Sie sind auf Seite 1von 1

III.

HAN PASADO VIDAS EN EL TIEMPO - Actualidad

Martes, 24 de agosto de 2010 - josemari20 46 5 visualizaciones

Muchas veces tenemos que negarnos a nosotros mismos para que, así, la Humanidad pueda funcionar. Muchas veces ocurren cosas de gran
transcendencia, de las cuales no nos llegamos a percatar. Y son cosas tan sencillas y, a la vez, tan enormes que, a veces, no le damos la
importancia que ellas requieren. Porque Jesús llega a nosotros paulatinamente y nos va acrecentando Su Amor. Pero hemos de permanecer
constantes para que ése Amor fructifique en nuestros corazones, en nosotros, y pueda resplandecer nuestra luz. A veces ocurre que dispersamos
las ideas y no nos encarrilamos en un solo camino. Entonces sucede que se llena de avatares nuestra vida y no conseguimos el verdadero
mensaje de Jesús: el Amor. El Amor entre todos los seres. No un amor banal, sino un Amor fraternal. Entonces es cuando podemos respirar.
Mientras tanto, nos acosan vientos que pueden romper nuestra barca y diluirla en mil pedazos. Pero cuando tenemos la confianza acrecentada
en Jesús, sabemos que es un Amigo que nunca nos habrá de defraudar. Por ende, ahondamos en ese Amor. En ese Amor fraternal hacia todos los
seres. Y, si a todos los seres, a Jesús. Porque Jesús vino para dar Amor a todo el Mundo. Y aunque muchas veces no le llegaran a comprender, Él
siguió dándolo. Y fue el Amor que Él sintió por el Padre lo que le llevó a cumplir Su Misión sobre la faz de la Tierra.

Nunca me ha gustado escuchar la frase de Pablo cuando nos dice que seamos "imitadores" de Cristo. Yo considero que no tenemos que ser
"imitadores" de nadie; sólo de nosotros mismos. Y, aún así, no es bueno serlo. Debemos seguirnos a nosotros mismos y encontrar en el interior
nuestro la Luz resplandeciente de Cristo. Que la Paz entonces se establezca entre vínculos de armonía. Y aunque sea una forma -en este actual
Mundo- de utopía, sigamos y perseveremos en ese Amor hacia todos los seres. Porque realmente pueden acontecernos grandes silencios y
grandes soledades, pero sabemos que en el interior nuestro nunca estamos solos. Siempre hay alguien en tu interior que te extiende la mano y
no te deja caer ni tropezar. Procuremos así permanecer en la confianza de Cristo que nos une. Ahondemos en es e pensamiento, en el
pensamiento del Amor: el Amor Eterno, el que fue dado a través de todo el amplio Universo. Actualmente vemos Planetas y vemos Sistemas
Solares que no chocan entre sí. Y hay meteoritos también. Y a veces es posible que algún meteorito llegue a tropezar, pero inmediatamente es
absorbido por el Planeta que le acoge. Y el inmenso Universo sigue inexorablemente su paso.

Y realmente dentro de esa misma pequeñez, en la cual estamos imbuidos -que es la Tierra-, Jesús lo dijo muy claramente: "¿Quién es mi
hermano, quién es mi padre? He aquí a mis hermanos, he aquí mis padres; los que hacen la Voluntad de Dios". "Los que hacen la Voluntad de
Dios". No dijo: Los que hacen Mi Voluntad. Y actualmente nos damos cuenta de que estamos en el mismo punto cero que en aquella época,
porque hoy consideramos que Cristo es mayor que Dios o, al menos, igual a Dios. Y esto no es así. Preferimos aceptar a Cristo pero rechazamos a
Dios. Y no podemos rechazar ni a Uno ni a Otro, sino que los Dos son Uno. Además Cristo lo dijo muy claramente: "Mi Padre es Mayor que Yo". Él,
Jesús, vino a la Tierra precisamente no para hacer Su voluntad, sino la del Padre: se negó a Sí Mismo. Han pasado vidas en el Tiempo, pero sólo
Uno permanece.

Pero es ahora, porque los humanos, partiendo de ese mismo "punto cero" le damos más importancia a Jesús, el Cristo, porque fue crucificado e
hizo Sus Milagros. Pero no nos damos cuenta que fue el Padre el que lo Hizo por Él. Jesús, sin el Padre, no hubiese sido nada. Realmente Jesús,
como no fue comprendido en Su época, tampoco lo es ahora. Hacemos un estandarte de Él: el crucifijo. Y le adoramos. Nos postramos ante ese
ídolo de oro. Pero Jesús no está allí, sino con el Padre. Lo que pasa es que lo queremos crucificar de nuevo. Y esto no es dado por el Padre, pues
Jesús murió "una vez para siempre", para vivir en la eternidad con Dios. Es Dios -única y exclusivamente- quien le resucitó de entre los muertos.
Es Dios, única y exclusivamente, quien le subió a los Cielos. Ahondemos en el verdadero sentido de nuestra fe: es el Hijo el que nos conduce al
Padre; pero si nos conduce al Padre, no nos quedamos en el Hijo sino en el Padre.

Estas cosas así dichas no se comprenden o no se quieren comprender. ¿Entonces qué habrá de suceder? Recordáis aquella parábola de un Señor
que tenía una Viña y era poseedor de esa viña como lo es ahora del amplio Universo. Pero no era Él la Viña. Sino que era poseedor de esa Viña.
Porque Él la había creado para Sí. Y sucedió que se fue al extranjero éste Señor. Y cuando dejó allí a los criados, envió a un mensajero primero y
los criados le aporrearon. Envió a otro e hicieron lo mismo. Y se dijo: "Enviaré a Mi Hijo". Pues pensaba que no le harían daño. Más los criados se
dijeron: "Ea, éste es el Hijo; matémosle y así nos quedaremos con la Viña". Y le mataron. ¿Entonces qué hará el propietario de esa Viña? ¿No
vendrá Él mismo y acabará con todos? Y hará entonces todas las cosas nuevas, pues de donde quier quitará y de adonde quiera poner, pondrá.
Pues es el Espíritu de Dios el que habita en nosotros. Más, sin embargo, no le conocéis. Es el Espíritu de Dios el que hace que nosotros podamos
pensar, que nosotros podamos caminar, ver y entender las cosas de Dios. Pero no Le comprendéis. Es el Espíritu de Dios el que hace Todo Nuevo:
de pronto decide acabar con un Reino y poner Otro en su lugar. Y si el pecador se arrepiente de su pecado, le perdona. Pero si dice no tener
pecado, sigue pecando. De pronto decide no apoyar al Pueblo que decidió Apoyar. ¿Y quién Le juzgará? ¿Si fuera de Él no hay nadie? Y si hay, no
le conoce. Pues es Roca y el que en Él se apoya no tropieza, no será confundido. Fuera de Él no hay otra roca. Es Él la Única Roca. La Roca de
Salvación.

En principio, Dios no está en nada material. Pues Dios es Espíritu. Y sólo en espíritu podemos conocer a Dios. Esta carne que tenemos -ahora-
sólo nos sirve de vehículo terrenal. Cualquier día -no sabemos cuándo- nos desprendemos de éste "vehículo", pues no somos carne; somos
espíritu. Porque cuando abandonemos el cuerpo ya no podremos hablar ni pensar. Sin embargo, es Dios el que hace que nosotros podamos
pensar, porque Dios es Dios de Vida; no de muertos: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos", dijo Jesús. Dejemos que Dios fluya en
nosotros y dejemos que Él obre en nosotros. Dejemos esa soberbia de pensar que "nosotros" somos los que hacemos las cosas, cuando
simplemente somos un chasquido de dedos, somos barro, un soplo, si el "nuestro" de la vida es materialista. Pero si nuestro concepto de
"nuestro" es espiritual, ya no somos ese chasquido de dedos y el soplo se hace divino; porque somos, simplemente, eternos. Entonces ya la vida
no se nos presenta como un todo, sino como parte de un conocimiento por el cual hemos de pasar para instruirnos según las enseñanzas de Dios.

Das könnte Ihnen auch gefallen