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PARADIGMAS Y ESQUEMAS
Ya hace años que Kuhn habló de los cambios de paradigmas como forma de desarrollo
basada en transformaciones cualitativas de los elementos básicos de las perspectivas
científicas, que abren nuevos horizontes a la ciencia.
Pero quizá en estos momentos sea más bien la realidad internacional la que está
cambiando sus parámetros, y por ello se haga preciso y emerja inevitablemente un
cambio de paradigmas en el análisis científico de las relaciones internacionales.
(Permítanme un inciso para aquellos que traducen sin mediaciones de sentido la ética
individual a colectiva: algunos creen que la resignación ante el mal, el apaciguamiento
ante el fanatismo, la debilidad ante la agresión, es obligada por las normas de una
religión de paz, y al menos les será retribuida en otro mundo, si no lo es en éste.
Convendría que se dieran cuenta de que si eso a lo que llaman Dios existe, les ha hecho
responsables de este mundo, lo que exige dar respuestas firmes ante el mal aquí y ahora,
a fin de vencerlo ya, y no dejarle la batalla al Supremo en un combate eterno que
desconocemos. El mandamiento de “no matarás” tiene como corolario indisoluble el
“no te dejarás matar”, si se quiere evitar el riesgo de inhumanidad que se derivaría de la
creencia de que se muere o se mata “por Dios”. No vayamos para atrás: la modernidad
excluye el martirio, propio o de los demás).
Pero adquirir y conservar este equilibrio exige mucha disciplina intelectual, una
depuración constante de la identidad, trabajo infatigable, madurez afectiva y ausencia de
demagogias y oportunismos. Y conseguir eso es muy difícil hoy, cuando abunda la
frivolidad, el ir a lo fácil, el sectarismo, la corrupción de la democracia y la carencia de
liderazgo.
Pero antes de entrar en este asunto conviene analizar los acontecimientos del siglo XXI,
de los tres últimos años, a fin de ver qué novedades producen sobre la situación anterior.
Los atentados del 11S y acontecimientos posteriores (Afganistán, Palestina, Irak,
nuevos atentados en Asia y Africa, 11M en España) constituyen el elemento catalizador
definitivo de la crisis de la década anterior, iniciando una nueva situación bélica
mundial como expresión de la crisis, con nuevas zonas de conflicto, nuevas amenazas y
actores y nuevos reajustes de poder e institucionales que están comenzando a
desenvolverse.
El 11S significa el intento del islamismo fundamentalista de dirigir la crisis del mundo
árabe e islámico ante la modernidad hacia el enfrentamiento con Occidente, su derrota,
y el regreso al aislamiento del mundo premoderno y las teocracias islámicas. Y este
intento de gobernar la crisis en dicha dirección se realiza con medios
extraordinariamente nuevos, como son la estructura en red, la capacidad del nuevo
terrorismo de actuar como un actor global y al mismo tiempo difuso, superior, por tanto,
en su capacidad, a la de muchas potencias, a las que puede atacar desde su interior, y el
uso de todas las últimas tecnologías ---financiación mundial, telecomunicaciones
digitales, propaganda universal, estrategia de ámbito mundial, armas de destrucción
masiva, tácticas de insurrección y guerrilla urbana---.
Pero estos primeros años del siglo XXI, que vendrá definido por la guerra global contra
el terrorismo, y la crisis del mundo islámico en algunos de sus territorios, van perfilando
simultáneamente nuevas amenazas y problemas que circundan el problema y las crisis
principales anteriormente definidas: se pone cada vez más de manifiesto la crisis
medioambiental, el peligro del narcotráfico y del tráfico de seres humanos, la
acentuación de las crisis humanitarias ---principalmente en el Africa subsahariana--- la
emergencia de Estados fallidos y “canallas” que pueden constituirse en bases del
terrorismo global y de la difusión de armas de destrucción masiva, y por último, aunque
quizás este factor esté en el fondo de todo, la crisis de las políticas neoliberales para
gobernar el mundo de la globalización y de las multinacionales y transnacionales de
todo tipo.
Y con motivo de todo ello, la crisis de las instituciones internacionales está servida: se
rompe el vínculo trasatlántico; se paralizan las NNUU; se divide la Unión Europea, y se
fortalece al enemigo global de la libertad y la democracia.
Por eso es necesario y urgente comenzar a repensar los paradigmas y enfoques teóricos
de interpretación, para afinar el análisis de la situación y la definición de objetivos y
medios, si se quiere evitar que la crisis se agrave en beneficio del integrismo y en
perjuicio de la civilización y la libertad. Y parece indudable que estamos ya insertos en
una estructura del sistema internacional en la que existe una superpotencia que tiene que
gobernarlo, en cooperación con diversas grandes potencias, a fin de crear un nuevo
orden UNI-MULTIPOLAR que cristalice en instituciones mundiales renovadas, que
puedan afrontar las nuevas amenazas con más operatividad e integración que hasta
ahora.
Los EEUU deberían asumir una perspectiva nueva sobre la realidad mundial, a fin de
responder a las exigencias de liderazgo de la misma, superando las perspectivas
excesivamente nacionalistas derivadas del predominio del interés nacional y el
neoliberalismo en las políticas económicas y sociales y en la relación con la
globalización y las empresas multinacionales y transnacionales. La derecha europea
debería superar igualmente el nacionalismo y el aislacionismo. Y por supuesto, el
gaullismo: así no se puede construir Europa.
Y la izquierda no puede basar su interpretación de la situación internacional en el
sectarismo de la lucha por el poder, en el anticapitalismo y en el antiamericanismo. Ni
tampoco formular sus políticas de manera rutinaria, siguiendo las pautas establecidas y
ya comprobadamente ineficaces en Palestina o en el Irak de Hussein:
Arafat es un cadáver político; Hamas es el enemigo terrorista con el que no se puede
seguir negociando; Israel tiene derecho a defenderse y obligación de retroceder a las
fronteras definidas por la ONU cuando se garantice su seguridad; Oriente Próximo
necesita políticas que fortalezcan y apoyen a los sectores reformistas y el desarrollo
económico y social, y no el pacto y la negociación con las élites corruptas y
dictatoriales; a Hussein era preciso derrocarlo para impulsar el cambio en el Oriente
Próximo; el terrorismo actúa porque se le han eliminado sus bases de apoyo; y la
izquierda internacional debe apoyar a los EEUU en sus intentos de impedir el
pudrimiento del Oriente Próximo e impulsar su desarrollo.
Cuando muchas veces se critica a la administración Bush por su política en el Oriente
Próximo uno se subleva por la ceguera de cierta élite sedicentemente progresista, pues
quien realmente es merecedora de una crítica a fondo es la izquierda sectaria,
pseudoprogresista, ciega y oportunista, incapaz de ver los peligros hasta que le revientan
en las narices. Lo que esa izquierda está haciendo es debilitar la libertad frente al
integrismo islámico por puro oportunismo y obsolescencia ideológica.
Por lo que se refiere a los principios de la Moral internacional, este siglo XXI se va a
caracterizar por el enfrentamiento con un fanatismo integrista trasladado desde el fondo
de la Historia, desde el siglo VII, a la actualidad, y articulado con medios totalitarios y
expresiones ideológicas teocráticas absolutamente contrarios a los principios universales
del respeto a los derechos humanos, a la igualdad y a la libertad. Para contrarrestarlo, la
defensa idealista de los principios de la libertad y los derechos humanos resulta
inoperante. Es preciso oponerle actuaciones coercitivas firmes, basadas en las alianzas
militares globales, en la cooperación de los servicios de inteligencia y en el fomento de
las reformas y el desarrollo económico y social del mundo árabe e islámico. Pero, sobre
todo, es imprescindible la unidad en la defensa de la libertad y de la civilización común.
Las zancadillas internas, frente a un enemigo de la virulencia y peligrosidad de éste, no
tienen justificación, para decirlo suavemente.