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El mandato gratuito obliga solamente al mandatario (art. 1869, Cód. Civ.), pero el
mandante también puede quedar obligado si el mandatario sufre pérdidas
"procedentes de sus gestiones" (art. 1953, Cód. Civ.).
Representación:
Contenido. La representación, esto es, la actuación en interés de otro, es propia de la
vida negocial. Nos ocuparemos de ella, así como de los negocios no representativos.
Dentro de los negocios representativos daremos la noción del contrato de mandato
con representación; y veremos el contrato por cuenta de quien corresponda, y el
autocontrato. También delinearemos las figuras de los factores dependientes y
empleados de comercio.
regula al mandato, que "es el contrato por el cual una parte se obliga a realizar uno o
más actos jurídicos por cuenta de otra" (art. 1889), y "puede ser convenido
verbalmente" (art. 1893). En el mandato con poder de representación, el mandatario
actúa "en nombre y por cuenta del mandante" (art. 1890); en el mandato oculto o
comisión "el mandatario actúa en nombre propio y por cuenta del mandante" (art.
1891). En este último caso "el mandante no queda obligado directamente respecto del
tercero, ni éste respecto de aquél", sin perjuicio de su acción subrógateria contra el
tercero (art. 1891).
A) NEGOCIOS REPRESENTATIVOS
§ 1. El mandato
5. Mandato con representación. El artículo 1869 del Código Civil define: "El mandato,
como contrato, tiene lugar cuando una parte da a otra el poder, que ésta acepta, para
representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto jurídico, o
una serie de actos de esta naturaleza". Cuando realiza actos representativos en
nombre del mandante, dentro de los límites de sus poderes (art. 1931, Cód. Civ.), el
mandatario obliga personalmente al mandante (art. 1946, Cód. Civ.), y "no queda
personalmente obligado para con los terceros con quienes contrató" (art. 1930, Cód.
Civ.).
El mandato comercial obliga a la administración de uno o más negocios de comercio,
obrando el mandatario "en nombre de la persona que se lo ha encomendado" (arts.
221 a 223, Cód. Com.). Pero la idea básica del Código Civil sobre el mandato resulta de
la nota al artículo 1869: "todo mandato supone una orden para obrar". De allí que el
mandato puede ser representativo (cuando el mandatario actúa en nombre del
mandante) o no representativo (cuando el mandatario actúa en nombre propio): "El
mandatario puede, en el ejercicio de su cargo, contratar en su propio nombre o en el
del mandante" (art. 1929, Cód. Civ.). La actuación del mandatario en el propio nombre,
y no en el del representado, lo obliga personalmente, y técnicamente no corresponde
al contrato de mandato, sino a otro distinto: la comisión (ver núm. sig.).
La relación entre el factor y el principal es de mandato, en los términos del artículo 132 del
Código de Comercio.
La cesación del mandato es inoponible al tercero que contrata con el mandatario, si éste la
ignora sin culpa (art. 1967, Cód. Civ.), etcétera.
BORDA
a) Justas causas de remoción.— Habrá causa legítima para revocar el mandato, si el socio
administrador, por un motivo grave, dejase de merecer la confianza de sus coasociados, o si le
sobreviniese algún impedimento para administrar bien los negocios de la sociedad (art. 1682 ).
Se trata de una norma flexible, que deja librado al prudente arbitrio judicial la apreciación de la
gravedad de los motivos alegados para pedir la remoción.
REVOCACIÓN DEL MANDATO.— Cuando el poder para administrar no ha sido conferido en el
contrato sino en una convención posterior, puede ser revocado en cualquier momento por la
mayoría de los socios, haya o no justa causa (art. 1688 ). La situación en este caso es muy
diferente: desde que la persona del administrador no forma parte de las estipulaciones
contractuales, se entiende que su designación ha sido un problema de simple conveniencia y
no una condición de la existencia de la sociedad. Es justo, pues, que dicho administrador
pueda ser removido si existe mayoría en este sentido. La mayoría se cuenta por personas y no
por capitales.
MANDATO (BORDA)
Art_1869dice que el mandato, como contrato, tiene lugar cuando una parte da a otra el poder,
que ésta acepta, para representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto
jurídico, o una serie de actos de esta naturaleza. De acuerdo con esta definición, los elementos
esenciales del mandato son los siguientes:
a) En primer lugar, es necesario que haya representación del mandante por el mandatario.
La idea de que el mandato implica necesariamente representación, ha sido vivamente atacada
por la doctrina moderna, que ha puesto en claro la distición entre ambos conceptos.
Puede haber representación sin mandato (representantes legales de los incapaces, curador a
los bienes, administrador judicial de una herencia, de un fondo de comercio, etc.) y un
mandato sin representación (mandato oculto); porque el mandato es simplemente un encargo
de realizar ciertos actos jurídicos por cuenta del mandante y aunque normalmente esta
actuación está acompañada de representación, puede ocurrir que no sea así (ver nota 2).
Aunque todo esto es exacto, quizás haya alguna exageración en la insistencia con que hoy se
destaca la diferencia entre representación y mandato. El mandato es casi siempre
representativo y aun en los casos en que no lo es, la gestión que realiza el mandatario debe ser
de una índole tal que pueda ser objeto de representación (ver nota 3). Lo que pone de relieve
que la idea de la representación está siempre presente en el mandato, sea ostensible u oculto.
Por lo demás, desde el momento en que el tercero toma conocimiento de que quien contrató
con él ejercía ocultamente el mandato de otra persona, puede dirigirse contra ésta
demandándole el cumplimiento del contrato, con lo que se admite que también en este caso
hay representación, bien que ésta no pueda hacerse valer contra el tercero que ignoraba la
existencia del mandato (ver nota 4) (véase nº 1754).
Hay que notar, además, que el mandato y la representación no convencional están regidos por
una serie de principios comunes, surgidos no sólo de la idea de la representación (casi siempre
presente en el mandato), sino también de que en ambos media una gestión de negocios
ajenos; el gestor siempre está obligado a manejar fiel y escrupulosamente el patrimonio que le
ha sido confiado, su conducta ha de ser diligente, debe rendir cuentas (ver nota 5). El régimen
del mandato, por tanto, ha de ser aplicado supletoriamente a la representación no
convencional y a la gestión de negocios propiamente dicha (arts. 1870).
b) En segundo lugar, es menester que el mandato tenga por objeto la realización de un acto
jurídico o de una serie de actos de esa naturaleza. No era éste el concepto del mandato en el
derecho romano, en el cual podía tener por objeto la realización de actos materiales; algunas
legislaciones siguen hoy el criterio románico y admiten que el mandato puede dirigirse a la
realización de servicios o actos materiales no propiamente jurídicos (Cód. Civ. francés, art.
1984; español, art. 1709; suizo, art. 1684; alemán, art. 622 (ver nota 6); paraguayo, art. 880;
venezolano, art. 1684). Es, nos parece, una solución desacertada, que introduce confusión en
el concepto de mandato y que sigue una tradición romanística después de haber desaparecido
los presupuestos en que aquélla se fundaba. En el derecho romano el carácter esencial del
mandato era su gratuidad. El cumplimiento de sus obligaciones por el mandatario era un deber
fundado en la amistad (amicitia), por lo que la ley negaba recompensa a quien ejecutaba un
servicio para un amigo (ver nota 7). Todo servicio gratuito —fuera la realización de un acto
jurídico o la prestación de un servicio material— era mandato; el servicio oneroso era, en
cambio, el objeto de la locación de servicios.
1626.— El origen de la palabra mandato está discutido. Para algunos manum dare significa dar
poder, confiar algo, dar un encargo (ver nota 11); para otros, estas palabras aludían al apretón
de manos que antiguamente el mandatario daba al mandante en testimonio de la fidelidad
que prometía (ver nota 12); para otros, finalmente, el mandatum fue así llamado por la
reminiscencia de un antiguo rito manual, ya que se consideraba que el mandante quedaba en
parte sometido a la manus del mandatario (ver nota 13).
1110/1627
EL CONSENTIMIENTO
1633. MANDATO TÁCITO.— Según lo hemos dicho, el otorgamiento del mandato puede ser
inclusive tácito. Éste resultará no sólo de hechos positivos que demuestren inequívocamente
la voluntad de otorgarlo (ver nota 3), sino también de la inacción o silencio del mandante y de
que no impida, pudiendo hacerlo, los actos que sabe que otro está haciendo en su nombre
(art. 1874
1 - Art_1874).
Se ha declarado que importa mandato tácito el hecho de que el vendedor de mercaderías
admitiera comúnmente que los pagos de las mercaderías se hicieran al corredor (ver nota
4); el silencio guardado ante la actividad de una persona que administraba con conocimiento
del administrado los bienes de ése (ver nota 5); el silencio guardado ante las diligencias hechas
por un martillero para vender la propiedad, no obstante tener conocimiento de dichas
gestiones (ver nota 6); el permitir, a quien vendió un lote, utilizar las oficinas dedicadas a la
venta, en las que tenía acceso a los armarios y a la documentación, y usaba papeles, sellos y
membretes (ver nota 7); si el escribano interviniente en la constitución de una hipoteca
acostumbraba recibir el pago de los intereses con consentimiento del acreedor, debe
reputarse que tenía de éste mandato tácito para percibir el capital (ver nota 8). La aceptación y
pago por el concubino de las deudas contraídas por la concubina para el consumo del hogar,
importan un mandato tácito a favor de esta que lo obliga por las compras posteriores
realizadas por ella (ver nota 9).
CASOS EN QUE SE EXIGE ESCRITURA PÚBLICA.— Por excepción, la ley exige que ciertos
mandatos sean otorgados en escritura pública; tales son los poderes generales o especiales
que deban presentarse en juicio (ver nota 10) y los poderes para administrar bienes o que
tengan por objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública
FORMA DE LA ACEPTACIÓN.— La aceptación del mandato puede ser escrita o verbal, expresa o
tácita.
La aceptación tácita resultará de cualquier acto hecho por el mandatario en ejecución del
mandato (art. 1876
1 - Art_1876); se la presume también si el mandante entregó su poder al mandatario y éste lo
recibe sin protesta alguna (art. 1877
1 - Art_1877); se trata de una presunción legal que admite prueba en contrario (ver nota
PRUEBA DEL MANDATO.— El problema debe ser analizado con relación a las partes y respecto
de terceros.
Entre mandante y mandatario la prueba del contrato se encuentra regida por la regla general
del art. 1193, excepto en lo que se refiere a los actos ya cumplidos, que pueden ser
acreditados por cualquier género de prueba (art. 1191)
1 - Art_1191) (ver nota 15). Los terceros, que han contratado con el mandatario, pueden
valerse de cualquier medio de prueba para acreditar la existencia del acto (ver nota 16).
Pero como la mejor prueba para ellos de que el mandatario ha obrado dentro de los límites de
sus atribuciones es el poder mismo, la ley se la facilita con disposiciones que estudiamos en el
nº 1742.
CAPACIDAD
PLURALIDAD DE MANDATARIOS