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16 - 2008
DIRECTORES
Madrid, 2009
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...
ÍNDICE
El derecho fundamental al
honor: su contenido. Regulación
normativa y doctrina jurisprudencial
Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho al honor, Derecho a la intimidad, Libertad de
expresión, Jurisprudencia
ÍNDICE:
Los derechos de protección de la vida privada de los individuos son un reflejo claro de
la idea de libertad como autonomía individual, es decir, como una esfera en la que la
persona posee la facultad de realizar o no cualquier acción sin que le controle o se lo
impida nadie, sea el Estado u otros individuos (1).
El art. 18 CE garantiza estos derechos. El objeto de protección de este artículo es la
actuación privada de los individuos y la Constitución la preserva, efectivamente, no sólo
frente a toda intromisión de los poderes públicos, sino también frente a toda intromisión
de los sujetos privados. La finalidad del art. 18 CE es que los ciudadanos gocen de plena
libertad dentro de su ámbito personal.
Esta idea está implícita en los primeros pensadores liberales de los siglos XVII y XVIII y
en los textos constitucionales americanos y europeos. Así, la inviolabilidad del domicilio
es uno de los primeros derechos fundamentales reconocidos constitucionalmente. De
todos modos, la formulación del derecho a la vida privada como tal y, en concreto, del
derecho a la intimidad, como un derecho autónomo del principio de libertad personal no
se realiza hasta finales del siglo XIX y, de forma no causal, en una sociedad moderna
como la de Estados Unidos. En efecto, se considera el artículo The right of privacy, de
los juristas Warren y Brandeis, publicado en 1890, como la primera formulación del este
derecho, que se configura como un "derecho a estar solo" y "a vivir en paz".
La intimidad y los diversos aspectos de la vida privada como bienes jurídicos a
proteger son de difícil definición. Desde múltiples posiciones doctrinales se ha intentado
una enumeración de los posibles ámbitos de la intimidad y todas han resultado
insatisfactorias, ya que nunca se ha podido elaborar una lista completa de hechos, actos
o aspectos múltiples que reflejen todas las situaciones a proteger de esta intimidad
o vida privada. En todos los casos, estas enumeraciones - que, aun incompletas,
son globalmente orientadoras - nos llevan a concluir que la concretización del bien
jurídico "intimidad" ha de hacerse casuísticamente por la doctrina y, sobre todo, por la
jurisprudencia, en aplicación de las normas legales existentes.
Desde este punto de vista, el concepto de intimidad o de vida privada o personal, nos
los suministran tanto los diversos pactos y convenios internacionales de defensa de los
derechos humanos como las diversas normas internas que los garantizan.
El art. 12 de la DUDH (París, 1948) dispone:
Por otra parte, el artículo 17 del PIDCP (Nueva York, 1966) se expresa en términos
similares a la DUDH:
Como es sabido estas declaraciones y convenios ratificados por España son, por una
parte, normas con validez interna una vez publicadas, según establece el art. 96.1 CE,
y, de otra, han de servir como criterio de interpretación de los derechos reconocidos en
la CE (art. 10.2 CE).
Teniendo en cuenta la importancia normativa -tanto directa como interpretativa- de
estas normas internacionales, debemos destacar en la legislación internacional una
clara separación entre los derechos inherentes a la vida privada de las personas, y, en
concreto, entre el derecho a la intimidad propiamente dicho y el derecho al honor, siendo
ambos derechos fundamentales propios de la esfera privada.
En efecto, la DUDH y el PDCP diferencian claramente entre un derecho y otro. El derecho
a la intimidad, desde la perspectiva de estas normas internacionales, engloba diversos
bienes jurídicos: vida privada, familiar, domicilio y correspondencia. Según estos textos,
el bien jurídico "intimidad" -"conjunto de estos bienes jurídicos"- ha de protegerse ante
las injerencias arbitrarias o ilegales. Y esto queda perfectamente diferenciado, en las
mismas normas, del honor y la reputación, bienes jurídicos de naturaleza diferente y que
no han de ser protegidos de las injerencias sino de los ataques.
Aún se advierten más diferencias entre el derecho a la intimidad y el derecho al honor
en el CEDH de 1950 ya que, como se ha visto, el art. 8 sólo regula los derechos de
la esfera de la intimidad: vida privada, familiar, domicilio y correspondencia. Y la forma
de violar estos derechos también se denomina injerencia. El mismo texto sitúa el honor
("protección de la reputación") como uno de los límites a la libertad de expresión.
Esta normativa internacional, con valor en el derecho interno, pone de manifiesto los
aspectos más significativos de la diferencia entre intimidad y honor que, en la legislación
española, descansan también en diferentes valores y principios constitucionales.
En efecto, la intimidad constituye aquella esfera - física o inmaterial - que cada persona
o familia determina libremente para sí misma y en la cual, sin su consentimiento, nadie
puede entrar. La garantía jurídica y constitucional de esta esfera o ámbito se basa en
el valor libertad (art. 1.1 CE) y en la libertad de desarrollo de la personalidad, uno de
los fundamentos del orden político y de la paz social (art. 10.1 CE). Por su parte, el
honor -o la fama, en lenguaje más popular- es la opinión que los otros tienen de una
persona y jurídicamente está conectada a otros valores, como la dignidad de la persona
Nuestro Código Civil no contempló expresamente el derecho al honor. Pero este vacío
legal no impidió que la jurisprudencia fuese elaborando un concepto del derecho al honor
al tiempo que condenaba al resarcimiento del daño moral que la violación del honor
suponía, en base al art. 1902 CC. En este sentido es importante destacar la STS de 7
de febrero de 1962, que perfila un concepto general del derecho al honor al señalar que
"La tutela del honor en la vía civil es amplia, debiendo abrazar todas las
manifestaciones del sentimiento de estimación de la persona y otorgar al ofendido
no sólo el poder de accionar contra el ofensor para el resarcimiento de los daños,
sino también la facultad de hacer cesar, si es posible, el acto injurioso y de hacer
suprimir el medio con el que el mismo haya sido realizado y pueda ser divulgado, y
precisamente se trata de la tutela de la integridad moral, que es un derecho de la
personalidad, la acción civil encuentra buen fundamento, aunque se dirija tanto sólo
a obtener el reconocimiento de la ilicitud del comportamiento del ofensor (...)".
"El "honor", como objeto del derecho consagrado en el art. 18.1 C.E., es un concepto
jurídico normativo cuya precisión depende de las normas, valores e ideas sociales
vigentes en cada momento, de ahí que los órganos judiciales dispongan de un cierto
margen de apreciación a la hora de concretar en cada caso qué deba tenerse por
lesivo del derecho fundamental que lo protege".
"Ese derecho ampara la buena reputación de una persona (...) "la cual -como la
fama y aun la honra - consisten en la opinión que las gentes tienen de una persona,
buena o positiva si no van acompañadas de adjetivo alguno. Así como este anverso
de la noción se da por sabido en las normas, éstas, en cambio, intentan aprehender
el reverso, el deshonor, la deshonra o difamación, lo difamante. El denominador
común de todos los ataques e intromisiones ilegítimas en el ámbito de protección de
este derecho es el desmerecimiento en la consideración ajena (art. 7.7 L.O. 1/1982)
como consecuencia de expresiones proferidas en descrédito o menosprecio de
alguien o que fueren tenidas en el concepto público por afrentosas" (STC 223/1992
y, recientemente, STC 76/1995).
"La dignidad como rango o categoría de la persona como tal, del que deriva y en
el que se proyecta el derecho al honor (art. 18.1 C.E.), no admite discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza o sexo, opiniones o creencias. El odio y el
desprecio a todo un pueblo o a una etnia (a cualquier pueblo o a cualquier etnia)
son incompatibles con el respeto a la dignidad humana, que sólo se cumple si se
atribuye por igual a todo hombre, a toda etnia, a todos los pueblos. Por lo mismo, el
derecho al honor de los miembros de un pueblo o etnia, en cuanto protege y expresa
el sentimiento de la propia dignidad, resulta, sin duda, lesionado cuando se ofende
y desprecia genéricamente a todo un pueblo o raza, cualesquiera que sean".
"Resulta evidente, pues, que, a través de los fines para los que cada persona
jurídica privada ha sido creada, puede establecerse un ámbito de protección de su
propia identidad y en dos sentidos distintos: tanto para proteger su identidad cuando
desarrolla sus fines, como para proteger las condiciones de ejercicio de su identidad,
bajo las que recaería el derecho al honor. En tanto que ello es así, la persona jurídica
también puede ver lesionado su derecho al honor a través de la divulgación de
hechos concernientes a su entidad, cuando la difame o la haga desmerecer en la
consideración ajena (art. 7.7 L.O. 1/1982)" (3).
Por último, el TC ha reconocido también que aunque resulte "inadecuado hablar del
honor de las instituciones públicas o de clases determinadas del Estado", no puede
negarse que en algunos casos éstas puedan ser titulares del derecho al honor. Así lo
ha reconocido, con cita de la STEDH Barfod, de 22 de febrero de 1989, respecto del
Poder Judicial.
Dado que el derecho al honor posee un objeto determinado (el honor, que ampara la
buena reputación de una persona, protegiéndola frente a expresiones o mensajes que lo
hagan desmerecer en la consideración ajena al ir en su descrédito o menosprecio o que
sean tenidas en el concepto público por afrentosas), no se lesiona por el simple hecho
de que un tercero (sea un particular o el Estado) realice determinadas conductas como
divulgar información u opinar sobre esa persona.
Esa conducta puede ser ilícita (caso de consistir en una publicidad comercial prohibida o
una forma de competencia desleal) o no estar protegida por el art. 20.1 C.E. (por ejemplo,
la divulgación de meros rumores o invenciones), y, sin embargo, no lesionar el derecho
al honor ajeno porque simplemente no han mancillado su "honor" en los términos en
los que éste viene definido constitucionalmente. (SSTC 185/1989, 171/1990, 172/1990,
223/1992, 170/1994, 139/1995, 3/1997, entre otras).
Las conductas que dañan el derecho al honor son los "calificativos formalmente
injuriosos o innecesarios para el mensaje que se desea transmitir, la crítica vejatoria,
descalificadora y afrentosa de una persona" (STC 180/1999, de 11 de octubre, FJ 5)
porque estas conductas tienen como objetivo la descalificación de la persona. También
ocurre así cuando tales calificativos se dirigen contra el comportamiento profesional de
un individuo, esto es, contra su comportamiento en "el ámbito en el que desempeña
su labor u ocupación, pudiendo hacerle desmerecer ante la opinión ajena con igual
intensidad y daño que si la descalificación fuese directamente de su persona (SSTC
40/1992, 223/1992, 139/1995, 183/1995, 46/1998 y ATC 208/1993). Esto es así porque
la actividad profesional suele ser una de las formas más destacadas de manifestación
externa de la personalidad y de la relación del individuo con el resto de la colectividad,
de forma que la descalificación injuriosa o innecesaria de ese comportamiento tiene un
especial e intenso efecto sobre dicha relación y sobre lo que los demás puedan pensar de
una persona, repercutiendo tanto en los resultados patrimoniales de su actividad como
en la imagen personal que de ella se tenga" (4).
El derecho al honor personal prohíbe que nadie se refiera a una persona de forma
insultante o injuriosa, o atentando injustificadamente contra su reputación haciéndola
desmerecer ante la opinión ajena. Así, pues, lo perseguido por el art. 18.1 CE es la
indemnidad de la imagen que de una persona puedan tener los demás, y quizá no tanto
la que aquélla desearía tener.
En otro orden de cosas, el TC ha incluido el denominado prestigio profesional en el
art. 18.1 CE, en tanto una posible manifestación del honor personal, integrando el más
genérico concepto de la "reputación ajena", empleado por el art. 10.2 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos (desde STEDH Lingens, de 8 de julio de 1986).
derechos reconocidos en el art. 20 CE. Recuérdese que la CEDH sólo contempla este
derecho desde esta última perspectiva.
La colisión de los derechos al honor y las libertades del art. 20.1 CE han dado lugar a una
abundante jurisprudencia del TC, que ha ido evolucionando. F. HERRERO TEJEDOR
ha distinguido 3 fases en esta evolución:
La STC 1/2005, de 17 de enero, FJ 2, expresa con claridad los dos elementos que se
han indicado: por una parte, la posición preferencial o prevalente de las libertades del
art. 20.1 CE, y, por otra, la indicación de las circunstancias que deben cumplirse para
que prevalezca el derecho a la libertad de expresión:
"2. Ante este tipo de conflictos, siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, este Tribunal ha elaborado una doctrina que "parte de la
posición especial que en nuestro ordenamiento ocupa la libertad de información,
puesto que a través de este derecho no sólo se protege un interés individual
sino que entraña el reconocimiento y garantía de la posibilidad de existencia de
una opinión pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político propio del
Estado democrático (STC 21/2000, de 31 de enero, FJ 4 y las allí citadas). El
valor preferente o prevalente de este derecho ha sido, sin embargo, modulado en
nuestra jurisprudencia, negando su jerarquía sobre otros derechos fundamentales
(SSTC 42/1995, de 13 de febrero, FJ 2; 11/2000, de 17 de enero, FJ 7). De ahí que
hayamos condicionado la protección constitucional de la libertad de información, y
su prevalencia sobre el derecho al honor garantizado en el art. 18.1 CE, a que la
"Debemos de recordar que en estos casos, tal como hemos declarado en numerosas
ocasiones, "la competencia de este Tribunal no se circunscribe a examinar la
suficiencia y consistencia de la motivación de las resoluciones judiciales bajo el
prisma del art. 24 CE. Por el contrario, en supuestos como el presente, el Tribunal
Constitucional, en su condición de garante máximo de los derechos fundamentales,
debe resolver el eventual conflicto entre el derecho a comunicar información veraz
y el derecho al honor, determinando si efectivamente se han vulnerado aquellos
derechos atendiendo al contenido que constitucionalmente corresponda a cada uno
de ellos, aunque para este fin sea preciso utilizar criterios distintos de los aplicados
por los órganos jurisdiccionales, ya que sus razones no vinculan a este Tribunal
ni reducen su jurisdicción a la simple revisión de la motivación de las resoluciones
judiciales" (STC 136/2004, de 13 de julio, FJ 1, entre otras muchas). Por lo demás,
nuestro examen debe respetar, eso sí, los hechos considerados probados en la
instancia [art. 44.1 b) LOTC]" (STC 1/2005, de 17 de enero, FJ 1).
Notas
(1) Seguimos en este punto el Dictamen del Consell Consultiu sobre la Llei Orgànica 5/1992
del 29 d'octubre, de regulación del tractament automitzat de les dades de carácter personal.
BOPC, núm. 69, 13 de gener de 1993, p. 4383 i ss.
(2) Sobre este particular, ver, M. J. BLANCO QUINTANA, "El derecho al honor y las libertades
de expresión e información en la jurisprudencia del tribunal Constitucional", Revista de la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, núm. 93, 2000, 49-71.
(3) Abandonando así su doctrina anterior, de cuyas vacilaciones da cuenta la STC 139/1995:
"En la STC 107/1988 se afirmó que "el honor es un valor referible a personas individualmente
consideradas, lo cual hace inadecuado hablar del honor de las instituciones públicas o
de clases determinadas del Estado, respecto de las cuales es más correcto, desde el
punto de vista constitucional, emplear los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral,
que son valores que merecen la protección penal que les dispense el legislador, pero
que no son exactamente identificables con el honor, consagrado en la Constitución como
derecho fundamental, y, por ello, en su ponderación frente a la libertad de expresión debe
asignárseles un nivel más débil de protección del que corresponde atribuir al derecho al
honor de las personas públicas o de relevancia pública" (fundamento jurídico 2.º). Con
posterioridad a esta STC 107/1988, en la que se considera el honor de una persona jurídico-
pública, la STC 51/1989 trata del honor de una institución y la STC 121/1989 de una clase
determinada del Estado, manteniendo unas tesis interpretativas que luego fueron matizadas
por la STC 214/1991, en una orientación jurisprudencial que con la presente Sentencia
queremos reforzar y ampliar".
(4) En M. J. BLANCO QUINTANA, "El derecho..." Op.cit. 49-71.
(5) F. HERRERO TEJEDOR, Honor, intimidad y propia imagen, Madrid: Colex, 2.ª ed. 1994.
Ver, también, P. CILLERO DE CABO, "La protección jurisdiccional del derecho al honor,
a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen: desencuentros entre el Tribunal
Constitucional y el Tribunal Supremo", Aranzadi Civil, núm. 15/20002, pp. 2535-2554.
DOI:
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El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...
El derecho fundamental a la
intimidad: su contenido. Regulación
normativa y doctrina jurisprudencial
Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho a la intimidad, Libertad de expresión, Derecho a la
información, Jurisprudencia
ÍNDICE:
1. Indicaciones previas
2. Supuestos particulares de la titularidad del derecho a la intimidad
A) Menores
B) Extranjeros
C) Personas jurídicas
3. Indisponibilidad del derecho a la intimidad
4. Consentimiento a la intromisión en la intimidad
5. Referencia a los supuestos de intromisión ilegítima
6. Ejercicio de la acción de protección del derecho a la intimidad
7. Regulación post mortem de la protección del derecho a la intimidad
8. Responsabilidad civil derivada de la intromisión ilegítima
III. Manifestaciones concretas del derecho a la intimidad: jurisprudencia constitucional
1. Requisitos de la intromisión legítima
2. Derecho a la intimidad y ejercicio de las libertades de expresión e información
A) Ponderación de los derechos en juego
B) Libertad de expresión y libertad de información. Veracidad de la
información
C) Personas públicas
D) Personas de notoriedad pública por su presencia en la prensa
E) Supuestos varios de confrontación de estos derechos
a) Divulgación de datos de la vida privada de persona con notoriedad
pública por su frecuente presencia en medios de comunicación
b) Reportaje sobre enjuiciamiento por delito contra la libertad sexual de la
hija del agresor, con datos que permiten la identificación de la víctima
c) Identificación periodística de afectados por el SIDA
d) Intimidad familiar: producción y difusión de una cinta de vídeo con
escenas en la enfermería de la plaza en la que ingresó mortalmente
herido un torero; demanda ejercitada por su viuda
3. Derecho a la intimidad y ruido o contaminación acústica
4. Derecho a la intimidad en el ámbito de la economía personal
5. Intimidad corporal
6. Intimidad genética
A) Concepto
B) El consentimiento del titular. El derecho a no saber
C) Límites de la intimidad genética
D) Intervenciones corporales
E) Las pruebas biológicas de paternidad
F) Las técnicas de reproducción asistida
7. La intimidad y la autodeterminación de la persona
Bibliografía
a la doctrina elaborada por este Tribunal, los derechos al honor, a la intimidad personal
y a la propia imagen, reconocidos en el art. 18.1 CE, a pesar de su estrecha relación en
tanto que derechos de la personalidad, derivados de la dignidad humana y dirigidos a la
protección del patrimonio moral de las personas, son, no obstante, derechos autónomos,
que tienen un contenido propio y específico (SSTC 81/2001, de 26 de marzo, FJ 2;
156/2001, de 2 de julio FJ 3; 46/2002, de 25 de febrero, FJ4; y 14/2003,de 30 de enero,
FJ 4)".
En este texto se señala su naturaleza: son derechos de la personalidad, su fundamento
es la dignidad humana y su objeto es la protección del patrimonio moral de las personas.
La Sentencia del Tribunal Supremo (STS) de 17 de noviembre de 1997 marca claramente
su carácter autónomo y su naturaleza: "Los derechos de la personalidad son derechos
subjetivos que recaen sobre aspectos o manifestaciones inherentes a la persona, como
ser humano, y no constituyen un solo derecho con varios aspectos (ius in se ipsum)
sino un conjunto de derechos; entre ellos se hallan los del honor, intimidad e imagen,
reconocidos en el artículo 18.1 de la Constitución y desarrollados en la Ley citada de 5
de mayo de 1982; no se trata de un derecho tricéfalo, sino de tres derechos".
2. Doctrina científica
3. Legislación internacional
Por lo que se refiere a los textos internacionales, éstos hablan de vida privada, que en
principio es un concepto más amplio que el de intimidad. La Declaración Universal de
Derechos Humanos (DUDH), de 10 de diciembre de 1948, establece en su art. 12 lo
siguiente: "Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su
domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona
tiene derecho a la protección de la Ley contra tales injerencias o ataques". Incluye la
protección de la familia con una referencia más amplia que la que corresponde a la
expresión "intimidad familiar", según se verá después. El mismo texto se refiere también
a los derechos a la inviolabilidad del domicilio y al secreto de las comunicaciones, que
sin duda tienen su fundamento en el derecho a la intimidad, y a los que el art. 18 CE
contempla separadamente en sus apartados segundo y tercero. Y a continuación se
refiere a la protección del honor. Termina proclamando expresamente la protección legal
contra las agresiones a tales derechos.
El Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), de 4 de noviembre de 1950,
prescribe en su art. 8 lo siguiente: "1. Toda persona tiene derecho al respeto de su
vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia.- 2. No puede haber
injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho sino en tanto en cuanto
esta interferencia esté prevista por la Ley y constituya una medida que, en una sociedad
Es claro que hay una evidente conexión entre los términos intimidad y vida privada o,
si se quiere, privacidad, término actualmente usado por influencia anglosajona. En todo
caso la intimidad representa, dentro del ámbito de la vida privada, un reducto más propio
o personal, en cuanto identifica la singularidad de cada persona, y que lo diferencia
de los demás. La jurisprudencia del Tribunal Constitucional señala reiteradamente que
la intimidad constituye un ámbito reservado de la propia vida personal. Así, la STC
233/2005, de 26 de septiembre, FJ 4, nos dice que el derecho a la intimidad implica
"la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de
los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad
mínima de la vida humana". En igual sentido las SSTC, entre otras, 231/1988, de 2 de
El TEDH ha venido utilizando siempre, como dice Pablo SANTOLAYA (3), un concepto
material y no formal de familia. Por ello el concepto de familia rebasa el ámbito de la
unión conyugal. Así, dice la STEDH de 13 de julio de 2000, Caso Esholz c. Alemania,
ap. 43, que "el concepto de familia, con arreglo a este artículo, no se limita únicamente a
derecho a la intimidad (art. 18.1 CE), se pronunció sobre el particular que ahora interesa.
En lo que se refiere a los preceptos mencionados el recurso fue desestimado, ya que,
según afirma (FJ 11), aparte de que el art. 16.2 "no regula ni desarrolla aspecto alguno
de la intimidad familiar", es lo cierto que el derecho a la reagrupación familiar "no forma
parte del contenido del derecho consagrado en el art. 18 CE, que regula la intimidad
familiar como una dimensión adicional de la intimidad personal". En el mismo sentido se
pronuncia la STC 260/2007, de 20 de diciembre.
Cuestiones relativas a relaciones paterno-filiales no se canalizan en nuestro Derecho a
través de la invocación de la intimidad familiar. Así, en el caso conocido y resuelto por
la STC 298/1993, de 18 de octubre, la demanda de amparo se formuló por la madre
de un menor, oponiéndose a la declaración de desamparo de éste y a la asunción de
su tutela administrativa y decisión de promover su acogimiento; la demanda, que fue
desestimada, invocó la aplicación del derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión
(art. 24.1 CE) y el derecho a la utilización de los medios de prueba pertinentes (art. 24.2
CE). El derecho de visita de un padre divorciado respecto del hijo menor habido en el
matrimonio se hizo valer, en recurso resuelto en sentido estimatorio por la STC 8/2005,
de 17 de enero, mediante la invocación del derecho a la tutela judicial efectiva, en su
vertiente de falta de motivación de la resolución judicial.
Lo expuesto pone de manifiesto el sentido más restrictivo del concepto de "intimidad
familiar" (art. 18.1 CE) que el de "vida familiar" (art. 8 CEDH). Ello abre la posibilidad de
que supuestos que podrían contravenir el art. 8 del Convenio no puedan acceder al TC
bajo igual consideración (protección de la familia o vida familiar), por la vía del recurso
de amparo (4). En este sentido la precitada STC 236/2007 dice lo siguiente (FJ 11): "[...]
nuestra Constitución no reconoce un "derecho a la vida familiar" en los mismos términos
en que la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha interpretado el
art. 8.1 CEDH, y menos aún un derecho fundamental a la reagrupación familiar, pues
ninguno de dichos derechos forma parte del contenido del derecho a la intimidad familiar
garantizado por el art. 18.1 CE".
En nuestro Derecho la Constitución concede protección a la familia en el art. 39, se
refiere al matrimonio en el art. 32, como derecho a contraerlo que tienen todo hombre y
toda mujer, con plena igualdad jurídica, y el art. 35 establece el derecho del trabajador
a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia. En
ninguno de estos preceptos se contemplan o declaran derechos fundamentales. El art.
39 se contiene en el capítulo III del Título I, capítulo relativo a los principios rectores de
la política social y económica, que "informarán la legislación positiva, la práctica judicial
y la actuación de los poderes públicos" (art. 54 CE). Los arts. 32 y 35 se contienen en la
Sección segunda del Capítulo II, siéndoles de aplicación, por tanto, las previsiones del
art. 53.2 CE, en cuanto derechos que vinculan a todos los poderes públicos, y que habrán
de regularse por ley que, en todo caso, habrá de respetar su contenido esencial. La
Sección que define los derechos fundamentales sólo contiene, con referencia directa al
que puede llamarse ámbito de familia, el derecho a la intimidad familiar -objeto de nuestro
estudio-, la garantía que asiste a los padres "para que sus hijos reciban la formación
religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones" (art. 27.3), y
el derecho de intervención de los padres, juntamente con profesores y, en su caso,
alumnos, "en el control y gestión de todos los centros sostenidos por la Administración
con fondos públicos en los términos que la ley establezca" (art. 27.7).
El derecho a la intimidad cobra especial relieve en nuestros días a través del uso de la
informática, según prevé el art. 18.4 CE antes transcrito; ya queda indicado que se trata
de un tema objeto de otras ponencias. Algunos derechos fundamentales reconocidos en
la Constitución se basan principalmente en el derecho primario que toda persona tiene
a la intimidad: es el caso de los derechos a la inviolabilidad del domicilio (STC 189/2004,
de 2 de noviembre) y al secreto de las comunicaciones, reconocidos en el art. 18. 2 y 3
CE. Otros derechos fundamentales tienen clara relación con el derecho a la intimidad,
en cuanto se basan en principios ínsitos en éste: es el caso, entre otros, de la libertad
ideológica y de la educación. El carácter autónomo e independiente que tienen estos
derechos, así como los antes mencionados, justifica el que no sean objeto de la presente
exposición.
1. Indicaciones previas
A) Menores
B) Extranjeros
El art. 13.1 CE establece que "los extranjeros gozarán en España de las libertades
públicas que garantiza el presente Título [esto es, el Título I, que trata de los derechos
y deberes fundamentales] en los términos que establezcan los tratados y la ley". Dice
al respecto la STC 107/1984, de 23 de noviembre, FJ 3, que se da una completa
igualdad entre españoles y extranjeros "respecto de aquellos derechos que pertenecen
a la persona en cuanto tal y no como ciudadano, o, si se rehúye esta terminología,
ciertamente equívoca, de aquellos que son imprescindibles para la garantía de la
dignidad humana, que, conforme al art. 10.1 de nuestra Constitución, constituye
fundamento del orden político español". Y añade que "derechos tales como el derecho
a la vida, a la integridad física y moral, a la intimidad, la libertad ideológica, etc.,
corresponden a los extranjeros por propio mandato constitucional, y no resulta posible
un tratamiento desigual respecto a ellos en relación a los españoles". Esta doctrina se
reitera, entre otras, en las SSTC 99/1985, de 30 de septiembre; 130/1995, de 11 de
septiembre, y 95/2000, de 10 de abril. Así pues, el contenido del derecho a la intimidad
personal y familiar, expuesto anteriormente, es aplicable al extranjero, al igual que al
español. Ya queda indicado que el art. 16 de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero,
contempla expresamente el "derecho a la intimidad familiar" del extranjero; mas no
comporta novedad en el tratamiento de este derecho, según los términos expresados
con anterioridad.
C) Personas jurídicas
El ATC 257/1985 afirma que "el derecho a la intimidad que reconoce el art. 18.1 de la
CE por su propio contenido y naturaleza, se refiere a la vida privada de las personas
individuales, en la que nadie puede inmiscuirse sin estar debidamente autorizado, y sin
que en principio las personas jurídicas, como las Sociedades mercantiles, puedan ser
titulares del mismo, ya que la reserva acerca de las actividades de estas Entidades
quedará, en su caso, protegida por la correspondiente regulación legal, al margen de
la intimidad personal y subjetiva constitucionalmente decretada". Pero debe matizarse
este criterio.
No es ocioso señalar, al respecto, que determinados derechos esencialmente vinculados
al derecho a la intimidad -incluso fundamentados en él- están reconocidos respecto de
las personas jurídicas: es el caso de los derechos a la inviolabilidad del domicilio y al
secreto de las comunicaciones. Por otra parte, en dicho texto del ATC 257/1985 no se
niega de modo tajante y definitivo la posibilidad de que llegue a reconocerse este derecho
fundamental a las personas jurídicas; así cabe entenderlo por el uso de la expresión
cautelar "en principio".
Asimismo es de advertir que las personas jurídicas ostentan derechos y ejercitan actos
en la vida económico-social equiparables a los de los particulares y con su mismo
contenido jurídico (titularidad de cuentas, tributación al Estado, etc.), cuyos efectos
inciden no sólo en la sociedad o persona jurídica sino también -al menos indirectamente,
pero de modo inequívoco- en las personas que integran la sociedad. No parece que en
estos casos pueda negarse a la sociedad en cuanto tal, en cuanto persona jurídica titular
de derechos y deberes, el derecho de reserva en que viene a plasmarse el derecho
fundamental a la intimidad.
En definitiva, hay ámbitos que exigen un examen caso por caso para establecer la
existencia del derecho fundamental a la intimidad, de modo que su posible titularidad
por las personas jurídicas no puede ser negada en términos absolutos. Es indudable, de
todos modos, que hay también espacios de actuación y de vida en los que el expresado
derecho sólo puede tener como referencia a la persona individual.
Prescribe el art. 9.5 LO que "las acciones de protección frente a las intromisiones
ilegítimas caducarán transcurridos cuatro años desde que el legitimado pudo
ejercitarlas". Según la jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sentencias de 28 de
septiembre de 1998, 31 de julio de 2000 y 22 de noviembre de 2002), se trata de plazo
de caducidad, y no de prescripción, como expresa el propio texto, por lo que el previo
ejercicio de la acción penal no supone interrupción ni suspensión del curso de tal plazo.
La primera de dichas Sentencias fue recurrida en amparo, el cual fue denegado por STC
77/2002, de 8 de abril.
Entiendo que es aceptable la afirmación de que se está ante un plazo de caducidad,
pero que no lo es, en cambio, la tesis de que el ejercicio de la acción penal lleva consigo
el efecto de la extinción de la acción civil (al modo de una renuncia implícita de ésta),
lo que se mantiene expresamente en la Sentencia de 28 de septiembre de 1998. La
mencionada STC 77/2002 dice que esta tesis en principio podría ser lesiva del derecho
a la tutela judicial efectiva por contradecir lo dispuesto en el art. 116 LECrim; pero no
de amparo o, en su caso, la sustitución procesal del titular fallecido. Entiendo que tal
interés legítimo pueden tenerlo el cónyuge o los familiares más próximos, siendo preciso
el examen caso por caso. De quienes menciona el art. 4 LO considero muy cuestionable
que puedan ostentar tal interés los herederos, si invocan única y exclusivamente tal
condición de herederos.
Sentencia 233/2005. De ello infiere que "no es constitucionalmente exigible que sea el
Juez quien tenga que autorizar esta medida limitativa, pudiéndola adoptar, siempre que
una ley expresamente la habilite, la autoridad que, por razón de la materia de que se
trate, sea la competente".
Por último, la observancia del principio de proporcionalidad comporta la concurrencia
de los requisitos de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. Así,
exige la precitada Sentencia "que la medida adoptada sea idónea para alcanzar el fin
constitucionalmente legítimo perseguido con ella, que sea necesaria o imprescindible
al efecto (que no existan otras medidas más moderadas o menos agresivas para la
consecución de tal propósito con igual eficacia) y, finalmente, que sea proporcionada en
sentido estricto (ponderada o equilibrada por derivarse de ella más beneficios o ventajas
para el interés general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto)".
Conviene señalar, por último, que esta jurisprudencia constitucional (acorde, como se ha
visto, con las previsiones del art. 8.2 CEDH) es la que prevalece en la materia que nos
ocupa (límites del derecho a la intimidad), incluso sobre la letra del art. 8.1 LO, a cuyo
tenor "no se reputarán, con carácter general, intromisiones ilegítimas las actuaciones
autorizadas o acordadas por la Autoridad competente de acuerdo con la ley, ni cuando
predomine un interés histórico, científico o cultural relevante". La excesiva generalidad
o inconcreción de este precepto comporta la exigencia de que haya de interpretarse
conforme a la jurisprudencia constitucional expuesta.
La Constitución prevé explícitamente (apartado cuarto del art. 20) que el derecho a la
intimidad, juntamente con el derecho al honor, a la propia imagen y a la protección de la
juventud y de la infancia, establece límites para el ejercicio de las libertades que proclama
el art. 20. Me refiero a continuación a la posible colisión entre el ejercicio de las libertades
de expresión y de información y el derecho a la intimidad.
C) Personas públicas
La STC 115/2000 conoció del caso de un reportaje publicado en una Revista semanal
en el que la entrevistada, que había trabajado durante cierto tiempo en el domicilio de
la persona a la que se refería dicho reportaje (demandante de amparo) cuidando a
una de sus hijas, exponía múltiples hechos relacionados con aquélla y sus familiares
y amigos, divulgaba ciertos defectos, reales o supuestos, en el cuerpo o determinados
padecimientos en la piel, daba a conocer las características de prendas que usaba en la
intimidad, exponía cuáles eran sus relaciones con los anteriores maridos y con el actual,
y se refería también a los hábitos de la familia en el hogar.
La STC declaró lesionado el derecho a la intimidad personal y familiar de la recurrente,
afirmando que la simple lectura del reportaje pone de manifiesto que en él se aluden a
distintos aspectos de la intimidad personal y familiar de ésta y que los datos divulgados
carecen de relevancia pública; por ello es irrelevante que la afectada sea persona con
notoriedad pública por su frecuente presencia en los medios de comunicación.
b) Reportaje sobre enjuiciamiento por delito contra la libertad sexual de la hija del
agresor, con datos que permiten la identificación de la víctima
que "al parecer, el enfermo es L. V., de treinta y nueve años de edad", y que los
facultativos estaban efectuando distintas pruebas al compañero de vivienda del enfermo
para comprobar si también padecía el síndrome.
Se recuerda en la Sentencia que la veracidad de la información no impide la afectación
del derecho a la intimidad, y que tal afectación sólo es legítima si lo informado es de
interés público, diferente de la simple satisfacción de la curiosidad ajena. Afirma la
Sentencia que se lesionó la intimidad de los interesados, cuya identificación fue indirecta
pero inequívoca, pues "en modo alguno puede exigirse a nadie que soporte pasivamente
la difusión periodística de datos, reales o supuestos, de su vida privada que afecten
a su reputación, según el sentir común, y que sean triviales o indiferentes para el
interés público". Y añade que la identificación de aquéllos fue irrelevante a efectos de
la información que se quiso transmitir.
La STC 231/1988, ya citada, que tuvo un voto particular discrepante, reconoce que se
vulneró el derecho de la demandante de amparo a su intimidad personal y familiar. Son
dos los puntos que interesa atender.
El primero se refiere a si la toma de imágenes (que derivadamente puede afectar a la
intimidad familiar de la viuda) encaja en las previsiones del art. 8. 2 a) LO, que dice lo
siguiente: "En particular, el derecho a la propia imagen no impedirá: a) Su captación,
reproducción o publicación por cualquier medio, cuando se trate de personas que ejerzan
un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte
durante un acto público o en lugares abiertos al público". Si se entendiese aplicable este
precepto quedaría excluido que la toma de imágenes fuese una "intromisión ilegítima".
La Sentencia entiende que no es aplicable este precepto: "ha de rechazarse que las
escenas vividas dentro de la enfermería formasen parte del espectáculo taurino, y, por
ende, del ejercicio de la profesión del señor Rivera, que por su naturaleza supone su
exposición al público" (FJ 8).
La segunda cuestión parte del hecho de que las imágenes habían sido ya emitidas
anteriormente por la televisión en programas informativos, y se pregunta si ello "viene a
eliminar su carácter íntimo". La respuesta que da la Sentencia es que tal emisión previa
"no puede representar (independientemente del enjuiciamiento que ello merezca) que
se conviertan en públicas y que quede legitimada (con continua incidencia en el ámbito
de intimidad de la recurrente) la permanente puesta a disposición del público de esas
imágenes mediante su grabación en una cinta de vídeo que hace posible la reproducción
Los problemas del ruido en relación con el derecho a la intimidad personal y familiar
fueron examinados por la STC 119/2001, de 24 de mayo. La demandante de amparo
fundamentaba su pretensión en la contaminación acústica sufrida en su vivienda
como consecuencia del ruido y vibraciones producidos tanto por la multitud de
establecimientos molestos situados en la zona como por las actividades desarrolladas
en una discoteca sita en los bajos de la finca en que residía. La demanda de amparo
fue desestimada por falta de prueba acerca de la intensidad y carácter prolongado de
los ruidos denunciados. Pero lo que interesa es la doctrina desarrollada al efecto.
Se remite esta Sentencia a la doctrina expresada en las SSTEDH de 9 de diciembre de
1994, caso López Ostra c. Reino de España, y de 19 de febrero de 1998, caso Guerra
y otros c. Italia, conforme a las cuales, en determinados casos de especial gravedad los
daños ambientales, aun sin poner en peligro la salud de las personas, pueden atentar
contra el derecho al respeto de su vida privada y familiar en los términos del art. 8.1 del
Convenio de Roma.
Dice la STC 119/2001 que esta doctrina, de la que ya en su día se hizo eco la STC
199/1996, de 3 de diciembre, debe servir, de acuerdo con el art. 10.2 CE, como
criterio interpretativo de los preceptos constitucionales tuteladores de los derechos
fundamentales. Y tras señalar que uno de los ámbitos del invocado derecho a la intimidad
es el domiciliario "por ser aquel en el que los individuos, libres de toda sujeción a los
usos y convenciones sociales, ejercen su libertad más íntima", establece lo siguiente
respecto del tema que nos ocupa: "Teniendo esto presente, podemos concluir que una
exposición prolongada a unos determinados niveles de ruido, que puedan objetivamente
calificarse como evitables e insoportables, ha de merecer la protección dispensada al
derecho fundamental a la intimidad personal y familiar, en el ámbito domiciliario, en la
medida en que impidan o dificulten gravemente el libre desarrollo de la personalidad,
siempre y cuando la lesión o menoscabo provenga de actos u omisiones de entes
públicos a los que sea imputable la lesión producida". Más recientemente ha mantenido
la expresada doctrina jurisprudencial la STC 16/2004, de 23 de febrero, que denegó
el amparo postulado por quien había sido sancionado por resolución administrativa, al
haber sobrepasado los niveles sonoros permitidos por una Ordenanza municipal sobre
protección contra la contaminación acústica.
causa concreta". E indica asimismo que la normativa legal no otorga facultades ilimitadas
a la Inspección, la cual había cumplido los requisitos que aquella exige.
La STC 47/2001 conoció de un supuesto de tributación conjunta del IRPF de unos
cónyuges (en el sentido de que cada cónyuge la había hecho con un hijo), habiendo
procedido la Delegación de Hacienda a practicar sendas liquidaciones provisionales en
las que, integrando a los esposos y sus dos hijos en una sola unidad familiar, acumuló las
rentas de todos ellos. Contra estas liquidaciones provisionales actuaron en vía judicial
los cónyuges, que acudieron después a la vía del amparo constitucional. Se señala
en la precitada Sentencia, respecto de la invocación del derecho a la intimidad, que
los demandantes de amparo se habían limitado a hacer una alegación abstracta de
la incidencia que las citadas liquidaciones provisionales podrían haber tenido en su
intimidad personal, lo que no es eficaz respecto del recurso de amparo, cuya finalidad es
"reparar las lesiones reales, efectivas e individualizadas de los derechos fundamentales,
no prevenir las futuras, eventuales e hipotéticas". Y añade que no es irrazonable o
arbitraria, a la luz de la legalidad vigente y circunstancias concurrentes, la actuación
realizada por la Delegación de Hacienda.
5. Intimidad corporal
6. Intimidad genética
A) Concepto
El derecho a la intimidad genética puede definirse, con carácter general, como el derecho
por el que una persona puede determinar las condiciones de acceso a la información
contenida en sus genes (7). Se trata de un derecho implícito en el derecho fundamental
a la intimidad, que adquiere especial importancia a raíz de los descubrimientos en la
ciencia genética, en especial desde que se anunciara hace unos años la descodificación
del genoma humano, con la posibilidad consecuente de la obtención de gran cantidad
de datos sobre las personas sometidas a los correspondientes análisis. A ello se une, en
orden al acceso a esta información, el desarrollo habido en el ámbito de la informática y
las consiguientes normas sobre protección de las personas en relación con el tratamiento
automatizado de datos personales.
Partiendo de estas consideraciones cabe señalar cuáles son los elementos objetivo
y subjetivo de este derecho. Afirma RUIZ MIGUEL (8) que el elemento objetivo es
el genoma humano en última instancia, y, por derivación, cualquier tejido o parte del
cuerpo humano en el que se encuentre la información genética; y elemento subjetivo
es la voluntad del sujeto de determinar quién puede acceder a tal información y en qué
condiciones puede hacerlo.
Se recoge este derecho en el art. 10.2 del Convenio de Oviedo, de 4 de abril de
1997 (9): Dice así el mencionado artículo: "Vida privada y derecho a la información.
1. Toda persona tendrá derecho a que se respete su vida privada cuando se trate
de informaciones relativas a su salud.- 2. Toda persona tendrá derecho a conocer
toda la información obtenida respecto a su salud. No obstante, deberá respetarse la
voluntad de una persona de no ser informada.- 3. De modo excepcional, la ley podrá
establecer restricciones, en interés del paciente, con respecto al ejercicio de los derechos
mencionados en el apartado 2". También se refiere a este derecho la Declaración
Universal de la UNESCO sobre el Genoma humano y los Derechos humanos, de 11 de
noviembre de 1997, en su art. 7: "Se deberá proteger en las condiciones estipuladas por
la ley la confidencialidad de los datos genéticos asociados con una persona identificable,
conservados o tratados con fines de investigación o cualquier otra finalidad".
La licitud del acceso a esta información viene dada, ante todo, por el consentimiento del
titular. A tal efecto habrán de tenerse en cuenta las normas que sobre el consentimiento
se contienen en la Ley 15/1999, de 13 de diciembre, de Protección de Datos Personales.
Al hablar del consentimiento del afectado se parte del hecho de que éste ha recibido
la correspondiente información. Existe, de todos modos, el derecho a no recibir
información, el derecho a no saber, como explícitamente se reconoce en el art. 10.2
del mencionado Convenio de Oviedo. También aparece proclamado este derecho con
carácter general en la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, de la autonomía del paciente,
cuyo art. 4, relativo al "derecho a la información asistencial", dispone que "toda persona
tiene derecho a que se respete su voluntad de no ser informada".
Las limitaciones de la intimidad genética pueden provenir -aparte del consentimiento del
titular, al que se acaba de aludir- de intereses relevantes que, en todo caso, han de
tener cobertura legal. En este sentido pueden generarse problemas en algunos casos,
en relación bien con la procedencia bien con el ámbito de tales límites. Así, cuando se
trata del interés de los parientes carnales, que invocan su derecho a la salud (art. 41 CE)
o su derecho fundamental a la integridad física (art. 15 CE). También cuando se trata de
la investigación de los delitos (art. 25.1 CE). Además, la información genética tiene una
clara incidencia en el ámbito laboral, sea en beneficio del trabajador, sea en beneficio de
terceros o del empresario; en este ámbito es de especial mención la Ley 31/1995, de 8
de noviembre, de Prevención de Riesgos Laborales. Por último, no es dudosa tampoco
la repercusión que la identidad genética puede tener en el ámbito de la contratación
de seguros de personas. Dice al efecto SUÁREZ ESPINO (10) lo siguiente: "A este
respecto, la legislación española de seguros presenta algunas lagunas, ya que nada
dentro de su articulado nos lleva a concluir que existe una prohibición para las compañías
aseguradoras de establecer el sometimiento a análisis genéticos como condición previa
a la formalización del contrato. Esta falta de regulación se ha visto en buena medida
paliada por la entrada en vigor para nuestro país del Convenio de Oviedo, en cuyos arts.
11 y 12 se prohíbe expresamente tanto la discriminación por razones genéticas (art.
11) como la realización de análisis predictivos de enfermedades genéticas para fines
distintos a los médicos o científicos. No obstante, se hace necesaria una modificación de
nuestra legislación encaminada a evitar que las compañías aseguradoras puedan llevar
a cabo una utilización abusiva de la información genética de sus clientes".
En todo caso, entiendo que las limitaciones respecto del derecho a la intimidad genética
han de contemplarse en nuestro Ordenamiento conforme a las previsiones comentadas
anteriormente, respecto del derecho a la intimidad en general (ap. III/1). Por su parte,
el art. 26 del Convenio de Oviedo admite aquellas restricciones que, "previstas por la
ley, constituyan medidas necesarias en una sociedad democrática para la seguridad
pública, la prevención de las infracciones penales, la protección de la salud pública o la
protección de los derechos y libertades de las demás personas". Este último precepto,
en su apartado segundo, excluye la aplicación de tales restricciones en determinados
supuestos: se trata de los preceptos relativos a la no-discriminación por el patrimonio
genético, intervenciones sobre el genoma humano, no selección de sexo, protección de
las personas que se presten a un experimento y de las que no tienen capacidad para
expresar su consentimiento a tal fin, extracción de órganos y tejidos de donantes vivos
para trasplantes, y prohibición de lucro.
Expongo a continuación algunos casos susceptibles de inclusión en el presente
apartado, y que han sido conocidos por el Tribunal Constitucional.
D) Intervenciones corporales
sea indispensable para evitar el peligro o para conseguir el fin legal propuesto. Dicha
revelación tendrá carácter restringido y no implicará en ningún caso publicidad de la
identidad de los donantes".
Se planteó en su día, vigente la anterior Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre
Técnicas de Reproducción Asistida, la posible inconstitucionalidad del anonimato del
donante, visto lo dispuesto en el art. 39.2 CE, conforme al cual "la ley posibilitará la
investigación de la paternidad". El art. 5.5 de dicha Ley se pronunciaba en términos
muy parecidos a los del transcrito art. 5.5 de la vigente Ley 14/2006. Dio respuesta
a dicho planteamiento la STC 116/1999, negando tal inconstitucionalidad. Señala al
respecto (FJ 15) que la acción de reclamación o investigación de la paternidad se orienta
a constituir entre las personas afectadas la relación paterno-filial, lo que es diferente a lo
pretendido en el caso de técnicas de reproducción asistida: "la revelación de la identidad
de quien es progenitor a través de las técnicas de procreación artificial no se ordena
en modo alguno a la constitución de tal vínculo jurídico, sino a una mera determinación
identificativa del sujeto donante de los gametos origen de la generación, lo que sitúa la
eventual reclamación, con este concreto y limitado alcance, en un ámbito distinto al de la
acción investigadora que trae causa de lo dispuesto en el último inciso del art. 39.2 de la
Constitución". Ello, con independencia de la previsión -ya referida- de que circunstancias
excepcionales permitan la revelación de la identidad del donante.
modo que las impuestas por razones de seguridad, de interés de tratamiento y del
buen orden del establecimiento". Indica la Sentencia que las limitaciones expresadas en
este precepto "no son aplicables a las comunicaciones telefónicas de un interno con su
familia, en la lengua propia, nacional o extranjera, salvo que se razone, al conceder la
autorización condicionada, que el uso de una lengua desconocida por los funcionarios
del establecimiento puede atentar a algún interés constitucionalmente protegido". Y
recuerda que en todo caso la resolución administrativa había de cumplir los requisitos
exigidos para todo sacrificio de un derecho fundamental (requisitos ya relacionados en
el anterior apartado III / 1).
Sentado lo anterior, la Sentencia concluye lo siguiente: "El razonamiento del Director
del establecimiento penitenciario, aunque apoyado en los arts. 51 LOGP y 100 del
Reglamento Penitenciario, llega a una conclusión que resulta desproporcionada. El
encontrarse el recluso clasificado en primer grado de tratamiento no comporta, per
se, una peligrosidad indiscutible para los principios de seguridad y buen orden.
Y la reglamentaria presencia de un funcionario no puede convertirse (con las
pertinentes excepciones que han de quedar razonablemente plasmadas en el acto de
autorización condicionada o de denegación) en un fundamento jurídico para prohibir las
comunicaciones familiares en la lengua propia de cada uno, cuya celebración es tutelada
con el máximo respeto a la intimidad de los reclusos por la LOGP (art. 51.1, párrafo
segundo)". Por lo expuesto la Sentencia concede el amparo solicitado por vulneración
del derecho a la intimidad familiar.
Bibliografía
1. Nuevos escenarios y nuevos colectivos de los derechos humanos. Conmemoración
del cincuenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Contreras, M., Pomed, L. y Salanova, R. (coord.). Zaragoza: Gobierno de Aragón,
1998. (Monografías de la Revista Aragonesa de Administración Pública).
2. CHINCHILLA MARÍN, Carmen. La familia en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional. En: Aranzadi Civil. Pamplona: Editorial Aranzadi S.A., 1995, Vol. I
(Estudio).
3. La Europa de los Derechos. El Convenio Europeo de los Derechos Humanos.
García Roca, Javier y Santolaya Machetti, Pablo (coord.). Madrid: Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, 2005.
4. HERRERO-TEJEDOR, Fernando. La Intimidad como derecho fundamental. 1.ª
edición. Editorial Colex-Diputación Provincial de Castellón, 1998.
5. MIERES MIERES, Luis Javier. Intimidad personal y familiar. En: Prontuario de
Jurisprudencia constitucional. Navarra: Aranzadi, 2002.
Notas
(1) Según su propio texto, "recoge, adaptándola, la Carta proclamada el 7 de diciembre de 2000,
a la que sustituirá a partir del día de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa".
(2) Lucrecio REBOLLO DELGADO, El derecho fundamental a la intimidad, Dykinson S.L. 2.ª
edición actualizada, Madrid, 2005, pág. 145.
DOI:
License:
Notas
18 referencias bibliográficas
El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...
Palabras clave
Derechos fundamentales, Derecho a la propia imagen, Jurisprudencia
ÍNDICE:
I. Introducción
II. Regulación legal
III. Carácter autónomo del derecho a la propia imagen
IV. Contenido del derecho a la propia imagen
V. Dimensión constitucional y aspecto exclusivamente patrimonial del derecho a la
propia imagen
VI. Disponibilidad del derecho: el consentimiento y su revocación
1. Irrenunciabilidad frente a disponibilidad
2. Disponibilidad por menores e incapaces
3. Forma y prueba del consentimiento
4. Alcance y extensión del consentimiento
5. La revocación del consentimiento
6. Los vicios del consentimiento
VII. Modalidades de intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen
1. Dificultades de una exacta tipificación
2. Presupuesto necesario: la identificabilidad de la persona afectada
VIII. Las causas de justificación o exoneración
I. INTRODUCCIÓN
Si hay un derecho fundamental cuya vulnerabilidad se ha multiplicado en los últimos
tiempos prácticamente hasta el infinito, éste es el derecho a la propia imagen, con
el problema añadido de su incidencia en otros dos derechos fundamentales tan
estrechamente relacionados con el mismo como el derecho al honor y, sobre todo, el
derecho a la intimidad personal y familiar.
Los medios técnicos hoy existentes para la captación de imágenes, pero sobre todo
la posibilidad inmediata de difundirlas mundialmente por Internet, parecen convertir no
pocas veces en ilusorias las garantías jurídicas de protección de la imagen. Portales
como "Youtube" permiten acceder a grabaciones de espectáculos artísticos o deportivos
con actuaciones de las grandes estrellas siempre que existan imágenes de archivo.
Pero también son muchas las personas que, sin ninguna notoriedad previa, la buscan
precisamente en portales de ese tipo, haciendo llegar sus imágenes para ponerlas a
disposición de todo aquel que no ya se interese por ellas sino que simplemente se las
encuentre navegando por la red.
El problema se agrava considerablemente cuando no es la propia persona grabada
quien pone su imagen al alcance de todos los que manejen un ordenador sino que es
otra persona, normalmente el autor de la toma o grabación, quien le da una difusión
general. En pocas palabras, la combinación de Internet con el invento de la cámara digital
incorporada a un teléfono móvil parece exigir medidas legales de ámbito internacional
que, aun a remolque de los avances técnicos y probablemente sin llegar nunca del todo
a una total correspondencia entre medios técnicos y normativa para su control, atenúe
en la medida de lo posible el riesgo de agresión a nuestra imagen y a nuestra intimidad
que a todos nos acecha.
Tal vez el ejemplo más crudo sea el de las grabaciones, mediante videocámaras
incorporadas a teléfonos móviles, de agresiones y vejaciones a menores en los colegios
o sus alrededores, o a mendigos e indigentes en sus lugares de descanso. A la infracción
penal que en sí mismo supone el bárbaro acto grabado se une, en estos casos, la
ilicitud de la difusión de las imágenes, agravando el daño de la víctima hasta límites
inimaginables, destruyendo su dignidad y, como efecto quizá más pernicioso desde
el punto de vista colectivo, trivializando la violencia entre niños y jóvenes como si los
padecimientos de la víctima, una persona con los mismos derechos fundamentales que
todas las demás, no fuera más que uno de los personajes perdedores de un videojuego.
El problema no es tanto de insuficiencia normativa estatal como de dificultad para
localizar al culpable de la infracción e impedir a tiempo la difusión de las imágenes. De
ahí que tal vez sea el ámbito jurídico internacional el más apropiado para ofrecer normas
comunes que afronten estas nuevas realidades.
Sin embargo no debe perderse de vista la otra cara de la moneda. No poco
paradójicamente, la conciencia del peligro que para la imagen y la intimidad representan
los avances técnicos ha dado lugar a una legislación y una jurisprudencia tan
decididamente protectoras de tales derechos como generalmente poco atentas al valor
artístico o documental de la imagen, especialmente cuando ésta es la de personas
carentes por completo de notoriedad o proyección pública que son fotografiadas sin
tan siquiera darse cuenta de ello. Si nos atenemos sin más a lo que disponen las
normas y declara la jurisprudencia, la ilicitud de imágenes de ese tipo sería manifiesta;
pero si decidimos profundizar en la cuestión, advertiremos en seguida que muchas de
las imágenes que actualmente nutren los libros de historia de la fotografía, e incluso
bastantes de las imágenes hoy consideradas como "iconos fotográficos", tendrían que
ser eliminadas por corresponder a personas anónimas que un día cualquiera llamaron
la atención de un reportero o de un simple aficionado a la fotografía. En pocas palabras,
nadie parece ocuparse de si imágenes tan célebres como "El beso", del fotógrafo francés
Robert Doisneau, o el niño a hombros de su padre asistiendo a una manifestación,
de nuestro César Lucas, serían o no lícitas si les aplicáramos sin matices lo que
dispone la Ley Orgánica 1/82 y lo que declaran y razonan nuestros tribunales. Es
más, cualquier lector habitual de periódicos y revistas de información general dotado
de un mínimo sentido crítico sobre lo que está viendo acabará preguntándose si la
mayoría de los habitantes del tercer mundo carecen de derecho a la imagen, porque
no es nada infrecuente que se publiquen fotografías de zonas deprimidas con personas
perfectamente identificables cuyo desconocimiento de que están siendo fotografiadas
es más que patente.
El derecho a la propia imagen es, por tanto, una materia, de máxima actualidad y plagada
aún de problemas por resolver, entre los que no es de los menos importantes el relativo
al valor patrimonial o comercial de la imagen o, si se quiere, el de la imagen como objeto
de negocios jurídicos y transacciones de la más variada índole.
No se pretende en este trabajo, lógicamente, analizar la totalidad de esos problemas, ni
menos aún proponer soluciones para cada uno, sino únicamente ofrecer un panorama
de la doctrina del Tribunal Constitucional y de la jurisprudencia civil del Tribunal Supremo
que nos sirva de base para el debate y, al mismo tiempo, nos haga reflexionar
críticamente sobre el mayor o menor grado de acierto en los pronunciamientos de ambos
tribunales.
y, sobre todo, su intimidad. Esto da lugar, a su vez, a que el derecho a la propia imagen
aisladamente considerado, esto es cuando mediante la imagen no se ha vulnerado
ninguno de los otros dos derechos, tienda a minimizarse en su dimensión constitucional o
de derecho fundamental o personalísimo para, en cambio, acrecentar su importancia en
el aspecto patrimonial o comercial. Lo explica bien SEISDEDOS MUIÑO cuando señala
que con el derecho fundamental a la propia imagen, aisladamente considerado, "lo que
se trata de proteger es, simplemente, la facultad exclusiva de cada persona de difundir
su imagen física y, en consecuencia, de evitar la captación, reproducción o difusión de
la misma sin su consentimiento" (3).
Lo cierto es que si bien alguna sentencia de la Sala 1.ª del Tribunal Supremo parece
aceptar la tesis de la inserción del derecho a la propia imagen en el más amplio a la
intimidad personal (STS 17-7-93 en recurso n.º 3309/90) (4), hoy es algo pacífico en la
jurisprudencia de la propia Sala que el derecho a la propia imagen goza de autonomía.
Así, son varias las sentencias que declaran que los derechos al honor, a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen "no son intercambiables" (STS 13-11-89) o no
constituyen un solo derecho con varios aspectos ('ius in se ipsum'), derecho tricéfalo,
sino tres derechos diferenciados" (p. ej. SSTS 13-7-06 y 5-7-04 en recursos n.º 2947/00
y 742/01 respectivamente). De entre ellas, la de 5 de julio de 2004 declara incluso que
si se demanda por intromisión en el derecho al honor no cabe condenar por vulneración
de la intimidad porque en tal caso la sentencia sería incongruente, siguiendo así la
línea marcada por la STS 13-11-89 cuando señaló que "no puede tutelarse por derecho
al honor cuando se supone dañada la imagen del recurrente". Por su parte la STS
22-2-06, antes citada, sigue explícitamente la doctrina del Tribunal Constitucional sobre
el valor autónomo del derecho a la propia imagen, y la STS 19-7-04 (recurso n.º 3735/00)
declara que "se trata de derechos de la personalidad con una estrecha relación entre
sí, pero autónomos" y que "la captación y reproducción de una imagen puede lesionar
conjuntamente el derecho a la intimidad y el derecho a la propia imagen; tal sucede
en los casos en los que la imagen difundida, además de mostrar los rasgos físicos
que permiten la identificación de una persona determinada, revele aspectos de su vida
privada y familiar que se han querido reservar del público conocimiento"
En cuanto a la doctrina del Tribunal Constitucional sobre este punto, merece la pena
citar en extenso su sentencia n.º 14/2003, de 30 de enero, porque explica y justifica
con mucha claridad la consideración autónoma de los tres derechos y el examen por
separado de la vulneración de cada uno por un mismo hecho:
"4. Delimitadas en los términos expuestos las posiciones de las partes, ha de traerse
a colación la doctrina de este Tribunal, según la cual los derechos al honor, a la
intimidad personal y a la propia imagen, reconocidos en el art. 18.1 CE, a pesar
de su estrecha relación en tanto que derechos de la personalidad, derivados de la
dignidad humana y dirigidos a la protección del patrimonio moral de las personas,
Para esta misma sentencia "lo específico del derecho a la imagen, frente al derecho a la
intimidad y el derecho al honor, es la protección frente a las reproducciones de la misma
que, afectando a la esfera personal de su titular, no lesionan su buen nombre ni dan a
conocer su vida íntima".
En definitiva, cabe que mediante la imagen de una persona o su captación se vulneren
sus derechos al honor y a la intimidad, e incluso cabe que la imagen no vulnere en
realidad tanto su derecho a la propia imagen como su derecho al honor o, cuando
menos, que la vulneración del derecho al honor o a la intimidad tenga mucha más
relevancia que la del derecho a la propia imagen. Esto no deja de plantear algunas
cuestiones interesantes en orden a la veracidad o al derecho de información en relación
con el derecho a la propia imagen. En cualquier caso basta con leer el art. 7 de la
LO 1/82, esencial por cuanto tipifica las intromisiones ilegítimas en los tres derechos,
para comprobar que, salvo en el último apartado, la imagen se contempla como posible
instrumento de vulneración no sólo del derecho a la propia imagen sino también de
los otros dos. Por su parte el Tribunal Constitucional, en sus sentencias 98 y 186/00,
La STC 14/2003, de 30 de enero, citada anteriormente como la que justifica con más
claridad la autonomía del derecho a la propia imagen en relación con los derechos al
honor y a la intimidad, también hace aportaciones de gran interés sobre su contenido.
Siendo coincidente en lo fundamental con la STC 72/2007, pues no en vano es una
de las varias sentencias citadas en esta última, declara además que el derecho a la
propia imagen, como derecho de la personalidad, deriva "de la dignidad humana" y está
"dirigido a proteger la dimensión moral de las personas". Como lo más específico del
mismo en relación con aquellos otros dos derechos fundamentales es la protección frente
a las reproducciones de la imagen que, afectando a la esfera personal de su titular, no
lesionen su buen nombre ni den a conocer su vida íntima, su finalidad es "salvaguardar
un ámbito propio y reservado, aunque no íntimo, frente a la acción y conocimiento de
los demás; un ámbito necesario para poder decidir libremente el desarrollo de la propia
personalidad y, en definitiva, un ámbito necesario según las pautas de nuestra cultura
para mantener una calidad mínima de vida humana. Este bien jurídico se salvaguarda
reconociendo la facultad de evitar la difusión incondicionada de su aspecto físico, ya que
constituye el primer elemento configurador de la esfera personal de todo individuo, en
cuanto instrumento básico de identificación y proyección exterior y factor imprescindible
para su propio reconocimiento como sujeto individual". En suma, para esta sentencia,
mediante la protección del derecho a la propia imagen "se preserva el valor fundamental
de la dignidad humana".
Ninguna de estas dos sentencias toma en consideración el posible valor artístico o
documental de la imagen. Es más, la segunda de ellas parece dar por sentada la facultad
del sujeto de impedir incondicionalmente la obtención o captación de su imagen aunque
la finalidad perseguida sea informativa o cultural, algo que parece un tanto discutible
si se recuerda lo que dispone el art. 8.1 de la LO 1/82 sobre el predominio del interés
histórico, científico o cultural relevante en cuanto circunstancia excluyente, en general,
de la intromisión ilegítima.
Por eso es de agradecer que la STC 139/2001, de 18 de junio, se acordara en su
momento del valor artístico y documental que puede tener la imagen, algo que parece
evidente por demás pero que tal vez por ser tan evidente se olvida con no poca
frecuencia, cuando muy atinadamente señalaba como límites del derecho a la propia
imagen "el derecho a la comunicación de información y a las libertades de expresión y
creación artística".
En cuanto a la jurisprudencia civil del Tribunal Supremo, son bastantes las sentencias
de la Sala 1.ª que se ocupan del contenido y los límites del derecho a la propia imagen.
Según la STS 13-7-06 (recurso n.º 2947/00) "la imagen es la representación gráfica
de la figura humana, visible y recognoscible y el derecho a la imagen es un derecho
de la personalidad, derivado de la dignidad humana y dirigido a proteger la dimensión
locuciones adverbiales encadenadas del tipo "ahora bien", "no obstante" u otras
similares, indicativas de que la regla tiene sus excepciones y en éstas, a su vez, suele
aparecer no pocas veces la "excepción a la excepción".
Por lo que se refiere a las facultades de aprovechamiento económico de la imagen,
en definitiva a su valor patrimonial, aparecen mencionadas en la jurisprudencia porque
también este valor lo contempla la LO 1/82. Sin embargo parece conveniente hacer
alguna puntualización que nos lleva al siguiente apartado de este trabajo.
discutible, por tanto, que la persona decidida a hacerse famosa a toda costa y que para
ello se deja ver en toda ocasión propicia para ser grabada estaría renunciando en una
altísima medida a su derecho a la propia imagen, lo mismo que sucede con los aspirantes
a famosos que venden descaradamente su intimidad en los programas de "telebasura".
Es el apdo. 2 del mismo art. 2, como se ha apuntado ya, el que directamente se ocupa
del consentimiento al excluir la intromisión ilegítima "cuando el titular del derecho hubiere
otorgado al efecto su consentimiento expreso". A la revocación del consentimiento se
dedica el apdo. 3, disponiendo que "el consentimiento a que se refiere el párrafo anterior
será revocable en cualquier momento, pero habrán de indemnizarse, en su caso, los
daños y perjuicios causados, incluyendo en ellos las expectativas justificadas".
El Preámbulo de la ley, al referirse a este artículo y precisamente por la irrenunciabilidad
abstracta de estos derechos, subraya muy especialmente la exigencia de "que el
consentimiento sea expreso" y la posibilidad de su revocación "en cualquier momento,
aunque con indemnización de los perjuicios que de la revocación se siguieran al
destinatario del mismo".
De esta innovación normativa se ocupa la STS 19-7-00 (recurso n.º 2845/95), sobre
el programa concurso ("Qué verde, qué verde") de una televisión local consistente en
que quien fallaba tuviera que quitarse una prenda de vestir hasta resultar ganador el
que no se quedase totalmente desnudo. Un joven de 16 años participó en el concurso
con su novia y posteriormente el padre de aquél interpuso la demanda civil solicitando
una indemnización de 5 millones de pesetas. La Sala 1.ª, tras identificar como "tema
central" del asunto "el de la validez y eficacia jurídica del consentimiento del menor",
confirma la desestimación de la demanda tomando como punto de partida la edad del
menor, 16 años; valorando la expresión de su consentimiento por el joven "de forma
clara e inequívoca" al participar voluntariamente en el concurso; considerando que tenía
madurez para prestarlo porque su edad "en los tiempos actuales es suficiente para
conocer lo que se pedía en el programa de televisión y su fuerte carga erótica", algo
corroborado por el hecho de tener novia; y señalando, no obstante, que la normativa
aplicada y aplicable al caso había sido modificada luego por la LO 1/96, de cuyo art. 4.3
resultaba "que la finalidad de la norma ha de cumplirse siempre, pese a que el menor
dé su consentimiento: se considera intromisión ilegítima sin distinción de casos".
El tono general de la jurisprudencia civil en materia de derecho de los menores a su
propia imagen es de un gran rigor. La STS 7-7-04 (recurso n.º 4364/99) confirmó la
condena de TVE por un reportaje del prestigioso programa "Informe Semanal" sobre
el maltrato a menores por incluir imágenes de una niña de nueve años ingresada en
un centro hospitalario por maltrato y abandono. Se recalca la falta de consentimiento
expreso, "exigido con el mayor rigor cuando la imagen ha sido captada en el ámbito de la
vida privada", y se razona que "el sujeto pasivo era una menor, cuyos derechos merecen
un especial protección, por lo que los mismos no debían ser sacrificados aunque se
tratase de comunicar una información exenta de ánimo de lucro y hasta socialmente
relevante". A todo ello se añade la existencia de procedimientos técnicos que podrían
haber evitado la identificación de la niña y que sin embargo no fueron utilizados por la
cadena de televisión. Y precisamente porque las imágenes afectaban a la vida privada
de la menor, se aprecia también una vulneración de su intimidad.
La STS 12-7-04 (recurso n.º 3156/00), acerca de una información de la revista Semana
sobre la obtención del pasaporte para la hija de la tonadillera Elena incluyendo
fotografías de la niña, destaca cómo la LO 1/96 ha reforzado la protección de los
derechos fundamentales de los menores. Se rechaza que en este caso los usos sociales
pudieran suplir la falta de consentimiento por el hecho de haber aparecido ya publicada
la fotografía de la niña en otros medios, porque el derecho cuya protección se pedía
era el de la menor a su propia imagen y no el de su madre a la intimidad, y tampoco
se acepta el argumento exculpatorio de que las fotografías procedieran de una agencia,
porque nada impedía haber requerido a ésta para que acreditara el consentimiento.
círculo familiar más próximo. Y la STS 18-10-04 (recurso n.º 4257/00) rechaza que el
consentimiento pueda ser "indefinido".
Sin embargo una finalidad primordialmente cultural sí puede justificar la reproducción de
la imagen de una artista famosa en su tiempo más de cincuenta años después, como en
el caso de la cantante de zarzuela examinado por la STS 21-12-94 (recurso n.º 3651/91)
anteriormente citada.
En cuanto a la extensión del consentimiento las pautas fundamentales son las siguientes:
primera, que la captación consentida de la imagen no presupone consentimiento también
para su reproducción o publicación; y segunda, que si se consintió la utilización de la
imagen para un determinado fin, el consentimiento no se amplía a otros fines.
De lo primero trata la STC 139/01, de 18 de junio, sobre imágenes del financiero Juan
de safari en Kenya, considerando intromisión ilegítima la publicación de unas fotografías
cuya captación sí había sido consentida pero únicamente para que permanecieran en
el ámbito personal y familiar de los interesados, no para su entrega mediante precio
desviándolas para su publicación. Esta sentencia anula la STS 21-10-97 (recurso n.º
2827/93), que había descartado la ilicitud por la notoriedad del personaje, el carácter
público del lugar donde se habían tomado las fotografías y la falta de incidencia de
éstas en la intimidad de los interesados. La segunda sentencia de la Sala 1.ª, de
15-11-01, acataría lo resuelto por el Tribunal Constitucional, aunque considerando que
la vulneración era del derecho a la intimidad, no a la propia imagen, y añadiendo algunas
consideraciones sobre el Tribunal Constitucional que motivaron el voto particular de uno
de los magistrados de la Sala de lo Civil.
Un asunto parecido desencadenó otro conflicto entre el Tribunal Supremo y el Tribunal
Constitucional. La STS 17-12-97 (recurso n.º 30/94), sobre la publicación en la revista
Diez Minutos de unas fotografías del financiero Fernando en la playa con su novia,
excluyó la intromisión ilegítima por el carácter público del personaje, el interés general de
la información y el lugar público en que se habían tomado las fotografías por un amigo de
la pareja aunque fuera exclusivamente para su álbum personal. Recurrida esta sentencia
en amparo, la STC 83/02, de 22 de abril, la anuló por el "carácter estrictamente privado
y familiar" de las fotografías y su publicación "sin el consentimiento de los afectados,
y mediante una operación de terceros ajena a su voluntad". Se considera por demás
decisivo que, cualquiera que fuese la vía por la que las imágenes llegaron a la revista, los
responsables de ésta decidieron publicarlas "sin averiguar su procedencia ni obtener el
consentimiento del recurrente". La STS 14-11-02 (recurso n.º 30/94), segunda sentencia
de la Sala 1.ª en el mismo recurso de casación, desestima sin más consideraciones los
motivos estimados en su día por la primera sentencia, acatando por imperativo legal lo
resuelto por el Tribunal Constitucional, pero al pronunciarse sobre el motivo concerniente
a la indemnización rebaja la cifra de 20 millones de pesetas fijada en la instancia a
200 euros. Interpuesto un nuevo recurso de amparo por el demandante, la STC 300/06,
de 23 de octubre, con voto particular discrepante de uno de los magistrados, otorgó el
amparo frente a la reducción de la indemnización por considerar que la cantidad final
era "meramente simbólica" e implicaba menoscabar la eficacia de la sentencia anterior
del propio Tribunal Constitucional.
Un asunto diferente, pero también sobre derecho a la propia imagen, había dado lugar a
discrepancias entre los dos tribunales. La STS 7-7-98 (recurso n.º 1630/94), acerca de
un reportaje de la revista Interviú sobre una secta, ilustrado con fotografías de algunos
adeptos, entre ellos la demandante desnuda, casó la sentencia de apelación para, en
su lugar, desestimar la demanda porque la demandante tenía "una cierta notoriedad en
el ámbito de la secta y las fotografías podían ser publicas sin necesidad de un "permiso
especial" de la afectada por ser accesorias del artículo periodístico. Esta sentencia sin
embargo fue anulada por la STC 156/01, de 2 de julio, que de modo un tanto confuso
aprecia intromisión ilegítima en el derecho a la propia imagen porque las fotografías
vulneraban la intimidad de la afectada, razonamiento que motiva el voto particular de
un magistrado para el cual sólo se había vulnerado el derecho a la propia imagen.
Sea como fuere, interesa destacar que para el Tribunal Constitucional el derecho a
la imagen "se encuentra delimitado por la propia voluntad del titular del derecho que
es, en principio, a quien corresponde decidir si permite o no la captación o difusión
de su imagen por un tercero". Por esta razón el consentimiento para la captación de
las fotografías, que efectivamente había concurrido, no se extendía sin embargo a su
publicación. La segunda sentencia de la Sala 1.ª en el mismo recurso de casación, de
26-4-02, se limitó a acatar la del Tribunal Constitucional, pero otra bastante posterior,
la STS 22-2-06 (recurso n.º 2926/01), enjuicia otro reportaje muy similar y comparte la
doctrina de la sentencia del Tribunal Constitucional para apreciar intromisión ilegítima
porque el consentimiento meramente presunto no la excluye. Se declara además que
el consentimiento "no puede ser general, sino que habrá de referirse a cada concreto
acto de intromisión".
Estos desencuentros entre los dos altos tribunales, con votos particulares incluidos, no
significan, empero, que el problema de la extensión del consentimiento presente una
especial complejidad. Si se leen todas las sentencias recaídas en esos dos asuntos se
comprobará que la clave no está tanto en el alcance y extensión del consentimiento
cuanto en la reducción de la esfera privada de las personas de notoriedad pública,
volviendo a surgir de nuevo el problema de la utilidad del derecho a la propia imagen
como derecho fundamental autónomo.
Puede afirmarse por tanto que la jurisprudencia sobre la necesidad de consentimiento
para la captación de la imagen y una determinada utilización de la misma es, en líneas
generales, pacífica. Así, la STS 3-11-88 declara que el consentimiento para la obtención
un reportaje en la revista Tiempo sobre la playa nudista de Vera (Almería), declara que
la captación de una foto en lugar público, consentida por el demandante, un ciudadano
alemán, no implicaba en absoluto que el consentimiento se extendiera a su reproducción
y publicación.
De esta línea parece separarse en cierto modo la STS 15-7-04 (recurso n.º 5426/99),
porque el consentimiento de un torero para la captación de una fotografía alrededor de
una ruleta con ocasión de una gala benéfica en el hotel "Incosol" de Marbella se publicó
en El Mundo para ilustrar una noticia sobre los veranos de dicha ciudad indicando en
el pie de foto que el local se correspondía con el casino, pese a lo cual no se aprecia
intromisión en el derecho a la imagen, porque medió consentimiento para su obtención,
ni en el derecho al honor, porque el periódico rectificó inmediatamente su error.
íntima de las personas" (apdo. 1); la utilización de aparatos ópticos u otros medios
para el conocimiento de la vida íntima de las personas" (apdo. 2); la divulgación de
hechos relativos a la vida privada de una persona o familia que afecten a su reputación y
buen nombre (apdo. 3), ya que tal divulgación puede perfectamente producirse mediante
la difusión de fotografías o vídeos; lo mismo que sucede con "la revelación de datos
privados de una persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial
de quien los revela" (apdo. 4). Tan es así, que ni siquiera cabe descartar la relación
de la imagen con la intromisión prevista en el apdo. 7, pues la imputación de hechos
o la manifestación de juicios de valor lesivos para la dignidad puede provenir de una
combinación de imagen y texto o de una manipulación de la imagen original.
Cierto es que en la mayoría de los casos no encuadrables en los apdos. 5 o 6 el derecho
vulnerado no habrá sido el derecho a la propia imagen, sino a la intimidad o al honor.
Pero no es menos cierto que en la práctica los casos de la vida real no se presentan
con la nitidez que desearían los teóricos. Valga como ejemplo la STS 2-7-04 (recurso
n.º 2600/98), sobre vigilancia de la puerta de una vivienda por un detective privado que
había instalado su cámara en una ventana de la casa de su cliente para grabar a todo
aquel que entrara o saliera. La casa vigilada era la de la esposa separada del cliente, y la
finalidad de la vigilancia consistía en comprobar si se ocupaba debidamente de los hijos
comunes. El caso es que el asunto se examinó principalmente desde la perspectiva del
art. 7.5 de la LO 1/82, se rechazó la existencia de intromisión ilegítima por considerar esa
finalidad lícita y encuadrable en el art. 8.2 de la propia ley y, en fin, se descartó también
una vulneración de la intimidad porque el art. 102 del Reglamento de Seguridad Privada
de 1994 ofrecía suficientes garantías frente a la utilización indebida de las imágenes por
el detective.
Muy ilustrativo es también el caso examinado por la STS 30-3-01 (recurso n.º 898/96),
consistente en una información de todos los telediarios estatales de la primera cadena de
TVE sobre una operación antidroga con imágenes del interior de una Jefatura de Policía,
tomadas desde el exterior, en las que aparecía una persona que simplemente había
ido allí por una cuestión burocrática y que nada tenía que ver con los detenidos en la
operación policial. El Tribunal Supremo aprecia intromisión ilegítima pero se hace cargo
de las dificultades de tipificación porque, al examinar un motivo fundado precisamente
en la indebida confusión de la imagen con el honor por el tribunal de apelación, lo
desestima, tras exponer la doctrina del Tribunal Constitucional y la jurisprudencia del
Tribunal Supremo sobre casos similares, razonando que la información enjuiciada era
encuadrable en el art. 7 de la LO 1/82, bien en su apdo. 6, bien en su apdo. 5, bien en
su apdo. 7 "como parece más correcto".
Por citar sólo algunos ejemplos más, la STS 11-12-03 (recurso n.º 451/98), acerca de
una noticia de El País sobre la detención de unos policías sospechosos de asesinato,
consideró que su ilustración con una fotografía que identificaba con uno de los detenidos
a un policía que nada tenía que ver en el asunto vulneraba el derecho de este último
a su propia imagen pero, sobre todo, al honor. Y la STS 14-7-05 (recurso n.º 2758/01),
sobre la aparición de una mujer maltratada en un programa de televisión, confirma la
apreciación de una vulneración de su derecho a la propia imagen, por ser un hecho
probado que la afectada no había prestado su consentimiento, pero sobre toda revoca la
sentencia recurrida para declarar cometida también una intromisión ilegítima en el honor,
por el "evidente eco e impacto social, que somete a la persona afectada a los rumores
y comentarios públicos, y especialmente de sus círculos de amistades y vecinos, con
el consiguiente agobio y disminución de la autoestima por la situación personal y de
relación matrimonial o de pareja que se difunda, todo lo que implica un menoscabo de
la propia y ajena consideración".
su círculo de conocimiento, "con independencia de que éste sea más o menos amplio";
argumento este último también presente en el STS 12-7-04 (recurso n.º 1702/00), sobre
la fotografía de una persona paseando a su perro por la playa nudista de Vera (Almería),
publicada en la portada del ejemplar de La Voz de Almería correspondiente al 28 de
junio de 1998.
De ahí que la STS 2-7-04 (recurso n.º 1293/00) considere irrelevante que la fotografía
de un matrimonio con sus dos hijos en el publirreportaje de una cadena de centros
comerciales no los identificara con su nombre y apellidos, pues en cualquier caso eran
perfectamente reconocibles. Y de ahí, por el contrario, que no se aprecie intromisión
ilegítima por la STS 28-5-04 (recurso n.º 2138/98), sobre la noticia de un ahogamiento
en la playa con fotografía tomada mientras se intentaba reanimar al bañista, al no ser
la persona "tan identificable"; ni tampoco por la STS 9-7-04 (recurso n.º 2210/99), sobre
una viñeta de Mingote en el diario ABC criticando una campaña turística institucional del
País Vasco mediante la inserción en la viñeta de una foto de la víctima de un atentado
terrorista, ya que como hecho probado se aceptaba que "en la publicación no podía
reconocerse la imagen de la actora".
que en otros pudiera exigirlo". Y la propia STS 14-3-03 contiene una muy útil reseña de
la jurisprudencia aplicable a casos similares.
n.º 2213/00) sobre el fotomontaje de la cara de la hija del cantante Carlos sobre el cuerpo
semidesnudo de otra mujer.
Especial interés tiene, en punto a la notoriedad pública y su compatibilidad con el derecho
a la imagen, el contraste entre algunas sentencias, pues la de 24-4-00 (recurso n.º
2196/95) declara muy categóricamente que en la persona de proyección pública "su
derecho al honor disminuye, su derecho a la intimidad se diluye y su derecho a la imagen
se excluye, y este último se excluye en aplicación de lo dispuesto en el artículo 8.2.a)
de la Ley de 5 de mayo de 1982". Sin embargo tal declaración no se ha impuesto
como axioma, porque la posterior STS 22-3-01 (recurso n.º 716/96) ya señaló que
los personajes de notoriedad social también "tienen derecho a preservar su intimidad
e imagen" y la STS 7-7-04 (recurso n.º 2903/00), aplicando la doctrina del Tribunal
Constitucional, recalcó que la notoriedad pública no priva a la persona de un ámbito
reservado de su vida, argumentos que, no obstante, parecen ciertamente más ligados
al derecho a la intimidad que al derecho a la imagen.
En cualquier caso conviene recordar de nuevo la STC 139/01, de 18 de junio, sobre
las fotografías de un conocido financiero de safari en África, en el sentido de que las
personas de notoriedad pública tienen derecho a que no se publiquen imágenes suyas
pertenecientes al ámbito propio y reservado de su vida personal, derecho que sería a
la propia imagen y no necesariamente también a la intimidad. Aplicando explícitamente
la doctrina de esta sentencia, la STS 12-7-02 (recurso n.º 260/97) aprecia intromisión
ilegítima en la publicación de unas fotografías del financiero Luis jugando con el hijo de
su pareja en una finca privada.
Finalmente, en este apartado también merecen alguna consideración los casos de error
del medio de comunicación que publica imágenes de una persona sin proyección pública
atribuyéndole la identidad de un personaje público. Se trata de un error diferente del
informativo en relación con el deber de veracidad, al que luego se aludirá, y su ejemplo
más claro es el de la STS 25-11-02 (recurso n.º 1253/97), que calificó de "falacia
indudable, inequívoca e inexcusable" la publicación en Interviú de unas fotografías
diciendo corresponder a una modelo española de fama internacional cuando en realidad
la joven fotografiada nada tenía que ver con ella, proceder mediante el cual "se suplanta
así la imagen de la primera, y se introduce una segura confusión en el lector, pues
la portada -que reproduce la fotografía de la actora- lleva un titular que da a entender
claramente que en el interior aparecen más fotografías de ella".
También esta circunstancia, que no debe aislarse de la condición del personaje porque
aparece enlazada con ésta mediante la conjunción copulativa "y" en la letra a) del art. 8.1,
ha motivado interesantes consideraciones jurisprudenciales, algunas de las cuales se
contienen en sentencias que tratan también del requisito de la notoriedad o proyección
pública.
Así la STS 29-3-88, sobre las fotografías de una actriz en top less en una playa de
Menorca, apreció intromisión ilegítima porque la afectada había buscado a propósito
un lugar poco concurrido para salvaguardar su intimidad y su propia imagen, "sin que
sea lícito vulnerar este derecho subrepticiamente bajo los dictados de una corriente
permisiva a la que la actora se mostró reacia rehuyendo la publicidad y sin que el hecho
reconocido de presentarse en top-less autorice la rotura de los moldes en los que se
desenvolvía la fotografía". La STS 7-7-04 (recurso n.º 2903/00), sobre las fotografías de
la top model tomando desnuda el sol en la cubierta de un yate, rechazó el argumento
defensivo de que tanto el yate como el fotógrafo se encontraban en lugar público,
tachándolo de "argumentación fílistea", porque si para captar la imagen de una persona
en lugar privado se cometen otras infracciones, éstas se sumarán a la vulneración del
derecho a la imagen. La también citada STS 1-7-04 (recurso n.º 3912/98), sobre la
presentadora de televisión en el pantano de San Juan, considera que su proyección
pública o notoriedad no justificaba la captación de las imágenes, porque aquélla había
buscado un lugar de difícil acceso para preservar su intimidad.
Ahora bien, puede suceder, y de hecho sucede, que el lugar público o de acceso libre
se invoque al margen de la notoriedad del personaje, combinándolo con una finalidad
informativa o publicitaria. Es el caso de las imágenes de playas nudistas en las que es
posible reconocer a alguna de las personas que en ese momento pasean o toman el sol.
La STS 28-5-02 (recurso n.º 3761/96) contiene unas muy interesantes consideraciones
al respecto sobre los diferentes ámbitos o espacios físicos que todo ciudadano puede
establecer para desenvolver su vida íntima. Como ejemplo más restringido pone "la
llamada intimidad en soledad", pero declara que "también es protegible una intimidad sin
aislamiento cuando la misma se circunscribe a un ámbito familiar o a otro círculo personal
restringido", descartándose en cambio la intimidad en los espacios públicos. Entre los
espacios intermedios se encuentran los nudistas o naturistas, porque las playas, aun
siendo bienes de dominio público, pueden tener zonas restringidas a su uso como
playas nudistas, hoy comúnmente aceptadas, en las que determinados grupos humanos
proceden al ejercicio de una libertad constitucionalmente respetable sin molestar a los
demás ni ser inquietados por ellos. Pues bien, a partir de todas estas consideraciones
se aprecia intromisión ilegítima: primero, porque la confianza en el respeto a la libertad
de practicar el nudismo en una de esas zonas "permite a los seguidores del movimiento
nudista desarrollar las actividades que consideran oportunas en la forma que creen más
son pocas aquellas en que la licitud se justifica por el interés general de la información
(SSTS 28-12-96 en recurso n.º 564/93, 25-9-98 en recurso n.º 1563/94, 25-10-00 en
recurso n.º 3370/95, 28-5-04 en recurso n.º 2138/98 y 9-7-04 en recurso n.º 146/99).
Sobre el requisito de la accesoriedad, más propio de esta causa de justificación en
cuanto específicamente relativa al derecho a la propia imagen, se pronuncian también
varias sentencias, aunque combinándolo con otros factores como el interés de la
información o la relevancia pública de la persona afectada. La imagen se considera
meramente accesoria en las SSTS 27-3-99 (recurso n.º 2716/94) sobre el escolta de
Alfonso Guerra, 17-3-04 (recurso n.º 1359/98) sobre el fotograma de un precedente
programa de televisión, publicado en una revista de información televisiva, en el
que aparecía un bombero que había intervenido en relación con un conflicto con el
Ayuntamiento (10), 1-7-04 (recurso n.º 2457/98) sobre el alijo de hachís intervenido
gracias a un perro especialmente adiestrado, 15-7-05 (recurso n.º 3118/01) sobre un
accidente de camión mostrando la extracción del cadáver del conductor y 22-2-07
(recurso n.º 512/03) sobre la investigación de una agencia de detectives para aportar
pruebas a un proceso laboral. En cambio no se considera accesoria en las SSTS 9-5-03
(recurso n.º 2882/97) sobre la foto de una pareja anónima en la revista Woman para
ilustrar un reportaje sobre las crisis de pareja, 23-5-03 (recurso n.º 1540/00) sobre
la información de un accidente de tráfico con imágenes de una persona agonizante
mientras era extraída de uno de los vehículos implicados, 17-6 y 19-7-04 (recurso n.º
1754/00 y 3735/00) sobre el médico que fotografiaba desnudas a sus pacientes, 2-7-04
(recurso n.º 1293/00) sobre el publirreportaje de una cadena de centros comerciales y
18-5-07 (recurso n.º 292/03) sobre fotografías de un famoso tenista con su novia en la
playa.
Incluso llega a tratarse en materia de imagen del "reportaje neutral", como hace esta
última sentencia razonando que "resultaría absurdo que, con el pretexto de tratarse de
un 'reportaje neutral', se pudiera difundir -reproduciéndola- una información sobre la que
existe constancia de que supone una intromisión ilegítima". Y el estudio del derecho a la
propia imagen desde perspectivas más propias del derecho al honor aparece también
en la STS 16-9-96 (recurso n.º 3823/92), sobre la fotografía de unos alborotadores en
una manifestación de tiempo atrás, porque en este caso la ilegitimidad se excluye por
la procedencia de las fotos (archivos de partidos políticos y centrales sindicales) y la
veracidad e interés general de la información.
Sobre el derecho a informar versa también la STC 14/03, de 30 de enero, citada en
su momento como la que mejor explica la autonomía del derecho a la propia imagen.
El hecho enjuiciado es la difusión de la reseña fotográfica policial de un detenido que
resultó finalmente absuelto, y el Tribunal Constitucional aprecia una doble vulneración,
del derecho a la propia imagen y del derecho al honor, porque tal difusión no venía
justificada por la investigación del delito. Esta razón causal del fallo hace inevitable
preguntarse por el tratamiento que corresponde a los carteles fijados en aeropuertos y
estaciones con las fotografías de los terroristas más buscados, problema no abordado
por la sentencia pero que podría resolverse mediante el juicio de proporcionalidad que
la misma considera imprescindible en cada caso.
X. CONCLUSIÓN
De las sentencias del Tribunal Constitucional y de la Sala 1.ª del Tribunal Supremo
analizadas se desprende las muchas dificultades que ofrece la configuración autónoma
del derecho a la propia imagen como distinto y separable de los derechos al honor y a
la intimidad personal y familiar. Por más que se insista en su autonomía, nunca deja de
recalcarse su estrecha relación con los otros dos derechos fundamentales.
Es más, la utilidad práctica de dicha autonomía es más que dudosa cuando se
comprueba el gran número de sentencias que fundan su decisión en consideraciones
más propias del derecho al honor, y sobre todo del derecho a la intimidad, que
específicas del derecho a la propia imagen.
Ejemplo bien demostrativo de todos estos inconvenientes es la STC 156/01, de 2 de julio,
acerca de los reportajes de Interviú sobre una secta con fotografías de algunos de sus
adeptos desnudos, pues para justificar la apreciación de una vulneración del derecho
a la propia imagen se llega a argumentar, incluso, que las imágenes han vulnerado el
derecho a la intimidad y por tanto la intromisión en el derecho a la propia imagen es
también constitucionalmente ilegítima.
Si a este problema de delimitación añadimos el del creciente valor comercial o
patrimonial de la imagen, las dificultades no vienen sino a multiplicarse, hasta el punto
de poder llegar a impedir la debida identificación del objeto principal de los litigios sobre
todas estas materias entrecruzadas.
De ahí que resulte necesaria, cumplido ya más de un cuarto de siglo de vigencia de
la LO 1/82, una nueva regulación que tenga en cuenta la realidad de los muchos
litigios planteados durante estos años ante los tribunales. Habrá que decidir entonces si
conviene seguir manteniendo el derecho a la propia imagen como derecho fundamental
autónomo o no será mejor embeberlo en los derechos a la intimidad y al honor.
Esto podrá traer consigo una más atenta consideración normativa del valor artístico y
documental de la imagen, hoy un tanto olvidado. Y al mismo tiempo, en fin, deberá
procurarse una regulación más sistemática y unitaria de los derechos de imagen como
valor comercial o patrimonial de las personas no sólo naturales sino también jurídicas.
Notas
(1) Una buena síntesis del estado doctrinal de la cuestión se encuentra en SEISDEDOS MUIÑO
Ana: "Comentario a la STS 2-7-2004", en Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil, n.º 67,
enero/abril 2005, págs. 423 a 432, en especial p. 426.
(2) CARRILLO Marc: "El derecho a la propia imagen del art. 18.1 de la CE", Cuadernos de
Derecho Judicial, Honor, intimidad y propia imagen, n.º XXXV de 1993, págs. 65 a 90, loc.
cit. págs. 70 y 71.
(3) Loc. cit. p. 426.
(4) Marc CARRILLO critica esta perspectiva en ob. cit. p. 76.
(5) Sobre esta cuestión, DESDENTADO BONETE Aurelio: "Las pruebas de reproducción de la
imagen y el sonido en el proceso laboral: poderes empresariales e intimidad del trabajador",
La Ley, n.º 6946, 15 de mayo de 2008.
(6) Ob. cit. p. 73.
(7) Ob. cit. p. 72.
(8) CANO VILÀ Eva: "Comentario a la STS 1-4-2003", en Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia
Civil, n.º 64, enero/abril 2004, págs. 99 a 116, loc. cit. p. 109.
(9) MACÍAS CASTILLO Agustín: "El consentimiento del menor y los actos de disposición sobre
su derecho a la propia imagen", La Ley, n.º 6913, 28 de marzo de 2008.
(10) Rafael SÁNCHEZ ARISTI comenta críticamente esta apreciación de accesoriedad en
Cuadernos Cívitas de Jurisprudencia Civil n.º 66, octubre/diciembre 2004, págs. 1295 a
1308.
(11) Comentan esta sentencia, entre otros, MORENO MOLINA José Antonio, "Prensa del
corazón, 'paparazzi' y derecho a la vida privada. La STEDH en el asunto Carolina de Mónaco
contra Alemania", Actualidad Administrativa, n.º 22, 2.ª quincena de 2004, y SANTOS
VIJANDE Jesús, "La captación y difusión no consentida de la imagen de personas públicas
en momentos de su vida privada", Aranzadi Tribunal Constitucional, 2004, págs. 11 a 27,
este último especialmente crítico para con el Tribunal Constitucional alemán.
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El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...
Palabras clave
Derechos fundamentales, Protección de datos, Datos personales, Unión Europea
ÍNDICE:
1. Ámbito internacional
2. Ámbito Interno
Nuestra Constitución, que junto con la portuguesa es uno de los últimos textos
constitucionales en el ámbito de la UE cuando se circunscribía a quince Estados
miembros, son las únicas que se refieren a lo que va a configurarse después como
derecho a la protección de datos, aunque de forma deficiente en el texto español. Así,
el art. 18.4 CE señala que la Ley limitará el uso de la informática para garantizar la
intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.
La ambigüedad que evidencia el precepto entraña dificultad para la identificación de la
naturaleza y contenido del bien que se trata de proteger. Pero además, la referencia a
la informática como único elemento capaz de incidir en los derechos de las personas
no resulta apropiado, si bien hay que tener en consideración que, en la época en
que se redacta el texto constitucional, este medio tecnológico irrumpía con fuerza
suficiente como para predecir que, si no se controlaba rigurosamente, sus posibilidades
de incidir sobre aquellos derechos pudieran alcanzar límites de suma gravedad. Me
refiero principalmente, a las posibilidades que ofrece la informática para acumular gran
volumen de datos, cruzarlos y tratarlos de forma que se posibilite la obtención de perfiles
del individuo e incluso con ello el predecir sus pautas de comportamiento.
En desarrollo del citado precepto constitucional se va a publicar la Ley Orgánica 5/1992,
de 29 de octubre, de regulación de tratamiento automatizado de datos de carácter
personal (Lortad), cuyo objeto, según señala el art. 1 de la misma, es limitar el uso
de la informática y otras técnicas para garantizar el honor, la intimidad personal y
familiar de las personas físicas y el pleno ejercicio de sus derechos. Esta Ley viene a
coincidir fundamentalmente con el contexto del Convenio 108 del Consejo de Europa,
si bien el legislador español tiene en cuenta el avance de los trabajos llevados a cabo
para redactar la que sería Directiva 95/46/CE por lo que esta viene en gran parte
anticipada por la Ley española, aunque circunscrita sólo a disciplinar los tratamientos
automatizados de datos personales.
En este contexto legislativo resulta lógico que se fuera abriendo paso con dificultad y
cierta vacilación la doctrina del Tribunal Constitucional que arranca con la ya citada STC
254/1993, de 20 de julio, a la que va a seguir la STC 143/1994, de 9 de mayo, y que
van a ser la única referencia hasta la STC 11/1998, a la que seguirán otras dieciocho
basadas en supuestos similares de hechos y con idénticos fallos. La jurisprudencia
del TC sobre esta materia la completaran hasta la fecha tres Sentencias más, la STC
202/1999 de 8 de noviembre y las más recientes, 290/2000 de 30 de noviembre de 2000
por la que se rechazan los recursos de inconstitucionalidad interpuestos contra diversos
preceptos de la Lortad y la 292/2000, de la misma fecha, que viene a configurar el
derecho a la protección de datos como derecho fundamental autónomo, como se indica
anteriormente, y a declarar contrarios a la Constitución, y consiguientemente nulos,
determinados incisos de los arts. 21 y 24 de la vigente Ley Orgánica 15/1999, de 13 de
diciembre, de Protección de Datos de Carácter Personal (LPD) que sustituyó a la Lortad.
Pero antes de comentar esta trascendental STC 292/2000 es preciso en cualquier
caso señalar la innovación que va a suponer la Ley Orgánica 15/1999 en la protección
de datos. En efecto esta Ley, que vino a sustituir a la Lortad, como queda dicho, a
la que deroga, tiene por finalidad principal el incorporar a nuestro derecho interno la
Directiva 95/46/CE, aunque no se diga expresamente en la Ley española por carecer
ésta de Exposición de Motivos. La nueva LOPD señala como su objeto el garantizar y
proteger, en lo que concierne al tratamiento de datos personales, las libertades públicas
y los derechos fundamentales de las personas físicas y especialmente de su honor
e intimidad personal y familiar, según explicita su art. 1. Obsérvese que ya no se
habla de tratamiento automatizado, sino que van a estar reglados por la Ley cualquier
tratamiento de datos, acorde con la Directiva, cuyo art. 1 transcribe casi literalmente el
correlativo de la Ley española. Coinciden también ambas normas en ampliar su objeto
más allá de la protección del honor y la intimidad, en lo que respecta al tratamiento
de datos, para extenderlo a todas las libertades públicas y derechos fundamentales.
Ambos legisladores, comunitario y español, vienen en definitiva a singularizar la garantía
y protección de todos los derechos fundamentales y libertades públicas en los supuestos
de tratamiento de datos personales.
Como apuntaba antes van a coincidir casi en el tiempo la configuración del derecho a la
protección de datos, que el Tribunal Constitucional singulariza en su Sentencia, y la que
establece la Carta Europea de Derechos Fundamentales en su artículo 8. Brevemente
analizaré a continuación la formulación que hace el TC y el contenido dado al derecho
a la protección de datos por la Carta Europea.
A) STC 292/2000
ello está la protección que el art. 18.1 CE otorga, sino los datos de carácter personal" (FJ
6, párrafo 3º).
La propia STC dice asimismo: "Pero también el derecho fundamental a la protección
de datos posee una segunda peculiaridad que lo distingue de otros. Dicha peculiaridad
radica en su contenido, ya que -el derecho a la protección de datos atribuye a su titular
un haz de facultades consistentes en diversos poderes jurídicos cuyo ejercicio impone a
terceros deberes jurídicos- y que sirven a la capital función que desempeña este derecho
fundamental: garantizar a la persona un poder de control sobre sus datos personales, lo
que sólo es posible y efectivo imponiendo a terceros los mencionados deberes de hacer.
A saber: el derecho a que se requiera el previo consentimiento para la recogida y uso de
los datos personales, el derecho a saber y ser informado sobre el destino y uso de esos
datos y el derecho a acceder, rectificar y cancelar dichos datos. En definitiva el poder
de disposición sobre los datos personales" (FJ 6, párrafo 4º). El FJ 7 de la referida STC
viene a remarcar el contenido del derecho fundamental a la protección de datos y las
facultades que proporciona al individuo tanto frente al Estado como ante un particular.
Así, cabe destacar del FJ 7 el siguiente pronunciamiento: "De todo lo dicho resulta que
el contenido del derecho fundamental a la protección de datos consiste en un poder
de disposición y de control sobre los datos personales que faculta a la persona para
decidir cuáles de esos datos proporciona a un tercero, sea el Estado o un particular, o
cuáles puede este tercero recabar, y que también permite al individuo saber quién posee
esos datos personales y para qué, pudiendo oponerse a esa posesión o uso. Estos
poderes de disposición y control sobre los datos personales, que constituyen parte del
contenido del derecho fundamental a la protección de datos, se concretan jurídicamente
en la facultad de consentir la recogida, la obtención y el acceso a los datos personales,
su posterior almacenamiento y tratamiento, así como su uso o usos posibles, por un
tercero, sea el Estado o un particular, y ese derecho a consentir el conocimiento y el
tratamiento, informático o no, de los datos personales, requiere como complementos
indispensables, por un lado, la facultad de saber en todo momento quién dispone de esos
datos personales ya qué uso los está sometiendo, y, por otro lado, el poder oponerse
a esa posesión y usos".
He preferido transcribir algunos de los párrafos de los citados fundamentos jurídicos en
lugar de resumirlos ya que, las propias palabras del TC han de resultar sin duda más
elocuentes, siendo las anteriores transcripciones solo un breve exponente de lo que con
claridad, contundencia e incluso si se quiere con reiteración se establece en los citados
fundamentos jurídicos 6 y 7.
De la anterior doctrina viene pues a deducirse que el TC ha venido a configurar, sin
ningún tipo de ambigüedad, el derecho a la protección de datos personales como
un derecho fundamental autónomo, desarrollando hasta sus últimas consecuencias la
"1. Toda persona tiene derecho a la protección de los datos de carácter personal
que la conciernan.
2. Estos datos se tratarán de modo leal, para fines concretos y sobre la base del
consentimiento de la persona afectada o en virtud de otro fundamento legítimo
previsto por la ley. Toda persona tiene derecho a acceder a los datos recogidos que
la conciernan y a su rectificación.
3. El respeto de estas normas quedará sujeto al control de una autoridad
independiente".
El contenido del derecho según se apunta antes, viene configurado ya desde los
primeros textos normativos de la protección de datos (Convenio 108 del Consejo de
Europa y Lortad) por una serie de principios que establecen aquellas normas, y que hay
que respetar en todo tratamiento de datos y por un haz de derechos que derivan para
los ciudadanos y que hay que atender. Todos ellos vienen completados y reforzados en
la vigente LOPD.
2. Principio de Información
3. Principio de consentimiento
Salvo situaciones excepcionales (cuando lo disponga una Ley, se derive de una relación
contractual o proceda de fuentes accesibles al público) el tratamiento de los datos
personales requerirá el consentimiento del afectado, al que la LOPD define como
manifestación de voluntad, libre, inequívoca, específica e informada (art. 3.h). Ello no
obstante no determina el que el consentimiento tenga que ser siempre escrito, pues
este solo se exige para una especie de datos especialmente protegidos (los que revelan
ideología, religión y creencias), ni siquiera expreso, que en cambio si se exige en el
supuesto de datos que revelen origen racial, salud y vida sexual. Bastará con carácter
general el consentimiento tácito. El problema, en todo caso, se suscitará a la hora de
probar que se obtuvo el consentimiento de esta forma.
expresamente deja en vigor y que ha sido recientemente derogado por el Real Decreto
1720/2007, por el que se aprueba el Reglamento a la LOPD, cuyos artículos 79 a 114
se ocupan de las medidas de seguridad, tanto de los ficheros informatizados como de
los no automatizados.
5. Deber de secreto
Se establece que tanto el responsable del fichero como quienes intervengan en cualquier
fase del tratamiento están obligados al secreto profesional, obligación que subsistirá
incluso después de haber concluido su relación con dichos tratamientos (art. 10 de la
LOPD)
Todos los principios antes enunciados y especialmente los de información, finalidad y
consentimiento han sido expresamente reforzados por la LOPD, en relación al nivel de
exigencia que establecía la derogada LORTAD.
Por lo que se refiere a los derechos de los afectados, han venido concretándose en los
de acceso, rectificación y cancelación, posibilitando éstos el que el ciudadano pueda
conocer que datos suyos se almacenan en un fichero o se someten a tratamiento, y
poder así, en su caso, exigir su rectificación o cancelación. A los anteriores derechos ha
venido a incorporar la LOPD el derecho de oposición, al transponer la Directiva 95/46/
CE, mediante cuyo ejercicio podrá impedirse incluso que los datos lleguen a ser tratados
en determinados supuestos.
A) Principio de lealtad
Comienza así por decir que los datos de carácter personal deberán ser tratados de forma
leal y lícita, para a continuación señalar que se prohíbe la recogida de datos por medios
fraudulentos, desleales o ilícitos (art. 8.1 del Reglamento), a diferencia de la LOPD que
contiene la misma prohibición al final del precepto que se ocupa de la calidad de datos
(art. 4.7 de la LOPD).
B) Principio de finalidad
C) Principio de exactitud
Los apartados 5, 6 y 7 del art. 8 del Reglamento explicitan este principio de exactitud,
aclarando y concretando las delegaciones que comporta y los plazos en que deberán
ejecutarse.
Así el apartado 5 en los propios términos del art. 4.3 de la LOPD especifica que los
datos de carácter personal serán exacto y puestos al día de forma que respondan con
veracidad a la situación actual del afectado, concretando el precepto reglamentario que,
"si los datos fueran recogidos directamente del afectado, se considerarán exactos los
facilitados por éste".
A continuación el mismo apartado del precepto reglamentario, siguiendo al art. 4.4
de la LOPD, precisa que si los datos de carácter personal resultasen ser inexactos
o incompletos serán cancelados o sustituidos de oficio, estableciendo al efecto el
mismo precepto reglamentario el plazo convencional de diez días desde que se tuviese
conocimiento de la inexactitud, para llevarlo a efecto, salvo que la legislación aplicable
al fichero establezca un procedimiento o plazo específicos.
Aunque útil, solo se establecen normas en el Reglamento para dos supuestos. Uno
por razón del sujeto, otro por razón de la forma en que se presta, quedando con ello
una regulación solo parcial del principio del consentimiento, siendo éste principal en el
derecho a la protección de los datos personales
por tanto tratarse aquél antes que éste tal y como además hace la LOPD, su regulación
en el Reglamento no solo puede decirse que es parcial sino simplemente anecdótica.
Tras la afirmación de que el deber de información se llevará a cabo a través de un
medio que permita acreditar su cumplimiento y que habrá que conservar mientras
persista el tratamiento, pudiendo utilizarse para el almacenamiento de los soportes
medios informáticos o telemáticos, se señala que en particular podrá escanearse la
documentación en soporte papel siempre que se garantice que en dicha automatización
no ha mediado alteración alguna de los originales (art. 18 del Reglamento). Nada se
dice en cambio de la información producida por otros medios, además de parecer que
los documentos que permite escanear el precepto serán más bien aquellos en que se
contenga la información seguida, lo que es más importante, del consentimiento escrito.
Por otro lado, se echa de menos que la norma reglamentaria no se ocupe de precisar
todos y cada uno de los parámetros a que ha de alcanzar la información (art. 5.1
de la LOPD). También se obvia toda precisión, entendamos que sino necesaria si
conveniente, de lo establecido en los apartados 4 y 5 del mismo precepto de la Ley.
La norma que contiene el art. 19 del Reglamento bajo la titulación de "supuestos
especiales" merecería una atención más completa por la autoridad reglamentaria.
Este precepto se limita a señalar que las operaciones de fusión o escisión sociatorias,
así como otras similares, que produzcan modificación en el responsable del fichero no
producen cesión de datos sin perjuicio del cumplimiento de lo dispuesto en el art. 5 de
la LOPD.
No se dice nada en cambio de si, se pudiera ver ampliada la finalidad del fichero o
tratamiento como consecuencia de una fusión por absorción respecto de los ficheros de
una sociedad absorbida, que deberá quedar limitada a aquella para la que en su día se
obtuvo el consentimiento y solo tras la información facilitar, si consiente el afectado, el
tratamiento de sus datos con otras finalidades.
De forma muy prolija y demasiado compleja, sobre todo si se tiene en cuenta que se
trata del ejercicio de los derechos que corresponden a los ciudadanos, el Reglamento
se ocupa de precisarlos, lo que en algunos supuestos pudiera exceder de la capacidad
reglamentaria, así como de señalar el cauce para el ejercicio de cada uno de los
derechos. Especial interés tiene la regulación que se hace del derecho de oposición,
toda vez que la LOPD solo lo establece sin precisión alguna ni decir en qué supuesto
y por qué cauce se pudiera ejercitar.
Tras señalarse que todos estos derechos son personalísimos y serán ejercidos por
el afectado (art. 23.1 del Reglamento) especifica el apartado 2 siguiente que "tales
derechos se ejercitarán" de tres formas que se señalan:
En párrafo aparte, también de forma poco clara, se establece que cuando el responsable
del fichero sea un órgano de las Administraciones públicas o de la Administración de
Justicia, podrá acreditarse la representación por cualquier medio válido en derecho que
Nos cuestionamos el que el tutor, a quien el Código Civil confiere simples facultades de
guarda de su pupilo y administración de sus bienes (arts. 269 y 270 C.C.) pueda ejercitar
estos derechos personalísimos del incapacitado, debiendo en todo caso estarse a lo que
disponga la sentencia de incapacitación en cuanto a la privación, en muchos casos solo
parcial, del ejercicio de sus derechos por el incapacitado parcialmente (art. 760 de la
LEC).
- Finalmente creemos que deberá entenderse que en aquellos supuestos en que fue
suficiente el consentimiento de mayores de catorce años conforme habilítale art. 13.1
del Reglamento podrán estos menores, sin asistencia de sus padres o tutores, ejercer
igualmente sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición.
En los términos del precepto, en teoría muy protector de la economía del afectado, los
únicos medios gratuitos y con los que puede al propio tiempo acreditarse el ejercicio del
derecho quedan reducidos a la llamada a un número gratuito gestionado por un tercero
o con grabación de la conversación o al envío de carta por correo ordinario a dirección
también gestionada por tercero. La comparecencia del interesado en el lugar señalado
por el responsable del tratamiento para ejercer estos derechos también será posible
siempre y cuando el lugar de residencia del afectado coincida con aquél. En el resto de
supuestos o el medio no es gratuito o no permite la acreditación del ejercicio del derecho
Finalmente se establece, conforme venía siendo exigido ya por la AEPD que el
responsable del fichero o tratamiento deberá atender la solicitud cuando el afectado no
hubiera utilizado el procedimiento específicamente establecido al efecto, siempre que el
medio empleado permita acreditar el envío y la recepción de la solicitud.
C) Procedimiento
responsable, a no ser que en su relación con aquél esté previsto que el encargado
atienda dichas peticiones por cuenta del responsable.
2. Derecho de acceso
Los arts. 27, 28, 29 y 30 los dedica el Reglamento a definir este derecho, sistemas de
consulta, otorgamiento del acceso y denegación del mismo, respectivamente.
A) Definición
Se comienza por definir el derecho de acceso, como derecho del afectado a obtener
información sobre si sus datos personales están siendo objeto de tratamiento, la finalidad
del tratamiento que se realice en su caso así como la información disponible sobre el
origen de dichos datos y las comunicaciones realizadas o previstas. Si bien creemos
que al principio de la definición debió incluirse como derecho del afectado el obtener
información simplemente sobre si sus datos se encuentran almacenados en un fichero
(por ejemplo bloqueados) deberá entenderse que ello será también posible de acuerdo
con la definición que de tratamiento de datos da el art. 5.1.t del propio Reglamento y
también por cuanto que el art. 27.2 del Reglamento expresamente contempla el que en
virtud del derecho de acceso el afectado podrá obtener respuesta a los datos contenidos
en un determinado fichero.
B) Sistemas de consultas
Por lo que respecta al ejercicio del derecho de acceso, en el art. 28 del Reglamento se
establece que el afectado podrá optar por recibir la información a través de uno o varios
de los sistemas de consulta del fichero que especifica a continuación: visualización en
pantalla; escrito copia o fotocopia remitida por corro certificado o no; telecopia; correo
electrónico u otros sistemas de comunicaciones electrónicas y cualquier otro sistema
que sea adecuado a la configuración del fichero y a la naturaleza del tratamiento. Sigue
aquí el precepto reglamentario el art. 12 del Real Decreto 1332/94, de 20 de Junio, que
desarrollaba algunos preceptos de la Ley Orgánica con la sola diferencia de que en
cuanto a la segunda se introducen la precisión, innecesaria, de recibir la comunicación
por correo certificado o no ya que el carácter optativo del precepto para el afectado
hará que prefiera el certificado por la seguridad de su recepción respecto el del correo
ordinario. También a diferencia del derogado R.D. se incluye ahora acertadamente el
correo electrónico u otros sistemas similares. No exigiendo la LOPD que el afectado
obtenga la información por varios sistemas (art. 15 de la LOPD) y siendo el precepto legal
suficientemente claro y tutor del derecho de acceso no se entiende como se mantiene,
como en la anterior norma de desarrollo, el que se pueda optar por varios medios,
que tampoco se limitan, haciendo con ello demasiado gravoso para el responsable del
tratamiento el cumplimiento de su obligación de satisfacer aquel derecho, sin aportarse
con ello garantía adicional alguna, cuando en definitiva lo que hay que posibilitar es el
que se responda de forma clara y precisa, lo que ya facilita la Ley.
También parecen innecesarios las prolijas normas contenidas en los apartados 2 y
3 del comentado art. 28 del Reglamento que como en algunos otros supuesto que
hemos señalado, convierten innecesariamente el texto reglamentario en una normativa
demasiado prolija, confusa e incluso tediosa y que resulta de difícil comprensión para
el no especialista. La legislación en todo caso y sea del nivel que sea debe resultar
asequible para aquellos a los que se dirige y no legislar nunca como si solo se tuviera
en cuenta a los iniciados.
Se señala el plazo máximo de un mes para que el responsable del fichero resuelva sobre
la solicitud de acceso debiendo responder aún en el supuesto de que no disponga de
datos del afectado (art. 29.1 del Reglamento).
No se comprende el alcance de los dispuesto en el siguiente apartado 2 del art. 29 del
Reglamento en donde se señala que si la solicitud fuese estimada y el responsable no
acompaña la información a que se refiere el art. 27.1 el acceso se hará efectivo durante
los diez días siguientes a la comunicación. Parece que con ello pudiera estar refiriéndose
al acceso mediante visualización en pantalla pero en todo caso no lo aclara, pudiendo por
otro lado interpretarse como una habilitación nueva de plazo para remitir los documentos.
El apartado siguiente del mismo artículo se ocupa de precisar que la información que se
proporcionará en cualquier caso será legible e inteligible y comprenderá todos los datos
del afectado, los resultantes de cualquier elaboración, origen de los datos, cesiones y
conciertos, usos y finalidades para los que fueron almacenados. Definido el derecho de
acceso en el art. 27.1 parecen innecesarias las últimas concreciones bastando con que
se dijera que deberá responderse a la concreta petición de acceso del afectado dentro
de los términos del art. 27.
• Cuando el derecho ya haya sido ejercitado en los doce meses anteriores, salvo
que se acredite un interés legítimo al efecto, debe entenderse que justifique
un nuevo acceso.
• Cuando así lo prevea o lo impida una Ley o una norma de derecho comunitario
de aplicación directa. Obsérvese que la referencia a normas comunitarias,
se hace aquí correctamente al concretarse que sea de aplicación directa, a
diferencia del art. 10.2 del Reglamento en donde no se contiene esta precisión
que habilita a la norma comunitaria a su aplicación sin previa transposición a
nuestro derecho interno.
Como norma de cierre se dice que en todo caso el responsable del fichero informará al
afectado de su derecho a recabar la tutela de la AEPD, o en su caso, de las autoridades
de control de las comunidades autónomas, conforme al art. 18 de la LOPD.
Hemos de terminar este comentario del art. 30 señalando la impropia utilización de
los términos responsable del fichero o tratamiento contenida en el art. 30.1 y la de
responsable de fichero solo del art. 31.3 que evidentemente solo pueden desconcertar
al no especializado en la materia e incluso a éste le produce asombro tan caprichosas
referencia distintas en dos apartados de un mismo artículo.
De forma conjunta y confusa se tratan estos dos derechos en los arts. 31, 32 y 33 del
Reglamento.
Se comienza por definir el derecho de rectificación de forma concisa y clara: el derecho
del afectado a que se modifiquen los datos que resultan ser incorrectos o incompletos
(art. 31.1 del Reglamento) para en el apartado siguiente señalar que "el ejercicio
del derecho de cancelación dará lugar a que se supriman los datos que resultan
ser inadecuados o excesivos, sin perjuicio del deber de bloqueo conforme a este
reglamento". No se entiende estas confusas referencias.
Tampoco llega a comprenderse el alcance del párrafo siguiente en el que se dice que
en los supuestos en que el interesado invoque el ejercicio del derecho de cancelación
para revocar el consentimiento prestado, se estará a lo dispuesto en la LOPD y en el
propio Reglamento.
Mucho más claro es el art. 16 de la LOPD, que trata de estos derechos, sin que se
encuentre la necesidad ni la utilidad de este apartado 2 del art. 31 del Reglamento.
4. Derecho de oposición
Introducido por primera vez por la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de
Carácter Personal, carecía de la más mínima regulación por lo que resulta de especial
relevancia la que ahora le da el Reglamento.
Comienza el art. 34 del Reglamento por definir el derecho de oposición como aquel que
asiste al afectado para que no se lleve a cabo el tratamiento de sus datos personales
o se cese en el mismo. Al propio tiempo el mismo precepto tasa los supuestos, que
concreta en tres.
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El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. El derecho a la libertad frente al uso ...
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Derechos fundamentales, Protección de datos, Datos personales, Jurisdicción civil,
Unión Europea
ÍNDICE:
1. Sistema de fuentes
Aunque existen documentos a nivel supra-europeo que se refieren a la protección de
datos, su carácter de soft law y por tanto no vinculante jurídicamente aconseja centrase
en los instrumentos jurídicos europeos, tanto del Consejo de Europa como de la Unión
Europea, y su reflejo en la ley española.
A) Consejo de Europa
El artículo 8 del Convenio Europeo de Protección de los Derechos Humanos y Libertades
Fundamentales (CEDH) es la consagración inicial y angular del derecho a la vida privada
y familiar:
1. Toda persona tiene derecho a la protección de los datos de carácter personal que
la conciernan.
2. Estos datos se tratarán de modo leal, para fines concretos y sobre la base del
consentimiento de la persona afectada o en virtud de otro fundamento legítimo
previsto por la ley. Toda persona tiene derecho a acceder a los datos recogidos que
la conciernan y a su rectificación.
3. El respeto de estas normas quedará sujeto al control de una autoridad
independiente.
C) España
El ya citado artículo 18.4 de la Constitución Española establece que:
Así, pues, lo primero que debe señalarse es que en tanto está en juego un
derecho fundamental, vincula a todos los poderes públicos, incluidos los Juzgados
y Tribunales. Precisamente, por eso, el artículo 230.5 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial recuerda que las garantías y derechos que protegen los datos de carácter
personal han de ser observados también ante los ficheros automatizados de los
órganos jurisdiccionales. (fd 4, STS -3.ª- 8722/2006, de 18 de septiembre).
de datos o documentos que los contienen ("ficheros") que hace irrelevante en principio
todo distingo entre uno y otro tratamiento (5).
El segundo matiz es la necesidad de cumplimiento de los requisitos formales de los
ficheros judiciales. Será abordado bajo los aspectos gubernativos, no jurisdiccionales,
infra, punto 1.5. Baste aquí destacar que, tratándose de un derecho fundamental, la falta
de cumplimiento de aspectos formales por parte de la administración judicial no puede
perjudicar en modo alguno al justiciable en su derecho a ver reconocida la protección
que merecen sus derechos sustantivos cuando sus datos personales son tratados por
los juzgados y tribunales.
El tercer matiz es una concreción del anterior. La LOPD obliga al responsable del
tratamiento a dar una serie de informaciones al interesado sobre el tratamiento de sus
datos y sobre los derechos que le asisten y la forma de ejercitarlos. De nuevo, la falta
de información en la práctica nada tiene que ver que la existencia del derecho sobre el
que no ha habido información. Dicho de otro modo, no podemos inferir, de la ausencia
en la práctica de esa información, que los derechos no existen.
La última matización, y sin duda la más importante, es la doctrina jurisprudencial de que
los preceptos de la LOPJ, y debe añadirse toda la legislación procesal y gubernativa,
debe interpretarse a la luz de la LOPD y demás disposiciones en materia de protección de
datos. Aquí es importante introducir la idea de que la superposición de ambas normativas
tiene, a nuestro entender, dos consecuencias interpretativas destacables. La primera
es que las disposiciones procesales y procedimentales deben respetar el derecho
fundamental a la protección de datos, so pena de vulnerar un derecho fundamental.
La segunda es que, respetando ese núcleo esencial, la ley procesal y procedimental
específica puede regular razonablemente y de modo adecuado a la situación concreta la
manera de ejercicio de un determinado aspecto o facultad previstos de forma genérica
en la normativa de protección de datos. Un ejemplo puede ser el derecho de acceso a los
propios datos: la particular forma de su ejercicio puede ser modulada por la ley procesal
o procedimental, pues la LOPD, siendo general, no puede descender a los detalles de
todas sus posibles aplicaciones.
El hecho de que la LOPD sea aplicable a los tribunales no implica, de modo automático,
que la supervisión a cargo de la Agencia Española de Protección de Datos alcance a
los órganos judiciales en tanto en cuanto actúan como tales, es decir, cuando actúan
ejerciendo jurisdicción. El principio de separación de poderes e independencia del Poder
Judicial debe llevar a la conclusión de que el respeto del derecho fundamental a la
protección de datos en el ámbito jurisdiccional es competencia de los propios órganos
jurisdiccionales y sus superiores en cuanto conozcan de los pertinentes recursos. La
existencia de una instancia especializada, con independencia propia, cual es la Agencia,
no justifica un poder de supervisión que interferiría en la jurisdicción. Dónde acaba ésta,
es otra cuestión, pues la garantía de independencia del Poder Judicial debe predicarse
del núcleo propio de la jurisdicción, y no de aspectos marginales, que, aunque procesales
y no técnicamente gubernativos, deben quedar fuera. Véase el punto I. 4.
En el ámbito judicial, el tratamiento de los datos personales por parte de los órganos
judiciales estará basado en el consentimiento de los interesados, cuando los datos hayan
sido aportados por ellos mismos, o en la propia potestad jurisdiccional, en caso contrario.
La LOPJ y las leyes procesales, esencialmente la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC),
serán suficientes para legitimar el tratamiento de los datos personales de quienes no son
parte en el proceso o de quienes, siéndolo, no los han aportado. Es decir, una vez en el
proceso, esta base procesal legitima su tratamiento. Sin embargo, como la recogida de
datos también es un tratamiento que necesita base legal, el momento más significativo
en el tratamiento de datos personales por los órganos judicial es sin duda la obtención de
los datos en la fase de prueba, ya sea a instancia de una parte o, cuando los principios
procesales lo permitente, por iniciativa del propio órgano. En otros puntos del proceso
también se produce recogida de datos por el órgano judicial, que ha de contar que la
necesaria base legal.
a) En fase probatoria
1. Los datos de carácter personal objeto del tratamiento sólo podrán ser
comunicados a un tercero para el cumplimiento de fines directamente relacionados
con las funciones legítimas del cedente y del cesionario con el previo consentimiento
del interesado.
2. El consentimiento exigido en el apartado anterior no será preciso:
Es decir, solo cabe la aportación de datos fiscales en el ámbito civil a instancia de parte
o iniciativa judicial cuando están en juego los intereses de los menores o incapacitados,
o cuando los datos se refieren a quien solicita la prueba, que da así su consentimiento.
De lo anterior se desprende la necesidad de especificar en esos supuestos los elementos
que deben permitir a la Hacienda Pública constatar que se dar las condiciones legales
de cesión de los datos.
El caso de la ejecución de resoluciones judiciales será objeto de un punto posterior.
Aquí también estamos ante una base legal específica que legitima la recogida de datos
por parte del órgano judicial. Obsérvese, no obstante, que el inciso final del precepto
condiciona la cesión a la normativa que regula la actividad del organismo público
requerido. A ello debe añadirse la posibilidad que tal sea el caso también del requerido
cuando éste sea un tercero privado. Sus obligaciones profesionales, por ejemplo el
secreto profesional, pueden limitar su posibilidad de ceder esos datos. Estaríamos ante
un supuesto de aplicación de la ley procesal interpretada de acuerdo con el derecho
fundamental de la protección de los datos personales de la persona a la que se refieren
los datos, según la jurisprudencia antes citada (STS -3.ª- 8722/2006 de 18.9), donde
precisamente se trata también de los datos del domicilio (entre otros) de un tercero para
ser citado en un asunto. En tal caso es un juez decano quien deniega la información
obrante en el registro de asuntos del decanato para su reparto, denegación confirmada
por el CGPJ y el TS. Con todo en ese caso (véase punto 1.5.4.) la petición no es de
un órgano judicial sino de un letrado y los términos de la denegación son otros, aunque
siempre basados en la protección de datos.
c) Diligencias preliminares
Por petición de quien pretenda ejercitar una acción por infracción de un derecho de
propiedad industrial o de un derecho de propiedad intelectual cometida mediante
actos desarrollados a escala comercial, de la exhibición de los documentos
bancarios, financieros, comerciales o aduaneros, producidos en un determinado
tiempo y que se presuman en poder de quien sería demandado como responsable.
La solicitud deberá acompañarse de un principio de prueba de la realidad de la
infracción que podrá consistir en la presentación de una muestra de los ejemplares,
mercancías o productos en los que materialice aquella infracción. El solicitante
podrá pedir que el Secretario extienda testimonio de los documentos exhibidos
si el requerido no estuviera dispuesto a desprenderse del documento para su
incorporación a la diligencia practicada. Igual solicitud podrá formular en relación
con lo establecido en el último párrafo del número anterior.
A los efectos de los números 7 y 8 de este apartado, se entiende por actos
desarrollados a escala comercial aquellos que son realizados para obtener
beneficios económicos o comerciales directos o indirectos.
Con tal ocasión, se planteó la cuestión preliminar al Tribunal de Luxemburgo que ha dado
lugar a la sentencia del caso "Promusicae" (8). Debe recordarse que el tribunal, pese a
que el planteamiento no mencionaba la protección de los datos personales, llegó a la
conclusión de que, por estar en juego esa protección, los estados miembros de la Unión
Europeo pueden no prever que los datos de tráfico de las comunicaciones electrónicas
retenidos a efectos penales según la Directiva 2006/24/EC queden a disposición también
de los jueces civiles, pues la proporcionalidad justifica que solo puedan ser utilizados
en un contexto penal.
También merece mención el apartado 5 bis del mismo artículo 265.1 (9), que dispone
que:
Los datos de carácter personal que hagan referencia al origen racial, a la salud y a
la vida sexual sólo podrán ser recabados, tratados y cedidos cuando, por razones
de interés general, así lo disponga una ley o el afectado consienta expresamente.
d) Aseguramiento de la prueba
El artículo 297.2 LEC (10) también prevé como medida el llamado bloqueo de datos, de
acuerdo con el artículo 16.3 LOPD, que dispone:
Ese precepto está redactado desde la perspectiva del ejercicio del derecho de
cancelación, a disposición del titular de los datos, pero responde al mismo principio,
bloqueo de datos mientras dura la disputa sobre ellos. La intervención judicial prevista
en el artículo 297.2 LEC supone, como siempre, la posibilidad de prescindir del
consentimiento que titular de los datos.
A instancias del ejecutante que no pudiere designar bienes del ejecutado suficientes
para el fin de la ejecución, el tribunal acordará, por providencia, dirigirse a las
entidades financieras, organismos y registros públicos y personas físicas y jurídicas
que el ejecutante indique, para que faciliten la relación de bienes o derechos del
ejecutado de los que tengan constancia. Al formular estas indicaciones, el ejecutante
deberá expresar sucintamente las razones por las que estime que la entidad,
organismo, registro o persona de que se trate dispone de información sobre el
patrimonio del ejecutado.
Es obvio que en este contexto el órgano judicial recabará todo tipo de datos personales
relativos al ejecutado. Una de las fuentes de información privilegiada es sin duda
la Hacienda Pública. Recordemos que el artículo 95.h) de la Ley General Tributaria
contempla ese supuesto (11).
En primer lugar debe destacarse que tanto ese precepto como el párrafo segundo del
citado artículo 590 establecen como pre-requisito el haber agotado otras fuentes de
información accesibles al ejecutante. Pero hay más prevenciones. El artículo 591 LEC
dispone:
B) Principio de proporcionalidad
Los datos de carácter personal sólo se podrán recoger para su tratamiento, así como
someterlos a dicho tratamiento, cuando sean adecuados, pertinentes y no excesivos
(12) en relación con el ámbito y las finalidades determinadas, explícitas y legítimas
para las que se hayan obtenido.
1. No deberá admitirse ninguna prueba que, por no guardar relación con lo que sea
objeto del proceso, haya de considerarse impertinente.
2. Tampoco deben admitirse, por inútiles, aquellas pruebas que, según reglas y
criterios razonables y seguros, en ningún caso puedan contribuir a esclarecer los
hechos controvertidos.
Es decir, que no basta lo dicho hasta aquí sobre la necesidad de base legal para la
recogida y tratamiento de datos personales, normalmente existente cuando actúan los
órganos judiciales, sino que además los datos han de ser adecuados, pertinentes y no
excesivos en relación a los fines perseguidos, en este caso fines probatorios. Existe,
como se ve, una perfecta coincidencia entre las exigencias de la LOPD y la LEC, que
exige del juez un análisis ponderado y específico.
Un ejemplo sacado de la realidad puede ilustrar un supuesto típico. En trámite de prueba
de un asunto de divorcio contencioso, el juzgado de primera instancia remite al servicio
médico de un organismo de la Unión Europea situado en España el siguiente oficio:
C) Principio de finalidad
El artículo 4.2 LOPD establece el llamado principio de finalidad en los siguientes
términos.
Ahora bien, junto a esa dispensa del consentimiento prevista para cuando existe
una relación contractual o negocial -que, según acabamos de ver, no se da en
el caso que nos ocupa- la normativa sobre protección de datos determina que
el consentimiento del afectado no será exigible para el tratamiento de los datos
personales, y tampoco para su cesión o comunicación a un tercero, cuando así lo
establezca una Ley (artículos 6.1 in fine y 11.2.b/ de la LOPD). Es cierto que los
preceptos antes citados de la Ley 50/1980, de 8 de octubre, de Contrato de Seguro,
y de la Ley 30/1995, de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de seguros
privados, no establecen expresamente una dispensa o exoneración de la exigencia
del consentimiento prevista en la normativa sobre protección de datos pero también
lo es que en dichos preceptos se imponen a las compañías aseguradoras unas
obligaciones sustantivas y formales que presuponen o requieren el tratamiento de
datos personales de los perjudicados. (fd 8, SAN 4493/2005 de 21.9).
E) Nulidad de la prueba
La piedra de toque de cualquier consideración sobre la aplicación de la protección de
datos personales en el ámbito judicial es sin duda la posibilidad de declarar la nulidad
de una prueba por motivo de vulneración del derecho a la protección de datos del sujeto
titular de esos datos.
Las tres leyes que hemos venido considerando deben aplicarse simultáneamente.
En primer lugar, el artículo 11.1 LOPJ establece que "No surtirán efecto las
pruebas obtenidas, directa o indirectamente, violentando los derechos o libertades
fundamentales". Entre esos derechos fundamentales hay que incluir el derecho a la
protección de datos. En segundo lugar, la LOPD, en su artículo 4.7 dispone que "Se
prohíbe la recogida de datos por medios fraudulentos, desleales o ilícitos", de suerte
que si en la recogida de datos se comete una ilicitud, esos datos atentan contra esa
prohibición, lo cual debe tener consecuencias. En tercer lugar, el artículo 283.3 LEC
recoge esa misma idea al decir que "Nunca se admitirá como prueba cualquier actividad
prohibida por la ley", mientras el artículo 287 del mismo texto legal prevé el cauce
procesal para hacer valer esa alegación de ilicitud, ya sea a instancia de parte ya sea
de oficio por el órgano judicial.
La cuestión es, por supuesto, determinar en qué medida una vulneración del derecho
a la protección de datos debe considerarse determinante de la ilicitud que comporta la
invalidez de la prueba. Pueden apuntarse algunas ideas, que la concienciación de los
tribunales en esta materia, debería desarrollar jurisprudencialmente.
Una vulneración meramente formal, como por ejemplo la falta de inscripción del fichero
donde constan los datos parece insuficiente para acarrear consecuencia tan drástica en
el proceso, con el que nada tiene que ver. Por ello, cabe exigir que la vulneración sea
substantiva y no formal. Además, la vulneración substancial debe tener conexión con el
proceso; dicho de otro modo, la vulneración debe haberse cometido para aportar esos
datos al proceso o con ocasión del proceso judicial. En tercer lugar, debe comportar una
lesión efectiva al sujeto del derecho, porque su intimidad, defensa, etc., se han visto
vulneradas o una incidencia en el valor de los datos así obtenidos, como falta de garantía
de la calidad de los datos, etc. (14).
Podemos considerar algunos de los supuestos que la jurisprudencia, no civil, nos brinda
para analizar si esas pruebas deberían haberse declarado nulas en el proceso civil.
La SAN -1.ª- 14.9.2001 (rec. 196/2000) ratificó una importante sanción a una entidad
bancaria que, con vulneración de la protección de los datos, libró información de cuentas
bancarias a un ex-cónyuge, que luego la aporta a un pleito matrimonial. Igual hace la SAN
-1.ª- 19.1.2005 (rec. 1224/2002) ¿Cabe imaginar que esos datos obtenidos ilegalmente
puedan ser tenidos por válidos en el proceso civil? La respuesta parece negativa. Se
ha cometido una vulneración substantiva del derecho del ex-esposo y los datos pueden
ser aportados de forma incompleta o manipulada al pleito, en beneficio de quien los
ha obtenido ilegalmente. Por contra, su esos mismos datos hubieran sido obtenido por
orden judicial, con ponderación de los intereses en juego y las garantías de cauce directo
al juzgado, ni la ilegalidad ni la duda sobre la calidad de la información se hubieran
producido.
En el caso contrario está el supuesto visto a propósito del tratamiento de datos por las
partes (punto anterior I.2.C.), donde la parte demandada como responsable civil directo
estaba legitimada a transferir datos, recabar otros y aportarlos al proceso en su propia
defensa.
El órgano judicial no solo trata los datos personales en el proceso sino que puede verse
obligado a tratarlos mediante cesión a terceros. Dos supuestos claros son la cesión a la
Hacienda Pública y otras administraciones públicas y la cooperación judicial.
b) Cooperación judicial
la adecuación del país receptor. Si ello fuera poco las excepciones b) e i) cubren ese
supuesto e incluso la cooperación basada en la reciprocidad.
No hay, por tanto necesidad judicial de constatar el nivel adecuado de protección de
los datos personales en el país receptor, pero ello no significa que otros principios
como la proporcionalidad, la limitación de finalidad, etc. no deban ser tenidos en cuenta.
Recuérdese que estamos ante un derecho fundamental, que el juez debe defender en
todo caso y situación. Piénsese, por ejemplo, en la transmisión de datos especialmente
protegidos, como la vida sexual, las opiniones políticas, etc., que impliquen en el país
de destino y riesgo grave para la vida o integridad del interesado. Conviene recordar
en este punto que el Reglamento comunitario 1393/2007, de 13 de noviembre, relativo
a la notificación y al traslado en los Estados miembros de documentos judiciales y
extrajudiciales en materia civil o mercantil (que entrará en vigor el próximo 13.11.2008,
art. 26) contiene el artículo 22 del siguiente tenor:
Por último debe señalarse un aspecto preocupante del nuevo Reglamento de Protección
de Datos (RD 1720/2007). Se trata de su artículo 66, que regula la trasferencia
internacional de datos según los términos de la LOPD, como no puede ser de otra
manera. Tras mencionar las excepciones a la protección adecuada y autorización de la
Agencia, entre ellas la de cooperación judicial, añade en el apartado 3:
Sin duda se trata de un lapsus legislativo, pues cuesta creer que la intención es que todas
las trasferencias que los juzgados realizan en la cooperación internacional a países sin
protección adecuada deban ser inscritas en la Agencia.
Así, por ejemplo, el acceso de las partes a los datos del proceso está garantizado por
la ley procesal, la rectificación adopta la variante de la contra-alegación sobre los datos
alegados de contrario, la objeción y cancelación podrá canalizarse a través de la nulidad,
etc. Cuando los afectados son terceros, singularmente testigos, peritos, etc., además de
las personas cuyos datos aparecen en autos y no son partes, esos derechos no están
normalmente contemplados en el derecho procesal. Caso destacado es el derecho de
acceso a los propios datos; véase infra punto I.4.B.
H) Reclamación de indemnizaciones
Hemos visto hasta ahora la protección de datos como norma aplicable a la actividad
procesal. Conviene recordar que el artículo 19 atribuye a la jurisdicción civil la materia de
indemnización por vulneración del derecho a la protección de datos en el ámbito privado.
Así pues, la protección de datos también tiene una vertiente de derecho substantivo a
ser aplicado por los órganos civiles.
En ese sentido conviene recordar que la acción indemnizatoria es ajena a la posible
actuación de la Agencia Española de Protección de Datos, aunque sea a instancia del
perjudicado. Así se lo recoge la STS -1.ª- de 28 de diciembre de 2004 (rec. 3020/2001)
(17), reproduciendo la sentencia de la AN recurrida:
3. Registro Civil
El artículo 2.3 LOPD se refiere al Registro Civil en los siguientes términos:
En ninguna otra ocasión vuelve a referirse al registro, de manera que la expresión "por
lo especialmente previsto, en su caso, por esta Ley" está hura de contenido por lo que
respecta al registro. Podría concluirse que solo se rige, por tanto, por la legislación
específica. Tal conclusión creemos que es errónea, puesto que en cualquier caso le es
aplicable el artículo 18.4 de la Constitución, la Directiva 95/46/EC y el Convenio 108 del
Consejo de Europa. Es decir, aquí de nuevo el núcleo duro del derecho fundamental
debe ser respetado por la ley y ésta debe interpretarse a la luz del derecho fundamental.
En una futura y deseable regulación actualizadora de esta materia es de esperar que tal
jerarquía normativa sea tenida muy en cuenta.
4. Ámbito gubernativo
Mientras en el ámbito jurisdiccional el tratamiento de datos que realizan los juzgados y
tribunales ofrece características especiales basadas en la propia actividad jurisdiccional,
en el ámbito gubernativo o de la administración judicial esas características son mucho
menos acentuadas o incluso inexistentes, de suerte que los principios y normas de
protección de datos deberían ser aplicados plenamente. No siempre es así, aunque se
han dado pasos significativos en esa dirección.
Abordamos estos aspectos bajo la rúbrica gubernativa precisamente porque, aunque
hay una zona gris entre lo jurisdiccional y lo gubernativos, los aspectos que vamos a
examinar son aquellos en los que la justicia, como administración pública, en proceso
de modernización creciente y deseable, no se aleja esencialmente de los métodos
informáticos y ofimáticos de cualquier otra administración. Se trata, por tanto, de
aspectos puramente gubernativos o de aspectos procesales que quedan fuera del núcleo
jurisdiccional del órgano judicial. En ese sentido, como se ha dicho supra, hay actos
procesales tales como los de comunicación donde no se ve inconveniente en que la
administración de justicia actúe como cualesquiera otras, incluida la supervisión de la
Agencia Española de Protección de Datos (21).
documental (artículo 234), revisar las decisiones que los secretarios adopten
respecto de los ficheros automatizados de datos de los órganos jurisdiccionales
(artículos 85 y 4.3 del Reglamento 5/1995), además de resolver con carácter
gubernativo interno las cuestiones que se susciten con motivo del reparto (artículo
167.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial). Este conjunto de previsiones
normativas es suficiente para descartar la tacha de incompetencia, especialmente
si se tiene presente que, en este caso, el Magistrado-Juez Decano estaba haciendo
efectiva la protección de los datos de carácter personal conforme a la Ley Orgánica
15/1999 (fd 5, STS -3.ª- 8722/2006, de 18 de septiembre).
No sólo es contrario al primer punto del mismo artículo que reconoce esos derechos de
rectificación o cancelación, sino que, especialmente en el ámbito gubernativo, no se ve la
razón para esa exclusión categórica. Debe reconducirse a la legalidad entendiendo que
pretende remitir al ejercicio de esos derechos por los cauces procesales o gubernativos
provistos en cada tipo de procedimiento y con los efectos propios de ese procedimiento.
Véase anterior punto I.2.G.
libros, archivos y registros judiciales que no tengan carácter reservado, mediante las
formas de exhibición, testimonio o certificación que establezca la Ley'.
Sobre la cualidad de interesado a los a los efectos reseñados, se puntualiza en
la citada sentencia que 'el interés legítimo que es exigible en el caso, sólo puede
reconocerse en quien, persona física o jurídica, manifiesta y acredita, al menos prima
facie, ante el órgano judicial, una conexión de carácter concreto y singular bien
con el objeto mismo del proceso y, por ende, de la sentencia que lo finalizó en la
instancia, bien con alguno de los actos procesales a través de los que aquél se ha
desarrollado y que están documentados en autos, conexión que, por otra parte, se
halla sujeta a dos condicionamientos: a) que no afecte a derechos fundamentales
de las partes procesales o de quienes de algún modo hayan intervenido en el
proceso, para salvaguardar esencialmente el derecho a la privacidad e intimidad
personal y familiar, el honor y el derecho a la propia imagen que eventualmente
pudiera afectar a aquellas personas; y b) que si la información es utilizada, como
actividad mediadora, para satisfacer derechos o intereses de terceras personas, y
en consecuencia adquiere, como es el caso, un aspecto de globalidad o generalidad
por relación no a un concreto proceso, tal interés se mantenga en el propio ámbito
del ordenamiento jurídico y de sus aplicadores, con carácter generalizado, pues otra
cosa sería tanto como hacer partícipe o colaborador al órgano judicial en tareas o
actividades que, por muy lícitas que sean, extravasan su función jurisdiccional'".
Partiendo de dichas consideraciones la citada STS considera que no cabe reconocer
la condición de interesado, a los citados efectos, a una empresa cuya actividad
mercantil se centra en la confección de una base de datos informatizada que
pone a disposición de terceros datos de carácter económico afectantes a partes
intervinientes en procesos civiles, para que los destinatarios de la información
conozcan las circunstancias de solvencia patrimonial de las personas físicas o
jurídicas a las que se refieren tales datos.
La doctrina establecida en dicha sentencia ha sido reiterada en las SSTS de 22
de mayo 1996 y 6 de abril de 2001, recurso 9448/1996, citadas por la resolución
recurrida.
También la SAN (1.ª) de 29 de noviembre 2001, recurso 531/2000 se hace eco de
la doctrina fijada por la citada STS de 3 de marzo de 1995, y señala que "los datos
contenidos en los libros y registros judiciales no se encuentran a disposición del
público de forma enteramente libre e indiscriminada ya que el acceso a los mismos
está regulado y en cierta medida restringido. De un lado, por la apelación que hacen
los citados artículos 235 y 266.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial a la condición
de 'interesado', de cuya significación y alcance ya conocemos la interpretación
jurisprudencial. De otra parte, porque el acceso a tales libros y archivos está
mediatizado por la necesaria intervención del Secretario Judicial y la preceptiva
sujeción al trámite de solicitud y autorización regulado en los artículos 1 a 5 del
Reglamento 5/1995, de 7 de junio, del Consejo General del Poder Judicial, sobre
aspectos accesorios de las actuaciones judiciales".
Es decir, y por lo que aquí nos interesa, la publicidad de las actuaciones judiciales
no significa que los datos contenidos en un procedimiento judicial que se halla en
fase de ejecución, puedan ser examinados y se encuentren a disposición del público
en general de forma totalmente libre e indiscriminada, sino que dicha publicidad
Añadamos que los artículos 140 y 141 de la Ley de Enjuiciamiento Civil regula ese
acceso por parte de terceros. Merece ser destacado que la Ley 54/2007, de 28 de
diciembre, de adopción internacional, ha añadido como plasmación de específica de la
protección de los datos de los menores el Artículo 141 bis, del siguiente tenor:
En los casos previstos en los dos artículos anteriores, en las copias simples,
testimonios y certificaciones que expidan los Secretarios Judiciales, cualquiera que
sea el soporte que se utilice para ello, cuando sea necesario para proteger el
superior interés de los menores y para preservar su intimidad, deberán omitirse los
datos personales, imágenes, nombres y apellidos, domicilio, o cualquier otro dato o
circunstancia que directa o indirectamente pudiera permitir su identificación.
Añadamos, por último, que la publicación de la jurisprudencia, hoy accesible por internet,
ha planteado y plantea también la referida tensión con la protección de datos, pero dado
que el tratamiento de datos que implican tales publicaciones no es realizado por los
órganos judiciales, queda fuera de esta ponencia. Digamos, no obstante, que la práctica
de suprimir los nombres de los implicados pretende precisamente equilibrar los dos
intereses en juego, a saber la publicidad general y la intimidad de las personas físicas.
1. Tratado de Lisboa
El Tratado de Lisboa (23), que se espera entre en vigor en enero de 2009 si es ratificado
por todos los estados miembros de la Unión, no tendrá efectos prácticos inmediatos
sobre la materia que tratamos, pero sí efectos en la configuración global de las fuentes
de derecho, los poderes de las distintas instituciones de la UE y, en materia de protección
de datos, de su incardinación en los Tratados como derecho fundamental que genera
obligaciones vinculantes.
Efectivamente, el nuevo artículo 6.2 del Tratado de la UE hace posible que la Unión como
tal sea parte del CEDH, y por tanto deba aplicar a toda su legislación el artículo 8 CEDH.
En segundo lugar, confiere carácter vinculante a la Carta Europea de Derechos
Fundamentales (24), y con ella a su artículo 8 sobre protección de datos.
En tercer lugar, el nuevo artículo 16 del Tratado sobre el Funcionamiento de la UE,
antes 286 TCE, hace obligatoria la protección de datos no solo para la Unión sino para
"los Estados miembros en el ejercicio de las actividades comprendidas en el ámbito de
aplicación del Derecho de la Unión".
5. Obligaciones alimenticias
Existe un proyecto de Reglamento "relativo a la competencia, la ley aplicable, el
reconocimiento y la ejecución de las resoluciones y la cooperación en materia de
obligaciones de alimentos" (COM(2005) 649 final) que, en materia de alimentos, tendrá
efecto directo en la jurisdicción civil. En lo que atañe a protección de datos, son
relevantes sus disposiciones sobre ejecución. Se crea una autoridad central para el
intercambio de información sobre el deudor, y limitadamente el acreedor. El reglamento
no pretende unificar las competencias y procedimiento de la ejecución pero confiere
una serie de facultades y obligaciones en materia de ejecución que pueden entrar en
conflicto o, por lo menos, deben ser matizadas a la vista de lo que hemos dicho sobre
la protección de datos en ejecución (25).
III. CONCLUSIONES
El derecho fundamental a la protección de los datos personales, reconocido en nuestra
Constitución y su interpretación por el Tribunal Constitucional, de acuerdo con las
normas supranacionales que vinculan a España, se aplica a tanto a la jurisdicción
civil como a los aspectos no jurisdiccionales de la actividad de los órganos judiciales.
Esa aplicación requiere, no obstante, una combinación lógica y razonable de las
disposiciones procesales y gubernativas y de la normativa de protección de datos. En la
mayoría de los casos los principios subyacentes son coincidentes aunque se manifiesten
Notas
(1) Véase el documento aprobado por el llamado Grupo de Trabajo del Artículo 29 [de la
Directiva 95/46/EC] -de las Autoridades de Supervisión de la EU- sobre el concepto de dato
personal en:
http://ec.europa.eu/justice_home/fsj/privacy/docs/wpdocs/2007/wp136_es.pdf
(2) Debería mencionar también las organizaciones internacionales.
(3) Tras la comunitarización o pase al primer pilar (Comunidad Europea) de otras materias como
la cooperación judicial civil.
(4) Véase esa jurisprudencia en LESMES SERRANO, Carlos [Coordinador], Buisán,
Fernández, Gurrero y Sanz, La Ley de Protección de Datos, Análisis y comentario de su
jurisprudencia, de. Lex Nova, Valladolid, 2008, págs. 49 ss.
(5) No obstante la disposición adicional primera de la LOPD dio de plazo hasta el 24 de octubre
de 2007 para adecuar los ficheros manuales, sin perjuicio de los derechos de acceso,
rectificación y cancelación.
(6) La excepción a) se refiere a "La colaboración con los órganos jurisdiccionales y el Ministerio
Fiscal en la investigación o persecución de delitos que no sean perseguibles únicamente a
instancia de persona agraviada".
(7) Añadido por Ley 19/2006, de 5 de junio, por la que se amplían los medios de tutela de
los derechos de propiedad intelectual e industrial y se establecen normas procesales para
facilitar la aplicación de diversos reglamentos comunitarios.
(8) Promusicae v. Telefónica de España SAU, C-275/06. Vid.
http://curia.europa.eu/jurisp/cgibin/form.pl?lang=EN&Submit=Rechercher
$docrequire=alldocs&numaff=C-275/06&datefs=&datefe=&nomusuel=&domaine=&mots=&resmax=100
(9) Idem.
(10) Idem.
(11) La LGT habla de resoluciones judiciales firmes, pero una interpretación teleológica de la
norma parece posibilitar la inclusión de la ejecución provisional, aunque la actual LGT es
posterior a la LEC.
(12) El subrayado es mío.
(13) Puede verse en:
http://www.edps.europa.eu/EDPSWEB/webdav/site/mySite/shared/Documents/
Supervision/Adminmeasures/2008/08-03-10_medical_files_EN.pdf
(14) Se puede aplicar la jurisprudencia que exige "presencia de un resultado verdaderamente
lesivo para la plenitud de sus derechos de defensa, con auténtica limitación o menoscabo
de ellos, siendo doctrina reiterada del Tribunal Constitucional contenida en la STC 52/998,
que cita las SSTC 1/96, 167/88, 212/90, 87/92 y 94/92), que no toda irregularidad u omisión
procesal causa por sí misma la nulidad de actuaciones, ya que, como indica la STC 217/98,
el dato esencial es que tal irregularidad procesal haya supuesto una efectiva indefensión
material, y por lo tanto, trascendente de cara a la resolución del pleito (SSTC 205/91, 139/94
y 164/96, 198/97,100/98 y 218/98, entre otras)". ATS 1962/2006 de 26.2.08.
(15)
El texto entre corchetes cuadrados[] fue declarado inconstitucional por la STC 292/2000,
de 30 de noviembre. Su FJ 14 dice "El motivo de la inconstitucionalidad del art. 21.1 LOPD
resulta, pues, claro. La LOPD en este punto no ha fijado por sí misma, como le impone la
Constitución (art. 53.1 CE), los límites al derecho a consentir la cesión de datos personales
entre Administraciones Públicas para fines distintos a los que motivaron originariamente su
recogida, y a los que alcanza únicamente el consentimiento inicialmente prestado por el
afectado (art. 11 LOPD, en relación con lo dispuesto en los arts. 4, 6 y 34.e LOPD),sino que
se ha limitado a identificar la norma que puede hacerlo en su lugar. Norma que bien puede
ser reglamentaria, ya que con arreglo al precepto impugnado será una norma de superior
rango, y con mayor razón para el caso de que la modificación lo sea por una norma de
similar rango, a la que crea el fichero (y ésta basta con que sea una disposición general, que
no una Ley publicada en un Boletín o Diario oficial -art. 20.1 LOPD) la que pueda autorizar
esa cesión inconsentida de datos personales, lo que resulta ser, desde luego, contrario a
la Constitución".
(16) El subrayado es mío.
(17) Citada en LESMES et al., op. cit., p. 396.
(18) En ese mismo sentido se pronuncian Lesmes et al., op. cit. p. 397.
(19) Ibidem.
(20) https://www.agpd.es/upload/Canal_Documentacion/Informes%20Juridicos/Otras
%20cuestiones%20de%20interes/OC%20%282004-0002%29%20%28Competencias
%20de%20la%20Agencia%20en%20relaci%F3n%20con%20el%20Registro%20Civil
%29.pdf
(21) En ese sentido debe destacarse la reciente Resolución de 9 de abril de 2008 de la Agencia
Española de Protección de Datos donde se declara la infracción al artículo 10 LOPD por
parte de un juzgado por un acto de comunicación en un proceso de divorcio donde no se
adoptaron la medidas necesarias para la confidencialidad de los documentos entregamos
al portero de la finca donde reside el demandado.
(22) Véase también SAN 7155/2001, de 29 de noviembre.
(23) Véase las versiones consolidadas del Tratado de la Unión Europea y del Tratado de
Funcionamiento de la Unión Europea, tras el Tratado de Lisboa, en http://eur-lex.europa.eu/
JOHtml.do?uri=OJ:C:2008:115:SOM:ES:HTML
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