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Valentín

Recuerdo cuando hace siete meses él y yo éramos como noche y luna, si no


estábamos juntos parecía que el otro no existía. Recuerdo el brillo de mis ojos
deslumbrar cuando Valen llegaba, o cuando me hacía sentir especial y la belleza
me era natural. Recuerdo todas las veces que volvía a sentirme insegura
volviendo a enfermar y sin embargo, él me hacía reaccionar.

Si el inicio fue cálido, los besos y caricias suaves, el trato amable, caballeroso y
bueno. Si parecía que después de tanto tiempo yo finalmente conocía que era el
amor y sabía cómo amar. ¿Por qué él perdió la paciencia? ¿Por qué se llenó de
ambiciones? ¿Por qué soñó con ser feliz si me decía que conmigo ya lo era?

La Dra. Ferré respondía diciendo que es culpa de mi baja autoestima porque


una persona con mi condición no puede tener una relación. Mi mejor amiga,
Lucía decía que todos los chicos son grandes idiotas que deberían regresar a la
edad de piedra para ver si alguna vez su cerebro evoluciona. Y mi mamá pasaba
todo el día repitiendo que el hijo de su amiga no hubiera sido capaz de eso.

Yo digo que Valentín desde niño ha sido empujado a la idea de que no es


necesario disfrutar de tu trabajo, ya que a diferencia de mi vida, la de él no ha
estado plagada de lujos, no existía ni siquiera el darse un gusto. Siempre ha
soñado con el carro del año, la casa extremadamente lujosa, trabajar en la
empresa más grande del país; y yo nunca tuve problema con eso, siento hasta
ahora que es por ese sueño que él es una persona luchadora.

Pero el problema empezó cuando Valen consiguió trabajo en un Call-Center,


porque de pronto adoptó la actitud machista de su padre al decir que el hombre
se encarga de lo económico y la mujer no, y que esa era la razón por la cual no
me podía contar como le iba en el trabajo. A los dos meses, su obsesión por los
autos más caros de la ciudad empeoró, si caminábamos y pasaba uno, yo dejaba
de existir y el título de “Reina” que él me había puesto se lo otorgaba a este. Lo
peor llegó después de días cuando dijo que deberíamos hacer dieta, incluso si
nuestro peso era el ideal; luego empezaba a molestarse conmigo sin motivo
alguno, y si yo lloraba no me consolaba, me callaba; había perdido la paciencia
conmigo y yo tan tonta siempre lo perdonaba, aun cuando por mi cabeza solo
iniciaron a formarse ideas enfermas y la única pregunta que hacía era si de
verdad era malo el no comer.

De mi héroe, Valen pasó a convertirse en mis complejos porque constantemente


repetía su vida soñada y no parecía que yo estuviera incluida en ella; porque me
sentía mentalmente maltratada, no querida, no adorada, ni siquiera amada;
porque él, sus ambiciones y los estereotipos de familia que tenía, me hacían
pensar que si más daño yo sufría, más él sería capaz de soportarme.
Yo recién supe alejarme de él cuando Lucía se dio cuenta que podía pasarme
horas mirándome al espejo con miedo, y cuando mi madre se dio cuenta que si
la acompañaba al supermercado era para mirar cualquier objeto filudo con
deseo y no para pasar el tiempo con ella. Por supuesto que Valentín no entendió
porque solo era feliz con él por momentos, porque me había vuelto tan
malditamente insegura ni porque había recaído en los vicios de una adolescente
estúpida.

Atte.

Not enough girl

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