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Introducción
Nuestra práctica docente nos pone en contacto con la realidad educativa en todos los niveles,
desde el inicial, hasta el universitario. A partir de ese contacto cotidiano venimos relevando,
primero de manera informal y más tarde de modo sistemático, un creciente deterioro en las
habilidades, destrezas y competencias que nuestros alumnos son capaces de alcanzar. Las
causas de tal deterioro son múltiples y ampliamente conocidas por quienes llevamos adelante la
tarea docente, así como sistematizadas en múltiples trabajos de investigación. (Davini, 1999;
Filmus, 2000; Tenti Fanfani, 1998).
Por el contrario, se nos impone una adaptación a las actuales condiciones que necesariamente
pensamos como activa. Crear, a partir de las situaciones presentes condiciones para que otros
escenarios sean posibles. Es desde esta lógica, desde esta declaración de principios que
encararemos la tarea que da fundamento a este proyecto.
Formulación de la problemática
Desde hace cinco años, a partir de la tarea de algunos de los miembros del equipo (Defago ,
Senones) al frente de los Espacios de Prácticas comenzamos a detectar algunas
problemáticas que en el pasado no se habían hecho notorias, en particular, comenzaron a
aparecer situaciones preocupantes:
A partir de EGB 3 y en especial en Polimodal, y actualmente en Secundaria, el área
que nos ocupa y las disciplinas asociadas son vividas por los alumnos como las más
dificultosas y temidas, aquellas que sólo “los más inteligentes” comprenden.
Es casi nula la presencia de prácticas de laboratorio o de indagaciones escolares de los
fenómenos o de salidas de campo o de investigaciones bibliográficas guiadas hacia la
resolución de problemas naturales. 1
Para esos mismos niveles se registran comprensiones de ciencia de tipo inductivista
ingenuo en la mayoría de los alumnos, y docentes acompañadas, en el mejor de los
casos, por el recitado memorioso y acrítico de los pasos del método científico.
Los docentes relatan que los alumnos no entienden porque tienen problemas de
comprensión lectora, pero no se trabajan textos en los espacios de ciencias.
Del mismo modo, aparece una dificultad asociada al trabajo con operaciones
formales o con abstracciones y modelos.
Los docentes no encuentran estrategias innovadoras de aula para poder enfrentar estas
situaciones dilemáticas y en su mejor esfuerzo repiten un y otra vez esquemas y
algoritmos a la espera de que los alumnos los comprendan o los interpreten.
Como algunos de nosotros hace tiempo venimos trabajando con el tema de la metacognición
y los sistemas de actividad2 y creemos que es una línea de trabajo potencialmente rica que
cuenta con respaldo suficiente de destacados investigadores de todas las áreas de conocimiento
(ver bibliografía) pensamos en construir alternativas poniendo las bases teóricas y
metodológicas en acción, en nuestra propia intervención.
1
Los relatos explicativos de estas situaciones aluden a la falta de recursos o los potenciales peligros
asociados a la ocurrencia de algún accidente, al tiempo que los docentes manifiestan lo mucho que
desearían poder realizarlo.
2
Proyecto UBACyT P035 (2004-2007) Sistemas de Actividad y Estrategias Metacognitivas
Estamos convencidos de que es imprescindible construir desde las instituciones formadoras
núcleos fuertes de indagaciones pedagógicas- didácticas, que desde el contacto con la
realidad de las prácticas cotidianas, puedan generar espacios de encuentro potentes entre la
investigación más rigurosa y la necesidad más específica de los docentes.
Impacto esperado.
Ciertamente para referirnos al impacto esperado sería necesario revisar el plan de trabajo y las
propuestas que se hallan en el item siguiente. De cualquier manera podemos señalar que el
impacto se producirá en todos los planos de ejecución del Proyecto (ver figura 1) de acuerdo a:
Institución
Profesorado
Cátedras de
articulación
Institución destino
Acerca de la metacognición
Una reseña reciente de las investigaciones sobre enseñanza y aprendizaje ha mostrado que
detrás de los procesos cognitivos que se busca desarrollar en los ciclos de enseñanza
aprendizaje, ya sea desde el punto de vista socio histórico, constructivista piagetiano o de
cambio conceptual (Pozo, 1995) existe una extensa gama de estrategias algunas veces
concientes y otras veces automáticas o no concientes que guían la construcciones de los
saberes.
Los alumnos utilizan procesos que controlan y regulan la cognición para poder elaborar un
sistema de prácticas y saberes que les resulten manejables. A este conjunto de estrategias que
controlan y regulan el proceso cognitivo se las conoce como metacognición o procesos
metacognitivos.
Es aceptado que un profesor formado “metacognitivamente” es decir gestado en el uso y
reconocimiento de estrategias metacognitivas propias podrá volcar estos aprendizajes sobre sus
alumnos saliéndose de los marcos tradicionales expositivos.
Coincidimos con la línea presentada por Angulo (1999) cuando afirma que la comunidad de
expertos en el tema coincide en la necesidad de que el profesor tenga una sólida formación
teórica en el campo disciplinar para que su práctica sea satisfactoria, es decir que su
intervención pedagógica sea rigurosa; que sea un profesional autónomo, que posea
conocimientos sobre los contenidos didácticos y pedagógicos.
A su vez, los profesores son conscientes de la necesidad de cambiar la enseñanza, pero debe
preparárseles desde su formación inicial propiciándoles la construcción de puntos de vista
fundamentados que les permitan decidir sobre tales cambios.
Al respecto, Pérez (1992), hace notar que “...el alumno -futuro profesor- debería aprender
reinterpretando y no sólo adquiriendo la cultura elaborada en las disciplinas académicas,
mediante procesos de -reflexión-, intercambio y negociación...” , lo cual se enmarca en el
carácter social de la evaluación y surge como argumento explicativo del cómo es posible llegar
a transformar esquemas de pensamiento y de actuación.
Se establece, entonces, que los fundamentos teóricos en los cuales se apoya una didáctica para
la formación del profesor de ciencias, se refieren a la función pedagógica de la evaluación y su
importancia en la autorregulación de los aprendizajes (metacognición) (Sanmartí, 1993),
respaldada a su vez por la teoría de la actividad de la escuela soviética (Talyzina, 1981), en
la cual, la apropiación de los criterios de evaluación, así como la autogestión de dificultades y el
dominio de las capacidades de anticipar y planificar una acción, se consideran elementos claves
para llegar a ser autónomo frente al propio aprendizaje (Nunziati, 1990), de manera
metacognitiva.
La metacognición (control consciente sobre el propio aprendizaje) resulta útil para que el
estudiante (o el futuro profesor) resuelva ese conflicto y llegue a hacer un cambio
conceptual; no obstante, requiere de una organización escolar particular y de la adopción de
métodos de evaluación que garanticen la comprensión del proceso personal de aprendizaje.
Finalmente, Nunziati (1990); Jorba y Sanmartí (1994) y Gunstone y Northfield, (1994) coinciden
en la idea de que los estudiantes que tienen más éxito al aprender, son aquellos que saben
qué y cómo aprenden, es decir, los que se comportan de manera metacognitiva. Por su parte,
las estrategias de la evaluación formadora se consideran adecuadas para desarrollar habilidades
de anticipación y planificación de las acciones necesarias al resolver una tarea. Estos dos ejes
teóricos, llevados al campo de la formación inicial del profesorado de ciencias, implican que
“aprender a enseñar” se conciba como la formación de un profesional capaz de dirigir y
controlar sus propios aprendizajes, porque puede tomar decisiones informadas respecto a su
saber, pensamiento y actuación.
Sistemas de actividad y cognición situada
Desde una visión situada, se aboga por una enseñanza centrada en prácticas educativas
auténticas, las cuales requieren ser coherentes, significativas y propositivas; en otras palabras:
“simplemente definidas como las prácticas ordinarias de la cultura” (Brown, Collins y Duguid,
1989, p. 34). Además, la autenticidad de una práctica educativa puede determinarse por el
grado de relevancia cultural de las actividades en que participa el estudiante, así como
mediante el tipo y nivel de actividad social que éstas promueven (Derry, Levin y Schauble,
1995). Por su parte, Hendricks (2001) propone que desde una visión situada, los educandos
deberían aprender involucrándose en el mismo tipo de actividades que enfrentan los expertos
en diferentes campos del conocimiento.
I NSTRUMENTOS
PRODUCCIÓN
DISTRIBUCIÓN
INTERCAMBIO
REGLAS C OMUNIDAD D
IVISIÓN DEL
T RABAJO
Figura 2: La estructura de un sistema de actividad humano (Engeström, 1987, pág. 78).
Aspectos metodológicos
Dado que en esta investigación hemos decidido abordar el problema del aprendizaje desde un
marco socio–cultural, utilizando un acercamiento teórico propio, el sujeto de aprendizaje no es
un sujeto aislado del objeto ni tampoco un sujeto sin historia. Las interacciones sociales que
rodean el proceso del aprender forman parte fundamental de nuestra unidad de análisis como
veremos más adelante.
La elección ideológica que se haga del marco teórico es necesariamente una opción de hierro
en lo que refiere a lo táctico y estratégico. La metodología no es en este caso un conjunto de
reglas del buen investigador, un conjunto de pautas establecidas que guían la correcta
validación de sus afirmaciones sino que constituye como tal una totalidad con el objeto. El
objeto aprendizaje no puede ser analizado centrándose exclusivamente en el sujeto, sino que
refiere a una actividad socialmente contextuada y compartida, un concreto que deberá ser
investigado como tal en contexto, históricamente, y con instrumentos que no lo desmembren
en trozos sin sentido (contenidos, habilidades, competencias, logros, etc), ya que esto
constituiría una negación del objeto. La unidad de análisis no es, entonces, ni el sujeto que
aprende, ni el contenido a aprender, ni la mediación del docente sino una unidad de diversos,
el sistema de actividad, en donde circulan la cognición y la meta–cognición distribuidas
entre las propias componentes del sistema.
La Teoría de Actividad es más descriptiva que predictiva. Los teóricos de la TA argumentan que
el conocimiento no es sólo un conjunto discreto de actos cognitivos (la toma de decisión, la
clasificación, recuerdo) y seguramente éste se ubica en la práctica cotidiana: “Uno es lo que
uno hace” (Nardi (1996)). Cada persona está firmemente incardinada en una matriz social de
la que cada persona es una parte orgánica. Esta matriz social se compone de gente y de
herramientas o artefactos. Los artefactos pueden ser las herramientas físicas o sistemas como
el idioma humano. Es muy importante caer en la cuenta que bajo la CHAT, se incorpora como
parte de la explicación del comportamiento humano su interacción con el medio, tanto con sus
iguales como con sus instrumentos.
Hoy en día es cada vez más evidente que éstas no son sólo tipos de transformaciones que
deben ser entendidas o adquiridas. La gente no solamente enfrenta el desafío de adquirir la
cultura establecida; también enfrenta situaciones en las cuales debe formular una cultura
deseable. Con el fin de entender esas transformaciones que suceden en los sistemas de
actividad humanos, necesitamos una metodología (una táctica) para el estudio de ciclos
expansivos. Una metodología como esa no encaja fácilmente dentro de los límites de la
psicología, de la sociología, o de la ciencias de la educación o de cualquier otra disciplina
particular.
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