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Construir el movimiento de la Renta Básica.

La experiencia de los
Campamentos Dignidad y de la Marea Básica

“Pensar desde abajo, desde la explotación, desde el yo-histórico”. Quien recomendaba


acercarse de ese modo al análisis del mundo era Juan Carlos Rodríguez, catedrático
de la Universidad de Granada, escritor y uno de los grandes teóricos de la literatura
española, fallecido recientemente.
El recuerdo y las palabras de Juan Carlos Rodríguez quizás puedan ayudarnos a
elegir el lugar desde dónde afrontar el apremiante debate sobre la renta básica.
Necesitamos pensar la renta básica desde los movimientos que luchan contra el paro
y la pobreza, desde la antesala de las oficinas de empleo y de los servicios sociales,
desde las mil formas que adquiere la incertidumbre sistemática que denominamos con
el nombre de precariedad.
Elegir esa atalaya singular comporta dos puntos de partida, dos afirmaciones que
convergen. La primera es que la política no debe ser, como ha ocurrido históricamente,
“un asunto interno de las clases dirigentes”. El 15M, las mareas, las Marchas de la
Dignidad, el potente movimiento popular que se ha alzado en los últimos años, nos ha
recordado que la política es “una actividad creadora de construcción del ethos
comunitario” (Joaquín Miras), en la que todo el mundo puede y debe participar. Y el
segundo enunciado de arranque es que la renta básica no es “una cuestión técnica”
sino política. Como nos indica Pablo Yanes, “la renta básica ha estado mucho tiempo
constreñida a pequeños círculos académicos, pero esa fase ya pasó, los debates
ahora están en los parlamentos, frente a los gobiernos, con los movimientos sociales”.
Una de las más notables virtudes que han tenido los dos movimientos a los que voy a
referirme aquí, los Campamentos de la Dignidad y la Marea Básica, ha sido sortear los
círculos militantes y académicos y extender el debate a ámbitos sociales mucho más
amplios. En cierta medida, los movimientos citados han sido capaces de juntar, de
forma casi inédita hasta el momento, el qué y el quiénes, el predicado y el sujeto de la
renta básica.

Ha llegado la hora de la renta básica

“Dos tendencias históricas pujan por dominar el tiempo: renta básica o empleabilidad.
Una vez más, democracia o barbarie”
Jorge Moruno

“Viene la renta básica”: bajo ese título se celebraba hace unos meses en Madrid el
Encuentro Europeo por la Renta Básica Incondicional. El encabezamiento es muy
revelador de la maduración social y política que ha alcanzado la propuesta, de su
incorporación a un nuevo sentido común de época. Hasta hace apenas unos años la
idea de “una asignación pública monetaria incondicional a toda la población” constituía
un meteorito, una idea exótica recluida a la condición de quimera. Pero parece claro
que la propuesta ha llegado para quedarse y todo indica que el debate de los próximos
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años no será Renta Básica sí o no, sino el sentido que tendrá su implantación, si
constituirá una garantía de dignidad o si, por el contrario, se impondrá la versión liberal
que concibe la renta básica como un instrumento sustitutivo de los derechos sociales,
un cheque personal que implique, por ejemplo, la supresión del acceso gratuito a la
educación y la sanidad. En definitiva, renta básica emancipatoria frente a renta básica
liberal.
“La fuerza de una idea no es necesariamente su consistencia argumentativa sino su
conexión con las necesidades y el espíritu de una época”, afirma lúcidamente Pablo
Yanes. Las objeciones que aún se plantean a la introducción de la renta básica son, en
lo fundamental, las mismas que vienen esgrimiéndose desde hace décadas (cómo se
va a financiar, si la van a percibir también los ricos, si fomenta la haraganería…). Lo
novedoso no son los nuevos argumentos, sino el contexto, la nueva conexión con las
preocupaciones y las esperanzas de la gente.
Antes de la Gran Recesión, del temblor de 2008, la renta básica ya era una idea
cargada de sensatez, una utopía practicable, una avanzadilla de otro mundo posible;
pero, en nuestros días, se ha convertido en una necesidad imperiosa. La confluencia
de las crisis económica, ecológica y social, la hondura de la crisis de civilización,
obliga a poner en pie ideas que permitan realizar la transición hacia otro modelo de
sociedad. Frente al cambio climático, la dictadura financiera y el paro tecnológico, la
apelación constante a la salida keynesiana constituye una fábula ridícula. Se imponen
medidas estructurales como la renta básica, el reparto del trabajo y las políticas de
decrecimiento. O conseguimos que se abran paso esos caminos de austeridad y
solidaridad o avanzará la barbarie, la guerra entre los pobres, la organización desde el
poder de la miseria y el rencor social, las nuevas formas de fascismo.
La renta básica universal e incondicional es una idea que rebosa racionalidad, uno de
los frenos de emergencia con los que enfrentarse a las pulsiones totalitarias del molino
satánico del que hablaba Karl Polanyi. Pero su simple enunciación no la convierte en
una herramienta de transformación social. “La renta básica no puede seguir siendo un
nicho editorial, ni una materia reservada a sociólogos y economistas y, aún mucho
menos, la propiedad programátiva privada de ningún grupo, que vela por su
incontaminación social y la mantiene cuidadosamente metida en formol hasta que
llegue el día de la liberación”. Esto escribíamos en 2013, cuando la ILP estatal por la
renta básica se ponía en marcha. Desde entonces, la propuesta se ha popularizado de
forma exponencial. A ello ha contribuido, además del trabajo paciente de los
movimientos, la crisis de la sociedad del empleo y el crecimiento vertiginoso de la
exclusión social.
La crisis de la sociedad del empleo es cada día más manifiesta. La idea de pleno
empleo, que galvanizaba hasta hace poco tiempo los programas políticos, aparece hoy
como una cantinela tramposa, una estafa cuya mejor representación es la emergencia
masiva de una nueva figura, la del “trabajador pobre” (según datos de 2016, en
España, el 14% de la población, aun disponiendo de empleo, se encuentra por debajo
del umbral de la pobreza; 6 millones de trabajadores tienen salarios equivalentes o
inferiores al Salario Mínimo Interprofesional- INE 2015). El empleo está dejando de ser
la puerta de entrada a la ciudadanía… Un nuevo sentido común de masas se extiende,
cuestionando el mantra ideológico del neoliberalismo y del capitalismo en su conjunto.
“Trabajo no es lo mismo que empleo”, “no es el empleo lo que dignifica, sino la
existencia material garantizada”: afirmaciones como estas, que hasta hace poco eran
privativas de los entornos militantes, empiezan a arraigar en la crítica cotidiana común.

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“El obrero del siglo XIX y XX era arrancado de la comunidad rural y pasaba,
gradualmente, a formar parte de la obrera. En el siglo XXI, se trata de eliminar
cualquier resquicio del ser un nosotros-comunidad para convertirnos en
emprendedores y, ya sea por cuenta ajena o propia, busquemos en la idea de
empresa la nueva forma de comunidad desde donde relacionarnos” 1. Pero ese gran
sueño neoliberal, el de “cambiar el alma de la población”, la transformación capitalista
de la forma de ser y de sentir, hace aguas. La fantasía de una sociedad de
emprendedores naufraga ante la constatación de una realidad caracterizada por el
endeudamiento y la precariedad.
Junto al paro forzoso y a la multiplicación de las formas de precariedad, la exclusión
social se sitúa como otra razón que evidencia la necesidad y la urgencia de la renta
básica. La coacción muda y silenciosa de la miseria, los procesos de desposesión
continúan su despliegue implacable. En España, 13 millones de personas se
encuentran en riesgo de exclusión social; en 700.00 hogares se carece de cualquier
ingreso; según datos del Consejo General del Poder Judicial, correspondientes al año
2016, en nuestro país se producen diariamente 166 desahucios de vivienda… Son
sólo tres apuntes que nos hablan de la fractura que atraviesa nuestras sociedades, en
este caso la española.
En 1999, Susan George escribió “Informe Lugano”, un temprano ensayo sobre las
consecuencias posibles de la globalización neoliberal. ”La prescindibilidad está
ascendiendo por la escala social. No se trata sólo de los indios brasileños, los pobres
de los Estados Unidos y otras tribus remotas. Usted, su familia, su profesión, su
pequeña o mediana empresa, su comunidad, su hábitat natural empiezan a estar
también en su punto de mira” 2. El paso de los años se ha encargado de confirmar
aquellas profecías distópicas de Susan George. La supresión de la tarjeta sanitaria a
millones de personas, la instauración del copago farmacéutico, los recortes en los
sistemas públicos de salud, la eliminación de las ayudas de dependencia, son algunas
de las medidas que abundan en el nuevo desorden que se está instituyendo.
William Davies afirma que, desde 2008, hemos entrado en una fase nueva que él
denomina neoliberalismo punitivo: “la dependencia económica y el fracaso moral se
enredan en forma de deuda, produciendo una afección melancólica en la que
gobiernos y sociedades liberan el odio y la violencia sobre miembros de su propia
población” 3. La piedad y la horca fue la combinación que, durante siglos, el poder
aplicó en el tratamiento de la pobreza. En nuestros días, las rentas mínimas y las leyes
mordaza, son dos de las herramientas que reactualizan la vieja ideología del
pauperismo. Frente a la descomposición de las clases medias, el poder trata de poner
en pie instrumentos clientelares y estigmatizadores que eviten una alianza entre los de
abajo.
“Con la renta mínima de inserción (RMI) hemos creado una clase social” 4. Así se
expresaba en 1996 Claude Girard, un diputado francés, analizando la renta mínima de
inserción creada diez años antes. El gran objetivo del neoliberalismo ha sido la derrota
y anulación de la clase trabajadora como sujeto político: o ascenso a la categoría
consensual de clase media o descenso a los infiernos del lumpen, no hay término
medio ni alternativa. El proceso que Owen Jones ha llamado de “demonización de la
clase obrera”, el paso de la deprivación a la depravación, se dota de instrumentos que
garanticen la contención y dominación de la “morralla sobrante”. Las rentas mínimas
son una de las piezas centrales de ese proyecto. Una pieza que, además, garantiza la
manipulación selectiva y estratégica de la escasez, convirtiéndose en eficaz dispositivo
del clientelismo social y político.
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El sujeto de la renta básica

“No soy un cliente, ni un consumidor, ni un usuario del servicio. No soy un gandul, ni


un mendigo ni un ladrón. No soy un número de la Seguridad Social o un expediente.
Siempre pagué mis deudas hasta el último céntimo y estoy orgulloso. No acepto ni
busco caridad. Me llamo Daniel Blake, soy una persona, no un perro, y como tal exijo
mis derechos. Yo, Daniel Blake, soy un ciudadano, nada más y nada menos”.
Yo, Daniel Blake (Ken Loach)

Como nos recuerda Luigi Ferrajoli, “no ha habido ningún derecho fundamental que
haya descendido del cielo o nacido en una mesa de despacho, ya escrito y redactado
en los textos constitucionales” 5. La institución de la renta básica como nuevo derecho
no se escapará a esa constante fundamental de la historia de la humanidad. Los
derechos son frutos del conflicto y máxime cuando, como es el caso, su implantación
afecta de forma sustancial a la distribución de la riqueza y al papel disciplinador que
ejerce el paro forzoso y la miseria en la sociedad del trabajo asalariado.
Queremos que la renta básica se constituya en un nuevo derecho universal. Pero no
nos podemos permitir vaguedades o ficciones ecuménicas. Todos los universales se
construyen y pelean desde algún particular. Y, en mi opinión, el derecho a una renta
básica emancipatoria sólo puede alcanzarse si hacen suya la propuesta los
amplísimos sectores de la población que sufren el paro, la pobreza y la precariedad.
“La clave es unir programa y constitución de sujetos políticos-sociales. La dialéctica
sujeto-programa es fundamental. El conflicto debe ser el instrumento, el medio que
permita organizar poderes sociales y el programa, el dispositivo que genere las
condiciones de hegemonía” 6. Programa y sujeto siempre van juntos, como nos
recuerda Manolo Monereo. Pero el sujeto de la renta básica está astillado,
fragmentado por el intenso trabajo de demolición, social, ideológico y político que se
ha venido haciendo desde el poder.
En nuestro país la propuesta de Renta Básica ha entrado en una fase nueva. Durante
años el debate se centró en la justificación ético-filosófica y después en la viabilidad
económica. Desde hace cinco o seis años la idea ha entrado en una nueva etapa, la
de la organización y movilización del sujeto social. La propuesta estuvo muy presente
en las plazas indignadas del 15M, fue una de las cuatro propuestas defendidas en las
Marchas de la Dignidad del 22 de marzo (2014) y se incorporó a los programas
políticos de algunas candidaturas emergentes en las elecciones europeas y
autonómicas. Pero, quizás, los tres factores específicos fundamentales en la extensión
y popularización de la renta básica en este período vienen de la mano del movimiento
de los Campamentos Dignidad (2013), la puesta en marcha de la ILP estatal (2014) y
el nacimiento de la Marea Básica (2015). La ILP no logró reunir el medio millón de
firmas pero sí consiguió que las Marchas de la Dignidad la asumieran como una de
sus banderas. Y el nacimiento de la Marea Básica, justamente de la mano de algunos
de los colectivos más activos dentro de las Marchas, no ha cejado en la lucha por la
renta básica: los encierros de las navidades de 2014, las huelgas de hambre de Juanjo
Huerta y Ramiro Pinto, la constitución de las Sillas del Hambre, las escuelas de

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formación, el impulso a la creación de corralas o la campaña por el cumplimiento de la
Carta Social Europea son algunos de los frutos de ese batallar constante.
La irrupción de los Campamentos de la Dignidad, de la campaña de la ILP y de la
Marea Básica nos hablan de la consolidación de un movimiento alzado desde abajo,
plural en lo ideológico y constituido por personas en situaciones de paro, pobreza o
precariedad. Para que la renta básica pueda convertirse en un instrumento de cambio
social es preciso que “se embarre”, que se contamine. Hace falta que se debata en las
barriadas más pobres, en las oficinas de empleo, entre las kellys, los reponedores y
las teleoperadoras. Hace falta que la renta básica entienda de pobreza energética y de
subsidios de desempleo, de pensiones no contributivas y de desahucios, de exclusión
sanitaria y de bonos sociales de transporte. Mantener el debate de la renta básica
entre las cuatro paredes de la universidad o del gueto militante es condenarla a su
completa inoperancia. Inmaculada, sí, pero inservible.

La experiencia de los Campamentos Dignidad de Extremadura

“La dignidad es siempre el punto de partida de la autonomía moral y política; así como
de las fisuras que se le imprimen a las jaulas del miedo y la desconfianza”.
Raquel Gutiérrez

El primer Campamento de la Dignidad nació en Mérida el 20 de febrero de 2013, en


las puertas de la oficina de empleo. A lo largo de cuatro años el movimiento de los
Campamentos ha ido construyendo una identidad reconocible que ha supuesto la
irrupción de nuevos sujetos, nuevas temáticas y nuevos repertorios de acción
colectiva. Subrayemos algunos de los rasgos más característicos del movimiento:
1. Nuevos sujetos, nuevos actores. La experiencia de los campamentos refuta la
cantinela de que “los parados no se mueven”, un lugar común culpabilizador que se ha
repetido desde los más variados rincones políticos y sindicales. Los barrios mudos de
la miseria, la juventud precaria o la clase trabajadora más machacada se convierten en
un activo sujeto social y político. Clase obrera, precariado y “chunguitud” se
amalgaman, transformándose en un motor de movilización y alianza social. Los
Campamentos beben al mismo tiempo del 15M y de la tradición del movimiento
obrero.
2. Un espacio y un proceso de empoderamiento popular. Los Campamentos, como
la PAH y otros movimientos por los derechos sociales, son una herramienta de
conciencia y organización popular. Tirar tabiques entre militantes y no militantes es un
pre-requisito para que ello sea posible. La integración de saberes estratégicos y
saberes experienciales, la horizontalidad en la toma de decisiones, el papel
insustituible de la asamblea y, muy especialmente, la organización del apoyo mutuo
son algunas de las razones que explican la solidez de los movimientos populares. Por
ejemplo, acompañar a las personas que tienen problemas con la renta mínima de
inserción, el subsidio o la vivienda, a las reuniones con los servicios sociales, los
responsables políticos o los directores de los bancos se convierte en una práctica
habitual.

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3. Una comunidad de l@s expropiad@s de comunidad. Los Campamentos son un
movimiento con una fuerte base comunitaria, que aúna el conflicto, la pedagogía y la
vida cotidiana. Combina la manifestación y la comida colectiva, el escrache y la
corrala, la revuelta y la comunidad. El reparto de alimentos, la recogida de libros de
texto o juguetes, el ropero solidario, la constitución de corralas de vivienda o la
creación de una oficina permanente de derechos sociales, son expresiones de esa
orientación.
El impulso comunitario arraigó en el período fundacional de los Campamentos y
desde entonces no ha hecho más que extenderse. Algunas de sus expresiones son la
lucha por la terminación de la urbanización de Los Álamos (210 viviendas vacías en
Mérida), la constitución de dos corralas en Almendralejo y Mérida, así como la puesta
en pie de la despensa alimentaria. Sólo en Mérida, más de 400 familias se acogen a
los repartos de alimentos. Uno de los principios más repetidos en los campamentos se
ha asentado justamente en torno a esa idea, combinar Reparto y Lucha: pelea por el
trabajo digno y la renta básica pero, mientras tanto, exigir suficiencia alimentaria a toda
la población. Y, al tiempo, plantear toda una batalla contra el clientelismo y el control
de la Fundación Banco de Alimentos por parte del Opus Dei.
4. El desborde programático. De plataforma por la renta básica a movimiento por
los derechos sociales.
En su nacimiento los Campamentos ya asumieron tres demandas explícitas: a la
reivindicación inicial de la Renta Básica le sumaban un plan de choque contra el paro
–al menos 25.000 empleos nuevos en Extremadura- y el fin de todos los desahucios
de vivienda, con independencia de su condición pública o privada. De ese modo, se
traducía en propuestas concretas el lema Pan, Trabajo y Techo. Pero, además, desde
entonces, el abanico reivindicativo no ha dejado de enriquecerse y ampliarse. Tirando
del hilo de la renta básica ha salido todo el ovillo de los derechos sociales. Entre los
nuevos campos de lucha, cabe resaltar:
- La pobreza energética.
- La exigencia de apertura de los comedores escolares.
- El apoyo a l@s trabajador@s en conflicto o situación de precariedad, tales
como la Mina de Monesterio, Tragsa, Ambulancias, etc
- La denuncia de la corrupción política y el despilfarro. Como ejemplo, las
convocatorias de concentración contra el dispendio de los Premios Ceres.
- El apoyo a los rebusqueros de la uva o la aceituna.
- La reivindicación del acceso a la tierra como uno de los motores de la
transformación de Extremadura. Ocupación de la finca Los Quintos, en Llerena.
- Contribución a la recuperación de la memoria de las luchas jornaleras. Los
Campamentos han promovido que el 25 de marzo, fecha que conmemora la
jornada de ocupación masiva de tierras, sea declarado Día de Extremadura.
- La solidaridad con los refugiados. Los Campamentos han organizado varios
envíos de ropa y calzado a los campos de Calais. En marzo de 2016 el
Campamento de Mérida sufrió un incendio provocado en uno de los locales
donde se almacenaban los materiales solidarios.

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5. Nuevos repertorios de lucha. El movimiento nació transformando las oficinas de
empleo en un espacio de conflicto, politizando el dolor desde abajo, resignificando
lugares donde se adensa el sufrimiento pero que están vaciados de disputa social.
“Muchos de los movimientos tienen el foco en la ciudad, ya no en el lugar de trabajo; lo
urbano está emergiendo como una cuestión y un lugar para la lucha anticapitalista”,
afirma David Harvey. Los Campamentos Dignidad combinan flexibilidad y
desobediencia en su repertorio de acción colectiva. Saben mezclar lo reivindicativo y lo
comunitario. Por ejemplo, para reclamar comedores escolares en el verano,
acompañan los encierros en la Consejería de Educación con la organización de
desayunos alternativos en colegios. O para denunciar el impago de la renta mínima,
en algunas ocasiones han realizado los repartos de alimentos en la puerta del SEXPE
o delante del Parlamento de Extremadura.
Las modalidades de movilización más utilizadas han sido el escrache, las marchas y
los encierros. “El escrache es lo más democrático que tenemos”, le gusta decir a
Alfonso Molina, un pastor evangelista que forma parte del Campamento Dignidad de
Mérida. Esta forma de participación ciudadana para denunciar los abusos del poder ha
tenido que ser utilizada profusamente (Carlos Floriano, Wert, reina Sofía, diputados del
PP). Uno de los escraches más conocidos fue el que se hizo contra Monago,
protagonizado por siete mujeres afectadas por desahucios de vivienda y se llevó a
cabo durante dos meses en Badajoz, delante de la urbanización de lujo donde vive el
expresidente de la Junta de Extremadura.
Las marchas han sido otra de las herramientas más frecuente, recorriendo
prácticamente todas las comarcas extremeñas. Es un tipo de acción que genera
comunidad y solidaridad. En las marchas se comparten muchas horas y manda el
diálogo, no el televisor. Genera apoyos de forma casi natural y además apremia a los
activistas de aquellas localidades de acogida a trabajar conjuntamente.
Y, por último, los encierros en iglesias ha sido otro de los recursos habituales de
movilización. Navidad de 2013 en Catedral de Mérida; navidad de 2014, en Catedral
de Badajoz.
La recuperación de viviendas para que las familias desahuciadas pudieran volver a
vivir en ellas o la irrupción pacífica en el centro territorial de TVE el 11 de febrero de
2014 para denunciar el impago de la renta básica de inserción son dos de las acciones
más llamativas y representativas de la línea de resuelta desobediencia civil que los
Campamentos vienen practicando. La acción en TVE supuso un momento álgido en su
lucha. Diecinueve militantes fueron detenidos; uno de ellos, José Giménez Lorente,
falleció cinco meses más tarde, víctima de una enfermedad agravada por la miseria.
6. Formación propia de cuadros y militantes. Los Campamentos son un vivero de
activismo social. El movimiento es muy consciente de la importancia de formar en su
seno cuadros y militantes. De ahí que, desde el principio, se hayan multiplicado los
talleres, charlas y actos sobre temáticas tanto instrumentales como generales. La
Escuela permanente de formación de los Campamentos Dignidad intenta ser una
respuesta a esta necesidad.
7. Independencia respecto de gobiernos, partidos políticos, sindicatos, iglesias y
ONGs. Algo muy importante en el movimiento es ser capaces de mantener
escrupulosamente la independencia respecto de la administración, patronales y todo
tipo de organizaciones políticas y sociales. La pluralidad ideológica, cultural,

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generacional, política, sindical o religiosa es una riqueza de la que el movimiento es
muy consciente.
8. Mujeres y familias, protagonismo fundamental. Las mujeres tienen una
presencia mucho mayor que en la mayoría de los movimientos sociales y
organizaciones de Extremadura. Aunque los activistas reconocen que es preciso
incorporar con mucho más rigor el discurso y las prácticas feministas en el día a día de
los campamentos.
9. Transgresión de los tabúes programáticos y organizativos. Los Campamentos
Dignidad, como el conjunto de los movimientos que emanan del 15M, portan una
notable capacidad de ruptura con rutinas, límites y prejuicios que parecían inmutables.
Tanto en el nivel discursivo como en las formas organizativas el movimiento se ha
atrevido a transgredir algunos de los vetos implícitos. Mencionemos algunas de esas
“temperadas herejías”:
- repartir alimentos para enfrentarse a la caridad y al clientelismo. “Que la vergüenza la
sientan ellos”, con ese lema se convocan algunos de los repartos más polémicos
frente a instituciones oficiales.
- articular la reivindicación simultánea de la Renta Básica y del cumplimiento inmediato
de las leyes contra la intemperie social (pago de rentas mínimas de inserción, Carta
Social Europea…).
- exigir la regularización de las ocupaciones de viviendas sociales o de la SAREB.
Establecer una línea clara contra la criminalización de la pobreza.
- en el nivel organizativo, los Campamentos son conscientes de moverse en un terreno
muy difuso. Son un movimiento por los derechos sociales que comparte espacios de
intervención con sindicatos y asociaciones, con los que en ocasiones podrá colaborar
pero, en otros casos, no tendrá más remedio que desplazar las fronteras establecidas.
La crisis de representación no afecta sólo al mundo de la política, lo hace también al
terreno sindical, vecinal o asociativo. Los Campamentos no son un AMPA, pero luchan
por la educación pública; no es movimiento okupa pero recupera bloques de viviendas
vacías; no es sindicato pero interviene crecientemente en la lucha contra la
precariedad. El sindicalismo social que representan los campamentos o la PAH está
en un proceso de conformación y definición.
10. Pan cotidiano y horizonte. La necesidad de alianzas.
Desde su nacimiento los Campamentos Dignidad buscan la alianza y la unidad con
todas las organizaciones y movimientos que comparten su rechazo a la política
antisocial, al sistema que provoca paro, precariedad y pobreza. Dentro de
Extremadura ha generado una red de movimientos por los derechos sociales,
respetando siempre la iniciativa o preferencias de intervención de cada colectivo local.
La organización e impulso de la PAH desde los campamentos en ciudades como
Mérida, Almendralejo o Plasencia, el apoyo a las convocatorias de movilización
estudiantiles o feministas son algunas muestras de esa orientación unitaria.
Unir necesidades cotidianas y perspectiva estratégica ha sido una obsesión, un
mandato imperativo de coherencia del movimiento, consciente de que la lucha
exclusiva por las carencias inmediatas conduce a convertirse en una ONG o una
asociación corporativa, recluida en el asistencialismo o el economicismo. Pero que,
por el contrario, si sólo se ocupa de las grandes contradicciones sistémicas, corre el
riesgo de acabar siendo simplemente emisor de diagnóstico ideológico y discurso. En
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esa reflexión se asienta la implicación y apuesta por instancias unitarias tales como el
Frente Cívico Somos Mayoría, la Marea Básica o las Marchas de la Dignidad. La
denuncia de la deuda ilegítima y de las políticas austericidas de la Troika así como la
necesidad de superar el régimen del 78, es el marco donde inscribir las luchas
inmediatas.
En sus cuatro años de vida el movimiento se ha convertido en un instrumento
fundamental de las clases populares de Extremadura y, a veces, en una pesadilla para
el poder político. En este tiempo, ha logrado arrancar algunas significativas conquistas,
tales como:
- Frente al propósito de abonar la renta mínima de inserción a 1.500 personas,
se ha conseguido llegar a 10.000 cada mes. El presupuesto ha pasado de 13’2
millones de euros (2013) a 20 millones (2014), 30 (2015) y 48 (2016). El
compromiso ahora es destinar al menos 86 millones (equivale al 0’5 % del PIB)
antes de terminar la legislatura.
- Paralización de centenares de desahucios y moratoria de alquileres.
- Aumento del número de empleos a través de los ayuntamientos.
- Fondo contra la pobreza energética.
- Apertura de comedores escolares.
Pero, con ser importante, lo decisivo de la lucha de los Campamentos no es sólo
haber parado algunos de los golpes más dañinos o arrancar algunos avances en la
protección social. Algo más sustancial aún que todo eso se ha logrado en este tiempo,
algo intangible pero primordial: la construcción de una herramienta que produce
comunidad y esperanza. O lo que es lo mismo: que construye pueblo.
Producir comunidad es producir, al mismo tiempo, el pan y la fraternidad, los bienes
materiales y la lealtad de clase. Producir comunidad es descabalgar el valor de cambio
y elevar en su lugar el valor de uso, desalambrar el INEM y la SAREB. Producir
esperanza es enfrentarse a “los alcázares de la fatalidad”, al “esto es lo que hay” que
nos machaca los oídos por todos sitios. Pues si esto es lo que hay, peleemos por lo
que debería haber, porque podemos instaurar otro estado de cosas, distinto a la
precariedad y a la represión, a la pobreza y al miedo. La esperanza está enamorada
del triunfo, no del fracaso, dice Bloch. Producir esperanza es organizar el apoyo mutuo
y las pequeñas victorias.
Pueblo es cosa bien distinta a muchedumbre o masa. El pueblo, es decir, “la gente
menuda”, la gente común y humilde, se constituye como tal cuando rompe el silencio y
dice su palabra. Y en esas andan ahora los Campamentos de la Dignidad y todos los
colectivos que componen la Marea Básica contra el paro y la precariedad,
empoderando pueblo y buscando las formas de elevar la lucha por la Renta Básica.
En este escrito se ha analizado fundamentalmente la brega de los Campamentos de la
Dignidad, pero otro tanto y mucho más podría decirse de Parad@s en movimiento de
Valladolid, de la Asociación Renta Básica y el movimiento de desempleadxs de León,
de las Sillas del Hambre de Valencia, de las Asambleas de parad@s de Cataluña o
Madrid, de todos los colectivos que componen la Marea Básica. Un movimiento que,
como dice Ramiro Pinto, “está logrando poner en el orden del día como tema central y
prioritario de los movimientos sociales la pobreza, la precariedad laboral, el desempleo
y la defensa de la Renta Básica”. Un movimiento de comunidades de lucha, levantado

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desde el suelo, basado en el empoderamiento, compuesto por personas que sufren el
paro, la pobreza o la precariedad; un movimiento asambleario, plural, independiente,
que lucha contra la explotación y la dominación en todas sus formas, que reivindica la
renta básica no como una tesis doctoral ni como un fetiche militante sino como una
fundamental herramienta de emancipación.
Un movimiento que se alza contra el intento de los poderosos de cerrar la crisis
económica y política por la vía de la restauración y la normalización de la precariedad.
Que denuncia el tropel de rentas mínimas de inserción en las Comunidades
Autónomas como un intento de bloquear la renta básica universal como nuevo
derecho de ciudadanía. Un movimiento que, con su consistencia y combatividad,
augura un nuevo ciclo de movilización que sitúe de nuevo el acento en los derechos
sociales.
Es tiempo de dignidad: Renta Básica ya.

1. Moruno, Jorge (2015): La fábrica del emprendedor. Akal, Madrid


2. George, Susan (2001): Informe Lugano. Icaria, Barcelona
3. Davis, William. El nuevo neoliberalismo. New Left Review 100, noviembre-
diciembre de 2016
4. Guillon, Claude (2001): Economía de la miseria. Alikornio Ediciones, Barcelona
5. Ferrajoli, Luigi. Citado por Víctor Ríos en “Derechos básicos y caminos hacia la
emancipación”, prólogo al libro Marea Básica, editado por El Viejo Topo
6. Monereo, Manolo: Los dilemas de Podemos. Artículo en Cuarto Poder

------------------------------------------------------------------------
Este texto recoge las ideas fundamentales defendidas en las Jornadas sobre
Renta Básica que Podemos Andalucía celebró recientemente en Granada y
Sevilla, así como la reflexión sobre los últimos debates celebrados en el seno de
los Campamentos Dignidad y de la Marea Básica, a lo largo del verano de 2017.

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