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Religión Romana
Universidad Nacional Autónoma de México
Terina Sansores Olvera
Prof. Enrique Bonavides Mateos
Virgines Vestalis
Desde su orígenes la ciudad de Rómulo fue salvaguarda por seis mujeres que
custodiaban el verdadero espíritu romano, el cual se manifestaba a través de una
principal función era mantener despierto el fuego de Vesta; por ello es
etimología nos resulta incierta; se cree puede provenir del griego ἐstía, pero esto
no es seguro del todo, así como es prácticamente imposible hallar las raíces
filológicas en los nombres de los dioses puramente romanos.
Vesta inmaculada, símbolo de la fidelidad, era la diosa de la flama, pero
sobre todo de la hoguera familiar cuyo calor representaba el bienestar de la res
publica. Pese a que posteriormente se creyó que descendía de los titanes Chronos
y Rhea, asemejándosele a la inmortal olímpica Hestia, lo cierto es que remonta su
presencia a una antigüedad tan profunda que su imagen está muy alejada de la
subsecuente helenización.
Los dioses superiores y primigenios de Roma era en orden: Jano, Júpiter,
Marte, Quirino y Vesta; a ellos correspondía una institución sacerdotal. Por una
parte, Jano poseía un rex sacrorum, a Júpiter le servía un flamen Dialis, Marte era
adorado por un flamen Martialis, Quirino era ofrendado por un flamen Quirinalis y
por último Vesta era custodiada por el pontifex maximus, quien tenía como cargo
específico la capellanía de esta deidad y por ende, gobernaba sobre las vírgenes
vestales, era el responsable de sus actos, fungiendo como representante legal,
además de ser el único varón al que le era permitido el acceso al templo.
antropomórficas que nos ayuden a completar el vacío visual. En ocasiones suele
ser representada bajo la figura de una mujer imponente con peinado romano,
sosteniendo en su mano izquierda un cuenco votivo y portando en la derecha
numismática, pues resulta más común encontrar su efigie grabada sobre las
milenarias monedas.
La esencia de la inmortal está relacionada con las aras y los fuegos, tanto
públicos como privados; ella era la última en ser ofrendada. En primera posición
se hallaba el dios Jano, deidad a la que se solía relacionar con los umbrales.
poseía una trascendencia vital en cuanto a los rituales, como bien tiende a
ejemplificar Cicerón:
Cum que in omnibus rebus vim haberent maximam primaet extrema,
principem in sacrificando Ianum esse volverunt,quod ab eundo
nomen est ductum, ex quo transiciones pervive iani foresque in
liminibus profanarum aedium ianuae nominantur.
Iam Vestae nomen a Graecis; ea est enim quae ab illis Estía dicitur;
vis autem eius ad aras et focos pertinet, itaque in ea dea,
quod est rerum custos inrumarum, omnis et precatio et sacrificatio
extrema est.1
agradeciéndole haber abastecido a Roma de trigo. Vesta es la luz que asciende de
los leños pero también es la tierra dadora de vida, la que ofrece el grano para
luego hornearlo entre sus brasas. Durante su conmemoración descansaban los
molinos y los animales de carga que los movían, todos ellos eran adornados con
guirnaldas florales y dado que estaba íntimamente emparentada con las piras,
también se festejaba en su honor las Fornacolia, debido a que ella era la protectora
de los hornos y las chimeneas.
En las civilizaciones primitivas se acostumbraba mantener encendida una
hogar. Con el paso de los años y la evolución de la psique humana, dicho fuego
comenzó a encarnar los preceptos familiares y se convirtió en el estandarte de la
1
Cic. Nat. D. 2, 67
unidad social; tanto Grecia, como naturalmente Roma, pueden servir como
ejemplos esclarecedores.
frotando dos palos provenientes de un árbol frutal o dejando que un espejo se
alimentase con los rayos del sol para después proyectarlo sobre la hojarasca.
Durante el rito se preparaba la mola salsa, necesaria para los sacrificios, elaborada
ceremonias que sólo las vestales conocían.
Otro de los requisitos era mantener limpio el templo, más que de un
simple aseo se trataba de un acto mágico. El agua que bañaba la casa sagrada de
Vesta tenía que estar viva, ello quiere decir que debía provenir de un lugar cuya
podían hacer reservas del agua destinada a esta purificación, tenía que ser traída
diariamente del manantial. Plutarco nos habla sobre la fuente de las Camenas 2,
lugar del cual era extraído el líquido y colocado en una vasija especial
mantener en pie, puesto que el agua ritual no debía de ser colocada sobre el
suelo, ya que dicho acto era considerado poco piadoso y por esta misma razón
se inventó un utensilio que al ser depositado en la tierra derramase su contenido.
2
Plut. Numa, 13, 2
Su templo estaba construido de manera armónicamente circular y
representaba las fuerzas telúricas. Éste era la morada del fuego que simbolizaba
la grandeza de Roma y además resguardaba algunos de los más grandes tesoros,
Mater deorum, las cuadrigas de barro de los Vayenses, la cenizas de Orestes, el
cetro de Príamo, el velo de Ilíona, la imagen de Palas que la misma diosa había
enviado a Troya; entre otros objetos misteriosos que infundían un sentimiento de
estabilidad y seguridad en la urbe.
Vesta, tomando bajo su cuidado la flama sagrada, encomendó que seis
vírgenes le rindiesen culto, las sacerdotisas eran célibes y enteramente puras, por
lo que su impecable modo de vida se convirtió en un ejemplo para las demás
mujeres romanas.
Se cuenta que Eneas trajo consigo el culto de los dioses penates y el de
Vesta, fue por eso que existía una íntima relación entre la patrona de las moradas
y los espíritus del hogar. Si confiásemos en la mitología, sabríamos que tanto la
diosa como sus seguidoras son igual de arcaicas. Tengamos presente que Roma
tuvo como madre a una vestal: Rhea Silvia, cuya descendencia es bien conocida
por todo el orbe con los nombres de Rómulo y Remo. Fue Numa Pompilio (s. VII
a.C.), segundo rey de Roma, heredero del nieto de Númitor, quien eligió a la
primera virgen para que dedicase su vida al servicio de esta deidad, suceso
narrado con claridad en Aulo Gelio.
Las vírgenes eran elegidas por el pontífice máximo, al morir una de las
comparecer y por medio de un sorteo se decidía cuál de ellas formaría parte de
este colegio. Esta costumbre era regida por la ley Papia, sin embargo, si una niña
de buena familia era señalada, el Senado tenía la autoridad de dispensar dicha
reglamentación.
específicamente por el propio Aulo Gelio en las Noches áticas, curiosamente el
verbo utilizado para describir el acto es capere (capturar, coger).
Las reglas son las siguientes: es ilícito “captar” a una niña que sea menor
de los seis años y mayor que los diez; debió de haber sido protegida en vida por
madre y por padre; será rechazada aquella que posea una malformación física o
un impedimento en el habla; se le prohibirá otorgarle sus servicios a la diosa si
ella ha sido emancipada o si alguno de los parientes, ya sea uno o ambos, han
sido esclavos, libertos o poseyesen un trabajo deshonroso; se le dará ventaja a la
mujer que sea hija de un sacerdote o sea la prometida del propio pontífice. Según
Ateyo Capitón, se especifica que no debe de ser “captada” quien no habite en un
domicilio dentro de la península itálica, igualmente, debía de ser excusada la hija
del varón que a su vez tuviese tres hijos (… et excusandam eius qui liberos tres
haberet)3.
3
Gel. 20. II. 5. I, 8.
Una vez que la virgen había sido acogida por el pontífice máximo y llevada al
atrio, la familia perdía en ese preciso momento toda potestad civil sobre la niña,
en contrapeso, la nueva sacerdotisa adquiría el poder legal de redactar un
testamento, lujo del cual no gozaba ninguna otra ciudadana.
La virgen elegida era denominada “Amata”, según los antiguos romanos,
porque este fue el nombre de la primera virgen vestal.
Aulo Gelio nos refiere al libro de Fabio Píctor para conocer cuáles eran las
virgen era seleccionada, éstas son las siguientes:
Sacerdotem Vestalem quae sacra faciat quae ius siet sacerdotem
Vestalem facere pro populo Romano Quiritibus, uti quae optima
lege fuit, ita te, Amata, capio4.
Ante los reglamentos descritos anteriormente, podríamos deducir que la
menos de aquellos que gozaban de una posición social privilegiada. El absoluto
deslindamiento de estas vírgenes con respecto a su gens simbolizaba una fuerte
ruptura, en donde la “raptada” podía no estar del todo de acuerdo a pesar de su
temprana edad.
Como ya se mencionó, una de las principales tareas era mantener viva la
4
Gel. 20. II. 5. I, 14.
llama sacra de Vesta, diosa de la concordia, en caso de que ésta se extinguiese el
suceso era considerado como una desgracia, no sólo dentro del ámbito religioso
sino también dentro del estatal; prácticamente era el símbolo de la ruina para
Roma. Aquella que se juzgase como la causante debía de cumplir con una
penitencia: el ser azotada por el pontífice máximo incluso hasta caer muerta5.
A lo largo de los siglos se crearon un sin fin de leyendas alrededor de esta
condena, se decía que al culpar a una vestal que fuese inocente, la propia diosa
intercedería en su favor. Valerio Máximo relata cómo la virgen Emilia dejó morir
el fuego, empero, al ser puesta en adoración y cubriendo el altar con su mejor
velo, las llamas súbitamente se reavivaron6.
Las vestales debían de guardar un voto de castidad a lo largo del período
que durase su sacerdocio, éste tenía un lapso de treinta años, de los cuales,
durante los primeros diez desempeñaban el papel de discípulas, en la siguiente
década ejercían las labores de una vestal y en la última se convertían en maestras
de las recién ingresadas. Pasado su servicio, podían abandonar la casa de Vesta y
contraer matrimonio, exiguas fueron las que eligieron este camino. Plutarco y
Prudencio podrán argumentar que Vesta siente repulsión hacia las ancianas o
que la flor de la juventud se ha marchitado al haber vivido tres decenios, mas,
¿qué mujer en su santo juicio abandonaría el poder y el prestigio que su propia
institución le proveía, dentro de una sociedad misógina y regida por hombres?
5
Plut. Num. 10.
6
Val. Max. 1. 1, 8.
No muchas mujeres trasgredieron su voto de castidad durante su plazo
sacerdotal y las que osaron violar las leyes de Vesta fueron terriblemente
castigadas. Remontémonos al texto de Plutarco cuando describe aquel túmulo de
pequeño cuarto subterráneo al que se accedía por medio de unos peldaños, una
tenue luz, precarios alimentos y una moderada cantidad de agua engalanaban la
habitación; la pecadora era colocada sobre una litera cubierta con mantas y
llevada hacia el Foro, allí era acompañada por el pueblo romano que en duelo
seguía su trayectoria, al llegar, el pontífice máximo elevaba sus manos hacia los
cielos y rezaba a los dioses, mientras que la vestal penetraba en el recinto, una
vez en el fondo, la escalera era extraída y finalmente era enterrada viva7.
dieciocho vírgenes vestales.
Sin importar el alto precio a pagar por quebrantar las normas, los
beneficios recibidos a cambio eran incuantificables. Consideradas como hijas del
Estado y hermanas de todos los ciudadanos, no sólo tenían el poder de heredar
presentarse como testigos en un juicio y ser administradoras autónomas de sus
bienes materiales.
7
Plut. Numa. 10
muerte, éste era eximido inmediatamente de todas sus faltas; no obstante, si un
hombre les impedía el paso éste pagaba con su vida. Los propios magistrados les
rendían honores a su paso, ellas eran como diosas andando sobre el mismo suelo
que los mortales.
Las vírgenes vestales se vestían con una túnica blanca acompañada de una
orla púrpura, sus cabellos eran sostenidos por una vincha símbolo de su estatuto
social y adornados con una corona conocida como ínfula; durante los juegos
públicos les era destinada una tribuna y se les otorgaba el veredicto final de
inmolar o perdonar al gladiador (esta costumbre pudo haber nacido en la vetusta
Etruria).
He aquí la mística atmósfera que rodea a las vírgenes , sin embargo, ¿a
dónde nos llevaría el indagar sobre sus raíces?
como único cometido la preservación del fuego divino. No obstante, ¿por qué los
ciudadanos solían encomendar sus más valiosas pertenencias a su cuidado? ¿qué
tan reales pudieron ser aquellos objetos fantásticos que alegaban custodiar? y,
¿qué función desempeñaban ellas con respecto a estos?
Para que todo un pueblo venerase una institución compuesta por seis
mujeres dentro de una sociedad saturada de matices chauvinistas, debió haber
sido porque las llamas que las vestales alimentaban constantemente tenían
mucho de sacras o bien existía un gobierno que abusaba de la ingenuidad de la
gente. Esos misteriosos tesoros visibles para las vestales (probablemente
dentro de la estructura romana. Lo que en un inicio se podía resumir como el
arte del engaño y una herramienta de manipulación, terminó por ser considerado
práctico.
El historiador Bruwaene propone una teoría que rebasa en gran medida
esclavas del vencedor quien les imponía la tarea de alimentar el fuego doméstico,
a la par que servían sexualmente a su “dueño” en caso de que su esposa legítima
fuese estéril. Esta premisa bien podría coincidir con el mito del rapto de las
sabinas, recordemos que Rómulo retiene violentamente a Tarpeya, hija de Tacio,
la cual había ido a buscar agua a una fuente.
práctica en donde el victorioso “capturaba” a las mujeres del enemigo vencido y
ellas eran consagradas al dios tutelar de la tribu ganadora.
perpetuar, a la par que los romanos intentaron sepultar en el olvido, es similar a
esta hipótesis. En esta narración se cuenta cómo Tarquecio, rey de los albanos,
tuvo una terrible visión al ser testigo de un falo emergiendo de la fragua; desde
tierras tirrenas llegó el oráculo de Tetis que profetizaba que de aquella virgen
que se uniese carnalmente con este numen, tendría como fruto a un varón en
todo virtuoso. El rey, ambicioso, ordenó a una de sus seis hijas (número que nos
remite al de las vestales) que se sometiese al poder divino del falo. Sintiendo la
primogénita repulsión ante éste, se lo ofreció a una sirvienta quien dio a luz a
dos gemelos. El rey fúrico ante el crimen, pero, de igual manera persuadido por
vástagos, que al llegar a la orilla fueron amamantados y cuidados por una loba.
Para los latinos la sierva se convirtió en Rhea Silvia y el falo se metamorfoseó en
Marte.
acontecimiento parecido que ocurrió durante el reinado de Tarquinio el Viejo. Un
día en su palacio de la hoguera surgió un falo, su esposa Tanuquil demandó que
su sirvienta Ocrisia (mujer a la que podríamos emparentar con una virgen vestal)
fuese fecundada por él. De esta unión nació Servio Tulio, posteriormente
considerado también como el hijo de Vulcano.
Plinio aseguraba que dentro de su atrio, las vírgenes vestales conservaban
mutinus tutinus y se convirtió en un amuleto que la núbil debía portar antes del
matrimonio como símbolo de fertilidad.
Aquella Roma que logró lo que pocos imperios pudieron realizar, basaba
su estructura en una línea patriarcal, cierto es que las mujeres disfrutaban de una
protagonistas de tragedias que les otorgaban el poder del habla para engañar,
traicionar y asesinar, su realidad podía estar muy alejada de aquellos versos. No
obstante, los nietos de Númitor nunca olvidaron que habitaban en una ciudad
cuyo nombre era femenino, Roma era su Señora y el fuego que la protegía y que
alimentaba los corazones de todos los ciudadanos era custodiado por sus hijas y
no por sus varones. Si aquellas llamas simbolizaban el equilibrio político y social
que conducía a la paz, este hecho no hallaba la equidad en la balanza de un
hombre sino en la justicia infinita de una mujer.
Bibliografía
• Bayet Jean, La religión romana, historia política y psicológica, trad. Elvira
Miguel Ángel, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.
• Friedlander L., La sociedad romana, historia de las costumbres en Roma, desde
Económica, México.
scriptorum et romanorum mexicana, UNAM, México, 2002.
Editorial Gredos, Madrid, 1987.
Bibliotheca scriptorum et romanorum mexicana, UNAM, México, 1976.