura III.10). El
virus de la polio es un virus ARN perteneciente a la clase IV de la clasificación de
Baltimore; estos virus se caracterizan por producir un ARNm cuya secuencia es idéntica
a la del ARN que constituye el genoma viral; para esto se requiere la síntesis previa de
una cadena de ARN con secuencia complementaria a la del ARN del genoma viral. Esta
cadena complementaria sirve como templado para la síntesis del ARNm viral. El virus
de la polio es capaz de inhibir la síntesis de macromoléculas propias de la célula
hospedera, de esta manera todos los recursos y precursores moleculares presentes en
la célula son dedicados a la producción de componentes virales y, por lo tanto, no
resulta sorprendente que la célula muera a consecuencia de la infección viral. En las
células infectadas por el poliovirus una de las proteínas virales introducida a la célula
junto con el virión es la causa de que se inicie la inhibición de las funciones celulares.
Particularmente es afectada la síntesis del ARN celular que forma parte de los
ribosomas, que son las estructuras en las cuales se realiza la síntesis de proteínas.
Pero todavía se conocen muy pocos detalles en cuanto a la forma como el poliovirus
inhibe la síntesis de proteínas celulares.

Figura III.10. Esquema de la síntesis de las proteínas del virus de la poliomielitis. Los
picornavirus hacen sus proteínas funcionales por medio de la traducción del ARN mensajero
viral en una cadena continua de aminoácidos (la poliproteína NOO=. durante la síntesis de esta
poliproteína se producen cortes primarios que dan origen a las proteínas precursoras N1, NX y
N1.5. Ni es fragmentada para formar las proteínas estructurales del virión, mientras que NX y
los productos del N1.5 probablemente están involucrados en funciones intracelulares como l a
síntesis de ARN viral.

En el caso de los virus ARN pertenecientes a la clase V de Baltimore, los ARNm virales
tienen una secuencia complementaria al genoma viral. Los ortomixovirus, que incluyen
al virus de la influenza tipo A, se caracterizan por tener genomas segmentados. A
partir de cada uno de los ocho segmentos del genoma viral se sintetiza un ARNm que
es monocistrónico. Las ocho diferentes proteínas resultantes no están presentes en
cantidades equimolares y la proporción relativa de cada proteína cambia durante la
infección. El control de la síntesis de estas proteínas virales es realizado en el nivel de
la transcripción. En este tipo de virus es vital que exista una manera de distinguir
entre el ARNm(+), que es traducido en proteínas, y el ARN(+), que sirve como
templado para la síntesis de nuevos genomas virales constituidos por ARN(-).
Recordemos que por convención el ARNm es (+) y todo ácido nucleico de secuencia
complementaria a la de dicho ARNm es considerado de polaridad (-). Existe amplia
evidencia de que el virus de la influenza sintetiza dos tipos de ARN(+): el ARN(+) que
servirá como templado para la síntesis del ARN(-) viral es un fiel complemento de la
secuencia de nucleótidos presente en el genoma ARN(-) viral, mientras que el ARNm(+)
viral carece de una porción de la secuencia de nucleótidos complementaria al extremo
5´ del ARN(-) correspondiente al genoma viral. Así, el ARNm no puede servir como
templado para la síntesis de segmentos completos del genoma viral.

Los ortomixovirus son únicos entre los virus ARN debido a que parte de su ciclo de
multiplicación se lleva a cabo dentro del núcleo celular. Inmediatamente después de la
infección, la partícula viral desnuda es transportada al interior del núcleo celular y en
etapas más avanzadas de la infección, algunas proteínas virales recién sintetizadas
migran del citoplasma (su lugar de síntesis) hacia el núcleo. El paso de moléculas a
través de la membrana nuclear es un proceso altamente selectivo y constituye un nivel
de control presente únicamente en las células eucarióticas.

iv) Virus ADN

Todos los virus ADN, con excepción de los poxvirus, sintetizan su ARNm a partir de una
molécula de ADN de cadena doble, la cual se ubica en el núcleo de la célula infectada y,
por lo tanto, representa el modelo más cercano para el estudio de la síntesis de ARNm
en las células eucarióticas. Las histonas constituyen el principal tipo de proteínas que
normalmente se encuentran asociadas con el ADN celular; estas histonas se
encuentran también asociadas con el genoma de algunos virus ADN como los
papovavirus, lo que subraya la similitud estructural entre la cromatina celular y la
cromatina viral. El tamaño de los genomas de los virus ADN animales varía dos órdenes
de magnitud, desde los parvovirus, cuyo ADN tiene un peso molecular promedio de 1.5
x 106 daltones, hasta el virus de la vacuna cuyo ADN tiene un peso molecular de 160 x
l06daltones. Los virus más grandes son menos dependientes de las funciones de la
célula hospedera para multiplicarse y por lo tanto pueden hacerlo aun cuando las
células hospederas se encuentran fuera de la fase S del ciclo celular, misma que
constituye el periodo normal de duplicación del ADN celular. Los virus pequeños
solamente pueden replicarse durante la fase S del ciclo celular; y los virus de tamaño
intermedio tienen la capacidad de inducir a la célula para que entre en la fase S. Casi
todos los virus ADN tienen la capacidad de transformar células en cultivo, volviéndolas
de tipo tumoral (canceroso). Este fenómeno será discutido con detalle más adelante.
Sin embargo, es posible especular que la transformación celular puede resultar a
consecuencia de una aberración en el mecanismo normal por medio del cual el virus
interacciona con los factores celulares que regulan la división celular. También es
importante mencionar que gran parte de la información genética contenida en el
genoma de los virus ADN más grandes parece duplicar información ya presente y
expresada en las células que se encuentran en la fase S del ciclo celular.

v) Regulación en los papovavirus


Los papovavirus constituyen un grupo de virus ADN animales. El virus del polioma y el
virus de simios SV40 son los papovavirus más estudiados. Estos virus tienen un
genoma circular constituido por ADN de cadena doble que codifica proteínas virales
tempranas y tardías, las cuales son sintetizadas a partir de la traducción de ARNm
virales tempranos y tardíos. El ADN de los papovavirus es transcrito por la ARN
polimerasa celular tipo II, la cual normalmente es la encargada de sintetizar el ARNm
celular. El ARNm viral de tipo temprano es sintetizado a partir de una cadena de ADN
diferente a la que da origen al ARNm tardío. En el virus SV40, la proteína temprana
más importante es el antígeno tumoral mayor o T-antígeno; esta proteína viral migra
hacia el núcleo celular y supuestamente modifica el ADN celular, de manera que se
vuelve susceptible a ser replicado. El virus SV40 también sintetiza otro antígeno
tumoral menor o t-antigeno. Por su parte, el virus del polioma sintetiza tres diferentes
antígenos tumorales. El papel de estos antígenos en la transformación celular será
discutido más adelante.

Otras proteínas tempranas codificadas por el virus SV40, pero cuya función se
desconoce, son el U-antígeno, que también se ubica en el núcleo celular, y el antígeno
de transplante-tumor específico (TSTA), que se ubica en la membrana celular. La fase
inicial de la infección viral es seguida por la inducción de la síntesis de enzimas
celulares y ADN celular, en forma independiente de las necesidades celulares. A
continuación se inicia la síntesis de ADN viral seguida por la síntesis de ARNm viral
tardío. Las proteínas tardías son ensambladas con el ADN viral para formar los nuevos
viriones. A pesar de que los ARNm tempranos y tardíos son sintetizados a partir de
diferentes cadenas del ADN viral, ambos tipos de ARNm están presentes en el núcleo de
la célula infectada, incluso en las etapas avanzadas de la infección. Por lo tanto, la
síntesis predominante de proteínas virales tardías se logra por medio del transporte
selectivo hacia el citoplasma de aquellos transcritos de ARNm viral que corresponden a
las proteínas de tipo tardío.

vi) Regulación en los adenovirus


Figura III. 11. (a) Producción del ARN mensajero de un adenovirus. (b) El asa de ADN formada
por el apareamiento con el ADN genómico puede ser observada mediante el microscopio
electrónico y proporciona evidencia de que el ARNm es formado a partir de regiones no
contiguas del ADN genómico. En la ilustración solamente está representada una cadena del
ADN.

Los adenovirus poseen una cantidad de ADN seis veces mayor que la de los
papovavirus. Sin embargo, son muy similares sus estrategias de control genético:
síntesis temprana de proteínas virales, replicación del ADN viral, síntesis de proteínas
virales tardías. En el caso de los adenovirus, tanto la ARN polimerasa celular tipo II
como la tipo III participan en la transcripción de ARNm viral temprano y tardío. El
estudio de la replicación de los adenovirus ha contribuido a establecer que el ARNm de
ciertos virus es codificado, al igual que el ARNm de las células eucarióticas, por
regiones no contiguas del ADN. Esto implica que el transcrito inicial del ARN viral es
fragmentado en forma específica y los fragmentos adecuados son unidos por una
enzima ARN ligasa (figura III.11). En el núcleo de la célula infectada por el adenovirus
ocurren mecanismos de control genético altamente complejos. Además de la
fragmentación y ligado del ARNm, existen otros procesos como la poliadenilación, que
consiste en la adición de un polímero constituido por 150 a 200 nucleótidos de
adenina, al extremo 3' del ARNm. Este fenómeno incrementa la estabilidad del ARNm.
Otro proceso es el capping del ARNm viral, el cual consiste en la adición de un
nucleótido especial: 7-metil guanosina, al extremo 5' del ARNm. Este nucleótido puede
ser hipermetilado posteriormente. El cap protege el extremo 5' del ARNm evitando que
sea degradado por enzimas nucleasas o fosfatasas o por ambas, lo cual incrementa la
estabilidad del mensaje. También se observa un transporte diferencial del ARNm viral
en el nivel de la membrana nuclear; la permeabilidad de esta membrana al ARNm
recién sintetizado cambia continuamente durante el proceso de infección, de manera
que el espectro de proteínas virales al ser sintetizadas también cambia en forma
continua.

vii) Regulación en los herpesvirus

Los herpesvirus contienen aproximadamente cuatro veces más ADN que los
adenovirus. En los herpesvirus la síntesis de ARNm tardíos es independiente de la
síntesis de ADN viral y celular. Así, cuando se inhibe la síntesis de ADN, todavía es
posible observar la acumulación de ARNm temprano y tardío en el núcleo celular. Sin
embargo, la síntesis de las proteínas virales sigue un riguroso sistema de inducción y
represión que ocurre en tres fases. Las proteínas de tipo α son las primeras en ser
sintetizadas después del inicio de la infección; estas proteínas α inducen a su vez la
síntesis de las proteínas virales β las cuales reprimen la síntesis de las proteínas α e
inducen la síntesis de las proteínas virales γ , las cuales a su vez reprimen la síntesis
de las proteínas β . La evidencia disponible indica que los mecanismos de control en la
síntesis de estas proteínas virales ocurre en el nivel de la traducción y el
procesamiento de los ARNm virales dentro del núcleo de la célula infectada.

En el caso del virus Herpes simplex tipo 1, existe evidencia reciente de que la infección
viral produce un número limitado de rupturas en las cadenas del ADN celular; estas
rupturas inducen un cambio en la estructura tridimensional de este ADN celular y en las
relaciones o asociaciones que mantiene este ADN celular con el núcleo-esqueleto o
estructura subnuclear. El desprendimiento del ADN celular de los sitios de anclaje a la
subestructura nuclear se manifiesta entre otras cosas por la inhibición de la síntesis del
ARN y ADN celulares. Al parecer, la posición que guardan las asas de ADN celular en
relación con la subestructura nuclear tiene un papel muy importante en la
potencialidad de este ADN para ser replicado y transcrito. La alteración en la posición
del ADN celular inducida por la infección viral puede ser un mecanismo económico y
eficiente para lograr la inhibición de la síntesis de macromoléculas celulares.

viii) Regulación en los poxvirus

Los poxvirus que incluyen al virus de la viruela y de la vacuna son los únicos virus ADN
animales que se multiplican en el citoplasma de la célula infectada. También son los
virus más grandes y tienen capacidad para codificar 50 veces más genes que los
papovavirus. El sitio de la multiplicación viral en el citoplasma se manifiesta por la
virtual formación de un "se gundo núcleo". Los viriones de los poxvirus contienen una
multitud de enzimas cuyas actividades son un duplicado de aquellas normalmente
presentes en el núcleo celular. Estos viriones poseen su propia ARN polimerasa
dependiente de ADN al igual que enzimas capaces de adenilar, metilar y añadir cap a
los ARNm virales. La presencia de control en el nivel de la traducción es evidente en la
síntesis de la enzima viral timidina cinasa, la cual es una proteína temprana cuya
síntesis se detiene una vez que aumenta la síntesis de proteínas virales tardías,
algunas de las cuales parecen ser la causa de la inhibición de la síntesis de proteínas
tempranas como la timidina cinasa.

g) EL ENSAMBLAJE DE LOS VIRUS


En las células infectadas por virus tanto las proteínas como los ácidos nucleicos virales
son sintetizados por separado y posteriormente ensamblados para formar nuevas
partículas virales. Los virus pueden autoensamblarse en un proceso similar a la
cristalización, ya que las partículas virales, al igual que los cristales, constituyen
estructuras que se encuentran en un estado mínimo de energía libre. Sin embargo, el
genoma viral también puede especificar ciertos factores "morfogenéticos" que no
contribuyen directamente a formar la estructura del virión, pero son necesarios para el
proceso de ensamblaje.

El fenómeno de autoensamblaje ocurre en la formación de diversas estructuras


biológicas como los flagelos celulares. Sin embargo, el ejemplo mejor estudiado es la
reconstitución in vitro del virus del mosaico del tabaco. Este virus consta de un largo
filamento helicoidal de ARN que está incluido en una estructura constituida por
pequeñas subunidades idénticas de proteína "A"; estas subunidades están dispuestas
en forma helicoidal. Las proteínas del VMT forman diferentes tipos de agregados
moleculares cuando se encuentran en solución, dependiendo de las condiciones
ambientales, particularmente la fuerza iónica y el pH. Las estructuras discoidales son el
tipo más común de agregado proteico que ocurre bajo condiciones fisiológicas. Sin
embargo, la interacción de los discos de proteína con el ARN viral resulta en la
estabilización de la forma helicoidal. Cuando se mezclan subunidades de proteína "A" y
ARN viral, la polimerización es lenta y la formación de viriones maduros requiere de
casi seis horas. Cuando se mezclan los discos de proteína "A" con ARN viral bajo las
mismas condiciones del experimento anterior, la polimerización es rápida y en cinco
minutos se ensamblan viriones maduros.

El modelo más aceptado para explicar el ensamble del VMT es el asa en movimiento.
Este modelo propone que una molécula de ARN en forma de horquilla se inserta, a
través del orificio central de un disco formado por subunidades de proteína "A", en el
espacio o mandíbula presente entre los dos discos de proteína "A". A consecuencia de
esta interacción, los discos son desfasados dando origen a una estructura helicoidal, la
cual se perpetúa por medio de la adición de nuevos discos de proteína en la parte
superior de la hélice en crecimiento. El asa producida por la tracción del ARN hacia
arriba del orificio central de la partícula en crecimiento constituirá el asa en
movimiento que se inserta en el orificio del siguiente disco adicional, desfasándolo a su
vez y convirtiéndolo en una estructura helicoidal (figura III.12). Este modelo predice
que en partículas de VMT ensambladas parcialmente las puntas 5' y 3' del ARN viral
deben protuir a través de alguno de los extremos de la partícula viral en formación.
Este hecho ha sido confirmado por microscopia electrónica.

El ensamble dirigido de los nuevos viriones es característico de virus complejos como


los fagos del grupo T. El caso más estudiado es el del fago T4. El primer avance en la
elucidación del ensamblaje del fago T4 se obtuvo a partir del estudio de mutantes
letales condicionales. Cuando se infecta una cepa no permisiva de E. coli con fagos que
tienen mutaciones en cualquiera de sus genes estructurales, no se producen nuevas
partículas virales. Sin embargo, cuando se examinan bajo el microscopio electrónico
los lisados obtenidos a partir de estas bacterias infectadas con fagos mutantes, se
encuentra la presencia de estructuras correspondientes a los componentes del fago.
Así, bacterias infectadas con fagos mutantes en el nivel de los genes 34, 35, 36, 37 y
38, acumulan partículas virales que parecen normales, salvo porque carecen de las
fibras de la cola. Por lo tanto, se concluye que estos genes codifican proteas
involucradas en el ensamble de las fibras de la cola; la adición de estas fibras es un
evento tardío en el ensamble de las nuevas partículas virales. Las fibras se acuman en
bacterias infectadas con fagos mutantes en los genes 34, 35, 36 y 38, pero no en los
mutantes en el gene 37, por lo que se deduce que este gene 37 codifica la principal
proteína estructural de las fibras de la cola del fago. La aplicación de esta metodología
a bacterias infectadas con otras cepas diferentes de fagos mutantes permitió identificar
la función de muchos otros genes del fago T4y establecer que la cabeza, la cola y las
fibras del fago son sintetizadas en forma independiente.

Figura III. 12. Modelo de asa en movimiento para el ensamble del virus del mosaico del tabaco
(VMT). La nucleación se inicia con la inserción de una horquilla de ARN viral en el orificio
central del primer disco de proteínas tipo "A". El asa se intercala entre dos capas de
subunidades y se pega alrededor de la primera vuelta del disco. Como resultado del modo de
iniciación, el extremo más largo del ARN viral forma un asa en movimiento a la cual se le
añaden rápidamente discos adicionales formados por subunidades de proteína "A".
Figura III.13. Ensamble del bacteriófago T.4

Estudios complementarios realizados in vitro han permitido conocer más detalles del
proceso de ensamblaje del fago T4. Por ejemplo, fagos carentes de fibras aislados a
partir de bacterias infectadas con mutantes en los genes 34-38 fueron mezclados con
un extracto obtenido de bacterias infectadas con una cepa de fagos mutantes en el
gene 23, la cual no puede sintetizar cabezas virales. El resultado de este experimento
fue la formación in vitro de viriones completos e infectivos, ya que el extracto del
mutante en el gene 23 actuó como donador de fibras de la cola, mientras que el otro
extracto proporcionó las cabezas del fago. Este tipo de experimento es análogo a los
estudios de complementación genética, pero con la diferencia de que estos últimos se
realizan in vivo, o sea, dentro de las células infectadas.

La figura III.13 muestra la secuencia de ensamble del fago T4. Los productos de los
genes 13 y 14 no están involucrados directamente en el proceso de unión; sin
embargo, deben ser funcionales para que pueda ocurrir la unión entre cabezas y colas.
Las cabezas se unen a las colas en forma espontánea; por lo tanto, los genes 13 y 14
deben estar involucrados en alguna modificación de las cabezas maduras, la cual es un
prerrequisito para la adición de la cola. En contraste, las fibras de la cola no se unen
espontáneamente a la placa basal, sino que requieren la participación activa del
producto del gene 63 para poder llevar a cabo esta unión.

El correcto ensamblaje de muchos virus esféricos y también de algunos fagos con


cabeza y cola requiere la participación de proteínas que no están presentes en el virus
maduro. A estas proteínas se les conoce como proteínas formadoras del andamio. Por
ejemplo, durante el ensamble del fago P22 aproximadamente 250 moléculas de las
proteínas del andamio catalizan el ensamble de 420 moléculas de la proteína de la
cubierta viral, de manera que estas proteínas forman una procabeza de cubierta doble,
la cual contiene ambos tipos de proteína. Cuando ocurre la encapsidación del ADN viral,
todas las proteínas formadoras del andamio son expulsadas de la procabeza, de
manera que estas proteínas quedan libres para participar en ciclos subsecuentes de
ensamble de las procabezas. En el caso del fago T4, la proteína formadora del andamio
es el producto del gene 22; esta proteína es removida de la procabeza por medio de
una enzima proteolítica (capaz de degradar proteínas) en el momento que ocurre la
encapsidación del ADN viral.

Durante el ensamblaje de los adenovirus las proteínas formadoras del andamio son
eliminadas en el momento que ocurre la encapsidación del ADN viral, pero no se sabe
si estas proteínas son destruidas o reutilizadas en el ensamble de otras partículas
virales. Existe evidencia de que en el proceso de ensamble de los herpesvirus y los
poxvirus se reciclan las proteínas formadoras del andamio.

La proteína codificada por el gene B del fago ØXI74 no está presente en el virión
maduro, pero participa en forma catalítica en el ensamble del fago. En células
infectadas por ØXI74, la proteína del gene F se agrega para formar pentámeros al
igual que la proteína del gene G; estos pentámeros reaccionan en presencia del
producto del gene B para formar un agregado proteico más complejo, el cual
probablemente constituye los vértices de la cápside viral icosaédrica.

h) FRAGMENTACIÓN DE PROTEÍNAS VIRALES

En la mayoría de los casos estudiados, la formación de viriones maduros requiere la


fragmentación de grandes proteínas precursoras una vez que éstas se han ensamblado
para formar procabezas o proviriones. Por ejemplo, en la maduración de la cabeza del
fago T4, la proteína producto del gene 23 (p23) es fragmentada para generar la
proteína p23*, que es 17% más corta que p23. En ausencia del ácido nucleico, las
proteínas íntegras forman agregados más estables que las proteínas fragmentadas.
Esto es consistente con la observación de que la fragmentación de las proteínas
estructurales ocurre justamente antes de la encapsidación del ácido nucleico viral.
En las células infectadas por picornavirus y togavirus ocurren dos tipos de
fragmentación postraducción de las proteínas virales. Por ejemplo, el genoma completo
del poliovirus es traducido en un solo polipéptido gigante, el cual es fragmentado en
tres polipéptidos más pequeños. Uno de estos polipéptidos es la proteína NCVPl o
proteína que pertenece a la cápside viral. Esta proteína es precursora de las cuatro
proteínas presentes en el virión maduro. NCVPl se deriva de la región 5' del genoma
viral y es sintetizada en forma completa antes de ser fragmentada; esto sugiere que es
necesario que la proteína NCVPl se pliegue en el espacio para adquirir una
conformación tridimensional antes de que ocurra la fragmentación de dicha proteína.
La fragmentación de NCVPl da origen a las proteínas VPO, VPl y VP3, las cuales se
encuentran asociadas entre sí en el interior de las células infectadas al igual que en las
cápsides virales. Después de que el ARN viral es encapsulado, VPO es fragmentada
para producir las proteínas del virión denominadas VP2 y VP4. La fragmentación inicial
del producto primario de la traducción del genoma viral representa un caso de
fragmentación formativa. Este proceso probablemente constituye un mecanismo
utilizado por las células animales como substituto para la iniciación interna de la
síntesis de proteínas en mensajes policistrónicos (mensajes que contienen la
información correspondiente a varios genes). La fragmentación del NCVPl en VPO, VP1
y VP3, y la subsecuente fragmentación de VPO en VP2 y VP4, representan ejemplos de
fragmentación morfogenética (figura III.10).

i) ENSAMBLE DE LOS VIRUS CON ENVOLTURA

Un gran número de virus, particularmente de virus animales, poseen una envoltura


lipídica como parte de su estructura. Por ejemplo, los herpesvirus se replican en el
núcleo celular y aunque las proteínas virales son sintetizadas en el citoplasma celular,
estas proteínas son reintroducidas al núcleo celular. Después del ensamble de la
nucleocápside, el virus brota a través de la membrana nuclear y de esta manera
adquiere la envoltura. Antes de que ocurra este proceso, la membrana nuclear es
modificada por medio de la incorporación de proteínas virales específicas, las cuales
son glicosiladas, o sea, se les añaden moléculas de carbohidratos. Sin embargo, la
gran mayoría de los virus con envoltura la adquieren a partir de la membrana celular.
Se han identificado cuatro eventos principales en la maduración de estos virus.
Primero, se forma la nucleocápside en el citoplasma celular. Segundo, ciertas áreas de
la membrana celular incorporan glicoproteínas virales. Tercero, la nucleocápside se
alinea a lo largo de la superficie interna de la membrana modificada y finalmente brota
de la célula. Durante este proceso, ninguna proteína de la membrana celular es
incorporada en las partículas virales, aunque la mayor parte de los lípidos presentes en
la envoltura viral son derivados de los lípidos normalmente presentes en la membrana
de la célula hospedera.

I V . L I S O G E N I A
POCO tiempo después de que fueron descubiertos los fagos, se aislaron cepas
bacterianas que parecían ser portadoras silenciosas de ciertos tipos de fagos. Los
líquidos obtenidos a partir de cultivos de estas cepas portadoras mostraban la
presencia de fagos; sin embargo, las cepas portadoras no eran sensibles a ser
destruidas por el fago que portaban. Por otra parte, cepas de bacterias emparentadas
con la cepa portadora resultaban ser sensibles al fago presente en las cepas
portadoras. Las cepas de bacterias portadoras de fagos silenciosos o latentes fueron
denominadas cepas lisogénicas. A principios de los años cincuenta se descubrió que los
fagos son capaces de adsorberse a las bacterias lisogénicas, pero no se produce la
subsecuente lisis de estas bacterias. Por otra parte, cuando el fago procedente de una
cepa lisogénica es sembrado en una cepa de bacterias sensibles, se pueden aislar en
estos cultivos colonias de bacterias que se comportan igual que las cepas lisogénicas.
En 1950, André Lwoff cultivó una sola célula procedente de una cepa lisogénica de
Bacillus megaterium y observó bajo el microscopio la división de esta bacteria.
Posteriormente, Lwoff removió una de las células hijas junto con un poco del medio de
cultivo. Este proceso fue repetido varias veces: cada vez que se dividía la célula
remanente, era removida una de las células hijas y algo del medio de cultivo; las
células hijas y el viejo medio de cultivo fueron sembrados en agar para determinar si
daban origen a una población de bacterias lisogénicas y a la presencia de fago en el
medio de cultivo. Estos experimentos mostraron que las bacterias lisogénicas pueden
crecer y dividirse sin liberar fagos al medio de cultivo. Sin embargo, por alguna razón
desconocida, algunos filtrados obtenidos a partir de extractos de bacterias lisogénicas
mostraban la presencia de partículas virales, o sea, fagos. Lwoff razonó que en las
cepas lisogénicas el fago se encuentra en forma de un precursor no infeccioso al que
denominó profago. La lisis de algunas de estas bacterias lisogénicas ocurre solamente
cuando estas células han sido estimuladas para producir fagos. Lwoff y colaboradores
observaron que la irradiación con luz ultravioleta (U.V.) era capaz de inducir la
producción de fagos en una población de bacterias lisogénicas, mismas que eran
lisadas en la medida que se incrementaba la concentración de fagos liberados al medio
de cultivo. Por lo tanto, una bacteria lisogénica posee la capacidad de heredar el fago a
sus descendientes, muy pocos de los cuales se lisarán en forma espontánea. Sin
embargo, la mayor parte de la progenie de una bacteria lisogénica puede ser inducida
a producir el fago por medio de la irradiación con U.V. o tratamiento con otros factores
inductores. Se denomina temperados a los bacteriófagos capaces de existir en forma
de profago en el interior de una bacteria hospedera. Después de que el profago ha sido
inducido por irradiación, ocurre un breve periodo de eclipse en el cual no se puede
detectar la presencia del fago dentro de la bacteria. Sin embargo, es posible detectar
la aparición de proteínas y ácido nucleico específicos del fago; estos elementos serán
ensamblados para formar los nuevos fagos maduros poco antes de que ocurra la lisis
de la bacteria hospedera.

En 1951, Esther Lederberg descubrió en forma accidental que la cepa de E. coli K12
era de tipo lisogénico. El fago latente en dicha cepa fue aislado al mezclar E. coli Kl2
con derivados no lisogénicos de esta cepa bacteriana. El fago resultante es ahora
conocido como fago y representa el caso más estudiado del fenómeno de lisogenia.

Las bacterias infectadas por fagos temperados continúan dividiéndose por varias
generaciones y son inmunes o resistentes a ser superinfectadas por el mismo tipo de
fago que albergan o por otros fagos pertenecientes a clases emparentadas con el fago
temperado original. Estas bacterias contienen cuando menos una copia íntegra del
genoma del fago. Las bacterias infectadas por fagos temperados portan la información
genética correspondiente al fago, a través de múltiples divisiones bacterianas, o sea, el
genoma del fago es replicado al mismo tiempo que ocurre la replicación del genoma
bacteriano; este hecho hace posible que la bacteria original pueda heredar el fago
temperado a la subsecuente progenie bacteriana.

El genoma del fago λ está constituido por una molécula lineal de ADN de cadena
doble; esta molécula posee extremos cohesivos o "pegajosos" debidos a la secuencia
de nucleótidos presentes en esa región del genoma viral. Al penetrar en la bacteria, el
ADN del fago l se circulariza por la interacción entre los extremos cohesivos de la
molécula. Ocasionalmente, este anillo de ADN puede ser integrado en el cromosoma de
la bacteria. La integración ocurre en un sitio específico del genoma bacteriano; en ese
sitio existe una secuencia de nucleótidos que resulta homóloga a la de una región del
genoma del fago denominada att λ . Cuando en forma espontánea se alinean
paralelamente estas secuencias homólogas, el círculo del genoma del fago se rompe y
la integración se lleva a cabo por medio del entrecruzamiento entre el ADN del fago y
el ADN de la bacteria; este entrecruzamiento es mediado por un factor proteico
codificado por un gene del fago (int). El fago, una vez integrado, se encuentra como
profago y solamente unos cuantos de sus genes son expresados (figura IV.1). Un gene
en particular produce una proteína que se comporta como un represor que inactiva la
expresión de los otros genes virales. Este represor también actúa como un factor de
inmunidad que im pide la superinfección de la misma bacteria por otro fago λ .

Un factor crítico para el mantenimiento del estado de profago está representado por la
concentración de la proteína represora en el citoplasma bacteriano. Eventos que
disminuyen la concentración del represor inducen la expresión del genoma viral
completo. Un ejemplo de lo anterior ocurre cuando una bacteria lisogénica masculina,
o sea, poseedora del factor de conjugación F (bacteria F+), se conjuga con una
bacteria no lisogénica femenina (F-) introduciendo en el citoplasma de la bacteria
femenina un fragmento de ADN que incluye al profago. Debido a que en el citoplasma
de la célula receptora no existen moléculas del represor para el fago λ , se produce
una rápida inducción de la expresión del genoma viral y la subsecuente lisis de la
bacteria receptora.
Figura IV. 1.(a) Modelo de Campbell para la inserción del ADN del fago en el cromosoma
bacteriano. (b) Mapa genético del fago. (c) Reordenamiento de los genes del fago después de
inserción del ADN del fago en el cromosoma bacteriano. Los símbolos gal y trp representan los
operones de la galactosa y del triptófano, respectivamente.
La transición entre el estado de profago y la infección productiva de tipo lítico inducen
que el ADN viral se separe del cromosoma bacteriano por medio de la formación de una
asa de ADN viral, la cual es cortada y liberada del cromosoma por mediación de
proteínas codificadas por los genes xis e int del fago. Una vez liberado el genoma viral,
los extremos cohesivos se reúnen formando una molécula circular de ADN viral.

Algunas veces ocurren errores en el proceso de corte o escisión, de manera que el ADN
liberado del cromosoma incluye pequeños segmentos correspondientes al ADN
bacteriano adyacente al profago. Por ejemplo, el ADN bacteriano presente a la
izquierda del profago se incluye secuencias correspondientes de los genes del operón
de la galactosa, los cuales codifican enzimas involucradas en el metabolismo y
procesamiento del carbohidrato galactosa. Generalmente, el error en la escisión,
mismo que resulta en la inclusión de una porción del genoma bacteriano, también
ocasiona una pérdida recíprocamente proporcional del genoma viral. Por ejemplo,
cuando por error se incluyen los genes del operón de la galactosa en el ADN liberado,
se pierden genes normalmente presentes en el extremo derecho del genoma del fago.
El genoma viral defectuoso sirve tomo templado para la replicación del ADN, de
manera que los nuevos fagos tendrán genes para la utilización de la galactosa y a la
vez carecerán de algunos genes virales que salieron perdidos durante el proceso de
escisión. Cuando se infectan con este fago defectuoso bacterias mutantes que tienen
un defecto en el operón de la galactosa (bacterias Gal-), en condiciones favorables al
proceso de lisogenización, es posible que la inserción del genoma viral en el
cromosoma de la bacteria mutante resulte en la adquisición de las funciones para la
utilización de la galactosa, previamente ausentes en la bacteria mutante. A este
fenómeno se le conoce como transducción y los fagos capaces de inducirlo son
denominados fagos transductantes, los cuales tienen la capacidad de introducir en las
bacterias infectadas fragmentos de ADN que codifican funciones previamente ausentes
en esas bacterias. En general, los fagos transductantes son defectuosos en su propia
replicación debido a que carecen de ciertos genes virales necesarios para este proceso.
Por lo tanto, estos fagos defectuosos sólo pueden propagarse en presencia de fagos
normales (auxiliares) capaces de proporcionar los factores codificados por la región del
ADN ausente en los fagos defectuosos.

I N T E R A C C I O N E S E N T R E V I R U S Y C É L U L A S
E U C A R I Ó T I C A S

EXISTEN varios tipos de interacciones entre los virus y las células eucarióticas
mantenidas en cultivo. El estudio de estas interacciones ha permitido comprender
ciertos eventos relacionados con el proceso de infección en organismos íntegros. Las
infecciones virales en células eucarióticas pueden ser clasificadas en: líticas,
persistentes, latentes, transformantes y abortivas. En todos estos tipos de infección, el
evento inicial consiste en la interacción entre el virus y el receptor correspondiente
presente en la superficie de la célula. Si una célula carece del receptor apropiado para
un virus en particular; entonces es automáticamente resistente a la infección por ese
tipo de virus.

i) Infecciones líticas: son muy fáciles de estudiar en el laboratorio, ya que la muerte


celular y la producción de progenie viral infecciosa pueden ser observadas sin mayor
dificultad. Los virus pueden matar a la célula hospedera al inhibir la síntesis de los
ácidos nucleicos y proteínas celulares. Sin embargo, con frecuencia la muerte celular
ocurre debido a una liberación de enzimas lisosomales que digieren las estructura
propias de la célula. La alteración en la regulación del transporte y concentraciones de
iones en la célula infectada también puede conducir a la rápida muerte celular.

ii) Infecciones persistentes: se caracterizan por la producción continua de virus


infecciosos sin que las células hospederas mueran o sean destruidas. Las infecciones
persistentes son consecuencia de un delicado equilibrio que a veces se establece entre
el virus y su célula hospedera. Por ejemplo, la infección de células de riñón de mono
con virus SV5 resulta en la continua producción de partículas virales por más de 30
días. A pesar de que este virus se multiplica siguiendo la cinética de crecimiento en un
paso, la cual es característica de las infecciones líticas, el virus no produce daño a las
células hospederas debido a que no perturba ni interfiere con la síntesis de ácidos
nucleicos y proteínas celulares. Por otra parte, el virus SV5 consume muy pocos de los
recursos de la célula hospedera, por ejemplo, la cantidad de ARN viral sintetizado es
equivalente a menos del 1% de la síntesis de ARN celular. Sin embargo, el mismo virus
SV5 produce infecciones líticas en cultivos de células obtenidas del riñón de hámsteres
recién nacidos. Por lo tanto, el curso de la infección depende de las propiedades tanto
del virus como de la célula hospedera.

En el laboratorio es posible manipular las condiciones en que se desarrolla una


infección viral, de manera que la adición de pequeñas cantidades de anticuerpos
neutralizantes específicos contra el virus infectante, o la adición de interferón (véase,
infra), disminuye la producción de progenie viral o el índice de multiplicación del virus;
de esta manera es posible que sobreviva la mayor parte de la población celular a pesar
de que unas cuantas células mueran.

Las llamadas partículas defectuosas causantes de interferencia (ID) son producidas


durante las infecciones virales a consecuencia de errores en la replicación del ácido
nucleico viral. Estos errores se manifiestan como supresión de una porción del genoma
viral. La propagación de estas partículas virales defectuosas es favorecida cuando se
utiliza como inóculo infectante una suspensión con alta multiplicidad de infección, o
sea, un inóculo que contiene un exceso absoluto de partículas virales en relación con el
número de células a ser infectadas. Las partículas ID dependen para su multiplicación
de factores y componentes producidos por virus normales e infecciosos. Por lo tanto,
se pueden establecer condiciones artificiales en que las interacciones entre virus
infeccioso, partículas ID y células conducen al establecimiento de una infección
persistente.

iii) Infecciones latentes: en estas infecciones el genoma viral y posiblemente varios


productos codificados por este genoma se encuentran presentes en la célula
hospedera, pero no producen nuevas partículas virales infectantes. El fenómeno de
lisogenia es un ejemplo de infección viral latente en bacterias. En el caso de los virus
animales, algunos virus causantes de tumores son capaces de permanecer latentes. Se
puede decir que es la infección en sí la que permanece latente, ya que las propiedades
de la célula y el virus son importantes para establecer el estado de latencia. Un virus
capaz de producir infecciones latentes en un tipo de células puede producir infecciones
líticas en otro tipo de células. En todos los casos de latencia viral bien estudiados hasta
la fecha, el virus logra el estado de latencia integrando una copia de su genoma en el
genoma de la célula hospedera. Esto asegura que el genoma viral será replicado junto
con el ADN cromosomal y, por lo tanto, será transmitido a la progenie celular además
de permanecer protegido de la acción degradante de las enzimas nucleasas. Existe una
serie de factores externos que pueden reactivar a un virus latente para que éste inicie
una infección lítica productiva. Sin embargo, el caso más conocido y de gran
importancia en humanos de infección viral latente, está representado por las
infecciones por herpesvirus, pero hasta la fecha se conocen muy pocos detalles en
relación con las causas y el mecanismo por el cual estos virus son capaces de entrar en
el estado latente.

iv) Infecciones abortivas: se caracterizan por una reducción en el rendimiento total de


partículas virales o en el índice partícula viral/infectividad. Ambas situaciones reflejan
una incompatibilidad entre el virus y la célula hospedera. Un defecto en la producción o
procesamiento de cualquiera de los componentes necesarios para la multiplicación
viral: ARN, ADN o proteína, puede ocasionar una infección abortiva. Por ejemplo, el
virus de la influenza aviaria produce infecciones abortivas en las células L de ratón
debido a la insuficiente síntesis de ADN viral.

Las infecciones de tipo transformante serán discutidas en la sección dedicada a los


virus tumorales.

Un fenómeno importante asociado con las infecciones virales de células en cultivo es la


capacidad de producir fusión celular, dando origen a la formación de células
multinucleadas denominadas sincitios. Varios tipos de virus manifiestan esta propiedad
y algunos, como el virus de Sendai, son utilizados rutinariamente en el laboratorio para
inducir la fusión experimental entre diversos tipos de células.

I N T E R F E R Ó N E I N M U N I D A D A L A S
I N F E C C I O N E S V I R A L E S

EL SISTEMA inmune constituye la principal barrera que poseen los animales superiores
para protegerse de las infecciones en general. La inmunidad inespecífica es aquélla que
actúa contra cualquier material extraño que invade al organismo; este tipo de
inmunidad es innata y en ella participan barreras físicas como la piel y las mebranas
mucosas; barreras químicas como el ácido clorhídrico del jugo gástrico o el ácido
láctico presente en el sudor; proteínas que inactivan a los agentes infecciosos o
destruyen a las células infectadas, como la lisozima presente en las lágrimas y
secreciones mucosas, las enzimas del sistema de complemento y los interferones.
Existe también una importante variedad de células que participan en los mecanismos
de inmunidad inespecífica: los macrófagos o fagocitos que ingieren y destruyen células
y partículas extrañas, al igual que los leucocitos neutrofilos que además son
importantes mediadores del proceso de inflamación. Los macrófagos también actúan
como células presentadoras de antígenos que estimulan la respuesta inmune
específica; los leucocitos basófilos que secretan mediadores químicos que promueven
la inflamación con el fin de facilitar el flujo sanguíneo y la accesibilidad de las células
inmunitarias en las regiones donde se localiza una infección; los leucocitos eosinófilos
que participan en la destrucción de parásitos y de células infectadas por parásitos
intracelulares; las células asesinas naturales (NK por "natural killers") que son
estudiadas más adelante.

Existen dos tipos de inmunidad específica: humoral y celular. La inmunidad humoral es


mediada por los anticuerpos o inmunoglobulinas, que son proteínas específicas
sintetizadas por las células plasmáticas. Los progenitores inmediatos de estas células
son los linfocitos B que son capaces de reaccionar con moléculas extrañas al
organismo, llamadas antígenos. Los linfocitos B se originan en la médula ósea a partir
de células precursoras. La unión del antígeno con el linfocito B estimula a este último
para que se divida y se diferencie dando origen a una gran cantidad de células
plasmáticas y células poseedoras de la llamada memoria antigénica. Las células
plasmáticas sintetizan y secretan moléculas de anticuerpos, las cuales reacionan en
forma específica con el antígeno que originalmente estimuló la producción de dichos
anticuerpos. Las células con memoria antigénica no sintetizan anticuerpos pero
conservan la capacidad potencial de sintetizar dichos anticuerpos contra un antígeno
específico, pues las células con memoria antigénica pueden transformarse, en
condiciones adecuadas, en células plasmáticas productoras de anticuerpos específicos.
Por esta razón, el sistema inmune de un organismo responde en forma más potente y
rápida cuando se encuentra por segunda vez ante la presencia del mismo antígeno.

Las inmunoglobulinas se dividen en cinco grupos: IgA, IgG, IgD, IgE e IgM. Estas
proteínas actúan directamente uniéndose a componentes del virión y produciendo la
neutralización del virus. Sin embargo, las IgG pueden unirse por medio de sus
fragmentos Fc a la superficie de otras células del sistema inmune conocidas como
macrófagos, los cuales adquieren la capacidad para reconocer los antígenos virales
presentes en la superficie de las células infectadas.

Las IgM e IgG pueden activar el sistema del complemento que consiste en una cascada
de enzimas que liberan componentes capaces de atraer diversos tipos de células del
sistema inmune al sitio donde se localiza el anúgeno; estas enzimas también expresan
una actividad de fosfolipasa capaz de lisar las células infectadas por el virus.
Esta representación esquemática de una molécula de IgG muestra las cadenas pesadas (H) y
las cadenas ligeras(L). Los extremos N de los fragmentos Fab corresponden a las regiones de
unión del anticuerpo con su antígeno específico. El fragmento Fc es común a todas las
moléculas de IgG independientemente de su especificidad antigénica. Se indican las regiones
con secuencias variables (V) y con secuencias constantes de aminoácidos (C). La sigla CHO
indica la posición de moléculas de carbohidratos asociados con la proteína IgG; estos puentes
disulfuro estabilizan la estructura de la IgG.

La inmunidad celular es mediada en primer lugar por los linfocitos T, los cuales se
originan en el timo. La especificidad de los linfocitos B yT está determinada por
receptores específicos que están presentes en las membranas de estas células. Estos
receptores reconocen motivos estructurales específicos que están presentes en los
antígenos; dichos motivos estructurales son conocidos como epitopes y son muy
diferentes entre sí. El reconocimiento y ligado de un epitope por parte del receptor
celular específico es el evento que determina que sean activados sólo los linfocitos que
poseen dichos receptores. Los recepctores específicos presentes en un linfocito B son
en realidad inmunoglobulinas que están fijas a la membrana celular y que tienen la
misma especificidad que las inmunoglobulinas secretadas por dicho linfocito.

En el caso de los linfocitos T, el receptor para epitopes antigénos específicos se


denomina receptor de célula T o receptor T y consiste en una proteína que a su vez
resulta de la conjunción de dos proteínas diferentes denominadas alfa y beta,
respectivamente. Dicho receptor T presenta un extremo variable que determina la
especificidad del receptor por un epitope en particular. Cuando el epitope es ligado por
el receptor T se produce una señal que estimula al linfocito T para que prolifere y
produzca una "clona" o familia de células idénticas que manifiestan la misma
especificidad por el mismo epitope antigénico. Algunas de las células T resultantes
serán responsables de contribuir a mantener la memoria inmunológica que permite
una respuesta más eficaz y rápida cuando el organismo encuentra al mismo antígeno
por segunda vez.

Los principales tipos de linfocitos T son:

1) linfocito T auxiliar: este tipo de linfocito prolifera después de haber reconocido y


ligado un epitope específico, dando origen a clona de linfocitos auxiliares que producen
una variedad de moléculas solubles conocidas como linfocinas cuyo papel consiste en
estimular a otras células inmunocompetentes (linfocitos B y T) para que se activen y
proliferen. Los linfocitos T axuliares son orquestadores de la respuesta inmune
específica; sin la participación de estos linfocitos no es posible la producción de otras
células inmunocompetentes que participan en la respuesta inmune específica.

2) linfocito T citotóxico: este tipo de linfocito responde a la activación mediada por el


reconocimiento de un epitope específico y la presencia de linfocinas en el medio, dando
origen a una clona de células T citotóxicas con capacidad para destruir células que
portan antígenos foráneos específicos como son las células infectadas por virus. Los
linfocitos T citotóxicos producen también ciertas linfocinas como el interferón gamma,
el cual estimula la actividad de los macrófagos.

3) linfocito T supresor: este tipo de linfocito se encarga de disminuir o amortiguar la


maginitud de la respuesta inmune y de esta manera controla la respuesta de otras
células inmunocompetentes para evitar que sea exagerada.

Los linfocitos denominados células asesinas naturales (células NK) son linfocitos
grandes con citoplasma granular y son diferentes de los linfocitos T y B. Los linfocitos
NK destruyen a células infectadas por cualquier tipo de virus, por lo cual su actividad
es inespecífica. Las células NK se adhieren a las células infectadas y liberan gránulos
tóxicos que lisan (destruyen) a las células blanco.

INTERFERÓN

En 1957, Isaacs incubó la membrana corioalantoica de un embrión de pollo en


presencia de una suspensión de virus de la influenza que había sido inactivado por
medio de tratamiento térmico. Esta membrana fue transferida a una solución
amortiguadora y se almacenó por 24 horas. Posteriormente, la membrana fue
descartada y la misma solución amortiguadora fue utilizada para incubar una nueva
membrana de pollo en presencia de virus infeccioso de la influenza. Isaacs observó que
la nueva membrana no permitía el crecimiento del virus y por lo tanto concluyó que
algún producto soluble con actividad antiviral había sido liberado en la solución
amortiguadora como respuesta a la infección viral de la membrana original. Esta
sustancia antiviral fue denominada interferón.

Los interferones son proteínas que tienen asociados carbohidratos senciales para su
actividad. Por convención, la actividad antiviral del interferón es estimada midiendo la
inhibición que éste produce en la incorporación de uridina radiactiva en el ARN viral en
células infectadas por un togavirus. La actividad es expresada como la cantidad de
interferón necesaria para reducir en 50% el nivel normal de síntesis de ARN viral; esta
cantidad es arbitrariamente definida como una unidad de interferón. Por ejemplo, 1 mg
de proteína de interferón purificado tiene actividad antiviral en el orden de 10 9
unidades.

Los interferones fueron identificados como proteínas secretadas por células infectadas
por virus que son capaces de proteger de la infección viral a otras células, debido a
que los interferones estimulan en las células no infectadas la producción de proteínas
que inhiben la replicación de diferentes tipos de virus. Sin embargo, hoy en día el
término interferón se refiere a varias proteínas que manifiestan esta actividad antiviral
aunque no todas estas proteínas son producidas por células infectas por virus. Existen
dos tipos principales de interferón. los tipo 1 están representados por el interferón alfa
(IFN alfa) y el interferón beta (IFN beta); ambos tienen una actividad biológica muy
similar siendo ejemplos de la llamada respuesta inmune inespecífica y sus estructuras
moleculares son muy parecidas. El IFN alfa es producido principalmente por los
leucocitos infectados por virus, mientras que el IFN beta es producido por fibroblastos
infectados por virus. El IFN alfa también estimula la sintésis de proteínas clase 1 del
complejo mayor de histocompatibilidad (MHC- clase 1), estas moléculas están
presentes en las membranas de todas las células con núcleo y participan en la
presentación de antígenos (en particular de antígenos virales) para que sean
reconocidos por el sistema inmune.

La figura VI.1 describe el mecanismo de acción antiviral del interferón. Una gran
variedad de virus es capaz de inducir la producción de interferón tipo 1; el cual es
activo contra un amplio espectro de virus diferentes y no sólo contra el virus inductor.
Sin embargo, el interferón parece ser más específico en relación con la especie a partir
de la cual se obtienen las células productoras del mismo. Por ejemplo, interferón
obtenido a partir de células de ratón es poco eficiente para proteger células de rata,
pollo o simio contra la infección viral.

La inducción del interferón provoca la liberación de esta molécula y la producción de un


estado antiviral en las células que entran en contacto con el interferón. Los genes que
codifican a los interferones humanos tipo 1 están ubicados en el cromosoma 9,
mientras que el gene del interferón tipo 2 está en el cromosoma 12. Todos los virus
que se multiplican activamente son capaces de inducir la producción de interferón y se
cree que moléculas de ARN de cadena doble actúan como inductores específicos. El
interferón liberado produce.el estado antiviral en otras células por medio de la unión
con un receptor presente en la superficie celular. El gene que codifica al receptor para
IFN alfa y beta está en el cromosoma 21, mientras que el gene que codifica el receptor
para IFN tipo 2 o gamma, está en el cromosoma 6. Se sabe que la presencia de ARN de
cadena doble estimula la fosforilación (adición de grupos fosfato) de ciertas proteínas
reguladoras; esto impide que estas proteínas participen en el proceso de iniciación de
la síntesis de proteínas. Este ARN de cadena doble también activa una ribonucleasa que
degrada al ARN mensajero y, por lo tanto, detiene la síntesis de proteínas. Sin
embargo, todavía no se conoce con claridad el mecanismo por el cual las actividades
inducidas por el interferón son capaces de distinguir ente la síntesis de proteínas
celulares y la síntesis de proteínas virales De hecho, la actividad inhibitoria de la
síntesis de proteínas parece ser la responsable del efecto antitumoral del interferón,
efecto que ha sido claramente demostrado in vitro y en animales experimentales. Sin
embargo, el uso de los diferentes interferones en el tratamiento del cáncer no ha dado
los resultados esperados, ya que por lo general los interferones producen efectos
secundarios negativos en los pacientes tratados con dosis altas de estos agentes.
Hasta la fecha, sólo algunos tipos de cáncer muy raros, como por ejemplo, la leucemia
de células pilosas, han sido tratados con éxito mediante el uso de interferón alfa.

Figura VI.1. Mecanismo de acción del interferón: el virus infecta a la célula 1 después de unirse
con el receptor (a). La infección viral enciende la maquinaria celular para permitir la replicación
del genoma viral (b). La presencia de ácido nucleico viral induce la expresión de genes de
interferón (c). El interferón es secretado por la célula infectada y se pega a su receptor
específico presente en la membrana de una célula no infectada (d). La unión del interferón con
su receptor induce la producción de enzimas que interfieren con la síntesis de proteínas. Una
de estas enzimas inhibe la traducción de ARN mensajero viral, mientras que otra enzima
estimula la acción de enzimas endonucleasas que degradan el ARN mensajero viral. De esta
manera, la célula receptora del interferón queda protegida de la infección viral. Al inducir estas
dos acciones enzimáticas que interfieren con la síntesis de proteínas, el interferón inhibe
también el crecimiento de las propias células, por ello ha sido utilizado experimentalmente
como inhibidor de la proliferación de células cancerosas.
El interferón tipo 2 está representado por el IFN gamma, también denominado
inmunointerferón, debido a que es producido por linfocitos activados al entrar en
contacto con antígenos durante una respuesta inmune. La principal acción de este tipo
de interferón consiste en actuar como una linfocina, es decir, como una molécula capaz
de activar otras células del sistema inmune, como son las células asesinas naturales
(NK) los macrófagos, y los linfocitos B. De hecho, el IFN gamma puede influir sobre la
clase de anticuerpo que es producido por los linfocitos B en el marco de una respuesta
inmune. La inducción de este tipo de interferón no depende de la presencia de ARN de
cadena doble y al parecer tiene un papel suplementario en la respuesta inducida por el
interferón tipo 1. El interferón tipo 2 es particularmente eficaz en el control de
infecciones producidas por virus capaces de inhibir la síntesis de ARN y proteínas
celulares antes de que haya sido posible la síntesis de interferón tipo 1.

I N T E R A C C I O N E S E N T R E E L V I R U S Y E L
O R G A N I S M O H O S P E D E R O

DESDE el punto de vista biológico, los virus pueden ser considerados como parásitos
cuya supervivencia depende a su vez de la supervivencia de la especie hospedera. Por
lo tanto, es desventajoso para un tipo de virus exterminar o afectar seriamente la
capacidad reproductiva del hospedero.

Las infecciones virales agudas en animales superiores son por analogía equivalentes a
las curvas de crecimiento características de los fagos bacterianos en un solo paso. Sin
embargo, las infecciones virales agudas son cuestión de días en lugar de minutos. En
las infecciones agudas se produce progenie viral y las células infectadas mueren.
Conforme progresa la infección aparecen los signos y síntomas asociados, mismos que
hacen evidente la infección viral que previamente se ha estado desarrollando en forma
silenciosa durante varios días. El cuadro clínico compuesto por los signos y síntomas
propios de la enfermedad, asociado a las pruebas de laboratorio que incluyen
procedimientos para aislar y titular el virus involucrado, así como la detección de
antígenos virales específicos, permiten establecer el diagnóstico de la infección viral.
Probablemente en estas infecciones el interferón tiene un papel importante en la
limitación de la diseminación de la infección. La recuperación del organismo afectado
es auxiliada por la destrucción de las células infectadas, misma que es llevada a cabo
por las células T citotóxicas. Poco después de que se ha establecido la infección viral
aparecen células asesinas no específicas, las cuales participan también en la
destrucción de las células infectadas. Al final del proceso infeccioso, las partículas
virales libres son eliminadas por la acción de los anticuerpos específicos y los
macrófagos. En todas las infecciones virales ocurren ciclos de multiplicación viral
durante el llamado periodo de incubación, que se caracteriza por ser asintomático.

Todo organismo multicelular consiste de varios tipos de células diferenciadas


organizadas en tejidos que a su vez forman órganos y sistemas. Los virus infectan y se
multiplican en órganos y tejidos específicos. Las manifestaciones de la enfermedad
viral son resultado de las propiedades combinadas del virus y el hospedero.

Las infecciones virales más frecuentes son aquellas que se desarrollan en forma
asintomática. Estas infecciones solamente pueden ser detectadas por medio de
exámenes de laboratorio. Algunos virus causan infecciones silenciosas en el hospedero
debido a que logran establecer un equilibrio favorable con dicho hospedero. El ejemplo
clásico de infección viral silenciosa está dado por el virus de la poliomielitis, que en
más de 90% de los casos produce infecciones asintomáticas.

Las infecciones virales crónicas se caracterizan por una continua producción de


partículas virales y por la fluctuación en la magnitud y gravedad de los signos y
síntomas asociados con la infección. Al parecer, estas infecciones pueden alterar el
sistema inmune de manera que éste se vuelve incapaz de impedir la continua
multiplicación del virus. El interferón debe ser producido en el sitio, momento y
concentración adecuados para que pueda inhibir la infección viral; tal vez algunos virus
son capaces de alterar estas condiciones y así obstaculizan la capacidad antiviral del
interferón.

Por ejemplo, el virus de la hepatitis B, que produce la llamada hepatitis del suero,
induce con frecuencia un periodo de infección aguda seguido por una infección crónica
que puede durar —con fluctuaciones— por el resto de la vida del individuo afectado. En
este padecimiento existen fuertes cantidades de anticuerpos circulantes específicos
contra el virus, la precipitación de los complejos antígeno-anticuerpo resultantes puede
causar la llamada enfermedad por complejos inmunes. Por lo tanto, los síntomas en
este padecimiento crónico derivan también de las proporciones relativas de antígeno
viral y anticuerpos contra el mismo.

El caso más estudiado de infecciones virales persistentes o latentes en humanos está


dado por los herpesvirus. La persistencia de la infección es consecuencia de un
equilibrio entre las propiedades del virus y los mecanismos de defensa del hospedero.
La ruptura de este equilibrio ocasiona la reactivación del virus y la reaparición del
estado agudo de la enfermedad; esta situación ocurre con frecuencia en el caso de
pacientes que padecen enfermedades no virales de tipo crónico, mismas que ocasionan
una depresión del sistema inmune.

La reactivación natural de una infección latente ha sido bien documentada en el caso


del Herpes simplex tipo 1 (HSV-1) y del virus de la varicela. Por ejemplo, el HSV-1
produce infecciones agudas que se caracterizan por la aparición de ampllas labiales en
las comisuras de la boca (los llamados "fuegos") y fiebre de baja intensidad. Sin
embargo, el virus puede emigrar hacia los ganglios localizados en las raíces dorsales
de los nervios espinales o craneales que inervan la región donde se inició la infección.
El virus puede permanecer latente en estos ganglios nerviosos hasta que factores tan
diversos como insolación, tensión emocional o la menstruación lo reactivan por medio
de mecanismos desconocidos, de manera que el virus desciende por los nervios
sensoriales y hace erupción en forma de una infección aguda que se manifiesta en la
piel localizada en el extremo terminal del nervio afectado. Se sabe que la infección
prsistente por HSV-1 es mantenida en presencia de grandes cantidades de anticuerpos
específicos contra el virus y una respuesta T celular, posiblemente el equilibrio de
estos factores contribuye a mantener el estado de latencia.

Existe un grupo especial de virus denominados virus lentos o lentivirus, los cuales
están asociados con diferentes padecimientos crónicos que afectan el aparato
respiratorio, las articulaciones y los sistemas nervioso, inmune y hematopoyético
(productor de células sanguíneas) de humanos y animales. La evolución de estas
enfermedades es insidiosa, o sea, progresan en forma irregular a lo largo de un gran
periodo de tiempo. Enfermedades como la de Alzheimer (un tipo de demencia senil) y
la esclerosis múltiple (una enfermedad desmielinizante del sistema nervioso) han sido
asociadas con la presencia de lentivirus, pero todavía está por demostrarse la relación
causal directa entre los lentivirus y estas enfermedades. Sin embargo, se ha
demostrado que un tipo especial de neumonía y meningoencefalitis que afecta a cabras
y borregos es causado por un lentivirus denominado visna-maedi virus, el cual
pertenece a una subfamilia de los retrovirus. Por otra parte, el virus de la
inmunodeficiencia humana (HIV o VIH), que está implicado en el desarrollo del
síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), es un retrovirus emparentado con el
visna-maedi virus y, por lo tanto, pertence al grupo de los lentivirus.

En los años sesenta, Carlton Gajdusek inició el estudio de una rara enfermedad
llamada kuru, la cual es común en la tribu foré que habita en las montañas de Nueva
Guinea. El kuru es una enfermedad degenerativa del cerebro y es particularmente
común entre los niños y las mujeres de la tribu. Debido a su distribución familiar, por
algún tiempo se pensó que el kuru era de origen congénito. Sin embargo, Gajdusek
demostró que el kuru podía ser transmitido a otros primates, particularmente a los
chimpancés, y por lo tanto se trata de una enfermedad infecciosa. El kuru es
transmitido entre los miembros de la tribu foré por medio de un canibalismo ritual que
consiste en comer el cerebro de los parientes recién fallecidos, generalmente las
mujeres y niños de la tribu son los practicantes de este canibalismo ritual. El
descubrimiento del origen del kuru constituye un interesante ejemplo de una
contribución de la antropología al campo de la epidemiología.

La Enfermedad de Creutzfeld-Jakob (ECJ) es una encefalopatía muy similar al kuru,


pero tiene una distribución mundial aunque su ocurrencia es muy rara. Tanto el kuru
como la ECJ son muy similares a una enfermedad del ganado lanar conocida como
scrapie y que se caracteriza por el hecho de que los animales afectados tienden a
tallarse o rascarse contra cualquier objeto. Inicialmente, estas enfermedades fueron
atribuidas a un agente infeccioso con las características de un virus lento, pero hace
poco se demostró que el agente causal del scrapie no puede ser inactivado por medio
del tratamiento con agentes que normalmente inactivan a los virus. Tampoco se ha
podido detectar la presencia de ácido nucleico en el agente causal del scrapie que
parece ser de naturaleza exclusivamente proteica. Por estas razones, Stanley Pruisner,
descubridor del agente causal del scrapie, ha propuesto el término prión para
denominar provisionalmente al agente causal del scrapie, cuyas características
fisicoquímicas son muy similares a las de los agentes causales del kuru y de la ECJ.
Este hallazgo es potenciaImente de enorme importancia, ya que sería el primer caso
conocido en que la información genética necesaria para la replicación de un agente
infeccioso no está contenida directamente en un ácido nucleico sino en una proteina.
Originalmente fueron propuestas dos hipótesis para explicar la replicación de los
priones. La primera consiste en la activación de la transcripción de un supuesto gene
celular que codifica la proteína del prión. La segunda consistiría en la supuesta
traducción inversa", en la cual una proteína (en este caso la del prión) es capaz de
dirigir su propia síntesis. Sin embargo, hasta el momento no existe evidencia directa
en apoyo de estos mecanismos.

Posteriormente, Brunori y Talbot propusieron un tercer mecanismo para explicar la


replicación de los priones sin contradecir los postulados fundamentales de la biología
molecular. La evidencia disponible indica que los priones están constituidos por una
proteína denominada PrP, cuyo peso molecular varía de 27 000 a 30 000 daltones.
Brunori y Talbot propusieron que la PrP podría comportarse como una enzima
proteolítica (capaz de digerir proteínas), de manera que la replicación de la PrP es
consecuencia del ataque proteolítico de la propia PrP sobre una hipotética proteína
precursora denominada pre-PrP, la cual debería estar presente en diferentes tejidos,
incluyendo el cerebro, donde desempeña una función normal. Esta replicación
proteolítica sería similar a otros casos bien conocidos en los cuales una enzima
proteolítica (como la enzima digestiva pepsina) actúa sobre un precursor (como el
pepsinógeno) digiriendo una porción del precursor y produciendo así una nueva
molécula con actividad proteolítica.

La hipótesis de Brunori y Talbot, señala que en las células normales debe detectarse la
presencia de un gene (y su respectivo ARN mensajero) que codifica una proteína muy
similar a la PrP. A finales de la década de los ochenta, investigadores norteamericanos
confirmaron la existencia en las células normales de un gene (denominado Prn-p) que
codifica a la proteína del prión (PrP). También se pudo establecer que la PrP normal es
una proteína que se ubica en la membrana de las células nerviosas y participa en el
transporte de iones a través de dicha membrana. Por otra parte, estudios bioquímicos
permitieron establecer que la PrP anormal presente en los cerebros de animales
infectados con scrapie (Prp ), difiere de la PrP normal (PrP ) en que es menos soluble
sc c

y muy resistente a la acción de enzimas proteolíticas. No existe evidencia alguna de


que la diferencia entre PrP y PrP se deba a una modificación en la composición
c sc

química de esta última, por esta razón, varios investigadores han sugerido que la
diferencia entre PrP y PrP es consecuencia de un sutil cambio en la conformación
c SC

espacial de PrP .
sc

Con base en las observaciones arriba mencionadas y en otros datos bioquímicos que
demostraron que la proteína PrP consta de una sola cadena polipeptídica y, por lo
c

tanto, que su estructura espacial no está sujeta a finos cambios regulatorios como es
el caso de las proteínas oligoméricas (proteínas que con tan de más de una cadena
polipeptídica), propuse en 1992 que la replicación de PrPsc es un proceso similar a la
cristalización. En este proceso la Prpsc infecciosa actúa como una "semilla" o "núcleo"
de cristalización que facilita la tansformación de la proteína normal PrP en la forma
c

patogénica y anormal PrP . Hasta la fecha, no se conocen los mecanismos que regulan
sc

los procesos de cristalización en general. Sin embargo, es un hecho bien establecido


que los químicos cristalógrafos utilizan pequeños cristales como "semillas" o "núcleos"
que permiten y aceleran la formación de cristales a partir de soluciones supersaturadas
de diversas moléculas.
La hipótesis de Aranda Anzaldo predijo que sería posible replicar la PrP infecciosa en
sc

condiciones in vitro y en ausencia de células, por medio de la incubación de la PrP c

normal en presencia de una cierta cantidad de PrP . Dicha incubación daría como
sc

resultado la conversión de PrP normal a la forma PrP que es menos soluble y muy
c sc

resistente a las enzimas proteolíticas. A finales de 1994, investigadores


norteamericanos reportaron la formación de PrP a partir de PrP incubado in vitro (en
sc c

ausencia de células) en presencia de Prpsc que actuó como "semilla o núcleo" para
facilitar dicha transformación, confirmando así la hipótesis arriba mencionada.

Sin embargo, todavía permanecen muchas incógnitas en relación con los priones y lo
mejor es permanecer abiertos a futuras sorpresas; recordemos que los dogmas,
incluso los de tipo científico como el llamado "dogma central de la biología molecular"
representan declaraciones de tipo universal generalmente basadas en una lógica
simplista y una limitada experiencia, por lo cual tarde o temprano dichos dogmas
deben sucumbir ante el avance de las ideas y el conocimiento.

Una de las rutas más comunes de transmisión viral es la vía respiratoria, que es
utilizada no sólo por los virus que producen padecimientos respiratorios sino también
por virus que causan infecciones generalizadas como el sarampión y la viruela. El
virus, una vez multiplicado, puede infectar otras células o escapar del tracto
respiratorio en el aerosol expulsado por medio de la tos, el estornudo o el acto de
hablar. Estos aerosoles son inhalados por otros individuos en forma de gotitas
infecciosas. Las gotas muy grandes (>10 µ m) tienden a caer al suelo; las muy
pequeñas (<0.3µ m) se secan con gran facilidad, lo que resulta en una rápida
inactivación de las partículas virales. Por lo tanto, son las gotas de tamaño intermedio
las responsables de transmitir la infección viral. Por ejemplo, las vellosidades nasales
se encargan de remover las partículas aéreas más grandes y solamente las gotas de
un tamaño muy particular tienen la capacidad de penetrar esta barrera. En principio, el
aumento de las secreciones pulmonares, nasales y bucales asociado con ciertas
infecciones respiratorias, favorece la diseminación de los virus a otros sujetos
susceptibles. Sin embargo, existen otros factores de tipo ambiental y climatológico que
intervienen en la diseminación de la infección viral. En el caso de la influenza, que es
una infección viral particularmente común en los meses de invierno, es posible invocar
factores ambientales como la temperatura y la humedad, al igual que factores sociales
como el hacinamiento en condiciones de ventilación limitada, que favorecen la
diseminación de esta infección.

La transmisión del virus por la vía oral-fecal es característica de los enterovirus y


ciertos picornavirus, como el virus de la hepatitis A. Todos estos virus infectan al
hospedero después de que han sido ingeridos. La diseminación de estos virus es
favorecida en condiciones deficientes de sanidad pública e higiene personal. Al mejorar
la sanidad pública y ambiental se reduce la incidencia y diseminación de las infecciones
por enterovirus. Sin embargo, el exceso en sanidad pública e higiene personal genera
situaciones paradójicas. Por ejemplo, el virus de la poliomielitis produce generalmente
infecciones digestivas asintomáticas en los niños, pero al incrementarse las condiciones
sanitarias ocurre un desplazamiento en la distribución por edades de esta infección
viral, la cual, cuando es contraída en la adolescencia, tiene un curso más grave y
severo que se manifiesta como poliomielitis paralítica, misma que ocurre muy rara vez
entre los individuos infectados a una edad temprana.
Algunos virus son transmitidos por la vía urinaria o genital. Particularmente son de
gran importancia médica aquellos virus que pueden ser transmitidos por contacto
sexual. El Herpes simplex tipo 2 se transmite casi siempre por contacto sexual y ha
sido asociado circunstancialmente con el desarrollo de cáncer del cérvix uterino. En la
actualidad, la infección por Herpes simplex tipo 2 constituye la enfermedad venérea
más común en los países desarrollados. Por otra parte, el virus de la inmunodeficiencia
humana (VIH) es transmitido principalmente por medio del contacto sexual, quizá a
través de abrasiones en la piel y en membranas mucosas.

Cuando un virus es transmitido de la madre a la progenie a través de la placenta, se


dice que la transmisión ocurre en forma vertical, en contraste con la transmisión
horizontal, que ocurre entre individuos. Algunos virus que generalmente causan
infecciones leves, como el virus de la rubeola, pueden causar deformaciones
congénitas en el feto si éste es infectado durante los primeros tres meses de desarrollo
embrionario.

Algunos virus son transmitidos por medio de un organismo vector; generalmente


artrópodos como los mosquitos, los cuales inoculan el virus en individuos susceptibles.
El virus puede multiplicarse en el propio vector o ser transmitido en forma pasiva, o
sea, el virus no se multiica mientras es acarreado por el organismo vector.

V I I I . V I R U S Y T U M O R E S

LAS ENFERMEDADES tumorales o proliferativas, ya sean de tipo benigno o maligno


(canceroso), han sido objeto de atención durante muchos siglos. En 1739, Lorenz
Heister publicó un tratado de cirugía en el cual, refiriéndose al tratamiento quirúrgico
de los tumores de la glándula mamaria, hacía hincapié en las precauciones necesarias
para evitar la contaminación de los tejidos sanos con la ... sangre infectada por el
virus del cáncer. Es claro que Heister utilizó el término virus en el mismo sentido que
le daban los médicos de la antigua Roma, o sea, como sinónimo de veneno
particularmente de origen animal. Sin embargo, las precauciones recomendadas en el
tratado de Heister implicaban que cuando menos algunos tumores son de naturaleza
transmisible y, por lo tanto, capaces de ser adquiridos por contagio. Más de un siglo
después, en 1854, el médico francés Velpau dedicó un capítulo completo de su tratado
sobre el cáncer mamario a la discusión de los posibles orígenes de tal enfermedad,
poniendo particular atención en los informes que apoyaban la naturaleza contagiosa
del cáncer. Alrededor de 1866, Goujon realizó una serie de experimentos en los cuales
implantó secciones de tejido tumoral bajo el epitelio de ratas, cobayos y otros
animales, y en algunos casos observó la aparición de pequeños tumores tanto en las
zonas adyacentes al implante como en las vísceras del animal experimental. Sin
embargo, por aquel entonces no existía ninguna teoría bien estructurada concerniente
al posible modo como se efectuaba la transmisión del cáncer.

A finales del siglo XIX, experimentos realizados con filtrados libres de células
demostraron la posibilidad de transmitir enfermedades como el mosaico del tabaco.
Tales experimentos llamaron la atención de varios investigadores médicos que a su vez
intentaron transmitir el cáncer en animales experimentales utilizando filtrados
obtenidos a partir de tejidos tumorales. Estos tempranos intentos fracasaron, pero a
pesar de esto empezó a extenderse lentamente la idea de que algunos virus filtrables
podrían estar involucrados en la etiología (causa u origen de una enfermedad) de
algunos tipos de cáncer. En 1908, los patólogos daneses Ellerman y Bang publicaron
sus experimentos que demostraban la inducción de leucemias en pollos por medio de
un filtrado libre de células. Por otra parte, en los Estados Unidos, Peyton Rous había
logrado inducir sarcomas en pollos, utilizando filtrados obtenidos a partir de extractos
tumorales pasados a través de filtros impermeables a células y bacterias. El trabajo de
Rous, publicado en 1911, fue recibido con escepticismo o absoluto rechazo por la
mayoría de sus contemporáneos. Sin embargo, Rous nunca perdió la convicción en la
importancia de sus resultados, los cuales eran apoyados indirectamente por el trabajo
de Ellerman y Bang, pero a principios de este siglo predominaba una actitud negativa
respecto del posible origen infeccioso de ciertos tipos de cáncer y, por otra parte, las
leucemias no eran consideradas como una forma de cáncer, por lo cual no existían
razones aparentes para establecer conexiones entre el trabajo de Rous y las
observaciones de los patólogos daneses.

A pesar de esto, Rous continuó sus estudios y posteriormente describió otros tipos de
tumores filtrables característicos de gallinas y otras aves de corral. Por fortuna, Rous
tuvo una larga vida que le permitió testimoniar el reconocimiento final a su trabajo,
simbolizado por el premio Nobel de medicina que le fue otorgado en 1966, o sea,
cincuenta y cinco años después de haber publicado aquel informe que estableció por
primera vez una sólida asociación entre el virus y la produccion de cáncer en animales.

En Londres, durante los años veinte, W. E. Gye realizó un estudio sobre la sarcoma de
los pollos; los resultados de este trabajo lo convencieron de que el problema central
del cáncer se reduciría finalmente al de una enfermedad transmitida por virus. Esta
teoría continuo siendo motivo de anatema para la mayoría de los que se dedicaban al
estudio del cáncer, pero algunos colegas de Rous, que también trabajaban en el
Instituto Rockefeller; decidieron adoptar una actitud más positiva al respecto. Así, T.
M. Rivers se dedicó a estudiar los cambios patológicos observados en una infección
común a los conejos, conocida como mixomatosis. Rivers llegó a la conclusión de que
esta enfermedad mostraba interesantes paralelismos con el sarcoma de Rous, desde el
punto de vista del modo de transmisión. En 1931, R. E. Shope examinó unos pequeños
tumores presentes en un conejo recién fallecido. Shope demostró que tales tumores
podían ser transmitidos a otros conejos a partir de un filtrado obtenido del tejido
tumoral. Para entonces, ya se encontraba bien establecida la existencia de los virus
como entidades bien caracterizadas en el nivel fisicoquímico, y estudios inmunológicos
permitieron establecer que el virus presente en los filtrados obtenidos por Shope
estaba emparentado con el agente causal de la mixomatosis, a pesar de que ambas
enfermedades eran diferentes desde el punto de vista clínico y patológico. En 1932,
Shope se dedicó a estudiar unos pequeños tumores conocidos como papilomas, que
eran observados con frecuencia en conejos silvestres. Dichos papilomas constituyen un
tipo de tumor benigno y Shope pudo demostrar que eran causados por un virus
filtrable. El nuevo virus podía ser transmitido en serie a través de conejos silvestres y
también podía ser transmitido a los conejos domésticos. Sin embargo, no era posible
propagar el virus a partir de conejos domésticos; este fenómeno sugirió a Shope que el
virus se encontraba en un estado enmascarado u oculto dentro de la especie
doméstica.

Rous y Beard continuaron estudiando los papilomas inducidos en los conejos


domésticos a partir del virus presente en conejos silvestres, y descubrieron que estos
tumores originalmente benignos se convertían en carcinomas malignos en la especie
doméstica.

En l91l, J. A. Murray había sido el primero en sugerir que factores hereditarios podían
influir el desarrollo del cáncer mamario en ratones. Sin embargo, fue en 1936 cuando
J. Bittner tuvo la idea de permitir que ratones recién nacidos descendientes de una
cepa caracterizada por una baja incidencia de tumores mamarios fueran amamantados
por ratonas adultas pertenecientes a una cepa con alta incidencia de carcinomas
mamarios. Las observaciones de Bittner lo llevaron a proponer la existencia de un
factor presente en la leche materna capaz de influir la inducción del cáncer mamario.

El agente transmitido en la leche de las ratonas adultas no era expresado


inmediatamente y los ratones afectados permanecían libres de enfermedad hasta que
llegaban a una edad media, a partir de la cual empezaban a desarrollar tumores
mamarios. Los resultados de Bittner obligaron a replantear ciertas suposiciones
iniciales referentes al origen del cáncer. En primer lugar; tumores que parecen tener
un origen espontáneo, en realidad son inducidos por un virus. En segundo lugar; es
evidente que otros factores, tal vez de naturaleza hormonal, participan en la aparición
de dichos tumores.

A principios de los años cincuenta, varios investigadores iniciaron estudios sobre las
leucemias murinas. Estos estudios permitieron identificar y caracterizar diferentes virus
causantes de estas enfermedades. El primer virus causante de una leucemia murina
fue descrito por Gross en 1951. Este virus se transmite en forma vertical, o sea, de los
progenitores a los hijos en ciertas cepas de ratones conocidas como endogámicas
porque el apareamiento ocurre entre ratones descendientes de los mismos
progenitores. El virus de Gross resultó ser de manifestación clínica tardía, siendo
necesario que los ratones infectados alcanzaran cierta edad y una particular
constitución hormonal antes de manifestar cualquier signo de leucemia. Dos años
después, Gross descubrió que en realidad estaba estudiando dos virus diferentes y que
además de leucemia algunos ratones infectados desarrollaban tumores de las
glándulas parótidas. El virus que causa el tumor de las parótidas fue estudiado por
Eddy y Stewart, quienes en 1957 descubrieron que este virus incrementaba su
virulencia después de haber sido propagado en tejido embrionario de ratones o de
simios, adquiriendo de esta manera la capacidad de producir tumores diversos en una
variedad de hospederos como ratas, hámsteres y conejos. Este virus fue rebautizado
como virus del polioma. Posteriormente, Eddy y colaboradores iniciaron el estudio de
un virus de los simios conocido como virus SV40, mismo que causa infecciones
latentes y al parecer innocuas en las células renales de ciertas especies de monos. Sin
embargo, se encontró que este virus es capaz de producir tumores en hámsteres
recién nacidos. Así, el estudio de los virus causantes de la leucemia murina y del virus
SV40 indicó que algunos virus pueden encontrarse en estado silencioso o latente
dentro de sus hospederos naturales y sólo manifiestan una capacidad para producir
tumores (oncogénesis) cuando son introducidos en otras especies animales. Por
ejemplo, varios tipos de adenovirus que usualmente causan infecciones respiratorias
en humanos y en apariencia no tienen capacidad oncogénica en el hombre (su
hospedero natural), son capaces de inducir tumores en hámsteres y ratas.

En 1956, Gierer y Schramm desarrollaron métodos que les permitieron demostrar que
la infectividad del virus del mosaico del tabaco residía en el ácido nucleico de este
virus, esta metodología fue posteriormente aplicada al estudio de los virus
oncogénicos, lo que permitió a Ito demostrar en 1960 que el factor productor de
tumores presente en el virus del papiloma residía en el ácido nucleico (ADN) del virus.

Virus como los descritos en los párrafos anteriores son conocidos como virus
oncogénicos, pero se utiliza una terminología más cautelosa para describir otro grupo
de virus que también han sido asociados con la producción de cáncer. Estos virus están
representados principalmente por los herpesvirus asociados a tumores que, como el
nombre sugiere, han sido encontrados en asociación con varios tipos de tumores tanto
en humanos como en una gran variedad de animales. En 1907, Marek describió una
enfermedad de pollos y gallinas que afectaba el sistema nervioso de estos animales.
En 1929, Pappenheimer y colaboradores encontraron una alta incidencia de tumores
linfoides en los ovarios de aves afectadas por la enfermedad de Marek. Después de la
segunda Guerra Mundial, la cría de aves de corral alcanzó proporciones masivas y a
consecuencia de esto la enfermedad de Marek pareció ganar en virulencia y modificar
su curso natural de manera que la aparición rápida de tumores de tipo linfoide en las
vísceras de las aves afectadas pasó a ser el principal signo de esta enfermedad. En
1967, Biggs y Churchill fueron capaces de propagar el agente causal de la enfermedad
de Marek en cultivos de células y posteriormente lograron aislar el virus que resultó
pertenecer al grupo de los herpesvirus. Los efectos citopáticos del virus de Marek son
parecidos a los producidos por otros herpesvirus, como el varicela-zoster. En 1969,
Churchill y colaboradores produjeron una vacuna a partir de virus de Marek atenuados
por medio de la repetida propagación de los mismos en cultivos celulares; esta vacuna
fue capaz de proteger a los pollosinoculados, evitando la aparición de los tumores
linfoides asociados con la enfermedad de Marek.

En 1934, Lucké observó que ciertos carcinomas renales muy comunes en ranas
silvestres de los lagos de Nueva Inglaterra podían ser transmitidos por medio de
extractos obtenidos a partir de las células tumorales. Estudios posteriores demostraron
la persistente asociación de un herpesvirus con las células de los tumores renales.
Ciertos experimentos sugieren que este herpesvirus es el agente causal de los
tumores, pero no ha podido ser descartada por completo la posibilidad de que algún
otro virus o agente sea el verdadero causante de la enfermedad y el herpesvirus
asociado con la misma sea un simple pasajero intracelular.

En 1968, Meléndez y colaboradores aislaron un herpesvirus a partir de monos ardilla y


posteriormente pudieron propagar el virus en cultivos de células procedentes de estos
monos que son infectados con frecuencia por el virus en cuestión. Este virus ahora es
conocido como Herpesvirus saimiri y es capaz de producir leucemias y linfomas cuando
es inoculado en otras especies diferentes al hospedero natural, como lémures y monos
araña e incluso en conejos de Nueva Zelanda.
En 1972, el mismo grupo de investigadores logró aislar otro virus, el Herpesvirus
ateles, a partir del mono araña, este virus también produce linfomas y leucemias
cuando es inoculado en otras especies de monos diferentes al hospedero natural.

Denis Burkitt describió en 1962 un tumor caracterizado por un crecimiento del tejido
linfoide presente en el maxilar inferior. Este tumor; ahora conocido como linfoma de
Burkitt es relativamente frecuente en ciertas regiones ecuatoriales del este de África y
también en Nueva Guinea. El tumor ocurre sobre todo en niños de 5 a 12 años y es
excepcionalmente raro en otras regiones del mundo. En África y Nueva Guinea el
tumor es frecuente en particular entre la población de escasos recursos que habita en
áreas donde la malaria causada por el parásito Plasmodium falciparum es endémica.
Esta observación hizo pensar que el tumor podría ser causado por un agente infeccioso
transmitido por mosquitos al igual que el agente de la malaria, y que la propia malaria
podría ser un factor asociado en la inducción del tumor. En 1964, Epstein y
colaboradores detectaron un herpesvirus, ahora conocido como virus de Epstein-Barr
(EBV), en cultivos de células linfoblásticas obtenidas a partir de un linfoma de Burkitt.
Poco tiempo después, en 1966, Henle y Henle demostraron que anticuerpos contra los
antígenos característicos del EBV se encuentran presentes cuando menos en 80% de
los adultos normales en cualquier parte del mundo. Sin embargo, la presencia de un
título elevado de anticuerpos contra EBV en pacientes con linfoma de Burkitt sugiere
que este virus es el principal factor causal del tumor. Trabajos posteriores han
demostrado que el EBV es el agente causal de una muy común y poco peligrosa
enfermedad infecciosa conocida como mononucleosis infecciosa. Los estudios
epidemiológicos subsecuentes han reforzado la asociación entre el EBV, el linfoma de
Burkitt y otro tipo de cáncer humano: el carcinoma nasofaríngeo, que es prevalente en
el sureste de Asia, particularmente entre la población de chinos cantoneses. La
restringida distribución geográfica característica de ambos tumores asociados con el
EBV sugiere que el virus puede ser el factor causal en ambos tumores, pero que
también existen factores de tipo ambiental y étnico involucrados en la aparición de
dichos tumores.

A principios de los años sesenta, Renato Dulbecco y colaboradores iniciaron el estudio


de las interacciones entre los virus oncogénicos y las células hospederas; esto condujo
a la caracterización del fenómeno conocido como transformación celular. Las células
normales, cuando son cultivadas en el laboratorio, solamente pueden crecer si están
adheridas a una superficie sólida; estas células dan origen a monocapas de células
cuyo grosor es equivalente al de una sola célula. Las células normales manifiestan la
llamada inhibición por contacto, que se caracteriza por una suspensión del crecimiento
celular una vez que la célula entra en contacto directo con las otras células que la
rodean. Por otra parte, las células normales mueren inevitablemente después de haber
sido mantenidas en cultivo por un tiempo determinado. Por el contrario, las células
transformadas al estado tumoral muestran una pérdida de la inhibición por contacto y
son capaces de crecer en forma apilada, originando focos de diferente grosor en un
cultivo de células en monocapa. Estas células transformadas se vuelven capaces de
crecer en suspensión prescindiendo de la necesidad de contar con un soporte sólido
como condición necesaria para iniciar el crecimiento. Las células transformadas se
vuelven "inmortales" y es posible mantenerlas en cultivo por tiempo indefinido. Las
células normales requieren de la presencia de suero y otros factores de crecimiento en
el medio de cultivo, mientras que las células tumorales o transformadas manifiestan un
menor requerimiento de estos factores. Estas claras diferencias entre las células
normales y las células transformadas han servido de base para desarrollar ensayos y
métodos experimentales que permiten explorar el proceso o procesos por medio de los
cuales ciertos tipos de virus son capaces de producir tumores

L O S R E T R O V I R U S : L A C L A V E D E L A
O N C O G É N E S I S V I R A L

A PRINCIPIOS de los años sesenta, Howard Temin demostró que era posible inducir con
una alta frecuencia mutaciones en el genoma del virus del sarcoma de Rous (RSV)
presente en el interior de células infectadas por dicho tipo de virus. Las mutaciones
producidas en el genoma viral se manifestaban como cambios en la morfología de las
células infectadas y el genoma viral mutante podía ser heredado en forma estable por
la subsecuente progenie celular. Esta observación condujo a pensar que la información
genética del virus se encontraba presente en una estructura de la célula hospedera
capaz de ser heredada en forma regular. Así nació la idea del "provirus" y la
especulación de que este hipotético provirus se encontraba integrado en el genoma de
la célula hospedera. El principal problema de esta hipótesis consistía en que hasta
entonces no se conocía ningún camino por el cual el ARN que constituye el material
genético del RSV pudiera ser convertido en ADN y de esta manera ser integrado en el
genoma de la célula hospedera. El llamado dogma central de la biología molecular
sostenía que la información genética solamente fluye en forma unidireccional: ADN
ARN Proteína. Sin embargo, Temin observó que ciertas substancias capaces de
intercalarse en la molécula de ADN y bloquear la síntesis de ARN dirigida normalmente
por el ADN, eran también capaces de bloquear la síntesis de ARN viral en células
infectadas por RSV. Esta observación sugería en forma indirecta la posibilidad de que
en este caso la información genética fluía de ARN hacia ADN y de nuevo hacia ARN
Proteína. Experimentos posteriores demostraron que era necesaria la síntesis previa de
un nuevo tipo de ADN en las células infectadas por RSV para que se produjeran las
nuevas partículas virales; por lo tanto, este nuevo tipo de ADN era producido en las
células como consecuencia de la infección por RSV. Esta paradójica observación
implicaba que de alguna manera desconocida el ARN viral inducía la síntesis de un
cierto tipo de ADN, el cual a su vez era necesario para la futura producción de nuevo
ARN viral. Con base en estos resultados, Temin póstuló en 1964 la hipótesis del
provirus. Esta hipótesis propone que el ARN que constituye el genoma del RSV
infectante actúa como templado para dirigir la síntesis de una molécula de ADN que es
equivalente al ARN viral original. Este nuevo ADN viral puede integrarse en forma de
provirus en el genoma (ADN) de la célula hospedera donde subsecuentemente actuará
como templado para la síntesis de nuevo ARN viral que constituirá la progenie del virus
infectante (figura IX.I).

Durante casi 6 años la hipótesis del provirus permaneció prácticamente ignorada hasta
que en 1970 Temin y Baltimore, trabajando por separado y en forma independiente,
demostraron la existencia de una actividad enzimática codificada por el genoma del
RSV; esta actividad es capaz de dirigir la síntesis de ADN a partir de ARN viral. Esta
nueva enzima fue bautizada como transcriptasa inversa y constituyó el eslabón
necesario para explicar el mecanismo de transmisión de la información genética
propuesto en la hipótesis del provirus. La prueba formal de esta hipótesis fue obtenida
por medio de experimentos de hibridación de ácidos nucleicos en los cuales el ARN viral
marcado radiactivamente mostró un mayor índice de hibridación con el ADN de células
infectadas que con el ADN de células no infectadas por RSV. Este resultado se debe a
que el ADN de las células infectadas contiene secuencias complementarias al ARN viral.
Posteriormente, experimentos realizados con ADN obtenido a partir de células
infectadas de antemano con RSV, mostraron que es posible transfectar; o sea,
introducir el ADN purificado en células no infectadas, mismas que posteriormente darán
origen a viriones completos de RSV a partir de la información contenida en el ADN
introducido a la célula.

Figura IX.1. Hipótesis del protovirus para el origen de los genes cancerosos y la generación de
virus ARN oncogénicos. En el ejemplo ilustrado, el virus del sarcoma de Rous (RSV) es
visualizado como si se originara a partir de un virus con bajo potencial oncogénico como el
virus de la leucosis aviaria (AVL). Las líneas zigzagueantes anchas indican ADN involucrado en
la transferencia de información desde el ADN y de nuevo hacia ADN por medio de la enzima
transcriptasa inversa. El ARN del ALV incorpora el ARN transcrito a partir del ADN anormal
propio de una célula cancerosa y de esta manera se convierte en el virus oncogénico RSV.

Temin propuso una extensión de la hipótesis del ADN proviral. Esta nueva idea,
conocida como la teoría del "protovirus", postula que cuando menos una parte del
genoma de los virus oncogénicos ha surgido como consecuencia del proceso evolutivo
a partir del ADN de células normales que han sido alteradas por algún agente
carcinogénico. La recombinación genética entre el ADN viral y el ADN celular puede
resultar en carcinogénesis debido a la inserción del híbrido de ADN viral y celular en un
sitio inadecuado dentro del genoma de una céla hasta entonces normal; esto puede
propiciar la activación de genes normalmente inactivos en las células adultas. Por su
parte, Huebner y Todaro propusieron en 1969 la hipótesis del oncogene. Según esta
hipótesis, las células de la mayoría de los vertebrados contienen genomas
correspondientes a virus ARN oncogénicos, incluyendo las secuencias que codifican las
actividades que pueden transformar a una célula normal en célula tumoral
(oncogenes). De acuerdo con esta hipótesis, las secuencias correspondientes a los
oncogenes son transmitidas en forma vertical de los progenitores a la progenie y, por
lo tanto, la aparición del cáncer será determinada por la reactivación de esos
oncogenes endógenos cuya expresión está normalmente reprimida. Dicha reactivación
puede ser inducida por carcinógenos químicos, irradiación, envejecimiento celular o
una combinación de todos estos factores. Esta teoría ofrece una explicación para la
frecuentemente observada transmisión vertical de ciertos virus animales y la
interacción cooperativa entre irradiación, carcinógenos químicos, infecciones crónicas y
los virus oncogénicos en la producción de transformación celular.

Las dos teorías o hipótesis mencionadas proponen en común que el cáncer es


consecuencia de la expresión de ciertos genes presentes en las células, mismos que
normalmente no son expresados o lo hacen con muy baja intensidad; por lo tanto, el
cáncer es consecuencia de una pérdida en la regulación de la expresión genética
(figura IX.2.).

Los retrovirus han sido definidos como virus ARN que en forma obligatoria se propagan
a través de un intermediario intracelular constituido por una molécula de ADN de
cadena doble sintetizada por la enzima transcriptasa inversa característica de estos
virus, a partir del ARN que constituye el genoma viral.

Si se supone que las secuencias correspondientes a los genes oncogénicos presentes


en los retrovirus tumorales no son necesarias para la replicación de estos virus, como
ocurre en el caso del RSV, sino que, por el contrario, constituyen genes extras que
proporcionan una cierta ventaja selectiva para la proliferación celular, entonces se
deduce que las células transformadas por retrovirus oncogénicos deben contener
secuencias de ácido nucleico que no están presentes en los retrovirus no oncogénicos
pertenecientes al mismo tipo o clase viral que los retrovirus oncogénicos en cuestión.
Esta idea predice que el genoma del virus transformante (oncogénico) debe codificar
cuando menos una proteína que está específicamente asociada con el proceso de
transformación y que esta proteína no es necesaria para la replicación del virus a pesar
de cumplir una función en las células hospederas transformadas por el virus.

A principios de los años setenta diferentes grupos de investigadores encontraron


evidencia de que los virus del sarcoma aviario (de los cuales el RSV es un ejemplo)
contienen más información genética que la presente en cepas de virus similares, pero
que han perdido su capacidad para transformar células. Las cepas de virus del sarcoma
aviario (ASV) conocidas como "defectuosas en transformación", no pueden inducir
sarcomas en animales experimentales, tampoco transforman células en cultivo y
carecen de 10 a 20% de la información genética (ARN) presente en virus similares,
pero que cuentan con capacidad transformante. Sin embargo, estos virus defectuosos
en transformación son capaces de infectar células y replicarse en forma normal dando
origen a nueva progenie viral. Esto indica que la eliminación de la porción del genoma
que codifica la actividad o actividades transformantes no tiene efecto alguno sobre la
capacidad del virus para replicarse. De hecho, la gran mayoría de los retrovirus
directamente oncogénicos, es decir, capaces de transformar directamente a la célula
infectada mediante la expresión de un oncogene viral, son virus "defectuosos en
replicación". O sea que estos virus oncogénicos no pueden replicarse porque han
perdido funciones virales esenciales para su replicación, ya que las secuencias génicas
que codifican dichas funciones han sido sustituidas por la secuencia correspondiente al
oncogene celular, mismo que fue adquirido por el genoma viral mediante un proceso
mal comprendido y que se conoce como "transducción". Por esta razón, la mayoría de
los retrovirus directamente oncogénicos sólo pueden ser propagados en presencia de
un virus auxiliar, el cual debe ser un retrovirus capaz de replicarse y, por lo tanto, no
es oncogénico. El retrovirus auxiliar aporta las funciones virales que están ausentes en
el retrovirus oncogénico, y así permite la replicación y propagación de este último. Por
lo tanto, la propagación de retrovirus directamente oncogénicos es un fenómeno de
laboratorio, ya que en condiciones naturales es muy improbable que una misma célula
sea coinfectada por el retrovirus oncogénico y el retrovirus auxiliar. De hecho, no
existen reportes de epidemias de cáncer en animales silvestres.
Figura IX. 2. Esquema que ilustra una posible manera de cómo el protovirus puede causar una
reorganización de los cromosomas de una célula para producir información oncogénica. El
protovirus transcribe un segmento del gene en ARN (minúsculas), el cual es copiado en ADN e
insertado en una nueva posición dentro del cromosoma. La repetición de este proceso puede en
algunos casos producir un alineamiento paralelo de los genes (encasillados) que son
necesarios para producir carcinogénesis.

En 1976, Bishop, Varmus y colaboradores lograron aislar el fragmento del genoma del
virus del sarcoma de Rous (RSV) que codifica la actividad encargada de inducir la
transformación celular. Este gene fue bautizado como v-src. El mismo grupo de
investigadores demostró que en el genoma de células transformadas por RSV y
también en el genoma de células normales no infectadas por éste virus, existen
secuencias homólogas aunque no completamente idénticas al v-src; estas secuencias
homólogas fueron observadas en el genoma de células de aves, ratones, peces,
bovinos y humanos, pero no en células de erizo de mar, mosca de la fruta ni en
bacterias. Este resultado sugiere que una porción del gene src ha sido conservada en
el genoma de las células de organismos superiores a lo largo de varias etapas de la
evolución. Estudios posteriores demostraron que ARN mensajero complementario a la
secuencia presente en el ADN correspondiente al gene v-src se encuentra presente en
el interior de células aviarias tumorales y normales. Esto indica la presencia del gene
src y la transcripción de este gene en ambos tipos de células. Con el fin de evitar
confusiones, el gene viral que codifica la función transformante ha sido designado v-
src, mientras que la secuencia de ADN correspondiente a src y que está presente en el
genoma de las células normales ha sido designada como c-src. Otros experimentos
demostraron que la localización y concentración intracelular del ARNm correspondiente
al gene transformante v-src es de hecho la misma tanto en células transformadas por
RSV como en células que originalmente fueron transformadas por RSV pero que han
revertido en forma espontánea al estado normal. Esto sugiere que la presencia del
gene src y la transcripción del mismo no son específicas de las células transformadas.
Por lo tanto, si el gene src está verdaderamente involucrado en el proceso de
transformación, el factor esencial debe estar localizado en el nivel de la traducción a
proteína del ARNm correspondiente al gene v-src o en el nivel del electo que tiene la
proteína codificada por v-src sobre ciertos componentes celulares.

La proteína codificada por el gene v-src ha sido identificada y se ha encontrado que


dicha proteína está presente tanto en células normales como en células transformadas.
Esta proteína fue aislada por métodos inmunológicos utilizando el suero inmune
obtenido de conejos que recibieron transplantes de tumores inducidos por el virus del
sarcoma aviario (ASV). Con este suero fue posible precipitar una proteína con peso
molecular de 60 000 daltones (p 60 ), a partir de extractos de células de pollo y de
v-src

hámster que habían sido transformadas por el ASV. Posteriormente, ha sido posible
sintetizar la proteína p 6 in vitro a partir de la región del ARN viral que contiene al
-src

gene v-src. La proteína p 60v es una fosfoproteína, o sea, tiene adosado un átomo
-src

de fósforo, el cual puede ser despegado en forma reversible. Se dice que la proteína
está fosforilada cuando tiene el fósforo adherido a ella y esta forma de la proteína se
denomina pp 60 . Curiosamente, la proteína p 60
v-src
tiene actividad de proteína
v-src

cinasa, o sea, es capaz de fosforilar a otras proteínas. La fosforilación ocurre en los


residuos del aminoácido tirosina presentes en la proteína a ser fosforilada. Ésta es una
característica muy peculiar, ya que otras proteína-cinasas conocidas tienen los
aminoácidos serina y treonina como blanco de la actividad fosforilante. En células de
pollo infectadas con el virus del sarcoma de Rous (RSV) ha sido identificada una
proteína con peso molecular de 36 000 daltones, la cual en apariencia constituye el
blanco (sustrato) de la actividad fosforilante asociada con p 60 . Paradójicamente,
v-src

existe evidencia de que p 60 es capaz de autofosforilarse. Por otra parte, se ha


v-src

identificado en células normales la presencia de una proteína fosforilada muy similar


pero no idéntica a pp 60 . Dicha proteína es denominada pp 60 , la concentración
c-src c-src

de esta proteína en células normales se mantiene constante y no varía con el estado


de crecimiento celular; a diferencia de la proteína homóloga pp 60 , la cual está
v-src

presente en grandes cantidades en las células infectadas por el ASV. Existe sólida
evidencia de que la secuencia básica de aminoácidos que constituyen la proteína pp
60 ha sido conservada con mínimos cambios por diferentes especies a lo largo de la
c-src

evolución. El hecho de que en el gene c-src está presente la secuencia de nucleótidos


que codifica a la proteína p 60 sugiere que el gene normal c-src presente en las
v-src

células de varias especies es el progenitor del gene v-src característico de los virus del
sarcoma aviario. Esta observación es consistente con la hipótesis del protovirus
propuesta por Temin. Hasta la fecha, no ha sido posible establecer con claridad la
función de p 6O en las células normales, tampoco ha sido posible definir con claridad
c-src

el papel que tiene p 60 en la transformación celular. Es probable que esta proteína


v-src

codificada por el gene transformante presente en los virus del sarcoma aviario tenga
otras funciones aparte de su capacidad fosforilante, las cuales podrían estar más
directamente involucradas en el proceso de transformación celular.

En los últimos diez años diferentes grupos de investigadores han podido aislar otros
genes virales con capacidad transformante a partir de diferentes tipos de retrovirus
que afectan a diversas especies animales y producen diferentes tipos de tumores. En
todos los casos estudiados hasta la fecha, ha sido posible encontrar en las células
normales cuando menos un gene cuya secuencia de nucleótidos es muy similar a la del
gene transformante presente en el genoma de cada tipo de retrovirus oncogénico
estudiado. Estas observaciones apoyan en forma muy importante los postulados
básicos de la hipótesis del oncogene celular propuesta por Huebner y Todaro.

Se deonomina proto-oncogenes a ciertos genes celulares que codifican diversas


funciones celulares muy importantes para el control de los procesos de diferenciación,
división y proliferación celular. Las diversas proteínas que son productos de estos
genes cumplen diversas funciones en las células: algunas actúan como factores de
crecimiento celular que son secretados al medio externo para que puedan estimular a
otras células; otras son receptores membranales capaces de ligar moléculas que
actúan como factores de crecimiento celular; otras proteínas transmembranales que
actúan como transmisores (transductores) de las señales generadas por la interacción
entre los factores membranales o citoplásmicas que pueden regular la actividad de
otras proteínas al fosforilarlas (cinasas de proteínas). Por último, los productos de
varios proto-oncogenes actúan directamente como reguladores de la expresión de
diversos genes, ya que son proteínas con capacidad para pegarse a secuencias
específicas del ADN celular, mismas que constituyen las regiones promotoras o
activadores de la expresión de ciertos genes.
Todos estos proto-oncogenes pueden convertirse en oncogenes cuando sufren
mutaciones que alteran su secuencia de nucleótidos. Las mutaciones pueden consistir
en la sustitución o eliminación de uno o varios nucleótidos, situación que modifica la
información codificada por el proto-oncogene y que resulta en la producción de una
proteína modificada y con función alterada. Sin embargo, también existen las
mutaciones causadas por inserciones génicas. Por ejemplo, el ciclo replicativo de los
retrovirus implica que el genoma viral, en forma de provirus de ADN, debe integrarse
en el genoma celular; dicha integración ocurre en sitios al azar. Algunos retrovirus son
indirectamente oncogénicos porque se integran cerca de un proto-oncogene. Como
consecuencia de esta integración puede ocurrir que las secuencias promotoras de la
expresión de los genes retrovirales, conocidas como secuencias LTR, queden contiguas
a la secuencia del proto-oncogene, de manera que la interacción de estas secuencias
promotoras con factores de transcripción virales o celulares puede resultar en la
hiperactivación del proto-oncogene, el cual ahora se comporta como un oncogene que
produce en forma anárquica el ARN mensajero que codifica a una proteína normal,
misma que al encontrarse en exceso, induce la transformación celular. También puede
ocurrir que como consecuencia de un evento defectuoso de integración retroviral, un
segmento de un gene viral quede contiguo a un segmento de un proto-oncogene
celular, el resultado de este fenómeno es la creación de un gene quimérico, mismo que
codifica a una proteína quimérica la cual funciona en forma alterada y puede
desencadenar el proceso de transformación celular.

Fenómenos fisocoquímicos y ambientales como las radiaciones, pueden inducir


rupturas y rearreglos en los cromosomas. Como resultado de estos rearreglos puede
ocurrir que la secuencia de un proto-oncogene queda contigua a la secuencia
promotora de la expresión de otro gene de mayor actividad. Esto resulta en la
hiperactivación del proto-oncogene que se comporta como oncogene al ocasionar la
sobreproducción de su proteína codificada, situación que provoca la pérdida de la
regulación de la división y proliferación celular.

En 1978 se aisló por primera vez un retrovirus humano a partir de un cultivo de células
conocidas como linfocitos T, procedentes de un paciente con un raro tipo de leucemia.
Este retrovirus es ahora conocido como virus linfotrópico humano tipo 1 o HTLV-l, y es
el prototipo de más de 100 diferentes muestras del mismo virus obtenidas alrededor
del mundo. Antes, en 1977, Takatsuki y colaboradores habían descrito un raro tipo de
cáncer conocido como leucemia de células T del adulto (ATL), el cual es relativamente
frecuente en ciertas partes del sudoeste de Japón. El tipo y las características
morfológicas de las células de este tumor son muy similares a las de las células a
partir de las cuales se aisló el HTLV-1. Esta observación hizo sospechar que este virus
podría ser el agente causal de la leucemia tipo ATL. En 1981, Gallo y colaboradores
analizaron el suero de pacientes japoneses afectados por esta rara forma de leucemia
y en el 100% de los casos encontraron la presencia de anticuerpos contra el HTLV-1. El
siguiente paso consistió en el aislamiento del virus a partir de células obtenidas de
pacientes con ATL. Esto fue logrado por Yoshida y colaboradores en 1982 y pronto fue
demostrado que el virus de la leucemia ATL es idéntico al HTLV-1. Posteriormente fue
posible identificar otras zonas y poblaciones del mundo en las cuales la presencia de
este virus es endémica. En 1982 se descubrió un virus en particular prevalente en los
monos verdes africanos; este virus, denominado virus linfotrópico de simios tipo 1
(STLV4), es homólogo en más de 95% al HTLV-l. Esta observación, asociada con datos
referentes a la distribución geográfica del HTLV, ha hecho especular que el retrovirus
humano es descendiente del retrovirus presente en los monos, el cual está asociado
con la producción de linfomas malignos en los monos infectados. Estudios
epidemiológicos, experimentos de transformación celular con linfocitos T normales y la
caracterización de las propiedades moleculares del HTLV-1, sugieren que este virus
puede estar involucrado en los mecanismos que causan la leucemia tipo ATL. Todas las
células tumorales ATL contienen un genoma de HTLV-1 en forma de provirus, mismo
que no está presente en las células normales. El provirus es clonal, o sea, es
exactamente igual en todas las células tumorales; esto indica que cada provirus es
descendiente directo del provirus progenitor presente en la célula que dio origen al
tumor. Este hecho implica que la infección por HTLV-1 ocurre antes del primer evento
de transformación celular, mismo que dará origen a la primera célula tumoral. El sitio
de integración del provirus dentro del genoma celular es el mismo en todas las células,
pero varía de un paciente a otro ya que en diferentes enfermos el tumor se origina a
partir de un linfocito T diferente. La figura IX.3 ilustra tres diferentes modelos
propuestos para explicar la producción de leucemia por tres diferentes tipos de
retrovirus.

Figura IX.3. Mecanismos de leukemogénesis viral. (a) Los virus productores de leucemias
agudas capturan genes derivados de las células (oncogenes) que codifican proteínas
específicas involucradas en la transformación celular. Algunas de estas proteínas son
promotoras del crecimiento celular y pueden estar localizadas en la membrana, el citoplasma o
el núcleo celular. Estos posibles sitios de acción son indicados por las flechas. Estas proteínas
actúan en trans,o sea, sobre una región del ADN diferente a la que contiene el oncogene y el
provirus integrado; por lo tanto, no se requiere de un sitio constante y específico para la
integración del provirus. (b) Los virus productores de leucemias crónicas activan genes
celulares a causa de que se integran en forma de provirus en una posición próxima a los genes
afectados. Los genes celulares activados pueden ser proto-oncogenes. El mecanismo de
activación en cisrequiere de la conservación de sitios de integración proviral específicos. (c) El
virus HTLV-1, asociado con la leucemia tipo T del adulto (ATL), produce una proteína nuclear
(TAT) que activa la transcripción de genes localizados en segmentos del genoma diferentes a
los que contiene el provirus integrado (activación en trans);por lo tanto, no es necesario que
exista un sitio específico para la integración del provirus. Se ha especulado que el producto del
gene ta tes capaz de activar la expresión de genes promotores del crecimiento celular (GPG)
específicos para células linfoides. Las letras LTR indican las secuencias repetidas invertidas que
están presentes en ambos extremos del genoma correspondiente al provirus integrado o al
virus HTLV-1 no integrado.

VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO

Desde la época grecoromana se sospechaba que las verrugas en la región anogenital


del humano podían ser de origen venéreo. El origen infeccioso de estas verrugas fue
establecido a fines del siglo XIX, y en 1907 Ciuffo demostró la transmisión de los
papilomas epidérmicos, por medio de la inoculación de voluntarios con filtrados libres
de células obtenidas a partir de estos papilomas (las verrugas o tumores benignos
conocidos como "mezquinos"). Esto demostró la etiología viral de los papilomas
(mezquinos). En 1932, Shope aisló el virus del papiloma de conejo, mismo que
produce papilomas y tumores en la piel del conejo. Este virus fue el primer modelo
para estudiar el posible papel oncogénico de los virus en los mamíferos. Desde
entonces empezó a sospecharse que puede existir una cooperación entre ciertos virus
y carcinógenos químicos durante el desarrollo de ciertos tipos de tumores.

El estudio de los virus del papiloma humano (VPH) o Human Papilloma Virus (HPV) ha
estado limitado por la falta de sistemas para cultivarlo in vitro, ya que este tipo de
virus solamente infecta células epiteliales y sólo se replica activamente en células
epidérmicas (queratinocitos) totalmente diferenciadas, mismas que no pueden ser
mantenidas en cultivo por largo tiempo. Sin embargo, el advenimiento de las técnicas
de ingeniería genética ha permitido "donar" los genomas de varios tipos de virus del
papiloma humano HPV, obtenidos a partir de biopsias de tejidos infectados. Hasta la
fecha han sido identificados 68 genotipos diferentes de HPV. Por convención, se
considera que dos cepas de HPV constituyen tipos diferentes si la secuencia de
nucleótidos de sus genomas manifiestan una homología menor a 50%.

Existen virus del papiloma en diferentes especies animales y cada uno de estos virus
es específico para la especie a partir de la cual fue aislado, o sea que el HPV no infecta
especies animales y los virus de animales no pueden infectar al humano. Todos los
virus del papiloma (papilomavirus) pertenecen al grupo de los papovavirus y se
caracterizan por ser virus sin envoltura con cápside icosaédrica y con un genoma
circular de ADN de doble cadena que consta de aproximadamente 8 000 pares de
bases. Las infecciones por HPV tienen una dis tribución mundial.

Se ha podido establecer que la infección por HPV tipo 5 está muy asociada con el
desarrollo de cáncer de piel en pacientes que padecen una rara enfermedad congénita
llamada epidermodisplasia verruciforme (EV). Por otra parte, desde mediados del siglo
XIX se ha sospechado que el cáncer del cérvix (cuello) uterino puede ser de origen
infeccioso. Estudios epidemiológicos realizados entre 1960 y 1970 parecían implicar al
virus Herpes simplex tipo 2 en la etiología de este tipo de cáncer; sin embargo, en
1974 surgió la primera evidencia de una asociación entre la infección por HPV y el
subsecuente desarrollo de cáncer cérvico uterino (CaCu). En 1984 el grupo dirigido por
Harald zur Hausen reportó el aislamiento frecuente de los HPV 16 y 18 a partir de
tumores cervicouterinos. En la actualidad se sabe que el HPV 16 está presente
aproximadamente en de 50% de los CaCus, mientras que el HPV 18 se encuentra
cerca del 20% de estos tumores. Otros tipos de HPV han sido encontrados en muestras
de CaCu, por lo cual casi el 90% de los tumores cervicouterinos son positivos a HPV. El
periodo de latencia entre la infección primaria y la aparición del cáncer es del orden de
20 a 40 años. Esta situación es similar a la observada en otros tumores humanos
asociados con infecciones virales como son el cáncer de hígado con el HBV y la
leucemia de células T del adulto con el HTLV-1.

En la mayoría de las lesiones pretumorales asociadas con infección por HPV, se


observa que el ADN viral persiste en forma de episoma o sea, como un minicromosoma
independiente del resto del genoma de la célula hospedera. Sin embargo, en la
mayoría de los tumores cervicouterinos se observa la integración del genoma viral,
este evento de integración parece ser uno de los eventos tempranos en el proceso de
carcinogénesis. El patrón de integración con frecuencia resulta en la interrupción de la
secuencia correspondiente al gene E2 del HPV. La proteína codificada por este gene
está involucrada en la regulación de la expresión de otros genes del HPV. La ausencia
de la proteína E2 facilita la sobreexpresión de los genes virales E6 y E7. Se sabe que
las proteínas codificadas por E6 y E7 son capaces de interactuar con las proteínas
celulares p53 y RB respectivamente, dichas proteínas celulares participan en los
mecanismos que controlan la división y proliferación celular, la inactivación de estas
proteínas celulares está asociada con el desarrollo de varios tipos de tumores; Por lo
anterior; se piensa que el mecanismo oncogénico del HPV puede estar relacionado con
la inactivación de p53 y RB por medio de ciertas proteínas virales.

En los últimos años se han incrementado los reportes que asocian la infección por HPV
en epitelios extragenitales con el subsecuente desarrollo de tumores de la laringe,
amígdalas, lengua y cavidad oral. Lo anterior sugiere que el potencial oncogénico de
estos virus puede afectar diversos órganos humanos. La frecuente regresión
espontánea de papilomas y verrugas benignas, sugiere que el sistema inmune puede
controlar en la mayoría de los casos la infección por HPV. Sin embargo, se sabe muy
poco respecto a la respuesta inmune específica contra el HPV, ya que esta respuesta
inmune no parece ser intensa debido a que los HPV provocan infecciones crónicas y
latentes, y en el caso de las infecciones productivas éstas no se asocian con la
destrucción de la célula infectada, ya que los HPV no son citopáticos. Es probable que
la inmunidad mediada por células (inmunidad celular) sea la que tenga un papel más
importante en el control de las infecciones por HPV. Lo anterior se deduce de la alta
incidencia de papilomas, verrugas y tumores epiteliales observada en pacientes que
sufren de inmunodeficiencias congénitas o adquiridas. Así, una prioridad de la
investigación sobre los HPV consiste en lograr un método para estimular la inmunidad
celular específica contra los HPV.

LOS VIRUS DE LA HEPATITIS

La hepatitis es un padecimiento relativamente frecuente que se manifiesta como una


inflamación generalizada del hígado con la consecuente alteración de importantes
funciones metabólicas que tienen lugar en las células hepáticas (hepatocitos). La
hepatitis humana de origen viral puede ser causada por una importante variedad de
virus; sin embargo, existe un grupo de virus que manifiesta una gran predilección por
infectar el tejido hepático (tropismo hepático). Hasta hace poco tiempo, las hepatitis
humanas causadas por virus con tropismo hepático se clasificaban en tres tipos: A, B y
no A-no B. Esto se debía a que solamente habían sido identificados los virus de la
hepatitis tipo A (HAV) y de la hepatitis B (HBV). Hoy sabemos que las hepatitis virales
no A-no B pueden ser causadas por, cuando menos, tres virus diferentes: HCV, HDV y
HEV.

Podemos dividir a las hepatitis virales específicas en dos grupos principales: 1)


hepatitis virales de incubación corta, las cuales se adquieren por lo general a través del
contagio oral-fecal (principalmente por ingestión de agua contaminada por heces o de
alimentos contaminados por dichas aguas residuales) y que se comportan como
hepatitis agudas de resolución rápida. Los virus HAV y HEV son los principales
causantes de estas hepatitis. 2) hepatitis virales de incubación larga, las cuales se
adquieren por lo general a través de contagio por vía parenteral: por transfusiones con
sangre contaminada, por contagio sexual, por heridas causadas por instrumentos
quirúrgicos contaminados y en el caso de los toxicomanos, por compartir jeringas y
agujas contaminadas. También se ha reportado la transmisión de la madre al hijo
durante el periodo perinatal. Estas hepatitis evolucionan con frecuencia hacia formas
de infección crónica y persistente, y los pacientes afectados pueden sufrir recaídas
repetidas, además de continuar siendo contagiosos durante muchos años. Las hepatitis
virales de origen parenteral e incubación larga son causadas por los virus HBV, HCV y
HDV.

Es interesante notar que los cinco virus de la hepatitis pertenencen a cinco grupos
taxonómicos diferentes, o sea que desde el punto de vista de su organización
estructural, de la organización de sus genomas y de sus respectivas estrategias de
replicación, estos cinco virus son muy diferentes entre sí y solamente comparten la
predilección por infectar el hígado. El virus HAV pertenece al grupo de los picornavirus
cuyo miembro más conocido es el virus de la poliomelitis. El virus HCV pertenece al
grupo de los flavivirus cuyos miembros más conocidos son causantes de la fiebre
hemorrágica conocida como "dengue". Se sabe que varios tipos de flavivirus pueden
ser transmitidos por insectos (artrópodos), sin embargo, no existe ninguna evidencia
de que el HCV pueda ser transmitido por insectos. El HEV pertenece al grupo de los
calcivirus, entre los cuales se encuentran virus que afectan a los felinos y otros virus
com el Norwalk que causa enfermedades diarréicas en los humanos.

El espacio de la presente obra no permite una discusión detallada de los cinco virus de
la hepatitis; sin embargo, debido a su importancia médica y a las interesantes
peculiaridades de sus modos de organización y replicación, vale la pena dedicar
algunos párrafos a los virus HBV y HDV.

El virus de la hepatitis B

En 1963, el investigador Baruj Blumberg descubrió en el suero sanguíneo de un


paciente con hemofilia (padecimiento cuyo tratamiento requiere de repetidas
transfusiones de sangre o plasma sanguíneo), la presencia de un anticuerpo que era
capaz de reaccionar con un antígeno presente en la sangre de un aborigen australiano.
Blumberg denominó antígeno Australia a esta molécula que resultó ser el antígeno
principal de superficie del virus de la hepatitis B (HBsAg). La ausencia de cultivos
celulares específicos capaces de replicar al HBV in vitro, impidió la pronta
caracterización de este virus. Sin embargo, con el advenimiento de las técnicas
modernas de ingeniería genética, fue posible aislar y "domar" el genoma de HBV con el
fin de estudiar la biología molecular de este virus. A finales de la década de los
setenta, investigadores franceses pudieron establecer que el genoma del HBV consta
de un ADN circular de doble cadena (aunque es desigual la longitud de ambas
cadenas), correspondiente a 3 200 pares de bases, siendo hasta la fecha el genoma
más pequeño de todos los descritos en virus animales.

El HBV resultó ser el primer tipo descrito de un nuevo grupo de virus denominado
hepadnavirus, debido a que todos los virus que son miembros de este grupo
manifiestan un marcado tropismo hepático y comparten un método de replicación muy
particular, mismo que es descrito en la figura IX. 4. Entre los virus que pertenecen a
este grupo se encuentran virus que causan hepatitis en marmotas, ardillas y patos.
Cabe mencionar que los hepadnavirus son los únicos virus, aparte de los retrovirus,
que incluyen en su ciclo de replicación la actividad de una enzima transcriptasa
inversa, capaz de sintetizar una molécula de ADN a partir de un templado de ARN. De
hecho, la polimerasa codificada por el gene P de los hepadnavirus, es una enzima que
manifiesta cuatro actividades diferentes: ADN polimerasa dependiente de ADN; ADN
polimerasa dependiente de ARN (transcriptasa inversa); Ribonucleasa H, capaz de
degradar el ARN presente en moléculas híbridas ADN-ARN; actividad como molécula
anda para la iniciación de la síntesis de ADN.

Otra característica importante de los hepadnavirus consiste en que no son virus


directamente citopáticos, o sea que no destruyen a su célula hospedera. El
conocimiento actual sobre la hepatitis tipo B indica que el daño hepático, que se
manifiesta como inflamación hepática y destrucción de los hepatocitos, es causado por
la propia respuesta inmune dirigida contra las células infectadas por el HBV; en
particular, los linfocitos T citotóxicos anti-HBV parecen ser los principales responsables
de la destrucción de los hepatocitos que expresan antígenos (proteínas) de HBV en sus
membranas. Se piensa que los casos de hepatitis B fulminante y fatal, son
consecuencia de una excesiva respuesta inmune contra el HBV, aunque en ratones
transgénicos, en cuyas células se les ha insertado en forma experimental el gene que
codifica el HBsAg, se observa que la sobreproducción del HBsAg puede causar
destrucción de los hepatocitos.

Sin embargo, la mayoría de las personas infectadas por HBV desarrollan un cuadro de
hepatitis aguda, después de un periodo de incubación de ocho a 24 semanas. Dicha
hepatitis aguda se manifiesta con dolor abdominal, ictericia (coloración amarillenta de
la piel), fatiga y otros síntomas asociados. En otros casos, también numerosos, la
infección permanece asintomática; pero en todos los pacientes en fase aguda de la
infección (sintomática o asintomática) es posible detectar la presencia de altas
concentraciones del HBsAg en el suero sanguíneo. Con el paso del tiempo y en la
medida en que disminuye la hepatitis, aparecen anticuerpos específicos contra HBsAg
(anti-HBs) en el suero de los pacientes infectados.
Figura IX. 4. Replicación del virus de la hepatitis B (HBV)1) El HBV infecta a una célula
hepática. 2) Enzimas extienden la cadena corta del ADN viral. 3) El ADN viral migra hacia el
núcleo celular, donde es copiado (transcrito) en una molécula complementaria de ARN. La
hebra de ARN tiene 3.5 kilobases (3 500 nucleótidos) y constituye el pregenoma que es
intermediario necesario para la replicación del genoma viral. 4) El pregenoma es empacado
dentro de una cápside recién sintetizada. La polimerasa viral empieza a sintetizar una copia de
ADN complementario al pregenoma viral. 5) La nueva cadena de ADN es un duplicado de la
cadena larga de ADN presente en el genoma viral original. El pregenoma de ARN se desintegra
tan pronto es completada la síntesis del nuevo ADN viral. 6) La polimerasa viral empieza a
sintetizar una cadena de ADN complementario a la secuencia de nucleótidos de la cadena larga
del ADN viral. 7) El ADN viral puede permanecer en la célula por un tiempo suficiente para
convertirse en ADN de cadena doble; en cuyo caso, regresa al núcleo celular para iniciar un
nuevo ciclo de replicación. 8) En caso de salida prematura de la nueva partícula viral, la cápside
es dotada de una nueva envoltura y la extensión de la cadena corta del ADN viral cesa tan
pronto la nueva partícula sale de la célula infectada. El resultado es una partícula viral
infectante que contiene una ADN viral que es parcialmente de cadena sencilla.
Por lo general, estos anticuerpos alcanzan la concentración suficiente para neutralizar
las partículas infecciosas de HBV y se sostienen a buenos niveles circulantes, de
manera que protejen de por vida contra una nueva infección por HBV. Sin embargo, en
algunos pacientes la respuesta inmune es deficiente y esto permite que persistan altas
concentraciones de HBsAg circulante en el suero de estos pacientes. El propio HBV
persiste en el hígado de tales pacientes, mismos que se convierten en portadores
crónicos de este virus y tienden a presentar cuadros recurrentes de hepatitis
(recidivas) tanto sintomática como asintomática. La sangre de estos portadores
crónicos es una fuente potencial de contagio para los individuos que no están
infectados por HBV.

Cabe subrayar que los hepatocitos infectados por HBV producen viriones infectantes
completos (partículas de Dane), pero también producen partículas virales defectuosas,
tanto esféricas como cilíndricas, que carecen del genoma viral pero que presentan en
su superficie el antígeno principal del HBV (HBsAg), en sus tres versiones: grande,
mediana y corta o principal. De hecho, en toda infección por HBV la producción de
partículas defectuosas supera a la de viriones completos por varios órdenes de
magnitud. Lo anterior indica en forma indirecta que los viriones completos tienen una
gran capacidad infectiva y son suficientes para propagar la infección.

Un aspecto muy importante, desde el punto de vista médico, es que alrededor del 30%
de los portadores crónicos de HBsAg desarrolla cirrosis hepática, la cual es una
degeneración del tejido hepático que es sustituido por tejido cicatrizal que no es
funcional. De estos pacientes con cirrosis, alrededor del 30% desarrolla un cáncer
primario de hígado, evento que puede ocurrir entre 30 y 50 años después de la
infección original por HBV. Estudios epidemiológicos demuestran que las posibilidades
de convertirse en portador crónico se incrementan entre más temprana es la edad en
que se contrae la infección por HBV. Se considera que la probabilidad de que un
portador crónico de HBsAg desarrolle un cáncer de hígado es 200 a 300 veces mayor
que en el resto de la población. Por esta razón, la infección temprana por HBV
constituye uno de los problemas mas importantes de salud pública mundial, ya que en
los países del Centro y sur de África y en los países del Lejano Oriente, la infección por
HBV ocurre con una gran frecuencia en niños recién nacidos (que son infectados por
sus madres durante el embarazo o durante el periodo perinatal) y en menores de cinco
años. Se estima que en el mundo viven actualmente 300 millones de portadores
crónicos del HBsAg, los cuales son también portadores crónicos del HBV, esto significa
que a partir de esta población infectada se van a desarrollar cerca de 30 millones de
casos de cáncer hepático. De modo que el HBV es en términos estadísticos el agente
biológico con mayor potencial oncogénico (productor de cáncer) para los seres
humanos.

El largo periodo de latencia entre la infección original por HBV y la aparición del cáncer
hepático, no es compatible con la hipótesis de que este cáncer es causado por la
activación de un oncogene presente en el genoma de HBV. De hecho, los estudios de
biología molecular demuestran que el virus de la hepatitis B no posee ningún
oncogene; además, está bien establecido que el HBV no necesita integrar su ADN en el
genoma de la célula hospedera para llevar a cabo su ciclo de replicación. Por otra
parte, diversos estudios han reportado la presencia de fragmentos de genoma del HBV
integrados en el ADN de células procedentes de tumores hepáticos. El análisis de estas
células sugiere que los fragmentos del genoma viral pueden integrarse en sitios
diversos del genoma celular y de esta manera pueden provocar rearreglos de
secuencias de nucleótidos o modificar el patrón de expresión de ciertos genes
celulares. También se ha reportado que la sobreproducción de la proteína HBx
codificada por el gene X del HBV puede inducir tumores de hígado en ratones que han
sido genéticamente modificados para albergar y expresar el gene X dentro de sus
células (ratones transgénicos). Se sabe que la proteína HBx puede actuar como
activadora de la expresión de genes virales y celulares.

Sin embargo, la mayoría de los estudios epidemiológicos sugiere que el desarrollo del
cáncer hepático requiere de un evento genético secundario que es consecuencia de los
ciclos de destrucción y regeneración hepática característicos de la hepatitis crónica y la
cirrosis. Esto pone en duda que el cáncer hepático sea consecuencia directa de la
acción de un gene viral. En realidad todo parece indicar que los tumores hepáticos
asociados con la infección crónica por HBV son causados por una combinación de
factores: daño hepático, regeneración celular y actividades virales que actúan en forma
sinergista para producir inestabilidad cromosómica con el paso del tiempo,
inestabilidad que se manifiesta como una modificación gradual de las funciones y el
estado de diferenciación de los hepatocitos. El hecho bien demostrado de que agentes
hepatotóxicos como el alcohol y las aflatoxinas, producidas por ciertos hongos que
contaminan a cereales y semillas, aceleran el desarrollo de la cirrosis hepática y la
progresión hacia el cáncer hepático en individuos crónicamente infectados por HBV,
apoya la idea de que el virus necesita de cofactores que actúan por periodos
prolongados para producir el cáncer hepático.

Se han utilizado algunos agentes antivirales como tratamiento para los cuadros de
hepatitis crónica recurrente asociada con la infección por HBV. Sin embargo, solamente
el interferón alfa, producido por técnicas de ingeniería genética, ha demostrado tener
un efecto positivo, aunque no es curativo. Afortunadamente, desde hace algunos años
existen vacunas eficaces contra el HBV. La primera de ellas, desarrollada en Francia a
finales de los años setenta, se basa en la purificación de envolturas y partículas virales
defectuosas a partir del suero sanguíneo de portadores crónicos del antígeno HBsAg.
Dichas partículas no son infectantes; sin embargo, poseen el antígeno mayor de
superficie del virus (el HBsAg), por lo cual la inyección de estas partículas purificadas
provoca la producción de anticuerpos neutralizantes específicos contra HBsAg en los
individuos vacunados. En la actualidad, también están disponibles vacunas
recombinantes o sea, vacunas producidas por métodos de ingeniería genética. Para
desarrollar estas vacunas se procedió a donar el gene del HBsAg en diferentes tipos de
vectores de expresión, mismos que permiten introducir dicho gene a células de
mamífero o levaduras que son utilizadas como "fábricas" para la producción de dicho
antígeno, el cual es purificado en forma subsecuente y utilizado para preparar vacunas
que inducen anticuerpos específicos contra HBsAg.

Desafortunadamente, el alto costo de estas vacunas hace que su disponibilidad sea


muy limitada, ya que se utilizan principalmente en los países desarrollados y en
programas de vacunación destinados a proteger personal de alto riesgo como son los
soldados, los médicos y paramédicos. Por otra parte, los niños africanos y asiáticos que
corren gran riesgo de ser infectados por HBV durante los primeros años de vida
constituyen, por lo tanto, el principal reservorio de este virus y el principal grupo que
será afectado por la cirrosis y el cáncer de hígado; permanecen, hasta el momento,
fuera de cualquier programa mundial de vacunación dirigido a controlar la infección por
RBV.

Agente delta o virus de la hepatitis delta

El agente etiológico de la hepatitis delta, mal llamado virus de la hepatitis delta o HDV,
fue descubierto por Rizzeto en 1977, pero su caracterización fue posible hasta 1986
gracias a la biología molecular. Este agente es capaz de infectar los hepatocitos
exclusivamente en presencia y con la ayuda del virus de la hepatitis B; de tal manera
que los individuos inmunizados contra el virus B, ya sea por vacunación o por
inmunidad adquirida después de una infección por HBV, quedan protegidos también
contra el HDV.

El genoma del agente delta consta de 1678 nucleótidos que forman una cadena de ARN
circular. Las características moleculares del HDV se parecen mucho a las de los
viroides que son moléculas de ARN desprovistas de cápside y que, sin embargo, son
capaces de producir diversas enfermedades en las plantas. Hasta el momento, todo
parece indicar que el genoma del agente delta sólo codifica una proteína conocida
como antígeno delta (HDAg), la cual tiene una gran afinidad por el propio ARN de este
viroide y también por el antígeno principal del HBV (HBsAg). Estas propiedades del
HDAg permiten que el genoma del viroide sea empacado dentro de envolturas
compuestas por lípidos de la célula infectada y múltiples copias del HBsAg; es decir,
este viroide utiliza al antígeno principal del HBV para conformar su propia envoltura y
así poder propagarse como un agente infeccioso. Por lo anterior, la infección por el
agente delta sólo puede prosperar en individuos que han sido coinfectados con HBV y
HDV al mismo tiempo, o que padecen de hepatitis B crónica o son portadores crónicos
del HBsAg. En todos estos casos, el HBV puede actuar como virus auxiliar al
proporcionar el material necesario (HBsAg) para el empacamiento de nuevas partículas
infecciosas del agente delta.

La infección por HDV agrava los cuadros de hepatitis crónica en pacientes portadores
de HBV y se han reportado casos de hepatitis fulminante en portadores crónicos del
HBV que han sido superinfectados por el HDV. Por lo general, los individuos infectados
con HDV presentan anticuerpos contra el antígeno delta (HDAg) durante un periodo
muy corto después de la infección. Sin embargo, los portadores crónicos del HBV que
son superinfectados por el HDV evolucionan con frecuencia hacia una hepatitis crónica
que se acompaña de la continua presencia del HDAg en el hígado y de anticuerpos
anti-HDV en la sangre. La mayor parte de estas hepatitis crónicas degenera en cirrosis
hepática. Las partículas de HDV presentan en su superficie al antígeno HBsAg; por esta
razón, los pacientes infectados por HDV desarrollan anticuerpos contra HBsAg, mismos
que son indistinguibles de aquellos desarrollados por pacientes infectados únicamente
por HBV. Estudios realizados en chimpancés (que son los únicos animales aparte del
hombre susceptibles a la coinfección por HBV y HDV), sugieren que la vacunación con
preparaciones a base de HDAg no protege de la infección por el agente delta y por el
contrario, parece agravar el curso de esta infección.
P R E V E N C I Ó N Y T R A T A M I E N T O D E L A S
I N F E C C I O N E S V I R A L E S

LAS INFECCIONES virales en humanos, animales y plantas son causa de muerte, daño y
pérdidas económicas. Las mejoras en el nivel de salud pública e higiene personal
contribuyen en forma muy importante y efectiva a controlar la diseminación de las
enfermedades infecciosas, incluyendo las causadas por virus. Sin embargo, las
vacunas tienen un papel primordial en la prevención activa de las enfermedades virales
en el hombre y en los animales. Las vacunas pueden ser infecciosas (hechas con virus
activos) o no infecciosas (hechas con virus inactivados). El proceso de vacunación se
basa en la idea de que se puede lograr inmunidad específica contra una enfermedad,
en particular si se provoca ésta en condiciones controladas de manera que el individuo
no padece los síntomas asociados con la enfermedad y el sistema inmune reacciona
produciendo un arsenal de anticuerpos y células inmunes con capacidad para destruir o
neutralizar cualquiera otra invasión por parte del mismo agente infeccioso.

El procedimiento de atenuación permite obtener cepas de virus que tienen una


reducida capacidad para producir enfermedad; estas cepas se denominan avirulentas,
en contraste con las cepas virulentas capaces de producir enfermedad. Las cepas
avirulentas son obtenidas por métodos empíricos como el pasar (propagar) un virus
determinado en cultivos de células que provienen de una especie animal diferente a la
del hospedero natural de ese virus en particular. También la multiplicación de un virus
a temperaturas subfisiológicas o la coinfección de un mismo cultivo con cepas
virulentas y avirulentas de un virus en particular contribuyen a la atenuación del virus.
El uso de cepas emparentadas antigénicamente con una cepa virulenta, pero que
provocan una enfermedad más leve en el hospedero, es una técnica conocida desde el
tiempo de Edward Jenner, quien en 1798 utilizó preparaciones de virus de la viruela
vacuna para inmunizar humanos contra la viruela. Actualmente, se utiliza un virus de
la vacuna, descendiente del virus de la viruela vacuna, para "vacunar" contra la
viruela. De hecho, vacuna se ha convertido en sinónimo de cualquier substancia
inmunogénica utilizada en la prevención de enfermedades infecciosas.

Las vacunas preparadas a partir de virus muertos o inactivos deben carecer de


infectividad y, sin embargo, ser suficientemente inmunogénicas para provocar
inmunidad protectora. Los agentes inactivantes utilizados para matar al virus deben
ser capaces de actuar sobre el ácido nucleico viral. El formaldehído y la β -
propiolactona son dos de los agentes más usados para inactivar preparaciones virales.
El formaldehído produce entrecruzamientos entre las proteínas virales y también afecta
a los grupos amino presentes en los nucleótidos. La β -propiolactona inactiva a los
virus por medio de la alkilación de las proteínas y ácidos nucleicos virales. Un problema
fundamental asociado con la preparación de una vacuna muerta consiste en que se
debe garantizar la completa inactivación de todas las partículas virales presentes en
una dosis de la vacuna. Cuando se preparan grandes lotes de vacuna se observa que
una pequeña fracción de la población viral es inactivada con mayor lentitud debido a
que algunas partículas virales forman agregados y cúmulos en los cuales se dificulta el
acceso al agente inactivante. Esto implica que debe incrementarse el tiempo de
incubación en presencia del agente inactivante; esta situación tiene el inconveniente
de que puede propiciar la pérdida de la capacidad inmunogénica de las partículas
virales inactivadas.

El principal problema de las vacunas preparadas con virus atenuados consiste en


garantizar la estabilidad genética de la cepa avirulenta, de manera que no revierta en
forma espontánea o accidental al estado virulento. Esta reversión al estado virulento
puede ocurrir por causa de eventos de recombinacion genética espontánea entre el
virus presente en la vacuna y algún otro tipo de virus que pueda estar presente en
forma natural en el individuo vacunado.

Las vacunas deben producir imnunidad suficiente y permanente, pues de lo contrario el


virus invasor puede ser capaz de multiplicarse. Esto último ocurre en el caso de
vacunas, como la vacuna contra la fiebre aftosa del ganado, la cual sólo confiere
inminidad parcial y por lo tanto actúa como una presión selectiva que favorece la
propagación de virus mutantes poseedores de nuevos variantes antigénicos no
reconocidos por los anticuerpos inducidos por la vacuna. Con el paso del tiempo, la
cepa de virus resistentes substituye a los otras cepas del virus y entonces se hace
necesario desarrollar una nueva vacuna específica contra esta nueva cepa resistente a
la vacuna anterior.

Las vacunas pueden ser administradas por vía oral, vía parenteral (inyectadas) o por
simple escarificación de la piel con una aguja. La vía de administración depende del
tipo de preparación y de la estabilidad física de la misma. Cuando se prepara una
nueva vacuna, además de los factores biológicos que determinan la elección entre una
preparación muerta o una preparación atenuada, deben considerarse factores
socioeconómicos relacionados con el costo, estabilidad a largo plazo de los lotes de
vacuna, facilidad en el modo de administrarse de la vacuna y el número de dosis a ser
administradas. También debe considerarse el efecto psicológico asociado con las
incomodidades y reacciones secundarias (como fiebre, erupciones en la piel, etc.)
derivadas de la administración de la vacuna.

El surgimiento de la teconología del ADN recombinante o ingeniería genética abre las


puertas a la posibilidad de desarrollar vacunas efectivas preparadas a partir de los
componentes virales causantes de inducir la respuesta inmune, pero sin los
inconvenientes asociados con la presencia de virus íntegros, ya sea que estén
inactivados o atenuados.

A diferencia de lo que sucede con las infecciones bacterianas, la quimioterapia de las


infecciones virales.todavía se encuentra en etapas primitivas. La multiplicación de los
virus está estrechamente ligada al metabolismo de la célula hospedera debido a que el
virus por lo general utiliza la propia maquinaria celular para su replicación. Por lo
tanto, resulta difícil encontrar fármacos y compuestos químicos capaces de afectar las
funciones virales sin afectar a la célula hospedera. Sustancias químicas con actividad
antiviral han sido utilizadas con éxito en el tratamiento de infecciones causadas por
virus ADN que afectan la conjuntiva y la córnea del ojo. Estos agentes son pirimidinas
halogenadas que son incorporadas en el ADN viral e impiden la transcripción y
replicación del mismo. Debido a que estos compuestos pueden ser incorporados
también en el ADN celular, su uso está limitado a las infecciones que afectan regiones
pobremente vascularizadas y con baja actividad metabólica como la superficie del ojo.
Por ejemplo, soluciones a 0.1% de 5'iodo-2'-desoxiuridina, un análogo de la timidina,
producen mejoría en un 72% de los casos de infecciones oculares causadas por Herpes
simplex tipo 1 y adenovirus. En casos extremos como la rara encefalitis viral causada
por HSV-1 o por el virus de la vacuna, se pueden utilizar análogos de la citidina
(citosina arabinosido) o de la adenosina (adenina arabinosido) con probabilidades de
éxito terapéutico. Estas sustancias son extremadamente tóxicas y sólo deben usarse
en circunstancias cuando la otra alternativa es la rápida muerte del paciente.

La amantadina es un compuesto que se ha utilizado con éxito en la profilaxis y


tratamiento de la influenza viral. Durante una epidemia de influenza el número de
casos en la población sujeta al tratamiento profiláctico fue equivalente a 21% de los
casos presentes en la población no tratada con amantadina.

El ribavirin es un compuesto capaz de inhibir la enzima ARN polimerasa del virus de la


influenza y también interfiere con el mecanismo de iniciación de la transcripción del
ARN viral. De hecho, el ribavirin manifiesta acción antiviral contra un amplio espectro
de virus tanto de ADN como de ARN, pero esta acción sólo es efectiva en condiciones
de laboratorio, por lo cual el ribavirin en aerosol ha sido aprobado solamente para el
tratamiento de infecciones por virus sincitial respiratorio (RSV) en niños.

El aciclovir es un compuesto que fue desarrollado en años recientes y que manifiesta


una potente acción antiviral contra los virus Herpes simplex tipo 1 y 2. Esta acción
selectiva se debe a que el aciclovir es un excelente sustrato para ser fosforilado por la
enzima timidina cinasa de estos virus. El resultado de esta reacción de fosforilación es
el monofosfato de aciclovir, el cual es a su vez fosforilado por las enzimas cinasas
celulares para formar trifosfato de aciclovir; este compuesto tienen gran afinidad por la
enzima ADN polimerasa de los virus Herpes simplex y, por lo tanto, actúa como
inhibidor de esta enzima dando como resultado la inhibición de la síntesis de ADN viral.

El aciclovir se utiliza en el tratamiento profiláctico del herpes genital y cutáneo, y


también en el tratamiento de las lesiones causadas por el Herpes zoster. En pacientes
que sufren de infecciones recurrentes por estos virus, el aciclovir disminuye la duración
y magnitud de las recurrencias. Sin embargo, es relativamente frecuente el
aislamiento de cepas de estos virus que son resistentes al aciclovir, hecho que limita la
utilización masiva de este compuesto. El ganciclovir es un compuesto muy similar al
aciclovir y tiene importante acción antiviral contra el citomegalovirus que también
forma parte del grupo de los herpesvirus. El foscarnet es un potente inhibidor de las
ADN polimerasas de los herpesvirus y se utiliza al igual que el ganciclovir, para el
tratamiento de la retinitis ocular causada por citomegalovirus.

En años recientes se han caracterizado o sintetizado diversos compuestos que


manifiestan una acción antiviral contra el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV
oVIH) en condiciones de laboratorio (in vitro). De estos compuestos solamente la
azidotimidina (zidovudina o AZT) ha sido ampliamente utilizada en el tratamiento del
SIDA. La azidotimidina es un potente inhibidor de la transcriptasa inversa (RT), enzima
esencial para la replicación del HIV. Sin embargo, como se verá más adelante, el HIV
es un retrovirus y, como tal, su genoma de ARN debe ser transcrito por la RT para
convertirlo en una molécula de ADN que constituye el provirus, mismo que se integra
en el genoma de la célula hospedera en forma permanente. La expresión de la
información contenida en el provirus permite la síntesis de nuevo ARN viral y de las
proteínas virales codificadas por este. La azidotimidina no tiene ningún efecto sobre el
provirus de HIV ya que sólo es capaz de inhibir la formación del provirus, pero no es
capaz de inhibir la expresión del provirus en células que ya están infectadas en forma
persistente. Por otra parte, el tratamiento prolongado con azidotimidina favorece la
aparición de cepas mutantes de HIV que son resistentes a este compuesto.
Desafortunadamente, la experiencia acumulada en los últimos años demuestra que la
azidotimidina dista de ser un tratamiento efectivo contra el SIDA.

El interferón tiene actividad antiviral universal y alta actividad específica; por lo tanto,
constituye potencialmente el agente ideal para el tratamiento de las infecciones virales
Sin embargo, la vida media del interferón administrado por vía parenteral es muy corta
(alrededor de 3 horas) debido a que es una molécula inestable que es rápidamente
degradada cuando esta fuera de las células. Esto impone la necesidad de utilizar dosis
elevadas de interferón para obtener un efecto terapéutico. Quizá en un futuro cercano
la metodología del ADN recombinante permitirá obtener cantidades industriales de
interferón, además de modificar las características moleculares del mismo, de manera
que se pueda utilizar el interferón para el tratamiento de las enfermedades virales.

V I R U S D E L A I N M U N O D E F I C I E N C I A H U M A N A

POSIBLEMENTE ningún otro virus ha recibido tanta atención por parte de los medios de
comunicación y la opinión pública en general como el llamado virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH o HIV). La descripción, a principios de la década de los
ochenta, de los primeros casos del llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida
(SIDA), padecimiento que se caracteriza por una depresión progresiva de la inmunidad
celular y que con frecuencia tiene un desenlace fatal, provocó un gran interés por
establecer la causa o causas de esta enfermedad. El hecho de que los primeros casos
de SIDA se presentaron en jóvenes homosexuales con un alto índice de promiscuidad
sexual hizo sospechar que la enfermedad podía ser de carácter infeccioso y
transmisible a través del contacto sexual. Poco tiempo después se estableció la
presencia del SIDA en grupos de pacientes adictos a las drogas por vía intravenosa
(como la heroína), y también en algunos pacientes que por diversas razones habían
recibido transfusiones sanguíneas. Estos datos reforzaron la idea de que el SIDA era
infeccioso y algunos autores sugirieron que podría ser causado por un virus
desconocido.

A principios de 1983, investigadores del Instituto Pasteur de París, encabezados por el


doctor Luc Montagnier, reportaron el aislamiento de un nuevo tipo de retrovirus a
partir de un ganglio linfático extirpado a un paciente con SIDA. Los investigadores
franceses bautizaron como LAV (virus asociado a linfadenopatía) a este nuevo
retrovirus. Los mismos investigadores proporcionaron una muestra de este retrovirus
al grupo del doctor Robert Gallo en los Estados Unidos. El grupo estadounidense
contaba con reactivos y tecnología para mantener células linfoides (linfocitos) en
cultivo. Estas técnicas permitieron propagar al nuevo retrovirus en cultivos de
laboratorio. Sin embargo, los investigadores estadounidenses identificaron al LAV como
perteneciente al mismo grupo que el HTLV-I, previamente descrito por el grupo de
Gallo, y así, decidieron rebautizarlo como HTLV-III (virus linfotrópico humano tipo III).
Esta situación fue el origen de muchas confusiones y de una prolongada disputa entre
científicos y autoridades tanto francesas como estadounidenses para adjudicarse el
descubrimiento de este retrovirus, al cual se le atribuyó la causalidad del SIDA con base
en los resultados de estudios epidemiológicos realizados en diversas partes del mundo,
y fue finalmente rebautizado como virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o
Human Immunodeficiency Virus (HIV).

Dichos estudios epidemiológicos demuestran una correlación entre la infección por HIV
y el subsecuente desarrollo del SIDA. Sin embargo, la epidemiología del SIDA también
demuestra que existe un largo periodo de latencia que ha sido estimado entre 8 y 15
años, entre la infección primaria por HIV y el desarrollo del SIDA.

Desde el punto de vista de su morfología y estructura genética básica, el HIV


pertenece al grupo de los retrovirus que se caracterizan por tener un genoma
constituido por ARN de cadena sencilla y se propagan por medio de un intermediario
intracelular (el provirus) formado por una molécula de ADN de cadena doble que es
sintetizada, por una enzima viral conocida como transcriptasa inversa, a partir de la
molécula de ARN genómico viral.

La organización de su genoma y su secuencia de nucleótidos indican que el HIV


pertenece a la subfamilia de los lentivirus, que esta constituida por retrovirus que
producen infecciones crónicas de evolución lenta en diversos animales, como son el
virus de la anemia equina infecciosa, el virus de la artritis-endefalitis caprina, el virus
visna-maedi que causa una enfermedad neurodegenerativa en los borregos y el virus
de la inmunodeficiencia del simio (SIV), que puede causar en los macacos afectados un
síndrome de inmunodeficiencia remotamente parecido al SIDA.

La organización genómica de los lentivirus es mucho más compleja que la de los


retrovirus clásicos, como lo muestra la figura XI.1. Además de los tres genes presentes
en los retrovirus clásicos (genes denominados gag, pol y env, mismos que codifican a
las proteínas de la cápside, a la transcriptasa inversa y funciones asociadas, y a las
proteínas de la envoltura viral respectivamente), el genoma del HIV contiene varios
genes pequeños que codifican proteínas que participan en forma importante en la
regulación de la transcripción del genoma viral. En particular, los productos de los
genes tat y rev tienen un papel muy importante como reguladores de la transcripción y
el subsecuente procesamiento y transporte de las diferentes especies de ARN
mensajero viral.

La figura XI.2 muestra el ciclo replicativo del HIV. Es importante mencionar que la
integración del provirus dentro del genoma de la célula hospedera es un paso
indispensable para la replicación de la mayoría de los retrovirus. Este proceso de
integración sólo es posible en células activas que pasan cuando menos un ciclo
completo de división celular. Sin embargo, existe evidencia de que el HIV es capaz de
replicarse y permanecer estable incluso en células inactivas que no han pasado por
una división celular.
La figura XI.3 muestra la estructura del virión de HIV. Estos viriones tienen un
diámetro de 100 a 120 nanómetros, son esféricos y poseen una envoltura constituida
por restos de la membrana de la célula hospedera que han sido modificados por la
inserción de dos tipos de proteínas virales: la gp120 que forma las púas del virión y la
gp4l que queda incluida en la envoltura viral. En en el interior de la cápside viral se
ubican dos copias del genoma viral, situación que es común en todos los retrovirus.
Este genoma está formado por una molécula de ARN lineal de cadena sencilla que
consta de 9400 nucleótidos. El genoma viral se asocia con varias copias de dos
proteínas virales: p7 y p9, y la nucleocápside resultante es recubierta por varias copias
de la proteína viral p24 para formar la verdadera cápside o centro viral.

FIGURA XI.1. Organización del genoma proviral en retrovirus simples y retrovirus complejos. El
esquema muestra la organización del genoma proviral de un común retrovirus simple: el virus
de la leucemia murina (MLV), que muestra los genes gag, pol y env, flanqueados por las
terminaciones largas repetidas (LTR) que constituyen las secuencias promotoras de la
expresión de los genes virales y a su vez permiten la integración del genoma proviral
(provirus) en el genoma de la célula hospedera. Los genomas de dos lentivirus: el virus Visna-
Maedi y el HIV-1 muestran la presencia de nuevos genes que codifican proteínas regulatorias
que controlan el proceso de transcripción y replicación de estos retrovirus complejos. Las siglas
PRO denotan la posición de la secuencia que codifica a la proteasa viral cuya función consiste
en el procesamiento de las proteínas virales estructurales, mismo que es necesario para
permitir el ensamble de nuevas partículas virales.
Figura XI.2. Replicación del HIV. a) la partícula viral se pega al receptor CD4 presente en la
membrana de ciertos tipos de linfocitos y células inmunes. b) el virus penetra al interior de la
célula y la envoltura viral, constituida por lípidos, es removida para permitir la fusión del virión
con vacuolas citoplásmicas. c) en el corazón de la partícula viral ocurre el proceso de
transcripción en reversa mediado por la enzima transcriptasa inversa (RT) viral. Este evento
convierte al ARN viral original en una molécula de ADN viral que constituye el provirus. d) el
provirus es introducido al núcleo celular y a continuación ocurre la integración del provirus al
genoma celular. e) el provirus integrado es transcrito por la enzima celular ARN polimerasa II,
los transcritos virales (ARN mensajeros) son exportados al citoplasma. f) la traducción de
algunos ARN mensajeros virales conduce a la producción de proteínas virales regulatorias,
mismas que estimulan la síntesis de las llamadas proteínas de maduración viral y de las
proteínas estructurales del virión. g) la acumulación de proteínas estructurales en la
membrana celular permite el ensamble de nuevas partículas virales. h) la maduración y brote
de nuevas partículas virales ocurre entre 36 y 48 horas después del inicio de la infección.
Figura XI.3. Estructura del virión de HIV.(E) envoltura formada por una bicapa de lípidos
derivada de la membrana de la célula hospedera. (gp120) glicoproteína mayor de superficie
con peso molecular de 120 000 daltones. (gp120s) forma soluble de la gp120. (gp41)
glicoproteína transmembranal con peso molecular de 41 000 daltones. (HLA) antígeno de
histocompatibilidad derivado de la membrana de la célula hospedera. (NC) subunidades de la
nucleocápside viral formada por la proteína viral con peso de 17 000 daltones. (RT) moléculas
de la enzima transcriptasa inversa viral. (ARN + p24) ARN genómico viral rodeado de
múltiples copias de la proteína mayor del centro viral que pesa 24 000 daltones. (ARN + p 7)
ARN genómico viral cubierto por moléculas de la proteína menor del centro viral con peso de 7
000 daltones.

A pesar de ser un virus con envoltura, el HIV es bastante resistente a la acción de


solventes orgánicos como el alcohol, éter y cloroformo. También es muy resistente a la
inactivación por agentes antisépticos y desinfectantes como el benzal.

Solamente algunos detergentes no iónicos como el TritonXl 00, el cloro activado y las
temperaturas mayores a 60°C por varios minutos, son eficaces para inactivar al HIV La
inusual resistencia del HIV a la inactivación por agentes fisicoquímicos es compensada
por su baja infectividad, ya que el HIV infecta a sus células blanco con dificultad.

Con base en diferencias en la secuencia de nucleótidos se ha establecido que existen


dos tipos fundamentales de HIV: el HIV-1 que corresponde al tipo más común y que se
encuentra distribuido en todo el mundo, y el HIV-2 que fue aislado de pacientes que
habitan en países centroafricanos. Hasta la fecha, la infección por HIV-2 sigue limitada
a los países del África Central y es muy raro encontrarlo en otras partes del mundo.
Sin embargo, la enzima transcriptasa inversa encargada de copiar el genoma viral, es
una enzima que comete muchos errores de modo que introduce nucleótidos
equivocados durante el proceso de copiado del genoma viral. La gran frecuencia con la
que ocurren estas mutaciones (alrededor de 1 error por cada 1000 nucleótidos
copiados), implica que existe una gran inestabilidad en la secuencia del genoma viral,
de manera que a partir de un mismo paciente infectado con HIV se pueden aislar, en
diferentes periodos de tiempo, cepas virales que han diferido entre sí debido a los
cambios en la secuencia de nucleótidos del genoma viral. Esta gran viariabilidad del
genoma del RIV se interpreta como una evidencia de que este virus está en proceso de
lograr una adaptación evolutiva para establecer un equilibrio con su hospedero natural
que en este caso, parece ser el hombre. Ha sido posible identificar la presencia del HIV
en muestras congeladas de sangre o suero sanguíneo, procedentes de pacientes que
fallecieron durante los años cincuenta. Pero todo parece indicar que el HIV constituye
una especie viral muy reciente.

La evidencia disponible indica que el HIV sólo puede infectar en forma productiva y
persistente al hombre y al chimpancé, y solamente se replica en cultivos de células
humanas o de chimpancé, en particular de linfocitos. Sin embargo, chimpancés que
han sido infectados con grandes dosis de HIV desde 1983, no han desarrollado ninguna
enfermedad que sugiera inmunodeficiencia adquirida. Es un hecho que el HIV tiene
predilección por infectar células que poseen el receptor CD4 en sus membranas, como
son los linfocitos T auxiliares, los monocitos y los macrófagos. Sin embargo, se sabe
que otros tipos de células que no son CD4+ también son infectables por HIV, pero todo
indica que estas células no sufren efectos adversos como consecuencia de dicha
infección.

Las principales vías de contagio por este virus son la sangre (y productos derivados de
la sangre) y el contacto sexual. La eficacia del contagio por vía sanguínea depende de
varios factores como son el número de partículas virales presentes en la sangre
contaminada, el volumen de sangre aplicado y el estado inmunológico del individuo
receptor. Hoy en día, la transmisión por vía sexual es la principal forma de contagio
por HIV. Desafortunadamente, es frecuente la transmisión del HIV de la madre al
producto, durante el embarazo o durante el periodo inmediato al nacimiento.

La evidencia de contagio por HIV se establece por medio de una prueba de ELISA
específica (ELISA significa en inglés: enzyme linked inmuno sorbent assay), esta prueba
permite detectar en el suero sanguíneo la presencia de anticuerpos específicos contra
la proteína gp l2O del HIV. Un resultado positivo (seropositivo) se interpreta como
evidencia de que la persona ha estado en contacto con el HIV.

Es una gran paradoja que la seropositividad anti-HIV sea interpretada como factor de
riesgo para la transmisión del propio HIV, ya que la presencia de anticuerpos anti-HIV
en el suero de los pacientes seropositivos no parece protegerlos de desarrollar, tarde o
temprano, el SIDA. Esto contrasta con lo que ocurre en el caso de otros virus, ya que la
seropositividad antipolio, anti-viruela o anti-HBV es interpretada como evidencia de
vacunación o inmunidad específica contra estos virus. De hecho, las personas
seropositivas a la polio, viruela o HBV están protegidas contra la infección o reinfección
por estos virus y, a su vez, son incapaces de transmitirlos a otras personas. Sin
embargo, en el caso de las personas anti-HIV seropositivas se infiere que el virus está
presente y potencialmente activo, cuando menos como provirus, en el interior de las
células linfoides infectadas. Por esta razón, la opinión médica dominante considera a
las personas anti-HIV seropositivas como transmisores potenciales de la infección por
HIV, y esto a pesar de que en muchas personas anti-HIV seropositivas se puede
demostrar la presencia de anticuerpos capaces de neutralizar al HIV en pruebas de
laboratorio. Así, tomando en cuenta las graves repercusiones que puede tener el
diagnóstico de seropositividad anti-HIV, toda prueba de ELISA positiva para HIV, debe
ser confirmada por medio de una prueba mucho más sensible y exacta que se conoce
como Western Blot, ya que el ELISA puede dar falsas reacciones positivas. La prueba
del Western Blot permite demostrar la existencia de anticuerpos específicos contra
todas y cada una de las proteínas estructurales del HIV. El Western Blot positivo
confirma la infección por HIV.

EL HIV Y EL SIDA

Las características clínicas del SIDA indican una profunda alteración de los mecanismos
de la inmunidad celular, por lo cual desde un principio se llegó a sospechar que el HIV
tenía como blanco a un órgano o tipo de célula fundamental para la respuesta inmune
celular. A fines de 1983, investigadores de Francia e Inglaterra demostraron que el HIV
tiene una gran predilección por infectar linfocitos T auxiliares (o linfocitos CD4+), los
cuales se caracterizan por tener un receptor membranal denominado molécula CD4.
Este receptor reconoce una clase de proteínas conocidas como moléculas clase II del
complejo mayor de histocompatibilidad (MHC-clase II), las cuales están presentes en
las membranas de los linfocitos B, los macrófagos y de los linfocitos T activados. La
interacción entre el receptor CD4 y la molécula MHC-clase II es un cofactor en el
proceso de reconocimiento de antígenos específicos por parte de los linfocitos T
auxiliares. Dichos linfocitos CD4+ juegan un papel central como coordinadores y
estimuladores de otras células y actividades que participan en la respuesta inmune de
tipo específico.

Los mismos grupos de investigadores europeos demostraron que la molécula CD4 es el


receptor de alta afinidad para el HIV, mismo que se fija a los linfocitos T auxiliares por
medio de la interacción entre la glicoproteína viral 120 (gp 120), presente en la
superficie de la envoltura del virus, y el receptor CD4. Por otra parte, estudios
inmunológicos establecieron que en pacientes con SIDA avanzado existe una
importante disminución en el número de linfocitos CD4+. Las primeras observaciones
sobre la replicación y el comportamiento del HIV en cultivos celulares enriquecidos en
linfocitos CD4+, sugirieron que el virus es citopático para este tipo de células.

Las observaciones anteriores fueron conjuntadas para establecer un modelo explicativo


de la patogénesis del SIDA. Dicho modelo propone que el SIDA es consecuencia de la
destrucción progresiva de linfocitos auxiliares CD4+ debida a la acción citopática del
HIV y por esta razón, los pacientes con SIDA terminan sucumbiendo a infecciones
oportunistas o a cierto tipo de tumores malignos que son consecuencia o manifestación
de la disminución de la inmunidad celular, provocada por la pérdida de células CD4+.
Un corolario que deriva de este modelo es que el SIDA es potencialmente curable
mediante la acción de antivirales capaces de inhibir la replicación del HIV.

Sin embargo, múltiples observaciones acumuladas durante la última década sugieren


que el modelo arriba mencionado dista de ser correcto, como lo demuestran las
siguientes observaciones: 1) el número de linfocitos CD4+ que manifiestan infección
productiva por HIV es muy reducido, siendo alrededor de 1/10 000 en la sangre
periférica y 1/1000 en los ganglios linfáticos, este nivel de infección activa es mucho
menor que la capacidad del sistema inmune pra reponer a las células perdidas como
consecuencia de la infección. 2) en pacientes infectados por HIV que se encuentran en
la llamada fase asintomática, la cual puede durar varios años, es posible detectar
importantes alteraciones en los mecanismos de inmunidad celular aun cuando sus
valores de linfocitos CD4+ circulantes se encuentran dentro de lo normal. 3) varias
parasitosis profundas y otras infecciones virales provocan una importante disminución
en la población de linfocitos CD4+, sin embargo, no producen una sintomatología
similar al SIDA. 4) Nadie ha podido demostrar el efecto citopático del HIV in vivo. Por
otra parte, diversas cepas de HIV aisladas a partir de pacientes con SIDA terminal no
son citopáticas in vitro. 5) Es relativamente fácil aislar el HIV a partir de los linfocitos
periféricos de pacientes recién infectados con HIV, los cuales sufren una enfermedad
benigna parecida a la gripe o a la mononucleosis infecciosa, misma que desaparece en
pocas semanas. Sin embargo, es muy difícil aislar el virus a partir de linfocitos
periféricos de pacientes en fase asintomática y sólo en algunos pacientes con SIDA
terminal se puede volver a aislar el virus con facilidad. Estas observaciones sugieren
que la replicación del HIV en los linfocitos periféricos está muy reducida durante la
larga fase asintomática. 6) agentes antivirales como la azidotimidina también conocida
como zidovudina o AZT, inhiben en forma importante la replicación del HIV; sin
embargo, no han servido para detener la caída de los linfocitos CD4+ ni el desarrollo
del SIDA en pacientes asintomáticos tratados con estos compuestos por largo tiempo.
7) Son cada vez más frecuentes los reportes de personas que han estado infectadas
con HIV por más de diez años y que sin embargo, se encuentran en buena salud a
pesar de no haber seguido ningún tipo de tratamiento específico.

La falta de correlación entre los marcadores clásicos de actividad viral (como son la
concentración de partículas virales infecciosas y los niveles de antígenos [proteínas]
virales en el suero sanguíneo) y las manifestaciones clínicas del SIDA, ha motivado a los
investigadores a establecer otros parámetros que les permitan evaluar la actividad de
la infección por HIV durante el desarrollo del SIDA.

El HIV es un retrovirus y como tal, en forma de provirus debe integrarse al genoma de


la célula hospedera para poder replicarse y, eventualmente, producir nuevas moléculas
de ARN y proteínas virales que sirvan para ensamblar nuevos vinones infectantes. Sin
embargo, la mayor parte de los retrovirus clásicos tienden a permanecer como
provirus silenciosos dentro del genoma de sus células hospederas y sólo muy de vez
en cuando expresan su información genética con el fin de producir nuevos
componentes virales. De hecho, los retrovirus prefieren propagarse en forma vertical o
sea, cada vez que se replica el genoma de la célula hospedera también es replicado el
provirus integrado a dicho genoma, de manera que las dos células hijas que resultan
del proceso de división celular contienen una copia del provirus retroviral integrado en
sus respectivos genomas. Esta estrategia equivale a una propagación pasiva del
genoma viral. Por lo tanto, una importan te cuestión consiste en establecer si el HIV se
propaga principalmente como un retrovirus clásico o si por el contrario, se propaga en
forma horizontal y activa: por medio de la producción de viriones infectantes capaces
de salir al medio externo para infectar nuevas células blanco.

Así, técnicas moleculares como la llamada hibridación de ácidos nucléicos in situ y la


amplificación de secuencias genómicas específicas por medio de la reacción de
polimerasa en cadena (PCR), permiten detectar la presencia de ARN viral y del provirus
integrado en el genoma de la célula hospedera. Estas técnicas son muy sensibles y han
permitido crear un nuevo parámetro virológico que se conoce como "carga viral", que
corresponde al porcentaje de células blanco (células hospederas) que contienen
información viral (como provirus o como ARN viral), pero sin importar si dicha
información viral está siendo utilizada para producir nuevas partículas virales
infectantes o solamente corresponde a una infección latente en la cual no se expresa la
información viral presente en la célula hospedera.

Al parecer, en el caso de la infección por HIV, la carga viral se va incrementando


gradualmente durante el curso de los años desde la infección inicial hasta la aparición
del SIDA. Por otra parte, se ha podido establecer que dicha carga viral aumenta
preferentemente en las células T auxiliares (CD4+) ubicadas en los tejidos linfoides
como son: los ganglios linfáticos, el bazo y el tejido linfoide presente en la pared
intestinal. También los macrófagos ubicados en estos tejidos muestran un aumento en
la carga viral por HIV. Sin embargo, en los linfocitos CD4+ de la sangre periférica la
carga viral por HIV es muy reducida ya que sólo en 1 de cada 10 000 linfocitos CD4+
es demostrable la presencia del provirus y de esta pequeña fracción de células
infectadas sólo el 1% manifiesta una infección activa y la consecuente producción de
nuevas partículas virales. Estos datos constituyen una gran paradoja, ya que resulta
difícil explicar la gradual disminución de la población de linfocitos CD4+ como
consecuencia de la infección activa por RW, puesto que el número de células que
muestran infección activa es muy reducido y sobre todo, mucho menor que la
capacidad del sistema inmune para reponer las células que pudieran haber sido
destruidas como consecuencia de la infección por HIV.

Al momento de escribir estas notas (febrero de 1995), acaban de ser publicados los
resultados de dos estudios que pretenden haber resuelto la paradoja arriba
mencionada. Según estos estudios, consignados en la bibliografía al final de este libro,
el número de linfocitos CD4+ que son destruidos y repuestos diariamente como
consecuencia de la infección por HIV, es de alrededor de 10 (mil millones de células),
9

este número es muy similiar a la carga viral promedio (número total de linfocitos y
otras células linfoides en los cuales se puede detectar provirus o ARN viral,
independientemente de que el provirus este activo o no). Los resultados de estos
estudios sugieren que durante el largo curso de la infección por HIV que finalmente
desemboca en el SIDA, se encuentra sobreestimulada la capacidad del sistema inmune
para reponer a sus células perdidas o dañadas y que esta sobreestimulación,
equivalente a 50 veces el promedio de recambio de células inmunes observado en
individuos normales, es consecuencia de una continua destrucción de linfocitos CD4+
que tiene lugar, posiblemente, en los tejidos linfoides. Estas investigaciones sugieren
que el SIDA es consecuencia del eventual agotamiento del sistema inmune que en un
momento determinado ya no puede reponer el número de células que son diariamente
destruidas por la infección viral. Para llegar a estas conclusiones fue necesario
correlacionar datos de laboratorio y resultados de varios protocolos de tratamiento con
antivirales experimentales en grupos de pacientes con SIDA; dichas correlaciones se
establecieron por medio de métodos matemáticos que para ser utilizados requieren de
una serie de suposiciones y simplificaciones respecto al comportamiento dinámico de
las poblaciones virales y celulares que interactúan.
Puede ser que los resultados arriba mencionados sean una importante contribución
para comprender la dinámica de la infección por HIV. Sin embargo, existen numerosas
observaciones que hacen dudar que el HIV sea un virus citopático in vivo. Además,
persiste la cuestión de por qué los chimpancés, que son la especie más cercana al
hombre, pueden ser infectados en forma crónica y productiva por el HIV y, sin
embargo, no desarrollan el SIDA. Si el HIV es verdaderamente citopático, resulta difícil
explicar la resistencia de los chimpancés a la enfermedad, a menos que el sistema
inmune del chimpancé tenga una capacidad de regeneración muy superior a la del
hombre, lo cual es poco probable.

La evidencia disponible sugiere que el HIV dista de ser un virus que causa enfermedad
por un mecanismo directamente citopático, como es el caso de los virus de la influenza
o del Herpes simplex. Por lo tanto, las alteraciones en las funciones de los linfocitos
CD4+, y la subsecuente disminución de los mismos deben ser provocadas por
mecanismos que involucran al HIV de manera indirecta.

INMUNOPATOLOGÍA DEL SIDA

La inmunopatología es una disciplina que estudia la participación del sistema inmune


en el desarrollo de diversas enfermedades; en algunos casos el sistema inmune pueder
ser una de las causas de la enfermedad, en otros casos el sistema inmune pueder ser
una víctima de la enfermedad y en otros más, el sistema inmune puede ser tanto
causante como víctima de la enfermedad. Avances recientes en el conocimiento de la
inmunopatología del SIDA, sugieren que el HIV puede ser una causa necesaria pero tal
vez no suficiente para provocar el SIDA y, por lo tanto, se necesita de la acción de
cofactores que también participan en el mecanismo o mecanismos que conducen a
desarrollar el SIDA.

Como ya fue mencionado, la infección primaria por HIV puede ser asintomática o
manifestarse como un síndrome gripal de resolución rápida. Posteriormente hay un
largo periodo de latencia que dura varios años y que es asintomático, hasta que
aparecen las primeras manifestaciones clínicas del SIDA que se presenta como una
inflamación de varios grupos de ganglios linfáticos (linfadenopatía), acompañada de la
pérdida de peso, diarrea persistente y posteriormente, se presentan una o varias
infecciones oportunistas (causadas por microorganismos que tienen un bajo potencial
patogénico) o la reactivación de antiguas infecciones latentes como la tuberculosis o el
herpes. En algunos casos se desarrollan tumores malignos como el sarcoma de Kaposi
o ciertos linfomas, y manifestaciones neurodegenerativas que terminan en la
demencia.

Cualquiera de los procesos anteriores puede ser la causa del fallecimiento.

Sin embargo, desde que se describieron los primeros casos de SIDA, varios autores
notaron una importante similitud entre las manifestaciones clínicas del SIDA y aquellas
propias de ciertas enfermedades conocidas como enfermedades autoinmunes, las
cuales se caracterizan porque el sistema inmune reconoce como extrañas a células y
moléculas del propio organismo, por lo cual las ataca y produce enfermedad. En
particular, existe un padecimiento de tipo autoinmune conocido como enfermedad del
injerto contra el hospedero, cuyas manifestaciones clínicas son muy similares al SIDA;
esta enfermedad es producida por células inmunocompetentes (linfocitos, macrófagos,
etc.) que normalmente están presentes en el material o tejido transplantado. La
enfermedad del injerto contra el hospedero puede ocurrir como consecuencia de la
infusión de cualquier derivado de la sangre que pueda contener linfocitos viables, como
es el caso en las transfusiones de sangre entre la madre y el feto, las transfusiones de
sangre total con fines terapéuticos, las transfusiones de plasma sanguíneo o de
paquetes de células sanguíneas. También se puede presentar esta enfermedad como
consecuencia del transplante de timo o de hígado fetal y en los transplantes de médula
ósea.

Cierto tipo de enfermedades como la anemia aplástica, las leucemias agudas, la


inmunodeficiencia combinada congénita y las anemias resultantes de la exposición a
radiaciones ionizantes o debidas al uso de agentes quimioterápicos en el tratamiento
del cáncer; pueden ser tratadas por medio de transplantes de médula ósea, que es el
tejido a partir del cual se originan las células sanguíneas que incluyen a los glóbulos
rojos y los glóbulos blancos, entre los cuales se encuentran los linfocitos B. Para hacer
un transplante de médula ósea primero se establece que el donador y el receptor del
transplante son compatibles a nivel de sus antígenos de histocompatibilidad, esto evita
que el tejido transplantado sea eventualmente reconocido como extraño y por lo tanto,
rechazado por el sistema inmune del receptor. Sin embargo, en la médula ósea del
donador existen células inmunocompetentes capaces de reconocer como extraños a los
tejidos del receptor. A veces no es posible eliminar las células inmunocompetentes
presentes en el tejido a ser transplantado y esto da como resultado que las células
inmunes del tejido transplantado empiezan a reconocer como extrañas a las células y
moléculas del organismo receptor del transplante. Dichas células inmunocompetentes
se activan y atacan a los tejidos del receptor, provocando la enfermedad del injerto
contra el hospedero, misma que puede ir desde una simple urticaria hasta una severa
inmunodeficiencia, debida al ataque de las células inmunocompetentes del injerto
sobre los tejidos linfoides del individuo receptor del transplante, y que se asocia con el
desarrollo de infecciones oportunistas y lesiones en la piel, el hígado y el aparato
digestivo.

En la actualidad se sabe que la proteína gpl20 del HIV tiene similitudes estructurales
con un tipo de proteínas humanas conocidas como moléculas del complejo mayor de
histocompatibilidad clase II (MHC-clase II). Dichas moléculas están presentes en la
superficie de los linfocitos B, de los macrófagos y de los linfocitos T activados, y
participan en la presentación de antígenos foráneos para que estos puedan ser
reconocidos por el sistema inmune como extraños. La similitud entre gp 120 y MHC-
clase II puede ser el origen de una grave confusión en la respuesta inmune, ya que
anticuerpos y células T citotóxicas capaces de reconocer la presencia de gp l20 en la
superficie de células infectadas por HIV, son también capaces de reconocer a las MHC-
clase II presentes en la superficie de células inmunocompetentes normales, esto puede
provocar que los componentes de la respuesta inmune dirigida contra HIV se
comporten también como atacantes de las células normales que presentan MHC-clase
II. Esto puede resultar en la destrucción de varios tipos de células inmunocompetentes
entre las cuales se encuentran los linfocitos CD4+ activados que expresan la MHC-
clase II en sus membranas.
La activación de los linfocitos T es condición necesaria para que expresen la molécula
MHC-clase II en sus membranas. Por lo tanto, existe la posibilidad de que dicha
activación dé como resultado que algunas poblaciones de linfocitos T activados se
vuelvan blanco potencial de la respuesta inmune dirigida contra el HIV. Si tal es el
caso, entonces deben existir mecanismos dirigidos a evitar la activación de estas
células de manera que no puedan expresar la molécula MHC-clase II en sus
membranas. Durante los últimos años se han acumulado observaciones que
demuestran la presencia de abundantes linfocitos T supresores en pacientes infectados
por HIV. Se ha sugerido que la función de estos linfocitos supresores consiste en evitar
la activación de los linfocitos CD4+ para evitar que puedan ser blanco de un ataque
por parte de la respuesta inmune contra HIV. Sin embargo, la supresión de la
activación vuelve anérgicos a los linfocitos T auxiliares (CD4+), o sea, que no
reaccionan ante agentes activadores como son los antígenos derivados de otros
microorganismos patógenos. El resutado del estado anérgico es que los linfocitos
auxiliares no pueden actuar como coordinadores y estimuladores de la respuesta
inmune celular y por lo tanto, la persona afectada manifiesta importantes alteraciones
en sus funciones inmunitarias a pesar de que todavía no se presenta una franca
disminución en la población de linfocitos CD4+ auxiliares.

Los linfocitos T citotóxicos y los linfocitos T supresores se caracterizan por presentar en


sus membranas un receptor conocido como CD8. Por otra parte, en personas normales
la concentración de linfocitos CD4+ es de alrededor de 1 000 por milímetro cúbico de
sangre. En la sangre de individuos normales la relación entre células CD4+ y CD8+ es
de 2:1. Sin embargo, en los pacientes infectados por HIV esta relación está invertida
con mucha frecuencia (CD4+/CD8+ 1:2) y este fenómeno ocurre mucho antes de la
disminución de la población de linfocitos CD4+, misma que se observa en las etapas
terminales del SIDA (en las cuales la población de linfocitos CD4+ es menor a 200 por
milímetro cúbico). De hecho, la inversión del índice CD4+/CD8+ parece deberse a una
proliferación excesiva de los linfocitos CD8+. En las etapas terminales del SIDA todas
las poblaciones linfocitarias disminuyen en número; sin embargo, la proporción relativa
CD4+/CD8+ permanece alterada, siendo estas últimas células las más numerosas en
términos relativos. Como ya fue mencionado, pacientes infectados con HIV que están
en fase asintomática muestran ya importantes alteraciones en las funciones de los
linfocitos CD4+, y se sabe que grupos de estos linfocitos se encuentran en estado
anérgico o sea, no reaccionan ante estímulos que normalmente activan a estos
linfocitos. Dicho estado de anergía puede ser cancelado o reducido si se procede a
separar a los linfocitos CD4+ de los linfocitos CD8+. Los linfocitos CD4+ purificados
muestran una mejoría en sus reacciones cuando son ensayados in vitro, en ausencia
de linfocitos CD8+. Esto sugiere que en pacientes infectados por HIV existe un estado
inmunosupresor que bloquea la activación de los linfocitos CD4+. Diversas
observaciones sugieren que los pacientes infectados por HIV que presentan un
aumento temprano y excesivo en sus poblaciones de linfocitos CD8+, son candidatos a
desarrollar el SIDA con mayor rapidez.

Los límites del presente libro no permiten continuar detallando otras importantes
observaciones e hipótesis referentes a la inmunopatología del SIDA, tópico que está
recibiendo cada vez mayor atención por parte de los investigadores. Todavía no se
pueden hacer conclusiones definitivas acerca de los mecanismos causales del SIDA, y
debemos estar preparados para futuras sorpresas al respecto. Existe una gran
urgencia por conocer dichos mecanismos con el fin de lograr tratamientos eficaces
para este padecimiento. Sin embargo, a pesar de la intensa investigación sobre este
tema, todavía carecemos de respuestas verdaderas; pero un sano principio de la
ciencia consiste en reconocer nuestras dudas, pues a partir de estas se puede llegar a
comprender y aprender; mientras que la falsa sabiduría y las respuestas mal
fundamentadas conducen a la confusión y al retraso del conocimiento.

PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DEL SIDA

Hasta el momento, los tratamientos con antivirales específicos como la azidotimidina


(zidovudina) han dado pobres resultados en el tratamiento del SIDA y sólo se han
logrado progresos en el manejo de las complicaciones clínicas del SIDA, utilizando
medicamentos que disminuyen los síntomas y molestias asociadas con esas
complicaciones. Existe una amplia variedad de agentes antivirales que están siendo
evaluados respecto a su acción contra el HIV. Desafortunadamente, la mayoría de los
antivirales probados hasta la fecha, inducen con rapidez la aparición de mutantes de
HIV resistentes a dichos antivirales.

En cuanto al desarrollo de posibles vacunas específicas contra el HIV, cabe mencionar


que la mayoría de los proyectos para el desarrollo de estas vacunas fueron iniciados
con base en una apreciación incorrecta y apresurada de los mecanismos causales del
SIDA. Hasta la fecha, la mayoría de dichas vacunas experimentales se dirige a
estimular la producción de anticuerpos específicos contra componentes del HIV, por
medio de la inoculación en animales (o de personas voluntarias) de proteínas o
fragmentos de proteínas virales que actúen como antígenos que estimulen al sistema
inmune para producir anticuerpos específicos contra estos componentes virales. Dichos
anticuerpos podrían actuar neutralizando al virus, evitando así que este pueda infectar
a las células del organismo vacunado.

Un importante obstáculo para el desarrollo de vacunas contra el HIV es que no se


conoce ninguna especie animal que desarrolle SIDA como consecuencia de la infección
por HIV; por lo tanto, no existe ningún modelo animal para probar directamente la
capacidad protectora de dichas vacunas. Por esta razón se ha recurrido a métodos
indirectos que permiten establecer la presencia de una respuesta inmune contra el HIV
en chimpancés vacunados y también se ha recurrido a un sistema paralelo que
consiste en desarrollar vacunas experimentales contra el llamado síndrome de
inmunodeficiencia adquirida del simio, supuestamente causado por un virus parecido al
HIV (SIV), con la esperanza de que los datos obtenidos en el modelo animal puedan
orientar hacia el desarrollo de una vacuna efectiva en el humano.

Desafortunadamente, estos modelos de vacunación parecen no tomar en cuenta dos


hechos fundamentales: la mayoría de los pacientes que desarrollan el SIDA tienen
anticuerpos neutralizantes específicos contra el HIV y sin embargo no son protegidos
contra la enfermedad. Por otra parte, existen importantes evidencias de que el
principal modo de transmisión del HIV de un individuo infectado a un individuo
receptor no es por medio de los viriones libres en el suero sanguíneo del transmisor,
sino por la introducción de células infectadas en el interior del organismo receptor y el
subsecuente contacto directo entre células infectadas y células no infectadas. En estas
circunstancias, los anticuerpos neutralizantes no pueden actuar; ya que las partículas
virales potencialmente infectantes no están libres sino protegidas en el interior de la
célula infectada.

El posible desarrollo de una vacuna efectiva contra el HIV depende de un cambio


radical en la manera como se entiende el concepto de vacuna, ya que las vacunas
antivirales clásicas (como la de la viruela o la de la poliomielitis) están dirigidas a
estimular la inmuniad humoral específica (inmunidad por anticuerpos) y hasta la fecha
no ha sido desarrollada una vacuna efectiva contra ninguno de los virus cuyo control
depende directamente de la inmunidad celular específica (aquélla mediada
primordialmente por linfocitos T citotóxicos que atacan a las células infectadas por
estos agentes).

En vista de lo anterior, las mejores medidas para reducir el riesgo de infección por HIV
son: verificar que la sangre y derivados de sangre utilizados con fines médicos (para
transfusiones, etc.) se encuentren libres de contaminación por HIV; evitar el uso de
drogas intravenosas y otros procedimientos que impliquen el intercambio de materiales
e instrumentos potencialmente contaminados con sangre o células infectadas; evitar la
promiscuidad sexual y utilizar condones durante el acto sexual.

L A E V O L U C I Ó N D E L O S V I R U S

LOS VIRUS sufren cambios evolutivos al igual que los seres vivos. Los genomas virales
están sujetos a la mutación con la misma frecuencia común a todos los ácidos
nucleicos, y cuando las condiciones favorecen a un mutante en particular, éste es
seleccionado, dando origen a una nueva cepa que paulatinamente substituye a la
anterior. Hoy día existen dos opiniones predominantes en relación con el origen de los
virus. La primera opinión considera que los virus se originaron a partir de células
degeneradas que perdieron la capacidad para hacer vida libre. De acuerdo con la
segunda opinión, los virus se originaron a partir de fragmentos de ácido nucleico
celular que escaparon de la célula original. La biología molecular de los fagos y
bacterias difiere en forma considerable de la de los virus de eucariotes y sus
respectivas células hospederas, al grado de que no es posible propagar bacteriófagos
en células eucarióticas o virus animales en bacterias. Esto sugiere que los fagos y los
virus de eucariotes se originaron en forma independiente.

Los virus están exitosamente diseminados en los reinos animal y vegetal, al grado de
que ningún grupo de organismos conocidos hasta la fecha se encuentra libre de ser
infectado por virus. La evolución exitosa de cualquier parásito requiere de la
supervivencia de la especie hospedera. Un ejemplo interesante de esto lo constituye la
evolución del virus del sarampión, el cual sólo infecta al ser humano y la infección
generalmente resulta en la adquisición de inmunidad permanente por parte del
individuo infectado.

Se ha estudiado la frecuencia de la incidencia de sarampión entre los habitantes de


diversas islas y se ha encontrado una buena correlación entre el tamaño de la
población y el número de casos de sarampión registrados en cada isla a lo largo del
año. Se requiere una población de cuando menos 500 000 individuos para proporcionar
suficientes individuos susceptibles (recién nacidos) capaces de mantener la prevalencia
del virus en la población. En poblaciones menos numerosas el virus tiende a
desaparecer, a menos de que sea reintroducido desde el exterior.

Desde el punto de vista geológico, el hombre es una especie muy reciente y solamente
ha existido en poblaciones numerosas durante los últimos 8 000 o 10 000 años. Por lo
tanto, se sospecha que el virus del sarampión no existía en su forma actual en épocas
cuando los núcleos de población humana eran todavía muy pequeños. Basándose en la
similitud antigénica entre el virus del sarampión y aquellos del moquillo canino y la
ictericia febril del ganado, F. L. Black ha postulado que estos tres virus provienen de
un antepasado común, el cual infectaba por igual a humanos, perros y ganado en
épocas prehistóricas. El virus ancestral evolucionó hacia el actual virus del sarampión
cuando los cambios en el comportamiento social del hombre dieron origen a
poblaciones lo suficientemente grandes para mantener la prevalencia de la infección.
Este evento evolutivo debió de haber ocurrido en los últimos 6 000 años, a partir del
establecimiento de las primeras civilizaciones en Mesopotamia.

En el caso del virus de la influenza es posible distinguir tres diferentes tipos de acuerdo
con la antigenicidad de sus nucleoproteínas; estos tipos son: A, B y C. El virus tipo A
es causante de epidemias mundiales (pandemias) de influenza.

Los virus de la influenza tipos A y B causan epidemias durante el invierno. El virus tipo
C sólo causa padecimientos respiratorios menores. La resistencia a la infección
depende de que el organismo susceptible haya sido expuesto previamente al virus
infectante. Los antígenos virales más importantes en relación con la producción de
inmunidad protectora son la hemaglutinina externa (HA) y la glicoproteína
neuraminidasa (NA). Los virus A y B de la influenza se encuentran en evolución
continua produciendo nuevos tipos de los antígenos HA y NA; por lo tanto, resulta
inefectiva la inmunidad previamente adquirida por el organismo.

A partir de 1932 se empezaron a aislar cepas del virus de la influenza tipo A. Cada
nuevo aislado del virus ha sido probado serológicamente con antisueros capaces de
neutralizar las otras cepas conocidas del virus A. Con el paso del tiempo se ha hecho
evidente que las nuevas cepas aisladas difieren cada vez más en el nivel antigénico de
las primeras cepas aisladas. Actualmente ya no es posible aislar en la población
humana virus tipo A correspondientes a las cepas originales aisladas en 1932. Este
fenómeno se conoce como deriva antigénica y presupone que en forma natural se
producen cepas de virus que presentan nuevos antígenos; estos mutantes son
seleccionados en forma natural de entre la población de virus de la influenza.
Experimentos in vitro, en los cuales el virus es propagado en cultivos de células en
presencia de concentraciones de anticuerpos insuficientes para neutralizar la totalidad
del virus inoculado, permiten obtener progenie viral que al ser transferida a otro
cultivo celular en presencia de anticuerpos contra el virus de la cepa original
demuestran que después de siete transferencias en serie la progenie viral resultante
difiere radicalmente en sus determinantes antigénicos cuando se le compara con el
virus del inóculo original. Se supone que esta evolución in vitro es equivalente al
proceso de selección natural que ocurre por el repetido pasaje del virus de la influenza
por el tracto respiratorio de diferentes individuos.
El análisis de cepas aisladas a lo largo de 40 años demuestra que la evolución del virus
de la influenza tipo A no depende exclusivamente de la deriva antigénica sino también
ocurre en saltos evolutivos que representan la casi misteriosa aparición de nuevas
cepas denominadas subtipos, diferentes por completo en sus antígenos HA y NA a las
cepas prevalentes en los años previos inmediatos. Este fenómeno se conoce como
cambio antigénico y es característico del virus tipo A, mientras que el virus tipo B,
como se ha visto, solamente evoluciona por deriva antigénica.

Existe evidencia serológica de que en el pasado reciente el hombre ha sido infectado


por subtipos del virus de la influenza que están emparentados con las cepas
contemporáneas H2N2 y HbN2 que infectan al humano, y la cepa HswlNl que infecta al
cerdo. La importancia de los subtipos virales es evidente cuando se considera la
correlación entre su aparición y la ocurrencia de pandemias de influenza. Algunas
hipótesis para explicar el origen del cambio antigénico se basan en el hecho de que
cepas del virus de la influenza de humanos pueden infectar a los animales, y diferentes
subtipos del virus A tienen al cerdo, al caballo y a algunos tipos de pájaros como
hospederos naturales. El virus tipo B solamente infecta al ser humano; por lo tanto,
existe una correlación entre la ausencia de cepas de virus tipo B capaces de infectar
especies animales y la falta de cambio antigénico, lo que contribuye a explicar la
ausencia de pandemias de influenza debidas al virus tipo B. La explicación más sencilla
para el fenómeno de cambio antigénico consiste en que una cepa del virus capaz de
infectar animales adquiere la capacidad para infectar al hombre. Esto explicaría el
hecho de que en la pandemia de influenza de 1957 se aisló una cepa del virus que
tiene antígenos HA y NA totalmente diferentes a los de la cepa del virus más común en
el año 1956. A mediados de los años setenta se aisló en varias regiones de Estados
Unidos el mismo subtipo de virus de la influenza a partir de cerdos y granjeros
dedicados a la cría de cerdos; este hecho demostró que realmente ocurre el
intercambio de cepas de virus de la influenza entre diferentes especies animales. Sin
embargo, no se produjo ninguna pandemia a pesar de que la población humana
carecía de inmunidad contra el subtipo viral HswlNl característico del cerdo. Por lo
tanto, se ha especulado que este subtipo del virus carece de la capacidad para ser
transmitido directamente entre seres humanos.

Los indios americanos sufrieron un gran desastre demográfico en los años inmediatos
posteriores al descubrimiento de América; este desastre ha sido generalmente
atribuido a la introducción de la viruela en el Nuevo Mundo. Sin embargo, la viruela no
fue introducida en Santo Domingo sino hasta 1518, o sea, veintiséis años después del
descubrimiento; ya para entonces la población de la isla había disminuido de más de
un millón (en 1492) a poco más de diez mil habitantes, por lo tanto, la viruela no es la
causa de esta mortandad. El historiador Francisco Guerra ha sugerido, basándose en
los relatos de diversos cronistas de Indias, como Bartolomé de las Casas, Fernández de
Oviedo, Hernando Colón y Herrera y Tordesillas, que la mayor parte de la mortandad
entre los indios de Santo Domingo fue causada por una epidemia de influenza porcina.
De acuerdo con las crónicas, la epidemia se inició en La Isabela, la primera ciudad del
Nuevo Mundo, el 9 de diciembre de 1493, un día después de la llegada de 1 500
hombres y animales domésticos transportados en los diecisiete barcos que constituían
la segunda expedición de Colón. Los animales domésticos, que incluían ocho cerdas,
habían sido embarcados en el la nave insignia en La Gomera, Islas Canarias, entre el 5
y el 7 de octubre de 1493, pero el contacto entre los animales y los miembros de la
expedición ocurrió solamente después del desembarco en Santo Domingo cuando, de
acuerdo con las crónicas, los caballos fueron considerados perdidos a causa de una
enfermedad. Todas las fuentes históricas están de acuerdo en la fecha, lugar y
descripción de las manifestaciones clínicas y mortandad de la epidemia. El cuadro
clínico corresponde a una infección aguda extremadamente contagiosa capaz de
afectar en forma inmediata a todos los miembros de la expedición incluyendo al propio
Colón. Los sintomas consistían en fiebre elevada, escalofrío, postración y elevada
mortalidad, aunque aquellos que sobrevivieron manifestaron resistencia a las recaídas.

Crónicas que hablan de otros brotes de la enfermedad posteriores a la invasión de


tierra firme, entre 1514 y 1519, mencionan problemas respiratorios y epistaxis
(hemorragias nasales) como síntomas asociados. Los cronistas indican que después de
haber afectado a los españoles, la enfermedad empezó a provocar la muerte de
"innumerables indios".

El corto periodo de incubación observado en la epidemia de 1493 y la evolución del


padecimiento descartan al paludismo como causante de la epidemia y, por el contrario,
apoyan clínica y epidemiológicamente que la enfermedad causante fue la influenza.
Guerra ha estudiado el papel de los virus de la influenza porcina en la producción de
pandemias de influenza en humanos, y ha comparado la evolución demográfica de las
Antillas desde la llegada de Colón en 1492, con la evolución demográfica de las
Filipinas desde la llegada de Magallanes en 1521. Ambos archipiélagos tienen una
extensión y clima similares. Sin embargo, los indígenas precolombinos prácticamente
carecían de animales domésticos y por lo tanto fueron por primera vez expuestos a los
virus de estos animales después de la llegada de Colón. Los filipinos poseían animales
domésticos incluyendo tres especies de cerdos, antes de la llegada de Magallanes. Por
lo tanto, los filipinos habían adquirido inmunidad que les permitió tolerar la colisión
inmunológica con los exploradores españoles, mientras que los antillanos perecieron en
grandes cantidades debido a la carencia de inmunidad previa. Los cronistas han dejado
constancia de la inmunidad selectiva mostrada por los indígenas. Fernández de Oviedo
comentó la resistencia de los indios a las enfermedades venéreas y la frambesia,
mientras que el obispo Las Casas hizo notar lo susceptibles que eran a los
padecimientos respiratorios. El cronista Solórzano Pereira escribió que "el aliento ajeno
mata al indio"

Existe una teoría cíclica para explicar el cambio antigénico; esta teoría se basa en la
observación de anticuerpos contra la influenza en el suero de personas que estaban
vivas antes de 1932, año en que fueron aisladas las primeras cepas del virus. Suero
humano obtenido en 1957, el año en que apareció el virus subtipo H2N2, fue
mantenido en congelación y posteriormente probado para establecer si contenía
anticuerpos contra las cepas contemporáneas H2N2 y H3N2. El suero de individuos que
ya estaban vivos en 1889, pero no, en 1888, mostró la presencia de anticuerpos
contra el subtipo H2N2; esto sugiere que estos individuos habían sido infectados por
una cepa H2N2 en 1889. Experimentos similares demostraron que la cepa H3N2 ya
estaba presente alrededor de 1900. Por lo tanto, la teoría cíclica supone que las cepas
virales se "ocultan" con cierta periodicidad, permaneciendo quizá en otra especie que
actúa como hospedera hasta que la población de la especie hospedera natural, que
manifiesta inmunidad contra el virus, es substituida paulatinamente por un número
suficiente de nuevos individuos susceptibles que no han estado expuestos al contagio
por el virus. Bajo estas condiciones, el virus puede resurgir e infectar una vez más una
proporción considerable de la especie hospedera natural.

El ciclo observado en el caso de los subtipos H2N2 y H3N2 es de alrededor de 60-70


años, o sea, equivalente a la expectativa de vida promedio. Sin embargo, la aparición
en 1977 de una cepa HINI idéntica desde el punto de vista serológico y de hibridación
de ácidos nucleicos a la cepa presente en 1950 sugiere que una nueva población de
individuos susceptibles puede acumularse en sólo 25 años.

El genoma del virus de la influenza (tipos A y B) consta de ocho segmentos de ARN de


cadena sencilla, cada uno de los cuales da origen a un ARN mensajero monocistrónico.
Cuando una célula es infectada en forma simultánea por más de una cepa del virus de
la influenza los nuevos fragmentos de ARN viral sintetizados pueden mezclarse al azar,
dando origen a viriones híbridos que son genéticamente estables. Se ha demostrado
que estas cepas híbridas pueden diseminarse en forma natural e infectar animales
susceptibles. Cepas que pueden haberse originado por la combinación genética
espontánea entre cepas de virus humano y de virus de animal han sido aisladas en
forma natural. Algunos autores sugieren que la recombinación genética espontánea
constituye el principal mecanismo por el cual surgen las nuevas cepas o subtipos del
virus de la influenza tipo A.

L O S V I R U S Y L A I N G E N I E R Í A G E N É T I C A

UN FENÓMENO comúnmente observado en el laboratorio consiste en que un fago capaz


de propagarse en una cepa bacteriana determinada se replica en forma ineficiente
cuando es crecido en otra cepa diferente. Se dice que estos fagos están restringidos
cuando se encuentran en una cepa bacteriana diferente de aquella en la cual han sido
propagados originalmente. Sin embargo, casi siempre una pequeña proporción del fago
es capaz de evadir el estado de restricción y crecer de manera adecuada en la nueva
cepa bacteriana, pero la progenie de este fago será incapaz de crecer en la cepa
bacteriana que originalmente permitió la propagación del fago precursor. Estas
observaciones sugieren que una modificación específica inducida por la nueva bacteria
hospedera protege al fago de manera que no puede ser restringido dentro de la nueva
cepa bacteriana, pero a la vez pierde la capacidad para crecer en la antigua cepa
hospedera.

A principios de los años sesenta, Bertani, Weigle y Arber demostraron en forma


independiente que la modificación inducida por el hospedero ocurre en el nivel del ADN
del fago, y el fenómeno de restricción es consecuencia de la degradación por hidrólisis
enzimática del ADN viral que no ha sido modificado. El ADN de la bacteria hospedera y
otros ADNs presentes en dicha céla son modificados por la adición de grupos metilo
(CH ) en sitios específicos los cuales son normalmente reconocidos por un tipo de
3

enzimas conocidas como enzimas de restricción, las cuales solamente pueden degradar
ADN no metilado. Así, la metilación de una base en particular presente en la secuencia
de nucleótidos reconocida por la enzima, impide la hidrólisis y ruptura del ADN en la
región de esta secuencia. Las enzimas de restricción son endonucleasas capaces de
reconocer secuencias específicas de nucleótidos en el ADN de cadena doble y cortar
ambas cadenas a la altura de dichas secuencias. Cada tipo de enzima de restricción
reconoce una secuencia de nucleótidos en particular, la cual generalmente consta de
cuatro a seis pares de bases. Una caracterísuca notable de los sitios donde actúan las
enzimas de restricción consiste en que la secuencia de bases es palindrómica y el sitio
de corte está localizado en forma simétrica con respecto al doble eje de simetría, por
ejemplo: la secuencia reconocida por la enzima de restricción Eco Rl, obtenida de la
bacteria E. coli, es:

FIGURA XIII.1. Recombinación in vitro de dos fragmentos de ADN.

En este caso, la unión AG presente en cada cadena de nucleótidos es hidrolizada por la


endonucleasa.

Hasta la fecha han sido purificadas y caracterizadas más de cien diferentes enzimas de
restricción. Su nomenclatura consiste en una abreviatura de tres letras
correspondientes a la bacteria productora de la enzima (por ej.: Hae = Haemophilus
aegyptum) más una letra en ciertos casos, que designa a la cepa bacteriana, y un
número romano, por ej.: Hae III.

La caracterización de las enzimas de restricción ha permitido desarrollar técnicas


refinadas para manipular los genes. El factor principal en estas técnicas está dado por
la capacidad de ciertas enzimas de restricción para producir cortes escalonados
(indentados) en sitios bien definidos presentes en las moléculas de ADN. La figura
XIII.1 ilustra la manera en que estas enzimas pueden ser utilizadas: ADN procedente
de dos fuentes diferentes es cortado con la misma endonucleasa (por ej.: Eco Rl) para
producir fragmentos que poseen colas o términos de cadena sencilla cuyas secuencias
de nucleótidos son complementarias. Incubando mezclas de ambos fragmentos en
condiciones que favorecen la reunión de los mismos en presencia de la enzima ADN
ligasa, es posible producir fragmentos de ADN híbrido también conocido como ADN
recombinante.

Es relativamente sencillo introducir en una bacteria fragmentos de ADN por medio del
proceso conocido como transformación. Sin embargo, dichos fragmentos de ADN no
pueden replicarse y acaban siendo eliminados. Para evitar este problema, el fragmento
de ADN es insertado en un vector o vehículo de clonación, el cual consiste en una
molécula de ADN capaz de replicarse en forma autónoma. Entre los vectores más a
menudo utilizados se encuentran los plásmidos bacterianos, que son pequeñas
moléculas de ADN circular de cadena doble, los cuales generalmente contienen genes
que codifican toxinas o enzimas capaces de inactivar ciertos antibióticos. Los plásmidos
son cromosomas bacterianos accesorios y se diferencian del cromosoma principal en
que los plásmidos no son estrictamente necesarios para la subsistencia y reproducción
de la bacteria en cuestión. Los plásmidos pueden replicarse independientemente del
cromosoma principal. Las bacterias pueden contener plásmidos tipo unicopia o
multicopia (más de 20). En general, los plásmidos multicopia son pequeños y a
menudo se utilizan como vehículos moleculares de donación. Por ejemplo, una célula
de E. coli generalmente contiene 20 moléculas (copias) de plásmidos y sólo una
molécula del cromosoma principal.

Otros vectores de donación están representados por ciertos bacteriófagos,


particularmente el fago ha sido utilizado con éxito en diversos protocolos de
manipulación genética. El fago λ tiene dos grandes ventajas como vector de
clonación. En primer lugar, el ADN recombinante puede ser preparado en grandes
cantidades, ya que cada bacteria produce cientos de copias del ADN viral
recombinante. Dicho ADN recombinante puede ser purificado fácilmente, ya que
aparece como componente de las nuevas partículas del fago λ . Utilizando cepas
mutantes del fago λ defectuosas en su capacidad para lisar la célula hospedera, es
posible incrementar el rendimiento de nuevas partículas virales, las cuales pueden ser
recuperadas induciendo artificialmente la lisis de la bacteria hospedera. El actual
conocimiento detallado de la estructura del genoma del fago λ permite construir
mutaciones que incrementan la transcripción del ADN recombinante insertado en el
genoma del fago λ . Es posible eliminar grandes regiones del genoma del fago λ que
no son esenciales para la replicación del ADN viral y la lisis de la bacteria hospedera;
las regiones eliminadas pueden ser substituidas por fragmentos de ADN recombinante
procedente de las más variadas fuentes. Solamente se requiere un 25% del genoma
del fago λ para permitir el crecimiento lítico de este fago en la bacteria hospedera.
Sin embargo, la eliminación del exceso de ADN viral, incluso de ADN que no contiene
secuencias esenciales para la replicación del fago provoca que las nuevas copias de
ADN no pueden ser empacadas en partículas virales. Esta última propiedad es muy útil
en ingeniería genética, pues el ADN del fago λ puede ser reducido en tamaño
cortándolo con una enzima de restricción posteriormente, este ADN λ puede ser
mezclado con un ADN foráneo que ha sido cortado con la misma enzima de restricción,
de manera que ambos tipos de ADN pueden recombinarse formando un ADN híbrido de
suficiente tamaño como para ser introducido por transfección en bacterias
susceptibles. El ADN recombinante puede replicarse en la bacteria, dando origen a
nuevas moléculas de ADN recombinante con un tamaño suficiente para ser empacadas
en partículas virales. Sólo las partículas que contienen ADN recombinante en cantidad
equivalente a 7S-105% del ADN originalmente presente en el genoma del fago λ
pueden ser empacadas en nuevas partículas virales que producirán la formación de
placas en un cultivo infectado; de esta manera, pueden ser distinguidas y separadas
de aquellas partículas que contienen un ADN λ de tamaño insuficiente debido a la
ausencia de recombinación con el ADN foráneo (figura XIII.2).

FIGURA XIII.2. Esquema que muestra cómo puede ser utilizado un mutante del fago 1 como
vector de clonación. La reacción de empacamiento selecciona las moléculas de ADN
recombinante.

Actualmente existen métodos análogos a los empleados para donar ADN recombinante
en bacterias, para propagar fragmentos de ADN recombinante en células eucarióticas.
En este caso, los vectores de donación están representados por virus de animales
como el SV4O, los adenovirus y algunos rotavirus, además de algunos virus de plantas
útiles para clonar genes en células vegetales.

L O S V I R U S : P R O B L E M A S D E U N C O N C E P T O
E N E V O L U C I Ó N

PARA CIERTOS filósofos, y no sin razón, el universo del hombre es equivalente al


lenguaje, o sea, es a través del lenguaje, de sus palabras, conceptos y definiciones,
como podemos comprender y enfocar el universo que nos rodea. De acuerdo con este
punto de vista, la definición precisa de cualquier objeto o fenómeno es la condición
primaria necesaria para poder lograr la cabal comprensión del mismo.

Usualmente ha sido conveniente dividir las ciencias biológicas en tres grupos de


acuerdo con la naturaleza de sus temas de estudio: ciencias taxonómicas, ciencias
integrativas y ciencias reduccionistas. Las disciplinas taxonómicas, como la botanica y
la zoología, se refieren a grupos de organismos que tienen un origen y desarrollo
histórico en común. Por su parte, disciplinas como la fisiología y la genética se dedican
al estudio de las propiedades comunes o especializadas de los organismos vivos y por
lo tanto son disciplinas de tipo integrativo. Las disciplinas reduccionistas examinan los
procesos elementales y las funciones de los organismos en el nivel molecular;
ejemplos de estas disciplinas son la biofísica y la bioquímica.

La virología no encaja con facilidad en ninguno de los grupos mencionados debido a


que su tema de estudio: los virus, no pueden ser definidos adecuadamente a partir de
los criterios que por lo general se emplean para clasificar plantas y animales. La muy
citada frase: "un virus es un virus", atribuida a André Lwoff, a la vez que carece de
significado también testifica la dificultad de explicar o definir al virus. Esta dificultad
deriva del problema de reconciliar las propiedades vitales y no vitales mostradas por
los virus. Los virus, incluyendo los viroides, representan las entidades biológicas más
pequeñas con capacidad de autorreplicación. Con frecuencia se les confunde con las
bacterias debido a que ambos tipos de organismos son capaces de causar
enfermedades infecciosas; sin embargo, es fácil distinguirlos de las bacterias debido a
que los virus solamente contienen un tipo de ácido nucleico y son incapaces de
multiplicarse cuando están afuera de una célula viva, además de que no son afectados
por los antibióticos que matan a las bacterias.

La clasificación de los virus presenta serios problemas. Por una parte, el registro fósil
de los virus es prácticamente inexistente, lo que impide que puedan ser agrupados de
acuerdo con su desarrollo evolutivo. Una situación similar ocurre con las bacterias, las
cuales son clasificadas a partir de una arbitraria selección de características
morfológicas y fisiológicas. Sin embargo, este método jerárquico y no filogenético para
clasificar bacterias ha sido aceptado por los microbiólogos acostumbrados a consultar
el Bergey's Manual of determinative bacteriology, considerado la autoridad definitiva
sobre el tema. Los intentos por aplicar el sistema de clasificación de Bergey, basado en
binomiales latinizados, a la clasificación de los virus, han dado resultados poco
satisfactorios debido a que el criterio de clasificación se basa demasiado en los efectos
causados por el virus en el hospedero en lugar de basarse en las propiedades
intrínsecas del virus. La mayoría de los nombres de los virus derivan de las
características clínicas, patológicas y epidemiológicas asociadas con las infecciones
virales. Como ejemplos podemos citar el virus de la dermatitis postular contagiosa que
pertenece al grupo de los poxvirus, y el virus de la degeneración vascular del frijol
grueso. Algunos virus han sido nombrados de acuerdo con la localidad geográfica
donde fueron aislados por primera vez: el virus de Sendai. Otros virus llevan el
nombre de sus descubridores: virus de Epstein-Barr. Algunos virus son conocidos
solamente en la versión abreviada de su nombre original; así, reovirus corresponde a
respiratory enteric orphan virus, y arbovirus corresponde a arthropod-borne virus.
El método más extendido y aceptado para clasificar los virus agrupa a estos agentes
de acuerdo con el tipo de hospedero que infectan: bacterias, hongos, plantas,
invertebrados (particularmente insectos), animales, humanos.

Los virus pueden ser subdivididos de acuerdo con un particular nivel de interés sobre
los mismos. En años recientes el uso de un sistema taxonómico racional basado en
principios de estructura y formación molecular ha sido promovido por el Comité
Internacional de Taxonomía de los Virus; la figura XV1 es un esquema simplificado de
este tipo de clasificación.

Considerando lo anterior, podemos citar algunas de las múltiples definiciones de virus


producidas a lo largo del tiempo. Por ejemplo, André Lwoff propuso en 1957 que un
virus es: "una entidad estrictamente intracelular y potencialmente patógena que se
caracteriza por tener una fase infecciosa, poseer solamente un tipo de ácido nucleico,
multiplicarse en la misma forma que su material genético, incapaz de crecer o dividirse
en forma binaria, carente de un sistema productor de energía metabólica". De acuerdo
con esta definición, el virus es fundamentalmente de naturaleza no celular y es
dependiente por completo del metabolismo de la célula hospedera, además de que en
cierto estadio del ciclo replicativo el material viral se reduce exclusivamente al ácido
nucleico.

Otra definición muy conocida es la propuesta por Salvatore Luna en 1959: "los virus
son elementos de material genético que pueden determinar en las células donde se
reproducen la biosíntesis de un sistema que constituye un aparato específico para
permitir la propia transferencia del virus hacia otras células".

Figura XV.1

Esta definición recalca la independencia del genoma viral con respecto al genoma del
hospedero, así como la capacidad reproductiva de dicho genoma viral y su
especialización que le permite ser transferido de una célula a otra.

Luna y Darnell propusieron otra definición en 1967: "los virus son entidades cuyos
genomas son elementos de ácido nucleico que se replican dentro de las células vivas
utilizando para este fin la maquinaria sintética de la propia célula hospedera y
provocando la síntesis de elementos especializados que pueden transferir el genoma
viral hacia otras células."

Renato Dulbecco, 1975: "un virus es un parásito intracelular obligatorio que puede ser
considerado como un bloque de material genético (ya sea ADN o ARN) capaz de
replicarse en forma autónoma, y que está rodeado por una cubierta de proteína y en
ocasiones también por una envoltura membranosa que lo protege del medio y sirve
como vehículo para la transmisión del virus de una célula a otra."

Es obvio que todas las definiciones citadas comparten ciertos elementos, pero también
subrayan o pasan por alto factores considerados importantes por una u otra definición.
Así, surge la posibilidad de que en realidad cada investigador en el campo de la
virología puede tener un concepto de virus en particular, concepto que no será
compartido del todo por el resto de sus colegas y esto lleva al corolario de que
diferentes virólogos estarán en realidad estudiando diferentes objetos o fenómenos
que en forma superficial resultan ser similares pero profundamente distintos en el nivel
conceptual. Esta posibilidad es apoyada cuando consideramos definiciones más
antiguas de virus. El criterio decimonónico que definía a un virus es la propiedad de
filtrabilidad, o sea, la propiedad del agente infeccioso de pasar a través de filtros
normalmente capaces de retener las más pequeñas bacterias conocidas hasta
entonces. Recordemos que Beijerinck denominó al agente del mosaico del tabaco como
Contagium vivum fluidum, queriendo recalcar la naturaleza dispersa, y por lo tanto
molecular, del novedoso agente infeccioso capaz de pasar a través de los filtros
antibacterianos. Beijerinck concibió al virus como un tipo de molécula soluble en agua,
capaz de replicarse sólo cuando se encuentra incorporada en el protoplasma vivo de
una célula en la cual la reproducción del virus ocurre en forma pasiva.

Previamente, Pasteur había declarado (en 1890) que todos los virus eran microbios.
Pasteur utilizó el término virus para referirse en particular a cualquier agente
infeccioso capaz de producir inmunidad después de la recuperación del organismo
infectado. Finalmente, recordemos que en el siglo I d.C., el médico romano Celso
denominó virus al agente causal de la rabia, queriendo significar o referirse a un
veneno desconocido presente en la viscosa saliva de los animales afectados por esta
enfermedad.

Una consecuencia inevitable del análisis de todas las definiciones de virus mencionadas
consiste en que el término virus ha tenido significados muy diferentes a lo largo del
tiempo. Muchos de estos significados son incompatibles o inconmensurables entre sí.
Por ejemplo, es obvio que el concepto del virus de la rabia definido por Celso no tiene
nada que ver con el virus de la rabia observado por cualquier virólogo molecular
contemporáneo. Si consideramos que las conductas adoptadas en relación con
cualquier fenómeno observado dependen de la interpretación conceptual de dicho
fenómeno, entonces es obvio que el moderno agente causal de la rabia está
totalmente fuera de la visión del mundo de los médicos de la antigua Roma, o sea,
diferentes científicos ubicados en diferentes épocas han estado observando un
fenómeno llamado rabia, el cual es similar en todas las épocas en el nivel superficial,
pero es radicalmente diferente cuando se le considera dentro del marco psicológico y
cultural de cada época a lo largo del tiempo.
La virología es una de tantas disciplinas que constituyen el panorama de la ciencia. Por
lo tanto, es pertinente finalizar esta introducción al estudio de los virus co una breve
reflexión sobre la naturaleza de la ciencia.

No puede dejar de llamar nuestra atención el hecho de que la mayoría de los avances
teóricos en el campo de la virología han sido, en sus respectivos tiempos, recibidos con
escepticismo por la mayor parte de la comunidad científica. También es notable que se
requiere el paso de varios años y la acumulación de fracasos experimentales con
resultados negativos que contradicen los postulados de la ortodoxia científica, antes de
que la mayoría de los investigadores estén dispuestos a considerar seriamente la otra
evidencia disponible que apoya teorías alternativas que han permanecido ignoradas
hasta entonces. Como ejemplo de lo anterior tenemos el caso de Peyton Rous, que a
principios de este siglo produjo sólida evidencia experimental de que algunos tumores
en animales son causados por virus filtrables. Se necesitaron casi cincuenta años para
que el trabajo de Rous recibiera el debido reconocimiento y aceptación por la mayor
parte de la comunidad científica. En forma similar, las observaciones y experimentos
de Avery, MacLeod y McCarty, que demostraron que el ADN es el factor capaz de
transformar bacterias inocuas en bacterias patogénicas, no fueron cabalmente
apreciados por la mayoría de sus contemporáneos que suponían que las proteínas eran
capaces de contener y transmitir la información genética.

En otras ocasiones los científicos se encuentran inmersos en un marco teórico y


conceptual que les impide interpretar adecuadamente la evidencia proporcionada por el
método experimental y la simple observación. Ejemplo de lo anterior es el caso de
Ivanovsky, que fue el primero en establecer la filtrabilidad del agente causal del
mosaico del tabaco, pero atribuyó este fenómeno a un microorganismo productor de
toxinas difusibles, negándose a considerar la posibilidad de que existieran partículas
con actividad biológica capaces de pasar a través de los poros de filtros
antibacterianos. Un caso similar es el de Pasteur, que nunca sospechó que el agente de
la rabia era de naturaleza diferente a las bacterias.

En otras ocasiones, los científicos manifiestan cierta timidez o excesiva reserva para
formular hipótesis innovadoras, pues se sienten indirectamente restringidos por el
marco cultural y las ideas dominantes en un periodo determinado. Tal es el caso de F.
W. Twort, que fue el primero en observar el fenómeno de lisis bacteriana causada por
fagos, y en forma muy cautelosa y sin comprometerse sugirió que este fenómeno
podía ser causado por un virus filtrable bacteriano, dejando así el campo libre para que
D'Herelle elaborara y reclamara para sí el descubrimiento del bacteriófago.

Otro problema que enfrentan los científicos es la incomprensión de sus ideas debido a
la falta de un marco de referencia adecuado que permita integrarlas dentro de la
corriente del pensamiento científico contemporáneo. Tal es el caso de la hipótesis del
provirus, propuesta por Temin con base en sus observaciones sobre la replicación de
ciertos virus ARN. Dicha hipótesis permaneció casi ignorada hasta que el propio Temin
y David Baltimore proporcionaron evidencia de que existe la enzima transcriptasa
inversa que puede hacer fluir la información genética de ARN hacia ADN, evento que
hasta entonces era considerado anatema por el llamado dogma central de la biología
molecular ejemplificado por el esquema: ADN ARN Proteína.
En otras ocasiones, la ausencia de ciertos conceptos teóricos e incluso taxonómicos,
impide establecer el eslabón entre observaciones aparentemente independientes, pero
que en realidad corresponden a dos versiones de un mismo tipo de fenómeno. Un
ejemplo de lo anterior fue la incapacidad de establecer una correlación entre las
observaciones de Ellerman y Bang sobre la leucemia aviaria y los experimentos de
Rous con el sarcoma de los pollos, debido a que a principios de este siglo las leucemias
no eran consideradas como una forma de cáncer.

Por otra parte, tenemos el caso de los investigadores solitarios, capaces de proponer
teorías o hacer observaciones avanzadas, las cuales tienden a ser incomprendidas o
pasadas por alto por los pocos contemporáneos que tienen noticia de las mismas. Tal
es el caso de Beijerinck y su hipótesis del Contagium vivum fluidum, referente al
agente del mosaico del tabaco. Similar es el caso de Fred Griffith, que en 928 realizó
los primeros experimentos de transformación bacteriana in vitro, los cuales
permanecieron ignorados por casi veinte años hasta que fueron actualizados por
Avery, MacLeod y McCarty.

También debemos considerar el caso de observadores empíricos (sean científicos o no


lo sean) que son capaces de aplicar el sentido común para obtener resultados prácticos
a partir de observaciones empíricas. Ejemplos extremos de lo anterior son el caso de
Edward Jenner y su descubrimiento de la vacuna contra la viruela, o el caso de los
capitanes de Francisco Pizarro, que habiendo notado la correlación entre la viruela y la
enorme mortandad entre la población indígena, solían enviar por delante de las tropas
conquistadoras a soldados o esclavos portando lanzas con lienzos impregnados con
secreciones obtenidas de enfermos de viruela con la idea de que así podrían obtener
una fácil victoria al diseminar la enfermedad entre la población del Imperio inca.

El registro histórico nos muestra que una disciplina científica avanza no tanto por
causa de la acumulación de observaciones fenomenológicas, sino por causa de la
transformación de conceptos y teorías que permiten la reinterpretación de dichas
observaciones. En ocasiones, los nuevos conceptos y teorías incorporan parte de las
ideas contenidas en teorías e hipótesis previas, pero también en muchos casos
representan una ruptura total con el saber del pasado a la vez que significan la
adopción de un nuevo marco de referencia teórico e incluso psicológico, a veces
totalmente incompatible con las pautas científicas y culturales de épocas previas. Por
ejemplo, las ideas y conceptos del médico romano Celso, que indiscutiblemente
corresponden a las de un notable sabio del siglo I, guardan muy poca correlación y
difícilmente pueden ser incorporadas en el marco de la virología molecular.

Sin embargo, es un error aplicar sin restricción los criterios y normas de una época
como la nuestra a los eventos y actividades desarrolladas por los científicos de épocas
pasadas. Ni Celso ni Pasteur eran ignorantes u obscurantistas; por el contrario, ambos
representan brillantes intelectos trabajando en un particular contexto cultural y
psicológico. Conceptos que eran válidos para Celso resultan carentes de sentido para
Pasteur, al igual que bajo criterios contemporáneos Pasteur resulta estar equivocado al
clasificar virus y bacterias en un mismo grupo. Igualmente, varios de los conceptos y
teorías actualmente considerados como ejemplos de ortodoxia científica resultarán
erróneos e incluso carentes de sentido y poder explicativo para los científicos del siglo
XXI.
El filósofo Thomas Kuhn ha propuesto la existencia de una "tensión esencial" entre la
comunidad de científicos ortodoxos y aquellos innovadores capaces de vislumbrar y
sugerir nuevas teorías e interpretaciones que amplían el panorama de la ciencia por
fuera de los límites del conocimiento establecido en una época en particular. Quizá es
el silencioso conflicto entre una ortodoxia y una heterodoxia científica uno de los
principales factores de la dinámica de la ciencia.

La ortodoxia científica es necesaria, pues contribuye a crear un marco de referencia a


partir del cual es posible obtener resultados que algunas veces se ven reflejados en
aplicaciones prácticas del conocimiento científico, mismas que contribuyen a elevar la
calidad de la vida de los seres humanos. Esta ortodoxia con sus dogmas y teorías,
también sirve como un filtro que permite descartar proposiciones erróneas o falsos
caminos para el avance científico. Sin embargo, esta ortodoxia también conduce al
estancamiento científico y al desvío o a pasar por alto nuevas teorías con mayor poder
explicativo.

Un factor común a la mayoría de los eventos considerados como revoluciones en la


historia de la ciencia es la imaginación demostrada por los científicos responsables de
tales hitos científicos. Esta imaginación científica a veces se nutre de ciertos factores
racionales como la observación y experimentación paciente, objetiva y rigurosa. Pero
con mayor frecuencia la imaginación científica se basa en la intuición y la capacidad
creativa de ver en el mismo fenómeno posibilidades que permanecen ocultas para la
mayoría de los contemporáneos.

En todo gran hombre de ciencia convergen la intuición e imaginación que son


características también del filósofo. Ciertamente, el rigor y la disciplina son factores
que pueden hacer un buen científico. Pero es quizá el culto a la imaginación en un
clima de tolerancia lo que da lugar a la aparición del científico trascendente que, al
igual que el artista, es un creador de nuevos horizontes y por lo tanto profundamente
humano.

B I B L I O G R A F Í A M Í N I M A

TEXTOS GENERALES

Alberts, B., D. Bray, J. Lewis, M. Raff, K. Roberts y J. D. Watson Molecular Biology of


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TEXTOS DE VIROLOGÍA

Calendar, R., The Bacteriophages, 2 vols, (comp), Plenum Press, 1988.

Fields, B. N., et al.(comps.), Virology 2 vols., 2a. ed., Raven Press, Nueva York, 1990.

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Wiley & Sons, 1978.

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ARTÍCULOS

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C O N T R A P O R T A D A

La rabia, enfermedad capaz de transformar a un perro doméstico en una bestia feroz,


presenta un cuadro pavoroso y a la vez irresistible que ha merecido desde la
antigüedad la atención de los hombres. Si se comparan las descripciones de los
cronistas griegos de esta enfermedad con las que se tienen en la actualidad
encontramos, nos dice el doctor Armando Aranda, que desde el punto de vista clínico
el virus de la rabia no ha cambiado a lo largo de los siglos, característica que lo
distingue de aquellos virus que sí se han modificado sus cepas con el tiempo.
Volviendo a la rabia, una de sus descripciones más precisas y detalladas se debe a
Celso, médico que vivió en el siglo I de nuestra era y que en su libro De medicina
escribió una frase que ha llamado la atención de los historiadores: "Especialmente en
el caso en que el perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una ventosa de
vidrio."

Nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente causante de la rabia como
un virus en el sentido que se le da actualmente, mas es importante subrayar que Celso
utilizó el término virus para denotar al agente causal de la rabia mientras que en su
libro emplea la palabra venenum para calificar la ponzoña de las serpientes. En
especial, si consideramos que virus significa también veneno o líquido viscoso. Quizá
Celso había observado que la rabia se transmitía por medio de la saliva del animal
infectado.

Muy posteriormente, la palabra virus ha sido empleada por gente tan notable en el
campo de la medicina comoThomas Fuller, Angelo Gatti, Edward Jenner, el descubridor
de la vacunación y Claude Bernard, por citar sólo unos cuantos. Sin embargo, la
primera revista científica dedicada exclusivamente al campo de la virología inició su
publicación en 1939 y el primer texto que trata exclusivamente el tema fue publicado
en 1953: General Virology de Salvatore Luria.
Los virus son extremadamente pequeños, sólo pueden ser observados por medio de
los microscopios más potentes, los electrónicos. Su naturaleza es tan esquiva que su
mejor definición es la del contemporáneo André Lwoff: "Un virus es un virus." Mas
como producen una buena cantidad de infecciones su estudio resulta de necesidad
extrema. El presente libro ofrece al lector una visión global de lo que se sabe sobre los
virus: su origen, su estructura, sus interacciones, su evolución.

Armando Aranda Anzaldo es médico cirujano graduado en la Facultad de Medicina de la


UNAM, maestro en ciencias químicas de la Facultad de Quimíca de la misma institución
y doctor en filosofía (bioquímica) por la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña.
Actualmente es investigador del Laboratorio de Inmunología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de París.

Diseño: Carlos Haces.

P R Ó L O G O

A LA SEGUNDA EDICIÓN

El manuscrito de la primera edición de este libro fue terminado en la primavera de


1987; ocho años han transcurrido desde entonces, lapso en el cual nuevos
descubrimientos, en el ámbito de la biología y las ciencias biomédicas, han permitido
resolver viejas cuestiones, plantear nuevas incógnitas y también reconsiderar antiguas
respuestas que resultaron equivocadas a la luz de los nuevos conocimientos. En el
campo de la virología se han producido importantes avances y han sido descritos
nuevos agentes virales tanto en bacterias, como en plantas y animales; baste
mencionar tres nuevos tipos de virus de Herpes humanos (HHV-6, HHV-7 y HHV-8).
Los avances de la biología molecular han permitido desarrollar nuevas técnicas para el
rastreo e identificación de nuevas moléculas, nuevos microorganismos y nuevos virus.
Por supuesto que el calificativo de nuevo debe ser tomado con reserva; recordemos
que Colón descubrió América para los europeos, sin embargo, los indígenas tenían
siglos de habitarla. De la misma manera, muchos de los "nuevos" virus pueden haber
estado todo el tiempo con nosotros y lo único que ha cambiado es la precisión de los
métodos que ahora nos permiten conocer su existencia.

La virología es una disciplina en pleno desarrollo y, por lo tanto, resulta arriesgado, por
no decir insensato, pretender fijarla y agotarla en el magro espacio del presente libro.
En la primera edición, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) o Human
Inmunodeficiency Virus (HIV) fue mencionado en forma por demás somera y sin
discutir su relación con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA). La presente
edición pretende subsanar, en la medida de lo posible, las deficiencias de la primera en
cuanto al HIV y otros virus de interés médico y general. Sin embargo, algunos lectores
notarán también que en el presente texto se han suprimido conceptos que hace unos
cuantos años parecían ciertos.

Es indudable que el aislamiento y caracterización del llamado virus de la


inmunodeficiencia humana ha causado un aumento del interés de la comunidad
científica por los virus en general; pero, sobre todo, ha provocado que el término virus
ya forme parte del vocabulario cotidiano y que ciertos aspectos de la virología sean de
interés para el público en general.

Desde 1987 hasta 1993 trabajé en la Universidad de París en proyectos de


investigación directamente relacionados con el HIV. Esta experiencia me permitió
conocer de primera mano muchos de los factores y actores que han tomado parte en la
historia científica del SIDA; historia que con mucha frecuencia se ha visto desviada por
intereses personales, competencia desleal y afirmaciones apresuradas que presentan a
ciertos fenómenos de laboratorio —artificiales y pasajeros—, como si fueran hechos
plenamente demostrados. Pienso que en el caso de un tema que produce reacciones
tan diversas e intensas, como el del SIDA, puede ser contraproducente la proliferación
de obras de divulgación basadas en información científica de carácter preliminar, por
no decir transitorio. Sin embargo, prefiero correr el riesgo de equivocarme en mi
presentación del estado actual del conocimiento sobre el HIV y el SIDA, que optar por
reproducir cierta información "clásica", misma que continúa siendo divulgada a pesar
de ser incorrecta, como lo ha demostrado el propio curso de la investigación sobre este
tema.

Es común decir que la naturaleza es sabia; sin embargo, la labor del científico consiste
en desentrañar dicha sabiduría, lo cual toma su tiempo y dista de ser sencillo. Es
indudable que la ciencia y en particular las ciencias biomédicas pueden contribuir en
forma muy importante al bienestar del género humano; pero muchas veces nuestras
necesidades y urgencias humanas interfieren en el proceso del conocimiento, al
constituir presiones para encontrar, a toda costa, respuestas inmediatas. Un claro
ejemplo de lo anterior es la compleja interacción que se da en torno al problema del
SIDA, entre la ciencia, la opinión pública y los intereses comerciales. Por lo tanto, vale
la pena tener presente que en la ciencia, como en cualquier otra actividad humana,
más vale tarde que nunca.

Toluca, marzo de 1995.

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