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Se Reena y Or eee cl de Ja muerte, Con los dos se tejen las historias que SS mee ee ees eee cen ages eee Chee ee eee ‘asad en la cosmovisién andina. Cuentael peregrinaje Ce temo eee wate cs eo ec eed incierto destino de su hijo, Liborio, enrolado por la Se eee cor ka despectar de Inkarri, pero en cuyo transcurso va descubriendo que sus jefes sienten y piensan de un modo mis perecido al de os jefes de sus edversarios, al de os mists, que al de él mismo y los suyos. 10 Ichado luc oscar CO. Elautor de esta novela, Oscar Colchado Lucio-nacido Oe eee hag eect ee cmd prestigioso Premio Juan Rulfo de cuento 2002, ae ae Ce ee geen) Cultural de México. Con Rasa Cuchillo ‘obtavo en Oe Ce Me aaron leon ooo SON RAEN ii | ROSA CUCHILLO | HN eet on tttt Pa rn Enea ee ont reece / es ere earns a eee es Peter) ete ee oe ee Epa eee Corre renee erry Peer peas 7 ¥ Pee ema as eens figuran en cuent: Del mar CC oer ieee ere ror Tone eco ct oc Dae ear nay eR oe Pre ord ronan oa emnes eos Non aioe ee era ara Oscar Colchado Lucio Rosa Cuchillo Premio Nacional de Novela Universidad Federico Vilaszeal CoLEccION DIAMANTES Y PEDERNALES wh san MARCOS ‘Colecci6n dirigida por Pericta Cotchaddo Melia RosaCucntno Primera edicion. 1997 ‘Segunda edicién, 2000 Primerareimpresion: 2003, Seguiide reeimpresion: 9005, © scar Colchado Lucio © Anfool Jess Paredes Galvin - Editor Edkoria San Marcos Jt Natalio Sénches 990 Of $02 Jeste Mata, Lime, Telefax: 880-8555 / 332-0153, Email san-marcos@tetra.com pe Hecho el depésito legal segin Ley N° 26005 Biblioteca Nacional del Per Reg. 1501338002-0307 ISBN, 9979-54.008-8 rohibide Ia zeproduccién total o parcial de esta obcasin [2 previa autorizacion escita del Autor y el Editor Impreso en Peri Printed in Peru Composieién, dlogramacion y montaje: Editorial San Marcos RUC 1o0s09sas4 A José a tia Anita a Pepe Palacios La Musee? iLa muerte seria también como la vida? “Bs més liviana, hija” itlabria sirguillitos cantando en las hojas gordas de agos- wo? Habia, “Y vacas pastando en inmensas Hlanuras” Ahora subia yo la cuesta de Change, ligera ligera como el viento. iPor aqui? éPor estos lugares se irfan los muertos? “Por all, hija. por donde se despide uno para siempre de la vida’. ‘Abajo, en la margen izquierda del rio Pampas, batado con las titimas luces del atardecer. quedaba Illaurocancha, mi pue- blo. con sus casitas entejadas, sus paredes blancas, incendiadas por la luz roja det sol Adin trafa impregnado en las narices el aroma tibio, dul- 26n, de los habales ondeando en la bajada de os certos, con sus florecitas blanquinegras acarictadas por el viento. ¥ levabo en [a mirada ef vuelo apresurado de las perdices. rastreando, piando, en busca def nido oculto entre las frondas, Pobre mi pueblo, dije, pobre mi tierra. Ahi te dejo (ipara siempre?). Y miré los molles de fas lomas, las piedras de alaymosca rodando por la quebrada, los altos eucaliptos que bordeaban las huertas, fos tunales con sus espinas erlzadas y Jos magueyes estiréndose sobre las cabuyas. ¥ me despedi poniendo mi mano en mi corazén, besando. amorosa, la tierra. iAdiés alegrias y penas. consuelos y pesares, adiés! Suspiré hondo antes de alejarme, recordando mi moce- dad. cuando alegre correteaba entre los maizales jugando con mi perro Wayra, haciéndolos espantar a fos sirguillitos, esas me- nudas avecitas amarillas que entre una alborozada chilleria ve- nfan a banquetearse con los choclos. Me flegé también el re- cuerdo lejano de las cosechas de junio, cle mis juegos en las parvas alumbradas por fa luna, de mis afios de pastora tras el ganado, soportando a veces el ardiente sol de la cordillera 0 mojadita por las lluvias suaves o las mangadas. eY ahora? iAhora por dénde només tendrla que seguir?, pensé llegando a Ia pampa flena de ichu de Kuriayvina, “A Auquimarca, hija, la montana nevada donde moran nuestros antepasados”, Volviéndome, miré por titima vez mi pueblo; pero s6lo pude ver borrosamente la sombra de sus eucaliptos emergiendo en la oscuridad ~éRosa? éRosa Cuchillo? Un perrito negro, con manchas blancas alrededor de su vista, como anteojos, era quien me hablaba. Sus palabras pare- cian ladridos, pero se entendian. Un instante me quedé silenciosa, como pasmada, sin saber quién era ni qué hacia alli ese animalito. ~iNo me reconoces? Me quedé observando el arco sobresalido de sus dientes superiores, propio de los perritos cashmis; sus ojos muy vivos, sus orejas gachas. —iWayra! -dije de pronto, inclinandome a abrazarlo con 8 harta alegria en mi corazén al haberlo reconocido. El empezd a menear también su cola, alegroso, Fiacia tantos afios que se habia muerto, de un zarpazo que Ie dio un puma. me acuerdo, cuando defendia a ladridos el co- ral de ovejas. ¥ ve, pues, ahora lo encontraba a ortllas de este rio torrentoso, de aguas negras, ef Wafiuy Mayu, que separaba a tos vivos de fos muertos. ‘Ala sombra de un chachacomo. que retemblaba al paso de Jas aguas furiosas, encontré a Wayra descansando. =Wayra, iqué haces acd? iCémo me has reconocido? Bajo el blanco resplandor de la luna, observé mis ropas desgarradas por las zarzas de 1os montes, por 1os riscos, iuego de avanzer penosamente por feas faderas y encafiadas. Te esperaba, Rosa. Sabia que vendrias. ~éTe fo dijo alguien? Liborlo, tu hijo. ~iLiborio? MI coreaén salté alborozado. -Dimeto ~dije abrazando nuewamente al perrito, acarician- do su pelo crespo, lanoso-. éDénde?, édénde viste a mi hijo? —Célmate -me respondié lamiendo mi mano-, por ahora no Io verés todavia. El esta arriba, en el cielo, alli donde estan gulftando las estrellas. ~iEn el Janag Pacha! ~dije alegrosa, doblando mis manos. iGracias, Dios mio! ~me arrodillé-, gracias por tenerlo en tu gracia infinita, Y me encomendé al dios Wari Wirakocha nuestro creador ~8Y yo también podré ir hasta alli, Wayra? fe pregunté después, observando ei gran rfo blanco, ef Koyllur Mayu, que extendia su lechoso cauce entre estrellas 9 Iuceros. -No lo sé -respondié-. Yo s6fo he venido a acompatiarte hasta Auquimarca, segiin el mandato de fos dioses. 9 Resignada suspiré, esperanzada que en el pueblo de fas al- mas pudiera encontrar a mis padres, a mi esposo Domingo y@ Simén, mi hijito, ef tiltimo, que se murié cuando era solo una quagua. ~Wayra -le dije-. ay dénde has estado durante todo el tlem- po que no te he visto? En todas partes ~me dijo~ aqui. abajo y en fas estrellas ~iDe veras? —De veras. Biew abaazanaa Wayra, que braceaba dificultosamente, pude Hegar por fin a a otra orilla, sin dejar de pensar en mi Liborio, muerto ahora tiltimo només en los enfrentamientos de fa gue- tra. y por quien de pena yo también me mort. La luna hacia clarear esos feos lugares, escabrosos, sem- brados de barrancos. ~iNfes la cresta nevada de una montafia que blanquea allé lejos? -Si, la veo. Esa es Auquimarca, Alli tenemos que llegar. Alentada alentada marché a su tras. —iWavra, tea eso! —dije volviéndome repentinamente lle na de susto, Itego de tramontar Ia primera loma. ~iQuél, cdénde? Wayra lo descubrid, De un brinco se situé en mi delante y se puso en guardia para proteyerme. Ligeramente flotando sobre el suelo, la figura de un hom- bre alto, esquelético, cubierto s6lo con piltrafas, avanzaba ha- 10 cia nosotros, miréndonos mirdndonos con sus ojos que llamea- ban como candela Sin duda, quiere apoderarse de ti para salvarse: pero no temas, lo disuadiré Con ef susto, yo no podia dar un paso ni atrés ni adelante. sélo temblaba. ~iQuién eres alma pecadora? -pregunté Wayra adelantén- dose a darle ef encuentro-. Por qué te acercas asi? El hombre se detuvo al ver que Wayra Ie cortaba ef paso. ~Soy Fidencio Ccorahua, allko -respondi6-, del pueblo de Soccos. Mori rodéndome por una pendiente cuando sigueteaba ‘a mis vacas en plena tormenta, Déjame apoderarme del espiri- tu de esa sefiora y me salvaré. En Auguimarca no me recible- ron; ni siquiera pude llegar a fas puertas. Mientras hablaba. pude ver con espanto sus enormes col- millos que blanqueaban con fa tuna, fos feos huecos de su nariz carcomida. Tendliéndose en su delante. Wayra le dijo: Cuenta mis pelos primero si quieres apoderarte de ella. Si no, no permitiré que te acerques Hubo un breve silencio. En seguida, el condenado dijo: -No puedo, allo; mira mis manos. Sus dedos estaban mochados, como trozados con mache- te, atin sengrantes Qué pas6? “Se me desgastaron tratando de subir a Auquimarca. “Te volveran a crecer ~dijo Wayra incorporéndose- si fos frotas con “afios”, esa plantita de fruto medic colorado que crece en fas quebradas. ~Asi me han asegurado: por eso estoy bajando justamente alr -Entonces, vete: ya sabes. no te dejaré acercarte si antes ho haces fo que he dicho. éCémo que no? -el énima bots candela por la boca, Wayra le mostré sus colmillos. iWauuuuuuu! ~gritd el condenado y, guapeando, dando patadas af alre, quiso acercarseme. Yo retrocedi asustada, Wayra salté a morderlo; mas el otro, répido, se hizo a un lado logran- do que ef alfko se pasara en banda y, antes que volviera a aia- carlo, escapé como un viento furioso, perdiéndose por esa ba- jada, —iWaaaaa. waaaaal La una escondiéndose tras una montafia, ¥ nosotros avan- zando por una fea cuchilta, Rosa, éy de qué se murlé Liborio? ~Lo mataron los tropakuna, Wayra, en la quebrada Bal- c6n, cerca de Minas Canaria Conversando conversando entramos en una quebrada. alumbrada por estrellas muy pélidas Luego de internarnos por un montecito, salimos de nuevo al camino impregnados del olor de tlujchus y moles. Arriba, en la cumbre del cerro, hacia donde nos dirigia- mos, vimos un anima de albo vestido, acosada por un fiero chan- cho que daba vueltas y vueltas alrededor de un monticulo de piedras donde aquélla se hallaba trepada, buscando al parecer traerla abajo. Venciendo nuestro temor, avanzamos. El animal, al vernos, se dio vuelta, furioso, erizado el cue po. [0s colmillos amenazantes. Wayra se lanz6 a atacarlo. Yo me asusté pensando en que aquella fiera destrozaria a mi hualiqui. Menos mal que para nuestro alivio, después de dudar un instante, prefirlé hulr por la vuelta del certo, Ef alma buena bajé de fa apacheta y derechito se vino donde nosotros. Gracias por saivarme, allko, gracias también a usted mamita sefiora -dijo llegando a nuestro delante-. Un poco mas y me devoraba ese demonio, ~éQuién eres alma buena? -me atrevi a preguntarte, -En vida mi nombre fue Téodulo Huarca. mamita, Fui car- gador en Ios mercados y en la estacién def Cuzco. Mucho me gustaba tomar mis traguitos. Mori alcoholizado. ~8Y ya purgaste tus penas? -intervino Wayra ~Ya casi. Sdlo me falta encontrar dos dientes que perdi pe- leando borracho durante la celebracién del Inti Raymi. ~iVuelves @ tu pueblo entonces? -Si, justamente para allé me estoy yendo. Dio unos pasos para alejarse, pero una inquietud lo detavo AY ustedes, mamita, de dénde son? ~Del sur de Ayacucho -le respond. de un pueblo flamado IMlaurocancha —Por ahi y por mi pueblo dizque hay guerras pues no? ~Ast es don Téodulo —Ie dije-. en estos tiempos nuestros pue- blos son campos de batalla donde a diario muere la gente. Ahora gue va por aiff lo va a comprobar usted con sus propios ojos. Ast sera, seguro ~dijo, dio un suspiro y en seguida se des- pidié deseéndonos buena suerte. Ladera ladera només, nos encaminamos con Wayra por ese sitio rocoso, mientras en mi mente clarito aparecia la ima- gen de mi pobre hijo afanado en esa guerra con trazas de nun: ca acabar, Ax vie del Rasuhuilca, en las alturas de [quicha, con los de- dos agarrotados por el frio. accionabas el arma, Liborio, admi- 13 | | | rado de Ia facilidad de su manejo. En la montafia del frente estaba Julcararca, éDe alli? éDe esos feos lugares desolados, llenos de quebradas, riachuelos y continuos deslizamientos pro- vocados por los huaycos. era la camarada Angicha, la encarga- da de instruirles? Buenamoza la muchacha. No dejabas de ad- mirarla, mientras ef olor a pélvora te provocaba nduseas, Ya se acostumbrarla, compefiero, después hasta tendrias que comerla para enrabiar [a sangre. No despegabas los ojos de sus trencitas al viento, de sus labios como moras del rio, de sus ojos negros, medio achina- ditos. Ahora verian cémo se disparaba asenténdola sobre la pier- na cuando se estaba en posicién de rodillas. Recelosos miraban los morachucos y los huantinos recién reclutados cuando ella hacta las demostraciones. Fabricar bombas también era sencillo, como amasar que- sos nomads, compafieros. Y sonrefa, mientras ustedes a carcajadas fa secundaban Vaya, ocurrente era también la compafiera Aver Nomas llegaste al campamento, y.ve pues ya estabas aprendiendo a ser guerrillero. Toda la noche recordaste tu en- cuentro con el camarada Santos hace dos semanas en la que- brada de Ayahuarkuna, abajito del puente de piedra de los incas ubicado entre Huanta y Ayacucho. Habias ido a Huanta, a la feria del Senior de Maynay. a ofre- cer en venta la tropita de carneros que can tanto trabajo com- Praste por diferentes lugares: Chuschi, Ocros, Cangallo, Quinua, Pacaycasa, Huamanguilla Ahi, en los puestos de comida de [a feria, cuando acababas de servirte un buen pfato de puka picante y tomabas chichita, 14 contento de haber hecho tu.negocio, fue que aparecieron esos dos uniformados de la Guardia Civil -éLiborio? éLiborio Wanka? -Si, jefes, den qué noms puedo servirles? Te pidieron tus papeles. Solo fa boleta de tu fibreta militer la tenias, bien dobladita en ef bolsilfo de tu camisa. Después de mirarla fijamente, uno de ellos dijo: =Nos acompaiias. Estas con orden de detencién ~iYo. taitas? ti, por vender ganado robado, No, papitos. tus recibos tenias, se los mostrartas. Quisiste buscar Ia bolsita plastica que habfa en tu alforja. No te dejaron, Fueras només. ya en [a detencion verfan. Entonces tuviste que merchar delante de ellos, rezandole muy bajo af illa ~ef torillito de pledra que a manera de medaila lo llevabas ollcao en ef cuello-, pidiéndole que te ayudara en caso de haber problemas. Los uiroztianos te llevan derecho por una calle donde hay un carro esperandolos: un auto rojo algo viejito. -sYa cumpas? -dice al verlos un hombre de aproximada- mente treinta afios que se halla al volante, fumando. {, vamos ~le contestan los otros haciéndote subir. El carro luego de arrancar a toda velocidad enrumba ha~ cia la salida del pueblo por fa carretera que va a Ayacucho. Te asustas. -Cémo, taitas, ino me van a lfewar a la detencién’? Si, pero a la de Huamanga -te dicen-. No aqui, Sin dnimo de replicar, s6lo das un suspiro de resignacin, en tanto miras os altos y frondosos eucaliptos que oriflan la carretera. Fugazmente ves también, a través del espejo retrovi- 15 sor, las altas torres de la iglesia matriz que con sus ojos de cam- panario parecen estar siguiéndote. Cennos peuavos a la distancia, Tunales por aquf y por alla, Molles y retamas y, lejos de la carretera, una que otra chacra de trigo. Después. Huishqus volando volando bajo ef cielo azulino y el carro deteniéndose en Ayahuarkuna, a menos de [a mitad del camino a Huamanga. Te hacen bajar. El carro sigue de largo por la carretera oriliada de cabuyas. Estés pélido y silencioso. éAlguien te habré acusado de te- trorista? éTe iban a matar acaso? éPor qué te han hecho bajar en ese paraje desolado? Y antes que fueras a preguntarles. uno de ellos, palmedn- dote el hombro, te dice -No te asustes, compafiero, no vamos a hacerte nada, So- mos guerrilleros del ejército popular y es el camarada Santos, tu paisano, quien quiere hablarte. éCamarada Santos? Te quedas pensando, ~Mejor dicho Nieves Collanqui ~aclara el otro. Por fin caes en fa cuenta. ¥ comprendes ante quiénes es- las, Sf, guerrilleros del Partido Comunista del Perd "Sendero Luminoso" Agalo en el maizal que floreaba al canto del rio los loros se desgafiitaban chillando, meciéndose sobre las cafias que ondu- laban con el travieso vientecilio que por alli se paseaba Arriba: el taita Intip, alegroso, riendo tal un girasol. Te fijaras, Liborio, escuchas a Santos, el mando, hablando en ese circulo de hombres armados sentados en medio de! maizal. 16 Si, te fijaras, hombre, [a guerra popular habla empezado hacia rato. iSabfas que Medardo, Mallga, Damian y otros j6venes que asistieron contigo a fa escuela popular de Illaurocancha ya se habian incorporado a fa lucha? Claro que fo sablas, hombre. Sélo faltabas td. Qué esperabas? EI Partido necesitaba urgente en esta coyuntura ef concurso voluntario de fos huajchas, sus hiijos més preciaros, compafiero... Te rascas la cabeza. Piensas. Tantas noches has luchado contigo mismo dudando si incor- porarte 0 no a la guerrilla. Temes por tu madre. que ya esté anciana y para enferma, y de quien tendrias que descuidarte u olvidarte si optabas por Ia tevoluci6n. Tus ausencias perma- nentes del pueblo por cuestiones de tu negocio siempre te die- ron buen pretexto para efudir a veces [as reuniones en la es- cuela popular ditigida por Mario Buitrén, ef maestro. Mas aho- ra ya no puedes. Hay exigencias y amenazas por todos lados. Mira, oyes de nuevo [a voz de Santos, mi taita era también como tii: negociante, Recorrfa los pueblos llevando y trayendo gana- do, Hasta que por fin puce comprarse imnas terrenitos. Ahi sur- gi6 el lio con otro, poderoso, que era ya casi duefio de toda Ia regiGn. Para defenderse judicialmente tuwvo que vender un toro y evitar asi que Ie quitaran su pequefio fundo. Ef toro fue a dar ‘a manos de fos jueces y perdié la chacta. Poco después moria de una manera extrafia y oscura victimado de un balazo. Mi made tuvo que vérselas entonces como sea para crlarnos a mi 7 a mis hermanos... Pero basta, basta de historias tristes, cama- rada. BI pasado debe ser barrido con la hist6rica lucha que nues- tro pueblo ha decidido ibrar en el presente. dEra asi o no era asf, compaiiero Liborio? Ti te pones en apuros, te sobresaltas. Asi serd, seguro, compaiiero, respondes timidamente. Sin em- bargo, os ojos de Santos y de los demas piden més contunden- cla, Entonces ti te apresuras y atropelladamente respondes poniendo cierta firmeza en tu voz. Si, compafieros, asf era. en de veras 17 ~iQar! iQaa! igar! igar! igar! Un bulto de animal grande, como de llama, pas6 por mi lado rozando, casi tumbandome. Me hubiera fanzado al abismo sino era por Wayra que salté bien alto dando un ladride como ‘cuando en vida intentaba coger una pafoma en el aire. Botan- do candela, se perdié precipicio abajo. ‘Wayra se detuvo al borde. “Ha querido desbarrancarte esa jarjacha -dijo regresan- do-, hay que andar con més cuidado. Dejando atras esa fea ladera, més allé salimos a una pam- pa por donde se desparramaba el aguita que discurria de las montafias. Parecia la pampa de Huinilurca de mi pueblo, donde fos jovenes iban a pelotear en tlempos de la fiesta del agua. Un momento nos sentamos a descansar en el pasto verde. soportando un poco el frfo intenso que hacia, oyendo el vientecito conversalén que zumbaba en nuestros oidos. UN ave vino volando por el cielo en el momento en que reiniciébamos nuestro viaje. Wayra y yo nos quedamos obser -vando en silencio. Después, cuando estuvo mas cerca, pud mos reconocer a una paloma blanca, resplandeciente, que vino a posarse delante nuestro sobre una enorme roca —iWayra! -dijo-. Ya consegui mi salvacién a costa, discitl- pame, de Téodulo Huarca, el dnima a quien libraste de mien fa apacheta, Yo soy ef cuchi que lo estaba acosando. érecuerdas? Pues ya impregné ml espiritu pecador en el suyo. En adelante, serd é{ quien ande buscando una victima. Sélo vine a agrade- certe por fo de aquella vez que me ayudaste a cruzar ef Wafuy Mayu cuando Horando entré al mundo de las sombras. ~iDomingo! ~exclamé Wayra- iVaya, eres ti! De veras, nos da pena Io que has hecho, pero qué vamos a hacer si es ésa fa 18 permision de nuestros dioses, Mira a esta sefiora que justamente me preguntaba por tl. éNo la reconoces? Es Rosa. Rosa Cuchi- Ilo, la que fue tu mujer en vida. La paloma quedé muda un instante, fo mismo me ocurrié a mi, Vaya, recién comprendia por qué esa voz me habia sona- do tan familiar. Era Domingo. Quién podia creerto. Porfin, reaccionando, el ave vol6 a posarse sobre mis hom- bros. ‘Rosa! iEsposa mfa! iQué felicidad! iTe amo! Quisiera que- darme contigo hoy mismo, mas el Padre me apura, Debo volar a los cielos. All{ rogeré por ti, mi amor, para que entres ta tam- bién a fa regién azul, donde juntos vivamos para siempre. -Si, Domingo +e dije muy emocionada-, anda nomads. Ya te alcanzaré, En ese instante, algo como una fuerza superior parec ltarto hacia arriba, Resplandeciendo cual una estrella se per- 6, Conmovida, me tendf de rodillas sobre Ia hierba y elevé mis oraciones al Creador, para que Io recibiera en su santo rei- no, tal como habla hecho con mi hijo. ~Ahora son dos almas benditas que rogarn por ti en el Janaq Pacha ~coment6 Wayra satisfecho. Peusativa por fo que habia visto, yo avanzaba al lado del buen allko. Iba recordando los afios vividos junto a mi esposo. Lo comprensible que fue al comprometerse conmigo sabiendo que yo Ilevaba en mis entrafias una criatura que no era suya, De Jos trabajos que pasamos juntos sembrando, cosechando. ctlando nuestros animalitos. En eso Iba ocupada mi mente, cuando de pronto Wayra me volvié a fa realidad, 19 Mira atrds me dijo-. Un alma chticara nos viene siguien- do, Escondamonos antes de que nos dé alcance. Certo, al volverme vi que avanzaba a nuestro tras un én ma con figura de mujer .apurada apurada, como olfatedndonos. De prisa, volteamos un recodo y saliéndonos de! camino baja- mos a escondernos entre fas matas de puy6 que més abajo cr clan altitos formando un pequefio bosque. BI alma chiicara, Iuego de dejar atrés fa curve, aparecid ante nuestros ojos en Io alto del camino. Llevaba vestido ne- gro y se envolvia con un reboz0 de! mismo cofor que le cubria hasta la mitad del rostro. La falda inclinada de su sombrero no debia dejarle ver de frente sino s6lo al suefo. Como si hubiera sabido dénde nos hallébamos escondi- dos, derechito empez6 a venirse en direccién nuestra Tuvimos que correr buen trecho entre los puyds para més alld trepar de nuevo al camino. Cuando nos volvimos a mirar, el alma condenada ascendia también pero con mucha dificultad. El ala de su sombrero, al parecer, no le permitia tampoco mirar hacia arriba. Subia aga- chada taf si un enorme peso le curvara las espaldas. Ogg! iOgge! -rugia. Nosotros trepamos al sendero y nos ocultamos entre unos arbustitos espinosos que salpicaban la cuesta Después que a duras penas alcanzé de nuevo ef camino, el condenado dvidamente miré a uno y otro lado tratando de lo- calizarnos. : ~iOgge! iOggg! En ningiin momento, intenté siquiera mirar hacia arriba, s6lo a los costados. Al no vernos, pensando seguramente que nos habriamos alejado demasiado, répido rapido siguid en Ia direc: donde antes foamos. Aliviados sonreimos viéndolo alejarse, en tanto bajébamos de nuevo al camino. ~iPuusk! ‘Pua! ~pas6 un pili volando a velocidad sobre nuestras cabezas después de largo rato de caminata. ~iShooog! iShooog! a su tras un chuseq pasé como si- guiéndolo, Sin duda, algo anunciaban esas aves nocturnas malagiteras, -iMira! -me dijo Wayra, alarmado-. Viene una jarjacha, acaso la misma que intent6 desbarrancarte. Quédate trang la, no te va a pasar nada. Entonces miré hacia donde me indicaba y vi que del alto de la montafia bajaba una lama de dos cabezas bailando al compés de [a miisica que tocaba en su violin un hombre que venia detrés ataviado con poncho, sombrero y Hlanques. “Doe espititu -ine diju Wayra refirigndose al hombre~ no es de muerto. Es ef alma de alguna persona viva que esté por morirse, No temas, no nos hard nada, menos atin ef monstruo que esté dominado por la misica La jarjacha pas6 por nuestro lado sin dejar de bailar. Vi su cuerpo llagoso, sarniento, entre lanas sucias que colgaban como estropajos. EI hombre al Hlegar junto a nosotros se detuvo haciendo una venia, sin parar fa musica, Alejéndose, la bestia lo amena- 26: -Espérate només. Detrés de mi viene el alcalde, con él no podras, ~Que venga -e respondié el espiritu del hombre vivo-, a éCtambién lo haré bailar. Cuando por fin se perdié de nuestra vista el animal, el hom- bre se dirigié a nosotros, i | i i i i Me habia perdido de camino ~dijo-, pero ya sé que yén- dome por acé llegaré al Wafiuy Mayu, y de alli al mundo de los vivos, donde me espera mi cuerpo pata despedirme. Pronto estaré de vuelta por estos lugares, s6io que entonces quizé sin mf instrumento. Y¥ miré su violfn, su hermoso violin, De donde eres, buen hombre? le pregunté Wayra, ~De Ayrabamba —dijo-, una hacienda de Ayacucho. ~Conozco esa hacienda -dije-, Sé que hace tiempo los com- pafieros {a incendiaron y dinamitaron varias maquinas. -Si dijo el hombre-, aunque esa vez yo estuve ausente Me contrataron para tocar en Occobamba, por Andahuaylas. Ahora estoy en manos de los sinchis acusado de terrorista. Han dicho que hoy en la madrugada me mataran y quemarén mis restos... Ese momento, hablando cuando estaba, asomé de un de repente sobre un morro la misma alma condenada que hacfa poco hablaius hecho errar con Wayra subiéndonos sobre e] camino. Al descubrimos, répido répido només se vino, iOggg! iOggg!, rugiende. -No se preocupen ~dijo el hombre alzando su violin, no- tando nuestro apuro-. Vamos a hacerla bailar. ‘Tiene que bal lar! ¥ antes que llegara a nuestro lado, sacando con el arco alegres notas de las cuerdas: ~iBalla! -le ordené. ~WBailar? iQuién? é¥o? -dijo el énima confundida. Si, ti, balla -repiti6 el miisico haciendo vibrar con mayor fuerza las cuerdas de su instrumento. Quiso resistirse, mas al escuchar fa tonadita alegre de ese cernaval ayacuchano que acaso Ie recordé su pueblo, por fin se decidi6, ~Ayl... por ser t& quien eres bailaré ~dijo-. porque la ver- 22 dad Ja verdad es que... bueno, a mi en fa vida mucho me gusta- ba el baile Y danz6 dandose varias vueltas, haciendo chicotear el vuelo de su vestido. -Ahora si, vayanse ~dijo después mientras se alejaba~, por ahi viene el gobernador, con éI no podrés. Con toda seguridad les devorard. ~iNo importa! ~respondié el ayrebam Lo haré bailar también, Y nos aconsejé no apartarnos hasta que pasara, seguin dijo, el més peligroso de todos. Después ya podriamos irnos dizque tranquilos, pues pasando esta montafia. cerca quedaba Auquimarca Ni bien desaparecié ef condenado cuando, ishail! ishall! , oimos un ruido de cadenas, Este otro, que avanzaba en un tro- no de fuego en unas andas tiradas por cuatro gallos colorados, botaba llamas por los ojos y por la boca, ~iBuscu mil salvacivvvooodn! ~gritabe-. iAhora fos devorareeeeeeé! Yo me asusté, Quise correr. Mas Wayra y ef violinista me calmaron. ila! Dice que ha de salvarse con nosotros -se burl6 éste empezando a tocar con entusiasmo. En seguida ordené-: iBai- lal }o-. iQue venga! El condenado se detuvo. Paré las orejas. Se resistié a ba lar. As{ estuvo buen rato. ~Si no fuera por ese allko de cuatro ojos te devoraria ~amenaz6, ~iBaila! -insistié ef hombre-. No puedes alcanzarme. El condenado se resistfa se resistia. Parecia luchar consigo mismo. La musica era cada vez mas contagiente, Finalmente, se decidid, Bajéndose del trono, bailé sobre las ands. ishall! isha, haciendo sonar las cadenas con las que se hallaba asegurado. 95 u Después, cuando disminuyé la mitsica, se alej6, mudo, como avergonzado. A a carrera se Io Ilevaron Ios gallos de bajada. ~iUstedes también bailen! ~dijo después e! ayrabambino, riendo, cambiando [a miisica por una de mi pueblo. No pudiendo contenerme, yo bailé, dando varias vueltas, alegre, viendo que Wayra hacia lo mismo. “Gracias, buen hombre -diciendo nos despedimos poco des- pues, ~iAdi6s seftoral iAdiés allko! Cast ananecia ya y estaba nevando sobre Auquimarca cuan- do flegamos. A media montafia habia una grieta que parecia ser la en- trad Decididos, nos disponfamos a ingresar, cuando en eso of- mos una voz que parecia venir de muy lejos retumbando entre fas nubes “iCerro Auquimarca! iCerro Auguimarca dormifén! —i¥au! -respondié en seguida una voz en la cumbre entre el ruido de un parpadear de alas. —i¥es a una mujer con un alfko frente a tu puerta? -iS{ los estoy viendo cerro Rasuhutica afborotau! —iLos dejaras pasar a tos dos? ~iA ella sf, a su hualiqui no! ~iEso mismo te iba a decir! Bl allko espantaré a tu gana- dol, ano ves que tiene cuatro ojos? -iSf, sobre todo a mis vizcachas y a mis venados! iNo lo dejaré entrar! —i¥au! Los cerros terminaron de conversar. Nosotros, que ore- jedbamos, vimos salir de pronto de entre ef manto de neblina de la cumbre a un halcén blanco envuelto en un aura azulina que veloz bajaba hacia nosotros. ‘Suspendiéndose en el aire. con una vibracién rapidisima de sus afas, tal un picafior, hablé, ~Td, mujer, puedes pasar si gustas a mi reino donde viven tus padres, parientes y paisanos: pero te advierto: no puedes quedarte para siempre aqui. Tu lugar no es éste, sino ef que te sefiale Taita Rumi, ef Padre o Sefior de fas Piedras, alld en Chavin de Hudntar, muy cerca donde nace el rio Maraiién. ¥ ti, allko ~dijo dirigiéndose a Wayra-, no puedes entrar. A la zorra ma- dre no le gustaré tu presencia, ni a:mis venados, ni a mis vizcachas bigotes de plata. Entiendes? Desalentados, Wayra y yo nos mirarnos. Entonces le dije al allko. ~iMe esperards? Tengo muchas ganas de ver a mis viejos. de alazartus; sin embargo, trataré de no demorar, 6Que dices? ~Anda només, Rosa -respondié de buen grado-. Yo espe- raré, Me halfarés rondando por acé cuando salgas. Agradecida, acaricié su blanda cabecita con hatto carifio, Ei padre Auquimarca vol6 en esos instantes hacia la cima, Yo, decidida, ingresé en la montafa Ms be una semana ya de instruccién, Liborio. Ahora ma- nejas con facilidad revéiver, carabina, fal y también ya sabes preparar los “quesos rusos”, esas bombas caseras con alambres y-clavos en su dentro, de fos que hablaba fa camerada Angicha Hoy en [a mariana, como ningtin otro dia, les han exigico bas ‘ante haciéndoles correr con las armas en la mano, ordenén- doles tirarse cuerpo a tierra y a colocar el arma en mampuesta, 25 Terminado el entrenamiento, se ocupan seguidamente en desmontar ef arma, en limpiarla y volverla a montar apren: diendo a cargarla. Los pampinos estan medio torpes todavia. Peor los reclutas nuevos. Mas tarde, Ia comandante, luego de hacerfes entonar can- cciones revolucionarias. les da explicacién politica: La tlerra ha- bla demorado dizque quince mil millones de afios, compafieros, para llegar a la luz que era el Partido Comunista def Pert dirigi- do por ef pensamiento gufa def camarada Gonzalo, que asi se llama, ya sabes, el jefe supremo de Sendero Luminoso, Durante el incanato existieron clertas tiranias y por eso habian perdido ante los espafioles, Por primera vez observas que tiene el rostro duro, seco, cerrado, y en sus ojos un extraiio brillor de dureza y firme convencimiento. Luego éstos, los espaiias y sus descen- dientes, contintia, se apoderaron de las tierras de los naturales, hasta que en 1980 un sol rojo iluminaba el planeta, y ése era el Partido, que iba a iniciar ef largo camino de fa liberacidn. Pues ena China de Mao Tse Tung, Jsablan?, habla duady veinte: aqui continuaria hasta las titimas consecuencias a fin de conso- lidar la Repiiblica Popular de Nueva Democracia sobre las ru nas de! Perit actual. Iban a abatir, compafieros, el capitalismo burocrdtico y el semifeudalismo. Ay, caracho, eso s{ que nadita entiendes. Ella parece advertirlo y se apresura a hacer aclara- cidn: sobre estos términos, compaferos, que para algunos de ustedes son desconocidos, poco a poco, vamos a irles explican- do conforme pasen Ios dias. Libros también iban a darles a leer. Dos horas después termina la reunién dando vivas al Partido Comunista del Pert, al camarada Gonzalo y a Ja guerra popular. Es pe noche. Dentro de Ie cueva estan preparando Ia cena Hace sélo media hora que llegé un pelotén con el camarada 26 Santos, Tres dias estuvieron ausentes realizando un operativo. Puros experimentados fueron. Los nuevos se quedaron con Angicha, Alrededor del fuego, que arde con troncos y ramas secas. dos mujeres y un varén estén asando trozos de chalona de [la- ma, tosiendo de cuando en cuando con la hurhera. La cueva es grande, Parece socavén de mina, donde caben, bien apifiaditas, las treinta personas que son, entre hombres ¥ mujeres. Cueva natural, agrandada a pulso por los compafieros. Hay también otras més chicas por alli cerca donde guardan las municiones, armas, viveres, medicinas y donde hasta se duerme. Bien es- condido este campamento, ubicado en una quebrada, con pe- fiones que ocultan [os socavones y sobre todo esos arbustos de follajes espesos cuyas ramas cuelgan sobre las entradas. Tam- bién la paja brava crece alta por estos parajes. Algunos conversan afuerita de fa cueva, envueltos con sus ponchos, fumando y sirviéndose un trago de corto que circula de mai en iano para aguantar el frfo ~un frlo que penetra hasta los huesos-, ef tanto [es Hega su racién de care asada, con algunas papas. No hay sal ni aff Aqui dentro, fos recién llegados estén que comentan, en- tre asustados y risuefios. las ocurrencias de Ja tltima accién ocurrida en Secllas, en el ataque al puesto policial que Io dinamitaron dizque hasta los cimientos, con el propésito de que {a guardia civil se retirara definitivamente def [ugar. "Menos mal. dice Carfa, que nos apoyé la gente de Sarquincha proporcio- nandonos caballos frescos y esperéndonos en as afueras por si hublera un contrataque. que felizmente no se dio”. El camara- da Santos, en tanto fuma, no presta atencién al relato de fa compaiiera, més parece concentrado en otros pensamientos. Quien esié muy atenta a fa conversacién es Angicha. Volvién- dose, les dice sonriente a ustedes fos rectutas nuevos, Espérense només, ya van a tener su experiencia de combate. ahi los 97 quiero ver. Ustedes rien celebréndolo; mas ella vuefve a poner atenci6n en Carla, quien dice alegrarse por no haber habido bajas. “S6lo con raspetones hemos salido”, manifiesta. ‘Aventpo en Auquimarca un nuevo clelo se abrfa, alto, color ptirpura, donde brillaba el sol de la mafiana (acaso el mismo que alumbraba afuera) y se respiraba aire puro, fresco, que ve- nia de esas hermosas campifias hacia donde yo me aproximaba caminando sobre una verde pradera, Mas allé se alzaban sua- ves lomadas cubiertas de pastos jugosos. donde las Hamas, alpacas y vicufias se vefan como nubes. Cuando avanzaba entre fuertos de frutales, por donde dis- curtfan murmulfantes arroyitos, una misica irrumpi6 de stibi- to hactendo volar a Jas avecillas en todas direcciones. Una com- parsa de ballantes aparecié entonces, tomando chicha y dando guajidos, entre avellanas que empezaron a reventar en el cielo dejando nubecitas. Yo quise esconderme, pero ya no pude. ~iSefioral iNenga, venga, no se esconda! -me gritaron. No tuve mas remedio que quedarme paradita, esperéndo- los. A muchas personas, entre parlentes y paisanos, reconoct. ~iVamos, dofia Rosa, entre usted a la fiesta! ~diciendo v- nieron a saludarme y abrazarme, sin preguntar cudndo me ha- bia muerto, Me invitaron chicha. Después, don Mauricio Chapiltiquén. un paisano que habfa muerto hacia muchos aos, ofreciéndome su brazo, me invité a engancharme a fos demas para entrar en la huayllashada. Pero me disculpé con delicade- za, diciéndoles que estaba en busca de mi mamita y mi taita, que més bien me dieran noticia dénde només podria encon- trarlos. Se consultaron entre ellos. Finalmente, una que fue mi sobrina, me dijo, 28 -A Ia vuelta de esa lomita, al pie de un bosque de eucalip- 105, los va usted falfar, tf. ~Graclas ~les dije-. Con ellos taf vez venga a darles alcan- ce. Si, tia, vengase ~me respondié la misma muchacha-. No- sotros nos estamos yendo a la chacra de fos aukis a cosechar usais, esas papas grandes. amarillosas. Vamos a hacer pachamanca celebrando ef nacimiento de las criftas de la venada shilpi rinri. Véngase, tréigalos a mis t(os. Nuevamente agradeciéndole a fa muchacha, empecé a ale- Jarme, en tanto ellos volvian al baile, moviéndose al compas de tinyas, quenes y zampofias. Hina, ioe qué enfermedad te has muerto? Botando su hilado, habia corrido mi mamita a abrazarme con qué emocién. con qué carifio. Varias mujeres que pastoreaban con efla un rebafio de ovejas de lana blanquisima, se acercaron también a darme fa bienvenida. ~De pena, mamita, de pena me he muerto. ‘An{ fue que lforando fe conté de mi Liborio, de sus padec mientos en esa guerra y del viaje que me habfa tocado em- prender hacia Chavin de Huéntar, la raiz dei mundo, segtin me lo habia hecho saber el padre Auquimarca ~iY quién fue el padre de tu hijo? éAlguno de nuestros pai- sanos? i) Bue hijo de Pedro Orcco. mamita ~le dije-. del dios mon- tafia de nuestro pueblo. Del wamani? Si, del wamani. 4Y cémo només ocurtid eso, hija? 29 Entonces le referi que luego que ella y mi taita se murie- ron en el terremoto de ese afio. yo. que empezaba a hacerme sefiorita, viendo que [os jévenes y hasta los hombres adultos me perseguian, enamordndome aquéllos y ofteciendo dejar a sus mujeres y casarse conmigo éstos, y siendo consciente de que las mujeres me miraban envidiosas y cefosas, fue que deci- di retirarme del pueblo ¢ irme a vivir 2 nuestra choza de Ia Jalca, mamita, donde me dediqué af pastoreo de nuestras ove- Jas y al de algunas personas que me encargaron a cambio de fentos, All vivia yo, slo acompariada de nuestros perros En las noches, dormfa con un cuchiffo al afcance de mi mano, bien plantado al centro de una cruz dibujada en el suefo, tal ‘como una vez escuché decir que eso era bueno para espantar a fos malos espiritus. “También a fas malas intenciones de fos hombres, hija, -Si, justamente, Como usted dice, mamita, no s6lo me sir- ‘vid para ahuyentar a los espiritus mafos, sino también para con- (ener a fos liombies yue varias veces intentaron abusarme, como el Lorenzo Taipe, hombre casado, con cuatro hijos. a quien puse el pufial en ef pecho haciéndolo retroceder acobar- dado cuando ya estaba entrando en la choza. © af Pajla Bolo, hijo de un pudiente de Ocros, a quien puse ef cuchillo en la garganta cuando una vez hallandome sola en el campo preten- dié subirme a la fuerza a su caballo. Desde entonces, fos hom- bres me miraban con una mezcla de temor, admlracién y res- peto. La gente dejé de tlamarme Rosa Wanka para nombrarme con el mote de Rosa Cuchilfo. -LY Io del wamani?, no me has contado atin dijo después. cuando nos dirigfamos en busca de mi viejo, a quien tenia tan- tas ganas de abrazarlo antes de despedirme. “An, sf... Bueno, una noche de tormenta cuando me ha- Haba acostada y empezaba a dormirme, a pesar de la ronazdn de los cielos que hacian estremecer la chocita, of una voz de 30 hombre que me Ilamaba de afuera. Répidamente cog! el pufial y me aproximé a Ia puerta con sigilo, Aguaité por fa hendidura y. Sorprendida del silencio de mis perros, taf si estuvieran au- sentes, vi en medio de la noche negra, iluminado por los bre- ves fulgores de fos relémpagos. a un hombre alto, fornido. con un cuero de céndor sobre la cabeza, vestido con chamarra y pantalén de vicufia. calzando ojotas. que me hablaba con dul- zura desde afuera como si me estuviera viendo. ~-Abreme, hija. Ya sabes quién soy, éverdad? Antes, arroja tu cuchillo, Ef acero me hace dajio,” -Y al ver su barba rubia, su cabello largo hasta los hom- bros, ya no dudé que quien me estaba ordenando era el taita Pedro Orcco, ef dios montafia que daba proteccién a nuestro pueblo. Deseosa de cumplir su mandato y muy enamorada tam- bién, arrojé lejos el cuchillo y lo dejé entrar. Mis perros con los ojos abiertos estaban como petrificados. -¥ después que tuviste relaciones con éI, ino intenté encantarte?, illevarte al interior de la montafa? i, querfa que me fuera a vivir adentro con él, en su pala- cio. Yo tenfa miedo y fe supliqué que me dejara un tiempo en mi chocita, con mis animales, que no me flevara todavia. Sin em- bargo, por esos dias paraba detrés detrds nomads de mi Domingo. a quien le adverti que ya estaba comprometida con el Oreco y acaso tendria un hijo de él. Me crea y no me crefa, en todo caso dijo que él se harfa cargo de la criatura cuando naciera. Y asi fue Tiempo después tendria también su hijo de él: mi Simoncito. Pedro Orcco no te castigé por eso, hija? Los dioses son vengativos. -S6lo en mis suefios se apareci6 una vez, molesto. dicién- dome que a mi personalmente no me haria dafio porque lleva- ba un hijo de é{ en mis entratias. pero que por mi culpa todo ef pueblo sufrirfa su castigo. ¥ de veras, ese afio fue mal afio, no hubo Iuvias y los animales no aumentaron como otros afios. 31 iPon rw pucle abrazarlo a mi pobre viejo! Agarradito su som- brero corrié hacia mi al reconocerme. Mi mamita y yo habfamos dejado atrés una pampa verde- cita, lena de vicuiias, y un bosque de alisos. Al salir al claro lo vimos junto a mucha gente, gustindose dizque de las compe- tencias de Ios dioses montafia que se encontraban de visita en Auquimarca. ~iHija, hijita, por fin llegaste! ~dictendo se arrodillé doblando sus manos en agradecimiento a taita Wari Wirakocha. Yo no quise quitarle su alegria ese rato diciéndole que s6fo estaba de paso. Harto dolor tuve en mi corazén pensando que tendrfa que dlejarlos por seguir los mandatos de la Providencia Parlamos breve breve. Alli se enterd cémo habla llegado. Lamenté mucho que Wayra no hubiese podido entrar. Lo re- cordaba con gran carifio, pues fue éf quien Io hizo llegar tierni- toa la casa, Seguidamente, me llev6 a conocer a los jirkas. ‘Alli estaban los dioses, haciéndose fos peleadores algunos: otros, apartados, s6lo conversaban acariciando algtin zorro, venado 0 vizcacha. Ese de ahil, ef més corpulento que quiere tumbarlo al otro, es ef Rasuhuilca y su contendor, el Jarhuarasu, quien fleva en- vuelta alrededor de su cintura una honda de oro. Ef que mira sontiendlo, con los brazos cruzados, es ef Apu Salkantay. ¥ ese alto, medio canoso, que esté a su lado, el Huascarén. Los que conversaban a un lado eran dizque certos meno- res y habia entre elfos también mujeres, como Ia Picota y fa Emicha, de Ayacucho, de quienes en sus lugares decian que eran cerros chiicaros; pero aiff se fas vela tranquilas. vistiendo potleras de colores y pafiotones. Emicha tenia entre sus brazos una vizcachita y refa a carcajadas de cuando en cuando de fas bromas que al parecer les estaba haciendo ef Acuchimay, De un de tepente, el Jarhuarasu cayé al suelo tumbado 32 maiamente por ef Rasuhuilca entre un coro de carcajadas, Aver- gonzado se levanté aquél forzando una sonrisa, ~A ver conmigo, a ver conmigo -reté el Apu Salkantay yén- dose a pulsear con el Rasuhuilca, Mas, en ese instante. asomd un halcén que poco después se posé en Ia huaylla. Cuando tomo apariencia de hombre todos fo reconocieron como el Qoropuna, Caballeroso, esteché la mano de todos los wamanis que se aproximaron a saludarlo. Como et Huascaran, e! Qoropune también era canoso, pero menos corpulento. Canséndonos de mirar [a apostura de esos dioses con apa- Fiencia de guerreros, los tres, con mi mamita y mi taita, nos alejamos a pasear entre los érboles de la floresta donde una bullangueria de jilgueritos parecian daros a bienvenida. Gratos momentos pasamos ocupados en revivir nuestros recuerdos, mientras en el claro del bosque seguia la competen- cia de los wamanis. Mucito re agradan os labios entreabiertos como flor que tlene Angicha, Liborio; sus senos pequefios, erguidos entre la blusa: sus trenzas menudas recogidas para atrds, tal como usan las muchachas de las alturas de Huanta, aunque ella es univer- sitarla, segdin te has enterado. Justamente es su sencillez la que te gusta ante todo. Hace dos noches només les conté algo de su vida, Sus padres eran pequeiios propietarios de tierras en su pueblo, y haciendo un esfuerzo la enviaron a estudiar secun- daria en Ayacucho. Cuando cursaba e! iltimo afo en el colegio Guamédn Pome de Ayala fue reclutada para Sendero Luminoso por el propio Abimae! Guemén o camarada Gonzalo, quien era profesor en [a Universidad y alto dirigente comunista. De ese modo fue que hizo huelgas con sus compajieros contra Ia 33 dictadura de Morales Bermitdez. Riendo les contaba: fbamos de colegio en colegio sacdndoles para protestar por la nota once que nos querian poner como desaprobatoria. Cuando venian Jos guardias los enfrentébamos a piedras mientras gritébamos consignas insultandolos. Ya como universitaria hizo trabajo politico en los alrede- dores de Huamanga. sobre todo en el valle del Pongora, donde ayud6 en [a creacién del Frente de Pequefios Agricultores. Alli tengo mi ahijada y mis compadres, jes confid divertida, y para mi cumpleafios, que ya se avecina, a ver me acompafian. Me han dicho que van a matar chancho, carnero, gallinas... y uste- des, alegrosos, no se olvide, sefiorita, de Hlevarnos. ¥ ella, con un bajén de ojos terrible, Seforita no, compefiera. Los pemés roncan a tu lado. TU estas despierto, moviéndote de un lado para otro, sin poder conciltar el suefiv. No es ef frio Jo que te tiene despierto, ni la tos seca que a veces se escucha del vigia que se pasea afuera soportando Ia quemazén de la nieve que, como polvillo, debe estar cayendo a esa hora cu- briendo las quebradas y Ios montes. No duermes porque tu pen- samiento esta fijo en la comandante Angicha, mujer admirable que tiene de paloma y fiera, segin has podido darte cuenta Como paloma, piensas, te recuerda a la Hildacha, la tierna don- cella que amaste de pequefioy que se murié en esa edad nomas cayéndose a una quebrada cuando iba detrés de sus cabras Fiera también parece a veces la comandante, sobre todo cuan- do les da la voz de mando para rampar © tirarse cuerpo a tierra, cuando les da lecciones de politica. Su rostro se pone tenso, su mirada parece traspasar Ios arboles, [as colinas, las montayias Santos es més bien frio, sereno, da la impresion de no pa- decer ni sentir nada. Como si todo fuera come tiene que ser, ast 34 només le gusta mirar las cosas. Es mas bien meditativo y muy cauto en sus palabras. Piensa mucho antes de hablar. Ambos son los mandos de la célula. Ella dizque mando mi litar, €1 dizque politico. Ahora que el suefio te esté agarrando, aparece Angicha con su alma de ave, ésa que a ti te gusta. Como saliendo de entre la neblina, la estas viendo Iamarte. sonriendo. haciéndote sefias, vestica con uniforme de campafia, Est subiendo por una lade- Ta gredosa, resbaléndose a ratos, empufiando su fusil. Arriba, el cielo con pocas nubes. Y ti apurando apurando el paso. ~&Rosa? {Rosa Cuchillo? ‘Tres sombras aparecieron en ef camino. bajo la luna, cuan- do yo avanzaba por un desfiladero, después de comprobar con amargura y resentimiento que Wayra no se hallaba esperan- dome a fa salida de Augutmarca. La grieta de la montafia se habia cerrado tras de mi apenas me despedi de mis padres, llorando. ~&Rosa’? ares ti? Las sombras avanzaron, y yo pude verlas mejor: mujeres eran. Tenfan shucalpide la cabeza con un rebozo negro como st fuera velo. Sus trajes largos. campanudos, que flotaban altitos del suelo sin dejar ver los pies, también eran de ese color Almas condenadas a lo mejor serén, diciendo tuve miedo. Pero ya no habia ni cémo escaparse. Asi es que avancé només sin responderles. La luna, que ese ratito empezaba a alzarse mas sobre la cordillera, hizo clarear bonito el camino, iluminando sus ros- tros que a mi me parecieron conocidos. ~iDofia Francisca no es usted? -dije sdlo:por decir, diri- giéndome a una de ellas, 35 Las mujeres se alborotaron al escuchar mi voz, compro- bando asi que yo misma era. Yo soy pues, mujer ~diclendo vino a abrazarme la nom- brada. Al aproximarse, la reconoct mejor. De veras, dofta Fran- cisca era, quien se murié en el terremoto ese mismo aho que mis taitas. Otra era dofia Juana Rojas, que vivia pasando el puentecito de Puyopampa y murié aguadijandose con el wifeu Y, la més anciana, mi prima Claudina, a quien yo decia tia cuan- do estaba viva, porque siendo yo nifia atin, ella era ya mujer madura iCémo només me reconocieron? ~pregunté luego que acabamos de abrazarnos. ~Sablamos que venias, y por eso estuvimos al tanto de verte aparecer —iSabian? -me sorprendi-. 6Y como asi? —Tu perro Wayra nos avis6 cuando dos gatos negros se Io evaban por el camino. “8Y quignes eran esos gatos negros? ios sabe, mujer, a Io mejor demonios... Me entré una profunda tristeza y un gran desamparo. Pero no te aflijas. Llegards hasta Taita Rumi, mujer, con nuestra indicacién. “Gracias, mamitas. £Y ustedes... ustedes por dénde se van? —Nosotras estamos yendo a Illaurocancha a traer @ un p: sano que esté por morirse, A tl también te hubiéramos acom- paitado hasta estos lugares, pero te acabasie tan rapido... Ade- més, supimos que Wayra te guiaria, “Ustedes son entonces fas almas de... -Si, las Almas de la Sentencia, las encargadas de traer a los vivos al mundo de los muertos. ~8Y a quién pues fo van a traer de Illaurocancha? -A su alma del Mariano Ochante, mujer. que antes de mo- rirse esta recogiendo sus pasos. 36 -tDe don Mariano Ochante?, del yana uma? -Si, de 1 mismo, Eran ellos, fos senderistas. fos que fe habfan puesto su mal nombre de yana uma, cabeza negra, a don Mariano Ochante. Porque primero como rondero, luego como jefe de los mis- mos, estuvo en contra de aquéllos en esos grupos armados que los cachacos organizaron bajo el nombre de Defensa Civil, ha- ciéndoles enfrentar a veces familia contra familia o paisanos contra paisanos. Ahora tiltimo noms los senderistas lo hirie- ton de muerte y, ve, pues, parece que su alma ya estaba andan- do. —Wen, vamos a rezarle al Gran Gépaj. nuestro dios. para que te guie por buen camino, mujer ~interrumpi6 mis pensa- mientos dofia Francisca, llevéndome de la mano hasta un altito donde me seftalé la Cruz de Katarp6n o Katachilla, que ese rato bonito brillaba arriba en el cielo. Las demés mujeres, que ve- nfan atrds, se arrodillaron también junto a nosotras. La Zaramama, la Cocamama, las Siete Cabrillas, el Venado con su cria, empezaron como a palpitar ante nuesiros ojos en el firmamento. asoméndose a oir nuestras stiplicas seguro. Av, canacio, los gallos ya estén cantando y nadita me en- ta suefio... ya serd de madrugada seguro... 0 seré que los ani males se han despertado con el iratatatatatata! de las metraltas que viene de abajo, del rio, del puesto de vigilancia de los sol- dados y republicanos que cuidan el puente refaccionado desde que lo volaron fos senderos... De puro miedo, los cachacos ha- cen esos disparos al aire en las noches... Ternen que los terrucos fos ataquen por sorpresa, como ya ha sucedido otras veces. Desde aqui, desde esta casa de dofia Ricardina que todos pien- san abandonada, algunas noches veo que pasan por la ladera 37 del frente fos alzacios que vienen de la direccién del Cuzco, alum- bréndose con una lamparita de carburo cuando la noche esté muy negra o hay neblina... Por ahi cruzan el rfo Pampas... Cuan- do bajan en el dia, los cachacos se quedan en su puesto només, no salen... Sdlo a veces se miran frente a frente, de sol a sol. y ponen sus banderas desafiandose... sas fuerzas combinadas del Bjército y la policfa son las que ahora controlan todos estos lugares... Son alrededor de cuarenta hombres fos que viven en ese campamento.., Ellos fueron Ios que me obligaron a pasar lista todas las noches a Ios poquisimos que quedan en Mlaurocancha... s6lo viejos, como yo, mujeres y criaturas... Desde que me balearon los senderos estoy escondido aqu... que crean que me he muerto, mejor... ya no quiero saber nada con nadie... Aunque de repente me moriré pronto... fa herida se estd infectando mas y més, y Ia fiebre también sube y baja, sube y baja... Si no fuera par dofta Emilia Achahuanco me ha- bria muerto... Es ella la que me socorre trayéndome alimentos y remeditos ¥ hasta cuida de mis animales, que estén de su cuenta y que cualquier rato seguro se fos cargan fos cachacos © Ios terrucos. iCon gue tii eres Mariano Ochante, no?, diciendo asi me soltaron dos balazos los terrucos al tiempo que yo me tiraba al suelo como buen rondero que fui, conocedor de fas maniobras det armamento, y que recib{ instrucciones de! mismo coman- dante Huayhuaco, un civil jefe de rondas que asi se hacia Ila- mar alld en el campamento de Oreja de Perro... Sin embargo. una de fas balas me impacté en el pomulo Izquierdo haciéndo- me perder el conocimiento... Ya lo liquidamos a éste dirian se- guramente vigndome inmévil, botado en el suelo, con mf ros- tro chorreando sangre... Antes me habian enviado una nota 38 diciendo que querfan conversar conmigo tal dia y en tal sitio, que no iban a hacerme dafto: pero no ful, recordando lo que le hicieron a un jefe rondero de Santa Rosa. a quien habiéndole ofrecido respetar su vida, luego de sacarle como colaboracién zapatillas y ropa para un pelotén entero, fo balearon cobarde- mente. Por eso yo no ful... Hasta que ese dia se presentaron de un de repente en mi casa, arrlesgandose de toparse con Ia pa- trulla de fos “linces" , que casi a diario pasa por aqui controlan- do estos lugares... No me dieron tiempo para nada. Eran cuatro senderistas que flevaban en ef cinto granadas y cuchillos y en el quipe las armas. Antes que les pudiera responder si era o no Mariano Ochante. me dispararon... ¥ se fueron dejando tirado tun cartel a mi lado donde decfa. igual que para el rondero de Santa Rosa: “Asi mueren fos perros yana umas, traidores.” ¥ firmaba ef Partido Comunista def Pert. Pero Lo que no llegaron a imaginarse fue que la bala s6lo habia chocado en ef hueso, menos mal, aunque quedéndose Incrustada de todas maneras, resbalanclo después hacia aden- tro donde sigue afojada... Si hubiera sido en épocas tranquilas habria podido irme a Pomabamba, donde hasta hace poco ha- bia médicos. Utimamente ya no hay ni posta médica. Los sen- deros la han hecho volar a dinamitazos... Ir mas lejos es riesgoso. Todos los caminos estén vigilados, si no es por los cachacos. por los senderos... Si me ven los cachacos asi como estoy con esta herida, son capaces de decirme que seguro soy terruco. que he ido a hacer acciones en Ia noche y alli me han herido con esa acusacién hasta me pueden hacer desaparecer. Asi proceden con cualquier sospechoso... De igual modo, si me ven los senderos también me rematan... Por todos lados, estoy fregao... Sélo en este refugio me siento seguro... A dofia Emilia 39 le he suplicado que a nadie informe mi paradero... Ayer me contaba que algunas mujeres y niftos de los caserios cercanos estaban viniendo a buscarme para registrarse... Todas esas per- sonas estén permanentemente controladas, interrogadas. Si tratan de ocultarse 0 no comparecen, los cachacos van y las matan... Hay anexos donde [os maridos de las mujeres estan en las guerrillas. Ellas entonces tienen que decir que no los ven, que ya nada las ata a ellos... SI por una casualidad los cachacos se enteran de que regres6 y no fue denunciado por su mujer, a punta de bayonetazos © culatazos fa fiquidan a ésta por mas que sus criaturas se abracen a ella y se arrodillen, lloren y re- cen pidiendo clemencia... Ay. carajo, qué feo que mi cara arde y late... sigue hinchada... Ese emplasto de hierbas que me puso dofa Emilia Achahuanco me la ha refrescado bien durante va- ros dias, Pero otra vez siento el ardor y una comezén junto a {a herida, No puedo ni rascatme siqutera porque me pica por dentro, Pudriéndome estaré quizé, pues a veces sale eguadija con un olor pestileme... Se acasé Ja noche, Ain brillaba en el cielo Ia estrella del amanecer, ef cuchi pishtag. Clareé el dia. y yo me hallaba sola 7 desamparaca en medio de dos caminos que se cruzaban, Por las sefias, éste seria el tugar donde. segiin me dijeron las Aimas de Ia Sentencia, encontraria a Taita Rumi, ef Padre o Sefior de Jas Piedras, quien me indicarfa la ruta a seguir en mi viaje. Abajo. erguido en medio de la fadera que rodaba hacia fa quebrada, se veia el templo ceremonial de Chavin de Hudntar refaccionado por la mano de Ios cristlanos, “Antes, mujer, el mismo dios War! Wirakocha, en su figura de BI Lanz6n, era quien sefialaba los caminos. Ahora es Taita Rumi debido a que los dioses se han trasladadio hacia fos nevados cle mas al norte” 40 Estaba sin duda, pues, en el fugar donde se untan los cielos y la tierra; mas no estaba Taita Rumi, {Qué hacer? Me arrodillé ¥ me puse a rezar mirando los caminos. El de la izquierda era llano, ancho, con flores que crectan a los costados, desde el cual podfa verse més alla un chorro de agua precipiténdose torrentoso. El de en medio, que era fa continuacién de la senda por donde yo vine, era un camino regular. de fos normales que unen los pueblos en todas partes. A la derecha. habia uno delgadito, como camino de cabra. Subla entre matorrales y pa- recia que por ahi només se acababa Decidi tomar el camino grande, més que nada por el agua. pues la sed me atormentaba en ese instante. Avancé, avancé, y cuando llegué me di cuenta, con harta desifusién, que el cho- 10 estaba al otro fado de un abismo. Aunque desalentada, segui avanzando, Hacia un calor so- focante y a la distancia se veia vibrar el aire tal si hirviera Esas flores parecidas a las rosas poco a poco fueron que- dando atrés dejéncdome su aroma picante en las narices. Ningiin ave volaba en ese cielo con resplandores rojizos. metélicos, ni huishqus siquiera. El camino iba de bajada. Mas adelante, se abria a una ex- planada verde flanqueada por lineas de montafias. El olor hti- medo de la hierba y un rumor de aguas corrientes que cret percibir después me animaron @ continuar cuando ya pensaba volverme af punto inicial en espera de algun milagro, ¥ como qué, ya mas abajo, asoméndome a un altito, pude ver un rio de aguas negras, que corrfan como alocadas. Deseosa de tomer esa agua asi sea turbla, eché a correr. alentada alentada La nocue alumbrada s6lo por las estrellas que parpadean en un cielo negro, Los perros que ladran al otro lado del rio, 4 alborotadios como cuando presienten algo. ¥ ustedes [os nue- ‘vos avanzando avanzando hacia su primera experiencia de com- bate sintiendo que Ia sangre golpea sus sentidos. Situ madre supiera, Liborio, en lo que andas metido, pien- sas, iqué dirla? A estas alturas ella debe estar ya extrafiandote, nerviosa, preocupada por tu demora, Sus ojos le faltarén segu- to mirando hacia el alto del Ayan, por donde baja entre euca- fiptos ef camino que viene de Ocros. Ya Irfas a verla pidiendo permiso al Partido si es que salfas bien librado de fa contienda. Entonces la abrazarfas fuerte con tus largos brazos, besando su frente; pero no le confiarias nada todavia de tu compromiso con la guerra. ni sabria tampoco que ahora tenfas otro nom- bre: Tupac, para tus compajieros. Son més de sesenta -teforzados con combatientes de base de Rasuhuilca~ y estan aproximandose al pueblo de Quinua a atacar el puesto polictal, No muy lejos de allf esté fa pampa con el obelisco que recuerda fa derrota de fos espafioles por el ge- neral Sucre. “Sin embargo, los més grandes derrotados, dijo el camarada Santos una noche, fueron fos propios naturales, por- que los criollos vencedores y sus herederos igual nos siguen explotando hasta hoy” Con la lucha de los compafieros ahora, piensas, écambiardn fas cosas? Por indicaciones de los mandos. se han dividido en tres destacamentos: de ataque, de contencién y de retirada. Tu es- és, por decision de Angicha, en el grupo de ataque comandado por ella y por Santos y que tomarén posiciones de tiro frente a Ia guarnicién policial Estés algo nervioso. Tu cuerpo tiembla ligeramente, Sacas un cuartito de ron que Hevas en el quipe y te lo tiras hasta la mitad. Ah, slentes que te abriga y te da calor. Empufias con fuer za la vieja escopeta de cartuchos que te han dado y tratas de emparejarte con los demas de tu grupo, 42 Detrés de ti, alenténdose entre elfos. marchan los més jé- venes ¢ inexpertos def contingente, comandados por Carla. Van armados s61o de hondas. cuchillos, machetes, picas y “quesos Tusos’. Tienen ordenes de atacar por la parte de atrés lanzando Tos "quesos” Un tal Yoni, que habia llegado ya oscureciendo con un gru- po de ocho mificianos de San Miguel, fue ef encargado de la contencién. Ya pasaron el primer bosque de eucaliptos, ef viento esté camo y los perros han dejado de alborotar al otro lado del rfo. Angicha avanza adelante, medio agachada, con la metra- lleta lista, efudiendo los colchones de hojarasca para no hacer tuldo, Se vuelve hacia ustedes: Alerta, compafieros, se coloca- ran sus pasamontajias. Te cubtieras, Tépac. aunque fuera con tu pafiuelo; no mostraras [a cara. era peligroso. Ella también se sube el cuello de fa chompa hasta cerca de los ojos. Esos ojos achinaditos que tanto a ti te alocan. las sifuetas de las casas estén ya delante de ustedes. Mis allacito se extiende la caffe lena de escalinatas de pledra. Hacia alli se arrastran buscando ubicarse en la mejor posicién de tiro, Los bos guardias que se encuentran de centinelas en la Puerta caen abatidos por fos francotiradores, mientras otro gru- po bolea perardos encendidos al interior del puesto y las explo- siones se suceden unas 1ras otras, entre el entrevero de los dispatos y los gritos: ~iCausachum fa fucha armada! ~iCausachum! Los policias que dormian adentro, sallendo de su suefio a tuna pesadilla, no saben fo que ocurre, Plensan que es el fin del mundo: ven candela, oyen explosiones. golpes de latas y alari- 43 dos por todos lads. Y cuando corren gritando hacia a calle son abatidos los primeros, en tanto que fos demés recién caen en la cuenta de que son victimas de un ataque. iSon los terrucos carajol, gritan. ¥ responden el fuego afocadamente El sargento Flores intenta encabezar una salida para to- mar otra posicién de fuego, pero no bien da unos cuantos pa- sos cuando es alcanzado por fos disparos y cae con el pecho chorreando sangre. Uno de {os policias se acuerda del radio. Corre a hacer una llamada a la comandancia de la Zona de Emergencia en Huamanga; mas, para su mala suerte, no fun- ciona; la baterla esta descargada El cerco de ustedes se va apretando cada vez mas, Santos, desde ef campanario de la iglesia, grita. da érdenes dirigiendo ef atague. iTranquilos, les dice a los de la contencién, no pren- dan los cartuchos todavia si es que no los ven salir al escape; pueden matar a los nuestros! Y a los guardias también les grita pidiéndoles su rendici6n: INo hemes venido a matar, s6lo que- Femos que Nos entreyuen fas armas! Pero los guardias se siguen defendiendo. hasta que les Ile~ ga la desgracia total: sus propias granadas acaban de estallar en el interior del puesto, haciéndotos volar en pedazos a varios de ellos. Una esquirla te ha impactado en el brazo abriéndote una herida a la altura del codo. Cuando quieres seguir disparando Ja sangre invade el conjunto mévil del fusil y obstruye el fun- cionamiento del arma. Echando maldiciones te repliegas hacia el grupo de contenci6n, y buscas una venda para restanar la sangre, Los demas siguen atacando. La explosion de fas granadas caus6 desconcierto en los sitia- dos; sin embargo, el tenlente Pereyra, aprovechando fa humera que fo cubrié todo, logré huir con algunos de sus hombres. La herida de tu brazo no es grave felizmente. Te hiciste un torniquete con un pedazo de trapo y Ia sangre dejé de manar 44 Ya despunta el dia y un helicéptero de apoyo de las fuerzas, policiales pasa volando alto en direccién a Huamanga. Aden- tro, fos guardias esperanzados en que los socorrerian hacen disparos y més disparos. Mas, para suerte de ustedes, que se han quedado pasmadios, se va de largo, sin que sus ocupantes adviertan fas llamaradas y detonaciones de alli abajo, ni de la nueva bandera que flamea sobre ef mastil del puesto policial. Una vez tomado el puesto y hechos prisioneros los quar dias, ustedes se dedican a quemar colchones y documentos, Hacen decomiso, en nombre del pueblo, de todo lo que en- cuentran: uniformes, polainas, quepis, ponchos de Iluvia, tien- das de campafias y armas (metralletas, fusifes, revolveres). Al- gunas muchachas y jovencitos inexpertos apuradamente sa- can una caja metélica asegurada con candado y quieren abrir- la.a como dé lugar queriendo saber su contenido. Uno de ellos sugiere abrirla con una bomba. Entonces fa hacen explotar. y ‘vuelan las municiones que habia dentro dejando sélo los cas- guillos. Angicha ingresa, apurada, con ef rostro tiznado. iYa ‘vamos! iMas répidol, les grita. Pero ellos han encontrado otra caja cerrada y [a arrastran como sea para flevarsela En el bolsillo de uno de los custodios muertos. han encon- traco un papel manchado con sangre. Es €l mensaje que el hom- bre herido aleanz6 a escribir antes de morir; “Querida Julia, siento que me desangto. Te quiero, te amo. Por favor culda de mis hijos!", Ye para abandonar ef pueblo, reparten entre los vecinos parte de fos viveres que han saqueado de los comercios, des- pués de haber encerrado a sus duefios en [a oficina de correos tarros de leche, botellas de gaseosas, jabones. paquetes de azti- car, café, botsas de panes, enlatados... todo, todo, procurando ‘afanosamente poner orden en el saqueo. 45 Divididos en dos grupos, después de haber obligado a dos camioneros a conducirlos, apresuradamente se alejan del poblado. Un grupo, el més numeroso, al mando de Santos, se dirige a Macachacra, en la ruta hacia Huanta, llevandose a tres guardias prisioneros a quienes luego de raparlos y quitarles los uniformes fos soltaran en algiin descampado, El otro grupo, conformado por combatientes militantes en su mayorla, se dirige hacia el valle del Pongora, en fa ruta a Huamanga, cargando con el muerto: Yoni, el mando def desta- camento de contencién. y la camarada Edith importante cua- dro de! Partido que vino a dar apoyo que se halla gravemente herida y requiere urgente atencién médica. Este segundo gru- po lo dirige Angicha y tt eres el tinico de fos nuevos a quien ella ha ordenado acompafiarlos. El valle dei Pongora, plensas: estaba a un pasito de la capl- tal departamental. No serfa muy peligroso moverse por estos lugares? Angicha parece adivinar tus pensamientos: te despreocu- paras. comparero, alli hay gente que les protege, éno recuer- das, te dice, que les conté que ahi tengo hasta compadres? Tu sonries, Ah, compafiera, valientosa eras usted. ~iJoo» seRora! INo tome esa agua! La voz vino de arriba, del camino. El hombre que habfa gritado la advertencia, de regular es- tatura, de poncho y sombrero, bajé corriendo dejando sus fle- tes en Ja ladera Asustacia, esperé que llegara a mi lado. ~iSabe? -me dijo- Esa agua es agua def olvido. La toman sélo las almas que estén de retorno a la vida y van a encarnar de nuevo. Si usted la toma quedaré convertida en una planta 0 46 nun animal cualquiera, sin memoria de nada. Continie només su camino que ya la sed le va a pasar. Después de agradecerle, [e pregunté por Taita Rumi, "No sé nada, me dijo, si no fo ha visto es porque le dejé escoger su destino. Tiene que seguir adelante; aqui nadie puede desandar los caminos”, Enlonces me puse a llorar. El hombre se conmovl6. Vamos, no flore. Yo la ayudaré a cruzar los rlos que faltan, Después, podré continuar su viaje sola. Espéreme un ratito. Voy @ amarrar mis animales. Se fue de sublda hacia esas mulas chicaras que trataban de deshacerse de su carga frotindose contra fa peiia. Cargéndome con su poncho, me ayudé a cruzar ef rio. ~V usted, ia dénde se esté yendo? ~le pregumté. -A Auquimarca. sefiora —me respondié con un brillo de felicidad en sus ojos-. Ya cumplicon mi castigo en el Ukhu Pacha felizmente. Por fin, podré reunirme con fos mios. Pero. isabe una cosa? , mas felices que yo estén las dnimas que estoy Ile- vando en mis mulas. Animas? éNo son bultos fos que leva? ~Es ceniza, sefiora. Llegando a fa encrucijada de Taita Rumi, la echaré al viento, y entonces volardn pafomas blancas rum- bo al Janag Pacha. Bsas son también animas que ya cumplieron Su castigo, pero cuyo destino es el cielo. Poco después, viéndome preocupada, me dijo: -No tema, sefiora, hay quienes yendo por aca mismo han Mlegado también al Janaq Pacha, La perrnisién del Gapaj es gran- de. No tema. Sus palabras me dieron alivio y confié en que mi Liborio y Domingo estarian intercediendo por mi en fa regién celeste. ~é¥ cémo es ei Ukhu Pacha, el mundo de adentro? ~pre- gunté atemorizada. 7

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