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INDIGENAS, ELITES Y ESTADO ENLA FORMACION DE LAS REPUBLICAS ANDINAS 1850-1910 Brooke Larson ‘Traducci6n de Javier Flores Espinoza ib, PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU FONDO EDITORIAL TEP Instituto de Estudios Peruanos Serie: Estudios Historicos, 32 Laedicién original en inglés de este libro fue publicada en la Cambridge History ofthe Native Peoples of the Americas, editada por Frank Salomon y Stuart Schwartz (Cambridge 1999) Vol I, parte 2; péginas 558-703. © Delaversion IEP Eviciows Horacio Unteaga 694, Lima 1 Tell. 332-6194 E-mail: epedit@iep.org.pe Pontiricta UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERG - FONDO EDITORIAL Plaza Francia 1164, Lima 1 ‘Telh: 330-7411 /330-7411 E-mail: feditor@ pucp.edu.pe castel © Brooke Larson ISBN 9972-51-070-0 Impreso en el Peri Primera edicién, agosto del 2002 1,000 ejemplares Hecho el depésito legal: 1501212002-3420 Prohibida la reproduccién total o parcial de las caracteristicas gréficas de teste libro por cualquier medio sin permiso de los editores LARSON, Brooxe: Tdigenas, lites y estado en 1a formacin de las repdblicas andinas, 1850-1910. Lima, tEP/Pontificia Universidad Catdica del Peni, 2002, (Estas Histicos, 32) HISTORIA/POBL ACION INDIGENA/GRUPOS ETNICOSIQUECHUAS/AYMARAS/ COMUNIDADES CAMPESINASSOCIEDAD ANDINAISIGLO XIN/SIGLO XX/BO- LIVIACOLOMBLAECUADOR/PERU 105.01. 01/8/32 CONTENIDO AGRADECIBENTOS InmopucaoN Cariruto UNO Paisajes andinos del siglo XIX Cartrato Dos Colombia: chacia el mestizaje o la marginacién de los indios? Cartruto Tass Ecuador: la modernizacién de la servidumbre indigena como via al progreso Cariruto Cusno, Peni: guerra, soberania nacional, y ‘la cuestién indigena’ Cartruto Cinco Bolivia: pactos peligrosos, indios insurgentes Concwuston: La construccién de las repiiblicas andinas y las cargas de haz’ Ensayo BIBLIOGRAFICO, ar 46 2 101 145 176 181 AGRADECIMIENTOS AL IGUAL que cualquier otra sintesis interpretativa, este libro desarrolla ptincipalmente el trabajo de otros investigadores. Las notas fueron reducidas al minimo, peto cl extenso “Ensayo bibliogrifico” presenta un cuadro global de la bibliogeafahistérica y antropoligica que configuré, o viene configuran- do, nuestra comprensién de los cuatro temas principales arriba discutidos. Sin embargo, este libro no pretende ser el “estado de la cuestién”, que en todo caso sigue siendo demasiado embrionario como para permitic tamaiia, ptetensidn, Pero sitiende a privilegiar los estudios mas antiguos de la historia, campesina andina y la formacién del Estado, ast como el reciente giro a los temas de la historia cultural del poder, el significado y la subjetividad, en los procesos disputados de colonizacién interna y construccién nacional, Mi deuda més grande es, por lo tanto, con aquellos investigadores cu- yas investigaciones de archivo y de campo inspiraron esta sintesisinterpretati- ‘va, Asimismo hallé una amistad y respaldo duraderos en un grupo de invest- adores y amigos andinos, demasiado numeroso como para citarlos a todos. Pero tengo un catifo y agradecimiento especial para con Rossana Barragin, Laura Gotkowrie, Sinclair Thomson, Seemin Qayum, Rosario Len, Marisol Uc la Cadena, Steve Stern, Marcia Stephenson, Marla Lagos, Kathryn Burns, ‘Ann Zulawski, Xavier Albé, Deborah Poole, Gustavo Rodriguez y Pepe Gordillo. También debo un agradecimiento especial a Frank Salomon y Stuart Schwartz, mis editores originales en los voliimenes sudamericanos de la Camiridge History of the Native Peoples of the Americas. No slo me dieron la ‘oportunidad de moverme en nuevas ditecciones intelecruales, también dise- fiaron brillante y guiaron pacientemente a los autores que contribuyeron a los voltimenes de Ia historia nativa de Cambridge sobre Sudamérica. Su pro- pio ensayo en dichos voltimenes (“New Peoples and New Kinds of People: enesis in South American Indigenous ‘Adaptation, Readjustment, and Bthnogenesis en aeeix', The Combidge Hltory of the Neti Pepe of the Americas: Seath _tmonica IL 2, 443-501) es también una notable contibucion etnohistSrics ‘Asmiamo deseo agradecer Jvier Flores Espinoza por su magnifica adic bn de este volumen y por unas cuantas corteccionesestatégicas enc) c= pital sobre el Pes Debo mi gatnad, ademas, a Carlos Contters, pos festiones pata que este abajo pucda difundirse en el lar que 10 eSP2 ‘Tambitn estoy geadecida al Departamento de historia ylaofcina del Dea de ha Universidad de Stony Brook por ayudar a Financia el costo Oe traduccion, ya mis colegas por su continuo respaldo mora. Ain més casos, vrs ngraderco 2-Angaljda Alvarez, Cella Méndea, Asel de la Fuenty Seip Seruaikoy, José Goll, Marka Monslv, Silvana Palermo, Robert Fongedes, Heather MeCtea, Stephanie Smith, Christin Cleaton, Derek Willams, Alexander Dawson, Alberto Flore, Jule Frans, Alex Coole Magglena Chocano, Joan Csanovas, Kenya Rennes, Siva Caste HASTa® Paden, Brenda Eley, Enrique Gargin, Ana Julia Ramirez, Magsty Nea Henderson, Ivin Milones, ily Wharton, Bret Chesterton, Nichole Preseo } otros alums de pos gado con los cuales he tenido el pvilego de to. paar de cerca. Muchos de ellos no se dan cuenta de cuinto aprenden fos profesores de sus propiosalumnos o cun inspiradores resulta ss proplos Tisjsinelecruales y ls siegos que toman para quines ya “lo logramos? €2 VI mundo académico. Pero nuestta extraordinaria comunidad de alumnos de portgrdo en Stony Brook me ha ensefado bien, en muchos yan cists ticles Ellos me autrieron e inspiraron con sus proyectos de investigacion. seiginales, sas comentarios critcos, sus Cuestionamicntos honestos ycalurosa or uc anscutbo de ci dos dca, Et xu es tanto mi rico pot haber estudiado con ellos. Brooke LARSON ‘Nueva York, enero del 2002 INTRODUCCION Esre. uiaro fue escrito originalmente como un ensayo de la Cambridge History of the Native Peoples of the Americas: South America (editada pot E. Salomon y S. Schwartz (Cambridge, 1999], Il: 2, 558-703), como parte de un estudio en varios voltimenes de las historias y culturas nativas de todo este hemisferio, desde la antigiiedad al presente. Mi tarca otiginal era es- cexibir sobre la respuesta indigena tla independencia y las reformas iberales alo largo y ancho de la sierra occidental, los bosques tropicales del interior y las pampas del sur. A pesar de la confianza que los editotes tenfan en mi, inmediatamente me di cuenta de mis propias limitaciones de tiempo yconocimientos, por lo cual les convencf para que “dividieran” los territo- tos étmicos sudamericanos, dejindome una amplia banda territorial que alguna vez formé parte de la regién nuclear del imperio de los incas. Mis, colegas Jonathan Hill y Kristine Jones, respectivamente, prestaron su pro- pio talento y saber las tierras bajas del Amazonas y las llanuras araucanas, del extremo sur." El presente estudio, en cambio, se concentra especifica- mente en los pueblos indigenas de las sierras que se extienden desde el grupo chibcha del norte de Colombia, a las comunidades quechuas y ai- maras del sur de Bolivia. Son mayormente campesinos dedicados a diversas actividades agricolas, pastoriles,artesanales y/o mercanti simple. Por remo- 10s y sin cambios que estos campesinados nativos puedan habetles pareci- 1c Jonathan Hill, “Indigenous peoples and the Rise of Independent Nation States in Lowland South Ameria, y Ksistine Jones, “Warfare, Reosganization, and Readaptation atthe Margins of Spanish Rule: the Southeen Maegins (1573-1882)", cen F Salomon y 8, Schwartz, eds, The Cndnide History of the Native Peoples of tbe Ameria: Seth Aner (Caenbridge, 1998), I: 2, 14-764 138-187, espectivamente. cara 2 BROOKE Larson doa os viajeros europeos del siglo XIX, eran los portadores de una cul- tuta y oanizacin social tan transformada porla conquista, el colonialis- mmo y posteriormente por la violentatransicin al gobierno republicano, Ge “la profundidad de los cambios siguen desafiando la jmaginacién historiogrifica”.? En medio de este libro yace el desafio implicito que “Thierry Saignes nos plantease para que contemplemos la profundidad de tos cambios historicos y cultarales en los Andes. Especificamente se exami- tna la historia de los pueblos rurales andinos de la sictra que se vieron a- ‘rastrados por el torbellin de las modernizantes economia global, nacio- alo regional, y que de una forma u otra “hicieron frente asu mundo po- lito mas amplio”? Pero por qué limitar el marco eronol6gico al siglo XIX? Durante lacgo tempo, los historiadores econdmicos y sociales se interesaron pos astear continuidades que atravesaban la divisoria politica convencional tntre colonia y eepablica. Recientemente, varios histotiadores atinoameri- anos han reorganizado el tiempo historico en torno a Ia idea de un “Tar- igo siglo XIX”, que se extiende desde la tlkima parte del siglo XVII hasta bien entrado l temprano siglo XX. ¢Acaso este “largo siglo XTX" tlene la ventaja de abarcar continuidades culrurales y/o estructurales que atravie~ sana divisin politica entre colonia y repablica? Este marco temporal ciet- tamente se adecia al interés de los antropélogos por la extraordinatia re- ‘istencia de las pricticas culturales andinas. Pero como advistiese Thierry Saignes, el excesivo énfasis en la cucsti6n de la esupervivencia cultaraly tiende a reificar la singulasidad de la cultura politica andina en su entorno montaioso, retirandola simulténeamente de los desordenados contextos hist6ricos del flujo y el cambio Los recientes problemas te6ricos del «post- 2 Thierzy Saignes, “The Colonial Condition inthe Quechua-Aymars Heardand (1570- 1780)", bid, 59-137 acta en ap. 59. | La frase proviene dela coleccia edtada por Steve Stern sobre la politica campesing jy lascutueapoltieas ents Andes, Reston Rebelo, and Comins the ade sae Ware, 18th to 20th Coutares (Madison, 1987; N. del Bs existe edicién en castellano del lsttato de Estudios Peruano) 44. En Jos esndios andiaos en la larga daracién, la lucha concepeal por equa ls ee idades cultures y las fueras hstricas del cambio fue una fuente ial de cenveaaciones y debates intrdiscplinarios entre los andinistas desde I década de 1570, Pars ana sintesis de dicho dilogo entse antropoloya histoda véase Brooke [Lnson,“Aovean Plical Communities, Pola Cultures, and Mates the Changing ‘Content a Fielden B Larson O, Hares con E,Tandeter, es, Eh, Markets ted Migution nthe Andes Atte Cros of History and Ausra (Duar, 1999), Irropuccion B colonialismo», debidos a te6ricos culturales interesados por la pervivencia de las jerarquias, saberes y representaciones coloniales en las sociedades afticanas y asiiticas surgidas luego de extensas historias de colonialismo formal occidental, han sefialado la continuidad y el cuestionamiento de las polaridades coloniales en el proceso de forjamiento de la nacién moder- ‘a3 Entre los te6ricos lainoamericanos, un renovadlo interés por la cues- tidn del degado coloniab provocé un argumento conceptual mis amplio sobre el «problema de la persistenciay en a historia latinoamericana. Como secientemente sefialara Jeremy Adelman, el gito hacia la continuidad, © el énfasis excesivo en las estructuras profundas del colonialismo, puede evocar anticuadas nociones teleol6gicas, dejando fuera de la narrativa la Se de los pueblos para alterar el curso del desarrollo de una segién, __ La historia campesina andina nos ha enseitado otra cosa, tal vez mis que en ninggin otro lugar de las Américas. Pues incluso después de siglos interminables de dominio colonial, fueron los campesinos de la sierra sur peruana y de Bolivia los que se levantaron contra los simbolos dela opresi6n colonial y llevaron la emergente “era de las revoluciones” transatlénticas al interior de América del Sur. Comparable con los levanta- ‘mientos encabezados por los esclavos en el Haiti de la década de 1790, la insurgencia eampesina andina de Ia década de 1780 cambié por siempre jamis la configuracién del poder colonial en la cima de la sociedad, y los Steg mtvos locas fos de medctn cota ens bis A nivel estatal, los resultados tangibles de las rebeliones andinas fueron las sss mudeecombcen Spin Mors Very on Stoo nem i i VES ht 9) ce einen volumen eiado por Gyan Prlath, Afr Claim, Imp ao Petit ipa en 5 et Snes Re B Ail GGalftey Hie odes 18, ec apd y ‘ead e oe sernay enfeic y reoapacones pestle, todos he eualet chin gwen por tocio dele ieren oery cake Ssheetter lox proyecto ccdetlsdeimperiaen y versa, La cueon Pontcoloial” eal vex atada iis provocaorament én dos eran hice deo Sa Res “Le mi nino carn onX Ao 7B 108, eds, Vielenciasencubiertas en Bolivia. Caltara a ), Cas pac (La Ps 199), 27-10 atk Thurae, From Toe Ieper te One Dine. Cun of Pst nating Anan Pr usher, 197) Enelvokien ques, Coil Lagi cites, Cobel Lagi: Th Pron of Perse Lain Amin Hiory (Nueva York, 1999), a bas 4 [Books LaRson, reformas borbénicas y una persecucién particularmente dura de todas Jas cosas incaicas. Pero aunque fue discontinuo y se maneuvo latente duran- te buena parte del siglo XIX, el recuerdo colectivo de la rebeldia ya repre- sién permanecié profundamente arraigado en el subsuclo de la conciencia politica campesina andina. Los pueblos indigenas locales podian recurtit 4 estos amargos recuerdos histéricos en momentos de crisis y euptura politica, y tal vez recurrir ain més a ls ‘utopias andinas” localmente com pprendidas para apelar ala solidaridad comunal, el significado cultural y la legitimidad social en su lucha por la justicia, Por lo tanto, a este nivel con- ceptual no hay ninguna razén logica para separar la narrativa de la historia campesina andina del final del siglo XVUIL Para comprendet los desarsollos posteriores a la independencia, este libro tendra ocasin de remontarse a la tardia historia colonial, en particular a aquella coyuntura histérica de crisis y transformacién en la sietsa andina, Sin embargo, aqui nuevamente nos topamos con ciertas razones editoriales ¢ historiogrificas para limitar el ‘marco temporal del ibro. En sealidad, se pens6 que la “era de la insurrec- cidn andina” era lo suficientemente significativa como para merecer su propio y extenso tratamiento. “The ‘Republic of Indians’ in Revolt, « 1680-1790”, el capitulo de Luis Miguel Glave en la Ganmbridge History of ‘he Native Peaples of the Americas (UIL:2, 502-557), puede leetse provechosa- ‘mente junto con el presente libto. ‘Aqui enfocamos la historia de los pueblos andinos de la sierra como tuna que estuvo fundamentalmente entrelazada con un conjunto més am- plio de procesos econémicos, politicos, sociales y culeurales, no como un Conjunto tradicional de comunidades o culturas campesinas inertes a las cuales repentinamente llegaron las fuerzas histéricas mundiales. Ello no obstante, estas poderosas fuerzas sis intensificaron y golpearon al mundo rural andino, en formas que tal vez tinicamente son comparables con la cconquistay la temprana colonizacién de los Andes De hecho, para muchos pueblos quechuas y aiznaras de la sietca el lberalismo y la modernidad parecieron desatar un nuevo ciclo de conquista después de mediados del siglo XIX. El momento fue iniciado, en parte, por la agresiva biisqueda ‘de materias primas, mereados y conocimientos que Europa y los Estados Unidos emprendieron dentro de América del Sut desde mediados de si- ‘go, asi como por varias campafias civilizadoras y movilizadoras de trabaja- dores ditigidas por el Estado o a Iglesia. Mi premisa es que la construccién postcolonial de a nacién fue fandamentalmente un proyecto imperial dirigi- t ' i | I } | I | Istopuecios: 15 do a la wcolonizacién interna» de tervitorios y culturas que yacian mas allé del brazo politico del Estado y las fronteras de la eivlizaciéa blanca» ctiolla. Pero por qué motivo, estos proyectos imperiales y de construccién estatal comenzaron tan tarde? Después de todo, la independencia politica se consiguié en 1825, momento en el cual el impulso criollo por el orden, elpptogreso y a integracién nacional eran fuertes, aun cuando los soportes institucionales y econémicos de sus paises no lo eran. Al igual que la ma- yoria de los hispanoamericanos luego de las guerras emancipadoras, las reptiblicas andinas ingresaron a un periodo de incertidumbre econémica, fragmentacién regional e inestabilidad politica. Aiin mas importante, las repiblicas andinas siguieron casadas con las formas coloniales de poder, ‘en particular el sistema del tributo indigena. Después de la independen las noveles repuiblicas andinas revivieron —en formas alteradas— la re- laci6n colonial fundamental basada en la separacién de tipo casta, entre los “indios” arraigados a la tierra que pagaban tributo, y las elites criollas, ansiosas de imponer el orden después de una devastadora serie de guetras porla independencia. Pero también estaban ansiosas de retener institucio- nes heredadas como el tributo, que impuso una cierta logica alas relaciones centre indios y Estado, y aseguré una fuente crucial de rentas fiscales. S6- Jo comenzaron a desmantelar el régimen tributario (los derechos y obliga- Ta nueva geogratia polatizé a Colombia en dos: la sierra civilizada, poblada por «tipos blancos y mestizos»; y sus hinterlands salvajes, los bosques tropicales interiores de pueblos de tribus némadas y el litoral Sureflo del Pacifico y la regién de la costa caribefa, en donde vivian grandes concentraciones de negros. Los afrocolombianos, muchos de ellos recien femente emancipados, también ocupaban bolsones de territorios rurales Yurbanos tierra adentro, Pero lo que todos ellos supuestamente comparti- an era su afinidad por el aletargamiento de los trépicos, ya fuera en la ‘costa o tierra dentro, y su lamentable» indolencia, supersticién y volatili- dad. Los indios de la sierra ocupaban una ambigua posicién intermedia en este orden geoculturaly racial. Ni salvajes ni cvilizados, los de las pro- vincias nororientales, cerea de la ciudad de Bogota eran, segiin el sentido comiin prevaleciente, los mejores candidatos para el progreso cultural y su eventual asimilacién. Samper describié a los chibbchas de la cordillera ctiental como afrugales pero inmoderados, pacientes pero estipidos», ‘aunque en tiltima instancia «civilizablesy, Mas silos defectos de los chib. chas nortefios eran benignos, los de sus contrapartes surefias en cambio ‘no lo eran. Los indios paez y pastos del sur eran considerados salvajes se- dentarios, no muy por encima en a escala evolutiva de los cazadores y re- colectores de los bosques tropicales, Eran razas peligrosas: «resistentes a 5. Vease la fscinante gloss ue Prank Safford hace de ellos, «Race, tegration, and Drogress: Flite aniuudes and the Indian in Colombian, Hipeniecunerten Hisorial Renew 7:1 (1991), 20-27. 82 Brook: Lanson 1a cvilizacion [y] nada afectados por el progreso», segiin Samper* De he- cho, contaban con una larga histotia de movilizaciGn éica en defensa 0 promocién de sus intereses colectivos. Samper tnicamente codificaba en ‘términos raciales las imagenes, memorias y teemores que los constructores blancos de la nacién tenfan con respecto a los militantes pueblos indigenas del extremo sur Alatisbar dentro del abigarrado corazén de las tinieblas de su nacién, 1h vanguaedia liberal produjo diligentemente un corpus de pensamiento econémico prescriptive, que aspiraba a una modernidad en la cual una nacién culturalmente homogénea atendia a las necesidades prosaicas del comercio y la industria. Tomando prestados algunos preceptos de la eco- ‘nomia politica de Montesquieu y otros pensadores ilustrados, asociaron laiidea de la sociedad civil con el comercio, el dinero y las comunicaciones. Las fronteras de la cultura de mercado (concebidas idealmente) también separaban la civilizacién de la barbaric. En el mejor de los casos, indios y afticanos poblaban las margenes dela civilizacis porque patecian carecer de todo aquello que los liberales criollos identificaban con ella: dinero, comercio, comodidad, higiene, el cristianismo y los valores culturales aso- ciados con estas cosas. De hecho, la nueva retérica civilizadora definié la esencia de la india- nidad y la negrura como la antitesis del bomo economicus, el actor econémico tacional dotado de las normas culturales burguesas. Armadas con sus ti- pologias pseudo-cientificas regionales y raciales, las autoridades criollas fabricaron imagenes de indios y africanos ociosos y opuestos al mercado, contentos con vivir en la pobreza y el ocio. A los comerciantes liberales les interesaba juzgar a los sectores bajos segsin su potencial como trabaja- dores y consumidores. Para mediados de siglo habian abandonado el ideal bolivariano de convert a los indios en industriosos granjeros como los. Jevmen, ssnplemente subdividiendo y privatizando los esguardos. En lugar de ello vieron que las «razas oscurasy tomahan su «ugar naturals entre los teabajadores pobres, que con el tiempo podrian tal vez conformar un masivo mercado doméstico para las mercancéss. Asi pues, hubo bastantes debates acerca del valot intrinseco de las razas afticanas e indigenas de Colombia como trabajadores y consumi- dores, medidos contra el ideal caucsico: «si tomamos a un lanchero nego 6 Sampes, Ene sbr ls mlacione pics, 87-89; cto en Salon Race, tegration, 4nd progress Elie artudes and the Indian in Colombian, 26 provincia de Seto akededor de 1850. La Comisibn real Figura 2, Campanento dela Comisén Coregrifia en 26 el primer examen geogrifico oficial de un pals andino, A diferencia de ls tardias expediciones co- loniales que se concentraban en la flora y la fauna, esta nueva geografia presenté la primera sintesis jes interiores de Colombia, ‘a mediados del siglo XIX. Fuente: Ex busca den paix La Comisin Corografca (Bogoté:Catlos Valencia Ecditores, 1984) ‘exporatorc de las identidades regionalesy raciales que conformaban los pai CCovomia: HACIA BL MESTIZAJE O LA MARGINACION DE LOS INDIOS? 35 del Magdalena, 0 a un indio de Cundinamarca y lo comparamos con un bostoniano educado, tendremos ante nosotros auestro punto de partida y auestro objetivo escribié un ptominente reformador liberal en 1896.” Enel interin, los intelectuales liberales achacaban el desarticulado mercado ‘nacional colombiano a la indolencia de negros e indios, ya su indiferencia para con el confort material. Los etndgrafos a menudo sefialaban las «ti- picas» chozas indigenas, con sus techos de paja y sin ventanas, como una evidencia tangible de la persistencia de su naeuraleza. Por o tanto, la po- breza y la misetia podian scr atribuidas a las victimas y al mismo tiempo usiselas para adscribir la identidad racial. Las categorias postcoloniales de taza y clase convergian, Aligual que otros agentes «civilizadores», os liberales colombianos imaginaban una sociedad culturalmente homogénea e impulsada por el mercado, que se colocatia répidamente en compaiiia de las naciones cos- mopolitas. Ideol6gicamente tenfan mas en comtin con la ret6rica y los ob- jetivos de la construccién nacional de sus contrapartes brasilefia, argentina y chilena, que con Ja ambivalencia postcolonial de las élites criollas de Ecuador, Peri y Bolivia, Sus contrapartes liberales en estos paises seguian enfrentando poderosas fuerzas conservadoras que continuaban profunda- ‘mente comprometidas con las tradiciones coloniales y paternalistas, y eran vulnerables a los temblores y erupciones de abajo suyo. En cambio, has élites colombianas habian hetedado una fuerte tradicién bolivariana ‘que senté las bases para el proyecto «civilizadop» de las décadas de 1850, 1860 y 1870. Si bien los reformadores colombianos tal vez no lograron plasmar su liberalismo utépico en el periodo inmediatamente posterior ala inde- pendencia, si lograron quebrar las tierras de los resguardos y aplastar la posicién indigena en la mayor parte de las provincias nortefias. Era slo ‘en ls provincias del sur donde atin debian enfrentar comunidades indige- nas militantes. Pero en wun mareado conteaste con Peri y Bolivia, los in dios colombianos conformaban una pequefia minoria de la poblacién total (tal vez apenas el 16% durante el tardio periodo colonial), y en la cordillera nororiental la mayor parte de ella se habia mezclado con la ma~ yoria mestiza. Pocos seguian ocupando las tierras de los resguardos, ubica- das en climas mis ftios que no eran idéneos para los cultivos de éxporta- Figuca3. Cosco de ans wipos i 4 0s meio cin provincl de Oca, akededor e 1850. Ess acacla, pintada por no delos asta de a Comision Consett, sitet regina oupacnsoeiocondinia epoca fndndo de ae mens pork ene osn dling ns tae ep Imeszo que desc), Fuente: nbd an pts le Canin Cogn, Nelneae dibujes.. (Bogoré: Carlos Valencia Editores, +1984), [ Enrique Cortés, un prominente educador bers), publicé esas palabras en su obra Exeritas varies (Pats, 1896) Citado por Masco Palacios, Coffin Clam, 18501970. ‘At Exon, Social and Polital Histry (Nueva York, 1980), 72. I TL a ee ances RapanaseRinl tits A RCRA = Brooke Larsow. ion (café, tabaco, etc). Se consideraba que la integracién indigena era importante para ampliar los mercados de consumo y mano de obra, pero no para la conquista de la tierra. Es mas, el tibuto hacia tiempo que habia desaparecido, eliminando todo interés fiscal que el Estado podria haber tenido para preservar las distinciones de casta. En lugar de ello, Colombia avanzaba tambaleando hacia una idea de nacién basada en la homogenci- dad lingiistica, culeural y racial. Las ites liberales y conservadoras estaban tunidas en un objetivo comin: cémo creat, a partic de la diversidad énica Ycultural, una nueva y purificada poblacién blanca sobre la cual se pudiera construir una everdadera nacién, El objetivo habia sido trazado, Elinico unto en discusién etan los medios para alcanzatlo, Los debates giraron en torno al potencial para construir una nacién & partir de un mosaico de culturas y razas. La mayoria de los pensadores liberals imaginaban una nacioa surgida de varias generaciones de regene- tacibn biocultural o —en el habla del dia— «blanqueamiento», Ea tltima instancia buscaban des-indianizat (y des-africanizar) a Colombia alo largo dle varias generaciones,a través de su asimilacién genética en una poblacién blanca en vigorosa expansién, Las nuevas teorias evolutivas de la década de 1860 oftecieron un solaz teérico a quienes impulsaban la idea de la rejora genésica a través del blanqueamienta, Este debia lograrse con ‘medios tanto sociales como naturales. En primer lugar, el estado importa ‘s.un gran nGmero de inmigrantes europeos,atraidos tal vez por una ge- netosa politica de inmigracién colonizadora.* En segundo lugar, las razas inferiores desaparccerian debido alas elevadas tasas de mortalidad y los ‘mattimonios interraciales, en tanto que la cepa europea se irfaincremen. tando, Los iberalestenian grandes esperanzas paral asimilacin genética de los indios serranos en particular. De hecho, en la segunda mitad del si- glo XIX ésta era una urgente prioridad nacional, pues se pensaba que s loa través del matrimonio entre indios y mestizos, y entre éstos los blan- £08, lograria la nacién aleanzar su integracién genética y conttarrestar el ominoso sentido de que a poblacidn negra colombiana era «naturalmenten mis prolifica y revoltosa Aqui, entonces, comenzamos a comprender la peculiar forma en quelos constructores de la nacién colombiana wprvilegiaton» alos indios dela sierra como asimilables de buena gana, siendo porlo tanto civilizables En Colombia, cl «problema racial» mis peliagudo era atribuido ala negt- 8. sHlomestending en el origina. N. del, CCorobia: gHACIA EL MESTIZAJE O LA MARGINACION DE LOS INDIOS? 37 tud, no ala indianidad. Las raices de este doble patron de prejuicios se re- ‘montan, claro esti, al alba del colonialismo en el Nuevo Munda, cuando la corona y a Iglesia aceptaron la esclavitud africana, pero no la indigena. Durante el tardio periodo colonial y en la independencia, los discursos ilustrados y de los patriotas criollos habian menospreciado y temido a los rnegros, incluso cuando los ¢jércitos bolivarianos reclutaban y libertaban alos esclavos afro-colombianos. Durante todo el siglo XIX, los temores una insurrecci6n negra, al bandidae, la criminalidad endémica ya eecun- didad natural» siguieron preocupando a Ia clase dominante. Y a medida que los liberales consolidaban su proyecto de integracién nacional, era al indio de la sietta (sobre todo al de las regiones norteiias) y no al negro al ‘que caritativamente vefan como més probable de ser absorbido por las razas superiores. Hasta José Maria Samper, el més racista de los autores, era relativamente optimista con respecto al proceso natural de la atrofia indigena. Las nuevas prospecciones oficiales patecian aiiadir un respaldo cientifico a esta proyeccién, Manuel Ancizar, que exploré las provincias colombianas al este y noteste en 1850-1851, proclamé que los indios es- taban desapareciendo répidamente con el mestizaje, y se desvanecian gra- dualmente en lo blanco. «Actualmente uno nota la mejota progresiva de las castas en la nueva generacién», escribi6 sobre la provincia de Tanja Aunque los indios «siguen alli. n0 puedes verlos»? 9. Ancizar, Pengrinain, 214, 250; ciado en Safford, «Race integration, and progress: Bite attudes and the Indian in Colombian, 28, Véase también Peter Wate, Blakes ard Rac Mistare: The Dynamics of Rasa Idetity Balimore 1993) Para mediados del siglo XVII, los descendientes dle los chibchas que vivian en los departamentos de (Candinamarea, Boyaes, Santander y Santander del Norte habian desaparecido casi por completo, Los blancos y mestizos superaban a os indios por més de diez a uno ‘en sus propios resguardos, incluso en le eprovinci india» ce Tunja en doncle a me- slados del sigo XVIII, los pobladores nativos comprenclian el 40% de la poblacisn toa). Los inspectores borbones deseribieron un campo ladino, donde apenas un Pequeio porcentaje de los indios restantes tenia derechos legales sobre Ine terrax delos resguardos. Bn consecvencia, los lideres bkvatianos dela repablica heredaton un eampo abietto a ls posbiliades de a eolonizacioa privada los legaron a un ‘onsenso en la década de 1830, con sespecto ala necesidad de desmantelat los sca. suardos y distibuir parcels de tceratuladas alo indios, antes de vender el resto. FB dlema al que los reformadores agearios debian hacer frente era dstinguie entic Indios y no indios en los resguardos akamente integrados y densamente poblados dela siers noreste, De hecho, después de Ia independencia, la epublica liming ficialmente a los indios del censo nacional y de los regstros parroquiales Los $8. y un plan de inmigracién europea que estaba mas alld de lo que cualquier gobier- no federalista y librecambista era capaz de implementar. En este punto, Ja chegemonia liberal tenfa més visidn que fuerza. Aun asi, a través de su propia setérica, la misiGn civilizadora asumié su propia legitimidad. Se propuso medidas aisladas que a veces fueron implementadas. Moralizat cl canicter indigena requetitia de su re-socializaci6n a través de su educa- ci6n y la prédica religiosa. El paganismo, el aleoholismo, las fiestas y owas pricticas birbaras tendrian que ser extiepadas. La vagancia el vaga- bundaje debian controlarse, esto ultimo dirigido especialmente a las indi- gentes prostitutas indigenas que se veia emigrar a Bogoti en nuimero alarmante. En afios postetiores, los reformadores dirigirian su atencién sobre los problemas de las epicemias, las enfermedades y la higiene. Pero durante la mayor parte del siglo XIX, su preocupaci6n se concentré en torno a la disciplina moral, el crimen y el castigo. La misidn civilizadora debia penetrar en los espacios culturales intimos de la forma de vida lo- cal de los indios. «o Brooke Larson, Despostinienta defensa 0 desafo indigena? ‘ontastes entre la sierra norte y sur. Mis allé de la agresion cultural que estos proyectos sancionaban, las expe- tiencias y respuestas de los grupos indigenas colombianos variaron bastan- te en eltardio siglo XIX. La aplicacién débil, desigual y contradictoria del liberalismo, y después de 1880 las contrarreformas de los conservadores, ciertamente contribuyeron a la diversidad del cambio social. Es més, la tierra, la mano de obra y los mercados de exportaciones nacionales sélo ‘comenzaron a expandirse en la década de 1870. De ahi en mis, la naturale- zay laintensidad de los mercados de maerias primas [commodity markets} siguieron siendo extremadamente desiguales y se comportaron de forma diferente segrin sus distintvas herencias regionales, de clase y émicas. Sin ‘dentrarnos en ls vatiantes especificamente regionales, podemos apreciar ‘unos patrones de cambio social y culeural marcadamente distintos entre la sierra norte yla del sur, bajo las presiones convergentes de la expansién del mercado y la construccién de la nacién, La geografiay ctnografia oficiales de Colombia a mediados de siglo, brindan pistas importantes sobre la naturaleza de estos contrastes regiona- les: la presién del mercado y las estrategias indigenas de reproduccién social fueron bastante més explosivas en el sur, entre los indios de Popayn y Pasto, que en cualquier otto lugar. Los caudills y cabildos indigenas de «sas provincias mantuvieron las tradiciones militares de la defensa y recu- peracién de las tictras de los resguardos, tanto dentro como fuera de los limites de la ley civil. Los pueblos chibchas mis al norte sintieron las pre~ siones de la pobreza y la dislocacién en forma no menos intensa después de 1870, pero su propia y larga historia de erosién comunal, campesiniza- in ¢ integracién en los mercados locales y regionales (a pesar de los es- tereotipos de la elite que decian lo contrario) impidieron el surgimiento de respuestas Etnicas insurgentes a las crecientes amenazas a su subsistencia. La expansion de la agticultura comercial en el tardio siglo XIX acelerd ¢l ritmo del cambio para la mayor parte de las comunidades campesinas de las zonas sereanas de Cundinamarca, Boyacé y Antioquia. El café se esparci6 accleradamente por las laderas occidentales de Cundinamarca y en las montafias que bajaban hacia los llanos, al este. La planta florecid en los climas mas cilidos y fue cultivada en haciendas privadas en las 20- fas de frontera. Fstablecido sobre las bases de los latifundios tradicionales, cleultivo del eafé muchas veces no se dio a expensas de las tiertas comuna- (CoLouia: HACIA EL MESTIZAJE O LA MARGINACION DEE 108 INDIOS? a les o las pequefias parcelas campesinas, como si sucedié en otras partes de América Latina. Los problemas de los campesinos sin tiertas y su dis- ocacién en la sierra oriental no se derivaron directamente del surgimiento del café comercial, En cambio, la expansién de la ctia de ganado en los pastizales que rodeaban la ciudad de Bogota se engullé las tierras de los abolidos resguardos y dislocé a los pequefios y medianos agricultores de- dicados al cultivo intensivo de cereales, frutas y vegetales. Estos ranchos despejaron las planicies para el pastoreo extensivo del ganado. Pero no hhubo un asalto directo sobre las tierras de los resguardos, ni siquiera en estos hinterlands de Bogoté, donde la ganaderia tenia un lado potencial- ‘mente violento. Hacia tiempo que las tierras comunales se habfan desvane- ido. Y la cuestién tertitotial, tn explosiva en otras partes de los Andes en este periodo, no era ya la mas importante en este cambiante paisaje del poder.!” En consecuencia, las raices del cambio econdmico y cultural deben buscarse en las sutiles formas cotidianas de la iniciativa y supervivencia ‘campesina, a menudo bajo citcunstancias cada vez peotes. Después de 1870, los procesos simultineos del ctecimiento de las haciendas y el despo- seimiento campesino dieron lugar a una fuerza de trabajo flotante, que ‘eventualmente ensanché las filas de los arrendites, aparceros, y sirvientes concertados. La convergencia de los ineentivos brindados por los metca- dos de ultramar y las ortodoxias liberales ripidamente extendieron el filo de las haciendas cafetaleras y ganaderas en las zonas setranas de Cundina- ‘marca, Boyacé y Antioguia, ya bien conectadas con los mercados urbanos y el comercio de ultramar. Pero explicar el paso hacia el latfundismo en Colombia simplemente en términos de las presiones extetnas, significa ignorar la compleja dinémica interna del minifundismo (la tendencia a pequeiias propiedades cada vez més fragmentadas). En muchas regiones de Colombia, as herencias divisibles, las disputas por tierras yla creciente presiéa poblacional sobre los regimenes de pequctia propiedad hicieron Jo suyo para preparar el camino para la expansidn de las haciendas y' la pérdida de las tietras por parte de los campesinos. Para la década de 1880, en algunas partes de Cundinamarca y Boyacd, los campesinos mini- fundistas venian siendo convertidos en trabajadores serviles y aparceros 10. Paral histor politica y econdmica de la produccidn eafetalera colombiana ea el siglo XIX véase Charles Bergquist, Cafe ad Conlin Colombia, 1886-1910 (Duan, 1968);y Marcos Palacios, Coen Coloubi, 1850-1970: An Economis Sealand Palit Hisar (Nueva Yor, 1980), @ Brooke Lanson ‘que vivian en las tierras de haciendas que alguna vez habjan formado parte del resguardo de sus propios abuelos. En tres generaciones, los agricultores minifundistas habian visto cémo el estatus de sus tierras cambiaba de reguardo a minjfundium, siendo eventualmente tragadas por el datfundinm. Como lo describiera Orlando Fals Borda, «los hacendados] bblancos simplemente miraban sobre las cercas y zanjas divisorias con [la ‘comunidad de] Saucio, en tanto que los viejos resguardos comenzaban a parecer una ratonera: cientos de personas mantenidas ocupadas en bolsas liliputienses junto a estas haciendas».' En las mis aisladas regiones orientales de Boyaci, los campesinos sedientos de tierra efnigearon a las zonas templadas mas bajas, donde se cultivaba el café. Poco se sabe del proceso de expulsién de trabajadores de las regiones de los minifundios serranos. gHlasta qué punto, la aplastance pobreza de la agricultura serrana empujé a los trabajadores excedentes hacia las zonas cafetaleras en expansidn? ¢Acaso os enganchadores utiliza ron mecanismos de endeudamiento y coaccién para reclutar cuadrillas cestacionales para las plantaciones cafetaleras? Pocas pistas nos fueron dcjadas pot los ceonistas contemporineos, que por lo general describieron ‘cabajadores estacionales que bajaban de las montaias alas zonas cafetale- ras y se asentaban alegremente en las plantaciones con sus familias. Estos ttabajadores migratorios fueron muchas veces categorizados en términos regionales-taciales, que los naruralizaban como trabajadores serviles aptos para la degradacién del trabajo de campo tropical. «El indio de Boyacé y Cundinamarca», escribié el intelectual conservador Vergara y Velasco en 1901, «es una maquina, pues sirve todas las causas con igual pasividad y obligacién... El cumple la voluntad de los blancos... a los cuales teme y respeta».!? Muchos trabajadores estacionales al parecer si se ligaron a las ‘nuevas plantaciones, Pero las historias y canciones populares relatan con ‘mayor frecuencia las injusticias inflingidas a los migrantes por los infames enganchadores, algunos de los cuales siguieron uperaudo sta bien entra- do el siglo XX." ‘A comienzos del siglo XIX, la desintegraci6n comunal y el mestizaje cultural ya eran caracteristicos de la sierra nororiental colombiana, Pero 11, Otlando Fals Borda, Peaton Sei inthe Colombian Andes: A Sociol Stay of Sensi (Gainsville, 1955), 105 12. E), Vergara y Velasco, Natregunala de Colombia (1901), 3 vols. Bogoti, 1974), 3: (66; ctado en Palacios, Cafe iv Colombia, 2-73, 13, Palacios, Coffin Colombia, 69-70. | \ | | | | | | ‘CotonsiA: gHACIA BL MESTIZAJE O LA MARGINACION DE LOS INDIOS? 8 después de la década de 1870, los vinculos de las comunidades tradicionales de agricultores y artesanos fueron erosionados atin mas por una mayor fragmentacién de la propiedad, el empobrecimiento y la movilidad. Para los artesanos y agricultores tradicionales l presién poblacional,laaplastan- te pobreza y el detetioro de las condiciones del mercado fueron fuerzas ‘mucho més disruptivas que las grandiosas misiones civilizadoras, que su- puestamente debian convertir a los indigenas perezosos en trabajadores industriosos y en consumidores. Pero algunos indios de la sierra encontra- ron eémo prosperar como pequefios cafetaleros, arricros, comerciantes itinerantes, contratistas de mano de obra y abogados rurales, incluso cuan- do la cada vez més aguda ctisis de subsistencia de la sierra iba creando una fuerza laboral ocasional para las haciendas cafetaleras de ls tierras bajas. De hecho, en el norte, donde la presidn de la pequefia propiedad era mas aguda, y en donde las estructuras de la accin y la defensa comunal se ha- ‘ian derrumbado, a economia familiar campesina tuvo que diversificarse hacia actividades no agricolas. ¥ una pequefia minoria de estas familias cestuvo bien ubjeada para prosperar con el mercado en expansi6n. Para «las, los eaminos fuera de a pobreza ya indianidad a menudo convergian a medida que se adentraban en la amorfa mayoria mestiza, que supuest~ mente compartia con los blancos los 2tributos positivos de la adquisividad ya natuealeza emprendedora. Los grupos nativos distintivos de las provincias surefias de Popayin yyPasto tuvieron que hacer frente a los retos de la modernidad bajo citcuns- tancias hist6ricas yregionales sumamente distintas. El sur fue un hervidero de violencia mercanti y politica. Los indios de los resguardos chocaron con las politicas republicanas hostiles y lego paternalistas, expetimentaron sucesivas guerras civiles y vieron cémo Ia industria de la quinina asolaba os bosques, vaciaba las aldeas de teabajadores y finalmente abria la frontera interior indigena a la colonizacién blanca. A lo largo de los afios de guerra cendémica y extraccién econémica, los grupos étnicos surefios fueron a- trojados al vértice de la construccién del estado y la modernizacién econé- ‘ica. Fue en las aisladas montafia y frondosos bosques de chinchona de los territotios paez y pasto, que los suefos liberales de la asimilacién in- digena encontraron una temprana muerte. ‘Mas a pesar de la violencia de la modernidad, muchas comunidades nativas podian enfrentar las amenazas a su existencia apoyandose en sus propias tradiciones, memorias ¢ identidades éxnicas. En el centro de la po- litica étnica yactan las tierras comunales de los resguardos, ahora una uni- o [BROOKE LARSON dad mucho mas pequefia y débil que en el siglo XVII, pero todavia la ba- se social y cultural de la comunidad y a identidad local. Aunque la legisla- cin liberal habfa abolido los cacicazgos hereditarios, algunas comunidades ‘piez otorgaron a sus pequefios cabildos electos el poder para litigar y ne- gociartratos con los cuales escudarse de los amenazantes reclamos sobre las tiertas. Por ejemplo, las comunidades de Pitayé y Jambalé vivian en las laderas occidentales de la cordillera, en donde estaban abiertamente cexpuestas a los hacendados sedientos de tiertas que compartian esos linde- 10s. Los cabildos pasarom a ser el punto de convergencia en la defensa con- tra a usurpacién de tierras. En la década de 1850, los empresarios blancos «que buscaban quinina quedaron sorprendidos al encontrarse con «el gober- nadorindio de Pitay6... [quien] se presenté ante nosotros, atmado y acom- paiiado por muchos otros indios, a fin de impedir que continuaramos ‘con nuestro trabajo y embargar la quinina que ya habiamos cosechado»."* Ot10s eabildos, sobre todo los que representaban a los remotos caserios interioses de Tierradentro, tenian menos experiencia tratando con las po- liticas republicanas, los usurpadores blancos de tierras y la invasién de Jos empresarios de la quinina. Como veremos en breve, estas comunidades paicz a menudo cayeron victimas de las fuerzas de la agricultura extractiva. ero ya fueran fuertes o débiles, la institucién del cabildo indigena ejercié «un poder limitado sobre las unidades municipales. Y en cuanto tal palidecia fen comparacién con el nuevo tipo de jefe politico militar péez, surgido dll teajin de las luchas por la independencia y las sucesivas guerras civiles, para convertirse en autonombrados caciques de facto, que comandaban Ja lealtad de las distantes comunidades pez y de sus cabildos locales. Durante las guerras de la independencia, el tertitorio de los paéz ,pasé a serel hogar del caudilismo indigena en Colombia, al colaborar és- tos con los ¢jércitos patriotas como cargadores, espias, mensajeros y abrien- do caminos. Los indios fueron posteriormente reclutados en las nueve guerras civiles libradas en distintos momentos del siglo, muchas veces a la fuerza en los dias de fiesta, para que defendicran las causas de los parti- dos Conservador y Liberal. Obviando la ret6rica civilizadora, las élites blancas temian alas atribus guerreras» de los pie2 tanto como las necesita- ban, Alli donde los civilizadores liberales veian «salvajes sedentarios», los jefes militares partidarios veian «soldados salvajes» que podian ser recluta- dos para su causa, muchas veces bajo sus propios comandantes nativos. 14, Ef Tempo, 4 de mayo de 1858; citado en Joanne Rappaport, The Pol of Mewor: [Native Historia lterpritaton in the Colin Ander (Cambridge, 199), 87, { i } | | } | | ‘COLOMBIA: :HACIA EL MESTIZAJE 0 LA MARGINACION DE LOS INDIOS? 6 Un caudillo no era simplemente un oficial, sino un jefe militar con sus ppropios seguidores. El surgimiento de los jefes militares péez no se debié simplemente al patronazgo militar. La mayoria de los caudillos nativos alcanzé la prominencia entre su propio pueblo en el fragor de las acciones militares, y us6 el campo de batalla para ganar prestigio y lealtad entre ‘unas comunidades bastante dispersas. Estas figuras oscuras atin eluden la mirada del historiador, pero la prensa contempordnea brinda algunos vistazos de su contradictoriainflu- cencia y actos, Algunos caudillos fueron asimilados a la sociedad colombia- ‘na, esgrimiendo su influencia en beneficio de la politica partidaria, el re- clutamiento militar o los inversionistas agratios y mineros. Otros conserva- ron su independencia y usaron el fuego de sus guerrillas para cimentar a- lianzas entre las comunidades péez, para proteger 0 reclamar las tierras de los resguardos, o para tomar represalias contra los usurpadores exter- ‘nos, Joanne Rappaport ha mostrado que para construir su base de respal- do, los cauaillos pez no dependieron sélo de sus virtudes militares, sino ‘que «cimentaron su dominio sobre amplias extensiones de territorio, re- produciendo los cacicazgos coloniales al forjar lazos matrimoniales [estra- tégicos}. Los jefes piez con ambiciones consolidaron su legitimidad sobre comunidades disimiles contrayendo matrimonio con las hijas de los caciques coloniales, 0 sosteniendo tener ascendencia noble. De este ‘modo, el surgimiento de jefes guerzlleros entre los paez replicé la institu- cidn del cacicazgo hereditario, no obstante haber sido ella abolida en el momento de la independencia. Pero los cacicazgos postcoloniales no indicaban tan solo un desafio simbélico a la ley republicana. Ellos sentaron las bases para una perpetta guerra de guerrillas durante todo el siglo, que hizo que las montafias su- refias del Cauca fueran un lugar peligroso para los blancos. Ea las diversas guerras civiles, las fuerzas pez fueron usadas repetidas veces en las opera- iones militares por los ejércitos liberales y conservadores, invariablemen- te les seguian los reportes oficiales con historias de bandas armadas de indios que invadian las granjas, robaban ganado y aterrorizaban a los ciu- dadanos blancos. Los politicos y los autores blancos temian que al movili- zirseles para la accidn militar, los guerretos paez. cépidamente se convertii- an en insurgentes o criminales, mas salvajes que soldados. Hacia tiempo que estaban asociados con la oposicién mas virulenta alas reformas agra- 15. bia, 90. 6 Brooke LaRson tias liberales de mediados de siglo, y siguieron siendo temidos y odiados. Apenas sorprende que la elite provincial del valle del Cauca rechazara la idea liberal dela asimilaci6n indigena. En lugar de ello, sus politicasindias, fluctuaron entre el apaciguamiento y la represion. Sin embargo, el hecho de que el cauaillismo piez jamais llegase a ser ‘un movimiento étnico militante y cohesivo se debe, no tanto alas politicas, republicanas como a la debilidad intrinseca de la propia politica paez en €LXIX. Los caudillos nativos podian ejercer su influencia sobre sus disper- ‘sas comunidades, pero también participaban en el sistema colombiano de partidos politicos. En palabras de Joanne Rappaport, sobre el teereno, ‘una amplia gama de caudillos con lealtades partidasias confflictivas, organi- zaban unidades militares independientemente el uno del otto»."*En ciltima instancia, ls divisiones partidarias, asi como los conflictos étnicos, frag mentaron a los guerreros paéz en bandas rivales. A veces los caudillos nativos usaron el pretexto de la guerza para incursionar en los territorios tivales. Estas bandas guerrileras combaticron entre sien diversas operacio- ‘nes militares, en distintos lados de la divisoria partidaria. Durante la Guecra de los Mil Dias, librada entre 1899 y 1902, los soldados pez de distintas tegiones combaticron encarnizadamente, en tanto que las bandas guertille- tas autonomistas merodeaban por las montafias persiguiendo sus propios objetivos. Sus pricticas de la politica y la guerra partidarias probablemente sirvieron a los intereses de caudillos nativos individuales y sus comunida- des, en méltiples formas. Y ciertamente revitalizaron los lazos y lealtades étnicas supralocales, que iban en contra de las leyes liberales que abolieron los resguatdos y cacicazgos coloniales. Pero al final, el ciclo implacable de guerras, pillaje, rpifia y dislocacin que pasaba sin miramientos por las comunidades de los piiez y a menudo les enfrentaba entre si, les dejé ‘mis vulnerables que antes los invasores blancos que buscaban ficiles conquistas y ripidas ganancias. Una fucate importante de quinina fue descubierta cn los bosques del departamento de Cauca a mediados de siglo, convirtiendo al territorio de los piez en la frontera econémica mas nueva del mercado mundial. Europa y Norteamérica demandaban quinina para tratarla malatia, y Co- lombia se convirtié en su principal proveedor. La corteda de quinina fue recolectada en muchas zonas del interior, pero la de calidad més fina provenia de la zona alrededor de Pitay6. Al igual que con el caucho y otros 16, Ibid, 93. Vease también Masia Teresa Find y José Marla Rojas, Terri, came y sociedad pig (Cli, 1985), | i i | | | \ | | | | | | (CoLOMBLA: :HACLA EL MESTIZAJE © LA MARGINACION DE LOS INDIOS? a ‘productos silvestres listos para ser tomados, esta industria extractiva catali- 26 cambios ecolégicos y culturales, puestos ya en marcha por la miliariza- cin de la sociedad piez. La recoleccién de quinina fue una industea in- tensa de corta duracién, que arras6 con los bosques y aldeas por igual. Rappaport anoza que «el boom de la quinina avanz6 como una ola por Jos bosques de chinchona (su portadora), dejando tras de si una estela de plantas muertas y destruidas».” Fue la nueva fiebre del oro colombiana, ue atrgo ala regi6n a miles de comerciantes, empresatios y colonos blan- cos y mestizos. El pequefio pueblo de Silvia eclosiond como centro comer ializador, habitado por comerciantes, tenderos, attieros, hacendados y pequefios agricultores, Estos desarrollaron relaciones comerciales y crediti-

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