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CORRESPONSAL
DE GUERRA
VENEZUELA 2001
22014
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CORRESPONSAL DE GUERRA VENEZUELA 2014
Copyright© Antonio Sánchez García
Copyright© de la edición Altazor Editorial
ISBN: 978-980-12-8539-7
Deposito Legal: lf252201632036
Altazor Editorial
correo: altazoreditorial@gmail.com
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como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.
ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
CORRESPONSAL
DE GUERRA
VENEZUELA 2014
“El concepto de lo político es el enfrentamiento amigo-enemigo”
Carl Schmitt
DEL EDITOR
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Antonio Sánchez García
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EDITORIAL ALTAZOR
Enero de 2016
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PRÓLOGO
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ASG
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Los historiadores y estudiosos de la historia venezola-
na nos deben un análisis pormenorizado de la polémica y
trascendental relación –no sólo para la historia venezolana
sino para la de toda la región– entre Rómulo Betancourt
y Fidel Castro. Posiblemente los dos paradigmas del en-
frentamiento entre democracia y dictadura o, si se prefiere,
entre liberalismo y comunismo, que ha asolado al continen-
te desde la constitución de los totalitarismos, la Segunda
Guerra Mundial –que fuera una de sus consecuencias– y en
particular durante la segunda mitad del siglo XX. Período
durante el cual los desarrollos contradictorios y en paralelo
de la democracia venezolana y la revolución cubana, paridas
ambas por sendos líderes, constituyeron la alternativa polí-
tico ideológica que movilizó la historia social y política de
la región. Uno de cuyos subproductos serían las dictaduras
militares instauradas a partir de los años sesenta como reac-
ción al embate del castrocomunismo. Y cuyas consecuen-
cias han adquirido una novedosa y singular actualización
desde la configuración del Foro de Sao Paulo y la emergen-
cia del chavismo y la ideología bolivariana desde los años
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Es en el fulgor de ambos procesos, antinómicos en su
esencia, contradictorios en sus formas y obedientes a las dos
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De aquel encuentro sólo trascendió la absoluta nega-
tiva de Betancourt a regalarle una sola gota de petróleo a la
Cuba castrista y de los ingentes problemas financieros que
enfrenta el país ante la necesidad de saldar su deuda externa
y atender a los gastos que demandará satisfacer las exigen-
cias populares. El desencuentro es absoluto y total. Y del
rechazo abierto o implícito se pasará a la absoluta y frontal
enemistad. Castro ha comprendido que a Venezuela o se la
conquista por las armas o por cualquier otro medio tan si-
niestro como una invasión o debe renunciar a todo intento
por contar con ella. Y lo que verdaderamente le importa:
manejar su petróleo, con cuya posesión espera apoderarse
del hemisferio. Escogerá los medios armados, que se salda-
rán con una brutal derrota. Pero medio siglo después reci-
birá el regalo de los dioses gracias a la confianza en aquella
penetración de las fuerzas armadas que ya viera corporei-
zada en Larrazábal. La historia terminó satisfaciéndole el
capricho.
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La tormenta perfecta
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La urgencia de los hechos ha venido a acentuar una
muy mala costumbre nacional: no leer o leer mal y muy
poco. Y no me refiero a la lectura de esos libros perfecta-
mente prescindibles que colman de baratijas editoriales las
vitrinas de las pocas librerías que nos van quedando. Con
escasa excepciones, obedientes al concepto mercantilista de
las grandes tiendas por departamentos, sometidas también,
por razones del mercado, a la oferta de superficies, al brillo
de las apariencias, al nefasto precedente del best seller: los
más vendidos. Un producto que se promociona no por la
calidad de su contenido, sino por la cantidad de sus ventas.
El rábano por las hojas.
Es la irrupción de la masificación de la trituradora co-
mercial, al margen de la cual se han escrito todas las grandes
obras de la literatura universal. Así cumbres literarias como
El Quijote hayan conocido paradojalmente y desde su pri-
mera publicación lo que para las dimensiones del mercado
editorial de su tiempo pueda calificarse de resonante éxito
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Queda reservado al libro, así sea en el minúsculo
círculo de ciudadanos cultos, informados o sedientos de
conocimientos –esa extraña élite que por fortuna es im-
permeable a la vulgarización–, el privilegio insustituible de
transmitir la reflexión sociológica, política o cultural sobre
aquello que Ortega y Gasset llamaba “las circunstancias”.
Aún en aquellos países, como el nuestro, en que la política
se muestra renuente a convertirse en objeto de investigación
y el libro sobre “las circunstancias” en objeto de culto. Alér-
gicos, como parecemos, de vernos en el espejo de la auto-
crítica y sacar las consecuencias del caso. Como en Francia,
cuya potente industria editorial y un acendrado hábito de
lectura convertido en vicio, permite e incluso impone que
tras sucesos políticos que sacudieran a la sociedad francesa
se vean de inmediato convertidos en best sellers. No es la
televisión francesa el foro de la máxima discusión, difusión
y metabolización de la crítica a las circunstancias: es el libro.
El fenómeno Chávez, de haberse dado en Francia –un im-
posible desde el fascismo hitleriano– hubiera dado origen a
centenares de libros apasionantes. Pero Francia es una rara
y exigua excepción en el mundo.
Para nuestra inmensa fortuna, el esfuerzo editorial de
unos pocos iluminados y la perseverancia en el oficio del
pensar de unos cuantos intelectuales ha hecho posible que
se hayan escrito obras de investigación, análisis y testimo-
nios verdaderamente imprescindibles. Son muchos más de
los que creemos, pues la mayoría de ellos no han logrado
transgredir el cerco de la indiferencia y pasarán al olvido, a
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Los he leído con verdadera pasión. El primero de ellos,
para mi vergüenza, a 7 años de haber sido publicado y gra-
cias al azar: visitaba El Nacional y lo vi a un precio verda-
deramente irrisorio en un pequeño kiosko ubicado en la
recepción del periódico. No miento si digo que debe haber
sido el último ejemplar que sobrevivía, pues nada más ter-
minarlo salí a comprarlo por todas las librerías de Caracas,
en todas las cuales estaba agotado. Me perdí así el placer
de regalárselo a mis amigos, particularmente a los más jó-
venes que se aventuran a lidiar en la arena política sin el
más mínimo conocimiento no digamos de nuestro pasa-
do republicano, lo que podría sonar exagerado, sino de su
más inmediata realidad política, a cuyos coletazos se aferran
difamándola, menospreciándola o desconociéndola. ¿Qué
saben en verdad de los entretelones de las luchas, esfuerzos y
sacrificios que costó imponer la democracia en nuestro país
aquellos de nuestros jóvenes líderes que no pierden oportu-
nidad de cebarse en la mal llamada “cuarta república”?
Roberto Giusti y Ramón Hernández lograron el pro-
digio, sin duda facilitado por las dolorosas circunstancias
existenciales por las que atravesaba uno de los dos políti-
cos más excepcionales del siglo XX venezolano –el otro, su
jefe, compañero y maestro Rómulo Betancourt– de hacerle
abrir el corazón a despiadadas, insólitas e inclusive cruen-
tas confesiones. Aquello más íntimo y personal de lo que
un político mayor se cuida hasta los máximos extremos de
rebelar o dar a conocer. Un reservorio de creencias, pensa-
mientos, prejuicios, propósitos e ideas que se resguardan de
manera tan prolija, que muchas veces me he preguntado si
ellos mismos, sus protagonista, son conscientes del baúl en
que los custodian. Pues un político mayor –y en Venezuela
han sido tan escasos como los diamantes– tiene la más plena
conciencia de que su lengua puede ser el espejo de su alma.
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Las tragedias son tanto más nefandas cuanto más estú-
pidas, evitables y anunciadas. El domingo 17 de noviem-
bre de 1991, El Nacional impactaba a sus lectores con una
apocalíptica primera página en la que, sobre una foto a tres
columnas que mostraba al director del periódico, el hoy
exiliado periodista Alfredo Peña, entrevistando al fallecido
gurú de la exclusiva y elitesca cofradía de Los Notables, se
leía el aterrador titular: “Arturo Uslar Pietri VENEZUELA
SE DESINTEGRA Y PUEDE HABER UN GOLPE DE
ESTADO.” La profecía auto cumplida.
La primera parte de la oración era una infamia, una
falacia indigna de quien fuera preciado como el intelectual
más prestigioso y afamado del Siglo XX venezolano. Uslar
Pietri mentía con su cara de santón in partibus: ese año de
1991 el crecimiento del PIB alcanzaba el 10% –uno de los
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La segunda parte de la oración, en cambio, no era un
presagio: era un propósito enmascarado en un anuncio que
seguía al pie de la letra la infamia de la llamada “profecía
autocumplida”. Uslar y Peña eran personajes extraordina-
riamente bien informados y llevaban a cabo, plenamente
conscientes del encargo, la parte más delicada de la opera-
ción facciosa que culminó dos y medio meses después con
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Salvo que se pretenda glorificar a quienes instauraron la
torva y aviesa dictadura imperante – que sólo la cortedad de
juicio de algunos opositores puede calificar de “democracia
incompleta” – los resultados de la obra de notables de uti-
lería y resabiados políticos del establecimientos, entre ellos
un ex presidente de la república que fuimos, que no tuvo
empacho en estrangular su propia criatura con tal de volver
a calentar el desvencijado sillón de Miraflores, hoy se toma
por gracia la peor morisqueta de nuestra triste y desventu-
rada historia bicentenaria: el asesinato de más de doscientos
mil jóvenes venezolanos, el saqueo y despilfarro de la ma-
yor fortuna jamás habida por Venezuela – ¿tres millones
de millones de dólares? -, la ruindad de haciendas, fábricas,
empresas y bienes, el inmisericorde saqueo y destrucción de
nuestra principal industria. Y lo que se puede calificar sin
exageración alguna como el más odioso crimen cometido
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La tenacidad de la estupidez
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que supo poner de rodillas a las más viejas guerrillas del sub
continente, abrazándose ambos con el tirano heredero de la
monarquía hereditaria, estalinista, represiva y violatoria de
todos, absolutamente todos los derechos humanos, inclui-
do el de ser feliz, libre y próspero, como lo podían ser los
cubanos hasta el aciago 1 de enero de 1959? No tengo la
respuesta. Una tragedia.
A ambos se les puede atribuir tendencias liberales, si
no conservadoras. Pero allí estaban también los socialdemó-
cratas, los peronistas, los cocaleros, y la izquierda global en
todas sus vertientes, desde tupamaros conversos hasta mon-
toneros enriquecidos. No ha habido en Cuba ni un solo
rasgo de rectificación que justificara la unanimidad concer-
tada de izquierdas y derechas latinoamericanas decididas a
barrer las inmundicias castristas debajo de las alfombras de
sus cancillerías para correr a tomarse una foto con los amos
del desastre. Ni un solo gesto de apertura hacia la disiden-
cia, de respeto a la soberanía venezolana, la que los tiranos
han secuestrado para saquear sus riquezas en uno de los ac-
tos de apropiación indebida más escandalosos de la historia
universal. Digno de los saqueos coloniales de los imperios
aztecas e incas que tanto reclama la estulticia castrista.
Todo, absolutamente todo lo cual es perfectamente co-
nocido por todos los parlamentos regionales, los partidos
políticos, las internacionales partidistas, los despachos pre-
sidenciales y las cancillerías. Simplemente ominoso. Repug-
nante, incalificable.
¿Qué diferencia a Fidel Castro y su hermano Raúl de
Hitler y Göring salvo la colosal diferencia de cultura, terri-
torio, desarrollo, capacidad e inteligencia que separan abis-
malmente a la Alemania industrial de entre guerras de la
que el castrismo totalitario convertiría en la misérrima isla
de Cuba? Se me dirá: las magnitudes. Y es cierto. Pero todos
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Los apaciguadores
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Nueve años después de la soberbia expresión de rechazo
de la ciudadanía a la descarada, anticonstitucional y aviesa
manipulación electorera del régimen con la mayor manifes-
tación de abstención de nuestra historia moderna –más de
un 80% de abstención en las elecciones del 2 de diciembre
de 2005– negándose con ello a pasar bajo las horcas cau-
dinas del ministerio electoral del sistema, y luego de que
la sociedad civil le cediera sus espacios protagónicos a las
direcciones de los partidos políticos y aceptara bajando la
cerviz reducir la actividad opositora sólo y exclusivamente
al ámbito electoral, decidiendo por consiguiente abandonar
la calle y participar de todos los procesos electorales subsi-
guientes sin cuestionar la intangibilidad de los mecanismos
abierta y descaradamente fraudulentos, vuelven a surgir los
portavoces de la canalla sentimental a esgrimir esa absten-
ción –la única, por cierto, asumida y respaldada por algunos
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El pueblo opositor, de una mansedumbre que desmien-
te la más famosa estrofa de nuestro himno nacional, respetó
de manera sacrosanta las decisiones que en Venezuela co-
menzaron a pesar como una losa sobre nuestras concien-
cias, cohibiéndonos ante el uso de otros medios de lucha
política, incluso refrendados constitucionalmente, que los
electorales. A partir del acuerdo de Teodoro Petkoff con
Julio Borges y Manuel Rosales, asumido motu proprio a
pocos meses de la fenomenal abstención de diciembre del
2005 y con el evidente propósito de coartar sus eventuales
consecuencias sobre un acrecentamiento y radicalización de
la masa crítica aglutinada tras dicha abstención y sus efec-
tos directos sobre el posterior curso y desenlace del proce-
so –sobre los que insistió, incluso a redropelo de nuestros
mejores aliados, un pequeño grupo de venezolanos al que
tuve la honra de pertenecer, el M2D– el comportamiento
político de esa masa crítica se vio cada día más circunscrito
a seguir los vaivenes de los recuperados liderazgos políticos
partidistas que ya volvían a asomar sus cabezas después de
varios años sabáticos. La sociedad civil, como agente directo
de sus intereses nacionales, pasó a convertirse en sociedad
votante y montada en un pintarrajeado carrusel electoral
ininterrumpido aceptó tropelías tras tropelías. Por ejemplo,
una de la que no me olvido: quien hubiera sacado equis
cantidad de votos en una elección inmediatamente anterior
–así esos votos no pertenecieran a ninguna militancia
partidista sino a la masa anónima de votantes que vo-
taron unitariamente, entre los que me cuento, por cual-
quiera de los postulantes– tenía derecho a presentar la
misma equis cantidad de candidatos a la asamblea. De
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Y henos aquí, una vez más en estos 14 años, enfrentados
al dilema de volver a agachar la cerviz ante el poder ilegíti-
mo que nos aherroja, aunque con una gigantesca desventaja
para la canalla sentimental y todos sus amanuenses; y otra
de la misma naturaleza para la dictadura: no hay elecciones.
Y lo que rodea ese minus de la canalla y ese plus fenomenal
para los irreverentes que no toleramos vernos sumisos a una
dictadura: la crisis económica ha comenzado a tocar fondo.
Sin dólares ni votos, dictadores y canallas están de pésame.
Aunque Ud. no lo crea.
Para decirlo de una vez: así no hubiéramos desfilado
en contra del decreto 1011, así nos hubiéramos quedado
en casa cuando Chávez despidió a lo mejor, más selecto y
preparado de nuestra PDVSA –más de 20 mil empleados
organizados según escalafones meritocráticos–, así no hu-
biéramos desfilado al palacio de Miraflores un memorable
11 de abril ni convocado al Revocatorio, evitando ser nari-
ceados a su antojo por el dictador; así hubiéramos votado
sumisos y serenos, como lo hiciera encapillado Julio Borges,
el 5 de diciembre de 2005; así nos hubiéramos convertido
nosotros mismos en chavistas y hubiéramos tratado de sub-
vertirlo desde dentro, hoy estaríamos donde estamos: arrui-
nados, envilecidos, descalabrados, prostituidos. Ha sido el
destino inexorable de los cientos de revoluciones, motines
y golpes de Estado venezolanos. Porque Hugo Chávez,
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Muy pocos analistas políticos advirtieron en su mo-
mento fundacional –corría el año de 1990– las verdaderas
intenciones del sindicalista Lula da Silva, del Partido de los
Trabajadores del Brasil al organizar, conjuntamente con
Fidel Castro y el Partido Comunista de Cuba, el llamado
Foro de Sao Paulo. El derrumbe de la Unión Soviética con-
sumado tras la caída del Muro de Berlín había conducido
a la precipitada e insólita presunción de que con la desapa-
rición de la URSS y la hegemonía sin contrapesos de los
Estados Unidos como única gran potencia en el escenario
mundial cesarían como por arte de magia los conflictos en-
tre las Naciones y, lo que rayaba en el absurdo, al desapare-
cer los conflictos desaparecía el motor de la historia. Lo que
llevaría al analista norteamericano Francis Fukuyama a de-
clarar oficialmente el fin de la historia en un libro altamente
polémico y best seller del mismo nombre.
¿Cuáles eran esos propósitos? Llenar el escatológico va-
cío dejado por la desaparición de la Unión Soviética como
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La primera pieza del ajedrez regional a conquistar por
el Foro de Sao Paulo sería Venezuela. Ni siquiera a conquis-
tar: cayó en sus redes feliz y contenta, nadando solita. Joya
de la corona de las ambiciones de Fidel Castro debido a su
posición geoestratégica privilegiada hacia el Caribe y los Es-
tados Unidos, al mismo tiempo que corredor natural hacia
la región andina y amazónica; dueña de las mayores reservas
petrolíferas de Occidente y privilegiada con una renta des-
comunal como para financiar la gran operación reconquista
que planeara desde mucho antes del asalto al Poder en 1959
y en situación suficientemente crítica como para asestarle
un golpe mortal a su sistema político y apoderársela en un
audaz golpe de mano, como los que pusiera en práctica para
apoderarse de Cuba con una docena de aventureros.
El golpe de Estado del 4 de Febrero de 1992 vino
a colmar sus pantagruélicas apetencias de Poder impe-
rial con los clásicos golpes de suerte que acompañan a
los tiranos. Inconsciente del trasfondo filocastrista de su
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Esta vasta operación de alta política geoestratégica des-
miente en la forma más categórica la supuesta existencia
de las dos izquierdas y las diferencias de fondo que se les
pretende endosar: una democrática, lulista, progresista y
democrática y otra dictatorial, represiva, conservadora, real
y castrochavista. Es más, y ello reviste una gravedad absolu-
tamente ignorada o menospreciada por los grandes poderes
hemisféricos: esa realidad bifronte que es la izquierda lati-
noamericana en cualquiera de sus dos caras –cada una de
ellas complementaria de la otra y expuesta de frente según
los requerimientos de la oportunidad y las circunstancias
– hoy absolutamente dominante en la región ha logrado
limar las asperezas, temores e inhibiciones de los partidos
auténticamente democráticos –de centro o de derecha– que
han permitido ser ideológicamente manipulados y despla-
zados del contexto regional y han aceptado de buen grado
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El chantaje de la unidad
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A Lorenzo Mendoza
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La interpretación cristológica y
hermenéutica de Nicolás Maduro
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A Asdrúbal Aguiar
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Fernando Gerbasi
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sus riscos, sus llanos, sus montañas, sus playas, sus hombres
trashumantes. Sus afanes libertarios.
Fernando ha debido ser uno de sus orgullos de padre
venezolano. Acogió la carrera diplomática con tanta pasión,
con tanta dedicación y estudio, que bien puede ser conside-
rado uno de los diplomáticos más exitosos de la Venezuela
democrática y un bien de nuestro reservorio político, en su
más amplia expresión. Para estos tiempos de turbulencias
que nos amenazan.
Ya fuera en Brasil, en la República Democrática Alema-
na, en Colombia, en Italia o en donde quiera ha cumplido
sus labores diplomáticas, nadie pudo haber dejado a mejor
altura y en mayor honra el prestigio de Venezuela. Su Pa-
tria. Mi Patria. Y en un extraño giro del destino quiso la
vida que, juntos con otros grandes venezolanos como Pom-
peyo Márquez –mi padre venezolano–, Américo Martín,
Trino Márquez –que un día fuera mi alumno en la Escuela
de Filosofía de la UCV– y otros honorables demócratas ve-
nezolanos siguiéramos la andadura de Antonio Ledezma.
Uno de los más preparados y trascendentes líderes del mo-
mento al que hemos tenido el honor de acompañar.
En esos encuentros pude apreciar el talante, la bonho-
mía, la inteligencia y la inmensa discreción, templanza y
equilibrio de sus intervenciones. Siempre mesurado, equili-
brado, distante de cualquier desmesura, de cualquier extra-
vío, de cualquier exceso. Como corresponde a un diplomá-
tico que une a sus dotes de savoir faire una aguda y asertiva
inteligencia política. Y una gran cultura.
Nos une el amor por la música, que en el él y su esposa
Irene alcanzan ribetes de fanatismo. Y a cuyo disfrute no
escatiman esfuerzos. Amén de ese gusto por la gran música
popular que compartimos como en familia.
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Sigo a diario la información que sobre la crisis que nos
afecta a los venezolanos se difunde a través de los medios
impresos y televisivos en el mundo. Soy atento lector de
El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia, de España; La
Tercera, La Segunda y El Mercurio, de Chile; Clarín y La
Nación, de Buenos Aires, Fohla de Sao Paulo y O Globo,
del Brasil, Excélsior, de México y otros principales periódi-
cos de habla hispana. Sin contar tres esenciales referencias
periodísticas para seguir las matrices de opiniones que se
generan a través de sus informaciones, reportajes y líneas
editoriales: The Washington Post, The New York Times y Le
Monde.
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Insólito: en ninguno de dichos medios se hace mención
al hecho innegable de que por sobre todas esas cómodas
categorías antinómicas fáciles de digerir por el lector o el
televidente apresurado se esconde la más esencial de todas
ellas, la más de las veces aviesamente solapada por sus co-
rresponsalías: que en Venezuela se vive un enfrentamiento
entre dictadura y democracia, entre constitucionalidad o
inconstitucionalidad, que en nuestro país prácticamente no
existen partidos de derecha, como se los entiende en Espa-
ña, en Colombia, en Francia o en Chile. Que los más des-
tacados líderes de la izquierda socialista –de Pompeyo Már-
quez a Américo Martín– son activos dirigentes opositores y
que Leopoldo López, el líder incuestionable de la militancia
opositora de la actualidad, se proclama “socialdemócrata”.
¡Vaya derecha! Que el capital financiero ha crecido expo-
nencialmente haciendo más ricos a los ricos y más pobres a
los pobres. Que se han evaporado más de dos millones de
millones de dólares y que ha surgido una nueva burguesía
súper poderosas al abrigo del régimen imperante. Dejan-
do prácticamente sin cobertura el robo, exacción, asalto o
como quiera llamarse de treinta mil millones de dólares.
¡Vaya ricos! La guinda de la torta: el líder del reclamo na-
cional, multirracial y multiclasista no es un joven político
casado y padre de dos hijos dedicado en cuerpo y alma a la
liberación de su Patria: “es el hijo de una acaudalada fami-
lia”. Cosas veredes…
Imposible encontrar en El País de España o en Le Mon-
de, de Francia, una información sobre la brutal represión
de fuerzas militares, paramilitares y hamponato motorizado
contra los inermes manifestantes y habitantes de Chacao
o Altamira sin que se mencione que dicha acción “de las
fuerzas del orden”, producto de “violentos enfrentamien-
tos” no se haya celebrado ”en el barrio de clase media” del
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Fernando del Rincón, una estrella mediática de nivel
continental del más afamado canal de noticias del Hemis-
ferio –CNN en español–, al que se le agradece el loable
esfuerzo por poner en su punto de mira la crisis que sufri-
mos, dio muestra palpable de ese clásico equilibrio de la
llamada “objetividad periodística”, en rigor y ante casos de
conflicto, darle voz en igualdad de condiciones a los con-
tendientes. No importa si las palancas del poder: el control
de las fuerzas armadas, del Estado en su conjunto y lo que
linda en el delirio la disposición excluyente de los medios
y el derecho de vida o muerte sobre quienes considere sus
enemigos, sea el monopolio exclusivo y excluyente de uno
de dichos contendientes. Así disguste decirlo en voz alta:
una dictadura.
Así, llevado por su salomónico principio de equilibrio
informativo, del Rincón pone frente q frente a represen-
tantes arquetípicos de las dos partes, para que ventilen sus
diferencias ante una teleaudiencia ignara de lo que ambos
personajes significan en medio de esta crisis existencial de
la que tampoco tienen clara noticia. De un lado un general
de la República, dado de baja por oponerse a que las fuerzas
en la que hace vida profesional sean dominadas y controla-
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Ciertamente: sucedió en un barrio de clase media. Al
que suelen asistir a protestar jóvenes de los sectores po-
pulares de Caracas. Puesto que matones del gobierno que
controlan los barrios en los que habitan los sectores más
desvalidos de las grandes ciudades venezolanas obligan a
sus desprotegidos moradores a encerrarse en sus modestos
sucuchos en cuanto oscurece, so peligro de ser asesinados.
Como los más de 25.000 venezolanos que fueran asesi-
nados durante el año 2013. Y los más de doscientos mil
acumulados desde que los venezolanos cometieran uno de
los más grandes errores políticos de sus vidas: elegir a un
teniente coronel golpista, inescrupuloso y enfermo de me-
galomanía. Cuya muerte y desaparición ha terminado por
hundir a Venezuela en las profundidades tenebrosas de una
auténtica pesadilla.
Pude haber llenado este reclamo a los medios interna-
cionales con citas a destajo. Para quienes lo deseen o re-
quieran, están a la orden. Pero no puedo terminar sin hacer
mención de uno de los más ominosos desafueros cometidos
por un corresponsal caraqueño de uno de los más impor-
tantes medios extranjeros: posiblemente consciente de que
escribía para españoles y no para venezolanos, que conocen
a la pieza y saben qué puntos calza, se permitió calificar
al peón clave de la persecución judicial y extrajudicial a la
oposición venezolana desde hace más de 10 años, militante
furibunda desde la universidad de uno de los grupos más ra-
dicales de la ultra izquierda venezolana, a la que los sectores
democráticos le deben un sepulcral silencio sobre los más
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La violencia
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Maduro, el apparatschick
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El invitado ausente
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Se veía venir un importante reacomodo de fuerzas en
función de las profundas transformaciones en las relaciones
entre los partidos políticos tradicionales –de AD a PJ y de
Copei a UNT– y la sociedad civil, que ha hecho crisis a
partir de los últimos sucesos. Pues desoyendo la estrategia
imperante en todos los partidos de la MUD, el movimien-
to popular ha asumido otras banderas que las electoralistas
imperantes en el seno de la oposición desde que Teodoro
Petkoff, Julio Borges y Manuel Rosales se hicieran a media-
dos del 2006 con el principal caudal de la protesta, expre-
sada de manera notable con el arrollador abstencionismo
de diciembre de 2005, y encasillaran toda la energía de la
indignación popular por los canales del CNE, provocan-
do una interrupción de la energía contestataria de la so-
ciedad venezolana hasta llegar a las graves e intolerables
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El otro factor que dejaría la crisis al desnudo, también
señalado en LA TORMENTA PERFECTA, sería la inexis-
tencia de elecciones en el primer año sabático vivido por el
país chavista, con la práctica desaparición de los colchones
de apaciguamiento y distracción social y política tradicio-
nales del sistema, en los que la oposición partidista parti-
cipaba de buen grado, dado su convencimiento de que el
régimen ni era dictatorial ni su gobierno perfecto. Sin elec-
ciones por delante, ni los partidos tendrían de qué ocuparse
ni sus militancias y adherencias en qué distraerse. La energía
contestaría, que ya hervía, podría desatarse sin cortapisas, a
sus anchas. Los partidos, para fortuna de la sociedad civil,
hacían mutis.
Es preciso señalar que al darle libre cauce a dicha ener-
gía, la única capaz de derrotar y expulsar a la dictadura,
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Contrariando todas las previsiones, derribando todos
los diques de la incomprensión, echando por tierra taras y
prejuicios inveterados de una clase política exangüe, anémi-
ca, carente de imaginación, de grandeza y coraje, un llama-
do de Leopoldo López y de María Corina Machado, opor-
tuna y generosamente respaldado por el político de mayor
jerarquía, experiencia y categoría de la tradición democrá-
tica venezolana, Antonio Ledezma, había puesto en pie la
mayor insurrección popular de que tengamos memoria des-
de los notables sucesos del 23 de enero de 1958.
El país ha sido conmovido hasta sus cimientos. Ya nada
es como parecía. Las tripas del régimen se desangran a vista
y conmoción del mundo que nos observa estupefacto. Y
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La gran mascarada
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Mientras, en Moscú, capital del socialismo en ruinas
arrasada por mafias y nido exportador del crimen organi-
zado, única sobrevivencia del pasado, los bolcheviques más
obstinados habían decidido fundir leninismo y religión en
un solo manojo de estulticias. Con pendones de Cristo y
pancartas de Lenin se reunían dominicalmente en el Kre-
mlin, rodeados de toda la dorada parafernalia ortodoxa,
para rezarle a Cristo Lenin, o a Jesús Ulianov. El crudo y
maquiavélico realismo de Fidel Castro acometió una tarea
semejante. Volvió a gritar una vez más la Unión Soviética
ha muerto, viva el socialismo soviético. Y poniendo manos
a la obra pasó toda la década en la misma tarea, como or-
denada por un Ser Supremo de talante hegeliano, que vi-
gila y administra al espíritu del comunismo universal: El
comunismo ha muerto, viva el comunismo. Por cierto, un
comunismo que no tuvo jamás del comunismo clásico más
que el campo de concentración y la tiranía totalitaria.
Fue la década del montaje de la contraofensiva de las
mismas porfiadas y tenaces fuerzas de la barbarie travesti-
da de materialismo dialéctico que, sin la menor considera-
ción a los catastróficos efectos reales de la porfía rojorojita,
reagrupaba sus fuerzas en desbandada, ante un liberalismo
carente de las más mínimas previsiones ante un cadáver in-
sepulto, que creía carne podrida de perro muerto, digna de
chacales. Los Estados Unidos creyeron resuelto el conflicto
ancestral entre el bien y el mal con la desaparición del mal
para reiniciar el reparto como si el planeta fuera una hacien-
da en liquidación. Mientras se agudizaba el conflicto en el
cercano oriente y las tribulaciones de afganos y pakistaníes
daba pábulo a incursiones de paracaidistas y comandos
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Mientras buceábamos en nuestro naufragio intelectual
la izquierda latinoamericana avanzaba en su contraofensiva
desde el Foro de Sao Paulo y ya había clavado las banderillas
sobre el lomo de Los Andes, en Venezuela. Sin importarle
en lo más mínimo que la dictadura autocrática y militarista
tuviera siquiera un asomo de marxismo leninismo, como el
stajanovismo –récord de producción obtenido por traba-
jadores ejemplares, como Stajanov– o espíritu de sacrificio
y trabajo voluntario: sólo corrupción universal y a destajo,
ocio garantizado y criminalidad a mansalva.
Todas esas discusiones acerca del sexo de los ángeles
tenían lugar mientras el Foro de Sao Paulo llevaba una dé-
cada entera preparando su ofensiva de dominio continental.
Agarrados a un marxismo desfigurado hasta la caricatura,
pero siempre aferrado a su única bomba de efecto inmedia-
to: El rencor de clases, la envidia y sobre todo el odio a los
Estados Unidos, al antinorteamericanismo. Jurungando en
las fuerzas armadas y hundiendo sus colmillos en nuestras
crisis políticas endémicas, lo que le permitió iniciar la con-
quista de América Latina sin encontrar la menor resistencia
de los partidos locales ni muchísimo menos de los propios
Estados Unidos, profundamente hundidos en su autosatis-
facción imperial. El Foro practicaba en cambio una política
schmittiana pura, y se apropiaba de nuestros países sin dis-
parar un solo tiro. El desiderátum de los grandes teóricos de
la guerra. Descabezada Venezuela y dueña de sus colosales
fuentes de ingreso petrolero, Cuba a través del Foro montó
a Morales en Bolivia, a Correa en Ecuador, a Lula da Silva
en Brasil y a Néstor Kirchner en Argentina. Daniel Ortega
se hizo fuerte en Nicaragua y Honduras se libró por el cora-
je de su gente, atacado por todos sus flancos desde la OEA,
Venezuela y Brasil. Paraguay, por las mismas causas. Por
décimas de punto no conquistó México de la mano de
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24 jóvenes asesinados en el lapso de un mes en con-
diciones espantosas, en gran medida mediante disparos a
la cabeza muy posiblemente efectuados por francotiradores
con fusiles dotados de miras telescópicas o pistolas de alto
calibre manejadas impune y arteramente por matones mo-
torizados empleados por el gobierno para constituir bandas
asesinas, incluso bajo la mirada protectora de soldados vene-
zolanos, si es que no han sido los propios soldados quienes
han disparado a mansalva asesinando a jóvenes mujeres con
tiros al rostro, no han sido suficiente razón como para que
la reunión extraordinaria de UNASUR celebrada en Lima
se saldara con una resolución mínimamente condenatoria
de las brutalidades dictatoriales de uno de sus miembros, el
Sr. Nicolás Maduro.
Mientras hacían pública su gazmoña e insólita reso-
lución a favor del gobierno de Maduro, allí representado
por un ex terrorista de la ultra izquierda venezolana famoso
hasta antes de ayer por liderar grupos de acción violenta
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Habrá dejado la capucha en su maletín ministerial el ex
tirapiedras. Y me lo imagino agazapado tras unos cristales
que suavizan su mirada más bien artera y le confieren cierto
aspecto profesoral. Con voz meliflua, como de islámica vir-
gen vestal quejándose de los fascistas venezolanos, esos hijos
de papá –él ha de ser bastardo o parido en el anonimato de
la lámpara de Aladino, como por arte de magia– ricos del
Este caraqueño que han decidido intentar un golpe de Esta-
do y han provocado muertes, ruina y desolación en Caracas.
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De modo que luego de cuatro horas de discusiones se-
guramente matizadas con pasitas, café con leche, té con li-
món y un pisco sour extra fuerte para el ex tirapiedras, que
siente debilidad por las espirituosas, los honorables señores
cancilleres cortaron por lo sano y decidieron no juzgar, no
emitir juicio de fondo ni de valor, mantenerse en la más
inglesa de las disposiciones e ir en auxilio del gobierno de
su hermana República Bolivariana de Venezuela y su acon-
gojado presidente. Quizá alguno de los cancilleres haya mi-
nimizado los acontecimientos recomendando la sabía deci-
sión de pedirle a esos muchachos, tan alebrestados que ya
se creen librando una Segunda Independencia, que se sen-
taran en una mesa de diálogo, que ellos estarían presentes y
serían garantes de que nadie se fuera a las manos y Maduro
saliera ileso de polvo y paja.
Nadie se preguntó, ni se preguntará jamás, por la otra
cara de la moneda. Nadie inquirió sobre la visión de los
hechos del otro interlocutor, aquel que ya está enterrado,
yace ensangrentado en la camilla de un sucio hospital o está
preso sin razón alguna que no sea la brutal y dictatorial de-
cisión de una justicia vendida, aherrojada, al abierto ser-
vicio del ejecutivo. Nadie quiso ver las actas de defunción
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El milagro
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La venganza de Fidel
9 Abril, 2014
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En un artículo de Elisabeth Burgos publicado en la Re-
vista Zeta, de Caracas, el 21 de marzo pasado, además de
analizar el efecto que podría haber causado en el propio
Castro la incisiva y valiente misiva que la diputada María
Corina Machado le dirigiese personalmente adelanta un jui-
cio que además de constituir un grave señalamiento respec-
to del talante del liderazgo venezolano tradicional, desvela
una de las taras más nefastas de la actual situación político
ideológica de Venezuela y toda la región: “El castrismo ya es
parte de la estructura mental del comportamiento político
del latinoamericano, de allí el milagro que significa el surgi-
miento en Venezuela de una generación de jóvenes libres de
esa tara congénita…La rebelión ciudadana que desde febre-
ro ha tomado las calles del país ha desplazado radicalmente
las piezas del tablero y ha demostrado un hecho de suma
importancia histórica. En Venezuela ha surgido una oposi-
ción que ya no es rehén del castrismo.”3
3. http://elrepublicanoliberal.blogspot.com/2014/04/elizabeth-burgos-el-crimen-de-
maria.html.
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Para comprender esa exclusión de Venezuela de las
bondades del capitalismo social democrático con las que ex
castristas militantes como Lula da Silva, Dilma Rousseff,
Michelle Bachelet, Pepe Mujica, Rafael Correa e incluso
Evo Morales consienten a sus países, hay que comprender
en toda su magnitud otra aseveración del importante artí-
culo de Elisabeth Burgos: “Fidel Castro es paciente en el odio
y la revancha siempre termina tomándola”.
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En los primeros escarceos de intervencionismo en Ve-
nezuela, luego de su catastrófico encuentro con Rómulo
Betancourt, que en un tête-à-tête celebrado en Prados del
Este, a poco de que éste ganara las elecciones presidenciales,
lo midió en minutos de arriba abajo y lo devolvió a La Ha-
bana con los bolsillos vacíos y el odio y la ira del despecho
contenido en el rostro, sufrió una primera y colosal derrota
política, entonces aliado al Partido Comunista Venezolano,
que aún no comprendía la dimensión de la victoria de la
democracia el 23 de enero de 1958. Quiso boicotear las
elecciones presidenciales de diciembre de 1963, para empu-
jar al caos, sembrar la violencia y asaltar el poder como ya
lo intentara con sendos cuartelazos en Barcelona y Puerto
Cabello. Desembarcó una tonelada de armas, que se
les quedaron frías. No sólo fue un fracaso rotundo:
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El régimen no puede estar más satisfecho: ha medio
resuelto la más grave encrucijada desde aquella que lo sus-
pendiera por algunas horas el 11 de abril de 2002, con un
truco de prestidigitación política “por ahora” suficiente:
llamando en auxilio a la UNASUR, que para eso la inven-
tó Chávez, y cebando a sus viejos enemigos de la IV, con
algunas horas de pantalla. Fue lo que la picaresca nacional
bautizara como “el diálogo”, con un solo y urgente propó-
sito de emergencia: evitar “la salida”.
Experto en marramuncias del mismo jaez, el titiritero
que mueve los hilos de esta tragicomedia volvió una vez más
a servirse del calendario. Los jueves/viernes no sirven a las
grandes efemérides políticas por ser jueves/viernes, sino por
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Lo predijimos en atención a la experiencia histórica:
como todo impulso verdaderamente revolucionario, la “re-
volución democrática de Febrero” que contra todo pronós-
tico se ha extendido durante dos meses ininterrumpidos,
espontáneamente, dando a luz una nueva generación, un
nuevo liderazgo y abarcando todas las clases sociales y todo
el territorio nacional hasta conmover al mundo, reproduci-
ría el clásico movimiento de las mareas, con sus pleamares y
sus bajamares. Se detendría a descansar para recuperar fuer-
zas, realizar sus balances, reconocer el territorio conquista-
do y afianzar los lazos con sus nuevos amigos y aliados. Y
para medir en su exacta medida la malignidad, la tozudez,
la estupidez y la porfía del enemigo y la capacidad de some-
timiento y obsecuencia de quienes fungen de amigos. Que
toda revolución enfrenta un enemigo externo y un enemigo
interno. El primero, que ha usurpado el poder con todas
las malas artes de que es capaz. El segundo, su necesario
compañero de ruta, la vieja y ya periclitada ex clase política
dominante, que hará cuanto esté a su alcance para impedir
ser barrida de la historia. Como siempre: inútilmente.
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Si Venezuela tuviera más enjundia, más tradición, más
clase, ya hubieran comenzado a aparecer los candidatos al
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La verdad, como se ha convertido en lugar común, es
la primera víctima de la guerra. Y que no es necesario que
las pasiones se hayan desbordado al nivel de las tragedias
para que la mentira encuentre libre cauce, ha quedado más
que demostrado al fragor de estos meses de rebeldía. Si la
verdad ha terminado por imponerse, falsearla ha sido uno
de los primeros objetivos no tanto ni principalmente inten-
tados por la dictadura, lo que no sólo parece lógico, sino
necesario a sus fines manipulativos. Lo ha sido por quienes,
tan interesados como el régimen en refrenar la insurrección
democrática en curso, pues en ello les va la vida, agotan sus
esfuerzos por construir su propio discurso de los sucesos.
Nos referimos a quienes, sin haber soltado una sola gota de
sudor, tragar gas, recibir palos, ir presos, ser torturados, se-
cuestrados y asesinados, malversan la verdad para convencer
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La tercera falacia exige calma y paciencia. Si las conver-
saciones de París –podrían afirmar los dialogantes de marras
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La falacia que a mí más me ha conmovido tiene que ver
con el trastrueque de valores, aquel del que Brecht se bur-
laba en uno de sus poemas dirigidos a los nazis cuando les
decía: “Así, como que la lluvia cae de arriba hacia abajo, tu
eres mi enemigo de clases.” Pues en tiempos de tenebrosas
confusiones y ganancias de pescadores, como los que vivi-
mos, sobran “de lado y lado” aquellos que quieren conven-
cernos que llueve de abajo hacia arriba. Que a los asesinos
no se les encarcela, sino que se los invita a compartir una
amena conversación en una mesa redonda y a los asaltantes
de caminos no se les pone en chirona sino que se les sienta
en la silla de al lado. Un whisquisito mediante. Que a los
tiranos se les convence con buenas y santas palabras y que
expulsar a los fariseos del templo es una falta de respeto
cristiano. Pon la otra mejilla y ve a planchar tu mortaja. “O
conversamos o nos matamos todos”. El que lo dice no tiene
ni una navajita.
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Es la dramática situación en que nos encontramos.
Precipitada hacia su definición final por las fuerzas más
conscientes, decididas y voluntariosas de la sociedad, bro-
tadas del fondo de nuestras tradiciones – el movimiento
estudiantil, exactamente como en 1928 y en 1958 – han
mostrado la voluntad de enfrentarse al régimen agonizante
y han asumido la suprema decisión de cortar por lo sano,
llamando a la insurgencia, el desalojo y la construcción de
una Nueva Venezuela: exactamente como se lo planteara
en las dos grandes crisis del siglo pasado. Es el momento
en que los líderes políticos capaces de atender al reclamo de
la historia se ven enfrentados a los dos grandes elementos
existenciales que se complementan para permitir la apertura
hacia una nueva realidad histórica: la voluntad y la decisión.
¿Los poseen?
Frente a esta grave, acuciosa y determinante circuns-
tancia, las fuerzas políticas democráticas se enfrentan a lo
que el mismo Carl Schmitt llama “el milagro”: ese momen-
to único, específico, irrepetible en que se abren los cortina-
jes de la historia y ve la luz un nuevo ciclo histórico, hecho
posible por la profundidad y naturaleza excepcional de la
crisis. La Nación ha perdido pie, ha quedado al garete, sin
anclaje institucional y a la deriva, a la espera del soberano:
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Los sibilinos
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El norte
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El horror al K.O.
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Sofía cumple 90
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La MUD en la encrucijada
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Poleo en diciembre
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Quiso el azar que arribara a Berlín Occidental en plena
Guerra Fría, todavía fresca la argamasa con la que se levan-
taba el muro y recién amontonados los rollos de alambre
de púas con los que la dictadura estalinista de Walter Ul-
bricht y el Partido Comunista montara un brutal cinturón
de seguridad que rodeaba a Berlín con campos minados,
casamatas trufadas de ametralladoras punto 50 y torres de
vigilancia, reflectores y toda la parafernalia de los campos
de concentración que habían dominado en los territorios
conquistados por el Tercer Reich hacia apenas un suspiro,
con el fin de que no se les vaciara ahora su propio territorio.
Un niemands land que obstaculizaba la tentación libertaria
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El líder del movimiento estudiantil alemán que desem-
bocó en la revolución de Berlín y el Mayo del 68 para ex-
tenderse luego por toda Europa y los Estados Unidos era un
“Flüchtling”, un fugitivo de la Alemania comunista, hijo de
un pastor protestante, llamado Rudi Dutschke, para tener
claro que entre el estalinismo del apparatsckik soviético y
el marxismo fundacional a cuyas playas del utopismo más
delirante nos acabábamos de echar no había ni un adar-
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Era, a su modo, una manera de reengancharse con la
Alemania perdida a fines de los 30, precisamente: a treinta
años de distancia, en las brumas de la República de Wei-
mar, perseguida, reprimida, encarcelada y asesinada por el
nazismo. Gaseada por el nazismo. Aplastada por el nazismo.
Pues ese marxismo revolucionario, contestatario, profunda-
mente liberador y anti dictatorial del Marx de juventud,
había sido desarrollado por una élite de intelectuales judíos
que vivían la encrucijada que separó a Gerschom Scholem,
el gran especialista en la Cábala y la mística judía, que se iría
a Palestina y se engancharía en la construcción del Estado
de Israel, de su entrañable amigo Walter Benjamin, quien,
a pesar de ser un místico ateo, como lo definiría Scholem,
prefirió sumarse a la Escuela de Fráncfort y desarrollar, o
intentar desarrollar una teoría literaria marxista con una
obra deslumbrante, llamada El origen del drama barroco
alemán, y una interpretación de las formas del amanecer
del capitalismo industrial en El libro de los Pasajes, uno de
los más deslumbrantes ensayos escritos en la Europa de los
años 30.
El marxismo que resucitamos tenía dolientes, la máxi-
ma expresión del pensamiento crítico alemán del siglo XX,
al que nos adhiriéramos como a una secta iniciática libre de
ocultismos: Erich Fromm, Theodor Adorno, Max Horkhei-
mer, Herbert Marcuse, Ernst Bloch, Leo Löwenthal, Jürgen
Habermas, Georg Lukács. Vivir la emoción de una confe-
rencia de Marcuse, con su perfil hebreo y su melena blanca
flotando al viento del inmenso espacio del Aula Magna de
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Poleo en mayo
31 Mayo, 2014
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No es mi intención polemizar con Rafael Poleo a pro-
pósito de su respuesta a mi artículo Poleo en Diciembre,
publicados ambos en Zeta, el 23 de mayo pasado. Pole-
mizar proviene del griego polemikós, adjetivo sustantivado
que significa referente a la guerra, derivado de polemos, en
griego antiguo y en latín Bellum, guerra. ¿Y a qué vendría
querer guerrear con quien no se tiene asuntos pendientes,
salvo los que atañen a la caracterización del régimen, la auto
consciencia de los adversarios y su talante voluntarioso y
decisionista puesto en acción para llevar o no llevar ese en-
frentamiento hasta sus últimas consecuencias? Único asun-
to sobre el que, en verdad, vale la pena polemizar, no sólo
con Rafael Poleo, a quien respeto y admiro, sino con
la dirigencia política, si fuera el caso: polemizar sobre
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De modo que lo que dije en enero lo sostengo con tan-
ta mayor razón en mayo, luego de que todo lo entonces
predicho –“La tormenta perfecta”– se cumpliera tan al pie
de la letra, que la represión anunciada se ha saldado con 43
asesinatos, cientos de heridos y miles de presos políticos.
Que el diálogo propuesto por los castristas de la UNASUR
y asomado ya en marzo/abril del 2013 por Henry Ramos y
Eduardo Fernández se llevara a cabo con el único y descar-
nado propósito de atar la rebelión popular de pies y manos,
luego de pretender inútilmente aplastarla con tanquetas, ga-
ses, fusiles y perdigones. Y teniendo en cuenta, al escribirlo,
que un dirigente de AD, Edgar Zambrano, nos anticipara
antes de los Idus de Febrero como para estar preparados,
que la única alternativa que le quedaba a la oposición vene-
zolana era “diálogo o balas”7 Apareció en ese mismo perió-
dico 4 días antes del 12F, como para prevenir a Leopoldo
López de lo que le esperaba si no acataba el fallo de la con-
ciencia bien pensante de la MUD: bajar la cerviz y sentarse
a dialogar con el dictador o abrir el pecho para recibir las
balas. Que todas las alternativas opcionales establecidas en
la Constitución había que tratarlas como a un perro muer-
to. En términos tan elocuentes y propios de la dictadura,
que cabía pensar si no era una frase pergeñada en la sala
situacional de Miraflores. Lo que por cierto escribí para de-
jar constancia del hecho, dado que no fui ni seré, para mi
inmensa fortuna, un político nato en las salas de parto de la
IV República sino un simple corresponsal de guerra de esta
inmundicia de asesinatos, escaramuzas y traiciones.
De la argumentación ad hominem con que mi amigo
Rafael Poleo pretende descalificar el hecho de que yo haya
creído en sus convicciones de diciembre –y sigo creyendo
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. http://www.el-nacional.com/opinion/ANTONIO_SANCHEZ-CALLE-COHABI-
TACION-DEMOCRACIA-DICTADURA-UNIDAD_0_351565011.html
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El que Leopoldo López esté preso y el que María Co-
rina Machado y Antonio Ledezma, además de llevar sobre
sus cabezas la amenaza a seguir su vía crucis, mantengan
las profundas diferencias con lo que suponemos es la po-
lítica de la MUD –si tiene otra que no sea acurrucarse en
la sombra de la cohabitación para vadear el temporal– , se
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La renuncia
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Siempre creí que el motivo de su exacerbado odio con-
tra el sistema democrático venezolano, que guardó pacien-
temente durante décadas para sacarlo a flote en el momento
más oportuno, cuando las circunstancias le parecieran pro-
picias para proceder cual Conde de Montecristo de nues-
tra polvorienta revolución bolivariana y vengar a su padre
asesinado en las mazmorras de la policía política del primer
Carlos Andrés Pérez, era su amor filial. Psiquiatra él mismo
y cargando desde su infancia con el turbio, confuso e irre-
parable pecado original de un padre acusado de secuestro
y conspiración contra el Estado –dos hechos propiamente
jurídicos absolutamente comprobables y meritorios de “cual-
quier procedimiento judicial”–, asesinado a golpes en las
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Hace años, cuando asomara tímidamente y por prime-
ra vez su rostro aniñado en la escena política y asumiera
el más delicado de los encargos del neofascismo bolivaria-
no en pleno desarrollo –regentar el prostíbulo electoral y
hacerlo valer en los medios opositores nacionales como un
convento de carmelitas descalzas, que era la vía para que-
brarles el espinazo a los tontones de la IV e imponer la vía
dictatorial hacia el totalitarismo de la V– le dirigí una carta
abierta, también tonto yo, creyendo que cabía la remota
posibilidad de que, en efecto, no fuera un hijo de putas. Y
pudiera actuar con elemental neutralidad en este conflicto
que amenazaba con írsenos de las manos y desembocar en
una guerra civil.
Tal como me lo señalara un querido amigo, constitu-
cionalista y uno de los ex copeyanos más cultos y decentes
del foro, una de cuyas hijas fuera compañera de estudios
del infrascrito. Pero otro amigo también constitucionalista,
igualmente culto y decente, pero adeco, quien fuera vice-
ministro del interior cuando los luctuosos sucesos del in-
terrogatorio y muerte de quien fuera acusado de secuestrar
al empresario Niehous, me echó el cuento al completo. Y
un querido vecino, gastroenterólogo que en paz descanse,
terminó por afinarme el perfil del personaje: “es tan hijo de
putas”, me explicó por esos mismos días, “que sus compa-
ñeros de la escuela de medicina dicen que entre dormir con
una mapanare y compartir el lecho con Jorge Rodríguez”
–que de él estamos hablando– “se echarían en brazos de la
mapanare”.
Cuando todo esto sucedía se había bien cuidado de
mostrar sus garras. La “razón de Estado” recomendaba y
exigía que pasara por hombre supra partidos, estrictamen-
te independiente, para solaz y desarme de la Coordinadora
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Han pasado diez largos, criminales, devastadores y pe-
sadillescos años desde entonces. Luego de pasar de larva a
gusano y de gusano a luciérnaga, la mariposa que es hoy uno
de los preclaros miembros del cogollo dictatorial –junto a
Maduro, a Cabello, a Arreaza y a Jaua– tiró todos los disfra-
ces de su travestismo democratoide a la basura y se muestra
con su nariz porcina siempre gruñida y en plan de olfateo
de las circunstancias como el fascista impenitente que siem-
pre fue. Tan sin las propiedades dizque solidarias, generosas
y humanitarias del Jorge Rodríguez revolucionario, marxis-
ta leninista y torturado a muerte en las mazmorras del Es-
tado que quienes lo conocieron y disfrutaron de su amistad
comentan lo caracterizaba en sus rasgos más íntimos, echa
por la borda sus falsas razones de vengador errante y mues-
tra la cara aviesa, desencajada y feroz del simple torturador
fascista que siempre anheló ser y que realmente es. Como
por cierto ya lo dejaba ver para quienes supieran leer entre
líneas en el ominoso cuento de sus glorias literarias.
Así, en lugar de ofrecer clemencia a los pobres mucha-
chos torturados en las mazmorras del general Rodríguez
Torres, que sin ser terroristas ni secuestradores como el
Jorge Rodríguez padre secuestrador y terrorista de la Liga
Socialista que fundara en los años sesenta, son asesinados
impune y descaradamente en las calles de Venezuela o en-
carcelados sin un sólo motivo legal, constitucional que lo
justifique, aclara, como no lo hiciera Octavio Lepage, quien
ordenara investigar el caso del asesinato de su padre y en-
carcelar a los asesinos –tal como en efecto ocurriera– que los
presos políticos, de Simonovis a Leopoldo López, las dece-
nas de estudiantes universitarios y los 43 masacrados por las
fuerzas policiales y parapoliciales del régimen lo están y lo
han sido no por razones jurisprudentes, sino porque le sale
del forro al Estado, cuya razón es la única valedera cuando
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“El Tercer Reich nació a partir de esta traición practicada
por los adversarios políticos de Hitler, así como de la sensación
de impotencia, debilidad y repugnancia que aquélla generó.
El 5 de marzo de 1933 los nazis seguían estando en minoría.
De haberse repetido las elecciones tres semanas más tarde, pro-
bablemente habrían logrado una verdadera mayoría. No sólo
el terror había dado sus frutos entretanto, no sólo las fiestas
habían sumido a muchos en un estado de embriaguez (a los
alemanes les gusta embriagarse en las fiestas patrióticas). El fac-
tor decisivo fue que en aquel momento la ira y la repugnancia
vertidas contra los propios dirigentes cobardes y traidores fue-
ron mucho más fuertes que la ira y el odio de los que era objeto
el auténtico enemigo. Durante el mes de marzo de 1933 cientos
de miles de personas se afiliaron de repente al partido nazi
tras haber estado en su contra hasta ese momento; fueron los
denominados «caídos de marzo», víctimas de la desconfianza y
el desprecio de los propios nazis. Por entonces cientos de miles
de personas, sobre todo obreros, abandonaron sus organizacio-
nes socialdemócratas o comunistas y se pasaron a las «células
de producción» nazis o a las SA. Los motivos por los que lo
hicieron fueron variados, y a menudo hubo todo un batibu-
rrillo de razones. Sin embargo, por mucho que uno busque, no
encontrará ni un solo motivo de peso, bien fundado, sostenible
ni positivo, ni uno solo que pueda mostrarse con orgullo. Cada
8. Sebastian Haffner, Historia de un Alemán, Memorias, 1914-1933, Editorial Destino,
España, 2000.
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“A nadie se le escapa que toda esta evolución no deja de
ser un proceso natural, es más, en realidad forma parte del
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A Leopoldo López
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La diplomacia cómplice
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La sorpresa ha sido mayúscula, por lo menos para quie-
nes, lejos de los tejemanejes del régimen, sólo se enteran de
sus interioridades por lo que logra romper de suyo el cerco
de las intimidades miraflorinas y trasciende a la opinión pú-
blica por el escándalo que acarrea. En este caso, llevado a
la arena por la evidente decisión del protagonista principal
por poner las cosas en su sitio, liberarse de toda responsabi-
lidad en el siniestro curso que comienzan a tomar los acon-
tecimientos y distanciarse en forma drástica e irreversible
del rumbo que le ha impreso al llamado proceso su aparente
deus ex machina, Nicolás Maduro. Todo lo cual mediante
una carta dirigida a la opinión pública. En términos tan
minuciosos e inequívocos, que más que una carta abierta se
está ante un testamento de significado histórico. ¿Cuál es el
difunto que amerita sacralidad tan solemne y confesiones
tan crudas? Nada más y nada menos que el proceso revo-
lucionario mismo. Necesaria consecuencia, así se deja ver
negro sobre blanco en la declaración jurada de Jorge Gior-
dani, de la desaparición física de su principal gestor, espíritu
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El significado histórico de la carta no reside en la su-
puesta verdad que enuncia, sino en la falsa verdad que os-
tenta: las torpes falacias, auto engaños y falsificaciones de
heterodoxia económica, política y religiosa que encierra.
Vale decir: documenta la indigencia intelectual, la incultura
científica y moral y los miserables propósitos que estuvieron
en el trasfondo de los 14 años más desastrosos vividos por
Venezuela desde su fundación como república independien-
te. Y lo que es asombroso: a vista y paciencia de una mayo-
ría nacional y hasta la admiración del progresismo mundial,
incluido fichas cooptadas en Hollywood. Y hasta el estable-
cimiento político y empresarial norteamericano e incluso la
CIA, según señalamientos del periodista del Miami Herald
Casto Ocando. Sostenidos en la insólita capacidad comu-
nicativa, mimética y seductora de un trastornado frente a
las clases sociales moral e intelectualmente más depaupe-
radas del país y el desahuciado mesianismo que trufaba el
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¿Qué han buscado en Venezuela marxistas leninistas
como Jorge Giordani o Hans Dietrich que no fuera el cau-
dillaje más vulgar, un gobierno estrictamente personal y
caciquero, corrupción galopante y la degradación de millo-
nes y millones de venezolanos convertidos en parásitos de-
pendientes de las ubres de la sagrada vaca petrolera? Nada,
absolutamente nada nuevo bajo el sol. Ensimismados en
sus divagaciones teóricas no tenían por qué darse cuenta de
las viejas verdades, sabidas o por saberse. Pero exactamente
como en las historias de cornudos: los últimos en enterar-
se han sido ellos. Después de más de 20 años de fanática
entrega al más devastador y desquiciado proyecto político,
ambos discípulos de Carlos Marx se retiran del combate.
No soportan el hedor de los cadáveres cuyo asesinato pro-
hijaran.
Lo verdaderamente importante a resaltar no son los
monstruosos errores cometidos por ambos al respaldar un
despropósito telúrico sostenido exclusivamente por la es-
tulticia nacional y tres trillones de dólares, que a creerle a
los encuestadores todavía sigue trastornando al 40% de la
población electoral venezolana, sino la flagrante orfandad
ideológica en que quedan los restos del naufragio y las
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La constituyente
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Los vacilantes
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Medios en venta
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A Luis Ugalde, SJ
Obvia afirmar que comparto y aplaudo la valiente afir-
mación de Luis Ugalde, a quien aprecio y admiro, acerca
de la imperiosa y vital necesidad que tenemos quienes ama-
mos a Venezuela y deseamos lo mejor para ella y sus hijos
– nuestros hijos – de salir de Nicolás Maduro y su infame
gobierno cuanto antes. Ese cuanto antes afirma una urgen-
cia paulina, visto que el imperativo de implantar el reino
de Dios sobre la tierra no puede ni debe ser postergado ad
aeternum. La felicidad de los venezolanos implican una
categoría moral y una exigencia que no admite dilaciones.
Construir la paz y la solidaridad y la concordia entre sus
ciudadanos tan pronto como nos sea posible, sobre bases
tan sólidas que imposibiliten recaídas futuras en la barbarie.
Es un imperativo como para ilustrar e iluminar a nues-
tras dirigencias, tentadas desde siempre a la improvisación,
el inmediatismo, la incuria. Y a la peor de todas sus perver-
siones: la pusilanimidad ante las adversidades, el desvío ante
el enfrentamiento contra nuestras taras y males. La fácil dis-
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Ciertamente: se arrepintió. Si bien no hizo alarde de
sus arrepentimientos. Rómulo Betancourt no era un filisteo
ni un mercachifle, un entrador, un arribista o un buhonero
de lo público: era, como lo describiera de una vez y para
siempre Manuel Caballero, “un político de nación”. A los
veinte años ya era el que llegaría a ser: un líder, un visio-
nario. Un hombre de acción. Al que para su y nuestra in-
mensa fortuna le acompañaba un cerebro privilegiado, una
homérica capacidad de presagios y una riqueza intelectual
que ningún político venezolano, salvo Bolívar, tuviera en
los doscientos años de República. Un estadista.
Pero se arrepintió. Así su arrepentimiento se fraguara
en lo que el marxismo, que conocía profunda y seriamente,
de verdad, como la palma de su mano en teoría y acción,
llama “autocrítica práctica”. Dotado de una insólita inteli-
gencia, de una capacidad de observación de hechos y hom-
bres propia de los grandes estadistas, tuvo los dos principa-
les atributos que hacen de los hombres personajes hacedores
de historia: voluntad y decisión. Los dos ingredientes que
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Si era lo que pensaba en su intimidad y se lo comunica-
ba a su hombre de mayor confianza, el más legítimo de sus
herederos, traicionado luego por sus ilegítimos heredados,
la profunda visión del estadista primó a la hora de hacer
públicas sus posiciones respecto a la naturaleza de la lucha
contra la dictadura. Desde La Habana y en el curso de ese
mismo año ordenó orientar el combate con la dictadura
en términos pacíficos, si ello fuera posible. Si la memoria
no me engaña se lo declaró en Bohemia a Simón Alberto
Consalvi. Temía los desbordes de la indignación popular en
la que estaban empeñados los jóvenes rebeldes encargados
de la dirección del partido ante la ausencia de sus dirigen-
cias tradicionales, asesinadas por la Seguridad Nacional o
en el exilio. Y la posibilidad objetiva –dicho en términos
marxistas– de que ese desborde derivara en una revolución
incontrolable, de corte marxista leninista, como la que debe
haber avizorado en la Cuba que se zafaba de Batista con la
insurrección popular y civil y las guerrillas castristas. La otra
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Las diferencias entre la actuación de Rómulo Betan-
court y de Acción Democrática frente a la dictadura mili-
tar de Pérez Jiménez, desarrollista y en todos sus sentidos,
inmensamente más beneficiosa para el país que el aterra-
dor desastre de la devastación castrocomunista que hoy nos
aflige, y la de su actual dirigencia frente a la dictadura de
Maduro y el chavismo, es tan abisal, que llega a ser incom-
prensible. Difuminando todos los contornos que puedan
vincular la una con la otra. Pues una cosa era pedir control
de los acontecimientos y manejo político del movimiento
de masas, preservando la necesidad de la Unidad e incluso
sacrificando algunas consignas – como la renuncia del dés-
pota, para obtener consensos – y otra muy distinta buscar
entendimientos con la dictadura y poner partido y hombres
de frente contra la insurgencia popular, apostando a espu-
rios entendimientos como los que hoy impiden la resolu-
ción de la crisis y la apertura hacia la Venezuela moderna
que los tiempos reclaman.
Es la tragedia que nos abruma: ni AD es lo que fuera
cuando respondía a las necesidades históricas y los impulsos
de sus mejores hombres, ni Primero Justicia, el MAS, Un
Nuevo Tiempo y los restantes partidos que hacen vida en
la MUD se empinan a las alturas de quienes, desde COPEI
y URD formaron parte de la Junta Patriótica que asumió
la responsabilidad de enrumbar a Venezuela hacia la transi-
ción democrática. No se hable del partido de Santos Yorme,
rebajado a conciliábulo de gestores y promotores de nego-
ciados y corruptelas en el seno de la dictadura.
Sólo una mínima visión panorámica de nuestra historia
permite valorar en su justa medida cuan aviesas y delezna-
bles han sido las declaraciones de Henrique Capriles y Hen-
ry Ramos Allup en defensa de lo indefendible: un régimen
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Hace dos mil cuatrocientos años, Platón, el privilegiado
discípulo de Sócrates, convencido tras la muerte del padre
de la filosofía a manos de los demagogos atenienses de que
sólo un filósofo podía dirigir los destinos de la República
para bien suyo y de sus posteridad –como lo plasmara en
una de las obras más trascendentales de la historia del pen-
samiento occidental, LA REPÚBLICA– decidió pasar de la
teoría a la práctica intentando llevar a cabo sus ideas con-
venciendo de ellas al tirano de Siracusa, Dionisio el joven,
con quien estableciera contacto a través de uno de sus ciu-
dadanos y amigos siracusanos, Dion, cuñado de Dionisio
el viejo, padre del nuevo tirano. Se desplazó hasta Siracusa,
la principal ciudad Estado de Sicilia, entró a la corte, causó
en el joven tirano la mejor impresión y se hizo a la tarea de
convertirlo en un filósofo.
El resto es historia. Al margen de las veleidades de Pla-
tón, ya entrado en años y porfiadamente convencido de su
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Toda semejanza es odiosa y toda comparación, un des-
propósito. Pero no dejo de recordar la historia de Platón y
el tirano de Siracusa, así como la voluntad correctora aun-
que estrictamente intelectual y a manos limpias de ciertos
profesores de filosofía, auto convocados a intervenir en los
asuntos de países ajenos al suyo propio, inocentes o me-
nos verbalizados en donde hacer la carrera de sabios que
les fuera vedada en sus patrias de origen o en sus naciones
de adopción, resulta mucho más accesible y conveniente,
pues no influye ni en las recompensas de sus jubilaciones ni
en los peligros que entraña meterse en lo que sí compete.
Las manos de la justicia del horror o de los jóvenes tiranos
no son tan largas como para encarcelarlos en sus habituales
lugares de desplazamientos. Ni Venezuela es Sicilia ni Cara-
cas Siracusa. Ni Chávez, Maduro, Capriles Radonski ni los
otros miembros de la MUD tienen la menor relación con
Dionisio el joven y la corte de su tiranía.
Uno de dichos Platones ha hecho carrera en Centroa-
mérica como portavoz de la ortodoxia marxista, al extremo
de proveer al teniente coronel golpista de un vademécum
ideológico político de la revolución, de su propia inven-
ción, –el socialismo del Siglo XXI– y se siente en capacidad
de dictaminar lo que en estos 14 años de desastres se ha he-
cho bien o mal en Venezuela. Con un saldo que ni a él ni a
los suyos le ha significado otra cosa que suculentos estipen-
dios, viajes, asesorías ideológicas y otras granjerías. Sin con-
sultarlo con nadie. No actúa en su país, desde luego, y como
tampoco lo hacía por entonces Platón, el dialogante de Só-
crates, en la Atenas de sus cuidados, ya que podría terminar
condenado a la prisión de alta seguridad de Stammhein, en
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Pero si “la revolución bonita” tuvo, en efecto, a su Hans
Dieterich Steffan, que de él venimos hablando, la oposición
no le ha ido en saga. La más ardorosa y respetable defensa,
con olor a academia y dejo a biblioteca vaticana del turbio
oportunismo reformista y los sistemáticos y ominosos tro-
piezos de los connivientes de nuestra acera o de la salida
“centrista”, como el tiene el gusto de llamar, no ha sido
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Política y criminalidad:
bailando con cráneos
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Una famosa periodista me comentó hace unos años
estar fascinada con su nuevo trabajo de investigación por
encargo de una exitosa editorial española. Concordé con
ella: el tema era un cóctel explosivo, que podría llevar a un
escándalo internacional, una bomba periodística de éxito
asegurado que en argot callejero se llama “un tiro al suelo”:
develar toda la tramoya, propósitos y objetivos religiosos,
raciales y sobre todo políticos de la decisión impuesta a san-
gre y fuego por el difunto presidente de la República de lo
que fuera la escandalosa y publicitada apertura del féretro
del Libertador en el Panteón Nacional. ¿A qué y a quién
se debía el antojo de exhumar unos restos de dos siglos de
antigüedad? ¿Que se pretendía con la posibilidad de mani-
pular huesos y cenizas de un súper cadáver cuyo espíritu era
invocado desde el 4 de febrero de 1992 millones de veces al
día por millones de seres humanos que lo consideraban un
semi Dios? ¿Qué sórdido objetivo pretendía quien inventó
el pretexto de investigar los restos tras el desvelamiento de
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Pero sabiendo del poder sobrenatural adquirido por los
Castro y todo lo que viniera del habanero Palacio de su
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Pasaron los años. Contra todo pronóstico de la sante-
ría cubana o precisamente como resultado de sus secretos
propósitos el caudillo hizo mutis en medio de horrorosas
angustias y aterrado en su pavor de soledades, aislado de
todo contacto con el mundo exterior, muerto en vida o vivo
en muerte durante meses en una cámara refrigerada, conec-
tado a la parafernalia de la sobrevivencia electrónica hasta
cuando sus cancerberos decidieran desenchufarlo, según
unos; fiambre desde el mismo día de su anunciada opera-
ción, según otros. Lo que luego quedó claro es que ese mue-
ble en estado de pre descomposición, definitivamente fiam-
bre o cerebralmente cadáver o no existía o no podía realizar
las proezas que el designado en La Habana para sucederlo
anunciaba con bombos y platillos por cadenas nacionales:
“me estrechó la mano con fuerza descomunal”, como si el
solo hecho de que pudiera mover un dedo no fuera a esas
alturas ya un hecho rayano con lo sobrenatural. Coro de
ministros: ¡sí, señor!; “pedalea día y noche con la fuerza de un
mallot jaune del Tour de France”, volvió a insistir el here-
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En 1940, recién instalados en Estados Unidos escapan-
do del nazismo, las dos cabezas más ilustres de la Escuela de
Frankfurt y fundadores de la llamada Teoría Crítica –Theo-
dor Adorno y Max Horkheimer– se hicieron a la tarea más
importante y de mayor envergadura de sus vidas tras la ins-
talación del Institut für Sozialforchung: la fundamentación
de una nueva filosofía para la interpretación de la realidad
de los nuevos tiempos. De una parte el capitalismo post
industrial, y de la otra el totalitarismo, tanto el soviético
como el hitleriano.
Su primera y más deslumbrante concreción sería Dia-
lektik der Aufklärung, la Dialéctica de la Ilustración. Como
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Urgencias de los tiempos impidieron que Adorno y
Horkheimer se hicieran al difícil y complejo trabajo de
acumular aparato crítico y suficiente literatura y documen-
tación económica estadística –estaban bajo la presión del
pragmatismo positivista norteamericano–, sociológica e
histórica probatoria como para desarrollar esa genial ilumi-
nación sobre un aspecto crucial de los procesos de acumu-
lación y reproducción ampliada de capital bajo la hegemo-
nía de fenómenos totalitarios, cuando la política se impone
sobre las leyes del mercado y el gansterismo, las mafias y el
bandidismo se imponen, al abordaje y manu militari, sobre
la propia dinámica de los procesos económicos y los férreos
controles de las instituciones del Estado, convertidas en ca-
sinos y bodegas de acopio de gigantescos montos de dinero
con los que, desde dentro del Estado y en un insólito pro-
ceso de auto fagocitosis, una cúpula pandillesca saquea los
bienes de la Nación y procede, mediante el acorralamien-
to, la extorción, la persecución, la cárcel y el asesinato a
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A estas alturas de la devastación generalizada del apara-
to productivo, reducida la economía nacional a economía
de puertos, arrasados el campo, el comercio, la industria, al
borde del default y la bancarrota del Estado y la declaración
de insolvencia frente a la cuantiosa deuda externa, ¿cuán
posible es el cambio, el retorno o la reconstrucción de la
economía nacional como para aceptar las propuestas del ré-
gimen al sector político y empresarial aún subordinados a
sus determinaciones? ¿Está el gobierno de Nicolás Maduro
y, con él, todo el aparataje político del régimen en capaci-
dad de sacar a flote la economía nacional, como preten-
den algunos dirigentes opositores? ¿O se encuentra en un
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Al Mercosur, in memoriam
Los cambios de paradigmas vividos en esos últimos
cuarenta años en el mundo, y sus efectos devastadores en
América Latina, son sencillamente arrolladores, así muy po-
cos sean los que lo aprecian, pues arrasaron con principios y
razones: en nuestra región, lo que entonces era una dictadu-
ra, por ejemplo la de los generales del Cono Sur, ya no lo es.
Lo que era una tiranía totalitaria, como la de los hermanos
Castro, tampoco. Todavía nadie sabe con certeza ni puede
definir lo que han llegado a ser, pero lo que fueran, ya no lo
son. De ninguna manera.
Las clásicas coordenadas que definían a un régimen
dictatorial – anulación de la separación de los poderes y su
concentración en una sola mano, ya no lo definen. La anu-
lación de la libertad de expresión, ni la anula ni la reafirma.
El derecho de propiedad sigue tan rampante como antes,
pero la ley de la oferta es supraconstitucional y, natural-
mente, inviolable: si un régimen asalta y controla el poder
financiero pudiendo de ese modo superar toda oferta ima-
ginable tras la compra de los medios, los compra. ¿Quién
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El reino de la barbarie
31 Julio, 2014
1
En un encuentro privado celebrado a mediados de los
sesenta en La Habana entre el francés Regis Debray y su
esposa, la venezolana Elisabeth Burgos, Fidel Castro lo dejó
en claro de una sentada: de apoderarse del petróleo venezo-
lano, el mundo se rendiría a sus pies.
Quiso por las buenas, pero se encontró con el ceño
adusto y el temple inflexible del político más destacado de
la historia venezolana, Rómulo Betancourt. Ante lo cual y
decidido a apoderarse del petróleo venezolano que com-
prendía como clave maestra para imponer sus afanes impe-
riales sobre todo el continente sudamericano y convertirse
en un peón de primera línea en la lucha por la conquista
del poder mundial, lo intentó por las malas. Se sir-
vió de la llamada izquierda revolucionaria y de los
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2
De eso hace medio siglo. Sin que la derrota del pro-
yecto castrocomunista se hubiera traducido en un cambio
estructural de las fuerzas enfrentadas. Así, mientras los
Estados Unidos daban por resueltos los conflictos de su
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3
¿De qué otra manera y bajo qué otras coordenadas ex-
plicar el insólito y ominoso sometimiento de Holanda a la
desquiciada y criminal voluntad de una mafia enquistada
en el Estado venezolano, que pisoteando todas las normas
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10. http://www.el-nacional.com/opinion/Persona-non-grata_0_453554739.html
11. http://www.el-nacional.com/opinion/Politica-criminalidad_0_452354850.html
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Cambio al timón
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Monumentos y retrocesos
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La revolución traicionada
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Lumpensocialismo, Lumpendictadura
27 Agosto, 2014
1
He tratado el tema de los distintos tipos de dictadu-
ras modernas, sin lograr convencer de la necesidad de una
exacta caracterización estratégica para un apropiado trata-
miento táctico de las mismas en el sentido de su superación
histórica. Y para ello he analizado los dos grandes tipos de
dictaduras estudiadas por el constitucionalismo, particular-
mente Carl Schmitt en su gran obra: LA DICTADURA. Y
para quien, a muy grandes rasgos, sólo existen dos tipos de
dictaduras: las comisariales que, como lo dice su denomina-
ción, obedecerían a un encargo, a una “comisión” impuesta
por las fuerzas e instituciones políticas dominantes –de allí
su nombre– con el objeto de enfrentar y resolver una crisis
de excepción. Con dos características básicas: la concentra-
ción del poder total en una persona o institución, por una
parte, y la delimitación en el tiempo de su vigencia, por la
otra. De allí su naturaleza transitoria y la exacta definición
de sus tareas: en esencia, la restauración plena del estado de
cosas alterado por la crisis de excepción que las invocara.
Sin importar las causales de dicha crisis, ya fueran de orden
interno o externo.
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2.
Vistas sobre el fondo del modo de producción capita-
lista y el Estado de Derecho que fundamenta, a partir de la
propiedad privada de los medios de producción como esen-
cia fundante, ambas formas dictatoriales han sido analiza-
das y valoradas en función del proyecto estratégico esencial
que comportan: la comisarial se libra en un nivel estricta-
mente político, para resguardar precisamente la estructu-
ra socioeconómica y la superestructura político ideológica
puestos en peligro por el asalto revolucionario. Poco impor-
ta su nivel de participación en las reformas estructurales que
puedan acometer en la esfera económica. Inversamente, la
constituyente pretende subvertir el orden político con el
fin de subvertir el orden socioeconómico. Y dar paso a una
nueva forma de sociedad, civilización y cultura: el socialis-
mo y la propiedad colectiva de los medios de producción.
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3.
Para Theodor Adorno y Max Horkheimer, los funda-
dores de la llamada Teoría Crítica y la Escuela de Frankfurt,
el fenómeno revestía una importancia crucial y definitoria.
Constatan en el caso del nacionalsocialismo dos fenómenos
interrelacionados: la autonomía de la política respecto de la
economía y el control y el dominio de la política por sobre
las determinaciones económico estructurales. Más aún, que
la dominación era ejercida de manera directa y sin media-
ciones por las bandas delictivas que se habían apoderado del
control político, aniquilando los partidos y las instituciones
contraloras del Estado. Franz Neumann escribe entonces
Behemot: Pensamiento y acción en el nacional-socialismo,
cuya tesis central sostiene “que el nacionalsocialismo es un
estado aberrante, o se está desarrollando en ese sentido” y
“que aquí tenemos que habérnosla con una forma social
en la cual los grupos dominantes controlan al resto de la
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Dialéctica de la barbarie
1 de Septiembre, 2014
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2.
Entendámonos: en la tradición intelectual de Occi-
dente la filosofía, así se haya reducido a mercancía intelec-
tual, continuaba y continúa manteniendo su compromiso
originario como reducto último de la conciencia: “amor al
saber”, vale decir: a la verdad. Nunca mejor expresado el
compromiso de la inteligencia acorralada en medio de cir-
cunstancias más dramáticas, que en el propósito gnoseoló-
gico de Adorno y Horkheimer: “Lo que los férreos fascistas
hipócritamente elogian y los dóciles expertos en humanidad
ingenuamente practican, la incesante autodestrucción de la
Ilustración, obliga al pensamiento a prohibirse incluso la
más mínima ingenuidad respecto a los hábitos y las ten-
dencias del espíritu del tiempo. Si la opinión pública ha al-
canzado un estadio en que inevitablemente el pensamiento
degenera en mercancía y el lenguaje en elogio de la misma,
el intento de identificar semejante depravación debe negarse
a obedecer las exigencias lingüísticas e ideológicas vigentes,
antes de que sus consecuencias históricas universales lo ha-
gan del todo imposible”.15[2]
Un compromiso en permanente reformulación, dada
la dialéctica inevitablemente destructora de la relación de
la verdad con el Poder: “a las tendencias en oposición a
la ciencia oficial (…) les sucede lo que siempre sucedió
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3.
Resistir: es un llamado imperativo a la inteligencia y
una conminación a los intelectuales, en todo lugar y en toda
circunstancia, particularmente bajo el reinado de la barba-
rie. Vista la influencia que pueden ejercer sobre ciertos ac-
tores políticos, consumidos por el pragmatismo y, no pocas
veces, por una animadversión insuperable frente al pensa-
miento y la intelectualidad, como ha sido el caso de nuestra
clase política desde los albores de la República. Sobre todo
a aquellos que, incapaces de comprender y asumir la inmen-
sa gravedad del mal que nos afecta se muestran proclives a
transar con el poder, en la creencia de que la profundidad
alcanzada por la barbarie puede ser fácilmente revertida con
cambios cosméticos o, aún peor, ser asumidos finalmente
como un dato estructural e inevitable de nuestra idiosin-
crasia. La victoria final de la locura política como un dato
irreparable de un país que nació, se desarrolló y alcanzó su
mayoría de edad signado por la barbarie.
Ya en medio de la guerra contra el fascismo, destaca-
ban Adorno y Horkheimer un fenómeno trágico del que
todos, cual más cual menos, hemos sido observadores en la
Venezuela post democrática, que sólo el oportunismo más
rampante y una criminal inconsciencia pueden banalizar:
“En la enigmática disposición de las masas técnicamente
educadas al hechizo de cualquier despotismo, en su afinidad
autodestructora con la paranoia populista: en todo este in-
comprendido absurdo se revela la debilidad de la compren-
sión teórica actual.”
Cuando veinticinco años después de escritas estas pala-
bras, en 1969, ambos autores dieran finalmente el plácet a la
reedición por Fischer Verlag en Frankfurt am Main de una
de las obras más esperadas por los sectores progresistas de
la Alemania post fascista, el horror del nacionalsocialismo
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. Walter Benjamin, Sobre el concepto de la historia, 1940. Obras Completas, Libro I,
Vol.2. ABADA Editores, Madrid, 2008.
18. Op.Cit, Pág. 49.
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Santos, el tartufo
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1
La historia de Chile conoce dos suicidios presidencia-
les: el de José Manuel Balmaceda, ocurrido el 19 de sep-
tiembre de 1891 en la legación argentina donde se hallaba
asilado desde el 29 de agosto, a los 51 años de edad y tras
cinco años de gobierno y el de Salvador Allende, el 11 de
septiembre de 1973, a los 64 años y tras mil días de gobier-
no. En ambos casos, como consecuencia de profundas crisis
sociales y políticas. El de Balmaceda tras una guerra civil, la
de 1891, impulsada por el Congreso chileno y el respaldo
de la Armada, contienda que J.M. Balmaceda perdiera y
diera al traste con el régimen presidencialista característico
del siglo XIX chileno. El de Allende, tras el intento de ins-
taurar un régimen socialista y el rechazo de las instituciones
y los partidos políticos del establecimiento, que le dieran
legitimidad a sus fuerzas armadas para proceder contra el
que calificaran como un gobierno ilegítimo.
A pesar de las circunstancias históricas, ambos suicidios
comparten aspectos sustantivos: en lo político, el rechazo de
la institucionalidad vigente a los intentos del ejecutivo por
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2
La idea del suicidio, o de una muerte violenta sufri-
da en defensa de su legitimidad presidencial como ultima
ratio del desafío que enfrentaba a la cabeza del gobierno
socialista de la Unidad Popular no era, pues, un capricho ni
una ocurrencia de circunstancia del tribuno de la izquierda
chilena. Era parte de la tácita tradición de respetabilidad
institucional chilena a la que se sentía visceral, emocional-
mente vinculado. Fue anticipada por Salvador Allende en
su primer discurso como presidente de Chile, en el Estadio
Nacional de Santiago ante 50 mil de sus seguidores y los
invitados extranjeros, el día de su asunción del mando. Ya
sabía el líder socialista que su apuesta era del todo o nada
y de que en su esfuerzo por hacer realidad la promesa con
que llegara al Poder –construir lo que él llamada “socia-
lismo con rostro humano”– cumpliría su mandato contra
viento y marea, salvo que en el cumplimiento de su deber
encontrara la muerte a manos de quienes traicionaran sus
obligaciones constitucionales. Lo expresaría con palabras
inolvidables, desgraciadamente desconocidas por quienes,
perdida ya en nuestro país la conciencia del alto sentido
del honor que implica detentar la más alta magistratura de
una Nación, pretenden ver en su muerte la mano negra de
alguna conspiración extranjera. Y con mayor claridad ante
el propio Fidel Castro, uno de cuyos esbirros ha sido acu-
sado de haberlo asesinado por órdenes del propio Castro,
en la despedida que le diera a su larga, indiscreta y abu-
siva permanencia en territorio chileno, el 2 de diciembre
de 1971: “Yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de
Mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador
social que cumple una tarea, la que el pueblo me ha dado.
Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la
historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile: sin
tener carne de mártir, no daré un paso atrás; que lo sepan:
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3.
Esa voluntad de dar su vida antes que incumplir las
obligaciones derivadas de su alta responsabilidad como pre-
sidente de Chile la reitera a pocas horas de hacerla efectiva,
cuando la decisión de suicidarse parece tomada, ante un pe-
queño grupo de dirigentes de su Partido Socialista, que en
el colmo de la inconsecuencia política vienen a ofrecerle una
salida de escape al asedio en que se encuentra, horas después
de negarle todo respaldo a su idea de realizar un plebiscito
para superar el impasse ya insalvable con una oposición que
ha desatado los demonios: “No voy a salir de la Moneda.
Voy a defender mi condición de Presidente, así que ustedes
no deben ni siquiera plantearme esa posibilidad. Al partido
hace tiempo que no le importa mi opinión. ¿Por qué me
la vienen a pedir ahora? Dígale a los compañeros que ellos
deben saber lo que tienen que hacer.”
Sólo la ignorancia, la mala fe o una perversa combina-
ción de ambas, pueden afirmar que la muerte de Salvador
Allende fue causada por otro motivo que su personal e in-
quebrantable decisión de suicidarse antes que verse hu-
millado por los asaltantes del Palacio Presidencial en su
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El fascismo a la Kirchner
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El duelo
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Antonio Ledezma
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La MUD en la encrucijada
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Las fuerzas democráticas venezolanas han logrado es-
tructurar dos grandes centros de articulación unitaria:
la Coordinadora Democrática (CD), en 2003-2004, y la
Mesa de Unidad Democrática (MUD) en 2009-2010. Han
constituido esfuerzos notables y relativamente exitosos en
alcanzar su empeño: responder a la grave crisis abierta con
la insurrección popular del 11 de abril participando de la
Mesa de Diálogo bajo la observación de la OEA y canali-
zar los esfuerzos por realizar el Referéndum Revocatorio de
Agosto de 2004, la primera; y unificar los esfuerzos de los
partidos políticos para presentar una lista de consenso para
enfrentar las elecciones parlamentarias de 2010, la segun-
da. Con un saldo extremadamente positivo: la obtención
del 52% del electorado y una derrota estratégica, aunque
meramente virtual, frente a las pretensiones totalitarias de
Hugo Chávez.
Una diferencia sustancial ha separado a ambas instan-
cias unitarias. La CD contó con una presencia muy sobre-
saliente de factores extra partidos, dispuso de una Comisión
de Dirección política amplia y numerosa, constituyó comi-
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Una segunda gran diferencia entre ambos entes coor-
dinadores se expresó en sus logros y resultados. Mientras
la CD logró articular un enorme movimiento de masas y
alcanzar la mejor coordinación entre la sociedad civil –su
principal protagonista– y la dirección de los partidos políti-
cos, todavía débiles y en germinal etapa de recuperación, su
inmenso esfuerzo no se vio coronado por el éxito, Mostran-
do una dramática incapacidad de respuesta ante la derrota
y de sobrevivencia ante la crisis que ella desatara. Ante la
falencia de respuestas concretas y eficaces frente a la derrota
–real o aparente, legítima o fraudulenta es asunto que me-
rece una discusión de otra naturaleza– cayó en desintegra-
ción. Sumiendo a la sociedad civil en una compleja y difícil
etapa de desconcierto.
La MUD se estructura tras la recuperación de las fuer-
zas democráticas y un notable éxito político electoral de
inmensa proyección nacional e internacional: la derrota al
proyecto de reforma constitucional de diciembre de 2007.
Fue la primera gran derrota del régimen, tras su éxito en
las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, y una
muestra de la poderosa reacción del país a los intentos tota-
litarios del gobierno, marcados por el cierre de RCTV y el
consiguiente despertar del movimiento estudiantil. A pesar
de la inmediata derrota de febrero de 2008, que demostra-
ron el potencial de recuperación del caudillo, las elecciones
de alcaldes y gobernadores de noviembre de ese mismo año
volvieron a poner de manifiesto la persistente recuperación
de las fuerzas opositoras, particularmente en las grandes
ciudades y centros urbanos, hasta culminar en el éxito elec-
toral de septiembre de 2010.
Ese éxito fue producto, en gran medida, del logro de
la unidad alcanzada gracias a la MUD y algunas persona-
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3
Si la Coordinadora Democrática fue el producto del
avance incontenible del movimiento opositor, la MUD ha
sido el resultado de la parcial recuperación de los partidos
y su asunción del liderazgo y gestión de la faena opositora.
De hecho y desde su constitución, la sociedad civil no fue
convocada sino como fuerza electoral pasiva, sin otros al-
cances y derechos que el de votar, aún consciente de que
al hacerlo no elegía dadas las condiciones de control por
la maquinaria electoral del régimen. Como quedara trági-
camente de manifiesto en las elecciones parlamentarias del
2010 –se obtiene en las urnas la mayoría absoluta pero se
gana en la realidad un tercio de la representación– y en las
presidenciales de 2012 y 2013, cuya sospecha de fraude ja-
más fue definitivamente dilucidada.
La MUD ha sido una organización coordinadora ex-
clusivamente a cargo de las direcciones de los partidos
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Elogio de la violencia
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1.
Dos fuerzas parapoliciales fueron esenciales en el pro-
ceso de conquista y asalto del poder por parte de Hitler y
su partido, el NSDAP (Partido Nacional Socialista de los
Trabajadores Alemanes): las SA o fuerzas de choque y las
SS o tropas de asalto. Ernst Röhm, un ex bolchevique de la
primera hora, se integró en 1919 y convirtió a las SA en un
poderoso amasijo de violencia callejera, colectivo de choque
y parapeto propagandístico que llegara a contar con cuatro
millones y medio de milicianos, las famosas “camisas par-
das”. Al extremo de combatir exitosamente a comunistas y
socialistas en las barriadas populares alemanas mediante en-
frentamientos cotidianos, saldados con heridos y muertos.
Hasta conquistar el control y la absoluta hegemonía de las
calles, barrios, pueblos y ciudades alemanas.
Se hicieron temibles y extremadamente poderosas, has-
ta convertirse en un Estado dentro del Estado. Las SS, en
cambio, en manos de Himmler, el carnicero del Holocaus-
to, tuvieron más funciones de policía política y represora,
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La reacción de Hitler no se dejó esperar. “La revolución
no es un estado permanente, ni debe permitirse que se con-
vierta en eso” –afirmó en una reunión en la Cancillería del
Reich con todos sus gobernadores, celebrada el 6 de julio
de 1933. “El torrente de revolución que ha sido liberado
debe encauzarse por el seguro canal de la evolución.” Era,
a la manera del nacionalsocialismo, la misma reacción de
Lenin contra el ultra izquierdismo– aquella enfermedad
infantil del comunismo, como lo titulara en su obra dedi-
cada al enojoso asunto – que amenazaba con desbordar la
revolución de Octubre y llevara a Stalin a protagonizar las
sangrientas purgas que dieran con la eliminación de todos
los viejos líderes bolcheviques de la primera hora a todo lo
largo de los años 30, culminando con el feroz asesinato de
León Trotsky en 1940, en Coyoacán, México. Por cierto:
el principal autor intelectual del concepto de “revolución
permanente”. Una situación vivida por todos los procesos
revolucionarios, desde la revolución francesa, pasando por
la soviética, la china y, como no podía ser menos, la cas-
trista. Nada nuevo bajo el sol. Cuando se trata de asegurar
lo logrado, particularmente en período de graves zozobras,
el peor enemigo puede encontrarse en las propias filas. Es
cuando llega el momento saturniano: devorarse a los mejo-
res hijos.
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3.
Esta es la narración de Anthony Read del 30 de junio
de 1934, “el día más negro de mi vida” como lo calificara
el propio Hitler. Luego de convocar a una reunión de ur-
gencia a todo el liderazgo de las SA en Múnich para echarle
el guante sin mayores problemas, el primero en la lista fue
Röhm: “Estaba profundamente dormido cuando Hitler,
pistola en mano, abrió la puerta de su habitación a las seis
y media de la mañana y procedió a detenerlo. Tras dejar a
dos detectives vigilándolo, Hitler procedió a aporrear las
puertas de los demás líderes de la SA que ya habían llegado
al hotel y repitió el procedimiento. Sólo uno de ellos hizo
escándalo: Edmund Heines, jefe de la SA de Silesia, en
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1.
Hoy se cumplen 47 años del día en que Ernesto Gueva-
ra Lynch, que entrara a la leyenda y a los libros de historia
con el remoquete de “el Che” con que lo distinguieran Fi-
del y los rebeldes cubanos del Granma a los que se sumara
en Ciudad de México, cayera ametrallado por una ráfaga
disparada por un sargento de las fuerzas anti insurgencia
o boinas verdes del ejército boliviano. Un suceso que con-
movió al mundo, convirtiéndose en leyenda digna de las
sagas del Rey Arturo y el anillo de los Nibelungos. El Robin
Hood del enfrentamiento desigual entre el Tercer Mundo
y los omnipoderes de la globalización caía en su ley y sus
despojos daban la vuelta al planeta en brazos de los imperios
mediáticos del Siglo XX inmortalizado en una imagen con
inocultables semejanzas al Cristo yaciente de Andrea Man-
tegna. El misterio de la mortaja de Cristo resucitaba en un
modelo humana e ideológicamente comparable: crucifica-
do por la CIA y las fuerzas del Imperio Romano de la nueva
era, reposando sobre una artesa de una lavandería de un
poblado, La Higuera, en Vallegrande, en lo más profundo
de la inhóspita y deshabitada selva boliviana.
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Se entiende. Para Fidel, astuto, ambicioso, sediento de
gloria, sanguinario, pragmático y artero –mitad Stalin, mi-
tad Simón Bolívar–, Bolivia era un perro muerto. El perfec-
to escenario para entretener al Che Guevara, –idealista, por-
fiado, romántico, extremista, fanático y ya definitivamente
poseído por el caníbal apetito de la pólvora, el homicidio y
la muerte–, y mantenerlo ocupado en sus juegos de guerra.
El principal y verdadero objetivo, la joya de la corona que
aspiraba a calzarse apoderándose de todo un continente,
pues le daría los medios para corromper gobiernos, comprar
partidos y alebrestar a la pobresía, era Venezuela. Bolivia
era un apeadero. Venezuela, las minas del Rey Salomón. El
Dorado, el reino del oro negro, un archipiélago nadando en
un océano de petróleo. La palanca energética que movía al
universo.
Su fijación con Venezuela era de vieja data y los hechos
lo reafirmaban en la corrección de sus afanes estratégicos. El
pueblo venezolano acababa de dar pruebas de su inmen-
so poderío revolucionario, había tumbado una dictadura
diez veces más sólida y poderosa que la corrompida tira-
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3.
La traición de la mejor dirigencia de la juventud de
AD a Rómulo Betancourt y su partido, optando por formar
tienda aparte –el MIR–, negándose a seguir la vía demo-
crática y apuntándose a la lucha armada tras el espejismo
de la revolución cubana, por una parte, y la decisión del
Partido Comunista y sus escisiones por seguir el mismo ca-
mino, lanzándose a la aventura de la guerra de guerrillas y
la lucha armada, por la otra, abrieron una grave fisura en el
proceso de democratización empeñada por la dirigencia de
los partidos democráticos permitiendo la profunda ruptura
creada por la guerra de guerrillas durante los años sesenta
y la intromisión directa, coronada con la invasión, de Fidel
Castro, la Secretaría América y sus mercenarios cubanos en
territorio nacional.
Los desembarcos en junio del 66 y abril del 67 de co-
mandos cubano venezolanos por Falcón y Miranda –mien-
tras el Che se adentraba en solitario y sin ningún respaldo
político o militar por las deshabitadas sierras bolivianas– su-
pusieron la verdadera estrategia de Fidel Castro para expan-
dir la revolución continental. Fueron precedidos por largos
procesos de entrenamiento iniciados en 1962 y 1963 en
centros de adiestramiento guerrillero en territorio cubano,
personalmente dirigidos y supervisados por el propio Fi-
del Castro. Tanta fue la importancia geoestratégica que le
concedió Castro a la primera de dichas expediciones, en las
que participara un solo venezolano, Luben Petkoff, herma-
no de Teodoro, que además de montar su jefatura en un
vehículo especialmente capacitado para dirigir desde allí
sus funciones de Jefe de Estado, dedicando meses de su co-
mandancia a dirigir diaria y personalmente los preparativos
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Los más cruentos e impactantes asesinatos políticos
comparten similares principios y obedecen a causas seme-
jantes. Sus víctimas suelen haberse adentrado en un territo-
rio vedado, monopolizado por el máximo líder, y suceden
cuando las alarmas indican que se han acercado demasiado
al corazón del Poder. Y no en cualquier momento, sino pre-
cisamente cuando el victimario –siempre un gánster políti-
co, llámese Stalin, Hitler, Fidel Castro, Pinochet o como
quiera se llame el administrador de la dictadura en cues-
tión– se siente más débil y acechado. Sea porque abandona
un terreno conocido y debe aventurarse en terra incogni-
ta abriéndose a un nuevo ciclo estratégico, sea porque la
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El 1 de diciembre de 1934, a seis meses de vivirse en
Alemania la siniestra Noche de los Cuchillos Largos, que
apartara del camino de Adolf Hitler mediante un brutal
asesinato colectivo a los sectores revolucionarios más radi-
cales del nacionalsocialismo, el Estado Mayor de las SA, era
asesinado en el Palacio Smolny, conocido mundialmente
como “Palacio de Invierno”, teatro en que se librara el pri-
mer acto de la revolución rusa en 1905, puerta de entrada
a la revolución del Octubre y sede del Soviet de Petrogrado
bajo la presidencia de Trotsky y luego asiento del congre-
so de Leningrado, el líder máximo de los comunistas de
Leningrado, Sérguei Kirov. Kirov era, sin lugar a dudas, el
segundo hombre más importante del Partido Comunista de
la Unión Soviética (PCUS), disfrutaba de una avasallante
popularidad y acababa de ser electo como miembro titu-
lar del Comité Central del PCUS con tan solo 3 votos en
contra. Un resultado humillante para el secretario general
del partido y líder máximo de la Unión Soviética, dueño y
señor de todas las Rusias y tan poderoso como lo fuera el
Zar Pedro el Grande, el georgiano Iosef Stalin, que también
había sido electo, pero con 300 votos en contra.
Era una diferencia capital, pues el fervoroso respaldo a
Kirov suponía el reconocimiento a su talante conciliador,
sabido de todos que se oponía a la persecución desatada por
Stalin contra la vieja guardia bolchevique y propugnaba una
vía más democrática y cercana a la de Lenin en el desarrollo
de la revolución, que pasaba por uno de sus más críticos
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Las pruebas acusatorias contra Stalin como inductor y
responsable intelectual del asesinato de Kirov fueron aplas-
tantes: la mañana del 1 de diciembre de 1934 había desapa-
recido la guardia de seguridad del palacio Smolny, centro
del poder bolchevique en Leningrado, lo que le permitió al
asesino, Leonidas Nikolayev, un modesto obrero comunis-
ta, hambriento y desempleado provisto de documentos de
identidad como militante bolchevique, pasearse a sus an-
chas por el desierto edificio, ocultarse en un baño, ver pasar
a Kirov hasta su despacho, seguirlo y dispararle en la nuca
con un revolver provisto por el partido, sin encontrar el
menor obstáculo. El chofer y guardaespaldas de Kirov, un
hombre débil y enfermo incapaz de cumplir su tarea de es-
paldero, fue convocado de urgencia por Stalin, que se tras-
ladara desde Moscú para dirigir personalmente las investi-
gaciones –para someterlo a un interrogatorio, encontrando
la muerte en un extraño accidente mientras conducía su
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Un cuarto de siglo después de estos cruentos sucesos,
muerto Stalin y abiertos algunos resquicios de libertad en la
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Al borde de la catástrofe
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La agencia de noticias Reuters nos trae una noticia
de cuya insólita naturaleza sólo nosotros, los venezolanos,
podemos tomar plena conciencia: el gobierno de Nicolás
Maduro se ha visto obligado a importar dos millones de
barriles de petróleo desde Argelia para cumplir sus propias
obligaciones de exportación. Imposible dar con mejor y
más irrebatible demostración del estado cataléptico en que
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Respecto de su contraparte, tampoco el panorama es
muy halagüeño. La oposición se encuentra gravemente
fracturada y a pesar de haberse convertido, siempre según
las encuestas señaladas, en el bloque mayoritario de opi-
nión, nada indica que se haya transformado en una fuerza
equivalente. Las monumentales inversiones en compra de
medios le permiten al régimen sofrenar el poder de descon-
tento potencialmente existente, que dejado a su libre cauce
y reproducidas sus voces por los medios provocarían una
avalancha de rechazo, protesta y rebelión imposibles de so-
frenar. En el silencio de los medios, las amenazas de perse-
cución y la represión abierta del liderazgo se encuentran las
razones de la aparente apatía del comportamiento público.
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Puestos ante esta situación de indefiniciones, ni el go-
bierno ni la oposición se encuentran en capacidad de impo-
ner en el corto plazo sus pretensiones totales. La muerte de
Chávez ha constituido un golpe mortal a las pretensiones de
implantar un régimen totalitario de signo castrocomunista
en Venezuela, privando a su régimen estrictamente perso-
nalista y caudillesco de toda base de legitimidad. La falta de
un liderazgo a la altura de las circunstancias, capaz de res-
ponder a los anhelos y necesidades del conjunto de la pobla-
ción –gravemente quebrantada, desorientada y dividida en
dos pedazos aparentemente irreconciliables– le impiden a la
oposición, por su parte, imponer el desalojo del régimen y
comenzar el tránsito hacia la reconstrucción nacional.
Queda en el aire la incógnita acerca de algún otro fac-
tor que en estas circunstancias de anomia, pueda favorecer
salidas de corte bonapartistas, como las entiende la ciencia
política: “se llama bonapartismo al régimen autoritario que
surge en circunstancias de desorden social y de pugna de
poderes (…) para imponer el orden y promover después la
“legitimación” de todo lo actuado a través de alguna forma
de participación popular, como hizo Luis Napoleón con su
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El fascismo tropical
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Un asesinato rodeado de las circunstancias y caracterís-
ticas del cometido contra el polémico joven diputado y alto
dirigente del PSUV Robert Serra no es tema baladí como
para lanzarse espontáneamente al ruedo a emitir opiniones
y establecer juicios apriorísticos. Hecho y circunstancias
son demasiado graves como para no proceder con la máxi-
ma cautela y la mayor ponderación. Y debe ser valorado en
la situación en que acontece: en medio de una grave crisis
política, económica, ética y moral, agudizada por conflic-
tos sociales potencialmente explosivos, mientras los campos
enfrentados atraviesan por desacuerdos internos de hondo
calado y ni el oficialismo ni la oposición –marchando tras
objetivos antinómicos– dejan de mostrar profundas fisuras.
Como las puestas de manifiesto con el asesinato de cinco
miembros de uno de los colectivos revolucionarios en el
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Un reportaje recientemente aparecido en un portal de
internet da cuenta del crecimiento exponencial del sincre-
tismo religioso, impulsado desde la ideología dominante y
la subordinación de sus élites al infra mundo de la cultura
afrocubana, propiciando la regresión a nuestros supuestos
orígenes raciales como respuesta sociopática a los graves
conflictos que enfrentamos actualmente, formas tales como
la santería y la adoración de ídolos de la delincuencia popu-
larizada entre los sectores más menesterosos de la sociedad
venezolana. Así como la disolución de las fronteras entre lo
tabuizado y lo permitido en el comportamiento individual
y colectivo. Sobre el primero, recomiendo del gran antro-
pólogo cubano Fernando Ortiz LOS NEGROS BRUJOS
(apuntes para un estudio de etnología criminal). Respecto del
segundo, y en el colmo del quid pro quo, las madres van
a improvisados panteones del Cementerio General del Sur
a adorar figuras de siniestros asesinos para proteger a sus
desamparados hijos de ser asesinados: el síndrome de Cara-
cas. Regreso al oscuro corazón de nuestras lejanas tinieblas
ancestrales.
Mito y religión al servicio del fascismo: el hitleriano
apeló al panteón nórdico, el Walhalla y los dioses panger-
mánicos, los Nibelungos y sus sagas. ¿Qué es el wallhalla?
“En la mitología nórdica, Valhalla (del nórdico antiguo Val-
höll, «salón de los muertos») es un enorme y majestuoso
salón ubicado en la ciudad de Asgard gobernada por Odín.
Elegidos por Odín, la mitad de los muertos en combate
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Imposible dar con la científica y exacta caracterización
del régimen si nuestros intelectuales se muestran incapaces
de pensar nuestra sociedad y las élites políticas a las que
sirven y de las que son, dicho gramscianamente, “sus inte-
lectuales orgánicos”, se niegan a enfrentarlo. Ambas élites
han acordado de consuno, y sin mayores discusiones, que el
período que vivimos no es más que un pasajero trago amar-
go y el gobierno no más que un mal gobierno. Adentrarse
en el análisis de la sociedad venezolana en su cruda realidad
y concluir en la naturaleza dictatorial, neofascista y subor-
dinada del sistema de dominación que nos abruma pondría
demasiados y muy complejos problemas al desnudo: verse
en el espejo roto de las propias miserias, reconocer la im-
potencia a la que hemos descendido al renunciar al control
político de nuestra sociedad y delegárselo al ignaro, incul-
to y brutal estamento militar –por nuestra propia culpa,
con nuestro consentimiento y la obscena alcahuetería de las
decadentes élites civiles: institucionales, mediáticas y em-
presariales del puntofijismo– y calibrar en su justo término
conceptual la colosal montaña de detritus que hemos ido
acumulando en las últimas décadas de nuestro tormentoso
desarrollo. Y lo que aterroriza: ver la dimensión del desafío
que enfrentamos y la infinita modestia de los medios y ca-
pacidades humanas con que contamos como para reiniciar
la andadura moral de la Nación. Una bagatela: una nueva
revolución independentista.
¿No es lógico y natural que los administradores de la
satrapía, como en una sátira política de Alicia en el país de
las maravillas, griten desde ese más allá de sus espejos rotos
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Creo que fue a un “justiciero” al que se le ocurrió la ge-
nialidad de culpar a los abstencionistas del 2005 –es decir:
a un 83% de la ciudadanía venezolana– por la existencia de
Tibisay Lucena, sus cuatro compinches y el antro de putre-
facción electoral en que el chavismo – siguiendo una estra-
tegia neo fascista y dictatorial nada azarosa y circunstancial,
sino fríamente planificada desde los calderos del Foro de
Sao Paulo baja la batuta de Fidel Castro y Lula da Silva
había convertido un ente independiente y autónomo como
el Consejo Nacional Electoral en el Ministerio Popular para
las Elecciones Nacionales, CNE. Un centro clave para per-
mitir el cumplimiento de la estrategia neofascista puesta en
práctica desde el 6 de diciembre de 1998: asaltar todas las
instituciones del Estado de Derecho, someterlas al arbitrio
del poder ejecutivo y montar un régimen autocrático y dic-
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De nada ha servido que haya sido el propio Henrique
Capriles el que acusara al CNE, a Tibisay Lucena y a los
cuatro otros rectores de haberle robado la victoria electoral
del 14 de abril. Vicente Díaz arrastrando su culpa como un
penitente. Ni de que 3 de esos rectores, Tibisay Lucena a
la cabeza de ellos, hayan cumplido sus períodos y deban ser
removidos de sus cargos. El vil argumento de culpar “a los
abstencionistas” por el estado de cosas al que hemos llegado
y usarlos de coartada para no enfrentar el grave problema
que significa no intervenir sobre un ente decidida y declara-
damente sesgado a favor del régimen, ni hacer valer la fuer-
za de siete millones y medios de ciudadanos venezolanos
para ser representados digna y decorosamente por rectores
de comprobada valía, sigue siendo manipulado a destajo
por un sector de la oposición en una prueba de miseria
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La única moraleja que saco de todo este asunto es que
enfrascarnos en culpabilizar a destajo para evadir el enfren-
tamiento inevitable con un régimen que ha llegado hasta
donde llegó más por culpa de nuestra complicidad, inopia y
catatonia políticas que por genialidad propia de los Chávez,
los Diosdado y los Maduro no conduce a ninguna parte.
Sino a la frustración, a la confusión y al enredo. Y lo que es
infinitamente peor: a la parálisis.
Para traer a colación una sola experiencia semejante,
así guardemos las debidas distancias, recuerdo las palabras
del alemán Sebastian Haffner, el gran analista de Hitler y
el nazismo, quien afirma –sin que hasta ahora ninguno de
los grandes expertos en la materia lo haya desmentido– que
culpable por la entronización de ese sórdido y espantoso
período de la historia humana no fueron tanto los nazis, el
NSDAP y Hitler mismo, sino la insólita cobardía y pusila-
nimidad de la derecha liberal y el centro cristiano, la social-
democracia y los comunistas alemanes. Que eran absoluta-
mente mayoritarios en enero de 1933, cuando Hindenburg
le entregó el reino al cabo austríaco.
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No se sabe, y tal vez jamás se sepa, cuántos millones
de dólares del Estado venezolano puso el teniente coronel
Hugo Chávez en manos de Lula da Silva y Marco Aurelio
García, su mano derecha y hombre encargado de la Co-
nexión Sao Paulo Caracas, para ganar la presidencia del
Brasil en 2003. Obviamente, nuestro embajador en Brasi-
lia, Vladimir Villegas, jamás desvelará sus secretos. Cumplía
Chávez con obediencia perruna un compromiso sellado
con Fidel Castro, su padre putativo: montar al ex sindicalis-
ta metalúrgico de proveniencia trotskista en la presidencia
de la primera potencia suramericana y desde allí extender la
mancha del castrochavismo por toda la región.
A juzgar por los miles de millones de dólares anuales
y los más de cien mil barriles de petróleo diarios regalados
a Cuba desde entonces, la mano con que se auxilió al PT
para entrar al poder por la puerta grande ha de haber sido
extremadamente generosa. Tanto, como para que Chávez
se apareciera intempestivamente cuando le venía en ganas
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Después del machetazo que el teniente coronel vene-
zolano le encajara en diciembre de 1998 a la inerme y des-
orientada Cuarta República, transcurrieron exactamente
cuatro años para que Lula se hiciera con el gobierno del
Brasil y cinco meses más para que Néstor Kirchner lo lo-
grara en Argentina. Conquistadas las joyas de la corona –
Venezuela, Brasil y Argentina– lo demás fue coser y cantar.
Si bien en los casos de Evo Morales en Bolivia debieron
transcurrir otros tres años, cuatro para el de Rafael Correa
en Ecuador y sendas turbulencias cuarteleras, golpes de Es-
tado, derrocamientos varios –en Argentina se hicieron y
deshicieron gobiernos en horas– y otros accidentes debidos
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Este 9 de noviembre se conmemoran veinticinco años
de la caída del Muro de Berlín, antecedente directo de la
implosión de la Unión Soviética y la desaparición del blo-
que de “tras la cortina de hierro”. Ambos sucesos –la caída
del Muro con sus consecuencias histórico universales y la
expansión del castrochavismo en América Latina, así parez-
can absolutamente desvinculados, lo están en grado super-
lativo.
La desaparición de la Unión Soviética en 1991 y del
subsidio que la mantenía con vida desde los comienzos mis-
mos de la revolución produjo efectos devastadores en Cuba,
dando inicio al llamado “período especial”. Por primera vez
en sus treinta y dos años de historia, la Cuba revolucionaria
se veía compelida a vivir por sus propios medios, para lo
cual jamás estuvo, está ni estará capacitada, mientras gobier-
nen los Castro. O vive de la caridad ajena o desfallece. Una
brutal reducción del PIB del orden del 36% sólo en los dos
primeros años del período, carencias de petróleo y alimen-
tos esenciales, proliferación de enfermedades debidas a la
mal nutrición, entre ellas una insólita y medieval epidemia
de ceguera, y un desaforado esfuerzo por acometer reformas
que permitieran la simple sobrevivencia. Paliadas en par-
te gracias a la apertura a las inversiones turísticas europeas,
particularmente españolas, reforzadas mediante la puesta en
práctica de una ancestral industria cubana de tiempos de la
gran flota española: la prostitución turística como fuente de
divisas. Que en algo había que ocupar a las esclavas.
Es cuando Fidel Castro se vuelve una vez más a Amé-
rica Latina y funda, en 1992, conjuntamente con Lula da
Silva, el llamado Foro de Sao Paulo, una suerte de Inter-
nacional Latinoamericana Marxista que reúne a todos los
partidos de izquierda y extrema izquierda, movimientos
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Las graves penurias del período especial, la tozudez y
la infinita paciencia de Castro se conjugaron para una gran
victoria estratégica. Como le ha sucedido durante toda su
vida, la suerte le acompañó en el intento. Encontrando pri-
mero la comprensión y el auxilio de 3 reconocidos líde-
res democráticos –Felipe González, Carlos Andrés Pérez y
César Gaviria–, erradamente convencidos de que era posi-
ble reintegrar a Castro y su régimen totalitario al seno de
las democracias latinoamericanas y la OEA, y dándose de
frente, luego, con un comandante golpista en el que vio de
inmediato al prospecto capaz de apoderarse de Venezuela y
endosarle el petróleo venezolano, arma que de caer en sus
manos – como se lo afirmara personalmente a Regis Debray
y su esposa venezolana Elisabeth Burgos durante la segunda
mitad de los sesenta en La Habana “sería capaz de hacerse
con el dominio del mundo”.
Esa relación, establecida con Hugo Chávez a poco ser
liberado de la cárcel por el presidente Rafael Caldera, en el
curso del año 1995, haría realidad el modelo de que se ser-
viría el Foro de Sao Paulo para conquistar a unos y a otros:
promover graves crisis de los sistemas de dominación, de-
rrocar gobiernos constituidos, conquistar los gobiernos me-
diante procesos electorales –fraudulentos, amañados o in-
tervenidos desde el ejecutivo– y poner en práctica el virtual
saqueo de la institucionalidad democrática, allí en donde,
como en Venezuela, fuera posible. Populismo, estatismo y
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Lejos de garantizar la Paz Perpetua perseguida por
Kant o de haberle puesto fin a la historia, como pretendie-
ra Fukuyama, la caída del Muro, la implosión del bloque
soviético y la desaparición de la bipolaridad característica
del período de Guerra Fría abierto tras del fin de la Segun-
da Guerra Mundial más se asemeja al último suspiro de
Nietzsche que a la pastoral utopía hegeliano marxista del
Manifiesto Comunista.
En rigor, la derrota infringida a los soviéticos por el
gobierno Reagan con su Guerra de las Galaxias mientras
crecían las demandas por mejoras sociales y económicas de
sus ciudadanos y la crisis alcanzaba contornos exponencia-
les, desarticuló la gendarmería mundial de la que ambas su-
perpotencias se ocuparan entre 1945 y 1990. Tanto a nivel
europeo –la OTAN y el Pacto de Varsovia– como a nivel
mundial. China ha reducido su intervención al plano eco-
nómico, convirtiéndose en la primera potencia emergente
mundial, los Estados Unidos han reducido drásticamente
su capacidad de intervención policial en los conflictos in-
ternacionales, Europa está prácticamente marginada de la
resolución de los grandes conflictos, mientras desaparecen
los marcos y diques de contención de los conflictos sociales,
raciales y religiosos que atenazan a Occidente.
La amenaza de inestabilidad creciente representada
por el Estado Islámico tanto para el propio mundo árabe
como para el resto del mundo, así como el freno que su-
fre el crecimiento económico global, plantean interrogan-
tes de compleja y muy difícil respuesta. Desde luego, esta
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España en la encrucijada
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Gasset decía que las ideas se las tenía –o no se las tenía, caso
el más corriente en un mundo aplastado por la ignoran-
cia, la superstición, el miedo– pero que en las creencias se
estaba. Al margen de nuestra voluntad, buen saber y cono-
cimiento. Haber llegado al punto en que un grupo de cien-
tíficos europeos puede programar una hazaña de tal calado,
hibernando al objeto por años, despertándolo cuando le fue
requerido y ordenándole cumplir las tareas programadas
teniendo el conocimiento y la experticia suficientes como
para hacerla realidad, trasciendo los límites de la imagina-
ción y de lo que ya es idea o creencia. Así aterre reconocerlo,
parecemos estar al borde de descifrar el misterio más inson-
dable de nuestra existencia: el de nuestros primeros orígenes
materiales. Y no sólo el de nuestros orígenes, sino el de lo
que nos preexistiera. Ya se habla sin que nadie se asombre,
de universos paralelos. La imaginación comienza a quedarse
corta.
No me asombra la dimensión maravillosa de la hazaña:
me asombra que lo haya hecho una humanidad hundida en
sus miserias, aprisionada en sus más bárbaros prejuicios, ig-
norante de las más elementales verdades, practicante de los
ultrajes más elementales. Me asombra que mientras Philae
avanzaba en las penumbras del cosmos, la ambición devo-
raba a la barbarie, la guerra desangraba a la humanidad, el
crimen se enseñoreaba de algunas de nuestras sociedades.
¿Cómo conjugar el reino de lo real maravilloso que nos ro-
dea desde las alturas del conocimiento con la barbarie que
nos asedia, nos reprime, nos aplasta y nos retrotrae a los orí-
genes de la especie desde los albañales del Poder desde hace
ya largos y pesadillescos catorce años? ¿Cómo hacer convivir
la más actualizada sabiduría científica que nos posibilita la
vida que hoy llevamos con la animal brutalidad de la barba-
rie política, la crueldad, el asesinato, el estupro, la arrolla-
dora imbecilidad campante en un país llamado Venezuela?
Aquel gendarme que le dispara un escopetazo en el rostro a
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Iglesias, el demagogo
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Recién terminado el bachillerato y antes de entrar a la
universidad, hice mi primera educación sentimental yéndo-
me a probar suerte en solitario a Buenos Aires. Toda una
aventura que suponía atravesar la cordillera, recorrer en fe-
rrocarril la inmensidad de las pampas y asomarme al ano-
checer abrumado ante el espectáculo de una gran ciudad,
iluminada y populosa como sólo las había visto en el cine.
Entonces rebosante de prosperidad, absolutamente al día,
vital, pujante y nerviosa, digna de figurar al lado de Londres
y Paris entre las grandes urbes del planeta.
Viví en la próspera pobreza de los alrededores, en el
barrio Liniers, al borde del Gran Buenos Aires, trabajando
primero de vendedor en un mercadito de abastos junto a
unos amigos chilenos comerciantes en quesos, que me alo-
jaban, y luego de obrero de la construcción, de ayudante de
maestro yesero. Alfeñique y sin ninguna preparación física
como para cargar sacos de sesenta kilos, pronto y en con-
miseración de mis paisanos me reduje a tareas de asisten-
cia doméstica: ir a comprar a la carnicería el asado de tiras
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Corría el año 57 y las revoluciones latinoamericanas
todavía olían a cuartelazos palaciegos, a sargentadas, a rui-
dos de sables y levantamientos administrativos. Esceno-
grafías de Valle Inclán o de Miguel Ángel Asturias. Pocos
se imaginaban que una década antes, ese mismo coronel,
gardelianamente peinado a la gomina y de zapatos de dos
tonos, hondamente influenciado por Hitler, por Mussolini
y el fascismo italiano, así hubieran sido derrotados en toda
la línea, había intentado expandir su proyecto caudillesco y
militarista por los mares del Caribe financiando a un joven
estudiante cubano llamado Fidel Castro, que pudo viajar
a Caracas y a Bogotá con el dinero que le facilitara su em-
bajador en La Habana y que si bien aseguraba no ser más
que un luchador antiimperialista sin el menor influjo del
marxismo leninismo, terminaría por estremecer el mundo
con una revolución socialista a pocas millas de La Florida.
Pasé varias décadas con las ganas de conocer la esencia,
la sustancia del caudillismo peronista –no en la fría carto-
grafía de los tratados sino en la práctica histórica real– su-
mido en la incógnita de las últimas razones del odio de Bor-
ges por la figura de Perón, tan venerado por los argentinos,
tan folklórico y pintoresco, con su inmensa colección de
zapatos de dos tonos, sus pullover de rombos, sus cientos
de trajes de casimir inglés, sus miles de camisas de seda, sus
motonetas y sus Mercedes Benz, sus amoríos con colegialas
adolescentes y su personal y estrafalaria soporte de masas,
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Göring, otro militar caudillesco, expresaría con su sor-
na y su crueldad característica el odio redomado de los cau-
dillos militares a la inteligencia: “vez que escucho la palabra
cultura echo mano de mi pistola”. Los esbirros de Perón a
cargo “del sector cultura” que husmeaban entre escritores,
compositores e intelectuales argentinos no cargaban una
Browning, como el personaje de la infamante obra Schlage-
ter de Hanns Johst que parió la sentencia, pero ya estaban
contaminados del burocratismo mussoliniano, de modo
que en lugar de echar mano a la pistola degradaban con la
humillación y el desprecio. A Borges lo retiraron de la di-
rección de la biblioteca pública a su cargo y lo nombraron
inspector de mercados de abasto. Pollos, chinchulines y co-
liflores en lugar de tratados y enciclopedias. Castro, carente
de mercados, los encarceló. Y en el colmo de la humillación
los obligó, como al poeta Padilla, a infamantes confesiones
públicas, con lo que se enajenó el respaldo de los grandes
de la literatura y la cultura, hasta entonces deslumbradas
comparsas de la trepidante tiranía caribeña.
Todo ese desborde de barbarie, de ignorancia y vulgari-
dad se ha expresado de manera arquetípica en la Venezuela
chavista. Afectada en su esencia por el asalto a la razón. Es el
despliegue de la idiotez congénita al caudillismo, al populis-
mo, al fascismo, al estalinismo, al peronismo, al castrismo.
La perversión del lenguaje, la universalización de la mentira,
el trastrueque de los valores, sin otro objetivo que satisfacer
la voracidad de las masas y entretenerlas con la política con-
vertida en espectáculo. Pues, en rigor, el populismo sigue
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Almorzábamos con un matrimonio amigo en El Cam-
panero, de Caracas, un entrañable restorán de carnes des-
graciadamente desaparecido en el turbión castrochavista,
cuando de pronto surgió el tema de las guerrillas venezo-
lanas, en el que por entonces yo trabajaba redactando las
memorias de uno de los comandantes de la invasión cuba-
no venezolana por Machurucuto, Héctor, “el macho” Pérez
Marcano. Me preguntó mi amigo si sabía el nombre del
oficial de los boinas verdes bolivianos que había apresado
al Che Guevara el 8 de octubre de 1967 en la quebrada del
Yuro, en Valle Grande. “Gary Prado” –le respondí al ins-
tante. “¿Lo conoces?”– me preguntó, sorprendido. Desde
luego que no lo conocía ni seguramente jamás lo haría, le
respondí. Se sacó del bolsillo el celular, marcó un número,
esperó unos instantes y le oí decir: “Hola, tío, qué gusto de
hablarte. Quiero que saludes a un amigo”. Me pasó el telé-
fono y ante mi extrañeza me dijo: “Es Gary Prado”.
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Trabajaba por entonces junto a Bernward Vesper, lector
jefe de Wagenbach Verlag, la editora de Klaus Wagenbach,
de Berlín, en diversos proyectos editoriales. Todos, natural-
mente de izquierda. Y decidimos viajar en mi bañera pop art
en representación de la editorial a participar de la Frankfur-
ter Buchmesse con Bernward, su esposa Gudrun Ensslin y
Félix, el recién nacido hijo de ambos. De ida a Frankfurt
pasaríamos un par de días en la finca de la anciana madre
de Bernward, en Triangel, un pequeño poblado de la baja
Sajonia, en el norte de Alemania, que no nos desviaba de
la ruta. El padre, un afamado poeta y escritor nazi del que
su hijo sentía una profunda vergüenza, ya fallecido, seguía
presente. Así fuera en el profundo rencor que animaba a su
heredero.
Nos sentíamos abrumados. Nadie representó de ma-
nera más cabal y perfecta los anhelos revolucionarios de
nuestra generación que el Che Guevara. Y no sólo de nues-
tra generación. Muchos años después, viviendo en Caracas
con mi esposa Soledad Bravo, recibimos en nuestra casa de
Oripoto, en las alturas de El Hatillo, la visita de su entra-
ñable amiga Sofía Imber, fundadora y espíritu rector del
Muso de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imbeert
–el MACCSI– acompañada por dos grandes artistas: el ho-
landés avecindado en Caracas Cornelis Zitman y el gran
escultor norteamericano George Segal, del que Sofía esta-
ba presentando una espléndida exposición en su Museo de
Arte Contemporáneo. Caracas era, por entonces, una gran
ciudad democrática y mundana, absolutamente al día, sin
duda la más ilustrada del Caribe y podía permitirse esos
lujos a pesar de que el petróleo se cotizaba a $9 el barril.
Luego de los postres y para nuestra inmensa sorpresa, Se-
gal, de quien pensábamos no tenía la más mínima idea de
quién era Soledad, tomándola de la mano le rogó le cantara
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Para terminar de cerrar el ciclo, leo El hombre que
mató al Che,21 una entrevista hecha por un periodista de
El Mundo, de España, a Mario Terán, el sargento que le
disparó dos ráfagas de fusil ametralladora a un postrado y
seguramente conmovido Ernesto Guevara Lynch, enfren-
tado en una cruenta pero buscada jugada del destino a la
misma suerte de aquellos a quienes les disparó un tiro en la
sien sin sentir el menor remordimiento.
El mito travestía una infamia. El semidiós tenía los pies
de barro. ¿Cuántos heroicos capítulos de la historia univer-
sal se han salvado de develarnos su ominosa verdad gracias
al poder inconmensurable del olvido? Como también el ol-
vido se ha llevado el desgraciado final de mis dos entraña-
bles amigos berlineses, con los que hiciéramos el viaje acon-
gojados por el duelo de nuestro ángel exterminador nacido
en Rosario, Argentina, vagabundo motorizado y aventurero
como de película de Tarantino. Gudrun Ensslin, una estu-
diante de germanística que conociera en las manifestaciones
que por entonces se sucedían a diario en el Berlín de la re-
vuelta estudiantil, una rubia alta, delgada, de intensos ojos
azules y largo cabello pajizo, con una cara de esfinge nórdica
que acentuaba sus marcados y huesudos rasgos con pesadas
capas de maquillaje, se enamoró por esos días perdidamente
de otro vagabundo desesperado, escapado de un orfelinato
y atraído al Berlín revolucionario por el olor de la pólvora y
los enfrentamientos cotidianos con la policía, abandonando
a Bernward y a Félix para irse a hacer la revolución de ver-
dad, la de bombas incendiarias, asaltos a bancos, secuestros
de aviones y asesinatos de empresarios.
21. http://www.elmundo.es/cronica/2014/11/23/54704b50268e3eaf7e8b456c.html
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“Es una verdad incontrovertible que el triunfo de la re-
volución castrista ha sido, y es todavía, el más trágico acon-
tecimiento de la historia de Cuba.” No lo dijo cualquier
hijo de vecino. Lo dijo Carlos Franqui, el más importante
de los intelectuales que acompañaron a Fidel Castro desde
los tiempos de la Sierra Maestra, en donde montó y dirigió
Radio Rebelde, la primera voz de las guerrillas que se ha-
rían con el control de la sociedad cubana para instaurar la
más atroz y horrenda de las tiranías, aquella que dejó corto
el pavoroso pronóstico del cuñado de Fidel Castro, Rafael
Díaz-Balart, que conociendo al personaje que se casara con
su hermana Mirtha y con quien recorriera todos los Estados
Unidos se negó de plano a aprobar en el parlamento cuba-
no la ley de amnistía contra el cerebro ductor del asalto al
Cuartel Moncada con las siguientes palabras premonitorias:
“Fidel Castro y su grupo solamente quieren una cosa: el po-
der, pero el poder total, que les permita destruir definitiva-
mente todo vestigio de Constitución y de ley en Cuba, para
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“El estilo es el hombre” –afirmó Georges Louis Leclerc,
conde de Buffon, el enciclopedista francés. Y así suene des-
considerado con un pueblo que puede preciarse de no pocos
logros en el mundo de las letras y las artes, si bien su reco-
nocimiento universal corre a cargo de la guaracha, la rumba
y el danzón, lo cierto es que el lenguaje popular cubano ha
acuñado un término que debe ser seriamente considerado
por especialistas en antropología cultural como espejo de
conciencias. Y que se me perdone la desconsideración, pero
a fin de dar con el meollo de mi argumentación me veo en
la obligación de mencionarlo: “comer mierda”.
Ninguna definición puede explicar de manera más ca-
bal el ominoso sometimiento del pueblo cubano que no
quiso, no pudo o no tuvo los medios como para enfrentarse
a la tiranía salvo, precisamente, la que expresa esa capaci-
dad sobrenatural de los cubanos para tolerar lo intolerable,
hacerse cómplices de lo repudiable, compartir lo execrable
y llevar a cabo la sistemática demolición de lo mejor de su
propia historia, de su propia sociedad y de su propia cultu-
ra. Dando incluso su sangre en aventuras al servicio de la
megalomanía inconmensurable de su Tótem, montado en
las cumbres de la adoración sobre una montaña de cadáve-
res.
Ese es un capítulo digno de un análisis antropológico
cultural, como aquellos de los que era capaz el más grande
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El sátrapa venezolano impuesto por los Castro en el
lecho mortuorio de Hugo Chávez pasará a la historia por
haber protagonizado el capítulo más ominoso, patético y la-
mentable de nuestra historia contemporánea: sirviendo ser-
vilmente a la tiranía cubana y sintiéndose guapo y apoyado
por el averiado portaviones castrista creyó que el destino le
enviaba un salvavidas en el último minuto, estando a punto
de naufragio para que se aferrara al tablón del antiimperia-
lismo yanqui. Se habrá dicho: si Fidel aguantó medio siglo
aferrado a la boya del antiimperialismo, yo, que estoy ha-
ciendo aguas hasta por las orejas, seguiré sus pasos. Llamaré
a Raúl, le pediré algunos consejos de cómo darle en la mera
madre a los yanquis, me pondré en contacto inmediato con
mis colectivos, sacaré a mis huestes a la calle, pondré a bra-
mar a Caracas y de ese segundo aire viviré hasta diciembre
del 2019.
Cuando el intento por movilizar a sus masas de respal-
do capotaba estrepitosamente y un puñado de funcionarios
públicos iban a pasar lista a la Avenida Bolívar, para salir de
inmediato a vaciar los negocios circundantes donde se ru-
moreaba que había leche en polvo y harina pan, el personaje
político más desprestigiado del país hacía acto de presencia
en la desangelada tarima: José Vicente Rangel, símbolo del
antiimperialismo norteamericano. Abundan los libros en
donde se cuenta de su mal habida fortuna, sus carros de
lujo, sus mansiones y sus cuentas bancarias en Los Estados
Unidos.
Pero nada de toda esa farsa de mala muerte hacía pre-
sumir que, desde hacía meses, si no años, Obama y Raúl
Castro afinaban los últimos detalles para ponerle fin a la
estúpida comedia del odio recíproco alimentado por el sa-
tánico Fidel Castro para aguantarse en el macho hundiendo
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APÉNDICE
FOTOGRÁFICO
El poder que tiene el gobierno para meter a un hombre en la cárcel
sin formular ninguna acusación conocida por la ley,
y en especial para negarle el juicio de sus semejantes,
es aborrecible en gran medida, y constituye el fundamento de todos
los gobiernos totalitarios, ya sean nazis o comunistas.
Winston Churchill
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ÍNDICE
Prefacio ...................................................................... 9
Del editor ................................................................. 13
ENERO
Rómulo Betancourt y Fidel Castro ........................... 19
La Venezuela del horror .......................................... 26
La tormenta perfecta ............................................... 30
Días de dolor y pesadumbre .................................... 34
Un 23 de enero: tal día como hoy ............................. 37
Confesiones imprescindibles: Carlos Andrés Pérez y
Simón Alberto Consalvi ........................................ 41
FEBRERO
A 22 años de aquel nefando 4 de febrero de 1992 ..... 49
La tenacidad de la estupidez ..................................... 55
Los libros que somos ................................................ 59
Los apaciguadores .................................................... 63
Los días de la ira: Maduro y los paramilitares ........... 69
El Foro de Sao Paulo, la vieja y la nueva izquierda .... 74
El chantaje de la unidad ........................................... 81
MARZO
¡La economía, idiota! ............................................. 89
La interpretación cristológica y hermenéutica de
Nicolás Maduro .................................................... 92
Fernando Gerbasi .................................................. 96
Venezuela y la “objetividad” de los medios
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internacionales ...................................................... 99
La violencia ......................................................... 106
Maduro, el apparatschick ...................................... 111
El invitado ausente .............................................. 114
La revolución democrática del siglo XXI ............. 119
Los caminos de la libertad ................................... 126
La gran mascarada ............................................... 129
La recomendación de Rómulo a AD: enfrentar la
dictadura o callar para siempre ............................ 135
El discreto encanto de los Cancilleres de Unasur ..140
ABRIL
Golpe y Estado en Venezuela .............................. 149
El milagro ............................................................ 155
La venganza de Fidel ........................................... 161
El rey está desnudo .............................................. 167
Las cuatro verdades .............................................. 171
Las cuatro falacias ................................................ 177
Venezuela vive su más grave crisis de excepción ... 183
La MUD y el desafío de la historia ...................... 186
Los sibilinos ........................................................ 190
MAYO
El norte ............................................................... 197
El horror al K.O. ................................................. 200
Sofía cumple 90 .................................................. 205
La MUD en la encrucijada .................................. 209
Poleo en diciembre .............................................. 215
Marxismo, nazismo, comunismo y teoría crítica .. 220
Nazismo o comunismo, las dos caras de una mis-
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JUNIO
La renuncia ......................................................... 243
Dios y el Diablo en la tierra del sol: Jorge Ro-
dríguez y la razón de Estado ............................ 248
La traición de los demócratas ............................... 254
Esperando a Godot o el silencio de los culpables .. 258
La diplomacia cómplice ....................................... 263
Jorge Giordani y el fin del proceso ....................... 266
Dieterich, el charlatán de feria ............................. 272
Los que dicen que no pero siempre juraron que sí.. 275
Cuba, las FAN y la MUD, una mesa de tres patas.. 278
JULIO
La constituyente .................................................. 285
Los vacilantes ...................................................... 289
Medios en venta .......................... 293
Encuentros y desencuentros ante “el tiempo que
resta” ....................................................................296
La Acción Democrática que un día fue ............... 300
¿Quiénes compraron El Universal? ...................... 306
Platón y el síndrome de Siracusa ......................... 310
Licencia para matar ..............................................317
Política y criminalidad: bailando con cráneos .......321
El fascismo castrochavista y la teoría de las bandas
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delectivas ..............................................................327
Persona non grata ................................................ 334
El reino de la barbarie .......................................... 339
AGOSTO
Cambio al timón ................................................. 347
Monumentos y retrocesos .................................... 351
Consultores 21: crisis y perspectivas .................... 354
Una fecha para recordar ...................................... 360
Crisis de pueblo, crisis de nación ......................... 363
La revolución traicionada .................................... 367
El traumático, accidentado y difícil parto de la con-
certación democrática chilena .............................. 371
La larga noche de nuestra barbarie ....................... 375
Lumpensocialismo, Lumpendictadura ................. 378
SEPTIEMBRE
Dialéctica de la barbarie ...................................... 387
Santos, el tartufo ................................................. 393
Las bombas de la ira ............................................ 395
La muerte de Salvador Allende ............................ 398
El fascismo a la Kirchner ..................................... 404
El duelo .............................................................. 407
La encuesta Keller: el terremoto del liderazgo con-
tinúa ................................................................... 410
Antonio Ledezma ................................................ 414
La MUD en la encrucijada .................................. 418
¿Por qué? ............................................................. 425
Elogio de la violencia .......................................... 428
OCTUBRE
La noche de los cuchillos largos o cuando la revolu-
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NOVIEMBRE
La caída del muro, el Foro de Sao Paulo y América
Latina .................................................................. 493
España en la encrucijada ...................................... 500
Ich habe noch einen Koffer in Berlin ................... 504
Rossetta, Philae y el desprecio a la razón .............. 506
Iglesias, el demagogo ........................................... 509
El populismo, nuestra tara congénita ................... 514
El Che Guevara y el fin de la utopía: memorias del
muro ................................................................... 520
DICIEMBRE
Cuando Caracas fue la capital de la música lati-
noamericana ................................................... 529
Pablo Iglesias, el mentecato ................................. 535
María Coraje ....................................................... 539
¿Por quién doblan las campanas? ......................... 542
Cuba, la triste y desventurada historia de nuestra
tragedia ............................................................... 547
No llores por mí, Hugo Chávez .......................... 554
La farsa capitolina, un siglo en vano .................... 558
APÉNDICE FOTOGRÁFICO ................................. 563
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Esta edición de Corresponsal de Guerra Venezuela 2014® de
Antonio Sánchez García, fue realizada en la ciudad de Caracas.
Se imprimió en los talleres de Ediciones Nueve 12 C.A. en el mes
de enero del año dos mil dieciséis.
En su elaboración se utilizaron las fuentes tipografías Adobe
Garamond Pro® y Swis 721®.